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Full text of "Homenaje á Menéndez y Pelayo en el año vigésimo de su profesorado : Estudios de erudición española"

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(ti) 


ESTUDIOS 


DE 


ERUDICIÓN    ESPAÑOLA 


HOMENAJE 

A 

MENÉNDEZ  Y   PELAYO 

EN    EL   AÑO    VIGÉSIMO    DE    SU    PROFESORADO 


ESTUDIOS    DE    ERUDICIÓN    ESPAÑOLA 


CON  UN  PROLOGO 


D.  JUAN  VALERA 


II 


MADRID:  1899 

LIBRERÍA'gENERAL   de   VICTORIANO    SUÁREZ 


(rOOtl 


ES    PROPIEDAD 


1.SI.  t.p.  ae  U  Viuda  é  Hijo,  de  M.  Tallo,  Carrera  de  San  Francisco.  4. 


HOMENAJE  Á  MENENDEZ  Y  PELAYO 
TOMO    II. 


f.uatiiiia  lie  llauser  y  Henel.-liaiirti 


MINIATURA    DE    UA    BIBLIA    EN    ROMANCE 

DE    LA    CASA    DE    OLIVARES 

(SIGLO    XV) 


A.  PAZ  Y  MELIA 


LA  BIBLIA 

PUESTA    EN    ROMANCE 


RABÍ  MOSÉ  ARRAGEL  DE  GU  A  D  ALFA  JARA 
(1422-1433) 

(Biblia  de  la  Casa  de  Alba.) 

Si  no  fuera  por  el  temor  de  torcidas  interpretaciones, 
ninguna  ocasión  como  la  presente  para  excusarme  de  es- 
cribir aquí,  yo  que  casi  nada  sé,  en  época  en  que  ya  tan 
poco  se  ignora,  y  para  un  Menéndez  y  Pelayo  que  lo  sabe 
todo.  Pero  teniendo  emprendido  este  trabajo,  puramente 
descriptivo,  por  encargo  de  la  señora  Duquesa  de  Alba,  y 
sabiendo  ella  que  se  pedía  mi  cooperación  para  un  homena- 
je al  ilustre  Maestro,  quiso  asociarse  en  cierto  modo  al  tes- 
timonio de  admiración  que  se  intenta  tributarle,  animán- 
dome á  ampliar  este  estudio  para  que  figurase  en  el  pre- 
sente libro. 

Y  tal  es  la  explicación  de  verme  temerariamente  empe- 
ñado en  asunto  que  exige  bastantes  conocimientos  teoló- 
gicos y  de  lenguas  semíticas,  careciendo  en  absoluto  de 
unos  y  otros. 


A.    PAZ    Y    MELIA 


/ 


Negociaciones  entre  el  Maestre  de  Calatrava 
y  Rabí  Arragel  para  romancear  la  Biblia. 

Cuando  en  la  primavera  de  1422  el  Maestre  de  Calatra- 
va D.  Luis  de  Guzmán  (■)  descansaba  con  la  Corte  en  el 
Monasterio  de  San  Agustín  de  Toledo  de  las  frecuentes  co- 
rrerías contra  los  moros,  supo  que  acababa  de  avecindarse 
como  vasallo  suyo,  en  su  villa  de  Maqueda,  Rabí  Mosé 
Arragel  de  Guadalfajara,  muy  sabio  en  la  ley  de  los  ju- 
díos. Precisamente  el  Maestre,  cansado  de  la  caza,  de  la 
lectura  de  Amadís,  Conquista  de  Troya  y  de  otros  libros  hñ- 
toriales  ó  poetas,  y  de  jugar  al  ajedrez,  tablas,  etc.,  andaba 
preocupado  con  el  deseo  de  emplear  el  tiempo  que  le  deja- 
ban los  malvados  moros  en  la  contemplación  de  Dios  y  en 
la  lectura  de  una  Biblia  en  romance,  historiada  y  glosada, 
porque  las  que  había  le  tenían  muy  corrompido  (2),  y  poi- 

(i)     Véase  su  biografía  más  adelante. 

El  Dr.  D.  Joaquín  Lorenzo  Villanueva  en  el  Apéndice  de  su 
obra,  publicada  en  1791  con  este  título:  De  la  lección  de  la.  Sa- 
gradaEscritura  en  lenguas  vidgares,  copió  todos  los  prelimina- 
res de  esta  Biblia  y  algunos  trozos  del  texto  y  de  las  glosas,  ilus- 
trándolo todo  con  eruditas  notas. 

En  esa  obra  y  en  la  de  Eguren  y  Notas  de  P.  Bayer  á  la  Bibl.  ve- 
tus  de  Nicolás  Antonio,  libro  X,  cap.  V,  pág.  245,  puede  compro- 
bar el  lector  los  ligeros  extractos  que  aquí  hago. 

No  he  logrado  ver  la  obra  de  Rossi,  DeBiblis  hispanicis,  y,  por 
consiguiente,  ignoro  si  allí  se  menciona  ésta  de  Arragel. 

(2)  Traducciones  de  i.a  Biblia  hasta  mediados  del  siglo  xv.— 
Hacia  1232  se  dice  que  el  judío  español  Rabí  David  Quimchi,  co- 
nocido por  Radaq,  tradujo  en  español  la  Biblia. 

En  1269,  Alfonso  el  Sabio  mandó  romancear  la  Biblia.  Rodrí- 
guez de  Castro  describe  una  copia  antigua  en  cinco  tomos,  exis- 
tente en  la  Biblioteca  del  Escorial. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  7 

^ue  los  tales  como  él  necesitaban  mucho  la  glosa  para 
los  pasajes  obscuros.  Escribió,  pues,  al  judío  en  5  de  Abril 
de  1422,  ofreciéndole  muchas  mercedes  anuales  si  satis- 
facía su  deseo;  pero  aquél  le  contestó  á  los  nueve  días  en 
extensísima  carta  en  que,  á  vueltas  de  grandes  alaban- 
zas á  los  Señores  y  Reyes  de  Castilla  por  lo  que  honraron 
y  favorecieron  á  los  judíos,  acatándoles  siempre  con  cle- 
mencia y  misericordia,  y  declarando  que  por  la  ciencia  de 
los  judíos  de  Castilla  se  regían  los  de  todas  partes  (O,  abo- 
mina de  la  caza  y  encomia  el  buen  deseo  del  Maestre;  pero 
se  excusa  de  aceptar  el  encargo,  porque  la  fe  israelita,  en 
que  protesta  morir,  por  ser  ley  de  sus  padres,  le  haría  glo- 
sar la  Biblia  de  tal  modo,  que  el  Maestre,  como  cristiano 
y  católico,  no  aprovecharía  nada,  y  él  trabajaría  de  balde. 
Su  principal  argumento  es  el  siguiente:  los  judíos  creen 
que  no  ha  podido  mudarse  una  tilde  en  la  Biblia  hebraica, 
y  que  San  Jerónimo  no  pudo  hallar  otra  diferente  de  la  que 
ellos  usaban,  explicándose  las  diferencias  de  la  latina  por 
haber  ido  por  otra  vía  que  no  era  entonces  ocasión  de  in- 
vestigar. «De  modo,  dice,  que  si  romanzase  diferentemen- 

De  otra  traducción  castellana,  hecha  por  orden  de  D.  Juan  U  de 
Castilla,  habla  Gesnero. 

A  principios  de  aquel  siglo  el  P.  Bonifacio  Ferrer,  hermano  de 
San  Vicente  y  cartujo  de  Portaceli,  tradujo  toda  la  Biblia  en  va- 
lenciano, que  se  imprimió  en  Valencia  en  1478,  y  aparte  el  Penta- 
teuco, impreso  en  París  en  1497. 

En  la  librería  del  Escorial  hay  una  traducción  castellana  del  An- 
tiguo Testamento,  excepto  el  Eclesiastes,  de  hacia  1420;  otra,  de 
mediados  de  aquel  siglo,  y  de  los  fines  la  de  los  Salmos  por  Maes- 
tre Hermán  el  Alemán. 

En  la  Academia  de  la  Historia  (iz-ii-i-i.')  se  conserva  una 
traducción  castellana  de  los  Profetas,  á  dos  columnas  (texto  latino 
y  castellano),  con  glosas  en  pane  del  códice.  Es  del  siglo  xv,  y  ha 
sido  atribuida,  sin  fundamento,  por  Eguren  á  Rabí  Salomón. 

Hacia  mediados  del  siglo  xv  imprimieron  en  Ferrara  su  traduc- 
ción de  la  Biblia  los  judíos  Abraham  Usque  y  Jerónimo  de  Vargas. 

(i)  iTodo,  o  lo  mas,  dice,  que  oy  los  judíos  habemos  de  glosa 
sobre  la  ley  e  en  las  sus  leyes  e  derechos  e  otras  ciencias,  fue  fa- 
llado compuesto  por  los  sabios  judíos  de  Castilla.» 


§  A.    PAZ    Y    MELIA 

te  de  la  latina  y  de  San  Jerónimo,  el  Maestre  tendría  por 
muy  corrupta  la  traducción;  y  si  la  hiciese  conforme,  ya 
otros  lo  han  hecho  mejor  que  yo.» 

Además,  su  ley  le  impedía  historiarla,  es  decir,  ilustrar- 
la con  miniaturas,  porque  dice:  «La  imagen  ocupa  lugar, 
e  quien  ocupa  logar,  el  logar  es  mayor  que  él,  e  por  con- 
secuencia seria  Dios  finido.» 

Por  último  recuerda  su  humilde  estado,  diciendo:  «los. 
judios  de  tanta  prosperidat  que  en  Castilla  ser  soliamos, 
corona  e  diadema  de  toda  la  ebrea  transmigración  en  fijos- 
dalgo,  riqueza,  sciencia,  libertad,  respondiendo  alguna 
tanto  á  las  propiedades,  virtudes  del  Rey  e  reino  en  cuya 
imperacion  somos  en  la  muy  noble  famosa  Castilla,  el  dia 
de  oy  por  la  pueril  hedat  en  que  huerphano  quedó  (O,  e 
con  los  sus  trabajos  causó  que  oy  somos  en  toda  la  contra, 
que  somos  en  mucha  miseria,»  etc.;  y  acaba  declarando 
que  no  reúne  las  condiciones  del  componedor,  romanceador 
ó  glosador,  en  razón  de  la  poca  ciencia  que  les  quedó,  y 
menos  á  él,  «que  si  reliquia  de  reliquia  en  los  judios  que- 
dó, en'  otros  será  fallado  mas  que  en  él;»  por  todo  lo  cual 
dice  al  Maestre  «que  pida  mejor  el  cumplimiento  de  su  de- 
seo á  muchos  scientificos  prudentisimos  dioses,  formas  se- 
paradas, maestros  doctores  en  la  su  misma  cristiana  nas- 
cion  en  la  santa  theologia.» 

La  negativa  va  paliada  con  frases  de  la  mayor  humil- 
dad y  con  este  cumplimienio  final:  «La  causa  prima  e  ver- 
dadero Dios  padre  poderoso  bivo  inmortal,  rey  sempiter- 
no, dice,  conserve  vuestra  vida  e  estado  por  la  mayor  pos- 
sibile  sucesión  temporal,  e  después  del  vareo-  pasado,  la 
vuestra  ynnocente  anima  con  las  separadas  substancias 
ponga  e  con  las  almas  beatas,  amen.» 

(i)  Aquí  hay  una  miniatura  que  representa  áD.  Juan  II,  que 
tiene  en  la  mano  izquierda  una  cinta  con  esta  leyenda:  «El  noble 
rey  Don  Juan,  fijo  del  noble  rey  Don  Enrique  el  3.°»  Delante  del 
Rey  aparece  arrodillado  Rabí  Arragel,  que  le  coge  el  pie  izquierdo 
con  la  derecha  para  besárselo,  y  en  la  izquierda  lleva  una  cinta  con 
esta  inscripción:  cSu  suo  raby  mose.» 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  9 

No  menos  cortés  el  Maestre,  le  contesta  á  los  cuatro 
días,  saludándole  así:  «Nos  el  Maestre  de  Calatrava  envia- 
mos mucho  saludar  a  vos  raby  mosé  Arragel,  nuestro  va- 
sallo, como  aquel  para  quien  mucha  onrra  e  buenaventu- 
ra querríamos.»  Pero  luego,  demostrando  conocer  la  falsa 
modestia  del  hombre,  contesta  á  sus  excusas:  «Siempre 
ovisteis  los  sabios  estas  maneras,  tanto  en  la  sciencia  vos 
abaxar  que  aquello  mismo  bien  examinado  que  decides  no- 
tades  de  vos  se  vos  convierte  en  mucha  altividad  e  sober- 
bia, e  aun  algunas  veces  en  fantasya.» 

Añade  que  «habiendo  enseñado  su  tan  pvolixa  carta  al 
muy  noble  reverendo  maestro,  virtuoso,  de  la  muy  noble 
sangre  e  linaje  imperial,  el  maestro  (O  frey  Arias  de  Enci- 
nas, del  qual,  segund  el  quien  el  es,  e  el  deudo  propinco 
carnal  e  spiritual  que  con  el  avemos  en  el  siempre  confia- 
mos los  nuestros  negocios,»  le  habían  parecido  ra2onables 
sus  excusas;  mas  con  todo  eso,  si  iba  al  Convento  de  San 
Francisco  de  Toledo,  donde  Fr.  Arias  tenía  el  cargo  de 
Guardián,  él  disiparía  todas  sus  dudas.  Por  lo  cual  le  ruega 
J  y  manda  que,  desechando  arengas,  vaya  á  Toledo,  sin  temor 
al  poco  galardón  que  algunos  señores  solían  dar  á  tales 
negocios,  porque  él  le  pagaría  según  los  informes  de 
■  los  maestros,  y  además  le  daría  muchos  bienes  e  merce- 
des cadañeras  e  la  costa  que  pusiere,  haciendo  que  en  To- 
ledo le  suministrasen  pan  y  maravedises  para  su  manteni- 
miento. 

Al  terminar,  el  Señor  acostumbrado  á  hacerse  obedecer, 
aparece  en  este  consejo  que  da  al  judío:  «E  aunque  no 
vivieseis  en  nuestra  tierra,  no  perderíais  en  nos  complacer 
e  non  facer  enojos. »  Y  dando  pruebas  de  buen  gusto,  ata- 
ca, aunque  sin  fruto,  la  manía  de  la  prolijidad,  incurable 
en  casi  todos  los  escritores  de  aquella  época,  con  estas  pa- 
labras: «E  raby,  conviene  vos  que  non  fagamos  proceso 


(i)  Aquí  hay  otra  miniatura,  que  representa  al  franciscano  sen- 
tado, con  un  libro  abierto  sobre  el  atril,  y  al  judío  en  pie  delante 
de  él. 


10  A.    PAZ    Y    MELIA 

infinido,  que  demanda  e  respuesta  conviene  á  los  en  los 
pleitos  litigantes.» 

Con  la  invocación  de  Rabí  Mosc,  amigo,  escribe  el  fran- 
ciscano al  judío  excusándose  de  contestar  á  sus  extensos 
argumentos  por  falta  de  tiempo,  y  declarando  que  de  sus 
mismas  excusas  se  desprende  ser  bastante  sabio  para  sa- 
tisfacer los  deseos  del  Maestre. 

Lo  mejor  sería,  viene  á  decirle,  que  reconocieseis  la  ver- 
dad del  cristianismo;  pero  ya  que  queréis  vivir  en  la  fe  de 
vuestros  padres,  «como  a  uno  que  le  preguntaron  que  por- 
qué comía  feo  y  dijo  que  asi  comía  su  padre,»  podréis  ser- 
vir al  Maestre,  pues  éste  no  le  pedía  su  ayuda  por  falta  de 
sabios  cristianos,  sino  para  saber  las  glosas  de  sus  docto- 
res modernos,  que  no  vio  Nicolás  de  Lira. 

En  suma,  le  propone  el  siguiente  arreglo:  «Cuando 
llegareis  al  capítulo  sobre  la  opinión  hebrea,  pondredes 
lo  que  yo  vos  diere  de  las  opiniones  de  la  fe  romana;  e 
cuando  llegaredes  al  capitulo  do  non  vos  diere  opinión  de 
los  latinos,  vos  muy  plenaría  mente  podedes  vuestras  glo- 
sas poner.»  «Y  no  hayáis  miedo,  le  dice,  porque  tam- 
bién entre  nosotros  muchos  actores  tienen  opiniones  erró- 
neas.» 

En  cuanto  á  la  dificultad  de  las  historias  ó  miniaturas, 
también  la  resuelve  el  buen  franciscano,  diciéndole  que  ya 
que  tan  endurecido  judío  quería  ser  en  no  mandar  á  los 
pintores,  que  dejase  en  blanco  aquello  en  que  creyese  que 
debían  entender,  y  él  daría  por  escríto  la  instrucción;  que 
los  pintores  serían  de  Toledo,  y  él  les  enseñaría  la  Biblia 
del  Sagrarío  de  la  Iglesia  Mayor  (O,  que  era  muy  bien  his- 
toriada, y  por  ella  se  guiarían. 

Tres  días  después  pasó  Rabí  Mosé  á  Toledo,  donde  es- 
tuvo quince  recibiendo  instrucciones  de  Fr.  Arias,  que  ade- 
más le  entregó  las  glosas  latinas  del  Génesis.  Libro  por  11- 

(0  Entre  las  22  Biblias  que  poseía  el  Cabildo  de  Toledo  en  1807, 
y  que  cita  el  índice  del  P.  Frías,  no  se  menciona  ninguna  con  ilu- 
minaciones. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  1 1 

bro  le  fué  luego  enviando  las  otras  á  medida  que  el  judío 
le  mandaba  el  trabajo  concluido. 

Puesto  ya  á  la  tarea,  Arragel  escribe  un  larguísimo 
Prólogo,  dividido  en  capítulos,  en  que.  empezando  por  una 
invocación  á  Dios  para  no  errar  trasladando,  glosando  ó 
relatando  contra  ninguna  de  las  dos  naciones,  explica  mi- 
nuciosamente las  dificultades  de  la  traducción,  método  que 
había'  seguido,  etc.  De  estos  datos  me  valdré  más  ade- 
lante. 

Terminada  la  obra  en  Maqueda  el  viernes  2  de  Junio  de 
/  1430,  cuando  el  Maestre  y  el  Comendador  mayor  de  Ca- 
latrava,  D.  Juan  Ramírez  de  Guzmán,  se  hallaban  en 
Pastrana  recogiendo  gente  para  la  guerra  contra  los  Reyes 
de  Aragón  y  de  Navarra,  y  previo  el  examen  que  de  la 
traducción  hizo  en  el  Estudio  de  Salamanca  Fr.  Juan  de 
Zamora,  de  la  Orden  de  Predicadores,  presentóla  el  rabi- 
no en  el  Estudio  de  San  Francisco  de  Toledo,  el  domin- 
go 5  de  Noviembre  de  mil  qnatrocientos  e  treinta ('). 

Allí,  en  presencia  de  Fr.  Arias  y  de  varios  doctores,  pro- 
nunció una  larguísima  arenga,  dividida  en  siete  capítulos. 
En  ella  emplea  frases  de  extrema  humillación  y  lisonja  (2), 
diciendo  que  no  se  atrevía  á  mirar  á  la  cara  á  aquellos  «an- 
geles, non  omnes;..  que  el  Estudio  de  San  Francisco  de 
Toledo,  «plaza  do  vivían  ende  muchos  señores  maestros 
en  la  santa  theologia  e  muchos  caballeros  e  escuderos  e 
judíos  e  moros  cada  dia  del  mundo,  oyendo  la  palabra  de 
Dios,  era  rio  cabdal  de  la  theologia  que  sale  del  paraíso, 
del  cual  el  huerto  de  Castilla  e  de  los  comarcanos  reynos 
es  humentado.i) 

Discurre  luego  sobre  cuestión  tan  ajena  de  un  judío 
como  la  de  explicar  por  qué  se  historia  á  San  Francisco  en 
forma  de  ángel  serafín;  de  las  seis  alas  del  serafín  é  inter- 

(t)     Hay  un  blanco  en  el  lugar  de  las  unidades. 

(2)  Esta  llega  al  punto  de  emplear  la  tinta  roja  para  los  nom- 
bres de  D.  Vasco,  del  Maestre,  etc.,  llamando  al  primero  «médula 
de  toda  perfección  de  saber  e  de  virtudes,»  y  «muy  altos  angeles 
divinos»  á  los  maestros  franciscanos. 


j2  A.     PAZ    Y    MELIA 

pretación  de  la  palabra;  ensalza  al  maestro  Anas  con  pom- 
posos elogios,  y  juega  del  vocablo  con  el  signo  Aries,  que 
pinta  al  mundo  en  flores  divisas,  y  añade:  «E  según  alego- 
ria  romana,  aqui  en  esta  orden  (la  franciscana)  se  cumple 
bien  la  bendición  del  padre  Jacob,  que  dijo  por  Benjamín 
el  su  hermano  menor:  Multiplicara  mas  que  el.  e  del  su  se- 
men serán  llenas  las  gentes.  E  esta  tu  orden  es  el  herma- 
no menor,  que  assy  vos  llamades  fraires  menores.* 

Y  después  de  asegurar  que  los  aciertos  son  del  Maestre 
y  de  los  otros  señores,  y  los  yerros,  aunque  involuntarios, 
suyos,  llega  á  la  parte  prosaica  del  asunto,  declarando  que 
«once  años  era  ayudado  en  esta  afanada  Biblia  (O,»  y  que 
suplica  que,  vista  y  examinada,  digan  al  Maestre  la  subs- 
tancia de  la  obra,  y  que  en  aquel  tiempo  él,  su  mujer  é 
hijos  habían  comido  i.ooo  doblas  (2). 

No  podía  la  humildad  franciscana  dejar  sin  protesta  tan 
descomedidos  elogios,  y  así  respondió  con  el  filósofo  en  la 
Retórica,  «que  lo  mejor  del  rimar  e  inventar  es  saber  bien 
florear;»  que  él  conocía  bien  quién  era,  y  que  fuera  mejor 
excusar  los  elogios,  porque  «apropiar  al  omne  lo  que  en  el 
non  es,  es  tirar  e  privarle  aun  lo  poco  que  en  el  es.» 

En  cuanto  á  su  trabajo,  «esté  seguro,  le  dice,  de  que  si 
lo  de  dentro  responde  a  su  apariencia,  esta  sera  la  mas 
mejor  e  famosa  obra  que  en  muchos  regnos  pueda  haber, 
e  aunque  en  el  romance  desvie  el  ebráico  de  San  Jerónimo, 
bien  podra  ser  pasadero  do  non  perjudique  la  nuestra  fe 
romana  (3),  e  aun  al  tal  vos  sera  relevado  en  las  glosas  do 

(i)     De  aquí  se  deduce  que  hablaba  en  el  año  de  1433. 

(2)  En  iS.ooo  duros  calcula  Eguren  el  coste  de  la  obra.  Pero 
ignoramos  la  recompensa  que  el  Maestre  daría  al  rabino. 

(3)  cltem,  me  acuerdo  que  en  las  mismas  congregaciones,  di- 
ciendo el  Maestro  León  que  de  los  dotores  hebreos  el  no  tomaría 
mas  de  la  declaración  de  los  vocablos  de  su  lengua,  dijo  alli  un 
Maestro,  y  no  me  acuerdo  con  certinidad  cual  dellos  fue,  mas  de 
que  me  pareció  bien  lo  que  dijo,  y  fue  que  también  se  podía  to- 
mar de  ios  dichos  doctores  cosas  que  tocasen  á  declaración  de  la 
Tierra  Sánela  y  de   sus  lugares,  ó  de  las  costumbres  de  aquella 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  I3 

non  tocaren  contra  de  nuestra  fe;  que  aquellos  padres  y  el  le 

decían  que  si  subslancialmente  se  fallaba  como  debía que 

vos  sois  digno  de  mucho  bien,  e  que  non  ha  numero  esta  obra 
lo  que  vale,  nin  el  Maestre  vos  la  puede  pagar.  E  seed  bien 
seguro  que,  ella  corregida,  que  se  escribirá  al  señor  Maes- 
tre encargándole  conciencia  e  dando  la  fe  que  debamos.» 

Y  acabó  rogando  á  los  «honorabiles  padres  doctores,  her- 
manos suyos,  el  doctor  fray  Juan  de  Santa  Clara,  e  el  doc- 
tor frey  Diego  de  Fresno  e  el  doctor  fray  Diego  de  Atienza, 
bíblico, »  que  se  encargasen  con  él  de  la  citada  revisión. 
Empezada  el  lunes  siguiente,  6  de  Noviembre,  acabó  en 
Junio  (i)  «del  año  de  mil  e  quatrocientos  e  treinta  e »  (2). 

Tales  fueron  las  negociaciones  seguidas  para  la  ejecu- 
ción de  la  obra,  sin  que,  desgraciadamente,  sepamos  qué 
recompensa  obtuvo  el  judío,  ni  otra  cosa  más  acerca  de  su 
vida,  puesto  que  ninguna  bibliografía  le  cita. 


II 


Carácter  de  la  traducción  y  juicios  de  Mosé 
Arragel  sobre  las  traducciones. 

«La  vía  por  mi  tomada  en  esta  trasladacion, 'dice  el 
judío  dirigiéndose  al  Maestre,  sy  es  en  lo  mas  posible 
concordar  la  jerónima  trasladacion  con  el  ebrayco,  como 

gente,  y  también  cuando  diesen  algún  sentido  literal  á  algún  paso 
de  la  Escritura  que  fuese  de  verdadera  y  sana  doctrina  y  no  con- 
tradijese a  los  sanctos;  que  no  se  habia  de  desechar  por  ser  dellos, 
porque  la  verdad  es  buena  cualquiera  que  sea  el  que  la  dice,  como 
lo  enseña  Sant  Agustín.»  — (Declaración  de  Fr.  Luis  de  León  ante 
los  inquisidores,  en  su  prisión  de  Valladolid,  1572,  pág.  196.  Co- 
lección de  documentos  inéds.,  tomo  X.) 

(i)  Aquí  hay  una  miniatura  que  representa  al  Maestre,  ante  el 
cual  está  arrodillado  el  judío. 

(2)  En  blanco  las  unidades,  que  habrá  que  suponer  eran  tres, 
si  la  cuenta  antes  citada  es  segura. 


T,  A.     PAZ    V     MKLIA 

^4 


la  sentencia  sea  una,  á  las  veces  partes  anteponiendo,  á 
las  veces  posponiendo,  como  la  glosa  sea  muy  conforme, 
e  do  concordar  non  los  pudiere,  seguiré  sobre  el  ebrayco, 
siguiendo  en  el  Jerónimo  mandado  (i).i> 

Por  aquí  se  ve  claramente  qué  valor  ha  de  darse  al  tra- 
bajo de  Mosé  Arragel. 

Su  opinión  acerca  de  las  traducciones  no  puede  ser  más 
terminante  ni  más  acertada.  Adelantándose  al  proverbio 
italiano  Imduttoir,  ¡radiUore,  llama  *miiy  menguado  á  quien 
se  pone  á  romanear  non  tan  solamente  Biblia,  mas  sola 
una  epístola  de  Juan  á  Pedro;»  añadiendo:  «Non  ninguno 
remangar  deue  syn  muy  impresionado,  enfermado  ante 
non  ser  en  la  intención  del  mesmo  embiador.» 

Respecto  á  las  diferencias  que  ofrecen  los  traductores 
de  una  misma  obra,  dice  que  los  glosadores  de  la  Ley  la 
dieron  ocho  sesos,  y  cita  este  ejemplo.  En  el  primer  capí- 
tulo de  Jeremías  se  lee:  Madicl  saqued  auinroe.  Machel  sig- 
nifica verga  ó  palo;  saqued,  ó  almendro  ó  velador.  El  judío 
creyó  deber  romanzar  palo  de  almendro;  San  Jerónimo 
romanzó  palo  velador.  Y  es  curioso  que  en  apoyo  de  esto 
diga  al  Maestre  que  sobre  ello  pueden  informarle  sus  con- 
tinos el  licenciado  famoso  Gonzalo  Rodríguez  de  Ayllón, 
dos  bachilleres  cuyos  nombres  dejo  en  blanco,  y  su  primo 
Juan  Ramírez  de  Guzmán.  Pueden  suponerse  en  los  pri- 
meros suficientes  conocimientos  del  hebreo;  pero  no  deja  de 
ser  chocante  que  se  apele  al  testimonio  del  último,  conocido 
con  el  sobrenombre  de  Carne  de  cabra  por  su  resistencia  en 
encuentros  y  batallas,  para  un  punto  de  filología  semítica. 
Aumenta  también  la  dificultad  de  traducir  Biblias  he- 
braicas, continúa  diciendo,  la  falta  ó  postura  de  los  pun- 
tos. Ejemplo:  en  yua  baderech  coliy  (afligió  en  la  vía  mi 
fuerza),  por  no  existir  los  puntos  en  el  original  que  con- 

(i)  Alude  á  una  cita,  copiada  en  otra  parle  por  él,  de  lo  dicho 
por  San  Jerónimo  en  su  Proemio:  que  siempre  en  su  irasladacion 
de  la  Biblia  debían  ser  requeridos  los  sabios  judias  en  las  dub- 
das  de  su  irasladacion,  que  ellos  eran  ¡os  mas  profundos  en  ia 
lengua. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  If 

sultaba  San  Jerónimo,  hubo  de  leer  ana  en  lugar  de  yua, 
y  traducir:  en  la  vía  mi  fuerza  respondió.  Además,  tiene 
buen  cuidado  de  hacer  justicia  al  Santo  recordando  su  ad- 
vertencia del  Proemio,  que  queda  citada  en  nota,  y  esto 
le  da  pie  para  decir  que  es  natural  que  él  tenga  más  mie- 
do y  más  dudas  al  romanzar  que  San  Jerónimo,  por  lo 
que  no  debía  reprendérsele  si  vieren  ésta  su  trasladación 
miiy  diferente  de  la  de  aquél;  que  éste  dicen  hizo  tres  veces 
la  suya,  y  sólo  á  una  dio  su  aprobación,  sin  que  en  tiem- 
po de  Mosé  Arragel  se  supiera  ya  cuál  era;  que  en  Madrid 
y  en  Cuéllar  había  dos  Biblias  latinas  muy  más  conformes. 
con  el  hebraico  que  la  que  tenía  la  Iglesia  vulgar  (0;  que 

(i)  «Todos  los  Cardenales  y  prelados  y  principes  y  Señores- 
q.e  fundaron  Coiejios  y  monesterios  les  dejaron  grandes  summas. 
destos  libros  manu  scriptos,  porque  en  aquellos  tpos  no  florecían 
las  imprentas;  y  assi  por  esto  como  por  los  pocos  escribientes  ca- 
tólicos que  abria  dellos,  es  sin  duda  les  costana  una  gran  suma, 
y  no  menos  si  de  fuera  de  España  los  trayan,  y  los  mas  que  han 
quedado  y  yo  he  visto  han  sido  scriptos  de  judies,  y  dellos  ay  gran 
thesoro  en  el  Escorial  y  Santiago  de  Sevilla,  escogidos  y  traídos 
por  el  Sapiente  D.r  Harías  Montano;  y  de  una  librería  de  mi  orderi 
en  Galísteo,  por  mandado  de  S.  M.  se  trajo  muy  gran  cantidad 
destos  libros,  que  allí  dejaron  por  cosa  de  muy  grande  estima  los 
Condes  de  Osorno,  cuyos  fundadores  fueron;  y  en  el  Colegio  de 
Santa  Cruz  de  Valladolíd,  después  que  la  Inquisición  quemó  ago- 
ra 20  arios,  vi  yo  i6  tomos  que  pudieron  dejar,  cansados  de  verlos- 
otros  q.=  serian  innumerables.  Demás  destas  librerías,  he  tenido  no- 
ticia de  otras  muchas  y  de  Biblias  con  glosas  y  otros  libros  muy 
curiosos  en  romance;  y  pues  Reyes  y  Principes,  Prelados  y  Seño- 
res tan  católicos  y  eruditos  en  sus  librerías  les  daban  tan  buenos- 
lugares,  y  en  tiempo  que  en  España  se  entendía  y  sabia  la  lengua, 
muy  grande  argumento  es  para  creer  sintieron  bien  dellas,  y  que 
eran  necesarias,  sin  ningún  peligro  ni  daño  de  los  Católicos;  y  el 
que  después  acá  puede  haber  parecido  que  lo  es,  a  sido  por  igno- 
rancia de  la  lengua,  habiendo  ydose  desacreditando,  assi  por  yr 
quemando  a  bulto  estos  libros,  como  por  el  poco  provecho  y  me- 
dro que  se  les  seguia  a  los  estudiosos  dclla  y  tanto  a  los  de  facul- 
tades, teólogos;  legistas,  medicina,  etc.» 

(Del  Tratado  cerca  la  regla  del  catalogo  que  dispone  la  lición 
de  las  glosas  de  los  rabinos,  por  Fr.  Pcdro^  de  Palencia.  Ms.  de 
la  Bibl.  Nac,  A- 147,  fol.  ib  vuelto.) 


j5  a.  paz  y  melia 

en  poder  de  Fr.  Arias  de  Encinas  había  visto  él  el  Psal- 
teiio  ties  veces  en  latín  en  cada  salmo,  «e  muy  divisos  en 
el  latín,»  y  uno  de  ellos  muy  conforme  al  hebraico;  y  que, 
hablando  verdad,  aunque  toda  la  Biblia  jerónima  era  muy 
diversa  del  hebraico,  el  Psalterio  que  reza  hoy  la  Iglesia  y 
el  Job  son  tan  diferentes  (O,  que  no  me  parecen  traslada- 
piones. w 

.Innumerables  son,  añade,  los  lugares  que  en  esta  tras- 
ladación  divisó  San  Jerónimo  de  lo  substancial  del  he- 
braico, ó  por  el  gran  número  de  acepciones,  6  por  estar  el 
original  de  que  Se  valió  mal  puntado,  ó  por  puntar,  ó  por 
otras  causas:  «asi  los  azimivan  e  ayochhm,  etc.,  gentíos  que 
con  la  longedat  dellos  non  sabemos  quien  son,  Sant  Ge- 
rónimo, los  nombres  que  los  puso,  non  sé  donde  le  vinie- 
ron: los  niphilim,  que  romanzó  gigantes,  en  ebraico  es  cíiy- 
dos  ó  caedizos,  según  algunos,  por  los  ángeles  caídos;  en 
todos  los  pasages  en  que  Sant  Gerónimo  romanzó  saol  por 
infierno,  los  ebraiquistas  romanzan  fnessa  6  sepulcro,  tra- 
duciendo, por  ejemplo,  Sant  Gerónimo:  Yo  descenderé  con 
mi  fijo  al  infierno,  y  yo  (Mosé  Arragel),  Caso  que  sea  des- 
cendido en  la,  fuesa,  yo  descenderé  con  el  duelo  de  mi  hijo.» 
Todavía  avanza  más  en  su  crítica  de  la  obra  de  San 
Jerónimo,  como  al  citar  las  palabras  Dixit  insipiens  in  car- 
de suo,  en  que  declara  que  escribió  aquí  el  Santo  versos 
que  non  se  hallan  en   el  hebraico,  como:  lucillo  abierto  es 

-la  garganta,  etc. 

Y  de  muchos  pasajes  en  que  concuerda  su  traducción 
con  la  de  San  Jerónimo,  protesta  terminantemente,  como, 
•  por  ejemplo:  «-4  la  parte  do  aclaraba  el  dia:  Esto  asy  aro- 
mancar  yo  oue  por  concorde  con  Sant  Gerónimo  e  con  los 
mas  glosadores  ebraiquistas;  pero  lo  que  el  ebrayco  dize 
es:  al  viento  del  dia. 

(i)  Al  margen,  y  de  letra  del  siglo  xvi:  «Por  estas  razones  mu- 
chos piensan,  no  sin  fundamento,  que  la  Biblia  común  que  hoy 
conocemos  no  sea  de  San  Jerónimo.  Del  Psalterio  no  hay  duda, 
porque  ó  es  de  los  Setenta,  ó  de  Luciano,  mártir.» 


L\  BIBLIA  DE  LA  CASA  DE  ALBA  I7 

i)A  lo  que  yo  romancé;  Dios  todopoderoso,  el  ebraico  non 
dice  saluo  Dios  precador  ó  robador. 

i)EI  hombre  dejará  su  padre  y  su  madre  por  seguir  á  su 
mujer.....  (Génesis).  Ni  la  trasladacion  latina,  ni  menos 
algunos  ebrayquistas  están  conformes  con  la  trasladacion 
mia  ni  con  su  glosa,  pues  yo  interpreto  decirse  esto  solo 
por  la  muger  que  dice  asi  es  a  lo  que  su  marido  otorga,  y  de 
ningún  modo  con  las  que  dicen  no  a  lo  que  sus  maridos  si. 

Las  mas  trasladaciones  de  Biblias  ponen  esto  errónea- 
mente.» 

He  querido  acumular  ejemplos  para  fundamentar  la 
opinión  que  de  ellos  puede  deducirse  acerca  del  carácter 
de  la  traducción  de  Mosé  Arragel. 

El  ilustradísimo  Profesor  de  la  Sorbona,  M.  Samuel 
Berger,  que  por  la  premura  del  tiempo  sólo  pudo  echar 
una  ojeada  á  la  Biblia  en  que  me  ocupo,  teniendo  que  va- 
lerse de  los  extractos  que  copian  Villanueva  y  Eguren,  me 
escribía  á  fines  del  pasado  año  lo  siguiente: 


«II  me  semble  que  la  versión  de  Moyse  Arragel  n'est  pas 
précisément  une  traduction  faite  sur  l'hébreu,  mais  une  revi- 
sión trés-soigneuse,  d'aprés  le  texte  hébreu  d'une  ancienne 
versión  castillane  faite  elle-méme  d'aprés  la  Vulgate  (Mss.  Es- 
cur.,  77-4  et  7-7-7). 

A  certains  moments  le  texte  est  tellement  changé  qu'il  est 
presque  méconnaisable,  mais  en  general  nous  avons  ici  une 
revisión  plutot  qu'une  versión  nouvelle.  II  est  du  reste  certain 
que  M.  Arragel  a  eu  également  sous  les  yeux  une  ancienne 
revisión  de  ce  vieux  texte  castillan  faite  elle-méme  d'aprés 
l'hébreu  (Escur.,  7-7-3  et  7-;' -5). 

Parfois  la  versión  d'Arragel  semble  étre  comme  un  damier, 
les  deux  anciennes  versions  étant  tour  á  tour  utilisées  au  point 
que  la  versión  d'Arragel  est  une  veritable  compilation. 

II  serait  trés-interesant  de  pouvoir  comparer  la  traduction 
de  M.  Arragel  avec  un  Ms.  de  l'Académie  de  l'Histoire  con- 
ténant  les  Prophétes  en  latin  et  en  castillan  avec  glose,  et  les 
Machabées  que  cite  Eguren  (p.  8).  La  visión  d'Essaíe  dont 
Eguren  donne  le  comraencement  d'aprés  ce  Ms.  parait  pres- 
u  3 


g  A.    PAZ    Y    MELIA 


que  exactement  celle  de  M.  Arragel.  II  y  a  quelques  differen- 
ces  qm  nous  raméaent  quelquefois  aux  versions  anteneures, 
et  que  je  ne  peux  expliquer  qu'ainsi:-Nous  aur.ons  .«  le  pre- 
mier travail  de  M.  Arragel,  tal  qu'il  a  été  soum.s  aux  revi- 
seurs,  etc.» 

Con  todo  el  respeto  que  me  merece  tan  autorizadísima 
opinión,  voy  á  exponer  las  objeciones  que  me  ocurren.. 

En  primer  lugar,  la  voluntad  del  Maestre,  termmante- 
mente  expresada  en    sus   cartas  al   judío,   fué  tener  riña 
nueva  versión  directa  del  hebreo,  porque  las  que  había  no 
/,  contentaban.  Y   después   de   alegar   francamente    Mose 
Arragel,  para  excusarse  del  trabajo,  que  ya  otros  _  habían _ 
traducido  al  castellano  la  Biblia  mejor  que  él.  más  en  conso- 
nancia con  la  doctrina  cristiana,  y  que  de  tales  versiones 
podría  valerse  el  Maestre;  después  de  haber  éste  rechaza- 
do la  excusa,  ¿cómo  imaginar  que  el  judío  no  declarase 
con  lealtad  que  no  iba  á  traducir  directamente  del  hebreo, 
sino  á  revisar  una  de  aquellas  versiones  de  la  Vulgata,  él, 
que  llamaba  menguados  á  los  traductores  de  una  simple 
epístola?  Ni  cabe  tampoco  pensar  que  así  lo  hiciese  de  un 
modo  fraudulento,  por  decirlo  así,  porque  sus  censores 
pronto  lo  hubieran  conocido. 

¿No  parece,  además,  excesivo  el  tiempo  de  once  años  (i) 
empleado  por  el  judío  para  un  trabajo  de  tal  índole?  San 
Terónimo  sólo  tardó  cuatro  más  en  su  Vulgata. 

En  cuanto  á  la  comparación  de  los  textos  de  las  versio- 
nes castellanas  con  la  de  Arragel  para  deducir  cuál  le  sir- 
vió de  patrón,  juzgo  dificilísima  la  prueba  desde  el  mo- 
mento en  que  se  admite  que  se  encuentran  «/g^««as  dife- 
rencias. Por  ejemplo,  si  cotejamos  este  pasaje: 

(1)  Aunque  desde  1422  en  que  la  empezó,  hasla  1430  en  que  la 
terminó,  van  sólo  ocho  años,  hay  que  tener  en  cuenta  su  afirma- 
ción terminante  de  que  empleó  once,  recordando  que  en  los  tres 
restantes  que  tardaron  en  revisarla  en  Toledo  y  en  Salamanca  ten- 
dría el  rabino  que  reformar,  rehacer  y  corregir  mucho  su  trabajo, 
atendiendo  á  las  consultas  y  ordenáis  que  recibiera. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CAS\    DE    ALBA  ig 


VERSIÓN  DE  M.  AKRAGEL 


VERSIÓN  DE  LOS  PROFETAS 

{Ms.íietaAcad.  de  la  Hcst.,  12-1  r- 1- 1.*) 


Dice  el  Señor:  Guav  de  aque-  Dize  adonay  elohym:  guay  de 
lias  que  cosen  almohadas  sobre  las  que  cosen  almohadas  para 
lodos  los  cobdos  de  las  manos  e  todos  sombacos  de  las  manos  e 
fazen  alharemes  sobre  cabeca  de  fazen  alharemes  para  las  cabe- 
todos  los  enftiestos  a  fln  de  ani-  cas  de  omes  de  cualquier  edat. 
•mas  cazar. 

¿Cómo  distinguir  entre  las  diferencias  hechas  de  propó- 
sito por  la  revisión  del  texto  hebreo  sobre  una  versión  cas- 
tellana de  la  Vulgata,  y  las  diferencias  que  han  de  existir 
entre  dos  traducciones  hechas  por  dos  personas  distintas 
del  original  hebreo? 

Y  finalmente,  el  judio  dice  á  cada  paso,  como  arriba  se 
ha  visto:  non  embargante  que  yo  romancé  asi  al  pie  de  la. 
letra,  el  ebrayco  no  dice  saino,  sino etc.;  ó  rahy  Salo- 
món, ó  los  cabalistas,  etc.,  etc.,  dicen  tal  cosa;  pero  yo  ro- 
mancé tal  otra;  yo  romancé  esta  palabra  asi  por  conformarme 

con  San  Jerónimo;  pero  lo  que  el  hebreo  dice  no  es  sino 

etc.,  etc.,  siendo  muy  frecuentes  las  raspaduras  de  lar- 
gos pasajes,  así  del  texto  como  de  las  glosas  de  M.  Arra- 
gel,  nuevo  indicio  de  que  los  censores  encontraban  bas- 
tante original  no  muy  conforme  con  lo  recibido. 

Por  donde  me  parece  poder  afirmarse  que  Arragel  tra- 
dujo directamente  del  original  hebreo,  teniendo  á  la  vista 
los  trabajos  de  los  cabalistas  é  intérpretes  de  la  Ley  que 
á  menudo  cita,  y  cuyas  opiniones  tantas  veces  combate; 
que,  como  él  afirma,  trató  de  conformar  la  versión  con  la 
Vulgata,  y  que  los  muchos  pasajes  borrados  y  las  frecuen- 
tes salvedades  y  protgstas  que  hace  cuando  ve  imposible 
la  concordia,  indican  claramente  que  los  censores  tuvieron 
bastante  que  hacer.  Los  tres  años  que  en  la  revisión  em- 
plearon, no  debieron  ser  sólo  para  comprobar  si  había  sa- 
bido acomodar  una  versión  castellana  hecha  sobre  la  Vul- 
gata con  el  original  hebreo.  He  aquí  un  texto  de  Isaías  en 
las  cuatro  versiones  citadas: 


20 


A.    PAZ    Y    MELIA 


VERSIÓN  DE  M.  ARRAGEL 

(Isaías,  cap.  I,  fol.  266.) 


Vision   de  Isaias,  fiio  de   amos,  que 
vido  sobre  iuda  e  ierusalem  en  dias  de 
ozias  iolham,  achaz  e  ezechias,  reyes  de 
iuda:  ovd  los  cielos  e  escucha  la  tierra, 
que  el  señor  fabla:  los  fiios  que  crie  e 
enaltesci  los  quales  erraron  en  mi:  cog- 
nósce  el  buey  el  su  poseedor  e  el  asno 
el  pesebre  de  su  dueño  e  israhel  non  me 
cognoscio  nin  el  mi  pueblo  non  enten- 
dió:  guay  de   la  gente  pecadora,  pue- 
blo cargado  de  pecado,  semen  de  malos 
fiios:  dañadores  dexaron  al  señor,  blas- 
femaron del  samo  de  israhel,  retrogra- 
ronse  á  caga:  sobre  que  miembro  vos 
feriran  sy  mas  tornaredes  a  rebellar,  que 
ya  todas  las  cabecas  tenedes  enfermas  e 
todos  los  coracones  con  dolor:  desde  la 
planta  del  pie  fasta  la  cabeca  non  es  en 
el  sanidat:  pecilgos  e  liuores  e  las  llagas 
están  tiernas,  que  non  fueron  curadas 
nin  tan  solamente  apretadas  nin  menos 
enternecidas  con  olio:  la  vuestra  tierra 
es   desierta,  las  vuestras  cibdades  son 
quemadas  de  fuego,  las  vuestras  regio- 
nes en  vuesira  presencia  los  ágenos  las 
gastan  e  comen,  e  dessoladas  son  assy 
como  trastornamienio  de  ágenos,  e  re- 
manescera  la  fiia  de  syon  asy  como  ca- 
bana en  vinia  e  como  espántalo  en  co- 
gombral,   e   asy   como   cibdat  deserta: 
saluo  por  que  el  señor  de  las  caualle- 
rias  nos  dexo  e  fizo  remanescer  algún 
semen,  poco  fuera  que  como  sodoma 
fuéramos  e  elos  de  gomorra  semeiara- 
mos  &." 


CÓDICES  ESCURIALENSF, 

[  (I-J-4,  fol.  ^40.  c  I-j-^,  fol  I  . 


Vision  de  Isaías  fijo  de  amos  que  \ 
sobre  Juda  e  iherusal'em  en  los  diaj 
Josyas,  Jodan,  acaz  e  ezechias,  reyes 
Juda.  Oygan  los  cielos  e  escuche  la;, 
rra  lo  que  el  señor  fabla:  fijos  que¡ 
e  que  ensalce  e  ellos  erraron  contrai 
Conosce  el  buey  a  su  poseedor  e  el  a? 
pesebre  de  su  señor,  israhL-l  non  com 
ció,  mi  pueblo  non  entendió.  Guaygi 

I 

te  pecadora,  pueblo  de  grant  pecado,; 

naje  enmalescido,  fijos  dañadores  des 

pararon  al  señor,  ensañaron  al  santo 

ysrael  e  tornaron  atrás.  Por  tantos 

feridos  e  avn  pujaron  a  ser  rebeldes:; 

das  sus  cabecas  son  dolientes  e  todosi 

coracones  dolorosos.  Desde  la  planu 

pie  fasta  la  cabeca  non  ay  en  el  sanii 

llagado  e  ferido  de  feridas recientes; 

son  guaridas  nin  melezinadas  nina] 

tadas   con   vnguento:    vuestras  tie 

son  yermas,   vuestras  villas  quem: 

de   fuego,  vuestras  partidas  que  e; 

entre  vos,  estranjeros  las  estruyeni 

yerman  como,  la  que  es  trastornad 

estranjeros.  E  quedara  la  fija  de  i 

como  la  choca  en  la  viña  e  como  ni 

daña  en  cogonbral,  como  cibdat  c 

chada.  Sy  non  por  que  el  señor  J 

baot  que  nos  dio  su  remaniente  cot 

cas  fuéramos  como  los  de  sodoma 

de  gomorra  semejáramos  Sí. 


LA.    BIBLIA    DE    LA    CASA    DS    ALBA 


21 


ilCE  ESCURIALENSE 

(i-j-hM-  231.) 


'  primero  de  la  profecía  de  ysa- 
de  amos  que  profetizo  sobre  ju- 
erusalem  en  tiempo  de  vsiahu 
acaz  e  ysequias  reyes  de  ¡uda. 
los  e  escuchad  tierra  que  el  se- 
lo:  fijos  que  engrandesci  e  enal- 
llos  erraron  contra  mi.  Conoce 
X  criador  e  asno  pesebre  de  su 
ysrrael  non  conoscio,  mi  pueblo 
entendió:  guay  gente  pecador, 
pesado  de  atorcimiento,  simien- 
lalos  fijos,  dañadores  dexaron  al 
aborrecieron  al  santo  de  ysrrael, 
)n  se  atrás.  Por  le  que  sodes  fe- 
in  aiiadedes  rebello,  toda  cabeca 
olencia  e  todo  coracon  dolorido 
a  planta  del  pie  e  fasta  la  cabeca 
y  en  ella  sanidat,  pecilgo  e  toron- 
rida  tierna  non  fueron  espremi- 
lon  fueron  soldados  e  non  fue  en- 
do  con  azeyte.  Vuestras   tierras 
liadas,  vuestras  villas  ardidas  en 
vuestras  tierras  delante  vos  estra- 
>men  a  ellas  e   desoladas   como 
nación  de  esiraños  e  remanescera, 
ña  de  Clon  como  cabana  en  viña, 
:adahalso  en  cogonbral,  como  vi- 
ma.  Sy  non  que  el  señor  sabaod 
iianescer  nos  remasalla,  por  pocas 
los  de  cadon  fuéramos,  ales  de 
ra  nos  asemejáramos  &. 


;i  l-j-y  no  tiene  el  libro  de  Isaías.) 


VERSIÓN  DE  LOS  PROFETAS 
(Acad.  de  la  Historia,  i2iii-i^) 


Vision  de  Isaias,  fi)o  de  amos  que  vido 
sobre  juda  e  ierusalem  en  diasde  Ocias, 
joatham,  acaz  e  zcchias,  reyes  de  juda. 
Oyd  los  cielos  e  escucha  la  tierra  que 
adonay  fablo:  los  fijos  que  crie  e  en  al- 
teza ellos,  erraron  en  mi.  Conoscio  el 
buey  el  su  poseedor  e  el  asno  el  pesebre 
de  su  dueño,  e  israhel  non  conoscio,  e 
mi  pueblo  no  entendió.  Guay  de  la  gen- 
te pecadora,  pueblo  cargado  de  pecado, 
linaje  de  malos  fijos:  dapnificadores  des- 
ampararon á  adonay,   blasfemaron  del 
santo  de  israhel,  bolvieronse  atrás.  So- 
bre que  seredes  si  mas  pujaredes  en  re- 
beldía, que  toda  la  cabeca  es  enferma: 
et  todo  el  coracon  con  dolor.  Desde  la 
planta  del  pie  fasta  la  cabeca  son  en  el 
plagas  et  livores,  et  las  feridas  son  aun 
rezientes,  que  non  fueron  curadas,  nin 
menos  apretadas,  nin  menos  fueron  en- 
ternecidas con  olio.  La  vuestra  tierra  es 
desierta,  las  vuestras  cibdades  quemadas 
de  fuego,  las  vuestras  regiones  en  vues- 
tra presencia  ágenos  la  comen,   et  es 
en  desolación  como  trastornamiento  de 
ágenos.  E  remanescera  la  fija  de  Sion 
como  cabanna  en  vinea,  como  espanta- 
jo en  cogotural,  como  cibdad  desierta. 
Saluo  por  quanto  adonay  sabbaoth  vos 
dexo  algún  remanente,  en  poco  estaua- 
mos  que  como  los  de  sodoma  fuéramos 
et  como  los  de  gomorra  semejáramos. 


22  A.    PAZ    Y    MELIA 

Adviértase  que  Eguren,  en  su  Catálogo,  dice  que  la  ver- 
sión de  los  Profetas  (Ms.  de  la  Acad.),  según  se  deduce  de 
la  glosa  del  fol.  128,  debió  ser  hecha  por  raby  Salomón, 

judío  tal  vez  converso.  Pero  allí  no  dice  otra  cosa  sino 

«conviene  saber:  mi  pueblo  hedificaba  la  paret,  que  era 
Iherusalem,  assi  como  dize  raby  Saloman. •»  Y  esto  prueba 
precisamente  que  no  era  éste  el  traductor. 


III 


Las  glosas. 


Lo  enorme  del  trabajo  empleado  en  las  glosas  se  com- 
prenderá con  decir  que  de  los  5i5  folios  de  que  la  Biblia 
consta,  pocos  están  libres  de  los  recuadros  de  glosa  que 
encierran  el  texto  á  dos  columnas,  y  que  suelen  tener  has- 
ta 89  líneas  de  letra  menudísima,  A  pesar  de  esto,  cen- 
sura Arragel  la  extensión  dada  por  algunos  doctores  á 
las  glosas  sobre  los  diez  Mandamientos,  diciendo  que 
abultaban  tanto  como  los  cinco  libros  de  la  Ley;  pero  que 
él  seguiría  el  criterio  de  servir  á  Dios  y  al  Maestre  con 
glosas  cortas  que  sirviesen  como  las  largas  de  los  antiguos, 
porgue  tenía  por  oficio  escoger  en  mvclio  bien  lo  mejor  para 
provecho  de  muchos  (i). 

Con  toda  libertad  combate  las  interpretaciones  dadas 
por  los  glosistas,  sus  correligionarios,  oponiendo  á  ellas 
la  suya;  y  cuando  se  halla  en  irreductible  contradicción 

(1)  Eia,  pues,  según  la  interpretación  de  Fr.  Pedro  de  Falencia 
en  su  Tratado  acerca  de  la  lectura  de  las  glosas  de  los  rabinos, 
un  hachatnim,  como  ellos  llamaban  á  los  que  se  ocupaban  en 
traducir  y  glosar  la  Biblia,  á  diferencia  de  los  otros  que  escribían 
como  íectarios  contra  los  dogmas  católicos,  á  los  que  llamaban 
burladores. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  23 

con  los  dogmas  de  la  Iglesia,  añade  siempre  frases  como 
éstas:  «Asi  lo  tiene  el  cristiano;  pero,  Señor,  los  judios 

creen  toda  la  contra  de  ello.»    «La  egleja  declara   que 

pero  los  judios  non  creen  nada  de  esto,»  y  otras  semejan- 
tes. Únicamente  cuando  expone  la  opinión  ó  glosa  del 
Maestre,  á  quien  admite,  de  grado  ó  por  fuerza,  como  á 
uno  de  tantos  glosistas,  se  guarda  muy  bien  de  contrade- 
cir la  opinión  ni  de  añadirla  el  más  ligero  comentario. 
Otras  razones  poderosas  tendría  seguramente  el  rabino 
para  obrar  así;  pero  los  dos  ejemplos  que  siguen  bastarían 
para  que  en  su  caso  cualquiera  de  nosotros  hubiera  hecho 
lo  mismo. 

Sobre  estas   palabras:    «E  casó    Faraón  á  Joseph   con 

Asnath,  fija  de  potifera,  el  qual  era  ministro  en »  etc., 

escribe  el  judío  (Glosa):  «El  Señor  Maestre  dize  que  este 
alguacil  era  9Ídan,  e  asy  como  lo  castraron  tomó  en  sy 
vergüenza  e  metióse  monje  en  uno  de  los  templos,  e  fue 
ally  menistro  e  preste.» 

En  otra  ocasión  (cap.  34,  De  como  vino  Jacob  a  la  cib- 
dad  de  Siqnem,  etc.),  comentando  el  significado  de  las 
palabras  afrixion,  afrigiy,  y  después  que  Arragel  ha  ex- 
puesto las  opiniones  de  raby  Salomón  y  de  raby  Abraham, 
añade:  «El  Señor  Maestre  dice  que  non  faze  mención  nin 
de  raby  Salomón  nin  de  raby  Abraham,»  etc.,  y  expone 
netamente  la  opinión  del  poderoso  glosista  acerca  de  la 
palabra  discutida. 

Determina  el  carácter  general  de  sus  glosas  declarando 
que  son  elegidas  de  muchos  autores;  que  cuando  dice:  «esto 
afirma  el  judio  e  esto  el  cristiano,»  es  sana  para  ambas 
religiones  la  lectura;  que  le  fué  mandado  poner  las  opi- 
niones judaicas  por  judaicas  y  las  latinas  por  latinas,  y 
que  acaso  olvidó  declararlo  alguna  vez;  que  si  el  cristiano 
hallase  algo  que  chocase  á  su  fe,  lo  hubiese  por  opinión 
hebrea;  y  si  el  judío,  por  opinión  de  la  Iglesia  romana, 
según  se  le  dio  por  registro;  que  él  no  pone  relación  de 
opiniones  á  fin  de  contvadecir,  mas  vulgar  opinión,  y  que 
«toda  la  mas  glosa  desta  Biblia  en  los  mas  logares  que 


-,  A.    PAZ    Y    MELIA 


son  peligros  se  face  asi:  relatar  opiniones,  según  le  mando 
el  Maestre,  lo  cual  asi  hizo  á  fin  de  relatar,  no  de  exami- 
nar, que  eso  queda  í  los  teólogos.  >> 

Sobre  la  diversidad  de  glosas,  y  á  propósito  de  las  del 
Cantar  de  los  cantares,  formula  así  su  juicio:  «Viene  un 
maestro  en  santa  theologia  y  hace  una  glosa,  y  los  oyen- 
tes se  contentan  de  ella;  viene  otro  y  hace  otra  diferente, 
V  los  oyentes  también  se  contentan  de  ella,  y  lo  mismo  de 
cuantas  se  hacen;  lo  cual,  añade,  denota  perfección  infi- 
nita de  la  ley  y  que  es  divina.» 

Hasta  qué  punto  llegaba  la  docilidad  del  judío  para  de- 
clarar opiniones  dictadas  por  sus  censores,  y  hasta  dónde 
se  extendía  la  libertad  que  éstos  le  dejaban,  puede  verse 
en  los  Extractos  de  glosas,  especialmente  en  las  escabrosí- 
simas del  final. 

Basten  aquí  para  dar  una  idea  los  ejemplos  siguientes: 


GÉNESIS.— Cají..  de  las  mandragulas  que  falló  rauben 
(fol.  44  v.o) 


Texto  — « e  asy  como  parió  rachel  a  joseph,  dixo  Jacob 

a  laban:  Enviame,  etc será  la  casa  de  Jacob  fuego,  e  la 

casa  de  joseph  llama,  e  la  casa  de  ysau  paja  menuda,  e  acen- 
derse  an  e  quemarlo  an.»  _    . 

Glosa.- «E  cata  non  te  engañes,  e  sabe  que  el  cristiano  es 
israhel,  e  asy  lo  testimonian  los  evangelios:  mayormente  que 
por  quanto  el  fijo  de  la  virgen  que  era  de  la  casa  de  Israhel 
fazer  a  todo  el  mundo  conuertir  a  la  su  santa  fe  sus  casas  las 
primeras,  conuiene  saber,  las  sus  habuminables  e  opiniones 
quemadas  serian  e  non  dellos  cosa  quedaría,  e  asy  fue  qae  co- 
mo el  fijo  de  la  virgen,  esposa  de  joseph,  nasció,  todos  a  la 
santa  católica  fe  se  convirtieron.» 

Acerca  del   perdón   del    pecado   original   de   Adán,  dice. 

, hasta  aquí  he  glosado  al  pie  de  la  letra;  pero  tratándose 

de  artículos  de  fe,  el  pecado  original  necesitó  la  Pasión  de  Je- 
sucristo. » 


LA   BIBLIA    DE    LA   CASA    DE    ALBA  25 

Profecía  de  Isaías  (cap.  VII,  14):  «Como  el  rey  achaz  en 
iherusalem  cercado  estando  del  rey  de  siria  e  del  rey  de  Israel 
le  fue  dicho  la  [alma]  (i)  concebirá. 

Texto.— «Por  tanto,  dará  el  señor  el  a  vos  signa  ahe  que  la 

[alma]  (2)  (nnS_2fn)  concebirá  e  parirá  fijo  e  llamara  su  nombre 

emanuel.» 

Glosa.— « dixo  bien  por  ende  el  señor  vos  dará  signa, 

la  qual  va  poniendo  el  texto  del  parto  de  la  virgen  o  mofa,  se- 
gund  los  hebreos.  13:  ahe  que  la  virgo  concebirá  e  payira  fijo, 
etc.  Aqui  es  infinida  diuision  entre  los  glosadores  ebreos  e  los 
latinos,  asy  en  texto  como  en  glosa;  en  quanto  al  texto,  dicen 
los  hebreos:  a'ne  la  moga  concihirn;  en  quanto  a  la  glosa,  dizen 
que  lo  dizia  vnos  dizen  por  la  muger  del  propheta  o  por  la 
muger  del  mismo  rey  que  estaña  ally  quando  esta  conssolacioa 
el  propheta  en  la  diuinal  persona  esta  conssolacion  le  daua,  e 
que  non  ouiese  miedo  destos  dos  reyes  sobre  dichos.  Enpero, 
muy  alto  señor,  aqui  conuiene  de  notar  que  la  romana  egleja 
romanga  este  texto  por  otra  forma:  en  quanto  al  texto  roman- 
9an:  ahe  que  la  virgen  concebirá,  etc.  E  en  quanto  a  la  glosa, 
dize  que  este  dezir  significo  porque  concebirla  la  virgen  santa 
maria  el  su  fijo  ihesu  e  que  remanesceria  virgo  ante  del  parto 
e  después  del  parto,  e  que  el  su  fijo  ihesu  rey  mexias  que  se- 
ria dios  e  omne,  lo  qual  asy  significo  en  el  su  propio  nombre 
que  aqui  le  menciono  el  propheta,  e  dixo  que  lo  llamarían 

emanuel,  que  tanto  dezir  quiere  como  Dios  con  uos etc., 

etc.  E  sobre  esta  intención  funda  la  egleja  romana  estos  textos 
e  el  proceso  del  capitulo,  lo  qual  pertenesce  mas  lo  que  mas 
aqui  dizen  a  los  reuerendos  maestros  en  la  santa  theologia,  e 
dellos,  señor  Maestre,  deues  demandar  este  fundamento,  e  co- 
mo deximos,  los  judias  son  en  opposita  opinión,  lo  qual  por  pro- 
lixidat  escusar,  escusaremos  lo  que  ende  dizen.» 

Ameniza  algo  el  judío  la  natural  aridez  de  las  glosas 
con  las  fablillas  ó  cuentos  judaicos  que  intercala,  como  el 
de  la  serpiente  y  Eva,  el  de  Satán  y  Noé,  cuando  éste 
plantaba  la  viña,  y  algún  otro  que  puede  ver  el  lector  en 


(i)     Esta  palabra  está  sobrerraspada. 
(2)    Sobrerraspada  la  palabra. 


26  A.    PAZ    Y    MELIA 

los  Extractos;  con  proverbios,  ejemplos  y  con  alusiones  á 
costumbres  de  la  época,  expresadas  á  veces  con  un  natu- 
ralismo por  demás  extraordinario,  y  hasta  con  alguna  no- 
ticia que  pudiéramos  llamar  literaria,  como  cuando,  glo- 
sando el  salmo  I:  Bienaventurado  es  el  varón  que  non  an- 
dovo  en  consejo  de  malos,  expone,  sin  resolverla,  la  cuestión 
de  la  incompatibilidad  entre  la  presciencia  divina  y  el  libre 
albedrío,  y  nos  da  la  noticia  de  que  «aquel  tu  (')  buen  ca- 
ballero comendador  e  poeta  Ferrand  Sánchez  Calavera, 
habia  enviado  por  todo  el  reino  aquella  misma  cuestión.» 
En  efecto,  el  Cancionero  de  Baena  {2)  confirma  la  noti- 
cia insertando  la  poesía  del  Comendador  sobre  el  tema 
De  precitos  e  predestinados,  á  las  que  siguen  las  del  Canci- 
ller López  de  Ayala,  de  Fr.  Diego  de  Valencia  y  de  otros 
cuatro  ó  cinco  poetas  que  trataron  de  disipar  las  dudas 
del  buen  Calavera. 

IV 

Algunos  datos  acerca  del  criterio  del  traductor. 

A  pesar  del  cuidado  puesto  por  rabí  Arragel  para  con- 
temporizar en  lo  posible  con  las  ideas  de  su  señor,  el 
Maestre,  y  con  las  de  sus  censores,  el  criterio  racionalis- 
ta, tan  frecuente  entre  sus  correligionarios,  se  trasluce  en 
muchos  pasajes. 

Repetidas  veces  insiste  en  que  la  Ley  hace  mención  y 
arma  sobre  imaginaciones,  como  cuando  glosa  la  presenta- 
ción de  Eva  ante  los  ojos  de  Adán,  probándolo  con  el 
ejemplo  del  libro  de  Josué,  en  que  la  persecución  de  los 
mercaderes  por  los  de  Jericó  no  fué  según  verdal,  sino  se- 
gún las  opiniones  ó  imaginaciones  de  éstos. 

[i\     Del  Maestre  D.  Luis  de  Guzmán. 

(2)  Véase  Colee,  de  doc.  inéd.,  tomo  XIX,  nota,  y  Nicolás 
Ant.,  B.  V.,  II,  pág.  254. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    UE    ALBA  27 

T>e-f abluías,  irobicas,  etc.,  califica  los  tratos  de  la  ser- 
piente con  Eva,  deduciendo  de  cuantas  escrituras  había 
leído  sobre  este  punto  que  todos  estos  negocios  son  figurati- 
vos, y  llegando,  con  cierta  ironía  desdeñosa,  á  explicar  el 
hecho  de  procurar  Eva  la  muerte  á  su  marido  con  la  man- 
zana, después  que  la  serpiente  la  dijo  que  estaba  conde- 
nada á  aquella  pena,  por  el  deseo  de  que  no  la  sobrevivie- 
ra y  se  casase  con.otra  mujer.  No  se  olvida,  sin  embargo, 
de  añadir  su  socorrida  salvedad  de  que  el  católico  debe 
.  creer  lo  que  su  fe  le  enseña. 

Advirtiendo   que   es  opinión  de  varios    comentaristas, 
pero  sin  contradeciria  y  sin  que  la  censura  le  ataje  en  tan 
extraño  camino,  al  glosar  el  pasaje  del  Génesis e  to- 
mó una  de  sus  costillas,  dice  que,  cuando  le  presentó  Dios 
á  Adán  los  animales  criados,  no  fué  tanto  para  ponerles 
nombres,  como  para  ver  si  se  pagaba  de  alguno  para  mu- 
jer (!);  pero   que  no  se  contentó  de  ninguno.  Que,  segúu' 
otra  opinión,  fueron  criados  macho  y  hembra,  y  que  con  • 
ésta  vivió  algún  tiempo  como  con  mujer,  sin  que  se  sepa 
lo  que  hizo  Dios  de  ella,  puesto  que  luego  le  presentó  á 
Eva,  haciendo  exclamar  entonces  á  Adán:  La  ves  aquesta, 
esta  mujer  auia  de  ser  hueso  de  los  mis  huesos  e  carne  de  la- 
mí carne;  trasladación,  añade,  de  que  se  agraviaría  la  de 
San  Jerónimo. 

Nuevamente  insiste  en  llamar  fablilla  judaica,  es  decir, 
símbolo  ó  cuento,  á  la  contienda  entre  Caín  y  Abel,  de- 
clarando que  la  Ley  no  menciona  lo  que  disputaron,  sal- 
vo los  doctores,  que,  cojno  quien  á  caza  anda,  afirman  que 
Caín  propuso  á  Abel  que  se  dividieran  el  mundo  y  otras 
cosas  semejantes,  cuando  ello  es  fablilla  judaica,  y  su 
figura,  que  sólo  los  que  niegan  la  vida  futura  y  son  herejes 
dan  importancia  capital  á  los  bienes  de  este  mundo. 

Notable  es  también  el  juicio  que  forma  acerca  de  las 
creencias  de  Job. 

En  la  apariencia,  viene  á  decir,  Job  maldecía  el  día  en 
que  fué  engendrado,  por  creer  que  de  las  conjunciones  y 
disposición  de  los  planetas  procede  todo  el  bien  ó  mal  que 


28  A.    PAZ   Y    MELIA 

al  hombre  sucede;  á  diferencia  de  Jeremías,  que  también 
maldijo  el  día  en  que  nació;  pero  no  por  creer  en  el  influ- 
jo de  los  astros,  sino  simplemente  como  un  modo  de  ha- 
blar. 

Tal  vez,  dice,  acusemos  á  Job  injustamente  de  no  creer 
en  la  otra  vida,  siendo  quizá  la  verdad  que,  creyendo  en 
ella,  «vendía  la  ganancia  por  la  pérdida,»  es  decir,  que  á 
fin  de  no  pasarlo  mal  en  este  mundo,,  no  se  cuidaba  del 
bien  del  otro;  pero  Job  afirmaba,  y  tenía  por  experiencia, 
que  Dios  no  se  cuidaba  del  individuo,  sino  de  la  especie;  y 
aunque  se  diga  que  debía  creer  en  la  otra  vida,  puesto  que 
sacrificaba,  huía  del  mal  y  educaba  á  sus  hijos  en  el  te- 
mor de  Dios,  también  se  ve  que  «era  dubdoso  en  la  pro- 
videncia divina  e  en  la  bienaventuranza  espiritual,  e  como 
aq.uel  que  es  dubdoso  sy  es,  non  es,  usaua  del  bien,  por  sy  fue- 
se verdal,  que  lo  toviese  ganado  aquel  bien,  e  caso  que  non 
Jucse^  que  non  se  anenturaua  él  mucho  en  bien  obrar.»  Y 
cuando  vio  que,  teniéndose  por  justo,  caía  sobre  él  tanta 
desgracia,  entendió  que  Dios  tenía  desamparado  al  hom- 
bre y  sólo  atendía  á  la  conservación  de  la  especie.» 

A  veces  manifiesta  cierta  amplitud  en  sus  juicios,  y  se 
muestra  contrario  al  espíritu  minucioso,  tan  propio  de  los 
comentaristas  y  glosistas  de  su  religión,  como  cuando  dice 
que  csea  el  que  quiera,  manzano,  higuera,  etc.,  en  los  sa- 
bios de  los  judíos  uno  dellos  no  es  que  en  este  fecho  algo 
diga  salvo  como  durmientes  e  non  entre  sueños  quasi,  e 
non  conciertan  que  árbol  fue  aqueste; »  ó  cuando  desdeña 
á  los  que  pretenden  averiguar  con  qué  agujas  coserían 
Adán  y  Eva  las  hojas  con  que  se  cubrieron,  diciendo  que 
hacen  pregunta  vana,  puesto  que  sería  con  puntas  de  cam-  . 
brones  ó  cosa  parecida;  y  en  otras  ocasiones  cae  él  en  lo 
mismo  que  critica,  refiriendo,  por  ejemplo,  que  Noé  se 
atrasó  un  día  en  dar  de  comer  al  león,  y  éste  le  hirió;  que 
metió  Noé  en  el  Arca  sarmiento  y  algunos  buruios,  y  que 
estando  planetas  y  signos  desconcertados,  y,  por  tanto, 
no  paresciendo  en  el  Arca  noche  ni  día,  forzosamente  de- 
bió haber  carbonculo. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  29 

No  deja  de  denotar  cierta  independencia  de  criterio  ver- 
le declarar  que  algunos  doctores  de  la  Iglesia,  en  contra 
de  la  opinión  judaica,  yerran  en  las  significaciones  del  pan 
y  vino  de  los  sacrificios,  «lo  qual  no  es  maravilla,  dice, 
pues  no  es  la  primera  yerra,  y  que  hasta  los  mismos  pro- 
fetas veian  las  cosas  en  revelación  y  no  las  sabian  juzgar. » 

Y  decir  de  la  explicación  de  los  Talmudistas  acerca  de 
la  honra  de  tener  hijos,  que  no  puede  tragar  tales  opiniones, 
por  no  estar  conformes  con  ninguna  teología  ni  filosofía, 
y  que  no  sabe  nada  de  ello,  salvo  ser  un  gran  secreto  de 
que  poco  se  alcanza. 

Por  último,  conocimiento  de  los  hombres  y  buen  gusto 
literario  demuestran  juicios  como  éstos: 

«Si  los  villanos  y  de  bajo  estado  pudiesen  elevarse  á 
gran  prosperidad,  ¡cuan  altivos  y  tiránicos  serian!» 

La  lectura  de  Amadís  ni  de  la  Conquista  de  Troya,  tan 
en  boga  en  su  tiempo,  dice  ser  de  poco  provecho;  y  co- 
mentando las  poéticas  comparaciones  del  Ca7itar  de  los  can- 
tares, declara  que  «la  mujer  que  oy  viésemos  cerviz  tama- 
ña como  una  torre,  los  dientes  como  cabras,  los  dos  pe- 
chos tamaños  como  dos  onodios,  por  desdonada,  non  do- 
nosa la  averiamos. » 

Su  prudencia,  en  fin,  aparece  siempre  que  llega  á  tocar 
puntos  difíciles,  como,  por  ejemplo.  la  objeción  que  hacen 
algunos  de  que  si  Adán  pecó,  qué  culpa  tienen  sus  des- 
cendientes, pues  deja  la  solución  á  los  maestros  en  Teo- 
logía. 


3° 


A.    PAZ    Y    MELCA 


V 


Autores  y  obras  consultados  y  citados 
por  el  traductor. 

Entre  los  antiguos,  nombra  á  Aristóteles  y  su  libro  Se- 
íiales  dé  los  cielos  al  hablar  del  modo  de  reproducir  artifi- 
cialmente el  arco  iris  en  un  vaso  de  agua;  á  Euclides  (á 
<juien  llama  Uclidas),  y  su  libro  Visiones;  á  Tolomeo,  y  su 
Almagesto,  á  Plinio  y  algún  otro. 

Délos  judíos,  á  Cifre;  rabí  Salomón  (0;  rabí  Abraham 
Aben-ezra  (sic),  de  Calahorra  (^1;  rabí  Moysen,  de  Egipto 
{Maimónides);  rabí  Tanhuma;  rabí  Ni?un,  de  Barcelona, 
ó  Maestre  NÍ9Ím,  el  barcelonés;  rabí  Jaco,  el  que  hizo  los 
Turim;  rabí  Joseph,  el  Camhy;  rabí  Juda,  íijo  de  rabí 
Cimon,  en  los  Rabboth  (ó  Comentarios  rabínicos  del  Pen- 
tateuco); rabí  Mayr;  rabí  Asser  (3);  rabí  Eliezer. 

Además,  el  Midras  6  Medras,  el  Rasbag,  la  glosa  cal- 
dáica,  ios  Talmudistas,  los  Macubalym,  etc. 

Maestre  Alfon,  maestre  Enrique,  el  maestre  de  Girona, 
maestre  León  de  Bañólas  y  maestre  Fernando,  de  los  frai- 
res  menores,  á  quien  llama  su  amigo. 

(i)  De  rabí  Salomón  beii  Isaac,  vulgo  Jarchi,  hay  un  comen- 
tario hebreo  al  Pentateuco,  de  letra  del  siglo  xiv,  en  la  librería  del 
Cabildo  de  Toledo. 

(2)  Rodríguez  de  Castro  cita  á  rabí  Abraham-ben-Meir-ben 
Jezrah,  llamado  el  Sabio;  pero  dice  que  se  cree  nació  en  Toledo 
en  1 119. 

En  la  librería  del  Cabildo  de  Toledo  existen  manuscritas  sus 
obras  Sephat  Jeter  (Labium  excellentia:)  y  Sepher  Mofeiiaim 
{Liber  Bilancis)  en  caracteres  rabínicos  del  siglo  xiii. 

(3)  También  cita  Castro  á  rabí  Jehudah  Bar  Aser,  nacido  en 
Toledo  á  prmcipios  del  siglo  xiv  y  suicidado  en  1 391  por  escapar 
á  los  castigos  de  la  Inquisición.  Autor  de  los  Estatuios  de  la  Ley 
y  de  los  Estatutos  del  cielo. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  3I 

Luego  á  Josefo,  Boecio;  la  Historia  y  Crónica  de  Ali- 
xandre;  el  compendio  llamado  Aurora;  las  obras  de  San 
Bernardo,  de  San  Ildefonso  y  de  Nicolás  de  Lyra. 

Por  último,  para  el  conocimiento  de  los  artículos  de  la 
fe  cristiana  y  símbolo  ó  Credo,  declara  haber  consultado 
el  libro  ó  compendio  de  D.  Pedro,  Arzobispo  de  Sevilla, 
Voz  de  grillo  (0. 


VI 


Concepto  y  juicio  general  de  la  obra. 

Con  lo  dicho  y  con  la  lectura  de  las  glosas  y  ejemplos 
que  siguen,  creo  que  se  podrá  tener  una  idea  bastante 
exacta  de  lo  que  es  la  Biblia  de  la  Casa  de  Alba.  Y  com- 

(i)  Este  Prelado,  cuyo  mote  creo  se  declara  aquí  por  primera 
vez,  debió  ser  D.  Pedro  Gómez  de  Albornoz,  que  ocupó  la  Silla 
toledana  hacia  1371,  puesto  que  en  la  obra  á  que  alude  Mosé 
Arragel,  titulada  Tratado  sobre  la  justicia  de  la  vida  espiritual 
de  los  hombres  y  de  la  perfección  de  la  Iglesia  militante  y  de  la 
honestidad  de  ¡a.  vida  corporal,  se  atribuye  al  Arzobispo  de  Se- 
villa D.  Pedro,  segundo  de  este  nombre.  Ahora  bien:  en  el  si- 
glo xiv  hubo  un  Arzobispo  de  Sevilla,  llamado  D.  Pedro,  á  quien 
sucedió  D.  Alfonso  de  Vargas.  Del  nombre  de  Pedro,  el  segundo 
en  orden  fué  el  que  queda  dicho,  sobrino  del  Cardenal  D.  Gil  de 
Albornoz,  y  de  quien  se  cita  además  un  Confesonario  entre  los 
Mss.  del  Escorial,  atribuyéndole  también  G.  González  Dávila  La 
.  peregrinación  de  su  vida,  que  dice  estaba  en  la  librería  del  Ca- 
bildo de  Toledo.  El  tercero  fué  D.  Pedro  Gómez  Barroso  (1376- 
1389),  que  dio  sentencia  prohibiendo  al  Arcediano  de  Ecija  pre- 
dicar entre  los  judíos  ni  entender  en  sus  pleitos,  so  pena  de  exco- 
munión. Por  último,  Pedro  de  Luna,  hacia  1401,  y  D.  Pedro  Gon- 
zález de  Mendoza  y  D.  Pedro  de  Castro. 

El  estilo  de  la  obra  citada  corresponde  perfectamente  á  los  últi- 
mos años  del  siglo  xiv  ó  á  principios  del  siguiente.  Véase  la  Re- 
vista de  Archivos  y  Bibliotecas  (3.*  época,  año  I,  1897,  pág.255), 
donde  describo  este  Ms,  entre  los  de  la  librería  del  Conde  de 
Haro. 


,2  A.    PAZ    Y    MELIA 

pletaián  el  juicio  las  mismas  palabras  de  Mosé  Arragel  al 
explicar  el  título,  que  en  letras  de  bruñido  oro  la  puso,  de 
La  Memorativa  (O,  con  que  declara  «que  como  él  no  era 
judio,  creia  las  opiniones  hebreas,  asi  como  el  cristiano 
las  suyas;  que  él  no  hizo  al  sino  relatar  ó  memorar  opinio- 
nes hebreas  por  los  dotores  judios,  la  médula  de  quantos 
pudo  hallar,  antiguos  y  modernos,  y  de  los  cristianos  por 
los  registros  que  le  dieron  frai  Arias  e  fray  Juan  de  Za- 
mora. )) 

Para  Villanueva  el  trabajo  de  Arragel  es  una  versión 
bastante  literal,  que  sigue  por  lo  común  la  versión  latina 
de  San  Jerónimo,  añadiendo  algunas  variantes  del  hebreo 
y  otras  para  aclaración  del  sentido. 

Los  tres  ejemplos  del  Génesis,  Quomodo  sedet  sola  y 
Cantar  de  los  cantares,  etc.,  de  Jeremías,  que  van  al  fin,  de- 
muestran que  la  versión  de  Mosé  Arragel  puede  llamárse- 
la versión  literaria.  No  hay  que  decir  cuánto  realzaría  su 
importancia  si  el  judío,  exento  de  la  preocupación  de 
amoldarla  en  lo  posible  á  la  traducción  de  San  Jerónimo, 
y  libre  de  correctores,  nos  hubiera  legado  una  versión  di- 
recta del  hebreo  en  castellano  del  primer  tercio  del  si- 
glo XV;  pero  con  todo  eso,  la  libertad  que  se  ha  visto  le 
dejaron  aquellos  buenos  frailes  es  garantía  de  que  Mosé 
Arragel  pudo  moverse  con  relativo  desembarazo,  y  que, 
por  consiguiente,  su  versión  ofrece  bastante  originalidad 
para  proclamarla  superior  en  este  punto  á  todas  las  cono- 
cidas, y  para  desear  verla  algún  día  publicada  en  su  tota- 
lidad. 

(22  de  Septiembre  de  1898.) 

(i)  a  la  cabeza  de  la  obra  puso,  sin  embargo,  este  título:  «Bi- 
blia romanceada  por  rabi  Mosé  Arragel  de  Guadalfajara,  a  peti- 
ción de  Don  Luis  de  Guzman,  maestre  de  Calatrava,  con  ayuda  e 
información  de  los  muy  honorabiles  famosos  sabios  e  señores  an- 
geles divinos  don  Vasco  de  Guzman,  arcediano  de  Toledo,  e  el 
maestro  frey  Arias  de  Encinas,  guardián  del  convento  e  estudio 
de  San  Francisco  de  Toledo,  e  el  maestro  fray  Juan  de  Zamora, 
de  la  Orden  de  Predicadores.» 


ILUSTRACIONES  Y  NOTAS 


NOTICIA    DE    D.    LUIS    DE     GUZMÁN 


XXV    MAESTRE    DE    CALATRAVA 

Fué  hijo  de  Juan  Gudiel  y  de  María  Ramírez  de  Guzmán,  y  nie- 
to del  Señor  de  la  Torre  de  Esteban  Ambrán. 

A  pesar  de  haber  sido  electo  Maestre  ya  en  el  reinado  de  Enri- 
que 111,  no  pudo  tomar  posesión  del  caigo  hasta  1414. 

Casó  con  Doña  Inés  de  Torres  (i),  doncella  de  la  reina  Doña 
Catalina,  madre  y  tutora  de  D.  Juan  II,  y  no  con  Doña  Constanza 
Méndez  de  Torres,  como  se  ha  escrito.  Este  matrimonio,  según 
Rades  de  Andrade,  se  verificó  en  virtud  de  Bula  que  alcanzó  para 
una  sola  vez;  pero  si  fuese  auténtica  y  su  fecha  de  20  de  Febrero 
de  1440  exacta,  resultaría  el  absurdo  de  tener  el  Maestre  siete  hi- 
jos en  el  espacio  d'e  tres  años,  hasta  su  muerte  en  1443- 

Fué  el  primogénito  de  ellos  D.  Juan  de  Guzmán,  primer  Señor 
de  la  Algaba. 

Ganó  á  los  moros  de  Granada  riquísimos  despojos  en  1431,  pe- 
leando con  ellos  al  frente  de  Soo  caballos  y  6.000  infantes  de  la 
Orden  como  capitán  de  la  frontera  de  Requena,  del  reino  de  Va- 
lencia. También  combatió  en  favor  de  D.  Juan  II  de  Castilla  con- 
tra los  Infantes  de  Aragón,  y  recibió  en  recompensa  el  Señorío  de 
Andújar. 

Amigo  particular  de  D.  Alvaro  de  Luna,  trocó  con  él  la  villa  y 
castillo  de  Maqueda  y  la  aldea  de  San  Silvestre,  que  eran  de  la  Or- 
den, por  Arjona,  Jimena  y  Requena. 

(i)  Así  consta  de  un  Privilegio  de  juro  que  he  visto,  en  que, 
con  fecha  de  141 3,  se  la  señaló  uno  de  i.5oo  mrs.,  que  luego  se  la 
confirmó  en  1416;  y  así  la  llama  su  propio  capellán,  Fr.  Gonzalo, 
al  dedicarla  en  1445,  ya  viuda  del  Maestre,  una  traducción  de 
ciertos  tratados  de  Séneca,  de  que  era  autor  ó  simplemente  copis- 
ta (Bibl.  del  Esc,  T,  plut.  III,  núm.  3). 

n  ■  3 


,.  A.    PAZ    V    MELIA 

Retirado  á  Almagro  en  sus  últimos  años,  vio  amargada  su  vejez 
por  desacatos  de  los  caballeros  de  la  Orden,  y  allí  murió  en  .445- 

Juan  Poeta  le  llamaba  cuatro  años  antes  trovador  viejo. 

(Véase  Kades  v  Andrada,  Crónica,  de  las  tres  Ordenes,  y  las  DiJ- 
finiciones  de  la  Orden  de  Calatrava,  conforme  al  Capitulo  ge- 
'neral  celebrado  en  Madrid  en  i652,  pág.  i-xxiv.) 

II 

NOTICIA  DE  D.  VASCO  RAMÍREZ  DE  GUZMÁN 

Según  Garibav,  fué  el  cuarto  hijo  de  Juan  Ramírez  de  Guzmán 
el  Viejo   y  de  su  primera  mujer.  Doña  Elvira  de  Viedma,  hija  del 
primer  Señor  de  Santisteban  del   Puerto;  pero  debió  equivocarse, 
por  lo  menos  en  el  nombre  de  la  madre,  que,  según  el  testamento 
de  D   Vasco,  otorgado  en  20  de  Septiembre  de  1438  (i),  se  llama- 
ba Doña  Juana  (2J.  Entre  sus  hermanos  cita  el  testamento  á  Tello 
de  Guzmán,  cuyo  hijo  se  llamaba  Juan  Ramírez  de  Guzman,  y 
eran  deudos  muy  cercanos  del  Arzobispo  D.  Vasco;  á  Alonso  de 
Guzmán    á  Pero  Núñez  de  Guzmán  y  al  Arcediano  de  Toledo, 
Diego  Ramírez  de  Guzmán,  de  quien  dice  Garibay,  llamándole  tio 
de  D   Vasco,  que  renunció  en -éste  aquel  cargo  hacia  1407,  fecha 
poco  probable,  porque  D.  Vasco  debió  nacer  años  después  de  1387. 
También  afirma  Garibay  que  su  hermano  mayor  se  llamó  Juan 
Ramírez  de  Guzmán  el  Mozo,  y  que  fué  Comendador  mayor  de 
Calatrava  por  gracia  del  Maestre  D.  Luis  de  Guzmán. 

Sus  hermanas  se  llamaron  Doña  Leonor,  madre  de  D.  Tello  de 
Guzmán;  Doña  Mencía  de  Haro,  y  Doña  Marquesa. 

El  padre  del  Maestre  D.  Luis  de  Guzmán  y  el  de  D.  Vasco,  am- 
bos llamados  D.  Juan  Ramírez  de  Guzmán,  eran  primos  segundos. 
Por  orden  de  D.  Juan   11  tradujo  el  diálogo  de  Luciano  entre 
Alejandro,  Aníbal  y  Scipión,  titulado  De  bellicw  laudis  gloria  el 
primatu  (3),  y  á  ruegos  de  Fernán  Pérez  de  Guzmán,  á  Salus- 

tio  (4)-  „       ,        j     o 

No  debe  confundírsele  con  otro  D.  Vasco  Ramírez  de  Guzman, 

canónigo  de  Toledo  y  Abad  de  San  Vicente,  que  vivió  en  el  rei- 
nado de  los  Reyes  Católicos. 


(,1     Bibl.  Nac,  Ms.  i)-68,  fol.  155. 

z)     Doña  Juana  Palomeque  casó  en  1387  con  D.  Juan,  ya  viu- 
)  de  Doña  Elvira,  según  el  mismo  Garibay.  . 

(o)     El  Proemio  dedicado  al  Rey,  en  la  Bibl.  Nac,  Mss.  Bb-ir^. 
(4)    Ibid.,  y- 140  y  A--129,  y  Bibl.  del  Esc,  G-lll,  num.  11. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  35 

En  el  citado  testamento  dejó  150  mrs.  para  un  jubón  á  Juan  de 
Oueñas;  á  su  hermano  D.  Alonso- de  Guzmán  un  libro  en  roman- 
ce que  trataba  de  diversas  cosas,  compuesto  por  un  sabio  conver- 
so; el  libro  del  Regimiento  de  Príncipes,  que  había  traducido  en- 
tonces para  el  Príncipe  D.  Enrique  su  maestro,  D.  Lope  de  Ba- 
jrientos;  otros  libros  del  Relator,  de  Maestre  Ramón  y  de  D.  En- 
rique de  Villena. 

A  la  iglesia  de  Torrejón  de  lUescas  dejó  un  Speculum  clerico- 
rum,  en  que  estaba  el  cuaderno  del  Arzobispo  D.  Vasco  por  don- 
de sean  informados  los  curas,  y  mandó  que  le  asiesen  con  una 
•cadena.  A  la  iglesia  de  Huesca  dio  750  mrs.  para  comprar  un  Sal- 
terio. 

Todo  su  recado  de  plata,  que  podría  valer  1.500  florines;  los 
■vestidos,  tablas  de  marfil  y  aras,  sábanas,  frontales  y  aparejo  de 
su  capilla,  dejó  á  Santa  ¡víaría  del  Pilar  de  la  iglesia  de  Toledo. 
Los  paños  franceses,  paramentos  y  preseas,  tasaba  en  600  ó  700 
•florines,  y  en  más  de  i.Soo  los  libros. 

Mandóse  enterrar  á  los  pies  del  altar  de  Santa  María  del  Pilar, 
en  Toledo,  donde  lo  estaba  su  sobrino  Gutierre  de  Guzmán,  hijo 
de  Pero  Núñez,  su  hermano. 

En  su  codicilo  mandó  á  Hernando  de  Brihuega  y  á  Miguel  su 
manto  y  ropa  y  capirote  turquesado,  y  á  Santa  María  de  la  Sisla 
las  Concordancias  dt  la  Biblia. 

Declara  tener  prestado  de  D.  Enrique  de  Villena  ó  del  Conde 
de  Benaventé  un  libro  de  Maestre  Ramón,  y  cita  entre  sus  libros 
las  Novelas,  que  fueron  del  Arzobispo  D.  Juan  de  Contreras,  y 
los  Enriques,  que  fueron  del  Arzobispo  D.  Sancho  de  Rojas  (i). 

(i)  Lo  curioso  de  las  noticias  de  libros  de  la  siguiente  relación 
que  con  el  título  de  Fianja  y  cesión  de  unos  libros  á  la  cate- 
dral de  Toledo  se  halla  en  el  Archivo  del  Cabildo  de  esa  ciudad 
(K-i-i-i).  me  anima  á  trasladarla  aquí  en  nota. 

Dice  así: 

«Por  cuanto  al  tiempo  que  yo,  diego  rramirez  de  Guzmán  Ar- 
cediano de  Toledo,  oue  rrescebido  ciertos  libros  de  los  que  fueron 
de  mi  sennor,  el  Arcobisco  don  vasco,  que  dios  perdone,  los  cua- 
es  tiene  agora  vasco  de  Guzmán,  mi  hermano,  yo  rrescebi  entre 
los  dichos  libros  vn  código  e  vn  digesto  viejo  fermosos.  que  val- 
drían cerca  de  doscientos  florines;  e  después  nuestro  sennor  el 
papa  Bsnedictoxuj  quiso  aver  para  si  el  dicho  código  e  digesto, 
et  lo  ovo.  E  por  cuanto  el  dicho  vasco  ouo  los  libros  del  dicho  sen- 
nor Arcobispo  don  vasco,  el  dicho  sennor  papa  mandó  mercar  vnas 
nouelas  de  las  decretales  e  del  sexto  para  que  sucediessen  enlogar 
délos  dichos  código  e  digesto;  et  para  el  vso  que  eran  deputadosel 
•dicho  código  e  digesto,  conuiene  a  saber,  para  que  en  su  vida  los 
tenga  el  dicho  vasco  e  después  los  torne  a  la  dicha  eglesia  con  los 
■otros  libros  que  el  tiene  del  dicho  Arcediano,  oue  rrescebido  los 


,5  A.    PAZ    Y    MELIA 

Ni  la  Biblioteca  hebrea  de  J.  Cristóbal  Wolff  (Hamburgo,  i733), 
ni  Rodríguez  de  Castro,  n.  otras  bibliografías  menc.onan  a  rab. 
Mosé  Arragel.  teniendo  con  sentimiento  que  hmuarnos  a  las  no- 
Ss  que  ll  nMsmo  nos  da  sobre  su  vida  en  lo  que  de,o  d:cho. 

dichos  dozientos  e  cincuenta  florines  fsicj  para  mercar  las  dichas. 
nouelas  e  non  las  he  mercado  fasta  agora,  .t  podría  acaescer  fa- 
nouelas,  e  """  ^^^  |    ¿^    ^.  1^.5,3  non  serian  entregados 

drrriiXs  nouíu s   por  ende,  yo,  efdicho  Arcediano,  depongo 

.       tv.Poctrtos  libros  de  los  ñ/ios,  que  entiendo  que  valen  mas 

tl«  dicha  eon,^     n  el  Sagrario  de  la  d.cha  eglesia  de  toledo   para 

de  la  dicha  ^oniia.  en  e        ^  compre  las  dichas  nouelas,  la 

Tch^W^--    1  d  ch^lasroaVan  todos'^los  dichos  libros  de  yuso 
S.|os^.  s^^egund  la  ^^^-k.  del  ..10  _  A^co- 

K  que  "  ent're "o  dllos  míos  para  esto  que  dicho  es  a  la  dicha 

A  ^  I  foinna  de  la  primera  foia,  «vnius  hominis  tama  perduxit.iv 
ít%'oti"'c"   ¿  post'r?me"a  columpna  de  la  postrimera  ioia  «uel 

^T.rouo  irbro,*«rtores  sanctorum,,  que  comienca  en  la  segun- 
.1=,  cohimpna  de  la  primera  foia  «usque  ad  septuagesimam  et  po- 
tt  a  cS»  et  comLnca  en  la  postrimera  columpna  de  la  postri- 
mera foia  'ucauerat  capí  fecit»  (¡que  al  rersoj. 

it^n-,  otro  libro  en  que  están  los  morales  de  bant  giegono,  que 

¿ri;En;^:írV=íl:pnme-^^^^^^ 

^°^r:;?^Ubr:fdnÍrr  r  d:^a^^egono  sobre^zec^el 

-^c^:^i!:  :;^^:x  p¿írlm^"2:íuíLt- 

P-Cr^tl^^^h^rlait^i^cSu-omienca  en  la  segunda^colump- 
na  de^a  primera  foia  «notesceret  non  est  passus,,  et  c°™'ení^  ^"^ 
Taños  rimera  columpna  de  Urpostrimera  foia  oquam  non  d^isf.- 
ftem  o™ro  libro  de'  las  estorias  scolasticas,  que  com.en  a  en  la 
^.  Ll>,mnna  de  la  oriinera  toia  «aliud  tactum  hgurat,»  et 
Snca^nT^ío'stÍm'rra^c'umpna  de  la  postrimera  foia  «vita- 

'Ttem '^tro'Se"  ^  omelias  dominicales,  que  co- 

la  postrimera  foia  ''precepta  dominica  largin.»  „,  ,  pt 

fumóTro  libro  d.  s.J.  junn  '"•""»''• '"""".ZÍSSe. 

zi,"ís;:trc:Lxr^f¿íz»%i™v:íá"Co»*- 


LA    BIBLIA    DE    LA   CASA    DE    ALBA  37 

Tampoco  Wadingo  menciona  á  Fr.  Arias  de  Encinas,  ni  Quetif 
á  Fr.  Juan  de  Zamora. 

Del  maestro  Fr.  Diego  de  Fresno,  de  Fr.  Diego  de  Atienza  y  de 
Fr.  Juan  de  Santa  Clara,  no  se  hace  mención  en  las  bibliografías 
•de  Ordenes  religiosas,  sin  duda  por  no  haber  escrito  obras. 

la  segunda  columpna  de  la  primera  foia  mel  haberi  potest,»  et 
comienca  la  postrimera  columpna  de  la  postrimera  foia  «esi  daré 
Augustinus  in  persona  domini.» 

Ítem  tiene  el  dicho  vasco,  mi  hermano,  mia  la  primera  qmn- 
•quagena  de  Sant  Agostin  sobre  el  psalterio,  la  qual  quiero  que  esté 
■en  el  cuento  destos  libros,  que  depongo  e  entrego  segund  dicho 
es,  la  qual  deposición  fue  fecha  en  el  sagrario  de  la  dicha  eglesia 
de  Toledo,  vierne's  honze  dias  de  mayo,  anno  del  nascimiento  del 
nuestro  saluador  Jesu  Christo  de  mili  e  quatrocientos  e  catorze 
annos.  =  didacas  rremigii  aichidiaconus  toletanus.=Johannes  de- 
canus  Toleíanus.» 

(Termina  al  pie  del  fol.  i  verso,  y  continúa  en  el  siguiente:) 

(.  En  la  muy  noble  cibdat  de  Toledo,  diez  e  seys  dias  del  mes  de 
agosto,  anno  del  nascimiento  del  nuestro  saluador  Jesu  Christo 
•de  mili  e  quatrociento's  e  quinze  annos,  dentro  en  el  sagrario  de 
la  eglesia  cathedral  de  Toledo,  estando  ay  el  honrrado  e  circuns- 
pecto sennor  don  Juan  martinez,  deán  de  la  dicha  eglesia,  e  eso 
mesmo  el  honrrado  e  noble  varón  don  vasco  de  guzman,  arce- 
diano de-  Toledo;  presente  yo  el  notario  e  testigos  yuso  escnp- 
tos,  el  dicho  sennor  don  vasco,  arcediano,  conosció  e  confessóque 
rrescibia  e  rrescibió  e  tenie  pasado's  a  su  parte  e  poder  todos  estos 
libros  que  se  siguen,  segund  que  suso  en  esta  otra  foja  están  de- 
signados (i): 

Con  tal  condición  que  el  dicho  don  vasco  los  tenga  en  su  vida, 
e  después  de  su  muerte  queden  a  la  dicha  eglesia  de  toledo.  E  que 
sea  tenudo  de  cumplir  e  pagar  e  mantener  lo  que  don  vasco,  de 
buena  memoria,  arcobispo  que  fue  de  toledo,  ordeno  en  su  dis- 
posición e  tes-  faqiíí  acaba  el  folio,  á  cuyo  pie  hay  la  siguiente 
Jirma:  «gundisaluus  guiidisalui,  notarius  apposlohcus  et  rrega- 
lis.n  conlinuando  luego  al  verso: J  tamento,  a  pagar  en  cada  vn 
anno  los  ciento  e  cinquenta  mrs.  de  moneda  vieja  en  el  dicho  tes- 
tamento contenidos,  para  lo  cual  todo  e  cada  cosa  dello  obligo  sus 
bienes.  Et  que  los  sennores  deán  et  cabildo  fagan  cada  anno  dos 
anniversarios  por  el  anima  del  dicho  sennor  arcobispo.  Pero  dixo 
■que  si  fuere  cosa  que  el  dicho  sennor  arcediano  don  vasco  tornare  • 
unas  monedas  de  las  decretales  e  del  sexto,  las  cuales  nuestro  sen- 
nor el  papa  mando  al  dicho  don  diego  rramirez,  arcediano  que  fue 
■de  toledo,  e  le  dio  ciertos  florines  para  ello,  que  comprase  en  logar 
de  un  código  digesto  viejo  que  el  dicho  sennor  papa  tomó  desta 
■dicha  eglesia,  et  fuesen  las  dichas  monedas  para  la  dicha  eglesia, 
en  logar  de  los  dichos  código  e  digesto,  et  el  dicho  sennor  arce- 
diano don  diego  rramirez.  prevenido  de  la  muerte,  non  pudo  com- 
prar las  dichas  novelas,  et  las  dieren  al  dicho  cabildo  que  sean 
buenas,  que  los  dichos  libros  sean  suyos  propios  e  exemptos,  e  non 

(l)     Los  anteriormente  descritos. 


38  A.    PAZ    Y    MELIA 

III 

EJEMPLOS  DE  LA  TRADUCCIÓN 

DE    MOSÉ    ARRAGEL 

[Aqui  comienga  el  libro  primero  de  la  ley,  en  latin  genesy  es. 
llamado,  e  en  ebrayco  es  llamado  el  libro  de  baresith]  (1). 

(2)  En  el  principio  crio  el  señor  los  cielos  e  la  tierra.  ||  e  la  tierra 
era  vana  e  vazia,  e  terebra  sobre  fazes  del  abismo,  P  eel  spiritu  del 
señor  era  rretraydo  sobre  fazes  de  las  aguas.  ||  dixo  el  señor:  fecha 
sea  iux,  e  fecha  fue  lux.  ||  e  vido  el  señor  la  lux  que  buena  era,  e 
dividió  la  luz  de  la  tiniebra.  ||  e  llamo  el  señor  a  la  lux  dia,  e  a  la 
tiniebra  llamo  noche,  e  fue  vespera  e  fue  mañana  dia  vno. 

dixo  (3)  el  señor:  sea  fecho  firmamento  en  medio  de  las  aguas,  el 
qual  diuision  faga  á\  aguas  a  aguas:  ||  e  fizo  el  señor  el  firmamen- 
to, e  diuidio  de  las  aguas  que  eran  en  ssomo  del  firmamento  a  las. 
aguas  que  eran  yuso  del  firmamento,  e  fecho  assi  fue.  ||  e  llamo  el 
señor  al  firmamento  cielos,  e  fue  vespera  e  mañana  segundo  dia. 

dixo  el  señor:  ¡úntense  las  aguas  que  son  de  yuso  los  cielos  a  vn^ 
logar  por  tal  que  paresca  lo  seco,  e  fecho  fue  asy.  ||  e  llamo  el  se- 
ñor a  lo  seco  tierra,  e  a  lo  en  que  se  iuntaron  las  aguas  llamo  ma- 
res, e  vido  el  señor  que  (4)  era  de  bueno. 

dixo  el  señor:  apunte  la  tierra  e  nasca  herba  que  faga  simiente  e 
arboles  fructuosos  que  fagan  fructa  segund  de  su  especia,  que  la 
su  simiente  en  ssy  mesmos  tengan  en  ssomo  de  la  tierra,  e  luego, 
fue  fecho  asy:  ||  e  saco  la  tierra,  e  apunto  herba  con  simiente  se- 
gund la  su  especia,  e  arboles  fructuosos  que  su  simiente  en  ssi 

sea  tenudo  de  los  dexar  después  de  su  muerte  a  la  dicha  eglesia  si 
non  quisiere.  Testigos  que  a  esto  fueron  presentes:  jos  honrrados 
e  sabios  varones  juan  alvarez,  licenciado,  et  peryañcz,  bachiller,. 
canónigos  de  la  dicha  eglesia.  Et  pero  rramirez,  rracionero  della. 
Et  goncalo  goncalez,  notario,  para  esto  llamados  specialmente  e 
rrogado*s.=Joannes,  decanus  toletanus.=Gundisaluus  gundisaluí, 
notarius  apposiolicus  et  rregalis»  (signo). 

Escrito  tn  un  pliego  de  papel  á  dos  márgenes,  y  termina  en  la 
mitad  del  segundo  verso. 

(Archivo  de  la  Catedral  de  Toledo,  y-i-i-i.) 

(i)     Todo  este  título  de  oro. 

(2)  Inicial  de  oro. 

(3)  Segund:.  columna. 

(4)  Hay  un  blanco. 


LA    BIBLIA   DE    LA    CASA    DE    ALBA  39 

mesmos  tenian  segund  la  su  especia,  e  vido  el  señor  como  (i)  era 
bueno,  ||  e  fue  vespera  e  fue  man  el  dia  tercero: 

dixo  el  señor:  sean  fechas  luzes  en  el  firmamento  de  los  cielos, 
las  quales  diuision  fagan  entre  el  dia  e  la  noche,  las  quales  sean 
para  signas  e  tiempos  e  para  determinar  dias  e  años:  ||  las  quales 
serán  para  luzes  en  el  firmamiento  de  los  ciclos,  para  que  alumbren 
sobre  la  tierra,  e  asy  fue  fecho:  e  fizo  el  señor  las  dos  grandes  lu- 
zes, la  mayor  lux  para  sostener  el  dia,  e  la  lux  menor  para  ¡a  noche 
sotener,  e  las  estrellas,  ||  las  quales  puso  el  señor  en  el  firmamiento 
de  los  cielos  pora  alumbrar  sobre  la  tierra  ||  e  para  sotener  el  dia 
e  la  noche,  e  para  diuidir  la  lux  de  la  tiniebra,  e  vido  el  señor 
que  {2)  era  bueno,  ||  e  fue  vespera,  e  mañana  el  dia  quarto: 

dixo  el  señor:  cresca  en  las  aguas  reptilla  de  anima  biua,  e  aues 
que  huelen  ssobre  la  tierra  en  ssomo  del  aire,  que  es  cerca  del  fir- 
mamiento de  los  cielos  (3),  1|  e  crio  el  señor  las  dos  grandes  ballenas 
e  toda  anima  biua  mouibie,  las  quales  crescieron  en  las  aguas  se- 
gund sus  especias,  e  toda  aue  con  alas  a  su  especia,  e  vido  el  se- 
ñor (4)  que  era  bueno:  ||  e  bendixolos  el  señor  e  dixoles:  cresced  e 
multiplicad  e  fenchid  las  aguas  en  los  mares,  e  las  aues  que  se 
multipliquen  en  el  mundo  ||  e  fue  vespera  e  fue  mañana  del  quin- 
to dia: 

dixo  el  señor:  saque  la  tierra  anima  biua  segund  [la  su  especia, 
bestias  e  rreptilias,  e  las  saluaginas  de  la  tierra  segund  la  su  espe- 
cia, e  luego  fue  asy  fecho;  e  fizo  el  señor  las  bestias  saluages  de  la 
tierra  segund  su  especia,  e  las  bestias  segund  la  su  especia  e  vido 
el  señor  que  (5)  era  bueno.  ||  dixo  el  señor:  fagamos  omne  a  nuestra 
ymagen  e  nuestra  semejanca,  el  qual  señoree  en  los  pesces  del  mar 
e  en  las  aues  de  los  cielos  e  en  la  bestia  e  en  toda  la  tierra  e  en  to- 
das las  reptillas  que  mueuen  sobre  la  tierra:  I  [fol.  27  v.°]  e  crio  el 
señor  al  omne  a  la  su  ymagen,  a  ymagen  del  señor  lo  crio,  mascu- 
lo  e  fenbra  los  crio  ||  a  los  quales  bendixo  el  señor  e  les  dixo:  fro- 
chiguad  e  multiplicad  e  inplid  la  tierra  e  podestadla,  e  señorad  en 
los  pesces  del  mar  e  en  las  aues  de  los  cielos  e  en  toda  la  biua  ani-. 
ma  que  se  mueue  en  la  tierra:  ]|  dixo  el  señor:  abe  que  vos  yo  di 
toda  herua  que  symiente  faga  sobre  las  fazes  de  la  tierra  e  todos 
los  fructuosos  arboles  que  la  su  simiente  en  ssy  tengan,  vuestros 
sean  para  comer:  ||  iten  vos  do  toda  la  saluagina  de  la  tierra  e  todas 

(i)     Fol.  26v.° 

(2)  Hay  un  blanco.  Añadido  sobre  el  renglón. 

(3)  Segunda  columna. 

(4)  Raspadas  siempre  estas  palabras  que  antes  decían:  quanto 
era  bueno;  así  como  la  palabra  man  aparece  siempre  raspada  y 
sustituida  por  mañana. 

(5)  Blanco  raspado. 


.Q  A.    PAZ    Y    MELIA 

las  aues  de  los  cielos  e  toda  la  rertiUa  de  la  tierra  que  anima  biua 
touiere.  e  toda  verde  yerua  que  vuestra  sea  para  comer;  e  luego 
fue  fecho  asy.  ||  e  vido  el  señor  todo  quanto  fizo  quanto  muy  bue- 
no era  e  fue  vespera  e  fué  mañana  del  sesto  dia. 

De  como  se  amplieron  los  cielos  e  la  tierra  (0. 

IV 
QUOMODO  SEDET  SOLA 

Aqiíi  comiencan  los  lloros  de  Jeremías  (i). 

,.  c.— Como  esta  sola  la  cibdat  que  de  gente  llena  seer  solia;  fe- 
cha'es'quasy  biuda  la  señora  de  las  gentes;  la  princesa  de  las  pro- 
uincias  fecha  es  pechera. 

Seí/;.— Llorar  llora  de  noche,  e  la  su  lagrima  sobre  la  su  ma- 
xilla;  non  ay  quien  la  consuele  de  quantos  amigos  tener  solia,  to- 
dos los  sus  amigos  la  fallaron  e  enemigos  se  le  fizieron, 

G/míi/.— Catkiada  es  uida  con  aHJccion  e  con  mochidunbre  de 
seruidunbre,  la  qual  esta  e  en  las  gentes  habita  e  folgura  non  fa- 
lla: quantos  la  persegian  la  alcancaron  entre  las  angosturas. 

Z)a/e//z.— Las  vias  de  syon  llorosas  son  porque  non  ay  quien 
venga  a  solepnedat;  todas  las  sus  puertas  derrocadas;  los  sus  sacer- 
dotes son  gementes;lassus  vírgenes  son  en  sospiro.e  ella  es  amarga, 
//e.— Fechos  son  cabecones  los  angustiadores  della  e  los  sus 
enemigos  en  pax  son;  quel  señorío  dixo  e  fablo  sobre  ella:  por  la 
mochidunbre  de  los  sus  pecados,  los  sus  niños  van  en  captiuidat 
delante  del  tribulador. 

ya¡í.— Sallido  es  de  la  fiia  de  syon  toda  la  su  gloria:  fechos  son 
los  sus  principes  quasy  carneros  o  ciemos  que  pasto  non  fallan,  e 
van  syn  fuerca  delante  del  perseguidor. 

^^.j-n. —  Recordada  es  ierusalem  de  los  dias  de  su  aflicción  e  de 
las  sus  preuaricaciones  e  dé  todos  sus  deleytes  que  en  los  antigos 
dias  tener  solia  el  su  pueblo  en  mano  de  angustiador  cayendo,  e 
non  ay  quien  a  ella  ayude;  e  vieronla  los  tribuladores,  riyeronse 
de  los  sus  sábados. 
Heth.—'Y3.\  pecado  peco  ierusalem,  por  el  qual  quasy  poUuda 

(i)     Oro.— Segunda  columna. 

(2)     Fol.  373  vuelto,  segunda  columna. 


LA.    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  4' 

fecha  es;  quantos  la  gloreftcar  solían  la  ya  menosprecian,  que  vie- 
ron la  su  r^'"S'-'yS^       I  (sic¡,  e  ella  también  gimiendo  esta,  e  a 
(descobertura,)' 

caga  tornada  es. 

Theth.— La  su  pollucion  tiene  en  las  sus  faldas;  non  se  menbro 
de  la  su  fin  e  descendida  es  abaxo  a  marauilla,  e  quien  la  cons- 
suele  non  tiene;  vey,  señor,  la  mi  aflicción  que  pujo  el  enemigo. 

Yoth. — La  su  mano  tendió  el  enemigo,  sobre  todas  las  sus  de- 
leytables  cosas  que  vido,  las  gentes  que  entraron  en  el  su  santua- 
rio, ally  donde  tu  mandado  aulas  que  non  entrasen  en  la  tu  eglesia. 

Caph.—Toáo  el  su  pueblo  son  gementes:  buscando  pan  dieron 
las  sus  cobdiciosas  cosas  e  preciosas  por  la  cibera  con  que  refor- 
casen  su  anima;  vee  lo  tu,  sefior,  e  cata  que  fecha  so  tragona  e  vil. 
*  Lameth.—O,  non  a  vos  otros  quantos  los  caminos  trauessades, 
catad  e  veed  sy  ay  dolor  segund  el  mi  dolor  el  que  fizo  a  mi,  lo 
qual  fablo  el  señor  en  el  dia  de  la  su  yra. 

Mem.—DüsAe  lo  alto  enbio  fuego  en  los  mis  huessos,  e  que- 
brantáronse; tendió  red  a  los  mis  pies,  e  a  caga  tornar  me  fizo;  pú- 
some en  dessolacion  todo  el  dia  cuytosa. 

Ni.')!.— Pegóse  el  yugo  de  las  mis  iniquitades;  en  la  su  mano 
trauaronse;  subieron  sobrel  mi  cuello;  abaxada  es  la  mi  virtud,  pú- 
some el  señor  en  manos  de  quien  leuantar  non  me  puedo. 

Camec/2.  — Enalteció  todos  los  mis  mayorales  el  señor  en  medio 
de  mi;  llamo  contra  mitienpo  a  quebrantar  los  mis  eleytos;  lagar 
piso  el  señor  la  virgen  de  la  fiia  de  juda. 

Hayn. —^or  cierto  por  estos  yo  llorare;  el  mi  oio  agua  corre, 
que  alongado  es  de  mi  consolador,  aquel  que  la  mi  anima  conor- 
tar  solia;  fechos  son  los  mis  filos  perdidos  e  solos  desque  pujo  el 
enemigo. 

PAe.— Expandió  syon  con  las  sus  manos  por  quanto  conssola- 
dor  non  tenia;  mando  el  señor  contra  Jacob  en  las  sus  comarcas 
los  sus  aduersarios,  fecha  es  ierusaiem  quasy  polluda  entre  ellos. 

Zade.—iaslo  es  el  señor,  que  yo  la  su  boca  proteruo  e  rebelle 
fue;  oyd  agora  todos  los  pueblos  e  veed  el  mi  dolor,  que  las  mis 
vírgenes  e  los  mis  jouenes  en  catiuo  fueron. 

Co/i/z.  — Llame  a  los  mis  amigos,  los  quales  ellos  mismos  me 
enartaron;  los  mis  sacerdotes  e  los  mis  viejos  en  la  cibdat  se  cons- 
sumieron,  que  buscauan  que  comiesen  con  que  confortasen  las 
sus  animas. 

i?es.— Vey,  señor,  que  tribulada  so,  conturbado  es  el  mi  vientre, 
trastornado  es  el  mi  coracon  en  medio  de  mi,  que  amarga  con 
amargura  sso;'de  fuera  mata  los  fijos  el  cuchillo,  e  de  dentro  de 
casa  es  la  muerte. 

5j')).  — Como  oyeron  que  yo  en  gemido  era  e  que  conssolador 


4.2  A.    PAZ    Y    MELIA 

non  tenia,  e  como  todos  los  mis  amigos  oyeron  el  mi  mal,  gozaron 
que  tu  lo  feziste;  aduze  el  dia  que  llamaste  porque  tales  como  yo 
ssean. 

Taph. —  Entren  delante  de  ti  todas  las  sus  malicias,  e  faz  a  ellos 
bien  asy  como  a  mi  feziste  por  todas  las  mis  iniquitades,  que  mu- 
chos son  los  mis  gemidos  e  el  mi  coracon  dolorioso.  - 


V 


CÁNTICA  CANTICORUM  (i) 

«Béseme  de  los  besos  de  la  su  boca,  que  mejores  son  las  tus  te- 
tas (2)  que  vino  |{  del  olor  de  los  tus  suaves  vnguentos  olio  es  va- 
ziado  el  tu  nombre,  por  tanto  las  mancebas  te  amaron:  J  lleuame, 

(i)     Glosa.  « este  libro  de  los  cánticos  es  tanto  de  obscuro, 

que  los  glosadores  se  retraen  muy  fuerte  mente  de  tocar  en  este  li- 
bro: tantas  son  las  glosas  que  figuratiua  mente  en  el  se  cargan, 
mayor  mente  e  el  mayor  peligro  que  veo,  la  diuisyon  que  es  en  este 
libro  entre  los  glosadores  latinos  e  ebraycos,  que  muchos  latinos 
ponen  este  libro  e  dizen  que  sygnifico  en  ciertos  testos  de  la  virgi- 
nidat  de  santa  mavia  e  el  nascimiento  de  ihesucristo,»  etc.,  etc. 

Sigue  exponiendo  las  opiniones  de  los  latinos,  y  que  otros  afir- 
man que  es  la  Iglesia  é  los  mantenedores  de  ella,  y  dice: 

«E  los  ebrcos  son  muy  opposytos  a  la  primera  opinión,  diziendo 
que  este  libro  non  fablo  en  santa  maria  nin  en  ihesucristo;  pero 
algunos  dellos  son  en  intención  e  opinión  que  sygnifico  aqui  e 
reuelo  salamon  quales  caminos  e  costumbres  e  opiniones  dcuen 
la  humana  nascion  seguir  para  alcancar  la  gloria  perpetua  del  otro 
mundo,  que  dios  es  el  enamorado  de  la  humana  nascion  e  de  la 
su  ymagcn  de  el  e  cobdicia  boluerse  a  el.  E  veyendo,  señor,  las  in- 
finidas glosas  que  sobre  este  libro  se  fazen,  guardando  los  latinos 
los  artículos  de  su  ley  en  lo  glosar,  e  los  ebreos  los  artículos  de  su 
ley  conseruando,  por  íuyr  de  peligro,  era  puesta  la  intención  que 
asy  estos  cánticos  como  el  libro  siguiente,  el  eclesiastes,  que  se 
quedasen  sin  glosar;  pero  los  reuerendos  maestros  en  la  santa  theo- 
logia,  fuentes  de  sciencia,  angeles  diuinos,  conuiene  saber  el  maes- 
tro reuerendo,  varón  de  dios,  quasy  ángel  reputado,  maestre  arias 
de  enzinas,  e  el  reuerendo  don  vasco,  arcidiano,  e  otros  que  ellos 
me  reuelaron  que  porque  non  quedase  falto  de  glosa  este  libro,  que 
fuese  ende  tomado  vn  medio  de  glosa,  que  cada  una  de  las  partes 
fablando  verdat  nos  podamos  aprouechar  syn  ningund  yerror  nin 
mengua  nin  man  zilla  pon  eren  la  fe  catholica.etc.  (F'ol.  366  vuelto.)» 
[Toda  la  glosa,  que  es  nutridísima,  como  que  el  texto  sólo  tiene 
unas  siete  líneas,  está  fundada  en-la  tesis  de  tratarse  en  el  Cantar 
de  la  perfección  del  alma  humana.] 

(2)     Sobrerraspado,  y  al  margen:  querencias. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  43 

que  en  pos  de  ti  correremos (i)  metióme  el  rey  a  las  sus 

cámaras;  gozar  nos  hemos  e  agradar  nos  hemos  contigo,  que  me- 
jores son  las  tus  tetas  (2)  que  vino:  los  derecheros  te  amaron:  ||  ne- 
gra so  e  fermosa,  las  filas  de  ierulem,  asy  como  los  tauernaculos  de 
cedar,  segund  los  pellejos  de  salomón:  ||  non  consideredes  que  yo  so 
fosca,'  que  me  descoloro  el  sol:  los  fijos  de  la  mi  madre  se  ayraron 
contra  mi,  pusieron  me  guardadora  de  las  vii^as  e  la  mi  misma 
uinia  non  guarde:  ||  dyme,  el  que  ama  la  mi  anima,  como  e  do  pasees 
e  do  yazes  en  las  siestas,  que  por  que  estare  como  enbuelta  sobre 
los  rebai^os  de  las  tus  compañeras:  ||  sy  tu  non  sabes,  la  fermosa  en 
las  mugeres,  salle  tu  en  pos  los  passos  de  las  ouejas  e  apascenta 
las  tus  cabritas  sobre  los  tauernaculos  de  los  pastores:  |!  a  la  mi  ye- 
gua en  los  charros  de  pharaon  te  yo  asemeje,  la  mi  amiga:  ||  fermo- 
sas  son  las  tus  mexillas  con  alcordes  e  el  tu  cuello  con  sartales:  \\ 
arracadas  de  oro  te  taremos,  pinturas  de  plata:  ||  en  tanto  quel  rey 
esta  en  el  su  estrado,  el  mi  nardy  dio  el  su  olor  ||  buxeta  de  mirra  es 
el  my  querido  a  mi,  entre  mis  tetas  duerme:  razimo  de  ciprés  es  el 
mi  querido  a  mi  en  las  viñas  de  engedi:  ||  ahe  que  tu  fermosa  eres, 
la  mi  querida,  ahe  que  tu  fermosa  tu  eres  e  los  tus  o]os  palo- 
mos: II  ahe  que  tu  eres  fermoso,  el  mi  querido,  e  tan  bien  gracioso, 
e  el  nuestro  lecho  esta  reuerdescido:  las  vigas  de  nuestras  casas  so.i 
de  cedro,  e  las  nuestras  tirantes  de  cipreses. 

,lI._Yo  so  como  flor  del  canpo  e  como  lirio  de  los  valles:  |1  asy 
como  la  rosa  es  entre  los  espinos,  asy  es  la  mi  amiga  entre  las 
fijas:  II  segund  es  el  macano  en  las  leñas  de  laselua,  asy  es  el  mi  que- 
rido entre  los  fijos:  yuso  de  la  su  sonbra  deseo  estar,  e  el  su  fructo 
es  dulce  al  mi  paladar:  ||  metióme  en  la  casa  del  vino,  e  la  su  orde- 
nanca  e  pendón  es  a  mi  caridat:  ||  sofridme  con  flores,  espandet  me 
con  macanas,  que  enferma  soy  de  amor  yo:  1|  el  su  sinestro  braco 
tiene  yuso  de  la  mi  cabeca,  e  con  la  derecha  mano  me  abraca:  || 
conjuro  vos,  las  fiias  dé  ierusalem  por  las  cabras  e  las  cieruas 
del  canpo,  que  espertedes  o  que  fagades  espertar  al  amor  fasta  tan- 
to quel  lo  aya  voluntad:  ||  la  voz  del  mi  querido  es  este  que  viene, 
que  salta  sobre  los  montes,  que  passea  sobre  los  collados;  ||  semeja 
el  mi  querido  a  las  cabras  o  al  pequeño  ceruato,  este  es  el  que  esta 
tras  la  nuestra  pared  que  atalea  desde  las  fenestras,  que  acecha 
desde  las  foranbres:  ||  respondió  el  mi  querido  e  dixome:  leuania- 

(0  Como  cinco  palabras  raspadas.  En  la  glosa  pusieron  «al 
olor  de  la  tu  virginidat;»  pero  Arragel  dice:  «la  biblia  ebrayca  non 
dice:  llévame  en  pos  de  ti  e  correremos  al  olor  de  tu  virginidat,» 
sin  añadir  qué  es  lo  que  dice.  . 

Y  más  adelante:  <que  mejor  es  la  tu  palabra  que  vino»  e  aun  el 
ebrayco  non  dice  tu  yalabra,  mas  tu  bien  quista. 

(2)     Sobrerraspado.  Al  margen  «querencias.» 


41  A.    PAZ    Y    MELIA 

te,  la  mi  amiga,  la  mi  fermosa,  e  vete,  |[  que  el  yuierno  passado  es, 
e  la  lluuia  passo  e  fuese:  ||  las  flores  parescieron  en  la  tierra  nues- 
tra, el  tienpo  del  podar  llegado  es,  e  la  voz  de  las  tórtolas  oyda  es 
en  nuestra  tierra,  ||  las  ñgueras  apuntan  los  sus  figos,  e  las  vides  es- 
tan  en  cierua  e  dieron  olor:  levántate,  la  mi  amiga,  e  vete:  ||  la  mi 
paloma,  que  estas  en  los  requicios  de  las  peñas,  ensseñame  la  tu 
visión,  oyr  me  faz  la  tu  voz,  que  la  tu  voz  es  dulcissima  e  la  tu  faz 
graciosa:  |  trauaron  nos  los  gulpejos,  gulpejos  pequeños,  dañado- 
res de  viñas,  e  la  nuestra  viña  es  en  cierua:  ||  el  mi  querido  a  mi,  e 
yo  a  el,  el  qual  pasee  en  las  rosas,  |  ante  que  se  soUe  el  dia  e  in- 
clinen ¡as  sonbras,  torna  c  semeja  a  ti,  mi  querido,  a  las  cabras  o 
a  los  pequeños  ceruatos  sobre  los  montes  de  bather. 

»1II.— En  el  mi  lecho  en  las  noches  busque  a  aquel  que  la  mi  ani- 
ma lo  ama:  ||  busquelo  e  non  lo  falle:  leuanteme  a  buscar  e  rodear 
por  la  cibdat,  por  las  calles  e  por  las  placas;  busque  al  que  amo  la 
mi  anima;  busquelo,  e  non  lo  falle:  [1  fallaron  me  las  guardas,  las 
quales  la  cibdat  circundauan:preguntelesal  que  amóla  mi  animasy 
vistes:  II  a  poca  cosa  que  dellos  passe,  al  que  mi  anima  amaua  falle, 
al  qual  asy,  e  non  lo  solté  fasta  que  lo  meti  a  la  casa  de  la  mi  ma- 
dre e  a  la  celda  de  la  que  me  parió:  ||  conjuro  vos,  las  fijas  de  jeru- 
lem,  con  las  cabras  o  con  las  cieruas  del  canpo,  sy  despertaredes 
osy  despertar  tizierdes  al  amor  fasta  que  el  lo  aya  voluntad:  ||  quien 
es  esta  que  sube  por  el  desierto,  asy  como  la  colupna  que  alca  del 
fumo  safumada  con  mirra  e  thuris,  e  de  todos  los  poluos  de  bo- 
ticario? II  ahe  que  la  su  cama  de  salamon  sesenta  barraganes  la  cir- 
cundan de  los  fortissimos  de  Israel;  ¡j  todos  ellos  tienen  sus  espadas, 
e  de  batalla  son;  enbezados  son;  cada  vno  la  su  espada  al  lado  tiene 
por  el  pauor  de  las  noches  ||  tálamo  fizo  para  el  el  rey  salamon  de 
los  fustes  del  libano  ||  la¿  sus  colupnas  de  plata  fizo,  el  rescobdo  de 
oro;  por  donde  a  el  subian  era  de  purpura;  el  medio  de  el  era  ca- 
ridat,  obrado  de  las  fijas  de  ierusalem;  ||  salud,  e  veed,  las  fijas  de 
syon,  en  el  rey  salamon,  en  la  corona  que  lo  encorono  su  madre 
en  el  dia  del  su  desposorio  e  en  el  dia  del  gozo  de  su  coracon:  ||  ahe 
que  tu  fermosa  eres,  la  mi  amiga;  ahe  que  tu  fermosa  eres,  e  los 
tus  ojos  palomos;  de  dentro  de  las  tus  sienes  el  tu  cabello  es  como 
del  rebaño  de  las  cabras  que  se  suben  del  monte  del  galaad:  ||  los 
tus  dientes  son  como  el  rebaño  de  las  eguales  que  se  suben  de  ba- 
ñar, que  todas  son  mellicas,  e  ninguna  syri  fijos  en.  ellas  non  ay.|| 
segund  filo  de  seda  colorada  son  los  tus  labios,  e  la  tu  fabla  dul- 
cissyma;  asy  como  el  pedaco  de  la  granada  es  la  tu  mexilla  de  den- 
tro de  las  tus  ssienes:  ||  segund  la  torre  de  dauid  es  el  tu  cuello,  la 
qiial  fue  edeficada  a  marauillas:  los  mili  escudos  son  colgados  en 
ella  e  todas  las  armas  de  los  barraganes:  ij  las  tus  dos  tetas  los  fsic: 
¿por  son?J  como  dos  onodios  de   cabras,  los  que  paseen  en  las 


LA    BIBLIA    DE    LA    CAS\    DE    ALBA  45 

rosas:  ||  ante  que  se  sople  el  dia  e  declinen  las  sonbras,  yr  me  al 
monte  de  la  mirra  e  al  collado  del  thuris:  toda  eres  tu  fermosa,  la 
mi  amiga,  e  macula  en  ti  non  es:  H  ven  del  libano,  la  mi  esposa;  ven 
del  hbano;  ven,  atalearas  del  cabo  de  amana,  del  cabo  de  senir,  e 
hermon  de  las  cueuas  de  los  leones,  de  los  montes  de  los  pardos:  ¡I 
el  coracon  rile  fecistc  descaescer,  la  mi  hermana  nouia;  el  coracon 
descaescer  me  feziste  con  vno  de  los  tus  ojos  e  con  la  vna  sarta  de 
la  tu  garganta:  ||  o  quanto  son  fermosas  las  tus  tetas,  la  mi  hermana 
nouia:  ||  o  quanto  son  buenas  las  tus  tetas  mas  que  vino,  e  el  olor 
de  los  tus  vnguentos  es  mas  [que]  (i)  todas  las  buenas  especias,  que 
como  panar  distillan  los  tus  labios;  esposa,  miel  e  leche  es  de  yuso 
de  la  tu  lengua,  e  el  olor  de  las  tus  vestimentas  es  segund  el  olor 
del  libano:  ||  huerto  cerrado  es  la  mi  hermana  nouia:  huerto  cerrado 
e  fuente  signada:  ||  los  tus  arroyos  es  vergel'de  granadas  con  fructa 
de  fructos  de  ciprés  con  nardo:  ||  nardo  e  acafran;  canela  e  cinamo- 
mi  con  todas  las  leñas  del  libano,  mirra  e  aloe  con  todos  los  prin- 
cipales vnguentos,  ||  fuente  de  huertos,  pozo  de  aguas  biuas  que 
destillan  e  manan  del  libano:  ||  espierta,  aquilón,  e  ven  austro;  aso- 
pla  el  mi  huerto,  e  Uoueran  las  sus  especias  olientes;  entrara  el  mi 
querido  al  su  huerto,  e  comerá  fructa  de  las  sus  pumas. 

))V.— Vine  al  mi  huerto,  la  mi  hermana  nouia:  cogí  la  mi  mirra' 
con  el  mi  aromático;  comi  el  mi  panar  con  la  mi  miel;  beui  el  mi  vi- 
no con  la  mi  leche;  comed,  amigos;  beued  e  enbriagad  vos,  queri- 
dos: II  yo  duermo  e  el  mi  coracon  vela;  la  voz  del  mi  querido  pulssa: 
ábreme,  la  mi  hermana,  la  mi  amiga,  la  mi  paloma,  la  syn  manzi- 
11a  mya.  que  la  mi  cabeca  llena  es  de  rucio,  e  las  mis  crines  de  las 
gotas  de  la  noche:  ||  despójeme  la  mi  túnica,  como  la  vestiré;  laue 
los  mis  pies,  como  los  yo  cnsuziare:  ||  el  mi  querido  tendió  h  su  ma- 
no por  la  foranbre,  e  el  mi  vientre  ruje  por  amor  del.  ||  leuanteme 
yo  a  abrir  al  mi  querido,  e  las  mis  manos  mirra  destilaron,  e  los 
mis  dedos  se  inplieron  de  mirra  probatissima  sobre  las  manos  del 
cerrojo:  j]  abrí  yo  al  mi  querido,  e  el  mi  querido  declino  e  passo;  la 
mi  anima  sallo  quando  fablo;  busquelo,  e  non  lo  falle;  llámelo,  e 
non  me  respondió:  ||  falláronme  los  guardadores,  los  quales  la  cib- 
dat  rodeauan;  ñrieronme  e  avilaron  me;  licuaron  me  el  mi  paño 
de  sobre  mi  aquellos  que  los  muros  guardauan:  ||  conjuro  vos,  las 
filas  de  ierusalem,  que  sy  fallaredes  al  mi  querido  que  le  digades 
como  enfermapor  el  su  amor  yo  so:  ||  que  cosa  es  este  querido  mas 
que  otro  querido,  la  fermosa  en  las  mugeres.  o  qual  es  este  querido 
mas  que  los  otros  queridos,  que  tanto  nos  aconjuras?  ||  el  mi  que- 
rido es  claro  e  colorado;  escogido  es  en  diez  mili:  ||  la  su  cabeca  es  de 
purissimo  oro;  las  sus  crines  apalmazadas  negras  como  el  cueruo.  || 

(i)     Suprimido. 


aQ  a.  paz  y  melia 

los  sus  oíos  como  palomas  sobre  ¡¡J^^^^nes  fsicj  \  '^'  '^"''  "  '"' 
quales  en  leche  se  bañan,  que  habitan  en  los  ríos  conplidos  (i),  [ha- 
bitanca]  plenissima:  ||  las  sus  mexillas  son  segund  las  malas  de  las 
olientes  especias;  torres  de  pigmenteros  los  sus  labios  de  rosas,  que 
distillan  mirra  fina:  las  sus  manos  argollas  de  oro  llenas  de  lauor  de 
tarssis:  el  su  vientre  de  marfil  enbuelto  en  saphires:  ||  las  sus  piernas 
son  colupnas  de  raarmores  fundados  sobre  quiciales  de  oro:  la  su 
Vision  es  segund  el  libano,  escogido  segund  los  cedros:  1|  el  su  pa- 
ladar es  suaue,  e  todo  el  es  gracioso:  este  es  el  mi  querido,  e  este  es 
el  mi  conpañero,  las  fiias  de  ierusalem:  !|  donde  se  fue  el  tu  querido, 
la  fermosa  en  las  rougeres,  adonde  declino  el  tu  querido,  e  buscar 
lo  hemos  contigo?  |!  el  mi  querido  descendió  al  su  huerto  a  las  matas 
aromáticas,  a  pascer  en  los  huertos  e  a  rosas  coger:  yo  al  mi  que- 
rido e  el  mi  querido  a  mi.  el  que  pasee  en  las  rosas:  1|  fermosa  eres 
tu,  la  mi  amiga,  segund  thersa,  suaue  e  fermosa;  segund  ierusalem 
lerribile;  segund  estandartes  eres  ordenada:  ||  tira  los  tus  ojos  de 
mi,  que  ellos  me  fizieron'volar;  el  tu  cabello  segund  el  rebaño  de 

las  cabras  que  se  van  ¡^^^'^"^0"'^°^  ¿^^  galaad:  ||  los  tus  dien- 
tes  son  como  el  rebaño  de  las  ouejas  que  suben  de  baño,  que  to- 
das son  egualcs,  e  ninguna  syn  fiios  en  ellas  non  ay.  ||  segund  el 
pedaco  de  la  granada  es  las  tus  sienes  dentro  del  tu  velo:  ||  sesenta 
sotl  las  reynas  e  ochaenta  mancebas,  e  mocas  tantas  que  innume- 
radas  son.  ||  e  vna  es  ella,  la  mi  paloma  e  la  mi  perfecta;  vna  es  ella 
a  la  su  madre  escogida  es,  a  aquella  que  la  nario;  vieron  la  las  fiias, 
e  por  beatissima  la  publicaron  las  reynas  e  las  mancebas,  e  alaba- 
ron la:  II  qual  es  esta  que  atalea  según  la  mañana,  fermosa  como 
•  la  luna,  electa  como  el  sol,  teribile,  segund  los  estandartes  es  or- 
denada; II  al  huerto  de  los  nogales  descendí  a  veer  las  fructas  del 
valle,  a  veer  sy  florescen  las  viñas,  sy  apuntan  las  granadas:  ||  non 

j  charros  1   , 

se  porque  me  conturban  la  mi  anima  las  |  ^^^^n.^ias  (sio)  ]  ^^ 

-aminadab.  ||  tórnate,  tórnate,  la  sunamita;  tórnate,  tórnate,  e  vere- 
mos en  ti  que  auedes  de  veer  en  la  sunamite  como  el  chorro  de 
los  reales:  ||  o  quanto  los  tus  píes  fermosos  con  calcado  son,  fiia  de 
principes;  las  junturas  de  las  tus  piernas  son  como  sartas  labradas 
de  mano  de  maestro. 

«VIL— El  tu  honbligo  como  el  cerco  de  la  luna,  que  grano  non 
le  meng.ua:  el  tu  vientre  es  parua  de  trigos  cercada  de  rosas;  ||  las  tus 
dos  tetas  son  segund  dos  ceruatos  mellicos  de  cabra:  ||  la  tu  ceruiz 
es  segund  la  torre  de  dauid,  del  marfil:  los  tus  oíos  son  piscinas  en 

(i)     Estas  tres  palabras  de  letra  diminuta. 


LA    BIBLIA   DE    LA    CASA    DE    ALBA  47 

esbon  que  son  en  la  puerta  de  la  fiia  de  muchos;  la  tu  nariz  es  se- 
gund  la  torre  del  libano  que  atalea  contra  damasco:  ||  la  tu  cabeca 
es  sobre  ti  es  como  elcharmVl,  e  la  bedija  de  la  tu  cabeca  segund 
purpura  rey  piisionado  en  prisiones  anales  ( i ):  |1  o  quanto  fermosa 
eres,  e  quanto  graciosa  carissima  en  vicios  J  el  tu  estado  a  palma 
assemeja,  e  las  tus  tetas  a  razimos:  yo  dixe:  sobire  en  la  palma,  asi- 
ré en  las  ramas  del  su  fructo  e  serán  las  tus  tetas  segund  razimos 
de  vid,  e  el  olor  de  la  tu  nariz  como  mancanas:  ||  e  el  tu  gusto  es 
quasy  el  buen  vino  que  se  va  al  mi  querido  por  las  venas  que  faze 
fablar  a  los  que  duermen:  ||  yo  al  mi  querido  e  el  rni  querido  a  mi, 
e  a  mi  es  la  su  cobdicia:  vente  el  mi  querido,  salgamos  al  campo, 
dormiremos  en  las  aldeas:  ||  madrugaremos  a  las  viñas,  veremos 
sy  florescen  las  viñas,  sy  abren  al  cerner,  sy  apuntan  las  granadas; 
ende  te  daré  las  mis  tetas:  ||  las  mandragulas  dieron  olor,  e  sobre  las 
nuestras  puertas  son  todas  las  nueuas  fructas  e  las  viejas,  las  qua- 
les  el  mi  querido  para  ti  yo  guardadas  las  tengo. 

oVIll  (2).— O  quien  te  diese  que  mi  hermano  tu  fueses,  que  las 
tetas  de  la  mi  madre  mamases,  por  tal  que  sy  en  la  calle  te  yo  fa- 
llase, que  te  yo  besase  e  non  me  vituperarían:  yo  te  trauaria  e  a  la 
casa  de  la  mi  madre  te  yo  aduziria:  ||  e  a  la  celda  de  aquella  que  a  mi 
parió,  ally  me  ensseñarias  darte  ya  a  beuer  del  vino  piraente  e  de! 
mosto  de  las  mis  granadas.  ¡  la  su  siniestra  es  yuso  de  la  mi  cabeca, 
e  la  su  diestra  me  abraca  ||  Conjuro  vos  fiias  de  ierusalem,  que  non 
despertedes  e  que  fagades  despertar  al  amor  fasta  tanto  quel  quie- 
ra. II  Quien  es  esta  que  del  desierto  sube,  que  se  ajunta  con  el  su 
querido;  yuso  del  macano  te  esperte  ende  se  corronpio  la  tu  ma- 

(corronpio  i  ,  .    ,  ,  •         •      ,, 

dre.  ende  se  i  -      tfsicl  la  que  a  ti  paño:     pon  me  como 

(empreño   ) 

signo  sobrel  tu  coracon,  como  syllosobrel  tu  braco,  que  fuerte  es 
como  muerte  el  amor,  duro  es  como  el  infierno,  la  inbidia  e  las 
sus  brasas  son  brasas  de  grand  fuego;  ||  muchas  aguas  el  amor  ama- 
tar non  podrían,  nin  la  auenida  de  los  rios  non  la  rebatarian:  avn- 
que  diese  el  varón  quanto  auer  en  la  su  casa  tiene  por  el  amor, 
quasy  en  menosprez  e  en  poca  valia  lo  ternian:  ||  vna  pequeña  her- 
mana auemos  la  qual  tetas  non  tiene:  ¿que  faremos  a  nuestra  her- 
mana el  dia  que  della  fablaren?  ||  sy  ella  castillo  es,  edifiquemos  so- 

brella  alcacar  de  plata,  e  syj'    .   .     \ístc¡  ella  fuere,  pintemos 
'^  '  (quicio  ) 

la  de  tabla  de  cedro:  ||  yo  so  como  castillo  e  las  mis  tetas  son  como 
torres:  estonce  lo  fecha  en  los  sus  oios  como  aquella  que  paz  fa- 
lla: II  vna  viña  el  rey  salamon  auia  pascifica  mente  en  baal  hamon: 

(i)    Sobre  el  renglón  la  palabra  canales. 

(2)    Como  se  ve,  no  están  marcados  los  números  IV  y  VI. 


¿1.8  A.    PAZ    Y    MELIA 

dio  la  viña  a  guardadores:  omne  ouo  que  ofrescio  por  el  su  fructo 
mili  pesos  de  plata:  ||  la  mi  viña  delante  de  mi  tengo;  los  raill,  sala- 
mon,  tuyos  facifica  fsicj  mente  sean  "e  los  dozientos  a  aquellos 
quel  su  fructo  guardan:  ||  la  que  en  las  huertas,  habita,  los  amigos 
la  tu  voz  escuchan,  faz  me  oyr  la  tu  voz:  ||  leuantate  el  mi  que- 
rido e  semeja  a  las  cabras  o  a  los  pequeños  ceruatos  sobre  los  mon- 
tes de  las  nobles  olientes  especias.» 

Son  los  versos  deste  libro  (en  blanco)  á  Dios  gracias./ 

fGlosa.J—Sehov  muy  alto  é  noble  maestre,  de  las  glosas  mas  fa- 
lladas sobre  este  libro  de  los  cánticos  e  divisas  esta  aquí  puesta  es  de 
las  comunes  e  sofrideras  a  salud  de  nuestras  almas;  quier  ponién- 
dose según  la  alma  como  nos  inclinemos  todos  á  la  vida  contempla- 
tiva e  desechando  la  activa,  e  non  porque  soberbia  se  diga  que  estas 
dos  glosas  aquí  puestas  sean  mas  de  tomar  que  otras;  mas,  señor,  lo 
que  aqui  se  dize  es  que  estas  dos  glosas  que  aqui  insertamos  son  de 
las  que  bien  pueden  estar.  Nin  menos  tengo  que  lo  que  divisa  la 
trasladacion  latina  del  ebrayco  faga  perderla  intención  desta  glo- 
sa. E  siempre  fue  dicho  que  lo  que  se  escribe  en  toda  esta  biblia  es 
puesto  so  corregimiento  de  los  non  omnes,  mas  diuinos  señores 
maestros  en  la  santa  theologia,  padres  espirituales,  que  si  alguno 
bien  ende  es,  ellos  ficieron  la  invención  dello;  e  si  faltas  ende  al- 
gunas son  puestas,  non  se  pusieron  por  afirmativa  sopiniones.  mas 
memorando  e  diciendo  opiniones  en  que  algunos  toparon,  etc. 


VI 
DIFICULTADES  DE  LA  TRADUCCIÓN 

Y    DIFERENCIAS     ENTRE     LAS    VARIAS    VERSIONES    DE    LA    BIBLIA 

E  la  tierra  era  vana  e  vacia (Génesis.) 

(Glosa.)— i.e  esto  se  bien  nota  por  el  decir:  e  la  tierra  era  vana 
e  vacia,  e  la  lengua  ebrayca,  según  la  equivocaéion  de  los  motes 
ebraycos,  aquí  romanza  vana  e  vajia,  e  sant  Jerónimo  romangó 
inanis  e  vacua;  el  ebrayco  íkohu  et  bohu  dixo:  en  el  vocablo  de 
tholiu  se  carga  la  primera  materia  deserta  sin  forma,  e  en  el  voca- 
blo de  bohu  se  carga  la  forma  ya  ende  seer,  e  en  esta  materia  que 
forma  asi  después  rescibió  primera  mente  forma  de  los  quatro 
elementos,  etc.» 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  49 

Sean  fechas  luces,  etc.  (Génesis.) 

(Glosa.)— tá.  lo  que  luzes  se  romanea  en  el  ebrayco  maoroth 
dize,  e  maoroth,  según  alguna  equivocación,  maldición  decir  quie- 
re, e  por  tanto,  siempre  los  mas  niños  que  perescen  en  el  mundo 
perescen  en  el  dia  quarto,  conviene  saber,  el  miércoles,  e  aun, 
según  estrología,  la  primera  ora  del  miércoles  en  la  noche  satur- 
nus  regna  e  oydo  o  sabido  aueredes  quanto  de  bueno  saturnus 
para  la  vida  es. » 

{Esatas,  56,  V.  II,  12.)  Omnes  in  viam  suam  declinaverunt; 
unusquisque  ad  avaritiam  suam  a  summo  usque  ad  novissimum. 
Venite  sumamus  vinum  et  impleamus  ebrietate,  et  erit  sicut  hodie 
sic  et  eras  et  multo  amplius. 

Los  Setenta  omitieron  este  pasaje,  y  San  Jerónimo  dice  que  nin- 
gún intérprete  lo  trae.  Arragel  (fol.  275  vuelto escarará  e  for- 
nicará con  todos  los  regnos  del  mundo,  etc.),  traduce  aquel  texto, 
sin  añadir  la  menor  observación. 

/"Ibid.,  cap.  23,  V.  7.)  «Nonne  hec  est  contumelia  vestra  a  princi- 
pio antequam  traderetur.  Deducent  eam  pedes  eius  longe  ad  pere- 
grinandum.» 

Los  Setenta  omitieron  la  palabra  deducent;  San  Jerónimo  dice 
que  se  añadió.  Arragel  traduce  encobarse. 

fPsalt.,  Salmo  96.)  oDicite  in  gentibus  quia  Dominusregnavit...* 

Los  hebreos,  los  Setenta  y  San  Jerónimo  traducen  así;  pero 
posteriormente,  dicen,  apareció  añadido  a  ligno. 

Arragel  (Salmo,  95.)  «Decid  en  las  generaciones:  el  señor  en  reg- 
na confirmó  el  mundo  como  non  resfuyese  iudgara  los  pueblos 
con  derecho.  Entonces  cantarán  todas  las  leñas  de  la  Xara. 

«Albriciábales  el  nacimiento  del  Mesias.» 

{Isaías,  fol.  287  vuelto.) ahe  que  entenderá  el  mi  siervo,  etc. 

(Glosa. J  —  tM.\iy  alto  señor  maestre,  aquí  conviene  de  notar  que 
de  los  fuertes,  graves  e  diüciles  capitules  de  glosas  en  toda  la  Bi- 
blia sy  es  de  aquí  fasta  el  fin  deste  presente  capitulo  e  del  siguien- 
te, e  esto  por  la  división  que  entre  los  ebreos  e  los  latinos  en  la  ley, 
que  es  manifiesto  que  los  de  la  romana  eglcja  lo  apropian  e  ab- 
suelven en  Jesucristo  en  sus  virtudes,  dcsy  en  su  pasión,  e  que  la 
rescibió  por  el  humanal  linaje  salvar,  e  sobre  esto  prolixan  e  po- 
nen toda  la  su  intención.  Pero,  señor,  como  los  ebreos  non  creen 
que  Jesu  fuese  me.xias,  nin  menos  la  su  muerte  el  humanal  .linaje 
sainase,  ponen  este  capitulo  e  el  siguiente  en  israhel,  todos  signi- 
ficando los  bienes  que  auian  de  auer  después'  de  el  mexias  venido 
e  de  los  males  que  padecieron  en  sus  cabtiuerios,  e  después  en 


CO  A.     PAZ    Y    MELIA 

quanto  bien  e  prosperidad  se  les  convertiría  con  el  nascimiento 

del  mexias. 

»E  pues  es  maniñesta  e  en  placa  puesta  la  opinión  de  cada  una 
de  las  partes,  abracándose  cada  uno  con  los  artículos  de  su  fe,  este 
capitulo  e  el  católico  en  su  fee  siempre  debe  creer  lo  que  tiene  la 
su  santa  madre  egleja,  e  los  artículos  de  la  su  fe,  que  aquí  no  se 
ponerelacion.de  opiniones  á  fin  de  contradecir,  mas  vulgar  opi- 
nión, segund  que  en  muchos  logares  desta  biblia  esto  dicho  e  pro- 
testado es.» 

(Fol.  igi  vuelto.)  «e  quanto  yo  non  siento  absolvicion  que  la 
sed  farte  saluo  a  la  primera  faz,  que  especialmente  lo  dexo  a  los 
señores  maestros  en  theologla  e  bíblicos,  e  aun  aqui  desconciertan 
los  capítulos  por  otra  forma,  que  aqui  en  esta  ystoria  de  la  mere- 
trix  dise  como  Jerusalem  non  era  de  Israel,  e  en  el  libro  de  Josué 
pone  de  xxxj  reyes  que  Josué  mató  e  sus  tierras  ganó,  ser  un  rey 
de  Jerusalem,  asy  que  todo  siempre.  Señor  maestre,  te  conviene 
preguntar  e  requerir  maestros  en  esta  especial  parte.» 

(Fol.  169.)  «Que  á  Moyses  (en  la  revelación  de  la  zarza)  le  fue 
mandado  que  se  descalzase  de  sus  pies,  y  á  Josué  de  su  pie.  E  en 
esta  división  pocos  trasladadorss  topan,  e  es  un  gran  secreto  legal, 
e  dubdo  sy  Sant  Gerónimo  se  le  fuese  esto  de  la  memoria,  salvo  si 
la  biblia  por  donde  el  romaneó  non  estoviese  viciosa.» 

Por  tanto,  en  las  doctrinas  y  en  los  valles  glorificad  al  Se- 
ñor, etc. 

«Los  logares  que  en  esta  trasladacion  divisó  Sant  Gerónimo  de  lo 
substancial  del  ebrayco,  quier  por  multitud  de  las  equivocaciones, 
o  por  el  libro  do  él  trasladó  ser  mal  puntado,  o  pbr  puntar,  quier 
por  otras  causas,  son  innumerados,  que  uno  de  ellos  es  este  nuestro 
presente  texto,  conviene  de  notar,  que  aquello  que  Sant  Gerónimo 
romaneó  por  tanto,  en  las  doctrinas  e  en  ¡os  valles,  dize  el  ebray- 
co; pero  concordando  las  trasladaciones,  conviene  de  notar  que  este 
propheta  dizia  a  los  omnes  de  todo  el  mundo  que  visto  oviescn  el 
vencimiento  del  antecristo  e  su  caymiento,  que  todo  el  mundo, 
asy  los  de  las  muradas  villas  como  las  Ínsulas  e  valles  que  en  sy 
doctrina  tomasen  para  glorértcar  al  señor  Dios.» 

el  fue  ruben  e  yugó  con  vilba,  manceba  de  su  padre 

«E  los  sabios  del  Talmud  asy  lo  confirman.  Díxo  raby  abraham 
estas  palabras  sobre  este  dezir:  cjO  quanto  bien  nos  dixeron  los 
nuestros  antecesores,  que  el  que  encubre  desonrra  cuerdo  es!» 
Algunos  dizen  que  es  concorde  con  los  talmudistas,  e  yo  digo  que 
es  discorde  de  ellos  en  esto j 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  5I 

»E1  maestre  pone  que  la  ley  relata.  Yo  fi/e  este  romance  sobre  la 
{¡losa  de  Aben-ezra,  e  segund  lo  que  sufre  el  ebrayco;  pero  sant 
Gerónimo  pone  que  dize  el  texto:  j'o  descenderé  con  mi  fijo  al 
infierno,  e  notan  de.aqui  que  todos  los  santos  padres,  fasta  la  ve- 
nida de  J.  C,  que  todos  yuan  ai  infierno,  etc.,  e  sant  geronimo 
fizo  de  saol  en  ebrayco  que  es  el  intierno,  etc.» 

(Rabí  Arragel  traduce:  «Caso  que  sea  descendido  enla  fuesa,  yo 
descenderé  con  el  duelo  de  mi  hijo.')) 

(Fol.  485  vuelto.)  «En  el  principio  del  Paralipomenos  habla  de 

su  origen,  y  dice:  i esolo  este  punto  faze  a  los  judios  non  auer 

por  abtenticos  los  libros  que  bant  Geronimo  falló  en  babilonia  e 
los  puso  en  número  de  libros  de  biblia,  por  quanto  estos  zacharias 
€  raalachias  e  todos  los  otros  non  fallaron  estonce,  asy  como  pro- 
phetas  les  diesen  fe  e  abioridat,  ser  verdat  e  escriptos  por  prophetas 
aquellos  libros,  asy  como  Judich,  la  sabiduría  de  salomón,  los 
machabeos,  etc.,  que  para  fazer  ocupilacion  (sic)  de  libros  syn  fe 
■de  propheta,  muchos  libros  se  podian  poner  enla  biblia.» 

Yo  so  el  Dios  todopoderoso,  etc. 

tA  lo  que  yo  romancé  Dios  todopoderoso,  el  ebrayco  non  dize 
saluo  Dios precador  ó  robador,  etc.» 

a.  la  parte  do  aclaraba  el  dia 

fGlosa.J— «esto  asy  a  romanear  yo  oue  por  concorde  con  Sarit 
■Gerónimo  e  con  los  de  los  mas  glosadores  ebrayquistas:  pero  lo 
que  el  ebrayco  dize  es  al  viento  del  dia,  e  esto  quiere  asy  dezir,  etc.» 

{Fol.  ^ovuelto.)  «non  embargante  que  yo  romance  en  este  ver- 
ío:  «.Non  le  escusa  nin  vedó  otra  cosa,  salvo  el  pan  que  comió,  (al 
pie  de  la  letra,  el  ebrayco  non  dice  saluo  e  Jion  sopo  con  el  otra 
cosa  saluo  el  pan  que  comiaj;  ouo  el  señor  maestre  de  glosar  e  de- 
zir  asy:  que  non  embargante  que  José  tenia  toda  la  casa  en  poder, 
que  le  non  sabia  su  señor  otro  gobierno  nin  deleyte  á  Joseph,  sal- 
uo aquel  pan  que  comia.» 

tNon  duermas  con  su  prenda  (del  pobre)  que  las  mas  traslada- 
•ciones  de  Biblias  ponen  erróneamente  fe)!  su  pren'da,  etc.,  cobija- 
dura  de  dia,  balandrán  ó  saya.» 


»2  A.    PAZ    Y    MELIA 


VII 

ALGUNAS  INTERPRETACIONES 

DEL   TEXTO    BÍBLICO 


(i."  Glosa  del  Génesis.J-En  el  principio,  etc. 

según  esto,  este  dolor  mtnciíjn  no  fizo  de  cosa  que  se  cria- 
se en'el  primero  dia,  saluantc  la  lux;  pero  el  maestre  de  Girona 

dize  asy:  . 

«En  principio  crió  Dios  las  cosas  todas  de  sm  ningún  elemen- 
to, saluü  que  crio  una  cosa  de  materia  muy  delgada,  impalpable, 
saluo  que  es  una  tal  massa  apareiada  para  rescebir  forma  de  cual- 
quier cosa,  la  qual  cosa  que  asy  dicho  auemos  unos  la  llaman  el 
ylle  e  otros  le  llaman  la  primera  materia,  etc.» 

«dixo  mas,  por  quanto  en  el  (séptimo  dia)  secó  de  toda  su  obra 
que  crio  el  señor  para  fazer.  que  eslo  se  dice  por  este  mundo  ter- 
renal, por  quanto  en  cada  día  en  este  mundo  terrenal  de  nue- 
vo en  el  se  fazen  e  crian  todas  las  cosas  que  se  criaron  al  prin- 
cipio del  criamiento,  asy  omnes,  e  bestias,  e  arboles,  e  herbas; 
por  tanto,  dixo  que  crio  el  señor  para  fazer;  e  fazer  nota  que 
non  fazer  se  entiende  del  perfecto  tiempo,  nin  menos  fazer  por 
el  futuro  tiempo,  se  entiende,  e  por  el  presente  se  entiende; 
agora  sabe  que  las  obras  que  nuestro  señor  Dios  fizo  en  estos  seis 
dias  non  tan  sola  mente  signiticolas  obras  que  vedes,  que  en  estos 
dias  dize  que  fizo  en  ellos,  que  syn  dubda  también  en  ellos  signifi- 
co lo  que  en  el  mundo  auia  de  ser  e  de  contener,  e  la  ley  nueva  e 
Vieia,  e  el  mexias,  e  como  todas  las  leyes  han  una  de  seer,  convie- 
ne saber,  que  tu  bien  veyes  que  en  los  primeros  dias  del  criamien- 
to el  mundo  lleno  de  agua  estaba;  esto  significaba  que  en  los  pri- 
meros dos  mil  años  del  criamiento  que  en  el  mili  primero  adán 
nascio,  que  el  mundo  alumbro  e  ydolatria  en  su  vida  non  ovo;  en 
el  segundo  dia,  el  firmamento  fue  criado,  el  qual  división  fizo  de 
unas  aguas  a  otras;  significanca  esto  fue  que  noe  a  nascer  auia 
e  sus  fiios,  e  que  diuision  dellos  a  los  otros  que  en  su  tiempo 
ovo,  quel  escapo,  e  los  otros  murieron  en  el  diluvio,  lo  qual 
fue  en  el  segundo  millar  en  el  tercero -dia asy  en  el  tercero  mi- 
llar, etc.» 


LA    BIBLIA.    DE    LA    CASA    DE    ALBA  53 

(Génesis.)— E  planto  el  Señor  Dios  un  vergel,  etc. 

(Glosa.)— tt  en  razón  destos  dos  arboles,  digo  el  árbol  de  la  vida 
-e  del  bien  e  mal  saber,  quanto  entre  los  ebrarquistas  dotores  muy 

grand  question  e  división  es etc.,  e  dicen  que  el  árbol  de  la 

vida  que  en  medio  del  vergel  estaba,  e  que  el  árbol  del  bien  e  mal 
-saber  que  circundaba  al  árbol  de  la  vida,  e  con  todo  esto,  en  los 
-sabios  de  los  judios  unodellos  non  es  que  en  este  fecho  algo  diga, 
saluo  como  durmientes  e  non  9§tre  sueños,  quasi  e  non  concier- 
tan qué  árbol  fue  aqueste,  saUío  que  dicen  quel  árbol  del  bien  e 
mal  saber  quel  coyto  multiplicar  faze,  e  quel  árbol  de  la  vida  que 
€S  signiticanca  del  seso  e  del  libre  aluitrio  e  la  anima  razonable,  e 
di'zen  que  el'pecado  que  pecó  con  el  anima  razonable  en  bien  non 
la  espender  fue,  e  que  la  espendio  en  las  mundanales  cosas,  e  to- 
■dos  ellos  un  camino  e  por  diversas  guisas  en  esta  parte  siguen. 
Maestre  Muysen  de  egypto.dixo  un  tal  decir,  etc. 

Másenlo  efembra  los  crió. 

f Glosa. )—iíhvznls  el  testo  recuenta  que  de  la  su  costilla  a  Eva 
-fizo  e  crio,  asy  que  agora  paresce  que  dos  cuerpos  fizo,  e  asy  son 
en  opinión  algunos  dotores,  e  aun  para  la  su  opinión  en  esta 
parte  reforzar,  dicen  que  esta  primera  mujer  que  asy  con  él  criada 
fuera,  muriera,  e  que  quando  de  la  costilla  a  Eua  la  sacaron,  que 
por  tanto  dixo  aquesta  vez:  Esta  mujer  auia  de  ser  hueso,  etc. 

Seredes  como  dioses,  etc. 

i''G/osa.;—' Primeramente  te  conviene  saber  que  este  nombre 
Dios  que  equivoco  nombre  es,  e  que  a  lo  plano  se  primeramente 
dize  por  nuestro  señor  Dios.  Iten  que  se  dize  por  los  grandes  om- 
res,  segund  que  dixo:  Vieron  losfiiosde  los  dioses  las  fitas  de  los 
omnes,  etc.  E  dioses  en  el  logar  aqueste  grandes  omnes  dezir 
quiere  e  otros  muchos  semeiantes.  Desy  dicese  por  los  angeles,  e 
por  tanto,  nuestro  Señor  Dioses  llamado  Dios  de  los  Dioses.  Desy 
Dios  dizese  por  los  iuezes,  lo  qual  bien  manifiesto  es  a  quien  en 
la  ebrayca  lengua  algo  vio  e  sabe  ally  do  dixo:  Elohim  non  des- 
onrres,  que  non  embargante  elohim  Dios  en  otro  logar  sea,  ally 
iues  dezir  quiere,  ya  sea  que  San  Gerónimo  escriuio  en  esta  parte 
en  su  trasladacion:  Deus  non  detrahes  el  principi  populi  tui  non 
maledices.  Por  lo  qual,  algunos  son  en  opinión  seredes  como  Dio- 
ses, non  Dioses  dezir  quiso,  mas  como  grandes  omnes  e  iuezes 
para  cognoscer  bien  e  mal.s 

(Non  morir  moriredes.) 

(Glosa.)— t\ví  serpiente  dicen  que  empuxara  a  eua  en  guisa  que 
tocase  en  el  árbol  e  dixole:  « vees  aquí  dona  necia  que  ya  tocaste  en 


54  A.    PAZ   Y    MELIA 

el  árbol  e  non  murieste  por  ello;  menos  moriredes  por  el  comer  det 
árbol;»  e  que  eua  respondiera  a  la  serpiente:  oNin  esto  non  es  a  mi 
prueba  para  el  non  morir,  que  el  señor  dixo:  En  el  dia  que  del 
comieres  morir  morirás,  e  el  dia  aun  pasado  non  es.»  E  que  es- 
tonce qtie  respondiera  la  serpiente:  «O  que  bien  dices  amiga,  ase- 
gunt  tu  dizes,  condepnada  a  muerte  eres;  pues  la  muerte  non  se  te 
escusa,  el  comer  del  árbol  non  dubdes,  que  sobre  negro  non  tiñe 
tinta,  e  entonce  tu  veras  que*bien  asi  como  non  por  el  tocar  mu- 
riestes,  menos  por  el  comer  moriredes,»  e  que  asy  comiera  con  este 
enduzimiento,  ella  comiera  e  a  su  marido  diera,  etc.» 

fe  dio  también  al  su  marido  con  ella],  etc. 
fGlosa.J—mWa  acordó,  pues  el  mal  era  fecho,  que  non  bien  se- 
ria ella  morir  e  adán  beuir,  que  con  otra  mujer  se  casase.» 

c (Llama  a  los  tratos  de  la  serpiente  con  Eva  f abulias,  troui- 
cas,»  etc.) 

«E  lo  que  yo  mas  entender  e  saber  pude  de  quantas  escripturas  a 
mi  noticia  han  llegado,  fallo  que  todos  estos  negocios  figurativos. 
los  ponen;  pero  el  católico  creer  debe  lo  que  los  artículos  de  su 
fee  ponen,  e  la  figura  de  la  fablilia  que  oyestes  ponen  algunos,  di- 
zen  que  adam  significa  la  razonable  anima  e  libre  aluitrio,  etc.» 

(e  fcieron  dellas  hojas  de  jj güera)  quasi  brageros,  etc. 
(Glosa.) — «Manifiesta  mente  de  aqui  se  paresce  el  árbol  del  bien 
e  saber  qual  se  pagare  que  sea,  que  a  lo  menos  veemos  quel  coyto 
pujar  faze;  aun  tu  dirás:  esto  bien  paresceria  sy  la  ley  testimoniase 
que  coyto  fizieron;  respondo:  ellos  non  cubrieron  los  pechos  nin 
otros  semblantes  miembros,  saluo  cubrieron  las  sus  naturas  por 
quanto  con  ellas  pecado  auian;  aun  dezir  tornarás:  las  naturas 
instrumentos  del  engendrar  son  para  el  sostenimiento  de  la  espe- 
cia, lo  qual  bien  de  manifiesto  es,  e  pecado  por  ende  non  cargado 
deuiera  en  el  tal  negocio  ser.  Onde  cabo  respondo:  superfluyda- 
des  se  blesphaman,  e  nescesario  non,  conviene  saber,  comer,  beber 
en  lo  nescesario,  sostenimiento  es:  la  garganteria  vituperado  es,  e 
comunmente  toda  virtud  a  dos  caminos  tira.» 

(Génesis,  III,  i5.)— e  adversidat  e  enemistad  yo  porne  entre 
ti  e  entre  la  mujer,  e  entre  tu  semen  e  el  su  semen,  el  en  la  cabeca 
te  ferirá  e  tu  en  el  calcañal  le  Jerirás,  etc. 

f'G/oííi.^  — «Nota  que  sy  cabeca  principio  es,  calcañal  fin  sera, 
conviene  saber,  que  sy  a  la  serpiente,  quel  diablo  es  so  logar  te- 
niente, al  principio  que  a  el  viniere  en  la  cabeca  el  omne  non  le 
da,  que  a  la  fin  el  diablo  al  omne  ficre.  Guarda  esto,  que  secreto  es; 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  55 

e  aun  en  el  ebrayco,  á  lo  que  yo  en  el  calcañal  le  ferirás  roman- 
cé, dice:  en  el  calcañal  le  siluaras;  e  esto  se  entiende  haber  ser- 
pientes que  antes  que  muerden  silvan.» 

e  para  adam  non  fallo  non  fallo  ayuda 

fGlosa.J  — «que  tal  como  el  fuese  non  quiso  femhra  suya  Dios 

mostrarle,  nin  el  para  su  ayuda  se  contento  fasta  que  a  eua  lo  tra- 

xeron.» 

< 

e  lomo  una  de  sus  costillas,  etc. 

('G/oM.yl— «Costilla  en  algunos  logares  parte  o  pedazo  quiere  de- 
zir,  e  aqui  fago  punto.  Dixo  Adán:  la  ves  aquesta,  esta  muger 
auia  de  seer  huesso  de  los  mis  huessos  e  carne  de  la  mi  carne;  ■  la 
trasladacion  de  Sant  Gerónimo  deste  mi  romance  por  las  palabras 
aquestas  se  agrauiara  e  el  ebrayco  non;  e  tanto  quiso,  según  opi- 
nión de  algunos,  aqui  adam  dezir  como  que  la  entencion  que  á  los 
nombres  poner  le  fueron  las  animalias  traydas  a  a  fin  fuera  de  veer 
sy  de  algunas  dellas  adam  se  pagara  por  muger,  de  las  quales  non 
se  contentó;  otros  dizen.  como  ya  oyestes,  que  másculo  e  fembra 
al  principio  fueron  criados,  e  qual  que  tanto  por  muger  la  touo,  e 
dessy  lo  que  della  Dios  fizo,  non  la  ley  lo  dize;  pero  agora  por  esta 
muger  dixo  con  razón  adam:  la  ves  aquesta,  esta  muger  auia  de 
ser  huesso,  etc.,  etc.» 

la  qual  luego  a  adam  traxo,  etc. 

/'G/OM.;  — «algunos  absuelven  que  la  ley  fabló  segund  la  ymagi- 
nacion  de  adam,  que  el  ymagino  que  bien  asy  como  las  otras  ani- 
malias traydas  le  eran  para  nombres  poner,  que  bien  a  esta  enten- 
cion eua  trayda  le  fuera e  que  la  ley  mención  faga  e  arme  so- 
bre ymaginaciones  probar  se  puede.  Dizese  en  el  principio  del 
libro  de  Josué,  3,,°  capitulo,  que  los  de  Jericho  persiguieron  a  los 
mandaderos  de  Josué  hasta  el  Jordán;  pero  el  perseguimiento  atal 
en  pos  ellos,  según  las  sus  opiniones  de  los  de  Jericho  eran,  non 
según  verdat.» 

e  por  tanto,  e  pues  asi  es,  etc. 

(Glosa.)  — iiL.2L  segunda  glosa  que  aqui  fazen  es  ya  sea  verdat 
que  la  latina  trasladacion,  nin  menos  algunos  ebrayquistas  con 
este  romance  asy  fecho  en  que  yo  romance  por  tanto  e  pues  que 
asy  es,  concordes  non  serán  conmigo;  pero  yo  so  cierto  que  las 
equivocaciones  negar  non  negarme  puede  el  ludio;  e  la  glosa  deste 
dezir  _por  tanto  e pues  que  asy  es,  que,  como  bien  vosotros  vee- 
des,  que  en  los  casamientos  las  mugeres  todas  non  a  voluntad  de 
los  maridos  sallen,  e  a  lo  que  ellos  51  dizen,  ellas  con  el  non  pres- 
tas sallen,  dize  agora  aqui  que  por  la  muger  que  con  lo  que  su  ma- 


r6  A.    PAZ    Y    MELIA 

rido  Otorgare  ella  dixere  asi  es,  que  es  de  dexar  omne  su  padre  e  su 
madree  coa  su  muger  juntarse,  e  que  dessy  su  opposito  el  non  es.» 

Dixo  C hay  11  a  Abel,  su  hermano. 

fGlosa'.J—'Lo  que  le  dixo  la  ley  non  faze  dello  mención,  saluo 
los  dolores,  como  quien  a  caza  anda,  dizen  que  le  dixera:  «Tu  e 
yo  el  mundo  partiremos,  e  por  yo  chayn  el  primogénito  seer,  las 
dos  tercias  partes  en  el  yo  tomare. 

«Otros  dizen  que  non  sobresté  la  baraia  ovieron,  salvo  que  le 
chayn  a  abel  dizia  que  otro  mundo  nin  otra  pena  nin  gualardon 
non  auia,  e  que  abel  el  sy  defendía,  e  que  sobre  esto  lo  matara. 
Non  embargante  fablilia  iudayca  sea,  la  su  figura  una  es,  conviene 
saber,  que  non  en  este  mundo  se  enfinjen,  e  del  mucho  curan, 
saluo  los  que  la  eterna  vida  e  gualardon  e  pena  del  venidero  mun- 
do negasen,  e  en  ello  ereges  fuesen. 

«Algunos  dicen  que  fembras  mellicas  con  Cayn  e  Abel  nas- 
cieron.i^ 

{Jeremías,  Jol.  31  vuelto,  2^.)  — Fasta  quaiido  as  [de  te  viciar 

e  deleylar  (i)]  la  fiia  vaga  que  crio  el  señor  iiueiia  en  la  tierra 

míe  la  fembra  circundara)  ^  .   .  ,  , 

<^ui.  ••.-j^  \(sic)  varan  (21. 

se) 
(Glosa.)  — -A(\\ii  son  divisos  también  los  glosadores,  que  los  lati- 
nos lo  toman  por  santa  maria  que  fue  un  miraglo  infinido  nueuo, 
que  lo  tal  jamas  non  fue,  es  de  saber,  que  una  fembra  se  encintase 
de  uno  que  fuese  Dios  e  omne,  e  que  fuese  virgen  antes  del  parto 
e  después  del  parto,  e  esta  fue  una  infinida  e  nueua  marauilla  que 
otra  mente  encobarse  una  muger  de  un  varón  según  el  natural  cur- 
so humano  non  fuer?  miraglo  nin  cosa  nueua,  e  los  ebreos  dizen 
que  esto  se  toma  en  figura,  conviene  a  saber,  que  el  señor  Dios  es 
el  marido  e  israhel  la  fembra.  e  que  lo  que  fasta  estonces  auian  de- 
xado  a  Dios  e  dioses  ágenos  seruir,  que,  el  mexias  venido,  que  la 
fembra,  es  de  saber,  israhel,  circundara  e  buscara  al  su  varón,  es  de 
saber,  al  señor  Dios,  con  mucha  oración,  devoción  e  penitencia.» 

(Zacarías,  cap.  12,  Jol.  369  recto.]— et  cataran  a  mi  (3)  el 
que  dieron  laucada  (4). 

(i)     Sobre  raspado. 

(2)  Creavit  Dominus  novum  super  terram  fsmina  circundavit 
virum.  (San  Jerónimo.) 

Creavit  Dominus  salutem  in  plantationem  novam,  in  salute  tua 
circuibunt  homines.  (Los  Setenta.) 

{3)     Raspada  una  palabra. 

(4Í  Tertuliano  leyó:  quem pupugerunt;  otros,  compuxerunt  vel 
confi.verunl,  etc. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  57 

fGlosa.J  — caqui  son  divisos  los  ebreos  de  los  latinos:  que  los 
latinos  dicen  que  quiere  decir  que  tamaña  será  la  batalla  en  aquel 
día,  que  la  egleja  se  vera  en  tanta  tribulación  que  non  ternan  otro 
reparo,  saluo  alear  el  pendón  con  la  cruz  e  el  Jehesu  señalado  con 
las  sus  llagas,  e  la  laucada  que  le  dieron,  e  que  esto  sera  el  su  re- 
paro, que  quando  se  vieren  en  tribulación  que  tengan  mientes  en 
la  pasión  de  ¡hesucristo,  e  que  el  los  librara;  pero  los  ebreos  dicen 
que  tal  victoria  aueran  entonces  israhel,  como  ellos  dizen  que  lo 
son,  que  por  un  solo  de  israhel  que  aquel  dia  muriese  de  alguna 
lancada,  que  con  grande  esclamacion  cataran  a  Dios  quasy  acha- 
cándose que  como  ser  pudo  que  uno  muriese  de  israhel,  e  que  por 
aquel  solo  no  farian  tan  fuertes  llantos  en  jerusalen  mas  que  el 
planto  de  adaremon  en  el  campo  de  magadon,  segund  que  luego 
en  breve  diremos,  a  Dios  plazienJo.» 

(Osea,  cap.  i.  fol.  352).— Qwe  moco  es  israel  al  qual  yo  ame 
e  desde  egipio  llame  al  mi  pió  (i). 

(Glosa  J—isl  propheta  aqui  reprehende  a  israhel  quanto  fueron 
descognoscidos  israhel  al  señor,  que  desde  que  mocos  eran,  quasy 
diga  desdel  pricipio,  los  bien  quiso,  e  desde  egipto  los  llamo  el  mi 
fijo,  que  asy  enbiaua  a  dezir  a  pharaon  por  israhel:  enbia  al  mi 
fijo  e  seruir  me  han,  e  enbiole  las  diez  plagas  fasta  que  los  enbio 
segund  que  oystes.  Ya  sea,  señor,  que  el  evangelio  prueua  de  aqui 
la  buclta  que  santa  maria  se  boluio  con  el  su  fijo,  ihesu  de  egipto 
por  spiritu  santo,  e  que  ally  se  cumplió  este  testo,  «desde  egipto 
llamé  al  mi  fijo,»  segund  lo  pone  sant  johan  en  el  su  evangelio.» 

«Otros  dizen  que  viera  Joseph  a  sus  hermanos  vestidos  de  pórpo- 
ra,  e  dixo:  como  consigue  omnes  de  tales  ropas  venir  comprar  ci- 
uera?  saluo  que  se  presume  que  sodes  esculcas  et  el  hardit  de  la 
tierra  saber  venides,  que  los  otros  que  vienen  a  pan  comprar  non 
vienen  salvo  con  ropas  de  pequeños  precios,  lo  qual  vosotros  ui- 
sados  de  mercaderes  venides.» 

Dixo  Jacob:  « las  mis  canas  vayan  con  mala  postrimería 

al  infierno»  (esta  palabra  está  raspada). 

(Glosa.)— (í&qm  divisan  los  latinos  de  los  judíos  que  dizen,  etc.. 
e  non  confusión  a  esta  opinión  la  trasladacion  judayca  traerá,  tan- 
to digo  que  el  judio,  do  quier  que  sant  geronimo  romaneo  el  in- 
fierno, el  judio  sepulchro  o  fuessa  romanea,  e  aunque  fuessa  ro- 
mancen infierno,  quier  dezir  en  esta  guisa  que  por  dicho  tenemos, 
que  la  anima  del  justo  al  señor  sube  a  los  cielos  e  el  cuerpo  va  a  la 
fuessa,  pues  donde  mención  aqui  fizo  aun  a  la  judayca  opinión 

(1)     Los  Setenta:  filias  ejus. 


c8  A.    PAZ   Y    MELIA 

que  yria  a  la  fuessa,  a  entender  bien  dio  que  no  mención  fazian 
salvo  del  cuerpo,  e  quasi  las  animas  perdidas  o  no  en  gloria  estar 
fasta  la  venida  del  mexias  quel  mundo  saluo;  pero.  Señor,  los  ju- 
dies han  toda  la  contra  de  esto,  e  todos  quantos  locares  sant  Jeró- 
nimo romaneo  inferno,  los  judios  romanean /¡íeMo.  ó  sepulchro.» 

que  el  cayado  de  Dauid  significaba  la  cru^  de  Cristo,  etc. 
pero  el  judio  non  tiene  cosa  ninguna  desto,  nin  entiende  que 
esto  asy  podria  estar.  > 

(Reyes.)—  «En  el  Regimiento  de  los  principes  fallé  pulga  biua; 
pero  el  ebrayco  nin  sant  Jerónimo  non  dizen  sinon  una.» 

(Génesis,  fol.  39  vuelto.)— Vio  Sarra  el  fijo  de  Agar  la  egip- 
dona  que  escarnecía,  etc. 

(^G/üM.;— «Nicolás  de  Lyra,  en  su  glosa,  alega  sobre  este  paso 
a  rabi  Salomón,  quel  dize  asy:  que  a  lo  que  yo  en  esta  biblia  ro- 
mancé que  ysmael  que  escárnesela,  paresce  que  como  este  vocablo 
es  en  ebrayco  mecaheque,  e  es  equivoco,  raby  salomón  romaneo  en 
su  biblia  que  trebejaua,  e  aun  dixo  que  en  este  trebejo  que  aco- 
metió ysmael  tres  pecados,  conuiene  saber,  ydolatria  e  omecida  e  ■ 
fornicio,  e   que  todo  esto  sufre  la  equivocación  de  macaheque 

(Pruébalo  citando  pasajes  de  ¡a  Biblia) Fornicio  dixo  la 

muger  de  potifar  por:  Joseph  vino  a  mi  el  siervo  judio  a  trebejar 

comigo,  que  tanto  quería  dezir  como  a  dormir  comigo E  raby 

salomón  non  es  concorde  en  los  maleñcios,  saluo  en  el  romance 
en  que  trebejaua  como  los  otros  niños;  e  maestre  león  de  bañólas 
romaneo,  como  yo  romancé,  que  escárnesela,  etc.» 


VIII 

EJEMPLOS  DE  GLOSAS  DE  ESPÍRITU  CRISTIANO 

DICTADAS  AL  JUDÍO 

«Algunos  dotores  de  la  eglesia,  contra  el  judio,  dizen  que  signi- 
ficaciones del  pan  e  del  vino  de  los  sacrificios:  que  yerren  en  está 
significanca  non  es  maravilla,  que  non  es  esta  la  primera  yerra 
que  tiene,  que  aun  los  mismos  prophetas  veyen  las  cosas  en  reve- 
lación e  non  las  sabia  judgar,  etc.» 

(Pone  un  ejemplo  de  la  profecía  de  Jeremías,  y  añade:) 

«Dixo  Daniel:  Yo  vy  e  non  entendí.  Mayormente  el  judio  que 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  59 

este  ciego  en  las  significaciones  de  la  ley;  por  ende  debes  saber  que 
todo  el  misterio  e  oficio  de  la  ley  vie)a  fué  cambiado  por  el  oficio 
del  samo  cuerpo  de  Dios » 

«E  lo  que  dixo:  saco  pan  e  vino,  aunque  sea  segund  la  costrui- 
cion  del  judio,  es  quel  cáliz  esta  en  el  altar,  etc. a 

«E  por  quanto  en  mas  de  tres  lugares  de  mi  oyras  ó  como  e  por 
qual  razón  la  circunsycion  (sic)  fue  convertida  en  el  bautismo » 

«Fasta  aqui  glosado  auemos  al  pie  de  la  letra,  e  segund  opinión 
de  algunos  dotores;  pero  pues  toca  a  articulo  de  fe,  en  razón  esta 
que  se  sepa  sy  este  pecado  de  Adam  fue  perdonado  o  por  quien. 

(Concluye  que  el  pecado  original  necesitó  la  Pasión  de  Cristo, 
etc.,  conforme  con  el  catolicismo.) 

E  bendixo  el  señor  el  séptimo  dia  e  santificólo,  etc. 

«Oíros  dizen  que  la  bendición  recude  a  los  omnes  que  el  sábado 
guardaren,  que  el  señor  los  bendecirá,  e  la  bendición  que  asy  ave- 
ria animal  la  ponen,  conviene  saber,  que  los  omnes  los  pensamien- 
tos humanales  dexando,  la  anima  en  si  cobra  virtud  contemplan- 
do con  Dios,  estudiando,  orando,  los  sermones  de  Dios  oyendo,  sin 
dubda  la  anima  católica  se  faze,  e  con  tanto  nuestro  señor  Dios  pro- 
véelo con  bendición.  Considerar  debemos  que  todas  las  festas  en 
la  ley  sábados  se  nombran  e  guardar  se  deben  complida  mente  asy 
como  el  mesmo  sábado.» 

(Fol.  285  vuelto.)— «'E  muy  alto  Señor  Maestre,  con  razón  deue- 
mos  los  de  la  catofica  fe  de  laudar  el  nombre  del  señor  dios  que 
nos  dio  la  ley  de  verdat.» 

«En  esto  es  la  división  entre  nos  los  ylluminados  de  la  católica 
fe  e  los  philosophos.» 

En  muchos  lugares,  como  p.  e.,  cuando  dize  que  al  fin  los  hom- 
bres tendrán  una  sola  fe,  la  católica,  e  no  pecarán  más,  etc.,  aña- 
de: «Esto  que  dicho  es,  guárdalo,  que  sin  dubda  secreto  es.  o 

(Al  fin  del  Salterio): 

tltem,  por  decir  «todos  los  espíritus  alaben  al  Señor,»  noto  que 
todas  las  naciones  tienen  de  venir  en  conoscimiento  de  la  fe  ca- 
tólica, e  en  la  doctrina  del  verdadero  rey  mexias,  e  estonce  sera 
Dios  uno  e  su  nombre  uno.  E  plega  a  Dios  abreuiar  este  tiempo, 
e  que  seamos  nos  de  los  católicos,  amen.» 


5o  A.    PAZ    Y    MELIA 


IX 


CRITERIO    DE    RABÍ    ARRAGEL 

ENTRE  SUS  OPINIONES  Y  LAS  CRISTIANAS 

fFoI.  341  vuelto.)— fE  toda  la  mas  glosa  desta  biblia  en  los  mas 
logares  que  son  peligrosos  se  faze  asy,  relatar  opiniones,  que  esto 
es  lo  que  por  ty,  muy  alto  señor,  me  fue  mandado  en  esta  biblia, 
lo  qual  asy  fize,  e  relate  opiniones  a  fin  de  relatar,  non  de  exami- 
nar, que  el  examen  ya  deximos  en  el  proemio  deste  libro,  conuiene 
a  saber  en  el  proemio  de  la  biblia,  que  el  examen  pertenesce  a  los 
señores  deales  maestros  en  la  santa  theologia,  e  creer  lo  que  cree 
la  su  santa  madre  egleja  segund  que  esto  muy  muchas  veces  dicho 
tenemos  e  amonestado  e  citado.» 

«Muchos  preguntan:  sy  adam  peco,  ¿el  su  semen  que  culpa  ouo? 
Esto  responder  conviene  a  los  honorables  señores  en  la  sancta 
theologia  maestros,  e  entretanto  al  su  corregimiento  me  someto 
sy  algo  en  ello  fablare  adelante.» 

fFoL  50  recto.)— De  como  daua  Juda  a  Tamar  su  siello  e  su 
capa  e  su  ceptro. 

(Glosa.)— {Siete  líneas  raspadas,  y  encima  de  las  5  escrito):  «E 
muy  alto  señor  maestre,  aqui  conviene  de  notar  seer  infinida  diui- 
sion  entre  los  judios  e  los  cristianos,  que  los  cristianos  tienen  que  el 
mexias  auia  de  seer  Dios  e  omne,  e  los  judios  dizen  que  non  tien 
de  seer,  saluo  puro  omne,  e  que  aun  lo  esperan;  muy  menos  en- 
tienden que  el  mexias  saluase  las  almas  del  oreginal  pecado.» 

(Raspado.)  — vEt  queda  la  diuision  entre  latinos  e  ebreos  sobre 
sy  es  venido  o  non,  que  los  judios  afirman  non  ser  venido,  e  aun 
lo  esperan,  e  los  cristianos  dizen  ser  ya  venido.» 

Yo  so  adonay  tu  dios,  etc. 

fGlosa.)  —  «M.uchos  dolores  e  señores  tienen  quefazen  en  la  glo- 
sa destos  diez  mandamientos,  unos  los  glosan  por  una  via  e  otros 

por  otra e  de  mi  fago  testimonio  auer  visto  en  ellos  asas  glosas 

tan  luengas  que  ayna  montarla  las  costas  mas  que  el  prencipal, 
digo  que  la  glosa  de  aquestos  diez  mandamientos  tener  tanta  es- 
criptura  como  quasy  todos  los  cinco  libros  de  la  ley;  pero  yo  fianza 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  6l 

tengo  en  Dios  padre  quel  me  dexara  el  mi  modo  comencado  en 
esta  glosa  de  comienco  fasta  aqui  adelante  lleuar,  conuiene  saber, 
aprovechar  en  esta  breve  glosa  desta  biblia  a  servicio  de  dios  e  de 
aqueste  honorable  señor  maestre  para  quien  se  faze  con  tan  poca 
scriptura  como  lo  mucho  de  los  antiguos,  que  por  oficio  tengo  es- 
coger en  mucho  bien  lo  mejor  para  a  muchos  aprovechar,  etc.» 

«Muy  alto  señor,  pues  los  juicios  de  los  latinos  non  van  funda- 
dos por  solos  textos  de  biblia,  escusare  de  los  prolixar.» 

(Fol.  ■¡oj.)—Rachel  llora  sobre  los  sus  fijos,  etc. 

« que  en  pular  significo  (i)  un  secreto  en  la  ley  de  los  cristia- 
nos, el  qual  non  falle  en  los  registros  que  dados  me  fueron  por  los 
dichos  señores  que  me  enformaron  en  esta  obra  en  las  opiniones 
romanas;  pero  muy  alto  señor,  los  judíos  son  de  oposita  opinión.» 

«Pero,  muy  alto  señor,  los  judíos  han  otras  muchas  e  recías  glo- 
sas negando  el  baptismo.» 


X 

ALGUNAS  OBSERVACIONES 

CRÍTICAS,     HISTÓRICAS,     ETC.,     DEL    TRADUCTOR 

(Moros.)— 'ic^vte  han  las  viles  e  suzías  condiciones,  e  lanca  de- 
lantera la  unía,  diziendo:  «patifendido  soy,  segund  son  las  reses 
limpias  de  comer.» 

(Fol.  28q,  Isaías.) — Los  que  en  las  atalayas  están,  etc. 

oE  esto  se  toma  también  por  los  malos  prestes,  que  comen  bien 
los  beneficios  e  corrigen  mal  los  sus  perrochanos  e  ouejas  que  dios 
les  encomendó.» 

Venid,  tomare  vino,  etc. 

«Dice  agora  de  la  maluada  costumbre  de  los  malos  prestes,  que 
non  han  otra  acucia  saluo  darse  a  los  deleytes  de  los  sesos,  e  non 
a  los  espirituales. 

ífazense  beginos  los  ypocritas  e  begínos  que  traen  vestimentas 
de  ovejas  e  son  peores  que  lobos.» 

(i)     Raspado  y  escrito  encima. 


62  A.    PAZ    Y    MELIA 

(Éxodo,  Jol.&7  vuelto.) 

(Glosa..)  — «Toda  pregunta  non  se  escusa  de  ser  menos,  o  de 
omne  sabio,  o  de  omne  erege  o  de  omne  simple. 

»Ay  otra  quarta  persona  en  losíimnes,  que  tan  solamente  non 
sabe  preguntar  cosa  alguna.» 

(Deuter.,  foL  144  viíe/ío  J-«que  mejor  espenderan  el  tiempo 
en,  leer  de  la  biblia  que  en  leer  en  amadis  nin  la  conquista  de 
troya,  que  es  de  poco  provecho.» 

(Salmos,  _pnmera  hoja  vuelta..) -Bien  aventurado  es  el  varan 
que  non  andovo  en  conseio  de  malos,  etc. 

f Glosa..)— Muchos  han  antiguamente  una  quistion  movido 
atal,  que  sy  el  señor  Dios  sabe  quien  se  tiene  de  perder  o  de  sal- 
var,'quasy  que  el  libre  albitrio  humano  non  ha  ningund  logar, 
que  lo  que  Dios  sabe  tal  es  como  lo  sabe  e  tal  lo  sabe  como  ello  es, 
onde  se  sigue  que  el  obrar  de  los  omnes  sea  quoartado  a  la  pres- 
ciencia diuina,  pues  de  manifiesto  es  que  donde  quoartacion  es, 
non  es  libertad.  E,  señor,  esta  misma  quistion  enbio  expandida 
por  todo  este  reyno  aquel  tu  buen  cauallero,  comendador  e  poeta, 
fcrrand  sanchez  calauera.» 

(Ecclesiastes.)—^<Uueve  un  sabio  sin  escribir  sus  obras:  entra 
otro  hombre  en  su  ystudio,  e  falla,  por  registro  o  minuta,  en  cis- 
ternos  aquella  obra ponela  en  libro  lympiamente  en  perga- 
minos bedellynes  e  oro  e  azul,  etc.» 

(Libro  de  /05«e'.;— «Desta  parte,  Señor  Maestre,  non  es  muy 
lueñe  de  creer  que  esta  maqueda,  aqui  mencionada  en  el  testo, 
sea  la  tu  misma  Maqueda,  que  tu.  Señor  Maestre,  posees  "en  tu 
maestradgo,  de  guisa  que  el  rey  de  tu  misma  maqueda  tenia  alia 
otra  maqueda,  e  non  es  reprehensión  contra  mi  por  en  el  latín 
esta  maqueda  ser  escripta  maceda  con  c,  que  aun  en  el  latm  se 
falla  c,  que  suena  por  g,  como  por  decir  duques  dice  duces,  etc.» 

Torre  de  babilonia. 

»Despues  del  diluvio,  etc.  De  aqui  es  uno  de  los  logares  por  do 
se  prueba  que  el  mundo  en  persecución  o  pestilencia  seyendo,  que 
omne  non  deue  fazer  ñiios  fasta  tanto  que  aleada  aquella  pestilen- 
cia e  persecución  sea,  etc.» 

«Los  sarracines  en  la  Meca,  quien  mayor  pedrada  da  al  ídolo  que 
allí  tienen,  tiénenlb  por  más  santo. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  63 

))Su  ley  les  promete  20.000  vírgenes  á  cada  uno  é  infinidos  bu- 
ñuelos con  miel.t 

«Segund  que  oy  vemos  presciarse  más  dinero  que  sciencia.» 

«El  entendimiento  es  la  fixumbre  e  duramiento  de  los  esseres.» 

(Cap.  12,  Iiitrod.J—üLí  fe  se  tiene  por  varios  modos:  la  de  ios 
padres;  la  que  impresionan  los  maestros;  la  de  los  que  creen  se- 
gund el  portadgo  de  cerrada  carga  ó  siguiendo  á  los  que  habitan 
en  aquella  clima,  que  son  como  los  que  siguen  estandarte  en  la 
guerra.» 

'      «En  Dios  non  es  pularidat,  que  si  dos  ó  más  dioses  fuesen,  non 
se  podían  convenir  en  rre.n 

«A  lo  que  los  cristianos  dicen  que  como  Dios  tomó  humanidat 
se  ponen  imágenes  para  que  los  rústicos  é  ignorantes,  mujeres  é 
niños  tengan  idea  de  ella,  respondo  que  los  judíos  no  entienden 
ni  creen  que  Dios  tomase  humanidat,  y  que  los  instruidos,  como 
los  rústicos,  deben  saber  que  Dios  no  tiene  figura.» 

[Libro  de  ¡os  Reyes,  fol.  228  Tueho.J — ade  la  pestilencia  que 
hubo  en  Israel  por  haber  David  numerado  el  pueblo. 

(Glosa.)— n e  con  manzilla  notardeuemossy  los  que  non  to- 

uieron  templo  por  lo  non  poner  en  memoria,  fueron  condepnados, 
nos  que  en  poder  de  gente  insipiens  e  vil- como  son  los  moros,  lo 
veemos  que  los  nuestros  coracones  e  palmas  a  dios  alear  deuemos 
que  lo  torne  e  de  en  possession  e  poder  de  los  santos  católicos  de 
la  ley  diuina,  e  que  en  nuestros  dias  vulge  e  manifieste  la  verdat  de 
la  santa  fe  chatolica,  distruyendo  erronias  opiniones  e  dando  la 
gloria  a  "los  de  la  catholica  fe  e  todos  amen  dezir  deuemos  e  pre- 
ces e  oraciones  fazer:  a  dios  gracias.» 


XI     ■ 

EJEMPLOS  DE  CITAS  DE  AUTORES 

JUDÍOS    Y.  CRISTIANOS 

— tRaby  Moisen  de  Egipto  movió  asy  una  quistion  a  lo  que 
dixo  moysen,  diziendome  que  nombre  tiene  ese  Dios  que  les 
diré,  etc.» 


6j.  a.    paz    y    MfíLlA 

Lo  rebate  y  dice:  «Así  que  la  petición  o  question  de  moysen 
quasy  que  es  dicho  superfluo,  e  el  mismo  rraby  moysen  dize  en- 
de una  solución  con  la  qual  a  alpunos  farta  de  set,  por  lo  qual  yo, 
como  vi  la  glosa  (i)  de  maestre  León  de  Bañólas  e   con  un  poco 

de  remiendo  que  en  lógica  aprendí,  e  con  lo  que  mis {2)  abrió 

el  reverendo  magistro  fray (3),  digo  que  qualquier  lición,  etc., 

asy  que  a  magistre  moysen  de  egipto  tenemos  asentados  sus  incon- 
venientes e  dubdas  que  en  esta  parte  puso.» 

,E  los  judíos  son  en  otra  opinión,  diciendo,  etc.  E  Raby  Abra- 

ham  aben-ezra  (4)  dice el  Maestre  de  Girona  contrastóle  a  raby 

Abraham  aquesta  glosa,  e  dize  asy  que,  etc por  lo  qual  el  dicho 

maestre  glosó  que (5),  etc.,  asy  que  oydo  as  opinión  de  los  la- 
tinos, muy  plenariamente,  muy  alto  señor,  e  al  tal  as  oído  las  opi- 
niones ebraycas  sobresté  pa.=.o,  e  ya  dixe  en  el  prohemio  que  cada 
uno  deue  seer  fijo  en  los  fundamentos  e  artículos  de  su  fe.» 

—  E  su  muger  catando  en  pos  de  el,  tornóse  un  montón  de  sal; 
en  pos  de  ¡ot,  que  otramente  auia  de  decir  en  pos  de  ella. 

i'G/oM.yl— «O  quantos  montones  de  palabras  esplenden  ese  raby 
salomón,  e  mestrc  de  Girona,  e  los  Rrabot,  e  raby  Tanhuma,  e 
quantos  dotores  judios  e  cristianos  son,  e  aun  el  famoso  nicolao 
de  Lyra,  promouiendo  que  por  decir  el  testo  ataleo  su  mujer  en 
pos  del,  e  tornóse  montón  de  sal,  que  quiere  decir  que  su  muger 
de  lot  se  torno  montón  de  sal.» 

—  «El  Maestre  pone  que  la  ley  relata yo  fize  este  romance  so- 
bre la  glosa  de  Aben-ezra,  e  según  lo  que  sufre  el  ebraico;  pero 
Sant  Gerónimo  pone  que  dice  el  testo  «yo,»  etc.,  lo  que  dice  en 
los  raboth  raby  yuda,  fijo  de  rraby  cimon,  dize  que  estos  pozos, 
etc e  raby  mayr  dize etc.» 

—  iTrae  en  el  midras  ó  el  medras á  mi  parece  que  esto  que 

dice  el  midras etc.  Dice  raby  Salomón  en  nombre  del  Midras. 

«E  sy  alguno  preguntare  .un  tan  justo  como  ysaque  por  que  auia 
de  auer  pobreza,  preguntóles  yo  porque  fue  ciego  e  non  curo  del 
dicho  de  los  sermonistas,  que  dizen  que  fue  porque  ataleó  en  ros- 
tro a  mala  persona,  que  ese  dezir  secreto  yaze  ende e  el  Maes- 


(i)     Raspado. 
(2)     En  blanco. 

(4)  Aben  Ezdra  de  Calahorra  y  el  doctor  de  Calahorra  le  llama 
en  el  fol.  41  vuelto. 

(5)  Raspado. 


LA   BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  65 

trecoairasta  todo  esto  al  español,  e  es  en  seso  que  ysaque   estaua 

rico,  etc e  el  texto  non  dice  que  bendición  le  diera,  salvo  raby 

Salomen,  que  por  el  nombre  que  le  fundó  carga  de  ally  que  le 
otorgó  las  bendiciones,  etc.» 

sainólo  e  bendixo  Jacob  a  faraón,  etc. 

{Glosa.J—ii\a  escriptura  al  pie  de  la  letra  non  dize  saluolo,  saluo 
bendixolo,  e  por  quanto  non  se  falla  la  nota  desta  bendición  es- 
cripta,  ouo  de  dczir  rraby  salomón  que  non  le  bendixo,  saluo  que 
lo  saluo.  E  el  señor  maestre  dize  que  non  es  costumbre  saluar  al 
rey,  ca  los  omnes  eguales  saluanse,  pero  a  rrey  non  sainan,  por 
donde  ha  de  afirmar  el  que  non  embargante  que  la  ley  non  note 
la  bendición,  que  quiere  dezir  que  lo  bendixo,  ca  costumbre  es  de 
los  vie)OS  ancianos  quando  van  ante  los  reyes  que  los  bcndizcn  e 
dizen  que  Dios  ensalce  sus  estados,  o 

{Paralipómenos.J—iamigo,  si  mas  generaciones  de  israhel  tu 
saber  quisieres,  vete  a  los  libros  de  los  Reyes  de  Israhel,  e  ende  lo 
fallarás  plenariamente,  el  qual  libro  nos  es  fallado  a  nosotros,  pero 
fama  es  que-oy  dia  es  este  libro  que  aporto  en  la  cathcdral  egleja 
de  Santiago  de  Galicia,  lo  qual  si  asy  es  ¿como  este  libro  non  es 
ya  pasado  á  la  lengua  latina?» 


XII 

GLOSAS  QUE  PRUEBAN  LA  LIBERTAD 

QUE  LOS  CENSORES  DEJARON  AL  JUDÍO 

fFol.  46  vuelto. )~Docientas  cabras  e  veinte  cabrones,  etc. 

«En  los  ríi¿o/A  notan  del  numero  de  este  presente  según  lasfem- 
bras  e  los  machos  que  aqui  Jacob  envió,  qual  debe  ser  la  ración 
de  la  muger  en  la  cama,  e  dizen  que  los  folgazanes  la  deuen  dar 
a  sus  fembras  una  vez  cada  día;  los  obreros,  dos  veces  en  la  sema- 
na; los  recueros  con  asnos,  una  vez  en  la  semana;  los  muleteros, 
una  vez  en  un  mes;  los  marineros,  una  vez  en  tres  meses.» 

e  sallo  dina  Jija  de  lea,,  etc. 

(Glosa.)— i quería  dezir  que  era  sallidera,  tija  de  otra  salli- 

dera.  Sallidera  fue  Lea,  que  bien  sabes  que  salló  a  trabar  de  Jacob 
que  durmiese  coa  ella,  pues  la  tenia  esa  noche  comprada  por  las 
mandragolas  de  su  tijo  ruben,  e  agora  la  tija  suya,   porque  salló  a 


56  A.    PAZ    y    MELIA 

mirar  las  mugeres  de  la  tierra,  la  tomó  sachem.  Nota  que  la  muger 
e  la  fsallina  por  sallir  de  casa  se  pierden,  e  encerradas onesta  mente 
estar  dcuen.» 

(Cav.  34.)— -De  como  vino  Jacob  a  la  cibdad  de  Sequem,  e 
Dina,  fija  de  Jacob,  yugo  con  ella  sachem 

«Raby  Salomón  pone  que  por  dezir  yugo  con  ella,  se  entiende 
como  e  por  lugar  acostumbrado,  e  por  dezir  ajrigiola  se  entiende 
que  durmió  con  ella  por  lugar  non  deuido  nin  acostumbrado. 

Raby  Abraham  dize  que  dormir  con  qualquier  virgen  se  llama 
ajrigion  en  quanto  a  la  ora  del  sacar  la  virginidat.  El  señor  Maes- 
tre dize  que  non  faze  mención  nin  de  raby  Salomón  nin  de  raby 
abraham,  por  quanto  aunque  la  muger  corrupta  sea,  con  ella  dur- 
miendo por  fuerca  se  llama  ajrigion. m 

(E^equieU  Jol.  328  i'!/e//o J— «Va  diciendo  el  testo  las  maneras 
de  los  chonfamientos  de  las  mugeres  e  apalpamiento  de  tetas  e 
piernas,  e  los  logares  inyfabiles,  que  non  son  en  nuestra  lengua 
castellana  de  nombrar.  E  pues  que  faze  ensiemplo  en  fornicio, 
cumple  el  decir  las  maneras  del  yazer  e  chonfarse  la  piJta  que  non 
ha  vergüenca,  que  algunas  son  dellasque  la  maldat  que  fazen  que 
les  prende  a'lgund  tanto  de  vergüenca,  e  otras  ay  que  son  muy  be- 
llacas, e  aunque  son  fermosas,  habarren  las  los  omnes  por  ser  ve- 
Uacas,  e  asy  acompara  aqui  a  israhel  a  puta  fermosa  e  vellaca  que 
se  non  sabe  tener  en  algo. 

Ensiemplo,  la  puta  que  es  muy  caliente  que  se  non  farta,  que 
faze  ymagines  de  omnes,  sus  vergas  e  naturas  enfiestas  a  dos  fines, 
que  las  pone  a  los  ojos  de  los  que  vienen  a  dormir  con  ellas  por- 
que se  impresionen  en  aquella  vileza  e  mas  reziamente  puedan  con 
ellas  dormir,  o  que  quando  omnes  lesfallescen  que  se  vuelven  con 

aquellas  mismas  ymagines de   grandes  cuerpos  e  de  grandes 

vergas,  que  los  tales  omnes  busca  siempre  la  muy  puta.» 

Carnes  de  asnos  son  las  sus  carnes,  etc. 

«E  dize  por  los  chaldeos  que  eran  bestiales  omnes,  e  siempre  los 
bestiales  son  buenos  para  el  doñear  mas  que  los  sotiles  de  flacas  e 
delgadas  complisiones,  que  aquellos  tales  son  buenos  para  los  ys- 
tudios  e  buenos  consejos.  E  dize  agora  por  los  babilonitas  que  sus 
carnes  eran  carnes  de  asnos,  e  dixolo  el  testo  muy  cortes  mente,  e 
quiere  dezir  que  auian  grandes  vergas,  e  dixo  que  fluxo  de  caua- 
llos  es  el  su  fluxo,  significando  que  auian  e  lancauan  quando  con 
las  mugeres  dormían  multitud  de  esperma,  tanto  como  sendos  ca- 
ballos- e  esta  es  toda  la  cobdicia  de  las  falsas  e  meretrices  mugeres, 
grandes  e  recias  vergas  e  mucha  esperma,  e  asy  gO/;an  ellas.» 


LA    BIBLIA.    DE    LA    CASA    DE    ALBA  6/ 

fFol.  248.)  —  «Jezabel  mando  fazer  dos  ymagines  para  inducir  a 
su  mando  al  coito.» 

fFol.  loi  recto. J — «Cargan  gran  pecado  a  los  que  fazen  una 

habuminacion,  que  llaman  los  vellacos  la  p e  asy  la  llaman 

porque  sacan  la  e con  sus  puños.» 

{ Fol.  ICO  ruello.) — «quien  mas  doñeaua  su  fembra  me)or  servia 
a  su  Dios.»  (Descripción  obscena  de  las  fiestas  de  los  gentiles  á  Ve- 
nus, etc.) 

(Deuter.,  fol.  i5i  recto.) — Nin  eso  mismo  tenga,  muchas  mu- 
jeres  » 

f Glosa. )  —  ií3.lgvinos  quisieron  probar  que  el  rey  puede  auer  diez 
«  ocho  mugeres,  e  la  prueua  fazen  asy:  quando  Dauid  fue  re- 
prehendido por  nathan  el  profeta,  en  persona  de  Dios,  sobre  que 
■tomó  a  Bathsabé,  mujer  de  Urias,  le  dixo  asy:  O  como  topaste  en 
grand  maldat  en  tomar  casada  muger,  que  tu  bien  sabes  que  tienes 
seys  mugeres.  las  quales  menciona  bien  el  testo  en  el  primero  de 
los  Reyes,  e'si  estas  seys  te  eran  pocas,  yo  te  diera  otras  tantas  e 
otras  tantas.  E  sy  las  primeras  que  tenia  eran  seys,  otras  tantas 
con  otras  tantas  diez  e  ocho  serán;  e'en  esto  aquerdan  los  ebray- 
quistas;  pero  oy  la  romana  egleja  non  da  logar  de  lo  tal,  e  bien 
por  ende  por  ser  demás  deste  numero:  quando  abisag,  la  suna mi- 
te  troxieron  quando  era  ya  viejo  Dauid  para  que  le  calentase  en  la 
cama,  el  testo  testimonia  en  los  Reyes  que  non  se  aholuio  con 
-ella,  e  aun  por  ende  la  demandaua  por  muger  adonias,  su  fijo  de 
Dauid.» 

E  al  tu  marido  humille  seras. 

¡'Glosa.) — íDize  que  del  otros  dizen  esta  es  la  sangre  de  la  flor 
que  han  las  mugeres.  Del  marido  sogebta  seria.  Otros  dotores,  ve: 
yendo  que  el  vocablo  a  que  yo  hutnüle  romancé  es  equivoco,  ro- 
manearon ellos:  e  al  tu  marido  cobdiciarás.  E  dizen  que  mas  que 
el  bezerro  la  leche  quiere  la  vaca  darla  ama,  e  que  siempre  cobdi- 
cia  ella  con  su  marido  dormir,  mucho  mas  que  él  con  ella;  pero 
que  a  ella  vergüenca  le  ocuparla  para  lo  dezir  nin  por  la  boca  de- 
mandar.» 

fFol.  153  vuelto.)— Non  tome  la  muger  armas  de  varón,  etc. 

fToda  la  intención  deste  dezir  es  a  fin  de  redrar  a  los  omnes  del 
fornicio,  que  veces  auiene  que  una  muger  se  vestirá  ropas  varoni- 
les e  tomará  armas  e  se  porná  entre  los  omnes,  de  lo  qual  nasce  el 
fornicio,  e  por  contra  ciertos  mancebos  o  omnes  cobrirse  ropas  de 


gQ  A.    PAZ    Y    MELIA 

tnuger  e  yrse  dormir  en  las  vesiUas,  e  en  las  bodas  e  paridas  entre 
las  mugeres,  e  desonrarlas  e  complir  sus  amores  en  uno,  e  apla- 
zanse  para  los  tales  logares.  Algunos  dizen  que  por  dez.r  non  vista 
varón  ropas  de  muger,  aunque  la  ley  lo  dixo  encubierta  mente. 
que  quiso  dezir  que  non  ouiese  ninguno  de  habum.nac.on  sodo- 
l^t^c^  t  femimatos,  e  de  aqui  se  surge  que  el  varón  que  se  afei- 
tare el  rostro  o  truKere  las  barvas  e  cabeca  de  qualquier  tintura  a 
fin  de  canas  o  sus  semejantes  de  qualquier  afeyte  que  el  baruero 
le   adoua  las  cejas,  que  cae  en  este  pecado.» 

fCantarde  los  canlares.)-E¡  su  siniestro  braco  tiene  yuso  dé- 
la mi  cabeca  e  con  el  su  derecho  braco  me  abraca 

/Glosa  /-«Pues  todos  estos  cánticos  son  inventidos  por  regla  de 
enamorados,  dize  agora  que  la  gracia  del  dormir  de  los  enamora- 
dos es  que  debe  el  enamorado  tener  el  braco  siniestro  yuso  de  la 
cabeca  de  la  enamorada  e  abracarla  con  el  derecho  braco,  etc.. 

Clbid  ¡-Las  dos  tus  tetas  son  como  dos  onodios  rosas,  etc. 

/Glosa  J-íLa  muger  que  oy  viésemos  ceruiz  tamaña  como  una 
torre  los  dientes  como  cabras,  las  dos  tetas  tamañas  como  dos 
onod\os,  por  desdonada,  non  donosa  la  auenamos 

E  comencola  a  loar  desde  los  ojos,  e  de  los  ojos  vínose  a  la  cer- 
viz e  de  la  ¿erviz  a  las  tetas,  e  tomólo  por  esta  regla  en  loar  comen- 
cando  de  arriba  abaxo,  esto  por  quanto  este  es  el  camino  o  natura 
de  la  sciencia  de  la  theologia,  etc.» 

«Costumbre  es  de  las  meretrices  que  asy  como  veen  que  los  om- 
nes  non  van  con  ellas  dormir,  a  fin  que  dellas  se  mienbren,  cantan 
e  tañen  cithara  e  vanse  rodeando  por  la  cibdat. » 

/Fol  289  /W«.;-<'Dize  costumbre  es  de  la  mala  muger  que 
sv  mala  quiere  ser.  en  la  cama  con  su  marido  abracada  como  que 
a  purgar  ventosidat  se  desvia  del  marido,  e  es  que  tiene  el  putay- 
no  detras  de  la  cama  que  cumple  con  ella  su  vil  mostruoso  apeti- 
to, e  dize  al  marido  que  el  es  todo  el  su  bien  della.   .■ 

«Comunmente  la  providencia  divina  siempre  da  pena  que  res- 
ponda al  pecado  que  se  fizo,  pues  sigúese  que  sy  un  omne  puso  los 
cuernos  a  otro,  que  quien  no  soplete  qtie  sy  a  el  tornan  a  poner 
los  cuernos  es  en  pena  de  los  que  puso,  bien  en  breue  entropeca- 
ria  e  caeria  en  desesperación  diziendo  que  non  ha  providencia 
divina.» 

(Fol.  305.)-.falsos  prophetas  sedechias  e  acab,  que  iba  el  uno  a 


LA.  BIBLU  DE  LA  CASA  DE  ALBA  69 

ia  muger  fermosa  e  diziale:  De  parte  de  Dios  te  digo  que  el  me 
•dixo  anoche  que  tu  durmieses  con  mi  compañero  e  que  te  enco- 
baras de  un  fijo  sabio  e  propheta,  e  sy  lo  non  l'azes  nbn  compliras 
el  mes.  E  esto  te  digo  de  parte  de  Dios,  que  non  lo  sepa  el  tu  va- 
rón. Ella  con  miedo  embiaua  por  el  e  pidióle  por  merced  que  cle- 
mencia de  ella  e  de  su  jouentud  ouiese,  e  non  íuese  causa  dé  su 
muerte,  e  que  quisiese  dormir  con  ella.  El  qual  dauale  a  entender 
que  por  la  viviftcar  dormia  con  ella.  E  al  tal  fazia  el  otro  quando 
■el  su  compañero  de  alguna  otra  semejante  muger  se  enamoraua, 
diziale  él  otro  tanto,  fasta  que  gela  recabdaua  e  dormia  con  ella;  e 
íisy  dormían  estos  dos  falsos  prophetas  sedechias  acab  con  las  mu- 
jeres casadas e  después  los  quemo  Nabucodonosor.» 

......  fallase  que  auian  razón  de  faraón  por  letrados  e  juezes  acla- 

'Tadores  de  los  pleitos e  aun  dizen  que  esta  ración  les  fuera 

puesta  por  Faraón  desde  que  judgaron  el  pleito  de  la  rotura  d^  la 
ropa  de  Joseph,  que  le  rompió  sú  señora  en  esta  guisa:  ella  di:¿já 
que  Josephla  forcó.  Joseph  se  escusaua  e  desmentíala;  la  ropa 
fallauase  en  poder  della  rota;  non  sabian  a  quien  dellos  creer.  E 
■estos  sabios  sentenciaron  que  sy  la  rotura  de  la  ropa  de  Joseph  es- 
taua  a  la  cagueta,  era  signa  que  ella  gela  rompiera  a  él,  e  él  non 
<3uo  culpa" alguna;  e  que  si  la  rotura  era  por  la  delantera,  quel 
mesmo  Joseph  se  lo  fizo  por  fuyr  della,  e  ella  dizia  verdat,  e  qu'e 
fallaron  la  rotura  por  la  cagera.  e  que,  por  tanto,  escapo  Joseph  e 
non  murió.  E  que  este  consejo  pareció  bien  a  Faraón  e  púsoles 
por  ende  ración.» 

CFol.  50  v!íe/ío.;— «Costumbre  veemos  ser  que  las  barraganas  e 
putas  porque  dellas  enamoren  descubren  cara  e  pechos,  e  las  bue- 
nas mugeres,  por  el  contrario,  que  se  cubren. 

Raby  Tanhuma  dice  que  costumbre  es  en  tierra  del  emory  que 
la  muger  quando  se  ponia  en  el  burdel  que  antes  se  ponia  en  una 
c-uzijada  de  caminos  por  se  publicara  los  caminantes.» 

(Fol.  238  vuelto  )—Como  vino  la  reina  de  Saba  a  veer  a  Salo- 
món e  el  présenle  que  le  hi^o. 

E  como  el  rey  salomón  vino  Jablole  quanto  en  su  coraron  te- 
nia, etc. 

«Algunos  dizen  que  como  era  ella  prudentissyma,  muger  e  muy 
sciendfica,  que  quiso  tentar  a  salomón  en  las  sciencias  por  veer  sy 
eran  concordes  fama  con  fecho.  Otros  dizen  que  esta  reyna  auia 
en  su  natura  tales  cabellos  que  tanto  de  recios  e  fuertes  eran' que 
non  bastaua  para  los  alimpiar  dessy  para  con  su  varón  dormir  na- 
vaja nin  tisera   non  bastaua,  e  salomón  enseñóle  la  compuesta 


7©  A.    PAZ   Y   MELIA 

del  oro  de  dueñas  mundificador,  que  otra  mente  el  varón  que  con 
ella  durmia  lastimauaseen  aquellos  sus  cabellos;  e  a  qualquier  de 
las  glosas,  mucho  contenta  ella  se  touo  de  la  sciencia  de  sa- 
lomón  

E  dicen  que  la  reina  de  Sabá  dio  al  rey  salomón  120  quintales 
de  oro  e  muchas  infinitas  especias  e  piedras  preciosas.» 

• 

XIII 

FABLILLAS  JUDAICAS  Ó  CUENTOS 

La  serpiente  era  artera,  etc. 

(Glosa)— <i e  dizen  una  fablilla  atal,  que  la  serpiente  como- 
desnudos  á  adam  e  eua  viera  que  estauan  faziendo  adulterio,  e  que 
cobdicia  del  abto  aquel  la  serpiente  ouo;  e  la  figura  de  aquesta 
fablilla  es  lo  que  ya  oyestes  del  satán e  del  ángel  maligno.» 

«Dizen  en  las  judaycas  fablillas  que  se  juntaron  todas  las  anima- 
lias  e  para  la  serpiente  se  fueron  e  dos  demandas  le  fizieron:  la 
una  fué  que  le  dixeron:  amigo,  dinos:  sy  el  león  rapiña  faze  o  el 
osso  o  el  lobo,  o  si  las  aves  matan  e  cacan,  provecho  ende  alean- 
can;  pero  tu,  que  muerdes  e  te  vas  dexando  la  tu  peconia  e  tossico, 
e  non  ende  cosa  ganas,  e  luego  echas  á  fuyr? 

»E  dizen  que  la  serpiente  respondiera:  Amigos,  lo  que  esto  asy  a- 
mi  demandadcs  al  murniurador  que  dize  e  de  unos  en  otros  andan 
mezclando,  esto  asy  le  demandad  qual  interesse  el  ende  alcanca^ 
lo  qual  nos  non  le  vemos  ende  pro  alguna  alcancar,  e  quando  el 
vos  absolviere  el  su  porqué,  yo  el  mi  porqué  absolveré. 

»La  segunda  question  que  asy  las  animalias  a  la  serpiente  fizie- 
ron fue:  Di,  amiga,  por  razón  qual  tu  la  tu  morada  eligieste  lo  mas. 
continuo  en  los  sitos  e  en  las  bardas  fazer  mas  que  en  los  otros  lo- 
gares? 

»Dizen  que  respondiera:  Sabed  que  por  cuanto  yo  el  sito  e  la 
barda  de  todo  el  mundo  yo  por  mi  pecado  rompí  enduzir  a  Eua,. 
por  onde  tanto  mal  e  muerte  al  mundo  recreció,  en  memoria  de 
aquel  pecado  yo  asy  esto. 

Estas  fablillas,  la  figura  dellas  e  las  sus  proes  manifiestas,  son;»- 

E  como  Noé  espertó  de  su  vino,  etc. 

(Glosa.) —  «En  las  fablillas  judaycas  dizen  que  noe  plantando  es- 
tando la  viña,  quel  sathan  viniera  e  ante  Noe  se  parara  e  pregun- 
tóle: Di,  omne,  ¿qué  ende  plantas?  Dixole:  Viña.  Dixo  el  satán: 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  ?! 

¿E  qué  esa  viña  sabe  fazer?  Respondióle  dixo:  El  su  fructo  muy 
suave  e  dulce  es,  quier  verde,  quier  seco,  mayormente  que  vino 
dende  fazen  con  que  los  omnes  mucho  gozan. 

El  Satán  á  Noe  dixo:  ¡O  sy  te  pluguiese  que  yo  en  esta  planta  tu 
compañero  fuese!  Lo  qual  a  Noe  bien  plogo.  E  luego  el  satán  un 
cordero  troxiera;  desy  un  león,  desy  un  ximio.  A  los  quales  dego- 
lló, e  de  su  sangre  la  viña  regó.  Desy  un  puerco,  e  como  digo, 
de  todas  estas  sangres  la  viña  regaron,  e  bien  manifiestamente  por 
el  mesmo  abto  el  vino  esto  ser  asy  parece,  conviene  saber:  que  al 
principio  del  beber  manso  cordero  el  omne  está;  mas  bebiendo  de 
derecho,  león  se  para;  sy  masen  ello  continúa,  juego  como  ximio 
faze;  sy  más  en  el  beber  continúa,  como  puerco  ensuziado  se  tor- 
na, gormándose  syn  lo  sentir,  etc.  (i).» 

(La  lucha  del  ángel  con  Jacob.) 

«Semeja  aquesto  a  un  rey  que  tenia  un  peno  ladrante  e  un  león 
bramante.  Tomó  el  rey  su  fijo  e  costumbrabalo  pelear  e  estar  a 
los  bramidos  del  león.  Un  dia  soltóse  el  perro,  topó  con  el  infante 
e  comencó  a  ladrarle.  Dixole  el  padre  al  can:  Veredes  qué  locura 
de  can,  q*ue  mi  fijo  sabe  sofrir  bramidos  de  león,  quanto  más  que 
saberá  sofrir  ladridos  de  can.» 

'    (Éxodo,  Jol.  89  recio.;- (Glosa  acerca  de  las  abominaciones 
de  los  israelitas,  tomadas  del  trato  con  los  egipcios.) 

tE  aun  aqui  ponen  un  maravilloso  emsiemplo:  conuiene  saber, 
que  un  principe  auia  un  syngular  fijo  del  qual  buen  omne  limpio 
esperaua  que  fuese:  quando  niño  criaualo  un  su  ayo  el  qual  an- 
dana con  el  donzel  de  bodegón  en  bodegón  embriagándose,  des- 
follando las  mortezinas  et  los  gatos  por  liebres:  quando  el  doncel 
crescio  que  entendía  que  su  fijo  razonablemente  en  su  mismo  pa- 
lacio deuia  andar,  aunque  del  ayo  lo  aparto,  e  el  donzel  non  se 
apartaua  de  la  maluada  doctrina,  la  qual  por  el  padre  sentida, 
consydero  el  remedio  en  esta  parte,  que  a  entender  diesen  al  in- 
fante que  su  padre  el  principe  también  se  embriagaua  como  el  su 
mismo  ayo  e  comia  las  mortezinas,  saluo  que  las  comia  mas  mejor 
guisadas  e  mas  limpiamente,  por  ende  que  mandaua  al  infante 
que  comiese  a  la  tabla  del  padre  e  non  en  otro  logar  e  antel:  el 
primero  dia  o  segundo  bien  imagino  el  infante  que  los  carneros  e 
peladas  terneras  que  en  casa  de  su  padre  comia  que  en  quanto  los 

(i)  Esta  fablilla,  de  marcada  procedencia  oriental,  se  halla, 
aunque  algo  variada,  en  la  conocida  obra  de  Jacobo  de  Cesolis, 
De  ludo  scacorum. 

(Véase  trad.  lemos.  de  la  obra.  Biblioteca  Nacional,  Ms.,  L-z 
(hoy  921),  fol.  62. 


y2  A,    PAZ   Y   MELIA 

semejauan  en  algún  tanto  a  las  mortezinas  que  comer  solia,  que 
mortezinas  comía:  tanto  duro  el  comer  a  la  mesa  de  su  padre  que 
con  la  gran  limpieza  e  adobos  de  especias,  clauos  e  canela  e  sus 
semejantes,  que  la  boca  que  al  Infante  con  los  malos  olores  goler 
mas  solia,  torno  a  bien  oler:  quando  un  dia  passo  por  una  via  e 
vio  un  omne  una  mortezina  comer  a  muy  grand  habuminacion  lo 
ouo  e  del  fayo  de  guisa  que  de  sentir  ouo  como  su  padre  de  las 
habuminaciones  lo  tiro  e  partió.» 

(Fol.  II 5  recio.  j—tE  en  el  judayco  tiempo  contecio  que  un  jo- 
ven muy  fermoso  paróse  en  somo  de  una  perenal  fuente,  en  la  qual 
la  su  misma  figura  vio,  e  muy  fermoso,  con  gran  greña  se  vio,e  dixo 
asy:  o,  doña  greña,  yo  juro  a  dios  mañana  yo  este  en  tal  vida  so- 
litaria, que  vos  yo  aya  de  rapar,  según  ley  de  nazareno,  que  lo 
manda  rapar;  e  en  la  nación  cristiana  son  oy  infinitos  omnes  muy 
devotos,  muy  religiosos,  que  continuación  de  su  religión  santos 
los  llama,  e  este  mismo  nombre  santo  pone  el  testo  al  nazareno.» 


XIV 

REFRANES  Y  PROVERBIOS 

tEnsiemplo  de  la  vieja:  Ve  do  vas,  qual  vieres  tal  faz.» 

«Arroja  la  verga  al  cielo,  e  la  raiz  tornará.  (Ensiemplo  antigo.)» 

(I  Quien  en  oio  ageno  el  estaco  ve,  e  non  la  lagarena  virga  en  el 
suyo,  buen  iuez  non  se  deuia,  etc.» 

«azina  faze  pecar  (omisión).  (Antiguo  proverbio.)» 

«proverbio  antiguo:  que  todo  cornudo  es  piadoso.» 

«que  este  dios  de  los  judios  es  manda  potros  e  da  pocos.» 

tensiemplo  vulgar:   fulano  afanó  en  tal  negocio  á  sus  veinte 
uñas.» 

(lia  muger  e  la  gallina,  por  sallir  de  casa  se  pierden.» 

«refrán  antiguo:  en  asno  de  recuero  nin  en  moca  de  mesón.» 

«Mal  entender  busca  baraja.» 

«Sospechoso  es  el  físico  que  defiende  las  mala?  viandas,  e  el  su 
buche  es  lleno  de  ellas.» 

«Con  la  folganca  mengua  la  folganca.» 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  73 

( e  becerra  que  non  aya  auido  fructo,  a  comparación  que  ia 

mujer  del  omne  es  llamada  bezerra,  que  asy  llamo  Sansón  a  su 
mujer  misma:  Dixo  quando  aposto  con  sus  amigos  e  le  vencieron: 
«Sy  non  ararades  con  mi  bezerra,  non  sopierades  la  mi  conseja.» 


XV 

ALUSIONES  Á  USOS  Y  COSTUMBRES 

DE    LA    ÉPOCA    DEL    RABINO 

fSy  un  rey  fabla  con  el  que  mas  quiere,  fabla  faz  con  faz;  si  fabla 
con  el  que  bien  non  quiere,  parase  a  una  ftnestra,  e  para  un  paño 
ame  sy  e  fabla  con  él.» 

(Ejemplo.)— íiEX  que  merca  las  ollas  e  las  cata  al  retinto,  sy  que- 
brada es,  el  que  lo  vee  non  cale  catar  al  retinto;  pero  cata  la  otra 
a  veer  si  esta  cascada  o  no.» 

«En  logar  de  zapatos,  dan  oy  los  judíos  un  pedazo  de  su  ropa; 
otra  cosa  que  se  faze,  como  porque  le  da  el  uno  aquel  paño  que 
llaman  quintan  al  otro,  da  el  otro  la  cosa  que  vende,  o  trueca  o 
se  obliga.» 

«Por  quanto  ley  común  es  que  las  mercaderías  do  engaño  oviere 
se  desbaraten,  e  la  mercadería  se  queme  por  falssa  a  la  puerta  de 
su  dueño  por  mayor  desonrra.» 

(Fol.  264.)  — «Espada  de  pax  se  llama  quando  se  passan  los  reyes 
por  las  agenas  tierras,  non  a  fin  de  batallar  con  ellos.» 

(Ibid.)  —  «Las  mujeres  hermosas  buscaban  una  fea  y  la  metian 
en  medio  de  ellas  para  que  realzase  su  belleza.» 

«Las  jóvenes  ponían  polvos  de  almizcle,  etc.,  entre  el  pie  y  el 
chapín,  y  cuando  llegaban  mancebos,  daban  fuerte  al  pie  y  salian 
los  polvos,  que  almizclaban  la  calle, » 

(Amos.)  — «Q\iar\áo  los  beodos  están  en  las  tabernas  e  bodego- 
nes, dizen:  echa  vino  e  pon  paja,  dizen  muchos  cantares,  c  el  su 
jisalterio  es  la  boca  del  mismo  cuero  o  boracha  con  que  beuen,  e 
por  tan  contentos  se  auian  ellos  con  este  bellaco  canticio,  como 
dauid  con  su  santissimo  psaherio.» 


7¿|.  A.    PAZ    Y    MELIA 

tLos  ornes,  quando  algunas  venciones  se  facen,  acostumbran 
beber,  a  lo  qual  llaman  alboroque. t> 

fAsy  como  oy  dia  el  camino  romeaje  es  cognoscido,  e  se  non 
yerra  los  mojones,  mediante  o  en  muchos  lugares  que  ponen  unas 
altas  cruces  de  piedra  a  los  espartimientos  de  los  caminos.» 

(Fol.  151  rec/oj— «que  ay  omnes  que  ayunan  e  se  dan  a  absti- 
nencia, desy  vanse  dormir  a  los  cimenterios  sobre  sepulchro  de 
qualquier  finado,  e  dizen  que  el  finado  les  viene  con  respuesta  de 
lo  que  dellos  saber  querían.» 

«agorero:  dicen  ser  estos  que  usan  de  adaliles,  que  todo  su  fecho 
de  los  tales  es  agüeros  de  encuentros  de  aves  o  animalias,  e  chir- 
lar de  aues  o  segund  donde  asientan,  o  que  dizen  que  quando 
canta  la  gallina  que  non  es  buenas  señas  para  en  las  casas  do  can- 
ta, o  sy  va  camino  e  alguno  lo  llamo  por  de  caga,  o  que  le  estor- 
nudaron en  yendo  a  librar  con  los  señores,  etc.  Todo  esto  dize 
agora  la  ley  de  Dios  que  es  abominación,  etc.» 

[Fol.  465.)~isDauid  beuio  con  sus  caballeros  en  una  mesa » 

(Glosa. J  —  «E  el  noble  rey  Don  Enrique  de  Castilla  lo  fizo  de  un 
barril  de  vino  con  sus  caballeros.» 

(.alharemes  costumbraban,  e  aun  oy  se  costumbran:  faxa,  di.v.o 
el  maestre  alfon:  muchas  veces  me  fiza  marauillado  de  la  grand 
solypnedat  e  grado  que  los  reyes  de  castilla  costumbraron. dar  e 
otorgar  a  aquellos  caualleros  que  la  dauan,  e  non  me  contentaua, 
saluo  que  era  voluntad  de  los  reyes  tan  solamente;  pero  asy  como 
mi  señor  dios,  mis  ojos  fueren  su  ley  abriendo,  fallo  que  en  los 
reyes  cristianos,  non  cabe  dezir  moros,  costumbres  reales  antiguas 
fundadas  sobre  ley  non  quedaron  mas  que  a  los  reyes  de  castilla, 
e  una  dellas  sea  la  banda,  -que  es  a  manera  de  faxa,  e  oy  dia  la 
costumbra  la  egleja,  la  qual  magino  ser  la  estola,  etc.» 

{Fol.  497  vuelto. J—iiEñ  seuilla  habita  un  anciano  e  famoso  doc- 
tor, oy  a  ños  cognoscido,  e  por  auer  morado  en  su  juuentud  en 
fez,  que  es  tierra  de  moros,  es  llamado  en  toda  la  cibdat  el  doctor 
de  fej  (a  pesar  de  ser  judio).» 

fFol.  238  vuelto.)— «que  se  costumbra  fazer  en  los  castillos  e 
casas  fuertes  a  una  parte  del  castillo  o  casa,  la  qual  oy  dia  llama- 
mos la.  puerta  de  la  traycion,  la  qual  es  fecha  a  dos  fines,  para 
que,  si  se  levantan  los  de  la  villa  o  del  castillo  contra  el  señor, 
pueda  este  recoger  por  ella  gentes  o  viandas,  o,  si  es  preciso,  huir. » 


LA.    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  75 

(Fo!.  414.)  — "6  oy  dia  se  costumbra,  cuando  sacan  algunos  ca- 
tivos, tocar  trompas,  como  en  los  Números  se  mandaba  tocarlas 
en  los  de  jubileo  e  de  remisión  que  salían  los  cautivos  libres  en 
señal  de  libertad.» 

«Que  deben  saber  el  estilo  de  Palacio,  non  purgar,  non  tosser, 
non  estornudar,  en  pie  mucho  estar  e  sus  semejantes.  E  pues  estas 
perfecciones  en  mi  non  son,  yo  non  con  razón,  mas  como  sandio 
e  orat  e  insano  en  la  tu  demanda  aceptaría.» 

«A  los  tahúres  que  siempre  la  grande  parada  les  yo  vi  refusar  e 
apunto  decir.» 

(Como  razón  de  no  haber  romanzado  muchas  partes  latinas  en 
el  texto  y  glosa,  dice:) 

(Introducción.)— Pero  hoy  mas  que  en  los  antiguos  tiempos, 
como  ha  ávido  multitud  de  sabios,  la  "común  gente,  platicando 
con  los  sabios  han  aprendido  de  la  su  sciencia,  e  aun  de  la  su  la- 
tina lengua;  a  tanto  es  ya  la  su  sciencia  e  lengualatina  espandida 
en  Castilla,  que  los  caballeros  e  escuderos  han  dejado  el  puro 
castellano,  e  con  ello  han  mixto  mucho  latin,  e  tanto,  que  el  latin 
es  convertido  en  castellano,  digo  tanto,  que  comunmente  han 
muchas  palabras  latinas  la  gente  en  logar  de  castellano » 

«Un  judio  oye  dezir  ¡a  santa  Je  católica,  y  abomina  de  ella 
porque  ío  oye  decir  al  cristiano  por  su  misma  ley,  e  ignora  que 
católica  quiere  decir  complida,  perfecta,  y  si  lo  supiese,  lo  apli- 
caría a  su  ley  musaica;  como  si  un  cristiano  dijere:  asy  yo  muera, 
en  la  ley  de  Adonay,  le  tendrían  por  hereje;  y  como  Adonay  es 
Dios  verdadero,  le  tendrían  por  buen  hombre.» 

eLos  judíos  usaban  entonces  en  los  cofuercos  de  los  finados  co- 
mer lentejas.» 

«e  por  tanto,  fallase  en  los  judíos  que  los  mas  rabyes  de  los  ni- 
ños e  escriuanos  de  libros,  los  quales  son  oficios  de  poca  ganancia 
e  de  grand  afán,  vienen  del  tribu  de  Symeon.» 

(Fol.  104  vuelto.)—  «De  guisa  que  figura  del  modo  de  la  jubila- 
ción sera  aquesta  IlII,  jubilaban  con  el  cuerno  de  carnero,  el  ju- 
bilador  tres  pequeñas  boces  algund  tanto  de  luengas.» 


^6  A.     PAZ    Y    MELIA 


XVI 

ELOGIOS  DEL  MAESTRE 

(Fol.  249  recto.) — Elias  arrebatado  al  cielo. 

tQuando  vos,  Señor  Maestre,  erades  un  comendador  de  pequeña 
rendición,  por  vuestra  buena  usanca,  estando  el  rnaestrado  vacan- 
te, e  según  vuestra  catolicacion  e  linaje  de  limpia  sangre,  a  una 
concordia  tizieron  vos  eleyto  del  rnaestrado  diziendo:  ad  te  deus 
laudamos  fsicj;  un  escudero  vuestro  que  bien  vos  servia,  sopo 
como  erades  eleyto  de  maestre;  al  presente  vuestra  encomienda  en 
la  orden  era  rendición  de  quinientas  doblas;  este  vuestro  escudero 
leal  servidor,  ñzo  vos  petición  que  pues  maestre  vos  fazian,  que  le 
diesedes  e  proveyesedes  de  una  encomienda  que  rindiese  dos  tanto 
de  la  encomienda  que  vos  aviades  aquel  dia  que  por  eleyto  vos  eli- 
gieron, que  en  el  rnaestrado  caben  encomiendas  de  mil  doblas  e 
mas,  assy  que  vos  otorgasteslo  e  el  lo  pudo  bien  pedir  e  vos  mejor 
otorgar. 

Esto,  Señor,  oue  aqui  de  poner  a  tin  que  essa  tu  santisiraa  ani- 
ma goztí  de  tantas  alymosnas  que  con  los  fijos  de  Dios  fazes  e  en 
los  monesterios  de  monjes  e  monjas  e  otros  fijos  de  buenos  que  los 
en  onrra  ayudas  a  mantener,  que  en  verdad  te  digo,  señor,  que  en 
ello  fazes  una  sempiterna  fabricación  e  fundamento  animal  fde 
ártimaj.t 


XVII 


DESCRIPCIÓN  DE  LA  BIBLIA 

Como  se  verá  en  la  copia  del  documento  que  subscribe  el  Inqui- 
sidor general  D.  Andrés  Pacheco  (i),  esta  Biblia  fué  dada  en  1624 
al  Conde  de  Olivares,  D.  Gaspar  de  Guzmán,  por  aquel  Tribunal, 
agradecido  á  los  servicios  que  debía  á  él  y  á  su  padre,  el  Embaja- 
dor en  Roma.  Además,  concedieron  al  Conde  y  á  sus  descendien- 
-tes  licencia  para  poder  leerla,  prerrogativa  muy  estimable  en  aque- 
lla época  (2). 

(i)     Véase  al  fin  de  esta  descripción:  Documento  mim.  i. 
(2)     Véase  ibid.:  Documento  núm.  2. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  7/ 

Por  el  matrimonio  de  la  Marquesa  del  Carpió,  Condesa-Duque- 
sa de  Olivares,  Doña  Catalina  de  Haro  y  Guzmán  Enríquez,  con 
D.  Francisco  Alvarez  de  Toledo,  quinto  Duque  de  Alba,  adquirió 
esta  Casa,  con  los  demás  bienes,  el  precioso  códice. 

Forma  un  volumen  de  515  hojas  en  folio,  de  404  milímetros  de 
alto  por  288  de  ancho. 

Está  escrita  á  dos  columnas,  no  siempre  de  iguales  dimensiones, 
que  varían  entre  225  y  277  milímetros  de  altura  por  69  ó  74  de 
ancho. 

Ocupan  las  márgenes  las  glosas,  escritas  en  letra  tan  pequeña, 
que  á  veces  se  cuentan  89  líneas  por  página. 

La  letra  del  texto  es  la  de  códices,  y  tiene  preciosas  capitales  é 
ñniciales  de  oro  bruñido  y  colores,  en  gran  profusión. 

Las  miniaturas  son  334,  6  de  ellas  de  página  entera.  Estas,  evi- 
dentemente de  distinta  mano  que  las  restantes,  son  de  acabada 
ejecución,  á  diferencia  de  las  otras,  cuyo  dibujo  y  colorido  son 
toscos  por  demás.  Todas  están  hechas  por  artistas  toledanos,  que, 
según  se  ha  visto,  copiaron  las  miniaturas  de  una  Biblia  conserva- 
da en  el  Sagrario  de  la  catedral  (i). 

Ofrecen  interés  muchas  de  ellas,  porque  acaso  conservan  anti- 
guas tradiciones  en  la  manera  de  representar  los  hechos  relatados. 
Así,  en  el  fratricidio  de  Caín,  éste  tiene  á  su  hermano  derribado  en 
tierra  y  le  muerde  como  un  lobo  en  el  cuello,  del  que  corre  abun- 
dante sangre.  No  aparece  la  tradicional  quijada. 

En  otra,  Mardoqueo  monta  á  caballo,  apoyando  el  pie  en  la 
espalda  de  un  esclavo,  echado  en  tierra.  Desde  los  balcones  ag-o- 
jan  perfumes. 

En  las  miniaturas  de  página  entera  aparecen  los  retratos  del 
Maestre,  de  Fr.  Arias  de  Encinas,  de  Fr.  Juan  de  Zamora  y  de 
Mosé  Arragei,  que  ostenta  en  el  pecho  el  disiiniivo  que  Benedic- 
to Xlll  mandó  llevar  á  todos  los  judíos,  de  color  encarnado  ó 
amarillo,  en  lo  alto  de  la  vestidura  á  los  varones  y  en  la  frente  á 
las  mujeres. 

Son  curiosas  otras  en  que  se  ven  correos  que  llevan  las  cartas 
atravesadas  en  lo  alto  de  cañas  ó  palos;  señoras  con  vestidos  de 
largas  colas  y  altísimos  cuellos  Medias;  instrumentos  de  música; 
labores  del  campo,  como  la  trilla,  vendimia,  y  algunas  escenas  del 
más  crudo  naturalismo. 

Las  glosas  debieron  escribirse  después  de  hechas  las  miniaturas, 

(i)  Ya  dije  que  en  ninguno  de  los  inventarios  y  catálogos  de  la 
librería  del  Cabildo  toledano,  desde  el  más  antiguo  de  1455  hasta 
el  último,  redactado  por  elSr.  Octavio  de  Toledo,  he  hallado  men- 
ción, entre  las  22  Biblias  que  allí  había,  de  una  historiada  ó  con 
miniaturas. 


y8  A.    PAZ    Y    MELIA 

según  se  deduce  de  una  de  aquéllas,  que  dice:  «Non  embargante 
que  el  ystoriador  que  aquí  la  ystoria  ystorio  e  pinto,  pinto  a  Sa- 
muel que  el  rompia  la  falda  al  saul,»  etc.  Y  en  efecto,  eso  repre- 
senta la  miniatura. 

En  el  fol.  i.°  vuelto  se  halla  la  miniatura  reproducida  por  la  fo- 
totipia que  va  al  frente  de  este  artículo.  El  Maestre  ocupa  el  cen- 
tro, y  á  los  lados  se  ven  los  retratos  de  Fr.  Arias  de  Encinas  y  de 
Fr.'  Juan  de  Zamora  y  debajo  el  de  Mosé  Arragel.  En  el  recto 
del  2°  hay  orlas  de  oro  y  colores.  La  inicial  mide  169  milímetros 
de  altura.  Otra,  también  de  oro  y  colores,  en  el  fol   2.»  recto. 

Los  preliminares,  ó  sean  las  cartas  que  mediaron  entre  el  Maes- 
tre y  Mosé  Arragel  y  sus  censores,  y  las  oraciones  ó  discursos  de 
éste,  ocupan  desde  el  fol.  1.°  vuelto  hasta  el  25  recto.  Llena  el  vuel- 
to del  mismo  folio  la  miniatura  en  que  se  representa  al  Maestre  y 
á  las  demás  personas  que  intervinieron  en  las  negociaciones  para 
la  versión  de  la  Biblia. 

En  el  fol.  26  recto  comienza  el  texto  con  estas  palabras  en  le- 
tras de  oro:  «Aqui  comienca  el  libro  primero  de  la  ley,  en  latin 
genesy  es  llamado,  e  en  ebrayco  es  llamado  el  libro  de  baresith.» 

Fué  lastimosamente  reencuadernada  en  el  siglo  pasado,  recor- 
tando las  márgenes,  según  desdichada  costumbre.  Tiene  el  canto 

dorado. 

Hoy  han  sido  piadosamente  recubiertas  las  tapas,  que  eran  de 
terciopelo  rojo  con  cantoneras  y  broches  dorados,  con  una  riquí- 
sima tela  de  tisú  de  oro  de  la  época  del  códice.  De  igual  tela  está 
foriwda  la  caja  que  la  contiene. 

El  orden'de  los  libros,  á  la  manera  de  los  hebreos,  y  no  de  la 
Vulgata,  es  el  siguiente:  Génesis.  Éxodo,  Levítico,  Números,  Deu- 
teronomio,  Josué,  Jueces,  Reyes  (cuatro  libros),  Isaías,  Jeremías, 
Ezequiel,  doce  Profetas  menores,  Ruth,  Trenos  de  Jeremías,  Can- 
tar de  los  cantares,  Eclesiastés,  Salmos,  Job,  Proverbios,  Daniel, 
Esdras,  Nehemías  y  dos  libros  del  Paralipómenos. 

Termina  el  Génesis  al  fol.  58  vuelto:  « e  murió  josep  de  edat 

de  ciento  e  dies  años,  e  fue  valsamado  e  puesto  en  vn  ataúd  en 

<igij>to.ii 

fColo/ón  de  este  libro. J— «Aqui  se  cump\e  el  primero  libro  de 
los  cinco  libros  de  la  ley  de  moysen,  el  qual  ha  nombre  génesis,  e 
el  numero  de  los  versos  de  este  libro  mili  e  quinientos  e  treinta  e 
quatro  (i)  deo  gracias.» 

«Figura  del  mouimiento  e  de  las  andas  do  pusieron  a  joseph,» 
(Quedó  por  hacer  la  viñeta  á  que  parece  referirse  este  epígrafe.) 

Acaba  el  texto  de  la  glosa:  «libro  complido  es  a  dios  gracias.» 

(i)     Rojo. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  79 

(Fol.  59  recio. y  — Orla  de  oro  y  colores  en  la  margen  izquierda. 
Inicial  de  oro  y  colores. 

«Aqui  comienca  el  libro  segundo  de  la  ley,  el  qual  ha  nonbre  en 
ebrayco  vaele  sainot,  e  en  latin  el  éxodo  (i)-» 

En  el  fol.  76  vuelto  quedó  por  escribir  el  texto,  del  que  sólo  hay 
la  inicial  E  de  oro  y  colores,  y  en  el  centro  de  la  página  el  arca  de 
la  alianza  con  dos  serafines,  todo  de  oro.  El  texto  del  fol.  77  recto 
empieZci,  incompleto:  i(de  oro  fino  las  faras  (2).» 

Acaba  el  Éxodo  al  fol.  8S  recto  con  las  palabras:  «e  estaña  vna 
columna  de  fuep'o  de  noche  en  somo  de  el  a  ojos  de  toda  ¡a  casa 
de  israhel  en  todas  sus  jornadas. » 

Ocupa  todo  el  fol.  88  vuelto  una  miniatura  que  representa  el 
sací  ificio  del  cordero  en  el  tabernáculo. 

fFol.  89  recio.) — Le  ocupa  todo  una  glosa  sobre  los  sacrificios. 

(Fol.  89  vi/e//o.^— «  Aqui  comienca  el  tercero  libro  de  la  ley  que 
llaman  en  ebrayco  el  libro  de  vayera.  e  en  latin  le  llaman  leuiti- 
co,  por  quanlo  en  el  se  recuentan  los  fechos  de  los  sacerdotes  e  los 
sacrcticios  que  administran  e  facian  (3).» 

Inicial  y  orla  de  la  izquierda  de  oro  y  colores. 

fFol.  log  recto,  i.°  co/.^  — Termina  el  Levítico  con  estas  pala- 
bras: i estos  son  los  mandamientos  que  encomendó  dios  a  nioy- 

sen  e  a  los  hijos  de  Israel  en  el  monte  synay.t  (El  vuelto  en 
blanco.) 

El  fol.  109  falta,  estando  cortada  la  hoja  (probablemente  en 
blanco). 

(Fol.  lio  recto.) — «Aqui  comienca  el  quarto  libro  de  la   ley, 

que  llaman  en  ebrayco  bahar  synay,  e  en  latyn  le  llaman (4),.') 

(Es  el  de  los  Números.) 

Entre  los  fols.  113  y  1 14  se  han  colocado  indebidamente  los  fo- 
lios 118,  no,  120  y  121. 

Inicial  y  orla  de  la  izquierda  de  oro  y  colores. 

Termina  el  libro  de  los  Números  ai  fol.  137  recto,  primera  co- 
lumna, con  las  palabras:  « estos  son  los  mandamientos  e  juy- 

cios  que  encomendó  dios  por  mano  de  moysen  a  los  fijos  de  is- 
rael  en  las  playas  de  moab,  cerca  del  Jordán  de  jerico.» 

El  vuelto,  en  blanco. 

fFol,  138  recto.)  [i). — «Aqui  comienca  el  quinto  libro  de  la  ley, 

(i)     Rojo. 

(2)  Esta  aparente  interrupción  del  texto  se  explica  en  nota  del 
fol.  76  recto  con  estas  palabras:  «Vea  la  siguiente  foja  en  la  glosa; 
fallarás  el  fin  de  la  glosa  e  del  texto.» 

(3)  Oro. 

(4)  En  blanco. 
(3)     Oro. 


8o  A.    PAZ    Y    MELIA 

al  qual  Uam  fsicj  en  ebrayco  ele  hadabarim,  e  avn  le  llaman 
misiie  tora,  que  tanto  quiere  dezir  como  rrelacion  de  la.  ley,  por 
quanto  en  este  libro  se  rrelaian  todos  los  mandamientos  de  la  ley, 
e  en  latin  le  dizen.....  (i).»  (Es  el  Deuteronomio.) 

Termina  el  Deuteronomio  al  fol.  164  vuelto,  con  las  palabras: 
«e  a  toda  la  grande  mano  e  fuerte,  e  todas  las  grandes  temorribi- 
lidadcs  que  fizo  moysen  a  ojo  de  todo  israhel.» 

El  fol.  165  recto  le  ocupa  por  completo  la  glosa,  que  acaba:  tel 
qual  dios  por  siempre  sea  bendito,  amen.í 

El  vuelto,  en  blanco. 

i'Fol.  166  recto. J  (2I.— «Aqui  comienca  el  libro  de  iosue  llama- 
do, el  qual  rrecuenta  las  batallas  que  fizo,  los  miraculos  que  el  se- 
ñor por  el  con  Israel  fizo.B 

Inicial  y  orla  de  la  izquierda  de  oro  y  colores. 

Termina  el  libro  de  Josué  al  fol.  179  vuelto,  i.''  col.,  con  las 
palabras:  «eleazar.  fijo  de  abaron,  murió  e  enterráronlo  en  la  peña 
de  finees,  su  fijo,  que  le  fue  dado  en  el  monte  de  efraym. 

sSon  los  uersos  de  aqueste  libro  644,  e  sus  capitolos  cristiane- 
gos  28?  e  judíeos  IX;  deo  gracias.» 

fFol.  iSo  recio.;  (3).  — tAqui. comienca  el  libro  dellos  juezes; 
en  ebrayco  es  llamado  el  libro  de  coplitliim.» 

inicial  y  orla  de  la  izquierda  de  oro  y  colores. 

Termina  el  libro  de  los  Jueces  al  fol.  195  recto  con  las  palabras: 
«en  aquellos  dias  non  auia  rey  en  Israel,  e  cada  vno  quanto  le 
plazia  fazia.  Deo  gralias.» 

^Fol.  195  vuelto. J  (4).  — «Aqui  comienca  el  libro  de  Samuel.» 

Inicial  y  orla  de  oro  y  colores.  En  la  cabeza  de  las  páginas 
«Regum.» 

Termina  este  libro  al  fol.  228  vuelto  con  estas  palabras:  «e  res- 
cibio  el  señor  la  petición  e  houo  misericordia  de  la  tierra  e  seseo 
la  pestilencia  de  subre  israhel. 

»Son  por  numero  los  uersos  de  aquestos  dos  libros  de  los  reyes 
fasta  aqui  i5o6,  y  es  la  su  meytad  do  cuenta  de  la  mágica  mujer 
a  quien  saul  fue  o  dis  tía  mujer  tenia  un  bezerroo  (que  es  en  el  fo- 
lio 212  vuelto). 

Libro  segundo,  entre  los  fols.  213  vuelto  y  214. 
fFol.  229  recio. y— «Aquí  comienca  el  tercero  libro  de  los  re- 
yes (5).» 


i)  En  blanco. 

2)  Oro. 

(3J  ídem. 

4)  Ídem. 

5)  Rojo. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  8l 

Inicial  y  orla  de  oro  y  colores. 

El  fol.  237  recto,  en  blanco.  El  vuelto  le  ocupa  todo  una  mi- 
niatura dividida  en  compartimientos  con  escenas  varias  del  tem- 
plo de  Salomón.  En  el  centro,  el  gran  sacerdote  sacrificando  y 
un  coro  de  trece  músicos  tocando  instrumentos.  En  ia  parte  su- 
perior, sobre  el  arco  central,  Hec  porta  domini  \  jiisti  inlrabunt 
in  ea.  (i). 

El  fol.  235,  entre  el  233  y  234,  por  mala  encuademación. 

El  tol.  237,  antes  que  el  236. 

fFol.  236  recio. y— Miniatura  de  toda  la  página,  que  representa 
un  Rey  sentado  en  su  trono  entre  dos  pajes.  En  la  parte  inferior 
el  pueblo,  y  en  las  gradas  del  trono  estas  leyendas:  (2)  «del  juyzio 
recto  non  declines,  |  non  tomes  muñera,  |  non  seas  lisongero,  | 
non  plantes  luco,  |  non  cdefiques  estatua,  |  non  sacrefiques  ma- 
culados». 

El  fol.  236  vuelto,  en  blanco. 

fFol.  238  recto. J— En  la  glosa,  la  descripción  de  la  miniatura 
del  templo  antes  citada. 

El  libro  cuarto  empieza  entre  los  fols.  248  vuelto  y  249. 

Termina  el  libro  de  los  Reyes  al  fol.  265  vuelto  con  las  pala- 
bras: fe  mission  e  ración  continua,  dada  le  era  por  el  rey  de  dia  en 
dia  en  tanto  quanto  bivio.» 

uSson  los  uersos  destos  dos  postrimeros  libros  de  los  reyes  mili 
e  quinientos  e  treynta  e  quatro;  a  dios  do  muchas  laudas  e  gra- 
cias; gloreficado  el  su  nombre  por  siempre  sea:  amen,  amen.» 

(Fol.  266  recto.  J  —  «Aqu\  comienca  la  prophecia  de  ysayas  {3).» 

Inicial  y  orla  de  la  izquierda  de  oro  y  colores. 

fFol.  272  recto. J— La  mayor  parte  de  la  segunda  columna  en 
blanco  y  todo  el  mismo  folio  vuelto. 

fFol.  292  recto,  2.»  co/.^— Termina:   « e  el  su  fuego  no  se 

amatara,  e  serán  vistos  vistosos  a  toda  carne. 

»Sson  los  uersos  dcste  libro  de  ysayas  mili  e  docientos  e  nouen- 
ta  e  uno,  e  es  la  su  meitad  ally  o  dize  «ally  es  el  fortissirao  señor 
de  nos,  a  dios  do  gracias.» 

El  mismo  folio  vuelto  ocupado  casi  todo  por  la  glosa. 

fFol.  293  rec/o.^— Empieza  el  libro  de  Jeremías  con  estas  pa- 
labras: «palabras  de  ieremias,  fiio  de  elechias.> 

Inicial  y  orla  de  la  izquierda  de  oro  y  colores. 

Termina  este  libro  al  fol.  320  recto  con  estas  palabras:  « fas- 
ta el  dia  que  murió  tn  tanto  quanto  bivio,  deus  gratias.» 


(O     Oro. 
(2J     ídem. 
(3)     Ídem. 

n 


82  A.    PAZ    Y    MELIA 

«Son  por  numero  los  uersos  deste  libro  de  ieremias  mili  e  tre- 
zientos  e  sesenta  e  cinco,  e  los  capitulus  LII,  e  según  los  iudios, 
son  los  sus  capítulos  treynta  e  un  capitulos.» 

El  vuelto,  en  blanco. 

Cortada  la  hoja  que  debía  contener  el  fol.  321,  probablemente 

en  blanco. 

(Fol.  322  recío.;-Empieza  el  libro  de  Ezequiel  con  estas  pala- 
bras: « fue  en  treynta  años,  en  el  quarto  mes.» 

Inicial  y  orla  de  oro  y  colores. 

(Fols.  335  vuelto  y  336  rec/o.^-En  blanco.  En  el  mismo  vuelto: 
«nota  del  planto  que  el  propheta  Jere  yzechiel  fizo  sobre  thiro  (i).» 

(Fol.  349  rec/o.;- Acaba  con  las  palabras:  «e  el  nombre  de  la 
cibdat,  de  oy  dia  en  adelante,  sera  la  que  el  señor  es  alia  en  ella. 

íDeu  gracias.» 

El  vuelto,  en  blanco. 

(Fol.  350  rec/o. y— «Capitulo  primero  del  libro  de  osee,  en  quel 
mando  el  señor  que  tomase  vna  muger  meretriz  e  que  en  ella  fijos 
fiziese  {2).» 

Inicial  y  orla  de  oro  y  colores. 

Termina  en  el  fol.  3^3  recto  con  las  palabras:  « que  las  cog- 

nosca  que  derechas  son  las  vias  del  señor,  e  los  justos  andan  por 
ellas  e  los  falsos  entropiecan  en  ellas. 

iNumero  de  los  uersos  deste  libro  de  osse  sson  CXCVI,  a  dios 

gracias.» 

(Fol.  353  vue/ío.;— Empieza  el  libro  de  Joel  con  estas  palabras: 
.  «de  vna  grande  langosta  que  houo  en  tiempo  deste  propheta  (3).» 
Gran  inicial  de  oro  y  colores. 
(Fol.  354  v«e//o.;— Acaba  con  las  palabras:  «e  el  señor  habitara 

en  syon. 

.Ssoñ  los  uersos  deste  propheta  iohel  LXXIII,  a  dios  gracias.» 

^Fol.  355  recio.;— Empieza  el  libro  de  Amos  con  las  palabras: 
<,d'e  la  distruycion  de  Damasco  e  gaza,  e  por  quales  pecados  (4). 

«Palabras  de  amos » 

(Fol.  357  v«e//o.;— Acaba:  «la  qual  yo  dado  les  oue,  dize  el 

señor,  tu  dios. 

,,sson  los  viesos  (sic)  deste  propheta  sobredicho  amos  ciento  e 
quarenta  e  seys.  LX6  (sic),  a  dios  gracias.. 

En  el  mismo  folio,  2.'  col.,  empieza  la  visión  de  übadías  con 
las  palabras:  €  Vision  de  obadias.» 


i)  Rojo. 

2)  ídem. 

(3)  ídem. 

(4)  ídem. 


LA  BIBLIA  DE  LA  CASA  DE  ALBA  83 

(Fol.  358  recto,  i.'  co/.^— Acaba  con  las  palabras:  tpara  iud- 
gar  el  monte  de  esau  e  sera  del  señor  el  regno. 

«Son  los  uersos  deste  propheta  ueynte  e  vno.» 

En  el  mismo  folio,  2.''  col.:  <aqu¡  comienca  la  prophecia  de  jo- 
-na  (i), 

»Fecho  fue  sermón  del  señor » 

Acaba  en  el  359  recto,  2.'  col.,  con  las  palabras:  cqual  es  la  su 
■siniestra  o  dextra  mano  e  muchas  bestias. 

Dson  los  uersos  deste  propheta  quarenta  e  ocho.» 

En  el  mismo  folio,  vuelto:  «reprehensión  contra  ydolatrias  (2). 

«Palabra  del  señor  que  fue  fecha  a  micheas  el  morasci t 

Termina  al  fol.  361  recto,  2.'  col.:  « segund  que  juraste  a 

•nuestros  padres  en  los  antiguos  días. 

•  Son  los  versos  deste  propheta  ciento  e  cinco.» 

(Fol.  361  viíe/ío.J— «Cuanto  es  bien  fiuzar  en  Dios  (3).  Profecía 
•de  niniue,  libro  de  visión  de  nahum  el  elcosy.» 

Termina  en  el  fol.  302  recto,  2."  col.:  tque  sobre  quien  non 
pasó  la  tu  malicia  sienpre.» 

A  contmuacion:  «aqui  comienca  la  prophecia  de  abacuch,  la 
■qual  el  capitulo  primero  tracta  en  el  temor  del  señor  (4). 

»La  carga  e  prophecia » 

Termina  en  el  fol.  363  recto,  2.*  col.:  €.,...  e  sobre  las  mis  altu- 
ras me  paro  con  los  psalmos  de  los  mis  cánticos. 

«Son  los  versos  deste  propheta  5Ó.  o 

Al  mismo  folio  vuelto:  «aqui  comienca  la  prophecia  de  sopho- 
nias  (5). 

•  Palabra  del  señor » 

Termina  al  fol.  364  vuelto,   i.*  col.:   « quando  yo  formare 

vuestra  captiuidat  en  la  vuestra  presencia,  dice  el  señor. 

•  Son  los  versos  de  este  propheta  cinquenta  e  tres.i 
(Fol.  365  recto.) — «La  prophecia  de  aggi  (ó). 
oEnel  segundo  año  del  rey  darlo » 

Termina  el  mismo  folio  vuelto:   « dice  el  señor   de  las  caua- 

•Uerias. 

))Son  los  viesos  deste  propheta  treynta  e  ocho.» 
En  el  mismo  folio,  col.  2.^:  «Capitulo  1  de  la  prophecia  de  Za- 
carías de  los  cauallos  que  vido  (7). 


(il     Rojo. 
(2)     Ídem. 


8^  A.    PAZ    Y    MELIA 

»Enel  ochauomes » 

Termina  al  fol.  370  recto,  col.  2.»:  « en  la  casa  del  señor  de 

lascauallerias  en  aquel  día. 

«Son  los  viesos  deste  prorheia  docientos  e  onze,  a  Dios  gracias.» 
En  el  mismo  folio  vuelto:  «aqui  comienza  la  prophecia  de  ma- 

kchias  (i).» 

Termina  al  fol.  371  vuelto,  col.  2.":  «que  venga  e  que  mate  la 
tierra  con  anathema. 

,Son  los  viesos  deste  propheta  mili  e  quinientos,  e  son  los  vie- 
ses de  todos  los  prophetas  (añadido  al  margen)  mayores  nueue 
mil  e  dozientos  e  cinquenta  e  cinco  viesos,  a  Dios  gracias.» 

(Fol    372  recio,  i."  £-o/.;-«aqui  comienca  el  libro  de  ruth  (3).» 

Termina  al  fol.  373  vuelto,  col.  i.^  «e  ober  engendro  a  ysay  es 
ysay  engendro  al  rey  dauid.» 

En  el  mismo  folio,  col.  1.":  «aqui  comiencan  los  lloros  de  jere- 
mías (3).» 

Termina  en  el  376  recto,  col.  2.»:  « que  sy  aburrir  nos  ha- 

burriíte,  es  por  quanto  te  yraste  contra  nos,  conuiertenos,  etc. 

,,Son  los  viesos  deste  libro (4),  a  Dios  gracias.» 

El  mismo  folio  vuelto  (libro  de  los  Cánticos):  «Béseme  de  los^ 

besos  de  la  su  boca.» 

Termina  al  fol.  384  vuelto,  i.'' col.: sobre  los  montes   de 

las  nobles  olientes  especias. 

«Son  los  versos  deste  libro (5),  a  Dios  gracias.» 

(Fol.  385  recto,  col.  i.»)-.Este  es  el  prohemio  del  libro  ecle- 

siastes.» 

En  el  mismo  folio  vuelto:  «Capitulo  primero,  que  anichila  todas 
las  cosas  (6).  Palabras  del  eclesiastes.» 

Termina  al  fol.  392  recto,  col.  2.^:  t sobre  todos  los  yerros 

ocultos  buenos  o  malos,  fin  de  la  razón,  etc. 

«Son  los  viessos  deste  libro  del  eclesiastes  por  número,  a  Dios 

gracias.» 

En  el  mismo  folio  vuelto:  «Capitulo  primero  del  conbite  que 
ficieron  el  rey  assuero  e  vasti,  e  como  fue  ella  muerta»  (7).  (Es  el. 
libro  de  Esther.) 

Termina  al  fol.  397  recto:  « e  queria  paz  de  todo  su  semen,. 


(1)  Rojo. 

(2)  ídem. 

(3)  Ídem.. 

(4\  En  blanco. 

(5)  ídem. 

(6)  Rojo. 
^7)  ídem. 


LA    BIBLIA   DE    LA    CASA    DE    ALBA  85 

[como  mardacheo  e  ester  ponían  en  vn  rrotulo  toda  esta  ystoria,  e 
como  celebraron  estos  dias  de  fiesta]  (i).» 

El  vuelto,  en  blanco. 

(Fol.  398  recto,  col.  i.").— Empieza  el  Salterio:  «beatus    vir  (2). 
Bien  aventurado  es  el  varón.» 

Termina  al  fol.  427  vuelto:  « quicumque  vult  saluusee:  este 

psalmo  fizo  vn  papa  atanasio  llamado,  e  va  fundado  sobre  que  el 
fiel  cristiano  deue  creer  la  trinitat  e  como 

»Sson  los  viesos  del  psalterio  1127,  e  es  el  numero  de  los 
psalmos  del  150  cerca  de  los  hebreos,  que  los  otros  son  cánticos,  e 
avnque  los  dixeron  los  prophetas,  cántalos  la  egleia  a  vuelta  délos 
de  david^  que  los  fallaras  los  cánticos  a  los  capitolos  del  propheta 
■que  agora  veras.» 

La  hoja  siguiente,  en  blanco,  y  la  otra  (429),  cortada. 

(Fol.  430  í-ec/oj —Empieza:  «Un  uaron  fue  en  tierra   de    hus, 
nonbre  del  qual  iob  era,» 

Fol.  446  viíW/o.)— Termina  este  libro:  « fasta  la  quarta  ge  - 

meracion  e  murió  iob  viejo  e  farto  de  dias. 

»Son  los  viessos  deste  libro  de  iob  por  numero  mili  e  setenta,  e 
aqui  es  ya  complido  el  libro,  a  Dios  gracias.» 

(Ful.  447  recto.)  —  En  blanco.  El  vuelto,  empieza:  eCapitulo 
primero  (3).» 

Inicial,  de  colores,  y  orla  de  la  izquierda,  de  oro  y  colores. 

Ensiemplos  de  salomón,  fiio  de  dauid.  (Son  las  parábolas.) 

Terminan  en  el  458  vuelto,  col.  2.*:  « e  alabarla  han  en  los 

concejos  las  sus  obras.» 

(Fol.  459  recto,  col.  2.*)— Acaba  la  glosa.  El  vuelto  y  todo  el  si- 
guiente, en  blanco. 

(Fol.  461  recio.;— «De  como  el  rey  nabucho  mando  tomar  del 
linaje  real  de  los  judios  (4).  (Es  el  libro  de  Daniel.) 

«En  el  año  tercero » 

(Fol.  462  recw.)  -Miniatura  con  dos  figuras  de  gran  tamaño. 

Inicial  y  orla;  la  de  la  izquierda,  de  oro  y  colores. 

Termina  al  fol.  471  recto,  col.  2.":  « bien  auenturado  será  el 

■quien  esperare  e  llegare  a  dias  mili  etrezientos  e  treynta  e  cinco,  e 
•tu  ve  a  la  fin  e  fuelga  e  estaras  en  la  tu  suerte  en  fin  de  los  dias.  » 

El  vuelto  y  la  hoja  siguiente,  en  blanco. 

(Fol.  473  rec/o.J  — «Dd  como  por  mandado  de  ciri,  rey  de  per- 
sia,  fueron  Israel  a  iherusalem  edeficar  (5).  (Es  el  libro  de  Esdra.) 

(O  Rojo. 

(2)  Ídem. 

(3)  Ídem. 
(4}  ídem. 
{5}  ídem. 


86  A.    PAZ   Y   MELIA 

»En  el  primero  ano. » 

Inicial  y  orla  de  oro  y  colores. 

Al  fol.  477  recto  empieza  el  libro  de  Neemías. 

Termina  al  fol.  484,  col.  2.»:  « ítem  ordene  en  razón  de  las- 

primencias,  o  Dios  mió.  mienbra  me  en  bien.  Deus  gracias,  amen.» 
El  vuelto,  en  blanco, 

(Fol.  485    recio.)—  «generaciones  e   reyes   desde   adam   fasta 
Jacob  (O-  (És  el  libro  de  los  paralipómenos.) 

«Adam,  seth,  enos » 

Inicial  y  orla  de  oro  y  colores. 

Termina  al  fol.  5i5  vuelto,  col.  2.":  « quales  de  vosotros  de 

todo  el  su  pueblo  adonay  su  Dios  con  el  e  suba.» 
Acaba  con  estas  palabras: 

«Es  conplida  esta  obra  de  esta  biblia  de  rromancar  e  de  glosar 
a  seruicio  de  nuestro  señor  Dios,  padre  verdadero,  causa  syn  cau- 
sa, principio  syn  principio,  e  fin  syn  fin,  e  a  seruicio  del  muy 
alto  e  noble  señor  muy  católico  con  Dios  don  luys  de  giqman.^ 
maestre  de  la  caualleria  e  orden  de  calatraua,  (la  qual  se  acabó 
en  la  su  villa  de  maqueda  en  viernes  dos  días  del  mes  de  juma 
año  del  nascimiento  de  Jesucristo  de  mili  e  quatrocientos  e  treynta 
años,  ('e  en  la  era  de  Scezar  de  mili  e  quatrocientos  e  sesenta  e 
ocho  años  (t  en  la  eta  del  creamiento  del  mundo  de  cinco  mili 
e  ciento  e  noventa  años  (e  en  la  era  de  mahomad  de  ochocien- 
tos (t  treynta  e  tres  años  feste  dia  viernes  estaua  el  sol  en  el  signo 
de  géminis  en  siete  grados  del  e  treynta  menudos,  (-'e  estaua  la  luna 
en  libra,  ix  grados,  is.»  (e  estaua  saturno  retrogrado  en  sagelario 
en  29  grados  29  menudos.  (E.  estaua  Júpiter  en  arias  a  19  grados  xi- 
menudos  (t  estaua  maris  en  tauro  28  grados  1 3  menudos  (e  estaua 
venus  en  cáncer  en  .,,  e  13  menudos  (t  estaua  mercurio  en  taurus^ 
en  14  grados  xi  menudos  ("E  estaua  la  cabeca  del  dragón  en  aca- 
rius  en  28  grados  e  ix  menudos,  (e  estaua  el  dicho  señor  maestre 

en  la  su  villa  de  pastrana  e  el  muy  noble  cauallero  don (2)  de 

guzman,  comendador  de  calatrava,  recogiendo  muy  mucha  gente 
para  la  guerra  contra  el  rey  de  aragon  e  contra  su  hermano  el  rey 
de  navarra,  j^plega  a  nuestro  señor  Dios  conplirle  al  dicho  señor 
maestre  todos  los  sus  buenos  deseos,  como  en  lo  spiritual  la  su- 
santissyma  anima  alcance  la  bienandanca  sempiterna,  segund  las. 
almas  beatas,  e  en  quanto  a  lo  temporal  él  aya  sienpre  victoria  so- 
bre aquellos  que  él  a  Dios  demandare,  como  ayude  a  adelante 
leuar  la  corona  de  castilla,  e  por  causa  suya  la  casa  e  caualleria 


(i)    Rojo. 
(2)    Blanco. 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA  87 

decalatraua  sienpre  puje  en  gloria  fal  qual  Dios  plega  dar  le  mu- 
chos e  buenos  años  de  ('vida,  porque  segund  su  santissyma  alma, 
él  sienpre  puja  en  virtudes  al  su  seruicio,  amen,  amen,  amen. 


XVIII 

DONACIÓN  DE  LA  BIBLIA 

Á    DON    GASPAR    DE    GUZMÁN,    CONDE    DE    OLIVARES 

Documento  núm.  1. 

Biblia  sacra  mandada  escribir  en  romance 

y  glosada  por  (sic)  el  Maestre  de  Calatrava  Don  Luis  de  Guarnan 

al  muy  sabio  Rabi  Mose  Arrajel,  quien  la  concluyo 

en  Maqueda  Vierni:s  a  dos  de  Julio  de  1430. 

Don  Andrés  Pacheco,  por  la  gracia  de  Dios  Obispo  Inquisidor 
general  Apostólico  en  los  Reynos  y  señoríos  de  su  Magestad  y  de 
su  consejo. 

Por  cuanto  hemos  recogido  una  Biblia  en  romance,  manuscrita 
en  pergamino,  con  las  figuras  iluminadas  concernientes  a  la  histo- 
ria sagrada,  traducida  con  orden,  expensas  y  cuidado  del  Sr.  Maes- 
tre de  Calatrava,  Don  Luis  de  Guzman,  y  por  la  gran  confianza 
que  tenemos  de  la  persona  del  Excmo.  Sr.  Don  Gaspar  de  Guz- 
man, Conde  de  Olivares,  Caballerizo  mayor  y  sumiller  de  Corps 
de  S.  M.,  y  de  su  Consejo  de  Estado,  y  de  su  gran  cristiandad  y 
celo  de  nuestra  fe  católica,  tenemos  por  bien  de  darle  y  entregar- 
le la  dicha  Biblia  en  romance,  y  licencia,  como  por  la  presente  le 
damos,  para  que  la  pueda  leer  y  tener  en  su  casa  y  librería,  y  que 
en  ella  la  puedan  leer  también  las  personas  que  S.  E.  señalare,  y 
esta  misma  licencia  damos  y  concedemos  a  todos  los  sucesores  en 
su  casa  y  Estados  en  la  forma  dicha.  Esto  en  consideración  de  los 
favores  y  gracias  que  S.  E.  ha  hecho  y  hace,  y  esperamos  que  ha 
de  hacer  al  Santo  Oficio  de  la  Inquisición,  y  de  los  que  hizo  el  se- 
ñor Conde  de  Olivares,  su  padre,  siendo  Embajador  en  Roma,  vol- 
viendo por  la  autoridad  del  Santo  Oficio,  defendiéndolos  con  to- 
das sus  fuerzas  en  todo  lo  que  se  ofreció  en  su  tiempo,  de  que  nos 
consta  por  los  papeles  que  están  en  los  Archivos  de  la  Inquisición; 


g8  A.    PAZ    Y    MELIA 

V  porque  el  dicho  señor  Maestre  de  Calatrava,  que  con  excesivos 
írastos  hizo  traducir  Ij  dicha  Biblia,  era  del  linaje  y  ascendencia 
del  dicho  sefior  Conde  de  Olivares,  en  sig.nificacion  de  agrade- 
cimiento de  los  dichos  favores  y  gracias  hechos  al  Santo  Oficio, 
demás  que  á  él  ni  á  su  ejercicio  no  hará  falta  en  cosa  alguna,  pela 
autoridad  apostólica  de  que  en  esta  parte  usamos,  hacemos  per- 
petua gracia  y  concesión  al  dicho  señor  Conde  de  Olivares  y  a  los 
sucesores  y  descendientes  en  la  dicha  su  casa  y  Estados  del  dicho 
libro  de  la  Biblia  Sagrada,  y  de  las  licencias  para  tenerla  y  leerla 
en  la  dicha  su  casa  y  librería,  y  que  en  ella  le  puedan  leer  las  per- 
sonas que  señalaren.  Y  para  que  de  ello  conste,  mandamos  dar  y 
dimos  la  presente  provisión,  ftrmada  de  nuestro  nombre,  sella- 
da con  nuestro  sello  y  refrendada  por  el  Secretario  de  S.  M.  y  de 
la  Santa  General  Inquisición  infrascripto.  En  Madrid  a  i8  de  Ene- 
ro de  1624  años. 

(Sello  de  placa  que  ha  saltado  )-Don  Andrés  Pa.co  (Pacheco), 
Inquisidor  general  (rúbrica). -Por  mandado  de  su  Ilustrisima, 
Hernando  de  Villegas  (rúbrica). 

Licencia  al  Excmo   Sr.  Conde  de  Olivares  y  á  los  sucesores  en 
su  casa  y  Estados,  para  que  puedan  leer  y  tener  en  su  casa  y  li- 
brería la  Biblia  traducida  en  romance  de  que  V.  S.  lll.ma  le  ha  he- 
cho concesión. 
(Pergamino.) 

Documento  núm.  2. 

Tratado  cerca  la  regla  del  Catalogo  que  dispone  la  lición  de 
las  glosas  de  los  rabinos,  por  el  P.  Pedro  de  Falencia.  (Ms.  de 
la  Biblioteca  Nacional  ^-i47-) 

Parte  primera,  fol.  3.-De  dos  géneros  de  rabinos,  unos  imper- 
tinentes y  malos,  otros  útiles  y  necesarios  para  entender  el  texto 

hebreo. 

El  Catalogo  que  se  publico  ha  25  o  26  años,  siendo  Presidente 
desa  Santa  y  general  Inquisición  el  ll.tno  Señor  el  Cardenal  de  To- 
ledo Don  Gaspar  de  Quiroga,  de  feliz  recordación,  tiene  una  regla, 
entre  las  demás,  que  dispone  cerca  de  las  glosas  de  rabinos  y  man- 
da que  nadie  las  pueda  leer  ni  tener  sin  licencia,  de  que  resulto 
pedirse  muchas  en  las  particulares  Inquisiciones  del  reino,  y  la 
Suprema  tuvo  razones  para  reservar  a  si  hasta  hoy  el  dar  estas  li- 
cencias. 

En  la  reservación  de  ellas  hizo  grande  instancia  el  M.°  León  de 
Castro,  que  tuvo  en  Salamanca  la  Catreda  de  Griego  y  fue  jubila- 
do en  la  de  prima  de  Gramática;  después  canónigo  de  scriptura 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA. 


■89 


en  Valladolid,  aunque  en  la  lengua  hebrea  y  caldea  muy  inoran- 
te, y  fue  el  primero  que  pidió  después  licencia  para  tener  y  leer 
estos  libros  de  rabinos,  no  obstante  las  muchas  razones  que  en 
contra  habia  propuesto  en  este  discurso  de  tiempo,  ha  dado  el 
Consejo  algunas  a  Consultores  y  Calificadores,  etc. 

Ha  tres  años  estuve  en  Salamanca,  y  el  M.°  Curiel  me  dijo  se 
habia  tratado  de  esto  (de  la  licencia  para  leer  textos  di  los  Ra- 
binos y  glosas  hebreas)  en  aquella  Universidad  a  un  mesmo  tiem.- 
po  que  en  la  de  Alcila  y  halladose  en  la  consulta  de  theologia, 
donde  se  habia  propuesto,  y  fue  la  Universidad  de  parecer  conve- 
nia darse  la  tal  licencia  a  qualesquiera  personas  sin  ninguna  limi- 
tación, porque  los  tales  libros  y  glosas  son  tan  dificultosas  y  difí- 
ciles de  leer,  y  el  lenguaje  y  hoces  tan  diferentes  de  la  lengua  y 
texto  hebreo,  que  parece  muy  otra,  y  de  hecho  lo  es  en  muchisi- 
mas  cosas.  Juntase  también  el  poco  hebreo  que  se  sabe  en  Espa- 
ña, o  no  ninguno;  y  atento  esto,  a  naide  podra  hacer  mal  la  lición 
de  las  tales  glosas,  ni  se  hallara  que  por  ellas  de  100  años  a  esta 
parte  aya  sido  hombre  ninguno  penitenciado  de  la  Inquisición,  y 
agora  30  que  lo  fue  el  M."  Grajar,  presumiendo  sabia  glosas  y  leia, 
porque  me  lo  hablan  dicho  assi  algunos,  y  Don  Fray  Juan  de  las 
Cuevas,  siendo  provincial  de  mi  orden,  y  que  por  eso  en  la  Uni- 
versidad de  Salamanca  su  resolución  se  tenia  por  la  mas  verdade- 
ra, el  dicho  Maestro  Curiel  me  desengaño  diciendo  habia  tratado  al 
dicho  Grajar  mas  de  8  años  antes  de  su  prisión,  y  que  de  su  boca 
sabia  no  solo  inoraba  el  entender  las  glosas,  sino  también  el  leer- 
las. Y  assi  es  verdad,  que  hasta  oy  a  naide  han  hecho  daño,  etc. 


XIX 

LISTA 

DE    ALGUNAS    PALABRAS    USADAS    EN    ESTA    TRADUCCIÓN 
Y    DIGNAS    DE    NOTARSE 


Abel. — Vanidat. 

AcARjAFE.  —  (Muro   alrededor 

de  la  casa,  que  oy  llaman... 

por  tal  que  non  cayga  quien 

oviere  de  caer.) 
Acensar  10. — Por  incensario. 


Acombadas. — ((Gavillas  de  los 
hermanos  de  Joseph  acom- 
badas fasa  la  suya.» 

AcuÑADAR.  —  «Dixo  juda  a 
Onan:  abuelvete  con  la  mu- 
ger  de  tu  hermano,  e  acuña- 


go 


A.    PAZ   Y   MELIA 


dala,  e  confirmaras  genera- 
ción a  tu  hermano.» 

Acuñador. — «Casar  omne 
con  su  cuñada,  non  auiendo 
su  hermano  fi)os:  fazen  dello 
los  maciibalyni  de  los  judíos 
muy  gran  secreto.» 
Adobado.  — (Véase  Huesmo.) 
Aezdra.  —  Por   (ininguna  divi- 
sión nin...» 
Alboroquo. — «Los   omnes, 
quando  algunas  venciones  se 
facen,  acostumbran  beber,  a 
lo  qual  llaman  alboroquo. 'i 
Ai.HiARA.  — «que  tomase  un  cu- 
rren e  un  bordón  e  un  vaso 
o  al/liara  e  su  bolilla.» 
Alholuas  e  mazracatona. — 
«Laxantes,  caldo  de  azelga  e 
alholuas  e  mazracatona.» 
Almagid.— «Es  ayuntamiento 
•     de   fieles.»  Llama   así    á    las 

mezquitas  de  los  moros. 
Almenara. — Candelero. 
Almofreces. — Almireces. 
Amaris. — «Esta  color  bermeja 

es  apellada  amaris. i 
Apres  de  la  muerte. 
Argenteros.  — Plateros. 
Ariolos. — fLos  adivinos,  phi- 
tones,  ariolos  (que  dicen  es 
un  ave),  agoreros,  etc.» 
Armilos.  —  Antecristo. 
Atufayres.  —  (Véase  A^erru- 

Jes.) 
Azerrufes.  —  «  Comprauan    el 
pelo  a  absalon  en  200  sicles 
para  a-^errufes  a  las  mugeres 
e  atufayres.» 
AziNA  face  pecar.—  Ocasión? 
Barragan.- «El   primero  po- 
deroso que  ouo  en  la  tie- 
rra, etc.» 
(Glosa.)—  «Unos dicen  que 


este  fuera  el  primero  que  a 
los  omnes  sallir  a  malficiera 
a  ydolatrias  ser,  e  por  tanto, 
diz  que  barragan  de  venado 
lo  llamo,  que  con  sus  enga- 
ños a  los  omnes  engañaua  e 
venaua,  etc. 

oOtros  el  contrario  glosan, 
e  dizen:  el  primero  poderoso 
que  ouo  en  la  tierra,  convie- 
ne saber,  sobre  las  anímalias, 
el  que  dixo  barragan  de 
venado  delante  del  Señor, 
que  de  aquellas  anímalias  en 
altares  ante  el  Señor  sacrifi- 
caua. 

»Esto  es  glosando  el  texto 
que  dize:  De  las  generacio- 
nesde  ¡os  hijos  de Noe  ..  iten, 
el  qual  (nemroth)  fue  barra- 
gan de  venado  (1)  e  delante 
del  señor,  por  tanto,  dende 
en  adelante  la  gente,  unos 
por  otros,  costumbran  dezir: 
tan  bueno  fulanocomo  nem- 
roth, que  fue  barragan  de 
caca  delante  del  señor.» 

(Fol.  31  vue/ío.y— «e  que, 
por  tanto,  de  ambas  eligio- 
nes  los  poderosos  barraga- 
nes nascieron.» 

Barragana.— «...ealosfijosde 
las  barraganas  de  abraham 
dio  abraham  dones,  etc.» 

(Glosa.)— '<^ahy  Jaco,  el 
que  fizo  los  turim,  pone  que 
agar  sin  dubda  fuera  barra- 
gana de  ahraha.m.t 

Baybicas  ó  Vaybicas.— (Véase 
Piracas.) 

(O   TV     "ip?  ^1^  ^'i? 

venationc  potens     fuit      Ipse 


LA    BIBLIA   DE    LA    CASA   DE    ALBA 


91 


Bedellynes.  -  •Pergaminosbe- 
dellynes.» 

Beginos  e  ypocritas. —  lE  lo 
fechiza  o  por  tuerca  de  algu- 
nos beginos  e  ypocritas  que 
se  demuestran  ser  catholicos 
e  non  lo  son,  que  estos  tales 
no  alcancan  la  bienandanca. 
«Fazense  beginos... 
«los  ypocritas  e  beginos 
que  traen  vestimentas  de 
ovejas  e  son  peores  que  lo- 
bos.» 

Blago.— El  cayado  de  Moisés. 

BoLTURAs.— «Non  siembres  tu 
viña  bolturas.  por  que  se 
non  encone  la  simencia. 

Non  vistas  boltura.  saha- 
tuez,  lana  e  lyno  de  consu- 
no; frimias  puedes  hazer  so- 
bre los  cuatro  ángulos  de  tu 
cobertura.»  (Deuteron.) 

BoRiTH.  — Jabón. 

Bucos.— «Caer  de  bucos  en 
suelo.  í> 

BuRUios.— «que  noe  metió  en 
el  arca  sarmiento  e  algu- 
nos...» 

Caín.  — «Posesión.» 

Callantios.— Es  silenciosos. 

Cangilan.— i'Fo/.  372  vuelto:) 
«puso  un  cangilan  o  moco, 
quien  acuciase  á  los  messe- 
geros»  (los  que  trabajaban 
en  la  mies). 

Cachicán  llaman  al  capa- 
taz en  la  provincia  de  Va- 
Uadolid,  nombre  á  que  la 
Academia  asigna  por  etimo- 
logía el  vascuence  echeco- 
jaun.       • 

Cañaueral  de  cañas  de  acu- 
car. 

Católico.  —  «Salomón,  autor 


de  los  proverbios,  el  cual  era 
católico  e  fijo  de  católico.» 

Católico  es  para  Mosé 
Arragel  lo  mismo  que  fer- 
Jecto  ó  complido,  y  santa  Je 
católica,  santa  fe  complida. 

Ciclan. — El  de  natura  ciclan 
ó  ciego. 

CisTERNOs.  —  Hallar  una  obra 
porr  egistro  ó  minuta  en  cis- 
ternas. 

CoFUERgos. —  «los  judies  usa- 
ban entonces  en  los  cofiter- 
eos  de  los  finados  comer  len- 
tejas.» 

CoMBLECA. — "Mi  combleca  lla- 
ma rachel  a  lya,  hermana 
suya,  a  quien  el  padre  La- 
ban  dio  una  noche  a  Jacob, 
marido  de  rachel. » 

Cor.— Trasladar  la  ley  de  cor: 
por  de  memoria. 

Crusuelc— Por  crisol. 

Cursarios.— (Véase  Piracas.i 

Curueña.— Columna. 

Charmel.— Tierra,muy  fruc- 
tífera. 

Delantal  de  la  puerta.  (Reci- 
bimiento.) 

Desfijado.— «Asi  se  llama  al 
que  entierra  sus  fijos.» 

Disantos,  — (Tiempos  e  disan- 
tos uno  es,  e  bien  vees  que 
en  algunas  festas  cuento  de 
sol  e  luna  acatado  es.) 

Dux.  — «Non  se  tirara  el  ceptro 
de  juda  nin  el  dux  (escriua- 
noj  dentre  sus  pies.» 

Enbaharecio.  -  «Moisés,  esto 
oydo,  enbaharecio,  que  res- 
puesta tornar  non  le  pudo.» 

Encobarse  de  un  fijo.  — Que- 
dar embarazada  la  mujer. 

Equivocación.— Es  para  Rabí 


92 


A.    PAZ    Y    MELIA 


Arragel  acepción  de  una  pa- 
labra. 
FEU\fií/íTos.— Afeminados. 
FOBNEZiNO   (Hijol.  — «Se    llama 
el  fijo  que  es  fecho  en  mujer 
que  el  domador  della  non 
puede  casar  con  ella,  quier 
por  parentesco,  quier  porella 
ser  casada.» 
Fulgir  y  furnir. — Es  óafirmar 
ó  gobernar  ó  afermosiguar  la 
razón. 
FusLERA.  —  Muchos  metales 

fundidos  en  uno. 
GiRONAS.  —  «Es  una  manera  de 
omnes  de  mal  vivir  e  ladro- 
nes.» 
GiROUAGOs. — (Véase  Piracas.) 
GOLHiNES. —(Véase   Piracas.) 
Grisgo.  — 0...    que   ante    desto 
ovieron  gran  grisgo   Jacob 
sobre  la  posesión  deste  mun- 
do terrenal,  etc.» 
HuESMO. — «Quando  la  olla  es 
ya  cerca  de  cocida,  a  fin  que 
sepa  la  i^rne  bien,  lancanle 
un  hiiesmo  de  especias,  e  a 
esto  llaman  adobado. » 
Imperial.  —  Se   toma   en    esta 
obra  por  los  celestiales,  por- 
que han  señorío  en  influir 
sobre  los  cuerpos  bajos. 
Intrigados. — Es    manera    de 
componer  en  poesía  ó  en  re- 
tórica. 
Jaob-.as.— Por  jaulas. 
Jassas.  — «Que  al  leproso  non 
le  corten  la  llaga   nin   gela 

trasmuden   con nin   sus 

semejantes.» 
Mazracatona.— (Véase  Alho- 

luas.J 
Messegeros.— (Los  que   traba- 
jan en  la  mies.) 


Mijar  una  jota.  — Mudar. 
More  (Valle  de). — «More  era 
unomnemuy  amigo  deAbra- 
ham.  el  que  se  conseio. con 
el  como  se  circuncidase. 
NiCHiLAR.  — Por  anular. 
NiÑiTA. — «E  señor,  non  me  pa- 
resce  que  a  la  tu  señoría  ver- 
na  de  nuevo  que  niñita  lla- 
man a  aquello  prieto  que  es 
en  medio  del  ojo,  do  salle  el 
viso,  e  este  nombre  asy  co- 
bro por  quanto  sy  tu  oteas 
a  qualquier  persona  en  aquel 
lugar,    luego   ende    paresce 
figura  de  una  niña.» 
NÓMINA.  — Los  judíos  traen  casi 
pornómina  la  ley  en  suseno. 
Omecillos— (Quando  fragua- 
res casa  nueua  faras  balan- 
dras á  tus   terrados   e   non 
pongas  omecillos  e  ocasión 
en  tu  casa  porque  non  caya 
el   que   ouiere    de    caer    de 
ella.) 
ONGENTA.-Por  ochenta. 
P.   A   PA.  — Que  vieron  la  ley 

p.  a  pa.,  de  parte  á  parte. 
Pastoría  ó  regimiento   de   si 
mismo,  e  de  fijos  de  muchas 
madres. 
Patria  común.— Es  la  común 
gente  del  concejo  ó  del  se- 
nado ó  del  reyno. 
Pechuga  r  e  espaldar  (de  los 
antiguos  T^eyes).- «Que  raby 
salomón  non  sabe  que  sea; 
pero,  sy  me  dios  ayude,  yo 
magino  ser  aquel  que  agora 
llamamos  escapulario,  e  lo 
que  viene  a  los  ^lechos^  que 
esto  era  el  pechugar,  e   lo 
que  viene  a  las  espaldas,  que 
esto  seria  el  espaldar,  ya  sea 


LA    BIBLIA    DE    LA    CASA    DE    ALBA 


93 


quel  escapulario  es  todo  lo 
de  delante,  e  de  pro  quasy 
un  pedazo  e  el  espaldar.» 

PiRACAS.  —  Corsarios,  ladrones, 
robadores,  violentadores,  in- 
censores, vagabundos,  bay- 
bicas,  girouagos.  infieles, 
etc  .  nombres  de  mal  vivir, 
de  robo,  e  aun  los  golhines 
e  baybicas. 

PuLAR.  — Por  plural. 

Quicialeras.  — (Quicios.) 

QuiNiAN.  — «En  logar  de  capato 
dan  oy  los  judios  un  pedaco 
de  su  ropa,  otra  cosa  que  se 
faze,  como  porque  le 'da  el 
uno  aquel  paño  que  llaman 
qiiinicín  al  otro,  da  el  otro  la 
cosa  que  vende  ó  trueca  ó  se 
obliga.» 

Rr  a  FES.  — Barato? 

«Lo  qual  todo  asy  joseph 

compro   rrafes   para  el  rey 

e  tornogelo  a  vender  a  ellos 

Citroen  los  a  ños  de  lafanbre.» 

Re.  — Nada. 

«Que  en  Dios  non  es  pula- 
ridat,  que  si  dos  o  mas  dio- 
ses fuesen,  non  se  podian 
convenir  en  rre. » 

Retinto. — Catar   una   olla    al 


retinto,  es  hacerla  sonar  con 
los  dedos  para  ver  si  está  cas- 
cada. 

RiCTO.  — Se  toma  por  modo  ó 
regla:  «Fulano  abtor  ovo 
buen  ricto  para  leer.» 

Rotulo. — Es  enboltero  ó  pro- 
ceso de  libro,  carta. 

Sahatuez.  — (V.  Bolturas.)- 

San  Cristofuli  y  San  Cristó- 
bal. 

Seco. — Por  cesó. 

Sonbajak.  — «Si  te  sonbajeren 
los  pecadores,  non  quieras 
yr.»  (Proverb.,  cap.  I.) 

Trauiessa.  — Fijos  de... 

Verdadería.  — Por  verdad. 

Verdet. — «Se  hace,  non  de  vi- 
nagre e  barro,  mas  de  cobre.» 

Vesquir.  — Por  vivir. 

Xar  A.— Puercos  de.. .(Jabalíes?) 

Ylle. — ('Dios  de  aquella  subs- 
tancia Atiyle  los  crió  (á  los 
hombres).» 

Así  llaman  algunos  á  la 
primera  materia,  ó,  según  el 
Maestre  de  Girona,  á  una 
substancia  impalpable  apa- 
rejada para  recibir  forma  de 
cualquiera  cosa,  que  crió 
Dios  en  el  primer  día. 


ANTONIO  RUBIO  Y  LLUCH 

LA  LENGUA  Y  LA  CULTURA  CATALANAS 

EN  GRECIA 
EN  EL  SIGJLO  XIV 


tEs  la  matexa  parla  arro- 
gant  que  un  día  ressoná  per 
tots  los  contorns  del  Medite - 

rrani ¡a  que  feu  eslremir 

les  ruines  de  la  sagrada  Acró- 
polis alhenesa.D 

(M.  Menéndez  y  Pelayo. — 
Discurso  de  gracias  de  los 
Jochs  floráis  de  Barcelona 
de  i883.) 

En  la  Edad  Media  fué  el  Oriente  palenque  de  todas  las 
empresas  políticas,  religiosas  y  mercantiles  de  Europa,  y 
teatro  de  sus  hazañas  más  legendarias.  Allí  ensayaron  el 
esfuerzo  de  su  brazo  todos  sus  aventureros  y  muchos  de  sus 
más  ilustres  capitanes;  allí  echaron  sus  primeros  gérmenes 
las  tendencias  de  expansión  y  de  dominio  colonial  que  ha- 
llaron más  tarde  su  completo  desarrollo  en  la  conquista  del 
Nuevo  Mundo.  Era  pequeño  en  aquel  entonces  el  Medite- 
rráneo, y  pequeños  los  fraccionados  Estados  medio-evales 
para  pueblos  llenos  de  vida  y  ávidos  de  esperanzas,  y  es- 
trecho también  el  mismo  Oriente,  que  tenía  que  satisfacer 
tantos  estímulos  de  gloria  y  de  codicia.  De  ahí  que  trope- 
zaran allí  todos  á  la  vez  en  confuso  enjambre,  y  que  no 
hubiera  una  ciudad  importante  del  Imperio  bizantino  sin 
una  colonia  pisana,  genovesa  ó  veneciana,  ni  una  isla  ó 
peñón  del  Egeo  ó  del  Adriático,  ni  un  palmo  de  tierra  en 


q6  ANTONIO    KUBIÓ    Y    LLUCH 

la  Morea  y  en  la  Grecia  propiamente  dicha,  sin  un  señor 
feudal  de  origen  francés,  español  ó  italiano. 

De  esa  liebre  de  empresas  caballerescas  y  conquistado- 
ras, que  se  apoderó  de  Europa  en  los  siglos  xili  y  Xiv,  par- 
ticipó también  España  en  mayor  grado  de  lo  que  general» 
mente  se  cree.  La  historia  del  Oriente  latino-español  pue- 
de competir  •sin  desventaja  con  la  del  francés  é  italiano, 
gracias  á  las  hazañas  de  las  dos  más  famosas  Compañías 
militares  que  recorrieron  entonces  los  campos  de  Grecia, 
y  gracias  asimismo  á  aquellos  dos  originales  personajes 
históricos  tan  simpáticos,  mallorquín  el  uno,  aragonés  el 
otro,  que  intentaron  casi  con  sus  solas  fuerzas  en  épocas 
distintas  el  mismo  objeto,  la  conquista  de  la  Morea,  á  sa- 
ber: el  Infante  D.  Fernando  de  Mallorca  y  el  Gran  Maes- 
tre de  Rodas,  D.  Juan  Fernández  de  Heredia. 

Desde  Roger  de  Lauria  á  D.  Juan  de  Austria,  desde  los 
proyectos  de  Cruzada  de  Jaime  I  hasta  los  esfuerzos  de 
Alfonso  V  para  salvar  el  Imperio  bizantino,  la  participa- 
ción de  las  naciones  de  raza  española  en  los  destinos  del 
Oriente  es  casi  continua,  aunque  desligada  y  sin  un  plan 
político  ó  mercantil  determinado,  como  le  tuvieron  los 
trancos  y  los  venecianos. 

Mas  ninguna  de  las  empresas  hazañosas  realizadas  por 
los  pueblos  españoles  en  aquellas  apartadas  regiones  tuva 
el  brillo  ni  alcanzó  las  consecuencias  que  la  odisea  militar 
que  emprendió  desde  los  Dardanelos  hasta  el  Monte  Tau- 
ro, y  desde  las  orillas  del  Meandro  hasta  las  del  Cefiso,  la 
llamada  Compañía  catalana.  Aquella  hueste  de  héroes  y  de 
demonios,  como  guiada  por  el  genio  de  la  destrucción  y  la 
venganza,  estuvo  á  punto  de  ahogar  al  naciente  Imperio 
otomano  en  su  cuna;  rasgó  en  jirones  la  ya  despedazada 
púrpura  de  los  Césares  de  Bizancio,  y  destruyó  la  caballe- 
ría franca  junto  á  los  históricos  campos  de  Orchomenos  y 
Cheronea,  concluyendo  por  fundar  en  el  Ática  y  en  la  Beo- 
cia,  desde  el  istmo  de  Corinto  hasta  los  confines  de  la  Te- 
salia, y  desde  la  Eubea  hasta  más  allá  de  las  montañas  de 
la  Fócida,  un  Estado  militar  con  un  marcado  barniz  feu- 


LENGUA    Y   CULTUKA    CATALANAS    EN    GRECIA  g/ 

dal  y  municipal,  que  reflejó  en  su  espíritu  y  en  su  consti- 
tución social  todo  el  sello  y  carácter  de  la  nacionalidad  ca- 
talana de  que  traía  su  origen.  No  parece  sino  que  aquel 
campamento  errante  de  soldados,  al  establecerse  en  la  Gre- 
cia clásica,  desligado  por  completo  de  su  madre  patria,  como 
las  huestes  de  Villehardouin  y  d-e  Champlitte,  ó  como  los 
navarros  de  Coquerel  y  San  Superano,  puso  mayor  empe- 
ño que  todos  ellos  en  conservar  su  fisonomía  étnica.  Ello 
es  que  al  echar  raíces  en  un  país  desconocido  consideró 
como  áncora  de  salvación  de  su  existencia  la  lengua  y  las 
leyes  de  Cataluña,  haciendo  de  las  Costumbres  de  Barcelona 
la  base  del  derecho  público  y  privado  del  nuevo  Estado,  y 
de  aquélla  la  marca  externa  de  su  individualidad  nacional. 
Gracias  á  este  empeño,  el  habla  enérgica  en  que  Mun- 
taner  escribía  por  aquellos  días  su  Crónica  inmortal  que  le 
ha  merecido  el  título  de  Camogns  de  la  historia,  iba  á  enno- 
blecerse aleándose  á  la  categoría  de  dominadora  de  la  len- 
gua de  Homero.  Fué  esto  en  la  época  en  que  la  civilización 
catalana  se  extendía  por  las  tres  Penínsulas  del  Medite- 
rráneo y  en  que  nuestro  candoroso  cronista  podía  excla- 
mar en  un  arranque  de  noble  entusiasmo:  Que  de  un  llen- 
guatje  sol  de  negunes  genis  son  tantes  coin  catalans  ('). 


(i)  Crónica,  de  Ramón  Muntaner,  edición  de  Bol'arull,  capítu- 
lo XXIX.  No  era  ésta,  sin  embargo,  la  vez  primera  que  la  lengua 
catalana  resonaba  en  el  suelo  de  la  Grecia  clásica.  En  1292,  Roger  de 
Lauria  emprendió  una  brillante  correría  por  las  islas  del  Archipié- 
lago y  por  la  Morea,  para  hacer  valer  los  derechos  del  Infante  Fe- 
derico de  Aragón,  que  heredó  los  del  desgraciado  Manfredo,  apo- 
derándose de  Monembasia  y  derrotando  en  Zonclon  á  los  Barones 
del  Principado.  Muntaner  refiere  este  episodio  en  el  cap.  CXVH 
de  su  Crónica.  Algunos  años  más  tarde,  desde  I3i5á  1316,  el  ma- 
logrado Infante  D.  Fernando  de  Mallorca,  á  quien  perseguían  los 
mismos  tristes  destinos  de  su  Casa  Real,  estableció  en  Clarentza, 
capital  de  su  Principado  de  la  Morea,  una  verdadera,  bien  que  efí- 
mera, corte  catalana.  Cuenta  también  Muntaner  que  el  último 
Duque  francés  de  Atenas,  Gualtero  de  Brienne,  hacíase  amar  de 
los  catalanes  y  hablaba  el  catalán,  por  haberse  educado  en  Sicilia 
(cap.  CCXL). 

H  7 


g  ANTONIO    RUBIO    Y    LLUCH 

Si  la  historia  y  la  tradición  no  lo  confirmaran,  parece- 
ría inverosímil  el  hecho  que  sentamos.  No  se  comprende, 
en  efecto,  que  una  República  militar,  después  de  tres  lus- 
tros de  separación  y  abandono  total  de  su  metrópoli,  lle- 
vando en  su  seno  elementos  heterogéneos  y  de  distmtas 
procedencias,  y  sujeta  durante  más  de  sesenta  años  á  la  de- 
pendencia de  los  Reyes  de  Sicilia,  se  conservara  tan  cata- 
lana en  medio  del  contacto  íntimo  y  continuo  de  dos  pue- 
blos vencidos,  el  franco  y  el  griego,  y  de  la  persistente 
inmigración  siciliana  que  cpn  fines  políticos  anexionistas 
promovía  sin  cesar,  hasta  excitar  la  desconfianza  de  los 
catalanes    el  Estado  político  soberano.  Y,  sin  embargo, 
nada  más  cierto.  Llevada  la  Compañía,  en  los  nuevos  Es- 
tados que  conquistó  con  las  azconas  de  sus  almogávares, 
de  la  necesidad  de  conservar  su  unidad  y  cohesión,  á  fin 
de  no  quedar  diluida  en  el  medio  ambiente  hostil  que  la 
rodeaba  á  efecto  de  su  misma  inferioridad  numérica,  pov 
ser  poca  gent  nostrada,  como  decía  Pedro  IV  á  sus  subditos 
de  Atenas  en  i38o,  extremó  su  separación  y  las  diferen- 
cias entre  vencedores  y  vencidos,  guardando  tenaz  las  no- 
tas características  de  su  vida  propia.  A  consecuencia  de 
esto   sólo  admitió  en  contados  casos  al  elemento  heleno- 
y  siempre  en  menos  grado  que  los  francos  y  florentinos, 
sus  predecesores  y  sucesores  en  el  dominio  de  aquellos  pai- 
ses-á  participar  de  su  vida  interna  y  de  sus  fueros  civiles 

V  militares.  , 

Al  posesionarse  los  catalanes  de  los  llamados  Ducados 
de  Atenas  y  Neopatria,  trataron  como  de  potencia  a  po- 
tencia con  el  Rey  de  Sicilia  antes  de  reconocerle  como  su 
señor  y  Duque,  y  la  primera  condición  de  su  reconocimien- 
to fué  el  respeto  á  todo  cuanto  constituía  aquella  indivi- 
dualidad étnica,  grabada  de  un  modo  vigoroso  en  su  lengua, 
en  sus  leyes  y  en  sus  costumbres.  En  detallados  capítulos 
formularon  sus  aspiraciones  y  exigencias,  y  se  aseguraron 
por  la  doble  sanción  del  derecho  de  conquista  y  de  la  con- 
firmación real  la  posesión  material  del  territorio  y  su  ex.s- 
tencia  como  República  autónoma  de  soldados,  rigiéndose 


LENGUA  Y  CULTUKA  CATALANAS  BM  GRECIA      99 

por  sus  piopios  Estatutos.  Este  importante  documento  fal- 
ta, por  desgracia,  en  el  Archivo  de  Palermo,  que  sólo  con- 
tiene restos  desperdigados  de  las  actas  que  se  refieren  al 
.  Ducado  de  Atenas  en  el  último  decenio  del  dominio  de  los 
señores  sicilianos,  de  estirpe  aragonesa;  pero  afirman  su 
existencia  otros  posteriores,  y  consta  también  por  ellos  que 
fué  redactado  en  el  habla  vulgar  de  Cataluña. 

En  mis  asiduas  investigaciones  en  los  Archivos  de  Bar- 
celona y  de  la  capital  de  Sicilia,  he  tenido  la  fortuna  de 
encontrar  pocas,  pero  curiosas,  noticias  del  empleo  de  di- 
cha lengua  como  oficial  en  el  gobierno  de  sus  Estados 
por  los  conquistadores  de  Atenas  y  Neopatria.  Todas  ellas 
se  refieren  sólo  á  los  últimos  veinte  años  del  dominio  ca- 
talán. Para  explicarnos  tan  considerable  laguna  histórica, 
■hay  que  tener  en  cuenta  que  á  causa  de  la  destrucción  de 
muchos  registros,  hasta  el  año  i355  no  aparecen  con  re- 
gularidad en  la  Cancillería  panormitana  actas  referentes  á 
la  historia  del  Ducado  de  Atenas,  y  que  el  período  de  ella 
que  va  desde  i3ii,  fecha  del  establecimiento  de  los  cata- 
lanes en  dicho  territorio,  hasta  aquel  año,  ha  de  reconsti- 
tuirse penosamente  en  su  mayor  parte  con  documentos 
sueltos  de  Venecia,  Ñapóles,  Roma,  etc.,  amén  de  otras 
fuentes  históricas  que  no  es  ahora  ocasión  de  mencionar. 
El  primer  testimonio  que  conocemos  del  empleo  oficial 
del  catalán  en  los  Ducados  griegos,  es  el  nombramiento 
de  Juez  de  apelaciones  en  favor  de  Bartolomé  de  Valerio, 
en  el  cual  se  declara  terminantemente  que  se  hace  con- 
forme á  los  capítulos  promulgados  por  los  anteriores  Du- 
ques, redactados  asimismo  en  aquella  lengua  (i). 
,  Otra  curiosa  prueba  se  nos  ofrece  más  adelante,  en 
1372,  en  un  privilegio  de  exención  y  franquicia  otorgado 
á  Nicolás  Embay  rsic),  bayle  de  Atenas,  por  Novella,  mu- 

(1)  Archivio  di  Síato  de  Palermo.  Regia  Cancelleria,  Reg.  XI, 
fol.  1 10  V.:  tprout  in  quodam  capitulo  per  dictos  precessores  nos- 
tros  in  vulg-ari  Catalana  ydiomate  constituto  hec  iater  alia  con- 
tinentur.»  O  Abril  1368. 


lOO  ANTONIO  RUBIO  Y  LLUCH 

jer  de  Jaime  Sánchez  de  Leyda,  á  la  cual,  en  el  concepto 
de  administrador  de  sus  bienes,  estaba  obligado  á  prestar 
ciertas  servidumbres.  Se  expresa  en  él  que  fué  escrito  en 
catalán,  según  el  uso  establecido  en  Atenas  (0. 

Los  capítulos  acordados  en  esta  misma  ciudad  más  ade- 
lante, el  20  de  Mayo  de  1 38o— una  vez  se  hubo  calmado 
algún  tanto  en  los  Ducados,  con  la  proclamación  de  D.  Pe- 
dro IV  de  Aragón,  la  anarquía  que  estalló  á  la  muerte  de 
Federico  III,— corroboran  también,  por  las  referencias  que 
hacen  á  los  primitivos  Estatutos  de  la  Compañía,  que  se 
había  empleado  en  la  redacción  de  éstos  la  lengua  catala- 
na (--),  y  que  en  ella  se  escribieron  asimismo  los  especia- 
les que  las  principales  ciudades  se  habían  dado  para  su  ré- 
gimen interno  por  el  fuero  de  su  autonomía  municipal  (3). 

Muy  extendido  debió  de  ser  el  empleo  del  catalán  en  los 
documentos  oficiales  de  los  Ducados  griegos,  cuando  ve- 

(,)  Extendió  este  privilegio  Juan  Seraio.  Notario  de  Atenas,  y 
su  confirmación  lleva  la  fecha  de  7  de  Enero  de  1372:  «quia  per 
tenorem  dicti  puplici  instrumenti  scripti  manu  Johanni  seraio  no- 
tari  actorum  civitatis  eiusdem  el  aliorum  testium  subscripcionibus 
rol.orati  in  carta  vidclicet  de  pappiro  et  vulgari  catalanorumelo- 
quium  seciwdum  usinn  et  mores  civitatis  eiusdem d  Ibid.,  Reg. 

Gane,  XIII,  210.  .  „      j.  j    , 

(i)  En  el  prn  ilegio  al  Notario  griego  Dimitn  Rendí,  uno  de  los 
personajes  que  más  juego  dio  en  Atenas  á  últimos  del  siglo  xiv, 
incluido  en  el  documento  á  que  me  refiero,  se  observa  que  dicha 

concesión  se  hace  no  obstáis  ne  contrastant neguns  capitols 

de  la  companya,  esto  es,  de  la  Compañía  catalana.  Más  adelante 
se  cita  textualmente  uno  de  dichos  capítulos:  <  ítem  que  nenguna 
persona  qualsque  qual  sia  no  puga  lexar  per  sa  anima  ni  per  nen- 
gun  enginy  ne  manera  nenguns  bens  a  lasgleía,»  etc.,  del  cual  se 
pide  la'^Jerogación.  Vid.  mi  monografía  Los  navarros  en  Grecia' 
y  el  Ducado  catalán  de  Atenas  en  la  época  de  su  invasión,  pu- 
blicada en  el  tomo  IV  de  las  Memorias  de  la  Real  Academia  de 
Buenas  Letras  de  Barcelona,  1887,  págs.  466  y  07. 

(3)  ■  Aparece  lo  que  aquí  se  indica  de  una  petición  dirigida  a 
Pedro  IV  por  la  Universidad  de  Atenas  en  1 380,  para  que  anule  «!o 
capítol  qui  fo  fet  en  la  dita  ciutat  de  Cetines  que  diu:  Ítem  si  al- 
cun  lexara  alcuns  vilans  ne  posessions  en  la.sgleía  que  dejen  tornar 
en  lo  Castell  de  Cetines,.  ó  sea  á  la  Acrópolis.  (Ibidem,  pág.  4»'7-> 


LENGUA  Y  CULTURA.  CATALANAS  EN  GRECIA     lOI 

mos  que  no  sólo  los  Notarios  catalanes,  sino  hasta  los 
mismos  indígenas,  se  servían  de  aquel  idioma  para  lega- 
lizar escrituras,  con  la  particularidad  de  que  alguna  vez  se 
daba  el  caso  de  redactarse  éstas  en  latín,  mientras  la 
legalización  se  hacía  en  la  lengua  vulgar  de  los  con- 
quistadores. Esta  observación  tiene  mucha  mayor  im- 
portancia si  se  atiende  á  que  el  cargo  de  Notario  poquísi- 
mas veces  le  desempeñaron  los  catalanes — quizás  por  más 
rudos  ó  por  disfrutar  de  más  cómodos  y  desahogados  modos 
de  existencia,  ó  por  no  conocer  tan  bien  la  lengua  y  las 
costumbres  del  país, — y  casi  siempre  la  inteligente  raza 
griega  ó  los  extranjeros  avecindados  en  los  Ducados.  Más 
aún:  el  cargo  de  Notario  fué,  según  parece,  durante  la  do- 
minación franca,  el  único  público  á  que  podían  aspirarlos 
griegos  (i).  Varios  fueron  los  que  en  él  se  distinguieron 
durante  el  gobierno  de  los  catalanes:  Nicolás  y  Constan- 
tino Mauro  Nichola,  Barí,  Cosme  de  Durazzo,  Demetrio 
Rendí  y  Nicolás  Macri.  Al  segundo  le  tocó  legalizar,  en 
compañía  del  catalán  Periulli  de  Ripoll,  en  22  de  Abril  de 
1380,  en  Salona,  dos  copias  de  la  donación  que  del  Con- 
dado de  Malta  hizo  en  i33o  el  Rey  Fadrique  II  de  Sicilia 
á  su  hijo  natural  y  jefe  de  la  Compañía,  D.  Alfonso  Fa- 
drique; donación  confirmada  más  tarde,  el  i."  de  Septiem- 
bre del  citado  año  1380,  en  favor  de  su  nieto  D.  Luis  Fa- 
drique, Conde  de  Salona,  por  D.  Pedro  IV  de  Aragón.  La 
fórmula  de  legalización,  por  lo  c[ue  al  Notario  griego  se 
refiere,  está  concebida  en  los  siguientes  términos:  B  yo 
Consiantinus  de  Mauro  Nichola  per  anctoritat  del  senyor  bari 
■cu  los  Dtccats  de  Alheñes  e  de  la  patria  notari public,  etc.  (2). 

(i)  Así  lo  indica  una  disposición  de  Venecia  de  ig  de  Agosto 
de  1420,  referente  á  la  isla  de  Negroponte:  non  permitiente  ali- 

■quem  grcecnm  accederé ñeque  in  officiis  vel  regiminibus 

exceptis  scribaniis,  etc.  Vid.  Sathas,  Docmnents  inédits  relati/s  í 
I' histoire  de  la  Gréce  au  moyen-age:  París,  1882,  torno  III,  pá- 
gina 215. 

(2)  Archivo  de  la  Corona  de  Aragón:  Barcelona.  Registro 
1.366,  fol.  68  V. 


102  ANTONIO  RUBIO  Y  LLUCH 

Tócanos  hablar  ahora  del  testimonio  más  elocuente  y 
extenso  que  hasta  nosotros  ha  llegado  del  predominio  que 
alcanzó  en  la  ciudad  de  Pericles  la  lengua  de  Ramón  LuU 
y  Muntaner.  Sesenta  ó  setenta  años  después  de  la  conquis- 
ta, cuando  la  tierra  griega  era  su  patria  y  la  lengua  griega 
la  única  casi  que  hería  continuamente  sus  oídos,  al  anexio- 
narse los  catalanes  á  la  sacrosanta  Corona  de  Aragón,  como- 
ellos  la  llamaban,  redactaron  unos  capítulos  que  elevaron 
al  Rey  Pedro  IV  para  su  confirmación,  que  más  que  como 
interesadas  y  mezquinas  demandas  de  gracias  y  mercedes,, 
deben  considerarse  y  se  considerarán  siempre  como  una 
prueba  admirable  de  la  vitalidad  que  tuvo  en  Grecia  el  ha- 
bla de  aquellos  rudos  almogávares  y  de  la  pureza  y  fideli- 
dad con  que  la  conservaron,  á  pesar  del  tiempo  y   de  la 
distancia  que  les  tenían  separados  de  su  madre  patria.  Por 
esta  razón  y  por  la  riqueza  de  detalles  que  contienen,  los 
llamados  Capítulos  de  Atenas  son  de  un  valor  filológico,  po- 
lítico é  histórico  extraordinario,  y  han  llamado  con  justicia 
la  atención  de  todos  los  historiadores  del  Oriente  latino. 
Como  una  pequeña  muestra  del  catalán  que  se  escribía  en 
aquella  ciudad  á  fines  del  siglo  xiv,  he  aquí  las  hermosas- 
y  patrióticas  frases  con  que  terminan: 

«ítem  placía  a  la  dita  sacra  Reyal  e  ducal  majestat  que 
la  dita  uniuersitat  de  Cetines  els  habitants  daquella  pu- 
guen  e  dejen  usar  e  perseuerar  e  estar  e  gandir  segons  los- 
estatuts  constitucions  e  usatges  e  costums  de  barchinona, 
Plau  al  senyor  Rey,  ítem  placía  A  la  dita  sacra  Reyal  ma- 
jestat  que  li  placia  de  no  abandonarnos  ni  derelinquir  del 
seu  titol  ni   deis  seus  descendents.   E  encara  que  la  dita 
Reyal  e  ducal  majestat  nons  puga  donar  ne  cambiar  ne 
lexar  sots  altra  senyoria  neguna  per  nengun  modo  titol  ne 
rao  sino  sota  a  la  sacra  sancta  corona  darago  e  deis  seus 
descendents.    Plau   al  senyor  Rey.  Romeu  de   bellarbre 
per  los   manaments  Reyals  e  ducals  Castella  e  Capita 
de  la  uniuersitat  de  Cetines  sindichs  prohomens  e  con- 
sell  de  ladita  uniuersitat  que  tots  genolls  ficats  en  térra 
humilment  nos  comanam  en  gracia  de  la  Reyal  e  Ducal 


LENGUA  Y  CULTURA  CATALANAS  EN  GRECIA     IO3 

majestat  vostra.  Dades  en  la  ciutat  de  Cetines,»  etc.   (0. 

El  segundo  y  último  documento  catalán  que  se  ha  con- 
servado procedente  de  Grecia,  es  el  que,  á  semejanza  del 
anterior,  pudiéramos  denominar  Capítulos  de  Saloua.  Allí, 
en  aquella  pequeña  villa  medio-aval,  que  fué  en  la  anti^ 
güedad  la  Amphysa  de  los  Locrios,  en  el  castillo  franco 
construido  sobre  los  muros  de  !a  acrópolis  helénica,  cuyas 
ruinas  sombrean  las  imponentes  alturas  del  Parnaso  y  del 
Kiona,  se  reunieron  á  fines  de  Mayo  y  principios  de  Junio 
de  i38o  los  procuradores  de  Tebas  y  Livadia,  junto  con 
los  de  la  misma  Salona,  para  redactar  unas  peticiones  á 
Pedro  IV,  en  el  fondo  y  en  la  forma  muy  parecidas  á  las 
de  Atenas.  Por  la  omisión  que  en  ellas  se  hace  de  las  pre- 
tensiones  de  las  tres  ciudades  congregadas,  es  de  presumir, 
cumo  sospecha  Gregorovius,  que  sólo  contienen  un  ex- 
tracto de  los  capítulos,  es  decir,  la  parte  relativa  á  D.  Luis 
Fadrique  de  Aragón  (2).  Desde  el  punto  de  vista  de  la 
lengua,  este  documento  es  un  dato  más  que  prueba  su  su- 
pervivencia en  las  mismas  vertientes  del  Parnaso;  pero 
bajo  el  aspecto  histórico  no  tiene,  ni  de  mucho,  el  valor 
del  precedente  (3). 

Muy  extendido  debió  de  ser  el  conocimiento  del  lengua- 
je catalán  en  aquellos  apartados  dominios  de  la  Corona 
aragonesa,  cuando  en  él  se  dirigía  el  nuevo  Duque  Pe- 
dro IV,  no  ya  á  sus  propios  subditos,  sino  aun  á  los  grie- 
gos, francos  y  albaneses  que  poblaban  los  Ducados.  En 
catalán  manifestaba  su  pesar  á  Helena  Cantacuzeno  por 
la  muerte  de  su  esposo  Luis  Fadrique,  concedía  privile- 
gios de  ciudadanía  franca  al  notario  Dimitri  Rendí,  y  da- 

(i)  Los  navarros  en  Grecia,  etc.  Memorias  de  la  Real  Acade- 
mia de  Barcelona,  tomo  IV,  págs.  461  á  471 .  Vid.  Arch.  Cor.  Ara- 
gón. Reg.   1.366,  fols.  49  y  siguientes. 

(2)  Geschichte  der  Stadt  Athen  im  Mittelalter  von  Ferdinand 
Gregorovius:  Stuttgart,  1S89,  tomo  II,  pág.  190. 

(3)  Los  navarros  en  Grecia,  etc.  Memorias  de  la  Real  Acade- 
mia, tomo  IV,  págs.  476  á  479.  Vid.  Arch.  Cor.  Arag.  Registro 
1.366,  fol.  79  V. 


104  ANTONIO    RUBIO    Y    LLUCH 

ba  las  gracias  á  los  albaneses  y  á  los  castellanos  griegos 
de  Salona  por  su  celo  en  la  defensa  del  país  ducal;  en  ca- 
talán felicitaba  al  astuto  florentino  que  debía  desposeerle 
de  él,  Rainerio  Acciajuoli,  por  haber  conservado  la  paz 
con  el  Vizconde  de  Rocaberti,  y  escribía,  por  último,  á  los 
francos  y  griegos  de  Livadia  fugitivos  en  el  Negroponte, 
á  la  Universidad  de  Neopatria  y  á  los  señores  de  Argos, 
Patras  y  Lepanto  ¡i). 

A  pesar  de  estos  valiosos  testimonios,  que  con  dificul- 
tad podrían  reproducirse  en  el  orden  cancilleresco  en  cuan- 
to á  las  lenguas  francesa  é  italiana  que  llevaron  al  Ática 
los  nobles  señores  de  la  Roche  y  de  Brienne  y  los  florenti- 
nos Acciajuoli,  no  vaya  á  creerse  que  el  catalán  arraiga- 
ra entre  los  griegos.  Jamás  han  aprendido  éstos  el  habla 
de  sus  conquistadores,  ora  hayan  sido  los  romanos  de  Sila 
y  de  Mételo,  ora  los  francos  de  Villehardouin  y  de  la  Ro- 
che, ora  los  catalanes  de  Alfonso  Fadrique,  los  turcos  de 
Bayaceto  ó  los  venecianos.  Tan  cierto  es  esto,  que  á  pesar 
del  largo  dominio  de  estos  últimos,  que  en  algunos  puntos 
alcanzó  hasta  fines  del  siglo  pasado,  ni  en  Creta,  ni  en 
Corfú,  ri  en  Negroponte,  ni  en  las  colonias  del  Pelopone- 
so  se  ha  formado  un  dialecto  mixto  greco-italo.  La  raza 
catalana  no  ha  dejado  más  recuerdo  en  el  idioma  nacional 
del  pueblo  sometido  que  el  apellido  KaTi.)vávo(;  ó  KaraXávi 
que  llevan  ciertas  familias,  que  no  por  esta  razón  han  de 
considerarse  como  procedentes  de  aquel  origen.  El  nombre 
de  Catalán  ha  pasado,  pues,  á  ser  apellido  gentilicio,  como 
lo  son  también  los  de  Franco  y  Veneciano.  En  cuanto  á  la 
procedencia  de  alguna  que  otra  palabra  griega  que  apa- 
rentemente pudiera  ofrecer  cierta  semejanza  con  otras  ca- 
talanas, pecaría  de  aventurado  todo  lo  que  se  afirmara. 
Abrigo  la  opinión  de  que  las  voces  de  derivación  neo-lati- 
na que  se  hallan  hoy  en  el  griego  vulgar,  han  pasado  á  él 


(i)  Arch.  Cor.  Arag.  Vid.  Reg.  1.281,  fol.  13;  Reg.  1.366,  fol.  60; 
Reg.  087,  fol.  177;  Reg.  1.268,  fol.  131;  Reg.  1.287,  ^I.  87;  Reg. 
987,  fol.  176;  Reg.  1372.  fol.  163. 


LEMGUA  Y  CULTURA  CATALINAS  EN  GRECIA     I05 

por  conducto  del  francés  é  italiano,  lenguas  que  han  ejer- 
cido en  el  Oriente  una  influencia  duradera  y  avasalladora. 
Sin  embargo,  con  todo  y  ser  ia  de  los  catalanes  mucho 
menos  extensa  y  directa  que  la  de  aquellos  dos  pueblos, 
opuso,  como  ya  se  ha  indicado,  mayor  resistencia  que  ellos 
al  predominio  de  la  lengua  y  cultura  de  los  vencidos.  Los 
Duques  francos  de  Atenas  más  de  una  vez  se  sirvieron  del 
griego  vulgar.  Ya  bajo  el  paternal  gobierno  de  los  últimos 
de  la  Roche,  tal  vez  á  consecuencia  de  su  parentesco  con 
la  casa  de  los  Angeli-Comnenos  (O,  el  helenismo  había  ga- 
nado mucho  terreno  en  el  ánimo  de  los  conquistadores. 
Las  cortes  francas  de  Tebas  y  de  Atenas  fueron  sin  duda 
bilingües,  bien  que  la  lengua  oficial  y  culta  del  Estado  no 
dejara  de  ser  la  francesa,  hasta  el  punto  de  que  se  hablara 
en  ellas  el  francés  tan  bien  como  en  París,  y  de  que  el 
Papa  Honorio  III  apellidara  la  Grecia  con  el  nombre  de 
Nueva  Francia.  Que  la  cancillería  de  los  Duques  francos 
estaba  ya  en  decadencia  á  principios  del  siglo  xiv,  y  aun 
antes,  á  pesar  del  predominio  y  prestigio  que  sobre  el  pue- 
blo heleno  ejercieron  las  leyes,  las  instituciones  y  las  cos- 
tumbres introducidas  por  lo  más  selecto  de  la  caballería 
occidental,  lo  podemos  demostrar  con  el  hecho  de  que  en 
aquellos  días  se  extendían  en  el  Ducado  documentos  en 
griego.  Por  complacencia  ó  necesidad,  los  Barones  francos 
aceptaban  hasta  en  sus  mismas  construcciones  inscripcio- 
nes bizantinas.  Con  ellas,  aunque  dejando  ver  las  huellas 
de  la  ortografía  francesa,  adornó  Antonio  le  Flamenc  la 
iglesia  dedicada  á  San  Jorge  en  su  feudo  de  Carditza,  en 
i3ii,  casi  en  los  mismos  días  de  la  invasión  catalana  (2). 
Y  si  bien  las  hazañas  de  los  conquistadores  se  escribieron 
en  el  culto  lenguaje  de  la  isla  de  San  Dionis,  y  los  recaer- 


(i)  Isabel  Angelo  Comneno  casó  con  Guillermo  I  de  la  Roche 
(i28o-r.!87)  y  con  Hugo  de  Brienne  (1291),  padre  del  último  Du- 
que francés  de  Atenas. — Chroiiiques  greco-romanes  inediles  ou 
pea  conmtes,  par  Charles  Hopf:  Berlín,  1873,  pág.  473. 

(2)     Gregorovius,  op.  cit.,  tomo  II,  págs.  38  y  39. 


106  ANTONIO  RUBIO  Y  LLUCH 

dos  de  ellas  viven  todavía  hoy  en  las  baladas  populares  de 
los  modernos  griegos,  no  es  menos  cierto  que  la  Crónica  de 
Morea,  griega,  rimada  á  la  usanza  de  las  antiguas  cancio- 
nes de  gesta,  fué  debida  á  la  pluma  de  un  franco  moreo- 
ta  (O,  y,  como  observa  Paparrigopoulos,  al  hablar  de  la 
poco  fundada  teoría  del  eslavismo  ó  total  desaparición  de 
la  antigua  raza  helena,  cuando  los  francos,  por  medio  de 
aquel  poema,  trataron  de  vulgarizar  entre  los  pueblos  ven- 
cidos sus  glorias  militares,  no  se  valieron  de  las  lenguas 
eslava,  albanesa  ó  francesa,  sino  de  la  greco  vulgar  más 
ó  menos  adulterada  por  la  influencia  occidental  (2). 

Más  hacedero  es  todavía  demostrar  el  predominio  del 
helenismo  durante  la  dominación  en  el  Ática  de  los  Accia- 
juoli.  Yo  no  sé  explicarme  la  rápida  destrucción  del  Esta- 
do catalán  de  Atenas,  realizada  por  unas  cuantas  bandas 
de    mercenarios  turcos,   albaneses  y   griegos,  asalariados 
por  el  astuto  banquero  florentino,  sin  una  participación  y 
un  apoyo  decidido  del  elemento  heleno,  que  creyó  mejo- 
rar de  suerte  con  el  cambio  de  señores.  Lo  que  no  deja 
lugar  á  dudas  es  que  Nerio  Acciajuoli  halagó  cuanto  pudo 
el  espíritu  nacional  de  la  raza  griega.  Ya  antes  de  apode- 
rarse de  la  capital  de  su  futuro  Ducado  ático,  el  15  de  Ene- 
ro de  1387,  hacía  uso  de  su  lengua  al  ceder  á  sus  parien- 
tes sus  posesiones  de  Italia  (3).  Al  entrar  en  su  nueva  ca- 
pital uno  de  sus  primeros   actos  fué  la  reinstalación  del 
metropolitano  ortodoxo,   cargo  que  había  estado  vacante 
desde  los  primeros  días  de  la  conquista  franca,  á  princi- 
pios del  siglo  xiii.  El  último  que  lo  desempeñó  fué  el  co- 
nocido escritor  griego  Miguel  Acominatas.    Los  italianos 
se  helenizaban,  de  tal  suerte,  que  uno  de  ellos,   pertene- 

(i)  *JohnSchmitt  la  atribuye,  con  poco  fundamento,  á  un  ve- 
neciano. DieChronk  van  Marea.:  München,  1889,  pág.  123  y  si- 
guientes. 

(2)  'Id'Toplx  Toü  éXX-nviAoO  '¿evouí-.  "Ev'AO^^vaír,  1886  y  1887,  to- 
mo V,  pág.  389. 

(3)  Buchón,  Nouíielles  Rechesches,  lomo  I,  pag.  131,  y  el  tex- 
to griego  en  el  tomo  II,  pág.  320. 


LENGUA  Y  CULTURA  CATALANAS  EN  GRECIA     IO7 

dente  á  la  familia  de  los  florentinos  Medici,  al  establecer- 
se en  Atenas  en  tiempo  de  los  catalanes,  trocaba  su  ape- 
llido por  el  de  latros  {').  Nerio  casó  á  su  hijaBartolomea, 
la  mujer  más  hermosa  de  su  época,  al  decir  de  Chalco- 
condylas  (2),  con  el  déspota  del  Peloponeso,  Teodoro  Pa- 
leólogo, y  tomaba  por  querida  á  la  hija  del  famoso  nota- 
rio griego  Demetrio  Rendi.  Antonio  I  Acciajuoli,  el  prín- 
cipe más  afortunado  de  su  linaje,  se  enlazó  primero  cor> 
una  tebana  y  después  con  la  hija  del  Sebastocrator  León, 
descendiente  de  los  ¡\Ielissenos.  Tan  helenizado  estaba  que 
hasta  redactaba  en  griego  todas  sus  actas  oficiales  (3).  El 
mismo  Laónico  Chalcocondylas,  el  único  escritor  ateniense 
que  conoce  la  literatura  bizantina  (4)— porque  Miguel  Aco- 
minatas  no  nació  en  la  ciudad  de  Palas,— se  dio  á  conocer 
bajo  el  largo  y  próspero  gobierno  de  aquel  ilustre  Duque 
florentino,  de  quien  hablaba  con  el  mayor  encarecimiento, 
y  su  empeño  en  imitar  á  Herodoto  y  Tucídides  muestra 
que  se  había  vuelto  á  encender  en  las  escuelas  griegas  el 
fuego  sagrado  de  la  antigua  sabiduría.  No  parece  sino  que 
los  Acciajuoli  se  habían  propuesto  demostrar  que  Floren- 
cia, la  Atenas  de  la  Edad  Media,  era  más  digna  que  nin- 
guna otra  ciudad  de  dar  dominadores  á  la  patria  de  los  hé- 
roes y  las  musas. 

No  exageremos,  sin  embargo,  las  consecuencias  de  es- 
tos hechos  respecto  de  la  cultura  general.  Franceses,  ca- 
talanes é  Italianos,  vieron  la  Grecia  con  los  mismos  ojos, 
es  decir,  bajo  el  único  prisma  de  la  civilización  occidental. 
Todos  la  dominaron  sin  comprenderla,  y  sin  sentir  real- 
mente el  calor  de  su  influjo.  La  semilla  del  Renacimiento 
no  fué  sembrada  por  los  Villehardouin,  los  Muntaner,  los 

f 

(1 )  Gregorov.,  op.  cit.,  tomo  11,  pág.  227.  'la-pó?  en  griego  sig- 
niñca  médico.  En  1357  extendía  dicho  latros  en  Nauplia  un  docu- 
mento redactado  en  griego  en   favor  de  un  comerciante  mesmés. 

(2)  Chalcocondylas,  lib.  IV,  pág.  208. 

(3)  Greyorov.,  op.  cit.,  tomo  II,  págs.  290  y  296. 

{4)  Karl  Krumbacher,  Geschichte  der  Éj-:¡aiiiinischen  Liilera- 
iur,  1897,  pág.  302. 


I08  ANTONIO  RUBIO  Y  LLUCH 

Fadrique  de  Aragón,  los  Sanuto,  ni  siquiera  los  Acciajuoli, 
sino  por  aquellos  misioneros  del  helenismo  que  llevan  los 
nombres  de  Bessarion,  Gaza,  Laskaris,  Chahocondylas, 
Plethon,  etc.  Los  mismos  eruditos  y  escritores  del  Occi- 
dente estaban  muy  lejos  de  sentir  en  aquella  época  el  arte 
ni  la  historia  helenos.  Chaucer,  Boccaccio  y  hasta  el  Dan- 
te designan  á  Teseo,  con  el  título  medio  eval  de  Duque  de 
Atenas,  ni  más  ni  menos  que  Muntaner.  Nada  prueba  tanto 
esta  inconsciencia  histórica  y  artística  como  el  hecho  sin- 
gular de  que  algunos  de  los  cronistas  más  originales  de  la 
Edad  Media,  los  Villehardoiun,  los  Muntaner,  los  Sanuto, 
escribieron  sus  candorosas  narraciones  después  de  haber 
pisado  palmo  á  palmo  el  país  de  los  clásicos  recuerdos  y 
de  haberse  sentado  á  la  sombra  del  Partenón  y  de  Santa 
Sofía.  En  toda  la  crónica  del  Jenofonte  catalán  no  se  ha- 
lla más  reflejo  de  la  antigüedad  que  la  historia  de  París  y 
Elena,  miniatura  clasico-gótica  que  nos  sugiere  otra  seme- 
jante de  Froissart,  cuando  nos  relata  los  amores  de  Acteon 
y  Diana. 

Pero  si  difícil  fué  siempre  en  aquella  edad  la  fusión  del 
espíritu  heleno  con  el  latino,  por  el  triple  abismo  de  la  di- 
ferencia de  religión,  de  lengua  y  de  cultura,  lo  había  de 
ser  todavía  mucho  más  durante  el  gobierno  de  aquella  ru- 
da República  militar,  que  medio  siglo  después  de  su  esta- 
blecimiento junto  á  las  márgenes  del  Sperchio  y  del  Cefiso, 
todavía  se  daba  el  título  guerrero  de  Feliz  ejército  de  los 
francos  que  reinan  en  Romanía.  No  eran  los  catalanes  que 
lo  constituían  las  gentes  más  á  propósito  para  promover 
las  ideales  bodas  entre  el  Fausto  medioeval  y  la  Helena 
clásica,  que  soñó  Goethe,  y  que  sólo  en  parte  vieron  reali- 
•zadas  más  que  los  conquistadores  francos  de  la  Morea,  los 
dominadores  de  Rodas  y  de  Chipre  (0.  Sus  Virreyes  mili- 


(i)  En  estas  dos  islas  es  donde  echó  más  raíces  el  romanticismo 
franco  enlazado  con  la  literatura  griega  medio-eval.  En  el  siglo  xiv 
figura  en  Chipre,  protegido  por  los  Lusiñanes,  el  poeta  griego  Jor- 
ge Lopithes,  y  en  el  siguiente,  el  cronista  Leoncio  Macheras  refe- 


LENGUA  Y  CULTURA  CATALANAS  EN  GRECIA     IO9 

tares  no  citaban  frases  de  Herodoto,  como  Guido  II  de  la 
Roche;  ni  las  costumbres  de  Barcelona  se  traducían  al  grie- 
go, como  los  Asskes;  ni  mucho  menos  nuestra  pobre  lite- 
ratura de  imaginación  influía  en  la  de  los  vencidos,  como 
el  avasallador  genio  francés,  creando  esas  interesantes  no- 
velas galo-griegas  que  llevan  los  nombres  deBelthandros  y 
Chrysantza,  Lybistros  y  Rhodamne,  Phlorios  y  Platzia- 
phiora,  Imberios  y  Margarona,  llenas  de  sueños  de  hadas 
y  de  hazañas  caballerosas.  En  ellas  siempre  triunfa  el  es- 
píritu de  la  civilización  occidental,  que  aparecía  en  la  rea- 
lidad en  los  brillantes  torneos  de  las  cortes  de  Clarentza  y 
Andravida,  ó  coronando  con  sus  pesadas  fortalezas  las 
cumbres  del  Taygeto  y  de  las  Termópylas. 

Mas  no  fué  del  todo  estéril  en  la  historia  de  nuestra  cul- 
tura la  participación  continua  que  la  Monarquía  catalano- 
aragonesa  tuvo  en  los  destinos  de  Grecia  en  el  siglo  xiv. 
Ni  vaya  á  creerse  que  el  único  recuerdo  que  en  aquélla 
haya  dejado  sea  sólo  el  pálkio  reflejo  de  las  hazañas  de 
Roger  de  Flor  y  de  sus  huestes  invencibles  en  nuestro  Ti- 
rant  lo  Blandí,  la  obra  maestra  de  la  literatura  romances- 
ca catalana.  El  extraordinario  elogio  que  en  nuestro  Ar- 
chivo sorprendimos  de  la  Acrópolis  ateniense,  que  los  ca- 
talanes llamaban  modestamente  el  Castell  de  Cetiues,  por- 
que aquella  palabra  fué  del  todo  desconocida  á  los  pueblos 
medio-evales,  es  el  primer  testimonio,  como  observa  Gre- 
gorovius  (1),  después  de  largos  siglos  de  silencio,  de  que 
el  Occidente  tenía  de  nuevo  conciencia  de  la  incornpa- 
rabie  belleza  del  Partenón,  de  los  Propileos  y  del  Erech- 
theion  (2).  ¿Quién  sabe  si  la  fascinación  que  la  Atenas  mo- 
ría los  hechos  de  aquella  familia  real  en  una  lengua  mixta  de  fran- 
cés y  griego.  (Véase  Krumbacher,  op.  cit.,  págs.  778  y  900.)  Los 
Assises  ás  Chipre,  como  los  de  Jerusalén,  fueron  traducidos  al. 
griego.  (Ibid.,  pág.  898.) 

(1)  Op.  cit.,  tomo  11,  pág.  192. 

(2)  Aunque  ha  sido  reproducido  ya  este  elogio  en  otros  traba- 
jos nuestros  y  por  todos  los  historiadores  contemporáneos  de  Gre- 
cia (Gregorovius,  Neroutzos,  Constantinidis,  Galligas),  lo  transcri- 


jjO  ANTONIO    RUBIO    Y    LLUCH 

numental  ejerció  en  el  ánimo  de  los  catalanes,  obró  tam- 
bién en  la  determinación  que  había  tomado  Juan  I  en  los 
primeros  años  de  su  reinado,  de  visitar  aquellos  apartados 
dominios,  que  consideraba  como  un  miembro  importante 
de  su  corona?  (0.  Es  muy  probable  que  un  espíritu  culto 
y  tocado  ya  de  la  influencia  del  Renacimiento  se  sintiera 
halagado  ante  la  idea  de  enseñorear  la  cuna  de  la  sabidu- 
ría, y  se  encendiera  en  deseos  de  conocerla. 

En  íntimo  contacto  con  el  Rey  D.  Juan,  verdadero  Au- 
gusto de  la  civilización  catalana,  antes  de  que  la  corona 
real  ciñera  sus  sienes,  estuvo  un  famoso  personaje  ara- 
gonés del  siglo  XIV,  cuya  inteligencia  se  abrió  al  gusto  de 
las  letras  clásicas  en  Aviñón,  en  Italia  y  en  Rodas,  y  quién 
sabe  si  en  la  misma  Atenas,  pues  mantuvo  amistosas  ti 
hostiles  relaciones  con  el  Ducado  catalán  cuando  la  diplo- 
macia y  el  valor  de  sus  caballeros  hospitalarios  pusieron 
la  Morea  en  sus  manos.  Nos  referimos  al  gran  Maestre 

« 

biremos  aquí  de  nuevo,  en  gracia  á  aquéllos  de  nuestros  lectores 
que  lo  ignoren.  Pedro  IV  de  Aragón,  accediendo  á  la  petición  de 
los  embajadores  de  Atenas  de  mandar  una  modesta  guarnición  de 
ballesteros  para  defensa  de  su  Acrópolis,  advierte  á  su  tesorero  que 
tiene  por  indispensable  tal  guarnición,  «com  lo  dit  castell  sia  la 
pus  richa  joya  qui  al  mon  sia  e  tal  que  entre  tots  los  Reys  de  chres- 
tians  enuides  lo  porien  fer  semblant.»  Lérida  ii  Septieriibre  1380. 
Arch.  Cor.  Arag.,  Reg.  i.i68.  fol.  126. -El  sabio  Gregorovius,  re- 
firiéntlose  á  los  comentarios  que  este  elogio  me  sugirió  en  mi  mo- 
nografía ya  citada.  Los  navarros  en  Grecia,  etc.,  dice:  «El  escu- 
driñador catalán  al  cual  debemos  agradecer  la  publicación  de  éste 
y  otros  documentos  sobre  Pedro  IV  como  Duque  de  Atenas,  ha 
«acado  de  aquel  juicio  del  Rey,  y  con  razón,  la  consecuencia  de  que 
los  catalanes  de  Atenas  no  eran  tan  bárbaros  ni  tan  privados  de 
todo  sentimiento  de  la  belleza  como  generalmente  se  les  supone.» 
Op  cit,  tomo  II,  pág.  192. 

(i)  «Ni  us  pensets-decía  á  los  prohombres  y  síndicos  de  Ate- 
nas al  contestar  á  sus  homenajes, -que  tan  assenyalat  membre  com 
es  aqueix  de  la  nostra  corona  metam  en  oblit,  ans  hauem  esperan- 
ca  en  nostre  senyor  deus  que  per  auant  lo  irem  personalment  vi- 
sitar.» Barcelona  26  Abril  1387.  Arch.  Cor.  Arag.,  Reg.  i.75i, 
fol.  25. 


LENGUA  Y  CULTURA  CATALANAS  EN  GRECIA     III 

D.  Juan  Fernández  de  Heredia,  hombre  de  carácter  emi- 
nentemente emprendedor  y  cosmopolita,   apasionado  por 
toda  suerte  de  disciplinas,   sobre   todo  de  las   históricas, 
diplomático  sagaz   y  competentísimo,   brazo  derecho  del 
Pontificado  en  Aviñón  y  arbitro  durante  algún  tiempo  de 
los  destinos  de  la  Morea  franca.  Su  representación  litera- 
ria en   la  Monarquía  catalano-aragonesa  es  considerable. 
Heredia  viene  á  ser  un  predecesor  de  los  grandes  Mecenas 
del  Renacimiento   clásico,  un  émulo  de  los  Bercheure  y 
Colluccio  Salutato,  si  no  por  sus  propios  trabajos,  por  los    ' 
que  inspiró,  compiló  ó  mandó  traducir.  Como  Alfonso  V 
en  la  corte  de  Ñapóles,  rodeóse  en  la  de  Aviñón  de  hom- 
bres de  letras  y  de  libros;  y  para  que  mayor  sea  la  seme- 
janza, llevóse  allá  á  un  obscuro  erudito  griego  de  la  isla 
de  Rodas,  que  en  más  modesta  esfera  se  anticipa  algunos 
años   á  aquellos    ilustres    bizantinos    que,    cubiertos   aún 
con  el  polvo  de  las  ruinas  de  Bizancio,  llevaron  á  las  ciu- 
dades de   Italia   los    despojos   de   la   antigua   civilización 
griega.   Llamábase   aquel   erudito   Demetrio  Talodiqui  ó 
Calodiqui,  y  le  encargó  Heredia  en  Aviñón  que  tradujera 
del  griego  vulgar  ó  del   bizantino  las  Vidas  de  Plutarco, 
la  Crónica  de  Zonaras  quién  sabe  si  la  griega  de  Motea, 
— aunque  es  probable  que  en  el  arreglo  y  coordinación  de 
los  demás  materiales  que  la  forman  interviniera  el  mismo 
Maestre, — y  otras  obras  que  sin  duda  se  han  perdido.  De 
una  carta  del  Rey  D.  Juan  á  aquél  su  grande  amigo,  pare- 
ce desprenderse  claramente  que  el  traductor  griego  conocía 
el  rudo  dialecto  aragonés  (i),  y  en  tal  caso  sería  éste  un 
nuevo  testimonio  de  la  difusión  en  el  suelo  griego  de  las 

(i)  Lleva  esta  carta  la  fecha  de  17  de  Noviembre  de  1384,  y  le 
dice,  entre  otras  cosas,  lo  siguiente:  «Otrossi  hauemos  entendido 
que  vos  hauedes  aquí  un  filosoffo  de  Grecia  qui  vos  transitada 
libros  de  grech  en  nuestra  lengua.  Rogamos  vos  muy  carament  que 
nos  embiedes  el  dicto  libro  de  Trogo  Pompeo  e  de  los  que  vos 
translada  el  dicto  filosoffo  ó  translado  de  aquellos.» 

Arch.  Cor.  Aragón,  Reg.   1.748,  fol.  121.  El  Maestre  Heredia 
.    residía  á  la  sazón  en  Aviñón.  (Vid.  el  Apéndice  I.) 


112  ANTONIO  RUBIO  Y  LLUCH 

dos  lenguas  que  se  hablaban  en  ¡a  monarquía  de  Aragón, 
La  única  huella  de  bizantinismo  que  aparece  en  la  litera- 
tura española  de  la  Edad  Media  se  debe  al  famoso  Maestre 
aragonés,  y  no  hay  duda  que  en  esta  influencia  exótica, 
representada  por  la  versión  de  Zonaras  y  el  arreglo  y  am- 
pliación de  la  Crónica  de  Morea,  tuvo  mucha  parte  su 
estancia  en  Grecia.  La  fama  de  sus  vastas  compilaciones 
históricas,  que  forman  un  ciclo  tan  numeroso  como  las 
promovidas  por  el  Rey  Sabio,  donde  se  mezclan  Plutarco 
y  donaras,  Hethoun  y  Marco  Polo,  las  vulgares  crónicas 
griegas  con  las  esLorias  de  aquel  Monarca  y  las  crónicas 
reales  de  D.  Jaime  y  San  Fernando,  llegaba  hasta  los  hu- 
manistas italianos  del  siglo  xiv,  y  su  bien  provista  biblio- 
teca excitaba  la  codicia  de  Colluccio  Salutato  (i)  y  del  Rey 
D.  Juan  I  de  Aragón,  que  tanto  como  el  dictado  de  ama- 
dor de  la  gentileza  merecería  el  de  amador  de  la  sabiduría. 
Recuérdese  el  afán  con  que  á  vueltas  de  aves  y  lebreles  de 
caza  le  pedía  las  obras  de  Trogo  Pompeo  y  de  Josefo  (2). 
Del  aprecio  que  hacía  de  sus  iraducciones  y  arreglos  his- 
tóricos, es  testimonio  la  carta  que  escribió  al  tener  noticia 
de  su  muerte,  encargando  á  algunos  priores  de  la  Orden 
las  Vidas  de  Plutarco,  La  Grant  crónica  de  Espanya,  La 
gran  crónica  de  los  conqueridores  ó  de  los  euiperadors,  como 


(i)  Que  Heredia  había  reunido  una  hermosa  biblioteca,  sobre 
todo  de  obras  históricas,  nos  lo  atestigua  una  carta  que  le  escribió 
este  famoso  humanista  italiano,  en  la  que  le  pide  prestados  algu- 
nos manuscritos.  «Ínter  alia  quibus  delectaris,  est  copia  cumula 
tioque  librorum,  in  qua  re  tanto  studio  tantaque  cura  vacasti,  ut 
iam  sit  ómnibus  pcsuasum  frustra  librum  quceri  quam  apud  te 
non  contingerit  reperiri.  Sed  ínter  alios  te  prcEcipue  dilexisse  sem- 
per  históricos.»  Vid.  prólogo  de  A.  Morel-Faiio  al  Libro  de  los  fe- 
chos et  conquistas  del  principado  de  la  Morea  del  Maestre  Here- 
dia, publicado  por  la  Societé  del  Orient  Latín.:  Genéve,  i885,  pá- 
gina xvui.  — Sobre  este  personaje,  del  que  quizás  me  ocuparé  al- 
gún día,  véase  también  la  monografía  de  Karl  Herquet,  Juan 
Fernández  de  Heredia,  Grossmeister  der  Johanniterordens:  Müh- 
Ihausen,  1878. 

(2)     Vid.  el  apéndice  II. 


LENGUA  V  CULTURA  CATALANAS  EN  GRECIA     II3 

él  la  llama,  cuya  primera  parte  es  una  versión  literal  del 
libro  XIII  del  Epitome  Jiistoriarnni  de  Juan  Zonaras,  y  por 
último,  la  Crónica  de  Grecia,  ó  sea  la  vulgarmente  deno- 
minada Crónica  de  Morea,  en  la  que  sospechamos  que 
más  que  en  otros  trabajos,  tuvo  el  Gran  Maestre  una  parte 
personal  y  directa  (i). 

Al  elogio  de  la  Acrópolis  y  al  bizantinismo  ó  helenismo 
de  dilcttanü  del  Maestre  Heredia  se  reduce  todo  el  sedi- 
mento artístico  literario  que  la  Grecia  medio-eval  depositó 
en  el  ánimo  de  sus  vencedores  catalano-aragoneses.  Es 
cierto  que  su  situación  no  era  la  más  á  propósito  para 
infundir  en  ellos  anhelos  de  saber.  Hallábase  el  clero  grie- 
go entonces  en  la  misma  crasa  ignorancia  en  que  le  dejó 
al  comenzar  el  siglo  xiii  el  Metropolitano  de  Atenas,  Mi- 
guel Acominatas  (2).  Los  focos  principales  de  la  cultura 
bizantina  en  la  Edad  Media  fueron  Bizancio  y  el  Monte 
Athos,  no  Atenas.  Natural  era  que  los  sacerdotes  griegos 
de  la  Grecia  franca  que  iban  allí  á  ilustrarse,  no  volvieran 
en  su  mayoría  á  su  antigua  patria,  donde  no  les  aguarda- 
ba porvenir  alguno,  pues  no  toleraban  los  conquistadores 
al  lado  de  la  suya  la  jerarquía  eclesiástica  cismática  de 
ios  vencidos  (3). 

Las  Sedes  patriarcales  ó  metropolitanas  de  Constanti- 
nopla,  Filadelfia,  Tesalónica,  y  hasta  la  misma  púrpura 
imperial,  eran  en  cambio  la  recompensa  que  les  esperaba  á 
los  Palamas,  Pilóteos,  Nicéforos  y  Cantacucenos,  que 
aprendían  la  cultura  clásica  y  las  ciencias  históricas  y 
teológicas  en  los  famosos  Monasterios  del  Monte  Santo  del 
helenismo  medio-eval,  pillados  sin  piedad  por  las  huestes 
de  Rocafort  {4).  Esa  falta  de  Prelados  ortodoxos  en  la  Gre- 

(i)  .  Vid.  el  apéndice  111. 

(2)  XpiaTiavi/.ai 'AOTJvae  ÚTió  Táiaou  A.  NcpoüTaou.  Bi^aíov  B.,  pá- 
i;ina  1S4.  Vid.  el  cuaderno  XIll  del  A^Átlov  -.T|C  í-xopixfjfr  /.aH'Ovo- 
A'jyi/.?íc  ^xaipU^  TJlf  "EXXáSoc:  Atenas,  1892. 

(3)  Nerouizos,  Xpia-.tavi/.at  'A0r¡vji,  pág.  134. 

(4)  Está  confirmado  históricamente  el  saqueo  de  algunos  Mo- 
nasterios del  Monte  Athos   por  los  catalanes  (D.  Ka).ÁlYa. — MsXé- 

8 


JI4.  ANTONIO    RUaiÓ    Y    LLUCH 

cia  propiamente  dicha  traía  consigo  la  de  escuelas  grie- 
teas, y  venía  á  ser  causa  principal  de  la  ignorancia  del 
pueblo  y  del  clero.  En  parecida  situación  se  hallaba  tam- 
bién el  clero  latino,  fuera  de  alguna  otra  excepción,  como 
la  del  dominico  Guillermo  de  Meerbeke,  Arzobispo  de  Co- 
rinto  en  1280,  que  tradujo  al  latín  diversas  obras  de  Aris- 
tóteles, Proclo,  Hipócrates  y  Galeno.  Generalmente  los 
clérigos  occidentales  preferían  pasar  á  Roma  y  hasta  la 
vecina  Eubea  para  continuar  sus  estudios,  á  permanecer 
en  Tebas  ó  Atenas  (0. 

El  citado  Acominatas,  que  vivió  antes  de  la  conquista 
franca,  decía  á  un  amigo  suyo  que,  si  continuara  resi- 
diendo por  mucho  tiempo  en  Atenas,  acabaría  por  con- 
vertirse en  bárbaro  (2L  Con  el  juicio  de  aquel  sabio  Prela- 
do coinciden  las  impresiones  de  los  viajeros  que  en  el  si- 
glo XIV  visitaron  el  Ática  y  la  Beocia  catalanas:  Ludolf 
de  Sudheim,  Jordán  de  Severac  y  Abulfeda  (3).  El  prime- 
ro que  estuvo  en  ellas  en  i335,  dice  que  «Atenas,  donde  en 
otro  tiempo  brillaba  la  ciencia  de  los  helenos,  se  hallaba 

Ta.  BuSaviiv?lT  laxopla;-:  Atenas,  1894,  pág.  33  0  Y  la  destrucción  del 
castillo  de  Sant  Omer  en  Tebas.  En  cambio,  no  puede  probarse 
del  mismo  modo  las  vandálicas  destrucciones  que  algunos  histo- 
riadores les  atribuyen  respecto  de  Atenas,  á  saber:  los  olivos  de 
Colona,  parte  de  la  ciudad  situada  al  pie  de  la  Acrópolis  y  la  igle- 
sia cristiana  edificada  en  el  antiguo  templo  de  Esculapio.  Por  el 
contrario,  las  tlásicas  construcciones  de  Atenas  se  escaparon  de  la 
ruina  hasta  la  época  turca   y  veneciana.   Vid.   Gregorovius,  op. 

cit-,  II,  pág.  53.  ,   .       ,  •        j    T- 

(i)  En  1309  el  Dux  Pietro  Gradenigo  pedía  al  Arzobispo  de  1  e- 
'  bas  que  dejara  disfrutar  de  su  beneficio  á  un  canónigo,  subdito 
suyo,  mientras  concluía  sus  estudios  en  Venecia.  Durante  el  go- 
bierno de  los  Virreyes  catalanes,  muchos  habitantes  de  Atenas  pre- 
ferían trasladarse  á  la  veneciana  Eubea  para  gozar  de  mayor  tran- 
quilidad lo  que  dio  origen  á  rozamientos  entre  Venecia  y  la  Com- 
pañía. ^Hopf.,  Griechenland  im  Mitlelalter:  Leipzig,  1870,  to- 
mo VI,  pág.  439.) 

(2)  Bi6apSápcü|jiai  XP^^'^C  '^^  ^^  'AO^vw?-. 
Edición  Lanibros,  tomo  II,  pág.  44- 

(3)  Hopf.,  GnecAento!¿,  tomo  VI,  págs.  431-32. 


LENGUA  Y  CULTURA  CATALANAS  EN  GRECIA     II5 

«ntonces  casi  despoblada.»  Cerca  de  medio  siglo  después 
los  habitantes  catalanes  de  dicha  ciudad  se  quejaban  asi- 
mismo á  su  Rey  Pedro  IV  de  la  pobretat  c  afany  del  poblé  de 
■aquílla  uniuersitat  (0.  Reflejo,  aunque  retórico,  de  este  es- 
tado de  decadencia  es  también  la  carta  de  Athanasios  Le- 
panthrenos  al  historiador  bizantino  Nicéforo  Gregoras, 
que  reseñó  los  últimos  sucesos  de  la  Compañía  catalana, 
■en  la  que  manifiesta  que  «los  atenienses  y  los  tebanos  y 
los  que  habitan  el  Peloponeso  han  cambiado  la  antigua  fe- 
licidad por  la  barbarie,  y  sufren  los  últimos  extremos  de  la 
esclavitud  (2).»  Sólo  alguna  que  otra  vez  las  letras  grie- 
gas y  las  ciencias  naturales  se  cultivaban  en  los  conventos 
■de  basilios  del  Ática  y  de  la  Beocia,  que  bajo  las  cenizas 
de  la  ortodoxia  ocultaban  el  fuego  del  helenismo  durante 
•el  dominio  de  los  conquistadores  catalanes.  Así,  en  el  ve- 
rano de  i33g,  el  monje  Cosme  Camelos  copiaba  para  el 
médico  de  Atenas,  Demetrio  Nomachlona,  distintos  libros 
de  Oribasios  y  otros  físicos  bizantinos  13). 

No  basta,  como  es  natural,  este  miserable  dato  de  cul- 
tura para  tomar  en  un  sentido  literal  los  elogios  que  el 
ilustrado  geógrafo  é  historiador  mahometano  Albufeda, 
viajero  en  el  Ática  á  mediados  del  siglo  xiv,  dirige  á  la  de- 
caída Atenas,  designándola  con  el  calificativo  de  ciudad  de 
los  sabios  griegos  (4).  Este  encarecimiento  sólo  prueba  que, 
aun  en  medio  de  su  abatimiento,  conservaba  el  alma  ma- 

(i)    Arch.  Cor.  Arag.,  Reg.  1.366,  fol.  66  vuelto. 

(2)  Edición  de  Bona,  vol.  I,  pág.  xciv.  'Aetivatot  y.  [aíiv  xaí 
■©Tiparot  /.al  ol  AaT0ii<.o0vTSC  "í-íiv  niAoTtoc...  t^^ -aXaiái;  £¡33at¡Jiov{as- 
fiív  áypotAÍav  -QXXáfavTo.  .  3ouXitav  ii\'i  is-fí-.-r^v  ú'festijjiivo'j;-. 

(3)  Neroutzos,  op.  cit.,  pág.  198. 

Los  médicos  no  abundaban  en  los  Ducados  en  la  época  Catala- 
na. Federico  ill,  accediendo  á  las  súplicas  de  los  tebanos,  que  se 
quejaban  de  su  escasez,  envió  á  la  capital  de  la  Beocia  en  1356,  á 
ejercer  su  profesión,  á  su  médico  Juan  de  Montpeller.  Arch.  di 
Stato  de  Palermo.  Protonot.,  tomo  II,  pág.  147. 

(4)  Patria  de  los  filósofos  la  llamaba  igualmente  un  siglo  más 
tarde  el  turco  Seadeddin  en  la  época  de  la  conquista  de  Maho- 
met  II.  (Gregorov,  II,  386.) 


jl6  ANTONIO    RUBIO    Y    LLUCH 

ter  de  Grecia  el  prestigio  de  su    gloriosa  antigua  cultura, 
prestigio  que  no  perdió  jamás  la  señora  del  Ática,  corona- 
da en  su  opresión  con   la  regia  diadema  de  su  Acrópolis, 
y  que  con  razón  evocaba  el  gran  Papa  Inocencio  III  al 
establecer  la  jerarquía  eclesiástica  romana  en  su   monu- 
mental recinto  (0.  No  sólo  en  la  literatura  medio-ev.al  bi- 
zantina y  oriental  ocupaba  Atenas   tan  señalado   lugar, 
sino  que  hasta  para  la   literatura  caballeresca  del  Occi- 
dente continuaba  siendo  la  antigua  cuna  y  trono  de  toda 
sabiduría.  Así  en  el  ciclo  épico  del  Amadis  se  cuenta  que 
Agesilaos   de   Colchos  hizo  sus  estudios   en    ella,   y   que 
enseñaba  las  artes  caballerescas  á  un  español.  Ya  hemos 
visto  también  que  el  Rey  D.  Juan,  al  encargar  al  Maestre 
Heredia  que  le  remita  algunos  de  sus  libros  históricos,  de- 
signa á  su  modesto  traductor  y  colaborador,  el  griego  Ta- 
lodiqui  de  Rodas,  con  el  pomposo,  pero  tradicional  dictad» 
de  filosoffo  de  Grecia. 

Aun  en  esas  tristes  condiciones  de  postración  y  ruina  en 
que  se  hallaba  el  país  vencido,  es  y  será  siempre  timbre 
de  nobleza  para  la  lengua  catalana  haber  reinado  por  espa- 
cio de  cerca  de  un  siglo  en  la  patria  de  las  Gracias  y  las 
Musas.  Reciente  todavía  el  eco  de  sus  acentos  en  aquellas 
regiones  lejanas,  el  elocuente  Obispo  de  Elna,  Juan  Mar- 
garit,  en  su  contestación  á  la  proposición  de  D.  Juan  de 
Navarra  en  1464,  recordaba  con  orgullo  que  la  nación  ca- 
talana había  convertido  á  su  nativa  lengua  «aquella  ve- 
tustissima  e  famosissima  Athenes  dont  es  exida  tota  la 
elegancia,    clemencia  e  doctrina   deis  Grechs  {2).» 

Nada  ha  quedado  de  nuestra  dominación  en  Grecia.  EL 

(i)  Gerardo  Alheniensi  Archiepifcopo  ejusque  successoribus 
canonice  substituendis  in  perpeluam  auliquan  Alheuensis  gh- 
ria.mcivita.tis.  (Baiuze,  II,  256.) 

(2)  Coroleu  y  Pella,  Las  Cortes  catalanas.  187b,  pág.  407.— 
Exagerando  este  hecho,  decía  la  Real  Academia  de  Buenas  Letras, 
de  Barcelona  á  mediados  del  siglo  pasado:  «En  Grecia  permane- 
ció lia  lengua  catalana)  muchos  años,  de  que  aún  se  conservan 
resquicios  en  las  asperezas  del  país,  como  en  las  ciudades  vestigios 


LENGUA  Y  CULTURA  CATALANAS  EN  GRECIA     II7 

recuerdo  de  los  catalanes  se  va  borrando  allí  de  día  en  día, 
y  sólo  lo  conservan  casi  las  personas  eruditas.  En  las 
grandiosas  fortalezas  medio -evales  que  coronan  las  altu- 
ras de  Livadia,  Saiona,  Neopatria  y  Zeitún,  cuya  devas- 
tación prosigue  el  tiempo  lentamente  en  medio  de  la  indi- 
ferencia general,  es  difícil  distinguir  entre  los  sillares  pe- 
lásgicos  poligonales  y  los  rectangulares  francos,  los  que 
alzaron  con  sus  brazos  vencedores  nuestros  antepasados. 
Pero  allá,  en  el  fondo  de  nuestro  rico  Archivo,  en  un  obs- 
curo registro,  existe  el  testimonio  más  vivo  de  nuestra  es- 
téril dominación  levantina,  que  los  siglos  no  destruirán, 
porque  la  historia  lo  ha  recogido  ya  en  su  maternal  seno, 
monumento  único  que  no  posee  ninguna  de  las  demás  na- 
ciones latinas  que  sojuzgaron  la  Grecia  en  los  días  medio- 
evales: los  Capítulos  de  Atenas.  Ellos  señalan  de  un  modo 
más  elocuente  que  en  bronces,  monedas  y  muros,  escul- 
pido en  el  verbo  sagrado  del  pensamiento  humano,  el  epi- 
sodio glorioso  de  haber  hecho  estremecer  nuestra  raza  en 
el  siglo  XIV,  con  los  acentos  AeXpus  bell  catalanesch  del  mon, 
las  ruinas  de  la  venerada  Acrópolis  de  Cimón  y  de  Pén- 
eles. 

Barcelona  16  de  Julio  de  1898. 

de  nuestras  fortalezas.»  Vid.  Memorias  de  dicha  Real  Academia, 
tomo  I,  año  1756.  Observaciones  sobre  los  principios  elementales 
de  la  Historia. 


Il8  ANTONIO    RUBIO   Y    LLUCH 

APÉNDICES 

1 

Carta  de  D.  Juan  I  al  Maeslre  Juan  Fernández  de  Herfdia^ 
pidiéndole  avts  y  perros  de  caza  y  la  (radncción  de  Trog» 
Pompeyo  y  otros  libros. 

Maestro  caro  amigo:  Reebuda  hauemos  vostra  letra  ensem- 
ble  con  III  falcones  sacres  que  nos  ha  trahido  fray  hugo  gerart^ 
comendador  de  Ni^a,  de  part  vostra,  los  quales  son  muyt  be- 
llos. Rogando  vos  Maestro  que  tantos  falcones  sacres  de  Ro- 
manía e  galgos  de  Turquía  como  podredes  hauer  nos  embíedes. 
Otróssi,  hauemos  entendido  que  vos  hauedes  aquí  I  libro  nom- 
brado Trogo  pompeo,  e  hauedes  aqui  un  philosoffo  de  Grecia 
qui  vos  translada  libros  de  grech  en  nostra  lengua.  Rogamos- 
vos  muy  caramente  que  embiedes  el  dito  libro  de  Trogo  pom- 
peo e  de  los  que  vos  translada  el  dito  philosoffo  ó  translado  de 
aquellos.  E  desto  Maestro  nos  faredes  muyt  grand  servicio. 
Nos  Maestre  vos  embiamos,  por  el  dito  Comendador,  dos  po- 
dencos los  más  bellos  que  nos  agora  tenemos,  los  quales  yes 
assaber:  el  Royo  se  llama  vezerro  e  el  blancho  (^apato.  Quando 
seremos  en  lugar  de  hauerne  mas  que  sean  buenos  e  bellos,  nos 
vosende  embiaremos,  e  de  otras  cosas  que  vos  cumplen   de 
acha.  Dada  en  Euna  dius  nostro  siello  secreto,  a  xvn  dias  de 
Nouiembre,  En  el  anyo  de  mil  Trezientos  Ixxx  Quatro.  Primo- 
genitus. 

A  nostro  caro  amigo  el  Maestre  del  Spital. 

fR-i.y4S,  fol.  121  vuelto.) 

II 

Carta  de  D.  Juan  I  al  mismo  Maestre  Heredia,  quejándose  de 
qne  el  ejemplar  del  Josefo  que  le  lia  enviado  no  sea  com- 
pleto. 

Maestro  amigo:  vuestra  letra  hauemos  recebida  ensemble 
con  el  libro  clamado  juseffiís  de  bello  judayco,  e  los  IIII  lebre- 


LENGUA    Y    CULTURA    CATALANAS    EN    GRECIA  I ig 

res  que  nos  hauedes  embiado  por  Johan  galego,  hombre  de 
casa  vuestra.  E  agredecemos  vos  lo  mucho,  Rogando  vos, 
Maestro,  que  quando  los  dos  otros  que  son  aqui  fincados  sean 
guaridos,  que  los  nos  embiedes.  Pero,  maestro,  sembla  nos 
quel  dicto  libro  non  sea  perfecto,  siquiere  complido,  porque 
vos  rogamos  que  nos  certifiqnedes  si  es  complido  del  todo  ó 
no,  e  si  complido  no  es,  que  lo  fagáis  complir.  E  que  nos  es- 
criuades  de  todas  nueua,s  que  aqui  seaa  de  qualquiere  part  que 
vengan.  Dada  en  lerida  dius  nuestro  siello  secreio  a  xvi  dias 
dabril  En  el  anyo  MCCCLXXXIIII.  Primogenitus. 
A  nuestro  caro  amigo  el  Maestro  del  Spital. 

(R-1.74S,  fol.  6o  vuelto.) 


III 

(aria  de  pésame  de  D.  Juan  I  á  los  Priores  de  Aquitania,  de 
Alvernia,  de  Tolosa  y  de  San  Gil  (i),  por  la  muerte  del  Gran 
Maestre  D.  Juan  Fernández  de  Heredia,  y  pidiéndoles  va- 
rias obras  del  mismo,  á  saber:  la  traducción  de  las  Vidas  de 
Plutarco,  la  Grant  Crónica  de  Espanya,  la  Crónica  de  Morea 
y  la  grant  Crónica  de  ios  conqueridores. 

Rex  Aragonum. 

Cari  amici:  Percepto  vidice  (sic)  quod  magister  Rodimigrauit 
nouiter  ab  hac  vita  si  aliter  statuisset  dominus  de  eodem  feli- 
cius  letaremur.  Sed  quia  omnia  que  a  superno  sunt  condita 
creatore  fieri  recte  mente  sincera  extimamus  nil  aliud  supar 
isto  nostri  cordis  eloquium  organitzat  nisi  dauidica  lira  con- 
cordes de  eis  que  in  mundo  statuit  deus  unus  agimus  gratias 
in  excellsis  dicentes:  benedictus  dominus  deus  qui  in  celo  et 
in  térra  quecumque  voluit  fecit.  Unde  cum  idem  magister  dum 
huius  vita  misera  frueretur  haberet  Ínter  libros  alios' penes  se 
titulatum  plutarcum  Cronicam  maguam  Ispanie  et  Cronicam 
Grecie  et  quendam  alium  librum  vocatum  deis  emperados  quos 
legere  et  habere  multum  nostri  cordis  affectio  concupiscit.  Ami- 
citiam  vestram  de  qua  nedum  in  his  sed  in  alus  nobis  obsequi 

(i)     Los  grandes  piioratos  de  la  Orden  de  San  Juan  en  Francia 
eran  los  de  Aquiíaine,  Auvergne,  Toulouse  y  Saint-Gilíes. 


J20  ANTONIO    RUBIO    Y    LLUCH 

tnaioribus  spectamus.  Rogamus  atiente  quateniis  nostro  Jau- 
frido  Royl  nostro  procuratori  in  Curia  Roma  qui  illos  nostri 
nomine  vobis  petet  nobis  habitosque  transmittet  fiducialiter 
vobis  caris  amicis  placeat  et  velitis  de  his  vero  non  modicum 
Ilustre  complacebitis  voluntati.  Et  proinde  vobis  tenebimur  ad 
gratiarum  debitas  actiones.  Datum  Perpiniani  sub  sigillo  no- 
stro secreto  xxiiii  die  marcii  anno  a  natiuitate  Domini — 
MCCCXC  sexto.  Rex  Joannes.  Dominus  Rex  mandauit  mihi 
Bernardo  de  Jonquerio. 

Dirigitur  prioribus  de  Guiana  de  aluernia  de  Tholosa  e  de 
Sent  Gili. 

(i?- 1.967,  fol.  lOI.) 


LEOPOLDO  EGUÍLAZ  Y  YANGUAS 

NOTAS  ETIMOLÓGICAS 
Á 

EL  INGENIOSO  HIDALGO  DON  QUIJOTE  DE  LA  MANCHA 


Abencerraje. 

«De  suerte  que  cuando  el  labrador  le  volvió  á  pregun- 
tar que  cómo  estaba  y  qué  sentia,  le  respondió  las  mes- 
mas  palabras  y  razones  que  el  cautivo  Abeiicevrage  res- 
pondió á  Rodrigo  de  Narvaez.»  Cervantes,  Don  Quijote, 
primera  parte,  cap.  V. 

Compónese  de  las  voces  arábigas  ~\j~i\ ^yi_\ ,  Aben  as- 

Serrdch,  el  hijo  del  sillero  (del  que  hace  sillas  de  caballo  ó 
muía). 

Al  referir  Hernando  de  Baeza  los  asesinatos  cometidos 
por  Muley  Hacen  en  los  caballeros  principales  del  reino 
de  Granada,  dice:  «Entre  los  cuales fueron  ciertos  ca- 
balleros de  los  que  dezian  aben  9arrajes,  que  quiere  dezir 
los  hijos  del  sillero,  los  quales  eran  naturales  de  allende  y 
auian  pasado  en  esta  tierra  con  deseo  de  morir  peleando 
con  los  cristianos.»  Véanse  Hern.  de  Baeza,  Crónica,  y 
Müller,  Die  letzen  zeiten  von  Granada. 

Que  el  valor  que  damos  á  la  voz  abencerraje  es  exacto, 
lo  declara  Mármol  Carvajal  en  el  siguiente  pasaje  de  su 
descripción  de  Fez:  «Esta  calle  llaman  Uxein,  y  adelan- 
te de  ella  está  otra  en  que  ay  mas  de  ochenta  tiendas,  lla- 
mada Cerragin,  donde  se  hazen  las  cubiertas  de  las  sillas 
ginetas  de  aquel  preciado  cordouan  Marroquí,  cosidas  con 
mucha  policía.»  Véase  Descr.  gen.  de  África,  H,  lib.  IV, 
cap.  XXII. 

Los  abencerrajes,  como  los  gomeres,  que  tanto  figuran 


122  LEOPOLDO    EGUÍLAZ    Y    YANGUAS 

en  los  últimos  tiempos  de  los  nazaritas,  eran  entre  los  su- 
yos conocidos  por  el  nombre  de  Voluntarios  de  la  Fe. 

Adahala. 

« porque  yo  sacaré  de  adahala  antes  de  entrar  en  la 

batalla »  Cervantes,  Don  Quijote,  primera  parte,  capí- 
tulo XXXI. 

La  etimología  arábiga  que  da  la  Academia  de  la  Len- 
gua á  este  vocablo,  no  tiene  fundamento.  Tampoco  lo  tie- 
ne su  definición  en  lo  que  se  refiere  al  arrendamiento.  La 
adahala  ó  adehala,  como  se  dice  vulgarmente,  no  se  da  de 
gracia  sobre  el  precio  del  arriendo,  sino  que  forma  parte 
de  éste,  y,  como  él,  es  exigible  al  labrador.  La  diferencia 
entre  el  precio  del  arrendamiento  y  la  adehala  consiste  en 
que  aquél  se  paga  en  dinero  el  i5  de  Agosto,  fecha  en  que, 
terminado  el  año  agrícola,  satisfacen  los  labradores  las 
rentas,  y  la  adehala,  complemento  de  ellas,  se  paga  en  es- 
pecie en  vísperas  de  la  Pascua  de  Navidad. 

Tal  es  el  carácter  que  tienen  los  arrendamientos  en  la 
vega  de  Granada  desde  tiempo  de  moros,  como  resulta 
del  Libro  de  habices  de  las  mezquitas  de  aquella  ciudad 
(Ms.  del  Arch.  de  la  Catedral)^  cuyos  bienes  pasaron  á  ser 
propiedad  de  las  iglesias  que  se  erigieron  por  los  Reyes 
Católicos  en  la  espléndida  metrópoli  del  reino  de  los  na- 
zaritas.  Es  de  advertir  que  en  aquella  época  la  adehala  se 
pagaba  en  los  arrendamientos  de  predios  rústicos  y  urba- 
nos, si  bien  en  nuestros  días  se  halla  limitada  á  los  pri- 
meros. 

Sobre  la  etimología  de  adehala,  véase  mi  Glos.  etini. 

Adunia. 

(I saca  de  la  caballeriza  huevos  y  corta  tocino  adu- 
nia, y  démosle  de  comer  como  á  un  principe.»  Cervantes, 


NOTAS    AL   INGENIOSO   HIDALGO  I23 

El  ingenioso  hidalgo  Don  Quijote  de  la  Af ancha,  parte  se- 
gunda, cap.  L. 

Este  adverbio,  que  debió  de  estar  muy  en  uso  en  los 
siglos  XVI  y  XVII  entre  la  gente  popular  y  común,  se  re- 
gistra en  otras  obras  del  Príncipe  de  nuestros  ingenios.  Há- 
llase en  la  novela  Rinconete y  Coríadillo,  cuyo  texto  está  en 
mi  Glos.  de  las  palabras  españolas  de  origen  oriental,  y  en  el 
siguiente  pasaje  del  entremés  titulado  El  rufián  viudo:  «O 
han  de  llouer  hoy  pésames  adunia. ti 

Que  el  origen  de  este  vocablo  es  arábigo,  lo  reconocie- 
ron los  ilustres  Académicos  de  la  Lengua  en  el  correspon- 
diente artículo  de  la  primera  edición  del  Diccionario  (Ma- 
drid, 1726),  donde  se  lee:  vAdunia,  adv.  tomado  déla 
lengua  arábiga.  Significa  lo  mismo  que  bastante,  harto, 
en  abundancia.  Hállase  esta  voz  repetida  en  la  Missa  que 
pone,  traducida  en  arábigo,  el  P.  Alcalá.» 

Lo  propio  se  dice  en  la  segunda  edición  del  Diccionario, 
hecha  en  Madrid  en  1770,  de  cuya  obra  sólo  se  dio  á  la 
estampa  el  tomo  primero. 

Uno  de  los  pasajes,  á  que  alude  la  Academia,  está  en  el 
Gloria,  y  dice:  Ente  alledi  tagfir  dunub  adunia  arhanna. 
«Tú  que  quitas  ó  perdonas  los  pecados  del  mundo,  ten 
misericordia  de  nosotros.»  Véase  P.  Alcalá,  Arte  para  sa- 
tier  ligeramente  la  lengua  Arátiiga,  Granada,  i5o5. 

Cierto  que  aquí  la  palabra  adunia  vale  sólo  mundo;  pero 
en  la  misma  lengua  (aunque  en  el  Vocabulista  aráuigo  en 
letra  castellana  del  P.  Alcalá  no  se  registre  entre  los  ad- 
verbios) tiene  el  propio  valor  gramatical  y  significado  de 
en  abundancia,  y  en  tal  sentido,  derivándolo  de  LjjJl,  ad- 
dunia,  lo  traen  Marina,  Engelmann  y  Dozy  en  su  Glos. 
esp.,  50,  y  en  su  Suppl.  aux  dict.  ar.,  s.  v. 

No  se  comprende,  dados  estos  antecedentes,  cómo  la 
Academia  Española,  y  con  ella  el  ilustre  anotador  del 
Quijote  D.  Jiían  Eugenio  Hartzenbusch,  incurrieron  en 
el  error  de  derivar  adunia  del  latín  ad-omnia. 

Hay  que  rectificarlo,  pues,  en  la  nueva  edición  que  del 
Diccionario  de  la  Lengua  prepara  la  Academia  Española. 


124  LEOPOLDO    EGUILAZ    Y    YANGUAS 

Agá. 

«Llamábase  Azan  Agá,  y  llegó  á  ser  mui  rico  y  á  ser 
Rey  de  Argel.»  Cerv.,  Don  Quijote,  primera  parte,  capí- 
tulo XL. 

La  Academia  Española  se  limita  á  decir  que  agá  es  ofi- 
cial del  ejército  turco,  sin  determinar  su  grado  y  cate- 
goría. 

La  palabra  turca  L¿t,  agá,  que  bajo  esta  forma  y  la  de 
U\,  aga,  figura  en  los  diccionarios  del  árabe  vulgar,  tiene, 
entre  otras  acepciones,  la  de  comandante  turco,  jefe  que 
tiene  muchos  alcaides  á  sus  órdenes,  jefe  de  batallón  en  el 
ejército  regular  del  Emir  Abdel-Káder,  y,  finalmente,  la 
de  jefe  de  los  genízaros. 

Clemencín,  en  sus  notas  al  Quijote,  interpreta  agá,  con 
mal  acuerdo,  por  eunuco.  Cierto  que  en  lengua  turca  kiz- 
lar  aghassi  y  harem  aghassi  valen,  respectivamente,  el  eu- 
nuco principal  del  serrallo  imperial  y  el  del  harén  de  una 
familia  privada;  cierto  también  que  con  el  significado  de 
eunuco  se  encuentra  la  voz  agá  en  dos  pasajes  de  una  de 
las  ediciones  árabes  de  Las  mil  y  una  noches;  pero  no  lo 
es  menos  que  el  Agá  del  texto  de  Cervantes  debe  inter- 
pretarse por  jefe,  comandante  ó  general  de  los  genízaros. 

AgiMorato. 

« que  allí  vivía  un  moro  principal  y  rico,  llamado 

Agí  Morato.»  Cervantes,  Don  Quijote,  primera  parte,  ca- 
pítulo XL. 

,4  o'/  es  transcripción  de  la  palabra  arábiga  ^s^La.»  hachi, 

forma  moderna  por  _U,  hách  (ved  Kazimirski,  Dict.  arab.- 

frang.),  peregrino  mucho  tiempo;  romero  que  va  en  ro^ 
mería  en  P.  Alcalá;  peregrinus  en  R.  Martín.  Es  un  títu- 
lo de  honor  aplicable  al  que  ha  hecho   la  peregrinación  á 


NOTAS    AL    INGENIOSO    HIDALGO  I25 

la  Meca.  Sólo  por  cortesía  dan  los  musulmanes  este  nom- 
bre á  los  cristianos  que  han  visitado  á  Jerusalén. 

Múralo,  que  viene  de^^^^,  muñid,  vale  Amorates,  nom- 
bre que  llevaron  varios  emperadores  turcos. 

Ajedrez. 

«¡Brava  comparación!— dijo  Sancho:— aunque  no  tan 
nueva  que  yo  no  la  haya  oido  muchas  y  diversas  veces, 
como  aquella  del  juego  del  ajedrez,  que  mientras  dura  el 
juego  cada  pieza  tiene  su  particular  oficio.»  Cervantes, 
Don  Quijote,  segunda  parte,  cap.  XII. 

Procede  esta  voz  de  la  sánscrita  chaturanga,  por  ser 
cuatro  los  cuerpos  que,  á  manera  de  ejército,  componen 
este  juego  admirable,  á  saber:  los  alfiles  ó  elefantes;  los 
caballos;  los  roques  ó  carros,  y  los  infantes  ó  peones.  De 
la  India  les  vino  este  juego  á  loe  persas;  de  los  persas  á 
los  árabes  y  de  ellos  á  nosotros. 

No  hay  que  dar  crédito  á  las  fábulas  forjadas  por  los 
escritores  persas  y  árabes  sobre  su  origen,  pues  consta 
por  muchos  y  valiosos  testimonios  su  invento  en  la  India 
siglos  antes  de  la  Era  cristiana.  Véase  Gildemaister, 
Saipt.  ar.  de  reb.  ind.,  págs.  141  y  siguientes. 

Alcázar. 

Esta  voz,  que  se  encuentra  en  el  Quijote,  y  en  cuya  pro- 
cedencia inmediata  del^'^s,  casar  arábigo  convienen  todos 

los  etimologistas,  no  pertenece  realmente  á  la  antigua  len- 
gua de  Modhar,  antes  bien  parece  derivada  de  la  latina 
castmm,  como  opina  Fraenkel  en  su  opúsculo  titulado  De 

vocabulis  in  antiquis  Afabuiii  carminibus  et  m  Corano  perc- 
griniis,  pág.  14. 


126  LEOPOLDO    EGUÍLAZ    V    YANGUAS 

Alcurnia. 

i 

«El  linaje,  prosapia  y  alcurnia  querríamos  saber,  repli- 
•có  Vivaldo.»  Cervantes.  El  ingenioso  hidalgo  D.  Quijote  de 
la  Mancha,  primera  parte,  cap.  XIII. 

Viene  esta  voz  de  la  arábiga  l~¡-^  Cania,  y  con  el  ar- 
tículo i^-vJl,  al  cania,  intercalada  una  r  eufónica,  y  vale  cog- 
nomen  en  Raimundo  Martin;  sobrenombre  y  ditado,  títu- 
lo de  onrras  en  P.  Alcalá.  Entre  los  árabes,  dicho  sobre- 
nombre, precedido  de  la  palabra ^^^t  Abú,  cuando  se  diri- 
ge la  palabra  á  alguno,  es  señal  de  estima  y  de  respeto 
(véase  Almaccarí,  Analectas,  I,  242  y  466):  de  aquí  su 
significado  de  título  y  calidad.  Este  vocablo,  así  como 
nuestra  alcurnia,  denota  entre  la  morisma  el  nombre  de 
la  casa,  de  la  familia  á  que  se  pertenece,  el  sobrenombre, 
compuesto  de  Aben,  como  Aben  Jaldun,  Aben  Humeya, 
verdaderos  nombres  de  familia,  porque  con  ellos  se  decla- 
ra, no  que  el  padre,  si^o  que  uno  de  los  ilustres  antepa- 
sados del  sujeto  de  que  se  trata  se  llamaba  Jaldun  ó  Hu- 
meya. Véase  Dozy,  Siippl.  anx  dict.  ar.,  s.  v.  . 

A.lmacén. 

(, así  los  que  son  del  rey  como'de  algunos  particu- 
lares, y  los  que  llaman  del  Almacén,  que  es  como  decir 
-cautivos  del  Concejo.»  Cervantes,  El  ingenioso  hidalgo 
Don  Quijote  de  la  Mancha,  primera  parte,  cap.  X. 

Aunque  la  voz  arábiga  j^^",  niajzen,  de  donde  viene 

la  española  almacén,  precedida  del  artículo  arábigo  Jl,  al, 
vale  en  general  almacén,  y  especialmente  almacén  de  ar- 
mas, de  aceite,  de  maderas,  y  también  recámara  y  boti- 
llería, como  se  lee  en  el  Vocabulista  del  P.  Alcalá  (Gra- 
nada, i5o5),  tiene  asimismo  el  signicado  de  Tesoro  pi'Mi- 


NOTAS   AL   INGENIOSO   HIDALGO  127 

co.  Véase  Quatieméie,  Hist.  des  Sultans  Mainl.,  I,  i,  lo, 
y  á  Aben  Batuta,  Viajes,  III,  262,  y  IV,  42,  97  y  120. 

En  tiempo  de  los  Almohades  los  j_/^'''  -^c:^  ó  esclavos 

del  tesoro,  parecen  hal^er  sido  un  cuerpo  de  negros  paga- 
dos por  el  Tesoro  público,  que  formaba  la  guardia  del  Sul- 
tán. Según  Diego  de  Haedo,  {Topografía  de  Argel,  42  c), 

los  llamados   .1  j-^-^t  ^iL^J  eran  los  esclavos  cristianos  de 


O' 


i^-'i  ^j 


la  propiedad  de  la  ciudad,  del  Común  ó  sea  del  Concejo, 
como  dice  Cervantes  en  el  pasaje  transcrito.  Véase  Dozy, 

Suppl.  anx  dict.  Avab.,  s.  v. 

Almalafa. 

«Entró  luego  tras  él  encima  de  un  jumento  una  mujer 
á  la  morisca  vestida,  cubierto  el  rostro  con  una  toca  en  la 
cabeza;  traía  un  bonetillo  de  brocado,  y  vestida  una  a/ma- 
lafa,  que  desde  los  hombros  á  los  pies  la  cubría.»  Cervan- 
tes, Don  Quijote,  primera  parte,  cap.  XXXVII. 
'  La  almalafa  es  el  gran  manto  que  cubre  á  las  mujeres 
cuando  salen  á  la  calle,  cuya  descripción  nos  hace  Mármol 
Carvajal  en  el  pasaje  siguiente  de  su  Descripción  general  de 
África  (tomo  II,  lib.  IV,  cap.  22): 

«Estas  (las  almalafas  ó  lizares)  son  tan  largas  como 
sananas,  mas  no  son  tan  anchas,  y  á  las  orillas  tienen 
vnas  fajas  de  seda  blanca  6  de  otro  color  texidas  en  el  pro- 
pio lizar,  y  revueltas  al  cuerpo,  las  vienen  á  prender  de- 
jante de  los  pechos  con  gruessas  sortijas  de  plata  y  de  oro, 
y  es  común  trage  de  la  gente  noble  de  verano.» 

Pero,  según  Cervantes,  la  almalafa  la  usaban  también 
los  hombres,  como  se  lee  en  el  pasaje  que  sigue:  «Dio  vo- 
ces Zoraida  que  lo  sacasen  (á  su  padre,  que  se  había  arro- 
jado al  mar),  y  así  'acudieron  luego  todos,  y  asiéndole  de 
la  almalafa,  le  sacaron  medio  ahogado  y  sin  sentido. »  Don 
Quijote,  primera  parte,  cap.  XLI. 


128  LEOPOLDO    EGUÍLAZ    Y    YANGUAS 

Confirma  el  uso  de  la  almalafa  por  los  hombres  la  au- 
toridad de  Dozy,  que  traduce  el  vocablo  arábigo  isi-"  mal- 

hafa,  por  uiaiiieait  dVionmie.  Véase  Dict.  des  noms  de  véteiii. 
des  Arabs,  pág.  401. 

En  apoyo  de  su  aserción,  cita  el  ilustre  orientalista  ho- 
landés varios  pasajes  de  autores  árabes,  entre  ellos  uno 
de  Almaccarí;  pero  quiero  recordar  que  la  palabra  alma- 
lafa que  en  él  se  menciona  ha  de  interpretarse  por  tela  6 
lienzo,  que  es  uno  de  sus  significados.  Si  los  moros  de  Añi- 
ca  hubieran  usado  la  almalafa,  de  seguro  que  Mármol  no 
hubiera  dejado  de  consignarlo  al  hablar  de  su  indumen- 
taria. 

En  cuanto  á  los  moros  granadinos,  es  de  toda  evidencia 
que  no  la  llevaron,  pues  no  se  hace  mención  de  ella  en 
los  Embargos  de  bienes  de  moriscos,  que  en  varios  legajos 
se  encuentran  en  el  Archivo  déla  Alhainbra. 

Almohade. 

Esta  palabra,  de  que  se  hace  mención  en  el  Quijote,  vie- 
ne de  wV¿.»JI,  almoguahhid,  (lel  que  cree  ó  proclama  la 
unidad  divina,  el  que  profesa  el  culto  de  un  solo  Dios,»  y 
de  aquí    .,  .j¿.«i!,  al-iitogíiahhidúna,  los  Almohades,  sec- 

ta  y  dinastía  que  reinó  en  África  y  en  España  del  siglo  Xii 
al  XIII.  Fué  su  fundador  Abú  Abdallah  Mohammad  ben 
Tiumert,  que  murió  en  el  año  624  de  la  Hégira  (Agosto 
de  ii3o  de  J.  C.)  Sucedióle  Abdelmumen.  En  el  mes  de 
Dzulhichcha  del  año  639  (Junio  de  1145),  un  ejército  de 
Almohades,  mandado  por  Abú  Imran  Musa  aben  Said, 
desembarcó  en  Chezira  Tárif  (Tarifa),  de  cuya  plaza  y  de 
la  de  Algeciras  se  apoderó,  así  como  del  país  comarcano, 
y  en  el  año  siguiente  de  Málaga  y  Sevilla.  Tres  años 
después  Yahya  ben  Gániya  les  entregó  la  ciudad  de  Cor- 


NOTAS    AL    INGENIOSO    HIDALGO  1 29 

doba  y  á  poco  la  de  Jaén.  Véase  Gayanjíos,  The  Hist.  of 
the  Mohani.  dynast.  in  Spaiii,  II,  lib.  VIII,  cap.  2.^ 

Ámbar. 

«Su  trage  era  cual  se  ha  pintado,  solo  que,  llegando 
cerca,  vio  D.  Quijote  que  un  coleto  hecho  pedazos  que  so- 
bre sí  traía  era  de  ámbar,  por  donde  acabó  de  entender  que 
persona  que  tales  hábitos  traía  no  debia  ser  de  ínfima  ca- 
lidad.» CeT\aLntes,  Don  Quijote,  púmera.  parte,  cap.  XXIII. 

Léese  en  Dozy  (Gloss.  al  Baydii,  pág.  33,  s.  v.  ^r=,  ani- 
barí):  «Entre  los  regalos  que  distribuyó  Almanzor  en  una 
de  sus  campañas,  el  autor  del  Bayán  menciona  (II,  Sig, 

i3)  dos  ,_C^."C  'L—^  (alquiceles  de  ámbar),  y  en  mi  Gloss, 

añado  que  por  esta  voz  hay  que  entender  un  manto  he- 
cho de  la  piel  del  gian  pez  de  mar  llamado  ámbar,  es  de- 
cir, del  cachalote,  de  la  cual  se  hacían  escudos,  sandalias 
ó  zapatos  y  cotas  de  armas.»  Makrizi  (II,  io3),  hablando 
del  ámbar  gris,  dice  que  se  hacían  de  él  almohadas,  mos- 
quiteros y  cortinas.  El  propio  nombre  llevaba  una  especie 
de  estofa  labrada  en  Alejandría  y  Damieta  (Descrip.  de 
l'Eg.,  Xlí,  170),  y  cierta  suerte  de  crespones  de  seda 
(ibid.,  XVII,  390).  Quatremere  (Hist.  des  Sult.  maml..  I, 
2,  i33)  dice:  «Según  el  testimonio  de  M.  Estéve  (Finances 
de  l'Egypte,  pág.  Sg),  una  estofa  lleva  en  Egipto  el  nom- 
bre de  anbary,  sin  duda  porque  es  de  color  negro.» 

Entiendo  que  de  la  piel  del  cachalote  pudieron  hacerse 
coletos,  así  como  alquiceles  de  la  tela  de  seda  de  que  ha- 
blan Makrizi  y  Quatremere. 

De  la  propia  y  preciada  piel  del  cachalote  debió  ser  la 
bolsa  de  que  hace  mención  Cervantes  en  su  novela  Rni- 
conete  y  Cortadillo:  «¿Pues  cómo — dijo  Monipodio — no  se 
me  ha  manifestado  una  bolsilla  de  ámbar?....  Cortado 
entró  la  suya  (su  mano)  en  el  seno  y  sacó  una  bolsa  que 
mostraba  haber  sido  de  ámbar  en  los  tiempos  pasados.» 
n  9 


IjO  LEOPOLDO    EGUILAZ    Y    YANGUAS 

Sobre  la  significación  de  la  voz  ambarí,  véase  Dozy, 
en  su  Suppl.  aiix.  dict.  av. 

Babazón. 

Esta  puerta,  que  se  menciona  en  el  episodio  del  cauti  • 

vo,  es  transcripción  de  ^  Ji  ^U,  Baha-Azzón,  «Puerta 

de  Azzón,»  puerta  oriental  de  la  ciudad  de  Argel,  de  don- 
de tomó  su  nombre  el  barrio  adyacente.  Véase  Bresnier, 
Chreü.  arab.  vulg.  Argel,  1846,  págs.  162  y  i63.  En 
una  carta  que  sale  á  la  pág.  64  del  texto  arábigo  se  habla 
del  vasto  edificio  que  contenía  la  Biblioteca,  el  Museo  y 
el  Colegio  cerca  de  la  puerta  de  Baba-Azzón. 

Sobre  la  vertiente  septentrional  de  la  cadena  del  peque- 
ño Atlas,  entre  los  distritos  de  los  Beni  Jalil  y  los  Beni 
Muza,  hay  una  pequeña  tribu,  llamada  los  Beni  Azzón. 

Boda. 

«Cárdenlo,  de  boda  estoy  vestida.»  Cervantes,  Don 
Quijote,  primera  parte,  cap.  XXVII.) 

Covarrubias,  en  su  Tesoro  de  la  lengua  castellana  (Ma- 
drid, 1611,  fol.  143,  segunda  col,),  propone  varias  etimo- 
logías de  boda  á  cual  más  antojadizas. 

Según  D.  León  Galindo  y  de  Vera  (véase  Progreso  y 
vicisitudes  del  idioma  castellano  en  nuestros.  Cuerpos  legales. 
Memoria  premiada  por  la  Real  Academia  Española,  Ma- 
drid, i865),  la  palabra  boda  es  una  de  las  reputadas  por 
ibéricas;  cita  el  texto  por  ondra  de  las  bodas,  que  se  en- 
cuentra en  una  ley  del  libro  IV  del  Fuero  Juzgo,  y  luego 
añade:  «Escolano  afirma  que  boda  es  la  palabra  hebrea 

boda.» 

La  Academia,  que  consideró  inadmisibles  las  etimolo- 
gías de  Covarrubias,  de  Escolano,  y  seguramente  las  que 


NOTAS    AL    INGENIOSO    HIDALGO  IJI 

•dan  Casiri  y  Marina  á  la  palabra  boda,  y  sin  fundamento 
•su  origen  ibérico,  fué  á  buscar  su  raíz  en  la  gótica  vidan, 
Kienlazar,»  que  se  halla  en  la  última  edición  de  su  Diccio- 
nario. 

Excusado  nos  parece  impugnar  esta  peregrina  alcurnia. 

La  palabra  boda  no  es  más  que  la  latina  vota,  plural  de 
votuin,  que,  con  la  significación  de  votos  pronunciados  por 
los  esposos,  de  casamiento  y  boda,  se  encuentra  en  Apuleyo, 
en  Floro  y  en  el  Cqd.  de  j  ustiniano.  Yo  creo  que  el  error 
de  los  citados  etimologistas  procede  de  escribirse  con  evi- 
dente error  boda  con  b;  pero  también  se  escribe  con  ella 
basura,  y,  sin  embargo,  procede  derechamente  del  latin 
■versara,  barredura,  del  verbo  verro,  barrer. 

Caba. 

« Y  es  tradición  entre  los  moros,  que  en  aquel  lugar 

está  enterrada  la  Caba,  por  quien  se  perdió  España,  por- 
que caba  en  su  lengua  quiere  decir  muger  mala  y  rumia 
cristiana.»  Cervantes,  Don  Qjijote,  primara  parte,  capí- 
tulo XLI. 

Cierto  que  cava  y  rumia  valen,  respectivamente,  la  sig- 
nificación que  les  da  Cervantes;  pero  también  lo  es  que  el 
nombre  del  lugar  á  que  se  refiere  era  el  de  Kober-Ramia, 
Caba  rumia  entre  los  naturales  de  la  tierra,  como  se  de- 
clara en  el  pasaje  siguiente:  «Como  á  mitad  del  camino 
de  Argel  á  Xerchel,  no  lejos  de  la  costa,  hay  un  montícu- 
lo en  cuya  cima  se  echan  de  ver  unas  ruinas  que  los  ára- 
bes llaman  Kober-Rumia  y  los  europeos  El  Sepulcro  de  la 
Cristiana.  Según  Berbrugger  y  Mac-Carthy,  que  las  reco- 
nocieron en  1866,  dichas  ruinas  son  las  del  gran  sepulcro 
de  los  Reyes  de  la  Mauritania,  labrado  por  Juba  II  en  el- 
siglo  de  Augusto.  Judas  ha  reconocido  en  las  palabras  Ko- 
ber-Rumia el  nombre  antiguo,  apenas  desfigurado,  que 
sigmñca.  Sepulcro  Ri-il.\)  Véase  V  Al^erie  tralitionndle,  por 
-A.  Certaux  y  E.  Henry  Carnoy,  Alger,  tomo  I,  pág.  58. 


132  LEOPOLDO    EGUÍLAZ    Y    YANGUAS 

Cide  Hamete  Benengeli. 

«Historia  de  D.  Quijote  de  la  Mancha,  escrita  por  Cide 
Hamete  Benengeli.»  Cervantes,  Don  Quijote,  segunda  par- 

te,  cap.  IX. 

El  nombre  dado  por  Cervantes  al  supuesto  autor  del 

Quijote,  se  compone  de  ^s^,  Sidí,  mi  señor,  sinónimo 
de  ^í.^,  Mvley,  que  se  encuentra  en  el  P.  Alcalá  con 
la  acepción  de  Don  (contracción  de  Dominus),  pronombre 
castellano,  del  adjetivo  verbal  y  nombre  propio  J^U, 
Hámed,  «el  que  alaba,  el  que  glorifica,»  y  de  la  dicción 
5UJwV;,  bedencheli,  «aberengenado.»  Este  nombre  se 
aplica  también  en  Marruecos,  según  el  P.  Lerchundi,  á 
los  caballos  que  no  son  muy  negros. 

Que  la  significación  de  aberengenado  es  la  propia  y  le- 
gítima de  Benengeli,  lo  declara  Cervantes  en  el  pasaje  si- 
guiente: «¿Y  cómo— dijo  Sancho.— si  era  sabio  y  encan- 
tador, pues,  según  dice  el  Bachiller  Sansón  Carrasco..... 
el  autor  de  la  historia  se  llama  Cide  Hamete  Berengena?» 
Véase  Don  Quijote,  segunda  parte,  cap.  II. 

La  interpretación  que  da  Clemencín  á  Benengeli  no  tie- 
ne fundamento. 

Ginete. 

«Apenas  hubo  dicho  esto  el  cristiano  cautivo,  cuando- 
el  ginete  se  arrojó  del  caballo.»  Cervantes,  Don  Quijote, 
primera  parte,  cap.  XLI.) 

La  etimología  dada  á  ginete  por  Diez  y  Donkin,  que  la 
.  traen  del  griego  ru[AVTi-rri<;,  soldado  armado  á  la  ligera, 
como  se  lee  en  Alexander  (Dict.  grcc.-franc),  es  la  ver- 
dadera, y  no  la  que  dieron  Engelmann  y  Dozy  en  sus. 
respectivos  glosarios  de  las  palabras  españolas  y  portu- 
guesas derivadas  del  árabe,  que  reproduje  en  el  mío.  EL 


NOTAS   AL   INGENIOSO   HIDALGO  133 

clarísimo  Hübner,  en  su  preciadísima  obra  Monvmcntci  Un- 
giice  ihevkcB,  opina  que  es  ibérica. 


Goleta. 


Es  alteración  esta  palabra,  que  se  encuentra  en  el  epi- 
sodio del  cautivo,  de  las  arábigas  ^il^l  ^W,  Halcalgm  - 
di,  boca  de  puerto  de  río,  versión  que  les  da  el  P.  Alcalá. 
Tal  es  el  parecer  de  Dozy.  Véase  Glos.  al  Idris'i,  pág.  288, 

s.  ^la-,  ed.  de  Dozy  y  de  Goeje. 


GroliaSé 

fl contándonos  la  historia  de  aquel  filisteazo  de  Go- 

lías,  que  tenia  siete  codos  y  medio  de  altura,  que  era  una 
desmesurada  grandeza. »  Cervantes,  Don  Quijote,  segunda 
parte,  cap.  I. 

Es  la  palabra  hebrea  Goliath,  nombre  del  gigante  filis- 
teo, natural  de  Gath,  muerto  en  combate  singular  por 
David. 

Me  parece  bien,  por  indicarse  el  origen  de  los  berberis- 
cos, poner  en  este  lugar  el  siguiente  curiosísimo  pasaje 
del  Idrisí:  «Este  Goliath  de  la  Biblia  es  el  Rey  de  Pales- 
tina, Chálut  de  los  Árabes,  hijo  de  Dharés,  hijo  de  Chana 
que  es  el  padre  de  los  Zenetes  del  Magreb,  hijo  él  de  Lo- 
guay  aben  Ber  aben  Cais  aben  Elyás  aben  Modhar.  Ha- 
biendo muerto  David  (sobre  él  sea  la  paz)  á  Chálut,  el 
Berberisco,  los  berberiscos  pasaron  al  Magreb,  llegaron 
hasta  los  confines  más  lejanos  de  este  país  y  se  esparcie- 
ron por  todas  partes.»  Véase  Idrisí,  págs.  57  del  texto 
árabe  y  65  de  la  traducción  de  Dozy  y  de  Goeje. 


134-  LEOPOLDO    EGUÍLAZ   Y   YANGUAS 

GuiUa. 

«Y  digo  que  con  esto  que  decia  se  hicieron  su  padre  y 
sus  amigos,  que  le  daban  crédito,  muí  ricos,  porque  ha- 
cian  lo  que  él  les  aconsejaba,  diciéndoles:  «sembrad  este- 
año  cebada,  no  trigo;  en  este  podréis  sembrar  garbanzos- 
y  no  cebada;  el  que  viene  será  de  guilla  de  aceite;  los  tres, 
siguientes  no  se  cogerá  gota.»  Don  Quijote,  primera  parte, 
cap.  XII. 

Es  transcripción  la  palabra  giiilla  de  la  arábiga   Wc^ 

guilla,  forma  vulgar,  por  lU,  galla,  que  da  por  etimología 
la  Academia,  cuya  dicción  no  vale,  como  quiere  la  ilustre 
Corporación  y  repite  Hartzenbusch  en  su  correspondiente 
rola  al  Quijote,  cosecha  copiosa  y  abuvdaiite,  sino  simple- 
mente cviccha,  con  la  acepción  genérica  y  sentido  lato  que 
la  da  el  P.  Alcalá  de  cosecha  de  pan,  de  legumbres,  de 
vino,  de  aceite,  de  higos,  de  miel,  de  oro,  en  el  Idrisí. 
Guilla  se  halla  también  en  el  Glos.  arab.-lat.  de  R.  Martín, 
que  la  inltipreta  lor  fniges,  y  en  la  glosa  pro  blaclo,  y  e» 
MvíUtrs  (Lex.  pers.-lat.  ctjiii.)  por  provenius  ierra,  PEC,. 
fruges,  legwnina, 

Pedro  de  Alcalá  nos  da,  entre  otros  significados  de  gui- 
lla, el  de  usufructo.  Con  el  de  cosecha  y  usufructo,  la 
trae  también  Francisco  López  Tamarid, 

Suprímase,  pues,  \o  de  copiosa  y  abundante  que   agrega 
la  Academia  á  cosecha.  Es  de  notar  que,  cuando  la  docta 
Corporación  da  la  definición  de  guillero,  se  limita  á  decir, 
con  muy  buen  acuerdo,  que  es  el  cosechero  ó  usufruc- 
tuario. 

Gurapa. 

«¿Qué  son  gtirapas?  preguntó  D.  Quijote.  Gurapas  son 
galeras,  respondió  el  galeote.»  Cervantes,  Don  Quijote^ 
primera  parte,  cap.  XXII. 


NOTAS    AL    INGENIOSO    HIDALGO  135 

En  la  novela  Rinconete  y  Cortadillo  se  lee:  «Y  condena- 
dos á  gurapas  era  echarlos  á  galeras.» 

Trae  esta  voz  Hidalgo  en  su  Dic.  de  la  Gemianía;  pero 
es  genuinamente  arábiga,  al  menos  en  cuanto  á  su  for- 
ma, significando  w>^,  guváb,  en  esta  lengua,  galea,  en 
R.  Martín;  galera,  navio,  en  Fr.  P.  de  Alcalá;  bergantín, 
pequeño  navio  de  velas  y  remos,  y  barco  de  velas  y  remos 
armado  en  corso.  Véanse  Bocthor  y  Dozy,  el  cual,  en  el 
artículo  v^tjc,  gordb,  de  su  Suppl.,  cita  el  pasaje  siguiente 
de  Aben  Batuta  (Viajes,  IV,  pág.  59):  «Y  envió  con  nos- 
otros á  su  hijo  en  un  navio  llamado  alocayrí,  que  se  pare- 
cía á  una  gurapa  (galera).» 

Ir  á  gurapas,  pues,  equivalía  á  ir  condenados  al  remo, 
ó  sea  á  bogar  en  galeras.  La  Academia,  creyendo  sin  duda 
invención  de  la  gente  de  la  hampa  la  voz  gurapa,  no  le  da 
etimología.  Dísela  yo  en  las  notas  á  El  Hadits  de  la  Prin- 
cesa Zoraida,  donde  dije  que  el  propio  origen  reconocía  el 
término  gripo,  que  se  halla  en  el  pasaje  siguiente  de  Rui 
González  de  Clavijo  (Vida  del  Gran  Tamorlán,  pág.  47  de 
la  edición  Sancha):  «El  domingo" en  la  tarde  llegó  mu  gri- 
po  al  puerto  de  Tenia,  que  venía  de  Constantinopla.»  Y 
tengo  que  rectificar,  porque  el  vocablo  gripo  no  viene  del 

singular  '~-j\f,  guváb,  sino  del  plural  l>ji\,  agríba,  que  con 

la  propia  significación  de  navio  de  velas  y  remos  se  en- 
cuentra en  Las  mil  y  una  noches. 

La  Pata. 

« jamás  hubo  quien  nos  dijese  otra  cosa  sino  que 

allí  vivia  un  moro  principal  y  rico  llamado  Agí  Morato, 
alcaide  que  habia  sido  de  La  Pata,  que  es  oficio  entre  ellos 
de  mucha  calidad.»  Cervantes,  Don  Quijote,  primera  parte, 
cap.  XL. 

«¡arWl,  Al-Batha,  según  el  Kartás  (pág.  1 3o  del  texto), 


I¿6  LEOPOLDO    EGUÍLAZ    Y    YANGÜAS 

fué  construida  alrededor  del  sepulcro  de  cierto  Xeque  fa- 
moso sobre  la  margen  derecha  del  Mina,  á  cuatro  ó  cinco 
leguas  de  Xélif.  Véase  al  Barón  de  Slane,  Hist.  des  Berb., 
I,  pág.  Lxxi.  El  nombre  de  esta  localidad  es  frecuente 
en  esta  obra,  y  se  halla  distante  de  Tlemecén  de  tres  á 
cuatro  jornadas,  según  el  Maracid  (I,  iSg).  Ni  el  Idrisí  ni 
el  Bekrí  hablan  de  ella.  La  Baiha  de  los  Howara  está  ci- 
tada en  el  Manakib  de  Ahmed  ben  Yúsuf  y  en  la  casida 
de  Moghawfel  sobre  los  santos  de  Xélif.»  Véase  Hist.  des 
Almoh.,  traducción  de  E.  Fagnan,  cuya  nota  á  la  pág.  ig8 
€s  la  copiada. 

Aún  se  ven  las  ruinas  de  Al-Batha,  según  nota  de  Slane 
á  la  pág.  xxxiii  de  la  Autobiografía  de  Aben  Jaldun.  Esta 
ciudad  debía  de  estar  en  el  camino  de  Risquera  á  Tle- 
mecén. 

Quien  desee  más  amplias  noticias  de  la  ciudad  de  La 
Batlia,  puede  consultar  á  León  el  Africano  (De  totiiis  A/vi- 
cce  Descrip.,  lib.  IV,  pág.  197  y  v.o,  Antuerpise,  i556) 
y  á  Mármol  Carvajal,  Descrip.  gral.  de  África,  II,  lib.  V, 
cap.  XVII, 

Laúd. 

« cesó  la  música  de  las  chirimías  y  luego  la  de  las 

arpas  y  laúdes.»  Cervantes,  Doír  Quijote,  segunda  parte, 
cap.  XXXV. 

«El  instrumento  más  estimado  en  tiempo  de  los  califas 
Abasidas,  dice  Fétis,  era  el  laúd,  que,  importado  en  Eu- 
ropa en  la  época  de  la  dominación  de  los  árabes  en  Espa- 
ña, ha  venido  á  ser  el  luth  de  la  música  europea.  Los  an- 
tiguos tratadistas  de  la  música  árabe  atribuyen  su  origen 
á  Pitágoras;  pero  los  griegos  jamás  hicieron  uso  de  instru- 
mentos de  mango,  cuyas  entonaciones  se  forman  por  la 
presión  de  los  dedos  sobre  las  cuerdas.  Ni  conocieron  este 
instrumento  antes  de  las  conquistas  de  Alejandro  en  Orien- 
te. Los  escritores  posteriores  no  hacen  mención  de  él,  ni 
aun  el  mismo  Atheneo  (vivió  190-228  de  J.  C),  que  resé- 


NOTAS    AL   INGENIOSO   HIDALGO  I37 

ña  los  instrumentos  conocidos  en  su  tiempo.  Alfarabí  es 
er  primero  que  da  noticia  del  laúd  de  cuatro  y  cinco  cuer- 
das. Los  árabes  recibieron  este  instrumento  de  los  persas. 
Sin  embargo,  el  laúd  de  éstos  no  tenía  exactamente  el  mis- 
mo acorde  que  el  de  aquéllos.»  Véase  Alii  Hispahanensis, 
líber  canti¡enaruin  magnas,  tomo  I,  págs.  77  y  89,  edición 
Rosegarte  n. 

Lela. 

«Preguntó  D.  Fernando  al  cautivo  cómo  se  llamaba  la 
mora,  el  cual  respondió  que  Leía  Zoiaida.»  Cervantes,  Do» 
Quijote,  primera  parte,  cap.  XXXVII. 

Da  Cervantes  en  el  XL  la  significación  de  Lela:  «Lela 
Mariem  quiere  decir  Nuestra  Señora  la  Virgen  María.» 
Con  efecto:  la  voz  arábiga,  que  Raimundo  Martín  trae  bajo 

las  formas  ^^,  jJb)  y    J^>    que    se    encuentran    también 

en  Marcel  (Dici.  arab.  franc.J,  vale  domina,  doña,  pro- 
nombre castellano  en  el  Vocabulista  de  Fr.  P.  de  Alcalá; 
dama,  matrona,  en  Kazimirski;  dama,  señora,  en  Dom- 
bay;  título  que  dan  á  la  Virgen  María,  en  Hélot;  á  las  prin- 
cesas, según  Diego  de  Torres,  y  á  las  mujeres  de  los  Xe- 
ques.  Véase  Lyon,  Travels  in  Northen  África,  62.  La 
principal  de  las  cuatro  mujeres  del  Sultán  de  Marruecos 
se  llama  Lela  Cabira  (la  gran  señora),  y  las  otras  simple- 
mente Lela,  seguido  del  nombre,  como  Lela  Fátima  ó 
Lela  Aixa.  Véase  Hoest,  ap.  Dozy,  Snppl.  aux  dict.  arab. 

Lo  que  no  encuentro  en  los  diccionarios  árabes  del  ha- 
bla vulgar  es  la  voz  lella  aplicada  á  una  doncella,  como  lo 
era  Zoraida,  hija,  no  de  un  príncipe,  sino  del  alcaide  de 
La  Pata,  Agí  Morato. 

Simonet,  en  su  Glos.  de  las  voces  ibéricas  y  latinas  usadas 
por  los  mozárabes,  opina  que  la  palabra  lella  no  es  árabe. 
Yo  soy  del  mismo  parecer. 


IjS  LEOPOLDO    EGUÍLAZ    Y    YANGUAS 

Mameluco. 

t< éste  es,  dirán,  el  que  venció  en  singular  batalla  al 

gigantazo  Brocabiuno  de  la  gran  fuerza,  el  que  desencan- 
tó al  gran  Mameluco  de  Persia.»  Cervantes,  Don  Quijote, 
primera  parte,  cap.  XXI. 

Los  sultanes  mamelucos  no  reinaron  en  Persia,  sino  en 
Egipto,  donde  el  turco  Melik  Moez  Eddin  A'íbek  se  hizo 
independiente  del  Califa  Abasida  de  Bagdad,  Almostasen 
Billah. 

Dióse  el  nombre  de  ^jV'  ""^"'^"'^  (poseído,  esclavo, 

siervo),  á  aquella  dinastía  por  su  procedencia  de  los  escla- 
vos circasianos  y  tártaros  que  usurparon  el  trono  de  Egip- 
to, suceso  que  tuvo  lugar  en  el  año  1249.  ^"^  dorrtinación 
en  aquel  país  duró  hasta  el  de  i5i6,  en  que  fué  conquis- 
tado por  Selim  I,  Emperador  de  los  turcos. 

Marfuz. 

«Yo  escribí  esto:  mira  á  quién  lo  das  á  leer;  no  te  fíes 
de  ningún  moro,  porque  son  todos  marfuces.»  Cervantes, 
Don  Quijote,  primera  parte,  cap.  L. 

No  viene  esta  voz  de  j^jij'i  marfudh,  como  quiere  la 
Academia,  sino  de  ¡ys^jf',  niarfuc,  como  siente  Dozy. 
Véase  mi  Glos.  etim.^  s.  v. 

Pasamaque. 

«..,..  y  tenían  á  punto  su  ropa  y  pasamaques,  que  son 
sus  zapatos,  para  huirse  luego  por  tierra  sin  esperar  ser 
combatidos.»  Cervantes,  Don  Quijote,  primera  parte,  ca- 
pítulo XXXIX. 

Sobre  la  palabra  pasamaque,  que  se  encuentra  en  Vul- 


e 


NOTAS    AL    INGENIOSO    HIDALGO  I39 

lers  (Lex.  pers.-lat.  eiym. Jhajo  la  forma  ^^,  baxdmac^ 
con  la  significación  de  iegmen  pedum  y  calcens,  y  en  Re- 
dhouse  (Tur.  Engl.  Dyct.)  bajo  ^.^_i^,  baxamac  y 
^_^iL>,  báxamac,  con  la  de  sandalias,  escribe  Dozy  en  su 
Suppl.  el  artículo  siguiente:  «Sólo  usan  las  mujeres  y  los 
alfaquíes  de  estas  pantuflas.  Rácense  de  toda  suerte  de 
colores;  pero  los  hombres  no  llevan  más  que  las  amarillas, 
llamadas  ^^^^,  alcaiserí,  según  notas  manuscritas  del 
imam  de  Constantina.  En  el  harén  las  mujeres  de  Túnez 
calzan  pantuflas  de  marroquí  rojo  ó  verde,  que  se  dicen 

bexmak. » 

A  pesar  de  lo  expresivo  y  categórico  de  este  texto,  la 
aserción  de  Cervantes  de  llevar  los  hombres  los  pasama- 
ques  en  la  fecha  de  su  cautiverio  en  Argel  y  aun  antes, 
nos  parece  indudable.  Esta  suerte.de  calzado  lo  usaban 
hasta  los  Emperadores  turcos,  en  cuya  corte  había  dos 
oficiales  llamados  j!jJ¡^A._j,  baxmacaddr,  cuyo  era  el  oficio 
de  llevar  las  sandalias  del  Sultán.  Véase  Vullers,  ap.  Qua- 
tremére,  Hist.  des  Sult.  matul.,  I,  lOO,  núm.  i3i. 


Rabel. 

« Y  al  son  de  un  rabel,  que  admirablemente  toca.» 

Cervantes,  Don  Quijote,  primera  parte,  cap.  LI. 

Viene  de  ^^j,  rabéh,  mudada  la  b  final  en  I,  y  es  voca- 
blo genuinamente  arábigo.  Léese  en  Fétis  (Hisi.  gen.  de  la 
musiq.,  II,  págs.  143  y  144):  «Dos  suertes  de  rabel  se  co- 
nocen en  la  Arabia  y  en  todo  el  Oriente:  el  uno  de  dos 
cuerdas  y  el  otro  de  una.  El  rabel  existía  en  Arabia  desde 
los  primeros  siglos  del  islamismo.  El  Farabí,  autor  del 
siglo  X  de  J.  C,  describe  este  instrumento.  Entre  los  ára- 
bes actuales  el  rabel  tiene  dos  cuerdas,  y  se  llama  rebab  el 
moganí  ó  rabel  del  cantor;  el  que  no  tiene  más  que  una 
se  llama  rebab  ex-xaer,  ó  rabel  del  poeta,  porque  el  músi- 


1^0  LEOPOLDO    EGUÍLAZ    Y    YANGUAS 

co,  que  acompaña  al  narrador  ó  improvisador,  sostiene 
siempre  el  mismo  sonido  para  impedir  que  la  voz  suba  y 
se  salga  de  tono.  La  altura  del  rabel  es  de  92  centíme- 
tros. » 

Según  Beaussier,  el  rabel,  que  es  semejante  á  una  viola 
de  tres  cuerdas,  se  usa  hoy  en  la  Argelia.  Del  mismo  nú- 
mero de  cuerdas  constaba  el  descrito  por  Covarrubias  en 
su  Tesoro.  A  lo  que  parece,  Fétis  no  tenía  noticias  de  la 
existencia  de  esta  suerte  de  rabel  en  África. 


Tizona. 

«No  me  dieron  á  mí  lugar — respondió  Sancho — á  que 

mirase  en  tanto,  porque  apenas  puse  mano  á  mi  thona » 

Cervantes,  Don  Quijote,  primera  parte,  cap.  XV. 

Es  corrupción  tizona  de  teutona,  nombre  que  debió  dar- 
se á  aquella  suerte  de  espadas  por  su  procedencia  de  Ale- 
mania, y  cuya  introducción  en  España  como  la  de  otras 
armas  del  propio  origen,  se  remonta  á  fecha  remotísima. 
V.  S.  Isidoro,  Or.  lib.  XVIII,  7.  En  el  Voc.  aráb.-lat.  de 
R.  Martín  se  halla  la  palabra  J^^J»,  Tauchol,  con  signifi- 
cación de  sagita.  Yo  creo  que  tiene  el  propio  origen  que 
tizona,  así  como  la  voz  tucán  por  teutón,  que  se  encuentra 
en  el  Libre  de  Alexandre,  y  nuestros  chuzo  y  chuzón.  Véase 
Simonet,  Glos.  de  las  voces  ibér.  y  lat.  usadas  por  los  mozá- 
rabes, y  á  Cov.,  Tesoro  de  la  lengua  cast.,  s.  chuzón,  que  da 
á  esta  voz  origen  suizo. 

üchali  Partax. 

<( De  aquí  á  pocos  meses  murió  mi  amo  el  Uchali 

Fartax,  que  quiere  decir  en  lengua  turquesca  el  renegado 
tinoso.»  Cervantes,  Don  Quijote,  primera  parte,  capítu- 
lo XL. 

Hállase  escrito  este  nombre  en  las  Memorias  del  cautivo 


NOTAS    AL    INGENIOSO    HIDALGO  I4I 

con  las  siguientes  variedades:  Uchalí,  que  es  la  empleada 
por  Cervantes;  Ochalí,  Aluch  Alí,  y,  finalmente,  Ulucha- 
li,  que  es  la  verdadera,  porque  ésta  denota  ser  un  vocablo 
compuesto  de  ^J^,  uliichí,  que  vale  renegado  cristiano  al 
servicio  de  los  Príncipes  musulmanes,  y  del  nombre  pro- 
pio ic,  Alí.  De  suerte  que  el  Uchali  de  Cervantes  signi- 
fica el  renegado  Alí. 

En  cuanto  á  la  voz  Fartax,  ^.^llj,  firtás,  tampoco  es 
turca,  sino  berberisca,  como  lo  hace  notar  Dozy  en  su 
Siippl.,  donde  se  lee  que  un  Príncipe  berberisco  era  apo^ 
dado  Firtás,  ó  sea  el  tinoso  ó  el  calvo,  por  efecto  de  la 
tina,  ó  el  arrebatado  y  colérico,  que  todos  estos  significa- 
dos tiene  el  vocablo  firtás.  Véase  de  Slane,  Hist.  des  bevb., 
I,  202,  citado  por  el  ilustre  orientalista  holandés. 

Zocodover. 

De  w^K  -^•■'1  ¡<  ^»  Soco-ad-daweb,  el  zoco,  plaza  ó  mer- 
cado de  las  bestias,  lugar  citado  por  Cervantes  en  el  Qui- 
jote, con  referencia  á  una  plaza  en  Toledo  que  llevaba 
aquel  nombre. 

Zoraida. 

Es  la  voz  árabe  i;  y,  Zovayya,  que  vale  lámpara,  ara- 
ña, Candelabrum  pensile  en  R.  Martín,  y  en  plural  las  Plé- 
yades. En  Sevilla  había  un  palacio  ó  sitio  de  recreo  en 
tiempo  de  los  Abbaditas  con  el  mismo  nombre,  que  debía 
de  ocupar  parte  del  Alcázar  del  Rey  D.  Pedro. 

Zulema. 

( y  aun  haré  cuenta  que  voi  caballero  sobre  el  ca- 
ballo Pegaso  ó  sobre  la  cebra  ó  alfana  en  que  cabalgaba 


1^.2  LEOPOLDO    EGUÍLAZ    Y    YANGUAS 

aquel  famoso  moro  Muzaraque,  que  aun  hasta  ahora  yace 
encantado  en  la  gran  Cuesta  Zitlema,  que  dista  poco  de  la 
gran  Compluto.»  Cervantes,  Don  Quijote,  primera  parte, 
cap.  XXIX. 

Según  Simonet,  llámase  así  esta  cuesta  en  memoria  de 
la  famosa  mesa  de  Salomón  (probablemente  un  atril  ó  un 
trono  de  imagen  sagrada),  cogida  por  los  soldados  de  Ta- 
ric  ben  Ziyad  en  la  ciudad  de  Compluto,  por  lo  cual  la 
dieron  los  conquistadores  árabes  el  nombre  de  Medina  AU 
meida  ó  La  ciudad  de  la  Mesa,  y  al  monte  en  que  estaba 
emplazada  el  de  Chébel  Suleiman  ó  Monte  de  Salomón,  cuyo 
nombre  se  corrompió  en  el  de  Zulema.  La  cuesta  de  este 
nombre,  llamada  también  San  Juan  del  Viso,  es  el  antiguo 
asiento  del  Compluto  de  Ptolomeo,  como  opinó  acertada- 
mente Masdeu.  Véanse  Aben  Hayyan,  citado  por  Almac- 
carí,  Analectas,  I,  pág.  172;  á  Madoz,  Dic.  geogr.,  estad,  é 
hist.  de  Esp.,  I,  pág.  Sóg,  y  á  Simonet,  Los  hijos  de  Witi- 
za,  cap.  XII. 


FEDERICO    WULFF 


«DE  LAS  RIMAS  DE  JUAN  DE  LA  CUEVA 


PRIMERA  PARTE» 


El  infortunado  poeta,  cuando  preparaba  en  i6o3  una 
colección  de  sus  Rimas  sueltas  (O,  procedía  en  todo  como 
si  fuera  á  presentar  al  público,  no  una  reimpresión,  sino 
una  obra  desconocida.  Aprovecho  la  oportunidad  de  los 
homenajes  ofrecidos  á  mi  ilustre  amigo  Menéndez  y  Pela- 
yo,  para  llamar  en  primer  término  su  atención  sobre  este 
hecho  singular,   que  me  choca  cada  vez  que  en    él    paro 
mientes,  y  qué  me  ha  llevado  á  creer  que  la  edición  de 
l582,  de  la  cual  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid  posee 
dos  ejemplares  {2),  no  ha  sido  nunca  puesta  en  circulación. 
No  sé  que  existan  ejemplares  en  otra  parte;  y  aunque  no 
me  explico  por  qué  causa  pudo  haberse  prohibido  la  publi- 
cación del  volumen  ya  impreso,  me  parece  también   muy 
difícil  de  admitir  que  Cueva,  al  preparar  una  segunda  edi- 
ción, se  hubiera  atrevido  á  aprovechar  casi  toda  la  dedi- 
catoria, que   en   i582  iba  dirigida  á  D.  Juan  Téllez  Gi- 
rón, para  encabezarla  ahora,  en  1603,  á  nombre  de  Clau- 
dio de  la  Cueva,   su   propio   hermano  menor,  inquisidor 
apostólico  y  visitador  de  la  Santa  Inquisición  del  reyno  de  Si- 
cilia. La  edición  fué  impresa  «con  privilegio,  en  Sevilla 


(i)  Véase  Liinds  Universitets  Arsskrift  (Lund,  1887),  to- 
mo XXIU,  mi  edición  del  Viaje  de  Sannio,  págs.  vi  y  sigoientes, 
con  la  descripción  del  Ms.  de  la  Biblioteca  Colombina,  Z-I33-49, 
que  lleva  el  mismo  título  que  este  artículo. 

(2)  Uno,  <íEx  libris  D.  A.  Mosty;t  otro,  de  la  tlibrería  del 
Excmo.  Sr.  D.  A.  Duran,  adquirida  por  el  Gobierno  en  1863.» 


144  FEDERICO    WULFF 

por  Andrea  Pescioni  año  i582;  a  costa  de  Francisco  Ro- 
dríguez mercader  de  libros.»  El  Privilegio,  por  diez  años, 
está  fecliado  en  Lisboa  á  i5  de  Abril  de  i582;  pero  na 
he  visto  que  tenga  Aprobación. 

Si  se  llega  á  averiguar,  lo  que  yo  aún  no  he  podido 
conseguir,  que,  á  pesar  de  la  impresión,  la  edición  de  An- 
drea Pescioni  debe  considerarse  como  no  hecha,  es  fácil 
comprender,  no  sólo  las  amargas  quejas  que  Cueva  dirige 
siempre  contra  su  dura  suerte,  por  ejemplo,  en  Sannio  (en 
i585),  estrofa  88,  donde  Momo  le  dice: 

«La  Invidia  te  persiga,  i  del  qu'entiendes 
qu'es  mas  tu  amigo,  seas  murmurado; 
siempre  te  offcnda  aquel  que  mas  defiendes, 
i  en  tus  obras  te  veas  annotado,»  etc., 

sino,  sobre  todo,  el  hecho  de  que  dedique  ahora  á  su  her- 
mano Claudio  la  colección  entera,  y  particularmente  las 
seis  octavas  Con  los  despojos  del  Cyihcreo  assalio,  etc.,  que 
antes  había  compuesto  para  D.  Juan  Téllez  Girón.  Tam- 
bién se  explicaría  de  este  modo  cómo  pudo  corregir,  ó,, 
mejor  dicho,  cambiar  muchos  pasajes  en  su  antiguo  texto. 
He  aquí,  á  modo  de  ejemplo,  el  soneto  núm.  14,  según  la 
edición  de  i582: 


Ojos  bellos,  suaves,  i  piadosos, 

que  cuando  en  medio  de  mi  mal  os  veo 
adornays  de  esperanca  mi  desseo, 
i  reparays  mis  fuegos  amorosos. 

No  me  seays  (mis  ojos)  desdeñosos. 

Hazed  pues  que  podéis  de  mi  trofeo, 
qu'en  ser  yo  vuestro,  cuanto  mal  posseo 
son  regalos  (mis  ojos)  gloriosos. 

Amor  me  esfuerca  a  esto,  i  justamente 
deveis  bolver  a  verme,  luzes  bellas, 
que  en  veros  viuc  el  alma,  que  padece. 

1  siendo  la  ocasión  del  fuego  ardiente 

con  mirarme  se  tiemplan  las  centellas, 
y  assi  acaba  el  dolor,  i  el  amor  crece. 


DE    LAS    RIMAS   DE    JUAN    DE    LA    CUEVA  I45 

En  el  manuscrito  colombino  "(O,  es  decir,  en  la  nueva 
colección,  seguramente  autógrafa,  le  dio  esta  otra  forma: 

Ojos  bellos,  suiíves,  piadosos, 

que  cuando  en  medio  de  mi  mal  os  veo 

adornáis  d'esperanca  mi  desseo, 

i  reparis  mis  fuegos  amorosos. 
No  seáis  a  mi  llanto  desdeñosos, 

pues  hecho  aveis  del  alma  mia  trofeo, 

i  a  mi,  en  los  fieros  males  que  posseo, 

puesto  en  descanso,  aunque  son  rabiosos. 
De  mi  antigua  passion  no  hago  cuenta, 

que  con  miraros  quedo  libre  della, 

i,  mirándome  vos,  libre  i  seguro. 
Solo  me  falta  que  estimeys  (2)  mi  afrenta 

i  que  de  vos  deshaga  una  centella 

del  bello  pecho  el  írio  esmalte  duro. 

Termino  ofreciendo  á  mi  querido  colega  una  canción 
entera  del  desgraciado  vate.  Es  el  núm.  4  de  la  Colección 
de  i6o3,  Al  libro,  fols.  46  rt-48  a  del  manuscrito  colom- 
bino: 

•     Libro,  pues  no  se  escusa 

salir  de  la  tiniebla  al  claro  Dia, 

resuene  ya  tu  Musa, 

i  esparsa  su  armonía 

de  Caliope  inspirada,  Clio,  i  Thalia. 
^     Quisiera  detenerte 

viendo  el  riezgo  a  que  vas  ciego  (3)  arrojarte 

la  rigurosa  suerte 

qu'enpieca  amenazarte, 

i  los  daños  qu'en  torno  veo  cercarte  (4). 

(i)     Signatura  Z- i 33-49:  soneto  núm.  28  de  la  colección,  fo- 
lio 39. 

(3)     Había  escrito  antes  sintáis. 

(3)  Se  lee  dssi  corregido. 

(4)  Las  cinco  últimas  palabras  están  sobre  un  pedazo  de  papel 
pegado  para  tapar  lo  que  antes  había  escrito.  Hay  muchas  correc- 

■  ciones  de  este  genero  hechas  por  el  mismo  Cueva  en  su  Ms.  autó- 
grafo. 

II  10 


1^6  FEDERICO    VVULFF 

»     I  entendiendo  cuan  poco 

a  de  servir  mi  persuacion,  o  ruego, 

sigo  tu  intento  loco, 

i  a  la  crueldad  t'entrego 

de  la  Invidia,  qu'encienda  en  ti  su  fuego. 

•  Seras  de  su  crueza 

tratado  con  rigor  áspero,  i  duro, 
acusando  a  simpleza 
el  conecto  mas  puro 
de  que  vas  mas  contento,  i  mas  seguro. 
'     1  aunque  no  pida  enmienda, 

mas  que  letras  tendrás  enmendadores, 
i  tu  en  esta  contienda 
entre  libres  Censores,  ^ 

por  terrero  estarás  de  Espositores. 

•  Veras  las  variedades 

en  la  declaración  de  tus  Sonetos, 
el  dar  de  auturidadcs  (!) 
descubriendo  secretos 
que  nunca  imaginaron  mis  concetos. 
'     Irán  te  esagerando 

pane  por  parte,  tan  estrechamente, 

que  te  irán  condenando. 

Lo  qu'estima  el  prudente, 

i  satisfaze  al  sabio  que  lo  siente, 

•  I  no  siendo  entendido  (i) 

lo  que  quieres  dezir,  los  que  leyeren 

sin  mirar  el  sentido, 

dirán  lo  que  entendieren, 

i  otros  entenderán  lo  que  quisieren. 
'     I  yendo  cual  vas  solo, 

desterrado  de  mi,  i  del  patrio  nido, 

aunque  te  ampare  Apolo 

as  de  ser  perseguido, 

i  con  rigor  de  muchos  ofendido. 
•o     Mas  ya  qu'estas  dispuesto 

a  presentarte  al  vulgo  riguroso, 

quiero  avisarte  en  esto 

lo  que  siendo  Amoroso 

a  de  seguir  tu  canto  numeroso: 
"     El  estilo  Amatorio 

(i)    Esta  estrofa  la  publicó  Gallardo,   Ensayo,  col.  645,  la' 
mismo  que  la  estrofa  21. 


11 


DE    LAS    RIMAS    D3    JQAN    DE    LA    CUEVA  I47 

celebra  las  querellas,  i  favores, 

haze  el  amor  notorio, 

las  ansias,  los  ardores, 

i  penas  de  los  tristes  amadores. 
*'     Proponese  el  tormento, 

descubrense  del  alma  los  desseos. 

el  amoroso  intento, 

del  Amoríos  trofeos, 

dichos  sin  artificio,  ni  rodeos. 
*'     En  un  estilo  llano, 

dulce,  fácil,  de  todos  entendido, 

canta  el  mal  inumano 

del  Amador  rendido, 

sin  ser  de  alguna  affectacion  movido. 

Que  aqui  no  se  concede 

del  verso  Heroyco  el  termino,  i  alteza, 

ni  usarse  en  esto  puede, 

si  no  es  una  llaneza 

que  de  Amor  cante  el  premio,  o  la  crueza. 

Mas  cuando  se  ofreciere 

cantar  las  armas  del  sangriento  Marte, 

en  esto  se  requiere 

d'estilo  levantarte, 

i  con  torrente  de  erres  demostrarte. 

Aqui  de  las  hazañas 

heroycas,  de  los  principes  famosos 

as  de  cantar  las  sañas, 

los  odios  rigurosos, 

i  el  poder  de  los  Dioses  poderosos. 
"     Esto  a  de  ser  tratado 

en  estilo  i  razones  levantadas, 

i  as  de Jener cuydado 

que  no  vayan  mescladas 

burlas,  con  las  prohesas  señaladas. 
"*     I  assi  por  este  modo  (i) 

en  el  verso  Elegiaco,  o  Satyrico, 

guarda  el  decoro  en  todo, 

que  donde  á  de  ser  Lirico 

Bucólico  no  sea.  o  Panegírico. 
"     No  méseles  lo  gracioso 

con  lo  grave,  las  burlas  con  las  veras, 

lo  Heroyco,  i  lo  Amoroso, 

( t)    Las  tres  últimas  palabras  sobre  una  tira  de  papel  pegado. 


16 


^.g  FODERICO   WULFF 

no  me  hagas  Chimeras, 
si  quieres  ser  aceto  cual  esperas. 
*»     I  trata  los  Amores 

como  amores,  las  armas  con  braveza, 
los  celos  con  temores, 
las  penas  con  tristeza, 
las  sañas  con  hocablos  de  aspereza. 
*<     Vsa  de  lengua  pura, 

d'estilo  fácil,  suelto,  i  elegante, 
huye  la  ligadura 
del  raro  consonante 

si  el  (i)  verso  haze  escabroso,  u  arrogante^ 
«»     Di  lisa  y  sueltamente 

lo  que  quieres  dezir,  qu'este  no  es  vicio, 
que  bien  verá  el  prudente 
que  usa  este  exercicio, 
qu'es  cuydado,  i  no  falta  dj  artificio. 
"     Con  todo  esto,  yo  entiendo 

que  comigo  estuvieras  mas  seguro, 
que  no  irte  ofreciendo 
assi  al  peligro  duro, 
pues  conoces  el  bien  que  te  procuro. 
2»     Que  si  hay  odio  enemigo 

contra  mi,  por  qu'el  Nombre  mió  concluya, 
no  podiendo  comigo, 
bolvcrá  la  ira  suya 

a  ti,  que  vas  sin  mi,  a  que  te  destruya. 
2S     1  aunque  muestre  su  ira 

en  ti,  i  no  por  ti.  mas  por  ser  mió, 

resonará  tu  Lira 

de  nuestro  Hesperio  rio 

al  Hydaspcs,  i  del  al  Istro  frió.     . 

Lund,  Suecia,  29  de  Septiembre  de  1898. 
(,)    Antes  había  escrito  sel,  y  luego  sobrepuso  una  ... 


F.   DE   HAAN 


FÍGAROS  Y  GANAPANES 


Humilde  es  el  sujeto,  humilde  el  modo. 
(La  vida  del  picaro.) 

Una  de  las  mayores  glorias  literarias  de  España,  y  aca- 
«o,  ó  sin  acaso,  la  más  duradera,  es  la  de  haber  hallado 
con  la  novela  la  verdadera  forma  de  la  epopeya  de  la  vida 
humana.  Si  es  lícito  juzgar  del  valor  de  las  obras  por  la 
influencia  que  hayan  ejercido  sobre  la  literatura  del  mun- 
do, ya  que  de  las  españolas  sólo  la  novela  ha  dejado  una 
huella  imborrable,  á  ella  corresponde  el  puesto  preferente 
en  la  historia  de  la  literatura  española. 
.  Y  en  diciendo  novela,  no  se  debe  pensar,  en  primer  lugar, 
en  la  inimilada  é  inimitable  obra  de  Cervantes,  sino  en  la 
novela  picuresca,  que  también  «se  engendró  en  una  cárcel, 
donde  toda  incomodidad  tiene  su  asiento,  y  donde  todo 
triste  ruido  hace  su  habitación,»  como  que  se  inspiró  en 
la  miseria  y  el  desengaño  de  la  realidad  de  la  vida. 

Dejando  para  otra  ocasión  el  estudio  detenido  de  los 
múltiples  problemas  históricos  y  literarios  que  se  relacio- 
nan con  la  novela  picaresca,  voy  á  exponer  los  datos  que 
he  podido  reunir  acerca  del  picaro  que  le  dio  nombre,  y 
tengo  la  convicción  de  que,  una  vez  llamada  la  atención 
de  los  impertérritos  rebuscadores  de  papeles  viejos  sobre 
las  dificultades  con  que  he  tropezado,  ellos  se  animarán  á 
dar  cumplida  solución  á  cuanto  todavía  queda  por  dilu- 
cidar. 

Porque  si  bien  cuantos  han  escrito  sobre  la  novela  en 
general,  ó  más  particularmente  sobre  la  española  ó  la  pi- 
caresca, con  unanimidad  reconocen  el  mérito  de  esta  cías? 
4e  novela  y  su  influencia  sobie  las  demás,  no  sólo  falta 


150  F.    DE    HAAN 

■un  estudio  sobre  el  picaro  (O,  sino  que  tampoco  los  dic- 
cionarios dan  la  definición  exacta  de  esta  palabra,  ni  mu- 
cho menos  se  sabe  su  etimología.  Y  como  quiera  que  eí 
único  método  que  tal  \tz  daría  á  conocer  el  origen  del 
nombre  tiene  que  basarse  sobre  datos  históricos,  habrá 
que  aducir  citas  escalonadas  por  sus  fechas  para  no  errar 
el  camino.  Mis  observaciones,  pues,  no  tendrán  nada  de 
ameno  ni  de  festivo,  á  lo  cual  el  asunto  tanto  se  prestaría; 
con  ingénita  seriedad  bátava  iré  ensartando  mis  apuntes,, 
y  de  éstos,  para  no  apurar  la  paciencia  de  quienes  me  le- 
yeren, sólo  los  que  más  directamente  hacen  al  caso,  ad- 
virtiendo que  por  despojar  quedan  no  pocos  libros  de  los 
siglos  XVI  y  XVII,  que  sin  duda  hubieran  arrojado  luz  sobr& 
más  de  un  punto  obscuro. 


No  sin  razón  se  ha  querido  considerar  (2)  á  la  «obra 
realmente  innominada»  del  Arcipreste  de  Hita  como  pre- 
cursora de  la  novela  picaresca  española.  Conocido  es  el 
retrato  que  hace  de  un  picaro,  que  diríamos  ahora,  de  sus 
tiempos: 

«Tomé  por  mandadero  un  rapas  trainél, 
Hurón  habia  por  nombre,  apostado  doncel. 
Si  non  por  quatorce  cosas  nunca  vi  mejor  que  él. 

Era  mintroso,  bebdo,  ladrón  e  mesturero. 


(1)  En  1896  se  publicó  en  Bruselas,  con  ei  apetitoso  título  Le 
cerveau  picaresque,  un  libro  del  P.  Delattre;  pero  esta  obra  no  es 
sino  una  crítica  de  los  escritos  de  un  tal  Picard,  antisemita.  Iguat 
desengaño  sufrimos  con  el  libro,  digámoslo  así,  L'Espagne  pica- 
resque (París,  Charles,  1897),  su  autor  Edouard  Díaz,  nombre  que,, 
á  juzgar  por  los  dislates  que  cuenta,  bien  podría  ser  seudónimo  deí 
afamado  «Profesor  Fornax,» 

(2)  José  Giles  y  Rubio,  El  origen  y  desarrollo  de  la  novela 
picaresca  (Discurso  leído  en  la  solemne  apertura  del  curso  aca- 
démico de  1890  á  189 i):  Oviedo,  1890. 


PICAROS    Y    GANAPANES  I5I 

Tafur,  peleador,  goloso,  refertero, 
Rennidor,  et  adevino,  susio,  et  agorero, 
Nescio,  perezoso,  tal  es  mi  escudero.» 


Pero  en  sus  regocijados  versos  no  suena  el  nombre  pi- 
caro, como  tampoco  en  el  Corbacho  de  su  digno  sucesor  el 
Arcipreste  de  Talavera.  En  vano  escucharemos  á  los  la- 
cayos, rufianes,  bravucones,  rameras,  padres  de  mance- 
bía, alcahuetas,  á  toda  la  cáfila  de  gente  «baja,  ruin,  do- 
losa, falta  de  honra  y  vergüenza»  (3)  que  bulle  en  La 
Celestina  y  sus  continuaciones  é  imitaciones:  ni  una  vez, 
entre  tantos  votos  y  palabras  soeces  como  de  continuo 
caen  de  sus  vinosos  labios,  se  oirá  la  que  acechamos.  Del 
Asno  de  oro,  que  tradujo  al  castellano  Diego  López  de 
Cortegana  (4),  es  la  escena  de  la  cueva  de  los  ladrones,  de 
cuyas  manos  Gil  Blas  de  Santillana  logró  libertar  á  la  se- 
ñara secuestrada,  y  no  anda  desviado  quien  encuentra 
puntos  de  semejanza  entre  la  obra  de  Apuleyoy  la  novela 
picaresca;  pero  el  traductor  no  escribe  nunca  nuestra  pa- 
labra. Leyendo  la  Propaladla,  de  Torres  Naharro,  y  la 
Recopilación,  de  Diego  Sánchez  de  Badajoz,  trabamos  re- 
laciones con  muchos  á  quienes  ahora  llamaríamos  pica- 
ros; sin  embargo,  en  las  dos  obras  nunca  se  les  da  este 
nombre.  Y  lo  que  más  extraña:  en  el  Lazarillo  de  Ter- 
mes (5),  «príncipe  y  cabeza  de  la  novela  picaresca  entre 
nosotros  (6),»  no  se  lee  la  palabra  picaro,  ni  consta  en  el 
Diccionario  de  Antonio  de  Nebrija. 

¿Será  que  hasta  mediado  el  siglo  xvi  no  era  conocida? 
Todo  induce  á  creerlo.  El  libro  impreso  más  antiguo 
donde  la  he  encontrado  es  el   Vocabidario  de  Jaques  de 

(3)  Diccionario  «de  Autoridades,»  primera  edición  del  de  la 
Academia,  lomo  V  {1737),  voce  picaro.  La  misma  definición  se  re- 
pite en  primer  lugar  en  las  ediciones  posteriores. 

(4)  Primera  edición,  sin  fecha  ni  lugar,  151  3,  en  folio;  las  pos- 
teriores todas  han  suprimido  algunas  expresiones  demasiado  libres. 

(5)  Primera  edición  conocida  ahora:  1554. 

(6)  Menéndez  y  Pelayo,  Heterodoxos,  II,  518. 


It2  F-    DE    HAAN 

Liaño  (i565),  quien  traduce  la  palabra  francesa  belitre  por 
picaro.  Sin  embargo,  algunos  años  antes  ya  se  había  usa- 
do. Se  lee  en  el  Paso  quinto,  de  Lope  de  Rueda,  que  se 
imprimió  en  el  Registro  de  Representantes  después  de  la 
muerte  del  autor,  acaecida  en  i566.  En  dicho  Paso  (7),  el 
lacayo  Sigüenza,  hablando  de  una  mujer,  la  llama  «pil- 
traca disoluta,  picara,  putañona,  kndrosilla,  putilla,  an- 
drajosa.» No  parece  posible  determinar  cuándo  esto  escri- 
bió el  célebre  batihoja;  además,  hay  otro  dato  que  nos 
ayuda  á  fijar  una  fecha  algo  anterior.  En  la  Carta  del 
Bachiller  de  Arcadia  al  Capitán  Salazar,  escrita  en  1548 
ó  poco  después,  y  atribuida,  como  otras  varias  obras  fes- 
tivas de  su  tiempo,  á  D.  Diego  Hurtado  de  Mendoza, 
leemos:  «Cuando  el  sol  muestra  su  cara  de  oro,  igual- 
mente la  muestra  á  los  picaros  de  la  Curte  como  á  los 
cortesanos  della  (S).» 

Conviene  observar  que  en  i520  «levantóse  Cuenca,  y 
siendo  en  esta  ciudad,  y  en  el  reino,  persona  principal  y 
gran  parte  Luis  Carrillo  de  Albornoz,  señor  de  Torralba 
y  Beteta,  le  perdieron  el  respeto y  llegó  el  atrevimien- 
to á  tanto,  que,  yendo  por  la  calle  en  su  muía,  un  picaro 
de  la  Comunidad  se  le  puso  á  las  ancas,  diciéndole:  Anda, 
Luis  Carrillo,  burlando  del,  y  hubo  de  pasar  por  ello,  por- 
que el  tiempo  no  daba  lugar  á  otra  cosa.»  Escribiendo 
ochenta  años  después  del  suceso,  lo  refiere  Fr.  Pruden- 
cio de  Sandoval  (9),  y  en  tanto  que  no  sabemos  si  repi- 
te textualmente  lo  que  dijeron  los  informes  dados  á  raíz 
del  hecho,   que   no  he  logrado  ver  (lo),  sería  aventurado 

(7)  Obras  de  Lope  de  Rueda,  tomo  I,  piíg.  135  (Libros  raros  ó 
curiosos,  tomo  XXIII). 

(8)  Libros  de  antaño,  tomo  XII,  pág.  309.  En  cuanto  a  la  fe- 
cha, véase  el  tomo  1  de  los  Bibliófilos  españoles  (Carias de  Euge- 
nio de  Saladar),  pág.  rx  y  not<i  2. 

(9)  Primera  parte  de  ¡a  vida  y  hechos  del  Emperador  Car- 
los V:  ValLidolid,  Sebastián  de  Canas.  1604,  fol.  157. 

(10)  La  Historia  crítica  y  documentada  de  ¡as  Comunidades 
de  Castilla,  lomo  I,  pág.  370  (Memorial  histórico  español,  to- 


PICAROS    Y    GANAPANES  153 

negar  que  en  castellano  existiese  entoaces  la  palabra. 
Sólo  puedo  afirmar  que  no  la  encuentro  con  anteriori- 
dad á  la  Caria  del  Bachillev  de  Arcadia,  ó  sea  antes  del 
año  1548. 

Hasta  aquí  sabemos,  en  substancia,  que  por  aquellos 
años  con  el  nombre  picaro  se  designaba  á  los  que  en  la 
escala  social  ocupaban  un  puesto  muy  distante  del  de  los 
cortesanos,  y  que  este  nombre  no  tenía  nada  de  honorí- 
fico. Algo  más  explícito  es  Eugenio  de  Salazar,  en  una 
carta  que  pudo  escribir  en  i56o  (n),  colocando  á  los  pica- 
ros entre  la  gente  perdida  de  la  Corte,  al  lado  de  los  ru- 
fianes y  los  vagabundos,   diciendo:    «El  henchimiento  y 

autoridad  de  la  Corte  es  cosa  muy  de  ver y  como  no 

todo  el  edificio  puede  ser  de  buena  cantería  de  piedras  cre- 
cidas, fuertes  y  bien  labradas,  sino  que  con  ellas  se  ha  de 
mezclar  mucho  cascajo,  guijo  y  callao,  así  en  esta  maqui- 
na, entre  las  buenas  piezas  del  ángulo,  hay  mucha  froga 
y  turronada  de  bellacos,  perdidos,  facinerosos,  homicidas, 
ladrones,  capeadores,  tahúres,  fulleros,  engañadores,  em- 
baucadores, aduladores,  regatones,  falsarios,  rufianes,  pi- 
caros, vagamundos  y  otros  malhechores  tan  amigos  de 
hacer  mal  como  lo  era  Cimon  ateniense  y  es  nuestro  co- 
nocido el  beneficiado  de  no  hacer  bien.» 

Del  mismo  autor  son  los  siguientes  versos,  tomados  de 
una  Sátira  por  síiiüles  y  comparaciones  contra  los  abusos  de 
la  Corte  {12): 


mo  XXXV:  Madrid,  1S97),  no  dice  más  que  « Carrillo fué 

desobedecido  é  insultado,  con  gran  risa  y  algazara  del  pueblo.» 

(i  i)  Carlas  de  Eugenio  de  Saladar  (Soc.  Biblióf.esp.,  tomo  I), 
carta  I.^  pág.  2.  El  editor,  D.  Pjscual  de  Gayangos,  dice  (pági- 
na I.;):  «No  tiene.fecha  la  carta,  pero  de  pi-esumir  es  la  escribiese 
antes  del  año  i'iiiy.i.  La  lamosa  cana  cu.iria,  Délos  catarriberas, 
tiene  fecha  de  Toledo  15  de  Abril  de  1560,  y  revela  un  conoci- 
miento íntimo  de  lo  que  sucedía  en  la  Corte  y  en  Palacio,  mientras 
la  cana  primera  da  las  impresiones  de  un  recién  llegado,  por  lo 
cual  me  atrevo  á  sospechar  que  ésta  sea  anterior  á  aquélla. 
(12)     Gallardo,  Ensayo,  tomo  IV,  col.  382. 


154  F-    DE    HAAN 

«Descubra  el  otro  médico  su  vena 
Que  autoridad  de  Hipócrates  mantenga 
Y  gravedad  del  Príncipe  Avicena. 

Y  para  que  este  tono  se  sostenga, 
De  un  picaro  de  Corte  se  acompaña, 
Que  no  excusa  la  muía  quien  la  tenga.» 

Esta  vez  el  picaro  presta  servicios,  bien  que  humildes  y 
poco  remunerados.  También  los  presta,  y  de  muy  distin- 
ta índole,  el  picaro  de  quien  habla  D,  Diego  Hurtado  de 
Mendoza  en  su  Sátira  contra  las  damas  (>3): 


«Lenguaje  es  dellas,  que  ventaja  lleva 
Un  cocinero,  un  picaro,  un  lacayo 
En  darles  gusto,  y  que  mejor  aprueba.» 

Ya  le  vemos  en  casas  de  cocinero  y  lacayo;  pronto  le 
encontramos  en  la  misma  cocina  del  Rey.  En  el  proceso 
que  por  la  muerte  de  Escobedo  se  siguió  en  1678  contra 
Antonio  Pérez,  su  paje  el  alférez  Antonio  Enríquez  decla- 
ró: «en  esta  ocasión  que  estaba  malo  [Escobedo],  este  de- 
clarante buscó  modo  con  un  amigo  suyo,  picaro  de  la  co- 
cina del  Rey,  que  tomase  amistad  con  el  cocinero  del  se- 
cretario Escobedo,  á  quien  veia  cada  mañana,  y  como  es- 
taba malo,  le  hacia  olla  aparte.  Y  hallando  el  dicho  pica- 
ro ocasión  en  que  no  le  vieron,  echó  en  ella  un  dedal  de 
ciertos  polvos (14).» 

Era  este  picaro  un  tal  Juan  Rubio,  hijo  del  Gobernador 
del  estado  de  Melito,  en  Ñapóles,  que  por  la  muerte  dada 
á  un  clérigo  de  Cuenca  se  había  hecho  picaro  en  la  cocina 
del  Rey  para  no  ser  conocido  (i5).  Asombra  saber  que  el 
severo  Felipe  II,  enterado  de  que  en  su  cocina  se  alberga- 

(13)  Obras  poéticas  de  D.  Diego  Hurtado  de  Mendoi^a:  Ma- 
drid, 1877  (Libros  raros  ó  curiosos,  tomo  XI),  pág.  309. 

(14)  Pidal,  Historia  de  ¡as  alteraciones  de  Aragón  en  el  rei- 
nado de  Felipe  II:  Madrid,  1862,  tomo  I,  pág.  320  (copiado  del 
proceso  de  Antonio  Pérez,  impreso  en  Madrid  en  1788). 

(15)  Pidal,  loe.  cit.,  pág.  323. 


PICAROS    y    GANAPANES  155 

ba  gente  de  tal  estofa,  no  encontrara  medio  de  echarles  á  la 
calle  ó  á  galeras;  consta,  sin  embargo,  con  la  autoridad 
irrecusable  de  Francisco  Martínez  Motiño,  «el  que  asó  la 
manteca,!)  cocinero  mayor  de  Felipe  III.  Dice  este  au- 
tor (16):  «Si  fuere  posible,  no  tengas  picaros  sin  partido,  y 
si  los  tuvieres,  procura  con  el  señor  que  les  de  algo,  ó  con 
el  limosnero,  porque  puedan  tener  camisas  limpias  que  se 
mudar;  porque  no  hay  cosa  más  asquerosa  que  picaros  rotos 
y  sucios.  Mas  como  es  una  simiente  que  el  Rey  don  Feli- 
pe II,  que  Dios  tiene,  con  todo  su  poder  no  pudo  echar 
esta  gente  de  sus  cocinas,  aunque  mandó  añadir  mozos  de 
cocina,  y  otra  suerte  de  mozos  de  cocina  que  se  llaman 
galopines,  todo  porque  no  hubiese  picaros,  y  nunca  se  pudo 

remediar Con  todo,  me  crié  yo  en  una  cocina  que  no 

tuvo  picaros,  como  tengo  testigos  vivos  que  la  conocie- 
ron  Solo  esta  cocina  entiendo  que  se  ha  librado  desta 

gente,  que  fué  la  cocina  de  la  Serenísima  Princesa  de  Por- 
tugal doña  Juana.  Si  ellos  dan  en  ser  virtuosos  y  se  aficio- 
nan á  deprender,  en  muy  poco  tiempo  toman  principio,  y 
estos  se  hacen  oficiales,  mas  los  que  son  picaros  bellacos 
nunca  son  cocineros,  antes  dan  en  otras  cosas  muy  malas- 
Estü  se  entiende  en  las  cocinas  de  los  grandes  señores, 
que  en  las  cocinas  chicas  más  fáciles  son  de  gobernar  y 
tener  limpias.» 

Mientras  el  picaro  se  refocila  en  casa  de  los  pudientes, 
y  el  Pelegrino  Curioso  le  encuentra  en  Lisboa  (¡y),  el  Dic- 

(\b)  Arte  de  cocina,  pastelería,  vi^cocheria  y  coiiserueria. 
Compuesta  por  Francisco  Martines  Alotiúo,  cocinero  mayor  del 
Rey  nuestro  señor:  Madrid,  Luis  Sánchez,  i6i  i,  fol.  4.  Al  fol.  263 
principia  un  capítulo:  «Cómo  se  puede  asar  una  pella  de  manteca 
de  vacas  en  el  asador.» 

(17)  El  pelegrino  curioso  y  grandevas  de  España,  por  Bar- 
iholomé  de  Villalbay  Estaña,  Doncel  vecino  de  Xérica,  tomo  U 
\Soc.  Biblióf.  esp.,  tomo  XXUI),  pág.  ?8:  » Dábale  mucho  gusto 
el  ver  á  la  orilla  del  rio  tanta  chusma  de  gente,  tanto  concui'so  de 
picaros,  bribones,  negros,  negras  desnudas,  con  unas  faldetillas  y 
mil  andrajos,  ir  cargadas  con  unos  tinajones  de  agua  en  que  ca- 
brán como  unos  cuatro  cántaros,  la  cual  se  toma  de  unas  fuentes 


j,5  F-    '^E    HAAN 

cionario  de  Nebrija  sigue  negando  la  entrada  al  nombre. 
En  cambio,  Cristóbal  de  las  Casas,  con  mucbas  palabras 
más  ó  menos  fisiológicas  que  la  mayoría  de  los  dicciona- 
rios suele  omitir,  la  acoge  en  su  Vocabulario  (18),  equipa- 
rándole á  bergante  y  traduciendo  por  «mascalzone,  pata- 
rino.»  Falta  la  palabra  en  el  Diccionario  de  Percivale  (iSgi); 
en  la  segunda  edición  (1599)  va  señalada  como  añadida, 

y  se  la  traduce pero  esto  es  cuenta  aparte. 

Porque  en  este  mismo  año  salió  la  primera  parte  del 
Guzmdn  de  Alfayache,  libro  que  la  hizo  para  siempre  fa- 
mosa, y  desde  entonces  hay  que  buscar  su  definición  en 
■esta  obra,  mientras  no  parece  otra  más  antigua  que  dé  la 
descripción  cumplida  del  picaro. 

Pues   bien:  el  cap.   II   del   libro   segundo  tiene  por  so- 
brescrito:   (^Cómo  Guzmdn  de  Alfarache,  dejando  al  ventero, 
se  fué  d  Madrid  y  llegó  hecho  picaro.  ^^  Allí  leemos:  «Como 
el  pedir  me  valía  tan  poco  y  lo  compraba  tan  caro,  tanto 
me  acobardé,  que  propuse  no  pedirlo,  por  extremo  en  que 
me  viese:  fuíme  valiendo  del  vestidiUo  que  llevaba  puesto, 
comencélo  á  desencuadernar,  malogrando  de  una  en  otra 
prenda,  unas  vendidas,  otras  enajenadas  y  otras  por  em- 
peño  hasta    la   vuelta;    de   manera   que   cuando   llegué  á 
Madrid  entré  hecho  un  gentil  galeote,  bien  á  la  ligera,  en 
calzas  y  en  camisa;  eso  muy  sucio,  roto  y  viejo,  porque 
para  el  gasto  todo  fué  menester.  Viéndome  tan  despeda- 
zado, aunque  procuré  buscar  á  quien  servir,  acreditándome 
con  buenas  palabras,  ninguno  se  aseguraba  de  mis  obras 
malas,  ni  quería  meterme  dentro  de  casa  en  su  servicio, 
porque  estaba  muy  asqueroso  y  desmantelado  (19).» 

que  olí;  hay  con   gran   regla    y  concierto.»   El  libro  se  concluyó 

■en  157/. 

(18)     Vocabulario  de  las  dos  lenguas  loscana  y  castellana  de 

Chnstoval  de  las  Casas:  Sevilla,  1570. 

Todos  los  diccionarios  que  cito  están  prolijamente  descritos  por 
Vinaza.  Me  he  valido  siempre  de  las  ediciones  originales,  excepto 
■cijando  apunto  lo  contrario. 

(10)     Guarnan  de  Alfarache  (tomo  III  de  la  Bibl.  Aul.  esp.),  pá- 


PICAROS    Y    GANAPANES  157 

Con  esta  cita  queda  establecido  lo  que  importaba.  Guz- 
mán  llegó  hecho  picaro,  y  la  descripción  de  cómo  llegó  se  re- 
sume en  las  palabras  despedazado,  asqueroso  y  desmantelado. 
De  idéntico  modo  Cristóbal  de  Fonseca  habla  del  «picaro  de- 
las  bodas,  que  se  había  entrado  roto  y  desarrapado  adonde 
nadie  podía  entrar  sin  vestidura  de  boda,»  y  del  hijo  pró- 
digo, que  «cuando  volvió  á  la   casa   de  su   padre,   venía 
hecho  un  picarón  negro,  cubierto  de  andrajos,  flaco,  ma- 
ganto,   asq.ueroso  (í^o).„    Por  igual  estilo  se  expresa  otro 
autor,  voto  indiscutible  en  este  asunto,   puesto   que   por 
confesión  suya  sabemos  que,  si  no  paró  en  galeras  como 
Guzmán,  le  sobraban  méritos  para  ir  á  escribir  en  el  mar 
con  la  pluma  de  seis  varas,  en  vez  de  retirarse  á  Zamora 
y  manejar  la  de  escribano.  Dice  Agustín  de  Rojas  Villan- 
drando:    «Llegamos  al  fin  de  nuestra  jornada.   Solano  en 
cuerpo  y  sin  ropilla,  que  la  había  dejado  empeñada  en  una 
venta,   y  yo  en  piernas  y  sin  camisa,   con  un  sombrero 
grande  de  paja,  con  mucha  ventanería  y  vuelta  la  copa  á 
la  falda,  unos  calzones  sucios  de  lienzo  y  un  coletillo  muy 
roto  y  acuchillado.  Viéndome  tan  picaro,  determiné  servir 
á  un   pastelero    (21).»  Alonso  de  Villegas  reprende  á  los 
ricos  «que  ayunan  toda  la  vida  y  andan  hechos  picaron 
por  no  gastar   l^^).»  La  picara  Justina  da  la  siguiente  des- 
cripción de  un   individuo  á  quien  después   llama   picaro: 
«Encontróme  un  soldadillo  leonés,  donosa  figura,  traía  un 
alpargate  y  calza  de  lienzo,  un  gregüesco  de  sarga,  ó  por 

gina  219,  col.  b.  Siento  tener  que  valerme,  por  estar  más  á  mano, 
de  una  edición  tan  mala.  ¿Cuándo  tendremos  ediciones  críticas  y 
definitivas  de  la  admirable  serie  de  novelas  picarescas?  Hasta  atie- 
ra no  existe  tal  edición  de  ninguna  obra  más  ó  menos  remotamente 
picaresca,  entre  ellas  las  Novelas  ejemplares  de  Cervantes. 

(20)  Segunda  parte  de   la  vida  de  Cristo:   Lisboa,  1602;  fo- 
lio 123;  203.  ,   . 

(21)  Viaje  entretenido:  Madrid,  Juan  Flamenco,  160^,  pagi- 
nas 06-97. 

(22)  Vida  y  triunfo  de  Cristo  (sexta  parte  del  Flos  Sancto- 
rum):  Madrid,"  Luis  Sánchez,  1603,  fol.  336,  col.  4. 


158  F.    DE    HAAN 

mejor  decir  arjado  de  puro  roto  y  descosido,  una  ropilla 
fraileña,  que  de  puro  manida  parecía  de  papel  de  estraza, 
un  sombrero  tan  alicaído  como  pollo  mojado,  una  capa  es- 
pañola, aunque  según  era  vieja  y  mala,  más  parecía  de  la 
provincia  de  la  Picardía,  un  cuello  más  lacio  que  hoja  de 
rábano  trasnochado,  y  más  sucio  que  paño  de  colar  tinta, 
una  espada  del  cornadillo  en  una  vaina  de  orillos  (23).»  Ya 
entonces  había  escrito  Cervantes  «qui  nil  molitur  inepte.» 
de  dos  picaros  cuya  buena  crianza  dejó  admirada  á  la  ven- 
tera que  les  había  estado  oyendo,  «ambos  de  buena  gracia, 
pero  muy  descosidos,  rotos  y  maltratados.  Capa  no  la 
tenían,  los  calzones  eran  de  lienzo  y  las  medias  de  carne; 
bien  es  verdad  que  lo  enmendaban  los  zapatos,  porque  los 
del  uno  eran  alpargates  tan  traídos  como  llevados,  y  los 
del  otro  picados  y  sin  suelas,  de  manera  que  más  le  servían 
de  cormas  que  de  zapatos.  Traía  el  uno  montera  verde,  el 
otro  un  sombrero  sin  toquilla,  bajo  de  copa  y  ancho  de 
falda;  á  la  espalda,  y  ceñida  por  los  pechos,  traía  uno  una 
camisa  de  color  de  gamuza,  encerrada  y  recogida  toda  en 
una  manga;  el  otro  venía  escueto  y  sin  alforjas,  puesto  que 
en  el  seno  se  le  parecía  un  gran  bulto,  que,  á  lo  que  des- 
pués pareció,  era  un  cuello  de  los  que  llaman  valonas,  al- 
midonado con  grasa,  y  tan  deshilado  de  roto,  que  todo 
parecía  hilachas  {-4).»  Acertado,  pues,  anduvo  Covarru- 
■bias  al  definir  en  su  Tesoro  de  la  lengua  castellana  (161 1): 
«picaro,  vide  supra  picaño >  «picaño,  el  andrajoso  y  des- 
pedazado.» 

Ocioso  parece  acumular  mayor  número  de  citas  en  com- 
probación de  lo  dicho.  Más  valdría  reproducir  aquí  unas 
láminas  donde  se  retrata  al  picaro.  En  el  curiosísimo  gra- 
bado que  llevan  al  frente  contados  ejemplares  de  La  picara 
Justina  (2  5),  se  ve  á  Lazarillo  de  Tormes  y  á  Guzmán  de 

(23)  LajJÍcara  Justina:  Medina  del  Campo,  1605,  parte  segun- 
da, pág.  131. 

(24)  Obras  completas:  Madrid,  1863-64,  tomo  VII,  pág.  145 
\Rinconete  y  Cortadillo], 

(25)  Medina  del  Campo,  1605  (primera  edición). 


PÍCAROS   Y   GANAPANES  159 

Alfarache,  los  dos  rotulados  con  su  nombre,  y  los  dos  cu- 
biertos, digamos  así,  con  andrajoso  sayo  por  única  vesti- 
dura. Bien  es  verdad  que  el  grabador  pudo  inspirarse  en  la 
lectura  de!  Giiznián,  cosa  que  no  se  puede  sospechar  del 
alemán  Jorge  Hufnagel,  quien  repetidas  veces  delineó  las 
almadrabas  de  Zahara,  ■■donde  es  el  finibusterre  de  la  pica- 
resca (26).»  Allí  vemos  á  muchos  «despedazados,  asquero- 
sos y  desmantelados»  tirando  de  la  jábega,  «que  es  oficio 
de  picaros  (27),»  oficio  que,  «finalmente,»  después  de  haber 
pedido  limosna,  quitado  capas,  destruido  las  viñas,  asola- 
do las  huertas,  por  más  de  dos  meses  ejerció  Agustín 
de  Rojas  (28).  Andrajos  visten  también  los  desdichados  de 
quienes  se  trata  en  la  curiosa  descripción  que  transcribo: 
«Cuando  triremibus,  quae  quotannis  in  Indiam  vel  ad 
qualescunque  Regis  usus  adornantur,  remiges  desunt,  arte 
et  eleganti  dexteritate  hoc  hominum  genus  conquiritur, 
abiectae,  sordis,  vilisque  conditionis,  vagabundi  ac  validi, 
qui  ultroniae,  sed  tamen  annuae  servituti  seipsos  manci- 
pant.  Prodit  in  publicum  deputatus  ad  hoc,  quem  vocant 
Alquasil  de  Corte,  in  erecto  tentorio,  ad  mensam  tapeto 
decenter  stratam  residet,  in  qua  tria  quibus  inescatur  et 
facile  capitur  hoc  hominum  genus,  adornata  sunt  fercula, 
áurea  et  argéntea  pecunia,  aleae  et  lusoriae  chartae.  For- 
tunae  et  libertatispraemium  proponitur,  quatuorducati,  vel 
eorum  valor  Julii,  sive  reales  quadraginta  quatuor.  Acce- 
dunt  bini  et  bini,  chartas  vel  aleas,  prout  placuerit  et 
iuter  eos  conventum  fuerit,  eligunt  adsidente  supradicto 
Alquasillo  ludunt,  victor  praesenti  pecunia  et  libértate 
donatur,    victus  statim   ad  triremes    et   annuam  servitu- 


(26)  Cervantes,  Ilustre  fregona,  [Obras,  VIII,  2). 

(27)  Rosal,  Origen  y  etimología  de  todos  los  vocablos  origi- 
nales de  la  lengua  castellana  (Ms.  Bibl.  Nac,  T-i2-j),  pág.  585. 
La  picara  Justina  llámase  á  sí  misma  «moza  de  la  jábega,  (parte 
segunda,  pág.  67).  Ya  en  1543  habló  Florián  do  Campo  de  «gente  de 
la  jábegai  [Los  cuatro  libros  primeros  de  la  Crónica,  general  de 
España:  Zamora,  1543,  fol.  11). 

(28)  Viaje  entretenido,  pág.  149. 


j5o  ^-    '^^    HAAN 

tem    abducitur.    Ita    remiges    cum    lusu    acquiruntur    et     . 
gaudio(2Q).» 

La  necesidad  tiene  cara  de  hereje,  y  antes  de  venir 
á  tales  extremos  el  picaro  se  valia  de  su  ingenio  para 
vivir.  «Pobreza  y  picardia  salieron  de  una  |misma  cantera^ 
sino  que  la  picardía  tuvo  dicha  de  caer  en  algunas  buenas 
manos  que  la  han  pulido  y  puesto  en  más  ñontispicios  que 
rótulos  de  comedias  (w)».  «El  menos  diestro  sacara  tres 
pelotas  de  una  alcuza  (30,»  y  bien  pronto  la  palabra  jícaro 

(29)  Son  las  láminas  núms.  i.  5  y  7  que,  al  finalde  la  íf/j/ona 
del  saqueo  de  Cádi^  por  l'os  ingleses  en  iSgb,  escrita  por  Fr.  Pe- 
dro de  Abren  (Cádiz,  1866,  con  prólogo  de  D.  Alfonso  de  Castro), 
se  reproducen  lomadas  de  Georgius  Braun,  CivUales  orbis  térra- 
rum  lomo  V.  Llevan  fecha  de  i5G4  y  van  firmadas:  .Depingebat 
Geor-  Houfnaglius.»  La  reproducción  núm.  7  tiene  tamaño 
cual.^o  veces  mayor  que  el  original  y  omite  el  rótulo  cqui  si 
juega,  fu  la  galera  » 

(30)  Justina,  pág.  10. 

(31)  La  vida  del  picaro,  poema  curiosísimo,    del   cual  Salva 
(Catálogo,  núm.  1.861)  vio  la  siguiente  edición:  «La  vida  del  pi- 
caro compuesta  por  gallardo  estilo  en  tercia  rima,  por  el  dicho- 
sísimo y  biena/ortunado  Capitá  Longares  de  Ángulo,  Regidor 
perpriuo  de  la  hermandad  picaril  en  la  ciudad  de  Mira,  de  la 
Frouincia  del  Ocio:  sacada  á  la  lu^  por  el  mismo  Autor,  á  peti- 
ción de  los  cortesanos  de  dicha  ciudad.    Van  al  fn  las  Ordenan- 
Tas  picariles  por  el  mesmo  Autor.  (Siguen  tres  figuritas.)  Valencia, 
junto  al  molino  de  la  Rouella,  1601:  8.°,  ocho  hojas.»  Esta  edición 
es  de  extremada  rareza,  puesto  que  nadie  da  más  noticias  de  ella. 
Tiene  sumo  interés  por  las  «infinitas  é  importantes  variaciones,» 
y   sobre  todo,  por  las  Ordenan:¡as  picariles,  «que  son  en  prosa,» 
probablemente  por  el  estilo  de  las  Ordenan:;as  mendicativas  del 
Guzmán   y  que  acaso  darían  al  traste  con  mucho  de  lo  que  voy  ex- 
poniendo. El  Ensayo  de  Gallardo  (tomo  I,  col.  886,  núm.  800) 
coloca   entre  los  libros  anónimos  un  opúsculo  del  «dicliosísimo  y 
bienaventurado  Capitán  llamado  Longares  de  Sentlom  y  de  Cor- 
eas,» impreso  en  1616. 

Tres  veces,  que  yo  sepa,  se  ha  vuelto  á  imprimir  La  vida  del 
picaro:  al  final  de  la  edición  del  Lazarillo  (París,  1827),  hecha  por 
Ferrer  del  Río,  quien  atribuye  el  poema  á  Mendoza;  al  final  del 
La'.ariUo  (Madrid,  Abril  de  1831),  sin  tal  atribución,  perocalcada 
la  Vida  á  la  letra  sobre  la  versión  de  Ferrer;  y  en  las  Riynas  de 


PICAROS   Y   GANAPANES  l6t 

^ino  á  equivaler  á  «astuto,  taimado,  y  que  con  arte  y 
disimulación  logra  lo  que  desea  (3^),»  confundiéndose  con 
el  significado  original,  según  ya  se  nota  en  el  Guzínin. 
Así  se  acogía  á  la  cocina  del  hospital  y  de  los  con- 
ventos (33),  donde  tenía  al  mediodía  la  comida  segura,  sin 
pagar  cocinero  ni  despensero,  ni  enviar  por  carbón  mo- 
jado á  la  tienda  (34);  pero  había  de  andar  muy  concertado 
relojero,  que  faltando  á  la  hora  prescribía  (35).  Y  como 
nunca  pudieron  ser  amigos  el  hambre  y  la  vergüenza,  la  sa- 
cudía del  dedo  cual  si  fuera  víbora  que  le  hubiera  picado. 
Juntándose  con  otros  torzuelos  de  su  tamaño,  diestros  en 
la  presa,  aprendía  á  jugar  á  la  taba,  al  palmo  y  al  hoyue- 
lo; de  allí  subía  á  medianos,  sabiendo  el  quince  y  la  treinta 
y  una,  quínolas  y  primera,  y  brevemente  salía  con  sus  es- 
tudios y  pasaba  á  mayores,  volviéndolos  boca  arriba  con 
topa  y  hago  (36).  De  uno  en  otro  escalón  salía  muy  gentil 
oficial  de  la  carda,  y  haciéndose  camarada  con  los  maes- 
tros, se  daba  tal  maña  en  los  estudios,  que  salía  sacre. 
Ninguno  entendía  como  él  la  cicatería;  llegaba  á  ser  muy 

Pedro  Liñán  de  Rinja  (Zaragoza,  1876),  sin  constar  las  razones 
que  le  indujeron  al  editor  á  suponer  fuese  de  Liñán  (quien,  ha- 
biendo muerto  antes  de  i6og,  es  más  que  dudoso  sea  <rel  capitán 
Longares),»  y  con  centenares  de  variantes  que  unas  veces  aclaran 
y  otras  hacen  más  obscuro  el  sentido  del  poema,  de  suyo  harto 
difícil  de  entender,  hasta  tal  grado,  que  para  hacer  un  comentario 
crítico  se  necesitaría  el  conocimiento  íntimo  y  poco  común  del 
lenguaje  popular  y  de  las  costumbres  en  1600.  Aguardemos  que 
parezca  un  ejemplar  de  la  edición  de  Valencia,  1601,  y  que  se  haga 
un  estudio  detenido  de  este  opúsculo,  que,  por  pequeño  que  sea, 
vale  más  que  muchas  obras  que  se  han  reimpreso  en  lujosas  edi- 
ciones. Entre  tanto,  cuo  por  la  edición  de  Zaragoza,  por  estar  más 
á  mano. 

(32)  Dic.   >de  Autoridades,"  Y  posteriores. 

(33)  Mateo  Lujan,  segunda  parte  del  Gupnáii,   pág.  407  ¿. — 
Navarrete,    Conservación    de    monarquías:    Madrid,     Imprenta 

•  Real,  1626,  pág.  68  a. 

(34)  Guarnan,  pág.  223  a. 

(35)  Gupnán,  pág.  220  a. 

(36)  Gupn.in,  pá§s. -¿ig  b,  220  a. 

II  II 


l62  F.    DE    HAAN 

gentil  caleta,  buzo,  cuatrero,  maleador  y  mareador,  pala^ 
poleo,  escolta,  estafa  y  zorro  (37).  En  último  caso,  perse- 
guido por  las  leyes  sobre  vagabundos  (38),  se  acomodaba  L 
llevar  los  cargos  que  podían  sufrir  sus  hombros  (39),  y  sin 
arredrarse  por  las  pullas  que  le  dirigía  Justina  diciendot 
«Ea,  Justina,  vean  que  sois  picara  de  ocho  costados,  y  no 
como  otros,  que  son  picaros  de  ¿quién  te  me  enojó,  Isa- 
bel? que  al  menor  repiquete  de  broquel  se  meten  á  gana- 
panes; una  gente  que  en  no  hallando  á  quien  servir,  cáta- 
le picaro,  y  puesto  en  el  oficio,  vive  forzado  y  anda  triste,. 
contra  todo  orden  de  picardía  (40),»  se  dedicaba  al  oficio- 
de  esportillero,   por  parecerle  que  venía  como  de   molde 
para  poder  usar  el  suyo  con  cubierta  y  seguridad,  por  la. 
comodidad  que  ofrecía  de  entrar  en  todas  las  casas.  El  ofi- 
cio era  descansado  y  de  que  no  se  pagaba  alcabala,  y  al- 
gunos días  salía  con  cinco  y  con  seis  reales  de  ganancia,. 
con  que  comía  y  bebía  y  triunfaba  como  cuerpo  de  rey,, 
libre  de  buscar  amo  á  quien  dar  fianzas,  y  seguro  de  co- 
mer á  la  hora  que  quisiese,  pues  á  todas  lo  hallaba  en  el 
más  mínimo  bodegón  de  toda  la  ciudad,  en  la  cual  había 
tantos  y  tan  buenos.  Lo  podía  usar  sin  examen,  y  para 
ejercerlo  había  de  comprar  sendos  costales  pequeños,  lim- 
pios ó  nuevos,  y  tres  espuertas  de  palma,  dos  grandes  y 
una  pequeña,  en  las  cuales  se  repartía  la  carne,  pescado  y 
fruta,  y  en  el  costal  el  pan  (4O;  ó  si  no  se  podía  permitir 
el  lujo  de  tan  completo  equipo,  por  lo  menos  precisaba  te- 
ner una  sola  capacha,  como  los  hermanos  de  Antón  Mar- 
tín (42).  Poco  dinero  bastaba  para  conseguir  espuertas  y 
capachas,  que  costaban  de  dos  reales  á  dos  reales  y  medio 
el  par:  si  fahaba  tan  modesta  suma,  las  podía  tomar  al- 


(37)  Alemán,  segunda  parte  del  Guarnan,  pág.  298  a. 

(38)  Lujan,  Guarnan,  pág.  386  a. 

(39)  Guarnan,  pág.  220  a. 

(40)  Justina,  pág.  58. 

(41)  Cervantes,  Vil,  pág.  152  (R-  y  C.J 

(42)  Guarnan,  pág.  220  a. 


PICAROS    Y    GANAPANES  1 63 

quiladas  en  cinco  maravedís  cada  una  (43),  y  fácil  debía 
ser  mirar  porque  no  se  perdiese  el  crédito,  que  era  lo  que 
más  importaba  en  aquel  ejercicio  (44).  Si  un  criado  com- 
praba un  real  de  fruta,  había  de  dar  medio  al  esportillero 
que  se  la  llevaba;  con  todo,  los  que  ejercían  ésta  no  muy 
antigua  ocupación  (45),  no  lograban  más  que  tener  en  la 
plaza,  junto  á  Santa  Cruz,  su  casa  propia,  comprada  y  re- 
parada de  dinero  ajeno,  si  bien  al  que  hacía  el  oficio  fiel 
y  diligentemente  le  sobraba  para  un  teniente  que  siempre 
le  allegaba  i-P). 

Dicen  que  el  agua  hace  buenos  ojos,  y  los  había  me- 
nester de  lince  (47);  sin  embargo,  muchos  picaros  eran 

enemigos  del  agua  y  del  aloja, 

tanto  en  el  mes  de  Enero  como  en  Julio. 

De  éstos  se  decía: 

«Ocaña,  San  Martín,  Yepes  y  Pinto 
castrenses  suyos  son,  como  peculio, 
calabriando  á  veces  blanco  y  tinto  (48),» 

con  lo  cual  andaban  enfermos,  roncos,  enfadosos  de  alien- 
to y  trato,  y  los  ojos  encarnizados,  dando  traspiés  y  reve- 

(43)  Ordenanzas  de  Granada,  impresas  año  de  i552,  que  se 
han  vuelto  á  imprimir :  Granada,  1672,  fol.  200: 

Capadlos. 

Un  par  de  capachos  de   seis  pleitos,  dos  rs.  y  medio 85  ms. 

Un  par  de  capachos  de  cinco  pleitos,  dos  rs 68  ms. 

Un  par  de  capachos  de  pescado,            dos  rs 68  ms. 

De  alquile  de  cualquier  de  estos  capachos  por  un  día, 

cinco  maravedís r  ¡^g 

Esta  tasa  es  de  16  de  Junio  de  1551. 

(44)  Cervantes,  VII,  pág.  1 54  (R.  y  C.) 

(45)  Navarrete,  Conservación,  pág.  178  a. 

(46)  Guarnan,  pág.  230  b. 

(47)  Lujan,  Gupiián,  pág.  3S3  a. 

(48)  La  vida  del  picaro,  pág.  42. 


jg.  F.    DE   HAAN 

rencias,  haciendo  danzas  con  los  cascabeles  en  la  cabeza, 
echando  contrapasos  atrás  y  adelante,  y  sobre  toda  hu- 
mana desventura,  hechos  fiesta  de  muchachos,  risa  del 
pueblo  y  escarnio  de  todos  (49).  De  esta  gente  perdida  Guz- 
mán  conoció  muchos,  y  aun  los  tuvo  por  camaradas,  que 
ya  tenían  el  vino  por  cosa  sin  gusto  ni  efecto,  como  teman 
quemado  el  gaznate  y  no  le  sentían;  y  así  daban  en  el 
aguardiente,  con  que  se  quemaban  los  hígados  (50).        _ 

No  todos  eran  tan  desmedidamente  aficionados  á  mojar 
la  canal  maestra  (5 O  y  graduarse  de  pilotos  de  Guadalca- 
nal  y  Coca  (52),  estudio  que  deja  á  sus  devotos  reducidos 
á  sacar  la  tripa  de  mal  año  el  sábado,  cuando  matan  car- 
nJ  en  el  matadero,  las  mondongueras  compran  menudo, 
hacen  morcillas,  cuecen  tripicallo,  venden  mondongo,  y 
los  picaros  hinchen  el  pancho  (53).  En  cambio,  por  aquello 
de  «que  acuden  moscovitas  al  reclamo  [i^),»  los  que  eran 
templados  en   el  beber  tenían  sus  entradas  en  todos  los 
bodegones  de  San  Gil,  Santo  Domingo,   Puerta  del  Sol, 
Plaza  Mayor  y  calle  de  Toledo,  cuyas  tajadas  de  hígado 
y  torreznos  fritos  malos   eran  de  olvidare  (55).   Allí  co- 
mían el  mejor  bocado  (56),  y  por  si  con  esto  no  bastara 
para  dejarles  tan  caballeros  de  lUescas  (5?)  como  antes,  el 
haberse  enseñado  á  jugar  en  la  vida  pasada  y  el  no  tener 
casas   que   reparar  ni  censos  que  comprar,  les  servia  de 
disculpa  para  gastar  en  el  juego  todo  lo  que  les  sobra- 
ba (58).  De  suerte  que  el  picaro,  aun  cuando  se  acompa- 


(4q)     Gupnán,  pág.  230  b.  .  , 

(50)     Lujan,  Gupnán,  pág.  382  a. 

(5i)     Cervantes,  VII,  pág.  169  (R.y  C.J 

(52)  Gupnán,  pág   225  a. 

(53)  Viaje  entretenido,  pág.  680. 

(54)  •  Cervantes, XII,  pág.  184  (El  rufián  viudo J,ycvso  que  tomo 
de  La  vida  del  picaro  (pág.  41). 

(55)  Gupnán,  pág.  224  b. 

(56)  ídem,  pág.  223  b. 

(57)  ídem,  pág.  224  a. 

(58)  Ídem,  pág.  224  b. 


pfCAROS    Y    GANAPANES  1 65 

naba  de  su  teniente  para  sentarse  á  un  lado  de  la  plaza 
junto  á  una  tendera,  donde  solía  ser  su  puesto  (íg),  no  por 
esto  dejaba  sus  calzones  de  viejo  lienzo,  su  juboncillo  des- 
harapado  y  su  rota  camisa  (6o).- 

Viviendo  de  este  modo,  el  picaro  se  consideraba  el  ser 
más  feliz  del  mundo,  y  alababa  su  condición  diciendo: 
«¡O  tú,  dichoso  dos,  tres  y  cuatro  veces,  que  á  la  mañana 
te  levantas  á  las  horas  que  quieres,  descuidado  de  servir 
ni  ser  servido!  que  aunque  es  trabajo  tener  amo,  es  mayor 
tener  mozo;  sin  cuidado  de  la  gala,  sin  temor  de  la  man- 
cha ni  codicia  del  recamado,  libre  de  guardar,  sin  recelo 
de  perder,  no  envidioso,  no  sospechoso,  sin  ocasión  de 
mentir  y  maquinar  para  privar;  eso  te  importa  ir  solo  que 
acompañado,  apriesa  que  despacio,  riendo  que  llorando, 
comiendo  que  trepando,  sin  ser  notado  de  alguno.  Tienes 
en  la  plaza  el  mejor  asiento,  en  las  fiestas  el  mejor  lugar: 
en  el  invierno  al  sol,  en  el  verano  á  la  sombra;  pones 
mesa,  haces  cama  por  la  medida  de  tu  gusto  como  te  lo 
pide,  sin  que  pagues  dinero  por  el  sitio  ni  alguno  te  lo 
vede,  inquiete  ni  contradiga;  remoto  de  pleitos,  ajeno  de 
demandas,  libre  de  falsos  testigos,  sin  recelo  que  te  repar- 
tan y  por  temas  te  empadronen,  descuidado  que  te  pidan, 
seguro  que  te  decreten,  lejos  de  tomar  fiado  ni  de  ser  admi- 
tido por  fiador,  que  no  es  pequeña  gloria;  sin  causa  para 
ser  ejecutado,  sin  trato  para  ejecutar,  quitado  de  pleitos, 
contiendas  y  debates;  últimamente,  satisfecho  que  nada  te 
oprima  ni  te  quite  el  sueño,  haciéndote  madrugar,  pensan- 
do en  lo  que  has  de  remediar  (61).» 

Para  hablar  así,  no  pueden  menos  de  haber  existido  en- 
tonces importantes  razones  que  por  ahora  no  conviene 
desentrañar,  cuando  vemos  que  graves  autores,  como  Ale- 
mán y  Covarrubias  (62),  se  hacían  eco  de  sus  palabras.  En 


(Sg)  Gtqmáir,  pág.  231  ix. 

(60)  ídem,  pág.  231  b. 

(61)  Ídem,  pág.  223  a  Y  b. 

(62)  Tesoro,  voce  Ganapín. 


l66  F-    DE    HAAN 

desenfadados  tercetos  decía  el  autor  de  La  vida  del  pi- 
caro (63): 

¡Oh  tú!  que  pisas  la  morisca  alfombi-a 

Y  no  puedes  dormir  en  blando  lecho 

Si  el  paje  los  mosquitos  no  te  escombra, 
Si  quieres  de  tu  sueño  hober  provecho, 

Procura  hacer  del  picaro,  que  al  punto 
Dormirás  sosegado  y  satisfecho. 

Si  le  alaban  el  año  de  Sevilla, 

En  veinte  días  á  Sevilla  marcha, 

Y  en  la  mitad  aprende  su  cartilla; 
Si  el  de  Valladolid,  allí  desmarcha. 

Trocando  el  tiempo  sano  y  abrigado 
En  nieblas  más  heladas  que  la  escarcha. 
¿Qué  gusto  hay  como  andar  desabrochado 
Con  anchos  y  pardillos  zaragüelles, 

Y  no  con  veinte  cintas  atacado? 

¿Qué  importa  la  invención  gallarda  y  nueva 
Del  cuello  á  lo  godeño  con  su  garbo, 
Si  va  como  en  carlancas  quien  lo  lleva? 

Tú,  picaro,  de  gradas  haces  sillas 
Y  sin  respeto  de  la  justa  media, 
A  tu  placer  te  asientas  y  arrodillas. 

Ninguno  en  los  teatros  te  concluye, 

Ninguno  á  que  le  peches  te  compele 
Ningún  pedrisco  tu  heredad  destruye; 

¡Qh  picaros  cofrades!  ¿Quién  pudiese 
Sentarse  cual  vosotros  en  la  calle    . 
Sin  que  á  menos  honor  se  le  tuviese? 

¿Quién  pudiere  vestir  á  vuestro  talle, 

Desabrochado  el  pecho  y  sin  pretina, 
Y  el  corto  tiempo  á  mi  sabor  gozalle? 

¡Oh  picaros,  amigos  deshonrados. 


(63)     Págs.  47-50. 


PICAROS    V   GANAPANES  167 

Cofrades  del  placer  y  de  la  anchura! 
Que  libertad  llamaron  los  pasados. 

Dormís  seguramente  por  rincones, 

Vistiéndoos  una  vez  por  todo  el  año. 

Ajenos  de  sufrir  amos  mandones. 
¡Oh  vida  picaril,  trato  picaño! 

Confieso  mi  pecado,  diera  un  dedo 

Por  ser  de  los  sentados  en  tu  escaño. 


Se  escribieron  Ordenanzas  picariles;  se  multiplicaban  las 
-ediciones  de  La  vida  del  picaro  Guzmán  (64),  pronto  conti- 
nuada por  «Mateo  Lujan  de  Sayavedra»  y  por  Alemán 
mismo  (fií»),  imitada  por  otros  muchos;  y  lo  que  es  más, 
«tal  es  el  bebedizo  de  la  libertad  y  propia  voluntad,  que 
se  echó  de  ver  en  la  vida  picaresca,  que  muchos  hijos  de 
buenos  padres  que  la  profesaban,  aunque  después  los  qui- 
sieron recoger,  no  hubo  remedio  (t^ó).»  En  1611  dijo  Co- 
varrubias  que  «corma  es  un  pedazo  de  madera  que  anti- 
guamente echaban  al  pie  del  esclavo  fugitivo,  y  ahora  en 
algunas  partes  la  echan  á  los  muchachos  que  se  huyen  de 
•sus  padres  ó  amos: »  asi  y  todo,  el  castigo  debía  ser  poco 


(64)  Tengo  noticia  de  16  ediciones  hasta  1604,  fecha  de  la  Se- 
^unda parte.  Sa\vá  fCatál.,  núm.  1.699)  conocía  12  hasta  i6o5,  año 
que  él  suponía  ser  el  de  la  publicación  de  ésta.  Todavía  me  fallan, 
sin  distinguir  entre  genuínas  y  espúreas,  nada  menos  que  diej  para 
llegar  á  los  26  del  alférez  Luis  de  Valdés.  ¿Hay  quien  puede  dismi- 
nuir tan  enorme  discrepancia?  ¿O  es  que  debemos  incluir  las  seis 
de  la  Segunda  parle  de  Lujan  anteriores  á  1604? 

(65)  Fernando  Wolf,  que  no  se  solía  equivocar,  afirmó  fWie- 
ner  J ahrbücher  der  Literatur,  yol.  122,  pág.  105)  que  la  Bibliote- 
-ca  Imperial  de  Viena  tiene  un  ejemplar  de  la  Segunda  parte  de 
Alemán^  impreso  en  Milán,  por  Jerónimo  Bordón,  1603,  encua- 
dernado con  la  Primera  parte  del  mismo  lugar,  impresor  y  año; 
especie  que  se  repitió  en  su  obra  postuma,  el  Suplemento  (Leipzig, 
1867,  pág.  160)  á  la  traducción  alemana  de  Ticknor.  Para  salir  de 
<iuda  he  visto  el  libro,  y  conste  que  es  la  obra  de  «Mateo  Lujan  de 
Sayavedra.» 

(60)     Lujan,  pág.  374  a. 


l68  F.    DE    HAAN 

efectivo,  puesto  que  cuando  escribió  La  ilustre  fregona- 
todavía  pudo  decir  Cervantes  que  hasta  en  las  almadrabas 
deZabara  «van  ó  envían  muchos  padres  principales  á  bus- 
car  á  sus  hijos,  y  los  hallan;  y  tanto  sienten  sacarlos  de 
aquella  vida,  como  si  los  llevaran  á  dar  la  muerte  (<^7).» 

De  los  esportilleros  ya  en  1699  decía  Alemán  que  «an- 
tes  eran  pocos,  y  andaban  de  vagar;  ahora  son  muchos,  y 
todos  tienen  en  qué  ocuparse,  y  no  hay  estado  más  dilata- 
do que  el  de  los  picaros,  porque  todos  dan  en  serlo  y  se 
precian  dello  (68).»  Hasta  tal  punto  creció  su  número,  que 
esportillero  llegó  á  ser  sinónimo  de  picaro  (69),  y  tanto  se 
multiplicaron,  que  «con  ellos  estaba  la  Corte  fea,  asque- 
rosa y  deslustrada,  pues  todo  lo  que  se  encontraba  en 
las  plazas  y  calles  eran  picaros  con  esportillas  y  siiv 
ellas  (70).» 

¿Qué  hacía  el  Gobierno  para  meter  en  raya  esta  plaga? 
Promulgar  contra  los  vagabundos  leyes  más  ó  menos  se- 
veras que  por  algún  tiempo  se  cumplían  con  extremado 
rigor,  y  luego  tenían  que  reforzarse,  con  penas  más  gra- 
ves para  los  que  dejaban  de  ejecutarlas.  Pero  como  el  pi- 
caro tenía  «oficio,»  las  pragmáticas  no  rezaban  con  él  y 
el  mal  iba  en  aumento  hasta  el  grado  que  hemos  visto.  Es. 
verdad  que,  cualesquiera  que  sean  las  causas,  la  mendici- 
dad y  el  vagabundismo  tenían  hondo  arraigo  en  España. 
Desde  las  de  Valladolid  (era  i35o)  en  adelante,  raras  eran 
las  Cortes  que  dejaran  de  insistir  en  que  se  tomasen  me- 

(67)  VIII,  pá^.  3. 

(68)  Gupnán,  pág.  230  b. 

(69)  Salas  Barbadillo,  Coronas  del  Pariiaso.-Maárid,  1635  íobra 
postuma,  con  aprobación  de  1630),  fol.  ii6,  vuelto  más  de  una 
vez  llama  esporlilleros  ó  esporteros  &  unos  picaros  de  quienes  no- 
hace  constar  que  ejerciesen  el  oficio.  Alemán  no  distingue  siempre 
al  picaro  sin  oficio  ni  beneficio  del  que  lleva  capacha  ó  espuerta- 
Cervantes,  en  cambio,  siempre  dice  muchacho  ó  mo:¡o  de  la.  es- 
portilla. El  «picaro»  de  Cervantes  es  el  «andrajoso»  ó  el  «tai- 
mado.» 

(70)     H&yarrexe,  Conservación  de  Monarquías,  "pá^.  i-]?>  a, 'Esxo 

se  escribió  en  1621. 


PICAROS    Y    GANAPANES  169 

didas  radicales  para  atajar  el  mal;  pero  la  misma  frecuen- 
cia de  sus  peticiones  demuestra  bien  á  las  claras  cuái> 
poco  se  lograba.  A  fines  del  siglo  xvi  había  en  toda  Espa- 
ña más  de  ciento  cincuenta  mil  vagabundos,  entre  hom- 
bres y  mujeres,  niños  y  niñas  (7'',  cuando  el  número  de 
habitantes  apenas  llegaba  á  cinco  millones  (72).  El  pueblo 
español  acompañaba  á  Lazarillo  de  Tormes  en  su  manera 
de  entender  el  Evangelio,  que  llama  bienaventurados  á 
los  que  padecen  persecución  por  la  justicia  (73),  y  practi- 
caba el  hermoso  precepto  «haz  bien,  no  mires  á  quién,»  sin 
acordarse  de  «quien  no  trabaja,  no  manduca.»  Un  hombre 
bien  intencionado  que  proponía  recoger  á  los  mendigos  en 
vez  de  dejarles  vagar  libremente,  fué  tachado  de  poco  ca- 
ritativo y  de  mal  cristiano,  teniendo  que  defenderse  con  la 
autoridad  de  la  Sagrada  Escritura  y  de  los  Santos  Pa- 
dres (74).  Medio  siglo  después  el  mismo  pensamiento,  pro- 


{71)  Cristóbal  Pérez  de  Herrera,  Discurso  del  amparo  de  ¡os 
legítimos  pobres  y  reducción  de  los  fingidos:  Madrid,  Luis  Sán- 
chez, 1598,  fol.  59. 

(72)  Cédulas  Reales  referentes  á  las  Cortes  de  1592  á  159S 
(Actas  de  las  Cortes  de  Castilla,  publicadas  por  acuerdo  del  Con- 
greso de  los  Diputados,  tomo  16:  Madrid,  1890),  pág.  206. 

(73)  Lazarillo,  tratado  primero,  pág.  5  de  la  edición  hecha  por 
H.  Butler  Clarke  (Oxford,  1897),  que  si  bien  se  llama  «conforme 
á  la  edición  de  1554»  (debiera  añadir:  Burgos,  Juan  de  Junta), 
suscita  acerca  de  ésta,  en  puntos  importantes,  más  dudas  de  la& 
que  disipa.  Lástima  que  el  editor  no  aprovechara  la  ocasión  de 
hacer  una  reproducción  facsímil,  con  la  cual  hubiera  ahorrado  á 
los  lazarillistas  la  molestia  del  viaje  á  Inglaterra  para  hacer  el  im- 
prescindible cotejo. 

(74)  Fr.  Juan  de  Medina,  De  la  orden  que  en  algunos  pueblos 
de  España  se  lia  puesto  en  la  limosna:  para  remedio  de  los  ver- 
daderos pobres:  Salamanca,  Juan  de  Junta,  1545.  Reimpreso  en 
Valladolid,  1757;  y  en  1766  en  Madrid,  Imprenta  Real,  con  el  lí- 
tulo  La  charidad  discreta,  practicada  con  los  mendigos,  v  utili- 
dades que  logra  la  República  en  su  recogimiento.  Dice  Fr.  Juar» 
que  esta  orden,  por  su  consejo  y  predicación,  se  había  comenzado 
en  Zamora,  de  donde  se  trajo  á  Salamanca,  de  la  cual  se  tomó  en 
Valladolid;  pero  parece  nunca  se  hiciese  general,  y  que  además  se 


lyo  F.    DE    HAAN 

puesto  de  nuevo  con  muchos  detalles  prácticos,  logró  un 
principio  de  ejecución:  en  algunas  de  las  más  importantes 
ciudades  se  establecieron  hospicios  para  niños  y  para 
adultos;  pero  á  poco  ya  no  se  vuelve  á  hablar  del  asun- 
to (75).  ¡Qué  mucho,  si  hasta  la  sangrienta  sátira  de  Ma- 
teo Alemán,  inspirada  por  acendrado  patriotismo  y  pro- 
fundo despecho,  se  tomaba  á  risa,  como  libro  de  diver- 
timiento! Aún  más:  persona  hubo  de  no  escasa  instrucción 
literaria,  de  indudable  buena  fe,  y  de  bastante  valor  para 
decir  la  verdad  sin  miramientos  ni  para  con  el  mismo  Rey, 
que  «topando  en  un  librillo  impertinente  unas  ordenanzas 
que  llaman  mendicativas,  en  disfavor  de  los  pobres,  recibió 
mal  ejemplo  de  quien  las  compuso,  de  quien  las  aprobó,  de 
quien  pudiendo  no  manda  vedarlas,  si  han  llegado  á  su  no- 
ticia, que  bien  á  su  cargo  tiene  la  dureza  y  la  avaricia  hu- 

•dejara  de  practicar  en  aquellas  tres  ciudades,  puesto  que  Herrera 
no  dice  lo  contrario. 

(75)  Cristóbal  Pérez  de  Herrera,  en  sus  Discursos  del  amparo 
■de  los  legítimos  pobres  (no  he  logrado  ver  la  primera  edición,  de 
iSgS),  había  propuesto  recoger  á  los  mendigos,  hacer  que  traba- 
jasen los  que  pudieren,  y  adiestrar  á  los  niños  en  los  oficios  de 
más  provecho  para  la  patria.  En  ¡596  las  Cortes  dieron  al  Rey  un 
Memorial  en  favor  de  la  ejecución  de  lo  propuesto:  pero  sin  aludir 
á  lo  más  importante,  al  trabajo.  En  el  mismo  año  se  empezó  la 
construcción  del  Albergue  de  Madrid,  en  el  camino  de  Atocha; 
pero  en  1617  Herrera  vuelve  á  dirigirse  á  las  Cortes  con  Catorce 
proposiciones  que  parecen  ser  muy  importantes  para  el  bien  y 

riqueza  destos  reinos,  diciendo:  «Lo  primero es proponer 

la  forma  como se  alberguen,  señalen,  y  distingan  los  verdade- 
ros [pobres]  de  los  que  no  lo  son.»  LosCapítulos  de  aquellas  Cortes 
(Madrid,  Juan  de  la  Cuesta,  161Q,  cap.  I)  se  quejan  de  que  no  se 
■ejecutan  las  leyes  sobre  vagabundos;  pero  sin  hablar  de  los  alber- 
gues, plan  que  ya  entonces  tiene  trazas  de  haber  fracasado,  ó  por 
lo  menos  de  no  haberse  generalizado. . 

De,  un  discurso  ó  libro  del  canónigo  Miguel  Jiginta  de  Elna 
acerca  de  los  fingidos  pobres,  no  tengo  más  noticias  que  las  con- 
tenidas en  el  Capítulo  83  de  las  Cortes  de  1 576  y  en  las  actas  de  las 
de  158Ó  á  158»  f  Actas  de  las  Corles  de  Castilla,  tomo  V,  pági- 
nas Soy  81;  tomo  VIH,  págs.  191,  240,  243,  261,  348  y  35o).  Herre- 
ra no  le  nombra. 


FÍGAROS    Y    GANAPANES  I7I 

mana  el  no  apiadarse  del  pobre,  el  no  reparar  su  hambre 
y  necesidad,  sin  hallar  escritos  en  los  libros  nuevos  acha- 
ques para  eso  (76).» 

De  mejor  acuerdo  obraban  los  Ayuntamientos  de  algu- 
nas ciudades.  «En  las  Ordenanzas  municipales  de  una  an-. 
tigua  ciudad  de  Castilla,  redactadas  en  el  sigla  xvi,  se 
dice:  No  habrá  en  la  ciudad  más  que  doce  picaros  y  doce 
ganapanes,  y  para  distinguirse  usarán  los  ganapanes  ca- 
peruza bermejas,  y  los  picaros  caperuzas  verdes  (77).»  En 
Zamora  «hicieron  los  regidores  ordenanzas  determinando 
que  no  hubiera  en  la  ciudad  más  que  diez  ganapanes,  á 
los  cuales  se  daría  por  distintivo  una  caperuza  de  Falencia 
blanca  y  colorada,  sentando  sus  nombres  en  el  Regi- 
miento, con  prevención  de  que  ningún  otro  usara  del  ofi- 


{76)  Fonseca,  Tercera,  parte  de  la  vida  de  Christo:  Madrid, 
Imprenta  Rea!,  i6o5,  lib.  1,  col.  391.  El  mismo  autor  escribió: 
«Bien  descubre  el  voto  destos  consejeros  que  no  son  deste  siglo 
en  que  vivimos,  que  si  lo  fueran,  aunque  tuviera  el  Rey  gran  no- 
bleza de  condición,  honestas  y  loables  inclinaciones,  como  se  ven 
en  el  Rey  que  ahora  tenemos,  no  hubiera  consejero  que  por  el  bien 
del  Rey  diera  voto,  no  digo  yo  contra  la  vida  del  Rey,  pero  ni  aun 
contra  su  entretenimiento  y  recreación;  sino  decidme:  ¿quién  hay 
que  le  diga  al  Rey  que  estreche  sus  gastos  y  que  cercene  sus  gas- 
tos? ¿quién  hay  que  le  diga  que  no  viene  bien  remar  con  tan  gran- 
de empeño,  y  gastar  en  matar  un  gamo  tantos  millares  de  duca- 
dos? ¿que  no  viene  bien  no  pagar  á  los  criados  y  morir  de  hambre 
los  presidios,  y  dar  tantas  ayudas  de  costa  á  los  que  viven  sobra- 
dos? ¿que  no  viene  bien  pedir  socorro  á  los  pobres,  y  empobrecer 
su  patrimonio  por  los  ricos?  Elias  y  Moisés,  como  eran  de  la  otra 
vida,  votaron  por  el  bien  del  reino,  contra  la  vida  del  Rey.  Los 
consejeros  desta  vida,  aunque  se  abrase  el  reino,  no  votarán  contra 
su  gusto  del  Rey,  por  no  perder  su  favor.»  (Bruñera parle  de  la 
vida  de  Christo:  Madrid,  Imprenta  Real,  i6o5,  lib.  II,  col.  i-jb). 
El  libro  tiene  tasa  de  1597;  pero  parece  que  el  pasaje  citado  no 
puede  rezar  con  Felipe  II,  y  que  se  añadiera  á  beneficio  de  Feli- 
pe III,  por  aquello  de  cá  tí  lo  digo,  hijuela:  entiéndelo  tú,  mi 
nuera.»  , 

(77)  Pregunta  254,  pág.  322  en  El  averiguador  universal, 
tercera  época,  año  primero:  Madrid,  1879.  Va  firmada  con  las  co- 
nocidas iniciales  C.  F.  D. 


IJ2  F.    DE    HAAN 

cío,  so  pena  de  cien  azotes;»  y  más  tarde  «los  abusos  de 
los  picaros  y  ganapanes  se  corrigieron  con  la  ordenanza  de 
que  no  hubiera  en  la  ciudad  más  que  doce  de  cada  clase, 
con  registro  en  el  Ayuntamiento,  usando  precisamente  para 
distinguirse  caperuzas  azules  los  ganapanes,  y  verdes  los 
picaros,  con  prohibición  para  éstos  de  meterse  á  corredo- 
res ni  medidores  de  trigo  y  vino,  por  lo  que  sisaban  (78).» 
En  Salamanca  se  acordó:  «Haya  número  de  veinticuatro 
ganapanes,  y  esta  ciudad  les  dé  caperuzas  azules,  y  á 
doce  picaros  amarillas,  y  no  haya  otros  algunos  en  esta 
ciudad,  pena  de  vagabundos  (79).»  En  iSgS  dijo  Cristóbal 
de  Herrera:  «Sería  bien  que  hubiese  número  en  cada  lugar 
destos  ganapanes,  nombrados  por  la  justicia  ó  por  alguna 
persona  á  quien  fuere  bien  cometerlo,  y  que  sean  en  el  nú- 
mero que  pareciere  bastar  para  allí,  trayendo  para  ser  co- 
nocidos alguna  caperuza  de  color  azul,  como  me  dicen  traen 
en  Toledo  y  otras  partes  (80).» 


(78)  Memorias  históricas  de  la  ciudad  de  Zamora,  por  C.  Fer- 
nández Duro:  Madrid,  1882-83,  tomo  II,  págs.  264-429.  Por  des- 
gracia, las  Memorias,  como  modestamente  las  llamó  su  autor,  y 
que  en  verdad  constituyen  la  más  cumplida  historia  de  una  ciudad 
que  he  podido  consultar,  no  apuntan  la  fecha  de  estos  acuerdos, 
ni  hacen  constar  cuándo  se  dejó  de  usar  la  caperuza  de  color.  Se 
puede  deducir  que  la  primera  ordenanza  es  de  por  los  años  de  1 540, 
y  la  segunda  de  i6o5,  año  más  ó  menos. 

(79)  Ordenanzas  desta  ciudad  de  Salamanca,  que  por  su  man- 
dado se  recopilaron  de  las  viejas:  Salamanca,  1658,  libro  V,  tí- 
tulo XXXIU.  Mientras  otras  secciones  tienen  fecha,  ésta  no  la 
lleva. 

(So)  Herrera,  Amparo,  edición  de  1598.  fol.  52  vuelto.  Es  de 
notar  que  en  el  fol.  71  vuelto,  hablando  del  castigo  de  las  vagabun- 
das, dice:  «Cesaría  el  manantial  de  tantos  picaros  y  niñas  perdidas 
que  éstas  dan  á  las  repúblicas,  echándolos  á  las  puertas  de  las  igle- 
sias ó  casas,  ó  criando  con  tantos  siniestros  y  libertad  los  que  les 
quedan,  que  después  son  dificultosos  de  reducir  á  buenas  costum- 
bres.» Se  ve  que,  para  Herrera,  el  picaro  era  un  chiquillo,  siendo 
ésta  la  única  vez  que  escribe  la  palabra. 

D.  JoséVillaamil  y  Castro,  en  la  hermo.<;a  y  concienzuda  serie  de 
artículos  El  concejo  de  una  ciudad  gallega  en  el  siglo  \vi  {Re- 


PICAROS    Y    GANAPANES  I73 

Para  un  estudio,  como  el  que  voy  rápidamente  bosque  - 
jando,  sin  pretensiones  de  escribir  la  historia  de  la  pobre- 
za, de  los  vagabundos,  de  la  mendicidad  y  de  los  ladrones 
en  España,  sería  de  sumo  interés  poder  añadir  aquí  algu- 
nos datos  acerca  de  los  ganapanes  y  de  los  picaros  en  las 
poblaciones  donde  los  héroes  de  la  novela  solían  hacer  sus 
primeras  armas,  en  los  puntos  más  adecuados  para  la  vida 
picaresca,  es  decir,  en  Sevilla,  «amparo  de  pobres  y  refu- 
gio de  desechados  (81),  ♦  y  en  Madrid.  Pero  ni  de  una  ni  de 
otra  tengo  documentos  oficiales  acerca  de  las  medidas  que 
se  tomaran.  No  he  visto  sus  Ordenanzas  municipales  {82); 
la  novísima  Historia  del  Ayuntamiento  de  Sevilla  {83)  no 
habla  de  picaros  ni  de  ganapanes;  la  mal  llamada  Historia 
de  la  Villa  y  Corte  de  Madrid,  en  cuatro  tomos  en  folio 
mayor,  no  los  trae,  como  tampoco  los  Anales  de  León  P¡- 
nelo,  las  Relaciones  de  Cabrera,  ni  otras  relaciones  contem- 
poráneas; ni  encuentro  rastro  de  ellos  en  los  interesantes 
estudios  de  Mesonero  Romanos,  Julio  Monreal,  Chaulié, 
Sepúlveda,  Ricardo  González  Pérez  (84)  y  Adolfo  de  Cas- 

vislade  España,  1S71),  dice  que  en  Mondoñedo  «en  1598  se  le 
aumentó  el  salario  al  portero  del  consistorio  hasta  3.000  mrs,,  aña- 
diéndole el  cargo  de  alguacil  de  picarosi  ^tomo  XX,  pág.  35i). 
Este  cargo  en  otras  partes  llevaba  el  nombre  de  padre  ó  alguacil 
de  pobres,  de  huérfanos  ó  de  mozos,  y  no  indica  hubiera  en  Mon- 
doñedo reglamento  sobre  el  oficio  de  picaros  ó  esportilleros.  Ya  en 
1594  se  había  acordado  «que  ningún  vecino  acogiese  mas  de  dos 
días  á  los  muchos  picaros  y  pobres,  mozas  y  mozos  que  acudían  á 
esta  ciudad  so  color  de  ganar  jornales,  e/c.»  (tomo  XXI,  pág.  61). 

(81)  CtTvanits,  Coloquio  de  los  perros,  VIH,  igg. 

(82)  Las  de  Sevilla  se  imprimieron  en  1632,  ó  acaso  en  1682 
(véase  el  Catálogo  de  la  biblioteca  de  Mesonero  Romanos,  \.°  de 
Enero  de  1875,  pág.  8  y  pág.  15).  El  libro  de  Juan  Torija,  Tratado 
breve  sobre  las  ordenanzas  de  Madrid:  Madrid,  1661,  y  el  de  Ar- 
demans,  Ordenanzas  de  Madrid:  Madrid,  1760,  no  son  sino  reglas 
para  arquitectos  y  estudios  sobre  la  construcción  de  casas. 

(83)  «Su  autor  D.  Joaquín  Guichot  y  Parody.  El  tomo  II  abarca 
desde  i5i6  hasta  1701. 

(84)  Recopilación  histórica  de  la  Villa  y  Corte  de  Madrid  en 
tiempo  de  Calderón  de  la  Barca:  Madrid,  Fortanet,  i88i. 


1JA  F.     DE    HAAN 

tro  (85).  Acaso  las  dos  docenas  de  tomos  en  folio  de  Libros 
de  acuerdos  del  Ayuntamiento  de  Madrid,  que  corresponden 
á  los  años  de  i5oo  hasta  i63o,  darían  de  sí  algo  que  se 
refiere  á  nuestro  asunto;  pero  como  hasta  fines  de  1560  no 
se  había  tomado  medida  alguna  acerca  del  número  de  los 
ganapanes  ó  su  vestimenta,  me  faltaron  los  alientos,  lo 
mismo  que  el  tiempo,  para  seguir  leyendo  tanto  «tonel* 
que,  á  vuelta  de  mucho  fárrago,  contiene  muchas  y  curio- 
sísimas noticias  inéditas. 

Lo  que  en  1598  dijo  Cristóbal  de  Herrera,  nos  permite 
afirmar  que  en  aquel  año  no  se  había  limitado  en  Madrid 
el  número  de  los  ganapanes,  ni  se  les  había  impuesto  el 
uso  de  caperuzas  de  determinado  color.  Diez  años  después 
volvió  á  escribir  al  Rey  sobre  el  mismo  asunto,  y  hay  que 
suponer  que  no  habrán  cambiado  las  circunstancias  (86). 
Parece,  sin  embargo,  que  también  en  Madrid  se  limitara  su 
número.  Salas  Barbadillo  hace  prorrumpir  á  la  cocinera  de 
un  mesón  madrileño  en  la  siguiente  lamentación:  « ¡Ay  olla 
mía!  ¿no  eres  tú  la  que  solías  ser  hartazgo  y  deleite  común 

de  todo  carretero  alcaladino  ypullista de  todo  ganapán 

del  número  y  el  mejor  del  número  de  los  ganapanes?  (87).». 
En  cuanto  á  la  caperuza,  Cervantes,  en  El  Juez  de  los  di- 
vorcios, entremés  cuya  escena  debe  ser  Madrid,  á  juzgar 
por  la  puerta  de  Guadalajara  donde  la  gente  «se  está  mur- 
murando, sabiendo  nuevas,  diciendo  y  escuchando  menti- 
ras,» introduce  á  «uno,  vestido  de  ganapán,  con  su  cape- 
ruza cuarteada  (88),»  caperuza  que  hace  recordar  la  de  los 

(85)  Discurso  acerca  de  las  costumbres  públicas  y  privadas 
de  los  españoles  en  el  siglo  xvii:  Madrid,  GuUenberg,  1881. 

(8d)  Epílogo  y  suma  de  los  discursos  que  escribió  del  amparo 
y  reducción  de  los  pobres  mendigantes:  Madrid,  Luis  Sánchez, 
1608,  fol.  29:  «....  sería  bien  que  hubiese  número  en  cada  lu^ar 
destós  ganapanes,  nombrados  por  la  justicia  ordinaria  y  Ayunta- 
miento, y  que  sea  el  que  pareciere  bastar  para  ia  tal  ciudad  ó 
lugar,  trayendo  para  ser  conocidos  alguna  caperuza  azul  ó  de  otro- 
color.» 

(87)  Coronas  del  Parnaso,  fol  1 17. 

(88)  06ms,Xll,  pá^s.  173-176. 


PICAROS    Y    GANAPANES  lyc 

ganapanes  de  Zamora.  Pero  el  mocetón  de  un  donoso 
cuento  que  relata  Alemán  (S9)  también  llevaba  «caperuza 
de  cuartos, »  y  otros  textos  se  podrían  aducir  en  prueba 
de  que  los  aldeanos  la  solían  llevar;  de  modo  que  bien 
puede  haber  sido  prenda  usual  de  la  gente  ordinaria  de 
Madrid. 

Es  posible  que,  además  de  la  caperuza  de  color,  se  les 
obligara  al  picaro  y  al  ganapán  á  llevar  zapatos,  según  ad- 
virtió C.  F.  D.  en  la  pregunta  en  parte  transcrita  arriba, 
fundándose  para  tal  suposición  en  el  refrán  que  cita  el  Dic- 
cionario de  la  Academia:  «ni  á  picaro  descalzo,  ni  á  hom- 
bre callado,  ni  á  mujer  barbada,  no  les  des  posada,» 
refrán  cuya  fecha  me  ha  sido  imposible  determinar.  Tal 
medida  no  hubiera  carecido  de  acierto,  porque  así  les  hu- 
biera sido  más  difícil  colarse  en  las  casas  para  hacer  de  las 
suyas,  sobre  todo  no  siendo  entonces  las  alpargatas  de  uso 
tan  universal  como  ahora  90).  Esta  sospecha  gana  fuerza 
con  un  verso  de  La  vida  del  picaro,  que,  enalteciendo 
á  «cuatro  hermanos  de  la  carga,»  dice  que  fueron  «los  pri- 
meros que  usaron  ir  en  piernas;»  pero  no  encuentro  más 
datos. 

Posible  es  también  se  hayan  hecho  ordenanzas  abolien- 
do el  oficio  de  ganapanes  y  de  picaros,  ó  que  las  existentes 
cayesen  en  desuso.  Antonio  Enríquez  Gómez,  en  la  Ter- 
cera estancia  de  La  culpa  del  primer  peregrino  (91),  da  una 
interminable  y  poco  poética  enumeración  de  todos  los  ofi- 
cios, omitiendo  á  picaros,  esportilleros  y  ganapanes,  aca- 
so por  ser  de  tan  ínfima  posición  social,  acaso  porque  ya 
no  existiese  el  oficio.  Puede  ser  que  el  Consejo  de  Castilla 

(89)  Gujinán,  pane  segunda,  pág.  267  b. 

(90)  Fonseca,  Vida  de  Cristo,  primera  parte,  libro  II,  col.  334r 
«el  picaño  que  trae  zapatos  de  vaca,  traerá  chinas  en  los  pies,  que 
podrían  descalabrar,  y  no  las  siente.»  Fonseca,  Tratado  del  amor 
áe  Di'oi  (Barcelona,  Anglada,  i6o6,  pág.  193):  «como  ladrón  que 
trae  zapatos  de  sombrero  por  no  ser  sentido  en  casa.»  Véanse  las- 
tasas  de  los  siglos  xvi  y  xvii. 

(91)  Primera  edición:  Rúan,  1644. 


lyQ  F.     DE     HAAN 

les  supi-imiera  á  raíz  de  la  Conservación  de  monarquías,  de 
Navarrete  (1621);  pero  no  veo  indicio  de  tal  medida  en  las 
leyes  del  reino. 


En  cuanto  al  origen  de  la  palabra  ^éícaro,  haré  caso  omi- 
so de  la  otra,  pÍMño,  que  si  bien  más  antigua  que  aquélla, 
■es  de  origen  no  menos  incierto  Vn)  y  no  tiene  trazas  de  po- 
dernos dar  la  solución  que  buscamos. 

Dice  Villasandino: 

«Un  picorro  de  cavalio 
Traigo  é  otro  apeado  {93);» 

y  mientras  es  posible  admitir  la  traslación  del  acento  á  la 
primera  sílaba,  suponiendo  que  se  pueda  explicar  con  casos 
análogos  el  cambio  de  doble  r  en  sencilla,  no  encuentro 
medio  de  salvar  la  distancia  de  significado  y  de  tiempo  que 
separa  á  este  lacayo  del  picaro  de  siglo  y  medio  después. 
En  el  libro  manuscrito  de  Rosal  leemos:  «Bigarradas 
calzas  son  picadas  ó  acuchilladas  para  que  se  descubra  el 
aforro,  de  picaryo  que  era  instrumento  de  picar,  de  donde 
quedó  llamarse  ^¿caryo  el  de  picar  piedra  (94).»  Poco  va  de 
picorro  á  picarro:  los  dos  pican,  lo  que  no  se  puede  decir 
del  picaro.  Sin  embargo,  conviene  observar  que  picorro 
antes  parece  deberse  tomar  por  «chico»  que  por  «picador.» 

(92)  Eci  algunos  lugares  de  .las  obras  de  Juan  del  Encina,  pa- 
rece significar  cuna  cosa  que  pica,  un  vegetal  punzante.»  Rodrigo 
de  Reinosa  la  pone  por  mote  á  un  rufián,  pero  sin  que  se  pueda 
tomar  por  «andrajoso.»  El  viaje  entretenido  hace  sospechar  que 
-sea  «pequeño»  mal  pronunciado.  Covarrubias  dice  que  es  «remien- 
do que  se  echa  al  zapato.»  En  otras  obras  es  «alevoso;»  todo  esto 
sin  contar  tpicanzo,»  que  esolit;ero  de  pies,,  y  «picayo,»  que,  según 
el  Glosario  del  Cancionero  de  Baena,  «parece  ser  mozo  de  es- 
puelas.» 

(93)  Cancionero  de  Baena:  Madrid,  i85i,  pág,  71  b. 

(94)  Rosal,  Origen  y  etimología,  pág.  96. 


PICAROS    Y    GANAPANES  I77 

Pica,  Ó  sea  lanza  (95),  y  pica,  horca  ó  rollo  (96),  no  pue- 
de haber  dado  [¡icaro.  El  derivado  normal  es  piquero,  y  no 
hay  ejemplo  de  que,  por  simple  añadidura  de  la  termina- 
ción ro,  sin  cambio  de  acento,  se  haya  formado  del  nom- 
bre femenino  bisílabo  de  un  instrumento  el  nombre  es- 
drújulo de  quien  lo  maneja  ó  de  modo  más  indirecto  se 
hace  notar  por  él. 

Picaro,  mirada  la  lista  de  sus  asonantes  que  traen  los 
diccionarios  de  la  rima,  se  presenta  con  cierto  aire  de  pa- 
labra extranjera,  pareciéndose  bastante  al  piccolo  italiano, 
sobre  todo  siendo  el  héroe  de  la  novela  picaresca  siempre 
un  joven,  casi  un  muchacho;  y  si  con  la  literatura  italia- 
na, á  donde  en  vano  he  acudido,  se  pudiese  probar  que  an- 
tes de  existir  en  castellano  la  palabra  picaro  se  -solía  lla- 
mar piccolo  á  un  muchacho  de  su  calaña,  no  habría  difi- 
cultad en  relacionar  las  dos  palabras,  dados  los  íntimos 
lazos  que  unían  las  penínsulas. 

La  conocidísima  palabra  picardía,  por  todo  lo  que  se  re- 
fiere al  picaro,  hizo  sospechar  á  Covarrubias  que  «en  al- 
gún tiempo  alguna  gente  pobre  de  Picardía  viniese  á  Es- 
paña con  necesidad  y  nos  trajesen  el  nombre,»  en  lo  cual 
no  andaba  del  todo  desacertado.  Muchos  franceses  solían 
andar  por  España,  bien  sea  en  peregrinación  á  Santiago, 
bien  ganándose  la  vida  con  comercios  ú  oficios  de  poca 
monta.  Los  romeros  eran  mendigos  (97),  llegando  á  ser 
tan  molestos  que  más  de  una  vez  las  Cortes  se  ocuparon 


(95)     Covarrubias:  «picaro se  pudo  decir  de  pica,  que  es  el 

asta,  porque  en  la  guerra,  hincándola  en  el  suelo,  los  vendían  ad 
hastam  por  esclavos.  Y  aunque  los  picaros  no  lo  son  en  particu- 
lar de  njdie,  sonlo  de  la  República  para  todos  los  que  los  quieren 
alquilar,  ocupándolos  en  cosas  viles.» 

(9Ó)     Rosal,   pág.  478:  tPicaros  los  que  residen  en  la  picota  ó 
rollo,  llamada  antiguamente  pica.} 

(97)     Herodcs ofreció  la  mitad  del  reino  á  la  hija  de  la  amiga, 

por  una  vez  que  bailó;  y  si  bailara  otra  vez,  le  diera  la  otra  mitad 
y  se   quedara  romero.   (Fonseca,  segunda  parte  de  la  vida  de 
Cristo:  Madrid,  Miguel  Serrano  de  Vargas,  1603,  col.  S76.) 
u  12 


„Q  F.    DE    HAAN 

de  ellos  y  se   promulgaron  leyes  prohibiéndoles   apartarse 
más  de  cuatro  leguas   de  su  cansino    (98).   Acerca  de  los 
caldereros,  otra  plaga  de   aquellos   tiempos,  peticiones  de 
las  Cortes  nos  enseñan  que  «usan  en  estos  remos  de  oficio 
que  no  saben  ni  pueden  usar  en  su  tierra  ni  en  toda  Fran- 
cia   so  pena  de  muerte  (90);..  y  de   los  gitanos  había  dicho 
Martín   Martínez   Dampies,   que    «cuando  muy   bien    por 
ellos  miran,    hallarán   franceses  y   borgoñones  y   de  otra 
mucha   diversidad  de   gente  traidora  que  nunca  vieron    a 
tierra  de  Gipto  l-ool.»  La  picara  Justina  relata  un  cuento 
de  «un  sastre  natural  de  la  provincia  de  Picardía,.,  el  cual 
..vendo   y  viniendo  en   romería  á   Santiago   tres  veces   se 
hizo  rico  con   limosnas  (.01)...    El  Guzmán  de  Mateo  Lu- 
ían cuenta  de  «dos  bribones  que  habían  sido  companeros 
suyos  en  Roma   y  su  comarca,  en  la  vida  esguízara  y  pi- 
caresca,   yendo   á  mendigar  de    conformidad»    ^o.),  po- 
niendo lado  á  \s.áo  picaresco  y  un  adjetivo  derivado  de  nom- 
bre de  país.  Por  último,  el  Pelegrino  curioso   parece  re- 
machar el  clavo,  diciendo:    «Le  parecía  á  él  que  era  gente 

íoSl  Herrera  dice:  «he  sido  informado  de  .lerónimo  de  Sala- 
Jl  y  D  rtín  de  Porres,  Procuradores  de  Cortes  de  la  ciudad 
Je  Burlo,  v  de  Fr.  Juan  de  Balboa,  uno  de  los  Comendadores 
del  insta  Hospital  real  que  está  ¡unto  &  aquella  ciudad  que  pa- 
al  y  se  hospedan  cada  ano  por  el  dicho  hospual,  d-doles  a,h  de 
comir  de  limosna  dos  ó  tres  días,  conforme  al  instituto  del,  ocho 
6  dtz  mil  franceses  y  gascones  y  de  otras  naciones,  que  entran 
^on  oc-i-  ^e  romería  por  estos  remos,  sin  que  se  sepa  por  don- 
de vuelvan  á  saUr,  ni  á  qué  vienen,  ni  si  van  á  sus  romerías,  y  que 
Ígunos  años  ha  sido  mayor   el   número   dellos..   ^Amparo,  to- 

'"(o';'  Cortes  de  N^adrid,    ■  5.8.  cap.  .43;    Valladolid.    .537.  ca- 
^'¿;^\^'t/fT.:r.:S;..:Zarago.a.   .,,S  (extracto  en 

di      ;LÍro-e'n'en  Frtncia  á  ,as  hijas  en  dote  lo  que  ¡un^rea 
en  ím  viaje  á  Santiago  de  ida  y  vuelta,  como  si   fuesen   a  las  In- 

días.» 

(102)     Página  36S  a. 


PICAROS    Y    GANAPANES  I79 

ia  portuguesa,  que  puesto  caso  que  no  comen  como  ale- 
manes, ni  beben  como  flamencos,  ni  juegan  como  genove- 
ses,  ni  huelen  como  italianos,  ni  visten  como  españoles, 
ni  prestan  como  picaros,  ni  dan  como  si  fuesen  Alexandres, 
ni  hablan  como  atenienses,  ni  se  refrenan  como  lacede- 
monios,    que  le  parecía  á  él,  y  lo  afirmaba,  que  era  gente 

fundada  en  razón  (103; > 

Pero   es  sabido  que  á  los  de  Picardía  siempre  se  les  ha 
llamado  picaníos,  palabra  que  como  apellido  se  encuentra 
más  de  una  vez  en  España.  Así  Sandoval  habla  de  «León 
Picardo,    criado    del    Condestable   y   su    pintor   ('04),»  en 
i520;  así    había  en  Sevilla  en    1572  un   impresor  Alonso 
Picardo  (105).  Cierto  que  con  este  apellido  queda  proba- 
do que  gente  de    Picardía  venía   á  España;   mas   también 
debe  haber  apellidos  derivados   de  los  nombres  de  otras 
provincias  de  Francia,  y  los  honrados  oficios  de  los  Picar- 
dos  indican  que  no   habían  venido  á  picardear.    Además, 
quedaría  por  establecer  que   entre  romeros,    caldereros  y 
buhoneros,  los  de  Picardía  se   ha3'an  hecho   notar  por  su 
gran  número,  sus  andrajos,  su  falta  de  vergüenza,  su  hol- 
gazanería, su  viveza  de   ingenio,  si  bien    Lope  de    Vega 
dice  que   los  picardos  tenían  fama  de  alegres  (106J.  Justi- 
na habla  más  de  una  vez,  entre  otras,  en  el  mismo  cuento 
del  sastre,  de   «mi  provincia  de  Picardía,»  mientras  siem- 
pre se  llama  montañesa,  y  refiere  que  «nació  mi  padre  en 
un  pueblo  que  llaman  Castillo  de  Luna,  en  el  condado  de 
Luna,  y  mi  madre  era  natural  de  Zea:»  por  lo  tanto,  lla- 
mando al  sastre    «natural  de   Picardía,»    no  quiere  decir 
más  que  «redomado  pillo.»    De  los  esguízaros  ó  suizos  se 

(103)  Tomo  11,  pág.  274. 

(104)  Carlos  V,  libro  V,  cap.  40;  libro  IX,  cap.  33. 

(io5)  Salva,  núm.  2.977;  J.  Hazañas  y  la  Rúa,  La  imprenta  en 
Sevilla:  Sevilla,  1892,  pág.  84. 

(loG)  El  peregrino  en  su  patria,  pág.  Si  a  de  la  edición  de 
Madrid,  Francisco  Martínez  Abad,  1733.  La  enumeración  que 
hace  Lope  de  nacionalidades  permite  sospechar  la  tomara  de  una 
obra  bastante  antigua.  El  peregrino  tiene  aprobación  de  1603. 


j8o  F-    DE    HAAN 

sabe  que  emigraban  en  gran  número,  sobre  todo  para  ser- 
vir como  soldados;  cosa  que   no  consta  tan  a  las  claias  de 
los  picavdos,  como  tampoco  que  éstos  fuesen  dados  a  va- 
gar-de  suerte  que  la  cita  de  Lujan  no  dice  mas  que  «en      ^ 
la  vida   viandante  y   mendicante.»    Por  lo  que   toca  a  las 
palabras  del  Pelegrino,    no  sabemos  que  los   pica,-dos.  m 
siquiera  los  franceses,  hayan   sido  conocidos  en   España 
como  «cambios,.,  según  se  decía  antiguamente,  ofic.o  casi 
por  completo   monopolizado   por  los   g.noveses;  ademas, 
sería  harto   extraño  que  el  Pelegrino  hub.ese  quendo  sm- 
gnlarizar   á  los  de  una  sola   provincia  en  vez   de  achacar 
tal  vicio  á  todos  los    franceses.  Los  picaros,  según  hemos 
visto,   eran   demasiado   pobres  para   prestar;  termmante- 
mente   dice   Alemán:    «Sin   recelo  que  te  repartan  y  por 
temas   te  empadronen,  descuidado   que  te  pidan,    seguro 
que  te  decreten,  lejos   de  tomar  fiado  ni  de   ser  admitida 
por  fiador,  que  no  es  pequeña  gloria;.,   y  Cervantes  habla 
de  «ser  anejo  á  este  género  de  vida  la  miseria  y  estréche- 
la (t07).,.  Parece,  pues,  que  el  manuscrito  del  Pelegnno, 
que  obra  en  Valladolid,  en  el  Colegio  Mayor  de  Santa  Cruz, 
ha   sido  mal  interpretado  por   la  imprenta,  y  que  se   debe 
leer-    «ni  gastan  como  picaros,.,    ó  lo  que   ofrece  mayores 
visos  de  probabilidad:  «ni  prestan  como  Fúcares.^^ 

Es  de.notar  que  Cristóbal  de  las  Casas,  en  su  Vocabu- 
lario de  las  dos  lenguas  íoscana  y  castellana,  por  primera  vez 
impreso  en  iSyo,  y  muchas  veces  después,  traduce  la  pa- 
labra italiana  picardía  por  rollo,  y  rollo  por  picardía,  fona. 
El  copioso  Tesoro  de  las  tres  lenguas  española,  francesa  y 
italiana,  de  Hierosme  Víctor  Bolonnoís  (-08),  no  tiene  ^- 
oardia  como  voz  italiana,  ni  la  encuentro  en  diccionarios 
italianos  contemporáneos;  siendo  el  VocabrUario  de  Las. 
■     C  asas  el  libio  más  antiguo  donde  he  visto  la  palabra  pi- 

f,07í     La  ilustre  fregona.,  \'\n,pÁs.^. 
08      La  única  edicó.i  que  he  visto  es  de  Geneve    1644;  la  pr>- 
„,era  es  de  .619.  Cova,rubu.s  había  estado  en  Itaha  froce  Azero- 
la)  y  no  tenía  noticia  de  tal  palabra. 


PICAROS    Y    GANAPANES  10 1 

<:ardía  relacionada,  aunque  indirectamente,  con  la  gente 
maleante  de  cualquiera  nacionalidad. 

Cuando  la  etimología  de  una  palabra  española  no  se  en- 
cuentra en  otra  parte,  no  se  puede  prescindir  de  buscarla 
en  la  lengua  de  los  moros.  Por  malos  de  mis  pecados  no 
soy  arabista;  pero  rastreando  al  picaro  he  manejado  libros 
que  no  suelen  llegar  á  manos  de  los  que  lo  son,  y  he  ve- 
nido sospechando  que,  primero  entre  los  ganapanes  y  lue- 
go entre  los  picaros,  había  no  pocos  moriscos,  y  que,  por 
•consiguiente,  pudiera  ser  que  el  nombre  picaro  fuese  de 
origen  moro.  Si  los  datos  que  voy  á  exponer  á  continua- 
ción se  desvirtuaren  con  los  que  btro  más  entendido  adu- 
jere, sería  el  primero  en  alegrarme  de  tal  resultado.  Por- 
que siempre  habríamos  salido  ganando  en  tener  más  no- 
ticias del  modo  de  ser  de  la  gente  baja  en  la  España  de 
los  Austrias,  asunto  sobre  el  cual  suelen  guardar  silencio 
las  historias,  y  que  tiene  sumo  interés,  siendo  así  que  no 
tenemos  una  historia  de  la  puta,  ramera,  buscona,  «tía 
fingida,»  del  ventero,  mesonero,  bodegonero,  tabernero, 
carnicero,  cocinero,  pastelero,  lacayo,  arriero,  preso,  ga- 
leote, gitano,  calderero,  rufián,  alcahuete,  padre  de  man- 
cebía, corchete,  escribano,  pregonero,  verdugo,  tahúr,  fu- 
llero, baratero,  mendigo,  ciego,  oracionero,  buldero,  estu- 
diante, soldado,  maestro  de  esgrima,  de  ninguno  de  los 
que  con  tanta  frecuencia  intervienen  en  la  literatura  pica- 
resca, fiel  trasunto  de  la  vida  española  y  boca  inamorda- 
zable  del  pueblo  español. 

Estando  en  Granada  por  los  años  de  i525  á  1528,  es- 
cribió Andrea  Navagiero,  Embajador  de  Venecia  á  la  Cor- 
te de  España:  «Los  españoles,  lo  mismo  aquí  que  en  el 
resto  de  España,  no  son  muy  industriosos,  y  ni  cultivan 
ni  siembran  de  buena  voluntad  lá  tierra,  sino  que  van  de 
mejor  gana  á  la  guerra  ó  á  las  Indias  para  hacer  fortuna 
por  este  camino  más  que  por  cualquier  otro  (109).»  Quin- 
ce años  después,  Alejo  Vanegas,  hablando  de  «los  vicios 

{109)     Viajes  por  España  f Libros  de  antaño,  vol.  8j,  pág.  297. 


l82  F.    DE    HAAN 

propiios  de  España,  de  los  cuales  tienta  el  diablo  á  los 
españoles,»  dice:  «El  segundo  vicio  es  que  en  sola  Espa- 
ña se  tiene  por  deshonra  el  oficio  mecánico,  por  cuya  cau- 
sa hay  abundancia  de  holgazanes  y  malas  mujeres,  demás 
de  los  vicios  que  á  la  ociosidad  acompañan,  con  toda  la 
cofradía  del  número  de  quien  dice  Horacio:  nos  numerus 
snimis  et  friigns  consiniiere  naii,  no  somos  para  más  los 
baldíos  de  para  aumentar  el  número  de  los  hombres  y  co- 
mer pan  de  balde.  Los  cuales,  si  no  tuviesen  por  deshon- 
ra el  oficio  mecánico,  allende  que  represarían  el  dinero  en 
su  tierra  que  para  comprar  las  industrias  de  las  otras  na- 
ciones se  saca,  excusarían  muchos  pecados  que  ordinaria- 
mente suelen  nacer  de  la  ociosidad  (no).»  Y  en  i6og,  el 
Comendador  mayor  de  León  escribe  al  Rey  acerca  de  «la 
mala  maña  que  los  cristianos  viejos  se  dan  á  la  cul- 
tura (iii).» 

Los  moiiscos,  en  cambio,  no  tenían  melindres  en  cuan- 
to al  oficio  que  les  proporcionaba  los  medios  de  vivir.  En 
1612  decía  el  Arzobispo  Ribera  de  los  moriscos  valencia- 
nos: «Siendo  codiciosos  de  dinevo,  y  amigos  de  guardarlo, 
y  dedicándose  á  los  oficios  y  artes  más  á  propósito  para 
adquirirlo,  venían  á  ser  la  esponja  de  la  riqueza  de  Espa- 
ña, resultando  de  aquí  que  aunque  generalmente  habita- 
sen en  lugares  pequeños,  fi-agosos  ó  estériles,  pagando  á 
sus  señores  el  tercio  de  los  frutos,  y  estando  cargados  de 
fardos  ó  tributos,  todavía  eran  más  ricos,  mientras  los 
cristianos,  que  cultivaban  las  tierras  más  fértiles,  se  ha- 
llaban en  la  mayor  pobreza  (112).»  Con  lógica  no  menos 
estupenda,  dijo  el  licenciado  Pedro  Aznar  de  Cardona, 
autor  poco  sospechoso,  puesto  que  describiendo  la  expul- 
sión demuestra  una  falta  de  caridad  y  un  ensañamiento 

(iro)  Alejo  Vanegas,  Agonía  del  tránsito  de  la  muerte,  terce- 
ra edición:  Toledo,  Juan  de  Ayala,  1543,  fol.  65. 

(i  I  i)  Florencio  Janer,  Condición  social  de  ¡os  moriscos  de  Es- 
paña: Madrid,  1857,  rág-  282- 

(112)     Kibera,  Instancias:  Barcelona.   1612;  citado  por  Janer> 

pág.  67. 


PÍCAhOS    Y    GANAHANliS  iSj 

que  dan  asco:  «Era  una  gente  vilísima,  descuidada,  ene- 
miga de  las  letras  y  ciencias,  ilustres  compañeras  de  la 
virtud,  y  por  el  consiguiente  ajena  de  todo  trato  urbano, 
cortés  y  político Eran  torpes  en  sus  razones,  bestia- 
les en  su  discurso,  bárbaros  en  su  lenguaje,  ridículos  en  su 
traje,  yendo  vestidos  por  la  mayor  parte  con  gregüesqui- 
Uos  ligeros  de  lienzo  ó  de  otra  cosa  baladí,  al  modo  de  los 
marineros,  y  con  ropillas  de  poco  valor,  y  mal  compues- 
tos adrede por  eso  gastaban  poco,  así  en  el  comer  como 

en  el  vestir,  aunque  tenían  harto  que  pagar  de  tributos  á 
los  señores Eran  dados  á  oficios  de  poco  trabajo:  teje- 
dores, sastres,  sogueros,  esparteñeros,  olleros,  zapateros, 
albéitares,  colchoneros,  hortelanos,  recueros  y  revendedo- 
res de  aceite,  pescado,  miel,  pasas,  azúcar,  lienzos,  hue- 
vos, gallinas,  zapatillas  y  cosas  de  lana  para  niños,  y  al 
fin  tenían  oficios  que  pedían  asistencia  en  casa  y  daban 
lugar  para  ir  discurriendo  por  los  lugares  y  registrando 
cuanto  pasaba  de  paz  y  guerra,  por  lo  cual  se  estaban  or- 
dinariamente ociosos,  vagabundos  (i[3¡,  echados  al  sol  en 
invierno  con  su  botija  al  lado,  y  en  sus  porches  el  verano, 
sacadas  las  pocas  horas  que  trabajaban  con  grande  ahinco 
en  sus  oficios  ó  en  sus  huertas,  por  la  codicia  entrañable 
de  coger  frutas,  hortalizas  y  legumbres;  pero  pocos  y  bien 
pocos  dellos  tenían  oficios  que  tratasen  en  metaí  ó  en  hie- 
rro, ó  en  piedras  ni  maderos,  excepto  algunos  herradores 
procurados  para  su  común  (114).»  Y  Fr.  Alonso  Fernández 

escribió:    «Ejercitábanse  en  cultivar  huertas Otros  se 

ocupaban  en  cosas  de  mercancía.  Tenían  tiendas  de  co- 
mer en  los  mejores  puestos  de  las  ciudades  y  villas,  vi- 
viendo la  mayor  parte  dellas  por  su  mano.  Otros  se  em- 
ir 13)  Era  esta  palabra  entonces  sinónimo  de  ocioso;  dice  Fon- 
seca:  «Desea  que  su  esclavo  esté  siempre  haciendo  algo,  y  no  es 
mucho  que  un  esclavo  vagabundo  no  halle  quien  le  sufra.»  f Ter- 
cera parle  de  la  vida  de  Cristo,  libro  I,  col.  282.) 

(i  14)  Expulsión  justificada  de  los  moriscos  españoles:  Hues- 
ca, 1612,  Segunda  parte,  cap.  10,  fols.  3^-36;  citado  por  Janer, 
págs.  1 58- 159. 


jP,  F.    UE    HAAN 

pleaban  en  oficios  mecánicos,  caldereros,  herreros,   alpar- 

..ateros,  jaboneros  y  arrieros No  daban  lugar  á  que  los 

suyos  mendigasen.  Todos  tenían  oficio  y  se  ocupaban  en 

algo  ITi.s).»  j  ,  . 

A  pesar  de   lo  que  dice  Fr.   Marco  de   Guadalajara  y 
Xavier,  que  «no  labraban  lana,  ni  se  acercaban  al  rastro 
ni  al  matadero  (n6),„  sabemos  por  el  capítulo  85   de  las 
Cortes  de  iSga  á  iSgS  que  los  moriscos  se  habían  hecho 
«tenderos,  despenseros,  panaderos,  carniceros,  taberneros 
y  aguadores,.,  siendo  así  que  el  oficio  de  carnicero  era  de 
los  más  despreciados.  Según  un  escritor  anónimo  de  prin- 
cipios del  siglo  xvii,  «en  España  limpio  se  dice  cualquiera 
que  no  tiene  mezcla  de  moro  ni  judío,  aunque  sea  el  mas 
vil  y  contentible  que  hay  en  la  República,  y  cargado  de 
pecados;   por  manera   que  el   carnicero  y  verdugo  que  no 
tiene  algo  destas  razas,  es  limpio,  aunque  sea  perjuro  y 
ladrón    ...  (>i7)'>  Es  verdad  que  nos  encontramos  á  veces 
con  apreciaciones  harto  sorprendentes  de  ciertos  oficios. 
Fonseca  habla  de  Dionisio,  que  un  tiempo  fué  «maestro  de 
escuela,  azotando  muchachos,  oficio  de  los  más  bajos  del 
mundo  (nS].,,  Pero  consta  lo  que  nos  importa,  es  decir, 
que  los  moriscos  ejercían  cualquier  oficio  que  les  podía  dau 

de  comer.  ,       j    a 

Entre  todos  los  oficios,  "hay  uno  cuyo  nombre  desde 
muy  antiguo  ha  sido  término  despreciativo.  Me  refiero  al 
oficio  del  hombre  que  lleva  cargas.  Esto  se  solía  hacer  en- 
tre dos,  llevando  cada  uno  sobre  un  hombro  el  extremo  de 
la  palanca  ó  del  travesano  (ug),  de  que  se  suspendía  la 

{,,5)  Historia  de  Flasencia  (Madrid,  1627),  libro  III,  cap.  25; 
citado  por  Janet,  pág.  162. 

(116)  Memorable  expulsión  y  jusiisimo  destierro  de  los  vio- 
riscos  de  España:  Pamplona,  161 3;  citado  por  Janer,  pág.  .70. 

(117)  Bibl.  Nac,  Vanos,  1-55-41,  fol-  'O-  Papel  sin  fecha,  lu- 
gar, título  ni  firma:  habla  de  la  expulsión  de  los  moriscos  como 
ya  verificada,  y.  se  dirige  al  Rey  Felipe  111. 

(1 18)  Tercera  parte,  libro  111,  col.  479. 

(1,9)      , los  travessaños  con   que  llevan  cárgalos  ganapa- 


PICAROS    Y    GANAPANES  185 

carga.  Es  verdaderamente  extraño  que  á  este  oficio,  con 
preferencia  á  todos  los  demás,  se  haya  dado  el  nombre  de 
ganapán  (120),  y,  sobre  todo,  que  este  nombre  desde  el  prin- 
cipio se  haya  considerado  como  deshonroso,  aplicándose 
sin  referencia  á  determinado  oficio  para  motejar  de  vil  y 
despreciable.  En  una  farsa  de  Lucas  Fernández  (1514), 
dice  el  pastor  Pascual  dirigiéndose  á  un  soldado: 

«Esa  es  vida  de  holgazanes, 
Aquesa.es  vida  sin  ley. 
No  teméis  ni  á  Dios  ni  al  Rey. 
Andáis  hechos  ganapanes. 
Sin  vergüenzi  y  sin  concencia  (121).» 

En  la  Comedia  Medora,  de  Lope  de  Rueda,  el  simple 
Ortega  ha  robado  al  paje  Perico,  entre  quien  y  Acario,  ciu- 
dadano, sigue  este  diálogo: 

«AcARio.     Pues  anda,  vete,  yo  te  prometo  quél  me  lo  pague. 
Perico.        Así,  tal  debéis  de  ser  como  él. 
AcARio.      Hi  de  puta,  rapaz,  bellaco,  espera. 

Perico.       Sí,   esperaldo   ai   ganapanazo;    á   huir,    pies    de   true- 
no (122).); 

No  encuentro  otro  caso  parecido  de  que  un  nombre  de 
oficio  haya  servido  en  el  siglo  xvi  para  motejar  á  quien  no 
lo  ejercía.  Dice  el  Pelegrino  curioso:  «Un  pregonero,  que 
con  ropa  al  pescuezo  andaba  pregonando  por  la  ciudad, 


nes »   (Carta-introducción  á  \a  Mechanicade  Aristotiles,  1545, 

de  D.  Diego  Hurtado  de  Mendoza,  publ.  por  R.  Foulché-Delbosc, 
Reviie  Hispanique,  tercer  trimestre,  1S9S).  Véase  Covarrubias, 
voce  Ganapán. 

(120)  Nebrija,  Dictionariwn:  aganapati,  baiulus:  gerulus; 
Corbulo. — Baiulus,  por  el  bastaje  ó  ganapán;  baiulo,  por  llevar  ó 
traer  cargo  á   cuestas;  gerulus,  por  el  ganapán  que  lleva  cargos.» 

{i2i)     Farsas  y  églogas por  Lucas  Fernánde^:   Madrid, 

1867,  pág.  105. 

(122)     Obras,  tomo  11,  pjg.  248. 


l86  F.    DE    HAAN 

que  es  el  oficio  más  infame  que  hay  (123).»  ¿Hay  ejemplo 
de  que  jamás  se  ha  llamado  á  nadie  pregonero?  Poca  esti- 
ma debe  haber  alcanzado  el  «oficio  mecánicoi)  para  que 
ganarse  el  pan  haya  podido  ser  deshonroso.  Pero  sea  esto 
como  fuere,  el  haberse  considerado  el  oficio  de  ganapán 
como  de  singular  oprobio  es  fuerte  indicio  de  su  origen,  y 
Jorge  Braun,  que  describiendo  los  países  de  Europa  solía 
estar  bien  enterado,  no  deja  lugar  á  duda  cuando  dice,  ha- 
blando de  los  moros  de  Granada:  «Et  quantum  uxorum 
luxui  sérico,  áureo,  argénteo,  ac  prsestantiore  vestitu  in- 
dulgere,  tantum  sibi.  viliore  habita  viri  solebant  adimere, 
síitco  scniper  oniisti,  dixm  prcedivites,  inceckntes,  iit  qnalm- 
cumqiie  oncva  mercedis  consequendce  grana  peteniíbus  fer- 
rent  (124).» 

No  he  logrado  igual  certidumbre  en  cuanto  á  la  caperu- 
za de  color;  pero  no  debe  ser  imposible  dar  con  el  cabo 
que  falta  por  atar.  Más  de  una  vez  se  habían  promulgado 
leyes  obligando  á  los  moros  á  llevar  señales  de  color  para 
ser  distinguidos  de  los  cristianos  (125).  Cuando  capituló 
Granada,  se  convino  expresamente  «que  no  mandarán  sus 
altezas  ni  el  príncipe  D.  Juan,  su  hijo,  ni  los  que  después 
dellüs  sucedieren,  para  siempre  jamás,  que  los  moros  que 
fueren  sus  vasallos  traigan  señales  en  los  vestidos  como 
los  traen  los  judíos  (126).,,  Se  ve  que  á  los  moros  estas  se- 
ñales causaban  vergüenza,  y  parece  que  después  de  la  ren- 
dición de  Granada  cayeron  en  desuso,  porque  si  bien  Ja- 
ner  dice  que  «se  les  intimó  que  usaran  de  una  señal  en  el 
sombrero  so  pena  de  quedar  esclavos  (127),»  no  he  encon- 


(123)  Tomo  I,  pág.  390. 

(124)  Civitaíes  orbis  ¡erranim.  Lféer  _pn)mís,  en  la  descrip- 
ción del  mapa  núm.  4,  Gránala.  (El  ejemplar  que  he  visto  en  la 
Bibl.  Nac,  tiene  Praefalio  de  1572;  al  fin  del  libro:  Co/oniae 
Agrippinae  apud  Berlramum  Bocholt^,  1599) 

(125)  Cortes  de  Madrigal,  1438,  cap.  55:  Madrigal,  i47l>,  ca- 
pítulo 34. 

(126)  Janer,  pág.  224. 

(127)  Janer,  pág.  26. 


FÍGAROS    Y    GANAPANES  187 

tiado  en  los  capítulos  de  Cortes,  ni  en  las  colecciones,  le- 
perloiios  y  recopilaciones  de  pragmáticas,  la  ley  que  tal 
cosa  mandara.  Pero  ya  hemos  visto  que  aproximadamen- 
te en  1540  el  Ayuntamiento  de  Zamfira  ordenó  que  los 
ganapanes  llevasen  caperuza  de  determinados  colores,  y 
es  casi  cierto  que  ordenanzas  parecidas  se  hiciesen  enton- 
ces en  otras  ciudades.  Ahora  bien:  así  se  había  señalado 
antes  á  los  judíos,  á  los  moros  y  á  las  mancebas  de  los 
clérigos  (128);  así  también  se  señaló  poco  después  a  las  mu- 
jeres públicas  (129).  Pero  ni  al  mismo  verdugo  se  le  ponía 
una  señal  parecida,  á  pesar  de  haberse  estatuido  y  ordena- 
do «que  el  dicho  verdugo  no  pueda  tocar  con  sus  manos 
cosa  alguna  de  comer  y  beber,  hasta  en  tanto  que  aquélla 
hubiere  comprado  para  su  propio  uso  (ijo).»  Por  lo  tanto, 
es  más  que  probable  que,  habiendo  las  leyes  del  reino  de- 
jado de  imponer  á  los  moriscos  el  uso  de  la  señal,  las  ciu- 
dades siguieran  exigiéndola  cuando  les  convenía.  Así  tam- 
bién se  explicaría  la  desaparición  de  la  caperuza  de  color 
con  la  expulsión  de  los  moriscos. 

Es  de  advertir  que  Cervantes  introduce  á  un  ganapán 
que  dice:  «señor  juez,  ganapán  soy,  no  lo  niego,  pero  cris- 
tiano viejo  ('31),»  y  que  el  sacristán  de  La  cueva  de  Sala- 
manca canta: 

«En  ella  se  hacen  discretos 
Los  moros  de  la  palanca  (132).» 

Bien  es  verdad  que  en  la  edición  de  i6i5  se  lee:  «los  mo- 
ros de  la  Palanca;»,  pero  faltan  pruebas  de  haber  existido 

{128)     Cortes  de  Soria,  era  141 8,  cap.  o  ° 

(i2g)  Ordenanzas  de  Salamanca,  lib.  V,  tít.  35,  pág.  63. 
«Estas  ordenanzas  hizo  la  ciudad  de  Sevilla  á  siete  de  Mayo  de 
1553  años,  y  las  aprobó  y  mandó  guardar  en  toda  Castilla  el  Rey 
D.  Felipe  el  Segundo  por  su  provisión,  dada  en  la  dicha  ciudad 
de  Sevilla,  á  trece  de  Mayo  de  1570»  ^ 

(130)  Ordinaciones  de  Zaragoza:  Zaragoza,  Diego  Dormer. 
1675.  pág.  188. 

(131)  El  jue^  de  los  divorcios,  XII.  pág.  176. 
(13:)     XII,  pág.  264. 


j^gS  F.    DE    HAAN 

un  lugar  llamado  la  Palanca  y  poblado  de  moros  con  fama 
de  poco  discretos.  Posible  es  también  que  en  vez  de  moros 
haya  que  leer  mozos,  de  la  misma  manera  que  Cervantes 
solía  llamar  á  los*esportilleros   «mozos  de  la  esportilla.» 
Los  moriscos  solían  ser  sobrios,  y  con  esto  no  concuer- 
da la  fama  que  después  tuvieron  los  ganapanes  de  comi- 
lones y  borrachos.  Pero  es  de  suponer  que  los  que,  no  reu- 
niendo condiciones  para  ejercer  otro  oficio  mejor,  se  dedi- 
caban al  humildísimo  de  ganapán,  no  tendrían  todas  las 
virtudes  de  su  raza.  Dice  Fonseca:  «Los  moriscos  de  Gra- 
nada y  de  Valencia  dan  este  descargo  de  sus  culpas:  yo  no 
bebía  vino,  y  el  cristiano  viejo  me  ha  hecho  borracho;  yo 
no  juraba,  y  el  cristiano  viejo  me  ha  hecho  renegado;  yo 
no  hurtaba,  etc.  (i33).»  Y  un  informe  oficial  nos  enseña 
que  «generalmente  todos  los  moriscos  que  beben  vino  son 
salteadores  (i34).«  Además,  «por  un  ladrón  pierden  ciento 
mesón,»  y  poco  bastaría  para  acabar  con  la  reputación  de 
los  despreciados  ganapanes. 

Faltan  pruebas  de  que  los   colores  amarillo,  bermejo, 
azul,  verde,  que  servían  para  señalar  á  judíos,  mancebas, 
mujeres  públicas",   moros,  ganapanes  y  picaros,  hayan  te- 
nido significación  ignominiosa  de  determinado  género.  Un 
autor  anónimo  de  fines  del  siglo  xv,  dice  que  «azul  presu- 
pone la  firmeza,  bermejo  lá  alegría,  verde  la  esperanza, 
amarillo  el  hambre  (^35)..)  Cuando  se  sublevaron  los  mo- 
riscos de  Teresa,  arbolaron  dos  banderas,  la  una  azul  y  la 
otra  colorada  (136).   Parece,   pues,  que  sin  parar  mientes 
en  su  significación  convencional,  se  daba  preferencia  á  co-  ■ 
lores  que  salían  á  la  vista  para  hacer  la  señal  más  fácil  de 

notar. 

Si  lo  expuesto  basta  para  probar  que  de  entre  los  mo- 

(133)  Tercera  parte,  lib.  II,  col.  53. 

(134)  Informe  del  Dr.  Licbana,  refiriéndose  á  los  años  de  1577 
á  1581,  citado  por  Janer,  pág   272.  ,     „     -o       ^  ,\ 

(,35)    Gallardo,  Ensayo,  tomo  I,  núm  758  (cois.  824,  S42,  b45J. 
(,361     Janer,  pág.  323,  copiando  una  relación  contemporánea. 


PICAROS    Y    GANAPANES  I09 

riscos  salieron   los   ganapanes,   será  fácil    dar  el  mismo 
origen  al  picaro,  y  no  sería  entonces  disparatado  sospechar 
que  el  nombre  se  derivara  del   árabe.   Recuérdese  que  el 
picaro  no  era  un  hombre  hecho  y  derecho,  sino  un  mu- 
chacho que  tenía  que  acomodarse  «á  llevar  los  cargos  que 
podían  sufrir  sus  hombros.»  Pues  bien:  por  pragmática  de 
12  de  Febrero  de  1502  se  había  mandado  salir  de  Castilla  y 
de  León  á  todos  los  moros  de  catorce  años  arriba  y  á  todas 
jas  moras  de  edad  de  doce  años  arriba.  Razonable  es  supo- 
ner que  los- muchachos  desamparados  buscasen  medios  de 
ganar  de  comer,  y  que,  no  teniendo  fuerza  bastante  para  lle- 
var cargas  más  grandes,  inventasen  el  oficio  de  esportilleros. 
En  tal  caso,  se  les  puede  haber  motejado,  ó  ellos  mismos 
pueden  haber  acostumbrado  llamar  la  atención,  con  una 
palabra  arábiga  muchas  veces  repetida,  con  la  cual  pronto 
llegarían   los  españoles  á  identificarles,  hasta  el  punto  de 
ser  aquélla  universal,  pero  gradualmente  conocida  como 
nombre  de  un  chico  de  sus  condiciones.  Las  letras/,  k,  r, 
constituyen  en   árabe  una  raíz  que  significa  «ser  pobre,» 
entre  cuyos  derivados  acaso  se  encontraría  uno  que  suene 
como  picaro  y  que  pueda  haber  sido  el  mote  ó  la  exclama- 
ción preferente  de  aquellos  muchachos  para  hacerse  notar. 
Verdad  es  que  los   arabistas  del  siglo  xvi  no  discuten  la 
palabra;  pero  lo  mismo  se  puede  decir  de  otras  cuyo  origen 
ha  sido  establecido  después.   Bien  se  me  alcanza  que  la 
filología  no  admite  la  transformación  de  /  árabe  en  p  cas- 
tellana; mas  precisamente  en  el  siglo  xvi,  y  en  boca  de  la. 
gente  baja,   notamos  con  frecuencia  la  confusión  de  /  y 
de/,  confusión  que  también,   aunque  encases  contados, 
penetró  entre  los  de  cierta  cultura.  Conocidas  son  formas 
como  pantasma,  pantasía,  paniasear;  muchas  veces  se  lee 
panfavrón,  panforrear;  se  pueden  citar  casos  aislados  de 
parol;  y  si  bien  en  estas  palabras  vemos  siempre  la/  segui- 
da de  una  «,  no  por  esto  debe  ser  imposible  que  tal  fenó- 
meno se  repitiera  en  palabra  arábiga  que,  imperfectamente 
oída  y  no  entendida,    fué   transformada  en  picaro.  Cosas 
más  extrañas  ha  verificado  la  vox  poptili,  que,  tratando  de 


jno  '  F-     DE    HAAN 


repetir  palabras  extranjeras  que  no  entiende,  echa  mano  de 
las  de  su  lenguaje  cuyo  sonido  más  se  aproxima  á  aqué- 
llas, y  salta  por  encima  de  todas  las  reglas  filológicas. 

Además,  la  gente  de  mal  vivir  que  encontramos  en  las 
continuaciones  de  la  Celestina  es  la  que  más  comunmente 
confunde  las  dos  letras;  y  á  juzgar  por  los  reniegos  y  los 
votos  á  Mahoma  y  á  la  casa  de  Meca,  como  también  por 
ordenanzas  de  algunas  ciudades,  muchos  había  entre  ellos 
más  ó  menos  convertidos.  Si  éstos  pronunciaban  mal,  ¿no 
lo  pueden  también  haber  hecho  los  primeros  picaros  ó 
quienes  les  oían?  Cuestiones  son  éstas  á  que  tengo  que 
abstenerme  de  contestar,  y  si  las  he  propuesto  no  ha  sido 
otra  mi  intención  que  ver  el  problema  discutido  y  resuelto 
por  los  que  saben. 

Bryn  Mawr  College  (Pensylvania). 


JULIÁN  RIBERA    ' 


orígenes  de  la  filosofía 


RAIMUNDO    LULIO 


Este  ha  sido  uno  de  los  problemas  de  más  difícil  solu- 
ción que  se  han  ofrecido  en  la  historia  de  la  Filosofía  es- 
pañola: el  estilo  obscuro  de  este  filósofo,  su  raro  tecnicis- 
mo, su  extravagante  método,  sus  extrañas  afirmaciones, 
unido  todo  á  la  costumbre  suya  de  no  citar  las  fuentes  de 
su  doctrina,  han  sido  causa  de  que  sus  ideas  no  hayan  po- 
dido ser  bien  comprendidas,  ni  se  haya  precisado  bien  la 
derivación  de  su  sistema. 

Nace  Lulio  en  Mallorca  poco  después  de  ser  conquistada 
por  D.  Jaime;  procede  de  familia  militar  (era  hijo  de  un  ca- 
ballero que  acompañó  al  Rey  en  aquellas  jornadas);  en  su 
tiempo  no  es  de  presumir  que  hubiese  en  la  isla  tradición  de 
estudios  cristianos  ni  escuelas  bien  organizadas  en  las  que 
se  pudiera  aprender  Filosofía;  un  sistema  tan  complicado 
como  el  de  este  filósofo  no  suele  presentarse  de  repente,  por 
modo  espontáneo,  en  ninguna  región  de  la  tierra;  ocurre, 
sin  embargo,  que  antes  de  que  el  Doctor  Iluminado  visita- 
ra los  grandes  centros  del  saber  europeo,  aparece  ya  él  en 
medio  de  las  austeridades  de  una  vida  solitaria  de  ermi- 
taño, sorprendiendo  al  mundo  con  la  portentosa  novedad 
de  su  doctrina. 

Los  fáciles  de  convencer,  que  se  satisfacen  con  cual- 
quier explicación,  pueden  descansar,  sin  empeñarse  en  lar- 
gas investigaciones,  admitiendo  como  indudable  que  Lu- 
lio se  formó  sin  maestros,  sin  lectura  de  libros,  y  que  todo 


jq2  '  JULIÁN    RIBERA 

se  le  presentara  á  la  mente  por  modo  infuso  ó  por  ilumi- 
nación; mas  toda  persona  medianamente  instruida  y  dis- 
creta no  puede  atenerse  á  tales  explicaciones,  sobre  todo 
después  de  haberse  demostrado,  con  pruebas  bastante  pal- 
marias, que  Raimundo  muchas  veces  dice  lo  que  dijeron 
otros  filósofos  más  antiguos,  infieles  ó  paganos,  que  de 
ningún  modo  pudieron  recibir  los  favores  de  la  ilumma- 
ción  divina. 

Las  obscuras  noticias  que  se  tienen  de  los  tiempos  de 
la  juventud  de  Lulio,  n¿  dan  cuenta  de  modo  claro  de  la 
marcha  de  sus  estudios  ni  de  cómo  se  formó  la  trabazón  y 
enlace  de  sus  ideas.  Ha  tenido  que  acudirse,  para  salir  de 
dudas,  á  otro  procedimiento:  el  de  comparar  sus  doctrinas 
con  las  de  filósofos  anteriores  ó  coetáneos.  Sólo  así  se  han 
podido  señalar  ciertas  coincidencias  con  algunos  muy  co- 
nocidos; se  han  visto  translucir  en  sus  afirmaciones  ideas 
de  Aristóteles,  Duns  Scotto,  Santo  Tomás,  algunos  auto- 
res árabes  como  Avicena,  etc.,  etc.;  pero  ha  quedado  se- 
rie tan  grande  de  cosas  inexplicadas,  tan  excesivo  número 
de  residuos,  que  le  hacen  aparecer  como  fenómeno  extraor- 
dinario y  anormal. 

¿Y  no  ha  podido  suceder  que  haya  él  seguido  modelos 
ignorados  y  que  hubiéramos  aplicado  á  portentosa  origina- 
lidad suya,  lo  que  no  es  otra  cosa  que  desconocimiento 
nuestro  de  los  precedentes  de  sus  doctrinas?  ¿Han  sido 
bastante  estudiadas  las  corrientes  arábigas  que  pudieron 
influir  en  la  filosofía  del  Doctor  Iluminado? 

La  instrucción  arábiga  de  Lulio  no  procede  de  malas 
traducciones  latinas,  que  algunos  escolásticos  de  bu  edad 
utilizaron,  sino  directamente  de  la  lectura  de  los  textos  ori- 
ginales. Una  ilustración  tan  profunda  y  universal  como  la 
que  poseía  el  filósofo  mallorquín  no  se  consigue  sin  mane- 
jar muy  diestramente  un  instrumento  adecuado:  es  preciso 
conocer  bien  la  lengua  en  que  las  materias  estén  tratadas; 
de  él  se  sabe  que  no  había  aprendido  latín  en  las  escue- 
las, pues  confiesa  paladinamente  que  no  sabía  gramática: 
«perqué  eu,  Ramón  (dice  en  el  prólogo  á  su  obra  Els  cent 


ori'gbnes  de  l.\  filosofía  de  r.  lulio  193 

noins  de  Deiis),  supplich  al  Sant  Pare  apostólich  é  ais  se- 
nyors  Cardenals  que'  el  fassen  pausar  en  laíí,  car  eu  no  li 
sabría  pausar,  pey  co  car  ignor  la  gyaináticd-,'  en  catalán, 
que  era  su  lengua  nativa,  y  en  la  que  escribía  y  hablaba, 
no  pudo  hacer  estudios  de  Filosofía,  porque  no  se  hallaban 
entonces  esas  materias  escritas  en  lengua  vulgar;  en  cam- 
bio, era  maestro  distinguido  en  lengua  arábiga. 

Por  este  conducto  especial  ha  de  buscarse  la  filiación 
de  su  sistema,  ya  que  sus  estudios  árabes  no  fueron,  como 
hemos  dicho,  superficiales  y  de  preparación  vulgar.  Si 
fuera  necesario  probar  el  hecho,  costaría  poco  recoger  las 
noticias  de  sus  biógrafos,  los  cuales  dicen  que  aprendió 
el  árabe  de  un  esclavo  sarraceno  (bastante  instruido  para 
sostener  acaloradas  discusiones  con  Lulio);  se  citaría  el 
hecho  de  haber  escrito  dos  libros,  el  Teliph  y  el  Atehui- 
dí  (?),  en  idioma  arábigo  (Weyler  añade  el  tratado  de  Con- 
teniplaciónj;  que  discutió  en  Bujía  con  profundos  filósofos, 
en  Bona  con  cincuenta  doctores  árabes,  etc.;  y  todo  esto 
no  puede  hacerse  conociendo  únicamente  la  lengua  del 
pueblo,  sin  estar  muy  familiarizado  con  el  tecnicismo  cien- 
tífico: él  instruía  á  los  frailes  menores  de  su  Colegio  de 
Miramar,  no  sólo  en  la  lengua  árabe,  sino  también  en  sa- 
beres y  sistemas  gue,  según  declara  en  el  Dcsconort,  eran 
á  propósito  para  reducir  á  los  moros  por  razones  necesarias, 
ya  que  no  era  eficaz,  á  su  juicio,  la  preparación  ordinaria 
de  los  misioneros. 

En  Blanquerna  dice  que  la  Fe  había  ido  á  tierras  de  mo- 
ros y  que  allí  había  encontrado  á  muchos  hombres  sabios 
en  Filosofía,  los  cuales  no  creían  en  los  propios  dogmas 
de  Mahoma,  ni  querían  admitir  autoridades  de  santos,  ni 
tener  creencia  verdadera  sin  inteligencia,  etc.  «Ara  (dice 
en  Félix  de  les  inaravelles  del  uion,  tomo  I,  pág.  94,  edición 
Aguiló)  som  sdevenguts  en  temps  que  les  gents  aman 
rahons  necesaries,  per  90  car  son  fundades  en  grans  scien- 
ces  de  philosophía  é  de  theología.» 

Lulio  profesaba  especial  cariño  á  los  musulmanes,  na- 
cido, sin  duda  alguna,  del  estudio  de  los  libros  árabes,  que 
u  '3 


,„.  JULIÁN    RIBERA 

no  se  explica  sólo  por  aquella  caridad  apostólica  que  re- 
bosaba en  su  pecho,  siempre  generoso,  noble  y  cristiano, 
puesto  que  hay  cierta  mezcla  de  admiración  particular  por 
ü  ciencia  y  las  virtudes  de  los  moros.  Véase  el  siguiente 
pasaje  del  FcUx,  donde  afirma  que  los  moros  son  mas  sen- 
satos V  juiciosos  que  los  cristianos: 

„La  rabo  per  la  qual  majorment  envdkix  avans  e  mor 
avans  chrestid  que  sarrahí,  es  car  lo  sarrahí  usa  mes  de  co- 
ses dolces.  qui  son  caldes  é  humides.  que  lo  chrestia;  é  ab 
la  aygua  que  beu  multiplica  la  humiditat,  perla  qual  duia 
humU  radical;  é  chrestiá  qui  beu  vi,  que  es  calt  e  sech, 
multiplica  la  calor  é  consuma  la  humid.tat.  Senyer,  dix 
Félix   ¿per  qual  natura  han  los  sarrahms  mes  de  smy  hon 
pus  envellexen,  é  los  chrestiáns  ne  han  menys?  Lo  hermita 
L  que  lo  vi  qui  es  vaporatíu,  é  la  vianda  que  los  chres- 
tiáns reeben  mes  que  los  sarrahins,  es  occassio  de  destruc- 
ció  del  serven,  en  lo  qual  se  fa  la  emprendo  de  entendre; 
é  la  aygua,  que  es  freda  é  húmida,  es  atemprament  de  les 
vapors;  car  per  la  humiditat  pugen  á  la  humid.tat  del  ser- 
vell   é  per  la  fredor  ne  devallen,  com  sia  la  humiditat  leus, 
é  la  fredor  greu,  per  rahó  del  subject  en  que  son;  é  car  lo 
serven  es  fret  é  humit,  pot  esser  pus  atemprat  per  ses 
semblants  vapors,  que  per  ses  desemblants.  A  conservar 
iuventut  se  cové  mils  ampia  vestadura  que  streta,  per  co 
que  láer,  per  ampia  vestadura,  puscha  participar  ab  la  su- 
perficie deis  cors.  per  lo  qual  áer   calt  pusquen  exir  les 
vapors   del  cors  quen  vol  gitar  la  potencia  digestiva;   e 
per  láer  fret  se  restrenyen  los  porus,  e  román  dintre  lo 
cors  la  calor  natural,  é  fa  sen  mils  la  digestió,  per  la  qual 
mils  se  conserva  juventut  en  hom  jove,  e  vellesa  en  hom 

No  se  limitaba  la  admiración  de  Lulio  a  modas  exclu- 
sivamente profanas,  sino  que  transcendía  á  costumbres  re- 
ligiosas de  los  moros,  las  cuales,  no  sólo  recuerda  él  propo- 
niéndolas como  ejemplo  para  excitar  á  los  cristianos,  smo 

(I)     Félix  de  les  maravelles  del  mon,  tomo  I,  pág-  292. 


ORÍGENES    DE    LA    FILOSOFÍA    DE    R.    LULIO  Ig5 

pretendiendo  introducir  en  el  cristianismo  esas  prácticas 
•devotas  de  los  musulmanes. 

El  quería  que  los  cristianos  pusiesen  al  principio  de  sus 
■cartas  el  nombre  de  Jesucristo,  como  los  sarracenos  ponen  el 
nombre  de  Mahoma  (véase  El  Amigo  y  el  Amado,  versícu- 
lo i56);  él  no  quería  la  confusión  que  se  observa  en  las 
iglesias  cristianas,  en  las  que  se  reúnen  hombres  y  mujeres, 
y  ordena  (haciendo  de  Obispo  en  Blaaqiierna):  «que  no  se 
permitiría  en  adelante  que  los  hombres  y  las  mujeres  entre 
sí  pudieran  verse  en  la  iglesia;»  y  (valiéndose  del  ejemplo 
de  los  judíos  y  de  los  moros)  dice:  «que  si  aquéllos  que  son 
infieles  y  se  hallan  en  error  y  en  vía  de  condenación  tie  ■- 
•nen  y  observan  esta  buena  ordenación,  con  cuánto  mayor 
motivo  debemos  guardarla  y  observarla  los  que  somos  cris- 
tianos.» 

Dice  Lulio  en  su  Blanquerna  (tomo  II,  pág.   134,  edi- 
ción de  la  Revista  de  Madrid):  «Preguntóle  el  Papa  (que, 
^omo  es  sabido,  es  personificación  del  mismo  Lulio)  á  un 
Cardenal  si  había  visto  llorar  á  alguno  en  su  sermón.  Y 
respondió  el  Cardenal  que  no  había  visto  llorar  á  nadie, 
pero  sí  había  visto  dormir  á  muchos  (cristianos)  en  su  ser- 
món. ¡Gran  maravilla,  dijo  el  Papa  á  los  Cardenales,  cómo 
las  gentes  tienen  tan  poca  devoción  en  los  sermones,  cuan- 
do lo%  sarracenos,  que  viven  en  error,  lloran  en  los  sermones  y 
los  oyen  con  tanta  devoción!  Respondió  á  la  sazán  un  Secre- 
tario de  la  lengua  arábiga  que  tenía  el  Papa,  y  dijo:  que 
los  sarracenos  predicaban  de  devoción  y  de  las  glorias  del  pa- 
raíso y  de  Ui'i  penas  infernales;  y  por  esto  tienen  tanta  devo- 
ción en  sus  sermones  y  lloran  por  la  devoción  que  tienen « 

Y  (con  arreglo  á  esto)  «ordenó  después  el  Santo  Padre 
que  algunos  hombres  devotos  y  de  santa  vida  anduviesen 
todos  los  días  por  las  calles  de  las  ciudades,  diciendo  y 
■proponiendo  á  las  gentes  consideraciones  de  las  penas  infer- 
nales y  de  la  gloria  celestial,  para  que  las  tuviesen  presentes 
todos  los  días.» 

En  el  prólogo  de  la  obra  Eh  cent  noms  de  Deas  expresa 
claramente  su  deseo  de  introducir  la  práctica  de  que  se 


g  JULIÁN    RIBERA 

canten  (los  versos  ,«.  hiío  Lol.o  i  los  N.,„te  &  Dw.)- 
eñts  i-lesias.  como  te  «noccno,  »¡».o.í»»  dMco,«,,, 

"'N^rlr^ue  he.os  ido  sólo  =„  busca  de  a,„ellos 
J„s"«=     -1  para  probar  .„a  tesis;  I^.ros  recorr.do 

LtobrL  de  ..e  -^^"^-brr";'^'-:'  s"¡ 
:Scrers1:nar¿.'erio":orosLp.c.,..o-en.e. 

:':::,/. ..,,  «-^^vr^  - -rraii  =:: 

STo  :ei:.:aerv:,t  .  moro,,  cosa  ,ae  ,a.  el  a.„ 

Trlt  ro:',lncs  ,ra.6  Lulio  „o  debiero.r  ser  perso- 
na^lvv  ulgares'gente  ba)a  y  de  ™alas  costumbres,  com» 
ulTy  en  todo  pueblo,  sino  con  honrbres  vntuosos  y  ot- 
inals.  con  ge«.sab,a  ,ue  bacia  .ida  ""S-  c»"^- 
votos  ermitaños  musulmanes,  á  qu.enes  alimentaba  la 
IsiL ""convertir.  Ni  una  sola  ve.  acude  i  su  memor.a 
,  Zco  a  .nocente,  de  explicar  =1  arratgo  de  los  ogm.s 
musulmanes  por  la  holgura  moral  de  su  ley,  por  la  falta 

^ireño'::tror"t:.-:póte  .»mo  babia .. 

arl:Ll  con  la  concesión  e.pl.Ua  de.,   a -^^^^^ 
mosa  V  característica  obra  suya,  el  303  el  ae  )a 

e  .1  Alcorán  V  las  bienaventuranzas  de  su  paraíso,  y 
r;,edLl  o./.a„  devotas  palabras.  ,ue  cuas,  todos 
l^s^ue  las  oian,  lloraban.  Admiróse  mucbo  el  mensajerode 


ORÍGENES   DE    LA    FILOSOFÍA    DE    R.    LULIO  iqj 

3a  devoción  que  aquella  gente  tenía  en  aquellas  palabras, 
siendo  todo  cuanto  les  predicaban  un  error  muy  grande;  y 
conoció  que  por  el  buen  modo  y  tan  devoto  que  tenían 
aquéllos  en  predicar  y  llorar,  y  porque  en  las  predicacio- 
nes les  referían  la  vida  de  muchos  hombres  que  morían 
:por  devoción,  por  esto  lloraban  aquellas  gentes.  También 
halló  itn  Libro  del  Amigo  y  del  Amado,  en  el  cual  se  refie- 
re que  los  hombres  devotos  hacían  cánticos  de  Dios  y  del 
Amor,  y  cómo  por  el  amor  de  Dios  renunciaban  los  de- 
leites temporales  é  iban  por  el  mundo  padeciendo  pobreza 
3'  otros  muchos  trabajos  (i).» 

,) pensó  ir  al  ermitaño  Blanquerna  á  rogarle  hiciese 

un  libro  que  tratase  de  la  vida  eremítica,  para  que  los  otros 
ermitaños  se  enseñasen  con  este  libro  á  saber  estar  en  con- 
templación y  devoción (A  Blanquerna)  le  vino  en  vo- 
luntad de  hacer  un  libro  del  Amigo  y  del  Amado,  enten- 
diendo por  el  amigo  cualquier  fiel  y  devoto  cristiano,  y  por 
el  amado  á  Dios  Nuestro  Señor.» 

«Mientras  Blanquerna  estaba  en  esta  consideración,  se 
acordó  de  que  en  cierta  ocasión,  siendo  él  Papa,  le  refirió 
lí»  moro:  que  entre  ellos  había  algunas  personas  religiosas,  los 
cuales  son  muy  respetados  y  estimados  sobre  los  demis,  y  se 
llaman  Sofícs  ó  Morábalos,  que  suelen  decir  algunas  parábo- 
las de  amor,  y  breves  sentencias  que  influyen  al  hombre  gran 
devoción, y  necesitan  de  exposición,  y  por  la  exposición  sube 
el  entendimiento  más  alto  en  su  contemplación,  por  cuya 
elevación  asciende  la  voluntad  y  multiplica  más  la  devo- 
ción. Después  de  haber  considerado  todo  eso,  resolvió  Blan- 
querna componer  el  libro  según  el  dicho  método  (2) » 

Hemos  trasladado,  á  pesar  de  su  extensión,  todos  los 
párrafos  anteriores  por  creerlos  de  suma  importancia:  to- 
dos ellos,  en  conjunto,  garantizan  la  formalidad  con  que 
Lulio  declara  (caso  rarísimo  en  sus  obras)  las  fuentes 
4onde  bebe;   y  esta  confesión  ha  sido  el  hilo  conductor 

(1)  Blanquerna,  tomo  II,  págs.  105  y  106. 

(2)  Tomo  II,  págs.  158,  159  y  160. 


igg  JULIÁN    RIBERA 

que  nos  ha  guiado  en   la  investigación  de  sus  modelos. 
Del  estudio  de  algunas  obras  de  los  sufies  musulmanes 
hemos  sacado  la  convicción  profunda  de  que  el  célebre  filó- 
sofo mallorquín  es  un  sufí  cristiano. 

Aquel  despego  suyo  de  toda  Orden  monástica  ó  regular; 
su  profesión  de  solitario  eremita  en  la  que  exclusivamente 
sirve  á  su  Amado;  aquel  andar  desnudo  y  pobre  discurrien- 
do de  tierra  en  tierra,  predicando,  unas  veces,  por  calles  y 
plazas,  en  formas  rudas,  á  grandes  y  pequeños,  proponien- 
do que  se  taña  por  las  noches  un  caracol  para  que  las  gen- 
•  tes  cuiden  de  hacer  examen  de  conciencia  (á  riesgo  de  que 
le  tachen  de  fatuo  y  loco),  otras,  evangelizando  por  montes 
y  valles,  yendo  á  merced  del  cielo  que  le  mantiene,  ó  re- 
tirado en  una  cueva  en  extática  contemplación,  en  com- 
pañía de  su  Amado,  sin  las  soledades  en  que  se  encontra- 
ba en  la  humana  sociedad:  todo  eso,  lo  hacían  por  las  cos- 
tas de  África,  por  él  visitadas,  multitud  incontable  de  mo- 
rabitos moros  de  su  tiempo. 

Aquél  su  criterio  especial  científico  en  que  toda  ciencia 
se  tiene  por  infusa  ó  por  iluminación  de  Dios,  y  se  pre- 
senta sin  aparato  erudito,  en  el  que  la  fe  es  superior  al 
entendimiento  y  la  verdad  es  principio  común  á  ambos,. 
y  el  entendimiento  sube  por  una  escala  donde  la  fe  le  pre- 
cede, y  en  ésta  se  apoya  aquél  para  penetrar  los  secretos 
de  Dios;  aquella  disposición  unitaria  de  la  ciencia,  donde 
todo,  alto  y  bajo,  sensible  é  intelectual,  se  armoniza,  re- 
duciéndose las  mayores  discordancias  y  antinomias:  todo 
esto,  lo  profesaban  y  decían  los  morabitos  musulmanes, 
bastantes  años  antes  de  que  él  naciera. 

Aquellas  afirmaciones  audaces  de  saborpanteístaó  quie- 
tista,  en  las  que  asegura  que  en  cierto  grado  extático  el 
Amado  y  el  Amigo  se  hacen  actualidad  única  en  esencia, 
bien  avenidas  al  propio  tiempo  con  profundas  convicciones 
■  de  la  más  pura  ortodoxia;  aquellos  argumentos  metafísico- 
teológicos,  donde  algunos  autores  ven  una  mezcla  confu- 
sa de  lo  místico  con  lo  vulgar,  lo  sagrado  con  lo  profano., 
lo  que  parece  una  sandez  con  la  ocurrencia  más  sutil,  ar- 


ORÍGENES    DE    LA    FILOSOFÍA    DE    R.    LULIO  IQQ 

gumentos  que  muchos  cristianos  no  comprendían  y  á  Lu- 
lio  parecían  tan  claros;  aquel  tecnicismo  tan  extraño,  tan 
incomprensible,  del  que  se  ha  dicho  que  se  ha  perdido  la 
llave  de  su  inteligencia;  aquellos  dejos  cabalísticos  de  su 
sistema,  etc.;  eran  tecnicismo,  doctrina  y  maneras  de  decir 
de  místicos  musulmanes  contemporáneos  de  Lulio. 

Aquel  método  especial  didáctico  que  se  tiene  como  in- 
novación introducida  por  el  Doctor  Iluminado,  por  el  que 
todo  se  enseña  en  verso,  incluso  la  lógica,  y  todo  se  vul- 
gariza en  prosa  por  medios  figurativos  (no  en  forma  espe- 
culativa y  abstracta,  sino  con  representaciones  gráficas, 
con  schemas,  círculos  concéntricos,  excéntricos,  cuadra- 
dos, etc.),  para  que  entre  por  los  ojos  en  la  inteligencia  de 
las  muchedumbres,  era  método  peculiar  y  característico 
de  los  sufíes  musulmanes  coetáneos  de  Lulio. 

Para  probar  estas  afirmaciones  y  demostrar  la  semejan- 
za de  ideas  y  conducta,  podríamos  ir  acumulando  testi- 
monios de  la  vida  andante  de  muchos  sufíes  españoles  que 
pasaron  por  el  Norte  de  África  en  tiempos  inmediatamen- 
te anteriores  á  los  de  Lulio,  y  se  hicieron  célebres  por  su 
talento  y  devoción,  v.  gr.,  el  morabito  murciano  Aben- 
sabín,  filósofo  que  iba  predicando  por  calles  y  plazas,  que 
enseñaba  por  símbolos  y  alegorías,  y  para  exponer  sus 
metafísicas  disquisiciones  empleaba  un  lenguaje  enigmá- 
tico y  obscuro,  tras  del  cual  se  escondían  sus  audaces  doc- 
trinas de  no  muy  segura  ortodoxia;  ó  el  asceta  Abenhud, 
también  murciano,  descendiente  de  personas  muy  princi- 
pales, que  anduvo  por  el  mundo  cubierto  con  su  célebre 
capuchón  y  raro  traje  de  anacoreta  (sobre  el  que  se  des- 
tacaba su  blanca  y  venerable  barba);  entregado  á  peniten- 
cias, austeridades,  visiones  místicas,  meditabundo  siem- 
pre, siempre  triste  y  sollozando,  y  cuyos  versos  despedían 
á  cien  leguas  un  tufillo  panteísta;  ó  el  célebre  guadijeño 
el  Xextorí,  sapientísimo  varón  á  quien  acompañaban  mul- 
titud de  pobres  y  desarrapados  ermitaños,  extasiándose 
al  oir  recitar  á  su  maestro  sus  vwaxahas  y  zachales  de 
asombrosa  espontaneidad,  en  las  que  cantaba  sus  místicos 


2^Q  JULIÁN    RIBERA 


amores;  ó  el  Harelí.  ó  Abulabás,  murcianos  los  dos;  ó  Al- 
larid.  Alafif,  Abumadián.  etc.,  etc.;  es  decir,  una  tm-ba- 
nudtk  que  pululaba  por  Occidente  y  Oriente  y  hacra  la 
misma  vida  y  profesaba  semejantes  adeas. 

Mas  entre  todos  ellos  se  yergue  y  descuella,  como  las 
cumbres  del  Moncayo  sobre  los  monteciUos  que  las  cncun- 
dan  un  doctísimo  varón,  metafísico  profundo,  gran  poeta 
místico,  maestro  universal,  Mohidín  Abenarabí,  de  Mur- 
cia, cuya  v.da,  opiniones  y  sistema  son  como  un  retrato 
anticipado  de  la  vida,  opiniones  y  sistema  del  filosofo  ma- 

""Sréoincidencias  muy  curiosas  en  la  vida  de  ambos 
personajes;  unas  son  completamente  fortuitas;  otras  no 
pueden  ser  casuales:  denuncian  relación  personal  de  mo- 
delo y  copia.  . 

Aprovechándonos  de  los  numerosos  datos  biografieos 
esparcidos  en  las  voluminosas  obras  de  este  místico  mu- 
sulmán-español (AlfotuhaU  Ahnohadamt,  el  Dtvan  de  sus 
poesías,  publicadas  en  el  Cairo)  y  de  las  notas  biográficas 
que  nos  proporcionan  algunos  autores  (Almacari,  Aben- 
xáquir,  Abenalcadi,  etc.),  trataremos  de  bosquejar  el  cua- 
dro de  su  vida.  ,  . 

Se-ún  él  mismo  nos  refiere,  nació  en  Murcia  en  el  ano 
ii65  de  nuestra  Era,  de  familia  acomodada,  de  antigua  y 
noble   estirpe.   Entre    sus    antepasados    habían    ocurrido 
eiemplos  de  rápidas  mutaciones  de  conducta,  de  vida  suel- 
ta y  mundanal,  á  la  austera  y  retirada;   un  tío  suyo,  por 
parte  de  madre,  Yahia  (hijo  de  Tugan),  Rey  de  Treme- 
cén   conmovido  por  las  rudas  advertencias  de  un  morabito 
á  quien  encontró  cierto  día  en  que  andaba  él  cabalgando 
por  las  inmediaciones  de  esa  ciudad  acompañado  de  sus 
cortesanos,  apeóse  del  caballo,  despojóse  de  sus  vestidu- 
ras reales,  se  puso  á  llorar,  y  se  fué  luego  á  servir  á  Dios 
en  compañía  del  ermitaño;  y  allí,  en  el  retiro   se  ganaba 
la  vida  haciendo  leña  de  los  bosques,  la  cual  iba  a  vender 
al  mercado  de  Tremecén,  donde  la  gente  solicitaba  con 
respeto  sus  plegarias  y  oraciones. 


orígenes    de    la    filosofía    de    R.    LULIO  201 

A  nuestro  Mohidín  debió  también  ocurriría  algo  que 
determinara  un  cam.bio  de  ideas  y  de  vida:  él  recuerda  en 
su  vejez,  con  pesar  y  remordimiento,  aquellos  años  de  su 
alegre  juventud  que  transcurrieron  sin  que  se  acordara  de 
Dios,  en  sus  cacerías  por  los  campos  de  Carmona  y  Palma 
del  Rio  con  los  halcones  y  caballos  de  su  padre.  Los  ocho 
primeros  años  de  su  vida  los  pasó  en  Murcia;  después 
trasladáronle  sus  padres  á  Sevilla.  De  los  tiempos  de  su 
infancia  apenas  recuerda  sino  algunas  palabras  oídas  pro- 
nunciar al  predicador  en  el  pulpito  de  la  aljama  de  aque- 
lla ciudad. 

Vivió  en  Sevilla  durante  sus  mocedades;  luego  dióse  á 
viajar;  por  fin  se  fué  á  Oriente,  de  donde  jamás  volvió. 

Como  los  jóvenes  de  su  tiernpo,  aprendió  lecturas  alco- 
ránicas, literatura,  historia,  etc.;  un  tío  suyo,  hermano  de 
su  padre,  se  entretenía  enseñándole  versos. 

En  una  excursión  que  hizo  á  Córdoba,  compuso  algu- 
nos con  motivo  de  la  visita  que  hizo  á  Medina  Azahra, 
cuyas  ruinas  eran  ya  entonces  mansión  de  alimañas  y 
fieras. 

Llegado  á  mayor  edad,  parece  que  fué  nombrado  Se- 
cretario del  Gobierno  de  Sevilla. 

No  sabemos  si  ¡as  exhortaciones  de  su  piadosa  madre,  ó 
las  de  Mariam,  su  mujer,  ú  otras  causas,  determinaron  en 
él  la  dirección  nueva:  lo  cierto  es  que  Abulabás  el  Magre- 
bí,  sufí  sevillano,  procedente  de  los  Algarbes,  fué  su  pri- 
mer maestro  en  las  ciencias  divinas,  y  que  á  la  cátedra  de 
este  doctor  asistía  aquél  juntamente  con  otros  sevillanos 
compañeros  de  Orden,  á  cuyo  recuerdo  dedicó  posterior- 
mente una  obra  histórica  refiriendo  noticias  de  esa  es- 
cuela. 

En  los  libros  de  Mohidín  que  se  han  conservado  y  co- 
nocemos, se  hace  mención  frecuente  de  haber  leído  él  y 
aprendido  algunas  obras  del  filósofo  español  Abenhazam; 
se  recuerda  el  haber  manejado  El  secreto  de  los  secretos, 
obra  que  corría  por  las  escuelas  árabes  como  de  Aristóte- 
les, además  de  otros  tratados  que  no  estaban  muy  en  ar- 


202  JULIÁN   RIBERA 

monía  con  las  enseñanzas  de  la  ortodoxia  oficial.  Da  no- 
ticia de  algunas  polémicas  ó  discusiones  que  tuvo  con  al- 
gunos motadles  y  filósofos,  en  las  que,  por  supuesto,  siem- 
pre salía  vencedor. 

Sin  embargo,  su  principal  ocupación  en  aquel  tiempo 
era  ya  frecuentar  el  trato  de  ermitaños  y  morabitos.  Uno 
de  los  recuerdos  que  con  más  cariño  le  venía  á  la  memo- 
ria era  la  vida  y  costumbres  de  una  piadosa  mujer  con 
quien  le  unieron  lazos  de  hermandad  en  el  servicio  de  Dios: 
Fátima  la  sevillana,  la  sufí,  para  la  cual  el  propio  Mohi- 
dín  construyó  una  choza  de  cañas,  donde  vivió  ella  reti- 
rada y  pobremente.  Las  relaciones  entre  ambos  no  podían 
ser  ni  más  honestas  ni  más  platónicas:  él  iba  acompañado 
de  su  madre  á  visitarla;  y  aunque  nos  refiere  que  se  rubo- 
rizaba al  ver  lo  sonrosado  de  las  mejillas  de  aquella  mu- 
jer, que  por  la  buena  conservación  de  sus  carnes  parecía 
una  joven  de  catorce  años,  hay  que  saber  que  esa  señora 
tenía,  siendo  él  muy  joven,  sus  noventa  y  cinco  años  bien 
pasados  y  cumplidos. 

Además  de  esta  beata,  conserva  memoria  de  otra  de 
Marchena,  á  quien  él  llamaba  El  sol  de  las  siervas  de  Alá, 
la  madre  de  los  pobres  (faquires);  de  otra  de  Sevilla,  Oma- 
zahra,  y,  en  fin,  de  una  multitud  incontable  de  ascetas, 
místicos  y  ermitaños  que  pululaban  por  Sevilla,  por  el 
Aljarfe,  por  Ronda,  Marchena,  Córdoba,  Granada,  etc. 

El  maestro  de  cuyas  enseñanzas  se  acuerda  de  modo 
más  insistente,  es  de  Abdalá  el  de  Morón,  del  cual  apren- 
dió la  teología. 

Llegado  á  mayor  edad  y  provisto  de  buen  caudal  de 
conocimientos  (conocía,  según  él,  la  civilización  árabe, 
persa,  griega  é  india),  emprendió  algunos  viajes:  fué  á 
Túnez;  de  allí  recuerda  haber  compuesto  en  la  aljama 
Aceitún  una  poesía  que  luego,  de  retorno,  con  gran  sor- 
presa, encontróse  que,  sin  haberla  escrito  él  ni  haberla 
comunicado  á  nadie,  la  recitaban  como  suya  por  los  mer- 
cados de  Sevilla.  Estuvo  en  Fez;  en  la  aljama  de  esta  ciu- 
dad recibió  iluminaciones  celestiales;  en  el  jardín  de  Aben- 


ORÍGENES   DE    LA    FILOSOFÍA    DE    R.    LULIO  203 

hayún,  donde  se  reunían  sus  devotos,  se  hizo  admirar  por 
la  sabiduría  que  revelaba  en  sus  discursos.  Al  pasar  por 
Ceuta  estudió  en  casa  de  un  asceta  discípulo  de  Algazalí, 
autor  cuyas  doctrinas  gustaba  Mohidín  de  poner  en  verso. 

Antes  de  advertir  la  misión  que  el  cielo  le  tenía  reser- 
vada en  Oriente,  estuvo  en  otras  comarcas:  se  le  ve  á  la 
edad  de  veintinueve  años  en  Tarifa  y  en  Tremecén  (donde 
visita  el  sepulcro  de  su  tío,  el  venerable  Yahia,  mencio- 
nado antes);  en  Túnez  á  los  treinta;  á  los  treinta  y  uno  en 
Fez;  á  los  treinta  y  dos  de  nuevo  en  Sevilla;  de  aquí  vuel- 
ve á  Fez;  á  los  treinta  y  cinco  años  en  Granada  (y  en  Al- 
mería, donde  compone  una  obra  alegórica  y  mística),  y  á 
los  treinta  y  siete  lo  encontramos  en  Marruecos. 

En  esta  ciudad  es  donde  ya  recibe  aviso  del  cielo  di- 
ciendo que  debía  ir  á  Oriente:  un  pájaro  de  maravillosa 
hermosura  se  lo  advierte  revoloteando  por  la  habitación  ó 
ermita  donde  él  se  hallaba.  Impulsado  por  este  aviso  pro- 
digioso, parte  para  Oriente;  pasa  por  Fez  y  Bujía,  donde 
un  portentoso  sueño  que  le  ocurre  lo  explica  un  adivino 
diciendo  que  el  hombre  que  lo  ha  tenido  ha  de  ser  conoce- 
dor de  todas  las  ciencias  divinas  y  humanas;  pasa  por  Tú- 
nez, ciudad  que  fué  testigo  de  sus  exaltaciones  piadosas: 
iba  á  visitar  á  sus  hermanos  en  una  cueva  situada  en  me- 
dio de  los  cementerios  de  la  parte  oriental;  por  Egipto, 
del  que  no  debió  llevarse  buen  recuerdo  por  el  escándalo 
que  causaron  sus  ideas:  estuvieron  á  punto  de  matarle  por 
hereje;  de  allí  se  fué  á  la  Meca. 

En  la  capital  del  islamismo  recibe  grandes  iluminacio- 
nes de  Dios,  sobre  todo  al  tiempo  de  dar  vueltas  alrede- 
dor de  la  Caba  (esas  iluminaciones  motivaron  su  obra 
principal):  tenía  entonces  treinta  y  nueve  años;  á  los  cua- 
renta y  uno  aparece  en  Bagdad  y  en  Mosul;  á  los  cuaren- 
ta y  dos  se  halla  en  las  cercanías  de  Armenia  (estuvo  en 
Miafaricáin,  Diarbéquer,  Iconia,  Sivas,  etc.);  vuelve  á 
Egipto  (y  á  Jerusalén  y  Bagdad);  poco  después  se  le  ve  en 
Malatia  (Asia  Menor),  en  país  dominado  por  los  griegos 
bizantinos,  y  contrae  matrimonio,  del  que  le  nacen  dos 


204  JULIÁN    RIBERA 

hijos  (poetas  célebres  después);  á  los  cincuenta  se  halla 
en  Damasco;  en  Emesa  le  concede  el  Rey  una  pensión  de 
cien  pesetas  diarias,  que  reparte  Mohidín  entre  los  pobres; 
á  los  cincuenta  y  ocho  habita  en  Alepo  una  casa  regalada 
por  el  señor  de  la  ciudad  (y  nuestro  Mohidín  la  da  como 
limosna  á  un  mendigo  de  la  calle),  y  vuelve,  por  último, 
á  Damasco:  tendría  entonces  unos  setenta  y  tres  años. 

Allí,  después  de  escribir  su  más  importante  obra,  Alfo- 
tiihat,  en  medio  de  continuas  revelaciones  é  iluminaciones, 
en  las  que  por  infusión  recibe  la  ciencia  metafísica  en  for- 
mas y  figuras  geométricas,  muere  á  la  edad  de  ochenta 
años,  respetado  y  venerado  por  sus  virtudes  y  talentos. 
(A  estas  fechas  comenzaría  á  balbucir  en  los  brazos  de  la 
nodriza,  en  la  ciudad  de  Palma,  el  niño  Raymundo,  que 
luego,  ya  hombre,  recorrió  como  misionero  cristiano  los 
misamos  lugares  que  cuarenta  ó  sesenta  años  antes  había 
atravesado  ese  morabito  musulmán  español.) 

En  el  continuo  movimiento   que  consigo  lleva  la  vida 
trashumante,  Mohidín,  aunque  parece  esquivar  los  ruidos 
mundanales  y  procura  ocultarse  en  su  pobreza  y  vida  so- 
litaria, no  pasa  obscuro  ni  desconocido  en  ningún  lugar; 
aunque  dice  ser  un  loco  que  va  enseñando  y  moralizando 
á  los  discretos,  conferencia  con  sus  hermanos  y  amaes- 
tra á  sus  discípulos  (y  esos  pobres  morabitos  y  ermitaños 
constituían  por  entonces,  como  en  muchos  tiempos  pos- 
teriores, un  formidable   poder  en  el  mundo  musulmán); 
amonesta  á  los  pueblos;  mueve  á  los  Reyes  para  que  re- 
sistan á  los  cristianos;  escríbeles  para  que  no  consientan 
á  esos  infieles  levantar  iglesias,  ni  que  toquen  las  campa- 
nas,  ni,   dando   voces,   paseen  las  ciudades  formados  en 
procesión  (Mohidín  está  en    Oriente   en  la  época  de  las 
Cruzadas);  exhórtales  para  que  no  permitan  que  los  cris- 
tianos se  mezclen  con  los  musulmanes,  vistiendo  aquellos 
<:omo   éstos;  escribe  á  sus  correligionarios  que  viven  en 
país  de  los  griegos  á  perseverar  en  su  religión,  y  si  bien 
procura  no  entablar  disputa  con  los  misioneros  cristianos 
(cosa  que  él  detesta),  se  alaba  algunas  veces  de  la  conver- 


ORÍGENES    DE    LA     FILOSOFÍA    DE    R.    LULIO  2O5 

sión  de  algún  cristiano,  debida  á  la  ejemplaridad  de  las 
virtudes  musulmanas'}-  á  la  claridad  y  excelsitud  de  los 
dogmas  de  su  religión,  que,  á  su  parecer,  son  más  com- 
prensivos que  los  de  las  otras  religiones,  puesto  que  en- 
cierran totio  lo  bueno  del  Evangelio  y  de  la  ley  de  Moisés. 
Vióse  honrado  por  reyes  y  pueblos  en  los  últimos  tiempos 
que  vivió,  y  tanta  impresión  causaron  sus  profundas  es- 
peculaciones científicas,  que  sus  libros  se  han  conservado 
y  leído  en  todas  las  comarcas  del  Islam.  No  hace  dos  si- 
glos todavía,  sabios  viajeros  musulmanes  de  Almagi'eb 
iban  devotamente  á  las  faldas  del  Casión,  monte  que  se 
halla  en  las  inmediaciones  de  Damasco,  para  rezar  sobre 
la  tumba,  aún  entonces  venerada,  de  aquel  insigne  místico 
español. 

Las  curiosas  semejanzas  que  aparecen  en  la  vida  de  los 
dos  místicos  españoles  transcienden  á  su  fecundidad  litera- 
ria: Mohidín,  como  Lulio,  escribió  más  de  cuatrocientas 
obras;  éstas  son,  al  menos,  las  confesadas  por  él  mismo 
en  un  documento  expedido  á  favor  de  un  hijo  del  Sultán 
el  Cámil. 

Esta  semejanza  de  conducta  puede  ser  completamente 
fortuita;  lo  que  no  es  fácil  explicar  por  mera  coincidencia 
son  las  analogías  de  sus  sistemas,  'principios,  métodos, 
formas  de  exposición,  y  particularmente  dos  ó  tres  tan 
personales,  que  indican  íntima  é  inmediata  relación  entre 
ambos. 

El  móvil  que  excitó  á  Mohidín  á  escribir  sus  libros  fué 
el  adoctrinar  y  amonestar  á  los  morabitos  y  ermitaños,  á 
fin  de  que  el  nombre  de  Dios  sea  venerado  acá  en  la  tierra, 
y  el  de  edificar  y  moralizar  á  los  hombres,  haciendo  que 
eleven  su  entendimiento  hasta  alcanzar  las  verdades  divi- 
nas. Si  da  importancia  á  las  ciencias  que  tienen  por  objeto 
las  cosas  del  universo,  es  para  conocer  mejor  al  Amado. 
El  colmo  del  saber  lo  constituye  el  conocimiento  de  la  • 
esencia  del  amor  divino. 

Mohidín,  como  Lulio,  afirma  que  la  ciencia  es  una,  y 
busca  lo  uno:  las  cosas  existentes  no  son  más  que  las  pa- 


2o5  JULIÁN    RIBERA. 

labras  de  Dios;  Éste  ve  su  propia  imagen  en  las  criaturas, 
como  el  hombre  ve  su  propia  imagen  al  colocarse  delante 

de  un  espejo. 

Mohidin,  como  Lulio,  dice  que  se  alcanzan  las  ciencias 
por  fe  y  por  entendimiento;  mas  la  potencia  espiritual  de 
la  fe  es  más  fuerte  que  la  de  la  natural  razón;  la  fe  está 
sobre  el  entendimiento  y  el  discurso;  la  fe  da  la  ciencia 
infusa,  no  la  adquirida;  el  entendimiento  necesita  siempre 
de  algún  apoyo  en  sus  demostraciones,  hasta  el  punto  que 
si  éstls  no  se  fundan  en  razones  necesarias,  no  constituyen 
dencia;  en  cambio  ,  la  fe  es  necesaria  por  sí  misma,  y  sirve 
por  esto  de  apoyo  al  entendimiento  en  la  investigación  de 
la  verdad.  Con  la  voluntad  se  alcanza  más  elevada  ciencia 
que  la  de  los  filósofos;  lo  que  no  logra  conocer  el  entendi- 
miento humano  por  razonamiento  discursivo.  Dios  lo  des- 
cubre á  sus  siervos,  porque  muchas  cosas  están  á  la  otra 
parte  del  monte  de  la  inteligencia  humana,  y  Dios  concede 
la  ciencia  de  esas  verdades  superiores  á  los  hombres  de  vo-. 
luntad:  el  silogismo  lógico  no  basta  para  la  metafísica  ó 
divina  ciencia. 

El  medio  por  el  que  Mohidin,  según  él  dice,  logró  saber 
todas  las  ciencias,  es  la  i  laminación  de  Dios,  como  de  sí  afir- 
ma Lulio:  de  esta  manera,  estando  aquél  en  Sevilla,  reci- 
be el  conocimiento  de  las  ciencias  naturales  y  astronómi- 
cas, sin  libros  ni  maestros;  declara  Mohidin  que  la  alqui- 
mia la  supo  por  un  cierto  modo  de  intuición,  como  cien- 
cia infusa:  por  eso  en  sus  libros  no  suele  citar  con  fre- 
cuencia, como  hacen  otros  autores,  las  referencias  de  los 
sabios;  «nosotros,  dice  (Lulio  hizo  lo  mismo),  no  somos 
de  los  que  refieren  las  palabras  de  éstos  ni  los  dichos  de 
aquéllos:  sólo  exponemos  en  éste  libro  {Alfotuhat),  y  en  to- 
dos los  nuestros,  lo  que  por  iluminación  divina  se  nos  ha 
concedido,  lo  que  Dios  nos  ha  dictado.» 

Su  sistema,  como  el  de  Lulio,  es  armónico:  para  él,  en- 
tre el  mundo  superior  y  el  inferior  hay  perfectísimo  acuer- 
do; las  formas  de  las  esferas  superiores  están  en  las  formas 
bajas  elementales;  hay  perfecta  concordancia  en  todos  los 


ORÍGENES    DE    LA    FILOSOFÍA    DE    R.    LULIO  20/ 

Órdenes:  el  ontológico,  el  lógico  y  el  moral:  así,  el  ser 
puro,  el  no  ser  puro  y  el  no  ser  que  puede  llegar  á  ser,  es 
decir,  lo  posible,  se  corresponden  en  otro  orden  de  consi- 
deraciones con  Dios,  la  nada  y  el  mundo;  la  afirmación,  la 
negación  y  la  duda;  la  hez,  las  tinieblas  y  el  crepúsculo,  y 
el  cielo,  el  infierno  y  el  barzaj  (0.  La  interior  armonía 
de  su  sistema  llega  al  extremo  de  concluir  en  resuelto  y 
audaz  panteísmo,  al  que  con  gran  atrevimiento  lógico 
lo  hace  derivar  de  los  dogmas  fundamentales  del  Islam 
y  hasta  lo  hace  salir  de  la  letra  misma  de  los  textos  alco- 
ránicos. 

La  forma  que  usó  Mohidín  para  exponer  sus  ideas  (lo 
que  podríamos  llamar  su  método  didáctico)  tiene  seme- 
janzas indudables  con  la  de  Lulio. 

De  todas  las  materias  escribe  Mohidín  en  verso,  así  sea 
el  asunto  más  árido;  sus  versos  se  resienten,  por  lo  tanto, 
de  sequedad:  mucho  ritmo,  mucha  música;  poesía  escasa; 
allí  el  martilleo  de  la  rima  sirve  de  medio  para  que  se 
aprenda  de  memoria  lo  que  trata  de  exponer;  versos  me- 
tafísicos,  de  difícil  inteligencia,  conceptuosos,  aunque  los 
escribiera  con  facilidad  tan  extraordinaria  que  pudiera  él 
creerse,  aun  en  esto,  iluminado:  los  hacía  soñando  y  los 
recordaba  despierto;  á  veces,  al  despertar,  notaba  que  le 
iban  saliendo  de  la  boca  maquinalmente,  sin  esfuerzo  in- 
telectual, como  si  alguien  que  estuviera  dentro  de  sí  mis- 
mo se  los  dictara.  Los  hizo  en  toda  clase  de  metros  y 
rima,  según  la  moda  árabe,  mono-rimada,  y  en  moaxahas 
y  zachales.  Se  percibe  color  poético  acentuado  en  algunas 
poesías  místicas,  en  las  que,  bajo  símbolos  diversos,  se 
dirige  á  Dios,  su  Amado.  De  estas  últimas  habremos  de 
tratar  después  particularmente. 

En  Mohidín  la  cabala  desempeña  gran  papel:  suele  mez- 
clarse en  casi  todas  sus  especulaciones,  y  por  ella  explica 
á  veces  lo  más  abstruso  y  metafísico;  cree  en  la  virtud  es- 

(i)  Véase  el  trabajo  siguieate  del  Sr.  Asín,  doade  algunos  de 
estos  términos  están  bien  explicados. 


2o8  JULIÁN    RIBERA 

pedal  de  letras  y  números,  y  los  utiliza  como  medio  di- 
dáctico en  cuadros  encasillados. 

A  Mohidín,  como  á  Lulio,  se  le  aparece  todo  en  símbo- 


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los  y  materializaciones  gráficas  de  lo  suprasensible:  la 
ciencia  se  le  presenta  en  formas  geométricas,  y  para  ex- 
plicarla usa  de  triángulos,  cuadrados  envueltos  unos  en 
otros,  círculos  concéntricos,  círculos  excéntricos,  cuadra- 


dos cerrados  por  círculos,  de  los  cuales  algunos  tienen 
parentesco  cercano  con  los  de  Lulio;  en  otros  se  ve  se- 
mejanza tan  completa,  que  denota  relación  íntima  entre 


ORÍGENES    DK    LA.    FILOSOFÍA    DE    R.     LULIO  2O9 

los  de  ambos,  como  si  se  hubieran  copiado  uno  al  otro  (0. 

A  Mohidín,  como  á  Lulio,  se  le  ofrecen  las  verdades 
metafísicas  y  divinas  en  formas  sensibles:  él  veía  á  Dios, 
unas  veces,  en  forma  de  luz  sin  rayos,  en  la  cual,  como 
diluida,  encontrábase  su  alma,  y,  al  propio  tiempo,  en 
ésta  hallábanse  todas  las  cosas  con  sus  constitutivos  esen- 
ciales; otras  veces,  se  le  representaba  como  el  punto  cén- 
trico de  un  círculo,  del  que  salía  como  radios  todo  lo  posi- 
ble, y  lo  que  estaba  más  allá  de  la  circunferencia  era  lo 
imposible,  la  liada  pura,  etc.;  y  esas  visiones  prodigiosas 
que  en  su  iluminación  veía,  eran  de  cosas  sensibles,  no 
intelectuales;  en  forma  real,  no  ideal.  Así  no  es  extraño 
que  en  varias  de  sus  obras  ponga  representaciones  gráfi- 
cas para  qué  se  lo  figurasen  más  fácilmente  los  hombres 
de  imaginación  (2). 

El  tecnicismo  de  Mohidín,  como  el  de  Lulio,  es  difícil 
y  obscuro  para  los  extraños;  mejor  dicho,  según  él  afirma, 
su  ciencia  ni  puede  sujetarse  á  tecnicismo,  ni  basta  la 
lengua  vulgar  para  exponerla.  Respecto  á  cosas  que  tie- 
nen semejanzas  entre  sí,  cabe  el  que  los  hombres  coinci- 
dan en  dar  los  mismos  nombres  á  los  mismos  objetos; 
pero  en  estas  ciencias  divinas  que  por  iluminación  se  ob- 
tienen, no  hay  términos  de  comparación:  lo  de  Dios  no 
tiene  semejante;  por  otro  lado,  no  ocurre  jamás  que  auna 

(i)  Véanse  en  el  trabjjo  del  Sr.  Asín  la  figura  y  explicación  del 
Círculo  de  lo  posible  y  los  Círculos  de  los  géneros  y  las  espe- 
cies. 

(2)  Nos  dice  Mohidín  en  su- Alfotuhat  (tomo  III,  pág.  523)  «que 
escribió  un  libro  tiiulado  Formación  de  tablas  y  círculos,  en  el 
cual  representó  el  Universo  mundo  e.vemplijicado  por  figuras,  á 
fin  de  hacer  verosímil  la  ciencia  á  los  hombres  de  imaginación; 
porque  la  inteligencia  no  tiene  más  remedio  que  servirse  de  ima- 
ginaciones en  las  cosas  que  ella  cree;  y  así,  con  este  libro  se  las 
representa  y  queda  vencida  por  el  dominio  de  la  fantasía,  y  enton- 
ces ya  puede  formarse  idea  exacta  de  ellas.» 

Estas  palabras,  parecerán  á  los  entendidos,  arrancadas  de  las 
obras  de  Lulio,  y,  sin  embargo,  iMohidín  escribía  esto  siete  ú  ocho 
años  antes  de  que  naciera  el  Doctor  iluminado. 

11  14 


^jQ  .  JULIÁN    RIBERA 

misma  persona  se  le  aparezca  lo  divino  dos  veces  en  la 
misma  forma:  por  consecuencia,  es  imposible  que  haya 
tecnicismo  para  comunicarlo;  además,  sucédeles  á  los  su  ■ 
fíes  lo  que  á  los  enamorados,  los  cuales,  en  su  exaltación 
erótica,  hablan  como  locos  de  una  manera  desaforada  y 
anormal,  porque  no  pueden  contenerse  ni  medir  el  alcan- 
ce de  sus  palabras.  ^ 

Por  todo  lo  anteriormente  expuesto,  se  comprendera  que 
la  situación  de  Mohidín  dentro  del  islamismo  fué  muy  se- 
mejante á  la  de  Lulio  entre  los  cristianos.  Aquél,  como 
éste  era  por  un  extremo,  enemigo  declarado  de  averrois- 
tas  y  librepensadores  que  no  admitían  revelación,  ni  tex- 
tos ni  fe-  y  por  otro,  anda  fuera  un  tanto  desviado  de  la 
Iglesia  oficial,  la  cual  pretenden  ambos  reformar  y  morali- 
¿  por  medios  y  con  enseñanzas  que  no  eran  los  oficiales 
Los  sufíes  querían  restablecer  el  antiguo  modo  de  vivir  del 
Islam  es  decir,  el  de  los  tiempos  inmediatos  a  Mahoma; 
Lulio 'quería  resucitar  la  soberana  Orden  apostólica. 

La  Iglesia  oficial  en  ambas  religiones  les  trató  con  has 
tante  frialdad,  y  los  racionalistas  de  ambos  pueblos  les  ta- 
charon de  locos  y  de  fautores  de  utopias. 

De  los  morabitos,  decían  los  faquíes,  que  hablaban  como 
borrachos,  en  lengua  incomprensible;  que  sus  palabras 
tenían  sentido  tomadas  una  á  una.  juntas  en  la  oración  no 
podían  entenderse.  En  cambio,  sus  discípulos  y  secuaces 
encontraban  sentidos  ocultos  admirables  en  lo  mismo  que 
los  otros  no  comprendían,  y  solían  decir  de  sus  contra- 
dictores que  no  eran  más  que  espuma  y  polvo  que  el  tiem- 

^^.to^cuán  ignorantes!  (dice  Camaledín,  gran  sabio  de 
•Siril),  ¡oh,  cuan  ignorantes  son  aquéllos  que  reprueban 
ciertas  expresiones  y  palabras  que  Mohidm  empleaba  en 
sus  escritos,  cuyo  sentido  desconocen  por  no  tener  el  ta- 
lento necesario!  ¡Que  vengan!  yo  les  daré  solución  á  las  di- 
ficultades y  explicaré  lo  que  aquel  varón  insigne  quiso  de- 
cir: de  este  modo  aparecerá  clara  la  verdad  y  podran  ce- 
sar las  erróneas  preocupaciones. » 


ORÍGENES    DE    LA.    FILOSOFÍA    DE    R.    LULIO  211 

Le  preguntaron  á  Zaruc  el  Bornosí,  el  faquí,  acerca  del 
juicio  que  había  formado  de  Mohidín,  y  dijo:— En  mi  sen- 
tir, es  un  maestro  universal;  le  tengo  por  el  más  sabio  en- 
tre los  sabios  que  lo  saben  todo;  he  de  confesar,  sin  em- 
bargo, en  cuanto  atañe  á  su  ortodoxia,  que  las  opiniones 
no  son  unánimes:  unos  dicen  que  es  un  impío,  un  incré- 
dulo; otros  que  es  un  santo  varón  que  Dios  ha  suscitado 
para  ejemplo  de  los  musulmanes.— Pero  tú,  ¿por  cuál  de 
los  dos  extremos  te  decides?  le  preguntaron,  y  contestó 
Zaruc:— Decir  que  es  un  incrédulo  me  parece,  por  una 
parte,  peligroso;  mas  decir  que  es  un  santo  varón,  puede 
ser,  por  otra,  muy  arriesgado  y  expuesto  á  que  cause  es- 
cándalo entre  los  ignorantes.  Esta  es  la  opinión  que  debe 
iormar  la  persona  sensata  de  todos  esos  individuos,  como 
el  Parid,  el  Xextorí,  Abenamla,  Abensabín,  el  Afif  de 
Tremecén,  etc.,  en  cuya  mística  hay  afirmaciones  mar- 
cadamente panteístas. 

Y  éste  es  también,  en  resumen,  el  juicio  que  de  la  con- 
ducta é  ¡deas  de  Lulio  se  ha  formado  en  la  cristiandad, 
con  leves  diferencias,  muy  honrosas  para  el  filósofo  ma- 
llorquín. 

Vese  bien  claro,  por  todo  lo  que  antecede,  cuan  seme- 
jantes fueron  la  vida,  sistemas,  métodos  y  situación  dees- 
tos  dos  místicos  españoles,  cada  uno  dentro  de  su. respec- 
tiva religión. 

Además  de  esas  semejanzas,  que  ya  son  indicios  muy 
vehementes  de  relación,  mediata  ó  inmediata,  entre  Mohi- 
dín y  Lulio,  he  podido  distinguir  algunos  signos  que,  á  mi 
juicio,  demuestran  que  hay  enlace  particular,  inmediato  y 
personal,  entre  sus  doctrinas:  para  mí,  es  evidente  que  Lu- 
lio ha  debido  aprovechar  los'libros  de  Mohidín.  y  esto  expli- 
ca mucha  parte  de  su  mística  y  de  su  filosofía. 

Entre  las  obras  rimadas  de  Lulio,  hay  una  que  titula 
éste  Els  cent  mim  de  Dens;  en  el  prólogo  dice  el  autor: 
«Los  sarrayns  dien  que  en  V  Alcorá  son  noranta  nou  noms 
de  Dea,  é  qui  sabría  lo  centé  sabría  totes  coses,  perqué  eu 
fas  aquest  libre  de  Cent  noms  de  Deas,  los  quals  sée;»  «en 


2j,  ■  JULIÁN    RIBERA 

cascún  deis  norns  de  Deus  posan.  X  versos,  ^^s ^^^^^J^or. 
pot  cantar  segons  que  els  psalms  se  canten  en  a  Esgleya 
E  acó  fem  per  90  car  los  sarrayns  canten  1'  Alcora  en  ur 
Lsquita...  «Corn  Deus  haja  pausada  virtud  en  páranles. 
"edTséen  herbes,  quant  ..es  donchs  la  ha  pausada  e. 
L  seus  nonis.  Perqué  eu  conseyl  que  hom  cascundea  d,ga 
los  cent  noms  de  Deus  é  ab  sí  escrits  los  aport.» 

Como  se  ve,  declara  Lulio  que,  al  escnb.r  su  ob  a    ten  a 
en  la  mente  el  ejemplo  de  esta  devocon  mushm.ca  que    e 
propone  introducir  en  la  cristiandad;  nótase    además,  la 
Xncia  de  doctrinas  sarracénicas:  él  ^-^la  de    os  nom- 
bres de  D:os  como  de  amuletos  que  poseen  celtas  vn  u 
des    V  esto  es  cosa  musulmana;  yo,  al  menos,  no  sé  que 
e::;e'crist.anos  sea  corriente   la  creencia  en  «as  virtudes 
naturales  ó  extraordinarias  de  1— '^•^  ,  ^%^    ¡^  "^ 
si  fueran- piedras  ó  yerbas  que  tuviesen  oculta  fuerza  ma 
la- en  cambio,   los  musulmanes  siempre  están  remanda 
fa  letanía  de  los  nombres  de  Dios  y  los  llevan  consigo, 
nnestos  en  escritura,  como  amuleto. 

'  Mas  si  es  evidente  que  Lulio  debió  imitar  á  cualqu  r 
autor  muslímico  que  mencionara  esa  ^-ocion  veo  ind  - 
cío  de  haber  imitado  á  Mohidín,  en  que  P-osamente  es  e 
haya  escrito  bastantes  composiciones  en  prosa  y  veiso 
ace'rca  de  los  nombres  de  Dios,  y  en  la  última  parte  de^ 
grande  obra  Aljoü^hai  se  halle  un  extenso  t-  -d°  e"  jer^. 
V  prosa  de  Los  cien  nombres  de  Dios,  a  pesar  de  que  se  dis 
cutí  si  eran,  6  no  eran,  noventa  y  nueve  los  citados  en  el 

.  ""'otÍ^'índicio  particular  de  esa  relación  Pe--!  entre 
ambos  autores  me  ha  parecido  encontrar  en  la  re  igan  - 
Lión  que,  según  Lulio  (en  Blanquerna),  ¿ebe  snfrn  el 
Colegio  cadenalicio  de  Roma.  El  quiere  que  ca  a  uno  de 
1^:  Cardenales,  incluso  el  P^pa.  reciba  un  nombre  tom- 
do  de  los  versículos  del  Clona  in  excelsas  Deo;C^á^  Lai 
d  nal  tendrá  en  el  mundo  la  misión  de  hacer  algo  en^on 
cordancía  con  lo  expresado  por  su  titulo:   uno  se  llamara 
el  Cardenal  Laudamnstc,  otro  Benedicamusic,  etc. 


ORÍGENES    DE    LA     FILOSOFÍA    DE    R.    LULIO  2I3 

En  la  organización  interna  que,  según  Mohidín,  había 
«ntre  aquellos  sufíes  que  tienen  el  encargo  de  moralizar 
y  enseñar  en  el  islamismo,  estaban  los  cótobs  (palabra  ára- 
be de  parecido  significado  á  caydo,  cardinis;  pues  cótob 
significa  el  eje  alrededor  del  cual  gira  alguna  cosa).  Cada 
■cótob  tiene  por  título  un  texto  alcoránico,  y  le  está  enco- 
mendada la  misión  de  irlo  predicando  y  repitiendo  por  el 
mundo,  ejerciendo  al  propio  tiempo  funciones  relacionadas 
con  lo  expresado  en  ese  texto:  un  cótob  se  denomina  No  hay 
más  Dios  que  Alá;  otro,  Alabado  sea  Dios;  otro,  Loado  sea 
siempre  Dios,  etc.  (0. 

Es  coincidencia  singular  y  rara:  la  novedad  que  desea 
Lulio  introducir  como  reforma  en  el  cristianismo,  es  pre- 
conizada en  forma  parecida  por  el  místico  musulmán. 

Pero  el  más  vehemente  indicio,  y  que  para  mí  constitu- 
ye prueba  concluyente,  habida  cuenta  de  las  coincidencias 
anteriores,  es  lo  que  ocurre  con  el  libro  místico  de  Lulio, 
El  Amigo  y  el  Amado. 

■  El  dice,  según  se  ha  visto  en  textos  suyos  anteriormen- 
te citados,  que  /o  halló  en  la  parte  de  Berbería;  que  en  él  se 
refiere  que  los  hombres  devotos  hacían  cánticos  de  Dios  y 
del  Amor  é  iban  por  el  mundo  padeciendo  pobreza  y  otros 
muchos  trabajos,  y  éstos  (llamados  sofíes  ó  morabitos) 
suelen  decir  algunas  parábolas  de  amor  y  breves  sentencias 
que  necesitan  exposición;  y  añade  Lulio  que  él  compuso  el 
libro  según  el  dicho  método. 

Da  también  la  rarísima  coincidencia  de  que  Mohidín 
tiene  una  obra  mística  especial  titulada  El  intérprete  de  los 
vivos  amores,  que  conviene  con  todas  esas  señales.  Ella, 
según  dice  Mohidín  en  el  prólogo  de  la  misma  (y  en  varios 

(i)  Sospecho  que  los  sufíes  no  inventarían  los  cóíobs;  quizá  no 
hicieron  más  que  imitar,  de  una  manera  oculta  y  secreta,  la  pú- 
blica organización  jerárquica  de  la  Iglesia  católica,  para  suplir  las 
deficiencias  de  organización  del  islamismo.  Lulio  después,  influi- 
do por  los  sufíes,  propuso  como  novedad  lo  que  éstos  á  su  vez 
habrían  imitado  de  cristianos.  Después  de  todo,  la  mística  musul- 
mana se  sabe  que    es  hija  de  la  neoplatónica  cristiana. 


214  JULIÁN     RIBERA 

lugares  de  su  Alfoluliat),  es  una  colección  de  galanterías 
amorosas   en   verso,    parecidas   á   las  que  suele  decir  el 
Amante  á  su  Amado:  en  ella  todas  las  palabras  tienen  sig- 
nificación simbólica,  y  todas  aquellas  alusiones  á  ciertos 
lugares,  ruinas  de  habitaciones  abandonadas  (es  tópico  de 
la  poesía  árabe),  risueñas  flores,  la  luna  en  las  tinieblas  de 
la  noche,  estrellas,  relámpagos,  truenos,   céfiros,  colinas, 
jardines,  bosquecillos,  púberes  hermosas,  marmóreas  es- 
tatuas, etc.,  tienen  sentido  oculto;   las  expresiones  eróti- 
cas, los  adjetivos  amorosos,  se  refieren  á  Dios  y  á  las  cien- 
cias divinas,  y  para  entenderlos  es  preciso  ahondar  y  pe- 
netrar en  lo  más  íntimo,  y  no  fijarse  en  lo  que  aparece  al 
exterior.  Esta  foimade  poesía  mística  fué  reprobada  por  al- 
gunos faquíes,  que  se  escandalizaron  del  empleo  de  versos^ 
eróticos  para  dirigirse  á  Dios  y  hablar  de  cosas  divinas; 
por  eso  Mohidín  vióse  obligado  á  escribir  otra  obra,  titu- 
lada Los  tesoros  y  objetos  preciosos,  donde  expone  y  explica 
la  intención  de  cada  palabra,  expresión  ó  figura,  explica- 
ciones que,  según  él,  fueron  muy  útiles  para  los  que  las 
habían  leído.  Los  cánticos  de  amor  estaban  destinados  á 
los  ermitaños  ó  siervos  de  Dios,  y  daban  facilidades,  esas 
frases  de  cariño,  para  conseguir  hermosas  excitaciones  mo- 
rales (i). 

Además,  las  doctrinas  que  profesaba  Mohidín  acerca  del 
amor  divino,  explican  los  dejos  panteístas  que  se  observan 
en  la  mística  de  Lulio.  Mohidín  repite  en  muchos  lugares 
doctrina  similar  á  la  expuesta  en  la  siguiente  frase  suyar 
«La  meta  del  amor  espiritual  es  la  identificación:  ésta  con- 
siste en  que  la  esencia  del  Amado  venga  á  ser  la  misma 
esencia  del  Amante,  y  recíprocamente,  que  la  esencia  del 
Amante  venga  á  ser  la  misma  esencia  del  Amado,»  frase 
que  concuerda  perfectamente  con  lo  que  expone  Lulio  al 

(i)  Debo  á  los  buenos  oficios  de  mi  querido  maestro  D.  Fran- 
cisco Codera  el  poseer  algunas  notos  y  extractos  de  la  obra  de  Mo- 
hidín, El  inléryrele  de  los  j  J)  os  amores,  tomados  directamente  de 
las  copias  que  se  conseivan  en  la  Biblioteca  del  Escorial. 


ORÍGENES    DH    LA.    FILOSOFÍA    DE    R.    LU'LIO  2I5 

principio  del  libro  El  Amigo  y  el  Amado.  Ambos  convie- 
nen, pues,  en  la  forma  y  en  lo  característico  ¿el  fondo,  y 
esto  me  ha  llevado  al  convencimiento  de  que  el  sistema 
de  Lulio  debe  muchas  cosas  á  Mohidín. 

Hubiera  sido  quizá  más  convincente  el  haber  encontra- 
do muchas  frases  y  largos  párrafos  de  Lulio  traducid(jsde 
las  obras  de  Mohidín;  pero  ha  de  decirse  que  la  esperanza 
de  hallarse  con  algo  similar  no  puede  alimentarse,  porque 
Lulio,  no  sólo  deja  de  citar  las  fuentes,  sino  que  ni  si- 
quiera hace  lo  que  algunas  veces  solían  hacer  Raymundo 
Martín,  Alberto  Magno,  Santo  Tomás,  etc.,  los  cuales,  si 
omitían  los  nombres,  transcribían  textualmente  frases  en- 
teras de  filósofos  anteriores.  Lulio  estudió,  sin  duda,  libros 
de  los  su  fíes,  inicióse  en  su  ciencia,  asimilóse  su  doctrina; 
mas  luego,  con  todo  ese  material  aprendido,  fraguó  su 
sistema,  y  al  escribir  no  copiaba  lo  de  otro,  sino  que  de- 
cía lo  que  tuvo  ya  como  propio  y  personal.  ¿Cómo  hubie- 
ra podido  creerse  iluminado,  si  al  tiempo  de  exponer  su 
doctrina  anduviera  copiando  los  textos  árabes?  Decirse  ilu- 
minado y  transcribir  los  textos  al  mismo  tiempo,  no  cabe 
en  el  temple  moral  de  Lulio.  El,  si  no  cita,  es  porque  cree 
que  se  lo  han  infundido. 

En  resumen:  dada  la  costumbre  de  Lulio  de  no  citar  ni 
traducir,  creo  haber  empleado  el  único  medio  para  seña- 
lar la  filiación  de  su  sistema  filosófico;  el  haber  estudiado 
3'  seguido  á  los  sufíes,  especialmente  á  Mohidín  Abenara- 
bí,  de  Murcia,  explica  muchas  cosas  especiales  que  han 
pasado  por  características  del  filósofo  mallorquín:  las  prin- 
cipales doctrinas  de  su  sistema;  su  especial  conducta;  su 
criterio  científico;  su  método  didáctico;  su  tecnicismo,  y, 
por  fia,  su  mística:  él  mismo  confiesa  (caso  rarísimo)  la 
imitación  que  hizo  en  El  Amigo  y  el  Amado,  punto  de 
arranque  de  la  mística  cristiana  española. 

Ese  último  dato  ha  sido,  como  hemos  dicho  antes,  el 
hilo  conductor  de  la  investigación  que  nos  ha  llevado  á 
vislumbrar  horizontes  nuevos  no  soñados,  pues  además  de 
que  puede  llenarse  un  vacío,  una  solución  de  continuidad 


^,5  JULIÁN    RIBERA 

en  la  historia  de  una  filosofía  como  la  de  Lulio,  que  ha  te- 
nido su  imp.oitancia  durante  varias  centurias  dentro  del 
cristianisiBo',  nos  ha  conducido  á  término  de  interesarnos  en 
sacar  á  luz  las  especulaciones  de  algunos  profundos  meta- 
físicos  musulmanes  españoles,  de  lasque  apenas  se  ha  di- 
cho nada  en  Europa,  y  que  guardan  más  de  una  sorpresa 
para  los  estudiosos:  tales  son  las  de  esos  panteístas,  naci- 
dos en  tierra  de  Murcia,  cuyas  doctrinas  metafísicas  han 
tenido  más  resonancia  en  el  mundo  islámico  que  la  de  otros 
filósofos  muy  célebres  entre  cristianos,  como  Averroes. 
Avempace  y  Abentofail. 

En  esta  empresa  no  me  reservo  otros  oficios  que  el  de 
mero  excursionista,  ó  el  de  corredor  en  las  avanzadas:  para 
llevarla  á  feliz  cumplimiento,  no  me  creo  con  la  suficiente 
preparación;  lo  encomiendo  todo  muy  gustosamente  a  mi 
ami-o  el  Dr.  Asín,  que  lo  hará  mejor  que  yo  sabría  ha- 
cerlo- posee  laboriosidad,  paciencia,  entusiasmo  científico, 
sólida  instrucción  filosófica  y  esa  robustez  de  espíritu  (no 
endurecida  por  intransigencias  de  sectaiio)  compatible  con 
la  flexibilidad  necesaria' para  seguir  sin.  violencia  el  pensa- 
miento intrincado,  tortuoso,  sutil  y  profundo  de  estos  mís- 
ticos musulmanes. 

De  esa  manera,  dentro  de  nuestro  campo,  procuraremos 
cumplir  las  recomendaciones  y  consejos  del  ilustre  cam- 
peón de  la  ciencia  española,  á  quien  estos  artículos  van 
dedicados. 


MIGUEL    asín 


MOHIDIN 


Cuando,  á  raíz  de  mis  primeros  estudios  sobre  la  filoso- 
fía arábiga,  fijé  mi  atención  casi  exclusivamente  en  el 
místico  Algazel  y  en  su  papel  dentro  del  islamismo,  el 
eximio  maestro,  á  quien  esta  obra  se  dedica,  tuvo  la  ama- 
bilidad de  indicarme  la  importancia  de  otra  cuestión,  con 
aquélla  relacionada,  é  interesantísima  para  la  historia  de 
la  filosofía  española:  la  influencia  de  las  ideas  de  Algazel 
en  los  escolásticos,  principalmente  españoles. 

Enderezada  la  investigación  por  ese  nuevo  é  inexplorado 
camino,  muy  pronto  se  ensanchó  el  cuadro  de  estudio, 
ampliándolo  á  las  influencias  que  Algazel  ejei'ciera  en  la 
filosofía  española,  así  cristiana  como  muslímica. 

Por  lo  que  toca  á  la  cristiana,  sabido  es  que  el  libro  de 
Algazel,  titulado  Intenciones  de  los  filósofos,  y  que  no  es 
oti-a  cosa  sino  exposición  de  la  Lógica,  Física  y  Metafísi- 
ca de  los  peripatéticos  musulmanes,  fué  uno  de  los  que  en 
el  siglo  XII  merecieron  ser  vertidos  al  latín,  en  Toledo,  por 
el  Arcediano  Domingo  González  y  el  judío  converso  Juan 
de  Sevilla,  al  mismo  tiempo  que  otras  obras  de  filósofos 
árabes.  Desde  aquel  momento,  el  nombre  de  Algazel  co- 
mienza á  ser  citado  en  las  obras  de  todos  los  escolásticos, 
desde  Alejandro  de  Hales  hasta  el  Doctor  Angélico. 

No  era,  pues,  de  presumir  que  en  España,  foco  de  don- 
de se  derivó  al  resto  de  Europa  casi  toda  la  ciencia  ára- 
be, hubiese  dejado  de  oirse  el  eco  de  su  nombre.  Y  en 
efecto,  á  mediados  del  siglo  xiii  vemos  al  insigne  domini- 
co catalán  Raimundo  Martín  tomarlo  por  maestro  en  su 
Pugiofidei,  cuya  primera  parte,  toda  filosófica,  es  un  ver- 
dadero calco  de  otro  libro  de  Algazel,  La  destyiicción  de  los 
filósofos,  encaminrdo  á  refutar  las  objeciones  que  contra  la 


21 8  MIGUEL    ASÍN 

fe  del  islam  levantaban  los  peripatéticos  árabes.  Siguiendo 
sus  huellas  el  apologista  cristiano,  citándole  á  cada  pági- 
na, utilizando  sus  principales  argumentos  en  lo  que  tienen 
de  filosóficos,  y  adaptables  por  ende  á  la  teología  natural, 
prueba  el  origen  del  mundo  por  creación  exnihilo,  la  cien- 
cia de  Dios  respecto  de  las  cosas  individuales  y  el  dogma 
de  la  resurrección  de  los  muertos,  verdades  todas  tres  cuya 
negación  constituía  ya  por  entonces  el  credo  de  los  racio- 
nalistas, hipócritamente  escudados  en  las  escuelas  medio- 
evales con  la  bandera  del  Averroismo  cristiano. 

Y  no  es  esto  todo.  La  Siiimna  contra  gentes  del  Doctor  An- 
gélico, redactada,  como  el  Pugw  fidei,  á  instancias  de  Rai- 
mundo de  Peñafort,  General  de  la  Orden  de  Predicadores, 
contiene  multitud  de  argumentos  en  pro- de  lastres  verda- 
des susodichas,  cuya  analogía  con  sus  semejantes  del  Piigio 
es  tal,  que  transciende  á  copia. 

En  otro  orden  de  conocimientos,  en  Lógica,  el  Com- 
pendio de  Algazel  fué  también  adoptado  en  las  escuelas 
cristianas,  á  pesar  de  ser  esta  disciplina,  entre  todas  las 
del  Estagirita,  la  más  conocida  de  los  escolásticos  antes  de 
la  influencia  arábiga.  Lulio,  no  obstante  sus  aficiones  de 
innovador,  acepta  la  lógica  de  Algazel,  cuya  traducción, 
quizá  hecha  por  él,  aparece  entre  los  cuadernos  de  su  es- 
cuela. 

Para  el  que  conozca  lo  que  representan  en  la  filosofía 
cristiana  y  española  los  nombres  de  Santo  Tomás,  Lulio 
y  Raimundo  Martín,  las  ligerísimas  indicaciones  que  pre- 
ceden serán,  indudablemente,  anuncio  seguro  del  fecundo 
resultado  que  prometen  las  investigaciones  en  esta  di- 
rección. 

No  lo  es  menos  en  la  otra  de  las  arriba  insinuadas,  es 
decir,  en  la  muslímica,. por  más  que  las  fuentes  de  estu- 
dio disponibles  nos  limitan  por  ahora  la  solución  de  este 
problema  á  prejuzgar  solamente  la  existencia  positiva  y 
continuada  de  un  influjo  extensísimo  délas  ideas  de  Alga- 
zel'en  los  pensadores  musulmanes  de  España.  Y  digo  esto, 
poique  en  la  actualidad  carecemos  de  la  mayor  parte  de 


MOHIDIN  219 

las  obras  de  estos  pensadores,  base  necesaria  sobre  la  cual 
habría  de  verificarse  aquel  estudio,  de  una  manera  concien- 
zuda y  científica.  Apenas  si  los  diccionarios  biográficos 
hoy  publicados  hacen  otra  cosa  que  indicar  á  la  ligera  los 
nombres  de  aquellos  españoles  que  en  sus  viajes  á  Oriente, 
para  cumplir  el  precepto  de  la  peregrinación,  escucharon 
las  lecciones  de  Algazel  ó  de  sus  discípulos. 

Ateniéndonos,  sin  embargo,  á  tan  exiguas  fuentes,*  y 
dando  por  definitivo  lo  que  investigaciones  sucesivas  con- 
firmarán indudablemente,  podríamos  delinear,  si  el  traba- 
jo presente  no  tuviese  otro  objeto,  el  cuadro  de  la  influen- 
cia citada,  que  se  extiende  desde  la  vida  misma  de  Algazel 
hasta  el  siglo  xvi  (0.  En  ese  cuadro  veríamos  aparecer,  sin 
solución  de  continuidad,  el  hilo  central  de  esa  rica  trama 
de  ideas  que,  arrancando  de  Oriente,  á  donde  concurrían 
desde  España  los  amantes  del  saber,  y  anudándose  allí  en 
íntimas  y  múltiples  relaciones  científicas  con  Algazel  mis- 
mo ó  con  sus  discípulos  más  afamados,  corre  hasta  Occi- 
dente y  penetra  en  los  últimos  rincones  de  nuestra  patria. 

Abderramen  el  de  La  Peza  (distrito  de  Guadix),  piado- 
so sufí,  que  estuvo  al  frente  de  la  aljama  de  Almería; 
Abenjanín  el  toledano,  profesor  de  Teología  y  Jurispru- 
dencia en  Fez;  Mohámed  el  de  Balaguer,  natural  de  Alme- 
ría; Abenalarabí  el  sevillano,  eximio  literato  y  poeta  que 
ejerció  el  cargo  de  Alcalde  en  su  ciudad  natal  y  la  ense  - 
ñanza  en  Córdoba;  el  intrépido  viajero  valenciano  Sad  el 


(i)  Los  fundamentos  en  que  se  apoya  esta  afirmación  los  re- 
servamos para  un  trabajo  especial,  en  el  que  nos  proponemos  es- 
tudiar el  pensamiento  de  Algazel,  su  representación  en  el  mundo 
musulmán  y  su  influencia  en  nuestra  patria.  En  él  podrá  verse 
que  no  exageramos  al  extender  dicha  influencia,  entre  los  musul- 
manes españoles,  desde  la  vida  misma  de  nuestro  teólogo  hasta  el 
siglo  XVI;  porque  el  último  representante  de  la  literatura  teológica 
musulmana  en  España,  el  famoso  morisco  conocido  con  el  nom- 
bre del  Mancebo  de  Arévalo,  se  inspiró  en  las  doctrinas  del  libro 
de  Algazel,  titulado  Vivificación  de  las  ciencias  religiosas,  para' 
redactar  su  célebre  Ta/sira. 


2  20  MIGUEL    ASÍN 

]áir-  todos  éstos  constituyen  el  primer  eslabón  de  la  cade- 
na   porque,  amigos  íntimos  ó  discípulos  de  Algazel,  reci- 
bieron de  él  licencia  para  explicar  todos  los  libros,  asi  los  de 
Derecho  como  los  de  Teología  dogmática  y  ascética,  y  de 
regreso  á  su  patria  algunos  de  ellos  dedicáronse  á  propa- 
garlos entre  sus  conciudadanos  por  medio  de  la  enseñanza. 
Después  de  la  muerte  de  Algazel,  sus  discípulos  conti- 
nuaron siendo  los  maestros  de  muchos  españoles  en  las 
más  insignes  madrizas  orientales.  De  ellos  aprendieron  to- 
das las  obras  del  maestro,  el  valenciano  Abenyaix  el  Man- 
safí   cuya  santidad  de  vida  igualaba  á  su  ciencia,  que  m- 
numerables  y  calificados  discípulos  se  encargaban  de  co- 
municar después  por  el  resto  de  la  Península;  el  teólogo 
tradicionalista  Mohámed  el  Mahrí  que,  aunque  oriundo  de 
Bugía,  era  español  de  raza,  y  dio  muestras  en  Córdoba  de 
su  energía  y  temple  de  alma  al  ser  perseguido  por  sus  opi- 
niones filosóficas,  juntamente   con   Averroes;   el  piadoso 
Abenzooca  de  Orihuela,  insigne  maestro  de  quien  apren- 
dieron muchos  y  distinguidos  españoles;  los  sufíes  murcia- 
nos Abenafiand  y  Abensaada,  propagadores  en  Occidente 
de  las  doctrinas  místicas  de  Algazel,  que  el  último,  espe- 
cialmente, popularizó  por  todos  los  medios:   de  palabra, 
desde  los  almimbares  de  las  aljamas  de  Muroia,   Jativa  y 
Valencia,  y  por  escrito,  publicando  un  libro,  cuyo  solo  ti- 
tulo   Árbol  de  la  imaginación,  por  el  que  se  asciende  hasta  la 
cumbre  de  la  inteligencia,  hace  presumir  claramente  sus 
tendencias  sufíes  en  la  forma  y  en  el  fondo. 

A  este  punto  había  llegado  en  mis  investigaciones  sobre 
el  repetido  tema,  cuando  un  nuevo  sufí,  también  murcia- 
no como  los  anteriores,  y  posterior  en  medio  siglo  a  Alga- 
zel hubo  de  entrar  por  fuerza  en  el  cuadro  del  estudio  pro- 
puesto, por  más  que  de  sus  relaciones  con  aquél  nada  ta- 
xativamente apareciese  en  los  diccionarios  biografieos 

Este  sufí  no  es  otro  que  Mohidín  Abenarabí,  cuya  bio- 
grafía no  he  de  hacer,  porque  completa  consta  en  e  traba- 
fo  que  precede  de  mi  querido  maestro  D.  Julián  Ribera,  al 
cual  remito  á  los  lectores. 


MOHIDIN  221 

Las  dos  obras  que  conozco  de  este  insigne  místico  mur- 
ciano, Alfotuhat  y  Almohadarat  ('),  han  venido  á  suplir  so- 
bradamente la  carencia  de  noticias  á  que  arriba  aludo, 
porque  en  ellas,  á  cada  página,  Mohidín  se  confiesa  discí- 
pulo de  Algazel,  cuyas  opiniones  sigue  en  toda  clase  de 
asuntos.  Desde  el  momento,  repito,  hube  de  pensar  in- 
cluirlo en  el  cuadro  del  estudio  propuesto;  pero  de  la  lec- 
tura de  sus  dos  obras  citadas,  aun  hecha  superficialmente 
y  de  corrida,  resultaba  tal  abundancia  de  materiales,  sus 
ideas  aparecían  con  tan  sorprendente  trabazón  organiza- 
das en  sistema,  y  con  tal  novedad  de  forma  revestidas,  que 
la  sobresaliente  figura  filosófica  de  Mohidín  resistíase  á 
desempeñar  en  aquel  cuadro  un  papel  secundario,  forman- 
do como  uno  de  tantos  entre  los  discípulos  mediatos  ó  in- 
mediatos de  Algazel:  era  forzoso  tratarlo  por  separado. 

Mas,  en  tanto  que  me  sea  dado  el  vagar  necesario  para 
esta  empresa  de  exponer  en  conjunto  el  sistema  filosófico 
de  este  místico,  no  he  de  resistir  á  la  tentación  de  adelan- 
tar, por  ahora,  algunos  trozos,  recogidos  en  las  primeras 
exploraciones  que  he  llevado  á  cabo  en  sus  libros. 

Y  para  ello,  la  ocasión  se  me  ha  presentado  con  oportu- 
nidad. Iniciada  por  mi  maestro  la  cuestión  de  las  proba- 
bles relaciones  de  Raimundo  Lulio  con  los  sufies  musul- 
manes en  general,  y  particularmente  con  éste  que  nos  ocu- 
pa, he  creído  hallar  un  dato  nuevo  que  arroja  mucha  luz 

(i)  Es  la  primera  una  epístola,  dirigida  por  el  autor  á  sus  her- 
manos de  la  Orden  sufí,  en  la  cual  expone  todas  sus  ideas  de  ma- 
nera sistemática.  Y  no  se  crea  que  por  ser  epístola  vaya  á  ser  bre- 
ve: consta  de  4.000  páginas  en  4.°  mayor,  de  apretada  impresión, 
que,  puestas  en  castellano,  alcanzarían,  sin  exagerar,  un  contenido 
aproximadamente  igual  al  de  los  21  tomos  en  folio  de  las  obras  de 
Alberto  Magno.  La  edición  consultada,  segunda  de  esta  obra,  está 
hecha  en  El  Cairo  en  1293  (H.),  y  consta  de  cuatro  tomos. 

La  otra  obra  citada,  Almohadarat,  es  un  libro  en  el  que  el  au- 
tor procura  introducir  multitud  de  anécdotas,  cuentos  é  historias 
morales  y  hasta  chistes,  con  el  fin  de  hacer  más  agradables  á  los 
lectores  las  enseñanzas  de  la  teología  y  mística.  Está  editado  lito- 
gráficamente  en  El  Cairo^n  1282,  y  consta  de  dos  tomos  en  4.° 


222  MIGUEL    ASÍN 


■sobre  el  problema,  si  no  es  que  lo  resuelve  definitivamente. 
La  figura  que  precede  aparece  en  las  obras  de  Raimun- 
do Lulio  (i)  entre  su  opúsculo  De  auditu  kabbalistico  y  el 


/ilitriíum  extr4Musíí  «¡hii 


t-atado  que  lleva  por  título  hamcnlatw  philosophicB  contra 
averroistas;  pero  en  ninguno  de  estos  tratados  ex.ste  expli- 
cación alguna,  completa  ni  incompleta,  que  venga  a  arro- 
jar luz  sobre  su  oculto  sentido,  y  por  esto  llega  el  lector  a 
sospechar  si  la  tal  figura,  encontrada  por  los  luhanos  en- 
tre los  papeles  sueltos  del  maestro,  fué  por  ellos  incluida 
en  las  ediciones  de  sus  obras,  y  colocada  allí  donde  bien 
íes  plugo,  ya  que  no  hallasen  lugar  en  que  encajara  por 
derecho  propio,  ó  bien  que  constituía  un  sch¿ma  de  doctri- 
nas transmitidas  de  palabra  en  su  escuela. 

(,)  No  he  podido  emplear  para  mi  estudio  la  edición  magunti- 
„a  que  es  la  más  completa;  mis  observaciones  se  -J-^/  '^  -; 
lección,  impresa  en  Strasburgo  en  1617  poj  los  h-^^^-»^  •^^J^^^^; 
ro  Zetzner,  que  lleva  por  título:  Raymu.d:  Lulhi  ^P^''^  '"■  ^^^ 

omnium perlinent.  Para  todas  las  restantes  obras  1»"^"^;  1"^ 

no  se  refieren  á  su  Arte,  he  tenido  que  contentarme  -^  eU-^ajo 
del  Sr  Weyler  y  Laviña  titulado  Raimundo  Luho  pingado  por  si 
tt!::<;,  qulsi  Men  deja  algo  que  desear,  es  indudablemente  lo 
más  completo  que  existe  sobre  el  filósofo  mallorquín. 


MOHIDÍN  223 

Cierto  es  que  en  el  resto  de  las  obras  del  Doctor  Ilumi- 
nado nótanse  de  vez  en  cuando  alusiones  más  ó  menos  di- 
rectas á  la  tal  figura,  como  cuando  dice  en  sus  Arfes  «que 
Dios  es  centro  que  carece  de  circunferencia,»  ó  en  sus  Pro- 
verbios naturales,  «que  no  hay  más  cuerpos  que  triángulo, 
cuadrángulo  y  círculo»,  que  «el  mundo  es  cuerpo  esférico, 
que  esta  figura  es  la  más  perfecta  y  contiene  en  sí  todas 
las  demás,»  etc.,  etc.;  pero  estas  frases  no  son  sino  fuga- 
ces relámpagos,  á  cuyo  brillo  parece  vislumbrarse  algo  re- 
lacionado con  el  círculo  transcrito,  sin  que  el  ánimo  del 
lector  quede  satisfecho  de  haber  encontrado  la  solución  del 
enigma. 

El  Sr.  Weyler  y  Laviña  confiesa  paladinamente  (il,  al 
analizar  el  contenido  de  la  Geometría  nueva  de  Lulio,  que 
todo  él  es  «en  extremo  confuso,  ininteligible  y  aun  sin  sen- 
tido,» y  que  «en  ciertas  ocasiones  ni  es  traducible  ni  inter- 
pretable, como  redactado  bajo  la  inspiración  de  una  doc- 
trina desconocida  en  la  actualidad,  y  en  un  sentido  más  meta- 
físico  que  matemático,  y  que  pudiera  pasar  por  enigmático.» 

Pues  bien:  ese  círculo  luliano  que  parece  resistirse  á  toda 
interpretación,  y  cuyo  oculto  sentido  no  se  aclara,  que  se- 
pamos, ni  por  las  obras  de  Lulio  ni  por  las  de  sus  nume- 
rosos discípulos,  encuéntrase  en  el  citado  libro  de  Mohi- 
dín,  Alfotuhat,  con  idéntica  forma,  inscripciones  semejan- 
tes y,  lo  que  es  más,  con  explicaciones  metafísicas  tan 
amplias  y  luminosas,  que  viene  á  constituir  el  quicio  so- 
bre que  gira  el  sistema  panteísta  y  místico  de  su  autor,  el 
cual  incesantemente  vuelve  sobre  él,  aludiéndolo  en  los 
cuatro  voluminosos  tomos  que  comprende  su  citada  obra 
maestra. 

Llámalo  Mohidín  círculo  de  los  posibles,  y  su  fio-ura  (2) 
es  la  siguiente: 


(O     Ob.  c¡t.,  pág.  353. 

¡2)  Observará  el  lector  que  las  pequeñas  diferencias  de  detalle 
que  á  primera  vista  se  advierten  entre  ambos  círculos,  el  de  Lulio 
y  el  de  Mohidín,  nacen  de  los  distintos   medios  de  reproducción 


224 


MIGUEL    ASÍN 


,e- 


fJ^Í^V^^J 


En  ella,  como  se  ve,  hay  tres  inscripciones:  uña  co 
rresponde  al  punto  céntrico  del  círculo,  y  significa  lite 
raímente  la  Verdad,  nombre  con  que  nuestro  místico  de 
signa  á  Dios;  otra,  contenida  dentro  del  circulo  por  deba- 
jo del  último  radio,  dice  así:    «Lo  posible  es  el  espacio 
comprendido  entre  el  centro,  que  es  la  Verdad,  y  la  cir- 
cunferencia;» y  la  tercera,  en  fin,  extiéndese  á  lo  largo  de 
la  periferia,  y  significa:  «Lo  que  hay  más  allá  de  la  parte 
exterior  convexa  de  la  circunferencia,  es  la  nada.»  El  me- 
nos avisado  advertirá  de  repente  la  identidad  de  estas  dos 
últimas  inscripciones  con  las  que  se  leen  en  el  círculo  lu- 
.  liano,  si  se  tiene  en  cuenta  que  para  Mohidín  lo  posible  es 
sinónimo  de  lo  creado. 

Achaque  muy  común  es,  entre  los  que  á  estos  trabajos 
de  historia  de  las  ideas  se  dedican,  y  más  si  están  empe- 
ñados en  defender  determinada  tesis,  v.  gr.,  la  de  la  filia- 
empleados:  el  de  Lulio  está  xilografiado  en  Strasburgo,  y  el  de  Mo- 
hidín está  desgraciadamente  compuesto  con  filetes  de  plomo,  úni- 
co expediente  que  encontraron  para  reproducirlo  los  impresores 
de  El  Cairo.  Esto  no  obstante,  he  preferido  dejarlo  con  esa  forma 
en  garantía  de  sinceridad.  Por  lo  demás,  los  elementos  que  a  am- 
bos igualmente  integran,  centro,  radio  y  circunterericia,  y,  sobre 
todo    las  explicaciones  de  Mohidín,  aplicables  con  toda  propiedad, 
como  verá  el  lector,  al  círculo  de  Lulio,  excluyen  toda  sombra  de 
duda. 


MOHIDÍN  225 

ción  de  un  sistema,  forzar  los  textos  en  cuestión  para  ha- 
cerles decir  aquello  que  los  textos  no  dicen,  pero  que  al 
crítico  interesa  grandemente  digan.  Es  muy  difícil  sacrifi- 
car en  aras  de  la  verdad  histórica  aquellos  prejuicios  con 
que  uno  se  ha  encariñado.  No  me  creo  exento  de  caer  en 
ese  vicio;  y  por  lo  mismo,  poique  desconfío  de  mis  fuer- 
zas, he  preferido  al  trabajo,  que  es  muy  propenso  á  error, 
de  extraer  ideas  y  exponerlas  sistemáticamente,  el  más 
auténtico  y  veraz  de  traducir  con  fidelidad  aquellos  trozos 
de  Mohidín  que  he  creído  necesarios  para  la  inteligencia 
de  su  círculo,  poniendo  todo  empeño  en  que  la  versión  sea 
lo  más  literal  que  permita  el  genio  de  la  lengua  árabe. 

«Sábete  (i),  oh  lector  (y  Dios  te  enseñe  lo  que  ignoras 
y  te  coloque  en  medio  de  aquéllos  que  te  purifiquen),  que 
la  luz  es  cosa,  no  sólo  perceptible,  sino  con  la  cual  se  per- 
ciben los  demás  objetos,  al  paso  que  la  obscuridad,  siendo 
perceptible,  no  es  medio  apto  para  percibir.  Puede  llegar 
el  caso  de  que  la  luz  aumente  hasta  extremo  tal,  que,  sien- 
do ella  perceptible,  no  se  distinga  con  ella  cosa  alguna;  y 
también  puede  suceder  que  disminuya  hasta  hacerse  im- 
perceptible, y  al  propio  tiempo  haga  perceptible  lo  demás. 
De  manera  que  la  percepción  no  tiene  lugar  sino  median- 
te la  luz  en  el  objeto  percibido:  esto  es  absolutamente  pre- 
ciso, ya  sea  en  el  orden  de  lo  inteligible,  ya  en  el  de  lo 
sensible. 

«Alguien  preguntó  á  Mahoma,  ¡Dios  le  bendiga  y  sal- 
ve!: ¿Has  visto  á  tu  Señor?,  y  contestó:  Una  luz,  eso  es  lo 
que  he  visto 

«La  Verdad  (2)  es  la  luz  pura,  el  absurdo  es  la  pura  obs- 
curidad: ésta  jamás  se  convierte  en  luz,  así  como  tampo- 
co la  luz  se  transforma  en  tiniebla. 

»La  criatura,  colocada  entre  la  luz  y  la  obscuridad,  es 
un  crepúsculo  (3)  que  esencialmente  no  puede  definirse  ni 


(i)     Al/otuhat,  tomo  III,  pág.  363. 

(2)  Vid.  supra,  pág.  224. 

(3)  El  texto  emplea  la  palabra  Bciv^aj,  que  viene  á  significar 

"  15 


226  MIGUEL   ASÍN 

por  la  obscuridad  ni  por  la  luz,  siendo  como  es  una  mezcla 
de  ambas,  el  término  medio  de  esos  dos  precisos  extremos. 
Y  por  esto  puso  Dios  en  el  hombre  dos  ojos  y  le  hizo  mer- 
ced de  dos  guías,  porque  está  entre  dos  caminos:  con  uno 
de  aquéllos,  el  del  un  camino,  recibe  la  luz  y,  según  su  ap- 
titud, la  contempla;  con  el  otro,  el  del  otro  camino,  mira  a 
la  obscuridad  y  la  recibe  (0.  . 

„La  criatura,  por  consiguiente,  no  es,  de  si  propia,  m 
luz  ni  tiniebla,  ni  ser  ni  no  ser:  únicamente  es  el  obstacu- 
lo  poderoso  que  impide  á  la  luz  pura  dominar  a  la  pura 
obscuridad,  y  á  ésta  aniquilarse  en  aquélla.  Por  su  esen- 
cia es  el  punto  en  que  los  dos  extremos  coinciden,  y  asi, 
mediante  su  contacto  con  la  luz,  adquiere  (la  criatura)  todo 
lo  que  en  ella  es  definible  por  la  existencia,  y  por  su  coin- 
cidencia  con  la  obscuridad,  lo  que  es  definible  por  el  no 
ser  Sin  embargo,  está  preservada  de  esos  dos  extremos  con 

los  cuales  toca y  viene  á  ser  algo  así  como  el  matiz 

neutro  que  caracteriza  á  lo  posible 

„Lo  posible  se  define  de  un  modo  positivo,  mediante  la 
reunión  del  ser  y  el  no  ser;  es  decir,  posible  es  lo  apto  para 
cada  una  de  estas  dos  cosas;  así  también,  de  un  modo  ne- 
cativo  defínese  diciendo  que  no  es  ser  ni  no  ser;  luego  lo 
posible  concilla  al  ser  y  al  no  ser  en  su  doble  definición,  ne- 
gativa y  positiva.  Porque  si  fuese  existente  é  indefinible 
por  el  no  ser,  sería  Verdad;  y  si  fuese  no  existente  é  inde- 
finible por  el  ser,  sería  absurdo  ó  imposible 

algo  intermedio.  Así,  en  el  Vocabulario  de  Pedro  de  Alcalá,  y  en 
eÍpüb  ado  por  Schiaparclli,  que  se  presume  es  de  Raimundo 
Manín,  aparec'e  traducida  ,or  purgatorio,  estado  medio  entre  el 

^IrEltíraTn  Recuerda  algunas  de  la  misma  debilidad  emp.ea- 
da?á  gfanel  por  LuUo;  quizá  también  tenga  algún  oculto  sentuio 
metaffs  co  que  ahora,  al  primer  golpe  de  vista,  no  se  adivina.  Po 
Ts  a  mma  obscuridad  de  sentido  suprimo  la  versión  de  algunos 
rtoTalcoránicos  que  el  autor  arbitrariamente  aplica,  en  su  pru- 
ntode  Írmonizarías  creencias  islámicas  con  su  doctrina  meta- 

física. 


MOHIDÍN  227 

»Y  he  aquí  la  causa  de  que  también  se  le  defina  por  e( 
■concepto  de  la  perplejidad  entre  el  ser  y  el  no  ser,  por  mo- 
tivo de  su  indeterminación  respecto  de  cada  uno  de  ambos 
■extremos.  Y  así  resulta  que  sobre  lo  posible  cabe  formular 
por  su  esencia  el  siguiente  juicio:  Si  de  él  dices  que  es 
Verdad,  dices  verdad,  y  si  dices  que  es  mentira,  no 
mientes. 

» Y  pues  que  ya  sabes  esto,  hablemos  de  lo  que  los  hom- 
ares llaman  también  luz  y  obscuridad  en  sentido  metafó- 
rico, trasladado  de  las  luces  exteriores,  como  la  del  relám- 
pago, la  de  las  estrellas,  la  de  la  lámpara  y  otras  seme- 
jantes, y  de  la  obscuridad  que  es  perceptible  para  los  sen- 
tidos. Porque  es  de  advertir  que  hay  también  luces  inte- 
riores, virtuales  ó  ideales,  cual  la  lumbre  de  la  inteligen- 
cia, la  de  la  fe  y  la  de  la  ciencia;  así  como  también  hay 
obscuridad  interior,  es  decir,  alegórica,  como  la  de  la  ig- 
norancia, la  del  politeísmo,  y  la  que  envuelve  al  que  ca- 
rece de  entendimiento.  Del  mismo  modo,  hay  algo  que  ni 
es  luz  ni  obscuridad,  como  la  duda,  la  opinión,  la  perple- 
jidad y  hasta  el  razonamiento,  porque  también  este  último 
es  algo  que  ni  es  luz  ni  tinieblas. 

Y  todas  tres  son  respectivamente  las  expresiones  meta- 
fóricas de  los  constitutivos  esenciales  del  Ser  necesario,  del 
imposible  y  del  posible  (0.  Este  último  es  el  único  que 
reúne  en  sí  mismo,  junto  con  su  esencia  propia,  la  de  sus 
límites  ó  extremos,  que  son  los  otros  dos. 

«Conocer  lo  posible  (2)  es  el  océano  de  la  ciencia,  mar 
extensísimo  cuyas  hinchadas  olas  hacen  zozobrar  la  débil 
barquilla  de  la  mente  humana;  mar,  en  fin,  cuyas  orillas 


(O  Es  curiosa  coincidencia  la  de  que  Lulio  también  emplee  la 
luz  como  emblema  de  la  Verdad,  del  Ser  necesario,  de  Dios.  En  su 
libro  De  litmiue  (vid.  VVeyler,  págs.  97  y  99),  dice  que  la  luz  «es 
'imagen  de  inmensidad,  magnitud,  de  Dios,  bondad,  eternidad. 
.potestad,  sabiduría,  voluntad,  virtud,  verdad,  gloria,  etc.» 
(2)     Alfotuhat,  tomo  III,  pág.  364. 


2g  MIGUEL    ASÍN 

no  son  otras  que  aquellos  dos  límites:  lo  necesario  y  lo 
irnposible,  los  cuales  no  debemos  figurárnoslos  según  se 
los  imaginan  las  inteligencias  incapaces  de  alcanzar  este 
sublime  saber,  es  decir,  como  si  ambos  extrernos  d.finesen 
entre  sí  tan  sólo  á  la  manera  que  difieren  la  derecha  y  la 
izquierda;  no  es  tal  el  concepto  de  la  distancia  que_  existe 
entre  esos  dos  límites.  Si  nos  viésemos  obligados  a  ima- 
ginarla de  algún  modo,  no  encontraríamos  forma  mas  ade- 
cuada al  asunto  en  cuestión,  que  compaiarla  al  centro  de 
la  circunferencia  y  al  espacio  comprendido  entre  esta  y 

*^"  El  centro  es  la  Verdad;  el  vacío  exterior  á  la  circun- 
ferencia, la  nada,  ó  si  se  quiere,  la  obscuridad;  el  espacia 
comprendido  entre  el  centro  y  dicho  vacio  exterior  á  la 
circunferencia,  lo  posible,  como  por  ejemplo  lo  hemos  pin- 

tado  al  margen  (0. 

,>Hemos  tomado  como  ejemplo  el  centro,  porque  es  e 
es  la  raíz  de  la  existencia  de  la  periferia  del  circulo,  la 
cual  por  él  es  producida,  así  como  no  es  producido  lo  po- 
sible sino  por  la  Verdad. 

„Si  suponemos  que  del  centro  salen  lineas  en  dirección 
á  la  periferia,  todas  ellas  terminan  en  puntos,  y  la  circun- 
ferencia toda  resulta  de  esta  unión  de  líneas  que  arrancan 
del  centro.  Por  esto,  se  dice  en  el  Alcorán:  «Alá  esta  tías, 
de  ellos  como  una  circunferencia»  (Azora,  85,  veis.  20);  y 
en  otro  lugar:  «Alá  abraza  como  una  circunferencia  á  to- 
das las  cosas»  (Azora,  41,  vers.  54). 

.Cada  uno  de  los  puntos  de  la  circunferencia  es  e  ter- 
mino del  radio,  y  su  principio  es  el  punto  céntrico  del  cual 
airanca  el  radio  hacia  la  circunferencia.  Asi  también  Dio^ 
es  el  principio  y  el  fin:  el  principio  de  toda  cosa  posible, 
como  el  centro  es  el  principio  de  todo  radio. 

«Lo  que  está  fuera,  excluido  del  ser  de  la  Verdad,  es  la 
nada,  que  no  puede  recibir  el  ser.  .   .  .^. 

«Las  líneas  salientes  tienen  su  principio  en  Dios,  y  en. 

(1)     Es  la  figura  que  hemos  transcrito  en  la  pág.  224. 


MOHIDÍN  22g 

Él  tienen  su  fin,  porque  á  Dios  vuelven  todas  las  cosas  (0. 
Y  asi  es,  en  efecto:  ya  que  la  linea  no  termina,  como  he- 
mos dicho,  sino  en  el  punto,  y,  por  tanto,  el  principio  y  fin 
de  la  linea  puede  decirse  igualmente  que  pertenecen  á 
«lia,  como  que  no  pertenecen.  Y  esto  también  es  lo  que 
debe  afirmarse  de  Dios,  á  saber:  que  El  no  es  las  cosas 

creadas,  ni  éstas  son  algo  distinto  de  Él Y,   por  este 

motivo,  la  línea  está  compuesta  de  puntos,  sin  que  de 
otro  modo  se  la  pueda  concebir.» 

Para  la  perfecta  inteligencia  de  esta  última  frase,  cuyo 
sabor  panteísta  el  lector  habrá  indudablemente  percibido, 
hay  que  saber  que  el  texto  árabe  emplea  una  misma  pala- 
bra para  significar  el  punto  céntrico  de  la  circunferencia  y 
cualesquiera  otros  puntos.  Por  consiguiente,  la  susodicha 
frase  quiere  decir  que  el  radio,  emblema  de  la  criatura,  ó 
sea  de  lo  posible,  está  formado  de  puntos,  que  son  el  mis- 
mo centro,  emblema  de  Dios. 

El  pensamiento,  pues,  de  Mohidín  es  identificar  á  Dios 
con  la  criatura.  Pero  prescindamos  de  comentarios,  inúti- 
les ante  la  claridad  de  otros  pasajes  que  sigo  traduciendo: 

«Considera  (2)  que  el  mundo  es  de  figura  esférica,  y  por 
esto  el  hombre  ansia  volver  á  su  principio,  una  vez  que  ha 
llegado  á  su  fin,  es  decir,  á  Dios,  que  fué  quien  nos  sacó 
del  no  ser  al  ser,  y  al  cual  hemos  de  volver,  como  Él  mis- 
mo dice  en  varios  lugares  de  su  libro 

i»¿Y  no  has  experimentado,  al  describir  una  circunferen- 
cia, que  una  vez  comenzada,  no  cesas  de  ir  girando  hasta 
terminar  en  el  punto  en  que  la  principiaste,  y  que  enton- 
ces, y  sólo  entonces,  resulta  acabada  y  perfecta?  Si  así  no 
fuese,  si  hubiéremos  salido  de  Él  en  línea  recta,  no  vol- 
viéramos á  Él,  y  entonces  ya  no  sería  verdad  su  palabra, 
que  es  veraz  por  esencia:  «A  Él  habéis  de  volver.» 


(i)     «En  la  bondad,  dice  Lulio,  el  boaificativo  es  un  punto  y  el 

bonificante  otro,  y  ella  misma  es  la  línea  extensa >  (Vid.  Wey- 

1er,  pág.  347.) 

(2)     Alfoliikat,  tomo  I,  pág.  332. 


250  MIGUEL    ASÍN 

»En  suma,  pues,  todo  ser,  toda  cosa,  es  una  circunfe- 
rencia que  torna  á  Aquél  de  quien  tomó  su  principio.» 

«El  fin  de  la  circunferencia  (■)  está  junto  á  su  comien- 
zo, y  es  tal  la  relación  que  aquélla  guarda  con  su  centro, 
que  al  paso  que  ella,  por  su  esencia  misma,  reclama  el. 
centro,  éste  puede  muy  bien  pasarse  sin  circunferencia. 
He  aquí  una  exacta  semblanza  del  fin  á  que  tienden  en  su 
ascensión  progresiva  los  seres  del  mundo,  de  la  necesidad 
que  éstos  tienen  de  Dios  y  de  la  independencia  de  Dios 
respecto  de  sus  criaturas  (2). 

«Evidenciase  también  que  cada  parte  del  mundo  puede 
llegar  á  ser  causa  de  la  existencia  de  otro  mundo,  no  más 
perfecto,  pero  sí  semejante  á  aquél,  y  esto  indefinidamen- 
te. En  efecto:  la  línea  de  la  circunferencia  está,  formada  de 
puntos  tan  próximos  entre  sí,  que  es  imposible  exista  en- 
tre dos  de  ellos,  reales  ó  hipotéticos,  un  tercero,  á  causa 
de  que  los  espacios  por  ellos  ocupados  están  inmediata- 
mente contiguos.  Ahora  bien:  cada  uno  de  esos  puntos  evi- 
dentemente es  capaz  de  engendrar  una  nueva  circunferen- 
cia, de  la  cual,  á  su  vez,  podrá  afirmarse  lo  mismo  que  de 
la  primera;  y  así  indefinidamente,  puesto  que  no  cabe  ad- 
mitir término  ni  límite  en  el  mundo.» 

«Cada  una  de  las  rectas  que,  partiendo  del  centro,  van  á 
la  circunferencia,  es  igual  á  cualquier  otra  y  termina  en  un 
punto  de  aquélla.  A  pesar  de  esa  multitud  de  radios  que 
nacen  del  centro,  éste  no  se  multiplica  ni  aumenta  en  su 
esencia,  correspondiéndose  simétricamente  con  todos  y  ca- 
da uno  de  los  puntos  de  la  periferia;  y  esto  último  se  funda 
en  que  si  alguno  de  los  puntos  se  correspondiese  con  algo 
distinio  del  centro  correspondiente  á  los  demás,  habría  en- 


(i)     Alfotuhat,  tomo  1,  pág.  338. 

(2)  La  primera  figura  del  Arte  compete  sólo  á  Dios,  y  «es  cir- 
cular, según  el  Doctor  lluminLido,  por  la  rozón  de  que  Dios  es 
centro  que  carece  de  circiinlcrenciii.»  (Vid.  Wcykr,  pág.  76.) 


MOHIDÍN  231 

tonces  dos  centros,  y  así  sería  falsa  Ja  innegable  verdad  de 
que  el  centro  es  único.  Luego  dicha  correspondencia  simé- 
trica es  esencial  á  los  puntos,  á  pesar  de  su  muchedumbre. 

»Así  también,  del  Único  fijo  (Dios)  nácela  muchedum- 
bre, sin  que  El  se  multiplique  esencialmente,  pues  absur- 
do error  es  el  de  los  que  afirman  que  del  Único  sólo  puede 
proceder  una  cosa  (il. 

«Aquella  línea  que  sale  del  centro  para  terminar  en  un 
solo  punto  de  la  circunferencia,  es  la  manera  particular 
como  cada  ser  proviene  de  su  Creador,  es  decir,  su  Pala- 
bra, á  la  que  se  refiere  aquel  texto  alcoránico:  «Solamente 
tenemos  que  decir,  cuando  queremos  una  cosa:  sé,  y  es.» 
Luego  la  voluntad  divina  está  también  representada  por  el 
radio » 

Y  nótese  que  esta  circunferencia  (2)  de  que  venimos  ha- 
blando es  el  mismo  círculo  de  los  posibles:   el  punto  que 


J> 


[Figura  de  los  géneros  y  especies,  sin  descender  á  detalles,  puesto 
que  las  especies  tienen  otras  y  otras,  hasta  terminar  en  la  espe- 
cie última,  como  los  génetos  acaban  en  el  género  de  los  gé- 
neros.] 


(i)     Alude  á  los  peripatéticos  musulmanes  que  profesaban  esta 
opinión,  copiada  de  los  neoplatónicos  alejandrinos. 
(2)    \4//o/ií^ítí,  tomo  I,  pág.  339. 


232  MIGUEL    ASÍN 

hay  en  el  centro  es  el  Ser  necesario  por  su  esencia,  y  di- 
cho círculo  debe  ya  ser  llamado  el  de  los  géneros  posibles. 

«Después  de  sacar  Dios  (O  al  mundo,  de  los  tesoros  de 
su  generosidad,  volvióse  á  tí,  lector,  y  te  creó  perfecto, 
porque  en  tí  se  reúnen  los  dos  extremos  del  círculo,  el  cual 
aparece  completo  por  tu  existencia,  ya  que  tú  eres  el  últi- 
mo con  la  forma  del  Primero  (2).  Así,  pues,  encerró  al 
mundo  entre  estos  dos  límites  infranqueables:  tú  y  Dios. 
Por  esto,  en  el  orden  lógico,  no  te  distingues  de  El,  ni  El 

de  tí. 

» Todas  las  formas  del  mundo,  que  Dios  sacó  de  sus  te- 
soros se  manifiestan  en  ti  y  te  aparecen  presentes  (3^:  por 
eso,  al  conocerlas,  llegas  á  saber  del  mundo,  individuo  tras 
individuo,  lo  que  el  mundo  no  sabe  de  sí  propio.  Dios  te 
dice  luego:  «Todo  lo  que  aún  resta,  que  es  infinito,  en  los 
tesoros  de  mi  generosidad,  es  semejante  á  lo  que  ya  cono- 
ces.» Porque  quien  comprende  á  un  solo  individuo  del  gé- 
nero comprende  á  todo  el  género,  ya  que  éste  está  forma- 
do de  individuos  semejantes.» 

«La  confusión  de  ideas  que  reina.en  algunos,  ó  digamos 
mejor,  en  muchos  pensadores,  acerca  de  este  asunto,  es 

(i)     Alfotuhat,  forao  III,  págs.  475-6. 

(2)  Es  decir  que,  así  como  el  círculo  se  completa  por  la  unión 
de  los  dos  extremos,  así  el  hombre  cierra  el  círculo  de  la  creación, 
porque  siendo  el  último  ser  creado  en  orden  cronológico,  es  el 
primero  por  razón  de  su  forma.  Semejanza  de  Dios. 

(3)  Esta  idea  está  desarroUoda  en  otra  parte,  tomo  I,  pág.  282, 
en  donde  dice:  «El  hombre  es  una  verdadera  y  exacta  copia  del 
Universo  y  esto  no  lo  decimos  por  figura  retórica,  sino  en  el  sen- 
tido de  que  en  el  hombre  hay  algo  de  los  cielos,  bajo  cierto  aspec- 
to algo  de  la  tierra,  y  así  de  todas  las  cosas  del  mundo,  aunque 
no  en  todos  los  aspectos  de  ellas;  porque  el  hombre,  considerado 
en  relación  con  cada  una  de  las  criaturas,  no  se  llama  cielo,  ni 
tierra  etc  •  pero  sí  se  dice  que  en  él  hay  algo  semejante  al  cielo,  á 
la  tierra,  aire,  agua,  fuego,  etc.  En  este  sentido  es  una  copia  del 
mundo.» 


MOHIMN  233 

decir,  del  origen  del  universo,  no  desaparecerá  sino  expli- 
cándolo en  la  forma  que  ya  hemos  expuesto.  El  centro  es 
causa  del  ser  de  la  circunferencia,  mientras  que  ésta  es  la 
causa  de  que  pueda  conocerse  su  centro.  La  circunferen- 
cia es,  por  tanto,  á  un  tiempo  mismo  la  Verdad  y  la  cria- 
tura; el  centro  es,  igualmente,  ambas  cosas.  Y  estos  dos 
juicios  son  también  aplicables  á  cada  una  de  las  circunfe- 
rencias engendradas  de  la  primera.  Cuando  ha3'an  apare- 
cido todas  cuantas  bien  te  parezca  imaginar,  entonces  re- 
sultará que  la  primera  quedará  oculta  por  ellas;  pero  como, 
por  otra  parte,  todas  éstas  tienen  su  misma  forma,  sigúese 
que  con  tanta  razón  podrá  decirse  que  la  manifiestan, 
como  que  la  ocultan.  Y  he  aquí  por  qué  Dios  es  lo  oculto 
en  lo  presente. 

«El  número  de  los  círculos  nacidos  del  primero  es  exac- 
tamente igual,  ni  mayor  ni  menor,  al  de  los  tesoros  de  los 
géneros,  sean  los  que  sean.  Los  que  de  éstos  indefinida- 
mente se  producen,  son  los  círculos  de  los  infinitos  indivi- 
duos que  á  dichos  géneros  corresponden.  A  su  vez,  el 
círculo  del  individuo  sirve  como  guía  para  encontrar  una 
cosa  que  se  llama  especie,  que  es  lo  comprendido  entre  el 
género  y  el  individuo.  Dentro  de  las  especies  nacen  otras 
y  otras,  pero  ya  de  un  modo  limitado,  porque  la  especie 
sólo  puede  ser  conocida  mediante  los  individuos,  siendo, 
como  es,  un  algo  inteligible  que  se  halla  entre  éstos  y  el 
género  más  común.  Y  claro  es  que,  tratándose  de  una  cosa 
que  ocupa  un  término  medio  entre  dos  extremos,  igual  po- 
demos decir  que  mediante  éstos  se  sabe  que  aquél  es  me- 
dio, como  al  revés,  que  por  éste  sabemos  que  aquéllos  son 
extremos.  No  otra  cosa  sucede  con  el  conocimiento  de  la 
Verdad  en  las  criaturas,  y  de  las  criaturas  en  la  Verdad,  á 
la  manera  que  el  círculo  contiene  al  centro  en  el  orden  del 
conocer,  y  el  centro  á  la  circunferencia  en  el  orden  del  ser. » 

El  panteísmo  emanatista,  expuesto  hasta  aquí  bajo  el 
simbolismo  geométrico,  va  á  aparecer  más  evidente  en 
sus  aplicaciones  cosmológicas.  Véase  cómo  explica  el  ori- 
gen del  Universo: 


234  MIGUEL    ASÍN 

«El  Ser  puro  (O  no  cesa  ni  puede  cesar;  el  puro  posible 
tampoco  cesa  ni  puede  cesar,  é  igualmente  el  puro  no  ser 
no  puede  cesar  ni  cesa. 

))E1  Ser  puro  jamás  admite  el  no  ser,  como  tampoco  la 
pura  nada  recibe  jamás  el  ser.  En  cambio,  el  puro  posible 
recibe  el  ser  ó  el  no  ser,  por  una  causa. 

dDíos,  y  sólo  Él,  es  el  Ser  puro.  La  pura  nada  es  única- 
mente aquello  cuyo  ser  es  imposible.  El  posible  puro  es  el 
mundo,  el  cual,  por  tanto,  ocupa  un  término  medio  entre 
el  puro  ser  y  la  pura  nada:  por  lo  que  á  ésta  mira,  recibe 
el  no  ser;  por  lo  que  mira  á  aquél,  recibe  el  ser.  Parte  de 
él  es  obscuridad,  es  decir,  la  Naturaleza;  parte  de  él  es  luz, 
es  decir,  el  Alma  misericordiosa  (2)  que  da  el  ser  á  ese  po- 
sible. 

» A  un  tiempo  mismo  es  el  mundo  soportante  y  soporta- 
do: en  cuanto  soportante,  el  mundo  es  forma,  cuerpo  y 
agente;  en  cuanto  soportado,  el  mundo  es  espíritu,  idea  y 
paciente. 

»No  hay  forma  alguna,  sensible,  fantástica  ó  ideal,  que 
no  tenga  recibida  de  la  Verdad  (Dios)  la  adecuación  y  pro- 
porción justa  (para  recibir)  aquello  que  le  conviene,  según 
el  rango  (que  haya  de  ocupar  en  la  escala  de  los  seres). 
Esto  tiene  lugar  antes  de  la  composición,  es  decir,  antes 
de  unirse  la  forma  con  el  soportado.  Cuando  ya  el  Señor  la 

ha  dispuesto  y  arreglado    según  lo  que  á  El  le   place 

entonces,  á  esa  proporción  justa,  que  es  la  aptitud  para 
recibir  la  composición  y  el  soportamiento,  otórgaselo  el  Mi- 
sericordioso, extendiendo  sobre  ella  su  Alma  (la  univer- 
sal), que  es  el  espíritu  mismo  de  Dios,  al  cual  se  alude  en 
aquellas  palabras  del  Alcorán:  «Cuando  lo  hube  adecuada 
(el  barro),  soplé  en  él  de  mi  espíritu,»  el  cual  espíritu  es, 
como  hemos  dicho,  esa  misma  Alma  (universal). 

»La  diversidad  de  seres  pende,  por  consiguiente,  de  la 
distinta  aptitud  ó  disposición  que  las  formas  tienen  para 

(i)     Alfotuhat,  tomo  II,  págs.  561-2. 

(2)     O  sea,  el  Alma  universal,  como  en  otros  lugares  la  llama. 


MOHIDÍN  235 

recibir  el  Alma.  Si  la  forma  es  elemental  y  fulgura  su  me- 
cha en  virtud  de  aquel  soplo  (que  es  el  Alma),  apareciendo 
movimiento  y  sensibilidad,  se  llama  animal  (0.  Si  la  sen- 
sibilidad no  se  manifiesta  al  tiempo  de  dicho  brillo,  sino 
que  únicamente  aparece  movimiento,  se  llama  vegetal.  Si 
no  aparece  ninguna  de  ambas  cosas,  pero  siendo  todavía 
elemental  la  forma,  se  llama  metal  ó  mineral.  Si  es  forma 
producida  por  el  movimiento  de  las  esferas  celestes,  se  lla- 
ma elemento,  que  es  de  cuatro  especies.  Estos  cuatro  ele- 
mentos producen  una  forma  adecuada  y  bien  proporciona- 
da, que  se  llama  cielo,  el  cual  tiene  siete  bóvedas;  sobre  es- 
tas siete  formas  emite  el  Misericordioso  su  soplo  y  les  in- 
funde una  vida  que  el  sentido  no  percibe,  pero  que  ni  la 
fe  ni  el  alma  pueden  negar,  y  por  esto  no  reciben  esas  for- 
mas aquel  brillo  susodicho.  Mas  cada  uno  de  los  puntos  de 
esos  cielos,  en  el  cual  aparezca  el  brillo,  se  llamará  astro. 


(i)  Difícilmente  podrían  entenderse  estos  conceptos  sin  teñera 
la  vista  !a  obra  de  Algazel  titulada  Almadnun  asagiiir,  cuya  pri- 
mera cuestión  versa  sobre  el  sentido  que  tienen  las  palabras  ade- 
cuación, soplo  y  espíritu,  en  el  texto  alcoránico,  en  que  dice 
Dios:  fCuando  lo  hube  adecuado,  soplé  en  él  de  mi  espíritu.»  He 
aquí  cómo  lo  explica  Algazel:  «La  adecuación  es  el  acto  que  da  al 
sujeto,  sea  éste  barro,  como  acaeció  en  Adán,  sea  el  semen,  como 
acaece  en  sus  hijos,  aptitud  para  recibir  el  espíritu,  y  que  consiste 
en  rectificar  la  complexión  ó  temperamento  equilibrando  los  hu- 
mores. Porque- así  como  para  recibir  el  fuego  ni  son  aptos  la 
sequedad  pura,  v.  gr.,  el  polvo  y  la  piedra,  ni  la  pura  humedad, 
como  es  el  agua,  sino  que  es  preciso  para  ello  la  unión  de  ambos 
elementos,  como  ocurre  en  el  barro  y,  aún  más,  se  necesita  que 
este  barro  sufra  diferentes  transformaciones  hasta  convertirse  en 
planta,  en  la  cual  ya  el  fuego  prenda  y  fulgure;  ¿el  mismo  modo, 
la  adecuación  del  barro,  hasta  hacerse  apto  para  recibir  el  espíritu, 
exige  sucesivas  transformaciones  en  planta,  en  sangre  del  hom- 
bre, semen etc.,  etc.,  y  ya  entonces,  cuando  el  semen  ha  ad- 
quirido la  última  disposición  para  recibir  el  espíritu,  como  la  me- 
cha que  al  embeberse  de  aceite  está  preparada  para  recibir  el  fue- 
go, merécelo  por  esa  disposición;  y  Dios,  que  da  á  todo  ser  su 
merecido,  emite  por  fin  el  espíritu,  que  desciende  de  los  tesoros  de 
su  generosidad.»  (Almad,,  pág,  2,  edic.  Cairo.) 


236  MIGUEL    ASÍN 

Así,  pues,  surgen  los  astros  y  muévanse  con  ellos  sus  es- 
feras, viniendo  á  ser  como  los  animales  en  lo  que  de  bri- 
llo tienen,  y  como  los  vegetales  en  lo  que  tienen  de  mo- 
vimiento  

.  »Si  es  forma  intelectual,  que  esencialmente  proceda  de 
un  entendimiento  separado  y  exija  por  su  aptitud  algo  que 
la  soporte,  emite  el  Misericordioso  su  soplo  sobre  ella  en  el 
momento  en  que  está  ya  adecuada  por  su  Señor,  y  todo  lo 
que  de  dicha  forma  brilla  se  llama  luz  de  ciencia;  mientras 
que  lo  que  sólo  se  mueve  sin  brillar,  se  llama  práctica:  la 
esencia  que  á  ambas  facultades  soporta  recibe  el  nombre 

de  alma. 

«Si  es  forma  divina,  ó  será  consciente  (?),  que  es  la  tor- 
ma  del  hombre,  ó  inconsciente  (?),  que  es  la  del  entendi- 
miento (separado?). 

«Cuando,  finalmente,  el  Señor  ha  adecuado  ya  aquella 
forma  intelectual  por  su  mandato,  y  ha  pulido  con  sus  dos 
manos  la  forma  del  hombre,  emite  sobre  ambas  su  alma 
el  Misericordioso  é  inspira  en  ellas  un  soplo  de  sí  propio. 
Mediante  este  soplo,  hínchese  la  forma  del  entendimiento 
con  todas  las  ciencias,  de  lo  que  ha  ;de  ser  hasta  el  día  del 
juicio,  y  queda  constituida  por  Dios  en  raíz  y  origen  de  la 
existencia  del  mundo,  recibiendo  la  primacía  en  el  orden 
del  ser  posible.  Por  virtud  de  aquel  mismo  soplo,  la  forma 
del  primer  hombre,  creado  por  las  manos  de  Dios,  poseyó 
la  sublime  ciencia  de  los  nombres  divinos  (O,  ciencia  que 
la  forma  del  entendimiento  no  posee. 

«Y  como  no  hay  forma  más  perfecta  que  la  de  la  Ver- 
dad, á  imagen  de  la  cual  salió  la  del  hombre,  ésta  resulta 
la  última  en  que  se  completa  y  acaba  el  influjo  del  Alma 
universal. 

«Así,  pues,  el  orbe  gira,  y  aparece  el  ser  posible  co- 
locado entre  luz  y  obscuridad,  espíritu  y  naturaleza,  pre- 
sencia y  ausencia,  revelación   y  velo.  Porque  de  todo  lo 

(i)  Esta  ciencia  juega  importantísimo  papel  en  toda  la  enci- 
clopedia de  Mohidín,  lo  mismo  que  en  otros  libros  sufíes. 


MOHIDÍN  237 

que  acabamos  de  enumerar,  aquello  que  obtiene  la  pri- 
macía en  el  orden  del  ser  puro,  es  una  luz  y  un  espíritu; 
lo  que  la  obtiene  en  el  del  puro  no  ser,  es  una  obscuridad 
y  un  cuerpo;  mediante  la  unión  de  ambos,  es  una  forma. 

«Por  consiguiente,  si  considero  al  mundo  desde  el  pun- 
to de  vista  del  Alma  del  Misericordioso,  digo  que  el  mun- 
do no  es  otra  cosa  que  Dios.  Y  si,  al  revés,  le  considero 
en  cuanto  es  algo  adecuado  y  proporcionado  justamente, 
digo  que  el  mundo  es  las  criaturas.  Porque,  como  dice  el 
adagio,  no  lanzas  tú  la  flecha,  en  cuanto  eres  criatura, 
sino  que  únicamente  la  lanzas  en  cuanto  eres  la  Verdad, 
y,  sin  embargo,  Dios  es  quien  la  lanza,  porque  la  Verdad 
es  Él.  , 

«Por  el  Alma  universal,  todo  el  mundo  es  animado  ii); 
ella  es  lo  más  manifiesto  en  el  mundo:  oculta  en  la  Ver- 
dad, evidente  en  la  criatura,  porque  lo  oculto  de  ésta  es 
lo  evidente  de  aquélla,  y  viceversa.  Por  su  unión,  com- 
plétase el  ser;  por  su  separación,  cabe  ya  decir:  Verdad  y 
criatura.  Aquélla  es  privativa  del  Ser  puro;  ésta  pertenece 
á  la  pura  posibilidad.  Todo  lo  que  en  el  mundo  se  aniqui- 
la, aquello  meramente  formal  que  perece,  en  cuanto  á  la 
parte  contigua  al  no  ser,  es  nada;  en  cuanto  á  la  parte 
contigua  al  ser,  y  que  jamás  cesa,  está  constituido  por  dos 
gobernantes  que  continuamente  le  rigen.  En  efecto:  toda 
criatura,  así  de  éste  como  del  otro  mundo,  va  innován- 
dose en  cada  alma;   pero,  en   cambio,  el  Alma  universal 

(i  )  Esta  tesis,  de  la  que  parece  un  eco  la  tan  conocida  de  Cam- 
panella,  muéstrase  desenvuelta  algo  más  en  el  tomo  I,  pág.  800: 
«Así  como  la  unidad  metafísica  ó  identidad,  á  pesar  de  estar  pre- 
sente en  todo  ser,  eterno  ó  temporal,  existente  ó  aniquilado,  no  es 
perceptible  á  causa  de  su  misma  evidencia,  de  igual  manera  la  vida 
existe  en  todo  ser,  ya  manifiesta,  como  en  los  animales,  ya  ocul- 
ta, como  en  las  plantas  y  minerales.  Y  la  razón  está  eri  que  todo 
ser  distinto  de  Dios  le  alaba  para  darle  gloria;  es  así  que  no  pue- 
de alabarle  sino  quien  le  conoce,  y  condición  precisa  del  que 
conoce  es  la  vida:  luego  todo  ser  vive.»  También  se  habrá  adver- 
tido que  iVlohidín  coincide  con  Lulio  en  otorgar  alma  á  los  cielos, 
opinión  en  que  el  Doctor  Iluminado  se  aparta  de  la  escolástica. 


2,8  MIGUÜL    ASÍN 

jamás  cesa  de  extenderse,  ni  la  Naturaleza  acaba  nunca 
<ie  engendrar  formas  para  esa  Alma,  á  fin  de  que  el  acto 
de  la  voluntad  divina  no  permanezca  ocioso,  ya  que  la 
ociosidad  repugna  en  Dios.  Y  así,  unas  tras  otras  van  las 
formas  manifestándose  y  viniendo  á  la  existencia,  al  paso 
que  se  encuentran  en  disposición  de  recibir  el  Alma  uni- 
versal. 

,,Tal  es  la  más  clara  explicación  que  puede  darse  de  la 

creación  del  mundo.» 

Como  se  ve,  en  este  sistema  cosmológico  se  amalga- 
man elementos  aristotélicos  con  neoplatónicos,  siendo  su 
resultado  un  panteísmo  emanatista  que  el  autor  se  es- 
fuerza en  vano  por  armonizar ,con  el  islam.  Para,  esto. 
sírvese  á  menudo  de  alegorías  y  ejemplos  que  le  permiten 
ocultar  su  pensamiento  íntimo  á  los  ojos  de  los  profanos: 
«Si  quieres  (O  saber  la  forma  en  que  el  mundo  se  pro- 
dujo, la  rapidez  con  que  apareció,  en  cumplimiento  del  di- 
vino mandato,  mira  lo  que  en  el  aire  produce  una  brasa 
movida  por  la  mano  del  hombre.  Si  la  hace  girar,  dibú- 
jase un  círculo  en  el  ojo  del  que  la  contempla.  Tú  no 
dudas  que  ves  un  círculo  de  fuego,  y,  al  mismo  tiempo, 
tampoco  dudas  de  que  allí  no  hay  tal  círculo,  pues  sola- 
mente ha  sido  producido  en  tu  vista  por  la  rapidez  del 
movimiento.  . 

»No  otra  cosa  dice  Dios:  Nuestro  mandato,  que  es  su 
Palabra:  sea,  no  es  más  que  uno,  como  la  brasa  es  una  so- 
la, d  la  manera  de  un  abrir  y  cerrar  de  ojos,  que  es  la  per- 
cepción del  círculo,  sin  que  lo  sea  en  realidad. 

«Esta  es,  pues,  la  diferencia  que  existe  en  toda  forma 
creada  visible:  si  la  miras  con  los  ojos,  con  la  inteligen- 
cia ó  con  la  imaginación,  juzgas  que  es  criatura;  si  la 
consideras  bajo  el  prisma  de  la  ciencia  y  de  la  ilumina- 
ción, juzgas  que  es  Dios,  el  cual  ha  creado  todo  aquello 
que,  á  pesar  de  aparecer  ante  tus  ojos,  es  nada  en  su  mis- 
mo ser,  porque  no  es  Él.  ¡Mira  cuan  fina  perspicacia  es 

(i)     Alfotuhat,  tomo  i,  pá'¿.  SS-¡. 


MOHIDIN  239 

ésta,  á  pesar  de  que  el  sujeto  en  quien  aparece  es  el 
sentido,  cuya  condición  nativa  es  la  torpeza  y  la  limi- 
tación!» 

«Fíjate. bien,  hermano  mío,  en  lo  que  pasa  cuando  ful- 
gura veloz  el  relámpago:  su  brillo  es  la  causa  de  que  la 
atmósfera  se  inunde  de  luz;  esta  iluminación  del  aire  es 
causa  de  que  los  objetos  sensibles  aparezcan;  esta  mani- 
festación de  los  objetos  sensibles  es,  por  fin,  causa  de  que 
los  ojos  los  perciban.  Ahora  bien:  el  tiempo  en  que  todo 
esto  ha  ocurrido  es  un  solo  instante,  pues  á  pesar  de  que 
sabes  perfectamente  que  cada  una  de  esas  causas  ha  pre- 
cedido á  su  efecto,  sin  embargo,  el  momento  en  que  ha 
brillado  el  relámpago  es  el  mismo  en  que  se  ha  iluminado 
la  atmósfera,  han  aparecido  los  objetos  y  los  ha  percibido 
la  vista 

«¡Loado  sea  quien  empleó  estos  símbolos  y  se  sirvió  de 
estas  figuras  para  decir  que  es  y  no  es,  ó  que  no  es  y  es! 
Porque  ¡juro  por  iVquél  cuyo  es  el  poder,  la  gloria  y  la 
grandeza,  que  en  verdad  no  existe  sino  Dios,  el  Ser  ne- 
cesario, único  por  su  esencia,  múltiple  por  sus  nombres  y 
decretos,  que  todo  lo  puede,  hasta  lo  imposible!  ¡Sólo 
Dios  existe:  todo  de  Él  procede,  y  á  Él  ha  de  volver!» 

Esta  exaltación,  este  estilo  oratorio,  no  deben  conside- 
rarse como  meras  hipérboles,  hijas  del  entusiasmo;  son 
franca  manifestación  de  sus  creencias  panteístas;  porque 
sabe  muy  bien  Mohidín  discurrir  con  tranquilidad  de  espí- 
ritu acerca  de  estas  materias,  como  puede  observarse  en  el 
siguiente  pasaje,  que  semeja,  por  su  alteza  metafísica,  un 
capítulo  de  dialéctica  hegeliana: 

«Tres,  y  sólo  tres,  son  los  objetos  de  la  ciencia  (i). 

«Primero:  el  Ser  absoluto,  que  no  se  concreta,  y  que 
es  el  ser  mismo  de  Dios,  ente  necesario  por  su  misma 
esencia. 

«Segundo:  el  no  ser  absoluto,  que,  por  su  esencia,  es 

(i)     Al/otuhat,  tomo  III,  págs.  60-2. 


2AO  MIGUEL    ASÍN 


nada  y  que  tampoco  se  concreta  de  ninguna  manera:  es 
el  ser  imposible,  el  cual  se  opone  al  Ser  absoluto  de  tal 
modo,  que,  si  á  ambos  se  les  definiese  con  toda  precisión, 

serían  iguales.  . 

«Ahora  bien:  no  cabe  que  existan  dos  contradictorios 
opuestos,    sin    que    entre    ellos    haya    un     diferenciante 
que    distinga   al   uno  del  otro,  haciendo  imposible   para 
ambos    el    empleo  de  idéntica  definición.    Este   diferen- 
ciante  que  existe  entre  el  Ser  absoluto  y  la  nada,  y  que 
si    hubiera    de    definirse   con  toda  exactitud,  sena  igua 
á   ellos  en  cantidad,    sin  aumento   ni  disminución,  es  e 
Barzaj  (O  sublime,  uno  de    cuyos  aspectos  mira  hacael 
ser  y  el  otro  hacia  la  nada,  siendo  así,   por  su  esencia, 
opuesto  á  cada   uno   de   los  dos  anteriores  objetos  de  la 
ciencia.  Tal  es,   por   consiguiente,  el  tercer  objeto,  en   el 
cual  está  contenida  la  totalidad  de  los  posibles,   que  son 
infinitos,  como  también  lo  es  cada  uno  de  los  dos  objetos 
primeros.  Los  posibles,  contenidos  en  este  Barzaj    Uen.n 
esencias  positivas  por  la  parte  que  á  ellos  mira  el  Ser  ab- 
soluto, y  bajo  este   aspecto,  reciben  el  nombre  de  la  cosa 
á  la  que  Dios,  cuando  quiere  crearla,  le  dice:  se,  y  es.  En 
cambio,  no  tiene  el  Bay::aj  esencias  reales  por  la  parte  que 
á  los  posibles  mira  la  nada  absoluta,  y  ésta  es  la  razón  de 
que  se  le  diga:  sÉ,  pues  esa  palabra  es  exisienaaUva  (^},  y 
claro  es  que  no  se  emplearía  si  el  posible  fuera  existente. 
De  modo  que  los  posibles  están  en  el  Barzaj,  en  cuanto 
son  simpliatcr,  no  en  cuanto  á  lo  que  serán  después    es 
decir,  con  sus  modos  de  ser,  ya  substancias,  ya  acciden- 
tes,  ya  atributos,  etc.» 

[ElBarzaj,  pues,  es  lo  que  diferencia  al  ser  del  no  ser;. 
pero  él  mismo  ni  es  existente  ni  no  existente.  Si  lo  rehe- 

f  o    Vide  supra,  pág.  225,  nota  3.  ,  ,       .    ■ 

No  hay  modo  de  verter  al  castellano  la  palabra  árabe  vo- 
chudi  que  es  un  denominativo  derivado  de  vochud,  existencia. 
Significa,  por  tanto,  «aquello  que  hace  existu'... 


MOHIDÍN  241 

res  al  ser,  percibirás  en  él  un  matiz  como  de  ser  positivo; 
si  lo  refieres  al  no  ser,  también  dirás  verdad,  porque  ca- 
rece de  existencia.  Y  por  eso  me  ha  maravillado  siempre 
la  opinión  de  los  axaríes,  que  contradicen  al  que  sostiene 
que  la  nada  es  algo  en  su  mismo  estado  de  no  ser,  y  que 
tiene  esencia  positiva,  á  la  cual  luego  sobreviene  la  exis- 
tencia, quedando  constituida  por  ésta  en  alguna  de  las 
categorías  ontológicas. 

i)La  causa  de  que  el  Barzaj,  es  decir,  lo  posible  entre 
el  ser  y  la  nada,  sea  susceptible  de  esa  doble  relación  po- 
sitiva y  negativa,  no  es  otra  que  el  ser  opuesto  por  su 
esencia  misma  á  aquellas  dos  realidades. 

«Más  claro:  la  nada  absoluta  se  presenta  como  si  fuese 
un  espejo  ante  el  Ser  absoluto.  Este  ve  su  forma  propia  en 
aquélla,  y  esa  forma  es  la  esencia  de  lo  posible:  por  esto 
tiene  lo  posible  esencia  positiva  y  realidad  en  su  mismo 
estado  de  no  ser;  por  esto  también  aparece  lo  posible  bajo 
la  misma  forma  del  Ser  absoluto;  por  esto,  en  fin,  lo  posi- 
ble se  define  por  la  ilimitación,  pudiendo  decirse  de  él  que 
es  infinito. 

))A  su  vez,  el  Ser  absoluto  es  como  un  espejo  para  la 
nada  absoluta.  Esta  se  contempla  á  si  propia  en  ese  espe- 
jo de  la  Verdad,  y  la  forma  que  en  él  se  ve  es  la  esencia 
misma  de  la  nada;  esencia  por  la  cual  lo  posible  ya  puede 
definirse  como  no  ser  y  como  infinito,  pues  infinita  es  la 
nada  absoluta. 

»En  consecuencia,  lo  posible  se  asemeja  á  la  imagen 
que  aparece  entre  el  espejo  y  la  persona  que  en  él  se  mira, 
porque,  á  la  manera  que  dicha  imagen  no  es  la  misma 
persona  ni  cosa  distinta  de  ella,  también  lo  posible,  en  lo 
que  tiene  de  positivo,  ni  es  la  misma  Verdad,  ni  algo  que 
de  ella  se  distinga;  y  en  lo  que  tiene  de  negativo,  ni  es  lo 
imposible,  ni  algo  diferente  de  él. 

»Es,  en  suma,  lo  posible  una  entidad  relativa,  y  por 
esto  algunos  parecen  inclinarse  á  negar  su  realidad,  no 
admitiendo  otras  que  lo  necesario  y  lo  imposible,  y  di- 
ciendo que  lo  posible  no  puede  concebirse.  Mas  para  nos- 
n  .'6 


2-3  MIGUEL   ASÍN 


Otros  como  venimos  repitiendo,  los  posibles  tienen  esen- 
cias positivas  y  negativas,  según  en  ellos  respectivamente 
se  revela  y  manifiesta  la  Verdad  ó  la  nada.» 

No  debemos  olvidar,  en  medio  de  estas  abstrusas  lucu- 
braciones, que,  para  Mohidín,  posible  y  criatura  son  vo- 
ces sinónimas,  y  que,  por  consiguiente,  tampoco  ésta  tie- 
ne más  realidad  que  la  de  una  mera  relación:  la  de  puro 
fenómeno  en  el  que  se  revela  la  Verdad,  que  es  Dios.  Mas 
claro-  el  mundo  que  contemplamos,  es  nada  en  lo  que  de 
sí  propio  tiene;  solamente  es  algo  en  cuanto  manifestación 

de  la  divinidad.  -    •         j 

Sin  embargo,  la  identificación,  siquier  fenoménica,  de 
Dios  y  el  mundo,  no  impide  á  nuestro  panteísta  hablar  de 
la  creación  en  el  lenguaje  de  la  más  pura  ortodoxia,  citan- 
do para  ello  versos  alcoránicos,  cuyo  sentido  y  fuerza  ter- 
giversa Y  es  que  cuesta  mucho  ser  panteísta  franca  y  ru- 
damente- hay  que  reñir  con  las  verdades  más  vulgares  del 
sentido  común,  y  con  los  dogmas  fundamentales  de  todas 
las  religiones  monoteístas.  Por  eso  Mohidín,  tras  de  sentar 
en  el  párrafo  que  precede  la  tesis  neoplatónica  de  que  Dios 
es  el  Ser  abstracto  é  indeterminado,  punto  de  partida  de 
todo  panteísmo  lógico;  lejos  de  sacar  las  consecuencias  de 
aquel  principio,  se  expresa  siempre  como  quien  admitiera 
la  distinción  esencial  entre  Dios  y  las  criaturas  (•). 

No  obstante  estas  restricciones,  á  que  le  obligaba  sin 

fi^  No  son  las  hasta  aquí  transcritas  las  únic.s  pruebas  de  su 
panteísmo.  Sin  que  esto  sea  agotar  la  materia,  tarea  difícil  tratan- 
dose  de  una  obra  de  la  extensión  del  Alfoluhat,  sirvan  de  apéndi- 
ce á  las  expuestas  las  siguientes:  .Dios  se  concibe  como  la  identi- 
dad de  los  dos  contrarios;  y  así  debe  interpretarse  la  frase  alcoráni- 
ca- El  es  el  primero  y  el  último,  el  evidente  y  el  oculto,  es  decir, 
baio  un  mismo  respecto,  no  bajo  relaciones  diversas,  (tomo  1,  pa- 
gina -239,  y  tomo  IV,  pág.  3a3).-«Dicen  los  filósofos  que  en  todo 
ser  hay  una  huella  que  nos  indica  que  es  uno;  pero  yo  digo  que  en 
todo  ser  hay  una  huella  que  nos  indica  que  es  el  mismo.  La  dife- 
rencia de  estas  dos  opiniones  está  sólo  en  las  palabras,  porque 
únicamente  Dios  existe;  y  por  esto  decía  Abuyecid:  Yo  soy  Dios» 
(tomo  I,  pág.  354  et  alibi). 


MOHIDÍN  243 

duda  e]  tenior  de  disentir  de  la  religión  oficial,  dábase 
Mohidin  buena  traza  para  volver  á  su  tema,  así  que  la  co- 
yuntura se  le  presentase.  Por  uno  de  esos  juegos  de  inge- 
iiio.  pudo  llamar  creación  al  origen  del  mundo,  que,  como 
acabamos  de  ver,  no  es  más  que  emanación.  Y  véase  có- 
mo: Dios,  según  nuestro  místico,  ve  en  el  mundo,  como  en 
un  espejo,  su  propia  esencia,  de  la  cual  es  atributo  la  her- 
mosura; y  como  ésta  es  en  todo  caso  el  motivo  del  amor 
y  Dios  no  puede  amar  á  otra  cosa  que  á  sí  propio,  resulta 
que  Dios  se  ama  á  sí  mismo  en  todas  las  cosas  del  mun- 
do. Por  esta  misma  razón,  aunque  parezca  paradoja  el 
mundo  muévese  eternamente  hacia  Dios,  de  cuya  soberana 
hermosura  está  ardientemente  enamorado  desde  antes  de 
existir,  porque  cabalmente  ese  amor  fué  también  la  causa 
de  que  el  mundo  viniese  de  la  nada  al  ser. 

Mas  para  que  se  evidencie  esta  ingeniosa  manera  de  ex- 
phcarel  origen  del  Universo  por  el  amor,  fuerza  será  decir 
algo,  aunque  sea  poco,  de  lo  mucho  y  muy  interesante  que 
Mohidin  tiene  sobre  esta  materia,  base  de  toda  su  mística, 
y  la  más  digna  quizá  de  ser  conocida: 

«Es  el  amor  (i)  una  particular  afección  de  la  voluntad 
cuyo  objeto  es  algo  que  no  existe  en   el  momento  mismo' 
de  existir  aquélla,  y  cuyo  fin  estriba  en  querer  el  ser  del 
objeto  amado,  ó  mejor,  en  querer  que  el  objeto  amado  ven- 
^a  á  la  existencia.  Y  digo  esto  último  porque,  teniendo 
por  objeto  el  amor  la  privación  del   ser,  no  puede  decirse 
de  ésta,  en  su  estado  de  ser,  que  sea  algo  que  viene  á  la 
existencia,  ya   que  esto   equivaldría  al  absurdo  de  que  la 
aniquilación  sea  acto  positivo;  en  cambio,  puede  muy  bien 
decirse  aquello  respecto  al  objeto  amado,  el  cual  es  nada 
He  añadido,  en  la  definición,  la  frase   cuyo  fin  estriba,  en 
querer  el  ser  del  objeto  amado,  porque  éste,  en  realidad    no 
llene  ser,  es  nada.  En  efecto:  lo  amado  es  para  el  amante 
un  acto  de  su  voluntad,  que  le  mueve  á  conseguir  la  unión 
con  aquel  individuo  determinado,  sea  quien  fuere,  con  tal 

(i)     Alfotuhat,  tomo  II,  págs.  431-2. 


MIGUEL    ASÍN 
244 


oue  sea  capaz  de  esa  unión,  v.  gr.:  apto  para.ser  abraza- 

r  pava  unirse  en  n.atr.monio,  6  sin.plen.ente  pava  andar 

en'colai^ía  del  amante.  El  amor  de  éste  no  tiene,  pues, 

"r  leto  en  todos  esos  casos,  sino  algo  de  dicho  indivi- 

duol^    ual  no  existe  entonces,  y  cabalmente,  el  conseguir 

r.  que  no  existe  entonces,  es  lo  ,ue  -.pulsa  a^ama^e 

á  buscar  y  ver  al  objeto  de  sus  amores Diias  quiza 

!ue    cuando  amamos  la  compañía  de  una  persona,  o  su 
conversación,  ó  su  trato,  ó  besarla  y  abrazarla,  si  llegamos, 
á  conseguir    so  que  ansiábamos,  nuestro  amor  no  cesa, 
aunq      estemos  abrazándola,  y,  por  consiguiente,  e   obje 
to  del  amor  no  es  algo  que  no  exista.  A  esto  respondo  que 
ver'as    porque  cuando  tú  abrazas  á  aquella  persona,  cuyo 
abrazo    compañía  ó  trato  ansiabas,  la  causa  que  excita  tu 
amo     el  objeto  de  éste,  no  está  en  lo  que  ya  has  cons  - 
Jdo   sino  solamente  en  la  persistencia  y  repetición  de 
e'só  que  has  conseguido.  Ahora  bien:  la  persistencia  y  te- 
petición  es  algo  que  no  existe,  que  no  ^a  pasado    °^;- 
al  ser   y  esto  indefinidamente.  Luego  el  objeto  que  excita 
"   amor,  cuando  ha  alcanzado  ya  el  amante  la  unión  ap- 
echa    s  también  la  nada,  es  decir,  la  continuidad  de  di- 


cha  unión.» 


«Es  cuestión  (O  insoluble  para  el  que  no  ha  11  gado  ál- 
„,cta  del  amor  divino,  la  de  definir  la  esencia  de    amor 
determinando  si  es  éste  un  atributo  esencial  o  solo  ideal 
Íe    :inte,  ó  si  no  tiene  otra  realidad  que  ^a  de  -a^^^^^^^ 
relación  entre  el  amante  y  el  amado,  al  modo  de  una  hue 
it  que  excite  al  primero  á  correr  en  busca  de  la  unión  coa 
el  obj  t    de  sus  cariños.  A  nuestro  parecer,  el  amor  es  un 
atrtuto  esencial  del  amante.  Y  no  se  diga  que  mal  puede 
:      esencial  un   atributo  que  vemos   desaparecer     ne 
amante  porque  ésta  es  una  afirmación  completamente  ab 
Tda   el  amor  no  cesa  sino  cuando  deja  de  existir  el  -n- 
te;  fuera  de  este  caso,  el  amor  jamás  acaba.  Lo  que  suce 


to     Alfotuhat,  tomo  II,  pág.  438; 


MOHIDÍN  245 

•de  es  que  cesa  la  afección  del  amante  por  un  amado  parti- 
cular, á  causa  de  haber  desaparecido  la  huella  que  le  im- 
pulsaba hacia  ese  determinado  objeto;  pero  entonces  dirí  - 
gese  su  afección  hacia  otro  objeto,  y  otro  sucesivamente. 
Por  tanto,  rómpese  tan  sólo  la  afección  particular,  en  cada 
caso,  entre  el  amante  y  el  objeto;  mas  el  amor  continúa 
en  su  esencia  existiendo,  porque,  en  su  esencia  considera- 
do, no  es  más  que  el  mismo  amante,  su  propio  ser,  su 
misma  alma,  no  un  atributo  ideal  que,  suprimido,    diera 

fin  al  amor »    «Así,  pues,  atribuyase  el  amor  á  quien 

bien  te  plazca,  sea  Dios,  sea  la  criatura,  jamás  será  aquél 
otra  cosa  que  el  amante  mismo.  Luego  no  tienen  real  exis- 
tencia más  que  el  amante  y  el  amado,  sin  que  echemos  en 
olvido,  de  una  parte,  que  es  condición  propia  é  imprescin- 
dible del  amado  el  ser  nada,  y  de  otra,  que  es  también 

esencial  al  amor  producir  esa  nada,  hacerla  venir  al  ser 

«Si  queremos  hablar  (O  de  la  meta  del  amor  espiritual, 
fuerza  será  emplear  figuras  ó  ejemplos  tomados  del  amor 
físico  ó  natural,  porque  aun  cuando  el  objeto  amado  es 
nada,  sin  embargo,  la  imaginación  del  amante  se  lo  repre- 
senta bajo  la  forma  de  algo  existente,  y  que  él  ve  con  los 
ojos  de  la  fantasía.  Esto  supuesto,  digo  que  el  término 
final  de  dicho  amor  es  la  identificación,  que  consiste  en 
■que  la  esencia  del  objeto  amado  venga  á  ser  la  esencia 
misma  del  amante,  y  al  revés,  la  esencia  del  amante  se 
convierta  en  la  del  amado,  lo  cual  se  significa  con  la  pala- 
bra.  fusión.  He  aquí  ahora,  para  su  más  perfecta  inteligen- 
cia, un  ejemplo  físico:  abrázanse  estrechamente  dos  ami  - 
gos  hasta  libar  el  uno  la  saliva  de  los  labios  del  otro,  y 
ella  viene  á  fundirse  con  la  esencia  misma  de  cada  uno  de 
los  dos.  En  aquel  momento,  mientras  permanecen  unidos 
con  el  íntimo  lazo  del  ósculo  amoroso,  respiran  anhelan- 
tes, y  el  soplo  emitido  en  la  espiración,  mutuamente  se  in- 
troduce en  el  pecho  de  ambos.  Ese  soplo  es  el  mismo  es  - 
píritu  anímico,  aunque  revestido  de  forma  material;  y  así, 

(i)     Al/otuhat,  tomo  II,  pág.  441. 


246  MIGUEL    ASÍN 

al  introducirse  en  el  pecho  en  el  momento  del  ósculo,  res- 
pira, anímase  y  vive  cada  uno  de  los  dos  con  el  espíritu 
del  otro,  y  puede  ya  decirse,  por  virtud  de  ese  mutuo  cam- 
bio efectuado  en  sus  almas,  que  ambos  amigos  se  han. 
identificado.» 

Todos  los  caminos  llegan  al  mismo  término:  la  identifi- 
cación de  la  criatura  con  el  Criador  es  la  idea  madre  del 
sistema,  latente  bajo  los  símbolos  geométricos,  revelada 
luego  en  la  física,  en  la  ontología  y  en  la  metafísica  del  di- 
vino amor  ('). 

Aquí,  por  consiguiente,  debiéramos  dar  por  terminada 
nuestra  tarea,  cuyo  principal  objetivo  no  fué  otro  que  ex- 
plicar por  Mohidín  algo  que  en  Lulio  aparece  como  mero 
detalle  de  secundaria  importancia,  y  que  en  su  probable 
maestro  es  nada  menos  que  la  base  de  todo  un  sistema 
mistico-panteísta. 

Pero  cerrar  aquí  el  trabajo  sin  apuntar,  siquiera  sea  so- 
meramente, algo  acerca  del  concepto  que  le  merecía  la 
ciencia,  de  sus  relaciones  con  la  fe,  sobre  los  métodos  de 
invención  y  exposición  de  la  verdad,  sería  dejar  desdibu- 
jada y  borrosa  la  figura  de  este  insigne  murciano,  y  con- 
trahecho su  harmónico  sistema: 

«Siervoy  Señor:  he  aquí  las  dos  fundamentales  categorías 
del  ser  (2).  Siervo  es  todo  lo  que  no  es  Dios  y  que  ha  sido 
ó  puede  ser  creado  por  Él,  es  decir,  el  mundo.  Señor,  á 
quien  el  mundo  sirve,  es  Dios  únicamente.» 


(i)  Siete  son  los  grados  de  anonadamiento  por  los  que  el  sufí 
llega  á  esta  absoluta  idenlificación:  i.°,  negación  de  la  variedad; 
2.°  negación  de  actos;  3.°,  negación  de  atributos  creados;  4.°,  ne- 
gación de  la  esencia  propia  del  sufí;  5°,  negación  de  todo  mundo; 
6.°,  negación  de  todo  lo  que  no  es  Dios;  7.°,  negación  de  atributos 
y  relaciones  en  la  esencia  divina.  tAñaden  otros,  dice  Mohidín, 
una  octava  especie,  que  es  la  aniquilación  de  la  aniquilación;  pera 
ésta  es  propia  de  cada  una  de  las  siete  anteriores,  pues  consiste  en 
ignorar  el  anonadado  que  lo  está.)  (Vide  Alfotiihat,  tomo  II,  pá- 
ginas Ó74  y  siguientes.) 

(2)     Alfotuhat,  tomo  111,  pág.  102. 


MOHIDIN  247 

«Estas  nociones,  tan  sencillas,  encierran,  no  obstante, 
maravillosos  y  abstrusos  secretos,  intimamente  relaciona- 
dos con  el  problema  del  conocimiento  de  Dios  y  su  unidad, 
y  con  el  conocimiento  del  mundo  y  del  rango  que  ocupa 
en  el  orden  del  ser.  Pero  tales  problemas  permanecerán 
eternamente  insolubles  para  los  ulemas,  cuyas  opiniones, 
discrepantes  entre  si  hasta  lo  infinito,  no  encuentran  jamás 
un  seguro  punto  de  apoyo  en  que  fundarse  sin  temor  algu- 
no de  duda.  Y  es  que  Dios  ha  determinado  que  sus  siervos 
habrían  de  alcanzar  la  felicidad  únicamente  por  medio  de 
la/g  y  de  la  ciencia  de  la  unidad  divina  de  un  modo  es- 
pecial.» 

«Un  hecho,  anunciado  de  parte  de  Dios  por  los  Profe- 
tas, constituye  el  objeto  de  la  fe,  que  es  aquel  acto  por  el 
cual  el  entendimiento  pura  y  simplemente  presta  su  asen- 
so á  las  palabras  de  esos  Profetas,  que  él  acepta,  lo  mismo 
si  conoce  científicamente  lo  que  significan,  como  si  no  lo 
conoce. 

«Ciencia  es  todo  conocimiento  adquirido  mediante  la 
especulación  de  la  inteligencia  ó  por  la  iluminación  divi- 
na; pero  en  ambos  casos,  aquel  conocimiento  no  será  cien- 
tífico, si  no  llega  á  alcanzar  un  grado  tal  de  necesidad  en 
sus  fundamentos,  que  excluya  todo  género  de  duda  en  el 
sujeto. 

«Ahora  bien:  el  mundo  es  de  dos  categorías:  i.",  que 
recibe  el  nombre  de  mundo  presente,  es  decir,  perceptible 
á  los  sentidos;  y  2.",  que  se  designa  con  el  de  ausente  ú 
oculto,  es  decir,  imperceptible  á  la  sensibilidad;  y  no  se 
entienda  por  oculto  aquello  que  lo  es  en  un  tiempo  deter- 
minado para  manifestarse  después,  sino  que  por  oculto 
significamos  aquel  mundo  que  no  puede  ser  jamás  perci- 
bido por  los  sentidos,  aunque  el  entendimiento  lo  conoz- 
ca, ya  por  prueba  decisiva,  ya  por  testimonio  veraz,  en  el 
cual  consiste,  según  hemos  dicho,  la  percepción  de  la  fe. 
»E1  acto  de  conocer  por  los  sentidos  el  mundo  presente 
no  es  ciencia,  sino  camino  para  la  ciencia.  El  objeto  so- 
bre que  versa  es,  ya  lo  hemos  indicado,  todo  aquello  que. 


g  MIGUEL    asín 

asequible  á  los  sentidos,  no  es   Dios.  El  acto  de  percibir 
el  mundo  ausente  es,  con  toda  propiedad,  lo  que  se  llama 


ciencia.» 


«No  hay  forma  d)  alguna  de  criatura  que  no  tenga  un 

espíritu  que  la   acompañe Y  puesto  que  esto  es  asi, 

puesto  que  en  todo  ser  creado  se  encuentran  unidas  una 
forma  sensible  con   un   espíritu  ideal,   no  debemos  dudar 
de  que  toda  prescripción  legal  religiosa  tiene  un  sentido 
oculto  ó  alegórico,  además  del  literal,   porque  éste  es    o 
exterior,  la  forma  sensible,  así  como  aquél  es  el  espíritu 
infundido  por  Dios  en  aquella  forma.  El  Señor  nos  acon- 
seia  y  nos  manda  en  su  libro  que  investiguemos  esos  sen- 
tidos ocultos  ó  interiores;   pero   los   ulemas,    petrificados 
en  la  sobrehaz  de  la  letra,   desprecian  este  precepto,  y, 
contentos  con   admirarse,  se  hacen  semejantes  á  los  mu- 
chachos. ¡Cuántas  son  las  gentes  que  así  obran! » 

El  conocimiento  sensitivo,   el  racional,   el  de  fe:  tales 
son.  según  lo  que  precede,  los  tres  órdenes  del  saber  hu- 
mano   Pero  sobre  todos  tres  está,  por  sus  garantías  de 
certeza   la  iluminación  sobrenatural,  que  es  capaz  de  al- 
canzar,  especialmente   en   materia  teológica,   lo   que  no 
pueden  la  razón   ni  la  fe.    «Cor   pruebas  racionales,  dice 
Mohidin,  pueden  conocerse  solamente  los  atributos  nega- 
tivos de  Dios.  Con  pruebas  de  fe,  tan  sólo  los  atributos 
divinos  tomados  de  las  criaturas,  como  el  oído,  la  vista, 
etc     los  cuales  son  contradictorios  para  la  razón.  De  esta 
contradicción,  debida  al  exclusivo  uso  de  uno  ú  otro  mé- 
todo, nace  en  los  teólogos  la  perplejidad.  La  ilummacion 
sola  es  la  que  nos  puede  hacer  conocer  los  atributos  posi- 
tivos de  Dios  (i).» 

Y  esta  iluminación  es  de  tal  naturaleza  que,  una  vez 
■   enviada  por  Dios  al  hombre,  éste  ya  no  necesita  de  los 

(,)     Aljotuhau  tomo  I,  pág.  692.  Para  la  inteligencia  de  este 
trozo,  véase  más  arriba,  págs.  234  V  siguientes. 
2)     Vide  Alfotuliat,  tomo  I,  pág.  332- 


2 


MOHIDÍN  249 

demás  órdenes  de  conocer:  se  basta  ella  á  sí  misma  para 
suplir  á  los  sentidos,  á  la  razón  y  á  la  fe;  y  esto  lo  hace 
Dios  comunicando  al  iluminado  el  extraordinario  y  ma- 
ravilloso privilegio  de  que  con  una  sola  facultad  conozca 
los  objetos  propios  de  todas  las  demás.  Así,  por  ejemplo, 
Mohidín  asegura,  claro  es  que  sólo  bajo  la  garantía  de 
su  palabra,  haber  tratado  á  muchos  sufíes  que,  con  la  sola 
facultad  de  la  vista,  percibían  las  ideas  de  sus  interlocu- 
tores, y  que  él  mismo  poseía  esta  milagrosa  virtud  (i). 

Pero  aquí  ocurre  preguntar:  ¿es  que,  por  acaso,  para 
nuestro  místico,  cada  facultad  no  tiene  su  objeto  propio, 
fuera  de  cuya  órbita  le  sea  imposible  desarrollar  su  acti- 
vidad? 

Este  problema  crítico,  cuya  transcendencia  no  se  ocul- 
tó á  Mohidín,  es  insoluble  para  el  humano  entendimiento, 
según  él  afirma  en  su  AlfotuJiat  (2):  «Acerca  de  la  relación 
entre  el  objeto  y  el  sentido,  la  inteligencia  humana  se  de- 
clara incapaz  de  decidir  si  éste  depende  de  aquél  ó  aquél 
de  éste.»  Sin  embargo,  la  iluminación  ha  conseguido  po- 
ner en  evidencia  esta  cuestión  gravísima,  que  Mohidín 
plantea  extensamente  en  el  pasaje  que  transcribo,  si  bien 
no  es  tan  explícito  como  fuera  de  desear  en  la  solución 
propiamente  dicha: 

.  «Las  cosas  cognoscibles  (3)  son  diversas  en  sí  mismas, 
á  causa  de  serlo  también  los  actos  por  los  cuales  son  per- 
cibidas. Y  aun  cuando  los  hombres  entregados  á  la  espe  • 
culación  metafísica  opinan  en  esta  cuestión  de  un  modo 
distinto  que  yo,  pienso,  no  obstante,  que  dicha  diversidad 
en  las  percepciones  no  nace  de  considerarlas  en  cuanto 
meras  percepciones,  sino  de  la  especial  naturaleza  que  á 
cada  una  caracteriza. 

wPara  cada  ser  cognoscible  puso  Dios  una  particular 
facultad  cognoscitiva  que  sólo  es  capaz  de  alcanzar  lo  ha- 


(i)     Vide /1//o/z//;íi/,  tomo  I,  pág.  283. 

(2)  Vide  tomo  1,  pág.  883. 

(3)  Alfotuhat,  tomo  I,  págs.  278  y  siguientes. 


250  MIGUEL    ASÍN 

bitual  de  aquel  ser,  es  decir,  lo  fenomenal,  no  su  esencia, 
no  el  substrato  de  aquello  que  aparece. 

»Dios  ha  establecido,  además,  que  para  esas  cosas  per- 
ceptibles hubiese  un  solo  sujeto  pdxipiente,  aunque  sir- 
viéndose de  percepciones  diversas,  que  son  seis:  oído,  vis- 
ta, olfato,  tacto,  gusto  y  entendimiento.  Todas  ellas,  me- 
nos este  último,  conocen  las  cosas  de  una  manera  nece- 
saria; pero,  esto  no  obstante,  los  tales  objetos  necesarios 
de  su  percepción  habitual  no  inducen  jamás  á  error.  Y  en 
esto  se  equivocan  todos  los  sabios  atribuyendo  el  error  á 
los  sentidos,  cuando  no  es  así,  puesto  que  el  error  es  so- 
lamente propio  del  que  juzga. 

»En  cuanto  á  la  percepción  de  los  inteligibles  por  el  en- 
tendimiento, puede  ser  de  dos  maneras:  una  necesaria, 
al  modo  de  las  percepciones  sensitivas;  otra  no  necesaria, 
pero  que  exige,  para  su  acto  de  conocer,  el  auxilio  de  seis 
instrumentos,  á  saber:  los  cinco  sentidos  y  la  facultad 
memorativa. 

«He  dicho  arriba  que  todos  los  sabios  se  equivocan,  al 
hablar  de  la  percepción  sensible,  atribuyendo  el  error  á 
los  sentidos.  He  aquí  cómo  explican  su  opinión:  si  á  bor- 
do de  un  barco,  éste  se  pone  en  movimiento,  al  propio 
tiempo  que  el  barco  y  ellos  marchan,  ven  que  la  orilla  co- 
rre también:  luego  la  vista  ¡es  hace  percibir  una  cosa  que 
no  es  en  realidad,  más  aún,  una  cosa  absolutamente  in- 
cognoscible, puesto  que  ellos  saben,  por  razones  necesa- 
rias, que  la  orilla  no  se  mueve  de  su  sitio,  y,  sin  embargo 
de  esto,  no  pueden  negar  el  movimiento  que  el  sentido  de 
la  vista  les  atestigua.  De  la  misma  manera,  al  gustar  azú- 
car ó  miel,  encontrándola  amarga  á  jiesar  de  ser  dulce, 
saben,  por  razones  necesarias,  que  el  sentido  del  gusto  se 
ha  engañado,  transmitiéndoles  la  impresión  de  algo  que 
no  es  verdad. 

«Pero,  como  hemos  dicho,  esto  no  es  así.  El  defecto  y 
el  error  acaecen  porcausa  del  que  juzga,  que  es  el  enten- 
dimiento, no  por  parte  de  los  sentidos,  porque  la  percep- 
ción sensible,  cuando  versa  acerca  de  su  objeto  propio,  es 


MOHIDÍN  251 

necesaria;  y  esta  percepción,  lo  mismo  que  la  del  enten- 
dimiento sobre  su  objeto  necesario,  no  induce  á  error:  sólo 
puede  engañarse  el  entendimiento  en  lo  qué  percibe  em- 
pleando el  auxilio  de  los  sentidos  y  de  la  memorativa.  En 
una  palabra:  la  sensibilidad  y  cualquiera  otra  facultad 
cuya  percepción  sea  necesaria,  jamás  yerran. 

«Esto  supuesto,  es  indudable  que  en  los  ejemplos  cita- 
dos el  sentido  ve  un  movimiento  ó  encuentra  amargo  el 
manjar,  porque  la  vista  percibe  por  su  naturaleza  el  mo- 
vimiento; viene  entonces  la  inteligencia,  y  juzga  que  la 
orilla  se  mueve  ó  que  el  azúcar  es  amargo;  pero  viene 
después  otro  entendimiento,  y  dice  que  el  humor  bilioso 
se  ha  colocado  en  el  órgano  del  gusto;  y  una  vez  inter- 
puesto dicho  humor  entre  la  potencia  gustativa  y  la  dul- 
cedumbre del  azúcar,  ya  resulta  que  el  gusto  no  percibe 
sino  la  amargura  de  la  bilis.  Por  consiguiente,  tenemos 
dos  entendimientos  que  han  coincidido  en  admitir  el  hecho 
de  la  percepción  de  la  amargura;  pero  que  han  discrepado 
en  determinar  cuál  sea  el  objeto  que  ha  producido  en  el 
gusto  esa  percepción.  Luego  es  claro  que  se  engañó  el  en- 
tendimiento y  no  el  sentido,  ó  sea  que  el  error  jamás  debe 
ser  atribuido  al  testigo,  sino  al  juez.» 

Es  muy  corriente  en  todo  el  Alfotuhat  comenzar  el  au- 
tor hablando  como  un  juicioso  filósofo,  para  romper  re- 
pentinamente con  todo  orden  y  elevarse  á  las  más  altas 
regiones  de  su  misticismo.  Esto  es  lo  que  desgraciada- 
mente ocurre  en  el  párrafo  que  antecede,  en  el  cual,  des- 
pués de  ponernos  á  las  puertas  del  criticismo  kantiano 
afirmando  que  «la  dulzura  no  está  en  el  manjar,»  y  que 
«lo  mismo  debe  decirse  de  las  demás  percepciones,»  da 
un  corte  á  tan  interesante  cuestión,  deja  incompleto  su 
pensamiento,  y  se  lanza  de  improviso  á  través  de  intrin- 
cadas lucubraciones  místicas,  de  que  hago  gracia  al  lector. 
Hemos  sacado  por  consecuencia  de  las  palabras  de  nues- 
tro sufí,  acerca  de  los  distintos  órdenes  de  conocer,  que  la 
iluminación  suple  á  todos  los  demás.  De  este  modo  se  ex- 
plica cómo  puede  afirmar,  con  una  osadía  casi  risible,  que 


2C2  MIGUEL    ASÍN 

determinadas  opiniones  suyas,  sobre  todo  en  materia  cos- 
mológica, no  las  ha  aprendido  de  los  filósofos  anteriores 
á  él,  por  más  que  la  analogía  raye  en  flagrante  y  servil 
copia.  Así  ocurre,  por  ejemplo,  con  el  sistema  físico  de 
Tales  de  Mileto,  que  después  de  adoptarlo  casi  íntegro  y 
de  reconocer   su   filiación    helénica,  niega   rotundamente 
haberlo  aprendido  en  los  libros,  y  atribuyelo  á  inspiración 
divina  (0.  Más  aún:  indígnase  en  otras  ocasiones  contra 
aquéllos  que  contradicen  al  sufí  ó  le  tachan  de  tradiciona- 
lista  ó  de  filósofo,  por  la  sola  razón  de  que  coincida  con 
éstos  en  sus  tesis.  «Guárdate,  exclama  (2),  hermano  mío, 
de  tales  aberraciones.   No  toda   la  ciencia  del  filosofo  es 
/'vana:  puede  suceder  muy  bien  que  aquella  tesis  sea  una 
de  las  cosas  verdaderas  del    filósofo,  mucho   más  si   en- 
contramos  que   ha  sido  ya  enunciada  por  el  Profeta  de 

Dios »  . 

En  cuanto  al  último  punto  que  nos  resta  por  dilucidar, 
el  método  de  exposición  de  las  ciencias  místicas,  que  en- 
tre los  sufíes  se  apellidan  ciencias  de  los  gustos,  hemos  de 
confesar  que  es  nulo,  porque  estas  ciencias  son  inefables, 
es  decir,  no  admiten  tecnicismo  alguno. 

«Es  evidente  (3)  que  no  pueden  hablar  dos  hombres  so- 
bre  una  determinada   materia   si   no  se    ponen  antes  de 
acuerdo  en  el  tecnicismo  que  han   de  emplear;  de  otro 
modo,  es  imposible  que  se  entiendan.  Ahora  bien:   este 
común  acuerdo  solamente  cabe  en  aquellas  ciencias  del 
^usto  que  tienen  por  objeto  las  cosas  sensibles  ó  inteligibles 
distintas  de  Dios;  y  aun  así,  el  tecnicismo  será  aproxima- 
do solamente.   En  cambio,  tratándose   del  gusto  que  se 
experimenta  en  la  contemplación  mística.de  Dios,  no  cabe 
en  absoluto  tecnicismo  alguno,  porque  siendo  cosas  se- 
cretas, no  presentes,  se  hallan,  por  ende,  distanciadas  de 
todo  gusto  sensible  ó  intelectual. 

(i)     Vide  klfotuhat,  tomo  II,  pág.  896. 

(2)  Alfoiuhat.  tomo  I,  págs.  39  y  40- 

(3)  Aljotuhal,  tomo  III,  págs.  345  y  SOS- 


MOHIDÍN  253 

»La  razón  de  esta  diferencia  es  la  siguiente.  Los  seres 
creados,  todo  lo  que  no  es  Dios,  tiene  algo  semejante,  y, 
por  tanto,  es  posible,  para  el  que  los  ha  gustado  una  vez, 
emplear  un  determinado  tecnicismo  con  el  que  se  haga  en- 
tender de  los  demás,  tomándolo  de  su  parecido  con  man- 
jares gustados  de  cualquier  especie  que  sean.  Por  el  con- 
trario, el  Creador  no  tiene  semejanza  alguna  con  las  cosas 
creadas,  y,  por  consiguiente,  es  imposible  que  haya  un 
tecnicismo  que  con  exactitud  le  corresponda,  pues  lo  que 
de  Dios  contempla  un  individuo,  no  es  absolutamente  igual 
á  lo  que  contempla  otro;  luego  no  puede  comunicar  á  éste 
lo  que  de  su  Señor  ha  visto  en  la  contemplación,  ya  que 
ambos  ven  algo  que  carece  de  semejanzas,  y  sin  éstas,  la 

comunicación  es  imposible Más  aún:  Dios  se  revela 

á  cada  individuo  bajo  una  forma  distinta  en  cada  mo- 
mento extático Luego,  en  suma,    es  de   todo  punto 

imposible  á  los  sufíes  establecer  un  tecnicismo  que  les 
sea  útil  para  hablarse  entre  sí.  Saben;  pero  no  pueden 
decir  lo  que  saben,  si  Dios  no  les  comunica  un  lenguaje 
adecuado. » 

Si  ellos  mismos  no  se  entienden,  ¿cómo  podremos  des- 
cifrar sus  enigmas  los  que  no  estamos  iniciados?  Tal  fué 
la  reflexión  que  me  hice  cuando  por  vez  primera  leí  el  pa- 
saje que  antecede,  y  entonces  me  expliqué  perfectamente 
por  qué  Dozy,  á  pesar  de  sus  incesantes  estudios,  confe- 
saba, al  darles  feliz  remate  en  su  Snppleineiit  aiix  diction- 
naires  atabes,  que  la  vida  de  un  hombre  no  basta  para 
profundizar  las  ciencias  místicas  de  los  sufíes  y  para  co- 
nocer bien  al  mismo  tiempo  la  lengua  árabe.  Entonces 
también  me  expliqué  por  qué  los  mismos  musulmanes, 
aun  los  contemporáneos  de  Mohidín,  reconocíanse  impo- 
tentes para  descifrar  aquellos  enigmas,  ocultos  bajo  el 
velo  de  un  lenguaje  cuyos  elementos  entendían,  pero  sin 
darse  perfecta  cuenta  de  su  enlace  gramatical. 

Y  es  que  el  sufí,  llegado  ya  al  término  de  su  carrera 
mística,  queda  enamorado  perdidamente  de  su  Dios,  y  el 
loco  de  amor,  como  confiesa  Mohidín,  no  sabe  lo  que  se 


2CJ.  MIGUEL    ASIN 

dice.  De  esta  manera  resulta  que  es  tarea  vana  buscar  en 
las  obras  sufíes,  y  especialmente  en  el  Alfotnhai,  un  plan 
determinado,  una  organización  de  materias  que  responda 
en  algo  á  la  trabazón  sistemática  que  se  advierte  en  otras 
obras  filosóficas,  v.  gr.,  las  de  Averroes.  Nuestro  místico 
habla  de  todo:  de  física  y  de  lógica,  de  metafísica  y  de  re- 
ligión, de  astronomía  y  de  moral,  sin  orden  ni  concierto, 
en  el  sentido  indicado,  pero  con  un  determinado  método, 
privativo  de  las  obras  sufíes,  y  que  consiste  en  exponer 
cada  materia  en  el  capítulo  especial  destinado  á  estudiar 
aquel  grado  de  contemplación,  al  cual  acompaña  la  cien- 
cia infusa  de  dicha  materia.  Este  es  todo  su  plan. 

Con  esto,  y  con  decir  que  mis  exploraciones  por  tan  in- 
trincada selva  virgen  han  sido  rápidas  y  sin  casi  segura 
orientación,  holgará  ya  confesar  que  no  es  todavía  ésta 
sazón  oportuna  para  dar  uu  juicio  comprensivo  que  defi- 
nitivamente coloque  á  Mohidín  en  el  lugar  que  le  corres- 
ponda dentro  de  la  historia  de  la  filosofía. 

Esto  no  obstante,  puede  muy  bien  adelantarse,  sin  te- 
mor de  errar,  que  el  pensamiento  de  Mohidín  es  un  sin- 
cretismo sistemático  y  harmónico,  formado  en  lo  que  he 
podido  apreciar,  por  la  yuxtaposición  de  elementos  peri- 
patético-musulmanesi  platónicos,  pitagóricos,  cabalísticos 
y  orientales,  en  el  cual  predomina,  como  nota  concordan- 
te que  á  todos  los  resume,  el  neoplatonismo  alejandrino, 
origen  remoto  por  el  cual  parece  explicarse  la  filiación  de 
sus  ideas  panteístas  y  místicas,  tan  similares  á  las  exage- 
raciones del  iluminismo  en  Jámblico  y  Proclo. 
.  Como  se  ve,  Mohidín,  igual  que  todos  los  sufíes,  ocul- 
taba, tras  el  tupido  velo  de  sus  peregrinas  teorías,  rica  ve- 
na de  ideas  filosóficas,  tomadas  á  préstamo  de  los  más 
grandes  pensadores  de  la  antigüedad.  Y  Lulio,  al  imitar  á 
éste,  ó  á  quien  quiera  que  fuese  el  sufí  en  cuyas  obras  se 
amaestró,  tuvo  por  ende  un  mérito  grandísimo,  quizá  el 
mayor  de  su  labor  filosófica:  el  de  hacer  entrar  en  la  co- 
mente de  las  ideas  cristianas  medioevales,  purificado  de 
su  levadura  musulmana,   un  producto  que  quizá  no  era 


MOHIDÍN  255 


Otra  cosa  más  que  transformación  muslímica  de  antigua 
filosofía  cristiana. 

El  llevar,  pues,  adelante  este  estudio  puede  dar  de  sí 
serios  é  interesantísimos  resultados:  ante  todo,  revelar  el 
secreto  de  un  potente  metafísico,  místico  y  moralista  cris- 
tiano español,  como  Lulio,  muda  esfinge  hasta  ahora  para 
gran  número  de  investigadores;  después,  dar  á  conocer  un 
curiosísimo  capítulo,  completamente  en  blanco,  dentro  de 
la  filosofía  místico-panteísta  de  la  España  musulmana,  cu- 
ya influencia  en  el  islam  se  perpetúa  á  través  de  los  siglos. 
En  la  Edad  Media,  aquellos  pobres  y  desarrapados  sufíes 
encerraban,  bajo  la  corteza  de  sus  místicas  exageraciones 
la  substanciosa  médula  de  una  metafísica  audaz,  que  ex- 
plicaba por  iluminación  los  más  altos  problemas  que  á  la 
antigüedad  habían  preocupado.  Hoy,  esas  sectas  de  sufíes 
no  han  muerto  todavía;  viven  en  la  costa  berberisca,  como 
esqueletos  de  algo  que  fué:  perdióse  la  rica  médula.'y  sólo 
queda  la  inútil  corteza.  Son  esas  infinitas  cofradías  de 
isavas,  sennsíes,  etc.,  cuyos  individuos,  fanáticos  arrebata- 
dos, solamente  conservan,  como  supervivencia,  los  ritos 
externos  de  la  mística  sufí,  entregándose  á  desenfrenados 
y  ridículos  bailes,  verdaderas  danzas  macabras,  con  las 
que  creen  suplir  aquello  que  á  sus  maestros  dio  universal 
renombre  en  el  mundo  musulmán.  Y  no  hay  que  echaren 
olvido  que  el  fanatismo  de  esas  sectas  es  un  dato  impor- 
tantísimo en  la  solución  del  problema  africano. 

Este  estudio,  por  fin,  como  todos  los  que  tengan  por  ob- 
leto  poner  en  claro  las  relaciones  de  la  escolástica  con  la 
filosofía  arábiga,  habrá  de  servir  de  saludable  ejemplo  en 
nuestros  días.  Para  cumplir  con  el  espíritu  y  la  letra  de  la 
encíclica  Mterni  Patris,  en  que  Su  Santidad  abogaba, 
años  hace,  por  la  restauración  de  la  escolástica,  es  preciso 
seguir  las  huellas  de  los  más  insignes  Doctores  escolásti- 
cos. Así  como  Alberto  Magno,  Raimundo  Martín,  Lulio 
y  otros  muchos  no  se  avergonzaban  de  tomar  de  la  filo- 
sofía arábiga  todo  lo  que  en  ella  encontraban  de  utiliza- 
ble  para  adaptarlo  á  la  dogmática  cristiana,  no  de  otro 


g  MIGUEL  ASÍN 

modo  debemos  en  nuestros  días  aprovechar  todo  aquello 
que  de  legítimo  progreso  aparezca  en  la  literatura  filosófi- 
ca contemporánea,  seguros  de  que  así  haremos  avanzar 
á  la  filosofía  cristiana  más  y  mejor,  que  permaneciendo  pe- 
trificados en  los  textos  que  ya  pasaron,  atentos  exclusiva- 
mente  á  repetirlos  y  comentarlos.  ,    -    •  o 

A  reverdecerán  los  hasta  aquí  amortecidos  trabajos 
filot  fi  os  y  teológicos,  que  hicieron  de  España  en  otros 
líos  Ía  patria  del  saber.  Así  nos  haremos  dignos  de  núes- 
a  gloriosas  tradiciones  científicas,  á  cuya  resurrección 
ha  delado  sus  iniciativas  todas,  sus  incesantes  esfuer- 
t  su  portentoso  talento,  el  maestro  insigne  á  qmen  en 
estl  ocasión  ofrecemos  el  entusiasta  homenaje  de  nuestra 
cariño  y  nuestra  admiración. 

Zaragoza  12  de  Agosto  de  1898. 


JOSÉ  R.  LOMBA  Y  PEDRAJA 


EL    REY   D.   PEDRO    EN   EL    TEATRO 


Para  mejor  desarrollo  de  mi  tema,  dividiré  en  dos  par- 
tes este  trabajo.  Será  la  primera  una  reseña  bibliográfica 
de  las  comedias  que  conozco  referentes  al  Rey  D.  Pedro, 
y  la  segunda  una  exposición  breve  de  cómo  ha  sido  trata- 
do este  Monarca  por  los  autores  dramáticos. 


I 


Lope  d^Vega  fué  el  primer  autor  que  llevó  á  D.  Pedro 
al  teatro.  Conservamos  de  él  siete  comedias  en  que  hace 
papel  este  Rey. 

Son  ellas: 

La  Carbonera. — Impresa  por  primera  vez  en  la  Veinti- 
dós parte  perfeta  de  las  comedias  del  Fénix  de  España,  Fray 
Lope  Félix  de  Vega  Carpió:  Madrid,  1635. — Comedia  de 
intriga.  El  poeta  supone  á  D.  Pedro  enamorado  de  una 
su  hermana  bastarda,  hija  de  Doña  Leonor  de  Guzmán, 
ignorando  el  Rey  el  parentesco  que  le  une  con  ella. 

La  niña  de  plata  y  burla  vengada. — El  manuscrito  au- 
tógrafo de  esta  comedia  se  conserva  con  fecha  de  Junio 
de  i6i3.  Se  imprimió  por  primera  vez  en  la  novena  parte 
de  las  comedias  de  Lope,  que  lleva  por  título:  Doce  come- 
dias de  Lope  de  Vega,  sacadas  de  sus  originales  por  el  mes- 
mo:  Barcelona,  1618. — Esta  comedia  y  las  dos  que  á  con- 
tinuación citaré  ahora,  parecen  referirse  á  aquel  período 
largo  de  tiempo  en  que,  según  la  Cuarta  Crónica  gene- 
"  17 


2-8  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

ral  (O    «estovieron  él  (D.  Pedro)  y  los  dichos  sus  herma- 
ros  bastardos.  fi3os  del  rey  Don  Alfonso    que  fueron  1 
dichos  Don  Enrique,  e  Don  Fadnque    e  ^on  T  lio  e  Don 
Tuan    en  mucha  paz  e  sosiego,  aviendo  muchos  placei es 
dep'o  tes...  En  La  nuU  ,e  plata  aparece  D.  Pedro  como 
el  mejor  camarada  de  sus  hermanos  D.  Ennquey  D    Fa- 
driru     ayudando  al  primero  en  sus  empresas  de  amor. 
''T'Jiopor  lo  .».oso.-Impresa  po^P"--;-  ^ 
PavU  vevntede  las  comedias  de  Lope  de  Vega  Carpo    Bar 
f.C:  X530.-Aparece  aquí  D.  Pedro  como  r.val  de  amor 
ííp  n    Enrique,  su  hermano. 

Fuélfundi  a  esta  comedia  por  Rodríguez  de  Arellano^ 
^,néd.co  de  s.  /.«..-Impresa  por  vez  P--  ^  1^. 
Parte  XXV II  de  las  comedias  de  Lope  de  Vega  (y  otros  au 
ZÍy  Barcelona,  x633.-D.  Pedro  aparece  en  esta  come- 
d  mo  3uez  recto,  aunque  blando,  de  los  extravros  -  ; 
rosos  del  Conde  de  Trastamara.   Fué  refundida  por  Cal 

^^'tlRcy  Don  Pedro  en  Madrid,  6  el  Infanzón  de  I  He  se  as 
Hartzlbusch  vio  tres  manuscritos  de  esta  comedia:  uno 
?eO:::a  otro  del  teatro  Espa.ol,  y  el  tercero  ^e^;- 
piedad  particular.-Impresa  por  piimera  vez  en  a  Par 
te  XXVII  de  las  comedias  de  Lope  de  Vega  Carpió  (y  otros 
■  aufores):  Barcelona,  x633.-No  ha  llegado  hasta  nosotros 
el  comedia  en  su  original,  sino  solamente  en  la  refun- 
dSón  que  hizo  de  ella  Andrés  de  Claramonte.  No  se  sabe 

(,)     Al  dar  este  non.bre  á  la  que  hasta  ahora  ha  sido  conocida 

^'"o\-^  rB^rLrT  ¿  -  -n6ni,:o  hasta  el  año  ,e 
sa,  0^'^r^;^  i^Xva  en  a'^Co/.ccío.  de  documentos  inéduos 
1454.  que  es  el  que  ueva  en  investigaciones 

para  la  historia  de  ^^^'^"^'   "^^^^  ^enéndez  Pidal  y  pu- 
p.3ctjcadasreaente.en^e  porD    J^^  ^^J  ,,,,,,  .,„,,.;,,  ,e 
blicjdas  por  este  en  su  caiaio^u  a 
España:  Madrid.  1898,  págs.  91  i  93- 


EL  KEY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         259 

«í  Otro  antes  que  éste  la  había  ya  refundido.  Ha  habido 
también  dudas  sobre  si  fué  ó  no  Lope  su  verdadero  autor; 
mas  parece  que  están  ya  resueltas  en  favor  de  este  gran 
ingenio  (0.  Lo  que  añadió  Claramonte  á  la  comedia  ori- 
ginal fué  probablemente  todo  el  papel  del  poeta  Clarindo 
{seudónimo  usado  por  Claramonte);  los  varios  cantares 
que  adornan  la  obra;   los  tres  romances  de  siete  sílabas 
-del  acto  segundo,  y  tal  vez  la  primera  escena  que  tiene  el 
Rey  con  la  sombra  del  clérigo  (2).  No  puede  llamarse  pro- 
piamente comedia  histórica:  los  sucesos  que  forman  su 
argumento  son  inventados;  pero  la  figura  del  Rey  D.  Pe- 
ndro está  en  ella  majestuosamente   ideada  y  desenvuelta. 
Es  una  creación  imponente  y  de  primer  orden.  Moreto  la 
1-efundió,  como  diremos  en  su  lugar. 

^  Audiencias  del  Rey  Don  Pedro.— Se  conserva  esta  come- 
dia, hasta  hoy  inédita,  en  un  manuscrito  sin  fecha  que, 
procedente  de  la  biblioteca  de  Osuna,  se  halla  en  la  Na- 
cional de  Madrid  (3).  El  argumento  de  la  pieza  es  una  in- 
triga, á  la  cual  el  Rey  se  mantiene  extraño  hasta  el  fin, 
€n  que  la  pone  término  con  uno  de  aquellos  Míos  ex  aqiio 
et  bono  que  hacen  una  buena  parte  de  su  leyenda.  En  boca 
de  los  personajes  (que  son  todos  fingidos,  menos  D.  Pe- 
<lro  y  su  hermano  D.  Tello)  pone  Lope  dos  narraciones 
Jiistóncas,  más  ó  menos  fieles  al  texto  de  la  Cnarta  Cró- 

(i)  Sobre  este  punto  pueden  consultarse,  en  primer  lugar  el 
■Catalogo  bibliográfico  y  biográfico  del  teatro  antiguo  español 
<leD.  Cayetano  Alberto  de  la  Barrera  (Madrid,  1860),  pá-  360' 
y  después  el  trabajo  del  Sr.  Cotarelo,  Tirso  de  Molina  (Madrid,' 
1893),  pags.  121  á  126,  al  cual  sirve  de  necesario  complemento  y 
Tectificacón  el  largo  artículo  publicado  por  el  Sr.  Menéndezy  Pe- 
layo  en  La  España  Moderna  (Abril,  ,804),  págs.  152  ysiguientes. 

(2)  Tirso  de  Molina,  por  Emilio  Cotarelo,  págs.  .121  v  si- 
^guientes.  ■' 

(3)  El  manuscrito  se  compone  de  53  hojas  sin  foliación.  No  es 
-autógrafo.  Los  muchos  tachones  y  las  enmiendas  que  en  él  se  ob- 
servan parece  que  tienen  por  objeto  abreviar  la  comedia,  en  vista 
de  las  necesidades  de  la  representación.  D.  Cayetano  Alberto  de 
la  Barrera  la  incluye  entre  las  de  autenticidad  dudosa. 


26o  JOSÉ   K.    LOMBA  Y   PEDRAJA 

1    T  .  nrimera  es  la  que  hace  D.  Diego  de  la 

en  poder  de  sus  hermanos  bastardos    y  de    a  a^tuua  por 
„edio  de  la  cual  le  puso  er.  ^^^ertad  DTello^La  según 
da  es  la  narración   que  hace  el  mismo  D.  Pedro 
mnprte  del  Rey  Bermejo  en  Sevilla. 

,a  Ve¡n,ic..,„o  p..U  p.'IcU.  <i<  <«  """*!'  ^'¿'"l 

Es_  una  co.e.,a  .enea  o  ■  .  S„_a,g„   ^^^^^^^^^  ^^_ 
hazañas  de  D.  Juan  Kamn  historia 

r¿afr;r;t:r::;:;:.:rj..^^^^^^^^ 
-f.".^";rrKaS/L^.rrrJ4rrL 

haceaU    ju  breve  compendio  de  los  prime- 

:s^;:;:^irtL«deAyaia.Biac.^er^s^ 

divide  en  dos  partes:  la  primera  -P-enta  la  vi  a  que. 
los  Reyes  de  Navarra  y  de  Aragón  tuvieron  en  el  cast. 

lo  de  Sos  con  intento  de  matar  á  D.  Enrique,  y  la  no- 
ble enet  a  de  D.  Juan  Ramírez  de  Arellano.  que  salvo 
5  ,a  nu'el  á  éste,  según  Ayala  lo  refiere  en  su  C^^ 
T-  XTV  can  IX)  (0.  La  segunda  parte  es  la  batallada 
CÍ  VlTcua'í!  L  como  también  en  la  enumeración 
deles  combatientes  de  uno  y  otro  bando  ^^^ Ji^""  J' 
S,\Sre  de  Santiago  y  BeU^n  aaquin    sigu.  t  ^^en 

Lope  el  texto  de  la  Cromuí  del  Canciller  en 

"Kíde  Claramonte.-ZP«í.  a,na  no  ^^^-- I-P-- 
ent: ts  Doce  co,ne,ias  nn.as  ..  Lope  ^^Vj^^^-P-^^^^^^ 
atáores  Segunda  parte:  Barcelona,  i63o.-Esta  comedia 
p^enta  semejan/a  parcial  en  su  argumento  con  El  n.ed.- 

gón,  tomo  II,  lib.  IX,  cap.  XLVIII.) 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         261 

co  de  su  honra,  aunque  no  tanta  con  el  original  de  Lope 
como  con  la  refundición  de  Calderón.  Con  ésta  tiene  de 
■común  hasta  los  nombres  de  los  dos  personajes  principa- 
les, á  saber:  D.  Gutierre  Alfonso  Solís  y  Doña  Mencía  de 
Acuña.  Me  inclino  á  pensar  que  Claramonte  imitó  á  Lope, 
y  Calderón,  al  refundir  á  Lope,  tomó  también  algo  de  la 
imitación  de  Claramonte. 

La  comedia  de  éste  presenta  á  D.  Pedro  como  Rey  cruel 
y  despótico,  valiéndose  de  su  poder  para  atentar  al  honor 
•de  su  vasallo  Gutierre  Alfonso.  Abundan  en  aquélla  ex- 
traordinariamente los  presagios  que  anuncian  al  Rey  un 
fin  funesto.  En  el  último  acto  se  representa  la  batalla  de 
Alontiel,  sin  llegar  á  la  muerte  de  D.  Pedro.  No  hay  más 
personaje  histórico  que  el  mismo  Rey. 

JuanRuiz  de  Álarcón. — Ganar  a;;w'o'os. También  conoci- 
da con  los  tres  títulos  siguientes:  Quien  priva,  aconseje  bien; 
Lo  que  mucJio  vale,  mucho  cuesta,  y  Amor,  pleito  y  desafio.  In- 
cluida en  la  Parte  segunda  de  las  comedias  del  licenciado  don 
loan  Roiz  de  Alarcon  y  Mendoca:  Barcelona,  1634. — El  Rey 
D.  Pedro,  extraño  á  la  intriga  de  la  comedia,  interviene  al 
fin  en  ella  para  hacer  justicia.  Sin  color  histórico  alguno. 

Calderón. — El  médico  de  su  honra.  Impresa  por  primera 
vez  en  la  Segunda  parte  de  las  comedias  de  D.  Pedro  Cal- 
derón de  la  Barca,  recogidas  por  D.  loseph  Calderón  de  la 
Barca,  su  hermano:  Madrid,  1641. — Es  refundición  de  la 
de  Lope,  del  mismo  título,  mejorándola  mucho. 

Antonio  Enriquez  Gómez. — A  lo  que  obliga  el  honor. 
Impresa  por  primera  vez  en  las  Academias  morales  de  las 
musas,  dirigidas  á  la  magestad  cristianísima  de  Doña  Ana  de 
Austria,  reina  de  Francia  y  de  Navarra.  Por  Antonio  Enri- 
quez Gómez:  Bordeaux,  1642. — En  esta  comedia  aparece 
D.  Pedro  como  Príncipe  heredero  en  vida  de  su  padre,  Ea 
su  argumento  presenta  con  El  médico  de  su  honra  una  se- 
mejanza todavía  más  estrecha  que  la  comedia  citada  de 
Andrés  de  Claramonte  Deste  agua  no  beberé.  Incurre  en  el 
anacronismo  de  suponer  á  Doña  María  de  Padilla  enamo- 
rada ya  de  D.  Pedro. 


262  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA. 

Luis  Vélez  de  Guevara.— £¿  diablo  está  en  Cantillana^ 
Impresa  en  la  Parie  diez  y  seis  de  comedias  nuevas  y  escogi- 
das de  los  meiores  Ingenios  de  España:  Madrid,  1662.— En 
esta  comedia,  D.  Pedro,  enamorado  de  una  dama  de  Can- 
tillana,  la  persigue  en  vano  con  sus  galanteos.  Es  comedia 
de  intriga.  Los  dos  personajes  históricos  que  intervieneiv 
son  D.  Pedro  y  Doña  María  de  Padilla. 

Juan  Pérez  de  Uonia\hán.— La  puerta  Macarena.  Prime- 
ra parte.— 'üo  conozco  más  edición  que  una  suelta,  sm  fe- 
cha, hecha  en  Sevilla  por  Josef  Padrino.  Es   una  comedia 
que,  más  que  otra  alguna  de  las  que  tratan  de  D.  Pedro, 
merece  el  nombré  de  histórica.  Está  inspirada  en  la  Cró- 
nica de  López  de  Ayala,  á  la  cual  sigue  con  cierta  libertad, 
intercalando  tradiciones  admitidas  ya  por  la  poesía  y  por 
el  pueblo.  En  ella  se  representa  la  embajada  de  D.  Fadri- 
que  á  Francia  en  busca  de  la  Princesa  Doña  Blanca  de 
Borbón;  los  amores  de  D.  Pedro  con  Doña  María  de  Pa- 
dilla; la  prisión  de  Doña  Blanca;  su  entrada  en  Toledo,  á 
donde  es  acorrida  por  el  pueblo  y  por  los  hermanos  del 
Rey,  D.  Enrique  y  D.  Fadrique,  y,  por  último,  la  muerte 
del  Maestre  de  Santiago  en  el  alcázar  de  Sevilla. 

La  puerta  Macarena.  Segunda  parte.  En  Sevilla,  en   la 
imprenta  de  la  viuda  de  Francisco  Lorenzo  de  Hermosilla,  en 
calle  de  Vizcainos  (sin  fecha).  — Es  una  continuación  de  la 
historia  del  Rey  D.  Pedro,  hecha  también  sobre  la  Cróni- 
ca de  López  de  Ayala,  pero  con  más  libertad  que  la  Parte 
primera.  Supone  el  autor  que  el  Rey  Juan,  de  Francia,  in- 
dignado por  el  tratamiento  que  D.  Pedro  ha  dado  á  su  so- 
brina Doña  Blanca,  le  hace  la  guerra  y  pone  al  frente  de 
su  ejército  á  Beltrán  Claquín  y  á  D.  Enrique  de  Trasta- 
mara.  Estos  entran  por  Castilla,  sorprendiendo  á  D.  Pe- 
dro,  que  para  salvar  su  Corona  finge  reconciliarse  con 
Doña  Blanca.  D.  Enrique,  á  pesar  de  las  advertencias  d& 
Behrán  Claquín,  se  deja  engañar  por  el  Rey  y  despide  á 
los  franceses.  D.  Pedro,  viendo  conjurado  el  peligro,  con- 
dena á  muerte  á  la  Reina  para  vengarse  del  Rey  Juan  y 
de  D.  Enrique,  El  Conde  entonces,  uniéndose  de  nuevo  4 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         263 

Beltrán  Claquín,  combate  á  D.  Pedro  y  le  arrebata  en 
Montiel  la  corona  y  la  vida. 

Agustín  Morete. — El  valiente  justiciero  y  rico-hombre  de 
Alcalá.  Se  conserva  este  drama  en  un  manuscrito  del  si- 
glo xvii,  procedente  de  la  biblioteca  de  Osuna.  Se  impri- 
mió en  la  parte  IX  de  las  Comedian  escogidas  de  los  mejores 
ingenios  de  España:  Madrid,  lóSj. — Es  una  refundición 
del  drama  de  Lope  El  Infanzón  de  Illescas,  y  á  su  vez  fué 
refundido  por  D.  Dionisio  Solís  y  por  D.  José  Fernández- 
Guerra.  Moreto  abrevió  la  comedia  de  Lope  y  la  quitó  su 
imponente  grandeza;  limó  algunas  crudezas  y  sustituyó  al 
estilo  vigoroso  del  original  otro  más  refinado  é  ingenioso. 

Juan  de  la  Hoz  y  Mota. — El  monfañcs  Juan  Pascual. 

Puede  sospecharse  que  esta  comedia  no  fué  original  de 
Hoz  y  Mota,  sino  de  Lope  de  Vega.  Parece  que  así  lo 
comprueban  ciertas  alusiones  á  Juan  Pascual,  Asistente 
de  Sevilla,  que  se  observan  en  Audiencias  del  Rey  Don  Pe- 
dro, de  Lope.  Allí,  en  el  acto  tercero,  dice  Elena: 

«Hallaron  muerto  á  Leonardo 
en  su  retrete,  en  su  casa 


á  Juan  Pascual,  asistente, 
dio  cuenta  de  esta  desgracia 
Funes »  etc. 


Y  más  adelante,  Laurencia  confirma  el  mismo  suceso 
con  estas  palabras: 

«Juan  Pascua!,  vuestro  asistente, 
hallando  á  Leonardo  muerto 
y  sabiendo  el  desafío, 
prendió,  señor,  á  Don  Diego 
y  á  dos  criados  también 
que,  obligados  del  tormento, 
confiesan  ajenas  culpas. 


á  muerte  los  condenó 
y  tiene  el  teatro  hecho.» 


254  ^°^^    "•    '-"^"^'^    ^    PEDKAJA 

Se  habla,  pues,  de  Juan  Pascual  como  de  un  personaje 
conocido  del  público.  Eso  no  obstante,  ni  hace  papel  en  la 
comedia,  ni  se  le  vuelve  á  aludir  antes  ni  después,  lo  cual 
induce  á  pensar  que  el  público  le  conocía  por  otra  come- 
dia, puesto  que  el  personaje  es  de  pura  invención.  Hoz  y 
Mota  es  posterior  á  Lope,  y  no  cabe  suponer  que  éste  co- 
nociera á  Juan  Pascual  por  la  comedia  de  aquél. 

Otra  coincidencia  digna  de  nota  entre  Audiencias  del 
Rey  Don  Pedro  y  El  montañés  Juan  Pascual,  es  la  de  ha- 
llarse en  ambas  el  caso  del  zapatero  que  mató  al  Preben- 
dado y  fué  juzgado  por  el  Rey  D.  Pedro.  Es  verdad  que 
no  conforman  en  los  pormenores,  como  veremos  en  la  se- 
gunda parte  de  este  trabajo. 

La  comedia  de  Hoz  y  Mota  no  es  histórica,  salvo  alu- 
siones fugaces  á  las  desavenencias  de  D.  Pedro  con  sus 
hermanos  y  á  la  suerte  infeHz  de  Doña  Blanca.  No  hay 
otros  personajes  históricos  que  el  Rey  y  Doña  María  de 
Padilla.  La  figura  de  D.  Pedro  no  tiene,  ni  con  mucho, 
el  relieve  que  en  El  Infanzón;  pero  conserva,  aunque  des- 
virtuadas de  su  vigor  y  energía,  muchas  de  sus  notas  esen- 
ciales, y  hasta  en  algunas  situaciones  hay  semejanza  evi- 
dente. .     , 
José  de  Cañizares. -yo  me  entiendo  y  Dios  me  entiende. 
En  esta  comedia,  D.  Pedro,  enamorado  de  una  noble 
dama,  atenta  al  honor  de  uno  de  sus  fieles  vasallos,  como 
en  la  comedia  de  Claramente.  Caprichoso,  mcontmente, 
ingrato,  él  mismo  se  atrae  su  ruina.  Desde  el  pnncipio  de 
la  comedia  estallan  las  enemistades  de  D.  Pedro  con  Don 
Enrique.  El  acto  tercero  es  la  batalla  de  Montiel,  la  muerte 
del  Rey  y  el  triunfo  de  su  hermano  bastardo.    La  fuente 
histórica  que  el  autor  sigue,  aunque  muy  de  lejos,  es  la 

Crónica  de  Ayala.  ,     i   j 

Vicente  Rodríguez  de  Arellano.— Lo  cierto  por  lo  dudo- 
so ó  La  mujer  firme.  Formada  por  la  que  con  el  mismo  titu- 
lo escribió  el  célebre  Fray  Lope  de  Vega  Carpió:  En  Cádiz 
Por  Antonio  Mnrguía,   i8i5.-Esta  comedia  toma  de  la 
de  Lope  solamente  la  intriga  principal,  abandonando  los 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         265 

personajes  accesorios  de  Justa  y  Teodora.  Varía  el  desen- 
lace, mejorándole.  Al  fin  del  acto  segundo  tiene  una  esce- 
na, la  del  delirio  de  D.  Enrique,  tomada  á  la  letra  de 
Cómo  han  de  ser  los  amigos,  de  Tirso. 

El  sitio  de  Toro  y  noble  Martin  Abarca,  de  un  ingenio: 
Madrid.  En  la  imprenta  de  Blas  Román  (sin  fecha). — Mo- 
ratín,  en  su  Catálogo  de  piezas  dramáticas  publicadas  en 
España  desde  el  principio  del  siglo  xviii  hasta  la  época  pre- 
sente (1825)  (Biblioteca  de  autores  españoles,  de  Rivadeney- 
ra,  tomo  II,  pág.  Sja),  atribuye  esta  comedia  á  Vicente 
Rodríguez  de  Arellano.  Su  asunto  está  tomado  de  la  Cró- 
nica de  López  de  Ayala,  especialmente  del  capítulo  II  del 
año  VII.  Es  una  comedia  genealógica,  ordenada  á  enca- 
recer las  hazañas  de  D.  Martín  Abarca,  caballero  navarro, 
en  el  sitio  y  rendición  de  Toro,  que  llevó  á  cabo  D.  Pedro 
en  i356. 

Dionisio  de  Villanueva  y  Solís. — Rey  valiente  y  justicie- 
ro y  Rico-hombre  de  Alcalá.  —  Refundición  inédita  de  la 
comedia  de  Moreto  del  mismo  título.  En  la  biblioteca  del 
Sr.  Menéndez  y  Pelayo,  en  Santander,  hay  un  ejemplar 
manuscrito  que  lleva  la  fecha  de  1827:  está  en  4.°,  y  tie- 
ne 53  hojas  de  letra  buena  y  clara. 

Solís  aljrevió  la  comedia  de  Moreto,  y  repartió  en  cin- 
co actos  la  materia  que  aquél  comprendía  en  solos  tres. 
La  más  importante  modificación  que  introdujo  fué  la  su- 
presión de  las  bufonerías  del  gracioso. 

José  Fernández-Guerra. — Rey  valiente  y  justiciero  y 
Rico-hombre  de  Alcalá. — Refundición  inédita,  como  la  an- 
terior, de  la  comedia  de  Moreto.  No  la  he  visto.  D.  Luis 
Fel-nández-Guerra  la  elogia  en  el  Catálogo  razonado  de  las 
obras  de  D.  Agustín  Moreto  y  Cabana,  que  publicó  al  prin- 
cipio del  tomo  XXXIX  de  la  Biblioteca  de  autores  españo- 
les, de  Rivadeneyra  (pág.  xliii). 

Anónimo. — Ya  anda  la  de  Mazagatos. — En  el  Memorial 
literario,  instructivo  y  curioso  de  la  corte  de  Madrid  (núme- 
ro XXIV:  Diciembre  de  1785,  pág.  Sig)  se  habla  de  esta 
comedia,  representada  por  aquellos  días  en  el  coliseo  de 


266  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

la  Cruz  por  la  compañía  de  Manuel  Martínez.  Por  la  re- 
seña que  allí  se  hace  de  su  argumento  (t),  debe  pertenecer 
al  siglo  xvu.  Es  comedia  de  intriga. 

Las  comedias  citadas  hasta  aquí  pertenecen  al  reperto- 
rio de  nuestro  teatro  castizo.  La  moda  trágica  francesa  m- 
vadió  la  escena  española  en  el  siglo  xviii,  y  también  don 
Pedro  se  vio  arrebatado  por  la  avalancha.  En  la  misma 
Francia  le  hicieron  protagonista  de  dos  tragedias. 

De  BMoy. -Fierre  le  Cruel.-Esia.  tragedia  fué  mal 
acogida  por  el  público  en  la  primera  representación,  y  per- 
maneció inédita  hasta  que  M.  Gaillard,  después  de  muerto 
el  autor,  la  incluyó  en  la  edición  completa  de  las  obras  de 
éste.  La  Harpe  la  juzga  muy  duramente.  En  el  Cours  de 
liüeraturc  ancienne  et  modcrne  (tomo  II:  París,  i863,  pá 
gina  471),  dice  de  ella  lo  siguiente: 

(,)  Esta  comedia  se  ha  perdido  sin  duda.  No  la  citan  ni  La 
Barrera,  ni  Salva,  ni  Moratín,  y  nadie,  que  yo  sepa,  la  ha  visto 
manuscrita  ni  impresa.  Como  no  queda  de  ella  otra  memoria  que 
la  que  da  el  Memorial  literario,  voy  á  copiar  aqü!  entera  la  no- 

"".^Argumento:  el  Conde  Manrique,  señor  de  la  aldea  de  Lanqui- 
lla,   cercana  á  la  de  Mazagatos  y  Ayllón,  donde  solía  ir_á  cazar 
desde  Segovia  el  Rey  D.  Pedro  el  Justiciero,  amaba  a  Dona  tlvi- 
ra    hiia  de  D.  Alvaro   Pérez  de  Guzmán.  Habiendo  éste  sentido 
ruido  en  su  casa  una  noche,  busca  á  quien  le  causaba,  y  sólo  ha- 
lla un  escudo  de  la  abertura  de  una  capa,  con  lo  que  juzga  cul- 
pada á  su  hija,  y  determina  llevarla  á  un  Convento.  Entre  tanto, 
el   Conde  D.  Manrique,  que  era  el  que  estaba  con  Dona  Elvira  y 
había  perdido  el  escudo  de  la  capa,  se  fué  á  Ayllón,  donde  estaba 
el  Rey  de  caza;  fué  á  parar,  por  una  casualidad,  á  Mazagatos,  en 
casa  de  un  labrador  que  tenía  una  hija  en  extremo  agraciada,  que 
también  se  llamaba  Elvira,  y  enamórase  de  ella.  La  Dona  Elvira, 
hija  de  D.  Alvaro,  que  la  llevaban  al  Convento,  pudo  escaparse, 
V  se  acogió  en  la  casa  del  mismo  labrador  con  el  nombre  de  Inés, 
tratándose  las  dos  Elviras  como  primas.  El  Rey  D.  Pedro,  perdi- 
do en  el  monte  por  causa  de  una  tempestad,  se  acoge  a  la  casa  del 
mismo  labrador:  llega  la  noche,  y  el  Conde  D.  Manrique  va  á  ro- 
bar á  la  Elvira  villana.  El  Rey,  que  estaba  reposando,  smtió  rui- 
do: saca  la  espada,  y  riñe  con  el  Conde  sin  conocerle;  en  el  de- 
bate se  les  habían  caído  las  capas;  y  al  tiempo  de  irse  el  Conde 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         267 

«Es  el  colmo  del  absurdo  desarrollándose  de  escena  en 
escena,  y  es  á  menudo  el  colmo  del  ridículo  en  el  estiló. 
Entre  du  Guesclin,  Eduardo,  Enrique  de  Trastamara  y 
un  jefe  moro  llamado  Altuire,  hay  una  especie  de  desafío 
sobre  quien  ha  de  demostrar  en  más  alto  grado  esa  gran- 
deza exagerada  y  romancesca  que  el  autor  toma  por  he- 
roísmo, y  que  no  es  sino  una  exaltación  mental,  contraria 
absolutamente  al  buen  sentido,  á  las  conveniencias,  á  las 
costumbres  y  á  las  circunstancias;  es  un  desbordamiento 
de  moral  y  de  filosofía,  más  propio  de  una  escuela  de  retó- 
rica que  de  una  acción  ocurrida  entre  guerreros  del  siglo 
XIV.  Pedro  el  Cruel  es,  no  solamente  una  especie  de  bes- 
tia feroz,  sino  el  ser  más  vil,  más  abyecto,  más  indigno  de 
la  escena  que  se  haya  podido  imaginar  jamás.  No  es  po- 
sible perdonar  al  Príncipe  Negro  que  sea  protector  y  ami- 
go de  un  monstruo  semejante.  Todos  le  desprecian,  y  él 
lo  merece.  Pero  el  autor  no  ha  caído  en  la  cuenta  de  que 


■  porque  sacan  luces,  se  lleva  la  capa  del  Rey  y  le  deja  la  suya  sir» 
escudo,  pero  parecidas  y  de  un  mismo  color;  vase  también  el  Rey 
sin  que  le  vean,  dejando  admirada  la  casa  de  este  lance. 

D.  Alvaro  y  su  hijo  D.  Juan  van  á  dar  cuenta  al  Rey  de  lo  que 
les  pasaba  con  su  hija  Doña  Elvira;  y  viendo  que  tenía  la  capa 
sin  escudo,  teniendo  ocasión  de  confrontarla  y  examinarla,  creen 
que  el  Rey  es  causa  de  su  deshonra;  por  otra  casualidad  saben 
que  su  hija  Doña  Elvira  está  en  Mazagatos,  y  se  confirman  que 
allí  la  esconde  el  Rey.  Tiene  efecto  el  intento  de  D.  Manrique  en 
robar  á  otro  día  á  la  Elvira  villana;  y  creyendo  D.  Alvaro  y  Don 
Juan  que  es  la  suya,  piden  perdón  al  Rey  y  se  quejan  contra  el 
Conde  D.  Manrique:  éste,  ignorante  de  que  estuviese  allí  Doña 
Elvira,  confiesa  el  robo  de  la  otra;  pide  perdón  al  Rey,  y  ofrece  á 
los  Guzmanes  que,  si  le  dan  auxilio,  se  casará  con  su  hija.  Llega 
el  caso  de  efectuarse  la  boda:  los  villanos  se  quejan  también  al 
Rey,  presentando  á  la  Elvira  villana,  que  habían  libertado,  y  to- 
dos se  confunden,  hablando  cada  uno  en  favor  de  la  suya,  hasta 
que  se  aclara  todo  con  el  descubrimiento  de  Doña  Elvira,  que  se 
hallaba  allí  tapada.  Quiere,  no  obstante,  el  Rey  castigar  á  Doi» 
Manrique;  pero  todos  le  suplican,  y  le  perdona,  con  lo  que  se 
casa  con  Doña  Elvira,  y  la  villana  con  un  labrador  de  quien  era 
amada.» 


268  JOgÉ    R.    LOMBA   Y   PEDRAJA. 

esta  maldad  impotente,   siempre  obstinada  en  hacer  mal    . 
y  siempre  rechazada  con  menosprecio,  envilece  a  un  per- 
sonaje de  tragedia  hasta  causar  repulsión  y  disgusto  ,.  etc. 
Voltaire.— Don  Ped,e.-((Btwyes  completes  de  Voltaire. 
Theatre.  tome  cinquiéme:  Paris,  i823)--Es  una  tragedia 
de  la  vejez  de  su  autor,  y  no  llegó  á  representarse  en  vida 
de  este  La  historia  está  falseada  en  ella  de  la  manera  mas 
chocante.  Habla  del  Senado  de  Castilla  como  si  se  tratara 
de  la  Roma  de  Tito  Livio;  pinta  á  D.  Pedro  como  un  al  - 
ma  elevada,  llena  de  humanitarios  sentimientos,  no  com- 
prendida por  sus  contemporáneos.  Sus  desvelos  se  dingen 
á  salvar  la  libertad  pública.  Dice  en  el  acto  segundo: 

«J'ai  promis,  j'ai  juré 
de  respecter  ici  la  liberté  publique.» 

Es  un  D.  Pedro  sentimental,  triste  y  filósofo,  que  des- 
precia á  los  hombres  y  á  su  propia  gloria.  Al  fin  es  ven- 
cido por  Beltrán  Claquín  y  muerto  cobardemente  por 
Tiastamara.  Con  D.  Enrique  vencen  la  tiranía  y  el  cri- 
men. Beltrán  Claquín,  horripilado  del  fratricidio  de  su 
aliado,  le  echa  en  cara  su  perfidia  y  su  cobardía;  le  insul- 
ta, le  desprecia,  y  se  vuelve  á  Francia  disgustado  de  su 

obra.  «  „  ,,         ■  1    j 

En  nuestro  teatro,  ni  la  tragedia  de  De  Belloy  m  la  de 
Voltaire  han  tenido  jamás  influencia  ninguna. 

Anbnimo.-Doña  Bl anca. -Mors^Ün,  en  su  Catálogo  d^ 
las  piezas  dramáticas  publicadas  en  España  desde  el  principio 
del  siglo  xviii  hasta  la  época  presente  (i825),  ya  citado,  ha- 
bla de  una  tragedia  de  este  título  de  autor  anónimo  (pági  - 
na  333  de  Rivadeneyra). 

Manuel  José  Quintana. -B/«"c«  de  Borbón.-Qumt^na, 
en  el  pequeño  prólogo  que  puso  á  sus  dos  tragedias  im- 
presas, dice  que  tenía  ya  bastante  adelantadas  «tras  tres 
tragedias,  una  de  ellas  Blanca  de  Barbón,  cuando  estallo 
la  guerra  con  Francia  y  perdió  todo  lo  hecho. 

Dionisio  de  Villanueva  y  ?,o\is. -Blanca  de  Borbon.- 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         269 

Tragedia  inédita.  He  visto  de  ella  el  manuscrito  en  4.°,  de 
letra  muy  clara  y  esmerada,  que  guarda  en  su  biblioteca 
de  Santander  el  Sr.  Menéndez  y  Pelayo.  Es  una  copia 
hecha  para  el  teatro:  así  lo  prueba  la  licencia  del  Gobier- 
no civil  de  Madrid  con  el  sello. 

El  asunto  de  esta  tragedia,  como  lo  indica  su  nombre, 
es  la  desgracia  y  la  muerte  de  Doña  Blanca.  La  acción 
se  desarrolla  en  cinco  actos,  única,  concisa,  rectilínea, 
imitando  la  manera  de  Alfieri.  Doña  Blanca  es  el  proto- 
tipo del  candor  y  de  la  ternura;  mas  perseguida  por  Doña 
María  y  D.  Juan  de  Padilla,  no  alcanza  á  conquistar  la 
voluntad  de  su  esposo,  á  pesar  de  los  esfuerzos  de  Fede- 
rico (D.  Fadrique),  hermano  del  Rey;  de  Guido,  Legado 
del  Papa,  y  del  pueblo  castellano,  que  adora  á  la  desgra- 
ciada Princesa.  Acusada,  finalmente,  por  sus  enemigos 
de  adulterio  con  D.  Fadrique,  éste  muere  violentamente 
en  Palacio,  y  aquélla  es  envenenada.  D.  Pedro  duda,  en 
su  remordimiento,  del  delito  atribuido  á  su  esposa,  y  con- 
cluye la  tragedia  con  estas  palabras  suyas: 

«Duda  cruel,  que  me  prepara,  ¡ay,  triste! 
una  espantosa  eternidad  de  penas.» 

El  punto  alrededor  del  cual  gira  toda  la  máquina  y  ar- 
tificio de  esta  tragedia,  es  el  carácter  irresoluto,  falso  y 
rencoroso  de  D.  Pedro.  De  un  lado  están,  como  ángeles 
buenos,  correctos,  intachables,  Doña  Blanca,  Federico, 
Guido  y  el  pueblo;  y  del  otro,  como  ángeles  tenebrosos. 
Doña  María  de  Padilla  y  su  deudo  D.  Juan.  Al  fin  la  ba- 
lanza cae  á  la  parte  de  estos  últimos,  y  ve  ahí  la  catás- 
trofe. 

Aunque  el  estilo  es  muy  declamatorio  y  campanudo 
(jOh  Pedro!....  ¡Oh  Blanca!....  Mas  ¿qué  veo?....  ¡Oh 
Dios!....  etc.),  propio  del  género  trágico,  los  versos  son 
buenos,  capaces  en  las  situaciones  patéticas  de  excitar  el 
terror  trágico  y  la  compasión. 

José  María  Iñiguez. — Doña  Blanca:  Madrid.  Por  la  hija 


2yo  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRA]*- 

ck  Ibarra,  i8o6.-Es  una  tragedia  en  cinco  actos  del  cor- 
te de  la  anterior,  solamente  que  muy  mala.  El  Rey  Don 
Pedro  hace  lo  que  puede  por  ser  un  monstruo  de  atroci- 
dad- pero  es  tan  infeliz,  que  no  acierta.  Revela  su  cruel- 
dad legendaria  en  amenazas  exorbitantes  que  pmás  cum- 
ple Nadie  le  hace  caso.  Doña  Blanca,  Doña  Mana  de 
Padilla  D.  Fadrique,  Alburquerque,  Simuel  Levi,  etc., 
no  salen  sino  á  decir  necedades.   La  obra  merece  apenas 

í*  1 1 3.1'  S  6 

Antonio  Gil  y  Zkvz.it.— Blanca  de  Borbón^imgedia  ori- 
aind  en  cinco  actos.  Representada  por  primera  vez  en  el  tea- 
tro del  Príncipe  el  día  7  de  Junto  de  i835:  Madrid,  impren- 
ta de  Kepullés,  i835.-Es  obra  del  mismo  corte  que  las  an- 
teriores. D.  Enrique,  D.  Alfonso  de  Alburquerque,  Don 
Lope  Sánchez  de  Bendaña  y  D.  Alvar  Pérez  de  Castro,  en 
especial  los  dos  primeros,  defienden  el  partido  de  la  Rema; 
Doña  María  de  Padilla  y  su  tío  Hinestrosa  tratan  de  per- 
der á  Doña  Blanca  y  lo  consiguen.  Esta  muere  envenena- 
da,   como   en  las  dos  tragedias  antecedentes.  Vale  poco 

^JoséEspronceda.— Dorw  Blanca  de  Borbón.—Se  hizo 
de  esta  tragedia  una  edición  de  muy  pocos  ejemplares,  por 
un  procedimiento  litográfico.  Yo  la  conozco  solamente  por 
un  manuscrito  en  folio  que  posee  el  Sr.  Menéndez  y  Pelayo. 
Falta  el  último  acto,  que  fácilmente  puede  súplase  con 
ayuda  del  discurso  de  D.  Patricio  de  la  Escosura,  Vega, 
Pardo  y  Espronceda,  pronunciado  en  su  recepción  publica 
«n  la  Real  Academia  Española  (1870).  En  el  apéndice  de 
•este  discurso,  el  Sr.  Escosura  dio  cuenta  muy  largamente 
del  argumento  de  Doña  Blanca,  incluyendo  escenas  ente- 
Vas  á  la  letra. 

Esta  tragedia  empezó  clásicamente;  mas  á  partir  del 
acto  tercero,  atropello  el  autor  violentamente  los  preceptos 
de  Boileau,  y  terminó  de  un  modo  romántico.  Presenta  á 
D  Enrique  enamorado  de  Doña  Blanca.  En  el  fondo, 
•coincide  con  las  tres  tragedias  anteriores  en  el  carácter 
<del  Rey  D.  Pedro  y  en  la  lucha  entablada  en  el  alma  de 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO  27I 

éste  entre  Doña  Blanca  y  Doña  María;  pero  se  diferencia 
mucho  en  la  poesía  y  rumbo  del  estilo,  así  como  también 
en  el  movimiento,  un  tanto  desordenado,  de  la  acción. 

La  musa  romántica  vino  á  libertar  á  D.  Pedro  del  odio- 
so y  triste  secuestro  en  que  le  retuvo,  por  poco  tiempo,  la 
tragedia  pseudo- clásica  á  la  francesa.  Su  historia  volvió  á 
tratarse  á  la  española,  reanudando  la  tradición  dramática 
interrumpida. 

Gregorio  Romero  Larrañaga,  Francisco  González  Elipe 
y  D.  J.  M.  M. — La  vieja  del  candilejo. — Los  tres  autores 
de  este  drama  ocultaron  sus  nombres  en  la  edición  que  de 
él  hicieron  en  Madríd,  en  iS38,  en  la  imprenta  de  Repu- 
lías, y  solamente  conservaron  sus  iniciales.  Ignoro  á  quién 
pertenecen  las  de  J.  iM.  M.  La  obra  está  dividida  en  cinco 
actos  y  seis  cuadros.  Cada  cuadro  lleva  al  frente  las  ini- 
ciales de  su  autor. 

Este  drama  desciende  en  línea  recta  de  El  montañés 
Juan  Pascual,  con  cuyo  argumento,  esencialmente,  con- 
forma. Juan  Pascual  está  sustituido  por  Juanillo,  un  pa- 
nadero de  Sevilla.  El  drama  vale  poco. 

Francisco  Javier  Foxá. — Don  Pedro  de  Castilla  (drama, 
1839). — No  le  conozco.  Foxá  era  un  poeta  antillano;  su 
drama  no  ha  debido  representarse  jamás  en  la  Península, 
sino  en  la  isla  de  Cuba.  El  poeta  mulato  Plácido  compu- 
so un  soneto  á  propósito  de  esta  obra  dramática. 

José  María  Huici.— Do;;  Pedro  el  Craí/.— Drama  estre- 
nado, y  muy  aplaudido,  en  el  teatro  de  Zaragoza  en  iSSg. 
Tampoco  ha  llegado  á  mis  manos.  (Véase  El  Entreacto, 
periódico  de  Madrid,  número  correspondiente  al  7  de  No- 
viembre de  iSSg.) 

Pedro  Sabater. — Don  Enrique  el  bastardo ,  Conde  de  Tras- 
tamava,  drama  histórico  en  seis  actos  y  en  verso:  Valencia, 
imp.  de  López  y  Compañía,  1841. — Fué  representado  por 
primera  vez  en  Valencia,  en  1839,  y  obtuvo  una  acogida 
benévola. 

La  historia  del  Rey  D.  Pedro  se  halla  en  este  drama 
muy  libremente  interpretada.  Empieza  por  la  muerte  de 


2^2  JOSÉ    R.     LOMBA    Y    PEDRAJA 

Doña  Leonor  de  Guzmán,  debida  á  la  entereza  de  esta  se- 
ñora en  no  querer  poner  á  su  hijo  D.  Enrique  en  las  ma- 
nos del  Rey,  que  le  persigue.  Representa  á  D.  Pedro  ena- 
morado de  Doña  Juana  Manuel,  esposa  del  Conde  de  Trab- 
tamara.  Concluye  con  la  muerte  de  D.  Pedro  en  Montiel. 
José  Rúa  y  Figutroa.—Feyrdn Pérez  Chuvvuchaoy  el  Ar- 
zobispo Don  Suero,  drama  histórico-cabalkresco,  en  ocho  cua- 
dros, en  prosa  y  verso:  La  Coruña.  Imp.  de  Iguerreta,  1841. 
Fué   prohibida  la  representación  de  este  drama  en  la 
ciudad  de  Santiago,  á  petición  de  los  jueces  eclesiásticos 
del  Arzobispado.  Cada  cuadro  lleva  un  título  aparte  en  esta 
forma-  Cuadro  primero,  El  arzobispo  de  Santiago;  segun- 
do  La  estrella  de  Vedra;  tercero,  Nufw  Pérez  Churruchao; 
culvto.  La  conspiración;  quinto,  El  Rey  Don  Pedro  de  CasU- 
lla-  sexto.  El  caballero  encubierto;  séptimo,  La  venganza; 
octavo.   El  amor  y  la  muerte.  El  asunto  de  la  obra  es  la 
muerte  del  Arzobispo  de  Santiago,  D.  Suero  Gómez,  que 
mandó  hacer  el  Rey   D.  Pedro  á  su  paso  por  Galicia  en 
1365   El  autor,  en  lo  que  á  D.  Pedro  se  refiere,  tuvo  pre- 
sente la  Crónica  de  Ayala,  especialmente  el  capítulo  XII 
del  año  XVII;  mas  no  fué  ésta  la  única  fuente  que  con- 
sultó, como  indicaremos  en  la  segunda  parte  de  nuestro 

trabajo. 

José  Zorrilla. -£¿  Zapatero  y  el  i?.;/.-Estrenado  en 

Madrid  en  1841.  . 

Todo  este  drama  se  funda  sobre  la  conseja  tradicional 
del  zapatero  que  mató  al  Prebendado.   El  autor  mezcla 
con  ella  otros  datos  históricos  (como  los  amores  del  Rey 
con  Doña  Aldonza  Coronel,    la  excomunión  del  Pontífice 
contra   D    Pedro,   la  embajada  del  Rey   Bermejo,  etc.), 
aunque  interpretados  á  su  modo.  La  figura  del  Rey  coin- 
cide en  sus  rasgos  esenciales,  con  la  que  trazó  Lope  en  El 
Infanzón  de  Illescas.  No  la  iguala,  sin  embargo,  en  gran- 
deza   porque  el  D.  Pedro  de  Zorrilla  se  resiente  de  pala- 
brero y  hay  mucho  en   la  trama  de  artificioso  y  de  falso. 
El  Zapatero  y  el  Rey.  Segunda  partc.-Estrtnaáa^nU^- 
drid  en  1842. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO  273 

El  primer  acto  de  este  drama  es  casi  una  refundición  de 
El  nionlañés  Juan  Pascual.  El  autor,  después,  tomó  por 
otros  caminos  muy  diferentes,  aprovechándose  de  algunos 
datos  históricos  que  tomó  de  Ayala,  y  que  él  tergiversó 
según  le  convino.  Juan  Pascual  viene  á  resultar  el  nombre 
supuesto  de  D.  Guillen  de  Castro,  hermano  de  Doña  Jua- 
na, á  quien  el  Rey  D.  Pedro  había  engañado  fingiendo 
casarse  con  ella  (Ayala,  año  V,  cap.  X).  Termina  el  dra- 
ma con  la  muerte  de  D.  Pedro. 

D.  Leopoldo  Augusto  de  Cueto. — Doña  María  Coronel: 
Madrid.  Imp.  de  Jener,  1844. — Este  drama  toma  su  argu- 
mento de  la  tradición  sevillana,  según  la  cual  Doña  María 
Coronel,  por  libertarse  del  amor  lascivo  del  Rey  D.  Pedro, 
desfiguró  su  cuerpo  de  una  manera  horrible  por  medio  del 
fuego.  Se  representa  en  él  al  Monarca  de  Castilla  como  un 
tirano  feroz,  sin  honor  y  sin  entrañas. 

Antonio  García  Gutiérrez. — El  Tesorero  del  Rey,  re- 
presentada por  primera  vez  en  Madrid,  en  el  teatro  Es- 
pañol, en  27  de  Septiembre  de  i85o. — El  protagonista 
de  este  drama  es  Samuel  Leví;  la  acción  es  de  la  pura 
invención  del  poeta  y  se  supone  ocurrida  después  de  la 
batalla  de  Nájera.  El  Rey  D.  Pedro  es  figura  muda,  y 
solamente  una  vez  se  presenta  en  escena  al  fin  del  acto 
segundo. 

D.  Francisco  Luis  de  Retes  y  D.  Francisco  Pérez  y 
Echevarría. — Doña  María  Coronel,  drama  en  tres  actos  y 
en  verso:  Madrid.  Imp.  de  Gabriel  Alhambra,  1872. — El 
asunto  es  el  mismo  del  Sr.  Cueto.  El  Rey  D.  Pedro,  jo- 
ven, franco  y  valiente,  y  al  fin  generoso  y  noble,  hace 
menos  odioso  su  delito  que  en  el  drama  del  señor  Marqués 
de  Valmar.   . 

Manuel  Fernández  y  González. — El  P.  Francisco  Blan- 
co García,  en  su  obra  La  literatura  española  en  el  siglo  xix 
(tomo  II,  pág.  216),  dice:  «Muy  joven  aún,  llevó  Fernán- 
dez y  González  al  teatro  la  historia  de  D.  Pedro  de  Cas- 
tilla, conquistando  en  la  ciudad  de  Granada  una  reputa- 
ción  1)  etc.  No  tengo  más  noticia  que  ésta  de  la  produc- 

II  iS 


JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAjfw 

ción  de  Fernández  y  González  y  no  sé  siquiera  su  nom- 

^'ceférino   Suárez    Bravo.-EÍ   bastardo   de   Trastamara 
íinéditaV— No  la  he  visto. 

^    Tuan  Mela.-Lo..  Chum.haos  ó  El  Arzobispo  Don  Suero. 
Jcon  este  nombre  se  representó  hace  algunos  anos  en 
Madrid,  en  el  teatro  de  Novedades,  un  drama  que  tengo 
ñor  un  arreglo  del  de  Rúa  y  Figueroa. 
'Ángel  Lasso  déla  Y.,..-La  ju.laresa,  .ar.nelacntres 
J^y  en  verso,  mús.a  del  maestro  D.  Rafael  Tahoada  y 
mZL:  Madnd,  X867.-EI  Rey  D.  Pedro,  en— ^^^^^ 
María  (la  juglaresa),  la  persigue  con  poco  honestas  pie 
^ns  ones   La  muchacha  resulta  hija  de  un  noble,  á  quien 
quiso  matar  el  Rey.  y  que  solamente  pudo  -Ivarse  ocu 
Ldo  su  nombre  y  su  rango,  ganándose  la  vida  con  las 
habilidades  de  su  hija.  Esta,  al  fin.  se  casa  con  un  su  ena- 
morado llamado  Villegas.  El  Rey  perdona  á  todos,  a  pe- 
sar de  haber  sido  burlado. 

II 

Según  ha  podido  ver  el  lector,  las  obras  que  en  torno  á  ■ 
la  figura  de  D.  Pedro  ha  producido  en  España  la  musa 
dramática,  son  numerosas.  El  catálogo  de  ellas  que  a  mr 
Z  ha  sid;  dado  presentarle,  no  es  completo  seguramen- 
te y  todavía  en  este  mismo  catálogo  hay  piezas  de  las 
cu  Jes  solamente  conozco  el  nombre.  Es  éste  un  primer 

,a     Mi  respetable  amigo,  el  sabio  Profesor  D.  Eduardo  Hinojo- 

'h    ,  nido  1.  Sondad    accediendo  á  mis  ruegos,  de  practicar  al- 

sa,  ha  tenido  '=»  ^°'^^^J;  ^^^^^  ¿^  noticias  sobre  la  comedia 

gpnasgesti^DneseaGianadaenb  ^^  ^^^^^^^  ^^^^^^^ 

t:r^^¿^^^^  -  -p"-^  - ''-  noto": 

::;;.llimase  un  ,uelo  a  '^em^jn^^  T^bZ^^oZ 
o..lrr,    Pudo  suceder  que  esa  comedia  que  üice  ei   r. 
Tepres-tase  en  Gránala  y  6  se  imprimiese  en  otra  parte  6  queda- 


se  inédita. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         275 

bosquejo  que  más  adelante,  con  más  tiempo  y  más  estudio, 
•espero  poder  ampliar. 

Bien  sabido  es  que  el  primero  y  capital  documento  his- 
tórico sobre  el  reinado  de  D.  Pedro  fué  la  Crónica,  de  Pero 
López  de  Ayala.  Es  una  relación  extensa,  ordenada,  ar- 
tística y  completa,  hecha  por  un  contemporáneo,  y  re- 
dactada, si  no  con  una  imparcialidad  absoluta  (que  esto 
«s  imposible  de  averiguar),  al  menos  con  gran  templanza 
y  talento.  Por  estas  razones;  por  tratarse  de  tan  extraño 
Rey  como  D.  Pedro,  y  por  referirse  en  ella  tantos  suce- 
sos sangrientos,  que  dejaron  en  Castilla  impresión  honda 
y  ocasionaron  un  cambio  en  la  dinastía,  la  Crónica,  de 
Ayala  fué  muy  popular.  Miiá  y  Fontanals  ha  probado  que, 
á  excepción  de  dos  de  ellos  (i),  todos  los  romances  viejos 

(O     Vid.  De  la  poesía  heroico- popular  castellana:  Barcelona, 
1874,  pág.  30S.  Uno  de  estos  dos  romances  es  el  que  retiere  los  amo- 
res adúlteros  de  Doña  Blanca  con  D.  Fadrique,  que  empieza:  tEntre 
fas  gentes  se  suena,— y  no  por  cosa  sabida»  (núm.  965  de  Duran); 
el  otro  es  el  que  da  principio:  «Don  Rodrigo  de  Padilla,— aquél 
■que  Dios  perdonase,»  del  cual  se  conocen  dos  variantes  (números 
974  y  975  de  Duran).  Ni  Milá  ni  Duran  conocieron  la  fuente  de 
este  último,  que  es  la  Cuarta  Crónica  general,  aunque  no  en  la 
variante  que  copia  D.  Eugenio  Llaguno  en  sus  notas  al  Sumario 
del  Despensero,  en  el  cual  está  el  te.\to  tan  estragado,  que  no  se 
entiende  (vid.  pág.  72,  col.  A,  líneas  33  á  38  de  la  ed.  de  Sancha 
de  1781),  sino  en  el  dado  á  luz  en  la  Colección  de  documentos 
inéditos  para  la  historia  de  España  {tomo  CVI),  atribuido  á  Don 
■Gonzalo  de  la  Hinojosa.  Con  ayuda  de  éste,  debe  corregirse  el 
Texto  de  Llaguno  en  esta  forma:  «Después  desto  fecho,  por  voltu- 
ras de  un  pariente  de  Doña  Maria  de  Padilla,  que  se  decía  Juan 
Carcia  de  Padilla,  el  Rey  D.  Pedro  corrió  desde  Sevilla  fasta  Con- 
suegra al  Prior  de  Sant  Juan,  e  en  dos  noches  e  dos  dias  le  corrió 
íasta  el  castillo  de  Consuegra,  e  non  le  alcanzó  e  tornóse  a  Sevi- 
lla.» El  Dr.  Pérez  de  Montalbán  se  atuvo  á  esta  versión  de  la  Cuar- 
ta Crónica  general  en  la  segunda  parte  de  La  Puerta  Macare- 
na. Allí  Doña  María  de  Padilla  pide  al  Rey  (acto  primero)  el  Al- 
cázar de  Consuegra  para  su  hermano,  y  el  Rey  se  lo  concede;  mas 
al  principio  del  acto  segundo  D.  Pedro  aparece  solo,  perdido  en 
un  monte,  y  dice  que  el  Prior  de  San  Juan  se  negó  á  entregar  el 
castillo  de  Consuegra;  que  corrió  á   refugiarse  á  él,  echando  el 


2^6  JOSÉ    K.    LOMBA   Y   PEDkAJA 

que  se  refieren  á  sucesos  del  reinado  de  D.  Pedro  se^  ins- 
piraron, más  ó  menos  directamente,  en  la  citada  Cromm. 
A  la  verdad,  el  Rey  D.  Pedro  no  salía  de  ella  muy  bien 
parado.  No  todos  en  Castilla  estaban  conformes  con  que 
D    Pedro  hubiera  sido  un  tirano  implacable,  tal  como  allí 
aparece,  no  sé  si  con  justicia.  El  hecho  es  que  ya  en  la 
Cnarta  Crónica  general  leemos  esta  frase  recusando  el  tes- 
timonio de  López  de  Ayala:  « según  que  mas  larga- 
mente está  escrito  en  la  corónica  verdadera  de  este  rey 
(D    Pedro),  porque  hay  dos  corónicas,  la  una  fingida  por 
se  disculpar  de  la  mue.te  que  le  fue  dada,»  etc.  (0.  Esta 
Crónica  verdadera,  atribuida  en  escritos  postenores  a  Don 
Tuan  de  Castro,  Obispo  de  Jaén,  nadie  la  vió,  y  es  hoy 
opinión  corriente  que  no  existió  jamás  [^)■,  pero  solamente 
la  duda  de  que  existiera,  juntamente  con  las  palabras  de 
la  Cuarta  Crónica  general,  dieron   argumento  especioso  á 
los  defensores  de  D.  Pedro  para  intentar  una  rehabilita- 
ción de  su  memoria.  Los  descendientes  de  aquel  Rey,  en 
especial  D.  Diego  de  Castilla,  Deán  de  Toledo,  su  cuar- 
to nieto  ilegitimo,  rehusaron  siempre  atenerse  á  la  rela- 
ción de  López  de  Ayala,  apelando  á  la  obra  de  D.  Juan 
de  Castro.  Interpretaron  además  los  hechos  conocidos  en 

xasuillo  detrás  de  sí,  de  suene  que  cuando  el  Rey  llegó,  se  quedó 
á  la  nuerta  V  tuvo  que  volverse.  . 

.         O     L    ¿,,„- ^publicada  en  la  Colecaó.  de  focununtos  ^né 
¿i  os  par.  la  historU  de  España,  atribuida  á  D.  G°nzal°  1    »a 

H  nofota   trae  esta  frase  de  otro  modo: la  una  feng.da,  por 

fe  de  u  P  dalos  yerros  que  contra  él  fueron  fechos  en  Casulla. 
ios  cuales  causaron  e  principiaron  que  este  rey  Don  Pedro  se  mos- 
trase  tan  cruel  como  en  su  tiempo  fue.» 

("sobre  este  punto  pueden  consultarse  .1  Drscurso  de  Dor> 
Aureliano  Fernández-Guerra,  leído  por  su  autor  en  la  Real  Aca- 
de„,ia  de  la  Historia  en  contestación  á  D.  F---°  J^^-];  "^^S^- 
ias  en  la  pública  recepción  de  éste,  el  día  ,.°  de  Marzo  de  i868, 
pÍ  n8.  y  la  historia  de  Castilla  y  León  durante  los  remados 
fe  Pedro  I,  Enrique  II,  Juan  I  y  Enrique  III,  por  Juan  Cata- 
iina  García  (Madrid,  1893),  P^^^-  xxvi  á  xxixde  la  Introducción  al 
tomo  1. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         277 

un  sentido  favorable  á  D.  Pedro,  y  provocaron,  en  fin,  la 
disputa,  no  terminada  todavía,  sobre  si  el  sobrenombre  que 
más  le  convino  fué  el  de  Cruel  ó  el  de  Justiciero.  Desde 
el  siglo  XVI  hasta  nuestros  días  han  abundado  las  apolo- 
gías de  D.  Pedro  (i). 

Las  causas  de  la  rehabilitación  de  este  Monarca  las  re- 
duce á  dos  Milá  y  Fontanals:  «i.",  la  afición  del  pueblo  á 
los  caracteres  enérgicos  y  decididos,  especialmente  si  se 
ensañan  contra  los  poderosos;  2.',  lo  mal  que  había  de 
sonar  en  el  oído  de  los  Reyes  el  sobrenombre  de  Cruel 
dado  á  un  antecesor  suyo,  á  quien,  por  otra  parte,  acaso 
miraban  como  adversario  de  la  turbulenta  nobleza.»  Tal 
vez  estas  causas  no  fueron  las  únicas;  pero  es  lo  más  pro- 
bable que  en  el  siglo  xvir  D.  Pedro  era  popular  en  Cas- 
tilla y  generalmente  tenidcen  concepto  de  justiciero.  Las 
tradiciones  y  consejas,  algunas  de  carácter  local,  que  re- 
cogió el  teatro,  y  que  hemos  de  ver  adelante,  parece  que 
lo  confirman.  Sin  cesar,  en  las  comedias,  se  le  representa 
pronunciando  fallos,  sentado  en  su  tribunal,  asombran- 
do y  entreteniendo  al  público  con  su  justicia  ingeniosa 
y  extravagante,  como  la  de  Salomón  y  la  de  Sancho 
Panza. 

La  Crónica  de  Ayala,  á  pesar  de  sus  detractores  y  á 
pesar  también  de  la  rehabilitación  de  D.  Pedro,  siguió 
disfrutando  de  gran  favor.  Los  severos  historiadores  po- 
dían hacer  de  ella  el  objeto  de  su  crítica  escrupulosa;  mas 
para  los  poetas,  en  cambio,  era  inagotable  tesoro  de  asun- 
tos dramáticos.  El  carácter  violento  del  Rey;  las  luchas 
incesantes  con  sus  hermanos  bastardos;  sus  amores;  sus 
venganzas  dentro  de  su  propia  familia;  las  terribles  pre- 
dicciones sobre  su  muerte,  y,  finalmente,  la  tragedia  de 
Montiel,  eran  motivos  dramáticos  de  primer  orden.  Nin- 


(i)  Véase  el  apéndice  bibliográfico  que  puso  el  Sr.  Fernández- 
Guerra,  siguiendo  un  riguroso  orden  cronológico,  á  su  Discurso^ 
ya  citado,  y  la  también  citada  Introducción  á  la  obra  de  D.  Juan 
Catalina  García,  págs.  xxxin  á  xxxvii. 


278  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

giina  crónica  castellana  (exceptuando  la  General,  de  Don 
Alfonso  el  Sabio)  los  contenía  más  ni  mejores. 

El  teatro  del  siglo  xvii  reflejó  de  un  modo  constante  la 
contradicción  que  existía  entre  el  D.  Pedro  de  la  Crómca. 
de  Ayala  y  el  de  la  tradición  popular.  De  esta  contradic- 
ción salieron  las  mayores  bellezas:  salió,  por  ejemplo,  el 
D.  Pedro  de  El  Infanzón  de  Illescas,  aquel  Rey  altivo,  va- 
liente, lleno  de  un  espíritu  de  justicia  incontrastable;  pero 
violento,  delincuente,  sacrilego,  el  cual,  en  sus  fieras  pa- 
siones, á  nada  ni  á  nadie  se  rendía;  figura  por  todo  extre- 
mo dramática  y  una  de  las  más  grandes  y  complejas  que 
ha  creado  nuestro  teatro. 

Esta  fusión  en  un  personaje  único  de  las  dotes,  al  pa- 
recer, más  opuestas,  es  empresa  arriesgada  y  difícil  que 
solamente  realiza  un  poeta  eminente,  y  no  á  todas  horas. 
Se  contentan  de  ordinario  los  autores  dramáticos  con  me- 
nos. Algunos,  por  lo  que  respecta  á  D.  Pedro,  se  conten- 
taron con  tan  poco,  que  pudieron  impunemente  haberle 
sustituido  sobre  las  tablas,  no  ya  por  otro  Rey  cualquiera, 
sino  por  Tello,  Diego  ó  Lisardo,  ó  cualquiera  otro  galán 
de  los  más  corrientes.  Ocurre  esto,  por  ejemplo,  en  La 
niña  de  plata;  en  Lo  cierto  par  lo  dudoso,  d&  Lope,  y  en  la 
comedia  de  Enríquez  Gómez,  A  lo  que  obliga  el  honor.  Esto 
era  muy  usado  en  nuestro  teatro:  echar  mano  de  grandes 
nombres  históricos,  para  desarrollar  intrigas  vulgares.      . 
Sale  D.  Pedro  en  algunas  comedias  á  título  de  Rey  jus- 
ticiero. Otros  Reyes,  y  sobre  todo  D.  Enrique  el  Dolien- 
te, compartieron  con  él  la  gloria  de  ostentar  en  el  teatro 
la  soberana  virtud  de  la  justicia.  Las  .Audiencias  del  Rey 
Don  Pedro,  de  Lope;  El  médico  de  su  honra,  de  Lope  y  de 
Calderón,  y  Ganar  amigos,  de  Alarcón,  presentaron  á  Don. 
Pedro  bajo  este  aspecto.  Otras,  en  cambio,  aprovechán- 
dose del  renombre  que  alcanzaron  sus  intrigas  de  amor,  le 
interpretaron  como  un  mozo  mujeriego  y  calavera,  amigo 
de  aventuras  nocturnas  (El  diablo  está  en  Cantillana,  de 
Vélez  de  Guevara;  Deste  agua  no  beberé,  de  Claramonte,. 
etc.)  Otras  producciones  de  un  corte  más  épico,  inspira- 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         279 

das  generalmente  en  Ayala  0.  ponen  sencillamente  en 
escena  sucesos  del  reinado  de  D.  Pedro.  Estas  son  las  que 
más  hostiles  se  muestran  al  hijo  legítimo  de  D.  Alfon- 
so XI  (Los  Ramírez  de  Avellano,  de  Lope;  La  Puerta  Ma- 
carena, del  Dr.  Pérez  de  Montalbán,  etc.) 

El  teatro  en  el  siglo  xvii  no  tenía  pretensión  alguna  de 
trascendental  y  filosófico,  como  las  ha  tenido  en  nues- 
tros días,  ni  se  discutían  en  él  problemas  políticos.  Era  el 
Trono,  para  los  autores  y  para  el  público,  una  institución 
sagrada  é  intangible,  de  derecho  divino.  Al  presentar  á 
D.  Pedro  como  un  Rey  cruel  y  disoluto,  no  combatían  la 
Monarquía,  y  no  apoyaban  su  causa  cuando  le  presenta- 
ban como  defensor  del  pueblo  contra  los  nobles.  La  no- 
bleza en  el  siglo  xvii  estaba  ya  dominada  y  puesta  á  los 
pies  del  Trono. 

Provenía  de  todo  esto  la  indiferencia  chocante  de  algu- 


(  i)  La  comedia  Audiencias  del  Rey  Don  Pedro,  de  Lope,  pre- 
senta vestigios  de  la  Cuarta.  Crónica  general,  según  se  puede  ver 
en  la  Parte  primera  de  este  trabajo.  La  Puerta  Macarena,  de  Mon- 
talbán, tomó  también  de  dicha  Crónica  la  fuga  del  Prior  de  San 
Juan  á  su  castillo  de  Consuegra,  como  queda  dicho  más  arriba  en 
una  nota,  y  creo  que  también  proviene  de  ella  aquella  resolución 
que  muestra  D.  Pedro  de  matar  á  su  madre: 

D.  Pedro.  ¡Vive  Dios,  sumo  y  eterno. 


que  hoy  mi  madre  ha  de  morir, 
y  Blanca. 

(a'*  PARTE,   ACTO  2.*) 


D.   Pedro.              Viva  Blanca,  esposa  mía: 
salga  la  infeliz  María, 
mi  madre  y  Reina etc. 

(i."  parte,  acto  3.*) 

La  Crónica  dice:  «Y  mandó  otrosí  llevar  a  la  Reina  su  madre 
al  alcázar  de  Segovia,  e  fué  muerta  a  yerbas  dende  a  poco  tiempo 
que  la  llevaron.»  (Llaguno,  nota  al  Sumario  del  Despensero,  pá- 
gina 65,  col.  B,  lín.  35.) 


28o  JOSÉ    K.    LOMBA    Y    PEDBAJA 

nos  poetas,  en  orden  á  si  D.   Pedro  fué  ó  dejó  de  ser  un 
buen  Rey.  De  su  popularidad,    de  sus  crímenes  y  de  sus 
desastres,  se  aprovechaban  ellos  para  conmover  á  su  pú- 
blico. No' le  juzgaban.  Lope  de  Vega  le  sacó  á  las  tablas, 
como  ya  dije,   en  siete  comedias;   pues  bien:   en  una  le 
maltrata   (Los  Ramírez  de  Arellano);  en  dos  celebra  su 
justicia  {El  médico  de  su  honra.  Audiencias  del  Rey  Don 
Pedro);  realza  en  otra  su  soberbia  figura,   erigiéndola  un 
pedestal  eterno  (El  Infanzón  de  Illescas),  y  en  otras  tres, 
más  insignificantes,  le  trae  y  le  lleva  en  pequeñas  mtn- 
gas,  ora  como  confidente  de  los  amores   de   D.  Enrique 
(L¡t  niña  de  plata),  ora  como  un  mancebo  enamorado  (La 
Carbonera,  Lo  cierto  por  lo  dudoso).  No  hay  más  que  pedir 
en  punto  á  imparcialidad  histórica. 

El  primero  que  dio  á  D.  Pedro  una  significación  polí- 
tica fué  Voltaire.  Empeñóse  en  ver  en  £l  un  defensor  de 
las  libertades  públicas,  que  D.  Enrique,  tirano  sombrío, 
amenazaba  con  sus  intrigas,  y  la  Corte  pontificia  con  sus 
intrusiones  ambiciosas,  intolerables.  La  tragedia  de  Vol- 
taire es  un  absurdo  histórico,  como  ya  en  su  lugar  dije. 
No  fué,  sin  embargo,  la  única  obra  dramática  en  que  se 
quiso  presentar  á  D.  Pedro  enfrente  del  poder  absorbente 
de  la  Iglesia.  D.  José  Rúa  y  Figueroa,  autor  gallego,  tuvo 
á  gala  el  haber  visto  prohibido  en  la  ciudad  de  Santiago 
su  drama  histórico  Fernán  Pérez  Churruchao  y  el  Arzobis- 
po Don  Suero  por  una  razón  semejante. 

Para  decir  algo  en  concreto  acerca  de  los  elementos 
tradicionales  é  históricos  referentes  al  Rey  D.  Pedro  que 
ha  desenvuelto  el  teatro  español,  hay  ahora  que  proceder 
por  partes, 

I 

LOS    AMORES    DE   D.    PEDRO 

Muchos  Reyes,  y  no  solamente  D.  Pedro,  aparecieron 
en  el  teatro  español  dando  que  decir  con  sus  galanteos 
lícitos  é  ilícitos.  Era  esto  en  ellos  considerado,  á  lo  sumó. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         281 

como  falta  leve.  Estaban,  por  lo  demás,  sujetos,  como  el 
más  humilde  vasallo,  á  ciertas  estrictas  reglas  del  decoro, 
que  los  autores  no  violaban  sino  de  tarde  en  tarde,  im- 
pulsados de  algún  grave  motivo.  El  honor  en  las  damas 
era  tan  severo,  que  no  cabía  ni  en  las  tablas  amor  alguno 
encaminado  á  otro  fin  que  á  casamiento.  Un  Rey  cual- 
quiera, enamorado  de  una  dama  honesta,  si  era  obscura 
y  de  la  pura  invención  del  poeta,  pocas  veces  podría  tener 
aquél  esperanzas  de  ser  correspondido.  Casarle  con  ella 
hubiera  sido  contravenir  abiertamente  á  la  historia  y  de- 
gradar además  al  Rey  de  su  majestad  y  prestigio.  Había 
siempre  un  galán  que  se  interponía:  llevábase  el  amor  de 
la  dama  y  se  casaba  con  ella.  Reyes  muy  gloriosos  y  po- 
pulares de  Castilla  y  de  Aragón  pudieron  cansarse  de  su- 
frir decepciones  de  este  género  en  el  teatro. 

No  tenía  por  qué  eximirse  D.  Pedro  de  esta  regla  ge- 
neral, y  en  efecto,  no  se  eximió.  Le  vemos  en  Lo  cierto 
por  lo  dudoso,  de  Lope,  ser  rival  desgraciado  de  su  her- 
mano D.  Enrique.  En  La  Carbonera,  del  mismo  Lope;  en 
El  montañés  Juan  Pascual,  de  Hoz  y  Mota;  en  El  diablo 
está  en  Cantillaua,  de  Vélez  de  Guevara;  en  Yo  me  entien- 
do y  Dios  me  entiende,  de  Cañizares;  en  La  vieja  del  candi- 
lejo, de  Larrañaga  y  otros,  y  en  La  juglarcsa,  de  Lasso 
de  la  Vega,  vérnosle  también  que  persigue  en  vano  con  su 
amor  á  muchas  damas  que  constantemente  le  rechazan  y 
que,  al  fin,  se  casan  con  pretendientes  de  condición  más 
modesta  y  más  adecuada  á  la  de  ellas.  En  otras  come- 
dias, como  en  Deste  agua  no  beberé,  de  Andrés  de  Clara- 
monte,  y  A  lo  que  obliga  el  honor,  de  Enríquez  Gómez, 
D.  Pedro  atenta  al  honor  de  un  honrado  vasallo,  requi- 
riendo de  amores  á  su  esposa.  Claro  es  que  no  consigue 
su  mal  intento. 

Tantos  habían  sido  en  la  realidad  los  amores  de  Don 
Pedro,  y  tan  notorios  y  escandalosos,  que  su  fama,  respecto 
á  este  punto,  excedió  con  mucho  á  la  de  todos  los  otros 
Reyes,  y  solamente  es  comparable  con  la  de  D.  Juan  Te- 
norio. En  los  romances  y  leyendas  históricas  que  produjo 


282  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRA.JA 

el  período  del  romanticismo,  nada  es  más  corriente  que 
ver  á  D.  Pedro  al  pie  de  una  reja,  enamorando  de  incóg- 
nito á  unEi  dama  y  acuchillando  por  causa  de  ella  á  algún 
galán  rondador  y  desvelado.  Es  ésta  también  una  de  las 
formas  del  amor  de  D.  Pedro  al  pueblo  que  ha  supuesto 
la  leyenda.  En  la  parte  primera  de  El  zapatero  y  el  Rey, 
de  Zorrilla,  D.  Pedro,  disfrazado  de  soldado,  estrecha,  por 
decirlo  así,  la  alianza  que  le  une  al  pueblo,  mediante  sus 
amores  con  Teresa,  la  hija  del  zapatero  muerto  y  herma- 
na de  Blas,  el  vengador.  Su  conducta  con  ella  es  bien 
diversa  de  la  que  observa  con  Doña  Aldonza.  Con  la  hija 
del  zapatero  es  caballeresco  y  generoso:  la  estima  y  la  res- 
peta cuando,  abusando  del  amor  que  ha  logrado  inspirarla, 
pudiera  perderla.  A  Doña  Aldonza,  en  cambio,  que  hace 
la  causa  de  la  nobleza  conspiradora  y  díscola,  la  despre- 
cia, la  engaña,  y,  por  último,  la  humilla  y  escarnece. 

Vengamos  ahora  á  los  amores  de  D.  Pedro  que  tienen 
algún  fundamento  en  la  historia  ó  en  la  tradición. 

Doña  Juana  Manuel. — Ayala,  en  su  Crónica  del  Rey  Don 
Pedro  (año  I,  cap.  XII),  habla  del  casamiento  de  D.  En- 
rique de  Trastamara  con  Doña  Juana,  hija  de  D.  Juan 
Manuel.  Tenía  gran  interés  en  que  se  realizara  este  casa- 
miento Doña  Leonor  de  Guzmán:  «E  por  quanto  Doña 
Leonor  sopo,  ca  le  fué  dicho  estonce,  que  D.  Ferrando, 
señor  de  Villena,  hermano  de  la  dicha  Doña  Juana,  tra- 
taba por  partir  este  casamiento  e  que  casase  su  hermana  con 
el  Rey  D.  Pedro  ó  con  el  Infante  D.  Ferrando  de  Aragón, 
primo  del  Rey,  que  allí  estaba,  fabló  Doña  Leonor  de 
Guzman  con  el  Conde,  su  fijo,  diciéndole  que  ficiese  sus 
bodas  con  la  dicha  Doña  Juana,  su  esposa.  E  asi  lo  fizo 
el  Conde,  e  consumió  con  ella  el  matrimonio  ascondida- 
mente  en  el  palacio  do  la  dicha  Doña  Juana  estaba  con 
Doña  Leonor,  su  madre.  E  desto  pesó  mucho  al  Rey  e  á  la 

Reyna  Doña  Maria,  su  madre »  etc. 

En  estas  palabras  de  Ayala  se  fundó  D.  Pedro  Sabater 
para  suponer  á  D.  Pedro  enamorado  de  Doña  Juana,  es- 
posa de  D.  Enrique.  Estos  amores  hacen  gran  parte  de 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         283 

la  trama  de  su  Don  Enrique  el  Bastardo  (0.  No  creo  que 
se  deba  ver  una  alusión  á  ellos  en  Lo  cierto  por  lo  dudoso, 
de  Lope,  aunque  la  dama  por  quien  rivalizan  D.  Pedro  y 
D.  Enrique  se  llame  Juana,  y  aunque  sea  este  último  el 
que  al  fin  venza  y  se  la  lleve.  Voltaire,  en  su  tragedia  Don 
Pedre,  parece,  sí,  haberse  acordado  de  Doña  Juana  Ma- 
nuel al  trazar  la  figura  de  Doña  Leonor  de  la  Cerda.  Ha- 
blando con  ella,  dice  D.  Enrique: 

Ouoi!  vous  que  ce  ciel  meme  a  fait  naitre  pour  moi, 
doiit  man  pere,  en  mourant,  me  destina  lajoi (2). 

(Acto  i.") 

Doña  Leonor  de  la  Cerda  es,  como  Doña  Juana,  des- 
cendiente de  Reyes  y  heredera  de  grandes  dominios  pa- 
trimoniales. Voltaire,  al  revés  que  los  demás,  supuso  á 
D.  Pedro  favorecido  por  la  dama  y  desairado  á  D.  Enri- 
que, Muerto  D.  Pedro,  Doña  Leonor  se  da  la  muerte  á  sí 
misma,  por  no  caer  en  las  manos  del  Conde  de  Trasta- 
mara. 

Doña  Aldonza  Coronel. — Lo  que  hay  de  histórico  en  los 
amores  de  Doña  Aldonza  Coronel  con  D.  Pedro  se  puede 
ver  en  Ayala  (año  IX,  cap.  I).  En  el  teatro  aparece  sola- 
mente esta  señora  en  la  primera  parte  de  El  ::apatero  y  el 
Rey,  de  Zorrilla,  y  en  Doña  María  Coronel,  de  los  señores 
Retes  y  Echevarría.  Zorrilla  la  puso  entre  los  conspira- 
dores contra  D.  Pedro,  á  efecto  de  la  muerte  que  éste  ha- 
bía dado  á  D.  Alfonso  Fernández  Coronel,  padre  de  la 
dama.  Supuso  á  esta  en  amores  con  D.  Juan  de  Colmena- 
res, prebendado  de  la  Catedral  de  Sevilla  y  asesino  del 
zapatero  Diego  Pérez,  á  pesar  de  los  celos  de  D.  Alvar 
Pérez  de  Guzmán,  marido  de  Doña  Aldonza. 

(i)  D.  José  Joaquín  Mora  reñrió  estos  amores  en  octavas  rea- 
les. (Leyendas  españolas,  por  José  Joaquín  Mora:  París,  librería 
de  D.  Vicente  Salva,  1840.  El  Bastardo. J 

(2)  D.  Enrique  se  desposó  con  Doña  Juana  en  vida  de  su  pa- 
dre, D.  Alfonso  XI. 


284  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

En  el  drama  de  los  Sres.  Retes  y  Echevarría,  Doña  Al- 
donza  se  presupone  soltera,  viviendo  en  casa  de  su  cuña- 
do D.  Juan  de  la  Cerda,  marido  de  Doña  María  Coronel. 
Doña  Aldonza  está  prometida  á  D.  Diego  de  la  Cerda, 
hijo  de  D.  Juan,  hahido  en  un  matrimonio  anteríor  de  su 
padre.  D.  Pedro,  que  ronda  á  Doña  María,  inspira  á  Doña 
Aldonza  una  pasión  ardiente,  que  luego  ella  misma  aho- 
ga, cuando  sabe  que  el  galán  es  D.  Pedro  y  que  la  prefe- 
rida es  su  hermana.  Los  autores  buscaron  en  esta  obra  un 
contraste  de  caracteres  entre  las  dos  hermanas,  Doña  Al- 
donza y  Doña  María.  El  amor  en  ésta  es  un  deber  auste- 
ro  y  sagrado,  en  tanto  que  en  aquélla  es  una  pasión  im- 
petuosa (i). 

Doña  María  Coroml.— López  de  Ayala  refiere  en  su 
Ci-ónica  (año  VIII,  cap.  V)  que  el  Rey  D.  Pedro,  estando 
€n  Tarazona,  envió  á  Sevilla  á  un  ballestero  que  decían 
Rodrigo  Pérez  de  Castro  con  cartas  en  que  mandaba  ma- 
tar á  D.  Juan  de  la  Cerda,  esposo  de  Doña  María  Coro- 
nel. Prosigue  después:  «E  llegó  luego  al   Rey  en  Tara- 
zona  Doña  María  Coronel,  muger  del  dicho   D.   Juan,   á 
pedir  merced  por  su  mando:  e  el  Rey  diole  sus  cartas  para 
que  ge  le  diesen  vivo  e  sano;  pero  el  Rey  sabia  bien  que 
antes  que  aquellas  cartas  que  daba  á  Doña  Maria,  muger 
del  dicho  D.  Juan  de  la  Cerda,  llegasen  á  Sevilla,  seria 
D.  Juan  muerto:  e  asi  fué,  que  cuando  Doña  María  llegó 
• 
(i)     Se  trata  más  ó  menos  de  los  amores  de  Doña  Aldonza 
con  el  Rey  D.  Pedro  en  el  romance  del  Duque  de  Rivas,  El  alcá- 
zar de  Sevilla;  en  la  composición  de  Juan  Arólas,  Don  Pedro  el 
Cruel;  en  la  novela  de  D.  Ramón  López  Soler,  El  primogénito 
de  Alburqiierque  (en  Madrid,  imprenta  de  Repullés,  1833.  Cuatro 
tomos,  bajo  el  seudónimo  de  Gregorio  Pérez  de  Miranda.  Tomo  I, 
págs.  19  y  [56,  etc.);  en  la  novela  de  D.  Manuel  Fernández  y  Gon- 
zález, Men  Rodrigue^ de  Sanabria  (Madrid.  Gaspar  y  Roig,  1862), 
en  la  cual  Doña  Aldonza  hace  un  papel  muy  semejante  al  que  le 
atribuye  Zorrilla  en  El  zapatero  y  el  Rey,  y,  finalmente,  en  el 
abominable  engendro  novelesco  de   D.  Manuel  Torrijos  llamado 
Justicias  del  Rey  Don  Pedro.  (Madrid,  imprenta  de  Ducazcal, 
1888,  caps.  Xll  y  XVIII.) 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         285 

á  Sevilla,  fuera  D.  Juan  muerto  bien  avia  ocho  días.» 
Nada  rnás  dice  el  canciller  de  Doña  María  Coronel.  Juan 
de  Mena  fué  el  primero  que  aludió  en  sus  Trescicnlas  á  la 
casta  resistencia  de  aquella  dama  ilustre  contra  la  lasciva 
persecución  de  D.  Pedro.  Dice  Juan  de  Mena  (copla  79): 

«Poco  más  bajo  vi  otras  enteras, 
la  muy  casta  dueña  de  manos  crueles, 
digna  corona  de  los  Coroneles, 
que  quiso  con  fuego  vencer  sus  fogueras  (i).» 

Refirió  por  entero  el  caso  el  bachiller  Juan  Pérez  de 
Moya,  en  su  libro  de  las  Mugercs  ilustres  (Madrid,  Fran- 
cisco  Sánchez,  iSSj,  lib.  I,  cap.  CXXI),  segiin  puede 
verse  en  el  Cajón  de  sastre  literato,  ó  percha  de  maulero  eru- 
dito, etc.,  etc.,  que  publicó  D.  Francisco  Mariano  Nifo, 
corregido  y  aumentado  en  1781  (2).  No  tengo  á  mano  la 

(i)  «La  historia  ó  caso  de  esta  señora  no  se  cuenta  de  una  ma- 
nera. Unos  dicen  que  D.  Alonso  Hernández  Coronel  fué  un  grar» 
señor;  criado  y  servidor  del  Rey  D.  Alonso,  que  ganó  el  Algezira: 
y  que  éste  hovo  por  hija  esta  señora  Doña  Maria  Coronel,  la  qual 
casó  con  D.  Juan  de  la  Cerda,  hcrederode  Castilla,  hijo  primogéni- 
to del  Rey  D.  Alonso  el  Sabio:  y  estando  su  marido  absenté,  vinole 
tan  grande  tentación  de  la  carne,  que,  por  no  quebrantar  la  cas- 
tidad y  fe  devida  al  matrimonio,  eligió  antes  de  morir:  e  metióse 
un  tizón  ardiendo  por  su  miembro  natural:  del  qual  murió:  cosa, 
por  cierto,  hazañosa  y  digna  de  perpetua  memoria,  aunque  la  cir- 
cunstancia del  caso  parezca  algo  escureccrla.  La  opinión  de  otros 
es  que  esta  señora  Doña  Maria  Coronel  fué  muger  de  D.  Alonso 
de  Guzman,  ca vallero  muy  noble  y  principal,  el  qual  fué  en  tiem- 
po del  Rey  D.  Sancho  el  quarto;  e  dice  que  estando  él  cercado  en 
la  villa  de  Tarifa  de  los  moros,  la  dicha  Doña  Maria  Coronel,  su 
muger,  estaba  en  Sevilla:  y  como  le  veniesse  la  misma  tentación, 
por  no  hacer  cosa  que  no  deviese,  se  mató  de  la  manera  que  con- 
té: destas  dos  opiniones,  siga  el  autor  la  que  más  verisimile  le  pa- 
reciere.» (Copilacion  de  todas  las  obras  del  Jamosísimo  poeta 
Juan  de  Mena etc.:  Sevilla,  1528,  fol.  28.) 

{2)  Cajón  de  sastre  literato,  ó  percha  de  maulero  erudito,  con 
muchos  reíales  buenos,  mejores  y  medianos,  útiles  graciosos  y 
honestos,  para  evitar  las  funestas  consecuencias  del  ocio.  Nue- 
vamente corregido  y  aumentado  por  D.  Francisco  Mariano 


286  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

relación  del  bachiller  Pérez  de  Moya,  y  así,  copio  .la  del 
Cajón  de  sastre,  que  conviene  con  ella  esencialmente,  se- 
gún he  comprobado  por  mi  mismo: 

«Doña  Maria  Coronel  fué  hija  de  D   Alonso  Hernández 
Coronel,  señor  de  la  Villa  de  Aguilar  y  de  otros  muchos 
pueblos  que  le  daban  autoridad;  pero  no  le  inspiraban  va- 
nidad ni  orgullo.  Casóse  dicha  Doña  Maria  con  D.  Juan 
de  la  Cerda,  nieto  del  Infante  D.  Fernando  de  la  Cerda. 
Era  una  de  aquellas  criaturas  á  quien   mira  con  amante 
parcialidad  el  cielo,  dotándolas  de  belleza.  La  fama  de  su 
extraordinaria  hermosura  llegó  á  noticia  del  Rey  D.  Pe- 
dro   llamado  el  Cruel:  mandó  éste,  para  que  lograran  los 
ojo¡  lo  que  les  prometían  los  oídos,  fuese  á  Palacio;  dice- 
se  que  este  llamamiento  en  el  Rey  fué  impulso  de  amor    ^ 
inhonesto.  Entendiólo  así  nuestra  ilustre  Doña  Mana;  y 
para  no  arriesgar  el  honor  de  su  marido  ni  empañar  con 
la  más  leve  sospecha  lo  que  debía  á  la  religión  y  á  su  na- 
cimiento ,  antes  de  dirigirse  á  Palacio  mandó  hervir  un 
poco  de  aceite  y  se  echó  de  él,  abrasando,  por  todo  el 
cuerpo,  pecho  y  brazos,  dejando  esento  el  rostro:   luego 
se  levantaron  crecidas  ampollas;  y  aunque  martynzada  de 
la  violencia  de  los  dolores  que  forzosamente  le  había  de 
causar  aquel  fiero  remedio  y  medicina  de  su  honor,  fuese 
con  el  mayor  disimulo  á  Palacio,  presentóse  alegre  y  ri- 
sueña al  Rey:  éste  comenzó  á  manifestarle  la  impura  lla- 
ma de  sus  deseos;  pero  Doña  Maria,  sin  monstrar  la  mas 
pequeña  turbación,  le  dijo:  Señor,  son  muy  fáciles  de  en- 
gañarse nuestros  ojos.  Han  creído  los  que  sólo  ven  el  fa- 
laz y  lisonjero  matiz  de  mi  rostro,  que  yo  gozo,  con  la 
hermosura  mentirosa  de  la  cara,  una  salud  entera  y  ro- 
busta. Yo  me  alegraría  gozarla  para  servir  á  V.  A.;  pero 
«s  muy  al  contrario:  y  descubriéndose  los  brazos  y  parte 
del  pecho,  le  dijo  al  Reí  que  estaba  enferma  del  mal  con- 
tagioso de  San  Lázaro.  Entonces  el  Rey,  horrorizado  de 

JV!>/!0.  Tomo  7:  Madrid,  imp.  de  Miguel  Escribano,  1781,  pá- 
-gina  ¿92. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         287 

ver  con  cara  de  ángel  un  monstruo,  la  envió  á  su  casa  li- 
bre de  toda  ofensa.  Hay  quien  afirma  que,  sabido  por  la 
Reina  el  caso,  envió  de  nuevo  á  llamar  á  Doña  Maria  y 
la  puso  la  corona  real  sobre  la  cabeza,  diciendo  que,  por 
tan  heroica  acción,  merecía  ser  Reina,  no  solo  de  España, 
sino  de  todos  los  imperios  de  la  Tierra.» 

En  los  Anales  eclesiásticos  y  seculares  de  la  ciudad  de  Se- 
villa, de  D.  Diego  Ortiz  de  Zúñiga  (O,  se  advierten  va- 
riantes dignas  de  nota.  Después  de  referir,  tomándolo  de 
Ayala,  el  suceso  de  la  muerte  de  D.  Juan  de  la  Cerda, 
dice  Ortiz  de  Zúñiga  que  Doña  María  profesó  en  el  Con- 
vento de  Santa  Clara  y  fundó  en  1374  el  de  Santa  Inés. 
Añade  luego  el  cronista  de  Sevilla: 

«De  su  casta  resistencia  al  amor  lascivo  del  Rey  se  re- 
fieren notables  sucesos,  de  que  ni  el  tiempo,  ni  si  fueron 
antes  ó  después  de  su  viudez,  se  señala.  Que  perseguida 
por  la  afición  real,  que  temió  violenta,  se  retiró  al  Con- 
vento de  Santa  Clara  de  esta  ciudad,  y  que  aun  en  él  no 
segura,  porque  fué  mandada  entrar  á  sacar  por  fuerza,  se 
e/icerró  en  un  hueco  ó  concavidad  de  su  huerta,  haciendo 
que  lo  desmintiesen  con  tierra,  que,  diferenciándose  de  la 
demás  por  su  falta  de  hierbas,  la  dejaba  en  peligro  de  ser 
descubierta,  á  que  asistió  la  piedad  divina,  permitiendo 
que  naciesen  improvisadamente  tan  iguales  á  lo  restante 
que  bastaron  á  burlar  la  diligencia  más  perspicaz  de  los 
que  entraron  á  buscarla.  Libre  esta  vez  con  tal  maravilla, 
se  halló  otra  en  mayor  aprieto,  en  que  lució  más  su  vale- 
rosa pudicicia,  que  viendo  no  poderse  evadir  de  ser  lleva- 
da al  Rey,  abrasó  con  aceite  hirviendo  mucha  parte  de 
su  cuerpo,  para  que  las  llagas  le  hiciesen  horrible  y  acre- 
ditasen de  leprosa,  con  que  escapó  su  castidad  á  costa  de 

(i)  Anales  eclesiásticos  y  seculares  de  la  muy  noble  y  muy 
leal  ciudad  de  Sevilla,  por  D.  Diego  Orttj  de  Zúñiga,  ilustra- 
dos y  corregidos  por  D.  Antonio  Maria  Espinosa  y  Carmel: 
Madrid,  Imp.  Real,  1795,  tomo  11,  págs.  146  y  147.  La  primera 
edición  de  los  Anales,  es  de  1677:  Madrid,  Imp.  Real,  por  Juan 
Maria  Infanzón. 


288  •  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

prolijo  y  penoso  martirio,  que  le  dio  que  padecer  todo  el 
resto  de  su  vida;  acción  heroica,  cuya  tradición  la  atesti- 
guan manchas  en  el  cutis  de  su  cuerpo,  que  se  conserva 
incorrupto,  no  indigno  del  epíteto  de  santo.» 

La  versión  que  dio  á  conocer  el  bachiller  Juan  Pérez  de 
Moya  es  la  que  sirvió  á  Lope  de  Vega  para  la  comedia  La 
Corona  merecida  (0.  Lope  sustituyó  á  D.  Pedro  con  Don 
Alfonso  VIII,  y  en  lugar  de   Doña  María  Coronel  puso 
una  Doña  Sol  de  su  invención.  Por  eso  no  he  incluido  yo 
esta  obra  dramática  entre  las  demás  que  tratan  de  D.  Pe- 
dro. El  argumento  de  ella  es  este:   Alfonso  VIII,  enamo- 
rado de  Doña  Sol,  la  persigue  en  vano  con  súplicas  duran- 
te largo  tiempo.  Un  hermano  de  la  dama,  para  ponerla  á 
cubierto  de  las  pretensiones  indecorosas  del  Rey,  la  casa 
con  un  caballero  que  honestamente  la  pretende.  D.  Alfon- 
so, para  obligar  á  Doña  Sol,  prende  á  su  marido,  acusán- 
dole falsamente  de  traición  contra  su  propia  real  persona. 
Comprende  Doña  Sol  la  causa  de  la  desgracia  de  su  mari- 
do y  se  presenta  ella  misma  al  Rey  para  invitarle  á  que 
vaya  á  su  casa  á  gozarla  secretamente.  El  Rey   acude; 
Doña  Sol,   con  una  hacha  encendida,  se  ha  causado  por 
todo  el  cuerpo  y  los  brazos  muchas   llagas  sangrientas. 
Preséntaselas  al  Soberano  en  todo  su  horror,  diciéndole  al 
mismo  tiempo  que  por  causa  de  aquella  asquerosa  enfer- 
medad que  padece,  no  se  llega  su  marido  á  ella.  Apártase 
el  Rey  con  asco.   La  Reina,  sabedora  del  caso,  pone  su 
propia  corona  en  la  cabeza  de  Doña  Sol. 

Los  dramas  modernos  de  D.  Leopoldo  Augusto  de  Cue- 
to  y  de  los  Sres.  Retes  y  Echevarría  siguieron  la  versión 
de  Ortiz  de  Zúñiga.  Introdujeron  en  ella  episodios  y  va- 
riantes, necesarios  al  desarrollo  de  la  acción  dramática.  En 

(O  Vid  Obras  de  Lope  de  Vega,  publicadas  por  la  Real  Aca- 
demia Española.  Tomo  VIII,  1898,  pág.  cxxiv  de  la  Introducción 
del  Sr  D.  Marcelino  Menéndez  y  Pelayo.  Aunque  la  fuente  que 
yo  ciw  de  la  comedia  de  Lope  no  la  cita  el  Sr.  Menéndez  y  Pela- 
yo, yo  debo  hacer  constar  que  ha  sido  él  el  que  me  ha  proporcio- 
nado á  mí  la  noticia. 


EL   REY    D.    I'EDRO    EN    EL    TEATRO  289 

la  del  Sr.  Cueto,  Doña  Maiía  se  desfigura  el  rostro  con 
aceite  hirviendo,  conforme  con  la  tradición;  en  la  de  los 
Sres.  Retes  y  Echevarría  se  le  quema  con  una  tea  (0. 

Doña  jfiiana  de  Castro. — Acerca  del  casamiento  de  Don 
Pedro  con  Doña  Juana  de  Castro,  véase  la  Crónica  de  Ló- 
pez de  Ayala  (año  V,  caps.  X,  XI  y  XII).  Doña  Juana  de 
Castro  tenía  un  hermano  llamado  D.  Fernando,  poderoso 
magnate  de  Galicia.  Este  D.  Fernando,   por  vengar  á  su 

(i)  La  tradición  del  acto  heroico  de  Doña  María  Coronel  es  se- 
villana. El  cuerpo  de  esta  señora  se  conserva  incorrupto  en  el 
convento  de  Santa  Inés,  fundado  por  ella.  Ostenta  muchas  man- 
chas, que  son,  á  los  ojos  de  la  piedad,  testimonio  de  su  santa  ac- 
ción. Es  expuesto  á  la  veneración  pública  una  vez  al  año  en  el  día 
2  de  Diciembre. 

Aunque  no  sea  más  que  de  paso,  conviene  recordar  aquí,  por  la 
semejanza  que  presentan  con  el  asunto  que  nos  ocupa,  el  caso 
que  se  refiere  de  la  matrona  romana  Sofronia,  que  se  arrancó  los 
ojos  por  no  rendirse  al  impuro  deseo  del  Emperador  Majencio  (Zo- 
rrilla compuso  sobre  este  argumento  su  tragedia  Sofronia),  y  los 
de  muchos  conventos  de  monjas  en  la  Edad  Media,  que.  por  no 
servir  á  la  brutal  lascivia  de  los  moros,  unas  se  cortaron  las  nari- 
ces y  otras  se  hicieron  toda  clase  de  estragos  y  mutilaciones  en  el 
rostro  y  en  el  cuerpo  (Vid.  Berganza,  Antigüedades  de  España, 
tomo  I,  pág.  139).  Alejandro  Herculano,  en  su  novela  histórica 
Eurico  el  Presbítero,  compuso  sobre  este  tema  un  imponente  ca- 
pítulo (cap.  XII,  O  mosteiroj. 

Han  tratado  de  Doña  María  Coronel  y  de  su  heroica  resistencia 
á  D.  Pedro,  D.  Manuel  Fernández  y  González  en  su  novela  Men 
Rodrigue^  de  Sanabria  (Madrid,  1862,  págs.  29  y  30),  y  D.  Ma- 
nuel Torrijos  en  sus  Justicias  del  Rey  Don  Pedro  (Madrid,  1858, 
cap.  V).  El  Sr.  Cano  y  Cueto,  entre  sus  heimosas  Tradiciones 
sevillanas  (Sevilla,  1896,  tomo  V),  tiene  uña.  Doña  María  Co- 
ronel, con  este  mismo  asunto.  En  Sevilla  se  conservan  además  tra- 
diciones locales  referentes  á  Doña  María  Coronel  y  á  la  persecu- 
ción de  que  fué  víctima  de  parte  de  D.  Pedro.  Se  señala  un  case- 
rón grande  y  antiguo  en  el  callejón  de  las  Becas,  núm.  2  moder- 
no, y  otra  casa,  núm.  5,  de  la  barreduela  de  la  Almudena,  como 
lugares  de  refugio  á  que  se  acogió  la  casta  dama  para  burlar  las 
asechanzas  del  Rey.  (Véase  Curiosidades  sevillanas.  La  ermita 
de  San  Blas,  por  Alvarcz  Benavides,  en  El  Noticiero  sevillano, 
16  Diciembre  1898.) 

■I  19 


JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

hermana  y  Por  otras  causas  que  no  son  de  este  lugar,  se 
alo  :o;  los  hermanos  bastardos  de.  Rey  D.  Pedro  y  con 
D  Tuan  Alfonso,  de  Alburquerque,  y  triunfo  con  ellos  en 
tSsI  íaño  V  caps.  XVll  y  siguientes).  Posteriormente. 
D.  Fernando  de  Castro  vino  al  servicio  de  D.  Pedro,  y 
fué  uno  de  los  que  le  acompañaron  á  la  tienda  de  Beltran 
Claquín  la  noche  del  fratricidio  (año  XX    cap    VIH). 

No  se  ponen  en  escena  los  amores  de  D.  Pedro  con 
Doña  Juana  de  Castro  en  ninguna  de  las  com^-^  q^^ 
conozco;  pero  aluden  á  ellos  Espronceda  y  Zorrilla.  El  pri- 
mero hace  que  Castro  (sin  prenombre)  pida  cuentas  a  Don 
Pedro  del  honor  de  su  hermana  (Blanca,  acto  II)  y  mue- 
re después  á  manos  del  Rey  (acto  IV).  Zorrilla  en  la  se- 
gunda parte  de  El  Zapatero  y  el  Rey,  fundo  parte  de  en- 
fedo  en  el  supuesto  de  que  el  fingido  Juan  Pascual  era 
Don  Guillen  de  Castro,  hermano  de  Doña  Juana  (0.   Este 

(i)  J.  Paso.  — tuve  una  hermana  hermosa, 

de  quien  el  Rey  de  Castilla 
tomó  á  cuenta  la  deshonra. 
D.  Enrique.  —Sabemos  que  en  una  noche 
dispuso  unas  falsas  bodas; 
reunió  un  falso  concilio 
de  prelados,  á  quien  Roma 
castigó  debidamente. 
La  dio  nombre  de  su  esposa, 
y  después  de  profanarla 
torpemente,  abandonóla. 

(Acto  primero,  esc.  V.) 

J.  Pasc.  -Yo  soy,  D.  Pedro,  D.  Guillen  de  Castro. 

D.  Pedro.       —¡Tú  un  Castro!  ,    ^   .     r 

•  —Vengador  de  Dona  Juana, 

J.  Pasc.  ^ 

que  llora  en  un  oculto  monasterio 

su  desesperación.  Ella  es  mi  hermana, 

y  este  es  de  Juan  Pascual  todo  el  misterio. 

(Acto  segundo,  esc.  X.) 

El  nombre  de  Guillen  de  Castro  tendríale  Zorrilla  en  la  memo- 
ria por  haber  sido  el  del  famoso  poeta  valenciano,  autor  de  Las 
ZocedaAesdel  C^d,  tan  explotadas  por  Pedro  Corneille.  En  cuan- 


EL    REY    D.    PEDRO    EN    EL    TEATRO  29! 

muere  en  Montid,  poco  antes  que  su  enemigo  el   Rey  de 
■Castilla  (i). 

Doña  María  de  Padilla. —k.  esta  célebre  mujer,  cuyo 
nombre  irá  siempre  unido  al  de  D.  Pedro,  le  ha  ocurrido 
lo  contrario  que  á  su  real  amante.  A  ella  la  tradición  po- 
pular le  ha  sido  hostil,  cuando  la  Crónica  de  Ayala  favo- 
rable. Su  larga  unión  con  el  Rey,  con  todas  las  aparien- 
cias de  barragania  [í),  y  sobre  todo,  la  desdicha  y  la  muer- 
te de  Doña  Blanca,  mirada  siempre  en  Castilla  (y  no  sin 
razón)  como  la  esposa  legítima  y  la  única  Reina  verdade- 
ra, la  enajenaron  el  amor  del  pueblo.  Entre  éste  corrieron 
consejas  que  la  infamaban  de  hechicera  y  de  gitana  (3), 

•toa  la  suerte  de  Doña  Juana,  posterior  á  su  casamiento,  Ayala 
dice  que  esta  señora  se  retiró  á  Dueñas,  donde  vivió  mucho  liem- 
po,  usando  siempre  el  título  de  Rema,  .maguer  non  placía  al  Rey 
■dello.» 

(i)     Se  habla  de  Doña  Juana  de  Castro  en   El  Primogénito  de 
Alburquerque,  de  López  Soler  (tomo  I,    págs.   19,   i56,   etc.),  en 
Men  Rodrigue^  de  Sanabria  (pá¡í.  38)  y  en  la  novela  de    D.  Ma- 
nuel Torrijos  El  puñal  de  Trastamara  (Madrid,  imp.  de  Beltrán 
y  Vmas,  1858,  caps.  XXIV  á  XXIXJ.    D.   Telesforo  de  Trueba  y 
Cosío,  en  su  novela  escrita  originariamente  en  inglés,   El  Caste- 
llano, ó  El  Principe  Negro  en  España  (traducción  de  D.  J.  S  S  • 
Barcelona,  1S45),  hace  de  D.  Juan  de  Castro  el  héroe  de  su  narra- 
ción, suponiendo  que  fué  el  más  consecuente  y  fiel  vasallo  de  Don 
Pedro.  No  habla  para  nada  de  Doña  Juana. 

(2)  D.  Pedro  declaró  solemnemente  en  las  Cortes  que  reunió 
■en  Sevilla  en  1362  que,  antes  que  con  Doña  Blanca,  se  había  casa- 
do con  Doña  María  de  Padilla  (Ayala,  año  Xlll,  cap.  Vil)  y  Ortiz 
de  Zuniga,  en  sus  Anales  de  Sevilla,  dice:  t.que  se  vdó  el  Rey 
D.  Pedro  con  Doña  María  de  Padilla  en  la  Santa  Iglesia  de  Sevilla 
en  la  capilla  de  San  Pedro,  con  solemnidad  y  ceremonias  públil 
cas.  Lo  refieren  antiguas  Memorias  y  lo  adviene  D.  Pablo  de  Es- 
pinosa en  su  Teatro,  refiriendo  esta  capilla  y  citando  instrumento 
de  aquellos  tiímpos,  (tomo  11,  pág  ,62).  Hay  oposición  entre  am- 
bos textos,  de  Ayala  y  de  Zúñiga.  El  Rey,  en  las  Cortes  de  Sevilla, 
declaro  que  se  había  casado  secretamente,  en  presencia  de  cuatro 
testigos,  por  temor  á  los  magnates  que  aborrecían  á  los  Padillas 

(3)  «L'ensorcellement  de  Don  Pedre  par  la  Padilla  est  la  tradi- 
tion  populaire  en  Andalousie,  oü  Tun  et  l'autre  ont  laissé  des 
grandes  souvenirs.  On  ajoute  que  Marie  de  Padilla  etait  une  reine 


aga  ■        JOSÉ    R.    LOMBA   Y    PEDRAJA 


rurentguere  en  Europa  qu-unsiécle  plus  tard.» 

(Merimée,  Hú/ofr.  ie  Do„  Pedre  I:  París,  1874,  P^g-  -P-). 

(.)     .Dicto  eñarr.  durante  tempere,  Petrus  Rex  ^astelUe  Blan- 

JlL  ,L  d,cti  ducis  BorbonU  duxit  >^ ---^'jra  c/r     rl 

--"-rrd;;;::r^r^:E^a:^s-:u. 

C=;e^t^.£s.ep.d.^K^^^^ 

J„d..,  ,ut  ettam  adversús  ^-a-  R^^-  ^  ,t  ^-es  aít  legis 
.at,  pro  eo  quia  ipsa,  -d-^  ^"-^^^^X'^;  habebantque  mul- 
su«  multipliciter  f'-^^'^^"^^^^'"^ '^'^^^^^f  f^^bat  et  disponebat 
tos  favores  et  honores  m  curta  st^a,  l-^J-;;^^^^^^^  expellerentur. 
quod  ab  his  retraheretur,  tmmo  et  ^/^SJ"  "J^J^^  3^/3  p,,ncipio 
ín  quo  eaden.  Regina  m.nús  se  cauta  habutt^  cun,  ta  p      J^_ 

debuerit,  aut  ad  tempus  d.ss.mulare,  aut  ^"=  ""^^^^  ^.q^erentur 
tare,  quod  omnino  lateret  eos  qut  «"S;^''-" ¿J^^^J^i^ehoa- 
qua.  postea  sunt  subsequuta.  ^odus  auten,  ^pe  t  o  ^^^^^ 

Jonis  odii  et  ingratitudtnts  hu.usmodt   u,t    u    d^u       q   ^^^^^^ 

Regina  dederat  eidem  Reg.  -^l  ".^Tp^su'  ornatu  defe- 
q„an.  ipse  ^'^-'^"-^^.^r.  l'^Re  fn^iLla,  calidé  operata 
rebat.  Dicta  autem  muher,  'P^'^ Jl'J  ;  ,a„  habuerunt. 

est  quod  tam  ipsa,  quam  ^'""^  J"'^™^^;^/^,  3„,e„.ni,  dum. 
et  arte  mágica  sin  fecerunt,  quod  una  dte  fesl  va  e 

Rex  ipsa  zona  pr.cinctus  esse  ^^'l^^^ZZoTlon.  uno  ser- 
curia  visus  est  tam  abtpso   quam  abo™^^^^^^^^^^  ^^.  ^^^  ^^^^_ 

pente  magno  et  ternb  r^  n  u  e^  ^^^^^^_  ^^^^^^  q„,,eret 
ciens,  nec  immento  fuit  terntus  et  _■  ^^nstantes,  Ínter  quos. 

quid  hoc  erat,  fuit  s,b,  ^^^^^^^^^^l'^ZT^Zi  h;c  erat  zona 
e'rat  fors.tan  aliqui  consent.en       -    -^^'^^  ^^„j  ,,,„. 

sibi  pro  muñere  et  )°"\f  "f/^^^^L  exosam  habuit,  quód 
Propter  quod  ipsam  ab  illa  hora  m  ='"^^^^'"  ,,  ^j,    ^yU^ 

nolLeamulteriüs  ^^^;;i^^¿2::Z^:^^^^^^^^  ^693.  P- 
dicibusM.  S.S.) 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         293 

'Padilla  como  causante  de  la  muerte  de  D.  Fadrique  (nú- 
mero 966  de  Duran),  y  otro,  indirectamente,  le  achaca  la 
muerte  de  Doña  Blanca  (núms.  972  y  973:  dos  variantes). 
Por  el  contrario,  la  Crónica  de  Ayala  no  tiene  para  ella 
sino  alabanzas.  Ella  ganó  del  Rey  el  perdón  para  Gutier 
Gómez  de  Toledo  (año  IV,  cap.  XXIII)  y  salvó  la  vidaá 
D.  Alvar  Pérez  de  Castro  y  á  Alvar  González  Moran,  avi- 
sándoles del  peligro  que  corrían  si  acudían  al  llamamiento 
•del  Rey  (año  IV,  cap.  XXIV).  Quiso  también  salvar  á 
D.  Fadrique.  «E  quando  le  vio — dice  el  cronista, — fizo  tan 
triste  cara,  que  todos  lo  podrían  entender,  ca  ella  era  Due- 
ña muy  buena,  é  de  buen  seso,  é  non  se  pagaba  de  las  co- 
sas que  el  rey  facia,  é  pesábale  mucho  de  la  muerte  que 
•era  ordenada  de  dar  al  Maestre»  (año  IX,  cap.  III).  Sus 
dotes  físicas  é  intelectuales  no  desdecían  de  su  condición 
blanda  y  humana:  «ca  sabed  que  era  Doña  Maria  muy 
fermosa,  é  de  buen  entendimiento,  é  pequeña  de  cuerpo» 
•(año  IV,  capítulo  III). 

El  teatro  no  recogió  ninguna  de  las  tradiciones  popula- 
res que  se  propalaron  acerca  de  Doña  María.  Más  bien  se 
dejó  influir  por  Ayala,  y  fué  con  ella  benévolo.  La  trage- 
■dia  al  modo  francés,  que  constantemente  la  presentó  con 
los  más  odiosos  colores,  intrigante,  envidiosa  y  pérfida, 
tampoco  debe  nada  á  la  tradición.  La  misma  naturaleza 
del  conflicto  que  pretendía  poner  de  relieve,  la  trajo  na- 
turalmente á  abominar  de  la  favorita.  En  el  alma  del  Rey 
-se  representaba  una  lucha  á  muerte  entre  el  bien  y  el  mal. 
Doña  María  y  Doña  Blanca  eran  creaciones  simbólicas 
•que  se  contraponían.  Sobre  la  primera  se  acumularon  to- 
das las  deformidades  morales;  en  la  segunda  resplande- 
•cían  todas  las  virtudes. 

Más  variedad  de  matices  se  observa  en  el  teatro  propia- 
mente español.  En  unas  comedias  el  papel  de  Doña  Ma- 
ria es  insignificante  (El  diablo  está  en  Cantillana,  A  lo  que 
obliga  el  honor,  El  montañés  Juan  Pascual).  D.  Pedro,  co- 
rriendo en  pos  de  otras  damas  inventadas  por  los  mismos 
poetas,  la  trae  desasosegada  y  celosa.  Rodríguez  de  Are- 


204  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

llano,  en  El  sitio  de  Toro,  para  realzar  más  la  figura  de 
Martín  Abarca,  el  protagonista,  supone  á  Doña  María  ena- 
morada de  este  caballero,  con  el  cual,  antes  que  con  el 
Rey,  tuvo  amores.  Se  estima  ella  misma  deshonrada  con. 
el  amor  del  Rey.  Dícele  á  Martín  (acto  primero): 

María.  Yo  me  acuerdo  que  algún  día 

escuché  de  tí  ternezas, 
que  si  entonces  fueron  dichas, 
ya  se  trocaron  en  penas. 
Perdí  el  honor:  tanto  hicieron 
mi  ambición  y  la  violencia 
del  Rey  Don  Pedro,  y  ahora, 
escándalo  de  la  tierra, 
tan  miserable  me  veo 
aunque  todo  se  gobierna 
por  mi  mano,  que  yo  propia 
me  compadezco  á  mí  mesma. 

Con  el  poder  adquirido  á  tanta  costa.  Doña  María  se 
consagra  á  hacer  el  bien  que  puede,  y  al  fin  de  la  comedia 
contribuye  á  salvar  la  vida  de  Martín  Abarca. 

D.  Leopoldo  Augusto  de  Cueto,  en  su  drama  Doña  Ma- 
ría Coronel,  trató  á  Doña  María  de  Padilla  de  una  manera 
muy  semejante: 

KoGER.  Don  Nufio,  os  engañáis:  que  ella  reinase 

en  un  'Ima  tan  dura  el  cielo  quiso, 
pnra  amansar,  por  nuestro  bien,  la  saña 
de  ese  airado  león;  mas  corrompido 
nunca  su  pecho  fué:  viles  amaños 
vencieron,  ¡ay!  su  corazón  sencillo, 
su  corta  edad,  la  intriga,  y  aun  acaso 
el  influjo  fatal  de  su  destino. 
Y  no  penséis  que  con  astutas  artes 
encadenó  del  Rey  el  albedrío, 
,  no:  bastóle  su  amor,  y  nunca  tuvo 

ni  otra  fascinación  ni  otro  artificio 
que  ese  candor  angélico,  esas  gracias 
que  avasallan  el  alma  y  los  sentidos. 

{Acto  2.",  escena  V.) 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO 


295 


Doña  María  de  Padilla,  sabiendo  el  atentado  del  Rey 
contra  la  esposa  de  D.  Juan  de  la  Cerda,  acude  á  salvar- 
la, llena  de  admiración  por  la  casta  dama.  Esta,  en  un 
principio,  la  desprecia,  sin  leer  en  su  corazón;  mas  lue- 
go se  le  revela  la  favorita  en  su  más  amable  modestia  y 
sencillez,  de  suerte  que  la  heroína  de  la  fidelidad  conyu- 
gal llega  á  decirle: 

tjAh!  ¡cuánto  me  engañaba!  Tú  apuraste 
de  un  destino  fatal  la  copa  amarga: 
todo  el  halago  seductor  del  vicio 
lograr  no  pudo  corromper  tu  alma, 
¡Ah!  te  conozco  ya:  llega,  tú  has  sido, 
aún  más  que  criminal,  desventurada; 
ven  á  mis  brazos,  ven:  te  amaré  siempre 
con  el  cariño  puro  de  una  hermana.» 

(Acto  3.°,  escena  I.) 

El  Dr.  Pérez  de  Montalbán,  en  las  dos  partes  de  La 
Puerta  Macarena,  desarrolló  largamente  la  figura  de  Doña 
María  de  Padilla,  de  acuerdo  con  la  Crónica  de  Ayala.  Ni 
él  ni  Hoz  y  Mota  (O  la  presentaron  como  enemiga  de  Do- 


(i)  D.^  María.  Aguardando  en  esa  puerta 

á  que  el  Rey  se  fuese  he  estado, 
^  y  habiendo  oído  desde  ella 

que  de  la  infelice  Blanca 
la  causa  veáis  ordena, 
he  salido  á  preveniros 
que  por  mujer  y  por  Reina, 
y  por  pedíroslo  yo, 
atendáis  á  .su  sentencia. 

Juan  Pascual.      Señora,  el  Rey  es  terrible; 
vuestros  halagos  le  venzan, 
que  yo  sé  lo  que  á  mi  parte 
toca  hacer  en  la  materia. 

D.*  María.  Tantos  días  de  prisión 

le  bastan  á  su  inocencia. 
Ved  que  os  lo  vuelvo  á  encargar 
porque  en  ningún  tiempo  puedan 
decir  que  Doña  María 


2q6  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA. 

ña  Blanca,  sino,  al  contrario,  intercediendo  por  ella  ante 
el  Rey,  á  pesar  de  tener  intereses  opuestos  (i). 


de  Padilla  contra  ella 
pudo  proceder  sino 
sólo  para  su  defensa. 

(El  MONTAÍ5ÍS  Juan  Pascual,  acto  3.°) 

(O  Montalbán  no  realzó  a  Doña  María  á  costa  de  Doña  Blan- 
ca ni  al  contrario.  Presentó  á  la  primera  modesta  y  compaswa  - 
elfavor  v  &  la  segunda  amante,  dulce  y  resignada  en  la  desven- 
tara sñ  embargo,  al  mirarse  una  vez  frente  á  frente  y  solas,  sus 
Waíid  des  e  talL.  Esta  entrevista  está  concebida  con  talento 
aunque  en  el  desarrollo  se  mostró  el  autor  un  tanto  conceptuoso: 

María.  Que  me  pesa  de  tus  males, 

de  mi  piedad.  Blanca,  fía. 
Blanca.  No  llega.  Doña  María. 

en  las  personas  reales 
á  atreverse  la  desdicha 
al  valor,  que  cuando  vienen, 
mayor  resistencia  tienen 
en  la  sangre  que  en  la  dicha. 
Las  que,  como  vos,  nacieron 
tan  inferiores  á  mí, 
fiando  menos  de  sí 
siempre  los  males  temieron: 
que  el  mal  no  es  mal  en  quien 
se  engendra  el  temor  por  mal. 
porque  en  el  valor  real 
nada  es  mal  ni  nada  es  bien. 
De  la  grandeza  eminente 
del  mar  este  ejemplo  fío:    , 
que  ni  sale  ni  entra  río 
que  lo  mengüe  ni  lo  aumente. 
María.  Tanto.  Blanca,  fiar  puedo 

de  la  sangre  de  Castilla 
que  Hinestrosa  y  Padilla 
rne  dio  en  Burgos  y  en  Toledo, 
que  conociendo  de  mí 
lo  que  puedo  merecer, 
me  sobra  para  tener 
mucha  lástima  de  tí. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         297 

En  nuestro  siglo  la  lej'enda  poética  y  la'  novela  han 
tratado  de  muy  diversas  maneras  á  la  favorita  de  D.  Pe- 
dro, unos  tachándola  de  ambiciosa  (O  ó  de  corrompida  (2), 
otros  alabándola  de  humana  (3);  otros,  finalmente,  no  se 
detienen  en  su  relato  á  juzgarla,  y  la  presentan  bajo  un 
aspecto  indiferente  (4). 

Y  aunque  con  la  tuya  allanas 
la  que  igualarte  podría, 
más  reinas  hay  en  la  mía 
que  en  Francia  mujeres  vanas. 
Que  si  una  corona  ayer 
desvaneció  tu  persona, 
más  es  que  tener  corona 
el  merecerla  tener,  etc. 

(La  Puürta  Macarrna,  i.'  parte,  acto  2.*) 

La  enemistad  de  ambas  no  dura  sino  el  tiempo  de  la  entrevista. 
En  la  ausencia  se  hacen  justicia,  y  Doña  María  procura  vivamen- 
te la  salvación  y  libertad  de  la  Reina. 

(i)  El  esquivar  la  ocasión  es  prevenir  el  peligro.  Leyenda 
histórica,  1358.  Comprendida  en  las  Poesías  varias  de  D.  Ma- 
nuel Fernández  y  González  (Madrid,  1858),  pág.  98. 

(2)  D.  Ramón  López  Soler  en  El  primogénito  de  Alburquer- 
que,  supuso  que  Doña  María  de  Padilla,  antes  de  ser  amada  por 
D.  Pedro,  tuvo  un  hijo  de  unos  amores  juveniles  con  D.  Martín 
de  Alburquerque. 

(3)  El  Alcázar  de  Sevilla,  del  Duque  de  Rivas;  Men  Rodri- 
gue^ de  Sanabria,  de  Manuel  Fernández  y  González;  El  Cas- 
tellano, ó  el  Príncipe  Negro  en  España,  de  D.  Telesforo  de 
Trueba  y  Cosío,  tomo  1,  pág.  3.  Romancero  de  D.  Pedro  I  de 
Castilla,  por  Isabel  Cheix  Martínez:  Sevilla,  1898.  Romance  V,  El 
primer  amor. 

(4)  ¿Cuál  de  las  dos?  Composición  incluida  entre  las  Poesías 
caballerescas  y  orientales  áti  Juan  Arólas  (Valencia,  Cabrerizo, 
1840),  pág.  24. 

«Cuéntase— refiere  Fernán  Caballero — que  mientras  se  bañaba 
la  hermosa  favorita,  la  hacían  tertulia  el  Rey  y  sus  cortesanos.  La 
galantería  de  aquellos  tiempos  había  introducido  la  costumbre  de 
que  los  caballeros  bebieran  el  agua  misma  en  que  se  bañaban  las 
damas,  y  asilo  verihcaban  en  el  baño  de  Doña  María  el  Rey  y 
aquellos  otros  personajes.  Notó  un  día  D.  Pedro  que  uno  de  éstos 
no  lo  hacía,  y  dirigiéndose  á  él,  le  dijo:  «¿Por  qué  no  bebéis?  Pro- 


2g8  JOSÉ    R.    LOMBA   Y   PEURAJA 

Doña  Blanca  de  Borbón.—'Esia  Princesa  infeliz  hubo  de 
granjearse,  por  la  implacable  persecución  de  que  fué  ob- 
jeto, la  simpatía  y  la  compasión  del  pueblo  castellano;  y 
no  solamente  platónicas,  puesto  que  en  Toledo  abrazó  éste 
su  causa  contra  el  mismo  Rey.  intentando  traerle  á  hacer 
vida  común  con  su  esposa  y  á  dar  á  esta  los  honores  de 
Reina,  «e  la  obra  fué  muy  peligrosa,  segund  que  adelante 
paresció...  (Ayala,  año  V,  capítulo  XXI.)  El  romance  po- 
pular en  que  se  refiere  la  muerte  de  la  Princesa,  es  de  los 
más  tiernos  y  patéticos  que  se  han  cantado  en  Castilla 
(números  972  y  973  de  Duran:  dos  vanantes). 

La  Crónica  de  López  de  Ayala  no  es  menos  expresiva 
en  alabanza  de  Doña  Blanca  que  lo  fueron  los  romances: 
«E  era— dice— esta  Reina  Doña  Blanca  del  linaje  del  Rey 
de  Francia  de  la  flor  de  lis  de  los  de  Borbon,  que  han  por 
armas  un  escudo  con  flores  de  lis  como  el  Rey  de  Fran- 
cia, e  una  banda  colorada  en  el  escudo:  e  era  en  edad  de 
veinte  e  cinco  años  cuando  morió:  e  era  blanca  e  ruvia,  e 
de  buen  donayre,  e  de  buen  seso:  e  decía  cada  día  sus  ho- 
ras muy  devotamente:  e  pasó  grand  penitencia  en  las  pri- 
siones do  estovo,  e  sufriólo  todo  con  muy  grand  pacien- 
cia.» (Año  XII,  cap.  III.) 

Aluden  á  la  desgracia  de  Doña  Blanca  con  el  Rey  mu- 
chas comedias  del  siglo  xvii;  pero  aquélla  solamente  hace 
papel  en  las  dos  partes  de  La  Puerta  Macarena,  de  Mon- 
talbán.  En  El  médico  de  su  honra,  de  Lope  (acto  2.0);  Don 
Pedro  consulta  con  su  hermano  D.  Enrique  si  le  estará 
bien  contraer  nupcias  con  una  Princesa  que  Francia  le 
ofrece.  En  El  Infanzón  de  Illescas  (actos  i.°  y  2.°)  y  en 
El  montañés  Juan  Pascual  (actos  i.°y  3.°).  confunde  Don 
Pedro  en  unas  mismas  palabras  de  odio  y  venganza  á  Dona 
Blanca  y  á  los  bastardos  Enrique  y  Fadrique.  En  la  últi- 

bad  este  agua,  y  veréis  cuan  buena  y  fresca  es.»  «No  haré  tal,  se- 
ñor, «-contestó  el  interpelado.  <.¿Por  qué?.-tornó  á  preguntar  pi- 
cado el  Monarca.  «Para  evitar,  señor-repuso  aquél,-que,  si  ha- 
llo agradable  la  salsa,  vaya  á  antojárseme  la  perdiz.»  Fernán  Ca- 
ballero, El  Alcázar  de  Sevilla. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         299 

ma  condena  á  muerde  á  la  Reina.  En  Yo  me  entiendo  y  Dios 
me  entiende,  D.  Egas  y  su  hija  Doña  Juana  deploran  la 
muerte  de  Doña  Blanca  en  este  breve  coloquio: 

DofÍA  Juana.         — Unas  infelices  nuevas 

traigo:  faltó  Doña  Blanca. 
D.  Egas.  — ¿Qué  dices?  ¿Muí  ió  la  Reina? 

Dor5A  Juana.         Sí,  señor. 
D.  Egas.  —No  logró  España 

más  generosa  princesa 

ni  más  infeliz. 


(Acto  2.°) 

Ya  he  dicho  cómo  trató  á  Doña  Blanca  la  tragedia 
pseudo-clásica.  La  de  Espronceda  ofrece  la  particularidad 
de  haber  presentado  á  D.  Enrique  enamorado  de  la  extran- 
jera. El  drama  romántico  no  la  ha  tenido  en  cuenta  más 
que  una  vez,  en  La  vieja  del  candilejo,  de  tres  autores. 
Allí  se  deja  decir  D.  Pedro  que,  puesto  que  Blanca  servía 
de  pretexto  al  Pontífice  para  excomulgarle  y  á  los  bastar- 
dos para  rebelarse 

oYo  un  concilio  convoqué, 
y  á  favor  de  su  sentencia, 
á  pretexto  de  impotencia 
á  la  Reina  repudié. 
Encerrada  en  un  convento 
que  llore  allí  su  abandono, 
que  del  elevado  trono 
he  dividido  el  asiento 

con  María  de  Padilla »  etc. 

(Acto  1.°)  , 

Corrió  por  el  vulgo  una  patraña,  y  tuvo  su  eco  en  la 
poesía,  que  infamaba  á  la  Reina  Doña  Blanca,  acusándo- 
la de  adulterio  con  el  Maestre  D.  Fadrique.  Floranes,  eri 
su  Vida  del  Canciller  Pero  López  de  Ayala,  cita  una  por- 
ción de  autores  que  dieron  asenso  á  la  calumnia  (0.  Esta, 

(i)     Colección  de  documentos  inédilos  j'ara  la  Historia  de  Es- 
jpaña,  tomo  XIX,  págs.  04  á  71. 


,0O  JOSÉ    F.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

según  prueba  Milá.  es  muy  posterior  al  reinado  de  D.  Pe- 
dro Su  origen  le  explica  de  esta  manera  el  sabio  maestro: 
«En  el  reinado  de  D.  Enrique  III  y  de  sus  tres  sucesores 
figuró  en  gran  manera  D.  Alonso  Enríquez  (1354-1429, 
Vid.  Cancionero  de  Stúñiga:  1872,  págs.  433  y  434),  bas- 
tardo de  Fadrique,  que  tomó  el  apellido  del  Rey,  su  tío.  y 
el  prenombre,  seguramente,  de  Alonso  Ortiz,  que  le  crió; 
tronco  de  los  Almirantes  de  Castilla  y  de  la  casa  de  los 
Enríquez,  inserta,  según  Mariana,  en  la  real  de  Castilla. 
Este,  ó  sus  descendientes,  dejaron  correr  la  voz  de  que  su 
sangre  era,  aunque  bastarda,  real  por  dos  costados.  La  ca- 
lumnia hubo  de  agradar  á  los  apologistas  de  D.  Pedro,  y 
1,0   dejaba   de    halagar  á  los    descendientes    de    Alonso 

Ortiz  (0.» 

Difundióse  por  el  pueblo  la  fama  de  este  escandaloso 
suceso  en  un  viejo  romance,  del  cual  cita  Milá  tres  versio- 
nes (2),  y  solamente  una  Duran  (núm.  965).  El  teatro,  sin 

(,)     Déla  poesía  heróico-popular  castellana.  Barcelona:  1874, 
pág    304,  nota  2."'- Acerca  del   hijo  de  D.  Fadrique  y   calumnia 
contra  Doña  Blanca,  véase  la  Vida  literaria  del  canciller  mayor 
de  Castilla  Pero  Lope:;  de  Ayala.  en  la  Colección  de  documentos 
inéditos  para  la  Historia  de  España,  tomo  XIX,  pags   64  a  7»- 
Salazar  de  Mendoza  dice  tratando  de  este  asunto:  «Hase  discurri- 
do muy  largo  sobre  averiguar  quién  fué  la  madre  (de  D.  Alonso 
Enríquez).  Unos  quieren  que  la  Reina  Doña  Blanca,  mujer  del 
Rey  D    Pedro,  y  que  se  hizo  el  mal  recado  viniendo  con  ella  de 
Francia.  Disparate  sin  fundamento,  porque  el  Maestre  no  la  acom- 
pañó en  esta  venida  á  España.  Otros  quieren  que  le  hubo  en  la 
Reina  Doña  María,  su  madrastra.   Otros,  y  los  más,  le  tienen  por 
hijo  de  una  mujer  llamada  Palomba,  natural  de  Guadalcanal,  y 
esta  opinión,  como  más  ruin,  ha  prevalecido.  La  verdadera  es  la 
de  Diego  Hernández  de  Mendoza  en  su  Nobiliario,  y  de  otros  gra- 
ves autores.  Tienen  que  la  madre  fué  de  suerte  y  calidad,  mujer 
del  Mayordomo  del  Maestre  en  el  partido  de  Uerena,  y  que  por  el 
gran  recato,  se  dio  á  criar  en  Guadalcanal  á  la  Palomba.  rOn|e« 
de  las  dignidades  seculares  de  Castilla  y  de  León.  To  edo:  16.8. 
Lib.  m,  cap.  IV).  Floranes  dice  que.  «por  la  cuenta,»  la  dama  en 
quien  el  Maestre  de  Santiago  tuvo  el  hi,o,  fué  la  mujer  de  Alonso 
-  Ortiz,  Mavordomo  de  D.  Fadrique.  (Op.  cit.,  pag.  69.) 

(2)     Loe.  cit.  Se  acepta,  más  ó  menos,  la  hipótesis  de  los  amo- 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         3OI 

embargo,  no  se  dio  por  entendido  de  aquél,  hasta  que  pe- 
netró en  España  la  tragedia  pseudo-clásica  al  estilo  fran- 
cés. Esta,  para  hacer  más  aborrecibles  á  los  Padillas,  les 
achacaba  la  invención  de  tan  odioso  y  falso  delito,  deter- 
minante de  la  sentencia  de  muerte  que  el  Rey  pronuncia 
contra  Blanca  sola  (tragedia  de  Iñiguez),  ó  contra  Blanca 
y  Fadrique  (O  (tragedias  de  Solís  y  de  Gil  y  Zarate). 

Doña  Blanca  muere  en  la  escena,  atravesado  el  pecho 
por  la  daga  de  Jimeno  de  Lara,  por  orden  del  Rey,  en  la 
segunda  parte  de  La  Puerta  Macarena,  de  Montalbán  (acto 
3.°)  Muere  también  en  la  escena,  herida  por  el  puñal  de 
Abenfarrax,  el  hijo  de  la  maga,  en  Blanca,  la  tragedia 
de  Espronceda.  En  las  tragedias  de  Iñiguez,  Solís  y  Gil 
y  Zarate  muere  envenenada  (2). 

res  de  la  Reina  con  el  Maestre  de  Santiago  en  El  primogénito  de 
Alburquerque,  de  López  Soler;  en  Men  Rodrigue:;  de  Sanabria, 
(novela),  y  en  El  esquivar  la  ocasión  es  prevenir  el  peligro  (le- 
yenda en  verso),  de  Fernández  y  González,  y  en  Justicias  del  Rey- 
Don  Pedro,  de  Torrijos. 

(i)  La  muerte  del  Maestre  de  Santiago,  á  la  cual  se  alude  bre- 
vemente en  otras  comedias,  es  el  principal  asunto  de  la  primera 
parte  de  La  Puerta  Macarena,  de  Montalbán.  El  autor  utilizó, 
con  muy  buen  acuerdo,  el  bello  romance  popular  «Yo  me  estando 
allá  en  Coimbra — que  me  la  hube  ganado, 1  del  cual  introduce  en 
su  obra  (acto  3.°)  trozos  á  la  letra.  El  primer  verso  lo  cambia  por 
«Yo  me  estando  en  Jiromena,»  cambio  sugerido  sin  duda  por  el 
romance  de  Doña  Isabel  de  Liar  (nüm.  1.243  '^^  Duran).  «La  tra- 
dición—dice D.  Pedro  Madrazo  — se  obstina  en  señalar  como  teatro 
del  execrable  fratricidio,  ora  el  patio  de  las  iMuñecas,  ora  el  mismo 
Salón  de  Embajadores >  (Sevillay  Cádi^,  pág.  64b)  del  Alcá- 
zar. Allí,  según  Zúñiga,  se  enseñaban  en  su  tiempo  (y  tal  vez  hoy 
se  enseñarán)  unas  manchas  en  el  suelo,  que  para  el  vulgo  no  son 
sino  de  la  sangre  de  D.  Fadrique  (Anales:  Madrid,  lygS,  págs.  149 
y  150).  Alude  á  ellas  el  Duque  de  Rivas  en  su  romance  El  Alcázar 
de  Sevilla. 

(2)  Ayala  no  señala  el  modo  que  los  Ministros  del  Rey  tuvieron 
de  matará  Doña  Blanca.  Mariana  dice  que  ésta  murió  «con  yer- 
bas.» Los  romances  populares  núms.  972  y  973,  de  Duran,  refie- 
ren que  un  macero  la  rompió  la  cabeza  de  un  golpe  de  maza.  Ver- 
sión popular,  en  parte,  parece  la  de  la  Cuarta  Crónica  general. 


2  JOSÉ    R.    LOMBA.    Y    PEDRAJA. 

La  triste  historia  y  fin  desdichado  de  la  Reina  Doña 
Blanca  ha  sido  asunto  muy  socorrido  para  poetas  (O  y  no- 
velistas. 

no  ya  en  el  texto  de  Llagu.o.  sino  en  el  de  la  Colección  de  docu- 
ZLs  inédiiospara  la  Historia  de  España,  que  es  muy  d>fe- 
n  Llagunodice  (nota  al  Sumario  del  Despensero,  pag.  65, 
:Z:...  B,  h-nea  34):  «^  --dola  n,atar  4  sus  maceres  que  de 
lante  del  iban  con  las  mazas:  é  ansi  fue  luego  muerta,»  y  en  lugar 
de  esto,  dice  el  otro  texto  citado:  cé  mandola  entregar  uera  á  Don 
Lope  ¿rti.  de  Estúñiga,  é  que  la  llevase  al  alcázar  de  Jerez  de  la 
Frontera,  é  que  la  toviese  bien  guardada  ende.  E  después  la  man- 
d  matar.  E^don  Lope  O.uz  non  la  quiso  matar,  'i--  °  'I- ^J 
matarla  á  su  señora  la  Reina.  E  por  esto  este  D.  P^d^»  ^^^'^ 
mandar  á  D.  Lope  Ortiz  de  Estúñiga  que  la  entregase  a  la  Rema  a 
Tt  acaballero  qL  envi6,  é  el  alcázar  de  Jerez,  e  9-  -  am- 
para él.  El  qual  Don  Lope  Ortiz  lo  fizo  así  e  P^^  '°^^,'i'='^'^^:^^ 
Ligo  aquel  caballero  fizo  afogar  á  esta  Reina   Dona  Blanca  con 

'^''uV''Trágica  escena  y  dolorosa  muerte  de  Doña.  Blanca  de 
Borlón,  reina  de  Castilla  y  muger  del  rey  Don  Pedro  quejra- 
baba  en  funestos  cipreses  y  escribía  á  un  ttempo  a  '^^j''^^ 
del  Marcea,  en  lamentables  octavas,  el  conde  de  Toreno  [Don 
Joaquín  Josef  Queipo  de  Llano  y  Valdés],  -'/^-T  J^-T-  ^f 
Principado  de  Asturias:  Oviedo,  por  D.  Francisco  D.az  Ped  egal 
Al  fin  de  la  Advertencia  del  autor:  .Escribióse  esta  obra  en  el  me 
de  Diciembre  de  17S8,  en  que  lo  riguroso  del  temporal  estaba  del 
mismo  modo  que  se  describe.»  Es  un  poema  ridiculo.   Acaba  asi. 

tPerdida  Blanca,  todo  se  ha  perdido; 
perdido  todo,  todo  sea  amargura, 
todo  conflicto,  todo  sentimiento, 
todo  disgustos  y  todo  tormento»  (I). 

Doña  Blanca  de  Borbón  al  Rey  Don  Pedro,  Heroida,  por  Don 
Mariano  de  Rementena  y  Fica,  en  la  Coleccrón  devanas  herotdas 
traducidas   libremente   de   los  mejores    autores   franceses,  por 
£>.  A/.  .l.áeC.:  Madrid,  RepuUés,  i8z7.  ,,9AA 

Blanca  de  Borbón,  de  Juan  Arólas,  y  ¿Cual  de  los  dos?  del 

mismo. 


EL    REY    D.    PEDRO    EN    EL    TEATRO  303 

II 

LAS   JUSTICIAS    DE    D.    PEDRO 

El  carácter  de  D.  Pedro,  tal  como  le  ha  entendido  la 
tradición,  en  nada  se  pinta  tan  al  vivo  como  en  la  admi- 
nistración de  la  justicia  entre  sus  vasallos.  Esta  legenda- 
ria fase  de  su  figura,  tan  singular  y  felizmente  imaginada, 
impresionó  á  Merimée  de  tal  manera,  que  no  dudó  en  to- 
marla por  histórica.  «El  pueblo—dice, — si  bien  es  cierto 
que  altera  los  hechos,  juzga  con  exactitud  á  los  hombres.» 
Hizo,  en  consecuencia,  la  semblanza  de  D.  Pedro  en  esta 
forma:  «Afable  con  los  pequeños,  frecuentemente  duro  y 
altanero  con  los  poderosos,  de  todo  quería  estar  al  co- 
rriente: todo  quería  verlo  por  sí  mismo.  A  ejemplo  de 
aquellos  Califas,  cuyas  leyendas  habían  sin  duda  entrete- 
nido sus  niñeces,  complacíase  en  recorrer  solo,  de  noche, 
las  calles  de  Sevilla,  ora  para  sorprender  los  sentimientos 
del  pueblo,  ora  para  buscar  aventuras  y  para  vigilar  la 

policía  de  esta  gran  ciudad Lajusticia  de  D.  Pedro  ha 

quedado  en  proverbio;  fué  la  de  los  Soberanos  musulma- 
nes: pronta,  terrible,  apasionada  casi  siempre,  y  á  menu- 
do, en  la  forma,  extravagante  (i).» 

No  creo  yo  tanto,  ni  con  mucho  (dicho  sea  con  todo 
respeto  y  modestia),  en  ese  fondo  veraz  de  las  tradiciones. 
Don  Pedro  el  Justiciero  ha  sido  probablemente  una  crea- 
ción muy  posterior  á  los  tiempos  del  verdadero  D.  Pedro. 
En  ella  tomó  el  teatro  una  parte  muy  principal.  Por  lo 
demás,  no  hay  duda  que  Merimée  retrata  en  pocos  y  ex- 
presivos rasgos,  con  gran  exactitud,  si  no  al  D.  Pedro  real 
é  histórico,  al  D.  Pedro,  al  menos,  de  la  tradición  popu- 


(0     Histoire  de  Don  Pédre  /,  roi  de  Castille:  París,  1874,  pá- 
gina 122. 


,Q.  JOSÉ    R.    LOMBA   Y    PEDRAJA 

lar  y  escénica,  al  que  ahora  nos  importa  á  nosotros.  Este 
D  Pedro  en  efecto,  gustaba  de  tomar  su  capa  y  su  espa- 
da y  lanzarse,  de  incógnito,  en  medio  del  bullicio  de  las 
calles  de  Sevilla  cuando  empezaba  á  cerrar  la  noche: 

D    Alvaro.  ¡Bizarra  noche! 

D.  Pedro.  P^^"' 

que  para  mi  pretensión, 
Alvaro,  en  esta  ocasión 
de  pardas  sombras  se  ofrece. 
Siempre  que  salgo  á  rondar 
quisiera  que  así  estuviera, 
porque  sin  riesgo  pudiera 
mis  delitos  escuchar. 
El  juez  más  verdadero 
es,  Don  Alvaro,  de  un  Rey 

sin  eximir  de  la  ley, 

el  vulgo  terrible  y  fiero. 

jQué  bien  delitos  relata! 

¡qué  sin  rebozo  los  dice! 

¡qué  á  su  salvo  los  maldice 

y  qué  sin  riesgo  los  trata! 

Así,  por  expresa  ley, 

se  había  de  disfrazar 

para  poder  escuchar 

su  bien  ó  su  mal  el  Rey. 

(LoPí  ,  E;  médico  de  su  honra,  acto  3°) 

Por  medio  de  este  procedimiento  del  incógnito  se  halla 
D  Pedro  en  íntimo  contacto  con  su  pueblo.  Sírvele  unas 
veces  para  distinguir  entre  la  turba  á  algún  sujeto  de  ex- 
traordinarias dotes,  que  vive,  no  obstante,  desconocido  y 
obscuro  (El  montañés  Juan  Pascual,  La  vieja  del  candile- 
jo)- otras  veces  le  aprovecha  para  descubrir  conspiracio- 
neJ  urdidas  contra  su  persona  (El  zapatero  y  el  Rey,  pri- 
mera parte);  otras  para  descender  al  conocimiento  de  de- 
litos que  jamás,  por  la  vía  ordinaria,  llegarían  á  su  noti- 
cia (El  Infanzón  de  Illescas,  El  Rico-hombre  de  Alcalá). 

Es    pues,  D.  Pedro  su  propia  policía;  mas  es  también, 
y  principalmente,  el  juez  severo,  inapelable,  de  toda  clase 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         305 

de  causas,  así  en  lo  criminal  como  en  lo  civil  (0.  El  pri- 
mer atributo  de  su  justicia  es  el  ser  inmediata.  Se  mani- 
fiesta en  ella  el  temperamento  del  Rey,  impetuoso  y  rá- 
pido. Corresponde,  además,  á  un  concepto  de  la  soberanía 
primitivo  y  paternal.  Se  funda  en  el  sentimiento:  persigue 
un  ideal  de  sencillez  casi  pastoril  en  la  administración  del 
Estado,  y  tiende  á  fomentar  en  los  subditos  las  virtudes 
de  las  sociedades  nacientes:  el  valor,  la  buena  fe  y  la  mu- 
tua confianza  entre  el  Patriarca  y  su  grey.  Véase  esto  en 
algunos  ejemplos.  Entra  un  contador  en  la  audiencia  del 
Rey  D.  Pedro:  trae  unas  cuentas  en  que  se  consigna  lo  re- 
caudado y  lo  gastado  por  la  pública  administración;  contés- 
tale el  Soberano  que  entre  él  y  sus  subditos  no  son  menester 
cuentas:  basta  un  sencillo  toma  y  daca.  (El  Infanzón  de 
Ilkscas,  acto  2.°)  Preséntase  un  arbitrista  con  un  papel  en 
que  trae  escrito  su  arbitrio:  el  Rey  le  coge  y  le  rasga. 
«Todos  los  arbitrios— dice— son  en  daño  de  los  vasallos» 
(Ídem).  Comparece  un  letrado,  y  dice: 

Yo,  señor,  soy  un  letrado 
que,  con  trabajo  molesto, 


(i)  «Pero  no  debemos  penetrar  en  éste  (el  Alcázar)  sin  advertir 
que  en  una  esquina,  junto  á  la  puerta  de  las  Banderas,  supone  la 
tradición  que  tenía  el  Rey  D.  Pedro  su  tribunal,  donde  dicen  que 
oía  y  fallaba  los  agravios  de  sus  subditos,  el  cual  consistía  en  una 
silla  labrada  de  piedra,  sostenida  en  columnas  y  levantada  sobre 
un  estrado  de  cantería  con  gradas,  arrimado  á  la  muralla.  El  via- 
jero D.  Amonio  Ponz  asegura  que  vio  subsistente  una  de  las  co- 
lumnas de  la  memorable  silla  que  ocupaba  el  Monarca  en  aquellas 
famosas  audiencias,  remedo  de  los  juicios  de  los  Reyes  de  Orien- 

i*^ »  (Sevilla  y  Cádi^,  por  D.  Pedro  Madrazo:  Barcelona,  1884. 

De  España,  sus  momnnentos y  artes,  pág.  633.) 

«Cerca  de  la  que  ahora  es  puerta  principal  estaba  un  trono  ele- 
vado sobre  gradas,  en  que  el  Rey  D.  Pedro  daba  públicas  audien- 
cias al  pueblo:  Que  era  ío¿o— dice-el  Dr.  Rodrigo  Cato— fabrica- 
do de  cantería,  arrimado  á  la  muralla,  sobre  gradas  altas  en 
buena  proporción,  y  encima  estaba  una  silla  labrada  de  piedra, 
con  su  cubierta  sobre  cuatro  columnas,  y  este  tribunal  permane- 
ció asi  muchos  años.^i  (Zúñiga,  Anales,  tomo  II,  pág.  ió3,) 


5  JOSÉ    R.   LOMBA   Y    PEDRAJA 

aqueste  libro  he  compuesto, 
en  el  cual  tengo  cifrado 
cuanto  en  comprar  la  viveza 
hasta  aqueste  tiempo  ha  escrito. 
El  premio  que  solicito 
es  servir  á  Vuestra  Alteza, 
dedicándole  á  su  nombre, 
acción  que  mi  amor  ofrece. 

El  Rey  pide  consejo  á  Juan  Pascual,  y  éste  opina  que 
se  queme  el  libro,  por  las  siguientes  razones: 

Aunque  son  justas  las  leyes 
que  los  castellanos  Reyes 
y  sus  Ministros  han  dado, 
son  ya  tantos  los  autores 
que  sobre  ellas  han  escrito, 
que  es  proceder  infinito 
averiguar  sus  errores. 


Sobre  el  comprar  y  el  vender 

este  señor  licenciado 

cuanto  se  ha  dicho  ha  fundado; 

la  ley  dice,  á  mi  entender, 

que  el  que  una  cosa  vendiere 

entregue  lo  que  tratare, 

y  también  que  el  que  comprare 

pague  el  precio  que  pusiere. 

Pues  si  es  aquesto  lo  fiel, 

¿no  es  terrible  necedad 

envolver  una  verdad 

en  diez  manos  de  papel?    . 

{El  montañés  Juan  Pascual,  acto  S-") 

T7  i.h.  mies  D  Pedro  muy  por  lo  elemental,  y  ateni- 
.oefgr  nT.n„.a.  g,a„  .e.¡s„do,  P»O.G,.ul.o.  Opi- 
laba también  por  los  valientes.  Entra  un  alférez  en  s„ 
::r,a,i„oro..,.eeUecon«^.,ta..^^^^^^^^^ 

XrBnirt,^:pies,„epi.e...,iUr.,Ke. 

le  alarga  la  mano  muy  campechanamen  e,  y  aprieta  con 
lanía  fuerza  la  del  Alférez,  que  éste,  en  la  viveza  del  do- 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         307 

ior,  amenaza  fieramente  al  Rey.  Alégrase  éste  con  la  ame- 
naza: así  le  gustan  los  militares.  Manda,  pues,  que  le  den 
■cien  doblas,  y  le  despide  afectuosamente.  (El  Infanzón  de 
lUescas,  acto  2.0)  En  cambio,  á  D.  Rodrigo,  que  se  ha 
•dejado  arrebatar  su  esposa  por  el  Infanzón  D.  Tello  le 
desprecia,  y  en  un  impulso  de  su  mal  genio,  le  condena  á 
muerte.  Un  hombre  (ésta  es  la  doctrina  de  D.  Pedro)  debe 
tomarse  la  justicia  por  su  mano.  Solamente  acuden  al 
Rey  los  cobardes  (idem). 

Contra  el  ingenio  maligno  de  los  tramposos  usaba  Don 
Pedro  de  su  propia  agudeza,  más  fina  que  la  de  aquéllos 
Un  mercader  había  perdido  una  bolsa,  y  prometió  al  que 
Ja  hallase  una  gratificación  de  diez  doblas.  Hallóla  un  po- 
fcre  viejo,  y  preséntesela  al  mercader.  Contenía  cincuenta 
doblas.  El  mercader  se  negó.á  dar  al  viejo  la  gratificación 
ofrecida,  porque,  según  decía,  las  doblas  que  él  perdió  con 
la  bolsa  eran  sesenta,  y  el  viejo  se  había  tomado  por  sí 
mismo  las  diez  que  por  su  hallazgo  le  correspondían. 

■^^*-  ¿Qué  respondéis  vos? 

Mercader.  r>.,    c 

Que  fueron 

sesenta  las  que  perdí. 
■^^^v  ¿Y  que  cincuenta  os  ha  vuelto, 

quedándose  con  las  diez 

que  prometisteis,  primero? 

¿Juráislo^ 
^^^^^^^^-  Señor,  sí  juro. 

^^-  Dadle  al  momento  el  talego, 

que  si  perdisteis  sesenta] 

doblas  y  cincuenta  fueron 

las  que  dice  que  halló, 

ese  dinero  no  es  vuestro 


Lleva,  buen  viejo,  esas  doblas; 
y  si  acaso  en  algún  tiempo 
os  halláredes  sesenta, 
se  las  daréis  á  este  necio. 

Utidiencias  del  Rey  Don  Pedro,  acto  2.») 

Un  hombre  demanda  á  un  albañil  por  causa  de  que  éste 
•mato  al  padre  de  aquél.  Fué  un  accidente  casual:  el  pobre 


Rey 


q8  JOSÉ   R.   LOMBA  Y   PEDRAJA 

albañil  se  cay6  de  un  tejado  y  aplast6  al  padre  del  acusa- 
dor,  que  pasaba  por  debajo. 

A,  BAÑ.L.  ^  C"3>  asesino,  á  muerte, 

señor,  condenado  he  sido. 
En  verdad,  fuiste  homicida: - 

morirás,  no  por  acero, 
que  del  mismo  modo  quiero 
que  hayas  de  perder  la  vida. 
Firme  en  el  mismo  terreno 
do  caíste,  con  valor 
aguarda  á  tu  acusador, 
al  que  á  arrojarse  condeno, 
desde  aquel  mismo. tejado. 

(Lfl  vieja  del  candilejo,  acto  3*) 

Fntre  los  juicios  atribuidos  á  D.  Pedro  hay  dos  más 
Entre  1«^  3"'  ^^„  ^^^^do  tal  desarrollo,  que 

famosos  que  los  demás,  xiau 

es  preciso  <»'">''; 'P^'^j.  _£„  „  „,„eaia  de  Lope, 
.l:r:7¿CS:  (ac.o  3..,  Uee  M.ce,.o 

al  Rey  la  siguiente  relación: 

Un  prebendado  sacó 
de  mi  casa  á  mi  mujer: 
mandó  el  Arzobispo  ayer, 
que  del  caso  se  informó, 
que  en  seis  meses  no  dijera 
misa  ni  á  la  iglesia  fuese; 
que  cierta  limosna  diese, 
y  que  á  su  casa  se  fuera. 
Mis  afrentas  prosiguió; 
y  viendo  el  remedio  incierto, 
junto  á  su  casa  le  he  muerto, 
con  que  mi  agravio  pagó. 
■      ■  Pude  escaparme,  y  después 

vengo,  señor  poderoso, 
afligido  y  temeroso 
al  sagrado  de  tus  pies. 

D.  Pedro,  informándose  de  que  el  delincuente  es  zapa- 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         3O9 

tero,  le  condena  á  que  no  haga  zapatos  en  seis  meses:  ésta 
es  toda  la  pena  que  le  impone.  En  El  montañés  Jii.m  Pas- 
cual, de  Hoz  y  Mota  (actos  i."  y  2.°),  un  zapatero  (sin 
nombre)  mata  á  su  propia  mujer  y  al  organista  de  la  Ca- 
tedral. Es  presentado  ante  D.  Pedro  y  Juan  Pascual,  y 
hace  la  relación  de  su  delito  en  esta  forma: 

De  la  iglesia  el  org;mista, 

por  ser  más  rico,  ó  por  ser 

ordenado,  á  mi  mujer 

solicitaba  á  mi  vista. 

Soy  un  pobre  zapatero; 

pero  no  fuera  razón 

que  nadie  de  mi  opinión 

juzgue  que  infamia  tolero. 

Yo,  aunque  el  lance  era  cruel, 

antes  que  adelante  pase, 

para  que  le  castigase 

di  cuenta  á  su  juez;  mas  él, 

como  si  así  remediara 

de  mi  deshonor  el  daño, 

le  condena  á  que  en  un  año 

el  órgano  no  tocase. 

El,  que  así  vio  despreciar 

mi  queja,  dio  en  ser  molesto, 

pues  para  su  fin,  con  esto 

tenía  ya  más  lugar. 

Yo,  á  quien  el  punto  desvela, 

mirando  tal  injusticia, 

df  en  ser  con  mucha  malicia 

de  mi  casa  centinela; 

y  un  día  que  entré  avisado 

y  juntos  los  encontré, 

á  ella,  señor,  la  maté, 

y  salí  tras  él  airado. 

Por  pies  se  llegó  á  escapar, 

que  es  un  ave  un  delincuente,         ' 

y  aunque  he  andado  diligente, 

hasta  hoy  no  le  pude  hallar. 

La  vida  le  quité  osado; 

la  mía  aquí  te  presento, 

pues  yo  moriré  contento 

de  ver  mi  agravio  vengado.  * 


JIO  JOSÉ    R.   LOMBA    Y    PEORA  JA 

Juan  Pascual  condena  al  zapatero  á  que  no  cosa  zapa- 
tos en  un  año. 

Zorrilla  fundó  sobre  esta  conseja  toda  la  primera  parte 
de  El  zapatero  y  el  Rey  (');  mas  hubo  de  modificar  algúrt 
tanto  la  tradición.  El  prebendado  no  era  un  clérigo  (vid. 
acto  2.",  esc.  I),  y  la  ofensa  que  había  hecho  al  zapatero- 
era  haber  muerto  á  su  padre,  no  haber  seducido  á  su  es- 
posa. La  sentencia  del  Arzobispo  y  la  de  D.  Pedro  son  las 
mismas  que  en  Hoz  y  Mota.  Por  último,  en  La  vieja  del 
candilejo,  de  tres  autores,  aprovecharon  éstos  la  tradición 
antigua,  juntamente  con  las  modificaciones  que  Zorrilla 
introdujo,  y  dieron  una  veisión  nueva.  El  prebendado  se 
convirtió  en    «un   rollizo  y  fresco  abad  mitrado  de  San 
Bernardo.»  Este  rondaba  á  la  esposa  de  un  zapatero:  fué 
sorprendido  un  día  por  el  ofendido  menestral,  y  para  li- 
brar su  vida,  tuvo  que  matarle.  El  hijo  del  difunto  se  pre- 
senta á  D.  Pedro,  después  de  dar  la  muerte  al  ofensor  y 
asesino  de  su  padre.  D.  Pedro  sabe  que  el  Arzobispo  ha- 
bía condenado  al  abad  á  no  decir  misa  en  un  año,  y  él 
condena  al  zapatero  á  que  en  un  año  no  cosa  zapatos. 

A  la  verdad,  el  más  antiguo  documento  que  conozcO' 
sobre  esta  tradición  del  zapatero  y  el  prebendado  es  la  co- 
media de  Lope.  Esta  no  tiene  fecha;  mas  por  fuerza  ha 
de  ser  anterior  al  año  de  1634,  en  que  pasó  de  esta  vida 
el  fecundo  poeta.  Los  Anales  de  Ortiz  de  Zúñiga  son,  de 
todas  maneras,  posteriores;  pero  son  dignos  de  citarse  por 
la  concordancia  que  el  autor  hace  observar  entre  el  juicio- 
que,  según  la  leyenda,  pronunció  D.  Pedro  en  este  pleito, 
y  una  ley  del  mismo  Monarca  sobre  los  delitos  de  los  clé- 
rigos y  las  venganzas  de  hombres  del  común.  Dice  Ortiz: 
de  Zúñiga: 

«Añadió  el  Rey  este  año  (1354)  el  ordenamiento  que  á 


(1)     Antes  había  escrito  ya  sobre  este  tema  su  romance  que  lle- 
va por  nombre  Justicias  del  Rey  Don  Pedro.  Juan  Arelas  escri- 
bió otro,  imitado  en  parte  del  de  Zorrilla,  intitulado  El  zapatero 
de  Sevilla. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         3 II 

esta  ciudad  había  dado  el  de  i35i,  de  que  mucha  pártese 
lee  en  el  volumen  de  las  Ordenanzas  impresas  (fol.  128), 
y  en  que  se  refieren  muchos  insultos  que  se  cometían  por 
eclesiásticos  que  faltaban  á  la  obligación  de  su  estado: 
con  armas — dice — debedadas,  no  temiendo  á  Dios,  ni  catan- 
do, ni  guardando  su  estado,  de  que  se  ocasionaba  que  los 
seglares  se  provocaban  á  venganzas  por  el  mismo  modo: 
por  cuanto — prosigue — los  jueces  de  la  Iglesia  no  les  dan 
pena  ni  escarmiento  por  ello;  y  concluye:  Por  ende,  establez- 
co y  ordeno  por  ley,  que  cualquiera  orne  lego  que  de  aquí  ade- 
lante matare  ó  firiere  ó  deshonrare  á  algún  clérigo,  ó  le  ficie- 
re  algún  otro  mal  en  su  persona  ó  en  sus  cosas,  que  aya  otra 
tal  pena  qual  habría  el  clérigo  que  tal  maleficio  ficiese  al  lego, 
y  que  los  mis  alcaldes,  ante  quien  fuere  el  pleito,  que  tal  pena 
le  den  y  no  otra  alguna.  Dice  luego  que  así  pensaba  que  se 
excusarían  las  venganzas  que  ocasionaban  á  los  legos  los 
defectos  de  penas  en  los  eclesiásticos  que  los  agraviaban  y 
remata  por  esta  ley:  No  es  mi  intento  ir  contra  las  libertades 
de  la  Iglesia,  ni  de  quitar  sacrilegio  ni  descomunión  al  lego 
que  matare  ó  firíere,  ó  ficiere  mal  alguno  al  clérigo,  según 
mandan  los  derechos.  Lo  cual  he  referido  por  otro  suceso 
que  de  esta  ciudad  y  de  este  mismo  tiempo  se  cuenta  en- 
tre los  notables  de  este  Rey.  Que  habiendo  un  prebenda- 
do hecho  grave  ofensa  á  un  zapatero,  no  experimentó  más 
pena  que  suspenderlo  por  algún  tiempo  de  la  asistencia  á 
su  iglesia  y  culto;  mas  ofendido  el  oficial,  tomó  pública 
satisfacción  ocurriendo  al  Rey,  quien  lo  sentenció  á  que 
en  un  año  no  hiciese  su  oficio,  que  con  lo  expresado  en 
la  ley  referida  tiene  bastante  conexión,  si  acaso  á  ello  no 
dio  motivo  (0.» 

La  conseja  del  zapatero  y  el  prebendado,  aunque  algo 
modificada,  fué  también  atribuida  al  reinado  de  D.  Pedro 
de  Portugal,  cuya  fama  de  justiciero  no  fué  menor  que  la 
de  su  homónimo  de  Castilla.  Así,  Manuel  Faria  y  Sousa 
refiere,  entre  otros  discretos  juicios  del  portugués,  dignos 

(i)     Anales,  tomo  II,  pág.  137. 


,12  JjOSÉ    R.    LOMBA.    Y    PEDRAJA 

de  Salomón,  el  siguiente:    «Condenaron  un   clérigo  á  que 
no  ejerciese  sus  órdenes  por  haber  muerto  á  un   hombre; 
mandóle  matar  el  Rey  por  un  cantero;   y  hallándose  á  la 
sentencia,  dijo  que,  pues  en  el  juicio  eclesiástico  condena- 
ban á  un  clérigo  á  que  no  ejerciese  su  oficio  por  matar  á 
un  seglar,  él  en  el  suyo  condenaba  á  un  cantero  á  que  no 
lo  fuese  por  matar  á  un  clérigo  (0.»  D.  Pedro  Ascargorta 
se  lo  atribuye  del  mismo  modo  á  D.  Pedro  de  Portugal. 
Dice  así:  «Un  eclesiástico,  en  un  movimiento  de  cólera, 
había  quitado  la  vida  á  un  albañil,  y  el  Rey  dejó  que  le 
hiciesen   el    proceso   sin    mezclarse  en  cosa  alguna.   Los 
jueces,  en    consecuencia   de   los  privilegios  del   clero,    se 
contentaron  con  suspenderlo  por  un  año  de  las  funciones 
de  su  estado.  Hizo  D.  Pedro  que  secretamente  insinua- 
sen al  hijo  del  albañif  que  quitase  la  vida  al  matador  de 
su  padre:  así  lo  hizo;  le  prendieron   y  le  condenaron  á 
muerte;  pero  como  era  preciso  que  el  Rey  firmase  la  sen- 
tencia, preguntó  cuando  se  la  presentaron  cuál  era  la  pro- 
fesión del  reo,  y  respondiéndole  que  era  albañil,    «Está 
muy  bien— replicó:— yo  le  condeno  á  que  no  trabaje  por 
un  año  en  su  oficio  (2).» 

Esta  tradición  del  zapatero  y  el  prebendado  ha  sido  muy 
explotada  por  los  novelistas,  que  la  han  desfigurado  y 
complicado  á  su  antojo,  combinándola  también  con  otras 
tradiciones  (3). 

(i)  Europa  portuguesa.  Segunda  edición  carreta,  ilustrada 
Y  añadida  en  tantos  lugares  y  con  tales  ventajas  que  es  labor 
nueva.  Por  su  autor,  Manuel  Fariay  Sousa.  Tomo  II:  Lisboa, 

■  1679,  pág.  1S5.  .  ,  •     -   ■ 

(2)  Compendio  de  la  Historia  Universal,  ó  Pintura  histórica 
de  todas  las  naciones,  su  origen,  vicisitudes  y  progresos  hasta 
nuestros  días.  Obra  escrita  en  francés  por  Mr.  Anquetil,  miem- 
bro de  varias  Academias  literarias.  Traducida  por  el  P.  D. 
Francisco  Vá-.qiie^,  clérigo  de  San  Cayetano.  Tomo  XVII:  Ma- 
drid, 1807,  pág.  loi.  En  esta  traducción  la  parte  referente  á  Por- 
tugal es  añadida  por  D.  Pedro  Ascargorta. 

(■A  Así  sucede  err  El  castellano,  ó  el  Príncipe  Negro  en  Es- 
paña  de  D.  Telesforo  de  Trueba  y  Cosío,  y  en  Men  Rodrigue:; 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         313 

La  vieja  del  candilejo. — Es  ésta  una  antigua  tradición 
sevillana.  Va  unida  al  nombre  de  una  calle  y  á  un  busto 
del  Rey  D.  Pedro  que  en  ella  se  conserva.  Dice,  pues, 
Ortiz  de  Zúñiga:  «Proseguía  el  Rey  la  asistencia  en  Sevi- 
lla al  principio  del  año  i354,  y  en  él,  según  las  Memorias 
del  maestro  Medina  (O,  que  para  historia  que  pensaba 
escribir  de  esta  ciudad  tenía  recogidas  algunas  de  estos 
años,  le  sucedió  aquel  caso  que  atestigua  su  retrato  pues- 
to en  la  calle  que  llaman  El  Candilejo:  salía  solo  el  Rey 
de  noche,  y  en  una,  ó  por  vicio  de  su  rigor,  ó  por  acci- 
dente de  cuestión,  dio  muerte  violenta  á  un  hombre  tan 
sin  testigos,  que  tuvo  por  imposible  ser  conocido  por  agre- 
sor; hallóse  el  cadáver,  y  acudiendo  las  justicias  á  la  ave- 
riguación, examinando,  como  se  suele,  los  vecinos,  una 
anciana  que  vivía  cerca,  y  que  se  asomó  al  ruido  de  las 
espadas  con  un  candil  en  la_mano,  dijo  que  sin  duda  ha- 
bía hecho  aquella  muerte  el  Rey,  porque,  aunque  disfra- 
zado, lo  conoció  en  natural  ruido  que  al  andar  hacían 
las  canillas  de  sus  piernas,  cuya  deposición,  vista  por  el 
Rey,  mandó  hacer  merced  á  la  mujer;  y  que  como  se  sue- 
len poner  las  cabezas  de  los  delincuentes  donde  cometie- 
ron los  crímenes,  se  pusiese  en  aquél  la  suya  copiada  en 
piedra.  Así  se  ejecutó  y  permaneció  hasta  cerca  de  nues- 
tros tiempos,  que  la  ciudad  la  mandó  quitar,  y  ponef  en 
su  lugar,  én  un  nicho  decente,  un  bulto,  representación  del 
mismo  Rey,   como  se  ve,  quedando  á  aquella  calle   los 

de  Sanabria,  de  D.  Manuel  Fernández  y  González.  Zorrilla  hizo 
con  este  asunto  un  lindo  cuento  en  verso,  titulado  Justicias  del 
Rey  D.  Pedro.  Según  González  de  León,  la  tradición  sevillana 
verá  un  recuerdo  de  la  muerte  del  prebendado  en  la  cruz  que  ha- 
bía en  la  fuente  llamada  del  Pilar  del  Hierro.  (Noticia  histórica. 

del  origen  de  los  nombres  de  las  calles  de  Sevilla:  Sevilla,  1839, 
pág.  321.) 

(i)  Muñoz  y  Romero,  en  su  Diccionario  geográfico  y  biblio- 
gráfico, cita  una  Historia  urbis  /lisj^aleusis  nobiliumque  et  da- 
rorum  ejtisdeni  civium:  Aiictore  Petro  a  Medina,  que  no  cita  Ni- 
colás Antonio  ni  tenía  Salva.  El  autor  era  gran  matemático.  Pu- 
blicó varios  libros  de  náutica.  Era  sevillano,  y  en  Sevilla  murió. 


31^  JOSÉ    R.     LOMBA    Y    PEDRAJA 

nombres  del  Candilejo  y  La  Cabeza  del  Rey  D.  Pedro:  tes- 
timonio de  que,  aunque  se  ignoran  algunas  circunstancias 
del  hecho,  no  se  puede  dudar  su  certeza  (0.» 

D.  José  Gestoso  Pérez  habla  muy  largamente,  en  su 
libro  de  Curiosidades,  antiguallas  sevillanas,  etc.  (Sevilla, 
i885),  de  la  suerte  qué  cupo  á  la  primitiva  cabeza  de  Don 
Pedro,  que  el  mismo  Rey  hizo  poner  en  el  sitio  llam.ado 
del  Candilejo.  Según  el  Señor  Gestoso,  esta  cabeza  fué 
sustituida,  hacia  1618  ó  1620,  por  un  busto  que  no  guar- 
daba semejanza  ninguna  con  la  cabeza  primitiva  (2).  Apo- 

(i)     A«a./e5,  tomo  II,  pág.  136. 

(a)     El  autor  anónimo  de  un  manuscrito  de  la  Biblioteca  Co- 
lombina que  lleva  por  título  Algunas  noticias  que  hay  en  Sevilla 
del  Rey  D.  Pedro,  de  que  se  hace  memoria,  por  tradición,  en 
ella,  da  estas  noticias  acerca  de  la  primitiva  cabeza  de  D.  Pedro: 
«D.  Pedro  de  Pereda,  jurado  desta  ciudad,  cuyas  eran  las  casas 
donde  está  puesta  la  cabeza,  que  las  heredó  del  jurado  Pereda  su 
padre,  y  en  ellas  sucedieron  los  hijos  del  dicho  D.  Juan  de  Pereda, 
me  dijo:  que  amenazando  ruina  la  pared  de  la  casa  donde  estaba 
puesta  la  cabeza,  y  siendo  necesario  el  reedificarla,  su  padre,  como 
jurado  desta  ciudad,  dio  cuenta  de  la  obra  que  se  había  de  hacer 
en  el  Cabildo,  para  que,  por  su  acuerdo,  se  mandase  lo  que  se 
había  de  ejecutar.  Y  la  ciudad  acordó  que  se  hiciese  una  efigie  de 
piedra  que  representase  la  persona  del  Rey  D.  Pedro,  en  traje  e 
insignias  reales,  y  quese  pusiesen  las  armas  de  Castilla  y  León  en 
un  escudo,  á  costa  de  la  ciudad,  y  se  colocase  en  un  nicho,  en  el 
mesmo  sitio  donde  la  cabeza  estaba,  porque  esta  memoria  no  sa 
perdiese,  y  se  puso  en  ejecución  lo  que  la  ciudad  mandó,  colocan- 
do en  un  nicho  el  bulto  del  Rey  de  medio  cuerpo,  como  hoy  se 
ve.  Y  asi  mesmo  me   refirió  que,  siendo  él   muchacho,  vio  que 
aquel  eruditísimo  Príncipe,  el  Excmo.  Sr.  D.  Fernando  Enriquez 
de  Rivera,  Duque  de  Alcalá,  llegó  un  dia  á  su  casa  buscando  á  su 
padre,  á  quien  preguntó:  qué  se  habia  hecho  aquella  antigua,  ca- 
beza que  allí  estaba;  y  el  padre  le  respondió  que  en  algún  rincón 
de  la  casa  estarla,  y  la  hizo  luego  buscar,  y  la  hallaron  en  un  só- 
tano, de  donde  se  sacó  y  la  dio  al  Duque,  que  la  recibió  con  mu- 
cha estimación  y  le  dio  los  agradecimientos  por  el  hallazgo;  y  la 
puso  en  su  coche  y  se  la  llevó;  y  que  decia  el  Duque:  que  tema 
aquella  cabeza  por  verdadera  efigie  del  Rey  D.  Pedro  ó  muy  pa- 
recida. Y  repitiendo  las  señas  de  la  cabeza,  decia  que  era  de  barro 
cocida  y  pintada,  con  el  pelo  corto,  que  solo  le  cubría  el  cuello. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         315 

ya  esta  opinión  en  varios  testimonios  que  discretamente 
aduce,  concordándolos  entre  sí. 

La  tradición  de  la  vieja  del  candilejo  presenta,  sin  du- 
da, más  caracteres  de  antigüedad  que  otra  alguna  de  las 
que  se  refieren  á  D.  Pedro.  Merimée  la  concede  cierto 
valor  histórico  (>).  No  niego  yo  que  pueda  tenerle;  mas  ¿no 
pudo  ser  también  que  la  existencia  de  una  cabeza  cualquie- 
ra, puesta  sabe  Dios  por  quién,  para  adorno,  ó  por  re- 
cuerdo, 6  como  muestra  del  taller  de  algún  escultor,  etc., 
viniese,  andando  los  tiempos,  á  dar  origen  á  la  leyenda? 
De  casos  parecidos  á  éste  podrá  el  lector  hallar  un  reper- 
torio en  el  libro  de  Comparetti,  Virgilio  nel  medio  evo,  y 
en  el  de  Arturo  Graf,  Roma  nella  memoria  e  nelle  immagi- 
nazioni  del  medio  evo.  En  Sevilla  es  D.  Pedro  lo  que  Vir- 
gilio en  Ñapóles.  A  aquellos  monumentos  cuyo  sentido  se 
ha  perdido  en  el  transcurso  del  tiempo,  el  pueblo  sevilla- 
no se  le  halla  buenamente,  sin  más  que  evocar  la  memo- 
ria del  Rey  Cruel,  que  le  es  ya  familiar.  Un  cicerone  en- 
señaba en  cierta  ocasión  el  Alcázar  á  un  distinguido  poe- 
ta, amigo  mío.  Halláronse  con  una  pintura  que  represen- 
ta á  Hércules,  desnudo,  luchando  con  los  dragones  de  He- 
ra.  El  cicerone  comenzó  su  explicación,  diciendo:  «El  Rey 


cortado  alrededor  y  cercenado  por  la  frente,  como  entonces  se 
usaba;  sin  bigotes  ni  barbas;  el  rostro  algo  abultado,  y  en  la  cibe- 
za  un  bonete  redondo,  traje  de  aquel  tiempo,  y  que  asistiendo  á 
su  padre  aquel  dia  vio  lo  que  referia.  Esta  cabeza  (sin  duda)  puso 
el  Duque  en  su  librería  ó  en  otra  parte  de  su  casa,  que  enriqueció 
con  muchas  memorias  y  piedras  y  estatuas  antiguas,  y  por  el  poco 
cuidado  de  los  alcaides  de  su  palacio  y  falta  de  estimación  y  apre- 
cio de  las  cosas  deste  género,  se  han  desparecido  muchiis  antigua- 
llas que  se  guardaban  en  la  pieza  que  tenia  destinada  el  Duque 
para  los  libros,  ó  puestas  en  diferentes  sitios  de  su  casa,  entre  las 
cuales  padeció  ésta  el  propio  naufragio.»  (Gcstoso  Pérez,  loe.  cit.) 
Véase  también  Cuatro  sevillanos  que  no  beben  vino,  artículo  pu- 
blicado por  el  Sr.  Gestoro,  en  El  Balmarte,  periódico  de  Sevilla, 
en  los  días  17,  lü  y  19  de  Diciembre  de  1890. 

(i)    Histoire  de  Don  Pedre  I,  Roi  de  Castille:  París,  1874, 
pág.  123. 


,j5  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

D    Pedro  era  muy  aficionado  á  cazar  serpientes (>).» 

La  tradición  de  la  vieja  del  candilejo   aparece  por  pri- 
mera vez  en  el   teatro  en  la  comedia  El  montañés  Juan 
Pascual,  de  Hoz  y  Mota.  El  zapatero,  homicida  del  orga- 
nista  al  cual  Juan  Pascual  pone  en  salvo,  quiere  salvar  a 
su  vez  la  honra  de  su  protector.  D.  Pedro,  enamorado  de 
la  hija  de  su  asistente,  va  á  entrar  furtivamente  en  la  casa 
donde,  á  la  sazón,  se  halla  aquella  sola.  El  zapatero,  con 
la  obscuridad,  no  conoce  al   Rey:  cree  que  es  un  hidalgo 
cualquiera,  y,  sospechando  de  su  intento,  le  sale  al  paso. 
Riñen  ambos,  y  cae  el  zapatero.    Al  ruido  de  las  espadas 
sale  una  vieja  á  una  ventana,  y  alcanza  á  ver  á  D.  Pedro 
que  se  retira.  Conócele  por  el  sonido  de  las  choquezuelas. 
Juan  Pascual  se  apodera  de  la  vieja  y  la  hace  confesar  que 
el  matador  del  zapatero  fué  nada  menos  que  el  Rey.  El 
asistente  se  alaba  en  presencia  de  D.  Pedro  de  que  su 
justicia  todo  lo  indaga  y  sabe.  Provócale  D.  Pedro  á  que 
castigue  al  homicida  del  zapatero.  Juan  Pascual,  lleván- 
.    dolé  al  sitio   donde  ocurrió   la   muerte,  preséntale  en   un 
nicho  un  busto  labrado  en  piedra,  que  es  la  propia  imagen 
del  Rey.  En  la  ventana  á  que  se  asomó  la  vieja  aparece 
colgado  un  candil.  D.  Pedro  determina  que  la  calle  se  lla- 

fi)  Véase  también  el  siguiente  relato  de  Fernán  Caballero  ex- 
plieándo  el  origen  de  unas  calaveras  y  una  pequeña  escultura  que 
«stán  en  el  Alcázar,  en  el  llamado  dormitorio  de  D.  Pedro:  _ 

«Cuéntase  que,  escuchando  un  día  el  Rey  una  deliberación  en- 
tablada en  la  Sala  de  Justicia  por  cuatro  jueces  que  acababan  de 
oir  la  relación  de  cierta  causa,  vino  en  conocimiento  de  que  tra- 
taban de  torcer  la  ley  del  lado  de  la  dádiva  y  del  modo  de  repar- 
tirse las  que,  en  premio  de  su  infamia,  les  habían  sido  ofrecidas. 
Presentóse  el  Monarca  indignado  ante  ellos,  y  haciéndoles  cortar 
acto  continuo  las  .cabezas,  dispuso  colocarlas  para  eterno  escar- 
miento en  el  sitio  donde  hoy  se  ven  las  calaveras  (en  la  pared  de 
la  pieza  que  le  servía  de  dormitorio).  Andando  el  tiempo  fueron 
quitadas  de  allí  las  cabezas  y  sustituidas  por  las  calaveras  y  la  figu- 
ra  que  parece  llamar  la  atención  hacia  ellas,  como  indicando  el 
fin  reservado  por  la  justicia  del  Rey  á  los  jueces  prevaricadores.. 
.   (Fernán  Caballero,  El  Alcázar  de  Sevilla.) 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         317 

me  del  Candilejo,  y  ordena  que  en  el  nicho  se  ponga  una 
cabeza  de  piedra  para  perpetua  memoria. 

La  vieja  del  candilejo,  de  tres  autores,  funda  en  esta  con- 
seja todo  su  argumento;  mas  no  tanto  se  inspiró  en  la 
comedia  de  Hoz  y  Mota,  como  en  el  romance  del  Duque 
de  Rivas,  Una  antigualla  de  Sevilla.  No  ofrece  particula- 
ridad digna  de  especial  mención  (O. 


JII 


D.    PEDRO    EN    GALICIA 

El  canciller  Pero  López  de  Ayala  refiere  en  su  Crónica. 
(año  XVII,  cap.  XII)  la  muerte  del  Arzobispo  de  San- 
tiago en  esta  forma:  «El  Rey  D.  Pedro  partió  luego  de 
Monterrey  e  fué  tener  el  Sant  Juan  á  la  cibdad  de  Santia- 
go; e  el  Arzobispo  de  Santiago,  que  decian  D.  Suero,  na- 
tural de  Toledo,  nieto  de  D.  Diego  Garcia  de  Toledo  e  de 
D.  Ferrand  Gómez  de  Toledo,  vino  y  á  él,  e  traxo  dos- 
cientos de  caballo:  e  desque  vio  al  Rey,  e  fabló  con  él^ 
tornóse  para  la  Rocha,  que  es  un  castillo  llano,  muy  cer- 


(i)  Trataron  también  este  asunto:  Juan  Arelas,  en  su  romance 
El  Rey  y  el  Alcalde,  calcado  en  parte  sobre  el  ya  citado  del  Du- 
que de  Rivas;  López  Soler,  en  El  primogénito  de  Alburquerque, 
y  Fernández  y  González  en  Men  Rodrigue^  de  Sanabria.  Estos 
últimos  le  alargaron  y  le  complicaron  hasta  desfigurarle.  Quevedo 
se  refirió  á  esta  conseja  enaquel  romance  que  dice: 

«Pues  Don  Pedro  de  Castilla, 
tan  valiente  y  tan  severo, 
¿qué  hizo  sino  castigos, 
y  qué  dio  sino  escarmientos? 
Quieta  y  próspera  Sevilla, 
pudo  alabar  su  gobierno, 
y  su  justicia  las  piedras 
que  están  en  el  Candilejo.» 


,jg  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

ca  de  Santiago.  E  fabló  el  Rey  ese  dia  con  Ferrando  de 
Castro,  que  queria  prender  al  Arzobispo  e  tomarle  las  for- 
talezas: e  Matheos   Ferrandez  e  Juan  Diente  fueron  en 
esta  fabla:  e  Suer  Yañez  de  Parada,  un  caballero  de  Ga- 
licia que  queria  mal  al  Arzobispo,  fué  en  este  consejo,  e 
todos  estos  consejaron  al  Rey  que  le  matase.  E  el  día  de 
Sant  Pedro,  después  de  Sant  Juan,  vino  el  Arzobispo  de 
la  Rocha,  en  la  tarde,  á  ver  al  Rey  á  Santiago,  ca  envia-, 
i-a  el  Rey  por  él  que  viniese  á  consejo  que  quería  aver 
con  él,  e  con  D.  Ferrando  de  Castro,  e  con  los  otros  que 
y  eran'.  E  mandó  el  Rey  á  Ferrand  Pérez  Churrichao  e  a 
Gonzalo  Gómez  Gallinato,  dos  caballeros  de  Galicia  que 
querían  mal  al  Arzobispo,  que   le   estuviesen   esperando 
con  veinte  de  caballo  á  la  puerta  de  la  cibdad,  e  que  le 
matasen:  e  ellos  ficiéronlo  así.  E  pusiéronse  á  las  puertas 
<ae  unas  posadas,  que  eran  cerca  por  do  el  Arzobispo  avia 
de  venir:  e  en  viniendo  el  Arzobispo,  e  entrando  por  la 
cibdad,  fué  luego  muerto  ese  dia  á  la  puerta  de  la  iglesia 
de  Santiago,  e  matáronle  el  dicho  Ferrand  Pérez  Churrí- 
chao  e  los  otros  que  eran  con  él.  Otrosí  mataron  ese  día 
luego  y  al  Dean  de  Santiago,  que  decian  Pero  Alvarez, 
orne  muy  letrado,  natural  de  Toledo,  e  allí  finó  delante  el 
altar  de  Santiago.  E  el  Rey  estaba  ese  dia  encima  de  la 
iglesia,  donde  veia  todo  esto:   e  tomó  al  Arzobispo  todo 
quanto  avia  en  la  Ruchela,  e  tomóle  todas  las  fortalezas, 
c  mandolas  entregar  á  D.  Ferrando  de  Castro,»  etc.  (0. 

La  memoría  del  Arzobispo  D.  Suero  Gómez,  así  como 
Ja  del  Deán  Pero  Alvarez,  pasaron  á  la  posteridad  sin 
•mancha.  La  tradición  que  los  infamó  es  muy  moderna: 
probablemente  del  siglo  pasado.  Es  también  muy  incierta 
y  contradictoria.  Las  diferentes  versiones  que  de  ella  co- 
rren vienen  á  convenir  en  un  punto  esencial,  es  á  saber: 
«n  que  entre  el  Arzobispo  y  su  matador,  Fernán  Pérez  Chu- 

(i)  En  la  Abrenada.de\  mismo  Ayala  se  refiere  la  muerte  de 
O.  Suero  con  colores  todavía  más  negros  y  terribles.  {Vid.  la  no- 
ta 3  de  Llaguno  á  la  pág.  418.) 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         319 

rruchao  (i),  existían  agravios  por  cuestiones  de  mujeres. 
«Los  detalles  de  este  suceso — dice  D.  Antonio  Neira  de 
Mosquera,— son  tan  diversos  como  contradictorios.  El  lu- 
gar de  la  catástrofe  varía  según  el  antojo  de  los  historia- 
dores y  los  diferentes  comentarios  de  la  tradición.  Una 
canción  popular  de  dudoso  origen,  y  menos  antigua  que 
el  hecho  de  que  hace  mención,  dice: 

«En  la  calle  de  la  Balconada 
mataron  á  un  Arzobispo 
por  celos  de  una  madama.» 

El  refrán  vaiíe  á  misa  en  Conxo  prueba  que,  cerradas  las 
iglesias  de  la  Catedral  hasta  la  purificación  de  la  Metró- 
poli, tenían  los  compostelanos  que  cumplir  con  los  Oficios 
divinos  extramuros  de  la  población. 

A  consecuencia  de  este  atentado,  los  Churruchaos,  si 
hemos  de  dar  crédito  á  la  tradición,  se  refugiaron  en  el 
palacio  que  tenían  en  la  ciudad  de  Pontevedra. 


(i)  «Por  las  noticias  que  hemos  presentado  á  nuestros  lectores 
se  echa  de  ver  que  no  están  acordes  los  autores  que  refirieron  la 
jnuerte  de  D.  Suero  de  Toledo  (Ayala,  Crónica;  el  P.  Gándara, 
Armas  y  triunfos  de  Galicia;  Molina,  Blasón  de  Galicia]  con 
respecto  al  apellido  de  la  familia  de  los  Torrechanos  ó  Churru- 
chaos. A  pesar  de  que  Gándara  llama  Gómez  al  anciano  Churru- 
chao,  y  Molina  lo  distingue  por  el  apellido  Deza,  nosotros  cree- 
mos que,  siendo  esta  familia  señora  de  muchas  torres  y  jurisdic- 
ciones, así  como  favorecida  por  entronques  linajudos,  llevó  mu- 
chas veces  los  títulos  de  unos  y  otros,  llamándose  á  la  vez  Camba 
Mesía  y  Deza,  por  los  señoríos  y  castillos  que  tenían  en  las  tierras 
del  mismo  nombre.  En  la  jurisdicción  de  Camba  y  Rodeiro  po- 
seían una  fortaleza  respetable,  si  hemos  de  dar  crédito  á  un  ma- 
nuscrito  curioso  que  tenemos  á  la  vista.  En  Mesía  aún  se  conser- 
van las  ruinas  de  una  torre  ion  una  inscripción  gótica,  donde  se 
lee  Pedro  Mesía  y  el  año  de  su  fundación.  En  Deza  también  he- 
mos tenido  ocasión  de  ver  otra  fortaleza  perteneciente  á  la  familia 
de  los  Churruchaos ,  (Neira  de  Mosquera,  El  palacio  de  los  To- 
rrechanos, vulgo  Churruchaos,  artículo  publicado  en  El  Sema- 
nario Pintoresco,  año  1847,  pág.  289.J 


JOSÉ    R.    LOMBA.   Y    PEDRAJA. 

En  la  actualidad,  el  palacio  de  los  Chunuchacs,  en 
Pontevedra,  no  es  más  que  un  monumento  artístico..  ..  La 
tradición  se  apoderó  de  la  soledad  de  sus  galerías  y  lo  rui- 
noso de  sus  torres,  y  cree  que  vaga  errante  el  a  ma  de 
Churruchao  por  sus  bóvedas,  y  que,  al  través  de  los  hie- 
rros de  la  más  lóbrega  azotea,  se  escuchan  los  gemidos  de 
su  hermana  Estrella,  sacrificada  á  la  voluntariosa  resolu- 
ción del  Prelado  de  Santiago,  hermano  del  Alcaide  de  To- 
ledo (')•»  .        ,.       .,     ,  • 

El  mismo  Neira  de  Mosquera,  en  su  investigación  his- 
térico-arqueológica sobre  el  CasHllo  de  la  Rocha  (nota  5.  ), 
copia  gran  parte  de  un  documento  en  el  cual  se  toca  este 
asunto,  bien  que  muy  á  la  ligera.  Sin  duda  alguna  es  muy 
moderno  este  documento,  aunque  piense  otra  cosa  Neira. 
Lleva  por  título  ó  epígrafe:  De  la  nobleza  de  la  casa  de  Cam- 
ba y  sus  pnncpiosy  fundación  del  castillo  C astro-Candad, 
Jde  se  lee  un  pnvilegio  de  D.   Pelayo  a  Lupo  Cachero 
progenUor  de  esta  familia.  Luego  dice  asi:  «Ll  Castro-Can- 
dad  está  á  una  legua  de  Chantada,  y  es  ahora  casa  sin  ti- 
tulo la  más  principal  de  Galicia.  Há  más  de  quinientos  anos 
que  emparentaron  con  los  Suárez  de  Deza    que  1  amaron 
Churrichau.  En  este  tiempo  ha  muerto   al  Arzobispo  de 
Santiago  una  señora  y  matrona  valerosísima    la  primera 
Marquesa  de  Camba  y  Rodeiro.  que  casó  con  Alonso  Suá- 
rez  de  Deza,  señalado  caballero  del  tiempo  de  Alfonso  XI. 
como  refiere  la  historia D.  Suero  había  muer  o  á  Alon- 
so Suárez  de  Deza,  y  la  señora  Marquesa  matóle   y  des- 
pués el  Arzobispo  D.  Lope  de  Mendoza,  por  mal  trato  y 
uránicamente  mató  á  Lope  Hernando  y  Alonso  de  Cam- 
ba  nietos  del  dicho  Alonso  Suárez  de  Deza... 

ks  muy  de  creer  que  toda  esta  patraña  que  se  refiere 
del  Arzobispo  D.  Suero,  haya  nacido  de  una  confusión 
según  sospechó  en  el  siglo  pasado  el  P.  Sarmiento.   «En 
Galicia  hay  la  voz-dice  con  mucha  gracia  el  Padre  be- 
nedictinoide  que  el  dicho  Arzobispo  tenía  no  se  queha- 


(>) 


Elj>alacio  de  los  Torrechanos,  vulgo  Churruchaos. 


EL  REY  D.    PEDRO  EN  EL  TEATRO  321 

bilidades,  y,  por  lo  que  sucedió  al  Deán,  tendría  las  mis- 
mas. No  es  inverosímil  que  de  la  evidente  muerte  de  Don 
Suero  y  de  la  cierta  incontinencia  del  Arzobispo  D.  Ro- 
drigo de  Luna,  se  forjara  fuera  de  Galicia  esta  tradición 

etc.,  etc. » 

D.  Rodrigo  de  Luna,  en  efecto,  ha  tenido  sobre  sí,  du- 
rante muchos  siglos,  una  grave  acusación  de  incontinen- 
cia. El  P.  Mariana,  que  tomó  la  noticia  de  Alfonso  de  Fa- 
lencia, es  el  que  la  ha  propagado  por  toda  España.  Dice 
así:  «Se  halla  que  por  este  tiempo  D.  Rodrigo  de  Luna, 
Arzobispo  de  Santiago,  de  las  mismas  bodas  y  fiestas  arre- 
bató una  moza  que  se  velaba  para  usar  della  mal:  grande 
maldad  y  causa  de  alborotarse  los  naturales,  debajo  la  con- 
ducta de  D.  Luis  Osorio,  hijo  del  Conde  de  Trastamara. 
En  enmienda  de  caso  tan  atroz,  despojaron  á  aquel  hom- 
bre facineroso  y  malvado  de  su  silla  y  de  todos  sus  bienes. 
Su  fin  fué  conforme  á  su  vida  y  á  sus  pasos.  Lo  que  le 
quedó  de  la  vida  pasó  en  pobreza  y  torpezas,  aborrecido 
de  todos  por  sus  vicios,  y  infame  por  aquel  exceso  tan 
feo  (0.» 

El  trágico  suceso  de  la  muerte  del  Arzobispo  D.  Suero 
Gómez  fué  el  que  eligió  D.  José  de  Rúa  y  Figueroa  para 
su  drama  Ferrán  Pérez  Churriwhao  y  el  Arzobispo  Don 
Suero.  Por  lo  que  hace  á  D.  Pedro,  no  tuvo  este  autor 
más  fuente  de  información  que  la  Crónica  del  canciller 
mayor  de  Castilla;  pero  aceptó  la  tradición  popular  que 
calumniaba  la  memoria  de  aquel  buen  Prelado  composte- 
lano.  Supuso,  pues,  que  éste  había  violado  á  una  herma- 


(i)     Historia  de  España,  lib.  XXII,  cap.  XX. 

D.  Antonio  López  Ferreiro.  en  su  estudio  sobre  D.  Rodrigo  de 
Luna  (Santiago,  imp.  de  José  M.  Paredes,  1884),  ha  demostrado 
que  el  famoso  Arzobispo  ni  fué  elegido  tan  joven  como  se  ha  di- 
cho, ni  la  sublevación  de  sus  vasallos  fué  por  otra  causa  que  por 
cuestiones  políticas,  ni  murió  pobre,  despojado  y  en  malos  pasos, 
sino  al  frente  de  sus  huestes,  preparándose  para  combatir  con  los 
rebeldes.  Prueba  L.  Ferreiro  que  el  Arzobispo  fué  piadoso,  celoso 
del  culto  y  del  bien  de  sus  vasallos. 


JOSÉ   R.    LOMBA   Y    PEORAJA 

na  de  Fernán  Pérez  Churruchao.  Supuso  también  que  la 
muerte  del  Arzobispo  tuvo  lugar  durante  la  procesión  del 
Corpus  Chnsii.  En  esto  siguió  tal  vez  á  Amaro  González 
el  cual,  hablando  de  los  Arzobispos  de  Santiago,  dice:  «El 
vigésimo  tercio  fué  D.  Suero,  al  cual  mataron  los  Chu- 

vrurianos,  los  cuales  eran  ciudadanos un  bando  en    a 

ciudad  de  Santiago  de  gente  rica  é  indómita;  y  según  lo 
oí  decir,  yendo  este  Prelado  un  día  de  fiesta  en  la  proce- 
sión, se  juntaron  todos  de  mano  armada,  y  de  acuerdo  y 
consejo,  le  mataron.  Otros  dijeron  que  le  ahorcaron^con 
la  cuerda  del  incensario;  pero  debió  ser  muerto  a  puñala- 
das. Como  fuese,  fué  un  caso  atroz  y  grave  (0.» 

Sobre  la  muerte  del  Arzobispo  D.  Suero  por  orden  de 
D  Pedro  el  Cruel,  D.  Antonio  Neira  de  Mosquera  com- 
puso una  que  llamó  leyenda  histórica,  intitulada  Do»  Sue- 
ro de  Toledo  {2),  y  una  novela.  La  Marquesa  de  Camba  (3). 

IV 

CRÍMENES    DE   D.    PEDRO-PRESAGIOS    SOBRE 
SU    MUERTE MONTIEL 

Quédanos  por  examinar  la  fase  más  dramática  de  la 
levenda  de  D.  Pedro.  Este  insano  Monarca,  rodeado  de 
asechanzas,  cargado  de  crímenes,  rojo  en  la  sangre  de  su 
propia  familia,  acosado  por  las  sombras  de  sus  victimas 
y  perseguido,  en  fin,  por  presagios  sobrenaturales,  va  á 
sucumbir  combatiendo  con  su  destino.  Su  figura  crece 
según  se  acerca  á  Mont.el.  El  canciller  Pero  López  de 
Ayala,  en  su  gran  sentido  estético,  no  había  querido  que 

(O     Amaro  González,  Epsío/o/ogro. 

L      Fué  publicada  en  las  MU  y  una  noches  españolas    Colee 
ciS de  lerendas,  hechos  históricos,  cuentos  tradtctonales y  cos- 
Z^!%uia;es:  Madnd,  ,™p.  de  P  Mado.  y  L.  Sagasn.  1845. 
Tomo  1  (único  que  llegó  á  darse  al  publico). 

(3)     Madrid,  imp.  de  Vicente  Lalama,  1645. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         323 

faltase  á  su  Crónica  cierto  elemento  misterioso  y  fatídi- 
co. Salpicóla  oportunamente  de  portentos  y  profecías.  Ún 
influjo  maligno  de  las  estrellas  parece  que  se  cernía  so- 
bre la  cabeza  del  tirano  desatentado.  Caminaba  éste  á 
su  ruina  y  á  la  de  sus  reinos,  sin  querer  oir  la  voz  de  la 
Tazón  ni  los  avisos  del  Cielo,  cada  vez  más  obcecado  y 
más  impenitente.  Y  no  era  sólo  Ayala:  la  Cuarta  Crónica 
general  y  el  Sumario  del  Despensero  hablaban  también  de 
horóscopos  y  presagios  fatales.  Las  Memorias  de  D.  Pe- 
dro IV  de  Aragón  consideraban  que  pesaba  sobre  el  Rey 
castellano  un  horrendo  pecado  de  soberbia,  cometido  por 
uno  de  sus  predecesores  (0.  Todos,  en  ñn,  estaban  de 
acuerdo  en  que  ni  tan  sangrientos  excesos  ni  tan  misera- 


(i)     «Permitió  Dios,  según  hemos   oído  referir  por   personas 
fidedignas,  que  hubiese   en  Castilla  un  Rey  llamado   Fernando, 
■Rey  malvado,  indigno  y  mal  nacido,  el  cual  hablando  y  repren- 
diendo, muchas  veces  decía  que,  si  él  hubiese  estado  en  el  mundo 
cuando  Dios  lo  crió^  y  éste  le  hubiese  creído,  muchas  cosas  de  las 
que  hizo  y  crió  no  las  hubiese  criado;  y  por  el  contrario,  que  él 
hubiese  criado  cosas  que  Dios  no  criara;  y  tales  pensamientos  ocu- 
paban de  continúo  su  imaginación,  de  manera  que  muy  á  menu- 
do hablaba  de  lo  mismo.  Por  tales  cosas,   pues,   viendo  nuestro 
Sefior  Dios  la  loca  y  mala  opinión  que  dominaba  á  dicho  Rey,  en- 
vióle por  la  noche  una  voz  que  le  dijo  las  siguientes  palabras:  «Ya 
que  has  censurado  la  sabiduría  de  Dios,  de  aquí  á  veinte  días  mo- 
rirás, y  en  la  cuarta  generación  acabará  tu  reinado.»  Tales  pala- 
bras enviólas  también  Dios  á  decir  aquella  misma  noche  y  hora  á 
un  santo  varón  de  la  Orden  de  frailes  predicadores  que  había  en 
el  Monasterio  de  Burgos,  el  cual  las  denunció  en  seguida  al  her- 
mano de  dicho  Rey  de  Castilla,  que  á  la  sazón  se  hallaba  en  aque- 
lla ciudad;  y  puestos  ambos  de  acuerdo,  fueron  á  ver  á  dicho  Rey 
.  para  decirle  lo  que  al  tal  fraile  se  le  había  dicho  de  parte  de  Dios. 
Dijéronselo,  pues,  en  secreto,  y  á  ello  contestó  el  citado  Rey  que 
era  muy  cierto  que  aquella  misma  noche  había  oído  la  voz  que  le 
hablaba  de  parte  de  Dios.  Y  en  efecto,  así  como  Dios  lo  había  di- 
cho y  mantftido,  el  referido  Rey  acabó  sus  días,  y  en  la  cuarta  ge- 
neración acabó  también  su  reinado,   porque  el  que  reinó  en  tal 
época,  que  se  llamaba  el  Rey  D.  Pedro,  siempre  obró  ma\.t  (Cró- 
nica del  Rey  de  Aragón  D.  Pedro  IV traducida  al  castellano 

rpor  Antonio  de  Bofarull;  Barcelona,  1850,  cap.  VI,  pág.  323.) 


.  JOSÉ    R.    LOMBA   Y    PEDRAJA 

ble  muerte  como  fueron  los  de  D.  Pedro,  podían  aconte- 
cer sobre  el  mundo  sin  alguna  misteriosa  y  terrible  causa. 
Los  autores  dramáticos  explotaron  materia  tan  adecua- 
da á  la  naturaleza  del  género  literario  que  cultivaban. 
Aquéllos  que  tratan  á  D.  Pedro  con  más  benevolencia,  no 
por  eso  rehuyen  hablar  de  sus  crímenes,  ni  perseguirle 
con  visiones,  ni  amenazarle  con  la  venganza  del  Cielo. 
Era  éste  un  aspecto  tradicional  de  la  figura  del  Rey.  Ha- 
bía en  ella  algo  de  amable  y  algo  de  siniestro.  No  perdía 
la  poesía,  antes  ganaba  con  esta  contradicción  aparente. 
La  persona  de  D.  Pedro  crecía  en  grandeza  y  en  interés; 
teñíase  su  frente  de  tristeza.  El  pueblo  le  adoraba,  no 
obstante  sus  desafueros,  porque  en  medio  de  ellos    y  en 
lucha  con  los  hombres  y  con  la  influencia  fatal  de  los  as- 
tros, era  valiente  y  estaba  solo,  y  se  jugaba  la  cabeza  y  la 

^^  Lot  medios  que  utilizó  el  teatro  para  pronosticar  á  Don 
Pedro  su  caída,  pueden   clasificarse   en   tres  grupos:  los 
simples  presagios,  fundados  en  la  interpretación  supersti- 
ciosa de  un  suceso  indiferente;  los  vaticinios  puestos  en 
boca  de  amigos  ó  enemigos,  de  algún  sabio,  de  algún  mo- 
ro ó  de  alguna  de  las  víctimas  del  Rey;  finalmente,  los 
portentos  y  apariciones,  en  que  toma  el  Cielo  una  parte 
directa    De  todas  estas  clases  de  pronósticos  había  ejem- 
plos en  Ayala.  En  unos  le  siguió  el  teatro  y  en  otros  no. 
En  El  médico  de  su  honra,  de  Lope,  D.  Pedro,  en  un 
arrebato  de  cólera,  quiere  dar  con  la  daga  á  D.  Enrique. 
Hiérese  á  sí  mismo,  y  lo  toma  á  mal  presagio. 

«No  sé  qué  agüero  he  tenido 
de  ver  que  insuumento  ha  sido 
Enrique  de  haber  así 
mi  sangre  yo  derramado,»  etc. 

(Acio  3») 

Calderón,  en  la  refundición  que  escribió  ¿^  esta  come- 
dia, no  hizo  sino  acentuar  más  el  espanto  del  Rey.  El 
mi  mo  Lope,  en  las  Audicnaas  del  Rey  Don  Pedro,  pre- 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         325 

senta  al  Rey  preocupado  á  causa  de  un  sueño.  Laurencia 
viene  á  poner  á  sus  pies  un  puñal  con  que  ha  tomado  sa- 
tisfacción su  propio  honor  mancillado.  Dice  D.  Pedro: 

cEste  es  el  puñal  cruel 
que  en  sueños  anoche  vi: 
de  Enrique  el  golpe  temí 
en  la  fuerza  de  Montiel.» 


(Aero  3.») 


En  La  carbonera  dice  Laurencio: 


fConozco  bien  las  maldades 
del  Rey  y  lo  que  aborrece 
los  generosos  Guzmanes, 
que  liay  pronóstico  en  Castilla 
que  dice  que  kan  de  heredarle.-» 

(Aero  1.0) 

Constanza,  indignada  contra  el  Rey  á  causa  de  haber 
•éste  desterrado  á  su  amante,  maldícele  en  esta  forma  se- 
mi-profética  (El  diablo  está  en  Cautillana,  acto  2."): 

«Plegué  á  Dios,  rey,  que  te  dé 

muerte  un  villano,  un  alarbe, 

y  cuando  falte  un  Bellido 

que  Don  Enrique  te  mate.  ' 

Plegué  á  Dios  que  no  te  herede 

tu  hijo,  y  entre  tu  sangre 

revuelto  tu  cuerpo  veas 

y  como  villano  acabes.» 

D.  Fadrique,  en  La  Puerta  Macarena  (primera  parte), 
■de  Pérez  de  Montalbán,  predice  á  D.  Pedro,  al  tiempo  de 
morir,  que  D.  Enrique  le  vengará: 

Fadrique.      El  cielo  ha  de  tomar 
satisfacción  del  rigor 
que  usas  conmigo  inhumano: 
que  ha  de  matarte  un  hermano 
y  heredarte. 


-26  JOSÉ    R.    LOMBA   Y   PEDRAJA 

La  muerte  de  Don  Fadrique 

maestre  de  Santiago, 

remite  el  Cielo  al  estrago 

que  en  tí  ha  de  hacer  Don  Enrique. 

(Acto  a-") 

Guido,  Legado  del  Pontífice,  en  un  transporte  de  su 
dolor  por  la  muerte  de  Doña  Blanca,  profetiza  á  D.  Pedro 
su  desastrada  muerte.  (Solís,  Blama  de  Borbón,  acto  5.«> 
En  La  niña  de  Plata,  de  Lope,  es  el  moro  Zulema,  Em- 
bajador del  Rey  de  Granada,  el  que  se  la  profetiza  á  Don 
Enrique: 


ZtlLEMA. 


Tú  has  de  hacer  por  Francia 
dos  jornadas  peligrosas 
huyendo  del  Rey  tu  hermano. 

A  Doña  Leonor  tu  madre 
ha  de  matar. 

¿Estás  loco? 

Tú  lo  verás  cuando  muera 
tu  hermano  el  Maestre. 

Para, 

para,  astrólogo  cruel; 
para  esas  locas  mentiras. 
Enrique,  ¿desto  te  admiras? 
Pues  tú  has  de  matarle  á  él. 
¡Yo  á  Pedro! 

Y  has  de  quedar 
Rey  pacífico  en  Castilla. 
¡Sueñas! 

¿Qué  te  maravilla? 
Sus  hijos  no  han  de  heredar, 
que  han  de  morir  en  prisión. 

(Acto  2.°) 


Profetizan,  en  fin,  la  tragedia  deMontiel  dos  astrólogos 
(El  montañés  Juan  Pascual,  acto  3.°),  una  maga  (Espron- 
ceda,  Blanca,  acto  3.")  y  el  sabio  Ben-Hagatin  (El  zapa- 
tero y  el  Rey,  segunda  parte,  acto  3.°)  Este  último  lo  hace 
de  una  manera  confusa  y  enigmática: 


ENFlQtJE. 
Ztn.EMA. 

Enrique. 

Zulema» 

Enrique. 
Zulema. 

Enrique. 
Zulema. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO        327 


Ben-Hagatín.  Ved:  en  ese  pergamino, 
de  los  astros  está  escrita 
la  razón. 


Rey.  Por  alrededor  de  Castro 

que  he  de  morir,  dice  un  astro, 
y  otro  dice  que  en  la  selva  (i). 

Los  prodigios  y  apariciones  proféticos  son  varios.  La 
estatua  de  D.  Fadrique,  tallada  en  piedra  y  puesta  sobre 
el  sepulcro  del  Maestre,  saca  la  espada  de  la  vaina  hasta 
la  mitad,  cuando  D.  Pedro  se  dispone  á  firmar  la  senten- 
cia  de  muerte  contra  Doña  Blanca.  (La  Puerta  Macarena, 
segunda  parte,  acto  3.°)  Al  entrar  en  la  batalla  de  Mon- 
tiel  ambos  ejércitos,  de  D.  Pedro  y  de  D.  Enrique,  ocurre 
en  la  región  del  viento  un  suceso  temeroso: 

Dos  fieros  dragones, 
de  un  arrebatado  fuego, 
despartiendo  de  la  escama 
piedras  como  el  Mongibelo, 
el  uno  al  otro  enlazados 
sobre  la  tierra  cayeron: 
el  uno  impensadamente 

(i)  Fernández  y  González,  que  en  su  novela  Merj  Rodrigue^ 
de  Sanabria,  con  frecuencia  deja  entrever  remembranzas  de  El 
:;apatero  y  el  Rey,  de  Zorrilla,  puso  esta  frase  en  el  horóscopo 
que  el  judío  Jonatham-Abi-Arum-Ebn-Sina  escribió  para  el  Rey 
D.  Pedro:  «Y  escrito  está  que  morirás  en  la  Torre  de  la  Estrella, 
por  la  parte  de  la  selva»  (edición  citada,  pág.  165).  En  la  novela 
de  Trueba  y  Cosío,  El  castellano,  ó  el  Príncipe  Negro  en  Espa- 
ña, el  personaje  agorero  y  fatídico  es  el  platero  de  que  habla  Aya- 
la  en  su  Crónica  (año  VI,  cap.  X).  Este  se  aparece  al  Rey  en  va- 
rias ocasiones  solemnes  para  decirle;  o  ¡Guárdate  del  águila  de 
Bretaña  y  de  la  torre  de  la  Estrella!»  El  presagio  de  la  torre  de  la 
Estrella  viene  ya  de  la  Cuarta  Crónica  general:  «E  vido  escrito 
de  letras  góticas  en  una  piedra  que  estaba  en  la  torre  del  omenaje 
del  dicho  castillo,  que  decia:  Esta  es  la  to>-re  de  la  Estrella:  e 
como  lo  leyó,  vídose  perdido,  porque  por  muchas  veces  le  avian 
dicho  grandes  estrólogos  que  en  la  torre  de  la  Estrella  avia  de  mo- 
rir.» (Llaguno,  Notas  al  Despensero,  pág.  75,  col.  .4.) 


,28  JOSÉ    K.    LOMBA    Y    PEDRA.]^ 

despedazado  y  deshecho 
cayó,  volviéndose  el  otro 
á  levantar  por  los  vientos, 
donde,  cercado  de  luz, 
todos  convertirle  vieron 
en  una  estrella  tan  clara 
como  el  sol. 

(Dfsfí  ngua  no  beberé,  acto  3.") 

Una  sombra  amenaza  con  la  muerte  á  D.  Pedro  en 
medio  de  la  batalla,  si  no  deja  á  Montiel  y  huye  de  su 
hermano.  (ídem  id.) 

Habla  López  de  Ayala  (Cróuica  de  D.  Pedro,  ano  Xii, 
cap.  III)  de  un  pastor  que  se  apareció  al  Rey  D.  Pedro: 
«E  acaesció  un  dia  que  estando  ella  (la  Reina)  en  la  pri- 
sión do  morió.  llegó  un  orne  que  páresela  pastor,  e  fué  al 
Rey  D.  Pedro  do  andava  á  caza  en  aquella  comarca  de 
Xerez  e  de  Medina,  do  la  Reina  estaba  presa,  e  díxole  que 
Dios  le  enviaba  decir  que  fuese  cierto  que  el  mal  que  él 
facia  á  la  Reina  Doña  Blanca  su  muger,  que  le  avia  de 

ser  muy  acaloñado,  e  que  en  esto  non  pusiese  dubda 

E  el  Rey  fué  muy  espantado,  e  fizo  prender  al  ome  que 
esto  le  dijo,.,  etc.  Sobre  esta  relación  de  Ayala  se  formo 
más  tarde  el  romance  popular  que  Duran  incluyó  en  su 
colección  con  el  núm.  970; 

Por  los  campos  de  Jerez 
á  caza  va  el  Rey  D.  Pedro. 


Tanto  volaba  la  garza, 
parece  llegar  al  Cielo. 
Por  donde  la  garza  sube, 
vio  bajar  un  bulto  negro; 
mientras  más  se  acerca  al  bulto, 
más  temor  le  va  poniendo. 

Del  salió  un  pastorcico: 

sale  llorando  y  gimiendo, 
la  cabeza  desgreñada, 
revuelto  trae  el  cabello. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         329 

con  los  pies  llenos  de  abrojos 

y  el  cuerpo  lleno  de  vello; 

en  su  mano  una  culebra 

y  en  la  otra  un  puñal  sangriento; 

en  el  hombro  una  mortaja, 

una  calavera  al  cuello. 

A  grandes  voces  decía 
morirás,  el  Rey  Don  Pedro. 

»  Tienes  presa  á  Doña  Blanca: 

enojaste  á  Dios  por  ello etc  (i). 

He  subrayado  algunas  palabras  de  este  romance,  por- 
que demuestran  que  se  inspiró  en  él  Andrés  de  Claramon- 
te  al  trazar  las  primeras  escenas  de  su  comedia  Deste  agua 
no  beberé.  D.  Pedro  se  halla  con  un  pastorcillo  que  teje 
una  corona  de  lirios  al  misino  tiempo  que  canta  una  can- 
ción. La  canción  es  ésta: 


Llámente  Jerusalén: 
rompe  el  aire  en  ñeros  gritos, 
porque  es  desdichado  el  reino, 
si  su  Rey  viene  á  ser  niño. 
Roboán,  Roboán,  coge 
la  rienda  á  tus  apetitos; 
mira  que  tus  verdes  años 
no  cumplirán  treinta  y  cinco. 
¡Ay  de  tí,  Rey  desdichado, 
que  en  el  monte  de  tus  vicios 
te  precipitas!  Detente: 
no  digas  que  no  te  aviso. 

El  Rey  quiere  que  un  caballero  de  su  comitiva  se  apo- 
dere del  pastor;  mas  éste  se  deshace  en  el  aire,  y  deja  so- 
lamente un  sudario  en  las  manos  del  caballero.  En  este 
momento  se  oye  otra  voz: 


(i)    Sobre  este  mismo  asunto  hay  un  Romance  anónimo  en  El 
Entreacto,  periódico  de  Madrid,  tomo  I,  pág.  119. 


230  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

No  consiente  compañía 
el  reinar  desde  el  principio, 
pues  en  Caín  y  en  Abel 
aqueste  ejemplo  se  ha  visto. 


Por  reinar  sin  compañía, 
Semíramis  mató  á  Niño. 

Rómulo  dio  muerte  á  Remo, 
que  hace  el  reinar  fratricidios. 
Mira  por  tí,  Rey  Don  Pedro, 
no  digas  que  no  te  aviso. 


D.  Pedro  quiere  apoderarse  de  la  villana  que  esto  can- 
ta: la  villana  desaparece  lo  mismo  que  el  pastor,  y  deja  en 
su  lugar  un  puñal  sangriento.  D.  Pedro  considera  que  ami- 
bos presagios  lo  son  de  la  muerte  de  D.  Enrique  (acto  i.°) 
También  trae  origen  de  Ayala  la  predicción  que  hizo  á 
D.  Pedro  un  clérigo  de  Santo  Domingo.  Dice  así  el  can- 
ciller (año  XI,  cap.  IX):  «Estando  el  Rey  en  aquel  logar 
de  Azofra,  cerca  de  Najara,  llegó  á  él  un  clérigo  de  misa, 
que  era  natural  de  Santo  Domingo  de  la  Calzada,  e  díxo- 
le  que  queria  fablar  con  él  aparte:  e  el  Rey  díxole  que  le 
placia  de  le  oir.  E  el  clérigo  le  dixo  así:  «Señor,  Sancto 
Domingo  de  la  Calzada  me  vino  en  sueños,  e  me  dixo 
que  viniese  á  vos,  e  que  vos  dixese  que  fuésedes  cierto, 
que  si  non  vos  guardásedes,  que  el  Conde  D.  Enrique 
vuestro  hermano  vos  avia  de  matar  por  sus  manos.»  E  el 
Rey,  desque  esto  oyó,  fué  muy  espantado,  e  dixo  al  clé- 
rigo, que  si  avia  alguno  que  le  consejara  decir  esta  razón: 
e  el  clérigo  dixo  que  non,  salvo  Sancto  Domingo,  que  ge 
lo  mandara  decir.  E  el  Rey  mandó  llamar  á  los  que  y  es- 
taban, e  mandó  al  clérigo  que  dixese  esta  razón  delante 
dellos,  segund  ge  lo  avia  dicho  á  él  aparte:  e  el  clérigo 
díxolo  segund  que  primero  lo  avia  dicho.  E  el  Rey  pensó 
que  lo  decia  por  inducimiento  de  algunos,  e  mandó  luego 
quemar  al  clérigo  allí  do  estaba  delante  sus  tiendas.» 

En  Los  Ramírez  de  Arellauo  (acto  3."),  Lope  hace  men- 
ción del  clérigo  en  esta  escena: 


EL  REY   D,    PEDRO   EN    EL   TEATRO 

D.  Pedro.  (Saliendo.)  Quitádmele  de  delante: 

no  le  vean  más  mis  ojos. 

Prínc.  de  Gales.  Vuestra  Alteza  no  se  espante. 

D.  Pedro.  Todo  para  darme  enojos, 

no  siendo  el  mundo  bastante. 

Gales.  ¿Quién  puede  dárosle  á  vos, 

que  os  hizo  Príncipe  Dios 
de  un  reino  como  Castilla? 

D.  Pedro.  ¿Enrique  puesto  en  mi  silla? 

Gales.  Era  haciendo  paz  los  dos. 

D.  Pedro.  ¿Cómo  paz?  Dice  el  villano 

que  mi  hermano  ha  de  matarme 
y  que  ha  de  reinar  mi  hermano. 

Gales.  Nunca  han  podido  espantarme 

falso  agüero  ó  sueño  vano. 
Y  no  hay  por  qué  os  alborote 
que  el  que  os  dijo  esa  locura 
fuese,  señor,  sacerdote. 

D.  Pedro.  Dice  que  el  Cielo  procura 

este  vengativo  azote. 
Dice  que  le  apareció 
Santo  Domingo  y  le  habló. 

Gales.  Volverá,  como  Guzmán, 

por  Enrique,  á  quien  hoy  dan 
nombre  de  Rey. 

D.  Pedro.  Antes  no, 

porque  es  el  de  la  Calzada 
el  que  dice  que  le  dijo 
que  me  ha  de  matar  su  espada. 

Gales.  Si  el  Santo,  Rey,  lo  predijo, 

la  del  Cielo  viene  airada; 
aunque  también  Ezequías, 
porque  lloró,  mereció 
diez  años  sobre  sus  días; 
pero  ese  clérigo  habló 
por  solas  sus  fantasías, 
y  por  dicha  le  ha  enviado 
Enrique  con  ese  enredo. 

D.  Pedro.  También  me  dicen  que  ha  entrado 

hasta  cerca  de  Toledo 
con  ejército  formado,  etc. 


331 


Zorrilla,  en  la  segunda  parte  de  El  zapatero  y  el  Rey 
(acto  2.",  esc.  II),  convierte  al  clérigo  en  ermitaño.  Pre- 


,,2  JOSÉ    R.    LOMBA   Y   PEDRAJA 

sentase  á  D.  Pedro,  le  pronostica  su  muerte  de  parte  de 
Santo  Domingo,  y  él  mismo  es  condenado  á  muerte  afren  - 

tosa  (0.  '      f    i 

Hubo  autores  dramáticos  que,  para  obtener  mas  etecto, 
presentaron' en  escena  la  sombra  del  clérigo  de  Santo  Do- 
mingo, muerto  por  orden  del  Rey.  Así  lo  hicieron  Lope 
de  Vega,  Morete  y  Cañizares.  Este  último  se  conserva 
más  fiel  á  la  narración  de  Ayala.  En  el  acto  tercero  de  su 
comedia  Yo  me  entiendo  y  Dios  me  entiende,  D.  Pedro,  per- 
dido en  medio  de  un  monte,  se  halla  con  una  ermita.  En- 
cima de  ésta  un  clérigo,  vestido  con  sobrepelliz,  ora  de 
rodillas.  Llama  la  atención  de  D.  Pedro;  dícele  quién  es; 
exhórtale  á  que  se  vuelva  á  Dios,  porque  su  muerte  está 
cerca,  y  desaparece.  Lope  introduce  pormenores  extraños, 
como  se  verá  por  la  escena  siguiente  de  El  Infanzón  de 
Illescas,  que  es  la  tercera  y  última  que  D.  Pedro  tiene  con 
la  sombra: 

SouBRA.  Aguarda. 

Rey.  ¿Quién  me  detiene? 

Sombra.  ^°- 

Rey.  ¡Horrendo 

espectáculo!  ¿Qué  quieres? 
Sombra.  Decirte  que  en  este  puesto 

has  de  ser  piedra  en  Madrid. 
Rey.  Visión,  prodigio,  portento, 

imaginación,  ¿quién  eres? 

¿qué  pregón  me  estás  haciendo 

que  ansí  en  Madrid  me  persigues? 
Sombra.  Llega,  si  quieres  saberlo, 

y  en  el  brocal  dcste  pozo 

que  está  arrimado  á  ese  templo, 

venerable  como  humilde, 

glorioso  como  pequeño, 

por  haberle  edificado 

(i)  Rúa  y  Figueroa,  en  su  drama  Fernán  Pére^  Churruchaa 
y  el  Arzobispo  Don  Suero,  hace  que  el  mismo  D.  Pedro  refiera  la 
muerte  del  clérigo  de  Santo  Domingo  al  Deán  de  bantiago  (cuadro 
quinto). 


Rey. 

Sombra. 

Rey. 

Sombra. 

Rey. 

Sombra. 

Rey. 

Sombra. 

Rey. 


Sombra. 

Rey. 

Sombra. 


Rey. 
Sombra. 


Rey. 
Sombra. 


Rey. 
Sombra. 


Rey. 
Sombra. 


EL   REY    D.    PEDRO    EN    EL    TEATRO 

Santo  Domingo,  asistiendo 
el  seráfico  Francisco 
á  su  fábrica,  podemos 
sentarnos. 

Viene  de  prisa 
el  sol,  y  espacio  no  tengo. 
Vuelve,  ó  diré  que  es  temor; 
siéntate,  ó  diré  que  es  miedo. 
¿Yo  temor?  ¿yo  miedo? 

Sí. 
Por  desmentirte  me  siento;  (Siéntase.) 
ya  estoy  sentado:  prosigue. 
Oye. 

Acaba. 

Estame  atento: 
¿conócesme? 

Como  estás 
tan  pálido,  horrible  y  feo, 
no  caigo  en  tí,  si  ya  no  eres 
demonio  que  persiguiendo 
me  estás.  (Levántase.) 

No:  vuelve  á  sentarte. 
Sí  haré. 

Yo,  Nerón  soberbio, 
soy  el  clérigo  á  quien  diste 
de  puñaladas. 

¿Yo? 

A  tiempo 
que  para  decir  estaba 
en  la  Misa  el  Evangelio. 
¿Eras  clérigo  de  Misa? 
Diácono  fui.  El  efecto 
de  matarme  resultó 
de  impedirte  un  sacrilegio 
en  San  Clemente,  en  Sevilla. 
¿Acuerdaste? 

Ya  me  acuerdo. 
A  Doña  Beatriz  quisiste, 
profanando  el  Real  Convento, 
de  sus  clausuras  sacalla. 
Amor  es  un  monstruo  ciego, 
cruel  y  desenfrenado. 
Pues  Dios  te  señala  el  freno 
en  este  mismo  puñal,  (Sácale  el  suyo.) 


333 


33+ 


Rey. 

Sombra. 

Rey. 

Sombra. 
Rey. 

Sombra. 

Rey. 
Sombra. 


Rey. 
Sombra. 


Rey. 
Sombra. 


Rey. 
Sombra. 

Rey. 
Somera. 

Rey. 

Sombra. 

Rey. 


JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA 

con  el  cual  tu  hermano  mesmo 
de  tus  juventudes  locas 
dará  á  Castilla  escarmiento, 
si  tu  vida  no  reparas, 
si  no  reportas  tus  yerros. 
¿Mi  hermano? 

Tu  hermano. 

¿A  mí? 

Suelta  el  puñal. 

Ya  le  suelto. 
Si  te  pudiera  matar, 
ya  otra  vez  te  hubiera  muerto. 
Día  de  Santo  Domingo 
me  mataste. 

¿Qué  es  tu  intento? 
Advertirte  que  Dios  manda 
que  fundes  un  monasterio 
en  este  mismo  lugar 
que  el  Santo  tiene  dispuesto, 
donde  en  Vírgenes  le  pagues 
lo  que  le  hurtaste  en  desprecios: 
clausuras  borren  clausuras. 
¿Prométeslo? 

Sí  prometo. 
¿Quieres  otra  cosa? 

No: 
queda  en  paz;  labra  el  convento, 
que  en  él  tienes  de  vivir 
en  alabastros  eternos. 
¿Eso  es  ser  piedra  en  Madrid? 
Ser  piedra  en  Madrid  es  eso; 
y  advierte  que  ansí  me  sacas 
de  las  penas  que  padezco. 
Fuego  soy. 

¿Fuego? 

La  mano 

me  da. 

No  ardes  mucho. 

Quiero 
que  lo  examines  me)or. 
¡Que  me  abraso,  que  me  quemo! 
Este  es  el  fuego  que  paso. 
Terrible  es,  pues  yo  le  siento. 
Suelta,  suelta. 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO        335 

Sombra.  En  ese  ardor 

teme.  Rey,  el  del  Infierno. 
Rey.  Daréte  mil  puñaladas 

si  te  escondes  en  el  centro 

¡Suelta,  suelta,  fuego  horrible! 

Mucho  más  ardes  que  fuego. 

¡Suelta!  Mas  ya  se  deshizo 


Moreto,  en  El  valiente  justicien  (acto  3."),  dejó  esta  es- 
cena casi  intacta.  Tiene  una  semejanza  muy  singular  con 
la  de  El  Burlador  de  Sevilla,  en  que  la  sombra  del  Comen- 
dador viene  á  cenar  con  D.  Juan.  Hay  en  ella  alusiones 
de  carácter  local.  D.  Pedro  no  fundó  ciertamente  el  Mo- 
nasterio de  Santo  Domingo  el  Real  de  Madrid,  ni  fué  si- 
quiera bienhechor  especial  de  aquella  casa(i);  pero  en  ésta 
se  conservaba  el  más  antiguo  busto  de  D.  Pedro,  uno  que 
mandó  tallar  en  piedra  su  nieta,  Doña  Constanza  de  Cas- 
tilla, Abadesa  insigne  que  fué  de  Santo  Domingo  el  Real. 
La  comedia  de  Lope  de  Vega,  hecha  sin  duda  para  repre- 
sentarse ante  un  público  madrileño,  no  quiso  dejar  en  ol- 
vido el  único  recuerdo  de  D.  Pedro  que  había  en  la  corte. 

Lope  de  Vega  puso  en  escena  la  muerte  de  D.  Pedro  en 
Los  Ramírez  de  Arellano.  Se  ajustó  estrictamente  á  la  na- 
rración de  López  de  Ayala.  Aunque  de  un  modo  muy  frag- 
mentario, da  á  conocer  un  romance,  que  tengo  por  muy 
probable  fuese  popular: 

«Salió  de  Montiel  Don  Pedro 
pensando  ponerse  en  salvo; 

(i)  En  el  libro  de  privilegios  y  concesiones  de  los  Reyes,  que 
guardan  las  religiosas  de  Santo  Domingo  el  Real  de  Madrid, 'figu- 
ra solamente  un  privilegio  otorgado  por  el  Rey  D.  Pedro  á  aquella 
casa,  en  la  Era  de  1395.  Por  él  se  concede  la  exclusiva  del  aprove- 
chamiento  de  los  pastos  de  una  heredad  llamada  Carralejas  á  los 
ganados  del  Monasterio.  Confirma  además  D.  Pedro  un  privilegio 
de  D.Alfonso  XI  (Era  de  1388),  y  dos  de  D.  Sancho  IV  (Era 
de  1389). 


,,5  JOSÉ    R.    LOMBA    Y    PEDRAJA. 

hallóle  Enrique  en  la  tienda 
de  Mosén  Beltrán  el  franco. 
Apenas  le  conocía, 
porque  había  muchos  años 
que  los  dos  no  se  habían  visto; 
mas,  siendo  Enrique  avisado, 

sacó  la  daga  é  hirióle, 

cayendo  en  el  suelo  entrambos, 

donde  dicen  que  fué  Enrique 

de  Don  Beltrán  ayudado. 

Muerto  yace  el  Rey  Don  Pedro 

en  su  sangre  revolcado: 

más  enemigos  que  amigos 

tienen  su  cuerpo  cercado; 

unos  dicen  que  le  entierren, 

otros  que  no  sea  enterrado; 

porque,  en  fin,  viéndole  muerto 
dice  á  voces  todo  el  campo: 
Castilla  por  D.  Enrique.» 

Subrayo  lo  que  me  parece  popular.  Compárese  con  éste 
otro  romance  que  canta  una  voz,  desde  dentro,  en  Deste 
agua  no  beberé,  de  Andrés  de  Claramonte: 

«Tendido  en  el  duro  suelo, 
el  alma  á  Dios  cuenta  dando, 
muerto  yace  el  Rey  D.  Pedro 
en  su  sangre  revolcado. 
Los  pies  tiene  Don  Enrique 
sobre  su  cuerpo  gallardo, 

y  el  puñal  sangriento  tiene 

en  su  vengadora  mano.» 

Nada  dice  Lope  en  Los  Ramírez  de  Arcllano  ni  de  la 
ayuda  que  Beltrán  prestó  á  D.  Enrique,  poniéndole  encima 
de  su  hermano,  ni  menos  de  la  famosa  frase  «ni  quito  ni 
pongo  Rey,  pero  ayudo  á  mi  señor,»  que,  según  la  tradi- 
ción, pronunció  el  caballero  francés  para  disculpar  su  felo- 
nía Pérez  de  Montalbán,  en  la  segunda  parte  de  La  Puerta 
Macarena;  Cañizares,  en  Yo  me  entiendo  y  Dios  me  entien- 
de y  Zorrilla,  en  la  segunda  parte  de  El  Zapatero  y  el  Rey  ^ 


EL  REY  D.  PEDRO  EN  EL  TEATRO         337 

atribuyen  á  Beltrán  Claquín  el  hecho  y  la  frase,  según  era 
ya  admitido  vulgarmente.  El  origen  de  esta  conseja  no 
está  muy  claro.  Voy  á  decir  brevemente  lo  que  acerca  de 
él  se  me  alcanza. 

Molina,  en  su  Descripción  del  Reino  de  Galicia  (1550),  y 
.Gándara,  en  su  libro  Armas  y   triunfos  de  Galicia  (1677), 
atribuyen  el  acto  y  la  frase  á  Fernán  Pérez  de  Andrada[ 
partidario  de  D.  Enrique  y  su  escudero,  según  Molina! 
Ayala,  por  otro  lado,  achaca  á  Beltrán  Claquín   todo  el 
manejo  de  la  prisión  de  D.  Pedro  y  de  la  desleal  entrega 
que  hizo  de  él  á  su  hermano  y  enemigo  D.  Enrique.  En  la 
tienda  de  Mosén  Beltrán  se  consumó  además  el  fratricidio. 
No  faltan  autores  que  culpan  á  otros  personajes  del  bando 
de  D,  Enrique  de  haber  ayudado  á  éste  en  la  lucha:  Frois- 
sart  culpa  al  Vizconde  deRocaberti,  y  García  de  Salazar, 
en  sus  Bienandan::as  é  fortunas,  á  «los  castellanos  y  fran- 
ceses» que  allí  estaban,  etc.;  pero  también  hay  quien  culpa 
á  Beltrán  Claquín.  Su  biógrafo,  Jean  d'Estonteville  (1387), 
cuenta  que  luchando  D.  Enrique  y  D.  Pedro,  cayeron  am- 
bos al  suelo.  Luego  prosigue:   «Adoc  entra  Bertra  en  ladite 
tete,  Olivier  so  frere,  Olivier  et  Henry  de  Manny,  Gui- 
llaume  Boitel,  Caraenloet,  et  plusieurs  autres.  Et  com- 
menga  Bertrán  á  diré:  Lessiez  vous  occire  le  Roy  Henry 
á  tel  vice  par  un  faulx  traictre  renojé,  qui  oncques  ne  fist 
bien  en  iour  de  sa  vie?  Lors  dist  au  bastard  d'Anysse,  qui 
estoit  privé  dudit  Henry:  «Alez  aidier  au  Roy  Henry.  Car 
vous  le  povez  faire.  Preñez  le  par  la  iambe,  et  le  montez 
dessus.»  Lors  le  dit  bastard  prist  Henry  par  la  iambe  et  le 
tira  á  soy,  en  disant:  Levez  sus,  et  vous  deportez.  Car 
vous  en  avez  assez  fait.  Et  quant  Henry  se  vit  dessus,  si 
se  leva  tantost  sans  arrester,  et  regarda  gesir  Pietre,  qui 
estoit  naurez  á  mort.  Adonc  cria  á  ses  gens:  «Or  tost  de- 
coulas  ce  traictour.  C'estoit  á  diré  qu'il  eust  la  teste  tren- 

chée.»  Adonc  parla  un  escuier  espaignol »  etc. 

La  frase  «ni  quito  ni  pongo  Rey,  pero  ayudo  á  mi  se- 
ñor, .)  hizo  fortuna;  mas  Fernán  Pérez  de  Andrada,  á  quien 
primeramente  se  atribuyó,  era  un  personaje  desconocido, 


g  JOSÉ    R.    LOMBA    V    PEDRAJA 

al  cual  su  buena  ocurrencia  no  pudo  sacar  de  la  obscuri- 
dad   Por  el  contrario,  Beltrán  Claquin  era  conocido  d 

odt:  el  papel  ,ue  habla  3ugado  en  el  ^-^  ^^^  ^^^ 
era  poco  noble  y  en  demasía  favorable  á  D.  Ennque    ha 
b  a  ya  quien  le  achacaba  la  iniciativa  de  la  intervención  en 
la  lucha  á  que  debió  el  bastardo  su  triunfo;  nada  mas  na- 

uraTque  atribuir  la  frasea  Beltrán  Claquín.  Arrebatosela 
éste  por  decirlo  asi.  á  titulo  de  más  fuerte  y  famoso,  a 
Fernán  Pérez  de  Andrada  fQuia  sum  leo). 

*  * 

Pongo  aquí,  por  hoy,  fin  á  mi  ensayo.  Es  de  advertir 
au!  el  teatro  ^o  ha  tocado  todos  los  puntos  de  la  eyenda 
Td  Pedro;  otros  quedan  ba.io  la  forma  de  tradiciones 
iUter^rias  6  explotados  solamente  por  la  poesía  narrativa, 
¿in  e  del  dLño  han  contribuido,  por  su  parte  a  popu- 
^a^ar tfigura  del  Rey  cruel.  Todo  esto  tendrá  que  ser 
l™de  un  estudio  más  extenso  y  más  amphamente  in- 
formado que  éste  que  hoy  me  es  dado  ofrecer  para  el 
HOMENAJE  AL  Sr.  MeNÉNDEZ  Y  PeLAYO. 


EL    REY   D.    PEDRO    EN    EL   TEATRO 


APÉNDICE 


339 


Después  de  impreso  este  trabajo,  ha  teaido  coaocimieato  de 
«tras  dos  comedias  en  que  el  Rey  D.  Pedro  interviene: 

D.  José  Velázquez  y  Sánchez.— £/  Agua  de  San  Francisco, 
tradición  sevillana,  en  un  cuadro  y  en  verso,  representada  en  el  tea- 
tro de  San  Fernando:  Sevilla.  Francisco  Alvarezy  Compañía.  1 868 . 
Los  religiosos  de  San  Francisco  en  Sevilla  piden  á  D.  Pe- 
dro que  les  otorgue  un  sobrante  de  agua  que  hay  en  Alcalá, 
cerca  de  su  convento.  D.  Pedro  se  lo  niega.  Una  noche  qu¡ 
sale  el  Rey  á  rondar  se  halla  con  Hernán  Cebolla,  el  jardinero 
de  San  Francisco,  que  tiene  fama  de  espadachín.  Le  provoca 
D.  Pedro,  riñen  ambos,  y  el  Rey  es  desarmado  por  el  jardi- 
nero. Asombrado  aquél  concede  á  San  Francisco  el  agua  que 
piden  los  frailes.  Tal  es  el  argumento  da  esta  comedia,  trata- 
do también  por  Zorrilla  ea  su  romance  Una  aventura  en  1360. 
p.  Pedro  Marquina.— £/  Arcediano  de  San  Gil,  episodio  dra- 
mático histórico  en  un  acto  y  en  verso,  representado  por  primera 
■vez  en  el  teatro  Martín  de  esta  corte  en  31  de  Enero  de  1873:  Ma- 
drid, José  Rodríguez,  1889. 

El  argumento  de  esta  comedia  es  la  justicia  que  hizo  Don 
Pedro  con  un  eclesiástico  da  Sevilla,  á  quien  mandó  enterrar 
vivo  por  haberse  negado  á  dar  sepultura  al  cadáver  de  un  po- 
bre. El  autor  tomó  su  asunto  en  la  novela  de  Manuel  Fernán - 
•dez  y  González,  Men  Rodríguez  de  Sanabria. 


EMILIO  HÜBNER 


LOS  MÁS  ANTIGUOS  POETAS  DE  LA  PENÍNSULA 

Nadie  duda  que  los  poetas  y  escritores  latinos  nacidos 
•en  la  Península  y  que  florecieron  en  el  primer  siglo  de 
nuestra  era,  no  pueden  considerarse  como  pertenecientes 
á  la  literatura  española.  Pomponio  Mela,  los  dos  Sénecas 
y  Quintiiiano  los  prosaístas,   y   los  poetas  Columela  y 
Marcial  el  satírico,  aunque  hijos  de  España,  como  nacidos 
en  las  antiguas  ciudades  de  Tingentera,  Corduba,  Calagti- 
rris,  Gades  y  Bilbilis,  por  haber  escrito  en  latín,  no  eran 
autores  españoles,   sino  romanos,  aunque  figuran  entre 
aquellos  en  los  volúmenes  abultados  de  los  Padres  Mohe^- 
danos.  El  nacimiento  casual  nada  significa:  un  autor  in- 
glés, nacido  casualmente  en  Bombay  ó  en  Calcutta,  por 
eso  no  forma  parte  de  la  literatura  india.  Con  todo  eso, 
el  suelo  natal,  en  cierto  grado,  no  debe  necesariamente, 
pero  puede  ejercer  una  influencia,  á  veces  ligera,  á  veces 
más  sensible,  sobre  el  modo  de  pensar  y  de  hablar. 

Desde  la  época  del  gran  Pompeyo  y  de  Julio  César  su 
adversario,  en  los  centros  de  la  civilización  peninsular, 
como  en  Cartagena,  Tarragona,  Cádiz  y  Córdoba,  por  los 
ejércitos  y  por  los  funcionarios  de  la  República  romana, 
hubo  de  propagarse,  con  las  demás  costumbres  de  la  vida, 
el  gusto  de  la  poesía.  Discípulos  de  los  griegos,  y  en  roce 
continuo  con  ellos,  no  sólo  en  la  Grecia  y  en  las  provin- 
cias del  Oriente,  sino  en  Roma  misma  y  en  todas  las  ciu- 
dades de  las  demás  provincias,  los  romanos  no  dejaron 
pasar  las  ocasiones  solemnes  de  la  vida  humana:  días  na- 
tales, bodas,  la  muerte,  el  culto  de  los  dioses,  sin  darles 
la  gala  de  la  poesía,  no  de  una  poesía  propiamente  popu- 
lar, sino  debida  á  la  corriente  del  entusiasmo  causado  por 
los  modelos  griegos — el  mismo  entusiasmo  que  había  ins- 
pirado poetas  como  Livio  y  Nevio,  como  Ennio  y  Lucre- 


,•2  EMILIO   HÜBNER 


2¡o,  como  Plauto  y  Terenzio,  como  Aüio  y  Catullo.— 
Entre  la  gente  que  con  los  conquistadores  dejó  la  patria 
y  se  quedó  en  la  nueva  provincia;  entre  los  veteranos  de 
los  ejércitos  que  se  hicieron  labradores  en  los  campos  fér- 
tiles de  la  costa  oriental  y  en  los  ricos  valles  del  Ebro  y 
del  Betis;  entre  los  mercaderes  y  los  obreros  que,  suceso- 
res de  los  fenicios  y  griegos,  se  establecieron  en  los  gran- 
des puertos  del  mar,  no  faltaban  talentos  más  ó  menos 
hábiles  que,  con  el  estudio  de  los  poetas  patrios  arriba 
nombrados,  y  con  la  facilidad  del  habla  desde  muy  anti- 
guo propia  á  los  habitantes  de  Italia,  sobre  todo  de  la  me- 
ridional, sabían  dar  expresión  á  los  sentimientos  de  ale- 
g,ía  y  de  luto  que  les  inspiraban  las  fiestas  y  las  afliccio- 
nes de  la  vida  humana. 

Sobre  todo  el  luto.  Ornar  las  tumbas  de  sus  amados,  no 
sólo  con  la  inscripción  del  nombre  del  difunto,  sino  con 
unos  versos  de  tierna  compasión  y  de  recuerdo  anheloso, 
de  «saudade,»  como  dicen  los  portugueses,  les  fué  casi  una 
necesidad.  En  Roma  esta  costumbre  nació  de  la  imitación 
de  los  poetas  griegos  de  la  época  de  Alejandro  el  Grande 
y  de  sus  sucesores,  como  los  Ptolomeos  en  Egipto.  El 
.epigrama»  en  general,  como  lo  llamaron  en  el  sentido 
estricto  de  la  palabra,  y  especialmente  el  epigrama  sepul- 
cral   puesto  sobre  la  piedra  de  la  tumba,  es  una  de  las 
producciones  más  características  de  aquella  época  de  la 
cultura  romana.  Los  ejemplos  más  antiguos  de  tales  epi- 
gramas que  conocemos  proceden  de  poetas  célebres:  En- 
nio,  Pacuvio  y  otros.  Algunos  entre  ellos  se  sirven  aun 
del  metro  antiguo  indígena:  el  verso  saturnio.  Después 
usaron  el  metro  del  diálogo  dramático  de  la  tragedia  y  de 
la  comedia,  los  senarios  iámbicos  y  los  septenarios  tro- 
caicos. Mas  en  el  progreso  del  tiempo  la  multitud  domi- 
nante prefería  el  metro  dactilico,  los  hexámetros,  y,  sobre 
todo,  el  elégico,  los  dísticos  dactilicos,  compuestos  de  he- 
xámetros y  pentámetros.  En  breve  tiempo,  desde  la  época 
de  los  Escipiones  y  de  los  Gracos  en  adelante,  se  divulgo 
tanto  la  costumbre  de  tales  elogios  poéticos  en  memoria 


ANTIGUOS    POETAS    DE    LA    PENÍNSULA  343 

de  los  difuntos,  que  debió  haber  habido  colecciones  de 
muestras,  de  entre  las  cuales  cada  uno  pudiera  elegir  los 
preámbulos  y  las  frases  más  necesarias,  sólo  cambiando 
los  nombres  y  añadiendo  circunstancias  particulares,  años 
de  la  vida  del  difunto,  causa  singular  de  la  muerte,  etc. 
Así,  el  ingenio  del  poeta,  ó  más  bien  de  la  persona  con 
gustos  poéticos,  tenía  todavía  algún  espacio  para  hacer 
lucir  sus  talentos.  Estos  poetas  de  ocasión  son  los  más  an- 
tiguos poetas  líricos  locales,  cuyas  composiciones  nos  han 
conservado  las  piedras  en  que  fueron  grabadas. 

Entre  las  seis  á  siete  mil  inscripciones  latinas  de  la  Pe- 
nínsula que  reúne  mi  colección  de  las  inscripciones  de  la 
época  pagana,  con  sus  dos  suplementos,  se  cuentan  unas 
setenta  poéticas,  ó  sea  un  siete  por  ciento  del  total.  Ver- 
dad es  que  muchas  entre  ellas  apenas  merecen  el  nombre 
de  poesías:  no  son  más  que  centones  compuestos  de  frases 
y  fórmulas  corrientes.  Pero  entre  las  más  antiguas,  hay 
algunas  que  sobresalen  sensiblemente  entre  la  vil  muche- 
dumbre. Su  arte  superior  ya  se  descubre  en  una  particu- 
laridad significante:  mientras  las  comunes  y  malas  dan  los 
nombres  de  los  difuntos  en  prosa,  sin  combinarlos  con  el 
metro  del  epigrama,  las  buenas,  que  asimismo  son  las 
más  antiguas,  aciertan,  no  sin  artificios  graciosos,  á  dar 
á  los  nombres  su  puesto  dentro  de  los  versos. 
■  Estas  poesías  epigráficas,  muchas  de  ellas  mal  conser- 
vadas en  las  piedras  y  llenas  de  huecos;  otras  ya  no  exis- 
tentes y  copiadas  por  personas  menos  curiosas  é  indoctas, 
las  he  corregido  y  suplido  con  la  ayuda  de  algunos  ami- 
gos, conocedores  particulares  de  esta  clase  de  composicio- 
nes poéticas.  Últimamente  un  sabio  colega  mío  ha  reuni- 
do una  colección  completa  de  todas  las  poesías  de  esta 
clase,  en  número  de  mil  ochocientas  sesenta,  encontradas 
en  los  monumentos  epigráficos  de  Roma,  de  Italia  y  de 
las  provincias  del  vasto  imperio  (O,  publicados  en  varias 

(i)     Carmina  Latina  epigraphica,  conlegit  Franciscus  Bue- 
cheler,  dos  volúmenes:  Lipsia,  1895  y  1897,  8.° 


TtA  bMlLlO    HÜBNER 


partes  de  los  veinte  volúmenes  en  folio  de  nuestro  Cor^^us 
inscriptionum  Latinariim.  No  me  detengo  aquí  á  detallar 
las  dificultades  críticas  respecto  al  texto  de  los  ejemplos 
que  voy  á  proponer:  doy  su  texto  corregido  y  suplido  se- 
gún las  últimas  tentativas.  Las  enumero  según  su  edad 
aproximada,  comenzando  con  los  más  antiguos,  y  aña- 
diendo unas  pocas  anotaciones  para  su  mejor  inteligencia. 
En  Cartagena,  la  antigua  capital  de  las   provincias  ibé- 
.    ricas,  fueron  hallados  los  ejemplos  más  antiguos  y  más 
bellos  de  la  poesía  sepulcral.  Parece  como  que  la  progenie 
de  las  valientes  huestes,  conducidas  por  los  Escipiones, 
ha  conservado  por  más  de  siglo  y  medio  fuerza  y  talento 
para  las  obras  de  guerra  y  paz.  Al  principio  del  primer 
siglo  antes  de  Cristo,  época  de  Sila  y  de  César,  pertenecen 
los  epígrafes  poéticos  que  siguen. 

I.  Existe  en  Pinilla,  cerca  de  Cartagena,  pero  no  la 
he  visto;  el  texto  depende  de  las  copias  de  Vargas  Ponce 
y  de  algunos  amigos  de  Aureliano  Fernández-Guerra 
(Corpus,  núm.  3.479,  Y  Suplemento  núm.  5.928;  Bue- 
cheler,  núm.  979).  Parece  que  el  difunto  se  llamó  Quinto 
Lusio  Senica. 

Mollem  robusteis  nondum  fórmala  iuvenius 

cetatem  Liisi  viribus  induerat, 
cum  caree  exoptans  complexum  sxpe  sororis, 
multa  vice  dum  volt  millia  conjicere, 
■   cceditur  infesto  concursu  forte  latromim: 

sic  rapit  hoc  clades  Corpus  acerba  nimis. 
Illa  cetas  credo  hoc  tribuit  pro  tempore  mortis, 
ut  bona  non  meminit,  seic  mala  ne  timeat. 

Muy  joven  aún,  pero  ya  fuerte,  tal  vez  como  soldado, 
en  guarnición  ó  en  campaña  lejos  de  la  ciudad,  Lusio  qui- 
so volver  á  ella  para  ver  y  abrazará  su  hermana.  Pero  en 
el  camino  le  acometieron  ladrones,  y  pereció.  La  herma- 
na, creo,  le  puso  el  epitafio  que,  en  cuatro  dísticos  no 
indignos  de  la  época  de  Catullo,  y  en  la  ortografía  de 
la  misma,  cuenta  el  hecho  singular  que  causó  su  muerte, 


ANTIGUOS    POETAS    DE    LA   PENÍNSULA  345 

y  excusa  la  temeridad  juvenil,  que,  como  no  se  acuerda 
del  bien,  así  no  teme  el  mal.  El  último  dístico  no  está 
completo  en  el  original,  y  puede  suplirse  de  varios  modos; 
los  suplementos  por  mí  propuestos  no  son  ciertos.  La  sin- 
gularidad del  hecho  excluye  fórmulas  y  frases  comunes:  el 
poeta  habla  sin  referirse  al  sepulcro. 

II.  Existía  en  Cartagena:  mandaron  el  texto  á  Gre- 
gorio Mayans,  quien  lo  comunicó  con  Pedro  Burmann 
{Ephemcris  epigr.  VIII,  núm.  194;  Buecheler,  número 
1.076).  Es  el  sepulcro  de  dos  Sicinias,  madre  é  hija:  los 
Sicinios  eran  una  familia  plebeya  antigua. 

Filia  ciim  malre  est,  hospes,  sei  forte  requiris, 

heic  sita,  quas  rapiiit  mortis  acerba  dies. 
Sed  prius  eripuit  matri  qui  in  omnia  pollet 

crudelis  casus  filiolam  e  manibus. 
*  Pcsne  immalura  morle  ereptam  stbi  gnatam 

heu  quantum  mater  fleverit  indiciost. 
nam  postquam  Jletu  et  monumento  hoc  condecoravit 

gnatam,  per  luctus  reddidit  ipsa  animam. 

El  poeta  habla  al  huésped  que  pasa,  usando  la  fórmula 
común  hic  sitci  est.  Pero  aquí  también  el  hecho  singular 
no  permite  más  que  un  uso  discreto  de  frases,  como  mor- 
iis  acerba  dies  y  monumento  hoc  condecoravit.  Los  dos  pri- 
meros dísticos  se  refieren  á  la  hija;  los  dos  últimos  á  la 
madre.  El  acaso  cruel,  á  cuyo  poder  todos  están  someti- 
dos, había  robado  antes  la  hijuela' de  entre  las  manos  de 
la  madre.  Cuánto  ésta  lloró  la  pérdida  prematura,  lo  prue- 
ba que,  después  de  haberie  erigido  este  monumento  con 
llanto  y  lágrimas,  por  el  luto  excesivo  ella  también  dio  su 
alma.  Estas  circunstancias  no  comunes  son  descritas  por 
el  poeta  no  sin  vigor  de  lenguaje  y  con  mucha  ingenuidad. 

in.  Existe  en  Cartagena;  epitafio  del  joven  Licinio 
Tórax,  con  letras  pequeñas,  pero  elegantes,  de  la  edad  de 
César  ó  de  Augusto  (Corpus,  núm.  3.475;  Buecheler,  nú- 
mero 980). 


«4.6  EMILIO   HÜBNER 

Hospes  consiste  el  Thoracis  perlege  nomen: 

immatura  iacent  ossa  relata  mea. 
Scwa  parentibus  eripuit  Fortuna  meis  me 
nec  iuvenem  passast  ulteriora /rui. 
»   Nil  simile  aspicias;  timeant  ventura  párenles, 
nec  nimium  malres  concupianl  parere. 

Nada  era  más  común  en  los  epitafios  griegos  y  romanos, 
como  las  tumbas  solían  estar  al  lado  de  las  grandes  carre- 
teras públicas,  que  dirigirse  el  difunto  ó  sepultado,  á  veces 
el  sepulcro  mismo  ó  la  piedra  sepulcral,  al  cammante  que 
pasa-como  ya  en  el  epígrafe  núm.  II-,  suplicándole  que 
se  pare  un  momento  breve  para  leer  el  epigrama  y  simpa- 
tizar con  el  difunto  y  sus  parientes.  Los  tres  dísticos  del 
sepulcro  de  Tórax  muestran  un  progreso  del  arte  en  com- 
paración con  los  dos  poemas  anteriores;  pero  al  misn^o 
tiempo  usan  más  fórmulas  y  frases  convencionales.  Cada 
dístico  contiene  un  pensamiento  concluido.  El  de  los  dos 
primeros  sólo  en  la  forma  tiene  algo  de  original.  El  sen- 
tido del  último  es  raro:   «No  veas  cosa  semejante  en  tu 
vida,  teman  el  porvenir  todos  los  padres,  no  deseen  dema- 
siado las  madres  parir.»  Parece  tomado  de  algún  poeta 
trágico. 

IV.  Existe  en  Cartagena;  un  tal  Marco  Maestrio  Lu- 
crión,  tal  vez  un  negociante,  lo  puso  á  un  esclavo  nacido 
en  su  casa,  de  veintiún  años,  y  á  la  familia  del  mismo 
{Corpus,  núm.  3.5oi;  Buecheler,  núm.  1.070),  como  lo 
indica  el  texto  que  sigue  á  este  dístico. 

Filiolam  amisii  pater,  heu,  materque  sequtast 
ipsa;  huius  nomen  Solvióla  fuerat. 

Este  solo  dístico,  que  relata  una  suerte  semejante  á  la 
del  poema  núm.  II,  se  distingue  por  su  elegantísima  bre- 
vedad. Calla  el  nombre  del  siervo  con  la  severidad  anti- 
gua romana,  para  la  cual  el  siervo  es  objeto,  no  persona; 
mas  cediendo  á  un  rasgo  de  ternura,  cuya  causa  ignora- 


ANTIGUOS  POETAS  DE  LA  PENÍNSULA        347 

mes,  añade  el  de  la  joven  madre,  que  se  decía  Salvia, 
nombrándola  con  el  diminutivo  halagüeño  Salviola.  Puede 
ser  que  sea  más  antiguo  que  el  que  precede. 

V.  A  un  joven  de  linaje  generoso  pertenece  el  último 
epitafio  poético  de  Cartagena  que  se  ha  conservado.  Es  un 
Lucio  Sulpicio,  hijo  de  un  Quinto  y  nieto  de  un  Quinto 
Sulpicio  de  la  tribu  Collina  (Corpus,  núm.  3. 504;  Bueche- 
1er,  núm.  363).  Los  Sulpicios  son  una  antigua  familia  pa- 
tricia. Nada  se  dice  de  su  edad  ni  del  puesto  que  en  su 
vida  ocupaba,  de  donde  se  deduce  que  murió  muy  joven. 
Pero  no  dejaron  los  sobrevivientes  de  añadir  á  sus  nom- 
bres un  dístico  laudatorio,  cuyo  primer  verso,  por  descui- 
do, quedó  incompleto.  Añado  dos  palabras,  que  tal  vez 
fueran  las  que  antiguamente  se  quisieron  poner. 

Hic  situs  est  [iuyeiiis  fortissimus]  Ule  probatiis 
indiciéis  multéis  cognatis  a-tqite propinqueis. 

Toda  la  familia  lo  juzgó  repetidas  veces  digno  de  ala- 
banzas. 

Cartagena  no  es  la  única  ciudad  antigua  de  la  Penínsu- 
la que  ofrece  poemas  sepulcrales,  aunque  la  más  rica  en 
ellos. 

VI.  En  Sagunto  existe,  en  una  casa  particular,  no  en 
el  Museo — que  es  el  teatro  antiguo — ,  el  siguiente  epitafio 
de  un  joven  soldado,  que  se  llamó  Marco  Acilio  Fontano 
{Corpus,  núm.  3.871;  Buecheler,  núm.  978): 

Eripiiit  nobeis  linde  vicensiimiis  annus 
ingressum  iuveiiem  mititiain  cupide. 

Parece  falluntiir  Fontanum  quce  rapuerunt, 
cum  sil  perpetuo  fama  futura  viri. 

Con  mucha  gracia  dice  el  primer  dístico  que  el  joven 
Fontano  murió  á  los  diez  y  nueve  años,  cuando  apenas  ha- 
bía entrado  en  el  servicio  militar — creo  en  el  contubernio 
ó  la  cohorte  de  uno  de* los  oficiales  mayores — ,  lleno  de  am- 


348  EMILIO    HÜBNER 

bición.  Pero  se  engañan  las  Parcas  que  se  lo  llevaron:  su 
gloria  no  perecerá  nunca.  Y  en  eso  parece  efectivamente 
que  no  se  engañaron  los  que  le  pusieron  el  epigrama,  pues 
su  nombre  hasta  hoy  vive.  No  hay  fórmulas  y  frases  di- 
vulgadas; es  una  composición  poética  ad  Jioc. 

En  Zaragoza,  cuya  época  más  antigua  todavía  es  tan 
desconocida,  que  sólo  ahora  empieza  á  recibir  algo  mayor 
claridad  histórica  (O,  se  encontró,  pero  ya  no  existe,  un 
epigrama  sepulcral — creo  que  de  la  época  de  Augusto — , 
que  muestra  una  nueva  forma  de  composición.  Pues  es  un 
diálogo  entre  la  mujer  sobreviviente  y  el  difunto  marido. 
Los  nombres  de  ambos  han  perecido  {Corpus,  número 
3.001;  Buecheler,  núm.  1.139). 

Servavi  Ihalamum  Genio,  dulcissime  coniux: 
servandus  mine  est  pro  thalamo  tumiilus. 

Ornasti  et  Manes  lacrimis,  miserabilis  uxor: 
haiid  optare  alias  fas  erat  inferías. 

Los  dos  dísticos,  con  arte  consumado,  oponen  entre  sí 
el  Genio  de  la  que  vive  y  los  Manes  del  que  murió.  La 
mujer  dice  que  habiendo  guardado  al  Genio  de  su  dulce 
cónyuge  durante  la  vida  el  tálamo  nupcial,  ya  no  le  queda 
otro  oficio  que  el  de  guardar  su  tumba.  Y  el  marido  res- 
ponde á  la  mujer  compasiva,  que  además  ella  había  hon- 
rado á  los  dioses  Manes  con  su  llanto,  y  que  no  esperaba 
otras  exequias  de  ella.  Es  un  juego  de  ideas  y  palabras  que 
hace  la  impresión  de  invención  original. 

En  la  entonces  opulentísima  ciudad  de  Cádiz  abundan 
los  epitafios  sencillos,  planchitas  pequeñas  de  mármol 
blanco,  con  sólo  los  nombres  de  los  difuntos  y  dos  ó  tres 

(i)  El  Marqués  de  Monsalud,  joven  y  entusiasta  indagador  de 
las  antigüedades  romanas  en  su  país  natal  de  Extremadura  y  de  la 
alta  Andalucía,  y  en  el  de  algunas  de  sus  posesiones  de  Aragón, 
acaba  de  publicar  unos  nuevos  monumentos  epigráficos  de  Zara- 
goza en  el  Boletín  de  la  Real  Academia^  de  la  Historia,  volu- 
men XXXIl,  1898,  pág.  402. 


ANTIGUOS    POETAS    DE    LA    PENÍNSULA  349 

fórmulas  muy  comunes,  como  «caroá  los  suyos,»  «piado- 
so con  los  suyos,»  y  el  frecuentísimo  «séate  la  tierra  lige- 
ra.» Las  excepciones  de  esta  costumbre  son  raras. 

VII.  En  el  1887  se  encontró  en  la  Necrópolis  de  la 
Punta  de  la  Vaca,  y  existe  en  el  Museo,  el  siguiente  epi- 
grama, escrito  sobre  losa  de  mármol  pequeña,  con  letras 
de  fines  del  primer  siglo  {Corpus,  núm.  5.478;  Buecheler, 
núm.  i.i58): 

Contegit  hic  tumulus  dúo  pignora  cara  pareníum, 

indicat  et  titidus  nomine  quo  fuerint. 
Sors  prior  in  puero  cecidit;  sed  flebile  J'atiim 
(tristior  ecce  dies.'J  renoval  mala  volnera,  sana 
•   et  modo  quce  Jtierat  filia  nunc  cinis  est. 

El  título,  distinto  del  epigrama,  contiene  los  nombres 
de  los  niños  Festiva,  la  alegre,  de  once  años,  y  Sodalis,  su 
compañero,  de  un  año,  y  del  padre,  Rogatiis,  tal  vez  es- 
clavo. El  epigrama  es  irregular:  contiene  dos  dísticos  y  un 
hexámetro  además,  pero  sin  frases  vulgares.  La  muerte 
consecutiva  de  las  dos  prendas  queridas  ha  inspirado  al 
poeta,  aunque  de  condición  humilde,  pensamientos  tiernos 
y  palabras  escogidas.  Al  niño  tocóle  la  suerte  antes;  pero 
el  hado  lastimoso,  en  un  día  aún  más  triste,  renovó  las 
malas  llagas  y  se  llevó  también  la  hija,  hasta  entonces 
sana. 

No  sólo  en  los  grandes  centros,  sino  también  en  pobla- 
ciones más  modestas,  la  poesía  sepulcral  ha  penetrado  ya 
durante  el  primer  siglo,  con  la  prosperidad  creciente,  sobre 
todo  en  la  provincia  Bética. 

VIII.  En  Martos,  la  antigua  Tiwci,  existió  íntegro, 
pero  ya  está  algo  mutilado  (el  Museo  Arqueológico  Nacio- 
nal de  Madrid  conserva  un  yeso  de  la  parte  superior),  el 
epigrama  siguiente  de  una  Cassia  Celsa,  que  murió  de 
sesenta  y  cinco  años  {Corpus,  núm.  i.6gg;  Buecheler,  nú- 
mero 1.123): 


Q  EMILIO    HÜBNER 


Quod  voto  petiere  suis  plerumque  párenles, 
cunda  tibí  dignce,  Ccesia,  conligerunl: 

lanifici  prceclara  fides  pietatis  alumna, 
príscceprcecipuejamapudiciiiíe. 

Te  rogo,  prceleriens  dicas:  sit  tibi  térra  levis. 

Es  evidentemente,  del  siglo  i.  La  mayor  alabanza  que 
tuvieron  las  antiguas  matronas  romanas,  las  mujeres  de 
los  Cincinatos  y  Serranos,  era  la  de  haber  s.do  «castas 
lanificas,  domisedas.»  La  confianza,  nunca  vacilante  en 
sus  labores  domésticas,  se  dice  pietatis  alumna.  como  pro- 
cedente de  sus  sentidos  piadosos.  Así  Eneas,  por  Ovidio, 
viene  llamado  notce  pietatis  ctlanmus  {Metam.  XIV,  44-5)- 
Un  pentámetro  hipérmetro,  de  seis  pies,  compuesto  de  las 
fórmulas  de  costumbre,  termina  los  dos  dísticos. 

IX.  En  Osuna-í7rso-los  epigrafistas  del  siglo  xvi 
copiaron  el  siguiente  epigrama  de  un  liberto,  de  nombre 
Fausto,  de  veintiún  años  {Corpus,  núm.  i.4i3;  Bueche- 
1er,  núm.  1.069): 

Immalura  tui  properantur  témpora  Jati 
primaque  prcecipiti  limine  vita  ruit. 
Viginti  tecum  namfers  non  amplius  annos, 
"  sed  decuit  talem  longior  hora  virum. 

El  primer  distico  es  de  invención  original  y  de  expresión 
algo  audaz:  témpora  imwatura  faíi  y  la  prima  vita,  que  cae 
ércecibüe  limine-^^n  ve/  de  prcEceps  ruit  primo  hmme-,  tal 
vez  tomado  de  un  modelo  más  antiguo.  El  otro  dístico 
viene  repetido  en  otro  epigrama  fragmentado  de  Osuna 
{Corpus,  núm.  1.414-  septuaginta  tecum  transfers,  non  am- 
plias annos,  debueras  tamen  habuisse  millc).  Los  creo  ambos 
del  siglo  I. 

X  En  Ecija-.4síí>¿— existía  el  siguiente,  de  un  Lu- 
cio Petronio  Primo  {Corpus,  núm.  1.504;  Buecheler.  nú- 
mero i.i38): 


ANTIGUOS    POETAS    DE    LA    PENÍNSULA  35I 

Uxor  cara  viro  nwimmenlum  fecit  amanti: 
optaram  in  manibus  coniugis  occidere. 

Qiiem  quia  /ata  iiiinis  rapuerunt  tempore  iniquo, 
ossibus  opto  tiiis  sit  pia  térra  levis. 

El  sentido  enunciado  en  estos  dos  dísticos  no  tiene  nada 
de  particular;  sin  embargo,  el  giro  de  la  frase  es  elegante 
y  la  forma  del  lenguaje  poético  inmejorable.  El  que  los 
inventó  conocía  perfectamente  los  mejores  modelos. 

El  luto  que  inspira  la  pérdida  de  padres  é  hijos  y  de  es- 
posos es  el  más  común,  y  la  mayor  parte  de  los  poemas 
hasta  aquí  reproducidos  se  reducen  á  tratar  de  estos  asun- 
tos. Más  raro  es  el  loor  de  la  amistad. 

XI.  En  la  antigua  Salpensa,  célebre  por  su  ley  muni- 
cipal, encontrada  junto  con  la  de  Málaga,  y  que  estuvo 
situada  no  lejos  de  la  moderna  Utrera,  se  halló  un  epi- 
grama, que  tenía  en  su  casa  el  poeta  Rodrigo  Caro;  des- 
pués pereció  {Corpus,  núm.  1.293;  Buecheler,  núm.  i.io3). 
Lo  creo  de  fines  del  primer  siglo  ó  de  principios  del  se- 
gundo; es  de  un  siervo  del  nombre  claro  de  Pílades;  su 
amo  era  Annio  Novato  el  padre.  Dice  así,  en  tres  dísticos: 

Siibductum  primee  Pyladen  ¡uve  ara  iiiveiitcv 

indicat,  exemplum  non  leve  amicitic^. 
Namque  sodalicii  sacravit  turba  futururn 

nominis  indicium  nec  mimis  officii. 
Dicite  qiii  legitis  sólito  de  more  sepulto: 

pro  meritis,  Pylades,  sit  tibi  térra  levis. 

Pílades,  muerto  joven,  era  de  amistad  ejemplar  hacia 
sus  sodales,  tal  vez  de  una  cofradía  devota;  llevaba,  pues, 
de  derecho  el  nombre  típico  del  ideal  de  la  amistad:  la 
amistad  entre  Orestes  y  Pílades.  Por  eso  sus  compañeros 
y  amigos  le  pusieron  el  epitafio,  para  que  su  nombre  fue- 
se señal  imperecedera  del  piadoso  afecto.  Los  dos  dísticos 
primeros  expresan  este  pensamiento  con  originalidad  y  ele- 
gancia. 

Terminar  el  pentámetro  con  una  palabra  de  cinco  síla- 


5C2  EMILIO    HÜBNER 

bas,  es  un  artificio  de  Catullo  {c,6,J^flemiis  amicitias;  ioo,6 
iinica  amicitia)  y  Propercio  (I,  2,24  forma pudicitia;  I,  i5,22 
fama  piidicitice).  El  último  dístico  acierta  á  variar  con  mu- 
cha gracia  las  fórmulas  vulgares. 

En  Marchena  se  encontró  otro  epigrama,  que  también 
obraba  en  manos  de  Rodrigo  Caro,  á  quien  se  lo  regaló 
el  entonces  Duque  de  Arcos  fCo>-/)iís,  núm.  i.Sgg;  Bueche- 
1er,  núm.  1.140),  y  que  ya  no  existe.  Los  seis  dísticos,  en 
que  Firma,  la  mujer  de  un  Epafrodito,  ambos  de  condi- 
ción libertos,  celebra  su  amor  conyugal  y  las  virtudes  de 
su  marido,  no  carece  de  méritos.  Pero  no  lo  transcribo, 
pues  le  falta  originalidad  y  gracia. 

Por  lo  mismo,  dejo  aparte  uno  más  largo  aún,  que 
existe  en  Vilches,  la  antigua  Bcesucoi  (Corpus,  núm.  3.256; 
Buecheler,  núm.  1.196).  Son  siete  dísticos;  pero  de  la  ma- 
yor parte  de  los  versos  no  existe  sino  la  mitad,  pues  la 
parte  derecha  de  la  piedra  y  algo  de  la  izquierda  perecie- 
ron. Celebran  las  virtudes  de  un  Cassio  Crescente,  muer- 
to joven,  y  juegan  con  el  nombre  de  Crescem,  al  cual,  sin 
embargo,  no  era  concedido  de  crecer.  Los  versos  no  care- 
cen de  cierta  gracia  ni  consisten  sólo  en  frases  de  costum- 
bre; pero  no  son  de  un  mérito  sobresaliente.  Los  creo  de 
fines  del  siglo  primero. 

Personas  de  cultura  griega  casi  todas,  alguna  también 
de  nacionalidad,  fueron  los  autores  de  estas  poesías.  A 
veces  muestran  su  habilidad  poética  en  ambas  lenguas. 

XII.  De  Mérida  proviene,  y  en  Plasencia  existe,  el 
siguiente  poema  bilingüe  [Corpus,  núm.  562;  Buecheler, 
núm.  1. 197),  que  por  el  carácter  de  sus  letras  lo  he  atri- 
buido al  siglo  segundo.  Preceden  dos  dísticos  griegos: 

Mt,tyip  ^01  FaiTiva,  ícap'  v^píov  So-th;  oóeÚsi;, 
Tiyeipe  <TTr\'kr\y  o-úv  TtaTpl  CwcQsve'í, 

1Z0IV  oXotf.'jpájjL£vo!,  [jiwpto  Ito-  -ov  yáp  ¿[xol  fXSÍí 
epSopio;  oü  Tzk-fif-i]i,  O'jvo'j.'  'louXiavó;. 


ANTIGUOS  POET\S  DE  LA  PENÍNSULA        353 

Sigue  un  dístico  latino  solo: 

Nomine  lulianus,  meases  excederé  septem 
haut  licitum;  mullum  flevit  ulerque  pareas. 

Sólo  el  epigrama  griego  nos  da  los  nombres  de  los  pa- 
dres, Sostenes  y  Gaiena,  griego  el  uno,  el  otro  romano. 
El  niño  difunto  dice  al  caminante  que  sus  padres  le  erigie- 
ron la  piedra  del  sepulcro,  con  mucho  llanto  sobre  su  poca 
edad,  pues  no  había  aún  cumplido  el  séptimo  mes  de  su 
vida,  y  su  nombre  fué  luliano.  Con  admirable  brevedad 
condensa  el  dístico  latino  el  mismo  sentido,  pero  sin  nom- 
brar los  padres. 

XIII.  A  época  algo  más  reciente,  creo  al  siglo  ii  ó  iri, 
pertenece  un  fragmento  de  epitafio  encontrado  en  Tarra- 
gona, que  ya  no  existe  (Corpus,  núm.  4.426;  Buecheler, 
núm.  1.489).  No  es  completo,  ni  se  conocen  los  nombres 
del  difunto  á  que  pertenecía. 

Aspice  quam  súbito  marcet  quod  floruit  ante, 
aspice  quam  súbito  quod  stetit  ante  cadit. 

Nascentes  morimur  finisque  ab  origine  pende t, 
[illa  eadem  vitam  quce  incohat  hora  rapit]. 

Los  dos  dísticos  solos  que  se  han  conservado  contienen 
reflexiones  sobre  la  brevedad  de  la  vida  humana,  que  aun- 
que no  son  originales,  se  distinguen  por  su  lenguaje  agu- 
do y  nada  común.  El  verso  tercero  está  tomado  literalmen- 
te del  poema  astrológico  del  poeta  Manilio,  déla  época  de 
Augusto  (IV,  16),  y  se  encuentra  también  en  otras  poe- 
sías de  esta  clase;  el  último  lo  añadió  Ambrosio  de  Mora- 
les para  llenar  el  vacío,  en  el  cual  pueden  haber  perecido 
otros  versos  más. 

Todas  estas  poesías,  con  excepción  de  las  de  soldados, 
no  se  ocupan  de  la  profesión  especial  de  los  difuntos;  mu- 
chos de  ellos,  muertos  jóvenes,  no  tenían  ninguna.  La  de 
Vilches,  de  que  hice  mención  arriba  sin  transcribirla,  ha- 
bla de  la  noble  virtud  del  ingenio  del  difunto  y  de  la  vir- 
il 23 


,,,  EMILIO    HÜBNER 


tud  de  su  loqüela,  aludiendo  tal  vez  á  sus  estudios  reton- 
cos Contrasta  favorablemente  con  la  verbosidad  de  este 
poema  la  brevedad  severa  de  un  antiguo  epitafio  de  Car- 
tagena de  un  Marco  Oppio  (Corpus,  núm.  3-493;  Bue~ 
chder,  núm.  224),  que  en  ritmo  lámbico,  después  del  nom- 
bre del  difunto,  dice: 

Foresis  ars  hic  est  sita, 
Jlet  titiíius  se  relictum. 

„Aquí  yace  el  arte  forense,»  esto  es,  la  facundia  de  un 
jurisconsulto;  «el  título  sepulcral  Hora  de  quedarse  aban- 

donado.»  ,    ^  j    1  „ 

El  progreso  de  la  cultura  intelectual,  en  la  época  de  los 
emperadores  Trajano  y  Adriano,  que  podía  alabarse  del 
más  alto  grado  de  riqueza,  de  civilización  y  de  bienestar  ge- 
neral también  en  España  ha  producido  poetas  y  retores, 
como'  aquel  Annio  Floro,  que  escribió  en  Tarragona  su 
tratado  sobre  si  Virgilio  era  mas  bien  orador  que  poeta, 
cuyo  principio  sólo  se  ha  conservado.  Tal  vez  un  contem- 
poráneo suyo  era  el  poeta  insigne  de  un  epitafio  encon- 
trado hace  unos  diez  y  ocho  años  en  Argavieso  de  Aragón, 
entre  Osea  y  Pertusa. 

XIV  Lo  he  publicado  en  el  Boldin  de  la  Academia  de 
la  Htstoria  i^^ol  VIII,  1886,  págs.  3ii  y  siguientes).  A 
pesar  de  que  el  principio  del  poema  y  la  mitad  anterior  de 
los  tres  dísticos  conservados  ya  no  existen,  lo  repito  aquí, 
con  los  suplementos  de  Buecheler,  porque  no  debe  faltar 
en  esta  antología  ejemplo  tan  egregio  de  la  poesía  de  los 
primeros  siglos  de  nuestra  Era  (Corpus,  núm.  5.839;  Bue- 
cheler, núm.  1.113)- 

Qui  Tiberina  cohmt  et  qui  sep\tem  ostia  Nili, 
fulsit  et  in  Grais  ars  tu]a  clara  viris, 

dum  cithara  loqueris  sepe],n  discrimina  vocum 
et  dulces  hilaris  d]asfdibus  números. 

At  nunc  funéreo  tu]a  consona  pee tine  Sexto 
fraternos  planctus  in]cinit  icta  chelys. 


ANTIGUOS    POETAS    Oí    LA    PENÍNSULA  355 

El  autor  de  estos  versos  suscribe  su  nombre:  L.  Aemi- 
lii  Paiil]lini  Matenii.  Creo  que  era  pariente  de  los  Emilios 
Fraternos,  Maternos  y  Paternos  de  Isona  (Corpus,  núme- 
ros 4.458,  4.460,  4.462),  y  tal  vez  idéntico  con  el  amigo 
de  Marzial  Materno  (X,  3;,  i,  ii).  Celebra  los  talentos  de 
su  difunto  hermano  Sexto,  á  cuyo  cognombre  Fraterno 
tal  vez  alude  el  último  verso.  Pues  le  admiraron  los  habi- 
tantes de  Roma  y  los  de  Alejandría,  donde  el  Nilo  abre 
sus  siete  bocas,  como  otro  Orfeo,  que,  según  Virgilio,  can- 
tó al  son  de  la  cítara  numeris  septein  discrimincí  vocnm 
(Eneida,  VI,  645). 

Rara  es  la  mención  de  otras  condiciones  ó  circunstan- 
cias particulares  de  la  vida  en  los  epigramas  poéticos.  En 
las  montañas  y  selvas  del  alto  Guadalquivir,  cerca  de  Cór- 
doba, y  más  río  arriba,  la  caza  debió  haber  sido  muy  lu- 
crativa en  los  primeros  siglos  de  nuestra  Era.  Un  epigra- 
ma cordubense  (Corpus,  núm.  2.314;  Buecheler,  núme- 
ro 413),  y  uno  de  Peñaflor  (Corpas,  núm.  2.335;  Bueche- 
ler, núm.  412),  celebran  dos  cazadores  famosos,  que  mu- 
rieron jóvenes.  El  uno  era  claro  por  sus  caminatas  exten- 
sas sobre  montañas  y  valles  y  por  el  arte  de  poner  fosas 
para  coger  fieras;  el  otro  era  también  pescador  y  pajarero. 
Pero  los  versos,  á  fuerza  de  estar  muy  mutilados,  no  tie- 
nen gran  mérito  ni  merecen  figurar  en  estas  páginas. 

Hasta  un  panadero  de  origen  griego,  como  lo  indican 
sus  nombres  de  Marco  Acilio  Eróte,  en  Gandía,  obtuvo  el 
honor  de  un  breve  elogio  poético,  compuesto  de  fórmulas 
usadas  (Corpus,  núm.  5.975;  Buecheler,  núm.  1.457:  la 
piedra  ahora  se  conserva  en  el  Museo  Arqueológico  Nacio- 
nal de  Madrid).  En  Roma  también  los  panaderos  desde 
antiguo  eran  de  extracción  griega,  como  ahora  en  el  Nor- 
te de  Europa  los  confiteros  suelen  ser  italianos  ó  de  la  Sui- 
za italiana. 

Conocido  es  cuan  divulgada  era  en  el  mundo  antiguo 
romano  la  afición  á  las  carreras  del  circo,  así  en  la  Ciudad 
Eterna  misma  como  en  todos  los  centros  de  la  vida  pro- 
vmcia!.  En  un  lugar  tan  poco  importante  como  lo  era  la 


g  EMILIO    HÜBNER 

antigua  Valeria,  cuyo  nombre  se  mantuvo  en  el  déla  mo- 
derna Valera  de  Arriba,  entre  Cuenca  y  Albacete,  uno  de 
los  cocheros  del  circo  fué  honrado  con  un  epitafio  poético 
en  dos  hexámetros,  de  fines  del  siglo  i  {Corpus  num.  3.i8i 
Buecheler.  núm.  123).  En  Tarragona,  en  Barcelona,  en 
Itálica,  los  grandes  mosaicos  con  representaciones  de  los 
iuegos  circenses  atestiguan  cuánto  estaban  en  boga.  Y  en 
Tarragona  también  fueron  encontrados  dos  epitafios  poé- 
ticos de  cocheros  del  circo  {Co,fus,  núms.  4.314  Y  4-¿i^' 
Buecheler,  núms.  1.279  Y  5oo),  ambos  bastante  luengos. 
de  seis  y  siete  dísticos,  y  de  la  segunda  mitad  del  siglo  se- 
gnndo  ambos.  El  uno,  el  de  Fusco,  de  la  facción  de  los 
Vénetos,  ó  de  color  a.ul,  tiene  al  fin  un  senario  lambico 
griego   que  dice:  «de  tus  corridas  hablará  la  eternidad,»  y 
Suestia  imitación  de  Virgilio.  El  otro,  de  Entices,  siervo 
de  Flavio  Rufino  y  Sempronia  Diofanis,   se  queja  que  al 
joven  anriga,  que  se  distinguió  lo  mismo  en  los  carros  de 
i  dos  como  en  los  de  á  cuatro  caballos,  no  le  era  concedí- 
da  la  gloria  de  morir  en  el  circo,  más  que  una  enfermedad 
de  los  intestinos  se  lo  llevó  á  los  veintidós  años.  Termina 
con  una  invención  feliz,  y  acaso  original,  amonestando  al 
caminante  que  pasa  para  que  esparza  flores  sobre  su  tum- 
ba  como  tal  vez  le  había  aplaudido  cuando  vivo.^ 

Todas  las  poesías  hasta  aquí  mencionadas  están  escri- 
tas en  el  metro  dactilico,  en  hexámetros  y  pentámetros. 
Raras  veces  los  poetas  de  esta  dase  se  sirvieron  de  otras 
formas  métricas.  Pero  no  faltan  en  la  colección  de  losc..- 
mina  eptgraphica,  indicada  arriba,  senarios  lambicos  y  sep- 
tenarios trocaicos,  y  hasta  coliambos,  ghconeos  y  ende- 
casílabos. España  cuenta  tres  ejemplos  de  septenarios 
trocaicos  y  uno  solo  de  endecasílabos. 

-jrv  Uno  de  los  escritos  en  septenarios  es  el  epitafio 
de  un  muchacho  de  doce  años,  de  nombre  Prümiiv^<^. 
Íervo  de  una  Sempronia  Paterna,  encontrado  en  la  an- 
iña Clunia:  parece  que  existe  todavía  en  Penalva  e  C  s_ 
fro  {Corpus,  núm.  6.338  n.;  Buecheler,  num.  238).  Esta 


ANTIGUOS    POETAS    DE    LA    PENÍNSULA  357 

mal  copiado,  y  los  suplementos  no  son  del  todo  ciertos. 
Habla  el  mozuelo  mismo,  y  se  alaba  de  sus  sucesos  como 
cazador. 

Síve  apros  feroces  fudi,  ut  grátiis  venantí  seni, 
séu  cervos  fugaces  cepi,  ut  éram  delició  domus. 
Mílii  Paterna  rúra  ¡ustrans  ínstauravit  inémoriam, 
quáe  mihi  post  honores  reddat  cantineas  veri  fidem. 

«Cuando  maté  los  fieros  jabalíes,  ¡qué  placer  para  el 
viejo  cazador! — su  amo,  creo — .  Cuando  cogí  los  ciervos 
fugaces,  ¡qué  alegría  para  toda  la  casa!  La  patrona  restau- 
ró el  recuerdo  cuando  pasó  por  los  campos,  y  así  de  rai 
gloria  permanece  un  testimonio  veraz».  El  que  compuso 
estos  versos  tenía  talento  y  gusto:  los  creo  del  siglo  ii. 

XVI.  El  otro  ejemplo,  de  la  misma  forma  métrica, 
es  de  Tarragona  y  del  siglo  lii.  Estaba  en  el  sepulcro  de 
un  militar  de  alto  rango,  un  tal  Lucio  Alfidio  Urbano,  tri- 
buno militar  de  la  legión  séptima,  bajo  el  Emperador  An- 
tonino  Caracalla,  y  le  fué  puesta  la  memoria  por  man- 
dado testamentario,  según  el  albedrío  de  su  suegro,  Cor- 
nelio  Rustico  {Corpus,  núm.  4.137;  Buecheler,  número 
245).  Los  versos  dicen: 

Vive  laetus  quisque  vivis,  vita  parvom  miinus  est: 
móx  exorta  est,  sénsim  vigescit,  déinde  sensim  déficit. 

Divisas  de  sentido  similar,  que  exhortan  al  goce  de  la 
vida,  ya  que  es  tan  breve,  no  son  raros  en  la  poesía  se- 
pulcral; pero  ésta  es  tan  original  en  la  frase  como  en  la 
forma  métrica,  que  no  la  estimo  inventada  para  este  epi- 
tafio. 

XVTI.  Un  tercer  ejemplo  en  septenarios  trocaicos 
existía,  pero  ya  no  existe,  en  Tarragona  (Corpus,  núme- 
ro 4.35o;  Buecheler,  núm.  235).  Es  de  un  literato  del 
nombre  griego  de  Clearco,  que,  según  los  restos  de  su 


oc8  EMILIO   HÜBNER 

epitafio,  sufrió  casos  extraños,  robo  por  piratas,  etc.  Pero 
no  se  han  leído  enteros  más  que  los  dos  primeros  versos 
del  poema: 

Híc  Clearchus,  quí  dmn  vi.vil  Gráeco  magno  nomine 
núncupaiiis,  Jáciis  ineruit  nómen  hoc  et  lilteris. 

Siguen  dos  versos  mutilados,  de  quienes  se  refiere  lo 
que  está  dicho;  seguían  tal  vez  aún  más.  También  este 
poema  tiene  sabor  de  originalidad  y  talento,  que  no  es 
extraño,  como  se  trata  de  un  letrado  que  mereció  su  nom- 
bre por  sus  hechos  y  por  sus  letras,  esto  es,  sus  escritos. 
Era  tal  vez  un  profesor  de  retórica. 

XVIII.  El  único  ejemplo  peninsular  de  endecasíla- 
bos, el  metro  predilecto  de  Catullo  y  de  sus  contemporá- 
neos, se  encontró  en  la  colonia  lusitana  Píia'  lidia^  la  mo- 
derna Beja  de  Portugal  {Corpus,  números  5g  y  5.i86; 
Buecheler,  núm.  1.553),  y  dice: 

Quisquís  prceteriens  siíam  viator, 

jtostquam  termine  legeris  peremptam 

me  cstalis  vicésimo,  doiebis, 

elsi  sensiis  erit  mea;  quieiis, 
'   qux  lasso  tibi  dulcius  precabor: 

vivas  pluribus  et  diu  senescas; 

qua  mi  non  licuit  fritare  vita. 

Si  te  jlere  iuvat.  quidni  ingemiscis? 
Nise  annorum  XXV. 
«»   Inachus  hcec  materque  lo  faciebant. 

I,potius  propera,  niim  qui  legis,  ipse  legeris. 

Después  de  la  alocución  acostumbrada  al  caminante  y 
la  noticia  que  la  sepultada,  de  nombre  Nise,  murió  joven, 
á  los  veinte  años  más  ó  menos,  ella  misma  continúa  di- 
ciendo: «Sentirás  el  descanso  de  que  gozo;  pero  ¿qué  cosa 
más  dulce  puedo  desearte,  cuando  estás  cansado,  sino  que 
vivas  más  años  que  yo,  hasta  llegar  á  la  senectud,  y  que 
disfrutes  de  la  vida  que  á  mí  no  fué  concedida?  Si  quieres 
llorar,  ¿por  qué  no  gimes?»  Sigue  el  nombre  de  la  difunta» 


ANTIGUOS    POETAS    DE    LA    PENÍNSULA  359 

en  prosa,  y  en  un  endecasílabo  más  los  de  los  padres  que 
le  hicieron  el  sepulcro,  cuj'os  nombres  Inaco  é  lo  son 
también  griegos,  y  al  final  un  hexámetro  malo  que  dice 
al  caminante:  «Anda,  ó  más  bien  date  priesa,  porque  tú 
que  lees,  pronto  serás  leído,»  esto  es,  en  tu  epitafio.  El 
lenguaje  del  poema  es  algo  afectado;  pero  hay  recuerdos 
de  poetas  célebres,  como  Horacio  (Epístolas,  I,  4,  8,  quid 
voveat  dulci  nutricula  inaiiis  aliiinno)  y  Persio  (5,  151,  nos- 
triimsí  quod  vivís,  cinis  et  manes  et  fábula  fias,  vive  incinov 
leti),  y  su  originalidad  consiste  sólo  en  el  juntar  acertada- 
mente pensamientos  nada  nuevos. 

Aumento  grande  á  esta  selección  de  ejemplos  de  la 
poesía  sepulcral  latina,  cual  floreció  en  los  siglos  prime- 
ros de  nuestra  Era  en  España,  ofrecen  los  epitafios  cris- 
tianos desde  el  cuarto  y  quinto  siglo  en  adelante.  Pero 
éstos  no  se  pueden  citar  convenientemente  antes  de  estar 
publicado  el  Suplemento  á  mi  antigua  colección  de  las 
Inscriptiones  Hispanice  christiance,  el  cual  ya  está  en  prensa. 

Pero  la  poesía  no  sólo  tuvo  ocasión  de  presentarse  en 
las  tumbas,  aunque  en  ellas  lo  hizo  con  predilección.  Hu- 
bo de  vez  en  cuando  un  templo  que  dedicar,  cuya  erec- 
ción merecía  conmemorarse;  un  voto  que  ofrecer,  el  cual, 
por  su  particularidad,  debía  eternizarse.  Dos  ejemplos 
solos  de  esta  clase  de  poesías  nos  ha  conservado  el  acaso; 
pero  ambos  tienen  un  carácter  singular  y  hasta  local.  El 
metro  del  uno  es  el  predilecto  de  los  dísticos  dactilicos;  el 
otro  ofrece  una  variedad  de  metros. 

XIX.  En  el  grandioso  y  célebre  puente  sobre  el  Ta- 
jo, que  á  la  moderna  Alcántara  de  los  árabes  dio  fama  y 
nombre,  existe,  al  lado  de  su  entrada,  un  templo  romano 
de  escasas  dimensiones.  En  el  arco  en  medio  del  puente, 
ambos  restituidos  á  su  antiguo  esplendor  hace  unos  cua- 
renta años,  está  la  grande  inscripción  en  caracteres  mo- 
numentales, puesta  en  dos  ejemplares  en  ambos  lados  del 
arquitrabe,  que  indica  que  en  el  año  de  105  de  nuestra 
Era  once  pueblos  de  la  Lusitania  dedicaron  á  Trajano,  el 


^So  EMILIO    HÜBNER 

Emperador  reinante,  esta  obra  magnífica,  hecha  á  sus 
costas.  El  templo,  muy  sencillo,  lo  puso  á  la  divinidad 
del  mismo  Emperador  y  de  sus  antecesores  divinizados  el 
arquitecto  de  la  obra,  añadiendo  un  poema  en  seis  dísticos 
que  ya  no  existe.  Lo  vieron  y  copiaron  en  los  siglos  XV 
y  XVI  algunos  sabios  viajeros  italianos,  uno,  sobre  todo, 
cuyo  nombre  ignoramos:  lo  he  apellidado  el  Anónimo 
Taurinense,  pues  en  un  manuscrito  de  la  Real  Biblioteca 
de  Turín  se  conserva  su  copia,  que  es  mejor  que  todas  las 
demás,  incluso  la  de  un  ciudadano  de  Alcántara,  alias  no 
conocido,  de  nombre  Hernando  Pedrosa  {Corpus,  número 
761,  con  los  Addenda,  pág.  xl;  Buecheler,  núm.  878).  El 
texto  y  la  interpretación  ofrecen  alguna  que  otra  dificul- 
tad; todo  bien  considerado,  y  siguiendo  la  autoridad  del 
Taurinense,  los  seis  dísticos,  distribuidos  en  tres  partes  de 
á  dos,  son  éstos: 

»   Templum  /n  rupe  Tagi  superís  et  C<xsare  plenum, 
ars  ubi  materia  vincitur  ipsa  siia, 
quis  quali  dederit  voto,  Jortasse  requiret 
cura  viatoriim,  qiios  nova  fama  iuvat. 

'  b   Pontem  perpetui  mansiirum  in  scscula  mundi 
fecit  divina  nobilis  arte  Lacer, 
Ídem  Romtileis  temphim  cían  CíBsare  divis 
constituit:  Jelix  utraque  causa  sacri. 

«   Ingentem  vasta  pontem  qui  mole  peregit, 
•»  sacra  litaturo  fecit  hoiiore  Lacer: 

qui  pontem  fecit  simul  et  nova  templa  dicavit, 
alie  se  solvit  dis  nisi  vota  litant. 

Los  dos  primeros  dísticos,  en  un  giro  de  frases  algo 
afectado,  con  imitación  de  Ovidio  (Metamorph.  II,  5, 
maieriam  superabat  opus),  y  con  bastante  verbosidad,  pro- 
meten satisfacer  la  curiosidad  de  los  que  pregunten  cuál 
ha  sido  el  que  hizo  el  templo.  Los  dos  dísticos  que  siguen 
contestan  á  la  pregunta:  fué  Lacer  el  que  con  su  arte  di- 
vino hizo  el  puente,  nunca  perecedero,  y  él  mismo  hizo 


ANTIGUOS    POETAS    DE    LA    PENÍNSULA  361 

también  el  templo  del  César  y  de  los  divinos  Augustos. 
Los  dos  últimos  dísticos  oponen,  con  sutileza,  el  puente 
consagrado  al  honor  divino  y  el  templo  destinado  á  cum- 
plir un  voto,  y  por  eso  ambas  obras  deben  «litar»,  esto 
es,  ser  gratas  á  los  dioses. 

En  la  suscripción  á  estos  dísticos  el  arquitecto  se  dice 
con  sus  tres  nombres,  Cayo  Julio  Lacer,  añadiendo  que 
erigió  el  templo  á  su  propia  costa  y  con  la  ayuda  de  su 
amigo  Curio  Lacón,  natural  de  la  vecina  ídaña,  el  cual 
tal  vez  fué  el  poeta  que  compuso  los  dísticos.  No  son  és- 
tos de  un  mérito  sobresaliente;  pero  respiran  el  cultismo, 
como  tal  vez  podemos  llamarlo,  de  los  poetas  de  la  época 
de  Trajano  y  de  Adriano,  como  Juvenal  y  Floro. 

De  índole  muy  diferente  es  el  último  poema,  algo  ex- 
tenso, que  tengo  que  memorar. 


XX.  Uno  de  los  generales  del  emperador  Adriano, 
comandante  de  la  legión  séptima  en  León,  que  lleva  de 
ella  su  nombre,  muy  aficionado,  según  parece,  á  la  caza, 
hizo  cercar  un  amplio  distrito  para  este  uso  y  lo  dedicó  á 
los  dioses,  erigiendo  en  él  un  templo  á  Diana,  la  diosa  de 
la  caza.  Los  cuatro  lados  del  altar  grande,  que  estaba  de- 
lante de  este  templo,  traen  en  el  del  frente  la  dedicación 
en  prosa,  con  los  nombres  del  dedicante,  Quinto  Tullio 
Máximo,  natural  de  África,  y  en  los  otros  tres  lados  tres 
poemas  breves  en  varios  metros.  El  ara  forma  una  de  las 
joyas  del  Museo  epigráfico  de  San  Marcos,  junto  á  León 
{Corpus,  núm.  2.660;  Buecheler,  núm.  i.Saó).  Dice  el 
primer  poema,  en  siete  hexámetros: 

Aequora  conclusit  campi  divisque  dicavit 
et  templum  statuit  Ubi.  Delia  virgo  triformis, 
Tullius  e  Libya,  rector  legionis  Hihercs, 
ut  quiret  volucris  capreas,  ut  figere  cervos, 
»  saligeros  ut  apros,  ut  equorum  silvicolentum 
progeniem,  ut  cursu  certare,  ut  disicejerri, 
et  pedes  arma  gerens  et  equo  iaculator  Hibero. 


362  EMILIO   hObNER 

Este  poema,  el  más  luengo  de  todos,  refiere  en  lenguaje 
escogido  y  en  versos  de  suma  elegancia  el  fin  de  la  dedi- 
cación del  distrito  de  caza  y  del  templo  de  Diana,  y  enume- 
ra las  fieras  que  allí  se  cazaban:  cabras  montesas,  ciervos, 
jabalíes  y  los  potros  de  los  caballos  fieros,  esto  es,  de  los 
asturcones,  como  los  llamaban  los  romanos,  famosos  en  las 
carreras  del  circo,  y  lo  mismo  los  métodos  de  cazar  á  pie 
y  á  caballo,  corriendo  detrás  y  cogiéndoles,  ó  con  armas, 
cuchillos  de  hierro— que  eso  parece  que  indican  los  disices 
ferri,  alias  no  conocidos,— y  con  lanzas  arrojadizas.  No 
quiero  callar  que  el  disice  ferri  puede  interpretarse  también 
de  otro  modo,  que   sea  dejarse  llevar  en  un  carruaje   del 
nombre  de  disiex,  alias  desconocido.  Cuál  de  las  dos  inter- 
pretaciones sea  preferible,  no  lo  sé  decidir. 

Los  dos  poemas  siguientes  son  epigramas  de  elegante 
brevedad:  el  uno,  en  dos  senarios  iámbicos;  el  otro,  en 
cuatro  dímetros  iámbicos: 


b   Denles  aprorum,  quos  cecidit,  Maximus, 

dicat  Diance,  pulchrum  virtiitis  decus. 
c   Cervom  altifrontum  cornua 

dicat  Diance  Tullius, 

quos  vicit  in  paranii  cequore 

vectus  J eroci  sonipede.  • 

Ofrece  con  ellos  Tullio  á  la  diosa  el  botín  de  la  monte- 
ría, los  dientes  de  los  jabalíes  y  la  cornamenta  de  los  cier- 
vos. El  írqtwyparami,  la  paramera,  es  el  ejemplo  más  anti- 
guo de  esta  palabra  indígena  que  tenemos. 

Además  del  ara,  se  encontró  junto  con  ella  una  plancha 
de  mármol,  que  se  conserva  en  el  Museo  Arqueológico  Na- 
cional de  Madrid.  Contiene  estos  cuatro  tetrámetros  tro- 
caicos: 

d    Doiiat  hac  pelli,  Diana, 
Tullius  te  Maximus 
rector  Aeneadum,  gemella 


ANTIGUOS   POETAS   DE    LA    PENÍNSULA  363 

legio  quis  esl  séptima, 

•   ipse  quam  detra.vit  tirso 

laude  opima,  prcedilus. 

Faltan  á  todos  los  versos  los  últimos  vocablos;  de  suer- 
te que,  entre  los  suplementos,  la  mayor  parte  ciertos — lo 
del  tercero,  genieUa,  es  un  feliz  invento  del  doctísimo  Pa- 
dre Fita — ,  uno  queda  incierto,  el  del  quinto.  La  piel  pue- 
de haber  sido  la  de  un  jabalí  ó  la  de  un  oso;  como  la  caza 
de  osos  en  las  montañas  de  Asturias  hasta  hoy  existe,  y 
como  pieles  de  jabalíes  nunca  han  tenido  gran  precio,  me 
he  decidido  por  la  del  oso.  Los  cuatro  poemas  abundan  en 
reminiscencias  de  los  grandes  poetas,  sobre  todo  de  Vir- 
gilio y  Horacio,  y,  en  su  conjunto,  forman  una  prueba  de 
la  facilidad  insigne  de  versificación  que  distinguía  ásu  au 
tor,  tal  vez  el  mismo  Tullio  Máximo. 


XXI.  Para  concluir  mi  antología,  vuelvo  á  los  dísti- 
cos, y  transcribo  uno  encontrado  en  Tarragona,  en  donde 
existe  esculpido  con  mucho  esmero,  y  con  letras  muy  be- 
llas del  siglo  11,  en  plancha  de  mármol  blanco,  empotrada 
un  día  en  la  pared  sobre  la  puerta  de  entrada  de  una  casa 
de  huéspedes  {Corpus,  núm.  4,284;  Buecheler,  núm.  882). 

Si  nitidus  vivas,  ecciim  domus  exórnala  est; 
si  sardes,  patior,  sed pudet,  hospitium. 

Es  un  juego  feliz  de  palabras,  digno  de  la  época  de  Tra- 
jano  ó  Hadriano:  no  se  reciben  en  la  casa  sino  personas 
pulidas  y  de  buena  crianza;  á  otras  no  se  les  niega  el  hos- 
pedaje, pero  sólo  con  vergüenza  se  les  acoge. 

En  el  hospedaje  de  esta  antología  de  los  más  antiguos 
poetas  líricos  de  la  Península,  no  hemos  recibido,  de  entre 
los  casi  setenta  ejemplos  que  existen,  más  que  veintiuno 
de  los  más  pulidos;  excluir  los  menos  acertados,  lo  exige 
la  ocasión  que  celebran.  No  quiero  decir,  por  supuesto,  al 
titular,  como  lo  he  hecho,  esta  colección  de  las  pocas  joyas 


-54  EMILIO    HÜBNER 

poéticas,  que  se  pierden  en  el  océano  de  miles  de  inscrip- 
ciones latinas,  en  gran  parte  insignificantes,  que  todas  las 
poesías  aquí  reunidas  ó  algunas  de  ellas  sólo  hubieran  po- 
dido componerse  en  España  y  no  lo  mismo  en  Italia  o  en 
cualquier  otra  provincia  del  Imperio  romano.  Pero  como 
actualmente  son  las  más  antiguas  que  sab.emos  escritas  en 
España,  no  sé  si  á  un  lector  de  juicio  sutil,  que  las  com- 
pare con  cuidado  con  las  semejantes  producciones  de  otros 
países,  no  le  sea  posible  observar  en  ellas  ciertas  particu- 
laridades, un  cierto  afán  de  expresarse  con  agudeza  y  finu- 
ra una  facultad  notable  de  variar  formas  y  frases  poéticas, 
que  recuerdan  cualidades  análogas  en  ciertos  poetas  espa- 
ñoles de  épocas  posteriores.  Es  fácil  que  en  esto  me  enga- 
ñe; el  extranjero,  por  cierto,  en  tales  materias  tiene  poca 
competencia.  El  insigne  colector  é  ilustrador  de  la  poesía 
lírica  española  tal  vez  no  leerá  sin  interés,  y  bástalo  hará 
con  un  placer  benévolo,  estos  primeros  ensayos  de  sus 
paisanos  antiguos,  los  romanos  de  la  Península,  en  el  di- 
fícil arte  de  la  versificación,  que  quizás  así,  como  ya  queda 
dicho,  los  llamaremos  mejor  con  modestia,  en  lugar  de  con- 
cederles, por  lo  menos  á  todos,  el  noble  título  de  poesía 
Como  la  mayor  parte  de  estas  poesías  fué  destinada  á 
ornar  las  tumbas  de  queridos  difuntos,  me  pregunto  si  en 
el  progreso  general  de  la  civilización,  en  este  colmo  de 
cultura  intelectual  de  que  nos  gloriamos  los  hijos  del  siglo 
actual,  tenemos  en  nuestros  cementerios  lujosos  algo  de 
igual  ó  semejante  en  número,  delicadeza  y  perfección,  a 
lo  acostumbrado  entre  griegos  y  romanos  hace  ya  tantos 
siglos.  Parece  que  el   gusto  refinado  de  la  poesía  helénica 
que  aún  resplandece ,  hasta  cierto  punto,  en  los  más  seií- 
ciUos  de  aquellos  epitafios  romanos,  todavía  no  ha  renaci- 
do entre  los  modernos,  con  muy  pocas  excepciones.  Me 
acuerdo  haber  leído  en  suntuoso  sarcófago  de  mármol, 
puesto  á  la  memoria  de  un  joven  procer  ruso,  en  el  cemen- 
terio hermoso  de  uno  de  nuestros  baños  más  favorecidos 
en  Alemania,  en  donde  murió  muy  niño,  un  verso  griego 
que  dice: 


ANTIGUOS  POKTAS  DE  LA  PENÍNSULA       365 

La  luz  que  de  t!  resplandecía  era  como  la 
del  lucero  de  la  mañana. 

Raro  ejemplo  de  un  pensamiento,  en  verdad  poético, 
usado  á  tal  propósito.  De  algunos  de  los  epitafios  latinos, 
conservados  en  España,  resplandece  un  reflejo  remoto  de 
la  luz  con  que  antes  de  muchos  siglos  lucía  la  poesía  grie- 
ga y  romana. 


Dr.  roque  chabas 


ARNALDO  DE  VILANOVA 


sus  YERROS  TEOLÓGICOS 


«Las  noticias  de  Arnaldo,  y,  sobre  todo,  de  sus  yerros 
teológicos,  han  sido  hasta  ahora  obscuras  y  embrolla- 
das   y  este  punto  es  de  no  leve  entidad,   por  referirse  á 

un  varón  de  los  más  señalados  en  nuestra  historia  cientí- 
fica y  aun  en  la  general  de  la  Edad  Media.»  Por  estas  pa- 
labras, que  escribe  el  Sr.  Menéndez  y  Pelayo  (tomo  I,  pá- 
gina 450  de  sus  Heterodoxos,  ed.  de  1880),  comprenderán 
nuestros  lectores  lo  pertitjcnte  que  es  estudiar  aquí,  á  la 
luz  de  documentos  que  el  ilustre  escritor  no  pudo  tener  á 
la  mano,  la  condenación  de  las  obras  de  Arnaldo,  hecha, 
según  vamos  á  ver,  con  pasión  y  contra  las  prescripciones 
canónicas. 

Cuando  en  Enero  de  1896  publicábamos  el  testamento 
de  nuestro  Vilanova  en  el  Boletín  de  la  Real  Academia  de 
la  Historia  (tomo  XXVIII,  pág.  87),  ya  hizo  notar  el  sa- 
bio P.  Fita  la  importancia  de  su  hallazgo,  lo  que  puso 
mucho  más  de  relieve  el  Joiiriul  des  savants  en  Junio  del 
mismo  año,  al  hacer  un  extracto  del  mismo.  La  simple 
lectura  de  este  documento  respira  ortodoxia  por  todos 
sus  cuatro  costados:  está  lleno  de  piedad  y  de  caridad. 
Si  se  le  coteja  con  la  condenación  de  las  obras  de  Ar- 
naldo, hecha  el  año  i3i6  en  Tarragona  (Heterodoxos, 
tomo  I,  pág.  777),  aparecen  dos  personajes  totalmente 
distintos:  allá  el  católico  de  buenas  ideas  y  costumbres, 
amigo  decidido  de  los  cartujos  y  de  sus  enseñanzas;  aquí  el 
heresiarca  que  truena  contra  los  vicios  de  la  Iglesia  y  pre- 


268  UR.    ROQUE    CHABAS 

tende  la  destrucción  de  ésta.  ¿Cómo  se  explica  la  divergen- 
cia? Acaso  el  mismo  Arnaldo  hubiera  podido  poner  en  claro 
esta  contradicción  por  completo,  señalándonos  el  verda- 
dero alcance  de  sus  palabras,  si  el  proceso  se  le  hubiera 
formado  durante  su  vida;  pero  si  bien  algo  incompleta- 
mente en  cuanto  á  la  materialidad  de  las  herejías  que  se 
le  imputaron,  no  cabe  duda  alguna,  después  de  lo  que  va- 
mos á  decir,  respecto  á  que  el  maestro  Vilanova  no  fué 
heterodoxo.  Tenemos  de  esto  un  testimonio  convincente, 
que  prueba  hasta  la  evidencia  que  Arnaldo  de  Vilanova 
no  fué  un  hereje  formal  ni  aun  casi  material;  más  aún,  que 
su  proceso  fué  anticanónico.  Veámoslo. 


I 


En  el  Archivo  de  la  Metropolitana  de  Valencia  hemos 
catalogado,   poco   tiempo   há.   yn   pergamino  que  desde 
ahora  lleva  el  número  6.092.  Este  documento  es  la  prue- 
ba más  palmaria  de  nuestro  aserto:  está  expedido  con  to- 
das las  solemnidades  de  un  original  y  con  los  signos  co- 
rrespondientes. Comparando  el  día  en  que  está  fechado— 
26  de  Noviembre  de  i3i6— y  la  calendación  de  la  sen- 
tencia condenatoria  en  Tarragona- 6   de  Noviembre  del 
mismo  año,— se  advierte  que  apenas  habían  pasado  vein- 
te días  de  ésta,  cuando  ya  el  Paborde  de  la  Almoina,  Don 
Ramón  de  Conesa  (ó  sea  el  célebre  En   Conesa),   acude 
como  albacea  de  Arnaldo  y  administrador  de  sus  bienes  y 
del  sobrino  de  aquel   Pedro  de  Vilanova,  y  ante  el  Obispo 
de  Valencia  le  intima  la  protesta  más  solemne  y  vigorosa 
en  defensa  de  la  ortodoxia  del  célebre  médico  de  Jaime  II 
y  Clemente  V.  Había  ocurrido  lo  siguiente,  según  en  este 
documento  se  consigna.  Un  fraile  dominico,  llamado  Pe- 
dro Dura,  el  jueves  25  de  Noviembre  de  i3i6,  en  un  ser- 
món predicado  en  la  parroquia  de  Santa  Catalina  Mártir  de 
esta  ciudad,  con  ocasión  de  la  festividad  de  la  titular  de 


ARMALDO    DE    VILANOVA  369 

dicha  iglesia,  había  denunciado  como  heréticas  las  obras 
del  maestro  Arnaldo,  advirtiendo  á  los  muchos  comercian- 
tes que  había  en  su  auditorio,  que  los  que  tenían  ó  leían 
aquellas  obras  estaban  excomulgados.  La  noticia  llegó  co- 
mo el  rayo  á  oídos  del  dicho  En  Ramón  de  Conesa,  quien 
acude  al  Obispo  D.  Ramón  Gastón,  y  puesto  en  su  pre- 
sencia, protesta  solemnemente  contra  dicho  acto  de  Fray 
Bernardo  y  hasta  de  la  sentencia  del  Ordinario  de  Tarra- 
gona; aduce  los  cánones  pertinentes  á  probar  la  nulidad 
de  dicha  sentencia,  y  hace  constar  muy  en  particular,  que 
en  dicho  proceso  consta  de  la  apelación  interpuesta  para 
ante  el  Sumo  Pontífice  por  Pedro  de  Montemolone,  otro 
de  los  albaceas  de  Arnaldo,  y  Bernardo  gadia,  juez  de  la 
Curia  Real  y  especial  amigo  de  nuestro  célebre  médico, 
haciendo  ver  al  Obispo  que,  estando  pendiente  esta  apela- 
ción en  aquella  causa,  no  se  podía  pronunciar  sentencia 
condenatoria,  máxime  habiendo  formal  reserva  de  ella 
por  el  Papa,  quien  inhibió  que  de  ella  pudiera  conocer 
ningún  inquisidor  ni  juez  eclesiástico. 

AI  efecto,  en  el  documento  citado  vienen  testimoniadas 
unas  letras  del  Penitenciario  del  Papa  Berenguer  Fredoli, 
Obispo  de  Beziers,  Cardenal  de  los  Santos  Nereo  y  Aqui- 
leo,  y  otras  del  Obispo  de  Poitiers,  Arnaldo,  Camarero 
del  Papa,  por  las  cuales  aparece  terminante  la  reserva 
pontificia.  Por  las  del  Penitenciario  se  desprende  que  Ar- 
naldo de  Vilanova  había  acudido  al  Papa  Clemente  V, 
poco  después  de  su  creación  en  5  de  Junio  de  1305,  y  en 
Burdeos  le  presentó  sus  obras  latinas  super  evanc^elica  ve- 
ritate,  y  el  Pontífice,  no  sólo  las  recibió,  sino  que  las  re- 
servó á  su  juicio  y  examen;  aún  más:  por  especial  man- 
dato vivce  vocis  oráculo,  mandó,  por  medio  de  la  Peniten- 
ciaria, al  cura  de  Murviedro  que  absolviera  ad  cautehm  á 
un  tal  Gombaldo  de  Piles,  que  por  este  motivo  había  sido 
excomulgado  por  Fr.  Guillermo  de  Colibre  (Caucolibero), 
Inquisidor  en  los  reinos  de  Aragón.  Estas  letras  del  Car- 
denal Penitenciario  están  fechadas  en  Lyon,  donde  se  ha- 
bía verificado  la  coronación  de  Clemente  V,  y  expedidas 

■    24 


_Q  DR.    ROQUE   CHABAS 

el  i8  de  Diciembre  de  i3o5  (sábado  siguiente  á  Santa 
Lucía).  Así  resulta  que  Arnaldo  de  Vilanova,  luego  des- 
pués de  haber  hecho  su  testamento  (20  de  Julio  de  dicho 
año)  dispuso  lo  concerniente  á  librar  su  fama  como  católi- 
co de  las  manchas  que  sus  émulos  empezaban  á  acumular 

sobre  ella. 

Sus  testamentarios  trabajan  con  ardor  en  lo  mismo,  ape- 
nas muere  el  maestro  Arnaldo.  En  21  de  Diciembre  de 
i3ii    otro  dignatario  del  Papa  manda,  en  nombre  de  este, 
al  franciscano  Fr.  Miguel,  Inquisidor  en  Arzobispado  de 
Aix  de  Provenza,  y  á  los  demás  inquis\áor^s-ubicumqne 
consHiHÍis-qn^  se  abstengan  de  intervenir  en  causas  de  fe 
contra  nuestro  Vilanova  (muerto  ya)  ó  contra  sus  obras- 
omnesscriptu^aspereum  .áíías.-por  cuanto,  aunen  vida 
de  aquél,  las  había  espontáneamente  sometido  al  examen, 
discusión  y  juicio  de  la  Sede  Apostólica    y  ésta    as  había 
reservado  á  su  exclusivo  conocimiento.  Es  notable  la  clau- 
sula en  que  por  dichas  letras  se  manda,  que  todos  .os  es- 
critos del  maestro   Arnaldo,   mayormente  los  que  tienen 
relación  con  la  Biblia-Sflcram  Scripturam  tmgcnUs,-y 
que  á  manos  de  dicho  Inquisidor  hubieran  podido  llegar, 
que  los  entregase,  sin  ocultar  nada,  á  Bernardo  Ohver,  ^z- 
nentc  de  dicho  Arnaldo,  y  al  confesor  del  Papa,  Juan  de 
Montull.  quienes  tenían  especial  mandato  para  recogerlos 
y  llevarlos  al  Sumo  Pontífice.  Estos  dos  notables  docu- 
mentos están,  como  hemos  dicho,  testimoniados  en  el  acto 

de  dicha  protesta. 

En  ella  llega  En  Conesa  hasta  exigir  una  publica  re- 
tractación de  Fr.  Dura,  y  conmina  al  Obispo  con  citarle 
ant  eT  Papa,  si  no  cumplía  lo  que  á  la  fama  del  Vilanova 
convenía  allí  especifica.  Quien  guste  ver  un  caract 
enérgico  y  una  protesta  dura,  aunque  respetuosa,  lea  la 
del  Paborde  de  la  Almoina.  que  puede  ser  buen  modelo  en 
esta  clase.  El  Obispo  Gastón,  viéndose  tan  acosado  para 
que  obrase  contra  los  dominicos-que  sabemos  eran  muy 
amigos  suyos,-por  toda  respuesta  dijo,  que  haría  lo  que 
de  derecho  fuera  hacedero;  pero  esto  no  aiiora,  por  cuan- 


ARNALDO    DE    VILANOVA  i^j 


to  tenía  que  salir  el  día  siguiente  para  asistir  á  la  consa- 
gración de  un  nuevo  Obispo  en  Tortosa.  sino  á  su  vuelta 
y  que  para  ello  se  le  dejase  copia  de  la  protesta.  Según  \L 
calidad  y  número  de  los  testigos  que  asisten  á  ella,  y  con- 
signa el  notario  al  pie,  el  acto  debió  ser  muy  solemne 
pues  estuvo  rodeado  En  Conesa  en  él  por  muchos  ami-^os 
de  las  doctrinas  del  célebre  médico. 

D.  Vicente  Lafuente,  en  su  Hisíona  eclesiástica  de  BsH- 
na  (tomo  IV,  pág.  301,  ed.  de  1873).  dice  «que  algún 
tiempo  después  de  la  muerte  de  Arnaldo,  en  i3i6,  su  doc- 
trina fué  censurada,  y  el  Papa  comisionó  para  conocer 
acerca  de  ella  al  Prepósito  de  la  iglesia  de  Tarragona,  sede 
vacante,  y  al  Inquisidor.,,  Con  la  publicación  de  la  senten- 
cia condenatoria  en  los  Heteyodoxos  (tomo  I,  pá<r.  777) 
donde  nada  se  dice  de  comisión  apostólica  especial,  y  dan- 
do a  conocer  ahora  la  mencionada  protesta  de  En  Conesa 
está  comprobada  la  falsedad  de  ¡a  aserción  de  Lafuente' 
La  condenación  de  Arnaldo  fué,  por  el  contrario,  antica- 
nónica, y,  por  consiguiente,  arbitraria,  por  estar  dada  por 
quien  no  tenía  autoridad  para  ello.  No  se  puede,  pues 
tachar  de  hereje  formal  á  Arnaldo  de  Vilanova,    puesto 
que  no  pretendió  apartarse  nunca  de  las  enseñanzas  de  la 
Iglesia.  Pero  ¿incurrió  en  herejía  material?  Vamos  á  verlo 


II 


Casi  todos  los  hombres  dedicados  en  la  Edad  Media  al 
estudio  de  los  secretos  de  la  naturarleza,  han  sido  tachados 
de  herejía.  El  Marqués  de  Villena,  con  su  redoma,  es  la 
más  ordinaria  representación  de  las  consejas  que  nos  rela- 
tan los  estudios  en  las  cuevas  de  Toledo  y  Salamanca 
■donde  el  mismo  demonio  enseñaba  las  ciencias  ocultas! 
Arnaldo  de  Vilanova  era  hijo  de  aquella  sociedad,  que  creía 
-en  duendes  y  hechicerías,  y  en  que  los  personajes  más 


DR.    ROQUE    CHABAS 

conspicuos  pensaban  como  ella  en  toda  Europa   Tenemos 
en  es  a  MeLpolitana  unos  misales  unieses  de    s.glo  xv 
en  cuyo  calendario  se  señalan  con  mucho  cuidado  cada 
Jes  los  días  nefastos  en  que  nadie  debe  sangrarse  por  es  ar 
Tajo  mal  signo.  De  la  misma  época  es  el  cod.ce  del  Con- 
sTado  del  Sar,  que  conserva  este  Ayuntamiento:  en  el  se 
señalan  también  dichos  días  nefastos.  ¿Qué  extraño  sera, 
"es    que  Arnaldo  enseñe  y  divulgue  lo  que  to  os  sus  con- 
íe"  ¿oráneosP  ¿Acaso  se  podia  sustraer  á  aquel  a  a  mosf  - 
raV  I  cada  uno  se  le  ha  de  ju.gar  según  su  época,   y  de 
ningún  modo  acomodándole  á  la  nuestra. 

En  la  sentencia  del  Paborde  de  Tarragona  se  ve  mucha 
ant oídad  contra  nuestro  Arnaldo.  Que  haya  mcorrecc.  - 
¡!  "eclógicas  en  sus  escritos,  grandes  errores  ma  eriales 
si  se  quiae,  no  lo  negaremos;  pero  hay  que  juzgarlos  en  el 
sen  ido  en  que  fueron  escritos.  Aquellas  ponderaciones  y 
encarecimientos  los  tomó  el  Paborde  como  proposiciones 
escu  ta      y  esto  no  es  lo  que  intentaba  su  autor.  Donde 
Telr  se  ve  esta  manía  contra  Arnaldo  es  en  la  condena- 
don  de  su  Info.naüo  Bcg^anonnn.S.  le  acusa  en  ella  por 
haber  dicho  que  el  diablo  ha  hecho  errar  á  todo  el  pueblo 
oís  ano,  y  que  de  tal  modo  le  chupó  su  substancia,  que 
nó  kde  pUs  que  la  piel,  ó  sea  la  apariencia  del  cul  o 
ecl  siás  ico,  y,  en  fin,  que  todos  los  estados  de  la  socie- 
dad      sa^a  habían  renegado  de  Cristo.  De   aquí  deduce 
eÍlnqü  sidor,  que  Arnaldo  había  negado  que  existiera  la 
'    cia  en  toda  la  Iglesia  militante.  En  otra  parte  le  acu  a 
de  haber   dicho  que  todos   los   religiosos  falsificaban   la 
doctrina  de  Cristo;    que  ponderaba   las  obras     e  misen- 
cordia  sobre  los  Sacramentos  y  condenaba  la  filoso  la.  Si 
.amos  á  enumerar  las  acusaciones,  -nca  concluu  i- 
tnos  Pero  hay  que  ver  estas  cosas  como  son,  y  no  a  la  luz 
de  uf  pasión'que  ofusca,  pues  agitada  por  las  co^rover- 
sias  que  en  el  pueblo  del  siglo  xiv  causarían  los  esciitos. 
del  cí  ebre  médico,  vino  á  resultar  una  cruzada  contra  Ar- 
naldo   siendo  así  que  éste  no  hizo  otra  cosa  sino  declamar 
llZLr.  Suele'ser  un  efecto  ordinario  de  espejismo  li- 


ARNALDO    DE    VILANOVA  373 

terario  y  religioso  el  ver  caer  al  autor  de  un  libro  en  el 
error  contrario  al  que  impugna. 

Para  demostrar  esto  mismo,  vamos  á  permitirnos  copiar 
unos  textos  originales,  desconocidos  hasta  ahora,  y  que 
pertenecen  á  un  gran  santo,  maestro  en  Teología,  arbitro 
de  reinos,  Apóstol  de  Europa:  San  Vicente  Ferrer.  Guár- 
danse  en  esta  Metropolitana  cuatro  tomos  manuscritos  de 
sermones  de  este  gran  santo,  el  cual  nos  hace  la  pintura 
de  aquella  sociedad  del  siglo  xiv,  contra  la  que  tronaba 
Arnaido  un  poco  antes,  cuando  acaso  aún  era  peor.  La 
edición  latina,  algo  diminuta  en  este  punto,  dice  lo  bas- 
tante para  nuestro  intento;  pero  no  de  la  manera  explícita 
que  los  manuscritos  citados.  En  el  tomo  IV  de  éstos,  fo- 
lio 88,  sermón  de  la  feria  3,  antes  de  la  dominica  i.*  de 
Adviento,  hay  una  terrible  invectiva  contra  todos  los  es- 
tados sociales,  que  dice  así: 

«Amichs  eren  de  Deu  els  primers  christians  per  la  vida 
que  fahíen,  e  396  principat  es  deis  religiosos,  qui  son  prin- 
ceps de  doctrines;  mas  ara  no  son  princeps  per  la  mala 
vida  que  fan,  que  totalment  son  destroíts;  no  han  dengu- 
na  perfecció.  Tots  los  staments  christians  son  desfallits. 

«Si  voleu  anar  ais  eclesiastichs  tots  son  symoniatichs. 
En  la  prelatura,  dignitat  e  rectoría  no  y  entre  degú  per 
la  porta.  La  porta  es  esta:  ne  ab  desigs,  ne  ab  engins, 
dons,  servicis,  mas  per  inspiració  divinal  o  elecció  verda- 
dera hi  deuen  entrar;  per  la  porta,  mas  ara  per  lo  postigo. 
Ladres,  ladres  son.  E  puix,  quan  hi  son  entrats,  velvos 
plens  de  ufaníes,  avaricia,  luxuria. 

«Anauvos  en  religiosos.  ¿On  es  la  pobrea  apostólica!? 
Tots  son  logrers,  dar  diners  a  juheus  a  lograr,  proprieta- 
ris,  avariciosos.  ¿E  de  castedad?  Pochs  son  que  no  bajen 
iina  special:  que  no  vullen  haver  una  filia.  ¿Les  cerimo- 
nies  on  son?  ¿E  los  dijunis?  Nel  tall  de  la  vestidura:  tot 
ne  va  en  banda. 

»Si  vos  ne  anaü  ais  capellans,  son  jugadors  de  daus, 
taffurs,  bagassors,  juradors,  bevedors  per  tavernes,  ajus- 
tadors  de  diners. 


374  ^^-    ROQUE    CHABAS 

»Si  pailam  de  cavallers,  que  deuen  fer  sostenir  la  cosa 
pública,  viduts,  etc.,  e  ara  ¿qué  fan?  Cremen  esglesies,  e 
roben,  e  desfan  les  comunitats;  matar  homens.  Si  es  una 
vidua  jove,  o  fadiina  pobre,  tiameten  hi  alcavoles  a  les 
serventes  de  ia  casa,  hoc  a  las  dides;  may  cessen,  fin  que 
les  han  haúdes. 

»Avant  si  anam  a  ciutadans,  totes  les  vendes  son  logres,, 
ab  les  quals  vihuen  com  a  porchs;  ben  menjar,  beure, 
dormir  e  darse  plaers  carnals. 

»Si  anem  a  mercaders,  venent  e  comprant  tot  es  frau  e 
logre,  e  pijor,  logre  sobre  logre. 

»Mas  si  anem  ais  lauradors,  los  uns  se  engañen  ais 
altres.  Si  ni  ha  hu  simple,  tots  lo  destroexen,  e  ja  no  pa- 
guen be  los  delmes. 

»Les  dones  axi  com  a  cans  fan  lo  matrimoni.  A  les 
primeres  parauletes  no  han  cura  de  la  ordinació  de  la  es- 
glesia,  e  comen9a  ja  la  heretgia  deis  gatzaros;  uns  heret- 
ges  que  jo  he  trobat.  ítem,  lo  marit  es  vell  e  yojoveneta; 
lexel  e  prenne  altre.» 

El  cuadro  que  hemos  copiado  de  la  inmoralidad  del  si- 
glo XIV  está  perfectamente  hecho  por  el  santo  valenciano, 
y  su  generalización  es  tan  ponderativa  como  la  del  maes- 
tro Arnaldo.  Habla  en  otros  sermones  de  ciudades  en  que 
nadie  se  casaba  por  temor  al  proceder  de  las  mujeres,  que, 
«habiendo  sido  criadas  por  Dios  para  ser  adjutorium  ho- 
minis,  eran  su  áesiriiciünimi.»  Con  aquella  invectiva  que 
solía,  se  dirige  al  pueblo,  que  atento  le  escuchaba,  y  le 
dice  (tomo  IV.  pág.  226):  «¿Quals  son  los  homens  que 
sien  en  matrimoni  huy  casts?  ¡He!  Mostraume  lo  primer 
e  traume  lull No  si  guarde  huy  res:  parens  ab  paren- 
tes,  compares  ab  comares,  cunyades  ab  cunyats Yo  me 

tem  que  aquest  peccat  no  sie  ja  en  la  segona  specie,  id  est, 

sodomía. » 

No  se  puede  hablar  más  claro,  ni  generalizar  más;  no 
lo  hacía  tanto  nuestro  médico.  Pero  el  maestro  Vicente  te- 
ría  fama  de  santo,  y  sus  dichos  se  interpretaban  con  una 
epiqueya  que  le  favorecía:  el  maestro  Arnaldo  era  reputado 


ARNALDO    DE    VILANOVA  375 

por  el  vulgo  como  nigromántico,  y  sus  expresiones  se  tor- 
cían siniestramente,  como  si  fueran  las  de  un  hereje,  por 
más  que  fuese  amigo  y  familiar  del  mismo  Papa  y  tuviera 
por  favorecedores  á  los  cartujos,  los  religiosos  precisa- 
mente que  en  aquella  época  mejor  seguían  las  enseñanzas 
evangélicas. 


Dos  palabras  sobre  otro  punto,  antes  de  concluir.  Hace 
ya  tiempo  que  sospechamos  estar  sobre  la  pista  que  nos  ha 
de  conducir  á  probar  la  verdadera  patria  de  Arnaldo  de 
Vilanova.  Hemos  leído  los  últimos  estudios  sobre  este 
particular  hechos  en  España  y  en  el  extranjero.  Muchos  y 
buenos  documentos  á  él  referentes  hemos  podido  encon- 
trar, de  lo  que  es  buena  muestra  su  testamento  y  la  pro- 
testa de  En  Conesa;  pero  aún  van  saliendo  más  en  el  Ar- 
chivo de  esta  Metropolitana  en  la  sección  de  pergaminos, 
de  los  cuales  quedan  por  estudiar  algunos  miles:  aparece- 
rán de  seguro  nuevos  datos,  pues  la  Almoina  de  En  Co. 
nesa  recibió  con  la  herencia  de  su  bienhechor  Arnaldo  la 
documentación  de  sus  fincas  y  créditos,  y  allí  hay  que  bus- 
car la  solución  al  problema  de  su  patria,  seguramente  va- 
lenciana. 

Archivo  de  la  Catedral  de  Valencia  22  de  Septiembre  de  1898. 


376 


DR.    ROQUE    CHABAS 


Protesta  de  En  Conesa 

contra  la  sentencia  condenando  las  obras 

de  Arnaldo  de  Vilanova. 

Noverint   universi   quod   die   veneris   que   dicebatur   et 
computabatur   sexto    kalendas   Decembris   anno    Domini 
M  CCC.XVI.  discretus  vir  Raymundus  Conesa  prepositus 
heleemosine  valentine  et  manumissor  et  exequtor  ultimi 
testamenti  venerabilis  magistn  Arnaldi  de  Vilanova  quon- 
dam  et  administrator  bonorum  que  fuerunt  ejusdem  ac 
procuiator  magistri   Petii  de  Vilanova  nepotis  quondam 
dicti  magistri  Avnaldi,  per  me  Jacobum  Martini  notarmm 
publicum  Valentie  coram  Reverendo  patre  domino  dommo 
Raymundo  divina  miseratione  Episcopo  Valentino,  m  pre- 
sentia  notarii  et  testium  infrascriptorum   ad  hoc  speciah- 
ter  vocatorum  et  rogatorum,  legi  et  publicari  fecit  quam- 
dam  scriptuiam  hujusmodi  continentem:  In  presentíame 
notarii  et  testium  infrascriptorum  ad  hoc  specialiter  voca- 
torum et  rogatorum  Vobis  Reverendo  in  Christo  patn  Do- 
mino Raymundo  divina  miseratione  Episcopo  Valentino, 
ego    Raymundus  Conesa   prepositus  heleemosine    Sedis 
Valentie  ac  manumissor  seu  exequtor  ultimi  testamenti 
venerabilis  magistri  Arnaldi  de  Vilanova  quondam  et  ad- 
ministrator bonorum  ejus,  nomine  dicte  manumissone  et 
administrationis,  ac  nomine  procuratoris  magistri  Petn 
de  Vilanova  nepotis  dicti  magistri  Arnaldi,  notifico  et  no- 
tificando demonstro,  noviter  ad  meam  audientiam  perve- 
nisse,  quod  frater  Bemardiis  Duran  de  Ordine  fratrum  pre- 
dicatoVum  die  proxime  pretérita  in  ecclesia  beate  Katerine 
in  civitate  Valentie  et  in  sermone  publico  coram  omni  po- 
pulo inibi  congregato  propalavit,  manifestavit  et  publica- 
vit  quod  quidam  processus  fuit  noviter  factus  in  ecclesia 
Terrachonensi  per  prepositum,  eumdemque  vicarium  Te- 
rrachonensem  dicta  sede  vacante  ad  requisitionem  vel  in- 
stantiam  quorumdam  fratrum  predicatorum  et  minorum 


ARNALDO    DE    VILONOVA  377 

vel  aliorum,  in  quo  quidem  processu  sunt  condemnata 
quedam  opera  dicti  magistri  Arnaldi,  nominando  et  spe- 
cificando  dicta  opera:  quare  affirmavit  dictus  frater  Ber- 
nardus,  quod  quicumque  amodo  teneret  dicta  opera,  esset 
excomunicatus  et  quod  hoc  specialiter  volebat  ibi  publica- 
re et  dicere  quia  erat  certus  quod  multiet  precipue  de  mer- 
catoribus  inibi  assistentes  intelligebant  eum,  et  sic  gene- 
raliter  omnes  informavit  ne  predicta  opera  tenerent  nec  in 
eis  Jegerent,  nec  ea  modo  aliquo  pertractarent.  Unde  cum 
predictus  processus,  si  quis  factus  fuit  contra  opera  dicti 
magistri  Arnaldi,  fiteyit  juri  contrarius  et  a  non  siio  judice 
factus,  cum  stimare  super  fide  vel  questione  fidei  ad  solum 
Christi  Vicarium  et  succesorem  beatri  Petri  pertineat, 
idestad  Summum  Pontificem,  ut  legitur  in  corpore  decre- 

a  a 

torum  XX  .  mi  .  questione  prima  .  c  .  quotiens,  et  notatur 

expresse  .  Lxxx  .  distintione  .  c  .  n  .  et  causa  fidei  ínter 
majores  causas  connumeretur  quas  summus  pontifex  sibi 
specialiter  reservavit,  ut  predicta  leguntur  extravag.  de 
translat,  Episcopi  vel  electi  .  c  .  primo  .  extrav.  de  officio 
legati  .  c  .  quod  translationem.  extrav.  de  baptismo  et  ejus 
effectu  .  c  .  majores,  cum  multis  alus  et  similibus.  Sic 
etiam  et  fuerit  dictus  processus,  si  qiiis  factus  est,  non 
modicum  temerarius  utpote  contra  inhibitiones  de  expresa 
consciencia  recolende  memorie  domini  Clementis  pape  V. 
factas  per  reverendos  in  Christo  patres  dominum  Beren- 
garium  presbiterum  cardinalem  tune  Summi  Pontificis 
penitentiarium,  nec  non  dominum  A.  episcopum  pictaven. 
tune  ejusdem  summi  pontificis  camerarium,  in  quorum 
litteris  fit  mentio  qualiter  dictus  Summus  Pontifex  opera 
edita  per  dictum  magistrum  Arnaldum  et  preséntala  per 
eiimdem  admisit,  precepit  asservari  et  suo  et  apostolice' Sedis 
examini  reservavit,  cum  predictus  magister  Arnaldus  spon- 
te  motu  proprio  se  et  dicta  opera  subjecisset  examini  apo- 
stolice sanctitatis  et  sedis  ejusdem.  Ex  quibus  colligitur  in 
aperto  quod  publicatio  et  manifestatio  dicti  iniqui  proces- 
sus facta  per  dictum  fratrem  Bernardum  fuit  valde  teme- 


,^8  DR-    ROQUE    CHABAS 

raiia,  illicita  et  inonesta,  additis  etiam  hiis  rationibus  vi- 
delicet.  qiiod  a  dicto  piccessu  per  venerabilem  Petrum  de 
Montemolonecommanumissorem  meum  et  Beinardum  Ca- 
dia  judicem  curie  domini  Regis,   specialem  amicum  dicti 
magistri  et  veritatis  evangelice,  a  latore  fiiit  ad  Sedeni 
apostolicam  appellahmi.  Et  sic  pendente  appellatione,  utro- 
qiie  jure  prohibente,  ta-m  canónico  quam  civili,  nichil  de- 
buit  innovari.  Immo  per  appellationem  pronunciatum  ex- 
tinguitur.  Preterea  audacia  et  temeritas  fuit  non  módica 
dicti  fratris,  cum  ipse  non  sit  ordinarius,  nec  de  mandato 
ordinarii  predicta  pubiicasset.  Cum  publicatio  talium  vel 
consimilium  processuum,   nec  alias  legitime  facti,  essent 
ad  ordinarium  vel  ad  alium  de  mandato  ejus,  noscatur 
proculdubio  pertinere.  Unde  cum  novis  morbis  nova  sunt 
antidota   preparanda   et   novum   factum  novum   requirat 
consilium,  Idcirco  ego  dictus  Raymundus  Conesa,  nomi- 
nibiis  quibus  supra  fació  vobis  dicto  Reverendo  patri  do- 
mino Raymundo  Episcopo  Valentino  fidem  de  litteris  di- 
ctorum  Reverendorum  Cardinalis  et  Episcopi  sub  formam 
que  sequitur. 

Berengarius,    Domini   permisione,  sacrosante  Romane 
ecclesie  presbiter  Cardinalis,  dilectis  in  Christo  inquisito- 
ribus  in  dominio  iilustris  Regis  Aragonum  constitutis  sa- 
lutem  in  domino  sempiternam.  Cum  venerabilis  vir  ma- 
gister  Arnaldus  de  Vilanova  opera  que  edidit  super  evan- 
gélica veritate  latina  lingua  Sanctissimo  Patri  domino  no- 
stro  Summo  Pontifici  apud  Burdegalam  presentaverit,  no- 
bis  presentibus,  cum  adhuc  presideremus  ecclesie  Biterren- 
si,  et  Ídem  dominus  noster   ea  receperit  et  suo  ac  Sedis 
apostolice  judicio  et  examini  reservaverit,  de  eisdem  post 
diligentem  examinationem  ordinaturus  quod  fuerit  ratio- 
nis,  sententias  per  vos  vel  per  alterum  vestrum  contra 
eadem  opera  seu  tenentes  ea  ipsorum  occasione  promulga- 
tas  in  quoscumque,  Nos  autem  dicti  domini  nostri  cujus 
penitentiarie  curiam  gerimus  et  de  ejus  speciali  mandato, 
vive   vocis  oráculo  nobis   facto,    et   duximus   relaxandas. 
Mandantes  nichilominus  auctoritate  predicta  Rectori  eccle- 


ARNALDO    DE    VILANOVA  379 

sie  Muriveteris  seu  ejus  Vicario  vel  locum  tenenti  per 
presentes,  quatinus  Gombaldum  de  Pilis  vicinum  didti 
Joci  quem  per  procuratorem  ipsius  ad  hoc  speciale  man- 
datum  habentem  licet  absentem  ad  cautelara  absolvimus 
juxta  forrnam  ecclesie  consuetam,  ab  ómnibus  tara  juris 
quam  judiéis  senientiis  quibus  denunciatus  fuerat  excomu- 
nicatus  per  fratrem  Guillelmum  de  Caucolibero  dicente  se 
inquisitorem  in  tolo  dominio  dicti  Regis  Aragonum,  qua- 
cumque  occasione  seu  causa  denunciet  absolutum.  Inhi- 
bentes  insuper  ne  quisquam  vestrum  contra  opera  vel  te- 
nentes  ea  ipsorum  operum  occasione  quisquam  attem- 
ptare  presumat  doñee  idem  dominus  noster  de  cujus  certa 
et  expressa  sciencia  et  mandato  hec  omnia  fecimus  aliud 
de  supradictis  operibus  duxerit  ordinandum.  Datum  Lug- 
duni  die  sabbati    post  festum  beate  lucie  virginis,  anno 

.     ,      o         o 

Domini.  M.CCC.  quinto,  Pontificatus  domini  Clementis 
Pape  quinti,  anno  primo.  Et  quia  sigillum  Cardinalatus 
nostri  nondum  habebamus,  sigillo  nostro  secreto  pendente 
presentes  litteras  duximus  roborandas. 

Littere  dicti  Reverendi  domini  Arnaldi  Episcopi  picta- 
vensis  sunt  inserte  in  quodam  publico  instrumento  scripto 
et  signato  per  Johannem  de  aréis  notarium  publicum 
Marsilie  ac  comitatum  prouincie  et  forche  (?)  anno  incarna- 

tionis  dcmini  nostri  Jesuchristi.  M.CCC.°XI.  indictione. 

9. 
X.  xij.  Kalendas  ffebruarii  hora  circa  vesperas,  tenor  qua- 

rum  litterarum  dinoscitur  esse  talis: 

Arnaldus  dei  et  apostolice  sedis  gratia  Episcopus  picta- 
vensis  domini  nostri  summi  pontificis  camerarius.  Reli- 
gioso viro  fratri  Michaeli  ordinis  fratrum  minorum  in 
aquensi  provincia  et  alus  inquisitoribus  heretice  pravitatis 
ubicumque  constitutis  et  quibusvis  alus  ad  quos  presentes 
littere  pervenerint,  Salutem  in  domino.  Cum  olim  magi- 
ster  Arnaldus  de  Vilanova  phisicus  dum  adhuc  viveret  se 
ipsum  et  omiies  scripturas  per  emn  editas  examinationi,  dis- 
cusioni  et  judicio  sedis  apostolice  motu  proprio  exabun- 
dante et  sponte  subjecerit,  universitati  vestre  et  vestrum 


jSo  DR.    ROQUE    CHA.BAS 

singulis  de  consciencia  domini  nostii  summi   Pontificis 
districte  precipiendo  mandamus,  quatir.us  omnes  sciiptu- 
vas  ejusdem  magistri  Arnaldi  quondam  máxime  sacram 
scripturam  tangentes  que  ad  vos  seu  vestrum  aliquos  quo- 
modolibet  pervenisse  noscuntur  nil  eis  detracto  vel  quo- 
modolibet  diminuto  Bernardo  Oliverii  dicti  magistri  Arnal- 
di consanguíneo  et  Johanni  de  monte  ulini  domini  pape  con- 
/«son- presentium  latoribus,  quos  propter  hoc  ad  vos  spe- 
cialiter  destinamus,  per  eos  ad  nos  postmodum  defferen- 
das  et  deinde  per  nos  assignandas  eidem  domino  nostro 
omni  mora  et  occasione  seu  excusatione  postpositis  exhi- 
bere  curetis,  nullam  eidem  Bernardo  in  persona  vel  rebus 
injuriam  seu  violentiam  aut  novitatem  quamcumque  occa- 
sione vel  causa  quomodolibet  inferendo.  Datis  vienne  die 
xxj.%  mensisDecembris  Pontificatus  sanctissimi  patris  et 
domini  nostri  Clementispape  quinti  anno  séptimo  (i3ii). 
Et  facta  fide  de  predictis  litteris  requiro  vos  Reveren- 
dum  patrem  vestrumque  officium  humiliter  implorando, 
quatenus  statim   et  incontinenti,   cum   periculum  sit  m 
mora,  et  propter  vestrum  proximum  recessum  a  civitate 
et  regno  valentie,  ut  dicitur,  et  ne  malicia  dicti   fratns  et 
ccyisimilium  possit  contra  Deum  et  justitiam  in  posterum 
nimium  pullulare,  faciatis  dictas  litteras  per  universas 
dicecesis  vestre  ecclesias  máxime  principales  publican  die- 
bus  dominicis  et  festivis,  et  quod  rectores  ecclesiarum  vel 
eorum  vicarii  admoneant  suis  populis  ne  aliqua  sinistra  de 
operibus  dicti  magistri  credant  vel  modo  aliquo  presumere 
audeant,  doñee  per  sedem  apostolicam  quorum  omnium 
catolicorum  mater  est  et  magistra  et  ad  quam  solam,  ut 
dictum  est,  de  questionibus  fidei  pertinet  judicare,  quid  su- 
per  dictis  operibus  sentiendum  fuerit  judicatum.  Inhibea- 
tis  etiam  dicto  fratri  Bernardi  Durani  et  quibuscumque 
aliis  cujuscumque  ordinis  et  status  sint  publice  predican- 
tibus,  ne  dictis  operibus  detrahendo  predictum  processum 
tamq'uam  temerarium.  tamquam  iniqum  et  factum  contra 
juris  formam  et  rationis,  alicubi  audeant  publicare,  preci- 
piendo etiam  dicto  frartri  Bernardo  publicatori  temerario. 


ARNALDO    DE    VILANOVA  381 

ut  quod  publice  et  temerarie  attemptavit,  publice  et  ho- 
neste debeat  revocare,  ut  publice  otfense  publica  respon- 
deat  penitentia  seu  vindicta.  Debeatis  etiam  vos  certificare 
cum  dicto  fratre  super  hiis  que  dixit  in  predicto  sermone, 
quatenus  predictum  negotium  tangunt,  et  quod  ejus  asser- 
tionem  in  scripturam  publicara  redigi  faciatis  ut  de  dictis 
ejus  temerarie  prolatis  coram  summo  pontifice  vel  audi- 
tore  per  ipsum  concedendo  haberi  valeat  plena  fides.  Et 
supradictis  ómnibus  et  singulis  eorumdem,  Ego  dictus 
Raymundus  nominibus  quibus  supra  cum  magna  instantia 
postulo  et  requiro,  ut  vos  Reverende  Pater  sitis  sollicitus 
et  intentus  circa  eorum  exequtionem,  taliter  vos  habendo, 
quod  de  injustitia  seu  negligentia  non  possitis  modo  ali- 
quo  inculpan.  Alias  protestor  quod  vos  eritis  in  culpa  de 
dicta  temeritate  et  de  quacumque  etiam  futura  que  per 
dictum  fratrem  et  quoscumque  alios  cujuscumque  status 
sint  publice  predicantes  in  prejudicium  dictorum  operum 
dicti  magistri  Arnaldi  et  fame  ejus  comissa  est  et  postmo- 
dum  comitteretur:  possitis  etiam  de  necligentia  per  Sum- 
mum Pontificem  reprehendi,  similiteret  puniri.  Et  ad  me- 
moriam  premissorum  nec  non  ad  conservationem  dictorum 
operum  et  ea  tenentium  et  fame  dicti  magistri  requiro  vos 
notarium  infrascriptum  ut  de  predictis  ómnibus  fiat  publi- 
cum  instrumentum.  Et  dictus  doiiiinus  Episcopns  dicxit, 
quod  ipse  ratione  consecrationis  noviter  faciende  de  electo 
dertuseusi  ad  quam  vocatus  extitit,  est  recessurus  a  civi- 
tate  Valentie  et  dioecesi  ejusdem  die  crastina.  Et  sic  sup- 
pra  dictis  non  potest  ad  preseas  comode  responderé,  dixit 
lamen  quod  ex  predictis  fieret  sibi  transumptum  et  faciet 
super  predictis  quod  de  jure  fuerit  faciendum.  Quod  est 
actum  Valentie  in  palatio  dicti  domini  episcopi  die  etanno 
in  prima  linea  contentis. 

Testes  hujus  rey  sunt  Guillelmusde  Valleviridi  canoni- 
cus  Valentie,  Petrus  de  Celma  et  magister  Laurentius  Be- 
nedicti  phisicus  et  Arnaldus  mercerii  officialis  valentinus 
et  Bernardus  de  Medalia  rector  ecclesie  Cullarie  et  quam- 
plurimi  alii. 


^82  DR.    ROQUE    CHABAS 

SigȒ<num  Jacobi  Martini  notarii  publici  V?lentie  qui 
predictis  ómnibus  una  cum  testibus  supradictis  interfui 
eademque  ad  instantiam  et  requisitionem  dicti  Raymundi 
Conesa  prepositi  manumissoris  et  administratoris  predicti 
scribi  fecit  legit  et  publicavit  et  in  formam  publicam  rede- 
git  et  clausit  die  et  anno  in  prima  linea  et  loco  in  penúl- 
tima linea  contentis. 


Pío  RAJNA 

A  RONCISVALLE 

ALCUNE  OSSERVAZIONI    TOPOGRAFICHE 

IN    SERVIZIO    DELLA 

CHANSON   DE  ROLAND 

Le  poche  osservazioni  che  qui  mi  faccio  ad  esporre 
avrebber  dovuto  esser  messe  in  iscritto  diciott'anni  addie- 
tro,  quando  erano  per  me  recenti  i  n'cordi  di  una  visita 
ai  luoghi,  cui  la  «dolorosa  lotta»  della  «santa  gesta»  ha 
dato  una  celebritá  non  fácilmente  uguagliabile.  Ma  poi- 
ché,  nonostante  il  tempo  trascoiso,  le  immagini  mi  si  pie- 
sentano  ancora  distinte,  e  poiché  alia  memoria  vengono 
in  aiuto  gli  appunti  presi  sul  posto,  credo  non  sia  ancor 
troppo  tardi  per  rimediare  all'  omissione.  Forse  le  parole 
mié  saranno  di  stimolo  ad  altri  romanisti;  ed  io  non  con- 
tinueró  ad  essere  il  solo,  o  pressoché  il  solo,  che  si  sia 
messo  a  leggere  la  Chanson  de  Roland  in  Roncisvalle,  sotto 
un  rovere,  al  piede  del  Convento,  lá  dove  di  certo,  stando 
alia  leggenda,  piü  accanita  devremmo  immaginare  la  mis- 
chia,  e  il  suolo  dovrebb'  essersi  maggiormente  impinguato 
di  cadaveri  cristiani  e  saracini. 

Scene  feroci  conviene  raffigurarsi  lá  dove  ogni  cosa  par- 
la il  linguaggio  deír  idillio.  Gli  occhi  spaziano  sopra  un 
vasto  piano  ellittico,  tutto  verdeggiante  d'  alberi  e  prate- 
rie,  circondato  per  ogni  parte  da  alture,  erbose  e  boscose 
del  parí  dal.  piede  alia  vetta,  alie  quali,  1'  essere  noi  qui 
giá  air  altezza  di  980  metri  all'  incirca  sul  mare  dá  aspet- 
to  di  colüne  piü  che  di  monti.  Per  quelle  praterie  s'  ag- 
girano   tintinnando    numeróse    vacche;    suUe  alture    van 


384  "°    RA]NA 

brucando  le  capre.    V  asse  maggiore  dell'  ellisse  corre 
nella   direzione   della   catena  pirenaica,  ed  ha  ben  cinque 
chilometri;   il  minore  ne  ha  tre.   Si  tratterá  sicuramente 
del  fondo  di  un  antico  lago.   Chi  viene  dalla  pianuva  na- 
varrese  s'  imbatte  prima  in  Hurguete,  palito  viUaggio  di 
forse  quattrocento  abitanti,  che  siede  nella  pianura.  Tra- 
versando  questa  volti  verso  il  nord,  s'  arriva  dopo  un  par 
di  chilometri  al  luogo  che    porta  propriamente   il   nome 
famoso,   costituito   da   edifizi   religiosi,   un  tempo  larga- 
mente ospitali,  e  da  pochi  abituri.  Proseguendo,  la  strada 
entra  in  un  vallone;  ma  súbito  prende  a  sinistra  per  una 
valletta  secondaria,  seguendo  la  quale,  non  giá  sul  fondo, 
bensi  lungo  un  fianco,  in  meno  d'  un  quarto  d'  ora  sbuca  di 
ira  gli  alberi  al  passo  d'  Ibañeta  (m.  loSy)  e  alia  cappella 
di  S  Salvatore  (■).  Di  qui  si  scopre  agli  sguardi  la  Francia, 
equi  si  sprofondacon  erte  pared  laValle  della  Piccola  Nive. 
o  della  Nive  d'  Arneguy.    La  via  non  s'  inabissa  peraltro. 
Scende,  diretta  a  settentrione,  lungo  il  lato  sinistro,  poli- 
ticamente spagnuolo  per  un  gran  tratto  ancora,  e  di  aspet- 
to  ridente,  a  differenza  di  quello   che  gli  sta  di  centro;  e 
dopo  non  breve  percorso  trova  Valcarlos  o  Luzaide,  luogo 
abbastanza  ragguardevole,  alto  ancora  da  trecento  metn 
sul  fondo  della  vallata,   attraentissimo  per  chi  lo  guardi 
dalla  sommitá  dell'  Altobizcar,   che  si  inalza,  dopo  cime 
piú  umili,  a  levante  di  Ibañeta. 

Non  é  per  amore  di  descrizioni  che  son  venuto  qui  de- 

scrivendo:  altre  ragioni  mi  spingono.  Come  convengono  con 

■    questa  natura  i  fatti  narratici  dalla  storia  e  dalla  poesía 

Dello  scacco  toccato  alie  armi  franche  il  i5  agosto  del 

778  non  fiatano,  certo  per  ragioni  patriottiche  (2),  gli  An- 

(O  Passo  e  cappella  si  possono  veder  rapresentati  in  varié  tra  le 
edizioni  della  Chanson  de  Roland  dovute  a  L.  Gautier:  nella  mag- 
giore  del  1872,  e  in  quelle  tra  le  scolastiche,  che  hanno  1  «Eclair- 
cissement»  sulla  geografía  del  poema.  ,        ,, 

M     V     ^x^K^.  Einige  Bemerkungen.überfdie   Annalen   des 

Einhard,  nelle  Fhilol.  und  bislor.  Abhandi.'M^-  Accadem.a  di 
Berlino,  ib'34,  a  p.  4J3-34 


A    RONCISVALLE  385 

nales  Laurissenses  Maiores,  dove  ne  ceicheremmo  la  testi- 
monianza  piú  fresca,  e  che  piir  ce  ne  offiono  tutta  1'  incor- 
niciatura.  Contano  come  a  Cario,  che  teneva  un  plácito 
a  Paderborn,  si  presentassero  de'  Saraceni  di  Spagna: 
«Ibinaiarabi  et  filius  Deiuzefi,  qiii  et  latine  Joseph  nomi- 
natur,  similiter  et  gener  eius;»  vale  a  diré  Soleiman  ibn- 
Yacdhán  al-Arábí,  governatore  di  Barcellona,  Abu-'l- 
Aswad  e  Abderamo  ibn-Habib,  nemici  acerrimi  delf  Om- 
miade  Abderamo,  che  aveva  tolto  a  Yusof  la  signoria  (i). 
Si  lascia  sottinteso  come  costoro  lo  eccitino  a  venirsene. 
Egli  si  miiove;  e  celebra  la  pasqua  a  «Cassinogilo,»  ossia 
a  Casseneuil,  nel  territorio  di  Agen.  Di  li  per  la  via  di 
Pamplona  si  conduce  a  Saragozza,  ed  ivi  si  congiunge  con 
milizie  venute  di  Borgogna,  d'  Austrasia,  di  Baviera,  Pro- 
venza,  Settimania  ed  Italia  (2).  Ricevuti  quindi  degli  ostag- 
gi  «de  Ibinaiarabi  et  de  Abutauro  (3)  et  de  multis  Sarrace- 
nis,  Pampilona  distructa,  Hispani,  Wascones,  subiugatos 
etiam  et  Nabarros,  reversus  in  partibus  Franciae  (4).» 

Su  questa  traccia  cammina,  come  porta  la  sua  natura, 
il  rimaneggiamento  che  s'  attribuiva  un  tempe  concorde- 
mente a  Eginardo,  e  che  ancora  non  da  tutti  si  consente 
abbia  ad  esser  tolto  a  lui  (5).  Sennonché,  mentre  esso  tra- 
lascia  circostanze  notevoli  che  gli  erano  date,  arrivato  a  dir 
del  ritorno,  intromette  di  sana  planta  un  episodio,  di  cui 
il  lettore  degli  Anuales  Laurissenses  sarebbe  tratto  a  imma- 

(i)  A  chiarire  le  condizioni  interne  della  Spagna  e  a  comple- 
tare i  ragguagli  unilaterali  di  provenienza  franca  servirá  ottima- 
mente  il  Dozy,  Hisloire  des  Musiihnans  d'Espagne,  1,  298  sgg., 
e  piü  specialmcnte  375  sgg. 

(2)  Gil  é  senza  dubbio  alcuno  riguardo  alia  strada,  certo  orién- 
tale, tenuta  da  queste  genti,  che  si  é  detto:  oTunc  domnus  Carolus 
rex  iter  peragens  partibus  Hispaniae  per  duas  vias;  una  per  Pam- 
pilonam.  per  quam  supradiclus  magnus  rex  perrexit  usque  Caesar- 
augustam.» 

(3)  Reggitore  di  Huesca. 

(4)  Hertz,  Mon.  Genn.,  Script,  I,  158. 

(5)  Si  veda  la  ó."  edizione  {1893-94)  delle  Deutschlands  Ge- 
schichtsquellen  del  VVattenbach,  I,  197.201. 

II  25 


^g5  PÍO    RAJNA 

ginave  precisamente  1'  opposto.  Rase  al  suolo  le  mura  di 
Pamplona,  Cario,  «regredi  statuens.   Pyrinei  saltum   in- 
gressus  est.  In  cuius  summitate  Wascones  msidns  conlo- 
catis,  extremum  agmen  adorti.  totum  exerc.tum  magno 
tumultu  perturbant.  Et  licet  Franci  Wascon.bus  tam  ar- 
n.is  quam  animis  praestare  viderentur,  tainen  et  miqui- 
tate  locorum  et  genere  imparis  pugnae  '"ierres  ^fect, 
sunt.   In  hoc  certamine  plenque  aulicorum  (■  ,  quos  rex 
copiis  praefecerat,  interfecti  sunt,  direpta  impedimenta,  et 
hostis  propter  notitiam  locorum  statim  in  diversa  dilapsus 
est  Cuius  vulneris  acceptio  magnam  partem  rerum  fe hci- 
ter'in  H.spania  gestarum  m  corde  regis  obnub.lavU  W  .. 
Piú  particolareggiatamente  si  espongon  le  cose  m  quel- 
la  VUad^  Cario  Magno,  di  cui  Eginardo  é   autore  mcon- 
testato    Fra  le  due  relazioni,   oltre  a  moka  conven.enza 
'  ene  ica  ci  sonó  anche  riscontri  di  parole;  sicché  verrebbe 
Sr      dubHare  che  la  pm  succinta  fosse  nella  sostanza 
derivata  dall'  altra,  se  ii  rimaneggiamento   degh  Annah 
Laurissensi  non  fosse,  a  quanto  si  ritiene,   -tenore^d. 
anni  parecchi  all'  altra  opera  (3).  Qu.vi  Cario  (c    ix)  «His- 
pan  am  quam  máximo  poterat  belli  adparatu  adgredUur. 
-    LTtuque  Pyrmei  supérate,  ommbus  quae  adierat  opp.dis 
a  que  castellis  m  dedU.onem   acceptis,  salvo   et  mcolumx 
exercitu  revertitur;  praeter  quod  in  ipso  Pyrme.  jugo  Was- 
conicam  perfidiam  parumper  in  redeundo  confg.t  expe- 
riri   Nam  cum  agmme  longo,  ut  loci  et  angustiarum  s>tus 
permittebat,  porrectus  iret  exercUus,  W-cones   m  sumn^x 
.  montis  vértice  positis  insidiis  (est  enim  locus  ex  opacitate 
silvarum,  quarum  ibi  máxima  est  copia,  msidus  ponendis 

(,)  S'  intenda  cplerique.  nel  significato  medievalc  pm  consue- 
to: aparecchi,»  «molli;»  anziché  ci  pm.» 

(,)     Pebtz,  t.  cu.,  pag.  159-  ^   ,.  ,  ,  ^^i^  ,wv.  Wattenbach, 
(,)     Quellosiassegna  ai  pnmorJi  del  secólo  IX  ^v.  ' 

n  c.t  1  ^00  e  201),  mentre  la  Vita  tu  mtrapresa  dopo  la  morw 
:  C  lo  Nes  un  dubbio  che  quando  si  eseluda  la  denvaz.one  del 
tg;agliop«con.pendioso  dal  piü  aa.pio,  i  rapportí  nescono 
megliospiegati  ser  autore  éilmedes.mo. 


A   RONCISVALLE  «g- 

t)pportunus)   extremam  ímpedimentorum  partem,  et  eos 
<iui  novissimi  agminis  incedentes  subsidio   praecedentes 
tuebantur,  desuper  incursantes,  in  subiectam  vallem  dei- 
ciunt,  consertoque  cum  eis  proelio,  usque  ad  unum  omnes 
mlerficiunt,   ac  direptis  impedimentis,   noctis  beneficio, 
quae  lam  instabat,  protecti,  summa  cum  celeritate  in  di- 
versa disperguntur.  Adiuvabat  in  hoc  facto  Wascones  et 
levitas  armorum,  et  loci  in  quo  res  gerebatur  situs;  econ- 
tra  Francos  et  armorum  gravitas  et  loci  iniquitas  per  ora- 
nia  Wasconibus   reddidit   impares.  In  quo  proelio  Eggi- 
hardus  regiae  mensae  praepositus,  Anselmus  comes  pala- 
íii,  et  Hruodlandus  Britannici  limitis  praefectus,  cum  alus 
complur.bus  interficiuntur.  Ñeque  hoc  factum  ad  praesens 
vindican  poterat.  quia  hostis,  re  perpetrata,  ita  dispersus 
est.  utne  fama  quidem  remaneret,  ubinam  gentium  quaeri 
potuisset.i) 

Né  gli  Annali  Laurissensi,  né  gli  Eginardiani,  né  la  Vita 
di  Cario  precisano  il  punto  dove   Cario  ebbe  a  vareare  i 
Pnenei.  Tuttavia  e  da  ritenere  indubitabile,  o  poco  meno 
che  CIÓ  seguisse  proprio  al  passo  di  Roncisvalle.  Che  ad  essó 
c.  r.port.  poi  sempre  la  tradizione  épica  (O,  non  sarebbe  co- 
sa da  bastare  a  convincermi  di  per  sé,  potendo  trovare  una 
^piegazione anche  nel  fatto  che  di  li,  dal  principio  del  secólo 
IX,  ossia  da  un  tempo  ben  prossimo  alia  catástrofe  nostra 
SI  nversasse  per  la  maggior  parte  nella  penisola  ibérica  k 
grande  fiumana  degli  accorrenti  al  sepolcro  di  S.  Jacopo. 
Quanto  alie  cervellotiche  pretese  dello  stabilimento  di  un 
ospizio  e  di  un  ordine  monástico  militare  alia  foce  stessa 
di  Ibañeta  (2),  sarebbe  perfino  soverchio  il  farne  menzione, 

(.)     Per  la  geografía  della  Chaman  de  Roland  segnaleró  un  ar- 
•ticolo  di  Gastón  Paris  nella  Revue  Critique,  .Sr.o,  2°  sem     o    ,7, 
n6    e  1   .Eclai,cissen.ent.  del  Gautier  gia  segnalato  piü  addietro, 
p.  ^84,  n,  I.  Quesn  scritti  potranno  tener  luogo  anche  della  let- 
'leratura  meno  accessibile. 

J?     ^'  ,7^^"  ''-''°'  "'"'  P"'  '"'■'  "'P^'"'  ^''  D-  I'a"o  Sarasa: 
Roncesvaltes.  Resena  histórica  de  la  Real  Casa  de  Nuestra  Seño  - 

rade  Roncesvalles,  y  descripción  de  su  contorno:  Pamplona    1878 


388 


pío    RA]NA 


se   per  la  data  a  cui  si  visale,  non  fosse  pvezzo  dell    ope- 
rl'rkordare,  comunque  poi  la  cosa  si  sp.egh.    «Capdlam 
Sancü  Salvatons  qu.  dic.tur  Caroli  Magni»  g¡a^n  un    - 
cumento  del  1007  O.  Ma  le  rag,on,  veré  ¿ella  "na  con 
vinzione  vengan  d'  altronde.  Tanto  nel  calare  da:  Pnenei, 
rto  a  Síagcza,  quanto  nel  risa.irli.  Car^o  P^a  da 
Pamplona  U).  Ora,  chi  dice  Pamplona  d.ce  Ronc.svalle 
G  i7  ::  Roncisvalle  che  si  scende  per  sol.to  a  que  la  at- 
Tá-  gl    é  a  Roncisvalle  che  si  conduce  di  norma  ch    di  la 
múoe  verso  la  Francia.  Beninteso,  ü  viaggio  ce  lo  dob- 
biam  rappresentare  per  la  vecchia  via  mulattiera  d.  Zubi- 
r    che  é  la  dintta,  non  giá  per  la  carreggiab,  e  e  piu  lunga 
^i  loiz   E  faccia  poi  capo  a  chi  o  a  cosa  si  vogha   a  de- 
nom    a'ine  ,i   /por.  de  Sizre.  o  «Ci.re»  nella  CUanson 
¿Rolani,  .PortusCiserei..  «Valhs  C.rs.a,»  «Cisara.  «C  - 
sia»   ecc    in  numerosi  documenti  medieval.  (3).  e  ci  con 
duca  o  non  ci  conduca  di  li  1'  itinerario  di  Anton.no  da 
Astorga  a  Bordeaux  U).   non  é  dubb.o  che,  per  quanto   si 

(1)     A   complemento    Jei    tesn    ^la    1  i            ,             „,„,„ 
?n  regione  Wasconum  Pynnei  jugo,  pnmo  Pomp.lonem 

Vetera  Rommorum  Itineraria,  Amsterdam,  .73  ■  P^g-  455)  ^" 
Ti  'Tpatto  d.  averna  qualche  prova.  Se  stesse  1' .dennhcaz.one 
vltl  ía  aun  con  Uuren  (Fokb.oeh.  Ha.Muc,  der  aUen  Geo.ra- 


^  A   RONCISVALLE  389 

■stendono  le  informazioni  nostre,  i  Pirenei  occidentali  non 
ebbero  valico  piü  frequentato.  Questo  é  bene  il  perché  an- 
che deír  essersi  incanalati  per  cola  i  pellegrini,  pur  essendo 
da  ammetteie  che  il  molo  provocasse  poi  altro  moto:  piú 
che  mai  quando,  in  pro  di  quel  genere  di  viandanti,  pie  fon- 
dazioni  furono  stabilite  a  Roncisvalle. 

Alie  condizioni  roncisvallesi  ben  s'  adattano  le  narra- 
zioni  degli  Annali  e  della  Vita  di  Cario.  Vera  anche  ora 
r  «opacitas  silvarum»,  nonostante  che  da  quel  tempo  Dio 
sa  quanti  alberi  devano  essere  stati  distrutti.  Verissimo 
che  nel  tratto  in  cui  ce  lo  dobbiam  rappresentare  1'  eserci- 

to  eia  costretto  a  procederé   «agmine   longo porrec- 

tus  (i).»  E  si  lasci  che  il  grosso  delle  milizie  e  una  parte 
delle  salmerie  abbiano  preso  a  scendere  per  il  versante 
settentrionale,  ossia  giú  per  il  flanco  di  una  ripida  mon- 
tagna:  un  assalto  che  allora  segua  nel   punto  culminante 
riuscirá  inevitabilmente  fatale,  giacché  non  vi  sará  modo 
alcuno   che   il   retroguardo  riceva  soccorso.  Di  un  grave 
pericolo  aveva  ben  avuto  coscienza  il  re  Franco;  che  senza 
di  ció  noi  non  troveremmo  alia  testa  dell'  ultima  schiera 
«plerique  aulicorum».  E  sta  benissimo  che  questa  schiera 
sia  allora  ricacciata  «in  subiectam  vallem»:  si  tratti  poi 
della  valletta  selvosa  che  sale  ad  Ibañeta,  od  anche  del 
largo  stesso  di  Roncisvalle.  Vengono  poi  di  per  sé  e  la 
strage  completa,  e  il  bottino,  e  la  dispersione  degli  assali- 
tori,  dei  quali  di  certo  non  c'  era  nemmeno  per  ombra  da 
pensare  a  mettersi  in  traccia. 


jhie;  Lipsia,  1842-48,  111,  80),  a  nord-nord-ovest  di  Pamplona, 
saremmo  condotti  in  altra  direzione.  Dato  che  la  strada  sia  la  no- 
stra,  «Imo  Pyrenaeon  non  sará,  come  si  dice  (anche  dal  F"orbiger, 
1.  cit),  S.t  Jean  Pied  de  Pon,  bensi  piuttosto  Arneguy,  a  meno  che 
la  distanza  di  cinque  miglia  da  «Summo  Pyrenaeo»  non  contenga 
un  errore  numérico. 

(i)  Quanto  alie  «angustiae,»  le  quali,  se  non  si  fa  loro  un  po' 
di  forza,  conducono  a  rappreseniarsi  una  gola,  le  pensó  dovute  a 
un  modo  di  figurarsi  le  cose  altrettanto  naturale,  quanto  fallace  iti 
■questa  regione. 


2QO  Pío    RAJNA 

Cosí  dalle  condizioni  topogiafiche  le  narrazioni  storiche 
ricevono  lume  ed  evidenza.  Vediamo  cosa  resulti  rispettO' 
alie  leggendarie, 

Qui  puré  appariscono  convenienze  sostanziali.  Dalla  sto- 
ria  c¡  siam  discostati  col  disgiungeie  il  retroguardod  al 
rimanente  dell'  esercito,  per  la  ragione,  suppongo,  del  pa- 
rer  cosa  indegna  che  il  retroguardo  fosse  cortiunquelascia- 
to  stiacciare,  se  gli  altri  eran  prossimi.  Dell'  impedimen- 
to opposto  al  ritorno  dal  pendió,  e  dal  modo  come  la  stra- 
da  si  distende,  e  dalle  salmerie  che  stavan  frammezzo,  non 
poteva  contentarsi  la  fantasía  épica,  bisognosa  di  concezio- 
ne  ben  nette.  Un  mutamento  veniva  d'  altronde  ad  essere 
imposto  da  ció,  che  1'  assalto  non  s'immaginava  piü  ese- 
guito  da  gente  in  agguato,  che  piombasse  dalle  alture  e 
che  tagliasse  in  due  1'  esercito  di  Cario,  bensí  da  un'  oste 
poderosa  che  saliva  dalla  Spagna.  Ma  anche  il  nuovo  moda 
di  rappresentare  le  cose  conviene  alia  natura  del  terreno^ 
Una  volta  che  era  agevolissimo  il  versante  meridionale, 
malagevole  il  settentrionale,  stava  bene  che  si  lasciasse 
addietro  una  forte  schiera,  la  quale  desse  lempo  agli  altri 
di  giungere  al  sicuro. 

E  la  natura  del  terreno  rendevaqui  ben  legittima  anche 
la  sostituzione  di  una  grande  battaglia  a  un  combattimento 
poco  rilevante  sotto  il  rispetto  numérico,  a  differenza  di 
ció  che  sarebbe  seguito  alia  massima  parte  dei  passi.  Nel 
piano  di  Roncisvalle  c'  era  spazio  per  quante  migliaia  di 
uomini  mai  si  volesse.  Che  se  le  selve  ne  dovevano  occu- 
pare  una  porzione  assai  maggiore  che  ora  non  facciano,. 
ron  é  una  campagna  rasa  che  ci  é  messa  dinanzi  dai  ver,, 
si  seguenti: 

Li  Emperere     en  Rencesvals  parvient. 
II  nen  i  ad     ne  vele,  ne  sentier, 
Ne  vuide  terre,    ne  alne,  ne  pleinpied, 
Que  il  n'  i  ait    o  Franceis  o  paien. 

(V.  2398-401.) 
S'  intende  che  chi  rappresenti  la  battaglia  conoscendo  la 


A   RONCISVALLE  39I 

scena,  dovrá  figurarsi  che  si  combatta  altresi  sui  pendii 
circostanti  e  nel  seno  delle  valli.  Ed  ecco  che  cotal  modo 
di  lappresentazione  si  scoige  nei  poema: 

Vunt  par  le  camp,     si  requierent  les  lur. 

(V.  1445.) 

RoUanz  reguardet     cs  munz  e  es  lariz; 
De  cels  de  France     i  veit  tanz  morz  gesir. 

(V.  1851-2.) 

L¡  quens  RoUanz    el  camp  est  repairiez  (i). 

(V.  1869.) 

Rollanz  s'  en  turnet,    par  le  camp  vait  tut  suls; 
Cerchet  les  vals     e  si  cerchet  les  munz. 

(V.  2184-5.) 

Posti  dei  rimatori  settentrionali,  avvezzi  a  paesi  dove 
le  praterie  pievalevano  a  dismisura  sui  campi,  non  voglio 
attribuir  troppo  peso,  per  quanto  rispondente  alia  realtá 
lócale,  al  litorno  frequente  dell'  espressione  «sur  1'  herbé 
verte.)  (v.  1569,  2175,  2236,  2269,  2276,  2358,  2876).  Piü 
caratteristica  1'  erba,  quando  si  lega  con  una  valle: 

Guardet  suz  destre     par  mi  un  val  herbus. 

(V.  1018.) 

Chi  guarda  é  Ulivieri,  salito  a  specolare  «desur  un  pui 
ha]9ur; »  un  poggio  che  potrebb'  esser  cercato,  sia  nella  ca- 
leña principale,  sia  nel  contrafforte  che  separa  Roncisval- 


( I )  Orlando  ritorna  dopo  aver  sonato  il  corno.  Per  far  ció,  se  il 
suono  deve  giunger  lontano,  dobbiam  figurarci  che  egli  si  condu- 
ca  al  passo,  e  salga  fors'  anche  qualcuna  delle  alture  che  lo  fian- 
cheggiano. 


,g2  P'O    RAJNA 

le  dalla  valle  dell'  Iiati,  che  gli  sta  a  levante  (0.  Ma  il 
datopiú  ragguardevole  e  fo.se  quellofornito  da  un  episodio 
apparentemente  assai  oscuro.  Giudicando  senza  conoscen- 
ze  topografiche,  riesce  enimmatico  1'  incanco  affidato  a 
Gautier  del  Hum  di  andarsene  con  miUe  uomini  a  occupare 
«les  destreiz  e  les  tertres»  (v.  8o3  sgg.),  donde  lo  vedrem 
poi  i-itornare  («de  la  muntaigne  jus,..  v.  2040),  dopo  aver 
combattuto  da  prode  e  perduto  tutta  la  sua  gente,  quando 
la  fatale  giornata  giá  volge  alia  fine.  Ma  di  un  invio  cosif- 
fatto  c'  é  in  Roncisvalle  giandissimo  bisogno,  per  assicu- 
rarsi  da   sorprese.   Ed  io  mi  domando,  se  l'origine  prima 
non  fosse  mai  da  ripetere  da  un  licordo  diretto  del  genere 
e  della  piovenienza  dei  nemici  a  cui  s'  era  dovuta  la  ca- 
tástrofe storica. 

Se   cosí  fosse,  avremmo  qui  una  prova,  a  mió  vedere 
sicura,  che  la  Chanson  nostra  si  rannoda  per  tradizione  non 
interrotta  con  canti  suscitati  immediatamente  dal  fatto. 
Che  questo  sia,  tengo  per  fermo,  quand'  anche  Targomen- 
to  non  sussista;  ma  non  posso  affermare  che  la  cosa  resul- 
t¡  dimostrata  dalle  altre  rispondenze  colla  natura  dei  luo- 
ghi    Bisogna  tener  contó  della  possibilitá  che  il  poema  sia 
stato  foggiato,  o  rifoggiato,   da  taluno  dei  tanti  giullari. 
che  andandosene  a  S.  Jacopo  o  alie  corti  spagnuole,  oppu- 
re  tornandone,  ebbero  a  passare  da  Roncisvalle.  Certo  10 
non  credo  nient'  affatto  primitivi  tutti  i  nomi  ed  i  dati  piú 
o  meno  esattamente  spagnuoli  che  la  Chanson  contiene  (2). 
Perfino  ne'  suoi  riflessi  italiani  ci  sonó  elementi  da  dover- 
si  riportare  a  una  conoscenza  dei  luoghi  indipendente  dal- 
l'origine  (3).  Che  Roncisvalle  sia  un  piano,  contro  ció  che 

(i)  La  seconda  ipotesi,  data  la  quale  anche  il  «suzdestre»  po- 
trebbe  rispondere  al  vero,  é  ammissíbile  solo  a  patto  che  1  Fran- 
cesi  siano  a  Roncisvalle,  non  ad  Ibañeta.  Che  questa  s.a  1'  idea, 
son  portato  a  credere  per  piü  di  un  motivo.  ,..,„. 

{2,     Intende  soprattutto  a  raccoglierli  e  iUustrarh  il  París  nel- 

l'articolo  citato. 

(3)     Che  ce  ne  siano  nella  Cronaca  di  Turpino,  deve  parer  trop- 
■    po  naturale  a  chiunque  consideri  da  quali  stretti  vincoli  la  compo- 


A    RONCISVALLE  ^q^ 

si  sarebbe  poitati  a  suppoire,  e  detto  nella  Spagna  in  otta- 
va  rima  ben  piü  chiaramente  che  nei  testi  francesi.  Cosi 
c.  XXX,  st.  ult., 

Ulivier  si  rimase  alia  pianura, 

mentre  Orlando  é  salito  «sul  poggio»  a  far  guardia  per  la 
prima  parte  della  notte.  Piü  oltre,  xxxiv,  38, 

Del  ben  ferire  ignuno  si  raccheta, 
Maladicendo  il  pian  di  Roncisvalk; 

XXXV,  1 3, 

A  Roncisvalle,  nal  gran  pian,  si  misse; 


ib.,  3o, 


Or  dicie  1'  autor  che  combattendo 
Nel  pian  di  Roncisvalle  qucsta  gente. 


Tutto  ció  senza  dimenticare  che  si  tratta  nel  tempo  me- 
desimo  di  una  valle,  xxxvii,  i5, 

A  seguir  Cario  ciascun  fu  disposto, 
E  sceson  nella  valle  dolorosa, 
Dove  morí  la  gente  valorosa. 


sizione  di  quel  libro  sia  legata  alia  Spagna,  e  piü  propriamente  a 
Composlella.  V.  Dozy,  Recherches  sur  Vhist.  et  la  ¡itt.  de  VEsp. 
pendant  le  moyen  age,  2.'  ed.,  II,  372-431;  París,  in  Romama, 
XI,  421-26.  Vi  s'  insiste  dunque  molto  sulleselve,  che  nella  Chan- 
son,  impacciose  come  sonó  per  una  battaglia,  si  sottraggono  alia 

visione  diretta:  cap.  xxi, Marsirus  et  Beligandus  cum  quin- 

quaginta  millibus  Sarracenorum  summo  mane  exierunt  de  nerao- 
nbus  et  collibus,  ubi  consilio  Ganaloni  duobus  diebus  totidemque 
noctibus  latuerant»;  cap.  xxii.  Orlando  «invenit  quendam  Sarrace- 
"""" '"  nemore  latentem;»  «retro  per  nemora  versus  Sarrace- 
nos usque  ad  Sarracenum  nexum  rediit;»  tusque  ad  pedem  por- 
tuum  Cisere  per  nemora  solus  pervenit..  Nel  primo  passo,  lascian- 
do  stare  ció  che  in  questo  luogo  non  ci  riguarda,  é  da  segnalare 
anche  il  c collibus.» 


394  P'o  '^AJ'^* 

E  notizie  ben  piü  minute,  frutto  di  visite  contemporanee, 
trovano  eco  nel  Morgante.  Ivi  (xxvii,  io8)  si  dirá  come 
tutti  i  pellegrini,  tornando  di  Galizia,  riferiscano  di  aver 
visto  in  Roncisvalle  il  macigno  spaccato  da  Orlando  nel 
tentativo  di  spezzare  la  sua  Durlindana;  e  il  corno  fesso 
nel  gran  sforzo  del  sonare:  corno  e  macigno  che  vi  si  mo- 
strarono  ancora  per  secoli  (■),  a  quel  modo  che  tuttavia  vi 
si  mostrano,  e  che  furono  mostrate  anche  a  me,  le  mazze 
cosí  d'  Orlando  come  d'  Ulivieri,  e  le  ciabatte  dell"  arcive- 
scovo  Turpino. 

Ritornando  alia  Chanson,  sarebbe  la  piü  assurda  delle 
pretese  1'  immaginare  che  tutto  quanto  vi  si  dice  rispetto 
ai  luoghi  rispondesse  alia  realtá  o  dalla  realtáavesse  preso 
le  mosse.  Per  concepire  un'  idea  cosiffatta  bisognerebbe  non 
sapersi  render  contó  menomamente  attraverso  a  quali  vr 
cende  si  deva  essere  arrivati  al  poema  nostro.  E  giá  fino 
dal  principio  la  fantasia  poté  bene  esercitare  dei  diritti  e 
dei  soprusi.  A  volte  tuttavia  c'  é  il  caso  che  la  risponden- 
za  esista  a  dispetto  delle  apparenze.  In  quei  versi  cosí 
mirabilmente  descrittivi  (814- 15), 

Halt  sunt  li  put     e  11  val  tenebrus. 
Les  roches  bises,     li  destreit  merveillus, 

le  rocce  perlomeno  non  sembran  fare  per  noi,  in  mezzo  a 
tutta  quella  distesa  non  mai  interrotta  di  verdura.  Ma  le 
cose  mutan  bene  d'aspetto,  se  ci  si  trasporta  nel  fondo  del- 
la  valle  della  Nive,  ad  Arneguy  e  verso  S.'  Jean  Pied  de 
Port.  E  se  il  trasportarci  laggiú  é  lecito  in  questo  luogo, 
il  farlo  diventa  doveroso  in  un  altro,  dove  lo  stesso  moti- 

fl)  Laffi,  Viaggio  in  Ponente  a  San  Giacomo  di  Galitia  e 
Finisterre,  Bologna,  1673,  P,  >33  sgg.:  segnalato  primamente  dal 
Monaci,  Una  Leggenda  araldicaeVEpopea  carohngm  nel  Um- 
bria,  «Per  Nozze»,  e  nelle  varié  edizioni  átW  Antologia  della  no- 
stra  Critica  tetteraria  moderna  del  Morandi.  Per  il  corno,  V.  an- 
che Sarasa,  Op.  cit.,  p.  46. 


A    RONCISVALLE  395 

vo  ci  risuona  nuevamente  all'  orecchio.  Prendiamo  a  ritor- 
narcene  addietro  con  Cario  ed  i  suoi  allorché  il  suono  an- 
goscioso  li  ha  fatti  accorti  che  in  Roncisvalle  si  combatte, 
ed  esclameremo  bene  noi  puré  (v.  iSjO-Si), 

Hait  sunt  li  pui    e  tenebrus  e  grant, 
Li  val  parfunt    e  les  ewes  curanz. 


R.  DE  HINOJOSA 


LA  JURISDICCIÓN  APOSTÓLICA  EN  ESPAÑA 


EL  PROCESO  DE  D.  ANTONIO  DE  COVARRUBIAS 


I 


Las  controversias  jurisdiccionales  constituyen  importan- 
tísima parte  de  la  historia  de  las  relaciones  de  España  con 
la  Santa  Sede  en  los  siglos  xvi  y  xvii.  Agrias  y  cada  vez 
más  frecuentes  desde  el  establecimiento  del  Tribunal  de  la 
Nunciatura  en  1528,  sus  verdaderas  raíces  hay  que  bus- 
carlas, más  en  las  mismas  amplias  facultades  que  por  sin- 
gular privilegio  de  la  Sede  Apostólica  y  convenio  entre 
Clemente  VII  y  el  Emperador  Carlos  V  gozaba  aquí  el 
Nuncio  y  en  la  ojeriza  y  mala  voluntad  que  algunas  de 
ellas  ganábanle  entre  los  españoles,  que  en  los  excesos  del 
representante  del  Papa  y  en  los  desafueros  de  sus  mi- 
nistros y  delegados.  La  Nunciatura  era,  no  sólo  una  espe- 
cie de  sucursal  de  la  Dataría  de  Roma,  en  cu3'0  concepto 
concedía  dispensas,  indultos,  gracias  y  privilegios,  y  pro- 
veía los  beneficios  eclesiásticos  de  libre  nombramiento  de 
la  Santa  Sede,  sino  que  era  también  un  tribunal  de  ape- 
lación para  los  asuntos  reservados  á  la  autoridad  pontifi- 
cia. Además,  desde  iSgó  el  cargo  de  Colector  general  de 
espolios  y  vacantes,  que  durante  el  siglo  xvi  había  co- 
rrido, ya  unido,  ya  separado,  de  la  Nunciatura,  quedó 
definitivamente  incorporado  á  ella,  por  entender  Cle- 
mente VIII  que  la  autoridad  y  el  prestigio  del  Nuncio 
habían  de  contribuir  al  prestigio  de  la  Colecturía,  al  au- 


3g8  R.    DE    HINOJOSA 

mentó  de  las  rentas  de  la  Cámara  apostólica  y  á  dismi- 
nuir al  propio  tiempo  los  empeñados  litigios  á  que  con 
frecuencia  daba  lugar  la  recaudación  de  aquéllas. 

Para  el  desempeño  de  tan  complejas  atribuciones,  veían- 
se forzados  los  representantes  del  Papa  á  servirse  de  una 
multitud  de  empleados,  cuya  gestión  ponía  con  frecuencia 
en  peligro  la  autoridad  y  el  buen  nombre  de  la  Nunciatu- 
ra. De  la  sección  de  justicia,  constituida  por  el  Auditor  y 
seis  Frotonotarios  apostólicos  con  carácter  de  jueces  in 
curia,  encargados  de  revisar  las  sentencias  apeladas  de  los 
Ordinarios  y  de  conocer  en  las  causas  hasta  su  termina- 
ción definitiva,  dependía  inacabable  serie  de  jueces  dele- 
gados, notarios,  secretarios  de  justicia  con  sus  respectivos 
sustitutos,  y  una  caterva  de  otros  notarios  inferiores  llama- 
dos receptores,   procuradores,  alguaciles  y  agentes  de  ne- 
gocios. Eran,  por  lo  general,  en  las  diócesis  los  jueces 
gente  poco  recomendable,  sin  letras  ni  conciencia,  que 
por  varios  medios,  de  ordinario  halagando  ó  comprando  á 
los  procuradores,  conseguían  sus  comisiones  (0;  y  no  te- 
niendo arancel  á  que  ajustar  sus  emolumentos,  determi- 
naban ellos  mismos  los  derechos  suyos,  los  de  los  algua- 
ciles y  receptores,  y  hasta  regateaban  las  sentencias  como 
si  las  pusieran  en  almoneda.  Para  que  durasen  más  los 
litigios  y  con  ellos  la  ocasión  y  materia  de  ganancia,  in- 
troducían tal  diversidad  de  artículos  y  autos,  que  ni  había 
vida  que  alcanzase  el  fin  de  un  pleito,  ni  hacienda  que  pu- 
diera costearlo.   Administraban,  en  suma,  la  justicia  con 
tanto  coste  y  dificultad,  que  ó  no  podían  las  partes  seguu-- 

(i)  «Abusi  che  occoiTono  nel  Tribunale  della  Nunziatura  di 
Spagna  e  suoi  rimedii,.  en  la  Biblioteca  Corsiniana  de  Roma, 
cód.  699,  col.  3yD-24,  fols,  323  y  siguientes.  Meister  (Zur  sjpa.- 
nischen  Nuntiatur  im  XVI  und  XVII  Jahrhundert,  en  la  Ro- 
M.SCHER  QUARTALSCHRIFT,  .894),  que  ya  Utilizó  este  documento, 
cree  que  debió  ser  redactado  por  un  secretario  de  la  Nunciatura 
española,  pues  termina  así:  «Questo  é  quanto  4  occorso  di  p.opor- 
re  in  carta  per  obbedire  all'  ordine  di  Sua  Emminenza  e  de'  suoi 
ministri.» 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  399 

k,  ó  después  de  lograda  era  mayor  el  daño  de  la  prose- 
cución que  el  fruto  de  la  victoria  (i).  Frecuentemente  los 
jueces  compartían  también  sus  ganancias  con  los  procu- 
jadores,  á  fin  de  que  éstos  les  proveyesen  de  nuevas  comi- 
siones. Los  notarios  inferiores  eran  tantos  como  los  nego- 
cios de  que  vivían.  Les  agentes,  especie  de  picapleitos  de 
la  peor  ralea,  cuyo  oficio  no  fué  nunca  otro  que  el  de  chu- 
par y  engañar  al  pueblo,  eran  carne  de  galeras;  pero  el 
remedio  á  sus  e.xcesos  jamás  se  tuvo  por  fácil,  porque  los 
engañados  callaban,  creyendo  que  el  fraude  procedía  de  los 
ministros  del  Nuncio  (2).  Como  Colector  general  de  espo- 
lios  y  vacantes,  competía  al  representante  del  Papa  el 
nombramiento  y  superintendencia  de  los  subcolectores  de 
las  diócesis,  de  los  fiscales,  abogados,  notarios  y  otros 
ministros  inferiores  de  la  Cámara  apostólica.  Pretendían 
también,  por  lo  general,  estos  puestos  los  clérigos  más  re- 
lajados que,  no  queriendo  vivir  sujetos  á  la  autoridad  de 
los  Obispos  respectivos,  y  siendo  los  que  de  ordinario  más 
perturbaban  con  su  inquietud  y  escandalizaban  con  su 
vida,  hallaban  en  tales  oficios  refugio  seguro  contra  la  ju- 
risdicción episcopal  de  la  cual  quedaban  exentos,  y  por  ello 
casi  siempre  absoluta  impunidad  (3). 

Si  éstos  y  otros  excesos  de  la  rapiña  y  codicia  de  la  in- 
ferior grey  de  los  curiales  de  la  Nunciatura  eran  causa  de 
la  aversión  y  mala  voluntad  con  que  el  pueblo  no  tardó 
en  comenzar  á  ver  aquella  institución,  las  facultades  mis- 
il) Memorial  dado  por  D.  Juan  de  Chumacero  y  Carrillo 
y  D.  Fr.  Domingo  Pimentel.  Obispo  de  Córdoba,  á  la  Santi- 
dad del  Papa  Urbano  VIII,  año  de  M.DC. XXXIII óobre  los 

excesos  que  se  cometen  en  Roma  contra  los  naturales  de  estos 
Reinos  de  España (sin  lugar,  imprenta,  ni  año),  cap.  X,  y  ré- 
plica á  la  respuesta  dada  por  Monseñor  Maraldi  en  nombre  del 
Papa. 

^  (2)  fAbusi  che  occorrono  nel  Tribunale  della  Nunziatura  di 
Spagna  e  suoi  rimedii.» 

(3)  Memorial  de  Chumacero  y  Pimentel,  cap.  VIII,  y  réplica  á 
la  respuesta  dada  por  el  Secretario  de  Breves,  Monseñor  Maraldi, 
en  nombre  del  Papa. 


400  R-    DK    HINOJOSA 

mas  de  que  los  Nuncios  hallábanse  investidos  y  en  cuyo 
ejercicio,  sin  embargo,   obedeciendo  las  instrucciones  de 
Roma,  antes  solían  mostrarse  tímidos  que  audaces,  eran, 
como  queda  dicho,  el  principal  motivo  de  la  inquina  con 
que  se  la  miraba   por  las  clases   superiores,  así  seglares 
como  eclesiásticas,  y  de  las  rudas  controversias  que  algu- 
na vez  llegaron  á  poner  en  riesgo  de  romperse  las  buenas 
relaciones  entre  las  Cortes  romana  y  española.   De  todas 
suertes,  justo  es  consignar  que  nunca  dejaron  de  aconse- 
jar los  Papas  á  sus  ministros  en  España,  la  mayor  mode- 
ración en  el  uso  de  las  atribuciones  suyas;  que  huyeran, 
cuando  pudiesen  hacerlo  dignamente,  todo  trance  de  con- 
tienda ó  rompimiento  con  los  Consejos  y  ministros  rea- 
les (0;  que  mirasen  á  las  manos  á  los  subcolectores,  por- 
que su  codicia  movíales  á  menudo  á  hacer  cosas  odiosas, 
que  daban  adem.ás  á  los  jueces  legos  ocasión  de  interve- 
nir en  los  asuntos  de  la  Colecturía  (2);   que  se  abstuvie- 
ran de  procurarse  favores  de  ninguna  especie,  y  en  parti- 
cular cartas  de  recomendación  para  obtener  gracias  ó  dig- 
nidades del  Príncipe  cerca  del  cual  venían  acreditados  (3); 

(i)  Inslruttione  a  Mons.  di  Sangro,  Paíriarcha  d'  Alessan- 
dria  et  Arcivescovo  di  Benevento,  per  Ici  Nunciatura  di  Spagna,. 
Q  de  Abril  de  1621,  en  la  Biblioteca  Angélica  de  Roma,  MS. 
T-y\],y  y  en  la  Biblioteca  Corsiniana,  cód.  ó'ii  (XX  de  las  Scnt- 
ture  varié  di  Sloria  e  Politicaj,  fol.  887.  Tomándola  de  una  co- 
pia de  la  Biblioteca  Vaticana,  cód.  Ottoboniano  2.206,  publicóla 
A.  Meister,  creyendo  fuese  la  Instrucción  dada  á  Monseñor  Ino- 
cencio Massimi,  sucesor  del  Patriarca  de  Alejandría,  en  la  Romi- 
CHER  QuARTALSCHRiFT,  1894:  Ztir  spaiuscheu  Nuntiatur  im  XVI 
utid  XVII  Jahrhundert.—lnstvucdones  á  los  Nuncios  Millino, 
Carafa  y  Caetani,  de  que  se  dará  noticia  más  adelante. 

(2)  Ibid. 

(3)  InstruUione  per  il  Nuntio  di  Spagna  (sin  fecha)  en  el  Ar- 
chivo Vaticano,  Archivio  Borghese,  MS.  269,  fols.  32-65  y  Ge- 
ne. No  aseguraré  en  absoluto  que  esta  interesante  Instrucción, 
que  varias  veces  he  de  citar  aún,  fuese  la  que  para  el  desempeño 
de  su  misión  en  la  Corte  del  Rey  Católico  se  diera  á  Monseñor 
Millino,  Arzobispo  de  Rodas,  en  1605;  rauévenme,  sin  embargo,  á 
creerlo,  las  razones  siguientes.  Es,  por  el  pronto,  indudable  que 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  40 1 

que  velasen  porque  sus  ministros  no  concedieran  jamás 
cosas  exorbitantes  n),  y  para  que  los  oficiales  de  su  Tri- 
bunal no  cobrasen  más  de  lo  que  debieran,  viviesen  hon- 
radamente y  no  aceptaran  regalos  ó  propinas  por  favore- 
cer en  alguna  manera  los  asuntos  de  graci»  ó  de  justi- 
cia {2j.  «Los  oficios  del  uno  y  del  otro  cargo — advertíase  á 

este  documento  fué  redactado  bajo  el  pontiñcado  de  Clemen- 
te VIII  por  el  Cardenal  Pedro  Aldobrandini,  Secretario  de  Esta- 
do, con  destino  al  Nuncio  que  había  de  reemplazaren  España  al 
Cardenal  Gimnasio,  á  cuyos  informes,  respecto  á  negociaciones 
pendientes,  remitíase  á  menudo  en  la  Instrucción  al  nuevo  Nun- 
cio. La  fecha,  pues,  puede  fijarse  entre  el  mes  de  Julio  de  1604  y 
el  de  í<"ebrero  de  1605,  dado  que  en  Junio  de  1604  fué  nombra- 
do Cardenal  el  Nuncio  ordinario  en  España  Monseñor  Domingo 
Gimnasio,  á  quien  repetidamente  se  da  en  la  Instrucción  aquel  ti- 
tulo, en  5  de  Marzo  de  1605  murió  Clemente  VIH,  y  el  nuevo 
Cardenal  abandonaba  á  poco  Madrid  para  asistir  al  Cónclave. 
Con  la  muerte  del  Papa,  el  nombramiento  del  Nuncio,  ya  sin 
duda  hecho,  debió  quedar,  en  los  efectos,  en  suspenso  hasta  la 
elección  de  nuevo  Pontífice.  No  he  podido  poner  en  claro  si  el 
mismo  Monseñor  Millino  había  sido  el  nombrado  por  Clemen- 
te VIII,  ó  fué  otro  personaje  de  la  Corte  pontificia;  mas-^ea  de  ello 
lo  que  quiera,  inducen  á  creer  que  la  Instrucción  ya^^reparada 
por  el  Cardenal  Aldobrandini  debió  de  utilizarla  para  el  Arzobis- 
po de  Rodas  el  nuevo  Secretario  de  Estado,  Cardenal  Escipión 
Borghese,  así  la  circunstancia  de  que  en  más  de  un  pasaje  de  la 
misma  se  ven  al  margen  notas  en  que  se  advierte  que  los  asun- 
tos á  que  éstos  se  refieren  se  hallaban  ya  resueltos  y  no  había, 
por  tanto,  que  volver  sobre  ellos,  como  el  hecho  indudable  de  ha- 
ber servido  de  patrón  para  las  Instrucciones  que  sucesivamente 
dio  el  mismo  Cardenal  Borghese,  Secretario  de  Estado  de  Paulo  V, 
á  los  Nuncios  en  España,  Arzobispo  de  Damasco,  en  1607,  y  de 
Capua  en  1012,  y  al  Obispo  de  Amelia  en  1618,  las  cuales  eran,  en 
*■  lo  tocante  á  los  asuntos  generales,  sobre  todo  en  lo  relativo  á  la 
jurisdicción  eclesiástica,  meras  copias  de  aquélla. 

(¡)     Instrucciones  al  Nuncio  Monseñor  Millino  y  sus  sucesores 
Caetani  y  Sangro. 

(2)  dnstruttione  a  Mons.  1'  Arciv.°  di  Capua  destínalo  Nuntio 
al  Re  Caiholico  dalla  Santiiá  di  N.°  Sig.re  Papa  Paolo  quinto,»  á 
13  de  Enero  de  1612,  en  la  Bibliotkca  Corsiniana.  de  Roma,  có- 
dice 468,  col.  38-A-2I:  Instruttioni  poliiiche  sopra.  vane  malerie, 
tomo  U,  fols.  264-311  vuelto.— Instrucción  á  .Monseñor  Millino. 
"  26 


^g,  R.    DE    HINOJOSA 


este  propósito  al  Nuncio  Mons.  Antonio  Caetaní,  Arzo- 
; tpo  de  Capua,  en  i6xa-son  vastos,  la  cahdad  y  numero 
d     as  personas  que  recurren  grande,  y  en  España  el  djne- 
ro  corre    el  pueblo  es  vehemente  en  sus  deseos  y  celoso 
desul  >;teris,  tiene  la  idea  de  que  4  las  dificultades  po- 
nen siempre  remedio  los  donativos,  goza  en  pub  .car,  lue- 
go de  logrado  su  mtento.  los  defectos  y  culpas  de  los  ex- 
Uanieros  á  quienes  no  gusta  de  ver  enriquecidos.  >  el  ex- 
ceso  que   cometen   los   servidores   recae  á  menudo  en  el 
N   ncio  6  Colector,  y  éste  suele  ser  el  pretexto  del  Con- 
sejo Real  para  restringir  su  autoridad  y  caumniar  sus  tri- 
bunales, como  dañosos  á  aquellos  Reinos  (O  »  «Mire  bien 
á    as   nanos  á   sus  ministros  propios-decía  pocos  anos 
de  pues  al  Nuncio  Mons.  Julio  Sacchetti,  Obispo  de  Gra- 
V  na    el  Cardenal  Secretario  de  Urbano  VIH  -y  procure 
ntLnerlos  de  tal  modo  dentro  de  los  límites  ^e   a  Prude- 
cía,  que,  por  la  codicia  suya  6  por  el  mal  modo  de  üatar 
las  cosas,  no  se  aventure  lo  ganado,   lo  cual  haia  V.  S. 
m¡>;mo  con  SUS  amcnazas  (2).» 

Poi  lo  que  toca  al  abuso  de  las  facultades,  asi  en  los 
despach6s'de  gracia  como  en  los  de  justicia,  de  que  singu- 
larmente'culpábase  aquí  á  los  Nuncios,  dos  eran  los  pnn- 
l^riescargo^queseles  hacían:  el  ^^^:^^^-^-Z 
que  no  estaban  autorizados  para  concedei.  y  de  jo  ^ 
á  sí  V  conocer  en  primera  instancia  de  cuantas  causas  se 
le  santo  aba,  con  menosprecio  notorio  de  lo  mandado  po 
•  e  Conc  lio  de  Trento  y  con  perjuicio  de  la  lunsdiccon  de 
los  oiíinarios  (3).  Justo  es,  sin  embargo,  advertir  también 

(i)     Instrución  ya  citada. 

.)     Instrucción  que  se  -"- f ^^¿^f :";"     x.  Por  virtud  de 
/„^     fnncUio  de  Trento,  sesión  XAIV,  cap.  A/v.  rv. 


L^   JURISOICCIÓN   APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  403 

qué  si  alguna  vez  los  Nuncios  se  excedieron  en  estas  ma- 
terias, hicéronlo  por  cuenta  propia  y  contra  las  adverten- 
cias y  recomendaciones  de  los  Papas.  .En  avisar  á  Roma 
-decíase  al  ya  nombrado  Obispo  de  Capua,  y  con  éstas  ó 
análogas  palabras  á  los  demás  Nuncios  desde  fines  del  si- 
glo xvi-cuando  ocurra  alguna  cosa,  deberá  ser  V    S    di- 
Jigentisimo;  advirtiendo  siempre  que  aunque  Su   Santidad 
desea  que  se  defiendan  virilmente  los  derechos  de  la  San- 
ta Sede,  no  quiere,  sin  embargo,  ser  puesto  por  sus  mi- 
nistros en  trances  graves.  Y  si  bien  es  difícil  armonizar  la 
defensa  de  la  jurisdicción  eclesiástica  con  evitar  las  rotu- 
ras, será  menor,  no  obstante,  la  dificultad,  si  V.  S    funda 
siempre  bien  su  intención  y  defiende  cosas  verdaderamen- 
te justas  y  seguras  con  razones  firmes  y  enérgicas    En  las 
materias  de  gracia,  en  las  cuales  han  estimado  algunos 
que  estriba  buena  parte  de  la  reputación  de  la  Nunciatu- 
ra, parece  que  esta  reputación  consista  más  en  no  hacer 
gracias  que  en  concederlas,  porque  las  importunidades  son 
grandes,  los  intercesores  calificados  y  los  medios  incitan- 
tisimos;  por  todo  lo  cual,  V.  S.  deberá  caminar  con  gran 
tiento  y  no  otorgarlas  ó  remitir  á  los  interesados  á  Roma 
En  las  comisiones  de  las  causas  se  reputa  óptimo  consejo 
no  avocar  á  sí  ninguna,  sino  remitirlas  á  los  Ordinarios 
porque  se  evitan  muchos  tropiezos,  no  se  es  sometido  bajó 
pretexto  de  fuerza  al  Consejo  Real,  y  resulta  aún  más  gra- 
to a  la  Corte,  porque  no  parece  que  se  haga  por  la  codicia 
de  la  ganancia  (i).» 

ILL°';i  '!r  7''T'  '■'  '^'""'°  ''  S'^'"»^-^'  ^-  Facultaten 
ey  pap.tlchen  Nunttus  iu   ,6  Jahrhundert,  en  los  Mtthe- 

LWNOEN  DES  Instituí  FÜR  OESTEKREICHISrurr   r.  J  .vutthei- 

Insbruck,  tomoXíX  (,898),  p:,g "  G-c„,chtspo.schu.g. 

(1)     Instrucción  á   Monsrñnr  Min;r,„      i 
\     -  ..  KiuHsenor  MiUino.   «Instruttione  -i   Mnnc    1» 

Arcivescovo  d    Damasco  íMnnQ    n  ^-      r-         "^'■"f"^  '^  Mons.  1 

no  a.  R.  Católico  ^^: ^¡^'^^  ::'^  ^¡27.  T,' 

TJ         "'  ^"'^-  '7^  ^"^"°  á-?»"  ^"-'^0  ílnstruuioni  politiche 
^opra.ane,na,ene.  to.no  II). -I„.truccióa  al  Arzobispo  de  Ca 


R.    DE    HINOJOSA 

Mas  lo  que  sobre  todo  hacía  embarazosa  y  difícil  la  si- 
tuac,6n  del  representante  del  Papa  y  generalmente  od.ada 
tuacion  aei  r  i  administración 

la  Nunciatura  en  España,   eia  el  cooio  y 
de  los  espolios  de  los  Obispos  y  de  las  rentas  ¿e  los  Obis 
pados  vacantes;  pues  aunque  desde  que  ambos  cargo    ha 
Lnse  reunido  en  la  persona  del  Nuncio    los  ministros 
IL  caminaban  en  estas  materias  con  más  miram    n  o 
todavía  suscitábanse  á  menudo  por  1-  P^^;^^  '    "¿j^, 
ros   legatarios  y  servidores  de  los  Prelados  difuntos    fieros 
Sios  ante  el  Consejo  Real,  e,  cual  había  "ega  o  -a   ' 
dar  á  los  Corregidores  que  hiciesen  ex  offiao  los  inventa 
Íios  d    los  bienes  del  muerto  y  los  depositaran  para  satis- 
fcer   os  gastos  de  los  funerales  y  pagar  á  los  acreedores 
V   eltarios    á  pesar  de  no  tener  el  Consejo  derecho  al- 
y  legatarios,   a  y  asuntos  H).  Pero  también  en 

guno  á  intervenir  en  tales  asuntos     ). 
Las   materias,  no  obstante  ejercitar  la  Santa  Sede  un 
:TJo  más  6  menos  justo,  pero  al  fin  y  al  cabo  .cono 
cido  en  España,  mostrábase  en  sus  ^f^^f^^^^JJ^l 
contemporizador  y  benévolo.   «El  ohcio  de  Colecto^     se 
advertía  á  los  ya  nombrados  Nuncios-es  de  no  meno 
i„.portancia  que  confianza,  porque  pasan  P-^-  -/J/^ 
gruesas  sumas,  y  el  cobro  de  tan  --'^^ fj^^^^^^ Jf  ^^ 

b^t::;d^t:X.:^:arr::^^ 

da  ñor  la  ecular.  Será,  sin  embargo,  principal  cuidado  di 
tnc  o  yTolector  que  la  Colecturía  no  haga  odiar  a  a 
Nunciatura,  máxime  con  introducir  novedades  en  los  ca 

pua,  ya  citada  -.Sbozzod  Instru  ,     ^^^,,,,     Varia  pa- 

do  ando  Nunuo  '"  ^P^^^^^^,  "  ;¿'';;^i„strucc.ón"á  Monseñor 
liticorum,  tomo  Caavi,  lois.  J04  4"j 

de  Sangro. 

(,)    Instrucción  á  Monseñor  de  Sangro. 


LA   JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  405 

SOS  no  corrientes,  sino  mantenerla  y  aumentarla  con  lii 
autoridad  de  quien  puede  favorecer  y  hacerse  amar,  y  no 
ha  de  ponerse  en  riesgo  de  sufrir  oposición  sino  en  caso 
de  razón  manifiesta  y  en  que  se  vea  no  haber  otro  reme- 
dio para  conseguir  lo  que  se  pretenda  justamente  (i).» 

Sin  embargo  de  la  moderación  y  del  espíiitu  conciliador 
de  la  Santa  Sede  en  cuantos  asuntos  fueron  materia  de 
conflictos,  de  que  eran  eco  estas  instrucciones  que  en  las 
postrimerías  del  siglo  xvi  y  primera  mitad  del  xvii  trans- 
mitíanse á  los  Nuncios,  en  aquella  época  fué  precisamen- 
te cuando  más  arreció  en  España  la  hostilidad  contra  la 
Nunciatura.  El  Rey  y  el  Consejo  Real  amparando  cuan- 
tas reclamaciones  y  protestas,  razonables  ó  no,  podían 
menoscabar  la  autoridad  del  Nuncio,  en  la  que  á  menudo 
veían  un  grave  peligro  para  el  prestigio  y  autoridad  de 
nuestros  Consejos  y  Tribunales;  las  Cortes,  el  alto  clero  y 
los  jurisconsultos  clamando  contra  los  que,  muchas  veces 
sin  motivo,  llamaban  desafueros  de  los  ministros  de  la 
Curia,  no  tardaron  en  acabar  con  cuanto  á  aquella  insti- 
tución quedaba  aquí  de  libertad  é  independencia. 

Ni  una  vez  sola  las  Cortes,  en  los  últimos  tiempos,  ha- 
bíanse reunido  sin  reclamar  contra  los  abusos  de  la  Nun- 
•ciatura  y  contra  los  daños  que  entendían  derivarse  del 
ejercicio  de  la  jurisdicción  apostólica;  y  aunque  en  gene- 
ral, desde  el  primer  tercio  del  siglo  xvi,  rara  vez  tuvieron 
éxito  las  peticiones  suyas  en  los  negocios  políticos  y  ad- 
ministrativos del  Estado,  al  terminar  de  aquel  siglo  sus  . 
protestas  recabaron  del  Rey  toda  una  serie  de  resoluciones 
que,  practicadas  con  rigor,  habían  necesariamente  de  lle- 
var aparejada  la  derogación  absoluta  de  la  jurisdicción  de 
la  Santa  Sede  en  España.  «Considerando  que  el  remedio 
de  la  fuerza  era  el  más  importante  y  necesario  para  el 
bien  y  quietud  y  buen  gobierno  de  estos  Reinos,  sin  el 
cual  toda  la  República  se  turbaría  y  seguiríanse  grandes 

(i)    Instrucciones  á  los  Nuncios  Millino,  Carafa,  Gaetani,  Cea- 
■nini  y  Sacchelti. 


4o6  R-    DE    HINOJOSA 

escándalos  é  inconvenientes,»  se  mandó  al  Consejo  Real, 
Chancilleiías  y  Audiencias  que  tuvieran  gran  cuidado  en 
hacer  justicia  á  las  partes  que  acudieren  ante  ellos  por  vía 
de  fuerza  y  que  castigaran  á  los  contraventores  (0;  se  dis- 
puso que,  cuanto  al  conocimiento  de  las  causas  eclesiásti- 
cas en  primera   instancia,  de  que  alguna  vez  pretendían 
conocer  los  Nuncios,  se  guardara  en  todas  sus  partes  lo 
preceptuado  por  el  Concilio  Tridentino  y  que  se  proveyera 
sin  demora  al  abuso  en  el  cobro  de  los  emolumentos  (2),-^ 
se  conminó  con  las  penas  más  severas  á  los  clérigos  espa- 
ñoles que   consintieran   pensiones  en  cabeza  propia  y  en 
favor  de  extranjeros  (3);  y  se  ordenó,  por  último,  que  los 
Nuncios  y  Colectores,  antes  de  comenzar  á  usar  de  las 
facultades  que  por  Roma  les  fueren  concedidas,  las  pre- 
sentaran en  el  Consejo  Real  para  que,  vistas,  se  les  advir- 
tiese de  los  casos  y  cosas  en  que  no  convenía  que  usaran 
de  ellas  (4).   Contra  éstas  y  otras  disposiciones  que,  si  no 
atentaban  directamente  á  la  autoridad  del  Nuncio,  cedían 
por  lo  menos,  también  en  menosprecio  y  perjuicio  de  la 
jurisdicción  de  la  Santa  Sede,  levantáronse  en  Roma  é 
hicieron  reiteradamente  los  representantes  de  la  Curia  en 
Madrid,  rudas  protestas.  En  vano  declaró  al  Rey  el  Nun- 
cio Monseñor  Borghese.   años  adelante  Papa  Paulo   V,. 
que  el  Pontíiice  no  podía  en  modo  alguno  tolerar  que  los 
poderes  temporales  dictaran  disposiciones  contra  la  Bula 
In  CcEtia  Doiiiini,  ni  fijasen  reglas  de  conducta  á  los  mi- 
nistros de  la  Sede  Apostólica,  ni  pusieran  trabas  á  las  gra- 
cias beneficiales  emanadas  de  Su  Santidad.   Tras  larga 

(i)  Cortes  de  Madrid  de  i588-i590,  publicadas  en  1593,  peti- 
ción XHXVL— Nueva  Recopilación,  lib.  11,  tít.  V,  ley  80.  Esta, 
ley  confiímó  las  dictadas  en  1476  por  los  Reyes  Católicos  en  res- 
puesta á  la  petición  XV  de  las  Cortes  de  Madrigal  [Nueva.  Reco- 
pilación, lib.  1,  tít.  VIII,  ley  2.")  y  por  Carlos  1  en  1525  (Nueva. 
Recopilación,  lib.  II,  tít.  V,  ley  36). 

(2)  Pct.  XXXVIll.— Nueva  Recopilación,  lib.  II,  tít.  IV,  ley  59. 

(3)  Pet.  XXXIX.— Niíevíi  Recopilación,  lib.  I,  tít.  III,  ley  34.. 

(4)  Pet.  XL. 


LA   JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  4O7 

negociación,  con  el  parecer  de  una  Junta  de  eclesiásticos 
nombrada  al  efecto  y  con  el  dictamen  del  Consejo  Real, 
por  toda  satisfacción  á  la*s  protestas  de  Roma,  Felipe  II 
habíase  limitado  á  mandar  que  en  las  reimpresiones  que 
en  adelante  se  hicieran  del  Cuaderno  de  las  Cortes  de  Ma- 
drid, de  las  cuales  habían  sido  fruto  aquellos  decretos,  no 
se  incluyesen  los  capítulos  impugnados  por  la  Curia  (0. 
Y  cuando  años  después,  menospreciando  lo  mandado,  los 
notarios  apostólicos  tornaron  á  intimar  á  los  clérigos  mo- 
nitorios y  excomuniones  del  Auditor  de  la  Cámara  para  el 
pago  de  pensiones  reservadas  por  la  Curia,  el  Consejo 
Real,  sobre  proceder  contra  los  dichos  notarios,  mandó  al 
Nuncio  absolver  á  los  excomulgados;  y  aunque  éste  se  re- 
sistió, hubo  de  doblegarse  al  fin  ante  la  tenacidad  del  Con- 
sejo, el  cual  llegó  á  proponer  al  Rey  la  expulsión  del  Nun- 
cio y  la  inspección  y  visita,  por  el  mismo  Consejo  Real,  al 
Tribunal  de  la  Nunciatura,  con  otras  medidas  no  más 
suaves  (2). 

Los  m,ás  obligados  á  acatar  y  defender  la  autoridad 
apostólica,  los  Prelados  y  las  Ordenes  religiosas,  eran 
también  á  menudo  los  primeros  en  menoscabarla  y  en 
acudir  al  Rey  y  al  Consejo,  no  sólo  contra  usurpaciones, 
siho  aun  contra  indiscutibles  derechos  del  representante 
del  Papa.  Sobre  ser  los  Obispos,  y  en  general  todo  el  cle- 
ro español,  más  dependientes  del  Monarca  que  de  la  Cu- 
ria, por  ser  prerrogativa  real,  reconocida  por  la  Santa 
Sede,  la  presentación  ó  nombramiento  para  casi  todos  los 
cargos  eclesiásticos  lucrativos  y  retribuidos,  el  relajamien- 
to y  la  independencia  en  que  vivían  no  podían  menos  de 
hacerles  ver  con  recelo  y  hasta  con  hostilidad  manifiesta 
la  autoridad  y  atribuciones  del  Ministro  del  Pontífice.  Por 

(t)  Los  pormenores  de  esta  negociación  pueden  verse  en  Hi- 
nojosa,  Los  despachos  de  la  Diplomacia  pontificia  en  España, 
tomo  I,  págs.  335-358,  364,  366,  371-374  y  378. 

(a)  Archivo  Vaticano,  Nunciatura  di  Spagna,  vol.  60  F 
(?.47  antiguo),  «Lettere  originaii  dell' Arcivescovo  di  Capua  al  Ca,--- 
dinale  Borghese,»  7  de  Enero  á  31  de  Octubre  de  1618. 


■  Og  R.    DE   HINOJOSA 

Otra  parte,  desde  la  muerte  de  Felipe  11  pocas  veces  se 
elegía  para  los  Obispados  á  varones  dignos  y  eminentes  en 
letras  ó  en  virtudes,  sino  que  atendíase  antes  al  favor  que 
á  las  cualidades  de  las  personas  (0.  Los  palacios  de  los 
Prelados  competían  con  los  de  los  Grandes  en  número  de 
pajes,  escuderos  y  familia  armada;  y  como  el  Rey  era  para 
ellos  el  solo  dispensador  de  gracias  y  mercedes,  Madrid,  y 
no  las  respectivas  diócesis,  era  para  muchos  habitual  re- 
sidencia   «Vuestra  Señoría— encargaba  el  Cardenal  Esci- 
pión  Borghese,  Secretario  de  Estado  de  Paulo  V,  al  Nun- 
cio  Monseñor  Pedro  Millino,   Arzobispo  de  Rodas,  y   á 
cuantos  sucesivamente  en  su  tiempo  vinieron  á  España 
con  aquel  mismo  cargo  (2)— deberá  exhortar  á  la  residen- 
cia á  los  Obispos,  no  permitiendo  que  estén  mucho  tiem- 
po  en  la  Corte.  A  esto  encontrará  á  S.  M.  inclinado,  y  al 
Duque  de  Lerma  del  mismo  parecer.   Pero  hay  que  ob- 
servar que  á  veces  los  Obispos  españoles  están  en  sus  dió- 
cesis casi  como  si  no  estuvieran,  haciendo  más  vida  de 
Príncipes  seculares  que  de  eclesiásticos,   porque  por   un 
cierto  orgullo  de  raza  no  se  dignan  desempeñar  por  sí  mis- 
mos las  funciones  eclesiásticas;  no  visitan  personalmente 
las  diócesis;  no  asisten  á  los  Oficios  divinos;  no  predican, 
y  dejan  de  practicar  otras  muchas  cosas  que  deberían  ha- 
cer, por  lo  que  su  ministerio  se  toma  inútil.» 

De  acuerdo  también  con  las  instrucciones  de  la  Cuna, 
contra  la  indisciplina  y  altanería  de  los  Prelados,  servían- 
se á  menudo  los  Nuncios  del  descontento  de  los  Cabildos, 
numerosos  y  opulentos,  y  que  no  bien  avenidos  con  las  re- 
formas disciplínales  del  Concilio  Tridentino,  derogatorias 
de  sus  exenciones  y  privilegios  (3),  y  mal  humorados  con 

(,)     Instrucciones  á  MiUino,  Carafa,  Caetani  y  Cennini. 

(2I     Instrucciones  citadas. 

,  Concilio  de  Trento,  sesión  VI.  De  reforma,  cap.  IV,  y  se- 
sión XXV  cap.  VI.  Por  el  primero  se  dispuso  que  los  Obispos  pu- 
dieran visitar  los  Cabildos  á  ffesar  de  sus  exenciones,  y  por  el  se- 
cundo concedíaseles  el  derecho  de  corregir  y  castigar  a  los  canó- 
nigos, tanto  en  la  visita  como  fuera  de  ella. 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN     ESPAÑA  4O9 

la  jurisdicción  ordinaria  de  los  Obispos,  eran  encubiertos 
é  irreconciliables  enemigos  de  la  autoridad  episcopal.  «Los 
Obispos  de  España — se  advertía  al  partir  de  Ron:ia  en  i6r2 
al  Nuncio  Monseñor  Caetani, — apetecen  mucho  el  dominio 
absoluto  y  casi  un  verdadero  señorío  sobre  los  Cabildos 
y  clero  de  sus  iglesias,  al  paso  que  los  Cabildos,  que  an- 
tes del  Concilio  eran  en  gran  parte  exentos,  se  mantienen 
en  aquella  libertad  cuanto  pueden.  De  aquí  se  deriva,  asi 
el  poco  amor  y  concordia  que  existe  entre  la  cabeza  y  los 
miembros,  como  el  que  muchos  lleven  vida  demasiado  li- 
bre con  mal  ejemplo.  Los  Obispos  se  valen,  en  provecho 
propio,  de  los  tribunales  reales,  los  cuales  son  contrarios 
á  las  exenciones  y  los  favorecen  contra  los  Cabildos.  Estos 
últimos  no  tienen  otro  refugio  que  la  Santa  Sede,  á  la 
cual,  sin  embargo,  no  son  obedientes  y  devotos  sino  en  lo 
que  les  tiene  cuenta;  pero  los  unos  y  los  otros,  salvo  los 
buenos,  se  exceden  en  realidad,  aquéllos  en  el  dominar  y 
éstos  en  querer  ser  libres.  El  Nuncio,  por  tanto,  deberá 
mtervenir  de  modo  que  se  mantenga  á  los  Obispos  la  ju- 
risdicción que  les  corresponde;  pero  sin  que  opriman  á  los 
Cabildos,  ni  éstos  abusen  de  su  ayuda  levantando  cabeza 
contra  los  Prelados  (0.»  Pocos  años  antes,  en  1605  y  1607, 


(1)  Instrucción  á  Caetani. — En  1621  informaba  asimismo  el 
Cardenal  Ludovisi  al  Patriarca  de  Alejandría,  Monseñor  Alejan- 
dro de  Sangro:  «Si  aggiunge  a  tuteo  questo,  perché  egli  é  alie 
volte  cagione  di  contese,  che  fra  i  vescovi  e  capitoli  de  Spagna  tro- 
vasi  puoca  unionee  corrispondenza.  perche  i  vescovi  appetiscono 
il  dominio  assoluto  e  vorrebbero  essercitare  un  perpetuo  signorio 
sopra  i  capitoli  o  cleri  delle  ¡oro  diócesi.  Dalí'  altro  lato,  i  capito- 
li inanzi  al  Concilio  de  Trento  erano  in  gran  parte,  et  alcuni  si 
conservano  ancora,  essenti  e  vorrebbero  ritornare  alia  primiera  li- 
berta e  in  quella  mantenersi.  Perció  non  passando  conformiti 
amorevole  e  ligamento  fra  il-capo  e  le  membra,  ne  nascono  molte 
discordie  e  molti  si  vagliono  della  pretesa  liberta  per  vivere  licen- 
tiosamente.  Li  vescovi  hanno  la  corte  regia  favorevole,  la  quale  si 
oppone  volentieri  all' essentioni;  ma  li  capitoli  non  hanno  altro 
riccorso  che  alia  Sede  Apostólica,  e  pero  in  quanto  loro  torna  con- 
tó se  li  mostrano  devoti  et  obc-dienti.  Trapassando  dunque  i  con- 


4IO  R'    DE    HINOJOSA 

el  Cardenal  Borghese  advertía  sucesivamente  á  ]os  Nun- 
cios Mons.  Millino  y  Mons.  Decio  Carafa,  Arzobispo  de 
Damasco,  que  si  bien  era  deber  suyo  proteger  la  jurisdic- 
ción ordinaria  de  los  Obispos  contra  las  usurpaciones  del 
Consejo  Real,  debía  defender  «más  singularmente  la  de  los 
Cabildos  contra  las  demasías  de  <íus  Prelados,  pues  corres- 
pondiendo al  Rey  la  provisión  de  las  diócesis,  los  Obispos, 
por  propio  interés,  dependían  más  de  la  parte  real  que  de 
la  pontificia  (')•» 

No  estimulaban  menos  la  hostilidad  de  los  Prelados  es- 
pañoles respecto  del  Nuncio,  las  atribuciones  de  éste  en 
su  calidad  de  Colector  general  de  espoliosy  vacantes,  car- 
go, como  queda  dicho,  generalmente  odiado  en  España. 
A  creer  un  documento  famoso  de  aquel  tiempo  (2),  la  co- 
dicia de  los  subcolectores  llegaba  en  materia  de  espolies  á 
tal  punto,  que  embargaban  los  bienes  de  los  Obispos  antes 
de   su   fallecimiento;   ponían   en    sus  palacios  numerosas 
guardas;  y  daban  lugar  á  que  los  criados  los  abandonasen 
agonizantes,  tomando  por  su  mano  lo  que  se  les  debía  y 
aun  aquello  á  que  no  tenían  derecho,  por  no  litigar  des- 
pués con  la  Cámara  apostólica;  ni  podían  hacérseles  fune- 
rales, ni  cumplir  sus  mandas  piadosas,  ni  pagar  los  sala- 
rios, porque  la  mayor  parte  de  la  hacienda  se  desvanecía 
en  costas  de  guardas,  ministros  y  ejecutores,  y  los  pleitos 
se  encargaban  de  consumir  lo  demás.  Y  si  alguna  vez,  con 
razón  ó  sin  ella,  los  Obispos  habían  reclamado  contra  los 
subcolectores  y  pedido  su  revocación,  los  Nuncios,  obede- 
ciendo las  órdenes  de  Roma,  jamás  quisieron  dar  oídos  á 

• 

íini  del  giusto  i  vescovi  nel  dominare  et  li  capitoli  nella  licenza, 
sará  officio  del  Nuntio  di  andaré  gl'  uni  et  gl'  altri  temperando  in 
guisa,  che  a  vescovi  si  mantenga  la  dovuta  loro  giurisditlione,  senza 
che  opprimano  i  capitoli,  e  questi  vivano  moderatamente  con 
1'  essentioni  loro  e  la  protettione  della  Sede  Apostólica,  senza  al- 
zare la. testa  contro  i  proprii  Prelati  e  senza  declinare  alia  sover- 
chia  licenza.»  Instrucción  á  Monseñor  de  Sangro. 

(i)     Instrucciones  á  Millino  y  Carafa. 

(2)     Memorial  de  Chumacero. 


LA   JURISDICCIÓN   APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  4II 

SUS  razones.  «Tendrá  singular  cuidado — decíase  á  este  pro- 
pósito al  Nuncio  Monseñor  Alejandro  de  Sangro  en  1621, 
— en  nombrar  subcolectores  á  personas  investidas  de  algu- 
na dignidad  ó  preeminencia  eclesiástica,  á  fin  de  que  se 
les  tenga  mayor  consideración,  en  particular  por  los  Obis- 
pos que  no  pueden  soportarlos.  De  aquí  que,  si  bien  mu- 
chas veces  se  ha  hecho  grandísima  instancia  para  que  se 
removiera  á  algunos  que  habían  sido  perseguidos  por  ellos, 
nunca  se  les  quiso  complacer  por  no  estimular  su  atre- 
vimiento de  quererlos  mudar  á  su  antojo,  ni  atemorizar  á 
los  subcolectores  de  suerte  que  no  procedan  como  conviene 
al  servicio  de  la  Cámara;  porque  si  temiesen  ser  luego  re- 
vocados del  oficio  á  instancias  del  Obispo  ó  esperaran 
permanecer  en  él  por  su  intervención,  andarían  secundan- 
do más  la  voluntad  de  los  Prelados  que  la  de  los  Nun- 
cios (i).» 

Contra  las  más  ó  menos  justificadas  ingerencias  del  re- 
presentante del  Papa  ó  de  sus  delegados  en  la  jurisdicción 
episcopal  y  en  los  asuntos  de  las  diócesis,  acudían  á  menu- 
do los  Obispos,  bien  á  un  pretendido  derecho  suyo  de  exa- 
minar, antes  de  su  publicación,  las  Bulas  pontificias,  eje- 
cutorias y  demás  provisiones  de  la  Curia  romana,  así  como 
las  facultades  y  mandamientos  dados  por  los  Nuncios 
apostólicos  á  sus  jueces  delegados,  ni  más  ni  menos  que 
hacía  el  Consejo  Real  con  las  mismas  provisiones  de  Ro- 
ma, bien  á  los  recursos  de  fuerza.  En  vano  los  Papas,  y 
por  su  mandado  los  Nuncios,  se  esforzaban  en  exhortar  á 
los  Prelados  á  que  se  guardasen  ellos,  sus  Vicarios  y  Pro- 
visores, y  los  clérigos  de  cualquier  grado  que  se  hallaran 
bajo  su  jurisdicción,  de  recurrir  á  tribunales  y  jueces  secula- 
res en  causas  eclesiásticas,  y  á  desistir  de  aquella  facultad 
de  revisión  que  arbitrariamente  se  arrogaban  (2);  ampara- 

(i)     Instrucción  ya  citada. 

(2)  Puede  verse  en  Hinojosa,  Los  despachos  de  la  Diplomacia, 
pontifcia  en  España:  Madrid,  1896,  tomo  I,  págs.  161,  172-73  y 
352.— Instrucciones  á  los  Nuncios  Millino,  Carafa,  Caetani.  Cen- 
nini.  Sangro  y  Sacchetti. 


,12  R.    DE   HINOJOSA 

dos  poi-  el  Rey  y  por  el  Consejo  Real,   que  veían  en  ellos 
los  mejores  mstrumentos  para  combatir  la  autoridad  é  m- 
tervención  de  la  Santa  Sede  y  de  sus  representantes  en  los 
asuntos  disciplínales  de  la  Iglesia  de  España,  y  aconse- 
jados además  por  su  propio  interés,  jamás  los  Obispos  es- 
pañoles quisieron  renunciar  á  tales  remedios  que   les  ase- 
guraban su  total  independencia  de  la  Curia.  Consecuen- 
cia de  todo  ello  era  que  entre   Obispos  y  Cabildos  y  entre 
aquéllos  y  los  Nuncios,  menudearan  en  aquel  tiempo  plei- 
tos, recursos  y  conflictos  tan  escandalosos  como  el  de  que 
quiero  hacer  relación  más  adelante. 

No  eran,  ni  podía  esperarse  que  fuesen,  más  obedientes 
á  la  autoridad  del  Nuncio  las  Ordenes  religiosas.  Frecuen- 
tadas todas  ellas  por  personas  linajudas,  merced  al  desam- 
paro en  que  forzosamente  les  dejaba  la  institución  de  los 
mayorazgos,  «cada  una  era  un  avispero  donde  con  dificul- 
tad podía  tocarse  sin  peligro  de  picaduras  (0.»  Así,  mien- 
tras que   los   Nuncios  y   sus  delegados   reputaban    falsa, 
nueva  y  perturbadora  la  pretensión  de  los  regulares  de  no 
hallarse  en  manera  alguna  sujetos  á  la  Nunciatura,  éstos 
sólo  reconocían  por  superior  al  Papa  en  Roma;  pues,  fun- 
dándose en  privilegios  concedidos  por  la  Santa  Sede  y  am- 
parados en  caso  necesario  por  el  Consejo  Real,  entablaban 
y  seguían  sus  apelaciones  del  Superior  local  al  provmcial, 
del  provincial  al  general,  de  éste  al  Cardenal  protector  y 
del  Cardenal  al  Papa,    con  lo  cual  quedaban,  de  hecho  ai 
menos,    enteramente  independientes  no  sólo  del  Nuncio, 
sino  hasta  de  la  misma   Curia  romana..  «Los  religiosos  de 
aquellos   Reinos-advertíase  en  1605  al  Nuncio  Monseñor 
MiUino,— están  más  reformados  en  la  apariencia  que  en  la 
esencia:  pues  hallándose  las  Ordenes,  merced  á  que  los  se- 
gundones no  heredan,  llenas  de  nobles  que  conservan  cier- 
to orgullo  y  vanidad,  parecen  libres   de  aquella  sordidez 

(i)  .Instruttione  al  Nanzio  di  Spagna,»  último  de  Julio  de 
,58t,  en  Hinojosa.  Los  despachos  de  la  Diplomacia  poní:  f  cía  en 
España,  tomo  1,  págs.  224  y  244. 


LA    JURISDICCIO>í    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  413 

que  se  ve  en  otras  partes;  pero  en  el  fondo,  á  los  votos  de 
la  religión,  á  la  mortificación  y  á  otras  cosas  propias  de 
todo  buen  religioso,  esta  circunstancia  antes  perjudica  que 
aprovecha,  por  ser  causa  de  que  los  frailes  se  interesen  en 
negocios  seculares  y  de  que  continuamente  estén  en  las 
casas  de  sus  parientes  y  amigos  tratando  asuntos  propios, 
abuso  frecuentísimo  en  aquel  Reino.  De  aquí  se  sigue  el 
trato  con  mujeres,  así  parientes  como  extrañas;  el  poco  te- 
mor á  los  Superiores,  los  cuales,  cohibidos  por  ciertos  res- 
petos, no  osan  ó  no  pueden  poner  en  ello  mano,  y  la  obe- 
diencia como  la  castidad  va  al  suelo;  y  convirtiéndose  en 
propietarios,  no  haciendo  vida  común  y  queriendo  vivir 
aristocráticamente  y  no  pobremente,  se  vulneran  los  tres 
votos  esenciales  de  las  religiones.  Las  monjas,  sobre  todo, 
tienen  más  necesidad  de  reforma  en  España,  al  punto  que 
el  mismo  Rey  y  el  Duque  de  Lerma  han  hablado  de  ello 
al  Nuncio,  mostrando  desear  que  se  ponga  algún  remedio. 
No  guardan  regla  ni  clausura,  y  dan  ocasión  á  infinitos  es- 
cándalos, por  no  decir  cosa  peor.  El  desorden  nace  tam- 
bién en  ellas  de  la  nobleza,  lo  cual  hace  el  remedio  más 
difícil,  pues  como  los  monasterios  están  llenos  de  damas 
principales,  protestan  los  Grandes  y  demás  personajes  que 
tienen  en  ellos  parientes  y  no  dejan  hacer  cosa  buena  (0.» 
El  temor  que,  por  virtud  de  estas  circunstancias,  teníase 
en  Roma  á  toda  intervención  del  representante  del  Pontí- 
fice en  asuntos  de  frailes  ó  monjas  de  España,  era  tal,  que 
invariablemente  se  aconsejaba  á  los  Nuncios  que  dejaran 
caminar  por  su  rumbo  ordinario  aquellos  negocios,  sin  in- 
miscuirse en  ellos  sino  en  caso  de  grande  escándalo  é  in- 
conveniente, ó  cuando  fuera  notorio  el  mal  gobierno  de  sus 
Superiores;  pero  nunca  sin  prevenir  a'l  Rey  «y  acaso  in- 
formar también  de  antemano  al  Consejo,  para  evitar  re- 
cursos y  reclamaciones  y  que  pusiera  en  ello  la  mano  (2).» 


(i)     Insirucción  á  Monseñor  Millino.  Del  mismo  tenor  eran  las 
advertencias  que  se  hacían  á  sus  sucesores. 

(2I     Instrucciones  á  los  Nuncios  Millino,  Carafa,  Caetani,  Gen- 


.jj  .R.    DE    HINOJOSA 

Fuera  de  estos  casos,  el  Nuncio  sólo  debería  intervenir 
para  castigar  sin  contemplaciones  á  los  religiosos  que,  «ó 
por  ignorancia  ó  por  malicia,  escribían  cosas  exorbitantes 
ó  aconsejaban  en  materias  jurisdiccionales  de  manera  que 
se  extendiese  la  jurisdicción  ordinaria  y  se  restringiera  la 

eclesiástica  (ij.» 

Tan  general  oposición  á  la  jurisdicción  apostólica,  halló 
también  inevitable  y  á  menudo  exagerado  eco  en  la  lite- 
,  atura  jurídico-política  de  la  época.  Arrastrados  los  juris- 
consultos y  políticos  españoles,  que  hasta  fines  del  si- 
glo XVI  habían  venido  siendo  regalistas  prácticos,  por  el 
entusiasmo  cesarista  de  moda  entonces  con  la  obligada 
defensa  de  lo  que  llamaban  Ley  regia  y  derechos  majes- 
táticos  r-),  comenzaron  á  dedicarse  á  la  especulación.  Ex- 
tremando y  desnaturalizando  frecuentemente  las  opiniones 
de  algunos  filósofos  y  teólogos  del  siglo  xvi  de  gran  auto- 
ridad y  prestigio  (3),  acerca  de  las  relaciones  entre  las  po- 
testades eclesiástica  y  temporal,  los  políticos  alentaban  al 
Rey  á  robustecer  los  medios  de  que  se  venía  valiendo  el 
poder  civil  para  impedir  el  libre  ejercicio  de  la  jurisdicción 

«iai,  Sangro  y  Sacchetti.  Encargábase  también  muy  smgularmen- 
,e  á  estos  Nuncios,  que  no  admitieran  apelaciones  en  asuntos  de 
religiosos  sino  cuando  el  agravio  fuese  manifiesto,  delegando  en 
,al  caso  el  conocimiento  de  la  causa  en  frailes  de  la  m.sma  Orden 
no  sospechosos,  y  rara  vez  en  los  Obispos  ó  en  frailes  de  Orden 
diversa.  Tampoco  debían  poner  mano  en  las  licencias  que  solici- 
uran  sino  remitirlas  á  los  Superiores  respectivos;  «con  tanto  mas 
motivo-decían  -cuanto  que  los  Superiores  de  las  Ordenes  son 
muy  escuchados  por  el  Rev,  y  si  el  Nuncio  les  quita  ó  menoscaba 
su  autoridad,  no  dejarán  de  hacer  formar  menguado  concepto  de 

él  al  Soberano.') 

(i)     Instrucciones  á  Monseñor  Millino  y  á  Monseñor  Carata.  . 

(2)  .Menéndez  y  Pelayo,  Historia  de  los  heterodoxos  españo- 
les: Madrid,  i8Si,  tomo  II,  pág.  40. 

(•5)  Hinojosa  (E.),  Influencia  que  tuvieron  en  el  Derecho  pu- 
blico de  su  patria  y  singularmente  en  el  Derecho  penal,  los  filó- 
sofos y  teólogos  españoles  anteriores  á  nuestro  siglo  (Madrid, 
,89o),  hace  en  el  cap.  V  un  resumen  de  las  doctrinas  de  aquellos 
filósofos  y  teólogos  relativas  á  esta  materia. 


LA    JURISDICCIÓM    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  415 

eclesiástica,  en  particular  los  recmsos  de  fuerza  y  la  re- 
tención de  Bulas,  y  los  jurisconsultos  esforzábanse  por  ha- 
llar argumentos  con  que  justificar  aquellas  regalías  de  la 
Corona.  Las  opiniones  de  los  primeros  sintetizábalas,  á 
principios  del  siglo  xvii,  el  famoso  secretario  de  Felipe  II 
Antonio  Pérez,  en  su  libro  Norte  de  Príncipes  dedicado  al 
Duque  de  Lerma,  favorito  de  Felipe  III.  «Muchos  dirán 
— escribía — y  habrán  dicho  esto  mismo  que  yo  quiero  de- 
cir á  V.  E.,  porque  es  cosa  tan  necesaria  que  ninguno 
puede  ignorarla,  y  es  que  se  ponga  mucho  cuidado  en  la 
materia  de  las  jurisdicciones  con  Su  Santidad,  que  se  va 
entrando  Roma  mucho  en  la  de  España;  y  siendo  tan  gran 
parte  de  ella  lo  eclesiástico  y  religioso  que  ocupa  más  de 
la  mitad  de  ella,  quando  menos  pensemos  los  habernos  de 
hallar  dueños  de  todo.  Susténtese  el  remedio  de  las  fuer- 
zas y  de  la  retención  de  los  despachos  injustos,  como  lo 
hay  en  otros  muchos  Reynos  Christianos  y  no  mayores 
ni  de  más  calificados  méritos  con  la  Sede  Apostólica,  y  sin 
que  parezca  que  con  eso  se  contraviene  á  la  authoridad  y 
libertad  eclesiástica;  razón  con  que  siempre  se  nos  da  en 
rostro  por  los  Ministros  Romanos.  No  consienta  V.  E.  que 
en  su  tiempo  se  pierda  costumbre  tan  loable,  sino  antes 
en  él  se  asiente  de  todo  punto,  con  que  eternizará  su  me- 
moria gloriosamente  entre  los  venideros  (i).» 

Por  su  parte  los  jurisconsultos,  elevándose  á  los  más 
fundamentales  principios  del  derecho  público,  no  se  mos- 
traron ciertamente  muy  apurados  para  justificar  aquellas 
regias  prerrogativas.  A  este  fin  alegaban  que  el  deber  de 
protección  y  defensa  de  los  subditos  nació  con  la  misma 
institución  real,  de  suerte  que  es  objeto  y  causa  final  de 
ella;  que  es,  por  tanto,  tan  propio  del  Soberano  defender  y 
proteger  á  sus  vasallos  y  tan  esencial  y  necesaria  esta  re- 

(0  Norte  de  Principes,  Vireyes,  Presidentes,  Consejeros  y 
Governadores.  Advertencias  políticas  fundadas  en  rajón  de  Es- 
tado y  govierno,  escritas  para  uso  del  Duque  de  Lerma,  páginas 
244-246  dé  la  edición  de  Madrid  de  1788. 


.j5  R-    DE    HINOJOSA 

galía   que  no  puede  renunciarla  sin  abdicar  una  parte  de 
su  independencia,  dividir  el  imperio  y  faltar  á  la  primera 
obligación   suya  impuesta  por  el  Todopoderoso  (0;  que 
siendo  deber  del  Rey  velar  por  la  disciphna  de  la  Iglesia 
y  por  la  recta  aplicación  de  los  Sacramentos  y  proteger  a 
sus  subditos  vejados  por  los  desaciertos  de  la  Cuna    com- 
pétele así  el  derecho  de  retener  las  provisiones  de  Roma, 
para  suplicar  al  Papa  su  reforma  ó  revocación  cuando  con- 
tuvieren alguna  cosa  contraria  á  las  prerrogativas  del  Rey 
6  del  Reino,  á  los  privilegios  apostólicos  y  decretos  de  los 
Concilios  provinciales  ó  algo  que  pudiera  provocar  publi- 
co escándalo  (^-),  como  el  de  reprimir  los  excesos  y  violen- 
cias que  los  jueces  eclesiásticos,  abusando  de  su  autoridad, 
pueden  irrogar  á  los  vasallos,  singularmente  á  los  cien - 
eos   V  dispensar  á  éstos  su  protección,  para  que  de  este 
Ldo  se  administre  justicia,  permanezca  quieta  y  tran- 
quila la  República,  y  se  conserve  intacta  la  discip  ina  de 
la  Iglesia  (3);  por  último,  que  siendo  el  úmco  fin  de  este 
remedio  el  de  repeler  la  fuerza,   socorrer  al  agraviado  y 
volver  en  cierto  modo  al  juez  eclesiástico  al  buen  camino, 
no  puede  decirse  que  el  juez  secular  ó  sus  delegados  se 
mezclan  ó  entrometen  en  el  conocimiento  de  la  causa  pnn- 
Cipal,  6  que  impiden  ó  usurpan  la  jurisdicción  eclesiás- 
tica (4). 

U)     Salgado    d.   Somoza,  Tractatus  de  regia  protectione  vi 

Sun,  .6.6  fn  epilogo  prc^miali.-Salgado  de  Somoza,  Trac- 
mus  de  supplicaiione  ad  Sanctissinnnn  a  littens  el  bulhs  apo.to- 
uSupenLem  Reipublic,  Regni,  aut  Regis,  a^aJur^s  tertu 
^Zjudiiiwn   impelraús  et  de  earum  relenuone:  Matr.u,   ibjQ, 

parte  primera,  cap.  I,  núra.  log  . 

M  Salgado,  Tractatus  de  supplicaiione,  parte  primera,  capi- 
tu  o  I,  números  119,  148,  184,  185;  parte  primera  cap.  II  núme- 
ros 2  y  3.-CastiUo  de  Bobadüla,  Política  de  Corregidores,  h- 
broll   cap.  XV 111,  núm.  206. 

(3)  Diego  de  Covarrubias,  Practicarum  qucestionum  hber  srn- 

ffulíZT'iSy  cap.  XXXV. 

(4)  Salgado,  De  regia  protectione,  prffilud.  5,  num.  194. 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  417 

Contra  muchos  de  estos  libros,  singularmente  contra 
los  del  Obispo  D.  Diego  de  Covarrubias  y  Leyva  (O,  del 
Dr.  Juan  Roa  Dávila  (2),  del  ex-jesuita  Enríquez  (3),  de 
Jerónimo  de  Ceballos  (4),  de  Pedro  Cenedo{5),  de  Pereira 
y  Castro  (6)  y  otros  posteriores,  alzáronse  en  Roma,  y  re- 
produjeron aquí  los  Nuncios,  no  muy  suaves  reclamacio- 
nes. De  algunos  llegaron  á  pedir  al  Monarca  y  sus  Minis- 
tros que  los  mandasen  quemar  públicamente  y  destruir  los 
originales  (7);  pero  jamás  las  protestas  de  la  Curia  fueron 
atendidas  en  la  Corte  de  Madrid.  Y  aunque  en  Roma  la 
Inquisición  mandó  ponerlos  en  el  índice  de  los  libros  prohi- 
bidos, ni  la  validez  de  sus  decretos  fué  reconocida  en  Es- 
paña, ni  fueron  parte  para  que  se  pusiera  traba  alguna  á 
la  literatura  regalista,  á  cuyo  auge  vinieron  á  contribuir 
muy  luego  las  desavenencias  de  la  Corte  de  Felipe  IV  con 
el  Pontífice  Urbano  VIH  [ü). 

Poner  frente  á   la  doctrina  la  práctica,  y  frente  á  las 
causas  de  hostilidad  en  España  al  ministro  del  Pontífice 
el  desarrollo  de  un  proceso  en  que,  con  lastimoso  lujo  de 
excomuniones  y  entredichos,  contendieron  la  jurisdicción 
episcopal  con  la  apostólica  y  esta  última  con   la  jurisdic- 


(1)  Practicarum  qucestionum  líber  xingiilaris:  Lyon,  1536. 

(2)  Apología  de  iuribus  príncipaübiís  defendendis  el  mode- 
randís  inste:  Miidrid,  1591. 

(3)  De  clavíbus  Romani  Poiilífcis.—Siimma  moralís  Sacra- 
menlorum:  Salmanticae,  1501. 

(4)  Speculum  aiireum  opíuíoiiiim  commuiiiiim  contra,  commu- 
nes;  necnon  de  títulís  Regibiis  Hispanice  et  eorum  senatoribus  et 
auditoríbus  ad  cognoscendum  per  viam  violentice  in  causis  eccle- 
siastícís  et  inter  personas  ecclesiasticas cerneré  licet:  An- 
tuerpias, 1623. 

(5)  Praclícx  quxslíones  canotiicx  et  civiles:  Casaraugusta;, 
1614, 

(6)  De  manti  regia  Tracta.tus:  Ulyssiponte,  1622. 

(7)  Hinojosa.  Los  despachos  de  la  Diplomacia  pontificia,  to- 
mo I,  págs.  352-353  y  372-373. 

•  (8)     Puede  verse  en  La  Fuente,  La  retención  de  Bulas,  pág.  59, 
el  catálogo  de  los  libros  regalistas  prohibidos  en  Roma. 


11 


2-; 


(^  R.    DE    HINOJOSA 

con  real;  que  pinta  muy  al  vivo  la  guerra  sorda  que  entre 
sí  mantenían  Obispos  y  Cabildos;  que  termino  con  la  re- 
vocación por  el  Consejo  de  una  sentencia  del  Tribunal  de 
a  Nunciatura,  confirmada  por  un  Breve  del  Papa;  y  que 
fué  causa  del  relevo  de  dos  Nuncios,  a  quienes  la  Santa 
Sede  no  reputó  sin  duda  capaces  de   defender  la  junsdic- 
aón  apostólica  en   aquel  trance,  ni  de  contrarrestar  las 
crecientes  invasiones  del  poder  civil.n  materias  meramen- 
e  les:ásticas,  ni  el  rapidísimo  progreso  de  las  doctrinas 
vegalistas  en  nuestra  patria,  quizá  á  muchos  no  paieceiá 
del  todo  ocioso. 


II 


Gobernaba  la  Archidiócesis  sevillana  el  ilustre  D  Pe- 
dro Vaca  de  Castro  y  Quiñones,  hombre  piadosísimo  no 
tan  letrado,  pero  en  extremo  celoso  de  su  autoridad  y 
^  '  •      '    V  era  Provisor  suyo  y  Vicario  general  un 

^r  D  A  tJ-rd^CovarrubiL  y  Leyva,  fámulo  que 
hab  a  L  del  otro  D.  Antonio,  hermano  del  famoso  Don 
uto  Obispo  de  Segovia,  y  cuyos  nombre  y  apellidos, 
fosa  no  rara  en  aquel  tiempo,  tomó  el  criado  como  mués- 
tiTde  gratitud  á  su  bienhechor  d).  De  carácter  inquieto. 
LtallaL  y  pleitista.  Covarrubias  Rabiase  malqm.^^^^^^^^^ 
con  cuantos  de  cerca  ó  de  lejos  tuvieron  que  habeiselas 
con  su  autoridad  de  Vicario  general,  jue.  ordinario  del 
Arzobispado  de  Sevilla;  pero  singularmente  con  quiene, 
pofser  ministros  ó  dependientes  de  la  Nunciatura  o  de  la 

qu.  sostuvo  sobre  una  canong.  de  S      II     a  D^_^^^^^  ^^  ^^  ^^^^^^ 
tel.  Chantre  y  canon.go  de  ^^^    J>    ^        ._^  manuscri- 

"o'atn  p=r„n.ctó  .1  Con*  d.  M,«nJ.. 


LA   JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  419 

Cámara  apostólica,  eran  exentos  de  la  jurisdicción  del 
Arzobispo. 

Ya  en  el  "año  de  1617,  siendo  Nuncio  apostólico  en  Es- 
paña Monseñor  Caetani,  Arzobispo  de  Capua,  sus  dispu- 
tas con  los  ministros  de  la  Santa  Sede  en  Sevilla  comen- 
taron á  despertar  contra  él  grandes  recelos  en  la  Nuncia- 
tura y  cierta  prevención  en  la  Corte  romana.  Con  pretexto 
de  que  muchos  jueces  subdelegados,  sobre  procurarse  es- 
tos nombramientos  para  servicio  de  sus  propios  intereses 
y  de  mezquinas  pasiones,  dejábanse  llevar  á  menudo  de 
notarios  ignorantes,  suspensos  y  castigados  por  falsarios 
ó  pagados  y  cohechados  por  las  partes,  Covarrubias  había 
publicado  un  edicto  prohibiendo  á  los  curas  del  Arzobis- 
pado, so  pena  de  excomunión  latcu  senfentim,  diez  días  de 
cárcel  y  diez  ducados  de  multa,  que  promulgaran  ó  ejecu- 
taran ningún  mandamiento  de  jueces  subdelegados  sin  que 
primero  se  lo  llevasen  á  él  para  ver  y  examinar  su  juris- 
dicción, y  ordenándoles  que  no  consintieran  poner  en  las 
tablillas  de  los  excomulgados  á  persona  alguna,  como  no 
íuera  por  mandato  del  Arzobispo  ó  suyo  (i). 

No  bien  llegó  el  caso  á  noticia  del  Nuncio,  entendiendo 
que  lo  dispuesto  por  el  Vicario  llevaba  aparejada  una  ma- 
nifiesta subordinación  de  la  autoridad  de  la  Santa  Sede  á 
la  del  Arzobispo,  apresuróse  á  expedir  un  decreto  en  que, 
sobre  declarar  el  edicto  de  Covarrubias   contrario   á  la¡ 
Constituciones  apostólicas  y  á  los  sagrados  Cánones,  re- 
vocó y  anuló  el  dicho  edicto  en  lo  tocante  á  los  mand'atos 
de  los  jueces  subdelegados  apostólicos,   singularmente   á 
■los  comisarios  del  Tribunal  de  la  Nunciatura  y  de  la  Co- 
lecturía de  espolios;  y,  bajo  pena  también  de  excomunión 
lata:  smtenliiB,  quinientos  ducados  de  multa  y  demás  pe- 
nas que  en  cada  caso  pluguiérale  imponer,  prohibió  á  los 
curas   que   con   pretexto   alguno  dejaran   de   ejecutar  los 
mandamientos  de  los  dichos  jueces,  sin  llevarlos,  por  su- 

(i)     Edicto  de  Covarrubias  de  29  de  Abril  de  1617  (impr.),  en  la 
Biblioteca  Nacional,  R-iñ. 


-20  R-    DE    HINOJOSA 

puesto,  á  la  censura  del  Vicario  L).  Mas  no  se  amedrentó 
por  ello  Covarrubias:  por  orden  suya  el  fiscal  del  Arzo- 
bispado presentó  al  juez  apostólico  en  Sevilla,  Monseñor 
Felipe  Carresi,  un  escrito  en  que,  alegando  que  el  edicto 
del  Vicario  general  estaba  fundado  en  derecho;  que  para 
revocarlo  el  Nuncio  requeríase  apelación  previa  y  no  la 
había;  que  no  se  ordenaba  en  él   resistir  á  los  mandatos 
apostólicos  ni  de  los  Nuncios  y  jueces  con  jurisdicción  or- 
dinaria ó  delegada,  sino  saber  y  averiguar  s.  esta  jurisdic- 
ción era  real  y  efectiva,  á  fin  de  impedir  frecuentes  escán- 
dalos y  abusos;  y  que,  no  teniendo  los  curas  otra  potestad 
y  jurisdicción  que  la  q«e  el  Arzobispo  les  diere,  podía  muy 
bien  limitársela  y  ordenarles  que  no  se  entrometieran  en 
promulgar  ni  ejecutar  censuras  hasta  que  constase  la  au- 
toridad de  los  que  las  fulminaban,  pedíale  no  procedie- 
se á  cumplimentar  ni  publicar  el  edicto  del  Arzobispo  de 
Capua  hasta  que,  mejor  informado  éste,  pudiera  revocar- 
lo  (2)    Negóse  Carresi  á  admitir  semejante  petición,  y  sm 
más  miramientos,  Covarrubias,  no  sólo  mandó  leer  en  las 
iglesias  y  fijar  en   las  puertas  de  la  Catedral  los  edictos 
mencionados  con  la  apelación  del  fiscal  eclesiástico,  sino 
que  con  graves  censuras  prohibió  la  lectura  del  auto  en 
que  el  Nuncio  le  mandaba  derogarlos  (3). 

Con  tales  antecedentes,  que  no  fueron  ni  los  únicos  m 
los  más  graves  (4);  autor  además  D.  Antonio  de  un  libro- 

(,)  Decreto  de  Monseñor  Caetani  de  9  de  Mayo  de  16,7  (impr.),- 
í.n  in  Rihlioteca  Nacional,  K-26.  . 

(  P  Clon  del  licenciado  Francisco  L6pez,  fiscal  ecles.astico 
del  Arzobispado  de  SevUla,  ,7  de  Mayo  de  16,7  !-pr.),  en  la  B.- 

'';^"c::^^;;í;Í  covarrubias.  Biblioteca  Nacional.  K-^ 
U  cargos  contra  Covarrubias.»  En  .6,7  y  1618  habia  preso.. 
4  dos  notar.os  públicos,  á  un  notario  apostólico  y  á  oíros  ohc.ales 
de  a  aLLa  a'postélica,  por  notificarle  letras  del  Nuncio  s^  ha- 
cer el  menor  caso  de  las  inhibiciones,  amonestaciones  y  censuras. 
Tue  con  este  motivo  habíansele  intimado.  Acusábasele  ademas  en 
Z:  documento,  de  tener  «publicamente  op-nda  en  P-  ona  y 
hazienda  a  Doña  Theresa  Gentil,  viuda  muger  de  R.    de  León  C^ 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  42I 

que,  con  el  título  de  Comulta  á  Su  Magostad,  consagraba  á 
advertir  al  Rey  de  los  perjuicios  que  en  Roma  solían  infe- 
rirse á  los  subditos  españoles  y  de  los  derechos  de  la  Co- 
rona en  las  causas  beneficiales  (i);  y  estimulado  de  conti- 
nuo el  representante  del  Papa  por  las  reiteradas  quejas 
que  contra  el  Vicario  le  transmitían  los  ministros  de  la 
Curia  en  Sevilla  y  por  secretos  oficios  del  Cabildo  metro- 
politano, á  quien  Covarrubias  tampoco  perdonaba  medio 
de  herir  en  sus  prerrogativas  (2),    no  maravillará  que  el 

ravito,  que  el  año  de  1618  parió  del  un  hijo  y  aora  está  preñada  de 
8  meses  y  le  tiene  usurpados  más  de  4O.000  ducados,  como  es  pú- 
blico, y  que  se  alzó  con  ella  en  vida  de  su  marido  y  se  diz  que  le 
dio  banano.» 

(ij     Instrullione  data  a  Mons.  Giiilio  Sacchetli  avanti  che  an- 
dasse  Niintio  in  Spagna,  i8  de  Enero  de   1624,  en  la   Biblioteca 
Barberiniana  de  Roma,  MS.  LA'-6,  fols.  i  á   33  vuelto  de  la  se- 
gunda foliación.  Cuanta  diligencia  he  puesto  en  hallar  un  ejem- 
plar de  esta  Consulta,  ha  sido  estéril.  En  el  mismo  MS.  de  la  Bar- 
BE.<iNiANA,  fols.  62-72  vuelto  de  la  primera  foliación,  hay  un  Ris- 
tretto  del  contemito  della  Consulta  data  in  Spagna  pretesasi  dal 
Covarruvias.  En  otro  documento  de  la  misma  Biblioteca,  Manus- 
crito ¿K//-80,  fols.  133-160,  Caggioni  che  indussero  la  Santi- 
tk  di  N.°  Sigje  Papa  Gre}orio  XV  a  levar  la  Nuntiatitra  di 
Spagnaal-Patriarchad'  Alessandria,  Mons.  di  Sangro,  et  abusi 
al  teinpo  di  Mons.  di  Massiini  siio  successore,  30  de  Noviembre 
de  1624,  asegúrase  que  la  Consulta  de  Covarrubias  fué  declarada 
herética  por  la  Inquisición  de  España  «por  no  contener  sino  ma- 
ledicencias, calumnias  y  separaciones  de  la  obediencia  de  la  Sede 
Apostólica.»  He  registrado  cuidadosamente  el  índice  de  libros 
prohibidos  de  la  Inquisición  española  y  aun  el  de  la  romana,  y  no 
he  hallado  en  ellos  mención  de  libro  alguno  con  aquel  título,  ni  el 
nombre  del  Vicario  de  Sevilla.  Copias  de  este  mismo  documento 
existen  en  el  Archivo  Vaticano,  Biblioteca  Pío,  vol.  70,  pág.  i3(), 
y  en  la  Biblioteca  Corsiniana  de  Roma,  cód.  465,  col.  33-^-19. 
De  esta  última  copia  dio  ya  noticia  A.   Meister  en  la  Rómischer 
Quartalscurift    (1894);    Zur   spanischen   Nuntiatur    im  XVI 
und  XVII  Jahrhundert. 

(2)  «Memorial  de  los  pleitos  que  a  mobido  y  agrabios  que  a 
hecho  D.  Antonio  de  Cobarrubias  al  Cabildo  de  la  Santa  Iglesia 
de  Sevilla  y  particulares  prebendados  della  el  tiempo  que  a  sido 
juez  y  vicario  general,»  en  la  Biblioteca  Nacional,  R-iñ. 


A22  R-    DE    HINOJOSA 

nuevo  Nuncio,  Monseñor  Francisco  Cennini,  Patriarca  de 
Jerusalén  y  Obispo  de  Amelia,  que  en  Octubre  de  1618 
había  reemplazado  en  aquel  cargo  al  Arzobispo  de  Capua^ 
deseara  hallar  ocasión  de  abatir  el  orgullo  del  Vicario  ge- 
neral, dando  de  paso  rudo  golpe,  en  beneficio  de  la  apos- 
tólica, á  ia  jurisdicción  episcopal  de  que  aquél  apellidába- 
se defensor. 

ISIo   tardó  en  presentarse  tan  anhelada  coyuntura  (0.. 
Desde  el  año  de  1616,  y  á  instancia  de  sus  acreedores,  te- 
nía preso  D.  Antonio  en  la  cárcel  arzobispal  á  un  cierto- 
Pedio  Salinas,  arrendador  que  había  sido  de  las  tercias 
reales  en  Sevilla  y  su  Arzobispado  durante  los  dos  años- 
últimos;  mas  estimando  luego,  acaso  por  ajeno  consejo, 
los  dichos  acreedores,  que,  de  continuar  Salinas  en  aquella 
cárcel,  perderían  sus  créditos  por  los  impedimentos  con 
que  en  ella  tropezaba  para  encaminar  bien  sus  negocios,, 
concertaron  con  el  preso  que  pidiera  su  traslado  á  la  cár- 
cel real.  Accedió  Covarrubias  á  lo  que  se  le  demandaba- 
pero  como  al  mismo  tiempo  exigiera  que  prestase  antes, 
fianza  de  estar  á  derecho  y  pagar  lo  juzgado  y  sentencia- 
do, y  Salinas  apelara  á  la  Nunciatura  del  auto  y  grava- 
men de  proveer  lo  que  los  acreedores  no  pedían  y  era  im- 
posible cumplir,  el  Nuncio  sometió  el  conocimiento  de  la 
causa  á  D.  Juan  Antonio  Zapata,  Chantre,   canónigo  y 
subcolector  apostólico  de  Sevilla,  y  no  grande  amigo  del 
Vicario  contra  quien  abrigaba  viejos  resentimientos. 

Así,  apenas  recibió  Zapata  su  comisión,  apresuróse  á 
expedir  un  auto  mandando  que  se  cumpliera  el  de  D.  An- 
tonio cuanto  al  traslado  del  preso,  y  revocándolo  cuanto  á 
la  fianza;  y  como  el  alcaide  de  la  cárcel  arzobispal  se  ne- 
gara á  ejecutarlo,  alegando  tener  mandamiento  del  Vica- 

(1)  «Memorial  de  lo  que  se  ha  hecho  y  procedido  contra  Co- 
varrubias.t— «Memoria  de  los  excesos  que  ha  cometido  D.  Anto- 
nio de  Covarrubias,  por  los  quales  le  detiene  preso  el  Sr.  Nuncio 
de  Su  Santidad  y  se  hizieron  autos  por  D.  Juan  Antonio  Zapata  y 
se  están  de  presente  haziendo  por  el  Dr.  Gamir,.  en  la  Biblioteca. 
Nacional,  R--íb. 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA     EN    ESPAÑA  423 

rio  con  graves  penas  y  censuras  para  no  soltar  á  Salinas 
ni  obedecer  los  mandatos  del  juez  apostólico,  sin  más 
contemplaciones  y  sin  parar  mientes  en  que  por  tan  li- 
vianas causas  no  era  cuerdo  acudir  á  tan  extremados  ri- 
gores, no  sólo  excomulgó  Zapata  á  Covarrubias,  sino  que 
puso  entredicho  en  la  ciudad  hasta  que  soltara  al  preso  y 
á  un  cura  del  Sagrario,  á  quien  D.  Antonio  mandó  encar- 
celar por  haber  intentado  poner  su  nombre  en  la  tablilla 
de  los  excomulgados,  en  cumplimiento  del  decreto  del 
referido  juez. 

Pero  no  era  tampoco  Covarrubias,  según  él  mismo  de- 
claraba (1).  hombre  que  hiciese  más  caso  de  las  censuras 
de  Zapata  y  aun  del  mismo  Nuncio,  que  si  ias  hubiera 
puesto  Barbarroja.  Sin  preocuparse  de  ellas,  continuó  des- 
empeñando su  cargo  de  juez  ordinario  y  asistiendo  á  los 
Oficios  divinos  (2);  fulminó  censuras  contra  el  Cabildo  en- 
tero por  haber  querido  guardar  el  entredicho  (3);  anatema- 
tizó y  recusó  á  Zapata  por  ser  enemigo  personal  suyo;  ex- 
comulgó y  vendió  los  bienes  al  notario  de  apelaciones 
Gonzalo  de  la  Cueva,  por  haberse  negado  á  darle  testimo- 
nio de  varias  piezas  de  la  causa;  y  acudiendo  una  vez  más 
al  recurso  de  declarar  que,  no  constando  en  manera  algu- 
na al  Arzobispo  la  jurisdicción  de  Zapata,  por  no  haber 
presentado,  como  el  Derecho  y  las  Constituciones  del  Ar- 
zobispado establecían,  la  delegación  del  Nuncio  (4),  no  po- 

(ij  «Cargos  contra  Covarrubias»,  en  la  Biblioteca  Nacional, 
R-26.  ya  citado.  Acusábasele  además  de  haber  dicho  tque  las  cen- 
suras no  le  afligen;  antes  se  halla  más  sano  cuando  está  en  ellas,  y 
que  tiene  un  cuero  de  ante  en  que  las  resiste,  alabándose  de  ello  á 
muchas  personas,  que  lo  refieren  con  el  escándalo  que  reciben  de 
oyrle;  y  no  dize  misa  sino  quandoestá  excomulgado.» 

(2)  Ibidem. 

(3)  oMemorial  de  los  pleitos  que  a  mobido Don  Ant.  de  Co- 
varrubias al  Cabildo de  Sevilla.» 

(4)  Pedimento  del  fiscal  eclesiástico  de  Sevilla  al  Nuncio  (im- 
preso).—«Memoria  de  los  excesos  que  ha  cometido  Don   Antonio 

de  Covarrubias.  por  los  quales  le  detiene  preso  el  Sr.  Nuncio > 

Biblioteca  Nacional,  R-26. 


^24  K.    DE    HINOJOSA 

día  ser  éste  obedecido,  determinó  estorbar  que  se  guardara 
el  entredicho,  enviando  á  la  torre  del  Sagrario  ministros  y 
criados  suyos  que  la  ocuparon,  impidieron  el  uso  de  las 
campanas,  prendieron  al  campanero  mayor  que  era  clérigo 
de  misa,  é  hicieron  desalojar  la  torre  á  los  demás  clérigos 
y  campaneros  que  la  habitaban,  sacándoles  los  muebles  á 
la  calle  y  vendiéndoselos  en  pública  subasta  (0. 

Llegados  á  noticia  del  Nuncio  tales  desmanes  y  el  es- 
cándalo que  las  discordias  entre  los  ministros  de  la  Cuna 
y  los  del  Arzobispo  comenzaban  á  despertar  en  Sevilla,  á 
principios  de  Marzo  expidió  un   auto  mandando  á  Cova- 
rrubias  que  en  el  término  improrrogable  de  quince  días  se 
presentara -en  Madrid,  y  á  Zapata,  que  en  el  mismo  plazo 
le  enviase  la  causa  para  conocer  personalmente  de  ella  y 
dictar  la  resolución  que  conviniere.  Pero  como  con  el_ con- 
sabido pretexto  de  que  no  constaba  al  Arzobispo  la  juris- 
dicción del  juez  apostólico,  y  alegando  además  no  estar 
firmado  el  mandamiento  por  el  Nuncio  ni  por  su  secreta- 
rio (2)    se  negara  Covarrubias  á  obedecer  las  órdenes  del 
representante  del  Papa,  y  los  agraviados  todos,  en  parti- 
cular y  bajo  cuerda  el  Cabildo,  estimulasen  al  Nuncio  para 
que  se  le  castigara  con  rigor,  mandó  éste  nueva  comisión 
á  D.  Manuel  Sarmiento  de  Mendoza,  Magistral  de  la  Ca- 
tedral de  Sevilla,  á  D.  Francisco  de!  Carpió  y  á  D.  Fran- 
cisco Monsalve,  canónigos  de  la  misma  iglesia,  para  que 
cualquiera  de  ellos,   ó  todos  juntos,  procediesen  a  hacer 
nuevas  informaciones  de  los  excesos  y  delitos  cometidos 
por  el  Vicario,  y  con  ellas  y  los  procesos  ya  incoados  le 
enviaran  preso  á  Madrid  (?). 

Aceptó  Sarmiento  la  comisión,  y  en  cumplimiento  de 
ella,  acompañado  de  Juan  de  Bejarano,  beneficiado  de  la 

(t)  «Memorial  de  lo  que  se  ha  hecho  y  procedido  contra  Co- 
V3rrubias.»  — «Memoria  de  los  excesos » 

(2)     Pedimento  del  fiscal  eclesiástico  de  Sevilla. 

(,)  «Memorial  de  lo  que  se  ha  hecho  y  procedido  contra  Co- 
varrub¡as...-Covarrubias  al  Nuncio,  Abril  de  1Ó.9,  en  la  B.bho- 
teca  Nacional,  R  26. 


H   JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  425 

Catedral,  notario  de  la  Cámara  apostólica  y  fiscal  de  la 
causa,  presentóse  en  casa  de  D.  Antonio  para  notificarle  el 
mandamiento  del  Nuncio  y  llevarlo  preso  á  la  torre  de  San 
Miguel.  Mas  no  encontró  el  nuevo  juez  apostólico  á  Co- 
varrubias  en  mejores  disposiciones  de  acatamiento  á  los 
decretos  del  ministro  del  Papa,  que  lo  había  hallado  Za- 
pata: á  empellones  echó  al  notario  que  osó  entrar  en  su 
casa,  y  la  misma  suerte  habría  corrido  Sarmiento  si,  más 
cauto,  no  hubiera  aguardado  en  la  calle  el  resultado  de  la 
notificación.  Previendo  entonces  el  juez  los  escándalos 
que  de  quererle  llevar  por  la  fuerza  á  la  cárcel  podían  sus- 
citarse, determinó  excomulgarle  de  nuevo  y  ponerle  preso 
en  su  casa  con  guardia  de  algunos  hombres,  á  pesar  de  las 
protestas  de  D.  Antonio,  quien  se  apresuró  á  recusarle 
también  y  á  apelar  ante  la  Audiencia.  Considerando,  sin 
embargo,  ésta  que  procesado  Covarrubias  por  sus  excesos 
en  el  cargo  de  Vicario  general  del  Arzobispado,  con  ju- 
risdicción delegada  del  Arzobispo,  no  podía  ser  el  Prelado 
juez  y  parte  en  la  contienda,  y  competía,  por  tanto,  al  mi- 
nistro del  Pontífice  el  conocimiento  del  negocio,  declaró 
no  haber  hecho  fuerza  Sarmiento  cuanto  á  la  prisión;  pero 
que  la  haría  cuando  procediera  á  las  informaciones  decre- 
tadas por  Monseñor  Cennini,  sin  que  antes  se  depurase  si 
las  causas  de  la  recusación  del  juez  apostólico  eran  ó  no 
bastantes  (i). 

Denegada  la  apelación  por  el  tribunal  real,  en  cuyo 
casi  seguro  auxilio  fiaban  en  último  término  en  España 
cuantos  tenían  que  habérselas  en  aquel  tiempo  con  la  ju  - 


(i)  «Alegación  en  derecho  tn  el  recurso  de  fuerza  de  Don 
.\ntonio  de  Covarrubias  y  Leyva  ante  la  Real  Audiencia,  contra 
autos  proveidos  por  D.  Manuel  Sarmiento,  Canónigo-Magistral  de 
Sevilla  y  juez  subdelegado  que  pretende  ser,  para  que  se  declare 
hazer  fuerza  Sarmiento  en  conocer  y  proceder  en  esta  causa  por 
defecto  de  jurisdicción  y  por  haber  proveído  en  ella  autos  Je  pri- 
sión y  censuras  contra  Don  Antonio)  (impr.)— «Memorial  de  lo 
que  se  ha  hecho  y  procedido  contra  Covarrubias,.)  en  la  Bibliote- 
ca Nacional,  R-2Ó. 


4.26  R.    DE    HINOJOSA 

risdicción  apostólica,  Covarrubias  debió  comenzar  á  sentir 
poco  firme  el  terreno  que  pisaba,  y  determinó  acudir  al 
Nuncio,  dándole,  á  su  modo,  cuenta  de  lo  sucedido  y  su- 
plicándole le  nombrase  nuevo  juez  que  no  diera  crédito  á 
sus  adversarios,  los  cuales,  con  capa  de  defender  la  juris- 
dicción de  la  Santa  Sede,  no  pretendían  otra  cosa  que  al  - 
zarse  con  las  haciendas  de  vivos  y  muertos.  «Mandó  Sar- 
miento— añadía  el  desenfadado  D.  Antonio,  — que  en  eje- 
cución de  su  comisión  fuese  preso  á  la  torre  de  San  Mi- 
guel á  un  aposento  de  tres  barras  donde  están  tres  donce- 
llas sin  padre  y  madre.  Mire  V.   S.  I.  qué  se   dijera  si  yo 
fuese  á  tal  prisión.  Así  por  el  modo  de  proceder  de  Don 
Manuel,  como  por  la  poca  amistad  que  me  tiene,  le  recu- 
sé y  apelé  de  sus  mandatos;  dio  traslado  de  mi  petición  al 
fiscal,  y  sin  responder  á  ella,  proveyó  auto  en  que   mandó 
que  tuviese  mi  casa  por  cárcel  con  doce  guardas;  y  porque 
no  fui  á  la  torre  de  San  Miguel,  me  declaró  por  descomul- 
gado. Advierta  V.  S.  I.  lo  que  hace  la  pasión:  pues  man- 
dándome que  me  quede  en  casa,   me  descomulga  porque 
no  voy  preso  entre  mujeres  (0.»  A  esta  carta  acompañaba 
el  Vicario  otra  del  Arzobispo  D.  Pedro  de  Castro  al  mis- 
mo Nuncio,    encareciéndole  también   la   conveniencia  de 
nombrar  juez  imparcial  que  conociera  del  proceso  (2). 

En  mal  hora  para  Covarrubias,  accedió  á  lo  que  se  le  pe- 
día el  Ministro  del  Papa.  Contra  lo  que  D.  Antonio  que- 
ría y  esperaba,  esto  es,  que  el  nuevo  juez  fuese  algún 
prebendado  de  la  Iglesia  de  Sevilla,  parcial  suyo  (3),  Cen- 
nini  nombró  al  Dr.  D.  Lucas  Dionisio  Gamir,  capellán 
de  S.  M.  y  refrendario  apostólico,  hombre  bien  intencio- 
nado, pero  de  carácter  enérgico  é  inquebrantable.  Las  dis- 
cordias, pues,  entre  los  ministros  de  la  Curia  y  los  del  Ar-_ 


(i)  Covarrubias  al  Nuncio,  sin  fecha  (Abril),  en  la  Biblioteca 
Nacional,  R-2b 

(2)  Castro  al  Nuncio,  sin  fecha  (Abril),  en  la  Biblioteca  Nacio- 
nal. R-26. 

(5)     Covarrubias  al  Nuncio,  sin  fecha  (Abril). 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  4'27 

zobispo,  en  lugar  de  suavizarse,  tomaron  tal  cuerpo,  que 
durante   muchos   días  alborotaron  toda  Sevilla.    Referir 
con  todos  sus  curiosos  pormenores  los  recursos  que  res- 
pectivamente emplearon  en  la  lucha  el  Vicario  del  Arzo- 
bispado y  el  nuevo  juez,    fuera  muy   prolija  tarea:  baste 
saber  que  Gamir  excomulgó  á  Covarrubias  por  negarse  á 
ir  preso  a!  convento  del  Carmen,  donde  el  mismo  D.  An- 
tonio había  antes  asegurado  no  tener  inconveniente  en  ir; 
que  el  Vicario  excomulgó  á  Gamir  é  hizo  arrancar,  por  un 
notario   suyo,  la  tablilla  de   excomulgados  del  Sagrario, 
donde  el  juez  había  hecho  inscribir  su  nombre;  que  puso 
preso  en  la  cárcel  arzobispal,  con  cadena  y  giillüs,  al  Li- 
cenciado Alonso  Sánchez  Gordillo,  Abad  mayor  de  la  Uni- 
versidad de  los  beneficiados  y  fiscal  de  la  Cámara  apostó- 
lica,  y  en  una  torre,  sin  cama  ni  comida,   al  beneficiado 
Juan  de  Bejarano,  notario  de  la  misma  Cámara  y  fiscal 
de  la  causa  que  contra  él  se  seguía,  no  por  otro  delito  que 
por  ser  ministros  de  la  Nunciatura  en  Sevilla;  que  en  vir- 
tud de  comisión  del  Nuncio,  y  como  subcolector  que  era 
de  la  Cámara  apostólica,  salió  de  nuevo  á  escena  el  Chan- 
tre Juan  Antonio  Zapata,  excomulgando  una  vez  más  á 
Covarrubias  y  mandándole  que  se  inhibiese  de  las  causas 
incoadas  contra  los  dichos  ministros  de  la  Cámara,  quie- 
nes, por  ser  tales,  eran  exentos  de  la  jurisdicción  del  Or- 
dinario; que,  sobre  excomulgarle  también,  D.  Antonio  acu- 
dió á  la  Audiencia  contra' Zapata;  y  finalmente,  que  es- 
candalizados los  Oidores  de  tal  lluvia  de  excomuniones, 
y  de  tan  tremendas  disputas,  no  sólo  declararon  no  hacer 
fuerza  el  Chantre,  sino  que  trataron  severamente  al  fiscal 
eclesiástico  y  al  Vicario,  enviándoles  un  oficial  de  la  Au- 
_  diencia  que  les  dijera  «que,  en  adelante,   procediesen  con 
más  consideración  y  que  se  fueran  á  la  mano  en  sus  pa- 
siones (i).» 


(i)  fMemorial  de  lo  hecho  y  procedido  contra  Covarrubias,» 
ya  citado.— Copia  de  carta  de  Gamir,  sin  dirección  ni  fecha(Mayo)^ 
€n  la  Biblioteca  Nacional,  R-26. 


4.28  R-    DE    HINOJOSA 

Este  nuevo  é  inesperado  golpe  que  con  el  adverso  fallo 
y  el  apercibimiento  del  tribunal  real  recibía  Covarrubias, 
hizo  acaso  pensar  al  Arzobispo,  quien  hasta  entonces  ha- 
bíase mantenido  apartado  de  toda  discusión,   que  era  lle- 
gada la  hora  de  intervenir  directamente  en  la  contienda, 
para  ver  de  sacar  á  salvo  la  autoridad  y  el  prestigio  del 
Vicario,  que  eran,  erf  suma,  sus  propios  autoridad  y  pres- 
tigio. Por  orden  suya,  el  fiscal  del  Arzobispado  requirió  á 
Gamir,  advirtiéndole  que  no  podía  usar  de  su  comisión 
sin  mostrarla  antes  al  Ordinario  y  darle  copia  literal  de 
ella,  y  porque  estando  la  causa  en  primera  instancia,  sólo 
al  Arzobispo  competía  su  conocimiento  y  resolución;  pero 
como  el  juez  apostólico  se  negara  á  exhibir,  y  mucho  más 
á  dar  copia,  del  mandamiento  de  Monseñor  Cennini,  no 
queriendo  someter  su  jurisdicción,  que  era  la  del  Nuncio 
mismo,  á  la  del  Metropolitano,  nombró  D.  Pedro  de  Cas- 
tro un  juez  especial  que,  sin  contemplaciones,  procediera 
contra  el  apostólico.  Era  el  nuevo  juez  un  clérigo  desco- 
nocido é  ignorante  llamado  Alonso  Pérez,  quien,  sin  en- 
comendarse á  Dios  ni   al  diablo,  comenzó  por  excomul- 
gar á  Gamir  y  declarar  nulos,  sin  haberlos  visto,  todos  los 
autos  hechos  contra  Covarrubias,  mandando  á  éste,  al  Ca- 
bildo, curas,  justicias  seglares  y  ministros  reales  de  Sevi- 
lla, que  no  los  guardasen  ni  obedeciesen.  En  vano  Gamir, 
y  por  su  orden  el  fiscal  y  notarios  de  la  Cámara,  buscaron 
y  mandaron  buscar  á  Alonso  Pérez  para  responder  á  sus 
edictos  ó  para  hacerle  las  notificaciones  que  eran  del  caso. 
Pérez  proseguía  excomulgando  á  cuantos  auxiliaban  en  su 
tarea  al  juez  apostólico,  pero  no  había  medio  de  dar  con  el 
lugar  de  su  residencia.  Harto  ya  de  inútiles  pesquisas,  Ga- 
mir acabó  por  anatematizar  también  á  Alonso  Pérez,  á. 
quien  con  .gráfica  frase  se  denominaba  ya  en  Sevilla  «el 
juez  duende,»  y  de  quien  en  adelante  no  se  volvió  á  tener 
noticia  alguna  (0. 

(i)     «Memorial  de  lo  hecho  y  procedido  contra  Covarrubias,. 
ya  citado. 


I.A    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  429 

Ante  tan  escandalosos  sucesos,  no  podía  permanecer  in- 
activo el  Nuncio.  Además  de  que  el  sentimiento  de  la  gran 
responsabilidad  que  sobre  él  pesaba,  comenzaba  probable- 
mente á  traducirse  en  su  ánimo  por  una  irritación  sorda, 
estimulada  de  continuo  por  la  actitud  arrogante  y  belicosa 
del  Arzobispo  y  del  Vicario,  no  debía  tampoco  ocultársele 
que  la  demora  en  acudir,  incluso  pw  la  violencia,  al  re- 
medio de  tan  crítica  situación,  creaba  al  prestigio  de  la 
Santa  Sede  en  España  enormes  dificultades,  y  que  sólo 
la  intervención  suya  inmediata,  enérgica  y  directa  en  el 
negocio,  podía  conjurar  el  temido  peligro.  Así,  no  bien 
supo  Monseñor  Cennini,  por  informes  del  juez  apostólico, 
lo  que  acontecía,  apresuróse  á  escribir  al  Presidente  de  la 
Cámara  de  Castilla,  que  á  la  sazón  lo  era  D.  Fernando 
de  Acevedo,  Arzobispo  de  Burgos,  pidiéndole  que  con  toda 
urgencia  mandara  prestar  en  Sevilla  el  brazo  secular  para 
conseguir  la  prisión  de  Covanubias  y  su  envío  á  Madrid; 
«á  fin  de  reprimir — decía, — la  audacia  del  Arzobispo  y  de 
D.  Antonio,  su  Vicario,  contra  la  jurisdicción  y  autoridad 
apostólicas,  sobre  todo  por  haber  encarcelado  á  dos  mi- 
nistros de  la  Cámara,  totalmente  exentos  de  la  jurisdic- 
ción del  Ordinario,  y  usado  contra  ellos  todo  género  de 
crueldad  y  desvergüenza  (i).» 

Prestóse  el  Presidente  á  lo  que  se  le  pedía,  y  con  el  mis- 
mo correo  que  llevaba  á  Gamir  nueva  comisión  del  Nun- 
cio contra  Covarrubias,  envió  una  carta  al  Regente  de  la 
Audiencia,  mandándole  que,  si  el  juez  apostólico  lo  soli- 
citara, de  grado  ó  por  fuerza  prendiera  y  enviase  á  la  Cor- 
te al  Vicario  general  de  la  diócesis,  «pues  era  ya  sobrado 
tiempo  de  prescindir  de  la  opinión  del  Arzobispo  y  de  ex- 
cusar discursos  (2J.1) 


(O  El  Nuncio  al  Presidente  de  Castilla,  sin  fecha  (Mayo),  en  la 
Biblioteca  Nacional, /í-ab.  — Cennini  aludía  en  su  cana  á  la  pri- 
sión, ya  referida,  de  Gordillo  y  Bejarano. 

(2)  El  Presidente  de  Castilla  al  Regente  de  Sevilla,  sin  fecha 
(Mayo),  en  la  Biblioteca  Nacional,  R-26. 


,^0  K.    DE    HINOJOSA. 

Llegadas  que  fueron  á  Sevilla  tan  terminantes  órdenes, 
y  requerido,    en   efecto,  por  Gamir  el  real  auxilio,  rece- 
lando el  Conde  de  Peñaranda,  Asistente  de  la  ciudad,  que 
si  encomendaba  la  ejecución  de  lo  mandado  á  ministros 
inferiores,  podría  la  esperada  resistencia  de    Covarrubias 
provocar  serio  escándalo,   prendiólo  personalmente  en  la 
plaza  de  San  Francisco,  y  acompañado  del  alguacil  ma- 
yor y  sus  tenientes  y  otros  alguaciles  y  ministros,  condú- 
jolo  en    su  coche  al  convento  del    Carmen,    donde  ya  le 
aguardaba  el  juez  apostólico  con  sus  familiares.  Al  llegar 
á\ste  punto,  la  resistencia  de  D.  Antonio  fué  tal,  y  las  pro- 
testas de  algunos  clérigos  de  su  bando  que  tras  él  iiabían 
logrado  penetrar  en  el  convento,  tan  ruidosas  y  amenaza- 
doras, que,  no  bastando  los  esfuerzos  de  los  alguaciles  y 
menos  los'anatemas  contra  Covarrubias  y  cuantos  inten- 
taran auxiliarle,  tuvo  Gamir  que  llamar  al  Prior  y  á  toda 
la  Comunidad,  conminándoles  con   penas  y  censuras  para 
que  le  ayudasen  á  reducir  al  rebelde  y  á  encerrarle  en  la 
celda  que  le  estaba  destinada.  En  vano  D.   Antonio  trató 
de  resistir  aún,  y  en  vano  también  fulminó  las  más  graves 
censuras  eclesiásticas'  contra  el    Asistente  de   Sevilla,  el 
juez  apostólico,  el  Prior  y  sus  frailes:    entre  todos  llevá- 
ronle en  volandas,  dándole  muchos  golpes  y  empellones, 
tales  que  el  mismo  Gamir,  según  luego  escribía  al  Nuncio, 
dudó  que  llegase  á  la  celda  «sin  sufrir  la  rotura  de  algún 
brazo  ó  pierna  (0.»  Duró  tan  tremendo  alboroto  desde  las 
ocho  hasta  las  once  de  la  noche;  y  aunque  el  preso  parecía 
quedar  al  fin  bien  asegurado,  con  llaves,  cerrojos  y  guar- 
das, todavía,  porque  se  recelaba  que  las  gentes  del  Arzo- 
bispado tratarían  de  rescatarle,  determinó  Gamir  trasladar 
su  propia  residencia  y  la  de  sus  auxiliares  al  convento  por 
todo  el  tiempo  que  durase  la  prisión  (2). 


Gamir  al  Nuncio,  sin  fecha  (Jimio  de  1619),  en  la  Bibliote- 
ca Nacional,  R-26. 

(2)     «Memorial  de  lo  que  se  ha  hecho  y  procedido  contra  Cova- 


(I) 
iNa 

(2) 
•rrubias.» -Gamir  al  Nuncio,  sin  fecha  (Jumo) 


LA   JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN     ESPAÑA  43I 

Salvado  este  primer  escollo  sin  que,  como  con  razón  se 
temía,  provocara  el  caso  alteraciones  graves  en  Sevilla, 
pensóse  en  disponer  el  envío  del  preso  á  Madrid  con  el 
menor  escándalo  posible.  A  este  fin,  por  mediación  del 
Regente,  se  propuso  á  Covarrubias  que,  pagando  las  cos- 
tas de  todo  lo  actuado  hasta  entonces  y  con  fianza  de  cua- 
tro mil  ducados,  permitiríanle  trasladarse  libremente  á  la 
Corte,  donde  se  presentaría  en  la  Nunciatura.  Fuerte,  sin 
embargo,  con  el  favor  del  Arzobispo,  en  cuyo  poder  fiaba 
más  de  lo  que  razonablemente  debiera,  no  quiso  D.  Anto- 
nio abrir  el  camino  á  un  acomodamiento:  negándose  en 
absoluto  á  pagar  las  costas,  sólo  consentía  en  prestar  la 
fianza,  mas  con  la  condición  expresa  de  no  salir  directa- 
mente para  Madrid,  sino  permanecer  algunos  días  libre  en 
Sevilla  para  visitar  sus  haciendas  y  poner  orden  en  sus 
negocios.  Pero  bien  fuese  porque  el  juez  apostólico  no 
creyera,  según  él  mismo  aseguraba  (t),que  esto  podía  ha- 
cerse sin  gran  descrédito  de  la  jurisdicción  del  Nuncio, 
bien,  como  parece  más  probable,  porque  temiese  que  Co- 
varrubias maquinara  aprovechar  este  tiempo  para  alboro- 
tar al  pueblo  sevillano  en  su  favor,  es  lo  cierto  que,  pues- 
to ya  á  un  lado  todo  miramiento,  de  acuerdo  con  los  Mi- 
nistros reales,  determinó  Gamir  que  con  el  mayor  secreto  y 
con  buena  guarda  se  le  sacarla  á  media  noche  de  la  prisión, 
y  acomodado  en  una  litera,  con  seis  ú  ocho  criados  suyos 
y  ocho  guardias  de  á  caballo  y  diez  y  seis  de  á  pie,  arma- 
dos de  arcabuces,  se  le  condujese  á  Madrid.  Y  aunque  to- 
davía para  sacarle  del  convento  hubo  necesidad  de  acudir 
á  la  violencia,  y  para  asegurarle  en  la  litera  ponerle  espo- 
sas y  grillos,  y  para  evitar  que  se  escapara  en  lüescas  y  en 
Jetafe  demandar  el  auxilio  de  las  justicias  de  aquellos 
pueblos,  á  los  quince  días  llegaba  á  la  Corte,  donde,  por 
considerar  el  Nuncio  que  el  convento  de  la  Merced,  al  que 


(i)     Gamir  al  Nuncio,   Junio  de  1619,   en  la   Biblioteca    Nació- 
nal,  R-26. 


,,2  R-     DE    HINOJOSA 

pensaron  llevarle,  era  para  hombre  tan  terrible  poco  segu- 
ra prisión,  encerrósele  con  grillos  y  cadena  en  un  aposen- 
to de  la  cárcel  de  la  Corona  (0. 


III 


La  situación,  así  para  Covarrubias  como  para  el  Arzo- 
bispo, cuya  autoridad  representaba,  era  critica:  la  prisión 
del  Vicario  había  sido,  sin  duda,  para  éste  una  lección 
ruda;   mas  para  el  Prelado  era  también   una  humillación 
cruel.  Castro  veía  su  autoridad  y  su  crédito  gravemente 
comprometidos,  y  para  conjurar  la  tormenta  ó  atenuar  en 
lo  posible  sus  efectos,  determinó  acudir  al  medio  más  efi- 
caz en  aquel  tiempo  contra  el  poder  y  la  jurisdicción  del 
Nuncio  en  España:  invocar  el  apoyo  del  Rey  y  del  Conse- 
jo Real,  para  que  pusieran  el  veto  á  las  resoluciones  del 
Ministró  del  Papa.  «Los  émulos— escribía  en  esta  coyun- 
tura el  Arzobispo  al  Rey.^han  cumplido  su  deseo  y  ven- 
ganza en  D.  Antonio  de  Covarrubias,  y  el  Nuncio  me  ha 
hecho  grande  ignominia  y  afrenta  en   llevarme  á  mí,  en 
la  persona  de  Covarrubias,  por  esos  caminos  que  le  lleva- 
ron   infamándole  y  afrentándole  públicamente,  aherrojado 
por'caminos  y  poblados:  exemplo  de  Nerón  ó  Domiciano. 
Ni  se  ha  hecho  después  que  España  se  ganó  á  los  moros, 
ni  el  mismo  moro  cuando  martirizaba  á  los  christianos  lo 
hiziera:  prisión  y  execucion  contra  todo  derecho,  aun  de 
gentiles,  y  contra  todas  las  Epístolas  de  los  Pontífices  (2).» 
Esta  deshilvanada  carta  de  que,  por  arte  de  los  amigos  de 
D    Antonio,  anduvieron  en  cierta  boga  las  copias  en  Sevi- 
lla y  en  Madrid,  terminábala  Castro  recusando  al  Nuncio 

(i)  «Memorial  de  lo  que  se  ha  hecho  y  procedido  contra  Cova- 
rrubias,» en  la  Biblioteca  Nacional,  i?-26.  _ 

(2)  Castro  al  Rey:  de  Sevilla,  Septiembre  de  tbiQ,  en  la  Biblio- 
teca Nacional,  R-id. 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  433 

y  rogando  al  Rey,  en  nombre  de  todos  los  Prelados  espa- 
ñoles, que  pusiera  los  ojos  en  el  negocio  y  la  mano  en  su 
reparo  y  castigo.  Con  la  misma  fecha,  y  con  no  menos  des- 
templadas palabras,  escribía  el  propio  Arzobispo  de  Sevi- 
lla al  representante  de  la  Santa  Sede:  «Veo  á  V.  S.  I.  en 
las  cosas  deste  Arzobispado  de  manera,  que  es  servicio  de 
Dios  usar  de  los  remedios  del  derecho  deteniendo  el  daño 
que  podria  causar  al  bien  público,  al  govierno  de  las  igle- 
sias y  á  la  reformación  de  las  costumbres.  Si  V.  S.  I.  pro- 
sigue en  ella,  el  fiscal  del  Arzobispado  recusará  á  V.  S. 
en  todas  las  materias  del,  y  V.  S.  I.  lo  tenga  por  bien. 
No  ha  dado  Su  Santidad  á  V.  S.  I.  jurisdicción  y  potestad 
absolutas,  sino  limitadas  y  sujetas  á  las  Constituciones 
apostólicas  y  los  Concilios;  y  tengo  despachos  firmados 
de  V.  S.  I.  que  enviar  á  Su  Santidad  y  al  111. "'o  Señor 
Cardenal  Burgesio  (0.  Actiones  tan  crueles,  Señor  111."'°, 
y  de  tanto  escándalo  en  España,  muy  lexos  están  de  un 
ministro  de  un  Pontifice;  y  menos  haver  hecho  materia 
de  la  Sede  Apostólica,  las  passiones  particulares  que 
V.  S.  111."^  y  el  mundo  saven  (2).»  Y  como  ni  el  Rey  ni 
Monseñor  Cennini  parecieran  hacer  gran  caso  de  las  re- 
clamaciones del  Arzobispo,  Castro  escribió  de  nuevo  al 
Monarca  dándole  minuciosa  cuenta  de  lo  hecho  contra  Co- 
varrubias,  cuya  conducta,  naturalmente,  trataba  de  excu- 
sar, y  pidiéndole  nada  menos  que,  volviendo  por  los  fueros 
de  la  razón  y  de  la  justicia,  mandase  castigar  públicamen- 
te á  Monseñor  Cennini  y  que  lo  expulsara  de  España, 
«pues  otro  Nuncio  podria  hayer  mas  humano  que  hiciera 
los  negocios  con  mas  deliberación  (3).» 


(1)  El  Cardenal  Escipión  Borghese,  sobriiio  y  Secretario  de 
Estado  de  Paulo  V. 

(2)  Castro  al  Nuncio:  Septiembre  de  1619,  ^'^  'a  Biblioteca  Na- 
cional, R-i6,  ya  citado.— Una  apostilla  al  margen  de  esta  carta 
dice:  «Las  causas  de  Covarrubias  son  contra  la  autoridad  del  Papa 
y  assi  se  ha  juzgado  en  Roma.» 

(3)  Castro  al  Rey,  22  de  Octubre  de  1619,  en  la  Biblioteca  Na- 
cional, R-26. 

n  28 


.,,  R.    DE    HINOJOSA 

434 


Entre  tanto,  desplegábanse  en  Madrid  contra  D.  Antonio 
los  más  extremados  rigores.  En  vano  trató  de  ver  y  hablar 
al  Nuncio,  primero  por  conducto  del  P.  Miguel  Vázquez, 
de  la  Compañía  de  Jesús,  y  luego  de  Fr.  Gregorio  de  Va- 
lencia, Procurador  general  de  la  Merced,  á  cuyo  convento 
habíasele  al  fin  trasladado;  en  vano  también  apelo  al  Con- 
sejo Real  de  que  no  se  le  diera  la  ciudad  por  cárcel:  el 
Consejo  desestimó  su  pretensión,  y  el  Patriarca  de  Jerusa- 
lén    sobre  negarse  á  concederle  audiencia  alguna,  por  sen- 
tencia del  Auditor,  privóle  de  toda  clase  de  oficios  y  bene- 
ficios   y  mandó  leer  en  la  Catedral  de  Sevilla  y  fijar  en   as 
puertas  del  Palacio  arzobispal  unas  paulinas   contra  las 
personas  que,  teniendo  noticia  de  los  bienes  de  Covarru- 
bias  no  los  denunciasen  á  la  Cámara  apostólica,  cuyos  mi- 
nistros habían  de  proceder  á  su  inmediata  confiscacion(0.  • 
Por  su  parte,  tampoco  los  enemigos,  más  ó  menos  embo- 
zados, del  Arzobispo  y  del  Vicario  en  Sevilla,  con  quienes, 
por  lo  que  de  los  documentos  se  infiere,  habíase  entendi- 
do secretamente  el  Nuncio,  dejaban  de  estimular  a  éste, 
recordándole  los  excesos  de  D.  Antonio  contra  la  autoiu- 
dad  y  jurisdicción  de  la  Santa  Sede.  ..Ya  tiene  V.S  111.  ^ 
—escribían  por  este  tiempo  á  Monseñor  Cennini  (^),-a 
Covarrubias  en  su  poder,  cosa  que  él  jamás  creyó,   ni  su 
dueño,  por  las  violencias  que  siempre  pensaron  executar. 
Esta  ciudad  esta  contentissima,  quanto  estava  escandali- 
zada antes  de  su  arrojada  inobediencia,  que  menos  que  con 
un  ejemplar  castigo,  tal  que  no  pueda  aliar  cabeía,  no  se 
remediará.  Muchos  somos  los  que  nos  havemos  empeñado 
en  este  negocio  por  servir  á  V.  S.  111.-  y  porque  la  Sede 

(4)  Covarrubias  al  Nuncio,  sin  fecha  (Agosto  de  ^-J-g,  ¡-P'--)- 
A-L¿c'ón  de  Covarrubias  dirigida  al  Nuncio  ('-P;0-'j>' 'g;-- 
de  en^bargo  de  los  bienes  de  Covarrubias,  por  ™^"dato  del  prov  - 
for Tlonso  de  Andrada.  alcaide  de  la  cárcel  arzobispal  de  Sevilla, 
4  6  de  Junio  de  i6iq,  en  la  Biblioteca  Nacional,  i?-26. 

uT  Copia  incompleta  de  cartaal  Nuncio,  que,  por  las  trazas,  pa- 
Je  ser  d 'val-ios  canónigos  de  Sevilla,  en  la  Biblioteca  Nació- 
nal,  R-2&. 


LA   JURISDICCIÓN   APOSTÓLICA    EN   ESPAÑA  4.35 

Apostólica  tenga  en  esta  ciudad  la  autoridad   que  se  le 
deve;  á  V.  S.  111.™"  toca  mirar  por  nosotros  de  suerte  que 
€se  señor  no  vuelva  mas  acá,  que  para  eso  no  hay  traza 
ni  falsedad  que  no  intente  con  fabores  superiores.  Importa 
<iesarraigar  malas  doctrinas  que  ya  comenzaban  á  pegarse 
y  cundieran  presto  de  manera  que  fuera  dificultoso  el  re- 
medio   después.     Aora    lo    tienen   cortando    raices,    y    á 
V.  S.  111.™"  lo  traxo  Dios  á  España  con  su  divina  Provi- 
dencia para  que  le  haga  tan  gran  servicio. »   Por  si  todo 
esto  no  bastara,  á  principios  de  Octubre  el  Cabildo  nom- 
bró al  canónigo  D.  Manuel   Sarmiento  de   iVIendoza,   el 
mismo  que  había  sido  juez  en  la  causa  contra  Covarrubias, 
para  que,  trasladándose  á  Madrid,  tratara,  en  nombre  de  la 
■Corporación,  donde  y  cuando  fuera  necesario,   los  nego- 
cios que  habían  de  ventilarse  en  el  ya  famoso  proceso  (i). 
Sarmiento  era  además  portador  de  un   Memorial,  que  de- 
bía e.vhibir  al  Nuncio  y  al  Consejo,  en  que  con  prolijidad 
minuciosa  relatábanse  los  agravios  que  el  Cabildo  y  algu- 
nos de  los  capitulares  habían  recibido  del  turbulento  Vi- 
cario (2). 

(i)     Certificación  expedida  á  9  de  Octubre  de  16 19.  por  el  secre- 
tario Baltasar  de  Salablanca,  ea  la  Biblioteca  Njcioaal,  R.26. 

(2)  «Memorial  de  los  pleitos  que  a  mobido  yagrabiós  que  a  he- 
cho Don  Antonio  de  Cobarrubias  al  Cabildo  de  la  Santa  Iglesia  de 
Sevilla  y  particulares  prebendados  della  el  tiempo  que  a  sido  juez 
y  Vicario  general.»  Entre  otras  cosas,  de  algunas  de  las  cuales 
•queda  ya  hecha  mención,  acusábase  en  él  á  Covarrubias  de  haber 
encarcelado,  sin  formación  de  causa,  al  Dr.  Luis  de  Sanllorente 
racionero  de  la  Catedral,  sin  tener  jurisdicción  para  ello.  Habien- 
do sido  nombrado  canónigo  por  el  Arzobispo,  no  quiso  D.  Anto- 
nio presentar  el  nombramiento  al  Cabildo,  como  manda  el  Dere- 
cho, por  no  reconocer  el  que  el  Cabildo  t^enía  para  proveer  las 
prebendas  vacantes  en  determinados  meses;  d  Papa  nombró  á  Don 
Juan  de  Zuniga,  con  quien  Covarrubias  tuvo  pleito;  pero  fué  ven- 
cido. Porque  un  canónigo,  secretario  del  Cabildo,  no  le  quiso  dar 
testimonio  de  los  autos  despachados  en  este  negocio  sin  que  el 
Cabildo  se  lo  ordenase,  lo  excomulgó  y  mandó  que  los  curas  y  el 
clero  de  la  parroquia  donde  vivía  el  dicho  canónigo  fueran  á  su 
■casa  con  cruz  alzada,  cubierta  con  velo  negro,   y  delante  de  ella 


.    5  R.    DE   HINOJOSA 

A  principios  de  Noviembre  llegó  el  representante  del 
Cabildo  á  Madrid,  donde  fué  n.uy  bien  reab.do  por  el  Pa- 
U-iarca  de  Jerusalén.  Sabedor  á  poco  de  que  Covarrubas 
V  sus  amigos  intentaban  hacer  valer  en  favor  de  éste  e    es- 
Lndalo  y  agravios  que  á  los  capitulares  y  á  todo  el  clero 
dSevüla  habían  producido  su  pris.ón  y  los  -alos  traU- 
„.ientos  que  se  le  prodigaron,  no  cons.de.-ando  que  el  Me^ 
morial  que  consigo  traía  era  bastante  a  desvanecer  tales 
Zores,  redactó  y  presentó  al  Consejo  un  segundo  docu- 
Zto  e;  que,  sin  tratar  de  disimular  siqu.era  la  .nqmna 
Tmala  voíontad  suya  y  de  sus  poderdantes  contra  el  asen 
dereado  Vicario,  procuraba  precipitar  su  perd.c.on.  «Esta 
■e,  elido  de  Sevilla  y  el  clero  de  todo  aquel  Arzob.spa^ 
do     decía    entre  otras  cosas,    Sarmiento,-tan   lejos  de 
ag'^i  ase  de  la  pris.on  y  modo  della  del  dicho  D.  Anto- 
Z    que  antes  reconocen  por  señalada  merced  la  que     s 
ha  'hecho  el  señor  Nuncio.  Porque  con  esa  pns.on.  en  al- 
g  na  manera  se  da  principio  .  la  satisfacción  que  es^peran 
de  los  agravios  y  prisiones  injustas  que  han  P^dec.do    no 
silo  por  ser  contra  derecho,  sino  también  por  la  crueldad 
que  con  sacerdotes  honrados  y  exemplares  ha  usado,  me^ 
tiéndolos  en  calabobos  con  grülos  y  cadenas    s,n  hacerles 
causa  ni  tenerla,  y  quitándoles  el  ^^^^^  ' ^^'Zl^Z 
dolesde  la  comida  y  cama  que  aun  á  grandes  dehnquentes 

hicieran  las  ceremonias  del  anatema,   matando  candelas  y  ape- 
r.r  a  un  ho  pual  d      Ar  o      p  ^^  _^^^  ^^  ^^  j.f.ndieran  con 

r:  clTb^^rd  •::         Covl'^rblls  de  ,ue,  por  .L  suyas,  el 
lante   Culpábase  aden  ^^^^^  merced  y  favor  nt  teni- 

í"'''"^^"n  buena\otespondencia,  como  el  Cabildo  habla  pro- 
ctaTlrcer  de  í^ber 'hablado  s.empre  muy  miurtosamente 
Z  CabiTdo  y  de'  los  capitulares;  y  de  haber  llegado,  en  su  od.o  al 
,  nmde  Que  si  al.unos  prebendados  tenían  deudas,  andaba  soh- 
'ch^o^  los  acLdote":  para  ,ue  los  demandaran  y  e,ectttasea 

ante  él. 


LA   JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    BN    ESPAÑA  437 

no  se  niega.  En  quanto  al  rigor  de  la  prisión  del  dicho 
D.  Antonio,  con  los  autos  presentados  ante  el  Real  Con- 
sejo se  responde  bastantemente:  pues  en  ellos  constan  las 
resistencias  hechas  é  intentadas  por  el  dicho  Covarrubias, 
los  tratos  de  embiarle  suelto  á  esta  Corte  dando  ñangas 
que  nunca  quiso  dar,  las  vezes  que  intentó  huirse  y  las 
comodidades  con  que  le  trajeron  en  litera  y  servido  desús 
criados  y  de  las  guardas,  usándose  con  él  siempre  de  mu- 
cha benignidad,  no  obstante  que  no  diesse  lugar  áella  (').» 
En  vano,  entre  tanto,  el  Arzobispo  de  Sevilla  escribía 
al  Inquisidor  general  pidiéndole  tomara  cartas  en  favor  del 
Vicario,  «contra  quien  se  cometía  iniquidad  é  injusti- 
cia (2);»  al  Rey  y  á  su  favorito  el  Duque  de  Uceda,  supli- 
cándoles que,  pues  la  hacienda  de  Covarrubias  habíase 
vendido  públicamente  en  Sevilla  y  cobrádose  con  su  im- 
porte el  Nuncio  y  sus  ministros,  mandaran  que  fuese  á 
servir  su  oficio  donde  hacía  mucha  falta  (3);  y  al  Presiden- 
te del  Consejo  Real  y  de  la  Cámara  de  Castilla,  denun- 
ciándole nuevamente  «las  crueldades  del  Nuncio,»  y  ro- 
gándole pusiera  mano  en  el  remedio  (4).  En  vano  también 

(i)     e Memorial»  de  Sarmiento,  en  la  Biblioteca  Nacional,  R-z6  . 

(3)  Castro  al  laquisidor  general,  21  de  Enero  de  i6io  {impr.), 
en  la  Biblioteca  Nacional,  R-26.  Estas  cartas  impresas  se  hallan 
tambíjn  en  el  tomo  de  varios  papeles  de  la  Real  Academia  de  la 
Historia,  P.  V.  536,  12-15-3-94. 

(3)  28  y  31  de  Enero  de  1620,  en  la  Biblioteca  Nacional,  R-zG. 

(4)  18  de  Enero  de  i6¿0,  en  la  Biblioteca  Nacional,  R-id.  «Las 
•cosas  de  aquí — escribía  el  Arzobispo— están  en  estado  escandaloso 

por  los  rigores  y  crueldades  del  Sr.  Nuncio  con  D.  .'\ntonto  de 
■Covarrubias,  mi  Vicario  general,  prebendado  desta  Iglesia.  Pren- 
dióle en  Sevilla  sin  porque,  sin  causa,  y  llevóle  á  Madrid  con 
treinta  escopeteros  y  le  ha  tenido  preso  nueve  meses,  y  oy  lo  es- 
tá  Algunos,  con  juicio  quizá  temerario,  dicen  del  delito  y  lo 

principal  es  del  dinero.  Negocio  es  que  toca  á  todo  el  estado  del 
Reyno.  Yo  me  hallo  confuso:  quisiera  mis  estar  captivo  en  Ber- 
bería: estuviera  allí  con  honra,  alabando  á  Dios  en  aquella  escla- 
vitud. Aquí  se  está  en  summa  ignominia.  No  hay  camino  por  do 

^caminar » 

De  mano  propia:  «Dirán  rigurosa  es  esta  carta.  Qual  es  más,  el 


438  R-    DE   HINOJOSA 

envió  á  Madrid  al  P.  Maestro  Fr.  Alonso  de  Tamariz,  de 
la  Orden  de  Santo  Domingo,  con  encargo  de  transmitir  á 
Monseñor  Cennini  la  resolución  suya  de  abandonar  la  dió- 
cesis, si  luego  no  mandaba  reparar  los  daños  causados  á 
su  Vicario.  Los  rigoref!  contra  Covarrubias  extremáronse 
de  tal  suerte  en  la  prisión,  que,  á  creerle  á  él,  los  frailes 
mismos,  movidos  á  piedad,  abriéronle  las  puertas  del  con- 
vento para  que  hiciera  de  sí  lo  que  mejor  le  pareciese  ('); 
y  como  D.  Antonio,  en  efecto,  se  evadiera,  el  Nuncio,  sm 
pasar  más  adelante  en  la  instrucción  del  proceso;  sin  ra- 
tificar las  declaraciones   de  los  testigos;   sin  terminar  la 


rigor  de  una  palabra  de  una  carta,  ó  los  rigores  contra  un  ino- 
cente que  ha  hecho  lo  que  debe,  pues  lo  que  le  imputan  no  es 
culpa;  y  quando  la  tuviere  se  escuearia  con  el  dicho  de  un  doctor. 
Más  tiene  este  reo:  tiene  mi  dicho  y  mi  aprobación.  Yo  lo  sé,  yo 
lo  vi.  Cúlpale  el  Nuncio  un  entredicho  que  impidió:  hizo  muy 
bien.  Yo  le  castigara  si  no  lo  hiziera  porque  le  puso  un  delegado 
en  causa  civil  levissima,  sin  jurisdicción  y  muchas  nulidades,. 
Quitólo  el  Audiencia  Real  el  mismo  dia.  Prendió  dos  clérigos,  y 
dice  el  Nuncio  que  son  exemptos:  fue  en  visita  en  que  no  ay  exerap- 
cion,  con  mucha  multitud  de  misas,  enagenaciones  y  no  querer 
declarar  ante  el  visitador  y  otras  muchas  cosas  que  ay  contra  ellos;, 
por  cierto  que  merecían  doscientos  azotes.  Que  prendió  un  nota- 
rio en  que  avia  inhibición  del  Nuncio:  responde  que,  constandole 
la  inhibición,  no  procedió  más  en  ella;  luego  se  inhibió,  y  quando 
no,  que  no  tiene  más  pena  que  la  que  le  pone  la  inhibición:  tan- 
tos maravedises.  No  ay  más  contra  él. 

.Estos  no  son  casos  para  lo  que  se  ha  hecho  y  haze  con  él,  ni 
para  los  auxilios  que  ha  dado  el  Consejo.  La  Audiencia  Real  no 
ossó  otra  cosa:  excusóse  con  que  se  lo  mandó  V.  S.  111."^  y  el. 
Conse)o.  Ay  muchos  en  favor  del  Reo.  Yo  soy  su  Prelado  y  pas- 
tor, y  lo  e  visto;  lo  hizo,  y  apruébolo.» 

(i)  Memorial  de  Covarrubias  al  Nuncio,  de  Enero  de  1620 (im- 
preso), en  la  Biblioteca  Nacional,  R-16,  ya  citado.  cDe  lo  que  se 
podia  querellar  el  fiscal-aiiadía,-fuera  si  me  estuviera  en  ella,- 
pues  con  los  malos  tratamientos  que  Su  Merced  decia  que  me  hi- 
ziessen,  y  con  la  mala  comodidad  que  tenia,  sin  dexarme  hablar 
ni  comunicar  con  ninguna  persona,  corría  tanto  riesgo  mi  vida,, 
que  los  frailes,  porque  no  la  perdíesse  en  su  convento,  me  echa- 
Tondel.» 


LA    JURISüICCION    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  439 

prueba;  sin  mandarle  prender  de  nuevo  ni  emplazarle,  no 
obstante  serle  notorio  que  estaba  en  Madrid;  y  sin  preocu- 
parse para  nada,  por  supuesto,  de  la  recusación  entablada 
contra  él  ante  el  Consejo  Real,  procedió  á  dictar  senten- 
cia, condenándole  por  contumaz  á  la  pena  de  galeras  por 
diez  años,  privación  de  oficios  y  beneficios,  lo.ooo  duca- 
dos para  la  Cámara  apostólica,  y  las  costas  y  salarios  del 
juez  Gamir  y  de  sus  ministros,  que  habría  de  tasar  el  mis- 
mo representante  del  Papa. 

El  aspecto  de  las  cosas  no  era,  como  se  ve,  para  Cova- 
rrubias  muy  lisonjero.  Sin  embargo,  aunque  por  la  me- 
diación del  Presidente  de  la  Cámara  de  Castilla,  el  Audi- 
tor de  la  Nunciatura,  Monseñor  Horacio  Oddi,  quiso  com- 
poner el  negocio,  dando  á  entender  al  reo  que,  por  haberse 
dictado  en  rebeldía  la  sentencia,  sería  declarada  nula  y 
moderaríanse  las  penas,  si  él  antes,  renunciando  á  defen- 
derse de  los  delitos  que  se  le  imputaban  y  de  las  preten- 
siones de  la  Cámara  apostólica,  se  obligaba  por  escrito  á 
confiar  enteramente  en  la  benignidad  del  Nuncio,  como 
fuente  caudalísima  de  misericordia,  negóse  á  ello  el  Vica- 
rio, alegando  que,  pues  la  sentencia  era  nula  por  derecho, 
no  había  por  qué  pedir  á  Monseñor  Cennini  que  invalidara 
lo  que  era  nulo,  ni  que^  moderase  lo  que  no  había  que  mo- 
derar, ni  que  le  diera  lo  que  era  suyo.  «Para  cosas  más 
dificultosas  y  de  mayor  importancia  —  escribía  con  este 
motivo  al  Auditor, — me  valdré  de  la  gracia  de  Monseñor 
.  Nuncio  y  acudiré  á  la  fuente  de  su  misericordia,  aunque 
con  temor  de  no  alcanzarla;  no  porque  en  Su  Señoría 
Ilustrísima  no  aya  gracia,  piedad  y  misericordia  en  abun- 
dancia, sino  porque  yo  no  he  merecido  gozar  dellas  como 
otros.  Confieso  que  está  en  mí  la  incapacidad,  y  no  en  la 
fuente  de  misericordia  de  Monseñor,  á  que  V.  S.  me  man- 
da acuda.  Quando  leí  esto  de  la  fuente  ubérrima  de  mise- 
ricordia, me  acordé  de  aquel  misterio,  tan  celebrado  en 
las  historias,  de  las  fuentes  de  Egipto:  quando  llegavan  á 
ellas  los  hijos  de  Israel,  eran  aguas  de  misericordia  y  re- 
frigerio, dulces  y  saludables  y  de  vida;  y  quando  llegavan 


^¿¡.O  R.    DE    HINOJOSA 

los  gitanos  eran  turbias,  sangre,  castigo  y  muerte.  Todos 
los  que  tratan  de  este  misterio,  dizen  que  lo  bueno  ó  malo 
de  las  aguas  consistía  en  el  toque  y  disposición  con  que 
cada  uno  llegava  á  ellas:  que  la  calidad  y  bondad  siempre 
se  estava  en  un  ser.  Esto  juzgo  yo  de  la  piedad  y  miseri- 
cordia de  la  ubérrima  fuente  de  Monseñor:  siempre  se  está 
en  un  ser.  Llegan  mis  émulos  con  buen  toque  y  disposi- 
ción, y  sin  embargo  de  los  pleytos  civiles  y  criminales  que 
ay   contra  ellos  en  el  Tribunal,   los  admite  Su   Señoria 
Ilustrísima,  y,  valiéndose  de  su  gracia  y  misericordia,  no 
se  procede  contra  ninguno,  y  todos  sus  pleytos  están  sus- 
pensos. Yo  no  tengo  tan  buen  toque  ni  disposición  como 
mis  contrarios,  para  tocar  á  las  aguas  desta  fuente  de  mi- 
sericordia. Tengo  la  mano  más  pesada  para  llegar  á  ella; 
enturbio  las  aguas  desta  fuente;  buélvolas  en  sangre  y  en 
castigo   y  venganza;   y   no  solo   dizen   que   enturbio   las 
aguas,  nías  algunos  quieren  dezir  que  he  quebrado  la  ca- 
ñeria  por  donde  vienen  las  aguas  á  la  fuente  de  misericor- 
dia (0.» 

La  sentencia  del  maleante  Vicario  produjo  en  su  am- 
parador, el  Arzobispo  Castro,  el  desastroso  efecto  que  es 
de  suponer.  Poseído  de  la  más  profunda  indignación,  el 
Prelado  determinó  abandonar  inmediatamente  su  iglesia 
y  retirarse  á  la  Colegiata  del  Sacro  Monte  de  Granada, 
con  el  propósito  firme  de  no  volver  á  Sevilla  hasta  que, 
satisfecho  en  su  honra  y  hacienda,  regresara  Covarru- 
bias  (2).  Pero  no  hizo  más  mella  en  el  ánimo  del  Nuncio 
esta  resolución  del  Arzobispo,  que  la  que  habían  hecho  sus 
protestas  anteriores:  reducido  de  nuevo  á  prisión,  en  vein- 
ticuatro horas  hízose  recorrer  á  D.  Antonio  las  cárceles 
de  la  Corona  y  de  la  Villa  y  el  Hospital  de  Antón  Martín, 


(i)     Covarrubias  á   Oddi,  Memorial  impreso,  en  la  Biblioteca 

Nacional,  R-26. 

(2)  Castro  al  Sr.  D.  Pedro  de  Tapia,  del  Consejo  de  S.  M.,  a 
23  de  Junio  de  ib20;  y  al  Nuncio,  29  de  Junio  de  1620,  en  la  Bi- 
blioteca Nacional,  R--2.6. 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  441 

donde  á  la  postre  se  le  creyó  más  seguro  (i).  Y  aunque 
luego,  por  los  buenos  oficios  del  Presidente  de  Castilla, 
ordenó  Monseñor  Cennini  que,  dando  fianza  de  pagar  to- 
dos los  gastos  y  costas  del  proceso,  se  le  levantara  el  em- 
bargo de  sus  bienes  y  rentas,  asi  eclesiásticas  como  tem- 
porales, y  se  le  diera  por  cárcel  la  casa  de  D.  Felipe  de 
Haro  que  él  mismo  había  pedido  (2),  quebrantada  por  el 
Vicario  la  nueva  prisión,  encerrósele  segunda  vez  en  el 
Hospital  de  Antón  Martín,  donde  se  hubo  de  redoblar  la 
vigilancia  (3). 


IV 


Tal  era  el  estado  del  proceso,  cuando  á  mediados  de 
Febrero  de  1621  Monseñor  Cennini,  elevado  á  la  dignidad 
cardenalicia  pocos  meses  antes,  debiendo  trasladarse  á 
Roma  para  asistir  al  Conclave  que  había  de  dar  sucesor  á 
Paulo  V,  subdelegó  en  el  Auditor,  Monseñor  Horacio  Oddi, 
el  cargo  de  Nuncio  apostólico,  y  en  Monseñor  Antonio 
Lelii,  Fiscal  general  de  la  Cámara,  el  de  Colector  de  es- 
polios  y  vacantes  (4). 

Con  arreglo  á  las  instrucciones  del  Cardenal,  quien 
acaso  temía  no  ver  en  el  nuevo  Nuncio  que  se  enviara  de 
Roma,  la  tenacidad  y  el  rigor  que  él  juzgaba  necesarios 
para  que  el  castigo  de  Covarrubias  sirviese  de  escarmien- 
to á  cuantos  eclesiásticos  pretendieran  en  adelante  con- 
tender en  España  con  la  jurisdicción  apostólica.  Monse- 
ñor Oddi,  reputando  desde  luego  nulo  el  fallo  pronunciado 
por  Cennini,  activó  de  tal  manera  el  proceso,  que  un  mes 

(O     Auto  del  Nuncio,  de  21  de  Julio  de  1620,  en  la  Biblioteca 
Nacional,  R-26. 

(2)  Autos  de  28  y  30  de  Julio  y  24  de  Octubre  de  1620. 

(3)  Autos  del  Nuncio  de  28  y  30  de  Noviembre  de  1620. 

(4)  Certificación  expedida  por  Bartolomé  Gutiérrez,  notario 
apostólico,  13  de  Febrero. 


44.2  R-    DE    HINOJOSA 

después  dictaba  nueva  sentencia.  Considerando  á  D.  An- 
tonio como  reo  de  haber  reiteradamente  impugnado  é  im- 
pedido la  jurisdicción  del  Nuncio  y  sus  delegados,  privá- 
bale por  ella  de  cuantos  oficios  y  beneficios,  dignidades  y 
rentas  eclesiásticas  ó  temporales  disfrutaba;  incapacitába- 
le para  obtener  cualesquiera  otros  y  para  el  ejercicio  de 
toda  jurisdicción,  asi  civilcomo  crimina!,  y  tanto  ordina- 
ria como  delegada;  imponíale  suspensión  a  diviiiis  por  dos 
años,  y  condenábale  á  destierro  de  la  ciudad  de  Sevilla 
bajo   pena  de  reincidencia,  á  dos   mil  escudos  de  multa 
para  la  Cámara  apostólica  y  al  pago  de  las  costas  del  pro- 
ceso (i).  En  21  de  Mayo  siguiente,  el  nuevo  Pontífice,  Gre- 
gorio XV,  confirmaba  por  un  Breve  la  sentencia  del  Au- 
ditor, contra  la  cual  habían  interpuesto  ya  recurso  ante  el 
Consejo  Real,  Covarrubias  y  el  fiscal  eclesiástico  de  la 
Arcbidiócesis  sevillana  (2). 

Entre  tanto,  puesto  en  libertad  D.  Antonio,  sin  preo- 
cuparse para  nada  de  la  privación  y  destierro  á  que  se  le 
había  condenado  ni  de  las  graves  censuras  en  que  incu- 
rría, habíase  vuelto  á  Sevilla,  donde,  invocando  su  calidad 
de  juez  ordinario  y  Vicario  general  del  Arzobispado,  man- 
dó prender  de  nuevo  al  licenciado  Alonso  Sánchez  Gor- 
dillo,  Abad  mayor  de  la  Universidad  de  beneficiados  y 
fiscal  de  la  Cámara  apostólica  (3),  «encerrándole  en  una 
torre  entre  sapos  y  culebras,  sin  consentir  que  se  le  diese 
luz,  ni  silla  donde  sentarse,  ni  cama  donde  dormir,  ni 
de  comer;»  mandó  encarcelar  también  al  notario  de  las 
provisiones  apostólicas,  é  incoó  proceso  contra  el  Conde 
de  Peñaranda,  Asistente  real  de  la  ciudad  (4).   Profunda- 


(i)     Sentencia  dictada  el   16  de  Marzo  de  1621,  y  notificada  á 
D.  Antonio  el  mismo  día,  en  la  Biblioteca  Nacional.  R-iñ. 

(2)  Breve  de  Gregorio  XV  de  ai  de  Mayo  de  1621,  notificado 
á  Covarrubias  el  31  de  Julio  siguiente. 

(3)  Auto  de  Lelii  de  i3  de  Mayo  de  1621,  en  la  Biblioteca  Na- 
cional, R-26. 

(4)  Caggioni  che  indussero  a  la  Santita.  di  N.°  Si g."  Papa. 
Gregorio  XV  a  levar  la  Nunliatura  di  Spagna  al  Patriarcha 


I.A    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  443 

mente  irritado  por  las  violencias  de  que  había  sido  víc- 
tima, Covarrubias  comenzaba  á  tomar  venganza  de  cuan- 
tos en  alguna  manera  habían  contribuido  á  su  desgracia. 
Por  su  parte,  el  Fiscal  general  de  la  Cámara  apostólica, 
Colector  de  espolies  en  ausencia  del  Nuncio,  apresuróse  á 
condenar  nuevamente  el  proceder  del  Vicario,  recordando 
al  Arzobispo,  Asistente,  Deán  y  Cabildo  de  Sevilla  la 
obligación  en  que  estaban  de  impedir  que  los  excomulga- 
dos participasen  en  los  Oficios  divinos  con  los  demás  fie- 
les (i).  L%  contienda,  pues,  entre  la  jurisdicción  apostólica 
y  episcopal,  reanudábase  con  no  menor  empeño  que  antes. 
La  lucha  sólo  había  valido  á  Covarrubias  persecuciones  y 
miserias;  pero,  dominado  todo  en  él  menos  por  la  razón 
que  por  las  pasiones,  ni  un  punto  pensó  en  someterse,  ni 
le  arredraba  la  temible  enemistad  de  los  ministros  de  la 
Curia. 

En  esta  coyuntura  (Junio  de  1621)  llegó  á  Madrid  el 
nuevo  Nuncio  apostólico,  Monseñor  Alejandro  de  Sangro, 
Patriarca  de  Alejandría  y  Obispo  de  Benevento.  En  la 
Instrucción  que  al  salir  de  Roma  había  recibido  del  Car- 
denal Ludovisi,  Secretario  de  Estado  del  Papa,  ocupaban 
no  breve  espacio  las  reglas  á  que  debía  ajustarsu  conduc- 
ta en  las  controversias  con  el  Consejo  y  tribunales  rea- 
les, para  conservar  y  defender  la  jurisdicción  é  inmunidad 
eclesiásticas  y  la  autoridad  de  la  Santa  Sede.  Con  arreglo 
á  ellas,  y  á  fin  de  evitar  en  cuanto  le  fuera  posible  toda 
contienda  con  el  Consejo,  el  Nuncio  procuraría  no  avocar 
á  sí  el  conocimiento  de  ninguna  causa,  sino  remitirlas  á 
los  Ordinarios;  «pero — advertíase  además  á  Monseñor  de 
Sangro^cuando  sé  hayan  hecho  cuantas  diligencias  se 
juzguen  necesarias  para  rehuir  la  controversia,  y  de  viva 
voz  y  por  cartas,  protestado  ante  el  Rey,  y  sea  bien  noto- 


d'  Alessandria  Mons.  di  Sangro  et  abusi  al  tempo  di  Mons.  di 
Massimi  suo  successore,  3  de  Noviembre  de  1627,  ya  citadas. 

(t)     Auto  de  Lelii  de  18  de  Mayo  de  1621,  en  la  Biblioteca  Na- 
cional, R-26. 


^^^  R.    DE    HINCJOSA 

lia  la  justicia  de  la  causa,  procederá  á  emplear  sin  reparo 
las  armas  suyas,  que  son  las  censuras,  teniendo,  no  obs- 
tante, buen  cuidado  de  hacerlo  en  momento  tan  oportuno 
y  con  tal  consideración,   que  sean   estimadas  y  temidas, 
pero  nunca  despreciadas.  Sobre  todo,  en  la  manera  de  ne- 
gociar y  en  hablar  franca  y  enérgicamente,   mostrará  pe- 
cho y  valor,  porque  en  la  Corte  de  Madrid  repútanse  poco 
dignos  los  ministros  de  Principes  que  no  se  saben  hacer 
estimar.»  Cuanto  á  las  frecuentes  discordias  entre  Obispos 
y  Cabildos,  encarecíasele  la  necesidad  de  «ir  templando  á 
los  unos  y  á  los  otros,  de  manera  que  los  Obispos  conser- 
ven íntegra  su  jurisdicción  sin  oprimir  á  los  Cabildos,  y 
éstos  vivan  moderadamente  con  sus  exenciones  y  la  pro- 
tección de  la  Sede  Apostólica,  sin  alzar  cabeza  contra  los 
propios  Prelados  y  sin  caer  en  soberbia  licencia  (0.» 

No  resultan  claras  en  los  documentos  que  he  podido  ver, 
las  vicisitudes  por  que  hubo  de  pasar  tan  accidentado  pro- 
ceso durante  el  año  que  desempeñó  el  Patriarca  de  Ale- 
jandría el  cargo  de  Nuncio  en  España;  pero  sí  que  su  pro- 
ceder en  este  negocio  no  fué  muy  del  agrado  del  Papa  y 
de  la  Curia,  y  que  la  blandura  con  que  trató  al  Vicario  de 
Sevilla  no  se  reputó  en   Roma  muy  en  armonía  con  las 
instrucciones  que  se  le  habían  confiado.  Por  mandato  del 
Nuncio,  con  promesa  previa  de  nombrarle  juez  á  su  gusto, 
el  cual,  como  si  posteriormente  no  hubiera  sido  condenado 
ni  la  sentencia  ratificada  por  el  mismo  Pontífice,  ejecu- 
tase el  auto  de  Cennini  en  que  mandaba  alzar  el  secuestro 
de  sus  bienes  y  que  se  le  diesen  los  frutos  y  rentas  de  su 
prebenda  {2),  Covarrubias  llegaba  á  Madrid  en  el  mes  de 
Octubre  de  1621  con  cartas  de  recomendación  del  Cabil- 
do   con  quien   por  lo    visto  habíase  reconciliado,  para  el 


U)     Instruttione  a  Mons.  di  Sangro  Patriarca  d'  Alessandria 
.et  Arcivescovo  di  Benevento  per  la  Nunciatura  di  Spagna,  9  .-e 

Abril  de  1621.  ^  ^  t,;„„ 

(2)     Covarrubias  al  Nuncio,  Noviembre  de   1 621. -Covarrubias 

al  Cabildo  de  Sevilla,  23  de  Noviembre  de  162 1. 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  445 

mismo  Nuncio  y  otros  personajes  de  la  Corte,  y  alojábase 
en  calidad  de  prisionero  en  la  propia  Nunciatui'a  (i).  Cum- 
plióle la  ¡lalabra  dada  Monseñor  de  Sangro  nombrándole 
un  nuevo  jue2  en  Sevilla,  que,  sobre  abrir  una  informa- 
ción acerca  de  los  excesos  cometidos  por  D.  Lucas  Dio- 
nisio Gamir,  juez  delegado  del  Nuncio  anterior,  y  proce- 
der contra  él  si  hubiere  lugar,  ejecutara,  aun  contra  los 
exentos,  el  dicho  auto  de  restitución  (2);  y  porque  algunos 
capitulares  se  negaban  á  obedecerle  queriendo  que  se  lle- 
vase el  negocio  por  vía  de  pleito  y  de  justicia,  escribióles 
el  Nuncio  manifestándoles  que  «estimarla  mucho  que,  sin 
pleytos,  mirassen  á  sus  rabones  (3).» 

De  tal  suerte  debió  extremar  el  Patriarca  de  Alejandría 
sü  condescendencia  en  tan  grave  negocio,  que  en  Roma 
se  llegó  á  hacerle  responsable  de  cuantos  descalabros  su- 
frieron en  aquel  tiempo,  por  mano  del  Consejo  y  de  los 
Ministros  reales,  la  jurisdicción  y  autoridad  de  la  Sede 
Apostólica.  El  Consejo  había  hecho  encarcelar  y  condenar 
á  muerte  al  notario  que  intimó  las  censuras  del  Auditor 
de  la  Cámara  á  un  canónigo,  por  haber  transcurrido  los 
plazos  de  una  pensión  reservada  en  favor  de  Monseñor 
Pirovano,  Auditor  de  Rota;  y  procesó  y  citó  ante  el  Al- 
calde de  Casa  y  Corte  á  Ovidio  Lupari,  Auditor  del  Nun- 
cio, porque  había  ordenado  la  ejecución  de  las  censuras. 
Con  este  motivo,  el  Consejo,  sobre  mandar,  bajo  gravísi- 
mas penas,  á  todos  los  Ordinarios,  Cabildos  y  beneficia- 
dos que  no  pagasen  las  pensiones  reservadas  confidencial- 
mente por  los  Pontífices  en  cabeza  de  españoles  á  benefi- 
cio de  curiales  de  Roma,  había  decretado  contra  tales 
españoles  ejecuciones  sin  cuento.  A  instancia  de  Covarru- 

(i)  El  Patriarca  de  Alejandría  al  Cabildo,  23  de  Noviembre  de 
1621,  en  la  Biblioteca  Nacional,  R-26. 

(2)  Covarrubias  al  Nuncio,  Noviembre  de  1Ó21,  desde  Sevilla. 
— Covanubias  al  Cabildo  de  Sevilla,  23  de  Noviembre  de  1621, 
desde  Madrid,  en  la  Biblioteca  Nacional,  R-io. 

(3)  El  Patriarca  de  Alejandría  al  Cabildo  de  Sevilla,  23  de  No- 
viembre de  1621,  desde  Madrid,  en  la  Biblioteca  Nacional.  R-26. 


.  .5  R-    DE    HINOJOSA 

bias,  el  propio  Consejo  hizo  provisiones  en  el  Arzobispa- 
do de  Sevilla,  ejecutadas  por  los  ministros  del  Prelado, 
los  cuales,  á  juicio  de  la  Curia,  procedían  «con  un  alto, 
oculto  y  temerario  propósito:  el  de  quererse  asegurar  el 
Arzobispo  y  Covarrubias,  su  Vicario,  de  que  no  se  proce- 
dería á  la  ejecución,  en  aquellas  partes,  de  los  decretos  de 
Roma,  para  hacer  y  deshacer  á  su  modo  sin  temor  de  que 
sus  actos  pudieran  ser  neutralizados.»  Gregorio  XV  creyó 
que  Sangro  se  dejaba  engañar  por  los  Ministros  reales,  o 
al  menos  que  su  debilidad  en  rechazar  estas  novedades  era 
tal  que  la  jurisdicción  apostólica  quedaba  del  todo  ener- 
vada y  vilipendiada;  é  inopinadamente,  en  el  mes  de  Mayo 
de  1622,  determinó  revocarle  del  cargo  de  Nuncio  en  la 
Corte  española  y  enviar  en  su  reemplazo  á  Monseñor  Ino- 
cencio Massimi.  Obispo  de  Bertinoro  (0. 

Alta  idea  debía  de  tener  el  Papa  de  la  energía  de  Mon- 
señor de  Massimi  cuando  le  enviaba  en  tan  grave  coyun- 
tura, y  estrechas  y  rigurosas  debían  de  ser  las  instruccio- 
nes que  le  diera  para  reparar  los  agravios  que  la  autoridad 
de  la  Santa  Sede  venía  sufriendo  en  España  (2);  pero  el 
resultado  de  la  gestión  suya  no  correspondió  ciertamente 
á  ¡as  esperanzas  de  la  Curia  romana.  Hacía  solo  dos  días 
<iue  había  tomado  posesión  de  la  Nunciatura,  cuando  el 
Consejo  Real  expidió  un  auto  resolviendo  el  recurso  de 
fuerza  interpuesto  por  el  fiscal  eclesiástico  de  Sevilla  y  por 
Covarrubias  contra  el  fallo  del  Auditor  Oddi.  Por  este 
auto,  que  el  Consejo  se  apresuró  á  notificar  al  nuevo  Nun- 

{,)  Cwsioni  che  indussero  a  ¡a  Santita.  di  N.°  Sig.'^  Papa 
■Gre^orio'xV  ce  levar  la  Nuntiatura  di  Spagna  al  Patnarcha 

d- Ahssandria En  calidad  de  Fiscal  de  la  Cámara  acompaiiaba 

-ai  nuevo  Nuncio  Antonio  Lelii,  el  mismo  que  lo  había  s>do  en  tiem- 
po de  Cennini,  y  que,  por  tanto,  liallábase  bien  informado  del 
proceso  de  Covarrubias. 

(2)     Caggioni  che  indussero  a  la  Santita  di  N."  SigJ'  Papa 

Gregorio  XV No  logré  hallar  en  Roma  la  Instrucción  dada  al 

Obispo  de  Bertinoro  por  el  Cardenal  Secretario  de  Estado,  para  el 
-desempeño  de  la  Nunciatura  de  España. 


LA      JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  447 

cío,  declarábase  haber  hecho  fuerza  Oddi  al  dictar  senten- 
cia hallándose  ausente  el  Cardenal  Cennini,  cuyo  Auditor 
era,  y  cuando  estaba  pendiente  otro  recurso  de  los  mismos 
contra  el  Nuncio;  declaraba  nulo  todo  lo  hecho  por  el 
tribunal  apostólico  desde  que  el  Vicario  había  presentado 
la  apelación;  mandaba  detener  el  Breve  y  Letras  apostó- 
licas confirmatorias  de  la  sentencia  del  Auditor  y  las  de 
las  impetras  de  las  prebendas  y  beneficios  de  D.  Antonio, 
y  que  los  pleitos  que  pendían  ante  el  Ordinario  de  Sevilla 
y  que  se  habían  traído  é  incorporado  á  esta  causa,  se  vol- 
viesen y  prosiguieran  ante  el  Prelado.  Cuanto  á  las  que- 
rellas promovidas  por  Covarrubias  contra  los  notarios  y 
oficiales  del  Nuncio  en  razón  de  los  agravios  que  de  ellos 
tenía  recibidos,  el  Consejo  le  autorizaba  para  que  siguiera 
su  justicia  como  mejor  viese  convenirle  (0. 

El  golpe  era  para  la  Curia  extremadamente  rudo;  pero 
hombre  también  de  carácter  conciliador  y  blando,  y  cre- 
yendo, con  sinceridad  quizá,  servir  mejor  los  intereses  de 
la  Santa  Sede  evitando  toda  grave  contienda  con  el  Con- 
sejo Real,  el  Obispo  de  Bertinoro  no  pensó  en  defender- 
se ni  en  repararlo.  «Monseñor  de  Massimi — informaban 
desde  España  al  Pontífice  Urbano  VIII  en  1624  ("m — no 
sólo  no  ha  reparado  las  ruinas  ni  quitado  los  perjuicios, 
sino  que  se  ha  aplicado  de  tal  suerte  á  complacer  á  los 
Ministros  de  S.  M.,  que  ni  una  palabra  ha  dicho  ni  nada 
ha  hecho  para  poner  remedio.  Lejos  de  ello,  ha  prestado 
humilde  acatamiento  á  los  decretos  reales;  y  contra  Cova- 
rrubias, no  sólo  no  ha  procedido,  sino  que  de  reo  lo  ha  tor- 
nado en  favorito,  amigo  é  intercesor  de  gracias,  aprobán- 
dolo públicamente  y  canonizándolo  por  hombre  de  bien,  en 
particular  con  el  Presidente  de  la  Cámara  de  Castilla  (3), 


(i)     Auto  de  1 1  de  Agosto  de  1622  (impr.),  en  la  Biblioteca  Na- 
cional, R-26. 

(2)  Caggioni  che  indussero  a  la  Sanlita.  di  N.'  Sig."  Papa 
Gregorio  XV ,  ya  citadas. 

(3)  En  Septiembre  de  1621  había  reemplazado  en  este  cargo  al 


4^8  R-    DE    HINOJOSA 

censurando  á  los  antecesores  suyos  que  procedieron  con- 
tra él  y  á  los  demás  ministros,  quienes  por  ello  mere- 
cían ir  á  galeras,  y  teniendo  con  él  largos  y  secretos  co- 
loquios todos  los  días,  por  reputarlo  inocente  y  libre   en 

virtud  del  auto  del  Consejo  Real Tampoco  hizo  nada 

para  conseguir  la  libertad  del  notario  encarcelado  y  con- 
denado á  muerte,  como  si  no  tocase  á  él  este  oficio  ni  de 
tal  cosa  resultara  perjuicio  alguno  á  la  Santa  Sede.  El 
Arzobispo  de  Sevilla,  en  virtud  de  provisión  real,  mandó 
quitar  la  patente  de  notario  de  la  Cámara  apostólica,  en 
Ecija,  á  Andrés  de  Salces  y  prenderlo  en  día  festivo,  en 
tiempo  de  Monseñor  de  Massimi,  ante  quien  reiteradamen- 
te se  quejó  el  ministro  cameral.  El  Nuncio,  sin  embargo, 
sobre  no  admitir  la  querella,  sometió  el  conocimiento  de 
la  causa  al  Arzobispo  mismo;  contradíjolo  el  fiscal  de  la 
Cámara,  y  consiguió  que  no  lo  sometiese;  pero  no  se  atre- 
vió Monseñor  de  Massimi  á  enviar  las  patentes  á  los  mi- 
nistros más  antiguos  y  beneméritos  de  la  Santa  Sede,  sino 
que,  cuando  no  pudo  dar  más  largas  al  negocio  por  las 
continuas  instancias  del  fiscal,  entrególas  en  propia  mano 
á  Covarrubias  para  que  de  él  y  del  Arzobispo  recibieran 

la  merced. 

«Ordenó  además  Monseñor  de  Bertinoro,  en  ejecución 
del  dicho  decreto  real,  la  supresión  del  oficio  de  notario 
de  las  comisiones  apostólicas;  y  porque  el  Abreviador  se 
opuso,  diciendo  ser  derogación  del  Breve  pontificio,  Cova- 
rrubias amenazó  con  mandar  á  galeras  al  notario  cuando 
se  atreviera  á  ingerirse  en  los  negocios;  y  cuando  éste  re- 
currió al  Nuncio  no  fué  ayudado,  respondiéndosele  que  no 
se  querían  controversias  con  el  Consejo;  y  no  sólo  permi- 
tió á  Covarrubias  volver  á  Sevilla,  sino  que  mandó  al  Ca- 
bildo le  pagase  los  frutos  de  las  prebendas  desde  el  día  en 
que  fué  procesado,  y  de  los  cuales  había  sido  privado  por 
sentencia  apostólica.  Consintió  además  Monseñor  de Massi- 

Arzobispo  de  Burgos,  D.  Francisco  de  Contreras,  Comendador  de 
la  Hinojosa,  de  la  Orden  de  Santiago. 


LA   JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  449 

mi  que  ejerciera  Covarrubias  el  oficio  de  Vicario  general, 
de  donde  resultó  que  los  ministros  de  la  Cámara  apostóli- 
ca,  por  la  sola  razón  de  ser  tales  ministros,  y  todos  los 
conocidos  por  devotos  de  la  Santa  Sede,  eran  maltratados 
por  el  reo  condenado  y  fugitivo  á  la  manera  de  los  cris- 
tianos de  la  primitiva  Iglesia,  con  tanto  escándalo  univer- 
sal, que  en  aquella  ciudad,  maravillados,  perdían  los  hom- 
bres el  discurso.  La  noche  antes  de  la  marcha  de  Cova- 
rrubias á  Sevilla,  Monseñor  de  Massimi  mandó  restituirle 
gran  número  de  procesos,  única  cosa  que  faltaba  cumplir 
de  la  provisión  real  anulatoria  de  la  sentencia  del  Vice- 
gerente Oddi.  El  Fiscal  negóse  á  ello,  con  pretexto  de  in- 
formar mejor  al  Nuncio,  y  entonces  Covarrubias  insultó  de 
palabra  y  hecho  al  Fiscal.  Monseñor  de  Bertinoro,  que  todo 
lo  vio  y  oyó,  en  vez  de  castigarle,  recibióle  en  su  aposen- 
to, aprobó  lo  hecho  por  él  y  mandó  á  cuatro  de  sus  fami- 
liares para  que,  sin  renunciar  en  caso  necesario  á  la  vio- 
lencia, se  hicieran  entregar  los  procesos  por  el  Fiscal,  quien 
se  apresuró  entonces  á  ponerlos  en  manos  del  secretario 
de  la  Cámara,  y  el  Nuncio  á  su  vez  entrególos  á  Covarru- 
bias, después  de  revisarlos  y  expurgarlos  de  manera  que, 
no  sólo  no  contuvieran  pruebas  de  sus  excesos,  sino  que, 
■entes  bien,  mostrasen    la   inocencia  del  procesado.»    Por 
si  esto  no  fuera  más  que  suficiente,   acusábase  además  á 
Monseñor  de  Massimi  de  haber  dejado  hacer  presa  en  la 
Colecturía  de  espolios  y  en  la  Cámara  apostólica  á  los  Mi- 
nistros reales  y  á  los  parientes  de  los  Prelados  difuntos,  sin 
que  él  protestara  de  afrenta  alguna  ó  injusta  ejecución  y 
desdeñando  tratar  de  semejantes  materias  como  de  cosa 
inconveniente.  «Por  consecuencia  de  todo  ello — terminaba 
el  autor  de  este  informe, — los  Ministros  reales  se  ingieren 
y  mandan  á  su  talante  en  beneficio  de  la  jurisdicción  real, 
de  manera  que  se  arrogan   la  supremacía  y  la  autoridad 
más  absolutas  en   la  jurisdicción  y  materias  eclesiásticas, 
como  si  la  Sede  Apostólica  no  existiera  y  estos  negocios 
no  fueran  impropios  de  Su  Mag.-i  y  los  seglares  incapaces 
de  ellos;  mientras  que  por  parte  de  la  Santa  Sede,  en  Es- 


^^O  R.    DE    HINOJOSA 

paña,  no  protesta  el  Nuncio  y  todo  pasa  como  cosa  baladí 
ó  que  no  incumbe  á  su  oficio.» 

Las  noticias  que  sobre  éstos  y  otros  análogos  sucesos 
transmitieron  con  frecuencia,  reservadamente,  á  Roma  los 
agentes  de  la  Curia  en  Madrid,  determinaron  al  Papa  Ur- 
bano VIII  á  revocar,  en  Diciembre  de  i623,  al  Obispo  de 
Bertinoro  del  cargo  de  Nuncio  residente  en  la  Corte  de 
Felipe  IV,  y  á  nombrar  en  lugar  suyo  á  Monseñor  Julio 
Sacchetti,  Obispo  de  Gravina. 

Como  era  natural,  dada  la  importancia  que  para  la  ju- 
risdicción apostólica  en  España  tenia  el  proceso  de  Cova- 
rrubias   en  las  Instrucciones  que  el  nuevo  Nuncio  había 
recibido  de  manos   del   Cardenal   Secretario  de  Estado, 
Francisco  Barberini,  pocos  días  antes  de  partir  de  Roma, 
consagrábase  singular  atención  á  las  contiendas  jurisdic- 
cionales y  al  proceso  del  Vicario  general  del  Arzobispado 
de  Sevilla.  «Cuanto  al  capitulo  de  conservar  la  jurisdicción 
é  inmunidad   eclesiásticas-rezaba   la  Instrucción, -hay 
mucho  que  decir,  y  ésta  es  la  más  enojosa  incumbencia 
que  tiene  en  España  el  Nuncio  apostólico.  Verdaderamen- 
te maravilla  que,  bajo  Reyes  tan  católicos  y  amantes  de  la 
honra  de  la  Iglesia  de  Dios,  los  ministros  propendan  con 
tanta  facilidad  á  ofender  la  jurisdicción  maltratando  á  los 
clérigos  en  sus  bienes  y  en  sus  personas.  En  estos  asun- 
tos  V.  S.  se  mostrará  enérgico  y  resuelto,  pero  con  pru- 
deiicia  y  suaves  maneras,  y  diga  libremente  que  no  hay 
herejía  en  el  mundo  que  no  haya  tenido  su  origen  en  el 
desprecio  á  los  eclesiásticos.  El  Consejo  Real  es  quien  con 
más  facilidad  se  ingiere  en  las  causas  eclesiásticas,  con  pre- 
texto de  alzar  la  fuerza  que  asegura  hacen  los  jueces  ecle- 
siásticos; y  tanto  más  osadamente  lo  ejecuta,  cuanto  que 
pretende  tener  privilegio,  así  el  Consejo  pleno  como  cada 
uno   de  los  Consejeros,  de  no  poder  ser   castigados  con 
censuras.  Cuál  sea  este  privilegio,  no  se  sabe  ni  puede  ser 
justificado  con  título  alguno;  pero  la  vía  más  segura  es  no 
ponerse  en  el  caso  de  tener  que  disputar,   siendo  mucho 
mejor  precaver  los  excesos  á  que  V.  S.  entienda  que  quiere 


LA   JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  451 

proceder,  con  alguna  prudente  y  oportuna  amenaza  á  los 
ministros  inferiores,  cuya  temeridad  es,  Jas  más  veces 
causa  de  semejantes  contiendas.  A  este  Consejo  recurrió 
también  Antonio  Covarrubias,  canónigo  de  Sevilla,  hom- 
bre testarudísimo  é  impugnador  de  los  derechos  de  la 
^anta  Sede,  después  de  haber  sido  condenado  por  sentencia 
del  Vicegerente  Oddi  y  de  haber  dejado  la  Nunciatura  el 
Cardenal  de  San  Marcelo.  Es  autor  de  un  librejo  de  falsa 
joctrina,  en  que  pretende  advertir  al  Rey  los  perjuicios  que 
dice  hacerse  en  la  Corte  de  Roma  á  los  subditos  de  aque- 
Jla  Corona  y  las  prerrogativas  reales  en  las  causas  benefi- 

""'^^^^ ^^^S^'^°  q^^  sea  V.  S.  á  la  Corte,  podrá  tomar 

posesión  de  su  cargo,  é  informado  plenamente,  con  sua- 
vidad y  destreza  procurará  recuperar  lo  que  la  jurisdicción 
eclesiástica  ha  perdido,  y  remediar  los  daños  que  se  han 
ocasionado  y  cada  dia  se  ocasionan  á  la  Colecturía  de  es- 
polios  y  ministros  de  ella  por  culpa  de  este  hombre,  am- 
parado  y  alentado  por  la  autoridad  del  Arzobispo  de  Se- 
villa de  quien  es  Vicario  general.  De  dicho  Consejo  es 
Presidente  D.  Francisco  de  Contreras,  señor  de  gran  vir- 
tud con  aparato  de  piedad  y  de  reforma  de  costumbres- 
pero  á  las  veces  su  voluntad  va  sujeta  á  la  habilidad  y  va- 
ler de  favoritos;  es  gran  letrado  y  puede  mucho  con  él  la 

•'^^°"  '^S^' Los  Cabildos  de  las  Metropolitanas  y  Cate- 

drales-añadía,  en  fin,  el  Cardenal  Secretario  de  Estado 
— somátense  gustosos  á  la  autoridad  del  Nuncio  para  sos- 
■  tenerse  contra  los  respectivos  Ordinarios.  V.  S  los  hala- 
gará para  valerse  de  ellos  en  las  causas  en  que  justamen- 
te demanden  su  asistencia;  pero  jamás  para  fomentar 
cismas  y  malas  inteligencias  entre  ellos  y  sus  Prelados 
Los  Obispos  son  los  que  principalmente  incitan  al  Rey 
y  sus  primeros  Ministros,  con  decir  que,  á  menudo,  los 
Nuncios  usurpan  los  derechos  del  real  patronato  en  las 
diócesis;  y  con  frecuencia,  estimulados  por  el  deseo  de 
ascender  ó  de  mejorar,  pasando  á  Iglesias  más  ricas  é  in- 
signes, sirvense  de  este  vergonzoso  medio  de  pisotear  la 
propia    jurisdicción    ordinaria,    im,)¡diendo    la   ejecución 


R.    DE   HINOJOSA, 


de  sertencias  encanadas  de  los  tribunales  de  Roma  (O  » 

Nuevas  instruceicnes  dadas  veibalmente  al  Ob.spo  de      , 
Gravina  por  el  Cardenal  César  Magalotti,  quien  compartía 
con  Barberini  los  trabajos  de  la  Secretaría  de  Estado  bajo 
Urbano  VIH.  y  que,  no  queriendo  fiarlas  á  la  n^emona, 
se  apresuró  Sacchetti  á  ponerlas  por  escnto,  ratificábanle 
la  necesidad  de  proceder  enérgicamente  y  con  urgencia  en 
cuantos  negocios  tocasen  de  modo  directo  á  la  J-.s  iccion 
eclesiástica,  en  particular  el  secuestro  de   las  «ntas  del 
Cardenal  de  Lerma  y  el  proceso  contra  D.  Antonio  de  Co- 
varrubias  (^-).  Recomendaciones  tales  eran,  sin  embargo. 
ya  en  aquel  tiempo,  en  lo  que  á  este  último  negocio  se  re- 
Lían,  enteramente  innecesarias.  Muerto  en   ^o  de  Di- 
ciemb;e  de  i623  el  Arzobispo  de  Sevilla  D.  Pedro  Vaca. 
de  Castro  (3),  y  habiendo  cesado  por  ello  Covarrub.as  en 
el  cargo  de  Vicario  general  del  Arzobispado   cuando  en 
Mayo  de  1624  llegó  á  Madrid  el  nuevo  Nuncio  (4),  el  largo 
y  ruidoso  pleito  había  perdido  todo  su  ínteres. 

Para  terminar,  no  holgará  acaso  dejar  consignado  aquí 
que  no  habría  concedido  tan  minuciosa  atención  al  relato 
de  este  proceso,  si,  aunque  con  incidentes  por  lo  escanda- 
losos  más  atractivos,  fuera  un  caso  aislado  en  la  historia 

,,)  Instruttione  data  a  Mons.  Giulio  SaccheUi  avanti  che 
andasseNuntio  inSpag1m,^%At^t^tToátl&^^. 

M  Ristretio  di  guamo  a  bocea  mi  é  stato  accennaio  da  Man. 
MaJoni  per  contó  di  Spagna,  en  la  B.buptkc.  Bakbeki™ 
de  Roma,  MS.  LX-G,  fols.  5o  vuelto  á  61  vuelto  de  la  pnmeía  fo- 

""t^González  Dávila,  Teatro  ^^^^^^^^^^'^^ '\'^' '/'''Zu^. 
tropolita.as  y  Catedrales  de  los  Reynos  de  las  dos  Castülas. 

^t's^í^^^'^'CaSa^Se.ctano  de  Estado:  en  el  AacH.vo 

vÍJlNu>^V^ntra  di  Spag.a,  -'•  ^4-  ¿et-e  onginaU  d. 

Mons.SaccheUÍalCa.dlnaleFrance.oB^r^^^^^^^^ 

ro  á  28  de  Diciembre  de  i624.-E!  Mi'-  L^^^  J' 

c!  Bahbek.n.an^  es  un  Registro  de  estas  mismas  cartas. 


LA    JURISDICCIÓN    APOSTÓLICA    EN    ESPAÑA  453 

de  las  controversias  del  Gobierno  y  del  clero  español  con 
la  Curia  romana,  y  si  realmente  no  hubiera  sido  fruto  de 
causas  más  hondas  que  la  tenacidad  de  un  Vicario  y  la 
desconsideración  manifiesta  de  un  Ar;cobispo  á  la  Sede 
Apostólica.  El  accidentado  pleito  de  Covarrubias  es  un 
ejemplo  acabado  de  las  contiendas,  tan  frecuentes  como 
empeñadas,  que  entre  sí  mantenían  en  aquel  tiempo  los 
Obispos  españoles  y  los  Nuncios  de  la  Santa  Sede;  del  fa- 
vor que  en  el  momento  decisivo  prestaban  los  Reyes  y  el 
Consejo  á  la  jurisdicción  episcopal  contra  la  apostólica; 
del  sistema  de  retención  que,  á  semejanza  del  seguido  por 
el  Consejo  Real  contra  las  Bulas  y  Breves  de  los  Papas, 
empleaban  los  Obispos  y  sus  Vicarios  con  los  mandatos 
de  los  Nuncios;  de  la  persecución  sistemática  contra  exen- 
ciones y  privilegios  eclesiásticos  practicada  por  los  Prela- 
dos, con  la  complicidad,  cuando  no  con  el  amparo  mani- 
fiesto, del  poder  temporal;  y  finalmente,  de  la  ojeriza  con 
que,  por  los  abusos  y  desmanes  de  los  curiales  romanos, 
mirábase  aquí  toda  ingerencia,  fuese  ó  no  justa,  de  la  Nun- 
ciatura en  asuntos  disciplínales  de  la  Iglesia  española. 

Aunque  la  incapacidad  de  nuestros  Monarcas  del  si- 
glo xvii  fué  causa  de  relajación  en  todos  los  resortes  del 
poder  real,  de  relativas  libertad  é  independencia  en  todos 
los  demás  organismos  del  Estado,  y  de  inevitables  usurpa- 
ciones y  abusos;  aunque,  merced  también  á  la  exagerada 
piedad  suya,  tomaron  por  asalto  frailes  y  monjas  el  Gobier- 
no, teniendo,  por  su  influencia  sobre  el  Rey  y  la  Reina, 
principalísima  parte  en  los  negocios  públicos,  de  nada  sir- 
vieron, para  robustecer  su  autoridad,  á  los  ministros  del 
Papa  tan  favorables  circunstancias:  eclesiásticos  ó  segla- 
res, arrastrados  todos  ellos  por  la  corriente  general  de  las 
ideas,  los  Consejeros  de  Felipe  III,  de  Felipe  IV  y  de  Car- 
los II  jamás  retrocedieron  ante  el  empleo  de  ningún  arma 
política  para  someter  y  desprestigiar  la  jurisdicción  apos- 
tólica en  los  dominios  de  España.  Y  si  bien  por  la  llama- 
da Concordia  Fachinetti  remediáronse  en  parte,  al  mediar 
Aquel  siglo,  los  abusos  de  la  Nunciatura,  y  se  promovió  en 


454  ^'  °E  HINOJOSA 

algún  modo  la  observancia  de  la  jurisdicción  episcopal^ 
todavía  menudearon  los  conflictos  hasta  la  creación,  en. 
1771,  del  Tribunal  de  la  Rota,  que  en  vano  habían  veni- 
do reclamando  los  españoles  desde  fines  del  siglo  xvi  (0. 


(ij  Monseñor  Gamillo  Borghese,  Nuncio  extraordinario  en  la 
Corte  de  Felipe  II,  al  Cardenal  Aldobrandini,  Secretario  de  Esta- 
do de  Clemente  VIH,  á  27  de  Abril  de  1594,  en  cifra:  Archivo  Va- 
ticano, Arch.  Borghesiano,  cód.  III,  g4<:.— Memorial  de  Chu- 
macero  y  Pimentel,  cap.  X,  y  réplica  á  la  respuesta  de  Monseñor 
Maraldi. 


ANTONIO   RESTORl 


POESIE   SPAGNOLE 


APPARTENUTE    A 


DONNA  GINEVRA  BENTIVOGLIO 


I  lettori  penseranno  súbito,  come  pensai  io  quando  lessi 
il  nome  di  Donna  Ginevra  sulla  copertina  di  questo  pic- 
colo  canzoniere,  alia  celebre,  per  ferocia  e  beltá,  Donna 
Ginevra  Sforza-Bentivoglio;  anch'  essa  giá  nota  nella  re- 
pubblica  letteraria  poiché  a  lei  dedicó  il  libro  De  le  clave 
donne  il  bravo  Sabbadino  degli  Arienti  (i).  Ma  1'  etá  di 
questo  opuscolo  manoscritto,  che  a  prima  vista  rivela  di 
essere  non  piú  antico  del  primo  seicento,  vieterebbe  da 
sola,  se  altre  prove  mancassero,  di  pensare  a  lei.  Invece  é 
bene  per  cagion  sua  che  il  nome  di  Ginevra  si  ripercuote 
in  casa  Bentivoglio  cosi  frequentemente,  in  tutte  le  gene- 
razioni  del  secólo  xvii,  che  saremmo  imbarazzati  nella 
scelta  se  nel  frontispizio  del  libretto  non  vedessimo  accop- 
piato  a  tal  nome  quello  di  Donna  Caterina:  il  che  ci  per- 
mette  una  identitá  sicura  giacché  in  detto  secólo  una  volta 
sola,  nella  faníiglia  Bentivogli,  troviamo  insieme  una  Ca- 
terina e  una  Ginevra. 

Questo  libretto  é  il  primo  di  una  miscellaneaparmense 
[Ms.  parm.  1506]  che  contiene  dieci  opuscoli  mss.  di  va- 
ria etá  e  materia.  Consta  di  38  pagine  numérate,  di  carta 
ben  grossolana;  e  senza  numerazione  ha  due  fogli  in  prin- 
cipio di  cui  uno  ha  V  Índice  e  1'  altro  la  intavolaiura  per 
chitarra  spagnuola,  e  alcuni  fogli  in  fine  del  tutto  bianchi. 

(i)     Basta  qui  citare  Renier,  Giorn.  stor.  lelt.  ilal.,  XI,  205. 


.rQ  ANTONIO    RESTORI 

La  copertina  é  fatta  con  una  ruvida  carta  turchina,  ed  é 
questa  che  serve  da  frontispicio  con  le  seguenti  parole: 

Dell  III"^  Sig^-^  la  sig-^* 
Geneuera  Bentiuogli 

LIB*    DE    DIUERSE    CaNZONI    SPAGNUOLE 

ET   ItALIANE 

CoMPOSTE    DAL    S"''    M    IlL-'x"'    el   SEÑOR 

D.    GlACOMO    PoMPILIO    DE   CARDONA 

Domadoee  de  Muestros  Castigador 

DE  Vigliacos  magnadores  de  toda  la 

Forza  .  che  adora  la  Señora  D* 

Caterina  y  Zineura  damas  muy 

Hermosas  y  Galanas  besos  las 

Manos  (i). 

Donna  Caterina,  figlia  del  Conté  Francesco  Martinen- 
go  aveva  sposato  Enzo  Bentivoglio  fratello  di  Ginevra; 
le  due  dame  erano  dunque  cognate  (2).  E  i  luoghi  in  che 
esse  passarono  parte  della  loro  vita  spiegano  come  que- 
sto  libretto  sia  rimasto  qui  nel  Farmigiano  e  pervenuto, 


(i)  Parole  scolorite  e  di  lettura  dubbiosa  sonó:  Muestros 
f Maestros??]  e  tutta  la  linea  7.^:  For:;a  ecc.  Credo  peraltro  ave- 
re  letto  giusto:  e  forme  come  muestro  per  monstruo  non  sorpren- 
deranno  in  un  italiano,  che  per  di  piü  non  si  rivela  gran  conosci- 
tore  del  castigliano. 

(2)     Per  chiarezza  pongo  qui  un  piccolo  schemp  genealógico: 

Cornelio  Bentivoglio  (m.  1585) 


■        Enzo  (m.  1639)  Ginevra  (m.  1651) 

sp.  sp. 

Donna  Caterina  Marlinengo.     i.°  (nel  ,604)  Pió  Torelli  di  Mon- 

techiarugolo  ;m.  1612). 
2.°  (nel  1618)  Conté  Marcantonio 
Martinengo. 


POESIE   DI   GINEVRA   BENTIVOGLIO  457 

chissá  come,  nella  Palatina  parmense  (i).  II  Márchese 
Enzo  infatti  era  bene  spesso  a  Modena  e  ¡n  quel  di  Reggio; 
uomo  di  molte  lettere,  intendentissimo  di  cose  cavallere- 
sche,  di  feste  e  di  tornei:  principe  dell'  Accademia  ferra- 
rese  degli  Intrepidi;  e  in  Modena  doveva  riunirsi  nel  suo 
paIa2zo  nel  i6og  una  accademia  che  ebbe  poi,  presso  al- 
tro  patrono,  non  inonorevole  vita  (2).  Aveva  terre  e  beni 
sulla  rive  dell'  Enza,  e  parecchi  reggiani  aiutó  tra  cui  il 
medico  Magati  ch'  ei  fece  nominare  nel  i6i3  professore 
nello  Studio  di  Ferrara;  nel  i63i  ottenne  finalmente  dal 
Duca  di  Modena  il  titolo  di  Márchese  di  Scandiano.  Si 
piccava  di  architettura  e  d'  arte  decorativa  e  non  senza 
fundamento,  se  il  celebre  Aleotti  si  giovava  volentieri  del 
suo  consiglio  e  della  siia  cooperazione;  tanto  che  erigen- 
dosi  in  Parma  nel  1618  per  ordine  di  Ranuccio  II  il  fa- 
moso íeaivo  Farnese  il  Márchese  Enzo  modificó  i  primitivi 
disegni  di  quel  valentuomo  e  prolungandone  i  lati  lo  ri- 
dusse  da  semicircolare  all'  attuale  elegantissima  curva;  e 
anzi  pare  che  con  frequenti  visite  ne  sorvegliasse  per  qual- 
che  tempo  la  costruzione  (3).  Del  resto  il  gusto  e  1'  intel- 
ligenza  dell'  arte  e  della  poesia  erano,  e  da  parecchio  tem- 
po, comuni  in  casa  Bentivoglio:  fratello  di  Enzo  e  di  Gi- 
nevra  era,  per  citar  solo  un  nome,  il  famoso  Cardinal 
Guido,  diplomático  e  storico  insigne.  Enzo  puré  sostenne 
varié  cariche  pubbliche,  e  scrisse  in  versi  ed  in  prosa  (4). 

(i)  Queste  miscellanee  manoscritte  furono  in  gran  parte  messe 
insieme  dall'  Affó;  forse  a  lui,  gran  ricercatore  di  cose  e  scritti  lo- 
cali,  devesi  anche  la  presente. 

(2)  Cosí  il  LiTTA  (Famiglie  celebri.  I,  tav.  vi  e  vii)  ma  con 
inesattezze.  Cfr.  il  Tiraboschi,  Scrittori  modenesi.  I,  22,  e  III,  1 10. 

(3)  Vedi:  DoNATr,  Descrijioue  del  Teatro  Farnese:  Parma, 
Blanchon,  1817.  11  teatro  fu  inaugúrate  nel  [6i8  per  le  nozze  del 
giovine  Odoardo  Farnese  con  splendide  feste  dirette  da  due  capi 
supremi;  uno  era  il  nostro  Enzo. 

(4)  II  Ltta  dice  che  alcune  poesie  di  Enzo  sonó  nelle  rime 
scelte  di poeti  Jerraresi  raccolte  e  pubblicate  dal  Barufjaldi.  lo 
del  Baruffaldi  non  ho  potuto  trovare  che  una  Disscrtatio  de poe- 
tisferrariensibus.  Ferraría  iCoS;  ¡v¡,  a  pag.  _'!4,  dice  solamente 


AcS  ANTONIO    RESTORI 

Dalle  sue  terre,  dalle  belle  e  solatie  colline  del  Reggiano, 
egli  poteva  vedere  sull'  opposta  riva  dell'  Enza  toireggiare 
maestosa  la  rocca  di  Montechiarugolo  ove  era  sua  sorella 
Ginevra,  andata  sposa  del  Conté  Pió  Torelli  nel  1604  (i). 
La  casa  Torella  era  allora  ben  degna,  per  ricchezze  e  splen- 
dore  di  cultura  letteraria  e  artistica,  di  ospitare  una  Ben- 
tivoglio:   f.  la  rocca  di  Montechiarugolo  era  ancor  tutta 
piena  delia  fama  e  dell'  operositá  del  Conté  Pomponio, 
padre  di  Pió,  letterato,   poeta  trágico,  diplomático,  acca- 
demico  insigne;  e  anch'  egli  cosi  competente  in  cose  ca- 
valleresche  da  scrivere  un  lungo  e,  cosa  strana,  non  mol- 
ió noioso  trattato  sui  Doveri  del  Cavaliere  (2).  Chissá  quan- 
te  volte,  o  da  Parma,  o  traversando  1'  ampio  e  facile  gua- 
do  deír  Enza,  si  riunirono  in  famigliari  e  allegri  conve- 
gni  il  Bentivoglio  e  il  Torelli  e  la  Marchesa  Caterina  e  la 
Contessa  Ginevra;  e  in   piccola  e  domestica  compagnia, 
dal  loggiato  superbo  che  domina  la  distesa  e  verde  vallata 
(nel  quale  ancora  si  legge  graffito  sul  muro  il  nome  di  Pió 
Torello  e  il  ricordo  della  sanguinosa  sua  fine),  di  la,  dice, 
chissá  quanteserate  rallegrarono  col  canto  e  col  suono  della 
chiiarriglia.  E  in  quella  festosa  ristretta  intimitá  io  credo 
che  ci  fosse  anche  lui,  il  Domadora  de  Muestras  e  Casiigador 
de  Vigliacos,  e  immagino  le  argentine  risate  delle  nobili 

che  vide  di  Enzo,  nelle  mani  di  alcuni  suoi  amici,  varía  matius- 
crípta  quce  anctorem  suavissima  dulcedine  rejertiim  fuisse  os- 
tentant.  E  della  sua  vita  dice  soXiamo:  jlorebat  circa  1620. 

(i)  E  precisamente,  il  19  gennaio  1604,  in  cui  fu  rogato  1' atto 
di  nozze.  Questa  data  risulta  da,un  appunto  di  un  mazzo  di  do- 
cumenti  [Archivio  di  Stato:  Torelli,  carte  feudali  1603-14,  mar- 
70  VII]  ma  1"  atto  nuziale  manca.  Pió  Torelli  fu  uno  dei  nobili 
decapitati  nel  1612  per  la  famosa  congiura  contro  il  Duca  Ranuc- 
cio;  da  quell'  anno  finisce  la  prosperitá  dei  Torelli,  perché  i  beni 
fur'ono  confiscati.  Donna  Ginevra  non  fu  molestara;  pare  che  par- 
tisse  da  Parma:  ma  fino  al  1617  ebbe  frequenti  relazioni  con  la 
Camera  Ducale  per  restituzioni  di  beni  e  mobiglie  sue  proprie  sta- 
te  confíscate  perché  credute  del  Conté  Pió  [Arch.  Torelli,  Fa- 
miglia,  mazzo  11]. 

(2)     Su  Pomponio  v.  Affó,  Scrittori  parmensi,  IV,  262. 


POESIE    UI    GINEVRA   BENTIVOGLIO  459 

dame  quand'  egli  accompagnandosi  colla  chitarra  ¡ntonava 
neir  allegro  metro  della  sarabanda  il  Díngile  díngilindáyna: 
oppure  contraffacendo  il  miagolio:  puf  capuf  maragnau 
gnaii,  cantava  le  epiche  lotte  del  gato  de  Antón  Pintado  con 
la  gata  de  la  tripera. 

Infatti  questo  libretto,  lo  sí  vede  súbito,  non  doveva 
figurare  nella  ricca  librería  del  castello;  esso  non  é  che 
uno  scartafaccio  ove  furono  trascritte  alia  lesta  alcune 
strofette  preferite  e,  ció  che  aveva  senza  dubbío  maggior 
interesse,  la  intavolatura  e  la  segnatura  per  la  cosidetta 
chitarra  spagnuola  o  chitarriglia.  Tutte  le  poesíe  hanno 
infatti,  sulla  prima  strofa,  segnate  le  lettere  che  indicano 
r   accordo  d'  accompagnamento    peí  canto;   e  non  v"  ha 
dubbio  che  per  questo  solo  avesse  qualche  pregio  agli  occhi 
di  Donna  Ginevra  un  opuscoletto  cosi  poverello.   Forse 
apparteneva  a  un  cavaliere  (certe  poesíe  sembrerebbero, 
almeno  nel  secol  nostro,  piú  adatte  a  una  brígata  ma- 
schile  che  a  gentili  dame),  forse  a  un  párente:  ed  essendo 
piaciuta  qualche  canzone  alie  udítríci  il   possessore  ne 
avrá  fatto  dono  córtese,  rialzando  la  meschínitá  del  rega- 
lo  con    una  dedica  reboante   e   solennemente   scherzosa. 
Perché  ín  quel  frontispizio  non  mi  pare  che  ci  sia  nulla 
da  prendere  sul  serio;  non  c'  é  che  1'  intenzione  di  ridere 
un  pochino  (e  sebbene  non  fosse  vendetta  allegra,  era  pur 
la  sola  che  avesse  allora  la  nostra  patria)  della  albagia  e 
della  gonfiezza  che  tradizionalmente  si  imputava  ai  domi- 
natori  Spagnuoli.  Quelle  vittorie  su  Mostri  e  su  Vigliac- 
clii  son  certo  fantastiche,  e  quel  Seglar  Muy  illustre  Señor  il 
quale  adora  le  due  dame  muy  hermosas  y  galanas,  lascia 
chiaramente  trasparire  lo  scherzo,  e  nello  stesso  scherzo, 
s'  io  non_m'  inganno,  un  grado  di  intimitá  difficilmente 
verisimile  in  chi  non  fosse  dimestico  per  parentela  o  affi- 
nitá  di  famiglía. 

In  tal  caso  anche  il  nome  cosi  solenne  di  Don  Giacomo- 
Pompilio  de  Cardona  sarebbe  una  gonfiatura  scherzosa.  Un 
Pompilio  c'  era  veramente  ín  casa  Torelli  ed  era  fratello 
del  Conté  Pío  e  perció  cognato  di  Donna  Ginevra;  era 


,5o  ANTONIO    RESTORI 

figlio  naturale,  nato  al  Conté  Pomponio  da  un  amor  cam- 
pestre nei  pressi  appunto  di  Montechiarugolo:  ma  il  pa- 
dre  che  n'  era  amantissimo,  lo  riconobbe,  lo  volle  edúca- 
te con  i  figli  legittimi  e,  cresciuto  in  etá,  tanto  fece  che 
gli  ottenne,  malgvado  gli  Statuti  dell'  Ordine  che  inibivano 
i  bastardi   il  cavalierato  di  Malta.  Ho  accennato  a  luí:  ma 
non  vorrei  insistere  in  una  ipotesi  cosi  vaga  che  si  risolve 
in  una  mera  possibilitá.  Certo  é  che  ,1  nome  di  Giacomo 
Pompilio  de  Cardona,  per  quanto  io  sappia,  non  ha  mai 
figurato  nella  onorata  serie  dei  limatón  spagnuoh;  e  che 
puó  bene  per  ischerzo  mascherare  il   proprio  nome  chi. 
certo  per  ischerzo,   mentiva  la  proprietá.   Perché  queste 
poesie  che  qui  si  dicono  composte  da  lui,  é  ben  difficile  che 
sieno  veramente  sue.  Una  (la  xn)  era  giá  stampata  m 
Ispagna  prima  del  i588,  e  ne  dovevano  correré  vane  ver- 
sioni  perché  la  si  ritrova  con  forti  varianti  in  un  canzo- 
niere  Classense  scritto  in  Madrid  nel  iSSg:  il  che  e  indi- 
zio  ch'  era  anterioie  di  non  poco.  Un'  altra  ()a  vi)  e,  con 
poche  varianti,  nella  nona  parte  del  Romancero  general, 
dunque  anteriore  al  iSg?;  e  a-ltre  tre  (la  vil,  xi,  xv)  sonó 
con  diversitá  non  lievi  nel  giá  indicato  Classense  del  iSSg; 
del  quale  spero  dar  presto  notizia  ampia  e  degna  di  quella 
voluminosa  e  interessante  raccolta.  Per  di  pm,  le  4  poesie 
italiane  qui  trascritte  (vedi  i  numeri  xvi-xix)  con  certez- 
za  non  sonó  sue.   Chi  pensi  alia  significazione  di  questi 
dati    e  osservi   inoltre  che  le  varianti  del  presente  opu- 
scolettosonó  quasi  sempre  veré  storpiature,  e  che  la  mano 
che  lo  scrisse  é  certamente  italiana,  trovera  difficile  a  cre- 
dere  che  il  vero  autore  ne  sia  questo  Don  Giacomo  che 
adorava  due  belle  dame  qui  nel  Parmigiano  tra  il  1604  e 

'  Chiunque  ei  sia,  e  fosse  pur  egli  il  vero  autore,  non 
avrá  da  insuperbirsi  troppo  della  ereditá  lasc.ata  a.  poste- 
ri  E  non  ha  neppur  molto  signifícate  il  fatto  che  un  li- 
bretto  di  canzohette  spagnole  servisse  di  svago  m  casa 
ToreUi  e  in  casa  Bentivoglio.  Siamo  nel  primo  scorc.o 
del  secólo  xvii,  e  chi  o  bene  o  male,  e  forse  piú  mal  che 


POESIE    DI    GINEVRA    BENTIVOGLIO  461 

bene,  non  spagnoleggiava  dei  nobili  d'  allora?  Non  senza 
qualche  interesse  sarebbe  la  música  di  queste  canzoncine 
di  tipo  piü  o  meno  popolare,  ma  la  segnatura  per  chitarri- 
glia  non  puó  indicaici  la  melodía;  essa  non  ci  dá  che  gli 
accordi  di  accompagnamento  di  tratto  in  tratto;  ncgli  in- 
tervaíli  c'  era  una  specie  di  melopea  ad  libitum  o  decla- 
mazione  musicale?  o  c'  era  una  vera  melodia,  saputa  a 
memoria  e,  in  caso  di  bisogno,  suggerita  da  questi  accor- 
di? E  questi  stessi,  erano  veri  accordi  o  si  facevano  ar- 
peggiando?  Non  sappiamo  rispondere  a  queste  domande. 
Ad  ogni  modo  poiché  questa  intavolatura  é  idéntica  a 
quella  data  da  Giovanni  Stefani  nei  suoi  Affetti  auiovosi 
del  1621,  ho  potuto  agevolmente  tradurre  alcune  di  que- 
ste segnature  musicali,  e  comunico  in  fine  le  trascrizioni 
di  quattro  di  queste  poesie  (i  numeri  ii,  vi,  x  e  xiv):  quel- 
le  cioe  che  mi  parvero  di  tipo  piú  popolano,  e  peí"  la  fre- 
quenza  degli  accordi  potessero  suggerire  (almeno  qua  e 
lá,  specialmente  nelle  cadenze)  una  certa  linea  melódi- 
ca (').  Cosí  anche  1'  arte  dei  suoni  volli  che  venisse  a  so- 
stenere  questa  mia  tenue  fatica.  Tanto  tenue,  anzi,  che 
sará  bene  avvertire  che,  nell'  intenzione  mia,  questa  scrit- 
tura,  che  non  sarebbe  altrimenti  conveniente  all'  occasio- 
ne  e  all'  Uomo  al  cui  nome  si  raccomanda,  non  é  che  1' 
avanguardia  di  una  serie  di  studi  coi  quali  vorrei  far  me- 
glio  conoscere  altri  canzonieri  spagnuoli  ora  o  ignoti  o 
mal  noti.  Una  primizia,  dunque:  e  alie  primizie,  si  sa,  non 
bisogna  poi  chiedere  troppo  sapore. 

[In  questa  stampa  tranne  il  porre  le  maiuscole  e  i'  inter- 
punzione  si  mantiene  1'  ortografía  del  códice.  Le  correzio- 
ni  sonó  indicate  coi  soliti  segni  ( )  e  [  ]  che  indicano  da 

(i)  Tolgo  queste  indicazioni  al  competentissimo  D.  Óscar 
Chilksotti  al  qual  appuiito  si  deve  la  traduzione  della  intavola- 
tura e  delle  canzonette  dello  Stefani  (Cfr.  Biblioteca  di  rarita 
musicali  edita  da  Ricordi,  vol.  111);  egli  spinse  la  bontá  fino  a 
trasciivermene  una  di  sua  mano  (la  vi),  e  m'  é  caro  rendergli  le 
dovute  giazie. 


^.62  ANTONIO    RESTORI 

io'^liere  o  aggiungere:  ove  ció  é  ¡mpossibile  si  ricorre  alie 
note.  Precede  una  tabla  o  Índice,  che  credo  inutile  porre 
qui,  poiché  porro  in  fine  1'  Índice  in  ordine  alfabético.  Qui 
osserveró  che  in  questa  tabla  iniziale  manca  la  poesia  XXI: 
peché  in  origine  non  era  nel  libercolo  ma  su  foglio  volan- 
te attaccato  agli  altri  con  uno  spillo.  Segué  1'  iniavolatura 
che  ometto.] 

I 

[Pág.  1.] 

Yo  solo  soy  a  quien  falta  uentura, 

ausencia  es  mi  dolor  y  my  tristura. 

Ay  de  my         que  muero  sin  gozar  tu  ermosura. 

Uentura  fue  la  mia  (yo)  en  amarte, 
'  mas  temo  que  de  mi  as  de  oluidarte. 

Ay  de  my        que  amor  es  contra  mi  en  aquesta  parte. 

Amor  es  contra  my,  yo  bien  lo  veo, 

que  en  solo  sospirar  siempre  me  empleo. 

Ay  de  my         que  muero  y  siempre  crece  my  deseo. 

'*'  Dichioso  del  que  quiere  si  es  querido, 

mas  qual  es  el  que  goze  en  tal  partido? 

Ay  de  my         que  dizen  que  1'  ausencia  causa  olvido. 

[Pág.  2.] 

Ausencia  es  mi  dolor  mas  verdadero; 

(mas)  es  tan  grave  mi  mal  que  en  vida  muero. 
<s        Ay  de  my        que  nadie  (te)  quiere  como  [yo]  te  quiero. 

4:  forse  manca  qualcosa. —  6:  nel  ms.  aqueste.  — 14:  nel 
ms.  mal  quien. 

II 

I.     [Pág.  3.]  Hir  me  quiero  madre 

a  la  galera  nueva 
con  el  marinero 
a.  ser  marinera, 
'  con  el  marinero 

a  ser  marinera. 


POHSIE    DI    GINEVRA    BENriVOGLIO  463 

La  fe  sin  despojos, 

muerta  la  esperanza, 
dejó  una  mudanza 
*"  sin  agua  mis  ojos. 

Celos  y  enojos 
me  ecchan  en  galera 
con  el,  ecc. 

[Pág.  4.]  Mi  mal  siento  tanto 

"  que  my  corta  suerte, 

qual  cisne  a  la  muerte 
celebro  con  ¡il)  llanto. 
Mis  desdichas  canto, 
porque  me  ecchan  fuera 
con  el,  ecc. 

-o  Pues  de  azules  mares 

Bireno  es  piloto 

cumpliré  su  uoto 

surchiando  pesares: 

tropelüando  azares 
"  sigo  la  bandera 

con  el  marinero 

a  ser  marinera. 


II.  Motivo assairipetuto;  maidentico  ritornello,  metro, 
quasi  da  parere  parti  di  una  stessa  poesia  é  il  cantarcillo 
spagnolo  attribuito  al  grande  Camoens,  edito  nella  Bibl. 
del  Rivadeneyra,  XLII,  37.  -3:  nel  ms.  un  segno  specia- 
le  indica  il  ritornello;  io  lo  indicheró  col  corsivo. — 9:  nel 
ms.  deyo.  — 11:  nel  ms.  zelosos, — 17:  nel  ms.  celebra. 

Inutile  ricordare  quante  di  queste  letrillas  marinaresche 
si  trovino  nella  poesia  semipopolare  di  Spagna;  quante 
fanciulle  si  sieno  imbarcate  sul  mare,  piü  o  meno  allego- 
rico,  della  passione  amorosa.  Una,  che  non  ricordo  aver 
visto  stampata,  é  anónima  al  fol.  40  del  ms.  /,  E.  3g, 
della  Nazionale  di  Napoli.  E'  intitolata  Folias.  Un'  altra 
che  appartiene  evidentemente  a  questo  genere  grazioso  é 
al  n.°  45  del  Laberinto  amoroso,  ^aragoca,  i638  (cf.  Voll- 
moller  in  Zeits,  I,  96),  che  comincia: 


.g.  ANTONIO    RESTORI 

Madre  la  mi  madre, 
JO  me  he  de  embarcar. 

II  testo  di  Napoli  é  questo: 

Por  amores  madre 
paso  yo  la  mar 

plegué  á  dios  que  los  vientos 
me  dexen  pasar. 

Marinero  amor 

duélate  mi  vida 
en  el  mar  perdida 
de  ausencia  y  temor, 
que  sin  tu  fauor 
mi  esperanca  anego, 
y  aunque  tanto  fuego 
me  puede  saluar 
plegué  a  dios,  ecc. 

Ayrados  los  cielos 

para  darme  enojos 
al  mar  de  mis  ojos 
pgsan  mis  recelos 
fortuna  de  celos 
y  de  olvido  calma, 
la  nabe  del  alma 
quiere  nabegar; 
plegué  a  dios,  ecc. 

Madre,  qué  me  admiro 
si  el  mar  acreciento, 
y  es  mayor  el  viento 
quanto  más  suspiro 
y  el  norte  que  miro 
su  luz  escurece? 
Mas,  pues  todo  crece, 
morir  y  callar! 

Plegué  a  dios  que  los  vientos 
me  dexen  pasar. 


POESIE   DI    GINEVRA.    BENTIVOGLIO  465 

III 

[Pág.  5.]     Ay  enemigo  amor,  enemigo, 

ay  enemigo  amor,  enemigo  amor: 
ay  traydor,  quanto  me  days  dolor. 

Das  a  todos  los  que  siguen 
'         los  antojos, 

premyandoles  con  enojos 
y  no  dándoles  fauor. 
Ay  enemigo,  ccc. 

Tu  seras  my  enemigo 
'"  sempitierno 

pues  que  nunca  as  sido  tierno 
en  las  llamas  del  amor. 
Ay  enemigo,  ecc. 

[Pág.  6.]     De  primero  das  gran  gusto 
"  con  amores, 

y  al  ultimo  das  dolores, 
y  por  esto  [eres]  traydor. 
Ay  enemigo,  ecc.  • 

17:  nei  ms.  esto  íe  llamo  tr. 


IV 


[Pág.  7.]     Dura  pensamiento 

dura  pensamiento 

que  me  das  contiento 

que  me  das  contiento  contiento. 

'  Pensamiento  estraño 

de  my  dulce  engaño 
no  dures  un  año(s) 
syno  dura  ciento, 
que  me  das,  ecc. 

•"  Pensamiento  mió 

pues  que  de  uazio 
•1  30 


466 


ANTONIO    RESTORI 

my  pechio  te  fyo 
dura  en  el  de  asiento, 
que  me  das,  ecc. 


[Pág.  8.]  "  Pues  está  segura 

en  ty  mi  uentura, 
pensamiento  dura, 
no  te  lleve  el  viento, 
que  me  das,  ecc. 

»o  Estando  tu  quedo 

viv[i]i-é  sin  myedo, 
pues  contigo  puedo 
conseguir  my  intiento; 
que  me  das,  ecc. 

IV.     In  margine  e  ripetuta  la  strofa  iniziale  (vv.    1-4) 
con  aitre  lettere  di  segnatura  musicale   e  con  la   nota: 

queda  e  unaltr'  ayia.^iS:  nel  ms.  lleva  e  lo  v. 


V 


[Pág.  9  ]  Ay  corazón  marmóreo  en  pecho  armido, 
en  pecho  armido, 

que  no  pudieron  lagrimas  doblarte? 
Ay  uida  triste(sl  [ejspirito  afligido, 
»  que  no  pude  acabarme  ni  acabarte, 

que  no  pude  acabarme  ni  acabarte! 

Ay  ojos  tan  crueles  que  haueis  sido, 
que  haueis  sido 

de  toda  mi  passion  la  mayor  parte, 
quando  queréis  dar  fin(e)  a  mis  enojos? 
Ay  corazón  ay  alma  ay  uida  ay  ojosl 
Ay  corazón  ay  alma  ay  vida  ay  ojos 
ai  corazón 
ay  alma 
15  ay  uida 

ay  ojos 

ay  vida  ay  ojos 
ay  alma  ay  uida  ay  ojos. 


POESIE   DI    GINEVRA   BENTIVOGLIO  467 

[Pág.  10.]    Ay  tiempo  ay  fortuna  ay  duro  hado, 
,  -"         ay  duro  hado, 

ay  lagrimas  en  uano  diuertidas, 
ay  pensamiento  al  c¡el[o]  tramontado, 
ay  largas  esperanzas  ya  perdida[s], 
ay  largas  esperanzas  ya  perdida[s]. 

"  Ay  bataglia  d'  amor  que  m'  ha  dexado 
que  m'  ha  dexado 
el  cuerpo  todo  lleno(s)  de  feritas, 
y  te  Ueuas  mi(s)  alma  por  despojos! 
Ay  corazón  ay  alma  ay  uida  ay  ojos! 
ecc.  (come  ai  vv.  11-18). 

16  2:  armiAo  ignoro  cosa  possa  essere.— 5  e  6:  ¡1  ms. 
ha:  qiií  no  pudieron  cabarme  ni  cubarte. — y  e  8:  nel  ms. 
lumen  sido,— In  questa  poesia  le  lettere  di  segnatura  mu- 
sicale  non  sonó  soltanto  sulla  strofa  prima  ma  sopra  tutto 
il  testo;  forse  perché  la  stiuttura  melódica  ne  é  ingegnosa 
e  complicata;  quanto  alia  struttura  métrica,  tolte  tutte  le 
ripetizioni,  si  vede  che  consiste  di  due  ottave  precise. 

VI 
[Pág.  ir,  12  e  13.] 

Lo  que  me  quise  me  quise  me  tengo. 

VI.  E  una  letrilla  che  dal  Romancero  general  [ediz. 
1604,  carta  33i]  passó  anche  nella  raccolta  del  Duran,  al 
núm.  1871.  Dó  le  varianti  del  parmense,  riferendomi  alie 
linee  di  stampa  del  Duran: 

Linea  6:  gozazen.—7;  con  ellas  ardiesse.— 10:  Tanam.  s. 
—11:  y  tan  [a]  mis  gustos.— j2i:  que  en  mi  casa.— 2^-26: 
mancano  e  ci  sonó  invece  questi: 

Si  compro  la  saya, 
la  locca,  el  giubon, 
jamas  mi  pregunta.- 
muger  quien  le  dyó? 

35:  pletencieyo.—36:acoshelHador.—37:ua  abad  carmello. 


468 


ANTONIO    RESTORI 


VII 


[Pág.  14.]  Gasto  la  uida  seruiendo 

sigue  los  ojos  llorando 
gasto  el  corazón  penando 
Y  porque  uiiie  muriendo 
»  el  tiempo  se  ua  largando. 

Todo  el  gasto  ago  yo 
recibo  yamas  leuido 
solamente  recibido 
la  fe  que  amor  me  dio 
i«  quando  el  corazón  le  dyo. 

[Pág.  15-]  De  mi  propia  condición 

•soy  a  miseria  soggeto 
stan  engañada  passion 
e  se  no  uiene  in  effetto 
»»  basta  mi  maxination. 

S'  jmagine  lo  que  fue 

lo  que  dczir  me  destruy 
yo  digo  donde  me  yre 
s'  el  minor  mal  me  destruy 
»»  con  el  mayor  que  are. 

VII  Questa  poesía  é  data  letteralmente  come  nel 
ms  Le  varianti  che  do  piú  sotto  permettono  di  raccon- 
ciare  alquanto  questo  cómico  imb.oglio.  La  poesía  trova- 
si  anche  nel  canzoniere  Classense  (carta  44).  commciando 
con  tre  strofe  che  qui  mancano: 

CANCIÓN 

Muchos  ay  que  con  llorar 
dan  alibio  a  su  pasión: 
yo  que  tengo  mas  racon 
no  yuedo  lagrimas  dar 
porque  llora  el  coracon. 


POESIE    DI    GINEVRA    BENTIVOGLIO  469 

X44  V.]  Esta  tan  amortiguado 

que  no  lo  siento  én  mi  pecho, 
el  qual  pienso  aver  causado 
que  de  tanto  aver  llorado 
en  lagrimas  se  a  disecho. 

Y  pues  falta  el  coraron 
en  lagrimas  consumido 
do  sobra  tanta  rajón 
para  llorar  mi  passion 
otro  nuevo  me  a  venido. 

Gasto  la  vida,  ecc. 

Varianti. — 2:  gasto  los. — 4:  y  pues  que. — 5:  y  el  t.  se  va 
acabando. — 7:  le  vi. — 8:  receví. — lo:  le  dy.  Mancano  nel 
Classense,  purtroppo,  le  due  strofe  ultime  (v.  11-20). 


VIII 


[Pág.  16.]  Se  con  tanto  oluido 

pagáis  tanta  fe 

ha  ha  ha 
ha  ha  hai  que  me  moriré, 

'         Amor  con  amor 

si  suele  pagar, 
y  uos  queréis  dar 
por  amor  dolor. 

si  solo  un  fauor 
'"  en  uos  nunca  alie 

ha  ha,  ecc. 

Paga[is]  lo  que  os  quiero, 
pues  me  veys  perder, 
sol  con  [el]  creer 
"  que  por  uos  me  muero. 

Sy,  solo  esto  espero 
pues  tan  ceno  se 
ha  ha,  ecc. 


470 


ANTONIO    RESTORI 


IX 


[Pág.  17.]  Don  P¡ntado(s)  a  la  ventana 

en  manera  muy  galana 
se  comia  la  seraquilla. 

Euiua  la  Margaritilla 
•  euiua  uhia  la.  Margaritilla. 

E  cantava  una  canción 
sin  penas  del  corazón 
retornasse  en  la  portilla. 
Euiua,  ecc. 

'O         Las  saracas  es  mejor 

que  las  ranas,  han  sabor 
que  no  lo  liene  1'  anguilla. 
Euiua,  ecc. 


3:  Nel  ms.  staua  comiendo  la  s. — 8:  non  intendo. 

X 


[Pág.  18.]  Quando  salen  de  1'  alba 
los  areboles 
se  regala  la  niña 
con  sus  amores 

se  regala  la  niña  con  sus  amores 

con  sus  amores. 


Pierias  son  tus  dientes 
de  oro  el  cabello 
y  un  milagro  raro 
tu  rostro  bello. 


No  perdays  mi  uida 

yo  hauer  del  frayle 
que  aunque  sol  auna 
por  quatro  uale. 


POESIE   DI    GINEVRA    BENTIVOGLIO  471 

fPág.  19.]  Vaiase  apoco  apoco 
moreno  mió 
porque  todos  vengamos 
a  un  tiempo  mismo. 

X.  Nel  ms.  pare  un'  uniea  poesía,  ma  in  realtá  son  4 
chistes  diversi,  nella  forma  sólita  popolare.  Non  intendo, 
né  saprei  raggiustare,  il  teizo.  Forse,  con  senso  poco  ca- 
sto: No  p.  m.  V.  haber  (forse:  amor)  delfr.  q.  a.  sol  ha  uno, 
por,  ecc. 


XI 


[Pág.  20.]  De  mis  tormientos  y  enojos 

ganados  porfía  y  passion 
la.  culpa  tienen  ¡os  ojos 
y  la  pena  el  coraron. 

'         Si  dentro  de  un  falso  pecho 

se  encubre  engaño  y  mal, 

que  culpa  tiene  el  leal 

de  lo  que  el  traydor  ha  eccho? 

La  causa  de  estos  enojos 
"'  y  quien  fue  de  este  occasion 

la  tiene[n]  toda  los  ojos 
y  la  pena  el  corazón. 

[Pág.  21.]  Ellos  fueron  causadores 

de  tantos  dessassosiegos, 
•'  y  pues  han  sido  traydores 

que  sean  en  llorar  ciegos. 

XI.  Questo  frammento  é  dato  come  nel  ms.  Negli 
Scherzi  amorosi,  canzonette  ad  una  voce.  Venezia,  Vincenti 
1622,  ce  ne  é  una  spagnuola,  forse  questa,  che  comincia 
De  mis  tormentos  (v.  Vogel,  Vocahnnsik  Italiens,  II,  5io). 
Nel  Classense  (a  carta  r65)  ce  n'  é  una  diversa  lezione  o 
forse,  tranne  la  i.'  strofa,  una  glosa  distinta.  Métricamen- 
te é  piú  esatta: 


472 


ANTONIO    RESTORI 

De  mis  tormentos  y  enojos 
guanados  por  fe  y-  pasión 
la  culpa  tienen  los  ojos 
y  la  pena  el  coraron. 

Si  dentro  de  un  falso  pedio 
se  insiera  un  secreto  tal, 
que  culpa  tiene  el  leal 
de  lo  que  el  traydor  a  hecho? 
Y  si  por  darme  despecho 
me  dais  muerte  sin  rajón, 
la  culpa  tienen  los  ojos 
y  la  pena  el  coraron. 

Paguenlo  pues  se  atreuieron 
a  mirar  cosas  al  linas 
en  ermosura  excesivas 
a  quien  libres  se  rindieron, 
Y  pues  eclipsados  fueron 
quedando  en  fuerte  prisión 
la  culpa  tienen  los  ojos 
y  la  pena  el  coraron. 

El  que  a  sido  bien  perdido 
es  rason  viva  contento 
y  que  tenga  sufrimiento 
aunque  sea  aborecido; 
qitiera  bien  sin  ser  querido, 
que  fuerza  abatte  rajón, 
y  dé  la  culpa  a  los  ojos 
y  la  pena  al  coraron. 

La  mujer  es  variable 
y  se  muda  cada  luna 
semejante  a  la  fortuna 


que  ] 


amas  estuvo  estable; 


quando  mas  ayrada  os  hable 
responded  con  un  teston 
y  dará  gusto  a  los  ojos 
y  contento  al  corajon. 


POESIE    DI    GINEVRA   BENTIVOGLIO  473 


XII 


[Pág.  22.]  En  su  balcón  una  dama 

que  engañó  el  traidor  Bireno, 
a  quien  amor  fuera  mudo 
de  mejor  gana  que  ciego, 
■■         fenseñando  estaba  a  hablar 
a  un  papagayico  nuevo]. 
A  un  piquegno  papagayo 
le  sta  la  triste  diciendo: 

eccha  acá  la  barca  a  ati 
•"  eccha  acá  la  barca  a  au 

que  nel  mar  d'  amor  me  aniego. 

[Pág.  23].  «Como  estas,  Loro— le  dize — 
syn  mi  señor  y  tu  dueño?» 
El  paqaro  le  risponde: 
"  cComo  cautivo  achí  preso» 

fSi  tu  estas  como  cautivo 
yo  como  cautiva  quedo: 
yo  en  el  balcón,  tu  en  la  gaula, 
ambos  cercados  de  hiero» 
"  eccha  acá,  ecc. 

rPág.  24.]   «Pero  mol  podrá  quejarse 

quien  es  de  razón  ageno; 
yo  sy  que  podré  quejarme, 
que  no  me  vale,  y  la  tengo. 
•°         Quiero  a  quien  me  cautivó, 
y  sigo  al  que  va  [h]uyendo, 
pero  no  puedo  alcanzalle 
que  navega  a  vela  y  a  riemo.» 
eccha  acá,  ecc. 

XII.     E'   data    come  nel   ms.  tranne  i  versi   5   e  6: 

Mas  si  quisiera  ensegnarine. — Lo  que  pagara  estragnero,  che 
sonó  evidentemente  spostati  e  senza  significato;  ho  sosti- 
tuito  per  il  senso,  ma  senza  credere  che  cosi  fosse  in  ori- 
gine, i  primi  due  versi  di  altra  versione  che  ora  accenneró- 
Anche  al  verso  21  il  ms.  ha:  Pues  mal,  ecc,  che  guasta  il 


474  ANTONIO    RESTORI 

verso.  Questa  poesia,  o  una  quasi  idéntica,  dal  Flor  de  va- 
rios y  nuevos  romances  del  iSgi  (ma-  si  crede  a  edizioni  an- 
teriori  al  i588)  passó  nella  laccolta  del  Duran,  al  n.°  1590 
(e  V.  anche  Índice  a  pag.  683).  Una  lezione  diversa,  piíi 
scorretta  ma  piú  completa,  é  nel  Classense  a  carta  io3. 
Nessuna  delle  tre  e  proprio  popolare  (per  qnesta.  parmense 
basterebbe  quel  traidor  Bireno  a  provarlo);  ma  delle  tre  la 
parmense  é  la  piú  semplice  e  forse  la  piú  vicina  all'  ori- 
gine; i  versi  13-19  hanno  sapore  popolare.  Comunico  la 
lezione  del  Classense  perché,  sebbene  scorrettissima,  com- 
pleta e  talora  corregge  quella,  anch'  essa  poco  buona,  de 
Flor  e  del  Duran: 

CANCIÓN 


[103  verso.]    Enseñando  está  a  hablar 
a  un  papagayo  nuevo 
una  niña,  de  quince  años, 
de  albas  manos  y  ojos  negros. 

Da  acá  la  barca  hau 
qii^  en  el  mar  de  amor  me  aniego. 

—  Como  estás,  loro? — te  dice—  • 
j-  el:  — como  cautivo  preso — 
pues  andará  estas  rabones 
y  uete  libre  de  preso. 
Da  acá,  ecc. 

Y  el  mismo  es  la  que  enseña 
ha^er  de  sus  damas  eco, 
[104]  que  en  ser  nuevo  el  papagayo 

no  se  las  pronuncia  enteros. 
Da  acá,  ecc. 

Mas  uiendo  que  para  hablar 
no  halla  libertad  ny  tiempo 
ha^e  de^ir  sus  cuydados 
al  pajarilla  moderno. 
Da  acá,  ecc. 


POESIE    DI    GINEVRA    BENTIVOGLIO  475 

Y  crece  mas  la  tonneuta 

por  la  falta  del  remero 
que  estaua  en  mar  de  pasiones 
martiricada  de  celos. 
Da  acá,  ecc. 

Tu  deseas  libertad 
yo  bonaca  deseo 
harete  interprete  en  mis  males 
y  decid  como  voy  diciendo: 
Da  acá,  ecc. 

Desque  le  di  la  palabra 
de  serle  fiel  marinero 
y  que  me  la  hacen  quebrar 
dándome  a  pilólo  nuevo. 
Da  acá,  ecc. 

Y  que  embie  por  mi  su  barca 

y  que  le  aumente  los  remos 
para  que  ¡legue  conmigo 
[104  verso.]  presto  a  su  amoroso  puerto. 

Da  acá,  ecc. 

Que  me  amedrientan  las  ondas 
y  que  me  cansan  los  uientos 
viendo  que  no  hallo  ninguno 
quien  me  ayude  en  mis  extremos. 
Da  acá,  ecc. 

Sal,  loro,  de  adonde  estas, 
ved  procurar  mi  remedio 
y  di  a  mi  dulce  amante 
como  por  el  peno  y  muero 
y  estiende  tus  verdes  alas 
y  rompe  el  ayre  diciendo: 
Da  acá,  ecc. 


XIII 

[Pág.  23.]      Ben  mi  uedrai  ben  mió  misero  amante 
misero  ma  costante 
uerays  mi  corazón  enamorado 


,yS  ANTONIO    RESTORI 

antes  muerto  que  mudado 
•  antes  muerto  que  mudado. 

Armat'  ho  il  cor  d'  adamantina  fede 
ch'  a  riissun  colpo  cede 
se  la  flecha  amorosa  V  ha  alliegado. 
Antes,  ecc. 

[Pág.  26.]  '"  S'  armi  (pur)  fortuna  el  ciel  a  daño  mió 
fermo  fia  il  mió  desio: 
no  teme  ghiera  quien  sta  bien  armado. 
Antes,  ecc. 

lo  morro  prima  e  prima  morir  chiero 
che  may  cangiar  pensiero. 
My  señora,  my  amor  esta  si  fuerte 
que  mattar  nol  puede  muerte 
que  tnattar  nol  puede  muerte. 


XIV 


[Pág.  27.]  El  gatto  d'  Antón  Pintado 

y  la  gatta  de  la  tripera 
el  uno  air  otro  se  espera 
en  la  falda  de  un  te(n)xado; 
»  el  gattillo  enamorado 

a  la  gatta  dixo:  puf. 

Olanta  y  puf 
ni  capana  ni  capuf 
olía  ¡a  pulan  maragnau  guau 
•o  gnau  gnau  gnau  gnau  gnau. 

El  gatto  dyó  tal  cayda 

que  quedó  todo  turbado, 
y  aunque  se  vyó  asi  spantado 
dyó  luego  [o]tra  rremettida. 
"  La  gatta  de  repentida 

se  uoluyó  e  le  dixo:  puf, 
Olanta,  ecc. 


[Pág.  28.]  Metióse  allá  en  la  cucin 

el  gatto  muy  da  repen 


a 
te. 


POESIE    DI    GINEVRA    BENTIVOGLIO  477 

y  tomóle  un  accidente 
de  ver  la  gatta  mu[h]ina. 
Llamándole  la  uesina 
el  gado  le  dixo:  puf, 
y  la  gatta:  maragnau. 
Oíanla,  ecc. 


XV 


[Pág.  29.]       Con  son  dingile  dingilin  dayna 
dingilin  daj-na 
con  son  dongolon  dongolon  dayna. 

Una  buena  uiesia 
'  de  gloriosa  fama 

amiga  de  niña 

y  de  niña  de  able 

para  su  contiento 

avun  la  casa 
'"  onde  su  uisina 

ay  su  colada. 

Con  son  dingile,  ecc. 

XV.  La  pag.  3o  é  blanca.  Dó  la  lezione  diplomática 
non  facile  a  correggeie.  Una  poesia  simile,  almeno  peí 
ritornello,  ma  certamente  diversa  da  questa  perché  varia 
il  metro  é  nel  Classense  a  carte  83.  Sebbene  scorretta  la  dó 
come  curiositá: 

[C.  83.]  Una  música  le  dan 

a  Juanilla  en  este  son: 

din  glii  Un  din 

don  go  Ion  don 

Jan  Jaran  Jan 

bu  bu  bum  bum 
uiua  la  gala  de  Pero  Anión. 

Antón  qii'  esta  Juertemente 
de  Juanilla  enamorado 
una  música  a  Irasado 
con  Bartolo  Parolo  y  Lorente. 


,y^  ANTONIO    RESTORI 

Todos  de  consiertos  están 
de  tañer  al  esquilón. 

Din  ghi  Un  din,  ecc. 

Llevó  sartén  y  caldera 

porque  Antón  mejor  gusta 
porque  en  estremo  gusta 
de  música  despectera; 
y  por  si  enemigos  van 
sacó  Laurente  un  lancen. 
Din  ghi  Un  din,  ecc. 

Pensando  qu''  está  despierta 
comensó  Juan  el  primero 
con  ¡a  mano  del  mortero 
a  dalle  en  la  delantera; 
y  aunque  durmiendo  están 
recordaron  a  este  son: 
Din  ghi  Un  din,  ecc. 

[83  verso.]         Antón  tocaba  un  amero 

y  Pavolo  su  quitarrilla; 
Bartol  le  tiró  a  .Tuanilla 
con  el  boche  del  sapatero; 
entró  Gil  y  sagreslan 
cantando  el  cquirie  eleyson. 
,  Din  s;hi  Un  din,  ecc. 


XVI-XIX 


Da  pag.  3i  a  pag.  37  sonó  quattro  poesie  tutte  in  ita- 
liano. Mi  limito  perció  a  darne  qui  i  capoversi: 

XVI  Vedé  qua  la  barca  de  nu  mal  contenti 

che  hauemo  contro  la  fortuna  y  uenti. 

XVII  Chi  puó  mirarui 

e  non  lodarui. 

XVIII  Stanca  del  mío  penar  fortuna  omai 

uenne  per  dar  remedio  a  tanti  guai. 

XIX  Filide  mia  se  di  beltá  sei  uaga 

d'  ogn'  altra  cura  omai  disgombra  il  core. 


POESIE    DI    GINEVRA    BENTIVOGLIO  479 

XVI.  E'  una  poesía  per  mascherata,  véneta.  Credo 
la  stessa  che  con  le  parole  iniziali:  Semo  tre  vecchi  o  Nu 
semo  iré  vechietti,  trovasi  musicata  in  queste  stampe,  per  le 
quali  si  puó  vedere  1'  opera  citata  del  Vogel: 

Libro  I  de  le  can::oni  alia  Napolitana  di  Fr.  Maazoni. 
Vinegia,  Scotto,  iSóg. 

Libro  I  de  le  Jiistiniane.  Vinegia,  Scotto,  1570. 

Libro  II  de  le  Jnstiniane  di  G.  Policreti.  Vinegia,  Scot- 
to, 1575. 

Convito  micsicale  di  Horatio  Vecchi.  Vcnetia,  Garda- 
no,  1597. 

E  col  titulo  di:  Vechietti  inamorai,  ed  é  forse  della  stes- 
sa fonte  del  nostro  ms.,  trovasi  nelle:  Mascherate  a  tre  voci 
di  Gabriello  Puliti.  Venetia,  Vincenti,  16 12. 

XVII.  E'  una  canzonetta  del  Chiabrera,  che  non  ha 
qu¡  se  non  poche  e  quasi  sempre  erronee  varianti  dal  testo 
volgato.  La  trovo  musicata  nelle  stampe  seguenti: 

Amaróse  faville  di  Gnasp.  Torelli.  Venetia,  Amadino, 
1608. 

Lieíi  giorni  di  Napoli,  di  Gir.  Montesardo.  Napoli,  Gar- 
gano,  1612. 

Delicie  musicalt  di  Gióv.  Prioli.  Venetia,  Gardano,  1 625. 

XVIII.  Non  mi  sovviene  averia  mai  incontrata  al- 
trove. 

XIX.  Consta  di  otto  strofette.  Trovasi  nel  códice 
Riccardiano  2868;  e  íorse  é  la  stessa  poesia,  quella  che 
comincia:  Fillida  mia  se,  musicata  giá  nel  i585  nei  Ma- 
drigali  di  Rinaldo  del  Mel.  Vinegia,  Scotto.  II  testo  de!  Ric- 
cardiano coincide,  e  forse  di  li'  appunto  fu  tolto,  con  quel- 
lo  musicato  dal  celebre  Giulio  Caccini,  nelle  sue  Nuove 
Musiche.  Firenze,  Marescottí,  1601.  Fu  últimamente  edito 
da  Severino  Ferrari  nella  Biblioteca  di  Letteratura  popolare 
ital.,  pag.  205.  II  tesio  parmense,  oltre  varianti  grafiche 
di  nessun  contó,  ha  queste  differenze  col  riccardiano:  v.  10 


aSo  ANTONIO    RESTORI 

canute  cure,  parm.  menii-ii:  rivolgi  ibeí  desiv,  parm.  yivolti 
i  6ít />£KSís»-.— Riccaidiano  la  strofe  6."  é  nel  parm.  la  8.% 
e  viceversa.  La  jp-  del  Riccardiano  manca,  e  v'é  in  suo 
luogo  questa: 

Ardi  á'  amore;  Amor  pittor  accorto 
sajar  le  guancie  di  collar  d'  aurora 
e  il  crin  indora. 

Infine  nel:  Teatro  de  Madrigali  a  5  voci  de  divcrsi  excell. 
Musici  Napolitani.  Napoli,  Gargano,  1609,  ce  n'é  uno  mu- 
sicato  da  Dattilo  Roccia  che  pare  un  travisamento  di 
questo,  e  comincia:  Fillide  niia,  che  d'  altrui  mal  sei  vagha. 


XX 


La  pag.  37  era  1'  ultima  scritta;  il  verso  ne  é  bianco  e 
seguivano  altri  5  fogli  bianchi.  Ma  poi,  come  ho  detto, 
con  uno  spillo  fu  attaccato  un  foglio  e  numerata  la  i''  pa- 
gina colla  cifra  38.  É  (come  la  xvi)  una  poesia  per  mas- 
cherata,  scritta  dalla  stessa  mano  delle  altre  e,  pare,  non 
completa.  Eccola: 

[Pág.  38.]  [Ah]  las  señoras  hermosa?, 

antes  que  [a]  otro  lo  vienda, 

Queréis  algo  queréis  algo 
de  my  tienda,  della  tienda? 
"  que  tengo  muy  ricas  cosas 

que  tengo  que  tengo  que  tengo 
que  tengo  muy  ricas  cosas. 

A  muestrar,  a  divinar 

y  aliar  lo  que  es  perdido; 
">         la  que  tiene  mal  marido 
lo  pueda  en  bueno  trocar; 
también  que  puedan  tornar 
las  viejas  mozas  gratiosas. 
Queréis  algo,  ecc. 


POESIE    DI    GINEVRA    BENTIVOGLIO  481 

■"■  Para  azeros  bien  querer 

tengo  cosas  aprouadas; 

para  mugcres  pregnadas 

no  Se  le  [ejchan  de  ver; 

también  para  aborecer 
'°  tengo  cosas  milagrosas. 

Queréis  algo,  ecc. 


31 


TRASCRIZIONI  MUSICALI 
II 


Hir    me  quiero  saadre' 


a    IíSk  galera      aueva 


La,    fe     sin     despojos 


muerta     la     esperanza 


deyo 


ana  mudanza 


4* 


sin 


agua    mis    ojos 


coa 


manEfito 


VI 


-#f 


Lo    que     me 

4i 


quise 


U 


^ 


m 


me      quise      me 


-f 


tengo 


32 


í 


±2 


lo  que    me       quise     me  tengo   me  tengo     yo 

-i 


n 


B^ *f- 


-% 


k- 


■^. 


-^-^ — 

lo    que      me      quise      me    tengo    me    tengo    ya 


t 


tx 


Ya   que    por    mi      suerte 

J 


el    cielo      ordenó 


í 


SÍ( 

indo 

flor 

de 

niñas 

* 

**; 

^ 

• 

• 

_ 

J 

'- 

i 

t      i 

Quando    salen    del    alba 


los    are  boles 


nmnrf»:  coii     SUS         amorcs 

^oio      K     niña  con      sus        amores  con 

se    regala     la     mu.» 


XIV 


i;,„o    d'     AnL    Pintado^— y    la    gatta    da    la      mpera 


el  uno  air  otro  se    espera 


eu    la    falda     de  ua     tenxado 


el    gattillo      enamorado     a    la    ^atta    dixo     puf 


guau      gnau  gnau  gnau        gaau 


POESIE    DI   GINEVRA   BENTIVOGLIO  485 

TAVOLA 


Ay  corazón  marmóreo  en  pecho  armido N."  v. 

Ay  enemigo  amor  enemigo '>  '"• 

Ben  mi  vedrai  ben  mió »  2CI11. 

Chi  puo  mirarui »  xvn. 

Con  son  dingile  dingilin  dayna »  x.v. 

Cuando  salen  del  alba »  x. 

De  mis  tormentos  y  enojos , »  2Ci. 

Don  Pintado  a  la  ventana »  ix. 

Dura  pensamiento '  ■^• 

El  gato  d' Antón  Pintado »  ^'v. 

En  su  balcón  una  dama "  ^"• 

Filide  mia  se  di  beltá  sei  uaga »  xix. 

Gasto  la  vida  serviendo »  vii. 

Hirme  quiero  madre »  "■ 

Las  señoras  hermosas , »  ^^^ 

Lo  que  me  quise  me  quise  me  tengo »  vi. 

Si  con  tanto  olvido »  vni. 

Stanca  del  mió  penar  fortuna  omai »  xvm. 

Vedé  qua  la  barca  de  nu  mal  contenti . , » 


XVI. 


Yo  solo  soy  a  quien  falta  ventura »    i. 


ANTONIO  RODRÍGUEZ  VILLA 


D.    FRANCISCO   DE    MENDOZA 


'ALMIRANTE  DE  ARAGÓN 


Aunque  acerca  de  este  personaje  se  encuentran  noticias 
sueltas  en  algunos  historiadores  de  nuestras  guerras  de 
Flandes,  sólo  dan  idea  de  él  como  General  más  ó  menos 
afortunado  en  ellas;  pero  leyendo  las  eruditas  y  discretas 
notas  que  mi  sabio  amigo  el  Excmo.  Sr.  D.  Alejandro  Lló- 
rente puso  á  los  Comentarios  (O  de  Villalobos  y  Benavides, 
llamáronme  poderosamente  laatenpión  las  indicaciones  que 
persona  tan  docta  y  conocedora  de  aquellos  tiempos  emite 
sobre  el  Almirante,  diciendo  que  «debió  de  ser  un  singularí- 
simo personaje,  muy  digno  de  que  una  hábil  pluma  se  em- 
plee en  escribir  su  biografía;  i>  y  después  de  consignar  en  dos 
hojas  cuantos  datos  conocía  de  su  vida,  termina  diciendo: 
«La  presente  nota,  menos  ha  sido  escrita  con  ánimo  de  tra- 
bar una  biografía,  que  con  el  de  plantear  un  problema.» 
Casi  al  mismo  tiempo  que  esto  leía,  vinieron  á  mis  manos 
varios  tomos  de  papeles,  en  su  mayor  parte  originales  y 
todos  auténticos,  relativos  á  la  personalidad  de  aquel  ilus- 
tre caballero;  y  deseoso  de  contribuir  en  lo  que  yo  pudiese 
al  esclarecimiento  y  resolución  del  problema  por  mi  que- 
rido amigo  planteado,  comencé  á  reunir  nuevos,  intere- 
santes y  desconocidos  datos  para  ilustrar  la  vida  del  Al- 
mirante, que,  entrelazados  con  los  pocos  ya  conocidos,  jus- 
tifican, en  verdad,  el  atinado  presentimiento  del  Sr.  Llo- 


( I )  Comentarios  de  ¡as  cosas  sucedidas  en  los  Países  Bajos  de 
Flandes  desde  el  año  de  1594  hasta  el  de  1598:  Madrid,  1876,  to- 
mo VI  de  los  Libros  de  antaño. 


^88  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

rente,  y  pueden  servir  de  estímulo,  según  su  justo  deseo,  á 
alguna  hábil  pluma  que  represente  de  cuerpo  entero  figura 
histórica  tan  digna  de  estudio.  Yo  sólo  me  propongo  bos- 
quejarla. ,    . 

Algunos  esbozos  hay  de  ella  en  el  Teatro  eclesiástico,  de 
Gil  González  Dávila  (O;  en  el  Nobüiario,  de  López  de 
Haro  (2);  en  la  Serie  cronológica  de  los  Obispos  de  Siguenza, 
por  A.   Carrillo  de  Mendoza;  en  la  Btbliotheca  nova,  de 
Nicolás  Antonio  (3).  y  en  otros  autores  (4);  pero  todos  tan 
breves,  incompletos  y  á  veces  tan  equivocados,  que  ape- 
nas dan  idea  de  la  importancia  y  curiosas  vicisitudes  del 
interesado,  ya  por  no  conocerlas,  ya  por  tocar  á  materias 
escabrosas  de  Estado,  ó  á  extrañas  interioridades,  cuya 
publicación  en  aquellos  siglos  estaba  vedada.  Los  docu- 
mentos  íntimos  y  secretos  que  he  tenido  ocasión  de  exa- 
minar, y  el  anhelo  y  libertad  de  nuestros  tiempos  para  pe- 
netrar en  lo  más  recóndito  de  la  vida  social  de  los  anti- 
guos, me  inducen  al  logro  de  mi  propósito,  con  el  buen  fin 
de  contribuir  á  la  enseñanza  histórica. 

I 

Tercer  hijo  de  D.  Iñigo  López  de  Mendoza,  Marqués  de 
Mondéjar  y  Conde  de  Tendilla,  y  de  Doña  María  de  Men- 
doza, que  á  su  vez  lo  era  del  cuarto  Duque  del  Infantado, 
nació  D.  Francisco  de  Mendoza  en  Granada  en  1547,  des- 
empeñando su  padre  á  la  sazón  el  elevado  cargo  de  Capi- 
tán General  del  reino  de  Granada  y  Alcaide  de  la  Alham- 
bra.  En  aquella  hermosa  ciudad  pasó  sus  primeros  años  y 


(i)  Tomo  i.  iglesia  de  Sigüenza. 

(2)  Tomol,  pág.  371. 

(3)  Tomo  I,  pág.  446.  ,     ^, . 

(4)  Sánchez  Portocarrero,  Nuevo  Catálogo  de  ¡os  Obispos  de 

Sigüen:¡a;  Porreño,  etc. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  489 

recibió  la  primera  enseñanza,  adornada  con  los  ejercicios 
corporales  propios  de  aquel  tiempo  y  de  su  alta  alcurnia  (i). 
Al  cumplir  los  quince  años  envióle  su  padre,  en  i562,  á 
comenzar  los  estudios  de  Artes  en  la  célebre  Universidad 
complutense,  que  estaba  entonces  en  el  apogeo  de  su  es- 
plendor y  grandeza.  «Y  por  no  deshacer  (escribe  el  mismo 
D.  Francisco)  (2)  la  compañía  de  otros  tres  hermanos 
míos  que  iban  á  oir  Derecho  á  la  Universidad  de  Sala- 
manca, fué  forzoso  ir  á  acabar  el  curso  en  ella,  donde  me 
gradué  en  esta  Facultad  el  año  de  65,  por  suficiencia  con 
alguna  aprobación;  y  después  de  acabado  el  curso,  estuve 
otros  dos  años  pasándole  y  ocupándome  en  otros  estudios 
de' letras  divinas  y  humanas  con  deseo  de  continuarlos.» 
De  donde  bien  á  las  claras  se  deduce  que  desde  muy  joven 
cobró  extraordinaria  afición  á  las  ciencias  sagradas  y  pro- 
fanas, de  que  ofrecen  evidente  testimonio  sus  posteriores 
escritos,  resaltando  en  ellos,  á  más  del  saber,  el  estilo  llano 
y  grave  á  la  par  que  elegante  y  castizo,  propio  del  siglo 
de  oro  de  nuestra  literatura,  y  que  tan  esclarecida  tradi- 
ción guardaba  en  aquella  ilustre  casa  de  los  Mendozas. 

«Y  habiendo  tenido  necesidad  (añade)  el  Marqués  de 
Mondéjar,  mi  señor  y  padre,  de  mi  persona  para  su  ser- 
vicio y  descanso  y  para  introducirme  en  el  servicio  del 
Rey  nuestro  Señor,  por  tener  tantos  hijos,  que  le  era  for- 
zoso guiarlos  por  diferentes  caminos  para  que  no  se  estor- 
basen los  unos  á  los  otros,  y  todos  sirviésemos  á  Nuestro 
Señor  y  al  Rey,  y  con  nuestros  servicios  alcanzásemos  lo 


(i)  Ala  edad  de  doce  años,  y  residiendo  todavía  con  sus  padres 
en  la  Alhambra,  recibió  el  hábito  de  caballero  de  la  Orden  de  Ca- 
latrava  (Archivo  de  esta  Orden,  leg.  38,  núm.  18.  año  1560).  Hizo 
las  informaciones  Freí  Francisco  de  Coca,  prior  de  Curita,  cape- 
llán de  la  Orden,  asignándole  el  Rey  en  la  cédula  correspondiente 
«680  mrs.  de  salario  porcada  un  dia  que  os  ocupéis  y  se  ocupen 
en  esta  información,  pagados  por  D.  Francisco  de  Mendoza.» 
(Dada  en  Toledo  á  i.°  de  Julio  de  1 56o.) 

(2)  En  su  carta  al  Rector  y  Claustro  de  la  Universidad  de  Al- 
calá, sobre  aprobación  de  un  libro  suyo. 


AQO  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

que  con  la  hacienda  de  mi  padre  no  se  pedia  suplir,  sa- 
liendo de  Salamanca  con  la  afición  que  habia  cobrado  á  los 
estudios,  siempre  los  continué,  exercitándome  en  la  lección 
de  diversos  autores  y  philósophos  naturales  y  morales  y 
historiadores  eclesiásticos  y  profanos,  y  particularmente 
en  la  de  las  Sagradas  Escripturas  del  viejo  y  nuevo  Tes- 
tamento, á  que  me  persuadió  el  Dr.  D.  Pedro  García  de 
Galar9a,  obispo  de  Coria,  que  fué  mi  maestro,  dándome  do- 
cumentos para  entenderlas,  y  componiendo  con  este  fin  y 
otros  más  altos  un  libro  de  Instituciones  eclesiásticas  y  Arte 
para  la  inteligencia  de  las  Escrituras  Sagradas,  que  ha  al- 
gunos años  que  sacó  á  luz.» 

Con  la  extremada  vocación  de  D.  Francisco  al   estudio 
de  las  ciencias,  fácil  es  presumir  el  alto   puesto  á  que  en 
el  orden  civil  hubiera  llegado,  á  no  llamarle  á  su  lado  su 
padre,  que  en  realidad  necesitaba  de  él,  porque  iniciada 
ya  por  este  tiempo  la  rebelión  de  los  moriscos   de  Grana- 
da, le  convenía  tener  en  su  compañía  personas  de  su  más 
absoluta  confianza  que  le  ayudasen  á  desempeñar  su  difí- 
cil cargo.  Trocó,  pues,  nuestro  personaje  el  traje  de  estu- 
diante por  los  atavíos  militares,  y  desde  principios  del  año 
1 56;  comenzó  á  servir  al  Rey  en   bien  azarosas  circuns- 
tancias, porque  el  levantamiento  de  los  moriscos  fué  cre- 
ciendo y  propagándose  tan  rápidamente,  que  bien  pronto 
entró  en  campaña  é  hizo  sus  primeras  armas.  En  escasos 
meses   de   rigurosísimo  invierno   subyugó  el   Marqués  de 
Mondéjar  un  país  montuoso,  alzado  en  masa  y  poblado  de 
gente  feroz,  empleando   alternativamente  la  espada  y  la 
política.  En  esta  guerra  de  montaña  aprendió   D.  Fran- 
cisco el  arte  militar,    imitando   el   heroico  y  adiestrado 
ejemplo  de  capitanes  tan  hábiles  y  experimentados  en  él 
como  su  padre  y  los  que  á  sus  órdenes   militaban.  En  el 
victorioso  combate  de  Alfajarali,  en  la  Alpujarra,  recibió 
el  bautismo  de  sangre;  y  á  tanto   llegó  su  valor  y  pericia, 
que  pronto  obtuvo  nombramiento  de  capitán,  desempe- 
ñando con  acierto  y  bravura  las  arriesgadas  comisiones 
que  se  le  encomendaron.  Quedaba  ya  muy  quebrantada  la 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  49I 

rebelión,  cuando  los  excesos  de  los  soldados  y  la  tenaz 
porfía  de  los  moriscos  la  reprodujeron  con  mayor  y  más 
cruenta  furia.  Por  esta  causa  y  por  las  peligrosas  disen- 
siones que  entre  el  Marqués  de  Mondéjar  y  el  de  los  Vélez, 
adelantado  mayor  de  Murcia,  se  suscitaron,  dispuso  con 
excelente  acuerdo  el  Rey  poner  al  frente  del  ejército  al 
insigne  D.  Juan  de  Austria;  y  disintiendo  el  de  Mondéjar 
de  los  planes  propuestos  por  el  Príncipe,  fué  llamado  á  la 
corte  en  3  de  Septiembre  de  1569  para  exponer  á  Felipe  II 
el  estado  de  aquellos  negocios,  como  tan  bien  enterado  de 
ellos,  pero  en  realidad  para  apartarle  de  la  guerra;  y  lle- 
vándole consigo  á  Córdoba,  le  nombró  Virrey  de  Valen- 
cia, y  algún  tiempo  después  de  Ñapóles,  asistiéndole  en 
todos  estos  elevados  cargos  su  hijo  D.  Francisco,  de  cuya 
conducta  y  servicios  quedó  tan  agradecido  Felipe  II,  que 
le  hizo  merced  de  la  Encomienda  de  Valdepeñas  en  la 
Orden  de  Calatrava.  «De  Ñapóles — dice — me  envió  mi  pa- 
dre á  Roma  á  besar  el  pie  á  la  buena  memoria  del  Papa 
Gregorio  XIII  y  á  tratar  negocios  graves  del  servicio  de 
S.  M.,  y  del  suceso  que  éstos  tuvieron  consta  por  el  Breve 
de  Su  Santidad  dirigido  á  mi  padre,»  y  de  ellos  también 
se  hace  honrosa  mención  en  el  privilegio  que  más  tarde  le 
otorgó  el  Rey  de  Almirante  de  Aragón. 

Por  negocios  de  Estado  y  por  particulares  suyos  vino 
D.  Francisco  varias  veces  desde  Ñapóles  á  la  corte;  y  así 
le  vemos  á  fines  del  año  i5yb  formando  parte  del  séquito 
de  Felipe  II  en  el  recibimiento  que  este  Monarca  hizo  al 
de  Portugal  en  Guadalupe  (O,  y  en  i5yg  presidiendo  un 
certamen  literario,  por  él  iniciado,  en  los  estudios  que  en 
Madrid  tenía  la  Compañía  de  Jesús  (2). 

(:)     Morel-Fatio,  UEspagne  au  xvi  et  au  s.vn  siécle,  pág.  144. 

(2)  En  la  Bibliografía  madrileña,  de  mi  amigo  y  compañero 
el  Sr^  Pérez  Pastor,  se  da  detallada  cuenta  del  libro  en  que  se  pu- 
blicaron los  trabajos  premiados  y  los  premios  concedidos.  Por  re- 
flejar este  acto  el  constante  amor  á  las  letras  de  nuestro  personaje 
y  la  protección  que  las  dispensaba,  daremos  aquí  una  idea  de  él. 

Publica  Icelitia  sodalitalis  Beatx  Marice  Virginis  Aiiiiuucia- 


,q2  A.     RODRÍGUEZ    VILLA 

El  fallecimiento  de  su  padre,  ocurrido  en  Mondéjar  el 
22  de  Abril  de  i58o.  á  poco  de  haber  regresado  de  Ñápe- 
les, le  ocupó  por  bastante  tiempo  en  asuntos  personales, 
referentes  á  la  herencia  del  Marqués,  cuya  hacienda  no 
estaba  ciertamente  en  próspero  estado. 

Durante  su  estancia  en  Valencia  había  contraído  amo- 
rosas relaciones  con  Doña  María  Ruiz  de  Liori  Colón  y 
Cardona,  hija  de  D.  Sancho  de  Cardona,  Almirante  de 
Aragón,  y  de  Doña  María  Colón,  Marquesa  de  Guadalest; 
y  habiendo  decidido  casarse,  otorgaron  en  aquella  ciudad, 
á  3  de  Marzo  de  i584,  las  capitulaciones  matrimoniales. 
Estipulábase  en  ellas  que  la  novia,  ya  Marquesa  de  Gua- 
dalest por  defunción  de  su  madre,  aportaría  en  dote  5o.OOO 
ducados,  moneda  de  Valencia,  asegurados  sobre  su  estado 
de  Guadalest  y  las  Baronías  de  Valí  de  Confrides;  los  va- 
lles de  Seta  y  Travadell;  las  villas  de  Gorga,  Ondara,  Be- 

tce  instituto  Matriti,  in  schoHs  Societatis  lesu,  pro  excipiendis 
sacris  quorundam  martyrum  reliquiis  Roma  missis,  25  die  Mar- 
tii,  qui  dies  eidem  Annunciatx  Virgini  sacer  est.  Ad  Illustrem^ 
admodumD.  D.  Franciscum  Mendotium  D.  D.  Ignatn  Liipi 
Mendotii,  marchionis  Mondexarensis  et  regni  neapohtam  Pro- 
regis  ac  generalis  Ducs  filium.  Collectore  Sinwne  Saulio  ge- 
nuensi  presbytero  et  eiusdem  Sodalitatis  pra-fecto.-CMm  licen- 
tia    Matriti.  Excudebat  Franciscus  Sánchez.  Anno  MDLXXIX.- 
Todas  las  composiciones  son  anónimas;  pero  sin  duda  se  deben 
atribuirá  los  jóvenes  que  estudiaban  Arte  poética  y  Oratoria  en 
el  Colegio  de  la  Compañía.  Celébranse  en  ellas  la  paciencia  de  los 
Santos  Mártires,  la  liberalidad  del  Papa  Gregorio  XIII,  el  amor  de 
los  mártires  á  Dios,  las  excelencias  de  Nuestra  Señora,  las  bonda- 
des del  Cardenal  F.  Alciato  y  la  Cofradía  de  la  Anunciara  de  Ro- 
ma   El  Colector,  en  la  dedicatoria  á  D.  F.  de  Mendoza,  dice  que 
éste  concedió  para  el  certamen  magnijiceníissimis  prxmi^s,Y  pre- 
sidió el  Tribunal  en  compañía  de  cuatro  Padres  )esuitas.  Consis- 
tieron  los  premios  en  anillos  de  oro  con  piedras  preciosas,  libros 
de  clásicos  latinos  y  modernos  escritores,  estampas  iluminadas, 
pinturas,  un  reloj,  sombreros  de  seda,  conchas  de  plata,  una  bra- 
za de  lino  de  Holanda,  un  vaso  bellísimo  para  agua,  caja  de  plata 
para  reliquias,  guantes  rojos  de  ámbar,  faja  de  seda,  tafetán  car- 
mesí y  otros  objetos  análogos. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  493 

nidoleich,  Ribarroja  y  Becchi,  con  las  casas  constituidas 
en  la  parroquia  de  Santisteban  de  la  referida  ciudad. 

Prometió  D.  Fiancisco  dar  en  calidad  de  arras  6.000 
ducados  á  Doña  María,  y  sujetar  los  5. 000  ducados  de 
renta  que  su  padre  le  dejó  en  el  testamento,  y  otros  5. 000 
que  en  caso  de  muerte  de  su  hermano  D.  Pedro  González 
de  Mendoza,  Prior  de  Ibernia,  le  han  de  pertenecer,  por 
no  poder  éste  contraer  matrimonio,  como  Caballero  pro- 
feso de  la  Orden  de  San  Juan  de  Jerusalén,  en  todo  10.000 
ducados,  al  vínculo  de  los  capítulos  matrimoniales,  como 
igualmente  estaban  á  él  sujetos  los  bienes  de  Doña  María. 
Estipulóse  también  que  D.  Francisco  diese  desde  luego 
20.000  ducadfts  de  contado  para  depositarlos  en  la  tabla 
de  Valencia  y  emplearlos  en  comprar  censales,  de  que 
había  de  responder  la  casa  de  Doña  María,  si  bien  ponién- 
dolos á  nombre  del  esposo. 

Pero  el  más  e.xtraño  y  arrogante  de  estos  capítulos  fué 
el  que  impuso»  á  su  futuro  yerno  D.  Sancho  de  Cardona. 
Dice  así:  «Otrosí  está  concertado  y  acordado  que  el  dicho 
Sr.  D.  Francisco  de  Mendoza  y  sus  hijos  y  descendientes 
de  este  matrimonio  hayan  de  tomar  y  tomen  nombre  y 
armas  y  apellido  de  Cardona  sin  mixtura  alguna,  con  con- 
dición, pena  y  gravamen  que  el  que  no  se  nombrare  del 
nombre  de  Cardona  solo  y  no  hiciere  las  armas  de  Cardo- 
na sin  mixtura  alguna,  pierda  todos  los  bienes  susodichos, 
mayorazgo  y  estado;  y  ipso  fado,  sin  otra  declaración  de 
juez  ninguno,  pase  al  siguiente  en  grado,  y  que  así  se  siga 
en  los  demás  hasta  el  que  obedeciere  el  presente  capítulo 
y  llevare  el  nombre  y  armas  de  Cardona  sin  mixtura  al- 
guna. Esto  declarado,  que  si  la  dicha  señora  Marquesa 
Doña  María  obtuviere  en  la  causa  y  pleito  del  Ducado  de 
Veragua  y  Almirantazgo  de  las  Indias  que  en  el  Real 
Consejo  de  las  Indias  trata,  en  este  caso,  y  no  otro  nin- 
guno, puedan  tener  el  nombre  y  armas  y  apellido  de  Co- 
lon con  el  de  Cardona,  y  no  más.» 

Maravíllanos  cómo  pudo  pasar  por  condición  tan  humi- 
llante y  poco  decorosa  un  Mendoza,  hijo  del  Marqués  de 


^q^  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 


Mondéjar,  aunque  no  fuera  muy  desusada  en  aquel  tiena- 
no     y     sin    embargo,    cumplióla    fielmente   mientras    su 
suegro  vivió,  llamándose  y  llamándole  en  los  documen- 
tos oficiales  D.    Francisco  de  Cardona,  hasta  que  falle- 
cido aquél,  y  habiéndole  heredado  en  el  título  de  Almi- 
rante de  Aragón  (O,  pudo  conseguir  de  los  deudos  de  su 
esposa  y  del  mismo  Rey  el  incumplimiento  de  esta  obli- 
gación; y  aun  así  se  le  encuentra  muchas  veces  nombrado 
en  escrituras  y  papeles  oficiales  D.  Francisco  de  Mendo- 
za, olim  de  Cardona.    En  la  misma  fecha  (3  de  Marzo) 
autorizó  desde  Madrid  el  Comendador  de  Valdepeñas,  por 
medio  de  poder,  á  D.  Juan  de  Zúñiga  para  desposarse  en 
su  nombre  en  Valencia  con  Doña  María,  como  así  se  efec- 
tuó después  de  obtener   Real   licencia,   expedida  en  San 
Lorenzo  del  Escorial  el  26  de  Marzo  de  1584. 

Verificado  su  casamiento,  empieza  para  el  Almirante 
de  Aragón  un  largo  y  angustioso  período  de  pleitos,  que 
fueron,  andando  el  tiempo,   complicándose  y  creciendo  en 
número  tan  considerable,  que  no  sólo  acabaron  con  su  es- 
casa fortuna  y  la  de  la  Marquesa  su  mujer,   sino  que  le 
produjeron  graves  disgustos  y  amarguras  sin  cuento.  ..Hay 
litigantes  desventurados  que  encuentran  siempre  cerrados 
los  oídos  de  Themis  y  atajados  los  caminos  de  la  justicia, 
así  como  hay  también  otros  á  quienes  no  ilumina  la  razón 
al  tratar  de  causa  propia,  y  que  sueñan  con  enemistades, 
asechanzas,  prevaricaciones  é  injusticias.»  Estas  palabras, 
escritas  por  D.  Alejandro  Llórente  al  tratar  de  la  vida  de 
Villalobos   y    Benavides,  pueden  aplicarse  perfectamente 
á  D.  Francisco  de  Mendoza,  porque,  en  general,  cuantos 
pleitos  intentó,  otros  tantos  perdió.  A  los  que  seguía  sobre 
sucesión  en  los  bienes  de  su  abuelo  D.  Luis  Hurtado  de 
Mendoza,  Marqués  de  Mondéjar,  se  acumularon  ahora  los 

(1)  Después  del  fallecimiento  del  hermano  de  Doña  María, 
ocurrido  poco  tiempo  d.spués.  Era  este  título  uno  de  los  más 
preeminentes  de  Aragón,  y  estaba  vinculado  en  la  casa  de  Cardo- 
na   como  el  de  Almirante  de  Castilla  en  la  de  los  Enríquez. 


D.     FRANCISCO    DE    MENDOZA  495 

pendientes  por  la  herencia  de  su  mujer,  entre  otros  el  en- 
tablado con  D.  Felipe  de  Cardona  sobre  los  bienes  de  la 
casa  de  Liori,  que  montaban  más  de  lo.ooo  ducados  de 
renta.  Pero  el  pleito  que  mayores  gastos  exigía  y  más  es- 
peranza de  crecimiento  de  gloria,  honores  y  hacienda  le 
prometía,  el  que  más  le  preocupaba,  era  el  de  sucesión  en 
el  Ducado  de  Veragua,  Marquesado  de  Jamaica  y  Almi- 
rantazgo de  las  Indias.  Desde  1678  venía  litigándose  tan 
importante  sucesión  por  la  Marquesa  Doña  María,  su  mu- 
jer, ya  en  la  Audiencia  de  Santo  Domingo,  ya  en  el  Con- 
sejo de  Indias.  Agotados  los  recursos  del  matrimonio  en 
este  dispendioso  litigio,  se  concertó  el  Almirante  con  el 
licenciado  D.  Agustín  Alvarez  de  Toledo,  de  notoria  re- 
putación en  la  corte,  para  que  llevase  la  dirección  del  ne- 
gocio y  le  representase  en  los  tribunales,  mediante  pago  de 
36.000  ducados  si  obtenía  resultado  favorable.  Obtúvole 
en  la  Audiencia  de  Santo  Domingo,  y  obtuvo  asimismo 
sentencia  confirmatoria  en  el  Consejo  de  Indias  (i),  lle- 
gando ya  á  titularse  D.  Francisco,  no  sólo  Marqués  de 
Guadalest,  sino  Duque  de  Veragua,  Marqués  de  Jamaica 
y  Almirante  de  las  Indias  á  la  vez  que  de  Aragón.  Bri- 
llante era,  por  tanto,  el  porvenir  que  le  esperaba  (2),  que 
fué  el  que  sin  duda  soñó  al  casarse  con  Doña  María;  pero 
se  disipó  como  el  humo  á  impulso  de  intrigas  cortesanas 
y  de  increíbles  deslealtades.  Obtenida  la  sentencia  del 
Consejo,   el  licenciado  Alvarez  de  Toledo  reclamó   con 


(i)     En  3  de  Octubre  de  1586. 

(2)  Para  dar  una  idea  aproximada  de  las  rentas  é  intereses  que 
se  ventilaban  en  este  pleito,  baste  saber  que  sólo  de  lo  situado  en 
la  Caja  de  Panamá  había  de  percibir  la  mujer  del  Almirante  una 
renta  de  17.000  ducados  anuales;  y  como  ésta  no  se  había  cobrado 
desde  que  empezó  el  pleito,  importaba,  en  1591,  230.020  ducados; 
más  41.600  á  que  ascendían  los  frutos  de  la  isla  de  Jamaica,  que 
se  calculaba  valdrían,  cuando  menos,  al  año  3.000  ducados;  más 
30.000  ducados  por  los  derechos  de  entrada  de  los  negros  vendi- 
dos en  Jamaica  en  los  años  1589  y  1500,  y  así  por  este  estilo  otras 
gruesas  sumas,  que  sería  prolijo  enumerar  aquí. 


■  g6  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

urgencia  la  suma  convenida;  pero  como  al  Almirante  no 
se  le  había  dado  posesión  de  los  Estados  ni  de  los  frutos 
corridos  y  no  tenía  con  qué  pagar  tan  crecida  suma,  se 
convino  con  su  abogado  en  abonarle  considerables  réditos 
hasta  el  cobro  de  aquélla;  réditos  que  ascendían  poco  tiem- 
po después  á  la  cantidad  de  23.157  ducados.  Y  no  pagán- 
dole ni  el  capital  ni  los  intereses,  no  sólo  le  puso  pleito, 
sino  que  con  armas  y  bagajes,  como  suele  decirse,  sépase 
á  sus  contrarios,  obteniendo  para  ellos  definitiva  victoria. 
Solicitó  el  Almirante  del  Consejo  que  se  le  librase  ejecu- 
toria de  la  sentencia  en  su  favor;  «y  visto  este  negocio  en 
«ste  artículo  por  algunos  de  los  del  mi  Consejo  de  In- 
dias (11    se  ranino  en  discordia, ^>  nombrando  el  Rey  otros 
seis  jueces  para  que,  en  unión   de  los  de  aquel  Consejo, 
determinasen    lo   que  fuere  justicia.  En  esta  revisión  se 
emplearon  no  pocos  años,  y  el  Almirante,  con  la  segun- 
dad del  triunfo,  fué  empeñándose  más  y  más,  pidiendo  di- 
nero á  sus  deudos  y  amigos,  y,  por  último,  á  los  banque- 
ros genoveses  Ovada,  Gentil  y  otros,  con  hipoteca  de  sus 
bienes  y  de  los  de  su  mujer;  de  suerte  que  lo  q";  «^t-mo 
origen  de  su  grandeza,  lo  fué  de  su  miseria  é  infelicidad. 


II 


Como  si  tantos  infortunios  y  sinsabores  no  le  bastasen, 
buscóse  otros  tan  graves,  si  no  mayores,  nuestro  asende- 
reado Almirante  de  Aragón.  Hacía  gran  ruido  en  la  Corte 
á  principios  del  año  iSSg,  según  refiere  el  diligente  cro- 
nista Cabrera  de  Córdoba,  el  casamiento  de  D  Antonio 
Alvarez  de  Toledo,  Duque  de  Alba,  nieto  del  Gran  Du- 
.que    Comenzóse  á  tratar  por  este  tiempo  con  Dona  Cata- 


(0 


Cédula  de  S.  M.  de  13  de  Mayo  de  iSSy. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  497 

lina  Enríquez  de  Rivera,  hija  de  los  Duques  de  Alcalá,  que 
residían  en  Sevilla,  por  medio  del  Secretario  de  Estado 
D.  Gabriel  de  Zayas.  Acordados  los  capítulos  de  la  dote, 
otorgó  poder  el  Duque  de  Alba,  por  el  mes  de  Abril,  á  fa- 
vor del  Conde  de  Orgaz,  Asistente  de  Sevilla,  para  casarse 
por  él,  y  luego,  por  ausencia  de  éste,  á  favor  de  su  sucesor 
en  dicho  cargo  D.  Francisco  de  Carvajal,  en  3i  de  Enero 
de  1590.  Tampoco  se  efectuó  por  entonces  el  enlace,  «por 
haberse  atravesado  la  plática  de  otro  matrimonio  con  her- 
mana del  Duque  de  Braganza,  porque  el  Prior  D.  Her- 
nando de  Toledo  (tio  y  tutor  del  Duque)  le  pareció  seria 
de  mayor  empeño  para  su  casa,  y  convenia  al  Duque  para 
restauralla,  el  casamiento  de  Sevilla,  pues  se  le  prometían 
40.0.000  ducados  de  dote.» 

En  este  estado  el  asunto,  intervino  el  Almirante  de  Ara- 
gón para  casar  al  de  Alba  con  Doña  Mencía,  hija  del  Du- 
que del  Infantado,  por  más  que  éste  le  pidió  que  no  lo  hi- 
ciese, porque  ya  desde  las  fiestas  celebradas  en  Toledo  con 
ocasión  de  la  entrada  del  cuerpo  de  Santa  Leocadia,  no  vino 
el  joven  Duque  contento  de  la  vista  de  la  dama.  Pondera- 
ba con  vivas  instancias  el  Prior  D.  Hernando  de  Toledo 
al  Duque,  su  sobrino,  la  conveniencia  de  su  matrimonio 
con  la  hija  del  Duque  de  Alcalá,  y  cediendo  á  ellas  al  fin 
D.  Antonio,  envió  á  Sevilla  sus  poderes  para  el  desposorio, 
con  correo  propio,  el  día  g  de  Julio.  Saber  esto  D.  Fran- 
cisco de  Mendoza  y  ocurrírsele  el  más  diabólico  pensa- 
miento, fué  todo  obra  de  un  momento.  Reunió  el  13  del 
mismo  mes  al  Presidente  de  Indias,  D.  Agustín  Alvarez 
de  Toledo,  y  á  D.  Luis  de  Toledo,  señor  de  Mancera,  en 
casa  del  primero,  y  juntos  los  tres  les  propuso  influir  enér- 
gicamente en  el  ánimo  del  Duque  de  Alba  para  que  efec- 
tuase su  enlace  con  la  hija  del  de  Infantado,  estrechando 
así  los  vínculos  entre  las  casas  de  Toledo  y  Mendoza. 
Opúsose  D.  Agustín,  manifestando  que  debía  cesar  aque- 
lla plática,  porque  aquel  mismo  día  llegarían  los  poderes  á 
Sevilla  para  el  matrimonio  con  Doña  Catalina;  mas  triun- 
fó la  porfía  del  Almirante,  ofreciendo  que  el  del  Infantado 


.„8  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

se  alargaría  cuanto  posible  fuese  en  la  dote,  y  así  lo  repi- 
tió una  y  otra  vez  de  su  parte,  sin  darla  al  Duque  su  her- 
mano. De  ánimo  irresoluto  y  apocado  el  de  Alba,  y  tenaz- 
mente solicitado  por  D.  Francisco,  se  resolvió  por  el  par- 
tido que  éste  le  ofrecía,   sin  firmar  las  capitulaciones  ni 
saberlo  el  Prior  su  tío,  y  á  las  seis  de  la  tarde  del  i8  de 
Tulio  otorgó  escritura  en  toda  regla,  revocando  los  poderes 
dados  al  Asistente  de  Sevilla.  Aquel  mismo  día  este  alto 
dignatario,  con  licencia  del  Rey,  poder  del   Duque  é  ins- 
trucción del  Prior  D.  Hernando,  firmq  las  escrituras  ma- 
trimoniales en  casa  del  Duque  de  Alcalá,  acompañado  de 
numeroso  y  escogido  séquito;  y  cuatro  horas  después  del 
mediodía  se  celebró  el  desposorio   del  Asistente,  como  le- 
gítimo procurador,  con  Doña  Catalina.  De  lo  actuado  y 
efectuado  envió  aquella  elevada  autoridad  sevillana  noticia 
oficial  al  Prior,  tío  del  de  Alba,  llegando  el  propio  el  22  de 
Julio  á  Madrid,  tratándose  en  seguida  de  la  ida  de  éste  á 
Sevilla  en  Octubre  próximo,  y  envió  la  carta  del  Asistente 
á  D.' Agustín  Alvarez  de  Toledo,  diciéndole  que  ni  como 
caballero  ni  como  cristiano  podía  apartarse  ya  el  Duque 
del  matrimonio  contraído. 

No  por  esto  se  desconcertó  nuestro  Almirante.  Pidió  al 
Rey  licencia  para  casar  al  de  Alba  con  su  sobrina;  mas 
negósela  el  Monarca,  alegando  que  la  había  dado  ya  para 
casarle  con  la  hija  del  Duque  de  Alcalá.  Pidióla  entonces 
al  Cardenal  de  Toledo,  D.  Gaspar  de  Quiroga,  para  casar 
al  Duque  sin  amonestaciones,  y  respondióle  que  cómo  era 
aquello,  estando  concertado  con  la  hija  del  Duque  de  Al- 
calá; y  apretando  D.  Francisco  en  que  el  del  Infantado 
vendría  en  persona  á  pedírsela,  fiándose  del  dicho  del  Al- 
mirante, se  la  dio,  á  condición  de  que  antes  de  consumar 
el  matrimonio  se  hiciesen  las  amonestaciones  ordinarias. 
Aquella  misma  noche  concertó  D.  Francisco  de  Mendoza 
la  partida  para  Guadalajara,  donde  residía  el  del  Infanta- 
do con  bU  hija,  avisándole  de  que  al  día  siguiente  se  casa- 
ría. Reunidos  á  media  noche  en  el  Prado  de  San  Jerónimo 
el  Duque  de  Alba  con  su  hermano,  D.  Diego  de  Toledo;  el 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  493 

Almirante  de  Castilla;  el  Duque  de  Pastrana,  su  herma- 
no, titulado  posteriormente  Marqués  de  Alenquer;  el  se- 
ñor de  Manceray  D.  Francisco  de  Mendoza,  alma  de  toda 
aquella  trama,  caminaron  apresuradamente  con  dirección 
á  Gnadalajara.  Algo  cuidadoso  y  atemorizado  hallaron  al 
novio;  mas  le  animaron  con  la  idea  de  que  ya  no  era  tiem- 
po de  volver  atrás.  En  Alcalá  dijo  al  de  Alenquer:  «Te- 
rrible negocio  es  el  que  vamos  á  hacer;»  y  éste,  encogién- 
dose de  hombros,  se  contentó  con  responder:  «Terrible, 
por  cierto.» 

El  23  de  Julio,  á  las  diez  y  media  de  la  mañana,  llega- 
ron á  Gnadalajara,  siendo  recibidos  por  el  Duque  del  In- 
fantado y  procediéndose  inmediatamente  á  lá  ceremonia 
del  desposorio,  celebrada  en  la  capilla  del  palacio  ducal, 
velándose  á  continuación  el  Duque  de  Alba  con  Doña 
Mencía  de  Mendoza  y  consumando  al  punto  el  matrimo- 
nio. Había  triunfado  el  Almirante  de  Aragón. 

Tres  horas  después  llegó  despacho  del  Prior,  y  á  poco 
otro  del  Rey  avisando  al  Duque  del  Infantado  mirase  lo 
que  hacía.  El  respondió  estaba  contento,  por  creer  que  en 
ello  no  había  impedimento.  Firmaron  en  seguida,  por  no 
haberlo  hecho  antes,  las  capitulaciones  los  contrayentes, 
ordenadas  por  D.  Francisco  y  el  Sr.  de  Mancera. 

A  los  ocho  días  ordenó  el  Rey  que  un  Alcalde  de  Corte 
llevase  preso  al  Duque  de  Alba  á  la  Mota  de  Medina,  en- 
cargando que  nadie  le  hablase  ni  escribiese;  y  también  por 
orden  de  S.  M.  un  juez  particular  llevó  al  Almirante  de 
Aragón  al  castillo  de  Turégano;  al  de  Castilla,  á  Medina 
de  Rioseco;  al  Duque  de  Pastrana,  á  Talavera,  con  pleito 
homenaje  de  no  salir  de  ella;  al  de  Alenquer,  á  Olmedo, 
con  orden  á  todos  de  no  escribir  ni  recibir  cartas  sobre 
este  negocio,  y  al  Duque  del  Infantado,  que  no  saliese  de 
Gnadalajara,  so  pena  de  lo.ooo  escudos.  Nombró  asimis- 
mo á  los  licenciados  Guardiola  y  Bohorques,  de  su  Con- 
sejo, para  practicar  las  debidas  averiguaciones  y  proceder 
al  correspondiente  castigo.  «Todos  culpaban  al  Almirante 
de  Aragón.» 


coo  *•    RODRÍGUEZ   VILLA 

Pidió  el  Duque  de  Alcalá  permiso  al  Rey  para  venir  á 
solicitar  justicia,  y  Felipe  II  le  respondió  que  se  aquietase, 
que  se  le  haiia  muy  cumplida;  á  lo  que  replicó  que  sólo- 
quería  ver  á  su  hija  libre  para  casarla  antes  de  su  muerte, 
porque  tenía  setenta  años. 

Tenemos,  pues,  preso,  y  para  largo  tiempo,  á  nuestro 
personaje  allá  en  solitario  rincón  de  la  provincia  de  Sego- 
via;  duro  castigo  para  su  carácter  inquieto  y  bullicioso,  y 
más  todavía  para  el  arreglo  de  su  maltrecha  hacienda  y 
litigiosas  pretensiones,  que  hacían  su  presencia  en  la  corte 
de  todo  punto  necesaria. 

Asi  lo  demuestra,  entre  otros,  el  hecho  de  que,  preva- 
liéndose sus  acreedores  de  Valencia  de  hallarse  en  prisión 
el  Almirante,  ejecutaron  bienes  de  sus  vasallos  y  frutos  de 
sus  arrendadores  que  no  estaban  obligados  al  pago  de  es- 
tas deudas.  Acudió  en  queja  al  Rey,  y  éste  dispuso,  por 
Cédula  dirigida  al  Regtnte  de  la  Cancillería  de  Valencia, 
fechada  en  Madrid  á  20  de  Enero  de  iSgi,  que  aquel  Tri- 
bunal, tanto  sobre  este  punto  como  sobre  la  súplica  del 
Almirante  de  que  se  le  mande  señalar  cantidad  suficiente 
para  los  gastos  de  los  pleitos  que  tiene,  á  fin  de  defender 
su  hacienda  y  sus  vasallos,  administrase  justicia  «con  la 
entereza  que  acostumbráis,  sin  embargo  de  cualquier  cosa 

que  se  os  haya  escrito  sobre  esta  materia porque  mi 

fin  es  que  por  ninguna  consideración  se  haga  agravio  á  las 
partes  interesadas,  sino  que  á  cada  uno  se  le  dé  lo  que  le 

Había  enfermado  D.  Francisco,  bien  por  la  vida  auste- 
ra á  que  se  hallaba  condenado,  bien  por  los  sinsabores 
continuos  que  sus  pleitos  le  producían,  acaso  principal- 
mente por  no  sentarle  bien  el  clima  de  la  provincia  de 
Segovia,  donde  el  castillo  de  Turégano  se  hallaba  encla- 
vado; y  así,  suplicó  al  Rey  le  cambiase  aquella  prisión  por 
otra  'en  paraje  más  seco  y  templado.  Accedió  á  ello  S.  M., 
y  disj  uso  fuese  trasladado  al  Sacro  Convento  de  la  Orden 
de  Calatrava,  emplazado  en  Calatrava  la  Nueva,  provin- 
cia de  Ciudad  Real,  en  un  altozano  con  dilatadas  vistas. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  50I 

hermosa  arquitectura  y  de  extensión  y  capacidad  asom- 
brosas (0. 

Poco  tiempo  llevaba  en  su  nueva  prisión,  cuando,  diri- 
giéndose su  esposa  á  Valencia  á  poner  orden  en  sus  ha- 
ciendas y  visitar  antes  á  D.  Francisco,  cayó  gravemente 
enferma  en  la  aldea  llamada  Calzada  de  Calatrava,  una 
legua  distante  del  Convento  Sacro  de  este  nombre.  Pidió 
á  Felipe  II  licencia  para  que  su  marido  la  fuese  á  ver;  y 
accediendo  el  severo  Monarca  á  tan  justa  solicitud,  le  con- 
cedió permiso,  en  i8  de  Mayo  de  iSgi,  para  salir  del  Con- 
vento y  permanecer  quince  días  al  lado  de  su  mujer,  vol- 
viendo luego  á  la  reclusión  en  que  se  hallaba.  Era,  sin 
embargo,  mortal  la  enfermedad  de  la  Marquesa  de  Gua- 
dalest;  y  aun  asistida  y  consolada  por  su  marido,  se  agra- 
vó en  tales  términos,  que  entregó  su  alma  á  Dios  el  8  de 
Agosto  de  aquel  mismo  año  í^). 

Nuevas  penas  vinieron  á  afligir  con  tan  dolorosa  pérdida 
«1  abatido  ánimo  del  Almirante  de  Aragón.  Asi,  poco  des- 
pués de  este  infausto  suceso,  escribía  á  uno  de  sus  acree- 
dores que  ya  le  hubiera  pagado  su  deuda  de  20.000  escu- 
dos, «si  mis  cosas  no  hubieran  tenido  tan  grandes  estor- 
bos, como  V.  S.  sabe,  y  tanta  desgracia  como  haberme 
faltado  la  Duquesa  (q.  h.  g.)  en  la  coyuntura  que  Nuestro 
Señor  ha  sido  servido  de  llevársela,  y  habérseme  recrecido 
nuevos  pleitos  sobre  su  herencia  y  quitádome  la  posesión 
de  parte  de  ella,  por  no  poder  yo  acudir  á  defenderla  ni 
D.  Juan  mi  hermano.  —La  Duquesa  (q.  h.  g.)  hizo  por 
mí  lo  que  V.  S.  habrá  entendido,  y  me  quería  de  manera 
que,  si  pudiera,  hiciera  mucho  más;  y  con  este  amor  se 
juntaron  dos  cosas  que  la  obligaron  á  lo  mismo:  la  una, 
no  querer  que  yo  desfalleciese  del  estado  en  que  me  habia 
puesto,  tomándome  por  marido;  y  la  otra,  descargar  su 

(i)  O  por  su  estado  ruinoso,  ó  por  gustar  más  los  caballeros  de 
la  Orden  de  residir  en  Almagro,  lo  demolieron  á  principios  de  este 
siglo. 

(2)  Murió  sin  dejar  sucesión.  Sólo  tuvo  una  niña  llamada  Ma- 
ría, que  falleció  de  poco  tiempo. 


joa  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

conciencia  y  la  mia,  }'  dexarme  con  que  pagase  lo  que  y» 
gasté  por  servirla  y  defender  sus  Estados  y  adquirirla 
otros,  y  lo  que  he  consunnido  y  sacado  de  mi  mayorazgo 
para  libiar  los  suyos  dende  que  nos  casamos;  que  todo  es 
tan  gruesa  cantidad,  que  se  maravillarla  V.  S y  tam- 
bién se  quiso  mostrar  grata  á  mis  hermanos,  que  la  fiaron 
en  quarenta  mili  ducados,  ellos  y  mi  madre  (q.  h.  g.),  que 

ahora  pagan  por  la  Duquesa  y  por  mí Y  aunque  yo 

estoy  sin  libertad  y  sin  caudal  y  sin  salud  para  procurar 
el  remedio  desto,  confío  que,  viniendo  V.  S.,  he  de  ser 
desagraviado  de  todo  en  este  Supremo  Consejo  (').» 


III 


Había  mantenido  el  Almirante  desde  sus  mocedades  ín- 
timas y  constantes  relaciones  con  varios  Padres  de  la  Com- 
pañía de  Jesús  residentes  en  la  Corte.  Doliéndose  éstos,, 
sus  verdaderos  amigos,  de  los  infortunios  que  le  agobia- 
ban, trataron  secretamente  de  sacarle  de  ellos  por  medio 
de  un  nuevo  enlace  matrimonial,  cuando  apenas  llevaba 
ocho  meses  de  viudez.  Idearon  al  efecto  casarle  con  Doña 
Mencíade  la  Cerda,  hermana  del  Conde  de  Chinchón,  per- 
sonaje de  alta  influencia  en  la  Corte  y  á  quien  sobremane- 
ra estimaba  y  distinguía  Felipe  ÍI. 

Era  esta  señora  dama  de  la  Infanta  Doña  Isabel  Clara 
Eugenia;  comenzaba  á  trasponer  los  límites  de  la  juven- 
tud y  á  entrar  en  la  edad  madura;  su  piesencia  era  agra- 
dable, y  cuantioso  su  dote.  Con  tan  excelentes  condiciones 
no  es  de  maravillar  que  los  buenos  de  los  Padres  se  aluci- 
nasen con  su  bien  intencionado  propósito  y  pasasen  á  po- 
nerlo por  obra,  como  resueltamente  lo  hicieron,  declarán- 
dolo á  la  dama,  que  lo  aceptó  con  regocijo.  Con  igual  sa- 
tisfacción recibieron  y  aplaudieron  la  noticia  los  deudos 

(i)    ¿De  Indias  ó  de  las  órdenes? 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5O3 

más  inmediatos  del  interesado.  Encargóse  el  P.  Miguel 
Garcés,  á  mediados  de  Marzo  de  iSga,  en  unión  del  Padre 
Luis  de  Mendoza,  de  proponer  el  asunto  al  Almirante  de 
Aragón,  empezando  por  indicarle  la  conveniencia  de  con- 
traer nuevas  nupcias,  sin  expresarle  el  nombre  de  la  per- 
sona con  quien  debía  unirse.  Y  en  verdad,  que  D.  Fran- 
cisco contestó  á  la  proposición  tan  atinada  y  discretamente 
como  ahora  se  verá. 


«En  esta  (dice)  sólo  satisfaré  á  lo  que  v.  md.  me  apunta  cerca  de 
mudar  estado;  y  aunque  por  lo  que  v.  md.  me  dice,  veo  quanto 
desea  mi  descanso  y  el  alivio  de  mis  trabajos,  porque  como  há  dias 
que  no  nos  vemos,  no  está  v.  md.  informado  de  la  impresión  que 
han  hecho  en  mí,  se  lo  diré  para  que  vea  quán  inhábil  estoy  para 
ello  en  el  cuerpo,  porque  tengo  cuarenta  y  cinco  años  cumplidos 
y  tan  pocas  fuerzas,  que  vivo  pensando  que  puede  durar  mi  salud 
muy  poco;  y  en  el  alma,  porque  estoy  desengañado  que  en  esta 
vida  no  puede  haber  descanso  en  estado  que  no  se  entregue  todo 
el  hombre  á  Nro.  Señor;  y  esto  no  puede  ser  en  el  del  matrimo- 
nio, aunque  los  dos  lo  quieran,  porque  las  obligaciones  forzosas  y 
precisas  del  han  menester  su  parte,  y  al  tin  se  lo  llevan  todo  por 
mucho  recato  que  baya  en  moderarlo;  y  en  la  hacienda  estoy  de 
manera  que,  no  sólo  no  tengo  con  que  vivir,  aunque  sea  con  mu- 
cha estrechura;  pero  debo  mucho  más  de  lo  que  tengo  y  vivo  con- 
sumiendo andrajos  y  ayudándome  personas  que  pueden  poco  y  sin 
obligación  de  hacerlo,  y  podian  escusarse  ó  faltarme  y  desarme 
desamparado,  como  lo  han  hecho  otras  que  podian  más  y  me  te- 
nían más  obligación,  y  se  han  apartado  de  mí  huyendo  de  tanta 
necesidad  y  trabajos  como  los  mios.  Y  cierto,  no  me  maravillo  ni 
me  quexaré  jamás  desto,  porque  veo  que  es  prudencia  y  cordura 
del  mundo  hacerlo;  porque  cuando  me  miro  con  estos  ojos,  videor 
mihimeiipsi  gravis  et  molestus,y  consuélome  mirándome  por  otro 
cabo  tratado  como  lo  merecen  los  que  fían  lo  que  yo  he  fiado  del 
mundo.  Vea  v.  md.  si  seria  cordura,  hallándome  de  la  manera  que 
digo,  obligarme  mudando  estado,  á  lo  que  natural  y  moralmente 
no  se  puede  presumir  que  puedo  cumplir  ni  que  puede  ofrecerse 
cosa  que  pueda  suplirlo  sin  otro  tanto  trabajo  de  quien  se  pusiese 
á  ello  y  doblándose  con  esto  el  mió,  no  habiendo  fuerzas  ni  cau- 
dal sobre  que  cargarlo.  Y  cuando  todo  esto  cesara,  padre  mió,  no 
tuve  yo  compañía  que  sea  razón  olvidarla  ni  embarazar  la  memo- 
ria della  con  nuevas  obligaciones,  habiéndome  ella  honrado  tanto 
con  la  suya  y  tratádome  con  tanto  amor  y  hecho  quanto  pudo 


COA.  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

por  darme  contento,  y  dado  su  vida  por  no  apartarse  de  mí,  y  de- 
xídome  su  hacienda  y  hecho  quanto  ella  pudo  y  alcanzó  que  era 
necesario  para  asegurar  esto.  Y  demás  de  lo  que  he  dicho,  no  es 
razón  que  yo  dé  á  nadie  parte  de  poca  dicha  como  la  mía  en  lo 
temporal  ni  ponga  ya  cuidado  en  cosa  del  mundo,  smo  sólo  en 
procurar  lo  que  me  puede  desembarazar  y  ayudar  para  rematar 
quentas  con  él  y  pagar  lo  que  debo;  y  esto  es  lo  que  deseo  y  lo 
que  me  hace  atender  á  los  negocios  y  desear  alguna  salida  en 
ellos  que  confío  en  Nro.  Señor  la  encaminará,  pues  yo  no  lo  de- 
seo por  mi  alivio,  sino  por  el  de  mis  fiadores  y  descargo  de  mi  con- 
ciencia, haciendo  lo  que  es  en  mí  para  satisfacerles  sus  danos  y 

costas.  ,  , 

„He  descubierto  á  v.   md.   mi   pecho  por  no  señalarme  v.  md. 
cosa  particular  ni  haberme  scrito  el  Prior  mi  hermano  mas  ha  de 
quatro  meses  sobre  esto  ni  sobre  otro  negocio  ninguno,  ni  tampo- 
co el  P.e  Luis  de  Mendoza,  que  también  se  remitió  al  Prior.  Y  no 
sabiendo  yo  lo  que  allá  les  ocurre,  he  podido  mejor  y  con  más  li- 
bertad declarar  mi  voluntad,   porque  yo  no   ha^o  distinción  de 
personas,    sino  muestra  de  mis  faltas  y  de  mi  intención  y  deseo 
respecto  de  quantas  hay  en  el  mundo;  porque  respecto  de  mi  re- 
solución, no  hay  más  ni  menos  en  unas  que  en  otras,  sino  que  yo 
me  hallo  inhábil  para  mudar  estado  por  lo  que  he  dicho;  y  por  no 
cansar  al  P.e  Luis  de  Mendoza  con  lo  mismo,  me  remito  á  lo  que 
aquí  digo,  y  suplico  á  v.  md.  se  lo  muestre:  que  yo,  aunque  no  lo 
acepto,   no  puedo  dexar  de  agradecer  y  servir  al  P.e  Luis  y    á 
V.  md.  toda  mi  vida  lo  que  desean  mi  descanso;  y  seria  á  mi  pare- 
cer conveniente   advertir  al  Prior  mi  hermano  de  mi  voluntad, 
para  que  no  dé  oidos  á  algo,  ó  lo   intente  con  deseo  de  hacerme 
merced,  entendiendo  que  es  otra   y  resulte  algún   inconveniente 
dello.  Nro.  beñor  guarde  á  v.  md.  como  deseo.  Del  Convento  de 
Calatrava,  á  31  de  Mar¿o  de   1592  años.-El  Almirante  de  Ara- 
gón (i).i) 

Con  la  misma  sinceridad  y  buena  fe  contestó  á  sus  her- 
manos cuando  le  escribieron  aconsejándole  tomase  el  par- 
tido propuesto  por  los  Padres  jesuitas  (2).  Mas  tanto  por- 
fiaron unos  y  otros,  y  con  tanto  calor  tomaron  el  asunto 
'  los  deudos  de  Doña  Mencía  de  la  Cerda,  y  aun  esta  misma, 
que  no  le  fué  ya  dado  resistirse  más,  sobre  todo  después 

(1)  Copiada  de  la  autógrafa. 

(2)  Véase  Apéndice. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5O5 

de  haberles  confesado  á  todos  el  miserable  estado  de  su  ha- 
cienda, de  su  ánimo  y  de  su  salud;  y  así,  envió  á  sus  her- 
manos los  necesarios  poderes  para  asentar  las  capitulacio- 
nes matrimoniales  y  efectuar  el  desposorio,  y  dos  Instruc- 
ciones, pública  la  una  y  secreta  la  otra  (O,  para  ajustarlo 
todo  firme  y  ventajosamente. 

Pidió  el  Almirante  á  su  futuro  cuñado  el  Conde  de 
Chinchón  interpusiese  su  valiosa  influencia  con  el  Rey,  no 
sólo  para  que  le  alzase  el  pleito  homenaje  que  le  tenía  re- 
cluso en  el  Convento  de  Calatrava,  sino  para  que  le  diese 
oficio  en  su  casa.  Ambas  cosas  ofreció  S.  M.  (2),  con  cier- 
tas prudentes  salvedades,  que  revelan  una  vez  más  la  dis- 
creción con  que  procedía,  aun  en  las  cosas  más  pequeñas. 
A  propuesta  de  la  novia,  se  redactó  solemne  acta,  que  fir- 
maron, á  nombre  de  ella,  el  Conde  de  Chinchón,  y  á  nom- 
bre de  D.  Francisco,  sus  hermanos  D.  Juan  y  D.  Pedro, 
concertando  el  matrimonio  y  obligándose  la  parte  que  fal- 
tare á  este  contrato  á  abonar  á  la  que  se  mantuviere  firme 
en  su  cumplimiento  la  cantidad  de  5o. 000  ducados  (.0  de 
pena,  y  para  más  afianzar  el  asunto  se  divulgó  por  toda 
la  Corte. 

Y  porque  por  este  tiempo  se  había  sentenciado  ya  á 
favor  del  Duque  de  Alba  el  pleito  matrimonial  de  éste  con 
la  hija  del  Duque  de  Alcalá,  y  habían  sido  puestos  en  li- 
bertad el  Duque  D.  Antonio  y  sus  cómplices,  menos  el 
Almirante  de  Aragón,  alzóle  al  fin  S.  M.  el  pleito  home- 
naje que  tenía  prestado  por  Real  Cédula  de  2  de  julio  de 
1592.  que  no  fué  cumplimentada  hasta  el  19  de  Agosto  (4). 

Apretaba  cuanto  es  decible  la  familia  de  la  novia  para 
que  á  la  mayor  brevedad  Í5)  se  efectuase  el  casamiento; 
cruzábanse  billetef,  y  más  billetes  entre  unos  y  otros  (6); 

(i)  Véase  Apéndice. 

{2)  Véase  Apéndice. 

(3)  Véase  Apéndice. 

(4)  Véase  Apéndice. 

(5)  Véase  Apéndice. 

(6)  Véase  Apéndice. 


506  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

facilitaba  la  pronta  terminación  del  asunto  el  mismo  Fe- 
lipe II,  ya  concediendo  al  Almirante  facultad  para  que,  á 
falta  de  bienes  libres,  obligase  los  frutos  de  su  mayorazgo 
al  pago  de  las  arras  (O,  ya  otorgándole  licencia,  en  15  de 
Noviembre  de  i5g2,  para  contraer  el  anhelado  enlace  (2); 
daba  el  permiso  necesario  el  Vicario  de  Madrid  (3)  para 
desposar  y  velar  los  novios  en  3  de  Diciembre;  publicá- 
banse poco  después  las  correspondientes  amonestaciones 
en  las  parroquias  de  San  Gil  y  San  Andrés  de  esta  villa; 
hablábanse  y  escribíanse  con  frecuencia  los  prometidos 
esposos;  en  la  corte  se  comentaba  con  sabrosas  pláticas  el 
próximo  enlace  de  la  dama  de  la  Infanta  con  el  Almirante 
de  Aragón;  hasta  el  pleito  del  Ducado  de  Veragua  ofrecía 
cada  día  más  seguras  probabilidades  de  pronto  y  ventu- 
roso resultado  para  nuestro  personaje,  cuando  de  la  noche 
á  la  mañana,  como  suele  decirse,  estando  ya  á  punto  de 
efectuarse  el  matrimonio,  una  de  esas  veleidades  tan  pro- 
pias del  carácter  femenino,  dio  al  traste  con  todo  aquel 
proyecto  tan  prolija  y  artificiosamente  elaborado. 

Con  noble  ingenuidad  escribió  el  Almirante  al  Conde 
de  Chinchón  sobre  aquel  inesperado  y  brusco  cambio  de 
su  hermana  la  siguiente  carta: 

El  Almirante  de  Aragón  al  Conde  de  Chinchón. 

«Aunque  no  me  moviera  á  hacer  á  V.  S.  ningún  recuerdo,  con 
sólo  lo  que  se>d¡ce  por  la  corte  de  mi  casamiento,  juntándose  con 
ello  algo  que  parece  de  más  fundamento,  me  ha  puesto  lo  uno  y 
lo  otro  en  tanto  cuidado,  que  no  me  ha  parecido  cscusarlo  ni  di- 
ferirlo más  por  el  interese  de  todos. 

»V.  S.  sabe  mejor  que  nadie  de  la  manera  que  es  tratado  este 
negocio  dende  el  principio,  poniendo  delante  á  V.  S.  y  á  la  seño- 
ra Doña  Mencía  el  estado  de  mis  cosas  y  mi  voluntad  en  sus  ma- 
nos, y  la  seguridad  y  llaneza  con  que  lo  resigné  todo  en  ellas  en 
scribiéndome  V.  S.  que  no  reparase  en  nada  ni  quisiese  más  que 

(i  )     Véase  Apéndice. 

(2)  Véase  Apéndice. 

(3)  Véase  Apéndice. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5O7 

tener  á  V.  S.  por  señor  y  hermano,  pues  scribí  luego  á  los  mios 
que  lo  hiciesen  ansí,  y  volví  á  V.  S.  su  carta,  fiando  más  de  V.  S. 
y  de  su  hermana  que  de  los  que  por  mi  parte  trataban  desta  ma- 
teria; y  cómo  V.  S.  y  ella,  por  hacerme  mayor  merced  y  honrarme 
más,  quisieron  prendarse  y  prendarme  de  la  manera  que  todos  lo 
estamos;  y  V.  S.  me  ha  scripto  y  dicho  tantas  veces  que  desea  que 
se  efectúe,  y  la  Sra.  Doña  Mencía  ha  dado  muestras  de  lo  mismo: 
y  estando  yo  aquí  para  ello  no  se  hace,  y  oigo  y  veo  novedades,  y 
sé  que  padezco  en  el  vulgo:  si  no  hay  fundamento  para  ello,  hol- 
garía de  escusarlo  por  muchos  respectos. 

«Suplico  á  V.  S.  se  sirva  de  avisarme  de  la  voluntad  de  su  her- 
mana, que  ha  de  ser  la  regla  de  todo;  porque  si  es  otra  que  hasta 
aquí,  y  lo  que  en  este  negocio  ha  pasado  hasta  agora,  pesa  menos 
que  lo  que  se  puede  haber  ofrescido  de  nuevo  para  impedirle;  yo 
deseo  tanto  su  descanso,  que  no  trataré  de  estorbarle,  ya  que 
Nro.  Señor  no  ha  sido  servido  de  darme  el  caudal  y  lo  demás  que 
yo  holgara  tener  para  dársele,  pues  es  menor  inconveniente  que 
yo  sienta  esta  pérdida  y  viva  con  lástima  della,  que  oponerme  en 
ninguna  cosa  á  su  voluntad.  Y  porque  la  suspensión  no  es  buena 
para  ninguno,  suplico  á  V.  S.  se  sirva  de  avisarme  lo  que  hay  en 
esto,  desengañándome  de  lo  que  oigo  ó  asegurándome  de  lo  que 
temo  por  lo  que  es  visto;  porque  cierto  me  hallo  confuso  y  pen- 
diente de  la  respuesta  de  V.  S.  para  dar  á  S.  M.  cuenta  de  mis  co- 
sas y  alguna  orden  en  ellas,  y  esconderme  de  la  vergüenza  que 
aquí  se  pasa,  ya  que  no  puedo  huirla.  Nro.  Señor  guarde  á  V.  S. 
como  deseo. — De  la  posada  á  25  de  Enero  de  1593.» 

A  cuya  carta  contestó  el  Conde  de  Chinchón  con  esta 
otra,  no  menos  digna  y  mesurada  (0: 

«He  diferido  responder  al  billete  de  V.  S.  que  el  P.=  Sebastian 
Hernández  me  dio,  por  ver  si  podia  reduzir  á  mi  hermana  que 
conformase  su  voluntad  con  la  mia  en  cosa  que  tan  bien  nos  es- 
taba á  todos  como  tener  á  V.  S.  por  cuñado,  hermano  y  amparo 
de  mi  casa  y  hijos;  y  ya  que  Nro.  Señor  no  ha  sido  servido  que 
esto  sea  por  medio  de  casamiento,  esté  V.  S.  seguro  que  no  será 
menor  la  obligación  que  me  queda  á  procurar  su  descanso  y  acre- 
centamiento, en  la  seguridad  y  confianza  de  hallar  siempre  en 
V.  S.  lo  mismo  que  en  un  muy  buen  hermano,  amigo  y  señor, 
pues  no  pienso  hacer  diferencia  de  las  cosas  de  V.  S.  á  las  mias 
propias,  como  se  verá  si  Dios  me  diere  vida,  mano  y  ocasiones 


(i)    Ológrafa. 


^OS  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

para  mostiallo.  Hágalo  como  puede  y  guarde  á  V.  S.— De  casa  28 
de  Enero  1593.— E/  Conde  de  Chinchón.» 

Por  último,  el  asunto  quedó  completamente  terminado 
con  el  siguiente 

Billete  que  Doña  Mencía  de  la  Cerda  escribió  al  P.  Sebastián 
Hernández  (0. 

ciV.  m.  me  cobre  el  retrato  que  tiene  mió  el  Almirante,  que  de 
los  papeles  no  se  me  da  nada,  pues  no  son  sino  dos  ó  tres,  y  que 
se  pueden  leer  en  la  plaza,  y  los  suyos  yo  los  he  quemado,  y  asy- 
guro  á  V.  m.  por  hesta  que  por  ninguno  dellos  jamás  se  le  pidirá 
cosa  ninguna  de  mi  parte,  y  ansí  lo  firmo,  y  de  muy  buena  gana, 
hen  Madrid  á  u  de  hebrero,  año  de  1593.— Doña  Mencía  de  la. 
Cerda.-» 

Cuantos  comentarios  pudiéramos  hacer  sobre  este  rui- 
doso asunto,  en  el  que  entró  de  mal  grado  y  con  cierta 
repugnancia  nuestro  personaje,  si  bien  poco  á  poco  fué 
cobrándole  afición  y  concibiendo  lisonjeras  esperanzas 
para  su  porvenir,  serían  pálidos  y  de  poca  autoridad  com- 
parados con  los  que  acerca  de  él  hace  el  mismo  interesado 
en  carta  reservada  á  persona  de  su  familia.  Dice  así  este 
curiosísimo  documento: 

f  A  tres  ó  cuatro  cartas  de  V.  S.  con  que  me  hallo,  no  he  res- 
pondido hasta  poderlo  hacer  con  resolución  en  este  negocio  mió 
que  me  truxo  aquí;  y  aunque  V.  S.  sabe  lo  más  del,  todavía  refe- 
riré algo  del  principio  que  tuvo,  para  que  V.  S.  entienda  mejor 
que  el  fin  ha  sido  guiado  por  Nro.  Señor. 

.Yo  estaba  en  el  Convento  de  Calatrava  tan  descuidado  de  mu- 
dar estado,  como  era  justo  que  lo  estuviese  quien  habia  perdido 
la  compañía  que  yo  tuve  y  se  hallaba  tan  apretado  de  necesidades 
y  pleitos  como  yo  lo  estoy.  Y  esto  mismo  que  á  mí  me  tema  con 
este  dictamen,  movió  á  la  Sra.  D.»  Mencía  para  desear  mi  com- 
pañía, pareciéndole  que  con  la  suya  y  su  hacienda  se  podía  suplir 
todo  lo  que  á  mí  me  faltaba;  y  procuró  que  el  P.'  Luis  de  Men- 
doza y  otros  me  hablasen  en  ello  y  procurasen  que  el  Prior,  mi 

(1)    Copiada  de  la  autógrafa. 


D.     FRANCISCO    DE    MENDOZA  5O9 

hermano,  lo  ayudase.  Scribiéronme  apretadamente  los  PP.   Luis 
de  Mendoza  y  Garcés  persuadiéndome  que  me  casase,  sin  decirme 
con  quién,  y  remitiéndose  al  Prior,  mi  hermano;  y  él  me  scribió 
y  no  llegaron  sus  cartas  á  mis  manos,  sino  solas  las  de  los  teati- 
nos;  y  aunque  sus  razones  eran  buenas  y  per  algunas  se  pedia 
collegir  que  era  el  casamiento  de  la  Sra.  D.'  Mencía,  yo  no  me 
quise  dar  por  entendido  dello,  y  respondí  resolutamente  que  no 
me  hallaba  en  disposición  de  casarme  respecto  de  mi  salud  y  deu- 
das, y  que  les  pedia  que  no  tratasen  dello   por  ninguna  via  y  ad- 
virtiesen al  Prior  de  mi  voluntad  para  que  no  diese  oidos  á  algo 
que  no  nos  estuviese  bien  no  admitirlo,  pues  yo  no  lo  habla  de 
hacer.  Y  sin  embargo  de  mi  respuesta,  me  volvieron  á  replicar  los 
mismos  y  me  scribicron  de  nuevo  el  Obispo  de  Coria,  D.  Juan  y 
el  Prior,  fundándose  los  unos  en  theología  y  los  otros  en  estado  y 
conveniencia  que  lo  debia  admitir,  y  diciendo  que  V.  S.  y  todo  el 
linaje  lo  deseaban  y  aprobaban  y  tenian  necesidad  dello  para  los 
negocios  de  todos,  respecto  de  la  buena  dirección  de  todos  que  se 
podia  esperar  por  este  medio;  y  juzgando  yo  que  quando  mis  co- 
sas no  tuvieran  tanta  necesidad  de  reparo  como  verdaderamente 
la  tenian,  sólo  por  las  comodidades  de  los  demás  no  era  justo  per- 
der esta  ocasión  de  mejorarlas,  quanto  más  juntándose  todo;  cer- 
ré los  ojos  á  lo  que  me  podia  poner  dificultad,  y  tomé  por  medio 
representar  el  verdadero  estado  de  mis  cosas  para  que,  si  esto  no 
era  estoi  bo  para  casarse  la  Sra.  D.°  Mencía  conmigo,  tratasen  de- 
llo, dudando  mucho  de  que,  en  teniendo   noticia  distincta  del, 
hablarían  más  en  este  negocio;  y  aunque  mis  hermanos  y  los 
demás  sintieron  mucho  que  yo  hablase  tan  claro,  y  el  Conde  de 
Chinchón  y  el  Arzobispo  se  encogieron  con  ello,  la  Sra.  D.»  Men- 
cía perseveró  en  su  propósito  y  ofreció  remedio  para  todo,  y  se 
enojó  con  sus  hermanos  porque  se  habían  entibiado,  y  quiso,  no 
sólo  que' se  tratase  del  negocio,  pero  que  nos  prendásemos  todos. 
Y  estando  en  la  posada  de  su  hermano,  no  quiso  volver  á  Palacio 
hasta  que  se  hizo  una  muy  fuerte  cédula  dello,  con  cincuenta  mili 
ducados  de  pena  á  la  parte  que  se  saliese  del  negocio;  y  como  mis 
hermanos  no  tenian  orden  mía  ni  poderes  para  obligarme,  estu- 
vieron muy  resistentes  en  firmarla;  y  el  Condese  vino  á  buscarlos 
á  su  posada,  y  no  salió  della  hasta  que  la  firmaron.  Y  aunque  se 
había  tratado  que  estuviese  en  poder  del  P.e  Luis  de  Mendoza,  la 
Sra.  D.'  Mencía  hizo  fuerza  en  que  se  la  habían  de  dar  á  ella,  y 
se  la  entregaron;  y  luego  publicaron  el  negocio  por   hecho  por 
asegurarlo  más,  y  enviaron  por  poderes  míos  para  efectuarle;  y 
habiéndolos  yo  enviado  con  orden  que  se  pidiesen  á  la  Sra.  Doña 
Mencía  y  á  sus  hermanos  algunas  cosas  que  ella  había  ofrecido  y 
á  S.  M.  otras  que  me  habían  asegurado,  el  Conde  me  despachó  un 


cjo  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

correo  propio  dende  San  Lorenzo  pidiéndome  con  mucho  enca- 
recimiento que  yo  no  reparase  en  nada,  ni  quisiese  más  que  te- 
nerle á  él  por  hermano  y  le  dexase  hazer,  que  él  lo  dispondría  y 
acomodaria  todo  de  manera  que  yo  aventajase  mucho  mis  cosas. 
»Y  creyéndole  y  ñándome  de  él,  scribí  luego  á  mis  hermanos  que 
no  le  pidiesen  nada,  sino  que  capitulasen  como  el  Conde  lo  qui- 
siese. Y  con  esto  me  escril)ieron  que  me  fuese  á  casar;  y  por  no 
haberme  alzado  el  Rey  el  pleito-homenaje,  no  partí  luego;  y  cuan- 
do me  le  alzaron,  salí;  y  llegado  al  Viso,  me  scribió  el  Presidente 
-del  Consejo  que  me  detuviese  hasta  que  S.  M.  llegase  á  Taracona. 
Y  en  este  tiempo  sucedió  la  muerte  del  Arzobispo  de  Zaragoza;  y 
aunque  con  ella  perdí  dos  mili  ducados  que  me  habla  ofrecido 
cada  año  y  cantidad  de  dineros  por  una  vez  para  ayuda  á  mi  des- 
empeño, no  sólo  no  me  entibié  con  ellos,  mas  antes,  aunque  hasta 
-entonces  no  habla  scripto  á  la  Sra.  D."  Mencía,  lo  hice  con  esta 
■ocasión;  y  me  respondió,  y  yo  fui  continuando  el  scribirle,  y  ella 
me  respondió  á  algunas  cartas;  y  esto  se  estrechó  más  después  que 
S.  M.  entró  en  Castilla;  y  quando  fui  á  besar  á  S.   M.  la  mano  á 

Marchámalo  y  la  besé  á  la  Sra.  Infanta,  estuve  en (i)  con  la 

Sra.  D.»  Mencía,  y  de  allí  adelante  tomé  más  licencia  para  tratar- 
la, como  á  quien  pensaba  tener  por  mujer,  y  ella  holgaba  dello. 

iVine  aquí  á  los  ocho  del  pasado,  y  fuíle  scribiendo  y  ella  res- 
pondiendo á  algunos  billetes  mios  y  tomando  todos  quantos  le 
scribia  hasta  el  dia  de  San  Sebastian  (2),  que  no  quiso  tomar  uno 
que  le  llevaron;  y  desto  y  de  vera!  Conde  con  alguna  tibieza,  tuve 
algún  sentimiento  y  disimulé  cinco  dias;  y  el  de  la  Conversión  de 
San  Pablo  scribí  al  Conde  un  billete  acordándole  el  término  cotí 
que  yo  habla  tratado  este  negocio  y  las  prendas  que  todos  había- 
mos metido  en  él,  y  que  tras  esto  deseaba  saber  la  voluntad  de  su 
hermana  para  conformarme  con  ella.  El  Conde  se  detuvo  tres  dias 
en  responderme,  y  á  los  28  de  Henero  lo  hizo  diciéndomt;  quánlo 
sentía  que  su  hermana  no  quisiese  conformarse  con  su  voluntad 
y  haciéndome  grandes  ofrecimientos;  y  después  vino  él  mismo  á 
•mi  posada  y  los  estendió  mucho  más;  y  con  esto  quedamos  muy 
amigos,  y  yo  libre  deste  negocio. 

»Y  aunque  la  persona  de  la  Sra.  D.«  Mencía  vale  tanto  que  ha 
sido  desgracia  mia  que  me  haya  aborrescido,  acordándome  que  no 
es  ésta  la  mayor  que  me  ha  sucedido,  me  he  consolado  della  y  re- 
nunciado muy  liberalmente  el  derecho  y  pena  de  la  cédula,  y  res- 
tituidole  todos  los  papeles  que  tenia  suyos,  queriendo  más  pasar 
un  poco  de  vergüenza  de  verme  burlado,  que  darle  disgusto  en 

(i)     Hay  un  hueco  como  de  una  palabra  en  el  original, 
(z)     19  de  Knero. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5II 

nada.  Y  procurando  saber  qué  puede  haber  causado  tan  grande 
mudanza  en  mujer  tan  discreta  y  entera,  he  entendido  que  la  cau- 
sa de  todo  ha  sido  haberle  dicho  que  soy  muy  mal  acondicionado 
y  que  fui  muy  mal  casado;  y  aunque  yo  no  puedo  abonar  mi  con- 
dición, prometo  á  V.  S.  que  he  sentido  lo  segundo,  porque  no 
creo  que  ha  habido  hombre  en  Castilla  que  ansí  haya  querido  su 
mujer  y  estimádola  y  procurado  darle  gusto;  ni  tuve  yo  mujer 
para  otra  cosa,  ni  soy  tan  ciego  que  dexe  de  conocer  quántas  ra- 
zones tenia  para  ello. 

jYo  pienso  decir  á  S.  M.  lo  que  en  este  negocio  ha  pasado  para 
que  vea  quién  ha  tenido  buen  trato,  y  suplicarle  que,  si  pensaba 
hacerme  alguna  merced,  se  sirva  de  no  quitármela;  y  si  no  lo  pen- 
saba, me  la  haga  por  la  necesidad  que  tengo  della,  pues  lo  tienen 
tan  merecido  los  servicios  que  le  han  hecho  tantos  hombres  desta 
casa;  y  con  lo  que  me  respondiere,  si  no  me  ocupare  en  algo,  ha- 
biendo de  retirarme,  como  será  forzoso,  me  valdré  de  la  merced 
que  V.  S.  se  sirve  de  hacerme  en  mandarme  que  me  vaya  á  ser- 
virla, que  será  para  mí  mayor  dicha  que  la  que  por  acá  se  descu- 
bría. Y  por  el  cuidado  que  V.  S.  ha  tenido  desto  y  de  hacerme 
merced,  beso  á  V.  S.  las  manos,  y  espero  en  Nro.  Señor  que,  aun- 
que nos  falle  el  favor  del  Conde  de  Chinchón,  se  servirá  de  abrir 
algún  camino  por  donde  yo  pueda  servir  á  V.  S.  y  al  Marqués  mi 
señor,  como  lo  deseo  y  siempre  lo  he  deseado.  Hágalo  su  divina 
Magestad  como  puede,  y  guarde  á  V.  S.  como  yo  lo  deseo  y  los 
de  su  casa  lo  habernos  menester.  — De  Madrid  á  3  de  Hebrero  1593.» 


IV 


El  desaire  amoroso  sufrido  por  D.  Francisco,  y  su  con- 
ducta franca  y  noble  desde  el  principio  de  estas  negocia- 
ciones matrimoniales,  le  granjearon  en  toda  la  Corte  las 
más  vivas  simpatías,  siendo  el  mismo  Felipe  II  de  los  pri- 
meros en  demostrárselas.  Tanto  el  Monarca  como  el 
Conde  de  Chinchón  y  otros  personajes  importantes  rivali- 
zaron en  deseos  de  mejorar  su  situación  social,  harto  des- 
prestigiada y  comprometida.  En  22  de  Mayo  de  i5g3  fir- 
mó el  Rey  una  Cédula  en  la  que  decía  que  habiéndole 
hecho  relación  el  Almirante  de  los  grandes  gastos  que  se 
le  habían  ofrecido  en  cosas  precisas  é  inexcusables,  por 


C12  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

cuyo  motivo  se  le  habían  multiplicado  las  deudas,  y  sus 
acreedores  le  movían  muchos  pleitos  en  diferentes  tribu- 
nales, venía  en  acceder  á  lo  solicitado  por  él,  nombrando 
un  Juez,  sacado  del  Consejo  de  S.  M.,  para  que  ante  él  pa- 
sasen todos  los  pleitos  pendientes  ante  cualesquier  jueces 
y  tribunales,  y  que  declarase  lo  que  debía,  y  á  quién,  y 
cuánto  á  cada  uno,  y  de  qué  procedía,  ofreciendo  al  efecto 
el  Almirante  su  hacienda  y  encomienda,  sin  reserva  de  ali- 
mentos para  el  pago  de  sus  acreedores.  El  consejero  de- 
signado, para  desempeñar  tan  ardua  comisión  fué  el  Licen- 
ciado D.  Francisco  de  Albornoz. 

Y  por  otra  Cédula  de  29  de  los  mismos  mes  y  año,  dis- 
puso S.  M.  que  siete  individuos  del  Consejo  de  Castilla  y 
dos  del  de  Indias  viesen  y  determinasen  el  artículo  concer- 
niente á  entregar  á  D.  Francisco  de  Mendoza  la  carta  eje- 
cutoria para  percibir  los  frutos  del  Ducado  de  Veragua. 
Mas  como  todo  esto  no  era.  sin  embargo,  bastante  para 
rehabilitarle  pronta  y  dignamente,  decidióse  el  Almirante 
á  dirigir  á  Felipe  II  la  siguiente  representación: 

«Señor-  V-  M.  sabe  mejor  que  nadie  el  fundamento  que  yo  ten- 
go para  suplicar  á  V.  M.  se  sirva  de  mandar  se  ponga  en  execucion 
la  merced  que  fué  servido  de  liocerme,  y  el  sentimiento  con  que 
YO  puedo  vivir  de  que  esto  se  dilate,  y  de  que  acordándose  V.  M. 
de  hacer  merced  á  otros  en  cosas  semejantes,  esté  lo  que  me  toca 
tan  suspenso  que  me  obligue  á  ser  importuno,  acordándolo  tantas 
veces  á  V.  M.  como  lo  he  hecho  después  que  V.  M.  se  sirvió  de 
darme  licencia  para  ello  por  mí  y  por  medio  del  Conde  de  Chm_- 
chon  á  quien  V.  M.  me  remitió,  en  tiempo  y  ocasión  y  con  hn,  a 
lo  que  yo  pude  alcanzar,  que  creo  tuviera  diferente  estado  este 
negocio  si  el  Conde  le  hubiera  acordado  á  V.  M.  las  veces  que  yo 
se  lo  he  pedido,  y  con  el  calor  y  cuidado  que  le  obliga  el  habérse- 
le V  M.  cometido  y  el  término  que  yo  he  tenido  con  el  y  con  su 
hermana  en  el  agravio  que  ella  de  tantas  maneras  me  hizo,  y  por- 
que el  reparo  de  lo  que  tanto  me  toca  en  el  honor  y  contento  pen- 
de de  sola  la  merced  que  espero  de  V.  M. 

«Suplico  á  V.  M.  humilíssimamente  se  sirva  mandar  que  yo  co- 
mience á  gozar  de  la  que  V.  M.  me  hizo,  sin  respecto  del  casa- 
miento  (como  V.  M.  lo  dice  en  el  papel  de  su  Real  mano  que 
mandó  se  me  mostrase),  acordándose  V.  M.  que  la  tienen  merecí- 


D.    FRANCISCO    DB    MENDOZA  5I3 

da  los  servicios  de  mi  padre  y  pasados,  que  fueron  muchos,  y  al- 
gunos que  yo  he  hecho  á  V.  M.  en  el  reino  de  Granada,  siendo  lu- 
garteniente del  Marqués  mi  padre,  y  en  la  costa  dé!,  andando  cer- 
ca de  su  persona  y  después  en  la  guerra,  derramando  mi  sangre  por 
el  servicio  de  V.  M.  con  mucho  deseo  de  dar  la  vida  por  él,  sin 
perder  las  ocasiones  que  se  ofrecieron  para  ello,  antes  buscándolas 
con  particular  cuidado,  y  después  en  los  negocios  del  servicio  de 
V.  M.  que  pasaron  por  mis  manos,  empleándome  todo  en  ellos  el 
tiempo  que  el  Marqués  mi  padre  sirvió  á  V.  M.  en  los  reinos  de 
Valencia  y  Ñápeles,  con  aprobación  de  V.  M.,  sirviéndose  V.  M. 
entonces  por  hacerme  mayor  merced  de  fiar  de  mí  muchos  y  algu- 
nos tan  grandes  como  los  que  V.  M.  mandó  á  Francisco  de  Ibarra 
me  comunicase,  cuando  se  comenzó  lo  de  Portugal  y  se  trató  lo  de 
la  suspensión  de  las  armas  con  el  Turco,  para  que  yo  hiciese  con 
el  Marqués  mi  padre  las  diligencias  que  se  me  ordenaron  en  ellos, 
teniéndose  V.  M.  por  servido  (como  me  lo  mandó  decir  por  medio 
del  mismo  Francisco  de  Ibarra)  de  la  puntualidad  y  cuidado  con 
que  yo  puse  en  execucion  lo  que  V.  M.  me  mandó  y  del  efecto 
que  resultó  dello. 

»Y  si  hay  quien  embarace  este  negocio,  poniendo  á  V.  M.  delan- 
te la  ocupación  de  mis  pleitos  y  algunas  necesidades  mias,  suplico 
á  V.  M.  se  sirva  de  advertir  que  el  negocio  principal  que  yo  tengo 
es  el  de  los  frutos  de  Veraguas,  que  se  acabará  con  un  solo  autor 
que  no  se  puede  diferir,  y  quando  se  dilaté,  qualquiera  solicitado, 
podrá  tratarle,  sin  ocuparme  yo  mucho  en  ello,  y  sucediendo  bien, 
quedarla  sin  cuidado  y  con  hacienda  para  poder  pasar  con  alivio; 
y  en  lo  demás,  que  cuando  mis  necesidades  sean  las  que  pudieran 
ser,  respecto  de  las  ocasiones  que  se  me  han  ofrecido,  presupuesta 
la  grandeza  de  V.  M.  y  el  origen  dellas  y  la  qualidad  de  mi  perso- 
na y  los  servicios  de  mis  pasados  y  los  mios,  y  que  yo  no  puedo 
servir  á  nadie  en  la  tierra  sino  á  V.  M.,  ni  tener  otro  arbitrio  para 
salir  de  qualquiera  necesidad  que  se  me  ofresca,  sino  suplicar 
á  V.  M.  me  ocupe  en  su  servicio,  que  es  el  oficio  de  los  hombres 
de  mis  prendas,  esto  no  sólo  no  me  impide,  pero  me  ayuda  para 
queV.  M  .  teniendo  noticia  dello,  movido  de  su  grandeza  y  largue- 
za, supla,  sirviéndose  de  mí,  lo  que  me  falta  en  el  caudal,  no  des- 
mereciendo yo  por  mi  persona  y  acudiendo  á  ello  y  á  mis  obliga- 
ciones, como  espero  en  Dios  que  lo  acertaré  á  hacer,  si  las  fuerzas 
naturales  alcanzan  á  mi  deseo,  que  no  es  menor  que  el  mayor  que 
puede  haber  en  vasallo  y  criado  de  V.  M.  de  acertar  á  servir  á 
V.  M.  en  todo. 

»Ysi  V.  M.  por  alguna  causa  que  yo  no  sé,  no  fuere  servido  de 
ocuparme  en  lo  que  V,  M.  me  tiene  señalado,  suplico  á  V.  M.  se 
sirva  de  mandarme  advertir  dello,  para  que  yo  no  dé  pesadumbre 

II  33 


CI4.  A.     RODRÍGUEZ    VILLA 


,  V  M  en  suplicárselo,  entendiendo  que  le  sirvo;  pues  será  me- 
nor inconveniente  que  yo  carezca  de  lo  que  tanto  deseo,  que  en- 
trar en  ello  con  ningún  suplemento  (i).  Nuestro  Señor  la  cathóli- 
ca  persona  de  V.  M.  guarde,  como  sus  ciados  y  vasallos  lo  desea- 
mos y  la  Christiandad  lo  há  menester.  En  Madrid  á  S  de  Jumo  de 
1594.-E/  Almirante  de  Aragón. :) 

Tan  justas  eran  las  súplicas  del  Almirante  de  Ai^gón, 
que  al  fin  el  Rey,  cumpliendo  la  promesa  que  le  tenía  he- 
cha para  después  de  su  casamiento,  le  nombró  su  Mayor- 
domo, individuo  de  la  Junta  nombrada  para  la  enseñanza 
de  los  moriscos  (2);  y  no  contento  con  esto,  hallándose 
por  entonces  ocupado  en  poner  casa  á  su  sobrmo  el  Ar- 
chiduque Alberto,  á  quien  habla  nombrado  Capitán  gene- 
ral y  Gobernador  de  los  Estados  de  Flandes,  le  designo 
para  su  Mayordomo  mayor. 

(n  Es  copia  del  original.  En  la  minuta  que  conservaba  el  Al- 
mn-ante  se  añade  el  párrafo  siguiente,  que  sin  duda  no  se  atrevió 
á  incluir  en  el  original. dirigido  al  Rey: 

.Yo  he  guardado  en  este  negocio  el  secreto  que  V.  M.  mandO, 
con  la  puntualidad  que  V.  M.  ha  visto  estos  dos  años  que  se  ha 
dilatado,  y  creo  que  si  V.  M.  se  sirviese  de  darme  licencia  que  tra- 
tase con  el  confesor  ó  con  otra  persona  de  letras  ó  de  Estado,  de 
quien  V.  M.  tuviese  satisfacción,  entenderla  V.  M.  que  en  )usticia 

V  en  consciencia  tengo  fundamento  para  suplicar  á  V.  M.  se  sirva 
de  no  diferirla  más.  Suplico  á  V.  M.  se  sirva  de   considerarlo  todo 

V  de  hacerme  la  merced  que  haya  lugar  y  meresce  el  deseo  que  yo 
tengo  de  emplear  mi  persona  y  lo  que  me  queda  de  la  vida  en  el 
servicio   de  V.  M.-Nro.   Señor  la  Cathólica  persona  de  \  .    M. 

^T^Cédula  de  S.  M.  al  Licenciado  Arenillas,  dada  en  Madrid 
á  25  de  Febrero  de  ligi,  en  la  que  se  dispone  que,  para  acabar  la 
plática  empezada  años  atrás  de  la  enseñanza  y  doctrina  de  los  mo- 
riscos de  Valencia  y  Aragón,  se  ¡unten  en  la  pieza  del  Consejo  de 
Italia-  el  Conde  de  Chinchón;  los  Regentes  de  Aragón,  Covarru- 
biasv  Muñoz;  D.  Pedro  Sanz,  Fiscal  de  aquel  Consejo;  tres  Licen- 
ciados del  de  la  Inquisición,  Arenillas  y  Franqueza  (D.  Pedro),  que 
actuará  de  Secretario.  «También  me  ha  parecido  que  intervenga 
en  todo  D.  Francisco  de  Mendoza,  Almirante  de  Aragón,  que  se 
asentará  y  votará  en  el  lugar  que  el  Conde  avisará  de  raí  parte.. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  515 

Antes  de  ponerse  en  camino  para  acompañar  á  S.  A., 
■dio  (i)  poder  bastante  á  sus  hermanos  para  que  le  represen- 
tasen en  el  pleito  que  sostenía  sobre  el  Estado  de  Veragua , 
y  dejó  en  poder  de  Diego  de  Alfaro,  vecino  de  Madrid  y 
su  agente,  su  selecta  y  numerosa  librería  y  muchos  lega- 
jos de  papeles  manuscritos,  otorgando,  para  su  entrega, 
el  debido  instrumento  público.  Y  habiendo  fallecido  Alfa- 
ro, y  quedando  todo  esto  en  poder  de  su  mujer,  Catalina 
de  Escobar,  y  de  sus  hijos,  mandó,  en  Mayo  de  1600, 
•que  entregase  todo  á  su  hermano  D.  Juan  de  Mendoza, 
Conde  de  Saldaña,  bajo  inventario.  En  él  se  enumeran 
detalladamente,  no  sólo  el  catálogo  de  sus  libros  impresos, 
principalmente  relativos  á  historia  general  y  de  España,  á 
literatura,  religión,  genealogía,  milicia  y  albeitería,  sino 
también  el  de  los  papeles  manuscritos,  referentes  casi  en 
su  totalidad  á  la  genealogía  de  los  Colones,  derechos  y 
escrituras  tocantes  á  Veragua,  Jamaica  y  Almirantazgo 
de  Indias. 


V 


Salió  de  España  el  Archiduque  Alberto  acompañado  de 
numeroso  y  brillante  séquito,  dirigiéndose  á  Flandes  por 
Saboya  y  Borgoña,  llegando  felizmente  á  Luxemburgo  el 
3o  de  Enero  de  1596,  yendo  en  su  compañía,  como  su  Ma- 
yordomo mayor,  D.  Francisco  de  Mendoza,  que  desempeñó 
con  acierto  el  cuidado  de  toda  aquella  larga  jornada  en  es- 
tación tan  rigurosa.  Hallóse  en  las  jornadas  de  Calés  y 
Ardres,  «y  no  sé  que  S.  A.  diese  á  ninguno  (escribe  el 
Almirante)  más  parte  que  á  mí  del  secreto,  cuidado  y  tra- 
bajo dellas,  en  que  se  usó  de  tan  gran  diligencia  y  recato 
que,   habiendo  llegado  el  Archiduque  á  Bruselas  á  9  de 

(i)     En  Madridá  26  de  Agosto  de  1595. 


ci6  *•    RODRÍGUEZ    VILLA 

Hebiero  del  año  de  1596,  salió  en  campaña  á  29  del  mes 
de  Marzo  siguiente,  y  hasta  que  el  exéicito  estuvo  en  Be- 
tuna no  se  supo  lo  que  S.  A.  queda  intentar  con  él;  y  ea 
diez  y  ocho  dias  se  tomó  Calés,  y  en  otros  tantos  Ardres, 
que  fueron  jornadas  de  importancia  y  se  hicieron  con  la 
reputación  que  V.  M.  sabe  (0.» 

,,Y  de  allí  vine  sirviendo  á  S.  A.  hasta  que  se  puso  so- 
bre Huist;  y  á  los  10  de  Julio  de  aquel  año  me  mandó- 
partir  para  la  corte  del  Emperador  (2)  con  negocios  im- 
portantes del  servicio  del  Rey  nuestro  señor,  que  haya 

(O  Carta  que  el  Almirante  de  Aragón  escribió  á  Felipelll  enu- 
rnerando  sus  servicios,  fechada  á  7  de  Octubre  de  T603;  en"me'-a- 
ción  tan  verídica  y  exacta  que  casi  íntegra  la  inserta  la  Real  Cédu- 
la de  I  °  de  Septiembre  de  1604.  concediéndole  8.000  ducados- 
anuales  por  toda  su  vida.  He  comprobado  con  la  mayor  escrupu- 
losidad los  hechos  aducidos  por  el  Almirante  en  éste  y  otros  do- 
cumentos SU)  os,  con  oíros  oficiales  y  con  el  testimonio  de  los  his- 
toriadores contemporáneos  Herrera,  Cabrera  de  Córdoba,  Colo- 
ma, Carnero,  Villalobos  y  otros,  resultando  siempre  ser  nuestro 
personaje  hombre  de  buena  fe  y  digno  de  crédito. 

(2)     Rodulfo  II. -Véase  «Memoria  de  las  cosas  de  que  ha  de 
tratar  el  Almirante  de  Aragón  en  la  jornada  que  hace  á  Alemania 
demás  de  las  que  lleva  á  su  cargo  por  unas  instrucciones  que  se 
le  han  dado.»  (Colee,  de  documentos  incdüos,  tomo  41,  pág-  433  ) 
Antes  de  partir  para  Alemania,  dirigió  al  Archiduque  una  Me- 
moria titulada  Advertencias  del  Almirante  para  S.-A.  de^  loque 
toca  á  las  cosas  de  su  casa.  .Lo  que  se  ofrece  de  advertir  a  V.  A. 
cerca  del  estado  en  que  quedan  las  cosas  de  su  casa,  es  lo  siguien- 
te       .  Refiere  á  S.  A.  las  economías  que  como  Mayordomo  ma- 
voi-'ha  hecho  en  su  casa  y  las  que  todavía  se  pueden  hacer.  Ellas 
prueban  el  celo  y  piudencia  con  que  la  gobernaba   a   a  vez  que  el 
desinterés  y  rectitud  con  que  la  administraba.  (Colee.   Salazar, 

"^tl'Lmbramiento  del  Almirante  para  la  Embajada  de  Alemank 
partió  de  Felipe  U.-Véase  Cabrera,  Hist.  de Felij^e II. ion.0  IV 
pág  275,  donde  se  insería  la  cana  de  este  Rey  á  su  sobrino  A  - 
Eerio  en  la  que  le  dice:  .De  lo  que  toca  al  casamiento  (de  este 
con  la  Infanta  Isabel),  es  justo  que  vos  é  yo  demos  luego  cuenta 
al  Emperador  nuestro  hermano;  y  á  esto  podéis  enviar,  si  os  pare- 
ciere, de  vuestra  parte  al  Almirante  de  Aragón,  y  hacer  el  oficio 
de  la  mia  D.  Guillen  de  San  Clemente.» 


D.    FRANCISCO   DE    ME>4D0ZA.  517 

gloria,  y  propios  del  Archiduque;  y  de  paso  estuve  en  las 
Cortes  de  los  tres  Electores  eclesiásticos;  y  después  fui  á 
Stiria  á  visitar  de  parte  del  Rey  nuestro  señor  y  del  Ar- 
chiduque á  la  serenísima  Archiduquesa  María  y  á  todos 
aquellos  serenísimos  Príncipes  sus  hijos,  y  á  disponer  las 
cosas  del  casamiento  de  V.  M.  conforme  á  las  órdenes  é 
instrucciones  que  el  Archiduque  Alberto  me  dio  para  ello. 
De  donde  volví  á  Viena  para  ir  á  Hungría  á  tratar  otros 
negocios  con  el  serenísimo  Archiduque  Maximiliano;  y  por 
■el  suceso  de  la  jornada  del  exército  del  Emperador  de 
aquel  año,  hube  de  tornar  de  allí  la  vuelta  de  Tirol  á  tra- 
tar otros  negocios  con  el  serenísimo  Archiduque  Matías; 
y  en  14  de  Noviembre  del  mismo  año,  seis  jornadas  de 
Viena,  me  topó  un  correo  del  Archiduque  Alberto  con  or- 
den de  S.  M.  para  ir  á  Polonia  á  sacar  de  pila  una  hija  (O 
del  Rey  Sigismundo  III.  y  á  tratar  en  la  Dieta,  que  se 
habia  de  celebrar  en  principio  del  año  siguiente,  algunos 
negocios  de  mucha  importancia  tocantes  al  servicio  de 
■S.  M.  y  á  la  guerra  de  los  Estados  baxos,  con  orden  de 
esperar  los  despachos  del  Rey  nuestro  señor  en  la  parte 
de  Alemania  que  más  á  cuento  me  viniese  respecto  del 
lugar  en  que  me  tomase  este  aviso  de  S.  M.  Y  por  echar 
á  un  cabo  los  negocios  que  tenia  con  el  Archiduque  Ma- 
tías y  otros  que  también  tenia  con  el  Arzobi§po  de  Sals- 
burg,  que  es  gran  Príncipe  en  Alemania,  y  de  los  más 
aficionados  á  la  Casa  de  Austria,  continué  mi  camino  y 
los  hice,  y  me  fui  á  Augusta  á  esperar  los  despachos  del 
Rey  nuestro  señor,  que  aya  gloria.  Y  llegados  en  12  de 
Diciembre  de  aquel  año,  partí  con  ellos,  y  en  Ratisbona 
me  embarqué  en  el  Danubio  y  volví  á  Viena,  donde  hallé 
á  los  serenísimos  Archiduques  Matías  y  Maximiliano.  Y 
habiendo  negociado  con  Sus  Altezas  y  tratado  negocios 
no  de  poca  importancia,  partí  para  Polonia  á  4  de  Enero 


(t)  La  Princesa  Catalina.— Véase  sobre  esta  Embajada  su  co- 
rrespondencia con  el  Archiduque,  en  la  Colee,  de  documentos, 
tomo  41,  y  la  Relación  que  publicamos  en  el  Apéndice. 


51 8  A.     RODRfGUEZ  VILLA 

de  1597,  que  era  el  tiempo  más  riguroso  del  año;  y  cami- 
nando por  aquellas  provincias  sarmáticas,  que  son  de  las 
más  frías  de  Europa,  en  pocos  dias  llegué  á  Cracovia,  que 
es  la  ciudad  más  principal  de  aquel  reino  y  en  que  los  Re- 
yes tienen  de  ordinario  su  Corte;  y  no  hallándose  allí  el 
Rey  por  estar  veinte  leguas  más  adentro,  en  Lituania,  y 
tener  convocada  la  Dieta  de  aquel  año  para  Varsovia,  que 
es  cincuenta  leguas  más  adentro,  en  la  Polonia  mayor, 
hube  de  esperar  que  viniese,  y  en  teniendo  orden  suya,. 
partí  para  Varsovia,  donde  le  hallé. 

»Y  habiendo  tratado  con  aquel  Rey  y  República  los  ne- 
gocios que  llevaba  á  mi  cargo,  que  eran  de  consideración, 
y  ofreciéndose  allí  otro  de  importancia,  tocante  al  rompi- 
miento que  habia  entre  los  tártaros  y  el  Turco,  de  que  el 
Emperador  podia  reportar  gran  servicio,  no  obstante  que 
yo  habia  dado  cuenta  de  él  por  cartas  á  D.  Guillen  de  San 
Clemente,  Embaxador  de  V.  M.,  juzgando  que  Dios  Nues- 
tro Señor  y  Sus  Majestades  Cesárea  y  Católica  se  servirian 
de  que  el  negocio  hubiese  efecto,  volví  dende  la  Corte  del 
Rey  de  Polonia  á  la  del  Emperador,  por  darle  más  par- 
ticular cuenta  desto  y  de  lo  que  habia  entendido  del  nego- 
cio de  la  liga  que  elPapa  Clemente  VIII  deseaba  entre 
el  Emperador  y  el  Imperio  y  aquel  Rey  y  República,  aun- 
que yo  no  intervine  en  éste  de  la  liga  como  Embaxador, 
sino  como  persona  privada   que  me   hallé  allí  en  aquella 
ocasión,  porque  tenia  orden  del   Rey  nuestro  señor  de  no 
mezclarme  con  autoridad  suya  en  esta  plática,  y  con  este 
prosupuesto  supe  y  advertí  algunas  cosas  importantes,  de 
que  S.  M.  Cesárea  se  tuvo  por  muy  servido,  y  lo  mismo 
hizo  el  Rey  nuestro  señor,  que  aya  gloria,  cuando  lo  en- 
tendió. 

bY  partido  de  la  Corte  del  Emperador,  á  pocas  jorna- 
das me  alcanzó  otro  correo  del  Archiduque  Alberto,  con 
orden  del  Rey  nuestro  señor,  que  aya  gloria,  para  volver 
otra  vez,  que  fué  la  tercera,  á  la  Corte  Cesárea  á  tratar 
otros  negocios  de  gran  importancia  del  servicio  del  Rey 
nuestro  señor,  que  aya  gloria,  en  que  el  Emperador  me 


n.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5I9 

detuvo  algunos  dias  (O  esperando  su  respuesta,  con  gran- 
de gasto  é  incomodidad  mia;  y  vuelto  á  los  Estados  baxos 
desta  jornada,  que  duró  once  meses,  peregrinando  por  toda 
Alemania  y  Polonia,  con  gran  rigor  del  tiempo  y  algunos 
peligros  de  consideración  y  gastos  muy  excesivos. 

«Llegado  á  Bruselas  á  26  de  julio  de  iSgy,  el  Archi- 
duque me  mandó  servir  el  cargo  de  Capitán  general  de  la 
caballería  ligera  de  los  Estados  baxos;  y  en  20  de  Agosto  de 
aquel  año  salió  S.  A.  en  campaña  para  socorrer  á  Amiens; 
y  á  la  retirada,  con  la  caballería  resistí  al  Rey  de  Francia 
y  á  todo  su  exército,  y  escusé  que  no  hiciese  ningún  daño 
en  el  nuestro,  en  que  hice  á  V.  M.  el  servicio  que  remito 
á  la  relación  del  Archiduque  y  de  muchos  que  se  hallaron 
en  ella  y  le  tuvieron  por  relevado  para  la  conservación  de 
la  reputación  y  del  exército  (2). 

i)Y  en  esta  sazón  me  mandó  el  Archiduque  salir  del 
campo  con  6.000  infantes  y  i.ooo  caballos  y  seis  piezas 
de  artillería  para  tomar  el  fuerte  de  Monthulin,  que  es  en 
el  Bolones,  tres  leguas  de  la  ciudad  de  Bolonia,  á  la  fron- 
tera de  Artoys,  de  donde  aquella  provincia  recibía  gran 
daño;  y  habiéndole  plantado  la  artillería,  le  tomé  en  tres 


(t)  En  esta  ocasión  fué  cuando,  según  refiere  Cabrera  de  Cór- 
doba (tomo  IV,  pág.  276),  «pidió  el  Emperador  un  soldado  de  los 
ministros  de  más  experiencia  y  valor  en  Flandes  para  que  guiase 
sus  gentes  en  Hungría,  y  con  parecer  del  Almirante  pasó  á  servir- 
le Jorge  Bata,  y  el  Almirante  pasó  á  Bolonia,  donde  asistían  con 
el  Nuncio  los  Embajadores  de  los  Príncipes  para  tratar  de  hacer 
liga  contra  el  Turco;  y  habiendo  acudido  á  esto  el  Almirante  y 
tratado  los  nei;ocios  tocantes  á  los  Países  Bajos  con  gran  pruden- 
cia y  autoridad  de  su  Príncipe,  volvió  á  ellos.» 

(2)  En  la  Colección  de  documentos  inéditos,  tomos  41  y  42,  hay 
una  serie  de  cartas  de  D.  Francisco  de  Mendoza  al  Archiduque 
Alberto  relativas  á  la  parte  que  tomó  aquél  en  las  guerras  de  Flan- 
des  desde  1596  hasta  1602,  cuyos  originales  y  minutas  se  conser- 
van en  la  Biblioteca  de  la  Real  Academia  de  la  Historia.  Colec- 
ción Salazar,  A-62.  Como  ya  están  publicadas  y  muy  poco  es  lo 
que  añaden  alo  que  en  esta  relación  de  servicios  escribió  el  Al- 
mirante, nos  limitamos  á  citarlas. 


C20  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

dias  y  le  reparé;  y  metida  la  guarnición  y  vituallas  antes 
que  el  Rey  de  Francia  pudiese  impedirlo,  aunque  se  ha- 
llaba con  todo  su  exército  desembarazado,  me  volví  á  jun- 
tar con  el  Archiduque  sin  perder  un  hombre. 

»Y  habiendo  durado  esta  jornada  hasta  que  el  Rey  de 
Francia  se  levantó  del  sitio  de  Dourlens,  se  alojó  el  exér- 
cito de  V.  M.,  y  poco  después  se  comenzó  el  Tratado  de 
la  paz  de  Francia;  y  concluida  por  los  diputados  que  in- 
tervinieron en  ella,  el  Archiduque  me  envió  con  otros  por 
rehenes  á  París;  y  esta  jornada  fué  muy  costosa,  aunque 
breve,  y  en  que  hice  particular  servicio  á  V.  M.  (0. 

Y  vuelto  della  en  fin  de  Julio  de  i5g8,  en  20  de  Agosto 
del  mismo  año,  estando  el  Archiduque  de  partida  para 
España  á  efectuar  su  casamiento,  me  mandó  S.  A.  que- 
dar en  aquellos  Estados  para  gobernar  el  exército  de  V.  M. 
y  hacer  con  él  algunos  efectos  de  importancia  (2);  y  co- 
menzando la  jornada  en  5  de  Setiembre  de  aquel  año,  to- 
mé á  Orsoy,  conforme  á  la  orden  que  tenia  del  Archidu- 
que para  ello,  y  pasé  por  allí  el  Rhin  y  edifiqué  un  fuerte 
al  opósito  de  la  villa  para  asegurar  aquel  pasage.  Y  en  24 
de  Setiembre  tomé  á  Alpen  para  hambrear  á  Rhymberck; 
y  en  26  tomé  el  castillo  de  Bruch  (3),  por  escusar  los  da- 


(i)  Para  más  detalles  de  esta  embajada,  puede  verse  el  tomo  41 
de  la  Colee,  de  documentos  y  la  Relación  que  incluímos  en  el 

Apéndice. 

{2)  Asegura  Coloma  que  el  Almirante  quedó  en  esta  ocasión 
al  frente  «del  ejército  mas  florido  que  vieron  aquellos  Estados,» 
pasando  á  él  después  de  haberse  despedido  deS.  A.  en  Namurcon 
grandes  deseos  de  mostrar  su  natural  valor  y  el  de  su  soldadesca. 
La  misma  añrmación  hace  Bentivoglio  en  sus  relaciones.  Manda- 
ba la  vanguardia  el  insigne  historiador  citado  D.  Carlos  Coloma. 

(3)  Mandó  el  Almirante  atacar  y  rendir  el  castillo  del  Conde 
de  Bruch,  gran  hereje  que  tenía  fama  de  poseer  grandes  riquezas 
en  su  castillo,  acumuladas  á  fuerza  de  rapiñas.  Hízose  así  y  dióse 
orden,  á  lo  que  se  entendió,  á  D.  Pedro  de  Aguayo  que  le  mata- 
se; pero  de  manera  que  sc  diese  á  su  muerte  alguna  apariencia  de 
casual,  como  se  hizo  y  ejecutó,  clndigna  hazaña  (exclama  justa- 
mente indignado  Coloma),  porque  si  sus  culpas  merecían  castigo. 


D;    FRANCISCO    DE   MENDOZA  52I 

ños  que  de  allí  se  hacian  en  el  exército;  y  á  9  de  Octubre 
me  puse  sobre  el  fuerte  y  la  villa  de  Rhymberque;  y  á  los 
12  tomé  á  Burich  y  Meurs  para  asegurarme  de  las  vitua- 
llas é  impedir  el  socorro  del  enemigo.  Y  á  los  i3,  habien- 
do abierto  trincheras  y  plantado  la  artillería,  tomé  el  fuer- 
te de  la  isla;  y  á  los  14  tomé  la  misma  villa  de  Rymber- 
ge;  y  á  los  17  comencé  á  pasar  la  ribera  de  la  Lippa  con 
todo  el  exército  y  artillería  por  un  puente  que  hice  para 
ello  en  tres  dias;  y  á  30  de  Octubre  ocupé  á  Rees  por  tra- 
to, que  es  paso  muy  importante  para  hacer  la  guerra  en 
Frisa;  y  en  esta  plaza,  invernando  yo  después  en  ella,  hice 
en  treinta  dias  un  puente,  el  más  señalado  que  en  estos 
tiempos  se  ha  echado  sobre  el  Rhyn,  y  edifiqué  un  fuerte 
al  opósito  para  guardarle,  y  armé  cinco  navios  de  guerra 
para  el  mismo  efeto,  buscando  yo  los  medios  para  ello  con 
mi  trabajo  y  cuidado,  sin  que  se  me  proveyese  de  un  solo 
Real  para  la  fábrica  de  todo. 

i>Y  en  este  mismo  tiempo,  entendiendo  el  daño  que  el 
Consistorio  de  los  Calvinistas  de  Wessel  hacia  para  las 
cosas  de  la  guerra  y  de  la  paz  de  los  Estados  baxos,  pio- 
curé  deshacerle,  y  con  negociación  salí  con  ello;  y  en  esta 
ocasión  aquella  villa  recibió  la  Fé  católica,  restituyó  las 
iglesias  y  todos  los  bienes  que  tenia  usurpados,  conforme 
á  la  concordia  Venloniense,  interviniendo  en  todo  el  Nun- 
cio apostólico  (O,  que  yo  truxe  de  Colonia,  y  un  Emba- 
xador  del  Emperador  y  otros  del  Duque  de  Cleves,  con 
que  se  hizo  á  Dios  nuestro  Señor  y  á  V.  M.  un  extraor- 
dinario servicio,   porque  el  Consistorio   calvinista    desta 


¿para  qué  tomarle  renJido  á  buena  guerra?  Y  ya  que  se  determi- 
naba de  faltarle  la  fe,  ¿por  qué  no  antes  hacerle  el  proceso  y  con- 
denarle por  los  graves  y  verdaderos  delitos  que  se  le  acumulaban? 

Pero  es  al  ttn  lan  ciega  'a  codicia  como  el  amor >   «Desearse 

luego  un  pronto  y  ejemplar  castigo  de  un  caso  tan  feo;  y  al  ver 
que  no  se  dio  ni  se  trató  de  dar  satisfacción  á  la  viuda  y  á  sus  hi- 
juelos, abrió  imprudentemente  las  bocas  á  muchos  para  murmu- 
rarlo.» 

(i)     R.  C.  Coriolano  Garca  de  oro,  Obispo  de  Osero. 


C22  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

villa  tenia  pervertidas  ciento  y  tres  villas  y  ciudades  en 
Alemania. 

»Y  habiendo  desocupado  á  Orsoy,  Alpen,  Meurs  y  á 
Burich,  conforme  á  las  órdenes  que  tenia  del  Archiduque, 
por  haber  tomado  otras  plaaas  con  que  suplir  la  necesidad 
que  antes  tenia  destas,  rompió  el  enemigo  el  dique  de 
Emericque  por  cinco  partes  para  inundar  el  país  y  estor- 
bar que  no  pasase  con  mi  jornada  adelante;  y  viendo  de 
cuan  grande  daño  podia  ser  esto,  dilatándose  el  remedio, 
acudí  el  mismo  dia,  que  fué  el  de  Todos  Santos  de  g8,  á 
remediarlo,  y  peleando  se  echó  el  enemigo  del  dique  y  se 
cerraron  las  cortaduras  en  diez  horas;  y  fué  necesario, 
para  que  el  enemigo  no  le  volviese  á  cortar,  meter  guar- 
nición en  Emericque,  como  se  hizo,  con  gran  trabajo  y 
negociación  por  no  venir  á  las  manos  y  escusar  quexas  del 
Duque  de  Cleves  (t). 

» Y  á  los  5  de  Noviembre  me  puse  sobre  la  villa  de  Do- 
thecun,  y  abiertas  las  trincheras  y  plantada  la  artillería,  la 
tomé  á  los  8  del,  y  á  los  lo  ocupé  la  villa  de  Anholt,  con- 
forme á  otra  orden  que  tenia  del  Archiduque,  y  á  los  12 
tomé  el  castillo  de  Schulemburg;  y  habiéndose  hecho  todo 
esto  en  menos  de  setenta  dias,  y  con  un  solo  tercio  de 
paga,  creciendo  de  manera  la  necesidad  que  no  se  podían 
tener  los  soldados  en  los  cuarteles,  y  habiéndose  gastado 
tanto  el  tiempo  que  se  deshacía  toda  la  caballería  y  ado- 
lescia  la  gente,  fué  necesario  alojar  el  exército. 

))Y  habiendo  dado  cuenta  dello  al  Elector  de  Colonia  y 

(t)  Por  la  breve  relación  de  estos  sucesos  y  por  la  correspon- 
dencia del  Almirante  durante  estos  años  (Colee,  de  doc,  to- 
mos 41  y  42),  puede  bien  apreciarse  la  extraordinaria  actividad 
y  pericia  militar  del  Almirante,  que  tenía  que  luchar  incesan- 
temente, no  sólo  contra  el  enemigo,  sino  contra  las  disensiones  y 
rivalidades  de  los  cabos  principales  de  nuestro  ejército;  contra  los 
frecuentes  motines  de  éste,  y  contra  la  penuria  del  Archiduque,  ra- 
zones todas  muy  atendibles,  que  conviene  tener  presentes  para 
juzgar  la  conducta  militar  de  D.  Francisco  de  Mendoza  en  aque- 
llas campañas. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5^3 

al  Consejo  del  Duque  de  Claves,  se  alojó  (O  con  convenien- 
cia suya  y  con  aprobación  del  Cardenal  Andrea  de  Austria, 
en  los  países  de  Munster,  Rechenchuysen,  Essen  y  la 
Marca,  donde  en  otras  ocasiones  se  habia  alojado  gente  del 
exército  de  V.  M.,  y  se  entretuvo  en  buena  disciplina  mi- 
litar sin  deshacerse,  aunque  lo  procuraron  mucho  los  ene- 
migos y  neutrales,  y  los  amigos  no  me  asistieron  como 
fuera  necesario  para  sustentarle,  porque  en  ocho  meses  no 
me  dieron  más  que  otros  dos  tercios  de  paga  para  todo  el 
exército;  y  con  estoy  con  mi  trabajo  y  con  grandes  dificul- 
tades le  sustenté,  y  con  él  los  Estados  baxos,  hasta  que  el 
Archiduque  volvió  de  España. 

»Y  antes  desto,  cuando  el  Cardenal  Andrea  (2),  induci- 


(i)  Las  quejas  y  protestas  de  los  Príncipes  del  Imperio,  así  ca- 
tólicos como  protestantes,  por  haber  alojado  el  Almirante  su  ejér- 
cito en  sus  tierras,  y  por  algunos  excesos  que  los  soldados  come- 
tieron en  ellas,  fueron  tan  enérgicas  que  algunos  de  aquellos  Es- 
tados llegaron  á  confederarse  y  ponerse  en  armas. 

fEsto,  escribe  Matías  de  Novoa,  desayudó  mucho  las  cosas  del 
Almirante  y  dio  calor  á  sus  émulos,  que  los  tenia  grandes.»  Mas 
débese  advertir  que,  no  habiendo  recibido  dinero  del  Archiduque 
para  pagar  las  tropas,  y  sí  orden  de  acuartelarlas  y  alojarlas  de 
aquella  manera,  según  consta  en  las  Instrucciones  que  al  mar- 
charse le  dejó,  queda  en  gran  parte  disculpado  el  Almirante. 

(2)  Acerca  de  la  conducta  seguida  por  el  Cardenal  Andrea  con 
el  Almirante,  véase  la  correspondencia  de  éste  con  el  Archiduque, 
ya  citada;  pero  importa  consignar  aquí  algunos  párrafos  de  ella, 
teniendo  en  cuenta  que  el  Cardenal  había  quedado  al  frente  del 
gobierno  de  los  Países  Bajos  durante  la  ausencia  del  Archiduque, 
encargado  de  acompañar  á  España  á  Doña  Margarita  de  Austria, 
que  había  de  casarse  con  Felipe  III. 

«Si  acaso  el  Cardenal  escribe  mis  cosas  por  el  término  que  ha 
comenzado  á  tratarlas,  sepa  V.  A.  puntualmente  lo  que  pasa,  y 
que  por  mi  parte  no  se  le  ha  dado  la  menor  ocasión  del  mundo  para 
tener  ningún  disgusto,  ni  alterádome  con  muchos  que  me  ha  dado, 
acordándome  que  soy  criado  de  V.  A.  y  que  estos  Estados  y  ne- 
gocios son  de  V.  A.  y  no  del  Cardenal,  y  que  porque  él  no  los 
trate  ni  los  entienda  como  V.  A.,  no  tengo  yo  de  dejar  de  servir  á 
V.  A.  como  soy  obligado  y  procurar  que  todos  le  sirvan  como  es 
razón,»— (Primeros  del  año  1599.) 


r24.  A.     RODRÍGUEZ    VILLA 

do  por  los  que  no  deseaban  servir  á  V.  M.  como  yo,  vino 
al  campo  y  estorbó  y  rompió  mis  intentos,  en  que  se  habia 
procedido  con  tanta  prosperidad,  el  tiempo  que  él  estuvo 
allí  no  hice  menor  servicio  á  V.  M.  que  en  todo  lo  demás 
se  había  hecho,  adobando  algunas  cosas  que  se  intentaban 
y  eran  contrarias  á  las  órdenes  que  yo  tenia  del  Archidu- 
que y  á  lo  que  convenia  para  la  buena  dirección  de  la 
guerra  y  sustento  del  exército  y  de  su  reputación. 

»Y  doce  dias  después  de  partido  el  Cardenal,  dexándo- 
me  sin  un  real  y  con  tan  pocas  municiones  de  guerra  que 
no  habia  para  una  salva,  y  con  dos  exércitos  contra  mí, 
uno  de  los  holandeses  y  otro  de  los  protestantes,  que  el 
menor  dellos  era  de  más  infantería  y  caballería  que  el  de 
V.  M.,  confiando  en  Dios  nuestro  Señor  y  haciendo  de  mi 
parte  lo  que  se  podia,  con  gran  trabajo  y  cuidado  me  en- 
tretuve contra  los  dos  exércitos  enemigos  y  sustenté  el  de 
V.  M.  sin  que  recibiésemos  ningún  daño  (0. 

«Y  cierto  se  maravillaria  V.  A.  si  supiese  en  particular  las  perso- 
nas y  por  los  medios  tan  extraños  que  procuran  revolverme  con  el 
Cardenal  y  con  todo  el  mundo,  y  apretarme  para  que  alce  la  mano 
del  servicio  del  Rey  y  de  V.  A.  por  acabar  ellos  más  presto  con  to- 
do.»—(6  de  Junio  de  1599-) 

(i)  Grandes  amarguras  y  disgustos  sufrió  el  Almirante  durante 
el  gobierno  del  Cardenal  Andrea,  por  la  inmensa  responsabilidad 
que  sobre  él  pesaba  y  las  contrariedades  que  sufría.  No  es  extra- 
ño, por  tanto,  que  en  3  de  Marzo  de  1599  escribiera  al  Archiduque 
estas  sentidas  palabras: 

«Yo  he  servido  á  V.  A.  en  este  ejército  desde  que  V.  A.  me  le 
encargó  con  los  trabajos  de  cuerpo  y  de  espíritu,  y  con  los  peligros 
y  gastos  y  pesadumbres  que  V.  A.  puede  considerar,  sabiendo  me- 
jor que  nadie  el  estado  de  las  cosas  y  lo  que  con  él  se  ha  hecho,  y 
la  poca  asistencia  que  he  tenido  para  todo,  y  las  grandes  dificulta- 
des que  se  han  ofrecido  y  ofrecen  para  conservarle,  habiendo  pro- 
curado con  tanto  estudio  y  cuidado  los  enemigos  públicos  y  secre- 
tos de  la  Casa  de  Austria  deshacerle,  y  asistídome  con  tanta  remi- 
sión los  que  hablan  de  procurar  lo  contrario;  y  con  todo  esto,  se 
halla  en  el  estado  que  á  V.  A.  he  escrito  y  falto  de  las  cosas  que 
he  pedido,  haciendo  diligencias  para  que  las  provean.»  (Que  el 
Cardenal  quiere  salir  en  campaña  y  que  procure  impedu-lo.) 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  525 

))Y  en  3o  de  Agosto  de  iSgg  rompió  nuestra  caballería 
1. 000  caballos  de  los  holandeses  y  se  cobró  el  fuerte  de 
Rhymberck,  que  los  protestantes  hablan  tomado  por  trai- 
ción, y  habiéndose  puesto  sobre  Rees,  socorrida  la  plaza 
dos  veces,  forcé  á  los  protestantes  á  levantar  el  sitio  con 
pérdida  de  mucha  gente  de  su  parte  y  de  dos  piezas  de  ar- 
tillería, habiéndoles  enclavado  otras  ii  y  tomado  algunas 
banderas  y  más  de  400  prisioneros,  que  yo  les  restituí  sin 
costas  ni  razón. 

»Y  acabada  esta  jornada,  me  hallé  en  la  del  Condado  de 
Flandes  el  año  de  1600,  en  que  en  presencia  del  Archidu- 
que, á  2  de  Julio  por  la  mañana,  con   la  vanguardia  que 
iba  á  mi  cargo,  se  degollaron  3.000  infantes  del  enemigo, 
que  eran  los  regimientos  de  Zelanda  y  Escocia,  y  se  rom- 
pieron 400  caballos  que  iban  con  ellos,  y  se  tomaron  18 
banderas  y  dos  piezas  de  artillería;  y  en  el  rencuentro  de 
la  tarde,  habiéndome  puesto  S.  A.  en  el  más  peligroso  lu- 
gar de  la  batalla,  por  mi  parte,  que  era  el  cuerno  derecho 
della,  rompí  el  escuadrón  de  los  frisones,  que  era  el  mayor 
y  más  fuerte   del  exército   contrario,   degollando   muchos 
dellos  y  echando  del  puesto  á  los  demás,  donde  estuve 
hasta  cerca  de  las  seis  de  la  tarde,  que  me  desampararon 
los  amotinados.  Y  teniendo  aviso  por  dos  caballos  ligeros 
que  todo    nuestro   exército  era  roto,  porque  de   donde  yo 
estaba  no  lo  podia  ver,  y  que  el  Archiduque  se  hallaba  en 
tan  grande  aprieto  que  no  se  podia  salvar  si  yo  no  iba  á 
socorrerle,   fui  á  buscarle  con  tres  ó  cuatro  que  habían 
quedado  conmigo,  y  le  hallé  y  le  supliqué  se  salvase,  y  le 
ofrecí  de  perseverar  yo  en  el  campo  hasta  que  me  mata- 
sen, porque  los  hombres  de  mi  calidad  y  de   mi  cargo  no 
debían  salvarse  en  las  batallas,  sino  vencer  ó  perderse  en 
ellas.  Y  con  esto  fui  á  recoger  alguna  gente,  y  con  20ü 
caballos,  obedientes  y  amotinados,    de  todas  naciones  que 
pude  juntar,  me  puse  á  la  parte  de  la  campaña,  en  puesto 
que  la  caballería  podia  pelear  para  entretener  al  enemigo 
y  dar  tiempo  al  Archiduque  para  que  se  salvase.   Y  desta 
manera  estuve  cerca  de  dos  horas,  hasta  la  puesta  del  sol, 


C26  A.    RODRÍGUEZ    VILLA. 

donde  pasaron  algunas  cosas  que  remito  á  la  relación  de 
otros,  porque  seria  largo  referirlas  yo  á  V.  M.;  y  viendo  el 
enemigo  que  no  quedaba  otra  cosa  en  pié  del  exército  sino 
mis  tropas,  que  eran  cuatro  (compañías)  de  á  5o  caballos 
cada  una,  me  cargó  con  toda  su  caballería  é  infantería,  y 
acometiéndome  con  una  tropa,  mandé  cerrar  ci.n  ella  la 
mejor  de  las  mias,  y  rehusando  de  hacerlo,  fué  necesario 
que  lo  hiciese  yo,  confiando  que  me  seguirían  y  socorre- 
rían los  demás,  conforme  á  la  orden  que  les  habia  dado  y 
todos  prometido  de  guardar;  y  no  lo  hicieron  más  que  un 
capitán  italiano  y  D.  Pedro  de  Mendoza,  mi  sobrino,  que 
se  perdieron  conmigo,  habiéndome  muerto  el  caballo  en- 
tre las  piernas  y  dádome  algunos  arcabuzazos  y  cuchilla- 
das en  las  armas,  de  que  fué  nuestro  Señor  servido  no  sa- 
case más  que  un  piquete  en  el  rostro,  y  cayendo,  me  co- 
nocieron dos  soldados  españoles  que  servían  al  enemi- 
go (i),  y  otro  día,  degollando  la  gente  del  Conde  Mauricio 


(i)  Terrible  fué  la  derrota  que  en  la  batalla  de  las  Dunas  sufrió 
nuestro  ejército.  De  ella  se  prevalieron  los  émulos  del  Almirante 
para  juzgarle  severísimamente;  pero  más  que  su  testimonio,  enco- 
nado y  parcial,  vale  el  del  mismo  Archiduque,  testigo  de  mayor  ex- 
cepción, el  cual  escribía  en  17  de  Agosto  de  i6oo  al  Duque  de  Ler- 
ma,  sobre  nombrar  sucesor  al  Almirante,  que  estaba  prisionero  de 
los  holandeses: 

«No  puedo  dejar  de  decir  á  V.  S.  que  me  parescc  que  no  seria 
razón  que  se  proveyese  el  cargo  antes  de  hacerse  merced  al  Almi- 
rante, de  manera  que  no  parezca  al  mundo  que  no  hizo  lo  que  de- 
bía en  esta  ocasión  pasada,  habiéndolo  hecho  muy  honradamente; 
porque  aunque  es  verdad  que  la  caballería  no  lo  hizo,  fué  sin  cul  - 
pa  suya,  y  dejándole  á  él  solo,  como  se  perdió,  habiendo  sucedido 
lo  mismo  á  capitanes  de  caballos  que  han  quedado  mal  heridos, 
desamparándoles  sus  soldados,  y  piensan  que  no  por  eso  dejan  de 
merescer  se  les  haga  merced.  Así  que  si  S.  M.  se  resuelve  de  pro- 
veer el  cargo  en  otra  persona,  me  paresce  que  hay  obligación  de. 
que  se  haga  primero  merced  al  Almirante,  porque  la  meresce  cierto, 
y  V.  S.  me  hará  mucho  placer  en  encaminarlo  así;  y  pues  está  en 
manos  de  S.  M.  el  hacérsela  y  se  ofrescen  cada  dia  tantos  medios 
para  ello,  presto  se  podrá  cumplir  con  esta  obligación,  y  S.  M. 
íratar  después  de  la  provisión  deste  cargo,  en  que  no  reparo,  de  mi 


D.    FKANCISCO    DE    MENDOZA  527 

á  sangre  fria  los  soldados  de  V.  M.,  me  opuse  á  ello  con 
tanto  calor  como  si  no  fuera  prisionero,  con  que  cesó  la 
carnicería,  habiéndonos  muerto  en  esta  ocasión  200,  y  con 
ellos  y  con  los  del  rencuentro  del  dia  de  antes  murieron 
de  nuestra  parte  2,000,  y  de  la  del  enemigo  más  de  6.500, 
y  entre  ellos  5o  capitanes  y  muchas  personas  particulares, 
según  pareció  por  una  lista  que  el  Conde  Mauricio  me 
mostró  de  los  que  se  habian  enterrado,  que  pasaban  de 
8.5oo;  y  no  faltando  de  nuestro  exército  sino  2.000,  todos 
los  demás  eran  del  suyo.  Y  esto  se  comprobó  diciéndome 
Mos.  de  Domorvile,  coronel  francés,  en  presencia  de  mu- 
chos y  del  mismo  Conde  ¡Mauricio,  que  me  consolase  de 
la  desgracia,  porque  si  nosotros  habíamos  perdido  las  ban- 
deras, ellos  habian  perdido  la  gente. 

«Entrado  en  Ostende,  saqué  dentro  de  tres  dias  sobre 
mi  palabra  todos  los  criados  del  Archiduque  y  de  otros  se- 
ñores y  caballeros  que  no  tenían  sueldo  en  el  exército,  y 
algunos  capitanes  y  soldados  que  se  habian  concertado 
con  sus  patrones  ó  estaban  heridos,  y  los  envié  á  Brujas. 

«Estuve  en  la  prisión  de  Holanda  veintitrés  meses:  diez 
en  el  castillo  de  Woerden,  dos  en  Persin  y  onze  en  la 
Haya,  con  grande  estrechura,  muchos  gastos  é  incomo- 
didades (0.  Busqué  medios  para  sustentar  todos  los  sol- 
dados prisioneros  y  otros  vasallos  de  V.  M.,  hasta  que  al 
cabo  de  algún  tiempo,  el  Archiduque  lo  mandó  proveer. 
Concerté  el  rescate  de  todos  en  menos  de  5.000  Felipes, 
y  el  mió  y  de  D.  Fernando  de  Meneses,  gobernador  de 
Santo  Tomé,  y  del  maestro  de  campo  Luis  del  Villar  y 
de  los  demás  prisioneros  de  las  Indias  y  de  las  islas  de  Ca- 
naria y  costas  de   España,  por  algunos  prisioneros  que 

parte,  ni  entiendo  lo  haria  el  Almirante  no  siendo  en  esta  sazón, 
porque  él  estaba  ya  determinado  de  irse  á  España,  como  S.  M.  lo 
había  mandado,  y  se  iba  aprestando  para  ello  cuando  se  ofresció 
esta  ocasión  de  esta  campaña,  en  que  hallándose  aún  aquí,  podía 
mal  dejar  de  seguirme.» 

(i)  Véanse  en  el  Apéndice  los  documentos  relativos  al  tiempo 
de  su  prisión. 


raS  A.     RODRÍGUEZ    VILLA 

V.  M.  y  el  Archiduque  tenian  en  sus  reinos  y  Estados, 
conforme  á  la  orden  que  para  ello  se  me  dio;  y  pudiendo 
salir  el  primero,  los  saqué  á  todos,  que  fueron  433  entre 
capitanes,  oficiales  y  soldados,  sin   los  que  antes  hablan 
salido  por  mi  negociación,  que  eran  otros  300,  y  quedé  yo 
solo  en  la  prisión,  donde  estuve  otros  catorce  meses  des- 
pués de  hecho  el  cange  general,  sólo  por  tratar  de  la  paz. 
»Y  fuera  de  los  peligros  de  la  guerra,  que  destos  no  hago 
mención  por  ser  anexos  á  mis  cargos,  estuve  algunas  ve- 
ces con  mucho  riesgo  de  la  vida  por  la  causa  católica  y 
por   adelantar   el   servicio   de   V.    M.,   y  particularmente 
cuando  la  reformación  de  Wessel,  que  se  conjuraron  los 
calvinistas  de  matarme  para  vengarla  antes  de  la  prisión 
de  Holanda;  y  estando  ya  prisionero,  cuando  de  nuestra 
parte  ahorcaron  en   la  Exclusa  á  Clawart,  siendo  de  los 
comprendidos  en  el  tratado;  y  cuando  se  dijo  en  Holanda 
y  se  tuvo  por  cierto  que  habian    muerto  al  Príncipe  de 
Orange  de  nuestra  parte,  con  que  me  tuvieron  muy  apre- 
tado; y  cuando  los  navios  de  Dunquerque  tomaron  los  de 
la  pesquería,  que  se  dixo  en  Holanda  que  habian  cortado 
los  pies  y  las  manos  á  sus  marineros  y  echádolos  á  la  marj 
y  cuando  estando  en  la  prisión  de  la  Haya  adolecí  de  una 
grave  enfermedad  de  calentura  continua  y  tabardillo,  que 
me  llegó  á  lo  último  de  la  vida,  sin  habérseme  hecho  nin- 
guna cura  ni  otro  beneficio,  llegando  á  tan  grande  extre- 
mo, que  con  mucha  dificultad  entró  un   sacerdote  extra- 
vestido á  confesarme,  trayendo  el  Santísimo  Sacramento 
de  la  Eucharistía  escondido  en  el  pecho  y  la  Extremaun- 
ción en  la  faltriquera,  todo  lo  cual  me  dio  con  gran  recato 
y  peligro  suyo  y  mió;  y  cuando  los  Estados  me  tomaron 
una  carta,  que  si  la  leyeran  no  fuera  posible  salvar  la  vida, 
ni  yo  podia  quexarme  de  que  me  la  quitaran,  viéndola,  y 
quiso  Dios  que,  teniéndola  en  su  poder,  me  la  volvieron 
entre  otras  sin  leerla;  y  cuando  los  mismos  Estados  me 
tomaron  dos  despachos  del  Archiduque  de  23  de  Enero 
de  1602,  tocantes  á  la  paz,  con  que  me  pusieron  en  gran- 
de aprieto,  hasta  que  me  oyeron  sobre  el  caso;  y  también 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  529 

me  amenazaron  harto  los  Estados  y  estuvieron  mal  con- 
tentos cuando  temieron  que  Ostende  no  se  podia  ya  sus- 
tentar por  Navidad  de  1601,  y  con  todo  esto  les  propuse 
la  paz  y  tuve  el  negocio  en  estado  que,  si  fuera  asistido 
con  crédito  y  autoridad,  y  no  estorbado  como  lo  fui,  es 
sin  duda  que  hubiera  hecho  algún  servicio  á  V.  M.  de  con- 
sideración en  esta  parte. 

»Y  veinticinco  dias  después  de  haber  salido  de  la  pri- 
sión, me  mandó  el  Archiduque  ir  á  gobernar  el  exérci- 
to  (O,  sin  dineros  y  sin  municiones,  y  con  tan  poca  gente, 
que  no  llegaba  toda  la  que  habia  en  el  campo  á  5.000  in- 
fantes; y  en  diez  dias  se  juntaron  13.500  con  ellos;  y  con 
2.000  que  el  Archiduque  envió  de  Ostende,  y  con  los  del 
Marqués  Spínola,  que  vinieron  de  Italia  en  aquella  sazón, 
y  2.5oo  caballos  ligeros  y  cerca  de  2.000  hombres  de  ar- 
mas, con  que  esperé  al  enemigo  en  campaña  en  un  puesto 
junto  á  Tilemont,  que  venia  con  más  de  26.000  infantes 
y  6.400  caballos  y  mucha  artillería,  y  5. 000  carros  con 
grandes  preparamentos  de  guerra  y  abundancia  de  muni- 
ciones y  víveres;  y  estorvé  que  no  levantase  ni  saquease 
el  país,  como  traia  intención  de  hacerlo,  valiéndose  de  las 
inteligencias  que  tenia  en  él  y  en  Francia  (2). 


(i)  Sobre  esta  nueva  y  última  campaña  del  Almirante,  véanse 
sus  cartas  en  el  tomo  42  de  la  Colee,  de  documentos  inéditos. 

(2)  Desgraciado  estuvo  el  Almirante  en  la  dirección  de  ésta  su 
última  campaña.  Entre  los  cargos  calumniosos  dirigidos  contra 
este  caudillo,  acaso  (dice  Novod)  no  hay  otro  que  realmente  resul- 
te cierto  más  que  éste.  Porque  estando  el  ejército  católico  á  una 
legua  casi  del  rebelde,  éste  se  retiró  sin  atreverse  á  atacar  á  aquél, 
y  fué  á  sitiar  á  Grave.  Unos  de  los  cabos  nuestros  decían,  y  decían 
bien,  que  se  debía  seguir  al  enemigo  y  irle  picando  la  retaguardia. 
Opinaban  otros,  entre  ellos  el  Almirante,  que  no;  y  en  estas  dudas 
y  vacilaciones,  se  perdió  la  ocasión  oportuna:  el  enemigo  apretó 
la  plaza  y  se  atrincheró  fuertemente,  y  cuando  al  fin  el  Almirante 
se  decidió  á  socorrerla,  ya  fué  del  todo  imposible. 

A  fines  de  1G02  fué  llamado  el  Almirante  á  España,  «no  sin  sos- 
pecha (añade  Novoa)  que  se  hablan  de  residenciar  sus  acciones: 
tanto  riesgo  corren  los  progresos  de  la  milicia  en  capitanes,  que, 
■'  34 


A.     ROUKÍGUEZ    VILLA. 


„Y  en  ^  de  Setiembre  del  año  pasado  de  1602  deshice 
por  mi  persona  el  motin  de  Hamont  con  las  armas,  que 
ía  sucedido  pocas  veces  en  los  Estados  baxos  Y  las  cosas 
de  ,a  hacienda  de  V.  M.  y  de  SS.  AA.  y  del  exerc  o  y 
del  país,  las  he  tratado  siempre  con  tanta  puntuahdad  y 
limpieza,  que  en  una  ocasión  tan  grande  como  esta,  y  en 
"e  han  buscado  con  tanto  cuidado  mis  émulos  con  que 
Lcular  mi  honra,  no  han  podido  tropezar  conmigo  en  un 
rudo,  porque  ni  yo  me  he  embarazado  en  esto,  n.  he 
tenido  plazas  embarazadas  con  mis  criados,  como  otros 

muchos  lo  han  hecho. 

Ty  siendo  estos  servicios  tantos,  tan  cahhcados  y  de 
tanta  consideración;   tan   costosos  para  mi  hacienda,  tan 
,abajosos  para  mi  persona,  tan  peligrosos  para  mi  vida  y 
un  achacosos  para  m.   reputación;  y  habiendo  sido  tan 
Si^es  para  el  sLcio  de  V.  M.  y  de  sus  hermanos  y  para 
U     onseivacion  de  los  Estados  baxos  y  del  exercí  o     e 
V    M   que  sirve  en  ellos,   aunque  hasta  agora  yo  nohe 
hecho  ostentación  desto,  atendiendo   solamente  al  servicio 
de  V    M   y  de  SS.  AA.  para  servirlos  como  debía  y  sus- 
tentar aquellos  Estados  contra  todos  los  que  procuraron, 
dulntel  ausencia  del  Archiduque,  rebelar  las  Provmcia 
obedientes  y  hambrear  el  exército,  llegadas  mis   cosas  al 
término  en  que  se  hallan,  no  he  podido  escusarme    por  la 
ndlnidad  de  mi  reputación,   de  representar  os  a  V.  M. 
■  ",  el  ocasión,  asegurando  á  V.  M.  que  sucedieran  gran- 

;,..ho  el  deber   es  razón  de  Estado  que  de  lo  que 
aunque  hayan  hecho    '  d^^er  ^^^^^^  ,^^  ^  ^^^_ 

"^rriV.:    pe.    .        bi'ende'la  pérdida  de  Grave  no  sé  c6n.o 
cuido  del  l'""<='P="  .        también  Colonia  que,  al  despe- 

Í  ^Tc^dll^  An  -  d!ri;chiduque,  le  habl6  bien  de  las 
dirse  el  Laraena    rtu  Almirante  no  habló  con  mucho 

cabezas  del  ejército;  .mas  en  el  Alniírante  no  ^  3^d<„, 


D.    FRANCISCO    DE    MliííDOZA  53 1 

■des  desastres  si  yo  no  hubiera  servido  con  la  entereza, 
cuidado  y  perseverancia  que  lo  he  hecho,  echando  el  pe- 
■cho  al  agua  y  resolviéndome  á  posponer  (por  servicio  de 
Dios  y  de  V.  M.  y  de  sus  hermanos  y  por  el  bien  público) 
todas  las  dificultades  en  que  me  hallé  embarcado  diversas 
veces,  y  particularmente  el  dia  que  el  Archiduque  me  en- 
cargó el  gobierno  de  las  armas  y   me  faltó   lo  necesario 
para  el  sustento  del  exército  pasado  el  Rhyn,  en  la  bruma 
<iel  invierno,  con  tiempo  tan  riguroso,  que  los  amigos  y 
enemigos  me  tuvieron  por  perdido,  dudando  que  yo  halla- 
da expidiente  para  sustentarme,  siendo  tan  dificultoso  esto 
y  el  poder  resistir  á  los  enemigos  y  á  los  protestantes  y  á 
los  neutrales  y  á  los  mismos  amigos  que  tenian  o.bligacion 
de  ayudarme  y  me  embarazaron  tanto  como  los  otros  ó 
más  con  la  guerra  intestina  que  me  hacian  dentro  de  casa, 
«[uitándome   las    provisiones  y  desautorizándome   cuanto 
podian.  Todo  lo  cual  se  previno  á  costa  de  mucho  trabajo 
y  de  mucha  reputación  mia;  y  de  lo  que  entonces  y  des- 
pués he  padecido   por  ello,    lo  tengo  por  bien   empleado, 
habiendo  cumplido  con  mi  obligación  de  servir  á  V.  M.  á 
todo  riesgo  y  escusar  tan  grandes  daños  de  toda  la  Chris- 
tiandad,  como  sucedieran  si  yo  no  lo  hubiera  reparado  con 
■excesivos  trabajos.  Y  siendo  esto  ansí,  justo  es  que  V.  M. 
se  sirva  de  perdonar  lo  que   me  he  detenido  en   referirlo, 
pues  mis  émulos  me  han  forzado  á  ello,  quedando  yo  con 
muy  segura  esperanza  de  que  V.  M.,  pjr  su  grandeza  y 
clemencia,  me  hará  la  merced  que  todo  el   mundo  juzga 
que  puedo  pretender  por  mis  servicios  y  trabajos  para  res- 
taurar las  pérdidas  y  gastos  de  mi  hacienda,  y  lo  que  más 
•es,  la  nota  que  en  los  ojos  de  toJo  el  mundo  se  ha  puesto 
■en  mi  persona,  descomponiéndome  y  apartándome  del  ser- 
vicio de  V.   iM.  y  de  su  Real  acatamiento,  que  ha  sido  la 
mayor  jactura  de  todas  en  España  y  fuera  della,  donde  se 
saben  las  obligaciones  de  mi  nacimiento  y  los  cargos  que 
tenia  y  los  negocios  en  que  estaba  introducido,  que  no  se 
puede  tener  otra  suelda  sino  la  demostración  y  remunera- 
■cionque  espero  de  la  largueza,  rectitud  y  clemencia  de 


,,2  A-    ROORÍGUEZ   VILLA 

V  M     de  que  me  aseguran  esto  y  mis  propios  servicios, 

V  la  irtencion,  limpieza  y  cuidado  con  que  me  he  em- 
pleado en  ellos,  y  la  quietud  y  seguridad  de  mi  conoenaa 
en  todo  lo  que  me  oponen  mis  émulos  y  el  haber  naado 
vasallo  y  criado  de  V.  M.,  con  el  deseo  que  heredé  de 
mis  padres  de  gastar  la  hacienda  y  emplear  y  acabar  la 
vida  continuando  el  servicio   de  V.    M.  y   siguiendo  los 
exemplos  y  pisadas  de   mis  pasados.   Nuestro  Señor  la 
S    C    Real  persona  de  V.  M.  guarde  y  ensalce  como  los 
vasallos  y  criados  de  V.  M.  lo  deseamos  y  la  chnstiandad 
lo  há  menester  .-De  Guadalajara  á  7  de  Octubre  de  1603.  "^ 

Deió  el  Almirante  en  Flandes  justa  reputación  de  hon- 
rado caballero,  de  bizarro  militar  y  de  hábil  diplomático. 
Todos  nuestros  antiguos  historiadores  de  aquellos  países 
que  le  conocieron  y  trataron,  le  mencionan  siempre  con 
respeto  y  consideración.  Cierto  es  que  como  caudillo  dista 
mucho  de  los  famosísimos  que  le  precedieron,  el  Duque  de 
Alba    D.  luán  de  Austria,  Alejandro  Farnesio  y  el  Conde 
de  Fuentes,  y  aun  del  que  le  sucedió  en  el  mando  de  aque- 
llos ejércitos,  el  Marqués  Ambrosio  Spínola;  pero  aun  asi 
no  pueden  menos  de  elogiarse  en  él  dotes  tan  estimadas 
como  el  celo,  la  actividad,  el  valor  y  no  escasa  pericia  mi- 
•     litar    Su  probidad  en  el  manejo  de  tantos  caudales  quedo 
intachable.  Demostró  en  todas  ocasiones  sumo  mteres  y 
solícitos  cuidados,  asi  por  los  oficiales  como  por  los  sol- 
dados. Recomendando  una  vez  al  capitán  Francisco     e 
Olmedo,  que  llevaba  veintiocho  años  sirviendo  a  S.  M.  en 
Fundes    proponía  se  recompensasen  -P^^-^;^--  ^;- 
servicios   «para  que  otros  se  animen  á  servir,  y  con  esta 
esperanza  pasen  mejor  el  grande  rigor  de  los  trabajos  de 
la  guerra  y  se  ofrezcan  de  mejor  gana  á  los  peligros  con- 
timios  con  que  se  anda  en  ella.» 

So  o  algunos  jóvenes  nobles  de  los  que  iban  á  hacer  sus 
primeras  armas  en  aquellos  países  y  alguna  parte  de  .aque- 
Ua  bizarrísima,  pero  desordenada  milicia  española»  que  all 
guerreaba,  burlábanse  á  veces  de  las  prácticas  religiosas 
del  Almirante.  Cuando  el  célebre  Duque  de  Osuna,  Don 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  533 

Pedro  Girón,  fué  por  vez  primera  á  Flandes,  sirvió  á  las 
órdenes  de  D.  Francisco,  de  cuyo  carácter,  á  la  vez  rígido 
y  místico,  no  quedó  muy  prendado.  Habiendo  salido  heri- 
do en  el  desgraciado  socorro  de  Grave,  decía  el  Duque,  con 
su  natural  desenfado  y  gracejo,  que  «prefería  más  servir  á 
un  Capitán  que  comiese  demonios,  que  no  á  un  General 
que  vagnaba  santos  ('). »  Y  como  entre  la  soldadesca  se  de- 
cía que  el  Almirante  era  más  propio  para  Obispo  que  para 
militar,  estas  palabras  de  Osuna  tuvieron  entre  ella  gran 
eco.  Muchos  le  denominaban  el  Gran  Capitán  del  Rosario, 
por  sus  continuas  devociones,  ya  rezando  dos  veces  al  día 
el  Rosario,  ya  oyendo  diariamente  misa,  ya  llevando  sobre 
su  cuerpo  considerable  número  de  reliquias  de  santos,  y 
en  el  pomo  de  su  espada  un  pequeño  fragmento  de  la  Santa 
Cruz. 


VI 


Más  que  sus  últimos  desaciertos  militares,  contribuye- 
ron poderosamente  á  precipitar  la  salida  de  Flandes  del 
Almirante  de  Aragón  dos  causas  principales:  la  una,  las 


(1)  Greg.  Leti,  Vita  di  D.  Pielro  Girón,  duca.  d'  Ossuna.' 
Amsterdamo,  1699. — Sabido  es  que  este  escritor  tiene  escaso  cré- 
dito histórico,  gustando  más  de  contar  anécdotas  y  hablillas  que 
de  atenerse  á  la  verdad  de  los  hechos.  Refiere  también  el  mismo 
Leti  que  cuando  Osuna  se  vio  en  la  acción  en  que  fué  herido,  apre- 
tado por  el  enemigo,  habiéndole  dicho  el  Almirante:  «Tome  V.  S. 
mi  espada,  con  madera  de  la  Santa  Cruz,»  le  respondió  el  Duque; 
«Más  quiero  mi  espada  de  acero,  que  la  suya  de  madera.»  Mar- 
chando otra  vez  el  Duque  á  las  órdenes  del  Almirante,  con  inten- 
to de  atacar  á  Mauricio  de  Orange,  dijo  el  Duque  de  Arischot,  qua 
iba  al  lado  de  Osuna:  oPareceme  que  caminamos  muy  despacio 
para  sorprender  al  enemigo.»  Respondió  D.  Pedro  Girón:  «¿Cómo 
quiere  v.  md.  que  el  cüballo  del  .almirante  camine,  si  lleva  á  cuestas 
tanta  carga  de  santos?!  Y  cuando  le  animaban  para  que  siguiese 
militando  bajo  el  mando  del  Almirante,  decía:  tNo  sirvo  para 
franciscano.» 


crij,  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

difamaciones  y  calumnias  de  sus  émulos,  que,  como  ya  se 
ha  visto,  tenía  en   gran  número  y  de  prepotente  influjo. 
Sosteníale  y  defendíale  de  ellos  cuanto  podía  el  Archidu- 
que Alberto;   pero  con   la  muerte  de  Felipe  II  la  escena 
cortesana  había  notablemente  cambiado.  El  Archiduque 
no  tenía  ya  en  su  sucesor  ni  en  sus  nuevos  ¡Ministros  la 
protección  y  apoyo  con  que  antes  contara.  La  otra  causa 
de  que  era  efecto  también  la  tibieza  que  el  Archiduque  en^ 
contraba  en  la  Corte  después  del  advenimiento  de  Feh- 
pe  III,  consistía  en  la  tenacidad  y  firmeza  con  que  el  ma- 
rido de  la  Infanta  Isabel  Clara  defendía  su  soberanía  y  la. 
de  su  esposa  sobre  aquellos  Estados  que  Felipe  II  les  ce- 
diera, con  cláusula  de  reversión  ala  Corona  de  España  en 
caso  de  no  tener  sucesión  de  su  matrimonio,  como  ya  ma- 
liciosamente se  sospechaba  que  no  la  tendrían,  y  con  la 
esperanza  de  que  teniendo  presentes  aquellas  provincias  a 
sus  Príncipes  propietarios,  volverían  á  su  obediencia  las 
que  se  habían  rebelado,  y  se  mantendrían  las  leales  con 
mayor  orden  y  sumisión.  «Bien  arrepentidos  están  los  es- 
pañoles, decía  el  Embajador  veneciano  Contarini,  de  haber 
dado  estos  Estados  al  Archiduque,  porque  se  han  quedado 
con  la  costa  y  sin  el  señoiío  ni  mando  para  gobernar  allí 
más  que  las  ai  mas;  y  de  su  gobierno  y  persona  están  poca 
satisfechos  así  el  Rey  como  los  de  su  Consejo  de  Estado, 
murmurándose  que  Felipe  III  nunca  le  tuvo  mucha  volun- 
tad   y  menos  aún  desde  el  mal  suceso  que  han  tenido  sus 
cosas  después  que   se  casó.   El   amor  de   la  hermana  es 
quien  le  sustenta.»  Ya  poco  antes  de  la  desgraciada  bata- 
lla de  las  Dunas  recibió  el  Archiduque  una  proposición 
de    Felipe  III    para  que  renunciara  aquella   soberanía  á 
cambio  de  otras  mercedes  y  distinciones.  Consultó  el  casa 
el  Archiduque  con  D.   Francisco  de  Mendoza,  así  por  ser 
de  su  Consejo,  como  de   su  más  absoluta  confianza  é  in- 
timidad; y  la  opinión  del  Almirante  fué  en  un  todo  con- 
forme con  los  deseos  del  Príncipe  á  quien  inmediatamente 
servía.  Negóse,  pues,  resueltamente  Alberto  á  consentir 
en  la  renuncia;  pero  no  faltó  quien  avisó  á  la  Corte  de  Es- 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  535 

paña  que  el  Almirante  había  tenido  no  poca  parte  en  aque- 
lla resolución  de  S.  A.  Esta  causa,  unida  á  las  antes  men- 
cionadas, pero  más  que  todas  ellas,  fué  bastante  para  que 
nuestro  personaje  perdiese  todo  su  valimiento  en  la  Corte, 
y  origen  de  nuevos  procesos  y  prisiones  á  su  venida. 

En  Octubre  de'i6o2  ordenó  S.  M.  que  viniese  á  España 
el  Almirante  de  Aragón,  y  á  fin  del  mismo  escribía  el  Ar- 
chiduque al  Duque  de  Lerma:  «Lo  mismo  que  S.  M.  man- 
da se  habia  ordenado  ya  acá,  y  él  entendía  en  ponerse  en 
orden  para  su  partida,  y  así  habrá  poca  dilación  en  ella.» 
La  hubo,  sin  embargo,  porque  todavía  cerca  de  un  mes 
(22  de  Noviembre)  después  volvía  á  escribir  el  Archiduque: 
«El  Almirante  partirá  un  dia  destos,  para  lo  cual  se  va 
componiendo  y  todos  dándole  prisa,  y  así  creo  que  arran- 
cará muy  presto  de  aquí.»  Sin  duda  se  temía  los  malos 
tratos  que  en  la  Península  le  esperaban,  ó  se  preparaba  á 
defender  y  justificar  la  conducta  del  Archiduque  en  punto 
á  la  soberanía  de  los  Estados  de  Flandes,  como  procuró 
defenderla  cuando  gobernaba  las  armas  de  ellos,  no  com- 
prometiéndolas en  empresas  que  la  hiciesen  peligrar. 

Púsose  al  fin  en  camino  para  España,  pasando  por  Fran- 
cia, en  lo  más  crudo  del  invierno,  y  al  llegar  á  Burgos, 
por  el  mes  de  Febrero  de  i6o3,  notificóle  el  Corregidor  de 
aquella  ciudad  que  tenía  orden  de  S.  M.  de  que  no  en- 
trase en  la  Corte  ni  á  diez  leguas  de  ella,  hasta  que  otra 
cosa  se  le  ordenase,  y  prendió  á  dos  ó  tres  Capitanes  que 
con  él  venían,  por  haber  firmado  con  D.  Juan  del  Águila 
el  parecer  que  tuvo  de  sacar  la  gente  de  Irlanda  y  entre- 
gar los  castillos  á  los  ingleses.  En  su  consecuencia,  el  Al- 
mirante se  dirigió  á  Guadalajara  para  vivir  en  compañía 
de  su  hermano  el  Duque  del  Infantado. 

De  este  injusto  proceder  con  un  hombre  que  como  él 
había  prestado  tan  señalados  servicios  políticos  y  militares 
á  su  patria  y  á  su  Rey,  se  quejó  amargamente  al  Archidu- 
que, quien  á  su  vez  transmitió  sus  quejas  y  elevó  sentidas 
súplicas  por  su  fiel  Mayordomo  y  Capitán  general  á  Feli- 
pe III  y  al  Duque  de  Lerma.  «Así  se  lo  suplico  á  S.  M. 


roe  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

en  la  carta  que  le  escribo,  y  lo  he  querido  pedir  á  V.  S. 
asigurándole  que  si  en  algo  ha  errado  meresce  se  le  perdo- 
ne, y  no  es  tanto  como  le  deben  achacar,  y  que  en  lo  que 
más  culpa  le  hallo,  que  es  en  lo  que  se  dejó  de  hacer  el  año 
pasado,  no  la  tiene  él  solo,  y  se  debe  atribuir  más  á  falta 
de  experiencia  que  á  otra  cosa  (O.» 

Dio  cuenta  el  de  Lerma  al  Archiduque  de  los  cargos 
que  al  Almirante  se  hacían,  y  S.  A.  quedó  más  tranquilo, 
«esperando  que  oyéndole  S.  M.  dará  de  sí  tan  buena  razón 
en  muchas  cosas  que  le  deje  satisfecho.» 

Y  en  efecto:  á  7  de  Octubre  de  i6o3  dirigió  al  Rey  la 
interesantísima  carta,  ó  mejor,  relación  de  sus  servicios, 
que  sirvió  más  adelante  (2)  de  base  para  que  Felipe  III  le 
concediera  una  pensión  de  8.000  ducados  anuales  por  toda 
su  vida,  y  á  nosotros  para  consignar  sus  servicios  militares 
y  diplomáticos.  Y  porque  entonces  omitimos  el  principio  de 
esta  carta  (3),  á  fin  de  no  alterar  el  orden  de  los  hechos, 
insertárnosle  aquí  por  ser  su  verdadero  lugar  y  de  sumo 
interés  para  la  vida  del  Almirante: 

cSeñor:  He  visto  las  cosas  que  me  han  opuesto  delante  del  Real 
acatamiento  de  V.  M.,  á  que  he  respondido  lo  que  verdaderamen- 
te pasa  en  ellas,  y  con  la  licencia  que  V.  M.  ha  sido  servido  de  dar- 
me para  responder  por  mí,  después  de  haber  dicho  lo  que  se  me 
ofrece  en  los  descargos  para  mayor  comprobación  de  ellos,  toman- 
do exemplo  de  muchos  Generales  y  de  otros  de  todos  estados,  que 
apretados  de  las  calumnias  y  trabajos  han  sido  forzados,  no  sólo 
de  defenderse,  sino  de  justificarse,  diré  á  V.  M.  sumariamente  al- 
gunos servicios  que  he  hecho  á  V.  M.,  dexando  otros  que  en  mi 
juventud  hize  al  Rey  nuestro  Señor  (que  aya  gloria)  en  la  guerra 

(i)  Carta  del  Archiduque  al  Duque  de  Lerma,  Colee,  de  docu- 
mentos inéditos,  tomo  42,  pág.  449. 

(2)  Cédula  de  1.°  de  Septiembre  de  1604. 

(3)  «Copia  de  una  carta  que  el  Almirante  de  Aragón  escribió 
al  Rey  nuestro  Señor  en  7  de  Octubre  de  1603,  después  de  auer 
satisfecho  á  los  quatro  cargos  que  le  hablan  opuesto,  representan- 
do sumariamente  algunos  servicios  que  ha  hecho  á  S.  M.  en  la  paz 
y  en  la  guerra.»— Cuatro  hojas  folio,  impresas,  sin  pie  de  impren- 
ta; pero  de  carácter  del  tiempo  á  que  se  refieren. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  537 

de  Granada  y  en  otras  partes,  sirviendo  el  Marqués  de  Mondéjar, 
mi  padre,  á  S.  M.  en  aquel  reino  y  en  los  de  Valencia  y  Ñapóles, 
de  que  el  Rey  nro.  señor  fué  servido  que  se  hiciese  mención  en  el 
privilegio  que  tengo  de  Almirante  de  Aragón,  y  no  teniendo  S.  M. 
olvidados  los  servicios  de  mi  padre,  que  fueron  grandes  y  conti- 
nuados por  espacio  de  cuarenta  y  cinco  años,  ni  los  del  Marqués 
de  Mondéjar,  mi  abuelo,  que  duraron  cincuenta  y  uno,  y  de  otros 
muchos  de  mi  casa,  que  han  empleado  las  vidas  y  haciendas  y 
muerto  haciendo  lo  mismo,  con  la  memoria  y  experiencia  de  los 
unos  y  de  los  otros:  quando  S.  M.  hizo  elección  de  la  persona  del 
serenísimo  Archiduque  Alberto  para  el  gobierno  de  los  Estados 
baxos,  se  sirvió  de  hacerme  su  Mayordomo  y  mandarme  que  fuese 
á  servir  al  Archiduque  de  Mayordomo  mayor  y  de  sus  Consejos  de 
Guerra  y  Estado  en  los  de  Flandes,  y  dexando  dos  pleitos  de  gran- 
de importancia  que  tenia  en  estos  reinos,  el  uno  del  Marquesado 
de  Guadalestey  las  casasymayorazgosde  Aragón, de  Cardona  y  de 
Liori,  que  heredé  de  la  Duquesa  mi  muger  (que  aya  gloria),  y  otro 
de  los  frutos  del  Ducado  de  Veraguas,  teniendo  sentencias  en  mi 
favor  en  los  dos,  y  posesión  de  los  bienes  del  Estado  de  Valencia, 
por  mi  ausencia  se  perdió  este  pleito,  y  he  sido  desposeído  de  todo 
lo  que  tenia  en  aquel  reino,  y  lo  de  Veraguas  no  está  acabado  y 
se  ha  remitido  dos  veces,  habiendo  diez  y  siete  años  que  se  senten- 
ció en  mi  favor.  Y  aunque  en  lo  uno  y  en  lo  otro  tenia  atravesado 
todo  mi  caudal,  no  dudé  de  aventurarle  por  ir  á  servir  á  V.  M.,  ni 
me  divirtió  desto  el  daño  que  en  todo  ha  hecho  mi  ausencia  por 
haber  ocupado  mi  persona  en  su  servicio.» 

Cometió  el  Rey  el  asunto  á  los  señores  Conde  de  Mi- 
randa, Presidente  del  Consejo  de  Castilla,  y  á  D.  Juan 
Idiáquez,  que  lo  era  delde  Ordenes,  los  cuales,  habiendo 
oído  al  Almirante,  no  sólo  le  dieron  por  libre  de  las  ca- 
lumnias con  que  le  habían  infamado,  sino  que  declararon 
á  S.  M.  le  debía  hacer  toda  merced.  En  su  consecuencia, 
púsole  en  libertad,  y  así  le  vemos  poco  después  acompa- 
ñar con  su  hermano  el  Duque  á  la  Corte  durante  parte  de 
la  jornada  regia  á  Valencia,  volviéndose  luego  á  Guadala- 
jara,  y  aun,  según  Cabrera  de  Córdoba  en  sus  Relaciones, 
se  habló  de  nombrarle  Gobernador  general  del  Estado  de 
Milán,  y  más  adelante  Virrey  de  Aragón. 

Ansiaba  el  Almirante  ver  premiados  sus  servicios.  No 
le  faltaban  promesas  y  buenas  palabras,   y  cansado  ya  de 


■C38  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

ellas,  creyendo  que  D.  Cristóbal  de  Moura,  Marqués  de 
Castel-Rodrigo,  no  se  interesaba  tan  vivamente  cerca  del 
Rey  como  de  sus  palabras  se  deducía,  dirigióle  la  siguien- 
te agresiva  y  desenfadada  carta: 

«Mi  Sra.  la  Marquesa  me  escribe  ha  hablado  á  V.  S.  y  al  Padre 
Confesor,  V  que  le  dan  á  entender  que  mis  negocios  quedan  remi- 
tidos á  S.  A  ,  V  que  á  S.  M.  le  parece  que  no  hay  comodidad  ago- 
ra para  hacer  lo  que  se  le  pide.  Y  soy  tan  fácil  que  creí,  como  el 
P.e  Confesor  me  lo  escribió,  que  estaban  ya  despachados.  Pero  no 
es  cosa  nueva  el  asegurarlo  él  á  mí  y  ser  los  efectos  diferentes.  Y 
respondiendo,  digo,  Señor,  que  no  sé  cómo  se  puede  V^  S.  labar 
de  culpa  para  con  Dios  y  con  las  gentes  de  tratar  con  S.  M.  de 
tantos  negocios  escusables  y  de  dejar  de  acordarle  los  obligatorios 
como  es  el  mió:  y  tanto  más  cierto  es  esto,  cuanto  lo  estoy  de  la 
christiandad  de  S.  M.,pues  nos  consta,  por  muchas  evidencias,  que 
siempre  trae  presente  la  mayor  gloria  de  Dios. 

))En.cuantü  á  remitir  el  descargo  á  S.  A.,  parece  caso  increíble; 
pero  debe  de  ser,  pues  se  dice;  y  si  es,  será  por  no  estar  S.  M.  bien 
informado  de  lo  que  pasa,  como  lo  ha  estado  de  otras  cosas  que 
me  tocan,  convirtiendo  mis  grandes  servicios  en  delictos  con  mu- 
cho cargo  de  su  conciencia,  que  la  de  S.  M.  bien  salva  está,  porque 
en  todo"  procede  con  santo  celo.  Y  pues  V.  S.  lo  debe  tener  y  tiene 
á  su  servicio,  suplicóle  desengañe  á  S.  M.  afirmándole  que  ni  tiene 
vasallo  ni  criado  que  le  ame  más  que  yo,  ni  le  haya  servido  con 
más  lealtad,  y  tanto,  que  hay  pocos  que  en  esto  me  igualen.  Y  en 
prueba  de  ello,  digo  que  si  es  necesario  para  cumplir  con  obligacio- 
nes precisas  que  S.  M.   tendrá,  que  yo  perdonaré  la  merced  que 
S.  M.  me  tiene  prometida  por  mis  servicios,  que  son  muchos  y  con- 
tinuos desde  el  año  que  se  tomó  San  Quintín  hasta  ahora,  y  los 
servicios  de  mis  pasados  y  lo  que  S.  M.  me  prometió  por  mano  de 
V.  S.,  y  dejaré  también  la  encomienda  de  Valdepeñas  y  todo  lo 
demál  que  tengo  de  S.  M.,  como  V.  S.  deje  asimismo  lo  que  le  han 
dado  después  que  le  sirve,  que  no  le  ha  costado  tantos  peligros,  ni 
le  ha  servido  tantos  años,  ni  le  pudieron  servir  sus  pasados,  por  no 
ser  naturales  destos  reinos.   Y  crea  V.  S.  que  para  hacer  esto  no 
pidiera  su  compañía;  pero  no  quiero  dar  ocasión  á  que  lo  que  es 
amor  se  atribuya  á  cuenta  de  S.  M.,  que  estoy  tan  lejos  desto  que 
la  sangre  me  sacaré  por  su  servicio,  y  bien  probada  tengo  esta  ver- 
dad, con  la  que  he  derramado  por  él  y  en  haber  puesto  tanto  nu- 
mero de  veces  la  vida  al  tablero  por  su  servicio,  en  el  cual  yo  me 
he  destruido  y  empeñado  y  debajo  de  la  palabra  que  V.  S.  me  dio 
en  su  nombre.  Y  ansí  no  aceptando  V.  S.  el  pasado  que  ofrezco, 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  539 

no  es  justo  que  se  remita  la  paga  á  oirás  manos,  aunque  sea  á  las 
de  S.  A.,  en  tiempo  que  S.  M.  las  ha  alargado  con  mercedes  tan 
grandes  á  quien  no  las  merece  mejor  que  yo,  ni  tiene  obligación  en 
conciencia  de  hacerlas  como  á  mí.  — Guarde  Dios  á  V.  S.,  etc.» 


Cara  pudo  haberle  costado  á  nuestro  personaje  la  abu- 
siva libertad  de  escribir  que  se  advierte  en  la  anterior  car- 
ta, si  hubiera  ido  encaminada  á  otra  persona  de  menos  cal- 
ma y  bondadoso  carácter  que  el  gran  privado  de  Felipe  II. 
Acaso  disculpó  éste  su  arrogancia  por  sus  apremiantes  ne- 
cesidades, y  obtuvo  que  el  Rey  le  concediese,  como  le  con- 
cedió poco  después  en  i.°  de  Septiembre  de  1604,  la  merced 
de  los  8.000  ducados,  antes  mencionada,  «acatando  los 
muchos,  buenos,  grandes  y  calificados  servicios  (O»  pres- 
tados por  el  Almirante  D.  Francisco. 

No  curado  todavía  de  la  manía  de  los  pleitos,  volvió  en 
Noviembre  del  antedicho  año  á  emprender  otro  con  moti- 
vo del  fallecimiento  del  Marqués  de  Mondéjar,  y  pretender 
sucederle  en  este  título  y  Estados  su  sobrino  D.  Iñigo  de 
Mendoza,  alegando  el  Almirante  tales  pruebas  de  su  dere- 
cho que  llegaron  á  poner  en  peligro  el  de  su  contrincante, 
siendo  al  fin  vencido  en  1606  D.  Francisco  en  éste  como 
en  todos  los  otros  pleitos. 

Y  por  causa  de  este  mismo  fallecimiento  tuvo  también 
serio  y  grave  altercado  D.  Francisco  con  el  poderoso  y 
omnipotente  primer  Ministro  Duque  de  Lerma,  por  haber 
hecho  merced  S.  M.  al  primogénito  de  éste.  Duque  de  Cea, 
de  la  tenencia  de  la  Alhambra  de  Granada  y  de  la  compa- 
ñía de  la  costa,  cargos  que  habían  estado  en  la  casa  de 
Mondéjar  desde  que  se  ganó  aquel  reino,  y  eran  muy  hon- 
rados y  calificados. 

Para  colmo  de  desdichas,  en  Abril  de  1605  el  Consejo 
de  Indias  sentenció  el  pleito  del  Ducado  de  Veragua,  que 
llevaba  treinta  años  de  tramitación,  en  favor  de  D.  Ñuño 
de  Portugal,  perdiendo  con  esta  sentencia  el  Almirante  la 

(i)     Véase  el  Apéndice. 


c-o  A-    RODRÍGUEZ   VILLA    ■ 

más  bella  esperanza  de  toda  su  vida.  Ni  por  más  que  soli- 
citaba podía  conseguir  los  elevados  cargos  que  le  habían 
ofrecido,  ni  aun  volver  á  Flandes  con  el  que  ya  había  des- 
empeñado, á  pesar  de  que  el  Archiduque  no  cesaba  de  re- 
cordarlo al  Duque  de  Lerma  (0. 

No  es,  pues,  de  maravillar,  dado  su  natural  vehemente 
y  apasionado,  que  exasperado  su  carácter  tuviese  un  nue- 
vo choque  en  la  Corte,  que  le  valiese  ser  encerrado  en  un 
castillo,   a  Sucedió  dias  pasados   (refiere  en  sus  Relacio- 
nes (2)  el  infatigable  cronista  Cabrera  de  Córdoba,  tan  bien 
enterado  de  todo  cuanto  ocurría  en  éste  como  en  el  ante- 
rior reinado)  que  el  Almirante  de  Aragón,  sobre  negarle 
la  entrada  se  descompuso  con  el  portero  del  Conde  de  Vi- 
Ualonga,  con  decirle  que  su  amo  habia  dado  ya  audiencia 
y  se  habia  retirado  á  entender  en  papeles.  Y  porfiando  el 
Almirante  por  entrar  en  la  pieza  donde  estaban  esperando 
algunos  hombres  de  negocios,  se  lo  defendió;  y  sobre  ello 
un  gentilhombre  suyo  le  dio  dos  ó  tres  puñetazos  y  al  ruido 
salió  una  dueña  diciendo  que  no  se  habia  hecho  agravio  al 
portero,  sino  al  Conde  que  le  tenia  allí,  con  que  se  volvió 
á  salir  el  Almirante.  La  noticia  de  esto  llegó  á  donde  es- 
taba S.  M.,  el  cual  envió  mandar  al  Conde  de  Miranda  que 
lo  enviase  preso  á  la  fortaleza  de  Torrejon,  que  es  cuatro 
leguas  de  aquí,  á  donde  le  llevó  un  Alcalde  de  Corte  á  los 
primeros  de  este  mes;  y  aunque  el  Conde  de  Villalonga  ha 
hecho  diligencia  con  S.  M.  y  el  Duque  (de  Lerma),  no  ha 
aprovechado  para  que  le  hayan  soltado  hasta  ahora,  de 
cuya  prisión  se  han  maravillado  todos  por  ser  la  culpa  tan 
liviana.» 

Y  en  23  de  Diciembre  añade: 

«Todavia  está  preso  el  Almirante  en  Torrejon  sin  ha- 
blarse de  su  libertad,  lo  cual  tiene  espantados  á  todos  por 
haber  sido  la  culpa  tan  ligera,  al  parecer.» 

El  asunto  pasó  nada  menos  que  al  Consejo  de  Castilla, 

(,)     El  Archiduque  al  Duque  de  Lerma,  26  de  Agosto  de  1605. 
(2)     Noviembre  de  1Ó06. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  54I 

que  en  25  de  Enero  de  1607  dictó  el  siguiente  auto,  que 
le  fué  comunicado  ai  Almirante  el  29,  saliendo  este  día  de 
la  prisión: 

«Visto  por  los  Señores  del  Consejo  de  S.  M.  el  negocio  que  de 
oficio  se  ha  hecho  contra  D.  Francisco  de  Mendoza,  Almirante  de 
Aragón,  y  consultado  con  S.  M.,  mandaron  que  el  dicho  Almiran- 
te sea  suelto  de  la  fortaleza  de  la  villa  de  Torrejon  de  Velasco, 
donde  está  preso,  para  que  se  pueda  ir  donde  quisiere,  con  que  no 
entre  en  esta  Corte  hasta  que  S.  M.  otra  cosa  mande.» 


Vil 


Ardía  por  este  tiempo  la  Corte  de  España,  á  causa  de  la 
debilidad  y  apatía  de  carácter  de  Felipe  III,  en  rivalida- 
des, intrigas  y  conspiraciones.  La  opulencia  del  Duque  de 
Lerma,  las  rapacidades  de  D.  Rodrigo  Calderón,  los  abu- 
sos de  D.  Pedro  Franqueza,  la  escandalosa  nube  de  asen- 
tistas y  el  completo  desorden  económico,  contrastaban  con 
la  miseria  y  despoblación  general.  Consecuencias  inmedia- 
tas de  este  deplorable  estado  social  y  político  eran  la  co- 
rrupción de  las  costumbres,  el  abandono  de  las  verdaderas 
fuentes  de  la  riqueza  pública,  la  aspiración  desmesurada  y 
constante  de  conseguir  mercedes,  hábitos  y  probanzas  de 
hidalguía,  bastardamente  obtenidos  para  vivir  sin  traba- 
jar y  sin  contribuir  al  Estado,  y,  en  fin,  el  desvío  y  aun 
el  desprecio  de  la  opinión  hacia  los  que  se  dedicaban  á  tra- 
bajos manuales,  oficios  útiles  y  provechosas  industrias. 

En  esta  sociedad  tan  profundamente  minada  por  la  in- 
moralidad, el  lujo  y  la  avaricia,  no  era  extraño  que  se  vie- 
se envuelto  en  artificiosas  redes  el  que  ó  intentase  poner 
algún  remedio  á  tantos  males,  ó  temerariamente  declama- 
se contra  ellos  en  particular  ó  en  público.  Y  esto  fué  lo 
que  le  sucedió  á  nuestro  personaje. 

Como  Secretario  de  D.  Rodrigo  Calderón,  D.  Pedro  de 


c,2  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

Gamboa  conocía  á  fondo  sus  excesos  y  rapiñas,  y  bien 
porque  no  le  diese  tanta  parte  en  ellas  como  apetecía,  bien 
porque  creyese  que  delatándole  al  Rey  obtendría  más  pin- 
güe recompensa,  es  lo  cierto  que  determinó  poner  en  su 
conocimiento  la  irregular  conducta  de  su  amo,  por  medio 
del  Confesor  de  S.  M.,  el  P.  Fr.  Diego  de  Mardones.  que 
estaba  propuesto  para  Obispo  de  Córdoba.  Aconsejóle  éste, 
después  de  oirle,  que  todo  aquello  que  le  había  referido  lo 
depusiese  por  escrito,   asegurándole  de  paso  que  aunque 
tuviese  alguna  complicidad  en  los  delitos  de  D.  Rodrigo, 
no  se  procedería  contra  él  en  ningún  caso.  Era  el  Confe- 
sor gran  amigo  del  Almirante  de  Aragón,  y  así  por  esto, 
como  por  tenerle  en  concepto  de  hombre  probo  y  recto,  le 
comunicó  la  delación  de  Gamboa;  y  como  él  tuviese  que 
apresurar  su  partida  para  Córdoba  para  tomar  posesión  de 
aquel  Obispado,  encargó  al  Secretario  de  Calderón  entre- 
gase á  D.   Francisco  de  Mendoza  el  papel  que  le  había 
ofrecido.  Aunque  partido  el  Obispo  se  entibió  Gamboa  en 
su  propósito,  al  fin  dio  al  Almirante  ocho  pliegos  de  pa- 
pel escritos  de  su  propia  mano,  de  que  se  sacaron  aparte 
algunos  capítulos  que  contra  I).  Rodrigo  Calderón  se  die- 
ron á  S.  M. 

Arrepentido  poco  después,  no  se  sabe  por  qué,  Pedro  de 
Gamboa  de  su  proceder,,  hubo  grandes  indicios  de  que 
confesó  á  su  antiguo  amo  lo  que  había  hecho,  y  hasta  se 
reconcilió  con  él;  y  para  más  obligarle,  inducido  acaso  por 
el  mismo  Calderón,  acusó  al  Almirante  de  haber  escrito 
una  carta  al  Archiduque  Alberto  para  que  de  modo  alguno 
admitiera  la  proposición  que  nuevamente  por  aquellos  días 
se  le  había  hecho,  por  conducto  de  D.  Rodrigo  Laso,  de 
renunciar  su  soberanía  sobre  los  Países  Bajos,  y  de  que 
públicamente  censuraba  la  política,  así  interior  como  ex- 
terior, del  Duque  de  Lerma,  poniendo  por  testigo  á  Fran- 
cisco Buyl.  De  algún  tiempo  atrás  hallábase  éste  enemis- 
tado con  D.  Francisco,  y,  por  consiguiente,  nada  pudo  sa- 
ber de  él  directamente  de  cuanto  le  acusaba.  Había  sido 
criado  del  Almirante,  y  despedido  de  su  casa  por  su  mala 


D.     FRANCISCO    DE    MENDOZA  543 

vida,  se  fué  á  vivir  á  la  de  la  mujer  con  quien  estaba  aman- 
cebado, y  por  esta  razón  el  Almirante  no  había  querido 
acceder  á  la  petición  que  con  insistencia  le  hacía  de  que 
le  nombrara  agente  del  Archiduque  en  la  Corte,  por  muer- 
te de  D.  Juan  Carrillo,  canónigo  de  Toledo,  y  por  con- 
templación del  mismo  D.  Rodrigo  Calderón  había  Don 
Francisco  procurado  que  S.  A.  diese  800  ducados  de  sala- 
rio á  Gamboa,  con  nombre  de  solicitador,  para  que  llevase 
y  trajese  los  despachos  que  Carrillo  hacía  ó  recibía  de  va- 
rios Ministros  para  S.  A. 

Lo  que  había  de  verdad  en  la  acusación  de  Buyl  contra 
el  Almirante,  era  que  éste,  sabiendo  que  había  sido  nom- 
brado D.  Rodrigo  Lasso  para  cierta  embajada  cerca  del 
Archiduque,  y  entendiendo  que  se  trataba  de  pedir  á  S.  A. 
renunciase  los  Estados  de  Flandes  en  S.  M.,  escribió  al 
Rey  y  al  Duque  de  Lerma  desde  Guadalajara,  donde  se 
hallaba  detenido,  «que  no  convenia  se  volviese  á  tratar 
aquella  plática,  porque  habiéndosela  propuesto  otra  vez  al 
Archiduque,  habia  respondido  que  no  los  dejaria,  y  que  se 
valdria  para  ello  de  los  medios  necesarios;  y  que  supuesta 
esta  resolución  del  Archiduque,  el  volver  á  renovar  esta 
plática  era  causa  de  nuevas  guerras,  con  las  que  aventa- 
jarían su  partido  los  rebeldes,  como  lo  hablan  hecho  en  la 
primera  ocasión,  cuando  se  trató  de  esto,  dejando  de  ne- 
gociar las  paces  por  esta  razón;  y  que  por  entender  el  Al- 
mirante que  estas  cartas  no  habían  llegado  á  manos  de 
S.  M.  ni  del  Duque  de  Lerma,  y  que  por  esta  causa  se 
habia  tomado  resolución  contraria,  se  resolvió  á  escribir 
al  Archiduque  que  no  aceptase  aquella  proposición,  por 
entender  ser  en  servicio  de  S.  M.  y  porque  se  seguirian  de 
ella  los  referidos  inconvenientes,  y  porque  no  se  hablan 
hecho  las  prevenciones  necesarias  para  salir  con  ello.  De 
manera  que  lo  que  le  movió  á  escribir  aquella  carta  á 
S.  A.  fué  por  servicio  de  S.  M.  y  buen  celo  del  aumento 
y  conservación  de  esta  Corona  y  Monarquía.  Y  sabido  es 
que  si  entre  el  Rey  y  el  Archiduque  hubiera  sobre  esto 
disconformidad,  resultarían  los  inconvenientes  dichos;  y 


-..  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 


los  mismos  y  mayores  si  S.  A.  dejase  los  Estados,  porque 
entonces  todos  se  alzarían,  de  suerte  que  era  completa- 
mente inoportuna  aquella  proposición  (')•» 

Alegaba  además  el  Almirante,  en  descargo  de  su  con- 
ducta, «que  por  escribir  á  S.   A.   aquella  carta  no  revelo 
secreto  alguno  de'S.  M.,  porque  hacia  ya  tres  años  o  mas 
que  se  trataba  de  este  negocio,  y  se  habla  propuesto  otra 
y  otras  veces  al  Archiduque  antes  que  el  Almirante  vmie- 
se  á  España,  lo  cual  era  tan  público  en  Holanda,  que  no 
habia  persona  que  no  tratase  de  ello,  y  S.  A.  mismo  lo 
dijo  al  Almirante  poco  antes  que  partiese  de  aquellos  Es- 
tados para  España,  y  la  resolución  con  que  estaba  de  no 
dexarlos;  y  no  habiéndolo  sabido  el  Almirante  de  b.  M. 
ni  de  ningún  Consejero  suyo,  sino  de  soldados  tan  par- 
ticulares que  no  le  obligaba  el  secreto.  Y  si  importaba  al 
servicio  de  S.   M.  que  le  hubiese,  pudiera  el   Duque  de 
Lerma,  cuando  le  pidió  audiencia  para  hablarle  sobre  este 
negocio,  dársela,  y  decirle  de  parte  de  S.  M.  que  no  trata- 
se  de  él.  y  con  esto  quedara  el  Almirante  obligado  al  se- 
creto y  no  hablara  más  en  este  negocio.  Además,  cuando 
el  Almirante  escribió  al  Archiduque,  ya  D.  Rodrigo  Las- 
so  era  partido,  y  llegó  á  Flandes  antes  que  el  Archiduque 
recibiese  la  carta  del  Almirante.» 

Respecto  de  las  censuras  lanzadas  por  D.  Francisco 
contra  el  gobierno  del  Duque  de  Lerma,  manifestó  aquél 
«que  siempre  ha  tratado  y  dicho  bien  de  la  persona  del 
Duque  de  Lerma  y  de  su  prudencia  y  buen  gobierno;  y 
que  cuando  se  proveyó  la  alcaidía  de  la  Alhambra  en  el 
Duque  de  Cea,  su  hijo,  el  Almirante  se  sintió  de  que,  ha- 
biendo estado  en  su  casa  aquel  cargo  durante  ciento  ca- 
torce años,  por  muchos  y  muy  grandes  servicios  y  derra- 
mamiento de  sangre,  y  siendo  deudos  de  la  casa  de  Men- 
doza, hubiesen  suplicado  á  S.  M.  les  hiciese  aquella  mer- 
ced; y  que  esta  queja  la  dio  á  boca  el  dicho  Almirante  al 
referido  Duque,  el  cual,  habiéndole  oido,  se  levantó  de  su 

li)     Proceso  del  Almirante  de  Aragón. -Notas  en  el  Apéndice. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  545 

silla,  le  abrazó  y  le  dijo:  «Bravo  hombre  es  V.  S.,  que  así 
funda  su  razón;»  y  el  Almirante  le  advirtió  cosas  m.uy  im- 
portantes á  S.  E.,  de  que  quedó  muy  agradecido. 

» Y  en  la  misma  ocasión,  hablando  el  Almirante  sobre 
la  provisión  de  aquella  alcaidía  con  D.  Enrique  de  Guz- 
man,  gentilhombre  de  la  Cámara  de  S..M.,  solamente  le 
dijo  que  tenia  queja  del  Duque  de  Cea  y  de  su  padre  de 
que  habia  pedido  la  alcaidía  de  la  Alhambra  por  la  razón 
anterior,  no  habiéndose  quejado  de  S.  M.  ni  dicho  que 
habia  de  revolver  á  España,  ni  otra  palabra  alguna  más 
de  lo  referido  (i).» 

No  sirvieron  á  D.  Francisco  de  Mendoza  ni  sus  justifi- 
cadas razones,  ni  sus  francas  explicaciones,  ni  sus  seña- 
lados servicios.  Habíase  quejado  de  la  intrusión  del  Du- 
que de  Cea,  hijo  del  de  Lerma,  en  la  alcaidía  de  la  Alham- 
bra; había  tratado  de  poner  remedio  á  las  escandalosas 
dilapidaciones  de  D.  Rodrigo  Calderón,  entonces  en  el 
apogeo  de  su  privanza;  había  apaleado  á  un  portero  de 
otro  personaje,  viva  encarnación  del  de  Lerma,  D.  Pedro 
de  Franqueza,  y  tenía  que  pagar  todas  estas  enormes  cul- 
pas. Lo  verdaderamente  extraño  es  que,  conociendo  el 
Almirante  el  estado  de  la  Corte,  la  prevención  con  que  le 
miraban  los  Ministros  y  Consejeros  por  su  leal  adhesión 
al  Archiduque,  }'  los  muchos  enemigos  que  tenía  por  sus 
pleitos,  rivalidades  y  otros  conceptos,  no  navegase  en 
aquel  proceloso  mar  con  mejores  rumbos  y  más  acertada 
cautela,  no  dejándose  llevar  de  su  carácter  apasionado, 
excesivamente  franco,  á  veces  mordaz  y  provocativo,  y  no 
siempre  al  hablar  y  al  escribir  prudente  y  reservado. 

El  miércoles  20  de  Mayo  de  1609  se  presentó  en  Gua- 
dalajara  en  el  palacio  de  los  Duques  del  Infantado,  donde 
vivía  el  Almirante,  el  Alcalde  de  Corte  Silva  de  Torres 
con  orden  de  prenderle,  llevándole  al  siguiente  día  á  la 
fortaleza  de  San  Torcaz,  no  muy  distante  de  aquella  ciu- 
dad, donde  le  dejó  por  guarda  mayor  al  capitán  Isidro  de 

(i)     Proceso  del  Almirante. 

II  35 


cj5  *•    RODRÍGUEZ    VILLA 

Arroyo.  Trajese  el  Alcalde  á  Madrid  dos  escritorios  de  Don 
Francisco  llenos  de  papeles  y  otros  objetos  (O,  y  preso 
también  al  criado  de  la  mayor  confianza  de  éste,  para  ca- 
rearle con  Gabriel  de  Roy,  Secretario  que  había  sido  en 
Flandes  del  Almirante,  donde  fué  preso  el  iS  de  Diciem- 
bre de  1608  y  conducido  á  la  Corte. 

Y  tal  era  el  ansia  de  los  enemigos  de  nuestro  personaje 
de  encontrarle  la  más  mínima  culpa  para  echarle  encima 
todo  el  rigor  de  la  justicia,  que  en  la  misma  mañana  que 
en  Guadalajara  se  efectuaba  su  prisión,  el  Vicario  del  Car- 
denal, con  cuatro  alguaciles,  se  apoderó  de  los  papeles  del 
estudio  de  D.  Luis  de  Castilla,  gran  amigo  del  Almiran- 
te, y  se  los  reconocieron  y  examinaron  todos;  y  asimismo 
entró  á  deshora  en  el  Monasterio  de  la  Madre  de  Dios  de 
Constantinopla,  y  reconoció  los  que  halló  en  el  aposento 
de  la   Marquesa  de  Mondéjar  viuda,   llevándose  preso  al 
agente  ó  administrador  de  esta  señora,  que  también  acu- 
día á  los  negocios  de  D.  Francisco.  Por  fortuna,  en  nin- 
guna parte  halló  el  Vicario  los  papeles  que  llevaba  orden 

de  buscar. 

La  causa  que  públicamente  se  daba  para  tanto  atrope- 
llo «es  por  haberse  dado  al  Rey  cierto  memorial  el  año  pa- 
sado en  San  Lorenzo,  en  nombre  del  dicho  Almirante, 
condenando  el  gobierno  que  corría;  y  que  después  amane- 
cieron por  las  esquinas  de  este  lugar  ciertos  papeles,  en 
conformidad  del  dicho  memorial,  que  se  atribuye  á  él  (2). 
S    M.  se  hallaba  en  Aranjuez  cuando  se  entendió  la  dicha 
prisión,  y  luego  partió  para  allá  su  hermano  el  Duque  del 
Infantado;  pero  no  trajo  noticia  de  la  causa  de  la  prisión, 
antes  le  mandó  S.  M.  que  volviese  luego  allá,  porque  que- 
ría le  acompañase  en  la  caza,  y  quizá  seria  por  evitar  al- 
guna junta  de  deudos  sobre  el  caso.  Y  lo  que  después  ha 
negociado  ha  sido  que  se  han  nombrado  jueces  para  que 
conozcan  del  negocio,  y  S.  M.  trajo  en  su  coche  al  Duque 


(i)    Véase  Apéndice. 

(2)     Cabrera,  Relaciones. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  547 

desde  Aranjuez,  y  el  dicho  Almirante  estaba  en  Guadala- 
jara  desde  que  se  fué  de  aquí,  sin  poder  salir  sin  orden 
de  S.  M.i> 

Las  violencias,  iniquidades  y  crueles  tormentos  que  el 
juez  de  esta  causa  empleó,  espoleado  por  ios  enemigos  de 
D.  Francisco,  y  principalmente  por  D.  Rodrigo  Calderón, 
para  arrancar  á  viva  fuerza  determinadas  confesiones  á  los 
antiguos  servidores  y  amigos  del  Almirante,  son  tantas, 
que  su  relato  completo  sería  prolijo  y  pesado.  Algunas 
enumeramos  en  el  Apéndice  que  prueban  la  saña  y  par- 
cialidad con  que  se  procedió  en  este  asunto ;  y  no  se  llegó 
á  más  con  el  Almirante  por  el  respeto  que  imponía,  en 
medio  de  tan  deshecho  vendaval,  la  gran  figura  del  Duque 
del  Infantado,  su  hermano  (0. 

El  Fiscal  nombrado  para  acusar  al  Almirante  por  los 
supuestos  delitos  mencionados,  procuró  agravar  cuanto 
pudo  su  situación,  cargando  su  alegación  de  textos  de  es- 
critores políticos,  jurisconsultos  y  citas  de  leyes,  para  pre- 
tender demostrar:  i.°  Que  por  haber  escrito  la  carta  al 
Archiduque,  había  incurrido  en  ofensa  de  S.  M. — 2.°  Que 
estaba  probado  cuanto  los  testigos  habían  depuesto  contra 
el  Almirante  sobre  palabras  de  censura  por  él  pronuncia- 
das acerca  de  S.  M.  y  mal  gobierno  de  sus  Ministros.— Y 
3.°  Que  la  pena  aplicable  por  estos  delitos  puede  extenderse 
hasta  la  muerte;  pero  presupuesto  lo  que  disponen  las  le- 
yes de  nuestros  reinos,  se  debe  juzgar  la  causa  sin  atención 
á  lo  que  dijeron  los  autores  que  la  aplican  como  castigo. 

(O     He  aquí  el  juicio  que  acerca  de  su  persona  emitía  al  Sena- 
do de  su  República  en  1605  el  Embajador  veneciano  en  esta  Corte: 

«El  Duque  del  Infantado  es  persona  de  mucha  ostentación  y  en- 
tendimiento proporcionado  á  su  grandeza;  amigo  de  dominar,  y 
escucha  de  buena  gana.  Es  amigo  del  bien  derechamente,  y  hom- 
bre de  entereza,  ajeno  de  interés;  su  casa,  de  la  mayor  importan- 
cia de  aquel  reino.  La  hija  y  heredera  de  ella  está  casada  con  el 
hijo  segundo  del  Duque  de  Lerma.  Es  de  gran  consideración  ga- 
nar este  voto,  po>que  sabe  defenderlo  en  el  Consejo  de  Estado, 
donde  tiene  autoridad  y  mano.» 


g  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

Discurriendo  el  Fiscal  sobre  la  carta  escrita  al  Archi- 
duque,  decía: 

.Siendo  comodAlmi..nt»es,  p.vsona  d.  ■""  "'f!  '** 
,  hac.  n,«,  grande  .s.¡n,a.«„  ,  "»J'"/;;""~   ""L  ,i„,e„, 

ñor  Archiduque  con  S.  M..  l^^^.a  ote  ^^  ^^ 

hecha  a  su  Keal  voiu  necesario  que  sea  púbUca  la  re- 

ÍcT/ad:  ;.rM  V  s„  C»4  d,  E«ío  .-  a*-™  <«-«- 

'Tv'™,t'n:  S'b¡6  e,  Atañan,.  «.•  »„.  »  .n.n,i,o  d.„a 
C;r™La.«.--c,ndu2,^^^^ 

'nSVn  t^s  s.t  M~  v«  "¿-d-vr.;:;!::: 

.,  Aliniran..  incu™  »  o  .n,    de  U  „    e.,.^^  V  ^^^^_  ^^^^^^^^^^ 

que  S.  M.  deseaba  ...multaba  utilidad  y  conveniencia, 

debía  entender  ^-':¿' ^¡¡^'^'^^^^^^  ^,,,  príncipes  no  bien  afec- 
Lf.::a""::'nrs:3ra':  s'u°acrec'e^ntan..nto  .  quietud,  io  de- 


sea  Dan 


'''*'^*  „„..p;,    el  señor  Archiduque  no  sabia  la  propo- 

.;,í;°rr;r  dr  '¿ ;. ....  - -; -rr ret 
r;rr  L;í:r  C.E  r-iírs' «. ,  d. » co„.e¡o 

'"  .No'es°de  menor  ponderación  .1  cuidado  <,»e  el  Almiranr.  >»vo 
de tnq^rir  iT  en,b.Lda  de  D.  Rodrigo  Las.o  ,  .al.r  e,  .ecr.ro 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  549 

•della,  para  dar  aviso  al  señor  Archiduque,  no  siendo  lícito  ni  per- 
mitido inquirir  los  secretos  de  los  Príncipes,  mayormente  en  ma- 
teria de  Estado,  y  menos  permitido  es  divulgarlos,  aunque  no  sea 
Ministro,  porque  á  éste  le  incumbe  más  particularmente  la  carga 
del  secreto,  incurriendo,  cuando  menos,  en  pena  capital  haciéndo- 
lo con  mal  ánimo  ó  resultando  daño  de  la  revelación.  Y  ninguno 
podrá  negar  que  ambas  cosas  no  concurran  en  este  caso,  porque 
el  daño  fué  conocido,  pues  no  se  hizo  lo  que  S.  M.  deseaba;  y  el 
mal  ánimo  está  descubierto  por  la  misma  carta  y  confesión  del 
Almirante. 

>)Y  no  obsta  la  excusa  que  pretende  el  Almirante  diciendo  que 
•era  del  Consejo  de  Estado  del  Archiduque  y  que  le  tenia  jurada 
fidelidad,  y  que  por  esto  pudo  escribirle  aquella  carta,  porque  se 
responde  que  el  Almirante  es  vasallo  de  S.  M.  y  le  tiene  jurada 
fidelidad,  como  lo  juran  los  Grandes  y  Títulos  de  estos  reinos,  por 
lo  cual  estuvo  obligado  á  guardarla  á  S.  M.  Y  la  obligación  que 
el  vasallo  tiene  á  su  Príncipe  es  la  primera,  y  vence  cualquier  otra 
■que  después  sobrevenga.» 

Y  tocante  á  las  palabras  proferidas  por  el  Almirante, 
anadia: 

«Las  palabras  son  gravísimas  y  están  probadas  con  seis  testigos, 
que  son:  D.  Francisco  Buyl,  Gabriel  de  Roy,  D.  Pedro  de  Mendo- 
za, Bernabé  Hurtado,  Francisco  de  la  Bárzena  y  Lucas  de  la  Cruz; 
y  aunque  los  tres  primeros  son  los  que  más  dicen,  en  lo  que  de- 
ponen los  otros  tres  concuerdan  con  ellos,  de  manera  que  todos 
son  contextes. 

))E1  Almirante  pretende  deshacer  las  deposiciones  de  Buyl,  Roy 
y  Mendoza,  oponiendo  enemistad  capital  contra  el  primero;  y  uno 
■de  los  testigos  con  quien  la  pretende  probar  es  el  Dr.  Sabino  de 
Sapio,  el  cual  no  hace  fe  por  haber  sido  privado  en  Flandes  del 
oficio  de  Auditor  y  desterrado  perpetuamente  de  aquellos  Estados 
por  malos  tratos,  embustes  y  otros  gravísimos  delitos.  Contra  Roy 
dice  el  Almirante  que  se  le  dio  tormento  sin  haber  causa  para 
dársele,  y  que  aunque  suena  conminación,  fué  tormento  formado 
y  que  no  se  escribió.  Débese  ponderar  este  testigo,  porque  siendo 
las  cartas  de  su  letra,  y  otras,  demás  desto,  firmadas  por  él,  y  que 
él  habia  recibido  del  Almirante  y  de  D.  Pedro  de  Mendoza,  aun- 
que se  le  preguntó  si  eran  suyas  y  se  le  mandó  que  las  reconocie- 
se, ansí  en  la  letra  como  en  la  firma,  no  quiso  decir  más  de  que  le 
parecían  suyas,  aunque  se  hablan  hallado  en  un  cofre  que  él  con- 
íesó  que  había  dexado  en  poder  de  Diego  de  Vivanco.  Y  después. 


eeo  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

Siendo  preguntado  sobre  algunas  cosas  que  escribía  en  las  dichas 
citas  para  que  declarase  lo  que  habla  querido  en  ellas,  unas  de- 
cLo  cosa  suya  y  que  él  habla  escrito,  de  1"--'-  -- 
tradicclon  en  su   dicho,  no  las  habiendo  reconocido  sino  por  la 
TlZ  Parece;  y  ot.as  no  las  quiso  declarar,  ^i-ndo  que  no  sa 
bia  ellntento  con  que  las  habla  dicho,  no  siendo  ^e  cahdad     - 
podia  dexar  de  tener  n.en.orla  dellas;  y  ultinjamente    siendo    as 
'osas  que  escribía  y  que  significaba  por  las  P^'^^ras  de  su    ca 
al  Almirante,  materias  graves  de  enemigos  suyos  y  de  cosas  deste 
reino   que  decían  que  requerían  remedio.  Y  preguntándole  que 
habia  'atado  con   '  el  Almirante  sobre  estas  ----' ^ '°  J^! 
declarar   sino  que  dio  una  salida  muy  contraria  á  las  mismas  pa 
fab  a     di  iendo  que  era  sobre  las  cosas  de  Flandes.  Todo  lo  cual. 
!  otras  var^^edades  y  negativas  contradicciones  que  hay  en  su  de- 
la^rcLn    íLron  bLtan'te  causa,  no  sólo  para  >a  con-nac,on  q. 
se  le  hizo,  sino  para  darle  tormento,  y  que  asentasen  la  verdad 
lo  que  sabia  y  habia  pasado  en  el  caso. 

1.  Pedro  de  Mendoza  y  Navarra  fué  ^«^"-^0  en  .5  ¿.M^J. 
de  60Q  después  de  haber  depuesto  D.  Francisco  Buyl  y  Gabriel  de 
Roy  que  afegaban  con  él  y  declan  que  habia  oido  con  ellos  las 
naTbrs  que  el  Almirante  habia  dicho;  y  en  primera  declarac.orv 

^S'z:  lo  que  se  le  ^^^^--^-:-:^z::^^:^^ . 

ciendo  que  le  parecía  ser  suya.  Y  al  fin  desta  prime  . 

Mayo.v-'^°  á  examinar,  fué  preguntado  sobre  lo  -¡^-J 
con'eJé  todo  lo  que  habia  negado,  y  '^^P-"  ^^^  ^.^f ;"  J^! 
habia  oido  d.clr  al  Almirante,  '^-"''^'^''^l'Z^Ma^o  JrZenie. 
lamiente  con  Roy,  y  diciendo  que  este  se  hab  a  h;";^"^^^, 

V  a.ade  otras  cosas  .^¡^f^^^f^^  fMa  tTe  tonld  tlera 
S.  M.  y  el  Gobierno  presente.  Y  en  31  ae  m<  yo  Almirante 

declaración  y  añadió  otras  palabras  que  habia  oído  al  Aln  1  «-e 
de  la  misma  calidad.  Y  lodas  estas  declaraciones  fue.on  volunta 
rías,  sin  tormento  ni  conminación  del. 

«Después  en  i.°  de  Junio,  se  le  dio  tormento,  y  persistió  en  lo 
que  habia  dicho  en  las  declaraciones  que  siguieron  á  la  primera 

^  „ Y  la  prueba  que  resulta  de  los  dichos  de  estos  testigos  se 

comprueba  con  la  carta  que  escribió  el  Almirante  al  Padre  Confe 
sorX  S  M  que  esiá  en  el  proceso,  donde  dice  que  notaban  a. 
S.  M.  de'  desconfiado  de  sí,  por  la  poca  experiencia  q-  te-a  y  de 
que  no  guardaba  secreto  á  que  como  hombre  y  como  Rey  estaba 
ob  igado'  y  le  dice  que  le  enmiende  en  estas  dos  cosas  y  en  que  no- 
juegue  tLto  tiempo  ni  tan  largamente;  de  suerte  que  pone  nota 
L  las  costumbres  y  modo  de  proceder  de  S.  M.,  porque  de  quien 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  55I 

hazia  esto,  se  puede  entender  que  dixo  todo  lo  que  los  testigos  de- 
ponen, con  que  se  facilita  la  prueba  que  de  ellos  resulta.  Y  el  ha- 
ber enviado  esta  carta  al  Padre  Confesor  y  retener  en  sí  y  guardar 
la  copia  entre  sus  papeles  fué  otro  delito  semejante  al  que  dicen 
los  testigos.  Y  no  se  puede  defender  el  Almirante  diciendo  que 
hizo  aquel  papel  para  advenir  al  P.e  Mardones  de  algunas  cosas 
que  le  preguntó  cuando  S.  M.  le  hizo  su  confesor  y  que  le  dixo 
de  palabra  lo  que  contenia,  y  que  no  se  le  dexó,  porque  esto  no  le 
tocaba  al  Almirante,  ni  él  lo  tenia  por  oficio  ni  pudo  ser  para  este 
fin,  habiendo  usado  de  palabras  de  tanta  injuria  como  las  que  es- 
tán referidas;  y  si  el  intento  fuera  el  que  dice,  bastara  haberlas  di- 
cho al  P.e  Confesor  sin  escribirlas,  y  por  lo  menos,  cuando  las 
hubiera  escrito,  no  guardar  el  papel  en  su  poder,  de  que  resultó 
tan  grave  injuria. 

«También  sirven  de  prueba  de  su  ánimo  y  de  que  sentia  mal  de 
las  acciones  de  S.  M.,  y  ayudan  á  que  se  haya  de  dar  crédito  á  lo 
que  deponen  los  tenigos,  que  decia  el  dicho  Almirante,  dos  pape- 
les que  se  hallaron  en  su  poder  y  confiesa  que  son  suyos.  El  pri- 
mero, que  le  hizo  el  Dr.  Liébana  á  su  instancia,  y  el  segundo,  que 
es  de  su  letra;  y  ambos  se  enderezan  á  reprobar  la  Cédula  que 
S.  M.  dio  en  favor  de  D.  Rodrigo  Calderón,  precediendo  para  ello 
conocimiento  de  causa.  En  el  primero  procuró  fundar  que  era 
contra  derecho  la  dicha  Cédula,  y  en  el  segundo,  dice  que  es  con- 
tra conciencia  y  buen  gobierno;  y  por  ambos  consta  que  procura- 
ba desacreditar  las  resoluciones  de  S.  M.,  diciendo  mal  de  ellas  y 
condenándolas. 

«Estos  papeles,  guardados  tanto  -tiempo,  dan  testimonio  de  la 
perseverancia  que  tuvo  en  su  intento,  y  en  cuanto  á  ellos  no  alega 
defensa  el  Almirante,  porque  no  la  tiene;  y  contienen  en  sí  delito 
de  libelo  famoso,  porque  aunque  no  se  hayan  divulgado  en  públi- 
co, basta  haberlos  compuesto  y  retenido  en  sí  el  Almirante. 

oDe  las  deposiciones  de  los  testigos  y  de  estos  papeles  y  otros 
que  están  en  el  proceso  y  se  advirtieron  á  la  vista,  resulta  muy 
cierta  y  exuberante  probanza  de  lo  que  contiene  la  acusación  con- 
tra el  Almirante,  y  que  el  ánimo  fué  de  ofender  á  la  Majestad.! 

Fué  por  mucho  tiempo  el  proceso  del  Almirante  de  Ara- 
gón el  tema  más  favorito  de  las  conversaciones  en  los  círcu- 
los y  mentideros  de  la  Corte,  y  así  Cabrera  de  Córdoba  da 
en  sus  Relaciones  continuas  noticias  de  él  por  las  grandes 
alternativas  y  vicisitudes  que  tuvo. 

«La  sentencia  que  se  dio  (escribe  en  4  de  Julio  de  1609) 
en  la  causa  del  Almirante  de  Aragón  nunca  se  ha  publica- 


rr,  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 


do.  aunque  después  ha  habido  dos  juntas  de  los  m.snr.os 
jueces  sobre  la  réplica  que  se  ha  hecho  de  arriba,  y  la  ul- 
tima ha  sido  el  jueves  de  esta  semana.  Y  se  entiende  que 
la  resolución  que  en  ello  se  ha  tomado,   se  ha  enviado 
á  S    M     de  quien  se  habrá  de  esperar  la  respuesta  para 
publicai'se,  porque  no  se  tiene  por  cierta  la  que  se  ha  dicho 
por  las  calles,  de  que  le  privaban  de  todas  las  gracias,  ofi- 
cios y  mercedes,  y  la  vida  á  disposición  de  S.  M.,  y  que 
entre  tanto  estuviese  preso  donde  fuese  servido,  atribuyen- 
do á  esto  haberle  estrechado  un  alcalde  de  prisión  estos 
dias  pasados;  pero  no  se  puede  creer  sea  tan  rigurosa  la 
sentencia.  Plegué  á  Dios  sea  muy  diferente  la  que  se  es- 
pera, pues  los  que  han  visto  el  proceso  no  pueden  creerle  con- 
denen en  pena  alguna. ■>  ,    ,     ■     j 

Hasta  el  reputado  cronista  de  Felipe  II,  Antonio  de 
Herrera,  sufrió  las  consecuencias  de  ser  amigo  del  Alnií- 
vante  pues  fué  reducido  á  prisión  á  fines  del  mes  de  Julio, 
por  entenderse  con  él  y  con  algunos  amigos  de  Milán  «de 
donde  se  ha  sabido  que  avisaba  algunas  particularidades 
que  pudiera  excusar,  de  que  dicen  está  muy  ofendido  el 
Duque  de  Lerma.»  _ 

También  fué  preso  en  Septiembre  del  mismo  ano  Don 
Luis  de  Castilla,  con  dos  guardas,  en  casa  de  un  alguacil, 
alegando  que  no  quería  entregar  ciertos  papeles  tocantes 
al  proceso  del  Almirante,  siendo  así  que  no  ios  tema.  Apu- 
raban sus  émulos  cuantos  recursos  les  ofrecía  su   odio  y 
alta  posición  para  poderle  condenar;  pero  sus  esfuerzos  re- 
sultaron vanos,  porque  en  el  proceso  «no  hay  cosa  ningu- 
na probada  (.),  allende  que  el  P.=  Sebastian  Hernández, 
de  la  Compañía,  ha  declarado  que  hizo  el  Memorial  y  que 
se  le  dio  á  S.  M.  en  San  Lorenzo,  y  muestra  el  borrador 
de  él-  y  otros  dos  de  la  Compañía  que  lo  vieron  escribir, 
que  ¡s  el  que  atribuyen  al  dicho  Almirante.   Pero  de  los 
papeles  que  se  pusieron  por  las  esquinas  no  hay  ninguna 
averiguación  de  quien  los  haya  hecho,  ni  al  P.=  Sebastian 

(O     Cabrera,  i?f/flc/0Hes.  Septiembre  de  1609. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  553 

Hernández  le  han  dicho  cosa  alguna  por  lo  que  ha  decla- 
rado.» 

Seguía  preso  en  San  Torcaz  D.  Francisco  sin  que  le  hu- 
biesen probado  culpa  grave  alguna,  tanto  que  se  habló  de 
ponerle  en  libertad,  ordenando  que  no  se  hablase  más  del 
asunto;  pero  el  Duque,  su  hermano,  no  se  avino  á  esta 
transacción,  sino  que  pidió  se  viese  por  justicia }•  recayese 
sentencia  sobre  él  para  que  no  quedase  con  rastro  alguno  de 
culpa,  seguro,  como  estaba,  de  que  no  la  tenía.  Agotáronse 
á  principios  del  año  1610  las  tuerzas  físicas  y  morales  del 
Almirante  de  tal  suerte,  que  cayó  en  grande  melancolía  y 
enfermó  de  cuartanas,  llegando  los  médicos  á  temer  por 
su  salud,  dada  su  avanzada  edad  y  sufrimientos  pasados. 
Dejóse  crecer  la  barba  y  el  cabello,  «de  manera  que  hace 
lástima  á  los  que  le  han  visto.»  Mas  lejos  de  apiadarse  de 
su  deplorable  estado,  pretextando  que  podía  comunicarse 
con  algunas  personas,  un  alcalde,  enviado  por  los  jueces, 
le  cerró  las  ventanas  y  abrió  unas  saeteras  y  luces,  lejos  y 
pocas,  mudándole  las  guardas,  «de  manera  que  le  han  es- 
trechado demasiado,  y  con  la  poca  salud  que  tiene,  podría 
venirse  á  morir  antes  con  esto.»  Así  vivió,  sin  embargo, 
todavía  el  Almirante  más  de  dos  años,  recluido  en  una  mí- 
sera y  lóbrega  estancia  del  destartalado  castillo  de  San 
Torcaz;  buena  prueba  de  su  naturaleza  vigorosa  y  robusta, 
combatida  por  tantos  y  tantos  trabajos  y  prisiones  en  su 
larga  y  azarosa  vida. 

No  cejaba  el  noble  Duque  del  Infantado  en  su  lucha  des- 
esperada contra  los  visibles  verdugos,  que  no  jueces,  de 
su  hermano,  y  en  procurar  demostrar  su  inculpabilidad  é 
inocencia. 

«Hase  declarado  (escribía  Cabrera  en  Diciembre  de 
1610)  el  alcalde  Silva  de  Torres,  siendo  juez  de  la  causa 
del  Almirante  por  tan  apasionado  contra  él,  que  el  Duque 
del  Infantado,  su  hermano,  ha  dado  muchas  quejas,  y  por 
satisfacerle  le  han  enviado  como  juez  de  los  bosques  de 
Aranjuez;  y  entre  tanto  le  han  puesto  en  visita,  y  se  va 
procediendo  en  ella  por  uno  del  Consejo  Real,  procurando 


¿2^  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

el  del  Infantado  salga  privado  de  ella.  De  cuyo  suceso  ve- 
remos lo  que  se  habrá  probado  contra  él,  que  muchos  juz- 
aan  que.  le  favorecen  los  Ministros  principales  de  S.  M.,  y  se 
dice  que  se  acabará  brevemente  la  causa  del  Almirante  y 
saldrá  libre  sin  sentencia.»  Y  añadía  en  Enero  de  1611: 
«El  alcalde  Silva  de  Torres  ha  tratado  como  juez  el  ne- 
gocio del  Almirante  con  pasión  tan  declarada,  que  el  Du- 
que del  Infantado  ha  hecho  grande  instancia  para  que  le 
visitasen  y  enviasen  fuera  de  aquí,   para  que  los  testigos 
declarasen  contra  él  con  libertad,  lo  cual  se  ha  hecho  así; 
y  estando  en  Aranjuez  conociendo  de  cierto  delito  que  se 
había  cometido,  se  ha  ido  procediendo  en  la  visita  contra 
é\,  y  se  le  han  averiguado  tantas  culpas,  que  han  mandado 
llevarle  preso  á  una  fortaleza,  el  cual  ha  enfermado  grave- 
mente, y  por  esto  no  le  han  sacado  hasta  ahora  de  Aran- 
juez;  pero  entiéndese  que  saldrá  muy   maltratado  de  la 
visita,  porque  se  han  declarado  muchos  émulos  contra  él.» 
Juntáronse  á  principios  de  Febrero  de  1611  los  jueces 
de  este  proceso  en  casa  del  Presidente  de  Castilla  para 
examinar  la  causa,  en  unión  de  los  abogados  y  solicitado- 
res del  Almirante;  «y  estando  la  puerta  de  la  sala  cerrada, 
llegó  el  Duque  del  Infantado  y  se  entró  sin  esperar  recado 
del  Presidente,  el  cual  y  los  demás  se  maravillaron,  di- 
ciéndole  por  qué  no  los  había  prevenido,  y  les  respondió 
que  no  tenia  necesidad  de  ello,  sabiéndose  que  era  nego- 
cio de  su  hermano,  cuyo  solicitador  había  sido,  y  que  iba 
en  él  la  honra  de  su  linaje,  y  que  bien  se  sabia  el  lugar 
que  allí  tenia;  y  como  no  estaban  sentados  los  jueces  en 
la  forma  que  suelen  en  Palacio,  sino  en  dos  bancos,  y  en 
la  cabecera  del  uno  estaba  el  Presidente  y  en   la  del  otro 
el  más  antiguo,  hubo  duda  dónde  seria  su  asiento,  porque 
si  estuviera  el  Presidente  en  la  cabecera  de  la  mesa,  to- 
cábale el  de  la  mano  izquierda,  y  al  juez  más  antiguo  to- 
caba el  de  la  derecha;  y  así  le  puso  el  Presidente  entre  él 
y  el  juez  que  estaba  á  su  lado.  Y  el  Fiscal  dijo  que  no  se 
habia  de  pasar  adelante  en  la  vista  del  pleito  estando  pre- 
sente el  Duque,  porque  él  no  podía  hablar  con  la  libertad 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  555 

que  requeria  su  oficio,  y  se  determinó  dar  cuenta  de  ello 
á  S.  M.,  con  que  cesó  la  vista  del  pleito.  El  Duque  se  fué 
á  quejar  á  S.  M.  y  al  de  Lerma,  y  el  Presidente  dio  cuen- 
ta de  lo  que  habia  pasado,  y  mandóse  que  el  Duque  se 
hallase  presente  al  pleito  en  el  lugar  que  le  habia  dado  el 
Presidente;  pero  que  dejase  la  espada  á  la  puerta,  porque 
la  otra  vez  habia  entrado  con  ella,  y  no  se  permite  á  nin- 
guna persona,  de  cualquier  calidad  que  sea.  Y  otra  vez 
que  se  ha  visto  el  negocio,  dio  á  entender  el  Duque  que 
le  habia  tocado  la  gota  en  el  pié,  y  entró  afirmando  la 
mano  en  una  cayadilla,  por  no  dejar  la  espada  á  la  puer- 
ta; y  así  se  continuará  la  vista  hasta  acabarse  de  ver  el 
pleito,  de  cuyo  buen  suceso  todos  se  prometen  buena  es- 
peranza, principalmente  hallándose  excluido  el  alcalde 
Silva  de  Torres,  que  por  la  visita  que  le  hacen  está  preso 
en  la  fortaleza  de  Arévalo  (0.» 

Conviene  tener  presente,  para  la  mejor  inteligencia  de 
los  móviles  secretos  que  atizaron  este  proceso,  que  desde 
que  el  Marqués  de  Mondéjar  heredó  por  muerte  de  su  tío 
este  Estado  y  le  puso  sobre  ello  pleito,  como  antes  hemos 
apuntado,  el  Almirante  de  Aragón,  siempre  aquél  estuvo 
mal  con  ti  Duque  del  Infantado;  y  como  D.  Rodrigo  Cal- 
derón favoreció  siempre,  según  manifiesta  Cabrera  de  Cór- 
doba, al  Marqués  por  el  deudo  que  la  Marquesa  tenía  con 
su  mujer,  procuró  darles  disgusto  en  el  asunto  del  Almi- 
rante. Mas  después  el  Duque  de  Lerma  intervino  en  esta 
discordia  y  los  reconcilió,  ayudando  esto  no  poco  al  buen 
éxito  del  proceso  de  D.  Francisco,  si  bien  el  Calderón  es- 
trechaba solapadamente  á  los  jueces  para  que  procedieran 
con  todo  rigor.  De  tal  suerte,  que  si  bien  á  principios  de 
Junio  de  1611  votaron  aquéllos  en  el  pro¿;eso,  debatiendo 
antes  nueve  horas  consecutivas  y  pasando  la  resolución  á 
consulta  de  S.  M.,  fué  de  orden  de  ellos  un  alcalde  á  San 


(i)  Murió  este  digno  secuaz  del  luego  ignominiosamente  de- 
capitado D.  Rodrigo  Calderón,  desterrado  en  Puente  del  Arzobis- 
po en  Agosto  de  iGr2. 


--5  A-    RODRÍGUEZ    VILLA 

Torcaz  á  estrechar  más  y  más  la  prisión  del  Almirante, 
quitándole  los  criados,  dejándole  sólo  uno,  y  poniendo 
maderos  delante  de  las  rejas  de  las  ventanas  para  que  no  se 

pudiese  escapar. 

Y  cuando  se  esperaba  la  publicación  de  la  sentencia,  y 
con  ella  la  libertad  de  D.  Francisco,  de  sus  criados  y  ami- 
gos, se  dispuso  que  los  criados  presos,  á  los  que  se  había 
dado  tormento,  del  que  resultaron  asaz  maltratados,  sa- 
liesen lejos  de  U  Corte  quince  leguas  por  lo  menos  y  no 
volviesen 'á  ella  sin  licencia  de  S.  M.,  jurando  no  decir  la 
causa  de  su  prisión;  al  insigne  cronista  Antonio  de  Herre- 
ra mandaron  salir  asimismo  lejos  de  la  Corte  otras  quince 
leguas,  y  no  volver  á  ella  sin  voluntad  expresa  de  S    M_., 
so  pena  de  perdimiento  de  bienes  y  ser  desterrado  del  rei- 
no- á  D.  Luis  de  Castilla  dieron  su  casa  por  cárcel,  con 
esperanza  de  ir  á  su  iglesia  un  día  de  éstos;  y  respecto  del 
Almirante,   ordenaron   sus  jueces  le  fuesen   quitadas  las 
guardas,  dejándole  un  caballero  que  estuviese  con  el,  con 
expreso  mandato  de  dejar  andar  al  preso  por  toda  la  for- 
taleza de  San  Torcaz  y  salir  si  quisiere  por  la  villa   Esta 
última  parte  de  la  sentencia  quedó  incumphmentada  to- 
davía por  algún  tiempo,  continuando  D.  Francisco  custo- 
diado por  el  alcaide  y  seis  guardas,  á  causa  de  que  el  ca- 
ballero que  nombraron  para  guardarle  no  quiso  aceptar  el 

Dio  orden  el  Duque  de  Lerma,  dirigida  al  Presidente 
del  Consejo,  fechada  á  29  de  Octubre  de   1611.   de  llevar 
al  Almirante  á  la  fortaleza  de  Coca,  en  Castilla  la  Vieja, 
<,por  haber  sabido  S.  M.  que  no  está  bueno;  y  por  estar 
maltratada  fué  delante,  para  efectuar  en  ella  las  necesa- 
rias obras  de  reijaración,  D.  García  de  Cotes,  caballero  de 
Olmedo,  nombrado  para  tener  en   guarda  á  D.  Francisco 
en  unión  de  otros  tres  guardas  menores,  permitiéndole  an- 
dar en  su  compañía  por  toda  la  fortaleza;»  medida  huma- 
nitaria, que  se  debió  sin  duda  á  haber  salido  por  aquel 
tiempo  de  España,  con  una  comisión  para  Flandes   el  en- 
carnizado enemigo  del   Almirante,  D.  Rodrigo  Calderón. 


n.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  557 

Un  fausto  suceso  vino  por  entonces  á  demostrar  palpa- 
blemente una  vez  más  las  vivas  simpatías  que  D.  Fran- 
cisco de  Mendoza  tenía  en  la  Corte  entre  las  almas  nobles, 
justas  y  generosas,  atemorizadas  largo  tiempo  hacía  por 
las  iras  y  rencores  de  algunos  de  los  más  influyentes  Mi- 
nistros. AI  firmar  la  Infanta  Doña  Ana  de  Austria  las  es- 
crituras de  su  capitulación  matrimonial  con  el  Rey  de 
Francia  Luis  XIII,  solicitó  tan  ahincadamente  de  su  pa- 
dre, Felipe  III,  la  gracia  de  que  mejorase  la  situación  del 
Almirante  de  Aragón  y  le  perdonase  sus  faltas,-  que  no  se 
la  pudo  negar;  y  en  su  consecuencia,  dispuso  el  Monarca 
que  se  remitiese  la  causa  de  D.  Francisco  al  Consejo  de 
las  Órdenes,  llevándole  al  Convento  de  Calatrava  con  sólo 
pleito  homenaje  de  no  salir  de  él  sin  licencia  de  S.  M.  Mas 
estando  para  llevarle  á  aquella  residencia,  se  le  agravó 
«cierta  enfermedad  de  orinar  sangre;  y  dicen  los  médicos 
que  tiene  peligro  de  morirse  si  le  llevan  algunas  leguas  de 
San  Torcaz,  donde  ha  estado  hasta  ahora,  y  así  se  ha  con- 
sultado con  S.  M.  mande  quede  en  algún  lugar  allí  cerca,  y 
se  entiende  que  lo  concederá.  El  cual  dicen  ha  dejado  cre- 
cer la  barba  hasta  la  cintura,  y  los  cabellos  le  caen  sobre 
las  espaldas.  Es  de  edad  de  setenta  y  tres' años,  y  querían 
pagase  las  costas  de  guardas  que  ha  tenido  antes  de  salir 
de  allí,  que  montan  más  de  12.000  ducados;  y  como  S.  M. 
le  tiene  embargada  toda  su  hacienda,  se  ha  mandado  co- 
bren de  ella,  y  se  tiene  por  acabado  ya  este  negocio  (0.» 

Dado  este  primer  paso  en  beneficio  del  Almirante,  si- 
guiéronse pronto  otros  con  el  apoyo  de  tan  egregia  Prince- 
sa en  el  mismo  sentido,  mandando  S.  M.  le  sacasen  con  el 
mayor  cuidado  de  San  Torcaz,  para  que  no  empeorase  en 
su  grave  dolencia,  y  le  llevasen  al  Monasterio  de  San  Bar- 
tolomé de  Lupiana,  para  vivir  allí  con  toda  libertad,  dis- 
poniendo al  mismo  tiempo  el  Rey  que  por  su  cuenta  se 
pagasen  los  8.000  ducados  que  se  debían  á  los  guardas  y  le 
restituyesen  la  hacienda  que  tenía  embargada.  Y  todavía, 

(i)     Cabrera,  Relaciones,  22  de  Septiembre  de  1612. 


g  A.    RODRÍGUEZ    VILLA. 


poco  antes  de  partirse  para  Francia  la  Reina  Dona  Ana 
el  Rey  dio  licencia  al  Almirante  para  pasar  de  San  Hartó- 
me de  Lupiana.   donde  estaba,   á    San   Francisco    d 
Oradalajara.  «donde  esté  sin  pleito  homenaje  para  sahr,  s. 
^ui  ir     por  la  ciudad,»  con  .ueio^osse  UnaUgraio  ,ene- 
iXency  el  Marqués  de  Mondéjar  se  partió  luego  con  la 
nu  va  para  llevársela,  y  en  este  negocio  nunca  se  ha  cla^o 
::::i  porgue  se  remitió  al  Consejo  de  Or  enes  y  no 
les  ha  querido  dar  el  proceso  para  sentenciarlo   y  se  puede 
c  eer  se  quedará  sin  hacerse  más  diligencia  en  el  (0. 

Tsí  acabó  este  célebre  proceso,  maquinado  por  el  odio 
el  fencor  y  la  venganza  de  aquellos  venales  Ministros  W 
He  Felipe  III  que  tan  desastroso  fin  tuvieron  anos  des- 
que? n  qu  di  él  resultara  cargo  alguno  grave  contra  el 
rimirante'de  Aragón,  y  disipado  y  desvanecido  a  la  pos- 
tre por  el  generoso,  espontáneo  y  magnánimo  '"'P"'^^  j^ 
una  Ínfanfa  de  España  y  Reina  de  Franca,  de  glonosa 


memoria. 


!:!     SrRJrS:c:i:e;ínescHhe  Quevedo  en  sus  Gr.n.es 

(2)     De  ^:^°^'f       .Escogió  por  oficio  el  acusar  los  virtuosos, 

""'"fe^í'Tc  o  Ubr6  l!    afrece„tan,ientos  de  su  codicia;  y  en- 

-r:rcH:r.''Vienp^ocu..is..a.con^^^^^^^ 
,„, .  ^-^^¡xsz:;¡x:::rix^^  y  pa^a  es. 

rvIirdTsütrTrsfalcalde  ,ue  él  hi.o  .  .edida  de  sus 

^^:;t-™.^í;..^^^^^^ 

T  "  ^"fiLTJ  e^eÍo  n  se  «dos  An.les,  que  «cuando  la  ino- 
ZSnt^^rZtUo.  para  respira,  (ahogada  en.e  S.  va 
cencía  ae  ^    ,■     s  ^^  i^vo  otro  amparo  m  supo  hallar  otro 


neroso. 


o.     FRANCISCO    DE    MENDOZA 


559 


VIII 


Después  de  cinco  años  de  horrible  é  injusta  prisión,  aba- 
tido el  cuerpo  por  gravísimos  males,  el  peso  de  los  años  y 
las  fatigas  de  la  guerra,  y  afligida  el  alma  por  tantas  amar- 
guras, tantas  esperanzas  disipadas,  tantas  prisiones  y  con- 
tratiempos sufridos,  no  vaciló  un  momento  D.  Francisco 
de  Mendoza  en  el  empleo  que  había  de  dar  á  los  cortos 
años  que,  según  él,  le  quedaban  de  vida.  Decidió  consa- 
grarlos á  Dios,  y  para  hacerlo  de  la  manera  más  perfecta 
posible,  ordenarse  de  sacerdote.  Para  ello,  y  para  dejar 
arreglados  sus  negocios  y  prevenido  y  arreglado  el  pago  de 
sus  deudas,  elevó  al  Rey  la  siguiente  representación  el 
mismo  año  que  recobró  su  libertad: 

tLo  que  el  Almirante  de  Aragón  desea  es  ordenarse  de  Missa 
para  vivir  más  retirado,  pues  su  edad  y  los  achaques  con  que  se 
halla  no  le  dan  lugar  para  hacer  elección  de  vida  más  estrecha  y 
para  esto  desea  licencia  grata  de  S.  M.,  así  por  e!  estado  de  sus  co- 
sas como  por  ser  caballero  propheso  de  la  Orden  de  Calatrava 

))Y  porque  ordenándose  pierde  el  Mayorazgo  de  su  padre  que 
posee,  y  la  acción  que  tiene  al  del  Baylío  de  Lora  su  hermano',  que 
sunque  es  caso  que  placiendo  á  Dios  no  sucederá  en  sus  dias,  pue- 
de suceder. 

.Y  para  lo  que  toca  á  la  Orden,  há  menester  licencia  de  S.  M. 
por  el  Consejo  de  las  Ordenes  para  mudar  estado. 

«Ypara  lo  temporal  há  menester  facultad  de  S.  M.  por  el  Con- 
sejo de  la  Cámara  para  gozar  por  sus  dias  de  los  dichos  mayo- 
razgos. ^ 

•>Y  porque  esto  y  su  encomienda  há  algunos  años  que  está  apli- 
cado para  la  paga  de  sus  deudas,  y  es  mucho  lo  que  falta  por  pa- 
gar dellas,  porque  sólo  á  los  Duques  del  Infantado,  sus  hermanos 

'^"^^ (')  «^  "^ás,  sin  lo  que  debe  á  otros  particulares,  que  e¡ 

mucho,  y  lo  que  le  ha  detenido  para  no  mudar  estado  muchos 
anos  há,  y  no  le  queda  en  este  mundo  con  que  poder  vivir  sino  la 

(i)     En  blanco  en  el  original. 


^5o  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

merced  de  los  8.000  ducados  de  renta  que  S.  M.  ie  hizo  por  lo  que 
1,  sirvió  en  los  Estados  de  Flandes,  Alemania,  Polon.a  y  Francia, 
V  atento  á  que  pasa  de  sese.Uay  siete  años,  conforme  a  lo  cual  es 
poco  lo  que  puede  vivir,  desea  que  para  sustentarse  mientras  vi- 
viere V  para  pairar  con  los  dichos  8.000  ducados  sus  deudas,  S   M. 
se  sirva  de  prorrogarle  la  dicha  merced  por  otras  dos  o  tres  vidas, 
con  que  su  alma  pueda  ser  descargada.  Y  porque  la  renta  de  la  co^ 
chinilla  que  se  saca  destos  reinos,  en  que  tiene  consignado  el  dicho 
Lo   es  muy  incierta,  y  algunos  ai^os  no  cabe  en  ella  este  , uro  y 
To;  hay  lincas  (1),  deLa  que  S.  M.  se  sirva  de  darle  Cedu  a  para 
que  los  años  que  sobrare  se  le  pague  lo  que  no  hubiere  cabido  los 
otros  años  que  falta,  sin  que  para  esto  tenga  necesidad  de  recurrir 
al  Consejo  de  la  Hacienda. 

.Ítem  que  S.  M.  se  sirva  de  mandar  que  se  le  libre  y  pagúelo  que 
se  le  debe  de  lo  recargado  del  dicho  juro  por  lo  que  no  ha  cavido 
los  años  atrás  hasta  fin  deste  año  de  mili  y  seiscientos  y  catorce, 
«ítem  que  S.  M.  se  sirva  de  mandar  que  se  le  pague  lo  que  ha 
corrido  de  los  gajes  de  Mayordomo  del  Rey  nuestro  Señor,  que 
haya  gloria,  de  que  conforme  á  su  testamento  ha  de  gozar  por  sus 
dias  ó  hasta  tanto  que  se  le  haga  otra  merced  equivalente  de  los 
cuales  no  ha  cobrado  ninguna  cosa,  aunque  lo  ha  suplicado  algti- 
nas  veces  después  que  vino  de  Flandes  á  España,  ó  de  hacerle  a  - 
.una  merced  equivalente  en  recompensa  de  los  dichos  gajes  y  de 
To  que  dellos  hubiere  corrido  hasta  que  se  le  haga  la  dicha  merced 
para  que  cessen,  porque  los  corridos  serán  más  de  doce  o  quinze 

mil  ducados.  ,     ,         ,     1  ^„^a 

.En  todo  lo  cual  suplica  á  S.  M.  se  sirva  de  hacerle  la  merced 
que  espera  de  su  christiandad,  grandeza  y  clemencia   para  que  el 
Almirante  pueda  vivir  con  alguna  quietud  en  este  postrero  tercio 
de  la  vida  que  está  ya  tan  adelante,  sin  el  cuidado  de  su  sustento  y 
de  la  paga  de  sus  deudas,  que  le  han  tenido  y  tienen  tan  trabaja- 
do é  impedido  hasta  aquí,  y  él  se  pueda  entregar  a  Nuestro  Señor 
más  de  veras  sin  estos  impedimentos  y  servir  a  S.  M   de  capellán, 
va  que  le  han  faltado  la  salud  y  las  fuerzas  para  poderle  servir  en 
otro  ministerio,  moviéndose  S.  M.  á  hacer  lo  que  se  le  suplica  solo 
por  el  amor  y  servicio  de  Nro.  Sr.  y  por  dar  ahvio  y  descanso  a  un 
hombre  que  le  ha  servido  tanto  y  tan  grandes  trabajos  ha  padeci- 
do en  la  guerra  por  su  servicio,  y  se  halla  tan  necesitado  que  sin 
la  merced  y   favor  de  S.  M.  no  puede  tener  alivio  ni  conseguir  el 
fin  del  deseo  intenso  que  tiene  de  ordenarse  para  vivir  retirado  y 
disponerse  para  morir,  pues  naturalmente  no  puede  dejar  de  ser 
muy  presto.» 

(i)     {Sic.J  Acaío  por  fallas. 


n.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5^1 

También,  olvidando  no  lejanos  agravios,  escribió  al  Du- 
que de  Lerma  en  términos  tan  afectuosos  como  los  si- 
guientes: 

«La  merced  que  el  Rey  ntro.  Señor  se  ha  servido  de  ha- 
cerme, he  estimado  en  más  de  lo  que  sabré  decir  á  V.  E., 
pues  me  ha  honrado  con  su  gracia  y  dado  fin  á  mis  traba- 
jos con  la  libertad,  que  son  las  cosas  que  maj'or  contento 
pudieran  darme..  ..  Sé  que  vS.  M.  se  ha  servido  de  hacer- 
me esta  merced  mediante  el  favor  que  V.  E.  me  ha  hecho 
para  alcanzarla  de  quien  yo  la  he  esperado  siempre 

i)La  mia  (salud)  es  buena,  á  Dios  gracias,  y  la  mudan- 
za del  tiempo  me  ha  estorbado  el  comenzar  á  gozar  de  la 
libertad,  deseando  que  el  principio  della  sean  las  estacio- 
nes de  Ntra.  Sra.  de  Sopetran  y  de  la  Sazeda,  donde  su- 
plicaré á  Nro.  Sr.  guarde  á  V.  E.,«  etc. 

Concedido  por  el  Rey  el  permiso  que  D.  Francisco  so- 
licitaba para  ordenarse;  arreglados  mediante  escrituras 
y  contratos  sus  asuntos  económicos  para  el  pago  de  sus 
cuantiosas  deudas;  satisfechas  algunas  con  una  importan- 
te suma  que  por  atrasos  de  sus  cargos  en  Flandes  le  remi- 
tió el  Archiduque,  y  hechos  los  necesarios  preparativos 
que  exigía  el  cambio  de  estado,  recibió  la  Orden  sacerdo- 
tal á  mediados  del  año  1617,  firmando  los  documentos  en 
adelante  con  los  títulos  de  Presbítero-Aliiiiraute,  que  en 
realidad  de  verdad  no  hacen  el  mejor  maridaje. 

Si  en  los  tiempos  de  sus  prolongadas  y  rigurosas  pri- 
siones fué  la  lectura  de  libros  sagrados  y  profanos  el  ma- 
yor consuelo  de  su  espíritu  y  el  único  alivio  y  pasatiempo 
de  su  tristísima  soledad,  afición  que  conservó  siempre  des- 
de sus  juveniles  años,  ahora,  libre  de  todo  otro  cuidado, 
se  entregó  por  completo  al  estudio  de  la  historia  sagrada 
y  profana,  aprovechando  además  de  su  librería  la  selecta 
de  su  hermano  el  Duque  del  Infantado.  Y  que  esta  rama 
de  la  ciencia,  y  en  especial  la  genealogía,  era  su  predilec- 
ta y  en  la  que  se  hallaba  sólidamente  impuesto,  nos  lo 
revelan  sus  relaciones  y  amistades  con  algunos  de  los  más 
eminentes  historiógrafos  de  su  tiempo,  como  Antonio  de 
II  36 


r62  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

Henera,  Cabrera  de  Córdoba,  López  de  Haro,  Luis  de 
Castilla,  Baltasar  Porreño  y  muchos  otros,  que  le  citan 
con  encomio  y  aplauso. 

De  lamentar  es  que  no  se  hayan  conservado  sus  traba- 
jos históricos  y  genealógicos,  pues  á  juzgar  por  uno  que, 
según  él  mismo  asegura,  «compuse  en  el  tiempo  de  mi 
última  y  larga  prisión,  por  no  estar  ocioso  en  ocasión  de 
tanta  soledad,»  y  que  ha  llegado  felizmente  hasta  nos- 
otros, tenía  verdaderas  dotes  de  erudición  y  crítica  his- 
tórica. 

Titúlase  Augustíssima  Genealogía  de  Jesu  Christo  nues- 
tro señor,  según  su  sacratísima  humanidad,  sacada  literal- 
mente de  los  Evangelios  de  San  Matheo  y  San  Lucas  y  com- 
probada con  las  historias  de  los  libros  sagrados  del  testamento 
viejo.  Por  Don  Francisco  de  Mcndoca,  presbítero,  Gran  Al- 
mirante de  Aragón,  marques  de  Guadaleste,  comendador  de 
Valdepeñas  de  la  Orden  de  Calatrava,  de  los  Consejos  de  Es- 
tado y  Guerra  de  los  Reyes  CatJwlicos  Don  Phelippe  el  se- 
gundo y  el  tercero  en  los  Estados  de  Flandes. 

Consérvase  esta  veneranda  reliquia  en  la  sala  de  Manus- 
critos de  nuestra  Biblioteca  Nacional  (0.  Después  de  la 
portada  arriba  transcrita,  siguen  un  árbol  genealógico  de 
Nuestro  Señor  Jesucristo;  la  comprobación  de  este  árbol 
con  los  libros  del  Testamento  viejo  y  nuevo;  y  para  su 
mejor  inteligencia,  se  citan  los  Santos  Padres  y  escritores 
eclesiásticos  antiguos  y  modernos,  con  tal  orden  y  méto- 
do, que  asombra  su  profunda  erudición.  A  continuación 
está  el  prólogo,  y  en  la  pág.  20  empieza  la  obra,  enu- 
merando desde  la  pág.  iSg  una  serie  de  cincuenta  y  seis 
Dudas  teológicas,  á  las  que  siguen  las  Opiniones.  En  la 
pág.  504  comienza  la  Theorica  de  la  serie  y  succesion  de  los 
Pontífices  de  la  ley  escrita;  en  la  pág.  602,  el  Origen  de  los 
sacerdotes  y  levitas  de  la  ley  escrita  y  serte  de  los  Pontífices 


(i)  Signatura  y-325.  Un  abultado  volumen  en  4.°  primorosa- 
mente escrito,  de  letra  del  primer  tercio  del  siglo  xvii,  y  que  in- 
dudablemente  es  el  original. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  563 

del  Santo  Templo  de  jfenisaleiii,  con  sus  correspondientes 
árboles  genealógicos,  á  que  acompaña  el  Cálculo  particu- 
lar de  los  tiempos,  terminando  la  obra  con  una  copiosa  y 
bien  dispuesta  Tabla  de  las  co^as  memorables  y  más  dignas 
de  advertencia  que  se  contienen  en  esta  obr¿i  de  la  Aiigustíssi- 
■ma  Genealogía  de  jfesu  Christo  nuestro  señor. 

Cuando  en  1622  Felipe  IV  le  propuso  para  la  Sede 
episcopal  de  Sigüenza,  pidió  D.  Francisco  al  Consejo  de 
•Castilla  que  examinasen  é  informasen  sobre  este  libro  ei 
Rector  y  Claustro  de  la  Universidad  de  Alcalá,  escribien- 
do á  tan  docta  Corporación  con  este  motivo  una  intere- 
santísima carta  autobiográfica,  que  hemos  ya  utilizado  en 
parte  para  este  trabajo,  y  que  respecto  de  esta  obra  suya  y 
de  otros  actos  de  su  vida  dice  asi: 


«Entendido  he  que  el  Duque  del  Infantado,  mi  hermano,  ha  en- 
viado á  V.  S.,  remitido  por  el  Consejo,  un  libro  que  yo  compuse  en 
el  tiempo  de  mi  última  y  larga  prisión,  por  no  estar  ocioso  en  oca- 
sión de  tanta  soledad;  y  aunque  salido  della  le  comuniqué  con  al- 
gunas personas  doctas  para  que  le  censurasen,  habiéndome  dicho 
que  no  hallaban  en  él  cosa  en  que  poder  reparar  y  aftrmádome 
que  podría  sacarle  á  luz  sin  peligro  y  con  algún  provecho  general, 
por  ser  materia  de  que  han  tratado  pocos,  y  los  que  lo  han  hecho, 
no  haber  apurado  las  dificultades  que  en  él  se  tratan  ni  satisfecho 
al  común  deseo  de  los  que  han  reparado  en  la  variedad  de  las  his- 
torias evangélicas  de  San  Mateo  y  de  San  Lucas,  en  que  parece 
que  hay  tanta  diferencia  en  los  nombres  y  en  el  niimero  de  las 
generaciones  que  cada  uno  dellos  refiere  tratando  de  la  genealo- 
gía de  Jesuchristo  nuestro  Señor,  y  de  la  Virgen  Santísima,  nues- 
tra Señora;  y  aunque  yo  me  he  recatado  y  dudado  en  hacerlo 
después  que  acabé  este  libro  por  algunos  respectos,  y  no  habién- 
dole compuesto  con  fin  de  comunicarle  más  que  á  algunos  fami- 
liares y  amigos,  vencido  de  su  persuasión,  le  presenté  en  el  Con- 
sejo, suplicándole  le  mandase  remitir  á  los  señores  Rector  y  Claus- 
tro de  esa  insigne  Universidad  para  que  le  censurase  y  corrigiese; 
y  si  juzgase  que  podia  ser  el  sacarle  á  luz  de  algún  seivicio  de 
Nuestro  Señor,  se  pudiese  publicar  y  imprimir  con  más  seguridad, 
estando  muy  cierto  que  esa  insigne  Universidad,  como  madre  pia- 
dosa, me  hará  la  merced  que  hubiere  lugar  en  aprobarle  ó  en  ad- 
vertirme que  le  suprima,  sí  juzgareque  en  pjblicarle  puede  haber 
algún  inconveniente,  porque  en  lo  uno  ó  en  lo  otro  obedeceré  á 


g.  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

V.  S.  con  ánir.0  r.uy  i.ual  y  quieto.  ''-q"^"Y";,7J;^^';; 
sido  abonar  mi  traba,o,  sino  hacer  algún  serv.co  a  Nuestro  benor 

'trifnÍo  yo  muy  descuidado  de  que  en  esto  podria  haber 

podria  yo  tomar  para  salir  de  ' ^J^^^f  ^„    ^X    a"  ere^lsfe 
otro  me  ha  puesto,  juzgue  que    ólo  V   S   me  po  ^^. 

conflicto  para  no  resisfr  á  la  voluntad  de  b.  ^-  ""  "1%¿^^^^  ^^ 
cosa  oue,  considerada  m.  profesión  publica,  pudiese  enlazar 

'°:Í;:r;;;vt  pí::;a^::Í;M".ar  destas,  .  propondreco. 
.odairan^a  y  puntualidad  el  hecho  verdadero  del  discurso  de  m. 
vida  y  de  mis  ocupaciones.» 

Después  de  referir  cómo  hizo  sus  primeros  estudios  en 
la  Universidad  de  Alcalá,  pasando  luego  á  la  de  Salaman- 
ca, según  ya  expusimos;  los  servicios  que  con  su  padre 
prestó  en  la  guerra  de  Granada,  en  Valencia  y  en  Napo 
les,  y  cómo  Felipe  II  le  eligió  para  acompanai  á  Flande^ 
al  Archiduque  Alberto,  prosigue  así: 

.Sena  cosa  larga  referir  á  V.  S.  la  variedad  de  -^^^-^¡^'¿"^ 
ticas  y  seculares  que  allí  (en  Flandes)  se  ofrece, on.  fue. a  de  los 
ego  ios  de  la  güira  y  de  la  paz  que  pasaron  por  --  "^     " 
los  Estados  bajos,  siendo  yo  de  los  Consejos  de  Guena  y-Estado- 
ie  aque  las  provincias  y  Capitán  general  de  la  Caballería  ligera  -y 
Gob-ador'de,  exércúo  en  ausencia  d^' Archiduque,  gobernan  o 
tanta  gente  y  de  tan  varias  naciones  y  condiciones    en  que  no- 
p'den  faltar  calumnias;  y  de  ,as  ,ue  á  mí  me  «P-'--  -¿; 
año  de  ,t03,  demaneía  que  no  sólo  fui  dado  por  Ubre  dellas,  pero- 
me  hizo  S.  M.  merced  de  los  S.coo  ducados  de  renta  que  he  refe- 
rido  Y  si  esto  y  tres  embajadas  que  hice  con  negocios  gravísimo. 
I  a  Corte  del  Emperador  y  otra  á  la  Corte  del  Rey  de  Po  on.a  y 
dosá  laCortedelReyEnricolVde  ^""- ^f"^" '"' ^  ^^J^' 
clusion  de  la  paz,  y  tan  largas  prisiones  en  que  he  ^'^-^^'^J^¡¡'=1 
dad  de  la  compañía  de  los  libros  para  no  congojarme  en  ellas,  ca 


D.    FRANCISCO    L>lí    MENDOZA  565 

■que  los  sagrados  y  los  de  los  santos  me  alentaron  y  ocuparon  tan- 
to, que  puedo  confesar  á  V.  S.,  hablando  candidamente,  que  llegó 
primero  la  libertad  que  el  deseo  de  salir  de  aquella  soledad,  y  en- 
tre los  demás  prisioneros  me  fué  dulce  el  trabajo  de  la  de  Holan- 
da, donde  se  me  ofrecieron  varias  y  grandes  ocasiones  de  servir  á 
Nuestro  Señor  y  hacer  confesiones  públicas  de  la  fee,  con  notable 
confusión  de  los  herejes,  con  que  los  obligué  á  que  me  diesen  li- 
bertad, aunque  echaban  de  ver  que  podia  estarles  mal,  como  po- 
cos dias  después  de  habérmela  dado  lo  experimentaron. 

»Y  si  todo  esto  puede  calificarme  para  el  gobierno  de  la  iglesia 
y  obispado  de  Sigüenza,  dejo  á  la  prudente  consideración  de  V.  S., 
de  quien  espero  recibir  toda  la  merced  que  hubiere  lugar,  asegu- 
rando que  con  menor  aprobación  que  la  de  V.  S.  no  me  atreveré 
á  aceptar  ninguna  cosa  ni  seré  desagradecido  á  esa  Universidad, 
procurando  servirla  en  general,  y  en  particular  al  insigne  claustro 
•della  y  á  cada  uno  de  los  que  en  él  concurren,  con  la  puntualidad 
-que  me  obliga  el  respeto  de  madre  piadosa  y  la  obligación  precisa 
de  los  hombres  de  mi  profesión  y  calidad;  y  aunque  recatándome 
de  la  prolixidad,  dudaba  de  decir  á  V.  S.  servicios  particulares  he- 
chos por  mí  á  Nuestro  Señor  y  á  su  Iglesia,  rio  me  ha  parecido 
que  debo  callar  el  que  hice  en  Alemania,  pidiéndome  el  Empera- 
dor Ferdinando,  que  de  presente  vive,  parecer  en  un  negocio  gra- 
vísimo que  le  tenia  muy  congojado,  porque  cumpliéndose  enton- 
ces el  tiempo  de  sus  tutorías,  que  no  era  más  que  Archiduque  de 
Stiria,Carinthia  y  Carniola,  y  de  la  parte  de  Dalmacia  y  Croacia  que 
confina  con  el  Turco;  y  no  queriéndole  entregar  los  Estados  los  que 
tenian  el  gobierno  dellos,  en  que  habia  muchos  herejes,  si  no  les 
concedía  libertad  de  conciencia,  y  representándole  muchos  de  su? 
consejeros  los  peligros  grandes  de  perder  los  Estados  que  se  les 
ofrecían,  no  concediéndoles  la  libertad  de  conciencia,  yo  le  acon- 
sejé que  no  lo  hiciese,  porque  no  solamente  no  habia  inconve- 
nientes en  ello,  pero  muy  grandes  comodidades  en  negárselo, 
porque  si  haciéndolo  así  le  entregaban  sus  Estados,  seria  el  más 
glorioso  Príncipe  catbólico  de  Alemania,  y  podria  esperar  de  Nues- 
tro Señor  mayores  grandezas;  y  si  no  se  los  daban  y  se  entregaban 
al  Turco  y  á  otros  Príncipes  herejes  circunvecinos,  menor  incon- 
veniente era  éste  que  ofender  á  Nuestro  Señor  cooperando  con  los 
herejes,  y  para  ninguna  cosa  vallan  tanto  los  Estados  como  para 
perderlos  ofreciéndolos  á  Nuestro  Señor  por  no  ofenderle;  y  si 
tras  desto  y  por  esta  causa  le  quitaban  la  vida,  mayor  dignidad 
era  ser  mártir  que  Archiduque  ni  Emperador:  quanto  más  que 
haciendo  S.  A.  esta  ofrenda  á  Nuestro  Señor  de  sus  Estados  y  de 
su  persona,  tendría  poca  fee  quien  no  esperase  mayores  mercedes 
■en  lo  espiritual  y  temporal  que  lo  que  importaban  los  Estados  que 


^66  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

entonces  le  pertenecían.  Con  que  el  Archiduque  se  animó  y  alentó 
tanto,  que  me  dio  la  palabra  de  aventurar  los  Estados  y  la  vida  y 
darlo  todo  antes  que  conceder  la  libertad  de  conciencia;  y  llegada 
la  Dieta,  resistió  con  tanta  christiandad,  valor  y  fortaleza  á  la  pe- 
tición de  sus  vasallos  y  parecer  de  algunos  de  sus  malos  conseje- 
ros y  simulados  cathólicos,  siendo  herejes,  que  todos  se  le  rindie- 
ron y  le  dieron  la  posesión  de  sus  Estados;  de  que  el  Archiduque 
Ferdinando  me  escribió  las  gracias  por  el  consejo  que  le  había 
dado,  y  >o  le  respondí  que  fiase  de  Dios  Nuestro  Señor,  que  en 
esta  vida  y  en  la  eterna  le  daria  el  premio,  como  se  le  ha  dado,^ 
pues  siendo  hijo  del  menor  de  los  Archiduques,  le  ha  dado  su, 
Divina  Majestad  los  Estados  de  todos  los  demás  y  el  Imperio  de 
que  de  presente  goza  con  las  grandes  victorias  que  Nuestro  Señor 
le  ha  dado  contra  los  herejes  del  reino  de  Bohemia  y  los  Estados 
de  Moravia  y  Silesia,  que  son  adyacentes  á  él,  y  todos  se  le  han 
sujetado;  y  dejo  otros  (ejemplos)  por  no  caer  en  el  inconveniente 
que  he  referido. 

iNuestro  Señor  guarde  á  V.  S.  cerno  deseo,  etc. 

Fecha  á  21  de  Marzo  (1).» 


(1)     Este  curioso  documento  está  escrito  en  borrador,  con  mu- 
chas enmiendas  y  correcciones.  Entre  ellas  hay  un  largo  párrafo- 
ligeramente  tachado,  que  por  contener  notables  variantes  y  noti- 
cias no  reproducidas  en  el  correspondiente  que  después  rehizo, 
reproduzco  aquí  íntegro,  aun  á  trueque  de  algunas  repeticiones: 
oY  habiendo  tenido  mi  padre  necesidad  de  mi  persona  para  su 
servicio  y  descanso,  me  sacó  de  aquella  Universidad  (la  de  Sala- 
manca); y  aunque  con  esto  se  interrumpieron  mis  esludios,  cor» 
la  afición  que  habia  cobrado  á  ellos,  siempre  los  continué,  exer- 
citándome  en  la  lección  de  diversos  autores  y  philósofos  naturales^ 
y  morales  y  historiadores  eclesiásticos  y  profanos,  y  particular- 
mente en  la  Sagrada  Escriptura  del  Testamento  viejo  y  nuevo, 
que  son  las  fuentes  de  la  verdadera  sabiduría,  á  que  me  persuadió 
vino  de  mis  maestros,  que  fué  insigne  hombre  en  letras  divinas  y 
humanas,  dándome  documentos  para  entenderlas,  leyéndolas  con. 
humildad  para  sacar  provecho  dellas;  y  teniendo  esto  muy  en  la 
memoria,  y  topando  con  algunos  autores  que  trataban  de  la  ge- 
nealogía de  Jesuchristo  Nuestro  Señor,  según  su  sagrada  humani- 
dad, y  no  satisfaciéndome  con  su  doctrina  de  las  dudas  que  se  me 
círecian,  y  vi  disputar  á  diferentes  personas,  aunque  por  la  pro- 
fesión que  habia  hecho  del  hábito  militar  tuve  inclinación  á  ocu- 
par el  tiempo  que  he  dicho  en  esto,  viendo  la  necesidad  que  la- 
disciplina  militar  tiene  de  alguna  teórica  para  exercitarse  con  más. 


D,    FRANCISCO    DE    MENDOZA  567 

La  contestación  del  Claustro  de  la  Universidad  de  Al- 
calá á  la  instancia  del  Presbítero-Almirante  sobre  su  ex- 
presado libro,  fué  que  por  él  merecía  el  grado  de  Doc- 
tor y  de  Maestro.  El  P.  Gaspar  Sánchez,  de  la  Compa- 
ñía de  Jesús,  eruditísimo  escritor,  pondera  en  sus  Co- 
mentarios sobre  las  actas  de  los  Apóstoles  la  dificultad  de  la 
materia  que  constituye  la  obra  de  Mendoza  y  la  extrema 
lucidez  con  que  desempeñó  su  trabajo.  El  afamado  genea- 
logista  López  de  Haro,  trazando  en  el  tomo  I  de  su  Nobi- 
liario el  plan  de  su  obra  tocante  á  sucesiones,  cita  con  sin- 

facilidad  y  utilidad  que  comunmente  se  hace,  en  que  algunos  au- 
tores y  soldados  han  puesto  la  mano,  y  unos  por  falta  de  expe- 
riencia y  otros  por  falta  de  método,  no  han  ilustrado  tanto  esta 
arte  tan  necesaria  para  procurar  la  paz,  que  es  el  fin  para  que 
Nuestro  Señor  permitió  el  uso  de  la  guerra  en  todas  las  edades  en 
el  tiempo  de  la  religión  y  ley  evangélica,  que  es  toda  paz  y  verda- 
dera caridad  y  quietud  fraternal;  y  pareciéndome  que  cuando  yo 
acertase  á  escribir  bien  en  esto  podría  ser  de  algún  daño  para  la 
christiandad,  aprovechándose  deste  trabajo  los  enemigos  de  ella, 
me  resolví  á  dejar  este  cuidado  y  ponerle  en  disponer  lo  que  toca 
á  la  genealogía  de  Jesuchristo  Nuestro  Señor,  según  su  sagrada 
humanidad,  de  manera  que  se 'conociese  con  claridad  la  conso- 
nancia de  las  historias  de  los  Evangelios  de  San  Mateo  y  de  San 
Lucas  entre  sí  mismos  y  con  las  historias  sagradas  del  Testamento 
viejo,  que  es  el  intento  principal  del  libro  que  el  Consejo  ha  re- 
mitido á  V.  S.  á  instancia  mia,  que,  como  he  dicho,  trabajé  en  él 
con  sólo  un  fin,  sin  entender  que  podria  tener  otro,  y  ahora  ha 
permitido  Nuestro  Señor  que  sirva  para  dos,  que  uno  es  el  que  he 
referido,  y  el  otro  para  satisfacerme  yo  con  el  parecer  de  V.  S.  de 
las  dificultades  que  se  me  ofrecen  en  aceptar  la  merced  que  el  Rey 
ha  dado  intención  de  hacerme  de  ocupar  mi  persona  en  el  gobier- 
no de  la  Sama  iglesia  de  Sigüenza,  porque  si  deste  trabajo  resul- 
tare el  juzgar  V.  S*  que  puedo  encargarme  desto,  yo  pueda  asegu- 
rar mi  conciencia  y  obedecer  al  Rey  en  lo  que  cerca  desto  me 
mandare,  ó  excusarme  con  la  diferencia  de  la  profesión  que  hice 
dende  que  salí  de  esa  Universidad  y  de  la  de  Salamanca  hasta  que 
me  alcanzó  mi  última  prisión,  que  duró  dende  el  principio  dellas 
doce  años  y  hasta  el  dia  que  besé  la  mano  al  Rey  Don  Phelipe 
nro.  Señor,  que  santa  gloria  aya,  cuando  en  esa  villa  de  Alcalá  se 
hizo  la  dedicación  de  la  iglesia  del  Colegio  de  la  Compañía  de  Je- 
sús, de  que  yo  soy  patrón.  Y  aunque  es  cosa  dura  haber  de  tratar 


c(38  A.    RODRÍaUEZ    VILLA 

guiar  elogio  la  Atigustíssima  Genealogía  de  Jesucristo,  «de 
cuya  descendencia,  dice,  tiene  hecho  el  valeroso  caballero 
y  singular  varón  D.  Francisco  de  Mendoza,  Almirante  de 
Aragón,  un  árbol,  el  más  famoso  que  hasta  nuestros  tiem- 
pos se  ha  visto;  obra  que  manifiesta  bien  su  grande  inge- 
nio, santidad  y  letras  llenas  de  devoción  que  tiene  con  la 
Sacratísima  Virgen,  de  quien  ha  recibido  y  recibe  particu- 
lares favores  en  sus  largos  y  continuos  trabajos.»  Y  en  el 
mismo  volumen  escribe  este  autor,   tratando  de  los  Aíar- 
queses  de  Mondéjar,  que  D.  Francisco  fué  «uno  de  los  ca- 
de cosas  mías  y  dificultoso  el  hacerlo  sin  algún  peligro  de  jactan- 
cia  no  pudiéndolo  excusar  para  que  V.  S.  pueda  hacer  mejor  jui- 
cio sobre  esta  causa,  con  toda  sinceridad  y  verdad  me  ha  parecido 
decir  á  V.  S.  lo  que  en  esto  se  me  ofrece  en  pro  y  en  contra  desta 
materia,  no  faltando  exemplos  de  santos  que  en  algunas  ocasiones 
han  hablado  de  sí  para  mayor  servicio  de  Nuestro  Señor  que  para 

jactancia  suya. 

«Mis  estudios  tuvieron  el  principio  que  he  referido,  gastando  en 
dios  el  tiempo  de  mi  vida  dende  los  siete  años  della  hasta  el  de 
veinte  que  los  interrumpí;  y  en  las  prisiones,  que  han  sido  largas, 
he  vuelto  á  renovar  algunos  y  á  trabajar  en  otros  dende  el  ano  de 
noventa,  que  estuve  detenido  por  el  negocio  del  casamiento  del 
Duque  de  Alba  en  la  fortaleza  de  Turuégano  y  en  el  Sacro  Con- 
vento de  Calatrava  dos  años  ó  algo  más;  y  en  Holanda,  donde  fui 
prisionero  de  los  herejes,  otros  veintitrés  meses  por  la  defensa  de 
la  fee  y  servicio  del  Rey  nro.  Señor,  para  librar  la  persona  del  se- 
renísimo Archiduque  Alberto,  que  tanto  importaba  para  la  con- 
servación de  la  fee  en  los  Estados  obedientes  y  para  la  reducción 
de  los  rebeldes  al  gremio  y  obediencia  de  la  Santa  Iglesia  Caih. 
App   Romana  y  la  de  su  Príncipe  y  Señor  natural,  donde  se  me 
ofrecieron  diversas  ocasiones  de  hacer  pública  confesión  de  la  fee, 
con  gran  peligro  de  la  vida  y  contento,  deseando  por  aquel  cami- 
no confundir  y  persuadir  los  herejes  á  su  conversión  y  encaminar 
la  paz   particularmente  una  noche  que  el  Conde  Mauricio,  delan- 
te de  mucha  gente,  comenzó  á  blasfemar  de  las  personas  y  gobier- 
no de  los  Papas,  y  con  tanta  audacia,  que  se  atrevió  á  preguntar- 
me qué  me  parecía  á  mí  dello,  á  que  le  respondí  con  mayor  h- 
bertad  y  audacia  que  sí  yo  me  hallara  con  ella,  y  él  y  los  demás 
fueran  prisioneros;  de  que  él  y  los  demás  herejes  y  subditos  suyos 
que  se  hallaron  presentes  se  admiraron  mucho,  y  sin  interrum- 
pirme en  gran  rato  que  estuve  diciéndoles...  .» 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5^9 

balleros  más  generales  en  todo  género  de  letras  que  se  ha 
conocido  en  estos  tiempos,  1)  habiendo  sido  muy  estimado 
en  Flandes,  donde  fué  del  Consejo  de  Estado,  y  el  primer 
español  que  gozó  de  este  honorífico  titulo;  y  al  cabo  de  al- 
gunos años  de  viudez  «acordó  de  pasar  á  mayores  estados 
para  poder  mejor  servir  á  Dios  en  ellos:  se  ha  hecho  clé- 
rigo, en  cuyo  hábito  le  vemos  adornado  de  raras  virtudes, 
sirviendo  á  Dios  con  grandes  exemplos  de  christiandad  y 
á  su  bendita  Madre,  que  siempre  en  todos  sus  aconteci- 
mientos ha  tenido  y  tiene  por  abogada.» 

Nicolás  Antonio  le  dedica  un  artículo  en  su  Bihliotheca 
Nova,  calificándole  de  «nobilitate  vir  et  dignitate  simulque 
doctrina  commendatissimus,»  citando  entre  sus  obras  la 
De  genealogía  Virginis  Deiparce  y  la  Relación  de  sus  em- 
bajadas á  Alemania  y  á  Polonia,  publicada  primeramente 
en  latín  en  Bruselas  en  1598,  y  después  en  castellano  en 
el  mismo  año. 

El  licenciado  Baltasar  Porreño,  en  su  Discurso  de  la 
vida  y  martirio  de  la  gloriosa  virgen  y  martyr  santa  Libra- 
da, española  y  patraña  de  la  Iglesia  y  Obispado  de  Si- 
guenca  (O,  trae  una  breve  reseña  de  la  vida  del  Almirante 
como  Obispo  de  aquella  Sede,  y  copia  el  elogio  que  de 
las  victorias  suyas  en  Flandes  hizo  Lorenzo  Beyerlinck, 
canónigo  de  Amberes,  en  la  Historia  de  las  cosas  sucedi- 
das de  1572  á  1611.  Y  añade  el  siguiente  curioso  dato: 
«Yo  le  dediqué  la  vida  del  gran  Cardenal  de  España  Don 
Pedro  González  de  Mendoza,  su  tio,  Arzobispo  de  To- 
ledo y  Obispo  de  Sigüenza  juntamente;  y  con  su  muerte 
carecí  de  premio  y  se  perdió  mi  libro,  que  lo  habia  bien 
trabajado.» 

Consagrado  á  sus  devociones  y  al  estudio,  vivía  tranqui- 
lamente el  Presbítero- Almirante,  cuando  al  subir  al  trono 
D.  F'elipe  IV  fué  uno  de  sus  primeros  actos  proponerle 
para  la  Silla  episcopal  de  Sigüenza  en  premio  de  sus  gran- 
des méritos  y  como  recompensa  á  la  inicua  persecución  y 

(i)     Cuenca,  1629. 


57°  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

cuasi  martirio  que  sufrió  en  el  anterior  reinado.  Entonces 
fué  cuando  dirigió  á  la  Universidad  complutense  la  carta 
autobiográfica  que  dejamos  transcrita.  Consagróle  en  la 
panoquia  de  San  Andrés  de  esta  villa  D.  Andrés  Pache- 
co, Inquisidor  general,  el  año  1622;  y  estando  de  par- 
tida para  su  iglesia,  «á  la  cual,  dice  Porreño,  habia  cobra- 
do grande  afición  y  singular  piedad  y  devoción  á  la  virgen 
Santa  Librada,  cuyo  sepulcro  tenia  ánimo  de  adornar  y 
enriquecer  con  su  mucha  potencia,»  murió  en  Madrid  el 
día  i.°  de  Marzo  de  i523,  que  fué  Miércoles  de  Ceniza. 
Mandó  se  le  diese  sepultura  en  el  Colegio  de  la  Com- 
pañía de  Jesús  de  Alcalá  de  Henares,  como  lo  ejecutó  el 
Doctor  Villegas,  Gobernador  del  Arzobispado  de  Tole- 
do por  el  Infante  D.  Fernando  de  Austria;  y  asimismo 
dispuso  se  entregasen  á  este  Colegio  de  su  peculio  6.000 
ducados,  encargando  al  P.  Francisco  Robledillo,  su  Rec- 
tor, que  emplease  su  renta  en  beneficio  de  la  casa  y 
templo. 

Al  terminar  el  relato  de  los  sucesos,  más  infortunados 
que  prósperos,  de  nuestro  personaje,  viénesenos  de  impro- 
viso á  las  mientes  la  vida  del  famoso  y  quimérico  hidalgo 
manchego  (con  quien  hasta  en  lo  físico  tiene  notable  pa- 
recido), que  por  el  mismo  tiempo  que  aquéllos  ocurrían  tra- 
zaba el  inmortal  Cervantes.  Porque  si  el  uno  por  meterse 
á  enderezar  entuertos  y  desfacer  agravios  sufrió  tantas  y 
tan  lastimosas  desventuras,  el  otro,  por  enredarse  con  te- 
naz porfía  en  multiplicados  y  ruidosos  pleitos,  combatir 
con  desmedido  arrojo  á  los  enemigos  de  su  patria,  compla- 
cer el  fugaz  capricho  de  una  dama  y  acometer  otras  teme- 
rarias empresas,  se  vio  una  y  otra  vez  largo  tiempo  encar- 
celado, reducido  á  la  miseria,  acosado  de  graves  dolencias 
y  desairado  en  el  más  crítico  instante  por  la  señora  de  sus 
pensamientos.  Si  el  uno  recobró  al  fin  en  sus  últimos  días 
la  extraviada  razón,  y  dejándose  de  aventuras  y  encanta- 
mientos se  entregó  en  cuerpo  y  en  alma  en  manos  de  su 
ama  y  del  cura,  el  otro,  después  de  tan  azarosa  y  agitada 
vida,  se  entró  en  las  postrimerías  de  ella  totalmente  des- 


n.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  571 

engañado  y  arrepentido,  como  el  andante  caballero,  por 
las  amorosas  y  sosegadas  puertas  de  la  Iglesia,  renuncian- 
do á  sus  encumbrados  y  mundanales  propósitos  y  reci- 
biendo la  corona  de  sacerdote  á  trueque  de  la  ducal  de 
Veragua  y  de  otros  pomposos  títulos  civiles,  militares  y 
nobiliarios. 


e-2  A.    RODRÍGUEZ    VILLA. 


APÉNDICE 


DOCUMENTOS 


1 


El  Almirante  de  Aragón  á  su  hermano  D.  Juan 
de  Mendoza  (O. 

En  otra  respondo  á  vra.  carta  de  1 6  de  Abril,  y  en  esta  sólo 
satisfaré  al  folio  que  venia  en  ella  de  vuestra  mano.— Yo  he 
considerado  con  la  mayor  atención  que  he  podido  el  negocio 
que  me  escrevís,  y  demás  de  pareceres  á  vos,  á  Don  Enrique, 
al  Prior  y  á  los  demás  que  desean  mi  descanso,  que  me  con- 
viene y  que  nos  está  bien  á  todos,  que  es  para  mí  mayor  moti- 
vo que  mi  descanso,  prosupuesto  que  yo  me  hallo  en  estado 
respecto  de  mis  deudas  que  es  justo  no  dexar  de  hacer  ningu- 
na diligencia  lícita  para  salir  dellas,  aunque  sea  contraria  á  lo 
que  yo  tenia  por  gusto,  que  era  estarme  solo  y  no  mudar  esta- 
do; y  que  como  me  lo  representáis  con  hacerlo  se  podría  res- 
taurar el  daño  de  mis  fiadores  y  amigos,  que  es  lo  que  yo  sien- 
to más  que  todos  los  trabajos  que  ahora  padezco,  me  he  resuel- 
to en  conformarme  con  vuestro  parecer  y  el  de  todos  y  repre- 
sentaros el  verdadero  estado  de  mis  cosas,  para  que  si  bien 
desmenuzado  y  entendido  os  pareciere  que  casándome  se  po- 
drán saldar  mis  quiebras,  pagar  mis  deudas  y  quedarme  cón- 
gro  sustentó  para  vivir  sin  cansar  á  otros  de  nuevo  y  sin  dar 
pesadumbre  á  los  que  deseo  aliviar  ni  á  los  que  desean  nuestro 
deudo,  se  tráete  dello,  y  si  no  hay  disposición  para  esto,  no 
perdamos  los  amigos. 

Yo  debo  en  Castilla,  como  lo  sabéis,  ciento  y  diez  mili  du- 
cados, antes  más  que  menos,  porque  tengo  63.000  ducados  á 

(i)     Copiada  de  la  original. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  573 

censo,  y  debo  de  los  réditos  dellos  más  de  9.000;  y  á  cambio, 
traigo  30.000  ducados,  y  no  sé  precisamente  lo  que  se  deberá 
hasta  esta  última  feria  de  los  intereses  dellos,  que  por  lo  menos 
serán  otros  8.000  ducados,  después  que  se  hicieron  las  últimas 
cuentas  con  los  ginoveses,  que  son  los  1 10.000  ducados  que  he 
dicho,  y  mi  encomienda  há  treinta  meses  que  me  la  tiene  uno 
dellos,  y  habiendo  cobrado  más  de  40.000  rs.  della,  dice  que 
le  debo  de  presente  10.500  ducados,  más  que  lo  que  me  dio,  y 
que  la  deuda  principal  se  está  en  pié,  que  fueron  7.500  duca- 
dos. Y  de  mi  patrimonio  yo  no  tengo  nada,  como  vos  sabéis; 
ni  de  Valencia  vi  jamás  real,  quando  tenia  todo  el  estado,  ni 
después  que  la  Duquesa,  que  haya  gloria,  faltó,  he  visto  un 
solo  dinero  dél.  Y  será  harto  que  no  tocando  en  quatro  ó  cinco 
años  en  aquella  hacienda,  se  desempeñe  ella  misma  de  las  deu- 
das sueltas  de  la  Duquesa  (q.  h.  g.),  y  de  las  de  su  padre  y 
hermanos,  á  que  estaba  obligada,  que  tanto  me  han  molestado. 
Y  conforme  á  esto,  mudando  estado,  yo  he  menester  caudal 
para  quatro  cosas:  para  pagar  lo  que  debo  en  Castilla  de  cen- 
sos y  cambios  y  réditos  y  intereses  dellos,  y  para  sustentarme 
sin  necesidad  ni  vergüenza  siendo  casado,  y  para  sustentarse 
el  que  sobreviviere  al  otro,  en  caso  que  se  disuelva  lo  que 
ahora  se  tracta,  y  para  poner  de  presente  casa  con  que  parecer 
en  la  Corte.  Y  si  para  todo  esto  no  hay  más  que  la  dote,  aun- 
que es  muy  gruesa,  no  se  puede  conseguir  lo  que  se  pretende, 
pues  no  basta  para  sustentarnos  y  suplir  las  deudas  y  poner 
casa,  ni  se  sufre  consumirla  respecto  de  lo  presente  y  de  lo 
que  puede  suceder;  y  conforme  á  esto  falta  paño  para  tres  co- 
sas: la  una  es  para  pagar  las  deudas,  que  es  lo  que  todos  de- 
seamos; la  otra  para  vivir  casado,  ó  cualquiera  de  los  dos  solo 
disolviéndose  el  matrimonio,  y  la  otra  para  poner  casa;  por- 
que aunque  están  en  pié  esas  alhajas  que  decís  que  tenéis  mias, 
faltan  otras  muy  necesarias,  y  si  para  cumplir  todo  esto  modes- 
tamente y  sin  ningún  exceso  se  hallare  medio.  Por  lo  demás, 
yo  estimo  en  lo  que  es  razón  la  persona  y  los  deudos,  y  tendré 
por  muy  buena  dicha  renovar  el  que  tenemos  con  su  casa,  y 
creo  que  acertaré  á  servirles  á  todos  y  á  darles  contento,  por- 
que lo  he  deseado  toda  mi  vida,  y  siento  en  el  alma  verme  en 
el  estado  en  que  estoy  para  no  poderme  arajar  (O  sin  tratar 

(i)     fSic.J  Por  barajar. 


574  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

destas  materias,  como  lo  hiciera  si  tuviera  un  muy  grande 
estado,  y  juzgo  que  no  puedo  servirles  la  merced  que  siempre 
me  han  hecho  y  la  que  me  hacen  ahora  en  acordarse  de  mí  en 
tiempo  de  tanta  fortuna  y  querer  valerme  de  ella,  sino  con 
tractarles  mucha  verdad,  poniéndoles  delante  el  estado  de  mis 
cosas  y  en  sus  manos  mi  voluntad  para  que  acomoden  lo  uno 
como  hubiere  lugar  y  hagan  de  lo  otro  lo  que  fuere  la  suya, 
pues  es  de  creer  que  lo  consideran  todo  mejor  que  yo.  Mírenlo 
por  su  parte  y  vean  qué  medio  puede  haber  para  que  el  nego- 
cio se  haga  y  yo  pueda  servirlos  como  es  razón,  y  tratarla  con 
la  decencia  que  conviene  á  su  persona  y  á  la  mia,  que  yo  no 
repararé  en  nada  echando  de  mí  esta  carga  y  escrúpulo  de  las 
deudas  que  tanto  me  han  molestado  en  vida  de  la  Duque- 
sa (q.  h.  g.),  y  me  afligirían  ahora  si  viese  padescer  á  otra  por 
esta  causa.  Y  aunque  yo  padezco  lo  que  Nro.  Señor  sabe  con 
ellas  en  mi  soledad,  en  este  género  de  trabajos  es  algún  alivio 
no  tener  para  ellos  compañía,  y  sírveme  de  consuelo  el  poder 
vender  la  hacienda  de  Valencia  para  salir  dellos,  y  este  faltarla 
si  me  casase,  pues  en  este  caso,  no  seria  justo  disponer  de 
aquella  hacienda,  sino  conservarla  y  atender  al   desempeño 
della  y  procurar  se  restaure  la  perdida,  que  se  podria  hacer 
sólo  con  que  no  se  mirase  mi  justicia  como  de  hombre  extran- 
jero y  desfavorecido,  pues  es  tan  clara  que  con  esto  lucirla. 
También  os  suplico  lo  miréis  por  mi  parte,  y  asegurando  á  esos 
Señores  que  no  me  pasa  por  la  imaginación  regatear  con  ellos, 
porque  la  dote  es  muy  gruesa  y  mayor  que  la  que  yo  pudiera 
■pretender  si  tuviera  un  muy  grande  estado,  y  la  persona  tal 
que  sin  un  real  me  tuviera  por  muy  bien  casado  con  ella  si  me 
hallara  con  caudal  para  servirla.  Veáis  qué  medio  puede  haber 
para  ponerme  en  estado  que  pueda  tomar  tan  buena  compañía 
sin  darle  parte  de  la  vida  que  paso,  que  no  es  para  comunicar- 
la á  los  enemigos,  cuanto  más  á  quien  se  ha  de  querer  y  hay 
tanta  razón  de  servir  con  mucho  cuidado,  pues  esto  postrero 
no  se  puede  hacer  sin  hacienda  y  con  tantas  deudas  como  yo 
tengo,  ni  seria  justo  dejar  de  procurar  el  remedio  dello:  y  aun- 
que veo  que  es  demasía  pedirlo,  por  ser  tan  forzoso  para  con- 
seguir el  fin  que  todos  deseamos  en  este  negocio,  he  tomado 
po'í  medio  sólo  el  representarlo  y  tras  esto  resignar  mi  volun- 
tad en  la  suya  y  en  el  parecer  de  los  que  tratan  este  negocio 
por  mi  parte,  con  ánimo  de  aceptar  cualquier  medio  suficiente 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  575 

que  se  ofrezca  para  que  se  efectúe,  saneándome  estos  inconve- 
nientes que  á  mí  me  ocurren,  y  son  tan  urgentes  que  no  pue- 
den disimularse,  ni  bastaría  ya  mi  industria  para  entretenerlos, 
ni  solas  buenas  esperanzas,  no  cesando  los  intereses  y  siendo 
tan  contingente  el  vivir.  Y  cuando  entre  las  partes  no  se  ofrez- 
can medios  para  esto,  no  puedo  persuadirme  que  entendién- 
dolo S.  M.  y  siendo  tan  cierto  que  gusta  de  hacer  merced  á 
esos  Señores  y  no  desmereciéndolo  los  servicios  de  mi  padre  y 
abuelos,  dexe  de  hacernos  alguna  merced  con  que  se  supla 
todo  y  yo  quede  sin  el  impedimento,  que  son  las  deudas  para 
servirle,  que  yo  le  juzgo  por  tan  grande  que  con  ellas  no  me 
atrevería  á  hacerlo,  porque  (si  así  puede  decirse)  no  pares- 
ce  que  tienen  libre  alvedrío  los  necesitados,  y  sin  él  mal  puede 

acertarse  en  nada —  Del  Convento  de  Calatrava  á  28  de 

Abril  de  1592. 


Instrucción  de  lo  que  los  Si-es.  Obispo  de  Coria,  del  Consejo 
de  S.  M.,  y  D.  Juan  Hurtado  de  Mendoza,  y  D.  Pedro 
González  de  Mendoza,  Prior  de  Ibernia,  hermanos  del  Al- 
mirante, y  P.'  D.  Luis  de  Mendoza,  de  la  Compañía  de 
Jesús,  han  de  hacer  en  el  negocio  del  casamiento  del  Almi- 
rante de  Aragón  con  la  Sra.  D."  Mencía  de  la  Cerda, 
hermana  del  señor  Conde  de  Chinchón  y  dama  de  la  Sere- 
nísima  Sra.  Infanta  D."  Isabel  Clara. 

Primeramente  han  de  procurar  que  por  parte  de  la  Señora 
D.*  Mencía  se  haga  grande  instancia  para  que  S.  M.  se  re- 
suelva en  la  merced  que  ha  de  hacer  á  la  persona  que  se  ha  de 
casar  con  la  Sra.  D.'*  Mencía,  porque  con  lo  que  fuere  honra, 
se  autorizará  más  el  negocio,  y  con  lo  que  fuere  hacienda  se 
facilitará  el  asiento  del,  ayudando  S.  M.  con  alguna  parte  de 
lo  necesario;  y  para  esto,  demás  de  los  servicios  de  los  deudos 
de  ambas  partes  que  pueden  alegarse,  se  ha  de  representar  á 
S.  M.  la  obligación  que  tiene  de  poner  en  estado  á  la  Señora 
Doña  Mencía,  y  que  está  en  sola  la  mano  de  S.  M.,  haciendo- 


cj(,  A.     RODRÍGUEZ    VII  LA 

le  la  merced  que  se  le  ha  suplicado,  y  que  sin  ella  no  se  puede 
hacer  este  negocio. 

ítem,  se  ha  de  representar  á  S.  M.  para  el  mesmo  efeto,  lo 
que  hace  cada  dia  con  otras  damas  que  no  tienen  obligado  á 
S.  M.  con  tantos  servicios  como  concurren  en  la  Sra.  D.^  Men- 
cía,  suyos,  de  sus  hermanos  y  de  su  padre  y  pasados;  y  lo 
que  hizo  el  Emperador  n.  s.  con  D.  Christóbal  Osorio,  hijo 
segundo  del  Marqués  de  Villanueva  de  Barcarrota,  cuando  le 
dio  la  encomienda  de  Estepa  para  que  se  casase  con  la  Seño- 
ra D.*  Juana  Manuel,  y  otras  muchas  mercedes  como  ésta  que 
ha  hecho  S.  M. 

ítem,  que  resolviéndose  S.  M.  en  hacer  merced  al  Almiran- 
te en  consideración  deste  matrimonio  y  remuneración  de  los 
servicios  de  ambas  partes  de  alguna  de  las  encomiendas  de 
consideración,  y  sabido  el  valor  della,  bastare  para  pagar  los 
censos,  y  sobrare  algo  que  juntado  con  la  dote  de  la  Sra.  Doña 
Mencía  venga  á  montar  6  ó  7.000  ducados,  con  que  puedan 
vivir  y  sustentarse,  no  se  ha  de  pedir  á  la  parte  de  la  Señora 
D.^  Mencía  ninguna  cosa  para  ayuda  á  la  paga  de  los  réditos 
de  los  censos  que  adelante  corrieren,  de  los  que  ahora  paga  el 
Almirante. 

Ítem,  porque  demás  de  los  censos (Sigue  ta.n interesado  en 

esta  petición  como  en  las  anteriores:  trata  del  caso  en  que  si  la 
encomienda  que  se  le  diere  tuviere  frutos  caídos,  se  apliquen  á 
pagar  sus  créditos.) 

ítem,  cuando  S.  M.  no  haga  ninguna  merced  de  las  referidas 
á  la  Sra.  D.*  Mencía  para  este  casamiento  (que  no  puede  pre- 
sumirse) y  esos  Señores  quisieren  que  todavía  se  trate  del  y  se 
efectúe,  presupuesto  como  están  advertidos  dello,  el  Almiran- 
te debe  1 10.000  ducados:  63.000  de  los  censos  que  están  car- 
gados y  lo  demás  de  los  réditos  dellos  rezagados  y  de  los  cam- 
bios, se  ha  de  pedir  á  la  parte  de  la  Sra.  D."  Mencía  se  dé  or- 
den para  pagar  y  extinguir  estas  deudas,  ó  por  lo  menos  para 
pagar  los  réditos  de  los  censos  cada  año  hasta  que  se  quiten, 
y  para  extinguir  los  cambios  y  rezagos  de  los  censos;  y  que 
esto  se  haga  sin  consumir  su  dote,  porque  ésta  se  ha  de  con- 
servar para  el  sustento  de  las  cargas  del  matrimonio. 

ítem,  (que  pida  D.'  Mencía  á  su  hermano  el  Arzobispo  de 
Zaragoza  le  preste  alguna  cantidad  en  dineros  y  que  la  acuda    ■ 
en  adelante  cada  año  con  lo  que  montan  los  réditos  de  los  cen- 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5/7 

SOS  Ó  de  parte  de  ellos,  y  que  sea  en  tiempo  breve;  y  vea  si 
le  puede  sacar,  además  de  lo  que  la  preste,  alguna  canti- 
dad libre). 

Fecha  en  el   Sacro  Convento  de  Calatrava  á    14  de  Mayo 
de  1592. 


Instrucción  particular  al  Sr.  D.  Juan  (Hurtado  de  Mendoza) 
de  lo  que  el  Almirante  le  suplica  que  Iiaga  cerca  del  asien- 
to de  su  casamiento  (i). 

Primeramente,  que  procure  se  trate  de  manera  este  negocio 
que  se  entienda  por  la  parte  de  la  Sra.  D.^  Mencía  que  se  de- 
sea mucho  su  deudo  y  la  grande  estimación  que  el  Almirante 
tiene  de  su  persona,  y  que  no  le  recatea  por  hacer  con  ventaja 
este  negocio,  sino  porque  no  puede  excusarlo  y  porque  desea 
ponerse  en  estado  que  no  les  dé  más  pesadumbre  el  dia  que  se 
acabe  de  asentar,  sino  atender  sin  otro  cuidado  á  lo  que  fuere 
gusto  y  regalo  de  la  Sra.  D.*  Mencía  y  servicio  de  sus  herma- 
nos y  deudos. 

ítem,  que  no  permita  que  se  ate  nada  en  este  negocio  sin 
consultarlo  al  Almirante,  si  fuere  posible,  ni  que  se  exceda  de 
la  instrucción  pública  que  lleva  Rodríguez  para  los  cuatro  tra- 
tadores deste  negocio  que  se  nombran  en  ella. 

ítem,  que  si  el  Conde  (de  Chinchón)  ó  el  Arzobispo  pro- 
metieren de  dar  ó  prestar  algo  á  su  hermana,  se  ate  bien  el 
negocio,  para  que  sea  seguro  y  no  haya  en  ello  ninguna  coUu- 
sion  ni  engaño. 

ítem,  que  si  el  Arzobispo  prometiere  de  dar  algo  cada  año, 
se  procure  que  no  sea  sólo  durante  el  matrimonio,  sino  por  la 
vida  de  cualquiera  de  los  dos  contrayentes  que  quedare  vivo 
durante  la  vida  del  Arzobispo. 

ítem,  que  se  procure  que  el  Arzobispo  prometa,  fuera  de 
lo  que  ha  de  hacer  de  presente,  en  el  estado  que  se  halla,  algo 

(i)     Es  original:  firmada  y  sellada  por  l-1  Almir;\nit. 

:i  37 


ryg  A.     RODRÍGUEZ    VILLA 

mis  para  cuando  le  mejoren  de  iglesia,  porque  en  esto  de  por- 
venir se  alargará  con  menos  recato,  y  es  muy  verisímil  que 
será  mejorado,  porque  tiene  mucho  que  dexar  y  lo  desea 

ítem  que  ante  todas  cosas  el  dicho  D.  Juan  ó  el  P.=  Luis 
de  Mendoza,  ó  los  dos  juntos,  procuren  de  sacar  al  Obispo  de 
Coria  algo  que  sea  de  consideración  para  poner  su  casa  y  adre- 
rarse  para  el  casamiento,  porque  aunque  el  Almirante  tiene 
algunas  cosas  de  casa,  le  faltan  muchas  para  sacar  una  dama 
de  Palacio  y  vivir  en  la  Corte,  no  Uniendo  crédito  por  las  quie- 
bras pasadas  y  haberse  de  hacer  todo  á  fuerza  de  dinem  pre- 
sente- y  por  todo  lo  dicho  conviene  apretar  mucho  al  Obispo 
para  que  dé  luego  lo  que  pudiere  y  prometa  más  para  adelan- 
te representándole  que  no  se  puede  efectuar  el  negocio  sin 
esto;  y  lo  que  fuera  del  particular  del  Almirante,  le  importa  a 
él  qnéd  Almirante  vuelva  al  mundo  con  reputación  y  á  lugar  que 
pueda  ayudarle  de  veras  hasta  ponerle  en  alguna  grande  igle- 
sia  porque  esto  es  de  consideración  y  le  moverá  mucho. 

ítem  que  si  S.  M.  quisiere  mejorar  al  Almirante  de  enco- 
mienda en  su  Orden  y  diere  á  D.  Diego  de  Córdoba  la  enco- 
mienda mayor  de  Calatrava  (que  él  desea  mucho  por  la  seno- 
ría),  se  procure  con  instancia  que  dé  al  Almirante  la  de  Man- 
zanares, que  agora  tiene  D.  Diego  de  Córdoba.  Y  cuando  S.  M. 
no  tome  resolución  agora  en  esto  con  el  dicho  D.  Diego  de 
Córdoba,  ni  quiera  dar  al  Almirante  la  encomienda  mayor  de 
Calatrava,  se  puede  pedir  la  de  las  casas  de  Sevilla,  que  vale 
6.000  ducados,  entre  tanto  que  S.  M.  se  sirve  de  hacerles  ma- 

vor  merced.  ,  , 

ítem,  que  se  inste  mucho  con  la  Sra.  D.^  Mencia  y  con  el 
Conde  de  Chinchón  que  procuren  que  S.  M.  ocupe  al  Almi- 
rante en  oficio  de  su  casa,  y  que  sea  antes  en  la  Cámara  que 
en  Mayordomía.  porque  el  Almirante  se  inclina  más  a  ello;  y 
si  S  M.  se  sirviese  del  en  la  Presidencia  de  las  Ordenes,  es 
lo  que  el  Almirante  acertarla  mejor  á  hacer.  Y  en  resolución, 
se  suplica  al  Sr.  D.  Juan  procure  que  este  negocio  se  efectué 
de  manera  que  el  Almirante  tenga  hacienda  con  que  vivir  y 
con  que  pagar  las  deudas;  y  que  pues  estos  señores  tienen  tan- 
ta gana  de  que  se  haga,  no  se  pierda  ocasión  de  sacar  a  S  M. 
lo  que  han  ofrescido  de  interese  y  de  honra,  porque  mtroduci- 
do  el  Almirante  en  el  servicio  del  Rey,  valdrán  algcJ  las  espe- 
ranzas que  se  le  dieren  de  lo  que  agora  no  se  hiciere,  y  sin 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  579 

esto  no  serán  de  ninguna  consideración,  porque  se  mudan  y 
entibian  mucho  las  cosas,  pasadas  las  ocasiones,  y  las  cargas 
del  matrimonio  se  quedan  á  cuestas. 

Fecha  en  el  Sacro  Convento  de  Calatrava  á  14  de  Mayo 
de  1592  años. — M.  El  Almirante  de  Aragón. — (Hay  un  sello 
de  lacre.) 


El  Almirante  de  Aragón  al  Conde  de  Chinchón. 


'ü 


Aunque  veo  que  fuera  atrevimiento  hallándome  coa  mayor 
y  más  caudaloso  estado  intentar  lo  que  en  ésta  quiero  suplicar 
á  V.  S.,  confiado  de  la  merced  que  siempre  he  rescibido  de  su 
mano  y  del  favor  que  me  hicieron  el  Conde  y  mi  señora  la 
Condesa  (que  están  en  el  cielo),  y  pareciéndome  que  todo  esto 
y  el  deseo  con  que  he  vivido  de  servir  á  V.  S.  y  el  que  tengo 
de  ver  en  estado  á  la  Sra.  D.*  Mencía  me  da  licencia  para  in- 
tentarlo, me  atrevo  á  suplicar  á  V.  S.  que  pida  á  su  hermana 
acepte  el  mió,  porque  aunque  es  pequeño  para  lo  que  merece 
y  yo  quisiera  darle,  el  cuidado  que  procuraré  de  poner  en  ser- 
virla y  el  ser  señora  del,  le  harán  grande,  pues  sólo  su  persona 
basta  para  esto  y  para  hacer  dichoso  y  rico  á  cualquiera  que 
cupiere  tan  buena  suerte;  y  á  quien  conoce  esto,  justo  es  que 
se  perdone  el  atrevimiento  que  es  tratar  dello,  pues  el  bien  no 
es  culpa  desearlo,  ni  puede  hacer  más  de  su  parte  el  que  ofre- 
ce su  persona  y  todo  su  caudal  para  alcanzarlo,  y  tras  esto  fía 
más  de  la  merced  que  V.  S.  le  hace  para  mercharlo.  Suplico  á 
V.  S.  se  sirva  de  hacerme  en  ello  la  merced  que  mi  voluntad 
merece,  pues  fuera  de  lo  que  es  tanto  interese  mió,  lo  deseo 
por  prendarme  más  en  el  servicio  de  V.  S.  y  de  su  casa,  sa- 
cando tal  prenda  della  para  señora  de  la  mia,  y  remitiéndome 
á  mis  hermanos,  que  darán  ésta  á  V.  S.  y  le  suplicarán  lo  mes- 
mo;  no  digo  más  de  que  Nro.  Señor  guarde  á  V.  S.  como  de- 
seo.— ^Del  Convento  de  Calatrava  á  14  de  Mayo  1592. — -El 
Almirante  de  Aragón. 


58o 


A.    RODRÍGUEZ   VILLA 


Nota  autógrafa  de  Felipe  II  al  Conde  de^  Chinchón. 

Porque  creo   que  os  dixe  que  en  dos  ó  tres  dias  miraría  en, 
lo  que  toca  á  Doña  Mencía.  diré  aquí  lo  que  se  me  ofrece  so- 
bre ello   Y  es  que  por  vía  de  casamiento  yo  no  daré  ningún 
oficio  de  nuestra  casa;  pero  concluyéndose  el  de  Doña  Mencía 
con  la  persona  qne  me  habéis  dicho,  porque  creo  que  tiene 
partes  para  ello,  dos  ó  tres  meses  después  de  velados,  porque 
no  parezca  que  es  cosa  de  casamiento,  yo  le  tomaré  por  mi 
mayordomo  ó  del  Príncipe,  lo  que  desto  me  pareciere  mejor 
entonces.  Y  por  la  misma  causa  de  que  no  se  piense  que  es 
por  vía  de  casamiento  (como  no  lo  es),  y  porque  no  se  pueda 
pensar  otra  cosa,  ha  de  estar  esto  tan  secreto,  que  no  lo  ha  de 
saber  persona  viva,  sino  vos  y  la  parte,  ni  tampoco  el  que  esta 
aquí  á  tratarlo,  pues  lo  podréis  vos  escrivir  á  la  parte.  Y  la 
pena  para  si  no  se  guardare  el  secreto  que  aquí  digo,  sera  no 
quedar  yo  obligado  á  cumplir  lo  que  aquí  he  dicho,  como  no 
lo  cumpliré  si  se  descubre;  mas  si  se  hubiere  guardado  el  se- 
creto, como  he  dicho,  y  pasados  los  tres  meses  de  la  velación, 
y  volvié-idome  entonces  este  papel,  yo  cumpliré  entonces  lo 

que  aquí  he  dicho. 

[Al  dorso:  25  de  Mayo.-De  S.  M.-Sobre  la  mayordomia 

para  mi  cuñado.) 

6 

El  Conde  de  Chinchón  al  Almirante  de  Aragón. 

Ya  comienzo  á  fiarme  de  V.  S.  cómo  de  hermano  y  amigo, 
que  no  es  menos.  Buena  prueba  es  desto  el  enviar  á  sus  manos 
de  V.  S.  el  papel  que  aquí  va  (i),  que  suplico  á  V.  S.  vuelva 
á  las  mias  por  el  niesmo  medio  y  con  la  brevedad  posible.  No 

(,)     Se  refiere  á  la  nota  autógrafa  de  Felipe  II,  prometiéndole 
hacer  merced. 


D.    FRANCISCO    DE   MENDOZA.  5^1 

he  querido  enviarle  con  persona  de  casa,  porque  éstas  hacen 
más  ruido,  quieren  saberlo  todo,  y  para  guardarse  secreto  lo 
mejor  es  no  fialle  de  nadie.  Lo  que  tengo  que  añadir  al  papel 
es  haberle  yo  replicado  á  S.  M.  para  que  afirmase  lo  de  su 
casa,  porque  á  su  servicio  y  á  mi  descanso  convenia.  Ofreció- 
melo  así,  de  manera  que  V.  S.  será  amigo  y  hermano  y  com- 
pañero. A  persona  del  mundo  no  he  dicho  palabra  de  lo  que 
contiene  el  papel,  sino  á  sola  la  parte  que  sabe  bien  guardar 
secreto.  Resta  ahora  cómo  nos  hemos  de  gobernar  con  los  deu- 
dos y  amigos;  y  á  mí  me  parece  que  V.  S  escriba  á  mi  Seño- 
ra la  Marquesa  de  Montesclaros  y  al  P.'  D.  Luis  de  Mendoza 
y  á  sus  hermanos  de  V.  S.  que  desea  tanto  la  conclusión  des- 
te  negocio  que  no  querría  tratar  de  cosa  que  lo  pueda  di- 
ferir, y  mucho  menos  de  asientos  en  las  Casas  Reales,  por- 
que su  inclinación  de  V.  S.  es  muy  diferente  desto,  y  que  a^í 
no  se  trate  dello  ni  de  nada  smo  de  tomarme  á  mí  por  cuñado 
suyo.  Perdótieme  V.  S.  que  todo  se  debe  á  mi  hermana.  Y 
también  digo  que  si  no  es  necesaria  dispensación,  que  se  po- 
drá hacer  el  casamiento  en  Segovia,  como  V.  S.  se  halla- 
se allí  á  los  seis  ú  ocho  de  Junio,  y  sepa  V.  S.  que  no  habrá 
menester  traer  más  que  cuatro  ó  seis  criados  que  le  sirvan, 
que  los  mios  lo  harán  y  la  Condesa  y  mi  hermana.  Y  VV.  SS. 
comerán  juntos  con  mis  hijos,  que  por  uno  dellos  y  padre 
de  todos  he  de  tener  á  V.  S.,  y  podrán  caminar  en  compa- 
ñía y  pasar  este  noviciado  de  los  tres  mases  en  silencio. 
Todo  lo  que  hay  he  referido  á  V.  S.,  y  pues  tiene  prudencia 
y  conoce  lo  que  nos  importa  acertarse  en  cosa  que  tanto  va, 
guíelo  como  fuere  servido  y  vuélvame  esta  misma  carta  para 
que  la  pueda  mostrar  á  mi  hermana,  que  no  he  tenido  tiempo 
para  ello.  Queda  buena  y  partiremos  de  aquí  á  los  30  deste.— 
Dios  guarde,  etc.  De  San  Lorenzo  á  27  de  Mayo  de  1592.— 
El  Conde  de  Chinchón. 


582  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 


Acta  levantada  por  las  partes  citadas  para  concertar  d 
matrimonio. 

Decimos  el  Conde  de  Chinchón,  mayordomo  de  S.  M.,  the- 
sorero  general  del  reino  de  Aragón  y  de  su  Consejo,  en  nom- 
bre de  la  Sra.  D.*  Mencía  de  la  Cerda,  mi  hermana,  de  la  una 
parte;  y  de  la  otra,  D.  Juan  Hurtado  de  Mendoza,  del  hábito  de 
Alcántara;  y  D.  Pedro  González  de  Mendoza,  de  la  Gran  Cruz. 
y  Prior  de  Ibernia,  en  nombre  del  Almirante  de  Aragón,  Mar- 
qués de  Guadaleste,  nuestro  hermano,  por  los  cuales  cada  una 
de  las  partes  prestamos  caución  de  rato:  que  por  cuanto  con 
intervención  del  P.^  Luis  de  Mendoza,  de  la  Compañía  de  Je- 
sús, está  entre  nosotros  tratado  y  concertado  que  la  dicha  Se- 
ñora D.*  Mencía  de  la  Cerda  se  haya  de  casar  y, contraer  ma- 
trimonio por  palabras  de  presente  con  el  dicho  Almirante  de 
Aragón,  y  para  ello  y  para  poderlo  concluir  y  efectuar  habernos 
enviado  por  poder  especial  del  dicho  Almirante  de  Aragón,  el 
cual  se  está  aguardando.  Por  tanto,  por  esta  firmada  de  nues- 
tros nombres,  nos  obligamos  y  damos  nuestras  palabras  como 
caballeros,  yo,  el  dicho  Conde  de  Chinchón,  en  virtud  del  or- 
den que  para  ello  confieso  tener  de  la  dicha  Sra.  D.^  Mencía, 
mi  hermana,  que  su  Señoría  se  casará  y  velará  según  orden  de 
la  Santa  Madre  Iglesia  de  Roma  y  disposición  del  Santo  Con- 
cilio de  Trente,  con  el  dicho  Almirante  de  Aragón;  y  nos,  los 
dichos  D.  Juan  Hurtado  de  Mendoza  y  D.  Pedro  González  de 
Mendoza,  en  virtud  de  las  cartas  que  tenemos  del  dicho  Almi- 
rante de  Aragón,  nuestro  hermano,  y  conforme  á  ellas  y  á  la 
que  tiene  el  dicho  F.^  Luis  de  Mendoza,  su  fecha  en  el  Con- 
vento de  Calatrava  á  28  dias  del  mes  de  Abril  próximo  pasado 
deste  presente  año,  que  por  todas  las  partes  se  ha  visto  y 
leido,  á  que  nos  remitimos,  nos  obligamos  ansimismo  que  el 
dicho  Almirante,  Marqués,  nuestro  hermano,  se  casará  y  vela- 
rá con  la  dicha  Sra.  D.'  Mencía  de  la  Cerda,  según  el  orden  de 
la  Santa  Iglesia  y  Concilio  tridentino,  lo  cual  nos  obligamos 
ambas  partes  que  se  hará  y  cumplirá  para  el  tiempo  que  por 
nosotros  fuere  señalado,  y  que  sobre  ello,  precediendo  la  licen- 
cia de  S.  M.  el  Rey  n.  s.  y  de  la  Orden,  haremos  y  otorgare- 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5^3 

mos  las  capitulaciones Y  asimismo  nos  obligamos  que  la 

parte  que  faltare  )/  no  cumpliere  lo  susodicho  y  cada  una  cosa 
y  parte  dello,  dará  y  pagará  á  la  otra  que  fuere  obediente  cin- 
cuenta mil  ducados  de  pena  y  en  nombre  de  pena,  quedando 
siempre  esta  scriptura  en  su  fuerza  y  vigor,  la  cual,  de  confor- 
midad de  ambas  partes,  queremos  y  tenemos  por  bien  que 
quede  originalmente  en  poder  del  dicho  P.<=  Luis  de  Mendoza, 
por  cuyo  medio  se  ha  tratado  todo. 

8 

El  Almirante  á  D.  Juan  de  Mendoza,  su  hermano  ('). 

Me  escribió  el  Conde  (de  Cinchón)  con  tanto  regalo  y 

amistad  que  se  echa  bien  de  ver  lo  que  desean  y  gustan  de 
nuestro  deudo;  y  por  esto,  y  porque  efectuándose  este  negocio 
entiendo  que  nos  ha  de  hacer  á  todos  mucha  amistad  y  que 
tiene  mucha  mano  para  ello,  deseo  verle  acabado,  aunque  el 
Rey  no  se  resuelva  en  servirse  de  mí  en  su  casa,  de  que  estoy 
algo  desengañado  y  no  descontento  dello,  porque  mi  inclina- 
ción, como  vos  sabéis,  no  ha  sido  á  tanto  bullicio  como  es  el 
de  Palacio,  y  adelante  se  pueden  ofrecer  cosas  que  sean  más 
á  propósito  para  mí  y  para  todos.  Suplicóos  me  aviséis  lo  que 
hay  en  este  nsgocio  y  procuréis  se  acabe  de  manera  que  se  pa- 
gue lo  muy  forzoso  y  nos  quede  algo  con  que  vivir,  porque  al 
cabo  bien  veo  que  no  se  puede  hacer  todo  de  manera  que  se 
extingan  todos  mis  trabajos,  ya  que  Nro.  Señor  fué  servido  de 
criarme  debajo  deste  clima,  que  quizá  es  el  que  más  me  con- 
viene para  mi  salvación,  aunque  para  el  gusto  y  fines  del  mun- 
do sea  desabrido Mucho  deseo  saber  qué  habéis  sacado  al 

Obispo  de  Coria  para  este  negocio  mió,  de  presente  y  de  fu- 
turo, porque  sin  su  ayuda  me  parece  imposible  efectuarle;  y 
también  qué  se  ha  entendido  que  hará  el  Arzobispo  de  Zarago- 
za, que  es  la  otra  columna  deste  edificio,  sin  que  tampoco  pare- 
ce que  se  puede  hacer  nada,  y  es  de  creer  que  antes  de  su  par- 
tida dejarla  dada  orden  en  ello 

Del  Convento  de  Calatrava  á  7  de  Junio  de  1592. 

(1)     Original. 


584 


A.    RODRÍGUEZ    VILLA 


9 


El  Almirante  de  Aragón  á  su  hermano  D.  Juan  de 
Mendoza  (0. 

(Del  Convento  de  Calatrava.) 

El  cuidado  de  los  negocios  que  nuevamente  se  han  ofrecido 
no  puede  dexar  de  causar(me)  alguna  inquietud  hasta  ver  el 
suceso  dellos.  Encamínelos  Nro.  Señor  como  más  ha  de  ser 
para  su  servicio,  que  cierto  estoy  tan  indiferente  en  ellos,  que 
si  hacen  como  se  desea  quedaré  muy  contento,  y  si  otra  cosa 
sucede,  quedaréme  de  la  misma  manera  que  me  estaba  antes 
que  se  moviese  esta  plática,  de  que  yo  me  hallaba  tan  descui- 
dado que  nunca  pensé  que  por  este  camino,  que  tantos  traba- 
jos me  hablan  sucedido,  pudiera  alcanzarse  remedio  para  lo 
pasado  y  esperanza  de  descanso  para  lo  porvenir,  como  os  pa- 
rece que  le  he  de  tener.  Y  ya  que  el  negocio  está  en  el  estado 
que  me  escribís,  quanto  más  presto  se  acabare  mejor  nos  esta- 
rá á  todos,  siquiera  por  quitar  el  cuidado  y  trabajo  á  los  que 
buscan  medios   para  estorbarle,   pensando  que  podrán  decir 
más  de  mi  edad,  salud  y  estado  de  mi  hacienda  de  lo  que  yo 
he  dicho  dende  el   principio  deste  negocio,    porque  me  han 
avisado  de  Valencia  que  hay  quien  ponga  cuidado  en  esto,   y 
tampoco  debe  faltar  ahí  quien  le  tenga  lo  mismo.  Y  pues  S.  M. 
se  ha  de  detener  tan  poco  en  Segovia,  no  se  hará  mal  el  nego- 
cio en  Valladolid,   donde  se  ha  de  detener  más.  Y  como  os 
tengo  escrito,  como  haya  con  qué  pagar  y  vivir  por  lo  que  toca 
á  las  ocupaciones  de  S.  M.  no  querría  que  este  negocio  se  di- 
firiese más,  porque  no  apetezco  las  demasiadas  ocupaciones,  y 
tras  desto  temo  que  no  me  tengo  de  poder  excusar  dellas,  y 
holgara  harto  de  escaparme  desta  de  las  Cortes  (2),  porque  no 
es  de  codicia  en  el  estado  que  se  hallan  las  cosas  de  la  Corona 
de  Aragón,  specialmente  teniendo  yo  hacienda  y  pleitos  en 
Valencia,  y  tantos  deudos  allí  y  en  Aragón  y  Cataluña,  porque 

(i)     O'-iginal. 

(2)     Iba  el  Rey  á  celebrar  Cortes  en  Aragón. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  5^5 

con  todos  los  titulados  de  aquella  Corona,  sino  es  el  Duque  de 
Villahermosa,  tenemos  deudo  dentro  del  cuarto  grado  por  con- 
sanguinidad ó  afinidad,  y  esto  es  cosa  de  mucha  consideración 
para  desear  no  meterme  en  ello.  Dios  lo  guie  como  más  ha  de 
ser  para  su  servicio,  que  yo  más  me  holgaré  con  lo  que  decís 
de  las  Ordenes  (i)  ó  de  salir  de  España,  que  es  lo  que  me  han 
apuntado,  que  de  cosas  de  la  Corona  de  Aragón,  y  tras  desto 
haré  lo  que  el  Rey  fuere  servido,  que  no  estoy  en  estado  de 
regatear  con  él,  sino  de  servir  para  vivir. 

(Dice  que  espera  le  alcen  pronto  el  pleito  homenaje  de  estar 
en  el  Convento  de  Calatrava;  que  huelga  que  su  hermano  el 
Duque  del  Infantado  tome  á  bien  el  negocio  de  su  casamiento; 
habla  con  elogio  de  D.  Luis  de  Castilla,  y  que  le  ha  instado 
mucho  para  que  ratifique  el  compromiso  con  Agustín  Alvarez, 
y  aunque  lo  repugnaba  mucho,  lo  ha  hecho.) 

10 

Don  Felipe,  por  la  gra.  de  Dios  Rey  de  Castilla,  etc. 

Por  cuanto  D.  Francisco  de  Mendoza,  Almirante  de  Ara- 
gón y  Comendador  de  Valdepeñas,  por  mi  mandado  «¿á  encar- 
celndo  en  el  Convento  de  la  dicha  Orden  (de  Calatrava)  y  tiene 
fecho  pleito-homenaje  de  no  le  quebrantar;  y  porque  mi  vo- 
luntad es  que  pueda  ir  á  la  villa  de  Medina  del  Campo,  con 
acuerdo  de  los  del  mi  Consejo  de  las  Ordenes,  por  la  presente 
le  doy  licencia  y  facultad  para  que  pueda  salir  del  dicho  Con- 
vento é  ir  á  la  dicha  villa  de  Medina  del  Campo,  para  lo  cual 
le  alzo  el  dicho  pleito-homenaje  que  tiene  fecho 

Madrid  q  Julio  1592. 

Cumplióse  esta  orden  el  19  (ü  Agosto  de  1592. 

11 

El  Ahiiirantc  de  Aragón  d  su  prometida  Doña  Mencia 
de  la  Cerda. 

Señora  mia:  Pareciéndome  que  se  tarda  más  la  licencia  para 
scribir  de  lo  que  sufre  mi  deseo  de  comenzar  el  trato  en  que 

(t)     Las  Ordenes  militares. 


jSÓ  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

N.  Señor  me  ha  librado  el  contento  y  descanso  de  toda  mi 
vida,  que  no  puede  dexar  de  ser  muy  dichosa,  pues  se  ha  de 
emplear  en  procurar  el  de  quien  tan  bien  le  merece;  y  no  pu- 
diendo  refrenar  más  el  libre  albedrío,  que  sólo  es  tan  poderoso, 
y  junto  con  la  razón  no  tiene  resistencia,  uso  de  la  que  esto 
me  da  para  no  sentir  tanto  lo  que  se  difiere  mi  deseo.  Y  por- 
que si  en  esto  hay  exceso,  que  á  mi  parecer  no  puede  haberle 
nasciendo  de  buena  raiz,  y  la  intención  me  asegura  el  perdón, 
no  le  pido  sino  licencia  grata  para  proseguir  lo  comenzado 
mientras  se  acaba  este  destierro,  y  yo  puedo  ser  de  algún  ali- 
vio y  consuelo  para  la  pérdida  de  nuestro  hermano  (O,  que  yo 
he  sentido  tan  tiernamente,  que  hubiera  bien  menester  ayuda 
para  valerme  en  ella,  y  ésta  no  como  quiera,  sino  sola  la  que 
ha  sido  poderosa  para  hacerme  olvidar  todo  lo  que  podía  ser- 
me penoso;  y  aunque  yo  no  valgo  para  tanto,  confío  en  N.  Se- 
ñor que  he  de  hacer  lo  mismo,  no  por  lo  que  hay  en  mí,  sino 
por  lo  que  N.  Señor  ha  puesto  en  quien  ha  querido  juntar  su 
caudal  con  el  mió  para  hacerme  dichoso;  y  porque  me  conozco 
por  tan  tierno  que  si  paso  de  aquí  podria  parecer  atrevido, 
dexando  esta  materia  para  cuando  sepa  que  ésta  ha  llegado  á 
manos  de  V.  S.  y  no  ha  rehusado  de  rescibirla,  no  digo  más 
de  que  N.  Señor  guarde  á  V.  S.  como  deseo.— Del  Viso  á  7 
de  Setiembre  de  1592. 

12 

El  Conde  de  Chinchón  al  Almiraiite. 
(Desde  Frómista.) 

Que  le  agradece  su  sentimiento  por  la  muerte  del  Arzobispo 
de  Zaragoza. 

Que  ha  hecho  bien  en  convalecer  en  ese  lugar  (?).  La  estan- 
cia en  Burgos  será  de  pocos  dias.  Avíseme  V.  S.  dónde  le  pa- 
rece que   será  bien  salir,  porque  no  pararemos  en  Tarazona. 

Que  estos  dias  se  pueden  hacer  las  escrituras.  Démonos 
priesa  en  todo,  y  á  ver  pasados  los  tres  meses  del  noviciado. 

(i)     Alude  á  la  muerte  del  Arzobispo  de  Zaragoza. 


D.    FRANCISCO    DE    MEND02A  587 

De  Madrid  me  escribieron  que  el  pleito  de  Veraguas  se  ha- 
bla visto,  y  que  algunos  de  los  jueces  no  quedaron  bien  en  la 
justicia  de  V.  S.  para  que  yo  les  escribiese  que  oyesen  prime- 
ro que  le  votasen  á  la  parte  de  V.  S.:  lúcelo  así,  y  también  su- 
pliqué á  S.  M.  que,  pues  V.  S.  no  podia  entrar  en  Madrid, 
mandase  escribir  al  Presidente  se  entretuviese  la  determina- 
ción hasta  que  V.  S.  pudiese  informar  personalmente,  Túvolo 
por  bien  S.  M.,  y  yo  lo  escribo  por  su  mandado  al  Secretario 
Rodrigo  Vázquez. 

13 

Cédula  de  Felipe  II  dirigida  al  Almirante  de  Aragón. 

El  Rey.— Por  quanto  por  parte  de  vos,  D.  Francisco  de 
Mendoza,  Almirante  de  Aragón,  Marqués  de  Guadaleste,  Co- 
mendador de  la  Encomienda  de  Valdepeñas  de  la  Orden  de 

Calatrava me  fué  fecha  relación  que  tenéis  tratado  de  os 

casar  con  D."  Mencía  de  la  Cerda y  porque  no  lo  podiades 

efectuar  sin  mi  licencia  me  supiicábades  os  la  concediese  ó 
como  la  mi  merced  fuese,  y  yo  túvelo  por  bien os  doy  li- 
cencia y  facultad  para  que  podáis  efectuar  y  efectuéis  el  dicho 
casamiento. sin  caer  ni  incurrir  por  ello  en  pena  ni  desobedien- 
cia alguna. 

Fecha  en  Viana  de  Navarra  á  15  de  Noviembre  de  1592 
años. — Yo  el  Rey  (i). 


(i)  Asimismo  dio  licencia  á  D.  Francisco  para  efectuar  su  ma- 
trimonio con  Doña  Mencía,  el  Vicario  general  de  Madrid,  Doctor 
Neroni,  en  nombre  del  Cardenal  Quiroga,  Arzobispo  de  Toledo. 
Las  amonestaciones  se  hicieron  tn  las  parroquias  de  San  Gil  y 
San  Andrés  de  esta  villa. 


588 


A.    RODRÍGUEZ   VILLA 


14 


Provisión  Real  para  qm  siete  del  Consejo,  de  Castilla  y  dos 
del  de  Indias  vean  y  determinen  el  artículo  sohve  el  entregar 
la  carta  executoria  que  libró  el  Audiencia  de  Santo  Domin- 
go al  Almirante  de  Aragón,  que  se  le  comete  y  hagan  en  él 
"justicia;  y  si  por  muerte  ó  otro  impedimento  faltare  algu- 
no dellos,  lo  vean  y  sentencien  los  que  quedaren,  con  que  no 
sean  menos  de  siete  (0. 

El   Rey—Licenciados  Bohorques,  Tejada,  Juan   Gómez, 
Laguna,  Dr.  Amezqueta,  licenciados  D.  Luis  de  Mercado, 
Diego  Gasea  de  Salazar,  de  ,ni  Consejo  Real,  y  licenciados 
Tudanca  y  Valtodano,  del  de  Indias,  bien  sahe.s  el  pleito  que 
por  especial  comisión  mia  ante  vos  se  ha  tratado  éntrela  Mar- 
lesa  de  Guadaleste,  ya  difunta,  y  Niculas  Muñoz,  que  como 
señor  de  la  instancia  ha  continuado  el  dicho  pleito  y  causa,  y 
D    F  ^o  de  Mendoza,  Alm.  de  A-.,  marido  de  la  dicha  Mar- 
quesa como  su  heredero  universal,  salió  á  la  dicha  causa  pidien- 
do lo  mismo,  de  la  una  parte;  y  el  Conde  de  Gelves  y  Dona 
Francisca  Colon  y  D.»  Juana  Colon.  D.  Chnstóbal  Colon  y 
D    Baltasar  Colon  y  el  Monesterio  de  San  Quirce  de  Vallado- 
lid  por  la  persona  de  D.»  María  Colon,  monja  profesa  en  el 
dicho  Monesterio,  y  sus  prores.  en  sus  nombres,  de  la  otra, 
sobre  el  dar  ó  negar  la  carta  executoria,  pedida  por  parte  de  la 
Marquesa  y  su  marido  el  Almirante,  de  la  sentencia  difinitiva 
dada  por  algunos  de  los  del  mi  Consejo  Real  de  las  Indias  en 
favor  de  D.   Christóbal  de  Cardona,  Almirante  que  fue  de 

Aragón,  y  la  dicha  Marquesa  de  Gusdaleste  sa  hermana 

sobre  el  Estado  de  Veragua  y  Almirantazgo  de  las  Indias 

y  como  el  dho.  negocio  es  dependiente  del  que  vosotros  ha- 
béis visto  y  determinado,  conviene  veáis  y  determinéis  ansí 

mismo  lo  tocante  á  este  artículo 

Madrid  29  de  Mayo  1594.-70  el  Rey. 


(O 


Así  dice  al  pie  de  la  provisión    original. 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  589 


15 


Relación  de  la  jornad.i  del  Almirante  de  Aragón  desde  que 
entró  en  el  reino  de  Polonia  y  partió  d  Cracovia  para  Var- 
sovia,  donde  estaba  el  Rey  con  toda  su  Corte,  hasta  que  sa- 
lió de  allí  (0. 

A  los  10  de  Enero  de  1597  años  llegó  el  Almirante  á  Cra- 
covia, ciudad  más  principal  de  todo  el  reino  de  Polonia,  diez 
leguas  de  la  raya  de  Alemania lugar  en  que  los  Reyes  re- 
siden de  ordinario;  y  habiendo  estado  allá  doce  dias  esperan- 
do la  orden  del  Rey  para  pasar  adelante,  que  se  hallaba  en 
caza  de  montería  en  Lituania,  siendo,  mientras  allí  estuvo  (el 
Almirante),  muy  regalado  del  Cardenal  Radzvilla,  Obispo  de 
la  dicha  ciudad,  y  del  Cardenal  Caetano,  Legado  a  latere  de 
Su  Santidad,  que  habia  venido  al  negocio  de  la  Liga  entre  el 
Emperador  y  el  Rey  de  Polonia.  Partió  de  allí  el  postrer  dia 
de  Enero  para  la  ciudad  de  Varsovia yendo  con  él  un  ca- 
ballero de  la  casa  del  Cardenal  Radzvila  y  un  comeniiqne  del 
Rey,  que  lo  iban  sirviiudo,  alojando  y  regalando  por  el  ca- 
mino. 

A  los  10  de  Hebrero  á  Varsovia,  donde  estaba  el  Rey  y  la 
Reina  con  toda  su  Corte  y  muchos  Obispos  palatinos  y  Prín- 

(i)  En  la  Biblioteca  Nacional,  Cc-42,  pág.  Sy,  hay  también 
otra  relación  de  la  jornada  del  Almirante  de  Aragón,  escrita  por 
Manuel  de  Céspedes.  En  ella  refiere  un  trágico  suceso  que  omiten 
otras  relaciones,  y  es  el  siguiente: 

tY  el  propio  dia  que  salimos  de  Cracovia  un  tiniente  del  caba- 
llerizo del  Almirante,  con  una  pistola,  mató  á  un  mozo  de  caba- 
llos. El  Almirante  le  prendió,  porque  esto  pasó  delante  del  coche 
del  Almirante,  á  sus  propios  ojos.  Aquella  noche  le  confesaron,  y 
otro  dia,  mediodía,  le  cortaron  la  cabeza.  Fué  una  cosa  de  mucha 
fama  para  aquel  reino  de  Polonia,  porque  en  Polonia,  quien  mala 
á  un  hombre,  por  8  escudos  queda  libre,  que  fué  un  grande  ejem- 
plo para  los  polacos,  porque  aquella  mañana  todos  los  caballeros 
de  aquel  lugar  y  clérigos  y  frailes  le  fueron  á  rogar  al' Almirante 
que  le  perdonase,  y  nunca  quiso  hacer  justicia,  y  dentro  de  ocho 
dias  se  supo  en  todo  el  reino  de  Polonia.» 


,Q0  A.    RODRÍGUEZ    VILLA. 


cipes  del  reino,  que  habian  venido  á  la  Dieta;  y  habiendo  sido 
el  Rey  avisado  del  comernique  que  venia  con  el  Almirante, 
desde  el  dia  y  hora  que  habia  de  entrar  en  la  Corte  envió  á 
receville  al  Obispo  de  Polosco  y  al  palatino  de  Pomerania  y 
mucha  gente  de  su  casa  y  200  soldados  de  su  guarda,  y  á  un 
caballerizo  y  lacayos  con  un  caballo  turco  muy  bien  adereza- 
do á  la  española,  con  guarniciones  y  gualdrapa  de  terciopelo 
negro  bordado  de  abalorios,  con  su  telliz  para  el  Almirante,  y 
otros  caballos  para  los  que  venían  con  él.  Venia  el  Almirante 
solo  en  un  coche  de  seis  caballos,  y  los  caballeros  y  a  gunos 
de  sus  criados  en  otros  coches,  así  mismo  de  seis  caballos,  y 
otros  criados  á  caballo,  y  cuatro  jacas  que  traian  á  la  mano 
para  la  persona  del  Almirante. 

Topándole  un  cuarto  de  legua  de  la  ciudad,  se  apearon  el 
■Obispo  y  el  palatino  y  los  caballeros  que  iban  con  ellos.  Salió 
el  \lmirante  á  encontrarlos:  diéronle  la  bienvenida  de  parte 
del  Rey  en  latin,  á  la  que  el  Almirante  contestó  en  español, 
porque  el  Obispo  lo  entendía.  Preguntóle  el  Obispo  si  quena 
coche  ó  caballo,  y  diciendo  el  Almirante  que  tomaría  lo  que 
su  señoría  le  mandase,  el  Obispo  le  manifestó  que  S.  M.  le 
enviaba  caballos  para  entrar,  y  el  Almirante  dijo  que  los  to- 
maría por  gozar  de  la  merced  que  S.  M.  le  hacia;  y  luego  el 
caballerizo,  quitando  el  telliz  del  caballo,  subió  el  Almirante 
en  él  y  el  Obispo  y  el  palatino  le  tomaron  en  medio  y  le  fue- 
ron entreteniendo  hablando  en  latin  y  respondiéndoles  el  Al- 
mirante de  la  misma  manera.  Llegados  á  la  ciudad,  le  llevaron 
á  una  posada  muy  buena  que  el  Rey  le  tenia  preparada  y  ador- 
nada con  tapices  de  oro  y  una  cama  de  brocado  verde;  y  ha- 
biéndole entretenido  un  rato,  se  despidieron,  dejando  á  sus 
órdenes  un  caballero  de  la  casa  del  Rey,  llamado  Felipe  Cua- 
doski,  que  sabia  la  lengua  española,  y  una  escuadra  de  ayullu- 
cos  que  montaban  la  guardia.  Cuando  supo  el  Rey  que  el  Al- 
mirante habia  llegado,  le  envió  á  visitar  con  dos  caballeros  de 
su  cámara,  y  la  Reina  con  su  Canciller,  que  había  estado  mu- 
chos años  en  España. 

Al  dia  siguiente  vinieron  también  á  visitarle  de  parte  del 
ReV  algunos  palatinos  y  el  gran  Canciller;  y  habiendo  pedido 
audiencia  á  S.  M.  por  medio  del  Mariscal  del  reino  de  Polo- 
nia, que  es  el  Mayordomo  mayor,  gobierna  la  Corte  y  admi- 
nistra la  justicia  civil  y  criminal  á  todos  los  que  vienen  á  la 


D.    FRAN'CISCO    DK    MENDOZA  59I 

Dieta,  le  señalaron  el  jueves  siguiente,  13  de  Febrero,  á  las 
ocho  de  la  mañana.  Este  dia,  acompañado  de  algunas  personas 
que  desempeñaban  los  más  altos  caigos  en  la  Corte,  fué  el  Al- 
mirante á  Palacio,  saliendo  á  recibirle  al  pié  de  la  escalera  otros 
elevados  funcionarios.  Pasó  por  varias  piezas  primorosamente 
adornadas  y  llenas  de  gente  con  elegancia  vestidas,  porque  los 
polacos  gastan  mucho  en  vestir,  y  llegó  á  la  cámara  donde  se 
hallaba  el  Rey  rodeado  de  su  Corte.  Al  entrar  el  Almirante  le 
hizo  grande  acatamiento  dos  veces,  á  que  correspondió  el  Rey 
quitándose  la  gorra.  A  la  tercera  reverencia  el  Almirante  pidió 
al  Rey  la  mano,  tocándosela  á  la  alemana.  Explicó  entonces 
el  Almirante  su  embajada,  y  Felipe  Cuadoski  la  refirió  en  len- 
gua polaca.  Respondió  S.  M.  en  ella,  y  el  Vicecanciller,  que 
estaba  á  su  lado,  la  vertió  al  latin.  Pasadas  dos  ó  tres  réplicas 
de  cada  parte,  el  Canciller  se  apartó,  y  el  Rey  comenzó  á  ha- 
blar en  latin  con  el  Almirante,  que  le  respondió  de  la  misma 
manera,  informándose  de  las  cosas  de  España  y  de  los  Países 
Bajos;  y  queriéndose  despedir  el  Almirante,  le  mandó  el  Rey 
que  llamase  á  los  caballeros  y  criados  que  venían  en  su  com- 
pañía para  tocarles  la  mano.  Vinieron  todos;  besaron  la  mano 
al  Rey;  se  despidió  el  Almirante  con  la  misma  etiqueta  que  á 
la  entrada;  y  acompañado  como  antes,  volvió  á  su  posada.  Se- 
ñaló la  Reina  la  audiencia  para  el  dia  siguiente  á  las  nueve  de 
la  mañana,  que  se  verificó  en  análoga  forma  á  la  anterior.  Es- 
perábale la  Reina  de  pié;  hízole  reverencia,  y  el  Almirante 
hincó  ante  ella  la  rodilla  en  tierra  para  pedirle  la  mano;  ella 
le  levantó  y  le  tocó  la  suya,  y  se  la  dejó  besar.  Luego  vino  un 
repostero  con  una  silla  como  la  que  tenia  la  Reina,  y  ponién- 
dosela al  Almirante,  éste  no  la  quiso  tomar;  pero  S.  M.  no 
permitió  oirle'hasta  que  no  se  hubo  sentado  en  ella  y  cubierto; 
quiso  después  descubrirse,  y  la  Reina  le  interrumpió  para  que 
se  cubriera.  Alegróse  mucho  la  Reina  de  la  venida  de  aquella 
embajada,  disculpándose  de  haber  bautizado  ya  al  Príncipe 
por  haber  estado  muy  indispuesto  y  con  temor  de  que  muriese 
sin  bautizarse;  y  habiéndole  entretenido  la  Reina  más  de  me- 
dia hora,  la  pidió  permiso  para  entregarla  un  obsequio,  con- 
sistente en  unas  cajas  envueltas  en  tafetanes  de  oro,  con  dos 
salvas  doradas  muy  lindas  y  otras  joyas,  mostrándose  la  Reina 
muy  agradecida.  Saludó  y  tocó  la  mano  de  las  damas  que 
acompañaban  á  la  Reina,  expresando  su  sentimiento  por  no 


-,2  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 


conocer  las  lenguas  polaca  y  alemana  para  poderlas  entretener 
mejor  En  esto  llegaron  los  caballeros  y  criados  del  Almiran- 
te Que  presentados  por  él  besaron  la  mano  á  S.  M.,  quien  le 
diio  que  en  otra  audiencia  más  familiar  le  hablarla  de  otras 
cosas  que  tenia  que  tratar.  Comió  á  la  noche  con  altos  digna- 
tarios de  la  Corte,  y  cada  dia  le  enviaban  SS.  MM..  á  más  de 
la  comida  ordinaria,  diversos  platos  de  volatería.  Por  la  tarde 
Y  mañana  era  sin  cesar  visitado  de  magnates  y  Obispos. 

El  domingo  de  Carnestolendas  madrugó  el  Almirante  para 
acompañar  al  Rey  á  oir  Misa,  que  fué  muy  solemne,  porque 
aquel  Monarca  tiene  muy  buena  capilla,  y  al  empezar  el  ser- 
moa  bajó  el  Rey  de  su  asiento  para  ocupar  otro  «"  ^1  centro 
de  la  iglesia  con  objeto  de  oírlo  mejor,  llevando  a  S.  M.  del 
brazo  el  Cardenal  y  el  Almirante,  por  ser  así  costumbre  de 
Polonia;  y  por  ser  en  polaco,  se  salió  el  Nuncio  á  dec'r  M.sa 
acompañándole  el  Almirante,  y  volviendo  luego  al    ado  del 
Rey    Acabada  la  Misa  solemne,  el  Cardenal  y  el  Almirarite 
volvieron  á  tomar  al  Rey  del  brazo  hasta  la  puerta  de  la  igle- 
sia  donde  le  despidieron,  quedándose  ellos  en  la  posada  del 
Nuncio  á  esperar  que  los  llamasen  á  comer.  Efectuáronlo  los 
e.andes  dignatarios  de  Palacio;  y  aunque  el  Rey  estaba  coa 
dolor  de  muelas,  por  favorecer  al  Almirante  asistió  á  la  comi- 
da con  la  Reina  y  otros  personajes. 

Laváronse  SS.  MM.  las  manos  en  una  fuente  de  cristal 
guarnecida  de  oro,  y  el  Nuncio  y  el  Almirante  en  otra  de  ná- 
car y  oro.  Bendijo  la  mesa  el  Nuncio,  asistido  de  los  Cápela- 
n^s  reales  y  SS.  MM.  se  sentaron.  Había  puestas  dos  sillas 
en  los  testeros  de  la  mesa,  y  habiéndose  rogado  mutuamente 
el  Nuncio  y  el  Almirante,  tuvo  éste  que  aceptar  el  mejor  pues- 
to al  lado  de  S  M.  Sirvieron  los  Sumilleres  los  platos,  trayen- 
dolos  envueltos  en  toallas  blancas,  y  encima  de  ellas  unos  ta- 
fetanes negros,  por  estar  el  Rey  de  luto;  y  hechas  las  salvas, 
daban  de  ellos  al  Rey,  á  la  Reina,  al  Almirante  y  al  Nuncio. 
Estaban  aderezados  los  platos  con  muchas  especias  de  que  se 
usa  extraordinariamente  en  Polonia  por  la  gran  frialdad  de 

aquellas  regiones.  ,  ^^       1 

Duró  la  comida  tres  horas,  y  hecha  señal  por  el  Rey,  levan- 
taron los  manteles  y  sirvieron  las  fuentes  para  lavarse.  Abrie- 
ron las  tablas  y  volvieron  á  colocarlas,  cubriéndolas  de  man- 
teles rayados  de  anchas  labores  de  oro  y  plata,  colocando  en- 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  593 

cima  confituras  y  conservas  de  España,  aceitunas  de  Sevilla, 
frutas  secas  y  verdes  de  la  tierra;  y  en  este  estado  mandó  la 
Reina  que  viniesen  sus  hijos,  colocándose  cerca  del  Almirante 
la  Princesa  Ana  María  y  el  Príncipe  Stanislao,  dándoles  S.  M. 
confites  para  que  se  divirtieran.  Quitados  los  manteles,  el 
Nuncio  dio  las  gracias,  y  el  Rey  indicó  al  Almirante  que  diese 
el  brazo  á  la  Reina  para  llevarla  á  su  aposento,  y  que  habién- 
dola dejado  en  él,  se  volviese  al  suyo.  Dio  entonces  cuenta  á 
S.  M.  de  los  negocios  que  traia;  y  después  de  platicarlos  muy 
despacio,  quedaron  en  que  el  Rey  nombrarla  una  Junta  de 
Senadores  que,  reunidos  en  la  posada  del  Almirante,  trataran 
de  todo  lo  concerniente  á  su  embajada.  Dieron  éstos  cuenta  á 
S.  M.  de  sus  conferencias;  y  habiendo  pedido  permiso  el  Al- 
mirante para  despedirse,  S.  M.  se  le  dio,  efectuándose  la  ce- 
remonia con  gran  pompa,  así  con  el  Rey  como  con  la  Reina, 
la  que  le  retuvo  cerca  de  dos  horas.  Y  después  de  haber  reci- 
bido varios  banquetes  de  los  principales  Ministros,  le  envia- 
ron los  Reyes  de  regalo  hermosas  cervellinas  y  cuatro  piezas 
de  plata  dorada  lindísimas,  y  otras  joyas  á  los  caballeros.  Co- 
rrespondió el  Almirante  entregando  á  los  caballeros  que  le 
acompañaron  y  asistieron  cadenas  de  oro,  preciosas  sortijas  y 
copas  de  plata,  con  que  todos  quedaron  muy  contentos.  El 
Canciller  y  Mariscal  de  Polonia  enviaron  al  Almirante  cuatro 
magníficos  caballos  polacos. 

Partió  de  Varsovia  el  Almirante  el  i.°  de  Mayo,  llegando 
en  seis  jornadas  á  la  raya  de  Polonia,  galantemente  escoltado, 
y  volviendo  allí  á  repartir  entre  los  que  le  acompañaban  ca- 
denas de  oro  y  copas  de  plata.  Llegó  á  Praga  el  17  de  Marzo, 
y  á  los  20  tuvo  audiencia  de  S.  M.  Cesárea,  refiriéndole  el  es- 
tado de  los  negocios  con  Polonia.  Salió  de  Praga  el  24  de 
Marzo.  El  26  encontró  en  el  camino  un  mensajero  de  S.  A., 
que  le  traia  despachos  suyos  obligándole  á  volver  á  Praga. 


38 


cgí  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 


16 


Felicísima  relación  del  solemne  recibimiento  que  el  christianí- 
simo  Rey  de  Francia  hizo  al  Duque  de  Arascot  (sic)  y  al 
Almirante  de  Aragón  y  al  Conde  de  Arambnrch  y  á  Don 
Luis  de  Velasco  y  al  Presidente  Ricardote,  personajes  que 
envió  el  Serenísimo  Alberto,  Archiduque  de  Austria,  Gober- 
nador y  Capitán  general  de  los  Estados  de  Flandes,  por 
diputados  de  la  paz  entre  el  Rey  D.  Felipe  nro.  sr.  y  el  di- 
cho Rey  de  Francia.— {Dos  hojas  impresas  en  folio:  Se- 
villa, Septiembre  de  98  años.) 

En  Bruselas,  á  7  dias  del  mes  de  Junio,  se  publicaron  las  pa- 
ces por  orden  del  Sermo.  Archiduque  Alberto,  con  grande  so- 
lemnidad (á  donde  S.  A.  estaba),  y  hizo  un  gran  banquete  á 
todos  los  Grandes  y  á  todos  los  demás  con  muy  gran  regocijo. 
Y  envió  S.  A.  á  París  por  diputados  de  las  paces  (á  los  antes 
citados).  Partieron  para  París  á  los  20  de  Junio.  Entraron  en 
París  martes  á  30  de  Junio,  donde  fueron  recibidos  de  toda  la 
nobleza  de  Francia,  y  salió  el  Mariscal  de  Biron  dos  leguas  á 
recibirlos  con  toda  la  caballería,  y  todas  las  ventanas  estaban 
muy  ricamente  aderezadas,  hasta  los  alojamientos,  que  también 
los  tuvieron  muy  bien  aderezados. 

Otro  dia,  miércoles  i.°  de  Julio,  á  las  cuatro  de  la  tarde, 
fueron  los  dichos  diputados  á  besar  las  manos  al  Rey  de  Fran- 
cia, el  cual  los  esperó  en  la  sala  grande  de  su  Palacio  con  to- 
dos los  Grandes  de  su  Corte,  que  no  faltaron  sino  el  Duque  de 
Guisa  y  el  Duque  de  Umena,  y  éstos  porque  estaban  indis- 
puestos en  sus  posadas.  Entrados  que  fueron  los  diputados  en 
comedio  y  mitad  de  la  sala,  se  levantó  el  Rey  de  su  silla  y  sa- 
lió cuatro  pasos  con  la  gorra  en  la  mano,  y  ansí  se  estuvo  hasta 
que  le  fueron  besando  la  mano.  Y  habiendo  acabado,  se  llega- 
ron todos  juntos,  y  el  Presidente  Ricardote  le  dio  su  embaxa- 
da,  no  consintiendo  el  Rey  que  estuviesen  descubiertos.  Y 
siempre  que  ellos  hacían  continencia  al  Rey,  de  la  misma  ma- 
nera les  respondia.  Y  después  de  dada  su  embaxada,  estuvo 
hablando  con  todos  en  general  y  en  particular  con  cada  uno, 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  595 

en  lo  cual  mostraba  el  grande  contento  y  alegría  que  tenia. — 
Domingo,  5  de  Julio,  á  las  ocho  de  la  mañana,  fueron  los  di- 
putados con  todos  los  caballeros  y  diputados  de  todas  las  na- 
ciones á  Palacio  á  acompañar  al  Rey  hasta  la  iglesia,  y  le  lle- 
varon en  medio  el  Duque  de  Arascot  y  el  Almirante  de  Aragón, 
y  no  entró  otra  persona  en  la  iglesia  hasta  que  estuvieron  aco- 
modados todos  los  extranjeros.  Llegados  á  la  iglesia,  tenían  en 
el  altar  mayor  al  lado  de  la  Epístola  el  ceptro  y  dosel  del  Rey, 
y  al  lado  del  Evangelio  el  del  Cardenal  y  Legado  de  Su  Santi- 
dad, que  dixo  la  misa  á  los  diputados,  y  ellos  tenian  sus  asien- 
tos frontero  del  altar  mayor  con  su  dosel;  donde  acabada  la 
misa,  el  Cardenal,  vestido  de  pontifical,  en  un  tablado  que 
para  ello  se  hizo,  tomó  juramento  al  Rey  sobre  el  misal,  y 
liecho  el  juramento  el  Rey  los  abrazó  á  todos  y  se  fueron  á 
casa  del  Arzobispo,  donde  habia  puestas  mesas  largas  y  es- 
pléndidas, y  se  asentaron  á  comer  así  el  Rey  como  todos  los 
diputados  y  Cardenales  y  todos  los  de  la  Corte,  y  todos  comie- 
Ton  cubiertos,  y  el  Rey  hizo  un  brindis  á  la  salud  del  Rey  de 
España.  Después  acompañaron  al  Rey  á  su  Palacio,  donde  es- 
tuvo más  de  tres  horas  ensenando  colgaduras  y  riquezas  que 
en  él  habia. — A  la  noche  hubo  gran  sarao  y  fiesta  de  todas  las 
damas  y  señoras,  donde  hubo  muchas  galas  y  bizarría,  y  envió 
el  Rey  un  recaudo  al  Almirante  de  Aragón  que  se  llegase  á  las 
danzas. — Lunes,  á  6  de  Julio,  y  el  martes  siguiente  fueron  á 
caza,  y  en  esto  y  otros  juegos  que  se  hicieron,  siempre  mostró 
el  Rey  grandísimo  contento  y  alegría  por  las  paces 

17 

Cartas  del  Almirante  de  Aragón  desde  sil  prisión  en  Holanda  . 

I 

El  Almirante  á  los  Estados  generales  de  las  Provincias 
unidas,  sobre  su  libertad. 

Que  «teniendo  consideración  á  mi  mucha  edad  y  larga 

prisión  y  á  que  están  por  libres  todos  los  prisioneros  de  Bra- 
bante, y  á  que  para  facilitar  lo  de  España  importará  mi  pre- 


cq6  a.  rodríguez  villa 

sencia,  que  VV.  SS.  tengan  por  bien  que  en  mi  ^^^f^J^^  ^1 
Marqués  de  Mame,  Conde  de  Pondenau,  ó  el  Conde  de  Mon- 
trenel,  su  primo,  que  ambos  son  hombres  de  tanta  quahdad  y 
hazienda  que  os  podéis  satisfacer  con  ellos,  y  de  edad  que  es- 
tarán VV  SS.  más  seguros  con  ellos  que  conmigo,  pasando  de 
cincuenta  y  cinco  años.- Fecha  en  la  prisión  de  La  Haya  a  4 
de  Enero  de  1602.» 

II 

El  Almiranieá  los  Estados  generales  de  Holanda. 

Diversas  veces  he  suplicado  á  VV.  SS.  me  hiciesen  buena 
obra  de  acabar  este  negocio  de  mi  libertad;  y  aunque  creo  que 
tienen  muchas  ocupaciones  y  que  es  importunidad  embarazar- 
los con  él.  no  puedo  excusarme  de  hacerlo,  siendo  de  tanta 
importancia  para  mí.  (Insiste  en  que  acepten  en  su  lugar  una 
de  las  dos  personas  antes  citadas  en  otra  carta,  que  se  han 
brindado  á  ponerse  por  él  en  rehenes.)  -  En  la  pris.on  de  La 
Hava  á  16  de  Enero  de  1602.  ,    . ,    •       .. 

Se  mandó  á  España  un  emisario  por  cuenta  del  Almirante 
para  facilitar  la  libertad  de  éste  y  otros  prisioneros,  a  fin  de 
canjearlos  por  los  holandeses  que  estaban  en  España. 

III 

El  Almirante  al  Archiduque,  desde  su  prisión  de  La  Haya  dan- 
dolé  cuenta  del  estado  de  las  negociaciones  con  Holanda  jpara 
obtener  su  libertad. 

Serenísimo  Señor:  En  el  mes  de  Enero  escribí  á  V.  A.  lo 
aue  se  me  ofrecía  en  el  negocio  de  la  paz,  y  cuando  partió  el 
aliente  Olivera  no  escribí  á  V.  A.  con  él  sobre  esta  materia, 
porque  pedí  licencia  á  los  Estados  para  hacerlo  y  no  me  res- 
pondieron   con  que  me  han  cerrado  la  puerta  para  no  hablar 

niás  en  él y  cuando  no  hubiera  esta  causa  yo  me  hallo  asido 

de  una  tan  grande  enfermedad  dende  el  primer  dia  desté  mes, 
que  dudo  sanarme  della  según  su  rigor  y  mi  flaqueza  y  las  inco- 
Ldidades  con  que  aquí  me  hallo;  y  aunque  hago  y  haré  de  m. 
parte  todo  lo  que  pudiere  para  sanar,  cuando  nuestro  Señor 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  597 

no  se  sirva  de  darme  salud,  con  morir  por  su  fée  confesándola 
con  el  corazón  y  con  la  boca,  y  habiendo  caido  en  este  peligro 
por  esto,  y  haciendo  lo  que  debía  al  servicio  de  S.  M.  y  de 
V.  A.,  antes  me  tendré  por  dichoso  que  por  desdichado;  por- 
que las  calamidades  y  trabajos,  por  grandes  y  apretados  que 
sean,  no  mudan  la  suerte  de  los  hombres  que  acaban  cumplien- 
do con  sus  obligaciones;  y  ansí  en  esta  parte  estoy  tan  conso- 
lada como  si  tuviera  entera  libertad;  y  en  lo  que  toca  al  alma, 
espero  que  los  Estados  no  me  querrán  quitar  á  mí  la  libertad, 
que  no  implica  á  ser  su  prisionero  y  ellos  quieren  para  sí,  y  en 
esto  hago  ahora  instancia  para  que  de  acá  ó  de  allá  me  den  al- 
guna satisfacción. 

Suplico  á  V.  A.  que  si  los  despachos  que  se  esperan  de  Es- 
paña han  venido,  se  sirva  de  mandármelos  enviar,  porque  sien- 
do conformes  á  lo  que  S.  M.  ha  escrito  á  V.  A.,  los  Estados  no 
pueden  dejar  de  contentarse  con  ellos,  y  yo  tendría  por  alivio 
irme  á  morir  donde  tenga  algún  coasuelo  más  que  aquí.  Mi 
enfermedad  es  calentura  continua  con  frió  y  crecimiantos  cada 
dia  y  grande  falta  de  sueño  y  un  gran  corrimiento  en  las  pier- 
nas, como  el  que  tuve  agora  dos  años  en  Bravante,  que  estoy 
casi  paralítico  dellas,  porque  sin  ayuda  de  mis  criados  no 
puedo  pasarme  de  una  cama  á  otra;  y  demás  desto,  tengo  algu. 
ñas  pintas  por  el  cuerpo,  y  por  la  flaqueza  no  se  atreven  á 
sangrarme,  aunque  yo  lo  he  deseado.  Otras  particularidades 
no  digo  á  V.  A.,  porque  son  mejores  para  padecerlas  por  nuestro 
Señor  que  para  hacer  plaza  dellas.  Mi  testamento  há  dias  que  ten- 
go hecho  y  le  he  enviado  á  Bravante,  y  está  en  poder  del  Padre 
Tomás  Sarlio.y  todo  lo  dejo  remitido  á  la  voluntad  de  VV.  AA., 
á  quien  suplico  humilmente  no  miren  lo  poco  que  les  he  ser- 
vido, sino  al  deseo  grande  que  he  tenido  de  servirles  mucho, 
pues  acabo  en  esta  demanda  con  tanto  gusto  y  contento  que  si 
hoy  y  otras  cien  veces  se  me  ofreciera  la  ocasión  con  que  me 

perdí,  hiciera  lo  mismo (Recomienda  á  S.  A.  todos  sus 

criados,  y  especialmente  á  Gaspar  Rodríguez  de  Figueroa,  que 
estaba  á  su  servicio  treinta  y  ocho  años.) — Déla  prisión  de  La 
Haya  á  8  de  Marzo  de  1602. 


5g8  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

IV 
El  Almirante  al  Archiduque. 

Mi  enfermedad  ha  pasado  tan  adelante  que  me  tiene  en  bien 
trabajoso  estado,  aunque  muy  consolado  y  contento  de  haber 
recibido  los  Sacramentos  y  el  de  la  Extremaunción;  y  después 
acá  me  hallo  con  alguna  mejoría,  porque  no  obstante  que  no 
se  me  quita  la  calentura  continua  y  que  la  flaqueza  y  falta  de 
sueño  es  grande,  estoy  con  más  esperanza  de  que  nuestro  Se- 
ñor se  ha  de  servir  de  darme  vida — De  la  prisión  de  La 

Haya  á  i6  de  Marzo  de  1602. 


El  Almirante  al  Archiduque. 

A  los  16  de  Marzo  escribí  la  última  carta  á  V.  A.  y  después, 
acá  me  hallo  con  mucha  mejoría,  porque  la  calentura  es  poca 
y  algunos  diasme  limpio  de  ella,  aunque  todavía  me  da  cuida- 
do lo  que  dura  y  la  flaqueza,  y  no  es  por  mal  regimiento,  por- 
que en  esto  guardo  muy  puntualmente  lo  que  se  me  ordena. 

Los  diputados  de  los  Estados  estuvieron  conmigo  á  los  21 
deste  con  autoridad  de  resolver  el  negocio  de  mi  libertad;  y  por 
lo  que  toca  á  la  caucicn  no  pudo»acabarse,  porque  piden  75.00a 
florines  de  fianza  por  última  resolución,  y  por  no  tener  ningún 
aviso  de  Olivera  no  me  atreví  á  prometerlos,  por  no  saber  lo 
que  trae;  y  sólo  puedo  decir  á  V.  A.  que  sin  e^to  ni  con  menos 
no  me  soltarán,  y  que  á  lo  que  yo  entiendo  no  hay  ningún  pe- 
ligro en  darla  siendo  sobre  los  artículos  determinados  en  que 
no  puede  haber  duda  si  se  han  cumplido  ó  no — De  la  pri- 
sión de  La  Haya  á  27  de  Marzo  de  1602.— (En  12  de  Abril  del 
mismo  año  se  estipularon  los  capítulos  para  la  libertad  del  Al- 
mirante.) 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  599 

VI 

El  Almirante  al  Archiduque. 

Le  da  gracias  por  el  cuidado  que  en  sus  cartas  muestra  por 
su  salud,  que  ya  es  buena,  aunque  sigue  flaco  y  con  achaques. 
Insiste  en  que  para  su  caución  exigen  75.000  florines,  y  además 
los  gastos  ocasionados  por  él  y  por  los  demás  prisioneros. 
(En  su  prisión  de  la  Haya.)— Otra  carta  de  idem  á  ídem,  des- 
de La  Haya,  insistiendo  en  el  envío  de  los  75.000  florines 
(6  de  Mayo  de  1602). 

VII 

El  Almirante  á  los  Estados  generales,  dándoles  gracias  por  su 

libertad. 

Señores:  Entendido  he  del  Sr.  Conde  Mauricio  la  merced 
que  VV.  SS.  me  han  hecho  en  acabar  el  negocio  de  mi  libertad, 
de  que  les  doy  las  gracias  que  se  deben  por  semejante  benefi- 
cio, y  deseo  darlas  en  particular  á  cada  uno  de  VV.  SS.,  y  si 
esto  no  hubiere  lugar,  á  todos  juntos.  Y  para  esto  les  suplico 
me  manden  dar  licencia  que  baje  á  hacerlo,  si  esta  tarde  se  ha- 
llaren desocupados,  para  que  yo  pueda  reputarles  mi  agradeci- 
miento y  el  deseo  que  tengo  de  servirles  y  darles  gusto  en  todo 
lo  que  hubiere  lugar  dentro  de  los  límites  de  la  querella;  y  en 
lo  que  toca  á  la  execucion  de  lo  que  he  prometido,  procuraré 
que  tenga  tan  entero  cumplimiento  que  VV.  SS.  queden  tan 
satisfechos  dello  como  de  lo  que  hasta  ahora  se  ha  hecho.— 
Nuestro  Señor,  etc. — 22  de  Mayo  de  1602. 

En  25  de  Junio  de  este  año  ya  estaba  en  Gante  el  Almirante. 


5oo  A.  rodríguez  villa. 


18 


Cédula  Real  concediendo  al  Almirante  de  Aragón  8.000  duca- 
dos (que  son  tres  cnentos  de  mrs.  de  juro)  en  cada  un  año, 
durante  los  días  de  su  vida  ó  hasta  que  se  le  haga  otra  mer- 
ced equivalente  ó  mayor,  desde  14  de  Julio  pasado  de  este 
año  de  1604  en  adelante. 

(Seis  hojas  en  folio  impresas,  que  empiezan:) 
Este  es  traslado  bien  y  fielmente  sacado  de  un  privilegio 
del  Rey  D.  Felipe  III,  n.  s.,  escrito  en  pergamino  y  sellado 
con  su  Real  sello  de  cera  roja,  pendiente  en  filos  de  seda  car- 
mesí, dado  en  la  ciudad  de  Valladolid  á  4  de  Septe.,  año  de 

1604 de  tres  quentos  de  juro  de  por  vida,  de  que  S.  M. 

hizo  merced  á  D.  Francisco  de  Mendoza,  Almirante  de  Ara- 
gón y  Marqués  de  Guadaleste,  por  sus  servicios  hechos  en  paz 
y  en  guerra  al  Rey  D.  Felipe  el  segundo,  n.  s.,  de  gloriosa 
memoria,  y  á  S.  M.,  que  Dios  guarde  por  largos  y  felicísimos 

años. 

(La  Cédula  es  de  i.°  de  Septiembre,  y  el  privilegio  es  de  í,de 

Septiembre  de  1604.) 

El  Rey.— Presidente  y  los  del  mi  Consejo  de  Hacienda  y 
Contaduría  mayor  della:    sabed    que   acatando   los  muchos, 
buenos,  grandes  y  calificados  servicios  que  en  la  guerra  de 
los  mis  Estados  de  Flandes  y  en  otras  partes  y  ocasiones  de 
paz  me  ha  hecho  D.  Francisco  de  Mendoza,  Marqués  de  Gua- 
daleste, Mayordomo  que  fué  del  Rey  mi  señor  (q.  h.  g.)  y  de 
sus  Consejos  de  Guerra  y  Estado  en  la  dicha  Fkndes,  mi 
gran  Almirante  de  la  mar  de  los  Reinos  de  la  Corona  de  Ara- 
gón, con  grandes  cuidados,  trabajos,  riesgos  y  peligros  de  su 
persona  y  gastos  de  su  hacienda,  y  particularmente  desde  que 
el  serenísimo  Archiduque  Alberto,  mi  tio  y  hermano,  pasó  á 
los  Estados  Baxos  y  el  dicho  Almirante  de  Aragón  con  él,  sir- 
viéndole de  Mayordomo  mayor,  y  en  los  dichos  Consejos  de 
Estado  y  Guerra  por  mandado  del  Rey  mi  señor,  y  continuán- 
dolo se  halló  con  S.  A.  en  las  jornadas  y  empresas  de  Cales  y 
Ardres  que  se  hicieron  en  los  meses  de  Abril  y  Mayo  del  año 


D.    FRANCISCO   DE    MENDOZA.  6oi 

pasado  de  1596,  sirviendo  en  ellas  con  mucha  puntualidad  y 
cuidado (O- 

(Y  termina  así:) 

Y  todo  el  tiempo  que  estuvo  en  los  dichos  mis  Estados  de 
Flandes,  trató  las  cosas  de  mi  Real  Hacienda  y  la  del  sere- 
nísimo Archiduque  y  del  exército  y  del  país  con  tal  puntuali- 
dad y  limpieza,  que,  conociendo  en  todo  lo  demás  que  ha  pues- 
to las  manos  y  en  esto,  ha  cumplido  con  las  obligaciones  de 
su  nacimiento  y  con  la  confianza  que  el  Rey  mi  señor  (q.  h.  g.) 
hizo  de  su  persona  cuando  le  envió  á  aquellos  Estados,  y  la 
que  yo  y  el  serenísimo  Archiduque  hemos  hecho  siempre  del 
dicho  Almirante,  y  en  alguna  enmienda  y  remuneración  de 
todos  los  dichos  servicios,  peligros,  trabajos  y  gastos,  he  te- 
nido por  bien  de  hacerle  merced,  como  por  la  presente  se  la 
hago,  de  8.000  ducados,  que  valen  tres  cuentos  de  mrs.  de 
juro,  en  cada  un  ano  durante  los  dias  de  su  vida 


19 


Memoria  de  las  joyas  que  había  en  los  escritorios  del  señor 
Almirante  y  llevó  Silva  de  Torres  la  primera  y  segunda 
vez  que  fué  d  Guadalajara. 

— 1.650  escudos  de  oro. 

— La  pluma  de  diamantes  que  el  Rey  de  Francia  dio  al  Almi- 
rante. 

—Una  caja  de  sortijas  en  que  habia  una  esmeralda,  una  sor- 
tija de  diamantes,  el  maridaje  del  Maestre  D.  Juan  Pa- 
checo, un  sello  de  las  armas  de  Mendoza  con  colores, 
otras  cuatro  sortijas,  dos  de  diamantes  pequeños  y  otras 
dos  de  unas  florecillas  de  esmeraldas  y  granates. 

—Un  Jesús  (IHS)  de  diamantes  al  tope  con  tres  perlas  pinjan- 
tes redondas. 

— Una  esmeralda  grande  con  cerco  de  oro. 

— Tres  hábitos  de  Calatrava:  uno  en  cruz  de  rubíes  suelta, 

(i)     Sigue  en  un  todo  la  Real  Cédula  á  la  Representación  hecha 
por  el  Almirante  á  S.  M.  en  7  de  Octubre  de  1603. 


602  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

por  ambas  partes  con  Lignitm  crucis;  otro  esmaltado  de 

negro  con  viril  de  cristal;  otro  hábito  redondo  con  una 

cruz  esmaltada  en  chapa  de  oro  y  azul,  y  por  el  reverso 

una  redecilla  de  oro  con  pasta. 
— 50  ó  60  botones  gruesos  de  oro  esmaltados,  y  otros  80  ó  90 

más  pequeños  y  llanos  esmaltados  de  negro. 
— Dos  piedras  bezahares  orientales,  que  eran  de  la  Infanta 

Doña  Isabel. 
— Un  bolillo  que  tiene  dentro  un  Rol  de  santos  para  dar  el 

nombre  en  la  guerra. 
— Otras  piedras  bezahares  occidentales. 
— Dos  cueros  de  ámbar  enteros. 
— Dos  piezas  de  Cambray  muy  fino. 


20 

Por  estas  preguntas  se  examinen  los  testigos  que  por  parte  de 
D.  Francisco  de  Mendoza,  Almirante  de  Aragón,  serán 
presentados  en  el  pleito  que  con  él  trata,  y  acusación  que  le 
ha  puesto  el  fiscal  de  S.  M. 

Si  conocen  á  D.  Francisco  Buil,  Gabriel  de  Roy,  Pedro  de 
Mendoza  y  Bernabé  Hurtado,  personas  que  han  hecho  decla- 
raciones en  esta  causa  y  están  presos  en  casa  del  licenciado 
Silva  de  Torres,  alcalde  de  casa  y  corte  de  S.  M. 

Si  saben  la  calidad  del  dicho  Almirante,  que  es  tan  notoria 
en  estos  reinos,  y  su  término  de  proceder,  que  ha  sido  siempre 
muy  compuesto  y  reportado  y  muy  enderezado  al  servicio  de 
S.  M.  y  conservación  de  su  autoridad  y  reputación  y  buen 
nombre,  conforme  á  las  obligaciones  que  sus  antepasados  le 
dejaron  y  él  tiene. 

■  Si  saben  que  el  dicho  Almirante,  así  estando  en  los  Estados 
de  Flandes  como  en  estos  reinos,  siempre  en  público  y  secreto, 
ha  hablado  con  gran  respeto  y  reverencia  de  la  persona  de  S.  M., 
como  de  su  señor  y  Rey  natural,  loando  y  aprobando  sus  ac- 
ciones cristianas  y  entendimiento  y  deseo  de  acertar  en  todas  las 
cosas,  y  nunca  le  han  oido  decir  cosa  ninguna  contraria  á  esto 
ni  consentídola  decir  en  su  presencia,  y  los  testigos  lo  saben 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  603 

por  haber  tratado  muy  familiarmente  al  dicho  Almirante  de 
más  de  doce  años  á  esta  parte  y  más  tiempo  en  todas  las  oca- 
siones y  pláticas  que  se  han  ofrecido  en  su  presencia  en  su 
casa  y  fuera  della,  y  nunca  los  testigos  en  ninguna  ocasión, 
parte  ni  lugar  le  oyeron  decir  palabras  descompuestas  contra 
S.  M.;  y  si  las  hubiera  dicho,  los  testigos  lo  supieran  y  hubie- 
ran oido  decir,  y  no  pudiera  ser  menos,  por  asistir  muy  conti- 
nua y  familiarmente  en  casa  del  dicho  Almirante  á  conversar 
y  hablar  con  él. 

Si  saben  que  el  dicho  Almirante  de  Aragón,  continuando  el- 
buen  celo,  lealtad  y  amor  entrañable  que  siempre  ha  tenido  y 
tiene  á  la  Real  persona  de  S.  M.,  en  todas  las  cartas  que  ha 
escrito  á  estos  reinos  desde  los  Estados  de  Flandes  y  desde 
estos  reinos  á  los  dichos  Estados,  así  escribiendo  á  Príncipes 
como  á  particulares,  siempre  ha  manifestado  el  ánimo  y  ob- 
servancia que  debe  á  S.  M.,  y  lo  mismo  hizo  en  el  Memorial. 
que  dio  á  su  confesor,  de  advertencias  para  el  bien  universal 
de  estos  reinos,  en  que  dice  que  S.  M.  tiene  grande  entendi- 
miento y  deseo  de  acertar  á  agradar  á  nuestro  Señor  en  todas 
sus  acciones,  y  otras  cosas  en  esta  conformidad. 

Si  saben  que  el  dicho  Almirante,  Semas  de  ser  persona  de 
las  más  calificadas  de  estos  reinos,  es  gran  cristiano,  temerosa 
de  Dios  y  de  su  conciencia,  y  confiesa  y  comulga  muy  á  me- 
nudo y  tiene  sus  horas  continuas  de  oración,  en  las  cuales  ha 
encomendado  y  encomienda  á  Dios  á  S.  M.  y  á  los  Reyes  an- 
tecesores, y  desto  reza  una  oración  cada  dia,  que  se  halló  en- 
tre sus  papeles;  y  muy  recatado  en  decir  mal  de  nadie,  antes 
es  un  caballero  magnánimo,  amigo  de  honrar  á  todo  el  mundo 
y  no  decir  mal  de  nadie  ni  que  se  diga  delante  de  él. 

Si  saben  que  por  conocer  el  Rey  Católico  D.  Felipe  II  las 
partes  y  calidades  del  dicho  Almirante,  habiendo  de  dar  y 
proveer  persona  que  gobernase  la  casa  del  Archiduque  Alber- 
to y  le  asistiese  en  paz  y  en  guerra  en  los  Estados  de  Flandes,. 
nombró  al  dicho  Almirante  y  le  hizo  Mayordomo  mayor  def 
Archiduque  y  uno  de  los  cuatro  de  su  casa  Real,  y  con  estos 
oficios  le  fué  á  servir,  nombrándole  éste  después  de  su  Con- 
sejo de  Estado  y  General  de  la  caballería  de  Flandes  con  títu- 
lo en  forma,  oficios  que  desempeñó  el  Almirante  durante  ocho 


anos. 


bi  saben  que  en  todo  este  tiempo  hizo  grandes  hazañas  ea 


5o4  A.    RODRÍGUEZ    VILLA 

servicio  de  S.  M.  y  de  los  Príncipes  Alberto  é  Isabel,  ganando 
señaladas  victorias  contra  los  rebeldes,  oponiéndose  siempre  á 
los  mayores  peligros  y  trabajos  de  la  guerra,  gastando  su  ha- 
cienda y  gajes,  que  eran  20.000  ducados  cada  un  año  en  hon- 
rar y  premiar  á  los  soldados  que  servían  bien  y  que  se  señala- 
ban en  ocasiones  y  casos  de  la  guerra,  por  lo  cual  fué  uno  de 
los  Generales  más  amados  y  estimados  de  aquéllos  y  de  los 
más  temidos  de  los  enemigos. 

Si  saben  que  conociendo  los  Reyes  D.  Felipe  II  y  su  hijo 
Felipe  III  el  gran  talento  del  Almirante  y  su  discurso  en  todas 
las  materias,  le  encomendaron  la  embajada  de  Francia  y  la  de 
la  Archiduquesa,  madre  de  la  Reina  Doña  Margarita,  acerca 
de  su  casamiento,  y  que  informó  á  S.  M.  la  conveniencia  de 
este  enlace;  y  asimismo  le  encomendó  una  embajada  en  Fran- 
cia, donde  sirvió  con  grande  ostentación  y  fidelidad,  proce- 
diendo en  ella  con  notoria  prudencia  y  discreción;  y  también 
le  encomendó  embajada  cerca  del  Emperador  Rodolfo  sobre 
el  casamiento  de  la  Infanta  Isabel  con  el  Archiduque  Alberto, 
en  que  procedió  de  igual  suerte;  y  después  Felipe  III  le  nom- 
bró Embajador  suyo  cerca  del  Rey  de  Polonia,  para  que  en  su 
Real  nombre  se  hallase'en  el  bautizo  del  Príncipe  de  aquel 
reino  en  calidad  de  padrino. 

Si  saben  que  el  Almirante,  siendo  General  de  la  caballería, 
á  2  de  Julio  de  1600,  habiendo  este  mismo  dia  por  la  mañana 
obtenido  una  insigne  victoria  contra  los  rebeldes  de  Flandes, 
luego  por  la  tarde  se  dio  otra  batalla,  en  que  no  se  tuvo  buen 
suceso,  con  asistencia  del  Archiduque,  y  pudiéndose  salvar  el 
Almirante,  suplicó  con  grandes  veras  á  S.  A.,  al  ver  que  se 
perdia  la  empresa  y  que  estaba  su  persona  en  grave  riesgo, 
que  se  salvase  él,  y  le  hizo  salir  del  combate,  quedándose  el 
Almirante  peleando  hasta  que  fué  hecho  prisionero,  permane- 
ciendo en  este  estado  veintitrés  meses,  con  gran  peligro  de  su 
vida;  y  pudiendo  ser  rescatado  de  los  primeros,  lo  fué  el  últi- 
mo, quedando  voluntariamente  por  rehenes  de  los  demás  pri- 
sioneros. Durante  su  prisión  le  quisieron  muchas  veces  quitar 
la  vida  porque  escribía  al  Archiduque,  teniéndolo  terminante- 
mente prohibido,  lo  más  conveniente  para  la  expedición  de  la 
guerra  y  pacificación  de  aquellos  Estados. 

Si  saben  que  habiéndose  remitido  al  Duque  del  Infantado 
por  S.  M.  el  hacer  las  capitulaciones  entre  la  Archiduquesa 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  605 

Magdalena,  hermana  de  la  Reina  Doña  Margarita,  con  el  Gran 
Duque  de  Toscana  3' de  Florencia,  el  referido  Duque  las  co- 
municó con  el  Almirante,  y  ambos  con  D.  Luis  de  Castilla, 
por  ser  persona  muy  experimentada  en  estas  materias  y  tener 
en  su  poder  muchas  capitulaciones  de  casamientos  de  Reyes  y 
Príncipes,  el  cual  vio  las  dichas  capitulaciones;  y  como  por 
este  tiempo  se  le  ordenó  al  Almirante  se  fuese  á  Guadalajara, 
no  tuvo  lugar  el  dicho  D.  Luis  de  comunicar  lo  tocante  á  las 
capitulaciones  con  el  Almirante;  y  habiéndose  éste  salido  en  su 
coche  camino  de  Alcalá,  fué  tras  él  con  mucha  prisa  D.  Luis 
y  le  alcanzó  en  los  Caños  de  Alcalá,  donde  sacó  las  dichas  ca- 
pitulaciones y  los  advertimientos  que  él  habia  hecho,  y  se  las 
mostró  y  leyó  al  Almirante,  al  cual  le  parecieron  muy  bien,  sin 
que  otra  cosa  pasase. 

Si  saben  que  D.  Francisco  Boil  es  hombre  de  baja  suerte, 
enemigo  capital  del  Almirante,  porque  estando  amancebado 
con  una  mujer  casada  le  reprendió,  y  porque  habiendo  llevado 
otra  á  su  casa,  se  la  hizo  echar;  y  porque  habiendo  pretendido 
entrar  en  servicio  del  Duque  de  Lerma  y  pedido  al  Almirante 
que  dijese  que  era  hijo  del  señor  de  Betera,  no  lo  quiso  hacer 
por  no  ser  así;  y  es  hombre  de  mal  vivir,  acostumbrado  á  hur- 
tar y  cometer  otros  delitos,  que  cuando  dijo  su  dicho  le  habia 
despedido  el  Almirante,  no  consintiendo  que  el  Duque  del  In- 
fantado le  recibiese  en  su  casa  y  servicio,  como  pretendía.  Y 
por  las  dichas  causas  tomó  tanto  odio  y  enemistad  al  Almi- 
rante, que  dijo  juraba  á  Dios  que  se  lo  habia  de  pagar  y  que 
le  habia  de  urdir  una  que  no  saliese  en  su  vida  de  ella,  y  le- 
vantarle un  testimonio,  aunque  supiese  meterse  en  el  infierno. 
Si  saben  que  Gabriel  de  Roy  está  mal  con  el   Almirante 
porque  no  se  fiaba  de  él  en  las  cosas  tocantes  á  Flandes,  y 
porque  éste  informaba  á  S.  M.  que  convenia  quitar  los  entre- 
tenimientos á  los  flamencos,  muchos  de  los  cuales  eran  parien- 
tes de  Roy,  el  cual  asimismo  es  hombre  fácil  que  se  toma  del 
vino. 

Si  saben  que  Bernabé  Hurtado  es  enemigo  del  Almirante 
porque  le  despidió  de  su  casa  á  causa  de  que  en  el  pleito  de 
Mondéjar  no  le  guardaba  secreto,  avisando  las  diligencias  que 
practicaba  á  la  parte  contraria,  en  especial  á  D.  Jusepe  Garri- 
do, su  cuñado,  y  agente  de  D.  Iñigo  de  Mendoza,  y  porque  en 
Flandes  no  le  consintió  tuviese  entretenimiento  de  S.  M.  ni 


5o6  A.    RODRÍGUEZ   VILLA 

<,btener  las  ganancias  que  otros  oficiales  hacían  por  ilícitos  ca- 

""  Si°sáben  que  Gabriel  de  Roy  fué  traído  preso  desde  los  Es- 
tados de  Flandes  á  España,  y  llegado  aquí  le  metieron  en  casa 
del  licenciado  Silva  de  Torres,  Alcalde  de  Corte,  donde  ha 
estado  y  está  en  prisión,  sin  oir  misa  ni  tener  ------- 

con  nadie;  y  en  la  misma  forma  está  también  preso  D  Pedro 
de  Mendoza,  y  en  casa  de  un  alguacil  Bernabé  Hurtado,  los 
cuales  cuanto  han  dicho  contra  el  Almirante  ha  sido  por  temor 
de  los  tormentos  y  por  diversas  sugestiones  que  les  han  hecho, 
trayéndoles  delante  á  Francisco  Buil,  diciendo  lo  que  no  sa- 

bian  ni  es  verdad. 

Si  saben  que  D.  Pedro  de  Mendoza  y  Cañizares,  que  tam- 
bién depuso  contra  el  Almirante,  es  persona  muy  imprudente, 
fácil,  mentiroso,  de  mala  lengua,  entrometido,  y  que  por  estas 
cualidades  y  su  desenvoltura  en  hablar  y  mentir,  ha  sido  mu- 
chas veces  reprendido  por  el  Almirante. 


21 

Auto  recibiendo  aprueba  el  proceso  del  Almirante. 

En  la  villa  de  Madrid,  á  30  dias  del  mes  de  Septiembre  de 
1600  años,  los  Sres.  Licenciado  D.  Diego  López  de  Ayala. 
D  Francisco  de  Contreras,  Pedro  de  Tapia  y  D.  Diego  de  Al- 
drete,  del  Consejo  de  S.  M.;  los  Licenciados  Silva  de  Torres 
V  Gregorio  López  Madera,  Alcaldes  de  su  casa  y  Corte,  jueces 
por  particular  comisión  de  S.  M.  del  negocio  de  D.  Francisco 
de  Mendoza,  Almirante  de  Aragón:  dixeron  que  hacían  y  hi- 
cieron cargo  al  dicho  Almirante  de  la  culpa  que  contra  el  re- 
sulta de  las  averiguaciones  sobre  esta  causa  hechas,  y  le  reci- 
bieron á  prueba  con  término  de  quince  dias,  y  que  la  forma  de 
darle  traslado  sea  darle  comunicación  de  la  acusación  contra 
él  puesta  por  el  fiscal  de  S.  M-,  y  del  proceso  en  esta  forma: 
que  el  dicho  Almirante  ó  el  Duque  del  Infantado,  que  tiene  su 
poder,  nombren  dos  ó  tres  abogados  para  su  defensa,  á  satis- 
facción de  los  dichos  señores,  los  cuales,  y  su  procurador,  ha- 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  6O7 

hiendo  jurado  de  guardar  secreto,  vean  la  dicha  acusación  y 
proceso  de  la  causa  en  casa  de  Juan  Gallo  de  Andrada,  escri- 
bano de  Cámara  de  S.  M.,  y  desta  causa  y  en  su  presencia,  y 
si  quisiere  el  Duque  del  Infantado  hallarse  presente  con  los 
abogados  y  procurador,  el  dicho  Juan  Gallo  de  Andrada  lleve 
el  dicho  proceso  á  casa  del  Duque,  y  en  su  presencia,  sin  de- 
jarle de  la  mano,  lo  vean,  y  si  quisiere  verlo  el  dicho  Almiran- 
te lo  lleve  á  San  Torcaz  el  dicho  Juan  Gallo,  3'  por  su  impe- 
dimento la  persona  que  los  dichos  señores  nombraren  para  que 
lo  vea  en  la  forma  ya  dicha.  Y  así  lo  proveyeron  y  mandaron. 


22 

Notas  del  procedimiento  criminal  seguido  en  el  proceso. 

D.  Francisco  Buyl  dixo  á  N.  que  la  causa  porque  el  Alcalde 
Silva  de  Torres  apretaba  tanto  en  lo  de  los  carteles,  era  por- 
que se  hallaba  atajado  que  habia  asegurado  al  Duque  (de  Ler- 
ma)  que  el  mismo  dia  y  á  la  misma  hora  habia  partido  N.  á 
Guadalajara,  teniendo  por  cierto  que  él  los  habia  puesto. 

Que  cuando  se  dio  tormento  estaba  presente,  ó  á  lo  menos 
oyéndolo  N. 

A  27  de  Abril  llegó  á  esta  Corte  Gabriel  (de  Roy)  después 
de  media  noche:  estuvo  en  la  huerta  de  Silva  de  Torres  hasta 
los  3  de  Mayo  siguiente.  En  10  del  mismo  le  llevó  á  una  sala 
donde  él  estaba  en  la  cama  con  dos  pares  de  grillos,  que  dicen 
de  la  vieja,  que  le  mandó  echar  el  dia  que  llegó,  y  hízole  cier- 
tas preguntas  acerca  de  unas  cartas  que  habia  escrito  al  Almi- 
rante cuando  estuvo  preso  en  Torrejon. 

Respondió  (Roy)  lo  que  le  ocurria  diciendo  verdad;  pero  el 
Alcalde  mandaba  escribir  lo  que  le  parecia  y  lo  hizo  firmar,  di- 
ciendo que  no  decia  verdad,  porque  abonaba  el  partido  del  Al- 
mirante, y  esto  con  tales  demostraciones,  que  obligó  á  decirle 
que  parecia  más  parte  que  juez 

El  preámbulo  que  el  Alcalde  hacia  antes  de  tomar  la  confe- 
sión era  que  no  tocaba  en  el  pelo  de  la  ropa  y  que  hombres 
muy  honrados  hablan  dicho  sus  dichos  y  no  estaban  arrepentí- 


6q8  a.  rodríguez  villa 
dos  dello,  y  otras  cosas  halagando  y  amenazando,  y  que  lo  que 
quería  saber  era  las  machinaciones  y  trazas  del  Almirante  y 
otras  palabras  preñadas  á  este  tono,  preguntando  qué  corres- 
pondencia tenia  el  Almirante  con  los  holandeses  y  con  el  Ar- 
chiduque y  que  no  habia  para  qué  callarlas 

A  las  nueve  de  la  noche  empezó  el  tormento  el  mismo  día,  y 
le  ataron  en  el  potro,  diciendo  que  no  se  le  acordaba  más  de  lo 
que  habia  dicho  y  que  mirase  que  era  caballero.  Respondió  el 
Alcalde  que  ya  se  habia  entendido  lo  que  él  queria  saber  y  que 
le  habia  de  decir  los  pensamientos  del  Almirante;  y  con  esto 
mandó  apretar  al  verdugo  de  manera  que  del  muslo  derecho 
reventó  la  sangre,  y  entonces  preguntó  quién  habia  puesto  los 
carteles;  respondió  que  no  lo  sabia,  y  entonces  empezó  el  tor- 
mento á  más  furia,  porque  le  dieron  más  vueltas.en  aquel  mus- 
lo y  pasó  al  izquierdo  y  á  las  piernas,  que  le  causó  tanto  do- 
lor, que  viéndose  expuesto  á  la  pasión  de  un  tal  hombre  que 
con  mandarle  enterrar  después  de  muerto  estaba  acabado,  no 
habiendo  quien  le  pidiese  su  muerte,  pidió  que  le  dejasen,  que 
diria  lo  que  se  acordase;  y  habiéndole  tenido  un  rato  así,  le 
mandó  quitar,  previniendo  que,  si  no  decia  cuanto  sabia,  ha- 
blan de  comenzar  de  nuevo  el  tormento. 


23 


Sentencia  sobre  el  orden  de  pago  de  las  deudas  del  Almirante 
de  Aragón. 

En  Madrid,  á  i6  Juho  1615,  el  Sr.  D.  Francisco  Mena  de 
Barrionuevo,  del  Consejo  de  S.  M.  y  del  de  Guerra,  caballe- 
ro de  Santiago  y  juez  de  los  negocios  del  Almirante  de  Aragón 
con  sus  acreedores,  habiendo  visto  el  pleito  que  es  entre  Don 
Juan  Hurtado  de  Mendoza,  Duque  del  Infantado,  y  D.  Cosme 
Centurión,  Marco  Antonio  Obada,  Jácome  Salvago,  Felipe  de 
Villadiego,  Alonso  de  Alfaro  y  Baltasar  Gómez  de  Mesa,  acree- 
dores á  los  bienes  y  hacienda  de  D.  Francisco  de  Mendoza, 
Almirante  de  Aragón,  de  la  una  parte;  y  el  dicho  Almirante  de 
la  otra,  sobre  que  cada  uno  de  los  dichos  acreedores  pretende 


D.    FRANCISCO    DE    MENDOZA  609 

ser  pagado  de  los  mrs.  y  deudas  que  el  dicho  Almirante  les 

debe mando  que  de  lo  procedido  y  que  procediese  en  la 

hacienda  del  dicho  Almirante  que  tiene  señalada  y  consignada 
para  pagar  sus  acreedores,  se  paguen  en  la  forma  y  por  la  or- 
den siguientes. 

(Siguen  los  nombres  de  los  citados  acreedores,  las  cantida- 
des que  les  debía  y  el  orden  por  el  que  ha  de  pagárseles,  sien- 
do el  primero  el  Duque  su  hermano,  y  así  sucesivamente.) 


24 


Poder  dado  por  el  presbítero  Almirante  de  Aragón  D.  Fran- 
cisco de  Mendoza,  estando  en  Guadalajara,  á  Miguel  Pérez 
Collado,  contador  de  S.  M.  y  vecino  de  Madrid,  para  que  re- 
ciba y  cobre  de  los  Sres.  Marcos,  Fúcar  y  Compañía,  residen- 
tes en  Madrid,  «los  dos  cuentos  y  ii.ooo  mrs.  que  por  S.  A. 
del  Príncipe  Alberto  se  me  han  librado  en  los  dichos  Fúcares 
por  la  razón  y  causa  que  en  la  libranza  se  refiere. » — 23  de  Julio 
de  1 617. 

35 

Retratos  del  Almirante  de  Aragón. 

El  retrato  de  D.  Francisco  de  Mendoza  que  va  colocado  al 
frente  de  este  estudio,  es  el  que  ha  parecido,  entre  los  varios 
que  de  él  se  conocen,  el  más  propio  y  adecuado  para  dar  idea 
de  su  figura  cuando  se  hallaba  en  Flandes,  año  de  1600,  en  el 
ocaso  de  su  vida.  Se  conserva  en  la  Sala  de  Estampas  de  la 
Biblioteca  Nacional:  está  tomado  del  retrato  al  óleo  que  pintó 
en  aquel  país  Pedro  Isac,  y  grabado  por  el  renombrado  Ma- 
tham. 

En  el  Atrium  heroicim,  editado  por  e  ilustre  calcógrafo  Do- 
minico Custode  (i),  hay  otro  retrato  del  Almirante  que  parece 

(1)     Augustíe  Vindelicorum,  1602. 

II  39 


5io  A-    RODRÍGUEZ    VILLA 

copiado  del  anterior.  Está  en  4.°  ovalado,  con  su  nonabre  en 
forma  de  orla,  y  al  pie  se  leen  grabados  estos  versos  latinos: 

Clarus  eras,  Mendoza,  domo  nec  inutilis  armis; 
Si  modo  Mars  sciret,  sorsque  tenere  modum. 

Y  en  caracteres  impresos  más  versos  igualmente  latinos. 

En  otros  grabados  copiados  de  cuadros  de  anterior  fecha,  se 
le  representa  más  joven,  con  larga  cabellera  y  vestido  de  ar- 
madura. 


FERMÍN  CA.NELLA  Y  SECADES 

D.  CARLOS  GONZÁLEZ   DE   POSADA 

(notas  bio- bibliográficas) 


Contados  escritores  asturianos  podrán  compararse  en 
diligente  estudio,  variada  erudición  y  trabajo  constante  al 
ilustre  prebendado  D.  Carlos  Benito  González  de  Posada 
y  Menéndez,  que  nació,  á  8  de  Agosto  de  1745,  en  la  vi- 
lla y  puerto  de  Candas  (Oviedo),  y  murió  en  Tarragona 
á  13  de  Marzo  de  183 1. 

Su  prolongada  ausencia  de  la  tierra  natal  y  las  vicisi- 
tudes de  su  vida  dieron  suerte  varia  á  sus  escritos,  que, 
por  circunstancias  especiales,  se  perdieron  ó  están  en  pa- 
rajes desconocidos  en  su  mayor  parte.  Por  esto  muy  prin- 
cipalmente, y  aprovechando  la  ocasión  grata  de  la  publi- 
cación de  este  libro,  ordeno  los  siguientes  apuntes  relati- 
vos á  tan  docto  publicista  para  anuncio  de  sus  obras  y 
deseada  recuperación  de  las  extraviadas. 

El  Sr.  González  de  Posada  fué  estudiante  en  la  Univer- 
sidad de  Oviedo,  donde  recibió  los  grados  de  Bachiller  en 
Artes  (1753)  y  en  Teología  (1767),  continuando  sus  estu- 
dios en  el  Convento  ovetense  de  Santo  Domingo  con  siete 
años  de  Teología  escolástica  de  Santo  Tomás,  siendo 
miembro  de  la  Academia  del  angélico  Maestro.  Allí  fué 
Fiscal  y  Consiliario;  también  en  la  Universidad,  y  sustitu- 
to además  de  las  cátedras  de  Prima  y  de  Sagrada  Escri- 
tura y  Regencia. 

Extinguida  la  Compañía  de  Jesús,  Carlos  III  reorga- 
nizó y  amplió  los  Estudios  de  San  Isidro  de  Madrid  en 
1770,  y  entonces  el  Sr.  González  de  Posada  se  presentó 
aspirante  á  cátedras  de  «Humanidades,»  firmándolas  opo- 
siciones de  las  de  «Rudimentos  de  Latinidad,»  «Preceptos 


gj,  F.    CANELLA    Y    SECADES 

de  Sintaxis»  yde  «Buena  versión  y  propiedad  latinas,»  co- 
nloa sus  tres  respectivas  «Pasantías. »  alcanzando  la segun- 
r    e  diehas  cátedras  (X77X)  con  el  sueldo  de  3oo  ducado. 
Durante  su  permanencia  en  la  corte  comenzó  Posada 
á  sí^aTarseporsu  pasmosa  laboriosidad,  y  comenzó  á  reu- 
Í,h  lo    mater.ales  de  su  interesante  BrUioieca  Asiunana^^ 
.e  cuando  se  publicó  fué  sin  el  nombre  de  su  au  or  c  mo 
después  se  vem  (■).  En  1773  rem.t.o  a  Jo-^^--^  P^¡^ 
cjuirn  tuvo  siempre  cordial  am.stad  y  f^'l^f^^^ 
Clon     que   resplandece  en  su  correspondencia,  un  Poema 
ZeírLo  Jpoeias  asiunanos  (MS   de  500  vei.os  end  - 
casílabos),  imitación  del   «L-iel  de  Apo  o„  d     L  pe    e 
Vega  y  de  los  cantos  d»,l  Tuna  y  de  Caliope,  trabajo  hoy 
desconocido  y  que,  poniendo  aparte  exageraciones  d    amo 
local    debió  ser  obra  de  datos  curiosos,  digna  de    os  elo 
git'd     insigne  D.  Gaspar.  Este  le  animó  al  cu  t.vo 
I  poesía  dándole  conseps  é  instrucciones    q"     -    es- 

ios  [V.  ^on  nnn7ález  de  Posada  una  obra 

escribió  asimismo  el  Si.  üonzaiez 
dramática,  que  no  se  sabe  dónde  para. 

De  su  expediente  en  San  Isidro  resulta  que  en  1772 
asista  á  las  cátedras  de  Hebreo,  y  que  en  X774  Y  -guíe- 
nte corrector  y  anotador  de  las  e^.-^s  de  « A^^^^^^^^^ 
Latinos  «  publicadas  por  la  Compama  de  Impiesores  y 
LÍliers.  Apareció  á  la  sazón  un  Ensayo  .U  buena  ver.on 

,  ^     Fl  sabio  Canónigo  de  Oviedo  y  Murcia,  D.  Pedro  A.  de  To- 
González  Posada .  Posada  de  22  de  Oc- 

sias  del  Sr.  González  Posada?  _ 


D.    CARLOS   GONZÁLEZ   DE    POSADA.  613 

en  prosa  y  verso  de  latín  á  castellano  (Madrid,  en  la  im- 
prenta de  Antonio  Fernández,  año  de  lyyS),  figurando  es- 
crita por  D.  Alejandro  Gómez;  «pero  el  verdadero  autor, 
se  dice  en  la  Biblioteca  Asturiana,  es  D.  Carlos  González  de 
Posada,  asturiano,  que  se  entreteníaen  honrar  á  D.  Alejan- 
dro... Resulta  igualmente  que  el  Sr.  Posada  tradujo  al  cas- 
tellano una  notable  Gramática  latina,  de  autor  desconoci- 
do, y  el  tomo  de  la  Lógica  de  las  «Recreaciones  filosóficas» 
del  P.  Almeida  (O,  probablemente  cuando  vivía  en  estrecha 
amistad  con  el  paisano  D.  Juan  Antonio  González  Valdés, 
de  Tineo,  preceptor  después  del  famoso  Conde  de  Toreno 
y  Director  de  la  Real  Academia  de  Latinidad  de  Madrid; 
«uno  de  los  mejores  latinos  que  conozco,»  dice  con  íntima 
complacencia  en  varios  artículos  de  la  mencionada  Biblio- 
teca Asturiana.  En  funerario  acuerdo  capitular  de  Tarra- 
gona se  consigna  que  el  Sr.  González  de  Posada   publi- 
có las  Elegías  de  Ovidio  con  comentarios;  pero  debe  ser  la 
edición  anotada  del  poeta  sulmonense  en  la  colección  de  la 
referida  Compañía  de  Impresores.  También  de  su  profe- 
sorado en  San  Isidro  debió  ser  la  disertación,  El  dipton- 
go M  se  usó  entre  los  romanos,  lo  mismo  en  los  mejores  si- 
glos de  su  Imperio  qne  en  los  de  la  República  (MS.),  de  que 
no  se  tiene  más  noticia;  y  no  se  sabe  cuándo  escribió  el 
pasatiempo  Disertación  en  que  se  pretende  probar  que  es  su- 
perstición decir  «Dominus  tec:tm«  al  que  estornuda,  que  hoy 
estimarían  los  cultivadores  del  llamado  «saber  popular.» 
Para  fijar  su  destino  y  vocación,  D.  Carlos  González  de 
Posada  obtuvo  los  grados  mayores  de  Teología  en  Alcalá 
y  Avila,  y  en  esta  diócesis  recibió  las  Sagradas  Ordenes, 
consagrándose  al  divino  ministerio.  Con  tal  carácter  aspi- 
ró á  la  obtención  de  un  beneficio  eclesiástico  en  Asturias, 
que  le  permitiera  vivir  en  su  provincia  amada  para  mejor 
cultivar  el  estudio  de  su  pasado,  que  fué  su  preferente 
afición.  Con  él  lo  deseaba  Jovellanos,  que  no  logró  valerle 

(i)     Véase  Biblioteca  Asturiana  (impresa  ea   1865),  columnas 
3Q7  y  416,  tomo  1. 


6]  4  F-    CANELLA   Y    SECADES 

después  con  relaciones  ni  con  propia  disposición  cuanda 
su  breve  paso  por  el  Ministerio  de  Gracia  y  Justicia;  mas 
Campomanes,  que  no  fué  protector  muy  decidido,  fué 
probablemente  quien  alcanzó  para  el  Sr.  Posada  el  nom- 
bramiento de  Magistral  de  Ibiza  en  1788,  á  poco  de  eri- 
gida la  pequeña  diócesis,  con  prebenda  de  Real  orden  en 
aquella  ocasión,  aunque  sujeto  á  un  examen  posterior  el 
agraciado. 

Tomó  en  seguida  posesión,  y  se  distinguió,  como  era  de 
esperar,  en  aquel  Cabildo.  Fué  Vicario  capitular  y  Go- 
bernador diocesano;  publicó  deseados  edictos  disciplina- 
rios; estudió  el  Archivo  de  la  Iglesia;  reorganizó  la  ago- 
nizante Academia  de  Moral;  fué  severo  y  enérgico  mante- 
nedor de  su  autoridad  en  competencia  con  la  civil,  á  ¡a  que 
hizo  reconocer  los  derechos  de  la  suya  eclesiástica,  y  pro- 
nunció el  Elogio  fúnebre  de  Carlos  III.  De  su  breve  per- 
manencia en  la  tierra  balear  dejó  como  memoria  la  Des- 
cripción de  la  isla  de  Ibiza  (MS.),  completando  la  «Breve 
noticia  del  Estado  natural,  civil,  militar  y  político  que 
hoy  tiene  la  isla  de  Ibiza  y  de  Formentera  con  sus  adya- 
centes,» redactada  por  su  primer  Obispo  el  Sr.  Abad,  para 
lo  que  el  Magistral  asturiano  escribió  además  unas  Adi- 
ciones á  la  Relación  {^\^.)  del  Prelado,  trabajos  que  se 
hallan  en  la  Academia  de  la  Historia. 

Gestionaba  Jovellanos  con  el  ovetense  Pastor  Sr.  Llano- 
Ponte  una  colocación  en  su  Cabildo  para  el  estimado  Don 
Carlos  González  de  Posada,  que  en  1792  solamente  logró 
ser  piomovido  á  una  Canongía  de  la  Iglesia  metropolita- 
na de  Tarragona,  de  cuyo  Senado  capitular  fué  Secreta- 
rio en  1797,  cuando  todavía  suspiraba  por  un   «simple» 
que  le  permitiera  vivir  modestamente  en  su  humilde  pa- 
tria de  Candas;  mas  continuó  en  la  capital  tarraconense, 
donde  brilló  por  su  ilustración  y  por  su  iniciativa.  Su  lar- 
ga estancia  en  aquel  país  y  su  decidida  afición  al  estudio, 
le  hicieron  acabado  conocedor  de  la  historia  del  Prmcipa- 
do,  como  se  manifiesta  en  las  cartas,  en  su  cooperación  al 
Sr.  Corminas  para  el  «Suplemento  al  Diccionario  de  Es- 


D.    CARLOS    GONZÁLEZ   DE   POSADA  615 

critores  catalanes»  del  Sr.  Torres  Amat,  y  en  su  interés  por 
aquellas  antigüedades,  que  acreditó  en  estimables  obras, 
hoy  en  desconocido  paradero,  como  Noticia  histórica  de  la 
Santa  Iglesia  de  Tarragona  (MS.,  1802,  por  encargo  del 
Infante  D.  Antonio  y  que  entregó  al  arzobispo  Sr.  Mon); 
Diseños  del  Templo  de  Augusto  en  Tarragona  (MS.,  1826); 
Historia  documentada  de  la  traslación  de  la  reliquia  de  Santa 
Tecla  desde  el  Convento  de  Capuchinos  de  Sarria  (MS.,  1814). 
Referencias  autorizadas  de  la  ciudad  arzobispal  mencio- 
nan una  inscripción  sepulcral  hebrea  de  la  calle  de  las  Es- 
cribanías Viejas,  descifrada  por  el  Sr.  González  de  Posada, 
acreditándole  de  anticuario  estudioso,  como  sus  otros  tra- 
bajos Colección  de  barros  con  marcas  de  sus  artífices  (MS., 
i8o3),  con  234  marcas,  que  amplió  en  «Disertación»  de 
más  empeño  sobre  Marcas  y  sellos  de  barros  egipcios,  grie- 
gos y  romanos  y  Alfarerías  (MS.,  1807),  con  láminas  dibu- 
jadas por  F.  Miralles,  que  remitió  á  la  Academia  de  la 
Historia.  Esta  producción  está  escrita  con  mucha  erudi- 
ción y  manifiesta  ser  muy  numerosa  la  colección  de  barros 
que  poseía  el  escritor  asturiano,  interesado  en  tales  estu- 
dios por  otra  obra  anterior,  «Diálogo  sobre  los  barros  an- 
tiguos de  Tarragona, »  del  Canónigo  Sr.  Foguet,  en  com- 
petencia, dice  Posada,  al  del  Conde  de  Lumiares  para  dis- 
tinguir los  barros  tarraconenses  y  de  Murviedro  por  el 
corriente  error  de  llamar  saguntinos  á  todos  los  barros  ro- 
manos. 

Como  acontece  con  los  principales  estudios  del  erudito 
capitular,  á  éstos  de  antigua  cerámica  se  refiere  Jovella- 
nos  en  varias  de  sus  cartas  (0;  pero  con  más  detenimien- 
to y  más  conocimiento  de  causa  á  los  de  numismática,  en 
que  también  mostró  su  pericia  el  Sr.  González  de  Posada: 
Catálogo  de  españoles  dados  á  la  numismática  y  que  poseye- 
ron monetarios  desde  D.  Alfonso  V  de  Aragón  hasta  el  día 


(i)  De  6  de  Marzo  de  1806  y  3  de  Septiembre  de  1807.  (Obras 
de  Jovellancs  coleccionadas  por  el  Sr.  Nocedal  en  la  edición  de 
Rivadeneyra,  tomo  II.) 


5i6  F.    CANELLA    V    SECADES 

de  hoy  (MS.,  1804).  Sobre  esta  materia  disertó  también 
D.  Gaspar  con  su  entrañable  amigo  (O,  no  contento  con  el 
«Catálogo,»  y  deseando  más  bien  una  «Memoria  histó- 
rica» ó  una  «Biblioteca  numismático -española»  para 
la  que  anima  á  su  paisano  con  un  plan  completo,  fuentes 
y  observaciones,  recibidas  por  el  canónigo  con  acatamien- 
to, disponiéndose,  al  parecer,  á  tal  empresa.  Se  ignora  si 
lo'realizó,  ampliando  el  Ensayo,  que  debe  estar  en  la  Aca- 
demia de  la  Historia,  á  donde  fué  remitido  por  el  autor; 
mas  no  le  menciona  el  Sr.  Rada. 

Posada  promovió  en  1801,  en  unión  del  Capitán  de  na- 
vio Sr.  Smith  y  el  General-Gobernador  Ibáñez,  una  Escue- 
la pública  y  gratuita  de  Dibujo  en  Tarragona,  y  en  la  pri- 
mera y  solemne  distribución  de  premios  leyó  un  discurso 
en  ALÚanza  del  Dibujo,  resistiendo  modestamente  su  im- 
presión acordada  por  todos  los  más  notables  de  la  ciu- 
dad; y  otro  tanto  aconteció  en  la  Junta  pública  de  1807, 
par¡  la  que  escribió  otro  discurso  sobre  la  Necesidad  del  es- 
tudio de  la  Arquitectura.   Por  méritos  de  antigüedad  fué 
promovido  en  1814  á  la  dignidad  de  Enfermero  y  Admi- 
nistrador'del  Hospital  de  San  Pablo  de  la  Iglesia  Metro- 
politana,  falleciendo   en   su  desempeño  bajo  testamento 
otorgado  en  1826  con  piadosas  y  humildes  disposiciones 
y  recuerdos  de  libros,  pinturas,  esculturas  y  alhajas  á  va- 
rios amigos;  pero  el  resto  de  tan  importante  herencia  que- 
dó para  muy  reservada  inversión  por  el  Dr.  Vázquez. 

Con  ser  tantos  los  merecimientos  apuntados,  la  signi-- 
ficación  principal  de  D.  Carlos  González  de  Posada  es  para 
los  amantes  de  la  historia  del  Principado,  por  el  afán  con 
que  aquel  hijo  ausente— que  en  ocasiones  contadas  volvió  á 
visitar  la  tierra  de  sus  afecciones— se  dedicó  preferente- 

(O  Cartas  de  31  de  Enero  (hermosa  epístola  latina),  3  y  21  de 
Junio,  10  de  Julio.  2  y  18  de  Agosto  y  .5  de  Septiembre  de  1805; 
10  de  Abril  y  3  de  Mayo  de  1806.  (Obras  de  Jovellanos  colecciona- 
das por  el  Sr.  Nocedal.)  En  ésta  y  otras  cartas  se  deduce  que  el 
Sr.  González  de  Posada  tenía  ricas  colecciones  de  monedas,  de 
barros  antiguos  y  de  moluscos. 


D.    CARLOS    GONZÁLEZ    DE    POSA.DA  617 

mente  á  ilustrar  el  pasado  de  Asturias  con  repetidos  es- 
critos, casi  todos  desconocidos,  cual  acontece  con  los  enu- 
merados. 

El  Municipio  y  pueblo  nativos  le  merecieron,  con  amor 
nunca  amortiguado,  especial  interés,  demostrado  en  las 
siguientes  Memorias:  Historia  de  la  villa  de  Candas  en  As- 
turias y  de  su  Concejo  de  Carreña,  que  son  doce  parroquias 
(MS.  del  que  dice  el  autor  «que  en  él  no  fué  tan  desgra- 
ciado como  en  otras  cosas  suyas,  pues  se  sacaron  muchas 
copias  de  esta  obra»);  Noticia  de  los  autores  de  todo  lo  artís- 
tico de  ¡aparroquia  de  Candas  (MS.);  Disertación  probando  ser 
fabulosa  la  aparición  del  Santo  Cristo  de  Candas,  que  se  supo- 
ne hallado  en  una  sepidtura  déla  misma  iglesia  (MS.),  y  No- 
ticia de  la  vida  y  muerte  d^  D.  Domingo  García  Linares, 
sacerdote  ejemplar  de  la  villa  de  Candas,  en  1782  (MS.)  En 
la  correspondencia  tantas  veces  mencionada  se  puede  ver 
cómo  Jovellanos  contenía  ios  desbordamientos  patrióticos 
del  Sr.  Posada  en  noticias  varias  de  aquella  región,  del 
santuario  famoso — cuya  estampa  del  Santísimo  Cristo 
hizo  grabar  D.  Carlos, — y  en  no  pocas  referencias  de  Pé- 
rez Valdés,  el  originalísimo  Botánico  (0. 

El  vecino  Concejo  de  Gozón,  en  día  lejano  confundido 
probablemente  con  el  de  Carreño,  le  debió  dos  Memorias: 
Disertación  histérico-crítica  sobre  la  verdadera  situación  del 
castillo  de  Gozón,  en  el  territorio  llamado  Raíces,  inmediato 
á  la  villa  de  Aviles,  contra  todos  los  historiadores  que  en  vano 
■  se  empeñan  en  colocarle  en  el  cabo  de  Peñas,  muy  distante  de  . 
la  mencionada  villa  (MS.);  y  la  Inscripción  descubierta  en  el 
pórtico  de  la  iglesia  del  lugar  de  Eres,  Concejo  de  Gijón, 
Obispado  de  Oviedo  (MS.) 

Y  de  carácter  más  general  son  las  monografías:  Del  lino 
en  Asturias  en  tiempo  de  los  romanos  (MS.),   y  el  Discurso 


(1)  D.  Benito  Pérez  Valdés,  de  Candas,  naturalista,  humanis- 
ta, poeta  patriótico,  hombre  de  singulares  y  estrafalarias  costum- 
bres; de  él  se  refieren  curiosísimas  anécdotas  con  las  que  pudiera 
formarse  interesante  biogralía. 


6l8  F.    CANELLA    Y    SECADES 

histórico  sobre  la  parte  que  tuvieron  los  asturianos  en  las  glo' 
Has  de  V.  Palafox  siendo  Obispo  de  la  Puebla  de  los  Angeles 
(MS.  dedicado  al  Rmo.  Sr.  D.  Francisco  Fabián  y  Tue- 
ro, Arzobispo  de  Valencia). 

No  es  inoportuno  intercalar  aquí  la  referencia  repetida 
que  Jovellanos  y  Posada,  unidos  por  el  amor  á  la  patria 
y  al  estudio,  hacen  de  dos  autores  con  frecuencia  mencio- 
nados en  la  historia  de  la  Edad  Media,  Custodio  y  el  Abad 
D.  Diego,  cuyas  personalidades  y  no  depurados  escritos 
merecían  disquisición  especial  para  fijar  su  significación  y 
veracidad  en  ios  astúricos  anales  (0. 

¿Dejó  también  el  Sr.  Posada  papeles  y  apuntes  de  «Geo- 
grafía asturiana,»  á  que  le  inclinó  su  celebérrimo  amigo 
por  él  tan  respetado?  Todo  parece  probable— aunque  no 
se  conocen — en  quien  pasó  más  de  medio  siglo  acopiando 
materiales  asturianos,  si  bien  fueron  por  él  preferidos  los 
de  biografía,  bibliografía  y  filología  provinciales,  que  son 
sus  trabajos  más  interesantes.  Las  obras  de  las  dos  prime- 
ras materias  fueron  impresas;  y  rastreando  el  paradero  de 
la  tercera,  nada  pude  alcanzar  hasta  ahora,  dudando  si  ha 
sido  destruida  en  todo  ó  en  parte,  ó  si  está  simplemente 
extraviada. 

Aparecieron  primeramente  las  Memorias  históricas  del 
Principado  de  Asturias  y  Obispado  de  Oviedo  (tomo  I,  con 
licencia:  Tarragona.  Por  Pedro  Cañáis,  1794:  4.°,  421 
páginas  y  10  de  índice),  y  es  el  comienzo  de  un  Dic- 
cionario biográfico  de  asturianos  que  solamente  compren- 
dió la  letra  A.  Jovellanos  llamó  pegarada  (O  á  la  empre- 
sa, que  criticó  con  acritud  en  él  desusada,  diciendo  que 
no  correspondía  el  título  de  la  obra  al  contenido;  que  en 
la  dedicatoria  del  Santísimo  Cristo  de  Candas  era  cues- 

(i)  Véanse  cartas  de  Jovellanos  á  Posada  de  6  de  Julio  y  7  de 
Agosto  de  1783,  y  Biblioteca  Asturiana  de  Posada,  pág.  408. 

(2)  Pegarada  (de  pega;  en  dialecto  asturiano,  urraca  picaza). 
Y  dice  el  Sr,  Posada:  <  Como  yo  recogía  noticias  para  mi  obra  (Me- 
morias históricas),  á  imitación  de  \a  pega  6  urraca  avarienta,  Pon 
Gaspar  Wama  pegarada  á  mi  colección.» 


D.  CARLOS  GONZÁLEZ  DE  POSADA         619 

tionable  el  milagro  que  refería;  que  la  carta-prólogo  de 
Campomanes  resultaba  insignificante  é  insulsa;  pero  alaba 
el  estilo  puro,  perspicuo  y  conveniente  á  la  materia,  tra- 
tada con  imparcialidad,  aunque  no  exenta  de  candor  histó- 
rico. Ensalza,  además,  la  diligencia,  mucha  lectura  y  celo 
por  nuestra  gloria,  si  bien,  añade,  «hay  cosas  que,  á  mi 
juicio,  debieran  omitirse:  muchos  nombres  no  dignos  de 
memoria  y  que  los  amigos  de  usted  le  aconsejaron  en 
vano  que  escardase  de  tan  copiosa  sementera;  golillas 
obscuros,  frailes  gotosos,  monjes,  alcaldes  mayores  y  ca- 
balleros sin  mérito  ni  fama.»  Ciertamente,  pecó  de  pro- 
lijo el  buen  González  de  Posada  con  numerosos  artículos 
de  gente  de  poco  bulto,  y  á  continuar  por  igual  camino, 
no  es  fácil  indicar  cuántos  volúmenes  llevaría  á  las  pren- 
sas tarraconenses,  aunque,  á  veces,  abrillantaran  sus  pá- 
ginas artículos  tan  excelentes  como  los  de  Alfonso  de  Proa- 
za,  Alonso  de  Quintanilla,  Alonso  de  Navia  Osorio  y  Vigil, 
famoso  Marqués  de  Santa  Cruz  de  Marcenado,  el  Carde- 
nal Alvaro  de  Cienfuegos  y  Antonio  González  Reguera  ó 
«Antón  de  Marirreguera.»  No  tuvo  la  obra  la  aceptación 
esperada  por  su  autor,  doliéndose  que  Jovellanos  no  la 
hubiera  corregido  en  los  originales;  y  tal  vez  por  esto  le 
faltaron  alientos  para  proseguirla  y  abandonó  la  labor  ini- 
ciada en  1772,  desde  cuando  reunía  datos  con  que  forma- 
ba numerosas  papeletas  (0.  Por  presente,  que  estimo  en 
lo  mucho  que  vale,  conservo  intonso  entre  mis  libros  el 
ejemplar  de  las  Memorias  históricas,  de  uso  del  Sr.  Po- 
sada, de  grandes  márgenes,  y  avalorado  con  autógrafas 
apostillas  de  D.  Carlos  en  que  corregía  y  adicionaba  su 
obra  con  98  aclaraciones  y  38  artículos  inéditos  ó  nue- 
vos, por  donde  resulta  tenía  preparado  para  la  prensa  el 


(i)     a  las  Memorias  históricas  se  refieren  lascarías  de  Jovella- 
nos á  Posada  de  10  de  Enero,  5  de  Febrero  y  Septiembre  de  1791; 
7  de  Julio  y  3  de  Septiembre  de  1792;  Septiembre  de  1793,  y  17  de 
Enero  y  10  de  Marzo  (ésta  de  muy  notable  crítica)  de  1795.  (Obras, 
de  Jovellanos  coleccionadas  por  el  Sr.  Nocedal,  tomo  II.) 


(520  F-    CANELLA    Y    SECADES 

tomo  II,  cjue  comprendía,   cuando   menos,   hasta  la  le- 
tra D. 

Díjose  que  en  1811,  cuando  la  heroica  defensa  de  Ta- 
rragona, sitiada  y  casi  destruida  por  los  franceses  manda- 
dos por  Suchet,  huyó  el  asturiano  canónigo  de  la  ciudad— 
á  semejanza  del  erudito  prebendado  de  Gerona,  Sr.  Ferra- 
gut,  en  el  «Episodio  Nacional»  del  Sr.  Pérez  Galdós,— y 
que  en  aquellos  luctuosos  días  fueron  pasto  de  las  llamas 
ó  desparramados  y  destruidos  muchos  objetos  arqueológi- 
cos del  Sr.  Posada,  entre  éstos  las  papeletas  bio-bibliográ- 
ficas  asturianas,  si  bien  en  poder  de  diligentes  bibliófilos 
de  la  provincia  hay  copia  de  algunas  que  no  son  de  im- 
portancia. 

Más  subida  la  tiene  un  libro  (MS.,  1782),  donde  el  doc- 
to escritor  fijaba  en  extracto,  cuando  no  con  bastante  ex- 
tensión, noticias  biográficas  con  citas  de  fuentes  impresas 
y  diplomáticas.  Titúlase  Catálogo  Astur  y  es  todo  autó- 
grafo del  mismo  Sr.  Posada,  en  ejemplar  con  que  también 
fui  favorecido  por  fineza  muy  agradecida.  Forma  un  tomo 
en  4.°  de  274  páginas  de  letra  muy  metida,  con  ocho  catá- 
logos de  asturianos:  Obispos;  insignes  Abades  y  Consagra- 
dos; Inquisidores  y  Auditores  de  la  Rota;  Togados;   Go- 
bernadores, Corregidores,  Intendentes  del  Ejército  Real 
y  Real  Hacienda  y  otros  del  Consejo  Real  que  no  fueron 
Togados;  Prelados  generales  y  provinciales  de  las  Orde- 
nes militares  y  regulares;  y  de  los  Ricos-homes,  Palacie- 
gos, Embajadores,  Grandes,  etc.,  que  constituyen  55;  ar- 
tículos inéditos  con  más  99  ya  comprendidos  en  el  tomo  I, 
impreso.  Este  manuscrito  es  de  su^o  interés  para  la  his- 
toria provincial. 

Parte  primera  del  Catálogo  Astur  debió  ser  un  Catalogo 
de  Escritores  ó  la  Biblioteca  Asturiana,  trabajo  al  que  se 
refiere  varias  veces  en  aquél  cuando  los  artículos  de  astu- 
rianos distinguidos  que,  además  de  los  méritos  ó  preemi- 
nencias indicadas,  merecen  noticias  bibliográficas.  Esta 
Biblioteca  Asturiana,  comprensiva  de  229  artículos  de  ta- 
les asturianos  autores  de  toda  clase  de  hbros,  fué  pubh- 


D.    CARLOS    GONZÁLEZ    DE    FOSADA  62I 

cada,  como  es  sabido  (i).  El  Sr.  Fuertes  Acevedo  duda 
sin  motivo  alguno  de  fundamento  de  la  paternidad  de  la 
Biblioteca,  «que  algunos,  escribe,  atribuyen    al   canónigo 
Posada,  considerándola  como  continuación  de  las  Memo- 
rias históricas;  pero  nosotros  creemos  que  es  obra  del  mis- 
mo Conde  de  Campomanes.»  Nada  menos  cierto.  Ni  la 
manera  de  referirse  aquél  á  Asturias  en  el  artículo  de  Al- 
fonso de  Proaza  de  las  Memorias,  ni  el  modo  de  mencio- 
nar á  Alejandro  Gómez,  á  Jovellanos,   á  Inguanzo  y  á 
otros  contemporáneos  en  la  Biblioteca, lo  indican;  y  s\  «nada 
dice  de  Campomanes,»  ninguno  de  estos  reparos  de  Fuer- 
tes es  de  peso.  Antes  bien,  la  Biblioteca  {2)  contiene  en  mu- 
chas partes  numerosas  noticias  personales  del  mismo  señor 
González  de  Posada.  Aparece  tomada  en  la  edición  del  Ga- 
llardo de  un  «MS.  en  4.°  escrito  por  los  años  de  1782  con 
señas  de  original»  (igual  que  mi  Catálogo  Asttir),  de  la  bi- 
blioteca de  Campomanes;  y  nada  extraño  es  que  el  autor, 
cuando  andaba  por  Madrid  y  mucho  esperaba  del  Fiscal  del 
Consejo  de  Castilla,  en  poder  de  éste  lo  dejara,  y  el  Conde 
pudo  suprimir  después  su  artículo  bibliográfico,  al  que  Po- 
sada se  refiere  al  folio  62  del  repetido  Catálogo  Astitr,  di- 
ciendo: «Del  Conde  de  Campomanes  hemos  tratado  en  la 
Biblioteca  Asturiana.»  Y  extraña  el  Sr.  Fuertes  que  el  ma- 
nuscrito de  ésta  fuese  á  parar  á  la  librería  del  Gobernador 
del  Consejo  después  del  saco  de  Tarragona  en  1811,  cuan- 
do aquél  había  fallecido  en  i8o3;  cosa  fácil  de  explicar, 
porque  lo  tuvo  en  vida,  quizás  desde  cuando  el  Catedráti- 

(i)  En  el  «Ensayo  de  una  Biblioteca  española)  de  libros  raros 
y  curiosos,  formado  con  los  apuntamientos  de  D.  Bartolomé  José 
Gallardo,  coordinados  y  aumentados  por  D.  M.  R.  Zarco  del  Valle 
y  D.  J.  Sancho  Rayón.  Obra  premiada  por  la  Biblioteca  Nacional: 
Madrid,  ¡863,  tomo  I,  páginas-columnas  395  y  siguientes. 

(2)  Véase  en  el  citado  Ensaco,  etc.,  la  Biblioteca  Asturiana, 
páginas-columnas  400,  402,  405,  413,  425,  427,  433,  434,  435,  438 
y  444  en  los  artículos  Bernaldo  Quirós,  Marirreguera,  Omaña, 
Benavides,  González  Villar,  Pérez  Villamil,  Torano,  Candamo, 
Inguanzo,  Oviedo  y  Portal,  Peñerúes,  etc. 


522  F-    CANELLA    Y    SECADES 

co  de  San  Isidro,  Magistral  de  Ibiza  y  Canónigo  de  Ta- 
rragona, andaba  por  Madrid  deseando  un  acomodamiento 
en  Asturias,  que  principalmente  esperaba  de  su  sabio  pai- 
sano el  Director  de  la  Academia  de  la  Historia,  por  quien 
González  de  Posada  fué  propuesto  para  Académico  corres- 
pondiente en  1789.  Como  el  Caidlogo  Astur.  es,  pues,  sin 
duda  alguna,  la  Biblioteca  Astariand  obra  del  ilustre  hijo 
de  Candas.  Otros  manuscritos  de  éste  tal  vez  pudieran  en- 
contrarse en  la  oculta  librería  y  colección  de  papeles  de 
Campomanes. 

Mas  no  allí  ni  en  los  de  Jovellanos,  aunque  sufrieron 
tantos  extravíos  y  pérdidas,  debe  estar  el  más  preciado  tra- 
bajo del  Capitular  de  Tarragona.  Me  refiero  á  su  Diccio- 
nario de  Etimologías  del  idioma  de  Astiwias  (MS.  en  folio .  425 
páginas  con  800  artículos  y  I25  autores  que  se  citan), 
obra  que  seriamente  principió  á  trabajar  el  Sr.  Posada  en 
1801  cuando  con  el  insigne  gijonés  trataba  de  fundar  la 
Academia  Asturiana,  uno  de  cuyos  principales  cometidos 
había  de  ser  un  «Diccionario  del  bable,»  dialecto  del  que 
se  encuentran  curiosas  noticias  é  instrucciones  en  la  men- 
cionada correspondencia  de  los  dos  paisanos  (1).  D.  Gaspar 
animaba  uno  y  otro  día  á  D.  Carlos  para  el  estudio  de  las 

(i)  Cartas  de  Septiembre  y  26  de  Octubre  de  1793;  14  de  Ene- 
ro  de  1801,  con  la  notable  instrucción  para  el  Diccionario  asturia- 
no; 26  de  Abril  de  1804;  25  de  Mayo,  21  de  Julio,  26  de  Agosto, 
26  de  Octubre,  5  y^o  de  Diciembre  de  1805:  5  de  Mayo,  5  de  Fe- 
brero, 31  de  Marzo  y  9  de  Mayo  de  1806.  ÍObras  de  Jovellanos  co- 
leccio'nadas  por  Nocedal,  tomo  II.)  Esta  correspondencia  es  abun- 
dantísima en  toda  clase  de  datos  asturianos  y  de  otros  de  amena 
literatura.  Fué  también  bálsamo  consolador  para  Jovellanos  cuan- 
do su  prisión  en  Palma  de  Mallorca,  donde,  burlando  los  carcele- 
ros, escribía  y  recibía  alguna  carta  con  toda  clase  de  precauciones 
en  letras  y  firmas.  Para  éstas  acudía  el  infeliz  desterrado  á  sus  fie- 
les servidores  ó  á  nombres  supuestos,  tomados  de  los  queridos  lu- 
gares de  Asturias.  Posada  firmaba  Pedro  Cadaalso,  anagrama  de 
Carlos  de  Posada,  ó  ya  Laureano,  Patricio  de  Garreiio,  Juan  de 
Antrellusa.  Pedro  de  Condres,  de  Perán,  de  Coyanca,  Abono,  An- 
tromero,  etc. 


D.    CARLOS    GONZÁLEZ    DE    POSADA  623 

«etimologías»  de  vocablos  provinciales,  dando  más  impor- 
tancia á  estos  trabajos  que  á  los  referidos  de  cerámica  y 
numismática.  Cuando  falleció  el  erudito  Enfermero  ta- 
rraconense, dejó  la  obra  filológica  como  terminada  ó  poco 
menos,  y  es  posible  que  fuese  el  complemento  de  su  Dis- 
curso sobre  los  orígenes  del  dialecto  de  Asturias  (MS.,  ijgS). 
Dice  en  su  testamento:  «A  mi  sobrino  el  Coronel  D.  Car- 
los González  Llanos  lego  todas  mis  obras  manuscritas,  ex- 
cepto las  Etimologías  del  idioma  de  Asturias;»  y  más  ade- 
lante dispone:  «Al  Dr.  Vázquez  la  estatua  del  Crucifica- 
do de  mi  oratorio  y  el  libro  que  yo  hice  de  las  Etimologías 
de  voces  de  Asturias.  i> 

Fué  D.  Manuel  Vázquez  Estrada,  asturiano,  paje  del 
Sr.  Posada  en  Tarragona;  con  su  protección  graduado  en 
Palma  de  Mallorca  en  i8o5  por  su  favor  Prebendero  de 
la  parroquial  iglesia  de  la  villa  de  Reus  en  1806,  y  quien 
cuando,  con  el  último  suspiro  de  su  señor,  recibió  en  car- 
ta reservada  comisión  de  cumplir  la  voluntad  postrera  de 
aquél  «con  el  sigilo  que  le  tenía  encomendado  para  obrar 
libre  é  independiente  de  los  demás  albaceas, »  dignidades 
de  la  Catedral.  El  Prebendado  de  Reus  tuvo  así  el  pre- 
ciado manuscrito  con  estudios  análogos  á  los  de  Jovella- 
nos,  que  conservaba  D.  Alejandrino  Menéndez  de  Luar- 
ca,  y  á  los  que  D.  José  Caveda  dio  á  conocer  en  la  Real 
Academia  Española.  Cuando,  pasada  la  primera  guerra 
civil  de  España,  el  General  González  Llanos  pasó  á  Ta- 
rragona para  enterarse  de  lo  que  pudiera  convenirle  en 
la  herencia  de  su  tío,  sólo  pudo  recoger  manuscritos  sin 
importancia,  algunos  volúmenes  y  el  notable  ejemplar 
adicionado  de  las  Memorias  históricas.  ¡Cuánto  conven- 
dría que  apareciese  el  libro  de  las  Etimologías,  de  tan 
preciado  valor,  á  juzgar  por  las  vagas  noticias  que  de  él 
se  tienen!  En  su  busca  hice  no  pocas  gestiones,  infruc- 
tuosas por  desgracia,  como  otras  dirigidas  á  conocer  los 
mencionados  y  más  trabajos  del  Sr.  González  Posada,  tal 
vez  unos  destruidos,  ó  tal  vez  solamente  extraviados.  En 
la  Academia   de    la   Historia  deben   estar  algunos;  re- 


g2.  F.    CANELLA    Y    SECADES 

cientemente  tan  sólo  aparecieron  los  de  ibiza,  según  car- 
ta del  Sr.  Rodríguez  Villa;  pero  esperamos  en  que  otros 
andarán  revueltos  por  mudanzas  y  vicisitudes  de  la  Cor- 
poración, quizás  confundidos  con  papeles  extraños,  y  por 
eso  aún  quedan  esperanzas  de  que  algún  día  aparezcan 
tales  papeles  y  otros  interesantes  para  la  completa  bio- 
grafía del  ilustre  asturiano,  como  Relación  de  nn  cauti- 
verio por  los  piratas  en  Mayo  de  1810  navegando  de  Tarra- 
gona d  Ibiza;  Diarios  de  mis  viajes;  y  principalmente  .la 
Noticia  de  los  entretenimientos  literarios  de  D.  Carlos  Gonzá- 
lez de  Posada,  natural  de  la  villa  y  puerto  de  Candas,  en  el 
Obispado  de  Oviedo,  Principado  de  Asturias,  escrita  de  su puno^ 
á  los  82  años  de  su  nacimiento,  á  instancia  de  un  amigo  a 
quien  deseaba  complacer. 

Al  objeto  de  descubrir  tales  manuscritos,  y  en  primer 
término  los  filológicos  y  autobiográficos,  escribimos  estos 
apuntes,  avivando  el  interés  y  el  apoyo  de  los  amantes  de 
las  letras  asturianas. 

Aunque  se  diga-y  es  la  verdad-que  el  Sr.  Posada  fue 
principalmente  un  escritor  de  detalles,  un  compilador  y  de 
no  abundante  crítica  propia,  son  de  gran  utilidad  sus  tra- 
baios,  arsenal  riquísimo  de  datos  y  noticias,   que  recogió 
afanoso  durante  toda  su  vida,  fijando  con  escrupulosidad 
fuentesy  orígenes.  «No  me  acuerdo,  dice,  tratando  de  Mar- 
tín González,  dónde  he  hallado  esta  especie,  poique  se  me 
olvidó  apuntaren  ella  la  cita,  como  acostumbro;  pero  estoy 
cierto  de  haberla  leído  en  autor  fidedigno.»  Fué  diligentí- 
simo bibliófilo,  según  lo  demuestra  en  varios  parajes:  «Don 
Felipe  Bernaldo  de  Quirós.  escribe,  dejó  gran  librería  al 
Convento  de  San  Francisco  de  Oviedo,  cuyos  religiosos, 
por  libros  de  sermonarios,  índices  y  polianteas,  fueron  tro- 
cando los  escogidos  de  Humanidades  y  más  preciosos  con 
ciertos  libreros  de  Madrid,  que  me  lo  contaron  en  la  cor- 
te »   «Estudiando  yo  Filosofía,  añade  en  el  artículo  del 
poeta  D.   Francisco  Bernaldo  de  Quirós,  he  copiado  de 
obras  impresas  y  manuscritas  del  D.  Francisco  por  fa- 
vor que  me  hizo  mi  Catedrático  D.  Ignacio  Suarez  No- 


D.  CARLOS  GONZÁLEZ  DE  POSADA         625 

riega,  cura  párroco  de  Santa  Eulalia  de  Turiellos,  fino 
apreciador  de  las  buenas  obras  y  raras  poesías:  todas  son 
romances,  y,  entre  ellas,  hay  algunas  que  se  publicaron 
por  de  Gerardo  Lobo,  como  el  de  «Oyes,  tú:  ¿cómo  te  lla- 
mas?» «El  soliloquio  amoroso »  Y  en  otra  ocasión,  evi- 
tando un  plagio,  avisa:  «He  conocido  en  Madrid  un  sacer- 
dote distinguido  que  trataba  de  comprarle  (al  gijonés  Fr.  Si- 
món José  Ruiz  de  Castañeda)  este  manuscrito  («Oraciones 
retóricas  de  heroínas»),  con  ánimo  de  publicarle  bajo  su 
nombre;  lo  que  advierto  por  si  algún  día  saliese  así.» 

Por  esto  y  por  más  escribía  Jovellanos:  «¿Quién  le  ha 
ganado  en  el  arte  de  oler  y  de  «escazar»  las  noticias,  y  en 
la  constancia  de  recogerlas  y  ordenarlas?» 

Al  sapientísimo  autor  del  «Informe  de  la  ley  agraria» 
dedicó  el  Sr.  Posada  devoción  y  entusiasmo  que  le  acom- 
pañaron al  sepulcro.  Escribió  también  una  Vida  del  Ex- 
celentísimo Sr.  D.  Gíispar  Melchor  de  Jovellanos,  que  dili- 
gentemente, pero  sin  resultado,  buscó  el  jovellanista  se- 
ñor Somoza. 

Cuando  la  inicua  y  rigorosa  prisión  en  Mallorca  del  exi- 
mio asturiano,  burló  D.  Carlos  á  los  carceleros  de  Bellver, 
y  allí  se  presentó  inopinadamente  disfrazado  de  monje  para 
consolar  á  su  entrañable  Jovino,  que,  agradecido,  dirigió  en 
1802  á  Posidonio  aquella  preciosa  oda  sobre  la  «vida  reti- 
rada,» donde  le  dice: 

«Y  cuando  todos  al  terror  doblados, 
medrosos  se  escondían,  tú,  tú' solo, 
¿no  te  mostraste  firme,  y  á  la  furia 
no  presentaste  intrépido  la  frente?....» 

En  el  camarín  del  Santísimo  Cristo  de  Candas  se  con- 
serva un  excelente  retrato  de  D.  Carlos  González  de  Po- 
sada. 


40 


MARQUÉS  DE  JEREZ 


UNAS  PAPELETAS  BIBLIOGRÁFICAS 


Huésped  yo,  casi  anualmente,  aunque  breves  tempora- 
das, que  se  me  pasan  como  soplos,  de  D.  Marcelino  Me- 
néndez  y  Pelayo,  mi  librería  viene  siendo  tan  suya,  que  no 
sé  encarecerlo.  Si  mis  regocijos  de  bibliófilo  no  se  funda- 
sen más  que  en  el  gusto  de  agradar  con  mis  libros  al  sabio 
catedrático,  ya  con  eso  daría  yo  por  excelentemente  em- 
pleada mi  afición  á  coleccionar  obras  de  nuestros  antiguos 
poetas  y  prosistas;  porque  contemplar  á  Menéndez  y  Pe- 
layo  olvidándose  de  las  mil  galas  con  que  Sevilla  convida, 
sorprende  y  encanta  á  sus  visitadores  en  sus  magníficas 
fiestas  de  Abril,  y  consagrado  febrilmente  á  examinar  li- 
bros 5'  á  tomar  apuntes,  que  luego  utiliza  en  sus  escritos 
prodigiosos,  es  harto  premio  para  un  insignificante  aficio- 
nado á  las  buenas  letras. 

Como  recuerdo  de  sus  visitas  á  Sevilla  y  á  esta  casa,  en 

que  siempre  le  espero  con  los  brazos  abiertos — ^él  lo  sabe  

yo  quiero  ofrecerle  hoy  unas  cuantas  cédulas  bibliográficas; 
nada,  en  verdad,  si  no  se  tratase  de  libros  rarísimos,  de 
una  parte  de  los  cuales  sólo  se  conoce  el  ejemplar  que 
poseo. 

Villar  (El  M.  D.  Francisco  del). 

Relación  |  De  la  Fiesta  |  que  celebro  el  muy  (  obser- 
vante Convento  de  San  Francisco  de  |  Andujar,  al  glo- 
rioso San  Pedro  Baptista  y  |  sus  compañeros,  primeros 
Mar  ]  tyres  del  Japón.  |  Dispuesta  por  el  M.  D.  Francis- 
co^el  Villar.  |  Y  dedicada  á  la  muy  noble  y  leal  ciudad 
dcAndujar.  (Escudo  de  afinas  de  Andájay,gyab.  en  in.rdeya.) 
Con  licencia  en  Granada,  por  Martin  Fernadez,  1629. 


628  MARQUÉS   DE   JEREZ 

.  o_5,  hojas:  lo  de  principios  y  42  foliadas.-Signs.  (sin 
las  dos  hojas  primeras)  VTl,  A-L,  de  cuatro  hojas,  n.er,os  la 

"-Vrtaltn^r-la.  -  V.  en  blanco. -Soneto  de  D.  Manuel 
de  Vago  y  Peralta  á  la  ciudad  de  Andújar: 

Levante  el  sol,  con  bárbaros  deseos... 
Décima  del  mismo  al  autor: 

De  tu  patria  vencedora... 
Décimas  (dos)  de  Juan  Martínez  de  Moya  al  autor: 
Cisne  del  Betis  sonoro... 

Dedicatoria  suscrita  por  el  autor.  Contiene  noticias  históricas 
de  AnSar.-Texto.-Lrcencia  del  Ldo.  D.  Antonto  Gonza- 

^i:^:;t"etSst:S^aenelMio.4.yelresto 
deWoíumen  lo  llenan  las  poesías  premiadas  en  el  certamen  poe- 
tico   cuyos  jueces  fueron: 

Fr    Juan  de  Soto,  Guardián  del  Convento. 

Dr.  D.  Juan  de  Carranza  y  Cárdenas. 

D.  Gómez  de  Valdivia  y  Cárdenas. 

Ldo.  Melchor  Navarro. 


Secretario. 


Ldo.  Francisco  Zarzo. 


Poetas, 


El  Ldo.  Francisco  Zarzo,  Presbítero,  Maestro  de  Gramáti- 
ca.  Dísticos  latinos. 

D  Manuel  Salcedo  del  Villar.  ídem. 

El  Ldo.  Diego  de  Navarrete,  natural  de  Córdoba.  ídem. 

El  Maestro  D.  Francisco  del  Villar.  Soneto:  ^ 

Dulcísimo  Jesús,  si  norte  y  guía... 


UNAS  PAPELETAS   BIBLIOGRÁFICAS  629 

Décimas  (cuatro): 

Para  soldados  valientes... 

Otras  (cuatro): 

Razón  es  que  os  remontéis... 

Romance: 

Robustos  brazos  de  un  olmo... 

Alonso  de  Bonilla,  vecino  de  Baeza.  Soneto: 

Hoy,  Cristo,  Rey  de  las  impíreas  zonas... 

Décimas  (cuatro): 

Hoy,  justos,  habéis  volado... 

El  Ldo.  Antonio  Verdejo  de  Agreda.  Soneto: 
Nuevos  Colones  en  nosotros  miro... 

Cristóbal  Pérez  Palomino.  Soneto: 

Padezca  el  cuerpo  en  la  prisión  obscura... 

Romance: 

Francisco,  Alférez  de  Dios... 

D.  Alonso  de  Salcedo.  Soneto: 

La  de  pino,  la  de  apio,  la  de  grana... 

Décimas  (cuatro): 

Diestramente  habéis  jugado... 

Romance: 

En  la  cítara  de  amor... 

Fr.  Francisco  de  Guadarrama.  Soneto: 

Al  certamen  olímpico  os  inclina... 


630  MARQUÉS   DE   JEREZ 

Décimas  (cuatro): 

De  la  semilla  caída... 

Romance: 

Ciudad  noble,  Alcides  fuerte... 

Frey  D.  Gonzalo  de  Salcedo.  Soneto: 

No  la  oval  de  arrahian,  que  cetro  alcanza... 

Décimas  (cuatro): 

El  águila  soberana... 

El  Ldo.  Andrés  Verdejo.  Décimas  (cuatro): 
Dando  la  mano  de  esposo... 

Manuel  de  Lara.  Décimas  (cuatro): 

El  Serafín  encarnado... 

Otras  (cuatro): 

Tanto  el  vuelo  es  más  dichoso... 
El  Ldo.  Francisco  Criado.  Décimas  (cuatro): 
Plantó  Francisco  un  jardín... 

Alonso  de  Morales.  Décimas  (cuatro): 

Hoy  quiere  Cristo  jugar... 

D.  Alonso  de  Cañate,  Romance: 

Ciudad  rica  y  venturosa... 


Chirino  Bermúdez  (D.  Alonso). 

Carnestolendas  |  de  la  |  Civdad  de  \  Cádiz  |  Prvevasde 
Ingenio  de  |  Don  Alonso  Cherino  Bermúdez.  |  Por  el  Ca- 
pitán Don  I  Juan  Ygnacio  de  Soto  y  Auiles,  Caua  \  llera 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  63I 

del  Orden  de  Calatraua,  y  Alfe  |  lez  mayor  de  la  Ciudad 
de  Cádiz,  |  en  cuya  casa  se  |  hicieron.  |  A  Don  Nvño  de 
Villavicencio,  Cauallero  del  Orden  de  Santia-  |  go,  Re- 
gidor perpetuo  de  la  Ciudad  \  de  Cádiz.  |  Con  licencia,  { 
Impresso  en  Cádiz,  por  Fernando  Rey,  |  Año  lóSg. 

8." — 64  hojas:  8  de  principios  y  56  foliadas  (la  última,  por 
errata,  dice  46).— Signs.  (sin  las  8  hojas  prels.)  A-G,  todas 
de  ocho  hojas. 

Portada. — V.*  en  blanco. 

Aprobación  del  Ldo.  D.  Antonio  Alvarez  de  Bohorques: 
Cádiz  15  de  Abril  de  1639. 

Licencia  al  autor  del  Ldo.  Agustín  Luis  Delgado,  Canóni- 
go, Provisor  y  Vicario  general  de  Cádiz:  Cádiz  18  (de  Abril) 
de  1639. — Al  lector. — Décimas  (dos)  del  Almirante  D.  Este- 
ban Oliste  á  D.  Juan  de  Soto: 

Urna  divina  en  que  amor... 

Décima  de  D.  Bartolomé  de  Villavicencio  al  mismo: 
Flores  que  ardiente- produce... 

Soneto  de  D.  Jacinto  de  Aguilar  y  Prado,  capitán  de  infan- 
tería, al  mismo: 

Don  Juan  ilustre,  en  quien  feliz  admiro... 

Soneto  del  Ldo.  D.  Antonio  Zarco  al  mismo: 
No  de  Aganipe  ya  como  solía... 

Décima  de  D.  Pedro  Quemo  Garracín  al  mismo: 

Asiste  Apolo  á  tus  obras... 

Soneto  del  Ldo.  D.  Antonio  Zarco  al  mismo: 

Cuanto  tu  admiración  ha  ponderado... 


632  MARQUÉS    DE    JEREZ 

Décima  de  D.  Rafael  Enríquez  al  mismo: 
Bien  puede  la  admiración... 

Décima  de  D.  Vicente  Francés  al  mismo: 
Un  imposible  saben... 

Aprobación  del  P.  M.  Fr.  Blas  del  Día:  Cádiz  13  de  Abril 

de  1639. 

Dedicatoria  suscrita  por  D.  Juan  Ignacio  de  Soto  y  Aviles. 
—Texto  (prosa  y  verso).— Fág.  en  blanco. 

Castro  (Francisco  de). 

Metamorfosis  \  a  lo  Moderno  |  En  varios  Epigram- 
mas,  I  Cada  vno  con  su  argumento,  y  declaración,  |  Con 
vna  Canción  dpi  Chaos,  y  délas  |  quatro  edades  del  mun- 
do 1  Obra  de  gra9Íoso  entretenimiento.  (Grabado  en  cobre: 
El  caballo  Pegaso  dentro  de  orla,  y  alrededor  la  leyenda  «Ge- 
nio  Non  Ingenio.*)  En  Florencia,  por  Amador  Maffi,  y 
Lorenzo  |  Landi.  1641.  |  Con  todas  las  Licencias,  y  apro- 
baciones necessarias. 

8.°— 52  hojas:  10 1  páginas,  inclusas  10  de  principios  y  una 
hoja  en  blanco  al  fia.— Signs.  A-G  de  ocho  hojas,  menos  la 
G,  que  es  de  cuatro. 

Portada.— V.«  en  blanco.— Dedicatoria  al  H.°  y  Excelentí- 
simo Sr.  D.  Pedro  Médicis,  suscrita  por  el  autor.— Al  que  le- 
yere.— Proemio: 

«Acordémonos  con  estos  poetas  del  siglo  dorado,  que  pien- 
san que  los  otros  son  niños  de  escuela,  y  para  sí  reservan  el 
mero  y  mixto  imperio,  no  mirando  que  tañer  por  los  viejos  es 
ser  zapatero  de  viejo:  potajes  y  trajes  y  lenguajes,  todo  lo  mu- 
da el  tiempo.  Vengo  á  mi  propósito.  Los  griegos  inventaron 
las  fábulas;  Ovidio  las  tejió  á  su  modo;  de  Ovidio  acá  han  pa- 
sado más  de  mil  y  sietecientos  años,  y  quieren  que  nos  este- 
mos como  hombres  de  paños  de  raz:  siempre  en  un  mismo 
puesto.  Venga  el  mal  año  á  quien  tal  hiciere.  Dicen  que  aque- 
llo ha  dado  gusto;  no  disputemos  de  gustos  ni  de  disgustos. 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  633 

También  Plauto  hizo  comedias  que  fueron  recibidas  á  son  de 
palmas  (así  se  hacia  á  lo  que  agradaba,  como  silbos  á  lo  que 
desplacia);  después  vino  Horacio  y  burlóse  de  aquellas  burlas, 
llamando  simplicidad  á  la  de  aquel  tiempo  en  que  se  hallaba 
sal  en  la  comida  Plautina.  De  Horacio  acá  ved  qué  vueltas  y 
revueltas  han  dado  los  cómicos.  Estaos  allá,  en  la  severidad 
del  arte  poética,  y  aguardad  á  la  comedia  quien  pague;  no  se 
ganará  una  blanca,  sino  muchas  negras;  digo  pascuas  á  tales 
comedias.  Con  estas  consideraciones  me  he  ido  riberas  de  un 
rio  que  es  siempre  el  mismo  y  sufre  varios  inviernos  y  veranos. 
Y  digo  con  el  nombre  de  Dios:  sean  las  fábulas  las  mismas,  y 
padezcan  estilos  diferentes.  Pero  adviertan  que  quien  las  lla- 
ma fábulas,  las  llama  mentiras;  no  las  cuenten  con  la  gravedad 
con  que  se  cuentan  las  verdades,  sino  como  aquéllas  que  cosa 
y  cosa,  que  en  el  invierno  al  fuego  entretienen  viejas  y  niños. 
Dicen  otros  más  entonados:  las  fábulas  son  cortezas,  y  el  meo- 
llo de  dentro  gran  filosofía;  ¿y  no  se  pudiera  ello  filosofar  sin 
estos  testimonios?  Yo  por  fábulas  las  vendo;  cómanse  el  meo- 
llo los  que  tienen  más  seso.  Otros  alaban  en  Ovidio  que  lo 
hizo  todo  en  una  pieza,  y  aquí  consiste  el  artificio.  No  falta 
quien  responda  que  aquella  continuación  es  enojosa,  y  que  es 
mejor  plantar,  como  se  dice,  entre  col  y  col  lechuga.  A  mí  así 
me  lo  parece,  porque  se  bebe  mejor  el  vino  que  place  á  tra- 
guitos,  y  es  bueno  resollar  de  cuando  y  hacer  la  cuenta  con  la 
huéspeda.  Por  esta  senda  voy  caminando:  quien  me  acompa- 
ñare, si  encontrare  duelos,  dirá  que  con  pan  son  buenos;  y  si 
quisiere  siempre  tener  el  arco  recio  sin  aflojar  la  cuerda,  rom- 
perála  sin  que  llegue  á  matar  pájaro.  Los  que  fueren  de  mi 
opinión  denme  las  gracias,  y  los  que  no,  ténganse  sus  desgra- 
cias. Vale.» 

Texto:  los  versos  de  letra  cursiva. — El  impresor  á  los  lectores: 
«El  autor  desta  obra,  compuesta  más  para  hurtar  (como  se 
suele  decir)  el  ánimo  á  sus  trabajos  que  para  que  se  imprimie- 
se, no  es  castello;  pero  si  hallaren  en  ella  algunas  faltas  de 
ortografía,  sean  corregidas  con  blandura,  y  no  críticamente. 
Vale.» 

Pág.  y  hoja  en  blanco. 

Contiene  70  epigramas,  con  los  argumentos  en  prosa. 

Epigr.  7.° — De  la  generación  de  Hércules. 


634  MARQUÉS    DE    JEREZ 


Argumento. 


Enamorado  Júpiter  de  Alcinena,  tomó  esta  fortaleza  por 
traición,  con  máscara  de  Anfitrión  su  marido,  y  por  gozarla  á 
su  placer,  hizo  de  tres  noches  una. 

Soñó  Júpiter  que  hacía 
Un  hijo,  hombre  sobrehumano, 
E  hízolo  de  sobremano; 
No  soñó  que  no  dormía. 
En  tres  días  no  hubo  un  día; 
De  noche  al  molino  van; 
El  moHnero  es  galán, 
La  molinera  no  es  fea; 
De  tres  noches  la  tarea, 
¡Qué  buena  harina  que  harán! 

Pág.  8i.— El  autor  á  su  pluma  (décima): 

Quédate,  pluma,  colgada 
En  este  viejo  alcornoque... 

Pág.  82. — Canción  del  caos  y  cuatro  edades  del  mundo: 

Cuando  hubo  de  venir  á  abrir  su  casa 
En  este  bajo  mundo  el  primer  hombre... 

Pág.  94.— Varios  motes  (76,  en  castellano  y  portugués): 

I ."       Llamaros  puedo  mi  vida, 
aunque  la  muerte  me  dais, 
porque  cuando  me  miráis, 
va  el  remedio  tras  la  herida. 


Pág.  98. — Sonetos  (tres): 

—No  largo  mar  de  confusOes  navego... 
—  Ya  no  quiero,  Lisarda,  el  dulce  juego... 
—Miraba  Leandro  en  alta  torre  un  fuego.. 


UNAS   PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  63S 

Cabrera  y  Espinosa  (D.  Silvestre  de). 

Jvego  1  de  Flores  |  Francessas,  ]  ,y  Españolas.  |  Por 
D.  Sylvestre  de  Cabrera  |  y  Espinossa.  (Adorno:  un  ca- 
tiastillo  de  flores  grab.  enmadera.)  En  Fatís.  \  M,DC.LXI.| 

Con  Licencia. 

4.°  mayor.— 22  hojas:  dos  hojas  de  principios  y  40  págs.— 
Signs.  (sin  las  dos  hojas  prels.)  A-E,  todas  de  cuatro  hojas. 

Portada.— V."*  en  blanco.— Dedicatoria  al  Excmo.  Sr.  Con- 
de de  Fuensaldaña,  etc.,  Gobernador  de  Flandes  y  Embaja- 
dor extraordinario  en  Francia,  etc.,  firmada  por  el  autor.  (De- 
bajo, de  letra  de  mano  de  la  época:  «Aunque  están  dedicados 
estos  versos  al  Conde,  no  tuvo  efecto  ni  los  vio,  porque  murió 
en  la  ocasión.  Y  así  están  sin  dueño,  para  dársele  en  España 
agregados  á  otras  obras. »)— A  la  Curiosidad.— Texto. 

Contiene: 

Soneto  al  Rey  Cristianísimo  Luis  XIV.— Habla  con  un  re- 
trato armado  de  S.  M.: 

Cuánto  valor  de  Majestad  vestido,.. 
Décimas  á  la  Cristianísima  señora  Reina  madre: 
Hermoso  asombro  del  aire... 

Soneto  á  la  Cristianísima  Reina  de  Francia,  en  ocasión  que 
la  estaba  mirando  sangrar  S.  M.  el  Rey: 

Que  incendio  de  alta  nieve  soberano... 

Romance  lírico  á  la  misma: 

Qué  tierna,  qué  sola  y  triste... 

Romance: 

Escuchad,  ¡oh  gran  Señor!... 

Soneto  á  S.  A.  el  Duque  de  Orleans: 

Si  del  Sol  (gran  Señor)  el  lucimiento... 

Soneto  á  la  Serma.  Duquesa  de  Orleans: 

Agora  sí  que  Amor  de  sus  arpones... 


636  MARQUÉS    DE   JEREZ 

Soneto  al  Excmo.  Sr.  Conde  de  Fuensaldaña: 

Eso  sí  (gran  Señor),  en  vuestro  aliento... 
Soneto  á  la  Sra.  Doña  María  de  Molina,  Azafata  de  la  Reina: 
El  noble  celo  y  la  fatiga  honrosa... 

Soneto  académico  á  Doña  María  de  Espinosa,  dama  de  la 
Reina: 

Niegue,  Amarilis,  niegue  el  sentimiento... 

Romance  lírico  á  la  misma: 

Qué  bien  festeja  los  rayos... 

Romance  lírico  á  la  misma,  en  ocasión  que  estaba  enferma 
en  Fontainebleau: 

Después  que  enfermó  Amarilis... 

Romance  lírico  á  Doña  Ana  de  Rivera,  dama  de  la  Reina: 

De  estar  fuera  de  su  aldea... 
Soneto  á  Doña  Catalina  Rizo,  dama  de  la  Reina: 
Basta,  Clori,  del  riesgo  lo  asustado... 

Romance  lírico  á  la  misma: 

Esperando  están  los  campos... 

Soneto  á  Doña  Felipa  Teresa,  en  ocasión  que  la  retrataba 
un  pintor: 

Poco  importa,  ¡oh  pintor!  que  de  advertido... 

Romance  lírico  á  la  misma: 

Burlándose  está  del  Sol. .. 

Soneto  al  Dr.  D.  Mateo  Fuelles,  primer  médico  de  cámara 
de  la  Reina: 

Si  tu  virtud  y  letras  tal  concierto... 

Soneto  fúnebre  al  mismo.  Apenas  acabó  la  pluma  el  soneto 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  637 

antecedente  al  Dr.  Fuelles  vivo,  cuando  le  embargó  el  dolor 
para  su  muerte: 

Este,  que  ya  en  cenizas  desatado... 

Carta  á  D.  Diego  de  Rivera: 

Agora,  amigo,  que  de  mi  ñneza... 

Soneto  á  Luis  Muñoz  Acero,  primer  cirujano  y  sangrador 
de  la  Reina: 

¿Que  te  atreviste  al  Sol?  ¿que  venturoso... 

Redondillas  á  Diego  Martínez  Guerrero,  primer  boticario  de 
la  Reina: 

Nuevo  Esculapio  español... 
Soneto  académico  á  un  malogrado  pensamiento: 
Intenté  con  razón  mi  desengaño,.. 

■ — Breve  Elogio  |  Fvneral  Memoria  |  a  las  gloriossas 
zenizas  del  [  Illvstrissimo  y  Eminentissimo  |  Señor  Car- 
denal 1  Mazarino.  |  Habla  con  Francia,  |  Don  Sylvestre 
de  Cabrera  |  y  Espinossa,  Español.  (Grab.  en  madera:  un 
canastillo  de  flores.)  En  París,  |  A  Costa  del  Author  | 
M.DC.LXl.  I  Con  privilegio  del  Rey. 

4."  mayor. — ii  págs.,  inclusas  las  dos  de  la  portada. — Sig- 
naturas A-B,  de  cuatro  hojas  la  primera  y  de  dos  la  segunda. 

Portada. —V.*  en  blanco.— Texto. —Epitafio  al  limo,  y 
Emmo.  Sr.  Cardenal  Mazarino.  Acróstico  y  Sepulcral.  Sone- 
to: «Aguarda,  pasajero,  no  arrojado...» — Extrait  dn  Privilegt 
du  Roy:  4  de  Junio  de  1661. 


Mansilla  (Fr.  Cristóbal). 

Inuectiua  contra  el  |  heresiarcha  Luthero.  Copuesta  por 
el  muy  1  reueredo  padre  fray  Christoual  Masi-s-  |  lia,  de  la 
orden  de  los  predicadores.  Di  |  rigida  al  muy  lUustre  se- 


5,8  MARQUÉS    DE    JEREZ 

ñor  do  1  Pedro  Fernadez  de  Cor*  1  doua,  code  d'  Feria. 

TC.  1  M.D.L.II. 

(Al  fin-)  <L  Imprimió  se  la  presente  obra  en  la  |  muy 
noble  y  mas  leal  ciudad  d'  Burgos,  en  casa  de  Jua  |  de 
Juta.  Acabo  se  a  veynte  dias  del  mes^de  Agosto,  |  ano  de 
mil  y  quinientos  y  cinquenta  y  dos  años. 

4.0-Letra  gótica.-i8  hojas  sin  foliar. -Signs.  A-C,  de  ocho 
hojas,  menos  la  C,  que  tiene  dos.  ^r„„u^. 

Portada,  dentro  de  un  frontis  grab.  en  madera. -Vuelta. 
«Prologo  del  mismo  author  al  |  lUustrissimo  señor  don  Pedro 
Fernandez  de  Cor^  |  doua.  Conde  de  Feria.  tc.»-Dos  com- 
posiciones latinas  de  Andrés  Bonilla,  cordobés,  al  Conde  de 
Feria  -Texto  á  dos  columnas,  con  el  encabezamiento  siguien- 
te: «Comienían  las  maldición  1  nes  contra  el  heresiarcha  |  Fray 
Martin  Luthero.»— Nota  final. 

Empieza: 

Suena  la  voz  de  mi  pecho 
en  las  sangrientas  entrañas 
con  gemido, 

maldiciendo  al  que  se  ha  hecho 
con  blasfemias  tan  extrañas 
conocido; 
el  llagado  corazón 
da  despuelas  al  dsseo 
porque  diga 
que  tengo  mucha  razón 
que  con  verso  licambeo 
te  maldiga. 


Acaba: 


Leída  públicamente 
la  sentencia,  muy  esquiva, 
como  viste, 
te  tomé  súbitamente 
aquella  gente  captiva 
que  seguiste: 
y  todos  se  emplearán 
en  darte  cuantas  fatigas 
ellos  caben. 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  639 

y  nunca  se  acabarán 
aunque  contino  los  digas 
que  te  acaben. 


Montemayor  (Jorge  de). 

Las  I  Obras  de  Amo  |  res  de  George  de  |  Monte  ma  | 
yor,  I  M.D.L.IIII. 

8.° — 112  hojas:  ocho  de  principios  y  112  foUadas.  Son  104, 
porque  hay  un  salto  del  folio  16  al  25,  y  dura  la  equivocación 
hasta  el  fin.— Signs.  A-0,  todas  de  ocho  hojas. 

Portada:  va  dentro  de  una  orla  en  forma  de  capilla,  grabada 
en  madera;  en  la-parte  inferior  hay  un  escudito  formado  por 
una  G  y  una  S  enlazadas  en  una  cruz. — V."  en  blanco. — De- 
dicatoria del  autor  á  los  Príncipes  de  Portugal  D.  Juan  y  Doña 
Juana. — Epístola  al  lector. — Epístola  de  D.  Rodrigo  de  Men- 
doza al  autor. — Soneto  de  D.  Alonso  de  Zúñiga  á  la  villa  de 
Montemayor  el  viejo,  donde  se  crió  el  autor. — Soneto  de  Fran- 
cisco de  Soto,  músico  de  Cámara  de  S.  M.,  al  lector. — Otro, 
anónimo,  al  lector. — Soneto  ajeno. — Escudo  de  las  armas  im- 
periales, grab.  en  madera. — Texto  de  las  Obras  de  Amores  (fo- 
lios 1-108). — Portada  de  las  Obras  de  Devoción:  «^Sigven  se  ¡ 
algunas  obras  de  de  |  uocion,  del  mi  |smo.  |  Año.  |  MDLIIII.i» 
(Este  título  circuido  de  orla  grab.  en  madera.) — Vuelta:  Texto 
(ocupa  las  cuatro  últimas  hojas  del  libro). — Pág.  en  blanco 
(primera  edición). 

Contiene: 

I. — A  una  dama,  mostrándosele  muy  contento  de  su  pena: 

Si  amor  pudo  saltearme...  (7  coplas.) 

II. — Canción: 

Aunque,  señora,  me  muero... 

III.— Otras: 

Señora,  pues  que  padezco...  (6.) 

IV. — Glosa  de  «Justa  fué  mi  perdición...»: 

Ser  ganado  el  que  perdió...  (14.) 


640  MARQUÉS   DE   JEREZ 

V.— Glosa  de  la  canción  ajena  «No  hallo  á  mis  males  cul- 
pa...»: 

No  meresce  pena  aquél...  (2-) 

VI. — A  una  dama: 

De  tan  alta  perfición...  (5.) 

VIL— Glosa  de  la  canción  ajena  «Tengo  puesto  el  pensa- 
miento...»: 

Salió  mi  mal  de  razón...  (5.) 

VIII.— Otras: 

Fin  del  bien  que  antes  tenía...  (i5.) 

IX.— Glosa  del  verso  «Todo  es  poco  lo  posible...»: 
Yo  lo  imposible  pretendo... 

X.— Villancico  pastoril: 

Di,  Juan,  de  qué  murió  Bras... 
XI.— Glosa  de  la  canción  ajena  «Zagala,  di:  ¿qué  harás...»: 

Después  que  de  aquí  partiere... 
XII.— ídem  de  la  idem  id.  «La  bella  mal  maridada...»: 
Bien  acertara  Natura... 

XIII.— De  Juan  Vázquez  de  Ayora,  llegado  á  la  Corte,  y 
siéndole  forzado  partirse  luego: 

Siempre  fué  mejor  el  ser... 

Respuesta  de  Montemayor: 

Quien  esto  puede  entender... 

XIV.— Al  Príncipe  de  Portugal: 

Príncipe  muy  poderoso... 

XV.— Otras: 

Después  que  señora  os  vi... 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  64I 

XVI. — Glosa  del  villancico  ajeno  «Véante  mis  ojos...»: 

A  trueque  de  verte... 

XVII. — Blasón  de  las  armas  del  Sermo.  Rey  de  Portugal: 
Cruz  y  en  campo  plateado... 

XVIII. — Glosa  del  villancico  ajeno  «A  Pelayo  que  desma- 
yo...»: 

A  Pelayo  donde  estás... 

XIX. — ídem  de  idem  id.  «No  soy  quien  veis  vivir...»: 
Vive  en  mí  solo  un  contento... 

XX. — De  D.  Rodrigo  Dávalos  «En  el  bien  soy  extranje- 
ro...» Dice  Montemayor: 

Quiso  amor  do  mi  tristeza... 

XXI. — Glosa  del  villancico  ajeno  «Cómo  te  va  con  amo- 
res...»: 

Cómo  te  va  con  aquel... 

22, — ídem  de  idem  id.  «Dame  acogida  en  tu  hato...»: 
Acógeme  que  me  quedo... 

23. — De  D.  Rodrigo  Dávalos  « Ay  de  mí  triste  que  he  vis- 
to...» Montemayor: 

Hablo  como  apasionado... 

24. — Un  caballero  alto  de  cuerpo  y  seco  emprestó  á  un  hom- 
bre pequeño  un  sayo,  para  poner  un  cartel  de  un  torneo  que  él 
había  de  mantener.  El  cual  hombre  lo  cortó  y  hizo  á  su  medi- 
da. Venido  el  sayo  ante  su  amo,  y  viéndole  tan  otro  délo  que 
solía,  pasaron  entre  ios  dos  este  razonamiento: 

D.  Juan. — ¿Dónde  venís,  señor  sayo?... 
25. — A  dos  damas  que  cayeron  ambas  de  una  muía: 

Dos  águilas  que  hasta  elcielo... 
n  41 


5-2  MARQUÉS    DE    JEREZ 

26  -Un  clérigo  trovador,  confiado  y  corcovado,  se  alabó 
que  pasando  por  delante  su  dama,  le  había  tosido  y  dicho:  «Ce 
gentil  hombre.»  Al  cual  se  enviaron  estas  coplas: 

Señor  de  vuestra  alegría... 

27  -Dos  mozas  de  Cámara  de  la  Serma.  Reina  de  Bohemia, 
hicieron  dos  ropones  de  dos  sayas  frisadas  que  tenían.  Y  topán- 
dose los  dos  ropones  en  la  calle,  pasó  entre  ellos  este  diálogo: 

Ropón  i.°-iScñor  ropón,  dónde  vais?... 

28. — Sonetos: 

—Los  que  de  amor  estáis  tan  lastimados... 
-Quien  no  sabe  de  amor  en  mis  conceptos... 
—Nunca  se  vio  en  amor  ningún  contento... 
—Leandro  en  amoroso  fuego  ardía... 


29, 
31 


32. — Canción: 

Fundóse  el  crudo  amor  en  señalarme. 

33. — Sonetos: 

-Marñda  sus  ovejas  repastaba... 
—Estaba  Lucitano  repastando... 
-Estábase  Marfida  contemplando... 


34- 

36.         Z¡Oh  llgTim.'as  cansadas,  que  en  llegando.. 

37 


—Los  ojos  no  pecaron  en  miraros 


i'        -De  hoy  más  ninguno  diga  que  la  ausencia 


39- 


-¡Oh  esperanza  mía,  oh  mi  consuelo. 


40. — Canción: 

Hablar  será  forzado... 

4i._Soneto  á  las  señoras  Marquesa  de  Alcañices  y  Conde- 
sa de  Lerma: 

Formó  naturaleza  una  figura... 

42.— Sonetos: 

—Los  ojos  de  Marfida  hechos  fuentes... 
.,  -Desnudo  está  el  amor  y  no  compuesto... 

/'  —No  fué  la  linda  Elena  celebrada... 

44. 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  643 

.45. — Canción: 

La  vida  poco  á  poco  voy  perdiendo... 

46. — Sonetos: 

— No  hubo  extremo,  no,  de  hermosura... 
47.       — Pudieras,  hermosísima  María.  . 

48-  — Acusóme  que  amor  acá  en  la  mente... 

49-  —Venís,  lágrimas  mías,  á  tentarme... 
5°-      —Queréis  ver,  amadores,  en  qué  grado... 

5'-      — ¿Qué  puede  ser,  señora,  antes  que  os  viese... 

52. — Epístola: 

Salud,  Marfida  mía,  te  enviara... 
53. — Sonetos: 

—Sospecha  tengo  ya  de  mi  esperanza... 
54.  —Amor  sale  al  contento  y  le  baraja... 

55-  — Ingrato  amor,  quien  no  te  conociese... 

56.  — Amor  que  de  razón  contrario  ha  sido  ... 

57. — Canción: 

Fuerza  de  sentimiento  es  la  que  ahora... 
58. — Sonetos: 

—Si  arnor  es  puro  amor,  ¿por  qué  me  ofende?... 
59.      —Contento  estaba  yo  de  haber  domado... 

60. — Soneto  de  Gutierre  de  Cetina,  siendo  enamorado  en  la 
Corte,  para  donde  partía  Montemayor: 

Si  como  vas,  Lucitano,  yo  fuese.... 

61.— Soneto.  Responde  Montemayor,  siendo  enamorado  en 
Sevilla,  á  donde  Gutierre  de  Cetina  quedaba: 

Vandalio,  si  de  estar  muy  descontento... 

62. — ídem.  A  D.  Juan  de  Castro; 

¿Quién  es  el  que  derriba  al  fiero  Marte?... 


g.  .  MARQUÉS   DE   JEREZ 

63 .-ídem.  A  la  sepultura  de  la  Princesa  de  Castilla: 
Aquí  se  hace  tierra  una  figura... 

64.— Epístola: 

¡Cuan  cierto  es,  mi  señora,  disculparse... 

65. — Canción: 

No  espero  ya  de  amor  mayor  contento... 

66.— Epístol^: 

¡Ay  Vandalina  mía,  quión  pudiese... 

5y. — Sonetos: 

-No  hay  mal  que  fin  no  tenga,  ni  hay  contento... 
68        -Olvídese  de  mí  quien  me  ha  robado... 
69'.       -¿Quién  se  que)a  de  amor  si  no  lo  siente.. 

70.-Egloga  primera.  Personas:  Luc.tano,  Ptolomeo: 

En  medio  de  la  Hesperia,  al  Mediodía... 
7,._Egloga  segunda.  Personas:  Lucitano,  Belisa.  Olinea 

y  Solisa: 

Filemón,  un  pastor  muy  caudaloso... 

72.— Obras  de  devoción.  Soliloquio: 

¿Qué  es  esto?  ¿Yo  en  qué  me  fundo... 

Fuentes  (Diego  de). 

g    C   Las  1  Obras  de   Diego  1  de   Fuetes.    Adonde 

.e  M  liaran  la  mayor  parte  de  1  las  ^  el  ha  hecho.  Assi 
ca  I  dones,  como  sonetos  y  1  otros  géneros  de  verso  1  De- 
f  A  \  Tllnstre  se  1  ñor  do  Martin  de  Tor*  relias,  se- 
r  Ma  a  n  a  de '  Antü.on,  y  de  ,a  vUla  de  la  Almol- 
d":  1  C  I-pressas  en  ^arago.a  |  en  casa  de  Agostm  M. 
Han.  1  Año  i563. 


UNAS   PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  645 

fAl  fin:)  G  Fue  impreso  el  presente  tratado  en  la 
muy  I  noble  y  real  ciudad  de  Carago^a,  en  ca*  1  sa  de 
Agustin  Millan  Impressor  ]  de  libros  acabarose  a  onze 
di*  I  as  del  mes  de  Henero,  |  año.  i563. 


8.°— Letra  gótica. — 112  hojas:  112  foliadas(son  iii,  porque 
salta  la  numeración  del  folio  40  al  42),  inclusas  las  tres  de 
principios  y  una  sin  numerar  para  las  erratas  y  el  colofón. 
— Signs.  A-0,  todas  de  ocho  hojas. 

Portada  con  orla.— V.':  Dedicatoria  suscrita  por  el  autor: 
Zaragoza  30  de  Diciembre  de  1562.— Exordio  á  los  lectores, 
suscrito  por  el  autor:  Zaragoza  13  de  Diciembre  de  1562.— 
Soneto  de  Juan  de  Ortega  á  Diego  de  Fuentes: 

¡Oh  sacra  fuente  y  clara  de  Licona... 

Xexto. — Erratas. — Escudo  del  impresor. — Nota  final. — El 
membrete  de  las  cabeceras  da  las  páginas  dice:  Cancionero  de 
Diego  de  Fuentes. 

La  obra  está  dividida  en  dos  partes.  Primera: 

«(P  Comien9a  el  primer  libro  |  el  qual  es  todo  de  canciones 
por  la  rii*  |  ma  que  llaman  redondillas.:.» 

Principian: 

—¿Por  qué  no  quieres  gozar... 
—Sírveme,  Carillo,  hala.., 

—  Que  me  sirvea  mis  cabellos... 

—  Pues  pretendes  ser  perdido... 
— Porque  suspiraste  agora... 
— Dejad  que  muera,  zagales... 
—Si  el  dolor  de  mi  dolor... 

(Aquí  una  canción  que  principia  en  el  folio  g,  que  falta  á 
este  ejemplar.) 

— Cuando  supieren  Carillo... 

Copla  ajena: 

— Zagal,  no  estés  confiado... 


646 

Glosa  suya: 


Copla  ajena: 
Glosa  suya: 


MARQUES   DE    JEREZ 


-Dicen  que  quien  no  se  fía... 
-Quien  quisiere  oir  el  llanto., 
-¡Ah  zagala  de  mi  vida... 
-Nadie  esté  desconfiado... 
-Ten  ya  pena  de  mi  pena... 


—De  piedra  puedo  decir. 


— Cuando  natura  formó... 

—  Zagal,  cómo  va  de  amor... 

—  Zagal,  qué  sientes,  qué  has. 

—  Por  donde  puede  el  amor... 
—Dejadme  ya,  pensamientos.. 
—¡Ah  Carillo,  dónde  vas... 

— jAh  Carillo,  ques  tu  mal... 
—Duélete  de  mí,  Carilla... 

—  Ah,  Carillo,  qué  pasión... 
— Ea,  pasiones  llega... 

—  Dime  por  qué  huyes... 


Copla  ajena: 


Glosa  suya: 


Copla  ajena: 


Pues  que  no  se  puede  haber., 


Que  aprovecha  desear. 


Tristeza,  si  has  de  volver... 


Glosa  suya: 

Después  que  amor  y  ventura... 

Glosa  á  «la  bella  mal  maridada  á  una  dueña  del  oficio...»: 
La  bella  mal  maridada... 


Glosa  suya: 


Después  que  naturaleza. 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  647 

Glosa  en  donaire  á  dos  galanes  viejos  que  servían  una  dama 
moza. 

Canción  ajena: 

Las  tristes  lágrimas  mías... 

Glosa  suya: 

— El  que  quisiere  reir... 
— Maldita  seas,  traidora... 

—  Deja  tus  amores... 

— De  qué  te  quejas.  Llórente... 

—  Dime,  Orsino,  por  tu  fe... 
— El  pastor  enamorado... 

— Pues  quiso  amor  que  mi  mal... 

Otra  suya  que  cantando  la  canción  que  sigue  cierto  cantor 
decía:  «dígole  yo  rico,»  respondió  una  dama  y  dijo:  «dígole 
borrico:» 

— Aquel  pastorcico... 
—Ninguno  sirva  al  amor... 

Despedida  de  Orsino  á  su  querida  pastora  Marsilea: 

Puesventura  me  falló... 

Copla  ajena: 

Tristeza,  pues  yo  soy  tuyo... 

Glosa  suya: 

Fortuna,  amor  y  tristeza... 

Copla  ajena: 

Quien  por  vos  el  seso  pierde... 

Glosa  suya: 

Grandes  cosas  hallo  yo... 

Copla  ajena: 

Quien  no  espera  galardón. 


648  MARQUÉS    DE   JEREZ 

Glosa  suya: 

— Yo  hallo  ques  gran  locura... 
— Qué  es  de  tu  color,  Antón... 
— Recuerda,  triste  pastor... 

Canción  á  una  señora  porque  tenía  dos  servidores: 

Mal  os  parece,  pastora... 

(T  Fenescen  las  Canciones  |  y  comiengan  los  Roman- 
ces. Y  este  1  primero  es  de  quien  será  aquel  |  cauallero 
por  otro  nue  |  uo  modo  princii^  |  pió  y  fin.:.  {Fol.  40  v°) 

Por  los  campos  de  Xerez... 

Romance  contrahecho  al  de  «Cuál  será  aquel  caballero...»: 
Cuál  será  aquel  caballero... 

Romance  del  nacimiento  de  Rómulo  y  Remo: 
Después  de  muerto  procas... 

Segunda  parte  del  mismo: 

Contento  estaba  el  pastor... 

Romance  del  cerco  que  Porcina  puso  sobre  Roma  y  de  dos 
grandes  hazañas  que  acontecieron  á  dos  mancebos  romanos,  á 
cuya  causa  fué  Roma  libre  en  el  tiempo  de  mayor  necesidad: 

Grande  ruido  hay  en  Roma... 

Segunda  parte: 

Gran  tristeza  hay  en  Roma... 

Romance  del  nacimiento  y  muerte  de  Aquiles: 
En  la  ciudad  de  Tesalia... 

C  Segunda  parte  délas  |  obras  de  Diego  de  Fuentes,  la 
qual  1  trata  de  sonetos,  y  otauas  ri  |  mas,  tercetos,  can- 
ciones I  sestinas,  co  otros  ge  |  ñeros  de  verso.  {Fol.  55.) 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  649 

Canto  primo  (12  octavas): 

Vosotros  que  escucháis  mi  triste  canto... 

Soneto  de  un  caballero  á  una  señora  con  quien  no  podía  pa- 
sar su  fin  adelante: 

Hay  tantas  lo  questas  tan  acabado... 

Soneto  al  nombre  de  cierta  dama: 

Sentado  en  la  ribera  de  Hibero  un  día... 

Soneto: 

De  tí,  ninfa,  cosa  no  pretendo.,. 

Soneto: 

La  vida  huye:  no  queda  un  momento. .. 

Soneto  al  nombre  de  cierta  señora: 

Por  el  amor  á  muerte  condenado... 

Soneto  al  nombre  de  una  dama: 

Amor  me  desafía,  oh  triste  hado... 

Soneto  contra  la  opinión  de  Boscán: 

Quien  dijo  ausencia  no  causar  olvido  ... 

Sonetos: 

—  Oh  solitario  valle,  oh  roca  inhiesta... 
—Qué  cosa  puede  haber  más  invencible... 
—El  día  que  partiere  desta  vida...       ^ 
—Seguí  vuestro  camino,  pías  fuentes... 

—  Durmiendo  bajo  un  lauro  mi  tesoro... 

Canción  madrigal: 

De  pensamientos  tristes  muy  cercado.. . 

Soneto: 

Llegado  aún  no  es  el  día  deseado... 


5jo  MARQUÉS   DE   JEREZ 

Otro: 

Oh  quién,  amor,  pudiese  preguntarte... 

Soneto  del  Petrarca: 

Dejadme  en  paz,  oh  duros  pensamientos... 

Soneto  del  autor  á  un  caballero  su  amigo,  porque  casó  con 
quien  mucho  lo  había  deseado,  donde  pone  el  nombre  de  la 
dama: 

De  mirtos  y  laureles  coronado... 

Soneto: 

Oid,  leales,  el  acontecimiento... 

Otro: 

Qués  de  tu  fuerza,  Amor,  y  poder  tanto... 

Comienza  un  soneto,  el  cual  todo  acaba  en  una  sílaba:  do: 
Antes,  con  el  cuento  del  caya... 

Canción: 

Principíese  mi  mal  de  nuevo  y  llanto... 

La  guerra  de  Campaña  de  dos  amantes  después  de  casados 
(9  octavas): 

La  guerra  de  Campaña  Cesárea... 

Canción  sextina: 

Quien  no  teme  el  ausencia  es  inorante... 

Sextina  segunda: 

Cuan  mal  seguramente  va  la  vida... 
Sátira  del  autor  burlando  á  un  su  amigo,  gran  poeta: 

Si  de  mi  baja  lira... 
Soneto  en  metáfora: 

Un  alto  y  más  que  fijo  pensamiento... 
Soneto: 

Ay,  sin  ventura  yo,  y  quién  no  naciera... 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  65 1 

Otro: 

Bastárale  al  Amor  que  allí  cesara... 

Otro: 

Sin  alas  va  volando  el  pensamiento... 

Soneto  al  nombre  de  una  dama: 

Mostróse  Apolo  laso  y  muy  turbado... 

Soneto  al  alma: 

Qué  haces,  di,  que  estás  atrás  mirando... 

Elegía: 

Aves  que  los  vientos  vais  rompiendo... 

Elegía  á  la  muerte  de  la  lima.  Sra.  Doña  Isabel  de  Aragón, 
Condesa  de  Aranda: 

Del  sueño  eterno  el  triste  triunfo  canto... 

Soneto  ó  epitafio  á  la  misma: 

Detente  tú  que  llegas  atrevido... 

Soneto  de  Francisco  Segura  á  Diego  de  Fuentes: 
Olvidad  ya,  poetas,  á  Elicona... 

C  El  autor  á  las  muy  Illu  |  stres  damas  de  9arago9a. 

(Carta  en  prosa,  suscrita  por  el  autor  en  Zaragoza  á  25  de 
Enero.) 

(£  Demanda  criminal,  con  la  |  ble  dada  sentencia  por 
el  divino  ayütamie^i  |  to  contra  las  Illustres  Damas  |  de 
la  gran  Cessarea. 

De  damas  sin  piedad  mi  musa  canta 
la  grande  ?inrazón  que  amor  recibe, 
el  cual,  de  ver  su  ser  tan  apostrado, 
las  llama  ante  el  divino  consistorio 


552  MARQUÉS    DE    ]EREZ 

á  do  suelen  los  Dioses  ayuntarse, 
y  allí  pide  el  Amor  justicia  desto; 
la  Fama  es  la  que  va  por  mensajera, 
y  á  todas  una  á  una  las  emplaza, 
diciendo  en  alta  voz  desta  manera. 

(Y  Llamamiento  de  Damas. 

A  vos,  hermosa  Doña  Catalina 
de  Luna,  más  quel  Sol  resplandeciente, 
tenida  acá  en  la  tierra  por  divina, 
á  toda  cosa  pronta  y  suficiente. 
Amor  á  os  perseguir  se  determina 
por  veros  tan  sin  él  públicamente. 
Por  donde  ante  los  Dioses  os  emplaza, 
y  á  os  condenar  á  muerte  os  amenaza. 

(Son  21  octavas,  y  en  cada  una  llama  á  una  dania  de  Zara- 
goza; se  reúnen  los  Dioses  y  dan  la  sentencia  contra  cada  una 
de  ellas  en  verso  suelto;  sigue  la  Oración  de  Diana,  en  verso 
suelto,  y  la  Condenación  en  sextinas,  con  lo  que  acaba  el 
poema.) 

<I  Égloga  donde  se  tratan  los  |  desastrados  amores  de 
los  sin  ventura  |  y  mal  gozados  pastores,  OrsU  1  no  y 
Marsilea  interior  |  autores. 

([  Autor,  Orsino,  Marsilea,  Briceño,  Rabadán. 

(£  Autor. 

En  el  espeso  monte  Besuleo, 
en  una  parte  espesa  y  deleitosa, 
guardaba  su  ganado  una  zagala. 


Meló  (Antonio  de). 

Libro  I  de  Varios  Sonetos,  ]  Romances,  ]  Cartas,  |  y 
Decimas  j  de  Antonio  de  Meló  |  Lvsitano.  |  Con  los  Pro- 
uerbios  de  Barros.  (Grab.  en  madera:  un  niño  desnudo,  con 


UNAS   PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  653 

un  ramo  de  flores  en  la  mano,  montado  sobre  una  tortuga.) 
Impreso  en  Modona  (ííÍcJ  por  Francisco  Gabaldino  | 
M.DC.III.  I  Con  licencia  de  los  Superiores. 

8." 72  hojas:  143  páginas,  inclusas  las  cinco  de  principios, 

y  una  sin  numerar.— Signs.  A-I. 

Portada. — V.^  en  blanco.— Dedicatoria  en  verso  y  prosa  al 
limo.  Sr.  Fabio  Scoto,  Camarero  mayor  del  Sermo.  Duque  de 
Módena,  suscrita  por  el  autor.- Texto,  de  letra  cursiva. — Pro- 
mesa de  firmeza  (una  octava): 

El  vago  viento  en  red  podrá  cogerse... 

Erratas. 

Contiene: 

Soneto  al  Sermo.  Duque  de  Módena: 

Vuestra  grandeza  á  voz  en  grito  clama... 

Otro  al  limo.  Sr.  Cardenal  de  Este: 

Si  al  Eridano  raudo  á  caer  vengo... 

Otro  al  muy  ilustre  señor  Ascanio  Scoto  en  su  muerte: 
Gentil  Ascanio  en  cuanto  Dios  quería... 

Otro  á  la  muerte  del  mismo  señor  Ascanio  Scoto: 
En  la  furia  del  mundo  y  sus  engaños... 

Otro  al  limo.  Sr.  Fabio  Scoto: 

Con  clarín  de  oro,  en  medio  de  oro  envuelta... 

Soneto  á  una  dama  que  se  aficionó  de  un  galán  por  oir  decir 
bien  de  él,  y  después  le  aborreció  por  oir  decir  mal: 

Amor  por  los  oídos,  bella  ingrata... 

Otro  á  una  dama,  recelando  de  su  amor: 

Con  mucha  voluntad  muriera  agora... 

Otro  á  una  dama  que  echó  una  banda  á  un  galán  por  la 
ventana: 

Dulce  y  dichoso  premio  concedido... 


QcA  MARQUÉS    DE   JEUEZ 

Otro  á  los  cabellos  de  una  dama: 

Ondados  hilos  de  oro,  do  enlazado... 

Soneto: 

Fénix  soy  en  amor,  mas  no  en  la  suerte... 

Soneto  al  Rey  de  España  D.  Felipe  IJI: 

Rey  de  una  y  de  otra  Hesperia  y  del  Oriente... 
Mote  (cinco  redondillas): 

No  hay  aviso  sin  prudencia... 

Proverbios  de  Barros: 

Cuanto  más  lo  considero... 
Romances: 

I.— Cuando  el  claro  Dios  de  Délos... 
2.— Después  que  Sileno,  pastor... 
3.— Con  un  retrato  en  la  mano... 

4.  — Mil  géneros  de  venganza  .. 
5, —Advierte,  gran  Almanzor... 
6.— La  bellísima  Lúcela... 
7.— Entre  miserables  riscos... 
8.— Ya,  Pisuerga,  no  me  nombres... 
9.  — Mientras  se  apresta  Jimena... 
10.— Aquel  pastor  fugitivo... 
,,. —Ingrato  y  ligero  tiempo... 
12.— Después  que  la  injusta  muerte... 
13.  — Está  el  bravo  Sebastián... 
i,|.._A  los  fidalgos  leoneses... 
15.— Desterrado  de  Castilla...    ■ 
16.— Aquel  moro  conoscido... 
,7, —Corazón  leal  y  noble... 
18.— Advierte,  bella  Amarilis... 
19.— Alma  inmortal  de  mi  gusto... 
20. — Tiempo  ingrato  y  desleal... 
21.— Agora  tengo  entendido... 
22.— ¿Qué  es  esto,  mi  pensamiento?... 

Carta  á  una  dama  que  aborreció  un  galán  porque  le  dijeron 
que  decía  mal  della  (45  redondillas): 

Ingrata,  á  quien  adoré... 


UNAS   PAPELETAS    BIBLlOGRÁnCAS  655 

Otra  carta  (23  redondillas): 

Tanto  siento  tu  tormento... 

Memorial  en  décimas  (12): 

Memoria  de  la  merced... 

Otras  décimas  (cinco): 

Bien  pensará  quien  me  oyere... 

Canción  triste  (cinco): 

Conviértanse  las  fiesta-- 
en  tristes  alaridos... 

Otra  triste: 

Tristeza,  pues  yo  soy  tuyo^ 
tú  no  dejes  de  ser  mía... 

Mote: 

Mila,  tus  ojos  graciosos... 

Glosa: 

A  tu  extremada  hermosura... 
Mote: 

El  fuego,  hielo,  vida  y  muerte  dura... 

Glosa  en  dos  octavas: 

Quien  quiere  ver  el  sol  luciente  y  claro... 
Soneto: 

Cuando,  señora,  las  penas  son  de  aquéllas... 

Otro: 

Cuando  entendí  que  en  una  faeiite  fría... 
Romance: 

Lágrimas  tristes,  salid... 


Timoneda  (Juan  de). 

Villete  de  Amor.  (Grab.  en  mad.,  que  representa  una  daitia 
asomada  d  la  ventana,  y  dos  hombres,  uno  tocando  la  pande- 


gc5  MARQUÉS    DE   JEREZ 

reta  y  otro  la  guitarra.)  C  Cancionero  llamado  Ville  \  te 
de  Amor:  copuesto  por  Baptista  Mon  1  tidea.  En  el  qual 
se  contienen  Canciones,  1  Villancicos,  y  otras  obras  di- 
uersas.  |  C  Dirigido  al  muy  experto,  y  anisado  lo*  |  co 
Luys  Quirosillo  Truhán  |  examinado  en  Corte.  |  C  Ven- 
de se  en  casa  de  Joan  Timoneda,  1  Mercader  de  libros. 
(Al  fin:)  Fin  del  primer  |  Quaderno. 

Ocho  hojas  sin  foliar  con  la  sign.  «.—Letra  gótica. 
A  la  vuelta  de  la  portada  empieza  el  texto  con  el  encabeza- 
miento siguiente: 

C  Comien9a  el  Villete  |   de    Amor:    y    esta   primera 
can*  1  cionsehizoconsejandoavn  \  Zagal  que  no  amasse. 

Canciones: 

^   Cata  que  puede  ser  loco... 
^  Lástima  es  de  ver  á  Bras... 
^  No  hay  aviso  sin  prudencia... 
'  ^  Ay  ojuelos  engañosos... 
^  Tienes  damas  en  perficcion... 
^  Quán  hermosa  eres,  Pascuala... 
^  Quiere  se  morir  Antón... 
f  Dime,  Bras,  Juana  q  á  havido... 
%  Vana  salió  mi  esperanca... 

Contienda  de  colores: 

%  En  gran  porfía  han  entrado... 

f  Villancico  por  desecha:  ^ 

*a  No  despreciéis,  morenica... 

Villete  de  Amor.  (Grab.  en  madera:  el  busto  de  un  paje.) 
C  Enfados  de  muy  grandes  ]  auisos,  y  prouechosas  sen- 
tencias, nun  I  ca  impresos,  ni  vistos  hasta  agora  1  Puestos 
a  gesto  por  Mon*  1  tidea,  grande  amigo  de  |  Diamonte.  | 
C  Dirigidos  al  muy  experto,  y  auisado  lo  |  co  Luys  Qui- 


UNAS   PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  657 

rosillo  Truhán  [  examinado  en  Corte.  |  (£  Véndese  en 
casa  de  Joan  Timoneda.  j  Mercader  de  libros.  fA  la  vuelta- 
de  esta,  portada:) 

1f  Comien9an  los  enfados: 

^  Enfado  me  de  ver  ya  los  estados... 

1f  Tercetos  de  Montemayor: 

^  Pasaua  Amor,  su  arco  desarmado... 

(C  Coplas  en  que  se  tra  |  ta  como  Diego  Moreno  el  q.  | 
otro  tiempo  tuuo  tanto  des-*  |  cuydo  de  su  muger:  agora  | 
la  mata  de  celos.  (Dos  fi.giiras  grabs.  en  madera:  Diego  Mo' 
reno  y  su  mujer.  A  continuación  va  el  texto.) 

^  Oyd  me,  señoras, 
va  cuento  donoso. 

f£  Otras  de  Diego  Moreao,  |  quexandose  su  muger. 

^  Doy  al  diablo 
mi  Diego  Moreno. 

Canción: 

^  Goza  de  tu  hermosura, 
Zagala,  y  da  te  a  plazer. 

Estos  dos  últimos  tratados  constan  de  ocho  hojas  sin  foliar, 
con  la  sign.  b. — Letra  gótica. 

Los  tres  tratados  en  un  volumen  en  8."  Todos  llevan  en  los 
titulillos  de  las  páginas  Villete  de  Amor. 


Hierro  (Baltasar  del). 

{!]  Libro  y  primea-  |  ra  parte,  délos  victoriosos  he^i  | 
chos  del  muy  valeroso  ca  |  uallero  don  Aluaro  de  |  Ba?!: 
señor  délas  villas  d'l  Viso,  y  saeta  |  Cruz.  Capita  ]  gene- 
ral del  1  marOce^s.  |  ano.  |  Dirigido  al  muy  illustre  señor] 
don  Luys  (yapata.  Se^:-  |  ñor  délas  Villas  de  Al  |  buñol,  y 
II  43 


658  MARQUÉS    DE   JEÍÍEZ 

Torbiscon,  |  con  sus  partidas,  j  Copuesto  por  Balthasar 
d'l  I  Hierro.  |  Año  de  M.D.LXI. 

(Al  fin:)  d  Aqui  haze  fin  el  presente  tractado.  El  |  qual 
fué  impreso  co  licecia,  en  la  muy  ]  noble  ciudad  de  Gra- 
nada: en  ca  |  sa  de  Rene  Rabut  junto  a  |  los  hospitales 
del  cor<i  1  pus  Christi. 

g  o_Let„  gótica.— 72  hojas  sin  foliar,  inclusas  cuatro  de 
principios.— Signs.  A-I,  todas  de  ocho  hojas. 
Portada  con  orla  grab.  en  madera.— Vuelta: 
Soneto  al  muy  ¡lustre  Sr.  D.  Luis  Zapata  (del  autor): 

Heroico,  ilustre,  magno  y  generoso... 
Soneto  del  mismo  al  mismo: 

Quedó  Naturaleza  tan  cansada... 
Soneto  de  Gregorio  Silvestre  al  mismo: 

Si  el  peso  y  la  justicia  de  Trajano... 

Dedicatoria. 
Soneto  del  autor  al  muy  valeroso  caballero  D.  Alvaro  de 

Bazán: 

Perdona,  excelentísimo  guerrero... 

Soneto  de  Gregorio  Silvestre  al  autor: 

Repóngase  en  olvido  y  en  destierro... 

Texto:  es  un  poema  en  seis  cantos  en  octavas  reales,  con  sus 
argumentos  al  principio  en  prosa. 
Empieza: 

Invictos  hechos,  casos  rigurosos, 
Superbas  aventuras  muy  extrañas. 
Junto  acontecimientos  valerosos, 
Ardides  y  vivezas,  fuerzas,  mañas, 
Qtie  pueden  ilustrar  los  más  lustrosos 

Subsesos  que  dan  gloria  á  las  Españas, 

Quiero  cantar,  si  fuere  tal  mi  pluma 

Que  nunca  por  olvido  se  consuma. 


UNAS    PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  659 

Acaba: 

Por  el  tiempo  que  quiera  el  ñero  Marte, 
Que  á  su  mandar  son  ellas  de  contino, 
Esperan  moverán  ánimo  y  arte 
En  avisando  al  fuerte  paladino. 
Que  al  hora  st-  ha  de  ver  segunda  parte 
Cuando  tornen  los  cuatro  á  su  camino; 
También  yo  esperaré,  si  mi  ventura 
Primero  ha  de  llegar  que  sepoltura. 

Soneto  de  Gregorio  Silvestre: 

Refrénate,  alborozo,  ten  sosiego... 

Soneto  del  autor  al  Sr.  Juan  Muñoz  de  Salazar: 
Si  escribieron  de  Paris  el  Troyano... 

Canción  del  Duque  de  Sesa: 

Si  os  pesa  de  ser  querida, 
yo  no  puedo  no  os  querer: 
pesar  habéis  de  tener 
mientras  yo  tuviera  vida. 

Glosa  de  Silvestre  sobre  la  canción  del  Duque: 

Señora,  podéis  creer...  (3  coplas.) 

Glosa  del  mismo  sobre  la  misma  canción: 

Señora,  no  sé  qué  ha  sido...         (4  décimas.) 
Glosa  de  D.  Juan  de  Borja  á  la  misma  canción: 

Sabe  Dios  que  he  procurado...       (4  décimas.) 

Canción: 

Quien  por  vos  pierde  la  vida, 
ya  no  queda  qué  perder, 
sino  que  pierda  el  placer 
de  verla  tan  bien  perdida. 

Glosa  del  autor  á  esta  canción: 

Clara  ha  sido  tu  victoria...  (2  coplas.) 


66o  MARQUÉS   DE   JEREZ 

Canción: 

—Di,  pastor:  ¿quiéresme  bien? 
—Zagala,  sábelo  Dios. 
—Di  como  á  quién. 
—  Como  á  vos. 

Glosa  del  autor  á  esta  canción: 

Ven  acá  no  me  dirás...  (3  coplas.) 

Nota  final.— Página  en  blanco. 
Ejemplar  único. 


Anónimo. 

d  Cancionero  |  llamado  Vergel  de  a*  1  mores  recopi- 
lado délos  mas  |  excelentes  poetas  Castellaa  1  nos  assi 
antiguos  como  \  modernos:  y  con  ]  diligecia  cor  \  regido. 
(Escudo  del  impresor.)  En  q.Rvagoqa  por  Steuan.  G.  |  de 
Nagera.  Año.  M.D.L.I. 

I2.°— Letra  gótica  menuda.— 36  hojas  foliadas,  inclusa  la 
de  portada.-Signs.  a-c,  todas  de  doce  hojas. 

Portada  con  orla  de  negro  y  rojo.— Vuelta:  Al  lector.— 
Texto.— Grabado  en  madera. 

Contiene: 

Coplas  de  Juan  de  Mena: 

¡Ay,  dolor  del  dolorido 
que  non  olvidó  cuidado!... 

Otras  suyas  á  una  dama: 

Presumir  de  vos  loar 
según  es  vuestro  valer... 

Otras  suyas: 

¡Guay  de  aquel  hombre  que  mira 
vuestro  rostro  triste  ó  ledo!... 


Otras  suyas  á  su  amiga: 

A  ti  sola  tribulación, 
cuitas,  dolor  y  deseo... 


UNAS   PAPELETAS    BIBLIOGRÁFICAS  66l 

Carta  que  envió  un  caballero  á  una  señora: 

Carta,  pues  que  vais  á  ver 
á  mi  Dios  de  hermosura... 

Del  mismo,  al  descontentamiento  que  llevaba  porque  partía 
de  donde  su  amiga  quedaba: 

De  vos  me  parto  quejando, 
y  de  mí  muv  descontento... 

Otras  suyas,  á  una  señora  que  le  tenía  dada  la  fe  de  no  ser- 
virse de  otro  sino  dé!,  3'  él  á  ella  de  no  servir  á  otra  sino  á 
ella,  y  ella  la  quebró,  y  él  envíale  estas  coplas  y  su  fe  con  ellas: 

Oh,  que  no  hallo  razón 
con  que  declare  la  mengua... 

Otras  suyas  á  una  partida: 

Después  que  os  vi  entristecida 
y  con  mi  partir  penosa... 

Otras  suyas,  despidiéndose  de  su  amiga: 

Pues  no  me  vale  ventura, 
ni  dicha  mala  ni  buena... 

Testamento  de  amores  hecho  por  el  mismo  D.  Diego  López: 

Oh  muy  alto  Dios  de  amor 
por  quien  yo  vivo  penando... 

Del  mismo,  á  una  dama  que  llevaba  una  toca  de  camino  en 
la  cabeza; 

Sabéis  por  qué  da  pasión 
el  tormento  de  la  toca... 

Otras  suyas  á  unas  damas,  porque  un  galán  que  iba  con  él 
cantó  mal  delante  dellas: 

Señora,  si  mal  cantó 
el  galán  que  os  ha  loado... 

Coplas  de  un  galán  á  su  amiga: 

Si  no  os  hubiera  mirado, 
pluguiera  á  Dios  que  no  os  viera... 


562  MARQUÉS    DE    JEREZ 

Otras  suyas  á  su  amiga: 

Conozco  de  conoceros, 
ser  mi  mal  muy  más  crecido... 

Esparsa  á  una  partida: 

Oh  rabioso  despedir, 
dolor  que  vida  recela... 

Otra  obra  suya  llamada  Guerra  de  Amor,  en  memoria  de  la 

muerte  de  su  amiga: 

Quiero  contar  mis  dolores, 
aquéllos  que  siempre  arden... 

Otras  suyas,  porque  un  amigo  suyo  iba  donde  su  amiga 

estaba: 

Toda  se  vuelve  en  mancilla 
la  envidia  que  de  vos... 

Conjuro  de  amores: 


Canciones: 


La  grandeza  de  mis  males 
á  amor  cresce  cada  día... 

—Ved  que  tal  es  mi  ventura, 
que  deseando  perdella... 

—Yo  me  parto  sin  partirme 
de  vos,  y  de  vos  vencido... 

— Ay  que  no  hay  amor  sin  ay 
ay  que  su  ay  tanto  me  duele... 

—Dos  enemigos  hallaron 
las  hadas,  y  á  mí  las  dieron... 

—  Bien  fué  bien  de  mi  ventura, 
con  tales  penas  penarme... 

No  vivo  sin  esperanza, 

ni  muero  desesperado... 

—No  quejo  de  mi  pasión, 
aunque  muero  en  padescella... 

—Ved  si  puede  ser  mayor 
el  mal  de  mi  pensamiento... 

Vivo  porque  vuestro  vivo, 

y  sin  vos  no  quiero  vida... 

—Si  penase  por  medida 

como  peno  sin  concierto... 


UNAS   PAPELETAS   BIBLIOGRÁFICAS  663 

Villancicos: 

—Si  cuando  triste  os  miré... 
— Amores  tristes  crueles... 
— Sospiros,  no  me  dejéis... 
—Pues  la  triste  vida  dice... 
—Mira  qué  mal  es  el  mío... 
— No  me  duele  aunqués  mortal... 
— La  causa  de  mi  dolor... 
— Pues  la  libertad  es  ida... 

Sevilla  10  de  Enero  de  1899. 


JUAN  CATALINA  GARCÍA 


EL  SEGUNDO   MATRIMONIO 

DEL  PRIMER  MARQUES  DEL  CÉNETE 


D.  Pedro  González  de  Mendoza,  Gran  Cardenal  de  Es- 
paña, varón  eminente  sobre  toda  alabanza,  pagó  tributo 
á  la  común  flaqueza  con  amores  impropios  de  su  dignidad 
y  estado.  Uno  de  sus  hijos,  que  tuvo  en  Doña  Mencía  de 
Lemos,  dama  portuguesa  de  claro  linaje,  fué  D.  Rodrigo 
de  Mendoza,  á  quien  llamaron  también  de  Vivar,  porque 
el  padre,  docto  en  materias  genealógicas  (i),  tuvo  siem- 
pre la  opinión  de  que  su  casa  procedía  del  Cid. 

Como  no  era  posible  ocultar  amores  cuyos  frutos  anda- 
ban á  la  vista  de  todos,  descubrióse  luego  que  el  Cardenal 
había  tenido  hasta  tres  hijos.  Pasó  por  ello  la  austera  Rei- 
na Isabel,,  porque  los  servicios  del  Prelado,  sus  buenas 
obras  de  todo  linaje,  y  el  miedo  á  hacer  más  ruidoso  el  de- 
safuero, la  obligaron  á  consentirlo.  Con  lo  que  D.  Rodri- 
go y  sus  hermanos  anduvieron  en  corte,  fueron  á  la  gue- 
rra, y  concertaron  matrimonios  muy  ventajosos.  Siguióse 
de  esto  la  tolerancia  general  para  faltas  que  D.  Pedro  borró 
con  la  grandeza  de  sus  acciones,  y  los  mismos  Reyes  en- 
salzaron á  los  hijos  sacrilegos,  sobre  todo  á  D.  Rodrigo, 
que  era  el  mayor;  bien  que  lo  había  ganado  distinguién- 
dose valientemente  en  las  guerras  contra  los  moros  gra- 
nadinos. Entre  las  mercedes  que  por  esto  recibió,  fué  la 
más  principal  la  comarca  del  Cénete,  que  se  erigió  en 
marquesado  (2).  Su  padre  instituyó  á  su  favor  un  rico  ma- 
yorazgo con  tierras  y  lugares  de  la  Alcarria,  en  aquella 
comarca  que  desde  el  siglo  xiv  fué  solar  definitivo  de  la 
casa  de  Mendoza;  restauró  y  ennobleció  la  fortaleza  de 


566  ]•    CATALINA    GARCÍA 

Jadraque  (3),  que  aún  mira  atónito  el  viajero  que  pasa  si- 
guiendo la  vía  férrea  al  pie  del  empinado  cerro  donde  la 
pusieron,  y  llamóla  del  Cid,  para  que  fuera  pretexto  y 
gala  histórica  del  condado  del  mismo  nombre,  que  el  Car- 
denal logró  que  se  instituyera,  juntamente  con  aquel 
mayorazgo,  en  cabeza  de  D.  Rodrigo,  su  hijo  predi- 
lecto (4). 

Este,  á  la  sombra  de  tan  gran  protección,  logró  matri- 
monio ventajosísimo  con  su  prima  Doña  Leonor  de  la 
Cerda,  hija  única  del  Duque  de  Medinaceli,  y  nieta,  por 
la  madre,  del  Príncipe  D.  Carlos  de  Navarra  (5).  Pero  la 
muerte  de  Doña  Leonor,  á  quien  parece  que  los  celos  cau- 
sados por  la  bizarría  y  falta  de  escrúpulos  de  su  marido 
hicieron  poco  feliz,  acabó  pronto  este  enlace,  y  D.  Rodri- 
go quedó  libre  y  harto  mozo  para  contener  su  condición 
apasionada.  Pasaron  los  años,  pero  no  los  ímpetus  de  esta 
condición. 

El  Arzobispo  de  Sevilla,  D.  Alonso  de  Fonseca,  por 
virtud  de  autorización   Real  de   12  de  Abril  de  1453,  en 
Alaejos,  á  6  de  Julio  de  1462.  instituyó  un  mayorazgo  en 
cabeza  de  su  hermano  D.  Fernando  de  Fonseca,  incluyen- 
do como  parte  principal  en  la  institución  la  villa  y  forta- 
leza de  Alaejos,  la  de  Coca,  y  los  lugares  de  Castrejón  y 
Valdepuentes.  Pero  muerto  D.  Fernando  antes  que  el  Ar- 
zobispo (6),  pasaron  los  derechos  instituidos  á  su  hijo  ma- 
yor, D.  Alonso.  Murió  al  fin  el  Arzobispo,  y  la  codicia  de 
sus  parientes,   según  después  se  dijo  en  pleito  judicial, 
llegó  hasta  el  punto  de  que  se  introdujeron  importantes 
cambios  en  su  anterior  voluntad,  relativa  á  mayorazgo  y 
testamento;    cambios    que  no   debieron    ocurrir,    porque 
cuando  se  supuso  que  habían  sucedido  estaba  el   Prela- 
do luchando  con  los  últimos  amagos  de  la  muerte,  y  no 
podía  hablar,  ni  tampoco  pensar  con  cordura.  Y  dijeron 
luego  algunos  testigos  que,   para  suponer  la  voluntad  del 
Arzobispo,  el  físico  que  le  asistía  le  preguntaba  según  su 
propia  intención,  y  un  criado,  á  quien  llamaban  Rosales, 


EL   PRIMER    MARQUÉS    DEL    CÉNETE  66/ 

moviendo  la  cabeza  del  moribundo  con  una  mano  que  te- 
nía puesta  bajo  la  almohada,  daba  á  significar  con  movi- 
mientos fingidos,  y  en  aquella  ocasión  infames,  el  sí  6  el 
no  que  á  los  concurrentes  interesaban,  para  que  el  nota- 
rio, cómplice  de  la  sacrilega  farsa,  anotase  en  el  papel 
aquellas  respuestas. 

D.  Alonso  de  Fonseca  no  tuvo  más  que  dos  hijas  en 
su  mujer  Doña  María  de  Toledo,  y  se  llamaban  Doña  Ma- 
ría y  Doña  Mayor  de  Fonseca.  En  cambio,  tenía,  entre 
otros  hermanos,  á  D.  Antonio,  hombre  de  dura  condición 
y  voluntarioso,  el  que,  muerto  el  Arzobispo,  y  con  ayuda 
de  los  remiendos  hechos  á  la  voluntad  de  éste  en  el  trance 
de  la  muerte,  alegó  mejores  derechos  al  mayorazgo  para 
sus  hijos  varones,  puesto  que  consideraba  excluidas  á  las 
hembras,  hijas  de  su  hermano.  El  recuerdo  de  que  D.  An- 
tonio fué  el  general  del  Emperador  que  en  los  principios 
de  las  Comunidades  quemó  á  Medina  del  Campo,  adverti- 
rá al  lector  de  quién  era,  cómo  era  y  lo  que  llegó  á  ser  el 
famoso  personaje. 

No  aventajaba  en  empuje  á  su  hermano  D.  Alonso;  pero 
cediendo  ambos  á  los  impulsos  de  la  sangre,  ó  al  temor 
de  gastar  su  caudal  en  pleitos  interminables,  pensaron  en 
venir  á  avenencia,  no  sin  que  antes  mantuviesen  un  plei- 
to, en  el  que  la  soberana  resolución,  dada  en  Alcalá  de 
Henares  á  15  de  Mayo  de  i5o3,  declaró  excluidas  á  las 
hembras  de  la  sucesión  del  mayorazgo,  dando  asi  favor  á 
las  pretensiones  formuladas  por  D.  Antonio  de  Fonseca, 
en  nombre  de  su  primogénito  D.  Pedro  Ruiz  contra  las 
mencionadas  hijas  de  D.  Alonso. 

Yo  presumo  que  la  Reina,  muy  pagada  de  los  servicios 
de  esta  gente,  enemiga  de  que  renacieran  disensiones  en- 
tre los  miembros  de  la  nobleza,  y  temerosa  quizá  de  que 
dicha  sentencia  fuese  alguna  vez  impugnada,  resultando, 
por  consiguiente,  muy  comprometida  la  unión  entre  aque- 
lla familia  de  leales  servidores  suyos,  favoreció  la  idea  de 
que  se  uniesen  en  casamiento  Doña  María,  hija  de  Don 
Alonso,  y  su  primo  carnal  D.  Pedro  Ruiz  de  Fonseca,  hijo 


668  J.    CATALINA    GARCÍA 

de  D.  Antonio,  por  ser  ambos  primos  causahabientes  prin- 
cipales, y  aun  únicos,  en  el  asunto  del  mayorazgo.  A  este 
parecer  que  se  le  ocurrió  á  la  Reina,  ó  que,  al  menos,  se- 
cundó, se  prestaron  los  dos  hermanos  Fonseca  y  el  desti- 
nado á  ser  marido  de  Doña  María. 
■  El  amor,  como  vamos  á  ver,  dio  en  tierra  con  estos  pro- 
pósitos. 

Al  empezar  la  noche  del  día  último  de  Junio  de  i5o2, 
salió  de  Santa  María  de  Nieva  un  apuesto  caballero,  que 
por  las  galas  de  su  traje  daba  á  entender  que  el  fin  de  su 
jornada  era  alguna  ceremonia  importante.  Seguíanle  tres 
escuderos,  uno  de  ellos  persona  calificada,  y  un  lacayo. 
Cabalgaron  todos  con  priesa,  y,  pasada  la  media  noche, 
se  apearon  en   una  ermita  que  había  á  la  entrada  de  la 
villa  de  Coca  (7).   Era  el  apuesto  galán  D.   Rodrigo  de 
Mendoza,  y  uno  de  sus  acompañantes  el  vecino  de  Me- 
dina del  Campo,  García  de  Montalvo,  que,   andando  el 
tiempo,  y  quizá  por  odio  recrecido  contra  los  Fonsecas, 
aunque  originado  de  estos  sucesos  que  narro,  tuvo  parte 
en  los  sucesos  de  las  Comunidades  (S).  Dejaron  los  caba- 
llos junto  á  la  ermita  y  al  cuidado  del  doméstico,  entraron 
en  la  villa,  en  el  pórtico  de  una  iglesia  quedaron  en  sigi- 
losa espera  dos  escuderos,  y  el  Marqués  del  Cénete  y  Gar- 
cía de  Montalvo  siguieron  hasta  llegar  á  la  puerta   de  un 
huerto  de  la  casa  que  en  Coca  tenía  D.  Alonso  de  Fonse- 
ca. Abrióles  la  puerta  una  mano  de  antes  avisada,  entra- 
ron en  el  huerto,  y  unido  á  ellos  uno  de  los  escuderos  que 
quedó  en  la  iglesia,  subieron  á  un  corredor  (9),  donde  eran 
aguardados  en  aquella  hora,  insólita  para  honestas  entre- 
vistas de  dos  ilustres  damas.  Doña  María  de  Toledo  y  Do- 
ña María  de  Fonseca,  mujer  é  hija,   respectivamente,  del 
dueño  de  la  casa.  El  otro  jinete,  cansado  de  esperárselo, 
ó  cuidando  de  ser  testigo  de  lo  que  iba  á  ocurrir,  se  pre- 
sentó también  en  escena. 

Lo  que  ocurrió  entonces  no  era  desacostumbrado  antes 
de  que  el  Santo  Concilio  de  Trento  pusiese  coto  y  fin  á 


EL    PRIMER    MARQUÉS   DEL   CÉNETE  669 

ciertas  demasías.  Entrados  en  una  cámara  contigua  al  co- 
rredor, y  en  presencia  de  aquellos  testigos,  el  Marqués  co- 
gió de  la  mano  á  Doña  María,  joven  entonces  de  quince 
años,  aunque  de  resolución  más  aventajada  que  su  edad, 
y  la  dijo: 

— Señora  Doña  María,  ¿os  otorgáis  por  mi  esposa  y  mu- 
jer, según  manda  la  Santa  Iglesia  de  Roma? 

Ella  respondió: 

— Sí  otorgo. 

Y  el  Marqués  añadió:' 

— Yo  así  os  recibo,  y  me  otorgo  por  vuestro  esposo  y 
marido,  según  lo  manda  la  Santa  Iglesia  de  Roma. 

De  esta  manera  se  celebraron  aquellos  esponsales,  sin 
previos  requisitos  canónicos,  sin  noticia  anticipada  del  pa- 
dre de  la  novia,  sin  otras  formalidades  que  las  expues- 
tas. Pero  los  novios  trocaron  dos  cédulas  declaratorias  de 
estos  esponsales,  como  eterno  testimonio  de  su  unión  ma- 
trimonial, y  en  ellas  firmaron  los  testigos. 

Era  la  hora  del  suceso  la  una  de  la  madrugada.  Salié- 
ronse al  corredor  los  testigos,  y  quedaron  en  la  cámara  los 
desposados  y  la  madre  de  la  novia.  Lo  que  allí  ocurrió  no 
es  sabido,  aunque  más  adelante,  como  veremos,  dio  á  en- 
tender la  novia  que  no  fué  todo  honesta  delectación  de  ena- 
morados. Acercándose  la  luz  del  día,  y  para  que  toda  la 
aventura  quedase  amparada  de  las  sombras  discretas  de  la 
noche,  el  Marqués  salió  de  la  estancia,  se  unió  á  sus  ser- 
vidores, y  montando  á  caballo  tomó  el  camino  de  Santa 
María  de  Nieva,  con  el  gozo  natural  de  feliz  amante. 

Claro  es  que  para  venir  á  tal  extremo  hubo  antes  con- 
ciertos y  tratos.  Mas  parece  que  no  fueron  muchos  ni  du- 
raderos. No  creo  sospechoso  el  testimonio  que  alguien  adu- 
jo más  tarde  de  que  el  Marqués  del  Cénete,  por  medio  de 
García  de  Montalvo,  tentó  la  voluntad  del  padre  de  la  no- 
via; pero  hallóle  tan  dispuesto  en  contra,  que  quiso  y  logró 
atraerse  el  buen  querer  de  la  madre  Doña  María  de  Tole- 
do. Consta  que  desde  Mayo  de  i5o2  comenzaron  los  arre- 
glos; que  el  Marqués  pasó  en  Olmedo  la  víspera  de  San 


6^0  ]■    CATALINA    GARCÍA 

Pedro,  y  que  en  esta  fiesta  asistió  á  la  iglesia  de  Coca, 
donde  vio  á  madre  é  hija,  pero  tan  brevemente,  que  aque- 
lla misma  noche  se  volvía  á  cenar  á  Santa  María  de  Nieva. 
Allí  recibió  mensaje  de  la  madre  anunciándole  que  con  él 
se  entenderían  para  lo  del  casamiento  dos  frailes  francis- 
canos y  García  de  Montalvo,  como  sucedió,  celebrándose 
la  conferencia  en  el  monasterio  de  Santo  Domingo.  Allí, 
supongo,  resolverían  todos  que  se  hiciese  la  boda  en  la  for- 
ma narrada.  Atrevimiento  singular  el  de  Doña  Máiía  de 
Toledo,  que  á  espaldas  de  su  marido  casó  á  su  hija  y  dis- 
puse el  enlace  en  pocas  horas. 

Aun  cuando  los  que  formaron  la  trama  y  entraron  en 
ella  como  coadyuvantes  y  testigos,  convinieron  en  no  dar . 
publicidad  á  lo  hecho  hasta  que  el  Marqués  obtuviese  la 
Real  licencia,  y  aun  cuando  para  mejor  guardar  el  secreto 
hizo  un  viaje  á  tierra  de  Valencia,  transcendió  el  suceso 
primero  á  la  servidumbre  de  D.  Alfonso  de  Fonseca  y 
luego  á  otras  gentes.  Pero  no  se  sabe  á  punto  fijo  cuán- 
do comenzó  á  correr  la  voz,  porque  algunos  testigos  afir- 
maron que  no  fué  sino  poco  antes  de  que  falleciese  la 
Reina  Catóhca  (1504).  Ya  se  murmuraba  entre  los  servi- 
dores'y  allegados  de  Fonseca  que  el  Marqués  del  Cénete 
solía  agasajar  á  su  esposa  por  tercera  mano  con  joyas  y 
piedras  de  que  ella  hacía  muestra  con  mal  oculta  satisfac- 
ción. De  que  el  mismo  padre  y  D.  Juan  de  Fonseca,  su 
hermano,  que  gozó  de  varias  mitras  como  prueba  del  fa- 
vor que  él  y  los  suyos  merecían  á  los  Reyes  Católicos,  te- 
nían alguna  sospecha  del  casamiento,  también  hay  presun- 
ciones muy  racionales. 

Pero  á  luz  pública  no  salió  el  asunto  hasta  que,  para 
cortar  pleitos,  convenir  en  fraternales  y  mutuas  concesio- 
nes y  quizá  para  obedecer  á  la  Reina,  se  concertó  el  ma- 
trimonio de  Doña  María  con  su  primo  hermano  D.  Pedro 
Ruiz  de  Fonseca,  hijo  de  D.  Antonio  y  heredero  ya  de- 
clarado del  mayorazgo  del  Arzobispo.  Aun  teniendo  algu- 
nas noticias  de  lo  sucedido  entre  Doña  María  y  el  del  Ce- 


EL    PRIMER    MARQUÉS    DEL   CEN'ETE  67 1 

nete,  no  creyeron  que  esto  podía  tener  validez  sacramen- 
tal ni  ser  obstáculo  para  el  nuevo  matrimonio.  Creyeron 
más,  y  es  que  éste  anularía  del  todo  lo  hecho  en  Coca  y 
acabaría  con  las  pretensiones  del  Marqués,  y  con  esta  in- 
tención comenzaron  los  preparativos  de  la  boda  entre  Doña 
María  y  su  primo  Ruiz  de  Fonseca.  Acudieron  á  la  pro- 
tección de  la  Reina,  la  que,  estando  en  Medina  del  Campo 
por  la  Navidad  de  i5o3,  llamó  á  su  Palacio  á  Doña  María 
y  á  su  madre  para  persuadirlas  de  cuánto  importaba  á  toda 
la  familia  el  casamiento;  pero  como  ambas  señoras  se  ex- 
cusasen de  admitir  la  demanda,  tan  en  alto  punto  puso  la 
cuestión  la  Reina,  que  las  amenazó  con  que  el  del  Cénete 
perdería  hacienda  y  vida  si  prosiguiese  en  su  empeño,  á  lo 
que  ayudaban  los  agravios  que  la  Reina  tenía  del  Marqués 
por  ciertas  travesuras  que  había  cometido  en  la  casa  de  la 
Reina  de  Ñapóles,  en  Valencia. 

Grandes  congojas  puso  la  resolución  de  Isabel  la  Cató- 
lica en  Doña  María  y  su  madre;  pero  la  conciencia  de  ésta 
y  el  amor  entrañable  de  aquélla  arrostraron  toda  clase  de 
peligros,  y  no  cedieron  á  las  instancias  que  de  tan  alto  ve- 
nían, ni  aun  á  las  de  la  familia  toda  de  Fonseca.  Por  con- 
ducto de  García  de  Montalvo  avisaron  al  Marqués  del  Cé- 
nete, quien  presuroso  vino  desde  Valencia,  se  presentó  en 
Medina  del  Campo  y,  echando  por  la  calle  de  en  medio, 
publicó  su  casamiento,  mostrándose  dispuesto  á  hacerlo 
valer,  sin  miedo  á  la  misma  Reina,  á  la  que  no  se  atrevie- 
ron á  declarar  lo  ocurrido  en  Coca  ni  Doña  María  de  To- 
ledo ni  su  hija,  aunque  á  ésta  le  pareciese  mejor  confesar  la 
verdad. 

Apenas  llegó  el  Marqués  á  Medina,  se  presentó  al  Arzo- 
bispo de  Toledo,  que  era  entonces  Cisneros,  y  se  quiso 
amparar  de  su  protección,  y  le  mostró  la  cédula  matrimo- 
nial que  en  la  cámara  de  Coca  le  había  dado  Doña  María 
de  Fonseca,  en  testimonio  escrito  de  que  era  su  esposa. 
Además,  comenzó  á  hacer  información  canónica  ante  el 
Provisor  de  Medina  del  Campo,  y  la  misma  Doña  María, 
secundando  estas  disposiciones,  dirigió  al  Arzobispo  una 


5-2  J-    CATALINA    GARCÍA 

carta  en  que  declaraba  que  no  sólo  era  esposa  del  Marqués, 
sino  también  su  mujer  (.o).  Parece  que  los  Reyes  recib.e- 
ron  con  mucho  enojo  las  solicitudes  del  Arzobispo  para 
que  se  hiciese  justicia  en  el  asunto. 

Inde  ira  Toda  la  familia  de  Fonseca  se  alborotó  al  te- 
ner noticia  cierta  de  lo  que  estaba  ocurriendo,  y  D.  Alfonso, 
^obre  todo,  rompió  los  diques  de  su  natural  violentísimo. 
La  misma  Reina  envió  preso  al  Marqués  á  la  fortaleza  de 
Cabezón,  y  luego  á  la  de  Simancas,  donde  estuvo  hasta 
después  de  morir  la  excelsa  señora,  atribuyendo  los  cor  e- 
sanos  la  prisión  á  las  diabluras  que  aquél  hizo  en  el  Pala- 
cio de  Valencia,  y  creyendo  otros  que  procedía  la  desgracia 
del  mal  querer  de  los  Fonsecas. 

Éstos  aceleraron  los  preparativos  del  matrimonio  que 
proyectaban,  y  pidieron  á  Roma  la  dispensación  consi- 
guiente puesto  que  los  mal  convenidos  novios  eran  primos 
carnales,  como  se  ha  dicho.  D.  Alfonso  cogió  á  su  mujer 
é  hijas  y  las  llevó  á  la  fortaleza  de  Alaejos,  no  solo  para 
averiguar  con  certeza  lo  que  habían  hecho  en  Coca  en  la 
madrugada  de  i.°  de  Julio  de  i5o2,  sino  para  imponer  as 
con  insólita  violencia  sus  planes  y  propósitos  d  0.  En  to- 
rres separadas  del  castillo  las  encerró,  tocando  a  la  hija  la 
llamada  cubo  de  la  sala  rica.  Bien  confortadas  con  las  la- 
grimas que  una  y  otra  derramaron,  y  con  los  consuelos  y 
advertencias  que  mutuamente  se  dieron,  se  mostraron  re- 
sueltas á  no  ceder  á  los  bárbaros  atropellos  que  del  enoja- 
do y  feroz  Fonseca  esperaban. 

En  efecto:  con  suaves  halagos,  con  amenazas  de  muer- 
te y  con  castigos  violentos,  las  asedió  un  día  y  otro,  aun- 
<,ue  parece  que  había  recibido  mensajero  de  la  Reina  para 
que  no  las  apremiase  con  fuerza  antes  de  que  hablasen  con 
dicha  señora.  Quería  D.  Alonso  conseguir  que  aquellas  se- 
ñoras negasen  el  casamiento  secreto  de  Coca,  a  lo  que 
ellas  se  resistieron  con  valor  de  madre  la  una,  de  esposa 
enamorada  la  otra.  Con  un  látigo  de  regir  caballos  azoto 
á  la  hija  cruelísimamente,  sin  que  las  lágrimas  de  aquella 


EL    PRIMER    MARQUÉS    DEL    CENETü  673 

tierna  niña,  ni  su  dolor  profundo,  ni  la  fuerza  de  la  sangre, 
contuviesen  su  brutalidad.  Tan  grande  debió  ser  el  supli- 
cio, que  cuando  salió  de  la  sala  el  enojado  padre  y  entró 
en  ella  el  alcaide  de  la  fortaleza,  estaba  Doña  María  echa- 
da en  la  cama,  descubiertos  rostro,  pecho  )'  brazos,  señal 
cierta  de  que  en  aquella  mujer  ni  aun  el  pudor  tenía  fuer- 
zas en  aquellos  instantes. 

Pasó  con  la  madre  lo  mismo,  y  golpes  y  heridas  y  terri- 
bles amenazas  de  muerte  fueron  castigo  de  la  ligereza  con. 
que  procedió  en  Coca,  consintiendo  el  matrimonio  secreto 
de  su  hija  á  espaldas  y  aun  contra  la  voluntad  del  marido 
vengador.  Los  tormentos  de  la  madre  fueron  más  conti- 
nuados que  los  de  la  hija,  y  doblaron  su  voluntad,  no  tan 
firme  como  su  primera  resolución  exigía.  A  los  consejos  y 
amenazas  del  padre,  acompañaron  también  los  del  her- 
mano de  éste,  el  Obispo  D.  Juan,  quien  mostró  siempre 
gran  deseo  del  casamiento  de  Doña  ¡María  de  Fonseca  con 
su  primo  Pedro  Ruiz. 

Aún  fueron  más  bárbaros  los  tormentos  que  dio  Fonseca 
á  dos  criadas  de  su  mujer,  testigos  del  acto  de  Coca,  por- 
que al  fin  en  ellas  no  hería  en  su  propia  carne.  A  Teresa  del 
Castillo,  una  de  las  criadas,  la  hizo  atar  no  muy  honesta 
ni  piadosamente  á  una  escalera,  y  puesta  de  este  modo  la 
hizo  dar  azotes  cruelisimamente  con  látigos  y  cordeles,  y 
aun  la  amenazó  con  el  tormento  del  agua  y  con  promesa 
de  matarla  al  cabo. 

Estos  martirios,  voces  y  amenazas  descompuestas,  los 
consejos  del  Obispo,  el  temor  á  los  Reyes,  el  trato  á  pan' 
y  agua,  el  encierro  en  calabozos  y  cámaras  apartadas,  hi- 
cieron que  aquellas  cuatro  mujeres,  desvalidas  de  toda  pro- 
tección, concluyesen  por  quitar  apariencias  de  casamiento 
legal  á  la  ceremonia  de  Coca,  si  no  por  negarlo  en  absolu- 
to. Los  tiranos  triunfaban,  y  el  amor  quedaba  maltrecho  y 
reblandecido.  No  contribuyó  poco  á  ello  el  que  un  fraile, 
llamado  Fr.  Gabriel,  visitó  á  las  prisioneras;  las  aconsejó 
que  cediesen,  haciéndolas  saber,  como  medio  principal,  que 
el  Marqués  del  Cénete  había  sido  degollado.  Fr.  Gabriel 
II  43 


5-,,  J.     CATALINA    GARCÍA 

se  dijo  enviado  de  la  Reina,  y  aun  se  cree  que  arrancó  una 
confesión  escrita  á  Doña  María  de  Toledo,  manifestando 
que  entre  su  hija  y  el  Marqués  no  había  pasado  otra  cosa 
que  el  trueque  de  las  cédulas  matrimoniales  y  algún  re- 
galo de  joyuelas. 

En  la  noche  del  20  al  21  de  Junio  de  i5o4,  entre  las 
dos  y  las  tres  de  la  madrugada,  cuando  el  ánimo  más  fir- 
me lucha  con  la  debilidad  y  el  sueño,  en  presencia  de  los 
Fonsecas,  D.  Alonso  y  D.  Juan,  éste  entonces  Obispo  de 
Córdoba,   y  de  otras  personas,  llevaron  á  Doña  María  de 
Fonseca'á  una   cámara  del   castillo  de  Alaejos,  donde  es- 
peraba D.  Pedro   Ruiz,  joven  de  unos    quince  años    de 
edad,  aunque  «por  su  disposición,  dijeron  más  tarde  algu- 
nos 'testigos,   parecía   más  hombre  que  otros  de  diez   y 
ocho  ó  veinte  años.»    Leído  el  breve  de  dispensación  de 
parentesco,  casó  á  ambos  primos,  triste  él  y  tristísima  y 
abatida  ella,  el  capellán  de  aquel  Prelado.  Ya  de  mañana 
corrida,  á  eso  de  las  diez,  fueron  velados  durante  la  misa, 
y  de  todas  estas  ceremonias  obtenían  los  verdugos  testi- 
monios notariales  sucesivos,  como  lo  pidieron  de  que  aque- 
lla noche  los  novios    «se  acostaron  juntos  en  una  cama, 
donde  estuvieron  toda  la  noche  hasta  lamañanasiguiente,» 
en  que  con  poco  recato  y  con  mucho  menosprecio  del  pu- 
dor y  de  la  honda  pena  de  la  desposada,  su  propio  padre 
hizo  entrar  en  la  cámara  nupcial  á  un  notario  y  testigos 
para  que  dieran  fe  de  la  cohabitación,  así  como  de  que  Don 
Pedro  y  Doña  María  estaban  «juntos  en  una  cama,  desnu- 
dos en  camisa,   alegres  y  contentos  y  muy  cerca  uno  de 

otro.» 

Claro  es  que  á  estos  testimonios,  alegados  en  los  pleitos 
subsiguientes,  se  agregaron  declaraciones  que  tendían  á 
comprobar  la  realidad  del  referido  matrimonio,  aunque  las 
declaraciones  procedían  comunmente  de  gentecilla  de  es- 
calera abajo,  y  no  en  gran  número  ni  con  mucha  claridad 
en  su  modo  de  decir  las  cosas,  aunque  sólo  se  trataba  de 
probar  principalmente  que  Doña  María,  gustosa  y  con  áni- 


EL  PRIMER  MARQUÉS  DEL  CENBTE  675 

mo  libre  de  temor,  vino  en  casarse  con  el  buen  primo,  y 
que  cohabitó  con  él  varias  veces,  y  que  hasta  la  propia 
Doña  María  de  Toledo  asistió  al  desposorio.  Pero  en  el 
modo  de  contar  las  cosas  estos  testigos  y  en  sus  contra- 
dicciones radicales,  hay  motivo  para  sospechar  que  muchos 
de  ellos  ó  estaban  ganados  ó  eran  de  memoria  muy  endeble. 
De  ciertos  pormenores  no  puedo  dar  cuenta  porque  es 
dificultoso  mentarlos,  en  particular  aquéllos  que  se  refieren 
á  pruebas  de  que  depende  la  honra  del  marido,  aun  antes 
de  celebrar  su  matrimonio  (n). 

A  D.  Rodrigo  de  Mendoza,  Marqués  del  Cénete,  llegó 
la  noticia  de  todo,  y  debió  poner  su  alma  en  amarga  tor- 
tura, aunque  bien  le  dirían  que  su  mujer  rogó  á  su  primo 
al  acostarse  que  no  se  acercase  á  ella,  «porque  le  retorce- 
ría la  cabeza  como  á  un  pollo.»  D.  Rodrigo  clamó  enton- 
ces con  voces  más  altas  que  nunca,  reclamó  su  mujer  y 
apeló  de  nuevo  á  la  Reina.  Esta  encomendó  el  asunto  á 
dos  de  sus  Consejeros,  quienes  opinaron  que  aquella  mu- 
jer de  dos  maridos  no  fuese  entregada  á  ninguno  de  ellos, 
mientras  no  se  resolvía  el  pleito,  y  que  se  encargase  de  ella 
su  propio  padre,  con  caución  juratoria  de  conservarla  mien- 
tras no  decían  otra  cosa  los  tribunales.  Unos  doce  días  es- 
tuvieron juntos  D.  Pedro  y  Doña  María,  haciendo  vida  en 
apariencia  de  casados;  pero  el  ruido  en  la  corte  fué  tal,  que 
la  Reina  se  llevó  á  palacio  á  dicha  señora. 

Presumo  que  al  fin  se  la  entregaron  á  su  padre  D.  Al- 
fonso de  Fonseca,  quien  la  puso  en  el  castillo  de  Zamo- 
ra, rodeándola  de  criados  y  servidores,  que  la  asediaban 
para  que  se  rindiese  á  la  autoridad  paterna,  lo  que  no  lo- 
graron; antes  Doña  María  se  quejó  contra  estos  odiosos 
consejeros.  Murió,  entre  tanto,  la  Reina  (26  de  Noviembre 
de  i5o4),  y  antes  por  disposición  suya,  ó,  muerta  ella,  por 
orden  del  Rey,  se  hizo  el  traslado  de  Doña  María  á  Zamo- 
ra, y  se  dio  libertad  al  Marqués  del  Cénete.  Luego  la  tras- 
ladaron á  la  fortaleza  de  Arévalo,  y,  por  último,  á  las  Huel- 
gas de  Valladolid. 

Durant';  estas  prisiones  proseguía  lentamente  el  pioce- 


g_5  ]•    CATALINA    GARCÍA 

SO  iDatvimoniaU  á  que  daba  calor  la  misma  Doña  María. 
puesto  que  en  20  de  Diciembre  de  1504  y  luego  en  24  de. 
Marzo  de  i5o5,  estando  en  uno  y  otro  día  presa  en  Zamo- 
ra dirieió  á  los  jueces  enérgicas  protestas  contra  la  vali- 
dez de  su  segundo  matrimonio,  y  ratificó  el  hecho  con  el 

del  Cénete. 

Aun  antes  de  morir  la  Reina  había  dispuesto  su  Conse- 
10  que  el  negocio,  por  ser  sacramental,  era  de  la  compe- 
tencia del  Ordinario  de  Segovia.  En  4  de  Noviembre  el 
Marqués  solicitó  de  éste  que  le  entregase  su  mujer,  y  has- 
ta 21  de  Enero  siguiente  no  se  recibió  la  confesión  de  la 
misma.  A  los  cuatro  días,  D.  Pedro  Ruiz  de  Fonseca  pre- 
sentó demanda  en  contrario,  alegando  ser  el  verdadero- 
esüoso;  el  Obispo  de  Segovia  abrió  térmmo  de  prueba,  ai. 
que  dio  nada  menos  que  ciento  veinte  días  de  plazo,  con 
gran  sentimiento  de  los  Marqueses,  que  formularon  es- 
crito de  agravios  en  fin  de  Julio,  principalmente  por  no. 
haber  sido  puesta  en  libertad  la  Marquesa,  lo  mismo  que 
su  madre,  todavía  asegurada  tras  de  los  muros  de  Alae- 
ios.  La  Cámara  apostólica,  en  6  de  Diciembre,  hizo  que 
el  Obispo  de  Segovia  se  inhibiese  en  el  negocio  a  favor  de 

^'^  Murió  en  el  mismo  año  el  duro  padre,  y  su  hermano 
D.  Antonio  se  apoderó,  sin  forma  de  derecho   de  los  bie- 
nes del  mayorazgo  del   Arzobispo,  cautelándose  contra 
el  derecho  de  sus  sobrinas,  y  no  dando  mucha  fe  á  la  va- 
Hdez  del  matrimonio  de  su  hijo  D.  Pedro  con  la  mayor 
de  aquéllas.  Doña  María  de  Fonseca.  El  mismo  padre  de 
ésta  no  debió  estar  muy  seguro  de  aquella  validez,  puesto 
que  al  hacer  testamento  desheredaba  á  su  hija  Dona  Ma- 
da,  á  no  ser  que  se  casase  con  D.  Pedro,  y  s.  no  lo  hacia, 
ordenaba  á  la  otra  hija  Doña  Mayor  ^^ -;--^.^°"  ^^; 
En  los  numerosos  pleitos  que  durante  todo  el  siglo  xvi 
mantuvieron  varios  Grandes  sobre  el  mejor  derecho  al  ma- 
yorazgo del  Arzobispo  Fonseca,  no  se  olvido  esta  tacita 
confesión,  que  favorecía  la  realidad  del  matrimonio  del 
Marqués  con  Doña  María. 


EL   PRIMER    MARQUÉS    DHL  CÉNETE  677 

Cuando  D.  Felipe  el  Hermoso  vino  á  España  (13),  va- 
rió el  rumbo  de  este  negocio  para  bien  de  los  Marqueses 
del  Cénete.  Porque  además  de  estar  éste  libre  de  prisio- 
nes, con  lo  que  podía  intervenir  con  toda  la  fuerza  de  su 
•cariño  y  el  valor  de  su  alta  posición  en  el  pleito  matrimo- 
nial, su  mujer  fué  trasladada  desde  Arévalo  á  las  Huelgas 
de  Valladolid,  consintiéndosele  verla,  y  entenderse  con 
ella,  durante  algunos  meses  que  allí  estuvo. 

De  tal  modo  se  concertaron,  que  el  Marqués,  fuese  por 
arranque  de  su  corazón  encendido  y  valeroso,  fuese  con 
tácito  ó  expreso  consentimiento  del  Monarca,  mediando 
el  clérigo  Diego  Ruiz  de  la  Mota  y  otras  personas,  en 
cierto  día,  no  señalado  en  autos,  sacó  á  su  mujer  de  las 
Huelgas  (14),  y  cabalgando  sin  cesar,  no  paró  hasta  su  villa 
de  Jadraque,  y  en  el  castillo  del  Cid  que  la  domina,  don- 
de tenía  buen  aposentamiento,  se  casó  y  veló  con  todas 
las  formalidades  eclesiásticas  por  mano  de  dicho  cléri- 
go (15),  y  allí  celebraron  sus  bodas  con  alegrías  y  festejos 
que  la  historia  de  sus  amores  hizo  bien  ganados,  aunque 
en  el  mismo  monasterio  de  las  Huelgas  se  les  consintió 
gozar  en  repetidas  ocasiones  de  aquellos  amores,  sin  duda 
por  aposentarse  Doña  María  fuera  de  la  clausura. 

Ocurrió  esto  hacia  i5o6.  Moraron  algún  tiempo  en  Ja- 
draque  los  felices  esposos,  pues  allí  nació  su  primogénita 
Doña  Mencía,  luego  Duquesa  de  Calabria.  No  se  separa- 
ron jamás,  porque  el  pleito  matrimonial  aún  pendiente 
acabó  por  virtud  de  la  muerte  prematura  de  Pedro  Ruiz 
de  Fonseca.  En  Valencia  estaba  el  Marqués  cuando  acae- 
cieron las  turbulencias  de  las  Germanías,  y  en  Valencia 
murieron  ambos  esposos,  siendo  enterrados  en  el  Monas- 
terio de  Santo  Domingo  en  un  mismo  sepulcro,  que  unie- 
se sus  cuerpos  como  habían  estado,  unidos  juntamente  con 
sus  almas,  desde  que  huyeron  de  las  Huelgas  de  Valla- 
dolid (16). 


6^8  J"    CATALINA   GAKCÍA 


NOTAS 


(i)  Se  le  atribuye  con  bastante  fundamento  un  Mevioríal- 
del  Imaxe  de  Haro,  y  con  su  nombre  hsy  un  códice  de  este  es- 
crito en  la  Biblioteca  Nacional,  Sala  de  MSS.,  K-185.  El  es- 
critor de  Guadalajara,  P.  Hernando  Pecha,  que  conocía  bien 
las  cosas  de  la  familia  de  Mendoza,  dice  del  Cardenal  que  «es- 
cribió Arboles  de  su  mano  muchos,  en  especial  se  haze  men- 
ción de  el  de  los  de  Haro  Señores  de  Vizcaya.»  El  biógrafo 
de  aquel  gran  Prelado  dice  que  tenía  este  escrito  en  su  poder. 

(2)  Comprendía  ocho  lugares:  la  Calahorra,  (que era  el  prin- 
cipal), Alquife,  Jerez,  Lanteida,  Dulcar,  Gueneja,  Aldeire  y 

Ferreira. 

(3)  Licencia  de  Enrique  IV  para  trocar  la  villa  de  Alcorlo, 
que  era  de  Alfonso  Carrillo,  por  la  de  Maqueda,  de  D.  Pedro 
González  de  Mendoza,  Obispo  de  Sigüenza.  (Biblioteca  Na- 
cional, Sección  de  MSS.,  S-39,  pág.  425.) 

Capítulos  de  este  trueque,  que  comprendía,  no  sólo  Alcorlo 
(el  Corlo  se  decía  entonces),  sino  las  fortalezas  del  Cid  y  la 
villa  de  Jadraque,  con  los  lugares  de  su  sexmo.  {Colección  de 
Solazar,  C-13,  en  la  Academia  de  la  Historia.)  Dichos  lugares 
habían  ¡ido  heredados  por  Alfonso  Carrillo  de  su  padre  Gómez 
Carrillo,  á  quien,  juntamente  con  su  mujer,  los  habían  dado, 
con  la  tierra  de  Mandayona  (todo  en  aquella  región  de  la  pro- 
vincia de  Guadalajara),  Juan  II  y  la  Reina  su  mujer.  El  Obis- 
po comisionó  á  D.  Yahia  de  Medina  para  intervenir  en  el  cum- 
plimiento de  los  capítulos  del  trueque,  que  firmó  el  Prelado- 
en  Guadalajara  á  22  de  Noviembre  de  1469. 

En  1471  no  se  había  cumplido  el  convenio,  pues  en  30  de 
Septiembre  del  mismo  año,  D.  Lope  de  Torres,  alcaide  del 
castillo  del  Cid,  dio  escritura  en  que  hizo  homenaje  de  guar- 
dar cierto  capítulo  del  contrato,  mientras  tuviese  el  castillo 
del  Cid  por  Alfonso   Carrillo.    (Colección  de  Salazar,  M-25,^ 

copia.) 

(4)  Escritura  de  donación  del  mayorazgo,  hecha  con  licencia- 
pontificia  y  real  por  el  Cardenal  D.  Pedro  González  de  Men- 
doza, á  favor  de  D.  Rodrigo,  D.  Diego  y  D.  Juan  de  Mendo- 


EL  PRIMER  MARQUÉS  DEL  CÉNETE  679 

za,  «carísimos  nuestros,»  á  quienes  la  Reina  había  legitimado. 
Considerando  las  calidades  de  D.  Rodrigo,  hijo  de  Doña  Men- 
cía  de  Lemos,  y  «el  debdo  que  nos  tenéis  e  caridad  que  vos 
debemos  e  que  somos  tenido  e  obligado,»  le  hace  donación  de 
la  villa  de  Jadraque  y  su  fortaleza  del  Cid,  su  tierra  y  jurisdic- 
ción, lugares  de  la  misma,  sexmos  de  Bornoba  y  Henares, 
Jirueque,  Bujalaro,  Robredarcas,  Malillas  y  lugares  que  posee 
en  el  sexmo  de  Diirón,  la  villa  del  Olivar,  las  casas  principa- 
les que  tiene  en  Guadalajara,  frente  á  Santa  María,  y  otros 
bienes  y  rentas  en  otras  comarcas  del  reino.  Ubeda  3  de  No- 
viembre de  1489.  (biblioteca  Nacional,  Sección  de  MSS.,  5-39,. 
y  copia  auténtica  en  poder  de  D.  José  M.  Sauz  y  Albornoz, 
vecino  de  Madrid.) 

Se  ha  dudado  mucho  de  si  D.  Pedro  consiguió  legitimar  ca- 
nónicamente á  sus  hijos;  pero  yo  creo  que  la  legitimación  fué 
sólo  civil  y  para  los  efectos  de  heredar.  En  las  informaciones 
de  nobleza  de  D.  Diego  de  Mendoza  y  Fernández  Manrique, 
natural  de  Pastrana,  biznieto  del  Cardenal  por  el  hijo  de  este 
D.  Diego,  hechas  en  1580,  y  que  están  en  el  Archivo  Históri- 
co, infoi  maciones  de  la  Orden  de  Santiago,  consta  que  se  tra- 
tó de  averiguar  esto,  aunque  se  alegaba  por  el  interesado  que 
su  abuelo  fué  habido  antes  de  que  el  insigne  Prelado  recibiera 
las  Ordenes. 

Los  comisarios  de  la  de  Santiago  pidieron  declaración  a! 
Arzobispo  D.  Gaspar  de  Quiroga,  quien  delicadamente  se  ex- 
cusó de  darla.  Pidiéronla  luego  al  cronista  Esteban  de  Gati- 
bay,  quien,  como  fruto  de  sus  estudios,  dijo  que  el  Cardenal 
tuvo  á  D.  Diego  siendo  Obispo  de  Sigüenza;  y  que  en  cuanta 
á  legitimación  de  éste  y  de  los  otros  hijos,  había  visto  docu- 
mentos «por  los  quales  consta  que  el  dicho  Cardenal  (Men- 
doza) obtuvo  la  dicha  legitimación  para  los  dichos  sus  hijos 
para  honras  y  herencias,  la  qiial  fue  de  los  Reyes  y  no  se  acuerda 
ser  de  su  sanctidad. » 

(5)  Según  Salazar  de  Mendoza  [Crónica  del  Gran  Cardenal), 
se  hizo  el  matrimonio  en  Medinaceli,  en  presencia  de  los  Re- 
yes Católicos,  en  1492,  y  entonces  dieron  á  D.  Rodrigo  los  tí- 
tulos de  Marqués  del  Cénete  y  Conde  del  Cid. 

(6)  En  8  de  Febrero  de  1463.  Era  del  Consejo  del  Rey  y 
su  Maestresala. 

(7)  Fuentes  principales  para  el  relato  que  sigue,  y  cuya 


GSo  ].    CATALINA    GARCÍA 

mención  nos  ahorrará  muchas  notas:  «Memorial  del  pleito  en- 
tre D.  Iñigo  López  de  Mendoza  y  Fonseca,  Marqués  del  Cé- 
nete, Duque  del  Infantado,  y  D.  Rodrigo  Mesía  y  Fonseca, 
Marqués  de  la  Guardia,  y  D.  Antonio  de  Toledo  y  Fonseca.» 
En  folio,  impreso  sin  lugar  ni  ano  á  fines  del  siglo  xvi.  (Aca- 
demia de  la  Historia,  Colección  de  Salncar,  F-60.)— «Memorial 
del  pleito  entre  los  mismos.»  En  folio,  impreso  sin  lugar  ni 
año,  pero  en  la  misma  época.  Es  mas  circunstanciado  que  el 
anterior.  (Biblioteca  Nacional.  Paquetes  en  folio  á  clasificar, 
núm.  i8g,  en  la  Sección  de  Varios.) 

(8)  En  los  pleitos  á  que  se  refieren  dichos  memoriales  cons- 
ta esta  circunstancia,  y  que  en  la  quema  de  Medina  por  Fonse- 
ca padecieron  unas  casas  de  Montalvo  ó  de  sus  parientes.  Gar- 
cía de  Montalvo  siguió  muy  unido  á  los  Marqueses  del  Cénete. 

(9)  Dijo  uno  de  los  testigos,  cuya  declaración  aparece  en 
los  Memoriales,  que  subieron  al  corredor  por  un  agujero  abier- 
to debajo  de  éste.  Este  testigo  era  el  propio  hortelano  que 
abrió  la  puerta  de  la  huerta.  Por  esta  causa,  y  cuando  D.  Alon- 
so de  Fonseca  se  enteró  al  cabo  de  lo  ocurrido,  se  resguardó 
en  Jadraque,  y  en  su  castillo  del  Cid;  y  cuando  Fonseca,  con 
promesas  de  perdón,  le  llamó  para  que  le  enterase  de  lo  ocu- 
rrido, no  pudo  acudir  á  este  llamamiento,  por  impedírselo  las 
gentes  del  Marqués,  de  quienes  estuvo  preso  en  aquella  forta- 
leza. Sus  declaraciones,  luego  que  estuvo  libre,  fueron  confor- 
mes á  la  intención  de  D.  Alonso. 

(10)     La  carta  es  ésta: 

«Reverendisimo  y  magnifico  señor:  Ya  se  que  el  Marques,  mi 
■  señor,  ha  hablado  a  V.  I.,  y  que  le  ha  dicho  que  el  es  despo- 
sado conmigo,  y  porque  no  se  si  aura  alargado  a  dezir  todo  lo 
que  en  esto  ha  passado,  acorde  auisar  a  V.  I.,  como  no  sola- 
mente el  Marques,  mi  señor,  es  mi  esposo,  mas  es  mi  marido: 
por  eso  suplico  a  V.  I.  lo  hable  a  la  Reyna,  nuestra  señora,  por- 
que su  Alteza  me  escuse  del  enojo  que  Fonseca,  mi  señor,  ha 
de  auer  conmigo  sobre  esto;  pues  no  ha  de  ser  páranlas  de  re- 
cebir  yo  daño  en  ello,  sin  poder  aprovechar  otra  cosa.  Por  la 
passion  de  Dios,  que  como  cosa  que  toca  a  la  conciencia  de 
V.  I.  mire  en  esto,  y  assi  trabaje  de  remediallo:  porque  si  yo 
dexé  de  decir  esto  ala  Reyna,  nuestra  señora,  fue  porque  no 
tenia  licencia  del  Marques  para  tilo.  Nuestro  Señor  guarde, 
etc.— Doña  María  de  Fonseca.» 


EL  PRIMER  MARQUÉS  DEL  CÉNETE         68l 

(ii)  D.  Alonso  se  llevó  á  su  mujer  é  hija  el  segundo  día 
de  Pascua  de  Resurrección  de  1504. 

(12)  Al  día  siguiente  del  casamiento  se  incendió  la  forta- 
leza donde  se  celebró,  por  lo  que  el  vulgo,  siempre  romántico, 
atribuyó  el  siniestro  á  la  fuerza  de  que  fué  víctima  la  despo- 
sada. 

(13)  En  28  de  Abril  de  1506  llegó  á  la  Coruña  Felipe  el 
Hermoso. 

(14)  Declaró  un  testigo  que  la  Marquesa  salió  del  monas- 
terio de  las  Huelgas  por  unas  paredes  muy  altas,  y  de  noche, 
y  que  se  había  acogido  á  una  casa  donde  la  esperaba  el  Mar- 
qués, quien  se  la  llevó  en  las  ancas  de  su  propio  caballo  hasta 
pasar  cierto  río,  y  desde  allí  en  las  ancas  de  una  muía  que  el 
Marqués  montaba. 

(15)  Dicen  unos  testigos  que  se  casaron  en  J  adraque;  otros 
en  el  castillo  de  dicha  villa,  y  otros  en  el  próximo  santuario 
de  Nuestra  Señora  de  Castrejón,  donde  parece  que  luego  fué 
bautizada  Doña  Mencía. 

(16)  En  la  capilla  de  los  Reyes  de  la  iglesia  de  Santo  Do- 
mingo, de  Valencia,  está  el  artístico  sepulcro,  que  más  parece 
lecho  nupcial  de  los  Marqueses,  con  sus  marmóreas  estatuas 
yacentes  en  la  cubierta;  sepulcro  que  se  ha  publicado  en  el 
tomo  que  trata  de  Valencia  en  la  obra  titulada  España  y  sus 
monnmentos.  La  inscripción  dice  que  el  Marqués  murió  en  8  de 
las  Kalendas  de  Marzo  de  1523,  y  la  Marquesa  en  17  de  las 
Kalendas  de  Septiembre  de  152 1.  En  1850  se  colocaron  junto 
á  este  sepulcro  los  restos  del  ilustre  pintor  Juan  de  Juanes. 

Conocida  es  la  parte  que  como  caudillo  del  Rey  tuvo  el 
Marqués  en  la  represión  de  las  Germanías  de  Valencia.  (Dan- 
vila,  La  Germanía  di  Valencia,  1884.) 


ALFONSO  MIÓLA 


UN  CANCIONERO  MANOSCRITTO  BRANCACCIANO 


Fra  i  manoscritti  della  Biblioteca  Biancacciana  di  Na- 
poli,  di  cui  vado  da  piú  tempe  occupandomi,  ed  ho  quasi 
manato  a  compimento  un  índice  descrittivo,  esiste  un  buon 
numero  di  poesie  spagnuole,  sparse  in  diverse  raccolte 
miscellanee;  e  spero  di  poterne  daré  a  suo  tempo  un  pre- 
ciso ragguaglio.  Frattanto  mi  piace  indicare  agli  studiosi 
un  piccolo  Cancionero  ivi  esistente,  e  il  cui  contenuto  me- 
nta, come  a  me  pare,  di  essere  attentamente  esaminato  e 
messo  a  confronto  con  le  altre  simili  raccolte  si  manoscrit- 
te  che  a  stampa.  Per  parte  mia  daró  di  esso  quelle  indica- 
zioni  che  ho  potuto  mettere  insieme,  in  modo  da  serviré 
come  punto  di  partenza  a  chi  vorrá  farne  oggetto  di  uno 
studio  piú  ampio,  ora  in  ispecie  che,  mercé  i  lavori  del- 
r  illustre  Menéndez  y  Pelayo,  e  di  altri  valentuomini  la 
lirica  spagnuola  antica  é  tanto  meritamente  apprezzata  e 
studiata  non  solo  nel  paese  ove  fiori,  ma  anche  altrove. 

II  canzoniere  in  parola  é  un  codicetto.  cartaceo  di  i^o 
millimetri  di  altezza  e  loo  di  larghezza,  ed  ha  carte  124.  E 
scritto  nel  secólo  xvii,  e  fa  parte  dell'  antico  fondo  Bran- 
cacciano,  a  giudicarne  dal  bollo  impresso  nella  prima  pa- 
gina, né  reca  indizii  di  piú  antiche  provenienze.  Porta 
attualmente  la  segnatura  V-A-16,  ed  é  notato  nel  vecchio 
Índice  sotto  il  nome  di  Lope  de  Vega  e  col  titolo  Romanze, 
nome  e  titolo  che  spettano  al  primo  dei  componimenti  che 
il  libro  racchiude,  e  che  é  appunto  intitolato:  Romanze  de 
Lope  de  Vega.  Gli  altri,  tranne  un  solo  che  é  puré  del  Ve- 
ga, sonó  di  diversi;  ma  nessuno  porta  il  nome  dell'  auto- 
re,  ed  a  stento  ho  potuto  identifícame  28  sopra  78,  quan- 
ti  il  códice  ne  contiene.  Ma  anche  fra  quelli  identiñcati  ce 


684  ALFONSO    MIÓLA 

ne  ha  17,  i  cui  autori  nelle  raccolte  a  stampa  sonó  notati 
come  anonimi. 

La  mancanza  de¡  nomi  degli  autori,  il  trovarsi  talune 
poesie  dimezzate,  le  scorrezioni,  le  parole  e  le  sillabe 
distaccate  e  avvicinate  a  capriccio,  e  I'  uso  delle  maju- 
scole  anche  piú  strano  di  quello  che  puré  s'  incontra  ¡n 
certi  antichi  MSS.  spagnuoli  (O  potrebbero  far  supporre 
che  il  trascrittore  avesse  trascritto  a  memoria,  e  fosse  stato, 
oltreché  ignorante,  anche  non  spagnuolo.  II  quale  ultimo 
particolare  sembrerebbe  puré  avvalorato  dalla  forma  della 
scrittura,  quasi  piú  italiana  che  spagnuola.  Ma  é  un  indi- 
cio poco  certo  quest'  ultimo;  perché  i  caratteri  se  non 
sonó  di  quelli  usati  a  preferenza  in  Ispagna,  non  possono 
nemmeno  dirsi  sicuramente  italiani. 

Ne  le  altre  circostanze  dette  di  sopra  escludono  la  pro- 
babilitá  che  il  códice  sia  di  mano  spagnuola  e  provenga 
dalla  Spagna.  A  me  pare  anzi  che  sia  proprio  cosí;  men- 
tre  per  áffermare  che  fu  scritto  in  Italia  bisognerebbe  ara- 
mettere  che  la  poesia  spagnuola  sia  stata  presso  di  noi 
non  solo  bene  accetta,  come  fu  soltanto,  alie  alte  classi 
sociali;  ma  altresi  agí'  illetterati  ed  al  volgo. 

Dopo  ció  passo  a  dar  contó  delle  cose  contenute  nel 
códice,  avvertendo  che  nel  riportare  i  capoversi  delle  poe- 
sie ne  ho  emendati  gli  errori  piú  evidenti,  conservandone 
intatta  la  grafía. 

Primo,  come  si  é  detto,  é  il  Romance  di  Lope  de  Vega, 
che  comincia: 

I.  Aora  bueluo  a  templaros...' 

Esso  é  pubblicato  nel  to.  III,  p.  45i  AeWa.  Colleccion  de 
las  obras  sueltas  de  don  f rey  Lope  Félix  de  Vega  Carpió  (Ma- 
drid, Sancha,  1776-79),  e  a  p.  262  del  to.  38.°  della  Bi- 
blioteca de  Autores  Españoles  (Madrid,  Rivadeneyra). 

Nel  MS.  é  diviso  in  3o  strofe  di  4  vv. 

(i)  Es:  Sieudoli  Breniña,  El  Quemas  ama  Vamadre,  A  Rioa. 
Grita  uan  todos.  (N.  49,  76,  40.) 


UN    CANCIONERO    MANOSCRITTO   BRANCACCIANO        685 

Segué  un  altro  Romance  anepígrafo  in  26  str.  di  4  vv., 
che  comincia: 

2.  Señora  doña  Maria... 

Seguono: 

Otro  (14  str.  di  4  vv). 

Comincia: 

3.  Madre  vna  serrana... 

Romanza  (14  str.  di  4  vv.): 

4.  Hazme,  niña,  vn  rramillete... 

Romanze  (i3  str.  di  4  vv.): 

5.  Seruia  en  Oran  al  rey... 

E  di  Louis  de  Góngora,  ed  é  ripubblicato  nella  Bi^l.  de 
Aut.  Esp.  (to.  32.°,  p.  506,  e  to.  io.°  Romancero  General 
I. o,  p.  122). 

Letrilla  (vv.  26): 

6.  En  justas  de  amor... 

Romanze  (11  str.  di  4  vv.): 

7.  De  la  arrugada  corteca... 

Di  autora  anónimo.  (V.  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to.  16.°, 
2.°  del  Romancero  General,  p.  474.) 

Otro  (4  str.,  la  i.*  di  4  e  le  altre  di  8  vv.): 

8.  Ningún  remedio  ay  tam  bueno... 

Glosa  de  muchos  rromanzes  (10  str.  di  5  vv.): 

9.  No  quiero  mas  amor  uano... 
Letrilla  (4  str.,  la  i."  di  2  e  le  altre  di  7  vv.): 

10.  Ten,  amor,  el  harco  quedo... 

Nel  cod.  XIII,  D-i3  dalla  Naz.  di  Napoli  é  una  poesia 


686  ALFONSO    MIÓLA 

di  12  vv.  che  comincia  alio  stesso  modo:  (V.  Mióla,  No- 
tisie  di  ManoscriUi  Neolatini:  Nap.,  iSgS,  p.  52.) 

Otra  (vv.  38): 

[ ,.  En  su  balcón  vna  dama... 

Letrilla  (vv.  26): 

,2.         '  La  del  auariillo... 

Romanze  (vv.  94): 

jj.  Haziendo  fiestas  la  corte... 

Letra  (16  str.  di  4  vv.): 

¡  ,^  Riñó  con  Juanilla... 

Di  anónimo,  ripubblicato  nel  to.  16. °  (Romane.  General 
2.0)  della  Bibl.  de.  Aitt.  Esp.,  p.  621. 
Otra  letrilla: 

,r  Heres  niña,  y  as  amor... 

Ptibblicata  ivi,  col  titolo  di  Villancico,  in  continuazione 
dalla  precedente. 

Otra  (24  str.  di  4  vv.): 

i5.  Aquel  rayo  de  la  guerra... 

Di  Louis  de  Góngora.  (V.  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to.  32.°, 
p.  5o8;  e  to.  xo.°,  p.  46.) 
Letra  (33  vv.): 

jy  Si  de  amor  te  dizen... 

Romanze  (6  str.  di  4  vv,): 
,8.  Doña  Blanc.\  está  en  Sidonia... 

Di  anónimo,  in  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to.   i6.°,  p.  37.  E 

di  vv.  52. 

Letra  (4  str.,  ia  i.*  di  4,  e  le  altre  di  8  vv.): 

in.  Carillo  a  rrisa  prouoca... 


UN    CANCIONERO   MANOSCRITTO    BRANCACCIANO        687 

<^arauanda  (3o  vv.): 

20.  Tiniendo  de  uos  tal  prenda... 

Otra  (7  str.  di  5  vv.): 

21.  Alegre  porque  moria... 

Otra  letrilla  (36  vv.): 

22.  No  sigas  a  Sikiia  eras... 

Romanze  contrahecho  (38  vv.): 

23.  La  más  bella  niña... 

Di  L.  de  Góngorá,  in  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to.  32.°,  p.  5og, 
dove  é  piú  lunga  di  molto. 

Otro  (5  str.,  la  i."  di  3  e  le  aitre  di  7  vv,): 

24.  Que  con  quatro  mili  rreparta... 

Otro  (27  str.  di  4  vv.): 

25.  Noble  desengaño... 

Di  L.  de  Góngora,  in  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to,  i6.°,  p,  628. 
Ensaladilla  (10  str.,  la  i,°  di  2,  le  altre  di  4  vv.): 

26.  Vien  aya  quel  que  no  cura... 

Letrilla  (11  vv.): 

27.  Por  vm  pagecillo... 

Torna  (3  str.  di  4  vv.): 

28.  Llamóla  en  esto  su  ama... 

Otra  (18  str,  di  4  vv.,  tranne  1'  ultima,  che  é  di  5.): 

29.  Tanta  gracia  illustre  Reina... 

Cuento  de  un  pintor  (Sg  str.  di  3  vv.,  tranne  1'  ultima 
che  é  di  4): 

30.  A  ti  Benus  ymboco  solamente... 


588  ALFONSO   MIÓLA 

Romance  (i6  str.  di  4  vv.): 

„,_  Galanes  y  caualleros... 

Letra  (11  str.  di  4  vv.): 

32.  Quien  quiere  vn  moco  galán  y  dispuesto- 

Letrilla  (4  Str.  di  7  vv.): 
,^_  Si  las  damas  de  la  Corte... 

Di  L.  de  Góngora,  in  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to.  32.°,  p.  492. 
dove  é  piú  lunga. 

Otra  (3  str.,  la  i."^  di  4  e  le  altre  di  8  vv.): 

,,  Vella  pastorcica... 

Roman9e  (Sg  vv.): 

-c.  Al  camino  de  Toledo... 

Di  anónimo,  in  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to.  io.°,  p.  72,  dove 
ha  6  vv.  di  piú. 
Otro  (29  vv.): 
36.  Agora,  Tirsi,  quel  tiempo... 

Dezenas  (6  str.  di  10  vv.): 
„_  Biem  pensara  quien  me  oyere... 

Di  D.  Francisco  de  Quevedo.  (V.  Bibl.  de  Aut.  Esp., 
to  69.°,  p.  257.  Cfr.:  Mióla,  Noii~ie  di  MSS.  neolatini, 
p  '42,  d'ove  é  notato  il  detto  capoverso  fra  gli  altri  del  MS. 
I.  E.  49  della  Nazionale  di  Napoli.  Ivi  sonó  attnbuite 
queste  Decimas  a  Luper9Ío  Leonardo. 

Letrilla  (20  vv.): 

38_.  Niña,  acuérdate  de  mi... 

Otra  (3  str.  di  11  vv.): 
3g_  Regalando  el  tierno  bello... 

Di  anónimo,  in  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to.  10.",  p.  270. 


UN    CANCIONERO    MANOSCRIXTO    BRAN'CACCIANO        689 

Otra  (41  vv.): 

40.  Aniua,  gritauan  lodos... 

Di  anónimo:  ivi,  p.  127. 
Letrilla  (12  str.  di  4  vv.): 

41.  Vuestro  dolor  desigual... 

Otra  (20  vv.): 

42.  Dulce  Filis,  si  rae  esperas... 

Di  Lope  de  Vega  (Ed.   Sancha,  to.  XVII,  p.   450. — 
Bibl.  de  Aut.  Esp. ,to.  38.°,  p.  253.) 

Romance  de  Doña  Catalina  Carnudio  (i5  str.  di  4  vv.): 

43.  Muerte,  si  te  das  tal  prisa... 

Di  anónimo,  in  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to.  10.",  p.  267. 
Roman9e  y  letra  junto  (4  str.  di  4  vv.  e  i  di  3): 

44.  Junto  a  esta  laguna... 

Di  anónimo.  Ivi,  to.  16. °,  p.  619,  in  28  vv. 

Segué: 

Letrilla  (17  vv.): 

45.  Por  el  montecico  sola... 

Neir  ed.  citata  é  di  3i  vv. 
Letra  (29  vv.): 

40.  Aquella  bella  aldeana... 

Letra  que  se  hÍ90  a  vn  cauallero  cortesano  por  una  da- 
ma (61  vv.): 

4-.  Mal  hayan  mis  ojos... 

Di  anónimo,   in  Bibl.  de  Aut.  Esp.,  to.   16. °,  p.  621 
(80  vv.) 

Romance  (17  str.  di  4  vv.): 

.    48.  Su  remedio  en  el  ausencia... 

11  44 


Qqq  ALFONSO    MIÓLA 

Di  anónimo,  ivi,  lo.  io.°,  p.  5  (8o  vv.) 

Letrilla  (28  vv.): 

Siendo  libre,  niña... 
A9- 

Letrilla  (38  vv.): 

No  me  aprouecharon... 

Di  D.  Francisco  de  Trillo  y  Figueroa,  pubblicata  nel 
to    42  °,  p.  73,  della  Bibl.  de  Aut.  Bsp. 

Romance  hecho  a  vna  dama  cortesana  (44  w.): 
En  el  mas  soberbio  monte... 

Di  anónimo,  ivi,  to.  10.%  p.  5-  i"  ^4  vv. 
Romange  nuebo  (76  vv.): 

Sobre  los  tres  hijos  muertos... 
52. 

Roman9e  del  garago9Íno  (23  str.  di  4  w.): 

Por  las  montañas  de  Xaca... 

Roman9e  pastoril  (12  str.  di  4  vv.): 

A  la  sombra  de  vn  alisso. 
El  testamento  de  Celestina  (12  str.  di  5  vv.): 

Celestina  cuya  fama... 

Segué: 

Letrilla  (93  vv.): 
g  Como  me  dexais,  señora... 

Esta  glosa  se  higo  a  vna  dama  (10  str.  di  5  w.): 
Señor,  ayome  despido.., 

Romange  (52  vv.): 

o  Por  arrimo  su  albornon... 

5». 

Di  anónimo,  in  BM.  de  Aut.  Esp.,  to.  io.°,  p.  5. 
Letrilla  (28  vv.): 

Pusoseme  el  sol... 
59' 


UN    CANCIONERO    MANOSCRITTO    BKANCACCUNO         69! 

Roman9e  de  vn  cauallero  cortesano  (3o  vv.): 
■6o.  De  la  harmada  de  su  rrey... 

Di  anónimo.  Ivi,  p.  91  (64  vv.) 
Letra  (47  vv.): 

<3i.  Gir  guerillo  mió... 

Romanza  (44  vv.): 

6i.  De  la  arrugada  corteca... 

Di  anónimo.  Ivi,  to.  16.",  p.  474  (48  vv.) 

Letrilla  (40  vv.): 

új-  No  me  aprouecharon... 

E  una  variante  del  n.°  5o. 
Otra  (18  vv.): 

*~'4'  Alarga,  morenica,  el  paso... 

Otra  letrilla  (24  vv.): 
üs.  Dura,  pensamiento... 

Roman9e  (52  vv.): 
60.  Quando  las  bbeloces  yeguas... 

Otro  (5  str.,  I  di  4  vv.  e  3  di  10): 
67.  Madre  la  mi  madre... 

Di  anónimo,  in  Bibl.  de  Aiü  Esp.,  to.  16.",  p.  614. 
Otra  (28  vv.): 

6S.  Aquel  paxarillo... 

Otra  (42  vv.): 

69.  A  la  uista  de  Tarifa... 

Di  anónimo.  Ivi,  to.  10.'',  p.  143. 
Letrilla  (49  vv.): 

70.  Rogaselo  madre... 


5^2  ALFONSO   MIÓLA 

Eslr.  dal  Rom.   «Madre  la  mj  madre...»  (V.  Bibl.  de 
Aiit.  Esp.,  to.  i6.°,  p.  614.) 
Otra  (II  str.  di  4  vv.): 

Ay  memoria  amarga... 

Romanze  muy  nuebo  (44  vv.): 

Domingo  por  la  mañana... 

Di  anónimo.  Ivi,  to.  10.",  p.  487  (52  vv.) 
Letrilla  (40  vv.): 

Que  se  le  da  a  mi  madre... 

Ot.a  letra  sobre  «Madre  la  mi  madre,»  que  son  estre- 
madas (56  vv.): 

.  Madre  la  mi  madre... 

Variante  del  n.°  67.  .  j-  \ 

Roman9e  a  vna  muger  de  vn  scriuan  (18  str.  di  4  vv.): 

La  de  l'escriuano... 

Di  Juan  de  Salinas.  In  Bibl.  de  Atd.  Esp.,  to.  42.°, 
p.  253,  e  to.  i6.°,  p.  630  (96  vv.) 
Letrilla  nueba  (33  vv.): 
^  El  que  mas  amaua,  madre... 

Tergetos  (4  str.  di  3  vv.): 
77.  El  aspereca  qu'el  rrigor  del  cielo... 

Contra  Jvan  de  Mena  delante  su  magestad  y  de  ríe- 
pente  (2  str.  di  4  vv.): 

,u  Vuesa  magestad  me  ahorque... 


M.  R.  DE  BERLANGA 


ILIBERIS 

EXAMEN  DE   LOS   DOCUMENTOS   HISTÓRICOS 
GENUÍNOS   ILIBERITANOS 


Viaut  veritatis  eUgi. 

(Paalm.  CXVIll,  30.) 


Los  orígenes  de  las  poblaciones  ibéricas  encuéntranse 
en  extremo  obscurecidos  entre  las  nieblas  de  un  pasado 
remotísimo.  Los  últimos  inmigrantes  del  período  neolíti- 
co trocaron  las  cavernas  de  las  agrestes  sierras,  moradas 
de  sus  predecesores,  por  los  campos  atrincherados  en  la 
meseta  de  las  erguidas  montañas,  defendidos  por  la  natu- 
raleza, y  que  el  arte,  aún  rudo,  hacía  más  inexpugna- 
bles (1).  Al  resguardo  de  estas  primitivas  fortalezas  asen- 
tóse la  tribu,  constituyendo  los  gérmenes  de  los  pequeños 
pueblos  guerreros,  siempre  dispuestos  á  sostener  la  pose- 
sión del  territorio  que  ocupaban,  con  las  pulimentadas 
hachas  de  diorita  y  con  los  aguzados  dardos  de  pedernal, 
que  les  servían  de  armas  de  combate.  Desde  que  comien- 
za el  siglo  XIII. °,  anterior  á  nuestra  Era,  hasta  que  va  á  ter- 
minar el  iii.°,  que  precedió  á  Jesucristo,  aprenden  los  Ibe- 
ros de  los  Cananeos  primero,  de  los  Sidonios  después,  de 

(l)  Nadie  puede  ignorar  que  escribiendo  Tácito  en  93  de  Jesu- 
cristo, después  de  liaber  visitado  la  Alemania,  hacía  notar  que  los 
Germanos,  como  era  muy  sabido,  no  vivían  en  ciudadeSf  ni  po- 
dían sufrir  el  tener  contiguas  sus  moradas,  con  otros  curiosísi- 
mos pormenores  que  son  muy  de  recordar  en  el  caso  presente. — 
Tácit.  Germán.,  XVI. 


6q«  m.  r.  de  berlanga 

los  Tirios  y  de  los  Cartagineses  más  tarde,  á  dar  á  sus 
foscas  plazas  muradas  un  aspecto  más  en  armonía  con  las 
exigencias  de  la  cultura,  que  los  Tirios  iban  especialmen- 
te infiltrando  entre  aquéllos,  que  eran  ribereños  del  mar 
interno,  con  su  no  interrumpido  comercio  en  las  ricas  fac- 
torías de  las  costas  meridionales  del  Mediterráneo  ibérico. 
Durante  la  dominación  púnica  fueron  numerosos  en  los 
montes  más  ásperos  esos  centros  fortificados  como  pobla- 
ciones indígenas,  citanias  (i),  ó  como  castillos  roqueros  (2), 
castella,  algunos  de  los  cuales  destruyó  la  guerra,  mientras 
otros  se  transformaron  en  ciudades  poderosas,  que  se  con- 
servaron siempre  en  su  primitiva  altura,  dominada  por  la 
cindadela,  arx,  que  descollaba  en  lo  más  elevado  del  re- 
cinto murado  que  sus  moradores  ocupaban  (3). 

En  los  mil  años  que  pasaron  desde  que  llegan  á  la  His- 
pania  los  que  venían  expatriados  por  Josué  de  la  tierra 
prometida,  hasta  que  son  expulsados  de  aquélla  los  bata- 
lladores africanos,  muchos  de  los  campos  atrincheiados  de 
la  época  neolítica  se  habían  transformado  en  ciudades,  que 
se  habían  hecho  célebres,  oppida  celebérrima,  durante  los 
primeros  siglos  de  la  dominación  romana.  Los  anales,  sin 
embargo,  de  estas  poblaciones  no  podían  comenzar  á  ser 
conocidos  con  exactitud  hasta  que  los  primeros  historiado- 
res y  geógrafos,   contemporáneos  de   la  segunda  guerra 
púnica,  comienzan  á  escribir  en  griego   ó  en   latín  sus- 
obras,  entregándolas  á  la  publicidad.  Sólo  entonces  hubie- 
ron de  encontrarse,  por  acaso,  en  tan  añejas  Crónicas  al- 
gunas breves  noticias  de  esos  pueblos  íberos,  que  aparecen 
en  ocasiones  á  través  de  la  leyenda,  para  hundirse  más. 
tarde  en  la  inmensidad  del  pasado  con  la  más  sangrienta 
de  las  realidades.  A  veces  han  tenido  esas  viejas  poblacio- 
nes hispanas,  después  de  una  vida  política  de  las  más  bri- 

(1)  DebelIohisp.,8,4,y?:,2. 

(2)  Liv.,  XXll,  19,  6;  Plin.,  XXXV,  169. 

(3)  Varr..  L.  L.  V.,  i5i.  Arx  ab  arcendo,  quod  is  locus  muni- 
tissimus  urbis  a  quo  facillime  possit  hoslis  prohiberi.  Isidor.  Orig.. 
XV,  2,  32.  — Arces  sunt  partes  urbis  excelsae  atque  munitae. 


U.IBERIS  695 

liantes,  y  cuando  eran  ya  desaparecidas,  la  desgracia  de 
caer  en  manos  de  falsarios  extravagantes,  que  han  afeado 
las  páginas  de  su  historia  más  íntima  con  un  tejido  de  in- 
venciones ridiculas,  que,  por  lo  mismo  de  serlo,  han  en- 
contrado eco  en  el  vulgo,  de  continuo  ciego  admirador  de 
la  maravillosidad  más  absurda.  Para  restablecer  la  exac- 
titud de  los  acontecimientos  con  toda  imparcialidad,  sin 
caer  en  el  ampuloso  optimismo  del  panegirista,  que  todo 
lo  encuentra  admirable,  ni  en  la  sistemática  exageración 
del  censor  atrabiliario,  que  donde  quiera,  y  en  lo  más  in- 
ofensivo, halla  siempre  que  criticar  supuestas  deficiencias, 
que  estima  imperdonables,  se  hace  necesario  revestirse  de 
singular  templanza,  usando  de  una  gran  parsimonia,  sin 
dejarse  arrastrar  de  inquinia  ni  apasionamiento  alguno,  que 
pueda  sacar  de  su  cauce  ni  por  un  momento  siquiera,  la 
verdad  de  los  hechos,  desfigurándolos  con  inmerecidos 
dicterios  ó  con  pomposas  alabanzas,  ajenos  los  unos  y  las 
otras  de  la  más  pura  realidad  histórica. 

Uno  de  los  pueblos  antiguos  de  la  Turdetania  más  ata- 
cado, después  de  haber  sido  destruido,  de  la  plaga  de  los 
apócrifos,  ha  sido  la  renombrada  Iliberis,  y  por  eso  se  ha 
hecho  necesario  desenmascarar  tanta  tramoya  antes  de 
entrar  á  restablecer  los  fastos  de  su  historia  local.  Para 
ello  sólo  he  prestado  atención,  siguiendo  el  curso  sucesivo 
de  los  siglos,  á  los  documentos  conocidamente  verdade- 
ros, comenzando  por  las  monedas,  como  de  fecha  más  ar- 
caica, y  terminando  con  la  relación  anónima  de  un  desco- 
nocido musulmán  del  siglo  xv.°,  á  quien  tocó  en  suerte 
transmitir  á  la  posteridad  los  últimos  momentos  de  aquel 
pueblo,  cuna  que  fué  del  cristianismo  en  la  Bética  y  tum- 
ba del  Santo  varón  apostólico,  fundador  de  tan  célebre 
Obispado,  cuyo  episcopologio  termina  en  el  siglo  X."  con 
Regimundo,  el  poco  escrupuloso  mozárabe  cordobés  (0. 

(i)  En  otra  obra  dhúnta,  Hispatüa  a>itero>nana,hehechoyeT 
cómo  estimo  que  se  verificó  el  movimiento  prehistórico  de  la  raza 
íbera,  desde  que  abordó  á  estas  regiones  con  sus  instrumentos  de 


5q6  m.   r.  ue  berlanga 

Pero,  ante  todo,  será  necesario  fijar  el  verdadero  nom- 
bre ibero  de  dicha  ciudad  y  las  alternativas  que  en  la  pro- 
nunciación fué  sufriendo  al  pasar,  primero  al  latín  vulgar, 
rusticus,  del  que  lo  tomó  después  el  erudito,  urbanus.  El 
documento  oficial  más  antiguo,  á  la  vez  que  el  más  au- 
téntico de  todos  los  que  se  conocen  de  dicho  pueblo,  está 
representado  por  sus  monedas  iberas,  que  conservan  dicho 
nombre  bajo  la  forma  tan  sabida  ^ bA9r9,  que  equivale 
exactamente  á  las  siguientes  letras  del  alfabeto  romano 
ILVRIR,  étnico  que  pudo  romanizarse  fácilmente  con  sólo 
sustituir,  como  se  hacía  en  lo  antiguo,  la  R  final  por  una 
S,  escribiendo  Ilurisii).  Transformada  la  palabra  de  modo 
tan  sencillo,  hubiera  sido  su  pronunciación  facilísima  en 
latín  (2),  sin  presentar  dificultad  alguna  fonética,  como  tur- 
tur,  turturis,  tanto  más  cuanto  que  se  conocían  varias  deno- 
minaciones geográficas  que  habían  pasado  al  mismo  idioma 
con  idéntico  radical  ibero,  como  por  ejemplo:  ÍLVR-CO, 
ILVR-0,  Ilur-cis,  y,  por  último,  Ilur-ceiisis. 

Fué  Ihírco  un  pueblo  antiguo,  del  que  habla  el  natura- 
lista (3),  cuyas  ruinas  se  encuentran  no  lejos  de  las  de  la 
antigua  Iliberis,  que  batió  monedas  con  dicho  nombre  (4); 

piedra  pulimentada,  hasta  que  los  colonizadores  asiáticos  le  ense- 
ñan el  secreto  del  laboreo  de  los  metales;  y  recordando  mis  apre- 
ciaciones de  entonces,  es  como  podrá  estimarse  en  definitiva  de 
qué  manera  comprendo  la  marcha  que  nuestros  aborígenes  han 
seguido  desde  que  comienzan  á  vislumbrarse  en  los  albores  del 
mundo  antiguo,  hasta  que  terminan  los  tiempos  prerromanos  para 
nuestra  Península. 

(i)  Isid.,  Orig.,l,  20,  23.  R  littera  communionem  habet  cum 
S  littera.  Itaque  apud  aniiquissimos  liónos,  ¡abas  et  arbos  diceba- 
tur  nunc  honor,  labor  et  arbor.  Paul.  diac.  R  pro  S  litera  saepe' 
antiqui  posuerunt.  Madrig.,  Gram.,  trad.  franc,  pág.  6;  Roby, 
Gram.,  1,  pág.  55,  §  183;  Guardia  et  Wierzeyski, Gmm.,  pág.  14, 
han  repetido  el  dicho  de  los  citadlos  lexicógrafos  latinos,  escribien- 
do que  los  romanos  antiguamenle  sustituían  la  R  por  una  S. 

(2)  Plin.,  111,  7.  Latiali  sermone  dicta  facilia. 

(3)  Plin.,  111,  10. 

(4)  Delg.,  N.  M.,  II,  XL,  n.°  i  y  2. 


ILIBERIS  697 

habiendo  sido  municipio,  conmemorado  en  una  de  sus  pie- 
dras con  el  étnico  ILVRCONENSIS(t),  encontrada  en  Pi- 
nos Puentes. 

Con  la  denominación  de  Iliivo  se  conocieron  dos  ciuda- 
des hispanas:  una  de  ellas  situada  en  la  Bética,  de  la  que 
hablan  Mela  (2)  y  Plinio  (3),  habiéndose  descubierto  un 
epígrafe  en  el  Cortijo  del  Almendral,  á  corta  distancia  de 
Málaga  y  á  la  vista  de  la  villa  de  Alhaurín  el  Grande, 
conteniendo  el  étnico  ILVRENSIS  (4). 

También  en  Mataró,  al  norte  de  Barcelona,  ha  apareci- 
do otro  epígrafe  del  siglo  11. °,  conteniendo  el  mismo  nom- 
bre geográfico  de  ILVRO  (5),  de  cuyo  pueblo  habla  Pli- 
nio (6),  designándolo  como  oppiduiii  civiiun  roinanoyuui. 

Según  asegura  Paulo  el  Diácono,  extractando  al  lexicó- 
grafo Festo,  parece  haber  sido  Ilurcis  una  ciudad  de  la 
Iberia,  que  más  tarde  se  denominó  Gracchurris  (7). 

Plinio  (S;  cita  el  étnico  Ilurcensis  como  el  de  un  pueblo 
estipendiario  del  convento  jurídico  cesaraugustano. 

Otro  documento,  también  oficial,  que  sigue  en  fecha  al 
que  trae  la  leyenda  numaria,  f^h  A.9r*'í%  '^s  la  moneda 
hispano-romana,  con  el  nombre  ILIBER,  la  genuínay  no 
retocada.  Aceptada  la  legitimidad  de  estas  piezas  amone- 
dadas, su  acuñación  tiene  que  ser,  lo  más  tarde,  del  40  de 
Jesucristo. 

El  tercer  género  de  documentos  análogos  lo  constitu- 
yen las  inscripciones  imperiales  del  primero,  segundo  y 
tercer  siglo  de  la  Era  cristiana,  en  las  que  se  ha  conserva- 
do el  étnico  ILIBERRITANI  (9). 


(i)  CIL-II,  2.064. 

(2)  Mcla,  II,  90. 

(3)  Plin,,  1II,'22. 
(4I  CIL-II,  1.946. 

(5)  CU.-II,  4.616. 

(6)  Plin.,  III,  22. 

(7)  Paul.  Diac.  V.  Gracchurris. 

(8)  Plin.,  III,  24. 

(9)  CIL-II,  2.070,  2.074,  2.077,  2.079.  Supp,,  5.505,  5.506. 


6q8  m.  r.   de  berlanga 

La  última  serie  de  esta  clase  de  documentos  la  forman 
las  diferentes  monedas,  batidas  por  varios  Monarcas  visi- 
godos desde  fines  del  quinto  siglo  hasta  antes  de  mediar  el 
sexto,  pocos  años  anteriores  á  la  entrada  de  los  musulma- 
nes en  la  Península.  En  la  más  antigua  de  Recaredo,  y 
en  la  más  moderna  de  Suintila,  se  lee  ILIBERI;  en  las 
demás,  de  Viterico,  Gundemaro  y  Sisebuto,  aparece  la 
forma  ILIBERRI. 

Pasando  ahora  al  examen  de  los  textos  de  historiadores 
y  geógrafos  más  antiguos,  deberá  comenzarse  por  Tito 
Livio,  quien  hablando  del  paso  de  Hannibal  por  las  Ga- 
llas, cuando  se  proponía  bajar  á  la  Italia,  que  invadió  ál 
fin, 'cita  una  ciudad  inmediata  á  Ruscino  (>),  que  nombra 
Iliberrim  unas  veces,  como  otras  Ilibcrri,  aunque  no  en  to- 
dos los  manuscritos,  pues  en  el  parisiense  del  siglo  v.°  ó 
del  vi.°  se  lee  Inliberrim,  como  en  ti  bambergense  del  si- 
glo XI."  Illibcri. 

Mela,  refiriéndose  á  esta  misma  opulenta  y  gran  ciudad 
en  lo  antiguo,  reducida  ya  en  su  tiempo  á  una  aldea,  la 
designa  con  el  nombre  de  Eliberme,  según  un  manuscrito 
del  Vaticano  del  siglo  x.°  y  otro  florentino  del  xiv.°,  mien- 
tras el  Vaticano  del  siglo  xiv."  y  el  berlinés  del  xv."  la  de- 
nominan Elibere,  que  el  Vratisloviense  del  siglo  xv.°  modi- 
fica en  Eliberie  (2). 

Plinio  es  entre  los  romanos  el  primero  y  el  único  que  se 
ocupa  de  la  ciudad  de  la  Bética  del  dicho  nombre,  que  en 
el  manuscrito  de  Leyden  del  giglo  x."  aparece  bajo  la  forma 
de  Ilibcrri  (3),  mientras,  en  cambio,  Ptolemeo.  conmemo- 
rando entre  los  griegos  esta  población  Túrdula  (4),  la  llama 

En  los  códices  Urgelense  y  Gerundense  del  Concilio 
iliberitano  celebrado  hacia  el  3oi,  se  lee  el  étnico  Elibeni- 


(i)  Liv.,  XXI,  24. 

(2)  Mela,  II,  84. 

(3)  Plin.,  III,  10. 

(4)  Ptol.,  II,  4.  9- 


ILIBERIS  699 

ianiK  (i),  mientras  en  el  Ovetense,  hoy  Escuiialense,  del 
siglo  VIH.",  en  la  parte  que  contiene  las  Sedes  episcopales 
Hispaniae  se  encuentra  la  palabra  Ilibevri  (2),  y  en  el  Emi- 
lianense  del  siglo  x.°  aparece  el  apelativo  Eliberitana  (3\  sin 
observarse  en  tanto  documento  fehaciente  una  ortografía 
segura  y  fija,  sino  que  fluctúa  entre  las  formas  desemejan- 
tes latinas:  Iliberi,  líiberri,  Eliberi,  Elibei-ri,  tan  distintas 
de  la  originaria  ibera  de  Ilnyir.  ¿Cómo  pudo  suceder  que 
Ilur-co,  y  lo  mismo  Ilnr-o,  conservasen  sus  nombres  ínte- 
gros, existiendo  uno  de  ellos  al  lado  de  Iliberis,  mientras 
Ilur-ir  se  transformópor  completo,  variando  en  absoluto  su 
contextura  originaria?  Nada  justifica  la  intercalación,  cpcii- 
thesis,  de  la  i  ni  de  la  e  en  medio  de  este  grupo  de  seis  signos 
íberos,  como  tampoco  el  cambio,  antithesis,  de  la  b  por  la 
w,  tanto  más  cuanto  que  aquella  letra  b  era  completamen- 
te ajena  al  alfabeto  ibérico  y  se  sustituía  con  la  p  por  los 
indígenas,  que  decían  PILPILIS  por  BILBILIS.  Pero, 
sobre  todo,  lo  que  no  justifica  la  fonética,  ni  puede  ense- 
ñar la  morfología,  es  que  la  terminación  en  RIR  se  trans- 
formase en  RRI,  sonido  durísimo,  aunque  se  encuentre  en 
tiirris,  y  que  no  podía  servir  para  suavizar  el  de  este  final 
en  rir,  lo  que  se  hubiera  conseguido  trocando  simplemente 
en  S  la  última  R,  como  ya  he  dejado  indicado  antes. 

Pero  es  el  caso  que,  según  el  testimonio  de  Festo,  los 
antiguos  romanos  no  duplicaban  las  mudas,  las  semivo- 
cales ni  las  líquidas,  no  admitiendo,  de  consiguiente,  la  R 
doble,  hasta  el  extremo  de.  escribir  porigam  en  vez  de 
porrigam   (l),   habiendo  sido  Ennio  el  que  introdujo  este 


(i)     E.  S.,  XII,  págs.  i88  y  1S9,  §  224,  y  pág.  185,  §218. 

(2)  Ewald  et  Loewe,  Exemp.  Scrip.  Visig.,  Index  et  Tab.  VI. 

(3)  E.  S.,  Xll,  pág.  103.  §  40- 

(4)  P'estus:  Porigam  dixisse  antiquo  videntur,  pro  po.-rigam, 
propter  morem  non  ingeminandarum  litterarum.  — Festus:  Parret 
quod  est  in  formulis  debuit  et  producía  priore  syllaba  pronuntiari, 
et  non  gemino  r   scribi,   ut  fieret,   paret,   quod   est  inveniatur  ut 

comparet,  apparet.  — Festus:  Solitaurilia quod  si  a  sollo  et  tau- 

ris  earum  hostiarum  ductum  et  nomen  antiqure  consuetudinis  per 


«00  M.    R.    DE    BEKLANGA 

grecisismo  en  el  latín  de  su  tiempo,  y  por  ello  ha  sentado 
Ritschl  que  en  la  época  de  Plauto  era  desconocida  seme- 
jante duplicación  de  las  consonantes  (0;  de  modo  que,   á 
partir  del  206  antes  de  Jesucristo,  fecha  de  la  expulsión  de 
los  Cartagineses  de  la  Hispania,  hasta  el  184  antes  de  Je- 
sucristo, en  que  murió  el  célebre  autor  cómico  de  la  Um- 
bría, no  pudo  escribirse  Iliberri,  sino  Ilibctis,  y  sólo  poco 
antes  del  169  antes  de  Jesucristo,  en  que  deja  de  existir  el 
ya  nombrado  profesor  de  griego,   fué  dable  que  se  intro- 
dujera esta  pronunciación   viciada  de  Ilibevvi  en  el  latín 
ordinario,   riisticiis,   aunque  no  en   griego,  puesto  que  los 
manuscritos  más  autorizados  de  Ptolemeo  traen  la  forma 
llXi¡3£oi?,  sin  otra  consonante  duplicada  sino  la  1.  Es  cierto 
que  ningún  sustantivo  romano  termina  en   RIR;  pero  en 
cambio  hay  algunos  en  ir  de  la  segunda  y  tercera  declina- 
ción: si  la  nueva  forma  ibera  había  de  adaptarse  á  los  im- 
parisílabos de  esta  última,  se  hacía  necesaria  la  elición  de 
la  terminación  IR  para  dejar  el  radical  ILVR  ó  ILiVeR  en 
disposición  de  que  se  le  adaptasen  las  terminaciones  casua- 
les is,  i,  im,  conservando  la  vocal  i  de  la  primitiva  desinen- 
cia elidida  ir,  sin  que  nunca  al  mencionado  tema  pudieran 
agregarse  los  inusitados  finales  ris,  li,  ;-;;»,  para  componer 
la  forma  bárbara  ILiVeRris,  que  sólo  pudo  oírse  en  boca 
de  gente  rústica  que,  pretendiendo  imitar  la  extraña  pro- 
nunciación,  para  el    latín,    de   dos   consonantes    líquidas 
iguales,  R,  teniendo  en  medio  de  ellas  una  vocal  simple  I, 
forzaron  de  tal  modo  la  emisión  de  este  sonido,  apoyán- 

unum  /  c-nuntinri  non  est  mirum,  quia  nullatenu  geminabatur 
liuera  in  scribendo,  quam  consuttudincm  Ennius  mutavisse  fertur 
utpote  gR-ecus  ^rxco  more  usus  quod  iUi  aeque  scribentes  et  le- 
ventes duplicabant  mutas,  semi[vocaM  et  liquidas]. -Festus:  To- 
rum  atsigniíicattonidum,  aridum  per  unum  quidem  r  antiqua 
consuetudine  scribatur  sed  quasi  per  duas  r  scribatur  pronunnan 
oportet,  nam  antiqui  nec  mutas  nec  semivocales  litteras  genima- 
bant  ut  fit  in  Ennio,  Arrio,  Annio.-Festus:  Polet,  pollet:  quia 
nondum  genimabant  antiqui  consonantes. 

(i)     Ritschel,  Frise,  latín,  momim.,  epig.  col.  16,  ipsa  Piautma 
aetate  nec  geminatum  nec  aspiratum  esse  meminens. 


ILIBERIS  701 

dose  extremadamente  en  ambas  consonantes,  especialmen- 
te en  la  última,  hasta  el  punto  de  llegar  á  percibir  por  una 
falsa  onomatopeya  cierta  engañosa  similitud  entre  la  pro- 
nunciación amanerada  del  final  RIR  y  la  terminación  in- 
ventada erradamente  RRI.  Pero  estos  arreglos  convencio- 
nales de  los  sonidos  al  pasar  las  palabras  de  un  idioma  á 
otro,  no  justifican  la  deducción  que  ha  sacado  el  Sr.  Zobel 
deque  el  signo  ibero  ^  lo  tenia  fuerte  y  no  suave  (i),  por- 
que bastará  traer  á  la  memoria  la  conocida  inscripción  nu- 
maria  ^^(^p'^'t*..  qi'e  se  lee  correctamente  por  DuRIA- 
SV,  más  tarde  latinizada  en  TVRIASO,  en  donde  no  se 
observa  esa  regla,  porque  no  lo  es.  Como  tampoco  en 
P^^Atl^A,  por  ERKaVlKa,  ni  en  A9rA,  por  KaRa- 
PaKa.  - 

Este  hábil  numismática,  dejándose  llevar,  sin  embargo, 
de  lo  que  vulgarmente  se-  llama  el  sonsonete,  hizo  d  el 
signo  X,  que  es  conocidamente  i,  no  queriendo  recordar  á 
Quintiliano  (2^  que  señala  la  similitud  déla  pronunciación 
de  estas  dos  dentales.  Por  idéntica  razón,  se  empeñó  en 
sostener  que  la  letra  ibérica  A,  que  es  una  d  del  más  puro 
origen  fenicio,  era  la  sílaba  dii,  estableciendo  la  rara  é  in- 
sostenible teoría  de  las  consonantes  vocalizadas,  sin  habér- 
sele ocurrido  traer  á  la  memoria  que  en  los  viejos  dialectos 
itálicos  acostumbrábase  también  á  suprimir  algunas  voca- 
les, que  el  lector  debía  suplir,  escribiéndose  ATRNO  por 
ATeRNO  entre  los  Sabinos  (3);  HIIRCLO  por  HERCuLi, 
entre  los  Vestinios  (4);  HERCLIT  porHERaCLITus, 
entre  los  Pelignos  (i);  PTRVNA  por  PeTRVNA,  y  POP- 
DIS  por  POPiDluS,  entre  los  mismos  (6);  APRVFCLA- 

(il  Zohtl,  Est.  ¡list.  sobre  la  mon.ant.esp.,l,\^á^.  179.  — «Equi- 
vale á  nuestra  r  fuerte  inicial  en  rey,  ó  á  nuestra  rr  en  carro.» 

(2)  Iiist.  Oral.,  1,  4,  i6.— Quid  T  litera  cum  D  qusedam  cog- 
natio? 

Í3)  Zvetaieff,  Insc.  itál.  med,  dial.,  pág,  13. 

(4)  Ibidem,  pág.  i5. 

(5)  Ibidem,  pág.  22. 

(6)  Ibidem,  págs.  26  y  29. 


^Qi  M.    R.    DE    BERLANGA 

NO  por  APRVFiCuLANus,  entre  los  Marcios  (0;  ALBSI 
por  ALBenSI,  entre  los  Equiculos  (2),  cuyas  citas  pudie- 
ran multiplicarse  al  infinito,  sin  que  á  nadie  se  haya  ocu- 
rrido hasta  ahora  la  peregrina  conjetura  de  la  vocaliza- 
ción de  los  consonantes.  En  cambio,  dice,  con  sobrada  ra- 
zón, Riemann  (3)  que  la  «tendencia  particular  del  latín  an- 
tiguo de  pronunciar  débilmente  las  sílabas  no  acen- 
tuadas, sobre  todo  las  finales,  hubiera  concluido  por  su- 
primir las  vocales  intermedias  para  hacer  desaparecer  las 
terminaciones,  y  desde  entonces  el  latín  hubiera  venido  á 
ser  lo  que  fué  algunos  siglos  más  tarde,  una  lengua  romá- 
nica (4).i>  -j     j    1 

Ha  confundido  el  Sr.Zobel  el  caso  bien  conocido  de  las 
consonantes  ligadas,  como  <  por  <|j  en  «/y^U  con  el  de 
las  vocales  sincopadas,  y  á  este  propósito  ha  revuelto  las 
diferentes  formas  del  van,  '^'^AA;  Por  ejemplo,  con  el 
dakth,  A.  equivalente  á  nuestra  D,  cuando  aparece  éste 
ligado' con  aquél  bajo  la  forma  A,  equivalente  á  AA   ^5). 

En  resumen:  la  transcripción  exacta  de  r*'bA9r*'9  es 
ILVRIR;  su  correcta  romanización  sería  ILVR-ILVRIS, 
ó  cuando  más, desfigurando  el  radical,  ILiVeRILiVeRIS, 
como  se  dice  sulfur-snlfuris,  ó  bien  Iber-Ibens,  sin  que  a 
nadie  se  haya  antojado  duplicar  la  R  de  la  sílaba  final 
para  expresar  un  sonido  fuerte,  extraño  á  la  originaria  len- 
gua ibérica.  De  cualquier  manera  que  ello  sea,  las  dosfor- 
mas  Iliberis  é  Iliberris  fueron  recogidas  por  los  antiguos 
escritores,  del   latín  que  hablaba  el  vulgo  iletrado,  lengua 


(i)     Ibidetn,  pág.  37. 

(2)  Ibidem,  pág.  39. 

(3)  Gra.mm.  de  TiteLive,  III,  pág.  7. 

(4)  Esta  )usta  observación,  unida  á  la  de  Festo,  respecto  de  la 
duplicación  de  las  consonantes  y  á  que  la  Z  era  una  letra  grie- 
ga sustituida  en  los  libros  antiguos  por  dos  SS,  hace  comprender 
el  error  en  que  están  los  castellanos  creyendo  ser  los  que  verdade- 
ramente conservan  la  mejor  pronunciación  histórica  del  idioma 
español.-Véase  Edon.,  Pronunciatione  du  lalin,  págs.  61  y  62. 

(5)  Zobel,  ibidem,  pág.  iSo. 


ILIBERIS  703 

rústica,  especialmente  la  segunda,  que  es  la  más  bárbara, 
abriéndose  camino  en  libros  y  documentos  públicos,  y  se 
vinieron,  sin  embargo,  sucediendo  alternativamente  por 
todo  el  período  romano,  el  gótico  y  el  musulmán  hasta  los 
días  de  la  conquista  de  Granada. 

No  terminaré,  sin  embargo,  estas  indicaciones  sobre  la 
onomástica  iliberitana  sin  recordar  que  no  faltan  críticos 
que  hayan  sospechado  que  la  más  vieja  memoria  escrita  de 
Iliberis  data  del  siglo  vi.°  antes  de  Jesucristo,  consistiendo 
en  un  pasaje  de  Hecateo  de  Milesio,  en  sus  TrspioSos  yiri?, 
conservado  por  Stephano  de  Bizancio,  gramático  del  si- 
glo v.°  de  nuestra  Era,  en  su  icepi  tioIewv,  pasaje  en  que  se 
lee:  'EXt.Súpyo  tioAi;  Taprfi66ou  (').  Opina  el  erudito  helenista 
Müller,  acaso  con  bastante  razón,  que  en  el  lugar  citado  el 
nombre  de  la  población  está  equivocado,  debiendo  ser  co- 
rregido fácilmente  trocando  la  6  en  9,  con  cuya  sencilla 
modificación  resultaría  que  'EXt.9úpy-r,  pudiera  ser  concor- 
dada con  la  Iliturgi  de  Livio  (2)  y  con  la  ^<'^^'^A  J< 
ILiTVRKe,  de  la  moneda  dada  á  conocer  por  el  Sr.  Zobel 
y  de  que  no  he  visto  ejemplar  alguno  (3),  siendo  semejante 
corrección  más  natural  y  menos  violenta  que  la  transfor- 
mación del  'EXi&jpyyi  de  Hecateo  en  EXiSupi?,  como  otros 
proponen  (4). 


(i)     Müller,  Frag.  hist.  graec.,l,  págs.  ix  y  40. 

(2)     Liv.,  XXVIII,  19. 

{3)     Zobel,  Hist.  de  la  ¡non.  ant.  hisp.,  11,  págs.  1 12,   1 14,  119 

y  3<;6. 

(4)  Como  Hecateo,  citado  por  Stephano.  dice  que  EHburge 
era  una  ciudad  de  Tartesus,  debe  examinarse,  para  hacerse  cargo 
de  los  límites  antiguos  de  dicha  región,  á  Avieno,  Orbis  terrae,  III, 
V.  480,  613;  Ora,  maritima.  IV,  v.  54,  85,  223,  225,  254,  265,  269, 
284,  308,  332  y  428,  y  á  Sirab.,  III,  2,  11.  Este  geógrafo  dejó  escrito: 
«Parece  que  los  antiguos  llamaron  Tarteso   al   Betis,  y  á  Gades, 

como  á  las  inmediatas  islas  Ery  thea y  como  el  Betis  desagua  en 

el  mar  por  dos  bocas,  dicen  que  en  otro  tiempo  en  el  terreno  com- 
prendido entre  ambas  bocas  hubo  una  ciudad  habitada  denomina- 
da Tarteso,  como  el  río,  llamándose  aquella  región  Tartisida, 
ahora  habitada  por  los  Túrdulos,»  pasaje  que  parece  concordar 


,  M.    R.    DE    BERLANGA. 

Expuestos  tales  precedentes,  que  me  ha  parecido  indis- 
pensable dejar  oportunamente  consignados,  es  mi  propó- 
sito comenzar,  por  orden  cronológico,  el  examen  detenido 
de  los  documentos,  indisputablemente  genuínos,  paganos, 
cristianos  y  muslímicos  que  se  conocen,  referentes  á  la 
historia  local  de  la  vieja  Iliberis,  á  partir  de  los  últimos 
años  del  siglo  in."  anterior  á  Jesucristo,  hasta  que  termma 
gloriosamente  el  periodo  de  la  reconquista. 

Siglo  lil.°  al  1°  antes  de  Jesucristo,  del  2o5  al  46  anks 
de  nuestra  Em  (i). 

MONEDAS 

I ."  Cabeza  bárbara,  á  la  derecha  cubierta  con  una  ga- 
lea, delante  palma. 

^  Cara  de  frente  unida  á  tres  piernas  encorvadas. 

La  leyenda  lll^/^9yi9.  grabada  alrededor  de  la  parte 
superior  de  dicha  cara.  Tipo  del  As  uncial  romano. 

2."  Igual  á  la  anterior,  con  la  sola  diferencia  que  la  le- 
yenda corre  por  debajo  de  la  barba  de  la  cara  de  frente  del 

anverso. 

3."  Cabeza  bárbara,  á  la  derecha  cubierta  con  una  ga- 
lea; delante  la  misma  leyenda. 

^  Genio  alado  á  la  derecha;  en  la  mano  izquierda  un 
escudo;  en  la  otra  algo  que  no  se  distingue  bien;  delante 
una  punta,  al  parecer  de  lanza.  Tipo  del  cuadrans  del  As 

uncial. 

4.»  Cabeza  bárbara,  á  la  izquierda  cubierta  con  una 
galea;  delante  las  tres  primeras  letras,  y  detrás  las  tres  úl- 
timas de  la  misma  leyenda  ibérica. 

con  todos  los  de  Avieno,  excepto  con  el  último,  donde  hablanda 
de  la  isla  que  erradamente  coloca  el  traductor  romano  delante  de 
¡Malaca,  asegura  que  perteneció  á  los  Tartesios. 

( ,)  Zobel,  Hist.  de  la  mon.  hisj>.,  I,  pág.  130;  H.  págs.  O,  '  37 
y  301. 


ILIBBUIS  705 

^  Igual  al  anterior. 

5."  Astro  de  siete  rayos  en  el  centro;  encima  media 
luna  invertida;  alrededor  del  dicho  astro  la  misma  leyen- 
da ibérica. 

¡it  Como  el  anterior. 

6/  Cabeza,  no  tan  bárbara  como  las  de  las  emisiones 
precedentes,  á  la  izquierda,  con  galea. 

IV  Cabeza  del  Heracles  griego,  á  la  derecha,  cubierta 
con  la  piel  de  león,  delante  clava,  encima  la  misma  le- 
yenda ibérica  alrededor  del  campo  de  la  moneda. 

Estas  seis  primeras  emisiones  iliberitanas  son  las  que 
tienen  carácter  arcaico  más  indígena  á  través  del  pronun- 
ciado punismo  que  revelan.  Del  número  primero  poseo  un 
ejemplar  á  flor  de  cuño,  pesando  19,52  gramos,  que  repre- 
senta el  As  uncial,  que  se  batió  en  Roma  del  217  al  89  antes 
de  Jesucristo,  con  peso  legal,  que  nunca  tuvo,  de  27,26  gra- 
mos, pues  los  últimos  de  la  República  llegaron  á  i5  gra- 
mos (0.  Conservo  otros  ejemplares  del  mismo  número,  en 
buen  estado  de  conservación,  que  bajan  de  16, 3o  á  15,40 
gramos.  Advierte  el  profesor  Mommsen  que  el  As  uncial 
de  cobre  fué  adoptado  en  España;  pero  sin  que  las  piezas 
con  leyendas  ibéricas  reproduzcan  los  tipos  romanos  en 
ambas  caras  de  los  respectivos  flanes  (2),  añadiendo,  en 
punto  á  su  peso,  que  era  muy  vario,  porque,  á  su  juicio, 
la  ley  Pabia  del  217  antes  de  Jesucristo,  más  que  variar 
el  de  las  monedas,  tendió  á  fijar  el  mínimo  hasta  el  que  se 
podía  acuñar  para  evitar  el  abuso  y  la  falta  de  uniformidad 
ponderal  (3)  del  cobre. 

La  cabeza  del  anverso  de  los  dos  primeros  números  no 
es  griega,  como  las  de  las  piezas  púnicas  de  Gadir,  ni  ro- 
mana, como  las  de  Acci,  sino  manifiestamente  indígena  por 
bárbara.  La  triqueta  de  los  reversos  se  ve  en  las  monedas 
de  la  Zeugitana  con  la  leyenda  L-C-MACRI-CARTHA- 

(i)     Mommsen,  Hist.  de  ¡a  mon.  rom.,  III,  pág.  158. 

(2)  Ibidcm,  III,  pág.  24Ó. 

(3)  Ibidem,  II,  págs.  155  á  iSy. 

II  45 


„g5  M.    R.    DE    BERLANGA 

GO-SC  y  en  el  reverso  SICILIA  (O,  siendo,  como  ha 
demostrado  de  Luynes  y  ha  repetido  Müller,  «un  símbolo 
rdigioso  de  origen  asiático,  que  desígnalas  tres  diosas  que 
reinan  alternativamente  sobre  la  luna:  Diana,  Proserpina  y 
Minerva;  triada  divina,  de  donde  se  desenvuelve  la  triple 
Recate.  La  cabeza  de  Gorgona  es  el  signo  de  la  luna  llena 
y  de  Hecate;  las  tres  piernas  en  actitud  de  correr  una  tras 
otra,  representan  la  rotación  del  globo  celeste.  Estas  tres 
diosas  fueron  muy  veneradas  en  Sicilia  (2).» 

Del  número  tercero  poseo  también  un  ejemplar,  bien 
conservado,  con  peso  de  6,10  gramos,  equivalente  á  un 
quadrans  del  As  uncial  (3).  La  figura  con  alas  del  reverso 
se  ve  en  otra  moneda  de  la  Cirenáica  U);  pero,  sobre  todo, 
en  las  conocidas  de  Cartago  con  el  caballo  corriendo  y  en- 
cima el  genio  alado  con  la  corona,  sosteniéndola  con  am- 
bas manos  (5),  y  en  otra  de  la  Mauritania  (6). 

El  número  cuarto  es  una  variante  del  anterior,  del  que 
sólo  conozco  el  ejemplar  del  Gabinete  numismático  de 
Madrid,  siendo  mucho  más  raro  el  quinto,  del  que  no  sé 
exista  otro,  excepto  el  del  mismo  Monetario  nacional.  El 
anverso  de  astro  y  media  luna  se  encuentra  en  monedas 
de  Tuba  II.°  en  la  Mauritania  (7)  y  de  Ptolemeo  (8),  á  cuyo 
propósito  dice  Müller  que  el  sol  y  la  luna,  colocados  uno 
sobye  otro,  en  algunas  monedas  de  la  Mauritania,  son  los 
símbolos  de  Baal  y  de  Astarte  (91.  que  conjuntamente  con 
Melkart  ocupaban  el  pnmer  rango  entre  las  divinidades  fem- 

(,)     Müller,  Nmnism.delanc.  A/rique,  II,  pág.  171.  núm.  381. 

(2)  Ibidem,  II,  pá^-  173- 

(3)  Gnechi.  A/o«e/aí!0«e  roma»a,  pág.  10.  „,^hi4n 
4      Müller,  ib>aen,,  I.  págs.  1.  y  ,8,  nna..  -5.-Veasetmb.ea 

II,  pág.  17.,  nüm.  3Q^;  lU,  P^gs-  M,  44  Y  -3,   «1  busto  alado  de 
algunas  piezas  de  laNumidia  y  de  la  Mauritania. 

(5)  Ibidem,  II,  pá^s.  77  y  78,  núms.  28  y  33- 

(6)  Ibidem,  111,  núms.  65,  67  y  bg,  pág.  io5.     ^ 

(7)  Ibidem,  lU,  pág.  105,  núm.  43;  P^g-  ^°9,  "um.  gi. 

(8)  Ibidem,  lU,  pág.  130,  núm.  200. 

(9)  Ibidem,  III,  pág.  120,  núms.  43  y  9^- 


ILIBERIS  yo7 

■cias,  cuyas  imágenes  ó  emblemas  figuran  en  un  gran  número 
Ae  monedas  púnicas  de  la  Niimidiay  de  l.i  Mauritania,  por- 
que, como  ha  demostrado  muy  bien  Lenormant,  B  lal  te- 
nía un  carácter  solar,  y  su  esposa  Astarte  una  naturaleza  lu- 
nar (i).  Existe  en  el  citado  Gabinete  numismático  Nacio- 
nal cierta  moneda  púnica  con  el  sol  en  un  lado,  la  luna 
con  un  glóbulo  en  otro,  y  una  leyenda  neopúnica  que  se 
lee  perfectamente  MaLaKA,  que  parece  síncrona  á  la  de 
Iliberis,  aunque  no  es,  como  la  de  la  Victoria  alada,  otro 
quadrans  del  As  uncial. 

El  número  sexto  es  igualmente  rarísimo,  sin  que  tam- 
poco haya  visto  de  esta  moneda  más  que  el  ejemplar  del 
citado  Museo  Arqueológico.  La  cabeza  del  Heracles  grie- 
go, cubierta  con  la  piel  de  león  y  teniendo  delante  la  cla- 
va, es  símbolo  que  se  repite  con  frecuencia  en  las  acuña- 
ciones antiguas  á  partir  del  hermoso  tetradrama  de  Ale- 
xandro  (2),  como  en  las  de  Camerina  de  plata  de  Sicilia  (3), 
y  en  algunas  de  Cartago  (4),  unas  y  otras  con  clava  ó  sin 
clava;  sin  piel  de  león,  en  dos  ejemplares  de  la  Numi- 
dia  (5),  y  con  ambos  atributos  en  las  púnicas  de  Gadir  y 
de  Sex,  de  las  que  hubo  de  copiarse  la  de  Iliberis,  atendi- 
da su  gran  similitud  con  aquéllas,  por  los  artífices  griegos 
que  abrieron  las  matrices  de  las  púnicas  y  de  la  ibera.  Di- 
cha cabeza,  tocada  con  la  dicha  piel  de  león  y  apen  iizada 
con  la  clava,  representaba  el  Heracles  gries^o,  que  nada 
tenía  de  semejante  ni  de  análogo  con  el  Melkart  tirio  (6); 
aquél  fué  la  imagen  tradicional  del  hombre  prehistórico, 
luchador  incansable,  vencedor  de  las  fieras  y  de  los  tira- 
nos; vestido,  cuando  lo  estaba,  con  los  despojos  de  los  aní- 
males que  domeñaba;  éste,  por  contra,  era  el  emblema  de 

(i)     Lenormant,  Hist.  ancienne  de  VOrient.,  VI,  pág.  573. 

(2)  Mommsen,  ibidem,  I,  pág.  122,  not.  2;  págs.  287,  2S9,  298, 
299  y  327. 

(3)  S.iiinas,  Le  monete  de  Sicilia,  tab.  XVII. 

(4)  iMülIcr,  ibidem,  II,  pág.  71',,  núm.  18. 
-(5)     Ibidem,  III,  pág.  17,  núms.  16,  17  y  18. 

(6!     Ibidem,  11,  págs.  12,  13  y  33;  lU,  págs.  24  y  56 


cu 


g  M.    R.    DE   BERLANGA. 

la  ra^.  á  cuya  sonibra  se  desarrollaba  el  comercio;  civili- 
zador y  navegante,  fué  la  representación  mas  opuesta  al 
helénico  (0.  por  más  que  se  pretenda  que  del  oriental  na- 
ció el  griego,  pero  completamente  desfigurado.  Fue  éste 
representado  como  un  semidiós,  bajo  los  rasgos  de  un 
hombre  de  talla  elevada,   musculatura  atlética  y  formas 
amplísimas,  mientras  los  tirios  no  trazaron  con  hneas  los 
contornos  de  su  divinidad,  que  permaneció  encerrada  en 
los  limites  de  la  más  abstracta  Utholatría,  hasta  que  los  es- 
cultores, en  una  fecha  relativamente  tardía,  grabaron  en 
la  piedra  sagrada,  beith-el,  el  perfil  de  una  divm^ad,  an  es 
sin  formas  ni  figu.a,  tomando  del  héroe  de  la  Helada  las 
'íneas  más  acentuadas  de  semejante  personaje  bravio  (2). 
'    Las  seis  emisiones  distintas  de  monedas  iberas  que  aca- 
ban de  examinarse,  por  sus  caracteres  gráficos  y  por  sus 
diversos  símbolos,  ponen  de  manifiesto  que  fueron  acuna- 
das por  artífices  griegos  para  un  pueblo  hispano  de  raza 
ibérica    mezclada  con  africanos, -de  los  que  tomaron   los 
indígenas  la  representación  de  sus  divinidades,  en  su  ma- 
yor parte  siderales,  habiéndose  grabado  los  troqueles  en 
los  momentos  en  que  los  ejércitos  púnicos  evacuaban  el 
territorio  de  la  vieja  Híspanla  fenicia. 

Los  seis  signos  del  alfabeto  ibero,  que  constituyen  la 
leyenda  numaria  de  estas  piezas  de   cobre  amonedadas, 

(O  Compárense  los  caracteres  consntutivos  del  Heracles  grie- 
go omár^dolos  de  cualquier  litógrafo  annguo,  con  los  del  Mel- 
S;  t  tenfcio.  resunudos  po.  Lene,  mant  en  su  H.to:re  ancenne  de 

^'^rí-^o  tr^fc^^é  .  visuar  el  celebre  santuario  d^ 
M^art  Tirio,  sólo  vio  en  el  ten.plo  dos  brillantes  columnas  de 
nro  r  una  y  de  esmeralda  la  oUa,  probablemente  esmaltadas- 
?«  1  H  L  queencer.aban  todo  el  símbolo  de  aquella  divi- 
'fd  Columnas  que  más  tarde,  figuradas  de  bronce,  la  represen- 
"f  tan  bien  una  d  ellas  en  Gades  (Strab.,  111,  5,  5i  ^omo  límite 
"  i"e  o  de  las  naveg  c.ones  len.cas  hacia  el  ocaso,  vniendo  de  las 
cTsTas  de  S  ri  ,  hast'a  el  Estrecho  llamado  de  las  Co.un.nas,  en  la 
época  de  la  preponderancia  de  los  Tirios  en  Tartesos  (Strab.,  111,  ., 
7),  y  mucho  más  tarde  de  Hercules. 


ILIBERIS  7*^9 

aparecen  perfectamente  conservados  bajo  la  conocida  for- 
ma ya  antes  transcrita  JU^A9F9»  que  ha  sido  diversa- 
mente interpretada,  hasta  que  D.  Antonio  Delgado  la  leyó 
primero  EL-ABER,  atribuyéndola  á  lUbens  (0.  Diez  y 
seis  años  más  tarde  repite  la  misma  clasificación,  aunque 
leyendo  el  epígrafe  numario  ILVBIR  é  interpretándolo 
por  ELVBeR.ó  ILVBeR  <C-].  Esta  lectura  ha  sido  modi- 
ficada después,  sin  que  alcance  á  comprender  por  qué  la 
primera  letra  pi  ha  de  ser  I  y  la  quinta  E,  siendo  de  for- 
ma idéntica,  ni  en  qué  razón  se  funda  que  la  cuarta  equi- 
valga á  B  y  la  sexta  á  R,  cuando  ambas  están  representadas 
por  el  mismo  signo  9.  Como  ya  he  dicho  anteriormente,  los 
caracteres  del  alfabeto  latino  que  corresponden  exactamen- 
te á  estos  signos  ibéricos  forman  el  grupo  ILVRIR,  que 
los  romanos  y  los  griegos  pronunciaron,  no  sé  por  qué, 
ILiVeRIS,  y  la  gente  tosca  Iliberris,  según  que  de  todo 
•ello  se  acaba  de  tratar  por  extenso  al  fijar  la  onomástica, 
iliberilana. 

7/     Cabeza  varonil  desnuda,  á  la  derecha. 

íü  Esfinge  á  la  izquierda;  en  la  gráfila  la  leyenda 

PbA9P9. 

8."     Cabeza  varonil  desnuda,  á  la  derecha;  detrás,  X. 
^  Esfinge  á  la  derecha;  en  la  gráfila  la  leyenda  an- 
terior. 

g."     La  misma  cabeza,  á  la  derecha. 

va  Esfinge,  también  á  la  derecha;  debajo,  pi(^A9F9. 

delante,  <M'+'h. 

10.     La  cabeza,  á  la  derecha. 

B?  La  misma  esfinge,  también  ala  derecha;  detrás, 
FbA9F?;  en  la  gráfila,  (NT. 

De  los  números  séptimo  y  octavo  poseo,  muy  gastados, 
un  As  uncial  con  18, i5  gramos,  y  un  semis  pesando  8,80 
gramos,  siendo  ambos  de  trabajo  más  tosco  que  los  apte- 

(i)    Delgado,  Catalogue  de  monnaies  de  Mr.  Lorichs:  Madrid, 

aSSy.  pái;.  15,  nota  i." 

(2)     Deli-ado,  Nuevo  mJlodo:  Sevilla,  1S73,  II,  pág?.  f)6  y  97. 


niO  M.    R.    DE    BERLANGA 

rieres  }•  muy  bárbara  la  esfinge  de  los  reversos.  En  cam- 
bio, las  cabezas  de  los  anversos  han  perdido  el  carácter  in- 
•  dígena  de  las  que  figuran  en  los  ejemplares  de  la  triqueta. 
Las  dos  formas  variadas  de  la  r«'F  y  de  la  O^  en  las 
monedas  iliberitanas,  son  debidas  á  las  habitudes  gráficas, 
de  la  localidad. 

Respecto  del  noveno  y  décimo,  sólo  he  visto  el  ejemplar 
del  Gabinete  de  Madrid,  en  el  que  apenas  se  distinguen 
con  claridad  las  últimas  letras,  especialmente  la  postrera 
de  todas.   El  Sr.  Delgado   leyó  las  cuatro   de  la   gráfila 
^jv|i|jfv^  y  el  Sr.  Pugol,  con  mayor  acierto,  en  un  ejem- 
plar más  claro  CKlH-'h,  que  el  Sr.  Zobel  ha  interpreta- 
do (ij  CSTL  por  CaSTule,  cerno  los  signos  de  esta  moneda 
oretana,  en  cuya  gráfila  figuran  bajo  la  forma  A^^C^,  h-  Ei 
cambio  de  la  Jhet  (|)  por  el  Tzade  f  no  parece  violento, 
atendida  la  similitud  fonética  de  ambos,   obedeciendo  la 
diferencia  de  formas  del  San  |v  ^  á  las  alteraciones  gráfi- 
cas de  algunos  signes  en  los  diversos  alfabetos  regionales 
ibOiccs,  siendo,  por  otra  parte,   la  figura  ^í^  únicamente 
conocida  por  la  aludida  moneda  antigua  de  Cástulo.  La 
lectuia  piopuesta  por  el  Sr.  Zobel  (2)  está  además  justifi- 
cada por  la  similitud  de  la  cara  de  los  anversos  y  de  las 
esfinges  de  los  reversos  entre  las  antiguas  piezas  castulo- 
nenses  y  las  iliberitanas  de  este  segundo  período  de  emi- 
sión numaiia,  lo  cual  hace  comprender,  por  otra   parte, 
que  Iliberis  abandonó  sus  cabezas  galeadas  y  sus  símbolos 
púnicos  por  las  cabezas  desnudas  y  las  esfinges  de  Cástu- 
lo, desde  el  momento  en  que  celebró  con  esta  ciudad  su 
concierto  monetario,  por  cuya  omonoia  escribió  juntos  en 
sus  más  recientes  emisiones  ibéricas  los  nombres  de  am- 
bas poblaciones. 

Las  acuñaciones  castulonenses  fueion  mucho  más  nu- 
merosas que  las  iliberitanas,  tanto  que  los  ejemplares  de 
losiiúmeíos  i  y  2  de  estas  últimas  son  raros,  aun  en  el- 


(i)     Zobel,  ibidem,  II,  pág.  115,  nota  5. 
(a)    Ibidem,  II,  pág.  115,  nota  5. 


n  iBERis  711 

mismo  centro  donde  estaban  en  curso;  rarísimos  los  nú- 
meros 3  y  4,  y  únicos  los  números  5  y  6  del  Gabinete  de 
Madrid,  mientras  las  de  Cástulo,  de  esfinge,  abundan  ex- 
traordinariamente en  Andalucía.  Poseo  varios  dupondios 
de  37,  33  y  29  gramos,  según  su  estado  de  conservación,  y 
diversos  Ases  unciales  de  17,  16  y  i5  gramos,  más  gasta- 
dos, sin  embargo,  que  sus  duplos;  pero  todos  ellos  de  un 
trabajo  más  esmerado  que  el  de  las  piezas  de  Iliberis  y  con 
la  leyenda  bien  clara  en  la  generalidad  de  sus  letras. 

Ptoiemeo  coloca  á  D^Xt^spic  entre  los  Túrdulos  (i  ,  y  á 
Ka6T0u).wv  en  la  Oretania  (2);  las  ruinas  de  aquella  ciudad 
se  veían  en  la  época  de  la  Reconquista  á  dos  leguas  al  NO. 
de  Granada,  pasado  Atarfe,  á  la  falda  de  Sierra  Elvira,  y 
las  de  ésta  en  Cazlona,  sobre  el  Guadalimar,  á  una  legua 
de  Linares,  á  donde  se  han  llevado  muchas  inscripciones 
geográficas  de  aquel  despoblado,  sin  que  se  haya  ocurrido 
á  nadie  todavía  el  concordar  á  Linares  con  Castillo. 

Pudo  Iliberis,  pues,  concertar  la  omonoia  con  Cástulo 
en  72  antes  de  Jesucristo,  trocando  los  símbolos  africa- 
nos monetales  por  la  esfinge  Castulonense,  hasta  que  en 
45  ó  poco  después  recibiese  la  civiias  ó  la  latinitas,  y  en- 
tonces comenzara  con  la  municipalidad  la  escasa  acuña- 
ción romano-hispana,  con  la  misma  esfinge  por  signo  de 
su  nueva  emisión  de  cobre.  Por  entonces,  pues,  debió  pro- 
bablemente ser  transformado  en  municipio,  tomando  el 
apelativo  de  florentino,  sin  dejar  el  suyo  primitivo.  Per- 
díanlo á  veces  aquellos  pueblos  rebeldes  que  eran  conquis- 
tados á  fuerza  de  armas,  sus  moradores  sujetos  á  esclavi- 
tud, y  sus  tierras  repartidas  á  colonos  enviados  de  Roma 
mismo,  ó  incorporadas  las  excedentes  al  ager  romanus, 
cuya  diferencia  se  hace  perceptible  entre  el  Iliberri  quod 
florentinum  y  el  Ucubi  quod  Claritas  lidia  de  Plinio  (3). 

Por  más  que  este  criterio  no  sea  tan  absoluto  que  no 

(i)  Piol.,11,4,  6,  10. 

(2)  Ibidem,  II,  4,  §  59. 

(3)  Plinio,  III,  lo  y  12.  Regla,  sin  embargo,  que  no  es  cons- 
tante. 


-■[2  M.     R-    DK    BERLANGA 

esté  sujeto  á  excepciones,  puede,  sin  embargo,  afirmarse 
que,  al  ser  creado  un  municipio  y  tomar  cualquier  apela- 
tivo' que  lo  distinguiera,  lo  hacía  uniendo  un  adjetivo  á  su 
nombre  de  origen,  y  no  un  sustantivo  que  siguiera  á  otro, 
por  lo  que  hubiera  sido  ridículo  decir  Iliberri-Floyenim,  y 
muy  usual  y  corriente  denominarlo  como  aparece  en  sus 
inscripciones  romanas  de  piedra. 

De  dónde  pudo  tomar  esta  denominación  de  Floveniino, 
no  es  posible  conjeturarlo  con  probabilidad  de  acierto.  En 
las  Hispanias  se  impuso  generalmente  á  las  colonias  que 
se  crearon  los  nombres  de  los  Emperadores  que  las  eri- 
gieron, habiéndose  llamado  á  Ursao,  en  su  ley  constituti- 
va, Geneliva  lidia;  á  veces  á  dicho  nombre  se  añadió  otro 
que  recordaba  alguna  particularidad   de    su   constitución 
íntima,  como  Acci  se  dijo  Inlia  Gemella.  En  los  munici- 
pios no  fué  tan  general  este  procedimiento,  si  bien  se  de- 
nominó Sexie  municipium  firvutm  lulium  en  sus  monedas,  y 
Gades  municipium  Aiígustnm  Gaditanim  en  sus  piedras  (0. 
Pero  es  que,  además,  conociéronse  otros  municipios,  en  los 
que  no  es  dable  determinar  con  certidumbre  el  origen  de 
su  nomenclatura  imperial,  como  htnrgi,  en  cuyas  piedras 
se  lee-  MVNICIPIVM  •  TRIVMPHALE  [^),  y  Obulco, 
conocido  en  sus  epígrafes  por  MVNICIPIVM  •  PONTI- 
FICIENSE  (3).  Pudo  haberse  dado  á  liiberis  el  calificati- 
vo át  florentino,  de  floreo,  por  la  esplendidez  de  la  Vega  que 
formaba  su  ager  piMicns  mnnicipalis,  sin  que  pueda  pen- 
sarse en  san3  crítica,  ni  en  el  cognombre  de  un  personaje 
particular,  ni  en  el  étnico  de  ningún  otro  pueblo  extranje- 
ro, lo  cual  sería  absurdo  (4). 

(1)  CIL-U,  1.313- 

(2)  CIL-II,  3.I21-2.I24- 

(3)  CIL-II,  2.126. 

(4)  En  las  Hispanias  hubo  pocos  sujetos  llamados  FlorenU- 
«¡íííClL-II,  1,6.  2.274,  3.196,  4.122,  4-320,  4.564)- Se  conoce  tam- 
bién un  Sexto  Florentmo  que  fué  Legado  de  la  Legión  nona  his- 
pana posteriormente  á  la  época  de  Vespasiano  (CIL-III,  87,  repe- 
tida en  la  pág.  968),  en  el  que  tampoco  hay  que  pensar. 


ILIBERIS  713 

Siglo  I  anies  de  Jesucristo  á  siglo  i  de  nuestra  Era . 

11.  Cabeza  varonil  desnuda,  á  la  derecha. 

^  Esfinge  tosca,  á  la  derecha;  en  la  gráfila  ILIBE      . 

12.  Cabeza  varonil  desnuda,   á   la  derecha;  detrás  X. 
^  Esfinge  como  la  anterior. 

Conozco  poquísimos  ejemplares  de  estos  dos  números: 
los  que  hay  en  el  Gabinete  de  París,  los  del  Monetario 
Nacional  de  Madrid  y  los  que  poseía  el  Sr.   Navarro,  de 

Málaga,-  que  divido  en  dos  series:  la  una  con  letras  gran- 
ea 
des,  en  la  forma  indicada  ILIBE^  ,  y  la  otra  con  la  le- 
yenda en  caracteres  más  finos  y  pequeños,  sin  salir  de  un 
renglón.  En  la  primera  clase  de  estas  monedas  los  espa- 
cios entre  las  letras  del  epígrafe  resultan  muy  enfundados 
en  el  flan,  dando  á  la  leyenda  el  aspecto  de  haber  sido 
avivadas  sus  letras  sobre  un  ejemplar  genuino,  pero  algo 
gastado. 

La  otra  iliberitana  es  (i)  análoga  á  la  Castulonense,  con 
leyenda  romana, -que  contiene  el  nombre  latino  CASTV- 
LO  de  la  población  donde  fué  batida,  como  aquélla  el  de 
ILIBERI  en  el  ejemplar  del  Museo  numismático  de  Ma- 
drid, de  que  conservo  calco  que  tiene  la  especialidad  de 
no  presentar  la  R  duplicada,  como  el  étnico  de  las  piedras 
geográficas. 

Réstame  hablar  de  una  moneda  de  la  primera  emisión 
de  Iliberis  con  la  inscripción  falsificada,  cuya  descripción 
es  de  esta  manera  (2): 


(i)     Zobel,  ibidem,  II,  pág.  1 15,  nota  4. 

(2)  Para  no  aparecer  en  este  particular  en  contradicción  con  lo 
expuesto  por  mí  en  distinta  ocasión,  se  hace  indispensable  corregir 
en  la  presente  algunas  erratas  que  inadvertidamente  se  han  desli- 
zado en  otro  estudio  sobre  el  idioma  de  los  Vascones,  publicado 
en  la  Revista  de  Archivos,  Bibliotecas  y  Museos  de  Noviembre 
•de  1897  y  Febrero  de  iSq8: 

Pág.  494,  lín.  38,  dice  tque  difiero»;  debe  decir  «que  no  difiero». 

Pág.  til,  lín.  26,  dice  «y  en  otras  emisiones  de  la  zeca  FLOREN- 


yl±  M.    R.    DE    BERLANGA 

Cabeza  bárbara,  á  la  derecha  con  galea;  delante  palma. 
íir  Triqueta  de  frente;  alrededor  FLORENTII  . 
De  esta  pieza  amonedada  he  visto  dos  ejemplares,  de 
que  conservo  calcos:  uno  el  del  monetario  de  D.  Segundo 
Pineda,  de  Granada,  en  el  que  hormigueaban  las  apócri- 
fas, y  otro  el  del  excelente,  por  lo  escogido,  del  Sr.  Ca- 
merino, de  jerez  de  la  Frontera,  no  titubeando  en  decía-  • 
rar  que  en  uno  y  en  otro  me  parecieron  falsificadas  las 
leyendas  latinas  y  hechas  á  mano  sobre  un  antiguo  ejem- 
plar ibérico  legítimo,  no  sé  si  en  los  tiempos  y  por  los  ar- 
tífices de  que  se  valía  Flores  Oddoux  en  1774,  los  mismos 
que  fingieron  la  inscripción  S  ■  P  ■  Q  •  Florentinas  (i). 

Las  razones  que  inducen  á  creer  en  esta  mixtificación 
de  los  alcazabistas  granadinos,  aun  prescindiendo  de  las 
huellas  que  de  sus  manipulaciones  parecían  presentar  am- 
bos flanes,  son  muy  obvias.  Las  acuñaciones  más  arcaicas 
de  Iliberis  fueron,  á  no  dudarlo,  por  la  misma  esbeltez  de 
los  vaciados,  los  Ases  de  la  triqueta,  y  las  más  modernas, 
que  acusan  cierta  tosquedad  en  los  troqueles,  no  abiertos 
ya  por  artífices  helénicos,  como  los  de  aquélla,  sino  por  in- 
dígenas, son  indudablemente  los  sanises  de  la  esfinge,  que 
comienzan  á  circular  cuando  se  concierta  la  omonoia  con 
Cástulo,  terminando  con  los  ejemplares  legítimos  de  la 
leyenda  latina  ILIBERI.  ¿Cómo  es  que  para  acuñar  la 
moneda  con  la  inscripción  ..ORENTL.  en  el  ejemplar  de 
Pineda,  y  ...RENTIÍ  ...  en  el  de  Camerino,  ambos  gra- 
bados en  hueco,  y  no  con  letras  en  realce,  se  volvió  al 
símbolo,  ya  suprimido  hacía  más  de  un  siglo,  de  la  pri- 
mitiva triqueta  con  el  crecido  peso  del  As  uncial,  abando- 
nándose de  pronto  el  tipo  á  la  sazón  corriente  del  qnadvans 
con  leyenda  latina  y  tipo  de  esfinge?  ¿Cómo  pudieron  en- 
tonces los  mismos  artífices  iberos  igualar  en  finura  á  los 

tía»;  debe  decir  oy  en  piedras  escritas  de  la  misma  zeca  FLOR  • 
C  •  I  •  L  ■  11  •  ?,07o». 

Pág.  68,  lín.  33,  dice  «la  centuria  que  precedió  á  J.  C»;  debe 
decir  «la  tercera  centuria  que  precedió  á  J.  C.» 

(i)     Ra^ón  del  Juicio,  pág.  222. 


ILIBERIS  715 

griegos  al  abrir  las  nuevas  matrices,  cuando  tan  torpes  ha- 
bían estado  al  grabar  las  indicadas  esfinges  iliberitanas? 

Ya  el  Sr.  Delgado,  al  publicar  el  Catálogo  del  moneta- 
rio del  Sr.  Lorichs  en  iSSy,  indica  que  la  moneda  del 
Gabinete  del  ilustrado  danés,  en  la  que  se  había  leído  Pol- 
lentia,  era  iliberitana  (O,  y  tenía  para  ello  sobradísima  ra- 
zón (2).  Los  ejemplares  de  los  Sres.  Pineda  y  Camerino 
eran  dos  Ases  arcaicos  de  Iliberis,  en  los  que  se  habían 
borrado  las  seis  letras  iberas  de  relieve  que  corrían  alre- 
dedor de  la  triqueta,  sustituyéndolas  con  otros  caracteres 
romanos  grabados  en  hueco  y  no  vaciados,  en  los  que  se 
leía:  ..ORENTI..,  ó  bien  ..RENri>..,  que,  aunque  la 
leyenda  no  fuera  apócrifa,  no  hubiera  nunca  dicho  Floren- 
iia,  sino,  cuando  más,  Florcntinum,  que  era  uno  de  los 
étnicos  del  Municipio,  como  lo  enseñan  sus  inscripciones 
de  piedra. 

No  es  ésta  por  cierto  la  única  moneda  retocada  que  con- 
tenía el  Monetario  del  diplomático  danés,  siendo  la  que 
más  éxito  ha  tenido  (3),  por  haberla  admitido  sin  verla  nu- 
mismáticos tan  hábiles  como  Delgado  (4)  y  Zobel  (5),  du- 
dando sólo  Pugol  (6).  Me  refiero  al  ejemplar  de  Cástulo  con 
leyenda  ibérica,  cuyo  primer  signo  f\,  por  su  mala  con- 
servación ó  por  haber  sido  retocado,  ha  sido  dibujado  bajo 
la  extraiía  figura  de  una  B  romana,  letra  completamente 
desconocida  de  los  iberos,  cuyo  sonido  suplieron  con  la  P. 

Fija  el  Sr.  Zobel  la  serie  de  las  diversas  acuñaciones 
iliberitanas  del  204  al  72  antes  de  Jesucristo;  pero  no  he 
encontrado  en  su  libro  las  sólidas  razones  históricas  en 
que  se  apoya,  tanto  cuanto  que  las  emisiones  con  lejen- 
das  latinas  no  pudieron  haberse  hecho  hasta  después  que 

(i)  Delgado,  Catalogue  des  monnaies  de  feu  de  Lorichs,  pá- 
gina 15,  nota  I  al  núm.  272. 

(2)  Lorichs,  Recherches  inim.,  págs.  147- 14S,  pl.  lxxvi,  12. 

(3)  Lorichs,  Recherches,  pág.  149,  pl.  lxxi,  núm.  8. 

(4)  Delgado,  Nuev.  Met.,  III,  pág.  31,  pl.  xct. 

(5)  Zobel,  ibidem,  11,  pág.  302,  núm.  607. 

(6)  Pugol,  Epig.  nttm.  iber.,  pág.  338,  núm.  71. 


,,j5  m.  r.  de  berlanga 

la  ciudad  ibera  trocase  su  autonomía  por  la  municipalidad 
con  la  civitas  ó  con  la  latinitas,  y  el  derecho  de  municipio 
no  pudo  otorgársele  hasta  después  del  46  antes  de  Jesu- 
cristo, fecha  de  los  conocidos  Bronces  de  Tarento  (0.  El 
Sr.  Zobel  resume  en  esta  forma  los  períodos  de  las  emi- 
siones de  las  monedas  antiguas  de  la  Citerior  y  de  la  Ul- 
terior: 

Citerior. -Primer  período:  528  á  536  V.  C;  226  á  218 

antes  de  Jesucristo  (?). 
.    ídem.— Segundo  período:  540  á  55o  V.  C;  214  á  204 

antes  de  Jesucristo  (3). 

Ulterior.— Tercer  periodo:  55o  á  600  V.  C;  204  á  154 

antes  de  Jesucristo  (4). 

ídem.— Cuarto  periodo:  600  á  621  V.  C;  154  á  i33 
antes  de  Jesucristo  (5). 

ídem. -Quinto  período:  674  á  682  V.  C;  80  á  72  an- 
tes de  Jesucristo  (t'). 

El  mismo  autor  (?)  fija  en  el  204  antes  de  Jesucristo  el 
comienzo  de  la  acuñación  ibérica,  y  en  dicha  fecha  tam- 
bién (8)  el  principio  de  la  iliberitana. 

El  profesor  Mommsen  ha  colegido,  como  ya  he  indica- 
do antes,  que  «el  sistema  romano  fué  adoptado  en  España 
para  las  divisiones  de  las  monedas  de  cobre,  al  mismo 
tiempo  que  fué  introducido  el  denario  de  plata,  como  lo 
prueban  los  bronces  españoles,  batidos  todos  por  el  mo- 
delo del  As,  excepto  el  pequeño  número  de  los  que  per- 
tenecen á  Rhodes  y  á  Gades  (Q),  conjeturando  que  el  de- 


(i)  CIL-I,  20b. 

(2)  Zübcl,  1,  pág.  128;  n,  pág.  4- 

(3)  Zobcl,  1,  pág.  129;  11,  pág.  5.^ 
(4j  Zübel,  1,  pág.  130;  II,  pág.  6. 
{5)  Zobel,  II,  pág.  8. 

(6)  Zobel,  II,  pág.  10. 

(7)  Zobel,  II,  pág.  137- 
^8)  Zobel,  II,  pág.  301. 

(9)  Mommsen,  Hist.  des  monnaies  romaines,   111,  cap.  iv, 

S  111.  r-  ^-^6. 


ILIBERIS  •  7^7 

naiio  romano  fué  introducido  en  España  en  206  antes  de 
Jesucristo,  al  tiempo  mismo  en  que  el  país  era  transfor- 
mado en  provincia  romana  (0.» 

Partiendo  de  esta  afirmación  mommseniana,  hago  nacer' 
la  acuñación  ibérica  de  Iliberis  el  206  antes  de  Jesucristo, 
fecha  de  la  expulsión  de  los  cartagineses  de  la  Península, 
llegando  por  lo  menos  al  46  antes  de  Jesucristo,  en  que 
fué  promulgada  la  segunda  ley  Julia  municipal,  en  cuya 
época,  si  fue  en  la  que  recibió  la  ciudadanía  ó  la  latinidad, 
debió  comenzar  la  acuñación   con  leyenda  romana  de  di- 
cho pueblo,  que  pudo  alcanzar  hasta  el  41  de  Jesucristo, 
en  que  cesó  en  absoluto  de  acuñar  la  Citerior,  pudiendo 
haber  tenido  lugar  el  concierto  monetal  con  Cástulo  poco 
antes  que  Iliberis   fuese   hecho  municipio  (2).   En  dicho 
año  41  fué  asesinado  Calígula,  y  de  Claudio  en  adelante 
no  se  conoce  moneda  alguna  romano-hispana  que  repro- 
duzca el  tipo  del  Soberano,  como  ha  sido  el  primero  en 
notarlo  el  P.  Flórez,  no  Eckel„como  pretende  Mommsen. 
El  mismo  profesor,  en  otra  obra  aún  más  conocida,  ha 
dejado  dicho  que  «Gades,  ciudad  comercial,  antigua  y  opu- 
•   lenta,  recibió  de  Julio  César  la  plenitud  del  derecho  mu- 
nicipal itálico  en  49  antes  de  Jesucristo  (3),»  fecha  en  que 
el  mismo  daba  la  civitas  á  la  Cisalpina,  poco  antes  que  la 
ley   Rubria   reglamentara  los  procedimientos  civiles  por 
débitos  pecuniarios  en  la  mencionada  región  de  la  Galia, 
añadiendo  muy  luego  que  fué  «Gades  la  primera  población, 
fuera  de  Italia,  que,  no  habiendo  debido  su  formación   á 
Roma,  concedióle  ésta  la   dicha  ciudadanía  (4),»  y  agre- 
gando, por  último,  que  «algunos  años  más  tarde,»  en  46 
antes  de  Jesucristo,  fecha  de  la  citada  ley  Julia  municipal, 
«fué  dada  la  plenitud  de  la  civitaa  á  algunas  ciudades  espa- 
ñolas, y  probablemente  también  se  extendió  el  derecho  la- 


(i)  Ibidem,  III,  cap.  IV,  pág.  243,  trad.  Blacas. 

(2)  Flórez,  Medallas  de  las  col.  y  tnun.,  I,  págs.  72  á  74. 

(3)  Mommsen,  Hist.  romaiiie,  lib.  V,  cap.  XI. 

(4)  Ibidem. 


yl8  M.    R.    DE    BERLANGA 

tino  á  mayor  número  de  otras  poblaciones  iberas  (0.» 
Siglo  I  de  Jesiwrhto. — A  partir  del  período  imperial,  ó 
mejor  dicho,  del  pavoroso  drama  del  Gólgota,  no  faltan  de 
tiempo  en  tiempo  recuerdos  manifiestos  de  Iliberis.  Des- 
pués de  los  horrores  de  Tiberio,  Calígula  y  Nerón,  como 
de  las  vergüenzas  de  Vitelio  y  Othón,  ocupó  el  trono  im- 
perial el  primer  soberano  de  la  familia  flavia  en  69  de. 
nuestra  Era;  al  año  siguiente,  su  hijo  Tito  se  apodera  de 
Jerusalén,  siendo  nombrado  Censor,  en  74,  con  su  padre, 
quien  por  entonces  concede  á  la  Hispania  el  derecho  lati- 
no (2),  noticia  que  da  Cayo  Plinio  Secundo  (3),  prefecto  que 
era  de  la  flota  de  Misena  cuando  ocurrió,  en  79,  la  erup- 
ción del  Vesubio,  que  le  costó  la  vida  (4).  Este  célebre  geó- 
grafo, hablando  de  las  ciudades  más  notables,  oppida  cele- 
bérrima, del  distrito  juiídico  de  Córdoba,  que  existían  en  la 
Bastetania,  hacia  la  banda  del  mar,  nombra  como  una  de 
ellas  á  Iliberri  qiiod  {lorentini  (5),  lo  cual  demuestra  que 
cuando  la  Censura  de  Vespasiano  y  Tito  era  ya  Iliberis  mu- 
'nicipio,  mientras  Malaca  aún  era  federada  (6).  En  el  mis- 
mo año  de  79  muere  también  Vespasiano  (7),  sucediéndole 
su  primogénito,  que  apenas  ocupó  el  trono  dos  años  (8), 
en  el  que  le  sucedió,  en  81,  su  hermano  Domiciano,  quien 
fué  asesinado  en  95  (9).  A  poco  de  haber  subido  al  solio 
imperial  este  último  príncipe  de  la  gente  flavia,  en  84  de 
Jesucristo  recibe  el  título  de  Germánico,  y  entonces  tal 
vez,  si  no  más  tarde,  le  dedica  Iliberis  una  memoria  en 
■cierto  pedestal  de  mármol,  encontrado  en  Agosto  de  1875 


(i)  Ibidem. 

(2)  CIL-II,  185,2.322. 

13)  Plin.,  H.  N.,  lU,  30. 

[.\\  Plin.,  Epíst..  VI,  16. 

(5)  Plin  ,  H.  N.,  111,  10.  No  pudo  llamarla  urbs  por  las  razones 
que  he  expuesto  en  otra  monogratía. 

(6)  Ibidcm,  H.  N.,  III,  8.  Malaca  cum  fluvio  foederatorum. 
{7)  Suct.,  in  Vesp.,  24. 

(8)  Ibidem,  in  Til.,  11. 

(9)  Ibidem,  iJ!  Domit.,  17. 


ILIBERIS 


719 


genio 

IMP-DOMIT 

CAES • AVG- 

GERMANICI 

flor,  iliber 

d.  d 


en  la  falda  de  Sierra  Elvira,  á  dos  leguas  de  Granada,  del 
que  sólo  se  conservan  algunas  palabras,  conteniendo  el 
nombre  del   Soberano  en  el  frente  de   la  piedra,  y  en   el 

respaldo  las  letras IS-CP-,  que  completa  el  profesor 

Hübner,  leyendo  finlS  Callis  Publici  (0.  El  epígrafe  pu- 
diera estar  dedicado  al  genio  del  emperador  algunos  años 
antes  que  los  dos  de  que  hablaré  en  seguida,  y  restituirse 
en  esta  forma  (2): 

Si  se  dijese  que  la  piedra  no  pre- 
senta espacio  donde  estuviera  colocada 
la  palabra  que  se  ha  suplido  al  princi- 
pio, y  que  después  de  la  tercera  línea 
i  aparece  un  extenso  sitio  en  blanco 
donde  debió  encontrarse  grabado  el 
final  que  ahora  se  propone  añadir,  in- 
dicaré, por  toda  respuesta,  que  en  cual- 
quier inscripción  de  esta  clase  debe 
necesariamente  aparecer  primeramente  el  sujeto  á  quien  se 
hace  la  dedicación  en  dativo,  y  por  lo  menos  la  entidad 
que  dedica  en  nominativo.  Como  el  nombre  del  Empera- 
dor figura  en  genitivo,  hay  que  suponer  que  estuviera  pre- 
cedido, bien  déla  palabra  o'í/w'o,  bien  de  las  de  pro  sálate  6 
de  cualquiera  otra  análoga;  y  si  el  pedestal  no  presenta 
actualmente  el  lugar  donde  se  colija  que  estuviese  dicha 
palabra,  ello  es  que  no  pudo  faltar,  como  tampoco  la  in- 
dicación al  pie  de  quien  fuera  el  dedicante,  como  en  estas 
otras  de  la  misma  Iliberis  (3): 


1,1)    CIL-II.  Supp.,  5.5io. 

(2)  C-I-[,-ll,  3  524,  5.123.— Véase  '^  fórmula  del  juramento  de 
los  Bronces  de  Malaca  y  Salpensa. 

(3)  C-I-L-II,  2.074,  2.077. 


720 


M.    R.    DE    BERLANGA 


CORNELIAE 

P  •  F  •  SEVERINAE 

FLAMiNICAE 

AVG  ■  MATRI 

VALERII-VEGETI 

CONSVLIS 

floRENTlNl  •  ILlBERRIt 

D.  D 


ETRIliae 

AFRAE 

VALERII  •  VEGETl 

CONSVLIS 

FLORENTINl  •  ILIBERRIT  •  D  •  D 


(O 


Hacia  el  año  91  fué  Cónsul  Lucio  Valerio  Vegeto  (2),  y 
en  dicho  año  la  municipalidad  iliberitana  hizo  levantar, 
•  como  acaba  de  verse,  una  estatua  á  Cornelia  Severina,  que 
era  ñamínica,  y  otra  á  Eirilia  Afra,  madre  aquélla  y  mu- 
jer ésta  del  indicado  magistrado  eponimo  (3).  El  final  de 
estas  dos  inscripciones  honorarias  ha  servido  de  modelo 
para  restituir  la  de  Domiciñno,  que  pudo  ser  contemporá- 
nea de  los  Bronces  de  Malaca  y  Salpensa,  aunque  más  me 
inclino  á  conjeturar  que  fuese  grabada  á  la  vez  con  las  de 


(i)  La  leyenda  al  genio  municipii  florentinorum,  C-l-L-Il, 
2.069,  para  mí  es  muy  sospechosa:  primero,  porque  se  dice  encon- 
trada en  la  Alcazaba;  luego,  poi  que  se  guardaba  en  el  Sacro  Mon- 
te; después,  porque  se  afirma  que  en  1860  se  destinó  á  formar  par- 
te'de  unos  cimientos  que  en  dicho  edificio  se  abrieron,  lo  cual  no 
c-s  de  creer,  porque  acusaría  la  más  supina  ignorancia  de  pane  de 
quien  hubiese  autorizado  semejante  cosa,  y,  por  último,  porque 
el  y?oreH/í)!or!ím,  apareciendo  solo  sin  ir  acompañado  át\  Ilibe- 
rrilanorum,  no  figura  en  ningún  otro  documento  de  piedra,  tra- 
yendo á  la  memoria  la  moneda  con  la  leyenda  hUa,  florentia,  gra- 
bada á  la  mano,  qui¿n  sabe  si  en  el  siglo  pasado,  por  los  fabricantes 
de  los  apócrifos  de  Ui  Alcazaba,  que  fuguaron  también  la  inscrip- 
ción falsa  S  •  P  •  Q-FLORENTINVS  {Ra^ón  del  juicio,  pág.  122), 
conio  ya  he  indicado. 

(2)  Henzen,  Acta  Arval.,  pág.  cxxxi.  Nov.  5. 

(3)  C-l-LlI,  2.074,  2.077.  La  que  se  conjetura  dedicada  al  mis- 
mo Cónsul  no  se  apoya  en  otro  testimonio  más  que  en  cierta  car- 
ta y  en  un  plano,  muy  defectuoso,  de  un  Francisco  Aranda,  mé- 
dico'de  Lucena,  que  he  leído,  de  la  que  tengo  copia,  y  no  me  me- 
rece crédito  alguno.  CIL-II,  2.076. 


ILIBERIS  721 

Cornelia  Severina  y  Etrilia  Afra  después  del  5  de  Noviem- 
bre del  gi,  cuando  }'a  desempeñaba  el  consulado  Quinto 
Valerio  Vegeto,  que  entró  á  ejercerlo  en  dicha  fecha  (O, 
teniendo  entre  sí  tanta  conexión  estos  tres  monumentos 
que  sin  violencia  alguna  hay  que  aceptar  que  fueron  erigi- 
dos por  la  misma  localidad. 

Si  se  admite  la  lectura  propuesta  por  el  profesor  Hübner 
de  las  letras  aisladas  del  respaldo  de  esta  piedra  imperial, 
finis  callis  pnhlici,  deberá  tenerse  en  cuenta  que  las  puer- 
tas de  las  murallas  de  las  plazas  fuertes  municipales  ro- 
manas daban  salida  á  los  caminos,  que  se  decían  viae  pii- 
blícae,  y  eran  las  más  importantes  de  las  servidumbres 
prediales  (-),  debiendo  tener  de  ancho,  según  Gayo,  ocho 
pies  en  los  sitios  en  que  el  trazado  fuese  en  línea  recta,  y 
diez  y  seis  en  las  curvas  (3).  A  estos  caminos  desemboca- 
ban la  semita,  con  una  anchura,  según  Servio,  de  cuatro 
y  ocho  pies  respectivamente  (4),  y  la  callis,  que,  al  decir 
del  mismo  escoliaste  Vergiliano,  era  más  estrecha  que  la 
semitais),  hablándose  de  ella  en  los  fragmentos  de  los  Bron- 
ces de  la  Ley  Agraria,  que  se  conservan  en  el  Museo  de 
Ñapóles  (6),  como  de  una  servidumbre  rústica,  destinada 
al  paso  de  ganados,  exenta  de  todo  vectigal  (7).  No  creo 
que  deba  añadir  que  tanto  esta  inscripción  nueva  de  Do- 
micíano,  como  la  de  Antonino  Pío  y  la  de  Cipriano,  de  que 
hablaré  después,  y  cuantas  aún  existen  de  Iliberis,  las  he 
leído  y  estudiado  con  reiteración  sobre  los  originales,  sin 


(i)     Henzen,  Actajrat.  Arv.,  CXXXl.  Q.   Valerio  Vegeto 

noníS  Novembribus. 

(2)  lust.,  Iiisl.,  II,  3,  I. 

(3)  Dig..Vm,3,8. 

(4)  Serv.,  in  Aeiu,  IV,  v.  4o5.  Semita  est  semis  vía. 

(5)  Ibidem.   Callis  est  semita   tcnnior  callo    pecudum  prae- 
durata. 

(6)  CIL-I,  200,  lín.  26.  Quod  quisque  pecudes  in  calléis  viasve 
publicas  itineris  causa  máüxerit. 

(7)  CIL-1,    200,    lín.     26.    Neiquid   populo    [n]cive    publicano 
d[are  debelo]. 

u  46 


722 


M.    R.    DE    BERLANGA 


valtvme  para  mis  observaciones  de  otras  copias  que  las 
hechas  por  mí  sobre  las  piedras  mismas.  ^ 

Siglo  11."  de  Jesucristo.  -Después  de  mediado  el  siglo  ii. 
escribía  en  griego  Claudio  Ptolemeo  su  tan  conocida  Geo- 
grafía en  cuyo  libro  señala  entre  los  Túrdulos  una  ciudad 
con  el  nombre  de  iW^isp'.;  (O,  de  la  que  nada  más  dice 
después  de  apuntar  su  denominación,  porque  sabido  es 
que  los  números  con  que  la  apendiza  no  conducen  á  con- 
clusión alguna  práctica. 

En  este  mismo  siglo,  del  i38  al  i6i,  el  mencionado 
municipio  ihberilano  erige  un  monumento  al  Emperador 
Antonino  Pío,  del  que  se  ha  conservado  parte  de  la  leyen- 
da cuyos  fragmentos  fueron  encontrados  en  iSyS  en  la 
falda  de  Sierra  Elvira,  y  pudieran  restablecerse  en   esta 

forma  (2):  ^.     .       .    ,, 

Para  restituir  esta  la- 
pida, he  tenido  presen- 
tes diversos  traslados  de 
varios  epígrafes  roma- 
no-hispanos del  mismo 
Emperador,  unos  de  la 
Ulterior  y  otros  de  la 
Citerior,  comprendien- 
do los  años  del  i38  al 
147  ^^  Jesucristo  (3), 
con  presencia  de  los 
' '  cuales  ha  sido  fácil  com- 

pletar las  seis  primeras  líneas.  Es  indudable  que  las  siglas 
D-  D  equivalentes  á  decreto  decurÍMHum,  demuestran,  no 
sólo  que  en  el  sitio  donde  se  ha  encontrado  esta  piedra 
hubo  un  municipio  que  erigió  cierta  estatua  á  Antonmo 
Pío  en  la  segunda  centuria,  cuya  leyenda  repuso  por  dete- 


imp  -  caes  •  divi  •  hadriani  ■  fil 
dlM- t.aiani-  paRTHlCl  ■  Ncrp 

divi  ■  nervae  -  PRONEpoti 

f  aelio  ■  hadriano  -ANTONINO 

aug.  pió.  pont.MAX  •  TRIB 

pot...  imp...  eos...  P.PD  •  D 

flor.  ilib.  rcposituM  ■  ANNO 

c.  vibü.  piinsaE.ET 

1.  iulii.  MACRl. 

iiviror. 


E    SSi:tÍ:d:?^Í;4..94,  deW..;  4.603,  del  .,.;  ..336, 
del  143;  3.236,  del  14^;  l-^S^,  del  I47- 


ILIBERIS  723 

riorada  en  la  tercera,  á  la  que  corresponde  la  paleografía 
del  monumento  (O,  sino  también  que  después  de  las  dos 
indicadas  letras  debía  encontrarse  en  la  piedra  el  nombre 
de  la  ciu  lad  que  de:1icaba  la  estatua  al  Emperador  reinan- 
te, en  la  misma  firma  que  aparece  en  el  fragmento  de  la 
leyenda  del  primer  siglo,  dedicada  por  Iliberis  también  á 
Quinto  Conielio  Valeriano  [^),  en  la  que  se  lee  en  su  penúl- 
tima línea  D  •  D  •  FLORENTINORVM  •  ILIB...,  de  cuyo 
pasaje  he  tomado  la  restitución  d  •  d  •  flor.  ilib.  para  la 
undécima  de  esta  nueva  leyenda  del  mismo  puelilo.  La  fór- 
mula suplida  reposiliiM  •  ANNO  se  apoya  en  la  palabra  RE- 
POSITA  de  una  inscripción  cordobesa  (i),  y  en  las  que  trae 
otra  de  Itálica,  UICATA  •  ANNO,  del  tiempo  de  Antonino 
el  filósofo  (4);  pero  debiendo  advertir  que  los  nombres  de 
c.  vibii  pansaE  y  de  1.  iulii  se  han  puesto  por  vía  de  ejem- 
plo y  no  como  restitución  cierta.  También  habré  de  obser- 
var que  en  una  lumesla  iiiisaio  de  Hadriano,  cuya  tessera  de 
bronce  se  conserva  en  Turín,  se  lee  A  •  D'XVII  'K'OCT' 
P-LIC1N[0PaNSA-L-ATTI0-MACR0NE-C0S(5), 
equivalente  á  día  i5  de  Septiembre  del  i34,  en  que  fueron 
Cónsules  Pansa  y  Macro,  con  cuya  fecha  no  puede  con- 
cordarse la  lc)enda  de  Sierra  Elvira  por  el  cogñombre  de 
ANTÓNIMO  de!  cuarto  renglón. 

Si  la  piedla  fragmentada  de  Iliberis,  según  la  opinión 
del  profesor  Hübner  i6),  debe  atribuirse  á  un  soberano  del 
siglo  11.°,  sien  lo  su  paleografía  del  iii.°,  es  lo  natural  de- 
ducir que  se  trata  de  una  reparación,  en  cuyo  caso  la  M 
aislada  que  precede  á  ANNO  debió  corresponder  á  la  ter- 
minación de  la  palabra  que  expresara  la  restitución,  como 

(i)     CIL-11.  Snpp,,  5.511. 

(2)  CIL-Il.  2.o-'g.— Véase  Supp.,  pág.  S8i,  donJe  se  ratifica  el 
profesor  H:imit.T  en  csdmur  esta  inscripción,  por  su  paleografía, 
-de  fines  Ocl  pi  inici  siglo  de  nuestra  Era» 

(3)  ClLll,  1  2:0. 
{4)    CIL  11,  1. 12  .. 

(5)  Gil-,  111,  p.if4.  878,  núm.  XXXV. 

(6)  CIL-U.  Suir-,  5.5H. 


/ 


2A  M.    R.    DE    BEKLANGA 


ya  se  ha  dicho,  pudiendo  ser  repositiM,  según  se  ha  deja- 
do anotado.  En  cuanto  á  la  manera  como  está  indicada  en 
los  últimos  renglones  la  fecha  en  que  fué  reparado  ó  rehe- 
cho el  monumento,  corresponde  por  su  estructura  especial 
á  las  fórmulas  similares  que  se  ven  en  algunos  otros  epí- 
grafes análogos  refiriéndose  á  los  fastos  locales  de  alguna 
colonia  ó  municipio,  fastos,  por  otra  parte,  que  son  al  pre- 
sente desconocidos. 

También  corresponde  á  este  siglo  ii.'  la  inscripción  ho- 
oraria  iliberitana,  grabada  en  obsequio  de  Gneo  Papirios 
Eliano,  cuyos  caracteres  paleográficos  concuerdan  con  los 
usados  en  el  indicado  período  (O,  en  el  que  debió  ser  gra- 
bada la  mencionada  leyenda,  como  ya  lo  coligió  el  profe- 
sor Hübner,  en  memoria  del  Cónsul  del  184,  que  tenía  los 
nombres  referidos  {2). 

Algunos  años  más  tarde,  en  199,  asciende  al  Consulado 
Publio  Cornelio  Anulino,  natural  de  Iliberis(3Í,  Prefecto  de 
la  ciudad  de  Roma,  Procónsul  de  la  provincia  de  África, 
Pretor,  tribuno  de  la  plebe.  Cuestor,  Legado  de  la  provin- 
cia de  Xarbona,  Procónsul  de  la  Bética,  Legado  de  la  le- 
gión séptima  gemina Curador  de  las  riberas  y  del  ál- 
veo del  Tíber.  A  personaje  tan  conspicuo  de  la  época  de 
Septimio  Severo  levantaron    una  estatua  sus  paisanos, 
acaso  no  sin  razón  para  ello.  Pudiera  tal  vez  conjeturarse 
que  el  municipio  ilibeiitano  gozara  de  la  civitas  cuando 
u  no  de  sus  munícipes  había  alcanzado  el  Consulado;  sin 
embargo,  éste  no  es  fundamento  para  convalidar  seme. 
jante  inducción,  porque  aun  siendo  latino  e!  aludido  mu- 
n  icipio,  por  el  ejercicio  del  duumvirato  pudo  el  padre  de 
C  ornelio  Anulino  haber  alcanzado  y  transmitido  á  su  hijo 
la   ciudadanía  U),  poniéndolo  en  actitud  de  aspirar  á  la 

(i)    CIL-II.  207=;.  Supp..  2.075. 

(2)  CIL-Vl.  723;  1-N,  651,  1.222;  Henzen,  Act.  jr.  Arv., 
ann.  i  83.  Según  Moirmícn.  CIL-lll,  i.44<3,  el  tal  sujeto  fue  tam- 
bién Lepado  de  la  Dacia  en  132. 

(3)  ClL-11,  2.473;  Surr-  5.-^06.  ILIBERitoio. 
t4)     Aes.  Salp.,  R.,XXly  XXII. 


lOBESlS  725 

primera  magistratura  en  la  capital  imperial,  despT?ís  fe 
haber  seguido  tan  brillante  airsm  homsrmm. 

Siglo  m.*  de  jesíictiski. — Hasta  d  año  de  1869  se  veía, 
apojado  en  el  moro  de  la  farh^ida  de  la  Camila  Real  de 
Granada,  frente  á  la  qoe  fbé  Mmárazsi  árabe  {mmero.  Casa 
del  Ayontamiento  despoés  y  almacói  de  teji Jos  desde  i83i, 
un  cipo  de  piedra  parda  de  Siara  Elvira,  en  éí  que  se  kia 
moy  claramente  ^i): 


F%TJAE  ■  SA3LXL\E  -  TBAXQViLLl 

NAE  -  AVG 

COXIVGI  -  l\\P  -  CAES  -  M  -  AXTOXH 

GORDLA^a  -  PH    FEL  -  AVG  -  ORDO  -  M  -  FLOR  -  lUBER 

RJTAM  •  DE\'OT\fS  -  í?íVMIj?«1  -  3LA1ESTAT1QVE 

sv^MPTV  -  p\"BUCo  -  posvrr 

D  ■  D 


Bn  el  fondo  de  nna  calleja  sin  salida,  frente  al  Aljibe 
del  Rey,  «1  la  Placeta  d^  Cristo  de  las  Azacei^s  en  la 
Alcazaba  Cádima,  existía,  aon  de^més  de  la  :&cba  últi— 
mameate  indicada,  otra  cipo  (>)  análogo  al  anterior,  c^a 
parte  superior  resaltaba  destmida,  apareoendb  al  princi- 
pio del  trozo  qae  aán  qaedaba  cinco  renglones  !»> comple- 
tos, con  la  haella  moy  visible  de  l^iber  ádo  e^resamente 
rayados  con  nn  jponzón,  como  para  borrarlos,  cayo  teito 
£gé  sobre  el  original  con  reiteración  en  iSjx,  habiéndolo 
ratificado  después  en  1SS6  sobre  la  misma  piedra  también, 
qne  en  dicha  ^oca  halúa  ádo  ya  trasladada  al  Carrasn  de 
Vahaín,  por  encima  del  Carril  de  la  Lona.  Mi  lectoia  fiaé 
ésta: 


(i)    CIL-IL  a-ojo. 
(a)    ClC-U^sjui^ 


725 


M.     R.    DE    BERLANGA 


]MA  ... 

AP-VI  •  eos  •  U  ■  P  •  P 

ORDO  •  M\N!C1P1  •  FI  Or^FNT 

II  IBERPITANl  •  DEXOIVS 

NVMINI  ■  MAIE.^TATIQVE  ■  EIVS 

SVMPTV  •  PVBLICO  •  POSMT 


Los  restos  de  las  letras  de  la  primera  línea  y  la  palabra 
ORDO  con  que  comienza  la  teicera,   fueron  vistas  por 
Fernando  de  Mendoza  en  1594,  y  publicadas  en  su  cono- 
cido libro  sobre  el  Concilio  Iliberritano.  Como  los  cuatro 
renglones  últimos  de  este  epígrafe  mutilado  son  comple- 
tamente iguales  á  los  que  terminan  el  dedicado  á  Furia 
Sabinia  Tranquilina,    mujer  que  fué  de  Gordiano,    cuyo 
Emperador  ejercía  su  segundo  Consulado  en  el  año  241, 
en  que  casó  con  ella,  siendo  á  la  vez  idéntica  la  forma  y 
la  paleografía  de  ambos  monumentos,  trayendo  á  la  me- 
moria que  en  Badalona,  la  ^uügu&  Baetulo,  se  habían  eri- 
gido dos  monumentos  análogos,  uno  á  cada  cual  de  estos 
cónyuges  imperiales  (O,  recordando  á   la  vez   la  manera 
como  en  una  inscripción  de  la  repúbUca  Seguitaua  de  la 
Numidia,  dedicada  precisamente  á  la  misma  Emperatriz, 
se  designaba  al  dicho  monarca  cuando  era  IMP  •  VI- 
COS •  II  •,  y  confrontando,  por  último,  lo  que  yo  había 
leído  con  reiteración  en  la  piedra  con   las  transcripciones 
de  Mendoza,  Bayer  y  Hübner,  pude  restablecer  la  inscrip- 
ción iliberritana  de  esta  manera: 


imp  •  caes  •  m  •  antonio 

gordiano  •  pió  •  felici  •  in 

vicio-  aug  •  ponT  ■  MAx  •  tnb 

potest  -vlMP-VI-COS-II  -P-P 

%BDO  •  MVNICIPI  •  FLORENT 

ILIBERRITANI  •  DEVOIVS 

NVMlNl  •  MAIESTATIQVE  •  E1\S 

SVMPTV  •  PVBLICO  POSVIT 

d    d 


(1)    CIL-II,  4-6o6,  4.607.  GIL- VIH,  5.701 


ILIBERIS  727 

Así  restituido  este  epígrafe,  correspondería  al  año  241, 
como  ya  he  indicado,  época  á  la  que  habrá  de  reducirse 
también  el  de  Furia  Sabinia  Tranquilina,  erigidos  ambos 
por  decreto  de  los  decuriones  del  municipio  florentino  ili- 
beritano  el  año  mismo  en  que  contrajeron  matrimonio  (O 
estos  dos  jóvenes  Soberanos. 

Si  en  la  leyenda  de  la  Emperatriz  falta  la  palabra  EIVS 
al  final  de  la  quinta  línea,  y  en  el  de  su  cónyuge  no  se  ve 
espacio  al  terminar  el  renglón,  donde  estuviesen  las  siglas 
D  •  D,  tales  deficiencias  serán  meras  erratas  del  grabador, 
porque  es  inadmisible  de  todo  punto  suponer  dichas  fór- 
mulas sin  semejantes  miembros  tan  esenciales  para  com- 
pletarlas. 

Más  de  un  cuarto  de  siglo  después  de  la  última  fecha 
citada,  el  mismo  municipio  hace  levantar,  del  276  al  282, 
otra  estatua  á  Marco  Aurelio  Probo,  Emperador  que  á  la 
sazón  gobernaba  el  Estado  (2),  con  el  que  terminan  las 
memorias  paganas  de  Iliberis. 

Poco  más  tarde,  en  284,  asciende  Diocleciano  al  trono 
imperial,  quien  en  3o3,  erigiéndose  en  sangriento  perse- 
guidor de  la  nueva  religión  del  Crucificado,  llega  á  ser 
cruelísimo  azote  de  la  cristiandad,  apenas  conservándose 
alguna  que  otra  inscripción  en  la  Península  de  tan  des- 
pótico Príncipe. 

Siglo  IV  °  de  Jesucristo. — Al  comenzar  esta  centuria,  aca- 
so en  el  3oi,  verifícase  en  Iliberis  un  acontecimiento  de 
grandísima  resonancia  para  la  religión  cristiana. 

Cecilio,  uno  de  los  varones  apostólicos  venidos  en  el 
siglo  I  á  evangelizar  las  Hispanias  desde  Roma,  al  que 
más  tarde  santificó  la  Iglesia,  había  fundado  la  Sede  ili- 
beritana  en  la  misma  ciudad  donde  murió,  dejando  aquel 
siervo  de  Dios  al  cuidado  de  sus  sucesores  la  grey  cristia- 


(i)     Capitolin,  in  vil.  Gord.  tert.,  23,  5.  Gordiano  iam  iteriim 

el  Pcmpeiano  conss Gordianus  priusquam  ad  bellum  profi- 

cisceretur,  et  duxit  ii.rorem  fiüam  Misithei,  doctissimi  viri, 

(2)     ClL-ll,  2.071. 


-28  M.    R.    DE    BERLANGA 

na,  de  que  había  sido  primer  pastor  celosísimo  (0.  Antes 
que  fueran  corridos  tres  siglos  de  haber  pasado  de  esta 
vida  á  la  eterna  tan  venturoso  Prelado,  acuden  á  la  capi- 
tal de  su  diócesis  Obispos  y  sacerdotes  cristianos  de  di- 
versos puntos  de  la  Península,  y  celebran  en  Iliberis  el 
primer  Concilio  hispano,  que  preside  el  insigne  Osío,  Pre- 
lado de  Córdoba,  que  en  325  habría  de  presidir  también 
el  de  Nicea,  segundo  de  los  ecuménicos,  en  el  que  se  es- 
tableció el  conocido  símbolo  de  los  Apóstoles;  se  fijó  el  día 
en  que  cada  año  habría  de  celebrarse  la  Pascua  de  Resu- 
rrección, y  se  condenó  la  herejía  de  Anus,  que  negaba  la 
consubstanciabilidad  del  Verbo  con  el  Padre  Eterno. 

En  el  de  Iliberis,  que  no  tenía  el  carácter  de  general, 
nada  pudo   definirse  respecto   del  dogma;   pero  sí  fijarse 
muchos  puntos  de  disciplina,  encerrando  además  sus  cá- 
nones una  gran  enseñanza  histórica.  El  municipio  aparece 
dividido  en  tres  fracciones  muy  marcadas,  siendo  la  pri- 
mera la  sociedad  originaria  pagana,  formada  de  los  idóla- 
tras, que  tenían  su  templo  gentílico  y  sus  sacerdotes  de 
los  falsos  dioses  (2);  sus   magistrados  supremos,  que  eran 
los  duumviros  (3);  sus  esclavos  y  sus  libertos  (4),  y  una 
fortaleza  que  dominaba  la  ciudad,  á  la  que  se  daba  el  tí- 
tulo de  Capitolio,  estando  situada  en  el  sitio  más  alto  de 
la  población  (3).  La  segunda  sección  de  los  moradores  de 
Iliberis  se  componía  de  la  familia  cristiana,  que  debía  ser 
numerosísima,  contándose  entre  ella  desde  luego  los  ca- 
tecúmenos y  los  bautizados,  que  era  la  grey  católica,  con 
el  clero,  formado  por  los  clérigos,   las  vírgenes  consagra- 
das al  Señor,  los  sacerdotes  cristianos,  que  ejercían  minis- 
terio (6)  en  la  Iglesia  católica.  Por  razón  de  las  órdenes 
recibidas,  dividíase  el   clero  en    subdiáconos,  diáconos  y 

(i)  S.  Adóii,  Martirol.,  15  Mal. 

(2)  Conc.  Ilib.  canon.,  1,  II,  III,  XVII  y  LX. 

(3)  Ibidem,  LVI. 

(4)  Ibidem,  XLI,  LXXX.     ' 
(5^  Ibidtm,  LIX. 

(6)     Ibidem,  XIII,  XVIII,  XIX,  XX,  XXIV,  LXXV. 


ILIBERIS  729 

presbíteros,  á  cuya  cabeza  se  encontraba  un  Obispo  (O, 
estando  prohibido  á  todo  clérigo  vivir  con  mujer  extraña, 
que  no  fuese  su  hermana  ó  su  hija,  virgen  dedicada  á 
Dios  (2);  y  si  bien  podían  ser  casados  (3),  prescribieron  los 
Padres  conciliares  que  todo  sacerdote  que  ejerciera  ministe- 
rio. Obispo,  presbítero  ó  diácono,  se  abstuviese  del  uso  del 
matrimonio  (4),  bajo  pena  de  degradación.  A  esta  socie- 
dad cristiana  municipal  se  imponía  la  obligación  del  ayu- 
no los  sábados  (5);  de  la  celebración  de  la  Pascua  de 
Pentecostés  (6),  prohibiéndosele  encender  luces  de  día,  y 
que  las  mujeres  velasen  durante  la  noche  en  el  cemente- 
rio (7),  ordenándose,  por  último,  que  no  se  viesen  pintu- 
ras en  la  Iglesia,  porque  lo  que  se  adora  y  reverencia  no  debe 
pintarse  en  las  paredes  (8).  La  tercera  porción,  y  por  cier- 
to la  más  exigua  y  menos  considerada  de  la  población  de 
Iliberis,  se  componía  de  algunos  judíos,  sobre  los  cuales 
fueron  severísimas  las  prescripciones  conciliares  y  en  ex- 
tremo terminantes.  Desde  luego  se  prohibieron  los  enla- 
ces de  las  doncellas  cristianas  con  judíos,  quedando  por 
cinco  años  fuera  de  la  comunión  católica  los  padres  que 
tales  uniones  consintiesen  {9),  imponiéndose  la  misma  pe- 
na al  casado  católico  que  adulterase  con  judía  (10);  la  de 
expulsión  de  la  Iglesia  al  que  permitiese  que  un  judío  ben- 
dijese los  frutos  de  su  campo  ("),  debiendo  abstenerse  de 
la  comunión  cristiana  todo  clérigo  ó  seglar  que  se  sentase 
á  la  mesa  con  un  judío,  en  tanto  que  no  se  enmendase  (12). 

(i)  Co77C.  Ilib.  canon.,  XXXII,  XXXIII,  LXXVI. 

(2)  Ibidem,  XXVII. 

(3)  Ibidem,  LXV. 

(4)  Ihidcm,  XXXIII. 

(5)  Ibidem,  XXIIl,  XXX. 

(6)  Ibidem,  XLIII. 

(7)  Ibidem.  XXXIV,  XXXV. 

(8)  Ibidem,  XXXVI. 
(o)  Ibidem,  XVI. 

(10)     Ibidem,  LXX VIII. 
(u)     Ibidem,  XLÍX. 
(12)     Ibidem,  L. 


yjO  M.    R.    DE    BERLANGA 

Celebróse  este  Sínodo  in  Ecclcsia  EUberitana  cuando 
era  Flaviano  su  Prelado,  habiendo  concurrido  á  sus  deli- 
beraciones los  Obispos  de  las  Diócesis,  aun  hoy  existen- 
tes, de  Guadix,  Málaga,  Córdoba,  Sevilla,  Toledo,  Zarago- 
za y  León,  y  de  las  Sedes,  ya  extinguidas  al  presente,  Ega- 
brense,  Mentesana,  Emeritana,  Urcitana,  Ossonobense, 
Eliocrocense,  Tuccitana,  Castulonense,  Salaríense,  Ebo- 
rense,  Bastitana,  y  la  misma  Eliberitana,  hasta  el  núme- 
ro de  diez  y  nueve;  habiendo  tenido  lugar  después  del  50 
de  Jesucristo,  en  que  se  verificó  el  de  Jerusalén,  y  antes 
del  de  Nicea,  que  se  reunió  en  325  de  Jesucristo. 

Documento  tan  importante  de  la  época  de  un  Empera- 
dor como  Diocleciano,  que  fué  muy  dado  á  las  innovacio- 
nes administrativas  y  judiciales,  enseña  desde  luego  que 
las  formas  municipales  no  se  habían  modificado  y  conti- 
nuaban sin  esenciales  alteraciones,  á  pesar  de  haberse  di- 
vidido las  provincias  entrelosdos  Augustos  y  los  dos  Césa- 
res. El  Ordo,  entonces  Caria,  seguía  gobernando  la  ciu- 
dad, eligiéndose  de  entre  ella  los  magistrados,  si  bien  para 
el  Munícipe  Curial  había  la  diferencia  que  estos  cargos, 
que  en  el  primer  siglo  del  Imperio  eran  en  alto  grado  ho- 
noríficos, dando  en  las  ciudades  latinas  entrada  á  la  civilas; 
entonces,  sin  estas  ventajas,  se  había  trocado  en  gravoso 
por  todo  extremo,  en  razón  de  los  ruinosos  dispendios  k 
que  provocaba  el  ejercicio  de  las  magistraturas  locales. 
También  enseña  el  texto  de  este  Concilio  que  Iliberis  con- 
tinuaba siendo  una  plaza  fuerte  de  importancia,  oppidum, 
con  una  fortaleza  en  su  parte  más  elevada,  arx,  como  Ili- 
turgi  (i),  morando  en  el  recinto  de  la  ciudad  murada  &\ga- 
nos  judíos  y  judías  también,  en  medio  de  los  cristianos  y 
paganos,  que  los  toleraban. 

Al  final  de  este  mismo  siglo,  en  892,  escribía  San  Je- 
rónimo su  libro  De  viribus  illnsiribus  (2),  en  el  que  habla 


(i)   Liv.,  xxvm,  19. 

(2)     Tal  es  el  ütulo  que  le  da  el  autor  en  la  E^ist.  XLVII 
nd  Desiderium,  y  en  el  capítulo  con  que  termina  su  citada  obra 


ILIBERIS  731 

con  elogio  de  alguna  de  las  obras  de  Gvegorius  Badicus 
Eliberi  Epíscopus  (O,  dando  á  Iliberis  tan  santo  y  sabio  po- 
lígrafo la  misma  denominación  que  las  actas  conciliares 
del  Sínodo  celebrado  en  aquella  Iglesia  noventa  años  antes. 

Siglo  v.°  de  Jesucristo.— Después  del  interesante  docu- 
mento que  se  acaba  de  extractar  y  que  esclarece  de  tal 
manera  la  historia  de  Iliberis  por  aquellos  remotos  días, 
viene  la  centuria  inmediata,  en  que  sería  en  vano  querer 
bnscar  rastro  alguno  de  tan  célebre  ciudad  episcopal.  Ida- 
cio,  el  insigne  Prelado  galaico,  pinta,  como  testigo  pre- 
sencial de  los  sucesos  de  entonces,  con  los  colores  más 
vivos,  el  cuadro  de  desolación  y  ruina  que  ofrecían  las 
Hispanias  desde  que  en  409  comenzaron  á  entrarla  á  san- 
gre y  fuego  los  Suevos,  los  Vándalos  y  los  Alanos,  de  cu- 
yas violencias  fué  también  víctima,  queriendo  la  Provi- 
dencia que  lograse  escapar  con  vida  para  transmitir  á  la 
posteridad  la  Crónica  de  acontecimientos  tan  luctuosos  (2). 
Ataúlfo  y  Valia  primero,  como  Teodorico  después,  del  416 
al  456,  logran  reprimir  la  ferocidad  de  aquellos  bárbaros  (3), 
entrando  en  las  Hispanias  comandando  los  visigodos, 
que  establecen  al  fin  su  reino  en  la  Península,  como  los 
ostrogodos  en  la  Italia. 

Siglo  VI."  de  Jesucristo.  — A  los  desastres  de  las  continuas 
y  sangrientas  guerras  que  destrozaron  las  Hispanias  por 
tan  largo  espacio  de  tiempo,  uníanse  los  enconos  y  perse- 
cuciones de  que  eran  objeto  los  cristianos  españoles  por 
parte  de  los  nuevos  invasores,  ciegos  partidarios  del  cisma 
de  Arrius,  que  trajo  hondamente  perturbada  la  Iglesia  ca- 
tólica en  la  Península,  hasta  que  Recaredo,  iluminado  por 
la  gracia  divina,  abjuró  de  semejante  secta  en  587,  con- 
fija su  fecha  en  el  décimo  cuarto  año  de  Teodosio   el  Grande. 

(i)  Hieron.  de  vir.  illust.,  cap.  CV.  Composuii  de  Fide  ele- 
gantem  librum. 

(2)  E.  S.,  IV,  pág-  29',  S  5.°;  Pág.  353-  §  15;  '4/««',  Wandali 
et  Suevi  Hispanias  ingressi.  Era  CCCCXLVII,  §  16,  pág.  354; 
§  17,  pág.  380;  anno  460. 

(3)  E.  S.,  IV,  págs.  356  á  373  y  siguientes. 


y3  2  M.     R.    UE    BERLANGA 

vocando  de  contado  el  tercer  Concilio  de  Toledo,  que  no 
se  congregó  hasta  el  689,  en  el  que  dio  cuenta  á  ¡os  Pre- 
lados allí  reunidos  de  su  conversión  y  de  la  de  su  pueblo, 
excitando  á  los  Padres  conciliares  á  que  restableciesen  la 
disciplina  de  la  Iglesia  cristiana  en  toda  su  pureza,  por 
encontrarse  tan  en  extremo  relajada.  Firmó  las  actas  de 
este  Sínodo  Stephaiais  EUberUaune  Ecdesiae  Episcopus.  te- 
niendo el  gusto  de  ver  reproducidos  en  aquella  ocasión,  á 
través  de  más  de  doscientos  ochenta  años  de  distancia,  al- 
gunos Cánones  del  de  Iliberis  en  el  de  Toledo  (0.  Desde 
entonces,  apenas  falta  la  memoria  de  dicha  Sede  episcopal 
de  la  Bélica  en  las  demás  reuniones  conciliares  toledanas, 
habiendo  autoi izado  con  su  presencia  la  de  Sgy  Baddo, 
Prelado  elibevitano  (2). 

Siglo  \i\.°  de  Jesucristo. — En  el  Sínodo,  también  toleda- 
no, del  610,  como  el  anterior,  fuera  de  número,  aparece 
entre  los  concurrentes  Bisino,  eliberitano,  según  consta 
en  el  decreto  de  confirmación  de  Gundemaro  (3)  y  en  el 
cuarto  del  mismo  Toledo,  Etherio  episcopus  EUberitanus  (4). 
Ya  en  el  quinto  no  aparece  Obispo  alguno  de  la  Bética, 
faltando  también  muchos  en  el  sexto,  compareciendo  en 
el  s,éptimo,  tenido  en  640,  el  presbítero  Reparato  en  re- 
presentación del  mismo  Etherio  de  Eliberis  (5).  En  el  oc- 
tavo, del  653,  se  lee  el  nombre  de  Aga,  como  Obispo  tam- 
bién eliberitano  (6).  El  Sínodo  noveno  fué  provincial;  al 
décimo  no  concurrió  Prelado  alguno  de  la  Bética,  y  el  un- 
décimo también  fué  provincial,  por  lo  que  hasta  el  duo- 
décimo, del  681,  no  vuelve  á  figurar  en  tales  actas  Prela- 
do alguno  de  Iliberis.  Ya  en  este  año  suscribe  el  Sínodo 
Argibado,  Obispo  eliberitano  (7).  Fué  provincial  el  décimo- 

(1)  E.  S.,  VI,  págs.  137  a  148. 

(2)  E.  S.,  VI,  pág.  158;  E.  S.,  XII,  pág.  151. 

(3)  E.  S..  VI,  págs.  158  y  159;  E.  S.,  XII,  pág.  153. 

(4j  K.  S.,  VI,  págs.  160  y  siguientes;  E.  S.,  XII,  pág.  156. 

(3)  E.  S.,  VI,  pág.  184;  E.  S.,  XII,  pág.  156. 

(6)  E.  S.,  VI,  pág.  i83;  E.  S.,  XII,  pág.  i58. 

(7)  E.  S.,  VI,  pág.  209;  E.  S.,  XII,  pág.  i58. 


ILIBERIS  733 

cuarto,  y  el  decimoquinto,  del  688,  aparece  autorizado  por 
Juan,  deEliberi  (0.  Al  decimosexto,  del  6g3,  concurre  Ce- 
ierio  que  desenapeñaba  la   misma  prelacia  Eliberitana  (2). 

En  este  mismo  siglo  vii.",  en  el  que  vivieron  Recaredo, 
Viterico,  Gundemaro,  Suintila.  Chindasvinto,  Ervigio, 
Egica  )'  WitÍ2a,  que  murió  en  709,  el  precitado  Munici- 
pio acuñó  mone'das  con  !os  toscos  bustos  de  estos  Sobera- 
nos visigóticos,  estampando  en  ellas  el  nombre  de  ELI- 
BERRIS. 

Siglo  vni.°  de  Jesucristo. — Degenerada  y  sin  bastante  vi- 
rilidad la  sociedad  romano- visigótica  de  la  octava  centu- 
ria, vio  llegar  sin  mayor  alarma  el  pequeño  ejército  de 
Tarik  en  710,  que  empezó  á  ocupar  el  país,  más  por  la 
traición  de  los  magnates  que  por  el  esfuerzo  de  los  musul- 
manes invasores.  Ante  aquella  nueva  calamidad,  el  pavor 
iiH-puso  silencio  á  los  antiguos  Concilios,  que  enmudecen, 
como  enmudecieron  también  la  mayor  parte  de  los  testi- 
monios históricos  contemporáneos.  Sin  embargo,  aún  se 
conserva  en  el  Escorial  un  MS.  de  este  siglo,  que  es  el 
ovetense,  conteniendo  el  catálogo  de  las  Sedes  episcopales 
hispanas  de  aquella  época,  en  la  segunda  columna  de  cuyo 
preciado  códice  se  nombra  á  Malaca,  Iliberri  y  Astigi 
como  capitales  de  tres  Diócesis  de  las  once  que  se  conta- 
ban en  la  Bélica  (3)  por  aquella  misma  época  (4). 

Siglo  ix.°  de  Jesucristo. — Murió  en  Córdoba,  ya  anciano, 
en  890  (5),  el  presbítero  Samson  (f)),  elegido  Abad  del  Mo- 
nasterio Pinamelariense,  inmediato  á  aquella  ciudad,  en 


(1)  E.  S.,  VI,  pág.  22i;  E.  S.,  XII,  pág.  iSg. 

(2)  E.  S.,  VI,  pág.  223;  E.  S.,  XII,  págs.  159  y   160. 

(3)  P.  Ewald  et  G.  Loewel,  Exempla.  Script.  visigoiicce,  ta- 
bla VI.  Vide  etiam  Indicem. 

(4)  Adviériase  la  forma  Iliberri  de  las  inscripciones,  usada  en 
este  documento,  por  el  Eliberi  de  los  Concilios. 

(5)  E.  S.,  XI,  pág.  526,  Epií.  Cypriani  in  sepulcro  Domini 
Samsonis. 

(6)  Samson,  Apologeticus,  II,  6.  Patriam  et  párenles  cotitem- 
nens,  exHium  elegí  subiré. 


,,  M.    K.    DE    BERLANGA. 


858{>).  Un  Obispo  muzárabe  de  Malaca,  el  indignísimo 
Hostegesis,  profesando  á  las  claras  doctrinas  anticatólicas, 
obligó\l  virtuoso  Abad  á  salir  á  desenmascarar  aquellas 
herejías,  lo  que  le  valió  persecuciones  y  destierros,  obli- 
gándole á  escribir  un  Apulogeticus  en  defensa  propia  y  de 
los  santos  dogmas  de  nuestra  religión.  En  este  opúsculo, 
que  no  ha  llegado  íntegro  hasta  nosotros,  habla  el  venera- 
ble Samson  de  un  tío  de  la  madre  de  Hostegesis  llamado 
Samuel,  pésimo  Obispo  que  había  sido  de  IHb.ris  hacia  el 
86o,  en  cuya  época  Abderramáu  II  gobernaba  el  Califa- 
to (2).  Apóstata  y  prevaricador,  fué  depuesto  de  aquella 
alta  dignidad  (3),  sin  que  por  ello  pusiese  enmienda  á  sus 
desenfrenados  desmanes  (4). 

Por  entonces  también  florecía  San  Adón,  Obispo  de 
Viena,  en  Francia,  muerto  en  SjS,  quien  dejó  escrito  un 
martirologio  apreciadísimo,  en  el  cual,  al  ocuparse  de  los 
Santos  que  correspondí-rn  al  i5  de  Mayo,  habla  de  los 
siete  primeros  Obispos  que,  ordenados  en  Roma,  vinieron 
á  evangelizar  las  Hispauias,  y  después  de  haber  obtenido 
con  sus  predicaciones  numerosas  conversiones  á  la  fe  de 
Cristo,  descansaron:  Torcuato,  en  Acci ;  Ctesiphon,  en 
Vergi;' Secundo,  en  Abula;  Indalecio,  en  Urci;  Cecilio,  en 
Eliberri;  Esicio,  en  Cartesa,  y  Eufrasio,  en  Iliturgi  (5). 

En  el  mismo  siglo,  y  poco  después  que  el  citado  Adón, 
escribía  otro  martirologio  üsuardo,  monje,  también  fran- 
cés, de  San  Germán,  muerto  antes  del  877,  en  el  que,  y 


(i)    E.  S-,  XI,  páí.  303. 

(2)  Ayohg.,  II,  praef..  ^^  4  y  5. 

(3)  E.S.,^XII,  pág.  168,  S  '78-  .  , 

4)  E  S.,  XII,  pá.4.  169.-EI  sabio  Padre  .^ii^tino.  que  dió  el 
prim.ro  semciance  noticia  en  su  España  Safrrada,  ^n.Uc^  oportu- 
namente que  en  Sf,4-  -^^  q^«  «^""^^"'^  '^^^'"''''^  '"  ApnlogJuco,  ha- 
blaba va  de  los  acontecimientos  provocados  por  S  imn.-l  como  de 
cosa  pasada,  debiendo  haber  sido,  según  el  mismo  historiador 
eclesiástico,  el  mencionado  Samuel  el  que  ocupa  el  num.  52  en  el 
episcopologio  del  Códice  Emiliancnse. 

(5)     Adón,  Mart.  ed.  Migne,  I,  págs.  266  y  2G7. 


ILIBEIilS  735 

en  el  citado  día,  copia  las  palabras  de  su  predecesor,  se- 
ñalando igualmente  á  Cecilio  como  primer  Prelado  ilibe- 
ritano  (i).  Ambos  martiriólogos  hacen  morir  tranquila- 
mente, quieverunt,  á  Cecilo.  en  Ilibevis;  á  Tesiphon,  en 
Vergi,  y  á  Hiscio,  en  ¿Cartesa? 

Es  muy  sabido  que  üsuardo,  monje  de  San  Germán  du 
Pré,  en  París,  vino  á  España  comisionado  por  su  Abad  á 
ver  de  sacar  de  Valencia,  que  habían  ocupado  los  moros, 
el  cuerpo  de  San  Vicente,  para  trasladarlo  á  dicho  Monas- 
terio de  Francia;  y  no  siéndole  posible  (2)  llenar  tan  ardua 
misión,  llegó  á  Córdoba  en  858,  donde  trabó  amistad  es- 
trecha con  Samson  en  el  momento  de  ser  elegido  Abad 
Pinamelariense,  sacerdote  ilustradísimo  en  ciencias  ecle- 
siásticas, como  lo  demuestra  su  Apologético  (3).  Por  eso 
es  tan  significativo  que  el  monje  fiancés  suprima,  en  el 
relato  de  San  Adón,  dos  hechos  sobrenaturales  que  el  Vie- 
nes refiere  á  propósito  de  tales  varones  apostólicos,  y  deje 
subsistente,  después  de  haber  estado  en  Córdoba  y  confe- 
renciado con  el  Abad  Samson,  el  quieverunt  sin  hablar  de 
persecución  alguna.  Por  aquella  época,  hacia  el  883,  se 
anotaban  en  el  Cronicón  Albeldense  las  Sedes  episcopales 
de  la  Bélica,  nombrándose  entre  ellas  las  de  Malaca,  lU- 
berri  et  Acci  (4). 

En  el  mismo  siglo  ix.°  escribe  el  más  antiguo  historia- 
dor árabe  de  los  sucesos  de  la  conquista  del  país  por  los 
musulmanes,  llamado  ^46í;/í  Alcuthia,  citado  más  tarde  por 
Aben  Aljalhib,  y  dice  que  después  de  la  rota  del  lago 
de  la  Janda,  «Tarik,  desde  Ecija,  dividió  su  ejército,  en - 


(1)  Usuardo  ed.  Migne,  II,  pág.  55:  tdiversis  urbibus  evangeli- 
zantes ct  innúmeras  muhitudines  Christi  rtdci  subiiis-antcs  Tor- 
cuatus  Acci,  (jcsiphon  Ver^ii.  Sc-cundus  Abulte,  Indalccius  Urci, 
Caeciiius  Eliberri,  Esitius  Cartesae,  Euphrasius  Eliiurgi  quie- 
veruni.o 

(2)  Usuard.  edit.  Migne,  I,  pág.  5S4. — Prolegom  Edilionis  J . 
Brotiillartii,  1718. 

(3)  E.  S.,  XI,  págs.  304.  y  305. 

(4)  E.  S.,  IV,  págs.  253  y  254;  E.  S.,  XIII^  pág.  434. 


.705  M.    R-    UE    BERLANGA 

viando  una  división  á  Córdoba,  al  mando  de  Moguitz  el 
nnní,  liberto  del  Califa  Walid;  otra  á  Málaga;  un  tercer 
cuerpo  de  ejército  á  la  ciudad  de  Elvira  y  á  Granada,  mar- 
chando con  la  parte  principal  de  sus  tropas  al  territorio 
de  Jaén,  con  dirección  á  Toledo,»  añadiendo  después  que 
la  «división  que  envió  á  Málaga  se  incorporó  con  la  de 
Elvira,  cercaron  á  la  capital  y  la  entraron  por  fuerza  de 
las  armas;  y  habiendo  encontrado  allí  judíos,  los  juntaron 
en  la  Alcazaba,  dejándoles  para  su  guarda  una  taifa  de 
musulmanes  (i).» 

Este  es  el  primer  documento  de  los  moros  invasores  en 
el  que  se  habla  de  Granada,  nombre  hasta  entonces  com- 
pletamente desconocido,  como  población  inmediata  á  la 
ciudad  de  Elvira,  la  cual  Elvira,  en  710,  fecha  de  la  in- 
vasión muslímica  á  la  que  se  refiere  Aben-Alcutliia,  tenía 
su  Alcazaba,  y  algunos  moradores  hebreos,  como  cuatro  si- 
glos antes,  en  303,  se  dice  en  el  Concilio  Eliberitano  que 
en  la  tal  Iliberis  había  judíos  avecindados  entre  los  muní- 
cipes,  y  una  fortaleza  á  la  que  se  denominaba  Capitolio. 

Siglo  X.°  de  Jesucristo. —En  el  códice  gótico  del  Escorial, 
llamado  Emilianeuse,  que  contiene  algunos  Concilios  co- 
piados en  la  décima  centuria,  se  encuentra  un  episcopo- 
logio  eliberitano  desde  Cecilio,  al  que  aún  no  se  designa  co- 
mo Santo,  sino  como  primer  Prelado  de  aquella  Diócesis, 
hasta  Caspio,  que  la  ocupaba  cuando  se  escribía  semejante 
Nomenclátor  (2).  Después  de  este  Obispo,  el  último  que 
anota  el  indicado  MS.  escurialense,  señala  el  Padre  Maes- 
tro Flores,  como  el  postrero,  á  un  sucesor  antes  descono- 
cido, de  nombre  Recemundo,  Secretario  de  Abderra- 
mán  III,  en  cuyo  palacio  residía,  quien  obligó  al  Califa  á 

(i)  Oliver,  Granada  y  sus  monumentos  árabes,  pág.  8.— Todos 
los  textos  árabes  que  habré  de  citar  en  adelante  han  sido  discuti- 
dos y  depurados  por  los  Sres.  Oliver,  por  lo  que,  al  reproducirlos, 
sólo  me  permitiré  suavizar  sus  asperezas,  indicando  el  lugar  de  la 
obra  de  dichos  eruditos  historiadores,  donde  podrán  verse  en  toda 
la  crudeza  de  su  versión  ad  pedem  litterce. 

(2)     E.  S.,  XII,  págs.  102  y  103. 


ILIBERIS  737 

que  impusiera  su  elección  á  los  iliberitanos.  Este  mozá- 
rabe cordobés,  despreocupado  y  simoniaco,  travo  en  Franc- 
fort amistad  con  Luitprando,  Diácono  de  Pavía,  quien  le 
dedicó  la  obra,  que  escribió  más  tarde  á  su  ruego,  sobre  la 
Historia  de  las  cosas  de  Europa  (i). 

Desde  este  momento  cesan  las  fuentes  históricas  de  Ili- 
beris,  escritas  por  los  cristianos  en  latín,  sin  que  vuelva  á 
hablarse  de  semejante  ciudad  antigua,  si  no  es  por  acaso 
en  los  libros  arábigos,  que  de  estas  regiones  de  la  Andalu- 
cía se  ocupan. 

En  el  extracto  anónimo  del  Diccionario  geográfico  de 
Yacut,  conocido  con  el  título  de  Maracid  al  Alaa,  se  dice 
ya  en  la  misma  centuria  décima  que  «Elvira  era  el  nom- 
bre de  una  región  de  Andalucía  y  también  de  una  ciu- 
dad   territorio  abundante  en  ríos  y  árboles,   en   el  que 

había  minas  de  plata  y  oro conteniendo  grandes  ciuda- 
des, como  eran  Castella,  Garnatha  y  otras  {2)»,  siendo  éste 
el  primer  texto  en  que  suena  el  nombre  de  Gástela. 

En  la  época  de  Abderramán  III. °,  por  los  años  de  gSó, 
residía  en  Córdoba,  de  donde  era  natural,  Ahmed  ben 
Moham.mad  ben  Musa  Ar-Razi,  quien  había  escrito  una 
Descripción  de  la  España  árabe  y  una  Historia  de  sus  Reyes, 
que,  según  conjetura  oportunísima  de  un  ilustre  orienta- 
lista regnícola  (j),  probablemente  adicionaría  su  hijo  Isa 
ben  Ahmed.  El  texto  árabe  de  este  libro  aún  es  hasta  el 
presente  desconocido,  conservándose,  en  cambio,  la  memo- 


(i)  E.  S.,  XH,  págs.  171  á  174.— Esta  noticia  está  confirmada, 
según  el  erudito  at;ustino,  por  el  autor  de  la  Biografía  de  San 
Juan  Gorciense,  escrita  hacia  el  906,  en  la  que  se  dan  curiosos 
detalles  de  cómo  Recemundo  pasó  de  un  salto  del  ciugo  de  Secre- 
tario del  Califa  cordoliés  á  regir  una  Diócesis  cristiana,  á  cuyo 
puesto  debió  ascender,  según  las  mismas  autoridades,  á  fines  del 
9570a  principios  del  958,  época  de  su  salida  para  Alemania  como 
Embajador  del  citado  Abderramán  111. 

(2)  Oliver,  i!)idem,  pág.  14. 

(3)  Gayangos.  Crónica  del  moro  Rasis,  pág.  iS.  —  Memoriat 
de  la  Real  Academia  de  la  Historia,  tomo  VIH. 

II  47 


_,8  M.    R.     DE    BERLANGA. 

i-ia  de  haber  sido  traducido  en  portugués  por  un  tal  Maho- 
mad,  que  iba  dictando  lo  que  interpretaba  á  un  clérigo,  que 
trasl'adaba  al  papel  lo  que  ola  decir  al  moro.  Sobre  esta 
versión  portuguesa,  que  tampoco  se  conserva,  se  dice  ha- 
berse hecho  las  dos  castellanas  qué  han  llegado  hasta  nos- 
otros: la  del  MS.  del  Colegio  de  Santa  Catalina  de  Tole- 
do, hoy  en  la  Biblioteca  de  aquella  Catedral  primada,  y 
la  del  que  poseyó  Ambrosio  de  Morales,  actualmente  en 
el  Escorial.  En  el  primero  de  dichos  códices,  que  se  con- 
sidera del  siglo  xiv.°,  se  leen  estas  palabras:  «Et  llibera 

yace  contra  meridien  et  levante  de  Córdoba et  en  sus 

términos  ha  villas  que  la  obedecen,  cual  es  una  Cazalla, 
que  en  el  mundo  no  hay  quien  le  asemeje,  sinon  Damasco, 

que  es  tan  buena  como  ella et  el  otro  es  el  Castillo  de 

Granada,  al  que  llaman  Villa  de  los  judíos,  et  ésta  es  la 
más  antigua  villa  que  en  término  de  Elvira  ha,  et  poblá- 
ronla los  judíos.» 

De  este  pasaje,  de  una  de  las  versiones  castellanas  de 
Ar-Razi  'O  resulta  comprobado  lo  que  ya  se  sabía  por  el 
Maracid,  que  en  el  territorio  de  la  ciudad  de  Iliberis  exis- 
tían entre  otras,  dos  poblaciones:  Cazalla  (2)  y  Gmnada, 
á  la  que  se  denomina  CasUllo,  cuyo  título  se  ve  dado  tam- 
bién en  el  MS.  de  Morales,  á  Lora,  Priego,  Baena,  Al- 
mería, Málaga  y  otras  varias  poblaciones  que  no  lo  eran, 
indicando  simplemente  un  pueblo  y  no  una  fortaleza,  tanto 
más  cuanto  que  se  sabe  por  Edrisí  que  hasta  dos  siglos 

ti)  Como  ha  demostrado  erudita  y  oroitunamente  el  ilustre 
orientalista  citado,  desde  hace  cerca  de  medio  siglo  son  dos  las 
versiones  castellanas  que  se  conocen  de  la  Cromca  del  moro  Ra.- 
sis-  la  toledana  y  la  cordobesa,  cuyos  MSS.  se  de)an  citados,  ha- 
biendo sido  hechas,  no  sobre  el  original  árabe,  sino  sobre  la  tra- 
ducción portuguesa,  que  debió  ser  bastante  libre,  a  juzgar  por 
quienes  y  como  la  hicieron,  así  como  comparándolas  con  los  po- 
eos  pasajes  originales  de  Ar-Razi  que  se  conservan  citados  por  es- 
critores muslimes  de  fecha  más  reciente.  ^  „  ^„ 
(.)  Gayangos  ibidem,  pág.  37-  nota  ^  reduce  esta  Cajalla  de 
Ar-Razi  á  la  CasteUa  del  Maracid,  fundado  en  razones  foneucas 
y  morfológicas  del  idioma  árabe. 


ILIBERIS  739 

más  tarde  no  fué  fortificada  Granada  por  Habbus  el  Sanha- 
chi.  Lo  que  sí  enseña  el  texto  castellano  de  A.r-Razi  es 
que  los  julios  fundaron  y  pobLiron  á  Gnina.iii,  qim  era,  la 
más  antigua  villa  ju.l.íica  del  territorio  de  Elvira  (0. 

Siglo  xi."  de  Jesucristo. — Ojho  años  antes  que  com3n3a- 
se  la  emigración  de  los  iliberitanos  á  Granada  con  ocasión 
del  levantamiento  de  los  Bereberes  contra  la  dinastía  de  los 
Omeyas,  muere  el  i5  de  Enero  de  1002  en  la  aún  popu- 
losa Iliberis  un  personaje  cristiano,  de  nombre  Cipriano, 
de  treinta  y  ocho  años  de  edad,  á  quien  sus  afligidos  deu- 
dos dedican  un  epitafio  en  versos  acrósticos,  redactado  en 
latín,  lleno  de  las  mayores  hipérboles,  cuyos  giros,  ajenos 
á  la  índole  de  la  lengua  en  que  aparece  escrito,  son  muy 
característicos  del  lirismo  de  la  prosa  árabe,  que  llega  á 
la  más  exagerada  y  monótona  ampulosidad  en  la  redacción 
de  las  lápidas  sepulcralss.  Encontróse  la  de  Cipriano  en 
la  falda  de  Sierra  Elvira  el  25  de  Noviembre  de  1870,  par- 
tida en  dos  pedazos,  con  ocho  renglones  de  abigarradas 
letras  góticas,  rodeados  de  un  marco,  de  dibujo  más  ele- 
gante que  el  texto  que  encierra,  diciendo  de  esta  manera, 
resueltos  sus  nexos  y  repetidos  sus  errores  ortográficos: 


[-|-Conlocatu]s  Ciprianus  in  celestibus  almis, 
Is  nobiüs,  mundusque  purus  et  natus  Eliatiis, 
Paciticus,  dulcís,  g¿aicus  parcntibus  ahis, 
Rore  celi  tiactus,  Chnsti  leticibus  amnls, 
lovis  enimque  die  hic  sivit  corpora  arvis, 
A  ter  quinqué  lanuari  ditíbus  quoque  mjase  die. 

Nam  quadrageni  in  milleni  tenpore 

Is  mundo  vixit  terJenis  bis  quator  annis. 


Colocado  está  Cipriano  entre  los  espíritus  celestiales; 

Fué  noble,  puro  en  el  mundo  y  nacido  de  los  Enanos, 

Pacifico,  dulce,  engendrado  de  padres  esclarecidos. 

Bañado  por  el  rociodel  cielo,  arroyode  los  manantiales  deCristo. 

(i)    Véase  más  adelante  notado  el  error  de  la  versión  castellana 
•de  Ar-Razi. 


_.Q  M.    R.    BE    BERLANGA 

Entregó  aquí  en  jueves  su  cueryo  á  ¡a  tierra 

A  ¡os  quince  días  del  mes  de  Enero 

En  el  año  mil  cuarenta 

Vivió  en  el  mundo  tremía  y  ocho  aíios. 

La  Era  hispana  de  1040  á  que  se  refiere  esta  piedra,  co- 
rresponde al  1002  de  Jesuciistü,  en  cuyo  año  el  1 5  de  Ene- 
ro fué,  en  efeclo,  jueves. 

Las  tres  inscripciones  encontradas  á  dos  leguas  al  No- 
roeste de  Granada,  la  una  en  1875,  á  los  ochenta  metros  de 
los  baños  de  Sierra  Elvira;  la  otra,  tambiín  en  1875,  en  un 
haza  delante  del  cortijo  de  las  Monjas,  entre  los  caminos  que 
de  la  punta  de  la  indicada  Sierra  se  dirigen  á  Granada  y 
Atarfe,  y  la  de  que  acabo  de  hablar,  cinco  años  antes  en  la 
falda  de  la  misma  Siena  (O,  demuestran  cumplidamente, 
como  no  puede  menos  de  confesar  el  ilustrado  arqueólogo 
granadino,   mi  muy  apreciado  amigo  D.  Manuel  Gómez 
Moreno,  que  en  la  falda  de  Sierra  Elvira  existía  una  pobla- 
ción romana  (2).  En  efecto,  el  pueblo  que  en  el  siglo  i.°  le- 
vanta una  estatua  á  Domiciano,  en  el  11."  otra  á  Antoni- 
no  Pío,  y  en  el  X!.°  poste  una  necrój  olis  cristiana,  en  la 
que  se  ve  un  epitafio  tan  pomposo  y  de  tantas  preten- 
siones literarias  ce  mo  el  de  Cipriano,  no  puede  ser  un  lu- 
garejo  fundado  por  los  muslimes  hacia  el  siglo  vm.",  como 
tan   irrtfltxivamerte  ptitndió   Pedraza  y  con  tanta  can- 
didez admitió,  poco  antes  de  morir,  el  insignísimo  orienta- 
lista Dozy,  que  constantemente  y  por  muchos  años  había 
venido  defendiendo  lo  contrario,  que  es  lo  indudablemente 

cierto. 

Aben  Hayyan,  que,  como  indica  el  Sr.  Gayangos,  co- 
nocía el  texto  áiaLe  de  Ai-Kazi  (3),  repite  sus  mismas  pa- 
labras—cZ  castillo  de  Gicmada  en  las  inmediaciones  de  Sierra 
Elvira  (4),— volviti.do  á  dar  á  la  población  abierta  de  los^ 

(t)     Gómez  Moreno,  Medirá  Elvira,  Apéndice  II,  pg-  i7- 

(2)  U)ideni,  pág.  11.  ,      tr- 

(3)  Gayan(;or,,  Memorias  de  la  Real  Academia  de  la  Histo- 
ria, tomo  IX,  pág.  >5 

Í4)     Oliver,  ibidem,  pig.  397. 


ILIBERIS  741 

hebreos  la  denominación  de  un  fuerte  murado,  aunque,  en 
verdad,  tal  vez  Aben  Hayyan  tuviese  más  razón  que  Ar- 
Razi  para  nombrarla  castillo,  por  haber  alcanzado  los  días 
•de  Habbus,  y  conocido  ya  ceñida  de  recias  murallas  la 
mencionada  villa  de  judíos. 

Colígese  sin  violencia,  pues,  de  textos  tan  claros  que 
habiendo  entrado  Tito  en  Jerusalén  el  70  de  nuestra  Era, 
algo  más  tarde,  tal  vez  al  subir  al  Trono  su  hermano,  co- 
menzara á  iniciarse  la  emigración  de  los  hebreos  de  Pales- 
tina á  las  Híspanlas  en  busca  de  nuevos  filones  de  riqueza 
que  explotar  por  la  insaciable  codicia  de  aquella  gente.  Por 
entonces  acaso  gran  golpe  de  judíos  pudo  llegar  (O  á  las 
puertas  de  Iliberis,  donde  algunos  encontrarían  acogida, 
yendo  á  refugiarse  los  más  de  aquellos  inmigrantes  á  un 
pago  enclavado  en  el  territorio  de  la  misma  ciudad,  que 
hien  pronto  transformaron  en  aldea,  merced  á  sus  grandes 
condiciones  de  astucia,  actividad  y  persistencia.  Pudo  lla- 
marse el  predio  á  que  se  acogieron  los  primeros  judíos  que 
•llegaron  al  distrito  iliberitano/;ío';í?  ¡rrcin.itensis,  como  hubo 
cerca  de  Curiga,  también  en  la  Bética,  un  pagm  traiiün- 
canus  y  otro  siiburbanus  {■¡■),  diciéndose  así  por  los  romanos, 
porque  durante  la  dominación  púnica  hubiese  sido  poseí- 
do por  alguna  familia  de  libij-fenkes  que  cultivase  en  su 
posesión  el  granado — mcilwn  punicuin  (3) — que  hubiera  im- 
portado del  África,  de  cuya  fruta  tomara  la  denominación, 
ya  en  la  época  romana,  por  una  razón  análoga  á  la  que 
hizo  que  Almadén  de  la  Plata  se  dijese  en  lo  antiguo  p.igus 
íiiarmomriensis  (4)- 

Al  transformarse  el  mencionado  predio  rústico  en  aldea, 

(i)  El  primer  documento  genuino  que  se  conoce  que  acusa  el 
establecimiento  de  los  tiles  hebreds  en  la  Bética,  es  una  mscripcióa 
íuraular  del  siglo  11. °,  descubierta  en  A.Jra,  la  antigua  Abiera,  ea 
la  que  se  habla  de  una  niña  judía  de  un  año,  llamada  Salomonula., 
■CIL-II,  1.982. 

(2)  ClL-lI,  t.04i. 

(3)  Colum,,  R-R.,  V.,  págs.  10  y  16. 

(4)  ClL-lI,  1.043. 


742  M.     R.    DE    BERLANGA 

lo  natural  era  que  conservase  su  nombre  de  origen,  deno- 
minándose victis  granafensis  gentis  hebreorum,  como  existió 
cerca  de  Coimbra  el  VICVS  BAEDORVS  GENTIS  PIN- 
TONVM  (O,  y  aquella  denominación  oficial  fué  vertida  li- 
teralmente al  árabe  por  Ar-Razzi  cuando  decía  Granada, 
villa  de  judíos.  Los  traductores  portugueses,  los  castella- 
nos ó  los  copistas  de  los  manuscritos  más  viejos,  al  escribir 
que  era  la  más  antigua  villa  que  en  termino  de  Elvira  luí  et 
poblaron  los  judíos,  no  estuvieron  en  lo  seguro,  porque  el 
moro  no  debió  decir  tal  cosa,  sino  que  era  la  más  antigua 
villa  que  en  término  de  Elvira  luí,  que  poblaron  los  judíos,  lo 
cual  hubo  de  ser,  á  no  dudarlo,  cierto. 

Es  muy  posible  también  que  después  de  establecidos  los 
dichos  judíos  en  el  ager  publicus  iliberitanus  en  el  espacio 
de  tiempo  que  medió  de  la  toma  de  Jerusalén  por  Tito  en 
70  de  la  Era  cristiana,  hasta  la  muerte  de  Domiciano  en  el 
96,  tuviesen  lugar  algunos  acontecimientos,  provocados  por 
determinadas  disposiciones  imperiales  hoy  desconocidas, 
que  excitaran  el  reconocimiento  de  los  judíos,  por  serles  de 
interés  semejantes  medidas.  Desde  luego,  cuando  en  el  año 
83  dio  este  último  Soberano  de  la  dinastía  flavia  las  leyes 
municipales  de  Malaca  y  Salpensa,  llevaba  ya  el  título  de 
Germánico,  lo  tual  puede  hacer  dichos  bronces  síncronos 
de  la  inscripción  iliberitana  dedicada  al  indicado  Em- 
perador y  descubierta  en  sierra  Elvira  en  1875,  aunque 
más  me  inclino  á  creer  que  lo  fuese  ésta  de  la  del  Consu- 
lado de  Vegeto  en  gi;  después  promulgó  su  célebre  edicto 
mandando  arrancar  las  vides,  en  todos  los  ámbitos  del. 
Imperio  (2),  comenzando  más  tarde  á  perseguir  á  los  cris- 
tianos (3). 

Es  más  de  suponer,  sin  embargo,  que  dadas  las  mani- 
festaciones de  adhesión  de  Iliberis  al  Soberano,  no  sólo 
erigiéndole  una  estatua,  sino  también  á  la  madre  y  á  la 


(1)  CIL-II,  3.65o. 

(2)  Suet.  in  Domit.,  7  y  14. 

(3Í     Euseb.,  Hist.  ecles.,  tomo  111,  17  y  20. 


■e 


ILIBERIS  743 

mujer  de  Quinto  Valerio  Vegeto,  Cónsul  en  91,  querien- 
do el  nuevo  vicus  gentis  híbreoriim  corresponder  á  las  ex- 
pansiones del  entusiasmo  popular  iliberitano,  no  pudiesen 
por  menos  sus  moradores  que  dar  á  la  aldea  naciente  el 
nombre  de  Granata,  para  perpetuar  la  memoria  del  célebre 
Granado— )«íi/m;;í  punicim—que  existia  cerca  de  la  casa 
de  Domiciano  en  Roma,  edificio  que  al'  ocupar  el  Solio 
transformó  en  templo  de  la  gente  flavia  (0.  Pero  de  cual- 
quier modo  que  ello  sea,  las  dos  indicaciones  que  acaban 
de  hacerse  sobre  el  fundamento  probable  del  nombre  lati- 
no de  una  fruta  de  procedencia  asiática,  aplicado  á  un 
pueblo  semita  de  la  Hispania  romana  en  los  primeros 
tiempos  de  su  fundación  en  el  siglo  i.°  de  nuestra  Era,  por 
más  que  no  pasen  de  ser  conjeturales,  no  están  exentas 
de  algunas  probabilidades  de  acierto.  Al  hablar  Candolk 
sobre  el  origen  de  las  plantas  cultivadas  (2),  hace  notar 
que  el  granado  se  encuentra  en  eúado  silvestre  en  los  lagares 

pedregosos  de  la  Persia,  del  Kiirdistán,  del  Afganistán 

y  al  Mediodía  del  Caucase pareciendo  más  bien  naturaliza- 
do que  espontáneo  en  la  Grecia  y  en  el  África  septentrional 

mencionándose  varias  veces  en  el  Antiguo  Testamento  con  el 
nombre  de  Rimnion,  y  existiendo  muchas  localidades  de  la 
Palestina  que  habían  recibido  su  nombre  del  de  este  arbusto, 
siendo  un  error  suponerlo  púnico  por  un  pasaje  de  Phnio 
el  Viejo,  en  el  que  se  habla  del  granado  que  se  criaba  en 
las  cercanías  de  Cartago,  al  que  unos  llaman  mnUim  puní- 
cum  y  otros  granatum  (3). 

Los  hammuditas  fueron-para  el  Califato  de  Córdoba  lo 
que  habían  sido  los  fatimistas  para  el  de   Damasco:  di- 


(i)  Pub.  Vict.,  De  regionibus  urbis  Romee;  Regio  VI,  Alta  se- 
mita: «Malum  punicum,  ad  quod  Domitianus  dicavit  templum 
gentis  flaviae  et  eral  domus  eius.i 

(2)  Candolle,  L'origine  des  plantes  cultivées,  págs.  189  á  191. 

(3)  Pliii.,  H-N.,  13  y  112:  «Circa  Carthaginem  punicum  malum 
cognomine  sibi  vindicat,  aliqui  granatum  apellant.» 

Por  lo  que  hace  á  Coluniela,  R-R.,  V,.X  y  16,  nada  enseña  á  este 
propósito,  cuando  dice:  Mala  púnica  ne  inarbore  rumpantur. 


JAA  M.    R.    DE    BERLANGA 

ciéndose   aquéllos  y  éstos  descendientes  del  Profeta,   no 
tuvieron  otro  móvil  que  los  impulsara  sino  el  de  derrocar 
á  los  Omeyas,  ocupando   los  unos  el  Trono  de  Occidente, 
como  los  otros  el  de  Oriente.  Desventuradamente  para  la 
Península  hispana,  los  que  se  levantaron  contra  los  des- 
cendientes de   Abderramán    no   eran  personajes  de   talla 
bastante  para  decirse  enfáticamente   Emir  Amuminin,  y 
sus  sangrientas  usurpaciones  tuvieron  de  continuo  tan  fu- 
nesto como  desastroso  desenlace,  sin  gloria  para  nadie,  y 
con  sobrado  desprestigio  para  todos.  Los  últimos  preten- 
dientes hammuditas  ni  aun  supieron  sostenerse  en  Cór- 
doba, y  se  contentaron  con  pasear  su  pomposo  título  de 
Califa  por  el  exiguo  reino  malacitano,  donde  vinieron   á 
ampararse  hasta  que,  muerio  Edris  II  en  io55,  se  apo- 
dera de  Malaca  Badis,  anexionándola  al  pequeño  reino  gra- 
nadino, fundado  en  I0i3  por  su  tío  Zavi  ben  Ziri,  y  que 
Almorabides  y  Almohades  borran  de   la  historia  por  es- 
pacio de  más  de  un  siglo,  para  aparecer  de  nuevo  en  el 
decimotercio  con  los  Príncipes  Nazaritas. 

Siglo  XII. ° — Nueve  lustros  eran  pasados  desde  que  fué 
extinguido  el  postrero  de  los  Monarcas  idrisitas  en  la  Pe- 
nínsula, cuando  nació  en  Ceuta  por  los  años  de  iioo  de 
nuestra  Era  Abu- Abdallah  Mahommed,  conocido  como  des  - 
candiente  del  Profeta  por  el  Xerif  AlEdrisí. 

Educado  en  Córdoba,  viajó  por  las  Hispanias,  el  África 
y  el  Asia  Menor,  dedicando  su  actividad  y  su  atención  al 
estudio  de  la  geografía  contemporánea;  ajeno  de  todo 
punto  á  los  encontrados  vaivenes  de  la  política  activa,  á 
las  desastrosas  escenas  de  las  revoluciones  intestinas,  y  á 
los  falaces  halagos  palaciegos  de  la  realeza,  á  que  pudo  as- 
pirar como  descendiente  directo  de  Edrisí  II. °,  su  bisabue- 
lo. A  las  agitaciones  y  zozobras  de  las  conspiraciones  y  de 
■  los  motines  populares,  prefirió  el  apacible  reposo  con  que 
le  brindó  Roger  II. °  en  su  Corte  de  Sicilia,  donde,  entrega- 
do por  completo  á  sus  estudios  favoritos,  escribió,  com- 
placiendo al  Príncipe,  su  protector,  un  libro  de  geografía, 
al  que  puso  término  en  ii54  de  Jesucristo,  y  por  el  que  ha 


ILIBERIS  745 

merecido  que  alguien   lo  designe  como   el  Strabon  de   la 
Edad  Media  (0.  En   dicha  obra  ha  dejado   dicho  e!  hábil 
ediisita  que  «Granada  fué  fundada  en  la  época  en  que  los 
grandes  señores  de  la  España  se  declararon  independientes.» 
añadiendo  en  seguida:  «La  capital  de  la  provincia  era  an- 
tes Elvira,  cuyos  habitantes  emigraron  y  se  transportaron 
á  Granada;  el  que  hizo  de  ésta  una  ciudad  y  la  fortificó, 
rodeándola  de    murallas  y  construyendo  un   castillo,  fué 
Habbus  el  Sinachi,  al  que  sucedió  su  hijo  Badis  {2),   que 
acabó  las  construcciones  comenzadas  y  el  establecimiento 
de  la  población  que  aun  hoy  día  subsiste.  Esta  ciudad  está 
atravesada  por  un  río  que  lleva  el  nombre  de  Darro.»  El 
autor,  en  sus  viajes  por  España,  debió  visitar  á  Elvira  y  á 
Gránala,  poco  después  de  pasado  un  siglo  de  la  primera  emi- 
gración iliberitana,  de  la  que,  como  de  muchos  pormeno- 
res íntimos  de  aquellas  campañas  contra  el  Califato,  ó  me- 
jor dicho,  contra  los  Omeyas,  debía  conservar   relaciones 
puntualísimas  por  los  archivos  privados  de  sus  ascendien- 
tes, que   tanta  parte  tuvieron  en  aquellos  trastornos.    El 
texto  aducido,  ni  puede  ser  más  claro  ni  más  terminante: 
Iliberis,   hasta  el   loio,   fué  la  capital  de  aquel  distrito  y 
partidaria  de  la  dinastía  de  los   Abderramanes.    Cuando 
Zavi  ben  Ziri,  al  frente  de  los  bereberes  de  la  tribu  de  Sa- 
nacha,  se  alzó  en  armas  contra  los  Omeyas,  fijó  en  la  po- 
blación de  Granada  el  Cuartel  general  de   la  división  que 
mandaba,  á  donde  se  acogieron  los  partidarios  que  tenía 
en    la   vecina  Elvira.    Después  de   la   batalla  trabada  en 
aquellos  campos  iliberitanos  contra  la  dinastía  cordobesa, 


(i)  Edris!,  Description  de  l'Afrique  et  de  VEspagne,  par  Dozy 
et  Goege:  Leidc,  iS6d,  págs.  i  á  v.  — Estos  sabios  orientalistas  ho- 
landeses indican  á  la  vez  que  por  muclios  años  sólo  se  ha  conoci- 
do un  pequeño  compendio  de  esta  obra,  impreso  en  Roma  en  1592, ' 
y  más  tarde  en  1691,  traducido  en  latín  por  dos  maronitas,  que 
por  error  del  texto  abreviado  creyeron  á  Edrisí  nacido  en  el  Nu- 
bia,  y  de  ahí  el  equivocado  título  de  Nubiense,  con  que  ha  sido 
designado. — Ibidem,  pág.  vi,  núm.  i. 

(2)     Ibidem,  pág.  242. 


746  M.    R.    DE    BERLANGA 

sucede  Habbus  á  su  tío  ben  Ziri:  fortifica  á  Granada,  cons- 
truye su  castillo,  y  deja  á  su  hijo  Badis  la  misión  de  termi- 
nar su  obra,  quedando  así  del  todo  establecida  la  nueva 
ciudad  murada  atravesada  por  el  Darro. 

Siglo  XIV. °  de  JesucrUto. — Del  decimotercero  no  conozco 
memoria  alguna  que  aducir:  las  luchas  entre  árabes)'  mo- 
ros arrecian  fuertemente  con  la  venida  de  los  Almorabides 
primero  y  de  los  Almohades  más  tarde,  surgiendo  de  ba- 
tallar tan  continuo  el  nuevo  reino  granadino  de  los  Ala- 
mares. 

Aben  Aljathib,  Secretario  primero,  y  Ministro  más  tarde 
de  Mohammed  V.°,  que  subió  al  Trono  granadino  en  i354, 
dejó  dicho  en  su  Introducción  á  la  Ihatha,  á  propósito  de 
Granada  y  de  Elvira: 

«Dícenla  Granata  y  Agarnata,  que  son  ambos  á  dos  vo- 
cablos agemíes,  y  ésta  es  del  territorio  de  Elvira,  y  entre 
las  dos  hay  la  distancia  de  dos  parazangas  y  un  tercio  de 
otra  (0. 

«Emigraron  los  habitantes — de  Elvira — en  los  días  de 
la  alfetena  berberisca  el  año  400  de  la  Egira  y  siguientes 
y  se  refugiaron  en  Medina  Garnatha  (2).» 

Cazvini  y  Almakari  afirman  igualmente  que  «Garnatha 
significa  el  fruto  conocido  por  granada,  en  la  lengua  que 
usaban  los  cristianos  viejos  (3).» 

Discípulo  de  Aben  Aljathib,  y  favorecido  también  de 
Mohammed  V.°,  hubo  otro  historiador  ilustre  nombrado 
Aben  jaldum,  en  cuyo  libro  se  lee: 

«Zavi  ben  Ziri  fué  el  primero  que  se  dirigió  á  Elvira  y 
puso  sus  reales  en  Granada,  tomándola  por  silla  de  su  im- 
perio {4). 

«Badis  fué  el  primero  que  erigió  á  Granada  en  capital 
de  sus  Estados,  el  que  sacó  los  cimientos  de  su  Alcazaba, 


(i)  Oliver,  Granada,  etc.,  pág.  2. 

(2)  Oliver,  ihidem,  pág.  6. 

(3)  Oliver,  ibidem,  págs.  2i  y  22. 
(5)  Oliver,  ibidem,  pág.  29. 


ILIBERIS  747 

quien  construyó  en  ella  palacios  y  la  rodeó  de  fuertes  mu- 
rallas (i).» 

El  citado  Mohammed  V.°  dio  en  feudo  al  indicado  his- 
toriador  Aben  Jaldum    la   villa  y  castillo   de   Elvira   en 

i364  (2). 

Refiere  el  mencionado  Aben  Aljathib  que  Abu  Ishac 
Ibrahim,  devotísimo  poeta,  natural  de  Elvira,  expulsado 
de  Granada  por  Badis  á  instigación  de  su  Vazir,  el  judío 
ben  Nagdela,  se  retiró  á  su  pueblo,  donde  se  dedicó  á  es- 
cribir sátiras  piadosas  contra  los  hebreos,  que  provocaron 
una  sedición,  en  la  que  murieron  el  Vazir  y  hasta  4.0OO 
de  sus  correligionarios  en  1066,  en  el  recinto  de  Grana- 
da (3),  espirando  en  el  mismo  año  Ibrahim,  y  siendo  sepul- 
tado en  Iliberis. 

.  Cuenta,  por  su  parte,  Aben  Jaldum  que  Habbus  ben  Ma- 
lcasen, sucesor  de  su  tío  Zavi  ben  Ziri,  habitaba  cierto  cas- 
tillo en  las  cercanías   de  Granada   cuando  fué  llamado  al 

Trono  (4). 

De  todos  estos  textos  del  siglo  xiv.o  se  desprende  que  en 
el  año  de  loio,  con  ocasión  de  la  guerra  de  taifa  contra 
los  Omeyas  y  la  desmembración  del  Califato  de  Córdoba, 
decayó  la  importancia  de  Iliberis,  porque,  enemiga  de  los 
bereberes,  buena  parte  de  sus  habitantes,  afecta  á  ellos  6 
temerosa,  se  fué  sucesivamente  acogiendo  á  Granada,  don- 
de se  había  asentado  Aben  Ziri,  engrandeciéndose  ésta  á 
medida  que  aquélla  iba  quedándose  desierta. 

A  la  villa  de  los  judíos,  acrecentada  con  los  emigrados 
iliberitanos,  se  agregó  el  Castellum  romanum,  donde  moró 
Habbus  antes  de  ascender  al  Trono,  por  lo  que  este  Prín- 
cipe rodeó  de  murallas  á  Granada,  alzó  en  su  parte  más 
elevada  las  Torres  Bermejas,  unió  esta  porción  de  la  po- 
blación á  la  izquierda  del  Darro  con  el  viejo  fuerte,  donde 


(i)  Oliver,  Granada,  etc.,  págs.  28  y  29. 

{2j  Oliver,  ibidem,  pág.  125. 

(3)  Oliver,  ibidem,  págs.  31  y  32. 

{4)  Oliver,  ibidem,  pág.  27. 


jaS  m.  r.  de  berlinga 

levantó  la  Alcazaba,  labrando  allí  su  Palacio.  Desde  este 
momento  no  se  vuelve,  por  lo  tanto,  á  hablar  del  Caste- 
llum,  y  sí  sólo  de  Elvira  como  de  una  pequeña  fortaleza. 
Por  lo  que  hace  á  Badis,  siguió  el  proyecto  y  las  obras 
emprendidas  por  su  padre  para  engrandecimiento  de  la  fa- 
vorecida Granada. 

En  el  siglo  xiv.°  se  repetía,  pues,  en  Granada  por  los  dos 
más  grandes  historiadores  de  la  época,  y  acaso  de  todo  el 
período  musulmán,  lo  mismo  que  se  venía  afirmando  des- 
de el  décimo  por  Ar-Razi. 

Por  los  años  de  i36o  (O  cierto  moro  tangerino,  después 
de  haber  estado  viajando  por  espacio  de  veinticuatro  años 
por  el  África  y  el  Asia,  visitando  el  Egipto  y  la  Arabia,  la 
Siria,  la  Persia,  la  Mesopolamia,  la  India  y  la  China,  de 
regreso  á  su  país  natal  entró  en  deseos  de  conocer  la  Es- 
paña, y  vino  á  la  Corte  del  Príncipe  Nazarita,  Mohám- 
mad  V.o,  que  aún  reinaba  en  ella.  Después  de  referir  Aben 
Batutah,  que  así  se  llamaba,  que  no  pudo  ver  al  Monarca 
porque  estaba  enfermo,  pero  su  caritativa  madre  le  envió 
algunas  doblas  de  oro,  que  le  fueron  de  viucha  utilidad,  y 
de  hacer  relación  de  los  personajes  más  salientes  en  saber, 
posición  y  fortuna  que  había  conocido  y  tratado  en  aque- 
lla población,  añade,  por  último:  «Fuera  de  Granada,  á 
distancia  de  cerca  de  ocho  millas,  hay  una  montaña  eleva- 
da, con  el  nombre  de  Okab— «/  á,^nila  negra, — muy  cerca 
de  la  cual  está  la  ciudad  de  libera,  al  presente  desierta 
y  arruinada  (■s).» 


(i)     Oliver,  Granada,  etc.,  pág.  124. 

(2)  Aben  Batutah,  Voj-ages,  trjd.  Defremery  et  Sanguineti, 
vol.  IV,  págs.  -¿72  á  273  y  404.  Véase  también  la  pág.  353.  donde 
cuenta  el  viajero  que,  después  de  haber  regresado  á  Tánger  y  vi- 
sitado la  tumba  de  su  madre,  se  había  dirigido  á  España,  arriban- 
do á  Andalucía  cuando  ya  había  muerto,  en  i35o,  Alfonso  XI,  de 
peste,  en  el  cerco  de  Gibraltar.  Téngase  presente  á  la  vez  lo  que 
dicen  los  Sres.  Olivcr  sobre  la  traducción  francesa,  citada  en  el  lu- 
gar transcrito,  y  el  mismo  pasaje  en  el  Códice  parisino,  núm.  910; 
Oliver,  Granada,  y  en  sus  Monum.  árabes,  pág.  401. 


ILIBERIS  749 

Siglo  xy."  de  J^csz/cmío.— Pertenece  á  esta  época  (O  el 
manuscrito  anónimo  del  Escorial,  publicado  en  árabe  por 
Marco  José  Müller  con  el  título  de  Los  últimos  tiempos  de 
Granada  (2),  en  el  que  se  lee  lo  siguiente:  «El  dia  18  de 
Junio  de  1486  salió  el  rey  de  los  cristianos  con  su  ejército, 
dirigiéndose  al  Castillo  de  Ilbira,  y  acampó  cerca  de  él, 
asentando  sus  bombardas  y  máquinas  de  batir;  y  cuando 
vieron  los  de  libira  que  les  era  imposible  la  resistencia  por 
lo  recio  de  la  embestida  y  lo  apretado  del  cerco,  pidieron 
seguridad  para  sus  personas  y  caballos,  acémilas,  armas, 
y  cuanto  pudieron  llevar  consigo  de  sus  ajuares,  y  se  les 
respondió  otorgándoseles  la  capitulación  que  pedian,  y  que 
les  fué  cumplida  por  el  rey,  á  quien  hicieron  entrega  del 
Castillo,  que  evacuaron,  saliendo  todos  en  marcha  para 
Granada  (3). »  Esta  noticia  es  repetida  por  Almakari,  quien 
añade  que  fueron  demolidas  y  aterradas  las  murallas  de 
la  mencionada  plaza  fuerte  (4)  por  los  referidos  Monarcas 
castellanos,  que  entraron  á  su  vez  en  Granada  el  2  de  Ene- 
ro de  1492. 

Siglo  xvi.°  de  Jesncrido.—  hrAré?.  Navagero,  Embajador 
veneciano  cerca  de  Carlos  I,  que  estuvo  en  Granada  des- 
de el  27  de  Mayo  al  7  de  Diciembre  de  i526,  escribía  de 
esta  ciudad  á  Juan  Bautista  Rannusio,  su  amigo  (5':  «Ha 
una  strada  principale  assai  larga  e  moho  lunga,  detta  la 
strada  Elvira;  il  quiíl  nome  anche  ha  la  porta  alia  quale 
te) mina  detta  stiada;  ed  é  detta  Elvira;  corroto  il  vocabo- 
lo  da  Iliberis,  perche  andava  ad  Iliberis  citlá  antica,  della 
quale  si  veggono  i  vestigi  ad  una  lega  discosto  da  Gran- 
nata  [6].«   Palabras  que  repite  en  la  relación  de  su  via- 

(i)     Eguílaz,  Del  lugar  donde  fué  Iberis. 

(2)  Müller,  Die  ¡eljien  Zeiíen  ion  Granada:  Münctien,  1S63. 

(3)  Olivcr,  ibidcm,  pójís.  401  y  401, 

(4)  ülivcr,  ibiJcm,  püj;, -iu2. 

(5)  Andreas  Naugcrii,  Oyera  cmnia:  Venetiis,  1734.  Letteta 
quiíit.i  a  Giovanibatista  Rannusio.  AU'  ukimo  di  Maggio,  di  Grá- 
nala M.DXXVI. 

(O)     Naug.,  Oper.,  pág.  283, 


7^0  M-    R-    DE    BERLANGA 

je  (O,  donde  añade  que  en  la  fecha  ya  indicada  antes,  salió 
de  Granada  camino  de  Valladolid,  andando  aquel  día  tres 
leguas  hasta  Pinos  Puente,  «nel  camino  prima  che  si  arri- 
vi  a  Puente  de  Pinos  in  una  costa  di  monte  á  man  dritta, 
si  vedono  molte  ruine,  e  vesli^i  di  una  citta,  la  quale  si 
crede,  che  anticamente  era  Iliberis,  ora  si  chiama  Grana- 
da la  vieja:  molti  pero  credono,  que  dove  é  ora  Gránala 
fosse  anticamente  Iliberis,  perqué  si  truovano  alcnni  sassi, 
ne  i  quali  si  nominano,  Iliberitani;  ma  ponno  esservi  stati 
portati,  e  massime  di  loco  si  vicino  (2).» 

Lucio  Marineo  Siculo,  que  debía  encontrarse  en  Espa- 
ña cuando  la  rendición  de  Granada  (3),  dice  hablando  de 
la  Puerta  de  Elvira  estas  palabras,  que  son  de  notar:  «El- 
veria  porta  dicta  fuit  ab  Elvera  civitate,  quae  fuit  olim  ab 
urbe  Granata  passum  milia  ferme  septem  (4).» 

Luis  de  Mármol  Carvajal,  en  la  Primer.z  parte  de  la  des- 
cripción general  de  África,  impresa  en  Granada  en  iSyS  (5), 
dejó  escrito  que  «pasaron — lo^  árabes — á  Eliberia,  ciudad 
antiquísima,  cuyas  ruinas  están  en  la  Sierra  Elvira,  dos 
leguas  de  la  ciudad  de  Granada  (6j.i) 

Fernando  de  Mendoza,  en  1594,  escribiendo  De  Conci- 
lio Ilibiritano  confirmando,  afirmaba  también,  apoyado  en 
el  testimonio  del  agrimensor  público,  que  Granada  dista- 
ba siete  millas  de  Iliberis:  «Ab  hac— Gmmi/iX— -Iliberrim 

([)     Ibidem,  Viaggio.  págs.  333  y  334. 
{2)     ibidem,  Vtaggio,  pág.  3+5. 

(3)  Marin.  Sicul.,  De  rebus  Hispanice  memorabilihiis;  Prolo- 
gus,  « Annos.  nanque  prope  quinqujginta,  quibus  in  Hispania  sum 
commoratus.»  Esta  frase  se  imprimía  en  1530. 

(4)  Marineo,  Ibidem,  lib.  XX:  cDe  nominibus  urbis  GranatiE.— 
Compluii  Apud  Michelem  de  Eguía.   Mense  lulio  An.  MDXXX. 

(5)  Mármol  Carvajal,  Descr.  gen.  de  África,  lib.  11,  cap.  X. 

(6)  El  misino  autor,  en  su  Historia  del  rebelión  y  castigo  de 
los  moriscos,  lib.  I,  cap.  111,  impresa  en  Málaga  en  1600,  amplía  la 
noticia,  diciendo:  «La  antigua  ciudad  de  lliberia,  cerca  de  la  ribe- 
ra del  rio  Cubila,  que  pasa  al  pie  de  la  sierra  que  los  modernos  lla- 
man Sierra  Elvira,  á  la  parte  del  cierzo,  donde  hemos  visto  mu- 
chos vestigios  y  señales  de  edificios  antiquísimos,» 


ILIBERIS  751 

antiquam  séptimo  lapide  distare  publica  mihi  fide  constat 
regis  in  eadem  civitate  mensoris  (O.» 

Indudablemente,  y  sin  temor  de  pecar  por  exagerado, 
puede  afirmarse  que,  de  todos  los  pueblos  de  la  antigua  His- 
pania,  es  lUberis  uno  de  los  que  cuentan  con  mayor  núme- 
ro quizá  de  documentos  históricos,  casi  síncronos  y  siem- 
pre fidedignos,  de  los  acontecimientos  á  que  se  contraen, 
en  un  período  apenas  interrumpido  de  más  de  diez  y  seis 
siglos,  á  contar  desde  que  hace  la    primera  manifestación 
en  el  mundo  civilizado  con  sus  emisiones  numarias  del 
206  antes  de  Jesucristo,  hasta  bastante  después,  que  Fer- 
nando V.°  demuele  sus  viejas  murallas  en  14S6  de  nuestra 
Era,  dejándola  arrasada.  Tan  inapreciables  textos  se  divi- 
den, como  ha  podido  observarse,   en  tres  series  distintas, 
comprendiéndose  en   la  primera  los  puramente  paganos, 
á  contar  de  los  Ases  unciales  de  cobre,  hasta  la  inscripción 
que  se  mandó  grabar  á  Probo,  abrazando  muy  cerca  de  sie- 
te siglos  de  duración.  Comienza  la  segunda  con  el  Concilio 
Iliberitano  del  Sor,  y  alcanza  hasta  el  episcopologio  de  la 
décima  centuria,  conservado  en  el  códice  Emilianense  del 
Escorial,  que  debe  apendizarse  con  la  prelacia  de  Rece- 
mundo,  hacia  el  957,  comprendiendo  en  todo   seis  siglos 
muy  sobrados.  Forman  la  última  serie  los  textos  árabes, 
que  á  su  vez  se  subdividen  en  dos  períodos,  á  partir  el  uno 
de  la  invasión  de  los  musulmanes  en  710,   para  terminar 
en  loib  con  la  rebelión  de  los  Bereberes,  que  no  fué  más 
que  la  explosión  del  odio  constante  que  dividía  á  los  mo- 
ros de  los  árabes;  iniciándose  el  otro  en  esta  misma  fecha, 
en  que  queda  anulada  la  preponderancia  de  Iliberis,  como 
desafecta  por  cristiana  al  partido  de  los  afíicanos,  conclu- 
j'endo  en  1486  con  la  completa  destrucción  de  las  antiquí- 
simas fortificaciones  iliberitanas,  para  no  volver  á  levan- 
tarse jamás,  que  constituyen  entre  ambos  los  siete  largos 
siglos  de  la  dominación  muslímica. 

Examinadas  con  toda  imparcialidad  las  diferentes  fuen- 

(i)     Mendoza,  De  Cotic.  ilib.  cotifinn.,  lib.  I,  cap.  I. 


7^2  M.    R.    DE    BERLANGA 

tes  históricas  de  que  se  lleva  hecha  mención,  pudieran  fijarse 
los  siguientes  puntos  concretos  que  parecen  fuera  de  duda. 
Los  iberos  vinieron  los  últimos  á  nuestra  Península  en 
el  período  neolítico,  y  comenzaron  á  levantar,  andando  el 
tiempo,  en  las  cumbres  de  las  montañas  los  primeros 
campos  atrincherados,  dando  á  cada  uno  de  ellos  la  deno- 
minación que  estimaron  más  oportuna,  tomándola  de  la 
lengua  de  que  se  valían  (O.  Uno  de  ellos  fué  Ilurir^  pobla- 
ción indígena  que  comienza  á  desenvolverse  transformán- 
dose en  Citania  a!  calor  de  la  cultura  fenicia,  que  trae  los 
gérmenes  de  su  civilización  á  las  costas  meridionales  de 
la  Híspanla,  de  Abdera  á  Malaca  y  de  Malaca  á  Gades  ha- 
cia el  siglo  xn.°  antes  de  nuestra  Era. 

Cuando  los  ejércitos  babilonios  entran  en  Tiro,  quedan 
abandonadas  las  ricas  factorías  mercantiles  de  la  Hispania 
y  de  la  Sicilia,  y  amenazadas  por  sus  codiciosos  vecinos, 
tartesios  y  heleros;  tntcnces  acuden  en  auxilio  de  aqué- 
llos á  la  península  los  cartagineses,  con  quienes  llegan  los 
libio-fenices,  que  tnseñan  á  los  de  Ilurir  los  elementos  de 
su  teogonia  purí.mtnte  sideral,  mientras  otros  soldados 
púnicos  levantan  á  distancia  de  dicho  pueblo,  en  la  mese- 
ta de  Hiziian  Román,  un  castillo  roquero,  para  que  desde 
sitio  tan  elevado  sirviese  de  atalaya  y  defensa  á  la  feraz 
vega  que  á  sus  pies  se  extendía. 

Luego  que  Us  ¿¡fi  ¡canos  se  ven  forzados  á  abandonar  la 
Hispariia-  Ilurir,  que  había  permanecido  neutral'durante 
les  laigos  años  de  la  segunda  guerra  púnica, declarándose 
autóncma,  acuña  moredas  de  cobre  con  peso  romano,  le- 
yenda ibeía  y  símbíilos  siderales  de  la  religión  que  había 
aceptado,  sin  que  sea  posible  conjeturar  con  precisión  y 
exactitud  en  qué  ocasión  celebra  convenio  monetal  con 
Cástulo,  trocando  e!  primitivo  emblema  propio  de  la  tri- 
queta  por  el  castulonense  de  la  esfinge. 

(i)  Los  primeros  novcpantts  fenicios  enseñaron  á  los  iberos  la 
manera  de  u abajar  los  metales  y  los  signos  gráticos  dcju  alfabe- 
to fonéiico. 


ILIBEKIS  753 

En  las  postrimerías  de  la  República  Cayo  Julio  César, 
después  de  publicar  la  conocida  ley  municipal  que  lleva  su 
nombre,  tal  vez  concediera  á  liiínr,  hacia  el  45  antes  de 
Jesucristo,  la  ciudadanía  y  el  titulo  que  ostenta,  habiendo 
cambiado  su  nombre  de  origen  en  el  de  Iliberri  para  las 
inscripciones,  y  en  el  de  Iliber  para  las  monedas,  abando- 
nando por  completo  la  triqíieta  por  la  esfinge. 

También  por  entonces  el  Castillo,  que  databa  de  la  épo- 
ca púnica,  hubo  de  entrar  á  formar  parte  del  sistema  ad- 
ministrativo romano,  como  adscrito  al  Municipio  iliberita- 
no,  no  siendo  dudoso  que  ambas  cosas  pasaran,  como  se 
ha  dicho,  por  más  que  no  pueda  asignarse  una  fecha  fijaá 
tales  acontecimientos,  si  bien  es  innegable  que  debieron 
ocurrir  antes  que  imperase  la  dinastía  flavia. 

En  el  primer  siglo  de  nuestra  Era  diversos  varones 
apostólicos,  según  tradición  piadosa,  vinieron  á  evange- 
lizar la  Bética,  y  uno  de  ellos,  Cuecilius,  á  quien  la  Iglesia 
ha  santificado  después,  fundó  la  Sede  episcopal  iliberita- 
na,  en  cuya  ciudad  reposaron  sus  restos,  terminados  que 
fueron  sus  días. 

Más  tarde,  acaso  cuando  imperaba  Domiciano,  arriban 
los  hebreos  á  las  Hispanias,  gran  número  de  los  cuales  se 
establece  á  dos  leguas  del  Municipio  iliberitano,  en  un 
pago  extramurano,  enclavado  en  el  territorio  de  la  ciudad, 
ager  publicus,  que  al  cabo  de  algunos  centenares  de  años 
transformaron  en  villa,  vicus,  á  la  que  dieron,  al  fijarse  en 
aquel  distrito,  el  nombre  latino  de  Gránala,  á  cuyo  fruto 
y  al  árbol  que  lo  produce  profesaban  particular  estima, 
estando  muy  unido  su  recuerdo  al  de  la  casa  solariega  de 
los  Flavios,  convertida  en  templo  pagano  por  el  mencio- 
nado Domiciano  durante  su  mando. 

En  los  tres  primeros  siglos  del  Imperio,  Iliberis  levanta 
diversas  estatuas  á  distintos  Emperadores,  desde  Domi- 
ciano hasta  Probo,  y  en  los  días  de  Diocleciano,  hacia 
el  3oi  de  Jesucristo,  se  congrega  en  aquella  iglesia  el  pri- 
mer Concilio  hispano,  al  que  concurren  19  Prelados  es- 
pañoles. 


II 


_.,  M.     R.     UE    BERLANGA 

Dtspués  de  los  grandes  desastres  que  en  el  siglo  v."  tra- 
jeron á  la  Península  las  primeras  hordas  bárbaras  que  la 
invadieron,  y  una  vez  constituido  el  nuevo  reino  visigóti- 
co, los  Obispos  iliberitanos  no  dejan  de  concurrir  á  mu- 
chos de  los  Concilios  toledanos  del  vi."  y  vil.°  siglo,  du- 
rante cuyos  años  diferentes  Monarcas  visigodos,  de  Reca- 
redo  á  Witiza,  se  hacen   acuñar  monedas  en  la  Zeca  de 

Iliberis. 

Algunos  autores  de  crónicas,  martirologios,  episcopolo- 
gios  y  biografías  que  escribieron  en  latín  del  ix.°  al  x."  si- 
glo, designan  constantemente  esta  Sede  y  sus  Prelados  con 
la  denominación  de  ilibeiitanos,  y  jamás  con  otro  étnico 

distinto. 

Tan  sólo  á  partir  del  siglo  ix.»  comienza  á  sonar  el  nom- 
bre de  Gyanata  entre  los  escritores  árabes  como  población 
dependiente  de  Iliberis  desde  los  principios  de  la  conquista 
muslímica  de  la  Península,  apareciendo  en  el  x.°  como 
la  más  antigua  población  judía  del  distrito  iliberitano,  en 
el  que  también  se  encontraba  enclavada,  según  los  referi- 
dos historiadores  semitas,  Cazalla  ó  Castella,  que  no  era 
otra  cosa  que  el  antiguo  Castrum  ó  Castellum  vomanmn, 
transformado  por  los  vencedores  asiáticos  y  afíicanos  en 
el  Hiznan  Román  del  peí  iodo  de  los  Nazaritas,  entre  cuyos 
desmantelados  muros,  lo  mismo  que  en  el  removido  suelo 
del  perímetro  que  ocupaba,  convertido  en  Alcazaba  Cadi- 
nia    se  encuentran  de  continuo  restos  de  construcciones 
romanas,  datando  de  los  cuatro  larguísimos  siglos  que  es- 
tuvo este  pequeño  centro  de  población  municipal  bajo  la 
dominación  de  Roma  y  sujeto  á  la  administración  territo- 
rial de  Iliberis. 

Durante  el  gobierno  de  los  Emires,  como  en  el  largo 
período  del  Califato,  Ilibeyis  y  Granata  siguieron  las  alter- 
uativas  de  los  sucesos  que  se  desarrollaban  en  nuestro 
suelo  á  impulso  del  marcado  antagonismo  que  dísde  un 
principio  vino  acentuándose  entre  los  asiáticos  y  los  afri- 
canos invasores. 

Los  cristianos  de  Iliberis  del  siglo  vni.°  fueron  los  pro- 


ILIBERIS  755 

genitores  de  los  muzárabes  y  muladíes  del  xi.°,  sostene- 
dores de  los  Omeyas,  mientras  los  judíos  de  Granxla,  fu- 
sionados con  los  moradores  de  origen  pagano,  del  viejo 
Castillo  romano,  se  adhirieron  desde  luego  al  partido  de  la 
tribu  de  los  Sanacha,  cuyo  jefe,  el  Príncipe  moro  Zavi  ben 
Ziri,  al  estallar  la  rei)elión  de  los  bereberes,  se  apodera 
de  la  mencionada  ciudad  granadina,  haciéndola  el  centro 
■estratégico  de  las  operaciones  militares  que  realizó  en  se- 
guida. 

Con  este  motivo  comienza  la  emigración  de  los  iliberi- 
tanos,  afectos  á  los  bereberes,  ó  temerosos  de  sus  bárba- 
ras venganzas,  del  viejo  Municipio  al  Castillo  romano  y  á 
la  moderna  villa  judaica,  que  había  prosperado  grande- 
mente después  de  más  de  seiscientos  años  por  la  industria 
y  el  tesón  de  sus  fundadores. 

Los  primeros  Reyes  de  taifa  de  aquella  nueva  Monar- 
■quía,  Habbus  y  su  hijo  Badis,  sucesores  de  Zavi  bsn  Ziri, 
rodean  á  Graiata  de  fuertes  muros;  levantan,  en  la  parte 
más  elevada  de  la  población,  otra  A.lcazaba,  á  la  banda  iz- 
-quierda  del  Darro,  uniendo  dicha  ciudad,  capitalidad  que 
iba  á  ser  del  efímero  reino  de  los  Sanacha,  por  medio  de 
recias  murallas,  con  el  viejo  Castillo  roiii-ino  á  la  orilla  de- 
recha del  mismo  río,  cuyo  nombre  traducen  literalmente 
á  su  lengua,  llamándole  Hizii-in  Román. 

Los  Almorabides  dieron  pronto  buena  cuenta  de!  suce- 
sor de  estos  régulos,  como  de  los  Almorabides  los  Almo- 
hades, y  de  estos  últimos  los  inquietos  magnates  árabes 
españoles,  mal  avenidos  con  el  pesado  yugo  de  los  tales 
africanos  del  Magreb,  en  medio  de  cuyas  sangrientas  lu- 
chas vuelve  á  aparecer  con  nuevo  brío  el  reino  granadino, 
levantado  en  hombros  de  Mohammad  Alalimar,  descen- 
diente que  se  decia  ser  de  Ocail  ben  Nais,  el  Rojo. 

La  población  de  [tiberio,  que  después  de  más  de  mil  dos- 
cientos años  de  gloriosa  historia,  comienza  en  el  siglo  xi.*> 
á  abandonar  la  vieja  ciudad  ibera,  trasladándose  á  Gr.via- 
ta,  acaba  por  dejarla  desierta  en  el  xv.°  al  asomar  por  las 
rriscosas  cretas  de  la  Sierra  Elvira  las  bombardas  de  Fer- 


yr5  M.    R.    DE    BERLANGA 

rando  V.",  refugiándose  en  las  alturas  del  Albaicín,  donde 
estuvo  el  Castillo  romano,  que  á  la  vez  con  el  hora  desha- 
bitado Municipio,  había  llegado  á  la  plenitud  de  su  desarro- 
llo administrativo  al  espirar  la  República  italiota,  y  á  im- 
pulso de  las  mismas  leyes  fundamentales  emanadas  de  la 
capital  imperial. 

Seis  años  más  tarde  los  Príncipes  cristianos,  Reyes  de 
Aragón  y  Castilla,  ven  tiemolar  sus  estandartes  victorio- 
sos sobre  las  fortalezas  de  la  espléndida  Corte  de  los  Na- 
zaritas,  que  abandona  su  último  Monarca  moro  para  ir  á 
morir  olvidado  en  las  comarcas  africanas. 

Tales  fueron  las  vicisitudes  de  estas  dos  ciudades  de 
orígenes  tan  diversos.  Nacida  la  una  con  más  de  catorce 
siglos  de  antelación  á  la  otra,  se  acogen  sus  moradores, 
en  los  últimos  tiempos  de  la  dominación  musulmana,  á  la 
moderna  capital  de  aquel  postrimer  reino  islamita  de  Es- 
paña, compartiendo  en  ella,  con  los  infortunados  defenso- 
res, las  desdichas  del  vencimiento. 

Iliberis,  una  de  las  primeías  ciudades  cristianas  de  las 
Hispanias,  desaparece  por  completo  de  la  Historia  al  ser 
arrasada  en  1486  por  el  Monarca  que  lleva  con  tan  justo 
título  el  renombre  glorioso  de  Católico  que  le  ha  dado  la 
posteridad. 

Gránala,  fundada  por  los  judíos  y  engrandecida  primero 
por  los  Príncipes  Ziritas,  como  después  por  los  Alhama- 
res  al  escogerla  por  su  residencia,  contempla  atónita,  en 
1492,  la  Mezquita  que  Mohammad  III. "levantó  en  i3o6, 
donde  hoy  existe  Sarta  María  de  la  Alhambra,  transfor- 
mada en  Catedral  católica,  y  á  Fr.  Hernando  de  Tala- 
vera,  confesor  de  Isabel  1.^  de  Castilla,  restablecer  en  ella 
la  Sede  episcopal  ilibeiitana,  fundada  por  San  Cecilio  en 
los  albores  del  Ciistianismo,  que  había  quedado  por  más 
de  quinientos  años  sin  Prelados  que  la  rigieran. 

jSic  transit  gloria  viwidi! 
Alhaurín  el  Grande  18  de  Octubre  de  1898. 


FRANCISCO  RODRÍGUEZ  MARÍN 


CERVANTES 

Y   LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA 


Todos  los  escritores  que  colaboran  en  este  libro,  sin  pre- 
cedentes en  !a  bibliografía  española,  hermoso  por  el  lauda- 
ble pensamiento  que  á  su  preparación  preside,  por  la  justa 
y  universal  fama  del  sabio  maestro  á  quien  se  dedica  y  por 
el  mucho  valor  de  las  piezas  que  lo  componen  (entre  las 
cuales  ha  de  figurar  este  humilde  trabajo  mío  como  lunar 
en  rostro  de  mujer  linda,  que  es  mancha  y  no  afea),  todos, 
el  decirlo  holgaba,  me  aventajan  en  merecimientos  litera- 
rios y  científicos;  pero  ninguno,  seguramente,  en  gratitud 
hacia  D.  Marcelino  Menéndez  y  Pelayo.  Débole,  no  la  en- 
señanza oficial,  pues  no  asistí  en  su  cátedra,  atareado 
como  anduve  y  ando,  y  creo  que  andaré  de  por  vida,  lejos 
de  la  corte,  en  las  ocupaciones  del  foro;  débole,  no  ya  el 
prólogo,  harto  benévolo,  de  uno  de  mis  libros,  sino  mucho 
más  que  todo  eso:  el  amor  á  la  arqueología  de  las  Letras 
castellanas;  el  apego  al  estudio;  el  entusiasmo  con  que  á  él 
dedico  todos  los  retazos  de  mi  tiempo,  que,  como  dinero 
de  pobre,  siempre  viene  corto.  Sin  las  sugestivas  cartas  y 
la  comunicación  verbal,  nunca  tan  frecuentes  como  yo  qui- 
siera, del  insigne  polígrafo  español,  yo  no  habría  hecho 
de  la  Literatura  una  devoción  constante,  tan  extremada, 
que  rayaría  en  virtud  á  no  picar  en  vicio.  ¿Cómo  pagaré 
sino  con  muy  cordial  agradecimiento  este  deleite  intelec- 
tual, á  ninguno  parecido,  inagotable  sobre  continuo  y  sa- 
broso, que  es  fulgor  y  no  deslumhra,  que  es  fiebre  y  no 
consume,  puerto  amigo  contra  los  temporales  de  la  vida? 
jBien  haya  el  maestro  cariñoso  á  quien  debo  la  curación 


758  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

de  una  de  las  más  graves  enfermedades  del  alma:  el  des- 
aliento! Y  bien  ha}an  los  muy  amables  libros,  que  son, 
como  dije  antaño,  «los  mejores  amigos  que  puede  tener 
hombie:  silenciosos  cuando  no  se  les  inquiere;  elocuen- 
tes cuando  se  les  pregunta;  sabios,  como  que  jamás  sin 
fruto  se  les  pide  consejo;  fieles,  que  nunca  vendieron  un 
secreto  de  quien  los  ti  ata;  regocijados  con  el  alegre,  pia- 
dosos con  el  dolorido,  y  tan  humildes,  que  nada  solicitan 
ni  ambicionan,  pues  de  puro  modestos,  y  por  ocupar  poco 
sitio,  se  dejan  estar  de  canto  en  los  estantes  (i).'> 

Kinguna  tarea,  pues,  habiía  de  serme  tan  agradable 
cual  la  que  me  encomiendan  ios  muy  doctos  colegas  y 
amigos  míos  á  quienes  se  ha  ocurrido  el  feliz  peiisamiento 
de  agasajar  en  su  vigésimo  aniversario  de  catedrático,  con 
la  publicación  de  un  libro  preparado  aposta,  al  Sr.  Me- 
néndez  y  Pelayo,  que  es  como  pagar  tributo  á  nuestra  cul- 
tura en  cabeza  de  quien,  con  títulos  inmejorables,  la  repre- 
senta y  resume.  Y  porque,  dado  el  objeto  de  esta  obra,  me 
parece  oportuno  escoger  para  mi  trabajo  un  tema  referen- 
te á  nuestras  antiguas  universidades,  piobaré  á  vindicará 
la  de  Osuna  de  las  alusiones  con  que  la  satirizó  el  manco 
sano  y  famoso  todo  Miguel  de  Ceivantes  Saavedra.  Así,  á 
la  par  que  rindo  fervoroso  culto  á  mi  venerado  maestro, 
patentizaré  mi  cariño  al  pueblo  en  que  vi  la  primera  luz. 


Atentos  niestros  mayores  á  la  reconquista  del  territorio 
peninsular,  de  minado  en  gran  paite  por  los  sairacenos,  y 
cuando  las  taieas  de  la  guerra  no  fueron  tales  que  absor- 
biesen todas  las  actividades  y  todas  las  iniciativas,  se  em- 
pezó á  conceder  al  cultivo  de  los  entendimientos  la  aten- 
ción que  hasta  entcnces,  de  por  fuerza,  se  le  había  nega- 
do. Germinaron  las  semillas  del  saber,  hasta  allí  escondi- 


(i)  Discurso  leído  ante  )a  Real  Academia  Sevillana  de  Buenas 
Letras,  contesiardo  al  de  recepción  del  señor  Marqués  de  Jerez  de 
los  Caballeros. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  759 

das  y  como  olvidadas  en  los  monasterios;  cundieron,  ya 
sazonados,  los  opimos  frutos  de  la  escuela  fundada  sn  el 
de  Sahagún;  creáronse  en  el  siglo  xiii  las  universidades 
de  Falencia,  Salamanca  y  Lérida,  y  en  el  xiv  las  de  Va- 
lladolid,  Barcelona,  Perpiñán  y  Huesca,  y  al  siguiente  las 
de  Valencia,  Sigüenza,  Ávila  y  Toledo;  y  en  estas  famo- 
sas escuelas,  y  en  los  colegios  y  casas  de  estudios  que  na- 
cieron por  su  poderoso  influjo  y  por  el  del  ambiente  social 
que  se  respiraba,  el  esplendor  de  las  ciencias  y  de  las  artes, 
debido  no  en  poco  á  la  asimilación  del  saber  de  aquellos 
países  adonde  habíamos  llevado  nuestras   victoriosas  ar- 
mas, desvaneció  muy  luego  las  tinieblas  de  la  Edad  Media. 
Todo  fué  claridad,  todo  nueva  y  exuberante  vida,  á  cuya 
lozanía  contribuyó  muy  poderosamente,  á  vueltas  de  otras 
felices  circunstancias,  la  admirable  invención  de  la  Im- 
prenta, difundidora,  como  por  arte   mágica,  de  todos  los 
conocimientos  humanos.  En  el  siglo  xvi  creció  aún  más  el 
amor  á  los  estudios  y  generalizóse  el  loable  gusto  de  crear 
y  dotar  establecimientos  en  que  se  practicaran.  No  eran 
ya  principalmente  los  reyes  los  que  fundaban  planteles  de 
enseñanza:  verificábanlo  en  más  cuantía  los  obispos  y  los 
magnates.  Así  vemos  que  mientras  que  el  emperador  Car- 
los V  fundaba  en  Granada,  por  lósanos  de  iSaó,  el  Cole- 
gio Mayor  de  Santa  Cruz  de  la  Fe  (O  y  el  Imperial  de  San 
Miguel  ¡2)  y,  poco  más  tarde,  en  i53i,   la  Universidad,  y 
seis  años  después  el  Colegio  Mayor  de  Santa  Catalina  (3), 
y  en  1542  la  Universidad  de  Zaragoza  (4),  y  en  t55i  la  de 


(i)  Fundóse  para  instruir  en  la  Santa  Fe  Católica  á  los  recién 
convertidos  á  ella,  como  lo  indica  el  mote  de  sus  armas:  Ad  fu- 
candas  infidelium  tenebras  hcec  domus  literaria  fúndala  est. 

1%)  Vxié  fundado  para  H2  colegiales  y  dotado  con  400.000  ma- 
ravedís sobre  novenos  en  las  Alpujarras, 

(3)  Lo  creó  y  dotó  á  expensas  del  real  erario,  según  el  plan 
formado  por  el  V.  P.  M.  Juan  de  Avila.  Había  13  clérigos  profe- 
sores de  Artes  y  Teología,  presididos  por  un  rector. 

(4)  Esta  escuela  era  estudio  general  de  Artes  desde  1474  por  bu- 
la de  Sixto  IV.  D.  Juan  II  de  Aragón  y  de  Navarra  confirmó  la 


y6o  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

México  (i),  y  mientras  que  en  este  último  año  fundaba  Feli- 
pe II  la  de  Gerona,  los  prelados  y  los  señores,  sobrepujando 
á  la  iniciativa  de  la  autoridad  real,  y  obteniendo  la  auto- 
rización de  los  Pontíñces,  crearon  la  Universidad  de  San- 
tiago en  i5o4  (í);  el  Colegio  de  Santa  María  de  Jesús,  de 
Sevilla,  en  i5o5  (3);  el  Mayor  de  San  Ildefonso,  de  Alca- 
lá, en  i5o8  (-|);  el  Mayor  de  Santo  Tomás,  de  la  misma 
ciudad,  en  i5i5  (5);  las  Universidades  de  Baeza  (^),  Oña- 
te  (7),  Gandía  (8),  Osma  (9)  y  Orihuela  (10),  en  los  catorce 
años  que  mediaron  desde  i538  á  i552;  el  Colegio  de  Santa 
Catalina,  de  Alcalá,  en  i586  (n);  el  Seminario  de  San  Ful- 
gencio, de  Murcia,  en  iSga  (12),  y  otras  innumerables  casas 


erección  en  1477,  y  Carlos  V,  en  1542,  elevó  este  estudio  á  Uni- 
versidad, obteniendo  igual  gracia  del  pontífice  Paulo  IV. 

(1)  Por  cédula  de  21  de  septiembre. 

(2)  Ampliando  el  Estudio  viejo,  dotado  por  D.  Lope  Gómez 
de  Marzoa,  el  deán  de  aquella  iglesia,  D.  Diego  de  Muros,  obtuvo 
bula  de  Julio  II  y  fundó  nuevas  cátedras,  hizo  estatutos,  etc.  Lue- 
go, en  1525,  D.  Alonso  de  Fonseca  y  Figueroa,  arzobispo  de  San- 
tiago y  de  Toledo,  efectuó  mejoras  importantes,  por  virtud  de  otra 
bula  de  Clemente  VIL 

(3)  Fundado  por  maese  Rodrigo  Fernández  de  Santaella,  ar- 
cediano de  Reina  y  canónigo  de  la  Iglesia  hispalense.  Los  Reyes 
Católicos  dieron  cédula  para  la  fundación  en  12  de  febrero  de 
1502;  pero  la  bula  de  Julio  II  á  favor  de  Santaella  tiene  fecha  de  12 
de  julio  de  1505. 

(¿1)  Fué  fundado  y  dotado  por  el  Cardenal  Cisneros.  Púsose  la 
primera  piedra  el  14  de  marzo  de  1499. 

(5)  Por  facultad  apostólica  que  confirió  á  Fr.  Diego  Deza  el 
pontífice  León  X,  en  la  bula  Altitudo  Divina  Provideiilice. 

(6)  Por  el  Dr.  D.  Rodrigo  López  de  Molina,  á  virtud  de  bulas 
de  Paulo  III,  fechas  de  14  de  marzo  de  iSjS  y  2  de  agosto  de  1539. 

(7)  Por  D.  Rodrigo  de  Mercado,  arzobispo  de  Santiago. 

(8)  _  Por  el  Duque,  luego  San  Francisco  de  Borja. 

(9)  Por  D.  Pedro  Alvarez  de  Acosta,  obispo  de  Osma,  en  i55o. 
(10)    Por  P.  Fernando  de  Loaces,  arzobispo  de  Valencia,  á  virtud 

de  bula  de  Julio  III  {2  de  octubre  de  i552).  No  tuvo,  sin  embargo, 
las  exenciones  y  prerrogativas  de  Universidad  hasta  el  año  de  1569. 

(11)  Por  doña  Catalina  Suárez  de  Mendoza,  sobrina  de  Cisneros. 

(12)  Por  D,  Sancho  Dávila  y  Toledo,  obispo  de  Cartagena. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  761 

de  estudios,  cada  una  de  las  cuales  contribuyó,  en  toda  la 
medida  de  su  posibilidad,  á  hacer  del  siglo  xvi  el  renombra- 
do siglo  de  oro  de  nuestras  ciencias  y  de  nuestra  literatura. 
Una  de  esas  escuelas  fué  el  Colegio  Mayor  de  la  Santa 
Concepción  y  Universidad  de  Osuna.  La  fundó  en  1648 
D.  Juan  Téllez  Girón,  cuarto  conde  de  Ureña,  obtenien- 
do para  ello  del  pontífice  Paulo  III  la  bula  Insupcr  emi- 
nenti  ApostoliccF  Sedk(i),  por  la  cual  se  otorgaron  al  nue- 
vo plantel  de  enseñanza  cuantas  gracias,  exenciones  y 
privilegios  gozaban  las  universidades  de  Bolonia,  Sala- 
manca y  Alcalá  de  Henares,  concediéndose  el  patronato 
al  fundador  y  á  sus  sucesores.  En  8  de  diciembre  del 
mismo  año  firmó  el  Conde,  ante  su  secretario  Alonso  de 
la  Cámara,  la  escritura  de  fundación,  dotando  con  lar- 
gueza el  Colegio  y  Universidad,  en  donde  habían  de  leer- 
se catorce  cátedras  principales  de  Prima  y  Vísperas,  á  sa- 
ber: dos  de  Teología,  con  50.000  y  40.000  maravedís  res- 
pectivamente; una  de  Sagrada  Escritura,  con  8o.ooü;  dos 
de  Derecho  Canónico,  con  50.000  y  40.000;  dos  de  Dere- 
cho Civil  y  dos  de  Medicina,  con  iguales  salarios;  tres  de 
Artes  (Súmulas  y  Términos,  Lógica  Magna  y  Filosofía 
Natural),  cada  una  con  20.000;  una  de  Lengua  Griega, 
con  37.500;  otra  de  Gramática  y  Latinidad,  con  So.ooo; 
otra  de  Retórica  y  Oratoria,  con  igual  salario,  y,  en  fin, 
«otras  ocho  cátredas  menores,  con  que  continuamente  se 
menee  el  exercicio  de  las  letras  en  el  dicho  Colegio,  que 
tenga  de  institución  cada  una  dellas  diez  mili  marauedís, 
las  quales  ocho  cátredas  han  de  ser  dos  de  cánones  y  dos 
de  leyes  y  dos  de  matemática  y  dos  de  latinidad  y  poesía; 
y  para  que  esté  el  dicho  Colegio  poblado  de  número  de 
colegiales,  como  conviene  á  su  decencia  e  ornato,  mando 
que  haya  veinte  colegiales  continuos  reunidos  en  el  dicho 
colegio,  que  hayan  oido  ó  cursado  ó  empezado  á  cursar  en 


(i)  Daiuní  Roma;,  apud  Sanctiim  Petrum,  annn  [ncarnatio- 
itis  Dominiccs  millesimo  quingeulessimn  qua-dragessimo  octavo, 
sexto  Idus  Octobris. 


y62  F.    RODRÍGUEZ   MARÍN 

otras  uniuersidades  primero  que  en  el  dicho  colegio  sean 
rebebidos,  porque  se  tiene  experien9Ía  de  las  personas  poco 
exercitadas,  que  raras  vezes  salen  tan  letrados  como  con- 
venia que  lo  fuesen  para  obtener  el  grado  y  honor  que  en 
remuneraron  de  los  trabajos  y  vigihas  del  estudio  se  sue- 
len dar  á  las  personas  beneméritas,  á  los  quales  veinte 
dichos  colegiales  la  dicha  casa  y  colegio  de  Santa  Con- 
gepcion  dé  á  cada  uno  dellos  de  comer  dos  tablas  cada 
dia,  á  mañana  y  noche,  en  refetorio,  cuya  pitan9a  y  ra- 
9Íon  sea  tres  platos  de  viandas,  sin  el  pan  e  sin  el  vino, 
muy  con9ertadamente  dado  y  con  muncha  limpie9a  las 

mesas » 

Temía  el  Conde  que,  siendo  ya  tantos  los  colegios, 
universidades  y  casas  de  estudios,  fuesen  pocos  los  alum- 
nos que  optaran  por  la  nueva  escuela;  y  resuelto  de  todo 
en  todo  á  fomentarla,  dispuso  en  el  mismo  documento: 
«Y  por  quanto  por  ser  nueua  uniuersidad,  conviene  or- 
denar que  haya  en  ella  desde  luego  copia  de  estudiantes 
demás  de  los  que  vinieren  de  fuera  parte  á  oir,  digo  que 
el  colegio  será  bien  que  dé  ra9Íon  á  treynta  e  seis  estu- 
diantes que  sean  pobres,  mancebos  de  abilidad,  los  doze 
gramáticos,  y  los  doze  artistas,  y  los  doze  theólogos,  so- 
corriendo á  cada  estudiante  destos  para  su  mantenimiento 
ton  9Ínco  marauedís  y  dos  libras  de  pan  co9Ído  á  cada  uno 
cada  un  dia,  y  un  par  de  9apatos  de  quero  negro  cada  un 

mes,  que  valgan  dos  rreales;  y  estos  estudiantes mando 

que  sean   todos  hijos  de  vasallos  mios,  naturales  de  mis 
tierras  y  estado  que  yo  tengo  en  el  andaluzia  (>).» 


(i)  Indudablemente,  el  texto  de  esta  escritura  se  debió  á  la 
propia  minerva  del  Conde,  que  fué  vaión  muy  docto.  Era  el  me- 
nor de  sus  hermanos,  y  sus  padres,  que  no  imaginaban  que  había 
de  heredar  el  mayorazgo  de  los  Girones,  le  encaminaron  al  estado 
eclesiástico,  thaziendole  deprender  letras  en  su  niñez,  y  assi  se 
dio  a  la  gramática  y  música:  en  las  qualcs  dos  disciplinas  fue  tan 
auetajado,  q  qualquier  libro  escripio  en  legua  Latina  de  quales- 
quiera  facultades  tan  claro  entedia,  que  los  trasladaua  en  Caste- 
llano con  mucha  facilidad Oyó  algún  tiempo   la  lecion  de  los 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  763 

Sobre  que  era  hombre  amantísimo  de  la  cultura,  el 
cuarto  Conde  de  Ureña,  al  fundar  el  Colegio  y  Universi- 
dad de  Osuna,  cumplía  una  sagrada  recomendación:  la 
de  su  difunta  madre  doña  Leonor  de  la  Vega  y  Velasco. 
Propósito  suyo  había  sido  «que  las  personas  dedicadas  al 
culto  divino  fuesen  personas  enseñadas  y  de  letras,  que 
pudiesen  con  su  erudÍ9Íon  y  dotrina  encaminar  almas  al 
cielo  (i);»  y  el  logro  de  tan  generosa  aspiración  fué  el 
principal  objeto  que  se  propuso.  Conseguido,  y  obtenida  la 
nueva  bula  Circa  qiiorumcmnque  studiontm  {^) ,  se  aprobaron 

sagrados  cañones »  (Gudiel,  Compendio  de  algunas  historias 

de  España Alcalá,  1577.)  Él  pintó  los  frescos  de  la  sala  lla- 
mada Girona,  donde  se  conferían  los  grados  mayores;  él  redactó 
en  buen  latín,  las  sesenta  y  nueve  constituciones  de  que  constan  los 
primeros  estatutos  de  la  Universidad,  y  él,  según  es  tamo,  compuso 
los  elegantes  dísticos  latinos  que  todavía,  aunque  repintados^,  se 
conservan  sobre  las  puertas  de  las  aulas.  Nada  de  esto  extrañará 
á  quien  conozca  las  dos  admirables  cartas  ascéticas  que  por  los 
años  de  i55i  y  1552  dirigió  á  su  sobrina  doña  Ana  Ponce  de  León, 
condesa  de  Feria,  monja  en  el  convento  de  Santa  Clara  de  Mon- 
tilla,  pues  esas  cartas,  enviada  la  una  á  Mi  Cru^  de  Oro,  y  la 
otra'á  Mi  Cru^  del  Cielo,  pueden  ponerse  en  docena  con  las  me- 
jores que  se  han. escrito  en  castellano.  D.  Juan  Téllez  Girón  ha- 
bía nacido  en  Osuna  en  1494:  no  se  atrevió  á  afirmarlo  mi  que- 
rido paisano  y  amigo  D.  Antonio  María  Ariza  en  su  Bosquejo  bio- 
gráfco  del  cuarto  Conde  de  Ureña  (Osuna,  1S90);  pero  yo  sí,  por- 
que resulta  evidenciado  en  el  expediente  de  las  pruebas  de  no- 
bleza practicadas  para  que  D.  Antonio  Girón  de  la  Cueva,  nieto 
del  Conde  é  hijo  del  primer  Duque  de  Osuna  y  de  su  segunda  mu- 
jer, ingresase  en  la  Orden  de  Alcántara;  pruebas  de  las  cuales  me 
facilitó  bondadosamente  un  extracto  el  Sr.  D.  Francisco  R.  de  Uha- 
gón,  á  quien  tanto  deben  nuestros  estudios  históricos  y  literarios. 

(i)  Testamento  cerrado  que  otorgó  el  Conde  en  su  palacio  y 
fortaleza  de  Osuna,  á  12  de  octubre  de  1556,  ante  su  secretario 
Alonso  de  la  Cámara. 

(2)  Datum  Romes,  apud  Sanctiim  Tetrutn.  atino  Incaniationis 
Dominica  millesimo  quingentessimo  quadragessimo  nono,  pri- 
die  Nonas  Maij.  En  esta  bula  el  dicho  Pontífice,  accediendo  á 
lo  solicitado  por  el  patrono,  mandó  que  las  causas,  así  civiles  co- 
mo criminales,  que  existiesen  entre  los  doctores,  licenciados, 
maestros,  bachilleres,  colegiales  y  demás  personas  del  Colegio  y 


■j6^  F.    RODRÍGUEZ    MAKÍN 

los  estatutos  á  8  de  diciembre  de  1549.  Para  leer  las  cá- 
tedras solicitó  á  maestros  notoriamente  doctos  y  de  ejem- 
plar virtud,  algunos  de  los  cuales  enseñaban  en  otras  uni- 
versidades, haciéndoles  ventaja  en  sus  salarios  á  fin  de 
sacarlos  de  ellas,  y  pronto  acudió  á  la  de  Osuna  muche- 
dumbre de  estudiantes  que  la  afamaron  en  todo  el  reino. 
El  Conde  de  Ureña  se  ufanaba  de  esta  fundación  más 
que  de  las  otras  suyas,  con  ser  tantas  y  tan  importantes: 
fué  la  nueva  Casa  de  Estudios  la  joya  más  preciada  de  los 
Girones:  que  este  amor  hacia  ella  se  transmitió,  con  los 
aumentos  consiguientes  á  la  veneranda  memoria  del  fun- 
dador, á  su  hijo  D.  Pedro,  primer  duque  de  Osuna,  y  á  su 
nieto  D.  Juan,  primer  marqués  de  Peñafiel  y  segundo  Du- 
que, y  á  su  biznieto  D.  Pedro,  el  gran  Virrey  de  Sicilia 
y  Ñapóles,  todos  nacidos  en  Osuna  y  todos  ganosos  del 
auge  de  su  Universidad. 

Empero  porque  á  los  gremios  y  claustros  de  las  viejas 
universidades  creadas  por  autoridad  real  desplacía  gran- 
demente la  existencia  de  las  pontificias,  que  les  solían 
granjear  algunos  de  sus  mejores  catedráticos  y  les  mer- 
maban el  número  de  sus  estudiantes,  lo  cual  era  lo  propio 
que  menoscabarles  su  fama  á  la  par  que  sus  provechos, 
fueron  grandes  enemigas  de  éstas,  hasta  el  punto  de  no 
reconocer  en  mucho  tiempo,  ni  sin  perdurables  porfías  y 
litigios,  la  validez  de  sus  grados  académicos.  Echando  en 
olvido  que  quod  natura  non  dat  Salmantica  non  pmüat,  y 
que  en  todas  partes  hay  de  todo,  las  universidades  mayo- 
res entendieron  que  sólo  ellas  debían  ser  famosas,  y  que 
de  las  menores  no  podía  salir  ingenio  que  no  fuese  medio- 
cre y  adocenado.  La  salmantina,  sobre  todas,  se  atribuía, 
en  cuanto  á  catedráticos  y  estudiantes,  la  quinta  esencia 
del  saber;  sus  hijos  aun  á  la  complutense  motejaban:  ¡eran 

Universidad,  ó  que  se  formasen  contra  ellos,  se  juzgaran,  deci- 
dieran y  terminaran,  en  la  primera  instancia,  por  los  rectores;  en 
la  segunda,  por  los  chancilleres,  abades  de  la  Iglesia  Colegial,  y 
¿n  la  postrera,  por  la  Silla  Apostólica. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  765 

pobres  los  que  acudían  á  estudiar  allí!  Prevaleció,  pues, 
la  voz  que  acusaba  de  poco  sabias  á  las  universidades 
pontificias  y  cursar  en  ellas  fué  como  caso  de  menos  va- 
ler. Bien  claro  lo  decía,  ya  bien  entrado  el  siglo  xvii,  el 
dañino  pedante  D.  Francisco  Morovelii  de  Puebla,  hispa- 
lense, pero  oriundo  de  Italia,  cuando  á  cada  paso  recor- 
daba á  sus  lectores,  en  sus  impresos  de  autor  foliculario, 
haber  estudiado  en  Salamanca,  «que  allí  es  donde  se  a  de 
aprender  para  hablar  sin  bergüenza  (i),»  y  se  comía,  no 
obstante,  las  haches,  y  dejaba  pasar  en  los  moldes  esa  be, 
que  ya  en  i53i  no  podía  tener  buena  disculpa. 

Los  escritores,  principalmente  los  que  habían  cursado 
en  universidades  reales,  fomentaron,  burlando,  el  menos- 
precio con  que  se  miraba  á  las  menores,  y  todas  éstas, 
cuál  más,  cuál  menos,  fueron  objeto  de  mofa;  pero  nin- 
guna tanto  como  la  ursaonense,  pues  con  ella  extremó 
sus  rigores  el  inmortal  Cervantes  en  su  Ingcnicso  Hidalgo, 
haciendo  graduados  por  Osuna  á  aquel  loco  de  Sevilla  que 
imaginaba  ser  Neptuno  (2)  y  al  Dr.  Pedro  Recio  de  Agüe- 
ro, sombra  de  Niño  para  la  gula  de  Sancho  (3).  ¿Por  qué 
el  Príncipe  de  los  Ingenios  Españoles  se  acordó  para  estos 
donaires  de  la  Universidad  fundada  por  Téllez  Girón,  y 
no  de  otras  de  las  de  su  clase,  sino  de  la  de  Sigüenza,  pero 
de  ésta  para  suponer  graduado  allí  á  hombre  tan  docto 
como  el  cura  del  lugar  de  D.  Quijote?  (■4).  Cosa  es  no  ave- 
riguada. Hoc  opus.  En  otro  pasaje  de  su  regocijadísima 
novela  mentó  á  la  villa  ducal:  cuando  Dorotea,  la  asen- 
dereada Princesa  Micomicona,  dice  que  se  había  desem- 


(i)  Opúsculo  impreso  sin  lugar  ni  año  (pero  en  Sevilla,  1631) 
é  intitulado;  Que  no  se  deben  desestimar  las  cosas  excelentes  por 
ser  ordinarias.  Breve  discurso  dedicado  al  Excmo.  Sr.  D.  Ma- 
nuel Alonso  Pére^  de  Guarnan  el  Bueno,  octavo  Duque  de  Medi- 
na-Sidonia.  En  4.°,  10  hojas.  Es  una  embozada  invectiva  contra 
el  poeta  Pedro  Espinosa. 

(2)     Segunda  parte,  cap.  I. 

[■¡)     Ibid.,  cap.  XLVli. 

(4)     Primera  parte,  cap.  1. 


«55  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

barcado  en  Osuna  (0;  pero  tal  alusión  es,  vamos  al  decir, 
harina  de  otro  costal,  y,  Dios  mediante,  yo  la  daré  pron- 
to bien  cernida,  como  pasada  por  el  tamiz  de  una  escru- 
pulosa investigación,  prolijamente  documentada  (^j. 

Á  desvanecer  ese  antiguo  y  común  error,  tan  ofensivo 
para   la  fama  de   las    universidades   pontificias,   atendió, 
siempre   que  hubo  ocasión   oportuna,  el  Sr.  Menéndez  y 
Pelayo,  á  cuyo  pasmoso  entendimiento,  tan  conocedor  de 
nuestra  historia  nacional  hasta  en  sus  más  menudos  por- 
menores, no  podía  ocultarse  lo  injusto  de  tal  menosprecio, 
que  parecía  tener  á  su  favor  la  autoridad  de  cosa  juzgada. 
Así,  en  la  hermosa  carta  que  sobre  la  vida  y  escritos  de  Ro- 
drigo Caro  dirigió  en  iS83  á  mi  docto  amigo  D.  José  Ma- 
ría^Asensio  y  Toledo  b),  estampó  estas  frases:  «En  el  me- 
morial ya  citado,  que  Caro  imprimió  para  sus  pretensio- 
nes   consta  que  se  matriculó  en  la  Universidad  de  Osu- 
na el  año  1590,  y  que  allí  mismo  se  graduó  de  licenciado 
seis   años  después,   desmintiendo   una  ve",   más  la   anticua 
preocupación  que  atribuía  poca   ciencia  á  los  graduados  en 
universidades   menores.    Del  licenciado    Rodrigo  Caro  pudo 
decirse,  sin  segunda  intención,  que  era  hombre  docto  gradua- 
do en  Osuna.»  Cosa  análoga  dijo  del  mismo  autor  de  los 
Días  geniales  y  lúdicros  en  la  Historia  de  las  ideas  estéticas 

en  España. 

Glosa  de  estas  palabras  del  Maestro  es  el  presente  estu- 
dio, en  donde  con  datos  fehacientes  demostraré  que  la 
Universidad  de  Osuna,  desde  su  creación  hasta  el  año  de 
i6i5,  en  que  salió  á  luz  la  segunda  parte  de  El  Ingenioso 
Hidalgo,  no  tuvo  que  envidiar  á  las  más  famosas  univer- 
sidades de  España  en  punto  al  aprovechamiento  de  sus  es- 
colares.  Para  lograrlo,   enumeraré  los  escritores  que  en- 


([)     Primera  parte,  cap.  XXX. 

(2)  En  libro  que  preparo  é  intitularé  Explicación  documen- 
tada de  un  episodio  del  Quijote. 

(3)  Va  al  frente  del  Memorial  de  la  villa,  de  Utrera,  reimpre- 
so en  el  dicho  año  por  la  Sociedad  de  Bibliófilos  Andaluces. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  767 

señaron  y  aprendieron  durante  ese  período  en  las  aulas  ur- 
saonenses,  ya  que  nada  puede  dar  tan  cabal  idea  de  los 
méritos  de  un  establecimiento  de  enseñanza  como  el  ha- 
ber criado  muchos  hijos  de  los  que  no  mueren;  de  los  que 
dejan  huella  indeleble  sobie  el  polvo  de  las  generaciones 
que  pasan;  de  los  que  sirvieron  á  su  época  y  á  las  futuras, 
por  medio  de  los  libros  en  que  perpetuaron  la  luz  de  sus 
entendimientos. 

Y  cuenta,  lo  uno,  que  nunca  fué  muy  crecido  el  núme- 
ro de  los  estudiantes  que  cursaron  en  Osuna  (O,  y  lo  otro, 
que  ni  se  conservan  todos  los  registros  de  matrículas, 
pruebas  de  cursos  y  grados  de  la  extinguida  Escuela,  ni  yo 
soy  lo  bastante  conocedor  de  nuestra  bibliografía  para  que 
á  mi  diligencia  no  se  hayan  escapado  muchos  nombres  de 
escritores,  al  hojear,  nada  despacio,  los  documentos  de  su 


(i)  Las  matrículas  más  antiguas  que  he  hallado  datan  de  fines 
del  siglo  XVI.  En  1599  se  matricularon  para  1600:  en  Teología,  25 
alumnos;  en  Cánones,  127;  en  Leyes,  9;  en  Medicina,  19;  en  Sú- 
mulas, I  y,  en  Lógica,  7;  en  Filosofía,  6,  y  entre  los  de  Gramática, 
mayores,  medianos  y  menores,  126,  Toüil,  332.  Claro  es  que  vein- 
te y  treinta  años  antes  era  mucho  más  exiguo  el  número  de  esco- 
lares que  concurrían  á  aquella  Universidad  recién  fundada. 

A  los  que,  leído  este  trabajo,  digan  que  otras  universidades  pro- 
dujeron, en  igual  período  de  tiempo,  mucho  mayornúmero  de  es- 
critores, respondo  por  anticipado  que  es  verdad;  pero  que  ha  de  te- 
nerse en  cuenta,  para  establecer  la  proporción,  el  número  de  es- 
tudiantes que  lí.s  frecuentaban,  In  Alcalá— d\ce  Confalonieri,  refi- 
riéndose al  año  de  1592,  en  su  Memoria  di  alcune  cose  notabili 
occorse  nel  viaggio  fallo  da  me  da  Roma  in  Portogallo,  publica- 
da por  Piilmieri  en  el  tomo  I  del  Spici¡ef;io  Valicauo  di  documen- 
to inedili  e  rari  Rom.i,  1891)— irovíT/'  piit  di  cinque  mita  scolari, 
el  in^  una  scola  dore  si  leggera  leologia  scotastica  de  adoratione, 
w  viddi  inlorno  a  ouocenlo  scolari,  che  lulti  scrivevano  su  le  ghi- 
nocchia,  lapiü  parte.  Y  en  cuanto  á  Salamanca,  baste  recordar 
que,  según  Ruiz  de  Vergara  (Historia  del  Colegio  Viejo  de  San 

Bartolomé ,  coriegida  y  aumentada  por  D.  Joseph   de  Rojas 

y  Contreras,  Madrid,  17^)6,  tomo  I,  pág.  360),  en  los  años  de  i55i 
y  siguientes  <e  decía  por  común  adagio:  Todo  el  mundo  está  lleno 
de  Bartolomicos. 


y58  P-    RODRÍGUEZ    MARÍN 

archivo  (O.  He  aquí  el  catálogo  que  he  formado,  de  lectura 
pesada  é  indigesta,  como  toda  larga  enumeración,  cierto; 
pero  no  escaso,  á  mi  ver,  de  noticias  útiles,  aun  fuera  del 
tema  que  me  propongo: 

Alderete  (Bernardo),  natural  de  Málaga. 

En  6  de  abril  de  1576  probó  que  desde  el  7  de  octubre 
del  año  anterior  había  oído  un  curso  de  Decretales,  y  en 
26  de  noviembre  de  1577  justificó  haber  estudiado  otro. 

(i)  Además,  hago  caso  omiso  de  varios  escritores  cuya  identi- 
ficación con  estudiantesygraduandos  de  iguales  nombres  y  apelli- 
dos me  ofrece  dudas,  que  no  puedo  desatar,  escaso  como  estoy  de 
libros  en  estas  soledades.  Citaré  algunos  de  esos  autores: 

Fernández  (Alonso),  de  Córdoba.  Bachiller  en  Artes  en  i553.- 
Quizás  el  primero  de  los  que  cita  D.  Nicolás  Antonio. 

Marlinez  (Eugenio),  del  Toboso,  paisano  de  Dulcinea.  Bachiller 
en  Cánones  en  i  :,78.-¿Es  el  toledano  cisterciense  de  D.  Nicolás 
Antonio?  ¿El  autor  de  la  Genealogía  de  la  Toledana  discreta? 
Lo  de  la  patria,  consignado  en  los  libros,  no  es  poderoso  argu- 
mento en  contra.  Hispalensis  se  llamó  de  por  vida  Anas  Mon- 
tano y  había  nacido  en  Fregenal  de  la  Sierra. 

Martínez  de  Castro  (Diego),  de  Espejo.  Bachiller  en  Cánones 

en  i55S--¿El  jesuíta  de  D.  N.  Antonio? 
Martinez  Hermoso  (Juan),  de  Aguilar.  Probó  un  curso  de  Cá- 
nones-en  1581. -¿Es  el  cordubensis,  jesuíta,  del  bibliógrafo  se- 

Navarrete  (Francisco),  de  Córdoba.  Bachiller  en  Artes  en  1553, 
y  en  Teología  en  i55q.-¿El  dominico  de  D.  N.  Antonio? 

Soto  (Cristóbal  de),  de  Osuna.  Bachiller  en  Cánones  en  1553.- 
¿El  mercenario  de  D.  N.  Antonio? 

Tirado  (Francisco),  de  Ecija.  Probó  haber  cursado  Cánones  en 
,585  y  86.-¿Es  el  franciscano  de  la  Bibl.  Nova?  Wadingo  no 
le  llama  sino  Hispanus. 

Vázquez  (Fr.  Tomás),  franciscano.  Estudiaba  en  Osuna  en  1580. 
—  Quizás  el  que  cita  D.  N.  Antonio. 

Velázquez  (Alonso).  Estudiaba  Teología  por  los  años  de  1583  á 
i.SSy.-Probablemente  es  el  Alfonso,  ó  Diego  Alfonso  Veláz- 
quez de  Velasco  que  en  1593  publicaba  sus  Odas  á  imitación 
de  los  Salmos  Penitenciales  y  en  1602  la  comedia  intitulada  El 
Celoso.  Parece  que  vivía  en  Valladolid. 


LA  .UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  769 

Su  segundo  apellido  era  Pasadas  (0.  No  murió  en  1645, 
como  indica,  visiblemente  por  errata,  el  Ensayo de  Ga- 
llardo al  copiar  cierta  inscripción:  lo  de  anuo  Salutis 
MDCXLiiiii.  kiilend.  üclob.,  debe  leerse  mdcxli.  mi  kaleiul. 
octob.,  pues  sobre  que  nunca  se  repite  cuatro  veces  ningún 
número  romano,  en  1641,  y  no  en  1645.  falleció  el  ilus- 
tre canónigo  de  ¡a  Iglesia  de  Córdoba,  á  juzgar  por  lo  que 
el  licenciado  Hurtado  de  la  Puente  escribía  desde  Madrid, 
en  22  de  octubre  de  aquel  año,  á  su  amigo  Rodrigo  Caro: 
«Mucho  me  pesa  de  la  muerte  de  Alderete,  porque  era 
hombre  doto,  aunque  inútil,  y  terrilile  enemigo  de  hacer 
bien  á  nadie.  Dicen  que  tenía  mandados  sus  Libros  á  los 
Padres  de  la  Compañía,  que  son  los  herederos  comunes  de 
todos  los  Libros  y  Estudios  de  España.  También  tenía 
monedas:  no  sé  lo  que  habrá  hecho  Dios  dellas.  La  gente 
de  aquella  ciudad  [¿de  Córdoba?]  no  !^e  lleva  por  los  rum- 
bos que  los  demás  hombres;  en  todo  son  extraordina- 
rios (2).» 

Alderete  (José),  natural  de  Málaga  y  hermano  del  an- 
terior. 
En  26  de  noviembre  de  1677  probó  haber  estudiado  des- 
de el  i5  de  septiembre  de  1576  un  curso  de  Decretales.  No 
hallo  su  grado  de  bachiller  en  Cánones;  pero  sí  el  de  li- 
cenciado, 8-12  de  agosto  de  i583,  y  el  de  doctor,  que  se 
le  confirió  el  17  '3). 

Almirón  y  Zayas  (Fernando  de);  natural  de  Ante- 
quera. 
Se  bachilleró  en  la  facultad   de  Artes  y  Filosofía  en  el 
Colegio  de  Santa  María  de  Jesús  y  Universidad  de  Sevilla 

(1)  Registro  de  las  pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  22  v.°  del 
cuaderno  de  1576  y  44  del  de  1577. 

(2)  Cartas  y  papeles  pertenecientes  á   Rodrigo  Caro.   MS.,  Bi- 
blioteca Capitular  y  Colombina,  H-44,  2S,  fol.  108. 

(3)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  44  de  1577. — Grados,  re- 
gistro i.°,  fols.  19  y  20  de  1583. 

II  49 


"770  F-    RODRÍGUEZ    MARÍN 

á  7  de  marzo  de  iSgi  (0.  Á  g  de  marzo  de  1594  probó 
en  la  de  Osuna  haber  oído  el  cuarto  curso  de  Medicina,  y 
en  26  de  noviembre  y  10  de  diciembre  del  mismo  año  los 
dos  primeros  de  Cánones.  Ya  se  le  llamaba  médico  en  mar- 
zo  de  1595,  al  citarlo  como  testigo  en  una  prueba  de  curso 
del  bachiller  Juan  Gómez,  cirujano.  No  sé  cuándo  se 
graduó  de  bachiller  en  Medicina;  pero  si  que  se  licenció 
en  25  de  enero  de  iSgS  y  se  doctoró  en  2  del  mes  si- 
guiente (2). 

Amaya  (Francisco  de),  natural  de  Antequera. 

Hijo  de  Gonzalo  Gómez  Amaya  y  de  doña  Isabel  Páez 
de  Moya.  Estudió  en  Osuna  el  primer  curso  de  Cánones, 
que  probó  á  2  de  abril  de  1604,  y  oyó  los  siguientes  en 
Salamanca,  donde  se  bachilleró  en  la  dicha  facultad  en 
1608,  licenciándose  en  Osuna  á  9  de  diciembre  de  1610, 
y  doctorándose  cuando  ya  era  colegial  mayor,  por  provi- 
sión del  licenciado  Gil  Remírez  de  Arellano,  de  10  de  no- 
viembre de  1611,  en  4  de  mayo  de  1612.  Era  catedrático  y 
rector  por  los  años  de  1617  (3). 

Ángulo  (Andrés  de),  natural  de  Córdoba. 

Se  licenció  en  Leyes  en  la  Universidad  de  Osuna  á  22 
de  noviembre  de  i584  (4). 

Avellaneda  (Diego  de),  jesuíta,  natural  de  Granada. 

Siendo  colegial  mayor  y  rector  de  la  Universidad  de 
Osuna,  se  graduó  de  licenciado  en  Teología  á  26  de  mayo 
de  1 555,  pidiendo  el  grado  al  Sr.  D.  Diego  Amado,  can- 
ciller (poeta  de  quien  hay  alguna  composición  en  el   Can- 

(i)  Archivo  universitario  de  Sevilla,  libro  i.°  de  grados  en  to- 
das Facultades,  fol.  129. 

(2)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  7,  38  y  39  de  1594-— 
Grados,  reg.  2.°,  fols.  i  v.°  y  4  v.°  de  1 598. 

(3)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  5  v.°  de  1G04.  — Grados, 
reg.  3.°,  fols.  30  de  i6io  y  7  v."  de  1612. 

(4)  Grados,  reg.  2.°,  fol.  55  v.°  del  dicho  año. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  77I 

lionero  General  de  Hernando  del  Castillo)  (0.  Había  naci- 
do en  1523;  ingresó  en  la  Compañía  de  Jesús  á  12  de  fe- 
•brero  de  i556;  profesó  de  cuatro  votos  á  14  de  abril  de 
1560,  y  murió  en  la  casa  profesa  de  Toledo  á  2  de  mayo 
•de  1598  (2). 

Ayllón  (Alonso),  natural  de  Toledo. 

En  4  de  marzo  de  i557,  siendo  licenciado  en  Artes  por 
la  universidad  de  Toledo  y  catedrático  de  Latinidad  en  la 
de  Osuna,  incorporó  en  ésta  aquel  título.  En  el  mismo  día 
se  presentó  para  maestro  en  la  dicha  facultad,  gi  ado  que 
se  le  confirió  el  domingo  7  del  propio  mes,  después  de  ha- 
■berle  paseado  en  la  tarde  del  6  «por  las  calles  desta  dicha 
villa, I)  y  previo  el  vejamen  de  costumbre.  Matriculado  en 
Medicina,  á  23  de  junio  de  i55g  probó  haber  oído  dos  cur- 
sos de  esta  facultad,  y  en  14  de  junio  de  i56o  justificó  ha- 
ber estudiado  el  tercero  (3).  El  doctor  D.  José  María  Gon- 
zález Robles,  rector  que  fué  de  la  Universidad  ursaonen- 
se  por  los  años  de  1787,  aseguró,  en  nota  puesta  al  margen 
del  acta  de  incorporación  referida,  que  Ayllón  «escrivió 
varios  comentos  sobre  Horacio  y  sobre  Juvenal.» 

Barahona  de  Soto  (Luís),  natural  de  Lucena. 

Se  graduó  de  bachiller  en  artes  (4)  en  la  universidad  de 
Granada  á  2  de  febrero  de  i568  y  en  ella  estudió  los  dos 
primeros  cursos  de  Medicina.  Los  dos  restantes,  en  Osu- 
na, desde  el  14  de  octubre  de  1569  hasta  el  18  de  abril  de 
1571.  En  20  de  este  mes  y  año  probó  haber  leído  públi- 
camente las  seis  lecciones  necesarias  para  bachillerarse  en 

(i)     Grados,  rcg.  i.°.  fols.  10  y  i5  v.°  de  1555. 

{2)     Debo  estas  noticias  al  P.  Uiiarte,  jesuíta  doctísimo. 

(3)  Grados,  reg.  i.",  fols.  6  y  6  v.°  de  1557. — Pruebas  de  cursos 
y  lecciones,  fols.  i5  v.°  de  1359  y  18  de  1560. 

(4)  Para  diferenciar  el  grado  de  bachiller  en  artes,  necesario 
para  comenzar  los  estudios  de  faculiad,  del  otro  grado  de  bachi- 
ller en  la  facultad  de  ese  nombre,  escribo  artes  con  letra  minús- 

■cula  en  el  primer  caso,  y  con  mayúscula  en  el  segundo. 


„_-  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

la  dicha  facultad,  lo  cual  efectuó  en  la  universidad  de  Se- 
villa á  28  del  propio  m«.  Regresó  á  Osuna  para  practicar 
con  médicos  aprobados,  y  cursó  Cánones,  al  propio  tiem- 
po en  1572.  En  26  de  marzo  y  3  de  mayo  de  i573  pro- 
bó'que  desde  fin  de  abril  de  iSyi  había  cursado  la  prác- 


tica (I 


Ignoro  dónde  y  cuándo  se  licenció,  pero  presumo  que  ea 
Alcalá. 

Barrera  Farfán  (Fr.  Juan  de  la),  agustino. 

Á  3o  de  noviembre  de  i553,  siendo  ya  fraile  y  «cate- 
drático del  maestro  de  las  sentencias  en  esta  uniuersidad,.» 
recibió  el  grado  de  doctor  en  Teología  (^-).  Era  natural  de 
Sevilla  é  hijo  de  Alonso  de  la  Barrera  y  Catalina  Per- 
nández. 

Betanzos  (Juan  de),  natural  de  Lanzarote. 

Se  bachilleró  en  Cánones  á  4  de  junio  de  iSgg  (3). 

Bohórquez  (Fr.    Alonso  de),    carmelita,   natural    de 

Utrera. 
Siendo  ya  fraile,  probó,  á  26  de  octubre  de  i588,  haber 
oído  un  curso  de  Teología  Escolástica  y  Positiva,  y  otro, 
residiendo  en  el  convento  de  Osuna,  en  3  de  octubre  de 
1589  (4). 

Bravo  (Francisco),  natural  de  Osuna. 

No  he  hallado  los  antecedentes  académicos  de  este  ilus- 
tre médico  y  escritor;  pero  consta  que  estudió  en  la  Uní- 

(,)  Archivo  universilnrio  de  Granada,  fol.  74  del  libro  1.°  de 
Grados  -Ídem  de  Sevilla,  hbio  1°  de  colaciones  de  grados  me- 
nores (.570-74).-ldem  de  Osuna,  Pruebas  de  cursos  y  lecciones, 
fols.  2  v.°  y  .5  v.°  de  157',  'O  >'  •«  ^•°  ^^  «573  y  6  v."  de  .576. 

(2)     Grados,  reg.  1.°,  luí.  23  de  1553. 

{■,]     Grados,  reg.  2°,  íol.  14  J'-'  dicho  año. 

(4)     Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  24  v.°  de   .  588  y  23  de 

1 5S9. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  773 

tersidad  de  la  villa  de  los  Girones.  Esto  hubo  de  suceder 
muy  á  raíz  de  la  fundación  de  aquella  Escuela,  pues  por 
lo  que  el  mismo  Bravo  dice  en  el  capítulo  IV  de  su  libro 
acerca  de  la  fiebre  punticular  ó  tabardete,  ya  en  1553 
-ejercía  su  profesión  en  Sevilla. 

Caro  (Rodrigo),  natural  de  Utrera. 

Faltan  del  archivo  universitario  de  Osuna  los  cuader- 
nos de  pruebas  de  cursos  en  que  indudablemente  consta- 
ban los  estudios  del  célebre  poeta  y  arqueólogo;  pero  por 
tales  documentos  suple  á  maravilla  el  Memorial  que  el 
mismo  ínclito  escritor  presentó  al  deán  y  cabildo  de  la 
■Santa  Iglesia  Metropolitana  de  Sevilla,  y  que  extractó  Ga- 
llardo (0:  «Matriculóse  en  la  facultad  de  cánones  en  la 
iiniversidad  de  Osuna,  año  1590;  cumplió  sus  cursos,  y  se 
graduó  en  la  Universidad  desta  ciudad  [¿Sevilla,  y  no  Osu- 
na? Por  lo  de  ciudad,  no  parece  referirse  á  Osuna,  que 
nunca  lo  fué],  año  de  1596..)  En  el  archivo  universitario  de 
Sevilla,  libro  4.°  de  Matrículas,  fol.  i3o  v.°,  hay  un  asien- 
to referente  á  la  facultad  de  Cánones  que  dice: 

«i.°  Rodrigo  caro  nal  de  Vtra  dice*  de  seu"  juro  en  diez 
y  siete  del  dho  [noviembre  de  1590],  y  truxo  c''  de  exa- 
men.» Este  asiento  no  merece  fe:  lo  uno,  porque  pnme- 
i-amente  se  escribió  Alonso,  y  sobre  este  nombre  y  de  tm- 
ta  más  negra,  y  aun,  al  parecer,  de  letra  distinta,  se  en- 
mendó Rodrigo,  sin  que  esté  salvada  la  enmienda;  y  lo 
otro,  porque  mal  se  comprende  que  Rodrigo  Caro  se  ma- 
triculase en  Sevilla  y  en  Osuna  simultáneamente,  y  esta 
matrícula  de  Osuna  consta  por  su  propia  afirmación.  Trá- 
tase, pues,  en  cuanto  á  la  enmienda  de  la  nota  copiada,  de 
una  superchería  que  intentó  alguno  que  amaba  más  de  lo 
justo  las  glorias  de  la  universidad  hispalense. 

Porque  creo  que  pocos  conocen  la  partida  de  casamiento 
de  los  padres  de  Rodrigo  Caro  y  las  de  nacimiento  y  de- 
función de  éste,  las  transcribiré: 

(i)     Ensayo ,  tomo  II,  col.  2ig. 


•JJ^  F.    RODkÍGUEZ     MARÍN 

«E  domingo  cinco  de  fr°  de  mili  y  quinientos  y  setenta 
años  vele  y  despose  yo  benito  de  Talayera  cura  de  la  villa 
de  Vtrera  en  la  yglesia  del  ^°'  Santiago  en  faz  de  la  San- 
cta  me  yglesia  a  bernabe  de  Salamanca  y  a  fran"  cara  [sic] 
fueron  padrinos  anto  matheos  e  ana  cara  su  muger  en  fe 
de  lo  qual  lo  firme  de  mi  nombre.— Z3t';//to  de  Talavera  (O.» 
«R°  En  domingo  quatro  dias  del  mes  de  otubre  de  mili 
y  quinientos  y  setenta  y  tres  años  bautize  yo  b°  de  talabe- 
ra  Cura  de  la  yglesia  del  s°'  Santiago  de  la  v"  de  vtrera  a 
R°  hijo  de  benabel  [sic,  enmendado  sobre  Benito]  de  Sa- 
lamanca y  de  su  muger  fran"  cara  [sk]  fue  su  padrino  el 
señor  geronimo  fran'=°  vezino  de  la  villa  de  Vtrera  en  fe 
de  lo  qual  lo  firme  de  mi  n^—  Benito  de  talavera  (2).» 

«En  10  de  agosto  de  1647  se  trajo  á  enterrar  del  Sa- 
grario de  la  S*^  Iglesia  á  esta  de  San  Miguel  de  Sevilla  al 
Licio.  Rodrigo  Caro,  Presbitero:  testó  ante  Alonso  de 
Alarcon,  escribano  público  de  Sevilla,  y  dejó  por  sus  alba- 
ceas  al  S"--  Canónigo  Gaspar  de  Espinosa  y  á  Gerónimo 
Caro  su  hermano  (3).» 

Fenecido  corno  por  ejecutoria  está  el  pleito  en  que  fue- 
ron partes  los  que  sostenían  que  la  célebre  canción  A  las 
ruinas  de  Itálica  era  de  Rioja,  y  los  que  afirmaban  no  ser 
sino  de  Rodrigo  Caro;  á  no  estar  fallado  tal  litigio,  basta- 
rían como  pruebas  concluyentes  estas  dos  noticias:  En  el 
códice  33-180  de  la  Biblioteca  del  Palacio  arzobispal  de  Se- 
villa (letra  de  la  primera  mitad  del  siglo  xvii)  se  insertó 
esa  canción  bajo  este  epígrafe;  Canción.  A  las  ruinas  de  Itá- 
lica o  Sevilla  la  vieja.  Por  el  Licen^"  Rodrigo  Caro,  y  al  fin. 
tiene  esta  nota:  «Esta  canción  que  el  autor  hizo  mo90,  la 
emendo  y  reconoció  después  y  esta  en  el  •  i  •  tomo  de  varias 
poesías  folio  •  242  •  con  annotaciones  del  mismo.»  Y  en  el 


(i)     Libro  I  de  Matrimonios  (1563-91),  fol.  36. 
{2)     Libro  V  de  Bautismos  (1570-74),  fol.  180  v.° 
{3)     Copio  esta  partida  del  MS.  que  cité  en  la  nota  2  de  la  pági- 
na 711.  Tal  copia  se  remite  al   fol.  83  de  un  libro  que  empezó  en. 
1622  y  acabó  el  de  17 10. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  775 

fol.  70,  tomo  II  de  las  Cartas  y  papeles  que  pertenecieyon  á 
Rodrigo  Caro  (Biblioteca  Colombina,  MS.,  ^-44,  27-28) 
hay  una  carta  de  D.  Juan  Melio  de  Sande,  dirigida  á  Ro- 
drigo Caro  desde  Sevilla,  á  23  de  junio  de  i6og,  en  cuya 
postdata  decíale:  «El  discurso  de  Vm.  sobre  la  definición 
de  la  Poesia  tiene  el  8.°^  Conde  de  Lemos  con  noticia  de 
su  dueño;  y  ha  parecido  muy  bien;  como  a  Espinel  la  can- 
ción a  las  ruinas  de  Itálica,  que  3'0  se  la  mostré  en  la  ca- 
lle Mayor  de  Madrid,  y  leyéndola  dijo  antes  que  le  dijéra- 
mos cuya  era:  Este  es  ingenio  andaluz;  dijele  que  sí,  y  el 
nombre.  Bien  puede  Vm.  creer  es  buena,  pues  ha  sido  gra- 
duada por  tan  gran  censurante.» 

Carpió  (Francisco  del),  natural  de  Osuna. 

En  12  de  marzo  de  1594  probó  haber  oído  el  segundo 
curso  de  Cánones,  en  la  cual  facultad  se  graduó  de  ba- 
chiller á  3  de  abril  de  iSgG,  licenciándose  y  doctorándose, 
respectivamente,  en  3o  de  abril  y  5  de  mayo  de  i5o8  (O. 
Poseo  un  buen  ejemplar  de  su  libro  intitulado  De  executo- 
ribvs  et  commisariis  testamentariis,  impreso  en  i638,  libro 
en  que  todo  es  de  Osuna:  el  autor  (Avthore  Doctore  Fran- 
cisco Carpió,  Vrsaonensi);  su  cargo  (iii  eadem  celebérrima 
Academia  ordinario  Codicis  qiiondam  professore);  la  dedica- 
toria (Gloriosissiinis  Arcadio,  Leoni dicati),  y  los  mol- 
des y  aun  el  editor  fVrsaone,  Excndebat  Liidovicus  Estiipi- 
ñan.  Avthoris  impensisj.  Más  todavía:  abundan  en  tal  libro 
las  alusiones  al  famoso  ursaonense  Luís  de  Molina  y  á  sus 
celebradas  obras.  Osuna  puede  repetir  hoy  aquello  del  ro- 
mance viejo: 

Ayer,  señor  de  ciudades, 
Muchos  vasallos  tenía, 
¡Y  hoy  no  tengo  ni  una  almena 
Que  pueda  decir  que  es  mía! 


(i)     Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  9  de   1594. — Grados,  re- 
gistro 2.°,  fols.  lo,  1 1  y  12. 


7y6  F.  rodríguez  marim 

Cepeda  (Baltasar  de). 

Estudió  Cánones  en  Osuna  (de  donde  era  natural,  y  no 
de  Sevilla,  como  se  ha  venido  creyendo),  y  probó  haber 
oído  las  materias  en  3o  de  abril  de  iSyS,  14  de  abril  de 
1576  y  24  de  abril  de  1577;  en  este  último  día  justificó  que 
había  leído  las  seis  lecciones  reglamentarias,  graduándose 
de  bachiller  en  la  dicha  facultad  á  20  de  mayo  del  mismo 
año  de  1577  (').  Otro  Baltasar  de  Cepeda,  sevillano,  estu- 
diaba en  la  universidad  hispalense  años  después,  matricu- 
lándose para  primer  curso  de  Artes  en  20  de  Septiembre 
de  1578;  para  tercero,  en  7  de  enero  de  i58i,  y  para  pri- 
mero y  segundo  de  Medicina,  respectivamente,  en  11  de 
enero  del  mismo  año  81  y  14  de  mayo  del  82  (2).  Sin  duda 
no  es  éste,  sino  el  osunés,  el  notario  del  arzobispado  de 
Sevilla  y  el  inspirado  cantor  de  la  Regina  sine  labe  concep- 
ta: lo  uno,  porque  con  el  ejercicio  de  la  notaría  eclesiástica 
más  se  avienen  los  estudios  canónicos  que  los  de  Artes  y 
Medicina,  y  lo  otro,  porque  he  cotejado  la  firma  que  el  Ce- 
peda ursaonense  puso  como  testigo  de  una  prueba  de  curso 
de  Martín  Trujillo  (14  de  abril  de  1576)  con  otras  que  el 
notario  y  poeta  tiene  en  cierto  expediente  formado  sobre 
la  asistencia  de  las  Cruces  al  Cabildo  de  la  Iglesia  Metro- 
politana (24  de  noviembre  de  1614)  y,  á  pesar  de  los  trein- 
ta y  ocho  años  transcurridos,  es  tal  el  parecido  de  las  dos 
firmas,  que  no  vacilo  en  afirmar  que  están  hechas  de  una 
sola  mano. 


Colmenero  (Antonio),  natural  de  Écija. 

En  23  de  junio  de  1612  se  graduó  de  bachiller  en  Me- 
dicina, previa  presentación  de  su  título  de  examen  de  ciru- 
jano latino,  dado  por  los  protomédicos,  con  el  cual  justi- 


(1)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  27  de  1575,  27  de  1576 
y  22  v.°  de  1577.  — Grados,  reg.  1.°.  fol.  22  v.°  de  1577. 

(2)  Arch.  univ.  de  Sevilla,  libro  4.°  de  Matrículas,  fols.  240  v.°, 
241  v.°,  266  y  272. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  777 

ficó  haber  oído  tres  cursos  de  Medicina,  3'  de  la  cédula  con 
que  acreditó  haber  cursado  en  Osuna  el  cuarto  (0. 

Coria  (Fk.  Diego  de),  carmelita,  natural  de  Utrera. 

Siendo  ya  fraile,  probó,  á  22  de  abril  de  1567,  haber 
oído  desde  i.°  de  octubre  de  1564  olas  súmulas  de  soto  y 
lógica  magna  del  philosopho  y  qaatro  libros  de  phisicos, » 
y  se  graduó  de  bachiller  en  la  facultad  de  Artes  á  10  de 
abril  del  mismo  año.  Trasladóse  á  Alcalá  de  Henares,  en 
cuya  universidad  cursó  Teologia,  y  vuelto  á  Osuna  se  ba- 
chilleró en  esta  facultad.  Llamábase  de  segundo  apellido 
Quebrado,  y  no  Maldonado,  como  le  llama  D.  Nicolás  An- 
tonio (2). 

Coveña  (Fr.  Juan  de),  dominico. 

Ya  era  fraile  cuando,  á  29  de  octubre  de  1560,  probó 
haber  oído  en  Osuna  tres  cursos  de  Teología  durante  los 
tres  años  anteriores  (3).  Paréceme— no  lo  he  visto  despa- 
cio— que  éste  es  el  Coveña  escritor  á  quien  creyó  francis- 
cano D.  Nicolás  Antonio. 

Chaves  (Fk.  Pedro  de),  carmelita,  natural  de  Sevilla. 

Se  graduó  de  bachiller  en  Teología  el  11  de  diciembre 
<ie  1610,  licenciándose  el  3o  y  doctorándose  á  i.o  de  ene- 
ro del  año  siguiente  (4). 

Chirino  (Pedro),  jesuíta,  natural  de  Osuna. 

Probó  sus  estudios  en  la  facultad  de  Cánones  en  2  de 
junio  de  1574,  12  de  abril  y  22  de  junio  de  i575  y  3o  de 
marzo  de  1576,  habiendo  acreditado  á  16  de  este  mes  la 
lectura  pública  de  las  seis  lecciones  necesarias  para  gra- 


(i)     Grados,  reg.  3.°,  fol.  16  v.°  de  1612. 

(2)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  i5v.°de  1567.— Grados, 
reg.  i.°,  fols.  14  v.°  de  1567  y  28  v.°de  1572. 

(3)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  21  v.°  de  1560. 

(4)  Grados,  reg.  3.°,  fols.  31  v.°,  35  y  36  de  lóio. 


•778  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

duarse  de  bachiller,  lo  cual  verificó  en  8  de  abril  siguien- 
te. Llámasele  en  el  acta  natural  de  Osuna  y  oriundo  de 
Málaga  (0.  Alguna  vez  firmaba  Pedro  Chirinode  Sagafrci- 
ga;  pero  este  último  apellido  no  era  el  de  su  madre.  Hé 
aquí  la  partida  bautismal  del  célebre  jesuíta: 

«En  lunes  xv  del  mes  de  agosto  año  de  m  d  1  viij  Bapti- 
ce a  P°  hijo  de  al"  chirinosy  su  muger  mari  nuñez.  Padri- 
nos Don  Xpoval  y  su  muger  doña  maria  y  el  contador  león 
y  doña  barbóla  [Bárbava]  su  muger. — El  bllr.  Sierra,  t^).» 

Chirino  llegó  á  Filipinas  á  fin  de  mayo  de  iSgo;  pero 
no  hizo  la  profesión  de  cuatro  votos  hasta  el  de  i5g5.  Mu- 
rió en  Manila  á  16  de  septiembre  de  i635.  Fué  el  primero 
que  en  su  universidad  leyó  Cánones  y  Sagrada  Escri- 
tura (3). 

Chirinos  (Fr.  Juan),  trinitario. 

Previa  presentación  de  la  probanza  de  cuatro  cursos  de 
Escolástico  y  uno  de  Positivo,  acabados  de  cursar  á  26 
de  mayo  de  iSyy,  y  la  exposición  de  su  prelado,  fecha  en 
Sevilla  á  12  de  octubre  de  iSyS,  y  el  título  de  bachiller  en 
artes,  recibió  el  grado  de  bachiller  en  Teología  el  3i  de 
agosto  de  1580  (4). 

Díaz  Franco  (Luis). 

Un  Luis  Díaz  Franco,  natural  de  Antequera,  discípulo 
que  había  sido  en  Granada  del  maestro  Peralta,  se  graduó 
de  bachiller  en  la  facultad  de  Artes  en  Osuna,  á  16  de  di- 
ciembre de  1574  C»).  Creo  que  es  éste  el  Luís  Díaz  Fran- 
co que  cita  D.  Nicolás  Antonio  como  natural  de  Lisboa. 

(i)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  23  de  1574,  23  y  36  de 
•  575  y  10  v.'^'y  18  v.°  de  1576.— Grados,  reg.  i.°,  fol.  16  de  1576. 

(2)  Archivo  parroquial  de  Osuna,  libro  4.°  de  Bautismos,  fo- 
lio 137. 

(3}  Debo  estas  noticias  al  R.  P.  Uriarte,  doctísimo  bibliógrafo 
de  la  Compañía. 

(4)  Grados,  reg.  1.°,  fol.  38  v.°  de  i58o. 

(5)  Grados,  reg.  i.°,  fol.  34  de  1574. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  779 

Díaz  Guiral  (Bartolomé). 

D.  Nicolás  Antonio  le  llamó  equivocadamente  Díaz 
Giial,  y  no  supo  en  qué  pueblo  vio  la  primera  luz.  Fué 
natural  de  Utrera.  Probó  el  primer  curso  de  Cánones  á  17 
de  abril  de  1573,  y  otro  en  19  de  marzo  de  iSys,  y  en  i3 
de  septiembre  de  i577  pidió  y  obtuvo  el  grado  de  bachiller 
en  la  dicha  facultad  (0. 

Escobar  (Baltasar  de),  natural  de  Sevilla. 

El  famoso  poeta  de  este  nombre  es  el  mismo  Baltasar 
de  Escobar  que,  estudiando  Leyes  en  Osuna  por  los  años 
de  1570,  argüyó  en  7  de  mayo  á  Gaspar  \'anegas  en  su 
grado  de  bachiller  en  Cánones:  «Le  argüyeron  antonio  de 
peralta  y  baltasar  de  escobar  estudiantes  juristas {2).»  Otro 
Baltasar  de  Escobar,  también  de  Sevilla,  se  matriculó  en 
la  universidad  hispalense  para  primer  curso  de  Leyes  en 
29  de  octubre  de  i58o  (3);  pero  aquél,  y  no  éste,  ha  de  ser 
el  crítico  que  escribió  con  pluma  de  oro  acerca  de  El  Mon- 
serraie  de  Virués,  y  cuyo  retrato  (y  no  su  biografía,  pues 
no  llegó  á  redactarla)  debemos  á  Francisco  Pacheco.  Para 
afirmarlo  así,  me  fundo  en  que  en  1583,  cuando  Cervantes 
dio  la  postrera  mano  de  lima  á  su  Calatea,  dijo  en  el  Canto 
de  Calíope,  octava  55: 

Baltasar  de  Escobar,  que  agora  adorna 
Del  Tíber  las  riberas  tan  famosas, 
Y  con  su  larga  ausencia  desadorna 
Las  del  sagrado  Betis  espaciosas 

Claro  es,  lo  uno,  que  el  que  estudiaba  en  Sevilla,  á  fines 
de  i58o,  primer  curso  de  Leyes,  no  debió  de  irse  á  Italia 
sin  terminar  su  carrera;  y,  lo  otro,  que,  aun  efectuándolo 
así,  su  ausencia  no  podía  llamarse  larga  en  i583.  La  ex- 
presión de  Cervantes  más  conviene  al  Baltasar  de  Esco- 

(i)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  íols.  14  de  15/3  y  '^  ^•°  ^"^ 
1575.— Grados,  reg.  i.°,  fol.  37  v.°  de  1577. 

(2)  Grados,  reg.  1°,  fol.  25  de  1570. 

(3)  Archivo  universitario  de  Sevilla,  lib.  4.°  de  Matrículas. 


y8o  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

bar  que,  estudiando  en  Osuna  en  iSyo,  y  quizás  matricu- 
lado para  el  primer  curso  en  i568,  pudo  bacliillerarse  y 
licenciarse  en  otra  Universidad,  quizás  en  aquel  mismo 
año  ó  en  el  de  iSji  (i),  yéndose  después  á  Italia.  Sólo  asi 
tiene  buena  explicación  el  dicho  de  Cervantes. 

Un  Gaspar  de  Escobar,  sevillano,  se  graduó  en  Osuna 
de  bachiller  en  artes  á  ig  de  junio  de  1572,  como  discí- 
pulo del  P.  Juan  Jerónimo,  de  la  casa  de  los  jesuítas  de 
Sevilla  (2),  y  en  11  de  septiembre  siguiente  se  matriculó 
en  la  universidad  hispalense  para  primer  curso  de  Cáno- 
nes (3).  Por  las  fechas,  si,  como  parece,  es  hermano  del 
poeta  este  Gaspar,  confirma  en  la  idea  de  que  aquél  fué 
quien  estudió  en  Osuna. 

Espinosa  (Fr.  Francisco  de),  carmelita. 

Siendo  ya  fraile,  probó,  en  7  de  noviembre  de  i586, 
haber  oído  dos  meses  de  Teología  (4). 

Paría  (Fr.  Alberto  de),  carmelita. 

Es  el'  Parias  que  menciona  D.  Nicolás  Antonio.  Ya 
fraile,  en  5  de  mayo  de  1564,  probó  que  en  los  años  de 
1560,  61  y  62  había  oído  tres  cursos  de  Teología;  justifi- 
có otro  curso  en  6  de  septiembre  siguiente,  y  en  i.°  de 
igual  mes  de  1565  probó  haber  estudiado  tres  cursos  de 
Artes  en  i557,  58  y  Sg  (5). 

Paría  (Francisco  de),  natural  de  Granada. 

No  lo  hallo  en  los  registros  de  cursos  y  grados  de  la 

(i)  Ya  he  indicado  que  faltan  hace  más  de  un  siglo  (desde  an- 
tes que  se  encuadernaran  los  legajos)  las  pruebas  de  cursos  y  lec- 
ciones de  1568-70. 

(2)  Grados,  reg.  i.%  fol.  23  de  1572. 

(3)  Universidad  de  Sevilla,  libro  de  Matrículas  de  1569-77,  fo- 

ho  48  v.° 

(4)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  30  del  dicho  año. 

(5)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  11  v.°  y  20  v."  de  i5u4 
y  22  de  1565. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  781 

universidad  de  Osuna;  pero  me  consta  que  en  ella  se  gra- 
duó de  bachiller  en  Cánones,  pues  con  este  título  se  pre- 
sentó en  1594  para  la  licenciatura  en  la  universidad  de 
Granada,  en  donde  se  le  asignaron  puntos  el  jo  de  enero, 
dándosele  el  grado  al  día  siguiente.  Para  el  de  doctor  se 
presentó  en  21  de  febrero  de  159.7  '''• 


Figueroa  (D.  Luís  Manuel  de). 

Este  notable  poeta,  á  quien  tengo  por  antequerano,  y 
de  cu3'a  inspiración  hay  algunas  muestras  esparcidas  en 
varios  libros  (2),  estudió  Cánones  en  Osuna,  pues  aunque 
no  he  hallado  las  probanzas  de  sus  cursos,  fué  testigo, 
como  estudiante  canonista,  en  las  de  sus  condiscípulos 
Juan  de  Castilla,  natural  de  Jerez,  Baltasar  de  Perea,  se- 
villano, y  el  célebre  poeta  de  Antequera,  Luís  Martín  de  la 
Plaza,  en  3o  de  abril  y  2  de  mayo  de  1697  (3).  En  tales 
diligencias  suele  llamársele  á  secas  D.  Luís  Emanuel; 
pero  éi  firmaba  constantemente  con  el  apellido  Figueroa. 
No  debe  confundirse  á  este  escritor  con  un  D.  Luis  de  Fi- 
gueroa, clérigo,  probadamente  natural  de  Antequera,  muer- 
to en  esta  ciudad  á  3  de  enero  de  1607,  y  que  estudió 
Cánones  en  la  misma  universidad  ursaonense  al  propio 
tiempo  que  D.  Luís  Manuel,  pues  las  dos  firmas  son  de- 
semejantes. Un  sujeto  llamado  D.  Luís  Manuel  era  ca- 
nónigo de  la  Catedral  de  Sevilla  en  8  de  diciembre  de 
1617,  día   en  que  el  cabildo  y  el  arzobispo    D.  Pedro  de 


(i)     Archivo  universit.irio  de  Granada. 

{2)     Recuerdo  estas  dos  coLiiposiciones  suyas: 

Por  montes  canos  en  el  yerto  invierno 

(Espinosa,  Flores  de  poetiis  ilustres,  1605.) 

El  sacro  cisne  que  entrs  Mincio  y  Pado 

(Mesa,  La  Restauración  de  España,  1607.) 

(3)     Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols,  29  y  34  de  1597. 


y82  F-    RODRÍGUEZ    MARÍN 

Castro  juraron  defender  el  misterio  de  la  Pura  y  Limpia 
Concepción  (0.  ¿Sería  este  D.  Luis  el  poeta? 

Florindo  (Francisco),  natural  de  Ecija. 

Se  matriculó  en  1600  para  tercer  curso  de  Cánones  (i). 

García  de  YegrOS  (Alonso;,  natural  de  Antequera. 

A  I."  de  diciembre  de  i582,  7  de  noviembre  de  i583, 
22  de  abril  de  1584  y  27  de  febrero  y  20  de  abril  de  i586, 
probó  haber  estudiado  los  cuatro  cursos  de  Cánones  y 
haber  leído  públicamente  en  el  general  las  seis  lecciones 
para  bachiller,  grado  que  se  le  dio  el  último  de  los  días 
citados  (i).  Antes  de  1608,  siendo  tesorero  y  canónigo 
de  la  iglesia  de  Baza,  escribió  un  muy  curioso  Ti-atado  de 
la  antigüedad  y  nobleza  de  la  ciudad  de  Antequera,  de  que 
hay  copia  en  la  Biblioteca  Capitular  y  Colombina  de  Se- 
villa. En  i588-90  era  cura  de  la  parroquia  de  San  Isidro, 
de  su  ciudad  natal.  Murió  en  Baza  á  5  de  octubre  de  1642. 

Gómez  de  Arellauo  (D.  Miguel),  natural  de  Ciria. 

Se  matriculó  para  segundo  curso  de  Cánones  en  i5  de 
octubre  de  1612,  y  para  tercero  en  3o  de  octubre  de 
i5l3  (4).  graduándose  de  bachiller  en  esta  facultad  á  2  de 
abril  de  i5i5  (5).  Fué  colegial  mayor,  catedrático  y  rector 
de  la  Escuela  ursaonense.  D.  Nicolás  Antonio  le  llama 
Gómez  de  Luna  y  Arellano. 

Gudiel  (Fi?.  Alonso  de),  agustino. 

Era  natural  de  Sevilla.  Graduóse  de  maestro  en  Teolo- 


(i)     Relación  de!   solemne  juramento Sevilla,   Lira,    1617, 

fol.  15. 

(2)  Cuaderaos  de  matrículas. 

(3)  jPruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols,  3S  v."  de  1582,  29  de 
i583,  iov.°de  i584  y  5  v.°  y  t2  v."  de  i.S8(i. -Grados,  reg.  2.°, 
fol.  u  de  i586. 

(4)  Cuadernos  de  matrículas, 

(5)  Grados,  reg.  3.°,  fol.  4  v.°de  UÍ15. 


LA    UNIVERSIDAD    PE    OSUNA  783 

gía  á  17  de  diciembre  de  i557  en  la  universidad  de  Gan- 
día; y  siendo  en  la  de  Osuna  catedrático  de  Sagrada  Es- 
critura incorporó  el  dicho  grado  á  lO  de  noviembre  de 
i565  (0. 

Gudiel  (Jerónimo),  natural  de  Sevilla. 

Se  graduó  de  licenciado  en  Medicina  en  la  universi- 
dad de  Osuna  á  i.°  de  septiembre  de  i553,  doctorándose 
dos  días  después.  Era  catedrático  de  Prima  de  Medicina. 
Más  tarde,  en  8  de  febrero  de  1558,  incorporó  en  la  di- 
cha universidad  su  grado  de  licenciado  en  Artes,  obtenido 
en  la  complutense,  graduándose  de  maestro  en  el  mismo 
día.  Por  el  acta  de  este  grado  consta  que  Gudiel  había 
nacido  en  Sevilla  (2). 

Guerrero  de  Espinel  (Juan),  natural  de  Olvera. 

Es  el  mismo  á  quien  D.  Nicolás  Antonio  llama  Gue- 
rrero de  Empinar.  Se  bachilleró  en  Cánones  en  Osuna  á  29 
de  mayo  de  iSgS  (3). 

Hernández  (Fr.  Vicente),  dominico. 

Siendo  ya  fraile  y  catedrático  de  Prima  de  Teología, 
se  presentó  para  bachiller  en  la  facultad  de  Artes,  mos- 
trando por  signeto  un  título  firmado  del  Rmo.  P.  Seraphi- 
no  Caballi,  general  de  la  Orden,  su  data  en  Roma  á  16 
de  junio  de  1571,  y  por  el  cual  pareció  que  el  solicitante 
había  leído  Artes  durante  seis  años.  Confiriósele  tal  gra- 
do en  II  de  diciembre  de  1578,  y  cuatro  días  después  el 
de  licenciado  en  la  dicha  facultad.  En  16  del  propio  mes, 
justificando  llevar  seis  años  de  lectura  en  Teología,  que  se 
le  admitieron  por  cursos  y  por  tiempo  de  pasante  para  los 
grados  de  bachiller,  licenciado  y  doctor,    fué  admitido  al 


(i)     Grados,  veg.  1°,  fol.  35  de  i565. 

(i)     Grados,  reg.  i.°,  fols.  5  v.°  y  6  de  1553  Y  •  v."  de  lí-S». 

(3)     Grados,  reg.  2.°,  fol.  16  del  dicho  año. 


jS^  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

primero  de  ellos,  otorgándosele  al  día  siguiente,  y  los  dos 
restantes  en  2  de  enero  de  i57g  (i). 

Hojeda  (D.  Fernando  de). 

Era  natural  de  Teba,  diócesis  de  Málaga;  firmaba  Ho 
jeda  y  no  Ojeda,  como  escribe  D.  Nicolás  Antonio,  y  lla- 
mábase de  segundo  apellido  Triviñu.  En  10  de  abril  de 
1604  y  23  de  junio  de  i6o5  probó  haber  oído  los  dos  pri- 
meros cursos  de  Cánones;  y  siendo  ya  colegial  mayor,  se 
bachilleró  en  esta  facultad  á  3  de  octubre  de  1608,  li- 
cenciándose y  doctorándose  á  22  de  junio  de  1612  (2). 

Humada  y  Mudarra  (D.  Bartolomé  de),  natural  de 
Ronda. 
Estudió  Cánones  por  los  años  de  1561-64  y,  después 
de  haber  leído  públicamente  las  seis  lecciones  para  gra- 
duarse de  bachiller,  se  le  asignaron  puntos  en  las  Decre- 
tales, para  la  lección  pública,  á  23  de  junio  de  1564,  eli- 
giendo el  capítulo  Si  qnis  contra  clericitm Leyó  el  día 

25  y  fué  aprobado;  pero  aún  no  se  graduó  hasta  el  19  de 
junio  del  año  siguiente  (3).  No  llamo  Ahumada,  sino  Hu- 
mada, al  ilustre  canonista  de  Ronda,  grande  amigo  de 
D.  Macario  Fariñas  y  de  Rodrigo  Caro,  porque  Humada 
se  llamó  él,  así  firmando  como  en  su  libro. 

López  de  Nuceda  (Gaspar). 

A  8  de  diciembre  de  i556,  y  estando  en  el  claustro  de 
la  universidad  con  los  doctores  y  maestros  «el  conde  mi 
señor  y  el  muy  illustre  señor  don  pedro  girón,  su  hijo 
maior  y  mi  señor,»  Gaspar  López  de  Nuceda,  doctor  en 

(i)     Grados,  reg.  i.°,  fols.  47  v.°,  48  v.°  y  51  de  1578  y  i  v."  y  2 

de  1 579. 

(2)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  iS  de  1604  y  14  v."  de 
l6o5.  — Grados,  reg.  2.°-ldem,  reg.  3.°,  fols.  13  y  14  de  1Ó12. 

(3)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  i  y  18  de  1562,  9  de 
1563  y  bis  18  de  1564. -Grados,  reg.  1°,  fols.  12  de  i564  y  29  de 
1565. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  7S5 

Medicina  por  la  universidad  de  Valencia,  é  incorporado 
en  la  de  Sevilla,  pidió  que,  como  catedrático  de  Vísperas 
en  la  de  Osuna,  le  incorporasen  de  doctor  en  ella.  Así  se 
efectuó;  y  como  pidiese  al  rector  que  le  señalara  asiento 
en  el  claustro  y  él  le  mandase  sentar  en  lugar  preferente 
al  de  los  doctores  médicos  no  catedráticos,  tomáronlo  por 
agravio  los  doctores  Diego  Sánchez  y  Castillejo,  y  ape- 
laron de  tal  mandamiento  para  ante  el  chanciller,  abad 
de  la  Iglesia  Colegial.  Presumo  que  la  resolución  del  con- 
flicto hubo  de  ser  favorable  á  los  apelantes,  porque  dos 
meses  después,  á  i.°  de  febrero  de  iSSy,  se  verificó  de 
nuevo  la  incorporación,  sin  asistencia  del  patrono  ni  de  los 
doctores  agraviados,  y  sin  que  se  señalara  sitio  alguno  al 
doctor  López  de  Nuceda.  En  esta  acta  se  le  llama  «natu- 
ral de  Canaria.»  Más  tarde,  en  7  de  febrero  de  i558,  pi- 
dió su  incorporación  como  licenciado  en  Artes,  grado  que 
tenía  por  la  universidad  de  Toledo,  y  tres  días  después  se 
le  confirió  el  de  maestro  en  esta  facultad  (i). 

López  Serrano  (Gaspar),  natural  de  Córdoba. 

Cursó  Teología  en  el  colegio  de  Jesuítas  de  su  ciudad 
natal,  y  se  graduó  de  bachiller  en  esta  facultad  en  Osu- 
na, á  2  de  enero  de  1608  (2). 

Llana  (Juan  de  la),  natural  de  Antequera. 

Poeta  de  quien  hay  alguna  composición  en  las  Flores 
colegidas  por  Pedro  Espinosa.  En  2  de  abril  de  1594 
probó  haber  oído  el  cuarto  curso  de  Teología  (3). 

Maldonado  (Fr.  Phdro),  agustino,  natural  de  Sevilla. 

Se  graduó  de  bachiller  en  Teología  á  26  de  mayo  de 

1610,  siendo  ya  fraile;  presentado  para  la  licenciatura  dos 


(i)     Grados,  reg.  i.°,  fols.  12  de  1556,  2  de  liSi  y  2  de  1558. 

(2)  Grados,  reg.  2.°,  fol.  i  del  cuaderno  de  este  año. 

(3)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  27  de  1594. 

II  5o 


^86  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

días  después,  y  hecha  la  publicación,  en  19  de  junio  «tu- 
vo el  acto  público  de  todo  el  dia  para  el  grado  de  licen- 
ciado en  Theulugia,  al  qual  llaman  Jirona,  sobre  un  pas- 
so  de  la  sagrada  Escriptura,  en  memoria  del  fundador;» 
y,  aprobado,  en  los  dos  días  siguientes  le  confirieron  los 
grados  de  licenciado  y  doctoi-  (i). 

Maqueda  (Fr.  Gabriel  de),  franciscano. 

Perteneciendo  ya  á  la  Oiden  Tercera,  se  bachilleró  en 
la  facultad  de  Artes  á  10  de  septiembre  de  1600.  Presen- 
tado en  20  de  julio  de  1612  para  la  licenciatura  en  esta 
facultad,  otorgósele  este  grado  dos  días  después,  y  el  26 
el  de  doctor  (2). 

Marañón  y  Mendoza  (D.  Feliciano),  natural  de  Gra- 
nada. 
Se  graduó  de  bachiller  en  Teología  á  4  de  diciembre 
de  1615  (3). 

Martín  de  la  Plaza  (Luís),  natural  de  Antequera. 

En  las  Flores  de  poelas  ilustres,  de  Espinosa,  se  le  llamó 
por  equivocación  Martínez  de  la  Plaza;  y  aunque  en  la  fe 
de  erratas  se  salvó  ésta,  Martínez  de  la  Plaza  se  ha  segui- 
do llamando  comúnmente  al  celebrado  autor  del  lindo 
madrigal  que  empieza: 

Iba  cogiendo  flores 
Y  guardando  en  !a  falda 
Mi  ninfa,  para  hacer  una  guirnalda. 

También  cayó  en  ese  error  D.  Nicolás  Antonio,  añadien- 
do, equivocadamente,  que  falleció  de  cincuenta  años  en  el 
de  i535. 


(i)     Grados,  reg.  3.°.  fols.  15  y  15  v.°  á  16  v.°  de  1610. 

(2)  Grados,  reg.  2.°,  fol.  32  de  i6oo.-ldem,   rtg.   3.°,  fols.  21 
v.°,  22  y  24  de  if)i2. 

(3)  Reg.  3.»  de  Grados,  fol.  5  del  cuaderno  de  i6i5-i6. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  7S7 

Luís  Martín  de  la  Plaza.,  hijo  de  García  Martín,  ropero, 
y  de  Inés  Gutiérrez,  su  mujer,  fué  bautizado  en  la  iglesia 
de  San  Salvador,  de  Antequera,  el  día  5  de  febrero  de 
1577.  Teniendo  diez  y  seis  años  se  trasladó  á  Osuna,  en 
cuya  universidad  oyó  Cánones,  probando  sus  estudios  en 
16  de  marzo  de  1594  y  29  de  marzo  y  2  de  mayo  de 
1597,  y  graduándose  de  bachiller  en  esta  facultad  el  día 
últimamente  citado  (0.  Ordenóse  de  misa  en  Málaga  por 
marzo  de  iSgS;  y  vuelto  á  Antequera,  fué  párroco  de  la 
iglesia  de  Santa  María,  por  lo  menos,  desde  1605  hasta 
1622.  Murió  en  su  ciudad  natal  en  iGzS. 

Matamoros  Vázquez  Gallego  (Benito). 

Na'.-ió  en  la  Oliva,  diócesis  de  Badajoz;  se  graduó  de 
bachiller  en  artes  en  la  universidad  de  Sevilla  á  15  de 
febrero  de  1607  (2);  y  después  de  oír  Medicina  en  Sala- 
manca y  en  Osuna,  aquí  recibió  el  grado  de  bachiller  en 
dicha  facultad  á  12  de  enero  de  i6i3.  Llamábase  entofi- 
ces  Benito  Vázquez,  como  le  llama  D.  Nicolás  Antonio. 
En  10  de  enero  de  1614  se  licenció  en  Artes,  y  graduóse 
de  maestro  á  10  de  noviembre  del  mismo  año  y  de  licen- 
ciado en  Medicina  á  fines  de  i5i6  (3).  El  doctísimo  autor 
de  la  Bibliotheca  hispana  novu  no  debió  de  ver  su  libro, 
pues  afirma  que  se  intitula  Defebribii%  sdectx  dispiilatione'i, 
siendo  así  que  está  rotulado,  según  copio,  no  del  Ensa- 
yo..., de  Gallardo,  sino  del  ejemplar  que  poseo:   Selecta- 

riiin  I  Medicina;  Dísputatioiiiim  |  Toinwi  I (Osuna,  Juan 

Serrano  de  Vargas  y  Ureña,  1622.)  Matamoros  leyó  prime- 
ro Filosofía  en  la  universidad  ursaonense,  y  después  tuvo 
á  su  cargo  la  cátedra  de  Prima  de  Medicina. 


(i)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  30  v.°  de  1594  y  29  y 
31  v.°  de  1597.— Grados,  reg.  2.°,  fol.  14  de  1597. 

(2'!  Archivo  uaiversitario  de  Sevilla,  fol.  160  del  lib.  5.°  de  gra- 
dos de  Bachilleres  en  Filosofía. 

(3)  Grados,  reg.  3.°,  fols.  i  v.°  de  161 3,  23  v.°  y  38  de  1614  v 
4  de  1616. 


gg  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

Medina  (Francisco  de),  natural  de  Sevilla. 

Se  graduó  de  bachiller  en  artes  en  la  universidad  his- 
palense á  .8  de  junio  de  i56i,  y  nueve  años  después  fu. 
de  Catedrático  de  Latinidad  á  la  de  Osuna  donde  se  h- 
cenció  en  la  dicha  facultad  á  i8  de  agosto  de  iSyo  gra- 
duándose de  n.aestro  en  el  propio  día  (O-  Ya  estaba  en 
Osuna  en  12  de  junio  de  este  año,  pues  en  esta  fecha  dio 
el  tradicional  vejamen  á  García  de  Robles  Agu.lar.  El 
eximio  humanista,  poeta  y  crítico  sevillano  hgu.a  entre 
los  examinadores  de  bachilleres  en  artes  en  los  anos  iSyi 
y  1572. 

Melgar  (Francisco  de),  natural  de  la  Puente  de  Don 

Gonzalo.  ,11 

En   17   de  octubre  de   i583  probó  haber  estudiado   el 

primer  curso   de  Instituta  y  Decretales,  justificando  los 

demás  en  25  de  octubre  de  i586  y  21  del  propio  mes  del 

año  siguiente  (2). 

Miedla  (Luís  Antonio  de),  natural  de  Osuna. 

En  10  de  abril  de  1604  probó  haber  oído  el  tercer  cur- 
so de  Cánones,  y  el  cuarto  en  23  de  junio  de  i6o5  En  14 
de  septiembre  de  i6i3  se  graduó  de  Bachiller  en  dicha  fa- 
cultad (3).  Escribió  un  libio  intitulado  Osttm  Ilustrada, 
que  se  ha  perdido,  pero  que  examinó  y  citó  con  frecuen- 
cia Fr  Fernando  de  Valdivia  en  su  Historia,  vida  y  mar- 
Unos  del  glorioso  español  San  Arcadw  Ursaonense  {Covac- 
ha I7II).  Fué  MigoUa  canónigo  de  la  Colegial  de  Osuna 
y  jue^  de  alzadas  del  estado  de  sus  duques  en  Andalucía. 
Murió  en  11  de  diciembre  de  164&. 

^0     Gradcs,reg.,.°,fols.  ?5^-"y37v.°dei570. 

(2)  Pruebas  de  c^arsos  y  lecciones,  íols.  24  v.»  de  i583,  34  v. 

(3)  P.ucbas  de  cursos  y  lecciones,  íols.   .D  de  ,604  y  .5  v.    de 
1605.— Grados,  reg.  3°,  íol.  26  de  161 3. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  7"9 

Miranda  y  Serna  (Rodrigo  de),  natural  de  Archidona. 
Este  poeta,  de  quien  hay  un  soneto  laudatorio  en  las 
Flores  recogidas  por  Pedro  Espinosa,  se  graduó  de  bachi- 
ller en  Cánones  en  la  Universidad  de  Osuna  á  28  de  abril 
de  1593  (■).  Había  nacido  en  marzo  de  iSyi.  Siendo  ca- 
nónigo de  la  Iglesia  de  Málaga,  concurrió  á  la  justa  poé- 
tica verificada  allí  en  mayo  de  1640  (2). 

Mogollón  (Baltasar  de),  natural  de  Cáceres. 

A  o  de  mayo  de  i56i  presentó  la  probanza  de  los  cur- 
sos y'lecciones  para  bachiller  en  Cánones,  grado  que  se 
le  confirió  al  día  siguiente  (3).  Fué  catedrático  de  Códigos 
en  la  universidad  de  Sevilla,  según  se  expresa  en  la  porta- 
da de  su  libro  intitulado  Tractatus  de  his  qua  vi,  mettisve 
causa  fiunt (Hispali,  1600). 

Molina  (Luís  de),  natural  de  Osuna. 

Se  licenció  en  Cánones  en  la  universidad  de  Sevilla  por 
abril  de  1547  (4);  mas  por  el  doctor  Francisco  del  Carpió, 
también  osunés,  hay  noticia  de  que  Molina  recibió  el  gra- 
do de  doctor  en  Osuna:  insígnis  nostev  D.  Mulina  (di- 
ce), qiiia  natiis  Vrsaone  nostra  ex  parentibm   nobilihtis,    et 

Doctoratus  lanream  ín  ea  siiscepit (5).   En  el  acta  de  la 

licenciatura  en  Cánones  de  Sebastián  de  Villagómez,  na- 
tural de  Villalón  (6),  figura  formando  parte  del  Tribunal 
«el  doctor  luis  de  molina,  del  consejo  real  de  las  indias  de 
su  magt  deán  de  la  facultad  de  cañones.»  Este  Molina  no 
•es  otro  que  el  célebre  jurisconsulto  mi  paisano. 


(i)  Grados,  reg.  2.°,  fol.  39  v.°  del  mencionado  año. 

(2)  Catálogo  de  la.  Biblioteca  de  Salva,  núm.  2  5o. 

(3)  Grados,  reg.  i.°,  fol.  7  de  i56i. 

(4)  Archivo  universitario  de  Sevilla,  lib.  i.°  de  Matrículas,  fo- 
3io6iv.'»    . 

(5)  De  execuloribus  el  commisariis  testamentariis,  fol.  3. 

(6)  GraJos,  resj.  i.°,  fol.  17  de  i568. 


jgO  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

Molina  Medrano  (Francisco),  natural  de  Vélez-Má- 
laga. 
Después  de  estudiar  en  las  uíiiversidades  de  Huesca, 
Granada  y  Osuna,  se  bachilleró  en  Cánones  en  esta  últi- 
ma á  28  de  octubre  de  i588  (0. 

Montoya  (Fr.  Diego  de),  agustino. 

Ya  fraile  y  catedrático  de  Vísperas  de  Teología  en  la 
universidad  de  Osuna,  se  presentó  para  bachiller  en  esta 
facultad  á  21  de  mayo  de  1578,  grado  que  se  le  dio  al 
día  siguiente,  así  como  el  de  licenciado  en  3  de  diciembre 
y  el  de  doctor  en  15  del  mismo  mes  (2).  El  doctor  Gon- 
zález Robles  afirmaba  que  Fr.  Diego  de  Montoya  había 
escrito  una  obra  de  Teología,  que  se  conservaba  manus- 
crita en  la  librería  del  convento  de  San  Agustín,  de  Osu- 
na, en  donde  la  vio  5'  examinó  por  octubre  de  17S4. 

Morga  (Antonio  de),  natural  de  Sevilla. 

Graduado  de  bachiller  en  Cánones  por  Salamanca  á  26 
de  abril  de  1574,  en  27  de  noviembre  de  1578  fué  recibi- 
do como  colegial  en  el  mayor  de  Osuna  (3).  Se  licenció  en 
la  dicha  facultad  á  22  de  diciembre  del  mismo  año  y  se 
doctoró  dos  días  después.  D.  Nicolás  Antonio  no  supo  ó 
no  dijo  que  Morga  había  nacido  en  Sevilla.  He  aquí  su 
partida  de  bautismo,  según  copia  expedida  por  el  licencia- 
do Morales,  cura  del  Sagrario,  á  2  de  septiembre  de  1578: 

«En  miércoles  a  veinte  y  nueue  de  noviembre  de  mili 
y  qui°s  y  cinq*^'  y  nueve  a°s  baptize  yo  el  bller  x°bal  nuñez 
a  Antonio  hijo  de  p°  de  morga  y  de  su  muger  agustina 
Sánchez /fueron  padrinos  el  señor  ar"°  de  nyebla,  y  de  riba 
de  gil,  y  el  s"""  canónigo  vrbina  y  thomas  milez  y  ju°  de 
Rey  vz"s  de  seu^/En  fee  de  lo  qual  lo  firme  de  mi  n<^  (4).»- 


( 1 )  Grados,  reg.  2.°,  fol.  13  v.°  del  dicho  año. 

(2)  Grados,  reg.  i.°,  fols,  17  v.°,  24  v.°  y  48  de  1578. 

(3)  Grados,  reg.  i.°,  fols.  51  v.°  y  52  v.°  de  1578. 

(4)  Pruebas  para  recibir  á  Morga  como  colegial,  fol.  15. 


LA   UNIVERSIDAD    DE   OSUNA  7gl 

Mosquera  de  Barrionuevo  (D.  Framcisco). 

Natural  de  Granada,  y  no  de  Soria,  como  equivocada- 
mente creyó  D.  Nicolás  Antonio.  Estudió  Cánones  en 
Osuna  por  los  años  de  i583-85  (i),  bachillerándose  á  5  de 
mayo  de  este  año  (2). 

Mosquera  de  Figueroa  (Cristóbal),  natural  de  Se- 
villa. 
Graduado  de  bachiller  en  Cánones  por  Salamanca  á 
24  de  abril  de  1567,  se  presentó  en  la  universidad  de 
Osuna  para  licenciado  á  i.°  de  marzo  de  1575;  en  2  de 
abril  se  le  dieron  puntos,  y  el  4,  aprobado  el  día  antes 
previo  el  examen  secreto,  le  fué  conferido  el  grado  que 
pretendía.  En  el  acta  llamósele  primero  Xtial  mosquera  de 
figueroa;  pero  el  secretario  entrerrenglonó  luego  tras  del 
apellido  Figueroa  el  de  vioscoso  (3). 

Navarrete  (Juan  Bautista),  natural  de  Córdoba. 

Probó  en  Osuna,  á  12  de  junio  de  i567,  haber  oído  tres 
cursos,  uno  de  Súmulas,  otro  de  Lógica  y  otro  de  Filoso- 
fía, en  el  colegio  de  la  Compañía  de  Jesús  de  su  patria; 
graduóse  de  bachiller  en  la  facultad  de  Artes  en  el  pro- 
pio día,  y  en  12  de  febrero  dé  1572  de  bachiller  en  Teo- 
logía, cuyos  cuatro  cursos  había  estudiado  en  la  dicha 
ciudad  (4).  Mucho  más  tarde,  en  18  de  marzo  de  1600,  se 
licenció  en  Artes  (5). 

Núfiez  Delgadillo  (Fk.  Agustín),  carmelita,  natural 
de  Calila. 
En  i5gi   se  bachilleró  en  la  facultad  de  Artes,  licen- 

fi)  Pruebas  de  cursos  y  leccioaes,  fols.  14,  29  v.°  y  30  v.°  de 
1584  y  14  v.°  de  1585. 

(2)  Grados,  reg.  3.°,  fol.  22  del  cuaderno  correspondiente. 

(3)  Grados,  reg.  i.°,  fol.  3  v.°  de  1557. 

(4)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  24  de  i  Soy.— Grados,  re- 
gistro I  °,  fols.  19  v.°  de  1567  y  4  v.°  de  1572. 

(5j    Grados,  reg.  2.°,  fol.  15  del  cuaderno  de  este  año. 


•7g2  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

ciándose  á  i6  de  enero  de  iSgS,  y  graduándose  de  maes- 
tro al  día  siguiente  (0.  Pacheco  asegura  que  Núñez  Del- 
gadillo  estudió  en  Osuna  los  dos  últimos  años  de  Teolo- 
gía {2);  pero  no  hallo  las  pruebas  de  estos  cursos.  Fué  en 
la  dicha  universidad  catedrático  de  Artes. 

Peralta  (Fr.  Hernando  de),  agustino. 

Siendo  ya  fraile  y  bachiller  en  Teología  por  la  univer- 
sidad de  Sevilla,  se  licenció  en  la  de  Osuna  en  21-23  de 
abril  de  i58y,  doctorándose  el  mismo  día  23  (3). 

Peramato  (Pedro  de). 

Se  licenció  en  Medicina  el  día  i5  de  febrero  de  i55y, 
siendo  ya  colegial  y  catedrático  de  Aforismos,  y  graduó- 
se de  doctor  á  14  del  mes  siguiente.  Se  licenció  en  Artes  ^ 
en  8  de  Febrero  de  i558  (4).  Llamábase  de  segundo  ape- 
llido Sendín.  Por  las  actas  de  sus  grados  consta  asimismo 
que  no  era  portugués,  como  creyó  D.  Nicolás  Antonio,  ni 
cordobés,  como  quieren  otros,  sino  natural  de  Ledesma, 
diócesis  de  Salamanca.  Por  los  años  de  1568-83  fué  mé- 
dico de  cámara  de  D.  Alonso  Pérez  de  Guzmán,  séptimo 
duque  de  Medinasidonia,  que  le  había  librado  de  la  pena 
de  muerte,  impuesta  á  consecuencia  de  un  trágico  suceso 
ocurrido  en  Córdoba. 

Pérez  Gironda  (García),  natural  de  Ronda. 

ü.  Nicolás  Antonio  le  llama  García  de  Gironda.  Estudió 
Cánones  en  i56g-74  y  se  graduó  de  bachillej-  en  esta  fa- 
cultad á  i5  de  marzo  de  este  último  año  (5). 


(i)     Grados,  reg.  2.°,  fol.  18  v.°  del  dicho  año. 

(2)  Libro  de  descripción  de  verdaderos  retratos...:. 

(3)  Grados,  reg.  2.°,  fols.  16  y  19  del  dicho  año. 

(4)  Grados,  reg.  i .°,  fols.  3  v.°  y  7  v.°  de  1537  y  2  v.°  de  1558, 

(5)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  26  v.°  de  1571,  6  v.°  de 
1572,  4  de  1 573  y  2  v.°  y  5  v."  de  1574.— Grados,  reg.  1.°,  fol.  4  v.° 
de  1574. 


LA    UNIVERSIUAD    DE    OSUNA  793 

Pineda  (Fr.  Cipriano  de),  agustino. 

Para  que  pudiese  leer,  conforme  á  los  estatutos,  la  cáte- 
dra de  Vísperas  de  Teología,  se  le  admitió  el  grado  de 
bachiller  en  esta  facultad,  al  presentar  la  provisión  del 
Duque  de  Osuna  y  la  licencia  del  provincial  de  la  Orden, 
otorgándosele  el  dicho  grado  en  27  de  octubre  de  1612.  Se 
licenció  en  20  de  abril  del  año  siguiente,  graduándose  de 
doctor  dos  días  después  (O.  • 


Pizaño  de  Palacios  (Alvaro). 

La  buena  fortuna,  que  en  punto  á  investigaciones  histó- 
ricas logra  más  que  la  muy  exquisita  diligencia,  ha  traído 
á  mis  manos  porción  considerable  de  noticias  de  este  vir- 
tuoso eclesiástico  y  elocuente  orador.  Extractaré  las  poco 
ó  nada  conocidas. 

Fueron  sus  padres  Andrés  Jiménez,  á  quien  también  lla- 
maban Andrés  Castillo,  clérigo,  natural  de  Utrera  y  resi- 
dente en  Alcalá  de  Guadaira  (hijo  de  Antón  Jiménez  y 
Bernardina  de  Palacios),  y  Juana  de  Pineda,  nacida  en 
Sevilla  (hija  de  Alonso  de  Aldana.  pintor  de  sargas,  y  de 
Ana  de  Pineda,  vecinos  de  la  collación  de  San  Juan  de  la 
Palma).  Pizaño  de  Palacios  nació  en  Alcalá  de  Guadaira, 
y  no  en  Sevilla,  aunque  siempre  se  llamó  hispalense;  pero 
á  esta  ciudad  fué  traído  muy  niño,  y  en  ella  le  criaron  Al- 
varo Pizaño,  barbero,  de  quien  tomó  el  nombre  y  el  pri  - 
mar  apellido,  y  Juana  Ortiz,  su  mujer.  El  apellido  Palacios 
es  el  de  su  abuela  paterna. 

En  el  archivo  universitario  de  Sevilla  he  hallado  mu- 
chas noticias  acerca  de  sus  estudios:  se  matriculó  para 
segundo  curso  de  Teología  en  3i  de  octubre  de  1572;  para 
el  tercero,  en  4  de  enero  de  1574,  y  para  el  cuarto,  en  27 
de  octubre  siguiente  (2).  Entre  tanto,  había  estudiado  Artes 


(i)     Grados,  reg   3.°,  fols.  35  de  1612  y  10  v.°  y  1 1   v.°  de  1Ó13. 
(2)     Archivo  universitLirio  de  Sevilla,  libro  de  Matrículas  en  que 
se  comprenden  las  de  este  año,  fols.  57,  80  v.°  y  92  v.° 


yg4  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

y  Filosofía,  facultad  en  la  cual  se  graduó  de  bachiller  á 
7  de  abril  de  iSyi  y  se  licenció  el  viernes  5  de  marzo  de 
1574,  graduándose  de  maestro  en  19  de  diciembre  del 
propio  año  (0.  Como  regente  de  la  cátedra  de  Filosofía, 
intervino  en  muchos  grados  por  los  años  de  i582  (2).  Li- 
cenciado en  Teología  á  principios  de  t583,  en  17  de  marzo 
se  opuso  á  la  canongía  magistral  de  Antequera.  Fueron 
sus  coopositores  el  doctor  Briceño,  graduado  por  Granada 
en  i56i,  y  el  doctor  Peralta  y  el  licenciado  Hidalgo,  pro- 
cedentes de  las  universidades  de  Valencia  y  Osuna.  Brice- 
ño  se  retiró  de  la  oposición,  y  antes  lo  habían  efectuado  el 
doctor  Lorenzo  Pérez  de  Oro,  colegial  de  Osuna,  y  el  licen- 
ciado Gutiérrez.  El  25  de  abril  se  dieron  puntos  á  Pizaño 
para  que  leyera,  y  el  28  para  que  predicara  (escogió  el  ca- 
pítulo V  de  San  Mateo);  y  en  5  de  mayo  fué  nombrado  en 
primer  lugar  por  todos  los  diez  votos  del  cabildo;  para  el 
segundo  lugar  obtuvo  seis  votos  Hidalgo,  y  cuatro  Peral- 
ta (3I.  Presentado  Pizaño,  por  provisión  de  Felipe  II,. dada 
en  San  Lorenzo  á  2  de  junio  del  propio  año  de  i583,  para 
la  dicha  canongía,  antes  de  hacerse  la  colación,  se  recibió, 
conforme  á  los  estatutos  de  la  Iglesia  de  Antequera,  la 
oportuna  información  sobre  el  linaje  del  aspirante,  para  la 
cual  el  obispo  de  Málaga  comisionó  al  canónigo  Fernan- 
do Mohedano.  Practicáronse  las  diligencias  en  Sevilla  y 
en  Utrera,  y  de  ellas  resultó  lo  que  dije  al  principio  en 
cuanto  á  la  patria  y  los  padres  de  Pizaño,  y  asimismo  que 
éste  era  hombre  de  buena  vida,  fama  y  costumbres,  y  sólo 
pariente  por  afinidad  y  en  grado  lejano  de  los  célebres  .-1/- 
calaes  con  quienes  tuvo  cuentas  el  Santo  Oficio  (4).  La  in- 

(i)  Ibid.,  libro  i.°  de  Diligencias  y  Colaciones  de  grados  meno- 
res (1570-74),  y  libro  de  Grados  mayores  y  menores  en  todas  Fa- 
cultades (1574-76),  fols.  10  y  67. 

(2)  Ibid.,  libro  de  Grados  de  Bachiller  en  todas  Facultades 
(1582-87). 

{3)     Actas  del  CabUdo  Colegial  de  Antequera. 

(4)  Poseo  copia  de  esta  información,  y  vino  á  mi  poder  entre 
otros  papeles  de  mi  difunto  amigo  el  notable   humanista   D.  Juan 


LA    UNlVlíKblDAD    UE    OSUNA  795 

formación  no  pareció  satisfactoria  al  cabildo  colegial;  el 
licenciado  Hidalgo,  segundo  nombrado,  alegaba,  por  su 
parte,  que  Pizaño  no  era  limpio  ni  legítimo  y  que  había 
sido  llamado  por  los  inquisidores,  y  acerca  de  todo  esto  se 
consultó  al  Rey,  quien  por  otra  provisión  dada  en  Madrid 
á  i.°  de  febrero  de  i584  y  refrendada  por  el  secretario 
Mateo  Vázquez,  y  mediante  que  Pizaño  acreditaba  con  un 
breve  pontificio,  en  cuanto  á  la  ilegitimidad  de  su  filia- 
ción, estar  dispensado  para  obtener  cualquiera  canongía  ó 
dignidad  eclesiástica,  y  con  testimonio  de  la  Inquisición 
que,  si  bien  le  habían  llamado  los  inquisidores,  no  fué  por 
cosa  tocante  á  la  Fe  ni  al  sacramento  de  la  penitencia, 
mandó  que  se  le  admitiese  á  la  posesión  sin  obstáculos  ni 
detenimientos.  Conferido  el  canonicato  por  el  obispo  de 
Málaga,  D.  Francisco  Pacheco,  á  I2  del  mismo  mes,  el  14 
tomó  Pizaño  la  tan  debatida  posesión,  prestando  el  jura- 
mento de  rúbrica,  señalándosele  en  el  coro  la  sexta  silla 
á  mano  izquierda,  y  derramando  algunas  monedas,  des- 
pués de  leer  en  un  breviario,  en  señal  de  dicha  posesión, 
estas   palabras:    Ntinc   consideieiiius    qui  fiierint   illi,    qni 

errare (■). 

Fué  Pizaño,  como  Rodrigo  Caro  y  cien  otros  varones 
eminentes,  de  algunos  de  los  cuales  voy  tratando,  hombre 
docto  graduado  por  Osuna.  Aspiraba  á  una  canongía  de  la 
catedral  de  Córdoba;  quería  ó  necesitaba  el  grado  de  doc- 
tor teólogo,  y  fué  á  Osuna  para  recibirlo.  ¿Hubiéranselo- 
negado  en  Sevilla,  á  él,  al  primer  bonete  de  España  en  pun- 
to á  habilidad  para  el  pulpito,  según  la  expresión  del  pin- 
tor Pacheco?  Admirado  por  su  fama,  respetado  y  venera- 
do por  sus  virtudes,  poco  trabajo  hubo  de  costarle  obtener 
de  D.  Pedro  Téllez  Girón,  tercer  duque  de  Osuna  (que  an- 
dando el  tiempo  había  de  ser  asombro  del  mundo),  una 
provisión,  su  data  á  21  de  septiembre  de  1599,  por  la  cual, 

Quirós  de  los  Ríos.  Todas  las  noticias  de  Pizaño  referentes  á  An- 
tequera son  de  idóntica  procedencia. 

(i)     Actas  capiíulai es,  lib.  2.°,  l'ols.  531-35. 


yn6  F.     RODRÍGUEZ    MARÍN 

en  virtud  «de  las  muchas  letras  con9Íen9Ía  y  partes  del 
dicho  maestro  ajuaro  pigaño,»  mandó  al  rector  y  claustro 
de  su  Universidad  que  le  incorporasen  en  ella  su  titulo  de 
licenciado  en  Teología  y  le  admitiesen  para  el  grado  de 
doctor  en  esta  facultad  (0.  Así  se  efectuó:  en  el  propio  día 
incorporó  su  título  de  licenciado,  doctorándose  al  día  si- 
guiente (-). 

Poco  después  fué  promovido  al  canonicato  de  Sagrada 
Escritura  de  la  Iglesia  de  Córdoba,  pues  ya  á  4  de  marzo 
de  1600  escribía  desde  allí  como  tal  canónigo  al  cabildo 
de  Antequera,  en  solicitud  de  que  se  le  pagaran  ciertas 
costas. 

No  sé  á  punto  fijo  cuándo  murió;  pero  sí  que  pasó  á  me- 
jor vida  después  del  26  de  abril  de  1621,  fecha  en  que 
otorgó  su  testamento,  y  antes  del  5  de  junio  siguiente,  día 
en  que  tal  documento  fué  leído  ante  el  cabildo  antequerano. 
En  esta  postrera  disposición,  otorgada  en  la  ciudad  de  los 
califas  ante  el  escribano  Gonzalo  Fernández  de  Córdoba, 
Pizaño  declaró  haber  leído  y  predicado  más  de  cuarenta  y 
cuatro  años,  y  haber  sido  más  de  diez  y   ocho  calificador 
del  Santo  Oficio  de  la  dicha  ciudad;  mandó  que  se  le  sepul- 
tara en  la  capilla  y  entierro  del  canónigo  Fernando  Mohe- 
dano;    declaró  poseer  como  bienes  propios  1.700  ducados 
de  principal  de  un  censo  sobre  bienes  del  concejo  de  An- 
tequera;  los  destinó  para  fundar  una  capellanía  y  varias 
fiestas  en  esta  ciudad;  y,  por  cuanto  había  solicitado  el  es- 
tudio del  convento  de  la  Rizafa,  de  Córdoba,  le  mandó  los 
libros  y  estantes  de  su  librería,  dejando,  en  fin,  á  su  áni- 
ma por  heredera. 

Fué  Pizaño,  al  par  que  eximio  orador,  excelente  poeta 
latino.  Citaré  alguna  composición  suya:  para  la  famosa 
puerta  llamada  el  Arco  de  los  Gigantes,  construida  en  An- 
tequera en  1585,  siendo  Corregidor  D.  Juan  Porcel  de  Pe- 
ralta, y  en  la  cual  se  colocaron  muchas  inscripciones  y  al- 

(i)     Archivo  universitario  de  Osuna,  legajo  de  provisiones. 
(2)     Grados,  rep.  2.°,  fols.  [8  y  19  del  citado  año. 


LA   UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  797 

gunas  estatuas  peitenecientes  á  las  antiguas  ciudades  de 
Antikaiia,  Nescania  y  Singilia,  el  maestro  Pizaño  escribió 
los  versos  siguientes: 

Moribus  aiitiquis  f^enemsam  dum  regit  urbem, 
Diim  nobis  lapstim  porlis  el  mxnibus  ornat, 

Qui  genere  el  rita  prxstcit  PorcelHus  heros 
Celsior  ut  cunclis  posilu  Aiitiqíiaria.  siirgit 

Urbibus,  officio  sic  gemís  et  urbe  retíala 
Allior  insurgens,  jam  cceliim  vértice  tangit. 

Ramírez  (Fr.  Pedro),  agustino,  natural  de  Zafra. 

Siendo  bachiller  en  Teología  por  la  universidad  hispa- 
lense, se  licenció  en  la  de  Osuna  á  5  de  febrero  de  1600, 
y  se  doctoró  dos  días  después  (0. 

Ramírez  de  Prado  (Alonso),  natural  de  Zafra. 

Graduado  de  bachiller  en  Cánones  por  Salamanca  en 
26  de  abril  de  i556,  se  licenció  en  Osuna  á  10  de  diciem- 
bre de  1568  (2). 

Roa  (Martín  de),  jesuíta,  natural  de  Córdoba. 

En  23  de  mayo  de  1576  el  P.  Santiago  de  Valverde, 
maestro  de  Artes  y  Filosofía  en  el  colegio  de  Córdoba, 
le  entregó  para  los  examinadores  de  bachilleres  de  Sevilla, 
la  cédula  que  copio  á  la  letra: 

PERMAGNIFICI  ET  REVHRENDI    ADMODUM    EXAMINATORES 

Mitio  ad  nos  discipnlum  incnin^  Martinuní  a  roa  Non  de  li- 
teria  sed  de  uiriníe  et  benciueritum  quiqíte  ouines  libros  sum- 
midarnm  logicce,  pliilusophiceqiie  ad  bachalaureatus  gradum 
requisitos  In  colegio  societatin  Jesti  cordiibensi  siib  mea  dis- 
ciplina studiosse  aiuUnit  in  ciijus  rei  iestimoniíim  presentes 
literas  Meo  nomine  subscriptas  dedi  cordubce  23  die  mensis 
maij  anno  domini  iSyó.  —  r\r  jacobus  A  valverde.'' 

(1)  Grados,  reg.  2.°,  fols.  3  v."  y  4  v.°  del  dicho  año. 

(2)  Grados,  reg,  1.°,  fol.  3C  de  15G8. 


yqg  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

Con  este  recaudo  fué  admitido  el  P.  Roa  para  el  dicho 
grado,  que  se  le  confirió  el  día  26  del  propio  mes.  Lláma- 
sele en  el  acta  perniagnificus  doiniíius.  Fueron  sus  exami  - 
nadores  el  doctor  Diego  de  Fuentes,  el  doctor  Sebastián 
de  Perea  y  Alvaro  Pi/año  (0. 

En  4  de  agosto  del  siguiente  año  de  1577  se  presentó 
en  la  universidad  de  Osuna  para  licenciado  en  Artes;  y 
después  de  oída,  según  costumbre,  la  misa  del  Espíritu 
Santo  para  asignar  puntos  al  graduando,  el  rector  «abrió 
el  texto  de  philosophia  por  estas  tres  partes  libro  primero 
de  metheoros  c.°  i.  |  libro  2°  de  generatione.  c."  5.6.  | 
libro  3  de  anima,  c."  1-2  y  el  dlio  baller  eligió  de  gene- 
ratione y  señalosele  el  cap.  5.  y  assi  mismo  se  abrió  el 
testo  de  lógica  por  estas  tres  partes  libro  2°  de  posterio- 
res. c.°  i5i6.  I  de  predicamentos  c.°  1.2.3.4.  de  los  mes- 
mos  predicamentos  cap."  de  qualitate  y  el  dho  baller  min 
de  Roa  eligió  el  cap.°  de  sequivocis  et  univocis  »  Aproba- 
do ucmine  discrepante  al  siguiente  día,  previo  el  txamen 
secreto,  el  día  5  se  dio  á  Martín  de  Roa  Francés  (que  éste 
era  su  segundo  apellido)  el  dicho  grado,  autorizándole 
para  que,  cuando  quisiera,  pudiese  recibir  el  de  maestro  (i). 

Roelas  (Fr.  Juan  de  las),  carmelita. 

En  10  de  mayo  de  i585,  ya  fraile,  probó  que  desde  oc- 
tubre de  15S4  iiasta  junio  de  i585  había  oído  dos  cursos 
de  Teología  escolástica  y  positiva  (3).  Mucho  más  tarde, 
en  6  de  agosto  de  1594,  se  licenció  y  se  doctoró  en  la  di- 
cha facultad,  siendo  prior. del  convento  del  Carmen  de 
Osuna  (4). 

Rosal  (Francisco  del),  natural  de  Córdoba. 

Se  graduó  de   bachiller  en  artes  con  diez  y  siete  com- 

(i)  Una  buena  copia  de  estos  documentos  (de  ella  me  he  servi- 
do) existe  en  la  riquísima  librería  del  seiior  Duque  de  T'Serclaes. 

(2)  Grados,  reg.  i.°,  fol.  32  de  1577. 

(3)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  26  de  1586. 

(4)  Grados,  reg.  2.°,  fols.  9  v.°  y  10  de  1594. 


LA   UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  799 

pañeros,  todos  cordobeses,  excepto  uno,  á  14  de  junio  de 
1553,  siendo  testigos  de  estos  actos  el  Conde  de  Ureña, 
fundador  y  patrono  de  la  Universidad,  y  el  rector,  Don 
Juan  Caro  de  Sotomayor.  Presentó  á  los  graduandos  el 
licenciado  Francisco  Gómez  {'). 

Sal^zar  de  Mendoza  (Pedro),  natural  de  Toledo. 

Hijo  de  Hernando  de  Salazar  y  de  Catalina  de  Quinta- 
nilla.  Graduóse  de  bachiller  en  Cánones  en  Salamanca 
á  8  de  junio  de  1572  y,  siendo  ya  colegial  del  mayor  de 
Osuna  por  provisión  del  Duque  (ig  de  agosto  de  1573), 
se  licenció  en  esta  Universidad  á  12  de  noviembre  de 
1674,  doctorándose  tres  días  después.  El  14 Mas  co- 
piaré, por  lo  curioso,  este  particular: 

«Passeo. — E  después  de  lo  suso  dho  a  catorze  dias  del 
dho  mes  y  año  el  dho  lie''"  salazar  de  mendo9a  fue  traydo 
en  passeo  con  toda  la  vniuersidad  por  el  pueblo  y  honrran. 
dolé  el  111.™°  y  muy  excell.^  señor  don  Jorge  de  Alencas- 
tre  duque  de  auero  y  el  111.™°  s"''  don  Ju°  tellez  girón  mi 
íi°^  marques  de  peña  fiel  y  el  muy  Ill«  señor  don  p°  girón 
su  herm°  con  toda  la  caualleria  destos  dos  señores.» 

También  el  propio  dia,  al  recibir  el  grado  Salazar  de 
Mendoza,  fueron  testigos  «los  dhos  ss.  duque  y  marques 
y  el  dicho  s"""  don  p.°  giion  (2).»  Más  tarde,  en  g  de  marzo 
de  1578,  siendo  aún  colegial  y  ya  catedrático  sustituto 
de  Instituta,  se  bachilleró  en  Leyes,  para  leer  en  propie- 

(i)     Grados,  reg.  i.°,  fol.  5  de  1553. 

(2)  Grados,  rcg.  i.°,  fols.  29  v.°á  30  v.— D.  Jorge  de  Alencas- 
tre,  siendo  Marqués  de  Torres  Novas,  cono  primogénito  del  Du- 
que de  Aveiro,  había  casado  en  1569  con  doña  Magdalena  Girón, 
hija  de  D.  Juan  Tellez  Girón,  cuarto  Conde  de  Ureña,  hermana  de 
D.  Pedro,  primer  Duque  de  Osuna,  y  dama  que  había  sido  de  la 
reina  doña  Isabel  de  Valois.  D.  Jorge,  ya  heredero  del  ducado  de 
su  padre,  pereció  con  el  rey  D.  Sebastián,  por  los  años  de  1578, 
en  la  tremenda  catástrofe  de  Alcazarquivir.  D.  Juan  Tóllez  Girón, 
nieto  del  fundador  de  la  Universidad  ursaonense,  fué  en  i5jo  se- 
gundo Duque  de  Osuna,  y  falleció  en  1594.  Su  hermano  D.  Pedro 
murió  soltero  en  Ñapóles  en  1584. 


8oo  F-    RODRÍGUEZ    MARÍN 

dad  dicha  cátedra,  probando  previamente,  en  4  del  mismo 
mes,  haber  leído  las  seis  lecciones  necesarias  (0. 

Sánchez  Zarzosa  (Alonso),  natural  de  Ronda. 

Estudió  en  el  colegio  de  Santo  Tomás  de  Sevilla;  pero 
se  graduó  de  bachiller  en  la  facultad  de  Artes  en  la  Uni- 
versidad de  Osuna  á  10  de  junio  de  1587,  y  en  la  de  Teo- 
logía á  28  de  abril  de  1594(2).  Fué  canónigo  de  la  Iglesia 
Colegial  de  Antequera,  y  murió  en  esta  ciudad  á  11  de 
abril  de  1641  (3). 

Santa  Cruz  (Fk.  Francisco  de),  dominico. 

En  5  de  mayo  de  iSSj,  siendo  ya  fraile  y  catedrático 
de  Vísperas  de  Teología  en  la  Universidad  de  Osuna,  se 
graduó  de  licenciado  en  Artes,  y  de  maestro  al  día  si- 
guiente. En  22  de  noviembre  de  i558  diósele  el  grado  de 
bachiller  formado  en  Teología,  á  presencia  de  D.  Pedro 
Fajardo,  mayorazgo  del  Marqués  de  los  Vélez  y  yerno  del 
Conde  patrono  (4). 

Santiago  (Fr.  Miguel  de),  carmelita,  natural  de  Car- 
mona. 
Siendo  ya  fraile,  se  graduó  de  bachiller  en  la  facultad 
de  Artes  á  26  de  septiembre  de  1606,  y  se  licenció  y  gra- 
duó de  maestro  en  3i  de  agosto  de  1607  (5).  Más  tarde  se 
bachilleró  en  Teología,  á  20  de  septiembre  de  1610,  li- 
cenciándose el  25  y  doctorándose  el  26,  «después  de  ser 
traydo  en  paseo  a  caballo  por  los  doctores  y  maestros  des- 
ta  vniuersidad  por  algunas  calles  desta  uilla  con  música 
y  atabales  (t>).» 

(i)  Grados,  reg.  1.°,  fol.  4  de  iS/S.-Pruebas  de  cursos  y  lec- 
ciones, fol.  6  del  mismo  año. 

(2)  Grados,  reg.  2°,  fols.  9  de  iSS;  y  2  de  1594- 

(3)  Archivo  parroquial  de  Sarna  María,  lib.  1.°  de  Testamentos. 

(4)  Grados,  reg.  i.»,  fols.  13  v.°y  14  de  i537  Y  '7  de  1558- 

(5)  Grados,  reg.  2.°,  fols.  22  de  1606  y  30  de  1607. 

(6)  Grados,  reg.  3.°,  fols.  24  v.°  á  26  de  1610. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  8oi 

Segura  de  Ávalos  (Juan  de),  natural  de  Úbeda. 

Oyó  Cánones  en  Osuna,  probando  en  19  de  abril  de 
i56i  haber  estudiado  un  curso  (i).  Otro  Juan  de  Segura, 
fraile  mínimo,  cursaba  Teología  en  1563-64:  no  debía 
de  ser  el  ubetense. 


Sepúlveda  (Fr.  Alonso  dií),  dominico. 

A  20  de  febrero  de  i556,  siendo  prior  del  monaste- 
rio de  Santo  Domingo  de  Osuna,  se  presentó  para  bachi- 
ller formado  en  Teología,  con  testimonio  del  vicario  ge- 
neral de  la  provincia,  en  donde  constaba  haber  sido  ex- 
puesto el  graduando  para  presentado,  por  el  Capítulo  ce- 
lebrado en  Ecija,  y  con  provisión  del  Conde,  patrono  de 
la  Universidad,  para  que  se  le  confiriese  tal  grado  con 
sólo  un  acto  que  tuviera,  lo  cual  se  verificó  el  propio  día  (2). 

Serna  (Alonso  de  la),  natural  de  Sevilla. 

Estudió  en  la  casa  de  la  Compañía  de  Jesús  de  su  ciu- 
dad natal  y  se  bachilleró  en  Teología  en  la  Universidad 
de  Osuna  á  10  de  septiembre  de  1601  (3). 

Sobrino  (Fk.  Alonso),  carmelita,  natural  de  Sevilla. 

Se  graduó  de  bachiller  en  Teología  á  18  de  septiembre 
de  160S  (4). 

Soria  Galvarro  (Lucas  de),  natural  de  Sevilla. 

Se  matriculó  para  primer  curso  de  Cánones  en  la  uni- 
versidad de  Sevilla  á  19  de  febrero  de  i588  [i]  y  en  la 
misma  se  graduó  de  bachiller  en  Ai  tes  y  Filosofía  á  2  de 


(i)     Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  7  de  isGi, 

(2)  Grados,  reg.  1.°,  fol.  2  de  1556. 

(3)  Grados,  reg.  2°,  fol.  16  de  este  año. 

(4)  Grados,  reg.  2.°,  fol.  iq  del  citado  año. 

(i)     Archivo  universitario  de  Sevilla,  lib.  4,"  de  Matrículas,  fo- 
lio loS. 

II  5.1 


8o2  F.    RODKÍGUEZ    MAKIN 

julio  de  iSgo  (0.  Á  lO  de  septiembre  de  iSga  se  bachille- 
ró en  Teología  en  la  de  Osuna  (2),  licenciándose  en  14  de 
julio  de  1594  y  doctorándose  tres  días  después  (3).  Es  el 
Lucas  de  Soria  que  menciona  D.  Nicolás  Antonio,  y  her- 
mano del  poeta  Fernando  de  Soria  Galvarro.  Sus  padres 
se  llamaban  Pedro  Fernández  de  Soria  y  doña  Isabel  Gal- 
varro u).  ■ 

Soto  (Juan  de),  natural  de  Granada. 

Siendo  bachiller  en  la  facultad  de  Artes  por  la  univer- 
sidad de  su  patria  (13  de  mayo  de  iSg;),  se  licenció  en  la 
de  Osuna  á  10  de  febrero  de  1600  (5). 

Sotomayor  (Fernando  de). 

En  i5  de  noviembre  de  1567  probó  haber  oído  un  cur- 
so de  Cánones,  graduándose  de  bachiller  en  esta  facultad 
á  17  de  abril  de  1570.  Era  natural  de  Antequera,  cosa  que 
no  supo  ó,  á  lo  menos,  no  dijo  D.  Nicolás  Antonio  (o). 

Suárez  (Fr.  Agustín),  carmelita. 

Ya  era  fraile  y  estudiaba  Teología  en  Osuna  por  los  años 
de  i562,  pues  en  10  de  junio  figura  como  testigo  de  una 
prueba  de  curso  del  bachiller  Frutos  Pérez.  Además,  en  9 
de  junio  de  1564  justiticó  que  desde  el  9  de  septiembre  de 
1561  había  estudiado  tres  cursos  de  dicha  facultad,  y  en 
16  de  mayo  de  i565  que  habla  oído  en  los  años  de  iSSq, 


(1)  Archivo  universitario  de  Sevilla,  libro  dé  Grados  de  Bachi- 
ller en  todas  Facultades,  ful.  122. 

(2)  Universidad  de  Osuna,  Grados,  ret;.  2.°,  fol.  61  de  1553. 

(3)  Universidad  de   Osuna,  Grados,  reg.  2°,  fols.  7  v."  y  8  de 

1 584. 

(4)  Así  se  averigua  por  cierta  escritura  de  donación  de  300  du- 
cados de  oro,  otorgada  por  ellos  á  favor  de  Lucas  (Archivo  nota- 
rial de  Sevilla,  registro  de  Juan   de  Velasco,  28  de  abril  de  1599). 

(5)  Grados,  reg.  2.°,  fol.  5  v.°  de  1600. 

(b)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  31  de  1567.— Grados, 
reg.  !.",  fol.  19  de  1570. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  803 

60  y  61  tres  cursos  de  A.rtes,  y  en  el  de  65  dos  de  Teolo- 
gía, el  uno  de  Escolástico  y  el  otro  de  Positivo.  Á  3o  de 
junio  del  mismo  año  i565  se  graduó  de  bachiller  en  Teo- 
logía; á  3  de  febrero  de  iSjo  de  licenciado,  y  de  doctor  en 
26  de  abril  siguiente  (O, 


'&■- 


Tejada  Páez  (Agustín  de),  natural  de  Antequera. 

Este  ilustre  poeta,  uño  de  los  mejores  de  la  llamada  es- 
cuela poética  granadina,  y  con  más  razón  antequera  na, 
cursó  Cánones  en  la  Universidad  de  Osuna,  probando  sus 
estudios  en  3o  de  abril  de  iSSj,  28  de  marzo  y  20  de 
abril  de  I5(SS  y  19  de  abril  de  iSSg  (2). 

Tovar  (Gaspar  de). 

En  4  de  abril  de  i582  probó  haber  estudiado  un  curso 
de  Instituía  y  Decretales;  en  29  de  enero  del  mismo  año 
se  había  graduado  de  bachilleren  artes  (3j.  Era  natural  de 
Málaga.  La  primera  edición  del  libro  suyo  que  cita  don 
Nicolás  Antonio  se  publicó  en  Antequera  (Claudio  Bolán, 
i6o3). 

Velázquez  (Andrés),  natural  de  Arcos  de  la  Frontera. 
Se  graduó  de  bachiller  en  artes  á  24  de  febrero  de  i553, 
examinándole  Diego  de  Avellaneda,  el  Dr.  Miguel  Ferrer 
(después  virtuoso  jesuíta)  y  el  maestro  Fr.  Diego  de  la 
Magdalena,  En  7  de  octubre  de  1555  probó  haber  oído  un 
curso  de  Medicina  (4). 


(i)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fols.  16  de  1562,  17  de  15Ó4 
y  17  v.°  de  15Ó5.— Grados,  reg.  i.°,  fols.  3  de  1363  y  4  v.°  y  22  v.* 
de  i  Sjo. 

(2)  Pruebas  de  cu-sos  y  lecLÍones,  fols.  21,  7  v.°,  12  y  11  v."', 
Tespectivainente,  de  los  dichos  años. 

(3)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  2  v.°  de  ¡582. — Gra- 
dos, reg.  I  ",  fol.  3  del  propio  año. 

(4)  Grados,  reg.  1°,  fol.  10  de  1553. — Pruebas  de  cursos  y  lec- 
ciones, fol.  23  v.°  de  1535. 


Sq.  F.    rodríguez   MARÍN 

Vélez  de  Guevara  (Luís),  natural  de  Écija. 

En  3i  de  julio  de  iSgó  se  graduó  de  bachiller  en  artes, 
gratis,  por  ser  pobre,  con  otros  diez  y  ocho  estudiantes, 
todos  ecijanos  (0. 


Vélez  de  Guevara  (Pedro). 

D   Nicolás  Antonio  no  dijo  cuál. fuese  su  patria.  Era  na- 
tural de  Peñafiel,  diócesis  de  Falencia.  Graduado  de  bachi- 
ller en  Leyes  por  la  universidad  de   Salamanca  en   1548, 
se  presentó  en  la  de  Osuna  para-  licenciarse  á  3  de  abril 
de  i555;  pero  como  alegase  tener  hecha  en  la  salmantina 
la  repetición,  y  no  tuviese  documentos  con  que  acreditar- 
lo    ofreció  y  se  le  admitió  prueba  de  testigos.  Presento 
uno    Diego  de  Zamora,  su  paisano,  el  cual,  previo  jura- 
mento, dijo:  «que  vio  al  dho  bller  guevara  sacarle  de  su 
casa   que  vivia  junto  al  colegio  del  argobispo  en  la   dha 
cibdad  de  salamanca  e  que  vio  que  le  acompañaban  estu- 
diantes y  doctores  y  vn  dotor  llebaua  vna  borla  colorada 
encima  del  bonete  y  su  capirote  sobre  los  ombros  y  que  de 
alli  se  fueron  todos  a  las  escuelas  y  entraron  en  vn|ene- 
ral  V  que  el  doctor  se  subió  en  vn  pulpito  ^^el  bller  se 
sentó  en  vn  banco  alto  y  alli  hablo  el  dicho  bller  en  latm 
y  otros  le  preguntaban  y  el  respondía  y  que  estaba  en  el 
dho  pulpito  vn  paño  de  brocado  y  en  las  paredes  panos  y 
en  los  bancos  alfombras  y  de  alli  lo  sacaron  y  lo  vo  vieron 
a  su  casa  con  el  mismo  acompañam-  y  ti-ompetas  |  e  que 
oía  dezir  que  aquello  que  avia  hecho  el  dho  bller  era  le- 

peti^ion  y  que  esto  sabe »  Vélez  de  Guevara  pidio  que 

L  d  fiviera  á  su  propio  juramento,  pues  sólo  había  presen- 
tado un  testigo;  y,  otorgado,  declaró  que  había  repetido 
a  ley  uüer  cltera,  de  Ubcns  et  posUums,  que  había  presidí- 
do  el  doctor  Peralta,  y  que  le  argüyeron  el  licenciado  Ber- 
mVdez        bachiller  D.  Juan  Carrillo  y  un  estudiante  que  se 


(1)     Grados,  reg.  2.' 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  805 

decía  Jerónimo  Loiencio.  En  fin,  confiriósele  el  grado  en 
g  del  propio  mes  (0. 

Villalobos  (Fk.  Luís  de),  agustino. 

Siendo  prior  del  convento  de  Nuestra  Señora  de  la  Es- 
peranza de  Osuna,  probó,  á  29  de  octubre  de  i56o,  haber 
leído  diez  lecciones  de  Teología  en  aquella  Universidad  (2). 

Villalpando  (Juan  Bautista),  jesuíta,  natural  de  Cór- 
doba. 
Se  graduó  de  bachiller  en  artes  con  Pedro  Alonso  de 
Roa,  también  cordobés,  en  16  de  junio  de  1568  {3). 

Zarate  (Fr.  Hernando  de),  agustino,  natural  de  Madrid. 
Siendo  ya  fraile,  se  graduó  de  presentado  en  Teología  á 
i3  de  marzo  de  i563.  En  3i  de  agosto  de  1568,  ya  prior 
del  convento  de  Nuestra  Señora  de  la  Esperanza,  presentó 
provisión  del  Duque  patrono  para  que  le  confiriesen  los 
grados  de  bachiller,  licenciado  y  maestro  en  artes,  sin 
examen  de  bachiller  ni  las  responsiones  para  licenciado, 
sino  con  sólo  el  examen  secreto;  y  bachillerado  en  el  pro- 
pio día,  se  licenció  á  3  de  septiembre  siguiente,  graduán- 
dose de  maestro  el  4.  Poco  después,  en  11  y  i3  de  di- 
ciembre, se  licenció  y  doctoró  en  Teología.  Era  catedrá- 
tico de  Vísperas  de  esta  facultad,  y  luego  fué  deán  de  la 
.misma.  Al  pie  del  acta  del  último  de  sus  grados  hay  una 
nota  extendida  por  el  secretario  que  en  él  intervino,  por  la 
cual  se  acredita  que  Zarate  mostró  en  claustro  una  infor- 
mación practicada  en  Madrid,  de  la  cual  resultaba,  por  de- 
claración de  cuatro  testigos,  que  el  graduando  era  hijo  legi- 
timo del  licenciado  Francisco  Díaz  de  Zarate  y  de  su  mu- 
jer doña  María  de  Villena  (4). 

(i)     Grados,  reg.  i.°,  fols.  5-8  de  1555. 

(2)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  21  v.°  de  i56o. 

(3)  Grados,  reg.  i.°,  fol.  19  de  i568. 

(4)  Grados,  reg.  1.°,  fols.  4  de  1563  y  30  v.°,  31,  32,  38  v."  y  39 
<le  1568. 


8o6  F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 

ZÚñiga  (Fk.  Diego  de),  agustino,  natural  de  Salamanca. 
Siendo  ya  fraile  y  catedrático  de  Sagrada  Escritura  en 
la  Universidad  ursaonense,  probó  en  ella,  á  4  de  febrero 
de  iSyS,  haber  oído  y  leído  más  de  cuatro  cursos  de  Teo- 
logía, graduándose  incontinenti  de  bachiller  en  esta  fa- 
cultad, licenciándose  en  17  de  abril  del  mismo  año  y  doc- 
torándose dos  días  después  (0. 


Estos  ochenta  y  nueve  escritores,  sin  contar,  como  ya 
indiqué,  los  omitidos  por  ignorancia  mía  y  por  no  conser- 
varse todos  los  registros  viejos,  pasaron,  enseñando  algu- 
nos, aprendiendo  los  más,  por  la  maltrecha  Universidad 
de  Osuna,  hasta  el  año  de  i6i5.  Escuela  que  teniendo, 
cuando  muchos,  trescientos  treinta  estudiantes  (y  van  con- 
tados entre  ellos  más  de  una  tercera  parte  de  alumnos  gra- 
máticos, muchachos  todos,  los  más  de  los  cual^  ahor- 
caban los  estudios),  había  dado  en  poco  más  de  medio  si- 
glo tantos  escritores,  algunos  excelentes  y  famosos,  no- 
merecía,  á  buen  seguro,  el  menosprecio  de  ningún  otro 
escritor,  aunque  Cervantes  se  llamase  y  el  mismo  Cervan- 
tes fuese.  Y  no  se  diga  de  los  cien  sujetos  que,  apenas 
graduados  en  la  Universidad  del  Conde  de  Ureña,  salían 
á  ocupar  altos  puestos,  así  en  lo  eclesiástico  como  en  lo 
civil,  pues  lista  numerosa  habría  de  ser  la  que  contuviese 
tantos  nombres.  ¿No  estudiaron  en  Osuna,  acaso,  D.  An- 
tonio de  Morales,  religioso  de  la  orden  de  Santiago  de  la 
Espada  y  obispo  de  Mechoacán  (2);  D.  Gómez  Manuel 
Barros  de  San  Millán,  presidente  de  la  audiencia  de 
Quito  (3);   D.  Sebastián  de  Villagómez,  alcalde  de  corte 


(i)  Pruebas  de  cursos  y  lecciones,  fol.  3  v."  de  1 575. —  Grados. 
reg,  i.°,  fols.  2  v.",  17  v.°  y  18  v.°  del  propio  año. 

(2)  Se  bachilleró  en  Cánones  á  25  de  abril  de  1557, 

(3)  Natural  de  Segovia.  Siendo  rector  se  licenció  en  Leyes  á  5 
de  diciembre  de  i558  y  se  doctoró  al  siguiente  día.  Fundó  y  dotó 
la  cátedra  de  Instituía  in  voce. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  807 

de  Navarra  y  consejero  de  Hacienda  (O,  y  D.  Alejandro 
Centurión,  decano  de  la  Cámara  Apostólica,  gobernador 
de  Ferrara  y  arzobispo  de  Genova?  (2).  ¿No  fueron  gradua- 
do'; por  Osuna  D.  ¡Martín  de  Aristi,  magistral  de  Burgos  y 
obispo  electo  de  Falencia  (3);  D.  Juan  García  de  Zurne- 
ros,  arcediano  de  la  Iglesia  de  México  (4';  Juan  Hernán- 
dez Galeote,  fiscal  de  la  Inquisición  en  Valladolid  (5); 
Pedro  de  Salcedo  Nieto,  corregidor  de  la  Puebla  de  los 
Angeles  y  oidor  de  Panamá  (6);  Diego  Becerra  Nieto,  juez 
de  escuelas  en  Salamanca  y  corregidor  de  Burgos  (7),  y 
D.  Melchor  Calderón,  alcalde  y  oidor  de  Navarra?  (S).  De 
haberse  expresado  con  verdad  la  fingida  Princesa  Micomi- 
cona.  ¿no  hubieran  podido  oir  referencias  de  su  desembar- 
co, 6,  cuando  menos,  disfrutar  de  la  brisa  del  puerto,  pues 
en  Osuna  estudiaban,  D.  Luis  de  Azoca,  después  canóni- 
go de  Canarias,  teniente  general  de  la  provincia  de  Chile 
y  alcalde  de  corte  en  Méjico  (9),  y  D.  Perafán  de  Ribera, 


(i)  Natural  de  Villalón.  Fué  colegial  y  catedrático  de  Víspe- 
ras de  Cánones,  facLikad  en  la  cual  se  bachilleró  A  8  de  junio  de 
1 568,  licenciándose  el  día  14  y  doctorándose  en  12  de  aposto  si- 
guiente. 

(2)  Natural  de  Genova.  Bachiller  en  Leyes  á  31  de  febrero 
de  1576. 

(3)  Natural  de  Durango.  Siendo  colegial  se  graduó  de  maestro 
en  Artes  á  9  de  diciembre  de  1558. 

(4)  Natural  de  Castellanos,  diócesis  de  Avila.  Era  ya  arcedia- 
no y  bachiller  en  Cánones  por  Salamanca  cuando  se  licenció  y  se 
doctoró  en  Osuna  á  15  y  17  de  marzo  de  i56(. 

(5)  Natural  de  Cebreros.  Siendo  bachiller  en  Cánones  por  Sa- 
lamanca y  colegial  de  Osuna,  se  licenció  en  28  de  marzo  de  156C, 
doctorándose  en  29  de  septiembre  siguiente. 

(6)  Natural  de  Mérida.  Siendo  rector  se  bachilleró  en  Cáno- 
nes á  15  de  julio  de  1569,  y  se  doctoró  en  Leyes  á  28  de  octubre. 

(7)  Natural  de  Madrid  v  colegial  y  catedrático  de  Prima  de 
Cánones,  facultad  en  la  cual  se  licenció  á  7  de  enero  de  1571, 
doctorándose  un  mes  después.  Fué  recior  en  1572. 

(8)  Natural  de  Cigales,  diócesis  de  Falencia.  Fué  colegial.  Se 
licenció  en  Cánones  á  24  de  octubre  de  1573,  doctorándose  el  27. 

(9)  Natural  de  Tenerife.  Bachiller  en  Cánones  por  Salamanca, 


So8  F.    EODKÍÚLEZ    MAkÍN 

maestrescuela  de  la  Iglesia  de  Guadix  (O,  ó  el  sevillano 
Juan  Bautista  de  Alñán,  que  luego  fué  oidor  de  las  gale- 
ras de  España?  (2). 

Y  no  cabe  imaginar  que  el  eximio  novelista  complu- 
tense conociese  de  lejos  á  la  Universidad  de  Osuna,  pues 
por  los  años  de  1588  á  1593,  siendo  comisario  de  los 
proveedores  de  la  Armada,  anduvo  negociando  en  pueblos 
muy  cercanos  á  la  ya  entonces  villa  ducal,  y  quizás  en 
esta  misma,  y  en  1594  evacuó  otras  comisiones  en  el  reino 
de  Granada,  y  sabido  es  que  Osuna  está  en  el  antiguo  ca- 
mino de  Sevilla  á  la  ciudad  del  Darro.  Esto,  por  un  sí; 
que  por  otro,  amigo  era  Cervantes  del  maestro  Francisco 
de  Medina,  de  Luis  Barahona  de  Soto,  de  Luis  Vélez  de 
Guevara  y  de  Agustín  de  Tejada  Páez,  celebrados  por  él, 
quién  en  el  Canto  de  Calíope,  quién  en  el  Viaje  del  Parna- 
so; todos  ellos  habían  frecuentado  las  aulas  ursaonenses: 
;cómo,  pues,  el  soldado  de  Lepanto  pudo  no  persuadirse 
á  que,  en  realidad  de  verdad,  ellas  no  merecían  la  burla 
con  que,  al  fin,  las  zahirió,  antes,  á  lo  que  creo,  que  nin- 
gún otro  escritor  las  hubiese  mentado  en  son  de  mofa? 

Pasiones  de  que  el  Príncipe  de  nuestros  ingenios,  hom- 
bre al  fin,  no  estuvo  libre,  hubieron  de  andar  en  ello:  á 
los  Girones  achacaba,  á  no  dudarlo,  parte  de  sus  desdi- 
chas. Trataré  de  descorrer  un  poco  el  velo  que  todavía 
encubre  esta  inquina  de  Cervantes  contra  los  Girones,  y 
contra  Osuna,  por  consiguiente,  capital  de  sus  tierras  y 
estado  de  Andalucía,  protestando  primero  de  mi  profunda 
veneración  á  la  buena  memoria  del  famoso  regocijo  de  las 
musas,  pues  para  admirarle  por  sus  libros  todos  somos  es- 
tudiantes pardales,  como  el  del  prólogo  del  Persiles. 

En   1808  D.  Agustín  Ceán   Bermúdez,   examinando  y 


se  licenció  en  Osuna  á  27  de  octubre  de  1573  y  se  doctoró  el  3  de 
noviembre. 

(i)  Natural  de  Guadix.  Era  bachiller  en  Cánones  por  Granada, 
y  ya  canónigo,  se  licenció  en  Osuna  á  i.°  de  diciembre  de  1578. 

(2I     Se  licenció  en  Cánones  á  19  de  octubre  de  ^'.q^. 


LA    UNIVERSIDAD    DE   OSUNA  Sog 

arreglando  los  papeles  del  Archivo  de  Indias,  establecido 
en  Sevilla,  encontró  dos  curiosísimas  informaciones  de 
testigos,  propuestas  por  Cervantes:  en  una  de  ellas,  prac- 
ticada en  Argel  por  octubre  de  1580,  declaró,  entre  otros, 
el  alférez  Luís  de  Pedresa,  natural  de  Osuna,  y  dijo  que 
aquél  era  nieto  de  Juan  de  Cervantes,  corregidor  que  ha- 
bía sido  de  la  mencionada  villa,  por  nombramiento  del 
Conde  de  Ureña.  No  era  esto  cierto  de  todo  punto.  Los 
Girones,  luego  duques  de  Osuna,  tenían  en  esta  pobla- 
ción una  audiencia,  compuesta  de  tres  magistrados,  para 
conocer  en  segunda  instancia  de  las  causas  y  pleitos  en- 
comendados en  la  primera  á  los  corregidores  de  los  cinco 
pueblos  (Osuna,  el  Arahal,  Morón,  Olvera  y  Archidona) 
de  que  constaba  su  estado  en  Andalucía  (0.  Llamábanse 
tales  funcionarios  «jueces  del  audiencia  del  Conde  y  go- 
bernadores de  sus  tierras  y  estado.»  El  licenciado  Juan 
de  Cervantes,  natural  de  Talavera  de  la  Reina,  corregi- 
dor de  Alcalá  de  Henares  y  presidente  luego,  hasta  el 
año  de  r53i,  del  consejo  de  los  estados  de  D.  Diego  Hur- 
tado de  Mendoza,  duque  del  Infantazgo  (Guadalajara), 
residía,  por  mayo  de  i533,  en  la  dicha  villa  de  Alcalá  (2). 
No  sé  qué  sería  de  él  desde  este  año  hasta  el  de  1545;  pero 
sí,  por  las  noticias  que  ¡al  fin!  he  hallado  en  las  actas  ca- 
pitulares de  Osuna  (3),  que,  siendo  gobernadores  del  es- 
tado andaluz  del  cuarto  Conde  de  Ureña  (del  fundador  de 
la  Universidad),  en  la  última  mitad  del  año  1545,  el  ba- 
chiller Alonso  de  Villanueva  y  los  licenciados  Bustaman- 
te  y  Tebar,  poco  después  fué  nombrado  gobernador  y 
juez  de  la  audiencia  el  abuelo  de  Cervantes,  cuya  firma, 
puesta  cinco  veces  en  las  actas,  se  asemeja  de  todo   en 


(i)  El  castillo  de  Cazalla  no  se  contó  por  entonces  como  pue- 
blo. Aún  hoy  se  llama  Puebla  de  Cazalla. 

(2)  Pérez  Pastor,  Documentos  cervantinos  hasta  ahora  inédi- 
tos, págs.  I  y  22  1. 

{3)  Las  busqué  sin  fruto  en  1593,  bien  que  desde  1531  hasta 
1538.  Están  en  el  tomo  111,  fols.  295,  295  v.°,  309  v.",  310  y  311 . 


8lO  F.     RODRÍGUEZ    MARÍN 

todo  á  la  calcada  por  D.  Cristóbal  Pérez  Pastor.  Como  tal 
gobernador  y  juez,  y  con  el  tratamiento  de  magnífico  señor . 
concurrió  á  los  cabildos  que  celebraban  el  concejo,  justicia 
y  regimiento  de  la  villa  en  i.°  y  9  de  diciembre  de  i545, 
en  el  último  de  los  cuales  se  recibió  por  corregidor  de  ella 
al  licenciado  Alonso  de  Tebar,  gobernador  hasta  enton- 
ces, bien  claro  indicio  de  que  el  licenciado  Cervantes  estaba 
recién  nombrado.  Asiste,  además,  en  los  cabildos  de  i." 
y  i3  de  marzo  de  1546,  en  el  último  de  los  cuales  pareció 
el  licenciado  Hernando  de  Ángulo,  vecino  de  Granada, 
presentando  una  provisión  del  Conde,  por  la  cual  ¡o  hacía 
«juez  de  residencias  desta  villa  e  de  las  otras  del  estado 
de  su  señoría  de  las  andaluzias;»  presta  el  ritual  jura- 
mento; firman  el  acta  los  tres  gobernadores  y  el  nuevo 
juez,  y  á  los  cabildos  siguientes  no  concurre  ninguno  de 
■  aquéllos,  pero  á  todos  Ángulo,  hasta  el  de  10  de  abril, 
en  que  asiste  Bustamante,  y  hasta  el  de  3o  del  propio 
mes,  á  que  también  concurre  Villanueva.  El  licenciado 
Ángulo  firma,  por  última  vez,  el  acta  de  10  de  mayo,  y 
ya  en  la  siguiente,  del  14,  aparece  firmando  de  nuevo  el 
corregidor  Tebar.  Todavía  de  vez  en  cuando  suelen  con- 
currir á  los  cabildos  Villanueva  y  Bustamante;  quien  no 
vuelve  á  parecer  en  las  actas  es  el  abuelo  del  autor  del 
Quijote  (0.  ¿Qué  sucedió?  ¿Salió  malparado  de  la  residen- 
cia especial  y  amplísima  encomendada  á  Hernando  de 
Ángulo?  ¿Murió  por  este  tiempo,  como  afirmaba  D.  Ju- 
lio de  Sigüenza?  (2).  ¿Le  promovió  el  Conde  á  algún  otro 
empleo,  ya  en  el  estado  de  Osuna,  ya  en  el  de  Peñafiel?.... 
Tras  de  esta  averiguación  ando,  ¿y  quién  sabe  si  no  he  de 
lograrla  con  un  tantico  de  diligencia  y  de  buena  suerte? 
Fuese  lo  que  fuese  en  Osuna  del  licenciado  Cervantes, 

(t)  Villanueva  era  aún  gobernador  en  20  de  mayo  de  1555,  y 
Bustamante  en  11  de  agosto  de  1547.  Tebar  conservaba  todavía  el 
corregimiento  en  28  de  enero  de  i.''49. 

(2)  La  Ilustración  Española  y  Americana,  1887. — No  hay 
libros  especiales  de  defunciones  de  esa  época;  en  los  de  fábrica 
nada  se  halla  acerca  del  fallecimiento  del  licenciado  Cervantes. 


LA    UNIVERSIDAD    DE    OSUNA  8ll 

SU  nieto  pudo  recibir  por  herencia  la  mala  voluntad  hacia 
los  Girones,  ya  el  Conde  de  Ureña  despidiera  de  su  ser- 
vicio al  dicho  licenciado,  ya  muriera  éste  en  Osuna  sin 
que  aquél  hiciese  nada  por  su  familia,  ó  ya  saliera  á  des- 
empeñar otro  cargo  sin  la  ayuda  de  costa  y  la  buena  re- 
comendación necesarias  ó  útiles  para  sus  aumentos. 

También  á  motivos  personalísimos  debió  de  obedecer 
la  animadversión  de  Cervantes  hacia  Osuna  y  sus  du- 
ques, á  cuya  familia  aludió  en  el  Quijote  varias  veces,  no 
tan  veladamente  que  se  haya  hecho  del  todo  imposible, 
aun  habiendo  pasado  cerca  de  tres  siglos,  desentrañar  y 
esclarecer  sus  alusiones.  Recuérdese  cuan  ajetreada  y 
triste  fué  la  vida  de  Cervantes  en  los  trece  años  últimos 
del  siglo  XVI,  en  que,  obligado  con  imperio  irresistible  por 
la  dura  ley  de  la  necesidad,  aceptó  comisiones  para  odio-, 
sas  cobranzas,  á  cuyas  incidencias  debió,  amén  de  otros 
mil  sinsabores,  el  estar  preso  en  Castro  del  Rio  y  en  Se- 
villa; recuérdese  que,  especialmente  por  los  años  de  i588 
á  iSgs,  recorrió  casi  todas  las  villas  principales  de  Anda- 
lucía, sacando  bastimentos  para  las  galeras  reales,  en  con- 
cepto de  comisario  de  los  proveedores  Guevara  é  Isunza, 
y  que,  entre  otros  pueblos,  visitó  á  Carmona,  Ecija, 
Arahal,  Marchena,  Estepa  y  Pedrera,  todos  cercanos  á 
Osuna  (O,  y  se  caerá  en  la  cuenta  de  que  asimismo  debió 
de  estar  algunas  veces  en  esta  villa,  en  donde  quizás  su- 
frió alguno  de  los  contratiempos  á  que  tan  ocasionado  era 
empleo  tan  comprometido.  Pero  no  son  estas  disquisicio- 
nes el  objeto  del  presente  trabajo,  ya  mucho  más  extenso 
de  lo  que  me  propuse  y  á  todos  conviene. 

Sea  acepto  á  las  venerandas  cenizas  del  cuarto  Conde  de 

(i)  El  ilustrado  arqueólogo  D.  Jorge  Bonsor  encontró  en  1888, 
en  el  archivo  municipal  de  Carmona,  una  carta  de  Cervantes  re- 
lativa á  su  comisión,  y  fechada  allí  á  12  de  febrero  de  1590.  Por 
el  mismo  tiempo  mi  buen  amigo  D.  Antonio  Aguilar  y  Cano, 
docto  historiógrafo,  halló  entre  las  actas  capitulares  de  Estepa  la 
de  un  cabildo  (15  de  octubre  de  1591)  á  que  concurrió  Cervantes 
con  otro  comisario  llamado  Diego  de  Rui  Sanz. 


8l2 


F.    RODRÍGUEZ    MARÍN 


Ureña  este  conato  de  vindicación  de  su  Universidad  y  el  hu- 
milde tributo  que,  haciéndome  intérprete  de  las  generosas 
voluntades  de  algunos  de  los  ilustres  hijos  de  aquella  Es- 
cuela, ofrezco,  copiando  sus  firmas,  á  la  buena  memoria 
de  aquel  varón  piadoso  (0. 

Viñas  del  Robledillo  (Osuna),  21  de  agosto  de  1898. 


(i)  ¡Todavía  no  hay  en  Osuna,  pueblo  que  tanto  debe  á  don 
Juan  Téllez  Girón,  plaza  ni  calle  que  tenga  su  nombre!  ¡Y  ya  las 
hay  que  ostentan  los  de  Cánovas  y  Sagasta.  muerto  há  poco  el 
uno  y  vivo  aún  el  otro!  ¡Qué  aprisa y  qué  despacio! 


A  LA  BUENA  MEMORIA 


DE 


ü.    JUAN    TÉLLEZ    aiKÓN^ 

IV  CONDE  DE  UREÑA 

y  fundador  de  la  insigne  Universidad   de  Osuna, 

ALGUKOS    ESCRITORES    HIJOS    DE    ESTA    GLORIOSA    ESCUELA 
EN  TESTIMONIO  DE  CARINO  Y  AGRADECIMIENTO 


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MIGUEL  MIR 


UN  GRAN  TRABAJADOR  IGNORADO 


Entre  los  literatos  de  la  generación  presente,  pocos 
habrá  que  conozcan,  siquiera  de  oídas,  el  nombre  del 
Sr.  D.  José  María  Sáenz  del  Prado;  y  con  todo  esto,  de 
cuantos  en  los  últimos  tiempos  han  cultivado  las  letras 
españolas  y  promovido  los  adelantos  de  la  filología  caste- 
llana y  trabajado  por  conocer  los  primores  de  nuestra  len- 
gua, tal  vez  no  haya  ninguno  que  tenga  más  títulos  á  la 
celebridad  y  á  la  admiración  universal,  que  este  varón 
insigne,  tan  modesto  como  laborioso,  y  tan  benemérito  de 
las  letras  españolas,  como  ignorado  y  obscurecido  en  sus 
merecimientos. 

Fué  el  Sr.  Sáenz  del  Prado  ejemplo  elocuente  de  lo  que 
puede  una  voluntad  perseverante  y  bien  encaminada,  y 
trasunto  de  lo  que  puede  dar  de  sí  el  entusiasmo  más  vivo 
por  nuestra  lengua  y  el  estudio  más  asiduo  de  los  monu- 
mentos de  nuestra  gloriosa  cultura.  Pasó  su  vida  en  una 
de  las  ciudades  más  retiradas  de  nuestra  Península,  y  aun 
en  esta  población  vivió  tan  oculto  y  apartado  del  trato  de 
las  gentes,  que  en  ella  apenas  era  conocido.  Jamás  tuvo  es- 
tímulo especial  que  le  obligase  al  trabajo.  Débil,  enfermi- 
zo, pasó  su  vida  entre  libros,  y  en  su  lectura  y  estudio 
cifró  la  actividad  de  su  inteligencia  y  los  placeres  y  deli- 
cias de  su  alma.  Aun  estos  libros  no  fueron  muy  copio- 
sos. No  pudo  el  Sr.  Prado  disfrutar  de  las  ventajas  que 
ofrecen  á  los  estudiosos  las  Bibliotecas  de  las  grandes  po- 
blaciones. La  escasez  de  sus  medios,  harto  precarios  á  ve- 
ces, tampoco  le  consintió  la  adquisición  de  muy  abundan- 
te librería,  y  menos  la  compra  de  aquellos  tesoros  pere- 
grinos que  son  la  envidia  y  el  regalo  de  los  bibliófilos. 
Se  puede  decir  que  el  campo  principal  y  casi  único  de 
la  labor  intelectual  de  D.  José  Sáenz  del  Prado,  fueron  los 


822  MIGUEL    MIR 

setenta  tomos  de  la  Biblioteca  de  Autores  españoles,  de 
D.  Manuel  de  Rivadeneyía,  que  anda  casi  en  manos  de 
todos;  pero  ¡con  qué  energía  de  voluntad  trabajó  en  este 
campo!  ¡Con  qué  afán  y  entusiasmo  lo  exploró  y  revolvió 
y  ben  efició  en  todas  sus  direcciones!  ¡Qué  enorme  cúmulo 
de  riqueiías  sacó  de  sus  más  recónditas  entrañas!  Fueron 
tales,  que  ti  que  las  contempla  atentamente,  no  puede  me- 
nos de  quedar  espantado  de  cómo  pudo  un  hombre  solo 
llevar  al  cabo  obra  tan  vasta,  tan  prolija,  tan  infinitamente 
minuciosa. 

El  Sr.  Sáenz  tomó  por  lema  de  sus  tareas  literarias 
aquellas  palabras  de  Lope  de  Vega:  «Pocos  libros  y  esOs 
selectos,  y  que  les  saquéis  las  sentencias  sin  dejar  pasar 
cosa  que  leáis  notable,  sin  línea  y  margen  (0.»  Y  esta  má- 
xima la  aplicó  de  tal  manera  á  sus  estudios  sobre  la  co- 
lección de  Rivadeneyra,  que  realmente  es  difícil  que,  des- 
pués de  lo  que  él  trabajó  en  esta  mina,  pueda  ya  nadie 
hallar  en  ella  cosa  que  se  le  pasase  por  alto  á  su  curiosidad. 
De  estos  trabajos  y  del  resultado  de  sus  indagaciones, 
es  nuestro  intento  dar  breve  idea;  pero  antes  de  entrar  de 
lleno  en  este  estudio,  será  bien  trasladar  aquí  los  pocos 
datos  biográficos  que  han  llegado  á  nuestra  noticia  sobre 
este  hombre  admirable,  singularmente  benemérito  de  las 
letras  españolas. 

«Nació  D.  José  María  Sáenz  del  Prado  hace  setenta  y 
siete  años  en  Santo  Domingo  de  la  Calzada:  hizo  su  ca- 
rrera en  el  Seminario  Conciliar  de  Logroño;  obtuvo,  en 
virtud  de  oposiciones,  el  curato  de  Sinobas,  próximo  á  la 
Villa  de  Aranda  de  Duero,  en  donde  abrió  un  colegio  de 
latín  y  Humanidades.  Desde  dicho  punto  fué  promovido, 
en  calidad  de  cura  propio,  al  pueblo  de  Valdearados,  am- 
bos de  la  Diócesis  de  Osma,  mereciendo,  transcurridos 
treinta  y  seis  años  de  servicios,  ser  promovido  en  1869, 
por  especial  gracia  del  Ilustrísimo  y  Reverendísimo  Pre- 
lado, á  la  Canongía  de  la  insigne  Iglesia  Colegial  de  esta 

(i)     Lope  de  Vega,  Com.  El  verdadero  amanie,  prólogo. 


UN    GRAN    TRABAJADOR    IGNORADO  823 

capital.  Es,  por  último,  desde  Abrii  de  1879,  Académico 
correspondiente  de  la  Española  de  la  Lengua. » 

En  estas  breves  líneas,  publicadas  algunos  años  antes 
de  fallecer  el  Sr.  Prado  en  el  Recuerdo  de  Soria,  papel  que 
una  vez  cada  año  se  publicaba  en  dicha  capital  para  so- 
lemnizar la  fiesta  de  su  patrón  San  Saturio,  están  conte- 
nidos los  únicos  datos  biográficos  que  el  público  ha  podido 
conocer  sobre  este  varón  ilustre,  pobres  y  mezquinos  en 
verdad,  y  que  por  haberse  publicado  en  periódico  de  esca- 
sísima circulación,  es  casi  lo  mismo  que  si  no  se  hubieran 
publicado.  Triste  condición  de  las  cosas  humanas  y  ca- 
pricho singular  de  la  suerte,  que  levanta  álos  que  debieran 
estar  en  la  obscuridad,  y  oculta  y  pone  bajo  el  celemín  á 
los  que  debieran  brillar  á  vista  de  los  demás  para  honor  y 
ejemplo  de  todos. 

La  afición  al  estudio  de  la  lengua  castellana  hubo  de 
despertarse  en  D.  José  María  Prado  en  edad  muy  tempra- 
na. Habiendo  recibido  una  educación  clásica  muy  perfecta, 
é  impuéstose  bien  en  los  preceptos  de  la  lengua  latina  y 
manejando  con  acierto  sus  autores,  tenía  la  base  más  só- 
lida para  el  conocimiento  de  la  castellana.  El  ejercicio  del 
magisterio  de  latinidad  le  puso  más  adelante  en  la  nece- 
sidad de  enseñar  de  viva  voz  y  en  la  práctica  de  los  demás 
lo  que  antes  había  aprendido  para  sí  en  los  bancos  de  la 
escuela.  Con  lo  cual  estaba  á  maravilla  preparado  para 
ahondar  en  el  estudio  de  nuestra  lengua  y  acometer  los  tra- 
bajos que  sobre  ella  emprendió  y  llevó  al  cabo  con  inteli-. 
gencia  y  tesón  incomparables  hasta  el  último  día  de  su 
vida.  El  año  1832  publicaba  la  Real  Academia  Española 
la  séptima  edición  de  su  Diccionario,  y  de  esta  edición  se 
adquiría  el  siguiente  de  iS33,  en  Madrid,  un  ejemplar,  al 
frente  del  cual  está  de  mano  de  D.  José  la  nota  siguiente: 
«Se  compró  en  Madrid  en  3  de  Mayo  de  1833,  para  uso 
de  José  María  Sáenz  del  Prado,  cuyo  coste  fué  de  84  reales 
vellón. I)  Este  ejemplar  del  Diccionario  de  la  Academia  fué 
el  principio  y  el  fundamento  de  los  trabajos  filológicos  del 
Sr.  Sáenz  del  Prado. 


824  MIGUEL    MIK 

El  primero  de  ellos  versó  sobre  ios  sinónimos  cas- 
tellanos. Revolviendo  el  Diccionario  de  la  Academia,  no 
pudo  menos  de  caer  en  la  cuenta  de  la  gran  muche- 
dumbre de  palabras  que  posee  nuestro  idioma  para  ex- 
presar una  misma  idea;  palabras  que,  si  bien  presentan 
esta  idea  en  diversos  matices  3'  aspectos,  coinciden  en  una 
significación  principal.  Esta  identidad  de  significación 
fundamental,  le  dio  margen  para  reunir,  en  sendos  gru- 
pos, innumerable  cantidad  de  vocablos,  en  la  cual  se  hace 
como  el  recuento  de  nuestra  lengua  y  alarde  de  la  varie- 
dad inmensa  de  riquezas  que  en  ella  se  atesoran.  Este 
trabajo  está  en  un  tomo  en  folio  de  400  páginas,  á  dos 
columnas,  en  letra  menudísima,  y  aun  pudiéramos  lla- 
mar microscópica,  como  todo  lo  que  escribió  el  Sr.  Sáenz 
del  Prado  (y  éste  es  uno  de  los  defectos  materiales  de 
todos  sus  manuscristos),  tan  microscópica,  que  con  lo  que 
hay  en  este  volumen  pudieran  llenarse  seisú  ocho  del  mis- 
mo tamaño  y  en  letra  regular. 

Al  propio  tiempo  que  hacia  esta  colección  de  palabras 
sinónimas,  llevaba  adelante  otra  más  vasta  y  de  mayores 
alcances,  y  que  viene  á  ser  otro  inventario  de  nuestra  len- 
gua, tomando  por  base,  no  ya  las  palabras  sueltas,  sino 
los  varios  ramos  del  humano  saber  en  sus  divisiones  y 
subdivisiones  correspondientes,  á  las  cuales  va  registran- 
do y  reduciendo  los  vocablos  de  nuestra  lengua.  Este  es- 
tudio, aunque  muy  notable,  hubo  de  quedar  muy  imper- 
fecto, pues  parece  que  el  Sr.  del  Prado,  si  bien  trabajó 
en  él  con  grande  ahinco  los  primeros  años  de  su  labor 
filológica,  hubo  de  darle  de  mano  más  adelante,  y  aun 
abandonarlo  del  todo.  No  así  el  de  los  sinónimos,  pues 
fué  uno  de  los  que  más  le  preocuparon  en  toda  su  vida, 
volviendo  á  él  repetidas  veces,  apuntando  y  anotando  sobre 
lo  ya  escrito,  y  dándole  al  fin  ocasión  para  emprender 
otra  obra  importantísima,  y  de  la  cual  hablaremos  más 
adelante. 

Mientras  trabajaba  en  estas  dos  obras,  ya  debía  de  ha- 
ber concebido  el  Sr.  Prado  las  primicias  de  aquel  entu- 


UN    GRAN    TRABAJADOR    IGNORADO  825 

siasmo  que  tuvo  hacia  la  obra  más  genial  de  la  literatura 
española,  la  Historia  del  Ingenioso  Hidalgo  Don  Quijote  de 
la  Mancha,  pues  en  ellas  fué  acumulando  sentencias  y  más 
sentencias  que  reunió  después  en  grupos,  á  fin  de  autori- 
zar sus  dichos  ú  opiniones  sobre  las  palabras  que  estudia- 
ba. El  número  de  estas  autoridades  esparcidas  en  las  dos 
obras  mencionadas  es  tal,  que  en  ellas  se  puede  decir  está 
el  germen  y  aun  la  primera  realización  de  un  proyecto 
atrevidísimo,  que  sólo  podía  caber  en  un  hombre  de  una 
voluntad  y  constancia  imponderable,  es  á  saber,  el  pro- 
yecto de  las  Concordancias  del  Quijote. 

No  hay  literato  que  no  sepa  lo  que  se  entiende  por  esta 
palabra,  y  que  no  entienda  también  la  dificultad,  ni  más 
ni  menos  que  la  utilidad  inmediata  que  se  había  de  seguir 
de  la  realización  del  pro3'ecto  del  Sr.  Prado.  Son  las  Con- 
cordancias de  la  Biblia,  por  ejemplo,  del  Alcorán,  de  Hora- 
cio, \' irgilio  ú  otro  escritor  cualquiera,  un  diccionario  en  el 
cual  están  registradas,  por  orden  alfabético,  todas  las  pa- 
labras contenidas  en  dichas  obras,  con  las  sentencias  en 
que  están  usadas  y  con  la  indicación  del  capítulo  ó  parte 
de  la  obra  y  la  línea  ó  líneas  en  que  se  contienen.  La  eje- 
cución de  este  trabajo  no  requiere  mucho  talento  ni  gran 
esfuerzo  intelectual;  pero  supone  una  labor  material  y  una 
constancia  y  tenacidad  sobre  toda  ponderación.  Cuéntase 
que  para  el  primer  proyecto  de  Concordancias  de  la  Biblia, 
se  juntaron  unos  5oo  religiosos,  que  trabajaron  en  él  mu- 
chos años  bajo  la  dirección  del  Cardenal  Hugo.  A  pesar 
de  la  muchedumbre  de  los  colaboradores,  la  obra  hubo  de 
quedar  muy  imperfecta,  y  ha  sido  menester  el  espacio  de 
seis  siglos  y  la  cooperación  de  innumerables  colaborado- 
res para  dar  á  las  Concordancias  de  la  Biblia  la  perfección 
á  que  han  llegado.  Pues  una  obra  análoga  á  ésta  sobre  la 
Historia  del  Ingenioso  Hidalgo  Don  Quijote  de  la  Mancha, 
intentó  el  Sr.  D.  José  Sáenz  del  Prado,  y  no  sólo  la  inten- 
tó, sino  que  la  llevó  hasta  el  cabo,  y  no  una  sola  vez,  sino 
dos,  con  dos  planes  completamente  distintos,  y  sacando  de 
su  puño  y  letra  dos  copias  de  cada  una  de  estas  Con- 


826  MIGUEL    MIR 

cordancias,  de  suerte  que  vino  á  hacer  este  trabajo  hasta 
cuatro  veces,  labor  que  espanta  la  imaginación  y  aturde  el 
entendimiento. 

La  copia  primera,  que  no  es  más  que  ensayo  de  lo  que 
había  de  ser  la  obra,  pero  que  le  resolvió  el  problema  de 
la  posibilidad  de  su  ejecución,  está  embebida,  como  se  ha 
indicado,  en  el  trabajo  sobre  los  sinónimos  de  que  hemos 
hablado.  La  segunda,  j'a  más  perfecta,  forma  tres  tomos, 
uno  en  S.°,  que  comprende  la  parte  fundamental  de  la 
obra,  y  dos  suplementos  más  pequeños.  Estas  dos  copias 
de  concordancias  se  hicieron  por  una  edición  del  Quijote 
hecha  en  Madrid  por  el  impresor  Ramos  el  año  de  1829, 
y  á  ella,  por  consiguiente,  se  refieren  las  citas  y  referen- 
cias. La  tercera  y  la  cuarta,  iguales  entre  sí,  están  hechas 
teniendo  presente  la  edición  llamada  pequeña  de  Argaina- 
■iilLi,  hecha  por  D.  Manuel  Rivadeneyra,  y  bajo  la  inspec- 
ción de  D.  Juan  Eugenio  Hartzenbusch,  y  á  ella  se  redu- 
cen las  referencias.  La  primera  de  estas  dos  copias  está 
en  dos  tomos  gruesos  y  ti  es  pequeños.  La  segunda  en  tres 
tomos  en  8."  mayor  y  cinco  en  menor.  Una  y  otra  llevan 
por  encabezamiento  el  siguiente  título,  cuya  prolijidad  y 
altisonancia  bien  se  pueden  perdonar  á  su  respetable  y 
por  tantos  títulos  maravilloso  autor: 

Concordancias  de  El  Ingenioso  Hidalgo  Don  Quijote  de  la 
MancJia,  ó  sea  vocabulario  fraseológico,  ó,  lo  que  es  lo  mismo, 
compilación  alfabética  de  todas  las  voces  y  frases  de  esta  in- 
mortal obra,  coleccionada  por  un  apasionado  de  su  celebérri- 
mo y  sabio  autor,  el  sin  par,  el  grande  y  minea  bien  alabado 
Miguel  de  Cervantes  Saavedra,  único  en  el  ingenio,  gloria  y 
honra,  honor  y  espejo  de  la  nación  espaíiola,  con  sus  corres- 
pondientes citas  ajustadas  d  la  edición  de  Ar gamasilla^que  con 
las  líneas  de  cada  página  numeradas  se  acompaña  por  cabeza, 
cuyo  medio  facilita  rápida  y  maravillosamente  su  evacuación, 
no  menos  que  el  estudio  del  mejor  parto  de  las  letras  españolas 
y  aun  del  mejor  libro  del  mundo,  pudiéramos  decir  con  nues- 
tro imiy  ilustre  manco  de  Lepanto  (i863). 

Puesta  esta  portada,  sigue  inmediatamente  el  índice  de 


UN    GRAN    TRABAJADOR    IGNORADO  827 

palabras  que  constan  en  el  Quijote,  empezando  por  la  A, 
y  acabando  por  la  última  palabra  de  la  Z,  dedicando  un 
artículo  á  cada  una  de  las  palabras,  acompañándola  de  to- 
dos los  lugares  ó  sentencias  en  que  se  halla,  y  puntuali- 
zando la  parte  del  capítulo,  página  y  aun  la  línea  en  que 
cada  vez  la  usa  Cervantes,  de  suerte  que  es  facilísima  la 
compulsación  y  verificación  de  la  cita. 

Tal  es  la  obra  y  tal  el  método  usado  por  las  Concordan- 
cias del  Quijote.  El  trabajo  en  ella  empleado,  la  investi- 
gación que  supone,  y  aun  la  labor  material  contenida  en 
estos  volúmenes,  no  hay  quien  pueda  dignamente  apre- 
ciarlos. Dice  el  Sr.  Prado  en  una  nota  hallada  casualmen- 
te entre  sus  papeles  que  la  obra  de  las  Concordancias  le 
costó  «dos  docenas  de  años;»  y  aun  este  tiempo,  con  ser 
no  escaso,  no  lo  parece,  en  efecto,  á  quien  quiera  que  exa- 
mine atentamente  esta  obra,  el  número  de  citas  que  con- 
tiene y  la  forma  en  que  están  presentadas  estas  citas. 

¿Cuántas  serán  éstas?  Es  difícil  y  aun  casi  imposible 
averiguarlo.  Hase  calculado  que  algunas  de  las  ediciones 
de  las  Concordancias  de  la  Biblia  contienen  al  pie  de  qui- 
nientas mil.  El  Quijote  no  es  obra  tan  extensa  como  la  Bi- 
blia, pero,  con  todo,  se  puede  asegurar  que  el  número  de 
citas  reunidas  por  el  Sr.  Sáenz  del  Prado,  ya  que  no  igua- 
le, no  anda  muy  lejos  del  de  las  Concordancias  bíblicas. 

Siendo  la  Historia  del  Ingenioso  Hidalgo  una  de  las  obras 
más  extensas  de  Ja  literatura  española,  es  también  una  de 
las  en  que  se  trata  y  trae  á  cuento  mayor  número  de  ma- 
terias, y,  por  consiguiente,  de  vocablos,  tanto,  que  bien  se 
puede  decir  que  en  ella  está  la  mayor  parte  de  los  que  com- 
ponen nuestro  Diccionario.  Pues  bien:  el  Sr.  Prado  nos  da 
el  índice  de  toda  esta  variedad  inmensa  de  palabras,  y  de 
tal  manera,  que  si  de  cada  cual  de  ellas  usa  Cervantes  una, 
diez,  veinte,  cuarenta  ó  más  veces,  otras  tantas  las  cita 
y  puntualiza  el  Sr.  Prado,  con  la  indicación  de  la  parte, 
capítulo,  página  y  línea  en  que  están  usadas  en  el  Quijote. 
Además,  en  algunas  de  las  copias  se  añaden  citas  de  las 
otras  obras   de   Cervantes,  en   que  éste  hubo  de  emplear 


828  MIGUEL    MIR 

aquellas  palabras.  Calcúlese  por  estos  datos  los  miles  de 
citas  de  que  se  compone  esta  obra;  y  teniendo  en  cuenta 
que  están  hechas,  como  queda  dicho,  hasta  cuatro  veces 
y  en  dos  sistemas  del  todo  distintos,  dígase  hasta  qué  pun- 
to hubo  de  rayar  la  laboriosidad  de  su  autor  y  su  entusias- 
mo por  la  obra  del  escritor  inmortal.  Sin  duda,  de  cuantos 
han  empleado  sus  vigilias  en  la  obra  de  Cervantes,  nin- 
^no  le  ha  dedicado  una  voluntad  tan  enérgica  y  una  labor 
tan  perseverante  como  el  admirable  Canónigo  de  la  Cole- 
giata de  Soria. 

Habiendo  llevado  á  efecto  obra  tan  estupenda,  se  halló 
el  Sr.  Prado  en  la  situación  en  que  suelen  hallarse  en  Es- 
paña no  pocos  hombres  laboriosos  y  bien  intencionados, 
los  cuales,  después  de  gastar  en  el  trabajo  intelectual  su 
tiempo,  su  ingenio  y  no  pocas  veces  su  dinero,  no  saben 
qué  hacer  del  fruto  de  sus  vigilias,  ni  qué  salida  dar  á  lo 
que  les  ha  costado  tanto  tiempo,  molestias  y  dinero.  Ideaba 
el  Sr.  Prado  hacer  una  edición  del  Quijote,  limpia,  elegante 
y  manual,  que  fuese  compañera  de  las  Concordancias.  Esta 
edición  había  de  ser  en  4.°  ó  en  8.°  mayor.  El  texto  del 
Quijote,  puesto  en  tipos  regulares,  comprendería,  según  el 
Sr.  Prado,  unas  340  páginas,  y  las  Concordancias  unas  5oo, 
en  tipos  diamantinos.  Formando  el  texto  del  Quijote  y  las 
Concordancias  un  solo  volumen,  era  fácil  el  uso  y  manejo 
de  ambos  libros,  y,  por  consiguiente,  segura  é  inmediata 
la  utilidad  que  podía  resultar  de  este  manejo.  Calculaba 
el  Sr.  Prado  que  el  coste  de  la  edición  sería  unos  i.ooo 
duros,  y  el  precio  de  la  venta  de  cada  ejemplar  100  reales. 
Movido  por  el  entusiasmo  de  su  idea,  trató  de  realizarla, 
y  escaso  de  bienes  de  fortuna,  buscó  quien  le  ayudase  á 
darle  cumplimiento.  ¿Pero  dónde  hallar  un  editor  que  en- 
trase en  este  orden  de  ideas?  En  España  se  han  hecho 
ediciones  innumerables  del  Quijote,  tantas,  que  apenas  ha 
habido  editor  ó  empresa  editorial  que  no  haya  hecho  su 
Quijote,  como  ellos  dicen,  gastándose  á  veces  un  dineral 
en  cromos,  grabados  y  dibujos,  generalmente  muy  malos, 
pero  cuidando  poco  de  la  corrección  del  texto,  y  menos  de 


UN  GRAN  TRABAJADOR  IGNORADO  829 

ilustrarlo  con  noU.s  ó  investigaciones  que  hubiesen  de 
costar  algún  dinero.  Siendo  tal  la  corriente  y  el  gusto  y  la 
manera  de  ser  de  nuestros  editores,  era  excusado  buscar 
entre  éstos  quien  fuese  capaz  de  entender  y  llevar  adelante 
el  proyecto  de  edición  de  las  Concordancias. 

Por  fortuna  para  el  Sr.  Prado,  desde  los  días  en  que  con 
mayor  actividad  estaba  ejecutando  su  labor,  se  había  pues- 
to en  comunicación  con  la  Real  Academia  Española,  y  en 
esta  Corporación  halló,  sí  no  el  logro  de  sus  deseos,  á  lo 
menos  el  premio  de  sus  vigilias  y  afanes,  y  la  seguridad  de 
que  el  trabajo  empleado  en  las  Concordancias  no  había  de 
ser  perdido,  sino,  antes  bien,  provechoso  y  fecundo  en  bue- 
nos resultados. 

Las  relaciones  del  Sr.  Prado  con  la  Academia  parece 
hubieron  de  principiar,  al  parecer,  por  D.  Juan  Eugenio 
Hartzenbusch,  y  probablemente  con  ocasión  de  la  edición 
de  Argamasilla,  hecha  por  aquel  literato,  y  tomada  por 
base  de  las  Concordancias.  Es  notorio  además,  y  así  lo  pu- 
blicaron los  periódicos  de  aquel  tiempo,  que  la  Real  Aca- 
demia Española,  por  los  años  de  1864,  anunció  su  propó- 
sito de  hacer  una  edición  del  Quijote  adornada  con  todos 
los  requisitos  de  la  crítica  y  de  la  erudición.  Para  contri- 
buir al  buen  éxito  de  una  obra,  que  debía  ser,  no  ya  par- 
ticular de  la  Academia,  sino  de  toda  la  nación  y  de  cuan- 
tos sienten  amor  y  entusiasmo  por  la  obra  de  Cervantes, 
era  natural  que  el  Sr.  Prado  creyese  que  importarían  mu- 
cho las  Concordancias;  y  persuadido  por  esta  idea,  escribía 
con  fecha  de  27  de  Febrero  de  i865  al  señor  Secretario  de 
la  Academia  una  carta  en  que  le  manifestaba  cómo  hacía 
ya  largo  tiempo  que  estaba  ocupado  en  formar  un  Diccio- 
nario de  voces  y  frases  del  Quijote;  indicábale  que  ya  había 
dado  cuenta  de  esta  obra  al  Sr.  Hartzenbusch,  y  le  expo- 
nía varias  consideraciones  sobre  la  conveniencia  de  dar 
más  amplitud  á  dicho  Diccionario,  incluyendo  en  él,  no 
sólo  las  voces  y  frases  del  Quijote,  sino  las  usadas  por 
Cervantes  en  todas  sus  obras,  empresa  que  juzgaba  fácil 
para  la  Academia,  y  para  la  cual  ofrecía  su  colaboración. 


830  MIGUEL    MIK 

Como  muestra  de  sus  trabajos,  remitía  adjunta  una  lista 
de  algunos  verbos  notables  sacados  de  dos  tomos  y  medio 
del  Quijote.  A  la  carta  del  Sr.  Prado  contestó  el  que  era 
entonces  Secretario  de  la  Academia,  D.  Manuel  Bretón  de 
los  Herreros,  elogiando  como  se  merecía  la  importancia 
de  sus  trabajos;  ponderándole  el  gusto  que  tendría  la 
Academia  en  que  los  llevase  adelante,  é  indicándole  que, 
para  el  logro  de  su  intento,  seria  tal  vez  mejor  que  se  pu- 
siese en  relación  con  el  Sr.  Hartzenbusch,  persona  muy 
competente  en  esta  clase  de  investigaciones,  y  á  quien  el 
mismo  Sr.  Bretón  ya  había  hablado  sobre  este  asunto.  Al 
propio  tiempo  le  indicaba,  como  opinión  suya  particular, 
que  tal  vez  su  proyecto  de  Concordancias  sería  más  hace- 
dero y  realizable,  y  tendría  más  probabilidades  de  buen 
éxito  si  en  vez  de  incluir  todas  las  palabras  y  frases  del 
Quijote,  se  limitase  el  Sr.  Prado  á  las  locuciones  raras  y 
características  de  Cervantes  ó  las  ya  anticuadas,  y  cuyo 
uso  ha  degenerado  y  sufrido  algún  cambio  6  modificación. 
En  este  caso,  así  como  la  obra  sería  menos  costosa  para 
él,  sería  más  fácil  de  adquirirla  para  el  público  ó  para  la 
Academia. 

Agradecido  el  Sr.  Prado  al  voto  del  Sr.  Bretón,  prosiguió 
en  sus  trabajos,  y  con  fecha  de  5  de  Enero  de  1866  escribía 
á  la  Real  Academia  anunciando  que  acababa  de  adicionar, 
con  las  voces  y  frases  de  todas  las  obras  de  Cervantes,  la 
cuarta  edición  ó  copia  del  Quijote,  trabajos  que  ponía  á 
disposición  de  la  Corporación,  si  los  creyere  útiles  para  su 
proyectada  edición  del  Quijote;  y  á  fin  de  que  la  Academia 
pudiese  formar  juicio  de  sus  trabajos,  le  remitía  adjuntos 
su  título  6  portada,  siete  muestras  de  varios  de  sus  artí- 
culos, dos  de  citas  de  las  Concordancias  de  la  Biblia,  una 
colección  de  las  voces  anticuadas  y  extrañas  del  Quijote, 
un  prospecto  del  periódico  titulado  Don  Quijote,  con  un 
análisis  de  él,  señalando  los  pasajes,  de  donde  se  pudieron 
tomar  las  frases  que  usa. 

Varias  fueron  las  comunicaciones  análogas  á  la  que  se 
acaba  de  extractar  escritas  por  el  Sr.  Prado  á  la  Academia. 


UN    GKAN    TRABAJADOR    IGNORADO  83 1 

Sería  largo  y  enojoso  dar  cuenta  de  todas  ellas.  Lo  impor- 
tante es  dar  á  conocer  la  última  resolución  de  esta  Corpo- 
ración sobre  los  trabajos  del  Sr.  Sáenz,  y  la  forma  por  ella 
adoptada  para  premiarle  y  conceder  á  su  autor  la  recom- 
pensa que  tan  justamente  tenía  merecía. 

Estando  el  Sr.  Sáenz  del  Prado  persuadido  de  la  impo- 
sibilidad de  hallar  editor  que  emprendiese  la  publicación 
de  las  Concordancias,  é  imposibilitado  además  de  hacerla 
por  su  cuenta,  resolvió  á  principios  del  año  1876  entregar 
su  trabajo  á  la  Academia,  poniéndolo  al  efecto  en  manos 
de  los  Sres.  D.  José  María  Gil,  su   sobrino  y  Doctoral  de 
Santo  Domingo  de  la  Calzada,  y  de  D.  Pablo   Lazcano, 
Magistrado  de  la  Audiencia  de  Valladolid,  para  que  en  su 
nombre  lo  presentasen  á  la  Corporación,  como  lo  hicieron 
en  efecto,  según  que  se  da  cuenta  de  ello  en  la  sesión  del 
9  de  Marzo  de  1876.  Al  hacer  este  don  no  pedía  el  señor 
Prado  ninguna  recompensa:  sólo,  sí,  suplicaba  á  la  Acade- 
mia que  recabase  del  Gobierno  que  á  él  y  á  su  citado  so- 
brino, el  Sr.  Gil,  le  fuesen  reintegradas  las  pagas  que  am- 
bos á  dos  habían  dejado  de  cobrar  en  sus  respectivas  asig- 
naciones en  años  pasados,  en  los  períodos  más  aciagos  de 
nuestra  Revolución;  que  si  esto  se  recabase  del  Gobierno, 
se  daría  por  suficientemente  recompensado  de  su  trabajo. 
Admitió  la  Academia  la  proposición  del  Sr.  Prado,  y  nom- 
bró una  Comisión,  compuesta  del  Sr.  Cánovas  del  Castillo, 
Fernández-Guerra  y  Campoamor,  para  que  gestionase  este 
asunto  con  el  Gobierno.  A  pesar  del  valimiento  de  los  in- 
tercesores, déjase  entender  que  no  se  llegaría  á  ningún  re- 
sultado práctico  en  lo  que  pretendía  el  Sr.  Prado,  no  ya 
por  falta  de  voluntad,  sino  por  el  inacabable  expedienteo 
de  nuestra  Administración  y  por  la  estrafalaria  rutina  de 
nuestros  procedimientos  burocráticos. 

Al  par  que  se  gestionaba  con  el  Gobierno  la  pretensión 
del  Sr.  Sáenz  del  Prado,  presentábase  á  la  Academia  una 
proposición  firmada  por  los  Sres.  Escosura,  Fernández- 
Guerra  y  Hartzenbusch,  y  en  la  cual  se  proponía  al  se- 
ñor Sáenz  del  Prado  como  Socio  correspondiente  de  la 


832  MIGUEL    IIIK 

Academia.  La  tal  propuesta  fué  votada  favorablemente 
en  20  de  Abril  de  1876,  y  el  11  de  Mayo  se  leía  en  la 
Academia  la  contestación  del  Sr.  Prado  agradeciendo  la 
honra  que  se  le  hacía,  y  mostrándose  deseoso  de  trabajar 
en  bien  de  la  Academia  y  fomento  de  las  letras  españolas. 

Hablando  de  estos  trabajos  del  Sr.  Sáenz  de  Prado,  el 
Secretario  de  la  Academia,  Sr.  D.  Manuel  Tamayo  y  Baus, 
decía  lo  siguiente  en  el  Resumen  de  las  tareas  y  actos  de  la 
misma  Academia  durante  el  año  académico  de  1875  á  1876: 

«El  Sr.  Sáenz  del  Prado,  Canónigo  de  la  insigne  Igle- 
sia Colegial  de  Soria,  ha  invertido  gran  parte  de  su  ya 
larga  vida  en  componer  con  perseverancia  de  benedictino 
un  libro  que  se  intitula  Concordancias  del  Quijote,  y  que  es 
índice  completo  de  las  voces  y  frases  empleadas  en  esta 
obra,  la  mejor  de  aquel  pobre  lisiado  en  quien  nos  hizo  ver 
el  cielo  hasta  dónde  puede  llegar  el  entendimiento  del 
hombre. 

Importaría  esto  muy  poco  si  en  la  patria  de  Cervantes 
hubiese  hoy  editores  capaces  de  adquirir  y  dar  á  la  estam- 
pa un  trabajo  como  el  del  benemérito  Canónigo  de  Soria; 
mas  no  se  publican  por  especulación  obras  de  cierta  clase 
donde  no  hay  quien  las  compre,  y  nada  tendría  de  parti- 
cular que,  andando  el  tiempo,  siivieran  las  hojas  de  un 
manuscrito,  que  representan  vigilias  increíbles  y  en  que 
está  inventariado  el  mayor  tesoro  de  la  literatura  nacional, 
para  envolver  especias  en  alguna  tienda  de  ultramarinos. 
Quedaiíale  á  esta  Corporación  el  consuelo  de  haber  hecho 
algo  por  las  Concordancias  del  Quijote  y  por  su  infatigable 
autor. )) 

No  teniendo,  sin  duda,  el  Sr.  Prado  grande  esperanza 
deque  llegasen  á  buen  éxito  las  gestiones  de  la  Academia, 
pensando  además  en  su  edad,  ya  muy  adelantada,  y  en  lo 
incierto  de  nuestra  vida,  y  queriendo  á  todo  trance  que  el 
trabajo  invertido  por  él  no  se  malograse  del  todo,  escribió 
á  la  Academia  manifestando  su  intención  de  legárselo  por 
disposición  testamentaria,  según  carta  suya  leída  en  la 
sesión  del  19  de  Julio  de  1879  y  otra  leída  en  la  del  29  de 


UN    GRAN    TRABAJADOR    IGNORADO  833 

Diciembre  del  propio  año,  y  en  la  cual  acompaña  nota  de 
los  manuscritos  que  piensa  legar  en  su  testamento  á  la 
Academia.  No  hay  que  decir  que  ésta  aceptó  con  gratitud 
el  legado  de  su  correspondiente,  agradeciéndole  su  buena 
voluntad  y  el  respeto  y  cariño  que  mostraba  á  la  Corpo- 
ración. 

Aun  después  de  hacer  este  testamento,  y  á  pesar  del 
mal  cariz  que  presentaba  el  asunto  y  de  las  pocas  espe- 
ranzas que  tenía  de  salir  airoso  de  él,  no  se  apartaba  un 
instante  de  la  mente  del  Sr.  Sáenz  del  Prado  la  idea  de  la 
impresión  de  sus  Concordancias  y  el  deseo  de  ver  en  ma- 
nos de  todos  un  libro  que  tantas  vigilias  le  había  costado. 
Así,  en  carta  leída  en  la  Junta  del  jueves  i8  de  Marzo 
de  1880  manifestaba  una  vez  más  su  deseo  de  ver  impresas 
las  Concordancias  del  Quijote  y  su  intención  de  cedérselas 
gratuitamente  á  la  Academia,  ofreciéndose  á  remitir  una 
muestra  de  dos  páginas  en  folio  á  fin  de  que  se  pudiese 
apreciar  la  facilidad  de  la  impresión  y  la  utilidad  del  tra- 
bajo. Enterada  la  Academia  del  nuevo  testimonio  de  con- 
sideración y  aprecio  con  que  quería  favorecerla  el  señor 
Sáenz  del  Prado,  acordó  rogarle  que  fuese  servido  de  re- 
mitir dicha  muestra  y  de  dar  cuantas  explicaciones  estima- 
se necesarias  para  el  logro  de  sus  deseos  y  para  que  éstos 
pudieran  ser  exactamente  apreciados.  Contestando  á  esta 
carta,  escribía  el  Sr.  del  Prado  dando  algunos  pormenores 
sobre  la  impresión  de  las  Concordancias:  según  él,  habían 
de  ser  parte  y  complemento  de  una  nueva  edición  del 
Quijote,  la  cual  habría  de  ser  reproducción  exacta  de  la 
pequeña  de  Argamasilla,  bien  que  en  distinto  tamaño  y 
con  los  renglones  numerados,  según  la  muestra  que  remi- 
tía adjunta.  Planteado  así  el  problema,  y  dada  cuenta  de 
sus  términos  á  la  Academia,  hablóse  de  ello  largamente, 
opinando  todos  que  la  Academia  no  podía  hacer  nueva 
edición  del  Quijote  por  texto  que  no  preparase  ella  misma, 
que  si  se  dedicaba  á  tan  larga  tarea  no  lograría  verosímil- 
mente complacer  al  Sr.  Prado,  ya  muy  anciano,  y  cuyo 
deseo  era  ver  terminada  esta  edición;  que,  por  otra  parte, 
II  53 


834  MIGUEL    MIK 

no  debía  comprometerse  á  sufragar  los  crecidos  gastos 
que  habría  de  ocasionar  la  impresión  del  Quijote  y  de  sus 
Concordancias.  Deseosa,  sin  embargo,  la  Academia  de  re- 
compensar la  fructuosa  laboriosidad  de  su  celoso  corres- 
pondiente, y  de  poder  utilizar  un  trabajo  tan  importante, 
dio  á  su  actual  Secretario,  D.  Manuel  Tamayo  y  Baus,  el 
encargo  de  averiguar  si  estaría  en  lo  posible  imprimir  las 
Concordancias  con  llamadas  á  las  páginas  y  renglones  de 
una  edición  del  Quijote,  ya  fuese  la  de  Argamasilla,  ya  la 
académica  de  1819,  ya  otra  cualquiera.  Es  de  suponer  que 
el  Sr.  Tamayo,  á  quien  ciertamente  no  faltaban  deseos  de 
complacer  al  Sr.  Prado,  no  encontraría  fácil  la  salida  á 
las  dificultades  que  ofrecía  semejante  impresión,  puesto 
que  al  fin  y  al  cabo  no  pudieron  ser  orilladas. 

En  el  ínterin  que  todo  esto  se  ventilaba,  no  amainaba  el 
Sr.  Prado  en  sus  trabajos,  enviando  de  cuando  en  cuando 
pruebas  de  su  laboriosidad  á  la  Academia,  y  ésta,  ya  que 
no  pudiese  cumplir  sus  deseos,  no  dejaba  de  arbitrar  me- 
dios para  premiar  á  su  correspondiente  y  honrar  con  un 
testimonio  público  y  solemne  el  aprecio  que  le  merecían 
las  lucubraciones  de  hombre  tan  benemérito  de  las  letras 
españolas.  Entre  los  Estatuios  de  la  Real  Academia  Es- 
pañola es  uno  de  los  principales  la  celebración  de  certá- 
menes, en  los  cuales,  propuesto  tema  determmado,  se  ex- 
cita á  los  ingenios  á  que  concurran  á  su  desempeño  y 
á  la  consecución  del  premio  que  de  antemano  se  les  se- 
ñala. Grandes  han  sido  los  bienes  conseguidos  en  estas 
luchas  del  ingenio,  y  evidentes  los  provechos  que  de  ellas 
han  resultado  para  el  fomento  de  las  letras  españolas.  En 
el  año  1882  se  pensó  en  abrir  uno  de  estos  certámenes,  y 
habiendo  confiado  á  una  Comisión  la  propuesta  de  los 
asuntos  que  en  él  podían  desempeñarse,  el  señor  Marqués 
de  Val  mar,  como  Ponente  de  esta  Comisión,  proponía  en 
la  Junta  del  16  de  Marzo  de  1882  varios  de  estos  temas,  y 
entre  ellos  el  de  «Un  índice  por  orden  alfabético  de  voces 
usadas  en  obras  de  autores  clásicos  españoles,  pudiendo 
ser  este  índice  de  vocablos  tan  sólo  ó  contener  las  frases 


UN  GRAN  TRABAJADOR  IGNORADO  835 

de  que  éstos  formen  parte,  y  en  uno  y  otro  caso  deberán 
indicarse  la  obra,  edición,  página  y  línea  en  que  cada  uno 
de  ellos  se  encuentre.  Comprenderá,  á  lo  menos,  las  vo- 
ces usadas  en  las  obras  de  dos  de  nuestros  más  célebres  y 
fecundos  autores.  Consistirá  el  premio  en  una  medalla  de 
oro  y  en  2.5oo  pesetas.  El  autor  del  índice  premiado  será 
propietario  de  su  obra;  pero  la  Academia,  con  sólo  conce- 
der este  premio,  adquirará  el  derecho  de  darla  á  ¡a  estam- 
pa por  su  cuenta,  como  y  cuando  lo  considere  oportuno.» 
Tal  era  uno  de  los  temas  propuestos  por  la  Comisión  como 
asunto  del  certamen.  Este  tema,  juntamente  con  otros  que 
se  señalaban,  fué  aprobado  por  la  Academia,  y  después  de 
haber  sido  anunciado  en  la  Gaceta  y  transcurrido  el  tiempo 
ordinario,  se  recibían  el  17  de  Marzo  de  i883,  bajo  unos 
mismos  temas  y  acompañados  de  un  pliego  cerrado,  los 
manuscritos  siguientes,  destinados  á  concurrir  al  cer- 
tamen: 

I  °  Concordancias  de  Don  Quijote  de  la  Mancha  (dos  to- 
mos, con  tres  de  suplementos). 

2.°     Copia  penúltima  de  las  Conzordanciaí  de  Don  Qui- 
jote de  la  Mancha  (tres  tomos,  con  cinco  de  suplementos), 

3.°  Flor  y  nata  de  la  literatura  española.  índice  por  or- 
den alfabético  de  voces  usadas  en  obras  de  autores  espa- 
ñoles (dos  tomos,  con  26  de  suplementos). 

4.°  Copia  de  la  Flor  y  nata  de  la  lita-atura  española 
(dos  tomos). 

5.°  Sesenta  y  nueve  cuadernos  titulados  Extractos,  y 
uno  llamado  Lista  de  los  artículos  del  índice. 

Presentados  estos  manuscritos  á  la  Academia,  fueron 
examinados  según  los  trámites  reglamentarios;  y  siendo 
juzgados  por  merecedores  del  premio  ofrecido,  fué  éste 
otorgado  á  su  autor  en  la  sesión  pública  y  solemne  del  29 
de  Abril  de  i883,  celebrada  por  la  Academia  para  dar  po- 
sesión de  su  silla  al  Excmo.  Sr.  D.  Alejandro  Pidal  y 
Mon.  No  pudo  D.  José  María  Sáenz  del  Prado  asistir  per- 
sonalmente á  esta  junta  ni,  por  consiguiente,  recibir  de 
mano  del  señor  Director  de  la  Academia  la  medalla  de  oro 


336  MIGUEL   MIR 

tan  legítimamente  ganada,  sino  que  fué  ésta  entregada  á 
D.  Pablo  Lazcano,  deudo  de  D.  José  y  su  representante 
para  dicho  acto;  pero  sin  duda  fué  muy  grande  la  satisfac- 
ción de  D.  José  María  Sáenz  del  Prado  al  considerar  el  apre- 
cio que  había  hecho  la  Academia  de  sus  trabajos,  el  testi- 
monio de  honor  público  con  que  los  condecoraba,  y  la  es- 
peranza de  que,  estando  ya  en  poder  de  esta  Corporación 
unos  manuscritos  que  tantas  vigilias  habían  costado,  ha- 
bían de  ser  convenienterr.ente  aprovechados,  y  lograrse  con 
ellos  las  utilidades  que  en  ellos  creía  estar  vinculados. 

Entre  los  manuscritos  presentados  por  el  Sr.  Prado  al 
certamen  académico,  se  habrá  advertido  el  que,  con  el  nú- 
mero tercero,  se  intitula  Flor  y  nata  de  la  literatura  españo- 
la, ó  sea,  índice  por  orden  alfabético  de  voces  usadas  en  obras 
de  autores  españoles.  De  esta  obra  conviene  ya  dar  particu- 
lar noticia,  supuesto  que  no  sólo  no  cede  en  importancia 
á  las  Concordancias,  antes  considerada  en  las  tres  series  de 
que  se  compone,  les  hace  muy  notable  ventaja,  á  nuestro 
juicio,  como  las  excede  también,  lo  cual  parece  imposible, 
en  la  atención,  laboriosidad  y  suma  de  tiempo  en  ella  em- 
pleado. 

Base  y  fundamento  de  esta  obra  es  la  Biblioteca  de  Auto- 
res españoles  de  D.  Manuel  de  Rivadeneyra,  en  la  cual  hizo 
el  Sr.  Prado  un  trabajo,  sino  idéntico,  muy  análogo  al  que 
había  hecho  en  el  Quijote.  Tal  como  fué  presentada  á  la 
Academia,  formaba  dos  tomos  gruesos  y  veintiséis  pe- 
queños de  suplementos.  Mas  después  de  ser  premiado  por 
ella,  continuó  el  Sr.  Prado  sus  trabajos  y  en  11  de  Marzo 
de  1887  entregaba  á  la  Academia  segunda  serie  de  cédulas 
contenidas  en  cuarenta  tomos;  y.enviada  esta  segunda  se- 
rie, todavía  continuaba  trabajando  y  formando  nuevas  cé- 
dulas, de  suerte  que,  al  sorprenderle  la  muerte,  tenía  pre- 
parada una  tercera  serie  de  doce  tomos  en  la  misma  forma 
que  las  dos  anteriores.  La  serie  primera,  conforme  se  de- 
cía en  el  artículo  del  Recuerdo  de  Soria,  publicado  á  vista 
del  Sr.  Prado,  y  con  datos  suministrados  por  él,  contenía 
4.290  artículos  y  146.132  citas  ó  autoridades.  La  serie  se- 


UN    GRAN   TRABAJADOR    IGNORADO  837 

gunda,  de  cuarenta  tomos,  comprende  seguramente  mu- 
chos más  artículos  y  más  autoridades  que  la  primera:  de 
suerte  que  no  es  temerario  afirmar  que  las  autoridades  lle- 
gan en  ella  á  200.000.  La  tercera  serie  es  más  escasa; 
pero  de  seguro  comprende  más  de  5o. 000.  Así,  según  este 
cálculo,  el  Sr.  Sáenz  del  Prado  hubo  de  reunir  en  este 
índice  de  voces  castellanas  al  pie  de  400.000  autoridades 
sacadas  de  escritores  clásicos  para  autorizar  el  uso  de  las 
palabras  que  fué  estudiando. 

La  riqueza  filológica  atesorada  en  estas  cédulas,  como 
se  entenderá  fácilmente,  es  de  un  valor  imponderable.  Ape- 
nas hay  en  la  lengua  castellana  palabra  ó  frase  digna  de 
atención  y  estudio  que  no  lo  tenga  acabadísimo  en  estas 
cédulas.  Considerando  á  las  palabras  en  su  esencia  más 
íntima  y  en  las  relaciones  que  tienen  con  las  demás,  y  en 
la  diversidad  de  aspectos  ó  matices  que  ofrecen,  va  el  se- 
ñor Prado  anotando  el  uso  que  han  hecho  de  ella  los  auto- 
res; indica  la  varia  aplicación  de  sus  significados  y  las  di- 
versas combinaciones  á  que  han  dado  lugar,  apoyado  todo 
con  autoridades  clásicas  tales  y  tan  copiosas,  que  en  ellas 
está  contenida  la  historia  y  el  desarrollo  interno  de  cada 
palabra,  y  á  la  vez  la  guía,  el  ejemplo  y  el  modelo  para 
usarla  bien  y  acertadamente.  El  estudio  de  la  palabra  por 
sí  lleva  el  Sr.  Prado  al  de  sus  aplicaciones  y  á  mil  curio- 
sidades, ya  filológicas,  ya  históricas;  estudio  de  refranes, 
frases  de  aprobación,  de  negación,  de  cumplimiento,  de 
risa  y  gracejo,  y  otras  por  el  estilo.  Hasta  tiene  una  buena 
colección  de  frases  para  el  tresillo,  á  que  á  la  cuenta  era 
aficionado  el  buen  D.  José. 

Cuando  toma  éste  una  palabra  por  su  cuenta  y  la  hace 
objeto  particular  de  su  estudio,  ya  se  puede  el  lector  armar- 
se de  paciencia  si  quiere  repasar  todas  las  autoridades  que 
aduce  el  Sr.  Prado.  Hay  palabras  que  las  tienen  á  cente- 
nares, y  una  de  ellas,  el  qué  casual,  tiene  hasta  2.576,  si 
no  hemos  contado  mal.  Para  el  mejor  estudio  de  algunas, 
forma  cuadros  sinópticos  que  son  de  particular  interés.  En 
uno  de  ellos,  por  ejemplo,  se  ponen  las  palabras  d  lo  me- 


838  MIGUEL    MIR 

)¡os,  al  menos,  d  menos  de,  á  menos  que,  lo  menos  y  cuando 
menos;  citándose  al  margen  más  de  cien  autores  y  apuntán- 
dose el  número  de  veces  que  ha  usado  cada  cual  de  ellos 
de  estas  partículas.  Y  no  se  contentó  el  Sr.  Prado  con  leer 
cada  uno  de  estos  autores  una  vez  para  el  fin  de  sorpren- 
der en  ellos  lo  que  buscaba,  sino  que  los  volvió  á  leer  se- 
gunda vez,  y  algunos  hasta  tres  veces,  y  contar  al  propio 
tiempo  y  apuntar  el  resultado  de  sus  segundas  y  terceras 
lecturas.  Otro  cuadro  hay  para  quizá  y  quizás,  y  otros  para 
otras  palabras. 

Del  estudio  de  estas  palabras  saca  el  Sr.  Sáenz  del  Pra- 
do observaciones  y  consecuencias  muy  curiosas  para  el 
estudio  de  la  lengua  castellana.  Como  muestra,  copiare- 
mos las  que  apuntó  el  Recuerdo  de  Soria  en  el  extracto  ya 
mencionado:  «Dice,  por  ejemplo,  que  la  expresión  aparte 
de  no  la  usaron  los  antiguos,  y,  en  cambio,  se  valieron  de 
fuera  de  ó  sin.  Asi  como,  con  pretéritos  en  la  segunda,  es  de 
mucha  mayor  elegancia  que  el  así  que  y  el  tan  luego  ó  tan 
presto  como,  de  que  no  se  valieron.  Usaron  siempre  los  clá- 
sicos del  modo  adverbial  de  cuando  en  cuando,  en  lugar  del 
de  vez  en  cuando,  que  tan  frecuentemente  se  emplea  hoy,  y 
que  no  se  encuentra  en  ellos.  En  efecto  fué  de  ellos  de  más 
uso  que  con  efecto.  Emplearon  siempre  la  palabra  tuertos, 
no  entuertos,  que  no  se  ve  usada  hasta  los  primeros  años 
del  presente  siglo.  Se  valían  muchos  de  los  á  lo  menos,  y  de 
por  lo  menos;  no  tanto  al  menos,  que  rara  vez  usaron,  y  en 
su  lugar  emplearon  si  ya  no  es  que,  sino  es  que.  Del  cuando 
menos  se  encuentra  algún  que  otro  ejemplo.  Era  entre 
ellos  asimismo  de  grande  uso  á  la  par,  d  par,  en  lugar  de 
á  la  vez,  que  nunca  usaron.  Son  muy  frecuentes  en  los  clá- 
sicos las  siguientes  especies  de  pleonasmos  ó  redundan- 
cias: paréceme  á  mi,  me  amqrga  d  mí,  pleguete  d  Dios,  me 
recuerda  d  mí,  [decidme  d  mí,  sígneme  á  mí,  se  parece  á  tí, 
etc.  El  modo  adverbial  por  lo  tanto,  tan  frecuente  hoy,  no 
se  encuentra  en  los  clásicos,  y  en  su  lugar  escriben  por 
tanto.  Es  más  castizo  combinar  el  presente  y  futuros  sub- 
juntivos en  esta  forma:   valga  lo  que  valiere,  cueste  lo  que 


UN    GRAN    TRABAJADOR    IGNORADO  839 

costare,  que  no  en  la  forma  que  se  hace  hoy:  valga  lo  que 
valga,  cueste  lo  que  cueste,  que  son  más  pobres,  y,  por  ende, 
menos  elegantes.  Qui~.á,  de  uso  más  frecuente  que  quizás.» 
Hasta  aquí  las  observaciones  del  Recuerdo  de  Soria,  suge- 
ridas sin  duda  por  el  Sr.  Prado. 

Por  esta  muestra,  y  por  lo  dicho  hasta  aquí,  se  enten- 
derá que  la  riqueza  filológica  atesorada  en  las  cédulas  del 
índice  del  Sr.  Sáenz  del  Prado  es  de  una  importancia  im- 
ponderable para  el  estudio  de  nuestra  lengua.  Es  tal,  en 
verdad,  esta  importancia,  que  en  ellas,  en  las  de  las  Concor- 
dancias del  Quijote  y  en  las  de  otra  obra  de  que  vamos  á  dar 
cuenta  inmediatamente,  están,  á  nuestro  juicio,  tres  cuar- 
tas partes  quizás  de  las  autoridades  que  se  necesitan  para 
autenticar  con  autoridades  de  autores  clásicos  el  uso  de  to- 
das las  palabras  de  nuestro  Diccionario;  y  todo  ello  admi- 
rablemente ordenado  y  arreglado,  en  letra  microscópica, 
en  verdad,  pero  clara,  limpia,  y  que  no  ofrece  dificultad  al 
lector. 

Mientras  el  Sr.  Prado  llevaba  adelante  estas  dos  obras 
de  las  Concordancias  y  del  índice,  desempeñaba  otra  que, 
aunque  de  menos  alcance,  no  es  de  menos  trabajo  y  utili- 
dad. La  intituló  Voces  análogas  ó  equivalentes  que  tienen 
por  objeto  cortar  la  monotonía  á  que  no  se  escapan  de  pagar  su 
tributo  las  plumas  más  autori::adas.  Consta  de  una  serie  de 
doce  tomos  pequeños,  cada  uno  de  los  cuales  tiene  de  ico 
á  120  cédulas,  con  uno  ó  dos  ó  más  artículos  en  cada  cédu- 
la, con  sendas  citas  y  autoridades  para  cada  artículo.  Esta 
obra  es  de  especialísima  importancia  para  conocer  la  rique- 
za de  nuestra  lengua:  comprende  palabras  de  todas  clases, 
nombres,  verbos,  adverbios,  en  fin,  todas  las  que  ofrecen 
ó  pueden  ofrecer  alguna  apariencia  de  semejanza  ó  sino- 
nimia en  su  significación.  Y  no  se  limita  el  Sr.  Sáenz 
del  Prado  á  agrupar  las  palabras  análogas,  ya  que  no  ad- 
mite en  rigor  la  existencia  de  sinónimos,  sino  que  señala 
el  autor  que  las  ha  usado  en  determinado  sentido,  anotan- 
do á  la  par  el  tomo,  página,  columna  y  renglón  en  que 
están  usadas  en  los  setenta  tomos  de  la  Colección  de  Auto- 


840  MIGUEL    MIR 

res  españoles,  de  Rivadeneyra,  base  y  fundamento  de  sus 
trabajos.  Toma,  por  ejemplo,  la  idea  ó  palabra  grande,  y 
luego,  á  continuación,  apunta  las  diferentes  maneras  que 
han  tenido  los  clásicos  de  expresar  esta  idea,  y  en  qué  ca- 
sos usaron  de  las  palabras  atroz,  bravo,  desafvrac'o,  desco- 
munal, desliedlo,  desmesurado,  disforme,  etc.,  que  repre- 
sentan ó  pueden  representar  aquella  idea  según  los  subs- 
tantivos á  que  se  antepongan  ó  pospongan. 

La  utilidad  que  puede  sacarse  de  estos  estudios  del 
Sr.  Sáenz  del  Prado,  es  evidente.  En  comprobación  de  ello 
vamos  á  copiar  una  apuntación  que  hallamos  en  una  de  sus 
cédulas,  y  que  era,  al  parecer,  parte  de  la  minuta  de  una 
carta  escrita  al  Secretario  de  la  Academia  Española,  señor 
D.  Manuel  Tamajo  y  Baus.  Habla  del  adverbio  de  7¡in- 
gún  modo,  y  después  de  indicar  las  investigaciones  que  ha 
hecho  sobre  él  y  el  cuadro  sinóptico  que  presenta,  aña- 
de: «Es  decir,  amigo  Sr.  Tamayo,  que  para  que  la  escri- 
tura sea  amena  y  evitar  las  muletillas,  enojosas  en  la  lec- 
tura, tenemos  en  el  modo  adverbial  de  ningún  modo  la 
friolera  de  veintinueve  variaciones.»  Después  de  escrita 
esta  carta,  continuó  el  Sr.  Prado  sus  estudios  sobre  el  mis- 
mo adverbio  de  ningún  modo,  y  halló  treinta  y  tres  varie- 
dades de  él,  en  vez  de  las  veintinueve  ya  halladas;  y  luego, 
investigando  más,  llegó  hasta  el  número  de  cincuenta  y 
una.  Con  razón  exclamaba  el  Sr.  Prado:  «¡Asombrosa  ri- 
queza del  idioma  castellano!  ¡Oh,  y  cuan  útiles  son  para  la 
juventud  estos  cuadros  sinónimos,  añadía,  en  que  se  puede 
elegir  á  placer,  como  entre  peras,  á  fin  de  dar  variedad  y 
hermosura  al  estilo!»  Y  haciendo  luego  ingenua  confesión, 
terminaba:  «Por  tanto,  yo  continuaré  en  mis  rastreros  tra- 
bajos hasta  que  el  autor  de  la  vida  me  quite  de  ella,  val- 
gan lo  que  valieren.  Por  de  pronto,  á  mí  me  sirven  de  lle- 
var una  vida  no  poco  placentera. » 

Con  haber  escrito  las  obras  que  se  han  referido,  y  que 
eran  capaces  de  llenar,  no  una,  sino  muchas  vidas,  pare- 
cía natural  que  estuviese  agotada  la  laboriosidad  intelec- 
tual del  Sr.  Prado.  Pues  no  fué  así,  sino  que  aún  tuvo 


UN    GRAN    TRABAJADOR    IGNORADO  84I 

tiempo  para  componer  otras  dos,  una  sobre  la  lengua  cas- 
tellana y  otra  sobre  la  latina.  La  castellana  versa  sobre 
los  calificativos  usados  por  los  autores  para  expresar  cier- 
tos conceptos;  forma  dos  tomos  de  cédulas  y  parece  parte 
de  las  Voces  análogas.  Es  obra  que  sin  duda  está  en  sus 
principios  ó  primer  esbozo;  tiene  analogía  con  la  de  Si- 
nónimos, y,  aunque  imperfecta,  es  muy  útil. 

La  otra  lleva  el  título  siguiente:  Diapasón  latino,  ó  sea, 
Colección  de  siete  mil  textos  latinos  del  mejoy  gusto  y  elegan- 
cia, con  su  correspondencia  castellana,  para  la  instrucción  de 
la  juventud  escolar,  formada  con  especial  esmero  y  detención, 
con  presencia  de  los  autores  clásicos  del  siglo  de  oro  y  libros 
santos  que  vienen  en  corroboración  de  aquéllos,  ilustrada  o 
enriquecida  con  un  índice  alfabético  de  duplicadas  citas,  que 
demuestran,  los  unos,  el  folio  de  este  libro  en  que  hállanse  con- 
tenidos los  textos,  y  los  otros  las  de  las  obras  de  que  se  han  to- 
mado, trabajo  que  facilita  sobremanera,  no  sólo  la  pronta  eva- 
cuación, sino  también  el  desembarazado  uso  de  ellos.  Por  el 
más  indigno  de  los  párrocos  de  la  diócesis  de  Osuna,  dedicado 
que  estuvo  largo  tiempo  á  la  enseñanza  de  la  Gramática  lati- 
na (i858). 

Fué  esta  obra  formada  en  los  primeros  años  de  su  mi- 
nisterio parroquial,  cuando  se  dedicaba  á  la  enseñanza  de 
la  lengua  latina,  y  en  ella  quería  el  Sr.  Prado  presentar 
una  serie  de  textos  latinos  que,  aprendidos  por  los  alumnos 
con  sus  correspondencias  castellanas,  les  sirviesen  para 
que  les  quedasen  bien  impresos  en  la  memoria  los  precep- 
tos de  la  latinidad,  y  fuese  además  fundamento  de  su  edu- 
cación moral.  Aunque  se  dice  en  el  título  que  contiene 
7.000  textos,  sin  duda  contiene  más,  pues  hay  muchos 
añadidos  y  entremetidos  en  las  líneas  evidentemente  des- 
pués de  haber  escrito  el  Sr.  Sáenz  el  título  copiado.  Está 
dedicada  al  limo.  Sr.  Obispo  de  la  Diócesis,  y  si  se  hubiese 
impreso,  como  quería  el  Sr.  Prado,  hubiese  sido  sin  duda 
de  grandísima  utilidad,  así  á  los  profesores  como  á  los 
alumnos. 

Ocupado  en  estas  tareas,  tan  penosas  como  obscuras. 


842  MIGUEL    MIR 

vio  el  Sr.  D.  José  María  Sáenz  del  Prado  deslizarse  su 
vida  tranquila  y  bien  ocupada  y  disfrutando  de  los  goces 
más  puros  que  puede  disfrutar  el  entendimiento  de  tejas 
abajo.  En  los  postreros  años  de  su  vida  había  estado  en 
relación  epistolar  con  el  Secretario  de  la  Academia,  Don 
Manuel  Tamayo,  quien,  como  hombre  discreto,  y  que  con 
saber  mucho  creía  que  todavía  podía  aumentar  su  ciencia 
con  la  sabiduría  de  los  demás,  acudía  con  frecuencia  á 
D.  José  María  Sáenz  del  Prado  para  que  le  ilustrase  en  al- 
gunos puntos  controvertidos  de  nuestra  lengua,  ó  para  que 
le  resolviese  ciertas  dificultades  filológicas,  ó  para  pedirle 
citas  ó  autoridades,  con  el  fin  de  autentizar  ciertas  formas 
6  maneras  de  decir.  A  estas  cartas  del  Sr.  Tamayo  res- 
pondía el  Sr.  Prado  dando  solución  á  las  dificultades,  re- 
mitiendo listas  de  citas  y  autoridades,  y  aclarando  con  la 
luz  de  su  mucho  saber  los  puntos  controvertidos.  Varias 
veces  fueron  comunicadas  las  cartas  y  observaciones  del 
Sr.  Prado  á  la  Real  Academia,  que  se  aprovechó  no  poco 
de  ellas  para  su  Diccionario,  conforme  se  lo  aseguró  varias 
veces  al  Sr.  Prado  D.  Manuel  Tamayo  y  Baus. 

Pero  los  años  iban  ya  pesando  sobre  el  Sr.  Prado,  de  suer- 
te que  sentía  desfallecer  sus  fuerzas,  aunque  no  el  entusias- 
mo por  nuestra  lengua.  Así  escribía  al  Sr.  Tamayo:  «Viéne- 
se  sobre  nosotros  á  más  andar  el  sañudo  invierno,  cuyas 
injurias,  rigores  ó  siniestras  impresiones  en  mi  caduca  exis- 
tencia traen  tan  funestos  resultados,  que  me  temo  darán  en 
el  presente  año  conmiga  en  la  huesa  sin  poderlo  remediar; 
por  si  tal  sucediese,  pláceme  dar  á  usted  cuenta,  del  modo 
que  lo  permite  mi  vacilante  pulso,  del  estado  en  que  se  en- 
cuentra mi  rastrero  trabajo  de  topo,  ya  que  no  de  abeja, 
añadiendo  algunas  frivolas  observaciones  al  presente  que 
la  ilustre  Real  Academia  va  á  reanudar  sus  tareas,  siquie- 
ra no  tenga  tal  acto  otro  resultado  que  manifestar  mi  pro- 
funda gratitud  por  las  no  pocas  finezas  de  que  le  soy  deu- 
dor, señaladamente  por  la  honorífica  mención  que  en  el 
último  Diccionario  se  dignó  hacer  de  mi  humilde  persona.» 
Esta  carta  hubo  de  escribirse  en  el  otoño  de  1886. 


UN  GRAN  TRABAJADOR  IGNORADO  843 

En  la  disposición  de  ánimo  que  supone,  y  en  medio  de 
estas  ocupaciones  y  trabajos,  le  sorprendió  al  Sr.  Sáenz  del 
Prado  la  muerte,  acaecida  el  día  6  de  Octubre  de  1887,  á 
las  dos  de  la  madrugada,  tranquilo  en  su  conciencia,  y 
animado  con  la  dulce  esperanza  que  infunde  el  honesto 
empleo  de  la  vida  y  la  seguridad  de  que  ésta  no  ha  sido 
baldía  ni  desaprovechada. 

Mucho  antes  de  fallecer  había  previsto  el  Sr.  Prado  el 
fatal  suceso,  disponiendo  en  su  testamento,  otorgado  el  12 
de  Julio  de  1879,  que  todos  los  papeles  y  manuscritos  de 
asunto  literario  que  se  hallasen  á  su  muerte  fuesen  envia- 
dos á  la  Real  Academia  Española,  Corporación  con  quien 
le  habían  unido  por  espacio  de  más  de  veinticuatro  años 
las  más  cordiales  relaciones,  y  que  había  sido  la  única  que 
había  sabido  apreciar  y  honrar  y  premiar  sus  trabajos  filo- 
lógicos. Recibió  la  Real  Academia  con  muestras  de  vivo 
dolor  la  nueva  del  fallecimiento  de  su  ilustre  correspon- 
diente; y  admitiendo  con  íntima  satisfacción  el  don  de  los 
manuscritos,  postrera  muestra  del  respeto  y  cariño  que 
tenía  el  Sr.  Prado  á  la  Academia,  resolvió  comprar  á  los 
testamentarios  varios  de  los  libros  del  difunto,  en  espe- 
cial el  ejemplar  de  la  Biblioteca  de  Autores  españoles  de  Ri- 
vadeneyra,  de  que  se  había  servido  el  Sr.  Prado,  y  que  por 
referirse  á  él  y  á  la  enumeración  de  sus  columnas  las  auto- 
ridades citadas  por  el  Sr.  Prado  en  sus  cédulas,  era  de  todo 
punto  necesario  para  el  manejo  de  éstas  y  para  verificar 
sus  citas  y  aquilatar  el  valor  y  autenticidad  de  sus  auto- 
ridades. 

Con  la  adquisición  de  estos  libros  y  manuscritos  se 
completaba  el  tesoro  filológico  acumulado  por  la  laborio- 
sidad del  Sr.  Sáenz  del  Prado,  y  al  entrar  la  Academia  en 
posesión  de  este  tesoro,  adquiría  la  colección  más  rica, 
más  variada  y  tal  vez  la  más  útil  que  desde  los  años  de  su 
fundación  ha  entrado  su  archivo,  aun  teniendo  en  cuenta 
la  copiosísima  de  refranes,  de  García  de  la  Huerta;  la  de 
etimologías,  de  Villanueva;  la  del  Diccionario  etimológico- 
histórico,  de  Baralt;  la  paremiológica,  de  Górguez,  y  la 


844  MIGUEL    MIR 

universal,  abundantísima  y  por  cien  títulos  maravillosa,  de 
Coll  y  Vehí;  y  de  esta  colección  copiosísima,  incompara- 
ble, y  que,  sumando  todas  las  series  de  que  se  compone, 
llegue  tal  vez  á  la  enorme  suma  de  un  millón  de  citas  y 
autoridades,  era  deudora  la  Real  Academia  Española,  no 
á  un  literato  famoso  en  la  República  de  las  letras,  sino  á 
un  humilde  sacerdote,  pobre  de  bienes  de  fortuna,  pero 
muy  rico  de  voluntad,  y  que  á  una  tenacidad  y  constancia 
en  el  trabajo  de  todo  punto  extraordinaria,  juntó  un  entu- 
siasmo todavía  más  extraordinario  por  todo  lo  que  se  re- 
fería á  nuestra  lengua  y  á  los  gloriosos  monumentos  de  la 
literatura  castellana. 


PEDRO  ROCA 


orígenes 

DE   LA 

REAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS 

EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES. 
(Historia  científica  del  primer  GobierEO  de  Femando  VI.) 


Decadencia  de  las  Academias  literarias  y  necesidad    de   las 
científicas  hacia  la  mitad  del  siglo  xviii;  Academias  Reales: 
Fernando  VI,  Ensenada,  Carvajal  y  el  P.  Rávago;  esplen- 
dor literario  y  científico  de  España  en  esta  época:  fiebre  de 
proyectos  literarios,  y  superioridad  de  las  Academias  sobre 
las  Universidades,  según  el  P.  Sarmiento;  prudentes  avisos 
de  Iriarte. 
Proyecto  de  una  Sociedad  Real  de  Ciencias. — La  edad  de  los  pro- 
yectistas, según  Campomanes;  Ensenada;  uno  de  sus  puntos 
de  gobierno  es  la  fundación  de  Academias:  surge  la  idea  de 
erigir  una  de  Ciencias;  Piquer;  Ortega  comisionado:  examen 
de  las  cinco  fuentes  primitivas  impresas  referentes  á  pro- 
yectos de  Academias  científicas  en  el  primer  gobierno  de 
Fernando  VI;  testimonios  de  VdS^Meinorias  de  la  Real  Acade- 
mia Médica  de  Madrid  y  deD.  Juan  Ignacio  de  Luzán,  ínte- 
gramente fehacientes  é  indiscutibles:  juicio  del  de  Velázquez: 
testimonios  contradictorios  de   Sempere;  crítica  interna  y 
externa  de  sus  textos:  el  de  Lanz  de  Casafonda;  su  crítica: 
hallazgos  de  manuscritos  que  comprueban  la  veracidad  de 
los  dos  primeros  testimonios;  Jorge  Juan,  Godín  y  Carbonel 
componen  las  Ordenanzas  de  la  Sociedad  Real  de  Ciencias  de 
Madrid;  cuándo,  dónde  y  cómo:  rectificación  de  errores. 
Proyecto  de  una  Academia  Real  de  Ciencias,  Bellas  Letras  y  Artes, 
—  Dualismo  de  Ensenada  y  Carvajal:  éste  y  sus  parciales  en 
las  Reales  Academias  Española  y  de  las  Tres  Bellas  Artes 
de  San  Fernando:  Carvajal  y  Luzán:  Xas  Memorias  literarias 
del  último;  proyecto  de  una  Academia  Real  de  Ciencias,  Be- 


846  PEDRO    ROCA 

lias  Letras  }'  Artes  redactado  por  Luzán;  fecha  ea  que  lo  re- 
dactó. 

¿Por  qué  se  frustró  el  plan  de  Luzán?  ¿Por  qué  el  de  |orf;e  Juan 
y  sus  compañeros?:  ¿por  intervención  de  los  jesuitasP:  nota- 
ble carta  de  Jorge  Juan;  ella  explica  suficientemente  la  cau- 
sa de  haberse  malogrado  su  plan. 

Significación  y  espíritu  general  de  estos  dos  antagónicos  pro- 
yectos. 

La  Asamblea  Amistosa  Literaria  de  Cádiz  no  fué  ensayo  ni  pre- 
paración de  ningún  proyecto  de  Academia  de  Ciencias;  rec- 
tificación de  errores. 

Apéndices  I  y  IL 

Mientras  la  afición  á  las  Academias  literarias,  que  tan 
en  auge  habían  estado  en  los  siglos  xvi  y  xvii,  iba  deca- 
yendo con  el  decurso  de  la  primera  mitad  del  xviii  (O,  ad- 
viértese por  todas  partes  la  necesidad  de  las  científicas  en 
el  más  amplio  sentido  de  la  palabra.  Necesitábase,   como 


(i)  Gozan  vida  efímera  Academias  literarias  como  la  de 
Poetas  de  Madrid,  que  reunió  en  su  casa  el  aristócrata  poeta 
D.  Francisco  Benegasi  y  Lujan,  y  la  titulada  Academia  Poéti- 
ca Matritense,  y  la  granadina  llamada  del  Trípode,  establecida 
en  casa  del  ilustre  poeta  D.  Alfonso  Verdugo  y  Castilla,  Con- 
de de  Torrepalma.  «Menester  era  que  hubiese  estímulos  extra- 
ordinarios, para  que  en  una  época  en  que  la  organización  oficial 
iba  sustituyendo  en  muchas  cosas  á  la  acción  espontánea  de 
los  particulares,  subsistiese  por  cierto  tiempo  una  Academia  de 
esta  especie.  Estos  estímulos  extraordinarios,  á  saber,  riqueza, 
prestigio  cortesano,  conjunto  de  eminencias  intelectuales,  imi- 
tación de  las  costumbres  elegantes  de  la  Corte  francesa,  se 
reunieron  en  la  Academia  poética  que  con  el  nombre  de  Buen 

Gusto se  instituyó  en  Madrid  en  casa  de  la  insigne  señora 

Doña  Josefa  de  Zúñiga  y  Castro,  Condesa  viuda  de  Lemos, 
después  Marquesa  de  Sarria,  que  habitaba  un  hermoso  palacio 
en  la  calle  del  Turco. «  (Historia  crítica  de  la  poesía  castellana  en 
el  siglo  xviii,  por  D.  Leopoldo  Augusto  de  Cueto,  Marqués 
de  Valmar,  tercera  edición,  tomo  I:  Madrid,  1893,  págs.  54  y 
55  y  254  á  274. — Aprobación  de  D.  Ignacio  de  Loyola,  Mar- 
qués de  la  Olmeda,  de  las  Obras  líricas  Joco-serias  de  D.  Fran- 
■cisco  Benegasi  y  Lujan,  20  de  Agosto  de  1745.) 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA.    DE    CIENCIAS  847 

en  todos  tonos  propalaban  los  hombres  de  ciencia  refor- 
madores, que  las  Academias  se  dirigiesen  á  fines  útiles, 
si  habían  de  tener  alguna  vida:  tal  aconteció  con  la  Aca- 
demia  Valenciana.  No  era,  sin  embargo,  propicia  esta  épo- 
ca para  particulares  iniciativas  científicas,  aun  con  la  con- 
dición de  dirigirse  á  cosas  útiles  y  de  andar  en  ello  un  va- 
rón de  las  excepcionales  cualidades  del  soberbio  Mayans: 
sólo  vivía  lo  que  resvestía  carácter  oficial  ó  Real,  que  ésta 
es  la  palabra  propia,  y  así,  Reales  eran  todas  las  Acade- 
mias fundadas;  y  aunque  no  habían  producido  muy  feli- 
ces resultados,  hasta  el  punto  de  dar  motivo  para  que  al- 
éanos, con  Luzán  á  la  cabeza,  reavivasen,  según  veremos, 
la  idea  de  una  Academia  general  de  Ciencias,  Artes  y  Be- 
llas Letras,  en  que  se  refundiesen  las  existentes,  todas  es- 
peciales, es  lo  cierto  que  la  corriente  hacia  éstas  predomi- 
naba en  tales  términos,  que  el  hecho  mismo  de  su  exis- 
tencia, y  el  de  faltar  en  ese  cuadro  de  Reales  Academias 
la  representación  de  las  ciencias,  con  lo  que  quedaba  in- 
completo el  ciclo  de  los  conocimientos  humanos,  junta- 
mente con  el  espíritu  de  imitación  extranjera  de  las  insti- 
tuciones académicas  (O,  y  más  que  nada  la  reforma  de  los 

(i)  Eran  conocidas  de  nuestros  hombres  de  ciencia,  y  mu- 
chas veces  citadas  en  sus  escritos,  las  siguientes  Academias  ex- 
tranjeras: las  Reales  Francesa,  de  Inscripciones  y  Bellas  Le- 
tras, de  Ciencias,  de  Pintura  y  Escultura  y  de  Arquitectura,  de 
París,  y  las  de  Ciencias  y  Bellas  Letras  de  Villafranche,  Arles, 
Soissons,  Nimes,  Angers.Lyon.Caen,  Montpellier,  Pau,  Blois, 
Beziers,  Marsella,  Montauban,  La  Rochela,  Arras,  Dijon, 
Rouen  y  Clermont-Ferrand;  la  poética  de  los  Arcades  y  la  de 
los  Lincei,  de  Roma;  las  de  la  Crusca  y  del  Cimento,  de  Flo- 
rencia; de  los  Fisiocratici,  de  Sena;  de  los  Vigilanti,  de  Man- 
tua; de  Ciencias  Físicas  y  Matemáticas,  de  Brescia  y  del  Ins- 
tituto de  Bolonia;  las  Reales  Sociedad  de  Ciencias  de  Londres 
y  Sociedad  de  Arles  y  Ciencias  de  Edimburgo;  las  Reales  de 
Ciencias  y  Bellas  Letras  y  Económico-Matemática,  de  Berlín; 
la  Real  de  Matemáticas  y  Mecánica,  de  Halle;  la  Academia  de 
Ciencias  ó  Sociedad  Real,  de  Gotinga,  y  las  de  los  Curiosos  de 


848  PEDRO    ROCA 

estudios,  pedida  insistente  y  tenazmente,  y  en  gran  parte 
conseguida  por  los  mejor  orientados,  hicieron  pensar  en  el 
establecimiento  de  una  Academia  especial  de  Ciencias  con 
más  ó  menos  extensión. 

Las  circunstancias   no  podían  ser,  de  otra  parte,  más 
favorables.  ¿Qué  faltaba  á  esta  idea  para  hacerla  oficial? 
Que  la  acogiesen  los  Ministros  para  que  el  Rey.  la  aproba- 
se, y  que  hombres  de  autoridad  científica  se  encargasen, 
por  ministerio  de  aquéllos,  de  redactar  el  plan  correspon- 
diente y  de  llevarla  á  la  práctica.  Desde  luego,  todas  las 
peticiones  que  iban  dirigidas  al  Rey,  á  sus  Ministros  ó  á 
sus  allegados  por  sabios  y  eruditos  que  eran  por  ellos  con- 
sultados en  éste  y  otros  asuntos,  ó  de   ellos  protegidos, 
encontraban  forzosamente  eco  en  las  esferas  gubernamen- 
tales, mucho  más  cuando,  terminado  el  reinado  de  Felipe 
V,  de  lucha  casi  constante  en  el  campo  de  batalla  y  de  re- 
la  Naturaleza  ó  Cesáreo-Leopoldina  y  de  Artes  y  Ciencias,  de 
Viena;  la  Real  de  Historia,  de  Lisboa;  la  Imperial  de  Ciencias, 
de  San  Petersburgo,  y  las  Reales  de  Ciencias,  de  Eslocolmo 
y  Copenhague.  Enterábanse  del  movimiento  científico  y  aca- 
démico europeo  por  la  lectura  del  Jouynaldes  Savants,  las  Me- 
morias de  Trevonx,  el  Diario  de  Verdmi,  el  Mercurio  de  Francia, 
las  Memorias  que  publicaban  anualmente  las  Academias  fran- 
cesas, la  Historia  de  la  Real  Academia  de  Ciencias  de  París,  las 
Curiosidades  de  la  Naturaleza  y  del  Arte,  la  Historia  de  la  Regia 
Sociedad  de  Ciencias  de  Londres,  las  Transacciones  filosóficas  de 
esta  Sociedad,  que  se  extractaron  algún  tiempo  en  francés;  las 
Memorias  de  la  Real  Academia  de  Ciencias  y  Bellas  Letras  de 
Berlín,  las  Actas  de  Leipzig,  que  comenzaron  á  imprimirse  en 
castellano;  las  Memorias  de  la  Real  Academia  de  la  Historia 
de  Lisboa,  etc.,  sin  olvidar  que  les  servían  de  arsenales  de  no- 
ticias el  Diccionario  de  Moreri,  las  Bibliotecas  Itálica,  Germá- 
nica, Británica,  etc.  Para  pulsar  el  conocimiento  que  los  espa- 
ñoles de  esta  época  tenían  de  las  publicaciones  periódicas  ex- 
tranjeras de  entonces,  debe  consultarse  la  Introducción  (10  ho- 
jas) del  tomo  I  (Madrid,  año  1737)  del  Diario  de  los  literatos  de 
España, 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  849 

organización  interior  de  nuestras  fuerzas,  empuñó  el  cetro 
su  hijo  Fernando  VI,  y  quedó  afirmada  definitivamente  la 
paz  por  el  Tratado  de  Aix-la-Chapélle  de  i8  de  Octubre  de 
1748,  con  lo  que  llegaron  para  España,  conforme  al  siste- 
ma pacífico  y  neutral  que  se  había  propuesto  el  mismo  Fer- 
nando VI,  el  menos  afrancesado  de  todos  los  Borbones,  los 
felices  momentos  de  reposo  y  tranquilidad  de  que  tan  ne- 
cesitada se  hallaba,  entregando  el  Rey  á  sus  Ministros  las- 
pesadas  atenciones  de  la  Administración  y  abandonándo- 
les por  completo  la  dirección  y  manejo  de  los  asuntos  del 
Estado.  Y  no  se  quedaban  á  la  zaga  en  proponer  proyec- 
tos los  Ministros  y  el  Padre  Confesor  de  Fernando  VI,  pues 
que  D.  Cenón  de  Somodevilla,  Marqués  de  la  Ensenada, 
Secretario  de  Estado  y  del  Despacho  de  Guerra,  Marina, 
Indias  y  Hacienda,  y  D.  José  de  Carvajal   y   Lancáster, 
Ministro  de  Estado,  üecano  del  Consejo  Real  y  Goberna- 
dor del  Supremo  de  Indias,  opuestos  en  carácter  y  aficio- 
nes, y  el   F.  Francisco    Rávago,    Confesor  del  Rey,  todo 
bondad  y  templanza,  fiel  al  equilibrio  que  entre  las  encon- 
tradas tendencias  de  ambos  Ministros  era  necesario  guar- 
dar, se  sentían  guiados  del  más  ardiente' patriotismo,  acon- 
sejando al  Rey  con  leal  y  sano  juicio;  y  decididos  á  prose- 
guir  la   reforma   iniciada   en   el   reinado    anterior    en   los 
estudios,  en  las  letras  y  en  la  Armada,  fijaron  sus  mira- 
das allí  donde  les  llamaban   los  deberes  de   sus  cargos  y 
sus  particulares  aficiones.  Gustaba   con  predilección  Car- 
vajal de  proteger  á  los  literatos  y  eruditos  y  de  fomentar 
las  letras  y  las  artes;  complacíase   Ensenada  en  rodearse 
preferentemente  de  hombres  de  ciencia  y  en  fundar  estable- 
cimientos útiles;  el  P,  Rávago  aparece  asociado  á  veces  á 
las  empresas  del  primero,  á  veces  á  las  del  segundo,  obran- 
do otras  por  propia  cuenta  (0. 

(i)  Vid.  El  P.  Rávago,  confesor  de  Femando  VI.  Estudio 
biográfico,  por  D.  Enrique  de  Leguina:  Madrid,  1876,  vol.  II 
de  los  Hijos  ilustres  de  Santander,  especialmente  las  pági- 
nas 17-39- — Historia  de  la  Casa  de  Borbón Escrita  en  in- 

II  54 


850  PEDRO    ROCA 

De  la  compenetración  entre  los  hombres  de  ciencia  re- 
foimadores  \'  los  Consejeros  del  Rey  y  la  Corte,  y  del  espí- 
ritu que  informaba  la  fiebre  de  proyectos  literarios  de  tan 
gran  número  de  sabios  como  llegó  á  contar  España  enton- 
ces dentro  de  su  seno  (O,  traza  el  P.  Sarmiento  un  vivísi- 


cr\és,  por  Guillermo  Coxe,  y  traducida  al  español  con  notas, 
observaciones  y  un  apéndice,  por  D.  Jacinto  de  Salas  y  Qui- 
roga  [Andrés  Muriel],  tomo  III:  Madrid,  1846,  pág.  336. 

(i)  Propagandistas  como  Feijóo,  Sarmiento,  Isla  y  Torres 
Villarroel;  eruditos  y  literatos  como  los  PP.  Enrique  Flórez  y 
Andrés  Marcos  Burriel,  D.  Francisco  Pérez  Bayer,  el  Mar- 
qués de  Valdeflores  D.  Luis  José  Velázquez  de  Velasco,  Don 
Juan  de  Iriarte,  D.  Miguel  Casiri,  D.  Ignacio  de  Luzán,  Don 
Agustín  de  Montiano  y  Luyando  y  D.  Gregorio  Mayans  y 
Sisear;  médicos  y  cirujanos  como  D.  Andrés  Piqíier  y  D.  Pe- 
dro Virgiü;  astrónomos  y  matemáticos  como  D.  Antonio  de 
UUoa,  D.  Jorge  Juan  y  D.  Luis  Godín;  mineralogistas,  físicos 
y  botánicos  como  D.  Guillermo  Bowles,  D.  José  de  Ortega  y 
D.  José  Quer;  ingenieros  como  el  Brigadier  D.  Carlos  Le-Maur, 
el  Teniente  Coronel  D.  Francisco  Nangley  D.  Juan  Cermeño; 
constructores  de  navios  como  Briant,  Tournell  y  Sothuell;  eco- 
nomistas como  Mr.  Bernardo  Ward,  etc.,  son  los  protegidos  y 
auxiliares  del  confesor  y  de  los  Ministros,  quienes  llenos  de 
emulación  continúan  en  promover  por  muy  distintos  medios  la 
más  sólida  instrucción,  patrocinada  con  acertadas  providencias 
del  Monarca,  el  cual,  no  contento  con  atraer  al  servicio  de  Es- 
paña á  tantos  sabios  extranjeros,  pensiona  <iá  muchos  jóvenes 
españoles  de  buen  talento,  para  que  fueran  á  instruirse  en  las 
Nobles  Artes  en  Roma  y  en  París,  y  para  que  adquirieran  allí 
otros  conocimientos  útiles  que  no  podían  aprenderse  sin  gran 
dificultad  dentro  de  España; »  á  París  fueron  pensionados  Don 
Manuel  Salvador  Carmena,  para  el  grabado  en  dulce,  retratos 
é  Historia;  D.  Juan  de  la  Cruz  y  D.  Tomás  López,  para  arqui- 
tectura, cartas  geográficas  y  adorno,  y  D.  Alonso  Cruzado  para 
grabar  en  piedras  finas.  Contribuyeron  también  mucho  á  dicha 
instrucción  las  traducciones  de  algunas  obras  francesas,  así  de 
Historia  como  de  Física  y  de  Humanidades.  fDon  Cenónde  So~ 
modevilla.  Marqués  de  la  Ensenada.  Ensayo  biográfico ,  por 


ORÍGENES    DE    L\    ACADEMIA    DE   CIENCIAS  85I 

mo  cuadro  en  1752,  al  exhortar  á  los  regulares  á  que  in- 
troduzcan en  los  claustros  las  matemáticas  y  otros  estudios 
sólidos,  si  no  quieren  ver  su  extinción  y  la  aplicación  de 
sus  rentas  á  las  Academias  de  seculares,  que  se  iban  á  toda 
prisa  estableciendo  para  el  cultivo  de  dichas  ciencias. 

«Preocupados,  escribe  (O,  los  seglares  del  poco  adelan- 
tamiento en  las  Letras,  que  creen  ver  en  los  Regulares,  y 
imaginando  que  no  las  podrán  enseñar,  van  tomando  efi- 
caces providencias,  útiles  en  sí,  y  procedidas  de  buena  in- 
tención en  los  que  las  protegen  y  á  toda  costa;  pero  con 
mucha  solapa  y  torcido  fin  en  los  que  las  han  solicitado. 

«Hierve  la  Corte  de  proyectos  literarios.  Por  docenas  se 
entablan  academias  para  todo  género  de  ciencias  y  artes. 
En  Barcelona,  Cádiz,  Sevilla,  Madrid,  etc.,  ya  se  estable- 
cieron academias  de  matemáticas  para  ¡a  educación  de  la 

Antonio  Rodríguez  Villa:  Madrid  1878,  págs.  47,  78,  105,  112, 
142,  144,  145,  146,  147,  148,  149,  162,  175,  192,  193,  204, 
270,  274,  277,  300,  302,  357,  359.  361,  365,  367,  372,  394 
y  399- — Empresas  literarias  del  Reynado  de  Fernando  VI,  pági- 
nas I  á  37  de  la  Noticia  del  viage  de  España,  hecho  de  orden  del 
Rey,  y  de  tina  nueva  historia  general  de  la  nación  desde  el  tiempo 

más  remoto  hasta  el  año  de  1516 ,  por  D.  Luis  Josef  Veláz- 

quez  de  Velasco,  Marqués  y  Señor  de  Valdeflores En  Ma- 
drid, año  de  1765. — Ensayo  de  una  biblioteca  española  de  los  me- 
jores escritores  del  reynado  de  Carlos  III ,  por  D.  Juan  Sempere  }• 
Guarinos,  págs.  22  á  29  dsl  Discurso  preliminar  sobre  los  progre- 
sos de  la  literatura  de  los  españoles  en  este  siglo,  que  precede  al 
tomo  1:  Madrid,  MDCCLXXXV.) 

(i)  Folios  68,  69  y  70  de  una  copia  en  folio,  letra  del  si- 
glo xviii,  encuadernada  en  pergamino  y  marcada  con  la  signa- 
tura Ff-  i3i  del  Depto.  de  MSS.  de  nuestra  Bibl.  Nac,  que  dice 
al  principio:  «Notas  de  Fr.  Martin  Sarmiento,  Beaedictiao,  al 
privilegio  Gothico,  original,  del  Rey  D."  Ordoño  2.°,  concedi- 
do al  Monasterio  de  S."  Julián  de  Saraos  á  i."  de  Agosto,  Era 
960.  El  qual  Privilegio  vi,  leí  y  copié  por  mí  mismo  en  S." 
Martin  de  Madrid  á  20  de  Agosto  de  1752.  Y  reflexiones  pre- 
vias sobre  Archiveros;»  y  al  fin:  «Asta  aquí  llegó  el  autor;  y  en 
el  penúltimo  pliego  dize  escrivia  en  Octubre  de  1752.» 


{?r2  PEDFO    ROCA 

juventud  militar  terrestre  y  marina.  Este  verano  se  insti- 
tuyó en  Madrid  una  Academia  Real  de  Pintura,  Escultu- 
ra. Arquitectura,  Dibujo,  etc.,  para  el  adelantamiento  de 
las  Artes.  Hay  academias  de  Física  Moderna,  Medicina, 
etc.  Habíala  de  la  Lengua  Castellana,  y  ya  hay  otra  de  la 
Historia.  Acaba  de  establecerse  en  Valladolid  una  de  Be- 
llas Letras  y  Matemáticas.  A  este  modo  se  van  fundando 
otras  muchas.  Los  Padres  Jesuítas,  acaso  previendo  los 
futuros,  han  restablecido  en  el  Colegio  Imperial  el  estudio 
de  las  Matemáticas.  Prosiguen  en  el  Real  Seminario,  y  en 
otros  que  fuera  de  la  Corte  se  van  fundando,  en  educar  á 
la  noble  juventud  en  las  Bellas  Letras,  Física  experimen- 
tal. Matemáticas,  Geografía,  Historia,  etc. 

»E1  Ministerio  gasta  grandes  sumas  en  enviar  varios  su- 
jetos hábiles  á  Roma,  París,  Londres,  Venecia,  etc.,  para 
que  cada  uno  se  instruya  mejor  en  su  facultativa  profesión, 
y  que,  de  vuelta,  la  pueda  enseñar  en  España.  Cirujanos, 
médicos,  boticarios,  arquitectos,  botánicos,  pintores,  etc., 
todos  hallan  protección  en  el  Rey.  Dentro  de  España,  unos 
salieron  á  registrar  minas,  otros  plantas,  otros  canteras;  y 
acaba  de  llegar  de  Córdoba  un  amigo  mió  (O,  que  por  or- 
den del  Rey  pasó  á  Sierra-Morena  á  observar  y  recoger  el 
Maná  que  allí  se  halla.  Trajo  12  arrobas  de  Maná  para 
muestra,  y  me  aseguró  que  cada  año  se  podrán  recoger 
400  quintales. 

»Dos  ó  tres  jesuítas  españoles  los  costea  el  Rey  en  París 
para  que  allí  aprendan  el  método  de  estudiar  y  de  enseñar, 
para  venir  á  entablarlo  en  sus  Colegios.  A  este  modo  se  ve 

(i)  El  farmacéutico  Cristóbal  Vélez.  «Estuvo  Vélez  encar- 
gado de  algunas  comisiones  importantes,  entre  otras,  la  de 
averiguar  lo  que  hubiese  sobre  el  nuevo  maná  de  España,  cuyas 
virtudes,  aunque  ponderadas,  no  dieron  el  resultado  apeteci- 
do.» (Fág.  369  de  la  Historia  crítico- literaria  déla  Farmacia,  por 
los  Doctores  D.  Quintín  Chiarlore  y  D.  Carlos Mallaína.  Com- 
pendiada y  reformada,   por  D.  Caries  Mallaína Tercera 

edición:  Madrid,  Oficina  tipográfica  del  Hospicio,  1875.) 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  853 

promover  otras  providencias  literarias  que,  entabladas, 
harán  sonrojar  á  los  que  están  mano  sobre  mano,  muy  sa- 
tisfechos con  el  vago  método  de  sus  estudios,  sin  querer  salir 
de  4  silogismos  y  de  4  sermones  vacios.  Salgan  ahora  y 
vengan  aquí  aquellos  zelotipos  murmuradores,  que  mira- 
rán con  escarnio  este  escrito,  y  que  creen  opuesto  á  la  re- 
ligión el  estudio  de  las  matemáticas. 

«Hace  años  que  he  oido  despreciar  las  Universidades  y 
sus  estudios  como  inútiles.  Supe  que  se  tentaba  aplicar 
sus  rentas  á  academias  cuyos  ejercicios  y  estudios  fuesen 
más  útiles  á  la  sociedad  humana.  Este  pensamiento  está 
hoy  en  su  mayor  fuerza,  por  saber  que  esa  es  la  moda  de 
las  naciones  extrañas.  Dirán,  ó  digo  yo,  que  cuando  no 
habia  más  que  Universidades  en  Europa,  las  Universida- 
des de  España  hacian  frente,  y  aun  excedían,  á  las  extran- 
jeras. Pero  introducido  el  estudio  en  academias,  desemba- 
razado de  los  métodos  góticos  de  estudiar,  sólo  España 
podrá  hacer  frente  con  otras  academias,  no  con  Universi- 
dades, según  lo  que  sólo  se  estudia  en  ellas  (0.» 

(i)  No  todos  participaban  de  este  fuego  irreflexivo  de  imi- 
tar á  las  Academias  extranjeras,  y  persona  de  tanta  autoridad 
como  el  Bibliotecario  D.  Juan  de  Iriarte,  educado  en  Francia, 
Académico  de  la  Española,  que  había  observado  que  «las  Aca- 
demias entonces,  lo  mismo  aqui  que  en  el  extranjero,  nacían 
por  generación  espontánea,  se  multiplicaban  como  los  hongos, 
y  no  venían  á  ser  algunas  otra  cosa  que  Sociedades  de  elogios 
mutuos,  fábricas  de  inconsistentes  reputaciones  y  literario  en- 
tretenimiento de  ingenios  ociosos  y  eugreídosi  {El  Gran  Galle- 
go   por  D.  Antolín  López  Peláez:  La  Coruña,  1895,  pági- 
na 136),  y  que  los  Discursos  académicos  se  reduelan  «á  una 
pompa  de  palabras,  á  una  artificiosa  ostentación  de  agude- 
zas  »,  D.  Juan  de  Iriarte,  digo,  hablando  de  la  necesidad  de 

que  los  trabajos  de  la  Real  Academia  Española  se  dirigiesen, 
sin  salir  de  su  esfera,  á  materias  útiles,  fustigó  como  se  mere- 
cían las  Academias  extranjeras  nada  menos  que  en  un  discurso 
que  al  principio  de  año  leyó  en  dicha  Academia. 

«Dexemos,  decía,  á  la  Italia,  vicioso  plantel  de  Academias 


854  PEDKO    ROCA 

Este  era  precisamente  el  pensamiento  hasta  de  los  mis- 
mos Ministros.  El  Marqués  de  la  Ensenada,  ávido  de  pro- 
yectos y  reformas  (O,  que  en   sucesivas  representaciones 

tan  extravagantes  en  sus  escritos  como  en  sus  nombres,  el  con- 
tinuo y  porfiado  tesón  de  pulir,  de  hablar,  ó  por  decirlo  más 
claro,  de  castrar  su  idioma,  para  que  suenen  más  dulcemente 
sus  voces,  el  prolijo  inútil  afán  de  apurar  consonancias,  de  ex- 
primir y  agotar  conceptos  y  caprichos  poéticos,  y,  en  fin,  la 
vana  é  infructuosa  gloria  de  estar  hablando  en  verso  por  es- 
pacio de  dos  siglos. 

>iNo  incurramos  en  el  exceso  de  la  Academia  Francesa,  cuya 
multitud  de  cortesanas  arengas,  de  panegíricas  oraciones,  ha 
dado  motivo  á  un  célebre  autor  moderno  de  aquella  nación  (*), 
para  decir  que  había  empleado  ella  todo  su  estudio  en  sacar 
cincuenta  tomos  de  cumplimientos. 

»No  deslumbre,  finalmente,  nuestra  vista;  no  arrebate  nuestra 
admiración  la  ostentosa  perspectiva  de  los  trabajos  de  la  Aca- 
demia Lusitana,  que,  si  bien  en  diverso  instituto,  no  está  exen- 
ta de  los  vicios  que  debemos  evitar  en  el  nuestro.  No  nos 
asombren  los  crecidos  numerosos  volúmenes  de  sus  Memorias, 
pues  sólo  contienen  una  dilatada  y  pomposa  selva  de  pláticas, 
oraciones  panegíricas  y  fúnebres,  de  conferencias,  declaracio- 
nes, introducciones,  catálogos  de  académicos  y  otros  opúscu- 
los poco  ó  nada  conducentes  á  su  principal  asunto.  Apenas  por 
entre  la  espesura  de  su  frondosidad  asoma  alguna  especie  cu- 
riosa, alguna  apreciable  noticia;  apenas  se  descubre,  se  divisa 
tal  cual  sazonada  fruta,  que  merezca  el  trabajo  de  alcanzarla. 

«Elíjase  lo  útil  y  substancial  de  tan  abultados  libros;  redúz- 
canse sus  agigantados  caracteres  á  estatura  regular;  angóstense 
sus  anchurosas  márgenes  ó  playas,  y  se  verá  cómo  todo  aquel 
balón  de  papel  se  reduce  á  una  mano.»  {Discurso  X.  Sobre  la 
elección  de  asuntos  qtie  para  exercitar  fersonalmente  sit  ingenio  con- 
vendría prefiriesen  les  individuos  de  la  Acadeviia,  inserto  desde  la 
pág.  327  á  la  335  del  tomo  II,  1774,  de  las  Obras  sueltas  de  Don 
Juan  de  Iriarte,  publicadas  en  obsequio  de  la  literatura  á  ex- 
pensas de  varios  caballeros  amantes  del  ingenio  y  del  mérito.) 

(i)     A  este  propósito  dice  Campomanes:  «Subió  al  Trono 

(*)    Voltaire. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  855 

al  Rey  había  expuesto  las  necesidades  sentidas  en  el  or- 
den cientifico,  incluía  entre  los  puntos  de  gobierno  el  si- 
guiente íi): 

nAcademias. — Se  habrán  de  erigir  para  el  aprovecha- 
miento de  las  buenas  letras  y  ciencias  en  Madrid  y  en  las 
capitales  de  provincias.  Las  han  establecido  todos  los 
Príncipes  de  Europa,  y  sólo  faltan  en  España,  con  descré- 
dito de  la  Nación.» 

Quien  esto  proponía  al  Rey,  ¿cómo  no  había  de  acoger 
con  júbilo  el  proyecto  de  una  Real  Academia  de  Ciencias? 
Así  fué,  en  efecto.  «Con  motivo  de  los  achaques  que  co- 
menzaban á  quebrantar  visiblemente  la  salud  de  la  Keyna 
Doña  Bárbara  de  Portugal,  fué  llamado  á  la  Corte,  como 

un  excelente  Médico,  el Doctor  Don  Andrés  Piquer  en 

fuerza  de  la  reputación  de  ingenio  y  doctrina  que  le  habían 
grangeado  sus  discípulos  y  varios  sugetos  acreditados,  no 
menos  que  las  producciones  literarias  que  había  impreso. 
Otro  objeto,  también  de  importancia,  habia  movido  á  nues- 
tro Ministerio  para  determinar  la  traslación  de  aquel  sabio 
Médico  á  Madrid.  Habían  logrado  varios  Académicos,  á 

Fernando  el  VI,  cuyo  piadoso  corazón,  movido  de  los  conti- 
nuos clamores  de  los  pueblos,  declaró  estar  de  parte  de  todo 
lo  que  les  pudiera  felicitar,  y  he  aquí  la  edad  de  los  proyectis- 
tas. No  hay  pensamiento  delicado  ni  disparate  grosero  que  no 
se  propusiese  durante  el  Ministerio  del  Marqués  de  la  Ensena- 
da. Cuál  quería  á  la  España,  marina;  cuál,  agricultora;  cuál, 
pastora;  cuál,  fabricante;  y  en  el  año  de  48  se  pensó  en  variar 
casi  todo  el  gobierno  civil,  económico  y  aun  eclesiástico  del 
Reino.»  (Págs.  10  y  11  de  las  Cartas  político-económicas  escri- 
tas por  el  Conde  de  Campomnnes,  primero  de  este  título,  al  Conde 
de  Lerena.  Publícalas  ahora  por  primera  vez,  precedidas  de  una 
introducción  y  de  la  biografía  del  autor,  Antonio  Rodríguez 
Villa:  Madrid,  1878.)  La  lectura  de  la  preciosa  obra  Don  Cenón 
de  Somodevilla,  del  Sr.  Rodríguez  Villa,  antes  citada,  reduce  á 
sus  justas  proporciones  esta  exageración  del  Conde  de  Cam- 
pomanes,  ó  de  quien  sea  el  autor  de  estas  Cartas. 

(i)     Pág.  161  de  la  obra  Don  Cenón  de  Somodevilla,  citada. 


856  PKDRO    ROCA 

quienes  en  calidad  de  tales  concedia  fácil  acceso  y  su  pro- 
tección el  Marqués  de  la  Ensenada,  persuadir  á  este  céle- 
bre Ministro,  y  por  su  medio  al  Rey,  quán  decorosa  y  útil 
seria  á  la  Nación  Española  la  erección  de  una  Academia  de 
Ciencias,  para  la  qual,  sin  perjuicio  de  la  subsistencia  y 
desempeño  del  Instituto  de  la  de  Medicina,  podia  ofrecer 
ésta  desde  luego  muchos  sugetos  dignos  de  ocupar  sus  pla- 
zas. Inflamado  el  Rey  Fernando  del  amor  de  sus  vasallos 
y  de  las  glorias  de  España,  por  una  parte,  y  considerando, 
por  otra,  que  quizás  seria  indispensable  para  la  más  pronta 
y  completa  formación  del  proyectado  Establecimiento, 
echar  mano,  á  imitación  del  fundador  de  la  Academia  de 
Ciencias  de  París,  su  glorioso  Progenitor  Luis  el  Grande, 
de  algunos  Sabios  Extrangeros  para  ocupar  con  dignidad 
las  sillas  propias  de  varios  ramos  cultivados  con  menos 
esmero  por  entonces   por   nuestra   Nación,   confió  S.  M. 

al Secretario  perpetuo  de  la  Academia  Médica,  D.  Jo- 

seph  Ortega,  la  honrosa  y  delicada  comisión  de  recoger 
por  sí  mismo  en  cada  uno  de  los  países  más  cultos  de  Eu- 
ropa, informes  y  noticias  exactas  del  mérito  de  los  Litera- 
tos que  florecían  en  ellos,  y  sin  fiarse  enteramente  de  la 
fama  pública,  que  suele  ser  muy  equívoca,  consultarlas 
con  personas  imparciales  y  comprobarlas  en  la  forma  po- 
sible con  el  trato  y  comunicación  personal,  viajando  á  este 
fin  con  el  aparente  motivo  del  restablecimiento  de  su  sa 
lud,  y  el  especial  y  reservado  encargo  de  asegurarse  de  las 
virtudes  sociales  y  prendas  morales  que  el  piadoso  Rey 
exigía  en  todos  los  que  hubiesen  de  componer  tan  ilus- 
tre Congreso,  cuyo  establecimiento  no  tuvo  entonces 
efecto  (i).» 

Quien  daba  tal  comisión  á  un  amigo  suyo,  muy  dado  al 
estudio  de  la   Física  experimental  y  de  la  Química,  que 

(i)  Págs.  vin  y  ix  de  la  Noticia  históyica  del  origen,  progre- 
sos V  estndo  actual  de  la  Academia  Medica  de  Madrid,  que  enca- 
beza el  tomo  I  (Madrid,  año  de  1797)  de  las  Memorias  de  dicha 
Academia. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA.   DE    CIENCIAS  857 

trajo  hasta  una  preciosa  colección  de  instrumentos  y  má- 
quinas para  el  establecimiento  de  dicha  Academia  (O,  ¿no 

(i)  Lo  que  dejamos  consignado  resulta  del  atento  examen 
de  las  cinco  fueates  primitivas  impresas,  que  dan  noticias  de 
proyectos  de  Academias  de  Ciencias  ideados  ea  tiempo  de  Fer- 
nando VI  durante  los  Ministerios  de  Ensenada  y  Carvajal,  á 
saber: 

I.  La  citada  Noticia  histórica  del  origen,  progresos  y  estado 
actual  de  la  Academia  Médica  de  Madrid. 

II.  Las  Memorias  de  la  vida  de  D.  Ignacio  de  Lmán,  escri- 
tas por  su  hijo  D.  Juan  Ignacio  de  Luzán,  Canónigo  de  la  San- 
ta Iglesia  de  Segovia,  quien  las  publicó  al  frente  de  la  obra  de 
su  padre,  intitulada  La  Poética,  ó  reglas  de  la  Poesía  en  general 
y  de  sus  principales  especies,  tomo  I:  Madrid,  MDCCLXXXIX, 
págs.  V  á  Liv,  y  en  las  cuales  se  lee  que,  después  de  haber 
presentado  D.  Ignacio  de  Luzán  á  los  ojos  de  los  españoles  el 
estado  de  todo  género  de  estudios  en  París,  para  que  resucita- 
sen la  antigua  gloria  literaria  de  España,  «deseoso  de  contri- 
buir por  su  parte  en  cuanto  le  fuese  posible  á  tan  digno  objeto, 
y  de  aprovechar  la  ocasión  que  le  ofrecían  el  celo  y  la  amistad 
del  señor  Don  joseph  de  Carbajal,  para  promover  pensamientos 
útiles  al  bien  público,  formó  el  plan  de  una  Academia  general 
de  ciencias,  artes  y  bellas  letras,  que  deseaba  se  fundase  en 
Madrid,  en  el  qual  comprehendió  quanto  habia  que  prevenir 
en  el  asunto,  como  eran:  los  estatutos;  número  de  Académicos 
honorarios,  numerarios,  asociados  y  de  otras  clases;   la  renta 
que  debia  tener  y  su  distribución;  forma  de  la  casa  en  que  ha- 
blan de  ser  las  juntas;  división  de  clases  y  número  de  indivi- 
duos que  habia  de  tener  cada  una,  y  finalmente,  lista  de  los  su- 
getos  que  le  parecían   más  apropósito  para  Académicos,  con 
expresión  de  la  clase  que  convendría  poner  á  cada  uno  de  ellos. 
No  tuvo  efecto  esta  idea;  pero  se  puede  asegurar  dio  motivo  á 
otra  muy  plausible,  aunque  no  tan  vasta,  que  fué  la  de  erigir 
solemnemente en  Academia  Real,  con  el  título  de  San  Fer- 
nando, para  el  cultivo  de  las  tres  Nobles  Artes,  la  Junta  pre- 
paratoria que  existia  mandada  formar  por  el  Señor  Don  Feli- 
pe V,  pues  aunque  Don  Ignacio  no  fué  el  único  á  sugerir  este 
pensamiento,  se  distinguió  en  promoverle  con  el  señor  Carba- 
jal. Siendo  uno  de  los  Académicos  de  honor,  recitó  el  dia  de 


858  PEDRO    ROCA 

encomendaría  al  mismo  tiempo  á  otros  amigos  y  protegidos 
su3'os  el  encargo  de  redactar  un  plan  de  estatutos?  Así  debió 

la  apertura  unas  octavas  alusivas  al  objeto;  y  el  año  siguiente, 
con  motivo  de  la  distribución  de  los  primeros  Premios,  recitó 
también  una  canción,  un  soneto  italiano  y  un  epigrama  latino.» 

(PágS.    XLVlliy  XLIX.) 

III.  El  testimonio  de  D.  Luis  José  Velázquez  de  Velasco, 
IVIarqués  y  Señor  de  Valdeñores,  que  en  la  pág.  7  de  su  men- 
cionada Noticia  del  viage  de  España,  cita  entre  las  Empresas 
literarias  del  Rcynado  de  Fernando  VI,  la  siguiente:  «a  exemplo 
de  la  de  París  se  proyectó  y  aun  se  empezó  á  poner  en  execu- 
cion  el  establecimiento  de  una  Academia  de  Ciencias;»  y  aña- 
de en  nota:  «Las  primeras  Juntas  se  tubieron  en  Cádiz;  y  de 
los  Académicos  que  concurrieron  á  ellas  con  sus  trabajos,  fue- 
ron D.  Jorge  Jnan,  D.  Antonio  de  Ulloa  y  Mr.  Godin  en  las 
Matemáticas;  el  D.''  Porzell  en  la  Medicina;  D.  Pedro  Virgilio 
en  la  Cirugía;  D.  Josef  Carbonel  en  las  Lenguas  Orientales  y 
Buenas  Letras,  y  el  Autor  de  este  Viaje  en  la  Historia  y  las 
Antigüedades.  ¡^ 

IV.  Las  noticias  dadas  por  Sempere,  que  escribe  en  tres 
partes  distintas  de  su  citado  Ensayo:  1°,  refiriéndose  á  que  no 
se  había  llegado  á  establecer  una  Academia  general  de  Cien- 
cias y  Artes:  «El  Marqués  de  Villena  parece  que  tuvo  este 
pensamiento,  según  he  insinuado  en  la  introducción.  Pero  á  la 
falta  de  los  auxilios  necesarios  para  aquella  empresa  literaria, 
se  añadía  otra  mayor,  que  era  la  de  hombres.  En  tiempo  de 
Fernando  Vi  se  pensó  ya  en  ello,  y  para  este  fin  se  comisionó 
á  Don  Joseph  Ortega,  para  que,  viajando  por  los  países  extran- 
geros,  recogiera  todas  las  noticias  conducentes  para  el  mejor 
logro  de  aquel  establecimiento.  Y  aun  se  llegaron  á  tener  al- 
gunas juntas  en  Cádiz,  concurriendo  á  ellas,  por  la  clase  de 
Matemáticas,  Don  Jorge  Juan,  Don  Antonio  Ulloa  y  Mr.  Go- 
din; por  la  de  Medicina,  el  Doctor  Porcell;  por  la  de  Cirugía, 
Don  Pedro  Virgilio;  para  las  Lenguas  Orientales  y  Buenas  Le- 
tras, Don  Joseph  Carbonel;  y  Don  Luis  Joseph  de  Velázquez 
para  la  Historia  y  las  Antigüedades»  (págs.  54  y  55  del  tomo  I 
de  su  Ensayo,  art.  Academias);  2.°,  Jorge  Juan  «formó  en  su 
casa  [de  Cádiz]  una  Academia  de  Ciencias  intitulada  Asamblea 
amistosa  literaria,  en  la  que  cada  jueves  se  juntaban  Don  Luis 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  859 

de  ser;  pero  no  tengo  un  dato  concreto  que  lo  declare, 
aunque  sí  unas  «Ordenanzas  de  S.  M.,»  que  se  compusie- 

Godin,  Don  Joseph  Infante,  Don  Gerardo  Henay,  Don  Joseph 
Aranda,  Don  Diego  Porcel,  Don  Pedro  Virgili,  Don  Francisco 
Iglesias,  Don  Francisco  Canibel,  Don  Joseph  de  Náxera,  Don 
Lorenzo  Roland,  Don  Luis  de  Velazquez,  Marqués  de  Valdeflo- 
res,  y  Don  Joseph  Carbonel,  que  hacia  de  Secretario.  En  ella  se 
leian  las  Memorias  que  los  individuos  componían  sobre  qual- 
quiera  ciencia  ó  arte,  precedida  la  debida  aprobación  de  los  Co- 
misarios que  se  nombraban  para  su  censura.  Don  Jorge  Juan 
escribió  y  leyó  en  ella  diez  sobre  varios  puntos  de  Artillería, 
Astronomia,  Navegación,  Construcción  y  demás  ramos  de  las 
Matemáticas.  Una  de  ellas  le  dio  motivo  para  la  grande  obra 
que  inmortalizó  su  nombre,  el  Examen  Marítimo»  (pág.  155  del 
tomo  III,  MDCCLXXXVi);  3.°,  «D.  Joseph  Ortega,  Boticario 
mayor  de  los  Reales  Exércitos,  Vice- Director  del  Real  Jardm 
Botánico  de  Madrid,  Académico  fundador  y  Secretario  perpe- 
tuo de  la  Real  Academia  Médica-Matritense,  sujeto  de  un  mé- 
rito muy  distinguido,  habia  tenido  el  encargo  por  el  Ministerio 
de  viajar  por  las  Cortes  y  Reynos  extrangeros,  con  el  objeto  de 
recoger  las  noticias  necesarias   para  el  adelantamiento  de  las 
ciencias  naturales  en  este  Reyno,  y  particularmente  para  el 
establecimiento  de  una  Academia  de  ellas,  sin  laqual  se  creía, 
y  con  razón,  que  no  podian  hacer  muchos  progresos.  Para  esto 
traxo  la  preciosa  colección  de  instrumentos  y  máquinas  que  se 
conserva  actualmente  en  el  Seminario  de  Nobles  de  esta  Corte; 
trató  y  dio  á  conocer  á  el  Ministerio  á  varios  sabios  extrange- 
ros, con  el  fin  de  que  nuestra  nación  los  admitiera  en  su  seno, 
para  aprovecharse  de  sus  luces,  y  promovió  el  establecimiento 
de  un  Real  Jardin  de  Plantas,  cuyos  principios  confió  Fernan- 
do VI  á  su  dirección.  También  tradujo  y  publicó  el  tratado  de 
la  electricidad  del  Abate  NoUet,  y  compuso  un  Elogio  históri- 
co del  Señor  Dr.  D.  Joseph  Cerví,  leido  á  la  Real  Academia  Mé- 
dica-Matritense en  30  de  Marzo  de  1748,  impreso  en  Madrid  en 
el  mismo  año.»  (Pág.  157.  'omo  IV,  MDCCLXXXVII.) 

V.  Las  noticias  que  nos  proporciona  el  anónimo  autor 
Del  estado  presente  de  la  Literatura  en  España,  del  de  las  tres 
Universidades  mayores  de  Castilla  y  de  sus  Colegios  mayores,  entre 
dos  Abates  Napolitanos.  Diálogo  escrito  en  castellano  por  un  Espa- 


86o  PEDRO    ROCA 

ron  en  aquella  época  y  se  redactaron  por  amigos  y  prote- 
gidos de  Ensenada,  y  que  ponen  á  la  Sociedad  Real   de 

iiol  apasionado  de  la  verdad  (*).  (Inserto  en  las  págs.  iig  á  172 
del  tomo  XXVIII,  Madrid,  MDCCXC,  del  Semanario  erudito, 
de  Valladares.)  Hablando  de  la  enseñanza  de  Física  que  da- 
ban los  jesuítas  en  el  Real  Seminarlo  de  Nobles  de  Madrid, 
Casafonda  pone  en  boca  de  los  Abates  las  siguientes  preguntas 
y  respuestas  (págs.  i5S  y  169): 

oSab. — ^Los  experimentos  de  Física  no  los  harán  por  falta 
de  instrumentos. 

•nBart. — Los  tienen  muy  exquisitos,  }'  lo  mejor  es  que  no 
son  suyos,  sino  del  Rey,  y  se  traxeron  de  Londres  en  tiempo 
de  Fernando  VI,  quando  se  pensó  en  establecer  en  Madrid  una 
Academia  general  de  Ciencias,  á  cuyo  fin  salieroa  para  Roma, 
Paris,  Olanda,  Londres,  Bolonia  y  otras  partes  de  la  Europa, 
Boticarios,  Cirujanos,  Antiquarios  y  otros  literatos  á  informar- 
se é  instruirse  del  método  con  que  se  enseñaban  las  ciencias 
en  las  Universidades  y  Academias  de  otros  países.  Como  no 
llegó  á  tener  efecto  este  pensamiento,  no  se  descuidaron  los 
Padres  de  recoger  los  instrumentos  que  se  traxeron  de  Lon- 
dres, 3'  tuvieron  maña  para  sacárselos  al  Ministro  de  Hacienda, 
el  Conde  de  Valparaíso,  diciendo  que  los  tendrían  como  de- 
pósito en  su  Seminario. 

■aSab. — Cuenta  con  que  se  quedaron  con  ellos. 

aBari. — No  lo  creas,  porque  la  Academia  Médica  Matritense, 
que  por  falta  de  protección  se  halla  bien  atrasada,  tenia  la  pre- 
tensión de  que  el  Rey  se  los  entregase  y  se  restableciese  en  for- 
ma dicha  Academia » 

Tenemos,  pues,  según  los  testimonios  I  y  II,  dos  hechos  cla- 
ros y  patentes:  un  proyecto  de  creación  de  Academia  de  Ciencias 
sugerido  á  Ensenada  por  varios  académicos  de  la  Real  Médica 


(*)  Según  dice  Sempere  en  la  pág.  149  del  tomo  II  (Madrid, 
MDCCLXXXV)  de  su  Ensayo,  la  presente  obra  es  producción  de 
D.  Manuel  Lanz  de  Casafonda,  del  Consejo  de  S.  M.  y  de  la  Cá- 
mara de  Indias.  El  Abate  Bartoli  pasó  á  España  por  el  mes  de 
Mayo  de  1755,  y  se  volvió  á  Ñapóles  por  Septiembre  de  1761.  Re- 
fiere á  su  amigo  el  Abate  Sabelli  lo  que  vio  y  observó  en  punto  de 
literatura.  Lanz  de  Casafonda  escribía  en  el  reinado  de  Carlos  III. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  86l 

Ciencias  de  Madrid,  como  ellos  la  llaman,  bajo  la  inmedia- 
ta dependencia  del  Ministro  de  Marina  é  Indias,  es  decir, 

Matritense,  y  patrocinado  por  este  Ministro,  y  para  cu3'a  pron- 
ta  realización  salió  comisionado  D.  José  Ortega,  Secretario 
perpetuo  de  ésta,  á  los  países  extranjeros  con  el  objeto  de  re- 
coger informes  y  noticias  exactas  referentes  á  los  literatos  que 
florecían  en  ellos,  y  otro  proyecto  de  Academia  general  de  Cien- 
cias, Artes  y  Bellas  Letras,  conforme  á  un  plan  que  formó  D.  Ig- 
nacio de  Luzán  con  el  patrocinio  del  Ministro  D.  José  de  Car- 
vajal: ni  uno  ni  otro  tuvieron  efecto.  Estos  dos  testimonios  son 
íntegramente  fehacientes.  Del  último  no  hay  que  decir  sino  que 
lo  da  el  mismo  hijo  de  Luzán  en  presencia  de  los  papeles  de 
su  padre;  y  hay  que  suponer,  no  sólo  que  dijo  la  verdad,  sino 
toda  la  verdad  en  aquello  que  redundase  en  honra  de  éste  y 
suya;  y  por  tanto,  que,  si  se  limitó  á  escribir,  «no  tuvo  efecto 
esta  ¡dea,»  y  no  dice  que  á  consecuencia  del  plan  de  su  padre 
se  mandaron  comisionados  á  países  y  Universidades  y  Acade- 
mias extranjeras,  y  que  se  compraron  instrumentos  y  máquinas 
para  el  uso  de  la  Academia  que  se  proyectaba,  es  porque  no 
hubo  tales  comisionados,  instrumentos  ni  máquinas;  en  una 
palabra,  escribió  todo  lo  que  había  sucedido,  sin  omitir  nada. 
Además,  téngase  en  cuenta  que  su  testimonio  es  la  primera 
única  fuente  impresa  por  donde  nos  constan  tales  noticias,  y 
que  éstas  son  las  únicas  que  tenemos,  sin  que  hayan  sido  am- 
pliadas por  otros  testimonios.  Con  decir  que  el  testimonio  / 
se  da  al  frente  del  tomo  I  de  las  Memorias  de  la  Real  Academia 
Médica  de  Madrid  en  el  ario  1797,  precisamente  por  la  misma 
Corporación  de  que  D.  José  Ortega  fué  Secretario  perpetuo,  y 
que  también  es  la  primera  única  fuente  impresa  donde  consta 
un  proyecto  de  Academia  de  Ciencias  sencillamente,  referido  á 
varios  académicos  de  aquélla  y  á  Ensenada,  basta  para  persua- 
dirse de  que  dicho  testimonio  no  puede  ser  contradicho  y  de  que 
lo  que  en  él  se  afirma  es  la  verdad;  pero  ¿toda  la  verdad?  ¿no 
habrá  sido  ampliada  por  otros  en  todo  aquello  en  que  éstos  no  lo 
contradigan?  La  comisión  de  Ortega,  ¿no  se  extendería  á  más 
de  lo  que  en  él  se  expresa?  Vamos  á  verlo. 

Para  resolver  esta  cuestión  nos  ayudan  los  testimonios  ///, 

IV  y  V. 

El  ///,  es  decir,  el  de  Velázquez,  que  conforma  con  el  del 


862  PEDRO    ROCA 

del  mismo  Ensenada,  todo  lo  cual  lo  considero  suficiente 
para  afirmar  que  dichas  Ordenanzas  han  de  referirse  á 

tomo  I  de  las  Memorias  de  la  Real  Academia  Médica  de  Madrid 
en  lo  del  proj'ecto  de  una  Academia  de  Ciencias,  añade  que  se 
proyectó  ésta  á  ejemplo  de  la  de  París,  dato  que  aclara  el  muy 
velado  que  pudiera  entreverse  en  el  texto  del  tomo  I  de  dichas 
Memorias,  y  que  las  primeras  juntas  para  poner  en  ejecución 
el  proyecto  se  tuvieron  en  Cádiz.  Es  chocante  que  el  marqués 
de  Valdeflores,  uno  de  los  que,  según  su  propio  testimonio, 
concurrieron  á  ellas  con  sus  trabajos  de  historia  y  antigüeda- 
des, se  permita  afirmar  que  eran  éstas  las  primeras  juntas  que 
se  tuvieron  para  la  ejecución  de  un  proj'ecto  de  Academia  de 
Ciencias  á  ejemplo  de  la  de  París,  pues  que  de  seguro  no  ig- 
noraba en  su  ilustración  que  el  objeto  principal  de  la  Real 
Academia  de  Ciencias  de  París  se  reducía  á  las  ciencias  mate- 
máticas y  físicas,  esto  es,  al  cultivo  de  la  geometría,  astrono- 
mía, mecánica,  anatomía,  química  y  botánica,  y  que  no  se 
extendía  al  de  la  cirugía,  para  la  que  existía  una  Real  Aca- 
demia de  Cirugía,  ni  al  de  las  lenguas  orientales,  buenas  letras, 
historia  y  aníigñedades,  disciplinas  que,  excepto  las  lenguas 
orientales  enseñadas  en  el  Colegio  Real,  constituían  el  ob- 
jeto especial  de  las  Reales  Academia  Francesa  y  de  Inscrip- 
ciones 3'  Bellas  Letras.  En  esto  fué  más  lógico  Sempere,  que 
relacionó  esas  juntas  con  el  proyecto  de  una  Academia  gene- 
ral de  Ciencias  y  Artes,  pues  tal  era  el  carácter  de  genera- 
lidad que  aquéllas  tenían,  si  bien  adulteró  al  copiarlo  el  testi- 
monio del  marqués,  sustituyendo  la  frase  de  que  tales  acadé- 
micos «concurrieron  á  ellas  con  sus  trabajos»  con  !a  de  que 
concurrieron  á  ellas-tales  académicos,  lo  cual  no  es  lo  mismo, 
porque  lo  último  supone  que  éstos  estaban  en  el  mismo  Cádiz, 
}•  lo  primero  no,  que  muy  bien  podían  concurrir  con  sus  tra- 
bajos á  las  juntas  de  Cádiz  sin  estar  en  Cádiz.  Sempere  hace 
más:  expone  en  otra  parte,  como  cosa  distinta  y  sin  conexión 
con  estas  juntas,  lo  relativo  á  las  que  se  celebraban  en  casa  de 
Jorge  Juan,  también  en  Cádiz,  bajo  el  nombre  de  Asamblea 
Amistosa  Literaria,  sin  caer  en  la  cuenta  de  que  unas  y  otras 
son  las  mismas  y  úaicas  juntas  de  esta  Asamblea. 

Además,  el  testimonio  de  Sempere,  que  amplía  el  de  Veláz- 
quez,  es  un  tanto  contradictorio  en  sus  partes,  pero  no  las 


ORÍGENES    DE    LA   ACADEMIA    DE   CIENCIAS  863 

aquel  proyecto  de  Academia  de  Ciencias  que  insinuaron  al 
Marqués  varios  académicos  de  la  Médica  Matritense.  Aun 

creo  inconciliables.  En  una  se  habla  del   establecimiento  de 
una  Academia  general  de  Ciencias  y  Artes,  y  en  otra  del  de  una 
Academia  de  Ciencias  Naturales:  en  mi  concepto,  aquí  se  trata 
de  una  sola  Academia,  por  la  sencilla  razón  de  que  D.  José 
Ortega  aparece  comisionado  para  viajar  por  el  extranjero  en 
ambos  casos;  además,  en  el  primer  caso  se  dice  vagamente 
para  que  «recogiera  todas  las  noticias  conducentes  para  el  me- 
jor  logro  de  aquel  establecimiento,»  de   Academia  general  de 
Ciencias  y  Artes,  y  en  el  segundo  con  el  objeto  de  «recoger  las 
noticias  necesarias  para  el  adelantamiento  de  las  ciencias  na- 
turales en  este  Reyno,  y  particularmente  para  el  estableci- 
miento de  una  Academia  de  ellas,  sin  la  qual  se  creia,  y  con  ra- 
zón, que  no  podian  hacer  muchos  progresos.»  Entre  estos  dos 
fines  no  hay  contradicción:  el  último  cabe  perfectamente  entre 
«las  noticias  conducentes  para  el  mejor  logro»  del  estableci- 
miento;  la  contradicción  resulta  solamente  de  referir  el  i.°á 
una  Academia  general  de  Ciencias  y  Artes,  y  el  2.°  á  una  de 
Ciencias  Naturales;  y  lo  natural  es,  sean  ó  no  distintos  los  fines, 
y  se  refieran  á  una  ó  á  dos  Academias,  que  sólo  una  vez  fuese 
comisionado  D.  José  Ortega.  En  Sempere  esto  no  se  aclara,  y 
hay  indicios  para  suponer  las  dos  cosas:  que  fueron  dos,  por- 
que en  una  parte  refiere  la  comisión  al  proyecto  de  una  Acade- 
mia general  de  Ciencias  y  Artes,  y  la  relaciona  con  las  juntas  que 
se  tuvieron  en  Cádiz  en  casa  de  Jorge  Juan  con  el  nombre  de 
Asamblea  Amistosa  Literaria;  y  en  otra,  al  trazar  la  biografía 
de  Ortega,  la  refiere  al  adelantamiento  de  las  ciencias  natura- 
les en  España,  }'  particularmente  al  establecimiento  de  una 
Academia  de  ellas;  y  que  fué  una,  porque,  si  hubieran  sido  dos, 
no  se  explicaría  el  silencio  que  guarda  Sempere,  precisamente 
al  trazar  de  propósito  la  biografía  de  Ortega,  en  lo  tocante  á  la 
intervención  de  éste  en  el  proj'ccto  de  la  Academia  general, 
extendiéndose,  en  cambio,  á  detallar  la  que  tuvo  en  el  de  Cien- 
cias Naturales,  tanto  más  cuanto  que  Sempere  hace  mención 
expresa  del  primero  en  el  art.  Academias  mencionado,  como  si 
á  sus  ojos  fuese  un  hecho  culminante,  ¿cómo,  pues,  al  hacer 
la  biografía  de  Ortega  ni  siquiera  se  le  ocurre  emplear  una 
frase  de  referencia  á  lo  que  ya  había  dicho  en  aquel  artículo? 


864  PEDRO    ROCA 

puede  añadirse  que  lo  esencial  de  estas  Ordenanzas  está 
calcado  en  el  Reglamento  de  la  Real  Academia  de  las 

Para  mí  la  explicación  está  sencillamente  en  que  la  interven- 
ción que  detalla  en  la  biografía  es  la  misma  que  la  que  indi- 
ca de  im  modo  vago  y  general  en  dicho  artículo.  Hay  más:  al 
hacer  la  biografía  y  afirmar  que  el  objeto  de  su  encargo  era 
recoger  «las  noticias  necesarias  para  el  adelantamiento  de 
las  ciencias  naturales  en  este  Reyno,  y  particularmente  para 
el  establecimiento  de  una  Academia  de  ellas,  sin  la  qual  se 
creia,  y  con  razón,  que  no  podian  hacer  muchos  progresos,» 
el  mismo  Sempere  añade  inmediatamente:  «Para  esto  traxo 
la  preciosa  colección  de  instrumentos  y  máquinas  que  se  con- 
serva actualmente  en  el  Seminario  de  Nobles  de  esta  Corte; 
traió  y  di6  A  conocer  A  el  Ministerio  á  varios  sabios  extrangeros 
con  el  fin  de  qi¡e  nuestra  nación  los  admitiera  en  su  seno,  para 
aprovecharse  de  sus  luces,  y  promovió  el  establecimiento  de  un 
Real  Jardín  de  Plantas,  cuyos  principios  confió  Fernando  VI 
á  su  dirección.»  En  las  palabras  que  subrayo,  creo  que  Sem- 
pere levanta  una  punta  del  velo  que  nos  permite  descubrir  la 
verdad;  y  si  antes,  por  la  crítica  interna  de  sus  mismos  textos, 
llegué  á  conjeturar  que  todo  lo  que  dicen  tocante  á  la  inter- 
vención de  Ortega  en  proyectos  de  Academias  científicas  cons- 
tituye una  sola  comisión  y  se  relaciona  con  la  creación  de  una 
sola  Academia,  sin  que  llegase  á  decidir  si  sería  una  general 
de  ciencias  y  artes  ó  una  de  ciencias  naturales,  ahora,  con  ese 
texto  subrayado,  cotejado  con  el  que  arriba  he  transcrito  de 
las  Memorias  de  la  Real  Academia  Médica  Matritense,  y  por  el 
que  consta,  en  términos  muy  parecidos,  que  á  Ortega  se  le  con- 
fió igual  comisión  para  la  más  pronta  realización  del  proyecto 
de  una  Academia  de  Ciencias  que  al  Marqués  de  Ensenada  su- 
girieron varios  académicos  de  la  Médica  Matritense,  me  pa- 
rece que  puedo  afirmar  que  la  comisión  única  que  recibió  Or- 
tega se  refería  al  proyecto  de  una  sola  Academia,  y  que  ésta 
era  una  Academia  de  Ciencias  sencillamente,  y  no  una  Acade- 
mia general  de  Ciencias  y  Artes  ni  de  Ciencias  Naturales. 
Posteriormente,  en  tiempo  de  Carlos  III,  debió  de  pen- 
sarse en  ésta,  porque  Sempere  {Ensctyo,  tomo  IV:  Madrid, 
MDCCLXXXVII,  pág.  175),  al  hablar  de  la  explicación  que 
D.   Antonio  Palau  y   Verdera  hizo  en  1778  de  la  Philoso- 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  865 

Ciencias  de  París,  á  semejanza  de  la  cual  se  proyectó  la 
madrileña. 

pliia  botánica  de  Liniieo,  escribe:  «En  el  Diccionario  enciclopé- 
dico se  lee  que  Liiineofué  llamado  por  el  ¡Ministerio  de  España 
para  hacerle  Presidente  de  una  nueva  Academia,  destinada  á 
culiivar  el  estudio  de  la  Historia  Natural.»   (Este  Diccionario 
enciclopédico  no  es  otro  que  el  Siippléinent  a  l'Encyclopéííie....: 
Tome  premier.  A   Amsterdam,    cliez   M.    M.  Key,   libraire, 
MDCCLXXVI.  La  cita  de  Sempere  corresponde  á  la  página 
222,  col.   I.',  palabra  Agricuitnre.)  La  conclusión  que  acabo 
de  sacar  es  tanto  más  cierta,   cuanto  que  de  no  ser  admitida 
iríamos  á  parar  al  absurdo  de  que,  además  de  los  dos  pro- 
yectos de  Academia  general  de  Ciencias  y  Artes  y  de  Cien- 
cias Naturales,  hubo  un  tercer  proyecto  de  simple  Academia 
de  Ciencias,  para  el  que  también  fué  comisionado  Ortega,  con 
la  sencilla  comisión  de  asegurarse  de  las  virtudes  sociales, 
prendas  morales  y  competencia  científica  de  los  sabios  extran- 
jeros que  hubiesen  de  componer  tan  ilustre  Congreso.  Además, 
consideremos  que  el  testimonio  de  las  Memorias,  claro,  preci- 
so, autorizado,  es  del  año  1797,  y  el  de  Sempere,  vago  y  con- 
tradictorio, es  del  1787,  y  no  cabe  suponer  que  los  ilustrados 
académicos  de  la  Médica  Matritense  ignorasen  lo  que  había 
escrito  éste,  y  se  separasen  ó  prescindieben  de  ello,  y  nos  die- 
sen datos  nuevos  que,  sin  mencionarlo,  lo  invalidaba,  sino  por- 
que les  constaba  ciertamente  que  eran  verdaderos.  Sin  embar- 
go, el  interés  de  la  Academia  al  darlos  no  era  directo:  los  daba 
incidentalmente,  y  acaso  omitiese  algún  detalle  que  no  consi- 
deraba esencial  para  su  objeto;  y  como  la  piedra  de  toque  es  el 
texto  transcrito  de  las  Memorias  de  la  Real  Academia  Médica 
Matritense,  de  modo  que,  al  contrastar  con  él  otros,  admitamos 
de  éstos  lo  que  se  conforme  con  él,  desechemos  lo  que  lo  con- 
tradiga y  no  rechacemos  lo  que  lo  explique,  amplíe  ó  adicio- 
ne, resulta  que,  admitido  ya  en  parte,  y  en  parle  3  a  rechazado 
el  testimonio  de  Sempere  en  virtud  de  los  dos  primeros  miem- 
bros de  dicha  regla,  no  hay  motivo  para  rechazar,  en  virtud  del 
miembro  tercero,  lo  que  este  esciitor  añade  al  carácter  antes  se- 
ñalado á  la  comisión  de  Ortega,  á  saber,  que  llevaba  también  el 
encargo  de  recoger  «las  noticias  necesarias  para  el  adelanta- 
miento de  las  ciencias  naturales  de  este  Reyno,»  y  que  «traxo  la 
u  55 


865  PEDRO    ROCA 

El  hecho  de  relacionar  la  venida  á  Madrid  del  Dr.  Pi- 
quer,    probablemente   en    concepto   de   eminente    anató- 

preciosa  colección  de  instrumentos  y  máquinas  que  se  conser- 
va actualmente  [1787]  en  el  Seminario  de  Nobles  deestaCorte.» 
Así,  tendríamos  que  varios  académicos  de  la  Médica  Matritense 
persuadieron  á  Ensenada,  y  por  su  medio  al  Rey,  de  cuan  de- 
corosa y  útil  sería  á  la  nación  española  la  erección  de  una  sim- 
ple Academia  de  Ciencias,  á  semejanza  de  la  de  París,  que  para 
la  más  pronta  y  completa  formación  del  proyectado  estableci- 
miento, confió  S.  M.  á  Ortega  la  comisión  de  recoger  por  sí  mis- 
mo, en  cada  uno  de  los  países  más  cultos  de  Europa,  las  noti- 
cias necesarias  para  el  adelantamiento  de  las  ciencias  naturales, 
y  particularmente  informes  y  noticias  exactas  del  mérito  de 
los  sabios  que  florecían  en  ellos,  para  ocupar  con  dignidad  las 
sillas  propias  de  varios  ramos  cultivados  entonces  con  menos 
esmero  por  nuestra  nación,  y  que  trajo  una  preciosa  colección 
de  instrumentos  y  máquinas  para  el  uso  de  la  nueva  Corpora- 
ción. Para  esta  simple  Academia  de  Ciencias,  no  general  de  cien- 
cias y  artes,  ni  de  ciencias  naturales,  «sin  perjuicio  de  la  sub- 
sistencia y  desempeño  del  Instituto  de  la  de  Medicina,  podia 
ofrecer  ésta  desde  luego  muchos  sujetos  dignos  de  ocupar  sus 
plazas,»  dicen  las  Memorias  de  la  Médica  Matritense.  Esto  es 
algo:  por  exclusión  sabemos  que  la  Academia  de  Ciencias  no 
incluiría  el  Instituto  de  la  de  Medicina,  es  decir,  que  quedarían 
excluidas  de  la  de  Ciencias  la  Medicina,  la  Cirugía  y  la  Farma- 
cia. Esto  requiere  una  explicación.  En  un  principio,  la  Acade- 
mia Médica  Matritense  tenía  por  objeto  la  instrucción  general 
en  estas  tres  profesiones,  extendida  al  cultivo  de  la  Historia 
Natural  y  Médica  de  España.  Luego  no  sólo  se  trataba  en  la 
Academia  de  los  descubrimientos  y  adelantos  que  se  hacían  en 
todas  partes  tocantes  «á  la  Medicina,  Cirugía  y  Farmacia,  sino 
también  á  la  química,  á  la  física,  á  la  botánica  y  demás  ciencias 
naturales.»  Últimamente,  por  Real  Cédula  expedida  en  14  de 
Septiembre  de  1742  quedó  establecido  que  «además  de  los  pro- 
fesores de  Medicina,  Cirugía  y  Farmacia,  se  compusiese  tam- 
bién la  Academia  en  adelante  de  profesores  de  Física,  que  tanto 
podian  concurrir  al  desempeño  de  los  varios  objetos  de  su  ins- 
tituto.» ¡Como  que  los  académicos  de  la  Academia  Médica 
de  Madrid  se  distinguían  con  los  nombres  de  médicos  anató- 


okígenes  de  L4  academia  de  ciencias         867 

mico,  físico  y  matemático,  con  el  proyecto  de  academia 
de  Ciencias  propuesto  por  estos  académicos,  y  acogido  por 

micos,  cirujanos  anatómicos   disectores,  físicos,   químicos  3- 

botánicos!  (Vid.  el  Mercurio  literario ,  por  el  Doctor  Don 

Antonio  María  Herrero  y  el  Licenciado  Don  Joseph  Lorenzo 
de  Arenas,  tomo  II:  Madrid  [1739],  págs.  51  á  55,  y  las  Me- 
morias de  la  Real  Academia  Médica  de  Madrid,  tomo  I,  1797, 
págs.  I  á  VIII  y  XV  á  xvii  de  la  Noticia  histórica  del  origen, 
progresos  y  estado  actual  de  la  Real  Academia  Médica  de  Ma- 
drid que  va  al  principio.)  Luego,  «sin  perjuicio  de  la  sub- 
sistencia y  desempeño  del  Instituto  de  la  de  Medicina,  podia 
ofrecer  ésta  desde  luego  muchos  sugetos  dignos  de  ocupar  sus 
plazas,»  químicos,  físicos,  botánicos;  esto  nos  daría  la  discul 
pa  de  por  qué  Sempere  habló  inexactamente  de  una  Academia 
de  Ciencias  Naturales,  aunque  no  hay  motivo  para  dudar,  y 
debe  ser  cierto,  que  Ortega  llevaba  el  encargo,  no  principal, 
de  recoger  «las  noticias  necesarias  para  el  adelantamiento  de 
las  ciencias  naturales  en  este  Re3mo,»  pues  sin  duda  alguna  las 
ciencias  naturales,  no  médicas,  quirúrgicas  ni  farmacéuticas, 
habían  de  constituir  uno  de  los  objetos  de  la  nueva  Academia 
de  Ciencias. 

Y  de  hecho,  en  el  testimonio  V,  ó  de  Lanz  de  Casafonda, 
tenemos  una  prueba  de  que  las  ciencias  físicas  serían  objeto 
de  esta  Academia.  Por  él  consta  que  para  hacer  los  experimen 
tos  de  Física  en  el  Seminario  de  Nobles  de  Madrid  se  valían 
los  jesuítas  de  los  muy  exquisitos  que  «se  traxeroa  de  Londres 
en  tiempo  de  Fernando  VI,  quando  se  pensó  en  establecer  en 
Madrid  una  Academia  general  de  Ciencias,»  y  que,  «como  no 
llegó  á  tener  efecto  este  pensamiento,  no  se  descuidaron  los 
Padres  de  recoger  los  instrumentos  que  se  traxeron  de  Lon- 
dres, y  tuvieron  maña  para  sacárselos  al  Ministro  de  Hacienda, 
el  Conde  de  Valparaíso,  diciendo  que  los  tendrían  como  depó- 
sito en  su  Seminario.»  Este  testimonio  está  contexte  con  el  de 
Sempere,  aunque  en  él  nada  se  dice  de  Ortega,  y  añade  que  los 
instrumentos  eran  físicos  y  que  se  trajeron  de  Londres,  y  ex- 
plica por  qué  fueron  á  parar  al  Sáminario,  donde  estaban  en 
depósito,  pero  solicitados  por  la  Academia  Médica -Matritense. 

Las  noticias  de  Casafonda  y  Sempere,  escritores  coetáneos, 
confirmándose  y  completándose,  son  de  mucha  fuerza.  Ortega 


868  PEDRO    ROCA 

Ensenada,  pone  de  manifiesto  que  la  idea  surgió  con  an- 
terioridad al  28  de  Agosto  de  176 1,  puesto  que  ésta  es  la 

trajo,  pues,  de  Londres,  para  el  uso  de  la  proyectada  Academia 
de  Cúnrif's,  instrumentos  físicos  que  fueron  á  parar  al  Semina- 
rio de  Nobles  de  Madrid.  Casafonda  incurre  en  el  error  de 
atribuir  la  compra  de  los  instrumentos  al  proyecto  de  una  Aca- 
demia general  de  Ciencias,  y  carga  la  mano  y  dice  nada  menos 
que  con  el  fin  de  establecerla  «salieron  para  Roma,  Paris, 
Olanda,  Londret  Bolonia  y  otras  parles  de  la  Europa,  Boti- 
carios, Cirujanos,  Antiquarios  y  oíros  literatos  á  informarse  del 
método  con  que  se  enseñaban  las  ciencias  en  las  Universidades 
y  Acsdímias  de  otros  Paises.»  Esto  no  necesita  sino  ser  enun- 
ciado para  ser  desmentido:  desde  luego  se  echa  de  ver  lo  supér- 
fluo  de  tal  lujo  de  comisionados  para  ese  solo  proyecto,  que  se 
mezclan  sin  venir  á  cuento  las  informaciones  del  método  de 
enseñanza  de  las  ciencias  en  Universidades  y  Academias,  y  que 
todos  esos  comisionados  es  cierto  que  salieron;  mas  no  para 
recoger  noticias  que  sirvieran  de  base  á  la  fundación  de  esa 
Academia,  sino  para  estudiar  diferentes  Facultades  con  objeto 
de  perfeccionar  las  que  teníamos  en  relativo  atraso;  esto  es  tan 
conocido  (y  algo  congruente  á  nuestro  objeto  expuse  anterior- 
mente, sobre  todo  el  testimonio  de  Sarmiento),  que  no  he  de 
insistir  en  ello.  Casafonda  engloba  en  esos  pocos  renglones  la 
histoiia  científica  de  España  durante  el  Ministerio  Ensenada 
en  tiempo  de  Fernando  VI;  quedamos,  pues,  en  que  el  úm- 
co  comisionado  que  de  los  testimonios  aparece  es  el  referido 

Ortega. 

Ko  he  contrastado  los  de  Semperey  Casafonda  con  el  de  las 
J[],„:crias  déla  vida  de  D.  Ignacio  Luzán,  porque  desde  luego 
puede  darse  por  seguro  que  los  datos  de  uno  y  otro  nada  tienen 
que  ^er  con  el  plan  que  formó  aquel  ilustre  preceptista  de  una 
Academia  general  de  Ciencias,  Artes  y  Belias  Letras,  que  fe- 
neció sin  dar  lugar  á  comisiones  de  ningún  género. 

Ptio  al  llegar  á  este  punto,  alguien  puede  salirme  al  encuen- 
tro objetándome:  «Estoy  persuadido  de  todo  lo  expuesto,  y 
creo  en  efecto,  que  contrastados  con  el  de  las  Memorias  de  la 
rual  Academia  Mídica  de  Madnd  los  testimonios  de  Velázquez, 
Sanperey  Casafonda,  y  descontado  por  evidente  que  en  manera 
al-una  los  datos  que  ellos  exponen  se  relacionan  con  el  proyec- 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  869 

fecha   de  la  carta-orden  del    Marqués,   como   Secretario 
de  Estado  que  era  de  S.  M.,  para  que  aquél  viniese  á  la 

to  de  Liizán,  no  hay  más  remedio  que  concluir  por  referirlos  al 
proyecto  de  uaa.  Academia  de  Ciencias  patrocinado  por  Ensenada; 
pero  entonces,  ¿cómo  se  explica  que  Sempere  nos  hable  de  es- 
tablecer una  Academia  general  de  Ciencias  y  Artes,  y  Casafoa- 
da  de  una  Academia  general  de  Ciencias,  qus  para  el  caso  es 
lo  mismo?  Ya  sé  que  la  cuestión  queda  reducida  á  una  cuestión 
de  puro  nombre;  pero  ¿cómo  aceptaron  esta  denominación  y 
no  la  de  Academia  de  Ciencias,  simplemente,  que  debiera  ser 
la  verdadera?»  Respecto  de  Sempere  he  de  hacer  la  observa- 
ción de  que  ese  proyecto  lo  relaciona  con  las  Juntas  que  se  tu- 
vieron en  Cádiz,  en  casa  de  Jorge  Juan,  con  el  título  di  Asam- 
blea amistosa  literaria,  la  cual,  en  efecto,  vanía  á  ser  una  Aca- 
demia general  de  Ciencias  y  Artes;  de  otra  parte,  por  la  vaga  é 
indeterminada  manera  de  expresarse  Sempere  y  Casafonda  en 
este  asunto,  limitándose  el  primero  á  escribir  que  «en  tiempo  de 
Fernando  VI  se  pensó  en  ello»  (lo  poco  que  añade  después, 
también  vago,  relativo  á  la  comisión  de  O.tega,   hemos  visto 
que  no  puede  referirse  sino  al  proyecto  de  Academia  de  Ciencias, 
patrocinado  por  Ensenada),  y  el  segundo  á  consignar  lo  mismo 
con  casi  idénticas  palabras  (lo  poco  que  añade  no  conviene  sino 
á  ese  mismo  proyecto  de  Academia  de  Ciencias),  y  por  el  enma- 
rañado modo  con  que  presenta  los  datos  Sempere,  puede  sos- 
pecharse que  la  relación  entre  los  dalos  y  las  denominaciones 
á  que  se  refieren  no  están  fundadas  en  documentos  fehacientes 
ni  en  noticias  comprobadas  y  fidedignas,  y  es  probable  quí  lle- 
gasen á  ellos  como  noticia  acreditada  que  corría  en  su  tiempo 
entre  los  hombres  doctos,  transmitida  de  boca  en  boca,  ó  re- 
ferencia verbal  de  alguno  que  se  creyese  enterado  de  tales  pro- 
yectos científicos;   pero  en  uno  y  otro  caso,  todo  barajado  y 
desfigurado,  mezclando  la  denominación  de  Academia  general 
de  Ciencias,  Artes  y  Bailas  Letras  que  Luzán  dio  á  su  pro- 
yecto con  los  datos  que  se  referían  al  otro  proyecto  patrocina- 
do por  Ensenada.  Sempere  tuvo  así  una  denominación,  vio  que 
le  cuadraba  (á  pasar  de  que  Velázquez,  á  quien  copiaba,  la 
había  llamado  simplemente  Academia  de  Ciencias)  á  la  Acade- 
mia Amistosa  Literaria  de  Cádiz,  que  conocía,  y  se  dijo:    «He 
aquí  el  ensayo  de  esa  frustrada  Academia  general  de  Ciencias 


870  PEDEO    ROCA 

Corte  á  servir  el  empleo  de  Médico  de  Cámara  super- 
numerario (-).   Proyectada  en    1752,    fueron  redactadas 

y  Artes.»  Esto  de]  ensayo,  como  veremos  más  adelante,  es 
falso  de  toda  falsedad;  pero  no  conociendo  ningún  dato  en 
contra,  y  siguiendo  á  Velázquez,  era  lógico  que  lo  diese  por 
cierto.  Que  este  razonamiento  no  es  caprichoso,  se  prueba  fá- 
cilmente por  la  cronología  de  las  cinco  fuentes  primitivas  que 
vengo  examinando;  el  tiempo  de  su  composición  ha  sido  se- 
gún el  orden  en  que  las  cito:  Velázquez,  Casafonda,  Sempe- 
re,  Luzán  y  Real  Academia  Médica  Matritense.  Las  últimas 
noticias  relativas  á  los  proyectos  de  Academias,  se  contienen 
en  el  temo  IV  del  Ensayo  de  Sempere,  publicado  el  año  1787, 
y  los  testimonios  suyos  y  los  de  Velázquez  y  Casafonda,  aún 
anteriores  á  los  de  Sempere,  son,  por  tanto,  anteriores  á  los  dos 
fehacientes,  claros,  terminantes,  autorizados,  de  las  Memorias 
de  ¡a  vida  de  D.  Ignacio  de  Luzán,  que  aparecieron  en  1789,  y 
de  las  Memorias  de  dicha  Real  Academia,  que  se  publicaron 
en  1797;  testimonios  que  dan  las  denominaciones  precisas  de 
dos  pro5'ectos  distintos  referidos  á  los  dos  Ministros  de  Fernan- 
do VI,  y  que  aclaran,  rectifican  ó  invalidan  las' anteriores  no- 
ticias vagas,  confusas  y  enmarañadas  de  Velázquez,  Casafonda 
y  Sempere;  vemos,  pues,  que  éstos  no  pudieron  gozar  de  las 
dos  fuentes  impresas,  únicas  más  antiguas,  que  yo  sepa,  de 
donde  derivan  las  primeras  noticias  autorizadas  de  los  dos  pro- 
yectos de  Academia  que  hubo  durante  la  primera  mitad  del 
reinado  de  Fernando  VI.  Pero,  si  ni  Velázquez,  ni  Casafonda, 
ni  Sempere  gozaron  de  estas  autorizadas  noticias  impresas^ 
tampoco  las  gozaron  manuscritas,  pues  entonces  no  hubieran 
escrito  los  relatos  que  aparecen  en  sus  obras.  A  esto  pudiera 
objetarse  que  Velázquez  no  necesita,  para  ser  creído,  testi- 
monio ajeno,  ni  impreso  ni  manuscrito,  puesto  que  él  mismo 
nos  dice  que  concurrió  con  sus  trabajos  á  las  juntas  celebradas 
en  Cádiz.  Distingo:  no  hay  motivo  para  dudar  de  la  certeza  de 
su  testimonio  en  cuanto  afirma  que,  á  ejemplo  de  la  de  París, 
se  proyectó  una  Academia  de  Ciencias;  pero  es  seguramente 
falso  en  cuanto  á  que  esas  juntas  fueran  las  primeras  tenidas 
j>ara  poner  en  ejecución  el  tal  proyecto,  y  es  falso  porque, 
aparte  de  los  sospechosos  indicios  que  en  la  crítica  interna 
del  texto  he  hecho  notar  más  arriba,  existe  el  dato  concreto 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  87I 

SUS  Ordenanzas  en  Cádiz  y  en  lySS,  y  por  D.  Jorge 
Juan  y  Santacilia  y  D.  Luis  Godín,  circunstancias  que 

de  que,  el  concurso  á  que  Velázqiiez  se  refiere,  no  es  otro  que 
la  participación  que  tuvo  en  la  Asamblea  Amistosa  Literaria,  y 
ya  veremos  que  la  existencia  de  ésta,  según  acusan  sus  mis- 
mas memorias  originales,  fué  posterior  al  proyecto  de  Acade- 
mia de  Ciencias. 

Hoy  tenemos  la  prueba  de  los  testimonios  contenidos  en  las 
Memorias  de  la  vida  de  D.  Ignacio  de  Luzán,  y  en  el  tomo  I  de 
las  Memorias  de  la  Real  Academia  Médica  de  Madrid.  Por  for- 
tuna, he  dado  con  el  p'an  de  Luzán,  y  creo  que  también  con 
el  patrocinado  por  Ensenada.  Quise  comprobar  las  certidum- 
bres que  me  daban  aquellas  dos  fuentes  y  desvanecer  las  dudas 
que  me  despertaban  las  de  Velázquez,  Casafonda  y  Sempere, 
ansiando  robustecer  al  mismo  tiempo  con  nuevos  datos  las  in- 
ducciones probables  que  sacaba  de  las  cinco.  Dirigí  mis  tiros, 
como  era  natural,  al  Archivo  General  Central  de  Alcalá  de  He- 
nares; escribí  á  mi  querido  amigo  D.  Julio  Melgares  Marín, 
ilustrado  jefe  de  aquel  establecimiento,  preguntándole  por  el 
contenido  del  legajo  3.022,  que  se  refiere  á  Academias,  é  inme- 
diatamente me  contestó,  después  de  revolver  los  relativos  á  Ins- 
trucción pública:  «Tres  legajos  he  examinado  con  papeles  de 
los  años  1722  en  adelante,  y  en  ninguno  aparecen  los  documen- 
tos que  usted  cita.  Esto,  unido  á  la  circunstancia  de  que  el  nú- 
mero 3.022  del  legajo  que  usted  indica  no  está  ni  ha  estado 
nunca  entre  estos  papeles  de  Instrucción  pr'iblica,  me  hace  sos- 
pechar, y  aun  creer,  que  todas  las  citas  que  usted  hace  en  su 
carta  se  refieren  á  los  papeles  de  Estado,  y  entre  ellos  se  encuen- 
tra el  legajo  núm.  3.022.  No  le  extrañe  á  usted  esto,  pues  los 
papeles  de  Estado,  que  actualmente  se  custodian  en  ese  Archivo 
Histórico  Nacional,  en  donde  muy  fácilmente  puede  usted  cer- 
ciorarse de  ello,  contienen  muy  preciosos  datos,  no  solamente 
sobre  todo  lo  que  dicho  nombre  expresa,  sino  también  sobre 
Instrucción  pública  y  otra  multitud  de  asuntos  ajenos  hoy, 
pero  no  entonces,  á  la  esfera  de  acción  de  dicho  Ministerio.» 
Así  es  la  verdad:  presentes  estas  indicaciones,  me  dirigí  al  Ar- 
chivo Histórico  Nacional,  y  allí  me  topé  con  el  legajo  3.022, 
expediente  perteneciente  á  los  Papeles  de  Estado,  los  cuales  han 
pasado   há  poco  del  Archivo  general    Central  de  Alcalá  de 


872  PEDKO    ROCA 

se  explican  fácilmente  porque  allí  estaban  en  esa  fecha. 
En  efecto,  estos  dos  ilustres  matemáticos  y  astrónomos 

Henares  al  Histórico  Nacional,  por  plausible  designio  del 
jefe  de  éste,  D.  Vicente  Vignau  y  Ballester.  Visto  y  revisto 
por  mí  dicho  legajo,  he  hallado  que  contiene  los  Estatutos  y 
Reglamentos  de  varias  Academias  de  Ciencias  de  Europa,  de 
París,  Berlín,  Lisboa,  Ñapóles  y  San  Petersburgo,  y  los  de  la 
Sociedad  Real  de  Londres,  juntamente  con  les  de  otras  de  Es- 
paña, como  son:  los  Estatutos  provisionales  para  la  Acade- 
mia de  Ciencias  de  Madrid,  que  se  hicieron  en  16  de  Junio  de 
1791;  las  Constituciones  para  la  nueva  Academia  y  Sociedad 
de  Literatos  Españoles  de  San  Carlos;  los  Estatutos  para  la 
Real  Academia  Nacional  de  la  buena  educación;  documentos 
relativos  á  una  Real  Acadenjia  de  Traductores,  y  siete  proyec- 
tos sobre  Academias  de  Ciencias,  todos  posteriores  al  año 
1780,  menos  el  de  Ljizáii,  que  es  anterior,  señalado  con  el  nú- 
mero 3;  pero  ni  por  asomo  hay  nada  en  el  legajo  que  re  refie- 
ra á  las  comisiones  antes  mencionadas,  y  eso  que,  como  digo, 
en  él  está  el  proyecto  de  D.  Ignacio  de  Luzán.  Bien  confirma- 
do queda,  pues,  el  testimonio  de  sudiijo.  Por  cierto  que  había 
pasado  cerca  de  medio  siglo  de  haberse  escrito  el  tal  pro3recto, 
y  no  se  le  había  perdido  la  pista,  pues  en  una  comunicación, 
sin  firma  y  sin  fecha,  que  hay  entre  los  papeles  de  este  legajo, 
que  por  el  carácter  de  la  letra  es  autógrafa  de  D.  Eugenio  de 
Llaguno  y  Amírola,  y  que  parece  referirse  alano  1796,  cuando 
en  tiempo  de  Godoy  trató  de  resucitar  D.  Bernardo  de  Iriarte, 
aunque  modificado  por  él,  el  Pial}  de  una  Academia  de  Ciencias 
y  Bellas  Letras,  redactado  por  su  hermano  D.  Tomás  de  Iriar- 
te, en  1780,  de  orden  del  Conde  de  Floridablanca  (Vid.  Iriarte 

y  su  época,  por  D.  Emilio  Cotarelo  y  Morí.  Obra  premiada 

por  la  Real  Academia  Española:  Madrid,  1S97,  págs.  230 
á  235),  se  lee:  «Dije  á  V.  E.  tiempo  hace  que  tenia  una  copia 
del  proyecto  de  una  Academia  de  las  Ciencias,  que  hizo  Luzán 
por  encargo  del  Sr.  Carvajal,  refundiendo  en  ella  las  que  ha- 
bia  y  hay  actualmente.  Ahora  en  Madrid  la  he  buscado  y  ha- 
llado, y  la  remito  á  V.  E.  por  si  puede  servir  de  algo.»  Y  en 
efecto:  se  la  remite,  y  es  la  que  publico  como  Apéndice.  Entre 
todos  los  papeles  de  este  legajo,  los  cuales  llegan  hasta  la  épo- 
ca indicada,  no  hay   una  palabra   que  se  relacione  con  este 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  873 

se  conocían  y  trataban  de  antiguo.  Encargados  en   1734 
Jorge  Juan  y  Antonio  de  Ulloa,  los  más  aventajados  dis- 

proyecto:  hay,  sí,  una  carta  autógrafa  y  firmada  de  D.  Luis 
García  de  la  Huerta,  capitán  de  artillería,  hijo  del  célebre  Don 
Vicente,  dirigida  á  D.  José  Castelló,  oficial  de  la  Secretaría  del 
Despacho  universal  de  Estado,  y  fechada  en  [Madrid]  á  5  de 
Abril  de  [I7J9I,  en  la  que,  á  propósito  del  plan  de  Academia 
de  Ciencias  de  Floridablanca  que  acabamos  de  citar,  se  lee, 
confirmando  el  testimonio  de  Casafonda  y  Sempere:  «Quedo 
recogiendo  algunos  libros  para  tomar  en  ellos  algunas  noticias 
que  me  hacen  al  caso;  y  con  el  mismo  objeto  pasaré  á  dar  un 
vistón  á  las  diferentes  máquinas  que  ya  conozco  y  creo  encon- 
traré en  el  Seminario  de  Nobles  y  en  casa  de  los  amigos.»  Ex- 
puestos estos  datos,  se  concibe  psrfectamente,  dada  la  atmós- 
fera que  de  una  Academia  de  Ciencias  y  Bellas  Letras  reinaba 
en  tiempo  de  Casafonda  y  Sampere,  que  éstos  tuviesen  noticia 
vaga  de  un  proyecto  de  Academia  general  de  Ciencias,  como 
dice  el  primero,  ó  de  Academia  general  de  Ciencias  y  Artes, 
como  escribe  el  segundo,  y  que  no  era  otro  que  el  de  una  Aca- 
demia general  de  Ciencias,  Artes  y  Bellas  Letras,  que  había 
escrito  Luzán,  y  cuyo  contenido  indudablemente  no  conocie- 
ron: sólo  se  quedaron  con  el  nombre,  y  bastóle  á  Sempere  para 
sustituir  con  el  de  Academia  general  de  Ciencias  y  Artes  el  de 
Academia  de  Ciencias  que  había  leído  en  Velázquez  relacio- 
nado con  las  juntas  de  Cádiz,  las  cuales  tenían,  en  efecto,  ese 
carácter  de  generalidad. 

De  este  modo  prescindieron,  sin  que  pudieran  evitarlo  por 
carecer  de  datos  precisos  para  ello,  de  una  denominación  que 
implicaba  el  proyecto  patrocinado  por  Ensenada,  y,  en  cam- 
bio, tuvieron  noticias  ciertas  de  hechos  que  se  relacionaban  con 
é!;  pero  mal  interpretados  y  referidos  precisamente  al  nombre 
que  llevaba  el  proyecto  de  Luzán,  único  nombre  que  debía 
flotar  tn  el  aire  que  se  respiraba.  Creo  haber  encontrado  el  plan 
de  este  proyecto  de  Ensenada  en  el  formado  por  Jorge  Juan, 
Luis  Godín  y  José  Carbonel,  para  una  Sociedad  Real  de  Cien- 
cias; y  por  las  razones  que  expongo  arriba  en  el  cuerpo  del 
texto,  no  es  aventurado  identificarlo  con  el  de  creación  de  una 
Academia  de  Ciencias  de  que  hablan  las  Memorias  de  la  Real  Aca- 
demia Médica  de  Madrid.  Formando  un  legajo  {Kk-8;¡,  Varios, 


874  PEDRO    ROCA 

cípulos  de  la  Academia  de  Guardias  marinas  de  Cádiz,  de 
ir,  por  orden  de  Felipe  V,  á  la  América  Meridional  en 

Dtpto.  de  MSS.  de  la  Bibl.  Nac,  procedentes  de  la  de  Osuna, 
y  envueltas  en  una  carpeta  de  papel,  cuyo  es  el  tejuelo  que 
reza  Memorias  varias),  deparóme  la  casualidad  veintiuna  Me- 
morias leídas  en  la  Academia  Amistosa  Literaria  de  Cádiz.  Pre- 
cédelas un  índice  autógrafo  y  firmado,  por  D.  Antonio  Carbo- 
nel,  hijo  de  D.  José  Carbonel,  que  comienza:  «año  1773»  [sin 
duda  por  error,  en  vez  de  1753],  y  acaba:  « Podré  presentar 
á  V.  Ex."  otros  muchos  manuscritos  curiosos.  Madrid  y  Abril 
3  de  1804.  Son  21  originales.»  La  primera  de  esas  Memorias 
lleva  en  la  cubierta  exterior,  de  mano  de  D.  José  Carbonel, 
este  título:  «Plan  de  50  [este  número  escrito  con  otra  tinta] 
Ordenanzas  para  la  Sociedad  Real  de  Ciencias  de  Madrid, 
por  los  S.res  D.n  Jorge  Juan,  D."  Luis  Godin  y  D."  Joseph 
Carbonel  1  y  Fogasa.  En  Cádiz,  año  de  1753.»  En  cabeza  del 
primer  folio  del  texto,  de  la  misma  letra  que  todo  el  articula- 
do: «Ordenanzas  de  S.  M.  para  la  Sociedad  Real  de  Ciencias;» 
y  en  un  recuadro,  hacia  el  ángulo  superior  de  la  derecha,  de 
mano  del  mismo  D.  José,  «proyectada  en  1752,  por  D.°  Jorge 
Juan  y  D."  Luis  Godín,  y  en  cuyo  plan  trabaxó  también 
D."  Joseph  Carbonel  y  Fogassa,  á  quien  se  destinaba  la  Secre- 
taria:» 6  hojas  útiles  en  folio,  letra  de  aquella  época.  Es  de  ad- 
vertir que  los  números  que  indican  el  orden  correlativo  de  las 
Ordenanzas,  están  escritos  con  tinta  igual  y  de  la  misma  mano 
que  el  número  50  antes  dicho,  y  que  parecen  ser  de  fecha  un 
poco  posterior  á  las  letras  de  Carbonel  y  de  las  Ordenanzas:  el 
carácter  de  estos  números,  ¿no  acusa  la  mano  de  D.  Juan  An- 
tonio Enríquez?  He  dicho  hace  un  momento  que  se  prescindió 
del  título  Academia  de  Ciencias,  que  constaba  en  Velázquez, 
y  ahora  añado  que  de  tal  modo  se  olvidó  su  preciso  nombre, 
Sociedad  Real  de  Ciencias,  que  le  dieron  Jorge  Juan,  Luis  Go- 
dín y  José  Carbonel,  que  en  ninguna  parte  he  hallado  memoria 
de  él,  no  obstante  haber  quedado  como  hemos  visto,  memoria 
de  su  hechos.  Esto  obedeció  á  una  razón  muy  sencilla:  la  pre- 
tensión de  los  académicos  de. la  Médica-Matritense  cerca  de 
Ensenada  para  la  erección  de  una  Academia  de  Ciencias;  la 
comisión  que  se  dio  á  Ortega  y  los  resultados  de  ella,  con  la 
compra  de  instrumentos  y  máquinas  que  después  vinieron  á 


ORÍGENES   DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  875 

compañía  de  una  famosa  Comisión  de  académicos  france- 
ses, para  medir  algunos  grados  de  meridiano  terrestre  y 

parar  al  Real  Seminario  de  Nobles,  fueron  hechos  de  relieve  y 
que  ocurrieron  en  la  Corte,  y  de  ellos  quedó  memoria;  en  cam- 
bio, el  plan  de  Ordenanzas  redactado  allá  en  Cádiz,  de  donde 
ni  siquiera  saldría,  dehió  de  ser  poco  conocido  y  permanecer 
casi  ignorado.  Lo  cual  parece  tener  su  confirmación  en  los  he- 
chos: entre  todos  los  documentos  que  antes  he  citado,  conte- 
nidos en  el  legajo  3.022,  donde  hay  tantos  estatutos  y  he  ha- 
llado los  redactados  por  Luzán,  solamente  he  encontrado  que 
el  Padre  capuchino  Fr.  Francisco  de  Villalpando,  encargado 
hacia  1782,  por  el  Conde  de  Floridablanca,  de  formar  el  Cuer- 
po de  leyes  que  debían  servir  para  el  establecimiento  y  gobier- 
no de  la  Real  Academia  de  Ciencias  que  se  había  de  fundar  en 
Madrid,  escribía  de  su  puño  y  letra  al  Duque  de  Alcudia  des- 
de Madrid  y  Agosto  8  de  1795:  «El  Conde  de  Floridablanca 
prometió  repetidas  veces  encargarme  la  formación  de  los  esta- 
tutos y  reglamentos  de  la  Academia  de  Ciencias,  y  también 
entregarme  á  este  efecto  los  de  las  principales  de  Europa.  Yo 
le  pedí  asimismo  los  que  me  constaba  haber  trabajado  D.  Jor- 
ge Juan,  diciéndole  en  poder  de  quién  estaban.  Pero  éstas  y 
otras  muchas  ofertas  no  pasaron  de  palabras.  Tanto  por  cartas 
como  de  palabra,  me  aseguraba  tenerlo  todo  preparado  para 
remitirlo;  pero  al  ejecutarle  por  despedida,  respondía  haberlo 
remitido  con  los  otros  papeles  á  Madrid  ó  desde  aquí  el  Sitio. 
Por  tanto,  no  tengo  pieza  alguna  de  esta  naturaleza  en  mi  po- 
der, ni  la  he  tenido  jamás.»  La  persona  en  poder  de  quien  es- 
taban los  Estatutos  de  D.  Jorge  Juan,  ¿sería  el  mismo  D.  José 
Carbonel?  Apunto  esta  sospecha,  porque  fueron  á  parar  á  su 
hijo  D.  Antonio  Carbonel,  Catedrático  del  Real  Seminario  de 
Nobles,  según  hemos  visto  por  el  propio  testimonio  de  este  de 
1804.  Como  á  este  proyecto  se  refiere  indudablemente  la  co- 
misión de  Ortega,  de  que  tanto  he  hablado,  visto  que  ni  en  el 
Archivo  general  Central  de  Alcalá  de  Henares,  ni  en  el  Histó- 
rico Nacional,  ni  en  el  Departamento  de  Manuscritos  de  la 
Biblioteca  Nacional,  hallaba  antecedente  alguno  tocante  á  ella, 
rogué  á  mi  excelente  amigo  D.  Antonio  Aguilar,  inteligente 
Oficial  primero  de  la  Secretaría  de  la  Real  Academia  de  Cien- 
cias Exactas,  Físicas  y  Naturales,  que  me  enterase  de  si  en  el 


876  PEDKO    KOCA 

averiguar  la  verdadera  figura  y  magnitud  de  la  tierra,  tu- 
vieron ocasión  de  conocer  y  tratar  á  los  sabios  más  renom- 

Archivo  de  su  cargo  había  algún  dato  pertinente  al  asunto.  La 
contestación  fué:  «Registrado  el  Archivo  de  la  extinguida  Aca- 
demia de  Ciencias  Naturales,  predecesora  de  la  actual,  no 
encuentro  ningún  papel  de  fecha  anterior  á  la  creación  de 
aquélla,  ó  sea  el  año  1834.» 

Aun  sin  estos  datos  que  doy  sacados  de  manuscritos,  no  se 
comprende  bien  cómo  los  escritores  posteriores  que  han  estu- 
diado este  asunto  exclusivamente  en  las  fuentes  impresas,  han 
podido  incurrir  en  grandes  dislates.  Tres  escritores  hay  cuer- 
dos y  cautos,  excepción  de  esta  regla  general,  que  al  tocarlo  de 
soslayo  se  han  atenido  al  relato  del  tomo  I  de  las  Memorias  de 
la  Real  Aca.iemia  Médica  de  Madrid,  D.  Miguel  Colmeiro,  en  su 
obra  Lir  Botánica  y  los  Botánicos  de  la  Península  Jnspano-lnsita- 
na  (Madrid,  1838,  pág.  163),  y  los  Sres.  D.  Eugenio  Maffei  y 
D.  Ratnón  Rúa  Figueroa,  en  su  Bibliografía  mineral  hispano- 
americana (tomo  I:  Madrid,  1871,  pág.  523,  núm.  1.799).  ^^ 
cambio,  el  benemérito  D.  Antonio  Fernández  Morejón,  en  su 
Historia  bibliográfica  de  la  Medicina  española  (obra  postuma, 
tomo  VII:  Madrid,  1852,  pág.  77),  y  los  Sres.  Chiarlone  y  Ma- 
llaína  en  su  3'a  citada  Historia  (pág.  374)  refieren  á  la  misma 
Real  Academia  Médica  Matritense  las  noticias  que  ésta  en  sus 
Memorias  nos  ha  dejado  relativas  al  proyecto  de  erigir  una 
Academia  de  Ciencias,  cosa  que  no  se  explica  sino  por  una 
alucinación,  pues  los  tres,  pero  sobre  todo  los  dos  coautores, 
casi  literalmente  copian  lo  que  se  escribe  en  aquéllas,  y  hasta 
se  refieren  á  ellas  como  fuente  con  la  cita  de  las  páginas.  Pero 
quien  amalgama  sin  discernimiento  y  baraja  sin  medida  las  no- 
ticias de  Velázquez,  Casafonda,  Senipsre  y  Luzán  (dejóse  en 
el  tintero  las  del  tomo  I  de  las  Memorias  de  la  Real  Academia 
Médica  de  Madrid),  y  hasta  pone  algo  de  su  propia  cosecha,  la 
trama  y  la  maraña,  es  el  traductor  ó  adicionador  de  la  ya  ci- 
tada Historia  de  la  Casa  de  Barbón,  de  Guillermo  Coxe,  en  el 
tomo  IV,  páginas  33,  34  y  37.  Por  esto,  no  me  extraña  que  el 
ilustre  y  avisado  Marqués  deMolíns,  D.  Mariano  Roca  de  To- 
gores,  condensase  en  pocas  líneas  todos  estos  errores  en  el 
preámbulo  ó  exposición  del  Real  decreto  de  25  de  Febrero  de 
1847,  PO"^  ^'  1'^'s  ^'^^°  ^^  Real  Academia  de  Ciencias  Exactas, 


ORÍGENES    DE    LA.    ACADEMIA.    DE    CIENCIAS  877 

brados  entonces  en  Europa,  entre  ellos  á  Luis  Godín,  de 
la  mencionada  Comisión;  prisionero  Antonio  de  Ulioa  de 
los  ingleses  cuando  regresaba  á  España,  contrajo  relacio- 
nes con  varios  hombres  de  ciencia  de  Londres,  y  se  acre- 
ditó de  tal,  en  términos  que  le  nombraron  Miembro  de  la 
Real  Sociedad  de  Ciencias  de  Londres;  retenido  unos  me- 
ses Jorge  Juan  en  París  antes  de   pisar  el  suelo  español 
por  la  necesidad  de  conferenciar  sobre  muchos  puntos  con 
los  académicos  franceses,  confirmanleen  la  opinión  de  sa- 
bio que  ya  se  había  ganado,  y  nómbranle  Socio  correspon- 
diente de  la  Real  Academia  de  Ciencias  de  París;  vueltos 
los  dos  á  España  en  1746,  encontraron  renovado  todo  el 
Gobierno  y  á  Fernando  VI  en  el  Trono,  y,  por  ende,  menos 
facilidades  para  conseguir  lo  que  se  proponían:  el  Teniente 
General  de  Marina,  D.  José  Pizarro,  ofreció  interesar  á  En- 
senada á  su  favor,  y  con  el  influjo  de  este  Ministro  logra- 
ron patrocinio  sus  intentos,  y  se  imprimió  en  1748,  á  costa 

del  Real  Erario,  la  Relación  histórica  del  viaje con  varias 

observaciones  astronómicas  y  físicas,  que  era  todo  lo  que  pre- 
tendían, y  por  la  cual  honraron  con  imponderables  elogios 
á  los  dos  autores,  entonces  Capitanes  de  fragata  de  la  Real 
Armada,  todos  los  sabios  y  Cuerpos  literarios  de  Europa 
De  este  modo  el  Ministro,  que  ya  en  1744,  cuando  aún  per 
manecían  en  la  América  Meiidional,  los  había  comisiona 
do  para  examinar  é  inspeccionar  el  estado  de  nuestras  po 
sesiones  ultramarinas,  del  que  le  dieron  en  1749  un  infor 
forme  franco,  sincero  y  reservado,  tuvo  la  fortuna  de  co- 
nocerles y  tratarles,  y  los  asoció  á  su  obra  de  regeneración. 
Ellos  fueron,  no  los  únicos,  pero  si  los  que  principalmente 
ayudaron  á  Ensenada,  de  quien  eran  habituales  consulto- 
res, y  á  quienes  el  Marqués  confió  la  suprema  inspección 
y  dirección  de  sus  proyectos.  Por  lo  que  toca  á  Jorge  Juan 

Físicas  y  Naturales,  (pág.  35  y  36  del  Anuario  de  esta  Aca- 
demia de  1884.) 

(2)     Fernández  Morejón,  Historia  citada,  tomo  Vil,  pági- 
na 139. 


878  PEDRO    KOCA 

(hablar  de  Ulloa  no  hace  ahora  al  caso),  diré  que  en  el  mis- 
mo año  1748  le  envió  á  Londres  comisionado  para  la  me- 
cánica, especialmente  para  que  se  instruyera  más  á  fondo 
en  la  construcción  de  navios,  y  en  los  diez  y  ocho  meses 
que  duró  su  comisión,  trajo  á  J-!riant,  Tournell  y  Sothuell 
para  la  construcción  naval,  y  maestros  hábiles  para  la  fa- 
bricación de  jarcias  y  lonas,  pues  ni  constructores  ni  maes- 
tros había  en  España;  y  seguidamente  secundó  los  planes 
del  Marqués  para  aumentar  nuestra  Marina  Real  en  la  pro- 
secución de  la  fábrica  del  Arsenal  de  la  Carraca,  mejoran- 
do en  un  todo  el  pensamiento  de  Patino,  é  inventando  una 
nueva  construcción  naval  mucho  mejor  que  las  que  hasta 
entonces  se  conocían,  la  cual  se  mandó  observar  por  Real 
orden  en  los  tres  departamentos  de  Marina,  Cádiz,  Ferrol 
y  Cartagena,  que  acababan  de  ser  establecidos  por  Ense- 
nada, de  quien  también  fué  Jorge  Juan  el  más  eficaz  au- 
xihar  para  mejorar  la  enseñanza  náutica.  El  Jefe  de  es- 
cuadra,  D.  Andrés  de  Pes,  que  gozaba  del   favor  de  Don 
José  Patino,  Intendente  general  de  la  Marina  de  España, 
y  después  Secretario  de  Estado,  Hacienda,  Marina  é  In- 
dias, consiguió  que  éste  influyese  con  Alberoni  para  esta- 
blecer en  Cádiz,    el  año  1717,  la  compañía  de  Guardias- 
marinas,  todos  jóvenes  y  sacados  del  Cuerpo  de  la  noble- 
za, formada  de  un  capitán,   un  teniente,  un  alférez,  dos 
ayudantes,   cuatro  brigadieres,  ocho  sub  brigadieres,  i38 
cadetes,  un  capellán,  cuatro  músicos  y  dos  tambores.  Para 
instrucción  de  esta  compañía,  fundóse,  al  mismo  tiempo, 
un  Colegio  ó  Academia,  con  maestros  escogidos  para  en- 
señar  la  ciencias  exactas,   la  Astronomía,  la  Náutica,  la 
Geografía  y  otras  ciencias  propias  del   marino.  Precisa- 
mente los  dos  individuos  más  ilustres  que  salieron  de  esta 
compañía  y  Academia  fueron  Jorge   Juan  y  Antonio  de 
Ulloa,  y  precisamente  el  primero  fué  nombrado  por  En- 
senada  Capitán  de  dicha  compañía  en  1751,  desde  cuyo 
supremo  cargo  mejoró  la  enseñanza,  no  sólo  con  maes- 
tros que  supo  dotar  y  apreciar  dignamente,    sino  con  las 
explicaciones  propias,  ya  de  viva  voz,  ya  por  medio  de  su 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  879 

Compendio  de  navegación;  y  con  el  amparo  del  Marqués,  y 
para  complemento  de  estas  enseñanzas,  fundó  también  en 
Cádiz,  en  el  año  ijSo,  el  célebre  Observatorio  Astronó- 
mico de  Marina,  en  el  castillo  de  Guardias-marinas,  lla- 
mado de  la  Villa  en  otro  tiempo,  hoy  desaparecido,  así 
como  hubo  de  entender  antes  en  la  creación  del  Colegio 
de  Artillería  de  Cádiz  que  Ensenada  estableció,  al  mismo 
tiempo  que  el  de  Barcelona,  en   1751. 

El  Ministro  quiso  completar  su  obra  con  la  cooperación 
de  Luis  Godín,  sabio  de  méritos  extraordinarios  al  servicio 
de  Francia  primero,  compañero  de  expedición  al  Ecuador, 
de  Jorge  Juan  y  Antonio  de  UUoa,  sus  amigos,  que  después 
se  quedó  en  Perú  y  fué  catedrático  de   la  Universidad   de 
Lima,  hasta  que,   terminado  allí  su  compromiso,  se  res- 
tituyó á  París  en  Noviembre  de  lySi.  «No  pudo  recobrar 
su  plaza  en  la  Academia  (de  Ciencias  de  París,  que  en  29 
de  Agosto  de  1725  le  había  nombrado  su  Adjunto),  y  nues- 
tro Marqués  de  la  Ensenada,   aprovechando  esta  coyuntu- 
ra, logró  ganarle  para  utilizar  acá  sus  talentos,»  nombrán- 
dole  Director  de   la    Academia  de  Guardias-marinas:    de 
este  empleo  se  le  formó  asiento  en   11   de  Noviembre  de 
1753,  concediéndole  poco  después,  en  i.»  de  Mayo  de  1754, 
50  pesos  mensuales  sobre  su  sueldo  para  ayuda  de  pagar 
la  casa,  y  se  le  entregó,  de  parte  del  Ministro,  la  patente 
de  Coronel  de  infantería,  y  el  nombramiento  de  Teniente 
ingeniero  de  Marina  para  su  hijo.  Como  Director,  asoció 
su  inteligencia  y  celo  á  los  de  Jorge  Juan  para  la  mejora 
de  la  enseñanza,  á  la  que  contribuyó  también  comenzan- 
do la  publicación  de  su  Compendio  de  Matemáticas.  Ense- 
nada, además,  le  comisionó  para  que  con  varios  oficiales 
y  Guardias-marinas  pasase  á  Trujillo  á  observar  el  eclip- 
se de  sol  que  había  de  suceder  el  día  26  de  Octubre  del 
año  1753,  con  el   fin  de  fijar  la  longitud  de  aquella  ciu- 
dad, comparando  esta  observación  con  las  que  se  hicie- 
sen en  París  y  en  Lisboa,  con  lo  que  se  iban  acumulando 
elementos   seguros    para   levantar   la  carta  geográfica  de 
España,  como  lo  había  propuesto  el  Marqués  algunos  años 


88o  PEDRO    ROCA 

antes,  ordenando  á  Jorge  Juan  y  á  Antonio  de  Ulloa  tra- 
bajasen el  plan  que  debía  seguirse  en  su  ejecución,  ha- 
ciendo traer  de  Londres  y  París  los  inslruiTienlos  nece- 
sarios (0. 

Con  estos  antecedentes,  bien  aclarado  queda  por  qué  se 
redactaron  las  Ordenanzas  en  Cádiz  y  en  iy53,  y  por  Jor- 
ge Juan  y  Luis  Godín,  Pero  ¿cómo  se  explica  la  interven- 
ir)    Todas  estas  noticias   están  tomadas  de  las  obras  si- 
guientes: Escritores  del  Rtyno  de  Valencia por  Vicente  Xi- 

meno,  tomo  II:  Valencia,  MDCCXLIX,  págs.  343  y  382; 
Sempere,  Ensayo  citado,  tomo  III,  págs.  148  á  iCo,  y  tomo  VI: 
Madrid,  MDCCLXXXIX,  págs,  158  á  176;  Breve  noticia  de  la 
vida  del  Excino.  Sr.  D.  Jorge  Juan,  por  D.  Miguel  Sanz,  al 
frente  de  las  Observaciones  astronómicas  y  físicas,  edición  de 
1773;  Fragmentos  históricos  de  la  vida  del  Excvw.  Señor  Don  Josef 
Patino,  Secretario  que  fué  de  Estado,  Hacienda,  Marina  é  ludias 
en  el  Rejnado  del  Señor  Don  Felile  V,  sin  nombre  de  autor,  pu- 
blicados en  el  Semanario  erudito,  de  Valladares,  tomo  XXVIII, 

pág.  116;  Biblioteca  Valenciana ,  por  D.  Justo  Pastor  Fúster, 

tomo  K:  Valencia,  año  1S30,  pág.  67;  Historia  déla  Casa  de 
Barbón,  por  Guillermo  Coxe,  traducción  ya  mencionada,  pági- 
nas 269  á  274  del  tomo  III;  Fernández  de  Navarrete  (D.  Mar- 
tín), Disertación  solre  la  Historia  de  la  Náutica  y  de  las  Ciencias 
Matemáticas  que  han  contribuido  á  sus  progresos  entre  los  españo- 
les, obra  postuma:  Madrid,  1846,  págs.  413  y  414;  Coliccióii 
de  opúsculos,  tomo  II:  Madrid,   1848,  pág.  235,  y  Biblioteca 

marítima  española ,  tomo  II:  IMadrid,   1851,  páginas  24  á 

38  5'  364  á  366;  Memoria  histórica  de  las  Academias  y  Escuelas 

militares  de  España ,    por  el  Conde  de   Clonard:  Madrid, 

1847,  págs.  24  y  161;  Historia  de  Cádiz  y  sil  provincia  desde 
los  remotos  tiempos  hasta  1814,  escrita  por  D.  Adolfo  de  Castro: 
Cádiz,  1858,  págs.  481,  500,  502,  503  y  504;  Don  Cenan  So- 

modcvilla ,  citada,  págs.  78,  112,  144,  145,  147,  148,  149, 

162,  204,  207,  274,  277,  357,  359,  365,  367,  372,  394  y  399, 
y  Pc.iiño  y  Campillo:  Madrid,  1882,  obra  del  mismo  Sr.  Ro- 
dríguez Villa,  pág.  24,  nota,  y  pág.  no;  Hijos  de  Sevilla , 

por  D.  Agustín  Matute  y  Gaviria,  tomo  I:  Madrid,  1886,  pá- 
ginas 85  á  89. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  S8l 

ción  de  D.  José  Carbonel  Fogasa  y  Bonfigli?  ¿Por  qué  se 
le  destinaba  la  Secretaría  de  la  Sociedad  Real  de  Ciencias 
de  Madrid?  (O.  ¿Por  qué  se  encontraba  en  esa  fecha  en  Cá- 
diz?  Preguntas  son  éstas  á  que  no  puedo  dar  por  comple- 
to satisfactoria  contestación;  algo,   sin  embargo,    llego  á 
vislumbrar.  Es  indudable  que  residió  en  Madrid,  por  lo  me- 
nos desde  1747,  en  que  fué  nombrado  Académico  honorario 
de  la  Real  Academia  de   la  Historia;  que  aquí,  en  1748, 
estudió  el  árabe  con  Casiri,  siendo  condiscípulo  de  Cam- 
pomanes,  á  quien  enseñó  griego,   y  que  se  daba  á  sí  mis- 
mo el  título  de  Profesor  de   Lenguas  y  Matemáticas;  que 
gozaba  reputación  de  hombre  de  ciencia  y  erudito;  que  su 
padre  le  llevaba  á  los  centros  cultos  de  la  capital,  y  que 
en  ella  continuaba,  siendo  Maestro  de  los  Pajes  del  Rey, 
hacia  el  verano  de   1751  (2).   ¿Cuándo  pasó  de  Madrid  á 
Cádiz?  Lo  ignoro.  ¿Fué  en  compañía  de  su  padre,  el  Comi- 
sario Ordenador  D.  Juan  Agustín  Carbonel,  si  es  que  éste 
pasó  á  Cádiz,  ó  como  maestro  de  alguna  de  las  enseaan- 
zas  que  se  daban  en  la  Academia  de  Guardias- marinas? 

(i)  Que  se  le  destinase  la  Secretaría,  consta  por  declara- 
ción del  propio  D,  José  Carbonel,  como  acabamos  de  ver  en  la 
nota  II  hacia  el  fin.  Su  hijo  D.  Antonio  escribía  á  este  propósi- 
to: «Cuarenta  años  há.  Señor  Excmo.,  que  intentó  el  Ministerio 
establecer  la  Academia  de  Ciencias,  nombrando  por  su  Secre- 
tario á  mi  padre,  D.  José  Carbonel;  pero  no  habla  llegado  en- 
tonces el  tiempo  prefijado  por  la  Divina  Providencia »  (So- 
licitud de  D.  Antonio  Carbonel  y  Borja,  sin  fecha,  pero  que 
debió  escribirse  á  primeros  de  Noviembre  de  1795,  adjuntando 
una  inscripción  latina  para  el  edificio  en  construcción  de  la 
Real  Academia  de  Ciencias;  una  hoja  útil  en  folio,  autógrafo  y 
firmado,  Leg.  3.014,  expediente  de  D.  Antonio,  Papeles  de  Es- 
tado del  Archivo  Histórico  Nacional,  procedentes  del  General 
Central  de  Alcalá  de  Henares.) 

(2)  Como  veremos,  Luzán  colocaba  á  D.  José  Carbonel 
entre  los  académicos  asociados,  los  cuales  debían  residir  en  Ma- 
drid, llamándole  «Maestro  de  pages  del  Rey  y  entendido  en 
varias  lenguas,  el  Griego,  el  Árabe  y  otras.» 

n  5ó 


882  PEDRO    KOCA 

Acaso  lo  último,  pues  en  época  posterior  figura  en  ella  con 
el  cargo  de  Bibliotecario,  y  se  lamenta  del  mucho  tiempo 
que  le  ocupa  la  Academia.  ¿En  qué  concepto  intervino  en 
la  formación  del  plan  de  las  Ordenanzas?  No  es  fácil  pre- 
cisarlo: parece  que  como  amanuense  y  Secretario  (O-  Por 
todos  estos  títulos,  y  acaso  también  por  su  edad,  que  de 
seguro  frisaba  en  la  mediada,  ¿se  le  destinaría  la  Secreta- 
ría? (2). 

Así  Ensenada,  escuchando  las  solicitaciones  de  algunos 
académicos  de  la  Real  Médica  Matritense,  llamando  á 
Piquer,  comisionando  á  Ortega  y  encomendando  á  Jorge 

( i)  Así  se  induce  de  la  siguiente  minuta,  de  puño  y  letra 
de  Carbonel,  escrita  en  una  hojita  suelta  en  forma  de  volante, 
y  encontrada  entre  las  hojas  del  Plan  de  Ordenanzas: 

«Proyecto  del  preámbulo  del  Reglamento  que  seria  dado  por 
el  Rey  á  su  Academia  Real  de  Ciencias.  Por  D.°  Jph.  Carbonel 
y  con  aprobac."  de  los  S.f"  D.°  J.  Juan  y  D."  Luis  Godin. 

uPor  quanto  mi  ánimo  en  la  erección  de  la  Sociedad  (ó 
Acad.'')  Real  de  Ciencias  es  promover  el  estudio  y  facilitar  los 
progressos  de  las  Mathem.s  }'  Physica  en  mis  Re5raos;  para 
assegurarel  logro  de  tan  importante  objeto,  he  tenido  por  con- 
veniente disponer  la  pres."=  Ordenanza,  que  mando  guardar 
con  la  mayor  puntualidad  y  vigilancia. 

))i.°  Estará  la  A.  R.  de  C.  baxo  mi  protección,  y  recibirá 
mis  órdenes  por  mano  de  mi  Secret.°,  &. 

»2.°     Classes. 

«3.°     Circunst.»^  de  los  Ac. 

«Ultimo.  Se  leerá  el  pres.'=  Reglam.»"  en  la  i.^  Junta  que 
se  celebrare,  y  se  insertará  en  los  Registros  para  serexactam.*» 
observado  en  toda  su  forma  y  tenor,  y  en  caso  de  contrav.™, 
determinaré   las    correspond.'es    providencias.    Buen    Retiro, 

(2)  Noticias  detalladas  de  este  primer  período  de  la  vida 
de  Carbonel  y  de  las  fuentes  de  que  me  he  servido,  daré  en  dos 
trabajitos  que  pronto  verán  la  luz  pública:  uno  sobre  la  Acade- 
mia Amistosa  Literaria  de  Cádiz  y  su  Secretario  D.  José  Carbo- 
nel, y  otro  acerca  de  los  Carboneles;  ahora  sólo  expongo  las  no- 
ticias precisas. 


ORÍGENES    DE    L.\    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  883 

Juan,  Güdín  y  Carbonel  la  formación  de  los  correspon- 
dientes estatutos,  intentaba  echar  las  bases  de  la  Sociedad 
Real  de  Ciencias  de  Madrid  para  promover  el  estudio  de  las 
físicas  y  matemáticas  y  aumentar  sus  progresos. 

Oído  atento  y  ojo  avizor  tenía  sin  duda  Carvajal  á  todo 
lo  que  proyectaba  y  hacía  el  Marqués,  su  rival,  y  con 
aquella  sagacidad  y  prudencia  con  que  lo  combatió  en  po- 
lítica, presentóle  también  la  batalla  en  el  campo  de  las 
letras.  De  cómo  triunfó  el  primero  del  segundo  en  la  Real 
Academia  Española,  nos  traza  una  animada  pintura,  que 
no  he  de  repetir  yo  aquí,  el  ilustre  Marqués  de  Molíns(i). 

La  vida  patriarcal  que  disfrutó  aquélla  durante  la  pre- 
sidencia sucesiva  de  los  Villenas,  abuelo,  padre  y  nietos 
primero  y  segundo,  terminó  con  la  muerte  del  postrer  va- 
rón de  aquel  claro  linaje,  D.  Juan  López  Pacheco,  Conde 
de  Santisteban  de  Gormaz,  luego  Marqués  de  Villena, 
cuarto  Director,  acaecida  el  27  de  Abril  de  176 1,  pero  no 
sin  que  bajo  su  dirección,  que  principió  en  19  de  Julio  de 
1746,  comenzara  ya  la  Academia  á  seguir  determinado 
rumbo,  emancipándose,  digámoslo  así,  da  la  patria  po- 
testad y  resistiendo  algunos  nombramientos  por  S.  E. 
propuestos;  estos  indicios  de  voluntad  propia  estallaron 
con  la  muerte,  en  lySi,  del  último  Pacheco,  y  la  Acade- 
mia conmovióse  al  viento  de  la  política  que  soplaba  en  altas 
regiones.  Habían  ingresado  en  ella  muchos  parciales  de 
Carvajal,  tales  como  los  Capellanes  de  honor  D.  Tiburcio 
Aguirre  y  D.  José  de  la  Rada  y  Aguirre;  el  P.  José  Velsa- 
00,  jesuíta;  el  Bibliotecario  D.  Juan  de  Liarte,  Oficial  tra- 
ductor de  la  primera  Secretaría  de  Estado;  D.  Agustín 
de  Montiano  }•  Luyando,  que  de  Oficial  de  esta  Secretaría 
pasó  á  ser  del  Consejo  de  S.  M.,  su  Secretario  de  la  Cá- 
mara de  Gracia  y  Justicia  y  Estado  de  Castilla  y  Director 

(i)  Reseña  histórica  de  la  Academia  Española,  leída  por  el 
Excmo.  Sr.  Marqués  de  Molíns  en  U  Junta  de  21  de  Febrero 
de  i86i,  iasirta  en  las  págs.  7  á  12S  del  t  jmo  I  (Madrid,  1870) 

de  las  Memorias  de  la  Academia  Española. 


884  PEDRO    ROCA 

perpetuo  de  la  Real  Academia  de  la  Historia;  y  especial- 
mente D.  Martín  de  Ulloa,  también  Académico  de  ésta, 
Oidor  de  la  Real  Audiencia  de  Sevilla  y  Caballero  de  la 
orden  de  Santiago,  despechado  por  creer  que  Ensenada  no 
favorecía  bastante  á  su  hermano  el  célebre  marino  D.  An- 
tonio de  Ulloa,  y,  sobretodo,  D.  Ignacio  de  Luzán,  igual- 
mente Académico  de  la  de  la  Historia,  favorecido  y  amigo 
de  Carvajal,  que  le  había  hecho  Ministro  de  la  Real  Junta 
de  Comercio  y  Superintendente  de  la  Real  Casa  de  Moneda 
de  Madrid,  y  adictísimo  y  amigo  de  D.  Fernando  de  Silva, 
Duque  de  Huesear,  luego  de  Alba,  uno  de  los  caudillos  del 
bando  contrario  á  Ensenada,  todos  los  cuales  procuraron, 
y  llegado  el  caso,  en  i3  de  Mayo  de  I75i,  decidieron,  la 
elección  á  favor  de  Carvajal,  que  no  era  académico,  por  lo 
cual  hasta  tuvieron  que  pedir  al  Rey  dispensa  del  Estatuto, 
y  éste  lo  aprobó  todo  en  21  del  mismo  Mayo.  «Carvajal  fué 
excelente  Director,  no  perdonó  asistencia  alguna,  pedía 
siempre  la  venia  para  salir  á  los  Sitios,»  y  no  contento  con 
haber  inaugurado  en  la  Academia  este  período  político,  más 
bien  gubernamental,  propuso,  apoyado  por  sus  amigos, 
singularmente  por  Luzán,  el  ingreso  en  ella  del  dicho  Du- 
que de  Huesear,  muy  parcial  suyo,  á  quien  Luzán  había 
ya  propuesto  años  atrás  cuando  aún  era  Embajador  nues- 
tro en  París;  y  como  éste  había  sido  su  Secretario  de  em- 
bajada y  era  su  amigo,  secundó  ahora  con  todas  sus  fuer- 
zas la  propuesta  de  Carvajal,  siendo  admitido  el  Duque 
supernumerario  en  8  de  Enero  de  1754,  y  al  poco  tiempo 
ascendido  á  numerario,  en  la  plaza  de  su  predecesor  Car- 
vajal, que  murió  el  8  de  Abril  del  dicho  año;  en  17  del 
mismo  quedó  nombrado,  en  reemplazo  suyo.  Director,  por 
influencia  de  aquéllos  sus  amigos,  al  frente  de  los  cuales 
estaba  Luzán  (0. 

(1)  Sabido  es  que  el  miniaturista  D.  Francisco  Antonio 
Menéndez,  que  había  impreso  en  1726  una  Exposición  al  Rey 
proyectando  el  establecimiento  de  una  Academia  Práctica  de 
las  Tres  Nobles  Artes,  logró  presidir  en  i.°  de  Septiembre  de 


ORÍGENES   DE   LA   ACADEMIA.   DE  CIENCIAS  885 

Quienes  de  este  modo  triunfaban  en  la  Academia  Espa- 
ñola, y  además  consolidaban  el  establecimiento  de  la  Real 
Academia  de  las  tres  Bellas  Artes  de  San  Fernando,  y  la 
convertían  en  atalaya  de  su  propia  exhibición,  ¿cómo  no 
habían  de  mostrarse  celosos  de  la  fama  científica  de  En- 
senada y  sus  amigos,  ensalzados  en  y  fuera  de  España 
cual  astros  de  primera  magnitud,  y  oponer  á  su  proyecto 

1744.  una  Junta  preparatoria,  pública  y  solemne,  y  que  el  ita- 
liano Juan  Domingo  OUvieri,  ayudado  por  el  Marqués  de  Vi- 
ilarias.  Ministro  de  Estado,  hizo  el  Reglamento  definitivo  de 
la  Academia  y  estableció  las  primeras  enseñanzas;  pero  que  el 
proyecto  no  se  consolidó  hasta  que  Carvajal  tomó  decidida- 
mente bajo  su  protección  á  la  naciente  Academia,  dándole  el 
nombre  que  hoy  lleva,  y  celebrando  el  solemne  acto  de  inau- 
guración en  13  de  Junio  de  1752.  La  Academia  de  Bellas  Ar- 
tes de  San  Fernando  fué  un  centro  carvajalista:  Carvajal  lle- 
vaba el  título  de  Protector  y  presidía  á  veces,  y  sus  amigos 
eran  los  que  realzaban  los  solemnes  actos  inaugurales  y  de  dis- 
tribución de  premios;   allí  se  oyeron  los  graves  acentos  de 
Luzán,  Académico  de  honor;  églogas  y  ficciones  poéticas  de 
Montiano,  Consiliario;  poemas  latinos  de  Iriarte,  Académico 
de  honor,  y  oraciones  de  los  dos  últimos  y  del  Académico  de 
honor  D.  Tiburcio  de  Aguirre,  Capellán  de  honor  y  de  las  Des- 
calzas Reales.  Abertura  solemne  de  la  Real  Academia  de  las  Tres 
Bellas  Artes,  Pintura,  Escultura  y  Architectnra,  con  el  nombre  de 
San  Fernando,  fundada  por  el  Rey  Nuestro  Señor.  Celebróse  el  dio. 
13  del  mes  de  Junio  de  1752,  siendo  su  protector  el  Excmo.  Sr.  Don 
Joseph  de  Carvajal  y  LancAster,  Ministro  de  Estado,  etc.  Quien 
dedica  esta  relacionas.  M.,  que  Dios  guarde.  En  Madrid,  en 
casa  de  Antonio  Marin,  año  de  1752,  en  4.°;  Relación  de  la  dis- 
tribución de  los  premios  concedidos  por  el  Rey  N.  S.  y  repartidos  por 
la  Real  Academia  de  San  Fernando  á  los  discípulos  de  las  Tres  Nu- 
iles Artes en  la  Junta  general  celebrada  en  23  de  Diciembre  de 

1753 En  Madrid,  en  la  oficina  de  D.  Gabriel  Ramírez,  en 

4.°  Hay  cuadernos  de  premios  de  1754,  1755  y  1756,  que,  salvo 
la  diferencia  de  los  años,  llevan  análogas  portadas;  Dicciomrio 
-histórico  de  los  ilustres  profesores  de  las  Bellas  Artes  en  España, 
compuesto  por  D.  Agustín  Ceán  Bermúdez  y  publicado  por  la 


SS6  PEDRO    ROCA 

de  crear  una  Academia  ó  Sociedad  Real  de  Ciencias  otro 
proyecto  que,  por  lo  antagónico,  no  parece  sino  hecho  de 
intento  para  desvirtuar  aquél?  ¿Y  cómo  aquí  no  había  de 
figurar  también  Lu2án  á  la  vanguardia?  Así  como  Ense- 
nada eligió,  para  formar  su  pro3ecto,  auxiliares  meritísi- 
mos  y  capaces  de  concebir  un  plan  y  desenvolverlo  é  im- 
ponerlo con  la  fuerza  de  su  autoridad,  conquistada  por  tí- 

Real  Academia  de  San  Fernando:  Madrid,  año  de  1800;  Apén- 
dice al  artículo  Olivieri  (Real  Academia  de  San  Fernando),  pá- 
ginas 251  á  270;  MíMorias  fnra  ¡a  Historia  de  la  Real  A  endemia 
de  San  Fermudo  y  de  Ins  Bellas  Artes  en  Espafia  desde  el  adveni- 
miento al  Trono  de  Felipe  V  hasta  nuestros  días,  obra  de  D.  José 
Caveda:  Madrid,  1867;  Historia  de  las  ideas  estéticas  en  España, 
por  D.  Marcelino  Menéndez  y  Pelayo,  tomo  III  (volumen  se- 
gundo): Madrid,  1886,  págs.  389  á  396. — A  pesar  de  que  Mon- 
tiano,  Luzán  y  Ulloa  eran  Académicos  de  la  Real  de  la  Histo- 
ria, parece  que  en  ésta  no  influyó  ostensiblemente  el  espíritu  de 
partido,  al  menos  mientras  vivieron  Carvajal  y  Ensenada;  algo 
debió  de  contribuir  á  esto  el  temperamento  conciliador  y  el  pres- 
tigio de  Montiano,  su  Director  perpetuo;  acaso  también  el  ha- 
ber tomado  Carvajal  y  el  P.  Rávago,  con  aprobación  de  S.  M., 
el  cuidado  de  registrar  los  Archivos,  con  el  fin  de  recoger  to- 
dos los  documentos  y  memorias  conducentes  á  la  historia  ecle- 
siástica, para  lo  cual  comisionaron  al  P.  Andrés  Marcos  Burriel, 
á  D.  Francisco  Pérez  Bayer  y  sus  ayudantes,  que  comenzaron 
su  comisión  en  1750,  y  no  se  interrumpió  sino  hasta  el  año 
1755  con  el  cambio  de  Gobierno;  esto,  que  indudablemente 
debió  bastar  para  que  Carvajal  permaneciese  alejado  de  la 
Academia  de  la  Historia,  sirvió  de  acicate  y  emulación  á  tan 
docto  cuerpo,  y  valiéndose  de  Ensenada,  consiguió  que  éste 
encargase  á  su  protegido,  el  académico  D.  Luis  José  Veláz- 
quez,  Marqués  de  Valdefíores  (á  quien  á  principios  de  1752 
se  puso  el  hábito  de  Santiago,  á  influjos  suyos),  en  el  mismo 
año  un  viaje  literario,  fendant  de  la  comisión  de  Burriel,  para 
que  recogiese  todo  género  de  monumentos  relativos  á  la  histo- 
ria civil,  viaje  que  comenzó  en  i .°  de  Dicií mhre  de  dicho  año, 
y  terminó  á  principios  de  1755,  cuando  la  ayuda  de  costa  que 
tenia  señalada  se  la  suprimió  el  nuevo  (jobierno. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  887 

tulos  científicos,  y  por  experiencia  adquirida  en  naciones 
extranjeras,  pues,  á  la  verdad,  la  idea  que  se  trataba  de 
llevar  á  la  práctica  tenía  más  de  imitada  que  de  ongmal, 
y  por  eso  Ensenada  se  procuró,  como  mejor  prenda  de 
acierto,  amigos  que  no  sólo  tuvieran  presentes  las  fundacio- 
nes. Estatutos  y  métodos  de  las  Academias  de  otros  paí- 
ses, sino  que  hubiesen  asistido  á  ellas,  tomado  parte  en  sus 
deliberaciones  y  palpado  las  ventajas  y  defectos  de  su  or- 
ganización y  régimen,  del  mismo  modo  el  astuto  Carvajal, 
émulo  y  rival  del  Marqués,  fijóse  en  un  amigo  suyo,  que 
se  destacaba  con  singularidad  en  esta  época,  adornado  de 
tales  condiciones,  y  por  su  idiosincrasia  académica:  en  el 
tantas  veces  citado  D.  Ignacio  de  Luzán  Claramunt  de 
Suelves  y  Gurrea. 

Educado  en  Italia,  donde  vivió  unos  diez  y. siete  años 
en  Genova,  en  Milán,  en  Palermo  y  en  Ñapóles,  en  esta 
última  ciudad  con  su  hermano  el  Conde  de  Luzán,  Gober- 
nador del  castillo  de  San  Telmo;  residente  en  París  duran- 
te tres  años,   al  principio  como  Secretario  de  Embajada 
cerca  de  nuestro  Embajador  el  Duque  de  Huesear,  después 
de  Alba,  y  luego  sólo  en  calidad  de  Encargado  de  Nego- 
cios de  'la  misma  Embajada;  en  comunicación  constante 
con  muchos  literatos  y  sabios  de   Francia  y, Alemania,  y 
particularmente  de  Italia,  entre  los  que  tuvo  ocasión  de 
sobresalir  en  las  Academias,  primero,  en  dos  de  Palermo 
que  se  juntaban,  la  una  en  casa  del  Sr.  Filingeri,  Príncipe 
de  Santa  Flavia,  y  la  otra  denominada  Dd  Buen  Gusto, 
en  casa  de  un  erudito  Canónigo  de  aquella  iglesia,  llama- 
do D.  Agustín  Panto,  y  luego  con  el  nombre  de  Egidio  Me- 
nalipo,  en  la  de  los  Ereinos,  de  la  misma  ciudad;  Acadé- 
mico después  de  las  Reales  Academias  Española  y  de  la 
Historia  de  Madrid;  Académico  más  tarde,  con  el  nombre 
de  el  Peregrino,  aludiendo  á  sus  viajes,  de  la  Del  Buen 
Gusto,  de  la  Condesa  viuda  de  Lemos,  después  Marquesa  de 
Sarria;  promovedor  del  establecimiento  de  la  de  las  tres 
Nobles  Artes  de  San  Fernando;  Académico  honorario,  por 
último,  de  la  Real  Academia  de  Buenas  Letras  de  Barce- 


SSS  PUDRO    ROCA 

lona;  amigo  del  mencionado  Duque  de  Alba  y  de  Benja- 
mín Keene,  Embajador  de  la  Gran  Bretaña,  y  de  otros 
personajes  influyentes  en  la  Corte;  amigo  íntimo  y  deudo 
del  Ministro  Carvajal,  por  oficios  del  cual,  en  recompen- 
sa de  haber  desempeñado  á  satisfacción  su  cargo  en  la  Em- 
bajada, nombróle  S.  M.,  que  le  estimaba  mucho,  Ministro 
de  la  Real  Junta  de  Comercio  y  Superintendente  de  la  Real 
Casa  de  Moneda  de  Madrid;  amigo  y  deudo  también  del 
P.  Rávago,  que  le  propuso  para  Tesorero  de  la  Real  Bi- 
blioteca, destino  que  el  Rey  le  confirió;  hombre  cultísimo, 
que  hablaba  y  escribía  correctamente  las  lenguas  italiana, 
francesa  y  alemana,  y  era  muy  docto  en  las  griega  y  lati- 
na; que  había  educado  y  nutrido  su  entendimiento  con  muy 
vasta  y  sazonada  lectura;  que  había  recibido  una  sólida 
instrucción  en  Literatura  y  Bellas  Letras,  y  espigado  en  el 
campo  de  las  Matemáticas,  de  la  Física  experimental  y  de 
la  Filosofía,  significándose  como  defensor  de  Descartes; 
que  había  publicado  buen  número  de  obras,  conquistán- 
dole fama  y  autoridad,  especialmente  La  Poética^  recibida 
al  principio  con  frialdad,  y  Código  luego  del  buen  gusto; 

que  profesaba  ancha  y  flexible  doctrina  literaria Don 

Ignacio  de  Luzán  era  el  hombre  que  su  amigo,  el  Minis- 
tro Carvajal,  necesitaba  (i). 

(i)  Memorias  de  la  vida  de  D.  Ignacio  de  L.mán,  escritas 
por  su  hijo  D.  Juan  Ignacio  de  Luzán,  ya  citadas;  Historia. 
de  Coxe,  trad.  ya.  mencionada,  tomo  III,  págs.  277  á  279; 
Obras  completas  del  Excino.  Sr.  D.  Manuel  José  Quintana,  co- 
leccionadas por  D.  Antonio  Ferrar  del  Río:  Madrid,  1852 
(Bibl.  de  Autores  Españoles,  de  Rivadeneyra,  tomo  XIX,  pági- 
nas 14.5  á  147);  D.  Ignacio  de  Luzán,  biografía,  porD.  Luis  M. 
Ramírez  y  las  Casas  Deza,  en  el  Semanario  Pintoresco  Español: 
Madrid,  1848,  págs.  401  y  402;  Historia  de  la  crítica  literaria 

en  España  desde  Luzán  hasta  nuestros  días por  D.  Francisco 

Fernández  y  González.  Memoria premiada  por  la   Real 

Academia  Española:  Madrid,  1867,  págs.  11  á  26;  Ensayos 
críticos  de  Filosofía,  Literatura  é  Instrucción  pública  españolas, 
por  D.  Gumersindo  Laverde  Ruiz:  Lugo,  186S,  págs.  432  á 


ORÍGENES    DE    LA   ACADEMIA    DE    CIENCIAS  889 

Mas  no  es  esto  sólo,  que  en  el  mes  de  Abril  de  lySi,  el 
insigne  preceptista  publicaba  sus  Memorias  literarias  (i), 
en  que  exponía  «el  estado  actual  de  las  ciencias  y  artes  en 
París,  el  méthodo  de  sus  estudios,  las  varias  maneras  de 
enseñar,  los  estatutos  y  reglamentos  de  sus  Academias,  los 
exercicios  de  sus  Escuelas  públicas  y  privadas,  las  nuevas 
obras  de  sus  literatos,  alguna  crisis  imparcial  de  éstas,  con 
las  reflexiones  y  noticias  que  puedan  contribuir  más  eficaz- 
mente al  logro  del  fin  que  me  he  propuesto,»  dice  Luzán, 
y  que  no  es  otro  que  el  de  «servir  de  modelo  á  los  que 
quieran  emular  noblemente  sus  passos,  aspirar  á  sus  glo- 
rias y  coger  iguales  frutos,  en  bien  y  utilidad  del  público.» 
Esta  obra,  reformadora  de  antiguos  y  preconizadora  de 
nuevos  métodos,  por  la  que  van  desfilando  sucesivamente 
Escuelas  públicas  y  privadas  de  primeras  letras;  estudios 
de  Gramática,  Retórica  y  Poética;  la  Poesía  francesa  y  los 

444;  Historia  crítica del  Marqués  de  Valmar,  edición  ci- 
tada, tomo  I,  págs.  168  á  187,  y  tomo  II,  págs.  335  á  371  y  385 
á  388;  Historia  de  las  ideas  estéticas ,  del  Sr.  Menéndez  y  Pe- 
layo,  tomo  III  (i.^  parte),   págs.   372  y  siguientes;   Biblioteca 

nueva  de  escritores  aragoneses su  autor,  el  Dr.  D.  Félix  de 

Latassa  y  Ortín,  tomo  V:  Pamplona,  año  de  MDCCCI,  pági- 
nas 12  á  24:  con  el  núm.  50  de  las  obras  de  Luzán,  en  la  pá- 
.gina22,  señala  el  Plan  de  una  Academia  general  de  Ciencias,  Ar- 
tes y  Bellas  Letras  para  establecerse  en  Madrid,  según  los  designios 
del  Sr.  D.  Josef  de  Carvajal.  «Es  un  escrito  de  gran  sabiduría, 
instrucción  y  delicadeza, »  dice;  pero,  á  pesar  de  estas  califica- 
ciones, no  lo  vio  indudablemente,  pues  el  título  que  transcri- 
be no  es  el  que  le  da  Luzán;  con  seguridad,  lo  tomó  y  arregló 
de  las  Memorias  de  la  vida  de  D.  Ignacio  de  Luzán,  por  su  hi- 
jo, y  por  el  extracto  que  éste  hizo  lo  calificó. 

(i)  Memorias  literarias  de  París:  actual  estado  y  méthodo 
de  sus  estudios.  Al  R.'"°  P.  Francisco  de  Rávago,  de  la  Com- 
pañía de  Jesús,  Confessor  del  Rey  nuestro  Señor,  etc.  Por  Don 
Ignacio  de  Luzán,  Superintendente  de  la  Casa  de  Moneda, 
Ministro  de  la  Real  Junta  de  Comercio,  etc.  Con  ucencia.  En 
Madrid,  en  la  imprenta  de  D.  Gabriel  Ramírez,  año  de  1751. 
En  8." 


SgO  PEDRO    ROCA 

teatros;  Filosofía,  Física  (i),  Matemáticas,  Medicina,  Ci- 
rugía, Anatomía,  Botánica  y  Química;  Teología  y  Oratoria 
Sagrada;  las  leyes,  la  Soborna,  la  Universidad  y  sus  Cole- 
gios; las  Academias  Francesa,  de  Inscripciones  y  Bellas 
Letras,  de  Ciencias,  de  Pintura,  Escultura  y  Arquitectura; 
la  Escuela  Militar,  las  publicaciones  periódicas,  las  biblio- 
tecas, etc.,  está  dedicada  en  29  de  l^iciembre  de  1750 
nada  menos  que  al  P.  Rávago,  como  testimonio  de  gra- 
titud justamente  debido  á  lo  mucho  que  le  favorecía  el 
confesor,  de  cuyo  influjo  y  celo  esperaban  deber  las  bue- 
nas letras,  y  los  literatos  de  España  sus  progresos  y  sus 
ocios,  y  lleva  un  extensísimo  dictamen  del  P.  D.  Juan  de 
Aravaca,  presbítero  de  la  Congregación  del  Salvador,  y 
una  aprobación  de  D.  Agustín  de  Montiaiio  y  Luyando, 
sumamente  laudatorios  uno  y  otra  para  Luzán  y  su  obra. 
Así,  presentando  á  los  ojos  de  los  españoles  el  estado  de 
todo  género  de  estudios  en  París,  para  que  resucitasen  la 
antigua  gloria  literaria  de  España,  «deseoso  de  contribuir 
por  su  parte  en  cuanto  le  fuese  posible  á  tan  digno  objeto, 
y  de  aprovechar  la  ocasión  que  le  ofrecían  el  celo  y  la 
amistad  del  señor  Don  José  de  Carvajal,  para  promoverpen- 
samientos  útiles  al  bien  público,  formó  el  plan  de  una  Aca- 
demia general  de  Ciencias,  Artes  y  Bellas  letras,  que  desea- 
ba se  fundase  en  Madrid,  en  el  cual  comprendió  cuanto  ha- 
bía que  prevenir  en  el  asunto No  tuvo  efecto  esta  idea; 

pero  se  puede  asegurar  dio  motivo  á  otra  muy  plausible, 

aunque  no  tan  vasta,  que  fué  la  de  erigir  solemnemente 

en  Academia  Real  con  el  título  de  San  Fernando,   para  el 


(i)     Entre  las  escuelas  «privadas,  dice  Luzán  (págs.   130 

y  131),  la  más  célebre  es  la  del  Abate  NoUet Su  curso  de 

Physica  experimental  dura  cinco  ó  seis  semanas,  á  tres  dias 
cada  semana  de  lección;  con  esto  puede  dar  muchos  cursos  en 
un  año  y  satisfacer  á  todos  los  Curiosos  que  desean  assistir  á 
sus  lecciones.  En  un  tiempo  concurrimos  diez  y  ocho,  la  ma- 
yor parte  ingleses,  quatro  ó  cinco  franceses,  algunos  alemanes 
y  dos  españoles.» 


ORÍGENES   DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  89I 

cultivo  de  las  tres  Nobles  Artes,  la  Junta  preparatoria  que 
existía  mandada  formar  por  el  señor  Don  Felipe  V,  pues, 
aunque  D.  Ignacio  no  fué  el  único  en  sugerir  este  pensa- 
miento, se  distinguió  en  promoverle  con  el  señor  Carva- 
jal (').» 

Esto  nos  da  la  clave  para  fijar  el  tiempo  en  que  Luzán 
escribió  su  Plan,  que  no  lleva  fecba:  hubo  de  ser  antes  de 
la  apertura  de  la  Real  Academia  de  Nobles  Artes   de  San 
Fernando,  es  decir,  antes  del  día  13  de  Junio  de  lySz;  aún 
más:  el  mismo  Luzán  incluye  entre  los  Académicos  agre- 
gados en  Valencia  al  «D/  D."  Andrés  Piquer,  buen  Médi- 
co, Physico  y  Mathemático,»  y,  como  sabemos  que  la  car- 
ta-orden que  á  éste  se  le  dirigió  para  que  se  trasladase  á 
Madrid,   tiene  la  fecba  de  28  de  Agosto  de  lySi,  y  que 
Piquer  efectivamente  llegó  á  la  Corte  á  primeros  de  Sep- 
tiembre, resulta  evidente  que  el  PLiii  de  Luzán  quedó  re- 
dactado antes  de  esta  fecha.  De  otra  parte,  consta,  como 
acabamos  de  ver,  que  Luzán  publicó  sus  Memorias  litera- 
rias en  Abril  de  1751,  antes,  según  parece,  de  redactar  su 
Plan;  luego  entre  esas  dos  fechas  debió  de  ser  escrito,  aun- 
que acaso  fuese  algún  tiempo  antes  concebido,  pues  Luzán 
cesó  en  su  Embajada  de  París,  y  se  restituyó  á  España  por 
Mayo  de  1760,  y  en  29  de   Diciembre  del  mismo  año  de- 
dicó sus  dichas  Memorias  al  P.  Rávago. 

¿Por  qué  se  frustró  la  idea  de  Luzán?  Lo  ignoro:  no  he 
encontrado  documentos  fehacientes  que  me  lo  expliquen; 
pero,  si  hemos  de  inducir  con  criterio  humano,  sospecho  que 
en  virtud  de  las  razones  siguientes:  i."  Por  ser  en  el  orden 
científico  un  proyecto  vastísimo  y  general  de  ciencias,  be- 
llas letras  y  artes  que  abarcaba  demasiadas  cosas.  2."  Por 
ser  carísimo  en  el  orden  económico,  pues  elevaba  las  ren- 
tas de  la  Academia  a  230.000  reales  (aparte  de  lo  que  cos- 
tase la  construcción  del  edificio  apropiado  que  proponía), 
cuando  entre  las  de  la  Española  y  de  la  Historia  gozaban 
sólo  de    104.000.  3."  Por  la  viva  oposición  que  debió  de 

(i)     El  pasaje  completo  está  transcrito  en  la  nota  11,  IL 


S93  PEDRO    ROCA 

encontrar  en  estas  dos  Academias,  que  se  habían  de  re- 
fundir, según  Luzán,  en  la  que  él  proyectaba,  tanto  más 
cuanto  que  éste,  aunque  Académico  de  las  dos,  las  critica 
abiertamente  porque  «nada  han  producido  estas  Acade- 
mias que  pueda  contentar  las  esperanzas  que  de  ellas  se 
hablan  concebido,»  y  «en  lugar  de  verse  algunos  buenos 
efectos,  se  ha  visto,  ai  contrario,  consumir  inútilmente  el 
tiempo  en  disputas  y  en  trabajos  casi  pueriles,  hechos  con 
una  lentitud  intolerable;  y  esto,  añade  para  cohonestar  la 
dureza  de  su  crítica,  no  por  falta  de  sujetos  laboriosos  y 
hábiles,  porque  en  ambas  Academias  los  hay,  sino  por  fal- 
ta de  método,  por  abusos,  por  pereza  y  por  descuido  y  por 
una  mala  distribución  de  las  rentas,»  llegando  á  proponer 
consiguientemente  una  clase  de  académicos  veteranos,  for- 
mada de  aquéllos  de  la  Española  y  de  la  Historia  que  «por 
su  edad  ú  otras  circunstancias  ó  motivos,  después  de  ha- 
ber trabajado,  merecerán  descansar,»  y  dejando  ipso  fado 
como  tales  á  aquéllos  que  «no  sean  nombrados  en  esta 
nueva  Real  Academia;»  y  claro  es  que  esta  especie  de  ju- 
bilación anticipada,  con  sus  ribetes  de  sorna  burlesca,  no 
sentaría  muy  bien  en  el  ánimo  de  los  señores  académicos, 
personas,  por  otra  parte,  de  influencia  en  la  maquinaria  del 
Estado.  4."  Porque  no  fué  muy  diplomática,  á  pesar  de  su 
acreditada  experiencia  en  esta  carrera,  la  nota  final  que 
dio  Luzán  en  la  lista  de  sujetos  que  conocía  y  que  le  pa- 
recieron á  propósito  para  académicos,  pues  por  de  pronto 
todos  los  excluidos  de  esa  lista  que  se  creyesen  con  dere- 
cho á  figurar  en  ella,  habían  de  ver  con  cierta  ojeriza  el 
proyecto;  y  mucho  más  que  puso  la  nueva  Academia  bajo 
la  dependencia  del  Ministro  de  Estado,  léase  D.  José  de 
Carvajal  y  Lancáster,  su  favorecedor  y  amigo,  y  me  pare- 
ce, acaso  me  engañe,  que  hubo  de  soslayo  cierta  interés  en 
que  no  figurasen  los  más  significados  amigos  de  Ensena- 
da; y  ya  que  á  este  Ministro,  que  tenía  á  su  cargo  el  Mi- 
nisterio de  Hacienda,  no  se  le  podía  negar  una  plaza  de 
Académico  honorífico,  no  deja  de  chocar  que,  al  lado  de 
los  nombres  de  los  amigos  y  protegidos  de  Carvajal  y  del 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  893 

P.  Rávago  que  figuran  en  la  lista,  no  haya  los  de  los  más 
'protegidos  de  Ensenada,  como  Jorge  Juan,  Antonio  de 
Ulloa,  Pedro  Virgili,  etc.,  del  mayor  renombre  ya  entre 
los  matemáticos,  astiónomos  y  cirujanos,  y  que  tanto  lus- 
tre hubieran  dado  á  la  clase  ciiarla  de  la  nueva  Academia: 
con  decir  que  en  Cádiz,  centro  entonces  de  la  cultura  cien- 
tífica española,  y  el  ojo  derecho  del  Marqués  de  la  Ense- 
nada, no  nombra  académico  alguno  agregado,  está  dicho 
todo.  Y  esta  conjetura,  no  sé  si  aventurada,  adquiere  más 
verosimilitud  cuando  considero  que  precisamente  Jorge 
Juan  es  el  que  tuvo  principalísima  intervención  en  el  pro- 
yecto de  Ensenada. 

¿Por  qué  se  malogró  el  plan  de  Jorge  Juan  y  sus  com- 
pañeros? Alguien  ha  dicho  (0:  «Antes  que  el  Sr.  Carvajal 
pensó  Ensenada  en  Academia  de  las  Ciencias,  y  hizo  va- 
rios preparativos;  pero  abandonó  la  idea  porque  vio  que 
los  Jesuítas,  por  medio  del  P.  Rávago,  se  iban  á  apoderar 
de  tal  Academia,  situándola  en  el  Seminario  de  Nobles.» 
Desde  luego  pongo  en  tela  de  juicio  esta  afirmación,  ó  á 
lo  menos  creo  que  si  fué  ésta  una  causa,  no  fué  única,  y 
aun  pudiera  ponérsele  el  pero  de  que  Ensenada  tuvo  siem- 
pre una  significación  nada  hostil  á  los  jesuítas  {2);  y  dudo, 

(i)     D.  Eugenio  de  Llaguno  y  Amírola. 

(2)     Vid.  Rodríguez  Villa,  D.  Cenón  de  Somodevilla,  cita- 
do, pág.  171.  Sabido  es  que  en  los  últimos  años  de  su  Minis- 
terio, el  P.  Rávago  era  amigo,  de  toda  intimidad,  de  Ensena- 
da, al  que  dirigió  en  la  parte  eclesiástica  en  la  negociación  del 
Concordato  celebrado  en  20  de  Febrero  de  1753.  No  menos 
amistad  tenía  con  el  P.  López.  Nadie  ignora  que  en  el  célebre 
motín  de  Esquiladle  se  le  .atribuyó  significación  jesuítica.  El 
atribuir  á  los  jesuítas  el  deseo  de  apoderarse  de  la  Academia, 
situándola  en  su  Semanario  de  Nobles,  acaso  haya  nacido  de 
tergiversar  el  testimonio  de  Casafonda,  escritor,  por  cierto,  an- 
tijesuita  (véase  la  nota  11,  V);  pero  Casafouda  escribe  lo  con- 
trario, no  que  se  abandonó  la  idea  porque  los  jesuítas  se  qui- 
sieran apoderar  de  la  Academia,  sino  que  por  no  haber  llegado 
á  tener  efecto  este  pensamiento,  los  jesuítas  no  se  descuidaron 


894  PEDRO  ROC\ 

porque  persona  tan  enterada  como  Jorge  Juan,  autor  del 
proyecto,  de  lo  que  en  esto  hubiera,  escribía  á  Granada,  al 
Secretario  de  Ensenada,  la  siguiente  curiosísima  carta, 
toda  autógrafa  (0: 

«Muy  señor  mió  y  amigo:  mucho  celebro  que  continué 
S.  M.  (*)  bueno,  bueno,  que  es  lo  que  deseamos  sus  apasio- 
nados y  agradecidos.  Dios  quiera  conservarlo  tantos  días 
como  yo  lo  pido.  También  quedo  mu\-  contento  de  tener 
su  aprobación  en  cuanto  á  nuestra  recien  nacida  Asam- 
blea, que  tira  adelante  bonitamente,  y  esto  aun  con  todos 
los  trabajos  á  que  tienen  que  atender  sus  individuos;  y  el 
pobre  M.  Godin,  que  aún  no  ha  podido  libertarse  de  sus 
cataratas.  Yo  soy  el  más  ocioso;  pero,  sin  embargo,  me 
hallo  escribiendo  para  imprimir,  y  que  se  pueda  enseñar  á 
los  Guardias,  que  están  destituidos  de  un  todo,  y  no  es  ra- 
zón que  en  mi  tiempo  se  diga  esto.  Con  todas  estas  dificul- 
tades, no  nos  falta  que  leer  todos  los  jueves  cosa  nueva, 
sea  de  unos,  sea  de  otros;  y  espero  que  en  todo  el  año 
podremos  dar  á  la  imprenta  un  tomo  de  3o  ó  40  diserta- 
ciones, si  hallamos  modo  de  hacer  el  coste.  Esto  espero, 
y  también  que  V.  E..  ha  de  ser  el  primero  que  lo  ha  de 
ver.  No  obstante,  ya  que  quiere  ver  una  de  ellas,  de  an- 
temano la  haré  copiar  y  se  la  enviaré.  En  cuanto  á  que 
era  bueno  que  hubiera  en  Madrid  una  Asamblea  igual,  es 
cierto,  y  no  hay  duda  en  que  la  hubiera  habido;  pero  se  han 


en  recoger  los  instrumentos  físicos.  Además,  la  circunstancia  de 
ijue  hubieran  de  sacárselos  al  Conde  de  Valparaíso,  Ministro 
de  Hacienda,  es  decir,  precisamente  al  sucesor  de  Ensenada 
en  este  Ministerio,  ¿no  pudiera  ser  indicio  de  que  el  proyecto 
de  éste  y  de  sus  amigos  de  una  Academia  ó  Sociedad  Real  de 
Ciencias  se  malograse  por  su  caída? 

(i)  La  ha  publicado  el  Sr.  Rodríguez  Villa,  señalada  con 
el  mañero  43  en  las  págs.  372  y  373  de  su  Uon  Cenón  de  Somo- 
devilla , 


(•)     Refiérese  á  Ensenada. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  895 

trocado  los  bolos,  y  hallo  que  no  hay  cosa  como  estarse  en 

su  rincón Cuide  Vm.  de  S.  E.,  y  mande  con  las  veras 

que  desea  servirle  su  amigo,  que  pide  á  N.  S.  le  guarde  mu- 
chos años.  Cádiz  y  Marzo,  ii  de  lySS. — B.  1.  m.  de  Vm. 
su  seguro  amigo  y  servidor,  Jorge  Juan. — Sr.  D.  Antonio 
Roselló.i) 

En  el  último  párrafo  de  esta  carta,  la  cual  se  refiere  á  la 
Academia  Amistosa  Literaria  de  Cádiz,  y  no,  como  creyó  el 
competentísimo  Académico  y  compañero  nuestro  D.. An- 
tonio Rodríguez  Villa,  á  la  Asamblea  ó  Academia  de  Guar- 
dias-marinas,  que  nunca  se  denominó  Asamblea,  bien  cla- 
ramente se  da  á  entender:  i.°,  el  empeño  que  habían  pues- 
to Ensenada  y  sus  auxiliares  en  la  fundación  de  la  Socie- 
dad Real  de  Ciencias  que  habían  proyectado;  2.",  que  ésta 
no  se  llevó  á  cabo  por  la  caída  del  Marqués,   depuesto  por 
decreto  de  20  de  Julio  de  1754;  y  3.°,  que  se  desistió  del 
proyecto  á  consecuencia  de  esta  caída.  Con  ella  viéronse 
de  pronto  los  antiguos  ayudantes  del  Marqués  privados  del 
apoyo  y  protección  del  elemento  oficial  que  hasta  enton- 
•ces  disfrutaron,  y  no  habían  de  pedir  este  apoyo  y  protec- 
ción á  los  nuevos  Ministros,  D.  Ricardo  Wall  y  el  Duque 
de  Huesear,  enemigos  mortales  de  Ensenada  y  sus  parti- 
darios, derrocados  á  influjos  del  Embajador  inglés  Benja- 
mín Keene,  ni  los  nuevos  Ministros  habrían  de  concedér- 
sela, tanto  más  cuanto  que,  desterrado  el  Marqués  á  Gra- 
nada, fuéronle  fieles  sus  protegidos  (i). 


(i)  Por  la  misma  carta  preinserta  se  ve  el  afecto  que  le 
conservaban  los  sabios  que  formaban  la  Asamblea  Amistosa 
Literaria  de  Cádiz,  especialmente  Jorge  Juan,  de  quien  consta, 
además,  qua  un  día  de  la  primera  quincena  de  Septiembre  de 
1754,  de  paso  de  Cartagena  á  Cádiz,  estuvo  en  Granada  á  ver 
al  Marqués  y  comió  con  él  (Rodríguez  Villa,  Don  Cenón,  pá- 
gina 204);  Antonio  de  UUoa  se  agregó  á  su.  conversación  y 
mesa  otro  día  de  Mayo  de  1755  (pág.  204);  el  Médico-Ciruja- 
no D.  José  de  Nájera,  discípulo  de  D.  Pedro  Virgili,  y  de  di- 
cha Asamblea,  fué  también  á  Granada,  é  informó  en  Septiembre 


896  PEDRO    ROCA 

Ni  les  quedaba  el  recurso  de  volver  sus  ojos  al  Ministro 
Carvajal  (que,  fí  rival  de  Ensenada,  era  ante  todo  espa- 
ñol, jamás  se  pasó  al  partido  inglés,  aunque  lo  miraba  con 
simpatía,  y  tenía  igual  celo  que  aquél  por  el  bien  público), 
pues  que  había  muerto  inopinadamente  el  8  de  Abril  de 
de  1754,  con  lo  que  cambió  el  aspecto  de  la  cosa  pública; 
ni  al  P.  Rávago,  amigo,  muy  amigo  de  Ensenada  en  la 
última  etapa  de  la  vida  política  de  éste,  cuando  se  enten- 
dieron para  el  arreglo  del  Concordato,  no  obstante  que  la 
elección  de  confesor  debíala  aquél  á  su  amistad  con  Car- 
vajal, con  la  muerte  del  cual  se  debilitaron  la  situación  é 
influencia  del  P.  Rávago,  y  acabaron  por  ser  insostenibles, 
desde  el  destierro  del  Marqués,  siendo  separado  de  su  car- 
go de  confesor,  á  influjo  también  de  las  intrigas  del  Em- 
bajador inglés,  en  3o  de  Septiembre  de  1755. 

Ni  Luzán,  que  murió  el  19  de  Mayo  de  1754,  ni  Jorge 
Juan  y  sus  compañeros  vieron  llevados  á  la  práctica  sus 
proyectos;  el  uno,  de  una  Academia  general,  el  otro,  de 
una  Sociedad  especial,  como  respondiendo  á  las  dos  ideas 
que  venían  trabajando  á  las  instituciones  científicas  de  la 
primera  mitad  del  siglo  xviii,  si  bien  ganando  terreno  y 
adquiriendo  vigor  la  segunda  á  expensas  de  la  prim.era. 

El  fin  que  Luzán  se  propuso  fué  fundar  una  Real  Aca- 
demia de  Ciencias,  Bellas  Letras  y  Artes,  en  que  se  re- 
fundiesen las  Reales  Española  y  de  la  Historia  de  Madrid, 
los  objetos  de  las  cuales  fueron  incluidos  en  las  clases  pri- 
mera y  segunda,  un  tanto  modificados  y  ampliados,  abar- 
cando respectivamente  la  lengua  española,  poesía  y  ora- 
toria y  la  historia  de  España  y  de  Indias  eclesiástica  y 
profana.  Las  tres  clases  restantes  son:  la  tercera,  de  Filo- 
sofía, es  decir,  de  física  experimental  y  ciencias  fundadas 
en  la  experiencia,  y  de  Lógica,  Metafísica  y  Moral;  la 
cuarta,  de  Matemáticas,  esto  es,  de  Geometría,  Algebra, 

de  1757  que  el  Marqués  necesitaba  cambiar  de  aires  (pági- 
na 205);  Ensenada  practicaba  en  x\gosto  del  mismo  año  los  re- 
medios que  le  maridaba  Piquer,  Médico  de  Cámara  (pág.  205). 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  897 

Astronomía,  Cosmografía,  Náutica,  Mecánica,  Estática  é 
Hidráulica;  y  la  quinta,  de  erudición  y  lenguas,  ó  sea  de 
antigüedades,  medallas  é  inscripciones,  y  de  griego,  he- 
breo,  árabe  y  otras  lenguas  sabias.  La  división  de  estas 
tres  últimas  clases  está  fundada  en  la  que  Mr.  de  Maupar- 
tuis  hizo  bajo  los  auspicios  del  gran  Federico  de  Prusia 
en  el  Reglamento  de  la  Real  Academia  de  Ciencias  y  Be- 
llas Letras  de  Berlín,  fechado  en  Potzdam  á  lO  de  Mayo 
de  1746:  sólo  que  en  este  reglamento  son  cuatro,  no  tres, 
los  miembros  de  la  división,  á  saber:  Filosofía  experimen- 
tal. Matemáticas,  Filosofía  especulativa  y  Bellas  Letras, 
pues  Luzán,  con  muy  buen  acuerdo,  reunió  en  uno  de 
Filosofía  los  de  Filosofía  experimental  y  especulativa,  si 
bien  entre  las  disciplinas  de  la  experimental  no  cita  ex- 
presamente la  Química,  la  Anatomía  y  la  Botánica,  que  de 
Maupartuis  menciona.  Luzán,  no  contento  con   la  exten- 
sión inmensa  que  ya  tenía  su  plan,  lo  extiende  á  las  artes 
liberales  pintura,   escultura,   diseño,  grabado  y  arquitec- 
tura (algo  de  lo  que  era  la  célebre  Junta  preparatoria  que 
dejó  nombrada  Felipe  V  y  de  lo  que  había  de  ser  en  1752 
la  Real  Academia  de  las  Tres  Nobles  Artes  de  San  Fer- 
nando), y  aun   ingerta  en   él  de  soslayo  la  Academia  de 
Historia  eclesiástica  recién  fundada  por  los  españoles  en 
Roma.    Así  sólo  dejaba  subsistente  en   Madrid   la   Real 
Academia  Médica.   Pero  si  en  lo  que  toca  á  las  ciencias 
y  á  parte  de  las  Bellas  Letras  siguió  las  huellas  del  re- 
glamento de   la   Academia  de   Berlín,   armonizándolo   y 
completándolo  en  los  objetos  de  bellas  letras  y  artes  con 
nuestras  instituciones  académicas  existentes,  en  cambio 
tuvo  en  cuenta  casi  siempre,  en  cuanto  á  las  obligaciones 
de  los  académicos,  sus  estudios  y  méritos,  su  elección  y 
juntas  y  al  régimen  interior  de  la  Academia,  muchos  es- 
tatutos del  Reglamento  de  la  Real  Academia  de  Ciencias 
de  París  modificado  por  Luis  XV  en  1716.  Las  denomi- 
naciones de  honoríficos,  pensionarios,  asociados  y  agregados 
y  hasta  ás  veteranos  bien  lo  indican:  los  cuatro  consiliarios 
recuerdan,  sin  embargo,  á  los  cuatro  ciiraleurs  de  la  Aca- 

57 


SgS  PEDRO    ROCA 

demia  de  Berlín.  En  la  institución  de  premios  anuales 
claramente  se  ve  que  imita  á  las  Academias  parisienses; 
en  ios  de  la  comedia  y  la  tragedia,  á  la  Real  Academia 
Francesa,  que  adjudicaba  cada  año  dos  fundados,  uno  por 
Mr.  de  Balzac  para  la  elocuencia,  y  otro  por  el  Obispo  de 
Noyon  para  la  poesía;  en  el  de  Historia  de  España,  á  la 
Real  Academia  de  Inscripciones  y  Bellas  Letras,  que  re- 
partía anualmente  el  establecido  por  Mr.  Durey  de  Noin- 
ville  para  que  se  propusiese  cada  tres  años  un  punto  de- 
terminado de  la  Historia  de  Francia;  y  en  el  matemático, 
á  la  Real  Academia  de  Ciencias,  que  daba  cada  dos  años 
los  dos  premios  que  uno  para  física  y  otro  para  navega- 
ción había  fundado  Mr.  Rovillé  de  Meslai  (i). 

La  parte  esencial  del  plan  de  la  Sociedad  proyectada 
por  Jorge  Juan  y  Godín  es  casi  un  calco  de!  citado  Regla- 
mento de  la  Academia  de  Ciencias  de  París.  Objeto  de 
aquella  Sociedad  y  de  esta  Academia  son  igualmente  las 
ciencias  matemáticas  y  físicas  geometría,  astronomía,  me- 
cánica, anatomía,  química  y  botánica,  á  que  Jorge  Juan 
y  Godín  añadieron  la  física  experimental.  En  lo  referente 
á  las  denominaciones  de  los  socios,  sepáranse  éstos  en  par- 
te de  la  nomenclatura  de  los  académicos  franceses,  adop- 
tando las  de  honorarios  y  de  niimero,  que-tenían  j?a  carta 
de  naturaleza  en  nuestras  Academias  y  Sociedades,  dando 
la  nueva  de  fijos  á  la  francesa  de  adjuntos  y  ampliando  el 
significado  de  la  de  libres  que  había  en  Francia  y  que  hi- 
cieron equivalente  á  las  francesas  de  asociados  ordinarios, 
libres  y  veteranos:  Por  eso  señalaron  tres  socios  del  nú- 
mero y  dos  fijos  por  cada  ciencia,  como  en  la  Academia 
de  Ciencias  de  París  había  tres  pensionarios  y  dos  adjun- 
tos. Las  atribuciones  de  los  socios  y  el  régimen  de  la  So- 
ciedad son  análogos  á  las  de  los  académicos  y  al  de  la 
Academia  parisienses;  no  deja  de  notarse,  sin  embargo, 

(i)  Memorias  literarias  de  París,  por  Luzán,  ya  citadas,  pá- 
ginas 122  á  140,  152  y  153,  y  207  á  202. — Vid.  el  Apéndice  II 
para  apreciar  algunas  analogías. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  8gg 

en  alguna  ordenanza  la  huella  del  indicado  reglannento  de 
■la  Academia  de  Berlín,  ni  se  iría  muy  descaminado  ai 
afirmar  que  Jorge  Juan  y  Godín  se  acordaron  de  la  Li- 
brería, el  Museo  y  los  gabinetes  de  la  Real  Sociedad  de 
Ciencias  de  Londres  y  del  Real  Observatorio,  el  Jardín 
Real  de  Plantas,  el  laboratorio  químico  y  el  anfiteatro  ana- 
tómico de  que  disponía  la  Real  Academia  de  Ciencias  de 
París,  puesto  que  dedican  un  buen  número  de  ordenanzas 
al  efecto  de  establecer  una  biblioteca  de  física  y  matemá- 
ticas, un  gabinete  de  instrumentos  y  máquinas,  otro  de 
Historia  natural,  un  observatorio  y  un  jardín  botánico,  todo 
lo  cual  había  de  ser  creado  en  España  (i). 

Fácil  es  con  estas  indicaciones,  y  con  la  lectura  de  los 
dos  planes  que  publico,  señalar  los  elementos  circunstan- 
ciales genuinamente  españoles  que  contribuyeron  á  adap- 
tar á  nosotros  en  la  forma  referida  la  médula  de  las  ins- 
tituciones académicas  extranjeras;  parece  que  los  carvaja- 
listas  y  ensenadistas  habíanse  propuesto  oponer  plan  á 
plan;  mas  no  es  dudoso  que  el  proyecto  de  éstos  es  superior 
al  de  aquéllos;  vastísimo,  carísimo,  inoportuno,  en  pugna 
con  casi  todos  los  intereses  académicos  creados  y  en  des- 
acuerdo con  la  tendencia  predominante  hacia  la  especiali- 
dad académica,  era  menos  practicable  el  de  Luzán  que  el 
de  Jorge  Juan  y  Godín,  poco  pretencioso,  limitado  á  las 
ciencias  físicas  y  matemáticas  y  con  tendencia  docente. 


(i)  En  todo  lo  dicho  se  ve  una  prueba  indirecta  de  que  los 
instrumentos  y  máquinas  á  que  tantas  veces  me  he  referido 
eran  para  el  proyecto  de  Jorge  Juan,  Godín  y  Ortega,  y  de 
ningún  modo  para  el  de  Luzán. — En  la  Regia  Sociedad  de 
Medicina  y  demás  Ciencias  de  Sevilla  había  socios  numera- 
rios, supernumerarios  y  de  toda  erudición;  en  la  Real  Acade- 
mia Española,  académicos  de  número,  supernumerarios  y  ho- 
norarios; en  la  Real  Academia  de  la  Historia,  numerarios,  su- 
pernumerarios y  honorarios;  en  la  Real  Academia  Médica  de 
Madrid,  de  número,  de  ejercicio  y  de  honor. — Vid.  el  Apéndi- 
ce I  para  apreciar  algunas  analogías. 


gOO  PEDRO   ROCA 

pues  es  de  advertir  que,  mientras  aquél  hace  de  su  Acade- 
mia un  simple  almacén  ó  depósito  de  conocimientos,  éstos 
añaden  á  tal  carácter  primordial  y  esencialísimo  el  de  la 
enseñanza  de  aquellas  disciplinas  y  de  sus  inmediatas  apli- 
caciones,   estableciendo   para  ello  una  Academia  con  su 
profesorado,  bajo  la  dirección  de  la  Sociedad,  según  se  es- 
tatuye en  las  Ordenanzas  48  y  49,   lo  cual  llenaba  evi- 
dentemente una  necesidad  por  todos  sentida.  Luzán  pre- 
fiere la  denominación  de  Academia,  Jorge  Juan  y  Godin 
la  de  Sociedad;  aquél  hace  un  amasijo  casi  monstruoso 
con  los  reglamentos  de  las  Academias  de  París  y  de  Ber- 
lín, los  objetos  de  la  Española  y  de  la  Historia,  el  cultivo 
de  las  artes  liberales  y  los  nuevos  elementos  de  su  propia 
experiencia,  adquirida  en  las  Academias;  éstos  siguen  en 
lo  esencial  la  sencilla  organización  de  la  de  Ciencias  de 
París,  y  la  completan  y  adaptan  á  las  exigencias  docentes 
de  nuestro  estado  de  cultura;   aquél,   con  el  predominio 
que  da  á  la  parte  literaria  y  de  erudición  sobre  la  cientí- 
fica, con  el  olvido  en  que  deja  la  formación  de  biblioteca, 
gabinetes,  observatorio  y  jardín  botánico,  sin  los  cuales 
no  es  posible  efectuar  ningún  serio  adelanto  en  el  orden 
científico,  con  el  aparato  de  la  solemnidad  cuando  deta- 
lla cómo  ha  de  precederse  en  las  Juntas,  con  la  misma 
escrupulosidad  que  pone  en  todos  los  detalles  y  hasta  con 
su    propósito  enciclopedista  responde  á  sus  hábitos  aca- 
démicos inveterados  y  á  su  predilecta  educación  clásica  y 
literaria;  éstos,  prescindiendo  de  tanta  baiaúnda  y  fiján- 
dose preferentemente  en   lo  que   Luzán  olvidó  y  en  las 
aplicaciones  de  las  ciencias,  responden  á  sus  anteceden- 
tes, á  su  magisterio  y  á  su  educación  científica  y  útil.  No 
tengo  para  qué  descender  á  más  detalles  del  cotejo  entre 
dichos  planes  y  los  estatutos  de  las  Academias  extranjeras, 
ni  al  de  los  dos  planes  entre  sí  para  fijar  sus  semejanzas 
y  diferencias,  porque  en  la  mano  de  cualquiera  está  hacer 
uno  y  otro  (0. 

(1)     Al  final  de  este  trabajo  publico  íntegros  los  planes  de 


OKÍGKNES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  90I 

Réstame,  para  concluir,  desvanecer  un  error.  Primero, 
Velázquez  (0;  después,  Sempere  (2),  tergiversando  un 
poco  el  testimonio  de  Velázquez;  luego,  D.  Juan  Antonio 
Enríquez  (3);  más  tarde,  el  traductor  ó  adicionador  de 
Coxe  (4),  adulterando  algo  lo  que  escribió  Sempere,  y  Don 
Martín  Fernández  de  Navarrete  (5),  tomándolo  de  dicho 
Enríquez,  y  finalmente,  D.  Antonio  Rodríguez  Villa  (6), 
no  obstante  la  publicación  de  la  carta  antes  mencionada  de 
Jorge  Juan  á  D.  Antonio  Reselló,  todos  han  escrito  afir- 
mándolo en  redondo,  menos  el  último,  que  emplea  el  adver- 

Jorge  Juan  y  de  Luzán,  y  fácilmente  advertirá  cualquiera  sus 
semejanzas  y  diferencias.  Acaso,  si  no  cae  Ensenada,  dado  el 
empeño  suyo  y  de  sus  auxiliares  y  lo  práctico  del  proyecto  de 
Jorge  Juan,  hubiéramos  tenido  desde  entonces  una  Real  Aca- 
demia, que  no  ha  sido  fundada,  ¡vergüenza  da  decirlo!  sino 
cerca  de  un  siglo  después.  Me  refiero  á  la  Real  Academia  de 
Ciencias  Exactas,  Físicas  y  Naturales,  que  fué  creada  nada 
meaos  que  por  decreto  de  25  de  Febrero  de  1747,  como  trans- 
formación de  la  Real  Academia  de  Ciencias  Naturales  de  Ma- 
drid, que  lo  había  sido  por  decreto  de  7  de  Febrero  de  1834. 
Puesto  que  la  Real  Academia  de  Ciencias  Exactas,  Físicas  y 
Naturales  publicó  en  su  Anuario  de  1884  (págs.  4  á  33),  como 
antecedente  ó  documento  histórico,  los  Estatutos  de  su  prede- 
cesora  la  Real  Academia  Matritense  de  Ciencias  Naturales, 
bien  merece  la  pena  que  publique  yo  también  estos  dos  planes, 
que,  de  seguro,  son  más  curiosos  y  mucho  más  dignos  de  es- 
tudio que  dichos  Estatutos,  y  que  constituyen  los  dos  prime- 
ros proyectos  de  Real  Academia  ó  Sociedad  de  Ciencias,  á  la 
■usanza  moderna,  que  se  han  conservado. 
(i)     Lugar  citado,  nota  11,  III. 

(2)  Lugares  citados  en  la  nota  11,  IV. 

(3)  Efemérides  de  España,  periódico  matritense,  núm.  139, 
viernes  18  de  Mayo  de  1804,  pág.  571. 

(4)  Historia  de  la  Casa  de  Borbon,  citada,  tomo  IV:  Ma- 
■drid,  1847,  pág.  35. 

(5)  Biblioteca  marttima  Española:  tomo  II,  Madrid,  1851, 
artículo  Juan  y  Santacilia,  págs.  26  á  28. 

(6)  Don  Cenóii  de  Somodevilla,  pág.  149. 


902  PEDRO    ROCA 

bio  acaso,  que  la  Asamblea  Amistosa  Literaria  de  Cádiz  fué 
el  ensayo  del  plan  de  una  Academia  de  Ciencias,  ó  general 
de  Ciencias  y  Artes,  ó  universal,  ó  de  Ciencias  y  Buenas 
Letras,  que  entonces,  ó  en  tiempo  de  Fernando  VI,  ó  por 
el  Marqués  3e  la  Ensenada,  se  intentaba  formar  en  Madrid, 
Así,  de  este  modo  indeterminado,  refiriéndose  á  proyectos 
de  Academias  de  Ciencias  por  aquella  época,  sin  mención 
ni  distinción  expresa  de  los  de  Luzán  y  de  Jorge  Juan,  vie- 
nen á  suponer  que  estos  planes  de  Academias,  patrocinados 
por  Carvajal  y  la  Ensenada,  fueron  posteriores  á  la  exis- 
tencia de  la  Academia  Amistosa  Literaria,  que  les  sirvió  de 
preparación.  Esto  no  es  veidad:  en  la  carta  de  Jorge  Juan, 
antes  referida,  de  ii  de  Marzo  de  1755,  se  habla  de  la 
«recien  nacida  Asamblea,»  y  de  que  «no  hay  duda  en  que 
la  hubiera  habido»  igual  en  Madrid;  «pero  se  han  trocado 
los  bolos,  y  hallo  que  no  hay  cosa  como  estarse  en  su  rin- 
cón,» con  lo  que  á  las  claras  se  ve  que  el  proyecto  de  So- 
ciedad Real  de  Ciencias  fué  anterior  á  la  existencia  de  la 
Asamblea  Amistosa  Literaria,  y  mal  pudo  servir  ésta  de 
ensayo  á  aquélla;  además,  consta,  por  Memorias  origina- 
les de  la  Asamblea  (O,  que  ésta  comenzó  en  Enero  de  lySS, 
es  decir,  cuando  hacía  medio  año  que  había  caído  el  Mar- 
qués de  la  Ensenada  y  se  hallaba  desterrado  en  Granada, 
y  cuando  se  disponía  la  caída  del  P.  Rávago;  y  es  claro 
que  no  he  de  hablar  del  plan  de  Luzán,  porque  éste  y  Car- 
vajal pertenecían  ya  anteriormente  al  mundo  de  los  muer- 
tos. Pero  si  la  Asamblea  Amistosa  Literaria  de  Cádiz  no 
fué  ensayo  ni  preparación  de  ningún  proyecto  de  Academia 
ó  Sociedad  Real  de  Ciencias  patrocinado  por  Ensenada  6- 
Carvajal,  ¿qué  fué?  La  contestación  á  esta  pregunta  cons- 
tituye parte  del  trabajo  que  en  breve  publicaré  con  el  títu- 
lo de  La  Academia  Amistosa  Literaria  de  Cádiz  y  su  Secre- 
tario D.  José  Carbonel. 

(i)     Kk-Í2i'  Valias,  Depto.  MSS.  Bibl.  Nac,  ya  citado. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  9O3 


APÉNDICES 


I 

Ordenanzas  de  S.  M.  para  la  Sociedad  Real  de 
Ciencias  de  Madrid  (O- 

Don  Fernando,  por  la  gracia  de  Dios  Rey  de  Castilla,  etc., 
etc.  Considerando  lo  importante  que  es  á  mi  servicio  y  al  bien 
de  mis  vassallos  se  promueva  en  mis  Reynos  el  estudio  de  las 
Ciencias  Phísicas  y  Mathemáticas  y  se  aumenten  sus  progres- 
sos,  he  tenido  por  conveniente  erigir  á  este  fin,  como  desde 
luego  erijo,  una  Sociedad,  Real  de  Ciencias  y  expedirle  las  pre- 
sentes Ordenanzas,  que  mando  se  guarden  en  ella  inviolable- 
mente: 

1.  Estará  la  Sociedad  bajo  mi  immediata  protección,  y  re- 
cibirá mis  órdenes  por  mi  Secretario  de  Marina  é  Indias. 

2.  Compondráse  la  Sociedad  de  quinze  Socios  honorarios, 
veinte  y  ocho  Socios  del  número,  diez  y  seis  Socios  fixos  y  de  un 
número  indeterminado  de  Socios  libres. 

3.  Los  Honorarios  serán  naturales  de  my  Reyno  y  distin- 
tinguidos,  assí  por  su  afición  á  las  Ciencias  Phísicas  ó  Mathe- 
máticas, como  por  su  nacimiento  ó  empleos  {2). 

4.  Los  Socios  del  número  serán  todos  avecindados  en  Ma- 
drid: tres  geómetras,  tres  astronómicos,  tres  mechánicos,  tres 
phísicos  experimentales,  tres  anatómicos  médicos,  tres  anató- 
micos cirujanos,  tres  chímicos,  tres  botánicos,  tres  Secretarios 
y  un  Thesorero  (3). 

(i)  Depto.  de  Mss.  de  la  Bibl.  Nac,  Kk-S^,  Varios,  proce- 
dentes de  la  biblioteca  de  Osuna. — Vid.  la  nota  (i)  hacia  el 
fin,  pág.  857.  En  las  notas  que  pongo  al  pie  señalo  algunas 
analo^íías  entre  estas  Ordenanzas  y  los  Reglamentos  de  las 
Reales  Academia  de  Ciencias  de  París  y  de  Ciencias  y  Bellas 
Letras  de  Berlín,  las  cuales,  para  abreviar,  indico  con  sus  ini- 
ciales respectivas  R.  A.  C.  P.  y  R.  A.  C.  B.-L.  B. 

(2)  III,  R.  A.  C.  P. 

(3)  IV,  R.  A.  C.  P. 


904  PEDRO    ROCA 

5.  Los  Socios  fixos  estarán  todos  avecindados  en  Madrid 
y  con  fama  de  intelligentes,  dos  en  cada  una  de  las  ciencias  re- 
feridas (i). 

6.  Los  Socios  libres  serán  ó  del  Reyno  ó  estrangeros,  pero 
siempre  con  fama  de  inteligentes  en  qualquiera  de  las  referidas 
ciencias. 

7.  Después  de  formada  y  establecida  la  Sociedad  en  el  todo, 
ó  sólo  en  parte,  según  la  lista  que  mandaré  se  promulgue,  se 
proveerán  las  distintas  plazas  en  la  forma  siguiente: 

8.  Para  la  de  Socio  honorario  ó  de  Socio  libre,  eligirá  la 
Sociedad  á  pluralidad  de  votos  un  sugeto,  y  me  le  propondrá 
para  tener  mi  aprobación  (2). 

9.  Para  la  de  Socio  del  número  eligirá  la  Sociedad  tressu- 
getos,  á  pluralidad  de  votos,  de  los  quales,  dos  por  lo  menos 
serán  Socios  fixos,  y  me  los  propondrá  para  que  escoxa  el  que- 
fuere  de  mi  agrado  (3). 

10.  Para  la  de  Socio  fixo,  eligirá  la  Sociedad,  á  pluralidad 
de  votos,  tres  sugetos  capazes  3'  me  los  propondrá  para  que  es- 
coja el  que  conviniere. 

11.  Antes  de  proponer  un  sugeto  de  fuera  de  la  Sociedad 
para  qualquiera  plaga  de  ella,  se  procurará  assegurar  su  con- 
sentimiento, y  se  escribirán  su  nombre  y  títulos,  quequedarán 
manifiestos  por  el  tiempo  de  quinze  días,  para  que  cada  Socio 
pueda  informarse  y  votar  con  conocimiento;  y  ninguno  podrá 
ser  propuesto,  si  no  fuere  de  mérito  conocido  en  alguno  de  los 
assumptos  de  la  Sociedad,  de  buenas  costumbres  y  de  edad  de 
veinte  y  cinco  años  por  lo  menos;  y  elegido  que  sea  y  apro- 
vado  por  mí,  se  despachará  un  título  en  la  forma  que  mandaré 
prevenir  (4). 

12.  Tendrá  la  Sociedad  un  Presidente  de  la  clase  de  los 
honorarios  (5),  un  Vicepresidente  y  un  Censor  de  la  clase  de 
los  Socios  del  número,  los  que  yo  nombraré,  y  exercerán  su 
empleo  cada  uno  de  éstos  el  tiempo  de  tres  años  seguidos;  pero, 
á  fin  que  siempre  haya  en  la  Sociedad  sugetos  impuestos  en  el 


(i)  VI,  R.  A.  C.  P. 

(2)  VII,  R.  A.  C.  P. 

(3)  VIH,  R.  A.  C.  P. 

(4)  XI,  XIII,  XIV,  R.  A.  C.  P. 

(5)  III,  R.  A.  C.P. 


ORÍGENES   DE    LA   ACADEMIA    DE   CIENCIAS  905 

gobierno  de  ella  (■),  el  primer  Censor,  que  yo  nombraré,  sólo 
exercerá  su  empleo  un  año  y  el  Vicepresidente  sólo  dos:  de 
esta  suerte,  cada  año  proveerá  uno  de  estos  tres  empleos,  y 
cada  Presidente  tendí  á  dos  distintos  Vicepresidentes  y  dos  dis- 
tintos Censores  durante  su  trienio,  y  recíprocamente  sucederá 
lo  propio  á  los  otros  dos. 

13.  El  Vicepresidente  hará  las  veces  del  Presidente  en  su 
ausencia,  y  llegando  á  faltar  uno  y  otro  por  enfermedad  ó  por 
otro  motivo,  tomará  las  veces  del  Presidente  el  más  antiguo  de 
los  Socios  del  número,  y  se  dará  luego  quenta  á  mi  Secretaría 
de  Marma  é  Indias,  para  que  yo  determine  lo  que  huviere  por 

conveniente.  •  j    j 

14.  El  Censor  atenderá  á  quanto  se  hiciere  en  la  Sociedad, 
sea  en  las  Juntas  ó  fuera  de  ellas  (2),  en  orden  á  lo  científico,  y 
procurará  notar  todo  lo  que  se  opusiere  á  las  Ordenanzas  ó  pi- 
diesse  algún  artículo  nuevo  en  ellas;  zelará  prevenir  lo  que  [puj 
diere  originar  algún  inconveniente,  sea  entre  los  Socios  exis- 
tentes en  la  Sociedad,  sea  entre  un  Socio  y  otro  sabio  regníco- 
la ó  estrangero;  cuidará  que  aquello  que  se  imprima,  escriba  y 
remita  á  países  estrangeros,  salga  conforme  á  lo  que  en  la  So- 
ciedad se  huviesse  leído  ó  por  su  orden  examinado;  protegerá 
los  que  vinieren  á  presentar  algo  á  la  Sociedad,  etc.,  y  de  todo 
dará  parte  al  Presidente  para  que  éste  execute  lo  que  convenga. 

15.  El  Presidente  se  sentará  ocupando  el  medio  de  una 
mesa  que  tendrá  delante;  á  su  derecha,  el  Vicepresidente,  y  á 
su  izquierda  el  Censor,  y  á  ambos  lados  de  éstos,  y  en  la  mis- 
ma línea,  los  honorarios.  En  las  dos  alas  se  pondrán,  prime- 
ro, á  la  derecha  los  dos  Secretarios  é  historiadores;  á  la  izquier- 
da el  Secretario  Plumit  y  el  Thesorero.  En  las  mismas  líneas 
los  Socios  del  número.  Enfrente  de  los  honorarios  se  coloca- 
rán los  Socios  fixos  y  libres,  y  en  cada  classe  no  havrá  más  dis- 
tinción deassientos. 

16.  Será  incumbencia  del  Presidente  ó  del  Socio  que  le 
represente,  el  hacer  deliberar  sobre  los  assumptos  que  occu- 
rriessen,  sean  de  las  Juntas  generales  ó  de  las  secretas;  el  pro- 
poner lo  que  conviniesse  determinar,  y  señalar  lo  que  se  hu- 
viesse de  leer.  Firmará  las  cartas  escritas  en  nombre  de  la  So- 


(i)     Ello  en  el  ms. 
(2)    Ellos  en  el  ms. 


9°^  PEDRO    ROCA 

ciedad,  y  todo  lo  que  conviniesse  participará  á  mi  Secretario 
de  Marina  é  Indias. 

17.  La  Sociedad  tendrá  sus  Juntas  todos  los  miércoles  y 
sábados  del  año  desde  las  cinco  de  la  tarde  asta  las  siete  en 
todas  las  estaciones,  exceptuando  desde  Navidad  hasta  Reyes, 
desde  el  domingo  de  Ramos  hasta  el  de  Quasimodo  y  desde 
mediados  de  Julio  hasta  mediados  de  Septiembre;  pero,  si 
occurriesse  en  estos  días  fiesta  de  precepto  ó  función  particu- 
lar, se  tendrá  la  Junta  un  día  antes  ó  después,  á  elección  del 
Presidente;  y  ninguno  que  no  fuere  Socio  podrá  assistir  á  las 
Juntas  que  sean  públicas  sin  licencia  del  Presidente  ó  de  quien 
le  represente,  á  menos  que  sea  un  sugeto  muy  distinguido  por  su 
nacimiento  ó  fama  en  ciencias,  ó  por  alguna  invención  ó  descu- 
brimiento que  venga  á  proponer  y  que  convenga  admitirle  (i). 

18.  Tendrá  la  Sociedad  dos  Juntas  públicas  cada  año,  una 
al  primer  miércoles  después  de  Quasimodo,  y  otra  la  primera 
después  de  15  de  Septiembre  (2). 

ig.  Assistirán  punctualmente  los  Socios  á  todas  las  Juntas, 
escribiendo  cada  uno  su  nombre  al  entrar  en  un  papel  puesto 
al  propósito  con  distinción  de  classes,  el  que  con  fecha  se  in- 
cluirá en  la  relación  de  la  Junta  que  se  escribiere  en  el  Regis- 
tro; y  ninguno  del  número  podrá  ausentarse  por  más  de  quinze 
días  sin  licencia  por  escrito  del  Presidente,  ni  por  más  de  un 
mes  sin  expressa  licencia  mía  (3). 

20.  Para  premiar  la  punctualidad  de  los  Socios  del  número 
y  fixos  en  assistir  á  las  Juntas,  se  les  dará  en  todas  ellas  una 
medallada  plata,  deviéiidose  verificar  para  estohaver  assistido 
á  toda  la  Junta,  pues,  si  entrase  alguno  después  de  empezada 
ó  saliesse  antes  de  acabada,  se  notará  y  no  tendrá  parte  en  la 
distribución  de  las  medallas  [4). 

21.  Cada  Socio  del  número  gozará  una  renta  anual  de....  (5) 
ducados,  y  se  concederán  otras  menores  á  los  Socios  fixos  que 
se  señalaren  más  en  la  aplicación  y  la  necessitassen  para  el 
adelantamiento  de  los  estudios. 


(i)  XVI,  XVII,  XVIII,  XXXIV,  R.  A.  C.  P. 

(2)  XXXV,  R.  A.  C.  P. 

(3)  XIX,  R.  A.  C.  P. 

(4)  XLIX,  R,  A.  C.  P. 

(5)  En  blanco  en  el  ms. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  9O7 

22.  Al  principio  del  año,  cada  Socio  del  número  y  fixo  de- 
cía [ra]rá  por  escrito  á  la  Sociedad  el  principal  trabaxo  en  que 
hiciere  ánimo  ocuparse;  y  cada  tres  meses  informará  el  Pre- 
sidente de  sus  progressos,  para  que  me  pueda  dar  quenta  déla 
aplicación  de  todos  quando  se  la  pida  (i). 

23.  Aunque  la  obligación  principal  de  cada  Socio  sea  apli- 
carse á  la  ciencia  á  que  está  dedicado,  sin  embargo,  se  exhor- 
tarán á  que  extiendan  sus  investigaciones  á  quanto  puede  ser 
útil  ó  curioso  en  los  demás  assumptos  de  la  Sociedad  (2). 

24.  Todo  Socio  del  número  leerá  precisamente  en  las  Jun- 
tas, á  lo  menos,  dos  escritos  propios  al  ano  (3),  y  éstos  y  los  de- 
más todo  aquello  que  se  les  ofreciere  digno  de  commuaicar  á  la 
Sociedad  en  los  días  que  el  Presidente  les  señalare,  procuran- 
do en  todas  no  falten  assumptos  de  Mathemática  y  Phísica,  ade- 
más de  los  que  los  Secretarios  y  Socios  manifestaren  tocante  á 
las  novedades  científicas  y  comercio  literariode  estrangeros  (4). 

25.  No  se  interrumpirá  al  que  leyere  hasta  ha  ver  acabado^ 
sólo,  sí,  irá  cada  uno  apuntando  los  reparos  que  le  ocurran,  y, 
acabada  la  lectura,  se  propondrán  políticamente,  volviéndose 
á  leer  el  papel  en  parte  ó  en  el  todo,  si  fuere  necessario,  y  se 
oirán  las  respuestas  y  réplicas;  y  si  no  se  aclarassen  suficiente- 
mente las  dificultades  y  importasse  hacerlo  más,  se  mandará  a 
todos  los  contrarios  examinen  aparte  el  assumpto  y  vuelvan  á 
conferenciar  en  otra  Junta,  y  luego  que  esté  la  obra  á  gusto  de 
ésta,  se  dexará  original  en  manos  del  Secretario,  quien  le  pon- 
drá la  fecha  y  su  firma,  y  la  archivará  para  que  quede  en  poder 
de  la  Sociedad  (5). 

26.  Vigilarán  exactamente  los  Presidentes  que  en  las  Jun- 
tas no  use  ningún  Socio  de  expressiones  ofensivas  ó  ásperas 
azia  otro,  y  aunque  quando  se  impugnen  las  opiniones  de 
qualquier  sabio  estrangero,  se  hable  de  él  con  los  términos  más 
medidos  (6). 

27.  Las  decisiones  de  qualquiera  naturaleza  serán  siempre 


(i)  XXI,  R.  A.  C.  P. 

(2)  XXII,  R.  A.  C.  P. 

(3)  XII,  R.  A  C.  B.-L.  B. 

(4)  XXII,  R.  A.  C.  P. 
5)  XXIV,  R.  A.  C.  P. 

(6  XXVI,  R.  A.  C.  P. 


9o8  PEDRO    ROCA. 

á  pluralidad  de  votos.  Todos  los  Socios  lo  tendrán  en  materias 
científicas;  pero  sólo  los  honorarios  y  del  número  lo  tendrán 
en  las  elecciones  y  materias  económicas  ó  governacíones  (i). 
Los  votos  para  elecciones  y  qualquier  otro  assumpto  que  pida 
la  prudencia  sean  secretos,  se  tomarán  por  vía  de  escrutinio, 
empezando  desde  el  Presidente  hasta  el  último  de  los  Socios 
del  número;  pero  siendo  los  votos  públicos,  se  empezará  por  los 
Socios  fixos  y  libres,  y  por  classes  se  proseguirá  {2)  hasta  el 
Presidente. 

28.  Se  juzgará  á  pluralidad  de  votos  sobre  la  impressión  de 
quanto  se  le3rere  (3)  en  la  Sociedad,  y  assimismo  de  todo  lo  que 
de  su  orden  se  huviesse  examinado  aparte  por  sugetos  inteligen- 
tes; biea  entendido  que  primero  havrán  hecho  éstos  relación  ó 
dado  su  parecer  á  la  Junta,  notándose  en  el  Registro  sobre  quál 
de  estos  antecedentes  la  Sociedad  determinó  la  impressión. 

29.  Procurará  la  Sociedad  en  general,  y  cada  Socio  en  par- 
ticular, establecer  }'  mantener  correspondencia  con  los  sabios 
del  Reyno  y  estrangeros,  á  fin  de  tener  promto.aviso  de  quanto 
occurriere  nuevo,  útil  ó  curioso  en  Mathemáticas  y  Phísica;  y 
en  atención  á  esta  correspondencia  para  proveer  las  plazas  va- 
cantes de  Socios,  sedara  la  preferencia  á  los  sabios  que  hubie- 
ren concurrido  en  ella  (4). 

30.  Qualquier  experimento  del  cual  se  Uegasse  á  dar  quen- 
ta,  ya  sea  formalmente  ó  sólo  por  noticia,  y  que  pareciesse  á  la 
Sociedad  merezca  verificación  por  su  importancia,  por  alguna 
duda  ó  por  otro  qualquier  motivo  útil,  se  procurará  verificaren 
la  Junta,  ó  si  no  fuere  possible,  fuera  de  ella;  pero  siempre  en 
presencia  de  algunos  Socios,  quienes  darán  por  escrito  quenta 
individual  de  las  circunstancias  á  la  Junta  (5). 

31.  Procurará  la  Sociedad  estar  informada  de  todos  los  li- 
bros que  salieren  á  luz  dentro  ó  fuera  del  Reyno  como  de  sus 
assumptos,  y  se  hará  dar  razón,  extracto  y  juicio  de  ellos  por 
alguno  de  los  Socios  á  quien  se  lo  encargare,  y  lo  que  éste  cor 
munique  á  la  Sociedad  se  leerá  en  la  Junta,  y  se  practicará  (6) 

(i)  XXXII,  XXXIII,  R.  A.  C.  P. 

(2)  Prosegnirvá  en  el  ms. 

(3)  Leyer  en  el  ms. 

(4)  XXVII,  R.  A.  C.  P. 

(5)  XXV.  XXIX,  R.  A.  C.  P. 

(6)  Proatticará  en  el  ms. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  9O9 

con  ellos  lo  que  con  los  demás  papeles  de  que  se  ha  hecho 

mención  (i). 

32.  Procurará  la  Sociedad  dar  al  público  el  fruto  de  su 
aplicación  en  los  distintos  ramos  de  las  ciencias  phísicas  y  ma- 
themáticas,  dando  á  luz  cada  año  un  tomo  de  sus  observacio- 
nes y  reflexiones  además  de  lo  que  cada  Socio  podrá  impvimir 
aparte,  ya  sea  aclarando,  y  además  (2)  lo  ya  conocido,  ya  sea 
produciendo  nuevas  ideas,  invenciones,  etc. 

33.  Gozará  la  Sociedad  en  Cuerpo,  y  cada  Socio  en  par- 
ticular, el  privilegio  de  imprimir  y  sacar  á  luz  las  obras  que  á 
pluralidad  de  votos  se  hubiessen  juzgado  dignas  de  impressión, 
sin  más  Hcencia,  examen  ni  censura  que  ésta,  y  sólo  expressan- 
do  en  el  libro  la  deliberación  de  la  Sociedad,  con  firma  y  fecha 
del  Secretario;  pero  ninguno  de  los  Socios  podrá  gozar  de  este 
privilegio  sin  aprobación  de  la  Sociedad  y  deliberación  en 
conformidad,  ni  tampoco  poner  su  título  de  Socio  sin  igual 

aprobación  (3). 

34.  Los  tres  Secretarios  serán  perpetuos:  dos  historiado- 
res, es  á  saber,  uno  de  Mathemática  y  phísico-mathemático,  y 
otro  para  la  Anatomía,  Chymica  y  Botánica;  el  tercero  será  Se- 
cretario ordinario  (4). 

35.  Los  Secretarios  historiadores  tendrán  respective  el  car- 
go de  escribir  lo  que  cada  año  se  hubiere  presentado  á  la  So- 
ciedad digno  de  la  luz  pública;  las  mutaciones  en  los  Socios 
por  muerte.de  unos  y  admisión  de  otros;  los  elogios  de  los  pri- 
meros; sus  obras;  la  historia  de  las  dissertaciones  que  juzgasse 
la  Sociedad  dignas  de  impressión  cada  año;  el  extracto  de  lo 
útil  que  se  hallasse  en  otras  no  destinadas  para  la  imprenta, 
sean  de  los  Socios  ó  de  otros  qualesquiera  que  las  hayan  co- 
municado á  la  Sociedad,  y  generalmente  todas  las  observacio- 
nes y  experiencias  nuevas  y  útiles  que  se  hubieren  recibido  de 

fuera  aquel  año. 

36.  Toda  la  Historia  se  escribirá  en  idioma  castellano,  assi 
como  las  dissertaciones  que  la  acompañaren  en  castellano  ó  en 
latín,  y  antes  de  darse  á  la  imprenta  se  leerá  en  las  Juntas  de 

(i)  XXVIII,  R.  A.  C.  P. 

(2)  y  ndemás  parece  que  sobra. 

3)  XXX,  XLVI,  R.  A.  C.  P. 

(4)  XLII,  R.  A.  C.  P. 


giO  PEDRO    ROCA 

la  Sociedad  ó  se  examinará  por  el  Censor  y  Comissarios,  que 
para  cada  ocasión  de  éstas  debe  eligirse,  los  que  darán  quenta 
á  la  Sociedad,  y  ésta  determinará  sobre  la  impressión.  Cada 
tomo  de  Historia  y  Disserlaciones  tendrá  al  principio  un  imprí- 
masse  firmado  del  Presidente,  á  diferencia  de  las  demás  obras 
de  los  Socios  aprobadas  por  la  Sociedad,  que  tendrán  la  certi- 
ficación del  Secretario  ordinario  de  haverse  aprovado. 

37.  El  Secretario  ordinario  llevará  un  Registro  en  que 
apuntará  con  cuidado  todo  lo  que  se  hiciere,  leyesse,  examinas- 
se  y  decidiesse  en  las  Juntas,  cada  cosa  con  su  fecha,  y  después 
de  la  lysta  de  los  Socios  que  hubiessen  assistido  á  ella.  Recibirá 
los  papeles  y  dissertaciones  después  de  comunicadas;  les  pondrá 
la  fecha  y  firma,  y  los  archivará.  Dará  certificación  y  traslados 
á  quien  la  Sociedad  mandasse.  Mantendrá  la  correspondencia 
litteraria  por  orden  y  en  nombre  de  ella,  y  tendrá  á  expensas 
de  la  Sociedad  dos  sugetos  que  sepan  las  lenguas  estrangeras,  á 
lo  menos  la  francesa,  inglessa,  alemana  é  italiana,  para  que 
puedan  traducir  en  castellano  los  papeles  escritos  en  estos  idio- 
mas que  importassen  ó  que  mandare  la  Sociedad  se  traduzgan. 
Recogerá  los  votos  quando  se  diessen  por  escrutinio,  y  los  en- 
tregará al  Presidente. 

38.  Del  Registro  del  Secretario  ordinario  se  sacarán  dos 
traslados,  que  firmados  de  su  mano  se  distribuirán  por  trimes- 
tre á  los  dos  Secretarios  historiadores,  para  el  adelantamiento 
de  sus  respectivas  tareas;  pero  el  Registro  original,  firmado  assi, 
mismo  del  Secretario  ordinario,  se  archivará  en  la  Bibliotheca 
de  Manuescritos  á  fin  del  año.  Assimismo  las  dissertaciones, 
papeles  y  cartas  que  en  las  Juntas  de  Sociedad  se  leyeren,  des- 
pués de  haverles  puesto  firma  y  fecha  el  mismo  Secretario,  se 
archivarán  originales  con  las  decissiones  de  la  Junta  y  las  res- 
puestas á  las  cartas,  si  las  hubiesse;  y  después  que  de  cada  dis- 
sertación,  papel,  carta  y  respuesta  se  haya  sacado  una  copia- 
se entregará  al  Secretario  historiador  á  quien  tocasse,  según  la 
naturaleza  de  la  dissertación,  etc.  Lo  que  se  hará  también  por 
trimestre. 

39.  Si  se  ausentasse  el  Secretario  ordinario  por  algún  mo- 
tivo regular,  nombrará  el  Presidente  á  uno  de  los  Socios  fixos 
para  que  lleve  interinamente  el  Registro,  y  informará  de  ello  á 
mi  Secretario  de  Marina  é  Indias.  Lo  mismo  se  ha  [de]  enten- 
der respective  del  Thesoro. 


orígenes  de  la  academia,  de  ciencias         911 

40.  El  Thesorero  se  hará  cargo  de  todo  lo  perteneciente  á 
la  Sociedad,  además  de  la  Librería  y  Jardín  de  Botánica,  según 
los  inventarios  que  con  prolixidad  se  formarán.  Un  tanto  que- 
dará en  el  Archivo  de  la  Sociedad,  y  otro  en  poder  del  Theso- 
rero, los  2  con  las  firmas  necessarias  de  la  Junta  económica;  y 
de  qualquiera  cosa  que  se  comunique  á  alguno  de  los  Socios 
en  virtud  de  la  decisión  de  la  Junta,  tomará  el  Thesorero  recibo 
en  forma,  advirtiendo  haver  sido  con  licencia  de  la  Junta,  y  és- 
tos se  manifestarán  en  las  visitas  que  se  hicieren  *de  Theso- 
rería. 

41.  Tendrá  assimismo  ua  libro  aparte  en  que  apuntará  por 
sus  fechas  todas  las  resultas  de  las  Juntas  económicas  y  distri- 
bución de  las  rentas,  según  se  manda  en  los  artículos  siguientes. 

42.  Los  inventarios  de  las  cosas  pertenecientes  á  la  Socie- 
dad, sean  libros,  máquinas,  piezas  de  Historia  Natural,  curio- 
sidades, etc.,  se  recogerán  y  cotejarán  con  las  cosas  mismas  por 

cada  Presidente,  del  Censor  y  de  los  Secretarios (i),  y  se 

expressará  en  los  inventarios  la  resulta  de  este  cotejo  (2)  con  las 
firmas  de  los  que  lo  hubieren  hecho;  y,  si  llegasse  á  faltar  algo, 
se  precissará  á  el  que  lo  huviere  tenido  en  su  cargo  á  que  lo 
reponga  en  el  modo  possible. 

43.  Tendrá  la  Sociedad,  además  de  las  salas  necessarias 
para  sus  Juntas,  para  la  Bibliotheca,  para  la  Mechánica,  para 
la  Anatomía,  para  la  Chímica,  para  la  Historial,  un  Observa- 
torio, un  Jardín  para  las  plantas,  etc.,  y  alojamientos  corres- 
pondientes para  los  que  precisamente  han  de  estar  immediatos 
á   estas  oficinas. 

44.  Se  concederá  á  la  Sociedad  un  fondo  suficiente  para 
establecer  y  formar  una  Biblioteca  de  Phísica  y  Mathemática, 
un  Gabinete  de  instrumentos  y  máquinas,  y  otro  de  Historia 
Natural,  y  se  assignará  una  renta  para  el  aumento  de  ellos. 

45.  Le  concedo  á  la  Sociedad  una  renta  annual  }'  perpetua 
de  250.000  (3)  escudos,  para  el  aumento  de  su  Bibliotheca,  Ga- 
binetes de  instrumentos  y  de  Historia  Natural,  para  los  precis- 
sos  gastos  de  sus  Juntas,  }'  para  las  experiencias  que  se  hicies- 
sen  por  la  Sociedad,  de  su  orden  aparte  por  algún  Socio  ó  he- 


(i)     Así  en  el  ms. 

(2)  Cortejo  en  el  ms. 

(3)  Tachada  esta  cifra  en  el  ms. 


912  PEDRO    ROCA 

chas  se  mandaren  abonar  (r).  Los  adjuntos  de  los  Secretarios, 
los  traductores,  los  guardas  ó  mogos  de  la  Biblioteca,  las  bu- 
gías,  muebles,  pagas, etc.,  se  pagarán  de  esta  misma  asignación, 

46.  La  distribución  de  la  reala  asignada  en  el  artículo  an- 
terior se  hará  por  una  Junta  particular  económica,  que  indefec- 
tiblemente se  tendrá  al  fin  de  cada  mes,  compuesta  del  Presi- 
dente, Vicepresidente,  Censor  y  seis  Socios  del  número,  es  á 
saber:  tres  mathemáticos  (2)  y  tres  phísicos,  que  cada  año  se 
eligirán  pof  votos,  y  además  el  Secretario  ordinario  y  el  The- 
sorero.  Las  resultas  de  essas  Juntas  se  escribirán  por  el  Se- 
cretario en  el  libro  del  Thesorero,  se  firmarán  por  todos  los  que 
hubiessen  assistido,  y  se  archivará  dicho  libro,  sin  poder  nun- 
ca ser  extrahido  del  Archivo.  Se  escribirán  también  las  mismas 
resultas  por  el  Thesorero  en  un  libro,  que  tendrá  en  su  poder 
para  su  gobierno,  é  igualmente  la  execución  de  lo  determina- 
do por  la  Junta  (3). 

47.  Havrá  (4)  un  üibliothecario  de  la  classe  de  los  Socios 
del  número,  y  un  Sub-bibliothecario  de  la  de  los  Socios  fixos: 
el  uno  ha  de  ser  mathemático,  y  el  otro  phísico.  Assimismo 
havrá  un  botánico  de  la  classe  de  los  Socios  del  número,  que 
se  hará  cargo  del  Jardín  de  Botánica,  y  un  Socio  fixo,  que  se 
hará  el  mismo  cargo  debaxo  de  éste  (5);  el  Thesorero,  quatro 
Socios  fixos,  que  cuidarán  los  Gabinetes  de  mechánica,  ma- 
chinas de  Anatomía,  de  Historia  Natural  y  de  Chímica,  y  cada 
libro,  máquina  ó  pieza  de  qualquiera  de  estos  gabinetes  tendrá 
su  número  encima,  relativo  al  inventario  respectivo  de  cada 
gabinete. 

48.  Se  erigirá  una  Academia,  baxo  la  única  dirección  de  la 
Sociedad,  en  que  se  enseñarán  las  Cüncias  Phísicas  y  Mathemá- 
ticas,  en  castellano  ó  en  latín.  Formaráse  de  3  Professores  de 
Mathemálicas,  uno  de  Phísica  general,  otro  de  Artes  y  Manu- 
facturas, otro  de  Phísica  experimental,  otro  de  Anatomía,  otro 
de  Operaciones  chirúrgicas,  otro  de  Chímica,  otro  de  Pharma- 
cia, otro  de  Metallurgia,  otro  de  Botánica,  todos  de  la  Socie- 


(i)  XLVIII,  R.  A.  C.  P. 

(2)  ñliitlieiiinticas  en  el  ms. 

(3)  Xm,  XIV,  R.  A.  C.  B.-L,  B. 

(4)  H II ora  por  havrá  en  el  ms. 

(5)  Esio  en  el  ms. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  9I3 

dad,  y  uno  de  ellos  hará  las  veces  de  Lector  por  el  espacio  de 
tres  años,  nombrados  quando  se  elija  el  Presidente  de  la  Socie- 
dad, á  quien  se  dará  quenta  de  lo  que  se  ofreciesse  tocante  á  la 
Academia. 

49.  Los  Professores  serán  perpetuos,  y  los  nombrará  la  So- 
ciedad entera  por  vía  de  escrutinio. 

50.  La  Sociedad  como  Cuerpo,  y  cada  Socio  de  los  avecin- 
dados en  Madrid,  dependerán  del  Ministro  de  Marina  é  Indias, 
y  en  los  negocios  ordinarios  se  cometerán  sus  causas  al  Tri- 
bunal  (i),  en  Wladrid,  quedando  obligados  los  que  les  de- 

mandassen  qualquiera  cosa  ó  derecho  que  sea,  de  occurrir  á  di- 
cho Tribunal  de  primera  instancia. 


II 

Proyecto  y  plan  de  una  Academia  Real 
de  Ciencias,  Bellas  Letras  y  Artes  en  Madrid  í^). 

Como  no  debo  ni  quiero  ser  prolixo,  supondré  como  notoria 
la  utilidad  que  trae  á  un  Estado  la  ciencia,  la  erudición  y  la 
instrucción. 

Supongo  también  igualmente  notoria  la  necesidad  que  hay 

(i)     En  blanco  en  el  ms. 

(2)  Archivo  Histórico  Nacional,  Papeles  de  Estado,  proce- 
dentes del  Archivo  general  Central  de  Alcalá  de  Henares,  le- 
<rajo  3.022,  núm.  3.— Vid.  la  nota  (i)  hacia  el  fin,  pág.  S57-— 
Repito  la  advertencia  respecto  de  las  iniciales  R.  A.  C.  P. 
y  R.  A.  C.  B.-L.  B.  .  . 

La  letra  de  la  siguiente  carta  de  remisión  de  esta  copia  que 
publico,  es  de  D.  Eugenio  de  Llaguno  y  Amírola: 

«Excmo.  Sr.:  Dixe  á  V.  E.  tiempos  hace  que  tema  una  copia 
del  proyecto  de  una  Academia  de  las  Ciencias  que  hizo  Luzán 
por  encargo  del  Sr.  Carbajal,  refundiendo  en  ella  las  que  había 
y  hay  actualmente.  Ahora  en  Madrid  la  he  buscado  y  hallado, 
y  la  remito  á  V.  E.  por  si  puede  servir  de  algo. 

«Antes  que  el  Sr.  Carbajal,  pensó  Er.senada  en  Academia 
de  las  Ciencias,  y  hizo  varios  preparativos;  pero  abandono  la 
idea,  porque  vió  que  los  Jesuitas,  por  medio  de  Rabago,  se 
ivan  á  apoderar  de  la  tal  Academia,  situándola  en  el  Semina- 
rio de  Nobles.» 

n  58    . 


914  PEDRO    ROCA 

en  España  de  que  se  restablezcan  las  ciencias,  las  artes  libe- 
rales, el  buen  estilo,  el  buen  gusto. 

Sobre  estos  supuestos  de  la  necesidad  y  utilidad  de  lo  que 
propongo,  pasaré  á  formar  un  plan  de  Academia  apropriado  á 
la  necesidad,  y  á  la  mayor  conveniencia  de  España  y  al  estado 
actual  de  las  cosas,  que  es  circunstancia  muy  precisa  para  que 
el  proyecto  sea  practicable  en  el  día. 

Hay  ya  en  Madrid  varias  Academias  Reales:  la  Española, 
la  de  la  Historia,  de  Medicina,  de  Cirugía,  etc.  Algunas  de  és- 
tas tienen  rentas  y  estatutos;  pero,  ó  sea  por  su  inobservancia, 
ó  (lo  que  es  más  probable)  porque  no  se  formaron  con  todo 
aquel  conocimiento,  cuidado  y  penetración  que  requería  el 
asunto,  parece  que,  apagado  aquel  primer  fervor,  nada  han 
producido  estas  Academias  que  pueda  contentar  las  esperanzas 
que  de  ellas  se  habían  concebido. 

Por  manera  que  claramente  se  ve  que,  para  que  den  el  fruto 
deseado,  conviene  refundirlas  de  nuevo  y  darlas  nueva  forma  y 
otros  estatutos  apropriados  á  la  necesidad  de  España,  bien  como 
se  transplantan  y  se  ingieren  los  árboles  para  que  fructifiquen. 

La  experiencia  ha  manifestado  que  los  estatutos  de  una  y 
otra  Academia  no  debían  de  ser  los  más  proporcionados,  pues- 
to que  en  lugar  de  verse  algunos  buenos  efectos,  se  ha  visto,  al 
contrario,  consumir  inútilmente  el  tiempo  en  disputas  y  en  tra- 
bajos casi  pueril3s,  hechos  con  una  lentitud  intolerable;  y  esto 
no  por  falta  de  sujetos  laboriosos  y  hábiles,  porque  en  ambas 
Academias  los  hay,  sino  por  falta  da  méthodo,  por  abusos,  por 
pereza  y  descuido,  y  por  una  mala  distribución  de  las  rentas. 

Para  remediar  á  todos  estos  defectos  y  hacer  que  los  acadé- 
micos hábiles  y  aplicados  de  una  y  otra  Academia  produzcan 
obras  útiles  que  den  honor  á  España,  y  sirvan  de  instrucción 
á  toda  la  nación,  me  ha  parecido  que  no  hay  otro  medio  me- 
jor que  dar  una  nueva  forma  y  nuevos  estatutos  á  una  Acade- 
mia de  Ciencias  y  Bellas  Letras  que  abrace  las  dos,  y  aun  se 
extienda  á  mucho  más:  en  cuio  assunto  y  formación  de  este 
nuevo  plan  me  guiaré  por  la  experiencia  que  tengo  de  muchos 
años,  no  sólo  de  estas  dos  Academias  (de  quienes  tengo  la 
honra  de  ser  Académico),  sino  de  las  de  Italia,  de  Francia  y 
Alemania,  en  las  quales,  ó  he  sido  yo  también  Académico,  ó  he 
assistido  y  visto  cómo  se  manejan,  ó  tengo  presentes  sus  fun- 
daciones, estatutos  y  méthodos. 


ORÍGRNES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  9I5 

Para  quanto  iré  asentando  y  estableciendo  en  este  plan,  ten- 
go razones  sólidas  y  claras,  que  expondré  largamente  siempre 
que  se  me  mande,  se  me  pregunte  ó  se  dude;  pero  las  omito 
aquí  y  las  suprimo  por  no  cansar  con  prolixos  discursos:  de 
modo  que  aquí  sólo  se  verá  la  planta  acabada  con  sus  estatu- 
ios y  reglas,  y  con  todo  lo  demás  que  se  requiere  para  poderla 
poner  luego  en  práctica. 


-FORMACIÓN    Y    ESTATUTOS    DE    LA    NUEVA   REAL   ACADEMIA 
DE    CIENCIAS    Y    BELLAS    LETRAS 

I.  Se  compondrá  esta  Academia  de  cinco  clases  y  de  dife- 
rentes Académicos. 

Primera  clase. — De  la  Lengua  Española,  Poesía  y  Orato- 
ria, habrá  quatro  Académicos  honoríficos,  quatro  Académicos 
pensionarios,  quatro  Académicos  associados  del  número  y  qual 
tro  Agregarlos,  esto  es,  que  podráu  ser  de  las  provincias  de 
España,  sia  precisión  de  estar  en  Madrid.  Da  modo  que  esta 
-classe  constará  de  quatro  Académicos  honoríficos,  quatro  Pen- 
sionarios, quatro  Associados  y  quatro  Agregidos. 

II.  Segunda  classe.— Dí  laHisto/ia  ds  España  y  di  Indias, 
■.eclesiástica  y  prophann'. 

Seis  Académicos  honoríficos. 
Seis  Pensionarios. 
Seis  Associados. 
Seis  Agregados. 

III.  Tekcera  classe. — De  Philosophía  (i): 
Dos  Numerarios  Honoríficos. 

Dos  Pensionarios. 
-Dos  Associados. 
Dos  Agregados. 

IV.  QuARTA  classe. — De  M athemáticas  (2): 
Quatro  Numerarios  Honoríficos. 

Quatro  Pensionarios. 
Quatro  Associados. 
Quatro  Agregados. 

(i)    I,  I,  3,  R.  A.  C.  B.-L.  B. 
(2)     I,  2,  R.  A.  C.  B.-L.  B. 


gl6  PEDRO    ROCA 

V.  Quinta  classe.— Dí  In  Erudición  y  Lenguas  (i): 
Quatro  Numerarios  Honoríficos. 

Quatro  Pensionarios. 

Quatro  Associados.  * 

Qiialro  Agregados. 

VI.  Habrá  un  Secretario  perpetuo  de  la  Academia,  que  se 
tomará  de  la  clase  de  los  Pensionarios,  y  tendrá  un  sobresuel- 
do ó  gratificación  por  el  trabajo  de  Secretario  y  para  un  ama- 
nuense (2). 

VIL  Cada  classe  tendrá  un  Secretario  particular,  que  será 
al  mismo  tiempo  como  Archivero  y  guarda  de  los  papeles,  li- 
bros, instrumentos  y  otras  cosas  pertenecientes  á  su  classe;  éste 
se  tomará  de  los  Associados,  y  tendrá  una  gratificación  ó  suel- 
do proporcionado:  este  Secretario  particular  ha  de  ser  per- 
petuo. 

VIII.  Habrá  un  Thesorero  perpetuo  de  la  Academia,  que 
será  uno  de  los  Pensionarios  ó  Associados,  con  una  gratifica- 
ción de  quatro  mil  reales  (3)  y  un  Contador,  también  perpetuo, 
de  los  Associados  con  dos  mil  reales. 

IX.  Habrá  un  Presidente  de  toda  la  Academia,  que  le 
nombrará  el  Rey  cada  dos  años,  de  la  classe  de  los  Honoríficos 

numerarios  (4). 

X.  Un  Director,  que  nombrará  también  el  Rey  cada  dos 
años,  de  la  classe  de  los  Pensionarios  (5). 

XI.  Un  Vicepresidente,  cada  dos  años,  de  la  classe  délos 
Honoríficos  (6). 

XII.  Quatro  Consiliarios:  dos  de  la  classe  de  Honoríficos, 
uno  de  los  Pensionarios  y  otro  de  los  Associados  (7). 

XIII.  Rbntas  de  la  Academia  y  su  distribución.— Cada 
classe  de  Pensionarios  (que  deberán  siempre  ser  elegidos  por  su 
Mag.d  á  proposición  de  la  Academia)  gozará  de  pensión  annua 
treinta  mil  reales,  á  excepción  de  la  classe  de  la  Historia,  que 
tendrá  quarenta  y  dos  mil;  y  se  pagará  esta  renta  por  semes- 

(i)  I,  4,  R.  A.  C.  B.-L.  B. 

(2)  IV,  XLII,  R.  A.  C.  P. 

(3)  IV,  XLV,  R.  A.  C.  P. 

(4)  III,  XXXIX,  R.  A.  C.  P. 

(5)  XXXLY,  R.  A.  C.  P. 
(b)  XXXIX,  R.  A.  C.  P. 
(7)  XIII,  R.  A.  C.  B.-L.  B. 


ORÍGENES   DE    LA    ACADEMIA.    DE    CIENCIAS  gi? 

tres,  y  se  distribuirá  ea  esta  forma:  A  ua  Académico  pensio- 
nario, doce  mil  reales;  á  otro,  ocho  mü;  á  otro,  seis  mil;  á  otro, 
quatro,  y  en  las  vacantes  irán  optando  estos  sueldos  respecti- 
vamente, de  modo  que  el  que  entre  de  nuevo  obtendrá  los  ga- 
ges  de  quatro  mil  reales;  en  la  classe  de  la  Historia  habrá  dos 
plazas  más,  una  de  ocho  mil  y  otra  de  quatro  mil  reales,  y  es- 
tas dos  plazas  y  su  renta  habrá  de  menos  en  la  tercera  classe, 

XIV.  El  Secretario  perpetuo  tendrá  quatro  mil  reales  más 
de  gratificación. 

XV.  El  Thesorero  tendrá  quatro  mil  raales  de   gratifi- 
cación. 

XVI.  El  Contador,  dos  mil  reales. 

XVII.  Cada  uno  de  los  cinco  Archiveros  particulares  de  las 
cinco  classes,  tendrá  mil  y  quinientos  reales  de  gratificacióa. 

XVIII.  En  la  classe  de  la  Historia  habrá  dos  Académicos 
pensionarios  de  la  Academia  de  la  Historia  fundada  en  Roma: 
tendrán  de  gages  quatro  mil  reales  cada  uno;  se  les  pagara  de 
los  caudales  de  la  Academia;  los  nombrará  el  Rey  á  propossi- 
ción  del  Cardenal  Prolector,  ó  Ministro  que  allí  hubiere,  y  se 
corresponderán  con  la  Academia,  y  especialmente  con  la  classe 
de  la  Historia  en  todas  las  cosas  y  noticias  pertenecientes  á  la 
Historia  de  España,  y  se  comunicarán  recíprocamente  sus 
obras  y  trabajos  literarios. 

XIX.  Habrá  fundados  quatro  premios  cada  año:  dos  de 
treinta  doblones  cada  uno,  los  que  se  distribuirán  á  los  que  hu- 
bieren compuesto  una  tragedia  ó  una  comedia  ajustada  á  las 
reglas,  y  con  todos  los  requisitos  para  ser  perfecta  y  poderse 
representar  con  utilidad  del  público.  Este  premio  6  premios  se 
distribuirá  el  día  de  Santa  Bárbara,  en  solemne  Junta,  en  la 
forma  que  se  dirá  más  adelante. 

XX.  Un  premio  de  quarenta  doblones  al  que  mejor  tratare 
uno  de  los  puntos  útiles  de  la  Historia  de  España,  el  día  de 

Santiago. 

XXI.  Otro  premio  de  cincuenta  doblones  al  que  resolviera 
mejor  alguno  de  los  problemas  útiles  á  la  navegación,  á  la  as- 
tronomía, á  la  Agricultura  ó  á  la  fortificación,  ó  produxese  al  - 
gún  nuevo  invento  útil,  el  día  de  San  Fernando. 

XXII.  Tendrá,  además,  la  Academia  veinte  mil  reales  cada 
año  para  pagar  dos  porteros,  á  dos  mil  reales  cada  uno,  y  los 
restantes  para  la  impresión  de  un  tomo  de  Memorias  en  4.°  que 


glS  PEDRO    ROCA 

deberá  imprimir  cada  año,  con  la  historia  de  la  Academia  y  con 
las  disertaciones  mejores  que  se  hubieren  trabajado  en  aque^ 
año  por  sus  Académicos,  dando  el  extracto  3'  poniendo  en  to- 
das el  nombre  del  autor,  que  será  responsable  de  lo  que  dixere. 

XXIII.  Para  quatro  Académicos  artífices,  ocho  milreales^ 

XXIV.  Para  la  impresión  del  Diario  deLUeratcs,  once  mil 
reales. 

XXV.  Para  libros,  cinco  mil  reales. 

XXVI.  Para  bugías,  etc.,  dos  mil  reales. 

XXVII.  Por  manera  que  la  renta  de  la  Academia  y  su  dis- 
tribución, será  la  siguiente: 

A  los  veinte  Académicos  pensionarios,  ciento  cin- 
cuenta mil  reales  distribuidos  en  la  forma  que  ya  se 

ha  dicho 150.000 

Al  Secretario  perpetuo,  por  gratificación,  quatro  mil 

reales 4.000 

Al  Thesorero  perpetuo,  por  gratificación,  quatro  mil 

■^s^'ss 4.000 

Al  Contador,  dos  mil  reales 2.000 

A  cinco  Archiveros  particulares,  á  mil  y  quinientos 

reales  cada  uno,  siete  mil  y  quinientos 7-5oo 

A  dos  Académicos  agregados  pensionarios  en  Roma, 

á  quatro  mil  reales  cada  uno ,, ,         8.000 

Para  quatro  premios  anuales,  en  todo  ciento  y  cin- 
cuenta doblones o. 000 

Para  dos  porteros,  á  dos  mil  reales  cada  uno 4.00a 

Para  la  impresión  del  tomo  de  Memorias  annuales, 

diez  y  seis  mil  reales 16.000 

Para  quatro  Académicos  artífices,  á  dos  mil  reales 

cada  uno gogo 

Para  la  impresión  del  Diario  de  los  Literatos  de  Es- 
paña, once  mil  reales 11.000 

Para  libros  é  instrumentos,  á  mil  reales  cada  classe.         5.000 
Para  bugías,  etc.,  dos  mil  reales 2.000 


230.500 


Nótese  que  ya  la  Academia  Española  tiene  sesenta  mil  rea- 
les, y  la  Academia  de  la  Historia  qüarenta  y  quatro  mil;  por 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  Qig 

manera  que  sólo  se  habrán  de  añadir  ciento  y  veinte  y  seis  mil 
y  quinientos  reales,  suma  pequeña  para  un  Rey  de  España  que 
quiera  hacer  un  gran  bien  A  toda  la  Nación  y  eUrniznr  su  nombre. 

XXVIII.  Obligaciones  DE  los  académicos,  sus  estudios 
Y  MÉRITOS  Y  su  ELECCIÓN.— P^wí^í/í^í.— El  Presidente  Será  de 
la  clase  de  Numerarios  honoríficos  (i):  le  elegirá  S.  M.  cada 
dos  años  por  Navidades,  para  que  empiece  á  exercer  sus  fun- 
ciones con  el  nuevo  año. 

XXIX.  Deberá  assistir  y  presidir  á  todas  las  Juntas  infal- 
tablemente,  pudiéndose  sólo  executar  por  falta  de  salud  ó  por 
gravíssima  ocupación;  y  en  tal  caso,  deberá  avisar  por  la  ma- 
ñana al  Secretario  de  la  Academia,  á  ñn  de  que  éste  lo  diga  á 
la  Academia  y  presida  en  ella  sin  detención  el  que  se  sigue  por 

su  orden. 

XXX.  Destinará  los  sugetos  que  hayan  de  hacer  elogios  ú 
oraciones:  señalará,  consultando  con  el  Vicepresidente,  Direc- 
tor, Secretario  y  Consiliarios,  los  Académicos  que  deberán  leer 
dissertaciones  ú  otras  obras  en  los  días  de  Junta;  teniendo  para 
esto  un  índice  de  los  días  de  Junta  y  de  los  Académicos  que 
han  de  leer  sus  obras,  y  los  assuntos  de  que  los  Académicos 
habrán  ofrecido  tratar.  Y  tendrá  también  acción,  con  el  pare- 
cer de  los  sobredichos,  de  mudar  los  assuntos  y  substituir  otros 
que  parezcan  más  útiles,  como  sean  proporcionados  á  los  que 
los  han  de  tratar;  pero  todo  con  prudencia,  madurez  y  blandu- 
ra, y  de  acuerdo  con  los  demás  Oficiales  y  Consiliarios,  y  no 
de  otra  suerte. 

XXXI.  Nombrará  por  sí  solo  los  porteros  de  la  Academia, 
siempre  que  haya  vacante,  sin  necesitar  de  otra  confirmación 
más  que  un  nombramiento  firmado  de  su  mano. 

XXXII.  Ocupará  siempre  que  assista  el  primer  lugar,  que 
será  el  del  medio,  eu  la  cabezera  de  la  mesa;  pero  si  hubiesse 
avisado  por  la  mañana  que  no  assistiría  á  la  Junta,  y  no  obs- 
tante esso,  fuesse  á  ella  quando  ya  está  empezada,  entrará 
como  convidado  y  se  sentará  en  el  lugar  de  los  convidados, 
prosiguiendo  á  presidir  en  aquella  Junta,  sin  mudar  de  puesto, 
el  que  había  empezado  á  presidirla. 

XXXIII.  Destinará  los  que  hubieren  de  executar  alguna 
comissión  en  nombre  de  la  Academia,  ya  sea  para  revisiones 

(i)     III,  XXXIX,  R.  A.  C.  P: 


920  PEDRO    ROCA 

de  alguna  obra,  ó  para  embaxadas  ó  visitas,  ó  para  convites  ú 
otras  diligencias. 

XXXIV.  Dará  por  su  mano  el  premio  al  que  lo  ganare,  por 
sentencia  de  los  Jueces  comisionados. 

XXXV.  Representará  al  Rey,  por  mano  de  su  Ministro  de 
Estado,  los  méritos  particulares  de  los  Académicos  y  las  obras 
útiles  que  hubieren  trabajado,  para  que  S.  M.  los  atienda  en 
sus  pretensiones,  los  dé  gratificaciones  ó  ayudas  de  costa  por 
su  trabajo  y  para  imprimir  sus  obras,  ó  los  honre  con  algunas 
distinciones. 

XXXVI.  En  las  funciones  de  Besamanos  ú  Oraciones  de  la 
Academia  á  los  Reyes  ó  Personas  Reales,  irá  presidiendo  á  la 
Academia;  menos  que  por  algún  impedimento  no  quiera  dexar 
este  encargo  de  harengar  á  otro  Académico. 

XXXV'II.  Todas  las  patentes  de  los  Académicos  deberán 
ir  firmadas  del  Presidente,  y  por  su  ausencia  ó  enfermedad, 
del  Vicepresidente  ó  de  los  demás  que  por  su  orden  se  si- 
guieren. 

XXXVIII.  Del  Vicepresidente. — Le  nombrará  el  Rey  cada 
dos  años,  al  mismo  tiempo  que  el  Presidente,  de  la  classe  de 
Honoríficos  del  número  (i). 

XXXIX.  Ocupará  el  lugar  de  la  derecha  del  Presidente  en 
la  cabezera. 

XL.  En  ausencia  del  Presidente,  hará  todas  sus  veces  en 
todo,  á  excepción  del  nombramiento  de  porteros  en  caso  de  va- 
cante. 

XLI.  Del  Director. — El  Director  se  elegirá  por  la  Acade- 
mia cada  dos  años,  al  mismo  tiempo  que  el  Presidente  y  Vice- 
presidente. 

XLII.  Deberá  ser  de  la  classe  de  los  Pensionarios  (2).  Ten- 
drán voto  para  su  elección  los  Numerarios  Honoríficos  y  Asso- 
ciados  que  se  hallarán  presentes. 

XLIII.  Después  de  hecha  la  elección,  que  será  á  plurali- 
dad de  votos,  dará  cuenta  la  Academia  al  Ministro  de  Estado. 

XLIV.     El  Director  ocupará  la  izquierda  del  Presidente. 

XLV.  Tendrá  especial  cuidado  de  todo  lo  literario  de  la 
Academia  en  todas  sus  classes. 


(i)     XXXIX,  R.  A.  C.  P. 
(2)     XXXIX,  R.  A.  C.  P. 


ORÍGENES    DE    LA   ACADEMIA    DE   CIENCIAS  921 

XLVI.  Propondrá  á  la  Academia  los  assuntos  para  las 
dissertaciones  de  todos  los  Académicos  y  para  los  premios 

annuales. 

XLVII.  Presidirá  en  la  Comissión  particular  que  se  nom- 
brará cada  dos  años  para  la  revisión,  censura  y  corrección  de 
las  dissertaciones  y  demás  trabajos  que  se  imprimirán  en  el 
tomo  de  Memorias  que  deberá  publicarse  cada  año. 

XLVIII.  Del  Secretado.— K\  Secretario  de  la  Academia 
será  perpetuo:  le  nombrará  el  Rey  de  la  classe  de  los  Pensio- 
narios (i).  , 

XLIX.     Ocupará  el  lugar  después  del  Vicepresidente,  a  la 

derecha  del  Presidente. 

L.  Tendrá  á  su  cargo  el  libro  de  los  acuerdos  de  la  Aca- 
demia, y  notará  en  él  los  de  todas  las  Juntas,  los  nombres  da 
todos  los  que  hubieren  assistido,  los  papeles  y  obras  que  se  hu- 
bieren leído,  y  todo  lo  que  se  hubiere  tratado  en  aquella  Junta, 
y  leerá  su  acuerdo  en  las  Juntas  inmediatas. 

LI.  Será  de  su  cargo  la  correspondencia  y  cartas  latinas  ó 
españolas  que  por  la  Academia  se  hubieren  de  escribir  ó  res- 
ponder, assí  dentro  como  fuera  de  los  Reynos  de  España. 

LTI.  Tendrá  obligación  de  recoger  en  cada  Junta  todos  los 
papeles  que  se  leyeren,  sin  permitir  que  se  lea  cosa  alguna  de 
que  no  quede  original  ó  copia,  y  todos  estos  papeles  los  ten- 
drá en  orden  y  buena  custodia,  y  los  llevará  á  la  Academia,  ó 
los  hará  copiar  siempre  que  la  Academia  lo  mande,  para  la 
impresión  ó  para  otros  fines.  Dará  cuenta  y  leerá  todos  los  me- 
moriales, cartas,  avisos,  etc.,  muertes  ó  ausencias  de  Acadé- 
micos, etc.,  y  leerá  dos  vezes  cada  año  á  la  Junta  los  Estatutos 
de  la  Academia. 

Lili.     Del  Thesorei'o.— El  Thesorero  será  perpetuo  (2):   le 
nombrará  el  Rey  de  cualquiera  de  las  classes  de  la  Academia. 
LIV.     Tendrá  assiento  en  la  Academia  donde  le  correspon- 
da por  su  classe. 

LV.  Tendrá  obligación  de  cobrar  las  rentas  señaladas  á  la 
Academia  en  los  tiempos  que  se  determinare  por  tercios  ó  se- 
mestres. 

LVI.     Desde  la  Caxa  donde  cobrare,  deberá  llevar  el  di- 

(i)     IV,  XLII,  R.  A.  C.  P. 
(2)    XLV,  R.  A.  C.  P. 


9^2  PEDRO    ROCA 

nero  á  ]a  Academia  al  qüarto  señalado  para  la  Thesoren'a  y 
Caxa. 

LVII.  Habrá  un  arca  de  hierro  con  tres  cerraduras  3'  tres 
llaves,  con  la  mayor  seguridad  que  sea  possible;  estará  esta  arca 
en  el  quarto  de  la  Thesorería  de  la  Academia,  del  qual  tendrá 
la  llave  el  Thesorero,  y  tendrá  su  mesa  y  recado  de  escribir, 
y  mesa  para  contar  el  dinero  y  su  estante  para  los  papeles  de 
Thesorería  y  cuentas. 

LVIII.  De  las  tres  llaves  del  arca,  una  tendrá  el  Theso- 
rero, otra  el  Vicepresidente  y  otra  el  Secretario. 

LIX.  Quando  el  Thesorero  haya  de  llevar  dinero  al  arca  ó 
sacar  de  ella,  avisará  al  Vicepresidente  y  al  Secretario  para 
que  acudan  con  sus  llaves  á  la  Thesorería  á  hora  determinada,  y 
los  dichos  deberán  acudir,  ó  en  caso  de  legítimo  impedimento 
confiar  cada  uno  su  llave  á  algún  Académico;  de  modo  que 
siempre  sean  tres  distintas  personas  las  que  asistan  al  sacar  el 
dinero  del  arca  ó  depositarlo  en  ella. 

LX.  El  Thesorero  llevará  cuenta  formal  de  todo  lo  que  en- 
tra y  sale,  y  cobrará  recivos  de  todo  lo  que  paga  ó  gasta  por 
orden  de  la  Academia. 

LXI.  Tendrá  obligación  de  recoger  y  guardar  aparte  con 
cuenta  separada  todo  lo  que  produxese  la  venta  de  las  Memo- 
rias y  demás  obras  que  publicare  la  Academia,  y  este  produc- 
to separado  se  distribuirá  por  el  Consejo  de  la  Academia  en 
proporcionadas  gratificaciones  á  los  Académicos  más  benemé- 
ritos y  que  más  trabajasen,  y  en  premiar  los  nuevos  inventos 
útiles,  ó  para  costear  las  experiencias  phísicas  ú  otros  usos  se- 
mejantes que  sean  conducentes  al  progreso  de  las  Ciencias  y 
Artes.  Del  mismo  modo  guardará  el  Thesorero  con  cuenta  se- 
parada el  producto  de  las  aprovaciones  de  libros,  para  repar- 
tirse entre  los  Censores  comisionados  á  este  fin,  conforme  á  lo 
que  se  dirá  más  abaxo. 

LXII.  Cada  año  al  fin  de  él  dará  el  Thesorero  cuenta  for- 
mal firmada  de  su  mano  con  declaración  de  lo  que  ha  cobrado, 
de  lo  que  ha  gastado  y  de  lo  que  queda  en  Caxa,  presentando 
las  órdenes  y  recivos  de  todo,  excepto  de  algunas  partidas  tan 
pequeñas  de  que  no  haya  sido  corriente  traer  recivos,  y  que  ya 
conste  á  la  Academia  haberse  gastado. 

LXIII.  Vista  la  cuenta  por  el  Contador,  con  su  aprobación 
se  le  dará  por  la  Academia  su  finiquito,  firmado  por  el  Presi- 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  923 

dente  ó  Vicepresidente,   Secretario  y  Contador,   y   todos  los 
años  se  le  passará  la  cuenta  en  la  misma  forma. 

LXIV.  Del  Contador.— Rshik  un  Contador  perpetuo  con 
dos  mil  reales  de  sueldo:  le  nombrará  el  Rey  de  la  clase  de  los 

Associados. 

LXV.  Tendrá  obligación  de  tomar  la  razón  á  lodos  los  pa- 
gamentos que  hiciere  el  Thesorero,  y  llevará  cuenta  formal  de 
todos  los  caudales  de  la  Academia  y  de  su  distribución. 

LXVI.  De  los  Consiliarios.— ÜAh^k  quatro  Consihanos,  dos 
de  los  numerarios  honoríficos,  uno  de  los  pensionarios,  y  uno 
de  los  associados.  Se  elegirán  cada  dos  años  el  día  en  que  se 
hicieren  las  demás  elecciones. 

LXVII.  Para  la  elección  de  Consiliarios  propondrá  el  que 
presidiere  quatro  Académicos  de  los  del  número,  dos  de  los 
pensionarios  y  dos  de  los  associados,  y  de  estos  propuestos  se 
elegirán  á  pluralidad  de  votos  los  quatro  que  deberán  ser  Con- 
siliarios por  los  dos  años  siguientes. 

LXVIII.  Los  Consiliarios  ocuparán  el  lugar  que  les  tocare 
por  su  classe  ó  por  el  empleo  que  ya  tubieren. 

LXIX.  Los  Consiliarios  tendrán  obligación  de  sugerir  al 
Presidente  todo  lo  que  convenga  para  la  exacta  observancia  de 
los  Estatutos,  para  el  adelantamiento  de  las  letras,  para  la 
mejor  elección  de  asuntos,  para  la  corrección  de  las  obras  de 
la  Academia,  y  para  todo  lo  demás  que  juzgaren  convenir  al 
decoro  de  la  Academia. 

LXX.  De  los  cinco  Archiveros.— l^os  cinco  Archiveros,  uno 
en  cada  classe  de  Ciencia,  serán  perpetuos  y  de  los  associados: 
tendrá  cada  uno  mil  y  quinientos  reales  de  gratificación  al  ano, 
y  el  asiento  que  les  tocare  por  associados. 

LXXI.  Tendrán  obligación  cada  uno  de  cuidar  con  par- 
ticular atención  de  los  libros,  papeles  é  instrumentos  de  su  clas- 
se y  de  ponerlos  en  debido  orden. 

LXXÜ.  Será  también  obligación  el  avisar  á  la  Acade- 
mia de  los  nuevos  libros  que  saliessen  y  se  considerassen  úti- 
les ó  necesarios  para  su  classe,  y  lo  mismo  de  los  manuscri- 
tos que  se  encontrassen  de  venta,  y  con  su  aviso  la  Academia 
dará  la  orden  para  que  se  compren  de  los  caudales  destinados 
para  cada  classe  á  este  efecto,  que  son  mil  reales  á  cada  una 

al  año. 

LXXin.     De  los  Porteros.— n^hré.  dos  Porteros  perpetuos 


924  PEDRO    ROCA 

nombrados  por  el  Presidente  con  dos  mil  reales  de  gratifica- 
ción cada  uno. 

Tendrán  obligación  de  assistir  puntuales  todos  los  días  de 
Junta  á  la  Academia  con  anticipación;  cuidarán  del  asseo  y 
limpieza  de  ella,  y  de  todas  sus  alhajas  y  muebles. 

LXXIV,  Irán  todas  las  mañanas  á  casa  del  Presidente,  ó 
en  su  ausencia  á  la  del  Vicepresidente,  á  preguntar  si  les  man- 
da algo  en  servicio  de  la  Academia. 

LXXV.  Llevarán  todos  los  papeles,  avisos,  cartas  y  otras 
cosas  que  el  Secretario  les  mandare,  y  en  fin,  executarán  todas 
las  órdenes  que  la  Academia  les  diere  por  qualquiera  de  sus 
individuos, 

LXXVI.  De  los  Académicos  del  número  honoríficos. — Los 
Académicos  del  número  honoríficos  serán  veinte,  esto  es,  qua- 
tro  por  cada  una  de  las  cinco  classes,  comprehendidos  en  este 
número  Presidente  y  Vicepresidente. 

LXXVII.  Serán  todos  de  la  ma3'ür  distinción  en  nobleza, 
dignidad,  literatura  y  zelo  del  aumento  de  las  letras  y  protec- 
ción de  los  literatos,  siendo  estos  veinte  escogidos  de  todos 
los  demás  para  que  con  especial  empeño  y  generosidad  pro- 
tejan á  los  literatos,  promuevan  los  estudios  útiles  y  el  buen 
gusto  (i). 

LXXVIII.  Ningún  Académico  honorífico  podrá  pasar  á 
ser  pensionario  (2). 

LXXIX.  Entre  los  Honoríficos  podrá  haber  dos  estrange- 
ros  de  nación. 

LXXX.  Ocuparán  los  Honoríficos  del  número  el  lugar 
preeminente,  esto  es,  el  de  la  testera  ó  mesa  traviesa,  por  su 
orden:  en  medio,  el  Presidente,  como  se  ha  dicho,  y  los  demás 
empleados,  y  luego  indistintamente  los  demás  numerarios,  assí 
como  fueren  llegando  á  la  Junta;  y  si  el  banco  ó  sillas  de  la 
testera  no  fuere  bastante,  se  pondrá  otra  orden  de  sillas  detrás 
de  la  primera  de  la  testera,  en  las  que  se  sentarán  los  demás 
Honoríficos  del  número. 

LXXXÍ.  Luego  que  por  muerte  ó  por  promoción  á  empleo 
que  impida  la  asistencia  personal  á  la  Academia,  hubiere  va- 
cante de  Académico  honorífico  del  número  (y  lo  mismo  se  en- 

(i)     III,  R.  A.  C.  P. 
(2)     m,  R.  A.  C.  P. 


ORÍGENES   DE   LA.   ACADEMIA    DE   CIENCIAS  925 

tenderá  en  la  vacante  de  pensionarios  y  otras),  la  Academia  lo 
hará  presente  al  Rey  por  el  Ministro  de  Estado,  proponiendo 
dos  sujetos  proporcionados  para  que  S.  M.  se  digne  nombrar 
uno  de  los  presupuestos  para  la  plaza  vacante,  ^    _ 

LXXXII.  No  se  entenderá  vacante  la  plaza  de  Académico 
honorífico  del  número  que  fuere  por  Embaxador  ó  Ministro 
de  S.  M.  á  alguna  Corte  estrangera. 

LXXXIII.  De  los  Académicos  pensionarios. ^'Loa  Académi- 
cos pensionarios  serán  veinte,  quatro  en  cada  classe:  serán  per- 
petuos, uno  con  doce  mil  reales,  otro  con  ocho  mil,  otro  con 
seis  mil,  otro  con  quatro  mil  al  año  de  gratificación. 

LXXXIV.  Deberán  ser  sugetos  de  mucha  literatura  y  eru- 
dición, conocidos  ya  por  alguna  obra,  ó  á  lo  menos  por  su  ta- 
lento y  aplicación,  y  sobre  todo,  deberán  entregarse  entera- 
mente al  estudio  proprio  de  su  classe  (O- 

LXXXV.  Estarán  obligados  á  trabajar  y  leer  dos  disserta- 
cion'es  ó  discursos  cada  año,  que  se  leerán  en  la  Academia  por 
su  turno,  según  la  disposición  del  Director  y  demás  oficiales  de 

la  Academia  (2). 

LXXXVI.  Tendrán  también  obligación  de  trabajaren  to- 
dos los  assuñtos  y  encargos  que  la  Academia  resolviere  y  les 
encomendare,  y  especialmente  en  aquéllos  que  de  orden  de 
S.  M.  tubiere  encargados  la  Academia. 

LXXXVII.     Todos  los  pensionarios  y  associados  deberán 

residir  en  esta  Corte  (3).  .... 

LXXXVIII.  Aunque  cada  uno  deberá  trabajar  principal- 
mente en  los  assuñtos  pertenecientes  á  su  classe,  con  todo  esso 
no  se  priva  que  trabajen  en  otros  assuñtos  de  su  inclinación,  y 
que  con  aprobación  del  Director  y  demás  oficiales  se  lean  sus 
trabajos  en  las  Juntas  quando  pareciere  (4)- 

LXXXIX.  Assimismo  como  la  división  de  classes  no  es  se- 
paración de  Cuerpos,  y  antes  bien,  todos  los  Académicos  deben 
conspirar  á  un  mismo  fin,  que  es  la  ilustración  de  las  Ciencias 
y  Artes,  la  erudición  y  el  buen  gusto,  y  que  estos  beneficios  se 
extiendan  á  toda  la  Nación,  por  esso  todos  los  Académicos  se 


(O  XIII,  R.  A.  C.  P. 

(2)  XII,  R.  A.  C.  B.-L.  B. 

(,)  IV,  V,  R.  A.C.  P. 

(4  XXII,  R.  A.C.  P. 


926  PEDRO     ROCA 

-deberán  comunicar  unos  á  otros  las  noticias,  los  inventos  y 
todo  lo  que  sea  digno  y  proprio  de  las  otras  classes,  á  fin  de 
que,  ayudándose  recíprocamente  unos  á  otros,  salgan  sus  obras 
más  perfectas. 

XC. — Para  las  vacantes  de  pensionarios,  la  Academia  pro- 
pondrá al  Rey  tres  sujetos,  dos  de  los  associados  y  uno  de 
fuera  de  la  Academia  (i). 

XCI.  La  Academia  no  propondrá  sujeto  alguno  que  no  se  a 
de  buenas  costumbres  y  de  literatura  (2). 

XCII.     Habiéndose  experimentado  notoria  utilidad  en   los 
Diarios  de  los  literatos,  en  todas  las  Naciones  cultas  de  Euro- 
pa 3'  aun  en  España,  donde  se  empezó  y  prosiguió  por  algunos 
años  el  Diario  de  los  literatos,  quiere  S.  M.  que  se  trabaje, 
proponga  y  publique  el  Diario  de  las  obras  que  salieren  á  luz 
en  todos  los  Reynos  de  España,  se  dé  noticia  de  sus  títulos, 
lugar  de  la  impresión  y  demás  circunstancias,  y  un  extracto 
más  ó  menos  difuso  (á  proporción  de  la  importancia  de  su 
assunto)  de  lo  que  contienen  las  más  principales  de  estas  obras, 
añadiendo  una  crisis  y  censura  imparcial;  pero  no  rígida,  im- 
prudente, ni  mucho  menos  desatenta  y  agria,  elogiando,  como 
■es  justo,  las  obras  que  lo  merezcan,  y  animando  á  todos  los  es- 
critores á  aspirar  á  la  perfección,  sin  desmayar  en  la  carrera 
por  algún  tropiezo  ó  caída. 

XCIII.  De  esta  obra  cuidará  con  especialidad  la  Academia 
toda,  encargándose  por  el  Consejo  de  la  Academia  las  obras 
para  extractarlas  y  censurarlas  á  las  classes  á  que  pertenezcan 
los  assuntos,  y  á  los  Académicos  más  instruidos  en  la  facultad 
de  que  tratare  la  obra. 

XCIV.  Se  hará  y  publicará  un  tomito  de  Diario  cada  dos 
meses:  en  él  se  señalarán  las  noticias  literarias  de  fuera  de  Es- 
paña'. Para  la  impresión  de  estos  tomitos  y  remuneración  de 
los  que  trabajaren  en  ellos,  se  señalarán  mil  ducados. 

XCV.  Nmgún  Académico  pensionario  podrá  ausentarse 
por  más  tiempo  que  el  de  dos  meses,  y  antes  lo  hará  presente 
á  la  Academia  con  las  razones  que  justifiquen  su  ausencia;  el 
que    voluntariamente  estuviere  ausente  más  de    tres  meses. 


(i)     VIII,  R.  A.  C.  P. 
(2)     XI,  R.  A.  C.  P, 


ORÍGENES   DE    LA.    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  927 

perderá  su  plaza,  que  se  dexa  por  vacante,  y  se  proverá  en  otro 
en  la  forma  prevenida  (i). 

XCVI.  También  se  dará  por  vacante  la  plaza  de  qiial- 
quiera  Académico  pensionario  ó  associado  que  obtuviere  otro 
empleo  por  el  qual  hubiesse  de  residir  fuera  de  la  Corte,  y  del 
parage  donde  resida  la  Academia  (2). 

XCVII.  De  los  Associíidos. — Por  cada  Académico  pensio- 
nario habrá  un  associado,  que  deberá  ser  escogido  de  entre  los 
ingenios  sobresalientes  aplicados,  y  que  muestren  más  instruc- 
ción é  inclinación  á  aquella  classe  para  que  se  les  destina. 

XCVIII.  Quando  haya  vacante  de  algún  Associado  por  as- 
censo, muerte  ó  ausencia,  los  cinco  Académicos  de  la  classe 
propondrán  á  la  Academia  dos  sugetos  para  que  elija  uno,  á  la 
vacante,  y  al  elegido  se  le  dará  certificación  firmada  por  el 
Presidente  y  Secretario,  y  se  notará  su  elección  con  los  acuer- 
dos y  en  el  catálogo  de  los  Académicos. 

XCIVII.  Los  empleos  que  pertenecen  á  los  Associados  los 
dará  el  Rey  á  proposición  de  la  Academia  por  medio  de  su  Mi- 
nistro de  Estado. 

C.  El  número  de  los  Associados  se  podrá  aumentar  en 
qualquiera  de  las  cinco  classes,  quando  la  Academia,  atendien- 
do al  mérito  particular  y  literatura  de  algún  sujeto,  lo  propon- 
ga á  S.  M. 

CI.  Los  Associados  podrán  concurrir  á  los  premios. 
CII.  Los  Académicos  agregados  se  elegirán  de  todas  las 
provincias  y  dominación  de  España,  comprehendidas  las  In- 
dias. Los  pretendientes  darán  memorial  al  Presidente,  y  la  Aca- 
demia, á  pluralidad  de  votos,  los  elegirá  de  los  más  benemé- 
ritos por  su  literatura,  y  les  expedirá  sus  patentes;  prefirien- 
do en  la  concurrencia  al  que  hubiesse  publicado  alguna  obra 
erudita,  y  sea  ya  conocido  en  la  república  literaria. 

CIII.  De  las  Juntas. — Se  tendrán  dos  Juntas  cada  sema- 
na, el  martes  y  el  jueves  por  la  tarde,  debiendo  durar  dos  horas 
útiles;  empezarán  en  ivierno  á  las  quatro  en  punto,  en  verano 
á  las  cinco  (3). 

CIV.     Si  por  alguna  fiesta  muy  solemne  ó  por  algún  motivo 


(i)     XIX,  R.  A.  C.  P. 

(2)  IV,  R.  A.  C.  P. 

(3)  XVI,  XVII,  R.  A.  C.  P. 


928  PEDRO    ROCA 

de  mucha  consideración  no  se  pudiere  celebrar  la  Junta  acos- 
tumbrada, se  anticipará  ó  pospondrá  un  dÍ3,  avisándolo  á  los 
Académicos  (i). 

CV.  No  habrá  más  vacaciones  que  desde  Navidad  á  la 
Epiphanía,  desde  domingo  de  Ramos  hasta  el  de  Quassimodo. 

CVI.  En  las  dos  horas  de  Junta  se  leerán  dos  discursos,  ó 
más  si  fuessen  breves  y  hubiesse  tiempo,  y  nunca  menos  de  uno. 

CVII.  Se  empezará  la  Junta  con  la  Oración  Actioms  nos- 
tras,  etc.,  y  se  dissolverá  con  la  de  Agimns  Ubi  gmíins,  etc., 
que  dirá  un  sacerdote  Académico  ó  eclesiástico,  ó  en  su  de- 
fecto el  Secretario. 

CVIII.  En  siendo  la  hora  señahida,  se  empezará  la  Junta 
con  los  que  hubiere,  y  los  que  fueren  llegando  después  se  sen- 
tarán sin  guardar  antigüedad  y  sin  que  nadie  de  los  ya  senta- 
dos se  mueva  del  puesto  que  ocupa. 

CIX.  Zelarán  mucho  el  Presidente  y  todos  los  demás  Ofi- 
ciales y  Académicos  que  no  se  gaste  el  tiempo  en  conversacio- 
nes agenas  de  la  Academia,  que  no  haya  disputas  y  que  se  ob- 
serve un  gran  silencio  por  todos,  sin  excepción. 

ex.  Si  no  bastasse  el  zelo  y  autoridad  del  que  presida  y 
el  cuidado  de  otros  Académicos  á  impedir  semejante  abuso  y  á 
desterrar  de  la  Junta  las  conversaciones  improprias,  las  dispu- 
tas agrias  y  la  falta  de  atención  y  de  silencio,  dará  cuenta  el 
Presidente  al  Ministro  de  Estado  de  este  desorden,  indicando 
los  que  le  causan,  para  que  por  orden  superior  se  tome  provi- 
dencia, amonestando,  ó  borrando  (si  fuere  menester)  del  catá- 
logo de  Académicos,  y  privándolos  de  pensiones  ygages  que 
tuvieren  á  los  que  causen  tales  desórdenes.  Y  si  el  Presidente 
no  diesse  cuenta  de  ello,  qualquier  Académico  zeloso  tendrá 
acción  de  darla  al  Ministro  de  Estado.  Y  el  que  fuesse  borrado  ó 
privado  de  sus  gages  por  este  motivo,  sólo  tendrá  el  recurso  de 
presentar  un  sumiso  memorial  á  la  Academia  y  obedecer  la 
resolución  que  sobre  este  recurso  tomare;  prohibiéndose  ente- 
ramente á  los  Académicos  en  semejantes  cassos  todo  otro  re- 
curso; de  modo,  que  el  pedir  se  les  oiga  en  justicia  sobre  su 
privación,  sea  un  nuevo  delito  irremisible. 

CXI.  Se  celebrarán  las  Juntas  en  el  parage  que  se  destinará 
á  este  fin  por  S.  M.  entre  tanto  que  se  edifica  lugar  proprio 

(1)     XVI,  R.  A.  C.  P. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA.    DE    CIENCIAS  029 

para  la  Academia,  con  las  divisiones  y  demás  circunstancias 
que  se  juzgarán  convenientes. 

CXII.  Habrá  una  mesa  ó  mesas  (de  la  medida  que  se  seña- 
lará) que  formarán  un  gran  quadrángulo,  dexando  en  medio 
una  gran  plaza  con  dos  entradas  á  ella. 

CXIII.  Los  Académicos  numerarios,  Presidente,  Vicepre- 
sidente, Director  y  Secretario,  ocuparán  la  testera  ó  mesa  tra- 
viesa, y  detrás  de  ella,  en  otro  orden  de  sillas,  los  demás  Aca- 
démicos numerarios  honoríficos. 

CXIV.  En  los  lados  de  la  mesa  se  sentarán,  los  Pensiona- 
rios á  la  derecha,  y  los  Associados  á  la  izquierda,  assí  como  va- 
yan llegando  á  la  Junta,  sin  que  haya  en  esto  preferencia  algu- 
na de  lugar. 

CXV.  Todos  los  taburetes  serán  iguales  de  respaldo,  sin 
brazos,  de  la  forma  (que  se  señalará),  y  detrás  del  primer  orden 
de  taburetes  habrá  otro  orden ,  assí  para  los  Académicos  y  Asso- 
ciados que  no  cupieren  en  el  prmiero,  como  para  otras  perso- 
nas que  acaso  assistiessen  á  la  Junta. 

CXVI.  Los  convidados  á  las  Juntas  solemnes  (que  se  ce- 
lebrarán quatrovezes  al  año),  si  fueren  Embaxadores,  Gran- 
des de  España,  no  Académicos,  Ministros  togados  ó  caballe- 
ros extrangeros,  entrarán  en  la  plaza  que  forma  la  mesa  en  ta- 
buretes iguales  á  los  demás  que  se  pondrán  alrededor  de  la 
plaza,  en  uno  ó  dos  órdenes,  según  el  concurso;  y  los  que  no 
cupieren,  se  sentarán  en  los  taburetes  de  los  Pensionarios  y 
Associados,  á  excepión  de  aquéllos  que  hubieren  de  leer  aquel 
día  alguna  obra  suya,  si  ya  no  es  que  la  Academia  juzgare  me- 
jor que  la  lea  el  Secretario. 

CXVn.  Siempre  que  se  haya  de  tener  Junta  extraordina- 
ria, ó  proponer  en  las  ordinarias  algún  assunto  de  mucha  im- 
portancia, se  avisará  un  día  antes  por  escrito  diciendo  el  assun- 
to, para  que  el  Académico  vaya  con  prevención  de  lo  que  ha 

de  tratar. 

CXVIll.  Habrá  una  Junta  extraordinaria  de  gobierno  cada 
mes,  que  se  tendrá  por  la  mañana  ó  por  la  tarde,  como  mejor 
pareciere;  en  ella  concurrirán  sólo  el  Presidente,  Vicepresi- 
dente, Director,  Secretario,  Thesorero,  Contador  y  los  quatro 
Consiliarios,  y  servirá  para  tratar  en  ella  del  gobierno  de  la 
Academia,  tanto  económico  como  literario,  de  la  mejor  obser- 
vancia de  los  estatutos,  del  justo  destino  de  sus  caudales;  y  si 
u  39 


930  PEDRO    ROCA 

pareciere  que  lo  pide  el  assunto,  se  citarán  otros  Académicos 
para  que  concurran  también  y  contribuyan  al  mejoramiento 
de  las  deliberaciones  (i). 

CXVIIII.  Las  quatro  Juntas  solemnes  se  celebrarán:  una  el 
día  de  San  Fernando,  otra  el  día  de  Santa  Bárbara,  otra  en  la 
segunda  semana  de  Pasqua  de  Resurrección  y  otra  antes  de 
Navidad. 

CXX.  En  cada  una  de  estas  Juntas  se  dará  un  premio  en 
la  forma  ya  dicha.  El  día  de  San  Fernando,  el  premio  destina- 
do al  que  mejor  resolviera  el  problema  Mathemático  para  la 
Navegación  ó  Phísica.  El  día  de  Santiago,  el  destinado  para 
el  punto  de  Historia  de  España.  El  día  de  Santa  Bárbara,  el 
destinado  para  la  Comedia,  y  por  Navidad  el  destinado  para 
la  Tragedia. 

CXXI.  En  los  mismos  días  se  señalará  y  publicará  assun- 
to  para  el  premio  del  año  siguiente,  haciendo  que  se  ponga  en 
los  avisos  públicos  y  fixen  carteles  impressos  en  Madrid  y  ciu- 
dades capitales  de  los  Reynos,  expressando  el  modo  con  que 
deberán  los  que  escriban  sobre  el  assunto  dirigir  sus  escritos 
al  Secretario  de  la  Academia,  francos  de  portes,  y  con  un  plie- 
go cerrado  que  contenga  una  divisa  ó  mote,  y  el  nombre  del 
autor,  sus  circunstancias  y  calidades  y  el  lugar  de  su  resi- 
dencia. 

CXXII.  En  las  Juntas  ordinarias,  después  que  el  Secreta- 
rio haya  leído  el  acuerdo  antecedente  y  dado  cuenta  de  lo  que 
ocurre  en  el  día,  y  quando  ya  el  Presidente  hubiere  prevenido 
á  la  Academia  le  que  tnbiere  por  conveniente,  el  Archivero 
de  cada  classe  dará  cuenta  de  loá  trabajos  y  novedades  litera- 
rias de  la  suya  desde  la  úlcuna  Junta;  leeráse  después  el  dis- 
curso ó  discursos  que  hubiere  para  aquella  Junta,  y  si  sobrare 
tiempo  considerable  se  podrán  retirar  los  Académicos  de  cada 
classe  á  su  Archivo  separado,  si  tubieren  algún  assunto  lite- 
rario sobre  qué  conferir;  y  en  siendo  la  hora  señalada  y  avisan- 
do el  Presidente  con  la  campanilla,  volverán  á  la  Sala  de  la 
Academia,  para  hallarse  á  su  dissolueión  y  á  la  Oración  Agi- 
vMs  tibí  griiíias. 

CXXIÜ.  Circunstancias  y  ocupaciones  de  cada  classe. — 
Classe  primera. — Los  quatro  Pensionarios  y  quatro  Associados 

(i)     XIII,  XIV,  XV.  R.  A.  C.  B.-L.  B. 


ORÍGENES   DE    LA    ACADEMIA   DE   CIENCIAS  93I 

■de  esta  classe  deberán  ser  eruditos  y  hábiles  en  la  Poética,  ea 
ia  Rhetórica,  y  especialmente  en  la  Gramática  y  en  el  estilo  y 
buen  uso  de  la  Lengua  Castellana,  debiendo,  sobre  todo,  estar 
bien  instruidos  en  la  Latina  y  en  los  Autores  de  buen  gusto  y 
celebrados  en  una  y  otra  lengua. 

CXXíV.  La  primera  ocupación  ha  de  ser  publicar  luego 
el  suplemento  (ya  trabajado)  del  Diccionario  de  la  Lengua,  y 
perficionar  lo  que  hay  trabajado  de  la  Gramática,  para  que  á  la 
edición  del  suplemento  se  siga  luego  la  de  la  Gramática. 

CXXV.  A  este  fiu,  constando  por  experiencia  la  suma  lea- 
titud  y  la  gran  dilación  que  trabe  consigo  el  trabajar  semejan- 
tes obras  en  cuerpo  de  Academia,  se  repartirán  el  trabajo  en- 
tre los  Pensionarios  y  Associados  (y  Honoríficos  que  quieraa 
concurrir),  y  sólo  consultarán  las  dudas  con  la  Academia. 

CXX  VL  Los  Honoríficos  de  esta  classe,  que  estubieren  en 
estado  de  trabajar,  concurrirán  también  con  sus  luces  y  traba- 
jos á  la  perfección  y  publicación  de  estas  obras,  y  de  las  demás 
en  que  trabajaren,  la  misma  ó  las  otras  classes. 

CXX  Vi  I.  Será  proprio  de  los  de  esta  classe,  sin  que  se  ex- 
cluyan los  de  las  otras  el  componer  en  verso  y  en  prossa  cas- 
tellana ó  la  lina,  oraciones,  poesías  ly  ricas  y  de  otras  especies 
en  elogio  de  los  Reyes,  de  los  Varones  ilustres  de  la  Monar- 
chía  y  de  las  acciones  grandes,  que  el  Príncipe  ó  los  vassallos 
hicieren,  y  estas  oraciones  ó  poesías  se  leerán  á  su  tiempo  en 
las  Juntas  según  lo  dispusiere  el  Director. 

CXXVIIL  Seguid  i  classe. — Tendrá  seis  Pensionarios  y  seis 
Associados.  Loá  Pensionarios  y  Associados  de  la  segunda  classe 
deberán  ser  muy  instruí  los  en  la  Historia  y  specialmente  en 
la  de  líspana  é  ludias,  en  la  Chronolcgía,  Geographía  y  Crítica. 
CXXVmi.  Un  Pensionaiio  y  un  Associado  se  aplicarán 
^on  especialidad  á  la  Historia  general  de  España  y  su  Cliro- 
nologín. 

CXXX.     Otro  Pensionario  y  un  Associado,  á   la  Historia 
Eclesástica  y  civil  de  España. 

CXXXL     Otro  Pensionario  y  un  Associado,  á   la  Historia 
general  y  particular  de  Indias. 

CXXXÜ.     Otro  Pensionario  y  un  Associado,  á  la  Historia 
Genealói^ica  y  a  los  Blasones  de  España. 

CXXXUI.     Oíros  dos   Pensionarios   y  dos  Associados   se 
,aplicarán  á  la  Historia  literaria  de  España,  y  trabajarán  prin- 


933  PEDKO  ROCA 

cipalmente  en  el  nuevo  Diario  de  ¡os  literatos,  para  cuio  fin,  6 
seián  Bibliolhecarios  en  propiedad,  ó  tendrán  honores  deBi- 
blictliecarios  de  la  Real  Biblioteca,  para  la  mayor  comodidad 
de  ver  los  libros  que  salieren  á  luz. 

CXXXIV.  Esta  classe  cuidará  de  publicar  luego  las  Disser- 
taciones  que  tuviere  trabajadas  la  Academia  de  la  Historia,  y 
que  se  juzgaren  más  dignas  de  la  luz  pública,  con  los  nombres 
de  sus  autores,  y  succesivamente  se  irán  publicando  las  Disser- 
taciones  y  obras  que  se  le3reren  en  la  Academia  cada  año,  assí 
de  ésta,  como  de  las  demás  classes,  en  las  Memorias  animales  de 
la  Academia,  según  pareciere  á  la  misma  en  la  forma  que  se  ha 
dicho . 

CXXXV.  Tercera  classe, — De  Physica  y  Metaphysica, — Un 
Pensionario  y  un  Associado  de  esta  classe  tendrán  por  principal 
objeto  la  Physica  experimental,  y  todos  los  nuevos  systemas  y 
nuevos  descubrimientos  que  en  esta  ciencia  se  han  hecho  has- 
ta ahora,  y  en  una  palabra,  todas  las  ciencias  fundadas  sobre  la 
experiencia  (O- 

CXXXVI.  Un  Pensionario  y  dos  Associados  trabajarán 
con  aplicación  en  la  buena  Lógica,  Metaphísica  y  Moral,  exa- 
minando, aclarando  y  desenvolviendo  quantohan  enseñado  los 
antiguos  y  modernos  de  los  primeros  principios  de  las  cosas,  y 
de  la  primera  Philosophía  racional  (2), 

CXXXVII.  Quarta  classe  (3). — Un  Pensionario  y  un  Asso- 
ciado se  aplicarán  y  trabajarán  siempre  en  la  Geometría,  en  la 
Algebra,  y  en  general  en  todas  las  ciencias  que  tienen  por  ob- 
jeto la  extensión  abstracta  ó  los  números. 

CXXXVIII.  Un  Pensionario  y  un  Associado  tendrán  por 
principal  objeto  la  Astronomía  y  la  Cosmographía. 

CXXXVllII.  Un  Pensionario  y  un  Associado  trabajarán 
principalmente  en  la  Náutica  y  en  todas  sus  partes. 

CXXXX.  Un  Pensionario  y  un  Associado  tendrán  á  su  car- 
go la  Mecánica,  la  Estática  y  la  Hydraúlica. 

'JXXXXl.  Quinta  classe  (4). — De  Lenguas  y  Erudición. — Un 
Pensionario  y  un  Associado  para  la  lengua  arábiga. 


(i)  i,  i,  R.  a.  C.  B.-L.  B. 

(2)  I,  3,  R.  A.  C.  B.-L.  B. 

(3)  I,  2,  R.  A.  C.  B.-L.  B. 

(4)  1,  4,  R.  A.  C.  B.-L.  B. 


ORÍGENES   DE    LA    ACADEMIA    DE   CIENCIAS  933 

CXLII.     Un  Pensionario  y  un  Associado  para  la  lengua  y 
erudición  griega. 

CXLIII.     Un  Pensionario  y  un  Associado  para  la  ciencia  de 
medallas  é  inscripciones. 

CXLIV.     Un  Pensionario  y  un  Associado  para  el  Hebreo  y 
otras  lenguas  sabias. 

CXLV.  A  esta  classe  pertenecerá  con  particularidad  (sin 
que  se  excluyan  por  esso  de  este  trabajo  y  estudio  los  de  las 
demás  classes)  el  estudio  de  las  antigüedades,  medallas  é  ins- 
cripciones; e!  discurrir  empressas,  divisas  y  motes  para  las  me- 
dallas, que  de  orden  del  Rey  se  acuñarán  para  dexar  más  esta- 
ble á  la  posteridad  la  memoria  de  los  grandes  sucessos  de  la 
Monarchía,  como  victorias,  conquistas,  paces,  casamientos  rea- 
les, proclamaciones,  fundaciones  y  establecimientos  nuevos  en 
bien  del  Estado  y  de  la  Nación. 

CXLVI.  Para  este  efecto,  en  las  ocasiones  que  ocurriere  se 
trabajarán  é  idearán  por  los  de  esta  classe,  y  por  qualquier  otro 
Académico,  las  medallas,  sus  reversos,  exergas  y  leyendas,  las 
que  se  leerán  en  la  Academia,  y  habiéndolas  ésta  aprobado  las 
propondrá  á  S.  M.,  indicando  el  nombre  del  Académico  que 
las  hubiere  ideado,  y  añadiendo  la  Academia  su  parecer  sobre 
las  que  le  parezcan  mejores  para  el  assunto. 

CXLVÍI.  Como  la  fundación  de  esta  Real  Academia  será 
un  sucesso  memorable  y  glorioso  al  Rey,  que  será  su  fundador 
y  protector,  y  utilísslmo  á  toda  la  Nación,  será  con  justa  razón 
el  primero  que  deberá  eternizarse  por  la  misma  Academia  en 
una  nueva  medalla,  y  á  esta  se  podrá  añadir  al  mismo  tiempo  la 
nueva  empresa  y  sello  de  que  deberá  usar  en  adelante. 

CXLVÍII.  Para  Académicos  agregados,  tanto  españoles 
como  de  otras  Naciones,  se  admitirán  los  eruditos  de  qualquie- 
ra  provincia  de  España  y  fuera  de  ella,  como  tengan  conocido 
mérito.  Y  tendrán  sólo  obligación  de  enviar  á  la  Academia  en 
Discurso  cada  año  en  lengua  latina  ó  española  sobre  los  assun- 
tos  propios  de  la  Academia  (O- 

CXLVIIII.  Habrá  una  classe  llamada  de  Académicos  vete- 
ranos, que  serán  aquellos  Académicos  que  por  su  edad,  ú  otras 
circunstancias  ó  motivos,  después  de  haber  trabajado,  mere- 
cerán descansar.  No  habrá  número  fixo  de  éstos,  y  estarán 

(i)     XII,  R.  A.  C.  B.-L.  B. 


934  PEDRO    ROCA 

essentcs  de  tocios  los  trabajos  académicos,  y  se  les  conservarán 
sólo  aquellos  gages  que  pareciere  al  Rey,  á  proposición  de  la 
Academia. 

CL.  Todos  los  individuos  de  la  Academia  Española  y  de 
la  Historia  que  no  sean  nombrados  en  esta  nueva  Real  Acade- 
mia, quedarán  por  Académicos  veteranos  de  ella. 

CLI.  Tendrá  especial  cuidado  la  Academia  de  mantener 
correspondencia  en  los  payses  extrangeros  y  de  adquirir  noti- 
cias literarias  y  tener  comunicación  con  los  literatos  de  otras 
Naciones,  encargando  á  los  Académicos  más  del  caso  estas  co- 
rrespondencias, y  la  lección  de  las  nuevas  obras  que  saliessen 
en  Europa,  para  que  á  su  tiempo  informen  á  la  Academia  de 
estas  noticias  y  de  los  nuevos  inventos.  Y  ¡a  Academia  dará  la 
preferencia  en  sus  proposiciones  á  los  Académicos  que  se  ocu- 
paren en  este  encargo  y  le  desempeñaran  con  acierto,  acepta- 
ción y  aprovechamiento  de  la  Academia  (i). 

CLII.  Siendo  también  como  accesorias  de  las  Ciencias  al- 
gunas Artes  liberales  y  dándose  mutuamente  la  mano  unas  á 
otras,  de  cuya  unión  pende  la  perfección  de  las  obras  y  el  ma- 
yor bien  del  Estado,  abrá  en  la  Academia  quatro  plazas  de 
Académicos  agregados:  uno  para  la  Pintura;  otro  para  la  Es- 
cultura, el  Diseño;  otro  para  la  Grabadura  y  otro  parala  Ar- 
chitectura;  debiendo  ser  éstos  escogidos  de  entre  los  más  há- 
biles y  eruditos  en  su  profesión  y  residentes  en  Madrid.  Ten- 
drán assiento  entre  los  Associados,  y  leerán  á  su  tiempo  los 
discursos  que  hubieren  trabajado  pertenecientes  á  la  mayor 
perfección  y  mejor  gusto  de  sus  respectivas  professiones.  Y  para 
mayormente  animar  á  ellos  y  á  los  demás  al  adelantamiento  de 
estas  Artes,  tendrán  de  gratificación  al  año  dos  mil  reales  cada 
uno,  con  la  obligación  de  trabajar  lo  que  la  Academia  les  en- 
cargare, cada  uno  respecto  á  su  professión,  y  podrán  poner  en 
sus  títulos  el  de  Académico  pintor  de  la  Real  Academia  de 
Ciencias  y  Artes,  Académico  disseñador,  escultor,  etc.;  Aca- 
démico gravador,  etc.;  Académico  architecto,  etc. 

CLIII.  Quando  la  Academia  tubiere  por  conveniente,  des- 
pués de  alguna  experiencia,  el  añadir  algún  estatuto  á  los  ya 
expressados,  lo  podrá  representar  á  S.  M.,  como  no  sea  en  or- 
den á  perpetuar  los  empleos,  que  son  biennales. 

(i)    XXVIÍ,  R.  a.  C.  P. 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  935 

Utilidades  que  pueden  resultar  al  servicio  del  Rey 
Y  ai  bien  del  Estado  del  establecimiento  de  esta  Real 
Academia  -La  primera  utilidad  será  la  instrucción  general 
de  la  Nación,  que  se  .pucará  sin  duda  alguna  á  todo  género  de 
estudios,  viendo  que  es  honrada  y  premiada  la  aplicación  la 
erudición  y  la  habilidad;  yésta  es  una  de  las  mayores  utilidades, 
el  Rey  y  el  púbhco  estarán  mejor  servidos,  siendo  toda  la  na- 
ción bien  instruida;  el  rey  tendrá  buenos  y  útiles  vassallos, 
buenos  Ministros,  buenos  comerciantes,  y  en  fin,  el  púbhco 
tendrá  buenos  patricios,  que  mirarán  por  su  bien  y  felicidad; 
porque  los  desórdenes  nacen  ó  de  la  passión  ó  de  la  ignoran- 
cia" los  que  nacen  de  la  passión  son  momentáneos  como  ella, 
y  no  son  universales,  porque  no  todos  tienen  desordenadas  las 
passiones;  pero  los  que  nacen  de  ignorancia  son  perpetuos, 
universales  y  de  infinitas  conseqüencias,  porque  influyen  en  to- 
das las  acciones  de  los  hombres  y  en  todos  tiempos,  y  porque 
el  hombre  ignorante  á  todas  horas  colérico  ó  lascivo,  etc. 

Además  de  esta  utilidad  general,  resultarán  otras  que  passo 
á  especificar. 

Se  hará  en  España  mayor  comercio  activo  de  libros,  p(?rque 
saldrán  á  luz  obras  buenas  que  serán  buscadas  de  los  estrange- 
ros,  y  á  lo  menos  compensaremos  en  parte  el  dinero  que  los 
estrangeros  nos  llevan  con  las  suyas.  Acudirá  mayor  número 
de  estrangeros  á  España,  como  ha  sucedido  siempre  en  todas 
las  partes  donde  han  florecido  las  ciencias;  que  ellas  han  atrahí- 
do  el  concurso  de  otras  naciones  como  se  vio  antiguamente  en 
Egipto,  en  Athenas,  en  Roma,  y  después  en  París,  en  Lon- 
dres y  en  otras  partes. 

Del  estudio  de  las  Mathemáticas,  y  especialmente  de  la  Ma- 
chinarla, de  la  Hydráulica  y  de  la  Náutica,  resultarán  mil  co- 
modidades para  la  vida  civil. 

El  Rey  tendrá  en  la  Academia  y  en  cada  classe  de  ella  una 
especie  de  Consejo  literario,  donde  hallará  S.  M.  y  hallarían 
sus  Mmistros  todas  las  noticias  que  necesiten,  ya  de  España, 
ya  de  Indias,  ó  históricas  ó  eclesiásticas  ó  genealógicas  ó 
geográphicas,  y  todos  los  Académicos,  y  con  especialidad  los 
de  la  classe  á  quien  toque,  responderán  con  fundamento,  pron- 
titud y  claridad  á  quanto  de  orden  del  Rey  se  le  pregunte. 
Las  nuevas  machinas,  los  nuevos  proyectos  y  otras  cosas  de 
este  género,  que  se  presenten  al  Rey,  podrán  ser  examinadas 


93^  PEDRO    ROCA 

y  aprobadas  ó  reprobadas  por  la  classe  de  los  mathemáticos,  en 
lo  qual  lograrán  los  interesses  de  S.  M.  no  pequeño  beneficio 
por  los  gastos  que  se  executarán  en  admitir  machinas  y  proyec- 
tos mal  fundados,  y  que  no  corresponden  en  la  práctica.  Y  en 
este  particular  diré  haberme  asegurado  un  Académico  de  las 
Ciencias  de  París,  que  el  Xpmo.  habrá  ahorrado  mucho  más  de 
lo  que  daba  á  aquella  Academia,  atendida  esta  circunstancia 
del  examen  de  machinas  }'  proyectos. 

Qualquiera  punto  de  Historia  de  Indias  ó  de  España  ó  de 
los  derechos  y  regalías  de  S.  M.  podrá  ser  aclarado,  siempre  que 
importe  al  Rey  ó  á  sus  Ministros,  por  la  classe  de  la  Historia. 

Importando  tanto  que  se  destierre  la  ignorancia,  que  se  de- 
pongan las  ideas  falsas  y  las  preocupaciones,  y,  sobre  todo, 
que  se  emienden  las  costumbres,  se  podrá  lograr  todo  por  me- 
dio de  esta  Academia  y  sus  obras,  y  las  de  sus  individuos  he- 
chas con  sólidos  principios  y  con  buen  gusto,  ahuyentarán  poco 
á  poco  las  tinieblas  de  la  ignorancia  vulgar,  y  e.^tenderán  las 
ideas  justas  á  toda  la  Nación,  á  cuio  efecto  contribuirá  mucho 
el  Diario  de  los  literatos,  que  publícala  la  Academia,  cuya  jus- 
ta y  moderada  censura  contendrá  á  los  ignorantes  y  semidoc- 
tos,  que  hasta  ahora  nos  han  llenado  de  libros  necios,  inútiles 
y  perniciosos. 

A  este  mismo  fin  convendrá  infinito  que  S.  M.  mande  á  su 
Consejo  Real  de  Castilla  que  remita  todos  los  libros  que  se 
quieran  imprimir  á  la  censura  de  la  Academia,  y  no  permita 
que  se  imprima  alguno  sin  la  aprobación  de  la  misma,  á  quien 
se  encargará  que  no  la  dé  á  libro  alguno  pernicioso,  inútil, 
pueril,  indigno  de  la  luz  pública  ó  contra  las  buenas  costum- 
bres, contra  las  buenas  ideas  ó  contra  las  reglas  de  las  Cien- 
cias y  Artes. 

Si  esto  se  resuelve  por  Su  Magestad,  se  podrá  mandar  y  aun 
poner  por  estatuto  ú  reglamento  de  la  Academia:  Que  el  autor, 
obtenida  la  remissión  del  Consejo  á  la  Academia,  entregue  al 
portero  su  original  manuscrito,  cobrando  recivo;  el  portero  le 
passará  al  Secretario,  el  que  dará  cuenta,  y  le  passará  al  comis- 
sionado  ó  comissionados  para  su  revisión,  y  aprobado  que  le 
hayan  con  certificación  de  estarlo,  se  entregará  al  portero,  3^ 
por  éste  al  autor,  que  al  recibirle  restituirá  al  portero  su  reci- 
vo, y  pagará  los  derechos  de  revisión,  que  parece  que  podrán 
ser  por  cada  tomo  en  folio  tres  pesos,  por  ios  en  4.°  dos,  y  por 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  937 

los  demás  tamaños  un  peso,  entendiéndose  el  tamaño  que  ten- 
drá impresso,  y  no  el  que  tenga  manuscrito.  Este  producto 
se  entregará  por  el  portero  al  Secretario,  y  se  guardará  en  arca 
separada  para  repartirse  al  fin  del  año  (á  juicio  y  arbitrio  de  la 
Academia)  entre  los  comissionados  para  las  revissiones  y  li- 
cencias de  libros,  y  este  trabajo  extraordinario  que  tendrán  los 
Académicos  merecerá  ser  recompensado  con  algunos  gages, 
como  sería  que  el  autor  pague  al  Académico  revisor  ó  á  la  Aca- 
demia, por  cada  tomo  en  folio,  á  quien  se  dé  licencia,  tres  pe- 
sos; por  los  en  quarto  dos  pesos;  por  los  demás  un  peso. 

Finalmente,  las  buenas  costumbres  ganarán  mucho  en  Espa- 
ña si  por  la  Academia  y  por  los  premios  establecidos  se  co- 
rrige el  Theatro  español,  y  de  estragado  y  desrreglado  se  con- 
vierte en  honesto,  arreglado  y  provechoso. 

Nada  hay  más  que  conduzca  á  las  buenas  costumbres  como 
las  buenas  tragedias  y  comedias  donde  se  inspiren  pensamien- 
tos altos  y  honrosos,  donde  se  vea  la  virtud  tan  amable  como 
ella  es,  y  el  vicio  feo,  abominable  y  ridículo,  y  todo  esto  se 
logrará  en  las  tragedias  y  comedias  hechas  según  reglas  y  con 
todo  el  primor  del  Arte,  quando  al  contrario,  las  que  hoy  día  se 
ven  comunmente  en  nuestros  Theatros,  son  una  escuela  de 
dissolución  y  de  ignorancia. 

Estas  y  otras  muchas  utilidades  no  son  ideas  platónicas, 
sino  realidades  fundadas,  sólidas  y  ciertas,  y  comprobadas  con 
la  experiencia  en  todos  los  Estados,  Repúblicas  bien  ordena- 
das: de  manera  que  aun  quando  para  hacer  tanto  bien  al  Estado 
y  á  los  vassallos  fuesse  necesario  imponerles  algún  tributo, 
sería  justo,  llevadero  y  aun  plausible. 

No  quiero  omitir  una  advertencia  precisa,  y  es  que  no  con- 
viene, ni  es  decente,  que  una  Real  Academia  se  celebre  en  la 
casa  de  un  particular,  por  lo  que  sería  preciso  que  S.  M.la  se- 
ñalasse  lugar  proporcionado  en  alguna  parte  independiente;  y 
si  se  quisiesse  (como  sería  muy  justo  y  muy  proprio  de  la  gran- 
deza de  un  Rey  de  España)  poner  este  establecimiento  en  toda 
forma  y  con  la  debida  decencia,  sería  menester  fabricar  en  el 
Real  Palacio  ó  en  otra  parte  una  habitación,  y  como  Lyceo, 
que  (según  yo  le  he  ideado  por  mayor)  tubiesse  patio  ó  plaza 
capaz  para  el  concurso  de  coches;  una  buena  escalera,  y  si  pu- 
diese ser,  magnífica;  dos  ó  tres  antesalas  para  los  criados  y 
porteros;  un  gran  salón  para  celebrar  las  Juntas,  capaz  de  un 


93°  PEDRO    ROCA 

gran  concurso,  adornado  con  los  retratos  de  los  Reyes  fun- 
dadores y  protectores  de  la  Academia,  con  los  de  los  Ministros 
que  la  favorezcan  y  con  los  de  los  varones,  sabios  y  literatos  de 
España;  con  espejos,  mesas,  taburetes,  proporcionados  al  nú- 
mero de  los  concurrentes,  y  uniformes;  una  n:esa  (como  ya  diré) 
que  formasse  un  quadrilongo  con  varias  aberturas  para  entrar 
en  el  circo. 

En  este  salón  habrá  de  haver  cinco  puertas,  además  de  la 
principal;  cada  una  de  éstas  correspondería  á  una  ó  despie- 
zas destinadas  para  cada  una  de  las  classes  en  particular,  á  fin 
de  que  en  esta  separación  guardasse  el  Archivero  de  cada 
classe  los  papeles,  libros,  instrumentos  y  demás  cosas  perte- 
necientes á  su  classe,  y  también  para  que  en  esta  pieza  ó. pie- 
zas se  juntassen  los  de  aquella  classe  en  particular,  siempre 
que  ocurriesse  algún  justo  motivo,  y  de  esta  pieza  tendrá  la  lla- 
ve el  Archivero. 

Debieran  assimismo  formarse  en  este  salón  algunas  tribunas 
á  un  lado  y  á  otro,  que  podrían  servir,  ya  para  quando  sus  Ma- 
gestades  quisiessen  honrar  incógnitos  la  Academia  6  sus  Jun- 
tas, ya  para  algunas  damas  ó  cavalleros  principales  que  gustas- 
sen  de  oir  las  dissertaciones  y  discursos  que  se  leyessen  en  las 
Juntas. 

Habría  de  haber  también  habitación  decente  para  el  Secre- 
tario perpetuo  de  la  Academia,  para  los  dos  porteros  y  demás 
que  se  juzgasse  ser  conveniente  que  viviessen  en  la  casa  de  la 
Academia. 

LISTA  DE  SUGETOS  QUE  CONOZCO  Y  ME  PARECE  PUEDEN  SEK 
Á  PROPÓSITO  PARA   ACADÉMICOS 

Para  Honoríficos.— Rl  Ministro  de  Estado.— El  Ministro  de 
Hacienda.— El  Secretario  de  Gracia  y  Justicia.-El  Goberna- 
dor del  Consejo.— El  Inquisidor  general.— El  Marqués  de  Vi- 
llena.— El  Duque  de  Huesear.— El  Duque  de  Medinasidonia. 
—El  Duque  de  Béjar — D.n  Alphonso  Clemente  de  Aróstegui. 
— D.n  Tiburcio  de  Agnirie.— El  Conde  de  Torrepalma.— Don 
Joseph  de  Rada.— El  P.  Sarmiento,  Benedictino.— El  P.  láu- 
rriel,  de  la  Compañía.— D.°  Agustín  deMontiano.— El  P.  Van- 
delingen,   de  la  Compañía.— El   P.    Flórez,    Agustino.— El 


ORÍGENES    DE    LA    ACADEMIA    DE    CIENCIAS  939 

P.  Ponce,  Mínimo.-  El  P.  Panel,  de  la  Compañía.-D."  Fran- 
cisco de  la  Mata  y  Linares,  Alcalde  de  Corte,  de  la  Academia 

Española. 

Para  Pensionarios.-!).''  Blas  Antonio  Nassarre;  y  seria  con- 
veniente establecer  que  el  Btbliothecano  mayor  de  S.  M    tu- 
biesse  siempre  una  plaza  de  Académico  pensionario,  y  el  que 
le  sucediesse  en  la  B.bliotheca,  le  sucediesse  también  en  la 
plaza  de  Académ.co.-D.n  Juan  Iriarte.-D.n  Martín  de  U  loa: 
es  de  ambas  Academias  y  uno  de  los  más  aplicados  y  hábiles 
en  la  crítica,  Historia  de  España  y  Chronología.-D.n  Francis- 
co (. )    actualmente  Secretario  de  la  Academia  Española.-Don 
Miguel  de  Medina,  abogado,  muyhábil  en  la  Historia  Y  Geogra- 
phía  de  España,  y  muy  aplicado-D."  Sebastián  del  Castillo 
actualmente  Secretario  de  la  Academia  de  la  Historia:  es  hab.l 
en  la  Historia,  Genealogía,  y  es  Rey  de  Armas  de  S.  M   y  Ar- 
chivero de  la  Cámara.-D."  Antonio  Pinedo,  Regidor  de  Ma- 
drid, inteligente  en  libros  españoles,  aplicado  y  bueno  para  la 
primera  classe.-D."  Luis  de  Velázquez,  cavallero  de  Malaga. 
ioven  muy  erudito,  muy  instruídoyháb.l  en  medallas  antiguas 
é  inscripciones,   y  muy  á  propósito  parala  quinta  dasse - 
D  n  Antonio  Hilarión  Domínguez,  Académico  de  la  Historia. 
muy  hábil  en  la  de  España.-D."  Joseph  CastiUón  muy  mteli- 
eente  en  medallas.-D."  Francisco  de  Ribera,  Académico  de  la 
Historia,  buen  Mathemático  y  Chronólogo.-D.n  Lorenzo  Die- 
guez,  Re<^idor  de  Murcia,  Académico  de  la  Historia,  erudito  y 
críti  o  e;ia  Historia  eclesiástica.-D."  Leopoldo  P-g>  «^f  í' 
to  y  crítico:   fué  uno  de  los  Diaristas. -D."  Miguel  Cassiri 
para  la  lengua  arábiga.-El  D.^  Pére.  l^^y-' ^athedratico  de 
Salamanca,  para  la  lengua  hebrea,  etc-D."  Fernando  Maga- 
Uón,  erudito:  entiende  las  lenguas  latina,  griega,  inglesa,  y  aho- 
ra estudia  la  alemana.-D."  Antonio  Pisón,  abogado,  muy  eru- 
dito  y  laborioso.— D.n  Pedro  Burriel. 

Para  A  ssociados.-B.'^  joseph  Domínguez,  Thesorero  déla 
Hacademia  de  la  Historia.-D."  Manuel  Martínez  Pingaron, 
Bibliotbecario  inteligente  en  la  ciencia  de  medallas  --D."  Juan 
de  Amaya,  Académico  de  laHistoria—D.^  Joseph  Flores,  Aca- 
démico de  la  Historia,  buen  crítico.-D."  Juan  Joseph  de  No- 
vela, Académico  de  la  Historia.-D.»  Joseph  Benegassi  y  Lu- 

(i)     D.  Francisco  Antonio  de  Ángulo. 


94°  PEDRO    ROCA 

xán — El  P.  D."  Juan  de  Arabaca,  de  los  Padres  del  Salvador. 
—El  P.  D.n  Nicolás  Gallo,  del  Salvador.— D.°  García  de  Moa- 
t03'a,  cura  de  San  Nicolás,  Académico  de  la  Española.— Don 
Antonio  Barrio:  entiende  el  griego  y  la  historia.— D."  Francis- 
co de  Salanova,  que  ha  sido  Dignidad  de  Coria:  es  buen  cano- 
nista, erudito  y  aplicado  á  la  Physica  experimental. —D."  Ma- 
nuel de  Roda,  abogado  de  los  Reales  Consejos,  muy  erudito.— 
D.n  Francisco  Perena,  médico  de  Cámara,  muy  erudito  en  su 
Facultad.— D.°  Joseph  Marcos.— D."  Joseph  Ortega,  para  la 
Chymica  y  Physica  experimental.— D (t)  Lorga,  valencia- 
no, Cathedrático  de  Rhetórica  en  Valencia:  reside  en  Madrid. 
—D.n  Joseph  Carbonel,  maestro  de  los  Pages  del  Rey:  entiende 
varias  lenguas,  el  griego,  el  arábigo  y  otras.— D.n  Joseph  Cas- 
tillón. 

Para  Agregados. ~Ss  hallarán  muchos  en  las  provincias  de 
España.— En  Córdova,  D."  Pedro  de  Villa  Cevallos,  buen  an- 
tiquaric— En  León,  D.n  Joseph  de  Villafaña,  Coronel  de  Mili- 
cias.—En  Salamanca,  D.n  Manuel  de  Villafaña,  colegial  de 
Oviedo.— En  Pamplona,  D.n  Joseph  Ignacio  de  Colmenares, 
Oydor  de  Comptos.— En  Cataluña,  el  D.^  Finestres  (2).— El 
limo.  Sr.  Bastero  (3),  Obispo  que  fué  de  Girona:  Prelado  muy 

docto,  especialmente  en  la  Historia  eclesiástica. —D.  N (4) 

Bastero,  Canónigo  de  Girona,  sobrino  del  mencionado  Obis- 
po.—En  Valencia,  el  Dj  D.n  Andrés  Piquer,  buen  médico, 
physico  y  mathemático. — D."  Gregorio  Mayans,  ya  conocido 
entre  los  literatos,  y  otros  muchos.  —En  Aragón,  el  Marqués  de 
Lazan.— El  Conde  de  Fuentes. — El  Canónigo  Verboon.— El 
P.  M.  Raulín,  ex-General  de  los  Agustinos. — D.  Juan  Mar- 
tínez de  Salafranca,  que  fué  uno  de  los  Diaristas:  se  halla 
arrinconado  en  un  lugar  cerca  de  Teruel. 


(i)  José  Joaquín  de  Lorga. 

(2)  Dr.  D.  José  Finestres  y  Monsalvo. 

(3)  D.  Baltasar  Bastero  y  Lledó. 
{4)  José- Bastero. 


J.  M.  DE  PEREDA 


De  cómo  se  celebran  todavía 

las  bodas  en  cierta  comarca  montañesa, 

enclavada  en  un  repliegite 

de  lo  más  enriscado  de  la  cordillera 

cantábrica. 


Querido  Marcelino:  Si  no  estorba  en  el  libro  que  se  está 
imprimiendo  en  honor  tuyo;  si  no  te  parece  que  resultará 
nota  discordante  en  su  concertada  seriedad,  a3Údame  á 
conseguir  que  se  publique  el  contenido  de  las  adjuntas 
cuartillas  en  la  última  de  sus  páginas,  fuera,  si  quieres,  de 
los  dominios  del  índice,  y  aun  á  espaldas  del  mismo  colo- 
fón; en  lo  más  recóndito,  en  suma,  donde  nadie  más  que 
tú  ¡e  entere  de  ello.  Lo  que  importa,  por  el  lado  de  mis 
ardientes  deseos,  es  que  no  falte  un  pobre  ramajo  de  los 
laureles  de  mi  huerto  en  la  corona  que  hoy  se  teje  para  tí; 
porque  no  puedo  resignarme  á  que,  cuando  tus  admirado- 
res tratan  de  elevar  un  monumento  á  tu  gloria,  deje  de 
contribuir  á  él  con  su  modesta  pedrezuela  precisamente 
el  que  más  te  admira  y  más  te  quiere,  por  mucho  que  te 
admiren  y  te  quieran  los  demás.  Al  fin  y  al  cabo,  y  bien 
apuradas  las  razones,  dentro  cae  del  programa  de  ese  libro 
el  humilde  tributo  que  te  ofrezco  para  él,  pues  es  fruto, 
aunque  trivial  y  sin  substancia,  de  mi  ^xo^\2.invesiigaci6n, 
y  de  asunto,  no  solamente  español,  sino  de  ésta  nuestra 

tierra  nativa  de  la  Montaña En  fin,  «con  verlo  basta,» 

y  allá  va,  sin  adobos  ni  arrequives,  y  tal  como  consta,  seis 
años  hace,  en  mi  cartera  de  apuntes. 


* 
*  » 


9+2  J.     M.    DE    PEREDA 

«Lo  que  puede  llamarse  cortejo  nupcial,  compuesto  de 
lo  más  espigado  y  rozagante  de  la  juventud  del  pueblo, 
ellas  con  panderetas  muy  adornadas  decintajos  y  cascabe- 
les, y  muchos  de  ellos  con  escopetas  al  hombro,  y  todas  y 
todos  con  lo  mejor  de  sus  equipos  á  cuestas,  se  ha  ido  for- 
mando, desde  la  salida  del  sol,  junto  á  la  casa  de  la  novia; 
y  en  cuanto  estay  el  novio,  acompañados  de  los  padrinos, 
aparecen  en  el  umbral  de  la  puerta,  las  mozas  la  saludan 
con  un  cantar  alusivo  al  caso,  y  los  mozos  con  una  explo- 
sión de  relinchos y  una  descarga  cenada. 

«Puestos  en  marcha  todos,  en  debida  y  ordenada  forma- 
ción camino  de  la  iglesia,  al  andar  lento  y  balanceado  que 
marca  y  determina  el  incesante  y  monótono  golpearen  los 
parches  de  las  panderetas,  las  mozas  van  cantando  á  los 
novios,  y  al  señor  cura,  y  á  los  padres  de  los  novios,  y  á 
los  padrinos  del  casamiento,  y  á  cuantas  personas  de  algún 
viso  en  el  lugar  formen  en  la  comitiva  ó  recuerden  las  can- 
tadoras. Los  mozos  responden  algunas  veces  á  los  canta- 
res de  las  mozas  con  otros  bien  relinchados  al  remate,    y 
los  que  llevan  escopetas  hacen  salvas  á  menudo.  Así  hasta 
la  iglesia  por  el  camino  más  largo,  con  notorio  regocijo  de 
las  gentes,  que  abren  puertas  y  ventanas  para  ver  pasar  la 
boda,  y  acrecentándose  el  cortejo  á  cada  instante  con  los 
muchachos  desocupados  y  laschicuelas  tentadas  de  la  cu- 
riosidad; camino  siempre  de  flores  y  sin  tropiezos me- 
nos cuando  es  forastero  el   novio;  porque,  en  este  caso, 
tiene  esta  primera  jornada  de  la  fiesta  una  variante  no  poco 
original  y  muy  curiosa.  Sucede  entonces  que  á  lo  mejor  de 
andar  la  boda  este  camino,   aparecen  en  él,   saliendo   de 
ésta  y  de  la  otra  encrucijada,  hasta  media  docena  de  mo- 
cetones,  dando  brincos  y  haciendo  corcovos,  aullando,  re- 
linchando y  disparando  las  escopetas,  con  el  estruendo  y  la 
traza  temerosa  de  una  horda  de  salvajes.  Echan  el  alto  á 
la  procesión,  y  se  apoderan  de  la  novia,   que  desde  aquel 
instante  queda  secuestrada,  ó,  como  ellos  dicen,  empeñada, 
sabiendo  muy  bien  todos  los  presentes,  y  el  pueblo  y  la  co- 
marca entera,  que  aquella  boda  no  se  celebrará  «en  jamás 


DE    CÓMO    SE   CELEBRAN    L\S   BODAS...  943 

de  los  jamases,»  si  el  novio,  ó  en  su  defecto  el  padrino, 
no  dc^ewpeña  á  la  novia  con  la  cantidad  de  tres  duros,  que 
han  de  gastarse  después  en  honra  de  los  recién  casados  y 
provecho  de  la  gente  moza,  la  cual  da,  á  este  precio  y  de 
ese  modo,  carta  de  ciudadanía  en  el  lugar  al  novio  foras- 
tero. 

..Cuando  la  novia,  rescatada  ó  no,  ha  llegado  á  la  puerta 
de  la  iglesia,  la  echan  las  zagalas  de  la  comitiva  este  cantar: 

Al  tomar  agua  bendita 
Despídete,  compañera: 
El  primero  de  casada 
Y  el  último  de  soltera. 


»J 


«Donde  se  ve  que  no  anduvo  la  musa  cerril  muy  atenta 
á  enlazar  el  sentido  de  los  dos  últimos  versos  del  cantar 
con  el  de  los  anteriores. 

«Después  de  las  ceremonias  de  ritual  y  de  la  misa,  en 
que  comulgan  los  novios,  ya  «amarrados  al  yugo  pa  sin- 
finito,»  vuelta  á  la  calle  la  procesión,  con  nuevos  cánticos 
de  las  mozas,  al  mismo  andar  del  son  cadencioso  de  las 
panderetas,  y  con  los  propios  relinchos  de  los  mocetones  y 
las  propias  salvas  de  las  escopetas  de  antes. 

«Esta  vez  se  dirige  la  pintoresca  y  alegre  comparsa  al 
domicilio  del  novio,  es  decir,  al  de  sus  padres;  y  en  cuanto 
llega  á  él  entre  la  vibrante  curiosidad  del  vecindario  de  la 
barriada,  detiénese  enfrente  de  la  puerta,  y  cantan  las  in- 
fatigables mozas  de  este  modo: 

Señora  doña....  Fulana, 
Salga  á  recibir  su  nuera, 

Y  trátela  con  cariño 

Y  tenga  cuidado  de  ella. 

.)  Y  la  invocada  suegra,  vestida  con  los  trapos  domingue- 
ros, y  descolorida  por  la  emoción  que  es  de  suponerse,  sale, 
en  efecto,  y  toma  de  la  mano  á  su  nuera,  bésala  en  una 
mejilla,  y  la  conduce  á  su  casa,  adonde  la  siguen  primera- 


94+  J-    M.    DE    PEREDA 

mente  el  novio  y  los  padrinos,  y  después  todo  el  cortejo, 
si  cabe  adentro,  y  aunque  no  quepa  muy  holgado.  Enton- 
ces, puesta  en  orden  la  muchedumbre  en  la  pieza  más 
grande  y  de  mayor  respeto,  y  cada  cual  en  el  sitio  que  le 
corresponde  según  el  papel  que  desempeñe  en  aquella  ver- 
dadera solemnidad,  los  recién  casados  se  arrodillan  de- 
lante de  la  conmovida  mujer,  que  permanece  á  pie  firme, 
y  la  dicen: 

'> — La  pedimos  el  su  perdón,  si  la  hemos  ofendido  en 
algo. 

»A  lo  que  responde  ella: 

II — Perdonados  estáis. 

»Y  les  tiende  las  manos  para  que  se  levanten. 

»En  seguida  se  encara  con  ella  el  padrino,  y  la  pre- 
gunta: 

•) — ¿Qué  señala  usté  por  arras  á  su  nuera? 

»Y  responde  la  suegra: 

» — Tal  ó  cual  finca,  tal  ó  cual  res,  ó  vestido,  ó  mueble, 
etc.,  etc. 

«El  padrino  entonces,  vuelto  hacia  lo  que  pudiera  lla- 
marse público  congregado  allí,  dice: 

)) —Vosotros  sois  testigos  de  esta  manda. 

»En  seguida  cantan  las  mozas  al  son  de  sus  pande- 
retas: 

A  la  novia  en  este  día 
Dios  la  dé  salud  y  hacienda, 

Y  trigo  para  su  año, 

Y  después  la  gloria  eterna. 

»Con  esto  salen  de  la  casa  las  gentes  que  la  habían  in- 
vadido, novios  inclusive,  y,  ya  en  la  calle,  echan  las  canta- 
doras esta  despedida: 

La  casa  queda  de  luto; 
Las  tejas  quieren  llorar; 
Adentro  quedan  los  padres 
Que  las  pueden  consolar. 


DE    CÓMO    SE    CELEBRAN    LAS    BODAS...  945 

,,Es  muy  de  notarse  que  aunque  viva  el  suegro  y  esté 
presente  al  acto,  siempre  se  dirigen  los  novios  á  la  stcegm 
para  que  se  les  perdone,  y  el  padrino  cuando  pide  las  arras 

para  la  novia. 

„A  casa  de  los  padres  de  ésta  vuelve  ahora  la  comitiva, 
con  los  cánticos,  los  relinchos  y  las  salvas  de  rigor;  y  en 
cuanto  llegan  á  ella,  cantan  las  mozas  de  esta  suerte: 

Ábranse  las  puertas  de  oro 
Y  los  candados  de  plata, 

Que  aquí  viene  don Fulano 

Con  la  su  paloma  blanca. 

„Y  se  abren  las  puertas,  que  no  suelen  ser  de  oro  ni  te- 
ner  candados  de  plata,  y  entran  en  la  casa  los  novios,  . 
parientes  y  padrinos,  y  las  mozas  del  acompañamiento. 
Allí  les  espera  la  mesa  puesta  y  preparada  la  comida  de 
bodas,  que  ha  de  presidir  el  señor  cura,  y  de  la  que  no  par- 
ticiparán entonces  las  cantadoras,  las  cuales  se  limitaran 

á  presenciar  el  acto y  á  cantarle. 

«Cuando  esta  primera  parte  de  él  se  da  por  terminada, 
se  levanta  el  padre  de  la  novia,  y  encarándose  con  ella  y 
con  su  marido,  los  bendice  por  despedida  en  el  nombre  del 
Padre  del  Hijo  y  del  Espíritu  Santo;  responden  todos  los 
presentes:  «Amén;»  y  con  esto  y  una  breve  exhortación  del 
señor  cura  al  despedirse  también,  queda  la  mesa  abando- 
nada por  la  gente  grave.  Entonces  es  cuando  se  arriman 
•  á  ella  las  zagalonas  de  las  panderetas;  se  llama  á  los  mo- 
zos que  aún  relinchan  en  la  corralada,  y  comienza  el  ver- 
dadero jolgorio,  que  no  termina  hasta  las  altas  horas  de  la 
noche,  si  antes  no  se  rinden  los  comensales  al  peso  de  la 
hartura  y  al  quebranto  de  los  bailotees,  como  suele  acon- 
tecer.» 


6o 


94^  J.    M.    DE    PEREDA 

Tal  es  mi  ofrenda.  Ya  ves  que,  aunque  mezquina,  cae 
dentro  de  las  exigencias  del  programa,  y,  además,  ¡caso 
inaudito!  te  enseña  algo  que  tú  no  sabías,  con  saber  tanto 
como  sabes.  De  todas  suertes,  y  aun  suponiendo  que  en 
mi  mano  estuviera  ofrecerte  cosa  mejor,  todo  había  de  pa- 
recerme  poco  y  malo  al  pensar  en  la  magnitud  y  alteza 
de  su  destino. 


FIN    DE    r.A    OBRA 


Índice 


Apráiz,  JULIÁN. — Curiosidades  cervantinas. 

Asín,  miguel.— Mohidín 

Ber),anga,  m.  r.  de.— Iliberis.  Examen  de  los 
documentos  históricos  genuínos  iliben- 
tanos 

Blanco  garcía,  fr.  francisco.— Fr.  Luis  de 
León.  Rectificaciones  biográficas 

Bofarull  y  sans,  f.  de.— Alfonso  V  de  Ara- 
gón en  Ñapóles 

BóHMER,  EDUARDOS.— Alfonsi  Valdesil  litterre 
XL  ineditíe '•  * ' '  j'  'i 

Cambronero,  CARLOS.  — La  Torrecilla  del 
Prado •  • 

Campillo,  toribio  del.  — El  Cancionero  de 
Pedro  Marcuello 

Canella  y  secades,  FERMÍN.— D.  Carlos  Gon 
zález  de   Posada  (Notas  bio-bibliográfi- 

cas) /•■*■,■■ 

Cañal,  y  migolla,  garlos.— Apuntes  bio-bi- 
bliográficos  acerca  del  P.  Martín  de  Roa. 

Carmena  y  millán,  luis.— El  periodismo  tau- 
rino   •.  • 

Catalina  garcía,  juan.— El  segundo  matri- 
monio del  primer  Marqués  del  Cénete. .  . 

Chabas,  dr.  RoguE.— Arnaldo  de  Vilanova  y 
sus  yerros  teológicos. 

CoTARELO    Y    MORÍ,  EMILIO 

tellanos  de  Moliere •  • •  • 

Croce,  benedetto.— Due  illustrazioni  al  Vta 
je  al  Parnaso  del  Cervantes 

Cuervo,  fr.  justo      "" 

la  Inquisición 

De  haan,  f.— Picaros  y  ganapanes 

Eguilaz  y  yanguas,  Leopoldo.  —  Notas  eti- 
mológicas á  El  Ingenioso  hidalgo  Don  Qm 
jote  de  la  Mancha 


-Traductores  cas- 


-Fr.  Luis  de  Granada  y 


I 

II 


Página, 

223 

217 


Tí    ' 

693 

153 

615 

385 

41 

745 

611 

525 

309 

11 

665 

II 

367 

69 

161 

II 

1  733 
149 

II 


121 


948 


ÍNDICE 


Espinosa  y  quesada. — Pedro  Perret,   1555- 

1639 

EsTELRiCH,  j.  L. — Poesías  líricas  de  Schiller, 
traducidas 

Farinelli,  ARTURO.  —  Cuatro  palabras  sobre 
Do7t  Juan  y  la  literatura  donjuanesca  del 
porvenir 

Fernández  llera. — Una  etimología.  Fatila- 
do,  fetillado 

Franquesa  y  gomis,  JOSÉ. — La  venganza  en  el 
sepulcro,  comedia  inédita  de  D.  Alonso  de 
Córdoba  Maldonado 

FiTZMAURicE-KELLV,  JAIME.  —  Un  lilspanófilo 
inglés  del  siglo  xvii , 

García,  juan. — Antigüedades  montañesas. .  ., 

Gestoso  y  PÉREZ,  JOSÉ. — Las  industrias  artís- 
ticas antiguas  en  Sevilla 

Gómez  imaz,  manuel. — El  Príncipe  de  la  Paz 
la  Santa  Caridad  de  Sevilla  y  los  cuadros 
de  Murillo 

Hazañas,  Joaquín. — El  analista  Zúñiga,  nove- 
lista y  poeta 

Hinojosa,  EDUARDO  DE. — El  Derccho  en  el  Poe- 
ma del  Cid 

Hinojosa,  ricardo  de. — La  jurisdicción  apos- 
tólica en  España  y  el  proceso  de  D.  An- 
tonio de  Covarrubias 

Hübner,  EMILIO. — Los  más  antiguos  poetas  de 
la  Península 

Jerez,  marqués  de. — Unas  papeletas  biblio- 
gráficas   

Lomba  y  pedraja,  josé  r. — El  Rey  D.  Pedro 
en  el  teatro 

Luanco,  JOSÉ  ramón  de. — Clavis  sapientia  Al- 
phonsi,  regís  Castella: 

Menéndez  pidal,  ramón. — Notas  para  el  Ro- 
mancero del  Conde  Fernán  González.  .. 

Merimée,  ERNESTO. — El  Ramillete  de  flores  poé- 
ticas de  Alejandro  de  Luna 

Michaelis  de  Vasconcellos,  Carolina. — Urna 
obra  inédita  do  Condestavel  D.  Pedro  de 
Portugal 

Mióla,  alfonso. — Un  Cancionero  manoscritto 
brancacciano 

MiR, — Un  gran  trabajador  ignorado 


Tomo. 


Página. 

205 

829 

253 

47 
841 

363 

807 
801 

541 

397 

341 
627 

257 
63 

429 
143 

637 

683 
S21 


índice 


9W 


Página. 


MoREL-FATio,  ALFREDO. -Cartas  eruditas  del 
Marqués  de  Mondéjar  y  de  Etienne  balu- 
ze,  1679-1690 •  •• •••  • 

Paz  Y  MELiA,  ANTONio.-La  Bibha  puesta  en 
romance  por  Rabí  Mesé  Arrage  ,  de  Gua- 
dalajara,  1423- 1433  (Biblia  de  la  Casa  de 

Alba) .•••'%;.•'•: 

Pedrkll,  FEUCE.-Palestrina  y  Victoria....  . 
PEREDA.-De  como   se   celebran  todavía  las 
bodas  en  cierta  comarca  montañesa,  en- 
clavada en  un  repliegue  de  lo  mas  enris- 
cado de  la  cordillera  cantábrica •_  • 

PÉREZ  PASTOR,  CRisTÓBAL.-Datos  desconocí-, 
dos  para  la  vida  de  Lope  de  Vega. .. .... 

PoNS,  FRANCisco.-Dos  obras  importantísimas 

de  Aben-Hazam 

RaJNa,  pío.-A  Roncisvalle;  alcune  osserva- 
zioni  topografiche  in  servizio  della  Clían- 

son  de  Roland • 

Restori,  ANTONIO. -Poesie  spagnole  appar- 

tenute  a  Donna  Ginevra  BentivogUo.  ... 

Ribera,  juLiÁN.-Orígenes  de  la  filosofía  de 

Raimundo  Lulio •••■,'.■*■  j  *  '" ' 

Roca,  PEORO.-Ocígeaes  de  la  Real  Academia 

de  Ciencias  exactas,  físicas  y  naturales.., 

Rodríguez  marÍn,  FRANCisco.-Cervantes  y  1 

Universidad  de  Osuna .......•••• 

Rodríguez  villa,  antonio.-D.  francisco  de 
Mendoza,  Almirante  de  Aragón. . . . . .  •  •  • 

Rouanet,    LÉo.-Un   auto  médit   de   Valdi- 

RuBroVLLüCHVAN-romó.-La  lengua  y  la  cul- 
tura catalanas  en  Grecia  en  el  siglo  xiv.  . 

ScH.FF,  MARio.-La  premiére  traductioa  espa- 
ñole de  la  Divine  Comedie .•  •  •  • 

MANUEL. -Dos   canciones 


Serrano   y   sanz. 


inéditas  de  Cervantes....  ••••.•••.••'';■, 
Vinaza,  conde  de  la.-Dos  libros  medites  del 


Maestro  Gonzalo  Correas ;"^"  '  j, 

WuLFF,  FEDEKICO.— iJí  '"s  nmas  de  fuan  ae 
la  Cueva,  primera  parte 


II 
I 


II 

I 
I 

IL 

II 

II 

II 

II 

II 

I 

II 
I 
I 

[ 
II 


5 
149 


941 
589 
509 

383 
455 
191 

845 

757 

487 

57 

95 

269 

4^3 
601 

143 


ERRATAS 


(El  número  mayor  indica  la  página,  y  el  menor  la  línea;  si 
ésta  se  cuenta  desde  abajo,  va  precedida  de  un  — .) 

TOMO  I 

2  4  les  hábiles  22,  -  lo  sane  205,  -  i  mul- 
tiplicanse  206,  6  bórrese  el  de  219,  ii  ermordeten 
I,  el  paréntesis  al  fin  de  la  nota.  -  5  Eindruck  des 
menschlich  220.  -  17  Wülkür  ver-  223  L«  su- 
hresión  anunciada  en  la  Advertencia  se  ha  subsanado  después. 
025*    -  14  hermana    menor  307,    5   négligence 

386,'-  2  sequentium  417,  24  D.  Ramón  Fernán- 
dez ó  sea  el  P.  Estala  422  sobra  la  nota  3.  541^ii 
im  Recht  543,  -  12  nota  2  de  la  p.  544=  ^-J^' 
_-6mulctetm-  561,  i5  concilio  -4abbaüs  06-, 
_  i3  vemos  que  al  573,  -  4  1202:  o78,  -  i3 
Vestregotie, 

TOMO  II 

32.  i5  sedet  sola,  de  Jeremías,  Cantar  de  los  cantares 
etc  106,  —  4  loTopí  Toü  sU-íivixoü        108,  3  Chai- 

coc'ondylas  ix  Vülehardum  112  2X  Orden  Tito 
Livio,  las  116,12  español.  Asi  en  el  curioso  hbro  de 
caballerías  catalán,  titulado  Cuñal,  el  héroe,  después  de 
haber  salido  vencedor  en  muchos  combates  y  pasado  por 
innumerables  peripecias,  arde  en  deseos  de  visitar  Atenas 
..aquella  ciutat  antiga,  noble  e  molt  famosa  qui  dona 
leys  á  Roma,  e  aquell  studi  famos  en  lo  qual  la  sciencia 
de  conexer  deu  se  aprenia;»  y  en  nota:   «Libro  III,  capí- 


952  ERRATAS 

tulo  28,  Curial  y  Guelfa  novela  catalana  del  s.  xv,  cuyo 
único  códice  original  conocido  se  conserva  en  la  Bibliote- 
ca Nacional  de  Madrid.  La  Real  Academia  de  Buenas  Le- 
tras de  Barcelona  está  á  punto  de  terminar  su  publica- 
ción, encomendada  al  autor  del  presente  trabajo.»  119, 
—  6  penes  se  titum  livium  plutarcum  120,  1  quate- 
nus  libros  pretensos  sicuti  in  promptu  vobis  est  daré  promp- 
tius  nobili  et  dilecto  nostro  Jaiifrido  Boyl  222,  2  que 
sigue  aparece  883,  19  dovremmo  384,  —  7  rap- 
presentati  696,  —  7  Madvig  712,  17  Sexi  715, 
18  siendo  otra  la  que  724,  10  noraria...  Papirio  736, 
17  en  3oi        752,  18  aque-llas. 


ADVERTENCIA  DEL  EDITOR 

Por  varias  dificultades  se  ha  ido  dilatando,  más 
de  lo  que  al  principio  pensábamos,  la  impresión 
de  estos  dos  volúmenes.  Como  era  nuestro  propo- 
sito dar  á  luz  esta  obra  dentro  del  mas  breve  pla- 
zo posible,  para  que  coincidiera  con  el  aniversario 
que  en  ella  se  conmemora,  se  abstuvo  la  Comí 
sión  encargada  de  coleccionar  los  artículos,  de  so- 
licitar la  colaboración  de  los   eruditos  hispano- 
americanos, amigos  del  Sr.  Menéndez  y  Peayo 
por  el  natural  recelo  de  que  no  pudiesen    legar 
oportunamente  los  trabajos.  Deploramos  es  a  la- 
guna, pero  ya  no  es  tiempo  de  llenarla.  Y  al  mis- 
mo tiempo  nos  complacemos  en  hacer  constar  que 
á  pesar  de  ser  tan  numerosos,  vanados  e  impor 
tantes  los  estudios  que  en  esta  Miscelánea  se  con- 
tienen, todavía  hubiera  podido  acrecentarse  con 
las  investigaciones  de  otros  escritores  españoles  y 
extranjeros  á  quienes  por  olvido  dejo  de  invitar- 
se   y  con  las  de  algunos  cuyos  trabajos  llegaron 
á  nuestras  manos  cuando  ya  estaba  terminada  en- 
teramente  la  edición. 


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PQ  Homenaje  a  Menendez  y  Pelayo 
600^  en  el  sino  vigésimo  de  su 

M^5  profesorado 

V.2 


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