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(ti)
ESTUDIOS
DE
ERUDICIÓN ESPAÑOLA
HOMENAJE
A
MENÉNDEZ Y PELAYO
EN EL AÑO VIGÉSIMO DE SU PROFESORADO
ESTUDIOS DE ERUDICIÓN ESPAÑOLA
CON UN PROLOGO
D. JUAN VALERA
II
MADRID: 1899
LIBRERÍA'gENERAL de VICTORIANO SUÁREZ
(rOOtl
ES PROPIEDAD
1.SI. t.p. ae U Viuda é Hijo, de M. Tallo, Carrera de San Francisco. 4.
HOMENAJE Á MENENDEZ Y PELAYO
TOMO II.
f.uatiiiia lie llauser y Henel.-liaiirti
MINIATURA DE UA BIBLIA EN ROMANCE
DE LA CASA DE OLIVARES
(SIGLO XV)
A. PAZ Y MELIA
LA BIBLIA
PUESTA EN ROMANCE
RABÍ MOSÉ ARRAGEL DE GU A D ALFA JARA
(1422-1433)
(Biblia de la Casa de Alba.)
Si no fuera por el temor de torcidas interpretaciones,
ninguna ocasión como la presente para excusarme de es-
cribir aquí, yo que casi nada sé, en época en que ya tan
poco se ignora, y para un Menéndez y Pelayo que lo sabe
todo. Pero teniendo emprendido este trabajo, puramente
descriptivo, por encargo de la señora Duquesa de Alba, y
sabiendo ella que se pedía mi cooperación para un homena-
je al ilustre Maestro, quiso asociarse en cierto modo al tes-
timonio de admiración que se intenta tributarle, animán-
dome á ampliar este estudio para que figurase en el pre-
sente libro.
Y tal es la explicación de verme temerariamente empe-
ñado en asunto que exige bastantes conocimientos teoló-
gicos y de lenguas semíticas, careciendo en absoluto de
unos y otros.
A. PAZ Y MELIA
/
Negociaciones entre el Maestre de Calatrava
y Rabí Arragel para romancear la Biblia.
Cuando en la primavera de 1422 el Maestre de Calatra-
va D. Luis de Guzmán (■) descansaba con la Corte en el
Monasterio de San Agustín de Toledo de las frecuentes co-
rrerías contra los moros, supo que acababa de avecindarse
como vasallo suyo, en su villa de Maqueda, Rabí Mosé
Arragel de Guadalfajara, muy sabio en la ley de los ju-
díos. Precisamente el Maestre, cansado de la caza, de la
lectura de Amadís, Conquista de Troya y de otros libros hñ-
toriales ó poetas, y de jugar al ajedrez, tablas, etc., andaba
preocupado con el deseo de emplear el tiempo que le deja-
ban los malvados moros en la contemplación de Dios y en
la lectura de una Biblia en romance, historiada y glosada,
porque las que había le tenían muy corrompido (2), y poi-
(i) Véase su biografía más adelante.
El Dr. D. Joaquín Lorenzo Villanueva en el Apéndice de su
obra, publicada en 1791 con este título: De la lección de la. Sa-
gradaEscritura en lenguas vidgares, copió todos los prelimina-
res de esta Biblia y algunos trozos del texto y de las glosas, ilus-
trándolo todo con eruditas notas.
En esa obra y en la de Eguren y Notas de P. Bayer á la Bibl. ve-
tus de Nicolás Antonio, libro X, cap. V, pág. 245, puede compro-
bar el lector los ligeros extractos que aquí hago.
No he logrado ver la obra de Rossi, DeBiblis hispanicis, y, por
consiguiente, ignoro si allí se menciona ésta de Arragel.
(2) Traducciones de i.a Biblia hasta mediados del siglo xv.—
Hacia 1232 se dice que el judío español Rabí David Quimchi, co-
nocido por Radaq, tradujo en español la Biblia.
En 1269, Alfonso el Sabio mandó romancear la Biblia. Rodrí-
guez de Castro describe una copia antigua en cinco tomos, exis-
tente en la Biblioteca del Escorial.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 7
^ue los tales como él necesitaban mucho la glosa para
los pasajes obscuros. Escribió, pues, al judío en 5 de Abril
de 1422, ofreciéndole muchas mercedes anuales si satis-
facía su deseo; pero aquél le contestó á los nueve días en
extensísima carta en que, á vueltas de grandes alaban-
zas á los Señores y Reyes de Castilla por lo que honraron
y favorecieron á los judíos, acatándoles siempre con cle-
mencia y misericordia, y declarando que por la ciencia de
los judíos de Castilla se regían los de todas partes (O, abo-
mina de la caza y encomia el buen deseo del Maestre; pero
se excusa de aceptar el encargo, porque la fe israelita, en
que protesta morir, por ser ley de sus padres, le haría glo-
sar la Biblia de tal modo, que el Maestre, como cristiano
y católico, no aprovecharía nada, y él trabajaría de balde.
Su principal argumento es el siguiente: los judíos creen
que no ha podido mudarse una tilde en la Biblia hebraica,
y que San Jerónimo no pudo hallar otra diferente de la que
ellos usaban, explicándose las diferencias de la latina por
haber ido por otra vía que no era entonces ocasión de in-
vestigar. «De modo, dice, que si romanzase diferentemen-
De otra traducción castellana, hecha por orden de D. Juan U de
Castilla, habla Gesnero.
A principios de aquel siglo el P. Bonifacio Ferrer, hermano de
San Vicente y cartujo de Portaceli, tradujo toda la Biblia en va-
lenciano, que se imprimió en Valencia en 1478, y aparte el Penta-
teuco, impreso en París en 1497.
En la librería del Escorial hay una traducción castellana del An-
tiguo Testamento, excepto el Eclesiastes, de hacia 1420; otra, de
mediados de aquel siglo, y de los fines la de los Salmos por Maes-
tre Hermán el Alemán.
En la Academia de la Historia (iz-ii-i-i.') se conserva una
traducción castellana de los Profetas, á dos columnas (texto latino
y castellano), con glosas en pane del códice. Es del siglo xv, y ha
sido atribuida, sin fundamento, por Eguren á Rabí Salomón.
Hacia mediados del siglo xv imprimieron en Ferrara su traduc-
ción de la Biblia los judíos Abraham Usque y Jerónimo de Vargas.
(i) iTodo, o lo mas, dice, que oy los judíos habemos de glosa
sobre la ley e en las sus leyes e derechos e otras ciencias, fue fa-
llado compuesto por los sabios judíos de Castilla.»
§ A. PAZ Y MELIA
te de la latina y de San Jerónimo, el Maestre tendría por
muy corrupta la traducción; y si la hiciese conforme, ya
otros lo han hecho mejor que yo.»
Además, su ley le impedía historiarla, es decir, ilustrar-
la con miniaturas, porque dice: «La imagen ocupa lugar,
e quien ocupa logar, el logar es mayor que él, e por con-
secuencia seria Dios finido.»
Por último recuerda su humilde estado, diciendo: «los.
judios de tanta prosperidat que en Castilla ser soliamos,
corona e diadema de toda la ebrea transmigración en fijos-
dalgo, riqueza, sciencia, libertad, respondiendo alguna
tanto á las propiedades, virtudes del Rey e reino en cuya
imperacion somos en la muy noble famosa Castilla, el dia
de oy por la pueril hedat en que huerphano quedó (O, e
con los sus trabajos causó que oy somos en toda la contra,
que somos en mucha miseria,» etc.; y acaba declarando
que no reúne las condiciones del componedor, romanceador
ó glosador, en razón de la poca ciencia que les quedó, y
menos á él, «que si reliquia de reliquia en los judios que-
dó, en' otros será fallado mas que en él;» por todo lo cual
dice al Maestre «que pida mejor el cumplimiento de su de-
seo á muchos scientificos prudentisimos dioses, formas se-
paradas, maestros doctores en la su misma cristiana nas-
cion en la santa theologia.»
La negativa va paliada con frases de la mayor humil-
dad y con este cumplimienio final: «La causa prima e ver-
dadero Dios padre poderoso bivo inmortal, rey sempiter-
no, dice, conserve vuestra vida e estado por la mayor pos-
sibile sucesión temporal, e después del vareo- pasado, la
vuestra ynnocente anima con las separadas substancias
ponga e con las almas beatas, amen.»
(i) Aquí hay una miniatura que representa áD. Juan II, que
tiene en la mano izquierda una cinta con esta leyenda: «El noble
rey Don Juan, fijo del noble rey Don Enrique el 3.°» Delante del
Rey aparece arrodillado Rabí Arragel, que le coge el pie izquierdo
con la derecha para besárselo, y en la izquierda lleva una cinta con
esta inscripción: cSu suo raby mose.»
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 9
No menos cortés el Maestre, le contesta á los cuatro
días, saludándole así: «Nos el Maestre de Calatrava envia-
mos mucho saludar a vos raby mosé Arragel, nuestro va-
sallo, como aquel para quien mucha onrra e buenaventu-
ra querríamos.» Pero luego, demostrando conocer la falsa
modestia del hombre, contesta á sus excusas: «Siempre
ovisteis los sabios estas maneras, tanto en la sciencia vos
abaxar que aquello mismo bien examinado que decides no-
tades de vos se vos convierte en mucha altividad e sober-
bia, e aun algunas veces en fantasya.»
Añade que «habiendo enseñado su tan pvolixa carta al
muy noble reverendo maestro, virtuoso, de la muy noble
sangre e linaje imperial, el maestro (O frey Arias de Enci-
nas, del qual, segund el quien el es, e el deudo propinco
carnal e spiritual que con el avemos en el siempre confia-
mos los nuestros negocios,» le habían parecido ra2onables
sus excusas; mas con todo eso, si iba al Convento de San
Francisco de Toledo, donde Fr. Arias tenía el cargo de
Guardián, él disiparía todas sus dudas. Por lo cual le ruega
J y manda que, desechando arengas, vaya á Toledo, sin temor
al poco galardón que algunos señores solían dar á tales
negocios, porque él le pagaría según los informes de
■ los maestros, y además le daría muchos bienes e merce-
des cadañeras e la costa que pusiere, haciendo que en To-
ledo le suministrasen pan y maravedises para su manteni-
miento.
Al terminar, el Señor acostumbrado á hacerse obedecer,
aparece en este consejo que da al judío: «E aunque no
vivieseis en nuestra tierra, no perderíais en nos complacer
e non facer enojos. » Y dando pruebas de buen gusto, ata-
ca, aunque sin fruto, la manía de la prolijidad, incurable
en casi todos los escritores de aquella época, con estas pa-
labras: «E raby, conviene vos que non fagamos proceso
(i) Aquí hay otra miniatura, que representa al franciscano sen-
tado, con un libro abierto sobre el atril, y al judío en pie delante
de él.
10 A. PAZ Y MELIA
infinido, que demanda e respuesta conviene á los en los
pleitos litigantes.»
Con la invocación de Rabí Mosc, amigo, escribe el fran-
ciscano al judío excusándose de contestar á sus extensos
argumentos por falta de tiempo, y declarando que de sus
mismas excusas se desprende ser bastante sabio para sa-
tisfacer los deseos del Maestre.
Lo mejor sería, viene á decirle, que reconocieseis la ver-
dad del cristianismo; pero ya que queréis vivir en la fe de
vuestros padres, «como a uno que le preguntaron que por-
qué comía feo y dijo que asi comía su padre,» podréis ser-
vir al Maestre, pues éste no le pedía su ayuda por falta de
sabios cristianos, sino para saber las glosas de sus docto-
res modernos, que no vio Nicolás de Lira.
En suma, le propone el siguiente arreglo: «Cuando
llegareis al capítulo sobre la opinión hebrea, pondredes
lo que yo vos diere de las opiniones de la fe romana; e
cuando llegaredes al capitulo do non vos diere opinión de
los latinos, vos muy plenaría mente podedes vuestras glo-
sas poner.» «Y no hayáis miedo, le dice, porque tam-
bién entre nosotros muchos actores tienen opiniones erró-
neas.»
En cuanto á la dificultad de las historias ó miniaturas,
también la resuelve el buen franciscano, diciéndole que ya
que tan endurecido judío quería ser en no mandar á los
pintores, que dejase en blanco aquello en que creyese que
debían entender, y él daría por escríto la instrucción; que
los pintores serían de Toledo, y él les enseñaría la Biblia
del Sagrarío de la Iglesia Mayor (O, que era muy bien his-
toriada, y por ella se guiarían.
Tres días después pasó Rabí Mosé á Toledo, donde es-
tuvo quince recibiendo instrucciones de Fr. Arias, que ade-
más le entregó las glosas latinas del Génesis. Libro por 11-
(0 Entre las 22 Biblias que poseía el Cabildo de Toledo en 1807,
y que cita el índice del P. Frías, no se menciona ninguna con ilu-
minaciones.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 1 1
bro le fué luego enviando las otras á medida que el judío
le mandaba el trabajo concluido.
Puesto ya á la tarea, Arragel escribe un larguísimo
Prólogo, dividido en capítulos, en que. empezando por una
invocación á Dios para no errar trasladando, glosando ó
relatando contra ninguna de las dos naciones, explica mi-
nuciosamente las dificultades de la traducción, método que
había' seguido, etc. De estos datos me valdré más ade-
lante.
Terminada la obra en Maqueda el viernes 2 de Junio de
/ 1430, cuando el Maestre y el Comendador mayor de Ca-
latrava, D. Juan Ramírez de Guzmán, se hallaban en
Pastrana recogiendo gente para la guerra contra los Reyes
de Aragón y de Navarra, y previo el examen que de la
traducción hizo en el Estudio de Salamanca Fr. Juan de
Zamora, de la Orden de Predicadores, presentóla el rabi-
no en el Estudio de San Francisco de Toledo, el domin-
go 5 de Noviembre de mil qnatrocientos e treinta (').
Allí, en presencia de Fr. Arias y de varios doctores, pro-
nunció una larguísima arenga, dividida en siete capítulos.
En ella emplea frases de extrema humillación y lisonja (2),
diciendo que no se atrevía á mirar á la cara á aquellos «an-
geles, non omnes;.. que el Estudio de San Francisco de
Toledo, «plaza do vivían ende muchos señores maestros
en la santa theologia e muchos caballeros e escuderos e
judíos e moros cada dia del mundo, oyendo la palabra de
Dios, era rio cabdal de la theologia que sale del paraíso,
del cual el huerto de Castilla e de los comarcanos reynos
es humentado.i)
Discurre luego sobre cuestión tan ajena de un judío
como la de explicar por qué se historia á San Francisco en
forma de ángel serafín; de las seis alas del serafín é inter-
(t) Hay un blanco en el lugar de las unidades.
(2) Esta llega al punto de emplear la tinta roja para los nom-
bres de D. Vasco, del Maestre, etc., llamando al primero «médula
de toda perfección de saber e de virtudes,» y «muy altos angeles
divinos» á los maestros franciscanos.
j2 A. PAZ Y MELIA
pretación de la palabra; ensalza al maestro Anas con pom-
posos elogios, y juega del vocablo con el signo Aries, que
pinta al mundo en flores divisas, y añade: «E según alego-
ria romana, aqui en esta orden (la franciscana) se cumple
bien la bendición del padre Jacob, que dijo por Benjamín
el su hermano menor: Multiplicara mas que el. e del su se-
men serán llenas las gentes. E esta tu orden es el herma-
no menor, que assy vos llamades fraires menores.*
Y después de asegurar que los aciertos son del Maestre
y de los otros señores, y los yerros, aunque involuntarios,
suyos, llega á la parte prosaica del asunto, declarando que
«once años era ayudado en esta afanada Biblia (O,» y que
suplica que, vista y examinada, digan al Maestre la subs-
tancia de la obra, y que en aquel tiempo él, su mujer é
hijos habían comido i.ooo doblas (2).
No podía la humildad franciscana dejar sin protesta tan
descomedidos elogios, y así respondió con el filósofo en la
Retórica, «que lo mejor del rimar e inventar es saber bien
florear;» que él conocía bien quién era, y que fuera mejor
excusar los elogios, porque «apropiar al omne lo que en el
non es, es tirar e privarle aun lo poco que en el es.»
En cuanto á su trabajo, «esté seguro, le dice, de que si
lo de dentro responde a su apariencia, esta sera la mas
mejor e famosa obra que en muchos regnos pueda haber,
e aunque en el romance desvie el ebráico de San Jerónimo,
bien podra ser pasadero do non perjudique la nuestra fe
romana (3), e aun al tal vos sera relevado en las glosas do
(i) De aquí se deduce que hablaba en el año de 1433.
(2) En iS.ooo duros calcula Eguren el coste de la obra. Pero
ignoramos la recompensa que el Maestre daría al rabino.
(3) cltem, me acuerdo que en las mismas congregaciones, di-
ciendo el Maestro León que de los dotores hebreos el no tomaría
mas de la declaración de los vocablos de su lengua, dijo alli un
Maestro, y no me acuerdo con certinidad cual dellos fue, mas de
que me pareció bien lo que dijo, y fue que también se podía to-
mar de ios dichos doctores cosas que tocasen á declaración de la
Tierra Sánela y de sus lugares, ó de las costumbres de aquella
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA I3
non tocaren contra de nuestra fe; que aquellos padres y el le
decían que si subslancialmente se fallaba como debía que
vos sois digno de mucho bien, e que non ha numero esta obra
lo que vale, nin el Maestre vos la puede pagar. E seed bien
seguro que, ella corregida, que se escribirá al señor Maes-
tre encargándole conciencia e dando la fe que debamos.»
Y acabó rogando á los «honorabiles padres doctores, her-
manos suyos, el doctor fray Juan de Santa Clara, e el doc-
tor frey Diego de Fresno e el doctor fray Diego de Atienza,
bíblico, » que se encargasen con él de la citada revisión.
Empezada el lunes siguiente, 6 de Noviembre, acabó en
Junio (i) «del año de mil e quatrocientos e treinta e » (2).
Tales fueron las negociaciones seguidas para la ejecu-
ción de la obra, sin que, desgraciadamente, sepamos qué
recompensa obtuvo el judío, ni otra cosa más acerca de su
vida, puesto que ninguna bibliografía le cita.
II
Carácter de la traducción y juicios de Mosé
Arragel sobre las traducciones.
«La vía por mi tomada en esta trasladacion, 'dice el
judío dirigiéndose al Maestre, sy es en lo mas posible
concordar la jerónima trasladacion con el ebrayco, como
gente, y también cuando diesen algún sentido literal á algún paso
de la Escritura que fuese de verdadera y sana doctrina y no con-
tradijese a los sanctos; que no se habia de desechar por ser dellos,
porque la verdad es buena cualquiera que sea el que la dice, como
lo enseña Sant Agustín.» — (Declaración de Fr. Luis de León ante
los inquisidores, en su prisión de Valladolid, 1572, pág. 196. Co-
lección de documentos inéds., tomo X.)
(i) Aquí hay una miniatura que representa al Maestre, ante el
cual está arrodillado el judío.
(2) En blanco las unidades, que habrá que suponer eran tres,
si la cuenta antes citada es segura.
T, A. PAZ V MKLIA
^4
la sentencia sea una, á las veces partes anteponiendo, á
las veces posponiendo, como la glosa sea muy conforme,
e do concordar non los pudiere, seguiré sobre el ebrayco,
siguiendo en el Jerónimo mandado (i).i>
Por aquí se ve claramente qué valor ha de darse al tra-
bajo de Mosé Arragel.
Su opinión acerca de las traducciones no puede ser más
terminante ni más acertada. Adelantándose al proverbio
italiano Imduttoir, ¡radiUore, llama *miiy menguado á quien
se pone á romanear non tan solamente Biblia, mas sola
una epístola de Juan á Pedro;» añadiendo: «Non ninguno
remangar deue syn muy impresionado, enfermado ante
non ser en la intención del mesmo embiador.»
Respecto á las diferencias que ofrecen los traductores
de una misma obra, dice que los glosadores de la Ley la
dieron ocho sesos, y cita este ejemplo. En el primer capí-
tulo de Jeremías se lee: Madicl saqued auinroe. Machel sig-
nifica verga ó palo; saqued, ó almendro ó velador. El judío
creyó deber romanzar palo de almendro; San Jerónimo
romanzó palo velador. Y es curioso que en apoyo de esto
diga al Maestre que sobre ello pueden informarle sus con-
tinos el licenciado famoso Gonzalo Rodríguez de Ayllón,
dos bachilleres cuyos nombres dejo en blanco, y su primo
Juan Ramírez de Guzmán. Pueden suponerse en los pri-
meros suficientes conocimientos del hebreo; pero no deja de
ser chocante que se apele al testimonio del último, conocido
con el sobrenombre de Carne de cabra por su resistencia en
encuentros y batallas, para un punto de filología semítica.
Aumenta también la dificultad de traducir Biblias he-
braicas, continúa diciendo, la falta ó postura de los pun-
tos. Ejemplo: en yua baderech coliy (afligió en la vía mi
fuerza), por no existir los puntos en el original que con-
(i) Alude á una cita, copiada en otra parle por él, de lo dicho
por San Jerónimo en su Proemio: que siempre en su irasladacion
de la Biblia debían ser requeridos los sabios judias en las dub-
das de su irasladacion, que ellos eran ¡os mas profundos en ia
lengua.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA If
sultaba San Jerónimo, hubo de leer ana en lugar de yua,
y traducir: en la vía mi fuerza respondió. Además, tiene
buen cuidado de hacer justicia al Santo recordando su ad-
vertencia del Proemio, que queda citada en nota, y esto
le da pie para decir que es natural que él tenga más mie-
do y más dudas al romanzar que San Jerónimo, por lo
que no debía reprendérsele si vieren ésta su trasladación
miiy diferente de la de aquél; que éste dicen hizo tres veces
la suya, y sólo á una dio su aprobación, sin que en tiem-
po de Mosé Arragel se supiera ya cuál era; que en Madrid
y en Cuéllar había dos Biblias latinas muy más conformes.
con el hebraico que la que tenía la Iglesia vulgar (0; que
(i) «Todos los Cardenales y prelados y principes y Señores-
q.e fundaron Coiejios y monesterios les dejaron grandes summas.
destos libros manu scriptos, porque en aquellos tpos no florecían
las imprentas; y assi por esto como por los pocos escribientes ca-
tólicos que abria dellos, es sin duda les costana una gran suma,
y no menos si de fuera de España los trayan, y los mas que han
quedado y yo he visto han sido scriptos de judies, y dellos ay gran
thesoro en el Escorial y Santiago de Sevilla, escogidos y traídos
por el Sapiente D.r Harías Montano; y de una librería de mi orderi
en Galísteo, por mandado de S. M. se trajo muy gran cantidad
destos libros, que allí dejaron por cosa de muy grande estima los
Condes de Osorno, cuyos fundadores fueron; y en el Colegio de
Santa Cruz de Valladolíd, después que la Inquisición quemó ago-
ra 20 arios, vi yo i6 tomos que pudieron dejar, cansados de verlos-
otros q.= serian innumerables. Demás destas librerías, he tenido no-
ticia de otras muchas y de Biblias con glosas y otros libros muy
curiosos en romance; y pues Reyes y Principes, Prelados y Seño-
res tan católicos y eruditos en sus librerías les daban tan buenos-
lugares, y en tiempo que en España se entendía y sabia la lengua,
muy grande argumento es para creer sintieron bien dellas, y que
eran necesarias, sin ningún peligro ni daño de los Católicos; y el
que después acá puede haber parecido que lo es, a sido por igno-
rancia de la lengua, habiendo ydose desacreditando, assi por yr
quemando a bulto estos libros, como por el poco provecho y me-
dro que se les seguia a los estudiosos dclla y tanto a los de facul-
tades, teólogos; legistas, medicina, etc.»
(Del Tratado cerca la regla del catalogo que dispone la lición
de las glosas de los rabinos, por Fr. Pcdro^ de Palencia. Ms. de
la Bibl. Nac, A- 147, fol. ib vuelto.)
j5 a. paz y melia
en poder de Fr. Arias de Encinas había visto él el Psal-
teiio ties veces en latín en cada salmo, «e muy divisos en
el latín,» y uno de ellos muy conforme al hebraico; y que,
hablando verdad, aunque toda la Biblia jerónima era muy
diversa del hebraico, el Psalterio que reza hoy la Iglesia y
el Job son tan diferentes (O, que no me parecen traslada-
piones. w
.Innumerables son, añade, los lugares que en esta tras-
ladación divisó San Jerónimo de lo substancial del he-
braico, ó por el gran número de acepciones, 6 por estar el
original de que Se valió mal puntado, ó por puntar, ó por
otras causas: «asi los azimivan e ayochhm, etc., gentíos que
con la longedat dellos non sabemos quien son, Sant Ge-
rónimo, los nombres que los puso, non sé donde le vinie-
ron: los niphilim, que romanzó gigantes, en ebraico es cíiy-
dos ó caedizos, según algunos, por los ángeles caídos; en
todos los pasages en que Sant Gerónimo romanzó saol por
infierno, los ebraiquistas romanzan fnessa 6 sepulcro, tra-
duciendo, por ejemplo, Sant Gerónimo: Yo descenderé con
mi fijo al infierno, y yo (Mosé Arragel), Caso que sea des-
cendido en la, fuesa, yo descenderé con el duelo de mi hijo.»
Todavía avanza más en su crítica de la obra de San
Jerónimo, como al citar las palabras Dixit insipiens in car-
de suo, en que declara que escribió aquí el Santo versos
que non se hallan en el hebraico, como: lucillo abierto es
-la garganta, etc.
Y de muchos pasajes en que concuerda su traducción
con la de San Jerónimo, protesta terminantemente, como,
• por ejemplo: «-4 la parte do aclaraba el dia: Esto asy aro-
mancar yo oue por concorde con Sant Gerónimo e con los
mas glosadores ebraiquistas; pero lo que el ebrayco dize
es: al viento del dia.
(i) Al margen, y de letra del siglo xvi: «Por estas razones mu-
chos piensan, no sin fundamento, que la Biblia común que hoy
conocemos no sea de San Jerónimo. Del Psalterio no hay duda,
porque ó es de los Setenta, ó de Luciano, mártir.»
L\ BIBLIA DE LA CASA DE ALBA I7
i)A lo que yo romancé; Dios todopoderoso, el ebraico non
dice saluo Dios precador ó robador.
i)EI hombre dejará su padre y su madre por seguir á su
mujer..... (Génesis). Ni la trasladacion latina, ni menos
algunos ebrayquistas están conformes con la trasladacion
mia ni con su glosa, pues yo interpreto decirse esto solo
por la muger que dice asi es a lo que su marido otorga, y de
ningún modo con las que dicen no a lo que sus maridos si.
Las mas trasladaciones de Biblias ponen esto errónea-
mente.»
He querido acumular ejemplos para fundamentar la
opinión que de ellos puede deducirse acerca del carácter
de la traducción de Mosé Arragel.
El ilustradísimo Profesor de la Sorbona, M. Samuel
Berger, que por la premura del tiempo sólo pudo echar
una ojeada á la Biblia en que me ocupo, teniendo que va-
lerse de los extractos que copian Villanueva y Eguren, me
escribía á fines del pasado año lo siguiente:
«II me semble que la versión de Moyse Arragel n'est pas
précisément une traduction faite sur l'hébreu, mais une revi-
sión trés-soigneuse, d'aprés le texte hébreu d'une ancienne
versión castillane faite elle-méme d'aprés la Vulgate (Mss. Es-
cur., 77-4 et 7-7-7).
A certains moments le texte est tellement changé qu'il est
presque méconnaisable, mais en general nous avons ici une
revisión plutot qu'une versión nouvelle. II est du reste certain
que M. Arragel a eu également sous les yeux une ancienne
revisión de ce vieux texte castillan faite elle-méme d'aprés
l'hébreu (Escur., 7-7-3 et 7-;' -5).
Parfois la versión d'Arragel semble étre comme un damier,
les deux anciennes versions étant tour á tour utilisées au point
que la versión d'Arragel est une veritable compilation.
II serait trés-interesant de pouvoir comparer la traduction
de M. Arragel avec un Ms. de l'Académie de l'Histoire con-
ténant les Prophétes en latin et en castillan avec glose, et les
Machabées que cite Eguren (p. 8). La visión d'Essaíe dont
Eguren donne le comraencement d'aprés ce Ms. parait pres-
u 3
g A. PAZ Y MELIA
que exactement celle de M. Arragel. II y a quelques differen-
ces qm nous raméaent quelquefois aux versions anteneures,
et que je ne peux expliquer qu'ainsi:-Nous aur.ons .« le pre-
mier travail de M. Arragel, tal qu'il a été soum.s aux revi-
seurs, etc.»
Con todo el respeto que me merece tan autorizadísima
opinión, voy á exponer las objeciones que me ocurren..
En primer lugar, la voluntad del Maestre, termmante-
mente expresada en sus cartas al judío, fué tener riña
nueva versión directa del hebreo, porque las que había no
/, contentaban. Y después de alegar francamente Mose
Arragel, para excusarse del trabajo, que ya otros _ habían _
traducido al castellano la Biblia mejor que él. más en conso-
nancia con la doctrina cristiana, y que de tales versiones
podría valerse el Maestre; después de haber éste rechaza-
do la excusa, ¿cómo imaginar que el judío no declarase
con lealtad que no iba á traducir directamente del hebreo,
sino á revisar una de aquellas versiones de la Vulgata, él,
que llamaba menguados á los traductores de una simple
epístola? Ni cabe tampoco pensar que así lo hiciese de un
modo fraudulento, por decirlo así, porque sus censores
pronto lo hubieran conocido.
¿No parece, además, excesivo el tiempo de once años (i)
empleado por el judío para un trabajo de tal índole? San
Terónimo sólo tardó cuatro más en su Vulgata.
En cuanto á la comparación de los textos de las versio-
nes castellanas con la de Arragel para deducir cuál le sir-
vió de patrón, juzgo dificilísima la prueba desde el mo-
mento en que se admite que se encuentran «/g^««as dife-
rencias. Por ejemplo, si cotejamos este pasaje:
(1) Aunque desde 1422 en que la empezó, hasla 1430 en que la
terminó, van sólo ocho años, hay que tener en cuenta su afirma-
ción terminante de que empleó once, recordando que en los tres
restantes que tardaron en revisarla en Toledo y en Salamanca ten-
dría el rabino que reformar, rehacer y corregir mucho su trabajo,
atendiendo á las consultas y ordenáis que recibiera.
LA BIBLIA DE LA CAS\ DE ALBA ig
VERSIÓN DE M. AKRAGEL
VERSIÓN DE LOS PROFETAS
{Ms.íietaAcad. de la Hcst., 12-1 r- 1- 1.*)
Dice el Señor: Guav de aque- Dize adonay elohym: guay de
lias que cosen almohadas sobre las que cosen almohadas para
lodos los cobdos de las manos e todos sombacos de las manos e
fazen alharemes sobre cabeca de fazen alharemes para las cabe-
todos los enftiestos a fln de ani- cas de omes de cualquier edat.
•mas cazar.
¿Cómo distinguir entre las diferencias hechas de propó-
sito por la revisión del texto hebreo sobre una versión cas-
tellana de la Vulgata, y las diferencias que han de existir
entre dos traducciones hechas por dos personas distintas
del original hebreo?
Y finalmente, el judio dice á cada paso, como arriba se
ha visto: non embargante que yo romancé asi al pie de la.
letra, el ebrayco no dice saino, sino etc.; ó rahy Salo-
món, ó los cabalistas, etc., etc., dicen tal cosa; pero yo ro-
mancé tal otra; yo romancé esta palabra asi por conformarme
con San Jerónimo; pero lo que el hebreo dice no es sino
etc., etc., siendo muy frecuentes las raspaduras de lar-
gos pasajes, así del texto como de las glosas de M. Arra-
gel, nuevo indicio de que los censores encontraban bas-
tante original no muy conforme con lo recibido.
Por donde me parece poder afirmarse que Arragel tra-
dujo directamente del original hebreo, teniendo á la vista
los trabajos de los cabalistas é intérpretes de la Ley que
á menudo cita, y cuyas opiniones tantas veces combate;
que, como él afirma, trató de conformar la versión con la
Vulgata, y que los muchos pasajes borrados y las frecuen-
tes salvedades y protgstas que hace cuando ve imposible
la concordia, indican claramente que los censores tuvieron
bastante que hacer. Los tres años que en la revisión em-
plearon, no debieron ser sólo para comprobar si había sa-
bido acomodar una versión castellana hecha sobre la Vul-
gata con el original hebreo. He aquí un texto de Isaías en
las cuatro versiones citadas:
20
A. PAZ Y MELIA
VERSIÓN DE M. ARRAGEL
(Isaías, cap. I, fol. 266.)
Vision de Isaias, fiio de amos, que
vido sobre iuda e ierusalem en dias de
ozias iolham, achaz e ezechias, reyes de
iuda: ovd los cielos e escucha la tierra,
que el señor fabla: los fiios que crie e
enaltesci los quales erraron en mi: cog-
nósce el buey el su poseedor e el asno
el pesebre de su dueño e israhel non me
cognoscio nin el mi pueblo non enten-
dió: guay de la gente pecadora, pue-
blo cargado de pecado, semen de malos
fiios: dañadores dexaron al señor, blas-
femaron del samo de israhel, retrogra-
ronse á caga: sobre que miembro vos
feriran sy mas tornaredes a rebellar, que
ya todas las cabecas tenedes enfermas e
todos los coracones con dolor: desde la
planta del pie fasta la cabeca non es en
el sanidat: pecilgos e liuores e las llagas
están tiernas, que non fueron curadas
nin tan solamente apretadas nin menos
enternecidas con olio: la vuestra tierra
es desierta, las vuestras cibdades son
quemadas de fuego, las vuestras regio-
nes en vuesira presencia los ágenos las
gastan e comen, e dessoladas son assy
como trastornamienio de ágenos, e re-
manescera la fiia de syon asy como ca-
bana en vinia e como espántalo en co-
gombral, e asy como cibdat deserta:
saluo por que el señor de las caualle-
rias nos dexo e fizo remanescer algún
semen, poco fuera que como sodoma
fuéramos e elos de gomorra semeiara-
mos &."
CÓDICES ESCURIALENSF,
[ (I-J-4, fol. ^40. c I-j-^, fol I .
Vision de Isaías fijo de amos que \
sobre Juda e iherusal'em en los diaj
Josyas, Jodan, acaz e ezechias, reyes
Juda. Oygan los cielos e escuche la;,
rra lo que el señor fabla: fijos que¡
e que ensalce e ellos erraron contrai
Conosce el buey a su poseedor e el a?
pesebre de su señor, israhL-l non com
ció, mi pueblo non entendió. Guaygi
I
te pecadora, pueblo de grant pecado,;
naje enmalescido, fijos dañadores des
pararon al señor, ensañaron al santo
ysrael e tornaron atrás. Por tantos
feridos e avn pujaron a ser rebeldes:;
das sus cabecas son dolientes e todosi
coracones dolorosos. Desde la planu
pie fasta la cabeca non ay en el sanii
llagado e ferido de feridas recientes;
son guaridas nin melezinadas nina]
tadas con vnguento: vuestras tie
son yermas, vuestras villas quem:
de fuego, vuestras partidas que e;
entre vos, estranjeros las estruyeni
yerman como, la que es trastornad
estranjeros. E quedara la fija de i
como la choca en la viña e como ni
daña en cogonbral, como cibdat c
chada. Sy non por que el señor J
baot que nos dio su remaniente cot
cas fuéramos como los de sodoma
de gomorra semejáramos Sí.
LA. BIBLIA DE LA CASA DS ALBA
21
ilCE ESCURIALENSE
(i-j-hM- 231.)
' primero de la profecía de ysa-
de amos que profetizo sobre ju-
erusalem en tiempo de vsiahu
acaz e ysequias reyes de ¡uda.
los e escuchad tierra que el se-
lo: fijos que engrandesci e enal-
llos erraron contra mi. Conoce
X criador e asno pesebre de su
ysrrael non conoscio, mi pueblo
entendió: guay gente pecador,
pesado de atorcimiento, simien-
lalos fijos, dañadores dexaron al
aborrecieron al santo de ysrrael,
)n se atrás. Por le que sodes fe-
in aiiadedes rebello, toda cabeca
olencia e todo coracon dolorido
a planta del pie e fasta la cabeca
y en ella sanidat, pecilgo e toron-
rida tierna non fueron espremi-
lon fueron soldados e non fue en-
do con azeyte. Vuestras tierras
liadas, vuestras villas ardidas en
vuestras tierras delante vos estra-
>men a ellas e desoladas como
nación de esiraños e remanescera,
ña de Clon como cabana en viña,
:adahalso en cogonbral, como vi-
ma. Sy non que el señor sabaod
iianescer nos remasalla, por pocas
los de cadon fuéramos, ales de
ra nos asemejáramos &.
;i l-j-y no tiene el libro de Isaías.)
VERSIÓN DE LOS PROFETAS
(Acad. de la Historia, i2iii-i^)
Vision de Isaias, fi)o de amos que vido
sobre juda e ierusalem en diasde Ocias,
joatham, acaz e zcchias, reyes de juda.
Oyd los cielos e escucha la tierra que
adonay fablo: los fijos que crie e en al-
teza ellos, erraron en mi. Conoscio el
buey el su poseedor e el asno el pesebre
de su dueño, e israhel non conoscio, e
mi pueblo no entendió. Guay de la gen-
te pecadora, pueblo cargado de pecado,
linaje de malos fijos: dapnificadores des-
ampararon á adonay, blasfemaron del
santo de israhel, bolvieronse atrás. So-
bre que seredes si mas pujaredes en re-
beldía, que toda la cabeca es enferma:
et todo el coracon con dolor. Desde la
planta del pie fasta la cabeca son en el
plagas et livores, et las feridas son aun
rezientes, que non fueron curadas, nin
menos apretadas, nin menos fueron en-
ternecidas con olio. La vuestra tierra es
desierta, las vuestras cibdades quemadas
de fuego, las vuestras regiones en vues-
tra presencia ágenos la comen, et es
en desolación como trastornamiento de
ágenos. E remanescera la fija de Sion
como cabanna en vinea, como espanta-
jo en cogotural, como cibdad desierta.
Saluo por quanto adonay sabbaoth vos
dexo algún remanente, en poco estaua-
mos que como los de sodoma fuéramos
et como los de gomorra semejáramos.
22 A. PAZ Y MELIA
Adviértase que Eguren, en su Catálogo, dice que la ver-
sión de los Profetas (Ms. de la Acad.), según se deduce de
la glosa del fol. 128, debió ser hecha por raby Salomón,
judío tal vez converso. Pero allí no dice otra cosa sino
«conviene saber: mi pueblo hedificaba la paret, que era
Iherusalem, assi como dize raby Saloman. •» Y esto prueba
precisamente que no era éste el traductor.
III
Las glosas.
Lo enorme del trabajo empleado en las glosas se com-
prenderá con decir que de los 5i5 folios de que la Biblia
consta, pocos están libres de los recuadros de glosa que
encierran el texto á dos columnas, y que suelen tener has-
ta 89 líneas de letra menudísima, A pesar de esto, cen-
sura Arragel la extensión dada por algunos doctores á
las glosas sobre los diez Mandamientos, diciendo que
abultaban tanto como los cinco libros de la Ley; pero que
él seguiría el criterio de servir á Dios y al Maestre con
glosas cortas que sirviesen como las largas de los antiguos,
porgue tenía por oficio escoger en mvclio bien lo mejor para
provecho de muchos (i).
Con toda libertad combate las interpretaciones dadas
por los glosistas, sus correligionarios, oponiendo á ellas
la suya; y cuando se halla en irreductible contradicción
(1) Eia, pues, según la interpretación de Fr. Pedro de Falencia
en su Tratado acerca de la lectura de las glosas de los rabinos,
un hachatnim, como ellos llamaban á los que se ocupaban en
traducir y glosar la Biblia, á diferencia de los otros que escribían
como íectarios contra los dogmas católicos, á los que llamaban
burladores.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 23
con los dogmas de la Iglesia, añade siempre frases como
éstas: «Asi lo tiene el cristiano; pero, Señor, los judios
creen toda la contra de ello.» «La egleja declara que
pero los judios non creen nada de esto,» y otras semejan-
tes. Únicamente cuando expone la opinión ó glosa del
Maestre, á quien admite, de grado ó por fuerza, como á
uno de tantos glosistas, se guarda muy bien de contrade-
cir la opinión ni de añadirla el más ligero comentario.
Otras razones poderosas tendría seguramente el rabino
para obrar así; pero los dos ejemplos que siguen bastarían
para que en su caso cualquiera de nosotros hubiera hecho
lo mismo.
Sobre estas palabras: «E casó Faraón á Joseph con
Asnath, fija de potifera, el qual era ministro en » etc.,
escribe el judío (Glosa): «El Señor Maestre dize que este
alguacil era 9Ídan, e asy como lo castraron tomó en sy
vergüenza e metióse monje en uno de los templos, e fue
ally menistro e preste.»
En otra ocasión (cap. 34, De como vino Jacob a la cib-
dad de Siqnem, etc.), comentando el significado de las
palabras afrixion, afrigiy, y después que Arragel ha ex-
puesto las opiniones de raby Salomón y de raby Abraham,
añade: «El Señor Maestre dice que non faze mención nin
de raby Salomón nin de raby Abraham,» etc., y expone
netamente la opinión del poderoso glosista acerca de la
palabra discutida.
Determina el carácter general de sus glosas declarando
que son elegidas de muchos autores; que cuando dice: «esto
afirma el judio e esto el cristiano,» es sana para ambas
religiones la lectura; que le fué mandado poner las opi-
niones judaicas por judaicas y las latinas por latinas, y
que acaso olvidó declararlo alguna vez; que si el cristiano
hallase algo que chocase á su fe, lo hubiese por opinión
hebrea; y si el judío, por opinión de la Iglesia romana,
según se le dio por registro; que él no pone relación de
opiniones á fin de contvadecir, mas vulgar opinión, y que
«toda la mas glosa desta Biblia en los mas logares que
-, A. PAZ Y MELIA
son peligros se face asi: relatar opiniones, según le mando
el Maestre, lo cual asi hizo á fin de relatar, no de exami-
nar, que eso queda í los teólogos. >>
Sobre la diversidad de glosas, y á propósito de las del
Cantar de los cantares, formula así su juicio: «Viene un
maestro en santa theologia y hace una glosa, y los oyen-
tes se contentan de ella; viene otro y hace otra diferente,
V los oyentes también se contentan de ella, y lo mismo de
cuantas se hacen; lo cual, añade, denota perfección infi-
nita de la ley y que es divina.»
Hasta qué punto llegaba la docilidad del judío para de-
clarar opiniones dictadas por sus censores, y hasta dónde
se extendía la libertad que éstos le dejaban, puede verse
en los Extractos de glosas, especialmente en las escabrosí-
simas del final.
Basten aquí para dar una idea los ejemplos siguientes:
GÉNESIS.— Cají.. de las mandragulas que falló rauben
(fol. 44 v.o)
Texto — « e asy como parió rachel a joseph, dixo Jacob
a laban: Enviame, etc será la casa de Jacob fuego, e la
casa de joseph llama, e la casa de ysau paja menuda, e acen-
derse an e quemarlo an.» _ .
Glosa.- «E cata non te engañes, e sabe que el cristiano es
israhel, e asy lo testimonian los evangelios: mayormente que
por quanto el fijo de la virgen que era de la casa de Israhel
fazer a todo el mundo conuertir a la su santa fe sus casas las
primeras, conuiene saber, las sus habuminables e opiniones
quemadas serian e non dellos cosa quedaría, e asy fue qae co-
mo el fijo de la virgen, esposa de joseph, nasció, todos a la
santa católica fe se convirtieron.»
Acerca del perdón del pecado original de Adán, dice.
, hasta aquí he glosado al pie de la letra; pero tratándose
de artículos de fe, el pecado original necesitó la Pasión de Je-
sucristo. »
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 25
Profecía de Isaías (cap. VII, 14): «Como el rey achaz en
iherusalem cercado estando del rey de siria e del rey de Israel
le fue dicho la [alma] (i) concebirá.
Texto.— «Por tanto, dará el señor el a vos signa ahe que la
[alma] (2) (nnS_2fn) concebirá e parirá fijo e llamara su nombre
emanuel.»
Glosa.— « dixo bien por ende el señor vos dará signa,
la qual va poniendo el texto del parto de la virgen o mofa, se-
gund los hebreos. 13: ahe que la virgo concebirá e payira fijo,
etc. Aqui es infinida diuision entre los glosadores ebreos e los
latinos, asy en texto como en glosa; en quanto al texto, dicen
los hebreos: a'ne la moga concihirn; en quanto a la glosa, dizen
que lo dizia vnos dizen por la muger del propheta o por la
muger del mismo rey que estaña ally quando esta conssolacioa
el propheta en la diuinal persona esta conssolacion le daua, e
que non ouiese miedo destos dos reyes sobre dichos. Enpero,
muy alto señor, aqui conuiene de notar que la romana egleja
romanga este texto por otra forma: en quanto al texto roman-
9an: ahe que la virgen concebirá, etc. E en quanto a la glosa,
dize que este dezir significo porque concebirla la virgen santa
maria el su fijo ihesu e que remanesceria virgo ante del parto
e después del parto, e que el su fijo ihesu rey mexias que se-
ria dios e omne, lo qual asy significo en el su propio nombre
que aqui le menciono el propheta, e dixo que lo llamarían
emanuel, que tanto dezir quiere como Dios con uos etc.,
etc. E sobre esta intención funda la egleja romana estos textos
e el proceso del capitulo, lo qual pertenesce mas lo que mas
aqui dizen a los reuerendos maestros en la santa theologia, e
dellos, señor Maestre, deues demandar este fundamento, e co-
mo deximos, los judias son en opposita opinión, lo qual por pro-
lixidat escusar, escusaremos lo que ende dizen.»
Ameniza algo el judío la natural aridez de las glosas
con las fablillas ó cuentos judaicos que intercala, como el
de la serpiente y Eva, el de Satán y Noé, cuando éste
plantaba la viña, y algún otro que puede ver el lector en
(i) Esta palabra está sobrerraspada.
(2) Sobrerraspada la palabra.
26 A. PAZ Y MELIA
los Extractos; con proverbios, ejemplos y con alusiones á
costumbres de la época, expresadas á veces con un natu-
ralismo por demás extraordinario, y hasta con alguna no-
ticia que pudiéramos llamar literaria, como cuando, glo-
sando el salmo I: Bienaventurado es el varón que non an-
dovo en consejo de malos, expone, sin resolverla, la cuestión
de la incompatibilidad entre la presciencia divina y el libre
albedrío, y nos da la noticia de que «aquel tu (') buen ca-
ballero comendador e poeta Ferrand Sánchez Calavera,
habia enviado por todo el reino aquella misma cuestión.»
En efecto, el Cancionero de Baena {2) confirma la noti-
cia insertando la poesía del Comendador sobre el tema
De precitos e predestinados, á las que siguen las del Canci-
ller López de Ayala, de Fr. Diego de Valencia y de otros
cuatro ó cinco poetas que trataron de disipar las dudas
del buen Calavera.
IV
Algunos datos acerca del criterio del traductor.
A pesar del cuidado puesto por rabí Arragel para con-
temporizar en lo posible con las ideas de su señor, el
Maestre, y con las de sus censores, el criterio racionalis-
ta, tan frecuente entre sus correligionarios, se trasluce en
muchos pasajes.
Repetidas veces insiste en que la Ley hace mención y
arma sobre imaginaciones, como cuando glosa la presenta-
ción de Eva ante los ojos de Adán, probándolo con el
ejemplo del libro de Josué, en que la persecución de los
mercaderes por los de Jericó no fué según verdal, sino se-
gún las opiniones ó imaginaciones de éstos.
[i\ Del Maestre D. Luis de Guzmán.
(2) Véase Colee, de doc. inéd., tomo XIX, nota, y Nicolás
Ant., B. V., II, pág. 254.
LA BIBLIA DE LA CASA UE ALBA 27
T>e-f abluías, irobicas, etc., califica los tratos de la ser-
piente con Eva, deduciendo de cuantas escrituras había
leído sobre este punto que todos estos negocios son figurati-
vos, y llegando, con cierta ironía desdeñosa, á explicar el
hecho de procurar Eva la muerte á su marido con la man-
zana, después que la serpiente la dijo que estaba conde-
nada á aquella pena, por el deseo de que no la sobrevivie-
ra y se casase con.otra mujer. No se olvida, sin embargo,
de añadir su socorrida salvedad de que el católico debe
. creer lo que su fe le enseña.
Advirtiendo que es opinión de varios comentaristas,
pero sin contradeciria y sin que la censura le ataje en tan
extraño camino, al glosar el pasaje del Génesis e to-
mó una de sus costillas, dice que, cuando le presentó Dios
á Adán los animales criados, no fué tanto para ponerles
nombres, como para ver si se pagaba de alguno para mu-
jer (!); pero que no se contentó de ninguno. Que, segúu'
otra opinión, fueron criados macho y hembra, y que con •
ésta vivió algún tiempo como con mujer, sin que se sepa
lo que hizo Dios de ella, puesto que luego le presentó á
Eva, haciendo exclamar entonces á Adán: La ves aquesta,
esta mujer auia de ser hueso de los mis huesos e carne de la-
mí carne; trasladación, añade, de que se agraviaría la de
San Jerónimo.
Nuevamente insiste en llamar fablilla judaica, es decir,
símbolo ó cuento, á la contienda entre Caín y Abel, de-
clarando que la Ley no menciona lo que disputaron, sal-
vo los doctores, que, cojno quien á caza anda, afirman que
Caín propuso á Abel que se dividieran el mundo y otras
cosas semejantes, cuando ello es fablilla judaica, y su
figura, que sólo los que niegan la vida futura y son herejes
dan importancia capital á los bienes de este mundo.
Notable es también el juicio que forma acerca de las
creencias de Job.
En la apariencia, viene á decir, Job maldecía el día en
que fué engendrado, por creer que de las conjunciones y
disposición de los planetas procede todo el bien ó mal que
28 A. PAZ Y MELIA
al hombre sucede; á diferencia de Jeremías, que también
maldijo el día en que nació; pero no por creer en el influ-
jo de los astros, sino simplemente como un modo de ha-
blar.
Tal vez, dice, acusemos á Job injustamente de no creer
en la otra vida, siendo quizá la verdad que, creyendo en
ella, «vendía la ganancia por la pérdida,» es decir, que á
fin de no pasarlo mal en este mundo,, no se cuidaba del
bien del otro; pero Job afirmaba, y tenía por experiencia,
que Dios no se cuidaba del individuo, sino de la especie; y
aunque se diga que debía creer en la otra vida, puesto que
sacrificaba, huía del mal y educaba á sus hijos en el te-
mor de Dios, también se ve que «era dubdoso en la pro-
videncia divina e en la bienaventuranza espiritual, e como
aq.uel que es dubdoso sy es, non es, usaua del bien, por sy fue-
se verdal, que lo toviese ganado aquel bien, e caso que non
Jucse^ que non se anenturaua él mucho en bien obrar.» Y
cuando vio que, teniéndose por justo, caía sobre él tanta
desgracia, entendió que Dios tenía desamparado al hom-
bre y sólo atendía á la conservación de la especie.»
A veces manifiesta cierta amplitud en sus juicios, y se
muestra contrario al espíritu minucioso, tan propio de los
comentaristas y glosistas de su religión, como cuando dice
que csea el que quiera, manzano, higuera, etc., en los sa-
bios de los judíos uno dellos no es que en este fecho algo
diga salvo como durmientes e non entre sueños quasi, e
non conciertan que árbol fue aqueste; » ó cuando desdeña
á los que pretenden averiguar con qué agujas coserían
Adán y Eva las hojas con que se cubrieron, diciendo que
hacen pregunta vana, puesto que sería con puntas de cam- .
brones ó cosa parecida; y en otras ocasiones cae él en lo
mismo que critica, refiriendo, por ejemplo, que Noé se
atrasó un día en dar de comer al león, y éste le hirió; que
metió Noé en el Arca sarmiento y algunos buruios, y que
estando planetas y signos desconcertados, y, por tanto,
no paresciendo en el Arca noche ni día, forzosamente de-
bió haber carbonculo.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 29
No deja de denotar cierta independencia de criterio ver-
le declarar que algunos doctores de la Iglesia, en contra
de la opinión judaica, yerran en las significaciones del pan
y vino de los sacrificios, «lo qual no es maravilla, dice,
pues no es la primera yerra, y que hasta los mismos pro-
fetas veian las cosas en revelación y no las sabian juzgar. »
Y decir de la explicación de los Talmudistas acerca de
la honra de tener hijos, que no puede tragar tales opiniones,
por no estar conformes con ninguna teología ni filosofía,
y que no sabe nada de ello, salvo ser un gran secreto de
que poco se alcanza.
Por último, conocimiento de los hombres y buen gusto
literario demuestran juicios como éstos:
«Si los villanos y de bajo estado pudiesen elevarse á
gran prosperidad, ¡cuan altivos y tiránicos serian!»
La lectura de Amadís ni de la Conquista de Troya, tan
en boga en su tiempo, dice ser de poco provecho; y co-
mentando las poéticas comparaciones del Ca7itar de los can-
tares, declara que «la mujer que oy viésemos cerviz tama-
ña como una torre, los dientes como cabras, los dos pe-
chos tamaños como dos onodios, por desdonada, non do-
nosa la averiamos. »
Su prudencia, en fin, aparece siempre que llega á tocar
puntos difíciles, como, por ejemplo. la objeción que hacen
algunos de que si Adán pecó, qué culpa tienen sus des-
cendientes, pues deja la solución á los maestros en Teo-
logía.
3°
A. PAZ Y MELCA
V
Autores y obras consultados y citados
por el traductor.
Entre los antiguos, nombra á Aristóteles y su libro Se-
íiales dé los cielos al hablar del modo de reproducir artifi-
cialmente el arco iris en un vaso de agua; á Euclides (á
<juien llama Uclidas), y su libro Visiones; á Tolomeo, y su
Almagesto, á Plinio y algún otro.
Délos judíos, á Cifre; rabí Salomón (0; rabí Abraham
Aben-ezra (sic), de Calahorra (^1; rabí Moysen, de Egipto
{Maimónides); rabí Tanhuma; rabí Ni?un, de Barcelona,
ó Maestre NÍ9Ím, el barcelonés; rabí Jaco, el que hizo los
Turim; rabí Joseph, el Camhy; rabí Juda, íijo de rabí
Cimon, en los Rabboth (ó Comentarios rabínicos del Pen-
tateuco); rabí Mayr; rabí Asser (3); rabí Eliezer.
Además, el Midras 6 Medras, el Rasbag, la glosa cal-
dáica, ios Talmudistas, los Macubalym, etc.
Maestre Alfon, maestre Enrique, el maestre de Girona,
maestre León de Bañólas y maestre Fernando, de los frai-
res menores, á quien llama su amigo.
(i) De rabí Salomón beii Isaac, vulgo Jarchi, hay un comen-
tario hebreo al Pentateuco, de letra del siglo xiv, en la librería del
Cabildo de Toledo.
(2) Rodríguez de Castro cita á rabí Abraham-ben-Meir-ben
Jezrah, llamado el Sabio; pero dice que se cree nació en Toledo
en 1 119.
En la librería del Cabildo de Toledo existen manuscritas sus
obras Sephat Jeter (Labium excellentia:) y Sepher Mofeiiaim
{Liber Bilancis) en caracteres rabínicos del siglo xiii.
(3) También cita Castro á rabí Jehudah Bar Aser, nacido en
Toledo á prmcipios del siglo xiv y suicidado en 1 391 por escapar
á los castigos de la Inquisición. Autor de los Estatuios de la Ley
y de los Estatutos del cielo.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 3I
Luego á Josefo, Boecio; la Historia y Crónica de Ali-
xandre; el compendio llamado Aurora; las obras de San
Bernardo, de San Ildefonso y de Nicolás de Lyra.
Por último, para el conocimiento de los artículos de la
fe cristiana y símbolo ó Credo, declara haber consultado
el libro ó compendio de D. Pedro, Arzobispo de Sevilla,
Voz de grillo (0.
VI
Concepto y juicio general de la obra.
Con lo dicho y con la lectura de las glosas y ejemplos
que siguen, creo que se podrá tener una idea bastante
exacta de lo que es la Biblia de la Casa de Alba. Y com-
(i) Este Prelado, cuyo mote creo se declara aquí por primera
vez, debió ser D. Pedro Gómez de Albornoz, que ocupó la Silla
toledana hacia 1371, puesto que en la obra á que alude Mosé
Arragel, titulada Tratado sobre la justicia de la vida espiritual
de los hombres y de la perfección de la Iglesia militante y de la
honestidad de ¡a. vida corporal, se atribuye al Arzobispo de Se-
villa D. Pedro, segundo de este nombre. Ahora bien: en el si-
glo xiv hubo un Arzobispo de Sevilla, llamado D. Pedro, á quien
sucedió D. Alfonso de Vargas. Del nombre de Pedro, el segundo
en orden fué el que queda dicho, sobrino del Cardenal D. Gil de
Albornoz, y de quien se cita además un Confesonario entre los
Mss. del Escorial, atribuyéndole también G. González Dávila La
. peregrinación de su vida, que dice estaba en la librería del Ca-
bildo de Toledo. El tercero fué D. Pedro Gómez Barroso (1376-
1389), que dio sentencia prohibiendo al Arcediano de Ecija pre-
dicar entre los judíos ni entender en sus pleitos, so pena de exco-
munión. Por último, Pedro de Luna, hacia 1401, y D. Pedro Gon-
zález de Mendoza y D. Pedro de Castro.
El estilo de la obra citada corresponde perfectamente á los últi-
mos años del siglo xiv ó á principios del siguiente. Véase la Re-
vista de Archivos y Bibliotecas (3.* época, año I, 1897, pág.255),
donde describo este Ms, entre los de la librería del Conde de
Haro.
,2 A. PAZ Y MELIA
pletaián el juicio las mismas palabras de Mosé Arragel al
explicar el título, que en letras de bruñido oro la puso, de
La Memorativa (O, con que declara «que como él no era
judio, creia las opiniones hebreas, asi como el cristiano
las suyas; que él no hizo al sino relatar ó memorar opinio-
nes hebreas por los dotores judios, la médula de quantos
pudo hallar, antiguos y modernos, y de los cristianos por
los registros que le dieron frai Arias e fray Juan de Za-
mora. ))
Para Villanueva el trabajo de Arragel es una versión
bastante literal, que sigue por lo común la versión latina
de San Jerónimo, añadiendo algunas variantes del hebreo
y otras para aclaración del sentido.
Los tres ejemplos del Génesis, Quomodo sedet sola y
Cantar de los cantares, etc., de Jeremías, que van al fin, de-
muestran que la versión de Mosé Arragel puede llamárse-
la versión literaria. No hay que decir cuánto realzaría su
importancia si el judío, exento de la preocupación de
amoldarla en lo posible á la traducción de San Jerónimo,
y libre de correctores, nos hubiera legado una versión di-
recta del hebreo en castellano del primer tercio del si-
glo XV; pero con todo eso, la libertad que se ha visto le
dejaron aquellos buenos frailes es garantía de que Mosé
Arragel pudo moverse con relativo desembarazo, y que,
por consiguiente, su versión ofrece bastante originalidad
para proclamarla superior en este punto á todas las cono-
cidas, y para desear verla algún día publicada en su tota-
lidad.
(22 de Septiembre de 1898.)
(i) a la cabeza de la obra puso, sin embargo, este título: «Bi-
blia romanceada por rabi Mosé Arragel de Guadalfajara, a peti-
ción de Don Luis de Guzman, maestre de Calatrava, con ayuda e
información de los muy honorabiles famosos sabios e señores an-
geles divinos don Vasco de Guzman, arcediano de Toledo, e el
maestro frey Arias de Encinas, guardián del convento e estudio
de San Francisco de Toledo, e el maestro fray Juan de Zamora,
de la Orden de Predicadores.»
ILUSTRACIONES Y NOTAS
NOTICIA DE D. LUIS DE GUZMÁN
XXV MAESTRE DE CALATRAVA
Fué hijo de Juan Gudiel y de María Ramírez de Guzmán, y nie-
to del Señor de la Torre de Esteban Ambrán.
A pesar de haber sido electo Maestre ya en el reinado de Enri-
que 111, no pudo tomar posesión del caigo hasta 1414.
Casó con Doña Inés de Torres (i), doncella de la reina Doña
Catalina, madre y tutora de D. Juan II, y no con Doña Constanza
Méndez de Torres, como se ha escrito. Este matrimonio, según
Rades de Andrade, se verificó en virtud de Bula que alcanzó para
una sola vez; pero si fuese auténtica y su fecha de 20 de Febrero
de 1440 exacta, resultaría el absurdo de tener el Maestre siete hi-
jos en el espacio d'e tres años, hasta su muerte en 1443-
Fué el primogénito de ellos D. Juan de Guzmán, primer Señor
de la Algaba.
Ganó á los moros de Granada riquísimos despojos en 1431, pe-
leando con ellos al frente de Soo caballos y 6.000 infantes de la
Orden como capitán de la frontera de Requena, del reino de Va-
lencia. También combatió en favor de D. Juan II de Castilla con-
tra los Infantes de Aragón, y recibió en recompensa el Señorío de
Andújar.
Amigo particular de D. Alvaro de Luna, trocó con él la villa y
castillo de Maqueda y la aldea de San Silvestre, que eran de la Or-
den, por Arjona, Jimena y Requena.
(i) Así consta de un Privilegio de juro que he visto, en que,
con fecha de 141 3, se la señaló uno de i.5oo mrs., que luego se la
confirmó en 1416; y así la llama su propio capellán, Fr. Gonzalo,
al dedicarla en 1445, ya viuda del Maestre, una traducción de
ciertos tratados de Séneca, de que era autor ó simplemente copis-
ta (Bibl. del Esc, T, plut. III, núm. 3).
n ■ 3
,. A. PAZ V MELIA
Retirado á Almagro en sus últimos años, vio amargada su vejez
por desacatos de los caballeros de la Orden, y allí murió en .445-
Juan Poeta le llamaba cuatro años antes trovador viejo.
(Véase Kades v Andrada, Crónica, de las tres Ordenes, y las DiJ-
finiciones de la Orden de Calatrava, conforme al Capitulo ge-
'neral celebrado en Madrid en i652, pág. i-xxiv.)
II
NOTICIA DE D. VASCO RAMÍREZ DE GUZMÁN
Según Garibav, fué el cuarto hijo de Juan Ramírez de Guzmán
el Viejo y de su primera mujer. Doña Elvira de Viedma, hija del
primer Señor de Santisteban del Puerto; pero debió equivocarse,
por lo menos en el nombre de la madre, que, según el testamento
de D Vasco, otorgado en 20 de Septiembre de 1438 (i), se llama-
ba Doña Juana (2J. Entre sus hermanos cita el testamento á Tello
de Guzmán, cuyo hijo se llamaba Juan Ramírez de Guzman, y
eran deudos muy cercanos del Arzobispo D. Vasco; á Alonso de
Guzmán á Pero Núñez de Guzmán y al Arcediano de Toledo,
Diego Ramírez de Guzmán, de quien dice Garibay, llamándole tio
de D Vasco, que renunció en -éste aquel cargo hacia 1407, fecha
poco probable, porque D. Vasco debió nacer años después de 1387.
También afirma Garibay que su hermano mayor se llamó Juan
Ramírez de Guzmán el Mozo, y que fué Comendador mayor de
Calatrava por gracia del Maestre D. Luis de Guzmán.
Sus hermanas se llamaron Doña Leonor, madre de D. Tello de
Guzmán; Doña Mencía de Haro, y Doña Marquesa.
El padre del Maestre D. Luis de Guzmán y el de D. Vasco, am-
bos llamados D. Juan Ramírez de Guzmán, eran primos segundos.
Por orden de D. Juan 11 tradujo el diálogo de Luciano entre
Alejandro, Aníbal y Scipión, titulado De bellicw laudis gloria el
primatu (3), y á ruegos de Fernán Pérez de Guzmán, á Salus-
tio (4)- „ , j o
No debe confundírsele con otro D. Vasco Ramírez de Guzman,
canónigo de Toledo y Abad de San Vicente, que vivió en el rei-
nado de los Reyes Católicos.
(,1 Bibl. Nac, Ms. i)-68, fol. 155.
z) Doña Juana Palomeque casó en 1387 con D. Juan, ya viu-
) de Doña Elvira, según el mismo Garibay. .
(o) El Proemio dedicado al Rey, en la Bibl. Nac, Mss. Bb-ir^.
(4) Ibid., y- 140 y A--129, y Bibl. del Esc, G-lll, num. 11.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 35
En el citado testamento dejó 150 mrs. para un jubón á Juan de
Oueñas; á su hermano D. Alonso- de Guzmán un libro en roman-
ce que trataba de diversas cosas, compuesto por un sabio conver-
so; el libro del Regimiento de Príncipes, que había traducido en-
tonces para el Príncipe D. Enrique su maestro, D. Lope de Ba-
jrientos; otros libros del Relator, de Maestre Ramón y de D. En-
rique de Villena.
A la iglesia de Torrejón de lUescas dejó un Speculum clerico-
rum, en que estaba el cuaderno del Arzobispo D. Vasco por don-
de sean informados los curas, y mandó que le asiesen con una
•cadena. A la iglesia de Huesca dio 750 mrs. para comprar un Sal-
terio.
Todo su recado de plata, que podría valer 1.500 florines; los
■vestidos, tablas de marfil y aras, sábanas, frontales y aparejo de
su capilla, dejó á Santa ¡víaría del Pilar de la iglesia de Toledo.
Los paños franceses, paramentos y preseas, tasaba en 600 ó 700
•florines, y en más de i.Soo los libros.
Mandóse enterrar á los pies del altar de Santa María del Pilar,
en Toledo, donde lo estaba su sobrino Gutierre de Guzmán, hijo
de Pero Núñez, su hermano.
En su codicilo mandó á Hernando de Brihuega y á Miguel su
manto y ropa y capirote turquesado, y á Santa María de la Sisla
las Concordancias dt la Biblia.
Declara tener prestado de D. Enrique de Villena ó del Conde
de Benaventé un libro de Maestre Ramón, y cita entre sus libros
las Novelas, que fueron del Arzobispo D. Juan de Contreras, y
los Enriques, que fueron del Arzobispo D. Sancho de Rojas (i).
(i) Lo curioso de las noticias de libros de la siguiente relación
que con el título de Fianja y cesión de unos libros á la cate-
dral de Toledo se halla en el Archivo del Cabildo de esa ciudad
(K-i-i-i). me anima á trasladarla aquí en nota.
Dice así:
«Por cuanto al tiempo que yo, diego rramirez de Guzmán Ar-
cediano de Toledo, oue rrescebido ciertos libros de los que fueron
de mi sennor, el Arcobisco don vasco, que dios perdone, los cua-
es tiene agora vasco de Guzmán, mi hermano, yo rrescebi entre
los dichos libros vn código e vn digesto viejo fermosos. que val-
drían cerca de doscientos florines; e después nuestro sennor el
papa Bsnedictoxuj quiso aver para si el dicho código e digesto,
et lo ovo. E por cuanto el dicho vasco ouo los libros del dicho sen-
nor Arcobispo don vasco, el dicho sennor papa mandó mercar vnas
nouelas de las decretales e del sexto para que sucediessen enlogar
délos dichos código e digesto; et para el vso que eran deputadosel
•dicho código e digesto, conuiene a saber, para que en su vida los
tenga el dicho vasco e después los torne a la dicha eglesia con los
■otros libros que el tiene del dicho Arcediano, oue rrescebido los
,5 A. PAZ Y MELIA
Ni la Biblioteca hebrea de J. Cristóbal Wolff (Hamburgo, i733),
ni Rodríguez de Castro, n. otras bibliografías menc.onan a rab.
Mosé Arragel. teniendo con sentimiento que hmuarnos a las no-
Ss que ll nMsmo nos da sobre su vida en lo que de,o d:cho.
dichos dozientos e cincuenta florines fsicj para mercar las dichas.
nouelas e non las he mercado fasta agora, .t podría acaescer fa-
nouelas, e """ ^^^ | ¿^ ^. 1^.5,3 non serian entregados
drrriiXs nouíu s por ende, yo, efdicho Arcediano, depongo
. tv.Poctrtos libros de los ñ/ios, que entiendo que valen mas
tl« dicha eon,^ n el Sagrario de la d.cha eglesia de toledo para
de la dicha ^oniia. en e ^ compre las dichas nouelas, la
Tch^W^-- 1 d ch^lasroaVan todos'^los dichos libros de yuso
S.|os^. s^^egund la ^^^-k. del ..10 _ A^co-
K que " ent're "o dllos míos para esto que dicho es a la dicha
A ^ I foinna de la primera foia, «vnius hominis tama perduxit.iv
ít%'oti"'c" ¿ post'r?me"a columpna de la postrimera ioia «uel
^T.rouo irbro,*«rtores sanctorum,, que comienca en la segun-
.1=, cohimpna de la primera foia «usque ad septuagesimam et po-
tt a cS» et comLnca en la postrimera columpna de la postri-
mera foia 'ucauerat capí fecit» (¡que al rersoj.
it^n-, otro libro en que están los morales de bant giegono, que
¿ri;En;^:írV=íl:pnme-^^^^^^
^°^r:;?^Ubr:fdnÍrr r d:^a^^egono sobre^zec^el
-^c^:^i!: :;^^:x p¿írlm^"2:íuíLt-
P-Cr^tl^^^h^rlait^i^cSu-omienca en la segunda^colump-
na de^a primera foia «notesceret non est passus,, et c°™'ení^ ^"^
Taños rimera columpna de Urpostrimera foia oquam non d^isf.-
ftem o™ro libro de' las estorias scolasticas, que com.en a en la
^. Ll>,mnna de la oriinera toia «aliud tactum hgurat,» et
Snca^nT^ío'stÍm'rra^c'umpna de la postrimera foia «vita-
'Ttem '^tro'Se" ^ omelias dominicales, que co-
la postrimera foia ''precepta dominica largin.» „, , pt
fumóTro libro d. s.J. junn '"•""»''• '"""".ZÍSSe.
zi,"ís;:trc:Lxr^f¿íz»%i™v:íá"Co»*-
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 37
Tampoco Wadingo menciona á Fr. Arias de Encinas, ni Quetif
á Fr. Juan de Zamora.
Del maestro Fr. Diego de Fresno, de Fr. Diego de Atienza y de
Fr. Juan de Santa Clara, no se hace mención en las bibliografías
•de Ordenes religiosas, sin duda por no haber escrito obras.
la segunda columpna de la primera foia mel haberi potest,» et
comienca la postrimera columpna de la postrimera foia «esi daré
Augustinus in persona domini.»
Ítem tiene el dicho vasco, mi hermano, mia la primera qmn-
•quagena de Sant Agostin sobre el psalterio, la qual quiero que esté
■en el cuento destos libros, que depongo e entrego segund dicho
es, la qual deposición fue fecha en el sagrario de la dicha eglesia
de Toledo, vierne's honze dias de mayo, anno del nascimiento del
nuestro saluador Jesu Christo de mili e quatrocientos e catorze
annos. = didacas rremigii aichidiaconus toletanus.=Johannes de-
canus Toleíanus.»
(Termina al pie del fol. i verso, y continúa en el siguiente:)
(. En la muy noble cibdat de Toledo, diez e seys dias del mes de
agosto, anno del nascimiento del nuestro saluador Jesu Christo
•de mili e quatrociento's e quinze annos, dentro en el sagrario de
la eglesia cathedral de Toledo, estando ay el honrrado e circuns-
pecto sennor don Juan martinez, deán de la dicha eglesia, e eso
mesmo el honrrado e noble varón don vasco de guzman, arce-
diano de- Toledo; presente yo el notario e testigos yuso escnp-
tos, el dicho sennor don vasco, arcediano, conosció e confessóque
rrescibia e rrescibió e tenie pasado's a su parte e poder todos estos
libros que se siguen, segund que suso en esta otra foja están de-
signados (i):
Con tal condición que el dicho don vasco los tenga en su vida,
e después de su muerte queden a la dicha eglesia de toledo. E que
sea tenudo de cumplir e pagar e mantener lo que don vasco, de
buena memoria, arcobispo que fue de toledo, ordeno en su dis-
posición e tes- faqiíí acaba el folio, á cuyo pie hay la siguiente
Jirma: «gundisaluus guiidisalui, notarius apposlohcus et rrega-
lis.n conlinuando luego al verso: J tamento, a pagar en cada vn
anno los ciento e cinquenta mrs. de moneda vieja en el dicho tes-
tamento contenidos, para lo cual todo e cada cosa dello obligo sus
bienes. Et que los sennores deán et cabildo fagan cada anno dos
anniversarios por el anima del dicho sennor arcobispo. Pero dixo
■que si fuere cosa que el dicho sennor arcediano don vasco tornare •
unas monedas de las decretales e del sexto, las cuales nuestro sen-
nor el papa mando al dicho don diego rramirez, arcediano que fue
■de toledo, e le dio ciertos florines para ello, que comprase en logar
de un código digesto viejo que el dicho sennor papa tomó desta
■dicha eglesia, et fuesen las dichas monedas para la dicha eglesia,
en logar de los dichos código e digesto, et el dicho sennor arce-
diano don diego rramirez. prevenido de la muerte, non pudo com-
prar las dichas novelas, et las dieren al dicho cabildo que sean
buenas, que los dichos libros sean suyos propios e exemptos, e non
(l) Los anteriormente descritos.
38 A. PAZ Y MELIA
III
EJEMPLOS DE LA TRADUCCIÓN
DE MOSÉ ARRAGEL
[Aqui comienga el libro primero de la ley, en latin genesy es.
llamado, e en ebrayco es llamado el libro de baresith] (1).
(2) En el principio crio el señor los cielos e la tierra. || e la tierra
era vana e vazia, e terebra sobre fazes del abismo, P eel spiritu del
señor era rretraydo sobre fazes de las aguas. || dixo el señor: fecha
sea iux, e fecha fue lux. || e vido el señor la lux que buena era, e
dividió la luz de la tiniebra. || e llamo el señor a la lux dia, e a la
tiniebra llamo noche, e fue vespera e fue mañana dia vno.
dixo (3) el señor: sea fecho firmamento en medio de las aguas, el
qual diuision faga á\ aguas a aguas: || e fizo el señor el firmamen-
to, e diuidio de las aguas que eran en ssomo del firmamento a las.
aguas que eran yuso del firmamento, e fecho assi fue. || e llamo el
señor al firmamento cielos, e fue vespera e mañana segundo dia.
dixo el señor: ¡úntense las aguas que son de yuso los cielos a vn^
logar por tal que paresca lo seco, e fecho fue asy. || e llamo el se-
ñor a lo seco tierra, e a lo en que se iuntaron las aguas llamo ma-
res, e vido el señor que (4) era de bueno.
dixo el señor: apunte la tierra e nasca herba que faga simiente e
arboles fructuosos que fagan fructa segund de su especia, que la
su simiente en ssy mesmos tengan en ssomo de la tierra, e luego,
fue fecho asy: || e saco la tierra, e apunto herba con simiente se-
gund la su especia, e arboles fructuosos que su simiente en ssi
sea tenudo de los dexar después de su muerte a la dicha eglesia si
non quisiere. Testigos que a esto fueron presentes: jos honrrados
e sabios varones juan alvarez, licenciado, et peryañcz, bachiller,.
canónigos de la dicha eglesia. Et pero rramirez, rracionero della.
Et goncalo goncalez, notario, para esto llamados specialmente e
rrogado*s.=Joannes, decanus toletanus.=Gundisaluus gundisaluí,
notarius apposiolicus et rregalis» (signo).
Escrito tn un pliego de papel á dos márgenes, y termina en la
mitad del segundo verso.
(Archivo de la Catedral de Toledo, y-i-i-i.)
(i) Todo este título de oro.
(2) Inicial de oro.
(3) Segund:. columna.
(4) Hay un blanco.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 39
mesmos tenian segund la su especia, e vido el señor como (i) era
bueno, || e fue vespera e fue man el dia tercero:
dixo el señor: sean fechas luzes en el firmamento de los cielos,
las quales diuision fagan entre el dia e la noche, las quales sean
para signas e tiempos e para determinar dias e años: || las quales
serán para luzes en el firmamiento de los ciclos, para que alumbren
sobre la tierra, e asy fue fecho: e fizo el señor las dos grandes lu-
zes, la mayor lux para sostener el dia, e la lux menor para ¡a noche
sotener, e las estrellas, || las quales puso el señor en el firmamiento
de los cielos pora alumbrar sobre la tierra || e para sotener el dia
e la noche, e para diuidir la lux de la tiniebra, e vido el señor
que {2) era bueno, || e fue vespera, e mañana el dia quarto:
dixo el señor: cresca en las aguas reptilla de anima biua, e aues
que huelen ssobre la tierra en ssomo del aire, que es cerca del fir-
mamiento de los cielos (3), 1| e crio el señor las dos grandes ballenas
e toda anima biua mouibie, las quales crescieron en las aguas se-
gund sus especias, e toda aue con alas a su especia, e vido el se-
ñor (4) que era bueno: || e bendixolos el señor e dixoles: cresced e
multiplicad e fenchid las aguas en los mares, e las aues que se
multipliquen en el mundo || e fue vespera e fue mañana del quin-
to dia:
dixo el señor: saque la tierra anima biua segund [la su especia,
bestias e rreptilias, e las saluaginas de la tierra segund la su espe-
cia, e luego fue asy fecho; e fizo el señor las bestias saluages de la
tierra segund su especia, e las bestias segund la su especia e vido
el señor que (5) era bueno. || dixo el señor: fagamos omne a nuestra
ymagen e nuestra semejanca, el qual señoree en los pesces del mar
e en las aues de los cielos e en la bestia e en toda la tierra e en to-
das las reptillas que mueuen sobre la tierra: I [fol. 27 v.°] e crio el
señor al omne a la su ymagen, a ymagen del señor lo crio, mascu-
lo e fenbra los crio || a los quales bendixo el señor e les dixo: fro-
chiguad e multiplicad e inplid la tierra e podestadla, e señorad en
los pesces del mar e en las aues de los cielos e en toda la biua ani-.
ma que se mueue en la tierra: ]| dixo el señor: abe que vos yo di
toda herua que symiente faga sobre las fazes de la tierra e todos
los fructuosos arboles que la su simiente en ssy tengan, vuestros
sean para comer: || iten vos do toda la saluagina de la tierra e todas
(i) Fol. 26v.°
(2) Hay un blanco. Añadido sobre el renglón.
(3) Segunda columna.
(4) Raspadas siempre estas palabras que antes decían: quanto
era bueno; así como la palabra man aparece siempre raspada y
sustituida por mañana.
(5) Blanco raspado.
.Q A. PAZ Y MELIA
las aues de los cielos e toda la rertiUa de la tierra que anima biua
touiere. e toda verde yerua que vuestra sea para comer; e luego
fue fecho asy. || e vido el señor todo quanto fizo quanto muy bue-
no era e fue vespera e fué mañana del sesto dia.
De como se amplieron los cielos e la tierra (0.
IV
QUOMODO SEDET SOLA
Aqiíi comiencan los lloros de Jeremías (i).
,. c.— Como esta sola la cibdat que de gente llena seer solia; fe-
cha'es'quasy biuda la señora de las gentes; la princesa de las pro-
uincias fecha es pechera.
Seí/;.— Llorar llora de noche, e la su lagrima sobre la su ma-
xilla; non ay quien la consuele de quantos amigos tener solia, to-
dos los sus amigos la fallaron e enemigos se le fizieron,
G/míi/.— Catkiada es uida con aHJccion e con mochidunbre de
seruidunbre, la qual esta e en las gentes habita e folgura non fa-
lla: quantos la persegian la alcancaron entre las angosturas.
Z)a/e//z.— Las vias de syon llorosas son porque non ay quien
venga a solepnedat; todas las sus puertas derrocadas; los sus sacer-
dotes son gementes;lassus vírgenes son en sospiro.e ella es amarga,
//e.— Fechos son cabecones los angustiadores della e los sus
enemigos en pax son; quel señorío dixo e fablo sobre ella: por la
mochidunbre de los sus pecados, los sus niños van en captiuidat
delante del tribulador.
ya¡í.— Sallido es de la fiia de syon toda la su gloria: fechos son
los sus principes quasy carneros o ciemos que pasto non fallan, e
van syn fuerca delante del perseguidor.
^^.j-n. — Recordada es ierusalem de los dias de su aflicción e de
las sus preuaricaciones e dé todos sus deleytes que en los antigos
dias tener solia el su pueblo en mano de angustiador cayendo, e
non ay quien a ella ayude; e vieronla los tribuladores, riyeronse
de los sus sábados.
Heth.—'Y3.\ pecado peco ierusalem, por el qual quasy poUuda
(i) Oro.— Segunda columna.
(2) Fol. 373 vuelto, segunda columna.
LA. BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 4'
fecha es; quantos la gloreftcar solían la ya menosprecian, que vie-
ron la su r^'"S'-'yS^ I (sic¡, e ella también gimiendo esta, e a
(descobertura,)'
caga tornada es.
Theth.— La su pollucion tiene en las sus faldas; non se menbro
de la su fin e descendida es abaxo a marauilla, e quien la cons-
suele non tiene; vey, señor, la mi aflicción que pujo el enemigo.
Yoth. — La su mano tendió el enemigo, sobre todas las sus de-
leytables cosas que vido, las gentes que entraron en el su santua-
rio, ally donde tu mandado aulas que non entrasen en la tu eglesia.
Caph.—Toáo el su pueblo son gementes: buscando pan dieron
las sus cobdiciosas cosas e preciosas por la cibera con que refor-
casen su anima; vee lo tu, sefior, e cata que fecha so tragona e vil.
* Lameth.—O, non a vos otros quantos los caminos trauessades,
catad e veed sy ay dolor segund el mi dolor el que fizo a mi, lo
qual fablo el señor en el dia de la su yra.
Mem.—DüsAe lo alto enbio fuego en los mis huessos, e que-
brantáronse; tendió red a los mis pies, e a caga tornar me fizo; pú-
some en dessolacion todo el dia cuytosa.
Ni.')!.— Pegóse el yugo de las mis iniquitades; en la su mano
trauaronse; subieron sobrel mi cuello; abaxada es la mi virtud, pú-
some el señor en manos de quien leuantar non me puedo.
Camec/2. — Enalteció todos los mis mayorales el señor en medio
de mi; llamo contra mitienpo a quebrantar los mis eleytos; lagar
piso el señor la virgen de la fiia de juda.
Hayn. —^or cierto por estos yo llorare; el mi oio agua corre,
que alongado es de mi consolador, aquel que la mi anima conor-
tar solia; fechos son los mis filos perdidos e solos desque pujo el
enemigo.
PAe.— Expandió syon con las sus manos por quanto conssola-
dor non tenia; mando el señor contra Jacob en las sus comarcas
los sus aduersarios, fecha es ierusaiem quasy polluda entre ellos.
Zade.—iaslo es el señor, que yo la su boca proteruo e rebelle
fue; oyd agora todos los pueblos e veed el mi dolor, que las mis
vírgenes e los mis jouenes en catiuo fueron.
Co/i/z. — Llame a los mis amigos, los quales ellos mismos me
enartaron; los mis sacerdotes e los mis viejos en la cibdat se cons-
sumieron, que buscauan que comiesen con que confortasen las
sus animas.
i?es.— Vey, señor, que tribulada so, conturbado es el mi vientre,
trastornado es el mi coracon en medio de mi, que amarga con
amargura sso;'de fuera mata los fijos el cuchillo, e de dentro de
casa es la muerte.
5j')). — Como oyeron que yo en gemido era e que conssolador
4.2 A. PAZ Y MELIA
non tenia, e como todos los mis amigos oyeron el mi mal, gozaron
que tu lo feziste; aduze el dia que llamaste porque tales como yo
ssean.
Taph. — Entren delante de ti todas las sus malicias, e faz a ellos
bien asy como a mi feziste por todas las mis iniquitades, que mu-
chos son los mis gemidos e el mi coracon dolorioso. -
V
CÁNTICA CANTICORUM (i)
«Béseme de los besos de la su boca, que mejores son las tus te-
tas (2) que vino |{ del olor de los tus suaves vnguentos olio es va-
ziado el tu nombre, por tanto las mancebas te amaron: J lleuame,
(i) Glosa. « este libro de los cánticos es tanto de obscuro,
que los glosadores se retraen muy fuerte mente de tocar en este li-
bro: tantas son las glosas que figuratiua mente en el se cargan,
mayor mente e el mayor peligro que veo, la diuisyon que es en este
libro entre los glosadores latinos e ebraycos, que muchos latinos
ponen este libro e dizen que sygnifico en ciertos testos de la virgi-
nidat de santa mavia e el nascimiento de ihesucristo,» etc., etc.
Sigue exponiendo las opiniones de los latinos, y que otros afir-
man que es la Iglesia é los mantenedores de ella, y dice:
«E los ebrcos son muy opposytos a la primera opinión, diziendo
que este libro non fablo en santa maria nin en ihesucristo; pero
algunos dellos son en intención e opinión que sygnifico aqui e
reuelo salamon quales caminos e costumbres e opiniones dcuen
la humana nascion seguir para alcancar la gloria perpetua del otro
mundo, que dios es el enamorado de la humana nascion e de la
su ymagcn de el e cobdicia boluerse a el. E veyendo, señor, las in-
finidas glosas que sobre este libro se fazen, guardando los latinos
los artículos de su ley en lo glosar, e los ebreos los artículos de su
ley conseruando, por íuyr de peligro, era puesta la intención que
asy estos cánticos como el libro siguiente, el eclesiastes, que se
quedasen sin glosar; pero los reuerendos maestros en la santa theo-
logia, fuentes de sciencia, angeles diuinos, conuiene saber el maes-
tro reuerendo, varón de dios, quasy ángel reputado, maestre arias
de enzinas, e el reuerendo don vasco, arcidiano, e otros que ellos
me reuelaron que porque non quedase falto de glosa este libro, que
fuese ende tomado vn medio de glosa, que cada una de las partes
fablando verdat nos podamos aprouechar syn ningund yerror nin
mengua nin man zilla pon eren la fe catholica.etc. (F'ol. 366 vuelto.)»
[Toda la glosa, que es nutridísima, como que el texto sólo tiene
unas siete líneas, está fundada en-la tesis de tratarse en el Cantar
de la perfección del alma humana.]
(2) Sobrerraspado, y al margen: querencias.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 43
que en pos de ti correremos (i) metióme el rey a las sus
cámaras; gozar nos hemos e agradar nos hemos contigo, que me-
jores son las tus tetas (2) que vino: los derecheros te amaron: || ne-
gra so e fermosa, las filas de ierulem, asy como los tauernaculos de
cedar, segund los pellejos de salomón: || non consideredes que yo so
fosca,' que me descoloro el sol: los fijos de la mi madre se ayraron
contra mi, pusieron me guardadora de las vii^as e la mi misma
uinia non guarde: || dyme, el que ama la mi anima, como e do pasees
e do yazes en las siestas, que por que estare como enbuelta sobre
los rebai^os de las tus compañeras: || sy tu non sabes, la fermosa en
las mugeres, salle tu en pos los passos de las ouejas e apascenta
las tus cabritas sobre los tauernaculos de los pastores: |! a la mi ye-
gua en los charros de pharaon te yo asemeje, la mi amiga: || fermo-
sas son las tus mexillas con alcordes e el tu cuello con sartales: \\
arracadas de oro te taremos, pinturas de plata: || en tanto quel rey
esta en el su estrado, el mi nardy dio el su olor || buxeta de mirra es
el my querido a mi, entre mis tetas duerme: razimo de ciprés es el
mi querido a mi en las viñas de engedi: || ahe que tu fermosa eres,
la mi querida, ahe que tu fermosa tu eres e los tus o]os palo-
mos: II ahe que tu eres fermoso, el mi querido, e tan bien gracioso,
e el nuestro lecho esta reuerdescido: las vigas de nuestras casas so.i
de cedro, e las nuestras tirantes de cipreses.
,lI._Yo so como flor del canpo e como lirio de los valles: |1 asy
como la rosa es entre los espinos, asy es la mi amiga entre las
fijas: II segund es el macano en las leñas de laselua, asy es el mi que-
rido entre los fijos: yuso de la su sonbra deseo estar, e el su fructo
es dulce al mi paladar: || metióme en la casa del vino, e la su orde-
nanca e pendón es a mi caridat: || sofridme con flores, espandet me
con macanas, que enferma soy de amor yo: 1| el su sinestro braco
tiene yuso de la mi cabeca, e con la derecha mano me abraca: ||
conjuro vos, las fiias dé ierusalem por las cabras e las cieruas
del canpo, que espertedes o que fagades espertar al amor fasta tan-
to quel lo aya voluntad: || la voz del mi querido es este que viene,
que salta sobre los montes, que passea sobre los collados; || semeja
el mi querido a las cabras o al pequeño ceruato, este es el que esta
tras la nuestra pared que atalea desde las fenestras, que acecha
desde las foranbres: || respondió el mi querido e dixome: leuania-
(0 Como cinco palabras raspadas. En la glosa pusieron «al
olor de la tu virginidat;» pero Arragel dice: «la biblia ebrayca non
dice: llévame en pos de ti e correremos al olor de tu virginidat,»
sin añadir qué es lo que dice. .
Y más adelante: <que mejor es la tu palabra que vino» e aun el
ebrayco non dice tu yalabra, mas tu bien quista.
(2) Sobrerraspado. Al margen «querencias.»
41 A. PAZ Y MELIA
te, la mi amiga, la mi fermosa, e vete, |[ que el yuierno passado es,
e la lluuia passo e fuese: || las flores parescieron en la tierra nues-
tra, el tienpo del podar llegado es, e la voz de las tórtolas oyda es
en nuestra tierra, || las ñgueras apuntan los sus figos, e las vides es-
tan en cierua e dieron olor: levántate, la mi amiga, e vete: || la mi
paloma, que estas en los requicios de las peñas, ensseñame la tu
visión, oyr me faz la tu voz, que la tu voz es dulcissima e la tu faz
graciosa: | trauaron nos los gulpejos, gulpejos pequeños, dañado-
res de viñas, e la nuestra viña es en cierua: || el mi querido a mi, e
yo a el, el qual pasee en las rosas, | ante que se soUe el dia e in-
clinen ¡as sonbras, torna c semeja a ti, mi querido, a las cabras o
a los pequeños ceruatos sobre los montes de bather.
»1II.— En el mi lecho en las noches busque a aquel que la mi ani-
ma lo ama: || busquelo e non lo falle: leuanteme a buscar e rodear
por la cibdat, por las calles e por las placas; busque al que amo la
mi anima; busquelo, e non lo falle: [1 fallaron me las guardas, las
quales la cibdat circundauan:preguntelesal que amóla mi animasy
vistes: II a poca cosa que dellos passe, al que mi anima amaua falle,
al qual asy, e non lo solté fasta que lo meti a la casa de la mi ma-
dre e a la celda de la que me parió: || conjuro vos, las fijas de jeru-
lem, con las cabras o con las cieruas del canpo, sy despertaredes
osy despertar tizierdes al amor fasta que el lo aya voluntad: || quien
es esta que sube por el desierto, asy como la colupna que alca del
fumo safumada con mirra e thuris, e de todos los poluos de bo-
ticario? II ahe que la su cama de salamon sesenta barraganes la cir-
cundan de los fortissimos de Israel; ¡j todos ellos tienen sus espadas,
e de batalla son; enbezados son; cada vno la su espada al lado tiene
por el pauor de las noches || tálamo fizo para el el rey salamon de
los fustes del libano || la¿ sus colupnas de plata fizo, el rescobdo de
oro; por donde a el subian era de purpura; el medio de el era ca-
ridat, obrado de las fijas de ierusalem; || salud, e veed, las fijas de
syon, en el rey salamon, en la corona que lo encorono su madre
en el dia del su desposorio e en el dia del gozo de su coracon: || ahe
que tu fermosa eres, la mi amiga; ahe que tu fermosa eres, e los
tus ojos palomos; de dentro de las tus sienes el tu cabello es como
del rebaño de las cabras que se suben del monte del galaad: || los
tus dientes son como el rebaño de las eguales que se suben de ba-
ñar, que todas son mellicas, e ninguna syri fijos en. ellas non ay.||
segund filo de seda colorada son los tus labios, e la tu fabla dul-
cissyma; asy como el pedaco de la granada es la tu mexilla de den-
tro de las tus ssienes: || segund la torre de dauid es el tu cuello, la
qiial fue edeficada a marauillas: los mili escudos son colgados en
ella e todas las armas de los barraganes: ij las tus dos tetas los fsic:
¿por son?J como dos onodios de cabras, los que paseen en las
LA BIBLIA DE LA CAS\ DE ALBA 45
rosas: || ante que se sople el dia e declinen las sonbras, yr me al
monte de la mirra e al collado del thuris: toda eres tu fermosa, la
mi amiga, e macula en ti non es: H ven del libano, la mi esposa; ven
del hbano; ven, atalearas del cabo de amana, del cabo de senir, e
hermon de las cueuas de los leones, de los montes de los pardos: ¡I
el coracon rile fecistc descaescer, la mi hermana nouia; el coracon
descaescer me feziste con vno de los tus ojos e con la vna sarta de
la tu garganta: || o quanto son fermosas las tus tetas, la mi hermana
nouia: || o quanto son buenas las tus tetas mas que vino, e el olor
de los tus vnguentos es mas [que] (i) todas las buenas especias, que
como panar distillan los tus labios; esposa, miel e leche es de yuso
de la tu lengua, e el olor de las tus vestimentas es segund el olor
del libano: || huerto cerrado es la mi hermana nouia: huerto cerrado
e fuente signada: || los tus arroyos es vergel'de granadas con fructa
de fructos de ciprés con nardo: || nardo e acafran; canela e cinamo-
mi con todas las leñas del libano, mirra e aloe con todos los prin-
cipales vnguentos, || fuente de huertos, pozo de aguas biuas que
destillan e manan del libano: || espierta, aquilón, e ven austro; aso-
pla el mi huerto, e Uoueran las sus especias olientes; entrara el mi
querido al su huerto, e comerá fructa de las sus pumas.
))V.— Vine al mi huerto, la mi hermana nouia: cogí la mi mirra'
con el mi aromático; comi el mi panar con la mi miel; beui el mi vi-
no con la mi leche; comed, amigos; beued e enbriagad vos, queri-
dos: II yo duermo e el mi coracon vela; la voz del mi querido pulssa:
ábreme, la mi hermana, la mi amiga, la mi paloma, la syn manzi-
11a mya. que la mi cabeca llena es de rucio, e las mis crines de las
gotas de la noche: || despójeme la mi túnica, como la vestiré; laue
los mis pies, como los yo cnsuziare: || el mi querido tendió h su ma-
no por la foranbre, e el mi vientre ruje por amor del. || leuanteme
yo a abrir al mi querido, e las mis manos mirra destilaron, e los
mis dedos se inplieron de mirra probatissima sobre las manos del
cerrojo: j] abrí yo al mi querido, e el mi querido declino e passo; la
mi anima sallo quando fablo; busquelo, e non lo falle; llámelo, e
non me respondió: || falláronme los guardadores, los quales la cib-
dat rodeauan; ñrieronme e avilaron me; licuaron me el mi paño
de sobre mi aquellos que los muros guardauan: || conjuro vos, las
filas de ierusalem, que sy fallaredes al mi querido que le digades
como enfermapor el su amor yo so: || que cosa es este querido mas
que otro querido, la fermosa en las mugeres. o qual es este querido
mas que los otros queridos, que tanto nos aconjuras? || el mi que-
rido es claro e colorado; escogido es en diez mili: || la su cabeca es de
purissimo oro; las sus crines apalmazadas negras como el cueruo. ||
(i) Suprimido.
aQ a. paz y melia
los sus oíos como palomas sobre ¡¡J^^^^nes fsicj \ '^' '^"'' " '"'
quales en leche se bañan, que habitan en los ríos conplidos (i), [ha-
bitanca] plenissima: || las sus mexillas son segund las malas de las
olientes especias; torres de pigmenteros los sus labios de rosas, que
distillan mirra fina: las sus manos argollas de oro llenas de lauor de
tarssis: el su vientre de marfil enbuelto en saphires: || las sus piernas
son colupnas de raarmores fundados sobre quiciales de oro: la su
Vision es segund el libano, escogido segund los cedros: 1| el su pa-
ladar es suaue, e todo el es gracioso: este es el mi querido, e este es
el mi conpañero, las fiias de ierusalem: !| donde se fue el tu querido,
la fermosa en las rougeres, adonde declino el tu querido, e buscar
lo hemos contigo? |! el mi querido descendió al su huerto a las matas
aromáticas, a pascer en los huertos e a rosas coger: yo al mi que-
rido e el mi querido a mi. el que pasee en las rosas: 1| fermosa eres
tu, la mi amiga, segund thersa, suaue e fermosa; segund ierusalem
lerribile; segund estandartes eres ordenada: || tira los tus ojos de
mi, que ellos me fizieron'volar; el tu cabello segund el rebaño de
las cabras que se van ¡^^^'^"^0"'^°^ ¿^^ galaad: || los tus dien-
tes son como el rebaño de las ouejas que suben de baño, que to-
das son egualcs, e ninguna syn fiios en ellas non ay. || segund el
pedaco de la granada es las tus sienes dentro del tu velo: || sesenta
sotl las reynas e ochaenta mancebas, e mocas tantas que innume-
radas son. || e vna es ella, la mi paloma e la mi perfecta; vna es ella
a la su madre escogida es, a aquella que la nario; vieron la las fiias,
e por beatissima la publicaron las reynas e las mancebas, e alaba-
ron la: II qual es esta que atalea según la mañana, fermosa como
• la luna, electa como el sol, teribile, segund los estandartes es or-
denada; II al huerto de los nogales descendí a veer las fructas del
valle, a veer sy florescen las viñas, sy apuntan las granadas: || non
j charros 1 ,
se porque me conturban la mi anima las | ^^^^n.^ias (sio) ] ^^
-aminadab. || tórnate, tórnate, la sunamita; tórnate, tórnate, e vere-
mos en ti que auedes de veer en la sunamite como el chorro de
los reales: || o quanto los tus píes fermosos con calcado son, fiia de
principes; las junturas de las tus piernas son como sartas labradas
de mano de maestro.
«VIL— El tu honbligo como el cerco de la luna, que grano non
le meng.ua: el tu vientre es parua de trigos cercada de rosas; || las tus
dos tetas son segund dos ceruatos mellicos de cabra: || la tu ceruiz
es segund la torre de dauid, del marfil: los tus oíos son piscinas en
(i) Estas tres palabras de letra diminuta.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 47
esbon que son en la puerta de la fiia de muchos; la tu nariz es se-
gund la torre del libano que atalea contra damasco: || la tu cabeca
es sobre ti es como elcharmVl, e la bedija de la tu cabeca segund
purpura rey piisionado en prisiones anales ( i ): |1 o quanto fermosa
eres, e quanto graciosa carissima en vicios J el tu estado a palma
assemeja, e las tus tetas a razimos: yo dixe: sobire en la palma, asi-
ré en las ramas del su fructo e serán las tus tetas segund razimos
de vid, e el olor de la tu nariz como mancanas: || e el tu gusto es
quasy el buen vino que se va al mi querido por las venas que faze
fablar a los que duermen: || yo al mi querido e el rni querido a mi,
e a mi es la su cobdicia: vente el mi querido, salgamos al campo,
dormiremos en las aldeas: || madrugaremos a las viñas, veremos
sy florescen las viñas, sy abren al cerner, sy apuntan las granadas;
ende te daré las mis tetas: || las mandragulas dieron olor, e sobre las
nuestras puertas son todas las nueuas fructas e las viejas, las qua-
les el mi querido para ti yo guardadas las tengo.
oVIll (2).— O quien te diese que mi hermano tu fueses, que las
tetas de la mi madre mamases, por tal que sy en la calle te yo fa-
llase, que te yo besase e non me vituperarían: yo te trauaria e a la
casa de la mi madre te yo aduziria: || e a la celda de aquella que a mi
parió, ally me ensseñarias darte ya a beuer del vino piraente e de!
mosto de las mis granadas. ¡ la su siniestra es yuso de la mi cabeca,
e la su diestra me abraca || Conjuro vos fiias de ierusalem, que non
despertedes e que fagades despertar al amor fasta tanto quel quie-
ra. II Quien es esta que del desierto sube, que se ajunta con el su
querido; yuso del macano te esperte ende se corronpio la tu ma-
(corronpio i , . , , • • ,,
dre. ende se i - tfsicl la que a ti paño: pon me como
(empreño )
signo sobrel tu coracon, como syllosobrel tu braco, que fuerte es
como muerte el amor, duro es como el infierno, la inbidia e las
sus brasas son brasas de grand fuego; || muchas aguas el amor ama-
tar non podrían, nin la auenida de los rios non la rebatarian: avn-
que diese el varón quanto auer en la su casa tiene por el amor,
quasy en menosprez e en poca valia lo ternian: || vna pequeña her-
mana auemos la qual tetas non tiene: ¿que faremos a nuestra her-
mana el dia que della fablaren? || sy ella castillo es, edifiquemos so-
brella alcacar de plata, e syj' . . \ístc¡ ella fuere, pintemos
'^ ' (quicio )
la de tabla de cedro: || yo so como castillo e las mis tetas son como
torres: estonce lo fecha en los sus oios como aquella que paz fa-
lla: II vna viña el rey salamon auia pascifica mente en baal hamon:
(i) Sobre el renglón la palabra canales.
(2) Como se ve, no están marcados los números IV y VI.
¿1.8 A. PAZ Y MELIA
dio la viña a guardadores: omne ouo que ofrescio por el su fructo
mili pesos de plata: || la mi viña delante de mi tengo; los raill, sala-
mon, tuyos facifica fsicj mente sean "e los dozientos a aquellos
quel su fructo guardan: || la que en las huertas, habita, los amigos
la tu voz escuchan, faz me oyr la tu voz: || leuantate el mi que-
rido e semeja a las cabras o a los pequeños ceruatos sobre los mon-
tes de las nobles olientes especias.»
Son los versos deste libro (en blanco) á Dios gracias./
fGlosa.J—Sehov muy alto é noble maestre, de las glosas mas fa-
lladas sobre este libro de los cánticos e divisas esta aquí puesta es de
las comunes e sofrideras a salud de nuestras almas; quier ponién-
dose según la alma como nos inclinemos todos á la vida contempla-
tiva e desechando la activa, e non porque soberbia se diga que estas
dos glosas aquí puestas sean mas de tomar que otras; mas, señor, lo
que aqui se dize es que estas dos glosas que aqui insertamos son de
las que bien pueden estar. Nin menos tengo que lo que divisa la
trasladacion latina del ebrayco faga perderla intención desta glo-
sa. E siempre fue dicho que lo que se escribe en toda esta biblia es
puesto so corregimiento de los non omnes, mas diuinos señores
maestros en la santa theologia, padres espirituales, que si alguno
bien ende es, ellos ficieron la invención dello; e si faltas ende al-
gunas son puestas, non se pusieron por afirmativa sopiniones. mas
memorando e diciendo opiniones en que algunos toparon, etc.
VI
DIFICULTADES DE LA TRADUCCIÓN
Y DIFERENCIAS ENTRE LAS VARIAS VERSIONES DE LA BIBLIA
E la tierra era vana e vacia (Génesis.)
(Glosa.)— i.e esto se bien nota por el decir: e la tierra era vana
e vacia, e la lengua ebrayca, según la equivocaéion de los motes
ebraycos, aquí romanza vana e vajia, e sant Jerónimo romangó
inanis e vacua; el ebrayco íkohu et bohu dixo: en el vocablo de
tholiu se carga la primera materia deserta sin forma, e en el voca-
blo de bohu se carga la forma ya ende seer, e en esta materia que
forma asi después rescibió primera mente forma de los quatro
elementos, etc.»
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 49
Sean fechas luces, etc. (Génesis.)
(Glosa.)— tá. lo que luzes se romanea en el ebrayco maoroth
dize, e maoroth, según alguna equivocación, maldición decir quie-
re, e por tanto, siempre los mas niños que perescen en el mundo
perescen en el dia quarto, conviene saber, el miércoles, e aun,
según estrología, la primera ora del miércoles en la noche satur-
nus regna e oydo o sabido aueredes quanto de bueno saturnus
para la vida es. »
{Esatas, 56, V. II, 12.) Omnes in viam suam declinaverunt;
unusquisque ad avaritiam suam a summo usque ad novissimum.
Venite sumamus vinum et impleamus ebrietate, et erit sicut hodie
sic et eras et multo amplius.
Los Setenta omitieron este pasaje, y San Jerónimo dice que nin-
gún intérprete lo trae. Arragel (fol. 275 vuelto escarará e for-
nicará con todos los regnos del mundo, etc.), traduce aquel texto,
sin añadir la menor observación.
/"Ibid., cap. 23, V. 7.) «Nonne hec est contumelia vestra a princi-
pio antequam traderetur. Deducent eam pedes eius longe ad pere-
grinandum.»
Los Setenta omitieron la palabra deducent; San Jerónimo dice
que se añadió. Arragel traduce encobarse.
fPsalt., Salmo 96.) oDicite in gentibus quia Dominusregnavit...*
Los hebreos, los Setenta y San Jerónimo traducen así; pero
posteriormente, dicen, apareció añadido a ligno.
Arragel (Salmo, 95.) «Decid en las generaciones: el señor en reg-
na confirmó el mundo como non resfuyese iudgara los pueblos
con derecho. Entonces cantarán todas las leñas de la Xara.
«Albriciábales el nacimiento del Mesias.»
{Isaías, fol. 287 vuelto.) ahe que entenderá el mi siervo, etc.
(Glosa. J — tM.\iy alto señor maestre, aquí conviene de notar que
de los fuertes, graves e diüciles capitules de glosas en toda la Bi-
blia sy es de aquí fasta el fin deste presente capitulo e del siguien-
te, e esto por la división que entre los ebreos e los latinos en la ley,
que es manifiesto que los de la romana eglcja lo apropian e ab-
suelven en Jesucristo en sus virtudes, dcsy en su pasión, e que la
rescibió por el humanal linaje salvar, e sobre esto prolixan e po-
nen toda la su intención. Pero, señor, como los ebreos non creen
que Jesu fuese me.xias, nin menos la su muerte el humanal .linaje
sainase, ponen este capitulo e el siguiente en israhel, todos signi-
ficando los bienes que auian de auer después' de el mexias venido
e de los males que padecieron en sus cabtiuerios, e después en
CO A. PAZ Y MELIA
quanto bien e prosperidad se les convertiría con el nascimiento
del mexias.
»E pues es maniñesta e en placa puesta la opinión de cada una
de las partes, abracándose cada uno con los artículos de su fe, este
capitulo e el católico en su fee siempre debe creer lo que tiene la
su santa madre egleja, e los artículos de la su fe, que aquí no se
ponerelacion.de opiniones á fin de contradecir, mas vulgar opi-
nión, segund que en muchos logares desta biblia esto dicho e pro-
testado es.»
(Fol. igi vuelto.) «e quanto yo non siento absolvicion que la
sed farte saluo a la primera faz, que especialmente lo dexo a los
señores maestros en theologla e bíblicos, e aun aqui desconciertan
los capítulos por otra forma, que aqui en esta ystoria de la mere-
trix dise como Jerusalem non era de Israel, e en el libro de Josué
pone de xxxj reyes que Josué mató e sus tierras ganó, ser un rey
de Jerusalem, asy que todo siempre. Señor maestre, te conviene
preguntar e requerir maestros en esta especial parte.»
(Fol. 169.) «Que á Moyses (en la revelación de la zarza) le fue
mandado que se descalzase de sus pies, y á Josué de su pie. E en
esta división pocos trasladadorss topan, e es un gran secreto legal,
e dubdo sy Sant Gerónimo se le fuese esto de la memoria, salvo si
la biblia por donde el romaneó non estoviese viciosa.»
Por tanto, en las doctrinas y en los valles glorificad al Se-
ñor, etc.
«Los logares que en esta trasladacion divisó Sant Gerónimo de lo
substancial del ebrayco, quier por multitud de las equivocaciones,
o por el libro do él trasladó ser mal puntado, o pbr puntar, quier
por otras causas, son innumerados, que uno de ellos es este nuestro
presente texto, conviene de notar, que aquello que Sant Gerónimo
romaneó por tanto, en las doctrinas e en ¡os valles, dize el ebray-
co; pero concordando las trasladaciones, conviene de notar que este
propheta dizia a los omnes de todo el mundo que visto oviescn el
vencimiento del antecristo e su caymiento, que todo el mundo,
asy los de las muradas villas como las Ínsulas e valles que en sy
doctrina tomasen para glorértcar al señor Dios.»
el fue ruben e yugó con vilba, manceba de su padre
«E los sabios del Talmud asy lo confirman. Díxo raby abraham
estas palabras sobre este dezir: cjO quanto bien nos dixeron los
nuestros antecesores, que el que encubre desonrra cuerdo es!»
Algunos dizen que es concorde con los talmudistas, e yo digo que
es discorde de ellos en esto j
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 5I
»E1 maestre pone que la ley relata. Yo fi/e este romance sobre la
{¡losa de Aben-ezra, e segund lo que sufre el ebrayco; pero sant
Gerónimo pone que dize el texto: j'o descenderé con mi fijo al
infierno, e notan de.aqui que todos los santos padres, fasta la ve-
nida de J. C, que todos yuan ai infierno, etc., e sant geronimo
fizo de saol en ebrayco que es el intierno, etc.»
(Rabí Arragel traduce: «Caso que sea descendido enla fuesa, yo
descenderé con el duelo de mi hijo.'))
(Fol. 485 vuelto.) «En el principio del Paralipomenos habla de
su origen, y dice: i esolo este punto faze a los judios non auer
por abtenticos los libros que bant Geronimo falló en babilonia e
los puso en número de libros de biblia, por quanto estos zacharias
€ raalachias e todos los otros non fallaron estonce, asy como pro-
phetas les diesen fe e abioridat, ser verdat e escriptos por prophetas
aquellos libros, asy como Judich, la sabiduría de salomón, los
machabeos, etc., que para fazer ocupilacion (sic) de libros syn fe
■de propheta, muchos libros se podian poner enla biblia.»
Yo so el Dios todopoderoso, etc.
tA lo que yo romancé Dios todopoderoso, el ebrayco non dize
saluo Dios precador ó robador, etc.»
a. la parte do aclaraba el dia
fGlosa.J— «esto asy a romanear yo oue por concorde con Sarit
■Gerónimo e con los de los mas glosadores ebrayquistas: pero lo
que el ebrayco dize es al viento del dia, e esto quiere asy dezir, etc.»
{Fol. ^ovuelto.) «non embargante que yo romance en este ver-
ío: «.Non le escusa nin vedó otra cosa, salvo el pan que comió, (al
pie de la letra, el ebrayco non dice saluo e Jion sopo con el otra
cosa saluo el pan que comiaj; ouo el señor maestre de glosar e de-
zir asy: que non embargante que José tenia toda la casa en poder,
que le non sabia su señor otro gobierno nin deleyte á Joseph, sal-
uo aquel pan que comia.»
tNon duermas con su prenda (del pobre) que las mas traslada-
•ciones de Biblias ponen erróneamente fe)! su pren'da, etc., cobija-
dura de dia, balandrán ó saya.»
»2 A. PAZ Y MELIA
VII
ALGUNAS INTERPRETACIONES
DEL TEXTO BÍBLICO
(i." Glosa del Génesis.J-En el principio, etc.
según esto, este dolor mtnciíjn no fizo de cosa que se cria-
se en'el primero dia, saluantc la lux; pero el maestre de Girona
dize asy: .
«En principio crió Dios las cosas todas de sm ningún elemen-
to, saluü que crio una cosa de materia muy delgada, impalpable,
saluo que es una tal massa apareiada para rescebir forma de cual-
quier cosa, la qual cosa que asy dicho auemos unos la llaman el
ylle e otros le llaman la primera materia, etc.»
«dixo mas, por quanto en el (séptimo dia) secó de toda su obra
que crio el señor para fazer. que eslo se dice por este mundo ter-
renal, por quanto en cada día en este mundo terrenal de nue-
vo en el se fazen e crian todas las cosas que se criaron al prin-
cipio del criamiento, asy omnes, e bestias, e arboles, e herbas;
por tanto, dixo que crio el señor para fazer; e fazer nota que
non fazer se entiende del perfecto tiempo, nin menos fazer por
el futuro tiempo, se entiende, e por el presente se entiende;
agora sabe que las obras que nuestro señor Dios fizo en estos seis
dias non tan sola mente signiticolas obras que vedes, que en estos
dias dize que fizo en ellos, que syn dubda también en ellos signifi-
co lo que en el mundo auia de ser e de contener, e la ley nueva e
Vieia, e el mexias, e como todas las leyes han una de seer, convie-
ne saber, que tu bien veyes que en los primeros dias del criamien-
to el mundo lleno de agua estaba; esto significaba que en los pri-
meros dos mil años del criamiento que en el mili primero adán
nascio, que el mundo alumbro e ydolatria en su vida non ovo; en
el segundo dia, el firmamento fue criado, el qual división fizo de
unas aguas a otras; significanca esto fue que noe a nascer auia
e sus fiios, e que diuision dellos a los otros que en su tiempo
ovo, quel escapo, e los otros murieron en el diluvio, lo qual
fue en el segundo millar en el tercero -dia asy en el tercero mi-
llar, etc.»
LA BIBLIA. DE LA CASA DE ALBA 53
(Génesis.)— E planto el Señor Dios un vergel, etc.
(Glosa.)— tt en razón destos dos arboles, digo el árbol de la vida
-e del bien e mal saber, quanto entre los ebrarquistas dotores muy
grand question e división es etc., e dicen que el árbol de la
vida que en medio del vergel estaba, e que el árbol del bien e mal
-saber que circundaba al árbol de la vida, e con todo esto, en los
-sabios de los judios unodellos non es que en este fecho algo diga,
saluo como durmientes e non 9§tre sueños, quasi e non concier-
tan qué árbol fue aqueste, saUío que dicen quel árbol del bien e
mal saber quel coyto multiplicar faze, e quel árbol de la vida que
€S signiticanca del seso e del libre aluitrio e la anima razonable, e
di'zen que el'pecado que pecó con el anima razonable en bien non
la espender fue, e que la espendio en las mundanales cosas, e to-
■dos ellos un camino e por diversas guisas en esta parte siguen.
Maestre Muysen de egypto.dixo un tal decir, etc.
Másenlo efembra los crió.
f Glosa. )—iíhvznls el testo recuenta que de la su costilla a Eva
-fizo e crio, asy que agora paresce que dos cuerpos fizo, e asy son
en opinión algunos dotores, e aun para la su opinión en esta
parte reforzar, dicen que esta primera mujer que asy con él criada
fuera, muriera, e que quando de la costilla a Eua la sacaron, que
por tanto dixo aquesta vez: Esta mujer auia de ser hueso, etc.
Seredes como dioses, etc.
i''G/osa.;—' Primeramente te conviene saber que este nombre
Dios que equivoco nombre es, e que a lo plano se primeramente
dize por nuestro señor Dios. Iten que se dize por los grandes om-
res, segund que dixo: Vieron losfiiosde los dioses las fitas de los
omnes, etc. E dioses en el logar aqueste grandes omnes dezir
quiere e otros muchos semeiantes. Desy dicese por los angeles, e
por tanto, nuestro Señor Dioses llamado Dios de los Dioses. Desy
Dios dizese por los iuezes, lo qual bien manifiesto es a quien en
la ebrayca lengua algo vio e sabe ally do dixo: Elohim non des-
onrres, que non embargante elohim Dios en otro logar sea, ally
iues dezir quiere, ya sea que San Gerónimo escriuio en esta parte
en su trasladacion: Deus non detrahes el principi populi tui non
maledices. Por lo qual, algunos son en opinión seredes como Dio-
ses, non Dioses dezir quiso, mas como grandes omnes e iuezes
para cognoscer bien e mal.s
(Non morir moriredes.)
(Glosa.)— t\ví serpiente dicen que empuxara a eua en guisa que
tocase en el árbol e dixole: « vees aquí dona necia que ya tocaste en
54 A. PAZ Y MELIA
el árbol e non murieste por ello; menos moriredes por el comer det
árbol;» e que eua respondiera a la serpiente: oNin esto non es a mi
prueba para el non morir, que el señor dixo: En el dia que del
comieres morir morirás, e el dia aun pasado non es.» E que es-
tonce qtie respondiera la serpiente: «O que bien dices amiga, ase-
gunt tu dizes, condepnada a muerte eres; pues la muerte non se te
escusa, el comer del árbol non dubdes, que sobre negro non tiñe
tinta, e entonce tu veras que*bien asi como non por el tocar mu-
riestes, menos por el comer moriredes,» e que asy comiera con este
enduzimiento, ella comiera e a su marido diera, etc.»
fe dio también al su marido con ella], etc.
fGlosa.J—mWa acordó, pues el mal era fecho, que non bien se-
ria ella morir e adán beuir, que con otra mujer se casase.»
c (Llama a los tratos de la serpiente con Eva f abulias, troui-
cas,» etc.)
«E lo que yo mas entender e saber pude de quantas escripturas a
mi noticia han llegado, fallo que todos estos negocios figurativos.
los ponen; pero el católico creer debe lo que los artículos de su
fee ponen, e la figura de la fablilia que oyestes ponen algunos, di-
zen que adam significa la razonable anima e libre aluitrio, etc.»
(e fcieron dellas hojas de jj güera) quasi brageros, etc.
(Glosa.) — «Manifiesta mente de aqui se paresce el árbol del bien
e saber qual se pagare que sea, que a lo menos veemos quel coyto
pujar faze; aun tu dirás: esto bien paresceria sy la ley testimoniase
que coyto fizieron; respondo: ellos non cubrieron los pechos nin
otros semblantes miembros, saluo cubrieron las sus naturas por
quanto con ellas pecado auian; aun dezir tornarás: las naturas
instrumentos del engendrar son para el sostenimiento de la espe-
cia, lo qual bien de manifiesto es, e pecado por ende non cargado
deuiera en el tal negocio ser. Onde cabo respondo: superfluyda-
des se blesphaman, e nescesario non, conviene saber, comer, beber
en lo nescesario, sostenimiento es: la garganteria vituperado es, e
comunmente toda virtud a dos caminos tira.»
(Génesis, III, i5.)— e adversidat e enemistad yo porne entre
ti e entre la mujer, e entre tu semen e el su semen, el en la cabeca
te ferirá e tu en el calcañal le Jerirás, etc.
f'G/oííi.^ — «Nota que sy cabeca principio es, calcañal fin sera,
conviene saber, que sy a la serpiente, quel diablo es so logar te-
niente, al principio que a el viniere en la cabeca el omne non le
da, que a la fin el diablo al omne ficre. Guarda esto, que secreto es;
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 55
e aun en el ebrayco, á lo que yo en el calcañal le ferirás roman-
cé, dice: en el calcañal le siluaras; e esto se entiende haber ser-
pientes que antes que muerden silvan.»
e para adam non fallo non fallo ayuda
fGlosa.J — «que tal como el fuese non quiso femhra suya Dios
mostrarle, nin el para su ayuda se contento fasta que a eua lo tra-
xeron.»
<
e lomo una de sus costillas, etc.
('G/oM.yl— «Costilla en algunos logares parte o pedazo quiere de-
zir, e aqui fago punto. Dixo Adán: la ves aquesta, esta muger
auia de seer huesso de los mis huessos e carne de la mi carne; ■ la
trasladacion de Sant Gerónimo deste mi romance por las palabras
aquestas se agrauiara e el ebrayco non; e tanto quiso, según opi-
nión de algunos, aqui adam dezir como que la entencion que á los
nombres poner le fueron las animalias traydas a a fin fuera de veer
sy de algunas dellas adam se pagara por muger, de las quales non
se contentó; otros dizen. como ya oyestes, que másculo e fembra
al principio fueron criados, e qual que tanto por muger la touo, e
dessy lo que della Dios fizo, non la ley lo dize; pero agora por esta
muger dixo con razón adam: la ves aquesta, esta muger auia de
ser huesso, etc., etc.»
la qual luego a adam traxo, etc.
/'G/OM.; — «algunos absuelven que la ley fabló segund la ymagi-
nacion de adam, que el ymagino que bien asy como las otras ani-
malias traydas le eran para nombres poner, que bien a esta enten-
cion eua trayda le fuera e que la ley mención faga e arme so-
bre ymaginaciones probar se puede. Dizese en el principio del
libro de Josué, 3,,° capitulo, que los de Jericho persiguieron a los
mandaderos de Josué hasta el Jordán; pero el perseguimiento atal
en pos ellos, según las sus opiniones de los de Jericho eran, non
según verdat.»
e por tanto, e pues asi es, etc.
(Glosa.) — iiL.2L segunda glosa que aqui fazen es ya sea verdat
que la latina trasladacion, nin menos algunos ebrayquistas con
este romance asy fecho en que yo romance por tanto e pues que
asy es, concordes non serán conmigo; pero yo so cierto que las
equivocaciones negar non negarme puede el ludio; e la glosa deste
dezir _por tanto e pues que asy es, que, como bien vosotros vee-
des, que en los casamientos las mugeres todas non a voluntad de
los maridos sallen, e a lo que ellos 51 dizen, ellas con el non pres-
tas sallen, dize agora aqui que por la muger que con lo que su ma-
r6 A. PAZ Y MELIA
rido Otorgare ella dixere asi es, que es de dexar omne su padre e su
madree coa su muger juntarse, e que dessy su opposito el non es.»
Dixo C hay 11 a Abel, su hermano.
fGlosa'.J—'Lo que le dixo la ley non faze dello mención, saluo
los dolores, como quien a caza anda, dizen que le dixera: «Tu e
yo el mundo partiremos, e por yo chayn el primogénito seer, las
dos tercias partes en el yo tomare.
«Otros dizen que non sobresté la baraia ovieron, salvo que le
chayn a abel dizia que otro mundo nin otra pena nin gualardon
non auia, e que abel el sy defendía, e que sobre esto lo matara.
Non embargante fablilia iudayca sea, la su figura una es, conviene
saber, que non en este mundo se enfinjen, e del mucho curan,
saluo los que la eterna vida e gualardon e pena del venidero mun-
do negasen, e en ello ereges fuesen.
«Algunos dicen que fembras mellicas con Cayn e Abel nas-
cieron.i^
{Jeremías, Jol. 31 vuelto, 2^.) — Fasta quaiido as [de te viciar
e deleylar (i)] la fiia vaga que crio el señor iiueiia en la tierra
míe la fembra circundara) ^ . . , ,
<^ui. ••.-j^ \(sic) varan (21.
se)
(Glosa.) — -A(\\ii son divisos también los glosadores, que los lati-
nos lo toman por santa maria que fue un miraglo infinido nueuo,
que lo tal jamas non fue, es de saber, que una fembra se encintase
de uno que fuese Dios e omne, e que fuese virgen antes del parto
e después del parto, e esta fue una infinida e nueua marauilla que
otra mente encobarse una muger de un varón según el natural cur-
so humano non fuer? miraglo nin cosa nueua, e los ebreos dizen
que esto se toma en figura, conviene a saber, que el señor Dios es
el marido e israhel la fembra. e que lo que fasta estonces auian de-
xado a Dios e dioses ágenos seruir, que, el mexias venido, que la
fembra, es de saber, israhel, circundara e buscara al su varón, es de
saber, al señor Dios, con mucha oración, devoción e penitencia.»
(Zacarías, cap. 12, Jol. 369 recto.]— et cataran a mi (3) el
que dieron laucada (4).
(i) Sobre raspado.
(2) Creavit Dominus novum super terram fsmina circundavit
virum. (San Jerónimo.)
Creavit Dominus salutem in plantationem novam, in salute tua
circuibunt homines. (Los Setenta.)
{3) Raspada una palabra.
(4Í Tertuliano leyó: quem pupugerunt; otros, compuxerunt vel
confi.verunl, etc.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 57
fGlosa.J — caqui son divisos los ebreos de los latinos: que los
latinos dicen que quiere decir que tamaña será la batalla en aquel
día, que la egleja se vera en tanta tribulación que non ternan otro
reparo, saluo alear el pendón con la cruz e el Jehesu señalado con
las sus llagas, e la laucada que le dieron, e que esto sera el su re-
paro, que quando se vieren en tribulación que tengan mientes en
la pasión de ¡hesucristo, e que el los librara; pero los ebreos dicen
que tal victoria aueran entonces israhel, como ellos dizen que lo
son, que por un solo de israhel que aquel dia muriese de alguna
lancada, que con grande esclamacion cataran a Dios quasy acha-
cándose que como ser pudo que uno muriese de israhel, e que por
aquel solo no farian tan fuertes llantos en jerusalen mas que el
planto de adaremon en el campo de magadon, segund que luego
en breve diremos, a Dios plazienJo.»
(Osea, cap. i. fol. 352).— Qwe moco es israel al qual yo ame
e desde egipio llame al mi pió (i).
(Glosa J—isl propheta aqui reprehende a israhel quanto fueron
descognoscidos israhel al señor, que desde que mocos eran, quasy
diga desdel pricipio, los bien quiso, e desde egipto los llamo el mi
fijo, que asy enbiaua a dezir a pharaon por israhel: enbia al mi
fijo e seruir me han, e enbiole las diez plagas fasta que los enbio
segund que oystes. Ya sea, señor, que el evangelio prueua de aqui
la buclta que santa maria se boluio con el su fijo, ihesu de egipto
por spiritu santo, e que ally se cumplió este testo, «desde egipto
llamé al mi fijo,» segund lo pone sant johan en el su evangelio.»
«Otros dizen que viera Joseph a sus hermanos vestidos de pórpo-
ra, e dixo: como consigue omnes de tales ropas venir comprar ci-
uera? saluo que se presume que sodes esculcas et el hardit de la
tierra saber venides, que los otros que vienen a pan comprar non
vienen salvo con ropas de pequeños precios, lo qual vosotros ui-
sados de mercaderes venides.»
Dixo Jacob: « las mis canas vayan con mala postrimería
al infierno» (esta palabra está raspada).
(Glosa.)— (í&qm divisan los latinos de los judíos que dizen, etc..
e non confusión a esta opinión la trasladacion judayca traerá, tan-
to digo que el judio, do quier que sant geronimo romaneo el in-
fierno, el judio sepulchro o fuessa romanea, e aunque fuessa ro-
mancen infierno, quier dezir en esta guisa que por dicho tenemos,
que la anima del justo al señor sube a los cielos e el cuerpo va a la
fuessa, pues donde mención aqui fizo aun a la judayca opinión
(1) Los Setenta: filias ejus.
c8 A. PAZ Y MELIA
que yria a la fuessa, a entender bien dio que no mención fazian
salvo del cuerpo, e quasi las animas perdidas o no en gloria estar
fasta la venida del mexias quel mundo saluo; pero. Señor, los ju-
dies han toda la contra de esto, e todos quantos locares sant Jeró-
nimo romaneo inferno, los judios romanean /¡íeMo. ó sepulchro.»
que el cayado de Dauid significaba la cru^ de Cristo, etc.
pero el judio non tiene cosa ninguna desto, nin entiende que
esto asy podria estar. >
(Reyes.)— «En el Regimiento de los principes fallé pulga biua;
pero el ebrayco nin sant Jerónimo non dizen sinon una.»
(Génesis, fol. 39 vuelto.)— Vio Sarra el fijo de Agar la egip-
dona que escarnecía, etc.
(^G/üM.;— «Nicolás de Lyra, en su glosa, alega sobre este paso
a rabi Salomón, quel dize asy: que a lo que yo en esta biblia ro-
mancé que ysmael que escárnesela, paresce que como este vocablo
es en ebrayco mecaheque, e es equivoco, raby salomón romaneo en
su biblia que trebejaua, e aun dixo que en este trebejo que aco-
metió ysmael tres pecados, conuiene saber, ydolatria e omecida e ■
fornicio, e que todo esto sufre la equivocación de macaheque
(Pruébalo citando pasajes de ¡a Biblia) Fornicio dixo la
muger de potifar por: Joseph vino a mi el siervo judio a trebejar
comigo, que tanto quería dezir como a dormir comigo E raby
salomón non es concorde en los maleñcios, saluo en el romance
en que trebejaua como los otros niños; e maestre león de bañólas
romaneo, como yo romancé, que escárnesela, etc.»
VIII
EJEMPLOS DE GLOSAS DE ESPÍRITU CRISTIANO
DICTADAS AL JUDÍO
«Algunos dotores de la eglesia, contra el judio, dizen que signi-
ficaciones del pan e del vino de los sacrificios: que yerren en está
significanca non es maravilla, que non es esta la primera yerra
que tiene, que aun los mismos prophetas veyen las cosas en reve-
lación e non las sabia judgar, etc.»
(Pone un ejemplo de la profecía de Jeremías, y añade:)
«Dixo Daniel: Yo vy e non entendí. Mayormente el judio que
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 59
este ciego en las significaciones de la ley; por ende debes saber que
todo el misterio e oficio de la ley vie)a fué cambiado por el oficio
del samo cuerpo de Dios »
«E lo que dixo: saco pan e vino, aunque sea segund la costrui-
cion del judio, es quel cáliz esta en el altar, etc. a
«E por quanto en mas de tres lugares de mi oyras ó como e por
qual razón la circunsycion (sic) fue convertida en el bautismo »
«Fasta aqui glosado auemos al pie de la letra, e segund opinión
de algunos dotores; pero pues toca a articulo de fe, en razón esta
que se sepa sy este pecado de Adam fue perdonado o por quien.
(Concluye que el pecado original necesitó la Pasión de Cristo,
etc., conforme con el catolicismo.)
E bendixo el señor el séptimo dia e santificólo, etc.
«Oíros dizen que la bendición recude a los omnes que el sábado
guardaren, que el señor los bendecirá, e la bendición que asy ave-
ria animal la ponen, conviene saber, que los omnes los pensamien-
tos humanales dexando, la anima en si cobra virtud contemplan-
do con Dios, estudiando, orando, los sermones de Dios oyendo, sin
dubda la anima católica se faze, e con tanto nuestro señor Dios pro-
véelo con bendición. Considerar debemos que todas las festas en
la ley sábados se nombran e guardar se deben complida mente asy
como el mesmo sábado.»
(Fol. 285 vuelto.)— «'E muy alto Señor Maestre, con razón deue-
mos los de la catofica fe de laudar el nombre del señor dios que
nos dio la ley de verdat.»
«En esto es la división entre nos los ylluminados de la católica
fe e los philosophos.»
En muchos lugares, como p. e., cuando dize que al fin los hom-
bres tendrán una sola fe, la católica, e no pecarán más, etc., aña-
de: «Esto que dicho es, guárdalo, que sin dubda secreto es. o
(Al fin del Salterio):
tltem, por decir «todos los espíritus alaben al Señor,» noto que
todas las naciones tienen de venir en conoscimiento de la fe ca-
tólica, e en la doctrina del verdadero rey mexias, e estonce sera
Dios uno e su nombre uno. E plega a Dios abreuiar este tiempo,
e que seamos nos de los católicos, amen.»
5o A. PAZ Y MELIA
IX
CRITERIO DE RABÍ ARRAGEL
ENTRE SUS OPINIONES Y LAS CRISTIANAS
fFoI. 341 vuelto.)— fE toda la mas glosa desta biblia en los mas
logares que son peligrosos se faze asy, relatar opiniones, que esto
es lo que por ty, muy alto señor, me fue mandado en esta biblia,
lo qual asy fize, e relate opiniones a fin de relatar, non de exami-
nar, que el examen ya deximos en el proemio deste libro, conuiene
a saber en el proemio de la biblia, que el examen pertenesce a los
señores deales maestros en la santa theologia, e creer lo que cree
la su santa madre egleja segund que esto muy muchas veces dicho
tenemos e amonestado e citado.»
«Muchos preguntan: sy adam peco, ¿el su semen que culpa ouo?
Esto responder conviene a los honorables señores en la sancta
theologia maestros, e entretanto al su corregimiento me someto
sy algo en ello fablare adelante.»
fFoL 50 recto.)— De como daua Juda a Tamar su siello e su
capa e su ceptro.
(Glosa.)— {Siete líneas raspadas, y encima de las 5 escrito): «E
muy alto señor maestre, aqui conviene de notar seer infinida diui-
sion entre los judios e los cristianos, que los cristianos tienen que el
mexias auia de seer Dios e omne, e los judios dizen que non tien
de seer, saluo puro omne, e que aun lo esperan; muy menos en-
tienden que el mexias saluase las almas del oreginal pecado.»
(Raspado.) — vEt queda la diuision entre latinos e ebreos sobre
sy es venido o non, que los judios afirman non ser venido, e aun
lo esperan, e los cristianos dizen ser ya venido.»
Yo so adonay tu dios, etc.
fGlosa.) — «M.uchos dolores e señores tienen quefazen en la glo-
sa destos diez mandamientos, unos los glosan por una via e otros
por otra e de mi fago testimonio auer visto en ellos asas glosas
tan luengas que ayna montarla las costas mas que el prencipal,
digo que la glosa de aquestos diez mandamientos tener tanta es-
criptura como quasy todos los cinco libros de la ley; pero yo fianza
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 6l
tengo en Dios padre quel me dexara el mi modo comencado en
esta glosa de comienco fasta aqui adelante lleuar, conuiene saber,
aprovechar en esta breve glosa desta biblia a servicio de dios e de
aqueste honorable señor maestre para quien se faze con tan poca
scriptura como lo mucho de los antiguos, que por oficio tengo es-
coger en mucho bien lo mejor para a muchos aprovechar, etc.»
«Muy alto señor, pues los juicios de los latinos non van funda-
dos por solos textos de biblia, escusare de los prolixar.»
(Fol. ■¡oj.)—Rachel llora sobre los sus fijos, etc.
« que en pular significo (i) un secreto en la ley de los cristia-
nos, el qual non falle en los registros que dados me fueron por los
dichos señores que me enformaron en esta obra en las opiniones
romanas; pero muy alto señor, los judíos son de oposita opinión.»
«Pero, muy alto señor, los judíos han otras muchas e recías glo-
sas negando el baptismo.»
X
ALGUNAS OBSERVACIONES
CRÍTICAS, HISTÓRICAS, ETC., DEL TRADUCTOR
(Moros.)— 'ic^vte han las viles e suzías condiciones, e lanca de-
lantera la unía, diziendo: «patifendido soy, segund son las reses
limpias de comer.»
(Fol. 28q, Isaías.) — Los que en las atalayas están, etc.
oE esto se toma también por los malos prestes, que comen bien
los beneficios e corrigen mal los sus perrochanos e ouejas que dios
les encomendó.»
Venid, tomare vino, etc.
«Dice agora de la maluada costumbre de los malos prestes, que
non han otra acucia saluo darse a los deleytes de los sesos, e non
a los espirituales.
ífazense beginos los ypocritas e begínos que traen vestimentas
de ovejas e son peores que lobos.»
(i) Raspado y escrito encima.
62 A. PAZ Y MELIA
(Éxodo, Jol.&7 vuelto.)
(Glosa..) — «Toda pregunta non se escusa de ser menos, o de
omne sabio, o de omne erege o de omne simple.
»Ay otra quarta persona en losíimnes, que tan solamente non
sabe preguntar cosa alguna.»
(Deuter., foL 144 viíe/ío J-«que mejor espenderan el tiempo
en, leer de la biblia que en leer en amadis nin la conquista de
troya, que es de poco provecho.»
(Salmos, _pnmera hoja vuelta..) -Bien aventurado es el varan
que non andovo en conseio de malos, etc.
f Glosa..)— Muchos han antiguamente una quistion movido
atal, que sy el señor Dios sabe quien se tiene de perder o de sal-
var,'quasy que el libre albitrio humano non ha ningund logar,
que lo que Dios sabe tal es como lo sabe e tal lo sabe como ello es,
onde se sigue que el obrar de los omnes sea quoartado a la pres-
ciencia diuina, pues de manifiesto es que donde quoartacion es,
non es libertad. E, señor, esta misma quistion enbio expandida
por todo este reyno aquel tu buen cauallero, comendador e poeta,
fcrrand sanchez calauera.»
(Ecclesiastes.)—^<Uueve un sabio sin escribir sus obras: entra
otro hombre en su ystudio, e falla, por registro o minuta, en cis-
ternos aquella obra ponela en libro lympiamente en perga-
minos bedellynes e oro e azul, etc.»
(Libro de /05«e'.;— «Desta parte, Señor Maestre, non es muy
lueñe de creer que esta maqueda, aqui mencionada en el testo,
sea la tu misma Maqueda, que tu. Señor Maestre, posees "en tu
maestradgo, de guisa que el rey de tu misma maqueda tenia alia
otra maqueda, e non es reprehensión contra mi por en el latín
esta maqueda ser escripta maceda con c, que aun en el latm se
falla c, que suena por g, como por decir duques dice duces, etc.»
Torre de babilonia.
»Despues del diluvio, etc. De aqui es uno de los logares por do
se prueba que el mundo en persecución o pestilencia seyendo, que
omne non deue fazer ñiios fasta tanto que aleada aquella pestilen-
cia e persecución sea, etc.»
«Los sarracines en la Meca, quien mayor pedrada da al ídolo que
allí tienen, tiénenlb por más santo.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 63
))Su ley les promete 20.000 vírgenes á cada uno é infinidos bu-
ñuelos con miel.t
«Segund que oy vemos presciarse más dinero que sciencia.»
«El entendimiento es la fixumbre e duramiento de los esseres.»
(Cap. 12, Iiitrod.J—üLí fe se tiene por varios modos: la de ios
padres; la que impresionan los maestros; la de los que creen se-
gund el portadgo de cerrada carga ó siguiendo á los que habitan
en aquella clima, que son como los que siguen estandarte en la
guerra.»
' «En Dios non es pularidat, que si dos ó más dioses fuesen, non
se podían convenir en rre.n
«A lo que los cristianos dicen que como Dios tomó humanidat
se ponen imágenes para que los rústicos é ignorantes, mujeres é
niños tengan idea de ella, respondo que los judíos no entienden
ni creen que Dios tomase humanidat, y que los instruidos, como
los rústicos, deben saber que Dios no tiene figura.»
[Libro de ¡os Reyes, fol. 228 Tueho.J — ade la pestilencia que
hubo en Israel por haber David numerado el pueblo.
(Glosa.)— n e con manzilla notardeuemossy los que non to-
uieron templo por lo non poner en memoria, fueron condepnados,
nos que en poder de gente insipiens e vil- como son los moros, lo
veemos que los nuestros coracones e palmas a dios alear deuemos
que lo torne e de en possession e poder de los santos católicos de
la ley diuina, e que en nuestros dias vulge e manifieste la verdat de
la santa fe chatolica, distruyendo erronias opiniones e dando la
gloria a "los de la catholica fe e todos amen dezir deuemos e pre-
ces e oraciones fazer: a dios gracias.»
XI ■
EJEMPLOS DE CITAS DE AUTORES
JUDÍOS Y. CRISTIANOS
— tRaby Moisen de Egipto movió asy una quistion a lo que
dixo moysen, diziendome que nombre tiene ese Dios que les
diré, etc.»
6j. a. paz y MfíLlA
Lo rebate y dice: «Así que la petición o question de moysen
quasy que es dicho superfluo, e el mismo rraby moysen dize en-
de una solución con la qual a alpunos farta de set, por lo qual yo,
como vi la glosa (i) de maestre León de Bañólas e con un poco
de remiendo que en lógica aprendí, e con lo que mis {2) abrió
el reverendo magistro fray (3), digo que qualquier lición, etc.,
asy que a magistre moysen de egipto tenemos asentados sus incon-
venientes e dubdas que en esta parte puso.»
,E los judíos son en otra opinión, diciendo, etc. E Raby Abra-
ham aben-ezra (4) dice el Maestre de Girona contrastóle a raby
Abraham aquesta glosa, e dize asy que, etc por lo qual el dicho
maestre glosó que (5), etc., asy que oydo as opinión de los la-
tinos, muy plenariamente, muy alto señor, e al tal as oído las opi-
niones ebraycas sobresté pa.=.o, e ya dixe en el prohemio que cada
uno deue seer fijo en los fundamentos e artículos de su fe.»
— E su muger catando en pos de el, tornóse un montón de sal;
en pos de ¡ot, que otramente auia de decir en pos de ella.
i'G/oM.yl— «O quantos montones de palabras esplenden ese raby
salomón, e mestrc de Girona, e los Rrabot, e raby Tanhuma, e
quantos dotores judios e cristianos son, e aun el famoso nicolao
de Lyra, promouiendo que por decir el testo ataleo su mujer en
pos del, e tornóse montón de sal, que quiere decir que su muger
de lot se torno montón de sal.»
— «El Maestre pone que la ley relata yo fize este romance so-
bre la glosa de Aben-ezra, e según lo que sufre el ebraico; pero
Sant Gerónimo pone que dice el testo «yo,» etc., lo que dice en
los raboth raby yuda, fijo de rraby cimon, dize que estos pozos,
etc e raby mayr dize etc.»
— iTrae en el midras ó el medras á mi parece que esto que
dice el midras etc. Dice raby Salomón en nombre del Midras.
«E sy alguno preguntare .un tan justo como ysaque por que auia
de auer pobreza, preguntóles yo porque fue ciego e non curo del
dicho de los sermonistas, que dizen que fue porque ataleó en ros-
tro a mala persona, que ese dezir secreto yaze ende e el Maes-
(i) Raspado.
(2) En blanco.
(4) Aben Ezdra de Calahorra y el doctor de Calahorra le llama
en el fol. 41 vuelto.
(5) Raspado.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 65
trecoairasta todo esto al español, e es en seso que ysaque estaua
rico, etc e el texto non dice que bendición le diera, salvo raby
Salomen, que por el nombre que le fundó carga de ally que le
otorgó las bendiciones, etc.»
sainólo e bendixo Jacob a faraón, etc.
{Glosa.J—ii\a escriptura al pie de la letra non dize saluolo, saluo
bendixolo, e por quanto non se falla la nota desta bendición es-
cripta, ouo de dczir rraby salomón que non le bendixo, saluo que
lo saluo. E el señor maestre dize que non es costumbre saluar al
rey, ca los omnes eguales saluanse, pero a rrey non sainan, por
donde ha de afirmar el que non embargante que la ley non note
la bendición, que quiere dezir que lo bendixo, ca costumbre es de
los vie)OS ancianos quando van ante los reyes que los bcndizcn e
dizen que Dios ensalce sus estados, o
{Paralipómenos.J—iamigo, si mas generaciones de israhel tu
saber quisieres, vete a los libros de los Reyes de Israhel, e ende lo
fallarás plenariamente, el qual libro nos es fallado a nosotros, pero
fama es que-oy dia es este libro que aporto en la cathcdral egleja
de Santiago de Galicia, lo qual si asy es ¿como este libro non es
ya pasado á la lengua latina?»
XII
GLOSAS QUE PRUEBAN LA LIBERTAD
QUE LOS CENSORES DEJARON AL JUDÍO
fFol. 46 vuelto. )~Docientas cabras e veinte cabrones, etc.
«En los ríi¿o/A notan del numero de este presente según lasfem-
bras e los machos que aqui Jacob envió, qual debe ser la ración
de la muger en la cama, e dizen que los folgazanes la deuen dar
a sus fembras una vez cada día; los obreros, dos veces en la sema-
na; los recueros con asnos, una vez en la semana; los muleteros,
una vez en un mes; los marineros, una vez en tres meses.»
e sallo dina Jija de lea,, etc.
(Glosa.)— i quería dezir que era sallidera, tija de otra salli-
dera. Sallidera fue Lea, que bien sabes que salló a trabar de Jacob
que durmiese coa ella, pues la tenia esa noche comprada por las
mandragolas de su tijo ruben, e agora la tija suya, porque salló a
56 A. PAZ y MELIA
mirar las mugeres de la tierra, la tomó sachem. Nota que la muger
e la fsallina por sallir de casa se pierden, e encerradas onesta mente
estar dcuen.»
(Cav. 34.)— -De como vino Jacob a la cibdad de Sequem, e
Dina, fija de Jacob, yugo con ella sachem
«Raby Salomón pone que por dezir yugo con ella, se entiende
como e por lugar acostumbrado, e por dezir ajrigiola se entiende
que durmió con ella por lugar non deuido nin acostumbrado.
Raby Abraham dize que dormir con qualquier virgen se llama
ajrigion en quanto a la ora del sacar la virginidat. El señor Maes-
tre dize que non faze mención nin de raby Salomón nin de raby
abraham, por quanto aunque la muger corrupta sea, con ella dur-
miendo por fuerca se llama ajrigion. m
(E^equieU Jol. 328 i'!/e//o J— «Va diciendo el testo las maneras
de los chonfamientos de las mugeres e apalpamiento de tetas e
piernas, e los logares inyfabiles, que non son en nuestra lengua
castellana de nombrar. E pues que faze ensiemplo en fornicio,
cumple el decir las maneras del yazer e chonfarse la piJta que non
ha vergüenca, que algunas son dellasque la maldat que fazen que
les prende a'lgund tanto de vergüenca, e otras ay que son muy be-
llacas, e aunque son fermosas, habarren las los omnes por ser ve-
Uacas, e asy acompara aqui a israhel a puta fermosa e vellaca que
se non sabe tener en algo.
Ensiemplo, la puta que es muy caliente que se non farta, que
faze ymagines de omnes, sus vergas e naturas enfiestas a dos fines,
que las pone a los ojos de los que vienen a dormir con ellas por-
que se impresionen en aquella vileza e mas reziamente puedan con
ellas dormir, o que quando omnes lesfallescen que se vuelven con
aquellas mismas ymagines de grandes cuerpos e de grandes
vergas, que los tales omnes busca siempre la muy puta.»
Carnes de asnos son las sus carnes, etc.
«E dize por los chaldeos que eran bestiales omnes, e siempre los
bestiales son buenos para el doñear mas que los sotiles de flacas e
delgadas complisiones, que aquellos tales son buenos para los ys-
tudios e buenos consejos. E dize agora por los babilonitas que sus
carnes eran carnes de asnos, e dixolo el testo muy cortes mente, e
quiere dezir que auian grandes vergas, e dixo que fluxo de caua-
llos es el su fluxo, significando que auian e lancauan quando con
las mugeres dormían multitud de esperma, tanto como sendos ca-
ballos- e esta es toda la cobdicia de las falsas e meretrices mugeres,
grandes e recias vergas e mucha esperma, e asy gO/;an ellas.»
LA BIBLIA. DE LA CASA DE ALBA 6/
fFol. 248.) — «Jezabel mando fazer dos ymagines para inducir a
su mando al coito.»
fFol. loi recto. J — «Cargan gran pecado a los que fazen una
habuminacion, que llaman los vellacos la p e asy la llaman
porque sacan la e con sus puños.»
{ Fol. ICO ruello.) — «quien mas doñeaua su fembra me)or servia
a su Dios.» (Descripción obscena de las fiestas de los gentiles á Ve-
nus, etc.)
(Deuter., fol. i5i recto.) — Nin eso mismo tenga, muchas mu-
jeres »
f Glosa. ) — ií3.lgvinos quisieron probar que el rey puede auer diez
« ocho mugeres, e la prueua fazen asy: quando Dauid fue re-
prehendido por nathan el profeta, en persona de Dios, sobre que
■tomó a Bathsabé, mujer de Urias, le dixo asy: O como topaste en
grand maldat en tomar casada muger, que tu bien sabes que tienes
seys mugeres. las quales menciona bien el testo en el primero de
los Reyes, e'si estas seys te eran pocas, yo te diera otras tantas e
otras tantas. E sy las primeras que tenia eran seys, otras tantas
con otras tantas diez e ocho serán; e'en esto aquerdan los ebray-
quistas; pero oy la romana egleja non da logar de lo tal, e bien
por ende por ser demás deste numero: quando abisag, la suna mi-
te troxieron quando era ya viejo Dauid para que le calentase en la
cama, el testo testimonia en los Reyes que non se aholuio con
-ella, e aun por ende la demandaua por muger adonias, su fijo de
Dauid.»
E al tu marido humille seras.
¡'Glosa.) — íDize que del otros dizen esta es la sangre de la flor
que han las mugeres. Del marido sogebta seria. Otros dotores, ve:
yendo que el vocablo a que yo hutnüle romancé es equivoco, ro-
manearon ellos: e al tu marido cobdiciarás. E dizen que mas que
el bezerro la leche quiere la vaca darla ama, e que siempre cobdi-
cia ella con su marido dormir, mucho mas que él con ella; pero
que a ella vergüenca le ocuparla para lo dezir nin por la boca de-
mandar.»
fFol. 153 vuelto.)— Non tome la muger armas de varón, etc.
fToda la intención deste dezir es a fin de redrar a los omnes del
fornicio, que veces auiene que una muger se vestirá ropas varoni-
les e tomará armas e se porná entre los omnes, de lo qual nasce el
fornicio, e por contra ciertos mancebos o omnes cobrirse ropas de
gQ A. PAZ Y MELIA
tnuger e yrse dormir en las vesiUas, e en las bodas e paridas entre
las mugeres, e desonrarlas e complir sus amores en uno, e apla-
zanse para los tales logares. Algunos dizen que por dez.r non vista
varón ropas de muger, aunque la ley lo dixo encubierta mente.
que quiso dezir que non ouiese ninguno de habum.nac.on sodo-
l^t^c^ t femimatos, e de aqui se surge que el varón que se afei-
tare el rostro o truKere las barvas e cabeca de qualquier tintura a
fin de canas o sus semejantes de qualquier afeyte que el baruero
le adoua las cejas, que cae en este pecado.»
fCantarde los canlares.)-E¡ su siniestro braco tiene yuso dé-
la mi cabeca e con el su derecho braco me abraca
/Glosa /-«Pues todos estos cánticos son inventidos por regla de
enamorados, dize agora que la gracia del dormir de los enamora-
dos es que debe el enamorado tener el braco siniestro yuso de la
cabeca de la enamorada e abracarla con el derecho braco, etc..
Clbid ¡-Las dos tus tetas son como dos onodios rosas, etc.
/Glosa J-íLa muger que oy viésemos ceruiz tamaña como una
torre los dientes como cabras, las dos tetas tamañas como dos
onod\os, por desdonada, non donosa la auenamos
E comencola a loar desde los ojos, e de los ojos vínose a la cer-
viz e de la ¿erviz a las tetas, e tomólo por esta regla en loar comen-
cando de arriba abaxo, esto por quanto este es el camino o natura
de la sciencia de la theologia, etc.»
«Costumbre es de las meretrices que asy como veen que los om-
nes non van con ellas dormir, a fin que dellas se mienbren, cantan
e tañen cithara e vanse rodeando por la cibdat. »
/Fol 289 /W«.;-<'Dize costumbre es de la mala muger que
sv mala quiere ser. en la cama con su marido abracada como que
a purgar ventosidat se desvia del marido, e es que tiene el putay-
no detras de la cama que cumple con ella su vil mostruoso apeti-
to, e dize al marido que el es todo el su bien della. .■
«Comunmente la providencia divina siempre da pena que res-
ponda al pecado que se fizo, pues sigúese que sy un omne puso los
cuernos a otro, que quien no soplete qtie sy a el tornan a poner
los cuernos es en pena de los que puso, bien en breue entropeca-
ria e caeria en desesperación diziendo que non ha providencia
divina.»
(Fol. 305.)-.falsos prophetas sedechias e acab, que iba el uno a
LA. BIBLU DE LA CASA DE ALBA 69
ia muger fermosa e diziale: De parte de Dios te digo que el me
•dixo anoche que tu durmieses con mi compañero e que te enco-
baras de un fijo sabio e propheta, e sy lo non l'azes nbn compliras
el mes. E esto te digo de parte de Dios, que non lo sepa el tu va-
rón. Ella con miedo embiaua por el e pidióle por merced que cle-
mencia de ella e de su jouentud ouiese, e non íuese causa dé su
muerte, e que quisiese dormir con ella. El qual dauale a entender
que por la viviftcar dormia con ella. E al tal fazia el otro quando
■el su compañero de alguna otra semejante muger se enamoraua,
diziale él otro tanto, fasta que gela recabdaua e dormia con ella; e
íisy dormían estos dos falsos prophetas sedechias acab con las mu-
jeres casadas e después los quemo Nabucodonosor.»
...... fallase que auian razón de faraón por letrados e juezes acla-
'Tadores de los pleitos e aun dizen que esta ración les fuera
puesta por Faraón desde que judgaron el pleito de la rotura d^ la
ropa de Joseph, que le rompió sú señora en esta guisa: ella di:¿já
que Josephla forcó. Joseph se escusaua e desmentíala; la ropa
fallauase en poder della rota; non sabian a quien dellos creer. E
■estos sabios sentenciaron que sy la rotura de la ropa de Joseph es-
taua a la cagueta, era signa que ella gela rompiera a él, e él non
<3uo culpa" alguna; e que si la rotura era por la delantera, quel
mesmo Joseph se lo fizo por fuyr della, e ella dizia verdat, e qu'e
fallaron la rotura por la cagera. e que, por tanto, escapo Joseph e
non murió. E que este consejo pareció bien a Faraón e púsoles
por ende ración.»
CFol. 50 v!íe/ío.;— «Costumbre veemos ser que las barraganas e
putas porque dellas enamoren descubren cara e pechos, e las bue-
nas mugeres, por el contrario, que se cubren.
Raby Tanhuma dice que costumbre es en tierra del emory que
la muger quando se ponia en el burdel que antes se ponia en una
c-uzijada de caminos por se publicara los caminantes.»
(Fol. 238 vuelto )—Como vino la reina de Saba a veer a Salo-
món e el présenle que le hi^o.
E como el rey salomón vino Jablole quanto en su coraron te-
nia, etc.
«Algunos dizen que como era ella prudentissyma, muger e muy
sciendfica, que quiso tentar a salomón en las sciencias por veer sy
eran concordes fama con fecho. Otros dizen que esta reyna auia
en su natura tales cabellos que tanto de recios e fuertes eran' que
non bastaua para los alimpiar dessy para con su varón dormir na-
vaja nin tisera non bastaua, e salomón enseñóle la compuesta
7© A. PAZ Y MELIA
del oro de dueñas mundificador, que otra mente el varón que con
ella durmia lastimauaseen aquellos sus cabellos; e a qualquier de
las glosas, mucho contenta ella se touo de la sciencia de sa-
lomón
E dicen que la reina de Sabá dio al rey salomón 120 quintales
de oro e muchas infinitas especias e piedras preciosas.»
•
XIII
FABLILLAS JUDAICAS Ó CUENTOS
La serpiente era artera, etc.
(Glosa)— <i e dizen una fablilla atal, que la serpiente como-
desnudos á adam e eua viera que estauan faziendo adulterio, e que
cobdicia del abto aquel la serpiente ouo; e la figura de aquesta
fablilla es lo que ya oyestes del satán e del ángel maligno.»
«Dizen en las judaycas fablillas que se juntaron todas las anima-
lias e para la serpiente se fueron e dos demandas le fizieron: la
una fué que le dixeron: amigo, dinos: sy el león rapiña faze o el
osso o el lobo, o si las aves matan e cacan, provecho ende alean-
can; pero tu, que muerdes e te vas dexando la tu peconia e tossico,
e non ende cosa ganas, e luego echas á fuyr?
»E dizen que la serpiente respondiera: Amigos, lo que esto asy a-
mi demandadcs al murniurador que dize e de unos en otros andan
mezclando, esto asy le demandad qual interesse el ende alcanca^
lo qual nos non le vemos ende pro alguna alcancar, e quando el
vos absolviere el su porqué, yo el mi porqué absolveré.
»La segunda question que asy las animalias a la serpiente fizie-
ron fue: Di, amiga, por razón qual tu la tu morada eligieste lo mas.
continuo en los sitos e en las bardas fazer mas que en los otros lo-
gares?
»Dizen que respondiera: Sabed que por cuanto yo el sito e la
barda de todo el mundo yo por mi pecado rompí enduzir a Eua,.
por onde tanto mal e muerte al mundo recreció, en memoria de
aquel pecado yo asy esto.
Estas fablillas, la figura dellas e las sus proes manifiestas, son;»-
E como Noé espertó de su vino, etc.
(Glosa.) — «En las fablillas judaycas dizen que noe plantando es-
tando la viña, quel sathan viniera e ante Noe se parara e pregun-
tóle: Di, omne, ¿qué ende plantas? Dixole: Viña. Dixo el satán:
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA ?!
¿E qué esa viña sabe fazer? Respondióle dixo: El su fructo muy
suave e dulce es, quier verde, quier seco, mayormente que vino
dende fazen con que los omnes mucho gozan.
El Satán á Noe dixo: ¡O sy te pluguiese que yo en esta planta tu
compañero fuese! Lo qual a Noe bien plogo. E luego el satán un
cordero troxiera; desy un león, desy un ximio. A los quales dego-
lló, e de su sangre la viña regó. Desy un puerco, e como digo,
de todas estas sangres la viña regaron, e bien manifiestamente por
el mesmo abto el vino esto ser asy parece, conviene saber: que al
principio del beber manso cordero el omne está; mas bebiendo de
derecho, león se para; sy masen ello continúa, juego como ximio
faze; sy más en el beber continúa, como puerco ensuziado se tor-
na, gormándose syn lo sentir, etc. (i).»
(La lucha del ángel con Jacob.)
«Semeja aquesto a un rey que tenia un peno ladrante e un león
bramante. Tomó el rey su fijo e costumbrabalo pelear e estar a
los bramidos del león. Un dia soltóse el perro, topó con el infante
e comencó a ladrarle. Dixole el padre al can: Veredes qué locura
de can, q*ue mi fijo sabe sofrir bramidos de león, quanto más que
saberá sofrir ladridos de can.»
' (Éxodo, Jol. 89 recio.;- (Glosa acerca de las abominaciones
de los israelitas, tomadas del trato con los egipcios.)
tE aun aqui ponen un maravilloso emsiemplo: conuiene saber,
que un principe auia un syngular fijo del qual buen omne limpio
esperaua que fuese: quando niño criaualo un su ayo el qual an-
dana con el donzel de bodegón en bodegón embriagándose, des-
follando las mortezinas et los gatos por liebres: quando el doncel
crescio que entendía que su fijo razonablemente en su mismo pa-
lacio deuia andar, aunque del ayo lo aparto, e el donzel non se
apartaua de la maluada doctrina, la qual por el padre sentida,
consydero el remedio en esta parte, que a entender diesen al in-
fante que su padre el principe también se embriagaua como el su
mismo ayo e comia las mortezinas, saluo que las comia mas mejor
guisadas e mas limpiamente, por ende que mandaua al infante
que comiese a la tabla del padre e non en otro logar e antel: el
primero dia o segundo bien imagino el infante que los carneros e
peladas terneras que en casa de su padre comia que en quanto los
(i) Esta fablilla, de marcada procedencia oriental, se halla,
aunque algo variada, en la conocida obra de Jacobo de Cesolis,
De ludo scacorum.
(Véase trad. lemos. de la obra. Biblioteca Nacional, Ms., L-z
(hoy 921), fol. 62.
y2 A, PAZ Y MELIA
semejauan en algún tanto a las mortezinas que comer solia, que
mortezinas comía: tanto duro el comer a la mesa de su padre que
con la gran limpieza e adobos de especias, clauos e canela e sus
semejantes, que la boca que al Infante con los malos olores goler
mas solia, torno a bien oler: quando un dia passo por una via e
vio un omne una mortezina comer a muy grand habuminacion lo
ouo e del fayo de guisa que de sentir ouo como su padre de las
habuminaciones lo tiro e partió.»
(Fol. II 5 recio. j—tE en el judayco tiempo contecio que un jo-
ven muy fermoso paróse en somo de una perenal fuente, en la qual
la su misma figura vio, e muy fermoso, con gran greña se vio,e dixo
asy: o, doña greña, yo juro a dios mañana yo este en tal vida so-
litaria, que vos yo aya de rapar, según ley de nazareno, que lo
manda rapar; e en la nación cristiana son oy infinitos omnes muy
devotos, muy religiosos, que continuación de su religión santos
los llama, e este mismo nombre santo pone el testo al nazareno.»
XIV
REFRANES Y PROVERBIOS
tEnsiemplo de la vieja: Ve do vas, qual vieres tal faz.»
«Arroja la verga al cielo, e la raiz tornará. (Ensiemplo antigo.)»
(I Quien en oio ageno el estaco ve, e non la lagarena virga en el
suyo, buen iuez non se deuia, etc.»
«azina faze pecar (omisión). (Antiguo proverbio.)»
«proverbio antiguo: que todo cornudo es piadoso.»
«que este dios de los judios es manda potros e da pocos.»
tensiemplo vulgar: fulano afanó en tal negocio á sus veinte
uñas.»
(lia muger e la gallina, por sallir de casa se pierden.»
«refrán antiguo: en asno de recuero nin en moca de mesón.»
«Mal entender busca baraja.»
«Sospechoso es el físico que defiende las mala? viandas, e el su
buche es lleno de ellas.»
«Con la folganca mengua la folganca.»
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 73
( e becerra que non aya auido fructo, a comparación que ia
mujer del omne es llamada bezerra, que asy llamo Sansón a su
mujer misma: Dixo quando aposto con sus amigos e le vencieron:
«Sy non ararades con mi bezerra, non sopierades la mi conseja.»
XV
ALUSIONES Á USOS Y COSTUMBRES
DE LA ÉPOCA DEL RABINO
fSy un rey fabla con el que mas quiere, fabla faz con faz; si fabla
con el que bien non quiere, parase a una ftnestra, e para un paño
ame sy e fabla con él.»
(Ejemplo.)— íiEX que merca las ollas e las cata al retinto, sy que-
brada es, el que lo vee non cale catar al retinto; pero cata la otra
a veer si esta cascada o no.»
«En logar de zapatos, dan oy los judíos un pedazo de su ropa;
otra cosa que se faze, como porque le da el uno aquel paño que
llaman quintan al otro, da el otro la cosa que vende, o trueca o
se obliga.»
«Por quanto ley común es que las mercaderías do engaño oviere
se desbaraten, e la mercadería se queme por falssa a la puerta de
su dueño por mayor desonrra.»
(Fol. 264.) — «Espada de pax se llama quando se passan los reyes
por las agenas tierras, non a fin de batallar con ellos.»
(Ibid.) — «Las mujeres hermosas buscaban una fea y la metian
en medio de ellas para que realzase su belleza.»
«Las jóvenes ponían polvos de almizcle, etc., entre el pie y el
chapín, y cuando llegaban mancebos, daban fuerte al pie y salian
los polvos, que almizclaban la calle, »
(Amos.) — «Q\iar\áo los beodos están en las tabernas e bodego-
nes, dizen: echa vino e pon paja, dizen muchos cantares, c el su
jisalterio es la boca del mismo cuero o boracha con que beuen, e
por tan contentos se auian ellos con este bellaco canticio, como
dauid con su santissimo psaherio.»
7¿|. A. PAZ Y MELIA
tLos ornes, quando algunas venciones se facen, acostumbran
beber, a lo qual llaman alboroque. t>
fAsy como oy dia el camino romeaje es cognoscido, e se non
yerra los mojones, mediante o en muchos lugares que ponen unas
altas cruces de piedra a los espartimientos de los caminos.»
(Fol. 151 rec/oj— «que ay omnes que ayunan e se dan a absti-
nencia, desy vanse dormir a los cimenterios sobre sepulchro de
qualquier finado, e dizen que el finado les viene con respuesta de
lo que dellos saber querían.»
«agorero: dicen ser estos que usan de adaliles, que todo su fecho
de los tales es agüeros de encuentros de aves o animalias, e chir-
lar de aues o segund donde asientan, o que dizen que quando
canta la gallina que non es buenas señas para en las casas do can-
ta, o sy va camino e alguno lo llamo por de caga, o que le estor-
nudaron en yendo a librar con los señores, etc. Todo esto dize
agora la ley de Dios que es abominación, etc.»
[Fol. 465.)~isDauid beuio con sus caballeros en una mesa »
(Glosa. J — «E el noble rey Don Enrique de Castilla lo fizo de un
barril de vino con sus caballeros.»
(.alharemes costumbraban, e aun oy se costumbran: faxa, di.v.o
el maestre alfon: muchas veces me fiza marauillado de la grand
solypnedat e grado que los reyes de castilla costumbraron. dar e
otorgar a aquellos caualleros que la dauan, e non me contentaua,
saluo que era voluntad de los reyes tan solamente; pero asy como
mi señor dios, mis ojos fueren su ley abriendo, fallo que en los
reyes cristianos, non cabe dezir moros, costumbres reales antiguas
fundadas sobre ley non quedaron mas que a los reyes de castilla,
e una dellas sea la banda, -que es a manera de faxa, e oy dia la
costumbra la egleja, la qual magino ser la estola, etc.»
{Fol. 497 vuelto. J—iiEñ seuilla habita un anciano e famoso doc-
tor, oy a ños cognoscido, e por auer morado en su juuentud en
fez, que es tierra de moros, es llamado en toda la cibdat el doctor
de fej (a pesar de ser judio).»
fFol. 238 vuelto.)— «que se costumbra fazer en los castillos e
casas fuertes a una parte del castillo o casa, la qual oy dia llama-
mos la. puerta de la traycion, la qual es fecha a dos fines, para
que, si se levantan los de la villa o del castillo contra el señor,
pueda este recoger por ella gentes o viandas, o, si es preciso, huir. »
LA. BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 75
(Fo!. 414.) — "6 oy dia se costumbra, cuando sacan algunos ca-
tivos, tocar trompas, como en los Números se mandaba tocarlas
en los de jubileo e de remisión que salían los cautivos libres en
señal de libertad.»
«Que deben saber el estilo de Palacio, non purgar, non tosser,
non estornudar, en pie mucho estar e sus semejantes. E pues estas
perfecciones en mi non son, yo non con razón, mas como sandio
e orat e insano en la tu demanda aceptaría.»
«A los tahúres que siempre la grande parada les yo vi refusar e
apunto decir.»
(Como razón de no haber romanzado muchas partes latinas en
el texto y glosa, dice:)
(Introducción.)— Pero hoy mas que en los antiguos tiempos,
como ha ávido multitud de sabios, la "común gente, platicando
con los sabios han aprendido de la su sciencia, e aun de la su la-
tina lengua; a tanto es ya la su sciencia e lengualatina espandida
en Castilla, que los caballeros e escuderos han dejado el puro
castellano, e con ello han mixto mucho latin, e tanto, que el latin
es convertido en castellano, digo tanto, que comunmente han
muchas palabras latinas la gente en logar de castellano »
«Un judio oye dezir ¡a santa Je católica, y abomina de ella
porque ío oye decir al cristiano por su misma ley, e ignora que
católica quiere decir complida, perfecta, y si lo supiese, lo apli-
caría a su ley musaica; como si un cristiano dijere: asy yo muera,
en la ley de Adonay, le tendrían por hereje; y como Adonay es
Dios verdadero, le tendrían por buen hombre.»
eLos judíos usaban entonces en los cofuercos de los finados co-
mer lentejas.»
«e por tanto, fallase en los judíos que los mas rabyes de los ni-
ños e escriuanos de libros, los quales son oficios de poca ganancia
e de grand afán, vienen del tribu de Symeon.»
(Fol. 104 vuelto.)— «De guisa que figura del modo de la jubila-
ción sera aquesta IlII, jubilaban con el cuerno de carnero, el ju-
bilador tres pequeñas boces algund tanto de luengas.»
^6 A. PAZ Y MELIA
XVI
ELOGIOS DEL MAESTRE
(Fol. 249 recto.) — Elias arrebatado al cielo.
tQuando vos, Señor Maestre, erades un comendador de pequeña
rendición, por vuestra buena usanca, estando el rnaestrado vacan-
te, e según vuestra catolicacion e linaje de limpia sangre, a una
concordia tizieron vos eleyto del rnaestrado diziendo: ad te deus
laudamos fsicj; un escudero vuestro que bien vos servia, sopo
como erades eleyto de maestre; al presente vuestra encomienda en
la orden era rendición de quinientas doblas; este vuestro escudero
leal servidor, ñzo vos petición que pues maestre vos fazian, que le
diesedes e proveyesedes de una encomienda que rindiese dos tanto
de la encomienda que vos aviades aquel dia que por eleyto vos eli-
gieron, que en el rnaestrado caben encomiendas de mil doblas e
mas, assy que vos otorgasteslo e el lo pudo bien pedir e vos mejor
otorgar.
Esto, Señor, oue aqui de poner a tin que essa tu santisiraa ani-
ma goztí de tantas alymosnas que con los fijos de Dios fazes e en
los monesterios de monjes e monjas e otros fijos de buenos que los
en onrra ayudas a mantener, que en verdad te digo, señor, que en
ello fazes una sempiterna fabricación e fundamento animal fde
ártimaj.t
XVII
DESCRIPCIÓN DE LA BIBLIA
Como se verá en la copia del documento que subscribe el Inqui-
sidor general D. Andrés Pacheco (i), esta Biblia fué dada en 1624
al Conde de Olivares, D. Gaspar de Guzmán, por aquel Tribunal,
agradecido á los servicios que debía á él y á su padre, el Embaja-
dor en Roma. Además, concedieron al Conde y á sus descendien-
-tes licencia para poder leerla, prerrogativa muy estimable en aque-
lla época (2).
(i) Véase al fin de esta descripción: Documento mim. i.
(2) Véase ibid.: Documento núm. 2.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 7/
Por el matrimonio de la Marquesa del Carpió, Condesa-Duque-
sa de Olivares, Doña Catalina de Haro y Guzmán Enríquez, con
D. Francisco Alvarez de Toledo, quinto Duque de Alba, adquirió
esta Casa, con los demás bienes, el precioso códice.
Forma un volumen de 515 hojas en folio, de 404 milímetros de
alto por 288 de ancho.
Está escrita á dos columnas, no siempre de iguales dimensiones,
que varían entre 225 y 277 milímetros de altura por 69 ó 74 de
ancho.
Ocupan las márgenes las glosas, escritas en letra tan pequeña,
que á veces se cuentan 89 líneas por página.
La letra del texto es la de códices, y tiene preciosas capitales é
ñniciales de oro bruñido y colores, en gran profusión.
Las miniaturas son 334, 6 de ellas de página entera. Estas, evi-
dentemente de distinta mano que las restantes, son de acabada
ejecución, á diferencia de las otras, cuyo dibujo y colorido son
toscos por demás. Todas están hechas por artistas toledanos, que,
según se ha visto, copiaron las miniaturas de una Biblia conserva-
da en el Sagrario de la catedral (i).
Ofrecen interés muchas de ellas, porque acaso conservan anti-
guas tradiciones en la manera de representar los hechos relatados.
Así, en el fratricidio de Caín, éste tiene á su hermano derribado en
tierra y le muerde como un lobo en el cuello, del que corre abun-
dante sangre. No aparece la tradicional quijada.
En otra, Mardoqueo monta á caballo, apoyando el pie en la
espalda de un esclavo, echado en tierra. Desde los balcones ag-o-
jan perfumes.
En las miniaturas de página entera aparecen los retratos del
Maestre, de Fr. Arias de Encinas, de Fr. Juan de Zamora y de
Mosé Arragei, que ostenta en el pecho el disiiniivo que Benedic-
to Xlll mandó llevar á todos los judíos, de color encarnado ó
amarillo, en lo alto de la vestidura á los varones y en la frente á
las mujeres.
Son curiosas otras en que se ven correos que llevan las cartas
atravesadas en lo alto de cañas ó palos; señoras con vestidos de
largas colas y altísimos cuellos Medias; instrumentos de música;
labores del campo, como la trilla, vendimia, y algunas escenas del
más crudo naturalismo.
Las glosas debieron escribirse después de hechas las miniaturas,
(i) Ya dije que en ninguno de los inventarios y catálogos de la
librería del Cabildo toledano, desde el más antiguo de 1455 hasta
el último, redactado por elSr. Octavio de Toledo, he hallado men-
ción, entre las 22 Biblias que allí había, de una historiada ó con
miniaturas.
y8 A. PAZ Y MELIA
según se deduce de una de aquéllas, que dice: «Non embargante
que el ystoriador que aquí la ystoria ystorio e pinto, pinto a Sa-
muel que el rompia la falda al saul,» etc. Y en efecto, eso repre-
senta la miniatura.
En el fol. i.° vuelto se halla la miniatura reproducida por la fo-
totipia que va al frente de este artículo. El Maestre ocupa el cen-
tro, y á los lados se ven los retratos de Fr. Arias de Encinas y de
Fr.' Juan de Zamora y debajo el de Mosé Arragel. En el recto
del 2° hay orlas de oro y colores. La inicial mide 169 milímetros
de altura. Otra, también de oro y colores, en el fol 2.» recto.
Los preliminares, ó sean las cartas que mediaron entre el Maes-
tre y Mosé Arragel y sus censores, y las oraciones ó discursos de
éste, ocupan desde el fol. 1.° vuelto hasta el 25 recto. Llena el vuel-
to del mismo folio la miniatura en que se representa al Maestre y
á las demás personas que intervinieron en las negociaciones para
la versión de la Biblia.
En el fol. 26 recto comienza el texto con estas palabras en le-
tras de oro: «Aqui comienca el libro primero de la ley, en latin
genesy es llamado, e en ebrayco es llamado el libro de baresith.»
Fué lastimosamente reencuadernada en el siglo pasado, recor-
tando las márgenes, según desdichada costumbre. Tiene el canto
dorado.
Hoy han sido piadosamente recubiertas las tapas, que eran de
terciopelo rojo con cantoneras y broches dorados, con una riquí-
sima tela de tisú de oro de la época del códice. De igual tela está
foriwda la caja que la contiene.
El orden'de los libros, á la manera de los hebreos, y no de la
Vulgata, es el siguiente: Génesis. Éxodo, Levítico, Números, Deu-
teronomio, Josué, Jueces, Reyes (cuatro libros), Isaías, Jeremías,
Ezequiel, doce Profetas menores, Ruth, Trenos de Jeremías, Can-
tar de los cantares, Eclesiastés, Salmos, Job, Proverbios, Daniel,
Esdras, Nehemías y dos libros del Paralipómenos.
Termina el Génesis al fol. 58 vuelto: « e murió josep de edat
de ciento e dies años, e fue valsamado e puesto en vn ataúd en
<igij>to.ii
fColo/ón de este libro. J— «Aqui se cump\e el primero libro de
los cinco libros de la ley de moysen, el qual ha nombre génesis, e
el numero de los versos de este libro mili e quinientos e treinta e
quatro (i) deo gracias.»
«Figura del mouimiento e de las andas do pusieron a joseph,»
(Quedó por hacer la viñeta á que parece referirse este epígrafe.)
Acaba el texto de la glosa: «libro complido es a dios gracias.»
(i) Rojo.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 79
(Fol. 59 recio. y — Orla de oro y colores en la margen izquierda.
Inicial de oro y colores.
«Aqui comienca el libro segundo de la ley, el qual ha nonbre en
ebrayco vaele sainot, e en latin el éxodo (i)-»
En el fol. 76 vuelto quedó por escribir el texto, del que sólo hay
la inicial E de oro y colores, y en el centro de la página el arca de
la alianza con dos serafines, todo de oro. El texto del fol. 77 recto
empieZci, incompleto: i(de oro fino las faras (2).»
Acaba el Éxodo al fol. 8S recto con las palabras: «e estaña vna
columna de fuep'o de noche en somo de el a ojos de toda ¡a casa
de israhel en todas sus jornadas. »
Ocupa todo el fol. 88 vuelto una miniatura que representa el
sací ificio del cordero en el tabernáculo.
fFol. 89 recio.) — Le ocupa todo una glosa sobre los sacrificios.
(Fol. 89 vi/e//o.^— « Aqui comienca el tercero libro de la ley que
llaman en ebrayco el libro de vayera. e en latin le llaman leuiti-
co, por quanlo en el se recuentan los fechos de los sacerdotes e los
sacrcticios que administran e facian (3).»
Inicial y orla de la izquierda de oro y colores.
fFol. log recto, i.° co/.^ — Termina el Levítico con estas pala-
bras: i estos son los mandamientos que encomendó dios a nioy-
sen e a los hijos de Israel en el monte synay.t (El vuelto en
blanco.)
El fol. 109 falta, estando cortada la hoja (probablemente en
blanco).
(Fol. lio recto.) — «Aqui comienca el quarto libro de la ley,
que llaman en ebrayco bahar synay, e en latyn le llaman (4),.')
(Es el de los Números.)
Entre los fols. 113 y 1 14 se han colocado indebidamente los fo-
lios 118, no, 120 y 121.
Inicial y orla de la izquierda de oro y colores.
Termina el libro de los Números ai fol. 137 recto, primera co-
lumna, con las palabras: « estos son los mandamientos e juy-
cios que encomendó dios por mano de moysen a los fijos de is-
rael en las playas de moab, cerca del Jordán de jerico.»
El vuelto, en blanco.
fFol, 138 recto.) [i). — «Aqui comienca el quinto libro de la ley,
(i) Rojo.
(2) Esta aparente interrupción del texto se explica en nota del
fol. 76 recto con estas palabras: «Vea la siguiente foja en la glosa;
fallarás el fin de la glosa e del texto.»
(3) Oro.
(4) En blanco.
(3) Oro.
8o A. PAZ Y MELIA
al qual Uam fsicj en ebrayco ele hadabarim, e avn le llaman
misiie tora, que tanto quiere dezir como rrelacion de la. ley, por
quanto en este libro se rrelaian todos los mandamientos de la ley,
e en latin le dizen..... (i).» (Es el Deuteronomio.)
Termina el Deuteronomio al fol. 164 vuelto, con las palabras:
«e a toda la grande mano e fuerte, e todas las grandes temorribi-
lidadcs que fizo moysen a ojo de todo israhel.»
El fol. 165 recto le ocupa por completo la glosa, que acaba: tel
qual dios por siempre sea bendito, amen.í
El vuelto, en blanco.
i'Fol. 166 recto. J (2I.— «Aqui comienca el libro de iosue llama-
do, el qual rrecuenta las batallas que fizo, los miraculos que el se-
ñor por el con Israel fizo.B
Inicial y orla de la izquierda de oro y colores.
Termina el libro de Josué al fol. 179 vuelto, i.'' col., con las
palabras: «eleazar. fijo de abaron, murió e enterráronlo en la peña
de finees, su fijo, que le fue dado en el monte de efraym.
sSon los uersos de aqueste libro 644, e sus capitolos cristiane-
gos 28? e judíeos IX; deo gracias.»
fFol. iSo recio.; (3). — tAqui. comienca el libro dellos juezes;
en ebrayco es llamado el libro de coplitliim.»
inicial y orla de la izquierda de oro y colores.
Termina el libro de los Jueces al fol. 195 recto con las palabras:
«en aquellos dias non auia rey en Israel, e cada vno quanto le
plazia fazia. Deo gralias.»
^Fol. 195 vuelto. J (4). — «Aqui comienca el libro de Samuel.»
Inicial y orla de oro y colores. En la cabeza de las páginas
«Regum.»
Termina este libro al fol. 228 vuelto con estas palabras: «e res-
cibio el señor la petición e houo misericordia de la tierra e seseo
la pestilencia de subre israhel.
»Son por numero los uersos de aquestos dos libros de los reyes
fasta aqui i5o6, y es la su meytad do cuenta de la mágica mujer
a quien saul fue o dis tía mujer tenia un bezerroo (que es en el fo-
lio 212 vuelto).
Libro segundo, entre los fols. 213 vuelto y 214.
fFol. 229 recio. y— «Aquí comienca el tercero libro de los re-
yes (5).»
i) En blanco.
2) Oro.
(3J ídem.
4) Ídem.
5) Rojo.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 8l
Inicial y orla de oro y colores.
El fol. 237 recto, en blanco. El vuelto le ocupa todo una mi-
niatura dividida en compartimientos con escenas varias del tem-
plo de Salomón. En el centro, el gran sacerdote sacrificando y
un coro de trece músicos tocando instrumentos. En ia parte su-
perior, sobre el arco central, Hec porta domini \ jiisti inlrabunt
in ea. (i).
El fol. 235, entre el 233 y 234, por mala encuademación.
El tol. 237, antes que el 236.
fFol. 236 recio. y— Miniatura de toda la página, que representa
un Rey sentado en su trono entre dos pajes. En la parte inferior
el pueblo, y en las gradas del trono estas leyendas: (2) «del juyzio
recto non declines, | non tomes muñera, | non seas lisongero, |
non plantes luco, | non cdefiques estatua, | non sacrefiques ma-
culados».
El fol. 236 vuelto, en blanco.
fFol. 238 recto. J— En la glosa, la descripción de la miniatura
del templo antes citada.
El libro cuarto empieza entre los fols. 248 vuelto y 249.
Termina el libro de los Reyes al fol. 265 vuelto con las pala-
bras: fe mission e ración continua, dada le era por el rey de dia en
dia en tanto quanto bivio.»
uSson los uersos destos dos postrimeros libros de los reyes mili
e quinientos e treynta e quatro; a dios do muchas laudas e gra-
cias; gloreficado el su nombre por siempre sea: amen, amen.»
(Fol. 266 recto. J — «Aqu\ comienca la prophecia de ysayas {3).»
Inicial y orla de la izquierda de oro y colores.
fFol. 272 recto. J— La mayor parte de la segunda columna en
blanco y todo el mismo folio vuelto.
fFol. 292 recto, 2.» co/.^— Termina: « e el su fuego no se
amatara, e serán vistos vistosos a toda carne.
»Sson los uersos dcste libro de ysayas mili e docientos e nouen-
ta e uno, e es la su meitad ally o dize «ally es el fortissirao señor
de nos, a dios do gracias.»
El mismo folio vuelto ocupado casi todo por la glosa.
fFol. 293 rec/o.^— Empieza el libro de Jeremías con estas pa-
labras: «palabras de ieremias, fiio de elechias.>
Inicial y orla de la izquierda de oro y colores.
Termina este libro al fol. 320 recto con estas palabras: « fas-
ta el dia que murió tn tanto quanto bivio, deus gratias.»
(O Oro.
(2J ídem.
(3) Ídem.
n
82 A. PAZ Y MELIA
«Son por numero los uersos deste libro de ieremias mili e tre-
zientos e sesenta e cinco, e los capitulus LII, e según los iudios,
son los sus capítulos treynta e un capitulos.»
El vuelto, en blanco.
Cortada la hoja que debía contener el fol. 321, probablemente
en blanco.
(Fol. 322 recío.;-Empieza el libro de Ezequiel con estas pala-
bras: « fue en treynta años, en el quarto mes.»
Inicial y orla de oro y colores.
(Fols. 335 vuelto y 336 rec/o.^-En blanco. En el mismo vuelto:
«nota del planto que el propheta Jere yzechiel fizo sobre thiro (i).»
(Fol. 349 rec/o.;- Acaba con las palabras: «e el nombre de la
cibdat, de oy dia en adelante, sera la que el señor es alia en ella.
íDeu gracias.»
El vuelto, en blanco.
(Fol. 350 rec/o. y— «Capitulo primero del libro de osee, en quel
mando el señor que tomase vna muger meretriz e que en ella fijos
fiziese {2).»
Inicial y orla de oro y colores.
Termina en el fol. 3^3 recto con las palabras: « que las cog-
nosca que derechas son las vias del señor, e los justos andan por
ellas e los falsos entropiecan en ellas.
iNumero de los uersos deste libro de osse sson CXCVI, a dios
gracias.»
(Fol. 353 vue/ío.;— Empieza el libro de Joel con estas palabras:
. «de vna grande langosta que houo en tiempo deste propheta (3).»
Gran inicial de oro y colores.
(Fol. 354 v«e//o.;— Acaba con las palabras: «e el señor habitara
en syon.
.Ssoñ los uersos deste propheta iohel LXXIII, a dios gracias.»
^Fol. 355 recio.;— Empieza el libro de Amos con las palabras:
<,d'e la distruycion de Damasco e gaza, e por quales pecados (4).
«Palabras de amos »
(Fol. 357 v«e//o.;— Acaba: «la qual yo dado les oue, dize el
señor, tu dios.
,,sson los viesos (sic) deste propheta sobredicho amos ciento e
quarenta e seys. LX6 (sic), a dios gracias..
En el mismo folio, 2.' col., empieza la visión de übadías con
las palabras: € Vision de obadias.»
i) Rojo.
2) ídem.
(3) ídem.
(4) ídem.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 83
(Fol. 358 recto, i.' co/.^— Acaba con las palabras: tpara iud-
gar el monte de esau e sera del señor el regno.
«Son los uersos deste propheta ueynte e vno.»
En el mismo folio, 2.'' col.: <aqu¡ comienca la prophecia de jo-
-na (i),
»Fecho fue sermón del señor »
Acaba en el 359 recto, 2.' col., con las palabras: cqual es la su
■siniestra o dextra mano e muchas bestias.
Dson los uersos deste propheta quarenta e ocho.»
En el mismo folio, vuelto: «reprehensión contra ydolatrias (2).
«Palabra del señor que fue fecha a micheas el morasci t
Termina al fol. 361 recto, 2.' col.: « segund que juraste a
•nuestros padres en los antiguos días.
• Son los versos deste propheta ciento e cinco.»
(Fol. 361 viíe/ío.J— «Cuanto es bien fiuzar en Dios (3). Profecía
•de niniue, libro de visión de nahum el elcosy.»
Termina en el fol. 302 recto, 2." col.: tque sobre quien non
pasó la tu malicia sienpre.»
A contmuacion: «aqui comienca la prophecia de abacuch, la
■qual el capitulo primero tracta en el temor del señor (4).
»La carga e prophecia »
Termina en el fol. 363 recto, 2.* col.: €.,... e sobre las mis altu-
ras me paro con los psalmos de los mis cánticos.
«Son los versos deste propheta 5Ó. o
Al mismo folio vuelto: «aqui comienca la prophecia de sopho-
nias (5).
• Palabra del señor »
Termina al fol. 364 vuelto, i.* col.: « quando yo formare
vuestra captiuidat en la vuestra presencia, dice el señor.
• Son los versos de este propheta cinquenta e tres.i
(Fol. 365 recto.) — «La prophecia de aggi (ó).
oEnel segundo año del rey darlo »
Termina el mismo folio vuelto: « dice el señor de las caua-
•Uerias.
))Son los viesos deste propheta treynta e ocho.»
En el mismo folio, col. 2.^: «Capitulo 1 de la prophecia de Za-
carías de los cauallos que vido (7).
(il Rojo.
(2) Ídem.
8^ A. PAZ Y MELIA
»Enel ochauomes »
Termina al fol. 370 recto, col. 2.»: « en la casa del señor de
lascauallerias en aquel día.
«Son los viesos deste prorheia docientos e onze, a Dios gracias.»
En el mismo folio vuelto: «aqui comienza la prophecia de ma-
kchias (i).»
Termina al fol. 371 vuelto, col. 2.": «que venga e que mate la
tierra con anathema.
,Son los viesos deste propheta mili e quinientos, e son los vie-
ses de todos los prophetas (añadido al margen) mayores nueue
mil e dozientos e cinquenta e cinco viesos, a Dios gracias.»
(Fol 372 recio, i." £-o/.;-«aqui comienca el libro de ruth (3).»
Termina al fol. 373 vuelto, col. i.^ «e ober engendro a ysay es
ysay engendro al rey dauid.»
En el mismo folio, col. 1.": «aqui comiencan los lloros de jere-
mías (3).»
Termina en el 376 recto, col. 2.»: « que sy aburrir nos ha-
burriíte, es por quanto te yraste contra nos, conuiertenos, etc.
,,Son los viesos deste libro (4), a Dios gracias.»
El mismo folio vuelto (libro de los Cánticos): «Béseme de los^
besos de la su boca.»
Termina al fol. 384 vuelto, i.'' col.: sobre los montes de
las nobles olientes especias.
«Son los versos deste libro (5), a Dios gracias.»
(Fol. 385 recto, col. i.»)-.Este es el prohemio del libro ecle-
siastes.»
En el mismo folio vuelto: «Capitulo primero, que anichila todas
las cosas (6). Palabras del eclesiastes.»
Termina al fol. 392 recto, col. 2.^: t sobre todos los yerros
ocultos buenos o malos, fin de la razón, etc.
«Son los viessos deste libro del eclesiastes por número, a Dios
gracias.»
En el mismo folio vuelto: «Capitulo primero del conbite que
ficieron el rey assuero e vasti, e como fue ella muerta» (7). (Es el.
libro de Esther.)
Termina al fol. 397 recto: « e queria paz de todo su semen,.
(1) Rojo.
(2) ídem.
(3) Ídem..
(4\ En blanco.
(5) ídem.
(6) Rojo.
^7) ídem.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 85
[como mardacheo e ester ponían en vn rrotulo toda esta ystoria, e
como celebraron estos dias de fiesta] (i).»
El vuelto, en blanco.
(Fol. 398 recto, col. i.").— Empieza el Salterio: «beatus vir (2).
Bien aventurado es el varón.»
Termina al fol. 427 vuelto: « quicumque vult saluusee: este
psalmo fizo vn papa atanasio llamado, e va fundado sobre que el
fiel cristiano deue creer la trinitat e como
»Sson los viesos del psalterio 1127, e es el numero de los
psalmos del 150 cerca de los hebreos, que los otros son cánticos, e
avnque los dixeron los prophetas, cántalos la egleia a vuelta délos
de david^ que los fallaras los cánticos a los capitolos del propheta
■que agora veras.»
La hoja siguiente, en blanco, y la otra (429), cortada.
(Fol. 430 í-ec/oj —Empieza: «Un uaron fue en tierra de hus,
nonbre del qual iob era,»
Fol. 446 viíW/o.)— Termina este libro: « fasta la quarta ge -
meracion e murió iob viejo e farto de dias.
»Son los viessos deste libro de iob por numero mili e setenta, e
aqui es ya complido el libro, a Dios gracias.»
(Ful. 447 recto.) — En blanco. El vuelto, empieza: eCapitulo
primero (3).»
Inicial, de colores, y orla de la izquierda, de oro y colores.
Ensiemplos de salomón, fiio de dauid. (Son las parábolas.)
Terminan en el 458 vuelto, col. 2.*: « e alabarla han en los
concejos las sus obras.»
(Fol. 459 recto, col. 2.*)— Acaba la glosa. El vuelto y todo el si-
guiente, en blanco.
(Fol. 461 recio.;— «De como el rey nabucho mando tomar del
linaje real de los judios (4). (Es el libro de Daniel.)
«En el año tercero »
(Fol. 462 recw.) -Miniatura con dos figuras de gran tamaño.
Inicial y orla; la de la izquierda, de oro y colores.
Termina al fol. 471 recto, col. 2.": « bien auenturado será el
■quien esperare e llegare a dias mili etrezientos e treynta e cinco, e
•tu ve a la fin e fuelga e estaras en la tu suerte en fin de los dias. »
El vuelto y la hoja siguiente, en blanco.
(Fol. 473 rec/o.J — «Dd como por mandado de ciri, rey de per-
sia, fueron Israel a iherusalem edeficar (5). (Es el libro de Esdra.)
(O Rojo.
(2) Ídem.
(3) Ídem.
(4} ídem.
{5} ídem.
86 A. PAZ Y MELIA
»En el primero ano. »
Inicial y orla de oro y colores.
Al fol. 477 recto empieza el libro de Neemías.
Termina al fol. 484, col. 2.»: « ítem ordene en razón de las-
primencias, o Dios mió. mienbra me en bien. Deus gracias, amen.»
El vuelto, en blanco,
(Fol. 485 recio.)— «generaciones e reyes desde adam fasta
Jacob (O- (És el libro de los paralipómenos.)
«Adam, seth, enos »
Inicial y orla de oro y colores.
Termina al fol. 5i5 vuelto, col. 2.": « quales de vosotros de
todo el su pueblo adonay su Dios con el e suba.»
Acaba con estas palabras:
«Es conplida esta obra de esta biblia de rromancar e de glosar
a seruicio de nuestro señor Dios, padre verdadero, causa syn cau-
sa, principio syn principio, e fin syn fin, e a seruicio del muy
alto e noble señor muy católico con Dios don luys de giqman.^
maestre de la caualleria e orden de calatraua, (la qual se acabó
en la su villa de maqueda en viernes dos días del mes de juma
año del nascimiento de Jesucristo de mili e quatrocientos e treynta
años, ('e en la era de Scezar de mili e quatrocientos e sesenta e
ocho años (t en la eta del creamiento del mundo de cinco mili
e ciento e noventa años (e en la era de mahomad de ochocien-
tos (t treynta e tres años feste dia viernes estaua el sol en el signo
de géminis en siete grados del e treynta menudos, (-'e estaua la luna
en libra, ix grados, is.» (e estaua saturno retrogrado en sagelario
en 29 grados 29 menudos. (E. estaua Júpiter en arias a 19 grados xi-
menudos (t estaua maris en tauro 28 grados 1 3 menudos (e estaua
venus en cáncer en .,, e 13 menudos (t estaua mercurio en taurus^
en 14 grados xi menudos ("E estaua la cabeca del dragón en aca-
rius en 28 grados e ix menudos, (e estaua el dicho señor maestre
en la su villa de pastrana e el muy noble cauallero don (2) de
guzman, comendador de calatrava, recogiendo muy mucha gente
para la guerra contra el rey de aragon e contra su hermano el rey
de navarra, j^plega a nuestro señor Dios conplirle al dicho señor
maestre todos los sus buenos deseos, como en lo spiritual la su-
santissyma anima alcance la bienandanca sempiterna, segund las.
almas beatas, e en quanto a lo temporal él aya sienpre victoria so-
bre aquellos que él a Dios demandare, como ayude a adelante
leuar la corona de castilla, e por causa suya la casa e caualleria
(i) Rojo.
(2) Blanco.
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA 87
decalatraua sienpre puje en gloria fal qual Dios plega dar le mu-
chos e buenos años de ('vida, porque segund su santissyma alma,
él sienpre puja en virtudes al su seruicio, amen, amen, amen.
XVIII
DONACIÓN DE LA BIBLIA
Á DON GASPAR DE GUZMÁN, CONDE DE OLIVARES
Documento núm. 1.
Biblia sacra mandada escribir en romance
y glosada por (sic) el Maestre de Calatrava Don Luis de Guarnan
al muy sabio Rabi Mose Arrajel, quien la concluyo
en Maqueda Vierni:s a dos de Julio de 1430.
Don Andrés Pacheco, por la gracia de Dios Obispo Inquisidor
general Apostólico en los Reynos y señoríos de su Magestad y de
su consejo.
Por cuanto hemos recogido una Biblia en romance, manuscrita
en pergamino, con las figuras iluminadas concernientes a la histo-
ria sagrada, traducida con orden, expensas y cuidado del Sr. Maes-
tre de Calatrava, Don Luis de Guzman, y por la gran confianza
que tenemos de la persona del Excmo. Sr. Don Gaspar de Guz-
man, Conde de Olivares, Caballerizo mayor y sumiller de Corps
de S. M., y de su Consejo de Estado, y de su gran cristiandad y
celo de nuestra fe católica, tenemos por bien de darle y entregar-
le la dicha Biblia en romance, y licencia, como por la presente le
damos, para que la pueda leer y tener en su casa y librería, y que
en ella la puedan leer también las personas que S. E. señalare, y
esta misma licencia damos y concedemos a todos los sucesores en
su casa y Estados en la forma dicha. Esto en consideración de los
favores y gracias que S. E. ha hecho y hace, y esperamos que ha
de hacer al Santo Oficio de la Inquisición, y de los que hizo el se-
ñor Conde de Olivares, su padre, siendo Embajador en Roma, vol-
viendo por la autoridad del Santo Oficio, defendiéndolos con to-
das sus fuerzas en todo lo que se ofreció en su tiempo, de que nos
consta por los papeles que están en los Archivos de la Inquisición;
g8 A. PAZ Y MELIA
V porque el dicho señor Maestre de Calatrava, que con excesivos
írastos hizo traducir Ij dicha Biblia, era del linaje y ascendencia
del dicho sefior Conde de Olivares, en sig.nificacion de agrade-
cimiento de los dichos favores y gracias hechos al Santo Oficio,
demás que á él ni á su ejercicio no hará falta en cosa alguna, pela
autoridad apostólica de que en esta parte usamos, hacemos per-
petua gracia y concesión al dicho señor Conde de Olivares y a los
sucesores y descendientes en la dicha su casa y Estados del dicho
libro de la Biblia Sagrada, y de las licencias para tenerla y leerla
en la dicha su casa y librería, y que en ella le puedan leer las per-
sonas que señalaren. Y para que de ello conste, mandamos dar y
dimos la presente provisión, ftrmada de nuestro nombre, sella-
da con nuestro sello y refrendada por el Secretario de S. M. y de
la Santa General Inquisición infrascripto. En Madrid a i8 de Ene-
ro de 1624 años.
(Sello de placa que ha saltado )-Don Andrés Pa.co (Pacheco),
Inquisidor general (rúbrica). -Por mandado de su Ilustrisima,
Hernando de Villegas (rúbrica).
Licencia al Excmo Sr. Conde de Olivares y á los sucesores en
su casa y Estados, para que puedan leer y tener en su casa y li-
brería la Biblia traducida en romance de que V. S. lll.ma le ha he-
cho concesión.
(Pergamino.)
Documento núm. 2.
Tratado cerca la regla del Catalogo que dispone la lición de
las glosas de los rabinos, por el P. Pedro de Falencia. (Ms. de
la Biblioteca Nacional ^-i47-)
Parte primera, fol. 3.-De dos géneros de rabinos, unos imper-
tinentes y malos, otros útiles y necesarios para entender el texto
hebreo.
El Catalogo que se publico ha 25 o 26 años, siendo Presidente
desa Santa y general Inquisición el ll.tno Señor el Cardenal de To-
ledo Don Gaspar de Quiroga, de feliz recordación, tiene una regla,
entre las demás, que dispone cerca de las glosas de rabinos y man-
da que nadie las pueda leer ni tener sin licencia, de que resulto
pedirse muchas en las particulares Inquisiciones del reino, y la
Suprema tuvo razones para reservar a si hasta hoy el dar estas li-
cencias.
En la reservación de ellas hizo grande instancia el M.° León de
Castro, que tuvo en Salamanca la Catreda de Griego y fue jubila-
do en la de prima de Gramática; después canónigo de scriptura
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA.
■89
en Valladolid, aunque en la lengua hebrea y caldea muy inoran-
te, y fue el primero que pidió después licencia para tener y leer
estos libros de rabinos, no obstante las muchas razones que en
contra habia propuesto en este discurso de tiempo, ha dado el
Consejo algunas a Consultores y Calificadores, etc.
Ha tres años estuve en Salamanca, y el M.° Curiel me dijo se
habia tratado de esto (de la licencia para leer textos di los Ra-
binos y glosas hebreas) en aquella Universidad a un mesmo tiem.-
po que en la de Alcila y halladose en la consulta de theologia,
donde se habia propuesto, y fue la Universidad de parecer conve-
nia darse la tal licencia a qualesquiera personas sin ninguna limi-
tación, porque los tales libros y glosas son tan dificultosas y difí-
ciles de leer, y el lenguaje y hoces tan diferentes de la lengua y
texto hebreo, que parece muy otra, y de hecho lo es en muchisi-
mas cosas. Juntase también el poco hebreo que se sabe en Espa-
ña, o no ninguno; y atento esto, a naide podra hacer mal la lición
de las tales glosas, ni se hallara que por ellas de 100 años a esta
parte aya sido hombre ninguno penitenciado de la Inquisición, y
agora 30 que lo fue el M." Grajar, presumiendo sabia glosas y leia,
porque me lo hablan dicho assi algunos, y Don Fray Juan de las
Cuevas, siendo provincial de mi orden, y que por eso en la Uni-
versidad de Salamanca su resolución se tenia por la mas verdade-
ra, el dicho Maestro Curiel me desengaño diciendo habia tratado al
dicho Grajar mas de 8 años antes de su prisión, y que de su boca
sabia no solo inoraba el entender las glosas, sino también el leer-
las. Y assi es verdad, que hasta oy a naide han hecho daño, etc.
XIX
LISTA
DE ALGUNAS PALABRAS USADAS EN ESTA TRADUCCIÓN
Y DIGNAS DE NOTARSE
Abel. — Vanidat.
AcARjAFE. — (Muro alrededor
de la casa, que oy llaman...
por tal que non cayga quien
oviere de caer.)
Acensar 10. — Por incensario.
Acombadas. — ((Gavillas de los
hermanos de Joseph acom-
badas fasa la suya.»
AcuÑADAR. — «Dixo juda a
Onan: abuelvete con la mu-
ger de tu hermano, e acuña-
go
A. PAZ Y MELIA
dala, e confirmaras genera-
ción a tu hermano.»
Acuñador. — «Casar omne
con su cuñada, non auiendo
su hermano fi)os: fazen dello
los maciibalyni de los judíos
muy gran secreto.»
Adobado. — (Véase Huesmo.)
Aezdra. — Por (ininguna divi-
sión nin...»
Alboroquo. — «Los omnes,
quando algunas venciones se
facen, acostumbran beber, a
lo qual llaman alboroquo. 'i
Ai.HiARA. — «que tomase un cu-
rren e un bordón e un vaso
o al/liara e su bolilla.»
Alholuas e mazracatona. —
«Laxantes, caldo de azelga e
alholuas e mazracatona.»
Almagid.— «Es ayuntamiento
• de fieles.» Llama así á las
mezquitas de los moros.
Almenara. — Candelero.
Almofreces. — Almireces.
Amaris. — «Esta color bermeja
es apellada amaris. i
Apres de la muerte.
Argenteros. — Plateros.
Ariolos. — fLos adivinos, phi-
tones, ariolos (que dicen es
un ave), agoreros, etc.»
Armilos. — Antecristo.
Atufayres. — (Véase A^erru-
Jes.)
Azerrufes. — « Comprauan el
pelo a absalon en 200 sicles
para a-^errufes a las mugeres
e atufayres.»
AziNA face pecar.— Ocasión?
Barragan.- «El primero po-
deroso que ouo en la tie-
rra, etc.»
(Glosa.)— «Unos dicen que
este fuera el primero que a
los omnes sallir a malficiera
a ydolatrias ser, e por tanto,
diz que barragan de venado
lo llamo, que con sus enga-
ños a los omnes engañaua e
venaua, etc.
oOtros el contrario glosan,
e dizen: el primero poderoso
que ouo en la tierra, convie-
ne saber, sobre las anímalias,
el que dixo barragan de
venado delante del Señor,
que de aquellas anímalias en
altares ante el Señor sacrifi-
caua.
»Esto es glosando el texto
que dize: De las generacio-
nesde ¡os hijos de Noe .. iten,
el qual (nemroth) fue barra-
gan de venado (1) e delante
del señor, por tanto, dende
en adelante la gente, unos
por otros, costumbran dezir:
tan bueno fulanocomo nem-
roth, que fue barragan de
caca delante del señor.»
(Fol. 31 vue/ío.y— «e que,
por tanto, de ambas eligio-
nes los poderosos barraga-
nes nascieron.»
Barragana.— «...ealosfijosde
las barraganas de abraham
dio abraham dones, etc.»
(Glosa.)— '<^ahy Jaco, el
que fizo los turim, pone que
agar sin dubda fuera barra-
gana de ahraha.m.t
Baybicas ó Vaybicas.— (Véase
Piracas.)
(O TV "ip? ^1^ ^'i?
venationc potens fuit Ipse
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA
91
Bedellynes. - •Pergaminosbe-
dellynes.»
Beginos e ypocritas. — lE lo
fechiza o por tuerca de algu-
nos beginos e ypocritas que
se demuestran ser catholicos
e non lo son, que estos tales
no alcancan la bienandanca.
«Fazense beginos...
«los ypocritas e beginos
que traen vestimentas de
ovejas e son peores que lo-
bos.»
Blago.— El cayado de Moisés.
BoLTURAs.— «Non siembres tu
viña bolturas. por que se
non encone la simencia.
Non vistas boltura. saha-
tuez, lana e lyno de consu-
no; frimias puedes hazer so-
bre los cuatro ángulos de tu
cobertura.» (Deuteron.)
BoRiTH. — Jabón.
Bucos.— «Caer de bucos en
suelo. í>
BuRUios.— «que noe metió en
el arca sarmiento e algu-
nos...»
Caín. — «Posesión.»
Callantios.— Es silenciosos.
Cangilan.— i'Fo/. 372 vuelto:)
«puso un cangilan o moco,
quien acuciase á los messe-
geros» (los que trabajaban
en la mies).
Cachicán llaman al capa-
taz en la provincia de Va-
Uadolid, nombre á que la
Academia asigna por etimo-
logía el vascuence echeco-
jaun. •
Cañaueral de cañas de acu-
car.
Católico. — «Salomón, autor
de los proverbios, el cual era
católico e fijo de católico.»
Católico es para Mosé
Arragel lo mismo que fer-
Jecto ó complido, y santa Je
católica, santa fe complida.
Ciclan. — El de natura ciclan
ó ciego.
CisTERNOs. — Hallar una obra
porr egistro ó minuta en cis-
ternas.
CoFUERgos. — «los judies usa-
ban entonces en los cofiter-
eos de los finados comer len-
tejas.»
CoMBLECA. — "Mi combleca lla-
ma rachel a lya, hermana
suya, a quien el padre La-
ban dio una noche a Jacob,
marido de rachel. »
Cor.— Trasladar la ley de cor:
por de memoria.
Crusuelc— Por crisol.
Cursarios.— (Véase Piracas.i
Curueña.— Columna.
Charmel.— Tierra,muy fruc-
tífera.
Delantal de la puerta. (Reci-
bimiento.)
Desfijado.— «Asi se llama al
que entierra sus fijos.»
Disantos, — (Tiempos e disan-
tos uno es, e bien vees que
en algunas festas cuento de
sol e luna acatado es.)
Dux. — «Non se tirara el ceptro
de juda nin el dux (escriua-
noj dentre sus pies.»
Enbaharecio. - «Moisés, esto
oydo, enbaharecio, que res-
puesta tornar non le pudo.»
Encobarse de un fijo. — Que-
dar embarazada la mujer.
Equivocación.— Es para Rabí
92
A. PAZ Y MELIA
Arragel acepción de una pa-
labra.
FEU\fií/íTos.— Afeminados.
FOBNEZiNO (Hijol. — «Se llama
el fijo que es fecho en mujer
que el domador della non
puede casar con ella, quier
por parentesco, quier porella
ser casada.»
Fulgir y furnir. — Es óafirmar
ó gobernar ó afermosiguar la
razón.
FusLERA. — Muchos metales
fundidos en uno.
GiRONAS. — «Es una manera de
omnes de mal vivir e ladro-
nes.»
GiROUAGOs. — (Véase Piracas.)
GOLHiNES. —(Véase Piracas.)
Grisgo. — 0... que ante desto
ovieron gran grisgo Jacob
sobre la posesión deste mun-
do terrenal, etc.»
HuESMO. — «Quando la olla es
ya cerca de cocida, a fin que
sepa la i^rne bien, lancanle
un hiiesmo de especias, e a
esto llaman adobado. »
Imperial. — Se toma en esta
obra por los celestiales, por-
que han señorío en influir
sobre los cuerpos bajos.
Intrigados. — Es manera de
componer en poesía ó en re-
tórica.
Jaob-.as.— Por jaulas.
Jassas. — «Que al leproso non
le corten la llaga nin gela
trasmuden con nin sus
semejantes.»
Mazracatona.— (Véase Alho-
luas.J
Messegeros.— (Los que traba-
jan en la mies.)
Mijar una jota. — Mudar.
More (Valle de). — «More era
unomnemuy amigo deAbra-
ham. el que se conseio. con
el como se circuncidase.
NiCHiLAR. — Por anular.
NiÑiTA. — «E señor, non me pa-
resce que a la tu señoría ver-
na de nuevo que niñita lla-
man a aquello prieto que es
en medio del ojo, do salle el
viso, e este nombre asy co-
bro por quanto sy tu oteas
a qualquier persona en aquel
lugar, luego ende paresce
figura de una niña.»
NÓMINA. — Los judíos traen casi
pornómina la ley en suseno.
Omecillos— (Quando fragua-
res casa nueua faras balan-
dras á tus terrados e non
pongas omecillos e ocasión
en tu casa porque non caya
el que ouiere de caer de
ella.)
ONGENTA.-Por ochenta.
P. A PA. — Que vieron la ley
p. a pa., de parte á parte.
Pastoría ó regimiento de si
mismo, e de fijos de muchas
madres.
Patria común.— Es la común
gente del concejo ó del se-
nado ó del reyno.
Pechuga r e espaldar (de los
antiguos T^eyes).- «Que raby
salomón non sabe que sea;
pero, sy me dios ayude, yo
magino ser aquel que agora
llamamos escapulario, e lo
que viene a los ^lechos^ que
esto era el pechugar, e lo
que viene a las espaldas, que
esto seria el espaldar, ya sea
LA BIBLIA DE LA CASA DE ALBA
93
quel escapulario es todo lo
de delante, e de pro quasy
un pedazo e el espaldar.»
PiRACAS. — Corsarios, ladrones,
robadores, violentadores, in-
censores, vagabundos, bay-
bicas, girouagos. infieles,
etc . nombres de mal vivir,
de robo, e aun los golhines
e baybicas.
PuLAR. — Por plural.
Quicialeras. — (Quicios.)
QuiNiAN. — «En logar de capato
dan oy los judios un pedaco
de su ropa, otra cosa que se
faze, como porque le 'da el
uno aquel paño que llaman
qiiinicín al otro, da el otro la
cosa que vende ó trueca ó se
obliga.»
Rr a FES. — Barato?
«Lo qual todo asy joseph
compro rrafes para el rey
e tornogelo a vender a ellos
Citroen los a ños de lafanbre.»
Re. — Nada.
«Que en Dios non es pula-
ridat, que si dos o mas dio-
ses fuesen, non se podian
convenir en rre. »
Retinto. — Catar una olla al
retinto, es hacerla sonar con
los dedos para ver si está cas-
cada.
RiCTO. — Se toma por modo ó
regla: «Fulano abtor ovo
buen ricto para leer.»
Rotulo. — Es enboltero ó pro-
ceso de libro, carta.
Sahatuez. — (V. Bolturas.)-
San Cristofuli y San Cristó-
bal.
Seco. — Por cesó.
Sonbajak. — «Si te sonbajeren
los pecadores, non quieras
yr.» (Proverb., cap. I.)
Trauiessa. — Fijos de...
Verdadería. — Por verdad.
Verdet. — «Se hace, non de vi-
nagre e barro, mas de cobre.»
Vesquir. — Por vivir.
Xar A.— Puercos de.. .(Jabalíes?)
Ylle. — ('Dios de aquella subs-
tancia Atiyle los crió (á los
hombres).»
Así llaman algunos á la
primera materia, ó, según el
Maestre de Girona, á una
substancia impalpable apa-
rejada para recibir forma de
cualquiera cosa, que crió
Dios en el primer día.
ANTONIO RUBIO Y LLUCH
LA LENGUA Y LA CULTURA CATALANAS
EN GRECIA
EN EL SIGJLO XIV
tEs la matexa parla arro-
gant que un día ressoná per
tots los contorns del Medite -
rrani ¡a que feu eslremir
les ruines de la sagrada Acró-
polis alhenesa.D
(M. Menéndez y Pelayo. —
Discurso de gracias de los
Jochs floráis de Barcelona
de i883.)
En la Edad Media fué el Oriente palenque de todas las
empresas políticas, religiosas y mercantiles de Europa, y
teatro de sus hazañas más legendarias. Allí ensayaron el
esfuerzo de su brazo todos sus aventureros y muchos de sus
más ilustres capitanes; allí echaron sus primeros gérmenes
las tendencias de expansión y de dominio colonial que ha-
llaron más tarde su completo desarrollo en la conquista del
Nuevo Mundo. Era pequeño en aquel entonces el Medite-
rráneo, y pequeños los fraccionados Estados medio-evales
para pueblos llenos de vida y ávidos de esperanzas, y es-
trecho también el mismo Oriente, que tenía que satisfacer
tantos estímulos de gloria y de codicia. De ahí que trope-
zaran allí todos á la vez en confuso enjambre, y que no
hubiera una ciudad importante del Imperio bizantino sin
una colonia pisana, genovesa ó veneciana, ni una isla ó
peñón del Egeo ó del Adriático, ni un palmo de tierra en
q6 ANTONIO KUBIÓ Y LLUCH
la Morea y en la Grecia propiamente dicha, sin un señor
feudal de origen francés, español ó italiano.
De esa liebre de empresas caballerescas y conquistado-
ras, que se apoderó de Europa en los siglos xili y Xiv, par-
ticipó también España en mayor grado de lo que general»
mente se cree. La historia del Oriente latino-español pue-
de competir •sin desventaja con la del francés é italiano,
gracias á las hazañas de las dos más famosas Compañías
militares que recorrieron entonces los campos de Grecia,
y gracias asimismo á aquellos dos originales personajes
históricos tan simpáticos, mallorquín el uno, aragonés el
otro, que intentaron casi con sus solas fuerzas en épocas
distintas el mismo objeto, la conquista de la Morea, á sa-
ber: el Infante D. Fernando de Mallorca y el Gran Maes-
tre de Rodas, D. Juan Fernández de Heredia.
Desde Roger de Lauria á D. Juan de Austria, desde los
proyectos de Cruzada de Jaime I hasta los esfuerzos de
Alfonso V para salvar el Imperio bizantino, la participa-
ción de las naciones de raza española en los destinos del
Oriente es casi continua, aunque desligada y sin un plan
político ó mercantil determinado, como le tuvieron los
trancos y los venecianos.
Mas ninguna de las empresas hazañosas realizadas por
los pueblos españoles en aquellas apartadas regiones tuva
el brillo ni alcanzó las consecuencias que la odisea militar
que emprendió desde los Dardanelos hasta el Monte Tau-
ro, y desde las orillas del Meandro hasta las del Cefiso, la
llamada Compañía catalana. Aquella hueste de héroes y de
demonios, como guiada por el genio de la destrucción y la
venganza, estuvo á punto de ahogar al naciente Imperio
otomano en su cuna; rasgó en jirones la ya despedazada
púrpura de los Césares de Bizancio, y destruyó la caballe-
ría franca junto á los históricos campos de Orchomenos y
Cheronea, concluyendo por fundar en el Ática y en la Beo-
cia, desde el istmo de Corinto hasta los confines de la Te-
salia, y desde la Eubea hasta más allá de las montañas de
la Fócida, un Estado militar con un marcado barniz feu-
LENGUA Y CULTUKA CATALANAS EN GRECIA g/
dal y municipal, que reflejó en su espíritu y en su consti-
tución social todo el sello y carácter de la nacionalidad ca-
talana de que traía su origen. No parece sino que aquel
campamento errante de soldados, al establecerse en la Gre-
cia clásica, desligado por completo de su madre patria, como
las huestes de Villehardouin y d-e Champlitte, ó como los
navarros de Coquerel y San Superano, puso mayor empe-
ño que todos ellos en conservar su fisonomía étnica. Ello
es que al echar raíces en un país desconocido consideró
como áncora de salvación de su existencia la lengua y las
leyes de Cataluña, haciendo de las Costumbres de Barcelona
la base del derecho público y privado del nuevo Estado, y
de aquélla la marca externa de su individualidad nacional.
Gracias á este empeño, el habla enérgica en que Mun-
taner escribía por aquellos días su Crónica inmortal que le
ha merecido el título de Camogns de la historia, iba á enno-
blecerse aleándose á la categoría de dominadora de la len-
gua de Homero. Fué esto en la época en que la civilización
catalana se extendía por las tres Penínsulas del Medite-
rráneo y en que nuestro candoroso cronista podía excla-
mar en un arranque de noble entusiasmo: Que de un llen-
guatje sol de negunes genis son tantes coin catalans (').
(i) Crónica, de Ramón Muntaner, edición de Bol'arull, capítu-
lo XXIX. No era ésta, sin embargo, la vez primera que la lengua
catalana resonaba en el suelo de la Grecia clásica. En 1292, Roger de
Lauria emprendió una brillante correría por las islas del Archipié-
lago y por la Morea, para hacer valer los derechos del Infante Fe-
derico de Aragón, que heredó los del desgraciado Manfredo, apo-
derándose de Monembasia y derrotando en Zonclon á los Barones
del Principado. Muntaner refiere este episodio en el cap. CXVH
de su Crónica. Algunos años más tarde, desde I3i5á 1316, el ma-
logrado Infante D. Fernando de Mallorca, á quien perseguían los
mismos tristes destinos de su Casa Real, estableció en Clarentza,
capital de su Principado de la Morea, una verdadera, bien que efí-
mera, corte catalana. Cuenta también Muntaner que el último
Duque francés de Atenas, Gualtero de Brienne, hacíase amar de
los catalanes y hablaba el catalán, por haberse educado en Sicilia
(cap. CCXL).
H 7
g ANTONIO RUBIO Y LLUCH
Si la historia y la tradición no lo confirmaran, parece-
ría inverosímil el hecho que sentamos. No se comprende,
en efecto, que una República militar, después de tres lus-
tros de separación y abandono total de su metrópoli, lle-
vando en su seno elementos heterogéneos y de distmtas
procedencias, y sujeta durante más de sesenta años á la de-
pendencia de los Reyes de Sicilia, se conservara tan cata-
lana en medio del contacto íntimo y continuo de dos pue-
blos vencidos, el franco y el griego, y de la persistente
inmigración siciliana que cpn fines políticos anexionistas
promovía sin cesar, hasta excitar la desconfianza de los
catalanes el Estado político soberano. Y, sin embargo,
nada más cierto. Llevada la Compañía, en los nuevos Es-
tados que conquistó con las azconas de sus almogávares,
de la necesidad de conservar su unidad y cohesión, á fin
de no quedar diluida en el medio ambiente hostil que la
rodeaba á efecto de su misma inferioridad numérica, pov
ser poca gent nostrada, como decía Pedro IV á sus subditos
de Atenas en i38o, extremó su separación y las diferen-
cias entre vencedores y vencidos, guardando tenaz las no-
tas características de su vida propia. A consecuencia de
esto sólo admitió en contados casos al elemento heleno-
y siempre en menos grado que los francos y florentinos,
sus predecesores y sucesores en el dominio de aquellos pai-
ses-á participar de su vida interna y de sus fueros civiles
V militares. ,
Al posesionarse los catalanes de los llamados Ducados
de Atenas y Neopatria, trataron como de potencia a po-
tencia con el Rey de Sicilia antes de reconocerle como su
señor y Duque, y la primera condición de su reconocimien-
to fué el respeto á todo cuanto constituía aquella indivi-
dualidad étnica, grabada de un modo vigoroso en su lengua,
en sus leyes y en sus costumbres. En detallados capítulos
formularon sus aspiraciones y exigencias, y se aseguraron
por la doble sanción del derecho de conquista y de la con-
firmación real la posesión material del territorio y su ex.s-
tencia como República autónoma de soldados, rigiéndose
LENGUA Y CULTUKA CATALANAS BM GRECIA 99
por sus piopios Estatutos. Este importante documento fal-
ta, por desgracia, en el Archivo de Palermo, que sólo con-
tiene restos desperdigados de las actas que se refieren al
. Ducado de Atenas en el último decenio del dominio de los
señores sicilianos, de estirpe aragonesa; pero afirman su
existencia otros posteriores, y consta también por ellos que
fué redactado en el habla vulgar de Cataluña.
En mis asiduas investigaciones en los Archivos de Bar-
celona y de la capital de Sicilia, he tenido la fortuna de
encontrar pocas, pero curiosas, noticias del empleo de di-
cha lengua como oficial en el gobierno de sus Estados
por los conquistadores de Atenas y Neopatria. Todas ellas
se refieren sólo á los últimos veinte años del dominio ca-
talán. Para explicarnos tan considerable laguna histórica,
■hay que tener en cuenta que á causa de la destrucción de
muchos registros, hasta el año i355 no aparecen con re-
gularidad en la Cancillería panormitana actas referentes á
la historia del Ducado de Atenas, y que el período de ella
que va desde i3ii, fecha del establecimiento de los cata-
lanes en dicho territorio, hasta aquel año, ha de reconsti-
tuirse penosamente en su mayor parte con documentos
sueltos de Venecia, Ñapóles, Roma, etc., amén de otras
fuentes históricas que no es ahora ocasión de mencionar.
El primer testimonio que conocemos del empleo oficial
del catalán en los Ducados griegos, es el nombramiento
de Juez de apelaciones en favor de Bartolomé de Valerio,
en el cual se declara terminantemente que se hace con-
forme á los capítulos promulgados por los anteriores Du-
ques, redactados asimismo en aquella lengua (i).
, Otra curiosa prueba se nos ofrece más adelante, en
1372, en un privilegio de exención y franquicia otorgado
á Nicolás Embay rsic), bayle de Atenas, por Novella, mu-
(1) Archivio di Síato de Palermo. Regia Cancelleria, Reg. XI,
fol. 1 10 V.: tprout in quodam capitulo per dictos precessores nos-
tros in vulg-ari Catalana ydiomate constituto hec iater alia con-
tinentur.» O Abril 1368.
lOO ANTONIO RUBIO Y LLUCH
jer de Jaime Sánchez de Leyda, á la cual, en el concepto
de administrador de sus bienes, estaba obligado á prestar
ciertas servidumbres. Se expresa en él que fué escrito en
catalán, según el uso establecido en Atenas (0.
Los capítulos acordados en esta misma ciudad más ade-
lante, el 20 de Mayo de 1 38o— una vez se hubo calmado
algún tanto en los Ducados, con la proclamación de D. Pe-
dro IV de Aragón, la anarquía que estalló á la muerte de
Federico III,— corroboran también, por las referencias que
hacen á los primitivos Estatutos de la Compañía, que se
había empleado en la redacción de éstos la lengua catala-
na (--), y que en ella se escribieron asimismo los especia-
les que las principales ciudades se habían dado para su ré-
gimen interno por el fuero de su autonomía municipal (3).
Muy extendido debió de ser el empleo del catalán en los
documentos oficiales de los Ducados griegos, cuando ve-
(,) Extendió este privilegio Juan Seraio. Notario de Atenas, y
su confirmación lleva la fecha de 7 de Enero de 1372: «quia per
tenorem dicti puplici instrumenti scripti manu Johanni seraio no-
tari actorum civitatis eiusdem el aliorum testium subscripcionibus
rol.orati in carta vidclicet de pappiro et vulgari catalanorumelo-
quium seciwdum usinn et mores civitatis eiusdem d Ibid., Reg.
Gane, XIII, 210. . „ j. j ,
(i) En el prn ilegio al Notario griego Dimitn Rendí, uno de los
personajes que más juego dio en Atenas á últimos del siglo xiv,
incluido en el documento á que me refiero, se observa que dicha
concesión se hace no obstáis ne contrastant neguns capitols
de la companya, esto es, de la Compañía catalana. Más adelante
se cita textualmente uno de dichos capítulos: < ítem que nenguna
persona qualsque qual sia no puga lexar per sa anima ni per nen-
gun enginy ne manera nenguns bens a lasgleía,» etc., del cual se
pide la'^Jerogación. Vid. mi monografía Los navarros en Grecia'
y el Ducado catalán de Atenas en la época de su invasión, pu-
blicada en el tomo IV de las Memorias de la Real Academia de
Buenas Letras de Barcelona, 1887, págs. 466 y 07.
(3) ■ Aparece lo que aquí se indica de una petición dirigida a
Pedro IV por la Universidad de Atenas en 1 380, para que anule «!o
capítol qui fo fet en la dita ciutat de Cetines que diu: Ítem si al-
cun lexara alcuns vilans ne posessions en la.sgleía que dejen tornar
en lo Castell de Cetines,. ó sea á la Acrópolis. (Ibidem, pág. 4»'7->
LENGUA Y CULTURA. CATALANAS EN GRECIA lOI
mos que no sólo los Notarios catalanes, sino hasta los
mismos indígenas, se servían de aquel idioma para lega-
lizar escrituras, con la particularidad de que alguna vez se
daba el caso de redactarse éstas en latín, mientras la
legalización se hacía en la lengua vulgar de los con-
quistadores. Esta observación tiene mucha mayor im-
portancia si se atiende á que el cargo de Notario poquísi-
mas veces le desempeñaron los catalanes — quizás por más
rudos ó por disfrutar de más cómodos y desahogados modos
de existencia, ó por no conocer tan bien la lengua y las
costumbres del país, — y casi siempre la inteligente raza
griega ó los extranjeros avecindados en los Ducados. Más
aún: el cargo de Notario fué, según parece, durante la do-
minación franca, el único público á que podían aspirarlos
griegos (i). Varios fueron los que en él se distinguieron
durante el gobierno de los catalanes: Nicolás y Constan-
tino Mauro Nichola, Barí, Cosme de Durazzo, Demetrio
Rendí y Nicolás Macri. Al segundo le tocó legalizar, en
compañía del catalán Periulli de Ripoll, en 22 de Abril de
1380, en Salona, dos copias de la donación que del Con-
dado de Malta hizo en i33o el Rey Fadrique II de Sicilia
á su hijo natural y jefe de la Compañía, D. Alfonso Fa-
drique; donación confirmada más tarde, el i." de Septiem-
bre del citado año 1380, en favor de su nieto D. Luis Fa-
drique, Conde de Salona, por D. Pedro IV de Aragón. La
fórmula de legalización, por lo c[ue al Notario griego se
refiere, está concebida en los siguientes términos: B yo
Consiantinus de Mauro Nichola per anctoritat del senyor bari
■cu los Dtccats de Alheñes e de la patria notari public, etc. (2).
(i) Así lo indica una disposición de Venecia de ig de Agosto
de 1420, referente á la isla de Negroponte: non permitiente ali-
■quem grcecnm accederé ñeque in officiis vel regiminibus
exceptis scribaniis, etc. Vid. Sathas, Docmnents inédits relati/s í
I' histoire de la Gréce au moyen-age: París, 1882, torno III, pá-
gina 215.
(2) Archivo de la Corona de Aragón: Barcelona. Registro
1.366, fol. 68 V.
102 ANTONIO RUBIO Y LLUCH
Tócanos hablar ahora del testimonio más elocuente y
extenso que hasta nosotros ha llegado del predominio que
alcanzó en la ciudad de Pericles la lengua de Ramón LuU
y Muntaner. Sesenta ó setenta años después de la conquis-
ta, cuando la tierra griega era su patria y la lengua griega
la única casi que hería continuamente sus oídos, al anexio-
narse los catalanes á la sacrosanta Corona de Aragón, como-
ellos la llamaban, redactaron unos capítulos que elevaron
al Rey Pedro IV para su confirmación, que más que como
interesadas y mezquinas demandas de gracias y mercedes,,
deben considerarse y se considerarán siempre como una
prueba admirable de la vitalidad que tuvo en Grecia el ha-
bla de aquellos rudos almogávares y de la pureza y fideli-
dad con que la conservaron, á pesar del tiempo y de la
distancia que les tenían separados de su madre patria. Por
esta razón y por la riqueza de detalles que contienen, los
llamados Capítulos de Atenas son de un valor filológico, po-
lítico é histórico extraordinario, y han llamado con justicia
la atención de todos los historiadores del Oriente latino.
Como una pequeña muestra del catalán que se escribía en
aquella ciudad á fines del siglo xiv, he aquí las hermosas-
y patrióticas frases con que terminan:
«ítem placía a la dita sacra Reyal e ducal majestat que
la dita uniuersitat de Cetines els habitants daquella pu-
guen e dejen usar e perseuerar e estar e gandir segons los-
estatuts constitucions e usatges e costums de barchinona,
Plau al senyor Rey, ítem placía A la dita sacra Reyal ma-
jestat que li placia de no abandonarnos ni derelinquir del
seu titol ni deis seus descendents. E encara que la dita
Reyal e ducal majestat nons puga donar ne cambiar ne
lexar sots altra senyoria neguna per nengun modo titol ne
rao sino sota a la sacra sancta corona darago e deis seus
descendents. Plau al senyor Rey. Romeu de bellarbre
per los manaments Reyals e ducals Castella e Capita
de la uniuersitat de Cetines sindichs prohomens e con-
sell de ladita uniuersitat que tots genolls ficats en térra
humilment nos comanam en gracia de la Reyal e Ducal
LENGUA Y CULTURA CATALANAS EN GRECIA IO3
majestat vostra. Dades en la ciutat de Cetines,» etc. (0.
El segundo y último documento catalán que se ha con-
servado procedente de Grecia, es el que, á semejanza del
anterior, pudiéramos denominar Capítulos de Saloua. Allí,
en aquella pequeña villa medio-aval, que fué en la anti^
güedad la Amphysa de los Locrios, en el castillo franco
construido sobre los muros de !a acrópolis helénica, cuyas
ruinas sombrean las imponentes alturas del Parnaso y del
Kiona, se reunieron á fines de Mayo y principios de Junio
de i38o los procuradores de Tebas y Livadia, junto con
los de la misma Salona, para redactar unas peticiones á
Pedro IV, en el fondo y en la forma muy parecidas á las
de Atenas. Por la omisión que en ellas se hace de las pre-
tensiones de las tres ciudades congregadas, es de presumir,
cumo sospecha Gregorovius, que sólo contienen un ex-
tracto de los capítulos, es decir, la parte relativa á D. Luis
Fadrique de Aragón (2). Desde el punto de vista de la
lengua, este documento es un dato más que prueba su su-
pervivencia en las mismas vertientes del Parnaso; pero
bajo el aspecto histórico no tiene, ni de mucho, el valor
del precedente (3).
Muy extendido debió de ser el conocimiento del lengua-
je catalán en aquellos apartados dominios de la Corona
aragonesa, cuando en él se dirigía el nuevo Duque Pe-
dro IV, no ya á sus propios subditos, sino aun á los grie-
gos, francos y albaneses que poblaban los Ducados. En
catalán manifestaba su pesar á Helena Cantacuzeno por
la muerte de su esposo Luis Fadrique, concedía privile-
gios de ciudadanía franca al notario Dimitri Rendí, y da-
(i) Los navarros en Grecia, etc. Memorias de la Real Acade-
mia de Barcelona, tomo IV, págs. 461 á 471 . Vid. Arch. Cor. Ara-
gón. Reg. 1.366, fols. 49 y siguientes.
(2) Geschichte der Stadt Athen im Mittelalter von Ferdinand
Gregorovius: Stuttgart, 1S89, tomo II, pág. 190.
(3) Los navarros en Grecia, etc. Memorias de la Real Acade-
mia, tomo IV, págs. 476 á 479. Vid. Arch. Cor. Arag. Registro
1.366, fol. 79 V.
104 ANTONIO RUBIO Y LLUCH
ba las gracias á los albaneses y á los castellanos griegos
de Salona por su celo en la defensa del país ducal; en ca-
talán felicitaba al astuto florentino que debía desposeerle
de él, Rainerio Acciajuoli, por haber conservado la paz
con el Vizconde de Rocaberti, y escribía, por último, á los
francos y griegos de Livadia fugitivos en el Negroponte,
á la Universidad de Neopatria y á los señores de Argos,
Patras y Lepanto ¡i).
A pesar de estos valiosos testimonios, que con dificul-
tad podrían reproducirse en el orden cancilleresco en cuan-
to á las lenguas francesa é italiana que llevaron al Ática
los nobles señores de la Roche y de Brienne y los florenti-
nos Acciajuoli, no vaya á creerse que el catalán arraiga-
ra entre los griegos. Jamás han aprendido éstos el habla
de sus conquistadores, ora hayan sido los romanos de Sila
y de Mételo, ora los francos de Villehardouin y de la Ro-
che, ora los catalanes de Alfonso Fadrique, los turcos de
Bayaceto ó los venecianos. Tan cierto es esto, que á pesar
del largo dominio de estos últimos, que en algunos puntos
alcanzó hasta fines del siglo pasado, ni en Creta, ni en
Corfú, ri en Negroponte, ni en las colonias del Pelopone-
so se ha formado un dialecto mixto greco-italo. La raza
catalana no ha dejado más recuerdo en el idioma nacional
del pueblo sometido que el apellido KaTi.)vávo(; ó KaraXávi
que llevan ciertas familias, que no por esta razón han de
considerarse como procedentes de aquel origen. El nombre
de Catalán ha pasado, pues, á ser apellido gentilicio, como
lo son también los de Franco y Veneciano. En cuanto á la
procedencia de alguna que otra palabra griega que apa-
rentemente pudiera ofrecer cierta semejanza con otras ca-
talanas, pecaría de aventurado todo lo que se afirmara.
Abrigo la opinión de que las voces de derivación neo-lati-
na que se hallan hoy en el griego vulgar, han pasado á él
(i) Arch. Cor. Arag. Vid. Reg. 1.281, fol. 13; Reg. 1.366, fol. 60;
Reg. 087, fol. 177; Reg. 1.268, fol. 131; Reg. 1.287, ^I. 87; Reg.
987, fol. 176; Reg. 1372. fol. 163.
LEMGUA Y CULTURA CATALINAS EN GRECIA I05
por conducto del francés é italiano, lenguas que han ejer-
cido en el Oriente una influencia duradera y avasalladora.
Sin embargo, con todo y ser ia de los catalanes mucho
menos extensa y directa que la de aquellos dos pueblos,
opuso, como ya se ha indicado, mayor resistencia que ellos
al predominio de la lengua y cultura de los vencidos. Los
Duques francos de Atenas más de una vez se sirvieron del
griego vulgar. Ya bajo el paternal gobierno de los últimos
de la Roche, tal vez á consecuencia de su parentesco con
la casa de los Angeli-Comnenos (O, el helenismo había ga-
nado mucho terreno en el ánimo de los conquistadores.
Las cortes francas de Tebas y de Atenas fueron sin duda
bilingües, bien que la lengua oficial y culta del Estado no
dejara de ser la francesa, hasta el punto de que se hablara
en ellas el francés tan bien como en París, y de que el
Papa Honorio III apellidara la Grecia con el nombre de
Nueva Francia. Que la cancillería de los Duques francos
estaba ya en decadencia á principios del siglo xiv, y aun
antes, á pesar del predominio y prestigio que sobre el pue-
blo heleno ejercieron las leyes, las instituciones y las cos-
tumbres introducidas por lo más selecto de la caballería
occidental, lo podemos demostrar con el hecho de que en
aquellos días se extendían en el Ducado documentos en
griego. Por complacencia ó necesidad, los Barones francos
aceptaban hasta en sus mismas construcciones inscripcio-
nes bizantinas. Con ellas, aunque dejando ver las huellas
de la ortografía francesa, adornó Antonio le Flamenc la
iglesia dedicada á San Jorge en su feudo de Carditza, en
i3ii, casi en los mismos días de la invasión catalana (2).
Y si bien las hazañas de los conquistadores se escribieron
en el culto lenguaje de la isla de San Dionis, y los recaer-
(i) Isabel Angelo Comneno casó con Guillermo I de la Roche
(i28o-r.!87) y con Hugo de Brienne (1291), padre del último Du-
que francés de Atenas. — Chroiiiques greco-romanes inediles ou
pea conmtes, par Charles Hopf: Berlín, 1873, pág. 473.
(2) Gregorovius, op. cit., tomo II, págs. 38 y 39.
106 ANTONIO RUBIO Y LLUCH
dos de ellas viven todavía hoy en las baladas populares de
los modernos griegos, no es menos cierto que la Crónica de
Morea, griega, rimada á la usanza de las antiguas cancio-
nes de gesta, fué debida á la pluma de un franco moreo-
ta (O, y, como observa Paparrigopoulos, al hablar de la
poco fundada teoría del eslavismo ó total desaparición de
la antigua raza helena, cuando los francos, por medio de
aquel poema, trataron de vulgarizar entre los pueblos ven-
cidos sus glorias militares, no se valieron de las lenguas
eslava, albanesa ó francesa, sino de la greco vulgar más
ó menos adulterada por la influencia occidental (2).
Más hacedero es todavía demostrar el predominio del
helenismo durante la dominación en el Ática de los Accia-
juoli. Yo no sé explicarme la rápida destrucción del Esta-
do catalán de Atenas, realizada por unas cuantas bandas
de mercenarios turcos, albaneses y griegos, asalariados
por el astuto banquero florentino, sin una participación y
un apoyo decidido del elemento heleno, que creyó mejo-
rar de suerte con el cambio de señores. Lo que no deja
lugar á dudas es que Nerio Acciajuoli halagó cuanto pudo
el espíritu nacional de la raza griega. Ya antes de apode-
rarse de la capital de su futuro Ducado ático, el 15 de Ene-
ro de 1387, hacía uso de su lengua al ceder á sus parien-
tes sus posesiones de Italia (3). Al entrar en su nueva ca-
pital uno de sus primeros actos fué la reinstalación del
metropolitano ortodoxo, cargo que había estado vacante
desde los primeros días de la conquista franca, á princi-
pios del siglo xiii. El último que lo desempeñó fué el co-
nocido escritor griego Miguel Acominatas. Los italianos
se helenizaban, de tal suerte, que uno de ellos, pertene-
(i) *JohnSchmitt la atribuye, con poco fundamento, á un ve-
neciano. DieChronk van Marea.: München, 1889, pág. 123 y si-
guientes.
(2) 'Id'Toplx Toü éXX-nviAoO '¿evouí-. "Ev'AO^^vaír, 1886 y 1887, to-
mo V, pág. 389.
(3) Buchón, Nouíielles Rechesches, lomo I, pag. 131, y el tex-
to griego en el tomo II, pág. 320.
LENGUA Y CULTURA CATALANAS EN GRECIA IO7
dente á la familia de los florentinos Medici, al establecer-
se en Atenas en tiempo de los catalanes, trocaba su ape-
llido por el de latros {'). Nerio casó á su hijaBartolomea,
la mujer más hermosa de su época, al decir de Chalco-
condylas (2), con el déspota del Peloponeso, Teodoro Pa-
leólogo, y tomaba por querida á la hija del famoso nota-
rio griego Demetrio Rendi. Antonio I Acciajuoli, el prín-
cipe más afortunado de su linaje, se enlazó primero cor>
una tebana y después con la hija del Sebastocrator León,
descendiente de los ¡\Ielissenos. Tan helenizado estaba que
hasta redactaba en griego todas sus actas oficiales (3). El
mismo Laónico Chalcocondylas, el único escritor ateniense
que conoce la literatura bizantina (4)— porque Miguel Aco-
minatas no nació en la ciudad de Palas,— se dio á conocer
bajo el largo y próspero gobierno de aquel ilustre Duque
florentino, de quien hablaba con el mayor encarecimiento,
y su empeño en imitar á Herodoto y Tucídides muestra
que se había vuelto á encender en las escuelas griegas el
fuego sagrado de la antigua sabiduría. No parece sino que
los Acciajuoli se habían propuesto demostrar que Floren-
cia, la Atenas de la Edad Media, era más digna que nin-
guna otra ciudad de dar dominadores á la patria de los hé-
roes y las musas.
No exageremos, sin embargo, las consecuencias de es-
tos hechos respecto de la cultura general. Franceses, ca-
talanes é Italianos, vieron la Grecia con los mismos ojos,
es decir, bajo el único prisma de la civilización occidental.
Todos la dominaron sin comprenderla, y sin sentir real-
mente el calor de su influjo. La semilla del Renacimiento
no fué sembrada por los Villehardouin, los Muntaner, los
f
(1 ) Gregorov., op. cit., tomo 11, pág. 227. 'la-pó? en griego sig-
niñca médico. En 1357 extendía dicho latros en Nauplia un docu-
mento redactado en griego en favor de un comerciante mesmés.
(2) Chalcocondylas, lib. IV, pág. 208.
(3) Greyorov., op. cit., tomo II, págs. 290 y 296.
{4) Karl Krumbacher, Geschichte der Éj-:¡aiiiinischen Liilera-
iur, 1897, pág. 302.
I08 ANTONIO RUBIO Y LLUCH
Fadrique de Aragón, los Sanuto, ni siquiera los Acciajuoli,
sino por aquellos misioneros del helenismo que llevan los
nombres de Bessarion, Gaza, Laskaris, Chahocondylas,
Plethon, etc. Los mismos eruditos y escritores del Occi-
dente estaban muy lejos de sentir en aquella época el arte
ni la historia helenos. Chaucer, Boccaccio y hasta el Dan-
te designan á Teseo, con el título medio eval de Duque de
Atenas, ni más ni menos que Muntaner. Nada prueba tanto
esta inconsciencia histórica y artística como el hecho sin-
gular de que algunos de los cronistas más originales de la
Edad Media, los Villehardoiun, los Muntaner, los Sanuto,
escribieron sus candorosas narraciones después de haber
pisado palmo á palmo el país de los clásicos recuerdos y
de haberse sentado á la sombra del Partenón y de Santa
Sofía. En toda la crónica del Jenofonte catalán no se ha-
lla más reflejo de la antigüedad que la historia de París y
Elena, miniatura clasico-gótica que nos sugiere otra seme-
jante de Froissart, cuando nos relata los amores de Acteon
y Diana.
Pero si difícil fué siempre en aquella edad la fusión del
espíritu heleno con el latino, por el triple abismo de la di-
ferencia de religión, de lengua y de cultura, lo había de
ser todavía mucho más durante el gobierno de aquella ru-
da República militar, que medio siglo después de su esta-
blecimiento junto á las márgenes del Sperchio y del Cefiso,
todavía se daba el título guerrero de Feliz ejército de los
francos que reinan en Romanía. No eran los catalanes que
lo constituían las gentes más á propósito para promover
las ideales bodas entre el Fausto medioeval y la Helena
clásica, que soñó Goethe, y que sólo en parte vieron reali-
•zadas más que los conquistadores francos de la Morea, los
dominadores de Rodas y de Chipre (0. Sus Virreyes mili-
(i) En estas dos islas es donde echó más raíces el romanticismo
franco enlazado con la literatura griega medio-eval. En el siglo xiv
figura en Chipre, protegido por los Lusiñanes, el poeta griego Jor-
ge Lopithes, y en el siguiente, el cronista Leoncio Macheras refe-
LENGUA Y CULTURA CATALANAS EN GRECIA IO9
tares no citaban frases de Herodoto, como Guido II de la
Roche; ni las costumbres de Barcelona se traducían al grie-
go, como los Asskes; ni mucho menos nuestra pobre lite-
ratura de imaginación influía en la de los vencidos, como
el avasallador genio francés, creando esas interesantes no-
velas galo-griegas que llevan los nombres deBelthandros y
Chrysantza, Lybistros y Rhodamne, Phlorios y Platzia-
phiora, Imberios y Margarona, llenas de sueños de hadas
y de hazañas caballerosas. En ellas siempre triunfa el es-
píritu de la civilización occidental, que aparecía en la rea-
lidad en los brillantes torneos de las cortes de Clarentza y
Andravida, ó coronando con sus pesadas fortalezas las
cumbres del Taygeto y de las Termópylas.
Mas no fué del todo estéril en la historia de nuestra cul-
tura la participación continua que la Monarquía catalano-
aragonesa tuvo en los destinos de Grecia en el siglo xiv.
Ni vaya á creerse que el único recuerdo que en aquélla
haya dejado sea sólo el pálkio reflejo de las hazañas de
Roger de Flor y de sus huestes invencibles en nuestro Ti-
rant lo Blandí, la obra maestra de la literatura romances-
ca catalana. El extraordinario elogio que en nuestro Ar-
chivo sorprendimos de la Acrópolis ateniense, que los ca-
talanes llamaban modestamente el Castell de Cetiues, por-
que aquella palabra fué del todo desconocida á los pueblos
medio-evales, es el primer testimonio, como observa Gre-
gorovius (1), después de largos siglos de silencio, de que
el Occidente tenía de nuevo conciencia de la incornpa-
rabie belleza del Partenón, de los Propileos y del Erech-
theion (2). ¿Quién sabe si la fascinación que la Atenas mo-
ría los hechos de aquella familia real en una lengua mixta de fran-
cés y griego. (Véase Krumbacher, op. cit., págs. 778 y 900.) Los
Assises ás Chipre, como los de Jerusalén, fueron traducidos al.
griego. (Ibid., pág. 898.)
(1) Op. cit., tomo 11, pág. 192.
(2) Aunque ha sido reproducido ya este elogio en otros traba-
jos nuestros y por todos los historiadores contemporáneos de Gre-
cia (Gregorovius, Neroutzos, Constantinidis, Galligas), lo transcri-
jjO ANTONIO RUBIO Y LLUCH
numental ejerció en el ánimo de los catalanes, obró tam-
bién en la determinación que había tomado Juan I en los
primeros años de su reinado, de visitar aquellos apartados
dominios, que consideraba como un miembro importante
de su corona? (0. Es muy probable que un espíritu culto
y tocado ya de la influencia del Renacimiento se sintiera
halagado ante la idea de enseñorear la cuna de la sabidu-
ría, y se encendiera en deseos de conocerla.
En íntimo contacto con el Rey D. Juan, verdadero Au-
gusto de la civilización catalana, antes de que la corona
real ciñera sus sienes, estuvo un famoso personaje ara-
gonés del siglo XIV, cuya inteligencia se abrió al gusto de
las letras clásicas en Aviñón, en Italia y en Rodas, y quién
sabe si en la misma Atenas, pues mantuvo amistosas ti
hostiles relaciones con el Ducado catalán cuando la diplo-
macia y el valor de sus caballeros hospitalarios pusieron
la Morea en sus manos. Nos referimos al gran Maestre
«
biremos aquí de nuevo, en gracia á aquéllos de nuestros lectores
que lo ignoren. Pedro IV de Aragón, accediendo á la petición de
los embajadores de Atenas de mandar una modesta guarnición de
ballesteros para defensa de su Acrópolis, advierte á su tesorero que
tiene por indispensable tal guarnición, «com lo dit castell sia la
pus richa joya qui al mon sia e tal que entre tots los Reys de chres-
tians enuides lo porien fer semblant.» Lérida ii Septieriibre 1380.
Arch. Cor. Arag., Reg. i.i68. fol. 126. -El sabio Gregorovius, re-
firiéntlose á los comentarios que este elogio me sugirió en mi mo-
nografía ya citada. Los navarros en Grecia, etc., dice: «El escu-
driñador catalán al cual debemos agradecer la publicación de éste
y otros documentos sobre Pedro IV como Duque de Atenas, ha
«acado de aquel juicio del Rey, y con razón, la consecuencia de que
los catalanes de Atenas no eran tan bárbaros ni tan privados de
todo sentimiento de la belleza como generalmente se les supone.»
Op cit, tomo II, pág. 192.
(i) «Ni us pensets-decía á los prohombres y síndicos de Ate-
nas al contestar á sus homenajes, -que tan assenyalat membre com
es aqueix de la nostra corona metam en oblit, ans hauem esperan-
ca en nostre senyor deus que per auant lo irem personalment vi-
sitar.» Barcelona 26 Abril 1387. Arch. Cor. Arag., Reg. i.75i,
fol. 25.
LENGUA Y CULTURA CATALANAS EN GRECIA III
D. Juan Fernández de Heredia, hombre de carácter emi-
nentemente emprendedor y cosmopolita, apasionado por
toda suerte de disciplinas, sobre todo de las históricas,
diplomático sagaz y competentísimo, brazo derecho del
Pontificado en Aviñón y arbitro durante algún tiempo de
los destinos de la Morea franca. Su representación litera-
ria en la Monarquía catalano-aragonesa es considerable.
Heredia viene á ser un predecesor de los grandes Mecenas
del Renacimiento clásico, un émulo de los Bercheure y
Colluccio Salutato, si no por sus propios trabajos, por los '
que inspiró, compiló ó mandó traducir. Como Alfonso V
en la corte de Ñapóles, rodeóse en la de Aviñón de hom-
bres de letras y de libros; y para que mayor sea la seme-
janza, llevóse allá á un obscuro erudito griego de la isla
de Rodas, que en más modesta esfera se anticipa algunos
años á aquellos ilustres bizantinos que, cubiertos aún
con el polvo de las ruinas de Bizancio, llevaron á las ciu-
dades de Italia los despojos de la antigua civilización
griega. Llamábase aquel erudito Demetrio Talodiqui ó
Calodiqui, y le encargó Heredia en Aviñón que tradujera
del griego vulgar ó del bizantino las Vidas de Plutarco,
la Crónica de Zonaras quién sabe si la griega de Motea,
— aunque es probable que en el arreglo y coordinación de
los demás materiales que la forman interviniera el mismo
Maestre, — y otras obras que sin duda se han perdido. De
una carta del Rey D. Juan á aquél su grande amigo, pare-
ce desprenderse claramente que el traductor griego conocía
el rudo dialecto aragonés (i), y en tal caso sería éste un
nuevo testimonio de la difusión en el suelo griego de las
(i) Lleva esta carta la fecha de 17 de Noviembre de 1384, y le
dice, entre otras cosas, lo siguiente: «Otrossi hauemos entendido
que vos hauedes aquí un filosoffo de Grecia qui vos transitada
libros de grech en nuestra lengua. Rogamos vos muy carament que
nos embiedes el dicto libro de Trogo Pompeo e de los que vos
translada el dicto filosoffo ó translado de aquellos.»
Arch. Cor. Aragón, Reg. 1.748, fol. 121. El Maestre Heredia
. residía á la sazón en Aviñón. (Vid. el Apéndice I.)
112 ANTONIO RUBIO Y LLUCH
dos lenguas que se hablaban en ¡a monarquía de Aragón,
La única huella de bizantinismo que aparece en la litera-
tura española de la Edad Media se debe al famoso Maestre
aragonés, y no hay duda que en esta influencia exótica,
representada por la versión de Zonaras y el arreglo y am-
pliación de la Crónica de Morea, tuvo mucha parte su
estancia en Grecia. La fama de sus vastas compilaciones
históricas, que forman un ciclo tan numeroso como las
promovidas por el Rey Sabio, donde se mezclan Plutarco
y donaras, Hethoun y Marco Polo, las vulgares crónicas
griegas con las esLorias de aquel Monarca y las crónicas
reales de D. Jaime y San Fernando, llegaba hasta los hu-
manistas italianos del siglo xiv, y su bien provista biblio-
teca excitaba la codicia de Colluccio Salutato (i) y del Rey
D. Juan I de Aragón, que tanto como el dictado de ama-
dor de la gentileza merecería el de amador de la sabiduría.
Recuérdese el afán con que á vueltas de aves y lebreles de
caza le pedía las obras de Trogo Pompeo y de Josefo (2).
Del aprecio que hacía de sus iraducciones y arreglos his-
tóricos, es testimonio la carta que escribió al tener noticia
de su muerte, encargando á algunos priores de la Orden
las Vidas de Plutarco, La Grant crónica de Espanya, La
gran crónica de los conqueridores ó de los euiperadors, como
(i) Que Heredia había reunido una hermosa biblioteca, sobre
todo de obras históricas, nos lo atestigua una carta que le escribió
este famoso humanista italiano, en la que le pide prestados algu-
nos manuscritos. «Ínter alia quibus delectaris, est copia cumula
tioque librorum, in qua re tanto studio tantaque cura vacasti, ut
iam sit ómnibus pcsuasum frustra librum quceri quam apud te
non contingerit reperiri. Sed ínter alios te prcEcipue dilexisse sem-
per históricos.» Vid. prólogo de A. Morel-Faiio al Libro de los fe-
chos et conquistas del principado de la Morea del Maestre Here-
dia, publicado por la Societé del Orient Latín.: Genéve, i885, pá-
gina xvui. — Sobre este personaje, del que quizás me ocuparé al-
gún día, véase también la monografía de Karl Herquet, Juan
Fernández de Heredia, Grossmeister der Johanniterordens: Müh-
Ihausen, 1878.
(2) Vid. el apéndice II.
LENGUA V CULTURA CATALANAS EN GRECIA II3
él la llama, cuya primera parte es una versión literal del
libro XIII del Epitome Jiistoriarnni de Juan Zonaras, y por
último, la Crónica de Grecia, ó sea la vulgarmente deno-
minada Crónica de Morea, en la que sospechamos que
más que en otros trabajos, tuvo el Gran Maestre una parte
personal y directa (i).
Al elogio de la Acrópolis y al bizantinismo ó helenismo
de dilcttanü del Maestre Heredia se reduce todo el sedi-
mento artístico literario que la Grecia medio-eval depositó
en el ánimo de sus vencedores catalano-aragoneses. Es
cierto que su situación no era la más á propósito para
infundir en ellos anhelos de saber. Hallábase el clero grie-
go entonces en la misma crasa ignorancia en que le dejó
al comenzar el siglo xiii el Metropolitano de Atenas, Mi-
guel Acominatas (2). Los focos principales de la cultura
bizantina en la Edad Media fueron Bizancio y el Monte
Athos, no Atenas. Natural era que los sacerdotes griegos
de la Grecia franca que iban allí á ilustrarse, no volvieran
en su mayoría á su antigua patria, donde no les aguarda-
ba porvenir alguno, pues no toleraban los conquistadores
al lado de la suya la jerarquía eclesiástica cismática de
ios vencidos (3).
Las Sedes patriarcales ó metropolitanas de Constanti-
nopla, Filadelfia, Tesalónica, y hasta la misma púrpura
imperial, eran en cambio la recompensa que les esperaba á
los Palamas, Pilóteos, Nicéforos y Cantacucenos, que
aprendían la cultura clásica y las ciencias históricas y
teológicas en los famosos Monasterios del Monte Santo del
helenismo medio-eval, pillados sin piedad por las huestes
de Rocafort {4). Esa falta de Prelados ortodoxos en la Gre-
(i) . Vid. el apéndice 111.
(2) XpiaTiavi/.ai 'AOTJvae ÚTió Táiaou A. NcpoüTaou. Bi^aíov B., pá-
i;ina 1S4. Vid. el cuaderno XIll del A^Átlov -.T|C í-xopixfjfr /.aH'Ovo-
A'jyi/.?íc ^xaipU^ TJlf "EXXáSoc: Atenas, 1892.
(3) Nerouizos, Xpia-.tavi/.at 'A0r¡vji, pág. 134.
(4) Está confirmado históricamente el saqueo de algunos Mo-
nasterios del Monte Athos por los catalanes (D. Ka).ÁlYa. — MsXé-
8
JI4. ANTONIO RUaiÓ Y LLUCH
cia propiamente dicha traía consigo la de escuelas grie-
teas, y venía á ser causa principal de la ignorancia del
pueblo y del clero. En parecida situación se hallaba tam-
bién el clero latino, fuera de alguna otra excepción, como
la del dominico Guillermo de Meerbeke, Arzobispo de Co-
rinto en 1280, que tradujo al latín diversas obras de Aris-
tóteles, Proclo, Hipócrates y Galeno. Generalmente los
clérigos occidentales preferían pasar á Roma y hasta la
vecina Eubea para continuar sus estudios, á permanecer
en Tebas ó Atenas (0.
El citado Acominatas, que vivió antes de la conquista
franca, decía á un amigo suyo que, si continuara resi-
diendo por mucho tiempo en Atenas, acabaría por con-
vertirse en bárbaro (2L Con el juicio de aquel sabio Prela-
do coinciden las impresiones de los viajeros que en el si-
glo XIV visitaron el Ática y la Beocia catalanas: Ludolf
de Sudheim, Jordán de Severac y Abulfeda (3). El prime-
ro que estuvo en ellas en i335, dice que «Atenas, donde en
otro tiempo brillaba la ciencia de los helenos, se hallaba
Ta. BuSaviiv?lT laxopla;-: Atenas, 1894, pág. 33 0 Y la destrucción del
castillo de Sant Omer en Tebas. En cambio, no puede probarse
del mismo modo las vandálicas destrucciones que algunos histo-
riadores les atribuyen respecto de Atenas, á saber: los olivos de
Colona, parte de la ciudad situada al pie de la Acrópolis y la igle-
sia cristiana edificada en el antiguo templo de Esculapio. Por el
contrario, las tlásicas construcciones de Atenas se escaparon de la
ruina hasta la época turca y veneciana. Vid. Gregorovius, op.
cit-, II, pág. 53. , . , • j T-
(i) En 1309 el Dux Pietro Gradenigo pedía al Arzobispo de 1 e-
' bas que dejara disfrutar de su beneficio á un canónigo, subdito
suyo, mientras concluía sus estudios en Venecia. Durante el go-
bierno de los Virreyes catalanes, muchos habitantes de Atenas pre-
ferían trasladarse á la veneciana Eubea para gozar de mayor tran-
quilidad lo que dio origen á rozamientos entre Venecia y la Com-
pañía. ^Hopf., Griechenland im Mitlelalter: Leipzig, 1870, to-
mo VI, pág. 439.)
(2) Bi6apSápcü|jiai XP^^'^C '^^ ^^ 'AO^vw?-.
Edición Lanibros, tomo II, pág. 44-
(3) Hopf., GnecAento!¿, tomo VI, págs. 431-32.
LENGUA Y CULTURA CATALANAS EN GRECIA II5
«ntonces casi despoblada.» Cerca de medio siglo después
los habitantes catalanes de dicha ciudad se quejaban asi-
mismo á su Rey Pedro IV de la pobretat c afany del poblé de
■aquílla uniuersitat (0. Reflejo, aunque retórico, de este es-
tado de decadencia es también la carta de Athanasios Le-
panthrenos al historiador bizantino Nicéforo Gregoras,
que reseñó los últimos sucesos de la Compañía catalana,
■en la que manifiesta que «los atenienses y los tebanos y
los que habitan el Peloponeso han cambiado la antigua fe-
licidad por la barbarie, y sufren los últimos extremos de la
esclavitud (2).» Sólo alguna que otra vez las letras grie-
gas y las ciencias naturales se cultivaban en los conventos
■de basilios del Ática y de la Beocia, que bajo las cenizas
de la ortodoxia ocultaban el fuego del helenismo durante
•el dominio de los conquistadores catalanes. Así, en el ve-
rano de i33g, el monje Cosme Camelos copiaba para el
médico de Atenas, Demetrio Nomachlona, distintos libros
de Oribasios y otros físicos bizantinos 13).
No basta, como es natural, este miserable dato de cul-
tura para tomar en un sentido literal los elogios que el
ilustrado geógrafo é historiador mahometano Albufeda,
viajero en el Ática á mediados del siglo xiv, dirige á la de-
caída Atenas, designándola con el calificativo de ciudad de
los sabios griegos (4). Este encarecimiento sólo prueba que,
aun en medio de su abatimiento, conservaba el alma ma-
(i) Arch. Cor. Arag., Reg. 1.366, fol. 66 vuelto.
(2) Edición de Bona, vol. I, pág. xciv. 'Aetivatot y. [aíiv xaí
■©Tiparot /.al ol AaT0ii<.o0vTSC "í-íiv niAoTtoc... t^^ -aXaiái; £¡33at¡Jiov{as-
fiív áypotAÍav -QXXáfavTo. . 3ouXitav ii\'i is-fí-.-r^v ú'festijjiivo'j;-.
(3) Neroutzos, op. cit., pág. 198.
Los médicos no abundaban en los Ducados en la época Catala-
na. Federico ill, accediendo á las súplicas de los tebanos, que se
quejaban de su escasez, envió á la capital de la Beocia en 1356, á
ejercer su profesión, á su médico Juan de Montpeller. Arch. di
Stato de Palermo. Protonot., tomo II, pág. 147.
(4) Patria de los filósofos la llamaba igualmente un siglo más
tarde el turco Seadeddin en la época de la conquista de Maho-
met II. (Gregorov, II, 386.)
jl6 ANTONIO RUBIO Y LLUCH
ter de Grecia el prestigio de su gloriosa antigua cultura,
prestigio que no perdió jamás la señora del Ática, corona-
da en su opresión con la regia diadema de su Acrópolis,
y que con razón evocaba el gran Papa Inocencio III al
establecer la jerarquía eclesiástica romana en su monu-
mental recinto (0. No sólo en la literatura medio-ev.al bi-
zantina y oriental ocupaba Atenas tan señalado lugar,
sino que hasta para la literatura caballeresca del Occi-
dente continuaba siendo la antigua cuna y trono de toda
sabiduría. Así en el ciclo épico del Amadis se cuenta que
Agesilaos de Colchos hizo sus estudios en ella, y que
enseñaba las artes caballerescas á un español. Ya hemos
visto también que el Rey D. Juan, al encargar al Maestre
Heredia que le remita algunos de sus libros históricos, de-
signa á su modesto traductor y colaborador, el griego Ta-
lodiqui de Rodas, con el pomposo, pero tradicional dictad»
de filosoffo de Grecia.
Aun en esas tristes condiciones de postración y ruina en
que se hallaba el país vencido, es y será siempre timbre
de nobleza para la lengua catalana haber reinado por espa-
cio de cerca de un siglo en la patria de las Gracias y las
Musas. Reciente todavía el eco de sus acentos en aquellas
regiones lejanas, el elocuente Obispo de Elna, Juan Mar-
garit, en su contestación á la proposición de D. Juan de
Navarra en 1464, recordaba con orgullo que la nación ca-
talana había convertido á su nativa lengua «aquella ve-
tustissima e famosissima Athenes dont es exida tota la
elegancia, clemencia e doctrina deis Grechs {2).»
Nada ha quedado de nuestra dominación en Grecia. EL
(i) Gerardo Alheniensi Archiepifcopo ejusque successoribus
canonice substituendis in perpeluam auliquan Alheuensis gh-
ria.mcivita.tis. (Baiuze, II, 256.)
(2) Coroleu y Pella, Las Cortes catalanas. 187b, pág. 407.—
Exagerando este hecho, decía la Real Academia de Buenas Letras,
de Barcelona á mediados del siglo pasado: «En Grecia permane-
ció lia lengua catalana) muchos años, de que aún se conservan
resquicios en las asperezas del país, como en las ciudades vestigios
LENGUA Y CULTURA CATALANAS EN GRECIA II7
recuerdo de los catalanes se va borrando allí de día en día,
y sólo lo conservan casi las personas eruditas. En las
grandiosas fortalezas medio -evales que coronan las altu-
ras de Livadia, Saiona, Neopatria y Zeitún, cuya devas-
tación prosigue el tiempo lentamente en medio de la indi-
ferencia general, es difícil distinguir entre los sillares pe-
lásgicos poligonales y los rectangulares francos, los que
alzaron con sus brazos vencedores nuestros antepasados.
Pero allá, en el fondo de nuestro rico Archivo, en un obs-
curo registro, existe el testimonio más vivo de nuestra es-
téril dominación levantina, que los siglos no destruirán,
porque la historia lo ha recogido ya en su maternal seno,
monumento único que no posee ninguna de las demás na-
ciones latinas que sojuzgaron la Grecia en los días medio-
evales: los Capítulos de Atenas. Ellos señalan de un modo
más elocuente que en bronces, monedas y muros, escul-
pido en el verbo sagrado del pensamiento humano, el epi-
sodio glorioso de haber hecho estremecer nuestra raza en
el siglo XIV, con los acentos AeXpus bell catalanesch del mon,
las ruinas de la venerada Acrópolis de Cimón y de Pén-
eles.
Barcelona 16 de Julio de 1898.
de nuestras fortalezas.» Vid. Memorias de dicha Real Academia,
tomo I, año 1756. Observaciones sobre los principios elementales
de la Historia.
Il8 ANTONIO RUBIO Y LLUCH
APÉNDICES
1
Carta de D. Juan I al Maeslre Juan Fernández de Herfdia^
pidiéndole avts y perros de caza y la (radncción de Trog»
Pompeyo y otros libros.
Maestro caro amigo: Reebuda hauemos vostra letra ensem-
ble con III falcones sacres que nos ha trahido fray hugo gerart^
comendador de Ni^a, de part vostra, los quales son muyt be-
llos. Rogando vos Maestro que tantos falcones sacres de Ro-
manía e galgos de Turquía como podredes hauer nos embíedes.
Otróssi, hauemos entendido que vos hauedes aquí I libro nom-
brado Trogo pompeo, e hauedes aqui un philosoffo de Grecia
qui vos translada libros de grech en nostra lengua. Rogamos-
vos muy caramente que embiedes el dito libro de Trogo pom-
peo e de los que vos translada el dito philosoffo ó translado de
aquellos. E desto Maestro nos faredes muyt grand servicio.
Nos Maestre vos embiamos, por el dito Comendador, dos po-
dencos los más bellos que nos agora tenemos, los quales yes
assaber: el Royo se llama vezerro e el blancho (^apato. Quando
seremos en lugar de hauerne mas que sean buenos e bellos, nos
vosende embiaremos, e de otras cosas que vos cumplen de
acha. Dada en Euna dius nostro siello secreto, a xvn dias de
Nouiembre, En el anyo de mil Trezientos Ixxx Quatro. Primo-
genitus.
A nostro caro amigo el Maestre del Spital.
fR-i.y4S, fol. 121 vuelto.)
II
Carta de D. Juan I al mismo Maestre Heredia, quejándose de
qne el ejemplar del Josefo que le lia enviado no sea com-
pleto.
Maestro amigo: vuestra letra hauemos recebida ensemble
con el libro clamado juseffiís de bello judayco, e los IIII lebre-
LENGUA Y CULTURA CATALANAS EN GRECIA I ig
res que nos hauedes embiado por Johan galego, hombre de
casa vuestra. E agredecemos vos lo mucho, Rogando vos,
Maestro, que quando los dos otros que son aqui fincados sean
guaridos, que los nos embiedes. Pero, maestro, sembla nos
quel dicto libro non sea perfecto, siquiere complido, porque
vos rogamos que nos certifiqnedes si es complido del todo ó
no, e si complido no es, que lo fagáis complir. E que nos es-
criuades de todas nueua,s que aqui seaa de qualquiere part que
vengan. Dada en lerida dius nuestro siello secreio a xvi dias
dabril En el anyo MCCCLXXXIIII. Primogenitus.
A nuestro caro amigo el Maestro del Spital.
(R-1.74S, fol. 6o vuelto.)
III
(aria de pésame de D. Juan I á los Priores de Aquitania, de
Alvernia, de Tolosa y de San Gil (i), por la muerte del Gran
Maestre D. Juan Fernández de Heredia, y pidiéndoles va-
rias obras del mismo, á saber: la traducción de las Vidas de
Plutarco, la Grant Crónica de Espanya, la Crónica de Morea
y la grant Crónica de ios conqueridores.
Rex Aragonum.
Cari amici: Percepto vidice (sic) quod magister Rodimigrauit
nouiter ab hac vita si aliter statuisset dominus de eodem feli-
cius letaremur. Sed quia omnia que a superno sunt condita
creatore fieri recte mente sincera extimamus nil aliud supar
isto nostri cordis eloquium organitzat nisi dauidica lira con-
cordes de eis que in mundo statuit deus unus agimus gratias
in excellsis dicentes: benedictus dominus deus qui in celo et
in térra quecumque voluit fecit. Unde cum idem magister dum
huius vita misera frueretur haberet Ínter libros alios' penes se
titulatum plutarcum Cronicam maguam Ispanie et Cronicam
Grecie et quendam alium librum vocatum deis emperados quos
legere et habere multum nostri cordis affectio concupiscit. Ami-
citiam vestram de qua nedum in his sed in alus nobis obsequi
(i) Los grandes piioratos de la Orden de San Juan en Francia
eran los de Aquiíaine, Auvergne, Toulouse y Saint-Gilíes.
J20 ANTONIO RUBIO Y LLUCH
tnaioribus spectamus. Rogamus atiente quateniis nostro Jau-
frido Royl nostro procuratori in Curia Roma qui illos nostri
nomine vobis petet nobis habitosque transmittet fiducialiter
vobis caris amicis placeat et velitis de his vero non modicum
Ilustre complacebitis voluntati. Et proinde vobis tenebimur ad
gratiarum debitas actiones. Datum Perpiniani sub sigillo no-
stro secreto xxiiii die marcii anno a natiuitate Domini —
MCCCXC sexto. Rex Joannes. Dominus Rex mandauit mihi
Bernardo de Jonquerio.
Dirigitur prioribus de Guiana de aluernia de Tholosa e de
Sent Gili.
(i?- 1.967, fol. lOI.)
LEOPOLDO EGUÍLAZ Y YANGUAS
NOTAS ETIMOLÓGICAS
Á
EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Abencerraje.
«De suerte que cuando el labrador le volvió á pregun-
tar que cómo estaba y qué sentia, le respondió las mes-
mas palabras y razones que el cautivo Abeiicevrage res-
pondió á Rodrigo de Narvaez.» Cervantes, Don Quijote,
primera parte, cap. V.
Compónese de las voces arábigas ~\j~i\ ^yi_\ , Aben as-
Serrdch, el hijo del sillero (del que hace sillas de caballo ó
muía).
Al referir Hernando de Baeza los asesinatos cometidos
por Muley Hacen en los caballeros principales del reino
de Granada, dice: «Entre los cuales fueron ciertos ca-
balleros de los que dezian aben 9arrajes, que quiere dezir
los hijos del sillero, los quales eran naturales de allende y
auian pasado en esta tierra con deseo de morir peleando
con los cristianos.» Véanse Hern. de Baeza, Crónica, y
Müller, Die letzen zeiten von Granada.
Que el valor que damos á la voz abencerraje es exacto,
lo declara Mármol Carvajal en el siguiente pasaje de su
descripción de Fez: «Esta calle llaman Uxein, y adelan-
te de ella está otra en que ay mas de ochenta tiendas, lla-
mada Cerragin, donde se hazen las cubiertas de las sillas
ginetas de aquel preciado cordouan Marroquí, cosidas con
mucha policía.» Véase Descr. gen. de África, H, lib. IV,
cap. XXII.
Los abencerrajes, como los gomeres, que tanto figuran
122 LEOPOLDO EGUÍLAZ Y YANGUAS
en los últimos tiempos de los nazaritas, eran entre los su-
yos conocidos por el nombre de Voluntarios de la Fe.
Adahala.
« porque yo sacaré de adahala antes de entrar en la
batalla » Cervantes, Don Quijote, primera parte, capí-
tulo XXXI.
La etimología arábiga que da la Academia de la Len-
gua á este vocablo, no tiene fundamento. Tampoco lo tie-
ne su definición en lo que se refiere al arrendamiento. La
adahala ó adehala, como se dice vulgarmente, no se da de
gracia sobre el precio del arriendo, sino que forma parte
de éste, y, como él, es exigible al labrador. La diferencia
entre el precio del arrendamiento y la adehala consiste en
que aquél se paga en dinero el i5 de Agosto, fecha en que,
terminado el año agrícola, satisfacen los labradores las
rentas, y la adehala, complemento de ellas, se paga en es-
pecie en vísperas de la Pascua de Navidad.
Tal es el carácter que tienen los arrendamientos en la
vega de Granada desde tiempo de moros, como resulta
del Libro de habices de las mezquitas de aquella ciudad
(Ms. del Arch. de la Catedral)^ cuyos bienes pasaron á ser
propiedad de las iglesias que se erigieron por los Reyes
Católicos en la espléndida metrópoli del reino de los na-
zaritas. Es de advertir que en aquella época la adehala se
pagaba en los arrendamientos de predios rústicos y urba-
nos, si bien en nuestros días se halla limitada á los pri-
meros.
Sobre la etimología de adehala, véase mi Glos. etini.
Adunia.
(I saca de la caballeriza huevos y corta tocino adu-
nia, y démosle de comer como á un principe.» Cervantes,
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO I23
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Af ancha, parte se-
gunda, cap. L.
Este adverbio, que debió de estar muy en uso en los
siglos XVI y XVII entre la gente popular y común, se re-
gistra en otras obras del Príncipe de nuestros ingenios. Há-
llase en la novela Rinconete y Coríadillo, cuyo texto está en
mi Glos. de las palabras españolas de origen oriental, y en el
siguiente pasaje del entremés titulado El rufián viudo: «O
han de llouer hoy pésames adunia. ti
Que el origen de este vocablo es arábigo, lo reconocie-
ron los ilustres Académicos de la Lengua en el correspon-
diente artículo de la primera edición del Diccionario (Ma-
drid, 1726), donde se lee: vAdunia, adv. tomado déla
lengua arábiga. Significa lo mismo que bastante, harto,
en abundancia. Hállase esta voz repetida en la Missa que
pone, traducida en arábigo, el P. Alcalá.»
Lo propio se dice en la segunda edición del Diccionario,
hecha en Madrid en 1770, de cuya obra sólo se dio á la
estampa el tomo primero.
Uno de los pasajes, á que alude la Academia, está en el
Gloria, y dice: Ente alledi tagfir dunub adunia arhanna.
«Tú que quitas ó perdonas los pecados del mundo, ten
misericordia de nosotros.» Véase P. Alcalá, Arte para sa-
tier ligeramente la lengua Arátiiga, Granada, i5o5.
Cierto que aquí la palabra adunia vale sólo mundo; pero
en la misma lengua (aunque en el Vocabulista aráuigo en
letra castellana del P. Alcalá no se registre entre los ad-
verbios) tiene el propio valor gramatical y significado de
en abundancia, y en tal sentido, derivándolo de LjjJl, ad-
dunia, lo traen Marina, Engelmann y Dozy en su Glos.
esp., 50, y en su Suppl. aux dict. ar., s. v.
No se comprende, dados estos antecedentes, cómo la
Academia Española, y con ella el ilustre anotador del
Quijote D. Jiían Eugenio Hartzenbusch, incurrieron en
el error de derivar adunia del latín ad-omnia.
Hay que rectificarlo, pues, en la nueva edición que del
Diccionario de la Lengua prepara la Academia Española.
124 LEOPOLDO EGUILAZ Y YANGUAS
Agá.
«Llamábase Azan Agá, y llegó á ser mui rico y á ser
Rey de Argel.» Cerv., Don Quijote, primera parte, capí-
tulo XL.
La Academia Española se limita á decir que agá es ofi-
cial del ejército turco, sin determinar su grado y cate-
goría.
La palabra turca L¿t, agá, que bajo esta forma y la de
U\, aga, figura en los diccionarios del árabe vulgar, tiene,
entre otras acepciones, la de comandante turco, jefe que
tiene muchos alcaides á sus órdenes, jefe de batallón en el
ejército regular del Emir Abdel-Káder, y, finalmente, la
de jefe de los genízaros.
Clemencín, en sus notas al Quijote, interpreta agá, con
mal acuerdo, por eunuco. Cierto que en lengua turca kiz-
lar aghassi y harem aghassi valen, respectivamente, el eu-
nuco principal del serrallo imperial y el del harén de una
familia privada; cierto también que con el significado de
eunuco se encuentra la voz agá en dos pasajes de una de
las ediciones árabes de Las mil y una noches; pero no lo
es menos que el Agá del texto de Cervantes debe inter-
pretarse por jefe, comandante ó general de los genízaros.
AgiMorato.
« que allí vivía un moro principal y rico, llamado
Agí Morato.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, ca-
pítulo XL.
,4 o'/ es transcripción de la palabra arábiga ^s^La.» hachi,
forma moderna por _U, hách (ved Kazimirski, Dict. arab.-
frang.), peregrino mucho tiempo; romero que va en ro^
mería en P. Alcalá; peregrinus en R. Martín. Es un títu-
lo de honor aplicable al que ha hecho la peregrinación á
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO I25
la Meca. Sólo por cortesía dan los musulmanes este nom-
bre á los cristianos que han visitado á Jerusalén.
Múralo, que viene de^^^^, muñid, vale Amorates, nom-
bre que llevaron varios emperadores turcos.
Ajedrez.
«¡Brava comparación!— dijo Sancho:— aunque no tan
nueva que yo no la haya oido muchas y diversas veces,
como aquella del juego del ajedrez, que mientras dura el
juego cada pieza tiene su particular oficio.» Cervantes,
Don Quijote, segunda parte, cap. XII.
Procede esta voz de la sánscrita chaturanga, por ser
cuatro los cuerpos que, á manera de ejército, componen
este juego admirable, á saber: los alfiles ó elefantes; los
caballos; los roques ó carros, y los infantes ó peones. De
la India les vino este juego á loe persas; de los persas á
los árabes y de ellos á nosotros.
No hay que dar crédito á las fábulas forjadas por los
escritores persas y árabes sobre su origen, pues consta
por muchos y valiosos testimonios su invento en la India
siglos antes de la Era cristiana. Véase Gildemaister,
Saipt. ar. de reb. ind., págs. 141 y siguientes.
Alcázar.
Esta voz, que se encuentra en el Quijote, y en cuya pro-
cedencia inmediata del^'^s, casar arábigo convienen todos
los etimologistas, no pertenece realmente á la antigua len-
gua de Modhar, antes bien parece derivada de la latina
castmm, como opina Fraenkel en su opúsculo titulado De
vocabulis in antiquis Afabuiii carminibus et m Corano perc-
griniis, pág. 14.
126 LEOPOLDO EGUÍLAZ V YANGUAS
Alcurnia.
i
«El linaje, prosapia y alcurnia querríamos saber, repli-
•có Vivaldo.» Cervantes. El ingenioso hidalgo D. Quijote de
la Mancha, primera parte, cap. XIII.
Viene esta voz de la arábiga l~¡-^ Cania, y con el ar-
tículo i^-vJl, al cania, intercalada una r eufónica, y vale cog-
nomen en Raimundo Martin; sobrenombre y ditado, títu-
lo de onrras en P. Alcalá. Entre los árabes, dicho sobre-
nombre, precedido de la palabra ^^^t Abú, cuando se diri-
ge la palabra á alguno, es señal de estima y de respeto
(véase Almaccarí, Analectas, I, 242 y 466): de aquí su
significado de título y calidad. Este vocablo, así como
nuestra alcurnia, denota entre la morisma el nombre de
la casa, de la familia á que se pertenece, el sobrenombre,
compuesto de Aben, como Aben Jaldun, Aben Humeya,
verdaderos nombres de familia, porque con ellos se decla-
ra, no que el padre, si^o que uno de los ilustres antepa-
sados del sujeto de que se trata se llamaba Jaldun ó Hu-
meya. Véase Dozy, Siippl. anx dict. ar., s. v. .
A.lmacén.
(, así los que son del rey como'de algunos particu-
lares, y los que llaman del Almacén, que es como decir
-cautivos del Concejo.» Cervantes, El ingenioso hidalgo
Don Quijote de la Mancha, primera parte, cap. X.
Aunque la voz arábiga j^^", niajzen, de donde viene
la española almacén, precedida del artículo arábigo Jl, al,
vale en general almacén, y especialmente almacén de ar-
mas, de aceite, de maderas, y también recámara y boti-
llería, como se lee en el Vocabulista del P. Alcalá (Gra-
nada, i5o5), tiene asimismo el signicado de Tesoro pi'Mi-
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO 127
co. Véase Quatieméie, Hist. des Sultans Mainl., I, i, lo,
y á Aben Batuta, Viajes, III, 262, y IV, 42, 97 y 120.
En tiempo de los Almohades los j_/^''' -^c:^ ó esclavos
del tesoro, parecen hal^er sido un cuerpo de negros paga-
dos por el Tesoro público, que formaba la guardia del Sul-
tán. Según Diego de Haedo, {Topografía de Argel, 42 c),
los llamados .1 j-^-^t ^iL^J eran los esclavos cristianos de
O'
i^-'i ^j
la propiedad de la ciudad, del Común ó sea del Concejo,
como dice Cervantes en el pasaje transcrito. Véase Dozy,
Suppl. anx dict. Avab., s. v.
Almalafa.
«Entró luego tras él encima de un jumento una mujer
á la morisca vestida, cubierto el rostro con una toca en la
cabeza; traía un bonetillo de brocado, y vestida una a/ma-
lafa, que desde los hombros á los pies la cubría.» Cervan-
tes, Don Quijote, primera parte, cap. XXXVII.
' La almalafa es el gran manto que cubre á las mujeres
cuando salen á la calle, cuya descripción nos hace Mármol
Carvajal en el pasaje siguiente de su Descripción general de
África (tomo II, lib. IV, cap. 22):
«Estas (las almalafas ó lizares) son tan largas como
sananas, mas no son tan anchas, y á las orillas tienen
vnas fajas de seda blanca 6 de otro color texidas en el pro-
pio lizar, y revueltas al cuerpo, las vienen á prender de-
jante de los pechos con gruessas sortijas de plata y de oro,
y es común trage de la gente noble de verano.»
Pero, según Cervantes, la almalafa la usaban también
los hombres, como se lee en el pasaje que sigue: «Dio vo-
ces Zoraida que lo sacasen (á su padre, que se había arro-
jado al mar), y así 'acudieron luego todos, y asiéndole de
la almalafa, le sacaron medio ahogado y sin sentido. » Don
Quijote, primera parte, cap. XLI.
128 LEOPOLDO EGUÍLAZ Y YANGUAS
Confirma el uso de la almalafa por los hombres la au-
toridad de Dozy, que traduce el vocablo arábigo isi-" mal-
hafa, por uiaiiieait dVionmie. Véase Dict. des noms de véteiii.
des Arabs, pág. 401.
En apoyo de su aserción, cita el ilustre orientalista ho-
landés varios pasajes de autores árabes, entre ellos uno
de Almaccarí; pero quiero recordar que la palabra alma-
lafa que en él se menciona ha de interpretarse por tela 6
lienzo, que es uno de sus significados. Si los moros de Añi-
ca hubieran usado la almalafa, de seguro que Mármol no
hubiera dejado de consignarlo al hablar de su indumen-
taria.
En cuanto á los moros granadinos, es de toda evidencia
que no la llevaron, pues no se hace mención de ella en
los Embargos de bienes de moriscos, que en varios legajos
se encuentran en el Archivo déla Alhainbra.
Almohade.
Esta palabra, de que se hace mención en el Quijote, vie-
ne de wV¿.»JI, almoguahhid, (lel que cree ó proclama la
unidad divina, el que profesa el culto de un solo Dios,» y
de aquí ., .j¿.«i!, al-iitogíiahhidúna, los Almohades, sec-
ta y dinastía que reinó en África y en España del siglo Xii
al XIII. Fué su fundador Abú Abdallah Mohammad ben
Tiumert, que murió en el año 624 de la Hégira (Agosto
de ii3o de J. C.) Sucedióle Abdelmumen. En el mes de
Dzulhichcha del año 639 (Junio de 1145), un ejército de
Almohades, mandado por Abú Imran Musa aben Said,
desembarcó en Chezira Tárif (Tarifa), de cuya plaza y de
la de Algeciras se apoderó, así como del país comarcano,
y en el año siguiente de Málaga y Sevilla. Tres años
después Yahya ben Gániya les entregó la ciudad de Cor-
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO 1 29
doba y á poco la de Jaén. Véase Gayanjíos, The Hist. of
the Mohani. dynast. in Spaiii, II, lib. VIII, cap. 2.^
Ámbar.
«Su trage era cual se ha pintado, solo que, llegando
cerca, vio D. Quijote que un coleto hecho pedazos que so-
bre sí traía era de ámbar, por donde acabó de entender que
persona que tales hábitos traía no debia ser de ínfima ca-
lidad.» CeT\aLntes, Don Quijote, púmera. parte, cap. XXIII.
Léese en Dozy (Gloss. al Baydii, pág. 33, s. v. ^r=, ani-
barí): «Entre los regalos que distribuyó Almanzor en una
de sus campañas, el autor del Bayán menciona (II, Sig,
i3) dos ,_C^."C 'L—^ (alquiceles de ámbar), y en mi Gloss,
añado que por esta voz hay que entender un manto he-
cho de la piel del gian pez de mar llamado ámbar, es de-
cir, del cachalote, de la cual se hacían escudos, sandalias
ó zapatos y cotas de armas.» Makrizi (II, io3), hablando
del ámbar gris, dice que se hacían de él almohadas, mos-
quiteros y cortinas. El propio nombre llevaba una especie
de estofa labrada en Alejandría y Damieta (Descrip. de
l'Eg., Xlí, 170), y cierta suerte de crespones de seda
(ibid., XVII, 390). Quatremere (Hist. des Sult. maml.. I,
2, i33) dice: «Según el testimonio de M. Estéve (Finances
de l'Egypte, pág. Sg), una estofa lleva en Egipto el nom-
bre de anbary, sin duda porque es de color negro.»
Entiendo que de la piel del cachalote pudieron hacerse
coletos, así como alquiceles de la tela de seda de que ha-
blan Makrizi y Quatremere.
De la propia y preciada piel del cachalote debió ser la
bolsa de que hace mención Cervantes en su novela Rni-
conete y Cortadillo: «¿Pues cómo — dijo Monipodio — no se
me ha manifestado una bolsilla de ámbar?.... Cortado
entró la suya (su mano) en el seno y sacó una bolsa que
mostraba haber sido de ámbar en los tiempos pasados.»
n 9
IjO LEOPOLDO EGUILAZ Y YANGUAS
Sobre la significación de la voz ambarí, véase Dozy,
en su Suppl. aiix. dict. av.
Babazón.
Esta puerta, que se menciona en el episodio del cauti •
vo, es transcripción de ^ Ji ^U, Baha-Azzón, «Puerta
de Azzón,» puerta oriental de la ciudad de Argel, de don-
de tomó su nombre el barrio adyacente. Véase Bresnier,
Chreü. arab. vulg. Argel, 1846, págs. 162 y i63. En
una carta que sale á la pág. 64 del texto arábigo se habla
del vasto edificio que contenía la Biblioteca, el Museo y
el Colegio cerca de la puerta de Baba-Azzón.
Sobre la vertiente septentrional de la cadena del peque-
ño Atlas, entre los distritos de los Beni Jalil y los Beni
Muza, hay una pequeña tribu, llamada los Beni Azzón.
Boda.
«Cárdenlo, de boda estoy vestida.» Cervantes, Don
Quijote, primera parte, cap. XXVII.)
Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (Ma-
drid, 1611, fol. 143, segunda col,), propone varias etimo-
logías de boda á cual más antojadizas.
Según D. León Galindo y de Vera (véase Progreso y
vicisitudes del idioma castellano en nuestros. Cuerpos legales.
Memoria premiada por la Real Academia Española, Ma-
drid, i865), la palabra boda es una de las reputadas por
ibéricas; cita el texto por ondra de las bodas, que se en-
cuentra en una ley del libro IV del Fuero Juzgo, y luego
añade: «Escolano afirma que boda es la palabra hebrea
boda.»
La Academia, que consideró inadmisibles las etimolo-
gías de Covarrubias, de Escolano, y seguramente las que
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO IJI
•dan Casiri y Marina á la palabra boda, y sin fundamento
•su origen ibérico, fué á buscar su raíz en la gótica vidan,
Kienlazar,» que se halla en la última edición de su Diccio-
nario.
Excusado nos parece impugnar esta peregrina alcurnia.
La palabra boda no es más que la latina vota, plural de
votuin, que, con la significación de votos pronunciados por
los esposos, de casamiento y boda, se encuentra en Apuleyo,
en Floro y en el Cqd. de j ustiniano. Yo creo que el error
de los citados etimologistas procede de escribirse con evi-
dente error boda con b; pero también se escribe con ella
basura, y, sin embargo, procede derechamente del latin
■versara, barredura, del verbo verro, barrer.
Caba.
« Y es tradición entre los moros, que en aquel lugar
está enterrada la Caba, por quien se perdió España, por-
que caba en su lengua quiere decir muger mala y rumia
cristiana.» Cervantes, Don Qjijote, primara parte, capí-
tulo XLI.
Cierto que cava y rumia valen, respectivamente, la sig-
nificación que les da Cervantes; pero también lo es que el
nombre del lugar á que se refiere era el de Kober-Ramia,
Caba rumia entre los naturales de la tierra, como se de-
clara en el pasaje siguiente: «Como á mitad del camino
de Argel á Xerchel, no lejos de la costa, hay un montícu-
lo en cuya cima se echan de ver unas ruinas que los ára-
bes llaman Kober-Rumia y los europeos El Sepulcro de la
Cristiana. Según Berbrugger y Mac-Carthy, que las reco-
nocieron en 1866, dichas ruinas son las del gran sepulcro
de los Reyes de la Mauritania, labrado por Juba II en el-
siglo de Augusto. Judas ha reconocido en las palabras Ko-
ber-Rumia el nombre antiguo, apenas desfigurado, que
sigmñca. Sepulcro Ri-il.\) Véase V Al^erie tralitionndle, por
-A. Certaux y E. Henry Carnoy, Alger, tomo I, pág. 58.
132 LEOPOLDO EGUÍLAZ Y YANGUAS
Cide Hamete Benengeli.
«Historia de D. Quijote de la Mancha, escrita por Cide
Hamete Benengeli.» Cervantes, Don Quijote, segunda par-
te, cap. IX.
El nombre dado por Cervantes al supuesto autor del
Quijote, se compone de ^s^, Sidí, mi señor, sinónimo
de ^í.^, Mvley, que se encuentra en el P. Alcalá con
la acepción de Don (contracción de Dominus), pronombre
castellano, del adjetivo verbal y nombre propio J^U,
Hámed, «el que alaba, el que glorifica,» y de la dicción
5UJwV;, bedencheli, «aberengenado.» Este nombre se
aplica también en Marruecos, según el P. Lerchundi, á
los caballos que no son muy negros.
Que la significación de aberengenado es la propia y le-
gítima de Benengeli, lo declara Cervantes en el pasaje si-
guiente: «¿Y cómo— dijo Sancho.— si era sabio y encan-
tador, pues, según dice el Bachiller Sansón Carrasco.....
el autor de la historia se llama Cide Hamete Berengena?»
Véase Don Quijote, segunda parte, cap. II.
La interpretación que da Clemencín á Benengeli no tie-
ne fundamento.
Ginete.
«Apenas hubo dicho esto el cristiano cautivo, cuando-
el ginete se arrojó del caballo.» Cervantes, Don Quijote,
primera parte, cap. XLI.)
La etimología dada á ginete por Diez y Donkin, que la
. traen del griego ru[AVTi-rri<;, soldado armado á la ligera,
como se lee en Alexander (Dict. grcc.-franc), es la ver-
dadera, y no la que dieron Engelmann y Dozy en sus.
respectivos glosarios de las palabras españolas y portu-
guesas derivadas del árabe, que reproduje en el mío. EL
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO 133
clarísimo Hübner, en su preciadísima obra Monvmcntci Un-
giice ihevkcB, opina que es ibérica.
Goleta.
Es alteración esta palabra, que se encuentra en el epi-
sodio del cautivo, de las arábigas ^il^l ^W, Halcalgm -
di, boca de puerto de río, versión que les da el P. Alcalá.
Tal es el parecer de Dozy. Véase Glos. al Idris'i, pág. 288,
s. ^la-, ed. de Dozy y de Goeje.
GroliaSé
fl contándonos la historia de aquel filisteazo de Go-
lías, que tenia siete codos y medio de altura, que era una
desmesurada grandeza. » Cervantes, Don Quijote, segunda
parte, cap. I.
Es la palabra hebrea Goliath, nombre del gigante filis-
teo, natural de Gath, muerto en combate singular por
David.
Me parece bien, por indicarse el origen de los berberis-
cos, poner en este lugar el siguiente curiosísimo pasaje
del Idrisí: «Este Goliath de la Biblia es el Rey de Pales-
tina, Chálut de los Árabes, hijo de Dharés, hijo de Chana
que es el padre de los Zenetes del Magreb, hijo él de Lo-
guay aben Ber aben Cais aben Elyás aben Modhar. Ha-
biendo muerto David (sobre él sea la paz) á Chálut, el
Berberisco, los berberiscos pasaron al Magreb, llegaron
hasta los confines más lejanos de este país y se esparcie-
ron por todas partes.» Véase Idrisí, págs. 57 del texto
árabe y 65 de la traducción de Dozy y de Goeje.
134- LEOPOLDO EGUÍLAZ Y YANGUAS
GuiUa.
«Y digo que con esto que decia se hicieron su padre y
sus amigos, que le daban crédito, muí ricos, porque ha-
cian lo que él les aconsejaba, diciéndoles: «sembrad este-
año cebada, no trigo; en este podréis sembrar garbanzos-
y no cebada; el que viene será de guilla de aceite; los tres,
siguientes no se cogerá gota.» Don Quijote, primera parte,
cap. XII.
Es transcripción la palabra giiilla de la arábiga Wc^
guilla, forma vulgar, por lU, galla, que da por etimología
la Academia, cuya dicción no vale, como quiere la ilustre
Corporación y repite Hartzenbusch en su correspondiente
rola al Quijote, cosecha copiosa y abuvdaiite, sino simple-
mente cviccha, con la acepción genérica y sentido lato que
la da el P. Alcalá de cosecha de pan, de legumbres, de
vino, de aceite, de higos, de miel, de oro, en el Idrisí.
Guilla se halla también en el Glos. arab.-lat. de R. Martín,
que la inltipreta lor fniges, y en la glosa pro blaclo, y e»
MvíUtrs (Lex. pers.-lat. ctjiii.) por provenius ierra, PEC,.
fruges, legwnina,
Pedro de Alcalá nos da, entre otros significados de gui-
lla, el de usufructo. Con el de cosecha y usufructo, la
trae también Francisco López Tamarid,
Suprímase, pues, \o de copiosa y abundante que agrega
la Academia á cosecha. Es de notar que, cuando la docta
Corporación da la definición de guillero, se limita á decir,
con muy buen acuerdo, que es el cosechero ó usufruc-
tuario.
Gurapa.
«¿Qué son gtirapas? preguntó D. Quijote. Gurapas son
galeras, respondió el galeote.» Cervantes, Don Quijote^
primera parte, cap. XXII.
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO 135
En la novela Rinconete y Cortadillo se lee: «Y condena-
dos á gurapas era echarlos á galeras.»
Trae esta voz Hidalgo en su Dic. de la Gemianía; pero
es genuinamente arábiga, al menos en cuanto á su for-
ma, significando w>^, guváb, en esta lengua, galea, en
R. Martín; galera, navio, en Fr. P. de Alcalá; bergantín,
pequeño navio de velas y remos, y barco de velas y remos
armado en corso. Véanse Bocthor y Dozy, el cual, en el
artículo v^tjc, gordb, de su Suppl., cita el pasaje siguiente
de Aben Batuta (Viajes, IV, pág. 59): «Y envió con nos-
otros á su hijo en un navio llamado alocayrí, que se pare-
cía á una gurapa (galera).»
Ir á gurapas, pues, equivalía á ir condenados al remo,
ó sea á bogar en galeras. La Academia, creyendo sin duda
invención de la gente de la hampa la voz gurapa, no le da
etimología. Dísela yo en las notas á El Hadits de la Prin-
cesa Zoraida, donde dije que el propio origen reconocía el
término gripo, que se halla en el pasaje siguiente de Rui
González de Clavijo (Vida del Gran Tamorlán, pág. 47 de
la edición Sancha): «El domingo" en la tarde llegó mu gri-
po al puerto de Tenia, que venía de Constantinopla.» Y
tengo que rectificar, porque el vocablo gripo no viene del
singular '~-j\f, guváb, sino del plural l>ji\, agríba, que con
la propia significación de navio de velas y remos se en-
cuentra en Las mil y una noches.
La Pata.
« jamás hubo quien nos dijese otra cosa sino que
allí vivia un moro principal y rico llamado Agí Morato,
alcaide que habia sido de La Pata, que es oficio entre ellos
de mucha calidad.» Cervantes, Don Quijote, primera parte,
cap. XL.
«¡arWl, Al-Batha, según el Kartás (pág. 1 3o del texto),
I¿6 LEOPOLDO EGUÍLAZ Y YANGÜAS
fué construida alrededor del sepulcro de cierto Xeque fa-
moso sobre la margen derecha del Mina, á cuatro ó cinco
leguas de Xélif. Véase al Barón de Slane, Hist. des Berb.,
I, pág. Lxxi. El nombre de esta localidad es frecuente
en esta obra, y se halla distante de Tlemecén de tres á
cuatro jornadas, según el Maracid (I, iSg). Ni el Idrisí ni
el Bekrí hablan de ella. La Baiha de los Howara está ci-
tada en el Manakib de Ahmed ben Yúsuf y en la casida
de Moghawfel sobre los santos de Xélif.» Véase Hist. des
Almoh., traducción de E. Fagnan, cuya nota á la pág. ig8
€s la copiada.
Aún se ven las ruinas de Al-Batha, según nota de Slane
á la pág. xxxiii de la Autobiografía de Aben Jaldun. Esta
ciudad debía de estar en el camino de Risquera á Tle-
mecén.
Quien desee más amplias noticias de la ciudad de La
Batlia, puede consultar á León el Africano (De totiiis A/vi-
cce Descrip., lib. IV, pág. 197 y v.o, Antuerpise, i556)
y á Mármol Carvajal, Descrip. gral. de África, II, lib. V,
cap. XVII,
Laúd.
« cesó la música de las chirimías y luego la de las
arpas y laúdes.» Cervantes, Doír Quijote, segunda parte,
cap. XXXV.
«El instrumento más estimado en tiempo de los califas
Abasidas, dice Fétis, era el laúd, que, importado en Eu-
ropa en la época de la dominación de los árabes en Espa-
ña, ha venido á ser el luth de la música europea. Los an-
tiguos tratadistas de la música árabe atribuyen su origen
á Pitágoras; pero los griegos jamás hicieron uso de instru-
mentos de mango, cuyas entonaciones se forman por la
presión de los dedos sobre las cuerdas. Ni conocieron este
instrumento antes de las conquistas de Alejandro en Orien-
te. Los escritores posteriores no hacen mención de él, ni
aun el mismo Atheneo (vivió 190-228 de J. C), que resé-
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO I37
ña los instrumentos conocidos en su tiempo. Alfarabí es
er primero que da noticia del laúd de cuatro y cinco cuer-
das. Los árabes recibieron este instrumento de los persas.
Sin embargo, el laúd de éstos no tenía exactamente el mis-
mo acorde que el de aquéllos.» Véase Alii Hispahanensis,
líber canti¡enaruin magnas, tomo I, págs. 77 y 89, edición
Rosegarte n.
Lela.
«Preguntó D. Fernando al cautivo cómo se llamaba la
mora, el cual respondió que Leía Zoiaida.» Cervantes, Do»
Quijote, primera parte, cap. XXXVII.
Da Cervantes en el XL la significación de Lela: «Lela
Mariem quiere decir Nuestra Señora la Virgen María.»
Con efecto: la voz arábiga, que Raimundo Martín trae bajo
las formas ^^, jJb) y J^> que se encuentran también
en Marcel (Dici. arab. franc.J, vale domina, doña, pro-
nombre castellano en el Vocabulista de Fr. P. de Alcalá;
dama, matrona, en Kazimirski; dama, señora, en Dom-
bay; título que dan á la Virgen María, en Hélot; á las prin-
cesas, según Diego de Torres, y á las mujeres de los Xe-
ques. Véase Lyon, Travels in Northen África, 62. La
principal de las cuatro mujeres del Sultán de Marruecos
se llama Lela Cabira (la gran señora), y las otras simple-
mente Lela, seguido del nombre, como Lela Fátima ó
Lela Aixa. Véase Hoest, ap. Dozy, Snppl. aux dict. arab.
Lo que no encuentro en los diccionarios árabes del ha-
bla vulgar es la voz lella aplicada á una doncella, como lo
era Zoraida, hija, no de un príncipe, sino del alcaide de
La Pata, Agí Morato.
Simonet, en su Glos. de las voces ibéricas y latinas usadas
por los mozárabes, opina que la palabra lella no es árabe.
Yo soy del mismo parecer.
IjS LEOPOLDO EGUÍLAZ Y YANGUAS
Mameluco.
t< éste es, dirán, el que venció en singular batalla al
gigantazo Brocabiuno de la gran fuerza, el que desencan-
tó al gran Mameluco de Persia.» Cervantes, Don Quijote,
primera parte, cap. XXI.
Los sultanes mamelucos no reinaron en Persia, sino en
Egipto, donde el turco Melik Moez Eddin A'íbek se hizo
independiente del Califa Abasida de Bagdad, Almostasen
Billah.
Dióse el nombre de ^jV' ""^"'^"'^ (poseído, esclavo,
siervo), á aquella dinastía por su procedencia de los escla-
vos circasianos y tártaros que usurparon el trono de Egip-
to, suceso que tuvo lugar en el año 1249. ^"^ dorrtinación
en aquel país duró hasta el de i5i6, en que fué conquis-
tado por Selim I, Emperador de los turcos.
Marfuz.
«Yo escribí esto: mira á quién lo das á leer; no te fíes
de ningún moro, porque son todos marfuces.» Cervantes,
Don Quijote, primera parte, cap. L.
No viene esta voz de j^jij'i marfudh, como quiere la
Academia, sino de ¡ys^jf', niarfuc, como siente Dozy.
Véase mi Glos. etim.^ s. v.
Pasamaque.
«..,.. y tenían á punto su ropa y pasamaques, que son
sus zapatos, para huirse luego por tierra sin esperar ser
combatidos.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, ca-
pítulo XXXIX.
Sobre la palabra pasamaque, que se encuentra en Vul-
e
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO I39
lers (Lex. pers.-lat. eiym. Jhajo la forma ^^, baxdmac^
con la significación de iegmen pedum y calcens, y en Re-
dhouse (Tur. Engl. Dyct.) bajo ^.^_i^, baxamac y
^_^iL>, báxamac, con la de sandalias, escribe Dozy en su
Suppl. el artículo siguiente: «Sólo usan las mujeres y los
alfaquíes de estas pantuflas. Rácense de toda suerte de
colores; pero los hombres no llevan más que las amarillas,
llamadas ^^^^, alcaiserí, según notas manuscritas del
imam de Constantina. En el harén las mujeres de Túnez
calzan pantuflas de marroquí rojo ó verde, que se dicen
bexmak. »
A pesar de lo expresivo y categórico de este texto, la
aserción de Cervantes de llevar los hombres los pasama-
ques en la fecha de su cautiverio en Argel y aun antes,
nos parece indudable. Esta suerte.de calzado lo usaban
hasta los Emperadores turcos, en cuya corte había dos
oficiales llamados j!jJ¡^A._j, baxmacaddr, cuyo era el oficio
de llevar las sandalias del Sultán. Véase Vullers, ap. Qua-
tremére, Hist. des Sult. matul., I, lOO, núm. i3i.
Rabel.
« Y al son de un rabel, que admirablemente toca.»
Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. LI.
Viene de ^^j, rabéh, mudada la b final en I, y es voca-
blo genuinamente arábigo. Léese en Fétis (Hisi. gen. de la
musiq., II, págs. 143 y 144): «Dos suertes de rabel se co-
nocen en la Arabia y en todo el Oriente: el uno de dos
cuerdas y el otro de una. El rabel existía en Arabia desde
los primeros siglos del islamismo. El Farabí, autor del
siglo X de J. C, describe este instrumento. Entre los ára-
bes actuales el rabel tiene dos cuerdas, y se llama rebab el
moganí ó rabel del cantor; el que no tiene más que una
se llama rebab ex-xaer, ó rabel del poeta, porque el músi-
1^0 LEOPOLDO EGUÍLAZ Y YANGUAS
co, que acompaña al narrador ó improvisador, sostiene
siempre el mismo sonido para impedir que la voz suba y
se salga de tono. La altura del rabel es de 92 centíme-
tros. »
Según Beaussier, el rabel, que es semejante á una viola
de tres cuerdas, se usa hoy en la Argelia. Del mismo nú-
mero de cuerdas constaba el descrito por Covarrubias en
su Tesoro. A lo que parece, Fétis no tenía noticias de la
existencia de esta suerte de rabel en África.
Tizona.
«No me dieron á mí lugar — respondió Sancho — á que
mirase en tanto, porque apenas puse mano á mi thona »
Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XV.
Es corrupción tizona de teutona, nombre que debió dar-
se á aquella suerte de espadas por su procedencia de Ale-
mania, y cuya introducción en España como la de otras
armas del propio origen, se remonta á fecha remotísima.
V. S. Isidoro, Or. lib. XVIII, 7. En el Voc. aráb.-lat. de
R. Martín se halla la palabra J^^J», Tauchol, con signifi-
cación de sagita. Yo creo que tiene el propio origen que
tizona, así como la voz tucán por teutón, que se encuentra
en el Libre de Alexandre, y nuestros chuzo y chuzón. Véase
Simonet, Glos. de las voces ibér. y lat. usadas por los mozá-
rabes, y á Cov., Tesoro de la lengua cast., s. chuzón, que da
á esta voz origen suizo.
üchali Partax.
<( De aquí á pocos meses murió mi amo el Uchali
Fartax, que quiere decir en lengua turquesca el renegado
tinoso.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, capítu-
lo XL.
Hállase escrito este nombre en las Memorias del cautivo
NOTAS AL INGENIOSO HIDALGO I4I
con las siguientes variedades: Uchalí, que es la empleada
por Cervantes; Ochalí, Aluch Alí, y, finalmente, Ulucha-
li, que es la verdadera, porque ésta denota ser un vocablo
compuesto de ^J^, uliichí, que vale renegado cristiano al
servicio de los Príncipes musulmanes, y del nombre pro-
pio ic, Alí. De suerte que el Uchali de Cervantes signi-
fica el renegado Alí.
En cuanto á la voz Fartax, ^.^llj, firtás, tampoco es
turca, sino berberisca, como lo hace notar Dozy en su
Siippl., donde se lee que un Príncipe berberisco era apo^
dado Firtás, ó sea el tinoso ó el calvo, por efecto de la
tina, ó el arrebatado y colérico, que todos estos significa-
dos tiene el vocablo firtás. Véase de Slane, Hist. des bevb.,
I, 202, citado por el ilustre orientalista holandés.
Zocodover.
De w^K -^•■'1 ¡< ^» Soco-ad-daweb, el zoco, plaza ó mer-
cado de las bestias, lugar citado por Cervantes en el Qui-
jote, con referencia á una plaza en Toledo que llevaba
aquel nombre.
Zoraida.
Es la voz árabe i; y, Zovayya, que vale lámpara, ara-
ña, Candelabrum pensile en R. Martín, y en plural las Plé-
yades. En Sevilla había un palacio ó sitio de recreo en
tiempo de los Abbaditas con el mismo nombre, que debía
de ocupar parte del Alcázar del Rey D. Pedro.
Zulema.
( y aun haré cuenta que voi caballero sobre el ca-
ballo Pegaso ó sobre la cebra ó alfana en que cabalgaba
1^.2 LEOPOLDO EGUÍLAZ Y YANGUAS
aquel famoso moro Muzaraque, que aun hasta ahora yace
encantado en la gran Cuesta Zitlema, que dista poco de la
gran Compluto.» Cervantes, Don Quijote, primera parte,
cap. XXIX.
Según Simonet, llámase así esta cuesta en memoria de
la famosa mesa de Salomón (probablemente un atril ó un
trono de imagen sagrada), cogida por los soldados de Ta-
ric ben Ziyad en la ciudad de Compluto, por lo cual la
dieron los conquistadores árabes el nombre de Medina AU
meida ó La ciudad de la Mesa, y al monte en que estaba
emplazada el de Chébel Suleiman ó Monte de Salomón, cuyo
nombre se corrompió en el de Zulema. La cuesta de este
nombre, llamada también San Juan del Viso, es el antiguo
asiento del Compluto de Ptolomeo, como opinó acertada-
mente Masdeu. Véanse Aben Hayyan, citado por Almac-
carí, Analectas, I, pág. 172; á Madoz, Dic. geogr., estad, é
hist. de Esp., I, pág. Sóg, y á Simonet, Los hijos de Witi-
za, cap. XII.
FEDERICO WULFF
«DE LAS RIMAS DE JUAN DE LA CUEVA
PRIMERA PARTE»
El infortunado poeta, cuando preparaba en i6o3 una
colección de sus Rimas sueltas (O, procedía en todo como
si fuera á presentar al público, no una reimpresión, sino
una obra desconocida. Aprovecho la oportunidad de los
homenajes ofrecidos á mi ilustre amigo Menéndez y Pela-
yo, para llamar en primer término su atención sobre este
hecho singular, que me choca cada vez que en él paro
mientes, y qué me ha llevado á creer que la edición de
l582, de la cual la Biblioteca Nacional de Madrid posee
dos ejemplares {2), no ha sido nunca puesta en circulación.
No sé que existan ejemplares en otra parte; y aunque no
me explico por qué causa pudo haberse prohibido la publi-
cación del volumen ya impreso, me parece también muy
difícil de admitir que Cueva, al preparar una segunda edi-
ción, se hubiera atrevido á aprovechar casi toda la dedi-
catoria, que en i582 iba dirigida á D. Juan Téllez Gi-
rón, para encabezarla ahora, en 1603, á nombre de Clau-
dio de la Cueva, su propio hermano menor, inquisidor
apostólico y visitador de la Santa Inquisición del reyno de Si-
cilia. La edición fué impresa «con privilegio, en Sevilla
(i) Véase Liinds Universitets Arsskrift (Lund, 1887), to-
mo XXIU, mi edición del Viaje de Sannio, págs. vi y sigoientes,
con la descripción del Ms. de la Biblioteca Colombina, Z-I33-49,
que lleva el mismo título que este artículo.
(2) Uno, <íEx libris D. A. Mosty;t otro, de la tlibrería del
Excmo. Sr. D. A. Duran, adquirida por el Gobierno en 1863.»
144 FEDERICO WULFF
por Andrea Pescioni año i582; a costa de Francisco Ro-
dríguez mercader de libros.» El Privilegio, por diez años,
está fecliado en Lisboa á i5 de Abril de i582; pero na
he visto que tenga Aprobación.
Si se llega á averiguar, lo que yo aún no he podido
conseguir, que, á pesar de la impresión, la edición de An-
drea Pescioni debe considerarse como no hecha, es fácil
comprender, no sólo las amargas quejas que Cueva dirige
siempre contra su dura suerte, por ejemplo, en Sannio (en
i585), estrofa 88, donde Momo le dice:
«La Invidia te persiga, i del qu'entiendes
qu'es mas tu amigo, seas murmurado;
siempre te offcnda aquel que mas defiendes,
i en tus obras te veas annotado,» etc.,
sino, sobre todo, el hecho de que dedique ahora á su her-
mano Claudio la colección entera, y particularmente las
seis octavas Con los despojos del Cyihcreo assalio, etc., que
antes había compuesto para D. Juan Téllez Girón. Tam-
bién se explicaría de este modo cómo pudo corregir, ó,,
mejor dicho, cambiar muchos pasajes en su antiguo texto.
He aquí, á modo de ejemplo, el soneto núm. 14, según la
edición de i582:
Ojos bellos, suaves, i piadosos,
que cuando en medio de mi mal os veo
adornays de esperanca mi desseo,
i reparays mis fuegos amorosos.
No me seays (mis ojos) desdeñosos.
Hazed pues que podéis de mi trofeo,
qu'en ser yo vuestro, cuanto mal posseo
son regalos (mis ojos) gloriosos.
Amor me esfuerca a esto, i justamente
deveis bolver a verme, luzes bellas,
que en veros viuc el alma, que padece.
1 siendo la ocasión del fuego ardiente
con mirarme se tiemplan las centellas,
y assi acaba el dolor, i el amor crece.
DE LAS RIMAS DE JUAN DE LA CUEVA I45
En el manuscrito colombino "(O, es decir, en la nueva
colección, seguramente autógrafa, le dio esta otra forma:
Ojos bellos, suiíves, piadosos,
que cuando en medio de mi mal os veo
adornáis d'esperanca mi desseo,
i reparis mis fuegos amorosos.
No seáis a mi llanto desdeñosos,
pues hecho aveis del alma mia trofeo,
i a mi, en los fieros males que posseo,
puesto en descanso, aunque son rabiosos.
De mi antigua passion no hago cuenta,
que con miraros quedo libre della,
i, mirándome vos, libre i seguro.
Solo me falta que estimeys (2) mi afrenta
i que de vos deshaga una centella
del bello pecho el írio esmalte duro.
Termino ofreciendo á mi querido colega una canción
entera del desgraciado vate. Es el núm. 4 de la Colección
de i6o3, Al libro, fols. 46 rt-48 a del manuscrito colom-
bino:
• Libro, pues no se escusa
salir de la tiniebla al claro Dia,
resuene ya tu Musa,
i esparsa su armonía
de Caliope inspirada, Clio, i Thalia.
^ Quisiera detenerte
viendo el riezgo a que vas ciego (3) arrojarte
la rigurosa suerte
qu'enpieca amenazarte,
i los daños qu'en torno veo cercarte (4).
(i) Signatura Z- i 33-49: soneto núm. 28 de la colección, fo-
lio 39.
(3) Había escrito antes sintáis.
(3) Se lee dssi corregido.
(4) Las cinco últimas palabras están sobre un pedazo de papel
pegado para tapar lo que antes había escrito. Hay muchas correc-
■ ciones de este genero hechas por el mismo Cueva en su Ms. autó-
grafo.
II 10
1^6 FEDERICO VVULFF
» I entendiendo cuan poco
a de servir mi persuacion, o ruego,
sigo tu intento loco,
i a la crueldad t'entrego
de la Invidia, qu'encienda en ti su fuego.
• Seras de su crueza
tratado con rigor áspero, i duro,
acusando a simpleza
el conecto mas puro
de que vas mas contento, i mas seguro.
' 1 aunque no pida enmienda,
mas que letras tendrás enmendadores,
i tu en esta contienda
entre libres Censores, ^
por terrero estarás de Espositores.
• Veras las variedades
en la declaración de tus Sonetos,
el dar de auturidadcs (!)
descubriendo secretos
que nunca imaginaron mis concetos.
' Irán te esagerando
pane por parte, tan estrechamente,
que te irán condenando.
Lo qu'estima el prudente,
i satisfaze al sabio que lo siente,
• I no siendo entendido (i)
lo que quieres dezir, los que leyeren
sin mirar el sentido,
dirán lo que entendieren,
i otros entenderán lo que quisieren.
' I yendo cual vas solo,
desterrado de mi, i del patrio nido,
aunque te ampare Apolo
as de ser perseguido,
i con rigor de muchos ofendido.
•o Mas ya qu'estas dispuesto
a presentarte al vulgo riguroso,
quiero avisarte en esto
lo que siendo Amoroso
a de seguir tu canto numeroso:
" El estilo Amatorio
(i) Esta estrofa la publicó Gallardo, Ensayo, col. 645, la'
mismo que la estrofa 21.
11
DE LAS RIMAS D3 JQAN DE LA CUEVA I47
celebra las querellas, i favores,
haze el amor notorio,
las ansias, los ardores,
i penas de los tristes amadores.
*' Proponese el tormento,
descubrense del alma los desseos.
el amoroso intento,
del Amoríos trofeos,
dichos sin artificio, ni rodeos.
*' En un estilo llano,
dulce, fácil, de todos entendido,
canta el mal inumano
del Amador rendido,
sin ser de alguna affectacion movido.
Que aqui no se concede
del verso Heroyco el termino, i alteza,
ni usarse en esto puede,
si no es una llaneza
que de Amor cante el premio, o la crueza.
Mas cuando se ofreciere
cantar las armas del sangriento Marte,
en esto se requiere
d'estilo levantarte,
i con torrente de erres demostrarte.
Aqui de las hazañas
heroycas, de los principes famosos
as de cantar las sañas,
los odios rigurosos,
i el poder de los Dioses poderosos.
" Esto a de ser tratado
en estilo i razones levantadas,
i as de Jener cuydado
que no vayan mescladas
burlas, con las prohesas señaladas.
"* I assi por este modo (i)
en el verso Elegiaco, o Satyrico,
guarda el decoro en todo,
que donde á de ser Lirico
Bucólico no sea. o Panegírico.
" No méseles lo gracioso
con lo grave, las burlas con las veras,
lo Heroyco, i lo Amoroso,
( t) Las tres últimas palabras sobre una tira de papel pegado.
16
^.g FODERICO WULFF
no me hagas Chimeras,
si quieres ser aceto cual esperas.
*» I trata los Amores
como amores, las armas con braveza,
los celos con temores,
las penas con tristeza,
las sañas con hocablos de aspereza.
*< Vsa de lengua pura,
d'estilo fácil, suelto, i elegante,
huye la ligadura
del raro consonante
si el (i) verso haze escabroso, u arrogante^
«» Di lisa y sueltamente
lo que quieres dezir, qu'este no es vicio,
que bien verá el prudente
que usa este exercicio,
qu'es cuydado, i no falta dj artificio.
" Con todo esto, yo entiendo
que comigo estuvieras mas seguro,
que no irte ofreciendo
assi al peligro duro,
pues conoces el bien que te procuro.
2» Que si hay odio enemigo
contra mi, por qu'el Nombre mió concluya,
no podiendo comigo,
bolvcrá la ira suya
a ti, que vas sin mi, a que te destruya.
2S 1 aunque muestre su ira
en ti, i no por ti. mas por ser mió,
resonará tu Lira
de nuestro Hesperio rio
al Hydaspcs, i del al Istro frió. .
Lund, Suecia, 29 de Septiembre de 1898.
(,) Antes había escrito sel, y luego sobrepuso una ...
F. DE HAAN
FÍGAROS Y GANAPANES
Humilde es el sujeto, humilde el modo.
(La vida del picaro.)
Una de las mayores glorias literarias de España, y aca-
«o, ó sin acaso, la más duradera, es la de haber hallado
con la novela la verdadera forma de la epopeya de la vida
humana. Si es lícito juzgar del valor de las obras por la
influencia que hayan ejercido sobre la literatura del mun-
do, ya que de las españolas sólo la novela ha dejado una
huella imborrable, á ella corresponde el puesto preferente
en la historia de la literatura española.
. Y en diciendo novela, no se debe pensar, en primer lugar,
en la inimilada é inimitable obra de Cervantes, sino en la
novela picuresca, que también «se engendró en una cárcel,
donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo
triste ruido hace su habitación,» como que se inspiró en
la miseria y el desengaño de la realidad de la vida.
Dejando para otra ocasión el estudio detenido de los
múltiples problemas históricos y literarios que se relacio-
nan con la novela picaresca, voy á exponer los datos que
he podido reunir acerca del picaro que le dio nombre, y
tengo la convicción de que, una vez llamada la atención
de los impertérritos rebuscadores de papeles viejos sobre
las dificultades con que he tropezado, ellos se animarán á
dar cumplida solución á cuanto todavía queda por dilu-
cidar.
Porque si bien cuantos han escrito sobre la novela en
general, ó más particularmente sobre la española ó la pi-
caresca, con unanimidad reconocen el mérito de esta cías?
4e novela y su influencia sobie las demás, no sólo falta
150 F. DE HAAN
■un estudio sobre el picaro (O, sino que tampoco los dic-
cionarios dan la definición exacta de esta palabra, ni mu-
cho menos se sabe su etimología. Y como quiera que eí
único método que tal \tz daría á conocer el origen del
nombre tiene que basarse sobre datos históricos, habrá
que aducir citas escalonadas por sus fechas para no errar
el camino. Mis observaciones, pues, no tendrán nada de
ameno ni de festivo, á lo cual el asunto tanto se prestaría;
con ingénita seriedad bátava iré ensartando mis apuntes,,
y de éstos, para no apurar la paciencia de quienes me le-
yeren, sólo los que más directamente hacen al caso, ad-
virtiendo que por despojar quedan no pocos libros de los
siglos XVI y XVII, que sin duda hubieran arrojado luz sobr&
más de un punto obscuro.
No sin razón se ha querido considerar (2) á la «obra
realmente innominada» del Arcipreste de Hita como pre-
cursora de la novela picaresca española. Conocido es el
retrato que hace de un picaro, que diríamos ahora, de sus
tiempos:
«Tomé por mandadero un rapas trainél,
Hurón habia por nombre, apostado doncel.
Si non por quatorce cosas nunca vi mejor que él.
Era mintroso, bebdo, ladrón e mesturero.
(1) En 1896 se publicó en Bruselas, con ei apetitoso título Le
cerveau picaresque, un libro del P. Delattre; pero esta obra no es
sino una crítica de los escritos de un tal Picard, antisemita. Iguat
desengaño sufrimos con el libro, digámoslo así, L'Espagne pica-
resque (París, Charles, 1897), su autor Edouard Díaz, nombre que,,
á juzgar por los dislates que cuenta, bien podría ser seudónimo deí
afamado «Profesor Fornax,»
(2) José Giles y Rubio, El origen y desarrollo de la novela
picaresca (Discurso leído en la solemne apertura del curso aca-
démico de 1890 á 189 i): Oviedo, 1890.
PICAROS Y GANAPANES I5I
Tafur, peleador, goloso, refertero,
Rennidor, et adevino, susio, et agorero,
Nescio, perezoso, tal es mi escudero.»
Pero en sus regocijados versos no suena el nombre pi-
caro, como tampoco en el Corbacho de su digno sucesor el
Arcipreste de Talavera. En vano escucharemos á los la-
cayos, rufianes, bravucones, rameras, padres de mance-
bía, alcahuetas, á toda la cáfila de gente «baja, ruin, do-
losa, falta de honra y vergüenza» (3) que bulle en La
Celestina y sus continuaciones é imitaciones: ni una vez,
entre tantos votos y palabras soeces como de continuo
caen de sus vinosos labios, se oirá la que acechamos. Del
Asno de oro, que tradujo al castellano Diego López de
Cortegana (4), es la escena de la cueva de los ladrones, de
cuyas manos Gil Blas de Santillana logró libertar á la se-
ñara secuestrada, y no anda desviado quien encuentra
puntos de semejanza entre la obra de Apuleyoy la novela
picaresca; pero el traductor no escribe nunca nuestra pa-
labra. Leyendo la Propaladla, de Torres Naharro, y la
Recopilación, de Diego Sánchez de Badajoz, trabamos re-
laciones con muchos á quienes ahora llamaríamos pica-
ros; sin embargo, en las dos obras nunca se les da este
nombre. Y lo que más extraña: en el Lazarillo de Ter-
mes (5), «príncipe y cabeza de la novela picaresca entre
nosotros (6),» no se lee la palabra picaro, ni consta en el
Diccionario de Antonio de Nebrija.
¿Será que hasta mediado el siglo xvi no era conocida?
Todo induce á creerlo. El libro impreso más antiguo
donde la he encontrado es el Vocabidario de Jaques de
(3) Diccionario «de Autoridades,» primera edición del de la
Academia, lomo V {1737), voce picaro. La misma definición se re-
pite en primer lugar en las ediciones posteriores.
(4) Primera edición, sin fecha ni lugar, 151 3, en folio; las pos-
teriores todas han suprimido algunas expresiones demasiado libres.
(5) Primera edición conocida ahora: 1554.
(6) Menéndez y Pelayo, Heterodoxos, II, 518.
It2 F- DE HAAN
Liaño (i565), quien traduce la palabra francesa belitre por
picaro. Sin embargo, algunos años antes ya se había usa-
do. Se lee en el Paso quinto, de Lope de Rueda, que se
imprimió en el Registro de Representantes después de la
muerte del autor, acaecida en i566. En dicho Paso (7), el
lacayo Sigüenza, hablando de una mujer, la llama «pil-
traca disoluta, picara, putañona, kndrosilla, putilla, an-
drajosa.» No parece posible determinar cuándo esto escri-
bió el célebre batihoja; además, hay otro dato que nos
ayuda á fijar una fecha algo anterior. En la Carta del
Bachiller de Arcadia al Capitán Salazar, escrita en 1548
ó poco después, y atribuida, como otras varias obras fes-
tivas de su tiempo, á D. Diego Hurtado de Mendoza,
leemos: «Cuando el sol muestra su cara de oro, igual-
mente la muestra á los picaros de la Curte como á los
cortesanos della (S).»
Conviene observar que en i520 «levantóse Cuenca, y
siendo en esta ciudad, y en el reino, persona principal y
gran parte Luis Carrillo de Albornoz, señor de Torralba
y Beteta, le perdieron el respeto y llegó el atrevimien-
to á tanto, que, yendo por la calle en su muía, un picaro
de la Comunidad se le puso á las ancas, diciéndole: Anda,
Luis Carrillo, burlando del, y hubo de pasar por ello, por-
que el tiempo no daba lugar á otra cosa.» Escribiendo
ochenta años después del suceso, lo refiere Fr. Pruden-
cio de Sandoval (9), y en tanto que no sabemos si repi-
te textualmente lo que dijeron los informes dados á raíz
del hecho, que no he logrado ver (lo), sería aventurado
(7) Obras de Lope de Rueda, tomo I, piíg. 135 (Libros raros ó
curiosos, tomo XXIII).
(8) Libros de antaño, tomo XII, pág. 309. En cuanto a la fe-
cha, véase el tomo 1 de los Bibliófilos españoles (Carias de Euge-
nio de Saladar), pág. rx y not<i 2.
(9) Primera parte de ¡a vida y hechos del Emperador Car-
los V: ValLidolid, Sebastián de Canas. 1604, fol. 157.
(10) La Historia crítica y documentada de ¡as Comunidades
de Castilla, lomo I, pág. 370 (Memorial histórico español, to-
PICAROS Y GANAPANES 153
negar que en castellano existiese entoaces la palabra.
Sólo puedo afirmar que no la encuentro con anteriori-
dad á la Caria del Bachillev de Arcadia, ó sea antes del
año 1548.
Hasta aquí sabemos, en substancia, que por aquellos
años con el nombre picaro se designaba á los que en la
escala social ocupaban un puesto muy distante del de los
cortesanos, y que este nombre no tenía nada de honorí-
fico. Algo más explícito es Eugenio de Salazar, en una
carta que pudo escribir en i56o (n), colocando á los pica-
ros entre la gente perdida de la Corte, al lado de los ru-
fianes y los vagabundos, diciendo: «El henchimiento y
autoridad de la Corte es cosa muy de ver y como no
todo el edificio puede ser de buena cantería de piedras cre-
cidas, fuertes y bien labradas, sino que con ellas se ha de
mezclar mucho cascajo, guijo y callao, así en esta maqui-
na, entre las buenas piezas del ángulo, hay mucha froga
y turronada de bellacos, perdidos, facinerosos, homicidas,
ladrones, capeadores, tahúres, fulleros, engañadores, em-
baucadores, aduladores, regatones, falsarios, rufianes, pi-
caros, vagamundos y otros malhechores tan amigos de
hacer mal como lo era Cimon ateniense y es nuestro co-
nocido el beneficiado de no hacer bien.»
Del mismo autor son los siguientes versos, tomados de
una Sátira por síiiüles y comparaciones contra los abusos de
la Corte {12):
mo XXXV: Madrid, 1S97), no dice más que « Carrillo fué
desobedecido é insultado, con gran risa y algazara del pueblo.»
(i i) Carlas de Eugenio de Saladar (Soc. Biblióf.esp., tomo I),
carta I.^ pág. 2. El editor, D. Pjscual de Gayangos, dice (pági-
na I.;): «No tiene.fecha la carta, pero de pi-esumir es la escribiese
antes del año i'iiiy.i. La lamosa cana cu.iria, Délos catarriberas,
tiene fecha de Toledo 15 de Abril de 1560, y revela un conoci-
miento íntimo de lo que sucedía en la Corte y en Palacio, mientras
la cana primera da las impresiones de un recién llegado, por lo
cual me atrevo á sospechar que ésta sea anterior á aquélla.
(12) Gallardo, Ensayo, tomo IV, col. 382.
154 F- DE HAAN
«Descubra el otro médico su vena
Que autoridad de Hipócrates mantenga
Y gravedad del Príncipe Avicena.
Y para que este tono se sostenga,
De un picaro de Corte se acompaña,
Que no excusa la muía quien la tenga.»
Esta vez el picaro presta servicios, bien que humildes y
poco remunerados. También los presta, y de muy distin-
ta índole, el picaro de quien habla D, Diego Hurtado de
Mendoza en su Sátira contra las damas (>3):
«Lenguaje es dellas, que ventaja lleva
Un cocinero, un picaro, un lacayo
En darles gusto, y que mejor aprueba.»
Ya le vemos en casas de cocinero y lacayo; pronto le
encontramos en la misma cocina del Rey. En el proceso
que por la muerte de Escobedo se siguió en 1678 contra
Antonio Pérez, su paje el alférez Antonio Enríquez decla-
ró: «en esta ocasión que estaba malo [Escobedo], este de-
clarante buscó modo con un amigo suyo, picaro de la co-
cina del Rey, que tomase amistad con el cocinero del se-
cretario Escobedo, á quien veia cada mañana, y como es-
taba malo, le hacia olla aparte. Y hallando el dicho pica-
ro ocasión en que no le vieron, echó en ella un dedal de
ciertos polvos (14).»
Era este picaro un tal Juan Rubio, hijo del Gobernador
del estado de Melito, en Ñapóles, que por la muerte dada
á un clérigo de Cuenca se había hecho picaro en la cocina
del Rey para no ser conocido (i5). Asombra saber que el
severo Felipe II, enterado de que en su cocina se alberga-
(13) Obras poéticas de D. Diego Hurtado de Mendoi^a: Ma-
drid, 1877 (Libros raros ó curiosos, tomo XI), pág. 309.
(14) Pidal, Historia de ¡as alteraciones de Aragón en el rei-
nado de Felipe II: Madrid, 1862, tomo I, pág. 320 (copiado del
proceso de Antonio Pérez, impreso en Madrid en 1788).
(15) Pidal, loe. cit., pág. 323.
PICAROS y GANAPANES 155
ba gente de tal estofa, no encontrara medio de echarles á la
calle ó á galeras; consta, sin embargo, con la autoridad
irrecusable de Francisco Martínez Motiño, «el que asó la
manteca,!) cocinero mayor de Felipe III. Dice este au-
tor (16): «Si fuere posible, no tengas picaros sin partido, y
si los tuvieres, procura con el señor que les de algo, ó con
el limosnero, porque puedan tener camisas limpias que se
mudar; porque no hay cosa más asquerosa que picaros rotos
y sucios. Mas como es una simiente que el Rey don Feli-
pe II, que Dios tiene, con todo su poder no pudo echar
esta gente de sus cocinas, aunque mandó añadir mozos de
cocina, y otra suerte de mozos de cocina que se llaman
galopines, todo porque no hubiese picaros, y nunca se pudo
remediar Con todo, me crié yo en una cocina que no
tuvo picaros, como tengo testigos vivos que la conocie-
ron Solo esta cocina entiendo que se ha librado desta
gente, que fué la cocina de la Serenísima Princesa de Por-
tugal doña Juana. Si ellos dan en ser virtuosos y se aficio-
nan á deprender, en muy poco tiempo toman principio, y
estos se hacen oficiales, mas los que son picaros bellacos
nunca son cocineros, antes dan en otras cosas muy malas-
Estü se entiende en las cocinas de los grandes señores,
que en las cocinas chicas más fáciles son de gobernar y
tener limpias.»
Mientras el picaro se refocila en casa de los pudientes,
y el Pelegrino Curioso le encuentra en Lisboa (¡y), el Dic-
(\b) Arte de cocina, pastelería, vi^cocheria y coiiserueria.
Compuesta por Francisco Martines Alotiúo, cocinero mayor del
Rey nuestro señor: Madrid, Luis Sánchez, i6i i, fol. 4. Al fol. 263
principia un capítulo: «Cómo se puede asar una pella de manteca
de vacas en el asador.»
(17) El pelegrino curioso y grandevas de España, por Bar-
iholomé de Villalbay Estaña, Doncel vecino de Xérica, tomo U
\Soc. Biblióf. esp., tomo XXUI), pág. ?8: » Dábale mucho gusto
el ver á la orilla del rio tanta chusma de gente, tanto concui'so de
picaros, bribones, negros, negras desnudas, con unas faldetillas y
mil andrajos, ir cargadas con unos tinajones de agua en que ca-
brán como unos cuatro cántaros, la cual se toma de unas fuentes
j,5 F- '^E HAAN
cionario de Nebrija sigue negando la entrada al nombre.
En cambio, Cristóbal de las Casas, con mucbas palabras
más ó menos fisiológicas que la mayoría de los dicciona-
rios suele omitir, la acoge en su Vocabulario (18), equipa-
rándole á bergante y traduciendo por «mascalzone, pata-
rino.» Falta la palabra en el Diccionario de Percivale (iSgi);
en la segunda edición (1599) va señalada como añadida,
y se la traduce pero esto es cuenta aparte.
Porque en este mismo año salió la primera parte del
Guzmdn de Alfayache, libro que la hizo para siempre fa-
mosa, y desde entonces hay que buscar su definición en
■esta obra, mientras no parece otra más antigua que dé la
descripción cumplida del picaro.
Pues bien: el cap. II del libro segundo tiene por so-
brescrito: (^Cómo Guzmdn de Alfarache, dejando al ventero,
se fué d Madrid y llegó hecho picaro. ^^ Allí leemos: «Como
el pedir me valía tan poco y lo compraba tan caro, tanto
me acobardé, que propuse no pedirlo, por extremo en que
me viese: fuíme valiendo del vestidiUo que llevaba puesto,
comencélo á desencuadernar, malogrando de una en otra
prenda, unas vendidas, otras enajenadas y otras por em-
peño hasta la vuelta; de manera que cuando llegué á
Madrid entré hecho un gentil galeote, bien á la ligera, en
calzas y en camisa; eso muy sucio, roto y viejo, porque
para el gasto todo fué menester. Viéndome tan despeda-
zado, aunque procuré buscar á quien servir, acreditándome
con buenas palabras, ninguno se aseguraba de mis obras
malas, ni quería meterme dentro de casa en su servicio,
porque estaba muy asqueroso y desmantelado (19).»
que olí; hay con gran regla y concierto.» El libro se concluyó
■en 157/.
(18) Vocabulario de las dos lenguas loscana y castellana de
Chnstoval de las Casas: Sevilla, 1570.
Todos los diccionarios que cito están prolijamente descritos por
Vinaza. Me he valido siempre de las ediciones originales, excepto
■cijando apunto lo contrario.
(10) Guarnan de Alfarache (tomo III de la Bibl. Aul. esp.), pá-
PICAROS Y GANAPANES 157
Con esta cita queda establecido lo que importaba. Guz-
mán llegó hecho picaro, y la descripción de cómo llegó se re-
sume en las palabras despedazado, asqueroso y desmantelado.
De idéntico modo Cristóbal de Fonseca habla del «picaro de-
las bodas, que se había entrado roto y desarrapado adonde
nadie podía entrar sin vestidura de boda,» y del hijo pró-
digo, que «cuando volvió á la casa de su padre, venía
hecho un picarón negro, cubierto de andrajos, flaco, ma-
ganto, asq.ueroso (í^o).„ Por igual estilo se expresa otro
autor, voto indiscutible en este asunto, puesto que por
confesión suya sabemos que, si no paró en galeras como
Guzmán, le sobraban méritos para ir á escribir en el mar
con la pluma de seis varas, en vez de retirarse á Zamora
y manejar la de escribano. Dice Agustín de Rojas Villan-
drando: «Llegamos al fin de nuestra jornada. Solano en
cuerpo y sin ropilla, que la había dejado empeñada en una
venta, y yo en piernas y sin camisa, con un sombrero
grande de paja, con mucha ventanería y vuelta la copa á
la falda, unos calzones sucios de lienzo y un coletillo muy
roto y acuchillado. Viéndome tan picaro, determiné servir
á un pastelero (21).» Alonso de Villegas reprende á los
ricos «que ayunan toda la vida y andan hechos picaron
por no gastar l^^).» La picara Justina da la siguiente des-
cripción de un individuo á quien después llama picaro:
«Encontróme un soldadillo leonés, donosa figura, traía un
alpargate y calza de lienzo, un gregüesco de sarga, ó por
gina 219, col. b. Siento tener que valerme, por estar más á mano,
de una edición tan mala. ¿Cuándo tendremos ediciones críticas y
definitivas de la admirable serie de novelas picarescas? Hasta atie-
ra no existe tal edición de ninguna obra más ó menos remotamente
picaresca, entre ellas las Novelas ejemplares de Cervantes.
(20) Segunda parte de la vida de Cristo: Lisboa, 1602; fo-
lio 123; 203. , .
(21) Viaje entretenido: Madrid, Juan Flamenco, 160^, pagi-
nas 06-97.
(22) Vida y triunfo de Cristo (sexta parte del Flos Sancto-
rum): Madrid," Luis Sánchez, 1603, fol. 336, col. 4.
158 F. DE HAAN
mejor decir arjado de puro roto y descosido, una ropilla
fraileña, que de puro manida parecía de papel de estraza,
un sombrero tan alicaído como pollo mojado, una capa es-
pañola, aunque según era vieja y mala, más parecía de la
provincia de la Picardía, un cuello más lacio que hoja de
rábano trasnochado, y más sucio que paño de colar tinta,
una espada del cornadillo en una vaina de orillos (23).» Ya
entonces había escrito Cervantes «qui nil molitur inepte.»
de dos picaros cuya buena crianza dejó admirada á la ven-
tera que les había estado oyendo, «ambos de buena gracia,
pero muy descosidos, rotos y maltratados. Capa no la
tenían, los calzones eran de lienzo y las medias de carne;
bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los
del uno eran alpargates tan traídos como llevados, y los
del otro picados y sin suelas, de manera que más le servían
de cormas que de zapatos. Traía el uno montera verde, el
otro un sombrero sin toquilla, bajo de copa y ancho de
falda; á la espalda, y ceñida por los pechos, traía uno una
camisa de color de gamuza, encerrada y recogida toda en
una manga; el otro venía escueto y sin alforjas, puesto que
en el seno se le parecía un gran bulto, que, á lo que des-
pués pareció, era un cuello de los que llaman valonas, al-
midonado con grasa, y tan deshilado de roto, que todo
parecía hilachas {-4).» Acertado, pues, anduvo Covarru-
■bias al definir en su Tesoro de la lengua castellana (161 1):
«picaro, vide supra picaño > «picaño, el andrajoso y des-
pedazado.»
Ocioso parece acumular mayor número de citas en com-
probación de lo dicho. Más valdría reproducir aquí unas
láminas donde se retrata al picaro. En el curiosísimo gra-
bado que llevan al frente contados ejemplares de La picara
Justina (2 5), se ve á Lazarillo de Tormes y á Guzmán de
(23) LajJÍcara Justina: Medina del Campo, 1605, parte segun-
da, pág. 131.
(24) Obras completas: Madrid, 1863-64, tomo VII, pág. 145
\Rinconete y Cortadillo],
(25) Medina del Campo, 1605 (primera edición).
PÍCAROS Y GANAPANES 159
Alfarache, los dos rotulados con su nombre, y los dos cu-
biertos, digamos así, con andrajoso sayo por única vesti-
dura. Bien es verdad que el grabador pudo inspirarse en la
lectura de! Giiznián, cosa que no se puede sospechar del
alemán Jorge Hufnagel, quien repetidas veces delineó las
almadrabas de Zahara, ■■donde es el finibusterre de la pica-
resca (26).» Allí vemos á muchos «despedazados, asquero-
sos y desmantelados» tirando de la jábega, «que es oficio
de picaros (27),» oficio que, «finalmente,» después de haber
pedido limosna, quitado capas, destruido las viñas, asola-
do las huertas, por más de dos meses ejerció Agustín
de Rojas (28). Andrajos visten también los desdichados de
quienes se trata en la curiosa descripción que transcribo:
«Cuando triremibus, quae quotannis in Indiam vel ad
qualescunque Regis usus adornantur, remiges desunt, arte
et eleganti dexteritate hoc hominum genus conquiritur,
abiectae, sordis, vilisque conditionis, vagabundi ac validi,
qui ultroniae, sed tamen annuae servituti seipsos manci-
pant. Prodit in publicum deputatus ad hoc, quem vocant
Alquasil de Corte, in erecto tentorio, ad mensam tapeto
decenter stratam residet, in qua tria quibus inescatur et
facile capitur hoc hominum genus, adornata sunt fercula,
áurea et argéntea pecunia, aleae et lusoriae chartae. For-
tunae et libertatispraemium proponitur, quatuorducati, vel
eorum valor Julii, sive reales quadraginta quatuor. Acce-
dunt bini et bini, chartas vel aleas, prout placuerit et
iuter eos conventum fuerit, eligunt adsidente supradicto
Alquasillo ludunt, victor praesenti pecunia et libértate
donatur, victus statim ad triremes et annuam servitu-
(26) Cervantes, Ilustre fregona, [Obras, VIII, 2).
(27) Rosal, Origen y etimología de todos los vocablos origi-
nales de la lengua castellana (Ms. Bibl. Nac, T-i2-j), pág. 585.
La picara Justina llámase á sí misma «moza de la jábega, (parte
segunda, pág. 67). Ya en 1543 habló Florián do Campo de «gente de
la jábegai [Los cuatro libros primeros de la Crónica, general de
España: Zamora, 1543, fol. 11).
(28) Viaje entretenido, pág. 149.
j5o ^- '^^ HAAN
tem abducitur. Ita remiges cum lusu acquiruntur et .
gaudio(2Q).»
La necesidad tiene cara de hereje, y antes de venir
á tales extremos el picaro se valia de su ingenio para
vivir. «Pobreza y picardia salieron de una |misma cantera^
sino que la picardía tuvo dicha de caer en algunas buenas
manos que la han pulido y puesto en más ñontispicios que
rótulos de comedias (w)». «El menos diestro sacara tres
pelotas de una alcuza (30,» y bien pronto la palabra jícaro
(29) Son las láminas núms. i. 5 y 7 que, al finalde la íf/j/ona
del saqueo de Cádi^ por l'os ingleses en iSgb, escrita por Fr. Pe-
dro de Abren (Cádiz, 1866, con prólogo de D. Alfonso de Castro),
se reproducen lomadas de Georgius Braun, CivUales orbis térra-
rum lomo V. Llevan fecha de i5G4 y van firmadas: .Depingebat
Geor- Houfnaglius.» La reproducción núm. 7 tiene tamaño
cual.^o veces mayor que el original y omite el rótulo cqui si
juega, fu la galera »
(30) Justina, pág. 10.
(31) La vida del picaro, poema curiosísimo, del cual Salva
(Catálogo, núm. 1.861) vio la siguiente edición: «La vida del pi-
caro compuesta por gallardo estilo en tercia rima, por el dicho-
sísimo y biena/ortunado Capitá Longares de Ángulo, Regidor
perpriuo de la hermandad picaril en la ciudad de Mira, de la
Frouincia del Ocio: sacada á la lu^ por el mismo Autor, á peti-
ción de los cortesanos de dicha ciudad. Van al fn las Ordenan-
Tas picariles por el mesmo Autor. (Siguen tres figuritas.) Valencia,
junto al molino de la Rouella, 1601: 8.°, ocho hojas.» Esta edición
es de extremada rareza, puesto que nadie da más noticias de ella.
Tiene sumo interés por las «infinitas é importantes variaciones,»
y sobre todo, por las Ordenan:¡as picariles, «que son en prosa,»
probablemente por el estilo de las Ordenan:;as mendicativas del
Guzmán y que acaso darían al traste con mucho de lo que voy ex-
poniendo. El Ensayo de Gallardo (tomo I, col. 886, núm. 800)
coloca entre los libros anónimos un opúsculo del «dicliosísimo y
bienaventurado Capitán llamado Longares de Sentlom y de Cor-
eas,» impreso en 1616.
Tres veces, que yo sepa, se ha vuelto á imprimir La vida del
picaro: al final de la edición del Lazarillo (París, 1827), hecha por
Ferrer del Río, quien atribuye el poema á Mendoza; al final del
La'.ariUo (Madrid, Abril de 1831), sin tal atribución, perocalcada
la Vida á la letra sobre la versión de Ferrer; y en las Riynas de
PICAROS Y GANAPANES l6t
^ino á equivaler á «astuto, taimado, y que con arte y
disimulación logra lo que desea (3^),» confundiéndose con
el significado original, según ya se nota en el Guzínin.
Así se acogía á la cocina del hospital y de los con-
ventos (33), donde tenía al mediodía la comida segura, sin
pagar cocinero ni despensero, ni enviar por carbón mo-
jado á la tienda (34); pero había de andar muy concertado
relojero, que faltando á la hora prescribía (35). Y como
nunca pudieron ser amigos el hambre y la vergüenza, la sa-
cudía del dedo cual si fuera víbora que le hubiera picado.
Juntándose con otros torzuelos de su tamaño, diestros en
la presa, aprendía á jugar á la taba, al palmo y al hoyue-
lo; de allí subía á medianos, sabiendo el quince y la treinta
y una, quínolas y primera, y brevemente salía con sus es-
tudios y pasaba á mayores, volviéndolos boca arriba con
topa y hago (36). De uno en otro escalón salía muy gentil
oficial de la carda, y haciéndose camarada con los maes-
tros, se daba tal maña en los estudios, que salía sacre.
Ninguno entendía como él la cicatería; llegaba á ser muy
Pedro Liñán de Rinja (Zaragoza, 1876), sin constar las razones
que le indujeron al editor á suponer fuese de Liñán (quien, ha-
biendo muerto antes de i6og, es más que dudoso sea <rel capitán
Longares),» y con centenares de variantes que unas veces aclaran
y otras hacen más obscuro el sentido del poema, de suyo harto
difícil de entender, hasta tal grado, que para hacer un comentario
crítico se necesitaría el conocimiento íntimo y poco común del
lenguaje popular y de las costumbres en 1600. Aguardemos que
parezca un ejemplar de la edición de Valencia, 1601, y que se haga
un estudio detenido de este opúsculo, que, por pequeño que sea,
vale más que muchas obras que se han reimpreso en lujosas edi-
ciones. Entre tanto, cuo por la edición de Zaragoza, por estar más
á mano.
(32) Dic. >de Autoridades," Y posteriores.
(33) Mateo Lujan, segunda parte del Gupnáii, pág. 407 ¿. —
Navarrete, Conservación de monarquías: Madrid, Imprenta
• Real, 1626, pág. 68 a.
(34) Guarnan, pág. 223 a.
(35) Gupnán, pág. 220 a.
(36) Gupn.in, pá§s. -¿ig b, 220 a.
II II
l62 F. DE HAAN
gentil caleta, buzo, cuatrero, maleador y mareador, pala^
poleo, escolta, estafa y zorro (37). En último caso, perse-
guido por las leyes sobre vagabundos (38), se acomodaba L
llevar los cargos que podían sufrir sus hombros (39), y sin
arredrarse por las pullas que le dirigía Justina diciendot
«Ea, Justina, vean que sois picara de ocho costados, y no
como otros, que son picaros de ¿quién te me enojó, Isa-
bel? que al menor repiquete de broquel se meten á gana-
panes; una gente que en no hallando á quien servir, cáta-
le picaro, y puesto en el oficio, vive forzado y anda triste,.
contra todo orden de picardía (40),» se dedicaba al oficio-
de esportillero, por parecerle que venía como de molde
para poder usar el suyo con cubierta y seguridad, por la.
comodidad que ofrecía de entrar en todas las casas. El ofi-
cio era descansado y de que no se pagaba alcabala, y al-
gunos días salía con cinco y con seis reales de ganancia,.
con que comía y bebía y triunfaba como cuerpo de rey,,
libre de buscar amo á quien dar fianzas, y seguro de co-
mer á la hora que quisiese, pues á todas lo hallaba en el
más mínimo bodegón de toda la ciudad, en la cual había
tantos y tan buenos. Lo podía usar sin examen, y para
ejercerlo había de comprar sendos costales pequeños, lim-
pios ó nuevos, y tres espuertas de palma, dos grandes y
una pequeña, en las cuales se repartía la carne, pescado y
fruta, y en el costal el pan (4O; ó si no se podía permitir
el lujo de tan completo equipo, por lo menos precisaba te-
ner una sola capacha, como los hermanos de Antón Mar-
tín (42). Poco dinero bastaba para conseguir espuertas y
capachas, que costaban de dos reales á dos reales y medio
el par: si fahaba tan modesta suma, las podía tomar al-
(37) Alemán, segunda parte del Guarnan, pág. 298 a.
(38) Lujan, Guarnan, pág. 386 a.
(39) Guarnan, pág. 220 a.
(40) Justina, pág. 58.
(41) Cervantes, Vil, pág. 152 (R- y C.J
(42) Guarnan, pág. 220 a.
PICAROS Y GANAPANES 1 63
quiladas en cinco maravedís cada una (43), y fácil debía
ser mirar porque no se perdiese el crédito, que era lo que
más importaba en aquel ejercicio (44). Si un criado com-
praba un real de fruta, había de dar medio al esportillero
que se la llevaba; con todo, los que ejercían ésta no muy
antigua ocupación (45), no lograban más que tener en la
plaza, junto á Santa Cruz, su casa propia, comprada y re-
parada de dinero ajeno, si bien al que hacía el oficio fiel
y diligentemente le sobraba para un teniente que siempre
le allegaba i-P).
Dicen que el agua hace buenos ojos, y los había me-
nester de lince (47); sin embargo, muchos picaros eran
enemigos del agua y del aloja,
tanto en el mes de Enero como en Julio.
De éstos se decía:
«Ocaña, San Martín, Yepes y Pinto
castrenses suyos son, como peculio,
calabriando á veces blanco y tinto (48),»
con lo cual andaban enfermos, roncos, enfadosos de alien-
to y trato, y los ojos encarnizados, dando traspiés y reve-
(43) Ordenanzas de Granada, impresas año de i552, que se
han vuelto á imprimir : Granada, 1672, fol. 200:
Capadlos.
Un par de capachos de seis pleitos, dos rs. y medio 85 ms.
Un par de capachos de cinco pleitos, dos rs 68 ms.
Un par de capachos de pescado, dos rs 68 ms.
De alquile de cualquier de estos capachos por un día,
cinco maravedís r ¡^g
Esta tasa es de 16 de Junio de 1551.
(44) Cervantes, VII, pág. 1 54 (R. y C.)
(45) Navarrete, Conservación, pág. 178 a.
(46) Guarnan, pág. 230 b.
(47) Lujan, Gupiián, pág. 3S3 a.
(48) La vida del picaro, pág. 42.
jg. F. DE HAAN
rencias, haciendo danzas con los cascabeles en la cabeza,
echando contrapasos atrás y adelante, y sobre toda hu-
mana desventura, hechos fiesta de muchachos, risa del
pueblo y escarnio de todos (49). De esta gente perdida Guz-
mán conoció muchos, y aun los tuvo por camaradas, que
ya tenían el vino por cosa sin gusto ni efecto, como teman
quemado el gaznate y no le sentían; y así daban en el
aguardiente, con que se quemaban los hígados (50). _
No todos eran tan desmedidamente aficionados á mojar
la canal maestra (5 O y graduarse de pilotos de Guadalca-
nal y Coca (52), estudio que deja á sus devotos reducidos
á sacar la tripa de mal año el sábado, cuando matan car-
nJ en el matadero, las mondongueras compran menudo,
hacen morcillas, cuecen tripicallo, venden mondongo, y
los picaros hinchen el pancho (53). En cambio, por aquello
de «que acuden moscovitas al reclamo [i^),» los que eran
templados en el beber tenían sus entradas en todos los
bodegones de San Gil, Santo Domingo, Puerta del Sol,
Plaza Mayor y calle de Toledo, cuyas tajadas de hígado
y torreznos fritos malos eran de olvidare (55). Allí co-
mían el mejor bocado (56), y por si con esto no bastara
para dejarles tan caballeros de lUescas (5?) como antes, el
haberse enseñado á jugar en la vida pasada y el no tener
casas que reparar ni censos que comprar, les servia de
disculpa para gastar en el juego todo lo que les sobra-
ba (58). De suerte que el picaro, aun cuando se acompa-
(4q) Gupnán, pág. 230 b. . ,
(50) Lujan, Gupnán, pág. 382 a.
(5i) Cervantes, VII, pág. 169 (R.y C.J
(52) Gupnán, pág 225 a.
(53) Viaje entretenido, pág. 680.
(54) • Cervantes, XII, pág. 184 (El rufián viudo J,ycvso que tomo
de La vida del picaro (pág. 41).
(55) Gupnán, pág. 224 b.
(56) ídem, pág. 223 b.
(57) ídem, pág. 224 a.
(58) Ídem, pág. 224 b.
pfCAROS Y GANAPANES 1 65
naba de su teniente para sentarse á un lado de la plaza
junto á una tendera, donde solía ser su puesto (íg), no por
esto dejaba sus calzones de viejo lienzo, su juboncillo des-
harapado y su rota camisa (6o).-
Viviendo de este modo, el picaro se consideraba el ser
más feliz del mundo, y alababa su condición diciendo:
«¡O tú, dichoso dos, tres y cuatro veces, que á la mañana
te levantas á las horas que quieres, descuidado de servir
ni ser servido! que aunque es trabajo tener amo, es mayor
tener mozo; sin cuidado de la gala, sin temor de la man-
cha ni codicia del recamado, libre de guardar, sin recelo
de perder, no envidioso, no sospechoso, sin ocasión de
mentir y maquinar para privar; eso te importa ir solo que
acompañado, apriesa que despacio, riendo que llorando,
comiendo que trepando, sin ser notado de alguno. Tienes
en la plaza el mejor asiento, en las fiestas el mejor lugar:
en el invierno al sol, en el verano á la sombra; pones
mesa, haces cama por la medida de tu gusto como te lo
pide, sin que pagues dinero por el sitio ni alguno te lo
vede, inquiete ni contradiga; remoto de pleitos, ajeno de
demandas, libre de falsos testigos, sin recelo que te repar-
tan y por temas te empadronen, descuidado que te pidan,
seguro que te decreten, lejos de tomar fiado ni de ser admi-
tido por fiador, que no es pequeña gloria; sin causa para
ser ejecutado, sin trato para ejecutar, quitado de pleitos,
contiendas y debates; últimamente, satisfecho que nada te
oprima ni te quite el sueño, haciéndote madrugar, pensan-
do en lo que has de remediar (61).»
Para hablar así, no pueden menos de haber existido en-
tonces importantes razones que por ahora no conviene
desentrañar, cuando vemos que graves autores, como Ale-
mán y Covarrubias (62), se hacían eco de sus palabras. En
(Sg) Gtqmáir, pág. 231 ix.
(60) ídem, pág. 231 b.
(61) Ídem, pág. 223 a Y b.
(62) Tesoro, voce Ganapín.
l66 F- DE HAAN
desenfadados tercetos decía el autor de La vida del pi-
caro (63):
¡Oh tú! que pisas la morisca alfombi-a
Y no puedes dormir en blando lecho
Si el paje los mosquitos no te escombra,
Si quieres de tu sueño hober provecho,
Procura hacer del picaro, que al punto
Dormirás sosegado y satisfecho.
Si le alaban el año de Sevilla,
En veinte días á Sevilla marcha,
Y en la mitad aprende su cartilla;
Si el de Valladolid, allí desmarcha.
Trocando el tiempo sano y abrigado
En nieblas más heladas que la escarcha.
¿Qué gusto hay como andar desabrochado
Con anchos y pardillos zaragüelles,
Y no con veinte cintas atacado?
¿Qué importa la invención gallarda y nueva
Del cuello á lo godeño con su garbo,
Si va como en carlancas quien lo lleva?
Tú, picaro, de gradas haces sillas
Y sin respeto de la justa media,
A tu placer te asientas y arrodillas.
Ninguno en los teatros te concluye,
Ninguno á que le peches te compele
Ningún pedrisco tu heredad destruye;
¡Qh picaros cofrades! ¿Quién pudiese
Sentarse cual vosotros en la calle .
Sin que á menos honor se le tuviese?
¿Quién pudiere vestir á vuestro talle,
Desabrochado el pecho y sin pretina,
Y el corto tiempo á mi sabor gozalle?
¡Oh picaros, amigos deshonrados.
(63) Págs. 47-50.
PICAROS V GANAPANES 167
Cofrades del placer y de la anchura!
Que libertad llamaron los pasados.
Dormís seguramente por rincones,
Vistiéndoos una vez por todo el año.
Ajenos de sufrir amos mandones.
¡Oh vida picaril, trato picaño!
Confieso mi pecado, diera un dedo
Por ser de los sentados en tu escaño.
Se escribieron Ordenanzas picariles; se multiplicaban las
-ediciones de La vida del picaro Guzmán (64), pronto conti-
nuada por «Mateo Lujan de Sayavedra» y por Alemán
mismo (fií»), imitada por otros muchos; y lo que es más,
«tal es el bebedizo de la libertad y propia voluntad, que
se echó de ver en la vida picaresca, que muchos hijos de
buenos padres que la profesaban, aunque después los qui-
sieron recoger, no hubo remedio (t^ó).» En 1611 dijo Co-
varrubias que «corma es un pedazo de madera que anti-
guamente echaban al pie del esclavo fugitivo, y ahora en
algunas partes la echan á los muchachos que se huyen de
•sus padres ó amos: » asi y todo, el castigo debía ser poco
(64) Tengo noticia de 16 ediciones hasta 1604, fecha de la Se-
^unda parte. Sa\vá fCatál., núm. 1.699) conocía 12 hasta i6o5, año
que él suponía ser el de la publicación de ésta. Todavía me fallan,
sin distinguir entre genuínas y espúreas, nada menos que diej para
llegar á los 26 del alférez Luis de Valdés. ¿Hay quien puede dismi-
nuir tan enorme discrepancia? ¿O es que debemos incluir las seis
de la Segunda parle de Lujan anteriores á 1604?
(65) Fernando Wolf, que no se solía equivocar, afirmó fWie-
ner J ahrbücher der Literatur, yol. 122, pág. 105) que la Bibliote-
-ca Imperial de Viena tiene un ejemplar de la Segunda parte de
Alemán^ impreso en Milán, por Jerónimo Bordón, 1603, encua-
dernado con la Primera parte del mismo lugar, impresor y año;
especie que se repitió en su obra postuma, el Suplemento (Leipzig,
1867, pág. 160) á la traducción alemana de Ticknor. Para salir de
<iuda he visto el libro, y conste que es la obra de «Mateo Lujan de
Sayavedra.»
(60) Lujan, pág. 374 a.
l68 F. DE HAAN
efectivo, puesto que cuando escribió La ilustre fregona-
todavía pudo decir Cervantes que hasta en las almadrabas
deZabara «van ó envían muchos padres principales á bus-
car á sus hijos, y los hallan; y tanto sienten sacarlos de
aquella vida, como si los llevaran á dar la muerte (<^7).»
De los esportilleros ya en 1699 decía Alemán que «an-
tes eran pocos, y andaban de vagar; ahora son muchos, y
todos tienen en qué ocuparse, y no hay estado más dilata-
do que el de los picaros, porque todos dan en serlo y se
precian dello (68).» Hasta tal punto creció su número, que
esportillero llegó á ser sinónimo de picaro (69), y tanto se
multiplicaron, que «con ellos estaba la Corte fea, asque-
rosa y deslustrada, pues todo lo que se encontraba en
las plazas y calles eran picaros con esportillas y siiv
ellas (70).»
¿Qué hacía el Gobierno para meter en raya esta plaga?
Promulgar contra los vagabundos leyes más ó menos se-
veras que por algún tiempo se cumplían con extremado
rigor, y luego tenían que reforzarse, con penas más gra-
ves para los que dejaban de ejecutarlas. Pero como el pi-
caro tenía «oficio,» las pragmáticas no rezaban con él y
el mal iba en aumento hasta el grado que hemos visto. Es.
verdad que, cualesquiera que sean las causas, la mendici-
dad y el vagabundismo tenían hondo arraigo en España.
Desde las de Valladolid (era i35o) en adelante, raras eran
las Cortes que dejaran de insistir en que se tomasen me-
(67) VIII, pá^. 3.
(68) Gupnán, pág. 230 b.
(69) Salas Barbadillo, Coronas del Pariiaso.-Maárid, 1635 íobra
postuma, con aprobación de 1630), fol. ii6, vuelto más de una
vez llama esporlilleros ó esporteros & unos picaros de quienes no-
hace constar que ejerciesen el oficio. Alemán no distingue siempre
al picaro sin oficio ni beneficio del que lleva capacha ó espuerta-
Cervantes, en cambio, siempre dice muchacho ó mo:¡o de la. es-
portilla. El «picaro» de Cervantes es el «andrajoso» ó el «tai-
mado.»
(70) H&yarrexe, Conservación de Monarquías, "pá^. i-]?> a, 'Esxo
se escribió en 1621.
PICAROS Y GANAPANES 169
didas radicales para atajar el mal; pero la misma frecuen-
cia de sus peticiones demuestra bien á las claras cuái>
poco se lograba. A fines del siglo xvi había en toda Espa-
ña más de ciento cincuenta mil vagabundos, entre hom-
bres y mujeres, niños y niñas (7'', cuando el número de
habitantes apenas llegaba á cinco millones (72). El pueblo
español acompañaba á Lazarillo de Tormes en su manera
de entender el Evangelio, que llama bienaventurados á
los que padecen persecución por la justicia (73), y practi-
caba el hermoso precepto «haz bien, no mires á quién,» sin
acordarse de «quien no trabaja, no manduca.» Un hombre
bien intencionado que proponía recoger á los mendigos en
vez de dejarles vagar libremente, fué tachado de poco ca-
ritativo y de mal cristiano, teniendo que defenderse con la
autoridad de la Sagrada Escritura y de los Santos Pa-
dres (74). Medio siglo después el mismo pensamiento, pro-
{71) Cristóbal Pérez de Herrera, Discurso del amparo de ¡os
legítimos pobres y reducción de los fingidos: Madrid, Luis Sán-
chez, 1598, fol. 59.
(72) Cédulas Reales referentes á las Cortes de 1592 á 159S
(Actas de las Cortes de Castilla, publicadas por acuerdo del Con-
greso de los Diputados, tomo 16: Madrid, 1890), pág. 206.
(73) Lazarillo, tratado primero, pág. 5 de la edición hecha por
H. Butler Clarke (Oxford, 1897), que si bien se llama «conforme
á la edición de 1554» (debiera añadir: Burgos, Juan de Junta),
suscita acerca de ésta, en puntos importantes, más dudas de la&
que disipa. Lástima que el editor no aprovechara la ocasión de
hacer una reproducción facsímil, con la cual hubiera ahorrado á
los lazarillistas la molestia del viaje á Inglaterra para hacer el im-
prescindible cotejo.
(74) Fr. Juan de Medina, De la orden que en algunos pueblos
de España se lia puesto en la limosna: para remedio de los ver-
daderos pobres: Salamanca, Juan de Junta, 1545. Reimpreso en
Valladolid, 1757; y en 1766 en Madrid, Imprenta Real, con el lí-
tulo La charidad discreta, practicada con los mendigos, v utili-
dades que logra la República en su recogimiento. Dice Fr. Juar»
que esta orden, por su consejo y predicación, se había comenzado
en Zamora, de donde se trajo á Salamanca, de la cual se tomó en
Valladolid; pero parece nunca se hiciese general, y que además se
lyo F. DE HAAN
puesto de nuevo con muchos detalles prácticos, logró un
principio de ejecución: en algunas de las más importantes
ciudades se establecieron hospicios para niños y para
adultos; pero á poco ya no se vuelve á hablar del asun-
to (75). ¡Qué mucho, si hasta la sangrienta sátira de Ma-
teo Alemán, inspirada por acendrado patriotismo y pro-
fundo despecho, se tomaba á risa, como libro de diver-
timiento! Aún más: persona hubo de no escasa instrucción
literaria, de indudable buena fe, y de bastante valor para
decir la verdad sin miramientos ni para con el mismo Rey,
que «topando en un librillo impertinente unas ordenanzas
que llaman mendicativas, en disfavor de los pobres, recibió
mal ejemplo de quien las compuso, de quien las aprobó, de
quien pudiendo no manda vedarlas, si han llegado á su no-
ticia, que bien á su cargo tiene la dureza y la avaricia hu-
•dejara de practicar en aquellas tres ciudades, puesto que Herrera
no dice lo contrario.
(75) Cristóbal Pérez de Herrera, en sus Discursos del amparo
■de los legítimos pobres (no he logrado ver la primera edición, de
iSgS), había propuesto recoger á los mendigos, hacer que traba-
jasen los que pudieren, y adiestrar á los niños en los oficios de
más provecho para la patria. En ¡596 las Cortes dieron al Rey un
Memorial en favor de la ejecución de lo propuesto: pero sin aludir
á lo más importante, al trabajo. En el mismo año se empezó la
construcción del Albergue de Madrid, en el camino de Atocha;
pero en 1617 Herrera vuelve á dirigirse á las Cortes con Catorce
proposiciones que parecen ser muy importantes para el bien y
riqueza destos reinos, diciendo: «Lo primero es proponer
la forma como se alberguen, señalen, y distingan los verdade-
ros [pobres] de los que no lo son.» LosCapítulos de aquellas Cortes
(Madrid, Juan de la Cuesta, 161Q, cap. I) se quejan de que no se
■ejecutan las leyes sobre vagabundos; pero sin hablar de los alber-
gues, plan que ya entonces tiene trazas de haber fracasado, ó por
lo menos de no haberse generalizado. .
De, un discurso ó libro del canónigo Miguel Jiginta de Elna
acerca de los fingidos pobres, no tengo más noticias que las con-
tenidas en el Capítulo 83 de las Cortes de 1 576 y en las actas de las
de 158Ó á 158» f Actas de las Corles de Castilla, tomo V, pági-
nas Soy 81; tomo VIH, págs. 191, 240, 243, 261, 348 y 35o). Herre-
ra no le nombra.
FÍGAROS Y GANAPANES I7I
mana el no apiadarse del pobre, el no reparar su hambre
y necesidad, sin hallar escritos en los libros nuevos acha-
ques para eso (76).»
De mejor acuerdo obraban los Ayuntamientos de algu-
nas ciudades. «En las Ordenanzas municipales de una an-.
tigua ciudad de Castilla, redactadas en el sigla xvi, se
dice: No habrá en la ciudad más que doce picaros y doce
ganapanes, y para distinguirse usarán los ganapanes ca-
peruza bermejas, y los picaros caperuzas verdes (77).» En
Zamora «hicieron los regidores ordenanzas determinando
que no hubiera en la ciudad más que diez ganapanes, á
los cuales se daría por distintivo una caperuza de Falencia
blanca y colorada, sentando sus nombres en el Regi-
miento, con prevención de que ningún otro usara del ofi-
{76) Fonseca, Tercera, parte de la vida de Christo: Madrid,
Imprenta Rea!, i6o5, lib. 1, col. 391. El mismo autor escribió:
«Bien descubre el voto destos consejeros que no son deste siglo
en que vivimos, que si lo fueran, aunque tuviera el Rey gran no-
bleza de condición, honestas y loables inclinaciones, como se ven
en el Rey que ahora tenemos, no hubiera consejero que por el bien
del Rey diera voto, no digo yo contra la vida del Rey, pero ni aun
contra su entretenimiento y recreación; sino decidme: ¿quién hay
que le diga al Rey que estreche sus gastos y que cercene sus gas-
tos? ¿quién hay que le diga que no viene bien remar con tan gran-
de empeño, y gastar en matar un gamo tantos millares de duca-
dos? ¿que no viene bien no pagar á los criados y morir de hambre
los presidios, y dar tantas ayudas de costa á los que viven sobra-
dos? ¿que no viene bien pedir socorro á los pobres, y empobrecer
su patrimonio por los ricos? Elias y Moisés, como eran de la otra
vida, votaron por el bien del reino, contra la vida del Rey. Los
consejeros desta vida, aunque se abrase el reino, no votarán contra
su gusto del Rey, por no perder su favor.» (Bruñera parle de la
vida de Christo: Madrid, Imprenta Real, i6o5, lib. II, col. i-jb).
El libro tiene tasa de 1597; pero parece que el pasaje citado no
puede rezar con Felipe II, y que se añadiera á beneficio de Feli-
pe III, por aquello de cá tí lo digo, hijuela: entiéndelo tú, mi
nuera.» ,
(77) Pregunta 254, pág. 322 en El averiguador universal,
tercera época, año primero: Madrid, 1879. Va firmada con las co-
nocidas iniciales C. F. D.
IJ2 F. DE HAAN
cío, so pena de cien azotes;» y más tarde «los abusos de
los picaros y ganapanes se corrigieron con la ordenanza de
que no hubiera en la ciudad más que doce de cada clase,
con registro en el Ayuntamiento, usando precisamente para
distinguirse caperuzas azules los ganapanes, y verdes los
picaros, con prohibición para éstos de meterse á corredo-
res ni medidores de trigo y vino, por lo que sisaban (78).»
En Salamanca se acordó: «Haya número de veinticuatro
ganapanes, y esta ciudad les dé caperuzas azules, y á
doce picaros amarillas, y no haya otros algunos en esta
ciudad, pena de vagabundos (79).» En iSgS dijo Cristóbal
de Herrera: «Sería bien que hubiese número en cada lugar
destos ganapanes, nombrados por la justicia ó por alguna
persona á quien fuere bien cometerlo, y que sean en el nú-
mero que pareciere bastar para allí, trayendo para ser co-
nocidos alguna caperuza de color azul, como me dicen traen
en Toledo y otras partes (80).»
(78) Memorias históricas de la ciudad de Zamora, por C. Fer-
nández Duro: Madrid, 1882-83, tomo II, págs. 264-429. Por des-
gracia, las Memorias, como modestamente las llamó su autor, y
que en verdad constituyen la más cumplida historia de una ciudad
que he podido consultar, no apuntan la fecha de estos acuerdos,
ni hacen constar cuándo se dejó de usar la caperuza de color. Se
puede deducir que la primera ordenanza es de por los años de 1 540,
y la segunda de i6o5, año más ó menos.
(79) Ordenanzas desta ciudad de Salamanca, que por su man-
dado se recopilaron de las viejas: Salamanca, 1658, libro V, tí-
tulo XXXIU. Mientras otras secciones tienen fecha, ésta no la
lleva.
(So) Herrera, Amparo, edición de 1598. fol. 52 vuelto. Es de
notar que en el fol. 71 vuelto, hablando del castigo de las vagabun-
das, dice: «Cesaría el manantial de tantos picaros y niñas perdidas
que éstas dan á las repúblicas, echándolos á las puertas de las igle-
sias ó casas, ó criando con tantos siniestros y libertad los que les
quedan, que después son dificultosos de reducir á buenas costum-
bres.» Se ve que, para Herrera, el picaro era un chiquillo, siendo
ésta la única vez que escribe la palabra.
D. JoséVillaamil y Castro, en la hermo.<;a y concienzuda serie de
artículos El concejo de una ciudad gallega en el siglo \vi {Re-
PICAROS Y GANAPANES I73
Para un estudio, como el que voy rápidamente bosque -
jando, sin pretensiones de escribir la historia de la pobre-
za, de los vagabundos, de la mendicidad y de los ladrones
en España, sería de sumo interés poder añadir aquí algu-
nos datos acerca de los ganapanes y de los picaros en las
poblaciones donde los héroes de la novela solían hacer sus
primeras armas, en los puntos más adecuados para la vida
picaresca, es decir, en Sevilla, «amparo de pobres y refu-
gio de desechados (81), ♦ y en Madrid. Pero ni de una ni de
otra tengo documentos oficiales acerca de las medidas que
se tomaran. No he visto sus Ordenanzas municipales {82);
la novísima Historia del Ayuntamiento de Sevilla {83) no
habla de picaros ni de ganapanes; la mal llamada Historia
de la Villa y Corte de Madrid, en cuatro tomos en folio
mayor, no los trae, como tampoco los Anales de León P¡-
nelo, las Relaciones de Cabrera, ni otras relaciones contem-
poráneas; ni encuentro rastro de ellos en los interesantes
estudios de Mesonero Romanos, Julio Monreal, Chaulié,
Sepúlveda, Ricardo González Pérez (84) y Adolfo de Cas-
vislade España, 1S71), dice que en Mondoñedo «en 1598 se le
aumentó el salario al portero del consistorio hasta 3.000 mrs,, aña-
diéndole el cargo de alguacil de picarosi ^tomo XX, pág. 35i).
Este cargo en otras partes llevaba el nombre de padre ó alguacil
de pobres, de huérfanos ó de mozos, y no indica hubiera en Mon-
doñedo reglamento sobre el oficio de picaros ó esportilleros. Ya en
1594 se había acordado «que ningún vecino acogiese mas de dos
días á los muchos picaros y pobres, mozas y mozos que acudían á
esta ciudad so color de ganar jornales, e/c.» (tomo XXI, pág. 61).
(81) CtTvanits, Coloquio de los perros, VIH, igg.
(82) Las de Sevilla se imprimieron en 1632, ó acaso en 1682
(véase el Catálogo de la biblioteca de Mesonero Romanos, \.° de
Enero de 1875, pág. 8 y pág. 15). El libro de Juan Torija, Tratado
breve sobre las ordenanzas de Madrid: Madrid, 1661, y el de Ar-
demans, Ordenanzas de Madrid: Madrid, 1760, no son sino reglas
para arquitectos y estudios sobre la construcción de casas.
(83) «Su autor D. Joaquín Guichot y Parody. El tomo II abarca
desde i5i6 hasta 1701.
(84) Recopilación histórica de la Villa y Corte de Madrid en
tiempo de Calderón de la Barca: Madrid, Fortanet, i88i.
1JA F. DE HAAN
tro (85). Acaso las dos docenas de tomos en folio de Libros
de acuerdos del Ayuntamiento de Madrid, que corresponden
á los años de i5oo hasta i63o, darían de sí algo que se
refiere á nuestro asunto; pero como hasta fines de 1560 no
se había tomado medida alguna acerca del número de los
ganapanes ó su vestimenta, me faltaron los alientos, lo
mismo que el tiempo, para seguir leyendo tanto «tonel*
que, á vuelta de mucho fárrago, contiene muchas y curio-
sísimas noticias inéditas.
Lo que en 1598 dijo Cristóbal de Herrera, nos permite
afirmar que en aquel año no se había limitado en Madrid
el número de los ganapanes, ni se les había impuesto el
uso de caperuzas de determinado color. Diez años después
volvió á escribir al Rey sobre el mismo asunto, y hay que
suponer que no habrán cambiado las circunstancias (86).
Parece, sin embargo, que también en Madrid se limitara su
número. Salas Barbadillo hace prorrumpir á la cocinera de
un mesón madrileño en la siguiente lamentación: « ¡Ay olla
mía! ¿no eres tú la que solías ser hartazgo y deleite común
de todo carretero alcaladino ypullista de todo ganapán
del número y el mejor del número de los ganapanes? (87).».
En cuanto á la caperuza, Cervantes, en El Juez de los di-
vorcios, entremés cuya escena debe ser Madrid, á juzgar
por la puerta de Guadalajara donde la gente «se está mur-
murando, sabiendo nuevas, diciendo y escuchando menti-
ras,» introduce á «uno, vestido de ganapán, con su cape-
ruza cuarteada (88),» caperuza que hace recordar la de los
(85) Discurso acerca de las costumbres públicas y privadas
de los españoles en el siglo xvii: Madrid, GuUenberg, 1881.
(8d) Epílogo y suma de los discursos que escribió del amparo
y reducción de los pobres mendigantes: Madrid, Luis Sánchez,
1608, fol. 29: «.... sería bien que hubiese número en cada lu^ar
destós ganapanes, nombrados por la justicia ordinaria y Ayunta-
miento, y que sea el que pareciere bastar para ia tal ciudad ó
lugar, trayendo para ser conocidos alguna caperuza azul ó de otro-
color.»
(87) Coronas del Parnaso, fol 1 17.
(88) 06ms,Xll, pá^s. 173-176.
PICAROS Y GANAPANES lyc
ganapanes de Zamora. Pero el mocetón de un donoso
cuento que relata Alemán (S9) también llevaba «caperuza
de cuartos, » y otros textos se podrían aducir en prueba
de que los aldeanos la solían llevar; de modo que bien
puede haber sido prenda usual de la gente ordinaria de
Madrid.
Es posible que, además de la caperuza de color, se les
obligara al picaro y al ganapán á llevar zapatos, según ad-
virtió C. F. D. en la pregunta en parte transcrita arriba,
fundándose para tal suposición en el refrán que cita el Dic-
cionario de la Academia: «ni á picaro descalzo, ni á hom-
bre callado, ni á mujer barbada, no les des posada,»
refrán cuya fecha me ha sido imposible determinar. Tal
medida no hubiera carecido de acierto, porque así les hu-
biera sido más difícil colarse en las casas para hacer de las
suyas, sobre todo no siendo entonces las alpargatas de uso
tan universal como ahora 90). Esta sospecha gana fuerza
con un verso de La vida del picaro, que, enalteciendo
á «cuatro hermanos de la carga,» dice que fueron «los pri-
meros que usaron ir en piernas;» pero no encuentro más
datos.
Posible es también se hayan hecho ordenanzas abolien-
do el oficio de ganapanes y de picaros, ó que las existentes
cayesen en desuso. Antonio Enríquez Gómez, en la Ter-
cera estancia de La culpa del primer peregrino (91), da una
interminable y poco poética enumeración de todos los ofi-
cios, omitiendo á picaros, esportilleros y ganapanes, aca-
so por ser de tan ínfima posición social, acaso porque ya
no existiese el oficio. Puede ser que el Consejo de Castilla
(89) Gujinán, pane segunda, pág. 267 b.
(90) Fonseca, Vida de Cristo, primera parte, libro II, col. 334r
«el picaño que trae zapatos de vaca, traerá chinas en los pies, que
podrían descalabrar, y no las siente.» Fonseca, Tratado del amor
áe Di'oi (Barcelona, Anglada, i6o6, pág. 193): «como ladrón que
trae zapatos de sombrero por no ser sentido en casa.» Véanse las-
tasas de los siglos xvi y xvii.
(91) Primera edición: Rúan, 1644.
lyQ F. DE HAAN
les supi-imiera á raíz de la Conservación de monarquías, de
Navarrete (1621); pero no veo indicio de tal medida en las
leyes del reino.
En cuanto al origen de la palabra ^éícaro, haré caso omi-
so de la otra, pÍMño, que si bien más antigua que aquélla,
■es de origen no menos incierto Vn) y no tiene trazas de po-
dernos dar la solución que buscamos.
Dice Villasandino:
«Un picorro de cavalio
Traigo é otro apeado {93);»
y mientras es posible admitir la traslación del acento á la
primera sílaba, suponiendo que se pueda explicar con casos
análogos el cambio de doble r en sencilla, no encuentro
medio de salvar la distancia de significado y de tiempo que
separa á este lacayo del picaro de siglo y medio después.
En el libro manuscrito de Rosal leemos: «Bigarradas
calzas son picadas ó acuchilladas para que se descubra el
aforro, de picaryo que era instrumento de picar, de donde
quedó llamarse ^¿caryo el de picar piedra (94).» Poco va de
picorro á picarro: los dos pican, lo que no se puede decir
del picaro. Sin embargo, conviene observar que picorro
antes parece deberse tomar por «chico» que por «picador.»
(92) Eci algunos lugares de .las obras de Juan del Encina, pa-
rece significar cuna cosa que pica, un vegetal punzante.» Rodrigo
de Reinosa la pone por mote á un rufián, pero sin que se pueda
tomar por «andrajoso.» El viaje entretenido hace sospechar que
-sea «pequeño» mal pronunciado. Covarrubias dice que es «remien-
do que se echa al zapato.» En otras obras es «alevoso;» todo esto
sin contar tpicanzo,» que esolit;ero de pies,, y «picayo,» que, según
el Glosario del Cancionero de Baena, «parece ser mozo de es-
puelas.»
(93) Cancionero de Baena: Madrid, i85i, pág, 71 b.
(94) Rosal, Origen y etimología, pág. 96.
PICAROS Y GANAPANES I77
Pica, Ó sea lanza (95), y pica, horca ó rollo (96), no pue-
de haber dado [¡icaro. El derivado normal es piquero, y no
hay ejemplo de que, por simple añadidura de la termina-
ción ro, sin cambio de acento, se haya formado del nom-
bre femenino bisílabo de un instrumento el nombre es-
drújulo de quien lo maneja ó de modo más indirecto se
hace notar por él.
Picaro, mirada la lista de sus asonantes que traen los
diccionarios de la rima, se presenta con cierto aire de pa-
labra extranjera, pareciéndose bastante al piccolo italiano,
sobre todo siendo el héroe de la novela picaresca siempre
un joven, casi un muchacho; y si con la literatura italia-
na, á donde en vano he acudido, se pudiese probar que an-
tes de existir en castellano la palabra picaro se -solía lla-
mar piccolo á un muchacho de su calaña, no habría difi-
cultad en relacionar las dos palabras, dados los íntimos
lazos que unían las penínsulas.
La conocidísima palabra picardía, por todo lo que se re-
fiere al picaro, hizo sospechar á Covarrubias que «en al-
gún tiempo alguna gente pobre de Picardía viniese á Es-
paña con necesidad y nos trajesen el nombre,» en lo cual
no andaba del todo desacertado. Muchos franceses solían
andar por España, bien sea en peregrinación á Santiago,
bien ganándose la vida con comercios ú oficios de poca
monta. Los romeros eran mendigos (97), llegando á ser
tan molestos que más de una vez las Cortes se ocuparon
(95) Covarrubias: «picaro se pudo decir de pica, que es el
asta, porque en la guerra, hincándola en el suelo, los vendían ad
hastam por esclavos. Y aunque los picaros no lo son en particu-
lar de njdie, sonlo de la República para todos los que los quieren
alquilar, ocupándolos en cosas viles.»
(9Ó) Rosal, pág. 478: tPicaros los que residen en la picota ó
rollo, llamada antiguamente pica.}
(97) Herodcs ofreció la mitad del reino á la hija de la amiga,
por una vez que bailó; y si bailara otra vez, le diera la otra mitad
y se quedara romero. (Fonseca, segunda parte de la vida de
Cristo: Madrid, Miguel Serrano de Vargas, 1603, col. S76.)
u 12
„Q F. DE HAAN
de ellos y se promulgaron leyes prohibiéndoles apartarse
más de cuatro leguas de su cansino (98). Acerca de los
caldereros, otra plaga de aquellos tiempos, peticiones de
las Cortes nos enseñan que «usan en estos remos de oficio
que no saben ni pueden usar en su tierra ni en toda Fran-
cia so pena de muerte (90);.. y de los gitanos había dicho
Martín Martínez Dampies, que «cuando muy bien por
ellos miran, hallarán franceses y borgoñones y de otra
mucha diversidad de gente traidora que nunca vieron a
tierra de Gipto l-ool.» La picara Justina relata un cuento
de «un sastre natural de la provincia de Picardía,., el cual
..vendo y viniendo en romería á Santiago tres veces se
hizo rico con limosnas (.01)... El Guzmán de Mateo Lu-
ían cuenta de «dos bribones que habían sido companeros
suyos en Roma y su comarca, en la vida esguízara y pi-
caresca, yendo á mendigar de conformidad» ^o.), po-
niendo lado á \s.áo picaresco y un adjetivo derivado de nom-
bre de país. Por último, el Pelegrino curioso parece re-
machar el clavo, diciendo: «Le parecía á él que era gente
íoSl Herrera dice: «he sido informado de .lerónimo de Sala-
Jl y D rtín de Porres, Procuradores de Cortes de la ciudad
Je Burlo, v de Fr. Juan de Balboa, uno de los Comendadores
del insta Hospital real que está ¡unto & aquella ciudad que pa-
al y se hospedan cada ano por el dicho hospual, d-doles a,h de
comir de limosna dos ó tres días, conforme al instituto del, ocho
6 dtz mil franceses y gascones y de otras naciones, que entran
^on oc-i- ^e romería por estos remos, sin que se sepa por don-
de vuelvan á saUr, ni á qué vienen, ni si van á sus romerías, y que
Ígunos años ha sido mayor el número dellos.. ^Amparo, to-
'"(o';' Cortes de N^adrid, ■ 5.8. cap. .43; Valladolid. .537. ca-
^'¿;^\^'t/fT.:r.:S;..:Zarago.a. .,,S (extracto en
di ;LÍro-e'n'en Frtncia á ,as hijas en dote lo que ¡un^rea
en ím viaje á Santiago de ida y vuelta, como si fuesen a las In-
días.»
(102) Página 36S a.
PICAROS Y GANAPANES I79
ia portuguesa, que puesto caso que no comen como ale-
manes, ni beben como flamencos, ni juegan como genove-
ses, ni huelen como italianos, ni visten como españoles,
ni prestan como picaros, ni dan como si fuesen Alexandres,
ni hablan como atenienses, ni se refrenan como lacede-
monios, que le parecía á él, y lo afirmaba, que era gente
fundada en razón (103; >
Pero es sabido que á los de Picardía siempre se les ha
llamado picaníos, palabra que como apellido se encuentra
más de una vez en España. Así Sandoval habla de «León
Picardo, criado del Condestable y su pintor ('04),» en
i520; así había en Sevilla en 1572 un impresor Alonso
Picardo (105). Cierto que con este apellido queda proba-
do que gente de Picardía venía á España; mas también
debe haber apellidos derivados de los nombres de otras
provincias de Francia, y los honrados oficios de los Picar-
dos indican que no habían venido á picardear. Además,
quedaría por establecer que entre romeros, caldereros y
buhoneros, los de Picardía se ha3'an hecho notar por su
gran número, sus andrajos, su falta de vergüenza, su hol-
gazanería, su viveza de ingenio, si bien Lope de Vega
dice que los picardos tenían fama de alegres (106J. Justi-
na habla más de una vez, entre otras, en el mismo cuento
del sastre, de «mi provincia de Picardía,» mientras siem-
pre se llama montañesa, y refiere que «nació mi padre en
un pueblo que llaman Castillo de Luna, en el condado de
Luna, y mi madre era natural de Zea:» por lo tanto, lla-
mando al sastre «natural de Picardía,» no quiere decir
más que «redomado pillo.» De los esguízaros ó suizos se
(103) Tomo 11, pág. 274.
(104) Carlos V, libro V, cap. 40; libro IX, cap. 33.
(io5) Salva, núm. 2.977; J. Hazañas y la Rúa, La imprenta en
Sevilla: Sevilla, 1892, pág. 84.
(loG) El peregrino en su patria, pág. Si a de la edición de
Madrid, Francisco Martínez Abad, 1733. La enumeración que
hace Lope de nacionalidades permite sospechar la tomara de una
obra bastante antigua. El peregrino tiene aprobación de 1603.
j8o F- DE HAAN
sabe que emigraban en gran número, sobre todo para ser-
vir como soldados; cosa que no consta tan a las claias de
los picavdos, como tampoco que éstos fuesen dados a va-
gar-de suerte que la cita de Lujan no dice mas que «en ^
la vida viandante y mendicante.» Por lo que toca a las
palabras del Pelegrino, no sabemos que los pica,-dos. m
siquiera los franceses, hayan sido conocidos en España
como «cambios,., según se decía antiguamente, ofic.o casi
por completo monopolizado por los g.noveses; ademas,
sería harto extraño que el Pelegrino hub.ese quendo sm-
gnlarizar á los de una sola provincia en vez de achacar
tal vicio á todos los franceses. Los picaros, según hemos
visto, eran demasiado pobres para prestar; termmante-
mente dice Alemán: «Sin recelo que te repartan y por
temas te empadronen, descuidado que te pidan, seguro
que te decreten, lejos de tomar fiado ni de ser admitida
por fiador, que no es pequeña gloria;., y Cervantes habla
de «ser anejo á este género de vida la miseria y estréche-
la (t07).,. Parece, pues, que el manuscrito del Pelegnno,
que obra en Valladolid, en el Colegio Mayor de Santa Cruz,
ha sido mal interpretado por la imprenta, y que se debe
leer- «ni gastan como picaros,., ó lo que ofrece mayores
visos de probabilidad: «ni prestan como Fúcares.^^
Es de.notar que Cristóbal de las Casas, en su Vocabu-
lario de las dos lenguas íoscana y castellana, por primera vez
impreso en iSyo, y muchas veces después, traduce la pa-
labra italiana picardía por rollo, y rollo por picardía, fona.
El copioso Tesoro de las tres lenguas española, francesa y
italiana, de Hierosme Víctor Bolonnoís (-08), no tiene ^-
oardia como voz italiana, ni la encuentro en diccionarios
italianos contemporáneos; siendo el VocabrUario de Las.
■ C asas el libio más antiguo donde he visto la palabra pi-
f,07í La ilustre fregona., \'\n,pÁs.^.
08 La única edicó.i que he visto es de Geneve 1644; la pr>-
„,era es de .619. Cova,rubu.s había estado en Itaha froce Azero-
la) y no tenía noticia de tal palabra.
PICAROS Y GANAPANES 10 1
<:ardía relacionada, aunque indirectamente, con la gente
maleante de cualquiera nacionalidad.
Cuando la etimología de una palabra española no se en-
cuentra en otra parte, no se puede prescindir de buscarla
en la lengua de los moros. Por malos de mis pecados no
soy arabista; pero rastreando al picaro he manejado libros
que no suelen llegar á manos de los que lo son, y he ve-
nido sospechando que, primero entre los ganapanes y lue-
go entre los picaros, había no pocos moriscos, y que, por
•consiguiente, pudiera ser que el nombre picaro fuese de
origen moro. Si los datos que voy á exponer á continua-
ción se desvirtuaren con los que btro más entendido adu-
jere, sería el primero en alegrarme de tal resultado. Por-
que siempre habríamos salido ganando en tener más no-
ticias del modo de ser de la gente baja en la España de
los Austrias, asunto sobre el cual suelen guardar silencio
las historias, y que tiene sumo interés, siendo así que no
tenemos una historia de la puta, ramera, buscona, «tía
fingida,» del ventero, mesonero, bodegonero, tabernero,
carnicero, cocinero, pastelero, lacayo, arriero, preso, ga-
leote, gitano, calderero, rufián, alcahuete, padre de man-
cebía, corchete, escribano, pregonero, verdugo, tahúr, fu-
llero, baratero, mendigo, ciego, oracionero, buldero, estu-
diante, soldado, maestro de esgrima, de ninguno de los
que con tanta frecuencia intervienen en la literatura pica-
resca, fiel trasunto de la vida española y boca inamorda-
zable del pueblo español.
Estando en Granada por los años de i525 á 1528, es-
cribió Andrea Navagiero, Embajador de Venecia á la Cor-
te de España: «Los españoles, lo mismo aquí que en el
resto de España, no son muy industriosos, y ni cultivan
ni siembran de buena voluntad lá tierra, sino que van de
mejor gana á la guerra ó á las Indias para hacer fortuna
por este camino más que por cualquier otro (109).» Quin-
ce años después, Alejo Vanegas, hablando de «los vicios
{109) Viajes por España f Libros de antaño, vol. 8j, pág. 297.
l82 F. DE HAAN
propiios de España, de los cuales tienta el diablo á los
españoles,» dice: «El segundo vicio es que en sola Espa-
ña se tiene por deshonra el oficio mecánico, por cuya cau-
sa hay abundancia de holgazanes y malas mujeres, demás
de los vicios que á la ociosidad acompañan, con toda la
cofradía del número de quien dice Horacio: nos numerus
snimis et friigns consiniiere naii, no somos para más los
baldíos de para aumentar el número de los hombres y co-
mer pan de balde. Los cuales, si no tuviesen por deshon-
ra el oficio mecánico, allende que represarían el dinero en
su tierra que para comprar las industrias de las otras na-
ciones se saca, excusarían muchos pecados que ordinaria-
mente suelen nacer de la ociosidad (no).» Y en i6og, el
Comendador mayor de León escribe al Rey acerca de «la
mala maña que los cristianos viejos se dan á la cul-
tura (iii).»
Los moiiscos, en cambio, no tenían melindres en cuan-
to al oficio que les proporcionaba los medios de vivir. En
1612 decía el Arzobispo Ribera de los moriscos valencia-
nos: «Siendo codiciosos de dinevo, y amigos de guardarlo,
y dedicándose á los oficios y artes más á propósito para
adquirirlo, venían á ser la esponja de la riqueza de Espa-
ña, resultando de aquí que aunque generalmente habita-
sen en lugares pequeños, fi-agosos ó estériles, pagando á
sus señores el tercio de los frutos, y estando cargados de
fardos ó tributos, todavía eran más ricos, mientras los
cristianos, que cultivaban las tierras más fértiles, se ha-
llaban en la mayor pobreza (112).» Con lógica no menos
estupenda, dijo el licenciado Pedro Aznar de Cardona,
autor poco sospechoso, puesto que describiendo la expul-
sión demuestra una falta de caridad y un ensañamiento
(iro) Alejo Vanegas, Agonía del tránsito de la muerte, terce-
ra edición: Toledo, Juan de Ayala, 1543, fol. 65.
(i I i) Florencio Janer, Condición social de ¡os moriscos de Es-
paña: Madrid, 1857, rág- 282-
(112) Kibera, Instancias: Barcelona. 1612; citado por Janer>
pág. 67.
PÍCAhOS Y GANAHANliS iSj
que dan asco: «Era una gente vilísima, descuidada, ene-
miga de las letras y ciencias, ilustres compañeras de la
virtud, y por el consiguiente ajena de todo trato urbano,
cortés y político Eran torpes en sus razones, bestia-
les en su discurso, bárbaros en su lenguaje, ridículos en su
traje, yendo vestidos por la mayor parte con gregüesqui-
Uos ligeros de lienzo ó de otra cosa baladí, al modo de los
marineros, y con ropillas de poco valor, y mal compues-
tos adrede por eso gastaban poco, así en el comer como
en el vestir, aunque tenían harto que pagar de tributos á
los señores Eran dados á oficios de poco trabajo: teje-
dores, sastres, sogueros, esparteñeros, olleros, zapateros,
albéitares, colchoneros, hortelanos, recueros y revendedo-
res de aceite, pescado, miel, pasas, azúcar, lienzos, hue-
vos, gallinas, zapatillas y cosas de lana para niños, y al
fin tenían oficios que pedían asistencia en casa y daban
lugar para ir discurriendo por los lugares y registrando
cuanto pasaba de paz y guerra, por lo cual se estaban or-
dinariamente ociosos, vagabundos (i[3¡, echados al sol en
invierno con su botija al lado, y en sus porches el verano,
sacadas las pocas horas que trabajaban con grande ahinco
en sus oficios ó en sus huertas, por la codicia entrañable
de coger frutas, hortalizas y legumbres; pero pocos y bien
pocos dellos tenían oficios que tratasen en metaí ó en hie-
rro, ó en piedras ni maderos, excepto algunos herradores
procurados para su común (114).» Y Fr. Alonso Fernández
escribió: «Ejercitábanse en cultivar huertas Otros se
ocupaban en cosas de mercancía. Tenían tiendas de co-
mer en los mejores puestos de las ciudades y villas, vi-
viendo la mayor parte dellas por su mano. Otros se em-
ir 13) Era esta palabra entonces sinónimo de ocioso; dice Fon-
seca: «Desea que su esclavo esté siempre haciendo algo, y no es
mucho que un esclavo vagabundo no halle quien le sufra.» f Ter-
cera parle de la vida de Cristo, libro I, col. 282.)
(i 14) Expulsión justificada de los moriscos españoles: Hues-
ca, 1612, Segunda parte, cap. 10, fols. 3^-36; citado por Janer,
págs. 1 58- 159.
jP, F. UE HAAN
pleaban en oficios mecánicos, caldereros, herreros, alpar-
..ateros, jaboneros y arrieros No daban lugar á que los
suyos mendigasen. Todos tenían oficio y se ocupaban en
algo ITi.s).» j , .
A pesar de lo que dice Fr. Marco de Guadalajara y
Xavier, que «no labraban lana, ni se acercaban al rastro
ni al matadero (n6),„ sabemos por el capítulo 85 de las
Cortes de iSga á iSgS que los moriscos se habían hecho
«tenderos, despenseros, panaderos, carniceros, taberneros
y aguadores,., siendo así que el oficio de carnicero era de
los más despreciados. Según un escritor anónimo de prin-
cipios del siglo xvii, «en España limpio se dice cualquiera
que no tiene mezcla de moro ni judío, aunque sea el mas
vil y contentible que hay en la República, y cargado de
pecados; por manera que el carnicero y verdugo que no
tiene algo destas razas, es limpio, aunque sea perjuro y
ladrón ... (>i7)'> Es verdad que nos encontramos á veces
con apreciaciones harto sorprendentes de ciertos oficios.
Fonseca habla de Dionisio, que un tiempo fué «maestro de
escuela, azotando muchachos, oficio de los más bajos del
mundo (nS].,, Pero consta lo que nos importa, es decir,
que los moriscos ejercían cualquier oficio que les podía dau
de comer. , j a
Entre todos los oficios, "hay uno cuyo nombre desde
muy antiguo ha sido término despreciativo. Me refiero al
oficio del hombre que lleva cargas. Esto se solía hacer en-
tre dos, llevando cada uno sobre un hombro el extremo de
la palanca ó del travesano (ug), de que se suspendía la
{,,5) Historia de Flasencia (Madrid, 1627), libro III, cap. 25;
citado por Janet, pág. 162.
(116) Memorable expulsión y jusiisimo destierro de los vio-
riscos de España: Pamplona, 161 3; citado por Janer, pág. .70.
(117) Bibl. Nac, Vanos, 1-55-41, fol- 'O- Papel sin fecha, lu-
gar, título ni firma: habla de la expulsión de los moriscos como
ya verificada, y. se dirige al Rey Felipe 111.
(1 18) Tercera parte, libro 111, col. 479.
(1,9) , los travessaños con que llevan cárgalos ganapa-
PICAROS Y GANAPANES 185
carga. Es verdaderamente extraño que á este oficio, con
preferencia á todos los demás, se haya dado el nombre de
ganapán (120), y, sobre todo, que este nombre desde el prin-
cipio se haya considerado como deshonroso, aplicándose
sin referencia á determinado oficio para motejar de vil y
despreciable. En una farsa de Lucas Fernández (1514),
dice el pastor Pascual dirigiéndose á un soldado:
«Esa es vida de holgazanes,
Aquesa.es vida sin ley.
No teméis ni á Dios ni al Rey.
Andáis hechos ganapanes.
Sin vergüenzi y sin concencia (121).»
En la Comedia Medora, de Lope de Rueda, el simple
Ortega ha robado al paje Perico, entre quien y Acario, ciu-
dadano, sigue este diálogo:
«AcARio. Pues anda, vete, yo te prometo quél me lo pague.
Perico. Así, tal debéis de ser como él.
AcARio. Hi de puta, rapaz, bellaco, espera.
Perico. Sí, esperaldo ai ganapanazo; á huir, pies de true-
no (122).);
No encuentro otro caso parecido de que un nombre de
oficio haya servido en el siglo xvi para motejar á quien no
lo ejercía. Dice el Pelegrino curioso: «Un pregonero, que
con ropa al pescuezo andaba pregonando por la ciudad,
nes » (Carta-introducción á \a Mechanicade Aristotiles, 1545,
de D. Diego Hurtado de Mendoza, publ. por R. Foulché-Delbosc,
Reviie Hispanique, tercer trimestre, 1S9S). Véase Covarrubias,
voce Ganapán.
(120) Nebrija, Dictionariwn: aganapati, baiulus: gerulus;
Corbulo. — Baiulus, por el bastaje ó ganapán; baiulo, por llevar ó
traer cargo á cuestas; gerulus, por el ganapán que lleva cargos.»
{i2i) Farsas y églogas por Lucas Fernánde^: Madrid,
1867, pág. 105.
(122) Obras, tomo 11, pjg. 248.
l86 F. DE HAAN
que es el oficio más infame que hay (123).» ¿Hay ejemplo
de que jamás se ha llamado á nadie pregonero? Poca esti-
ma debe haber alcanzado el «oficio mecánicoi) para que
ganarse el pan haya podido ser deshonroso. Pero sea esto
como fuere, el haberse considerado el oficio de ganapán
como de singular oprobio es fuerte indicio de su origen, y
Jorge Braun, que describiendo los países de Europa solía
estar bien enterado, no deja lugar á duda cuando dice, ha-
blando de los moros de Granada: «Et quantum uxorum
luxui sérico, áureo, argénteo, ac prsestantiore vestitu in-
dulgere, tantum sibi. viliore habita viri solebant adimere,
síitco scniper oniisti, dixm prcedivites, inceckntes, iit qnalm-
cumqiie oncva mercedis consequendce grana peteniíbus fer-
rent (124).»
No he logrado igual certidumbre en cuanto á la caperu-
za de color; pero no debe ser imposible dar con el cabo
que falta por atar. Más de una vez se habían promulgado
leyes obligando á los moros á llevar señales de color para
ser distinguidos de los cristianos (125). Cuando capituló
Granada, se convino expresamente «que no mandarán sus
altezas ni el príncipe D. Juan, su hijo, ni los que después
dellüs sucedieren, para siempre jamás, que los moros que
fueren sus vasallos traigan señales en los vestidos como
los traen los judíos (126).,, Se ve que á los moros estas se-
ñales causaban vergüenza, y parece que después de la ren-
dición de Granada cayeron en desuso, porque si bien Ja-
ner dice que «se les intimó que usaran de una señal en el
sombrero so pena de quedar esclavos (127),» no he encon-
(123) Tomo I, pág. 390.
(124) Civitaíes orbis ¡erranim. Lféer _pn)mís, en la descrip-
ción del mapa núm. 4, Gránala. (El ejemplar que he visto en la
Bibl. Nac, tiene Praefalio de 1572; al fin del libro: Co/oniae
Agrippinae apud Berlramum Bocholt^, 1599)
(125) Cortes de Madrigal, 1438, cap. 55: Madrigal, i47l>, ca-
pítulo 34.
(126) Janer, pág. 224.
(127) Janer, pág. 26.
FÍGAROS Y GANAPANES 187
tiado en los capítulos de Cortes, ni en las colecciones, le-
perloiios y recopilaciones de pragmáticas, la ley que tal
cosa mandara. Pero ya hemos visto que aproximadamen-
te en 1540 el Ayuntamiento de Zamfira ordenó que los
ganapanes llevasen caperuza de determinados colores, y
es casi cierto que ordenanzas parecidas se hiciesen enton-
ces en otras ciudades. Ahora bien: así se había señalado
antes á los judíos, á los moros y á las mancebas de los
clérigos (128); así también se señaló poco después a las mu-
jeres públicas (129). Pero ni al mismo verdugo se le ponía
una señal parecida, á pesar de haberse estatuido y ordena-
do «que el dicho verdugo no pueda tocar con sus manos
cosa alguna de comer y beber, hasta en tanto que aquélla
hubiere comprado para su propio uso (ijo).» Por lo tanto,
es más que probable que, habiendo las leyes del reino de-
jado de imponer á los moriscos el uso de la señal, las ciu-
dades siguieran exigiéndola cuando les convenía. Así tam-
bién se explicaría la desaparición de la caperuza de color
con la expulsión de los moriscos.
Es de advertir que Cervantes introduce á un ganapán
que dice: «señor juez, ganapán soy, no lo niego, pero cris-
tiano viejo ('31),» y que el sacristán de La cueva de Sala-
manca canta:
«En ella se hacen discretos
Los moros de la palanca (132).»
Bien es verdad que en la edición de i6i5 se lee: «los mo-
ros de la Palanca;», pero faltan pruebas de haber existido
{128) Cortes de Soria, era 141 8, cap. o °
(i2g) Ordenanzas de Salamanca, lib. V, tít. 35, pág. 63.
«Estas ordenanzas hizo la ciudad de Sevilla á siete de Mayo de
1553 años, y las aprobó y mandó guardar en toda Castilla el Rey
D. Felipe el Segundo por su provisión, dada en la dicha ciudad
de Sevilla, á trece de Mayo de 1570» ^
(130) Ordinaciones de Zaragoza: Zaragoza, Diego Dormer.
1675. pág. 188.
(131) El jue^ de los divorcios, XII. pág. 176.
(13:) XII, pág. 264.
j^gS F. DE HAAN
un lugar llamado la Palanca y poblado de moros con fama
de poco discretos. Posible es también que en vez de moros
haya que leer mozos, de la misma manera que Cervantes
solía llamar á los*esportilleros «mozos de la esportilla.»
Los moriscos solían ser sobrios, y con esto no concuer-
da la fama que después tuvieron los ganapanes de comi-
lones y borrachos. Pero es de suponer que los que, no reu-
niendo condiciones para ejercer otro oficio mejor, se dedi-
caban al humildísimo de ganapán, no tendrían todas las
virtudes de su raza. Dice Fonseca: «Los moriscos de Gra-
nada y de Valencia dan este descargo de sus culpas: yo no
bebía vino, y el cristiano viejo me ha hecho borracho; yo
no juraba, y el cristiano viejo me ha hecho renegado; yo
no hurtaba, etc. (i33).» Y un informe oficial nos enseña
que «generalmente todos los moriscos que beben vino son
salteadores (i34).« Además, «por un ladrón pierden ciento
mesón,» y poco bastaría para acabar con la reputación de
los despreciados ganapanes.
Faltan pruebas de que los colores amarillo, bermejo,
azul, verde, que servían para señalar á judíos, mancebas,
mujeres públicas", moros, ganapanes y picaros, hayan te-
nido significación ignominiosa de determinado género. Un
autor anónimo de fines del siglo xv, dice que «azul presu-
pone la firmeza, bermejo lá alegría, verde la esperanza,
amarillo el hambre (^35)..) Cuando se sublevaron los mo-
riscos de Teresa, arbolaron dos banderas, la una azul y la
otra colorada (136). Parece, pues, que sin parar mientes
en su significación convencional, se daba preferencia á co- ■
lores que salían á la vista para hacer la señal más fácil de
notar.
Si lo expuesto basta para probar que de entre los mo-
(133) Tercera parte, lib. II, col. 53.
(134) Informe del Dr. Licbana, refiriéndose á los años de 1577
á 1581, citado por Janer, pág 272. , „ -o ^ ,\
(,35) Gallardo, Ensayo, tomo I, núm 758 (cois. 824, S42, b45J.
(,361 Janer, pág. 323, copiando una relación contemporánea.
PICAROS Y GANAPANES I09
riscos salieron los ganapanes, será fácil dar el mismo
origen al picaro, y no sería entonces disparatado sospechar
que el nombre se derivara del árabe. Recuérdese que el
picaro no era un hombre hecho y derecho, sino un mu-
chacho que tenía que acomodarse «á llevar los cargos que
podían sufrir sus hombros.» Pues bien: por pragmática de
12 de Febrero de 1502 se había mandado salir de Castilla y
de León á todos los moros de catorce años arriba y á todas
jas moras de edad de doce años arriba. Razonable es supo-
ner que los- muchachos desamparados buscasen medios de
ganar de comer, y que, no teniendo fuerza bastante para lle-
var cargas más grandes, inventasen el oficio de esportilleros.
En tal caso, se les puede haber motejado, ó ellos mismos
pueden haber acostumbrado llamar la atención, con una
palabra arábiga muchas veces repetida, con la cual pronto
llegarían los españoles á identificarles, hasta el punto de
ser aquélla universal, pero gradualmente conocida como
nombre de un chico de sus condiciones. Las letras/, k, r,
constituyen en árabe una raíz que significa «ser pobre,»
entre cuyos derivados acaso se encontraría uno que suene
como picaro y que pueda haber sido el mote ó la exclama-
ción preferente de aquellos muchachos para hacerse notar.
Verdad es que los arabistas del siglo xvi no discuten la
palabra; pero lo mismo se puede decir de otras cuyo origen
ha sido establecido después. Bien se me alcanza que la
filología no admite la transformación de / árabe en p cas-
tellana; mas precisamente en el siglo xvi, y en boca de la.
gente baja, notamos con frecuencia la confusión de / y
de/, confusión que también, aunque encases contados,
penetró entre los de cierta cultura. Conocidas son formas
como pantasma, pantasía, paniasear; muchas veces se lee
panfavrón, panforrear; se pueden citar casos aislados de
parol; y si bien en estas palabras vemos siempre la/ segui-
da de una «, no por esto debe ser imposible que tal fenó-
meno se repitiera en palabra arábiga que, imperfectamente
oída y no entendida, fué transformada en picaro. Cosas
más extrañas ha verificado la vox poptili, que, tratando de
jno ' F- DE HAAN
repetir palabras extranjeras que no entiende, echa mano de
las de su lenguaje cuyo sonido más se aproxima á aqué-
llas, y salta por encima de todas las reglas filológicas.
Además, la gente de mal vivir que encontramos en las
continuaciones de la Celestina es la que más comunmente
confunde las dos letras; y á juzgar por los reniegos y los
votos á Mahoma y á la casa de Meca, como también por
ordenanzas de algunas ciudades, muchos había entre ellos
más ó menos convertidos. Si éstos pronunciaban mal, ¿no
lo pueden también haber hecho los primeros picaros ó
quienes les oían? Cuestiones son éstas á que tengo que
abstenerme de contestar, y si las he propuesto no ha sido
otra mi intención que ver el problema discutido y resuelto
por los que saben.
Bryn Mawr College (Pensylvania).
JULIÁN RIBERA '
orígenes de la filosofía
RAIMUNDO LULIO
Este ha sido uno de los problemas de más difícil solu-
ción que se han ofrecido en la historia de la Filosofía es-
pañola: el estilo obscuro de este filósofo, su raro tecnicis-
mo, su extravagante método, sus extrañas afirmaciones,
unido todo á la costumbre suya de no citar las fuentes de
su doctrina, han sido causa de que sus ideas no hayan po-
dido ser bien comprendidas, ni se haya precisado bien la
derivación de su sistema.
Nace Lulio en Mallorca poco después de ser conquistada
por D. Jaime; procede de familia militar (era hijo de un ca-
ballero que acompañó al Rey en aquellas jornadas); en su
tiempo no es de presumir que hubiese en la isla tradición de
estudios cristianos ni escuelas bien organizadas en las que
se pudiera aprender Filosofía; un sistema tan complicado
como el de este filósofo no suele presentarse de repente, por
modo espontáneo, en ninguna región de la tierra; ocurre,
sin embargo, que antes de que el Doctor Iluminado visita-
ra los grandes centros del saber europeo, aparece ya él en
medio de las austeridades de una vida solitaria de ermi-
taño, sorprendiendo al mundo con la portentosa novedad
de su doctrina.
Los fáciles de convencer, que se satisfacen con cual-
quier explicación, pueden descansar, sin empeñarse en lar-
gas investigaciones, admitiendo como indudable que Lu-
lio se formó sin maestros, sin lectura de libros, y que todo
jq2 ' JULIÁN RIBERA
se le presentara á la mente por modo infuso ó por ilumi-
nación; mas toda persona medianamente instruida y dis-
creta no puede atenerse á tales explicaciones, sobre todo
después de haberse demostrado, con pruebas bastante pal-
marias, que Raimundo muchas veces dice lo que dijeron
otros filósofos más antiguos, infieles ó paganos, que de
ningún modo pudieron recibir los favores de la ilumma-
ción divina.
Las obscuras noticias que se tienen de los tiempos de
la juventud de Lulio, n¿ dan cuenta de modo claro de la
marcha de sus estudios ni de cómo se formó la trabazón y
enlace de sus ideas. Ha tenido que acudirse, para salir de
dudas, á otro procedimiento: el de comparar sus doctrinas
con las de filósofos anteriores ó coetáneos. Sólo así se han
podido señalar ciertas coincidencias con algunos muy co-
nocidos; se han visto translucir en sus afirmaciones ideas
de Aristóteles, Duns Scotto, Santo Tomás, algunos auto-
res árabes como Avicena, etc., etc.; pero ha quedado se-
rie tan grande de cosas inexplicadas, tan excesivo número
de residuos, que le hacen aparecer como fenómeno extraor-
dinario y anormal.
¿Y no ha podido suceder que haya él seguido modelos
ignorados y que hubiéramos aplicado á portentosa origina-
lidad suya, lo que no es otra cosa que desconocimiento
nuestro de los precedentes de sus doctrinas? ¿Han sido
bastante estudiadas las corrientes arábigas que pudieron
influir en la filosofía del Doctor Iluminado?
La instrucción arábiga de Lulio no procede de malas
traducciones latinas, que algunos escolásticos de bu edad
utilizaron, sino directamente de la lectura de los textos ori-
ginales. Una ilustración tan profunda y universal como la
que poseía el filósofo mallorquín no se consigue sin mane-
jar muy diestramente un instrumento adecuado: es preciso
conocer bien la lengua en que las materias estén tratadas;
de él se sabe que no había aprendido latín en las escue-
las, pues confiesa paladinamente que no sabía gramática:
«perqué eu, Ramón (dice en el prólogo á su obra Els cent
ori'gbnes de l.\ filosofía de r. lulio 193
noins de Deiis), supplich al Sant Pare apostólich é ais se-
nyors Cardenals que' el fassen pausar en laíí, car eu no li
sabría pausar, pey co car ignor la gyaináticd-,' en catalán,
que era su lengua nativa, y en la que escribía y hablaba,
no pudo hacer estudios de Filosofía, porque no se hallaban
entonces esas materias escritas en lengua vulgar; en cam-
bio, era maestro distinguido en lengua arábiga.
Por este conducto especial ha de buscarse la filiación
de su sistema, ya que sus estudios árabes no fueron, como
hemos dicho, superficiales y de preparación vulgar. Si
fuera necesario probar el hecho, costaría poco recoger las
noticias de sus biógrafos, los cuales dicen que aprendió
el árabe de un esclavo sarraceno (bastante instruido para
sostener acaloradas discusiones con Lulio); se citaría el
hecho de haber escrito dos libros, el Teliph y el Atehui-
dí (?), en idioma arábigo (Weyler añade el tratado de Con-
teniplaciónj; que discutió en Bujía con profundos filósofos,
en Bona con cincuenta doctores árabes, etc.; y todo esto
no puede hacerse conociendo únicamente la lengua del
pueblo, sin estar muy familiarizado con el tecnicismo cien-
tífico: él instruía á los frailes menores de su Colegio de
Miramar, no sólo en la lengua árabe, sino también en sa-
beres y sistemas gue, según declara en el Dcsconort, eran
á propósito para reducir á los moros por razones necesarias,
ya que no era eficaz, á su juicio, la preparación ordinaria
de los misioneros.
En Blanquerna dice que la Fe había ido á tierras de mo-
ros y que allí había encontrado á muchos hombres sabios
en Filosofía, los cuales no creían en los propios dogmas
de Mahoma, ni querían admitir autoridades de santos, ni
tener creencia verdadera sin inteligencia, etc. «Ara (dice
en Félix de les inaravelles del uion, tomo I, pág. 94, edición
Aguiló) som sdevenguts en temps que les gents aman
rahons necesaries, per 90 car son fundades en grans scien-
ces de philosophía é de theología.»
Lulio profesaba especial cariño á los musulmanes, na-
cido, sin duda alguna, del estudio de los libros árabes, que
u '3
,„. JULIÁN RIBERA
no se explica sólo por aquella caridad apostólica que re-
bosaba en su pecho, siempre generoso, noble y cristiano,
puesto que hay cierta mezcla de admiración particular por
ü ciencia y las virtudes de los moros. Véase el siguiente
pasaje del FcUx, donde afirma que los moros son mas sen-
satos V juiciosos que los cristianos:
„La rabo per la qual majorment envdkix avans e mor
avans chrestid que sarrahí, es car lo sarrahí usa mes de co-
ses dolces. qui son caldes é humides. que lo chrestia; é ab
la aygua que beu multiplica la humiditat, perla qual duia
humU radical; é chrestiá qui beu vi, que es calt e sech,
multiplica la calor é consuma la humid.tat. Senyer, dix
Félix ¿per qual natura han los sarrahms mes de smy hon
pus envellexen, é los chrestiáns ne han menys? Lo hermita
L que lo vi qui es vaporatíu, é la vianda que los chres-
tiáns reeben mes que los sarrahins, es occassio de destruc-
ció del serven, en lo qual se fa la emprendo de entendre;
é la aygua, que es freda é húmida, es atemprament de les
vapors; car per la humiditat pugen á la humid.tat del ser-
vell é per la fredor ne devallen, com sia la humiditat leus,
é la fredor greu, per rahó del subject en que son; é car lo
serven es fret é humit, pot esser pus atemprat per ses
semblants vapors, que per ses desemblants. A conservar
iuventut se cové mils ampia vestadura que streta, per co
que láer, per ampia vestadura, puscha participar ab la su-
perficie deis cors. per lo qual áer calt pusquen exir les
vapors del cors quen vol gitar la potencia digestiva; e
per láer fret se restrenyen los porus, e román dintre lo
cors la calor natural, é fa sen mils la digestió, per la qual
mils se conserva juventut en hom jove, e vellesa en hom
No se limitaba la admiración de Lulio a modas exclu-
sivamente profanas, sino que transcendía á costumbres re-
ligiosas de los moros, las cuales, no sólo recuerda él propo-
niéndolas como ejemplo para excitar á los cristianos, smo
(I) Félix de les maravelles del mon, tomo I, pág- 292.
ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA DE R. LULIO Ig5
pretendiendo introducir en el cristianismo esas prácticas
•devotas de los musulmanes.
El quería que los cristianos pusiesen al principio de sus
■cartas el nombre de Jesucristo, como los sarracenos ponen el
nombre de Mahoma (véase El Amigo y el Amado, versícu-
lo i56); él no quería la confusión que se observa en las
iglesias cristianas, en las que se reúnen hombres y mujeres,
y ordena (haciendo de Obispo en Blaaqiierna): «que no se
permitiría en adelante que los hombres y las mujeres entre
sí pudieran verse en la iglesia;» y (valiéndose del ejemplo
de los judíos y de los moros) dice: «que si aquéllos que son
infieles y se hallan en error y en vía de condenación tie ■-
•nen y observan esta buena ordenación, con cuánto mayor
motivo debemos guardarla y observarla los que somos cris-
tianos.»
Dice Lulio en su Blanquerna (tomo II, pág. 134, edi-
ción de la Revista de Madrid): «Preguntóle el Papa (que,
^omo es sabido, es personificación del mismo Lulio) á un
Cardenal si había visto llorar á alguno en su sermón. Y
respondió el Cardenal que no había visto llorar á nadie,
pero sí había visto dormir á muchos (cristianos) en su ser-
món. ¡Gran maravilla, dijo el Papa á los Cardenales, cómo
las gentes tienen tan poca devoción en los sermones, cuan-
do lo% sarracenos, que viven en error, lloran en los sermones y
los oyen con tanta devoción! Respondió á la sazán un Secre-
tario de la lengua arábiga que tenía el Papa, y dijo: que
los sarracenos predicaban de devoción y de las glorias del pa-
raíso y de Ui'i penas infernales; y por esto tienen tanta devo-
ción en sus sermones y lloran por la devoción que tienen «
Y (con arreglo á esto) «ordenó después el Santo Padre
que algunos hombres devotos y de santa vida anduviesen
todos los días por las calles de las ciudades, diciendo y
■proponiendo á las gentes consideraciones de las penas infer-
nales y de la gloria celestial, para que las tuviesen presentes
todos los días.»
En el prólogo de la obra Eh cent noms de Deas expresa
claramente su deseo de introducir la práctica de que se
g JULIÁN RIBERA
canten (los versos ,«. hiío Lol.o i los N.,„te & Dw.)-
eñts i-lesias. como te «noccno, »¡».o.í»» dMco,«,,,
"'N^rlr^ue he.os ido sólo =„ busca de a,„ellos
J„s"«= -1 para probar .„a tesis; I^.ros recorr.do
LtobrL de ..e -^^"^-brr";'^'-:' s"¡
:Scrers1:nar¿.'erio":orosLp.c.,..o-en.e.
:':::,/. ..,, «-^^vr^ - -rraii =::
STo :ei:.:aerv:,t . moro,, cosa ,ae ,a. el a.„
Trlt ro:',lncs ,ra.6 Lulio „o debiero.r ser perso-
na^lvv ulgares'gente ba)a y de ™alas costumbres, com»
ulTy en todo pueblo, sino con honrbres vntuosos y ot-
inals. con ge«.sab,a ,ue bacia .ida ""S- c»"^-
votos ermitaños musulmanes, á qu.enes alimentaba la
IsiL ""convertir. Ni una sola ve. acude i su memor.a
, Zco a .nocente, de explicar =1 arratgo de los ogm.s
musulmanes por la holgura moral de su ley, por la falta
^ireño'::tror"t:.-:póte .»mo babia ..
arl:Ll con la concesión e.pl.Ua de., a -^^^^^
mosa V característica obra suya, el 303 el ae )a
e .1 Alcorán V las bienaventuranzas de su paraíso, y
r;,edLl o./.a„ devotas palabras. ,ue cuas, todos
l^s^ue las oian, lloraban. Admiróse mucbo el mensajerode
ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA DE R. LULIO iqj
3a devoción que aquella gente tenía en aquellas palabras,
siendo todo cuanto les predicaban un error muy grande; y
conoció que por el buen modo y tan devoto que tenían
aquéllos en predicar y llorar, y porque en las predicacio-
nes les referían la vida de muchos hombres que morían
:por devoción, por esto lloraban aquellas gentes. También
halló itn Libro del Amigo y del Amado, en el cual se refie-
re que los hombres devotos hacían cánticos de Dios y del
Amor, y cómo por el amor de Dios renunciaban los de-
leites temporales é iban por el mundo padeciendo pobreza
3' otros muchos trabajos (i).»
,) pensó ir al ermitaño Blanquerna á rogarle hiciese
un libro que tratase de la vida eremítica, para que los otros
ermitaños se enseñasen con este libro á saber estar en con-
templación y devoción (A Blanquerna) le vino en vo-
luntad de hacer un libro del Amigo y del Amado, enten-
diendo por el amigo cualquier fiel y devoto cristiano, y por
el amado á Dios Nuestro Señor.»
«Mientras Blanquerna estaba en esta consideración, se
acordó de que en cierta ocasión, siendo él Papa, le refirió
lí» moro: que entre ellos había algunas personas religiosas, los
cuales son muy respetados y estimados sobre los demis, y se
llaman Sofícs ó Morábalos, que suelen decir algunas parábo-
las de amor, y breves sentencias que influyen al hombre gran
devoción, y necesitan de exposición, y por la exposición sube
el entendimiento más alto en su contemplación, por cuya
elevación asciende la voluntad y multiplica más la devo-
ción. Después de haber considerado todo eso, resolvió Blan-
querna componer el libro según el dicho método (2) »
Hemos trasladado, á pesar de su extensión, todos los
párrafos anteriores por creerlos de suma importancia: to-
dos ellos, en conjunto, garantizan la formalidad con que
Lulio declara (caso rarísimo en sus obras) las fuentes
4onde bebe; y esta confesión ha sido el hilo conductor
(1) Blanquerna, tomo II, págs. 105 y 106.
(2) Tomo II, págs. 158, 159 y 160.
igg JULIÁN RIBERA
que nos ha guiado en la investigación de sus modelos.
Del estudio de algunas obras de los sufies musulmanes
hemos sacado la convicción profunda de que el célebre filó-
sofo mallorquín es un sufí cristiano.
Aquel despego suyo de toda Orden monástica ó regular;
su profesión de solitario eremita en la que exclusivamente
sirve á su Amado; aquel andar desnudo y pobre discurrien-
do de tierra en tierra, predicando, unas veces, por calles y
plazas, en formas rudas, á grandes y pequeños, proponien-
do que se taña por las noches un caracol para que las gen-
• tes cuiden de hacer examen de conciencia (á riesgo de que
le tachen de fatuo y loco), otras, evangelizando por montes
y valles, yendo á merced del cielo que le mantiene, ó re-
tirado en una cueva en extática contemplación, en com-
pañía de su Amado, sin las soledades en que se encontra-
ba en la humana sociedad: todo eso, lo hacían por las cos-
tas de África, por él visitadas, multitud incontable de mo-
rabitos moros de su tiempo.
Aquél su criterio especial científico en que toda ciencia
se tiene por infusa ó por iluminación de Dios, y se pre-
senta sin aparato erudito, en el que la fe es superior al
entendimiento y la verdad es principio común á ambos,.
y el entendimiento sube por una escala donde la fe le pre-
cede, y en ésta se apoya aquél para penetrar los secretos
de Dios; aquella disposición unitaria de la ciencia, donde
todo, alto y bajo, sensible é intelectual, se armoniza, re-
duciéndose las mayores discordancias y antinomias: todo
esto, lo profesaban y decían los morabitos musulmanes,
bastantes años antes de que él naciera.
Aquellas afirmaciones audaces de saborpanteístaó quie-
tista, en las que asegura que en cierto grado extático el
Amado y el Amigo se hacen actualidad única en esencia,
bien avenidas al propio tiempo con profundas convicciones
■ de la más pura ortodoxia; aquellos argumentos metafísico-
teológicos, donde algunos autores ven una mezcla confu-
sa de lo místico con lo vulgar, lo sagrado con lo profano.,
lo que parece una sandez con la ocurrencia más sutil, ar-
ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA DE R. LULIO IQQ
gumentos que muchos cristianos no comprendían y á Lu-
lio parecían tan claros; aquel tecnicismo tan extraño, tan
incomprensible, del que se ha dicho que se ha perdido la
llave de su inteligencia; aquellos dejos cabalísticos de su
sistema, etc.; eran tecnicismo, doctrina y maneras de decir
de místicos musulmanes contemporáneos de Lulio.
Aquel método especial didáctico que se tiene como in-
novación introducida por el Doctor Iluminado, por el que
todo se enseña en verso, incluso la lógica, y todo se vul-
gariza en prosa por medios figurativos (no en forma espe-
culativa y abstracta, sino con representaciones gráficas,
con schemas, círculos concéntricos, excéntricos, cuadra-
dos, etc.), para que entre por los ojos en la inteligencia de
las muchedumbres, era método peculiar y característico
de los sufíes musulmanes coetáneos de Lulio.
Para probar estas afirmaciones y demostrar la semejan-
za de ideas y conducta, podríamos ir acumulando testi-
monios de la vida andante de muchos sufíes españoles que
pasaron por el Norte de África en tiempos inmediatamen-
te anteriores á los de Lulio, y se hicieron célebres por su
talento y devoción, v. gr., el morabito murciano Aben-
sabín, filósofo que iba predicando por calles y plazas, que
enseñaba por símbolos y alegorías, y para exponer sus
metafísicas disquisiciones empleaba un lenguaje enigmá-
tico y obscuro, tras del cual se escondían sus audaces doc-
trinas de no muy segura ortodoxia; ó el asceta Abenhud,
también murciano, descendiente de personas muy princi-
pales, que anduvo por el mundo cubierto con su célebre
capuchón y raro traje de anacoreta (sobre el que se des-
tacaba su blanca y venerable barba); entregado á peniten-
cias, austeridades, visiones místicas, meditabundo siem-
pre, siempre triste y sollozando, y cuyos versos despedían
á cien leguas un tufillo panteísta; ó el célebre guadijeño
el Xextorí, sapientísimo varón á quien acompañaban mul-
titud de pobres y desarrapados ermitaños, extasiándose
al oir recitar á su maestro sus vwaxahas y zachales de
asombrosa espontaneidad, en las que cantaba sus místicos
2^Q JULIÁN RIBERA
amores; ó el Harelí. ó Abulabás, murcianos los dos; ó Al-
larid. Alafif, Abumadián. etc., etc.; es decir, una tm-ba-
nudtk que pululaba por Occidente y Oriente y hacra la
misma vida y profesaba semejantes adeas.
Mas entre todos ellos se yergue y descuella, como las
cumbres del Moncayo sobre los monteciUos que las cncun-
dan un doctísimo varón, metafísico profundo, gran poeta
místico, maestro universal, Mohidín Abenarabí, de Mur-
cia, cuya v.da, opiniones y sistema son como un retrato
anticipado de la vida, opiniones y sistema del filosofo ma-
""Sréoincidencias muy curiosas en la vida de ambos
personajes; unas son completamente fortuitas; otras no
pueden ser casuales: denuncian relación personal de mo-
delo y copia. .
Aprovechándonos de los numerosos datos biografieos
esparcidos en las voluminosas obras de este místico mu-
sulmán-español (AlfotuhaU Ahnohadamt, el Dtvan de sus
poesías, publicadas en el Cairo) y de las notas biográficas
que nos proporcionan algunos autores (Almacari, Aben-
xáquir, Abenalcadi, etc.), trataremos de bosquejar el cua-
dro de su vida. , .
Se-ún él mismo nos refiere, nació en Murcia en el ano
ii65 de nuestra Era, de familia acomodada, de antigua y
noble estirpe. Entre sus antepasados habían ocurrido
eiemplos de rápidas mutaciones de conducta, de vida suel-
ta y mundanal, á la austera y retirada; un tío suyo, por
parte de madre, Yahia (hijo de Tugan), Rey de Treme-
cén conmovido por las rudas advertencias de un morabito
á quien encontró cierto día en que andaba él cabalgando
por las inmediaciones de esa ciudad acompañado de sus
cortesanos, apeóse del caballo, despojóse de sus vestidu-
ras reales, se puso á llorar, y se fué luego á servir á Dios
en compañía del ermitaño; y allí, en el retiro se ganaba
la vida haciendo leña de los bosques, la cual iba a vender
al mercado de Tremecén, donde la gente solicitaba con
respeto sus plegarias y oraciones.
orígenes de la filosofía de R. LULIO 201
A nuestro Mohidín debió también ocurriría algo que
determinara un cam.bio de ideas y de vida: él recuerda en
su vejez, con pesar y remordimiento, aquellos años de su
alegre juventud que transcurrieron sin que se acordara de
Dios, en sus cacerías por los campos de Carmona y Palma
del Rio con los halcones y caballos de su padre. Los ocho
primeros años de su vida los pasó en Murcia; después
trasladáronle sus padres á Sevilla. De los tiempos de su
infancia apenas recuerda sino algunas palabras oídas pro-
nunciar al predicador en el pulpito de la aljama de aque-
lla ciudad.
Vivió en Sevilla durante sus mocedades; luego dióse á
viajar; por fin se fué á Oriente, de donde jamás volvió.
Como los jóvenes de su tiernpo, aprendió lecturas alco-
ránicas, literatura, historia, etc.; un tío suyo, hermano de
su padre, se entretenía enseñándole versos.
En una excursión que hizo á Córdoba, compuso algu-
nos con motivo de la visita que hizo á Medina Azahra,
cuyas ruinas eran ya entonces mansión de alimañas y
fieras.
Llegado á mayor edad, parece que fué nombrado Se-
cretario del Gobierno de Sevilla.
No sabemos si ¡as exhortaciones de su piadosa madre, ó
las de Mariam, su mujer, ú otras causas, determinaron en
él la dirección nueva: lo cierto es que Abulabás el Magre-
bí, sufí sevillano, procedente de los Algarbes, fué su pri-
mer maestro en las ciencias divinas, y que á la cátedra de
este doctor asistía aquél juntamente con otros sevillanos
compañeros de Orden, á cuyo recuerdo dedicó posterior-
mente una obra histórica refiriendo noticias de esa es-
cuela.
En los libros de Mohidín que se han conservado y co-
nocemos, se hace mención frecuente de haber leído él y
aprendido algunas obras del filósofo español Abenhazam;
se recuerda el haber manejado El secreto de los secretos,
obra que corría por las escuelas árabes como de Aristóte-
les, además de otros tratados que no estaban muy en ar-
202 JULIÁN RIBERA
monía con las enseñanzas de la ortodoxia oficial. Da no-
ticia de algunas polémicas ó discusiones que tuvo con al-
gunos motadles y filósofos, en las que, por supuesto, siem-
pre salía vencedor.
Sin embargo, su principal ocupación en aquel tiempo
era ya frecuentar el trato de ermitaños y morabitos. Uno
de los recuerdos que con más cariño le venía á la memo-
ria era la vida y costumbres de una piadosa mujer con
quien le unieron lazos de hermandad en el servicio de Dios:
Fátima la sevillana, la sufí, para la cual el propio Mohi-
dín construyó una choza de cañas, donde vivió ella reti-
rada y pobremente. Las relaciones entre ambos no podían
ser ni más honestas ni más platónicas: él iba acompañado
de su madre á visitarla; y aunque nos refiere que se rubo-
rizaba al ver lo sonrosado de las mejillas de aquella mu-
jer, que por la buena conservación de sus carnes parecía
una joven de catorce años, hay que saber que esa señora
tenía, siendo él muy joven, sus noventa y cinco años bien
pasados y cumplidos.
Además de esta beata, conserva memoria de otra de
Marchena, á quien él llamaba El sol de las siervas de Alá,
la madre de los pobres (faquires); de otra de Sevilla, Oma-
zahra, y, en fin, de una multitud incontable de ascetas,
místicos y ermitaños que pululaban por Sevilla, por el
Aljarfe, por Ronda, Marchena, Córdoba, Granada, etc.
El maestro de cuyas enseñanzas se acuerda de modo
más insistente, es de Abdalá el de Morón, del cual apren-
dió la teología.
Llegado á mayor edad y provisto de buen caudal de
conocimientos (conocía, según él, la civilización árabe,
persa, griega é india), emprendió algunos viajes: fué á
Túnez; de allí recuerda haber compuesto en la aljama
Aceitún una poesía que luego, de retorno, con gran sor-
presa, encontróse que, sin haberla escrito él ni haberla
comunicado á nadie, la recitaban como suya por los mer-
cados de Sevilla. Estuvo en Fez; en la aljama de esta ciu-
dad recibió iluminaciones celestiales; en el jardín de Aben-
ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA DE R. LULIO 203
hayún, donde se reunían sus devotos, se hizo admirar por
la sabiduría que revelaba en sus discursos. Al pasar por
Ceuta estudió en casa de un asceta discípulo de Algazalí,
autor cuyas doctrinas gustaba Mohidín de poner en verso.
Antes de advertir la misión que el cielo le tenía reser-
vada en Oriente, estuvo en otras comarcas: se le ve á la
edad de veintinueve años en Tarifa y en Tremecén (donde
visita el sepulcro de su tío, el venerable Yahia, mencio-
nado antes); en Túnez á los treinta; á los treinta y uno en
Fez; á los treinta y dos de nuevo en Sevilla; de aquí vuel-
ve á Fez; á los treinta y cinco años en Granada (y en Al-
mería, donde compone una obra alegórica y mística), y á
los treinta y siete lo encontramos en Marruecos.
En esta ciudad es donde ya recibe aviso del cielo di-
ciendo que debía ir á Oriente: un pájaro de maravillosa
hermosura se lo advierte revoloteando por la habitación ó
ermita donde él se hallaba. Impulsado por este aviso pro-
digioso, parte para Oriente; pasa por Fez y Bujía, donde
un portentoso sueño que le ocurre lo explica un adivino
diciendo que el hombre que lo ha tenido ha de ser conoce-
dor de todas las ciencias divinas y humanas; pasa por Tú-
nez, ciudad que fué testigo de sus exaltaciones piadosas:
iba á visitar á sus hermanos en una cueva situada en me-
dio de los cementerios de la parte oriental; por Egipto,
del que no debió llevarse buen recuerdo por el escándalo
que causaron sus ideas: estuvieron á punto de matarle por
hereje; de allí se fué á la Meca.
En la capital del islamismo recibe grandes iluminacio-
nes de Dios, sobre todo al tiempo de dar vueltas alrede-
dor de la Caba (esas iluminaciones motivaron su obra
principal): tenía entonces treinta y nueve años; á los cua-
renta y uno aparece en Bagdad y en Mosul; á los cuaren-
ta y dos se halla en las cercanías de Armenia (estuvo en
Miafaricáin, Diarbéquer, Iconia, Sivas, etc.); vuelve á
Egipto (y á Jerusalén y Bagdad); poco después se le ve en
Malatia (Asia Menor), en país dominado por los griegos
bizantinos, y contrae matrimonio, del que le nacen dos
204 JULIÁN RIBERA
hijos (poetas célebres después); á los cincuenta se halla
en Damasco; en Emesa le concede el Rey una pensión de
cien pesetas diarias, que reparte Mohidín entre los pobres;
á los cincuenta y ocho habita en Alepo una casa regalada
por el señor de la ciudad (y nuestro Mohidín la da como
limosna á un mendigo de la calle), y vuelve, por último,
á Damasco: tendría entonces unos setenta y tres años.
Allí, después de escribir su más importante obra, Alfo-
tiihat, en medio de continuas revelaciones é iluminaciones,
en las que por infusión recibe la ciencia metafísica en for-
mas y figuras geométricas, muere á la edad de ochenta
años, respetado y venerado por sus virtudes y talentos.
(A estas fechas comenzaría á balbucir en los brazos de la
nodriza, en la ciudad de Palma, el niño Raymundo, que
luego, ya hombre, recorrió como misionero cristiano los
misamos lugares que cuarenta ó sesenta años antes había
atravesado ese morabito musulmán español.)
En el continuo movimiento que consigo lleva la vida
trashumante, Mohidín, aunque parece esquivar los ruidos
mundanales y procura ocultarse en su pobreza y vida so-
litaria, no pasa obscuro ni desconocido en ningún lugar;
aunque dice ser un loco que va enseñando y moralizando
á los discretos, conferencia con sus hermanos y amaes-
tra á sus discípulos (y esos pobres morabitos y ermitaños
constituían por entonces, como en muchos tiempos pos-
teriores, un formidable poder en el mundo musulmán);
amonesta á los pueblos; mueve á los Reyes para que re-
sistan á los cristianos; escríbeles para que no consientan
á esos infieles levantar iglesias, ni que toquen las campa-
nas, ni, dando voces, paseen las ciudades formados en
procesión (Mohidín está en Oriente en la época de las
Cruzadas); exhórtales para que no permitan que los cris-
tianos se mezclen con los musulmanes, vistiendo aquellos
<:omo éstos; escribe á sus correligionarios que viven en
país de los griegos á perseverar en su religión, y si bien
procura no entablar disputa con los misioneros cristianos
(cosa que él detesta), se alaba algunas veces de la conver-
ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA DE R. LULIO 2O5
sión de algún cristiano, debida á la ejemplaridad de las
virtudes musulmanas'}- á la claridad y excelsitud de los
dogmas de su religión, que, á su parecer, son más com-
prensivos que los de las otras religiones, puesto que en-
cierran totio lo bueno del Evangelio y de la ley de Moisés.
Vióse honrado por reyes y pueblos en los últimos tiempos
que vivió, y tanta impresión causaron sus profundas es-
peculaciones científicas, que sus libros se han conservado
y leído en todas las comarcas del Islam. No hace dos si-
glos todavía, sabios viajeros musulmanes de Almagi'eb
iban devotamente á las faldas del Casión, monte que se
halla en las inmediaciones de Damasco, para rezar sobre
la tumba, aún entonces venerada, de aquel insigne místico
español.
Las curiosas semejanzas que aparecen en la vida de los
dos místicos españoles transcienden á su fecundidad litera-
ria: Mohidín, como Lulio, escribió más de cuatrocientas
obras; éstas son, al menos, las confesadas por él mismo
en un documento expedido á favor de un hijo del Sultán
el Cámil.
Esta semejanza de conducta puede ser completamente
fortuita; lo que no es fácil explicar por mera coincidencia
son las analogías de sus sistemas, 'principios, métodos,
formas de exposición, y particularmente dos ó tres tan
personales, que indican íntima é inmediata relación entre
ambos.
El móvil que excitó á Mohidín á escribir sus libros fué
el adoctrinar y amonestar á los morabitos y ermitaños, á
fin de que el nombre de Dios sea venerado acá en la tierra,
y el de edificar y moralizar á los hombres, haciendo que
eleven su entendimiento hasta alcanzar las verdades divi-
nas. Si da importancia á las ciencias que tienen por objeto
las cosas del universo, es para conocer mejor al Amado.
El colmo del saber lo constituye el conocimiento de la •
esencia del amor divino.
Mohidín, como Lulio, afirma que la ciencia es una, y
busca lo uno: las cosas existentes no son más que las pa-
2o5 JULIÁN RIBERA.
labras de Dios; Éste ve su propia imagen en las criaturas,
como el hombre ve su propia imagen al colocarse delante
de un espejo.
Mohidin, como Lulio, dice que se alcanzan las ciencias
por fe y por entendimiento; mas la potencia espiritual de
la fe es más fuerte que la de la natural razón; la fe está
sobre el entendimiento y el discurso; la fe da la ciencia
infusa, no la adquirida; el entendimiento necesita siempre
de algún apoyo en sus demostraciones, hasta el punto que
si éstls no se fundan en razones necesarias, no constituyen
dencia; en cambio , la fe es necesaria por sí misma, y sirve
por esto de apoyo al entendimiento en la investigación de
la verdad. Con la voluntad se alcanza más elevada ciencia
que la de los filósofos; lo que no logra conocer el entendi-
miento humano por razonamiento discursivo. Dios lo des-
cubre á sus siervos, porque muchas cosas están á la otra
parte del monte de la inteligencia humana, y Dios concede
la ciencia de esas verdades superiores á los hombres de vo-.
luntad: el silogismo lógico no basta para la metafísica ó
divina ciencia.
El medio por el que Mohidin, según él dice, logró saber
todas las ciencias, es la i laminación de Dios, como de sí afir-
ma Lulio: de esta manera, estando aquél en Sevilla, reci-
be el conocimiento de las ciencias naturales y astronómi-
cas, sin libros ni maestros; declara Mohidin que la alqui-
mia la supo por un cierto modo de intuición, como cien-
cia infusa: por eso en sus libros no suele citar con fre-
cuencia, como hacen otros autores, las referencias de los
sabios; «nosotros, dice (Lulio hizo lo mismo), no somos
de los que refieren las palabras de éstos ni los dichos de
aquéllos: sólo exponemos en éste libro {Alfotuhat), y en to-
dos los nuestros, lo que por iluminación divina se nos ha
concedido, lo que Dios nos ha dictado.»
Su sistema, como el de Lulio, es armónico: para él, en-
tre el mundo superior y el inferior hay perfectísimo acuer-
do; las formas de las esferas superiores están en las formas
bajas elementales; hay perfecta concordancia en todos los
ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA DE R. LULIO 20/
Órdenes: el ontológico, el lógico y el moral: así, el ser
puro, el no ser puro y el no ser que puede llegar á ser, es
decir, lo posible, se corresponden en otro orden de consi-
deraciones con Dios, la nada y el mundo; la afirmación, la
negación y la duda; la hez, las tinieblas y el crepúsculo, y
el cielo, el infierno y el barzaj (0. La interior armonía
de su sistema llega al extremo de concluir en resuelto y
audaz panteísmo, al que con gran atrevimiento lógico
lo hace derivar de los dogmas fundamentales del Islam
y hasta lo hace salir de la letra misma de los textos alco-
ránicos.
La forma que usó Mohidín para exponer sus ideas (lo
que podríamos llamar su método didáctico) tiene seme-
janzas indudables con la de Lulio.
De todas las materias escribe Mohidín en verso, así sea
el asunto más árido; sus versos se resienten, por lo tanto,
de sequedad: mucho ritmo, mucha música; poesía escasa;
allí el martilleo de la rima sirve de medio para que se
aprenda de memoria lo que trata de exponer; versos me-
tafísicos, de difícil inteligencia, conceptuosos, aunque los
escribiera con facilidad tan extraordinaria que pudiera él
creerse, aun en esto, iluminado: los hacía soñando y los
recordaba despierto; á veces, al despertar, notaba que le
iban saliendo de la boca maquinalmente, sin esfuerzo in-
telectual, como si alguien que estuviera dentro de sí mis-
mo se los dictara. Los hizo en toda clase de metros y
rima, según la moda árabe, mono-rimada, y en moaxahas
y zachales. Se percibe color poético acentuado en algunas
poesías místicas, en las que, bajo símbolos diversos, se
dirige á Dios, su Amado. De estas últimas habremos de
tratar después particularmente.
En Mohidín la cabala desempeña gran papel: suele mez-
clarse en casi todas sus especulaciones, y por ella explica
á veces lo más abstruso y metafísico; cree en la virtud es-
(i) Véase el trabajo siguieate del Sr. Asín, doade algunos de
estos términos están bien explicados.
2o8 JULIÁN RIBERA
pedal de letras y números, y los utiliza como medio di-
dáctico en cuadros encasillados.
A Mohidín, como á Lulio, se le aparece todo en símbo-
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los y materializaciones gráficas de lo suprasensible: la
ciencia se le presenta en formas geométricas, y para ex-
plicarla usa de triángulos, cuadrados envueltos unos en
otros, círculos concéntricos, círculos excéntricos, cuadra-
dos cerrados por círculos, de los cuales algunos tienen
parentesco cercano con los de Lulio; en otros se ve se-
mejanza tan completa, que denota relación íntima entre
ORÍGENES DK LA. FILOSOFÍA DE R. LULIO 2O9
los de ambos, como si se hubieran copiado uno al otro (0.
A Mohidín, como á Lulio, se le ofrecen las verdades
metafísicas y divinas en formas sensibles: él veía á Dios,
unas veces, en forma de luz sin rayos, en la cual, como
diluida, encontrábase su alma, y, al propio tiempo, en
ésta hallábanse todas las cosas con sus constitutivos esen-
ciales; otras veces, se le representaba como el punto cén-
trico de un círculo, del que salía como radios todo lo posi-
ble, y lo que estaba más allá de la circunferencia era lo
imposible, la liada pura, etc.; y esas visiones prodigiosas
que en su iluminación veía, eran de cosas sensibles, no
intelectuales; en forma real, no ideal. Así no es extraño
que en varias de sus obras ponga representaciones gráfi-
cas para qué se lo figurasen más fácilmente los hombres
de imaginación (2).
El tecnicismo de Mohidín, como el de Lulio, es difícil
y obscuro para los extraños; mejor dicho, según él afirma,
su ciencia ni puede sujetarse á tecnicismo, ni basta la
lengua vulgar para exponerla. Respecto á cosas que tie-
nen semejanzas entre sí, cabe el que los hombres coinci-
dan en dar los mismos nombres á los mismos objetos;
pero en estas ciencias divinas que por iluminación se ob-
tienen, no hay términos de comparación: lo de Dios no
tiene semejante; por otro lado, no ocurre jamás que auna
(i) Véanse en el trabjjo del Sr. Asín la figura y explicación del
Círculo de lo posible y los Círculos de los géneros y las espe-
cies.
(2) Nos dice Mohidín en su- Alfotuhat (tomo III, pág. 523) «que
escribió un libro tiiulado Formación de tablas y círculos, en el
cual representó el Universo mundo e.vemplijicado por figuras, á
fin de hacer verosímil la ciencia á los hombres de imaginación;
porque la inteligencia no tiene más remedio que servirse de ima-
ginaciones en las cosas que ella cree; y así, con este libro se las
representa y queda vencida por el dominio de la fantasía, y enton-
ces ya puede formarse idea exacta de ellas.»
Estas palabras, parecerán á los entendidos, arrancadas de las
obras de Lulio, y, sin embargo, iMohidín escribía esto siete ú ocho
años antes de que naciera el Doctor iluminado.
11 14
^jQ . JULIÁN RIBERA
misma persona se le aparezca lo divino dos veces en la
misma forma: por consecuencia, es imposible que haya
tecnicismo para comunicarlo; además, sucédeles á los su ■
fíes lo que á los enamorados, los cuales, en su exaltación
erótica, hablan como locos de una manera desaforada y
anormal, porque no pueden contenerse ni medir el alcan-
ce de sus palabras. ^
Por todo lo anteriormente expuesto, se comprendera que
la situación de Mohidín dentro del islamismo fué muy se-
mejante á la de Lulio entre los cristianos. Aquél, como
éste era por un extremo, enemigo declarado de averrois-
tas y librepensadores que no admitían revelación, ni tex-
tos ni fe- y por otro, anda fuera un tanto desviado de la
Iglesia oficial, la cual pretenden ambos reformar y morali-
¿ por medios y con enseñanzas que no eran los oficiales
Los sufíes querían restablecer el antiguo modo de vivir del
Islam es decir, el de los tiempos inmediatos a Mahoma;
Lulio 'quería resucitar la soberana Orden apostólica.
La Iglesia oficial en ambas religiones les trató con has
tante frialdad, y los racionalistas de ambos pueblos les ta-
charon de locos y de fautores de utopias.
De los morabitos, decían los faquíes, que hablaban como
borrachos, en lengua incomprensible; que sus palabras
tenían sentido tomadas una á una. juntas en la oración no
podían entenderse. En cambio, sus discípulos y secuaces
encontraban sentidos ocultos admirables en lo mismo que
los otros no comprendían, y solían decir de sus contra-
dictores que no eran más que espuma y polvo que el tiem-
^^.to^cuán ignorantes! (dice Camaledín, gran sabio de
•Siril), ¡oh, cuan ignorantes son aquéllos que reprueban
ciertas expresiones y palabras que Mohidm empleaba en
sus escritos, cuyo sentido desconocen por no tener el ta-
lento necesario! ¡Que vengan! yo les daré solución á las di-
ficultades y explicaré lo que aquel varón insigne quiso de-
cir: de este modo aparecerá clara la verdad y podran ce-
sar las erróneas preocupaciones. »
ORÍGENES DE LA. FILOSOFÍA DE R. LULIO 211
Le preguntaron á Zaruc el Bornosí, el faquí, acerca del
juicio que había formado de Mohidín, y dijo:— En mi sen-
tir, es un maestro universal; le tengo por el más sabio en-
tre los sabios que lo saben todo; he de confesar, sin em-
bargo, en cuanto atañe á su ortodoxia, que las opiniones
no son unánimes: unos dicen que es un impío, un incré-
dulo; otros que es un santo varón que Dios ha suscitado
para ejemplo de los musulmanes.— Pero tú, ¿por cuál de
los dos extremos te decides? le preguntaron, y contestó
Zaruc:— Decir que es un incrédulo me parece, por una
parte, peligroso; mas decir que es un santo varón, puede
ser, por otra, muy arriesgado y expuesto á que cause es-
cándalo entre los ignorantes. Esta es la opinión que debe
iormar la persona sensata de todos esos individuos, como
el Parid, el Xextorí, Abenamla, Abensabín, el Afif de
Tremecén, etc., en cuya mística hay afirmaciones mar-
cadamente panteístas.
Y éste es también, en resumen, el juicio que de la con-
ducta é ¡deas de Lulio se ha formado en la cristiandad,
con leves diferencias, muy honrosas para el filósofo ma-
llorquín.
Vese bien claro, por todo lo que antecede, cuan seme-
jantes fueron la vida, sistemas, métodos y situación dees-
tos dos místicos españoles, cada uno dentro de su. respec-
tiva religión.
Además de esas semejanzas, que ya son indicios muy
vehementes de relación, mediata ó inmediata, entre Mohi-
dín y Lulio, he podido distinguir algunos signos que, á mi
juicio, demuestran que hay enlace particular, inmediato y
personal, entre sus doctrinas: para mí, es evidente que Lu-
lio ha debido aprovechar los'libros de Mohidín. y esto expli-
ca mucha parte de su mística y de su filosofía.
Entre las obras rimadas de Lulio, hay una que titula
éste Els cent mim de Dens; en el prólogo dice el autor:
«Los sarrayns dien que en V Alcorá son noranta nou noms
de Dea, é qui sabría lo centé sabría totes coses, perqué eu
fas aquest libre de Cent noms de Deas, los quals sée;» «en
2j, ■ JULIÁN RIBERA
cascún deis norns de Deus posan. X versos, ^^s ^^^^^J^or.
pot cantar segons que els psalms se canten en a Esgleya
E acó fem per 90 car los sarrayns canten 1' Alcora en ur
Lsquita... «Corn Deus haja pausada virtud en páranles.
"edTséen herbes, quant ..es donchs la ha pausada e.
L seus nonis. Perqué eu conseyl que hom cascundea d,ga
los cent noms de Deus é ab sí escrits los aport.»
Como se ve, declara Lulio que, al escnb.r su ob a ten a
en la mente el ejemplo de esta devocon mushm.ca que e
propone introducir en la cristiandad; nótase además, la
Xncia de doctrinas sarracénicas: él ^-^la de os nom-
bres de D:os como de amuletos que poseen celtas vn u
des V esto es cosa musulmana; yo, al menos, no sé que
e::;e'crist.anos sea corriente la creencia en «as virtudes
naturales ó extraordinarias de 1— '^•^ , ^%^ ¡^ "^
si fueran- piedras ó yerbas que tuviesen oculta fuerza ma
la- en cambio, los musulmanes siempre están remanda
fa letanía de los nombres de Dios y los llevan consigo,
nnestos en escritura, como amuleto.
' Mas si es evidente que Lulio debió imitar á cualqu r
autor muslímico que mencionara esa ^-ocion veo ind -
cío de haber imitado á Mohidín, en que P-osamente es e
haya escrito bastantes composiciones en prosa y veiso
ace'rca de los nombres de Dios, y en la última parte de^
grande obra Aljoü^hai se halle un extenso t- -d° e" jer^.
V prosa de Los cien nombres de Dios, a pesar de que se dis
cutí si eran, 6 no eran, noventa y nueve los citados en el
. ""'otÍ^'índicio particular de esa relación Pe--! entre
ambos autores me ha parecido encontrar en la re igan -
Lión que, según Lulio (en Blanquerna), ¿ebe snfrn el
Colegio cadenalicio de Roma. El quiere que ca a uno de
1^: Cardenales, incluso el P^pa. reciba un nombre tom-
do de los versículos del Clona in excelsas Deo;C^á^ Lai
d nal tendrá en el mundo la misión de hacer algo en^on
cordancía con lo expresado por su titulo: uno se llamara
el Cardenal Laudamnstc, otro Benedicamusic, etc.
ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA DE R. LULIO 2I3
En la organización interna que, según Mohidín, había
«ntre aquellos sufíes que tienen el encargo de moralizar
y enseñar en el islamismo, estaban los cótobs (palabra ára-
be de parecido significado á caydo, cardinis; pues cótob
significa el eje alrededor del cual gira alguna cosa). Cada
■cótob tiene por título un texto alcoránico, y le está enco-
mendada la misión de irlo predicando y repitiendo por el
mundo, ejerciendo al propio tiempo funciones relacionadas
con lo expresado en ese texto: un cótob se denomina No hay
más Dios que Alá; otro, Alabado sea Dios; otro, Loado sea
siempre Dios, etc. (0.
Es coincidencia singular y rara: la novedad que desea
Lulio introducir como reforma en el cristianismo, es pre-
conizada en forma parecida por el místico musulmán.
Pero el más vehemente indicio, y que para mí constitu-
ye prueba concluyente, habida cuenta de las coincidencias
anteriores, es lo que ocurre con el libro místico de Lulio,
El Amigo y el Amado.
■ El dice, según se ha visto en textos suyos anteriormen-
te citados, que /o halló en la parte de Berbería; que en él se
refiere que los hombres devotos hacían cánticos de Dios y
del Amor é iban por el mundo padeciendo pobreza y otros
muchos trabajos, y éstos (llamados sofíes ó morabitos)
suelen decir algunas parábolas de amor y breves sentencias
que necesitan exposición; y añade Lulio que él compuso el
libro según el dicho método.
Da también la rarísima coincidencia de que Mohidín
tiene una obra mística especial titulada El intérprete de los
vivos amores, que conviene con todas esas señales. Ella,
según dice Mohidín en el prólogo de la misma (y en varios
(i) Sospecho que los sufíes no inventarían los cóíobs; quizá no
hicieron más que imitar, de una manera oculta y secreta, la pú-
blica organización jerárquica de la Iglesia católica, para suplir las
deficiencias de organización del islamismo. Lulio después, influi-
do por los sufíes, propuso como novedad lo que éstos á su vez
habrían imitado de cristianos. Después de todo, la mística musul-
mana se sabe que es hija de la neoplatónica cristiana.
214 JULIÁN RIBERA
lugares de su Alfoluliat), es una colección de galanterías
amorosas en verso, parecidas á las que suele decir el
Amante á su Amado: en ella todas las palabras tienen sig-
nificación simbólica, y todas aquellas alusiones á ciertos
lugares, ruinas de habitaciones abandonadas (es tópico de
la poesía árabe), risueñas flores, la luna en las tinieblas de
la noche, estrellas, relámpagos, truenos, céfiros, colinas,
jardines, bosquecillos, púberes hermosas, marmóreas es-
tatuas, etc., tienen sentido oculto; las expresiones eróti-
cas, los adjetivos amorosos, se refieren á Dios y á las cien-
cias divinas, y para entenderlos es preciso ahondar y pe-
netrar en lo más íntimo, y no fijarse en lo que aparece al
exterior. Esta foimade poesía mística fué reprobada por al-
gunos faquíes, que se escandalizaron del empleo de versos^
eróticos para dirigirse á Dios y hablar de cosas divinas;
por eso Mohidín vióse obligado á escribir otra obra, titu-
lada Los tesoros y objetos preciosos, donde expone y explica
la intención de cada palabra, expresión ó figura, explica-
ciones que, según él, fueron muy útiles para los que las
habían leído. Los cánticos de amor estaban destinados á
los ermitaños ó siervos de Dios, y daban facilidades, esas
frases de cariño, para conseguir hermosas excitaciones mo-
rales (i).
Además, las doctrinas que profesaba Mohidín acerca del
amor divino, explican los dejos panteístas que se observan
en la mística de Lulio. Mohidín repite en muchos lugares
doctrina similar á la expuesta en la siguiente frase suyar
«La meta del amor espiritual es la identificación: ésta con-
siste en que la esencia del Amado venga á ser la misma
esencia del Amante, y recíprocamente, que la esencia del
Amante venga á ser la misma esencia del Amado,» frase
que concuerda perfectamente con lo que expone Lulio al
(i) Debo á los buenos oficios de mi querido maestro D. Fran-
cisco Codera el poseer algunas notos y extractos de la obra de Mo-
hidín, El inléryrele de los j J) os amores, tomados directamente de
las copias que se conseivan en la Biblioteca del Escorial.
ORÍGENES DH LA. FILOSOFÍA DE R. LU'LIO 2I5
principio del libro El Amigo y el Amado. Ambos convie-
nen, pues, en la forma y en lo característico ¿el fondo, y
esto me ha llevado al convencimiento de que el sistema
de Lulio debe muchas cosas á Mohidín.
Hubiera sido quizá más convincente el haber encontra-
do muchas frases y largos párrafos de Lulio traducid(jsde
las obras de Mohidín; pero ha de decirse que la esperanza
de hallarse con algo similar no puede alimentarse, porque
Lulio, no sólo deja de citar las fuentes, sino que ni si-
quiera hace lo que algunas veces solían hacer Raymundo
Martín, Alberto Magno, Santo Tomás, etc., los cuales, si
omitían los nombres, transcribían textualmente frases en-
teras de filósofos anteriores. Lulio estudió, sin duda, libros
de los su fíes, inicióse en su ciencia, asimilóse su doctrina;
mas luego, con todo ese material aprendido, fraguó su
sistema, y al escribir no copiaba lo de otro, sino que de-
cía lo que tuvo ya como propio y personal. ¿Cómo hubie-
ra podido creerse iluminado, si al tiempo de exponer su
doctrina anduviera copiando los textos árabes? Decirse ilu-
minado y transcribir los textos al mismo tiempo, no cabe
en el temple moral de Lulio. El, si no cita, es porque cree
que se lo han infundido.
En resumen: dada la costumbre de Lulio de no citar ni
traducir, creo haber empleado el único medio para seña-
lar la filiación de su sistema filosófico; el haber estudiado
3' seguido á los sufíes, especialmente á Mohidín Abenara-
bí, de Murcia, explica muchas cosas especiales que han
pasado por características del filósofo mallorquín: las prin-
cipales doctrinas de su sistema; su especial conducta; su
criterio científico; su método didáctico; su tecnicismo, y,
por fia, su mística: él mismo confiesa (caso rarísimo) la
imitación que hizo en El Amigo y el Amado, punto de
arranque de la mística cristiana española.
Ese último dato ha sido, como hemos dicho antes, el
hilo conductor de la investigación que nos ha llevado á
vislumbrar horizontes nuevos no soñados, pues además de
que puede llenarse un vacío, una solución de continuidad
^,5 JULIÁN RIBERA
en la historia de una filosofía como la de Lulio, que ha te-
nido su imp.oitancia durante varias centurias dentro del
cristianisiBo', nos ha conducido á término de interesarnos en
sacar á luz las especulaciones de algunos profundos meta-
físicos musulmanes españoles, de lasque apenas se ha di-
cho nada en Europa, y que guardan más de una sorpresa
para los estudiosos: tales son las de esos panteístas, naci-
dos en tierra de Murcia, cuyas doctrinas metafísicas han
tenido más resonancia en el mundo islámico que la de otros
filósofos muy célebres entre cristianos, como Averroes.
Avempace y Abentofail.
En esta empresa no me reservo otros oficios que el de
mero excursionista, ó el de corredor en las avanzadas: para
llevarla á feliz cumplimiento, no me creo con la suficiente
preparación; lo encomiendo todo muy gustosamente a mi
ami-o el Dr. Asín, que lo hará mejor que yo sabría ha-
cerlo- posee laboriosidad, paciencia, entusiasmo científico,
sólida instrucción filosófica y esa robustez de espíritu (no
endurecida por intransigencias de sectaiio) compatible con
la flexibilidad necesaria' para seguir sin. violencia el pensa-
miento intrincado, tortuoso, sutil y profundo de estos mís-
ticos musulmanes.
De esa manera, dentro de nuestro campo, procuraremos
cumplir las recomendaciones y consejos del ilustre cam-
peón de la ciencia española, á quien estos artículos van
dedicados.
MIGUEL asín
MOHIDIN
Cuando, á raíz de mis primeros estudios sobre la filoso-
fía arábiga, fijé mi atención casi exclusivamente en el
místico Algazel y en su papel dentro del islamismo, el
eximio maestro, á quien esta obra se dedica, tuvo la ama-
bilidad de indicarme la importancia de otra cuestión, con
aquélla relacionada, é interesantísima para la historia de
la filosofía española: la influencia de las ideas de Algazel
en los escolásticos, principalmente españoles.
Enderezada la investigación por ese nuevo é inexplorado
camino, muy pronto se ensanchó el cuadro de estudio,
ampliándolo á las influencias que Algazel ejei'ciera en la
filosofía española, así cristiana como muslímica.
Por lo que toca á la cristiana, sabido es que el libro de
Algazel, titulado Intenciones de los filósofos, y que no es
oti-a cosa sino exposición de la Lógica, Física y Metafísi-
ca de los peripatéticos musulmanes, fué uno de los que en
el siglo XII merecieron ser vertidos al latín, en Toledo, por
el Arcediano Domingo González y el judío converso Juan
de Sevilla, al mismo tiempo que otras obras de filósofos
árabes. Desde aquel momento, el nombre de Algazel co-
mienza á ser citado en las obras de todos los escolásticos,
desde Alejandro de Hales hasta el Doctor Angélico.
No era, pues, de presumir que en España, foco de don-
de se derivó al resto de Europa casi toda la ciencia ára-
be, hubiese dejado de oirse el eco de su nombre. Y en
efecto, á mediados del siglo xiii vemos al insigne domini-
co catalán Raimundo Martín tomarlo por maestro en su
Pugiofidei, cuya primera parte, toda filosófica, es un ver-
dadero calco de otro libro de Algazel, La destyiicción de los
filósofos, encaminrdo á refutar las objeciones que contra la
21 8 MIGUEL ASÍN
fe del islam levantaban los peripatéticos árabes. Siguiendo
sus huellas el apologista cristiano, citándole á cada pági-
na, utilizando sus principales argumentos en lo que tienen
de filosóficos, y adaptables por ende á la teología natural,
prueba el origen del mundo por creación exnihilo, la cien-
cia de Dios respecto de las cosas individuales y el dogma
de la resurrección de los muertos, verdades todas tres cuya
negación constituía ya por entonces el credo de los racio-
nalistas, hipócritamente escudados en las escuelas medio-
evales con la bandera del Averroismo cristiano.
Y no es esto todo. La Siiimna contra gentes del Doctor An-
gélico, redactada, como el Pugw fidei, á instancias de Rai-
mundo de Peñafort, General de la Orden de Predicadores,
contiene multitud de argumentos en pro- de lastres verda-
des susodichas, cuya analogía con sus semejantes del Piigio
es tal, que transciende á copia.
En otro orden de conocimientos, en Lógica, el Com-
pendio de Algazel fué también adoptado en las escuelas
cristianas, á pesar de ser esta disciplina, entre todas las
del Estagirita, la más conocida de los escolásticos antes de
la influencia arábiga. Lulio, no obstante sus aficiones de
innovador, acepta la lógica de Algazel, cuya traducción,
quizá hecha por él, aparece entre los cuadernos de su es-
cuela.
Para el que conozca lo que representan en la filosofía
cristiana y española los nombres de Santo Tomás, Lulio
y Raimundo Martín, las ligerísimas indicaciones que pre-
ceden serán, indudablemente, anuncio seguro del fecundo
resultado que prometen las investigaciones en esta di-
rección.
No lo es menos en la otra de las arriba insinuadas, es
decir, en la muslímica,. por más que las fuentes de estu-
dio disponibles nos limitan por ahora la solución de este
problema á prejuzgar solamente la existencia positiva y
continuada de un influjo extensísimo délas ideas de Alga-
zel'en los pensadores musulmanes de España. Y digo esto,
poique en la actualidad carecemos de la mayor parte de
MOHIDIN 219
las obras de estos pensadores, base necesaria sobre la cual
habría de verificarse aquel estudio, de una manera concien-
zuda y científica. Apenas si los diccionarios biográficos
hoy publicados hacen otra cosa que indicar á la ligera los
nombres de aquellos españoles que en sus viajes á Oriente,
para cumplir el precepto de la peregrinación, escucharon
las lecciones de Algazel ó de sus discípulos.
Ateniéndonos, sin embargo, á tan exiguas fuentes,* y
dando por definitivo lo que investigaciones sucesivas con-
firmarán indudablemente, podríamos delinear, si el traba-
jo presente no tuviese otro objeto, el cuadro de la influen-
cia citada, que se extiende desde la vida misma de Algazel
hasta el siglo xvi (0. En ese cuadro veríamos aparecer, sin
solución de continuidad, el hilo central de esa rica trama
de ideas que, arrancando de Oriente, á donde concurrían
desde España los amantes del saber, y anudándose allí en
íntimas y múltiples relaciones científicas con Algazel mis-
mo ó con sus discípulos más afamados, corre hasta Occi-
dente y penetra en los últimos rincones de nuestra patria.
Abderramen el de La Peza (distrito de Guadix), piado-
so sufí, que estuvo al frente de la aljama de Almería;
Abenjanín el toledano, profesor de Teología y Jurispru-
dencia en Fez; Mohámed el de Balaguer, natural de Alme-
ría; Abenalarabí el sevillano, eximio literato y poeta que
ejerció el cargo de Alcalde en su ciudad natal y la ense -
ñanza en Córdoba; el intrépido viajero valenciano Sad el
(i) Los fundamentos en que se apoya esta afirmación los re-
servamos para un trabajo especial, en el que nos proponemos es-
tudiar el pensamiento de Algazel, su representación en el mundo
musulmán y su influencia en nuestra patria. En él podrá verse
que no exageramos al extender dicha influencia, entre los musul-
manes españoles, desde la vida misma de nuestro teólogo hasta el
siglo XVI; porque el último representante de la literatura teológica
musulmana en España, el famoso morisco conocido con el nom-
bre del Mancebo de Arévalo, se inspiró en las doctrinas del libro
de Algazel, titulado Vivificación de las ciencias religiosas, para'
redactar su célebre Ta/sira.
2 20 MIGUEL ASÍN
]áir- todos éstos constituyen el primer eslabón de la cade-
na porque, amigos íntimos ó discípulos de Algazel, reci-
bieron de él licencia para explicar todos los libros, asi los de
Derecho como los de Teología dogmática y ascética, y de
regreso á su patria algunos de ellos dedicáronse á propa-
garlos entre sus conciudadanos por medio de la enseñanza.
Después de la muerte de Algazel, sus discípulos conti-
nuaron siendo los maestros de muchos españoles en las
más insignes madrizas orientales. De ellos aprendieron to-
das las obras del maestro, el valenciano Abenyaix el Man-
safí cuya santidad de vida igualaba á su ciencia, que m-
numerables y calificados discípulos se encargaban de co-
municar después por el resto de la Península; el teólogo
tradicionalista Mohámed el Mahrí que, aunque oriundo de
Bugía, era español de raza, y dio muestras en Córdoba de
su energía y temple de alma al ser perseguido por sus opi-
niones filosóficas, juntamente con Averroes; el piadoso
Abenzooca de Orihuela, insigne maestro de quien apren-
dieron muchos y distinguidos españoles; los sufíes murcia-
nos Abenafiand y Abensaada, propagadores en Occidente
de las doctrinas místicas de Algazel, que el último, espe-
cialmente, popularizó por todos los medios: de palabra,
desde los almimbares de las aljamas de Muroia, Jativa y
Valencia, y por escrito, publicando un libro, cuyo solo ti-
tulo Árbol de la imaginación, por el que se asciende hasta la
cumbre de la inteligencia, hace presumir claramente sus
tendencias sufíes en la forma y en el fondo.
A este punto había llegado en mis investigaciones sobre
el repetido tema, cuando un nuevo sufí, también murcia-
no como los anteriores, y posterior en medio siglo a Alga-
zel hubo de entrar por fuerza en el cuadro del estudio pro-
puesto, por más que de sus relaciones con aquél nada ta-
xativamente apareciese en los diccionarios biografieos
Este sufí no es otro que Mohidín Abenarabí, cuya bio-
grafía no he de hacer, porque completa consta en e traba-
fo que precede de mi querido maestro D. Julián Ribera, al
cual remito á los lectores.
MOHIDIN 221
Las dos obras que conozco de este insigne místico mur-
ciano, Alfotuhat y Almohadarat ('), han venido á suplir so-
bradamente la carencia de noticias á que arriba aludo,
porque en ellas, á cada página, Mohidín se confiesa discí-
pulo de Algazel, cuyas opiniones sigue en toda clase de
asuntos. Desde el momento, repito, hube de pensar in-
cluirlo en el cuadro del estudio propuesto; pero de la lec-
tura de sus dos obras citadas, aun hecha superficialmente
y de corrida, resultaba tal abundancia de materiales, sus
ideas aparecían con tan sorprendente trabazón organiza-
das en sistema, y con tal novedad de forma revestidas, que
la sobresaliente figura filosófica de Mohidín resistíase á
desempeñar en aquel cuadro un papel secundario, forman-
do como uno de tantos entre los discípulos mediatos ó in-
mediatos de Algazel: era forzoso tratarlo por separado.
Mas, en tanto que me sea dado el vagar necesario para
esta empresa de exponer en conjunto el sistema filosófico
de este místico, no he de resistir á la tentación de adelan-
tar, por ahora, algunos trozos, recogidos en las primeras
exploraciones que he llevado á cabo en sus libros.
Y para ello, la ocasión se me ha presentado con oportu-
nidad. Iniciada por mi maestro la cuestión de las proba-
bles relaciones de Raimundo Lulio con los sufies musul-
manes en general, y particularmente con éste que nos ocu-
pa, he creído hallar un dato nuevo que arroja mucha luz
(i) Es la primera una epístola, dirigida por el autor á sus her-
manos de la Orden sufí, en la cual expone todas sus ideas de ma-
nera sistemática. Y no se crea que por ser epístola vaya á ser bre-
ve: consta de 4.000 páginas en 4.° mayor, de apretada impresión,
que, puestas en castellano, alcanzarían, sin exagerar, un contenido
aproximadamente igual al de los 21 tomos en folio de las obras de
Alberto Magno. La edición consultada, segunda de esta obra, está
hecha en El Cairo en 1293 (H.), y consta de cuatro tomos.
La otra obra citada, Almohadarat, es un libro en el que el au-
tor procura introducir multitud de anécdotas, cuentos é historias
morales y hasta chistes, con el fin de hacer más agradables á los
lectores las enseñanzas de la teología y mística. Está editado lito-
gráficamente en El Cairo^n 1282, y consta de dos tomos en 4.°
222 MIGUEL ASÍN
■sobre el problema, si no es que lo resuelve definitivamente.
La figura que precede aparece en las obras de Raimun-
do Lulio (i) entre su opúsculo De auditu kabbalistico y el
/ilitriíum extr4Musíí «¡hii
t-atado que lleva por título hamcnlatw philosophicB contra
averroistas; pero en ninguno de estos tratados ex.ste expli-
cación alguna, completa ni incompleta, que venga a arro-
jar luz sobre su oculto sentido, y por esto llega el lector a
sospechar si la tal figura, encontrada por los luhanos en-
tre los papeles sueltos del maestro, fué por ellos incluida
en las ediciones de sus obras, y colocada allí donde bien
íes plugo, ya que no hallasen lugar en que encajara por
derecho propio, ó bien que constituía un sch¿ma de doctri-
nas transmitidas de palabra en su escuela.
(,) No he podido emplear para mi estudio la edición magunti-
„a que es la más completa; mis observaciones se -J-^/ '^ -;
lección, impresa en Strasburgo en 1617 poj los h-^^^-»^ •^^J^^^^;
ro Zetzner, que lleva por título: Raymu.d: Lulhi ^P^''^ '"■ ^^^
omnium perlinent. Para todas las restantes obras 1»"^"^; 1"^
no se refieren á su Arte, he tenido que contentarme -^ eU-^ajo
del Sr Weyler y Laviña titulado Raimundo Luho pingado por si
tt!::<;, qulsi Men deja algo que desear, es indudablemente lo
más completo que existe sobre el filósofo mallorquín.
MOHIDÍN 223
Cierto es que en el resto de las obras del Doctor Ilumi-
nado nótanse de vez en cuando alusiones más ó menos di-
rectas á la tal figura, como cuando dice en sus Arfes «que
Dios es centro que carece de circunferencia,» ó en sus Pro-
verbios naturales, «que no hay más cuerpos que triángulo,
cuadrángulo y círculo», que «el mundo es cuerpo esférico,
que esta figura es la más perfecta y contiene en sí todas
las demás,» etc., etc.; pero estas frases no son sino fuga-
ces relámpagos, á cuyo brillo parece vislumbrarse algo re-
lacionado con el círculo transcrito, sin que el ánimo del
lector quede satisfecho de haber encontrado la solución del
enigma.
El Sr. Weyler y Laviña confiesa paladinamente (il, al
analizar el contenido de la Geometría nueva de Lulio, que
todo él es «en extremo confuso, ininteligible y aun sin sen-
tido,» y que «en ciertas ocasiones ni es traducible ni inter-
pretable, como redactado bajo la inspiración de una doc-
trina desconocida en la actualidad, y en un sentido más meta-
físico que matemático, y que pudiera pasar por enigmático.»
Pues bien: ese círculo luliano que parece resistirse á toda
interpretación, y cuyo oculto sentido no se aclara, que se-
pamos, ni por las obras de Lulio ni por las de sus nume-
rosos discípulos, encuéntrase en el citado libro de Mohi-
dín, Alfotuhat, con idéntica forma, inscripciones semejan-
tes y, lo que es más, con explicaciones metafísicas tan
amplias y luminosas, que viene á constituir el quicio so-
bre que gira el sistema panteísta y místico de su autor, el
cual incesantemente vuelve sobre él, aludiéndolo en los
cuatro voluminosos tomos que comprende su citada obra
maestra.
Llámalo Mohidín círculo de los posibles, y su fio-ura (2)
es la siguiente:
(O Ob. c¡t., pág. 353.
¡2) Observará el lector que las pequeñas diferencias de detalle
que á primera vista se advierten entre ambos círculos, el de Lulio
y el de Mohidín, nacen de los distintos medios de reproducción
224
MIGUEL ASÍN
,e-
fJ^Í^V^^J
En ella, como se ve, hay tres inscripciones: uña co
rresponde al punto céntrico del círculo, y significa lite
raímente la Verdad, nombre con que nuestro místico de
signa á Dios; otra, contenida dentro del circulo por deba-
jo del último radio, dice así: «Lo posible es el espacio
comprendido entre el centro, que es la Verdad, y la cir-
cunferencia;» y la tercera, en fin, extiéndese á lo largo de
la periferia, y significa: «Lo que hay más allá de la parte
exterior convexa de la circunferencia, es la nada.» El me-
nos avisado advertirá de repente la identidad de estas dos
últimas inscripciones con las que se leen en el círculo lu-
. liano, si se tiene en cuenta que para Mohidín lo posible es
sinónimo de lo creado.
Achaque muy común es, entre los que á estos trabajos
de historia de las ideas se dedican, y más si están empe-
ñados en defender determinada tesis, v. gr., la de la filia-
empleados: el de Lulio está xilografiado en Strasburgo, y el de Mo-
hidín está desgraciadamente compuesto con filetes de plomo, úni-
co expediente que encontraron para reproducirlo los impresores
de El Cairo. Esto no obstante, he preferido dejarlo con esa forma
en garantía de sinceridad. Por lo demás, los elementos que a am-
bos igualmente integran, centro, radio y circunterericia, y, sobre
todo las explicaciones de Mohidín, aplicables con toda propiedad,
como verá el lector, al círculo de Lulio, excluyen toda sombra de
duda.
MOHIDÍN 225
ción de un sistema, forzar los textos en cuestión para ha-
cerles decir aquello que los textos no dicen, pero que al
crítico interesa grandemente digan. Es muy difícil sacrifi-
car en aras de la verdad histórica aquellos prejuicios con
que uno se ha encariñado. No me creo exento de caer en
ese vicio; y por lo mismo, poique desconfío de mis fuer-
zas, he preferido al trabajo, que es muy propenso á error,
de extraer ideas y exponerlas sistemáticamente, el más
auténtico y veraz de traducir con fidelidad aquellos trozos
de Mohidín que he creído necesarios para la inteligencia
de su círculo, poniendo todo empeño en que la versión sea
lo más literal que permita el genio de la lengua árabe.
«Sábete (i), oh lector (y Dios te enseñe lo que ignoras
y te coloque en medio de aquéllos que te purifiquen), que
la luz es cosa, no sólo perceptible, sino con la cual se per-
ciben los demás objetos, al paso que la obscuridad, siendo
perceptible, no es medio apto para percibir. Puede llegar
el caso de que la luz aumente hasta extremo tal, que, sien-
do ella perceptible, no se distinga con ella cosa alguna; y
también puede suceder que disminuya hasta hacerse im-
perceptible, y al propio tiempo haga perceptible lo demás.
De manera que la percepción no tiene lugar sino median-
te la luz en el objeto percibido: esto es absolutamente pre-
ciso, ya sea en el orden de lo inteligible, ya en el de lo
sensible.
«Alguien preguntó á Mahoma, ¡Dios le bendiga y sal-
ve!: ¿Has visto á tu Señor?, y contestó: Una luz, eso es lo
que he visto
«La Verdad (2) es la luz pura, el absurdo es la pura obs-
curidad: ésta jamás se convierte en luz, así como tampo-
co la luz se transforma en tiniebla.
»La criatura, colocada entre la luz y la obscuridad, es
un crepúsculo (3) que esencialmente no puede definirse ni
(i) Al/otuhat, tomo III, pág. 363.
(2) Vid. supra, pág. 224.
(3) El texto emplea la palabra Bciv^aj, que viene á significar
" 15
226 MIGUEL ASÍN
por la obscuridad ni por la luz, siendo como es una mezcla
de ambas, el término medio de esos dos precisos extremos.
Y por esto puso Dios en el hombre dos ojos y le hizo mer-
ced de dos guías, porque está entre dos caminos: con uno
de aquéllos, el del un camino, recibe la luz y, según su ap-
titud, la contempla; con el otro, el del otro camino, mira a
la obscuridad y la recibe (0. .
„La criatura, por consiguiente, no es, de si propia, m
luz ni tiniebla, ni ser ni no ser: únicamente es el obstacu-
lo poderoso que impide á la luz pura dominar a la pura
obscuridad, y á ésta aniquilarse en aquélla. Por su esen-
cia es el punto en que los dos extremos coinciden, y asi,
mediante su contacto con la luz, adquiere (la criatura) todo
lo que en ella es definible por la existencia, y por su coin-
cidencia con la obscuridad, lo que es definible por el no
ser Sin embargo, está preservada de esos dos extremos con
los cuales toca y viene á ser algo así como el matiz
neutro que caracteriza á lo posible
„Lo posible se define de un modo positivo, mediante la
reunión del ser y el no ser; es decir, posible es lo apto para
cada una de estas dos cosas; así también, de un modo ne-
cativo defínese diciendo que no es ser ni no ser; luego lo
posible concilla al ser y al no ser en su doble definición, ne-
gativa y positiva. Porque si fuese existente é indefinible
por el no ser, sería Verdad; y si fuese no existente é inde-
finible por el ser, sería absurdo ó imposible
algo intermedio. Así, en el Vocabulario de Pedro de Alcalá, y en
eÍpüb ado por Schiaparclli, que se presume es de Raimundo
Manín, aparec'e traducida ,or purgatorio, estado medio entre el
^IrEltíraTn Recuerda algunas de la misma debilidad emp.ea-
da?á gfanel por LuUo; quizá también tenga algún oculto sentuio
metaffs co que ahora, al primer golpe de vista, no se adivina. Po
Ts a mma obscuridad de sentido suprimo la versión de algunos
rtoTalcoránicos que el autor arbitrariamente aplica, en su pru-
ntode Írmonizarías creencias islámicas con su doctrina meta-
física.
MOHIDÍN 227
»Y he aquí la causa de que también se le defina por e(
■concepto de la perplejidad entre el ser y el no ser, por mo-
tivo de su indeterminación respecto de cada uno de ambos
■extremos. Y así resulta que sobre lo posible cabe formular
por su esencia el siguiente juicio: Si de él dices que es
Verdad, dices verdad, y si dices que es mentira, no
mientes.
» Y pues que ya sabes esto, hablemos de lo que los hom-
ares llaman también luz y obscuridad en sentido metafó-
rico, trasladado de las luces exteriores, como la del relám-
pago, la de las estrellas, la de la lámpara y otras seme-
jantes, y de la obscuridad que es perceptible para los sen-
tidos. Porque es de advertir que hay también luces inte-
riores, virtuales ó ideales, cual la lumbre de la inteligen-
cia, la de la fe y la de la ciencia; así como también hay
obscuridad interior, es decir, alegórica, como la de la ig-
norancia, la del politeísmo, y la que envuelve al que ca-
rece de entendimiento. Del mismo modo, hay algo que ni
es luz ni obscuridad, como la duda, la opinión, la perple-
jidad y hasta el razonamiento, porque también este último
es algo que ni es luz ni tinieblas.
Y todas tres son respectivamente las expresiones meta-
fóricas de los constitutivos esenciales del Ser necesario, del
imposible y del posible (0. Este último es el único que
reúne en sí mismo, junto con su esencia propia, la de sus
límites ó extremos, que son los otros dos.
«Conocer lo posible (2) es el océano de la ciencia, mar
extensísimo cuyas hinchadas olas hacen zozobrar la débil
barquilla de la mente humana; mar, en fin, cuyas orillas
(O Es curiosa coincidencia la de que Lulio también emplee la
luz como emblema de la Verdad, del Ser necesario, de Dios. En su
libro De litmiue (vid. VVeyler, págs. 97 y 99), dice que la luz «es
'imagen de inmensidad, magnitud, de Dios, bondad, eternidad.
.potestad, sabiduría, voluntad, virtud, verdad, gloria, etc.»
(2) Alfotuhat, tomo III, pág. 364.
2g MIGUEL ASÍN
no son otras que aquellos dos límites: lo necesario y lo
irnposible, los cuales no debemos figurárnoslos según se
los imaginan las inteligencias incapaces de alcanzar este
sublime saber, es decir, como si ambos extrernos d.finesen
entre sí tan sólo á la manera que difieren la derecha y la
izquierda; no es tal el concepto de la distancia que_ existe
entre esos dos límites. Si nos viésemos obligados a ima-
ginarla de algún modo, no encontraríamos forma mas ade-
cuada al asunto en cuestión, que compaiarla al centro de
la circunferencia y al espacio comprendido entre esta y
*^" El centro es la Verdad; el vacío exterior á la circun-
ferencia, la nada, ó si se quiere, la obscuridad; el espacia
comprendido entre el centro y dicho vacio exterior á la
circunferencia, lo posible, como por ejemplo lo hemos pin-
tado al margen (0.
,>Hemos tomado como ejemplo el centro, porque es e
es la raíz de la existencia de la periferia del circulo, la
cual por él es producida, así como no es producido lo po-
sible sino por la Verdad.
„Si suponemos que del centro salen lineas en dirección
á la periferia, todas ellas terminan en puntos, y la circun-
ferencia toda resulta de esta unión de líneas que arrancan
del centro. Por esto, se dice en el Alcorán: «Alá esta tías,
de ellos como una circunferencia» (Azora, 85, veis. 20); y
en otro lugar: «Alá abraza como una circunferencia á to-
das las cosas» (Azora, 41, vers. 54).
.Cada uno de los puntos de la circunferencia es e ter-
mino del radio, y su principio es el punto céntrico del cual
airanca el radio hacia la circunferencia. Asi también Dio^
es el principio y el fin: el principio de toda cosa posible,
como el centro es el principio de todo radio.
«Lo que está fuera, excluido del ser de la Verdad, es la
nada, que no puede recibir el ser. . . .^.
«Las líneas salientes tienen su principio en Dios, y en.
(1) Es la figura que hemos transcrito en la pág. 224.
MOHIDÍN 22g
Él tienen su fin, porque á Dios vuelven todas las cosas (0.
Y asi es, en efecto: ya que la linea no termina, como he-
mos dicho, sino en el punto, y, por tanto, el principio y fin
de la linea puede decirse igualmente que pertenecen á
«lia, como que no pertenecen. Y esto también es lo que
debe afirmarse de Dios, á saber: que El no es las cosas
creadas, ni éstas son algo distinto de Él Y, por este
motivo, la línea está compuesta de puntos, sin que de
otro modo se la pueda concebir.»
Para la perfecta inteligencia de esta última frase, cuyo
sabor panteísta el lector habrá indudablemente percibido,
hay que saber que el texto árabe emplea una misma pala-
bra para significar el punto céntrico de la circunferencia y
cualesquiera otros puntos. Por consiguiente, la susodicha
frase quiere decir que el radio, emblema de la criatura, ó
sea de lo posible, está formado de puntos, que son el mis-
mo centro, emblema de Dios.
El pensamiento, pues, de Mohidín es identificar á Dios
con la criatura. Pero prescindamos de comentarios, inúti-
les ante la claridad de otros pasajes que sigo traduciendo:
«Considera (2) que el mundo es de figura esférica, y por
esto el hombre ansia volver á su principio, una vez que ha
llegado á su fin, es decir, á Dios, que fué quien nos sacó
del no ser al ser, y al cual hemos de volver, como Él mis-
mo dice en varios lugares de su libro
i»¿Y no has experimentado, al describir una circunferen-
cia, que una vez comenzada, no cesas de ir girando hasta
terminar en el punto en que la principiaste, y que enton-
ces, y sólo entonces, resulta acabada y perfecta? Si así no
fuese, si hubiéremos salido de Él en línea recta, no vol-
viéramos á Él, y entonces ya no sería verdad su palabra,
que es veraz por esencia: «A Él habéis de volver.»
(i) «En la bondad, dice Lulio, el boaificativo es un punto y el
bonificante otro, y ella misma es la línea extensa > (Vid. Wey-
1er, pág. 347.)
(2) Alfoliikat, tomo I, pág. 332.
250 MIGUEL ASÍN
»En suma, pues, todo ser, toda cosa, es una circunfe-
rencia que torna á Aquél de quien tomó su principio.»
«El fin de la circunferencia (■) está junto á su comien-
zo, y es tal la relación que aquélla guarda con su centro,
que al paso que ella, por su esencia misma, reclama el.
centro, éste puede muy bien pasarse sin circunferencia.
He aquí una exacta semblanza del fin á que tienden en su
ascensión progresiva los seres del mundo, de la necesidad
que éstos tienen de Dios y de la independencia de Dios
respecto de sus criaturas (2).
«Evidenciase también que cada parte del mundo puede
llegar á ser causa de la existencia de otro mundo, no más
perfecto, pero sí semejante á aquél, y esto indefinidamen-
te. En efecto: la línea de la circunferencia está, formada de
puntos tan próximos entre sí, que es imposible exista en-
tre dos de ellos, reales ó hipotéticos, un tercero, á causa
de que los espacios por ellos ocupados están inmediata-
mente contiguos. Ahora bien: cada uno de esos puntos evi-
dentemente es capaz de engendrar una nueva circunferen-
cia, de la cual, á su vez, podrá afirmarse lo mismo que de
la primera; y así indefinidamente, puesto que no cabe ad-
mitir término ni límite en el mundo.»
«Cada una de las rectas que, partiendo del centro, van á
la circunferencia, es igual á cualquier otra y termina en un
punto de aquélla. A pesar de esa multitud de radios que
nacen del centro, éste no se multiplica ni aumenta en su
esencia, correspondiéndose simétricamente con todos y ca-
da uno de los puntos de la periferia; y esto último se funda
en que si alguno de los puntos se correspondiese con algo
distinio del centro correspondiente á los demás, habría en-
(i) Alfotuhat, tomo 1, pág. 338.
(2) La primera figura del Arte compete sólo á Dios, y «es cir-
cular, según el Doctor lluminLido, por la rozón de que Dios es
centro que carece de circiinlcrenciii.» (Vid. Wcykr, pág. 76.)
MOHIDÍN 231
tonces dos centros, y así sería falsa Ja innegable verdad de
que el centro es único. Luego dicha correspondencia simé-
trica es esencial á los puntos, á pesar de su muchedumbre.
»Así también, del Único fijo (Dios) nácela muchedum-
bre, sin que El se multiplique esencialmente, pues absur-
do error es el de los que afirman que del Único sólo puede
proceder una cosa (il.
«Aquella línea que sale del centro para terminar en un
solo punto de la circunferencia, es la manera particular
como cada ser proviene de su Creador, es decir, su Pala-
bra, á la que se refiere aquel texto alcoránico: «Solamente
tenemos que decir, cuando queremos una cosa: sé, y es.»
Luego la voluntad divina está también representada por el
radio »
Y nótese que esta circunferencia (2) de que venimos ha-
blando es el mismo círculo de los posibles: el punto que
J>
[Figura de los géneros y especies, sin descender á detalles, puesto
que las especies tienen otras y otras, hasta terminar en la espe-
cie última, como los génetos acaban en el género de los gé-
neros.]
(i) Alude á los peripatéticos musulmanes que profesaban esta
opinión, copiada de los neoplatónicos alejandrinos.
(2) \4//o/ií^ítí, tomo I, pág. 339.
232 MIGUEL ASÍN
hay en el centro es el Ser necesario por su esencia, y di-
cho círculo debe ya ser llamado el de los géneros posibles.
«Después de sacar Dios (O al mundo, de los tesoros de
su generosidad, volvióse á tí, lector, y te creó perfecto,
porque en tí se reúnen los dos extremos del círculo, el cual
aparece completo por tu existencia, ya que tú eres el últi-
mo con la forma del Primero (2). Así, pues, encerró al
mundo entre estos dos límites infranqueables: tú y Dios.
Por esto, en el orden lógico, no te distingues de El, ni El
de tí.
» Todas las formas del mundo, que Dios sacó de sus te-
soros se manifiestan en ti y te aparecen presentes (3^: por
eso, al conocerlas, llegas á saber del mundo, individuo tras
individuo, lo que el mundo no sabe de sí propio. Dios te
dice luego: «Todo lo que aún resta, que es infinito, en los
tesoros de mi generosidad, es semejante á lo que ya cono-
ces.» Porque quien comprende á un solo individuo del gé-
nero comprende á todo el género, ya que éste está forma-
do de individuos semejantes.»
«La confusión de ideas que reina.en algunos, ó digamos
mejor, en muchos pensadores, acerca de este asunto, es
(i) Alfotuhat, forao III, págs. 475-6.
(2) Es decir que, así como el círculo se completa por la unión
de los dos extremos, así el hombre cierra el círculo de la creación,
porque siendo el último ser creado en orden cronológico, es el
primero por razón de su forma. Semejanza de Dios.
(3) Esta idea está desarroUoda en otra parte, tomo I, pág. 282,
en donde dice: «El hombre es una verdadera y exacta copia del
Universo y esto no lo decimos por figura retórica, sino en el sen-
tido de que en el hombre hay algo de los cielos, bajo cierto aspec-
to algo de la tierra, y así de todas las cosas del mundo, aunque
no en todos los aspectos de ellas; porque el hombre, considerado
en relación con cada una de las criaturas, no se llama cielo, ni
tierra etc • pero sí se dice que en él hay algo semejante al cielo, á
la tierra, aire, agua, fuego, etc. En este sentido es una copia del
mundo.»
MOHIMN 233
decir, del origen del universo, no desaparecerá sino expli-
cándolo en la forma que ya hemos expuesto. El centro es
causa del ser de la circunferencia, mientras que ésta es la
causa de que pueda conocerse su centro. La circunferen-
cia es, por tanto, á un tiempo mismo la Verdad y la cria-
tura; el centro es, igualmente, ambas cosas. Y estos dos
juicios son también aplicables á cada una de las circunfe-
rencias engendradas de la primera. Cuando ha3'an apare-
cido todas cuantas bien te parezca imaginar, entonces re-
sultará que la primera quedará oculta por ellas; pero como,
por otra parte, todas éstas tienen su misma forma, sigúese
que con tanta razón podrá decirse que la manifiestan,
como que la ocultan. Y he aquí por qué Dios es lo oculto
en lo presente.
«El número de los círculos nacidos del primero es exac-
tamente igual, ni mayor ni menor, al de los tesoros de los
géneros, sean los que sean. Los que de éstos indefinida-
mente se producen, son los círculos de los infinitos indivi-
duos que á dichos géneros corresponden. A su vez, el
círculo del individuo sirve como guía para encontrar una
cosa que se llama especie, que es lo comprendido entre el
género y el individuo. Dentro de las especies nacen otras
y otras, pero ya de un modo limitado, porque la especie
sólo puede ser conocida mediante los individuos, siendo,
como es, un algo inteligible que se halla entre éstos y el
género más común. Y claro es que, tratándose de una cosa
que ocupa un término medio entre dos extremos, igual po-
demos decir que mediante éstos se sabe que aquél es me-
dio, como al revés, que por éste sabemos que aquéllos son
extremos. No otra cosa sucede con el conocimiento de la
Verdad en las criaturas, y de las criaturas en la Verdad, á
la manera que el círculo contiene al centro en el orden del
conocer, y el centro á la circunferencia en el orden del ser. »
El panteísmo emanatista, expuesto hasta aquí bajo el
simbolismo geométrico, va á aparecer más evidente en
sus aplicaciones cosmológicas. Véase cómo explica el ori-
gen del Universo:
234 MIGUEL ASÍN
«El Ser puro (O no cesa ni puede cesar; el puro posible
tampoco cesa ni puede cesar, é igualmente el puro no ser
no puede cesar ni cesa.
))E1 Ser puro jamás admite el no ser, como tampoco la
pura nada recibe jamás el ser. En cambio, el puro posible
recibe el ser ó el no ser, por una causa.
dDíos, y sólo Él, es el Ser puro. La pura nada es única-
mente aquello cuyo ser es imposible. El posible puro es el
mundo, el cual, por tanto, ocupa un término medio entre
el puro ser y la pura nada: por lo que á ésta mira, recibe
el no ser; por lo que mira á aquél, recibe el ser. Parte de
él es obscuridad, es decir, la Naturaleza; parte de él es luz,
es decir, el Alma misericordiosa (2) que da el ser á ese po-
sible.
» A un tiempo mismo es el mundo soportante y soporta-
do: en cuanto soportante, el mundo es forma, cuerpo y
agente; en cuanto soportado, el mundo es espíritu, idea y
paciente.
»No hay forma alguna, sensible, fantástica ó ideal, que
no tenga recibida de la Verdad (Dios) la adecuación y pro-
porción justa (para recibir) aquello que le conviene, según
el rango (que haya de ocupar en la escala de los seres).
Esto tiene lugar antes de la composición, es decir, antes
de unirse la forma con el soportado. Cuando ya el Señor la
ha dispuesto y arreglado según lo que á El le place
entonces, á esa proporción justa, que es la aptitud para
recibir la composición y el soportamiento, otórgaselo el Mi-
sericordioso, extendiendo sobre ella su Alma (la univer-
sal), que es el espíritu mismo de Dios, al cual se alude en
aquellas palabras del Alcorán: «Cuando lo hube adecuada
(el barro), soplé en él de mi espíritu,» el cual espíritu es,
como hemos dicho, esa misma Alma (universal).
»La diversidad de seres pende, por consiguiente, de la
distinta aptitud ó disposición que las formas tienen para
(i) Alfotuhat, tomo II, págs. 561-2.
(2) O sea, el Alma universal, como en otros lugares la llama.
MOHIDÍN 235
recibir el Alma. Si la forma es elemental y fulgura su me-
cha en virtud de aquel soplo (que es el Alma), apareciendo
movimiento y sensibilidad, se llama animal (0. Si la sen-
sibilidad no se manifiesta al tiempo de dicho brillo, sino
que únicamente aparece movimiento, se llama vegetal. Si
no aparece ninguna de ambas cosas, pero siendo todavía
elemental la forma, se llama metal ó mineral. Si es forma
producida por el movimiento de las esferas celestes, se lla-
ma elemento, que es de cuatro especies. Estos cuatro ele-
mentos producen una forma adecuada y bien proporciona-
da, que se llama cielo, el cual tiene siete bóvedas; sobre es-
tas siete formas emite el Misericordioso su soplo y les in-
funde una vida que el sentido no percibe, pero que ni la
fe ni el alma pueden negar, y por esto no reciben esas for-
mas aquel brillo susodicho. Mas cada uno de los puntos de
esos cielos, en el cual aparezca el brillo, se llamará astro.
(i) Difícilmente podrían entenderse estos conceptos sin teñera
la vista !a obra de Algazel titulada Almadnun asagiiir, cuya pri-
mera cuestión versa sobre el sentido que tienen las palabras ade-
cuación, soplo y espíritu, en el texto alcoránico, en que dice
Dios: fCuando lo hube adecuado, soplé en él de mi espíritu.» He
aquí cómo lo explica Algazel: «La adecuación es el acto que da al
sujeto, sea éste barro, como acaeció en Adán, sea el semen, como
acaece en sus hijos, aptitud para recibir el espíritu, y que consiste
en rectificar la complexión ó temperamento equilibrando los hu-
mores. Porque- así como para recibir el fuego ni son aptos la
sequedad pura, v. gr., el polvo y la piedra, ni la pura humedad,
como es el agua, sino que es preciso para ello la unión de ambos
elementos, como ocurre en el barro y, aún más, se necesita que
este barro sufra diferentes transformaciones hasta convertirse en
planta, en la cual ya el fuego prenda y fulgure; ¿el mismo modo,
la adecuación del barro, hasta hacerse apto para recibir el espíritu,
exige sucesivas transformaciones en planta, en sangre del hom-
bre, semen etc., etc., y ya entonces, cuando el semen ha ad-
quirido la última disposición para recibir el espíritu, como la me-
cha que al embeberse de aceite está preparada para recibir el fue-
go, merécelo por esa disposición; y Dios, que da á todo ser su
merecido, emite por fin el espíritu, que desciende de los tesoros de
su generosidad.» (Almad,, pág, 2, edic. Cairo.)
236 MIGUEL ASÍN
Así, pues, surgen los astros y muévanse con ellos sus es-
feras, viniendo á ser como los animales en lo que de bri-
llo tienen, y como los vegetales en lo que tienen de mo-
vimiento
. »Si es forma intelectual, que esencialmente proceda de
un entendimiento separado y exija por su aptitud algo que
la soporte, emite el Misericordioso su soplo sobre ella en el
momento en que está ya adecuada por su Señor, y todo lo
que de dicha forma brilla se llama luz de ciencia; mientras
que lo que sólo se mueve sin brillar, se llama práctica: la
esencia que á ambas facultades soporta recibe el nombre
de alma.
«Si es forma divina, ó será consciente (?), que es la tor-
ma del hombre, ó inconsciente (?), que es la del entendi-
miento (separado?).
«Cuando, finalmente, el Señor ha adecuado ya aquella
forma intelectual por su mandato, y ha pulido con sus dos
manos la forma del hombre, emite sobre ambas su alma
el Misericordioso é inspira en ellas un soplo de sí propio.
Mediante este soplo, hínchese la forma del entendimiento
con todas las ciencias, de lo que ha ;de ser hasta el día del
juicio, y queda constituida por Dios en raíz y origen de la
existencia del mundo, recibiendo la primacía en el orden
del ser posible. Por virtud de aquel mismo soplo, la forma
del primer hombre, creado por las manos de Dios, poseyó
la sublime ciencia de los nombres divinos (O, ciencia que
la forma del entendimiento no posee.
«Y como no hay forma más perfecta que la de la Ver-
dad, á imagen de la cual salió la del hombre, ésta resulta
la última en que se completa y acaba el influjo del Alma
universal.
«Así, pues, el orbe gira, y aparece el ser posible co-
locado entre luz y obscuridad, espíritu y naturaleza, pre-
sencia y ausencia, revelación y velo. Porque de todo lo
(i) Esta ciencia juega importantísimo papel en toda la enci-
clopedia de Mohidín, lo mismo que en otros libros sufíes.
MOHIDÍN 237
que acabamos de enumerar, aquello que obtiene la pri-
macía en el orden del ser puro, es una luz y un espíritu;
lo que la obtiene en el del puro no ser, es una obscuridad
y un cuerpo; mediante la unión de ambos, es una forma.
«Por consiguiente, si considero al mundo desde el pun-
to de vista del Alma del Misericordioso, digo que el mun-
do no es otra cosa que Dios. Y si, al revés, le considero
en cuanto es algo adecuado y proporcionado justamente,
digo que el mundo es las criaturas. Porque, como dice el
adagio, no lanzas tú la flecha, en cuanto eres criatura,
sino que únicamente la lanzas en cuanto eres la Verdad,
y, sin embargo, Dios es quien la lanza, porque la Verdad
es Él. ,
«Por el Alma universal, todo el mundo es animado ii);
ella es lo más manifiesto en el mundo: oculta en la Ver-
dad, evidente en la criatura, porque lo oculto de ésta es
lo evidente de aquélla, y viceversa. Por su unión, com-
plétase el ser; por su separación, cabe ya decir: Verdad y
criatura. Aquélla es privativa del Ser puro; ésta pertenece
á la pura posibilidad. Todo lo que en el mundo se aniqui-
la, aquello meramente formal que perece, en cuanto á la
parte contigua al no ser, es nada; en cuanto á la parte
contigua al ser, y que jamás cesa, está constituido por dos
gobernantes que continuamente le rigen. En efecto: toda
criatura, así de éste como del otro mundo, va innován-
dose en cada alma; pero, en cambio, el Alma universal
(i ) Esta tesis, de la que parece un eco la tan conocida de Cam-
panella, muéstrase desenvuelta algo más en el tomo I, pág. 800:
«Así como la unidad metafísica ó identidad, á pesar de estar pre-
sente en todo ser, eterno ó temporal, existente ó aniquilado, no es
perceptible á causa de su misma evidencia, de igual manera la vida
existe en todo ser, ya manifiesta, como en los animales, ya ocul-
ta, como en las plantas y minerales. Y la razón está eri que todo
ser distinto de Dios le alaba para darle gloria; es así que no pue-
de alabarle sino quien le conoce, y condición precisa del que
conoce es la vida: luego todo ser vive.» También se habrá adver-
tido que iVlohidín coincide con Lulio en otorgar alma á los cielos,
opinión en que el Doctor Iluminado se aparta de la escolástica.
2,8 MIGUÜL ASÍN
jamás cesa de extenderse, ni la Naturaleza acaba nunca
<ie engendrar formas para esa Alma, á fin de que el acto
de la voluntad divina no permanezca ocioso, ya que la
ociosidad repugna en Dios. Y así, unas tras otras van las
formas manifestándose y viniendo á la existencia, al paso
que se encuentran en disposición de recibir el Alma uni-
versal.
,,Tal es la más clara explicación que puede darse de la
creación del mundo.»
Como se ve, en este sistema cosmológico se amalga-
man elementos aristotélicos con neoplatónicos, siendo su
resultado un panteísmo emanatista que el autor se es-
fuerza en vano por armonizar ,con el islam. Para, esto.
sírvese á menudo de alegorías y ejemplos que le permiten
ocultar su pensamiento íntimo á los ojos de los profanos:
«Si quieres (O saber la forma en que el mundo se pro-
dujo, la rapidez con que apareció, en cumplimiento del di-
vino mandato, mira lo que en el aire produce una brasa
movida por la mano del hombre. Si la hace girar, dibú-
jase un círculo en el ojo del que la contempla. Tú no
dudas que ves un círculo de fuego, y, al mismo tiempo,
tampoco dudas de que allí no hay tal círculo, pues sola-
mente ha sido producido en tu vista por la rapidez del
movimiento. .
»No otra cosa dice Dios: Nuestro mandato, que es su
Palabra: sea, no es más que uno, como la brasa es una so-
la, d la manera de un abrir y cerrar de ojos, que es la per-
cepción del círculo, sin que lo sea en realidad.
«Esta es, pues, la diferencia que existe en toda forma
creada visible: si la miras con los ojos, con la inteligen-
cia ó con la imaginación, juzgas que es criatura; si la
consideras bajo el prisma de la ciencia y de la ilumina-
ción, juzgas que es Dios, el cual ha creado todo aquello
que, á pesar de aparecer ante tus ojos, es nada en su mis-
mo ser, porque no es Él. ¡Mira cuan fina perspicacia es
(i) Alfotuhat, tomo i, pá'¿. SS-¡.
MOHIDIN 239
ésta, á pesar de que el sujeto en quien aparece es el
sentido, cuya condición nativa es la torpeza y la limi-
tación!»
«Fíjate. bien, hermano mío, en lo que pasa cuando ful-
gura veloz el relámpago: su brillo es la causa de que la
atmósfera se inunde de luz; esta iluminación del aire es
causa de que los objetos sensibles aparezcan; esta mani-
festación de los objetos sensibles es, por fin, causa de que
los ojos los perciban. Ahora bien: el tiempo en que todo
esto ha ocurrido es un solo instante, pues á pesar de que
sabes perfectamente que cada una de esas causas ha pre-
cedido á su efecto, sin embargo, el momento en que ha
brillado el relámpago es el mismo en que se ha iluminado
la atmósfera, han aparecido los objetos y los ha percibido
la vista
«¡Loado sea quien empleó estos símbolos y se sirvió de
estas figuras para decir que es y no es, ó que no es y es!
Porque ¡juro por iVquél cuyo es el poder, la gloria y la
grandeza, que en verdad no existe sino Dios, el Ser ne-
cesario, único por su esencia, múltiple por sus nombres y
decretos, que todo lo puede, hasta lo imposible! ¡Sólo
Dios existe: todo de Él procede, y á Él ha de volver!»
Esta exaltación, este estilo oratorio, no deben conside-
rarse como meras hipérboles, hijas del entusiasmo; son
franca manifestación de sus creencias panteístas; porque
sabe muy bien Mohidín discurrir con tranquilidad de espí-
ritu acerca de estas materias, como puede observarse en el
siguiente pasaje, que semeja, por su alteza metafísica, un
capítulo de dialéctica hegeliana:
«Tres, y sólo tres, son los objetos de la ciencia (i).
«Primero: el Ser absoluto, que no se concreta, y que
es el ser mismo de Dios, ente necesario por su misma
esencia.
«Segundo: el no ser absoluto, que, por su esencia, es
(i) Al/otuhat, tomo III, págs. 60-2.
2AO MIGUEL ASÍN
nada y que tampoco se concreta de ninguna manera: es
el ser imposible, el cual se opone al Ser absoluto de tal
modo, que, si á ambos se les definiese con toda precisión,
serían iguales. .
«Ahora bien: no cabe que existan dos contradictorios
opuestos, sin que entre ellos haya un diferenciante
que distinga al uno del otro, haciendo imposible para
ambos el empleo de idéntica definición. Este diferen-
ciante que existe entre el Ser absoluto y la nada, y que
si hubiera de definirse con toda exactitud, sena igua
á ellos en cantidad, sin aumento ni disminución, es e
Barzaj (O sublime, uno de cuyos aspectos mira hacael
ser y el otro hacia la nada, siendo así, por su esencia,
opuesto á cada uno de los dos anteriores objetos de la
ciencia. Tal es, por consiguiente, el tercer objeto, en el
cual está contenida la totalidad de los posibles, que son
infinitos, como también lo es cada uno de los dos objetos
primeros. Los posibles, contenidos en este Barzaj Uen.n
esencias positivas por la parte que á ellos mira el Ser ab-
soluto, y bajo este aspecto, reciben el nombre de la cosa
á la que Dios, cuando quiere crearla, le dice: se, y es. En
cambio, no tiene el Bay::aj esencias reales por la parte que
á los posibles mira la nada absoluta, y ésta es la razón de
que se le diga: sÉ, pues esa palabra es exisienaaUva (^}, y
claro es que no se emplearía si el posible fuera existente.
De modo que los posibles están en el Barzaj, en cuanto
son simpliatcr, no en cuanto á lo que serán después es
decir, con sus modos de ser, ya substancias, ya acciden-
tes, ya atributos, etc.»
[ElBarzaj, pues, es lo que diferencia al ser del no ser;.
pero él mismo ni es existente ni no existente. Si lo rehe-
f o Vide supra, pág. 225, nota 3. , , . ■
No hay modo de verter al castellano la palabra árabe vo-
chudi que es un denominativo derivado de vochud, existencia.
Significa, por tanto, «aquello que hace existu'...
MOHIDÍN 241
res al ser, percibirás en él un matiz como de ser positivo;
si lo refieres al no ser, también dirás verdad, porque ca-
rece de existencia. Y por eso me ha maravillado siempre
la opinión de los axaríes, que contradicen al que sostiene
que la nada es algo en su mismo estado de no ser, y que
tiene esencia positiva, á la cual luego sobreviene la exis-
tencia, quedando constituida por ésta en alguna de las
categorías ontológicas.
i)La causa de que el Barzaj, es decir, lo posible entre
el ser y la nada, sea susceptible de esa doble relación po-
sitiva y negativa, no es otra que el ser opuesto por su
esencia misma á aquellas dos realidades.
«Más claro: la nada absoluta se presenta como si fuese
un espejo ante el Ser absoluto. Este ve su forma propia en
aquélla, y esa forma es la esencia de lo posible: por esto
tiene lo posible esencia positiva y realidad en su mismo
estado de no ser; por esto también aparece lo posible bajo
la misma forma del Ser absoluto; por esto, en fin, lo posi-
ble se define por la ilimitación, pudiendo decirse de él que
es infinito.
))A su vez, el Ser absoluto es como un espejo para la
nada absoluta. Esta se contempla á si propia en ese espe-
jo de la Verdad, y la forma que en él se ve es la esencia
misma de la nada; esencia por la cual lo posible ya puede
definirse como no ser y como infinito, pues infinita es la
nada absoluta.
»En consecuencia, lo posible se asemeja á la imagen
que aparece entre el espejo y la persona que en él se mira,
porque, á la manera que dicha imagen no es la misma
persona ni cosa distinta de ella, también lo posible, en lo
que tiene de positivo, ni es la misma Verdad, ni algo que
de ella se distinga; y en lo que tiene de negativo, ni es lo
imposible, ni algo diferente de él.
»Es, en suma, lo posible una entidad relativa, y por
esto algunos parecen inclinarse á negar su realidad, no
admitiendo otras que lo necesario y lo imposible, y di-
ciendo que lo posible no puede concebirse. Mas para nos-
n .'6
2-3 MIGUEL ASÍN
Otros como venimos repitiendo, los posibles tienen esen-
cias positivas y negativas, según en ellos respectivamente
se revela y manifiesta la Verdad ó la nada.»
No debemos olvidar, en medio de estas abstrusas lucu-
braciones, que, para Mohidín, posible y criatura son vo-
ces sinónimas, y que, por consiguiente, tampoco ésta tie-
ne más realidad que la de una mera relación: la de puro
fenómeno en el que se revela la Verdad, que es Dios. Mas
claro- el mundo que contemplamos, es nada en lo que de
sí propio tiene; solamente es algo en cuanto manifestación
de la divinidad. - • j
Sin embargo, la identificación, siquier fenoménica, de
Dios y el mundo, no impide á nuestro panteísta hablar de
la creación en el lenguaje de la más pura ortodoxia, citan-
do para ello versos alcoránicos, cuyo sentido y fuerza ter-
giversa Y es que cuesta mucho ser panteísta franca y ru-
damente- hay que reñir con las verdades más vulgares del
sentido común, y con los dogmas fundamentales de todas
las religiones monoteístas. Por eso Mohidín, tras de sentar
en el párrafo que precede la tesis neoplatónica de que Dios
es el Ser abstracto é indeterminado, punto de partida de
todo panteísmo lógico; lejos de sacar las consecuencias de
aquel principio, se expresa siempre como quien admitiera
la distinción esencial entre Dios y las criaturas (•).
No obstante estas restricciones, á que le obligaba sin
fi^ No son las hasta aquí transcritas las únic.s pruebas de su
panteísmo. Sin que esto sea agotar la materia, tarea difícil tratan-
dose de una obra de la extensión del Alfoluhat, sirvan de apéndi-
ce á las expuestas las siguientes: .Dios se concibe como la identi-
dad de los dos contrarios; y así debe interpretarse la frase alcoráni-
ca- El es el primero y el último, el evidente y el oculto, es decir,
baio un mismo respecto, no bajo relaciones diversas, (tomo 1, pa-
gina -239, y tomo IV, pág. 3a3).-«Dicen los filósofos que en todo
ser hay una huella que nos indica que es uno; pero yo digo que en
todo ser hay una huella que nos indica que es el mismo. La dife-
rencia de estas dos opiniones está sólo en las palabras, porque
únicamente Dios existe; y por esto decía Abuyecid: Yo soy Dios»
(tomo I, pág. 354 et alibi).
MOHIDÍN 243
duda e] tenior de disentir de la religión oficial, dábase
Mohidin buena traza para volver á su tema, así que la co-
yuntura se le presentase. Por uno de esos juegos de inge-
iiio. pudo llamar creación al origen del mundo, que, como
acabamos de ver, no es más que emanación. Y véase có-
mo: Dios, según nuestro místico, ve en el mundo, como en
un espejo, su propia esencia, de la cual es atributo la her-
mosura; y como ésta es en todo caso el motivo del amor
y Dios no puede amar á otra cosa que á sí propio, resulta
que Dios se ama á sí mismo en todas las cosas del mun-
do. Por esta misma razón, aunque parezca paradoja el
mundo muévese eternamente hacia Dios, de cuya soberana
hermosura está ardientemente enamorado desde antes de
existir, porque cabalmente ese amor fué también la causa
de que el mundo viniese de la nada al ser.
Mas para que se evidencie esta ingeniosa manera de ex-
phcarel origen del Universo por el amor, fuerza será decir
algo, aunque sea poco, de lo mucho y muy interesante que
Mohidin tiene sobre esta materia, base de toda su mística,
y la más digna quizá de ser conocida:
«Es el amor (i) una particular afección de la voluntad
cuyo objeto es algo que no existe en el momento mismo'
de existir aquélla, y cuyo fin estriba en querer el ser del
objeto amado, ó mejor, en querer que el objeto amado ven-
^a á la existencia. Y digo esto último porque, teniendo
por objeto el amor la privación del ser, no puede decirse
de ésta, en su estado de ser, que sea algo que viene á la
existencia, ya que esto equivaldría al absurdo de que la
aniquilación sea acto positivo; en cambio, puede muy bien
decirse aquello respecto al objeto amado, el cual es nada
He añadido, en la definición, la frase cuyo fin estriba, en
querer el ser del objeto amado, porque éste, en realidad no
llene ser, es nada. En efecto: lo amado es para el amante
un acto de su voluntad, que le mueve á conseguir la unión
con aquel individuo determinado, sea quien fuere, con tal
(i) Alfotuhat, tomo II, págs. 431-2.
MIGUEL ASÍN
244
oue sea capaz de esa unión, v. gr.: apto para.ser abraza-
r pava unirse en n.atr.monio, 6 sin.plen.ente pava andar
en'colai^ía del amante. El amor de éste no tiene, pues,
"r leto en todos esos casos, sino algo de dicho indivi-
duol^ ual no existe entonces, y cabalmente, el conseguir
r. que no existe entonces, es lo ,ue -.pulsa a^ama^e
á buscar y ver al objeto de sus amores Diias quiza
!ue cuando amamos la compañía de una persona, o su
conversación, ó su trato, ó besarla y abrazarla, si llegamos,
á conseguir so que ansiábamos, nuestro amor no cesa,
aunq estemos abrazándola, y, por consiguiente, e obje
to del amor no es algo que no exista. A esto respondo que
ver'as porque cuando tú abrazas á aquella persona, cuyo
abrazo compañía ó trato ansiabas, la causa que excita tu
amo el objeto de éste, no está en lo que ya has cons -
Jdo sino solamente en la persistencia y repetición de
e'só que has conseguido. Ahora bien: la persistencia y te-
petición es algo que no existe, que no ^a pasado °^;-
al ser y esto indefinidamente. Luego el objeto que excita
" amor, cuando ha alcanzado ya el amante la unión ap-
echa s también la nada, es decir, la continuidad de di-
cha unión.»
«Es cuestión (O insoluble para el que no ha 11 gado ál-
„,cta del amor divino, la de definir la esencia de amor
determinando si es éste un atributo esencial o solo ideal
Íe :inte, ó si no tiene otra realidad que ^a de -a^^^^^^^
relación entre el amante y el amado, al modo de una hue
it que excite al primero á correr en busca de la unión coa
el obj t de sus cariños. A nuestro parecer, el amor es un
atrtuto esencial del amante. Y no se diga que mal puede
: esencial un atributo que vemos desaparecer ne
amante porque ésta es una afirmación completamente ab
Tda el amor no cesa sino cuando deja de existir el -n-
te; fuera de este caso, el amor jamás acaba. Lo que suce
to Alfotuhat, tomo II, pág. 438;
MOHIDÍN 245
•de es que cesa la afección del amante por un amado parti-
cular, á causa de haber desaparecido la huella que le im-
pulsaba hacia ese determinado objeto; pero entonces dirí -
gese su afección hacia otro objeto, y otro sucesivamente.
Por tanto, rómpese tan sólo la afección particular, en cada
caso, entre el amante y el objeto; mas el amor continúa
en su esencia existiendo, porque, en su esencia considera-
do, no es más que el mismo amante, su propio ser, su
misma alma, no un atributo ideal que, suprimido, diera
fin al amor » «Así, pues, atribuyase el amor á quien
bien te plazca, sea Dios, sea la criatura, jamás será aquél
otra cosa que el amante mismo. Luego no tienen real exis-
tencia más que el amante y el amado, sin que echemos en
olvido, de una parte, que es condición propia é imprescin-
dible del amado el ser nada, y de otra, que es también
esencial al amor producir esa nada, hacerla venir al ser
«Si queremos hablar (O de la meta del amor espiritual,
fuerza será emplear figuras ó ejemplos tomados del amor
físico ó natural, porque aun cuando el objeto amado es
nada, sin embargo, la imaginación del amante se lo repre-
senta bajo la forma de algo existente, y que él ve con los
ojos de la fantasía. Esto supuesto, digo que el término
final de dicho amor es la identificación, que consiste en
■que la esencia del objeto amado venga á ser la esencia
misma del amante, y al revés, la esencia del amante se
convierta en la del amado, lo cual se significa con la pala-
bra. fusión. He aquí ahora, para su más perfecta inteligen-
cia, un ejemplo físico: abrázanse estrechamente dos ami -
gos hasta libar el uno la saliva de los labios del otro, y
ella viene á fundirse con la esencia misma de cada uno de
los dos. En aquel momento, mientras permanecen unidos
con el íntimo lazo del ósculo amoroso, respiran anhelan-
tes, y el soplo emitido en la espiración, mutuamente se in-
troduce en el pecho de ambos. Ese soplo es el mismo es -
píritu anímico, aunque revestido de forma material; y así,
(i) Al/otuhat, tomo II, pág. 441.
246 MIGUEL ASÍN
al introducirse en el pecho en el momento del ósculo, res-
pira, anímase y vive cada uno de los dos con el espíritu
del otro, y puede ya decirse, por virtud de ese mutuo cam-
bio efectuado en sus almas, que ambos amigos se han.
identificado.»
Todos los caminos llegan al mismo término: la identifi-
cación de la criatura con el Criador es la idea madre del
sistema, latente bajo los símbolos geométricos, revelada
luego en la física, en la ontología y en la metafísica del di-
vino amor (').
Aquí, por consiguiente, debiéramos dar por terminada
nuestra tarea, cuyo principal objetivo no fué otro que ex-
plicar por Mohidín algo que en Lulio aparece como mero
detalle de secundaria importancia, y que en su probable
maestro es nada menos que la base de todo un sistema
mistico-panteísta.
Pero cerrar aquí el trabajo sin apuntar, siquiera sea so-
meramente, algo acerca del concepto que le merecía la
ciencia, de sus relaciones con la fe, sobre los métodos de
invención y exposición de la verdad, sería dejar desdibu-
jada y borrosa la figura de este insigne murciano, y con-
trahecho su harmónico sistema:
«Siervoy Señor: he aquí las dos fundamentales categorías
del ser (2). Siervo es todo lo que no es Dios y que ha sido
ó puede ser creado por Él, es decir, el mundo. Señor, á
quien el mundo sirve, es Dios únicamente.»
(i) Siete son los grados de anonadamiento por los que el sufí
llega á esta absoluta idenlificación: i.°, negación de la variedad;
2.° negación de actos; 3.°, negación de atributos creados; 4.°, ne-
gación de la esencia propia del sufí; 5°, negación de todo mundo;
6.°, negación de todo lo que no es Dios; 7.°, negación de atributos
y relaciones en la esencia divina. tAñaden otros, dice Mohidín,
una octava especie, que es la aniquilación de la aniquilación; pera
ésta es propia de cada una de las siete anteriores, pues consiste en
ignorar el anonadado que lo está.) (Vide Alfotiihat, tomo II, pá-
ginas Ó74 y siguientes.)
(2) Alfotuhat, tomo 111, pág. 102.
MOHIDIN 247
«Estas nociones, tan sencillas, encierran, no obstante,
maravillosos y abstrusos secretos, intimamente relaciona-
dos con el problema del conocimiento de Dios y su unidad,
y con el conocimiento del mundo y del rango que ocupa
en el orden del ser. Pero tales problemas permanecerán
eternamente insolubles para los ulemas, cuyas opiniones,
discrepantes entre si hasta lo infinito, no encuentran jamás
un seguro punto de apoyo en que fundarse sin temor algu-
no de duda. Y es que Dios ha determinado que sus siervos
habrían de alcanzar la felicidad únicamente por medio de
la/g y de la ciencia de la unidad divina de un modo es-
pecial.»
«Un hecho, anunciado de parte de Dios por los Profe-
tas, constituye el objeto de la fe, que es aquel acto por el
cual el entendimiento pura y simplemente presta su asen-
so á las palabras de esos Profetas, que él acepta, lo mismo
si conoce científicamente lo que significan, como si no lo
conoce.
«Ciencia es todo conocimiento adquirido mediante la
especulación de la inteligencia ó por la iluminación divi-
na; pero en ambos casos, aquel conocimiento no será cien-
tífico, si no llega á alcanzar un grado tal de necesidad en
sus fundamentos, que excluya todo género de duda en el
sujeto.
«Ahora bien: el mundo es de dos categorías: i.", que
recibe el nombre de mundo presente, es decir, perceptible
á los sentidos; y 2.", que se designa con el de ausente ú
oculto, es decir, imperceptible á la sensibilidad; y no se
entienda por oculto aquello que lo es en un tiempo deter-
minado para manifestarse después, sino que por oculto
significamos aquel mundo que no puede ser jamás perci-
bido por los sentidos, aunque el entendimiento lo conoz-
ca, ya por prueba decisiva, ya por testimonio veraz, en el
cual consiste, según hemos dicho, la percepción de la fe.
»E1 acto de conocer por los sentidos el mundo presente
no es ciencia, sino camino para la ciencia. El objeto so-
bre que versa es, ya lo hemos indicado, todo aquello que.
g MIGUEL asín
asequible á los sentidos, no es Dios. El acto de percibir
el mundo ausente es, con toda propiedad, lo que se llama
ciencia.»
«No hay forma d) alguna de criatura que no tenga un
espíritu que la acompañe Y puesto que esto es asi,
puesto que en todo ser creado se encuentran unidas una
forma sensible con un espíritu ideal, no debemos dudar
de que toda prescripción legal religiosa tiene un sentido
oculto ó alegórico, además del literal, porque éste es o
exterior, la forma sensible, así como aquél es el espíritu
infundido por Dios en aquella forma. El Señor nos acon-
seia y nos manda en su libro que investiguemos esos sen-
tidos ocultos ó interiores; pero los ulemas, petrificados
en la sobrehaz de la letra, desprecian este precepto, y,
contentos con admirarse, se hacen semejantes á los mu-
chachos. ¡Cuántas son las gentes que así obran! »
El conocimiento sensitivo, el racional, el de fe: tales
son. según lo que precede, los tres órdenes del saber hu-
mano Pero sobre todos tres está, por sus garantías de
certeza la iluminación sobrenatural, que es capaz de al-
canzar, especialmente en materia teológica, lo que no
pueden la razón ni la fe. «Cor pruebas racionales, dice
Mohidin, pueden conocerse solamente los atributos nega-
tivos de Dios. Con pruebas de fe, tan sólo los atributos
divinos tomados de las criaturas, como el oído, la vista,
etc los cuales son contradictorios para la razón. De esta
contradicción, debida al exclusivo uso de uno ú otro mé-
todo, nace en los teólogos la perplejidad. La ilummacion
sola es la que nos puede hacer conocer los atributos posi-
tivos de Dios (i).»
Y esta iluminación es de tal naturaleza que, una vez
■ enviada por Dios al hombre, éste ya no necesita de los
(,) Aljotuhau tomo I, pág. 692. Para la inteligencia de este
trozo, véase más arriba, págs. 234 V siguientes.
2) Vide Alfotuliat, tomo I, pág. 332-
2
MOHIDÍN 249
demás órdenes de conocer: se basta ella á sí misma para
suplir á los sentidos, á la razón y á la fe; y esto lo hace
Dios comunicando al iluminado el extraordinario y ma-
ravilloso privilegio de que con una sola facultad conozca
los objetos propios de todas las demás. Así, por ejemplo,
Mohidín asegura, claro es que sólo bajo la garantía de
su palabra, haber tratado á muchos sufíes que, con la sola
facultad de la vista, percibían las ideas de sus interlocu-
tores, y que él mismo poseía esta milagrosa virtud (i).
Pero aquí ocurre preguntar: ¿es que, por acaso, para
nuestro místico, cada facultad no tiene su objeto propio,
fuera de cuya órbita le sea imposible desarrollar su acti-
vidad?
Este problema crítico, cuya transcendencia no se ocul-
tó á Mohidín, es insoluble para el humano entendimiento,
según él afirma en su AlfotuJiat (2): «Acerca de la relación
entre el objeto y el sentido, la inteligencia humana se de-
clara incapaz de decidir si éste depende de aquél ó aquél
de éste.» Sin embargo, la iluminación ha conseguido po-
ner en evidencia esta cuestión gravísima, que Mohidín
plantea extensamente en el pasaje que transcribo, si bien
no es tan explícito como fuera de desear en la solución
propiamente dicha:
. «Las cosas cognoscibles (3) son diversas en sí mismas,
á causa de serlo también los actos por los cuales son per-
cibidas. Y aun cuando los hombres entregados á la espe •
culación metafísica opinan en esta cuestión de un modo
distinto que yo, pienso, no obstante, que dicha diversidad
en las percepciones no nace de considerarlas en cuanto
meras percepciones, sino de la especial naturaleza que á
cada una caracteriza.
wPara cada ser cognoscible puso Dios una particular
facultad cognoscitiva que sólo es capaz de alcanzar lo ha-
(i) Vide /1//o/z//;íi/, tomo I, pág. 283.
(2) Vide tomo 1, pág. 883.
(3) Alfotuhat, tomo I, págs. 278 y siguientes.
250 MIGUEL ASÍN
bitual de aquel ser, es decir, lo fenomenal, no su esencia,
no el substrato de aquello que aparece.
»Dios ha establecido, además, que para esas cosas per-
ceptibles hubiese un solo sujeto pdxipiente, aunque sir-
viéndose de percepciones diversas, que son seis: oído, vis-
ta, olfato, tacto, gusto y entendimiento. Todas ellas, me-
nos este último, conocen las cosas de una manera nece-
saria; pero, esto no obstante, los tales objetos necesarios
de su percepción habitual no inducen jamás á error. Y en
esto se equivocan todos los sabios atribuyendo el error á
los sentidos, cuando no es así, puesto que el error es so-
lamente propio del que juzga.
»En cuanto á la percepción de los inteligibles por el en-
tendimiento, puede ser de dos maneras: una necesaria,
al modo de las percepciones sensitivas; otra no necesaria,
pero que exige, para su acto de conocer, el auxilio de seis
instrumentos, á saber: los cinco sentidos y la facultad
memorativa.
«He dicho arriba que todos los sabios se equivocan, al
hablar de la percepción sensible, atribuyendo el error á
los sentidos. He aquí cómo explican su opinión: si á bor-
do de un barco, éste se pone en movimiento, al propio
tiempo que el barco y ellos marchan, ven que la orilla co-
rre también: luego la vista ¡es hace percibir una cosa que
no es en realidad, más aún, una cosa absolutamente in-
cognoscible, puesto que ellos saben, por razones necesa-
rias, que la orilla no se mueve de su sitio, y, sin embargo
de esto, no pueden negar el movimiento que el sentido de
la vista les atestigua. De la misma manera, al gustar azú-
car ó miel, encontrándola amarga á jiesar de ser dulce,
saben, por razones necesarias, que el sentido del gusto se
ha engañado, transmitiéndoles la impresión de algo que
no es verdad.
«Pero, como hemos dicho, esto no es así. El defecto y
el error acaecen porcausa del que juzga, que es el enten-
dimiento, no por parte de los sentidos, porque la percep-
ción sensible, cuando versa acerca de su objeto propio, es
MOHIDÍN 251
necesaria; y esta percepción, lo mismo que la del enten-
dimiento sobre su objeto necesario, no induce á error: sólo
puede engañarse el entendimiento en lo qué percibe em-
pleando el auxilio de los sentidos y de la memorativa. En
una palabra: la sensibilidad y cualquiera otra facultad
cuya percepción sea necesaria, jamás yerran.
«Esto supuesto, es indudable que en los ejemplos cita-
dos el sentido ve un movimiento ó encuentra amargo el
manjar, porque la vista percibe por su naturaleza el mo-
vimiento; viene entonces la inteligencia, y juzga que la
orilla se mueve ó que el azúcar es amargo; pero viene
después otro entendimiento, y dice que el humor bilioso
se ha colocado en el órgano del gusto; y una vez inter-
puesto dicho humor entre la potencia gustativa y la dul-
cedumbre del azúcar, ya resulta que el gusto no percibe
sino la amargura de la bilis. Por consiguiente, tenemos
dos entendimientos que han coincidido en admitir el hecho
de la percepción de la amargura; pero que han discrepado
en determinar cuál sea el objeto que ha producido en el
gusto esa percepción. Luego es claro que se engañó el en-
tendimiento y no el sentido, ó sea que el error jamás debe
ser atribuido al testigo, sino al juez.»
Es muy corriente en todo el Alfotuhat comenzar el au-
tor hablando como un juicioso filósofo, para romper re-
pentinamente con todo orden y elevarse á las más altas
regiones de su misticismo. Esto es lo que desgraciada-
mente ocurre en el párrafo que antecede, en el cual, des-
pués de ponernos á las puertas del criticismo kantiano
afirmando que «la dulzura no está en el manjar,» y que
«lo mismo debe decirse de las demás percepciones,» da
un corte á tan interesante cuestión, deja incompleto su
pensamiento, y se lanza de improviso á través de intrin-
cadas lucubraciones místicas, de que hago gracia al lector.
Hemos sacado por consecuencia de las palabras de nues-
tro sufí, acerca de los distintos órdenes de conocer, que la
iluminación suple á todos los demás. De este modo se ex-
plica cómo puede afirmar, con una osadía casi risible, que
2C2 MIGUEL ASÍN
determinadas opiniones suyas, sobre todo en materia cos-
mológica, no las ha aprendido de los filósofos anteriores
á él, por más que la analogía raye en flagrante y servil
copia. Así ocurre, por ejemplo, con el sistema físico de
Tales de Mileto, que después de adoptarlo casi íntegro y
de reconocer su filiación helénica, niega rotundamente
haberlo aprendido en los libros, y atribuyelo á inspiración
divina (0. Más aún: indígnase en otras ocasiones contra
aquéllos que contradicen al sufí ó le tachan de tradiciona-
lista ó de filósofo, por la sola razón de que coincida con
éstos en sus tesis. «Guárdate, exclama (2), hermano mío,
de tales aberraciones. No toda la ciencia del filosofo es
/'vana: puede suceder muy bien que aquella tesis sea una
de las cosas verdaderas del filósofo, mucho más si en-
contramos que ha sido ya enunciada por el Profeta de
Dios » .
En cuanto al último punto que nos resta por dilucidar,
el método de exposición de las ciencias místicas, que en-
tre los sufíes se apellidan ciencias de los gustos, hemos de
confesar que es nulo, porque estas ciencias son inefables,
es decir, no admiten tecnicismo alguno.
«Es evidente (3) que no pueden hablar dos hombres so-
bre una determinada materia si no se ponen antes de
acuerdo en el tecnicismo que han de emplear; de otro
modo, es imposible que se entiendan. Ahora bien: este
común acuerdo solamente cabe en aquellas ciencias del
^usto que tienen por objeto las cosas sensibles ó inteligibles
distintas de Dios; y aun así, el tecnicismo será aproxima-
do solamente. En cambio, tratándose del gusto que se
experimenta en la contemplación mística.de Dios, no cabe
en absoluto tecnicismo alguno, porque siendo cosas se-
cretas, no presentes, se hallan, por ende, distanciadas de
todo gusto sensible ó intelectual.
(i) Vide klfotuhat, tomo II, pág. 896.
(2) Alfoiuhat. tomo I, págs. 39 y 40-
(3) Aljotuhal, tomo III, págs. 345 y SOS-
MOHIDÍN 253
»La razón de esta diferencia es la siguiente. Los seres
creados, todo lo que no es Dios, tiene algo semejante, y,
por tanto, es posible, para el que los ha gustado una vez,
emplear un determinado tecnicismo con el que se haga en-
tender de los demás, tomándolo de su parecido con man-
jares gustados de cualquier especie que sean. Por el con-
trario, el Creador no tiene semejanza alguna con las cosas
creadas, y, por consiguiente, es imposible que haya un
tecnicismo que con exactitud le corresponda, pues lo que
de Dios contempla un individuo, no es absolutamente igual
á lo que contempla otro; luego no puede comunicar á éste
lo que de su Señor ha visto en la contemplación, ya que
ambos ven algo que carece de semejanzas, y sin éstas, la
comunicación es imposible Más aún: Dios se revela
á cada individuo bajo una forma distinta en cada mo-
mento extático Luego, en suma, es de todo punto
imposible á los sufíes establecer un tecnicismo que les
sea útil para hablarse entre sí. Saben; pero no pueden
decir lo que saben, si Dios no les comunica un lenguaje
adecuado. »
Si ellos mismos no se entienden, ¿cómo podremos des-
cifrar sus enigmas los que no estamos iniciados? Tal fué
la reflexión que me hice cuando por vez primera leí el pa-
saje que antecede, y entonces me expliqué perfectamente
por qué Dozy, á pesar de sus incesantes estudios, confe-
saba, al darles feliz remate en su Snppleineiit aiix diction-
naires atabes, que la vida de un hombre no basta para
profundizar las ciencias místicas de los sufíes y para co-
nocer bien al mismo tiempo la lengua árabe. Entonces
también me expliqué por qué los mismos musulmanes,
aun los contemporáneos de Mohidín, reconocíanse impo-
tentes para descifrar aquellos enigmas, ocultos bajo el
velo de un lenguaje cuyos elementos entendían, pero sin
darse perfecta cuenta de su enlace gramatical.
Y es que el sufí, llegado ya al término de su carrera
mística, queda enamorado perdidamente de su Dios, y el
loco de amor, como confiesa Mohidín, no sabe lo que se
2CJ. MIGUEL ASIN
dice. De esta manera resulta que es tarea vana buscar en
las obras sufíes, y especialmente en el Alfotnhai, un plan
determinado, una organización de materias que responda
en algo á la trabazón sistemática que se advierte en otras
obras filosóficas, v. gr., las de Averroes. Nuestro místico
habla de todo: de física y de lógica, de metafísica y de re-
ligión, de astronomía y de moral, sin orden ni concierto,
en el sentido indicado, pero con un determinado método,
privativo de las obras sufíes, y que consiste en exponer
cada materia en el capítulo especial destinado á estudiar
aquel grado de contemplación, al cual acompaña la cien-
cia infusa de dicha materia. Este es todo su plan.
Con esto, y con decir que mis exploraciones por tan in-
trincada selva virgen han sido rápidas y sin casi segura
orientación, holgará ya confesar que no es todavía ésta
sazón oportuna para dar uu juicio comprensivo que defi-
nitivamente coloque á Mohidín en el lugar que le corres-
ponda dentro de la historia de la filosofía.
Esto no obstante, puede muy bien adelantarse, sin te-
mor de errar, que el pensamiento de Mohidín es un sin-
cretismo sistemático y harmónico, formado en lo que he
podido apreciar, por la yuxtaposición de elementos peri-
patético-musulmanesi platónicos, pitagóricos, cabalísticos
y orientales, en el cual predomina, como nota concordan-
te que á todos los resume, el neoplatonismo alejandrino,
origen remoto por el cual parece explicarse la filiación de
sus ideas panteístas y místicas, tan similares á las exage-
raciones del iluminismo en Jámblico y Proclo.
. Como se ve, Mohidín, igual que todos los sufíes, ocul-
taba, tras el tupido velo de sus peregrinas teorías, rica ve-
na de ideas filosóficas, tomadas á préstamo de los más
grandes pensadores de la antigüedad. Y Lulio, al imitar á
éste, ó á quien quiera que fuese el sufí en cuyas obras se
amaestró, tuvo por ende un mérito grandísimo, quizá el
mayor de su labor filosófica: el de hacer entrar en la co-
mente de las ideas cristianas medioevales, purificado de
su levadura musulmana, un producto que quizá no era
MOHIDÍN 255
Otra cosa más que transformación muslímica de antigua
filosofía cristiana.
El llevar, pues, adelante este estudio puede dar de sí
serios é interesantísimos resultados: ante todo, revelar el
secreto de un potente metafísico, místico y moralista cris-
tiano español, como Lulio, muda esfinge hasta ahora para
gran número de investigadores; después, dar á conocer un
curiosísimo capítulo, completamente en blanco, dentro de
la filosofía místico-panteísta de la España musulmana, cu-
ya influencia en el islam se perpetúa á través de los siglos.
En la Edad Media, aquellos pobres y desarrapados sufíes
encerraban, bajo la corteza de sus místicas exageraciones
la substanciosa médula de una metafísica audaz, que ex-
plicaba por iluminación los más altos problemas que á la
antigüedad habían preocupado. Hoy, esas sectas de sufíes
no han muerto todavía; viven en la costa berberisca, como
esqueletos de algo que fué: perdióse la rica médula.'y sólo
queda la inútil corteza. Son esas infinitas cofradías de
isavas, sennsíes, etc., cuyos individuos, fanáticos arrebata-
dos, solamente conservan, como supervivencia, los ritos
externos de la mística sufí, entregándose á desenfrenados
y ridículos bailes, verdaderas danzas macabras, con las
que creen suplir aquello que á sus maestros dio universal
renombre en el mundo musulmán. Y no hay que echaren
olvido que el fanatismo de esas sectas es un dato impor-
tantísimo en la solución del problema africano.
Este estudio, por fin, como todos los que tengan por ob-
leto poner en claro las relaciones de la escolástica con la
filosofía arábiga, habrá de servir de saludable ejemplo en
nuestros días. Para cumplir con el espíritu y la letra de la
encíclica Mterni Patris, en que Su Santidad abogaba,
años hace, por la restauración de la escolástica, es preciso
seguir las huellas de los más insignes Doctores escolásti-
cos. Así como Alberto Magno, Raimundo Martín, Lulio
y otros muchos no se avergonzaban de tomar de la filo-
sofía arábiga todo lo que en ella encontraban de utiliza-
ble para adaptarlo á la dogmática cristiana, no de otro
g MIGUEL ASÍN
modo debemos en nuestros días aprovechar todo aquello
que de legítimo progreso aparezca en la literatura filosófi-
ca contemporánea, seguros de que así haremos avanzar
á la filosofía cristiana más y mejor, que permaneciendo pe-
trificados en los textos que ya pasaron, atentos exclusiva-
mente á repetirlos y comentarlos. , - • o
A reverdecerán los hasta aquí amortecidos trabajos
filot fi os y teológicos, que hicieron de España en otros
líos Ía patria del saber. Así nos haremos dignos de núes-
a gloriosas tradiciones científicas, á cuya resurrección
ha delado sus iniciativas todas, sus incesantes esfuer-
t su portentoso talento, el maestro insigne á qmen en
estl ocasión ofrecemos el entusiasta homenaje de nuestra
cariño y nuestra admiración.
Zaragoza 12 de Agosto de 1898.
JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO
Para mejor desarrollo de mi tema, dividiré en dos par-
tes este trabajo. Será la primera una reseña bibliográfica
de las comedias que conozco referentes al Rey D. Pedro,
y la segunda una exposición breve de cómo ha sido trata-
do este Monarca por los autores dramáticos.
I
Lope d^Vega fué el primer autor que llevó á D. Pedro
al teatro. Conservamos de él siete comedias en que hace
papel este Rey.
Son ellas:
La Carbonera. — Impresa por primera vez en la Veinti-
dós parte perfeta de las comedias del Fénix de España, Fray
Lope Félix de Vega Carpió: Madrid, 1635. — Comedia de
intriga. El poeta supone á D. Pedro enamorado de una
su hermana bastarda, hija de Doña Leonor de Guzmán,
ignorando el Rey el parentesco que le une con ella.
La niña de plata y burla vengada. — El manuscrito au-
tógrafo de esta comedia se conserva con fecha de Junio
de i6i3. Se imprimió por primera vez en la novena parte
de las comedias de Lope, que lleva por título: Doce come-
dias de Lope de Vega, sacadas de sus originales por el mes-
mo: Barcelona, 1618. — Esta comedia y las dos que á con-
tinuación citaré ahora, parecen referirse á aquel período
largo de tiempo en que, según la Cuarta Crónica gene-
" 17
2-8 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
ral (O «estovieron él (D. Pedro) y los dichos sus herma-
ros bastardos. fi3os del rey Don Alfonso que fueron 1
dichos Don Enrique, e Don Fadnque e ^on T lio e Don
Tuan en mucha paz e sosiego, aviendo muchos placei es
dep'o tes... En La nuU ,e plata aparece D. Pedro como
el mejor camarada de sus hermanos D. Ennquey D Fa-
driru ayudando al primero en sus empresas de amor.
''T'Jiopor lo .».oso.-Impresa po^P"--;- ^
PavU vevntede las comedias de Lope de Vega Carpo Bar
f.C: X530.-Aparece aquí D. Pedro como r.val de amor
ííp n Enrique, su hermano.
Fuélfundi a esta comedia por Rodríguez de Arellano^
^,néd.co de s. /.«..-Impresa por vez P-- ^ 1^.
Parte XXV II de las comedias de Lope de Vega (y otros au
ZÍy Barcelona, x633.-D. Pedro aparece en esta come-
d mo 3uez recto, aunque blando, de los extravros - ;
rosos del Conde de Trastamara. Fué refundida por Cal
^^'tlRcy Don Pedro en Madrid, 6 el Infanzón de I He se as
Hartzlbusch vio tres manuscritos de esta comedia: uno
?eO:::a otro del teatro Espa.ol, y el tercero ^e^;-
piedad particular.-Impresa por piimera vez en a Par
te XXVII de las comedias de Lope de Vega Carpió (y otros
■ aufores): Barcelona, x633.-No ha llegado hasta nosotros
el comedia en su original, sino solamente en la refun-
dSón que hizo de ella Andrés de Claramonte. No se sabe
(,) Al dar este non.bre á la que hasta ahora ha sido conocida
^'"o\-^ rB^rLrT ¿ - -n6ni,:o hasta el año ,e
sa, 0^'^r^;^ i^Xva en a'^Co/.ccío. de documentos inéduos
1454. que es el que ueva en investigaciones
para la historia de ^^^'^"^' "^^^^ ^enéndez Pidal y pu-
p.3ctjcadasreaente.en^e porD J^^ ^^J ,,,,,, .,„,,.;,, ,e
blicjdas por este en su caiaio^u a
España: Madrid. 1898, págs. 91 i 93-
EL KEY D. PEDRO EN EL TEATRO 259
«í Otro antes que éste la había ya refundido. Ha habido
también dudas sobre si fué ó no Lope su verdadero autor;
mas parece que están ya resueltas en favor de este gran
ingenio (0. Lo que añadió Claramonte á la comedia ori-
ginal fué probablemente todo el papel del poeta Clarindo
{seudónimo usado por Claramonte); los varios cantares
que adornan la obra; los tres romances de siete sílabas
-del acto segundo, y tal vez la primera escena que tiene el
Rey con la sombra del clérigo (2). No puede llamarse pro-
piamente comedia histórica: los sucesos que forman su
argumento son inventados; pero la figura del Rey D. Pe-
ndro está en ella majestuosamente ideada y desenvuelta.
Es una creación imponente y de primer orden. Moreto la
1-efundió, como diremos en su lugar.
^ Audiencias del Rey Don Pedro.— Se conserva esta come-
dia, hasta hoy inédita, en un manuscrito sin fecha que,
procedente de la biblioteca de Osuna, se halla en la Na-
cional de Madrid (3). El argumento de la pieza es una in-
triga, á la cual el Rey se mantiene extraño hasta el fin,
€n que la pone término con uno de aquellos Míos ex aqiio
et bono que hacen una buena parte de su leyenda. En boca
de los personajes (que son todos fingidos, menos D. Pe-
<lro y su hermano D. Tello) pone Lope dos narraciones
Jiistóncas, más ó menos fieles al texto de la Cnarta Cró-
(i) Sobre este punto pueden consultarse, en primer lugar el
■Catalogo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español
<leD. Cayetano Alberto de la Barrera (Madrid, 1860), pá- 360'
y después el trabajo del Sr. Cotarelo, Tirso de Molina (Madrid,'
1893), pags. 121 á 126, al cual sirve de necesario complemento y
Tectificacón el largo artículo publicado por el Sr. Menéndezy Pe-
layo en La España Moderna (Abril, ,804), págs. 152 ysiguientes.
(2) Tirso de Molina, por Emilio Cotarelo, págs. .121 v si-
^guientes. ■'
(3) El manuscrito se compone de 53 hojas sin foliación. No es
-autógrafo. Los muchos tachones y las enmiendas que en él se ob-
servan parece que tienen por objeto abreviar la comedia, en vista
de las necesidades de la representación. D. Cayetano Alberto de
la Barrera la incluye entre las de autenticidad dudosa.
26o JOSÉ K. LOMBA Y PEDRAJA
1 T . nrimera es la que hace D. Diego de la
en poder de sus hermanos bastardos y de a a^tuua por
„edio de la cual le puso er. ^^^ertad DTello^La según
da es la narración que hace el mismo D. Pedro
mnprte del Rey Bermejo en Sevilla.
,a Ve¡n,ic..,„o p..U p.'IcU. <i< <« """*!' ^'¿'"l
Es_ una co.e.,a .enea o ■ . S„_a,g„ ^^^^^^^^^ ^^_
hazañas de D. Juan Kamn historia
r¿afr;r;t:r::;:;:.:rj..^^^^^^^^
-f.".^";rrKaS/L^.rrrJ4rrL
haceaU ju breve compendio de los prime-
:s^;:;:^irtL«deAyaia.Biac.^er^s^
divide en dos partes: la primera -P-enta la vi a que.
los Reyes de Navarra y de Aragón tuvieron en el cast.
lo de Sos con intento de matar á D. Enrique, y la no-
ble enet a de D. Juan Ramírez de Arellano. que salvo
5 ,a nu'el á éste, según Ayala lo refiere en su C^^
T- XTV can IX) (0. La segunda parte es la batallada
CÍ VlTcua'í! L como también en la enumeración
deles combatientes de uno y otro bando ^^^ Ji^"" J'
S,\Sre de Santiago y BeU^n aaquin sigu. t ^^en
Lope el texto de la Cromuí del Canciller en
"Kíde Claramonte.-ZP«í. a,na no ^^^-- I-P--
ent: ts Doce co,ne,ias nn.as .. Lope ^^Vj^^^-P-^^^^^^
atáores Segunda parte: Barcelona, i63o.-Esta comedia
p^enta semejan/a parcial en su argumento con El n.ed.-
gón, tomo II, lib. IX, cap. XLVIII.)
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 261
co de su honra, aunque no tanta con el original de Lope
como con la refundición de Calderón. Con ésta tiene de
■común hasta los nombres de los dos personajes principa-
les, á saber: D. Gutierre Alfonso Solís y Doña Mencía de
Acuña. Me inclino á pensar que Claramonte imitó á Lope,
y Calderón, al refundir á Lope, tomó también algo de la
imitación de Claramonte.
La comedia de éste presenta á D. Pedro como Rey cruel
y despótico, valiéndose de su poder para atentar al honor
•de su vasallo Gutierre Alfonso. Abundan en aquélla ex-
traordinariamente los presagios que anuncian al Rey un
fin funesto. En el último acto se representa la batalla de
Alontiel, sin llegar á la muerte de D. Pedro. No hay más
personaje histórico que el mismo Rey.
JuanRuiz de Álarcón. — Ganar a;;w'o'os. También conoci-
da con los tres títulos siguientes: Quien priva, aconseje bien;
Lo que mucJio vale, mucho cuesta, y Amor, pleito y desafio. In-
cluida en la Parte segunda de las comedias del licenciado don
loan Roiz de Alarcon y Mendoca: Barcelona, 1634. — El Rey
D. Pedro, extraño á la intriga de la comedia, interviene al
fin en ella para hacer justicia. Sin color histórico alguno.
Calderón. — El médico de su honra. Impresa por primera
vez en la Segunda parte de las comedias de D. Pedro Cal-
derón de la Barca, recogidas por D. loseph Calderón de la
Barca, su hermano: Madrid, 1641. — Es refundición de la
de Lope, del mismo título, mejorándola mucho.
Antonio Enriquez Gómez. — A lo que obliga el honor.
Impresa por primera vez en las Academias morales de las
musas, dirigidas á la magestad cristianísima de Doña Ana de
Austria, reina de Francia y de Navarra. Por Antonio Enri-
quez Gómez: Bordeaux, 1642. — En esta comedia aparece
D. Pedro como Príncipe heredero en vida de su padre, Ea
su argumento presenta con El médico de su honra una se-
mejanza todavía más estrecha que la comedia citada de
Andrés de Claramonte Deste agua no beberé. Incurre en el
anacronismo de suponer á Doña María de Padilla enamo-
rada ya de D. Pedro.
262 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA.
Luis Vélez de Guevara.— £¿ diablo está en Cantillana^
Impresa en la Parie diez y seis de comedias nuevas y escogi-
das de los meiores Ingenios de España: Madrid, 1662.— En
esta comedia, D. Pedro, enamorado de una dama de Can-
tillana, la persigue en vano con sus galanteos. Es comedia
de intriga. Los dos personajes históricos que intervieneiv
son D. Pedro y Doña María de Padilla.
Juan Pérez de Uonia\hán.— La puerta Macarena. Prime-
ra parte.— 'üo conozco más edición que una suelta, sm fe-
cha, hecha en Sevilla por Josef Padrino. Es una comedia
que, más que otra alguna de las que tratan de D. Pedro,
merece el nombré de histórica. Está inspirada en la Cró-
nica de López de Ayala, á la cual sigue con cierta libertad,
intercalando tradiciones admitidas ya por la poesía y por
el pueblo. En ella se representa la embajada de D. Fadri-
que á Francia en busca de la Princesa Doña Blanca de
Borbón; los amores de D. Pedro con Doña María de Pa-
dilla; la prisión de Doña Blanca; su entrada en Toledo, á
donde es acorrida por el pueblo y por los hermanos del
Rey, D. Enrique y D. Fadrique, y, por último, la muerte
del Maestre de Santiago en el alcázar de Sevilla.
La puerta Macarena. Segunda parte. En Sevilla, en la
imprenta de la viuda de Francisco Lorenzo de Hermosilla, en
calle de Vizcainos (sin fecha). — Es una continuación de la
historia del Rey D. Pedro, hecha también sobre la Cróni-
ca de López de Ayala, pero con más libertad que la Parte
primera. Supone el autor que el Rey Juan, de Francia, in-
dignado por el tratamiento que D. Pedro ha dado á su so-
brina Doña Blanca, le hace la guerra y pone al frente de
su ejército á Beltrán Claquín y á D. Enrique de Trasta-
mara. Estos entran por Castilla, sorprendiendo á D. Pe-
dro, que para salvar su Corona finge reconciliarse con
Doña Blanca. D. Enrique, á pesar de las advertencias d&
Behrán Claquín, se deja engañar por el Rey y despide á
los franceses. D. Pedro, viendo conjurado el peligro, con-
dena á muerte á la Reina para vengarse del Rey Juan y
de D. Enrique, El Conde entonces, uniéndose de nuevo 4
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 263
Beltrán Claquín, combate á D. Pedro y le arrebata en
Montiel la corona y la vida.
Agustín Morete. — El valiente justiciero y rico-hombre de
Alcalá. Se conserva este drama en un manuscrito del si-
glo xvii, procedente de la biblioteca de Osuna. Se impri-
mió en la parte IX de las Comedian escogidas de los mejores
ingenios de España: Madrid, lóSj. — Es una refundición
del drama de Lope El Infanzón de Illescas, y á su vez fué
refundido por D. Dionisio Solís y por D. José Fernández-
Guerra. Moreto abrevió la comedia de Lope y la quitó su
imponente grandeza; limó algunas crudezas y sustituyó al
estilo vigoroso del original otro más refinado é ingenioso.
Juan de la Hoz y Mota. — El monfañcs Juan Pascual.
Puede sospecharse que esta comedia no fué original de
Hoz y Mota, sino de Lope de Vega. Parece que así lo
comprueban ciertas alusiones á Juan Pascual, Asistente
de Sevilla, que se observan en Audiencias del Rey Don Pe-
dro, de Lope. Allí, en el acto tercero, dice Elena:
«Hallaron muerto á Leonardo
en su retrete, en su casa
á Juan Pascual, asistente,
dio cuenta de esta desgracia
Funes » etc.
Y más adelante, Laurencia confirma el mismo suceso
con estas palabras:
«Juan Pascua!, vuestro asistente,
hallando á Leonardo muerto
y sabiendo el desafío,
prendió, señor, á Don Diego
y á dos criados también
que, obligados del tormento,
confiesan ajenas culpas.
á muerte los condenó
y tiene el teatro hecho.»
254 ^°^^ "• '-"^"^'^ ^ PEDKAJA
Se habla, pues, de Juan Pascual como de un personaje
conocido del público. Eso no obstante, ni hace papel en la
comedia, ni se le vuelve á aludir antes ni después, lo cual
induce á pensar que el público le conocía por otra come-
dia, puesto que el personaje es de pura invención. Hoz y
Mota es posterior á Lope, y no cabe suponer que éste co-
nociera á Juan Pascual por la comedia de aquél.
Otra coincidencia digna de nota entre Audiencias del
Rey Don Pedro y El montañés Juan Pascual, es la de ha-
llarse en ambas el caso del zapatero que mató al Preben-
dado y fué juzgado por el Rey D. Pedro. Es verdad que
no conforman en los pormenores, como veremos en la se-
gunda parte de este trabajo.
La comedia de Hoz y Mota no es histórica, salvo alu-
siones fugaces á las desavenencias de D. Pedro con sus
hermanos y á la suerte infeHz de Doña Blanca. No hay
otros personajes históricos que el Rey y Doña María de
Padilla. La figura de D. Pedro no tiene, ni con mucho,
el relieve que en El Infanzón; pero conserva, aunque des-
virtuadas de su vigor y energía, muchas de sus notas esen-
ciales, y hasta en algunas situaciones hay semejanza evi-
dente. . ,
José de Cañizares. -yo me entiendo y Dios me entiende.
En esta comedia, D. Pedro, enamorado de una noble
dama, atenta al honor de uno de sus fieles vasallos, como
en la comedia de Claramente. Caprichoso, mcontmente,
ingrato, él mismo se atrae su ruina. Desde el pnncipio de
la comedia estallan las enemistades de D. Pedro con Don
Enrique. El acto tercero es la batalla de Montiel, la muerte
del Rey y el triunfo de su hermano bastardo. La fuente
histórica que el autor sigue, aunque muy de lejos, es la
Crónica de Ayala. , i j
Vicente Rodríguez de Arellano.— Lo cierto por lo dudo-
so ó La mujer firme. Formada por la que con el mismo titu-
lo escribió el célebre Fray Lope de Vega Carpió: En Cádiz
Por Antonio Mnrguía, i8i5.-Esta comedia toma de la
de Lope solamente la intriga principal, abandonando los
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 265
personajes accesorios de Justa y Teodora. Varía el desen-
lace, mejorándole. Al fin del acto segundo tiene una esce-
na, la del delirio de D. Enrique, tomada á la letra de
Cómo han de ser los amigos, de Tirso.
El sitio de Toro y noble Martin Abarca, de un ingenio:
Madrid. En la imprenta de Blas Román (sin fecha). — Mo-
ratín, en su Catálogo de piezas dramáticas publicadas en
España desde el principio del siglo xviii hasta la época pre-
sente (1825) (Biblioteca de autores españoles, de Rivadeney-
ra, tomo II, pág. Sja), atribuye esta comedia á Vicente
Rodríguez de Arellano. Su asunto está tomado de la Cró-
nica de López de Ayala, especialmente del capítulo II del
año VII. Es una comedia genealógica, ordenada á enca-
recer las hazañas de D. Martín Abarca, caballero navarro,
en el sitio y rendición de Toro, que llevó á cabo D. Pedro
en i356.
Dionisio de Villanueva y Solís. — Rey valiente y justicie-
ro y Rico-hombre de Alcalá. — Refundición inédita de la
comedia de Moreto del mismo título. En la biblioteca del
Sr. Menéndez y Pelayo, en Santander, hay un ejemplar
manuscrito que lleva la fecha de 1827: está en 4.°, y tie-
ne 53 hojas de letra buena y clara.
Solís aljrevió la comedia de Moreto, y repartió en cin-
co actos la materia que aquél comprendía en solos tres.
La más importante modificación que introdujo fué la su-
presión de las bufonerías del gracioso.
José Fernández-Guerra. — Rey valiente y justiciero y
Rico-hombre de Alcalá. — Refundición inédita, como la an-
terior, de la comedia de Moreto. No la he visto. D. Luis
Fel-nández-Guerra la elogia en el Catálogo razonado de las
obras de D. Agustín Moreto y Cabana, que publicó al prin-
cipio del tomo XXXIX de la Biblioteca de autores españo-
les, de Rivadeneyra (pág. xliii).
Anónimo. — Ya anda la de Mazagatos. — En el Memorial
literario, instructivo y curioso de la corte de Madrid (núme-
ro XXIV: Diciembre de 1785, pág. Sig) se habla de esta
comedia, representada por aquellos días en el coliseo de
266 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
la Cruz por la compañía de Manuel Martínez. Por la re-
seña que allí se hace de su argumento (t), debe pertenecer
al siglo xvu. Es comedia de intriga.
Las comedias citadas hasta aquí pertenecen al reperto-
rio de nuestro teatro castizo. La moda trágica francesa m-
vadió la escena española en el siglo xviii, y también don
Pedro se vio arrebatado por la avalancha. En la misma
Francia le hicieron protagonista de dos tragedias.
De BMoy. -Fierre le Cruel.-Esia. tragedia fué mal
acogida por el público en la primera representación, y per-
maneció inédita hasta que M. Gaillard, después de muerto
el autor, la incluyó en la edición completa de las obras de
éste. La Harpe la juzga muy duramente. En el Cours de
liüeraturc ancienne et modcrne (tomo II: París, i863, pá
gina 471), dice de ella lo siguiente:
(,) Esta comedia se ha perdido sin duda. No la citan ni La
Barrera, ni Salva, ni Moratín, y nadie, que yo sepa, la ha visto
manuscrita ni impresa. Como no queda de ella otra memoria que
la que da el Memorial literario, voy á copiar aqü! entera la no-
"".^Argumento: el Conde Manrique, señor de la aldea de Lanqui-
lla, cercana á la de Mazagatos y Ayllón, donde solía ir_á cazar
desde Segovia el Rey D. Pedro el Justiciero, amaba a Dona tlvi-
ra hiia de D. Alvaro Pérez de Guzmán. Habiendo éste sentido
ruido en su casa una noche, busca á quien le causaba, y sólo ha-
lla un escudo de la abertura de una capa, con lo que juzga cul-
pada á su hija, y determina llevarla á un Convento. Entre tanto,
el Conde D. Manrique, que era el que estaba con Dona Elvira y
había perdido el escudo de la capa, se fué á Ayllón, donde estaba
el Rey de caza; fué á parar, por una casualidad, á Mazagatos, en
casa de un labrador que tenía una hija en extremo agraciada, que
también se llamaba Elvira, y enamórase de ella. La Dona Elvira,
hija de D. Alvaro, que la llevaban al Convento, pudo escaparse,
V se acogió en la casa del mismo labrador con el nombre de Inés,
tratándose las dos Elviras como primas. El Rey D. Pedro, perdi-
do en el monte por causa de una tempestad, se acoge a la casa del
mismo labrador: llega la noche, y el Conde D. Manrique va á ro-
bar á la Elvira villana. El Rey, que estaba reposando, smtió rui-
do: saca la espada, y riñe con el Conde sin conocerle; en el de-
bate se les habían caído las capas; y al tiempo de irse el Conde
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 267
«Es el colmo del absurdo desarrollándose de escena en
escena, y es á menudo el colmo del ridículo en el estiló.
Entre du Guesclin, Eduardo, Enrique de Trastamara y
un jefe moro llamado Altuire, hay una especie de desafío
sobre quien ha de demostrar en más alto grado esa gran-
deza exagerada y romancesca que el autor toma por he-
roísmo, y que no es sino una exaltación mental, contraria
absolutamente al buen sentido, á las conveniencias, á las
costumbres y á las circunstancias; es un desbordamiento
de moral y de filosofía, más propio de una escuela de retó-
rica que de una acción ocurrida entre guerreros del siglo
XIV. Pedro el Cruel es, no solamente una especie de bes-
tia feroz, sino el ser más vil, más abyecto, más indigno de
la escena que se haya podido imaginar jamás. No es po-
sible perdonar al Príncipe Negro que sea protector y ami-
go de un monstruo semejante. Todos le desprecian, y él
lo merece. Pero el autor no ha caído en la cuenta de que
■ porque sacan luces, se lleva la capa del Rey y le deja la suya sir»
escudo, pero parecidas y de un mismo color; vase también el Rey
sin que le vean, dejando admirada la casa de este lance.
D. Alvaro y su hijo D. Juan van á dar cuenta al Rey de lo que
les pasaba con su hija Doña Elvira; y viendo que tenía la capa
sin escudo, teniendo ocasión de confrontarla y examinarla, creen
que el Rey es causa de su deshonra; por otra casualidad saben
que su hija Doña Elvira está en Mazagatos, y se confirman que
allí la esconde el Rey. Tiene efecto el intento de D. Manrique en
robar á otro día á la Elvira villana; y creyendo D. Alvaro y Don
Juan que es la suya, piden perdón al Rey y se quejan contra el
Conde D. Manrique: éste, ignorante de que estuviese allí Doña
Elvira, confiesa el robo de la otra; pide perdón al Rey, y ofrece á
los Guzmanes que, si le dan auxilio, se casará con su hija. Llega
el caso de efectuarse la boda: los villanos se quejan también al
Rey, presentando á la Elvira villana, que habían libertado, y to-
dos se confunden, hablando cada uno en favor de la suya, hasta
que se aclara todo con el descubrimiento de Doña Elvira, que se
hallaba allí tapada. Quiere, no obstante, el Rey castigar á Doi»
Manrique; pero todos le suplican, y le perdona, con lo que se
casa con Doña Elvira, y la villana con un labrador de quien era
amada.»
268 JOgÉ R. LOMBA Y PEDRAJA.
esta maldad impotente, siempre obstinada en hacer mal .
y siempre rechazada con menosprecio, envilece a un per-
sonaje de tragedia hasta causar repulsión y disgusto ,. etc.
Voltaire.— Don Ped,e.-((Btwyes completes de Voltaire.
Theatre. tome cinquiéme: Paris, i823)--Es una tragedia
de la vejez de su autor, y no llegó á representarse en vida
de este La historia está falseada en ella de la manera mas
chocante. Habla del Senado de Castilla como si se tratara
de la Roma de Tito Livio; pinta á D. Pedro como un al -
ma elevada, llena de humanitarios sentimientos, no com-
prendida por sus contemporáneos. Sus desvelos se dingen
á salvar la libertad pública. Dice en el acto segundo:
«J'ai promis, j'ai juré
de respecter ici la liberté publique.»
Es un D. Pedro sentimental, triste y filósofo, que des-
precia á los hombres y á su propia gloria. Al fin es ven-
cido por Beltrán Claquín y muerto cobardemente por
Tiastamara. Con D. Enrique vencen la tiranía y el cri-
men. Beltrán Claquín, horripilado del fratricidio de su
aliado, le echa en cara su perfidia y su cobardía; le insul-
ta, le desprecia, y se vuelve á Francia disgustado de su
obra. « „ ,, ■ 1 j
En nuestro teatro, ni la tragedia de De Belloy m la de
Voltaire han tenido jamás influencia ninguna.
Anbnimo.-Doña Bl anca. -Mors^Ün, en su Catálogo d^
las piezas dramáticas publicadas en España desde el principio
del siglo xviii hasta la época presente (i825), ya citado, ha-
bla de una tragedia de este título de autor anónimo (pági -
na 333 de Rivadeneyra).
Manuel José Quintana. -B/«"c« de Borbón.-Qumt^na,
en el pequeño prólogo que puso á sus dos tragedias im-
presas, dice que tenía ya bastante adelantadas «tras tres
tragedias, una de ellas Blanca de Barbón, cuando estallo
la guerra con Francia y perdió todo lo hecho.
Dionisio de Villanueva y ?,o\is. -Blanca de Borbon.-
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 269
Tragedia inédita. He visto de ella el manuscrito en 4.°, de
letra muy clara y esmerada, que guarda en su biblioteca
de Santander el Sr. Menéndez y Pelayo. Es una copia
hecha para el teatro: así lo prueba la licencia del Gobier-
no civil de Madrid con el sello.
El asunto de esta tragedia, como lo indica su nombre,
es la desgracia y la muerte de Doña Blanca. La acción
se desarrolla en cinco actos, única, concisa, rectilínea,
imitando la manera de Alfieri. Doña Blanca es el proto-
tipo del candor y de la ternura; mas perseguida por Doña
María y D. Juan de Padilla, no alcanza á conquistar la
voluntad de su esposo, á pesar de los esfuerzos de Fede-
rico (D. Fadrique), hermano del Rey; de Guido, Legado
del Papa, y del pueblo castellano, que adora á la desgra-
ciada Princesa. Acusada, finalmente, por sus enemigos
de adulterio con D. Fadrique, éste muere violentamente
en Palacio, y aquélla es envenenada. D. Pedro duda, en
su remordimiento, del delito atribuido á su esposa, y con-
cluye la tragedia con estas palabras suyas:
«Duda cruel, que me prepara, ¡ay, triste!
una espantosa eternidad de penas.»
El punto alrededor del cual gira toda la máquina y ar-
tificio de esta tragedia, es el carácter irresoluto, falso y
rencoroso de D. Pedro. De un lado están, como ángeles
buenos, correctos, intachables, Doña Blanca, Federico,
Guido y el pueblo; y del otro, como ángeles tenebrosos.
Doña María de Padilla y su deudo D. Juan. Al fin la ba-
lanza cae á la parte de estos últimos, y ve ahí la catás-
trofe.
Aunque el estilo es muy declamatorio y campanudo
(jOh Pedro!.... ¡Oh Blanca!.... Mas ¿qué veo?.... ¡Oh
Dios!.... etc.), propio del género trágico, los versos son
buenos, capaces en las situaciones patéticas de excitar el
terror trágico y la compasión.
José María Iñiguez. — Doña Blanca: Madrid. Por la hija
2yo JOSÉ R. LOMBA Y PEDRA]*-
ck Ibarra, i8o6.-Es una tragedia en cinco actos del cor-
te de la anterior, solamente que muy mala. El Rey Don
Pedro hace lo que puede por ser un monstruo de atroci-
dad- pero es tan infeliz, que no acierta. Revela su cruel-
dad legendaria en amenazas exorbitantes que pmás cum-
ple Nadie le hace caso. Doña Blanca, Doña Mana de
Padilla D. Fadrique, Alburquerque, Simuel Levi, etc.,
no salen sino á decir necedades. La obra merece apenas
í* 1 1 3.1' S 6
Antonio Gil y Zkvz.it.— Blanca de Borbón^imgedia ori-
aind en cinco actos. Representada por primera vez en el tea-
tro del Príncipe el día 7 de Junto de i835: Madrid, impren-
ta de Kepullés, i835.-Es obra del mismo corte que las an-
teriores. D. Enrique, D. Alfonso de Alburquerque, Don
Lope Sánchez de Bendaña y D. Alvar Pérez de Castro, en
especial los dos primeros, defienden el partido de la Rema;
Doña María de Padilla y su tío Hinestrosa tratan de per-
der á Doña Blanca y lo consiguen. Esta muere envenena-
da, como en las dos tragedias antecedentes. Vale poco
^JoséEspronceda.— Dorw Blanca de Borbón.—Se hizo
de esta tragedia una edición de muy pocos ejemplares, por
un procedimiento litográfico. Yo la conozco solamente por
un manuscrito en folio que posee el Sr. Menéndez y Pelayo.
Falta el último acto, que fácilmente puede súplase con
ayuda del discurso de D. Patricio de la Escosura, Vega,
Pardo y Espronceda, pronunciado en su recepción publica
«n la Real Academia Española (1870). En el apéndice de
•este discurso, el Sr. Escosura dio cuenta muy largamente
del argumento de Doña Blanca, incluyendo escenas ente-
Vas á la letra.
Esta tragedia empezó clásicamente; mas á partir del
acto tercero, atropello el autor violentamente los preceptos
de Boileau, y terminó de un modo romántico. Presenta á
D Enrique enamorado de Doña Blanca. En el fondo,
•coincide con las tres tragedias anteriores en el carácter
<del Rey D. Pedro y en la lucha entablada en el alma de
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 27I
éste entre Doña Blanca y Doña María; pero se diferencia
mucho en la poesía y rumbo del estilo, así como también
en el movimiento, un tanto desordenado, de la acción.
La musa romántica vino á libertar á D. Pedro del odio-
so y triste secuestro en que le retuvo, por poco tiempo, la
tragedia pseudo- clásica á la francesa. Su historia volvió á
tratarse á la española, reanudando la tradición dramática
interrumpida.
Gregorio Romero Larrañaga, Francisco González Elipe
y D. J. M. M. — La vieja del candilejo. — Los tres autores
de este drama ocultaron sus nombres en la edición que de
él hicieron en Madríd, en iS38, en la imprenta de Repu-
lías, y solamente conservaron sus iniciales. Ignoro á quién
pertenecen las de J. iM. M. La obra está dividida en cinco
actos y seis cuadros. Cada cuadro lleva al frente las ini-
ciales de su autor.
Este drama desciende en línea recta de El montañés
Juan Pascual, con cuyo argumento, esencialmente, con-
forma. Juan Pascual está sustituido por Juanillo, un pa-
nadero de Sevilla. El drama vale poco.
Francisco Javier Foxá. — Don Pedro de Castilla (drama,
1839). — No le conozco. Foxá era un poeta antillano; su
drama no ha debido representarse jamás en la Península,
sino en la isla de Cuba. El poeta mulato Plácido compu-
so un soneto á propósito de esta obra dramática.
José María Huici.— Do;; Pedro el Craí/.— Drama estre-
nado, y muy aplaudido, en el teatro de Zaragoza en iSSg.
Tampoco ha llegado á mis manos. (Véase El Entreacto,
periódico de Madrid, número correspondiente al 7 de No-
viembre de iSSg.)
Pedro Sabater. — Don Enrique el bastardo , Conde de Tras-
tamava, drama histórico en seis actos y en verso: Valencia,
imp. de López y Compañía, 1841. — Fué representado por
primera vez en Valencia, en 1839, y obtuvo una acogida
benévola.
La historia del Rey D. Pedro se halla en este drama
muy libremente interpretada. Empieza por la muerte de
2^2 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
Doña Leonor de Guzmán, debida á la entereza de esta se-
ñora en no querer poner á su hijo D. Enrique en las ma-
nos del Rey, que le persigue. Representa á D. Pedro ena-
morado de Doña Juana Manuel, esposa del Conde de Trab-
tamara. Concluye con la muerte de D. Pedro en Montiel.
José Rúa y Figutroa.—Feyrdn Pérez Chuvvuchaoy el Ar-
zobispo Don Suero, drama histórico-cabalkresco, en ocho cua-
dros, en prosa y verso: La Coruña. Imp. de Iguerreta, 1841.
Fué prohibida la representación de este drama en la
ciudad de Santiago, á petición de los jueces eclesiásticos
del Arzobispado. Cada cuadro lleva un título aparte en esta
forma- Cuadro primero, El arzobispo de Santiago; segun-
do La estrella de Vedra; tercero, Nufw Pérez Churruchao;
culvto. La conspiración; quinto, El Rey Don Pedro de CasU-
lla- sexto. El caballero encubierto; séptimo, La venganza;
octavo. El amor y la muerte. El asunto de la obra es la
muerte del Arzobispo de Santiago, D. Suero Gómez, que
mandó hacer el Rey D. Pedro á su paso por Galicia en
1365 El autor, en lo que á D. Pedro se refiere, tuvo pre-
sente la Crónica de Ayala, especialmente el capítulo XII
del año XVII; mas no fué ésta la única fuente que con-
sultó, como indicaremos en la segunda parte de nuestro
trabajo.
José Zorrilla. -£¿ Zapatero y el i?.;/.-Estrenado en
Madrid en 1841. .
Todo este drama se funda sobre la conseja tradicional
del zapatero que mató al Prebendado. El autor mezcla
con ella otros datos históricos (como los amores del Rey
con Doña Aldonza Coronel, la excomunión del Pontífice
contra D Pedro, la embajada del Rey Bermejo, etc.),
aunque interpretados á su modo. La figura del Rey coin-
cide en sus rasgos esenciales, con la que trazó Lope en El
Infanzón de Illescas. No la iguala, sin embargo, en gran-
deza porque el D. Pedro de Zorrilla se resiente de pala-
brero y hay mucho en la trama de artificioso y de falso.
El Zapatero y el Rey. Segunda partc.-Estrtnaáa^nU^-
drid en 1842.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 273
El primer acto de este drama es casi una refundición de
El nionlañés Juan Pascual. El autor, después, tomó por
otros caminos muy diferentes, aprovechándose de algunos
datos históricos que tomó de Ayala, y que él tergiversó
según le convino. Juan Pascual viene á resultar el nombre
supuesto de D. Guillen de Castro, hermano de Doña Jua-
na, á quien el Rey D. Pedro había engañado fingiendo
casarse con ella (Ayala, año V, cap. X). Termina el dra-
ma con la muerte de D. Pedro.
D. Leopoldo Augusto de Cueto. — Doña María Coronel:
Madrid. Imp. de Jener, 1844. — Este drama toma su argu-
mento de la tradición sevillana, según la cual Doña María
Coronel, por libertarse del amor lascivo del Rey D. Pedro,
desfiguró su cuerpo de una manera horrible por medio del
fuego. Se representa en él al Monarca de Castilla como un
tirano feroz, sin honor y sin entrañas.
Antonio García Gutiérrez. — El Tesorero del Rey, re-
presentada por primera vez en Madrid, en el teatro Es-
pañol, en 27 de Septiembre de i85o. — El protagonista
de este drama es Samuel Leví; la acción es de la pura
invención del poeta y se supone ocurrida después de la
batalla de Nájera. El Rey D. Pedro es figura muda, y
solamente una vez se presenta en escena al fin del acto
segundo.
D. Francisco Luis de Retes y D. Francisco Pérez y
Echevarría. — Doña María Coronel, drama en tres actos y
en verso: Madrid. Imp. de Gabriel Alhambra, 1872. — El
asunto es el mismo del Sr. Cueto. El Rey D. Pedro, jo-
ven, franco y valiente, y al fin generoso y noble, hace
menos odioso su delito que en el drama del señor Marqués
de Valmar. .
Manuel Fernández y González. — El P. Francisco Blan-
co García, en su obra La literatura española en el siglo xix
(tomo II, pág. 216), dice: «Muy joven aún, llevó Fernán-
dez y González al teatro la historia de D. Pedro de Cas-
tilla, conquistando en la ciudad de Granada una reputa-
ción 1) etc. No tengo más noticia que ésta de la produc-
II iS
JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAjfw
ción de Fernández y González y no sé siquiera su nom-
^'ceférino Suárez Bravo.-EÍ bastardo de Trastamara
íinéditaV— No la he visto.
^ Tuan Mela.-Lo.. Chum.haos ó El Arzobispo Don Suero.
Jcon este nombre se representó hace algunos anos en
Madrid, en el teatro de Novedades, un drama que tengo
ñor un arreglo del de Rúa y Figueroa.
'Ángel Lasso déla Y.,..-La ju.laresa, .ar.nelacntres
J^y en verso, mús.a del maestro D. Rafael Tahoada y
mZL: Madnd, X867.-EI Rey D. Pedro, en— ^^^^^
María (la juglaresa), la persigue con poco honestas pie
^ns ones La muchacha resulta hija de un noble, á quien
quiso matar el Rey. y que solamente pudo -Ivarse ocu
Ldo su nombre y su rango, ganándose la vida con las
habilidades de su hija. Esta, al fin. se casa con un su ena-
morado llamado Villegas. El Rey perdona á todos, a pe-
sar de haber sido burlado.
II
Según ha podido ver el lector, las obras que en torno á ■
la figura de D. Pedro ha producido en España la musa
dramática, son numerosas. El catálogo de ellas que a mr
Z ha sid; dado presentarle, no es completo seguramen-
te y todavía en este mismo catálogo hay piezas de las
cu Jes solamente conozco el nombre. Es éste un primer
,a Mi respetable amigo, el sabio Profesor D. Eduardo Hinojo-
'h , nido 1. Sondad accediendo á mis ruegos, de practicar al-
sa, ha tenido '=» ^°'^^^J; ^^^^^ ¿^ noticias sobre la comedia
gpnasgesti^DneseaGianadaenb ^^ ^^^^^^^ ^^^^^^^
t:r^^¿^^^^ - -p"-^ - ''- noto":
::;;.llimase un ,uelo a '^em^jn^^ T^bZ^^oZ
o..lrr, Pudo suceder que esa comedia que üice ei r.
Tepres-tase en Gránala y 6 se imprimiese en otra parte 6 queda-
se inédita.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 275
bosquejo que más adelante, con más tiempo y más estudio,
•espero poder ampliar.
Bien sabido es que el primero y capital documento his-
tórico sobre el reinado de D. Pedro fué la Crónica, de Pero
López de Ayala. Es una relación extensa, ordenada, ar-
tística y completa, hecha por un contemporáneo, y re-
dactada, si no con una imparcialidad absoluta (que esto
«s imposible de averiguar), al menos con gran templanza
y talento. Por estas razones; por tratarse de tan extraño
Rey como D. Pedro, y por referirse en ella tantos suce-
sos sangrientos, que dejaron en Castilla impresión honda
y ocasionaron un cambio en la dinastía, la Crónica, de
Ayala fué muy popular. Miiá y Fontanals ha probado que,
á excepción de dos de ellos (i), todos los romances viejos
(O Vid. De la poesía heroico- popular castellana: Barcelona,
1874, pág. 30S. Uno de estos dos romances es el que retiere los amo-
res adúlteros de Doña Blanca con D. Fadrique, que empieza: tEntre
fas gentes se suena,— y no por cosa sabida» (núm. 965 de Duran);
el otro es el que da principio: «Don Rodrigo de Padilla,— aquél
■que Dios perdonase,» del cual se conocen dos variantes (números
974 y 975 de Duran). Ni Milá ni Duran conocieron la fuente de
este último, que es la Cuarta Crónica general, aunque no en la
variante que copia D. Eugenio Llaguno en sus notas al Sumario
del Despensero, en el cual está el te.\to tan estragado, que no se
entiende (vid. pág. 72, col. A, líneas 33 á 38 de la ed. de Sancha
de 1781), sino en el dado á luz en la Colección de documentos
inéditos para la historia de España {tomo CVI), atribuido á Don
■Gonzalo de la Hinojosa. Con ayuda de éste, debe corregirse el
Texto de Llaguno en esta forma: «Después desto fecho, por voltu-
ras de un pariente de Doña Maria de Padilla, que se decía Juan
Carcia de Padilla, el Rey D. Pedro corrió desde Sevilla fasta Con-
suegra al Prior de Sant Juan, e en dos noches e dos dias le corrió
íasta el castillo de Consuegra, e non le alcanzó e tornóse a Sevi-
lla.» El Dr. Pérez de Montalbán se atuvo á esta versión de la Cuar-
ta Crónica general en la segunda parte de La Puerta Macare-
na. Allí Doña María de Padilla pide al Rey (acto primero) el Al-
cázar de Consuegra para su hermano, y el Rey se lo concede; mas
al principio del acto segundo D. Pedro aparece solo, perdido en
un monte, y dice que el Prior de San Juan se negó á entregar el
castillo de Consuegra; que corrió á refugiarse á él, echando el
2^6 JOSÉ K. LOMBA Y PEDkAJA
que se refieren á sucesos del reinado de D. Pedro se^ ins-
piraron, más ó menos directamente, en la citada Cromm.
A la verdad, el Rey D. Pedro no salía de ella muy bien
parado. No todos en Castilla estaban conformes con que
D Pedro hubiera sido un tirano implacable, tal como allí
aparece, no sé si con justicia. El hecho es que ya en la
Cnarta Crónica general leemos esta frase recusando el tes-
timonio de López de Ayala: « según que mas larga-
mente está escrito en la corónica verdadera de este rey
(D Pedro), porque hay dos corónicas, la una fingida por
se disculpar de la mue.te que le fue dada,» etc. (0. Esta
Crónica verdadera, atribuida en escritos postenores a Don
Tuan de Castro, Obispo de Jaén, nadie la vió, y es hoy
opinión corriente que no existió jamás [^)■, pero solamente
la duda de que existiera, juntamente con las palabras de
la Cuarta Crónica general, dieron argumento especioso á
los defensores de D. Pedro para intentar una rehabilita-
ción de su memoria. Los descendientes de aquel Rey, en
especial D. Diego de Castilla, Deán de Toledo, su cuar-
to nieto ilegitimo, rehusaron siempre atenerse á la rela-
ción de López de Ayala, apelando á la obra de D. Juan
de Castro. Interpretaron además los hechos conocidos en
xasuillo detrás de sí, de suene que cuando el Rey llegó, se quedó
á la nuerta V tuvo que volverse. .
. O L ¿,,„- ^publicada en la Colecaó. de focununtos ^né
¿i os par. la historU de España, atribuida á D. G°nzal° 1 »a
H nofota trae esta frase de otro modo: la una feng.da, por
fe de u P dalos yerros que contra él fueron fechos en Casulla.
ios cuales causaron e principiaron que este rey Don Pedro se mos-
trase tan cruel como en su tiempo fue.»
("sobre este punto pueden consultarse .1 Drscurso de Dor>
Aureliano Fernández-Guerra, leído por su autor en la Real Aca-
de„,ia de la Historia en contestación á D. F---° J^^-]; "^^S^-
ias en la pública recepción de éste, el día ,.° de Marzo de i868,
pÍ n8. y la historia de Castilla y León durante los remados
fe Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III, por Juan Cata-
iina García (Madrid, 1893), P^^^- xxvi á xxixde la Introducción al
tomo 1.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 277
un sentido favorable á D. Pedro, y provocaron, en fin, la
disputa, no terminada todavía, sobre si el sobrenombre que
más le convino fué el de Cruel ó el de Justiciero. Desde
el siglo XVI hasta nuestros días han abundado las apolo-
gías de D. Pedro (i).
Las causas de la rehabilitación de este Monarca las re-
duce á dos Milá y Fontanals: «i.", la afición del pueblo á
los caracteres enérgicos y decididos, especialmente si se
ensañan contra los poderosos; 2.', lo mal que había de
sonar en el oído de los Reyes el sobrenombre de Cruel
dado á un antecesor suyo, á quien, por otra parte, acaso
miraban como adversario de la turbulenta nobleza.» Tal
vez estas causas no fueron las únicas; pero es lo más pro-
bable que en el siglo xvir D. Pedro era popular en Cas-
tilla y generalmente tenidcen concepto de justiciero. Las
tradiciones y consejas, algunas de carácter local, que re-
cogió el teatro, y que hemos de ver adelante, parece que
lo confirman. Sin cesar, en las comedias, se le representa
pronunciando fallos, sentado en su tribunal, asombran-
do y entreteniendo al público con su justicia ingeniosa
y extravagante, como la de Salomón y la de Sancho
Panza.
La Crónica de Ayala, á pesar de sus detractores y á
pesar también de la rehabilitación de D. Pedro, siguió
disfrutando de gran favor. Los severos historiadores po-
dían hacer de ella el objeto de su crítica escrupulosa; mas
para los poetas, en cambio, era inagotable tesoro de asun-
tos dramáticos. El carácter violento del Rey; las luchas
incesantes con sus hermanos bastardos; sus amores; sus
venganzas dentro de su propia familia; las terribles pre-
dicciones sobre su muerte, y, finalmente, la tragedia de
Montiel, eran motivos dramáticos de primer orden. Nin-
(i) Véase el apéndice bibliográfico que puso el Sr. Fernández-
Guerra, siguiendo un riguroso orden cronológico, á su Discurso^
ya citado, y la también citada Introducción á la obra de D. Juan
Catalina García, págs. xxxin á xxxvii.
278 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
giina crónica castellana (exceptuando la General, de Don
Alfonso el Sabio) los contenía más ni mejores.
El teatro del siglo xvii reflejó de un modo constante la
contradicción que existía entre el D. Pedro de la Crómca.
de Ayala y el de la tradición popular. De esta contradic-
ción salieron las mayores bellezas: salió, por ejemplo, el
D. Pedro de El Infanzón de Illescas, aquel Rey altivo, va-
liente, lleno de un espíritu de justicia incontrastable; pero
violento, delincuente, sacrilego, el cual, en sus fieras pa-
siones, á nada ni á nadie se rendía; figura por todo extre-
mo dramática y una de las más grandes y complejas que
ha creado nuestro teatro.
Esta fusión en un personaje único de las dotes, al pa-
recer, más opuestas, es empresa arriesgada y difícil que
solamente realiza un poeta eminente, y no á todas horas.
Se contentan de ordinario los autores dramáticos con me-
nos. Algunos, por lo que respecta á D. Pedro, se conten-
taron con tan poco, que pudieron impunemente haberle
sustituido sobre las tablas, no ya por otro Rey cualquiera,
sino por Tello, Diego ó Lisardo, ó cualquiera otro galán
de los más corrientes. Ocurre esto, por ejemplo, en La
niña de plata; en Lo cierto par lo dudoso, d& Lope, y en la
comedia de Enríquez Gómez, A lo que obliga el honor. Esto
era muy usado en nuestro teatro: echar mano de grandes
nombres históricos, para desarrollar intrigas vulgares. .
Sale D. Pedro en algunas comedias á título de Rey jus-
ticiero. Otros Reyes, y sobre todo D. Enrique el Dolien-
te, compartieron con él la gloria de ostentar en el teatro
la soberana virtud de la justicia. Las .Audiencias del Rey
Don Pedro, de Lope; El médico de su honra, de Lope y de
Calderón, y Ganar amigos, de Alarcón, presentaron á Don.
Pedro bajo este aspecto. Otras, en cambio, aprovechán-
dose del renombre que alcanzaron sus intrigas de amor, le
interpretaron como un mozo mujeriego y calavera, amigo
de aventuras nocturnas (El diablo está en Cantillana, de
Vélez de Guevara; Deste agua no beberé, de Claramonte,.
etc.) Otras producciones de un corte más épico, inspira-
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 279
das generalmente en Ayala 0. ponen sencillamente en
escena sucesos del reinado de D. Pedro. Estas son las que
más hostiles se muestran al hijo legítimo de D. Alfon-
so XI (Los Ramírez de Avellano, de Lope; La Puerta Ma-
carena, del Dr. Pérez de Montalbán, etc.)
El teatro en el siglo xvii no tenía pretensión alguna de
trascendental y filosófico, como las ha tenido en nues-
tros días, ni se discutían en él problemas políticos. Era el
Trono, para los autores y para el público, una institución
sagrada é intangible, de derecho divino. Al presentar á
D. Pedro como un Rey cruel y disoluto, no combatían la
Monarquía, y no apoyaban su causa cuando le presenta-
ban como defensor del pueblo contra los nobles. La no-
bleza en el siglo xvii estaba ya dominada y puesta á los
pies del Trono.
Provenía de todo esto la indiferencia chocante de algu-
( i) La comedia Audiencias del Rey Don Pedro, de Lope, pre-
senta vestigios de la Cuarta. Crónica general, según se puede ver
en la Parte primera de este trabajo. La Puerta Macarena, de Mon-
talbán, tomó también de dicha Crónica la fuga del Prior de San
Juan á su castillo de Consuegra, como queda dicho más arriba en
una nota, y creo que también proviene de ella aquella resolución
que muestra D. Pedro de matar á su madre:
D. Pedro. ¡Vive Dios, sumo y eterno.
que hoy mi madre ha de morir,
y Blanca.
(a'* PARTE, ACTO 2.*)
D. Pedro. Viva Blanca, esposa mía:
salga la infeliz María,
mi madre y Reina etc.
(i." parte, acto 3.*)
La Crónica dice: «Y mandó otrosí llevar a la Reina su madre
al alcázar de Segovia, e fué muerta a yerbas dende a poco tiempo
que la llevaron.» (Llaguno, nota al Sumario del Despensero, pá-
gina 65, col. B, lín. 35.)
28o JOSÉ K. LOMBA Y PEDBAJA
nos poetas, en orden á si D. Pedro fué ó dejó de ser un
buen Rey. De su popularidad, de sus crímenes y de sus
desastres, se aprovechaban ellos para conmover á su pú-
blico. No' le juzgaban. Lope de Vega le sacó á las tablas,
como ya dije, en siete comedias; pues bien: en una le
maltrata (Los Ramírez de Arellano); en dos celebra su
justicia {El médico de su honra. Audiencias del Rey Don
Pedro); realza en otra su soberbia figura, erigiéndola un
pedestal eterno (El Infanzón de Illescas), y en otras tres,
más insignificantes, le trae y le lleva en pequeñas mtn-
gas, ora como confidente de los amores de D. Enrique
(L¡t niña de plata), ora como un mancebo enamorado (La
Carbonera, Lo cierto por lo dudoso). No hay más que pedir
en punto á imparcialidad histórica.
El primero que dio á D. Pedro una significación polí-
tica fué Voltaire. Empeñóse en ver en £l un defensor de
las libertades públicas, que D. Enrique, tirano sombrío,
amenazaba con sus intrigas, y la Corte pontificia con sus
intrusiones ambiciosas, intolerables. La tragedia de Vol-
taire es un absurdo histórico, como ya en su lugar dije.
No fué, sin embargo, la única obra dramática en que se
quiso presentar á D. Pedro enfrente del poder absorbente
de la Iglesia. D. José Rúa y Figueroa, autor gallego, tuvo
á gala el haber visto prohibido en la ciudad de Santiago
su drama histórico Fernán Pérez Churruchao y el Arzobis-
po Don Suero por una razón semejante.
Para decir algo en concreto acerca de los elementos
tradicionales é históricos referentes al Rey D. Pedro que
ha desenvuelto el teatro español, hay ahora que proceder
por partes,
I
LOS AMORES DE D. PEDRO
Muchos Reyes, y no solamente D. Pedro, aparecieron
en el teatro español dando que decir con sus galanteos
lícitos é ilícitos. Era esto en ellos considerado, á lo sumó.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 281
como falta leve. Estaban, por lo demás, sujetos, como el
más humilde vasallo, á ciertas estrictas reglas del decoro,
que los autores no violaban sino de tarde en tarde, im-
pulsados de algún grave motivo. El honor en las damas
era tan severo, que no cabía ni en las tablas amor alguno
encaminado á otro fin que á casamiento. Un Rey cual-
quiera, enamorado de una dama honesta, si era obscura
y de la pura invención del poeta, pocas veces podría tener
aquél esperanzas de ser correspondido. Casarle con ella
hubiera sido contravenir abiertamente á la historia y de-
gradar además al Rey de su majestad y prestigio. Había
siempre un galán que se interponía: llevábase el amor de
la dama y se casaba con ella. Reyes muy gloriosos y po-
pulares de Castilla y de Aragón pudieron cansarse de su-
frir decepciones de este género en el teatro.
No tenía por qué eximirse D. Pedro de esta regla ge-
neral, y en efecto, no se eximió. Le vemos en Lo cierto
por lo dudoso, de Lope, ser rival desgraciado de su her-
mano D. Enrique. En La Carbonera, del mismo Lope; en
El montañés Juan Pascual, de Hoz y Mota; en El diablo
está en Cantillaua, de Vélez de Guevara; en Yo me entien-
do y Dios me entiende, de Cañizares; en La vieja del candi-
lejo, de Larrañaga y otros, y en La juglarcsa, de Lasso
de la Vega, vérnosle también que persigue en vano con su
amor á muchas damas que constantemente le rechazan y
que, al fin, se casan con pretendientes de condición más
modesta y más adecuada á la de ellas. En otras come-
dias, como en Deste agua no beberé, de Andrés de Clara-
monte, y A lo que obliga el honor, de Enríquez Gómez,
D. Pedro atenta al honor de un honrado vasallo, requi-
riendo de amores á su esposa. Claro es que no consigue
su mal intento.
Tantos habían sido en la realidad los amores de Don
Pedro, y tan notorios y escandalosos, que su fama, respecto
á este punto, excedió con mucho á la de todos los otros
Reyes, y solamente es comparable con la de D. Juan Te-
norio. En los romances y leyendas históricas que produjo
282 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRA.JA
el período del romanticismo, nada es más corriente que
ver á D. Pedro al pie de una reja, enamorando de incóg-
nito á unEi dama y acuchillando por causa de ella á algún
galán rondador y desvelado. Es ésta también una de las
formas del amor de D. Pedro al pueblo que ha supuesto
la leyenda. En la parte primera de El zapatero y el Rey,
de Zorrilla, D. Pedro, disfrazado de soldado, estrecha, por
decirlo así, la alianza que le une al pueblo, mediante sus
amores con Teresa, la hija del zapatero muerto y herma-
na de Blas, el vengador. Su conducta con ella es bien
diversa de la que observa con Doña Aldonza. Con la hija
del zapatero es caballeresco y generoso: la estima y la res-
peta cuando, abusando del amor que ha logrado inspirarla,
pudiera perderla. A Doña Aldonza, en cambio, que hace
la causa de la nobleza conspiradora y díscola, la despre-
cia, la engaña, y, por último, la humilla y escarnece.
Vengamos ahora á los amores de D. Pedro que tienen
algún fundamento en la historia ó en la tradición.
Doña Juana Manuel. — Ayala, en su Crónica del Rey Don
Pedro (año I, cap. XII), habla del casamiento de D. En-
rique de Trastamara con Doña Juana, hija de D. Juan
Manuel. Tenía gran interés en que se realizara este casa-
miento Doña Leonor de Guzmán: «E por quanto Doña
Leonor sopo, ca le fué dicho estonce, que D. Ferrando,
señor de Villena, hermano de la dicha Doña Juana, tra-
taba por partir este casamiento e que casase su hermana con
el Rey D. Pedro ó con el Infante D. Ferrando de Aragón,
primo del Rey, que allí estaba, fabló Doña Leonor de
Guzman con el Conde, su fijo, diciéndole que ficiese sus
bodas con la dicha Doña Juana, su esposa. E asi lo fizo
el Conde, e consumió con ella el matrimonio ascondida-
mente en el palacio do la dicha Doña Juana estaba con
Doña Leonor, su madre. E desto pesó mucho al Rey e á la
Reyna Doña Maria, su madre » etc.
En estas palabras de Ayala se fundó D. Pedro Sabater
para suponer á D. Pedro enamorado de Doña Juana, es-
posa de D. Enrique. Estos amores hacen gran parte de
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 283
la trama de su Don Enrique el Bastardo (0. No creo que
se deba ver una alusión á ellos en Lo cierto por lo dudoso,
de Lope, aunque la dama por quien rivalizan D. Pedro y
D. Enrique se llame Juana, y aunque sea este último el
que al fin venza y se la lleve. Voltaire, en su tragedia Don
Pedre, parece, sí, haberse acordado de Doña Juana Ma-
nuel al trazar la figura de Doña Leonor de la Cerda. Ha-
blando con ella, dice D. Enrique:
Ouoi! vous que ce ciel meme a fait naitre pour moi,
doiit man pere, en mourant, me destina lajoi (2).
(Acto i.")
Doña Leonor de la Cerda es, como Doña Juana, des-
cendiente de Reyes y heredera de grandes dominios pa-
trimoniales. Voltaire, al revés que los demás, supuso á
D. Pedro favorecido por la dama y desairado á D. Enri-
que, Muerto D. Pedro, Doña Leonor se da la muerte á sí
misma, por no caer en las manos del Conde de Trasta-
mara.
Doña Aldonza Coronel. — Lo que hay de histórico en los
amores de Doña Aldonza Coronel con D. Pedro se puede
ver en Ayala (año IX, cap. I). En el teatro aparece sola-
mente esta señora en la primera parte de El ::apatero y el
Rey, de Zorrilla, y en Doña María Coronel, de los señores
Retes y Echevarría. Zorrilla la puso entre los conspira-
dores contra D. Pedro, á efecto de la muerte que éste ha-
bía dado á D. Alfonso Fernández Coronel, padre de la
dama. Supuso á esta en amores con D. Juan de Colmena-
res, prebendado de la Catedral de Sevilla y asesino del
zapatero Diego Pérez, á pesar de los celos de D. Alvar
Pérez de Guzmán, marido de Doña Aldonza.
(i) D. José Joaquín Mora reñrió estos amores en octavas rea-
les. (Leyendas españolas, por José Joaquín Mora: París, librería
de D. Vicente Salva, 1840. El Bastardo. J
(2) D. Enrique se desposó con Doña Juana en vida de su pa-
dre, D. Alfonso XI.
284 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
En el drama de los Sres. Retes y Echevarría, Doña Al-
donza se presupone soltera, viviendo en casa de su cuña-
do D. Juan de la Cerda, marido de Doña María Coronel.
Doña Aldonza está prometida á D. Diego de la Cerda,
hijo de D. Juan, hahido en un matrimonio anteríor de su
padre. D. Pedro, que ronda á Doña María, inspira á Doña
Aldonza una pasión ardiente, que luego ella misma aho-
ga, cuando sabe que el galán es D. Pedro y que la prefe-
rida es su hermana. Los autores buscaron en esta obra un
contraste de caracteres entre las dos hermanas, Doña Al-
donza y Doña María. El amor en ésta es un deber auste-
ro y sagrado, en tanto que en aquélla es una pasión im-
petuosa (i).
Doña María Coroml.— López de Ayala refiere en su
Ci-ónica (año VIII, cap. V) que el Rey D. Pedro, estando
€n Tarazona, envió á Sevilla á un ballestero que decían
Rodrigo Pérez de Castro con cartas en que mandaba ma-
tar á D. Juan de la Cerda, esposo de Doña María Coro-
nel. Prosigue después: «E llegó luego al Rey en Tara-
zona Doña María Coronel, muger del dicho D. Juan, á
pedir merced por su mando: e el Rey diole sus cartas para
que ge le diesen vivo e sano; pero el Rey sabia bien que
antes que aquellas cartas que daba á Doña Maria, muger
del dicho D. Juan de la Cerda, llegasen á Sevilla, seria
D. Juan muerto: e asi fué, que cuando Doña María llegó
•
(i) Se trata más ó menos de los amores de Doña Aldonza
con el Rey D. Pedro en el romance del Duque de Rivas, El alcá-
zar de Sevilla; en la composición de Juan Arólas, Don Pedro el
Cruel; en la novela de D. Ramón López Soler, El primogénito
de Alburqiierque (en Madrid, imprenta de Repullés, 1833. Cuatro
tomos, bajo el seudónimo de Gregorio Pérez de Miranda. Tomo I,
págs. 19 y [56, etc.); en la novela de D. Manuel Fernández y Gon-
zález, Men Rodrigue^ de Sanabria (Madrid. Gaspar y Roig, 1862),
en la cual Doña Aldonza hace un papel muy semejante al que le
atribuye Zorrilla en El zapatero y el Rey, y, finalmente, en el
abominable engendro novelesco de D. Manuel Torrijos llamado
Justicias del Rey Don Pedro. (Madrid, imprenta de Ducazcal,
1888, caps. Xll y XVIII.)
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 285
á Sevilla, fuera D. Juan muerto bien avia ocho días.»
Nada rnás dice el canciller de Doña María Coronel. Juan
de Mena fué el primero que aludió en sus Trescicnlas á la
casta resistencia de aquella dama ilustre contra la lasciva
persecución de D. Pedro. Dice Juan de Mena (copla 79):
«Poco más bajo vi otras enteras,
la muy casta dueña de manos crueles,
digna corona de los Coroneles,
que quiso con fuego vencer sus fogueras (i).»
Refirió por entero el caso el bachiller Juan Pérez de
Moya, en su libro de las Mugercs ilustres (Madrid, Fran-
cisco Sánchez, iSSj, lib. I, cap. CXXI), segiin puede
verse en el Cajón de sastre literato, ó percha de maulero eru-
dito, etc., etc., que publicó D. Francisco Mariano Nifo,
corregido y aumentado en 1781 (2). No tengo á mano la
(i) «La historia ó caso de esta señora no se cuenta de una ma-
nera. Unos dicen que D. Alonso Hernández Coronel fué un grar»
señor; criado y servidor del Rey D. Alonso, que ganó el Algezira:
y que éste hovo por hija esta señora Doña Maria Coronel, la qual
casó con D. Juan de la Cerda, hcrederode Castilla, hijo primogéni-
to del Rey D. Alonso el Sabio: y estando su marido absenté, vinole
tan grande tentación de la carne, que, por no quebrantar la cas-
tidad y fe devida al matrimonio, eligió antes de morir: e metióse
un tizón ardiendo por su miembro natural: del qual murió: cosa,
por cierto, hazañosa y digna de perpetua memoria, aunque la cir-
cunstancia del caso parezca algo escureccrla. La opinión de otros
es que esta señora Doña Maria Coronel fué muger de D. Alonso
de Guzman, ca vallero muy noble y principal, el qual fué en tiem-
po del Rey D. Sancho el quarto; e dice que estando él cercado en
la villa de Tarifa de los moros, la dicha Doña Maria Coronel, su
muger, estaba en Sevilla: y como le veniesse la misma tentación,
por no hacer cosa que no deviese, se mató de la manera que con-
té: destas dos opiniones, siga el autor la que más verisimile le pa-
reciere.» (Copilacion de todas las obras del Jamosísimo poeta
Juan de Mena etc.: Sevilla, 1528, fol. 28.)
{2) Cajón de sastre literato, ó percha de maulero erudito, con
muchos reíales buenos, mejores y medianos, útiles graciosos y
honestos, para evitar las funestas consecuencias del ocio. Nue-
vamente corregido y aumentado por D. Francisco Mariano
286 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
relación del bachiller Pérez de Moya, y así, copio .la del
Cajón de sastre, que conviene con ella esencialmente, se-
gún he comprobado por mi mismo:
«Doña Maria Coronel fué hija de D Alonso Hernández
Coronel, señor de la Villa de Aguilar y de otros muchos
pueblos que le daban autoridad; pero no le inspiraban va-
nidad ni orgullo. Casóse dicha Doña Maria con D. Juan
de la Cerda, nieto del Infante D. Fernando de la Cerda.
Era una de aquellas criaturas á quien mira con amante
parcialidad el cielo, dotándolas de belleza. La fama de su
extraordinaria hermosura llegó á noticia del Rey D. Pe-
dro llamado el Cruel: mandó éste, para que lograran los
ojo¡ lo que les prometían los oídos, fuese á Palacio; dice-
se que este llamamiento en el Rey fué impulso de amor ^
inhonesto. Entendiólo así nuestra ilustre Doña Mana; y
para no arriesgar el honor de su marido ni empañar con
la más leve sospecha lo que debía á la religión y á su na-
cimiento , antes de dirigirse á Palacio mandó hervir un
poco de aceite y se echó de él, abrasando, por todo el
cuerpo, pecho y brazos, dejando esento el rostro: luego
se levantaron crecidas ampollas; y aunque martynzada de
la violencia de los dolores que forzosamente le había de
causar aquel fiero remedio y medicina de su honor, fuese
con el mayor disimulo á Palacio, presentóse alegre y ri-
sueña al Rey: éste comenzó á manifestarle la impura lla-
ma de sus deseos; pero Doña Maria, sin monstrar la mas
pequeña turbación, le dijo: Señor, son muy fáciles de en-
gañarse nuestros ojos. Han creído los que sólo ven el fa-
laz y lisonjero matiz de mi rostro, que yo gozo, con la
hermosura mentirosa de la cara, una salud entera y ro-
busta. Yo me alegraría gozarla para servir á V. A.; pero
«s muy al contrario: y descubriéndose los brazos y parte
del pecho, le dijo al Reí que estaba enferma del mal con-
tagioso de San Lázaro. Entonces el Rey, horrorizado de
JV!>/!0. Tomo 7: Madrid, imp. de Miguel Escribano, 1781, pá-
-gina ¿92.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 287
ver con cara de ángel un monstruo, la envió á su casa li-
bre de toda ofensa. Hay quien afirma que, sabido por la
Reina el caso, envió de nuevo á llamar á Doña Maria y
la puso la corona real sobre la cabeza, diciendo que, por
tan heroica acción, merecía ser Reina, no solo de España,
sino de todos los imperios de la Tierra.»
En los Anales eclesiásticos y seculares de la ciudad de Se-
villa, de D. Diego Ortiz de Zúñiga (O, se advierten va-
riantes dignas de nota. Después de referir, tomándolo de
Ayala, el suceso de la muerte de D. Juan de la Cerda,
dice Ortiz de Zúñiga que Doña María profesó en el Con-
vento de Santa Clara y fundó en 1374 el de Santa Inés.
Añade luego el cronista de Sevilla:
«De su casta resistencia al amor lascivo del Rey se re-
fieren notables sucesos, de que ni el tiempo, ni si fueron
antes ó después de su viudez, se señala. Que perseguida
por la afición real, que temió violenta, se retiró al Con-
vento de Santa Clara de esta ciudad, y que aun en él no
segura, porque fué mandada entrar á sacar por fuerza, se
e/icerró en un hueco ó concavidad de su huerta, haciendo
que lo desmintiesen con tierra, que, diferenciándose de la
demás por su falta de hierbas, la dejaba en peligro de ser
descubierta, á que asistió la piedad divina, permitiendo
que naciesen improvisadamente tan iguales á lo restante
que bastaron á burlar la diligencia más perspicaz de los
que entraron á buscarla. Libre esta vez con tal maravilla,
se halló otra en mayor aprieto, en que lució más su vale-
rosa pudicicia, que viendo no poderse evadir de ser lleva-
da al Rey, abrasó con aceite hirviendo mucha parte de
su cuerpo, para que las llagas le hiciesen horrible y acre-
ditasen de leprosa, con que escapó su castidad á costa de
(i) Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy
leal ciudad de Sevilla, por D. Diego Orttj de Zúñiga, ilustra-
dos y corregidos por D. Antonio Maria Espinosa y Carmel:
Madrid, Imp. Real, 1795, tomo 11, págs. 146 y 147. La primera
edición de los Anales, es de 1677: Madrid, Imp. Real, por Juan
Maria Infanzón.
288 • JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
prolijo y penoso martirio, que le dio que padecer todo el
resto de su vida; acción heroica, cuya tradición la atesti-
guan manchas en el cutis de su cuerpo, que se conserva
incorrupto, no indigno del epíteto de santo.»
La versión que dio á conocer el bachiller Juan Pérez de
Moya es la que sirvió á Lope de Vega para la comedia La
Corona merecida (0. Lope sustituyó á D. Pedro con Don
Alfonso VIII, y en lugar de Doña María Coronel puso
una Doña Sol de su invención. Por eso no he incluido yo
esta obra dramática entre las demás que tratan de D. Pe-
dro. El argumento de ella es este: Alfonso VIII, enamo-
rado de Doña Sol, la persigue en vano con súplicas duran-
te largo tiempo. Un hermano de la dama, para ponerla á
cubierto de las pretensiones indecorosas del Rey, la casa
con un caballero que honestamente la pretende. D. Alfon-
so, para obligar á Doña Sol, prende á su marido, acusán-
dole falsamente de traición contra su propia real persona.
Comprende Doña Sol la causa de la desgracia de su mari-
do y se presenta ella misma al Rey para invitarle á que
vaya á su casa á gozarla secretamente. El Rey acude;
Doña Sol, con una hacha encendida, se ha causado por
todo el cuerpo y los brazos muchas llagas sangrientas.
Preséntaselas al Soberano en todo su horror, diciéndole al
mismo tiempo que por causa de aquella asquerosa enfer-
medad que padece, no se llega su marido á ella. Apártase
el Rey con asco. La Reina, sabedora del caso, pone su
propia corona en la cabeza de Doña Sol.
Los dramas modernos de D. Leopoldo Augusto de Cue-
to y de los Sres. Retes y Echevarría siguieron la versión
de Ortiz de Zúñiga. Introdujeron en ella episodios y va-
riantes, necesarios al desarrollo de la acción dramática. En
(O Vid Obras de Lope de Vega, publicadas por la Real Aca-
demia Española. Tomo VIII, 1898, pág. cxxiv de la Introducción
del Sr D. Marcelino Menéndez y Pelayo. Aunque la fuente que
yo ciw de la comedia de Lope no la cita el Sr. Menéndez y Pela-
yo, yo debo hacer constar que ha sido él el que me ha proporcio-
nado á mí la noticia.
EL REY D. I'EDRO EN EL TEATRO 289
la del Sr. Cueto, Doña Maiía se desfigura el rostro con
aceite hirviendo, conforme con la tradición; en la de los
Sres. Retes y Echevarría se le quema con una tea (0.
Doña jfiiana de Castro. — Acerca del casamiento de Don
Pedro con Doña Juana de Castro, véase la Crónica de Ló-
pez de Ayala (año V, caps. X, XI y XII). Doña Juana de
Castro tenía un hermano llamado D. Fernando, poderoso
magnate de Galicia. Este D. Fernando, por vengar á su
(i) La tradición del acto heroico de Doña María Coronel es se-
villana. El cuerpo de esta señora se conserva incorrupto en el
convento de Santa Inés, fundado por ella. Ostenta muchas man-
chas, que son, á los ojos de la piedad, testimonio de su santa ac-
ción. Es expuesto á la veneración pública una vez al año en el día
2 de Diciembre.
Aunque no sea más que de paso, conviene recordar aquí, por la
semejanza que presentan con el asunto que nos ocupa, el caso
que se refiere de la matrona romana Sofronia, que se arrancó los
ojos por no rendirse al impuro deseo del Emperador Majencio (Zo-
rrilla compuso sobre este argumento su tragedia Sofronia), y los
de muchos conventos de monjas en la Edad Media, que. por no
servir á la brutal lascivia de los moros, unas se cortaron las nari-
ces y otras se hicieron toda clase de estragos y mutilaciones en el
rostro y en el cuerpo (Vid. Berganza, Antigüedades de España,
tomo I, pág. 139). Alejandro Herculano, en su novela histórica
Eurico el Presbítero, compuso sobre este tema un imponente ca-
pítulo (cap. XII, O mosteiroj.
Han tratado de Doña María Coronel y de su heroica resistencia
á D. Pedro, D. Manuel Fernández y González en su novela Men
Rodrigue^ de Sanabria (Madrid, 1862, págs. 29 y 30), y D. Ma-
nuel Torrijos en sus Justicias del Rey Don Pedro (Madrid, 1858,
cap. V). El Sr. Cano y Cueto, entre sus heimosas Tradiciones
sevillanas (Sevilla, 1896, tomo V), tiene uña. Doña María Co-
ronel, con este mismo asunto. En Sevilla se conservan además tra-
diciones locales referentes á Doña María Coronel y á la persecu-
ción de que fué víctima de parte de D. Pedro. Se señala un case-
rón grande y antiguo en el callejón de las Becas, núm. 2 moder-
no, y otra casa, núm. 5, de la barreduela de la Almudena, como
lugares de refugio á que se acogió la casta dama para burlar las
asechanzas del Rey. (Véase Curiosidades sevillanas. La ermita
de San Blas, por Alvarcz Benavides, en El Noticiero sevillano,
16 Diciembre 1898.)
■I 19
JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
hermana y Por otras causas que no son de este lugar, se
alo :o; los hermanos bastardos de. Rey D. Pedro y con
D Tuan Alfonso, de Alburquerque, y triunfo con ellos en
tSsI íaño V caps. XVll y siguientes). Posteriormente.
D. Fernando de Castro vino al servicio de D. Pedro, y
fué uno de los que le acompañaron á la tienda de Beltran
Claquín la noche del fratricidio (año XX cap VIH).
No se ponen en escena los amores de D. Pedro con
Doña Juana de Castro en ninguna de las com^-^ q^^
conozco; pero aluden á ellos Espronceda y Zorrilla. El pri-
mero hace que Castro (sin prenombre) pida cuentas a Don
Pedro del honor de su hermana (Blanca, acto II) y mue-
re después á manos del Rey (acto IV). Zorrilla en la se-
gunda parte de El Zapatero y el Rey, fundo parte de en-
fedo en el supuesto de que el fingido Juan Pascual era
Don Guillen de Castro, hermano de Doña Juana (0. Este
(i) J. Paso. — tuve una hermana hermosa,
de quien el Rey de Castilla
tomó á cuenta la deshonra.
D. Enrique. —Sabemos que en una noche
dispuso unas falsas bodas;
reunió un falso concilio
de prelados, á quien Roma
castigó debidamente.
La dio nombre de su esposa,
y después de profanarla
torpemente, abandonóla.
(Acto primero, esc. V.)
J. Pasc. -Yo soy, D. Pedro, D. Guillen de Castro.
D. Pedro. —¡Tú un Castro! , ^ . r
• —Vengador de Dona Juana,
J. Pasc. ^
que llora en un oculto monasterio
su desesperación. Ella es mi hermana,
y este es de Juan Pascual todo el misterio.
(Acto segundo, esc. X.)
El nombre de Guillen de Castro tendríale Zorrilla en la memo-
ria por haber sido el del famoso poeta valenciano, autor de Las
ZocedaAesdel C^d, tan explotadas por Pedro Corneille. En cuan-
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 29!
muere en Montid, poco antes que su enemigo el Rey de
■Castilla (i).
Doña María de Padilla. —k. esta célebre mujer, cuyo
nombre irá siempre unido al de D. Pedro, le ha ocurrido
lo contrario que á su real amante. A ella la tradición po-
pular le ha sido hostil, cuando la Crónica de Ayala favo-
rable. Su larga unión con el Rey, con todas las aparien-
cias de barragania [í), y sobre todo, la desdicha y la muer-
te de Doña Blanca, mirada siempre en Castilla (y no sin
razón) como la esposa legítima y la única Reina verdade-
ra, la enajenaron el amor del pueblo. Entre éste corrieron
consejas que la infamaban de hechicera y de gitana (3),
•toa la suerte de Doña Juana, posterior á su casamiento, Ayala
dice que esta señora se retiró á Dueñas, donde vivió mucho liem-
po, usando siempre el título de Rema, .maguer non placía al Rey
■dello.»
(i) Se habla de Doña Juana de Castro en El Primogénito de
Alburquerque, de López Soler (tomo I, págs. 19, i56, etc.), en
Men Rodrigue^ de Sanabria (pá¡í. 38) y en la novela de D. Ma-
nuel Torrijos El puñal de Trastamara (Madrid, imp. de Beltrán
y Vmas, 1858, caps. XXIV á XXIXJ. D. Telesforo de Trueba y
Cosío, en su novela escrita originariamente en inglés, El Caste-
llano, ó El Principe Negro en España (traducción de D. J. S S •
Barcelona, 1S45), hace de D. Juan de Castro el héroe de su narra-
ción, suponiendo que fué el más consecuente y fiel vasallo de Don
Pedro. No habla para nada de Doña Juana.
(2) D. Pedro declaró solemnemente en las Cortes que reunió
■en Sevilla en 1362 que, antes que con Doña Blanca, se había casa-
do con Doña María de Padilla (Ayala, año Xlll, cap. Vil) y Ortiz
de Zuniga, en sus Anales de Sevilla, dice: t.que se vdó el Rey
D. Pedro con Doña María de Padilla en la Santa Iglesia de Sevilla
en la capilla de San Pedro, con solemnidad y ceremonias públil
cas. Lo refieren antiguas Memorias y lo adviene D. Pablo de Es-
pinosa en su Teatro, refiriendo esta capilla y citando instrumento
de aquellos tiímpos, (tomo 11, pág ,62). Hay oposición entre am-
bos textos, de Ayala y de Zúñiga. El Rey, en las Cortes de Sevilla,
declaro que se había casado secretamente, en presencia de cuatro
testigos, por temor á los magnates que aborrecían á los Padillas
(3) «L'ensorcellement de Don Pedre par la Padilla est la tradi-
tion populaire en Andalousie, oü Tun et l'autre ont laissé des
grandes souvenirs. On ajoute que Marie de Padilla etait une reine
aga ■ JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
rurentguere en Europa qu-unsiécle plus tard.»
(Merimée, Hú/ofr. ie Do„ Pedre I: París, 1874, P^g- -P-).
(.) .Dicto eñarr. durante tempere, Petrus Rex ^astelUe Blan-
JlL ,L d,cti ducis BorbonU duxit >^ ---^'jra c/r rl
--"-rrd;;;::r^r^:E^a:^s-:u.
C=;e^t^.£s.ep.d.^K^^^^
J„d.., ,ut ettam adversús ^-a- R^^- ^ ,t ^-es aít legis
.at, pro eo quia ipsa, -d-^ ^"-^^^^X'^; habebantque mul-
su« multipliciter f'-^^'^^"^^^^'"^ '^'^^^^^f f^^bat et disponebat
tos favores et honores m curta st^a, l-^J-;;^^^^^^^ expellerentur.
quod ab his retraheretur, tmmo et ^/^SJ" "J^J^^ 3^/3 p,,ncipio
ín quo eaden. Regina m.nús se cauta habutt^ cun, ta p J^_
debuerit, aut ad tempus d.ss.mulare, aut ^"= ""^^^^ ^.q^erentur
tare, quod omnino lateret eos qut «"S;^''-" ¿J^^^J^i^ehoa-
qua. postea sunt subsequuta. ^odus auten, ^pe t o ^^^^^
Jonis odii et ingratitudtnts hu.usmodt u,t u d^u q ^^^^^^
Regina dederat eidem Reg. -^l ".^Tp^su' ornatu defe-
q„an. ipse ^'^-'^"-^^.^r. l'^Re fn^iLla, calidé operata
rebat. Dicta autem muher, 'P^'^ Jl'J ; ,a„ habuerunt.
est quod tam ipsa, quam ^'""^ J"'^™^^;^/^, 3„,e„.ni, dum.
et arte mágica sin fecerunt, quod una dte fesl va e
Rex ipsa zona pr.cinctus esse ^^'l^^^ZZoTlon. uno ser-
curia visus est tam abtpso quam abo™^^^^^^^^^^ ^^. ^^^ ^^^^_
pente magno et ternb r^ n u e^ ^^^^^^_ ^^^^^^ q„,,eret
ciens, nec immento fuit terntus et _■ ^^nstantes, Ínter quos.
quid hoc erat, fuit s,b, ^^^^^^^^^^l'^ZT^Zi h;c erat zona
e'rat fors.tan aliqui consent.en - -^^'^^ ^^„j ,,,„.
sibi pro muñere et )°"\f "f/^^^^L exosam habuit, quód
Propter quod ipsam ab illa hora m ='"^^^^'" ,, ^j, ^yU^
nolLeamulteriüs ^^^;;i^^¿2::Z^:^^^^^^^^ ^693. P-
dicibusM. S.S.)
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 293
'Padilla como causante de la muerte de D. Fadrique (nú-
mero 966 de Duran), y otro, indirectamente, le achaca la
muerte de Doña Blanca (núms. 972 y 973: dos variantes).
Por el contrario, la Crónica de Ayala no tiene para ella
sino alabanzas. Ella ganó del Rey el perdón para Gutier
Gómez de Toledo (año IV, cap. XXIII) y salvó la vidaá
D. Alvar Pérez de Castro y á Alvar González Moran, avi-
sándoles del peligro que corrían si acudían al llamamiento
•del Rey (año IV, cap. XXIV). Quiso también salvar á
D. Fadrique. «E quando le vio — dice el cronista, — fizo tan
triste cara, que todos lo podrían entender, ca ella era Due-
ña muy buena, é de buen seso, é non se pagaba de las co-
sas que el rey facia, é pesábale mucho de la muerte que
•era ordenada de dar al Maestre» (año IX, cap. III). Sus
dotes físicas é intelectuales no desdecían de su condición
blanda y humana: «ca sabed que era Doña Maria muy
fermosa, é de buen entendimiento, é pequeña de cuerpo»
•(año IV, capítulo III).
El teatro no recogió ninguna de las tradiciones popula-
res que se propalaron acerca de Doña María. Más bien se
dejó influir por Ayala, y fué con ella benévolo. La trage-
■dia al modo francés, que constantemente la presentó con
los más odiosos colores, intrigante, envidiosa y pérfida,
tampoco debe nada á la tradición. La misma naturaleza
del conflicto que pretendía poner de relieve, la trajo na-
turalmente á abominar de la favorita. En el alma del Rey
-se representaba una lucha á muerte entre el bien y el mal.
Doña María y Doña Blanca eran creaciones simbólicas
•que se contraponían. Sobre la primera se acumularon to-
das las deformidades morales; en la segunda resplande-
•cían todas las virtudes.
Más variedad de matices se observa en el teatro propia-
mente español. En unas comedias el papel de Doña Ma-
ria es insignificante (El diablo está en Cantillana, A lo que
obliga el honor, El montañés Juan Pascual). D. Pedro, co-
rriendo en pos de otras damas inventadas por los mismos
poetas, la trae desasosegada y celosa. Rodríguez de Are-
204 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
llano, en El sitio de Toro, para realzar más la figura de
Martín Abarca, el protagonista, supone á Doña María ena-
morada de este caballero, con el cual, antes que con el
Rey, tuvo amores. Se estima ella misma deshonrada con.
el amor del Rey. Dícele á Martín (acto primero):
María. Yo me acuerdo que algún día
escuché de tí ternezas,
que si entonces fueron dichas,
ya se trocaron en penas.
Perdí el honor: tanto hicieron
mi ambición y la violencia
del Rey Don Pedro, y ahora,
escándalo de la tierra,
tan miserable me veo
aunque todo se gobierna
por mi mano, que yo propia
me compadezco á mí mesma.
Con el poder adquirido á tanta costa. Doña María se
consagra á hacer el bien que puede, y al fin de la comedia
contribuye á salvar la vida de Martín Abarca.
D. Leopoldo Augusto de Cueto, en su drama Doña Ma-
ría Coronel, trató á Doña María de Padilla de una manera
muy semejante:
KoGER. Don Nufio, os engañáis: que ella reinase
en un 'Ima tan dura el cielo quiso,
pnra amansar, por nuestro bien, la saña
de ese airado león; mas corrompido
nunca su pecho fué: viles amaños
vencieron, ¡ay! su corazón sencillo,
su corta edad, la intriga, y aun acaso
el influjo fatal de su destino.
Y no penséis que con astutas artes
encadenó del Rey el albedrío,
, no: bastóle su amor, y nunca tuvo
ni otra fascinación ni otro artificio
que ese candor angélico, esas gracias
que avasallan el alma y los sentidos.
{Acto 2.", escena V.)
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO
295
Doña María de Padilla, sabiendo el atentado del Rey
contra la esposa de D. Juan de la Cerda, acude á salvar-
la, llena de admiración por la casta dama. Esta, en un
principio, la desprecia, sin leer en su corazón; mas lue-
go se le revela la favorita en su más amable modestia y
sencillez, de suerte que la heroína de la fidelidad conyu-
gal llega á decirle:
tjAh! ¡cuánto me engañaba! Tú apuraste
de un destino fatal la copa amarga:
todo el halago seductor del vicio
lograr no pudo corromper tu alma,
¡Ah! te conozco ya: llega, tú has sido,
aún más que criminal, desventurada;
ven á mis brazos, ven: te amaré siempre
con el cariño puro de una hermana.»
(Acto 3.°, escena I.)
El Dr. Pérez de Montalbán, en las dos partes de La
Puerta Macarena, desarrolló largamente la figura de Doña
María de Padilla, de acuerdo con la Crónica de Ayala. Ni
él ni Hoz y Mota (O la presentaron como enemiga de Do-
(i) D.^ María. Aguardando en esa puerta
á que el Rey se fuese he estado,
^ y habiendo oído desde ella
que de la infelice Blanca
la causa veáis ordena,
he salido á preveniros
que por mujer y por Reina,
y por pedíroslo yo,
atendáis á .su sentencia.
Juan Pascual. Señora, el Rey es terrible;
vuestros halagos le venzan,
que yo sé lo que á mi parte
toca hacer en la materia.
D.* María. Tantos días de prisión
le bastan á su inocencia.
Ved que os lo vuelvo á encargar
porque en ningún tiempo puedan
decir que Doña María
2q6 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA.
ña Blanca, sino, al contrario, intercediendo por ella ante
el Rey, á pesar de tener intereses opuestos (i).
de Padilla contra ella
pudo proceder sino
sólo para su defensa.
(El MONTAÍ5ÍS Juan Pascual, acto 3.°)
(O Montalbán no realzó a Doña María á costa de Doña Blan-
ca ni al contrario. Presentó á la primera modesta y compaswa -
elfavor v & la segunda amante, dulce y resignada en la desven-
tara sñ embargo, al mirarse una vez frente á frente y solas, sus
Waíid des e talL. Esta entrevista está concebida con talento
aunque en el desarrollo se mostró el autor un tanto conceptuoso:
María. Que me pesa de tus males,
de mi piedad. Blanca, fía.
Blanca. No llega. Doña María.
en las personas reales
á atreverse la desdicha
al valor, que cuando vienen,
mayor resistencia tienen
en la sangre que en la dicha.
Las que, como vos, nacieron
tan inferiores á mí,
fiando menos de sí
siempre los males temieron:
que el mal no es mal en quien
se engendra el temor por mal.
porque en el valor real
nada es mal ni nada es bien.
De la grandeza eminente
del mar este ejemplo fío: ,
que ni sale ni entra río
que lo mengüe ni lo aumente.
María. Tanto. Blanca, fiar puedo
de la sangre de Castilla
que Hinestrosa y Padilla
rne dio en Burgos y en Toledo,
que conociendo de mí
lo que puedo merecer,
me sobra para tener
mucha lástima de tí.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 297
En nuestro siglo la lej'enda poética y la' novela han
tratado de muy diversas maneras á la favorita de D. Pe-
dro, unos tachándola de ambiciosa (O ó de corrompida (2),
otros alabándola de humana (3); otros, finalmente, no se
detienen en su relato á juzgarla, y la presentan bajo un
aspecto indiferente (4).
Y aunque con la tuya allanas
la que igualarte podría,
más reinas hay en la mía
que en Francia mujeres vanas.
Que si una corona ayer
desvaneció tu persona,
más es que tener corona
el merecerla tener, etc.
(La Puürta Macarrna, i.' parte, acto 2.*)
La enemistad de ambas no dura sino el tiempo de la entrevista.
En la ausencia se hacen justicia, y Doña María procura vivamen-
te la salvación y libertad de la Reina.
(i) El esquivar la ocasión es prevenir el peligro. Leyenda
histórica, 1358. Comprendida en las Poesías varias de D. Ma-
nuel Fernández y González (Madrid, 1858), pág. 98.
(2) D. Ramón López Soler en El primogénito de Alburquer-
que, supuso que Doña María de Padilla, antes de ser amada por
D. Pedro, tuvo un hijo de unos amores juveniles con D. Martín
de Alburquerque.
(3) El Alcázar de Sevilla, del Duque de Rivas; Men Rodri-
gue^ de Sanabria, de Manuel Fernández y González; El Cas-
tellano, ó el Príncipe Negro en España, de D. Telesforo de
Trueba y Cosío, tomo 1, pág. 3. Romancero de D. Pedro I de
Castilla, por Isabel Cheix Martínez: Sevilla, 1898. Romance V, El
primer amor.
(4) ¿Cuál de las dos? Composición incluida entre las Poesías
caballerescas y orientales áti Juan Arólas (Valencia, Cabrerizo,
1840), pág. 24.
«Cuéntase— refiere Fernán Caballero — que mientras se bañaba
la hermosa favorita, la hacían tertulia el Rey y sus cortesanos. La
galantería de aquellos tiempos había introducido la costumbre de
que los caballeros bebieran el agua misma en que se bañaban las
damas, y asilo verihcaban en el baño de Doña María el Rey y
aquellos otros personajes. Notó un día D. Pedro que uno de éstos
no lo hacía, y dirigiéndose á él, le dijo: «¿Por qué no bebéis? Pro-
2g8 JOSÉ R. LOMBA Y PEURAJA
Doña Blanca de Borbón.—'Esia Princesa infeliz hubo de
granjearse, por la implacable persecución de que fué ob-
jeto, la simpatía y la compasión del pueblo castellano; y
no solamente platónicas, puesto que en Toledo abrazó éste
su causa contra el mismo Rey. intentando traerle á hacer
vida común con su esposa y á dar á esta los honores de
Reina, «e la obra fué muy peligrosa, segund que adelante
paresció... (Ayala, año V, capítulo XXI.) El romance po-
pular en que se refiere la muerte de la Princesa, es de los
más tiernos y patéticos que se han cantado en Castilla
(números 972 y 973 de Duran: dos vanantes).
La Crónica de López de Ayala no es menos expresiva
en alabanza de Doña Blanca que lo fueron los romances:
«E era— dice— esta Reina Doña Blanca del linaje del Rey
de Francia de la flor de lis de los de Borbon, que han por
armas un escudo con flores de lis como el Rey de Fran-
cia, e una banda colorada en el escudo: e era en edad de
veinte e cinco años cuando morió: e era blanca e ruvia, e
de buen donayre, e de buen seso: e decía cada día sus ho-
ras muy devotamente: e pasó grand penitencia en las pri-
siones do estovo, e sufriólo todo con muy grand pacien-
cia.» (Año XII, cap. III.)
Aluden á la desgracia de Doña Blanca con el Rey mu-
chas comedias del siglo xvii; pero aquélla solamente hace
papel en las dos partes de La Puerta Macarena, de Mon-
talbán. En El médico de su honra, de Lope (acto 2.0); Don
Pedro consulta con su hermano D. Enrique si le estará
bien contraer nupcias con una Princesa que Francia le
ofrece. En El Infanzón de Illescas (actos i.° y 2.°) y en
El montañés Juan Pascual (actos i.°y 3.°). confunde Don
Pedro en unas mismas palabras de odio y venganza á Dona
Blanca y á los bastardos Enrique y Fadrique. En la últi-
bad este agua, y veréis cuan buena y fresca es.» «No haré tal, se-
ñor, «-contestó el interpelado. <.¿Por qué?.-tornó á preguntar pi-
cado el Monarca. «Para evitar, señor-repuso aquél,-que, si ha-
llo agradable la salsa, vaya á antojárseme la perdiz.» Fernán Ca-
ballero, El Alcázar de Sevilla.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 299
ma condena á muerde á la Reina. En Yo me entiendo y Dios
me entiende, D. Egas y su hija Doña Juana deploran la
muerte de Doña Blanca en este breve coloquio:
DofÍA Juana. — Unas infelices nuevas
traigo: faltó Doña Blanca.
D. Egas. — ¿Qué dices? ¿Muí ió la Reina?
Dor5A Juana. Sí, señor.
D. Egas. —No logró España
más generosa princesa
ni más infeliz.
(Acto 2.°)
Ya he dicho cómo trató á Doña Blanca la tragedia
pseudo-clásica. La de Espronceda ofrece la particularidad
de haber presentado á D. Enrique enamorado de la extran-
jera. El drama romántico no la ha tenido en cuenta más
que una vez, en La vieja del candilejo, de tres autores.
Allí se deja decir D. Pedro que, puesto que Blanca servía
de pretexto al Pontífice para excomulgarle y á los bastar-
dos para rebelarse
oYo un concilio convoqué,
y á favor de su sentencia,
á pretexto de impotencia
á la Reina repudié.
Encerrada en un convento
que llore allí su abandono,
que del elevado trono
he dividido el asiento
con María de Padilla » etc.
(Acto 1.°) ,
Corrió por el vulgo una patraña, y tuvo su eco en la
poesía, que infamaba á la Reina Doña Blanca, acusándo-
la de adulterio con el Maestre D. Fadrique. Floranes, eri
su Vida del Canciller Pero López de Ayala, cita una por-
ción de autores que dieron asenso á la calumnia (0. Esta,
(i) Colección de documentos inédilos j'ara la Historia de Es-
jpaña, tomo XIX, págs. 04 á 71.
,0O JOSÉ F. LOMBA Y PEDRAJA
según prueba Milá. es muy posterior al reinado de D. Pe-
dro Su origen le explica de esta manera el sabio maestro:
«En el reinado de D. Enrique III y de sus tres sucesores
figuró en gran manera D. Alonso Enríquez (1354-1429,
Vid. Cancionero de Stúñiga: 1872, págs. 433 y 434), bas-
tardo de Fadrique, que tomó el apellido del Rey, su tío. y
el prenombre, seguramente, de Alonso Ortiz, que le crió;
tronco de los Almirantes de Castilla y de la casa de los
Enríquez, inserta, según Mariana, en la real de Castilla.
Este, ó sus descendientes, dejaron correr la voz de que su
sangre era, aunque bastarda, real por dos costados. La ca-
lumnia hubo de agradar á los apologistas de D. Pedro, y
1,0 dejaba de halagar á los descendientes de Alonso
Ortiz (0.»
Difundióse por el pueblo la fama de este escandaloso
suceso en un viejo romance, del cual cita Milá tres versio-
nes (2), y solamente una Duran (núm. 965). El teatro, sin
(,) Déla poesía heróico-popular castellana. Barcelona: 1874,
pág 304, nota 2."'- Acerca del hijo de D. Fadrique y calumnia
contra Doña Blanca, véase la Vida literaria del canciller mayor
de Castilla Pero Lope:; de Ayala. en la Colección de documentos
inéditos para la Historia de España, tomo XIX, pags 64 a 7»-
Salazar de Mendoza dice tratando de este asunto: «Hase discurri-
do muy largo sobre averiguar quién fué la madre (de D. Alonso
Enríquez). Unos quieren que la Reina Doña Blanca, mujer del
Rey D Pedro, y que se hizo el mal recado viniendo con ella de
Francia. Disparate sin fundamento, porque el Maestre no la acom-
pañó en esta venida á España. Otros quieren que le hubo en la
Reina Doña María, su madrastra. Otros, y los más, le tienen por
hijo de una mujer llamada Palomba, natural de Guadalcanal, y
esta opinión, como más ruin, ha prevalecido. La verdadera es la
de Diego Hernández de Mendoza en su Nobiliario, y de otros gra-
ves autores. Tienen que la madre fué de suerte y calidad, mujer
del Mayordomo del Maestre en el partido de Uerena, y que por el
gran recato, se dio á criar en Guadalcanal á la Palomba. rOn|e«
de las dignidades seculares de Castilla y de León. To edo: 16.8.
Lib. m, cap. IV). Floranes dice que. «por la cuenta,» la dama en
quien el Maestre de Santiago tuvo el hi,o, fué la mujer de Alonso
- Ortiz, Mavordomo de D. Fadrique. (Op. cit., pag. 69.)
(2) Loe. cit. Se acepta, más ó menos, la hipótesis de los amo-
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 3OI
embargo, no se dio por entendido de aquél, hasta que pe-
netró en España la tragedia pseudo-clásica al estilo fran-
cés. Esta, para hacer más aborrecibles á los Padillas, les
achacaba la invención de tan odioso y falso delito, deter-
minante de la sentencia de muerte que el Rey pronuncia
contra Blanca sola (tragedia de Iñiguez), ó contra Blanca
y Fadrique (O (tragedias de Solís y de Gil y Zarate).
Doña Blanca muere en la escena, atravesado el pecho
por la daga de Jimeno de Lara, por orden del Rey, en la
segunda parte de La Puerta Macarena, de Montalbán (acto
3.°) Muere también en la escena, herida por el puñal de
Abenfarrax, el hijo de la maga, en Blanca, la tragedia
de Espronceda. En las tragedias de Iñiguez, Solís y Gil
y Zarate muere envenenada (2).
res de la Reina con el Maestre de Santiago en El primogénito de
Alburquerque, de López Soler; en Men Rodrigue:; de Sanabria,
(novela), y en El esquivar la ocasión es prevenir el peligro (le-
yenda en verso), de Fernández y González, y en Justicias del Rey-
Don Pedro, de Torrijos.
(i) La muerte del Maestre de Santiago, á la cual se alude bre-
vemente en otras comedias, es el principal asunto de la primera
parte de La Puerta Macarena, de Montalbán. El autor utilizó,
con muy buen acuerdo, el bello romance popular «Yo me estando
allá en Coimbra — que me la hube ganado, 1 del cual introduce en
su obra (acto 3.°) trozos á la letra. El primer verso lo cambia por
«Yo me estando en Jiromena,» cambio sugerido sin duda por el
romance de Doña Isabel de Liar (nüm. 1.243 '^^ Duran). «La tra-
dición—dice D. Pedro Madrazo — se obstina en señalar como teatro
del execrable fratricidio, ora el patio de las iMuñecas, ora el mismo
Salón de Embajadores > (Sevillay Cádi^, pág. 64b) del Alcá-
zar. Allí, según Zúñiga, se enseñaban en su tiempo (y tal vez hoy
se enseñarán) unas manchas en el suelo, que para el vulgo no son
sino de la sangre de D. Fadrique (Anales: Madrid, lygS, págs. 149
y 150). Alude á ellas el Duque de Rivas en su romance El Alcázar
de Sevilla.
(2) Ayala no señala el modo que los Ministros del Rey tuvieron
de matará Doña Blanca. Mariana dice que ésta murió «con yer-
bas.» Los romances populares núms. 972 y 973, de Duran, refie-
ren que un macero la rompió la cabeza de un golpe de maza. Ver-
sión popular, en parte, parece la de la Cuarta Crónica general.
2 JOSÉ R. LOMBA. Y PEDRAJA.
La triste historia y fin desdichado de la Reina Doña
Blanca ha sido asunto muy socorrido para poetas (O y no-
velistas.
no ya en el texto de Llagu.o. sino en el de la Colección de docu-
ZLs inédiiospara la Historia de España, que es muy d>fe-
n Llagunodice (nota al Sumario del Despensero, pag. 65,
:Z:... B, h-nea 34): «^ --dola n,atar 4 sus maceres que de
lante del iban con las mazas: é ansi fue luego muerta,» y en lugar
de esto, dice el otro texto citado: cé mandola entregar uera á Don
Lope ¿rti. de Estúñiga, é que la llevase al alcázar de Jerez de la
Frontera, é que la toviese bien guardada ende. E después la man-
d matar. E^don Lope O.uz non la quiso matar, 'i-- ° 'I- ^J
matarla á su señora la Reina. E por esto este D. P^d^» ^^^'^
mandar á D. Lope Ortiz de Estúñiga que la entregase a la Rema a
Tt acaballero qL envi6, é el alcázar de Jerez, e 9- - am-
para él. El qual Don Lope Ortiz lo fizo así e P^^ '°^^,'i'='^'^^:^^
Ligo aquel caballero fizo afogar á esta Reina Dona Blanca con
'^''uV''Trágica escena y dolorosa muerte de Doña. Blanca de
Borlón, reina de Castilla y muger del rey Don Pedro quejra-
baba en funestos cipreses y escribía á un ttempo a '^^j''^^
del Marcea, en lamentables octavas, el conde de Toreno [Don
Joaquín Josef Queipo de Llano y Valdés], -'/^-T J^-T- ^f
Principado de Asturias: Oviedo, por D. Francisco D.az Ped egal
Al fin de la Advertencia del autor: .Escribióse esta obra en el me
de Diciembre de 17S8, en que lo riguroso del temporal estaba del
mismo modo que se describe.» Es un poema ridiculo. Acaba asi.
tPerdida Blanca, todo se ha perdido;
perdido todo, todo sea amargura,
todo conflicto, todo sentimiento,
todo disgustos y todo tormento» (I).
Doña Blanca de Borbón al Rey Don Pedro, Heroida, por Don
Mariano de Rementena y Fica, en la Coleccrón devanas herotdas
traducidas libremente de los mejores autores franceses, por
£>. A/. .l.áeC.: Madrid, RepuUés, i8z7. ,,9AA
Blanca de Borbón, de Juan Arólas, y ¿Cual de los dos? del
mismo.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 303
II
LAS JUSTICIAS DE D. PEDRO
El carácter de D. Pedro, tal como le ha entendido la
tradición, en nada se pinta tan al vivo como en la admi-
nistración de la justicia entre sus vasallos. Esta legenda-
ria fase de su figura, tan singular y felizmente imaginada,
impresionó á Merimée de tal manera, que no dudó en to-
marla por histórica. «El pueblo—dice, — si bien es cierto
que altera los hechos, juzga con exactitud á los hombres.»
Hizo, en consecuencia, la semblanza de D. Pedro en esta
forma: «Afable con los pequeños, frecuentemente duro y
altanero con los poderosos, de todo quería estar al co-
rriente: todo quería verlo por sí mismo. A ejemplo de
aquellos Califas, cuyas leyendas habían sin duda entrete-
nido sus niñeces, complacíase en recorrer solo, de noche,
las calles de Sevilla, ora para sorprender los sentimientos
del pueblo, ora para buscar aventuras y para vigilar la
policía de esta gran ciudad Lajusticia de D. Pedro ha
quedado en proverbio; fué la de los Soberanos musulma-
nes: pronta, terrible, apasionada casi siempre, y á menu-
do, en la forma, extravagante (i).»
No creo yo tanto, ni con mucho (dicho sea con todo
respeto y modestia), en ese fondo veraz de las tradiciones.
Don Pedro el Justiciero ha sido probablemente una crea-
ción muy posterior á los tiempos del verdadero D. Pedro.
En ella tomó el teatro una parte muy principal. Por lo
demás, no hay duda que Merimée retrata en pocos y ex-
presivos rasgos, con gran exactitud, si no al D. Pedro real
é histórico, al D. Pedro, al menos, de la tradición popu-
(0 Histoire de Don Pédre /, roi de Castille: París, 1874, pá-
gina 122.
,Q. JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
lar y escénica, al que ahora nos importa á nosotros. Este
D Pedro en efecto, gustaba de tomar su capa y su espa-
da y lanzarse, de incógnito, en medio del bullicio de las
calles de Sevilla cuando empezaba á cerrar la noche:
D Alvaro. ¡Bizarra noche!
D. Pedro. P^^"'
que para mi pretensión,
Alvaro, en esta ocasión
de pardas sombras se ofrece.
Siempre que salgo á rondar
quisiera que así estuviera,
porque sin riesgo pudiera
mis delitos escuchar.
El juez más verdadero
es, Don Alvaro, de un Rey
sin eximir de la ley,
el vulgo terrible y fiero.
jQué bien delitos relata!
¡qué sin rebozo los dice!
¡qué á su salvo los maldice
y qué sin riesgo los trata!
Así, por expresa ley,
se había de disfrazar
para poder escuchar
su bien ó su mal el Rey.
(LoPí , E; médico de su honra, acto 3°)
Por medio de este procedimiento del incógnito se halla
D Pedro en íntimo contacto con su pueblo. Sírvele unas
veces para distinguir entre la turba á algún sujeto de ex-
traordinarias dotes, que vive, no obstante, desconocido y
obscuro (El montañés Juan Pascual, La vieja del candile-
jo)- otras veces le aprovecha para descubrir conspiracio-
neJ urdidas contra su persona (El zapatero y el Rey, pri-
mera parte); otras para descender al conocimiento de de-
litos que jamás, por la vía ordinaria, llegarían á su noti-
cia (El Infanzón de Illescas, El Rico-hombre de Alcalá).
Es pues, D. Pedro su propia policía; mas es también,
y principalmente, el juez severo, inapelable, de toda clase
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 305
de causas, así en lo criminal como en lo civil (0. El pri-
mer atributo de su justicia es el ser inmediata. Se mani-
fiesta en ella el temperamento del Rey, impetuoso y rá-
pido. Corresponde, además, á un concepto de la soberanía
primitivo y paternal. Se funda en el sentimiento: persigue
un ideal de sencillez casi pastoril en la administración del
Estado, y tiende á fomentar en los subditos las virtudes
de las sociedades nacientes: el valor, la buena fe y la mu-
tua confianza entre el Patriarca y su grey. Véase esto en
algunos ejemplos. Entra un contador en la audiencia del
Rey D. Pedro: trae unas cuentas en que se consigna lo re-
caudado y lo gastado por la pública administración; contés-
tale el Soberano que entre él y sus subditos no son menester
cuentas: basta un sencillo toma y daca. (El Infanzón de
Ilkscas, acto 2.°) Preséntase un arbitrista con un papel en
que trae escrito su arbitrio: el Rey le coge y le rasga.
«Todos los arbitrios— dice— son en daño de los vasallos»
(Ídem). Comparece un letrado, y dice:
Yo, señor, soy un letrado
que, con trabajo molesto,
(i) «Pero no debemos penetrar en éste (el Alcázar) sin advertir
que en una esquina, junto á la puerta de las Banderas, supone la
tradición que tenía el Rey D. Pedro su tribunal, donde dicen que
oía y fallaba los agravios de sus subditos, el cual consistía en una
silla labrada de piedra, sostenida en columnas y levantada sobre
un estrado de cantería con gradas, arrimado á la muralla. El via-
jero D. Amonio Ponz asegura que vio subsistente una de las co-
lumnas de la memorable silla que ocupaba el Monarca en aquellas
famosas audiencias, remedo de los juicios de los Reyes de Orien-
i*^ » (Sevilla y Cádi^, por D. Pedro Madrazo: Barcelona, 1884.
De España, sus momnnentos y artes, pág. 633.)
«Cerca de la que ahora es puerta principal estaba un trono ele-
vado sobre gradas, en que el Rey D. Pedro daba públicas audien-
cias al pueblo: Que era ío¿o— dice-el Dr. Rodrigo Cato— fabrica-
do de cantería, arrimado á la muralla, sobre gradas altas en
buena proporción, y encima estaba una silla labrada de piedra,
con su cubierta sobre cuatro columnas, y este tribunal permane-
ció asi muchos años.^i (Zúñiga, Anales, tomo II, pág. ió3,)
5 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
aqueste libro he compuesto,
en el cual tengo cifrado
cuanto en comprar la viveza
hasta aqueste tiempo ha escrito.
El premio que solicito
es servir á Vuestra Alteza,
dedicándole á su nombre,
acción que mi amor ofrece.
El Rey pide consejo á Juan Pascual, y éste opina que
se queme el libro, por las siguientes razones:
Aunque son justas las leyes
que los castellanos Reyes
y sus Ministros han dado,
son ya tantos los autores
que sobre ellas han escrito,
que es proceder infinito
averiguar sus errores.
Sobre el comprar y el vender
este señor licenciado
cuanto se ha dicho ha fundado;
la ley dice, á mi entender,
que el que una cosa vendiere
entregue lo que tratare,
y también que el que comprare
pague el precio que pusiere.
Pues si es aquesto lo fiel,
¿no es terrible necedad
envolver una verdad
en diez manos de papel? .
{El montañés Juan Pascual, acto S-")
T7 i.h. mies D Pedro muy por lo elemental, y ateni-
.oefgr nT.n„.a. g,a„ .e.¡s„do, P»O.G,.ul.o. Opi-
laba también por los valientes. Entra un alférez en s„
::r,a,i„oro..,.eeUecon«^.,ta..^^^^^^^^^
XrBnirt,^:pies,„epi.e...,iUr.,Ke.
le alarga la mano muy campechanamen e, y aprieta con
lanía fuerza la del Alférez, que éste, en la viveza del do-
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 307
ior, amenaza fieramente al Rey. Alégrase éste con la ame-
naza: así le gustan los militares. Manda, pues, que le den
■cien doblas, y le despide afectuosamente. (El Infanzón de
lUescas, acto 2.0) En cambio, á D. Rodrigo, que se ha
•dejado arrebatar su esposa por el Infanzón D. Tello le
desprecia, y en un impulso de su mal genio, le condena á
muerte. Un hombre (ésta es la doctrina de D. Pedro) debe
tomarse la justicia por su mano. Solamente acuden al
Rey los cobardes (idem).
Contra el ingenio maligno de los tramposos usaba Don
Pedro de su propia agudeza, más fina que la de aquéllos
Un mercader había perdido una bolsa, y prometió al que
Ja hallase una gratificación de diez doblas. Hallóla un po-
fcre viejo, y preséntesela al mercader. Contenía cincuenta
doblas. El mercader se negó.á dar al viejo la gratificación
ofrecida, porque, según decía, las doblas que él perdió con
la bolsa eran sesenta, y el viejo se había tomado por sí
mismo las diez que por su hallazgo le correspondían.
■^^*- ¿Qué respondéis vos?
Mercader. r>., c
Que fueron
sesenta las que perdí.
■^^^v ¿Y que cincuenta os ha vuelto,
quedándose con las diez
que prometisteis, primero?
¿Juráislo^
^^^^^^^^- Señor, sí juro.
^^- Dadle al momento el talego,
que si perdisteis sesenta]
doblas y cincuenta fueron
las que dice que halló,
ese dinero no es vuestro
Lleva, buen viejo, esas doblas;
y si acaso en algún tiempo
os halláredes sesenta,
se las daréis á este necio.
Utidiencias del Rey Don Pedro, acto 2.»)
Un hombre demanda á un albañil por causa de que éste
•mato al padre de aquél. Fué un accidente casual: el pobre
Rey
q8 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
albañil se cay6 de un tejado y aplast6 al padre del acusa-
dor, que pasaba por debajo.
A, BAÑ.L. ^ C"3> asesino, á muerte,
señor, condenado he sido.
En verdad, fuiste homicida: -
morirás, no por acero,
que del mismo modo quiero
que hayas de perder la vida.
Firme en el mismo terreno
do caíste, con valor
aguarda á tu acusador,
al que á arrojarse condeno,
desde aquel mismo. tejado.
(Lfl vieja del candilejo, acto 3*)
Fntre los juicios atribuidos á D. Pedro hay dos más
Entre 1«^ 3"' ^^„ ^^^^do tal desarrollo, que
famosos que los demás, xiau
es preciso <»'">''; 'P^'^j. _£„ „ „,„eaia de Lope,
.l:r:7¿CS: (ac.o 3.., Uee M.ce,.o
al Rey la siguiente relación:
Un prebendado sacó
de mi casa á mi mujer:
mandó el Arzobispo ayer,
que del caso se informó,
que en seis meses no dijera
misa ni á la iglesia fuese;
que cierta limosna diese,
y que á su casa se fuera.
Mis afrentas prosiguió;
y viendo el remedio incierto,
junto á su casa le he muerto,
con que mi agravio pagó.
■ ■ Pude escaparme, y después
vengo, señor poderoso,
afligido y temeroso
al sagrado de tus pies.
D. Pedro, informándose de que el delincuente es zapa-
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 3O9
tero, le condena á que no haga zapatos en seis meses: ésta
es toda la pena que le impone. En El montañés Jii.m Pas-
cual, de Hoz y Mota (actos i." y 2.°), un zapatero (sin
nombre) mata á su propia mujer y al organista de la Ca-
tedral. Es presentado ante D. Pedro y Juan Pascual, y
hace la relación de su delito en esta forma:
De la iglesia el org;mista,
por ser más rico, ó por ser
ordenado, á mi mujer
solicitaba á mi vista.
Soy un pobre zapatero;
pero no fuera razón
que nadie de mi opinión
juzgue que infamia tolero.
Yo, aunque el lance era cruel,
antes que adelante pase,
para que le castigase
di cuenta á su juez; mas él,
como si así remediara
de mi deshonor el daño,
le condena á que en un año
el órgano no tocase.
El, que así vio despreciar
mi queja, dio en ser molesto,
pues para su fin, con esto
tenía ya más lugar.
Yo, á quien el punto desvela,
mirando tal injusticia,
df en ser con mucha malicia
de mi casa centinela;
y un día que entré avisado
y juntos los encontré,
á ella, señor, la maté,
y salí tras él airado.
Por pies se llegó á escapar,
que es un ave un delincuente, '
y aunque he andado diligente,
hasta hoy no le pude hallar.
La vida le quité osado;
la mía aquí te presento,
pues yo moriré contento
de ver mi agravio vengado. *
JIO JOSÉ R. LOMBA Y PEORA JA
Juan Pascual condena al zapatero á que no cosa zapa-
tos en un año.
Zorrilla fundó sobre esta conseja toda la primera parte
de El zapatero y el Rey ('); mas hubo de modificar algúrt
tanto la tradición. El prebendado no era un clérigo (vid.
acto 2.", esc. I), y la ofensa que había hecho al zapatero-
era haber muerto á su padre, no haber seducido á su es-
posa. La sentencia del Arzobispo y la de D. Pedro son las
mismas que en Hoz y Mota. Por último, en La vieja del
candilejo, de tres autores, aprovecharon éstos la tradición
antigua, juntamente con las modificaciones que Zorrilla
introdujo, y dieron una veisión nueva. El prebendado se
convirtió en «un rollizo y fresco abad mitrado de San
Bernardo.» Este rondaba á la esposa de un zapatero: fué
sorprendido un día por el ofendido menestral, y para li-
brar su vida, tuvo que matarle. El hijo del difunto se pre-
senta á D. Pedro, después de dar la muerte al ofensor y
asesino de su padre. D. Pedro sabe que el Arzobispo ha-
bía condenado al abad á no decir misa en un año, y él
condena al zapatero á que en un año no cosa zapatos.
A la verdad, el más antiguo documento que conozcO'
sobre esta tradición del zapatero y el prebendado es la co-
media de Lope. Esta no tiene fecha; mas por fuerza ha
de ser anterior al año de 1634, en que pasó de esta vida
el fecundo poeta. Los Anales de Ortiz de Zúñiga son, de
todas maneras, posteriores; pero son dignos de citarse por
la concordancia que el autor hace observar entre el juicio-
que, según la leyenda, pronunció D. Pedro en este pleito,
y una ley del mismo Monarca sobre los delitos de los clé-
rigos y las venganzas de hombres del común. Dice Ortiz:
de Zúñiga:
«Añadió el Rey este año (1354) el ordenamiento que á
(1) Antes había escrito ya sobre este tema su romance que lle-
va por nombre Justicias del Rey Don Pedro. Juan Arelas escri-
bió otro, imitado en parte del de Zorrilla, intitulado El zapatero
de Sevilla.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 3 II
esta ciudad había dado el de i35i, de que mucha pártese
lee en el volumen de las Ordenanzas impresas (fol. 128),
y en que se refieren muchos insultos que se cometían por
eclesiásticos que faltaban á la obligación de su estado:
con armas — dice — debedadas, no temiendo á Dios, ni catan-
do, ni guardando su estado, de que se ocasionaba que los
seglares se provocaban á venganzas por el mismo modo:
por cuanto — prosigue — los jueces de la Iglesia no les dan
pena ni escarmiento por ello; y concluye: Por ende, establez-
co y ordeno por ley, que cualquiera orne lego que de aquí ade-
lante matare ó firiere ó deshonrare á algún clérigo, ó le ficie-
re algún otro mal en su persona ó en sus cosas, que aya otra
tal pena qual habría el clérigo que tal maleficio ficiese al lego,
y que los mis alcaldes, ante quien fuere el pleito, que tal pena
le den y no otra alguna. Dice luego que así pensaba que se
excusarían las venganzas que ocasionaban á los legos los
defectos de penas en los eclesiásticos que los agraviaban y
remata por esta ley: No es mi intento ir contra las libertades
de la Iglesia, ni de quitar sacrilegio ni descomunión al lego
que matare ó firíere, ó ficiere mal alguno al clérigo, según
mandan los derechos. Lo cual he referido por otro suceso
que de esta ciudad y de este mismo tiempo se cuenta en-
tre los notables de este Rey. Que habiendo un prebenda-
do hecho grave ofensa á un zapatero, no experimentó más
pena que suspenderlo por algún tiempo de la asistencia á
su iglesia y culto; mas ofendido el oficial, tomó pública
satisfacción ocurriendo al Rey, quien lo sentenció á que
en un año no hiciese su oficio, que con lo expresado en
la ley referida tiene bastante conexión, si acaso á ello no
dio motivo (0.»
La conseja del zapatero y el prebendado, aunque algo
modificada, fué también atribuida al reinado de D. Pedro
de Portugal, cuya fama de justiciero no fué menor que la
de su homónimo de Castilla. Así, Manuel Faria y Sousa
refiere, entre otros discretos juicios del portugués, dignos
(i) Anales, tomo II, pág. 137.
,12 JjOSÉ R. LOMBA. Y PEDRAJA
de Salomón, el siguiente: «Condenaron un clérigo á que
no ejerciese sus órdenes por haber muerto á un hombre;
mandóle matar el Rey por un cantero; y hallándose á la
sentencia, dijo que, pues en el juicio eclesiástico condena-
ban á un clérigo á que no ejerciese su oficio por matar á
un seglar, él en el suyo condenaba á un cantero á que no
lo fuese por matar á un clérigo (0.» D. Pedro Ascargorta
se lo atribuye del mismo modo á D. Pedro de Portugal.
Dice así: «Un eclesiástico, en un movimiento de cólera,
había quitado la vida á un albañil, y el Rey dejó que le
hiciesen el proceso sin mezclarse en cosa alguna. Los
jueces, en consecuencia de los privilegios del clero, se
contentaron con suspenderlo por un año de las funciones
de su estado. Hizo D. Pedro que secretamente insinua-
sen al hijo del albañif que quitase la vida al matador de
su padre: así lo hizo; le prendieron y le condenaron á
muerte; pero como era preciso que el Rey firmase la sen-
tencia, preguntó cuando se la presentaron cuál era la pro-
fesión del reo, y respondiéndole que era albañil, «Está
muy bien— replicó:— yo le condeno á que no trabaje por
un año en su oficio (2).»
Esta tradición del zapatero y el prebendado ha sido muy
explotada por los novelistas, que la han desfigurado y
complicado á su antojo, combinándola también con otras
tradiciones (3).
(i) Europa portuguesa. Segunda edición carreta, ilustrada
Y añadida en tantos lugares y con tales ventajas que es labor
nueva. Por su autor, Manuel Fariay Sousa. Tomo II: Lisboa,
■ 1679, pág. 1S5. . , • - ■
(2) Compendio de la Historia Universal, ó Pintura histórica
de todas las naciones, su origen, vicisitudes y progresos hasta
nuestros días. Obra escrita en francés por Mr. Anquetil, miem-
bro de varias Academias literarias. Traducida por el P. D.
Francisco Vá-.qiie^, clérigo de San Cayetano. Tomo XVII: Ma-
drid, 1807, pág. loi. En esta traducción la parte referente á Por-
tugal es añadida por D. Pedro Ascargorta.
(■A Así sucede err El castellano, ó el Príncipe Negro en Es-
paña de D. Telesforo de Trueba y Cosío, y en Men Rodrigue:;
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 313
La vieja del candilejo. — Es ésta una antigua tradición
sevillana. Va unida al nombre de una calle y á un busto
del Rey D. Pedro que en ella se conserva. Dice, pues,
Ortiz de Zúñiga: «Proseguía el Rey la asistencia en Sevi-
lla al principio del año i354, y en él, según las Memorias
del maestro Medina (O, que para historia que pensaba
escribir de esta ciudad tenía recogidas algunas de estos
años, le sucedió aquel caso que atestigua su retrato pues-
to en la calle que llaman El Candilejo: salía solo el Rey
de noche, y en una, ó por vicio de su rigor, ó por acci-
dente de cuestión, dio muerte violenta á un hombre tan
sin testigos, que tuvo por imposible ser conocido por agre-
sor; hallóse el cadáver, y acudiendo las justicias á la ave-
riguación, examinando, como se suele, los vecinos, una
anciana que vivía cerca, y que se asomó al ruido de las
espadas con un candil en la_mano, dijo que sin duda ha-
bía hecho aquella muerte el Rey, porque, aunque disfra-
zado, lo conoció en natural ruido que al andar hacían
las canillas de sus piernas, cuya deposición, vista por el
Rey, mandó hacer merced á la mujer; y que como se sue-
len poner las cabezas de los delincuentes donde cometie-
ron los crímenes, se pusiese en aquél la suya copiada en
piedra. Así se ejecutó y permaneció hasta cerca de nues-
tros tiempos, que la ciudad la mandó quitar, y ponef en
su lugar, én un nicho decente, un bulto, representación del
mismo Rey, como se ve, quedando á aquella calle los
de Sanabria, de D. Manuel Fernández y González. Zorrilla hizo
con este asunto un lindo cuento en verso, titulado Justicias del
Rey D. Pedro. Según González de León, la tradición sevillana
verá un recuerdo de la muerte del prebendado en la cruz que ha-
bía en la fuente llamada del Pilar del Hierro. (Noticia histórica.
del origen de los nombres de las calles de Sevilla: Sevilla, 1839,
pág. 321.)
(i) Muñoz y Romero, en su Diccionario geográfico y biblio-
gráfico, cita una Historia urbis /lisj^aleusis nobiliumque et da-
rorum ejtisdeni civium: Aiictore Petro a Medina, que no cita Ni-
colás Antonio ni tenía Salva. El autor era gran matemático. Pu-
blicó varios libros de náutica. Era sevillano, y en Sevilla murió.
31^ JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
nombres del Candilejo y La Cabeza del Rey D. Pedro: tes-
timonio de que, aunque se ignoran algunas circunstancias
del hecho, no se puede dudar su certeza (0.»
D. José Gestoso Pérez habla muy largamente, en su
libro de Curiosidades, antiguallas sevillanas, etc. (Sevilla,
i885), de la suerte qué cupo á la primitiva cabeza de Don
Pedro, que el mismo Rey hizo poner en el sitio llam.ado
del Candilejo. Según el Señor Gestoso, esta cabeza fué
sustituida, hacia 1618 ó 1620, por un busto que no guar-
daba semejanza ninguna con la cabeza primitiva (2). Apo-
(i) A«a./e5, tomo II, pág. 136.
(a) El autor anónimo de un manuscrito de la Biblioteca Co-
lombina que lleva por título Algunas noticias que hay en Sevilla
del Rey D. Pedro, de que se hace memoria, por tradición, en
ella, da estas noticias acerca de la primitiva cabeza de D. Pedro:
«D. Pedro de Pereda, jurado desta ciudad, cuyas eran las casas
donde está puesta la cabeza, que las heredó del jurado Pereda su
padre, y en ellas sucedieron los hijos del dicho D. Juan de Pereda,
me dijo: que amenazando ruina la pared de la casa donde estaba
puesta la cabeza, y siendo necesario el reedificarla, su padre, como
jurado desta ciudad, dio cuenta de la obra que se había de hacer
en el Cabildo, para que, por su acuerdo, se mandase lo que se
había de ejecutar. Y la ciudad acordó que se hiciese una efigie de
piedra que representase la persona del Rey D. Pedro, en traje e
insignias reales, y quese pusiesen las armas de Castilla y León en
un escudo, á costa de la ciudad, y se colocase en un nicho, en el
mesmo sitio donde la cabeza estaba, porque esta memoria no sa
perdiese, y se puso en ejecución lo que la ciudad mandó, colocan-
do en un nicho el bulto del Rey de medio cuerpo, como hoy se
ve. Y asi mesmo me refirió que, siendo él muchacho, vio que
aquel eruditísimo Príncipe, el Excmo. Sr. D. Fernando Enriquez
de Rivera, Duque de Alcalá, llegó un dia á su casa buscando á su
padre, á quien preguntó: qué se habia hecho aquella antigua, ca-
beza que allí estaba; y el padre le respondió que en algún rincón
de la casa estarla, y la hizo luego buscar, y la hallaron en un só-
tano, de donde se sacó y la dio al Duque, que la recibió con mu-
cha estimación y le dio los agradecimientos por el hallazgo; y la
puso en su coche y se la llevó; y que decia el Duque: que tema
aquella cabeza por verdadera efigie del Rey D. Pedro ó muy pa-
recida. Y repitiendo las señas de la cabeza, decia que era de barro
cocida y pintada, con el pelo corto, que solo le cubría el cuello.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 315
ya esta opinión en varios testimonios que discretamente
aduce, concordándolos entre sí.
La tradición de la vieja del candilejo presenta, sin du-
da, más caracteres de antigüedad que otra alguna de las
que se refieren á D. Pedro. Merimée la concede cierto
valor histórico (>). No niego yo que pueda tenerle; mas ¿no
pudo ser también que la existencia de una cabeza cualquie-
ra, puesta sabe Dios por quién, para adorno, ó por re-
cuerdo, 6 como muestra del taller de algún escultor, etc.,
viniese, andando los tiempos, á dar origen á la leyenda?
De casos parecidos á éste podrá el lector hallar un reper-
torio en el libro de Comparetti, Virgilio nel medio evo, y
en el de Arturo Graf, Roma nella memoria e nelle immagi-
nazioni del medio evo. En Sevilla es D. Pedro lo que Vir-
gilio en Ñapóles. A aquellos monumentos cuyo sentido se
ha perdido en el transcurso del tiempo, el pueblo sevilla-
no se le halla buenamente, sin más que evocar la memo-
ria del Rey Cruel, que le es ya familiar. Un cicerone en-
señaba en cierta ocasión el Alcázar á un distinguido poe-
ta, amigo mío. Halláronse con una pintura que represen-
ta á Hércules, desnudo, luchando con los dragones de He-
ra. El cicerone comenzó su explicación, diciendo: «El Rey
cortado alrededor y cercenado por la frente, como entonces se
usaba; sin bigotes ni barbas; el rostro algo abultado, y en la cibe-
za un bonete redondo, traje de aquel tiempo, y que asistiendo á
su padre aquel dia vio lo que referia. Esta cabeza (sin duda) puso
el Duque en su librería ó en otra parte de su casa, que enriqueció
con muchas memorias y piedras y estatuas antiguas, y por el poco
cuidado de los alcaides de su palacio y falta de estimación y apre-
cio de las cosas deste género, se han desparecido muchiis antigua-
llas que se guardaban en la pieza que tenia destinada el Duque
para los libros, ó puestas en diferentes sitios de su casa, entre las
cuales padeció ésta el propio naufragio.» (Gcstoso Pérez, loe. cit.)
Véase también Cuatro sevillanos que no beben vino, artículo pu-
blicado por el Sr. Gestoro, en El Balmarte, periódico de Sevilla,
en los días 17, lü y 19 de Diciembre de 1890.
(i) Histoire de Don Pedre I, Roi de Castille: París, 1874,
pág. 123.
,j5 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
D Pedro era muy aficionado á cazar serpientes (>).»
La tradición de la vieja del candilejo aparece por pri-
mera vez en el teatro en la comedia El montañés Juan
Pascual, de Hoz y Mota. El zapatero, homicida del orga-
nista al cual Juan Pascual pone en salvo, quiere salvar a
su vez la honra de su protector. D. Pedro, enamorado de
la hija de su asistente, va á entrar furtivamente en la casa
donde, á la sazón, se halla aquella sola. El zapatero, con
la obscuridad, no conoce al Rey: cree que es un hidalgo
cualquiera, y, sospechando de su intento, le sale al paso.
Riñen ambos, y cae el zapatero. Al ruido de las espadas
sale una vieja á una ventana, y alcanza á ver á D. Pedro
que se retira. Conócele por el sonido de las choquezuelas.
Juan Pascual se apodera de la vieja y la hace confesar que
el matador del zapatero fué nada menos que el Rey. El
asistente se alaba en presencia de D. Pedro de que su
justicia todo lo indaga y sabe. Provócale D. Pedro á que
castigue al homicida del zapatero. Juan Pascual, lleván-
. dolé al sitio donde ocurrió la muerte, preséntale en un
nicho un busto labrado en piedra, que es la propia imagen
del Rey. En la ventana á que se asomó la vieja aparece
colgado un candil. D. Pedro determina que la calle se lla-
fi) Véase también el siguiente relato de Fernán Caballero ex-
plieándo el origen de unas calaveras y una pequeña escultura que
«stán en el Alcázar, en el llamado dormitorio de D. Pedro: _
«Cuéntase que, escuchando un día el Rey una deliberación en-
tablada en la Sala de Justicia por cuatro jueces que acababan de
oir la relación de cierta causa, vino en conocimiento de que tra-
taban de torcer la ley del lado de la dádiva y del modo de repar-
tirse las que, en premio de su infamia, les habían sido ofrecidas.
Presentóse el Monarca indignado ante ellos, y haciéndoles cortar
acto continuo las .cabezas, dispuso colocarlas para eterno escar-
miento en el sitio donde hoy se ven las calaveras (en la pared de
la pieza que le servía de dormitorio). Andando el tiempo fueron
quitadas de allí las cabezas y sustituidas por las calaveras y la figu-
ra que parece llamar la atención hacia ellas, como indicando el
fin reservado por la justicia del Rey á los jueces prevaricadores..
. (Fernán Caballero, El Alcázar de Sevilla.)
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 317
me del Candilejo, y ordena que en el nicho se ponga una
cabeza de piedra para perpetua memoria.
La vieja del candilejo, de tres autores, funda en esta con-
seja todo su argumento; mas no tanto se inspiró en la
comedia de Hoz y Mota, como en el romance del Duque
de Rivas, Una antigualla de Sevilla. No ofrece particula-
ridad digna de especial mención (O.
JII
D. PEDRO EN GALICIA
El canciller Pero López de Ayala refiere en su Crónica.
(año XVII, cap. XII) la muerte del Arzobispo de San-
tiago en esta forma: «El Rey D. Pedro partió luego de
Monterrey e fué tener el Sant Juan á la cibdad de Santia-
go; e el Arzobispo de Santiago, que decian D. Suero, na-
tural de Toledo, nieto de D. Diego Garcia de Toledo e de
D. Ferrand Gómez de Toledo, vino y á él, e traxo dos-
cientos de caballo: e desque vio al Rey, e fabló con él^
tornóse para la Rocha, que es un castillo llano, muy cer-
(i) Trataron también este asunto: Juan Arelas, en su romance
El Rey y el Alcalde, calcado en parte sobre el ya citado del Du-
que de Rivas; López Soler, en El primogénito de Alburquerque,
y Fernández y González en Men Rodrigue^ de Sanabria. Estos
últimos le alargaron y le complicaron hasta desfigurarle. Quevedo
se refirió á esta conseja enaquel romance que dice:
«Pues Don Pedro de Castilla,
tan valiente y tan severo,
¿qué hizo sino castigos,
y qué dio sino escarmientos?
Quieta y próspera Sevilla,
pudo alabar su gobierno,
y su justicia las piedras
que están en el Candilejo.»
,jg JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
ca de Santiago. E fabló el Rey ese dia con Ferrando de
Castro, que queria prender al Arzobispo e tomarle las for-
talezas: e Matheos Ferrandez e Juan Diente fueron en
esta fabla: e Suer Yañez de Parada, un caballero de Ga-
licia que queria mal al Arzobispo, fué en este consejo, e
todos estos consejaron al Rey que le matase. E el día de
Sant Pedro, después de Sant Juan, vino el Arzobispo de
la Rocha, en la tarde, á ver al Rey á Santiago, ca envia-,
i-a el Rey por él que viniese á consejo que quería aver
con él, e con D. Ferrando de Castro, e con los otros que
y eran'. E mandó el Rey á Ferrand Pérez Churrichao e a
Gonzalo Gómez Gallinato, dos caballeros de Galicia que
querían mal al Arzobispo, que le estuviesen esperando
con veinte de caballo á la puerta de la cibdad, e que le
matasen: e ellos ficiéronlo así. E pusiéronse á las puertas
<ae unas posadas, que eran cerca por do el Arzobispo avia
de venir: e en viniendo el Arzobispo, e entrando por la
cibdad, fué luego muerto ese dia á la puerta de la iglesia
de Santiago, e matáronle el dicho Ferrand Pérez Churrí-
chao e los otros que eran con él. Otrosí mataron ese día
luego y al Dean de Santiago, que decian Pero Alvarez,
orne muy letrado, natural de Toledo, e allí finó delante el
altar de Santiago. E el Rey estaba ese dia encima de la
iglesia, donde veia todo esto: e tomó al Arzobispo todo
quanto avia en la Ruchela, e tomóle todas las fortalezas,
c mandolas entregar á D. Ferrando de Castro,» etc. (0.
La memoría del Arzobispo D. Suero Gómez, así como
Ja del Deán Pero Alvarez, pasaron á la posteridad sin
•mancha. La tradición que los infamó es muy moderna:
probablemente del siglo pasado. Es también muy incierta
y contradictoria. Las diferentes versiones que de ella co-
rren vienen á convenir en un punto esencial, es á saber:
«n que entre el Arzobispo y su matador, Fernán Pérez Chu-
(i) En la Abrenada.de\ mismo Ayala se refiere la muerte de
O. Suero con colores todavía más negros y terribles. {Vid. la no-
ta 3 de Llaguno á la pág. 418.)
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 319
rruchao (i), existían agravios por cuestiones de mujeres.
«Los detalles de este suceso — dice D. Antonio Neira de
Mosquera,— son tan diversos como contradictorios. El lu-
gar de la catástrofe varía según el antojo de los historia-
dores y los diferentes comentarios de la tradición. Una
canción popular de dudoso origen, y menos antigua que
el hecho de que hace mención, dice:
«En la calle de la Balconada
mataron á un Arzobispo
por celos de una madama.»
El refrán vaiíe á misa en Conxo prueba que, cerradas las
iglesias de la Catedral hasta la purificación de la Metró-
poli, tenían los compostelanos que cumplir con los Oficios
divinos extramuros de la población.
A consecuencia de este atentado, los Churruchaos, si
hemos de dar crédito á la tradición, se refugiaron en el
palacio que tenían en la ciudad de Pontevedra.
(i) «Por las noticias que hemos presentado á nuestros lectores
se echa de ver que no están acordes los autores que refirieron la
jnuerte de D. Suero de Toledo (Ayala, Crónica; el P. Gándara,
Armas y triunfos de Galicia; Molina, Blasón de Galicia] con
respecto al apellido de la familia de los Torrechanos ó Churru-
chaos. A pesar de que Gándara llama Gómez al anciano Churru-
chao, y Molina lo distingue por el apellido Deza, nosotros cree-
mos que, siendo esta familia señora de muchas torres y jurisdic-
ciones, así como favorecida por entronques linajudos, llevó mu-
chas veces los títulos de unos y otros, llamándose á la vez Camba
Mesía y Deza, por los señoríos y castillos que tenían en las tierras
del mismo nombre. En la jurisdicción de Camba y Rodeiro po-
seían una fortaleza respetable, si hemos de dar crédito á un ma-
nuscrito curioso que tenemos á la vista. En Mesía aún se conser-
van las ruinas de una torre ion una inscripción gótica, donde se
lee Pedro Mesía y el año de su fundación. En Deza también he-
mos tenido ocasión de ver otra fortaleza perteneciente á la familia
de los Churruchaos , (Neira de Mosquera, El palacio de los To-
rrechanos, vulgo Churruchaos, artículo publicado en El Sema-
nario Pintoresco, año 1847, pág. 289.J
JOSÉ R. LOMBA. Y PEDRAJA.
En la actualidad, el palacio de los Chunuchacs, en
Pontevedra, no es más que un monumento artístico.. .. La
tradición se apoderó de la soledad de sus galerías y lo rui-
noso de sus torres, y cree que vaga errante el a ma de
Churruchao por sus bóvedas, y que, al través de los hie-
rros de la más lóbrega azotea, se escuchan los gemidos de
su hermana Estrella, sacrificada á la voluntariosa resolu-
ción del Prelado de Santiago, hermano del Alcaide de To-
ledo (')•» . ,. ., , •
El mismo Neira de Mosquera, en su investigación his-
térico-arqueológica sobre el CasHllo de la Rocha (nota 5. ),
copia gran parte de un documento en el cual se toca este
asunto, bien que muy á la ligera. Sin duda alguna es muy
moderno este documento, aunque piense otra cosa Neira.
Lleva por título ó epígrafe: De la nobleza de la casa de Cam-
ba y sus pnncpiosy fundación del castillo C astro-Candad,
Jde se lee un pnvilegio de D. Pelayo a Lupo Cachero
progenUor de esta familia. Luego dice asi: «Ll Castro-Can-
dad está á una legua de Chantada, y es ahora casa sin ti-
tulo la más principal de Galicia. Há más de quinientos anos
que emparentaron con los Suárez de Deza que 1 amaron
Churrichau. En este tiempo ha muerto al Arzobispo de
Santiago una señora y matrona valerosísima la primera
Marquesa de Camba y Rodeiro. que casó con Alonso Suá-
rez de Deza, señalado caballero del tiempo de Alfonso XI.
como refiere la historia D. Suero había muer o á Alon-
so Suárez de Deza, y la señora Marquesa matóle y des-
pués el Arzobispo D. Lope de Mendoza, por mal trato y
uránicamente mató á Lope Hernando y Alonso de Cam-
ba nietos del dicho Alonso Suárez de Deza...
ks muy de creer que toda esta patraña que se refiere
del Arzobispo D. Suero, haya nacido de una confusión
según sospechó en el siglo pasado el P. Sarmiento. «En
Galicia hay la voz-dice con mucha gracia el Padre be-
nedictinoide que el dicho Arzobispo tenía no se queha-
(>)
Elj>alacio de los Torrechanos, vulgo Churruchaos.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 321
bilidades, y, por lo que sucedió al Deán, tendría las mis-
mas. No es inverosímil que de la evidente muerte de Don
Suero y de la cierta incontinencia del Arzobispo D. Ro-
drigo de Luna, se forjara fuera de Galicia esta tradición
etc., etc. »
D. Rodrigo de Luna, en efecto, ha tenido sobre sí, du-
rante muchos siglos, una grave acusación de incontinen-
cia. El P. Mariana, que tomó la noticia de Alfonso de Fa-
lencia, es el que la ha propagado por toda España. Dice
así: «Se halla que por este tiempo D. Rodrigo de Luna,
Arzobispo de Santiago, de las mismas bodas y fiestas arre-
bató una moza que se velaba para usar della mal: grande
maldad y causa de alborotarse los naturales, debajo la con-
ducta de D. Luis Osorio, hijo del Conde de Trastamara.
En enmienda de caso tan atroz, despojaron á aquel hom-
bre facineroso y malvado de su silla y de todos sus bienes.
Su fin fué conforme á su vida y á sus pasos. Lo que le
quedó de la vida pasó en pobreza y torpezas, aborrecido
de todos por sus vicios, y infame por aquel exceso tan
feo (0.»
El trágico suceso de la muerte del Arzobispo D. Suero
Gómez fué el que eligió D. José de Rúa y Figueroa para
su drama Ferrán Pérez Churriwhao y el Arzobispo Don
Suero. Por lo que hace á D. Pedro, no tuvo este autor
más fuente de información que la Crónica del canciller
mayor de Castilla; pero aceptó la tradición popular que
calumniaba la memoria de aquel buen Prelado composte-
lano. Supuso, pues, que éste había violado á una herma-
(i) Historia de España, lib. XXII, cap. XX.
D. Antonio López Ferreiro. en su estudio sobre D. Rodrigo de
Luna (Santiago, imp. de José M. Paredes, 1884), ha demostrado
que el famoso Arzobispo ni fué elegido tan joven como se ha di-
cho, ni la sublevación de sus vasallos fué por otra causa que por
cuestiones políticas, ni murió pobre, despojado y en malos pasos,
sino al frente de sus huestes, preparándose para combatir con los
rebeldes. Prueba L. Ferreiro que el Arzobispo fué piadoso, celoso
del culto y del bien de sus vasallos.
JOSÉ R. LOMBA Y PEORAJA
na de Fernán Pérez Churruchao. Supuso también que la
muerte del Arzobispo tuvo lugar durante la procesión del
Corpus Chnsii. En esto siguió tal vez á Amaro González
el cual, hablando de los Arzobispos de Santiago, dice: «El
vigésimo tercio fué D. Suero, al cual mataron los Chu-
vrurianos, los cuales eran ciudadanos un bando en a
ciudad de Santiago de gente rica é indómita; y según lo
oí decir, yendo este Prelado un día de fiesta en la proce-
sión, se juntaron todos de mano armada, y de acuerdo y
consejo, le mataron. Otros dijeron que le ahorcaron^con
la cuerda del incensario; pero debió ser muerto a puñala-
das. Como fuese, fué un caso atroz y grave (0.»
Sobre la muerte del Arzobispo D. Suero por orden de
D Pedro el Cruel, D. Antonio Neira de Mosquera com-
puso una que llamó leyenda histórica, intitulada Do» Sue-
ro de Toledo {2), y una novela. La Marquesa de Camba (3).
IV
CRÍMENES DE D. PEDRO-PRESAGIOS SOBRE
SU MUERTE MONTIEL
Quédanos por examinar la fase más dramática de la
levenda de D. Pedro. Este insano Monarca, rodeado de
asechanzas, cargado de crímenes, rojo en la sangre de su
propia familia, acosado por las sombras de sus victimas
y perseguido, en fin, por presagios sobrenaturales, va á
sucumbir combatiendo con su destino. Su figura crece
según se acerca á Mont.el. El canciller Pero López de
Ayala, en su gran sentido estético, no había querido que
(O Amaro González, Epsío/o/ogro.
L Fué publicada en las MU y una noches españolas Colee
ciS de lerendas, hechos históricos, cuentos tradtctonales y cos-
Z^!%uia;es: Madnd, ,™p. de P Mado. y L. Sagasn. 1845.
Tomo 1 (único que llegó á darse al publico).
(3) Madrid, imp. de Vicente Lalama, 1645.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 323
faltase á su Crónica cierto elemento misterioso y fatídi-
co. Salpicóla oportunamente de portentos y profecías. Ún
influjo maligno de las estrellas parece que se cernía so-
bre la cabeza del tirano desatentado. Caminaba éste á
su ruina y á la de sus reinos, sin querer oir la voz de la
Tazón ni los avisos del Cielo, cada vez más obcecado y
más impenitente. Y no era sólo Ayala: la Cuarta Crónica
general y el Sumario del Despensero hablaban también de
horóscopos y presagios fatales. Las Memorias de D. Pe-
dro IV de Aragón consideraban que pesaba sobre el Rey
castellano un horrendo pecado de soberbia, cometido por
uno de sus predecesores (0. Todos, en ñn, estaban de
acuerdo en que ni tan sangrientos excesos ni tan misera-
(i) «Permitió Dios, según hemos oído referir por personas
fidedignas, que hubiese en Castilla un Rey llamado Fernando,
■Rey malvado, indigno y mal nacido, el cual hablando y repren-
diendo, muchas veces decía que, si él hubiese estado en el mundo
cuando Dios lo crió^ y éste le hubiese creído, muchas cosas de las
que hizo y crió no las hubiese criado; y por el contrario, que él
hubiese criado cosas que Dios no criara; y tales pensamientos ocu-
paban de continúo su imaginación, de manera que muy á menu-
do hablaba de lo mismo. Por tales cosas, pues, viendo nuestro
Sefior Dios la loca y mala opinión que dominaba á dicho Rey, en-
vióle por la noche una voz que le dijo las siguientes palabras: «Ya
que has censurado la sabiduría de Dios, de aquí á veinte días mo-
rirás, y en la cuarta generación acabará tu reinado.» Tales pala-
bras enviólas también Dios á decir aquella misma noche y hora á
un santo varón de la Orden de frailes predicadores que había en
el Monasterio de Burgos, el cual las denunció en seguida al her-
mano de dicho Rey de Castilla, que á la sazón se hallaba en aque-
lla ciudad; y puestos ambos de acuerdo, fueron á ver á dicho Rey
. para decirle lo que al tal fraile se le había dicho de parte de Dios.
Dijéronselo, pues, en secreto, y á ello contestó el citado Rey que
era muy cierto que aquella misma noche había oído la voz que le
hablaba de parte de Dios. Y en efecto, así como Dios lo había di-
cho y mantftido, el referido Rey acabó sus días, y en la cuarta ge-
neración acabó también su reinado, porque el que reinó en tal
época, que se llamaba el Rey D. Pedro, siempre obró ma\.t (Cró-
nica del Rey de Aragón D. Pedro IV traducida al castellano
rpor Antonio de Bofarull; Barcelona, 1850, cap. VI, pág. 323.)
. JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
ble muerte como fueron los de D. Pedro, podían aconte-
cer sobre el mundo sin alguna misteriosa y terrible causa.
Los autores dramáticos explotaron materia tan adecua-
da á la naturaleza del género literario que cultivaban.
Aquéllos que tratan á D. Pedro con más benevolencia, no
por eso rehuyen hablar de sus crímenes, ni perseguirle
con visiones, ni amenazarle con la venganza del Cielo.
Era éste un aspecto tradicional de la figura del Rey. Ha-
bía en ella algo de amable y algo de siniestro. No perdía
la poesía, antes ganaba con esta contradicción aparente.
La persona de D. Pedro crecía en grandeza y en interés;
teñíase su frente de tristeza. El pueblo le adoraba, no
obstante sus desafueros, porque en medio de ellos y en
lucha con los hombres y con la influencia fatal de los as-
tros, era valiente y estaba solo, y se jugaba la cabeza y la
^^ Lot medios que utilizó el teatro para pronosticar á Don
Pedro su caída, pueden clasificarse en tres grupos: los
simples presagios, fundados en la interpretación supersti-
ciosa de un suceso indiferente; los vaticinios puestos en
boca de amigos ó enemigos, de algún sabio, de algún mo-
ro ó de alguna de las víctimas del Rey; finalmente, los
portentos y apariciones, en que toma el Cielo una parte
directa De todas estas clases de pronósticos había ejem-
plos en Ayala. En unos le siguió el teatro y en otros no.
En El médico de su honra, de Lope, D. Pedro, en un
arrebato de cólera, quiere dar con la daga á D. Enrique.
Hiérese á sí mismo, y lo toma á mal presagio.
«No sé qué agüero he tenido
de ver que insuumento ha sido
Enrique de haber así
mi sangre yo derramado,» etc.
(Acio 3»)
Calderón, en la refundición que escribió ¿^ esta come-
dia, no hizo sino acentuar más el espanto del Rey. El
mi mo Lope, en las Audicnaas del Rey Don Pedro, pre-
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 325
senta al Rey preocupado á causa de un sueño. Laurencia
viene á poner á sus pies un puñal con que ha tomado sa-
tisfacción su propio honor mancillado. Dice D. Pedro:
cEste es el puñal cruel
que en sueños anoche vi:
de Enrique el golpe temí
en la fuerza de Montiel.»
(Aero 3.»)
En La carbonera dice Laurencio:
fConozco bien las maldades
del Rey y lo que aborrece
los generosos Guzmanes,
que liay pronóstico en Castilla
que dice que kan de heredarle.-»
(Aero 1.0)
Constanza, indignada contra el Rey á causa de haber
•éste desterrado á su amante, maldícele en esta forma se-
mi-profética (El diablo está en Cautillana, acto 2."):
«Plegué á Dios, rey, que te dé
muerte un villano, un alarbe,
y cuando falte un Bellido
que Don Enrique te mate. '
Plegué á Dios que no te herede
tu hijo, y entre tu sangre
revuelto tu cuerpo veas
y como villano acabes.»
D. Fadrique, en La Puerta Macarena (primera parte),
■de Pérez de Montalbán, predice á D. Pedro, al tiempo de
morir, que D. Enrique le vengará:
Fadrique. El cielo ha de tomar
satisfacción del rigor
que usas conmigo inhumano:
que ha de matarte un hermano
y heredarte.
-26 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
La muerte de Don Fadrique
maestre de Santiago,
remite el Cielo al estrago
que en tí ha de hacer Don Enrique.
(Acto a-")
Guido, Legado del Pontífice, en un transporte de su
dolor por la muerte de Doña Blanca, profetiza á D. Pedro
su desastrada muerte. (Solís, Blama de Borbón, acto 5.«>
En La niña de Plata, de Lope, es el moro Zulema, Em-
bajador del Rey de Granada, el que se la profetiza á Don
Enrique:
ZtlLEMA.
Tú has de hacer por Francia
dos jornadas peligrosas
huyendo del Rey tu hermano.
A Doña Leonor tu madre
ha de matar.
¿Estás loco?
Tú lo verás cuando muera
tu hermano el Maestre.
Para,
para, astrólogo cruel;
para esas locas mentiras.
Enrique, ¿desto te admiras?
Pues tú has de matarle á él.
¡Yo á Pedro!
Y has de quedar
Rey pacífico en Castilla.
¡Sueñas!
¿Qué te maravilla?
Sus hijos no han de heredar,
que han de morir en prisión.
(Acto 2.°)
Profetizan, en fin, la tragedia deMontiel dos astrólogos
(El montañés Juan Pascual, acto 3.°), una maga (Espron-
ceda, Blanca, acto 3.") y el sabio Ben-Hagatin (El zapa-
tero y el Rey, segunda parte, acto 3.°) Este último lo hace
de una manera confusa y enigmática:
ENFlQtJE.
Ztn.EMA.
Enrique.
Zulema»
Enrique.
Zulema.
Enrique.
Zulema.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 327
Ben-Hagatín. Ved: en ese pergamino,
de los astros está escrita
la razón.
Rey. Por alrededor de Castro
que he de morir, dice un astro,
y otro dice que en la selva (i).
Los prodigios y apariciones proféticos son varios. La
estatua de D. Fadrique, tallada en piedra y puesta sobre
el sepulcro del Maestre, saca la espada de la vaina hasta
la mitad, cuando D. Pedro se dispone á firmar la senten-
cia de muerte contra Doña Blanca. (La Puerta Macarena,
segunda parte, acto 3.°) Al entrar en la batalla de Mon-
tiel ambos ejércitos, de D. Pedro y de D. Enrique, ocurre
en la región del viento un suceso temeroso:
Dos fieros dragones,
de un arrebatado fuego,
despartiendo de la escama
piedras como el Mongibelo,
el uno al otro enlazados
sobre la tierra cayeron:
el uno impensadamente
(i) Fernández y González, que en su novela Merj Rodrigue^
de Sanabria, con frecuencia deja entrever remembranzas de El
:;apatero y el Rey, de Zorrilla, puso esta frase en el horóscopo
que el judío Jonatham-Abi-Arum-Ebn-Sina escribió para el Rey
D. Pedro: «Y escrito está que morirás en la Torre de la Estrella,
por la parte de la selva» (edición citada, pág. 165). En la novela
de Trueba y Cosío, El castellano, ó el Príncipe Negro en Espa-
ña, el personaje agorero y fatídico es el platero de que habla Aya-
la en su Crónica (año VI, cap. X). Este se aparece al Rey en va-
rias ocasiones solemnes para decirle; o ¡Guárdate del águila de
Bretaña y de la torre de la Estrella!» El presagio de la torre de la
Estrella viene ya de la Cuarta Crónica general: «E vido escrito
de letras góticas en una piedra que estaba en la torre del omenaje
del dicho castillo, que decia: Esta es la to>-re de la Estrella: e
como lo leyó, vídose perdido, porque por muchas veces le avian
dicho grandes estrólogos que en la torre de la Estrella avia de mo-
rir.» (Llaguno, Notas al Despensero, pág. 75, col. .4.)
,28 JOSÉ K. LOMBA Y PEDRA.]^
despedazado y deshecho
cayó, volviéndose el otro
á levantar por los vientos,
donde, cercado de luz,
todos convertirle vieron
en una estrella tan clara
como el sol.
(Dfsfí ngua no beberé, acto 3.")
Una sombra amenaza con la muerte á D. Pedro en
medio de la batalla, si no deja á Montiel y huye de su
hermano. (ídem id.)
Habla López de Ayala (Cróuica de D. Pedro, ano Xii,
cap. III) de un pastor que se apareció al Rey D. Pedro:
«E acaesció un dia que estando ella (la Reina) en la pri-
sión do morió. llegó un orne que páresela pastor, e fué al
Rey D. Pedro do andava á caza en aquella comarca de
Xerez e de Medina, do la Reina estaba presa, e díxole que
Dios le enviaba decir que fuese cierto que el mal que él
facia á la Reina Doña Blanca su muger, que le avia de
ser muy acaloñado, e que en esto non pusiese dubda
E el Rey fué muy espantado, e fizo prender al ome que
esto le dijo,., etc. Sobre esta relación de Ayala se formo
más tarde el romance popular que Duran incluyó en su
colección con el núm. 970;
Por los campos de Jerez
á caza va el Rey D. Pedro.
Tanto volaba la garza,
parece llegar al Cielo.
Por donde la garza sube,
vio bajar un bulto negro;
mientras más se acerca al bulto,
más temor le va poniendo.
Del salió un pastorcico:
sale llorando y gimiendo,
la cabeza desgreñada,
revuelto trae el cabello.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 329
con los pies llenos de abrojos
y el cuerpo lleno de vello;
en su mano una culebra
y en la otra un puñal sangriento;
en el hombro una mortaja,
una calavera al cuello.
A grandes voces decía
morirás, el Rey Don Pedro.
» Tienes presa á Doña Blanca:
enojaste á Dios por ello etc (i).
He subrayado algunas palabras de este romance, por-
que demuestran que se inspiró en él Andrés de Claramon-
te al trazar las primeras escenas de su comedia Deste agua
no beberé. D. Pedro se halla con un pastorcillo que teje
una corona de lirios al misino tiempo que canta una can-
ción. La canción es ésta:
Llámente Jerusalén:
rompe el aire en ñeros gritos,
porque es desdichado el reino,
si su Rey viene á ser niño.
Roboán, Roboán, coge
la rienda á tus apetitos;
mira que tus verdes años
no cumplirán treinta y cinco.
¡Ay de tí, Rey desdichado,
que en el monte de tus vicios
te precipitas! Detente:
no digas que no te aviso.
El Rey quiere que un caballero de su comitiva se apo-
dere del pastor; mas éste se deshace en el aire, y deja so-
lamente un sudario en las manos del caballero. En este
momento se oye otra voz:
(i) Sobre este mismo asunto hay un Romance anónimo en El
Entreacto, periódico de Madrid, tomo I, pág. 119.
230 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
No consiente compañía
el reinar desde el principio,
pues en Caín y en Abel
aqueste ejemplo se ha visto.
Por reinar sin compañía,
Semíramis mató á Niño.
Rómulo dio muerte á Remo,
que hace el reinar fratricidios.
Mira por tí, Rey Don Pedro,
no digas que no te aviso.
D. Pedro quiere apoderarse de la villana que esto can-
ta: la villana desaparece lo mismo que el pastor, y deja en
su lugar un puñal sangriento. D. Pedro considera que ami-
bos presagios lo son de la muerte de D. Enrique (acto i.°)
También trae origen de Ayala la predicción que hizo á
D. Pedro un clérigo de Santo Domingo. Dice así el can-
ciller (año XI, cap. IX): «Estando el Rey en aquel logar
de Azofra, cerca de Najara, llegó á él un clérigo de misa,
que era natural de Santo Domingo de la Calzada, e díxo-
le que queria fablar con él aparte: e el Rey díxole que le
placia de le oir. E el clérigo le dixo así: «Señor, Sancto
Domingo de la Calzada me vino en sueños, e me dixo
que viniese á vos, e que vos dixese que fuésedes cierto,
que si non vos guardásedes, que el Conde D. Enrique
vuestro hermano vos avia de matar por sus manos.» E el
Rey, desque esto oyó, fué muy espantado, e dixo al clé-
rigo, que si avia alguno que le consejara decir esta razón:
e el clérigo dixo que non, salvo Sancto Domingo, que ge
lo mandara decir. E el Rey mandó llamar á los que y es-
taban, e mandó al clérigo que dixese esta razón delante
dellos, segund ge lo avia dicho á él aparte: e el clérigo
díxolo segund que primero lo avia dicho. E el Rey pensó
que lo decia por inducimiento de algunos, e mandó luego
quemar al clérigo allí do estaba delante sus tiendas.»
En Los Ramírez de Arellauo (acto 3."), Lope hace men-
ción del clérigo en esta escena:
EL REY D, PEDRO EN EL TEATRO
D. Pedro. (Saliendo.) Quitádmele de delante:
no le vean más mis ojos.
Prínc. de Gales. Vuestra Alteza no se espante.
D. Pedro. Todo para darme enojos,
no siendo el mundo bastante.
Gales. ¿Quién puede dárosle á vos,
que os hizo Príncipe Dios
de un reino como Castilla?
D. Pedro. ¿Enrique puesto en mi silla?
Gales. Era haciendo paz los dos.
D. Pedro. ¿Cómo paz? Dice el villano
que mi hermano ha de matarme
y que ha de reinar mi hermano.
Gales. Nunca han podido espantarme
falso agüero ó sueño vano.
Y no hay por qué os alborote
que el que os dijo esa locura
fuese, señor, sacerdote.
D. Pedro. Dice que el Cielo procura
este vengativo azote.
Dice que le apareció
Santo Domingo y le habló.
Gales. Volverá, como Guzmán,
por Enrique, á quien hoy dan
nombre de Rey.
D. Pedro. Antes no,
porque es el de la Calzada
el que dice que le dijo
que me ha de matar su espada.
Gales. Si el Santo, Rey, lo predijo,
la del Cielo viene airada;
aunque también Ezequías,
porque lloró, mereció
diez años sobre sus días;
pero ese clérigo habló
por solas sus fantasías,
y por dicha le ha enviado
Enrique con ese enredo.
D. Pedro. También me dicen que ha entrado
hasta cerca de Toledo
con ejército formado, etc.
331
Zorrilla, en la segunda parte de El zapatero y el Rey
(acto 2.", esc. II), convierte al clérigo en ermitaño. Pre-
,,2 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
sentase á D. Pedro, le pronostica su muerte de parte de
Santo Domingo, y él mismo es condenado á muerte afren -
tosa (0. ' f i
Hubo autores dramáticos que, para obtener mas etecto,
presentaron' en escena la sombra del clérigo de Santo Do-
mingo, muerto por orden del Rey. Así lo hicieron Lope
de Vega, Morete y Cañizares. Este último se conserva
más fiel á la narración de Ayala. En el acto tercero de su
comedia Yo me entiendo y Dios me entiende, D. Pedro, per-
dido en medio de un monte, se halla con una ermita. En-
cima de ésta un clérigo, vestido con sobrepelliz, ora de
rodillas. Llama la atención de D. Pedro; dícele quién es;
exhórtale á que se vuelva á Dios, porque su muerte está
cerca, y desaparece. Lope introduce pormenores extraños,
como se verá por la escena siguiente de El Infanzón de
Illescas, que es la tercera y última que D. Pedro tiene con
la sombra:
SouBRA. Aguarda.
Rey. ¿Quién me detiene?
Sombra. ^°-
Rey. ¡Horrendo
espectáculo! ¿Qué quieres?
Sombra. Decirte que en este puesto
has de ser piedra en Madrid.
Rey. Visión, prodigio, portento,
imaginación, ¿quién eres?
¿qué pregón me estás haciendo
que ansí en Madrid me persigues?
Sombra. Llega, si quieres saberlo,
y en el brocal dcste pozo
que está arrimado á ese templo,
venerable como humilde,
glorioso como pequeño,
por haberle edificado
(i) Rúa y Figueroa, en su drama Fernán Pére^ Churruchaa
y el Arzobispo Don Suero, hace que el mismo D. Pedro refiera la
muerte del clérigo de Santo Domingo al Deán de bantiago (cuadro
quinto).
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO
Santo Domingo, asistiendo
el seráfico Francisco
á su fábrica, podemos
sentarnos.
Viene de prisa
el sol, y espacio no tengo.
Vuelve, ó diré que es temor;
siéntate, ó diré que es miedo.
¿Yo temor? ¿yo miedo?
Sí.
Por desmentirte me siento; (Siéntase.)
ya estoy sentado: prosigue.
Oye.
Acaba.
Estame atento:
¿conócesme?
Como estás
tan pálido, horrible y feo,
no caigo en tí, si ya no eres
demonio que persiguiendo
me estás. (Levántase.)
No: vuelve á sentarte.
Sí haré.
Yo, Nerón soberbio,
soy el clérigo á quien diste
de puñaladas.
¿Yo?
A tiempo
que para decir estaba
en la Misa el Evangelio.
¿Eras clérigo de Misa?
Diácono fui. El efecto
de matarme resultó
de impedirte un sacrilegio
en San Clemente, en Sevilla.
¿Acuerdaste?
Ya me acuerdo.
A Doña Beatriz quisiste,
profanando el Real Convento,
de sus clausuras sacalla.
Amor es un monstruo ciego,
cruel y desenfrenado.
Pues Dios te señala el freno
en este mismo puñal, (Sácale el suyo.)
333
33+
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Sombra.
Rey.
Somera.
Rey.
Sombra.
Rey.
JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA
con el cual tu hermano mesmo
de tus juventudes locas
dará á Castilla escarmiento,
si tu vida no reparas,
si no reportas tus yerros.
¿Mi hermano?
Tu hermano.
¿A mí?
Suelta el puñal.
Ya le suelto.
Si te pudiera matar,
ya otra vez te hubiera muerto.
Día de Santo Domingo
me mataste.
¿Qué es tu intento?
Advertirte que Dios manda
que fundes un monasterio
en este mismo lugar
que el Santo tiene dispuesto,
donde en Vírgenes le pagues
lo que le hurtaste en desprecios:
clausuras borren clausuras.
¿Prométeslo?
Sí prometo.
¿Quieres otra cosa?
No:
queda en paz; labra el convento,
que en él tienes de vivir
en alabastros eternos.
¿Eso es ser piedra en Madrid?
Ser piedra en Madrid es eso;
y advierte que ansí me sacas
de las penas que padezco.
Fuego soy.
¿Fuego?
La mano
me da.
No ardes mucho.
Quiero
que lo examines me)or.
¡Que me abraso, que me quemo!
Este es el fuego que paso.
Terrible es, pues yo le siento.
Suelta, suelta.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 335
Sombra. En ese ardor
teme. Rey, el del Infierno.
Rey. Daréte mil puñaladas
si te escondes en el centro
¡Suelta, suelta, fuego horrible!
Mucho más ardes que fuego.
¡Suelta! Mas ya se deshizo
Moreto, en El valiente justicien (acto 3."), dejó esta es-
cena casi intacta. Tiene una semejanza muy singular con
la de El Burlador de Sevilla, en que la sombra del Comen-
dador viene á cenar con D. Juan. Hay en ella alusiones
de carácter local. D. Pedro no fundó ciertamente el Mo-
nasterio de Santo Domingo el Real de Madrid, ni fué si-
quiera bienhechor especial de aquella casa(i); pero en ésta
se conservaba el más antiguo busto de D. Pedro, uno que
mandó tallar en piedra su nieta, Doña Constanza de Cas-
tilla, Abadesa insigne que fué de Santo Domingo el Real.
La comedia de Lope de Vega, hecha sin duda para repre-
sentarse ante un público madrileño, no quiso dejar en ol-
vido el único recuerdo de D. Pedro que había en la corte.
Lope de Vega puso en escena la muerte de D. Pedro en
Los Ramírez de Arellano. Se ajustó estrictamente á la na-
rración de López de Ayala. Aunque de un modo muy frag-
mentario, da á conocer un romance, que tengo por muy
probable fuese popular:
«Salió de Montiel Don Pedro
pensando ponerse en salvo;
(i) En el libro de privilegios y concesiones de los Reyes, que
guardan las religiosas de Santo Domingo el Real de Madrid, 'figu-
ra solamente un privilegio otorgado por el Rey D. Pedro á aquella
casa, en la Era de 1395. Por él se concede la exclusiva del aprove-
chamiento de los pastos de una heredad llamada Carralejas á los
ganados del Monasterio. Confirma además D. Pedro un privilegio
de D.Alfonso XI (Era de 1388), y dos de D. Sancho IV (Era
de 1389).
,,5 JOSÉ R. LOMBA Y PEDRAJA.
hallóle Enrique en la tienda
de Mosén Beltrán el franco.
Apenas le conocía,
porque había muchos años
que los dos no se habían visto;
mas, siendo Enrique avisado,
sacó la daga é hirióle,
cayendo en el suelo entrambos,
donde dicen que fué Enrique
de Don Beltrán ayudado.
Muerto yace el Rey Don Pedro
en su sangre revolcado:
más enemigos que amigos
tienen su cuerpo cercado;
unos dicen que le entierren,
otros que no sea enterrado;
porque, en fin, viéndole muerto
dice á voces todo el campo:
Castilla por D. Enrique.»
Subrayo lo que me parece popular. Compárese con éste
otro romance que canta una voz, desde dentro, en Deste
agua no beberé, de Andrés de Claramonte:
«Tendido en el duro suelo,
el alma á Dios cuenta dando,
muerto yace el Rey D. Pedro
en su sangre revolcado.
Los pies tiene Don Enrique
sobre su cuerpo gallardo,
y el puñal sangriento tiene
en su vengadora mano.»
Nada dice Lope en Los Ramírez de Arcllano ni de la
ayuda que Beltrán prestó á D. Enrique, poniéndole encima
de su hermano, ni menos de la famosa frase «ni quito ni
pongo Rey, pero ayudo á mi señor,» que, según la tradi-
ción, pronunció el caballero francés para disculpar su felo-
nía Pérez de Montalbán, en la segunda parte de La Puerta
Macarena; Cañizares, en Yo me entiendo y Dios me entien-
de y Zorrilla, en la segunda parte de El Zapatero y el Rey ^
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO 337
atribuyen á Beltrán Claquín el hecho y la frase, según era
ya admitido vulgarmente. El origen de esta conseja no
está muy claro. Voy á decir brevemente lo que acerca de
él se me alcanza.
Molina, en su Descripción del Reino de Galicia (1550), y
.Gándara, en su libro Armas y triunfos de Galicia (1677),
atribuyen el acto y la frase á Fernán Pérez de Andrada[
partidario de D. Enrique y su escudero, según Molina!
Ayala, por otro lado, achaca á Beltrán Claquín todo el
manejo de la prisión de D. Pedro y de la desleal entrega
que hizo de él á su hermano y enemigo D. Enrique. En la
tienda de Mosén Beltrán se consumó además el fratricidio.
No faltan autores que culpan á otros personajes del bando
de D, Enrique de haber ayudado á éste en la lucha: Frois-
sart culpa al Vizconde deRocaberti, y García de Salazar,
en sus Bienandan::as é fortunas, á «los castellanos y fran-
ceses» que allí estaban, etc.; pero también hay quien culpa
á Beltrán Claquín. Su biógrafo, Jean d'Estonteville (1387),
cuenta que luchando D. Enrique y D. Pedro, cayeron am-
bos al suelo. Luego prosigue: «Adoc entra Bertra en ladite
tete, Olivier so frere, Olivier et Henry de Manny, Gui-
llaume Boitel, Caraenloet, et plusieurs autres. Et com-
menga Bertrán á diré: Lessiez vous occire le Roy Henry
á tel vice par un faulx traictre renojé, qui oncques ne fist
bien en iour de sa vie? Lors dist au bastard d'Anysse, qui
estoit privé dudit Henry: «Alez aidier au Roy Henry. Car
vous le povez faire. Preñez le par la iambe, et le montez
dessus.» Lors le dit bastard prist Henry par la iambe et le
tira á soy, en disant: Levez sus, et vous deportez. Car
vous en avez assez fait. Et quant Henry se vit dessus, si
se leva tantost sans arrester, et regarda gesir Pietre, qui
estoit naurez á mort. Adonc cria á ses gens: «Or tost de-
coulas ce traictour. C'estoit á diré qu'il eust la teste tren-
chée.» Adonc parla un escuier espaignol » etc.
La frase «ni quito ni pongo Rey, pero ayudo á mi se-
ñor, .) hizo fortuna; mas Fernán Pérez de Andrada, á quien
primeramente se atribuyó, era un personaje desconocido,
g JOSÉ R. LOMBA V PEDRAJA
al cual su buena ocurrencia no pudo sacar de la obscuri-
dad Por el contrario, Beltrán Claquin era conocido d
odt: el papel ,ue habla 3ugado en el ^-^ ^^^ ^^^
era poco noble y en demasía favorable á D. Ennque ha
b a ya quien le achacaba la iniciativa de la intervención en
la lucha á que debió el bastardo su triunfo; nada mas na-
uraTque atribuir la frasea Beltrán Claquín. Arrebatosela
éste por decirlo asi. á titulo de más fuerte y famoso, a
Fernán Pérez de Andrada fQuia sum leo).
* *
Pongo aquí, por hoy, fin á mi ensayo. Es de advertir
au! el teatro ^o ha tocado todos los puntos de la eyenda
Td Pedro; otros quedan ba.io la forma de tradiciones
iUter^rias 6 explotados solamente por la poesía narrativa,
¿in e del dLño han contribuido, por su parte a popu-
^a^ar tfigura del Rey cruel. Todo esto tendrá que ser
l™de un estudio más extenso y más amphamente in-
formado que éste que hoy me es dado ofrecer para el
HOMENAJE AL Sr. MeNÉNDEZ Y PeLAYO.
EL REY D. PEDRO EN EL TEATRO
APÉNDICE
339
Después de impreso este trabajo, ha teaido coaocimieato de
«tras dos comedias en que el Rey D. Pedro interviene:
D. José Velázquez y Sánchez.— £/ Agua de San Francisco,
tradición sevillana, en un cuadro y en verso, representada en el tea-
tro de San Fernando: Sevilla. Francisco Alvarezy Compañía. 1 868 .
Los religiosos de San Francisco en Sevilla piden á D. Pe-
dro que les otorgue un sobrante de agua que hay en Alcalá,
cerca de su convento. D. Pedro se lo niega. Una noche qu¡
sale el Rey á rondar se halla con Hernán Cebolla, el jardinero
de San Francisco, que tiene fama de espadachín. Le provoca
D. Pedro, riñen ambos, y el Rey es desarmado por el jardi-
nero. Asombrado aquél concede á San Francisco el agua que
piden los frailes. Tal es el argumento da esta comedia, trata-
do también por Zorrilla ea su romance Una aventura en 1360.
p. Pedro Marquina.— £/ Arcediano de San Gil, episodio dra-
mático histórico en un acto y en verso, representado por primera
■vez en el teatro Martín de esta corte en 31 de Enero de 1873: Ma-
drid, José Rodríguez, 1889.
El argumento de esta comedia es la justicia que hizo Don
Pedro con un eclesiástico da Sevilla, á quien mandó enterrar
vivo por haberse negado á dar sepultura al cadáver de un po-
bre. El autor tomó su asunto en la novela de Manuel Fernán -
•dez y González, Men Rodríguez de Sanabria.
EMILIO HÜBNER
LOS MÁS ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA
Nadie duda que los poetas y escritores latinos nacidos
•en la Península y que florecieron en el primer siglo de
nuestra era, no pueden considerarse como pertenecientes
á la literatura española. Pomponio Mela, los dos Sénecas
y Quintiiiano los prosaístas, y los poetas Columela y
Marcial el satírico, aunque hijos de España, como nacidos
en las antiguas ciudades de Tingentera, Corduba, Calagti-
rris, Gades y Bilbilis, por haber escrito en latín, no eran
autores españoles, sino romanos, aunque figuran entre
aquellos en los volúmenes abultados de los Padres Mohe^-
danos. El nacimiento casual nada significa: un autor in-
glés, nacido casualmente en Bombay ó en Calcutta, por
eso no forma parte de la literatura india. Con todo eso,
el suelo natal, en cierto grado, no debe necesariamente,
pero puede ejercer una influencia, á veces ligera, á veces
más sensible, sobre el modo de pensar y de hablar.
Desde la época del gran Pompeyo y de Julio César su
adversario, en los centros de la civilización peninsular,
como en Cartagena, Tarragona, Cádiz y Córdoba, por los
ejércitos y por los funcionarios de la República romana,
hubo de propagarse, con las demás costumbres de la vida,
el gusto de la poesía. Discípulos de los griegos, y en roce
continuo con ellos, no sólo en la Grecia y en las provin-
cias del Oriente, sino en Roma misma y en todas las ciu-
dades de las demás provincias, los romanos no dejaron
pasar las ocasiones solemnes de la vida humana: días na-
tales, bodas, la muerte, el culto de los dioses, sin darles
la gala de la poesía, no de una poesía propiamente popu-
lar, sino debida á la corriente del entusiasmo causado por
los modelos griegos — el mismo entusiasmo que había ins-
pirado poetas como Livio y Nevio, como Ennio y Lucre-
,•2 EMILIO HÜBNER
2¡o, como Plauto y Terenzio, como Aüio y Catullo.—
Entre la gente que con los conquistadores dejó la patria
y se quedó en la nueva provincia; entre los veteranos de
los ejércitos que se hicieron labradores en los campos fér-
tiles de la costa oriental y en los ricos valles del Ebro y
del Betis; entre los mercaderes y los obreros que, suceso-
res de los fenicios y griegos, se establecieron en los gran-
des puertos del mar, no faltaban talentos más ó menos
hábiles que, con el estudio de los poetas patrios arriba
nombrados, y con la facilidad del habla desde muy anti-
guo propia á los habitantes de Italia, sobre todo de la me-
ridional, sabían dar expresión á los sentimientos de ale-
g,ía y de luto que les inspiraban las fiestas y las afliccio-
nes de la vida humana.
Sobre todo el luto. Ornar las tumbas de sus amados, no
sólo con la inscripción del nombre del difunto, sino con
unos versos de tierna compasión y de recuerdo anheloso,
de «saudade,» como dicen los portugueses, les fué casi una
necesidad. En Roma esta costumbre nació de la imitación
de los poetas griegos de la época de Alejandro el Grande
y de sus sucesores, como los Ptolomeos en Egipto. El
.epigrama» en general, como lo llamaron en el sentido
estricto de la palabra, y especialmente el epigrama sepul-
cral puesto sobre la piedra de la tumba, es una de las
producciones más características de aquella época de la
cultura romana. Los ejemplos más antiguos de tales epi-
gramas que conocemos proceden de poetas célebres: En-
nio, Pacuvio y otros. Algunos entre ellos se sirven aun
del metro antiguo indígena: el verso saturnio. Después
usaron el metro del diálogo dramático de la tragedia y de
la comedia, los senarios iámbicos y los septenarios tro-
caicos. Mas en el progreso del tiempo la multitud domi-
nante prefería el metro dactilico, los hexámetros, y, sobre
todo, el elégico, los dísticos dactilicos, compuestos de he-
xámetros y pentámetros. En breve tiempo, desde la época
de los Escipiones y de los Gracos en adelante, se divulgo
tanto la costumbre de tales elogios poéticos en memoria
ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA 343
de los difuntos, que debió haber habido colecciones de
muestras, de entre las cuales cada uno pudiera elegir los
preámbulos y las frases más necesarias, sólo cambiando
los nombres y añadiendo circunstancias particulares, años
de la vida del difunto, causa singular de la muerte, etc.
Así, el ingenio del poeta, ó más bien de la persona con
gustos poéticos, tenía todavía algún espacio para hacer
lucir sus talentos. Estos poetas de ocasión son los más an-
tiguos poetas líricos locales, cuyas composiciones nos han
conservado las piedras en que fueron grabadas.
Entre las seis á siete mil inscripciones latinas de la Pe-
nínsula que reúne mi colección de las inscripciones de la
época pagana, con sus dos suplementos, se cuentan unas
setenta poéticas, ó sea un siete por ciento del total. Ver-
dad es que muchas entre ellas apenas merecen el nombre
de poesías: no son más que centones compuestos de frases
y fórmulas corrientes. Pero entre las más antiguas, hay
algunas que sobresalen sensiblemente entre la vil muche-
dumbre. Su arte superior ya se descubre en una particu-
laridad significante: mientras las comunes y malas dan los
nombres de los difuntos en prosa, sin combinarlos con el
metro del epigrama, las buenas, que asimismo son las
más antiguas, aciertan, no sin artificios graciosos, á dar
á los nombres su puesto dentro de los versos.
■ Estas poesías epigráficas, muchas de ellas mal conser-
vadas en las piedras y llenas de huecos; otras ya no exis-
tentes y copiadas por personas menos curiosas é indoctas,
las he corregido y suplido con la ayuda de algunos ami-
gos, conocedores particulares de esta clase de composicio-
nes poéticas. Últimamente un sabio colega mío ha reuni-
do una colección completa de todas las poesías de esta
clase, en número de mil ochocientas sesenta, encontradas
en los monumentos epigráficos de Roma, de Italia y de
las provincias del vasto imperio (O, publicados en varias
(i) Carmina Latina epigraphica, conlegit Franciscus Bue-
cheler, dos volúmenes: Lipsia, 1895 y 1897, 8.°
TtA bMlLlO HÜBNER
partes de los veinte volúmenes en folio de nuestro Cor^^us
inscriptionum Latinariim. No me detengo aquí á detallar
las dificultades críticas respecto al texto de los ejemplos
que voy á proponer: doy su texto corregido y suplido se-
gún las últimas tentativas. Las enumero según su edad
aproximada, comenzando con los más antiguos, y aña-
diendo unas pocas anotaciones para su mejor inteligencia.
En Cartagena, la antigua capital de las provincias ibé-
. ricas, fueron hallados los ejemplos más antiguos y más
bellos de la poesía sepulcral. Parece como que la progenie
de las valientes huestes, conducidas por los Escipiones,
ha conservado por más de siglo y medio fuerza y talento
para las obras de guerra y paz. Al principio del primer
siglo antes de Cristo, época de Sila y de César, pertenecen
los epígrafes poéticos que siguen.
I. Existe en Pinilla, cerca de Cartagena, pero no la
he visto; el texto depende de las copias de Vargas Ponce
y de algunos amigos de Aureliano Fernández-Guerra
(Corpus, núm. 3.479, Y Suplemento núm. 5.928; Bue-
cheler, núm. 979). Parece que el difunto se llamó Quinto
Lusio Senica.
Mollem robusteis nondum fórmala iuvenius
cetatem Liisi viribus induerat,
cum caree exoptans complexum sxpe sororis,
multa vice dum volt millia conjicere,
■ cceditur infesto concursu forte latromim:
sic rapit hoc clades Corpus acerba nimis.
Illa cetas credo hoc tribuit pro tempore mortis,
ut bona non meminit, seic mala ne timeat.
Muy joven aún, pero ya fuerte, tal vez como soldado,
en guarnición ó en campaña lejos de la ciudad, Lusio qui-
so volver á ella para ver y abrazará su hermana. Pero en
el camino le acometieron ladrones, y pereció. La herma-
na, creo, le puso el epitafio que, en cuatro dísticos no
indignos de la época de Catullo, y en la ortografía de
la misma, cuenta el hecho singular que causó su muerte,
ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA 345
y excusa la temeridad juvenil, que, como no se acuerda
del bien, así no teme el mal. El último dístico no está
completo en el original, y puede suplirse de varios modos;
los suplementos por mí propuestos no son ciertos. La sin-
gularidad del hecho excluye fórmulas y frases comunes: el
poeta habla sin referirse al sepulcro.
II. Existía en Cartagena: mandaron el texto á Gre-
gorio Mayans, quien lo comunicó con Pedro Burmann
{Ephemcris epigr. VIII, núm. 194; Buecheler, número
1.076). Es el sepulcro de dos Sicinias, madre é hija: los
Sicinios eran una familia plebeya antigua.
Filia ciim malre est, hospes, sei forte requiris,
heic sita, quas rapiiit mortis acerba dies.
Sed prius eripuit matri qui in omnia pollet
crudelis casus filiolam e manibus.
* Pcsne immalura morle ereptam stbi gnatam
heu quantum mater fleverit indiciost.
nam postquam Jletu et monumento hoc condecoravit
gnatam, per luctus reddidit ipsa animam.
El poeta habla al huésped que pasa, usando la fórmula
común hic sitci est. Pero aquí también el hecho singular
no permite más que un uso discreto de frases, como mor-
iis acerba dies y monumento hoc condecoravit. Los dos pri-
meros dísticos se refieren á la hija; los dos últimos á la
madre. El acaso cruel, á cuyo poder todos están someti-
dos, había robado antes la hijuela' de entre las manos de
la madre. Cuánto ésta lloró la pérdida prematura, lo prue-
ba que, después de haberie erigido este monumento con
llanto y lágrimas, por el luto excesivo ella también dio su
alma. Estas circunstancias no comunes son descritas por
el poeta no sin vigor de lenguaje y con mucha ingenuidad.
in. Existe en Cartagena; epitafio del joven Licinio
Tórax, con letras pequeñas, pero elegantes, de la edad de
César ó de Augusto (Corpus, núm. 3.475; Buecheler, nú-
mero 980).
«4.6 EMILIO HÜBNER
Hospes consiste el Thoracis perlege nomen:
immatura iacent ossa relata mea.
Scwa parentibus eripuit Fortuna meis me
nec iuvenem passast ulteriora /rui.
» Nil simile aspicias; timeant ventura párenles,
nec nimium malres concupianl parere.
Nada era más común en los epitafios griegos y romanos,
como las tumbas solían estar al lado de las grandes carre-
teras públicas, que dirigirse el difunto ó sepultado, á veces
el sepulcro mismo ó la piedra sepulcral, al cammante que
pasa-como ya en el epígrafe núm. II-, suplicándole que
se pare un momento breve para leer el epigrama y simpa-
tizar con el difunto y sus parientes. Los tres dísticos del
sepulcro de Tórax muestran un progreso del arte en com-
paración con los dos poemas anteriores; pero al misn^o
tiempo usan más fórmulas y frases convencionales. Cada
dístico contiene un pensamiento concluido. El de los dos
primeros sólo en la forma tiene algo de original. El sen-
tido del último es raro: «No veas cosa semejante en tu
vida, teman el porvenir todos los padres, no deseen dema-
siado las madres parir.» Parece tomado de algún poeta
trágico.
IV. Existe en Cartagena; un tal Marco Maestrio Lu-
crión, tal vez un negociante, lo puso á un esclavo nacido
en su casa, de veintiún años, y á la familia del mismo
{Corpus, núm. 3.5oi; Buecheler, núm. 1.070), como lo
indica el texto que sigue á este dístico.
Filiolam amisii pater, heu, materque sequtast
ipsa; huius nomen Solvióla fuerat.
Este solo dístico, que relata una suerte semejante á la
del poema núm. II, se distingue por su elegantísima bre-
vedad. Calla el nombre del siervo con la severidad anti-
gua romana, para la cual el siervo es objeto, no persona;
mas cediendo á un rasgo de ternura, cuya causa ignora-
ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA 347
mes, añade el de la joven madre, que se decía Salvia,
nombrándola con el diminutivo halagüeño Salviola. Puede
ser que sea más antiguo que el que precede.
V. A un joven de linaje generoso pertenece el último
epitafio poético de Cartagena que se ha conservado. Es un
Lucio Sulpicio, hijo de un Quinto y nieto de un Quinto
Sulpicio de la tribu Collina (Corpus, núm. 3. 504; Bueche-
1er, núm. 363). Los Sulpicios son una antigua familia pa-
tricia. Nada se dice de su edad ni del puesto que en su
vida ocupaba, de donde se deduce que murió muy joven.
Pero no dejaron los sobrevivientes de añadir á sus nom-
bres un dístico laudatorio, cuyo primer verso, por descui-
do, quedó incompleto. Añado dos palabras, que tal vez
fueran las que antiguamente se quisieron poner.
Hic situs est [iuyeiiis fortissimus] Ule probatiis
indiciéis multéis cognatis a-tqite propinqueis.
Toda la familia lo juzgó repetidas veces digno de ala-
banzas.
Cartagena no es la única ciudad antigua de la Penínsu-
la que ofrece poemas sepulcrales, aunque la más rica en
ellos.
VI. En Sagunto existe, en una casa particular, no en
el Museo — que es el teatro antiguo — , el siguiente epitafio
de un joven soldado, que se llamó Marco Acilio Fontano
{Corpus, núm. 3.871; Buecheler, núm. 978):
Eripiiit nobeis linde vicensiimiis annus
ingressum iuveiiem mititiain cupide.
Parece falluntiir Fontanum quce rapuerunt,
cum sil perpetuo fama futura viri.
Con mucha gracia dice el primer dístico que el joven
Fontano murió á los diez y nueve años, cuando apenas ha-
bía entrado en el servicio militar — creo en el contubernio
ó la cohorte de uno de* los oficiales mayores — , lleno de am-
348 EMILIO HÜBNER
bición. Pero se engañan las Parcas que se lo llevaron: su
gloria no perecerá nunca. Y en eso parece efectivamente
que no se engañaron los que le pusieron el epigrama, pues
su nombre hasta hoy vive. No hay fórmulas y frases di-
vulgadas; es una composición poética ad Jioc.
En Zaragoza, cuya época más antigua todavía es tan
desconocida, que sólo ahora empieza á recibir algo mayor
claridad histórica (O, se encontró, pero ya no existe, un
epigrama sepulcral — creo que de la época de Augusto — ,
que muestra una nueva forma de composición. Pues es un
diálogo entre la mujer sobreviviente y el difunto marido.
Los nombres de ambos han perecido {Corpus, número
3.001; Buecheler, núm. 1.139).
Servavi Ihalamum Genio, dulcissime coniux:
servandus mine est pro thalamo tumiilus.
Ornasti et Manes lacrimis, miserabilis uxor:
haiid optare alias fas erat inferías.
Los dos dísticos, con arte consumado, oponen entre sí
el Genio de la que vive y los Manes del que murió. La
mujer dice que habiendo guardado al Genio de su dulce
cónyuge durante la vida el tálamo nupcial, ya no le queda
otro oficio que el de guardar su tumba. Y el marido res-
ponde á la mujer compasiva, que además ella había hon-
rado á los dioses Manes con su llanto, y que no esperaba
otras exequias de ella. Es un juego de ideas y palabras que
hace la impresión de invención original.
En la entonces opulentísima ciudad de Cádiz abundan
los epitafios sencillos, planchitas pequeñas de mármol
blanco, con sólo los nombres de los difuntos y dos ó tres
(i) El Marqués de Monsalud, joven y entusiasta indagador de
las antigüedades romanas en su país natal de Extremadura y de la
alta Andalucía, y en el de algunas de sus posesiones de Aragón,
acaba de publicar unos nuevos monumentos epigráficos de Zara-
goza en el Boletín de la Real Academia^ de la Historia, volu-
men XXXIl, 1898, pág. 402.
ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA 349
fórmulas muy comunes, como «caroá los suyos,» «piado-
so con los suyos,» y el frecuentísimo «séate la tierra lige-
ra.» Las excepciones de esta costumbre son raras.
VII. En el 1887 se encontró en la Necrópolis de la
Punta de la Vaca, y existe en el Museo, el siguiente epi-
grama, escrito sobre losa de mármol pequeña, con letras
de fines del primer siglo {Corpus, núm. 5.478; Buecheler,
núm. i.i58):
Contegit hic tumulus dúo pignora cara pareníum,
indicat et titidus nomine quo fuerint.
Sors prior in puero cecidit; sed flebile J'atiim
(tristior ecce dies.'J renoval mala volnera, sana
• et modo quce Jtierat filia nunc cinis est.
El título, distinto del epigrama, contiene los nombres
de los niños Festiva, la alegre, de once años, y Sodalis, su
compañero, de un año, y del padre, Rogatiis, tal vez es-
clavo. El epigrama es irregular: contiene dos dísticos y un
hexámetro además, pero sin frases vulgares. La muerte
consecutiva de las dos prendas queridas ha inspirado al
poeta, aunque de condición humilde, pensamientos tiernos
y palabras escogidas. Al niño tocóle la suerte antes; pero
el hado lastimoso, en un día aún más triste, renovó las
malas llagas y se llevó también la hija, hasta entonces
sana.
No sólo en los grandes centros, sino también en pobla-
ciones más modestas, la poesía sepulcral ha penetrado ya
durante el primer siglo, con la prosperidad creciente, sobre
todo en la provincia Bética.
VIII. En Martos, la antigua Tiwci, existió íntegro,
pero ya está algo mutilado (el Museo Arqueológico Nacio-
nal de Madrid conserva un yeso de la parte superior), el
epigrama siguiente de una Cassia Celsa, que murió de
sesenta y cinco años {Corpus, núm. i.6gg; Buecheler, nú-
mero 1.123):
Q EMILIO HÜBNER
Quod voto petiere suis plerumque párenles,
cunda tibí dignce, Ccesia, conligerunl:
lanifici prceclara fides pietatis alumna,
príscceprcecipuejamapudiciiiíe.
Te rogo, prceleriens dicas: sit tibi térra levis.
Es evidentemente, del siglo i. La mayor alabanza que
tuvieron las antiguas matronas romanas, las mujeres de
los Cincinatos y Serranos, era la de haber s.do «castas
lanificas, domisedas.» La confianza, nunca vacilante en
sus labores domésticas, se dice pietatis alumna. como pro-
cedente de sus sentidos piadosos. Así Eneas, por Ovidio,
viene llamado notce pietatis ctlanmus {Metam. XIV, 44-5)-
Un pentámetro hipérmetro, de seis pies, compuesto de las
fórmulas de costumbre, termina los dos dísticos.
IX. En Osuna-í7rso-los epigrafistas del siglo xvi
copiaron el siguiente epigrama de un liberto, de nombre
Fausto, de veintiún años {Corpus, núm. i.4i3; Bueche-
1er, núm. 1.069):
Immalura tui properantur témpora Jati
primaque prcecipiti limine vita ruit.
Viginti tecum namfers non amplius annos,
" sed decuit talem longior hora virum.
El primer distico es de invención original y de expresión
algo audaz: témpora imwatura faíi y la prima vita, que cae
ércecibüe limine-^^n ve/ de prcEceps ruit primo hmme-, tal
vez tomado de un modelo más antiguo. El otro dístico
viene repetido en otro epigrama fragmentado de Osuna
{Corpus, núm. 1.414- septuaginta tecum transfers, non am-
plias annos, debueras tamen habuisse millc). Los creo ambos
del siglo I.
X En Ecija-.4síí>¿— existía el siguiente, de un Lu-
cio Petronio Primo {Corpus, núm. 1.504; Buecheler. nú-
mero i.i38):
ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA 35I
Uxor cara viro nwimmenlum fecit amanti:
optaram in manibus coniugis occidere.
Qiiem quia /ata iiiinis rapuerunt tempore iniquo,
ossibus opto tiiis sit pia térra levis.
El sentido enunciado en estos dos dísticos no tiene nada
de particular; sin embargo, el giro de la frase es elegante
y la forma del lenguaje poético inmejorable. El que los
inventó conocía perfectamente los mejores modelos.
El luto que inspira la pérdida de padres é hijos y de es-
posos es el más común, y la mayor parte de los poemas
hasta aquí reproducidos se reducen á tratar de estos asun-
tos. Más raro es el loor de la amistad.
XI. En la antigua Salpensa, célebre por su ley muni-
cipal, encontrada junto con la de Málaga, y que estuvo
situada no lejos de la moderna Utrera, se halló un epi-
grama, que tenía en su casa el poeta Rodrigo Caro; des-
pués pereció {Corpus, núm. 1.293; Buecheler, núm. i.io3).
Lo creo de fines del primer siglo ó de principios del se-
gundo; es de un siervo del nombre claro de Pílades; su
amo era Annio Novato el padre. Dice así, en tres dísticos:
Siibductum primee Pyladen ¡uve ara iiiveiitcv
indicat, exemplum non leve amicitic^.
Namque sodalicii sacravit turba futururn
nominis indicium nec mimis officii.
Dicite qiii legitis sólito de more sepulto:
pro meritis, Pylades, sit tibi térra levis.
Pílades, muerto joven, era de amistad ejemplar hacia
sus sodales, tal vez de una cofradía devota; llevaba, pues,
de derecho el nombre típico del ideal de la amistad: la
amistad entre Orestes y Pílades. Por eso sus compañeros
y amigos le pusieron el epitafio, para que su nombre fue-
se señal imperecedera del piadoso afecto. Los dos dísticos
primeros expresan este pensamiento con originalidad y ele-
gancia.
Terminar el pentámetro con una palabra de cinco síla-
5C2 EMILIO HÜBNER
bas, es un artificio de Catullo {c,6,J^flemiis amicitias; ioo,6
iinica amicitia) y Propercio (I, 2,24 forma pudicitia; I, i5,22
fama piidicitice). El último dístico acierta á variar con mu-
cha gracia las fórmulas vulgares.
En Marchena se encontró otro epigrama, que también
obraba en manos de Rodrigo Caro, á quien se lo regaló
el entonces Duque de Arcos fCo>-/)iís, núm. i.Sgg; Bueche-
1er, núm. 1.140), y que ya no existe. Los seis dísticos, en
que Firma, la mujer de un Epafrodito, ambos de condi-
ción libertos, celebra su amor conyugal y las virtudes de
su marido, no carece de méritos. Pero no lo transcribo,
pues le falta originalidad y gracia.
Por lo mismo, dejo aparte uno más largo aún, que
existe en Vilches, la antigua Bcesucoi (Corpus, núm. 3.256;
Buecheler, núm. 1.196). Son siete dísticos; pero de la ma-
yor parte de los versos no existe sino la mitad, pues la
parte derecha de la piedra y algo de la izquierda perecie-
ron. Celebran las virtudes de un Cassio Crescente, muer-
to joven, y juegan con el nombre de Crescem, al cual, sin
embargo, no era concedido de crecer. Los versos no care-
cen de cierta gracia ni consisten sólo en frases de costum-
bre; pero no son de un mérito sobresaliente. Los creo de
fines del siglo primero.
Personas de cultura griega casi todas, alguna también
de nacionalidad, fueron los autores de estas poesías. A
veces muestran su habilidad poética en ambas lenguas.
XII. De Mérida proviene, y en Plasencia existe, el
siguiente poema bilingüe [Corpus, núm. 562; Buecheler,
núm. 1. 197), que por el carácter de sus letras lo he atri-
buido al siglo segundo. Preceden dos dísticos griegos:
Mt,tyip ^01 FaiTiva, ícap' v^píov So-th; oóeÚsi;,
Tiyeipe <TTr\'kr\y o-úv TtaTpl CwcQsve'í,
1Z0IV oXotf.'jpájjL£vo!, [jiwpto Ito- -ov yáp ¿[xol fXSÍí
epSopio; oü Tzk-fif-i]i, O'jvo'j.' 'louXiavó;.
ANTIGUOS POET\S DE LA PENÍNSULA 353
Sigue un dístico latino solo:
Nomine lulianus, meases excederé septem
haut licitum; mullum flevit ulerque pareas.
Sólo el epigrama griego nos da los nombres de los pa-
dres, Sostenes y Gaiena, griego el uno, el otro romano.
El niño difunto dice al caminante que sus padres le erigie-
ron la piedra del sepulcro, con mucho llanto sobre su poca
edad, pues no había aún cumplido el séptimo mes de su
vida, y su nombre fué luliano. Con admirable brevedad
condensa el dístico latino el mismo sentido, pero sin nom-
brar los padres.
XIII. A época algo más reciente, creo al siglo ii ó iri,
pertenece un fragmento de epitafio encontrado en Tarra-
gona, que ya no existe (Corpus, núm. 4.426; Buecheler,
núm. 1.489). No es completo, ni se conocen los nombres
del difunto á que pertenecía.
Aspice quam súbito marcet quod floruit ante,
aspice quam súbito quod stetit ante cadit.
Nascentes morimur finisque ab origine pende t,
[illa eadem vitam quce incohat hora rapit].
Los dos dísticos solos que se han conservado contienen
reflexiones sobre la brevedad de la vida humana, que aun-
que no son originales, se distinguen por su lenguaje agu-
do y nada común. El verso tercero está tomado literalmen-
te del poema astrológico del poeta Manilio, déla época de
Augusto (IV, 16), y se encuentra también en otras poe-
sías de esta clase; el último lo añadió Ambrosio de Mora-
les para llenar el vacío, en el cual pueden haber perecido
otros versos más.
Todas estas poesías, con excepción de las de soldados,
no se ocupan de la profesión especial de los difuntos; mu-
chos de ellos, muertos jóvenes, no tenían ninguna. La de
Vilches, de que hice mención arriba sin transcribirla, ha-
bla de la noble virtud del ingenio del difunto y de la vir-
il 23
,,, EMILIO HÜBNER
tud de su loqüela, aludiendo tal vez á sus estudios reton-
cos Contrasta favorablemente con la verbosidad de este
poema la brevedad severa de un antiguo epitafio de Car-
tagena de un Marco Oppio (Corpus, núm. 3-493; Bue~
chder, núm. 224), que en ritmo lámbico, después del nom-
bre del difunto, dice:
Foresis ars hic est sita,
Jlet titiíius se relictum.
„Aquí yace el arte forense,» esto es, la facundia de un
jurisconsulto; «el título sepulcral Hora de quedarse aban-
donado.» , ^ j 1 „
El progreso de la cultura intelectual, en la época de los
emperadores Trajano y Adriano, que podía alabarse del
más alto grado de riqueza, de civilización y de bienestar ge-
neral también en España ha producido poetas y retores,
como' aquel Annio Floro, que escribió en Tarragona su
tratado sobre si Virgilio era mas bien orador que poeta,
cuyo principio sólo se ha conservado. Tal vez un contem-
poráneo suyo era el poeta insigne de un epitafio encon-
trado hace unos diez y ocho años en Argavieso de Aragón,
entre Osea y Pertusa.
XIV Lo he publicado en el Boldin de la Academia de
la Htstoria i^^ol VIII, 1886, págs. 3ii y siguientes). A
pesar de que el principio del poema y la mitad anterior de
los tres dísticos conservados ya no existen, lo repito aquí,
con los suplementos de Buecheler, porque no debe faltar
en esta antología ejemplo tan egregio de la poesía de los
primeros siglos de nuestra Era (Corpus, núm. 5.839; Bue-
cheler, núm. 1.113)-
Qui Tiberina cohmt et qui sep\tem ostia Nili,
fulsit et in Grais ars tu]a clara viris,
dum cithara loqueris sepe],n discrimina vocum
et dulces hilaris d]asfdibus números.
At nunc funéreo tu]a consona pee tine Sexto
fraternos planctus in]cinit icta chelys.
ANTIGUOS POETAS Oí LA PENÍNSULA 355
El autor de estos versos suscribe su nombre: L. Aemi-
lii Paiil]lini Matenii. Creo que era pariente de los Emilios
Fraternos, Maternos y Paternos de Isona (Corpus, núme-
ros 4.458, 4.460, 4.462), y tal vez idéntico con el amigo
de Marzial Materno (X, 3;, i, ii). Celebra los talentos de
su difunto hermano Sexto, á cuyo cognombre Fraterno
tal vez alude el último verso. Pues le admiraron los habi-
tantes de Roma y los de Alejandría, donde el Nilo abre
sus siete bocas, como otro Orfeo, que, según Virgilio, can-
tó al son de la cítara numeris septein discrimincí vocnm
(Eneida, VI, 645).
Rara es la mención de otras condiciones ó circunstan-
cias particulares de la vida en los epigramas poéticos. En
las montañas y selvas del alto Guadalquivir, cerca de Cór-
doba, y más río arriba, la caza debió haber sido muy lu-
crativa en los primeros siglos de nuestra Era. Un epigra-
ma cordubense (Corpus, núm. 2.314; Buecheler, núme-
ro 413), y uno de Peñaflor (Corpas, núm. 2.335; Bueche-
ler, núm. 412), celebran dos cazadores famosos, que mu-
rieron jóvenes. El uno era claro por sus caminatas exten-
sas sobre montañas y valles y por el arte de poner fosas
para coger fieras; el otro era también pescador y pajarero.
Pero los versos, á fuerza de estar muy mutilados, no tie-
nen gran mérito ni merecen figurar en estas páginas.
Hasta un panadero de origen griego, como lo indican
sus nombres de Marco Acilio Eróte, en Gandía, obtuvo el
honor de un breve elogio poético, compuesto de fórmulas
usadas (Corpus, núm. 5.975; Buecheler, núm. 1.457: la
piedra ahora se conserva en el Museo Arqueológico Nacio-
nal de Madrid). En Roma también los panaderos desde
antiguo eran de extracción griega, como ahora en el Nor-
te de Europa los confiteros suelen ser italianos ó de la Sui-
za italiana.
Conocido es cuan divulgada era en el mundo antiguo
romano la afición á las carreras del circo, así en la Ciudad
Eterna misma como en todos los centros de la vida pro-
vmcia!. En un lugar tan poco importante como lo era la
g EMILIO HÜBNER
antigua Valeria, cuyo nombre se mantuvo en el déla mo-
derna Valera de Arriba, entre Cuenca y Albacete, uno de
los cocheros del circo fué honrado con un epitafio poético
en dos hexámetros, de fines del siglo i {Corpus num. 3.i8i
Buecheler. núm. 123). En Tarragona, en Barcelona, en
Itálica, los grandes mosaicos con representaciones de los
iuegos circenses atestiguan cuánto estaban en boga. Y en
Tarragona también fueron encontrados dos epitafios poé-
ticos de cocheros del circo {Co,fus, núms. 4.314 Y 4-¿i^'
Buecheler, núms. 1.279 Y 5oo), ambos bastante luengos.
de seis y siete dísticos, y de la segunda mitad del siglo se-
gnndo ambos. El uno, el de Fusco, de la facción de los
Vénetos, ó de color a.ul, tiene al fin un senario lambico
griego que dice: «de tus corridas hablará la eternidad,» y
Suestia imitación de Virgilio. El otro, de Entices, siervo
de Flavio Rufino y Sempronia Diofanis, se queja que al
joven anriga, que se distinguió lo mismo en los carros de
i dos como en los de á cuatro caballos, no le era concedí-
da la gloria de morir en el circo, más que una enfermedad
de los intestinos se lo llevó á los veintidós años. Termina
con una invención feliz, y acaso original, amonestando al
caminante que pasa para que esparza flores sobre su tum-
ba como tal vez le había aplaudido cuando vivo.^
Todas las poesías hasta aquí mencionadas están escri-
tas en el metro dactilico, en hexámetros y pentámetros.
Raras veces los poetas de esta dase se sirvieron de otras
formas métricas. Pero no faltan en la colección de losc..-
mina eptgraphica, indicada arriba, senarios lambicos y sep-
tenarios trocaicos, y hasta coliambos, ghconeos y ende-
casílabos. España cuenta tres ejemplos de septenarios
trocaicos y uno solo de endecasílabos.
-jrv Uno de los escritos en septenarios es el epitafio
de un muchacho de doce años, de nombre Prümiiv^<^.
Íervo de una Sempronia Paterna, encontrado en la an-
iña Clunia: parece que existe todavía en Penalva e C s_
fro {Corpus, núm. 6.338 n.; Buecheler, num. 238). Esta
ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA 357
mal copiado, y los suplementos no son del todo ciertos.
Habla el mozuelo mismo, y se alaba de sus sucesos como
cazador.
Síve apros feroces fudi, ut grátiis venantí seni,
séu cervos fugaces cepi, ut éram delició domus.
Mílii Paterna rúra ¡ustrans ínstauravit inémoriam,
quáe mihi post honores reddat cantineas veri fidem.
«Cuando maté los fieros jabalíes, ¡qué placer para el
viejo cazador! — su amo, creo — . Cuando cogí los ciervos
fugaces, ¡qué alegría para toda la casa! La patrona restau-
ró el recuerdo cuando pasó por los campos, y así de rai
gloria permanece un testimonio veraz». El que compuso
estos versos tenía talento y gusto: los creo del siglo ii.
XVI. El otro ejemplo, de la misma forma métrica,
es de Tarragona y del siglo lii. Estaba en el sepulcro de
un militar de alto rango, un tal Lucio Alfidio Urbano, tri-
buno militar de la legión séptima, bajo el Emperador An-
tonino Caracalla, y le fué puesta la memoria por man-
dado testamentario, según el albedrío de su suegro, Cor-
nelio Rustico {Corpus, núm. 4.137; Buecheler, número
245). Los versos dicen:
Vive laetus quisque vivis, vita parvom miinus est:
móx exorta est, sénsim vigescit, déinde sensim déficit.
Divisas de sentido similar, que exhortan al goce de la
vida, ya que es tan breve, no son raros en la poesía se-
pulcral; pero ésta es tan original en la frase como en la
forma métrica, que no la estimo inventada para este epi-
tafio.
XVTI. Un tercer ejemplo en septenarios trocaicos
existía, pero ya no existe, en Tarragona (Corpus, núme-
ro 4.35o; Buecheler, núm. 235). Es de un literato del
nombre griego de Clearco, que, según los restos de su
oc8 EMILIO HÜBNER
epitafio, sufrió casos extraños, robo por piratas, etc. Pero
no se han leído enteros más que los dos primeros versos
del poema:
Híc Clearchus, quí dmn vi.vil Gráeco magno nomine
núncupaiiis, Jáciis ineruit nómen hoc et lilteris.
Siguen dos versos mutilados, de quienes se refiere lo
que está dicho; seguían tal vez aún más. También este
poema tiene sabor de originalidad y talento, que no es
extraño, como se trata de un letrado que mereció su nom-
bre por sus hechos y por sus letras, esto es, sus escritos.
Era tal vez un profesor de retórica.
XVIII. El único ejemplo peninsular de endecasíla-
bos, el metro predilecto de Catullo y de sus contemporá-
neos, se encontró en la colonia lusitana Píia' lidia^ la mo-
derna Beja de Portugal {Corpus, números 5g y 5.i86;
Buecheler, núm. 1.553), y dice:
Quisquís prceteriens siíam viator,
jtostquam termine legeris peremptam
me cstalis vicésimo, doiebis,
elsi sensiis erit mea; quieiis,
' qux lasso tibi dulcius precabor:
vivas pluribus et diu senescas;
qua mi non licuit fritare vita.
Si te jlere iuvat. quidni ingemiscis?
Nise annorum XXV.
«» Inachus hcec materque lo faciebant.
I,potius propera, niim qui legis, ipse legeris.
Después de la alocución acostumbrada al caminante y
la noticia que la sepultada, de nombre Nise, murió joven,
á los veinte años más ó menos, ella misma continúa di-
ciendo: «Sentirás el descanso de que gozo; pero ¿qué cosa
más dulce puedo desearte, cuando estás cansado, sino que
vivas más años que yo, hasta llegar á la senectud, y que
disfrutes de la vida que á mí no fué concedida? Si quieres
llorar, ¿por qué no gimes?» Sigue el nombre de la difunta»
ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA 359
en prosa, y en un endecasílabo más los de los padres que
le hicieron el sepulcro, cuj'os nombres Inaco é lo son
también griegos, y al final un hexámetro malo que dice
al caminante: «Anda, ó más bien date priesa, porque tú
que lees, pronto serás leído,» esto es, en tu epitafio. El
lenguaje del poema es algo afectado; pero hay recuerdos
de poetas célebres, como Horacio (Epístolas, I, 4, 8, quid
voveat dulci nutricula inaiiis aliiinno) y Persio (5, 151, nos-
triimsí quod vivís, cinis et manes et fábula fias, vive incinov
leti), y su originalidad consiste sólo en el juntar acertada-
mente pensamientos nada nuevos.
Aumento grande á esta selección de ejemplos de la
poesía sepulcral latina, cual floreció en los siglos prime-
ros de nuestra Era en España, ofrecen los epitafios cris-
tianos desde el cuarto y quinto siglo en adelante. Pero
éstos no se pueden citar convenientemente antes de estar
publicado el Suplemento á mi antigua colección de las
Inscriptiones Hispanice christiance, el cual ya está en prensa.
Pero la poesía no sólo tuvo ocasión de presentarse en
las tumbas, aunque en ellas lo hizo con predilección. Hu-
bo de vez en cuando un templo que dedicar, cuya erec-
ción merecía conmemorarse; un voto que ofrecer, el cual,
por su particularidad, debía eternizarse. Dos ejemplos
solos de esta clase de poesías nos ha conservado el acaso;
pero ambos tienen un carácter singular y hasta local. El
metro del uno es el predilecto de los dísticos dactilicos; el
otro ofrece una variedad de metros.
XIX. En el grandioso y célebre puente sobre el Ta-
jo, que á la moderna Alcántara de los árabes dio fama y
nombre, existe, al lado de su entrada, un templo romano
de escasas dimensiones. En el arco en medio del puente,
ambos restituidos á su antiguo esplendor hace unos cua-
renta años, está la grande inscripción en caracteres mo-
numentales, puesta en dos ejemplares en ambos lados del
arquitrabe, que indica que en el año de 105 de nuestra
Era once pueblos de la Lusitania dedicaron á Trajano, el
^So EMILIO HÜBNER
Emperador reinante, esta obra magnífica, hecha á sus
costas. El templo, muy sencillo, lo puso á la divinidad
del mismo Emperador y de sus antecesores divinizados el
arquitecto de la obra, añadiendo un poema en seis dísticos
que ya no existe. Lo vieron y copiaron en los siglos XV
y XVI algunos sabios viajeros italianos, uno, sobre todo,
cuyo nombre ignoramos: lo he apellidado el Anónimo
Taurinense, pues en un manuscrito de la Real Biblioteca
de Turín se conserva su copia, que es mejor que todas las
demás, incluso la de un ciudadano de Alcántara, alias no
conocido, de nombre Hernando Pedrosa {Corpus, número
761, con los Addenda, pág. xl; Buecheler, núm. 878). El
texto y la interpretación ofrecen alguna que otra dificul-
tad; todo bien considerado, y siguiendo la autoridad del
Taurinense, los seis dísticos, distribuidos en tres partes de
á dos, son éstos:
» Templum /n rupe Tagi superís et C<xsare plenum,
ars ubi materia vincitur ipsa siia,
quis quali dederit voto, Jortasse requiret
cura viatoriim, qiios nova fama iuvat.
' b Pontem perpetui mansiirum in scscula mundi
fecit divina nobilis arte Lacer,
Ídem Romtileis temphim cían CíBsare divis
constituit: Jelix utraque causa sacri.
« Ingentem vasta pontem qui mole peregit,
•» sacra litaturo fecit hoiiore Lacer:
qui pontem fecit simul et nova templa dicavit,
alie se solvit dis nisi vota litant.
Los dos primeros dísticos, en un giro de frases algo
afectado, con imitación de Ovidio (Metamorph. II, 5,
maieriam superabat opus), y con bastante verbosidad, pro-
meten satisfacer la curiosidad de los que pregunten cuál
ha sido el que hizo el templo. Los dos dísticos que siguen
contestan á la pregunta: fué Lacer el que con su arte di-
vino hizo el puente, nunca perecedero, y él mismo hizo
ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA 361
también el templo del César y de los divinos Augustos.
Los dos últimos dísticos oponen, con sutileza, el puente
consagrado al honor divino y el templo destinado á cum-
plir un voto, y por eso ambas obras deben «litar», esto
es, ser gratas á los dioses.
En la suscripción á estos dísticos el arquitecto se dice
con sus tres nombres, Cayo Julio Lacer, añadiendo que
erigió el templo á su propia costa y con la ayuda de su
amigo Curio Lacón, natural de la vecina ídaña, el cual
tal vez fué el poeta que compuso los dísticos. No son és-
tos de un mérito sobresaliente; pero respiran el cultismo,
como tal vez podemos llamarlo, de los poetas de la época
de Trajano y de Adriano, como Juvenal y Floro.
De índole muy diferente es el último poema, algo ex-
tenso, que tengo que memorar.
XX. Uno de los generales del emperador Adriano,
comandante de la legión séptima en León, que lleva de
ella su nombre, muy aficionado, según parece, á la caza,
hizo cercar un amplio distrito para este uso y lo dedicó á
los dioses, erigiendo en él un templo á Diana, la diosa de
la caza. Los cuatro lados del altar grande, que estaba de-
lante de este templo, traen en el del frente la dedicación
en prosa, con los nombres del dedicante, Quinto Tullio
Máximo, natural de África, y en los otros tres lados tres
poemas breves en varios metros. El ara forma una de las
joyas del Museo epigráfico de San Marcos, junto á León
{Corpus, núm. 2.660; Buecheler, núm. i.Saó). Dice el
primer poema, en siete hexámetros:
Aequora conclusit campi divisque dicavit
et templum statuit Ubi. Delia virgo triformis,
Tullius e Libya, rector legionis Hihercs,
ut quiret volucris capreas, ut figere cervos,
» saligeros ut apros, ut equorum silvicolentum
progeniem, ut cursu certare, ut disicejerri,
et pedes arma gerens et equo iaculator Hibero.
362 EMILIO hObNER
Este poema, el más luengo de todos, refiere en lenguaje
escogido y en versos de suma elegancia el fin de la dedi-
cación del distrito de caza y del templo de Diana, y enume-
ra las fieras que allí se cazaban: cabras montesas, ciervos,
jabalíes y los potros de los caballos fieros, esto es, de los
asturcones, como los llamaban los romanos, famosos en las
carreras del circo, y lo mismo los métodos de cazar á pie
y á caballo, corriendo detrás y cogiéndoles, ó con armas,
cuchillos de hierro— que eso parece que indican los disices
ferri, alias no conocidos,— y con lanzas arrojadizas. No
quiero callar que el disice ferri puede interpretarse también
de otro modo, que sea dejarse llevar en un carruaje del
nombre de disiex, alias desconocido. Cuál de las dos inter-
pretaciones sea preferible, no lo sé decidir.
Los dos poemas siguientes son epigramas de elegante
brevedad: el uno, en dos senarios iámbicos; el otro, en
cuatro dímetros iámbicos:
b Denles aprorum, quos cecidit, Maximus,
dicat Diance, pulchrum virtiitis decus.
c Cervom altifrontum cornua
dicat Diance Tullius,
quos vicit in paranii cequore
vectus J eroci sonipede. •
Ofrece con ellos Tullio á la diosa el botín de la monte-
ría, los dientes de los jabalíes y la cornamenta de los cier-
vos. El írqtwyparami, la paramera, es el ejemplo más anti-
guo de esta palabra indígena que tenemos.
Además del ara, se encontró junto con ella una plancha
de mármol, que se conserva en el Museo Arqueológico Na-
cional de Madrid. Contiene estos cuatro tetrámetros tro-
caicos:
d Doiiat hac pelli, Diana,
Tullius te Maximus
rector Aeneadum, gemella
ANTIGUOS POETAS DE LA PENÍNSULA 363
legio quis esl séptima,
• ipse quam detra.vit tirso
laude opima, prcedilus.
Faltan á todos los versos los últimos vocablos; de suer-
te que, entre los suplementos, la mayor parte ciertos — lo
del tercero, genieUa, es un feliz invento del doctísimo Pa-
dre Fita — , uno queda incierto, el del quinto. La piel pue-
de haber sido la de un jabalí ó la de un oso; como la caza
de osos en las montañas de Asturias hasta hoy existe, y
como pieles de jabalíes nunca han tenido gran precio, me
he decidido por la del oso. Los cuatro poemas abundan en
reminiscencias de los grandes poetas, sobre todo de Vir-
gilio y Horacio, y, en su conjunto, forman una prueba de
la facilidad insigne de versificación que distinguía ásu au
tor, tal vez el mismo Tullio Máximo.
XXI. Para concluir mi antología, vuelvo á los dísti-
cos, y transcribo uno encontrado en Tarragona, en donde
existe esculpido con mucho esmero, y con letras muy be-
llas del siglo 11, en plancha de mármol blanco, empotrada
un día en la pared sobre la puerta de entrada de una casa
de huéspedes {Corpus, núm. 4,284; Buecheler, núm. 882).
Si nitidus vivas, ecciim domus exórnala est;
si sardes, patior, sed pudet, hospitium.
Es un juego feliz de palabras, digno de la época de Tra-
jano ó Hadriano: no se reciben en la casa sino personas
pulidas y de buena crianza; á otras no se les niega el hos-
pedaje, pero sólo con vergüenza se les acoge.
En el hospedaje de esta antología de los más antiguos
poetas líricos de la Península, no hemos recibido, de entre
los casi setenta ejemplos que existen, más que veintiuno
de los más pulidos; excluir los menos acertados, lo exige
la ocasión que celebran. No quiero decir, por supuesto, al
titular, como lo he hecho, esta colección de las pocas joyas
-54 EMILIO HÜBNER
poéticas, que se pierden en el océano de miles de inscrip-
ciones latinas, en gran parte insignificantes, que todas las
poesías aquí reunidas ó algunas de ellas sólo hubieran po-
dido componerse en España y no lo mismo en Italia o en
cualquier otra provincia del Imperio romano. Pero como
actualmente son las más antiguas que sab.emos escritas en
España, no sé si á un lector de juicio sutil, que las com-
pare con cuidado con las semejantes producciones de otros
países, no le sea posible observar en ellas ciertas particu-
laridades, un cierto afán de expresarse con agudeza y finu-
ra una facultad notable de variar formas y frases poéticas,
que recuerdan cualidades análogas en ciertos poetas espa-
ñoles de épocas posteriores. Es fácil que en esto me enga-
ñe; el extranjero, por cierto, en tales materias tiene poca
competencia. El insigne colector é ilustrador de la poesía
lírica española tal vez no leerá sin interés, y bástalo hará
con un placer benévolo, estos primeros ensayos de sus
paisanos antiguos, los romanos de la Península, en el di-
fícil arte de la versificación, que quizás así, como ya queda
dicho, los llamaremos mejor con modestia, en lugar de con-
cederles, por lo menos á todos, el noble título de poesía
Como la mayor parte de estas poesías fué destinada á
ornar las tumbas de queridos difuntos, me pregunto si en
el progreso general de la civilización, en este colmo de
cultura intelectual de que nos gloriamos los hijos del siglo
actual, tenemos en nuestros cementerios lujosos algo de
igual ó semejante en número, delicadeza y perfección, a
lo acostumbrado entre griegos y romanos hace ya tantos
siglos. Parece que el gusto refinado de la poesía helénica
que aún resplandece , hasta cierto punto, en los más seií-
ciUos de aquellos epitafios romanos, todavía no ha renaci-
do entre los modernos, con muy pocas excepciones. Me
acuerdo haber leído en suntuoso sarcófago de mármol,
puesto á la memoria de un joven procer ruso, en el cemen-
terio hermoso de uno de nuestros baños más favorecidos
en Alemania, en donde murió muy niño, un verso griego
que dice:
ANTIGUOS POKTAS DE LA PENÍNSULA 365
La luz que de t! resplandecía era como la
del lucero de la mañana.
Raro ejemplo de un pensamiento, en verdad poético,
usado á tal propósito. De algunos de los epitafios latinos,
conservados en España, resplandece un reflejo remoto de
la luz con que antes de muchos siglos lucía la poesía grie-
ga y romana.
Dr. roque chabas
ARNALDO DE VILANOVA
sus YERROS TEOLÓGICOS
«Las noticias de Arnaldo, y, sobre todo, de sus yerros
teológicos, han sido hasta ahora obscuras y embrolla-
das y este punto es de no leve entidad, por referirse á
un varón de los más señalados en nuestra historia cientí-
fica y aun en la general de la Edad Media.» Por estas pa-
labras, que escribe el Sr. Menéndez y Pelayo (tomo I, pá-
gina 450 de sus Heterodoxos, ed. de 1880), comprenderán
nuestros lectores lo pertitjcnte que es estudiar aquí, á la
luz de documentos que el ilustre escritor no pudo tener á
la mano, la condenación de las obras de Arnaldo, hecha,
según vamos á ver, con pasión y contra las prescripciones
canónicas.
Cuando en Enero de 1896 publicábamos el testamento
de nuestro Vilanova en el Boletín de la Real Academia de
la Historia (tomo XXVIII, pág. 87), ya hizo notar el sa-
bio P. Fita la importancia de su hallazgo, lo que puso
mucho más de relieve el Joiiriul des savants en Junio del
mismo año, al hacer un extracto del mismo. La simple
lectura de este documento respira ortodoxia por todos
sus cuatro costados: está lleno de piedad y de caridad.
Si se le coteja con la condenación de las obras de Ar-
naldo, hecha el año i3i6 en Tarragona (Heterodoxos,
tomo I, pág. 777), aparecen dos personajes totalmente
distintos: allá el católico de buenas ideas y costumbres,
amigo decidido de los cartujos y de sus enseñanzas; aquí el
heresiarca que truena contra los vicios de la Iglesia y pre-
268 UR. ROQUE CHABAS
tende la destrucción de ésta. ¿Cómo se explica la divergen-
cia? Acaso el mismo Arnaldo hubiera podido poner en claro
esta contradicción por completo, señalándonos el verda-
dero alcance de sus palabras, si el proceso se le hubiera
formado durante su vida; pero si bien algo incompleta-
mente en cuanto á la materialidad de las herejías que se
le imputaron, no cabe duda alguna, después de lo que va-
mos á decir, respecto á que el maestro Vilanova no fué
heterodoxo. Tenemos de esto un testimonio convincente,
que prueba hasta la evidencia que Arnaldo de Vilanova
no fué un hereje formal ni aun casi material; más aún, que
su proceso fué anticanónico. Veámoslo.
I
En el Archivo de la Metropolitana de Valencia hemos
catalogado, poco tiempo há. yn pergamino que desde
ahora lleva el número 6.092. Este documento es la prue-
ba más palmaria de nuestro aserto: está expedido con to-
das las solemnidades de un original y con los signos co-
rrespondientes. Comparando el día en que está fechado—
26 de Noviembre de i3i6— y la calendación de la sen-
tencia condenatoria en Tarragona- 6 de Noviembre del
mismo año,— se advierte que apenas habían pasado vein-
te días de ésta, cuando ya el Paborde de la Almoina, Don
Ramón de Conesa (ó sea el célebre En Conesa), acude
como albacea de Arnaldo y administrador de sus bienes y
del sobrino de aquel Pedro de Vilanova, y ante el Obispo
de Valencia le intima la protesta más solemne y vigorosa
en defensa de la ortodoxia del célebre médico de Jaime II
y Clemente V. Había ocurrido lo siguiente, según en este
documento se consigna. Un fraile dominico, llamado Pe-
dro Dura, el jueves 25 de Noviembre de i3i6, en un ser-
món predicado en la parroquia de Santa Catalina Mártir de
esta ciudad, con ocasión de la festividad de la titular de
ARMALDO DE VILANOVA 369
dicha iglesia, había denunciado como heréticas las obras
del maestro Arnaldo, advirtiendo á los muchos comercian-
tes que había en su auditorio, que los que tenían ó leían
aquellas obras estaban excomulgados. La noticia llegó co-
mo el rayo á oídos del dicho En Ramón de Conesa, quien
acude al Obispo D. Ramón Gastón, y puesto en su pre-
sencia, protesta solemnemente contra dicho acto de Fray
Bernardo y hasta de la sentencia del Ordinario de Tarra-
gona; aduce los cánones pertinentes á probar la nulidad
de dicha sentencia, y hace constar muy en particular, que
en dicho proceso consta de la apelación interpuesta para
ante el Sumo Pontífice por Pedro de Montemolone, otro
de los albaceas de Arnaldo, y Bernardo gadia, juez de la
Curia Real y especial amigo de nuestro célebre médico,
haciendo ver al Obispo que, estando pendiente esta apela-
ción en aquella causa, no se podía pronunciar sentencia
condenatoria, máxime habiendo formal reserva de ella
por el Papa, quien inhibió que de ella pudiera conocer
ningún inquisidor ni juez eclesiástico.
AI efecto, en el documento citado vienen testimoniadas
unas letras del Penitenciario del Papa Berenguer Fredoli,
Obispo de Beziers, Cardenal de los Santos Nereo y Aqui-
leo, y otras del Obispo de Poitiers, Arnaldo, Camarero
del Papa, por las cuales aparece terminante la reserva
pontificia. Por las del Penitenciario se desprende que Ar-
naldo de Vilanova había acudido al Papa Clemente V,
poco después de su creación en 5 de Junio de 1305, y en
Burdeos le presentó sus obras latinas super evanc^elica ve-
ritate, y el Pontífice, no sólo las recibió, sino que las re-
servó á su juicio y examen; aún más: por especial man-
dato vivce vocis oráculo, mandó, por medio de la Peniten-
ciaria, al cura de Murviedro que absolviera ad cautehm á
un tal Gombaldo de Piles, que por este motivo había sido
excomulgado por Fr. Guillermo de Colibre (Caucolibero),
Inquisidor en los reinos de Aragón. Estas letras del Car-
denal Penitenciario están fechadas en Lyon, donde se ha-
bía verificado la coronación de Clemente V, y expedidas
■ 24
_Q DR. ROQUE CHABAS
el i8 de Diciembre de i3o5 (sábado siguiente á Santa
Lucía). Así resulta que Arnaldo de Vilanova, luego des-
pués de haber hecho su testamento (20 de Julio de dicho
año) dispuso lo concerniente á librar su fama como católi-
co de las manchas que sus émulos empezaban á acumular
sobre ella.
Sus testamentarios trabajan con ardor en lo mismo, ape-
nas muere el maestro Arnaldo. En 21 de Diciembre de
i3ii otro dignatario del Papa manda, en nombre de este,
al franciscano Fr. Miguel, Inquisidor en Arzobispado de
Aix de Provenza, y á los demás inquis\áor^s-ubicumqne
consHiHÍis-qn^ se abstengan de intervenir en causas de fe
contra nuestro Vilanova (muerto ya) ó contra sus obras-
omnesscriptu^aspereum .áíías.-por cuanto, aunen vida
de aquél, las había espontáneamente sometido al examen,
discusión y juicio de la Sede Apostólica y ésta as había
reservado á su exclusivo conocimiento. Es notable la clau-
sula en que por dichas letras se manda, que todos .os es-
critos del maestro Arnaldo, mayormente los que tienen
relación con la Biblia-Sflcram Scripturam tmgcnUs,-y
que á manos de dicho Inquisidor hubieran podido llegar,
que los entregase, sin ocultar nada, á Bernardo Ohver, ^z-
nentc de dicho Arnaldo, y al confesor del Papa, Juan de
Montull. quienes tenían especial mandato para recogerlos
y llevarlos al Sumo Pontífice. Estos dos notables docu-
mentos están, como hemos dicho, testimoniados en el acto
de dicha protesta.
En ella llega En Conesa hasta exigir una publica re-
tractación de Fr. Dura, y conmina al Obispo con citarle
ant eT Papa, si no cumplía lo que á la fama del Vilanova
convenía allí especifica. Quien guste ver un caract
enérgico y una protesta dura, aunque respetuosa, lea la
del Paborde de la Almoina. que puede ser buen modelo en
esta clase. El Obispo Gastón, viéndose tan acosado para
que obrase contra los dominicos-que sabemos eran muy
amigos suyos,-por toda respuesta dijo, que haría lo que
de derecho fuera hacedero; pero esto no aiiora, por cuan-
ARNALDO DE VILANOVA i^j
to tenía que salir el día siguiente para asistir á la consa-
gración de un nuevo Obispo en Tortosa. sino á su vuelta
y que para ello se le dejase copia de la protesta. Según \L
calidad y número de los testigos que asisten á ella, y con-
signa el notario al pie, el acto debió ser muy solemne
pues estuvo rodeado En Conesa en él por muchos ami-^os
de las doctrinas del célebre médico.
D. Vicente Lafuente, en su Hisíona eclesiástica de BsH-
na (tomo IV, pág. 301, ed. de 1873). dice «que algún
tiempo después de la muerte de Arnaldo, en i3i6, su doc-
trina fué censurada, y el Papa comisionó para conocer
acerca de ella al Prepósito de la iglesia de Tarragona, sede
vacante, y al Inquisidor.,, Con la publicación de la senten-
cia condenatoria en los Heteyodoxos (tomo I, pá<r. 777)
donde nada se dice de comisión apostólica especial, y dan-
do a conocer ahora la mencionada protesta de En Conesa
está comprobada la falsedad de ¡a aserción de Lafuente'
La condenación de Arnaldo fué, por el contrario, antica-
nónica, y, por consiguiente, arbitraria, por estar dada por
quien no tenía autoridad para ello. No se puede, pues
tachar de hereje formal á Arnaldo de Vilanova, puesto
que no pretendió apartarse nunca de las enseñanzas de la
Iglesia. Pero ¿incurrió en herejía material? Vamos á verlo
II
Casi todos los hombres dedicados en la Edad Media al
estudio de los secretos de la naturarleza, han sido tachados
de herejía. El Marqués de Villena, con su redoma, es la
más ordinaria representación de las consejas que nos rela-
tan los estudios en las cuevas de Toledo y Salamanca
■donde el mismo demonio enseñaba las ciencias ocultas!
Arnaldo de Vilanova era hijo de aquella sociedad, que creía
-en duendes y hechicerías, y en que los personajes más
DR. ROQUE CHABAS
conspicuos pensaban como ella en toda Europa Tenemos
en es a MeLpolitana unos misales unieses de s.glo xv
en cuyo calendario se señalan con mucho cuidado cada
Jes los días nefastos en que nadie debe sangrarse por es ar
Tajo mal signo. De la misma época es el cod.ce del Con-
sTado del Sar, que conserva este Ayuntamiento: en el se
señalan también dichos días nefastos. ¿Qué extraño sera,
"es que Arnaldo enseñe y divulgue lo que to os sus con-
íe" ¿oráneosP ¿Acaso se podia sustraer á aquel a a mosf -
raV I cada uno se le ha de ju.gar según su época, y de
ningún modo acomodándole á la nuestra.
En la sentencia del Paborde de Tarragona se ve mucha
ant oídad contra nuestro Arnaldo. Que haya mcorrecc. -
¡! "eclógicas en sus escritos, grandes errores ma eriales
si se quiae, no lo negaremos; pero hay que juzgarlos en el
sen ido en que fueron escritos. Aquellas ponderaciones y
encarecimientos los tomó el Paborde como proposiciones
escu ta y esto no es lo que intentaba su autor. Donde
Telr se ve esta manía contra Arnaldo es en la condena-
don de su Info.naüo Bcg^anonnn.S. le acusa en ella por
haber dicho que el diablo ha hecho errar á todo el pueblo
oís ano, y que de tal modo le chupó su substancia, que
nó kde pUs que la piel, ó sea la apariencia del cul o
ecl siás ico, y, en fin, que todos los estados de la socie-
dad sa^a habían renegado de Cristo. De aquí deduce
eÍlnqü sidor, que Arnaldo había negado que existiera la
' cia en toda la Iglesia militante. En otra parte le acu a
de haber dicho que todos los religiosos falsificaban la
doctrina de Cristo; que ponderaba las obras e misen-
cordia sobre los Sacramentos y condenaba la filoso la. Si
.amos á enumerar las acusaciones, -nca concluu i-
tnos Pero hay que ver estas cosas como son, y no a la luz
de uf pasión'que ofusca, pues agitada por las co^rover-
sias que en el pueblo del siglo xiv causarían los esciitos.
del cí ebre médico, vino á resultar una cruzada contra Ar-
naldo siendo así que éste no hizo otra cosa sino declamar
llZLr. Suele'ser un efecto ordinario de espejismo li-
ARNALDO DE VILANOVA 373
terario y religioso el ver caer al autor de un libro en el
error contrario al que impugna.
Para demostrar esto mismo, vamos á permitirnos copiar
unos textos originales, desconocidos hasta ahora, y que
pertenecen á un gran santo, maestro en Teología, arbitro
de reinos, Apóstol de Europa: San Vicente Ferrer. Guár-
danse en esta Metropolitana cuatro tomos manuscritos de
sermones de este gran santo, el cual nos hace la pintura
de aquella sociedad del siglo xiv, contra la que tronaba
Arnaido un poco antes, cuando acaso aún era peor. La
edición latina, algo diminuta en este punto, dice lo bas-
tante para nuestro intento; pero no de la manera explícita
que los manuscritos citados. En el tomo IV de éstos, fo-
lio 88, sermón de la feria 3, antes de la dominica i.* de
Adviento, hay una terrible invectiva contra todos los es-
tados sociales, que dice así:
«Amichs eren de Deu els primers christians per la vida
que fahíen, e 396 principat es deis religiosos, qui son prin-
ceps de doctrines; mas ara no son princeps per la mala
vida que fan, que totalment son destroíts; no han dengu-
na perfecció. Tots los staments christians son desfallits.
«Si voleu anar ais eclesiastichs tots son symoniatichs.
En la prelatura, dignitat e rectoría no y entre degú per
la porta. La porta es esta: ne ab desigs, ne ab engins,
dons, servicis, mas per inspiració divinal o elecció verda-
dera hi deuen entrar; per la porta, mas ara per lo postigo.
Ladres, ladres son. E puix, quan hi son entrats, velvos
plens de ufaníes, avaricia, luxuria.
«Anauvos en religiosos. ¿On es la pobrea apostólica!?
Tots son logrers, dar diners a juheus a lograr, proprieta-
ris, avariciosos. ¿E de castedad? Pochs son que no bajen
iina special: que no vullen haver una filia. ¿Les cerimo-
nies on son? ¿E los dijunis? Nel tall de la vestidura: tot
ne va en banda.
»Si vos ne anaü ais capellans, son jugadors de daus,
taffurs, bagassors, juradors, bevedors per tavernes, ajus-
tadors de diners.
374 ^^- ROQUE CHABAS
»Si pailam de cavallers, que deuen fer sostenir la cosa
pública, viduts, etc., e ara ¿qué fan? Cremen esglesies, e
roben, e desfan les comunitats; matar homens. Si es una
vidua jove, o fadiina pobre, tiameten hi alcavoles a les
serventes de ia casa, hoc a las dides; may cessen, fin que
les han haúdes.
»Avant si anam a ciutadans, totes les vendes son logres,,
ab les quals vihuen com a porchs; ben menjar, beure,
dormir e darse plaers carnals.
»Si anem a mercaders, venent e comprant tot es frau e
logre, e pijor, logre sobre logre.
»Mas si anem ais lauradors, los uns se engañen ais
altres. Si ni ha hu simple, tots lo destroexen, e ja no pa-
guen be los delmes.
»Les dones axi com a cans fan lo matrimoni. A les
primeres parauletes no han cura de la ordinació de la es-
glesia, e comen9a ja la heretgia deis gatzaros; uns heret-
ges que jo he trobat. ítem, lo marit es vell e yojoveneta;
lexel e prenne altre.»
El cuadro que hemos copiado de la inmoralidad del si-
glo XIV está perfectamente hecho por el santo valenciano,
y su generalización es tan ponderativa como la del maes-
tro Arnaldo. Habla en otros sermones de ciudades en que
nadie se casaba por temor al proceder de las mujeres, que,
«habiendo sido criadas por Dios para ser adjutorium ho-
minis, eran su áesiriiciünimi.» Con aquella invectiva que
solía, se dirige al pueblo, que atento le escuchaba, y le
dice (tomo IV. pág. 226): «¿Quals son los homens que
sien en matrimoni huy casts? ¡He! Mostraume lo primer
e traume lull No si guarde huy res: parens ab paren-
tes, compares ab comares, cunyades ab cunyats Yo me
tem que aquest peccat no sie ja en la segona specie, id est,
sodomía. »
No se puede hablar más claro, ni generalizar más; no
lo hacía tanto nuestro médico. Pero el maestro Vicente te-
ría fama de santo, y sus dichos se interpretaban con una
epiqueya que le favorecía: el maestro Arnaldo era reputado
ARNALDO DE VILANOVA 375
por el vulgo como nigromántico, y sus expresiones se tor-
cían siniestramente, como si fueran las de un hereje, por
más que fuese amigo y familiar del mismo Papa y tuviera
por favorecedores á los cartujos, los religiosos precisa-
mente que en aquella época mejor seguían las enseñanzas
evangélicas.
Dos palabras sobre otro punto, antes de concluir. Hace
ya tiempo que sospechamos estar sobre la pista que nos ha
de conducir á probar la verdadera patria de Arnaldo de
Vilanova. Hemos leído los últimos estudios sobre este
particular hechos en España y en el extranjero. Muchos y
buenos documentos á él referentes hemos podido encon-
trar, de lo que es buena muestra su testamento y la pro-
testa de En Conesa; pero aún van saliendo más en el Ar-
chivo de esta Metropolitana en la sección de pergaminos,
de los cuales quedan por estudiar algunos miles: aparece-
rán de seguro nuevos datos, pues la Almoina de En Co.
nesa recibió con la herencia de su bienhechor Arnaldo la
documentación de sus fincas y créditos, y allí hay que bus-
car la solución al problema de su patria, seguramente va-
lenciana.
Archivo de la Catedral de Valencia 22 de Septiembre de 1898.
376
DR. ROQUE CHABAS
Protesta de En Conesa
contra la sentencia condenando las obras
de Arnaldo de Vilanova.
Noverint universi quod die veneris que dicebatur et
computabatur sexto kalendas Decembris anno Domini
M CCC.XVI. discretus vir Raymundus Conesa prepositus
heleemosine valentine et manumissor et exequtor ultimi
testamenti venerabilis magistn Arnaldi de Vilanova quon-
dam et administrator bonorum que fuerunt ejusdem ac
procuiator magistri Petii de Vilanova nepotis quondam
dicti magistri Avnaldi, per me Jacobum Martini notarmm
publicum Valentie coram Reverendo patre domino dommo
Raymundo divina miseratione Episcopo Valentino, m pre-
sentia notarii et testium infrascriptorum ad hoc speciah-
ter vocatorum et rogatorum, legi et publicari fecit quam-
dam scriptuiam hujusmodi continentem: In presentíame
notarii et testium infrascriptorum ad hoc specialiter voca-
torum et rogatorum Vobis Reverendo in Christo patn Do-
mino Raymundo divina miseratione Episcopo Valentino,
ego Raymundus Conesa prepositus heleemosine Sedis
Valentie ac manumissor seu exequtor ultimi testamenti
venerabilis magistri Arnaldi de Vilanova quondam et ad-
ministrator bonorum ejus, nomine dicte manumissone et
administrationis, ac nomine procuratoris magistri Petn
de Vilanova nepotis dicti magistri Arnaldi, notifico et no-
tificando demonstro, noviter ad meam audientiam perve-
nisse, quod frater Bemardiis Duran de Ordine fratrum pre-
dicatoVum die proxime pretérita in ecclesia beate Katerine
in civitate Valentie et in sermone publico coram omni po-
pulo inibi congregato propalavit, manifestavit et publica-
vit quod quidam processus fuit noviter factus in ecclesia
Terrachonensi per prepositum, eumdemque vicarium Te-
rrachonensem dicta sede vacante ad requisitionem vel in-
stantiam quorumdam fratrum predicatorum et minorum
ARNALDO DE VILONOVA 377
vel aliorum, in quo quidem processu sunt condemnata
quedam opera dicti magistri Arnaldi, nominando et spe-
cificando dicta opera: quare affirmavit dictus frater Ber-
nardus, quod quicumque amodo teneret dicta opera, esset
excomunicatus et quod hoc specialiter volebat ibi publica-
re et dicere quia erat certus quod multiet precipue de mer-
catoribus inibi assistentes intelligebant eum, et sic gene-
raliter omnes informavit ne predicta opera tenerent nec in
eis Jegerent, nec ea modo aliquo pertractarent. Unde cum
predictus processus, si quis factus fuit contra opera dicti
magistri Arnaldi, fiteyit juri contrarius et a non siio judice
factus, cum stimare super fide vel questione fidei ad solum
Christi Vicarium et succesorem beatri Petri pertineat,
idestad Summum Pontificem, ut legitur in corpore decre-
a a
torum XX . mi . questione prima . c . quotiens, et notatur
expresse . Lxxx . distintione . c . n . et causa fidei ínter
majores causas connumeretur quas summus pontifex sibi
specialiter reservavit, ut predicta leguntur extravag. de
translat, Episcopi vel electi . c . primo . extrav. de officio
legati . c . quod translationem. extrav. de baptismo et ejus
effectu . c . majores, cum multis alus et similibus. Sic
etiam et fuerit dictus processus, si qiiis factus est, non
modicum temerarius utpote contra inhibitiones de expresa
consciencia recolende memorie domini Clementis pape V.
factas per reverendos in Christo patres dominum Beren-
garium presbiterum cardinalem tune Summi Pontificis
penitentiarium, nec non dominum A. episcopum pictaven.
tune ejusdem summi pontificis camerarium, in quorum
litteris fit mentio qualiter dictus Summus Pontifex opera
edita per dictum magistrum Arnaldum et preséntala per
eiimdem admisit, precepit asservari et suo et apostolice' Sedis
examini reservavit, cum predictus magister Arnaldus spon-
te motu proprio se et dicta opera subjecisset examini apo-
stolice sanctitatis et sedis ejusdem. Ex quibus colligitur in
aperto quod publicatio et manifestatio dicti iniqui proces-
sus facta per dictum fratrem Bernardum fuit valde teme-
,^8 DR- ROQUE CHABAS
raiia, illicita et inonesta, additis etiam hiis rationibus vi-
delicet. qiiod a dicto piccessu per venerabilem Petrum de
Montemolonecommanumissorem meum et Beinardum Ca-
dia judicem curie domini Regis, specialem amicum dicti
magistri et veritatis evangelice, a latore fiiit ad Sedeni
apostolicam appellahmi. Et sic pendente appellatione, utro-
qiie jure prohibente, ta-m canónico quam civili, nichil de-
buit innovari. Immo per appellationem pronunciatum ex-
tinguitur. Preterea audacia et temeritas fuit non módica
dicti fratris, cum ipse non sit ordinarius, nec de mandato
ordinarii predicta pubiicasset. Cum publicatio talium vel
consimilium processuum, nec alias legitime facti, essent
ad ordinarium vel ad alium de mandato ejus, noscatur
proculdubio pertinere. Unde cum novis morbis nova sunt
antidota preparanda et novum factum novum requirat
consilium, Idcirco ego dictus Raymundus Conesa, nomi-
nibiis quibus supra fació vobis dicto Reverendo patri do-
mino Raymundo Episcopo Valentino fidem de litteris di-
ctorum Reverendorum Cardinalis et Episcopi sub formam
que sequitur.
Berengarius, Domini permisione, sacrosante Romane
ecclesie presbiter Cardinalis, dilectis in Christo inquisito-
ribus in dominio iilustris Regis Aragonum constitutis sa-
lutem in domino sempiternam. Cum venerabilis vir ma-
gister Arnaldus de Vilanova opera que edidit super evan-
gélica veritate latina lingua Sanctissimo Patri domino no-
stro Summo Pontifici apud Burdegalam presentaverit, no-
bis presentibus, cum adhuc presideremus ecclesie Biterren-
si, et Ídem dominus noster ea receperit et suo ac Sedis
apostolice judicio et examini reservaverit, de eisdem post
diligentem examinationem ordinaturus quod fuerit ratio-
nis, sententias per vos vel per alterum vestrum contra
eadem opera seu tenentes ea ipsorum occasione promulga-
tas in quoscumque, Nos autem dicti domini nostri cujus
penitentiarie curiam gerimus et de ejus speciali mandato,
vive vocis oráculo nobis facto, et duximus relaxandas.
Mandantes nichilominus auctoritate predicta Rectori eccle-
ARNALDO DE VILANOVA 379
sie Muriveteris seu ejus Vicario vel locum tenenti per
presentes, quatinus Gombaldum de Pilis vicinum didti
Joci quem per procuratorem ipsius ad hoc speciale man-
datum habentem licet absentem ad cautelara absolvimus
juxta forrnam ecclesie consuetam, ab ómnibus tara juris
quam judiéis senientiis quibus denunciatus fuerat excomu-
nicatus per fratrem Guillelmum de Caucolibero dicente se
inquisitorem in tolo dominio dicti Regis Aragonum, qua-
cumque occasione seu causa denunciet absolutum. Inhi-
bentes insuper ne quisquam vestrum contra opera vel te-
nentes ea ipsorum operum occasione quisquam attem-
ptare presumat doñee idem dominus noster de cujus certa
et expressa sciencia et mandato hec omnia fecimus aliud
de supradictis operibus duxerit ordinandum. Datum Lug-
duni die sabbati post festum beate lucie virginis, anno
. , o o
Domini. M.CCC. quinto, Pontificatus domini Clementis
Pape quinti, anno primo. Et quia sigillum Cardinalatus
nostri nondum habebamus, sigillo nostro secreto pendente
presentes litteras duximus roborandas.
Littere dicti Reverendi domini Arnaldi Episcopi picta-
vensis sunt inserte in quodam publico instrumento scripto
et signato per Johannem de aréis notarium publicum
Marsilie ac comitatum prouincie et forche (?) anno incarna-
tionis dcmini nostri Jesuchristi. M.CCC.°XI. indictione.
9.
X. xij. Kalendas ffebruarii hora circa vesperas, tenor qua-
rum litterarum dinoscitur esse talis:
Arnaldus dei et apostolice sedis gratia Episcopus picta-
vensis domini nostri summi pontificis camerarius. Reli-
gioso viro fratri Michaeli ordinis fratrum minorum in
aquensi provincia et alus inquisitoribus heretice pravitatis
ubicumque constitutis et quibusvis alus ad quos presentes
littere pervenerint, Salutem in domino. Cum olim magi-
ster Arnaldus de Vilanova phisicus dum adhuc viveret se
ipsum et omiies scripturas per emn editas examinationi, dis-
cusioni et judicio sedis apostolice motu proprio exabun-
dante et sponte subjecerit, universitati vestre et vestrum
jSo DR. ROQUE CHA.BAS
singulis de consciencia domini nostii summi Pontificis
districte precipiendo mandamus, quatir.us omnes sciiptu-
vas ejusdem magistri Arnaldi quondam máxime sacram
scripturam tangentes que ad vos seu vestrum aliquos quo-
modolibet pervenisse noscuntur nil eis detracto vel quo-
modolibet diminuto Bernardo Oliverii dicti magistri Arnal-
di consanguíneo et Johanni de monte ulini domini pape con-
/«son- presentium latoribus, quos propter hoc ad vos spe-
cialiter destinamus, per eos ad nos postmodum defferen-
das et deinde per nos assignandas eidem domino nostro
omni mora et occasione seu excusatione postpositis exhi-
bere curetis, nullam eidem Bernardo in persona vel rebus
injuriam seu violentiam aut novitatem quamcumque occa-
sione vel causa quomodolibet inferendo. Datis vienne die
xxj.% mensisDecembris Pontificatus sanctissimi patris et
domini nostri Clementispape quinti anno séptimo (i3ii).
Et facta fide de predictis litteris requiro vos Reveren-
dum patrem vestrumque officium humiliter implorando,
quatenus statim et incontinenti, cum periculum sit m
mora, et propter vestrum proximum recessum a civitate
et regno valentie, ut dicitur, et ne malicia dicti fratns et
ccyisimilium possit contra Deum et justitiam in posterum
nimium pullulare, faciatis dictas litteras per universas
dicecesis vestre ecclesias máxime principales publican die-
bus dominicis et festivis, et quod rectores ecclesiarum vel
eorum vicarii admoneant suis populis ne aliqua sinistra de
operibus dicti magistri credant vel modo aliquo presumere
audeant, doñee per sedem apostolicam quorum omnium
catolicorum mater est et magistra et ad quam solam, ut
dictum est, de questionibus fidei pertinet judicare, quid su-
per dictis operibus sentiendum fuerit judicatum. Inhibea-
tis etiam dicto fratri Bernardi Durani et quibuscumque
aliis cujuscumque ordinis et status sint publice predican-
tibus, ne dictis operibus detrahendo predictum processum
tamq'uam temerarium. tamquam iniqum et factum contra
juris formam et rationis, alicubi audeant publicare, preci-
piendo etiam dicto frartri Bernardo publicatori temerario.
ARNALDO DE VILANOVA 381
ut quod publice et temerarie attemptavit, publice et ho-
neste debeat revocare, ut publice otfense publica respon-
deat penitentia seu vindicta. Debeatis etiam vos certificare
cum dicto fratre super hiis que dixit in predicto sermone,
quatenus predictum negotium tangunt, et quod ejus asser-
tionem in scripturam publicara redigi faciatis ut de dictis
ejus temerarie prolatis coram summo pontifice vel audi-
tore per ipsum concedendo haberi valeat plena fides. Et
supradictis ómnibus et singulis eorumdem, Ego dictus
Raymundus nominibus quibus supra cum magna instantia
postulo et requiro, ut vos Reverende Pater sitis sollicitus
et intentus circa eorum exequtionem, taliter vos habendo,
quod de injustitia seu negligentia non possitis modo ali-
quo inculpan. Alias protestor quod vos eritis in culpa de
dicta temeritate et de quacumque etiam futura que per
dictum fratrem et quoscumque alios cujuscumque status
sint publice predicantes in prejudicium dictorum operum
dicti magistri Arnaldi et fame ejus comissa est et postmo-
dum comitteretur: possitis etiam de necligentia per Sum-
mum Pontificem reprehendi, similiteret puniri. Et ad me-
moriam premissorum nec non ad conservationem dictorum
operum et ea tenentium et fame dicti magistri requiro vos
notarium infrascriptum ut de predictis ómnibus fiat publi-
cum instrumentum. Et dictus doiiiinus Episcopns dicxit,
quod ipse ratione consecrationis noviter faciende de electo
dertuseusi ad quam vocatus extitit, est recessurus a civi-
tate Valentie et dioecesi ejusdem die crastina. Et sic sup-
pra dictis non potest ad preseas comode responderé, dixit
lamen quod ex predictis fieret sibi transumptum et faciet
super predictis quod de jure fuerit faciendum. Quod est
actum Valentie in palatio dicti domini episcopi die etanno
in prima linea contentis.
Testes hujus rey sunt Guillelmusde Valleviridi canoni-
cus Valentie, Petrus de Celma et magister Laurentius Be-
nedicti phisicus et Arnaldus mercerii officialis valentinus
et Bernardus de Medalia rector ecclesie Cullarie et quam-
plurimi alii.
^82 DR. ROQUE CHABAS
SigȒ<num Jacobi Martini notarii publici V?lentie qui
predictis ómnibus una cum testibus supradictis interfui
eademque ad instantiam et requisitionem dicti Raymundi
Conesa prepositi manumissoris et administratoris predicti
scribi fecit legit et publicavit et in formam publicam rede-
git et clausit die et anno in prima linea et loco in penúl-
tima linea contentis.
Pío RAJNA
A RONCISVALLE
ALCUNE OSSERVAZIONI TOPOGRAFICHE
IN SERVIZIO DELLA
CHANSON DE ROLAND
Le poche osservazioni che qui mi faccio ad esporre
avrebber dovuto esser messe in iscritto diciott'anni addie-
tro, quando erano per me recenti i n'cordi di una visita
ai luoghi, cui la «dolorosa lotta» della «santa gesta» ha
dato una celebritá non fácilmente uguagliabile. Ma poi-
ché, nonostante il tempo trascoiso, le immagini mi si pie-
sentano ancora distinte, e poiché alia memoria vengono
in aiuto gli appunti presi sul posto, credo non sia ancor
troppo tardi per rimediare all' omissione. Forse le parole
mié saranno di stimolo ad altri romanisti; ed io non con-
tinueró ad essere il solo, o pressoché il solo, che si sia
messo a leggere la Chanson de Roland in Roncisvalle, sotto
un rovere, al piede del Convento, lá dove di certo, stando
alia leggenda, piü accanita devremmo immaginare la mis-
chia, e il suolo dovrebb' essersi maggiormente impinguato
di cadaveri cristiani e saracini.
Scene feroci conviene raffigurarsi lá dove ogni cosa par-
la il linguaggio deír idillio. Gli occhi spaziano sopra un
vasto piano ellittico, tutto verdeggiante d' alberi e prate-
rie, circondato per ogni parte da alture, erbose e boscose
del parí dal. piede alia vetta, alie quali, 1' essere noi qui
giá air altezza di 980 metri all' incirca sul mare dá aspet-
to di colüne piü che di monti. Per quelle praterie s' ag-
girano tintinnando numeróse vacche; suUe alture van
384 "° RA]NA
brucando le capre. V asse maggiore dell' ellisse corre
nella direzione della catena pirenaica, ed ha ben cinque
chilometri; il minore ne ha tre. Si tratterá sicuramente
del fondo di un antico lago. Chi viene dalla pianuva na-
varrese s' imbatte prima in Hurguete, palito viUaggio di
forse quattrocento abitanti, che siede nella pianura. Tra-
versando questa volti verso il nord, s' arriva dopo un par
di chilometri al luogo che porta propriamente il nome
famoso, costituito da edifizi religiosi, un tempo larga-
mente ospitali, e da pochi abituri. Proseguendo, la strada
entra in un vallone; ma súbito prende a sinistra per una
valletta secondaria, seguendo la quale, non giá sul fondo,
bensi lungo un fianco, in meno d' un quarto d' ora sbuca di
ira gli alberi al passo d' Ibañeta (m. loSy) e alia cappella
di S Salvatore (■). Di qui si scopre agli sguardi la Francia,
equi si sprofondacon erte pared laValle della Piccola Nive.
o della Nive d' Arneguy. La via non s' inabissa peraltro.
Scende, diretta a settentrione, lungo il lato sinistro, poli-
ticamente spagnuolo per un gran tratto ancora, e di aspet-
to ridente, a differenza di quello che gli sta di centro; e
dopo non breve percorso trova Valcarlos o Luzaide, luogo
abbastanza ragguardevole, alto ancora da trecento metn
sul fondo della vallata, attraentissimo per chi lo guardi
dalla sommitá dell' Altobizcar, che si inalza, dopo cime
piú umili, a levante di Ibañeta.
Non é per amore di descrizioni che son venuto qui de-
scrivendo: altre ragioni mi spingono. Come convengono con
■ questa natura i fatti narratici dalla storia e dalla poesía
Dello scacco toccato alie armi franche il i5 agosto del
778 non fiatano, certo per ragioni patriottiche (2), gli An-
(O Passo e cappella si possono veder rapresentati in varié tra le
edizioni della Chanson de Roland dovute a L. Gautier: nella mag-
giore del 1872, e in quelle tra le scolastiche, che hanno 1 «Eclair-
cissement» sulla geografía del poema. , ,,
M V ^x^K^. Einige Bemerkungen.überfdie Annalen des
Einhard, nelle Fhilol. und bislor. Abhandi.'M^- Accadem.a di
Berlino, ib'34, a p. 4J3-34
A RONCISVALLE 385
nales Laurissenses Maiores, dove ne ceicheremmo la testi-
monianza piú fresca, e che piir ce ne offiono tutta 1' incor-
niciatura. Contano come a Cario, che teneva un plácito
a Paderborn, si presentassero de' Saraceni di Spagna:
«Ibinaiarabi et filius Deiuzefi, qiii et latine Joseph nomi-
natur, similiter et gener eius;» vale a diré Soleiman ibn-
Yacdhán al-Arábí, governatore di Barcellona, Abu-'l-
Aswad e Abderamo ibn-Habib, nemici acerrimi delf Om-
miade Abderamo, che aveva tolto a Yusof la signoria (i).
Si lascia sottinteso come costoro lo eccitino a venirsene.
Egli si miiove; e celebra la pasqua a «Cassinogilo,» ossia
a Casseneuil, nel territorio di Agen. Di li per la via di
Pamplona si conduce a Saragozza, ed ivi si congiunge con
milizie venute di Borgogna, d' Austrasia, di Baviera, Pro-
venza, Settimania ed Italia (2). Ricevuti quindi degli ostag-
gi «de Ibinaiarabi et de Abutauro (3) et de multis Sarrace-
nis, Pampilona distructa, Hispani, Wascones, subiugatos
etiam et Nabarros, reversus in partibus Franciae (4).»
Su questa traccia cammina, come porta la sua natura,
il rimaneggiamento che s' attribuiva un tempe concorde-
mente a Eginardo, e che ancora non da tutti si consente
abbia ad esser tolto a lui (5). Sennonché, mentre esso tra-
lascia circostanze notevoli che gli erano date, arrivato a dir
del ritorno, intromette di sana planta un episodio, di cui
il lettore degli Anuales Laurissenses sarebbe tratto a imma-
(i) A chiarire le condizioni interne della Spagna e a comple-
tare i ragguagli unilaterali di provenienza franca servirá ottima-
mente il Dozy, Hisloire des Musiihnans d'Espagne, 1, 298 sgg.,
e piü specialmcnte 375 sgg.
(2) Gil é senza dubbio alcuno riguardo alia strada, certo orién-
tale, tenuta da queste genti, che si é detto: oTunc domnus Carolus
rex iter peragens partibus Hispaniae per duas vias; una per Pam-
pilonam. per quam supradiclus magnus rex perrexit usque Caesar-
augustam.»
(3) Reggitore di Huesca.
(4) Hertz, Mon. Genn., Script, I, 158.
(5) Si veda la ó." edizione {1893-94) delle Deutschlands Ge-
schichtsquellen del VVattenbach, I, 197.201.
II 25
^g5 PÍO RAJNA
ginave precisamente 1' opposto. Rase al suolo le mura di
Pamplona, Cario, «regredi statuens. Pyrinei saltum in-
gressus est. In cuius summitate Wascones msidns conlo-
catis, extremum agmen adorti. totum exerc.tum magno
tumultu perturbant. Et licet Franci Wascon.bus tam ar-
n.is quam animis praestare viderentur, tainen et miqui-
tate locorum et genere imparis pugnae '"ierres ^fect,
sunt. In hoc certamine plenque aulicorum (■ , quos rex
copiis praefecerat, interfecti sunt, direpta impedimenta, et
hostis propter notitiam locorum statim in diversa dilapsus
est Cuius vulneris acceptio magnam partem rerum fe hci-
ter'in H.spania gestarum m corde regis obnub.lavU W ..
Piú particolareggiatamente si espongon le cose m quel-
la VUad^ Cario Magno, di cui Eginardo é autore mcon-
testato Fra le due relazioni, oltre a moka conven.enza
' ene ica ci sonó anche riscontri di parole; sicché verrebbe
Sr dubHare che la pm succinta fosse nella sostanza
derivata dall' altra, se ii rimaneggiamento degh Annah
Laurissensi non fosse, a quanto si ritiene, -tenore^d.
anni parecchi all' altra opera (3). Qu.vi Cario (c ix) «His-
pan am quam máximo poterat belli adparatu adgredUur.
- LTtuque Pyrmei supérate, ommbus quae adierat opp.dis
a que castellis m dedU.onem acceptis, salvo et mcolumx
exercitu revertitur; praeter quod in ipso Pyrme. jugo Was-
conicam perfidiam parumper in redeundo confg.t expe-
riri Nam cum agmme longo, ut loci et angustiarum s>tus
permittebat, porrectus iret exercUus, W-cones m sumn^x
. montis vértice positis insidiis (est enim locus ex opacitate
silvarum, quarum ibi máxima est copia, msidus ponendis
(,) S' intenda cplerique. nel significato medievalc pm consue-
to: aparecchi,» «molli;» anziché ci pm.»
(,) Pebtz, t. cu., pag. 159- ^ ,. , , ^^i^ ,wv. Wattenbach,
(,) Quellosiassegna ai pnmorJi del secólo IX ^v. '
n c.t 1 ^00 e 201), mentre la Vita tu mtrapresa dopo la morw
: C lo Nes un dubbio che quando si eseluda la denvaz.one del
tg;agliop«con.pendioso dal piü aa.pio, i rapportí nescono
megliospiegati ser autore éilmedes.mo.
A RONCISVALLE «g-
t)pportunus) extremam ímpedimentorum partem, et eos
<iui novissimi agminis incedentes subsidio praecedentes
tuebantur, desuper incursantes, in subiectam vallem dei-
ciunt, consertoque cum eis proelio, usque ad unum omnes
mlerficiunt, ac direptis impedimentis, noctis beneficio,
quae lam instabat, protecti, summa cum celeritate in di-
versa disperguntur. Adiuvabat in hoc facto Wascones et
levitas armorum, et loci in quo res gerebatur situs; econ-
tra Francos et armorum gravitas et loci iniquitas per ora-
nia Wasconibus reddidit impares. In quo proelio Eggi-
hardus regiae mensae praepositus, Anselmus comes pala-
íii, et Hruodlandus Britannici limitis praefectus, cum alus
complur.bus interficiuntur. Ñeque hoc factum ad praesens
vindican poterat. quia hostis, re perpetrata, ita dispersus
est. utne fama quidem remaneret, ubinam gentium quaeri
potuisset.i)
Né gli Annali Laurissensi, né gli Eginardiani, né la Vita
di Cario precisano il punto dove Cario ebbe a vareare i
Pnenei. Tuttavia e da ritenere indubitabile, o poco meno
che CIÓ seguisse proprio al passo di Roncisvalle. Che ad essó
c. r.port. poi sempre la tradizione épica (O, non sarebbe co-
sa da bastare a convincermi di per sé, potendo trovare una
^piegazione anche nel fatto che di li, dal principio del secólo
IX, ossia da un tempo ben prossimo alia catástrofe nostra
SI nversasse per la maggior parte nella penisola ibérica k
grande fiumana degli accorrenti al sepolcro di S. Jacopo.
Quanto alie cervellotiche pretese dello stabilimento di un
ospizio e di un ordine monástico militare alia foce stessa
di Ibañeta (2), sarebbe perfino soverchio il farne menzione,
(.) Per la geografía della Chaman de Roland segnaleró un ar-
•ticolo di Gastón Paris nella Revue Critique, .Sr.o, 2° sem o ,7,
n6 e 1 .Eclai,cissen.ent. del Gautier gia segnalato piü addietro,
p. ^84, n, I. Quesn scritti potranno tener luogo anche della let-
'leratura meno accessibile.
J? ^' ,7^^" ''-''°' "'"' P"' '"'■' "'P^'"' ^'' D- I'a"o Sarasa:
Roncesvaltes. Resena histórica de la Real Casa de Nuestra Seño -
rade Roncesvalles, y descripción de su contorno: Pamplona 1878
388
pío RA]NA
se per la data a cui si visale, non fosse pvezzo dell ope-
rl'rkordare, comunque poi la cosa si sp.egh. «Capdlam
Sancü Salvatons qu. dic.tur Caroli Magni» g¡a^n un -
cumento del 1007 O. Ma le rag,on, veré ¿ella "na con
vinzione vengan d' altronde. Tanto nel calare da: Pnenei,
rto a Síagcza, quanto nel risa.irli. Car^o P^a da
Pamplona U). Ora, chi dice Pamplona d.ce Ronc.svalle
G i7 :: Roncisvalle che si scende per sol.to a que la at-
Tá- gl é a Roncisvalle che si conduce di norma ch di la
múoe verso la Francia. Beninteso, ü viaggio ce lo dob-
biam rappresentare per la vecchia via mulattiera d. Zubi-
r che é la dintta, non giá per la carreggiab, e e piu lunga
^i loiz E faccia poi capo a chi o a cosa si vogha a de-
nom a'ine ,i /por. de Sizre. o «Ci.re» nella CUanson
¿Rolani, .PortusCiserei.. «Valhs C.rs.a,» «Cisara. «C -
sia» ecc in numerosi documenti medieval. (3). e ci con
duca o non ci conduca di li 1' itinerario di Anton.no da
Astorga a Bordeaux U). non é dubb.o che, per quanto si
(1) A complemento Jei tesn ^la 1 i , „,„,„
?n regione Wasconum Pynnei jugo, pnmo Pomp.lonem
Vetera Rommorum Itineraria, Amsterdam, .73 ■ P^g- 455) ^"
Ti 'Tpatto d. averna qualche prova. Se stesse 1' .dennhcaz.one
vltl ía aun con Uuren (Fokb.oeh. Ha.Muc, der aUen Geo.ra-
^ A RONCISVALLE 389
■stendono le informazioni nostre, i Pirenei occidentali non
ebbero valico piü frequentato. Questo é bene il perché an-
che deír essersi incanalati per cola i pellegrini, pur essendo
da ammetteie che il molo provocasse poi altro moto: piú
che mai quando, in pro di quel genere di viandanti, pie fon-
dazioni furono stabilite a Roncisvalle.
Alie condizioni roncisvallesi ben s' adattano le narra-
zioni degli Annali e della Vita di Cario. Vera anche ora
r «opacitas silvarum», nonostante che da quel tempo Dio
sa quanti alberi devano essere stati distrutti. Verissimo
che nel tratto in cui ce lo dobbiam rappresentare 1' eserci-
to eia costretto a procederé «agmine longo porrec-
tus (i).» E si lasci che il grosso delle milizie e una parte
delle salmerie abbiano preso a scendere per il versante
settentrionale, ossia giú per il flanco di una ripida mon-
tagna: un assalto che allora segua nel punto culminante
riuscirá inevitabilmente fatale, giacché non vi sará modo
alcuno che il retroguardo riceva soccorso. Di un grave
pericolo aveva ben avuto coscienza il re Franco; che senza
di ció noi non troveremmo alia testa dell' ultima schiera
«plerique aulicorum». E sta benissimo che questa schiera
sia allora ricacciata «in subiectam vallem»: si tratti poi
della valletta selvosa che sale ad Ibañeta, od anche del
largo stesso di Roncisvalle. Vengono poi di per sé e la
strage completa, e il bottino, e la dispersione degli assali-
tori, dei quali di certo non c' era nemmeno per ombra da
pensare a mettersi in traccia.
jhie; Lipsia, 1842-48, 111, 80), a nord-nord-ovest di Pamplona,
saremmo condotti in altra direzione. Dato che la strada sia la no-
stra, «Imo Pyrenaeon non sará, come si dice (anche dal F"orbiger,
1. cit), S.t Jean Pied de Pon, bensi piuttosto Arneguy, a meno che
la distanza di cinque miglia da «Summo Pyrenaeo» non contenga
un errore numérico.
(i) Quanto alie «angustiae,» le quali, se non si fa loro un po'
di forza, conducono a rappreseniarsi una gola, le pensó dovute a
un modo di figurarsi le cose altrettanto naturale, quanto fallace iti
■questa regione.
2QO Pío RAJNA
Cosí dalle condizioni topogiafiche le narrazioni storiche
ricevono lume ed evidenza. Vediamo cosa resulti rispettO'
alie leggendarie,
Qui puré appariscono convenienze sostanziali. Dalla sto-
ria c¡ siam discostati col disgiungeie il retroguardod al
rimanente dell' esercito, per la ragione, suppongo, del pa-
rer cosa indegna che il retroguardo fosse cortiunquelascia-
to stiacciare, se gli altri eran prossimi. Dell' impedimen-
to opposto al ritorno dal pendió, e dal modo come la stra-
da si distende, e dalle salmerie che stavan frammezzo, non
poteva contentarsi la fantasía épica, bisognosa di concezio-
ne ben nette. Un mutamento veniva d' altronde ad essere
imposto da ció, che 1' assalto non s'immaginava piü ese-
guito da gente in agguato, che piombasse dalle alture e
che tagliasse in due 1' esercito di Cario, bensí da un' oste
poderosa che saliva dalla Spagna. Ma anche il nuovo moda
di rappresentare le cose conviene alia natura del terreno^
Una volta che era agevolissimo il versante meridionale,
malagevole il settentrionale, stava bene che si lasciasse
addietro una forte schiera, la quale desse lempo agli altri
di giungere al sicuro.
E la natura del terreno rendevaqui ben legittima anche
la sostituzione di una grande battaglia a un combattimento
poco rilevante sotto il rispetto numérico, a differenza di
ció che sarebbe seguito alia massima parte dei passi. Nel
piano di Roncisvalle c' era spazio per quante migliaia di
uomini mai si volesse. Che se le selve ne dovevano occu-
pare una porzione assai maggiore che ora non facciano,.
ron é una campagna rasa che ci é messa dinanzi dai ver,,
si seguenti:
Li Emperere en Rencesvals parvient.
II nen i ad ne vele, ne sentier,
Ne vuide terre, ne alne, ne pleinpied,
Que il n' i ait o Franceis o paien.
(V. 2398-401.)
S' intende che chi rappresenti la battaglia conoscendo la
A RONCISVALLE 39I
scena, dovrá figurarsi che si combatta altresi sui pendii
circostanti e nel seno delle valli. Ed ecco che cotal modo
di lappresentazione si scoige nei poema:
Vunt par le camp, si requierent les lur.
(V. 1445.)
RoUanz reguardet cs munz e es lariz;
De cels de France i veit tanz morz gesir.
(V. 1851-2.)
L¡ quens RoUanz el camp est repairiez (i).
(V. 1869.)
Rollanz s' en turnet, par le camp vait tut suls;
Cerchet les vals e si cerchet les munz.
(V. 2184-5.)
Posti dei rimatori settentrionali, avvezzi a paesi dove
le praterie pievalevano a dismisura sui campi, non voglio
attribuir troppo peso, per quanto rispondente alia realtá
lócale, al litorno frequente dell' espressione «sur 1' herbé
verte.) (v. 1569, 2175, 2236, 2269, 2276, 2358, 2876). Piü
caratteristica 1' erba, quando si lega con una valle:
Guardet suz destre par mi un val herbus.
(V. 1018.)
Chi guarda é Ulivieri, salito a specolare «desur un pui
ha]9ur; » un poggio che potrebb' esser cercato, sia nella ca-
leña principale, sia nel contrafforte che separa Roncisval-
( I ) Orlando ritorna dopo aver sonato il corno. Per far ció, se il
suono deve giunger lontano, dobbiam figurarci che egli si condu-
ca al passo, e salga fors' anche qualcuna delle alture che lo fian-
cheggiano.
,g2 P'O RAJNA
le dalla valle dell' Iiati, che gli sta a levante (0. Ma il
datopiú ragguardevole e fo.se quellofornito da un episodio
apparentemente assai oscuro. Giudicando senza conoscen-
ze topografiche, riesce enimmatico 1' incanco affidato a
Gautier del Hum di andarsene con miUe uomini a occupare
«les destreiz e les tertres» (v. 8o3 sgg.), donde lo vedrem
poi i-itornare («de la muntaigne jus,.. v. 2040), dopo aver
combattuto da prode e perduto tutta la sua gente, quando
la fatale giornata giá volge alia fine. Ma di un invio cosif-
fatto c' é in Roncisvalle giandissimo bisogno, per assicu-
rarsi da sorprese. Ed io mi domando, se l'origine prima
non fosse mai da ripetere da un licordo diretto del genere
e della piovenienza dei nemici a cui s' era dovuta la ca-
tástrofe storica.
Se cosí fosse, avremmo qui una prova, a mió vedere
sicura, che la Chanson nostra si rannoda per tradizione non
interrotta con canti suscitati immediatamente dal fatto.
Che questo sia, tengo per fermo, quand' anche Targomen-
to non sussista; ma non posso affermare che la cosa resul-
t¡ dimostrata dalle altre rispondenze colla natura dei luo-
ghi Bisogna tener contó della possibilitá che il poema sia
stato foggiato, o rifoggiato, da taluno dei tanti giullari.
che andandosene a S. Jacopo o alie corti spagnuole, oppu-
re tornandone, ebbero a passare da Roncisvalle. Certo 10
non credo nient' affatto primitivi tutti i nomi ed i dati piú
o meno esattamente spagnuoli che la Chanson contiene (2).
Perfino ne' suoi riflessi italiani ci sonó elementi da dover-
si riportare a una conoscenza dei luoghi indipendente dal-
l'origine (3). Che Roncisvalle sia un piano, contro ció che
(i) La seconda ipotesi, data la quale anche il «suzdestre» po-
trebbe rispondere al vero, é ammissíbile solo a patto che 1 Fran-
cesi siano a Roncisvalle, non ad Ibañeta. Che questa s.a 1' idea,
son portato a credere per piü di un motivo. ,..,„.
{2, Intende soprattutto a raccoglierli e iUustrarh il París nel-
l'articolo citato.
(3) Che ce ne siano nella Cronaca di Turpino, deve parer trop-
■ po naturale a chiunque consideri da quali stretti vincoli la compo-
A RONCISVALLE ^q^
si sarebbe poitati a suppoire, e detto nella Spagna in otta-
va rima ben piü chiaramente che nei testi francesi. Cosi
c. XXX, st. ult.,
Ulivier si rimase alia pianura,
mentre Orlando é salito «sul poggio» a far guardia per la
prima parte della notte. Piü oltre, xxxiv, 38,
Del ben ferire ignuno si raccheta,
Maladicendo il pian di Roncisvalk;
XXXV, 1 3,
A Roncisvalle, nal gran pian, si misse;
ib., 3o,
Or dicie 1' autor che combattendo
Nel pian di Roncisvalle qucsta gente.
Tutto ció senza dimenticare che si tratta nel tempo me-
desimo di una valle, xxxvii, i5,
A seguir Cario ciascun fu disposto,
E sceson nella valle dolorosa,
Dove morí la gente valorosa.
sizione di quel libro sia legata alia Spagna, e piü propriamente a
Composlella. V. Dozy, Recherches sur Vhist. et la ¡itt. de VEsp.
pendant le moyen age, 2.' ed., II, 372-431; París, in Romama,
XI, 421-26. Vi s' insiste dunque molto sulleselve, che nella Chan-
son, impacciose come sonó per una battaglia, si sottraggono alia
visione diretta: cap. xxi, Marsirus et Beligandus cum quin-
quaginta millibus Sarracenorum summo mane exierunt de nerao-
nbus et collibus, ubi consilio Ganaloni duobus diebus totidemque
noctibus latuerant»; cap. xxii. Orlando «invenit quendam Sarrace-
"""" '" nemore latentem;» «retro per nemora versus Sarrace-
nos usque ad Sarracenum nexum rediit;» tusque ad pedem por-
tuum Cisere per nemora solus pervenit.. Nel primo passo, lascian-
do stare ció che in questo luogo non ci riguarda, é da segnalare
anche il c collibus.»
394 P'o '^AJ'^*
E notizie ben piü minute, frutto di visite contemporanee,
trovano eco nel Morgante. Ivi (xxvii, io8) si dirá come
tutti i pellegrini, tornando di Galizia, riferiscano di aver
visto in Roncisvalle il macigno spaccato da Orlando nel
tentativo di spezzare la sua Durlindana; e il corno fesso
nel gran sforzo del sonare: corno e macigno che vi si mo-
strarono ancora per secoli (■), a quel modo che tuttavia vi
si mostrano, e che furono mostrate anche a me, le mazze
cosí d' Orlando come d' Ulivieri, e le ciabatte dell" arcive-
scovo Turpino.
Ritornando alia Chanson, sarebbe la piü assurda delle
pretese 1' immaginare che tutto quanto vi si dice rispetto
ai luoghi rispondesse alia realtá o dalla realtáavesse preso
le mosse. Per concepire un' idea cosiffatta bisognerebbe non
sapersi render contó menomamente attraverso a quali vr
cende si deva essere arrivati al poema nostro. E giá fino
dal principio la fantasia poté bene esercitare dei diritti e
dei soprusi. A volte tuttavia c' é il caso che la risponden-
za esista a dispetto delle apparenze. In quei versi cosí
mirabilmente descrittivi (814- 15),
Halt sunt li put e 11 val tenebrus.
Les roches bises, li destreit merveillus,
le rocce perlomeno non sembran fare per noi, in mezzo a
tutta quella distesa non mai interrotta di verdura. Ma le
cose mutan bene d'aspetto, se ci si trasporta nel fondo del-
la valle della Nive, ad Arneguy e verso S.' Jean Pied de
Port. E se il trasportarci laggiú é lecito in questo luogo,
il farlo diventa doveroso in un altro, dove lo stesso moti-
fl) Laffi, Viaggio in Ponente a San Giacomo di Galitia e
Finisterre, Bologna, 1673, P, >33 sgg.: segnalato primamente dal
Monaci, Una Leggenda araldicaeVEpopea carohngm nel Um-
bria, «Per Nozze», e nelle varié edizioni átW Antologia della no-
stra Critica tetteraria moderna del Morandi. Per il corno, V. an-
che Sarasa, Op. cit., p. 46.
A RONCISVALLE 395
vo ci risuona nuevamente all' orecchio. Prendiamo a ritor-
narcene addietro con Cario ed i suoi allorché il suono an-
goscioso li ha fatti accorti che in Roncisvalle si combatte,
ed esclameremo bene noi puré (v. iSjO-Si),
Hait sunt li pui e tenebrus e grant,
Li val parfunt e les ewes curanz.
R. DE HINOJOSA
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA
EL PROCESO DE D. ANTONIO DE COVARRUBIAS
I
Las controversias jurisdiccionales constituyen importan-
tísima parte de la historia de las relaciones de España con
la Santa Sede en los siglos xvi y xvii. Agrias y cada vez
más frecuentes desde el establecimiento del Tribunal de la
Nunciatura en 1528, sus verdaderas raíces hay que bus-
carlas, más en las mismas amplias facultades que por sin-
gular privilegio de la Sede Apostólica y convenio entre
Clemente VII y el Emperador Carlos V gozaba aquí el
Nuncio y en la ojeriza y mala voluntad que algunas de
ellas ganábanle entre los españoles, que en los excesos del
representante del Papa y en los desafueros de sus mi-
nistros y delegados. La Nunciatura era, no sólo una espe-
cie de sucursal de la Dataría de Roma, en cu3'0 concepto
concedía dispensas, indultos, gracias y privilegios, y pro-
veía los beneficios eclesiásticos de libre nombramiento de
la Santa Sede, sino que era también un tribunal de ape-
lación para los asuntos reservados á la autoridad pontifi-
cia. Además, desde iSgó el cargo de Colector general de
espolios y vacantes, que durante el siglo xvi había co-
rrido, ya unido, ya separado, de la Nunciatura, quedó
definitivamente incorporado á ella, por entender Cle-
mente VIII que la autoridad y el prestigio del Nuncio
habían de contribuir al prestigio de la Colecturía, al au-
3g8 R. DE HINOJOSA
mentó de las rentas de la Cámara apostólica y á dismi-
nuir al propio tiempo los empeñados litigios á que con
frecuencia daba lugar la recaudación de aquéllas.
Para el desempeño de tan complejas atribuciones, veían-
se forzados los representantes del Papa á servirse de una
multitud de empleados, cuya gestión ponía con frecuencia
en peligro la autoridad y el buen nombre de la Nunciatu-
ra. De la sección de justicia, constituida por el Auditor y
seis Frotonotarios apostólicos con carácter de jueces in
curia, encargados de revisar las sentencias apeladas de los
Ordinarios y de conocer en las causas hasta su termina-
ción definitiva, dependía inacabable serie de jueces dele-
gados, notarios, secretarios de justicia con sus respectivos
sustitutos, y una caterva de otros notarios inferiores llama-
dos receptores, procuradores, alguaciles y agentes de ne-
gocios. Eran, por lo general, en las diócesis los jueces
gente poco recomendable, sin letras ni conciencia, que
por varios medios, de ordinario halagando ó comprando á
los procuradores, conseguían sus comisiones (0; y no te-
niendo arancel á que ajustar sus emolumentos, determi-
naban ellos mismos los derechos suyos, los de los algua-
ciles y receptores, y hasta regateaban las sentencias como
si las pusieran en almoneda. Para que durasen más los
litigios y con ellos la ocasión y materia de ganancia, in-
troducían tal diversidad de artículos y autos, que ni había
vida que alcanzase el fin de un pleito, ni hacienda que pu-
diera costearlo. Administraban, en suma, la justicia con
tanto coste y dificultad, que ó no podían las partes seguu--
(i) «Abusi che occoiTono nel Tribunale della Nunziatura di
Spagna e suoi rimedii,. en la Biblioteca Corsiniana de Roma,
cód. 699, col. 3yD-24, fols, 323 y siguientes. Meister (Zur sjpa.-
nischen Nuntiatur im XVI und XVII Jahrhundert, en la Ro-
M.SCHER QUARTALSCHRIFT, .894), que ya Utilizó este documento,
cree que debió ser redactado por un secretario de la Nunciatura
española, pues termina así: «Questo é quanto 4 occorso di p.opor-
re in carta per obbedire all' ordine di Sua Emminenza e de' suoi
ministri.»
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 399
k, ó después de lograda era mayor el daño de la prose-
cución que el fruto de la victoria (i). Frecuentemente los
jueces compartían también sus ganancias con los procu-
jadores, á fin de que éstos les proveyesen de nuevas comi-
siones. Los notarios inferiores eran tantos como los nego-
cios de que vivían. Les agentes, especie de picapleitos de
la peor ralea, cuyo oficio no fué nunca otro que el de chu-
par y engañar al pueblo, eran carne de galeras; pero el
remedio á sus e.xcesos jamás se tuvo por fácil, porque los
engañados callaban, creyendo que el fraude procedía de los
ministros del Nuncio (2). Como Colector general de espo-
lios y vacantes, competía al representante del Papa el
nombramiento y superintendencia de los subcolectores de
las diócesis, de los fiscales, abogados, notarios y otros
ministros inferiores de la Cámara apostólica. Pretendían
también, por lo general, estos puestos los clérigos más re-
lajados que, no queriendo vivir sujetos á la autoridad de
los Obispos respectivos, y siendo los que de ordinario más
perturbaban con su inquietud y escandalizaban con su
vida, hallaban en tales oficios refugio seguro contra la ju-
risdicción episcopal de la cual quedaban exentos, y por ello
casi siempre absoluta impunidad (3).
Si éstos y otros excesos de la rapiña y codicia de la in-
ferior grey de los curiales de la Nunciatura eran causa de
la aversión y mala voluntad con que el pueblo no tardó
en comenzar á ver aquella institución, las facultades mis-
il) Memorial dado por D. Juan de Chumacero y Carrillo
y D. Fr. Domingo Pimentel. Obispo de Córdoba, á la Santi-
dad del Papa Urbano VIII, año de M.DC. XXXIII óobre los
excesos que se cometen en Roma contra los naturales de estos
Reinos de España (sin lugar, imprenta, ni año), cap. X, y ré-
plica á la respuesta dada por Monseñor Maraldi en nombre del
Papa.
^ (2) fAbusi che occorrono nel Tribunale della Nunziatura di
Spagna e suoi rimedii.»
(3) Memorial de Chumacero y Pimentel, cap. VIII, y réplica á
la respuesta dada por el Secretario de Breves, Monseñor Maraldi,
en nombre del Papa.
400 R- DK HINOJOSA
mas de que los Nuncios hallábanse investidos y en cuyo
ejercicio, sin embargo, obedeciendo las instrucciones de
Roma, antes solían mostrarse tímidos que audaces, eran,
como queda dicho, el principal motivo de la inquina con
que se la miraba por las clases superiores, así seglares
como eclesiásticas, y de las rudas controversias que algu-
na vez llegaron á poner en riesgo de romperse las buenas
relaciones entre las Cortes romana y española. De todas
suertes, justo es consignar que nunca dejaron de aconse-
jar los Papas á sus ministros en España, la mayor mode-
ración en el uso de las atribuciones suyas; que huyeran,
cuando pudiesen hacerlo dignamente, todo trance de con-
tienda ó rompimiento con los Consejos y ministros rea-
les (0; que mirasen á las manos á los subcolectores, por-
que su codicia movíales á menudo á hacer cosas odiosas,
que daban adem.ás á los jueces legos ocasión de interve-
nir en los asuntos de la Colecturía (2); que se abstuvie-
ran de procurarse favores de ninguna especie, y en parti-
cular cartas de recomendación para obtener gracias ó dig-
nidades del Príncipe cerca del cual venían acreditados (3);
(i) Inslruttione a Mons. di Sangro, Paíriarcha d' Alessan-
dria et Arcivescovo di Benevento, per Ici Nunciatura di Spagna,.
Q de Abril de 1621, en la Biblioteca Angélica de Roma, MS.
T-y\],y y en la Biblioteca Corsiniana, cód. ó'ii (XX de las Scnt-
ture varié di Sloria e Politicaj, fol. 887. Tomándola de una co-
pia de la Biblioteca Vaticana, cód. Ottoboniano 2.206, publicóla
A. Meister, creyendo fuese la Instrucción dada á Monseñor Ino-
cencio Massimi, sucesor del Patriarca de Alejandría, en la Romi-
CHER QuARTALSCHRiFT, 1894: Ztir spaiuscheu Nuntiatur im XVI
utid XVII Jahrhundert.—lnstvucdones á los Nuncios Millino,
Carafa y Caetani, de que se dará noticia más adelante.
(2) Ibid.
(3) InstruUione per il Nuntio di Spagna (sin fecha) en el Ar-
chivo Vaticano, Archivio Borghese, MS. 269, fols. 32-65 y Ge-
ne. No aseguraré en absoluto que esta interesante Instrucción,
que varias veces he de citar aún, fuese la que para el desempeño
de su misión en la Corte del Rey Católico se diera á Monseñor
Millino, Arzobispo de Rodas, en 1605; rauévenme, sin embargo, á
creerlo, las razones siguientes. Es, por el pronto, indudable que
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 40 1
que velasen porque sus ministros no concedieran jamás
cosas exorbitantes n), y para que los oficiales de su Tri-
bunal no cobrasen más de lo que debieran, viviesen hon-
radamente y no aceptaran regalos ó propinas por favore-
cer en alguna manera los asuntos de graci» ó de justi-
cia {2j. «Los oficios del uno y del otro cargo — advertíase á
este documento fué redactado bajo el pontiñcado de Clemen-
te VIII por el Cardenal Pedro Aldobrandini, Secretario de Esta-
do, con destino al Nuncio que había de reemplazaren España al
Cardenal Gimnasio, á cuyos informes, respecto á negociaciones
pendientes, remitíase á menudo en la Instrucción al nuevo Nun-
cio. La fecha, pues, puede fijarse entre el mes de Julio de 1604 y
el de í<"ebrero de 1605, dado que en Junio de 1604 fué nombra-
do Cardenal el Nuncio ordinario en España Monseñor Domingo
Gimnasio, á quien repetidamente se da en la Instrucción aquel ti-
tulo, en 5 de Marzo de 1605 murió Clemente VIH, y el nuevo
Cardenal abandonaba á poco Madrid para asistir al Cónclave.
Con la muerte del Papa, el nombramiento del Nuncio, ya sin
duda hecho, debió quedar, en los efectos, en suspenso hasta la
elección de nuevo Pontífice. No he podido poner en claro si el
mismo Monseñor Millino había sido el nombrado por Clemen-
te VIII, ó fué otro personaje de la Corte pontificia; mas-^ea de ello
lo que quiera, inducen á creer que la Instrucción ya^^reparada
por el Cardenal Aldobrandini debió de utilizarla para el Arzobis-
po de Rodas el nuevo Secretario de Estado, Cardenal Escipión
Borghese, así la circunstancia de que en más de un pasaje de la
misma se ven al margen notas en que se advierte que los asun-
tos á que éstos se refieren se hallaban ya resueltos y no había,
por tanto, que volver sobre ellos, como el hecho indudable de ha-
ber servido de patrón para las Instrucciones que sucesivamente
dio el mismo Cardenal Borghese, Secretario de Estado de Paulo V,
á los Nuncios en España, Arzobispo de Damasco, en 1607, y de
Capua en 1012, y al Obispo de Amelia en 1618, las cuales eran, en
*■ lo tocante á los asuntos generales, sobre todo en lo relativo á la
jurisdicción eclesiástica, meras copias de aquélla.
(¡) Instrucciones al Nuncio Monseñor Millino y sus sucesores
Caetani y Sangro.
(2) dnstruttione a Mons. 1' Arciv.° di Capua destínalo Nuntio
al Re Caiholico dalla Santiiá di N.° Sig.re Papa Paolo quinto,» á
13 de Enero de 1612, en la Bibliotkca Corsiniana. de Roma, có-
dice 468, col. 38-A-2I: Instruttioni poliiiche sopra. vane malerie,
tomo U, fols. 264-311 vuelto.— Instrucción á .Monseñor Millino.
" 26
^g, R. DE HINOJOSA
este propósito al Nuncio Mons. Antonio Caetaní, Arzo-
; tpo de Capua, en i6xa-son vastos, la cahdad y numero
d as personas que recurren grande, y en España el djne-
ro corre el pueblo es vehemente en sus deseos y celoso
desul >;teris, tiene la idea de que 4 las dificultades po-
nen siempre remedio los donativos, goza en pub .car, lue-
go de logrado su mtento. los defectos y culpas de los ex-
Uanieros á quienes no gusta de ver enriquecidos. > el ex-
ceso que cometen los servidores recae á menudo en el
N ncio 6 Colector, y éste suele ser el pretexto del Con-
sejo Real para restringir su autoridad y caumniar sus tri-
bunales, como dañosos á aquellos Reinos (O » «Mire bien
á as nanos á sus ministros propios-decía pocos anos
de pues al Nuncio Mons. Julio Sacchetti, Obispo de Gra-
V na el Cardenal Secretario de Urbano VIH -y procure
ntLnerlos de tal modo dentro de los límites ^e a Prude-
cía, que, por la codicia suya 6 por el mal modo de üatar
las cosas, no se aventure lo ganado, lo cual haia V. S.
m¡>;mo con SUS amcnazas (2).»
Poi lo que toca al abuso de las facultades, asi en los
despach6s'de gracia como en los de justicia, de que singu-
larmente'culpábase aquí á los Nuncios, dos eran los pnn-
l^riescargo^queseles hacían: el ^^^:^^^-^-Z
que no estaban autorizados para concedei. y de jo ^
á sí V conocer en primera instancia de cuantas causas se
le santo aba, con menosprecio notorio de lo mandado po
• e Conc lio de Trento y con perjuicio de la lunsdiccon de
los oiíinarios (3). Justo es, sin embargo, advertir también
(i) Instrución ya citada.
.) Instrucción que se -"- f ^^¿^f :";" x. Por virtud de
/„^ fnncUio de Trento, sesión XAIV, cap. A/v. rv.
L^ JURISOICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 403
qué si alguna vez los Nuncios se excedieron en estas ma-
terias, hicéronlo por cuenta propia y contra las adverten-
cias y recomendaciones de los Papas. .En avisar á Roma
-decíase al ya nombrado Obispo de Capua, y con éstas ó
análogas palabras á los demás Nuncios desde fines del si-
glo xvi-cuando ocurra alguna cosa, deberá ser V S di-
Jigentisimo; advirtiendo siempre que aunque Su Santidad
desea que se defiendan virilmente los derechos de la San-
ta Sede, no quiere, sin embargo, ser puesto por sus mi-
nistros en trances graves. Y si bien es difícil armonizar la
defensa de la jurisdicción eclesiástica con evitar las rotu-
ras, será menor, no obstante, la dificultad, si V. S funda
siempre bien su intención y defiende cosas verdaderamen-
te justas y seguras con razones firmes y enérgicas En las
materias de gracia, en las cuales han estimado algunos
que estriba buena parte de la reputación de la Nunciatu-
ra, parece que esta reputación consista más en no hacer
gracias que en concederlas, porque las importunidades son
grandes, los intercesores calificados y los medios incitan-
tisimos; por todo lo cual, V. S. deberá caminar con gran
tiento y no otorgarlas ó remitir á los interesados á Roma
En las comisiones de las causas se reputa óptimo consejo
no avocar á sí ninguna, sino remitirlas á los Ordinarios
porque se evitan muchos tropiezos, no se es sometido bajó
pretexto de fuerza al Consejo Real, y resulta aún más gra-
to a la Corte, porque no parece que se haga por la codicia
de la ganancia (i).»
ILL°';i '!r 7''T' '■' '^'""'° '' S'^'"»^-^' ^- Facultaten
ey pap.tlchen Nunttus iu ,6 Jahrhundert, en los Mtthe-
LWNOEN DES Instituí FÜR OESTEKREICHISrurr r. J .vutthei-
Insbruck, tomoXíX (,898), p:,g " G-c„,chtspo.schu.g.
(1) Instrucción á Monsrñnr Min;r,„ i
\ - .. KiuHsenor MiUino. «Instruttione -i Mnnc 1»
Arcivescovo d Damasco íMnnQ n ^- r- "^'■"f"^ '^ Mons. 1
no a. R. Católico ^^: ^¡^'^^ ::'^ ^¡27. T,'
TJ "' ^"'^- '7^ ^"^"° á-?»" ^"-'^0 ílnstruuioni politiche
^opra.ane,na,ene. to.no II). -I„.truccióa al Arzobispo de Ca
R. DE HINOJOSA
Mas lo que sobre todo hacía embarazosa y difícil la si-
tuac,6n del representante del Papa y generalmente od.ada
tuacion aei r i administración
la Nunciatura en España, eia el cooio y
de los espolios de los Obispos y de las rentas ¿e los Obis
pados vacantes; pues aunque desde que ambos cargo ha
Lnse reunido en la persona del Nuncio los ministros
IL caminaban en estas materias con más miram n o
todavía suscitábanse á menudo por 1- P^^;^^ ' "¿j^,
ros legatarios y servidores de los Prelados difuntos fieros
Sios ante el Consejo Real, e, cual había "ega o -a '
dar á los Corregidores que hiciesen ex offiao los inventa
Íios d los bienes del muerto y los depositaran para satis-
fcer os gastos de los funerales y pagar á los acreedores
V eltarios á pesar de no tener el Consejo derecho al-
y legatarios, a y asuntos H). Pero también en
guno á intervenir en tales asuntos ).
Las materias, no obstante ejercitar la Santa Sede un
:TJo más 6 menos justo, pero al fin y al cabo .cono
cido en España, mostrábase en sus ^f^^f^^^^JJ^l
contemporizador y benévolo. «El ohcio de Colecto^ se
advertía á los ya nombrados Nuncios-es de no meno
i„.portancia que confianza, porque pasan P-^- -/J/^
gruesas sumas, y el cobro de tan --'^^ fj^^^^^^ Jf ^^
b^t::;d^t:X.:^:arr::^^
da ñor la ecular. Será, sin embargo, principal cuidado di
tnc o yTolector que la Colecturía no haga odiar a a
Nunciatura, máxime con introducir novedades en los ca
pua, ya citada -.Sbozzod Instru , ^^^,,,, Varia pa-
do ando Nunuo '" ^P^^^^^^, " ;¿'';;^i„strucc.ón"á Monseñor
liticorum, tomo Caavi, lois. J04 4"j
de Sangro.
(,) Instrucción á Monseñor de Sangro.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 405
SOS no corrientes, sino mantenerla y aumentarla con lii
autoridad de quien puede favorecer y hacerse amar, y no
ha de ponerse en riesgo de sufrir oposición sino en caso
de razón manifiesta y en que se vea no haber otro reme-
dio para conseguir lo que se pretenda justamente (i).»
Sin embargo de la moderación y del espíiitu conciliador
de la Santa Sede en cuantos asuntos fueron materia de
conflictos, de que eran eco estas instrucciones que en las
postrimerías del siglo xvi y primera mitad del xvii trans-
mitíanse á los Nuncios, en aquella época fué precisamen-
te cuando más arreció en España la hostilidad contra la
Nunciatura. El Rey y el Consejo Real amparando cuan-
tas reclamaciones y protestas, razonables ó no, podían
menoscabar la autoridad del Nuncio, en la que á menudo
veían un grave peligro para el prestigio y autoridad de
nuestros Consejos y Tribunales; las Cortes, el alto clero y
los jurisconsultos clamando contra los que, muchas veces
sin motivo, llamaban desafueros de los ministros de la
Curia, no tardaron en acabar con cuanto á aquella insti-
tución quedaba aquí de libertad é independencia.
Ni una vez sola las Cortes, en los últimos tiempos, ha-
bíanse reunido sin reclamar contra los abusos de la Nun-
•ciatura y contra los daños que entendían derivarse del
ejercicio de la jurisdicción apostólica; y aunque en gene-
ral, desde el primer tercio del siglo xvi, rara vez tuvieron
éxito las peticiones suyas en los negocios políticos y ad-
ministrativos del Estado, al terminar de aquel siglo sus .
protestas recabaron del Rey toda una serie de resoluciones
que, practicadas con rigor, habían necesariamente de lle-
var aparejada la derogación absoluta de la jurisdicción de
la Santa Sede en España. «Considerando que el remedio
de la fuerza era el más importante y necesario para el
bien y quietud y buen gobierno de estos Reinos, sin el
cual toda la República se turbaría y seguiríanse grandes
(i) Instrucciones á los Nuncios Millino, Carafa, Gaetani, Cea-
■nini y Sacchelti.
4o6 R- DE HINOJOSA
escándalos é inconvenientes,» se mandó al Consejo Real,
Chancilleiías y Audiencias que tuvieran gran cuidado en
hacer justicia á las partes que acudieren ante ellos por vía
de fuerza y que castigaran á los contraventores (0; se dis-
puso que, cuanto al conocimiento de las causas eclesiásti-
cas en primera instancia, de que alguna vez pretendían
conocer los Nuncios, se guardara en todas sus partes lo
preceptuado por el Concilio Tridentino y que se proveyera
sin demora al abuso en el cobro de los emolumentos (2),-^
se conminó con las penas más severas á los clérigos espa-
ñoles que consintieran pensiones en cabeza propia y en
favor de extranjeros (3); y se ordenó, por último, que los
Nuncios y Colectores, antes de comenzar á usar de las
facultades que por Roma les fueren concedidas, las pre-
sentaran en el Consejo Real para que, vistas, se les advir-
tiese de los casos y cosas en que no convenía que usaran
de ellas (4). Contra éstas y otras disposiciones que, si no
atentaban directamente á la autoridad del Nuncio, cedían
por lo menos, también en menosprecio y perjuicio de la
jurisdicción de la Santa Sede, levantáronse en Roma é
hicieron reiteradamente los representantes de la Curia en
Madrid, rudas protestas. En vano declaró al Rey el Nun-
cio Monseñor Borghese. años adelante Papa Paulo V,.
que el Pontíiice no podía en modo alguno tolerar que los
poderes temporales dictaran disposiciones contra la Bula
In CcEtia Doiiiini, ni fijasen reglas de conducta á los mi-
nistros de la Sede Apostólica, ni pusieran trabas á las gra-
cias beneficiales emanadas de Su Santidad. Tras larga
(i) Cortes de Madrid de i588-i590, publicadas en 1593, peti-
ción XHXVL— Nueva Recopilación, lib. 11, tít. V, ley 80. Esta,
ley confiímó las dictadas en 1476 por los Reyes Católicos en res-
puesta á la petición XV de las Cortes de Madrigal [Nueva. Reco-
pilación, lib. 1, tít. VIII, ley 2.") y por Carlos 1 en 1525 (Nueva.
Recopilación, lib. II, tít. V, ley 36).
(2) Pct. XXXVIll.— Nueva Recopilación, lib. II, tít. IV, ley 59.
(3) Pet. XXXIX.— Niíevíi Recopilación, lib. I, tít. III, ley 34..
(4) Pet. XL.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 4O7
negociación, con el parecer de una Junta de eclesiásticos
nombrada al efecto y con el dictamen del Consejo Real,
por toda satisfacción á la*s protestas de Roma, Felipe II
habíase limitado á mandar que en las reimpresiones que
en adelante se hicieran del Cuaderno de las Cortes de Ma-
drid, de las cuales habían sido fruto aquellos decretos, no
se incluyesen los capítulos impugnados por la Curia (0.
Y cuando años después, menospreciando lo mandado, los
notarios apostólicos tornaron á intimar á los clérigos mo-
nitorios y excomuniones del Auditor de la Cámara para el
pago de pensiones reservadas por la Curia, el Consejo
Real, sobre proceder contra los dichos notarios, mandó al
Nuncio absolver á los excomulgados; y aunque éste se re-
sistió, hubo de doblegarse al fin ante la tenacidad del Con-
sejo, el cual llegó á proponer al Rey la expulsión del Nun-
cio y la inspección y visita, por el mismo Consejo Real, al
Tribunal de la Nunciatura, con otras medidas no más
suaves (2).
Los m,ás obligados á acatar y defender la autoridad
apostólica, los Prelados y las Ordenes religiosas, eran
también á menudo los primeros en menoscabarla y en
acudir al Rey y al Consejo, no sólo contra usurpaciones,
siho aun contra indiscutibles derechos del representante
del Papa. Sobre ser los Obispos, y en general todo el cle-
ro español, más dependientes del Monarca que de la Cu-
ria, por ser prerrogativa real, reconocida por la Santa
Sede, la presentación ó nombramiento para casi todos los
cargos eclesiásticos lucrativos y retribuidos, el relajamien-
to y la independencia en que vivían no podían menos de
hacerles ver con recelo y hasta con hostilidad manifiesta
la autoridad y atribuciones del Ministro del Pontífice. Por
(t) Los pormenores de esta negociación pueden verse en Hi-
nojosa, Los despachos de la Diplomacia pontificia en España,
tomo I, págs. 335-358, 364, 366, 371-374 y 378.
(a) Archivo Vaticano, Nunciatura di Spagna, vol. 60 F
(?.47 antiguo), «Lettere originaii dell' Arcivescovo di Capua al Ca,---
dinale Borghese,» 7 de Enero á 31 de Octubre de 1618.
■ Og R. DE HINOJOSA
Otra parte, desde la muerte de Felipe 11 pocas veces se
elegía para los Obispados á varones dignos y eminentes en
letras ó en virtudes, sino que atendíase antes al favor que
á las cualidades de las personas (0. Los palacios de los
Prelados competían con los de los Grandes en número de
pajes, escuderos y familia armada; y como el Rey era para
ellos el solo dispensador de gracias y mercedes, Madrid, y
no las respectivas diócesis, era para muchos habitual re-
sidencia «Vuestra Señoría— encargaba el Cardenal Esci-
pión Borghese, Secretario de Estado de Paulo V, al Nun-
cio Monseñor Pedro Millino, Arzobispo de Rodas, y á
cuantos sucesivamente en su tiempo vinieron á España
con aquel mismo cargo (2)— deberá exhortar á la residen-
cia á los Obispos, no permitiendo que estén mucho tiem-
po en la Corte. A esto encontrará á S. M. inclinado, y al
Duque de Lerma del mismo parecer. Pero hay que ob-
servar que á veces los Obispos españoles están en sus dió-
cesis casi como si no estuvieran, haciendo más vida de
Príncipes seculares que de eclesiásticos, porque por un
cierto orgullo de raza no se dignan desempeñar por sí mis-
mos las funciones eclesiásticas; no visitan personalmente
las diócesis; no asisten á los Oficios divinos; no predican,
y dejan de practicar otras muchas cosas que deberían ha-
cer, por lo que su ministerio se toma inútil.»
De acuerdo también con las instrucciones de la Cuna,
contra la indisciplina y altanería de los Prelados, servían-
se á menudo los Nuncios del descontento de los Cabildos,
numerosos y opulentos, y que no bien avenidos con las re-
formas disciplínales del Concilio Tridentino, derogatorias
de sus exenciones y privilegios (3), y mal humorados con
(,) Instrucciones á MiUino, Carafa, Caetani y Cennini.
(2I Instrucciones citadas.
, Concilio de Trento, sesión VI. De reforma, cap. IV, y se-
sión XXV cap. VI. Por el primero se dispuso que los Obispos pu-
dieran visitar los Cabildos á ffesar de sus exenciones, y por el se-
cundo concedíaseles el derecho de corregir y castigar a los canó-
nigos, tanto en la visita como fuera de ella.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 4O9
la jurisdicción ordinaria de los Obispos, eran encubiertos
é irreconciliables enemigos de la autoridad episcopal. «Los
Obispos de España — se advertía al partir de Ron:ia en i6r2
al Nuncio Monseñor Caetani, — apetecen mucho el dominio
absoluto y casi un verdadero señorío sobre los Cabildos
y clero de sus iglesias, al paso que los Cabildos, que an-
tes del Concilio eran en gran parte exentos, se mantienen
en aquella libertad cuanto pueden. De aquí se deriva, asi
el poco amor y concordia que existe entre la cabeza y los
miembros, como el que muchos lleven vida demasiado li-
bre con mal ejemplo. Los Obispos se valen, en provecho
propio, de los tribunales reales, los cuales son contrarios
á las exenciones y los favorecen contra los Cabildos. Estos
últimos no tienen otro refugio que la Santa Sede, á la
cual, sin embargo, no son obedientes y devotos sino en lo
que les tiene cuenta; pero los unos y los otros, salvo los
buenos, se exceden en realidad, aquéllos en el dominar y
éstos en querer ser libres. El Nuncio, por tanto, deberá
mtervenir de modo que se mantenga á los Obispos la ju-
risdicción que les corresponde; pero sin que opriman á los
Cabildos, ni éstos abusen de su ayuda levantando cabeza
contra los Prelados (0.» Pocos años antes, en 1605 y 1607,
(1) Instrucción á Caetani. — En 1621 informaba asimismo el
Cardenal Ludovisi al Patriarca de Alejandría, Monseñor Alejan-
dro de Sangro: «Si aggiunge a tuteo questo, perché egli é alie
volte cagione di contese, che fra i vescovi e capitoli de Spagna tro-
vasi puoca unionee corrispondenza. perche i vescovi appetiscono
il dominio assoluto e vorrebbero essercitare un perpetuo signorio
sopra i capitoli o cleri delle ¡oro diócesi. Dalí' altro lato, i capito-
li inanzi al Concilio de Trento erano in gran parte, et alcuni si
conservano ancora, essenti e vorrebbero ritornare alia primiera li-
berta e in quella mantenersi. Perció non passando conformiti
amorevole e ligamento fra il-capo e le membra, ne nascono molte
discordie e molti si vagliono della pretesa liberta per vivere licen-
tiosamente. Li vescovi hanno la corte regia favorevole, la quale si
oppone volentieri all' essentioni; ma li capitoli non hanno altro
riccorso che alia Sede Apostólica, e pero in quanto loro torna con-
tó se li mostrano devoti et obc-dienti. Trapassando dunque i con-
4IO R' DE HINOJOSA
el Cardenal Borghese advertía sucesivamente á ]os Nun-
cios Mons. Millino y Mons. Decio Carafa, Arzobispo de
Damasco, que si bien era deber suyo proteger la jurisdic-
ción ordinaria de los Obispos contra las usurpaciones del
Consejo Real, debía defender «más singularmente la de los
Cabildos contra las demasías de <íus Prelados, pues corres-
pondiendo al Rey la provisión de las diócesis, los Obispos,
por propio interés, dependían más de la parte real que de
la pontificia (')•»
No estimulaban menos la hostilidad de los Prelados es-
pañoles respecto del Nuncio, las atribuciones de éste en
su calidad de Colector general de espoliosy vacantes, car-
go, como queda dicho, generalmente odiado en España.
A creer un documento famoso de aquel tiempo (2), la co-
dicia de los subcolectores llegaba en materia de espolies á
tal punto, que embargaban los bienes de los Obispos antes
de su fallecimiento; ponían en sus palacios numerosas
guardas; y daban lugar á que los criados los abandonasen
agonizantes, tomando por su mano lo que se les debía y
aun aquello á que no tenían derecho, por no litigar des-
pués con la Cámara apostólica; ni podían hacérseles fune-
rales, ni cumplir sus mandas piadosas, ni pagar los sala-
rios, porque la mayor parte de la hacienda se desvanecía
en costas de guardas, ministros y ejecutores, y los pleitos
se encargaban de consumir lo demás. Y si alguna vez, con
razón ó sin ella, los Obispos habían reclamado contra los
subcolectores y pedido su revocación, los Nuncios, obede-
ciendo las órdenes de Roma, jamás quisieron dar oídos á
•
íini del giusto i vescovi nel dominare et li capitoli nella licenza,
sará officio del Nuntio di andaré gl' uni et gl' altri temperando in
guisa, che a vescovi si mantenga la dovuta loro giurisditlione, senza
che opprimano i capitoli, e questi vivano moderatamente con
1' essentioni loro e la protettione della Sede Apostólica, senza al-
zare la. testa contro i proprii Prelati e senza declinare alia sover-
chia licenza.» Instrucción á Monseñor de Sangro.
(i) Instrucciones á Millino y Carafa.
(2) Memorial de Chumacero.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 4II
SUS razones. «Tendrá singular cuidado — decíase á este pro-
pósito al Nuncio Monseñor Alejandro de Sangro en 1621,
— en nombrar subcolectores á personas investidas de algu-
na dignidad ó preeminencia eclesiástica, á fin de que se
les tenga mayor consideración, en particular por los Obis-
pos que no pueden soportarlos. De aquí que, si bien mu-
chas veces se ha hecho grandísima instancia para que se
removiera á algunos que habían sido perseguidos por ellos,
nunca se les quiso complacer por no estimular su atre-
vimiento de quererlos mudar á su antojo, ni atemorizar á
los subcolectores de suerte que no procedan como conviene
al servicio de la Cámara; porque si temiesen ser luego re-
vocados del oficio á instancias del Obispo ó esperaran
permanecer en él por su intervención, andarían secundan-
do más la voluntad de los Prelados que la de los Nun-
cios (i).»
Contra las más ó menos justificadas ingerencias del re-
presentante del Papa ó de sus delegados en la jurisdicción
episcopal y en los asuntos de las diócesis, acudían á menu-
do los Obispos, bien á un pretendido derecho suyo de exa-
minar, antes de su publicación, las Bulas pontificias, eje-
cutorias y demás provisiones de la Curia romana, así como
las facultades y mandamientos dados por los Nuncios
apostólicos á sus jueces delegados, ni más ni menos que
hacía el Consejo Real con las mismas provisiones de Ro-
ma, bien á los recursos de fuerza. En vano los Papas, y
por su mandado los Nuncios, se esforzaban en exhortar á
los Prelados á que se guardasen ellos, sus Vicarios y Pro-
visores, y los clérigos de cualquier grado que se hallaran
bajo su jurisdicción, de recurrir á tribunales y jueces secula-
res en causas eclesiásticas, y á desistir de aquella facultad
de revisión que arbitrariamente se arrogaban (2); ampara-
(i) Instrucción ya citada.
(2) Puede verse en Hinojosa, Los despachos de la Diplomacia,
pontifcia en España: Madrid, 1896, tomo I, págs. 161, 172-73 y
352.— Instrucciones á los Nuncios Millino, Carafa, Caetani. Cen-
nini. Sangro y Sacchetti.
,12 R. DE HINOJOSA
dos poi- el Rey y por el Consejo Real, que veían en ellos
los mejores mstrumentos para combatir la autoridad é m-
tervención de la Santa Sede y de sus representantes en los
asuntos disciplínales de la Iglesia de España, y aconse-
jados además por su propio interés, jamás los Obispos es-
pañoles quisieron renunciar á tales remedios que les ase-
guraban su total independencia de la Curia. Consecuen-
cia de todo ello era que entre Obispos y Cabildos y entre
aquéllos y los Nuncios, menudearan en aquel tiempo plei-
tos, recursos y conflictos tan escandalosos como el de que
quiero hacer relación más adelante.
No eran, ni podía esperarse que fuesen, más obedientes
á la autoridad del Nuncio las Ordenes religiosas. Frecuen-
tadas todas ellas por personas linajudas, merced al desam-
paro en que forzosamente les dejaba la institución de los
mayorazgos, «cada una era un avispero donde con dificul-
tad podía tocarse sin peligro de picaduras (0.» Así, mien-
tras que los Nuncios y sus delegados reputaban falsa,
nueva y perturbadora la pretensión de los regulares de no
hallarse en manera alguna sujetos á la Nunciatura, éstos
sólo reconocían por superior al Papa en Roma; pues, fun-
dándose en privilegios concedidos por la Santa Sede y am-
parados en caso necesario por el Consejo Real, entablaban
y seguían sus apelaciones del Superior local al provmcial,
del provincial al general, de éste al Cardenal protector y
del Cardenal al Papa, con lo cual quedaban, de hecho ai
menos, enteramente independientes no sólo del Nuncio,
sino hasta de la misma Curia romana.. «Los religiosos de
aquellos Reinos-advertíase en 1605 al Nuncio Monseñor
MiUino,— están más reformados en la apariencia que en la
esencia: pues hallándose las Ordenes, merced á que los se-
gundones no heredan, llenas de nobles que conservan cier-
to orgullo y vanidad, parecen libres de aquella sordidez
(i) .Instruttione al Nanzio di Spagna,» último de Julio de
,58t, en Hinojosa. Los despachos de la Diplomacia poní: f cía en
España, tomo 1, págs. 224 y 244.
LA JURISDICCIO>í APOSTÓLICA EN ESPAÑA 413
que se ve en otras partes; pero en el fondo, á los votos de
la religión, á la mortificación y á otras cosas propias de
todo buen religioso, esta circunstancia antes perjudica que
aprovecha, por ser causa de que los frailes se interesen en
negocios seculares y de que continuamente estén en las
casas de sus parientes y amigos tratando asuntos propios,
abuso frecuentísimo en aquel Reino. De aquí se sigue el
trato con mujeres, así parientes como extrañas; el poco te-
mor á los Superiores, los cuales, cohibidos por ciertos res-
petos, no osan ó no pueden poner en ello mano, y la obe-
diencia como la castidad va al suelo; y convirtiéndose en
propietarios, no haciendo vida común y queriendo vivir
aristocráticamente y no pobremente, se vulneran los tres
votos esenciales de las religiones. Las monjas, sobre todo,
tienen más necesidad de reforma en España, al punto que
el mismo Rey y el Duque de Lerma han hablado de ello
al Nuncio, mostrando desear que se ponga algún remedio.
No guardan regla ni clausura, y dan ocasión á infinitos es-
cándalos, por no decir cosa peor. El desorden nace tam-
bién en ellas de la nobleza, lo cual hace el remedio más
difícil, pues como los monasterios están llenos de damas
principales, protestan los Grandes y demás personajes que
tienen en ellos parientes y no dejan hacer cosa buena (0.»
El temor que, por virtud de estas circunstancias, teníase
en Roma á toda intervención del representante del Pontí-
fice en asuntos de frailes ó monjas de España, era tal, que
invariablemente se aconsejaba á los Nuncios que dejaran
caminar por su rumbo ordinario aquellos negocios, sin in-
miscuirse en ellos sino en caso de grande escándalo é in-
conveniente, ó cuando fuera notorio el mal gobierno de sus
Superiores; pero nunca sin prevenir a'l Rey «y acaso in-
formar también de antemano al Consejo, para evitar re-
cursos y reclamaciones y que pusiera en ello la mano (2).»
(i) Insirucción á Monseñor Millino. Del mismo tenor eran las
advertencias que se hacían á sus sucesores.
(2I Instrucciones á los Nuncios Millino, Carafa, Caetani, Gen-
.jj .R. DE HINOJOSA
Fuera de estos casos, el Nuncio sólo debería intervenir
para castigar sin contemplaciones á los religiosos que, «ó
por ignorancia ó por malicia, escribían cosas exorbitantes
ó aconsejaban en materias jurisdiccionales de manera que
se extendiese la jurisdicción ordinaria y se restringiera la
eclesiástica (ij.»
Tan general oposición á la jurisdicción apostólica, halló
también inevitable y á menudo exagerado eco en la lite-
, atura jurídico-política de la época. Arrastrados los juris-
consultos y políticos españoles, que hasta fines del si-
glo XVI habían venido siendo regalistas prácticos, por el
entusiasmo cesarista de moda entonces con la obligada
defensa de lo que llamaban Ley regia y derechos majes-
táticos r-), comenzaron á dedicarse á la especulación. Ex-
tremando y desnaturalizando frecuentemente las opiniones
de algunos filósofos y teólogos del siglo xvi de gran auto-
ridad y prestigio (3), acerca de las relaciones entre las po-
testades eclesiástica y temporal, los políticos alentaban al
Rey á robustecer los medios de que se venía valiendo el
poder civil para impedir el libre ejercicio de la jurisdicción
«iai, Sangro y Sacchetti. Encargábase también muy smgularmen-
,e á estos Nuncios, que no admitieran apelaciones en asuntos de
religiosos sino cuando el agravio fuese manifiesto, delegando en
,al caso el conocimiento de la causa en frailes de la m.sma Orden
no sospechosos, y rara vez en los Obispos ó en frailes de Orden
diversa. Tampoco debían poner mano en las licencias que solici-
uran sino remitirlas á los Superiores respectivos; «con tanto mas
motivo-decían -cuanto que los Superiores de las Ordenes son
muy escuchados por el Rev, y si el Nuncio les quita ó menoscaba
su autoridad, no dejarán de hacer formar menguado concepto de
él al Soberano.')
(i) Instrucciones á Monseñor Millino y á Monseñor Carata. .
(2) .Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españo-
les: Madrid, i8Si, tomo II, pág. 40.
(•5) Hinojosa (E.), Influencia que tuvieron en el Derecho pu-
blico de su patria y singularmente en el Derecho penal, los filó-
sofos y teólogos españoles anteriores á nuestro siglo (Madrid,
,89o), hace en el cap. V un resumen de las doctrinas de aquellos
filósofos y teólogos relativas á esta materia.
LA JURISDICCIÓM APOSTÓLICA EN ESPAÑA 415
eclesiástica, en particular los recmsos de fuerza y la re-
tención de Bulas, y los jurisconsultos esforzábanse por ha-
llar argumentos con que justificar aquellas regalías de la
Corona. Las opiniones de los primeros sintetizábalas, á
principios del siglo xvii, el famoso secretario de Felipe II
Antonio Pérez, en su libro Norte de Príncipes dedicado al
Duque de Lerma, favorito de Felipe III. «Muchos dirán
— escribía — y habrán dicho esto mismo que yo quiero de-
cir á V. E., porque es cosa tan necesaria que ninguno
puede ignorarla, y es que se ponga mucho cuidado en la
materia de las jurisdicciones con Su Santidad, que se va
entrando Roma mucho en la de España; y siendo tan gran
parte de ella lo eclesiástico y religioso que ocupa más de
la mitad de ella, quando menos pensemos los habernos de
hallar dueños de todo. Susténtese el remedio de las fuer-
zas y de la retención de los despachos injustos, como lo
hay en otros muchos Reynos Christianos y no mayores
ni de más calificados méritos con la Sede Apostólica, y sin
que parezca que con eso se contraviene á la authoridad y
libertad eclesiástica; razón con que siempre se nos da en
rostro por los Ministros Romanos. No consienta V. E. que
en su tiempo se pierda costumbre tan loable, sino antes
en él se asiente de todo punto, con que eternizará su me-
moria gloriosamente entre los venideros (i).»
Por su parte los jurisconsultos, elevándose á los más
fundamentales principios del derecho público, no se mos-
traron ciertamente muy apurados para justificar aquellas
regias prerrogativas. A este fin alegaban que el deber de
protección y defensa de los subditos nació con la misma
institución real, de suerte que es objeto y causa final de
ella; que es, por tanto, tan propio del Soberano defender y
proteger á sus vasallos y tan esencial y necesaria esta re-
(0 Norte de Principes, Vireyes, Presidentes, Consejeros y
Governadores. Advertencias políticas fundadas en rajón de Es-
tado y govierno, escritas para uso del Duque de Lerma, páginas
244-246 dé la edición de Madrid de 1788.
.j5 R- DE HINOJOSA
galía que no puede renunciarla sin abdicar una parte de
su independencia, dividir el imperio y faltar á la primera
obligación suya impuesta por el Todopoderoso (0; que
siendo deber del Rey velar por la disciphna de la Iglesia
y por la recta aplicación de los Sacramentos y proteger a
sus subditos vejados por los desaciertos de la Cuna com-
pétele así el derecho de retener las provisiones de Roma,
para suplicar al Papa su reforma ó revocación cuando con-
tuvieren alguna cosa contraria á las prerrogativas del Rey
6 del Reino, á los privilegios apostólicos y decretos de los
Concilios provinciales ó algo que pudiera provocar publi-
co escándalo (^-), como el de reprimir los excesos y violen-
cias que los jueces eclesiásticos, abusando de su autoridad,
pueden irrogar á los vasallos, singularmente á los cien -
eos V dispensar á éstos su protección, para que de este
Ldo se administre justicia, permanezca quieta y tran-
quila la República, y se conserve intacta la discip ina de
la Iglesia (3); por último, que siendo el úmco fin de este
remedio el de repeler la fuerza, socorrer al agraviado y
volver en cierto modo al juez eclesiástico al buen camino,
no puede decirse que el juez secular ó sus delegados se
mezclan ó entrometen en el conocimiento de la causa pnn-
Cipal, 6 que impiden ó usurpan la jurisdicción eclesiás-
tica (4).
U) Salgado d. Somoza, Tractatus de regia protectione vi
Sun, .6.6 fn epilogo prc^miali.-Salgado de Somoza, Trac-
mus de supplicaiione ad Sanctissinnnn a littens el bulhs apo.to-
uSupenLem Reipublic, Regni, aut Regis, a^aJur^s tertu
^Zjudiiiwn impelraús et de earum relenuone: Matr.u, ibjQ,
parte primera, cap. I, núra. log .
M Salgado, Tractatus de supplicaiione, parte primera, capi-
tu o I, números 119, 148, 184, 185; parte primera cap. II núme-
ros 2 y 3.-CastiUo de Bobadüla, Política de Corregidores, h-
broll cap. XV 111, núm. 206.
(3) Diego de Covarrubias, Practicarum qucestionum hber srn-
ffulíZT'iSy cap. XXXV.
(4) Salgado, De regia protectione, prffilud. 5, num. 194.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 417
Contra muchos de estos libros, singularmente contra
los del Obispo D. Diego de Covarrubias y Leyva (O, del
Dr. Juan Roa Dávila (2), del ex-jesuita Enríquez (3), de
Jerónimo de Ceballos (4), de Pedro Cenedo{5), de Pereira
y Castro (6) y otros posteriores, alzáronse en Roma, y re-
produjeron aquí los Nuncios, no muy suaves reclamacio-
nes. De algunos llegaron á pedir al Monarca y sus Minis-
tros que los mandasen quemar públicamente y destruir los
originales (7); pero jamás las protestas de la Curia fueron
atendidas en la Corte de Madrid. Y aunque en Roma la
Inquisición mandó ponerlos en el índice de los libros prohi-
bidos, ni la validez de sus decretos fué reconocida en Es-
paña, ni fueron parte para que se pusiera traba alguna á
la literatura regalista, á cuyo auge vinieron á contribuir
muy luego las desavenencias de la Corte de Felipe IV con
el Pontífice Urbano VIH [ü).
Poner frente á la doctrina la práctica, y frente á las
causas de hostilidad en España al ministro del Pontífice
el desarrollo de un proceso en que, con lastimoso lujo de
excomuniones y entredichos, contendieron la jurisdicción
episcopal con la apostólica y esta última con la jurisdic-
(1) Practicarum qucestionum líber xingiilaris: Lyon, 1536.
(2) Apología de iuribus príncipaübiís defendendis el mode-
randís inste: Miidrid, 1591.
(3) De clavíbus Romani Poiilífcis.—Siimma moralís Sacra-
menlorum: Salmanticae, 1501.
(4) Speculum aiireum opíuíoiiiim commuiiiiim contra, commu-
nes; necnon de títulís Regibiis Hispanice et eorum senatoribus et
auditoríbus ad cognoscendum per viam violentice in causis eccle-
siastícís et inter personas ecclesiasticas cerneré licet: An-
tuerpias, 1623.
(5) Praclícx quxslíones canotiicx et civiles: Casaraugusta;,
1614,
(6) De manti regia Tracta.tus: Ulyssiponte, 1622.
(7) Hinojosa. Los despachos de la Diplomacia pontificia, to-
mo I, págs. 352-353 y 372-373.
• (8) Puede verse en La Fuente, La retención de Bulas, pág. 59,
el catálogo de los libros regalistas prohibidos en Roma.
11
2-;
(^ R. DE HINOJOSA
con real; que pinta muy al vivo la guerra sorda que entre
sí mantenían Obispos y Cabildos; que termino con la re-
vocación por el Consejo de una sentencia del Tribunal de
a Nunciatura, confirmada por un Breve del Papa; y que
fué causa del relevo de dos Nuncios, a quienes la Santa
Sede no reputó sin duda capaces de defender la junsdic-
aón apostólica en aquel trance, ni de contrarrestar las
crecientes invasiones del poder civil.n materias meramen-
e les:ásticas, ni el rapidísimo progreso de las doctrinas
vegalistas en nuestra patria, quizá á muchos no paieceiá
del todo ocioso.
II
Gobernaba la Archidiócesis sevillana el ilustre D Pe-
dro Vaca de Castro y Quiñones, hombre piadosísimo no
tan letrado, pero en extremo celoso de su autoridad y
^ ' • ' V era Provisor suyo y Vicario general un
^r D A tJ-rd^CovarrubiL y Leyva, fámulo que
hab a L del otro D. Antonio, hermano del famoso Don
uto Obispo de Segovia, y cuyos nombre y apellidos,
fosa no rara en aquel tiempo, tomó el criado como mués-
tiTde gratitud á su bienhechor d). De carácter inquieto.
LtallaL y pleitista. Covarrubias Rabiase malqm.^^^^^^^^^
con cuantos de cerca ó de lejos tuvieron que habeiselas
con su autoridad de Vicario general, jue. ordinario del
Arzobispado de Sevilla; pero singularmente con quiene,
pofser ministros ó dependientes de la Nunciatura o de la
qu. sostuvo sobre una canong. de S II a D^_^^^^^ ^^ ^^ ^^^^^^
tel. Chantre y canon.go de ^^^ J> ^ ._^ manuscri-
"o'atn p=r„n.ctó .1 Con* d. M,«nJ..
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 419
Cámara apostólica, eran exentos de la jurisdicción del
Arzobispo.
Ya en el "año de 1617, siendo Nuncio apostólico en Es-
paña Monseñor Caetani, Arzobispo de Capua, sus dispu-
tas con los ministros de la Santa Sede en Sevilla comen-
taron á despertar contra él grandes recelos en la Nuncia-
tura y cierta prevención en la Corte romana. Con pretexto
de que muchos jueces subdelegados, sobre procurarse es-
tos nombramientos para servicio de sus propios intereses
y de mezquinas pasiones, dejábanse llevar á menudo de
notarios ignorantes, suspensos y castigados por falsarios
ó pagados y cohechados por las partes, Covarrubias había
publicado un edicto prohibiendo á los curas del Arzobis-
pado, so pena de excomunión latcu senfentim, diez días de
cárcel y diez ducados de multa, que promulgaran ó ejecu-
taran ningún mandamiento de jueces subdelegados sin que
primero se lo llevasen á él para ver y examinar su juris-
dicción, y ordenándoles que no consintieran poner en las
tablillas de los excomulgados á persona alguna, como no
íuera por mandato del Arzobispo ó suyo (i).
No bien llegó el caso á noticia del Nuncio, entendiendo
que lo dispuesto por el Vicario llevaba aparejada una ma-
nifiesta subordinación de la autoridad de la Santa Sede á
la del Arzobispo, apresuróse á expedir un decreto en que,
sobre declarar el edicto de Covarrubias contrario á la¡
Constituciones apostólicas y á los sagrados Cánones, re-
vocó y anuló el dicho edicto en lo tocante á los mand'atos
de los jueces subdelegados apostólicos, singularmente á
■los comisarios del Tribunal de la Nunciatura y de la Co-
lecturía de espolios; y, bajo pena también de excomunión
lata: smtenliiB, quinientos ducados de multa y demás pe-
nas que en cada caso pluguiérale imponer, prohibió á los
curas que con pretexto alguno dejaran de ejecutar los
mandamientos de los dichos jueces, sin llevarlos, por su-
(i) Edicto de Covarrubias de 29 de Abril de 1617 (impr.), en la
Biblioteca Nacional, R-iñ.
-20 R- DE HINOJOSA
puesto, á la censura del Vicario L). Mas no se amedrentó
por ello Covarrubias: por orden suya el fiscal del Arzo-
bispado presentó al juez apostólico en Sevilla, Monseñor
Felipe Carresi, un escrito en que, alegando que el edicto
del Vicario general estaba fundado en derecho; que para
revocarlo el Nuncio requeríase apelación previa y no la
había; que no se ordenaba en él resistir á los mandatos
apostólicos ni de los Nuncios y jueces con jurisdicción or-
dinaria ó delegada, sino saber y averiguar s. esta jurisdic-
ción era real y efectiva, á fin de impedir frecuentes escán-
dalos y abusos; y que, no teniendo los curas otra potestad
y jurisdicción que la q«e el Arzobispo les diere, podía muy
bien limitársela y ordenarles que no se entrometieran en
promulgar ni ejecutar censuras hasta que constase la au-
toridad de los que las fulminaban, pedíale no procedie-
se á cumplimentar ni publicar el edicto del Arzobispo de
Capua hasta que, mejor informado éste, pudiera revocar-
lo (2) Negóse Carresi á admitir semejante petición, y sm
más miramientos, Covarrubias, no sólo mandó leer en las
iglesias y fijar en las puertas de la Catedral los edictos
mencionados con la apelación del fiscal eclesiástico, sino
que con graves censuras prohibió la lectura del auto en
que el Nuncio le mandaba derogarlos (3).
Con tales antecedentes, que no fueron ni los únicos m
los más graves (4); autor además D. Antonio de un libro-
(,) Decreto de Monseñor Caetani de 9 de Mayo de 16,7 (impr.),-
í.n in Rihlioteca Nacional, K-26. .
( P Clon del licenciado Francisco L6pez, fiscal ecles.astico
del Arzobispado de SevUla, ,7 de Mayo de 16,7 !-pr.), en la B.-
'';^"c::^^;;í;Í covarrubias. Biblioteca Nacional. K-^
U cargos contra Covarrubias.» En .6,7 y 1618 habia preso..
4 dos notar.os públicos, á un notario apostólico y á oíros ohc.ales
de a aLLa a'postélica, por notificarle letras del Nuncio s^ ha-
cer el menor caso de las inhibiciones, amonestaciones y censuras.
Tue con este motivo habíansele intimado. Acusábasele ademas en
Z: documento, de tener «publicamente op-nda en P- ona y
hazienda a Doña Theresa Gentil, viuda muger de R. de León C^
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 42I
que, con el título de Comulta á Su Magostad, consagraba á
advertir al Rey de los perjuicios que en Roma solían infe-
rirse á los subditos españoles y de los derechos de la Co-
rona en las causas beneficiales (i); y estimulado de conti-
nuo el representante del Papa por las reiteradas quejas
que contra el Vicario le transmitían los ministros de la
Curia en Sevilla y por secretos oficios del Cabildo metro-
politano, á quien Covarrubias tampoco perdonaba medio
de herir en sus prerrogativas (2), no maravillará que el
ravito, que el año de 1618 parió del un hijo y aora está preñada de
8 meses y le tiene usurpados más de 4O.000 ducados, como es pú-
blico, y que se alzó con ella en vida de su marido y se diz que le
dio banano.»
(ij Instrullione data a Mons. Giiilio Sacchetli avanti che an-
dasse Niintio in Spagna, i8 de Enero de 1624, en la Biblioteca
Barberiniana de Roma, MS. LA'-6, fols. i á 33 vuelto de la se-
gunda foliación. Cuanta diligencia he puesto en hallar un ejem-
plar de esta Consulta, ha sido estéril. En el mismo MS. de la Bar-
BE.<iNiANA, fols. 62-72 vuelto de la primera foliación, hay un Ris-
tretto del contemito della Consulta data in Spagna pretesasi dal
Covarruvias. En otro documento de la misma Biblioteca, Manus-
crito ¿K//-80, fols. 133-160, Caggioni che indussero la Santi-
tk di N.° Sigje Papa Gre}orio XV a levar la Nuntiatitra di
Spagnaal-Patriarchad' Alessandria, Mons. di Sangro, et abusi
al teinpo di Mons. di Massiini siio successore, 30 de Noviembre
de 1624, asegúrase que la Consulta de Covarrubias fué declarada
herética por la Inquisición de España «por no contener sino ma-
ledicencias, calumnias y separaciones de la obediencia de la Sede
Apostólica.» He registrado cuidadosamente el índice de libros
prohibidos de la Inquisición española y aun el de la romana, y no
he hallado en ellos mención de libro alguno con aquel título, ni el
nombre del Vicario de Sevilla. Copias de este mismo documento
existen en el Archivo Vaticano, Biblioteca Pío, vol. 70, pág. i3(),
y en la Biblioteca Corsiniana de Roma, cód. 465, col. 33-^-19.
De esta última copia dio ya noticia A. Meister en la Rómischer
Quartalscurift (1894); Zur spanischen Nuntiatur im XVI
und XVII Jahrhundert.
(2) «Memorial de los pleitos que a mobido y agrabios que a
hecho D. Antonio de Cobarrubias al Cabildo de la Santa Iglesia
de Sevilla y particulares prebendados della el tiempo que a sido
juez y vicario general,» en la Biblioteca Nacional, R-iñ.
A22 R- DE HINOJOSA
nuevo Nuncio, Monseñor Francisco Cennini, Patriarca de
Jerusalén y Obispo de Amelia, que en Octubre de 1618
había reemplazado en aquel cargo al Arzobispo de Capua^
deseara hallar ocasión de abatir el orgullo del Vicario ge-
neral, dando de paso rudo golpe, en beneficio de la apos-
tólica, á ia jurisdicción episcopal de que aquél apellidába-
se defensor.
ISIo tardó en presentarse tan anhelada coyuntura (0..
Desde el año de 1616, y á instancia de sus acreedores, te-
nía preso D. Antonio en la cárcel arzobispal á un cierto-
Pedio Salinas, arrendador que había sido de las tercias
reales en Sevilla y su Arzobispado durante los dos años-
últimos; mas estimando luego, acaso por ajeno consejo,
los dichos acreedores, que, de continuar Salinas en aquella
cárcel, perderían sus créditos por los impedimentos con
que en ella tropezaba para encaminar bien sus negocios,,
concertaron con el preso que pidiera su traslado á la cár-
cel real. Accedió Covarrubias á lo que se le demandaba-
pero como al mismo tiempo exigiera que prestase antes,
fianza de estar á derecho y pagar lo juzgado y sentencia-
do, y Salinas apelara á la Nunciatura del auto y grava-
men de proveer lo que los acreedores no pedían y era im-
posible cumplir, el Nuncio sometió el conocimiento de la
causa á D. Juan Antonio Zapata, Chantre, canónigo y
subcolector apostólico de Sevilla, y no grande amigo del
Vicario contra quien abrigaba viejos resentimientos.
Así, apenas recibió Zapata su comisión, apresuróse á
expedir un auto mandando que se cumpliera el de D. An-
tonio cuanto al traslado del preso, y revocándolo cuanto á
la fianza; y como el alcaide de la cárcel arzobispal se ne-
gara á ejecutarlo, alegando tener mandamiento del Vica-
(1) «Memorial de lo que se ha hecho y procedido contra Co-
varrubias.t— «Memoria de los excesos que ha cometido D. Anto-
nio de Covarrubias, por los quales le detiene preso el Sr. Nuncio
de Su Santidad y se hizieron autos por D. Juan Antonio Zapata y
se están de presente haziendo por el Dr. Gamir,. en la Biblioteca.
Nacional, R--íb.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 423
rio con graves penas y censuras para no soltar á Salinas
ni obedecer los mandatos del juez apostólico, sin más
contemplaciones y sin parar mientes en que por tan li-
vianas causas no era cuerdo acudir á tan extremados ri-
gores, no sólo excomulgó Zapata á Covarrubias, sino que
puso entredicho en la ciudad hasta que soltara al preso y
á un cura del Sagrario, á quien D. Antonio mandó encar-
celar por haber intentado poner su nombre en la tablilla
de los excomulgados, en cumplimiento del decreto del
referido juez.
Pero no era tampoco Covarrubias, según él mismo de-
claraba (1). hombre que hiciese más caso de las censuras
de Zapata y aun del mismo Nuncio, que si ias hubiera
puesto Barbarroja. Sin preocuparse de ellas, continuó des-
empeñando su cargo de juez ordinario y asistiendo á los
Oficios divinos (2); fulminó censuras contra el Cabildo en-
tero por haber querido guardar el entredicho (3); anatema-
tizó y recusó á Zapata por ser enemigo personal suyo; ex-
comulgó y vendió los bienes al notario de apelaciones
Gonzalo de la Cueva, por haberse negado á darle testimo-
nio de varias piezas de la causa; y acudiendo una vez más
al recurso de declarar que, no constando en manera algu-
na al Arzobispo la jurisdicción de Zapata, por no haber
presentado, como el Derecho y las Constituciones del Ar-
zobispado establecían, la delegación del Nuncio (4), no po-
(ij «Cargos contra Covarrubias», en la Biblioteca Nacional,
R-26. ya citado. Acusábasele además de haber dicho tque las cen-
suras no le afligen; antes se halla más sano cuando está en ellas, y
que tiene un cuero de ante en que las resiste, alabándose de ello á
muchas personas, que lo refieren con el escándalo que reciben de
oyrle; y no dize misa sino quandoestá excomulgado.»
(2) Ibidem.
(3) oMemorial de los pleitos que a mobido Don Ant. de Co-
varrubias al Cabildo de Sevilla.»
(4) Pedimento del fiscal eclesiástico de Sevilla al Nuncio (im-
preso).—«Memoria de los excesos que ha cometido Don Antonio
de Covarrubias. por los quales le detiene preso el Sr. Nuncio >
Biblioteca Nacional, R-26.
^24 K. DE HINOJOSA
día ser éste obedecido, determinó estorbar que se guardara
el entredicho, enviando á la torre del Sagrario ministros y
criados suyos que la ocuparon, impidieron el uso de las
campanas, prendieron al campanero mayor que era clérigo
de misa, é hicieron desalojar la torre á los demás clérigos
y campaneros que la habitaban, sacándoles los muebles á
la calle y vendiéndoselos en pública subasta (0.
Llegados á noticia del Nuncio tales desmanes y el es-
cándalo que las discordias entre los ministros de la Cuna
y los del Arzobispo comenzaban á despertar en Sevilla, á
principios de Marzo expidió un auto mandando á Cova-
rrubias que en el término improrrogable de quince días se
presentara -en Madrid, y á Zapata, que en el mismo plazo
le enviase la causa para conocer personalmente de ella y
dictar la resolución que conviniere. Pero como con el_ con-
sabido pretexto de que no constaba al Arzobispo la juris-
dicción del juez apostólico, y alegando además no estar
firmado el mandamiento por el Nuncio ni por su secreta-
rio (2) se negara Covarrubias á obedecer las órdenes del
representante del Papa, y los agraviados todos, en parti-
cular y bajo cuerda el Cabildo, estimulasen al Nuncio para
que se le castigara con rigor, mandó éste nueva comisión
á D. Manuel Sarmiento de Mendoza, Magistral de la Ca-
tedral de Sevilla, á D. Francisco de! Carpió y á D. Fran-
cisco Monsalve, canónigos de la misma iglesia, para que
cualquiera de ellos, ó todos juntos, procediesen a hacer
nuevas informaciones de los excesos y delitos cometidos
por el Vicario, y con ellas y los procesos ya incoados le
enviaran preso á Madrid (?).
Aceptó Sarmiento la comisión, y en cumplimiento de
ella, acompañado de Juan de Bejarano, beneficiado de la
(t) «Memorial de lo que se ha hecho y procedido contra Co-
V3rrubias.» — «Memoria de los excesos »
(2) Pedimento del fiscal eclesiástico de Sevilla.
(,) «Memorial de lo que se ha hecho y procedido contra Co-
varrub¡as...-Covarrubias al Nuncio, Abril de 1Ó.9, en la B.bho-
teca Nacional, R 26.
H JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 425
Catedral, notario de la Cámara apostólica y fiscal de la
causa, presentóse en casa de D. Antonio para notificarle el
mandamiento del Nuncio y llevarlo preso á la torre de San
Miguel. Mas no encontró el nuevo juez apostólico á Co-
varrubias en mejores disposiciones de acatamiento á los
decretos del ministro del Papa, que lo había hallado Za-
pata: á empellones echó al notario que osó entrar en su
casa, y la misma suerte habría corrido Sarmiento si, más
cauto, no hubiera aguardado en la calle el resultado de la
notificación. Previendo entonces el juez los escándalos
que de quererle llevar por la fuerza á la cárcel podían sus-
citarse, determinó excomulgarle de nuevo y ponerle preso
en su casa con guardia de algunos hombres, á pesar de las
protestas de D. Antonio, quien se apresuró á recusarle
también y á apelar ante la Audiencia. Considerando, sin
embargo, ésta que procesado Covarrubias por sus excesos
en el cargo de Vicario general del Arzobispado, con ju-
risdicción delegada del Arzobispo, no podía ser el Prelado
juez y parte en la contienda, y competía, por tanto, al mi-
nistro del Pontífice el conocimiento del negocio, declaró
no haber hecho fuerza Sarmiento cuanto á la prisión; pero
que la haría cuando procediera á las informaciones decre-
tadas por Monseñor Cennini, sin que antes se depurase si
las causas de la recusación del juez apostólico eran ó no
bastantes (i).
Denegada la apelación por el tribunal real, en cuyo
casi seguro auxilio fiaban en último término en España
cuantos tenían que habérselas en aquel tiempo con la ju -
(i) «Alegación en derecho tn el recurso de fuerza de Don
.\ntonio de Covarrubias y Leyva ante la Real Audiencia, contra
autos proveidos por D. Manuel Sarmiento, Canónigo-Magistral de
Sevilla y juez subdelegado que pretende ser, para que se declare
hazer fuerza Sarmiento en conocer y proceder en esta causa por
defecto de jurisdicción y por haber proveído en ella autos Je pri-
sión y censuras contra Don Antonio) (impr.)— «Memorial de lo
que se ha hecho y procedido contra Covarrubias,.) en la Bibliote-
ca Nacional, R-2Ó.
4.26 R. DE HINOJOSA
risdicción apostólica, Covarrubias debió comenzar á sentir
poco firme el terreno que pisaba, y determinó acudir al
Nuncio, dándole, á su modo, cuenta de lo sucedido y su-
plicándole le nombrase nuevo juez que no diera crédito á
sus adversarios, los cuales, con capa de defender la juris-
dicción de la Santa Sede, no pretendían otra cosa que al -
zarse con las haciendas de vivos y muertos. «Mandó Sar-
miento— añadía el desenfadado D. Antonio, — que en eje-
cución de su comisión fuese preso á la torre de San Mi-
guel á un aposento de tres barras donde están tres donce-
llas sin padre y madre. Mire V. S. I. qué se dijera si yo
fuese á tal prisión. Así por el modo de proceder de Don
Manuel, como por la poca amistad que me tiene, le recu-
sé y apelé de sus mandatos; dio traslado de mi petición al
fiscal, y sin responder á ella, proveyó auto en que mandó
que tuviese mi casa por cárcel con doce guardas; y porque
no fui á la torre de San Miguel, me declaró por descomul-
gado. Advierta V. S. I. lo que hace la pasión: pues man-
dándome que me quede en casa, me descomulga porque
no voy preso entre mujeres (0.» A esta carta acompañaba
el Vicario otra del Arzobispo D. Pedro de Castro al mis-
mo Nuncio, encareciéndole también la conveniencia de
nombrar juez imparcial que conociera del proceso (2).
En mal hora para Covarrubias, accedió á lo que se le pe-
día el Ministro del Papa. Contra lo que D. Antonio que-
ría y esperaba, esto es, que el nuevo juez fuese algún
prebendado de la Iglesia de Sevilla, parcial suyo (3), Cen-
nini nombró al Dr. D. Lucas Dionisio Gamir, capellán
de S. M. y refrendario apostólico, hombre bien intencio-
nado, pero de carácter enérgico é inquebrantable. Las dis-
cordias, pues, entre los ministros de la Curia y los del Ar-_
(i) Covarrubias al Nuncio, sin fecha (Abril), en la Biblioteca
Nacional, R-2b
(2) Castro al Nuncio, sin fecha (Abril), en la Biblioteca Nacio-
nal. R-26.
(5) Covarrubias al Nuncio, sin fecha (Abril).
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 4'27
zobispo, en lugar de suavizarse, tomaron tal cuerpo, que
durante muchos días alborotaron toda Sevilla. Referir
con todos sus curiosos pormenores los recursos que res-
pectivamente emplearon en la lucha el Vicario del Arzo-
bispado y el nuevo juez, fuera muy prolija tarea: baste
saber que Gamir excomulgó á Covarrubias por negarse á
ir preso a! convento del Carmen, donde el mismo D. An-
tonio había antes asegurado no tener inconveniente en ir;
que el Vicario excomulgó á Gamir é hizo arrancar, por un
notario suyo, la tablilla de excomulgados del Sagrario,
donde el juez había hecho inscribir su nombre; que puso
preso en la cárcel arzobispal, con cadena y giillüs, al Li-
cenciado Alonso Sánchez Gordillo, Abad mayor de la Uni-
versidad de los beneficiados y fiscal de la Cámara apostó-
lica, y en una torre, sin cama ni comida, al beneficiado
Juan de Bejarano, notario de la misma Cámara y fiscal
de la causa que contra él se seguía, no por otro delito que
por ser ministros de la Nunciatura en Sevilla; que en vir-
tud de comisión del Nuncio, y como subcolector que era
de la Cámara apostólica, salió de nuevo á escena el Chan-
tre Juan Antonio Zapata, excomulgando una vez más á
Covarrubias y mandándole que se inhibiese de las causas
incoadas contra los dichos ministros de la Cámara, quie-
nes, por ser tales, eran exentos de la jurisdicción del Or-
dinario; que, sobre excomulgarle también, D. Antonio acu-
dió á la Audiencia contra' Zapata; y finalmente, que es-
candalizados los Oidores de tal lluvia de excomuniones,
y de tan tremendas disputas, no sólo declararon no hacer
fuerza el Chantre, sino que trataron severamente al fiscal
eclesiástico y al Vicario, enviándoles un oficial de la Au-
_ diencia que les dijera «que, en adelante, procediesen con
más consideración y que se fueran á la mano en sus pa-
siones (i).»
(i) fMemorial de lo hecho y procedido contra Covarrubias,»
ya citado.— Copia de carta de Gamir, sin dirección ni fecha(Mayo)^
€n la Biblioteca Nacional, R-26.
4.28 R- DE HINOJOSA
Este nuevo é inesperado golpe que con el adverso fallo
y el apercibimiento del tribunal real recibía Covarrubias,
hizo acaso pensar al Arzobispo, quien hasta entonces ha-
bíase mantenido apartado de toda discusión, que era lle-
gada la hora de intervenir directamente en la contienda,
para ver de sacar á salvo la autoridad y el prestigio del
Vicario, que eran, erf suma, sus propios autoridad y pres-
tigio. Por orden suya, el fiscal del Arzobispado requirió á
Gamir, advirtiéndole que no podía usar de su comisión
sin mostrarla antes al Ordinario y darle copia literal de
ella, y porque estando la causa en primera instancia, sólo
al Arzobispo competía su conocimiento y resolución; pero
como el juez apostólico se negara á exhibir, y mucho más
á dar copia, del mandamiento de Monseñor Cennini, no
queriendo someter su jurisdicción, que era la del Nuncio
mismo, á la del Metropolitano, nombró D. Pedro de Cas-
tro un juez especial que, sin contemplaciones, procediera
contra el apostólico. Era el nuevo juez un clérigo desco-
nocido é ignorante llamado Alonso Pérez, quien, sin en-
comendarse á Dios ni al diablo, comenzó por excomul-
gar á Gamir y declarar nulos, sin haberlos visto, todos los
autos hechos contra Covarrubias, mandando á éste, al Ca-
bildo, curas, justicias seglares y ministros reales de Sevi-
lla, que no los guardasen ni obedeciesen. En vano Gamir,
y por su orden el fiscal y notarios de la Cámara, buscaron
y mandaron buscar á Alonso Pérez para responder á sus
edictos ó para hacerle las notificaciones que eran del caso.
Pérez proseguía excomulgando á cuantos auxiliaban en su
tarea al juez apostólico, pero no había medio de dar con el
lugar de su residencia. Harto ya de inútiles pesquisas, Ga-
mir acabó por anatematizar también á Alonso Pérez, á.
quien con .gráfica frase se denominaba ya en Sevilla «el
juez duende,» y de quien en adelante no se volvió á tener
noticia alguna (0.
(i) «Memorial de lo hecho y procedido contra Covarrubias,.
ya citado.
I.A JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 429
Ante tan escandalosos sucesos, no podía permanecer in-
activo el Nuncio. Además de que el sentimiento de la gran
responsabilidad que sobre él pesaba, comenzaba probable-
mente á traducirse en su ánimo por una irritación sorda,
estimulada de continuo por la actitud arrogante y belicosa
del Arzobispo y del Vicario, no debía tampoco ocultársele
que la demora en acudir, incluso pw la violencia, al re-
medio de tan crítica situación, creaba al prestigio de la
Santa Sede en España enormes dificultades, y que sólo
la intervención suya inmediata, enérgica y directa en el
negocio, podía conjurar el temido peligro. Así, no bien
supo Monseñor Cennini, por informes del juez apostólico,
lo que acontecía, apresuróse á escribir al Presidente de la
Cámara de Castilla, que á la sazón lo era D. Fernando
de Acevedo, Arzobispo de Burgos, pidiéndole que con toda
urgencia mandara prestar en Sevilla el brazo secular para
conseguir la prisión de Covanubias y su envío á Madrid;
«á fin de reprimir — decía, — la audacia del Arzobispo y de
D. Antonio, su Vicario, contra la jurisdicción y autoridad
apostólicas, sobre todo por haber encarcelado á dos mi-
nistros de la Cámara, totalmente exentos de la jurisdic-
ción del Ordinario, y usado contra ellos todo género de
crueldad y desvergüenza (i).»
Prestóse el Presidente á lo que se le pedía, y con el mis-
mo correo que llevaba á Gamir nueva comisión del Nun-
cio contra Covarrubias, envió una carta al Regente de la
Audiencia, mandándole que, si el juez apostólico lo soli-
citara, de grado ó por fuerza prendiera y enviase á la Cor-
te al Vicario general de la diócesis, «pues era ya sobrado
tiempo de prescindir de la opinión del Arzobispo y de ex-
cusar discursos (2J.1)
(O El Nuncio al Presidente de Castilla, sin fecha (Mayo), en la
Biblioteca Nacional, /í-ab. — Cennini aludía en su cana á la pri-
sión, ya referida, de Gordillo y Bejarano.
(2) El Presidente de Castilla al Regente de Sevilla, sin fecha
(Mayo), en la Biblioteca Nacional, R-26.
,^0 K. DE HINOJOSA.
Llegadas que fueron á Sevilla tan terminantes órdenes,
y requerido, en efecto, por Gamir el real auxilio, rece-
lando el Conde de Peñaranda, Asistente de la ciudad, que
si encomendaba la ejecución de lo mandado á ministros
inferiores, podría la esperada resistencia de Covarrubias
provocar serio escándalo, prendiólo personalmente en la
plaza de San Francisco, y acompañado del alguacil ma-
yor y sus tenientes y otros alguaciles y ministros, condú-
jolo en su coche al convento del Carmen, donde ya le
aguardaba el juez apostólico con sus familiares. Al llegar
á\ste punto, la resistencia de D. Antonio fué tal, y las pro-
testas de algunos clérigos de su bando que tras él iiabían
logrado penetrar en el convento, tan ruidosas y amenaza-
doras, que, no bastando los esfuerzos de los alguaciles y
menos los'anatemas contra Covarrubias y cuantos inten-
taran auxiliarle, tuvo Gamir que llamar al Prior y á toda
la Comunidad, conminándoles con penas y censuras para
que le ayudasen á reducir al rebelde y á encerrarle en la
celda que le estaba destinada. En vano D. Antonio trató
de resistir aún, y en vano también fulminó las más graves
censuras eclesiásticas' contra el Asistente de Sevilla, el
juez apostólico, el Prior y sus frailes: entre todos llevá-
ronle en volandas, dándole muchos golpes y empellones,
tales que el mismo Gamir, según luego escribía al Nuncio,
dudó que llegase á la celda «sin sufrir la rotura de algún
brazo ó pierna (0.» Duró tan tremendo alboroto desde las
ocho hasta las once de la noche; y aunque el preso parecía
quedar al fin bien asegurado, con llaves, cerrojos y guar-
das, todavía, porque se recelaba que las gentes del Arzo-
bispado tratarían de rescatarle, determinó Gamir trasladar
su propia residencia y la de sus auxiliares al convento por
todo el tiempo que durase la prisión (2).
Gamir al Nuncio, sin fecha (Jimio de 1619), en la Bibliote-
ca Nacional, R-26.
(2) «Memorial de lo que se ha hecho y procedido contra Cova-
(I)
iNa
(2)
•rrubias.» -Gamir al Nuncio, sin fecha (Jumo)
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 43I
Salvado este primer escollo sin que, como con razón se
temía, provocara el caso alteraciones graves en Sevilla,
pensóse en disponer el envío del preso á Madrid con el
menor escándalo posible. A este fin, por mediación del
Regente, se propuso á Covarrubias que, pagando las cos-
tas de todo lo actuado hasta entonces y con fianza de cua-
tro mil ducados, permitiríanle trasladarse libremente á la
Corte, donde se presentaría en la Nunciatura. Fuerte, sin
embargo, con el favor del Arzobispo, en cuyo poder fiaba
más de lo que razonablemente debiera, no quiso D. Anto-
nio abrir el camino á un acomodamiento: negándose en
absoluto á pagar las costas, sólo consentía en prestar la
fianza, mas con la condición expresa de no salir directa-
mente para Madrid, sino permanecer algunos días libre en
Sevilla para visitar sus haciendas y poner orden en sus
negocios. Pero bien fuese porque el juez apostólico no
creyera, según él mismo aseguraba (t),que esto podía ha-
cerse sin gran descrédito de la jurisdicción del Nuncio,
bien, como parece más probable, porque temiese que Co-
varrubias maquinara aprovechar este tiempo para alboro-
tar al pueblo sevillano en su favor, es lo cierto que, pues-
to ya á un lado todo miramiento, de acuerdo con los Mi-
nistros reales, determinó Gamir que con el mayor secreto y
con buena guarda se le sacarla á media noche de la prisión,
y acomodado en una litera, con seis ú ocho criados suyos
y ocho guardias de á caballo y diez y seis de á pie, arma-
dos de arcabuces, se le condujese á Madrid. Y aunque to-
davía para sacarle del convento hubo necesidad de acudir
á la violencia, y para asegurarle en la litera ponerle espo-
sas y grillos, y para evitar que se escapara en lüescas y en
Jetafe demandar el auxilio de las justicias de aquellos
pueblos, á los quince días llegaba á la Corte, donde, por
considerar el Nuncio que el convento de la Merced, al que
(i) Gamir al Nuncio, Junio de 1619, en la Biblioteca Nació-
nal, R-26.
,,2 R- DE HINOJOSA
pensaron llevarle, era para hombre tan terrible poco segu-
ra prisión, encerrósele con grillos y cadena en un aposen-
to de la cárcel de la Corona (0.
III
La situación, así para Covarrubias como para el Arzo-
bispo, cuya autoridad representaba, era critica: la prisión
del Vicario había sido, sin duda, para éste una lección
ruda; mas para el Prelado era también una humillación
cruel. Castro veía su autoridad y su crédito gravemente
comprometidos, y para conjurar la tormenta ó atenuar en
lo posible sus efectos, determinó acudir al medio más efi-
caz en aquel tiempo contra el poder y la jurisdicción del
Nuncio en España: invocar el apoyo del Rey y del Conse-
jo Real, para que pusieran el veto á las resoluciones del
Ministró del Papa. «Los émulos— escribía en esta coyun-
tura el Arzobispo al Rey.^han cumplido su deseo y ven-
ganza en D. Antonio de Covarrubias, y el Nuncio me ha
hecho grande ignominia y afrenta en llevarme á mí, en
la persona de Covarrubias, por esos caminos que le lleva-
ron infamándole y afrentándole públicamente, aherrojado
por'caminos y poblados: exemplo de Nerón ó Domiciano.
Ni se ha hecho después que España se ganó á los moros,
ni el mismo moro cuando martirizaba á los christianos lo
hiziera: prisión y execucion contra todo derecho, aun de
gentiles, y contra todas las Epístolas de los Pontífices (2).»
Esta deshilvanada carta de que, por arte de los amigos de
D Antonio, anduvieron en cierta boga las copias en Sevi-
lla y en Madrid, terminábala Castro recusando al Nuncio
(i) «Memorial de lo que se ha hecho y procedido contra Cova-
rrubias,» en la Biblioteca Nacional, i?-26. _
(2) Castro al Rey: de Sevilla, Septiembre de tbiQ, en la Biblio-
teca Nacional, R-id.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 433
y rogando al Rey, en nombre de todos los Prelados espa-
ñoles, que pusiera los ojos en el negocio y la mano en su
reparo y castigo. Con la misma fecha, y con no menos des-
templadas palabras, escribía el propio Arzobispo de Sevi-
lla al representante de la Santa Sede: «Veo á V. S. I. en
las cosas deste Arzobispado de manera, que es servicio de
Dios usar de los remedios del derecho deteniendo el daño
que podria causar al bien público, al govierno de las igle-
sias y á la reformación de las costumbres. Si V. S. I. pro-
sigue en ella, el fiscal del Arzobispado recusará á V. S.
en todas las materias del, y V. S. I. lo tenga por bien.
No ha dado Su Santidad á V. S. I. jurisdicción y potestad
absolutas, sino limitadas y sujetas á las Constituciones
apostólicas y los Concilios; y tengo despachos firmados
de V. S. I. que enviar á Su Santidad y al 111. "'o Señor
Cardenal Burgesio (0. Actiones tan crueles, Señor 111."'°,
y de tanto escándalo en España, muy lexos están de un
ministro de un Pontifice; y menos haver hecho materia
de la Sede Apostólica, las passiones particulares que
V. S. 111."^ y el mundo saven (2).» Y como ni el Rey ni
Monseñor Cennini parecieran hacer gran caso de las re-
clamaciones del Arzobispo, Castro escribió de nuevo al
Monarca dándole minuciosa cuenta de lo hecho contra Co-
varrubias, cuya conducta, naturalmente, trataba de excu-
sar, y pidiéndole nada menos que, volviendo por los fueros
de la razón y de la justicia, mandase castigar públicamen-
te á Monseñor Cennini y que lo expulsara de España,
«pues otro Nuncio podria hayer mas humano que hiciera
los negocios con mas deliberación (3).»
(1) El Cardenal Escipión Borghese, sobriiio y Secretario de
Estado de Paulo V.
(2) Castro al Nuncio: Septiembre de 1619, ^'^ 'a Biblioteca Na-
cional, R-i6, ya citado.— Una apostilla al margen de esta carta
dice: «Las causas de Covarrubias son contra la autoridad del Papa
y assi se ha juzgado en Roma.»
(3) Castro al Rey, 22 de Octubre de 1619, en la Biblioteca Na-
cional, R-26.
n 28
.,, R. DE HINOJOSA
434
Entre tanto, desplegábanse en Madrid contra D. Antonio
los más extremados rigores. En vano trató de ver y hablar
al Nuncio, primero por conducto del P. Miguel Vázquez,
de la Compañía de Jesús, y luego de Fr. Gregorio de Va-
lencia, Procurador general de la Merced, á cuyo convento
habíasele al fin trasladado; en vano también apelo al Con-
sejo Real de que no se le diera la ciudad por cárcel: el
Consejo desestimó su pretensión, y el Patriarca de Jerusa-
lén sobre negarse á concederle audiencia alguna, por sen-
tencia del Auditor, privóle de toda clase de oficios y bene-
ficios y mandó leer en la Catedral de Sevilla y fijar en as
puertas del Palacio arzobispal unas paulinas contra las
personas que, teniendo noticia de los bienes de Covarru-
bias no los denunciasen á la Cámara apostólica, cuyos mi-
nistros habían de proceder á su inmediata confiscacion(0. •
Por su parte, tampoco los enemigos, más ó menos embo-
zados, del Arzobispo y del Vicario en Sevilla, con quienes,
por lo que de los documentos se infiere, habíase entendi-
do secretamente el Nuncio, dejaban de estimular a éste,
recordándole los excesos de D. Antonio contra la autoiu-
dad y jurisdicción de la Santa Sede. ..Ya tiene V.S 111. ^
—escribían por este tiempo á Monseñor Cennini (^),-a
Covarrubias en su poder, cosa que él jamás creyó, ni su
dueño, por las violencias que siempre pensaron executar.
Esta ciudad esta contentissima, quanto estava escandali-
zada antes de su arrojada inobediencia, que menos que con
un ejemplar castigo, tal que no pueda aliar cabeía, no se
remediará. Muchos somos los que nos havemos empeñado
en este negocio por servir á V. S. 111.- y porque la Sede
(4) Covarrubias al Nuncio, sin fecha (Agosto de ^-J-g, ¡-P'--)-
A-L¿c'ón de Covarrubias dirigida al Nuncio ('-P;0-'j>' 'g;--
de en^bargo de los bienes de Covarrubias, por ™^"dato del prov -
for Tlonso de Andrada. alcaide de la cárcel arzobispal de Sevilla,
4 6 de Junio de i6iq, en la Biblioteca Nacional, i?-26.
uT Copia incompleta de cartaal Nuncio, que, por las trazas, pa-
Je ser d 'val-ios canónigos de Sevilla, en la Biblioteca Nació-
nal, R-2&.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 4.35
Apostólica tenga en esta ciudad la autoridad que se le
deve; á V. S. 111.™" toca mirar por nosotros de suerte que
€se señor no vuelva mas acá, que para eso no hay traza
ni falsedad que no intente con fabores superiores. Importa
<iesarraigar malas doctrinas que ya comenzaban á pegarse
y cundieran presto de manera que fuera dificultoso el re-
medio después. Aora lo tienen cortando raices, y á
V. S. 111.™" lo traxo Dios á España con su divina Provi-
dencia para que le haga tan gran servicio. » Por si todo
esto no bastara, á principios de Octubre el Cabildo nom-
bró al canónigo D. Manuel Sarmiento de iVIendoza, el
mismo que había sido juez en la causa contra Covarrubias,
para que, trasladándose á Madrid, tratara, en nombre de la
■Corporación, donde y cuando fuera necesario, los nego-
cios que habían de ventilarse en el ya famoso proceso (i).
Sarmiento era además portador de un Memorial, que de-
bía e.vhibir al Nuncio y al Consejo, en que con prolijidad
minuciosa relatábanse los agravios que el Cabildo y algu-
nos de los capitulares habían recibido del turbulento Vi-
cario (2).
(i) Certificación expedida á 9 de Octubre de 16 19. por el secre-
tario Baltasar de Salablanca, ea la Biblioteca Njcioaal, R.26.
(2) «Memorial de los pleitos que a mobido yagrabiós que a he-
cho Don Antonio de Cobarrubias al Cabildo de la Santa Iglesia de
Sevilla y particulares prebendados della el tiempo que a sido juez
y Vicario general.» Entre otras cosas, de algunas de las cuales
•queda ya hecha mención, acusábase en él á Covarrubias de haber
encarcelado, sin formación de causa, al Dr. Luis de Sanllorente
racionero de la Catedral, sin tener jurisdicción para ello. Habien-
do sido nombrado canónigo por el Arzobispo, no quiso D. Anto-
nio presentar el nombramiento al Cabildo, como manda el Dere-
cho, por no reconocer el que el Cabildo t^enía para proveer las
prebendas vacantes en determinados meses; d Papa nombró á Don
Juan de Zuniga, con quien Covarrubias tuvo pleito; pero fué ven-
cido. Porque un canónigo, secretario del Cabildo, no le quiso dar
testimonio de los autos despachados en este negocio sin que el
Cabildo se lo ordenase, lo excomulgó y mandó que los curas y el
clero de la parroquia donde vivía el dicho canónigo fueran á su
■casa con cruz alzada, cubierta con velo negro, y delante de ella
. 5 R. DE HINOJOSA
A principios de Noviembre llegó el representante del
Cabildo á Madrid, donde fué n.uy bien reab.do por el Pa-
U-iarca de Jerusalén. Sabedor á poco de que Covarrubas
V sus amigos intentaban hacer valer en favor de éste e es-
Lndalo y agravios que á los capitulares y á todo el clero
dSevüla habían producido su pris.ón y los -alos traU-
„.ientos que se le prodigaron, no cons.de.-ando que el Me^
morial que consigo traía era bastante a desvanecer tales
Zores, redactó y presentó al Consejo un segundo docu-
Zto e; que, sin tratar de disimular siqu.era la .nqmna
Tmala voíontad suya y de sus poderdantes contra el asen
dereado Vicario, procuraba precipitar su perd.c.on. «Esta
■e, elido de Sevilla y el clero de todo aquel Arzob.spa^
do decía entre otras cosas, Sarmiento,-tan lejos de
ag'^i ase de la pris.on y modo della del dicho D. Anto-
Z que antes reconocen por señalada merced la que s
ha 'hecho el señor Nuncio. Porque con esa pns.on. en al-
g na manera se da principio . la satisfacción que es^peran
de los agravios y prisiones injustas que han P^dec.do no
silo por ser contra derecho, sino también por la crueldad
que con sacerdotes honrados y exemplares ha usado, me^
tiéndolos en calabobos con grülos y cadenas s,n hacerles
causa ni tenerla, y quitándoles el ^^^^^ ' ^^'Zl^Z
dolesde la comida y cama que aun á grandes dehnquentes
hicieran las ceremonias del anatema, matando candelas y ape-
r.r a un ho pual d Ar o p ^^ _^^^ ^^ ^^ j.f.ndieran con
r: clTb^^rd •:: Covl'^rblls de ,ue, por .L suyas, el
lante Culpábase aden ^^^^^ merced y favor nt teni-
í"'''"^^"n buena\otespondencia, como el Cabildo habla pro-
ctaTlrcer de í^ber 'hablado s.empre muy miurtosamente
Z CabiTdo y de' los capitulares; y de haber llegado, en su od.o al
, nmde Que si al.unos prebendados tenían deudas, andaba soh-
'ch^o^ los acLdote": para ,ue los demandaran y e,ectttasea
ante él.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA BN ESPAÑA 437
no se niega. En quanto al rigor de la prisión del dicho
D. Antonio, con los autos presentados ante el Real Con-
sejo se responde bastantemente: pues en ellos constan las
resistencias hechas é intentadas por el dicho Covarrubias,
los tratos de embiarle suelto á esta Corte dando ñangas
que nunca quiso dar, las vezes que intentó huirse y las
comodidades con que le trajeron en litera y servido desús
criados y de las guardas, usándose con él siempre de mu-
cha benignidad, no obstante que no diesse lugar áella (').»
En vano, entre tanto, el Arzobispo de Sevilla escribía
al Inquisidor general pidiéndole tomara cartas en favor del
Vicario, «contra quien se cometía iniquidad é injusti-
cia (2);» al Rey y á su favorito el Duque de Uceda, supli-
cándoles que, pues la hacienda de Covarrubias habíase
vendido públicamente en Sevilla y cobrádose con su im-
porte el Nuncio y sus ministros, mandaran que fuese á
servir su oficio donde hacía mucha falta (3); y al Presiden-
te del Consejo Real y de la Cámara de Castilla, denun-
ciándole nuevamente «las crueldades del Nuncio,» y ro-
gándole pusiera mano en el remedio (4). En vano también
(i) e Memorial» de Sarmiento, en la Biblioteca Nacional, R-z6 .
(3) Castro al laquisidor general, 21 de Enero de i6io {impr.),
en la Biblioteca Nacional, R-26. Estas cartas impresas se hallan
tambíjn en el tomo de varios papeles de la Real Academia de la
Historia, P. V. 536, 12-15-3-94.
(3) 28 y 31 de Enero de 1620, en la Biblioteca Nacional, R-zG.
(4) 18 de Enero de i6¿0, en la Biblioteca Nacional, R-id. «Las
•cosas de aquí — escribía el Arzobispo— están en estado escandaloso
por los rigores y crueldades del Sr. Nuncio con D. .'\ntonto de
■Covarrubias, mi Vicario general, prebendado desta Iglesia. Pren-
dióle en Sevilla sin porque, sin causa, y llevóle á Madrid con
treinta escopeteros y le ha tenido preso nueve meses, y oy lo es-
tá Algunos, con juicio quizá temerario, dicen del delito y lo
principal es del dinero. Negocio es que toca á todo el estado del
Reyno. Yo me hallo confuso: quisiera mis estar captivo en Ber-
bería: estuviera allí con honra, alabando á Dios en aquella escla-
vitud. Aquí se está en summa ignominia. No hay camino por do
^caminar »
De mano propia: «Dirán rigurosa es esta carta. Qual es más, el
438 R- DE HINOJOSA
envió á Madrid al P. Maestro Fr. Alonso de Tamariz, de
la Orden de Santo Domingo, con encargo de transmitir á
Monseñor Cennini la resolución suya de abandonar la dió-
cesis, si luego no mandaba reparar los daños causados á
su Vicario. Los rigoref! contra Covarrubias extremáronse
de tal suerte en la prisión, que, á creerle á él, los frailes
mismos, movidos á piedad, abriéronle las puertas del con-
vento para que hiciera de sí lo que mejor le pareciese (');
y como D. Antonio, en efecto, se evadiera, el Nuncio, sm
pasar más adelante en la instrucción del proceso; sin ra-
tificar las declaraciones de los testigos; sin terminar la
rigor de una palabra de una carta, ó los rigores contra un ino-
cente que ha hecho lo que debe, pues lo que le imputan no es
culpa; y quando la tuviere se escuearia con el dicho de un doctor.
Más tiene este reo: tiene mi dicho y mi aprobación. Yo lo sé, yo
lo vi. Cúlpale el Nuncio un entredicho que impidió: hizo muy
bien. Yo le castigara si no lo hiziera porque le puso un delegado
en causa civil levissima, sin jurisdicción y muchas nulidades,.
Quitólo el Audiencia Real el mismo dia. Prendió dos clérigos, y
dice el Nuncio que son exemptos: fue en visita en que no ay exerap-
cion, con mucha multitud de misas, enagenaciones y no querer
declarar ante el visitador y otras muchas cosas que ay contra ellos;,
por cierto que merecían doscientos azotes. Que prendió un nota-
rio en que avia inhibición del Nuncio: responde que, constandole
la inhibición, no procedió más en ella; luego se inhibió, y quando
no, que no tiene más pena que la que le pone la inhibición: tan-
tos maravedises. No ay más contra él.
.Estos no son casos para lo que se ha hecho y haze con él, ni
para los auxilios que ha dado el Consejo. La Audiencia Real no
ossó otra cosa: excusóse con que se lo mandó V. S. 111."^ y el.
Conse)o. Ay muchos en favor del Reo. Yo soy su Prelado y pas-
tor, y lo e visto; lo hizo, y apruébolo.»
(i) Memorial de Covarrubias al Nuncio, de Enero de 1620 (im-
preso), en la Biblioteca Nacional, R-16, ya citado. cDe lo que se
podia querellar el fiscal-aiiadía,-fuera si me estuviera en ella,-
pues con los malos tratamientos que Su Merced decia que me hi-
ziessen, y con la mala comodidad que tenia, sin dexarme hablar
ni comunicar con ninguna persona, corría tanto riesgo mi vida,,
que los frailes, porque no la perdíesse en su convento, me echa-
Tondel.»
LA JURISüICCION APOSTÓLICA EN ESPAÑA 439
prueba; sin mandarle prender de nuevo ni emplazarle, no
obstante serle notorio que estaba en Madrid; y sin preocu-
parse para nada, por supuesto, de la recusación entablada
contra él ante el Consejo Real, procedió á dictar senten-
cia, condenándole por contumaz á la pena de galeras por
diez años, privación de oficios y beneficios, lo.ooo duca-
dos para la Cámara apostólica, y las costas y salarios del
juez Gamir y de sus ministros, que habría de tasar el mis-
mo representante del Papa.
El aspecto de las cosas no era, como se ve, para Cova-
rrubias muy lisonjero. Sin embargo, aunque por la me-
diación del Presidente de la Cámara de Castilla, el Audi-
tor de la Nunciatura, Monseñor Horacio Oddi, quiso com-
poner el negocio, dando á entender al reo que, por haberse
dictado en rebeldía la sentencia, sería declarada nula y
moderaríanse las penas, si él antes, renunciando á defen-
derse de los delitos que se le imputaban y de las preten-
siones de la Cámara apostólica, se obligaba por escrito á
confiar enteramente en la benignidad del Nuncio, como
fuente caudalísima de misericordia, negóse á ello el Vica-
rio, alegando que, pues la sentencia era nula por derecho,
no había por qué pedir á Monseñor Cennini que invalidara
lo que era nulo, ni que^ moderase lo que no había que mo-
derar, ni que le diera lo que era suyo. «Para cosas más
dificultosas y de mayor importancia — escribía con este
motivo al Auditor, — me valdré de la gracia de Monseñor
. Nuncio y acudiré á la fuente de su misericordia, aunque
con temor de no alcanzarla; no porque en Su Señoría
Ilustrísima no aya gracia, piedad y misericordia en abun-
dancia, sino porque yo no he merecido gozar dellas como
otros. Confieso que está en mí la incapacidad, y no en la
fuente de misericordia de Monseñor, á que V. S. me man-
da acuda. Quando leí esto de la fuente ubérrima de mise-
ricordia, me acordé de aquel misterio, tan celebrado en
las historias, de las fuentes de Egipto: quando llegavan á
ellas los hijos de Israel, eran aguas de misericordia y re-
frigerio, dulces y saludables y de vida; y quando llegavan
^¿¡.O R. DE HINOJOSA
los gitanos eran turbias, sangre, castigo y muerte. Todos
los que tratan de este misterio, dizen que lo bueno ó malo
de las aguas consistía en el toque y disposición con que
cada uno llegava á ellas: que la calidad y bondad siempre
se estava en un ser. Esto juzgo yo de la piedad y miseri-
cordia de la ubérrima fuente de Monseñor: siempre se está
en un ser. Llegan mis émulos con buen toque y disposi-
ción, y sin embargo de los pleytos civiles y criminales que
ay contra ellos en el Tribunal, los admite Su Señoria
Ilustrísima, y, valiéndose de su gracia y misericordia, no
se procede contra ninguno, y todos sus pleytos están sus-
pensos. Yo no tengo tan buen toque ni disposición como
mis contrarios, para tocar á las aguas desta fuente de mi-
sericordia. Tengo la mano más pesada para llegar á ella;
enturbio las aguas desta fuente; buélvolas en sangre y en
castigo y venganza; y no solo dizen que enturbio las
aguas, nías algunos quieren dezir que he quebrado la ca-
ñeria por donde vienen las aguas á la fuente de misericor-
dia (0.»
La sentencia del maleante Vicario produjo en su am-
parador, el Arzobispo Castro, el desastroso efecto que es
de suponer. Poseído de la más profunda indignación, el
Prelado determinó abandonar inmediatamente su iglesia
y retirarse á la Colegiata del Sacro Monte de Granada,
con el propósito firme de no volver á Sevilla hasta que,
satisfecho en su honra y hacienda, regresara Covarru-
bias (2). Pero no hizo más mella en el ánimo del Nuncio
esta resolución del Arzobispo, que la que habían hecho sus
protestas anteriores: reducido de nuevo á prisión, en vein-
ticuatro horas hízose recorrer á D. Antonio las cárceles
de la Corona y de la Villa y el Hospital de Antón Martín,
(i) Covarrubias á Oddi, Memorial impreso, en la Biblioteca
Nacional, R-26.
(2) Castro al Sr. D. Pedro de Tapia, del Consejo de S. M., a
23 de Junio de ib20; y al Nuncio, 29 de Junio de 1620, en la Bi-
blioteca Nacional, R--2.6.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 441
donde á la postre se le creyó más seguro (i). Y aunque
luego, por los buenos oficios del Presidente de Castilla,
ordenó Monseñor Cennini que, dando fianza de pagar to-
dos los gastos y costas del proceso, se le levantara el em-
bargo de sus bienes y rentas, asi eclesiásticas como tem-
porales, y se le diera por cárcel la casa de D. Felipe de
Haro que él mismo había pedido (2), quebrantada por el
Vicario la nueva prisión, encerrósele segunda vez en el
Hospital de Antón Martín, donde se hubo de redoblar la
vigilancia (3).
IV
Tal era el estado del proceso, cuando á mediados de
Febrero de 1621 Monseñor Cennini, elevado á la dignidad
cardenalicia pocos meses antes, debiendo trasladarse á
Roma para asistir al Conclave que había de dar sucesor á
Paulo V, subdelegó en el Auditor, Monseñor Horacio Oddi,
el cargo de Nuncio apostólico, y en Monseñor Antonio
Lelii, Fiscal general de la Cámara, el de Colector de es-
polios y vacantes (4).
Con arreglo á las instrucciones del Cardenal, quien
acaso temía no ver en el nuevo Nuncio que se enviara de
Roma, la tenacidad y el rigor que él juzgaba necesarios
para que el castigo de Covarrubias sirviese de escarmien-
to á cuantos eclesiásticos pretendieran en adelante con-
tender en España con la jurisdicción apostólica. Monse-
ñor Oddi, reputando desde luego nulo el fallo pronunciado
por Cennini, activó de tal manera el proceso, que un mes
(O Auto del Nuncio, de 21 de Julio de 1620, en la Biblioteca
Nacional, R-26.
(2) Autos de 28 y 30 de Julio y 24 de Octubre de 1620.
(3) Autos del Nuncio de 28 y 30 de Noviembre de 1620.
(4) Certificación expedida por Bartolomé Gutiérrez, notario
apostólico, 13 de Febrero.
44.2 R- DE HINOJOSA
después dictaba nueva sentencia. Considerando á D. An-
tonio como reo de haber reiteradamente impugnado é im-
pedido la jurisdicción del Nuncio y sus delegados, privá-
bale por ella de cuantos oficios y beneficios, dignidades y
rentas eclesiásticas ó temporales disfrutaba; incapacitába-
le para obtener cualesquiera otros y para el ejercicio de
toda jurisdicción, asi civilcomo crimina!, y tanto ordina-
ria como delegada; imponíale suspensión a diviiiis por dos
años, y condenábale á destierro de la ciudad de Sevilla
bajo pena de reincidencia, á dos mil escudos de multa
para la Cámara apostólica y al pago de las costas del pro-
ceso (i). En 21 de Mayo siguiente, el nuevo Pontífice, Gre-
gorio XV, confirmaba por un Breve la sentencia del Au-
ditor, contra la cual habían interpuesto ya recurso ante el
Consejo Real, Covarrubias y el fiscal eclesiástico de la
Arcbidiócesis sevillana (2).
Entre tanto, puesto en libertad D. Antonio, sin preo-
cuparse para nada de la privación y destierro á que se le
había condenado ni de las graves censuras en que incu-
rría, habíase vuelto á Sevilla, donde, invocando su calidad
de juez ordinario y Vicario general del Arzobispado, man-
dó prender de nuevo al licenciado Alonso Sánchez Gor-
dillo, Abad mayor de la Universidad de beneficiados y
fiscal de la Cámara apostólica (3), «encerrándole en una
torre entre sapos y culebras, sin consentir que se le diese
luz, ni silla donde sentarse, ni cama donde dormir, ni
de comer;» mandó encarcelar también al notario de las
provisiones apostólicas, é incoó proceso contra el Conde
de Peñaranda, Asistente real de la ciudad (4). Profunda-
(i) Sentencia dictada el 16 de Marzo de 1621, y notificada á
D. Antonio el mismo día, en la Biblioteca Nacional. R-iñ.
(2) Breve de Gregorio XV de ai de Mayo de 1621, notificado
á Covarrubias el 31 de Julio siguiente.
(3) Auto de Lelii de i3 de Mayo de 1621, en la Biblioteca Na-
cional, R-26.
(4) Caggioni che indussero a la Santita. di N.° Si g." Papa.
Gregorio XV a levar la Nunliatura di Spagna al Patriarcha
I.A JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 443
mente irritado por las violencias de que había sido víc-
tima, Covarrubias comenzaba á tomar venganza de cuan-
tos en alguna manera habían contribuido á su desgracia.
Por su parte, el Fiscal general de la Cámara apostólica,
Colector de espolies en ausencia del Nuncio, apresuróse á
condenar nuevamente el proceder del Vicario, recordando
al Arzobispo, Asistente, Deán y Cabildo de Sevilla la
obligación en que estaban de impedir que los excomulga-
dos participasen en los Oficios divinos con los demás fie-
les (i). L% contienda, pues, entre la jurisdicción apostólica
y episcopal, reanudábase con no menor empeño que antes.
La lucha sólo había valido á Covarrubias persecuciones y
miserias; pero, dominado todo en él menos por la razón
que por las pasiones, ni un punto pensó en someterse, ni
le arredraba la temible enemistad de los ministros de la
Curia.
En esta coyuntura (Junio de 1621) llegó á Madrid el
nuevo Nuncio apostólico, Monseñor Alejandro de Sangro,
Patriarca de Alejandría y Obispo de Benevento. En la
Instrucción que al salir de Roma había recibido del Car-
denal Ludovisi, Secretario de Estado del Papa, ocupaban
no breve espacio las reglas á que debía ajustarsu conduc-
ta en las controversias con el Consejo y tribunales rea-
les, para conservar y defender la jurisdicción é inmunidad
eclesiásticas y la autoridad de la Santa Sede. Con arreglo
á ellas, y á fin de evitar en cuanto le fuera posible toda
contienda con el Consejo, el Nuncio procuraría no avocar
á sí el conocimiento de ninguna causa, sino remitirlas á
los Ordinarios; «pero — advertíase además á Monseñor de
Sangro^cuando sé hayan hecho cuantas diligencias se
juzguen necesarias para rehuir la controversia, y de viva
voz y por cartas, protestado ante el Rey, y sea bien noto-
d' Alessandria Mons. di Sangro et abusi al tempo di Mons. di
Massimi suo successore, 3 de Noviembre de 1627, ya citadas.
(t) Auto de Lelii de 18 de Mayo de 1621, en la Biblioteca Na-
cional, R-26.
^^^ R. DE HINCJOSA
lia la justicia de la causa, procederá á emplear sin reparo
las armas suyas, que son las censuras, teniendo, no obs-
tante, buen cuidado de hacerlo en momento tan oportuno
y con tal consideración, que sean estimadas y temidas,
pero nunca despreciadas. Sobre todo, en la manera de ne-
gociar y en hablar franca y enérgicamente, mostrará pe-
cho y valor, porque en la Corte de Madrid repútanse poco
dignos los ministros de Principes que no se saben hacer
estimar.» Cuanto á las frecuentes discordias entre Obispos
y Cabildos, encarecíasele la necesidad de «ir templando á
los unos y á los otros, de manera que los Obispos conser-
ven íntegra su jurisdicción sin oprimir á los Cabildos, y
éstos vivan moderadamente con sus exenciones y la pro-
tección de la Sede Apostólica, sin alzar cabeza contra los
propios Prelados y sin caer en soberbia licencia (0.»
No resultan claras en los documentos que he podido ver,
las vicisitudes por que hubo de pasar tan accidentado pro-
ceso durante el año que desempeñó el Patriarca de Ale-
jandría el cargo de Nuncio en España; pero sí que su pro-
ceder en este negocio no fué muy del agrado del Papa y
de la Curia, y que la blandura con que trató al Vicario de
Sevilla no se reputó en Roma muy en armonía con las
instrucciones que se le habían confiado. Por mandato del
Nuncio, con promesa previa de nombrarle juez á su gusto,
el cual, como si posteriormente no hubiera sido condenado
ni la sentencia ratificada por el mismo Pontífice, ejecu-
tase el auto de Cennini en que mandaba alzar el secuestro
de sus bienes y que se le diesen los frutos y rentas de su
prebenda {2), Covarrubias llegaba á Madrid en el mes de
Octubre de 1621 con cartas de recomendación del Cabil-
do con quien por lo visto habíase reconciliado, para el
U) Instruttione a Mons. di Sangro Patriarca d' Alessandria
.et Arcivescovo di Benevento per la Nunciatura di Spagna, 9 .-e
Abril de 1621. ^ ^ t,;„„
(2) Covarrubias al Nuncio, Noviembre de 1 621. -Covarrubias
al Cabildo de Sevilla, 23 de Noviembre de 162 1.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 445
mismo Nuncio y otros personajes de la Corte, y alojábase
en calidad de prisionero en la propia Nunciatui'a (i). Cum-
plióle la ¡lalabra dada Monseñor de Sangro nombrándole
un nuevo jue2 en Sevilla, que, sobre abrir una informa-
ción acerca de los excesos cometidos por D. Lucas Dio-
nisio Gamir, juez delegado del Nuncio anterior, y proce-
der contra él si hubiere lugar, ejecutara, aun contra los
exentos, el dicho auto de restitución (2); y porque algunos
capitulares se negaban á obedecerle queriendo que se lle-
vase el negocio por vía de pleito y de justicia, escribióles
el Nuncio manifestándoles que «estimarla mucho que, sin
pleytos, mirassen á sus rabones (3).»
De tal suerte debió extremar el Patriarca de Alejandría
sü condescendencia en tan grave negocio, que en Roma
se llegó á hacerle responsable de cuantos descalabros su-
frieron en aquel tiempo, por mano del Consejo y de los
Ministros reales, la jurisdicción y autoridad de la Sede
Apostólica. El Consejo había hecho encarcelar y condenar
á muerte al notario que intimó las censuras del Auditor
de la Cámara á un canónigo, por haber transcurrido los
plazos de una pensión reservada en favor de Monseñor
Pirovano, Auditor de Rota; y procesó y citó ante el Al-
calde de Casa y Corte á Ovidio Lupari, Auditor del Nun-
cio, porque había ordenado la ejecución de las censuras.
Con este motivo, el Consejo, sobre mandar, bajo gravísi-
mas penas, á todos los Ordinarios, Cabildos y beneficia-
dos que no pagasen las pensiones reservadas confidencial-
mente por los Pontífices en cabeza de españoles á benefi-
cio de curiales de Roma, había decretado contra tales
españoles ejecuciones sin cuento. A instancia de Covarru-
(i) El Patriarca de Alejandría al Cabildo, 23 de Noviembre de
1621, en la Biblioteca Nacional, R-26.
(2) Covarrubias al Nuncio, Noviembre de 1Ó21, desde Sevilla.
— Covanubias al Cabildo de Sevilla, 23 de Noviembre de 1621,
desde Madrid, en la Biblioteca Nacional, R-io.
(3) El Patriarca de Alejandría al Cabildo de Sevilla, 23 de No-
viembre de 1621, desde Madrid, en la Biblioteca Nacional. R-26.
. .5 R- DE HINOJOSA
bias, el propio Consejo hizo provisiones en el Arzobispa-
do de Sevilla, ejecutadas por los ministros del Prelado,
los cuales, á juicio de la Curia, procedían «con un alto,
oculto y temerario propósito: el de quererse asegurar el
Arzobispo y Covarrubias, su Vicario, de que no se proce-
dería á la ejecución, en aquellas partes, de los decretos de
Roma, para hacer y deshacer á su modo sin temor de que
sus actos pudieran ser neutralizados.» Gregorio XV creyó
que Sangro se dejaba engañar por los Ministros reales, o
al menos que su debilidad en rechazar estas novedades era
tal que la jurisdicción apostólica quedaba del todo ener-
vada y vilipendiada; é inopinadamente, en el mes de Mayo
de 1622, determinó revocarle del cargo de Nuncio en la
Corte española y enviar en su reemplazo á Monseñor Ino-
cencio Massimi. Obispo de Bertinoro (0.
Alta idea debía de tener el Papa de la energía de Mon-
señor de Massimi cuando le enviaba en tan grave coyun-
tura, y estrechas y rigurosas debían de ser las instruccio-
nes que le diera para reparar los agravios que la autoridad
de la Santa Sede venía sufriendo en España (2); pero el
resultado de la gestión suya no correspondió ciertamente
á ¡as esperanzas de la Curia romana. Hacía solo dos días
<iue había tomado posesión de la Nunciatura, cuando el
Consejo Real expidió un auto resolviendo el recurso de
fuerza interpuesto por el fiscal eclesiástico de Sevilla y por
Covarrubias contra el fallo del Auditor Oddi. Por este
auto, que el Consejo se apresuró á notificar al nuevo Nun-
{,) Cwsioni che indussero a ¡a Santita. di N.° Sig.'^ Papa
■Gre^orio'xV ce levar la Nuntiatura di Spagna al Patnarcha
d- Ahssandria En calidad de Fiscal de la Cámara acompaiiaba
-ai nuevo Nuncio Antonio Lelii, el mismo que lo había s>do en tiem-
po de Cennini, y que, por tanto, liallábase bien informado del
proceso de Covarrubias.
(2) Caggioni che indussero a la Santita di N." SigJ' Papa
Gregorio XV No logré hallar en Roma la Instrucción dada al
Obispo de Bertinoro por el Cardenal Secretario de Estado, para el
-desempeño de la Nunciatura de España.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 447
cío, declarábase haber hecho fuerza Oddi al dictar senten-
cia hallándose ausente el Cardenal Cennini, cuyo Auditor
era, y cuando estaba pendiente otro recurso de los mismos
contra el Nuncio; declaraba nulo todo lo hecho por el
tribunal apostólico desde que el Vicario había presentado
la apelación; mandaba detener el Breve y Letras apostó-
licas confirmatorias de la sentencia del Auditor y las de
las impetras de las prebendas y beneficios de D. Antonio,
y que los pleitos que pendían ante el Ordinario de Sevilla
y que se habían traído é incorporado á esta causa, se vol-
viesen y prosiguieran ante el Prelado. Cuanto á las que-
rellas promovidas por Covarrubias contra los notarios y
oficiales del Nuncio en razón de los agravios que de ellos
tenía recibidos, el Consejo le autorizaba para que siguiera
su justicia como mejor viese convenirle (0.
El golpe era para la Curia extremadamente rudo; pero
hombre también de carácter conciliador y blando, y cre-
yendo, con sinceridad quizá, servir mejor los intereses de
la Santa Sede evitando toda grave contienda con el Con-
sejo Real, el Obispo de Bertinoro no pensó en defender-
se ni en repararlo. «Monseñor de Massimi — informaban
desde España al Pontífice Urbano VIII en 1624 ("m — no
sólo no ha reparado las ruinas ni quitado los perjuicios,
sino que se ha aplicado de tal suerte á complacer á los
Ministros de S. M., que ni una palabra ha dicho ni nada
ha hecho para poner remedio. Lejos de ello, ha prestado
humilde acatamiento á los decretos reales; y contra Cova-
rrubias, no sólo no ha procedido, sino que de reo lo ha tor-
nado en favorito, amigo é intercesor de gracias, aprobán-
dolo públicamente y canonizándolo por hombre de bien, en
particular con el Presidente de la Cámara de Castilla (3),
(i) Auto de 1 1 de Agosto de 1622 (impr.), en la Biblioteca Na-
cional, R-26.
(2) Caggioni che indussero a la Sanlita. di N.' Sig." Papa
Gregorio XV , ya citadas.
(3) En Septiembre de 1621 había reemplazado en este cargo al
4^8 R- DE HINOJOSA
censurando á los antecesores suyos que procedieron con-
tra él y á los demás ministros, quienes por ello mere-
cían ir á galeras, y teniendo con él largos y secretos co-
loquios todos los días, por reputarlo inocente y libre en
virtud del auto del Consejo Real Tampoco hizo nada
para conseguir la libertad del notario encarcelado y con-
denado á muerte, como si no tocase á él este oficio ni de
tal cosa resultara perjuicio alguno á la Santa Sede. El
Arzobispo de Sevilla, en virtud de provisión real, mandó
quitar la patente de notario de la Cámara apostólica, en
Ecija, á Andrés de Salces y prenderlo en día festivo, en
tiempo de Monseñor de Massimi, ante quien reiteradamen-
te se quejó el ministro cameral. El Nuncio, sin embargo,
sobre no admitir la querella, sometió el conocimiento de
la causa al Arzobispo mismo; contradíjolo el fiscal de la
Cámara, y consiguió que no lo sometiese; pero no se atre-
vió Monseñor de Massimi á enviar las patentes á los mi-
nistros más antiguos y beneméritos de la Santa Sede, sino
que, cuando no pudo dar más largas al negocio por las
continuas instancias del fiscal, entrególas en propia mano
á Covarrubias para que de él y del Arzobispo recibieran
la merced.
«Ordenó además Monseñor de Bertinoro, en ejecución
del dicho decreto real, la supresión del oficio de notario
de las comisiones apostólicas; y porque el Abreviador se
opuso, diciendo ser derogación del Breve pontificio, Cova-
rrubias amenazó con mandar á galeras al notario cuando
se atreviera á ingerirse en los negocios; y cuando éste re-
currió al Nuncio no fué ayudado, respondiéndosele que no
se querían controversias con el Consejo; y no sólo permi-
tió á Covarrubias volver á Sevilla, sino que mandó al Ca-
bildo le pagase los frutos de las prebendas desde el día en
que fué procesado, y de los cuales había sido privado por
sentencia apostólica. Consintió además Monseñor de Massi-
Arzobispo de Burgos, D. Francisco de Contreras, Comendador de
la Hinojosa, de la Orden de Santiago.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 449
mi que ejerciera Covarrubias el oficio de Vicario general,
de donde resultó que los ministros de la Cámara apostóli-
ca, por la sola razón de ser tales ministros, y todos los
conocidos por devotos de la Santa Sede, eran maltratados
por el reo condenado y fugitivo á la manera de los cris-
tianos de la primitiva Iglesia, con tanto escándalo univer-
sal, que en aquella ciudad, maravillados, perdían los hom-
bres el discurso. La noche antes de la marcha de Cova-
rrubias á Sevilla, Monseñor de Massimi mandó restituirle
gran número de procesos, única cosa que faltaba cumplir
de la provisión real anulatoria de la sentencia del Vice-
gerente Oddi. El Fiscal negóse á ello, con pretexto de in-
formar mejor al Nuncio, y entonces Covarrubias insultó de
palabra y hecho al Fiscal. Monseñor de Bertinoro, que todo
lo vio y oyó, en vez de castigarle, recibióle en su aposen-
to, aprobó lo hecho por él y mandó á cuatro de sus fami-
liares para que, sin renunciar en caso necesario á la vio-
lencia, se hicieran entregar los procesos por el Fiscal, quien
se apresuró entonces á ponerlos en manos del secretario
de la Cámara, y el Nuncio á su vez entrególos á Covarru-
bias, después de revisarlos y expurgarlos de manera que,
no sólo no contuvieran pruebas de sus excesos, sino que,
■entes bien, mostrasen la inocencia del procesado.» Por
si esto no fuera más que suficiente, acusábase además á
Monseñor de Massimi de haber dejado hacer presa en la
Colecturía de espolios y en la Cámara apostólica á los Mi-
nistros reales y á los parientes de los Prelados difuntos, sin
que él protestara de afrenta alguna ó injusta ejecución y
desdeñando tratar de semejantes materias como de cosa
inconveniente. «Por consecuencia de todo ello — terminaba
el autor de este informe, — los Ministros reales se ingieren
y mandan á su talante en beneficio de la jurisdicción real,
de manera que se arrogan la supremacía y la autoridad
más absolutas en la jurisdicción y materias eclesiásticas,
como si la Sede Apostólica no existiera y estos negocios
no fueran impropios de Su Mag.-i y los seglares incapaces
de ellos; mientras que por parte de la Santa Sede, en Es-
^^O R. DE HINOJOSA
paña, no protesta el Nuncio y todo pasa como cosa baladí
ó que no incumbe á su oficio.»
Las noticias que sobre éstos y otros análogos sucesos
transmitieron con frecuencia, reservadamente, á Roma los
agentes de la Curia en Madrid, determinaron al Papa Ur-
bano VIII á revocar, en Diciembre de i623, al Obispo de
Bertinoro del cargo de Nuncio residente en la Corte de
Felipe IV, y á nombrar en lugar suyo á Monseñor Julio
Sacchetti, Obispo de Gravina.
Como era natural, dada la importancia que para la ju-
risdicción apostólica en España tenia el proceso de Cova-
rrubias en las Instrucciones que el nuevo Nuncio había
recibido de manos del Cardenal Secretario de Estado,
Francisco Barberini, pocos días antes de partir de Roma,
consagrábase singular atención á las contiendas jurisdic-
cionales y al proceso del Vicario general del Arzobispado
de Sevilla. «Cuanto al capitulo de conservar la jurisdicción
é inmunidad eclesiásticas-rezaba la Instrucción, -hay
mucho que decir, y ésta es la más enojosa incumbencia
que tiene en España el Nuncio apostólico. Verdaderamen-
te maravilla que, bajo Reyes tan católicos y amantes de la
honra de la Iglesia de Dios, los ministros propendan con
tanta facilidad á ofender la jurisdicción maltratando á los
clérigos en sus bienes y en sus personas. En estos asun-
tos V. S. se mostrará enérgico y resuelto, pero con pru-
deiicia y suaves maneras, y diga libremente que no hay
herejía en el mundo que no haya tenido su origen en el
desprecio á los eclesiásticos. El Consejo Real es quien con
más facilidad se ingiere en las causas eclesiásticas, con pre-
texto de alzar la fuerza que asegura hacen los jueces ecle-
siásticos; y tanto más osadamente lo ejecuta, cuanto que
pretende tener privilegio, así el Consejo pleno como cada
uno de los Consejeros, de no poder ser castigados con
censuras. Cuál sea este privilegio, no se sabe ni puede ser
justificado con título alguno; pero la vía más segura es no
ponerse en el caso de tener que disputar, siendo mucho
mejor precaver los excesos á que V. S. entienda que quiere
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 451
proceder, con alguna prudente y oportuna amenaza á los
ministros inferiores, cuya temeridad es, Jas más veces
causa de semejantes contiendas. A este Consejo recurrió
también Antonio Covarrubias, canónigo de Sevilla, hom-
bre testarudísimo é impugnador de los derechos de la
^anta Sede, después de haber sido condenado por sentencia
del Vicegerente Oddi y de haber dejado la Nunciatura el
Cardenal de San Marcelo. Es autor de un librejo de falsa
joctrina, en que pretende advertir al Rey los perjuicios que
dice hacerse en la Corte de Roma á los subditos de aque-
Jla Corona y las prerrogativas reales en las causas benefi-
""'^^^^ ^^^S^'^° q^^ sea V. S. á la Corte, podrá tomar
posesión de su cargo, é informado plenamente, con sua-
vidad y destreza procurará recuperar lo que la jurisdicción
eclesiástica ha perdido, y remediar los daños que se han
ocasionado y cada dia se ocasionan á la Colecturía de es-
polios y ministros de ella por culpa de este hombre, am-
parado y alentado por la autoridad del Arzobispo de Se-
villa de quien es Vicario general. De dicho Consejo es
Presidente D. Francisco de Contreras, señor de gran vir-
tud con aparato de piedad y de reforma de costumbres-
pero á las veces su voluntad va sujeta á la habilidad y va-
ler de favoritos; es gran letrado y puede mucho con él la
•'^^°" '^S^' Los Cabildos de las Metropolitanas y Cate-
drales-añadía, en fin, el Cardenal Secretario de Estado
— somátense gustosos á la autoridad del Nuncio para sos-
■ tenerse contra los respectivos Ordinarios. V. S los hala-
gará para valerse de ellos en las causas en que justamen-
te demanden su asistencia; pero jamás para fomentar
cismas y malas inteligencias entre ellos y sus Prelados
Los Obispos son los que principalmente incitan al Rey
y sus primeros Ministros, con decir que, á menudo, los
Nuncios usurpan los derechos del real patronato en las
diócesis; y con frecuencia, estimulados por el deseo de
ascender ó de mejorar, pasando á Iglesias más ricas é in-
signes, sirvense de este vergonzoso medio de pisotear la
propia jurisdicción ordinaria, im,)¡diendo la ejecución
R. DE HINOJOSA,
de sertencias encanadas de los tribunales de Roma (O »
Nuevas instruceicnes dadas veibalmente al Ob.spo de ,
Gravina por el Cardenal César Magalotti, quien compartía
con Barberini los trabajos de la Secretaría de Estado bajo
Urbano VIH. y que, no queriendo fiarlas á la n^emona,
se apresuró Sacchetti á ponerlas por escnto, ratificábanle
la necesidad de proceder enérgicamente y con urgencia en
cuantos negocios tocasen de modo directo á la J-.s iccion
eclesiástica, en particular el secuestro de las «ntas del
Cardenal de Lerma y el proceso contra D. Antonio de Co-
varrubias (^-). Recomendaciones tales eran, sin embargo.
ya en aquel tiempo, en lo que á este último negocio se re-
Lían, enteramente innecesarias. Muerto en ^o de Di-
ciemb;e de i623 el Arzobispo de Sevilla D. Pedro Vaca.
de Castro (3), y habiendo cesado por ello Covarrub.as en
el cargo de Vicario general del Arzobispado cuando en
Mayo de 1624 llegó á Madrid el nuevo Nuncio (4), el largo
y ruidoso pleito había perdido todo su ínteres.
Para terminar, no holgará acaso dejar consignado aquí
que no habría concedido tan minuciosa atención al relato
de este proceso, si, aunque con incidentes por lo escanda-
losos más atractivos, fuera un caso aislado en la historia
,,) Instruttione data a Mons. Giulio SaccheUi avanti che
andasseNuntio inSpag1m,^%At^t^tToátl&^^.
M Ristretio di guamo a bocea mi é stato accennaio da Man.
MaJoni per contó di Spagna, en la B.buptkc. Bakbeki™
de Roma, MS. LX-G, fols. 5o vuelto á 61 vuelto de la pnmeía fo-
""t^González Dávila, Teatro ^^^^^^^^^^'^^ '\'^' '/'''Zu^.
tropolita.as y Catedrales de los Reynos de las dos Castülas.
^t's^í^^^'^'CaSa^Se.ctano de Estado: en el AacH.vo
vÍJlNu>^V^ntra di Spag.a, -'• ^4- ¿et-e onginaU d.
Mons.SaccheUÍalCa.dlnaleFrance.oB^r^^^^^^^^
ro á 28 de Diciembre de i624.-E! Mi'- L^^^ J'
c! Bahbek.n.an^ es un Registro de estas mismas cartas.
LA JURISDICCIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑA 453
de las controversias del Gobierno y del clero español con
la Curia romana, y si realmente no hubiera sido fruto de
causas más hondas que la tenacidad de un Vicario y la
desconsideración manifiesta de un Ar;cobispo á la Sede
Apostólica. El accidentado pleito de Covarrubias es un
ejemplo acabado de las contiendas, tan frecuentes como
empeñadas, que entre sí mantenían en aquel tiempo los
Obispos españoles y los Nuncios de la Santa Sede; del fa-
vor que en el momento decisivo prestaban los Reyes y el
Consejo á la jurisdicción episcopal contra la apostólica;
del sistema de retención que, á semejanza del seguido por
el Consejo Real contra las Bulas y Breves de los Papas,
empleaban los Obispos y sus Vicarios con los mandatos
de los Nuncios; de la persecución sistemática contra exen-
ciones y privilegios eclesiásticos practicada por los Prela-
dos, con la complicidad, cuando no con el amparo mani-
fiesto, del poder temporal; y finalmente, de la ojeriza con
que, por los abusos y desmanes de los curiales romanos,
mirábase aquí toda ingerencia, fuese ó no justa, de la Nun-
ciatura en asuntos disciplínales de la Iglesia española.
Aunque la incapacidad de nuestros Monarcas del si-
glo xvii fué causa de relajación en todos los resortes del
poder real, de relativas libertad é independencia en todos
los demás organismos del Estado, y de inevitables usurpa-
ciones y abusos; aunque, merced también á la exagerada
piedad suya, tomaron por asalto frailes y monjas el Gobier-
no, teniendo, por su influencia sobre el Rey y la Reina,
principalísima parte en los negocios públicos, de nada sir-
vieron, para robustecer su autoridad, á los ministros del
Papa tan favorables circunstancias: eclesiásticos ó segla-
res, arrastrados todos ellos por la corriente general de las
ideas, los Consejeros de Felipe III, de Felipe IV y de Car-
los II jamás retrocedieron ante el empleo de ningún arma
política para someter y desprestigiar la jurisdicción apos-
tólica en los dominios de España. Y si bien por la llama-
da Concordia Fachinetti remediáronse en parte, al mediar
Aquel siglo, los abusos de la Nunciatura, y se promovió en
454 ^' °E HINOJOSA
algún modo la observancia de la jurisdicción episcopal^
todavía menudearon los conflictos hasta la creación, en.
1771, del Tribunal de la Rota, que en vano habían veni-
do reclamando los españoles desde fines del siglo xvi (0.
(ij Monseñor Gamillo Borghese, Nuncio extraordinario en la
Corte de Felipe II, al Cardenal Aldobrandini, Secretario de Esta-
do de Clemente VIH, á 27 de Abril de 1594, en cifra: Archivo Va-
ticano, Arch. Borghesiano, cód. III, g4<:.— Memorial de Chu-
macero y Pimentel, cap. X, y réplica á la respuesta de Monseñor
Maraldi.
ANTONIO RESTORl
POESIE SPAGNOLE
APPARTENUTE A
DONNA GINEVRA BENTIVOGLIO
I lettori penseranno súbito, come pensai io quando lessi
il nome di Donna Ginevra sulla copertina di questo pic-
colo canzoniere, alia celebre, per ferocia e beltá, Donna
Ginevra Sforza-Bentivoglio; anch' essa giá nota nella re-
pubblica letteraria poiché a lei dedicó il libro De le clave
donne il bravo Sabbadino degli Arienti (i). Ma 1' etá di
questo opuscolo manoscritto, che a prima vista rivela di
essere non piú antico del primo seicento, vieterebbe da
sola, se altre prove mancassero, di pensare a lei. Invece é
bene per cagion sua che il nome di Ginevra si ripercuote
in casa Bentivoglio cosi frequentemente, in tutte le gene-
razioni del secólo xvii, che saremmo imbarazzati nella
scelta se nel frontispizio del libretto non vedessimo accop-
piato a tal nome quello di Donna Caterina: il che ci per-
mette una identitá sicura giacché in detto secólo una volta
sola, nella faníiglia Bentivogli, troviamo insieme una Ca-
terina e una Ginevra.
Questo libretto é il primo di una miscellaneaparmense
[Ms. parm. 1506] che contiene dieci opuscoli mss. di va-
ria etá e materia. Consta di 38 pagine numérate, di carta
ben grossolana; e senza numerazione ha due fogli in prin-
cipio di cui uno ha V Índice e 1' altro la intavolaiura per
chitarra spagnuola, e alcuni fogli in fine del tutto bianchi.
(i) Basta qui citare Renier, Giorn. stor. lelt. ilal., XI, 205.
.rQ ANTONIO RESTORI
La copertina é fatta con una ruvida carta turchina, ed é
questa che serve da frontispicio con le seguenti parole:
Dell III"^ Sig^-^ la sig-^*
Geneuera Bentiuogli
LIB* DE DIUERSE CaNZONI SPAGNUOLE
ET ItALIANE
CoMPOSTE DAL S"'' M IlL-'x"' el SEÑOR
D. GlACOMO PoMPILIO DE CARDONA
Domadoee de Muestros Castigador
DE Vigliacos magnadores de toda la
Forza . che adora la Señora D*
Caterina y Zineura damas muy
Hermosas y Galanas besos las
Manos (i).
Donna Caterina, figlia del Conté Francesco Martinen-
go aveva sposato Enzo Bentivoglio fratello di Ginevra;
le due dame erano dunque cognate (2). E i luoghi in che
esse passarono parte della loro vita spiegano come que-
sto libretto sia rimasto qui nel Farmigiano e pervenuto,
(i) Parole scolorite e di lettura dubbiosa sonó: Muestros
f Maestros??] e tutta la linea 7.^: For:;a ecc. Credo peraltro ave-
re letto giusto: e forme come muestro per monstruo non sorpren-
deranno in un italiano, che per di piü non si rivela gran conosci-
tore del castigliano.
(2) Per chiarezza pongo qui un piccolo schemp genealógico:
Cornelio Bentivoglio (m. 1585)
■ Enzo (m. 1639) Ginevra (m. 1651)
sp. sp.
Donna Caterina Marlinengo. i.° (nel ,604) Pió Torelli di Mon-
techiarugolo ;m. 1612).
2.° (nel 1618) Conté Marcantonio
Martinengo.
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 457
chissá come, nella Palatina parmense (i). II Márchese
Enzo infatti era bene spesso a Modena e ¡n quel di Reggio;
uomo di molte lettere, intendentissimo di cose cavallere-
sche, di feste e di tornei: principe dell' Accademia ferra-
rese degli Intrepidi; e in Modena doveva riunirsi nel suo
paIa2zo nel i6og una accademia che ebbe poi, presso al-
tro patrono, non inonorevole vita (2). Aveva terre e beni
sulla rive dell' Enza, e parecchi reggiani aiutó tra cui il
medico Magati ch' ei fece nominare nel i6i3 professore
nello Studio di Ferrara; nel i63i ottenne finalmente dal
Duca di Modena il titolo di Márchese di Scandiano. Si
piccava di architettura e d' arte decorativa e non senza
fundamento, se il celebre Aleotti si giovava volentieri del
suo consiglio e della siia cooperazione; tanto che erigen-
dosi in Parma nel 1618 per ordine di Ranuccio II il fa-
moso íeaivo Farnese il Márchese Enzo modificó i primitivi
disegni di quel valentuomo e prolungandone i lati lo ri-
dusse da semicircolare all' attuale elegantissima curva; e
anzi pare che con frequenti visite ne sorvegliasse per qual-
che tempo la costruzione (3). Del resto il gusto e 1' intel-
ligenza dell' arte e della poesia erano, e da parecchio tem-
po, comuni in casa Bentivoglio: fratello di Enzo e di Gi-
nevra era, per citar solo un nome, il famoso Cardinal
Guido, diplomático e storico insigne. Enzo puré sostenne
varié cariche pubbliche, e scrisse in versi ed in prosa (4).
(i) Queste miscellanee manoscritte furono in gran parte messe
insieme dall' Affó; forse a lui, gran ricercatore di cose e scritti lo-
cali, devesi anche la presente.
(2) Cosí il LiTTA (Famiglie celebri. I, tav. vi e vii) ma con
inesattezze. Cfr. il Tiraboschi, Scrittori modenesi. I, 22, e III, 1 10.
(3) Vedi: DoNATr, Descrijioue del Teatro Farnese: Parma,
Blanchon, 1817. 11 teatro fu inaugúrate nel [6i8 per le nozze del
giovine Odoardo Farnese con splendide feste dirette da due capi
supremi; uno era il nostro Enzo.
(4) II Ltta dice che alcune poesie di Enzo sonó nelle rime
scelte di poeti Jerraresi raccolte e pubblicate dal Barufjaldi. lo
del Baruffaldi non ho potuto trovare che una Disscrtatio de poe-
tisferrariensibus. Ferraría iCoS; ¡v¡, a pag. _'!4, dice solamente
AcS ANTONIO RESTORI
Dalle sue terre, dalle belle e solatie colline del Reggiano,
egli poteva vedere sull' opposta riva dell' Enza toireggiare
maestosa la rocca di Montechiarugolo ove era sua sorella
Ginevra, andata sposa del Conté Pió Torelli nel 1604 (i).
La casa Torella era allora ben degna, per ricchezze e splen-
dore di cultura letteraria e artistica, di ospitare una Ben-
tivoglio: f. la rocca di Montechiarugolo era ancor tutta
piena delia fama e dell' operositá del Conté Pomponio,
padre di Pió, letterato, poeta trágico, diplomático, acca-
demico insigne; e anch' egli cosi competente in cose ca-
valleresche da scrivere un lungo e, cosa strana, non mol-
ió noioso trattato sui Doveri del Cavaliere (2). Chissá quan-
te volte, o da Parma, o traversando 1' ampio e facile gua-
do deír Enza, si riunirono in famigliari e allegri conve-
gni il Bentivoglio e il Torelli e la Marchesa Caterina e la
Contessa Ginevra; e in piccola e domestica compagnia,
dal loggiato superbo che domina la distesa e verde vallata
(nel quale ancora si legge graffito sul muro il nome di Pió
Torello e il ricordo della sanguinosa sua fine), di la, dice,
chissá quanteserate rallegrarono col canto e col suono della
chiiarriglia. E in quella festosa ristretta intimitá io credo
che ci fosse anche lui, il Domadora de Muestras e Casiigador
de Vigliacos, e immagino le argentine risate delle nobili
che vide di Enzo, nelle mani di alcuni suoi amici, varía matius-
crípta quce anctorem suavissima dulcedine rejertiim fuisse os-
tentant. E della sua vita dice soXiamo: jlorebat circa 1620.
(i) E precisamente, il 19 gennaio 1604, in cui fu rogato 1' atto
di nozze. Questa data risulta da,un appunto di un mazzo di do-
cumenti [Archivio di Stato: Torelli, carte feudali 1603-14, mar-
70 VII] ma 1" atto nuziale manca. Pió Torelli fu uno dei nobili
decapitati nel 1612 per la famosa congiura contro il Duca Ranuc-
cio; da quell' anno finisce la prosperitá dei Torelli, perché i beni
fur'ono confiscati. Donna Ginevra non fu molestara; pare che par-
tisse da Parma: ma fino al 1617 ebbe frequenti relazioni con la
Camera Ducale per restituzioni di beni e mobiglie sue proprie sta-
te confíscate perché credute del Conté Pió [Arch. Torelli, Fa-
miglia, mazzo 11].
(2) Su Pomponio v. Affó, Scrittori parmensi, IV, 262.
POESIE UI GINEVRA BENTIVOGLIO 459
dame quand' egli accompagnandosi colla chitarra ¡ntonava
neir allegro metro della sarabanda il Díngile díngilindáyna:
oppure contraffacendo il miagolio: puf capuf maragnau
gnaii, cantava le epiche lotte del gato de Antón Pintado con
la gata de la tripera.
Infatti questo libretto, lo sí vede súbito, non doveva
figurare nella ricca librería del castello; esso non é che
uno scartafaccio ove furono trascritte alia lesta alcune
strofette preferite e, ció che aveva senza dubbío maggior
interesse, la intavolatura e la segnatura per la cosidetta
chitarra spagnuola o chitarriglia. Tutte le poesíe hanno
infatti, sulla prima strofa, segnate le lettere che indicano
r accordo d' accompagnamento peí canto; e non v" ha
dubbio che per questo solo avesse qualche pregio agli occhi
di Donna Ginevra un opuscoletto cosi poverello. Forse
apparteneva a un cavaliere (certe poesíe sembrerebbero,
almeno nel secol nostro, piú adatte a una brígata ma-
schile che a gentili dame), forse a un párente: ed essendo
piaciuta qualche canzone alie udítríci il possessore ne
avrá fatto dono córtese, rialzando la meschínitá del rega-
lo con una dedica reboante e solennemente scherzosa.
Perché ín quel frontispizio non mi pare che ci sia nulla
da prendere sul serio; non c' é che 1' intenzione di ridere
un pochino (e sebbene non fosse vendetta allegra, era pur
la sola che avesse allora la nostra patria) della albagia e
della gonfiezza che tradizionalmente si imputava ai domi-
natori Spagnuoli. Quelle vittorie su Mostri e su Vigliac-
clii son certo fantastiche, e quel Seglar Muy illustre Señor il
quale adora le due dame muy hermosas y galanas, lascia
chiaramente trasparire lo scherzo, e nello stesso scherzo,
s' io non_m' inganno, un grado di intimitá difficilmente
verisimile in chi non fosse dimestico per parentela o affi-
nitá di famiglía.
In tal caso anche il nome cosi solenne di Don Giacomo-
Pompilio de Cardona sarebbe una gonfiatura scherzosa. Un
Pompilio c' era veramente ín casa Torelli ed era fratello
del Conté Pío e perció cognato di Donna Ginevra; era
,5o ANTONIO RESTORI
figlio naturale, nato al Conté Pomponio da un amor cam-
pestre nei pressi appunto di Montechiarugolo: ma il pa-
dre che n' era amantissimo, lo riconobbe, lo volle edúca-
te con i figli legittimi e, cresciuto in etá, tanto fece che
gli ottenne, malgvado gli Statuti dell' Ordine che inibivano
i bastardi il cavalierato di Malta. Ho accennato a luí: ma
non vorrei insistere in una ipotesi cosi vaga che si risolve
in una mera possibilitá. Certo é che ,1 nome di Giacomo
Pompilio de Cardona, per quanto io sappia, non ha mai
figurato nella onorata serie dei limatón spagnuoh; e che
puó bene per ischerzo mascherare il proprio nome chi.
certo per ischerzo, mentiva la proprietá. Perché queste
poesie che qui si dicono composte da lui, é ben difficile che
sieno veramente sue. Una (la xn) era giá stampata m
Ispagna prima del i588, e ne dovevano correré vane ver-
sioni perché la si ritrova con forti varianti in un canzo-
niere Classense scritto in Madrid nel iSSg: il che e indi-
zio ch' era anterioie di non poco. Un' altra ()a vi) e, con
poche varianti, nella nona parte del Romancero general,
dunque anteriore al iSg?; e a-ltre tre (la vil, xi, xv) sonó
con diversitá non lievi nel giá indicato Classense del iSSg;
del quale spero dar presto notizia ampia e degna di quella
voluminosa e interessante raccolta. Per di pm, le 4 poesie
italiane qui trascritte (vedi i numeri xvi-xix) con certez-
za non sonó sue. Chi pensi alia significazione di questi
dati e osservi inoltre che le varianti del presente opu-
scolettosonó quasi sempre veré storpiature, e che la mano
che lo scrisse é certamente italiana, trovera difficile a cre-
dere che il vero autore ne sia questo Don Giacomo che
adorava due belle dame qui nel Parmigiano tra il 1604 e
' Chiunque ei sia, e fosse pur egli il vero autore, non
avrá da insuperbirsi troppo della ereditá lasc.ata a. poste-
ri E non ha neppur molto signifícate il fatto che un li-
bretto di canzohette spagnole servisse di svago m casa
ToreUi e in casa Bentivoglio. Siamo nel primo scorc.o
del secólo xvii, e chi o bene o male, e forse piú mal che
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 461
bene, non spagnoleggiava dei nobili d' allora? Non senza
qualche interesse sarebbe la música di queste canzoncine
di tipo piü o meno popolare, ma la segnatura per chitarri-
glia non puó indicaici la melodía; essa non ci dá che gli
accordi di accompagnamento di tratto in tratto; ncgli in-
tervaíli c' era una specie di melopea ad libitum o decla-
mazione musicale? o c' era una vera melodia, saputa a
memoria e, in caso di bisogno, suggerita da questi accor-
di? E questi stessi, erano veri accordi o si facevano ar-
peggiando? Non sappiamo rispondere a queste domande.
Ad ogni modo poiché questa intavolatura é idéntica a
quella data da Giovanni Stefani nei suoi Affetti auiovosi
del 1621, ho potuto agevolmente tradurre alcune di que-
ste segnature musicali, e comunico in fine le trascrizioni
di quattro di queste poesie (i numeri ii, vi, x e xiv): quel-
le cioe che mi parvero di tipo piú popolano, e peí" la fre-
quenza degli accordi potessero suggerire (almeno qua e
lá, specialmente nelle cadenze) una certa linea melódi-
ca ('). Cosí anche 1' arte dei suoni volli che venisse a so-
stenere questa mia tenue fatica. Tanto tenue, anzi, che
sará bene avvertire che, nell' intenzione mia, questa scrit-
tura, che non sarebbe altrimenti conveniente all' occasio-
ne e all' Uomo al cui nome si raccomanda, non é che 1'
avanguardia di una serie di studi coi quali vorrei far me-
glio conoscere altri canzonieri spagnuoli ora o ignoti o
mal noti. Una primizia, dunque: e alie primizie, si sa, non
bisogna poi chiedere troppo sapore.
[In questa stampa tranne il porre le maiuscole e i' inter-
punzione si mantiene 1' ortografía del códice. Le correzio-
ni sonó indicate coi soliti segni ( ) e [ ] che indicano da
(i) Tolgo queste indicazioni al competentissimo D. Óscar
Chilksotti al qual appuiito si deve la traduzione della intavola-
tura e delle canzonette dello Stefani (Cfr. Biblioteca di rarita
musicali edita da Ricordi, vol. 111); egli spinse la bontá fino a
trasciivermene una di sua mano (la vi), e m' é caro rendergli le
dovute giazie.
^.62 ANTONIO RESTORI
io'^liere o aggiungere: ove ció é ¡mpossibile si ricorre alie
note. Precede una tabla o Índice, che credo inutile porre
qui, poiché porro in fine 1' Índice in ordine alfabético. Qui
osserveró che in questa tabla iniziale manca la poesia XXI:
peché in origine non era nel libercolo ma su foglio volan-
te attaccato agli altri con uno spillo. Segué 1' iniavolatura
che ometto.]
I
[Pág. 1.]
Yo solo soy a quien falta uentura,
ausencia es mi dolor y my tristura.
Ay de my que muero sin gozar tu ermosura.
Uentura fue la mia (yo) en amarte,
' mas temo que de mi as de oluidarte.
Ay de my que amor es contra mi en aquesta parte.
Amor es contra my, yo bien lo veo,
que en solo sospirar siempre me empleo.
Ay de my que muero y siempre crece my deseo.
'*' Dichioso del que quiere si es querido,
mas qual es el que goze en tal partido?
Ay de my que dizen que 1' ausencia causa olvido.
[Pág. 2.]
Ausencia es mi dolor mas verdadero;
(mas) es tan grave mi mal que en vida muero.
<s Ay de my que nadie (te) quiere como [yo] te quiero.
4: forse manca qualcosa. — 6: nel ms. aqueste. — 14: nel
ms. mal quien.
II
I. [Pág. 3.] Hir me quiero madre
a la galera nueva
con el marinero
a. ser marinera,
' con el marinero
a ser marinera.
POHSIE DI GINEVRA BENriVOGLIO 463
La fe sin despojos,
muerta la esperanza,
dejó una mudanza
*" sin agua mis ojos.
Celos y enojos
me ecchan en galera
con el, ecc.
[Pág. 4.] Mi mal siento tanto
" que my corta suerte,
qual cisne a la muerte
celebro con ¡il) llanto.
Mis desdichas canto,
porque me ecchan fuera
con el, ecc.
-o Pues de azules mares
Bireno es piloto
cumpliré su uoto
surchiando pesares:
tropelüando azares
" sigo la bandera
con el marinero
a ser marinera.
II. Motivo assairipetuto; maidentico ritornello, metro,
quasi da parere parti di una stessa poesia é il cantarcillo
spagnolo attribuito al grande Camoens, edito nella Bibl.
del Rivadeneyra, XLII, 37. -3: nel ms. un segno specia-
le indica il ritornello; io lo indicheró col corsivo. — 9: nel
ms. deyo. — 11: nel ms. zelosos, — 17: nel ms. celebra.
Inutile ricordare quante di queste letrillas marinaresche
si trovino nella poesia semipopolare di Spagna; quante
fanciulle si sieno imbarcate sul mare, piü o meno allego-
rico, della passione amorosa. Una, che non ricordo aver
visto stampata, é anónima al fol. 40 del ms. /, E. 3g,
della Nazionale di Napoli. E' intitolata Folias. Un' altra
che appartiene evidentemente a questo genere grazioso é
al n.° 45 del Laberinto amoroso, ^aragoca, i638 (cf. Voll-
moller in Zeits, I, 96), che comincia:
.g. ANTONIO RESTORI
Madre la mi madre,
JO me he de embarcar.
II testo di Napoli é questo:
Por amores madre
paso yo la mar
plegué á dios que los vientos
me dexen pasar.
Marinero amor
duélate mi vida
en el mar perdida
de ausencia y temor,
que sin tu fauor
mi esperanca anego,
y aunque tanto fuego
me puede saluar
plegué a dios, ecc.
Ayrados los cielos
para darme enojos
al mar de mis ojos
pgsan mis recelos
fortuna de celos
y de olvido calma,
la nabe del alma
quiere nabegar;
plegué a dios, ecc.
Madre, qué me admiro
si el mar acreciento,
y es mayor el viento
quanto más suspiro
y el norte que miro
su luz escurece?
Mas, pues todo crece,
morir y callar!
Plegué a dios que los vientos
me dexen pasar.
POESIE DI GINEVRA. BENTIVOGLIO 465
III
[Pág. 5.] Ay enemigo amor, enemigo,
ay enemigo amor, enemigo amor:
ay traydor, quanto me days dolor.
Das a todos los que siguen
' los antojos,
premyandoles con enojos
y no dándoles fauor.
Ay enemigo, ccc.
Tu seras my enemigo
'" sempitierno
pues que nunca as sido tierno
en las llamas del amor.
Ay enemigo, ecc.
[Pág. 6.] De primero das gran gusto
" con amores,
y al ultimo das dolores,
y por esto [eres] traydor.
Ay enemigo, ecc. •
17: nei ms. esto íe llamo tr.
IV
[Pág. 7.] Dura pensamiento
dura pensamiento
que me das contiento
que me das contiento contiento.
' Pensamiento estraño
de my dulce engaño
no dures un año(s)
syno dura ciento,
que me das, ecc.
•" Pensamiento mió
pues que de uazio
•1 30
466
ANTONIO RESTORI
my pechio te fyo
dura en el de asiento,
que me das, ecc.
[Pág. 8.] " Pues está segura
en ty mi uentura,
pensamiento dura,
no te lleve el viento,
que me das, ecc.
»o Estando tu quedo
viv[i]i-é sin myedo,
pues contigo puedo
conseguir my intiento;
que me das, ecc.
IV. In margine e ripetuta la strofa iniziale (vv. 1-4)
con aitre lettere di segnatura musicale e con la nota:
queda e unaltr' ayia.^iS: nel ms. lleva e lo v.
V
[Pág. 9 ] Ay corazón marmóreo en pecho armido,
en pecho armido,
que no pudieron lagrimas doblarte?
Ay uida triste(sl [ejspirito afligido,
» que no pude acabarme ni acabarte,
que no pude acabarme ni acabarte!
Ay ojos tan crueles que haueis sido,
que haueis sido
de toda mi passion la mayor parte,
quando queréis dar fin(e) a mis enojos?
Ay corazón ay alma ay uida ay ojosl
Ay corazón ay alma ay vida ay ojos
ai corazón
ay alma
15 ay uida
ay ojos
ay vida ay ojos
ay alma ay uida ay ojos.
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 467
[Pág. 10.] Ay tiempo ay fortuna ay duro hado,
, -" ay duro hado,
ay lagrimas en uano diuertidas,
ay pensamiento al c¡el[o] tramontado,
ay largas esperanzas ya perdida[s],
ay largas esperanzas ya perdida[s].
" Ay bataglia d' amor que m' ha dexado
que m' ha dexado
el cuerpo todo lleno(s) de feritas,
y te Ueuas mi(s) alma por despojos!
Ay corazón ay alma ay uida ay ojos!
ecc. (come ai vv. 11-18).
16 2: armiAo ignoro cosa possa essere.— 5 e 6: ¡1 ms.
ha: qiií no pudieron cabarme ni cubarte. — y e 8: nel ms.
lumen sido,— In questa poesia le lettere di segnatura mu-
sicale non sonó soltanto sulla strofa prima ma sopra tutto
il testo; forse perché la stiuttura melódica ne é ingegnosa
e complicata; quanto alia struttura métrica, tolte tutte le
ripetizioni, si vede che consiste di due ottave precise.
VI
[Pág. ir, 12 e 13.]
Lo que me quise me quise me tengo.
VI. E una letrilla che dal Romancero general [ediz.
1604, carta 33i] passó anche nella raccolta del Duran, al
núm. 1871. Dó le varianti del parmense, riferendomi alie
linee di stampa del Duran:
Linea 6: gozazen.—7; con ellas ardiesse.— 10: Tanam. s.
—11: y tan [a] mis gustos.— j2i: que en mi casa.— 2^-26:
mancano e ci sonó invece questi:
Si compro la saya,
la locca, el giubon,
jamas mi pregunta.-
muger quien le dyó?
35: pletencieyo.—36:acoshelHador.—37:ua abad carmello.
468
ANTONIO RESTORI
VII
[Pág. 14.] Gasto la uida seruiendo
sigue los ojos llorando
gasto el corazón penando
Y porque uiiie muriendo
» el tiempo se ua largando.
Todo el gasto ago yo
recibo yamas leuido
solamente recibido
la fe que amor me dio
i« quando el corazón le dyo.
[Pág. 15-] De mi propia condición
•soy a miseria soggeto
stan engañada passion
e se no uiene in effetto
»» basta mi maxination.
S' jmagine lo que fue
lo que dczir me destruy
yo digo donde me yre
s' el minor mal me destruy
»» con el mayor que are.
VII Questa poesía é data letteralmente come nel
ms Le varianti che do piú sotto permettono di raccon-
ciare alquanto questo cómico imb.oglio. La poesía trova-
si anche nel canzoniere Classense (carta 44). commciando
con tre strofe che qui mancano:
CANCIÓN
Muchos ay que con llorar
dan alibio a su pasión:
yo que tengo mas racon
no yuedo lagrimas dar
porque llora el coracon.
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 469
X44 V.] Esta tan amortiguado
que no lo siento én mi pecho,
el qual pienso aver causado
que de tanto aver llorado
en lagrimas se a disecho.
Y pues falta el coraron
en lagrimas consumido
do sobra tanta rajón
para llorar mi passion
otro nuevo me a venido.
Gasto la vida, ecc.
Varianti. — 2: gasto los. — 4: y pues que. — 5: y el t. se va
acabando. — 7: le vi. — 8: receví. — lo: le dy. Mancano nel
Classense, purtroppo, le due strofe ultime (v. 11-20).
VIII
[Pág. 16.] Se con tanto oluido
pagáis tanta fe
ha ha ha
ha ha hai que me moriré,
' Amor con amor
si suele pagar,
y uos queréis dar
por amor dolor.
si solo un fauor
'" en uos nunca alie
ha ha, ecc.
Paga[is] lo que os quiero,
pues me veys perder,
sol con [el] creer
" que por uos me muero.
Sy, solo esto espero
pues tan ceno se
ha ha, ecc.
470
ANTONIO RESTORI
IX
[Pág. 17.] Don P¡ntado(s) a la ventana
en manera muy galana
se comia la seraquilla.
Euiua la Margaritilla
• euiua uhia la. Margaritilla.
E cantava una canción
sin penas del corazón
retornasse en la portilla.
Euiua, ecc.
'O Las saracas es mejor
que las ranas, han sabor
que no lo liene 1' anguilla.
Euiua, ecc.
3: Nel ms. staua comiendo la s. — 8: non intendo.
X
[Pág. 18.] Quando salen de 1' alba
los areboles
se regala la niña
con sus amores
se regala la niña con sus amores
con sus amores.
Pierias son tus dientes
de oro el cabello
y un milagro raro
tu rostro bello.
No perdays mi uida
yo hauer del frayle
que aunque sol auna
por quatro uale.
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 471
fPág. 19.] Vaiase apoco apoco
moreno mió
porque todos vengamos
a un tiempo mismo.
X. Nel ms. pare un' uniea poesía, ma in realtá son 4
chistes diversi, nella forma sólita popolare. Non intendo,
né saprei raggiustare, il teizo. Forse, con senso poco ca-
sto: No p. m. V. haber (forse: amor) delfr. q. a. sol ha uno,
por, ecc.
XI
[Pág. 20.] De mis tormientos y enojos
ganados porfía y passion
la. culpa tienen ¡os ojos
y la pena el coraron.
' Si dentro de un falso pecho
se encubre engaño y mal,
que culpa tiene el leal
de lo que el traydor ha eccho?
La causa de estos enojos
"' y quien fue de este occasion
la tiene[n] toda los ojos
y la pena el corazón.
[Pág. 21.] Ellos fueron causadores
de tantos dessassosiegos,
•' y pues han sido traydores
que sean en llorar ciegos.
XI. Questo frammento é dato come nel ms. Negli
Scherzi amorosi, canzonette ad una voce. Venezia, Vincenti
1622, ce ne é una spagnuola, forse questa, che comincia
De mis tormentos (v. Vogel, Vocahnnsik Italiens, II, 5io).
Nel Classense (a carta r65) ce n' é una diversa lezione o
forse, tranne la i.' strofa, una glosa distinta. Métricamen-
te é piú esatta:
472
ANTONIO RESTORI
De mis tormentos y enojos
guanados por fe y- pasión
la culpa tienen los ojos
y la pena el coraron.
Si dentro de un falso pedio
se insiera un secreto tal,
que culpa tiene el leal
de lo que el traydor a hecho?
Y si por darme despecho
me dais muerte sin rajón,
la culpa tienen los ojos
y la pena el coraron.
Paguenlo pues se atreuieron
a mirar cosas al linas
en ermosura excesivas
a quien libres se rindieron,
Y pues eclipsados fueron
quedando en fuerte prisión
la culpa tienen los ojos
y la pena el coraron.
El que a sido bien perdido
es rason viva contento
y que tenga sufrimiento
aunque sea aborecido;
qitiera bien sin ser querido,
que fuerza abatte rajón,
y dé la culpa a los ojos
y la pena al coraron.
La mujer es variable
y se muda cada luna
semejante a la fortuna
que ]
amas estuvo estable;
quando mas ayrada os hable
responded con un teston
y dará gusto a los ojos
y contento al corajon.
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 473
XII
[Pág. 22.] En su balcón una dama
que engañó el traidor Bireno,
a quien amor fuera mudo
de mejor gana que ciego,
■■ fenseñando estaba a hablar
a un papagayico nuevo].
A un piquegno papagayo
le sta la triste diciendo:
eccha acá la barca a ati
•" eccha acá la barca a au
que nel mar d' amor me aniego.
[Pág. 23]. «Como estas, Loro— le dize —
syn mi señor y tu dueño?»
El paqaro le risponde:
" cComo cautivo achí preso»
fSi tu estas como cautivo
yo como cautiva quedo:
yo en el balcón, tu en la gaula,
ambos cercados de hiero»
" eccha acá, ecc.
rPág. 24.] «Pero mol podrá quejarse
quien es de razón ageno;
yo sy que podré quejarme,
que no me vale, y la tengo.
•° Quiero a quien me cautivó,
y sigo al que va [h]uyendo,
pero no puedo alcanzalle
que navega a vela y a riemo.»
eccha acá, ecc.
XII. E' data come nel ms. tranne i versi 5 e 6:
Mas si quisiera ensegnarine. — Lo que pagara estragnero, che
sonó evidentemente spostati e senza significato; ho sosti-
tuito per il senso, ma senza credere che cosi fosse in ori-
gine, i primi due versi di altra versione che ora accenneró-
Anche al verso 21 il ms. ha: Pues mal, ecc, che guasta il
474 ANTONIO RESTORI
verso. Questa poesia, o una quasi idéntica, dal Flor de va-
rios y nuevos romances del iSgi (ma- si crede a edizioni an-
teriori al i588) passó nella laccolta del Duran, al n.° 1590
(e V. anche Índice a pag. 683). Una lezione diversa, piíi
scorretta ma piú completa, é nel Classense a carta io3.
Nessuna delle tre e proprio popolare (per qnesta. parmense
basterebbe quel traidor Bireno a provarlo); ma delle tre la
parmense é la piú semplice e forse la piú vicina all' ori-
gine; i versi 13-19 hanno sapore popolare. Comunico la
lezione del Classense perché, sebbene scorrettissima, com-
pleta e talora corregge quella, anch' essa poco buona, de
Flor e del Duran:
CANCIÓN
[103 verso.] Enseñando está a hablar
a un papagayo nuevo
una niña, de quince años,
de albas manos y ojos negros.
Da acá la barca hau
qii^ en el mar de amor me aniego.
— Como estás, loro? — te dice— •
j- el: — como cautivo preso —
pues andará estas rabones
y uete libre de preso.
Da acá, ecc.
Y el mismo es la que enseña
ha^er de sus damas eco,
[104] que en ser nuevo el papagayo
no se las pronuncia enteros.
Da acá, ecc.
Mas uiendo que para hablar
no halla libertad ny tiempo
ha^e de^ir sus cuydados
al pajarilla moderno.
Da acá, ecc.
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 475
Y crece mas la tonneuta
por la falta del remero
que estaua en mar de pasiones
martiricada de celos.
Da acá, ecc.
Tu deseas libertad
yo bonaca deseo
harete interprete en mis males
y decid como voy diciendo:
Da acá, ecc.
Desque le di la palabra
de serle fiel marinero
y que me la hacen quebrar
dándome a pilólo nuevo.
Da acá, ecc.
Y que embie por mi su barca
y que le aumente los remos
para que ¡legue conmigo
[104 verso.] presto a su amoroso puerto.
Da acá, ecc.
Que me amedrientan las ondas
y que me cansan los uientos
viendo que no hallo ninguno
quien me ayude en mis extremos.
Da acá, ecc.
Sal, loro, de adonde estas,
ved procurar mi remedio
y di a mi dulce amante
como por el peno y muero
y estiende tus verdes alas
y rompe el ayre diciendo:
Da acá, ecc.
XIII
[Pág. 23.] Ben mi uedrai ben mió misero amante
misero ma costante
uerays mi corazón enamorado
,yS ANTONIO RESTORI
antes muerto que mudado
• antes muerto que mudado.
Armat' ho il cor d' adamantina fede
ch' a riissun colpo cede
se la flecha amorosa V ha alliegado.
Antes, ecc.
[Pág. 26.] '" S' armi (pur) fortuna el ciel a daño mió
fermo fia il mió desio:
no teme ghiera quien sta bien armado.
Antes, ecc.
lo morro prima e prima morir chiero
che may cangiar pensiero.
My señora, my amor esta si fuerte
que mattar nol puede muerte
que tnattar nol puede muerte.
XIV
[Pág. 27.] El gatto d' Antón Pintado
y la gatta de la tripera
el uno air otro se espera
en la falda de un te(n)xado;
» el gattillo enamorado
a la gatta dixo: puf.
Olanta y puf
ni capana ni capuf
olía ¡a pulan maragnau guau
•o gnau gnau gnau gnau gnau.
El gatto dyó tal cayda
que quedó todo turbado,
y aunque se vyó asi spantado
dyó luego [o]tra rremettida.
" La gatta de repentida
se uoluyó e le dixo: puf,
Olanta, ecc.
[Pág. 28.] Metióse allá en la cucin
el gatto muy da repen
a
te.
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 477
y tomóle un accidente
de ver la gatta mu[h]ina.
Llamándole la uesina
el gado le dixo: puf,
y la gatta: maragnau.
Oíanla, ecc.
XV
[Pág. 29.] Con son dingile dingilin dayna
dingilin daj-na
con son dongolon dongolon dayna.
Una buena uiesia
' de gloriosa fama
amiga de niña
y de niña de able
para su contiento
avun la casa
'" onde su uisina
ay su colada.
Con son dingile, ecc.
XV. La pag. 3o é blanca. Dó la lezione diplomática
non facile a correggeie. Una poesia simile, almeno peí
ritornello, ma certamente diversa da questa perché varia
il metro é nel Classense a carte 83. Sebbene scorretta la dó
come curiositá:
[C. 83.] Una música le dan
a Juanilla en este son:
din glii Un din
don go Ion don
Jan Jaran Jan
bu bu bum bum
uiua la gala de Pero Anión.
Antón qii' esta Juertemente
de Juanilla enamorado
una música a Irasado
con Bartolo Parolo y Lorente.
,y^ ANTONIO RESTORI
Todos de consiertos están
de tañer al esquilón.
Din ghi Un din, ecc.
Llevó sartén y caldera
porque Antón mejor gusta
porque en estremo gusta
de música despectera;
y por si enemigos van
sacó Laurente un lancen.
Din ghi Un din, ecc.
Pensando qu'' está despierta
comensó Juan el primero
con ¡a mano del mortero
a dalle en la delantera;
y aunque durmiendo están
recordaron a este son:
Din ghi Un din, ecc.
[83 verso.] Antón tocaba un amero
y Pavolo su quitarrilla;
Bartol le tiró a .Tuanilla
con el boche del sapatero;
entró Gil y sagreslan
cantando el cquirie eleyson.
, Din s;hi Un din, ecc.
XVI-XIX
Da pag. 3i a pag. 37 sonó quattro poesie tutte in ita-
liano. Mi limito perció a darne qui i capoversi:
XVI Vedé qua la barca de nu mal contenti
che hauemo contro la fortuna y uenti.
XVII Chi puó mirarui
e non lodarui.
XVIII Stanca del mío penar fortuna omai
uenne per dar remedio a tanti guai.
XIX Filide mia se di beltá sei uaga
d' ogn' altra cura omai disgombra il core.
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 479
XVI. E' una poesía per mascherata, véneta. Credo
la stessa che con le parole iniziali: Semo tre vecchi o Nu
semo iré vechietti, trovasi musicata in queste stampe, per le
quali si puó vedere 1' opera citata del Vogel:
Libro I de le can::oni alia Napolitana di Fr. Maazoni.
Vinegia, Scotto, iSóg.
Libro I de le Jiistiniane. Vinegia, Scotto, 1570.
Libro II de le Jnstiniane di G. Policreti. Vinegia, Scot-
to, 1575.
Convito micsicale di Horatio Vecchi. Vcnetia, Garda-
no, 1597.
E col titulo di: Vechietti inamorai, ed é forse della stes-
sa fonte del nostro ms., trovasi nelle: Mascherate a tre voci
di Gabriello Puliti. Venetia, Vincenti, 16 12.
XVII. E' una canzonetta del Chiabrera, che non ha
qu¡ se non poche e quasi sempre erronee varianti dal testo
volgato. La trovo musicata nelle stampe seguenti:
Amaróse faville di Gnasp. Torelli. Venetia, Amadino,
1608.
Lieíi giorni di Napoli, di Gir. Montesardo. Napoli, Gar-
gano, 1612.
Delicie musicalt di Gióv. Prioli. Venetia, Gardano, 1 625.
XVIII. Non mi sovviene averia mai incontrata al-
trove.
XIX. Consta di otto strofette. Trovasi nel códice
Riccardiano 2868; e íorse é la stessa poesia, quella che
comincia: Fillida mia se, musicata giá nel i585 nei Ma-
drigali di Rinaldo del Mel. Vinegia, Scotto. II testo de! Ric-
cardiano coincide, e forse di li' appunto fu tolto, con quel-
lo musicato dal celebre Giulio Caccini, nelle sue Nuove
Musiche. Firenze, Marescottí, 1601. Fu últimamente edito
da Severino Ferrari nella Biblioteca di Letteratura popolare
ital., pag. 205. II tesio parmense, oltre varianti grafiche
di nessun contó, ha queste differenze col riccardiano: v. 10
aSo ANTONIO RESTORI
canute cure, parm. menii-ii: rivolgi ibeí desiv, parm. yivolti
i 6ít />£KSís»-.— Riccaidiano la strofe 6." é nel parm. la 8.%
e viceversa. La jp- del Riccardiano manca, e v'é in suo
luogo questa:
Ardi á' amore; Amor pittor accorto
sajar le guancie di collar d' aurora
e il crin indora.
Infine nel: Teatro de Madrigali a 5 voci de divcrsi excell.
Musici Napolitani. Napoli, Gargano, 1609, ce n'é uno mu-
sicato da Dattilo Roccia che pare un travisamento di
questo, e comincia: Fillide niia, che d' altrui mal sei vagha.
XX
La pag. 37 era 1' ultima scritta; il verso ne é bianco e
seguivano altri 5 fogli bianchi. Ma poi, come ho detto,
con uno spillo fu attaccato un foglio e numerata la i'' pa-
gina colla cifra 38. É (come la xvi) una poesia per mas-
cherata, scritta dalla stessa mano delle altre e, pare, non
completa. Eccola:
[Pág. 38.] [Ah] las señoras hermosa?,
antes que [a] otro lo vienda,
Queréis algo queréis algo
de my tienda, della tienda?
" que tengo muy ricas cosas
que tengo que tengo que tengo
que tengo muy ricas cosas.
A muestrar, a divinar
y aliar lo que es perdido;
"> la que tiene mal marido
lo pueda en bueno trocar;
también que puedan tornar
las viejas mozas gratiosas.
Queréis algo, ecc.
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 481
■"■ Para azeros bien querer
tengo cosas aprouadas;
para mugcres pregnadas
no Se le [ejchan de ver;
también para aborecer
'° tengo cosas milagrosas.
Queréis algo, ecc.
31
TRASCRIZIONI MUSICALI
II
Hir me quiero saadre'
a IíSk galera aueva
La, fe sin despojos
muerta la esperanza
deyo
ana mudanza
4*
sin
agua mis ojos
coa
manEfito
VI
-#f
Lo que me
4i
quise
U
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me quise me
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tengo
32
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lo que me quise me tengo me tengo yo
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B^ *f-
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k-
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-^-^ —
lo que me quise me tengo me tengo ya
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tx
Ya que por mi suerte
J
el cielo ordenó
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SÍ(
indo
flor
de
niñas
*
**;
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•
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J
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i
t i
Quando salen del alba
los are boles
nmnrf»: coii SUS amorcs
^oio K niña con sus amores con
se regala la mu.»
XIV
i;,„o d' AnL Pintado^— y la gatta da la mpera
el uno air otro se espera
eu la falda de ua tenxado
el gattillo enamorado a la ^atta dixo puf
guau gnau gnau gnau gaau
POESIE DI GINEVRA BENTIVOGLIO 485
TAVOLA
Ay corazón marmóreo en pecho armido N." v.
Ay enemigo amor enemigo '> '"•
Ben mi vedrai ben mió » 2CI11.
Chi puo mirarui » xvn.
Con son dingile dingilin dayna » x.v.
Cuando salen del alba » x.
De mis tormentos y enojos , » 2Ci.
Don Pintado a la ventana » ix.
Dura pensamiento ' ■^•
El gato d' Antón Pintado » ^'v.
En su balcón una dama " ^"•
Filide mia se di beltá sei uaga » xix.
Gasto la vida serviendo » vii.
Hirme quiero madre » "■
Las señoras hermosas , » ^^^
Lo que me quise me quise me tengo » vi.
Si con tanto olvido » vni.
Stanca del mió penar fortuna omai » xvm.
Vedé qua la barca de nu mal contenti . , »
XVI.
Yo solo soy a quien falta ventura » i.
ANTONIO RODRÍGUEZ VILLA
D. FRANCISCO DE MENDOZA
'ALMIRANTE DE ARAGÓN
Aunque acerca de este personaje se encuentran noticias
sueltas en algunos historiadores de nuestras guerras de
Flandes, sólo dan idea de él como General más ó menos
afortunado en ellas; pero leyendo las eruditas y discretas
notas que mi sabio amigo el Excmo. Sr. D. Alejandro Lló-
rente puso á los Comentarios (O de Villalobos y Benavides,
llamáronme poderosamente laatenpión las indicaciones que
persona tan docta y conocedora de aquellos tiempos emite
sobre el Almirante, diciendo que «debió de ser un singularí-
simo personaje, muy digno de que una hábil pluma se em-
plee en escribir su biografía; i> y después de consignar en dos
hojas cuantos datos conocía de su vida, termina diciendo:
«La presente nota, menos ha sido escrita con ánimo de tra-
bar una biografía, que con el de plantear un problema.»
Casi al mismo tiempo que esto leía, vinieron á mis manos
varios tomos de papeles, en su mayor parte originales y
todos auténticos, relativos á la personalidad de aquel ilus-
tre caballero; y deseoso de contribuir en lo que yo pudiese
al esclarecimiento y resolución del problema por mi que-
rido amigo planteado, comencé á reunir nuevos, intere-
santes y desconocidos datos para ilustrar la vida del Al-
mirante, que, entrelazados con los pocos ya conocidos, jus-
tifican, en verdad, el atinado presentimiento del Sr. Llo-
( I ) Comentarios de ¡as cosas sucedidas en los Países Bajos de
Flandes desde el año de 1594 hasta el de 1598: Madrid, 1876, to-
mo VI de los Libros de antaño.
^88 A. RODRÍGUEZ VILLA
rente, y pueden servir de estímulo, según su justo deseo, á
alguna hábil pluma que represente de cuerpo entero figura
histórica tan digna de estudio. Yo sólo me propongo bos-
quejarla. , .
Algunos esbozos hay de ella en el Teatro eclesiástico, de
Gil González Dávila (O; en el Nobüiario, de López de
Haro (2); en la Serie cronológica de los Obispos de Siguenza,
por A. Carrillo de Mendoza; en la Btbliotheca nova, de
Nicolás Antonio (3). y en otros autores (4); pero todos tan
breves, incompletos y á veces tan equivocados, que ape-
nas dan idea de la importancia y curiosas vicisitudes del
interesado, ya por no conocerlas, ya por tocar á materias
escabrosas de Estado, ó á extrañas interioridades, cuya
publicación en aquellos siglos estaba vedada. Los docu-
mentos íntimos y secretos que he tenido ocasión de exa-
minar, y el anhelo y libertad de nuestros tiempos para pe-
netrar en lo más recóndito de la vida social de los anti-
guos, me inducen al logro de mi propósito, con el buen fin
de contribuir á la enseñanza histórica.
I
Tercer hijo de D. Iñigo López de Mendoza, Marqués de
Mondéjar y Conde de Tendilla, y de Doña María de Men-
doza, que á su vez lo era del cuarto Duque del Infantado,
nació D. Francisco de Mendoza en Granada en 1547, des-
empeñando su padre á la sazón el elevado cargo de Capi-
tán General del reino de Granada y Alcaide de la Alham-
bra. En aquella hermosa ciudad pasó sus primeros años y
(i) Tomo i. iglesia de Sigüenza.
(2) Tomol, pág. 371.
(3) Tomo I, pág. 446. , ^, .
(4) Sánchez Portocarrero, Nuevo Catálogo de ¡os Obispos de
Sigüen:¡a; Porreño, etc.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 489
recibió la primera enseñanza, adornada con los ejercicios
corporales propios de aquel tiempo y de su alta alcurnia (i).
Al cumplir los quince años envióle su padre, en i562, á
comenzar los estudios de Artes en la célebre Universidad
complutense, que estaba entonces en el apogeo de su es-
plendor y grandeza. «Y por no deshacer (escribe el mismo
D. Francisco) (2) la compañía de otros tres hermanos
míos que iban á oir Derecho á la Universidad de Sala-
manca, fué forzoso ir á acabar el curso en ella, donde me
gradué en esta Facultad el año de 65, por suficiencia con
alguna aprobación; y después de acabado el curso, estuve
otros dos años pasándole y ocupándome en otros estudios
de' letras divinas y humanas con deseo de continuarlos.»
De donde bien á las claras se deduce que desde muy joven
cobró extraordinaria afición á las ciencias sagradas y pro-
fanas, de que ofrecen evidente testimonio sus posteriores
escritos, resaltando en ellos, á más del saber, el estilo llano
y grave á la par que elegante y castizo, propio del siglo
de oro de nuestra literatura, y que tan esclarecida tradi-
ción guardaba en aquella ilustre casa de los Mendozas.
«Y habiendo tenido necesidad (añade) el Marqués de
Mondéjar, mi señor y padre, de mi persona para su ser-
vicio y descanso y para introducirme en el servicio del
Rey nuestro Señor, por tener tantos hijos, que le era for-
zoso guiarlos por diferentes caminos para que no se estor-
basen los unos á los otros, y todos sirviésemos á Nuestro
Señor y al Rey, y con nuestros servicios alcanzásemos lo
(i) Ala edad de doce años, y residiendo todavía con sus padres
en la Alhambra, recibió el hábito de caballero de la Orden de Ca-
latrava (Archivo de esta Orden, leg. 38, núm. 18. año 1560). Hizo
las informaciones Freí Francisco de Coca, prior de Curita, cape-
llán de la Orden, asignándole el Rey en la cédula correspondiente
«680 mrs. de salario porcada un dia que os ocupéis y se ocupen
en esta información, pagados por D. Francisco de Mendoza.»
(Dada en Toledo á i.° de Julio de 1 56o.)
(2) En su carta al Rector y Claustro de la Universidad de Al-
calá, sobre aprobación de un libro suyo.
AQO A. RODRÍGUEZ VILLA
que con la hacienda de mi padre no se pedia suplir, sa-
liendo de Salamanca con la afición que habia cobrado á los
estudios, siempre los continué, exercitándome en la lección
de diversos autores y philósophos naturales y morales y
historiadores eclesiásticos y profanos, y particularmente
en la de las Sagradas Escripturas del viejo y nuevo Tes-
tamento, á que me persuadió el Dr. D. Pedro García de
Galar9a, obispo de Coria, que fué mi maestro, dándome do-
cumentos para entenderlas, y componiendo con este fin y
otros más altos un libro de Instituciones eclesiásticas y Arte
para la inteligencia de las Escrituras Sagradas, que ha al-
gunos años que sacó á luz.»
Con la extremada vocación de D. Francisco al estudio
de las ciencias, fácil es presumir el alto puesto á que en
el orden civil hubiera llegado, á no llamarle á su lado su
padre, que en realidad necesitaba de él, porque iniciada
ya por este tiempo la rebelión de los moriscos de Grana-
da, le convenía tener en su compañía personas de su más
absoluta confianza que le ayudasen á desempeñar su difí-
cil cargo. Trocó, pues, nuestro personaje el traje de estu-
diante por los atavíos militares, y desde principios del año
1 56; comenzó á servir al Rey en bien azarosas circuns-
tancias, porque el levantamiento de los moriscos fué cre-
ciendo y propagándose tan rápidamente, que bien pronto
entró en campaña é hizo sus primeras armas. En escasos
meses de rigurosísimo invierno subyugó el Marqués de
Mondéjar un país montuoso, alzado en masa y poblado de
gente feroz, empleando alternativamente la espada y la
política. En esta guerra de montaña aprendió D. Fran-
cisco el arte militar, imitando el heroico y adiestrado
ejemplo de capitanes tan hábiles y experimentados en él
como su padre y los que á sus órdenes militaban. En el
victorioso combate de Alfajarali, en la Alpujarra, recibió
el bautismo de sangre; y á tanto llegó su valor y pericia,
que pronto obtuvo nombramiento de capitán, desempe-
ñando con acierto y bravura las arriesgadas comisiones
que se le encomendaron. Quedaba ya muy quebrantada la
D. FRANCISCO DE MENDOZA 49I
rebelión, cuando los excesos de los soldados y la tenaz
porfía de los moriscos la reprodujeron con mayor y más
cruenta furia. Por esta causa y por las peligrosas disen-
siones que entre el Marqués de Mondéjar y el de los Vélez,
adelantado mayor de Murcia, se suscitaron, dispuso con
excelente acuerdo el Rey poner al frente del ejército al
insigne D. Juan de Austria; y disintiendo el de Mondéjar
de los planes propuestos por el Príncipe, fué llamado á la
corte en 3 de Septiembre de 1569 para exponer á Felipe II
el estado de aquellos negocios, como tan bien enterado de
ellos, pero en realidad para apartarle de la guerra; y lle-
vándole consigo á Córdoba, le nombró Virrey de Valen-
cia, y algún tiempo después de Ñapóles, asistiéndole en
todos estos elevados cargos su hijo D. Francisco, de cuya
conducta y servicios quedó tan agradecido Felipe II, que
le hizo merced de la Encomienda de Valdepeñas en la
Orden de Calatrava. «De Ñapóles — dice — me envió mi pa-
dre á Roma á besar el pie á la buena memoria del Papa
Gregorio XIII y á tratar negocios graves del servicio de
S. M., y del suceso que éstos tuvieron consta por el Breve
de Su Santidad dirigido á mi padre,» y de ellos también
se hace honrosa mención en el privilegio que más tarde le
otorgó el Rey de Almirante de Aragón.
Por negocios de Estado y por particulares suyos vino
D. Francisco varias veces desde Ñapóles á la corte; y así
le vemos á fines del año i5yb formando parte del séquito
de Felipe II en el recibimiento que este Monarca hizo al
de Portugal en Guadalupe (O, y en i5yg presidiendo un
certamen literario, por él iniciado, en los estudios que en
Madrid tenía la Compañía de Jesús (2).
(:) Morel-Fatio, UEspagne au xvi et au s.vn siécle, pág. 144.
(2) En la Bibliografía madrileña, de mi amigo y compañero
el Sr^ Pérez Pastor, se da detallada cuenta del libro en que se pu-
blicaron los trabajos premiados y los premios concedidos. Por re-
flejar este acto el constante amor á las letras de nuestro personaje
y la protección que las dispensaba, daremos aquí una idea de él.
Publica Icelitia sodalitalis Beatx Marice Virginis Aiiiiuucia-
,q2 A. RODRÍGUEZ VILLA
El fallecimiento de su padre, ocurrido en Mondéjar el
22 de Abril de i58o. á poco de haber regresado de Ñápe-
les, le ocupó por bastante tiempo en asuntos personales,
referentes á la herencia del Marqués, cuya hacienda no
estaba ciertamente en próspero estado.
Durante su estancia en Valencia había contraído amo-
rosas relaciones con Doña María Ruiz de Liori Colón y
Cardona, hija de D. Sancho de Cardona, Almirante de
Aragón, y de Doña María Colón, Marquesa de Guadalest;
y habiendo decidido casarse, otorgaron en aquella ciudad,
á 3 de Marzo de i584, las capitulaciones matrimoniales.
Estipulábase en ellas que la novia, ya Marquesa de Gua-
dalest por defunción de su madre, aportaría en dote 5o.OOO
ducados, moneda de Valencia, asegurados sobre su estado
de Guadalest y las Baronías de Valí de Confrides; los va-
lles de Seta y Travadell; las villas de Gorga, Ondara, Be-
tce instituto Matriti, in schoHs Societatis lesu, pro excipiendis
sacris quorundam martyrum reliquiis Roma missis, 25 die Mar-
tii, qui dies eidem Annunciatx Virgini sacer est. Ad Illustrem^
admodumD. D. Franciscum Mendotium D. D. Ignatn Liipi
Mendotii, marchionis Mondexarensis et regni neapohtam Pro-
regis ac generalis Ducs filium. Collectore Sinwne Saulio ge-
nuensi presbytero et eiusdem Sodalitatis pra-fecto.-CMm licen-
tia Matriti. Excudebat Franciscus Sánchez. Anno MDLXXIX.-
Todas las composiciones son anónimas; pero sin duda se deben
atribuirá los jóvenes que estudiaban Arte poética y Oratoria en
el Colegio de la Compañía. Celébranse en ellas la paciencia de los
Santos Mártires, la liberalidad del Papa Gregorio XIII, el amor de
los mártires á Dios, las excelencias de Nuestra Señora, las bonda-
des del Cardenal F. Alciato y la Cofradía de la Anunciara de Ro-
ma El Colector, en la dedicatoria á D. F. de Mendoza, dice que
éste concedió para el certamen magnijiceníissimis prxmi^s,Y pre-
sidió el Tribunal en compañía de cuatro Padres )esuitas. Consis-
tieron los premios en anillos de oro con piedras preciosas, libros
de clásicos latinos y modernos escritores, estampas iluminadas,
pinturas, un reloj, sombreros de seda, conchas de plata, una bra-
za de lino de Holanda, un vaso bellísimo para agua, caja de plata
para reliquias, guantes rojos de ámbar, faja de seda, tafetán car-
mesí y otros objetos análogos.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 493
nidoleich, Ribarroja y Becchi, con las casas constituidas
en la parroquia de Santisteban de la referida ciudad.
Prometió D. Fiancisco dar en calidad de arras 6.000
ducados á Doña María, y sujetar los 5. 000 ducados de
renta que su padre le dejó en el testamento, y otros 5. 000
que en caso de muerte de su hermano D. Pedro González
de Mendoza, Prior de Ibernia, le han de pertenecer, por
no poder éste contraer matrimonio, como Caballero pro-
feso de la Orden de San Juan de Jerusalén, en todo 10.000
ducados, al vínculo de los capítulos matrimoniales, como
igualmente estaban á él sujetos los bienes de Doña María.
Estipulóse también que D. Francisco diese desde luego
20.000 ducadfts de contado para depositarlos en la tabla
de Valencia y emplearlos en comprar censales, de que
había de responder la casa de Doña María, si bien ponién-
dolos á nombre del esposo.
Pero el más e.xtraño y arrogante de estos capítulos fué
el que impuso» á su futuro yerno D. Sancho de Cardona.
Dice así: «Otrosí está concertado y acordado que el dicho
Sr. D. Francisco de Mendoza y sus hijos y descendientes
de este matrimonio hayan de tomar y tomen nombre y
armas y apellido de Cardona sin mixtura alguna, con con-
dición, pena y gravamen que el que no se nombrare del
nombre de Cardona solo y no hiciere las armas de Cardo-
na sin mixtura alguna, pierda todos los bienes susodichos,
mayorazgo y estado; y ipso fado, sin otra declaración de
juez ninguno, pase al siguiente en grado, y que así se siga
en los demás hasta el que obedeciere el presente capítulo
y llevare el nombre y armas de Cardona sin mixtura al-
guna. Esto declarado, que si la dicha señora Marquesa
Doña María obtuviere en la causa y pleito del Ducado de
Veragua y Almirantazgo de las Indias que en el Real
Consejo de las Indias trata, en este caso, y no otro nin-
guno, puedan tener el nombre y armas y apellido de Co-
lon con el de Cardona, y no más.»
Maravíllanos cómo pudo pasar por condición tan humi-
llante y poco decorosa un Mendoza, hijo del Marqués de
^q^ A. RODRÍGUEZ VILLA
Mondéjar, aunque no fuera muy desusada en aquel tiena-
no y sin embargo, cumplióla fielmente mientras su
suegro vivió, llamándose y llamándole en los documen-
tos oficiales D. Francisco de Cardona, hasta que falle-
cido aquél, y habiéndole heredado en el título de Almi-
rante de Aragón (O, pudo conseguir de los deudos de su
esposa y del mismo Rey el incumplimiento de esta obli-
gación; y aun así se le encuentra muchas veces nombrado
en escrituras y papeles oficiales D. Francisco de Mendo-
za, olim de Cardona. En la misma fecha (3 de Marzo)
autorizó desde Madrid el Comendador de Valdepeñas, por
medio de poder, á D. Juan de Zúñiga para desposarse en
su nombre en Valencia con Doña María, como así se efec-
tuó después de obtener Real licencia, expedida en San
Lorenzo del Escorial el 26 de Marzo de 1584.
Verificado su casamiento, empieza para el Almirante
de Aragón un largo y angustioso período de pleitos, que
fueron, andando el tiempo, complicándose y creciendo en
número tan considerable, que no sólo acabaron con su es-
casa fortuna y la de la Marquesa su mujer, sino que le
produjeron graves disgustos y amarguras sin cuento. ..Hay
litigantes desventurados que encuentran siempre cerrados
los oídos de Themis y atajados los caminos de la justicia,
así como hay también otros á quienes no ilumina la razón
al tratar de causa propia, y que sueñan con enemistades,
asechanzas, prevaricaciones é injusticias.» Estas palabras,
escritas por D. Alejandro Llórente al tratar de la vida de
Villalobos y Benavides, pueden aplicarse perfectamente
á D. Francisco de Mendoza, porque, en general, cuantos
pleitos intentó, otros tantos perdió. A los que seguía sobre
sucesión en los bienes de su abuelo D. Luis Hurtado de
Mendoza, Marqués de Mondéjar, se acumularon ahora los
(1) Después del fallecimiento del hermano de Doña María,
ocurrido poco tiempo d.spués. Era este título uno de los más
preeminentes de Aragón, y estaba vinculado en la casa de Cardo-
na como el de Almirante de Castilla en la de los Enríquez.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 495
pendientes por la herencia de su mujer, entre otros el en-
tablado con D. Felipe de Cardona sobre los bienes de la
casa de Liori, que montaban más de lo.ooo ducados de
renta. Pero el pleito que mayores gastos exigía y más es-
peranza de crecimiento de gloria, honores y hacienda le
prometía, el que más le preocupaba, era el de sucesión en
el Ducado de Veragua, Marquesado de Jamaica y Almi-
rantazgo de las Indias. Desde 1678 venía litigándose tan
importante sucesión por la Marquesa Doña María, su mu-
jer, ya en la Audiencia de Santo Domingo, ya en el Con-
sejo de Indias. Agotados los recursos del matrimonio en
este dispendioso litigio, se concertó el Almirante con el
licenciado D. Agustín Alvarez de Toledo, de notoria re-
putación en la corte, para que llevase la dirección del ne-
gocio y le representase en los tribunales, mediante pago de
36.000 ducados si obtenía resultado favorable. Obtúvole
en la Audiencia de Santo Domingo, y obtuvo asimismo
sentencia confirmatoria en el Consejo de Indias (i), lle-
gando ya á titularse D. Francisco, no sólo Marqués de
Guadalest, sino Duque de Veragua, Marqués de Jamaica
y Almirante de las Indias á la vez que de Aragón. Bri-
llante era, por tanto, el porvenir que le esperaba (2), que
fué el que sin duda soñó al casarse con Doña María; pero
se disipó como el humo á impulso de intrigas cortesanas
y de increíbles deslealtades. Obtenida la sentencia del
Consejo, el licenciado Alvarez de Toledo reclamó con
(i) En 3 de Octubre de 1586.
(2) Para dar una idea aproximada de las rentas é intereses que
se ventilaban en este pleito, baste saber que sólo de lo situado en
la Caja de Panamá había de percibir la mujer del Almirante una
renta de 17.000 ducados anuales; y como ésta no se había cobrado
desde que empezó el pleito, importaba, en 1591, 230.020 ducados;
más 41.600 á que ascendían los frutos de la isla de Jamaica, que
se calculaba valdrían, cuando menos, al año 3.000 ducados; más
30.000 ducados por los derechos de entrada de los negros vendi-
dos en Jamaica en los años 1589 y 1500, y así por este estilo otras
gruesas sumas, que sería prolijo enumerar aquí.
■ g6 A. RODRÍGUEZ VILLA
urgencia la suma convenida; pero como al Almirante no
se le había dado posesión de los Estados ni de los frutos
corridos y no tenía con qué pagar tan crecida suma, se
convino con su abogado en abonarle considerables réditos
hasta el cobro de aquélla; réditos que ascendían poco tiem-
po después á la cantidad de 23.157 ducados. Y no pagán-
dole ni el capital ni los intereses, no sólo le puso pleito,
sino que con armas y bagajes, como suele decirse, sépase
á sus contrarios, obteniendo para ellos definitiva victoria.
Solicitó el Almirante del Consejo que se le librase ejecu-
toria de la sentencia en su favor; «y visto este negocio en
«ste artículo por algunos de los del mi Consejo de In-
dias (11 se ranino en discordia, ^> nombrando el Rey otros
seis jueces para que, en unión de los de aquel Consejo,
determinasen lo que fuere justicia. En esta revisión se
emplearon no pocos años, y el Almirante, con la segun-
dad del triunfo, fué empeñándose más y más, pidiendo di-
nero á sus deudos y amigos, y, por último, á los banque-
ros genoveses Ovada, Gentil y otros, con hipoteca de sus
bienes y de los de su mujer; de suerte que lo q"; «^t-mo
origen de su grandeza, lo fué de su miseria é infelicidad.
II
Como si tantos infortunios y sinsabores no le bastasen,
buscóse otros tan graves, si no mayores, nuestro asende-
reado Almirante de Aragón. Hacía gran ruido en la Corte
á principios del año iSSg, según refiere el diligente cro-
nista Cabrera de Córdoba, el casamiento de D Antonio
Alvarez de Toledo, Duque de Alba, nieto del Gran Du-
.que Comenzóse á tratar por este tiempo con Dona Cata-
(0
Cédula de S. M. de 13 de Mayo de iSSy.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 497
lina Enríquez de Rivera, hija de los Duques de Alcalá, que
residían en Sevilla, por medio del Secretario de Estado
D. Gabriel de Zayas. Acordados los capítulos de la dote,
otorgó poder el Duque de Alba, por el mes de Abril, á fa-
vor del Conde de Orgaz, Asistente de Sevilla, para casarse
por él, y luego, por ausencia de éste, á favor de su sucesor
en dicho cargo D. Francisco de Carvajal, en 3i de Enero
de 1590. Tampoco se efectuó por entonces el enlace, «por
haberse atravesado la plática de otro matrimonio con her-
mana del Duque de Braganza, porque el Prior D. Her-
nando de Toledo (tio y tutor del Duque) le pareció seria
de mayor empeño para su casa, y convenia al Duque para
restauralla, el casamiento de Sevilla, pues se le prometían
40.0.000 ducados de dote.»
En este estado el asunto, intervino el Almirante de Ara-
gón para casar al de Alba con Doña Mencía, hija del Du-
que del Infantado, por más que éste le pidió que no lo hi-
ciese, porque ya desde las fiestas celebradas en Toledo con
ocasión de la entrada del cuerpo de Santa Leocadia, no vino
el joven Duque contento de la vista de la dama. Pondera-
ba con vivas instancias el Prior D. Hernando de Toledo
al Duque, su sobrino, la conveniencia de su matrimonio
con la hija del Duque de Alcalá, y cediendo á ellas al fin
D. Antonio, envió á Sevilla sus poderes para el desposorio,
con correo propio, el día g de Julio. Saber esto D. Fran-
cisco de Mendoza y ocurrírsele el más diabólico pensa-
miento, fué todo obra de un momento. Reunió el 13 del
mismo mes al Presidente de Indias, D. Agustín Alvarez
de Toledo, y á D. Luis de Toledo, señor de Mancera, en
casa del primero, y juntos los tres les propuso influir enér-
gicamente en el ánimo del Duque de Alba para que efec-
tuase su enlace con la hija del de Infantado, estrechando
así los vínculos entre las casas de Toledo y Mendoza.
Opúsose D. Agustín, manifestando que debía cesar aque-
lla plática, porque aquel mismo día llegarían los poderes á
Sevilla para el matrimonio con Doña Catalina; mas triun-
fó la porfía del Almirante, ofreciendo que el del Infantado
.„8 A. RODRÍGUEZ VILLA
se alargaría cuanto posible fuese en la dote, y así lo repi-
tió una y otra vez de su parte, sin darla al Duque su her-
mano. De ánimo irresoluto y apocado el de Alba, y tenaz-
mente solicitado por D. Francisco, se resolvió por el par-
tido que éste le ofrecía, sin firmar las capitulaciones ni
saberlo el Prior su tío, y á las seis de la tarde del i8 de
Tulio otorgó escritura en toda regla, revocando los poderes
dados al Asistente de Sevilla. Aquel mismo día este alto
dignatario, con licencia del Rey, poder del Duque é ins-
trucción del Prior D. Hernando, firmq las escrituras ma-
trimoniales en casa del Duque de Alcalá, acompañado de
numeroso y escogido séquito; y cuatro horas después del
mediodía se celebró el desposorio del Asistente, como le-
gítimo procurador, con Doña Catalina. De lo actuado y
efectuado envió aquella elevada autoridad sevillana noticia
oficial al Prior, tío del de Alba, llegando el propio el 22 de
Julio á Madrid, tratándose en seguida de la ida de éste á
Sevilla en Octubre próximo, y envió la carta del Asistente
á D.' Agustín Alvarez de Toledo, diciéndole que ni como
caballero ni como cristiano podía apartarse ya el Duque
del matrimonio contraído.
No por esto se desconcertó nuestro Almirante. Pidió al
Rey licencia para casar al de Alba con su sobrina; mas
negósela el Monarca, alegando que la había dado ya para
casarle con la hija del Duque de Alcalá. Pidióla entonces
al Cardenal de Toledo, D. Gaspar de Quiroga, para casar
al Duque sin amonestaciones, y respondióle que cómo era
aquello, estando concertado con la hija del Duque de Al-
calá; y apretando D. Francisco en que el del Infantado
vendría en persona á pedírsela, fiándose del dicho del Al-
mirante, se la dio, á condición de que antes de consumar
el matrimonio se hiciesen las amonestaciones ordinarias.
Aquella misma noche concertó D. Francisco de Mendoza
la partida para Guadalajara, donde residía el del Infanta-
do con bU hija, avisándole de que al día siguiente se casa-
ría. Reunidos á media noche en el Prado de San Jerónimo
el Duque de Alba con su hermano, D. Diego de Toledo; el
D. FRANCISCO DE MENDOZA 493
Almirante de Castilla; el Duque de Pastrana, su herma-
no, titulado posteriormente Marqués de Alenquer; el se-
ñor de Manceray D. Francisco de Mendoza, alma de toda
aquella trama, caminaron apresuradamente con dirección
á Gnadalajara. Algo cuidadoso y atemorizado hallaron al
novio; mas le animaron con la idea de que ya no era tiem-
po de volver atrás. En Alcalá dijo al de Alenquer: «Te-
rrible negocio es el que vamos á hacer;» y éste, encogién-
dose de hombros, se contentó con responder: «Terrible,
por cierto.»
El 23 de Julio, á las diez y media de la mañana, llega-
ron á Gnadalajara, siendo recibidos por el Duque del In-
fantado y procediéndose inmediatamente á lá ceremonia
del desposorio, celebrada en la capilla del palacio ducal,
velándose á continuación el Duque de Alba con Doña
Mencía de Mendoza y consumando al punto el matrimo-
nio. Había triunfado el Almirante de Aragón.
Tres horas después llegó despacho del Prior, y á poco
otro del Rey avisando al Duque del Infantado mirase lo
que hacía. El respondió estaba contento, por creer que en
ello no había impedimento. Firmaron en seguida, por no
haberlo hecho antes, las capitulaciones los contrayentes,
ordenadas por D. Francisco y el Sr. de Mancera.
A los ocho días ordenó el Rey que un Alcalde de Corte
llevase preso al Duque de Alba á la Mota de Medina, en-
cargando que nadie le hablase ni escribiese; y también por
orden de S. M. un juez particular llevó al Almirante de
Aragón al castillo de Turégano; al de Castilla, á Medina
de Rioseco; al Duque de Pastrana, á Talavera, con pleito
homenaje de no salir de ella; al de Alenquer, á Olmedo,
con orden á todos de no escribir ni recibir cartas sobre
este negocio, y al Duque del Infantado, que no saliese de
Gnadalajara, so pena de lo.ooo escudos. Nombró asimis-
mo á los licenciados Guardiola y Bohorques, de su Con-
sejo, para practicar las debidas averiguaciones y proceder
al correspondiente castigo. «Todos culpaban al Almirante
de Aragón.»
coo *• RODRÍGUEZ VILLA
Pidió el Duque de Alcalá permiso al Rey para venir á
solicitar justicia, y Felipe II le respondió que se aquietase,
que se le haiia muy cumplida; á lo que replicó que sólo-
quería ver á su hija libre para casarla antes de su muerte,
porque tenía setenta años.
Tenemos, pues, preso, y para largo tiempo, á nuestro
personaje allá en solitario rincón de la provincia de Sego-
via; duro castigo para su carácter inquieto y bullicioso, y
más todavía para el arreglo de su maltrecha hacienda y
litigiosas pretensiones, que hacían su presencia en la corte
de todo punto necesaria.
Asi lo demuestra, entre otros, el hecho de que, preva-
liéndose sus acreedores de Valencia de hallarse en prisión
el Almirante, ejecutaron bienes de sus vasallos y frutos de
sus arrendadores que no estaban obligados al pago de es-
tas deudas. Acudió en queja al Rey, y éste dispuso, por
Cédula dirigida al Regtnte de la Cancillería de Valencia,
fechada en Madrid á 20 de Enero de iSgi, que aquel Tri-
bunal, tanto sobre este punto como sobre la súplica del
Almirante de que se le mande señalar cantidad suficiente
para los gastos de los pleitos que tiene, á fin de defender
su hacienda y sus vasallos, administrase justicia «con la
entereza que acostumbráis, sin embargo de cualquier cosa
que se os haya escrito sobre esta materia porque mi
fin es que por ninguna consideración se haga agravio á las
partes interesadas, sino que á cada uno se le dé lo que le
Había enfermado D. Francisco, bien por la vida auste-
ra á que se hallaba condenado, bien por los sinsabores
continuos que sus pleitos le producían, acaso principal-
mente por no sentarle bien el clima de la provincia de
Segovia, donde el castillo de Turégano se hallaba encla-
vado; y así, suplicó al Rey le cambiase aquella prisión por
otra 'en paraje más seco y templado. Accedió á ello S. M.,
y disj uso fuese trasladado al Sacro Convento de la Orden
de Calatrava, emplazado en Calatrava la Nueva, provin-
cia de Ciudad Real, en un altozano con dilatadas vistas.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 50I
hermosa arquitectura y de extensión y capacidad asom-
brosas (0.
Poco tiempo llevaba en su nueva prisión, cuando, diri-
giéndose su esposa á Valencia á poner orden en sus ha-
ciendas y visitar antes á D. Francisco, cayó gravemente
enferma en la aldea llamada Calzada de Calatrava, una
legua distante del Convento Sacro de este nombre. Pidió
á Felipe II licencia para que su marido la fuese á ver; y
accediendo el severo Monarca á tan justa solicitud, le con-
cedió permiso, en i8 de Mayo de iSgi, para salir del Con-
vento y permanecer quince días al lado de su mujer, vol-
viendo luego á la reclusión en que se hallaba. Era, sin
embargo, mortal la enfermedad de la Marquesa de Gua-
dalest; y aun asistida y consolada por su marido, se agra-
vó en tales términos, que entregó su alma á Dios el 8 de
Agosto de aquel mismo año í^).
Nuevas penas vinieron á afligir con tan dolorosa pérdida
«1 abatido ánimo del Almirante de Aragón. Asi, poco des-
pués de este infausto suceso, escribía á uno de sus acree-
dores que ya le hubiera pagado su deuda de 20.000 escu-
dos, «si mis cosas no hubieran tenido tan grandes estor-
bos, como V. S. sabe, y tanta desgracia como haberme
faltado la Duquesa (q. h. g.) en la coyuntura que Nuestro
Señor ha sido servido de llevársela, y habérseme recrecido
nuevos pleitos sobre su herencia y quitádome la posesión
de parte de ella, por no poder yo acudir á defenderla ni
D. Juan mi hermano. —La Duquesa (q. h. g.) hizo por
mí lo que V. S. habrá entendido, y me quería de manera
que, si pudiera, hiciera mucho más; y con este amor se
juntaron dos cosas que la obligaron á lo mismo: la una,
no querer que yo desfalleciese del estado en que me habia
puesto, tomándome por marido; y la otra, descargar su
(i) O por su estado ruinoso, ó por gustar más los caballeros de
la Orden de residir en Almagro, lo demolieron á principios de este
siglo.
(2) Murió sin dejar sucesión. Sólo tuvo una niña llamada Ma-
ría, que falleció de poco tiempo.
joa A. RODRÍGUEZ VILLA
conciencia y la mia, }' dexarme con que pagase lo que y»
gasté por servirla y defender sus Estados y adquirirla
otros, y lo que he consunnido y sacado de mi mayorazgo
para libiar los suyos dende que nos casamos; que todo es
tan gruesa cantidad, que se maravillarla V. S y tam-
bién se quiso mostrar grata á mis hermanos, que la fiaron
en quarenta mili ducados, ellos y mi madre (q. h. g.), que
ahora pagan por la Duquesa y por mí Y aunque yo
estoy sin libertad y sin caudal y sin salud para procurar
el remedio desto, confío que, viniendo V. S., he de ser
desagraviado de todo en este Supremo Consejo (').»
III
Había mantenido el Almirante desde sus mocedades ín-
timas y constantes relaciones con varios Padres de la Com-
pañía de Jesús residentes en la Corte. Doliéndose éstos,,
sus verdaderos amigos, de los infortunios que le agobia-
ban, trataron secretamente de sacarle de ellos por medio
de un nuevo enlace matrimonial, cuando apenas llevaba
ocho meses de viudez. Idearon al efecto casarle con Doña
Mencíade la Cerda, hermana del Conde de Chinchón, per-
sonaje de alta influencia en la Corte y á quien sobremane-
ra estimaba y distinguía Felipe ÍI.
Era esta señora dama de la Infanta Doña Isabel Clara
Eugenia; comenzaba á trasponer los límites de la juven-
tud y á entrar en la edad madura; su piesencia era agra-
dable, y cuantioso su dote. Con tan excelentes condiciones
no es de maravillar que los buenos de los Padres se aluci-
nasen con su bien intencionado propósito y pasasen á po-
nerlo por obra, como resueltamente lo hicieron, declarán-
dolo á la dama, que lo aceptó con regocijo. Con igual sa-
tisfacción recibieron y aplaudieron la noticia los deudos
(i) ¿De Indias ó de las órdenes?
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5O3
más inmediatos del interesado. Encargóse el P. Miguel
Garcés, á mediados de Marzo de iSga, en unión del Padre
Luis de Mendoza, de proponer el asunto al Almirante de
Aragón, empezando por indicarle la conveniencia de con-
traer nuevas nupcias, sin expresarle el nombre de la per-
sona con quien debía unirse. Y en verdad, que D. Fran-
cisco contestó á la proposición tan atinada y discretamente
como ahora se verá.
«En esta (dice) sólo satisfaré á lo que v. md. me apunta cerca de
mudar estado; y aunque por lo que v. md. me dice, veo quanto
desea mi descanso y el alivio de mis trabajos, porque como há dias
que no nos vemos, no está v. md. informado de la impresión que
han hecho en mí, se lo diré para que vea quán inhábil estoy para
ello en el cuerpo, porque tengo cuarenta y cinco años cumplidos
y tan pocas fuerzas, que vivo pensando que puede durar mi salud
muy poco; y en el alma, porque estoy desengañado que en esta
vida no puede haber descanso en estado que no se entregue todo
el hombre á Nro. Señor; y esto no puede ser en el del matrimo-
nio, aunque los dos lo quieran, porque las obligaciones forzosas y
precisas del han menester su parte, y al tin se lo llevan todo por
mucho recato que baya en moderarlo; y en la hacienda estoy de
manera que, no sólo no tengo con que vivir, aunque sea con mu-
cha estrechura; pero debo mucho más de lo que tengo y vivo con-
sumiendo andrajos y ayudándome personas que pueden poco y sin
obligación de hacerlo, y podian escusarse ó faltarme y desarme
desamparado, como lo han hecho otras que podian más y me te-
nían más obligación, y se han apartado de mí huyendo de tanta
necesidad y trabajos como los mios. Y cierto, no me maravillo ni
me quexaré jamás desto, porque veo que es prudencia y cordura
del mundo hacerlo; porque cuando me miro con estos ojos, videor
mihimeiipsi gravis et molestus,y consuélome mirándome por otro
cabo tratado como lo merecen los que fían lo que yo he fiado del
mundo. Vea v. md. si seria cordura, hallándome de la manera que
digo, obligarme mudando estado, á lo que natural y moralmente
no se puede presumir que puedo cumplir ni que puede ofrecerse
cosa que pueda suplirlo sin otro tanto trabajo de quien se pusiese
á ello y doblándose con esto el mió, no habiendo fuerzas ni cau-
dal sobre que cargarlo. Y cuando todo esto cesara, padre mió, no
tuve yo compañía que sea razón olvidarla ni embarazar la memo-
ria della con nuevas obligaciones, habiéndome ella honrado tanto
con la suya y tratádome con tanto amor y hecho quanto pudo
COA. A. RODRÍGUEZ VILLA
por darme contento, y dado su vida por no apartarse de mí, y de-
xídome su hacienda y hecho quanto ella pudo y alcanzó que era
necesario para asegurar esto. Y demás de lo que he dicho, no es
razón que yo dé á nadie parte de poca dicha como la mía en lo
temporal ni ponga ya cuidado en cosa del mundo, smo sólo en
procurar lo que me puede desembarazar y ayudar para rematar
quentas con él y pagar lo que debo; y esto es lo que deseo y lo
que me hace atender á los negocios y desear alguna salida en
ellos que confío en Nro. Señor la encaminará, pues yo no lo de-
seo por mi alivio, sino por el de mis fiadores y descargo de mi con-
ciencia, haciendo lo que es en mí para satisfacerles sus danos y
costas. , ,
„He descubierto á v. md. mi pecho por no señalarme v. md.
cosa particular ni haberme scrito el Prior mi hermano mas ha de
quatro meses sobre esto ni sobre otro negocio ninguno, ni tampo-
co el P.e Luis de Mendoza, que también se remitió al Prior. Y no
sabiendo yo lo que allá les ocurre, he podido mejor y con más li-
bertad declarar mi voluntad, porque yo no ha^o distinción de
personas, sino muestra de mis faltas y de mi intención y deseo
respecto de quantas hay en el mundo; porque respecto de mi re-
solución, no hay más ni menos en unas que en otras, sino que yo
me hallo inhábil para mudar estado por lo que he dicho; y por no
cansar al P.e Luis de Mendoza con lo mismo, me remito á lo que
aquí digo, y suplico á v. md. se lo muestre: que yo, aunque no lo
acepto, no puedo dexar de agradecer y servir al P.e Luis y á
V. md. toda mi vida lo que desean mi descanso; y seria á mi pare-
cer conveniente advertir al Prior mi hermano de mi voluntad,
para que no dé oidos á algo, ó lo intente con deseo de hacerme
merced, entendiendo que es otra y resulte algún inconveniente
dello. Nro. beñor guarde á v. md. como deseo. Del Convento de
Calatrava, á 31 de Mar¿o de 1592 años.-El Almirante de Ara-
gón (i).i)
Con la misma sinceridad y buena fe contestó á sus her-
manos cuando le escribieron aconsejándole tomase el par-
tido propuesto por los Padres jesuitas (2). Mas tanto por-
fiaron unos y otros, y con tanto calor tomaron el asunto
' los deudos de Doña Mencía de la Cerda, y aun esta misma,
que no le fué ya dado resistirse más, sobre todo después
(1) Copiada de la autógrafa.
(2) Véase Apéndice.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5O5
de haberles confesado á todos el miserable estado de su ha-
cienda, de su ánimo y de su salud; y así, envió á sus her-
manos los necesarios poderes para asentar las capitulacio-
nes matrimoniales y efectuar el desposorio, y dos Instruc-
ciones, pública la una y secreta la otra (O, para ajustarlo
todo firme y ventajosamente.
Pidió el Almirante á su futuro cuñado el Conde de
Chinchón interpusiese su valiosa influencia con el Rey, no
sólo para que le alzase el pleito homenaje que le tenía re-
cluso en el Convento de Calatrava, sino para que le diese
oficio en su casa. Ambas cosas ofreció S. M. (2), con cier-
tas prudentes salvedades, que revelan una vez más la dis-
creción con que procedía, aun en las cosas más pequeñas.
A propuesta de la novia, se redactó solemne acta, que fir-
maron, á nombre de ella, el Conde de Chinchón, y á nom-
bre de D. Francisco, sus hermanos D. Juan y D. Pedro,
concertando el matrimonio y obligándose la parte que fal-
tare á este contrato á abonar á la que se mantuviere firme
en su cumplimiento la cantidad de 5o. 000 ducados (.0 de
pena, y para más afianzar el asunto se divulgó por toda
la Corte.
Y porque por este tiempo se había sentenciado ya á
favor del Duque de Alba el pleito matrimonial de éste con
la hija del Duque de Alcalá, y habían sido puestos en li-
bertad el Duque D. Antonio y sus cómplices, menos el
Almirante de Aragón, alzóle al fin S. M. el pleito home-
naje que tenía prestado por Real Cédula de 2 de julio de
1592. que no fué cumplimentada hasta el 19 de Agosto (4).
Apretaba cuanto es decible la familia de la novia para
que á la mayor brevedad Í5) se efectuase el casamiento;
cruzábanse billetef, y más billetes entre unos y otros (6);
(i) Véase Apéndice.
{2) Véase Apéndice.
(3) Véase Apéndice.
(4) Véase Apéndice.
(5) Véase Apéndice.
(6) Véase Apéndice.
506 A. RODRÍGUEZ VILLA
facilitaba la pronta terminación del asunto el mismo Fe-
lipe II, ya concediendo al Almirante facultad para que, á
falta de bienes libres, obligase los frutos de su mayorazgo
al pago de las arras (O, ya otorgándole licencia, en 15 de
Noviembre de i5g2, para contraer el anhelado enlace (2);
daba el permiso necesario el Vicario de Madrid (3) para
desposar y velar los novios en 3 de Diciembre; publicá-
banse poco después las correspondientes amonestaciones
en las parroquias de San Gil y San Andrés de esta villa;
hablábanse y escribíanse con frecuencia los prometidos
esposos; en la corte se comentaba con sabrosas pláticas el
próximo enlace de la dama de la Infanta con el Almirante
de Aragón; hasta el pleito del Ducado de Veragua ofrecía
cada día más seguras probabilidades de pronto y ventu-
roso resultado para nuestro personaje, cuando de la noche
á la mañana, como suele decirse, estando ya á punto de
efectuarse el matrimonio, una de esas veleidades tan pro-
pias del carácter femenino, dio al traste con todo aquel
proyecto tan prolija y artificiosamente elaborado.
Con noble ingenuidad escribió el Almirante al Conde
de Chinchón sobre aquel inesperado y brusco cambio de
su hermana la siguiente carta:
El Almirante de Aragón al Conde de Chinchón.
«Aunque no me moviera á hacer á V. S. ningún recuerdo, con
sólo lo que se>d¡ce por la corte de mi casamiento, juntándose con
ello algo que parece de más fundamento, me ha puesto lo uno y
lo otro en tanto cuidado, que no me ha parecido cscusarlo ni di-
ferirlo más por el interese de todos.
»V. S. sabe mejor que nadie de la manera que es tratado este
negocio dende el principio, poniendo delante á V. S. y á la seño-
ra Doña Mencía el estado de mis cosas y mi voluntad en sus ma-
nos, y la seguridad y llaneza con que lo resigné todo en ellas en
scribiéndome V. S. que no reparase en nada ni quisiese más que
(i ) Véase Apéndice.
(2) Véase Apéndice.
(3) Véase Apéndice.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5O7
tener á V. S. por señor y hermano, pues scribí luego á los mios
que lo hiciesen ansí, y volví á V. S. su carta, fiando más de V. S.
y de su hermana que de los que por mi parte trataban desta ma-
teria; y cómo V. S. y ella, por hacerme mayor merced y honrarme
más, quisieron prendarse y prendarme de la manera que todos lo
estamos; y V. S. me ha scripto y dicho tantas veces que desea que
se efectúe, y la Sra. Doña Mencía ha dado muestras de lo mismo:
y estando yo aquí para ello no se hace, y oigo y veo novedades, y
sé que padezco en el vulgo: si no hay fundamento para ello, hol-
garía de escusarlo por muchos respectos.
«Suplico á V. S. se sirva de avisarme de la voluntad de su her-
mana, que ha de ser la regla de todo; porque si es otra que hasta
aquí, y lo que en este negocio ha pasado hasta agora, pesa menos
que lo que se puede haber ofrescido de nuevo para impedirle; yo
deseo tanto su descanso, que no trataré de estorbarle, ya que
Nro. Señor no ha sido servido de darme el caudal y lo demás que
yo holgara tener para dársele, pues es menor inconveniente que
yo sienta esta pérdida y viva con lástima della, que oponerme en
ninguna cosa á su voluntad. Y porque la suspensión no es buena
para ninguno, suplico á V. S. se sirva de avisarme lo que hay en
esto, desengañándome de lo que oigo ó asegurándome de lo que
temo por lo que es visto; porque cierto me hallo confuso y pen-
diente de la respuesta de V. S. para dar á S. M. cuenta de mis co-
sas y alguna orden en ellas, y esconderme de la vergüenza que
aquí se pasa, ya que no puedo huirla. Nro. Señor guarde á V. S.
como deseo. — De la posada á 25 de Enero de 1593.»
A cuya carta contestó el Conde de Chinchón con esta
otra, no menos digna y mesurada (0:
«He diferido responder al billete de V. S. que el P.= Sebastian
Hernández me dio, por ver si podia reduzir á mi hermana que
conformase su voluntad con la mia en cosa que tan bien nos es-
taba á todos como tener á V. S. por cuñado, hermano y amparo
de mi casa y hijos; y ya que Nro. Señor no ha sido servido que
esto sea por medio de casamiento, esté V. S. seguro que no será
menor la obligación que me queda á procurar su descanso y acre-
centamiento, en la seguridad y confianza de hallar siempre en
V. S. lo mismo que en un muy buen hermano, amigo y señor,
pues no pienso hacer diferencia de las cosas de V. S. á las mias
propias, como se verá si Dios me diere vida, mano y ocasiones
(i) Ológrafa.
^OS A. RODRÍGUEZ VILLA
para mostiallo. Hágalo como puede y guarde á V. S.— De casa 28
de Enero 1593.— E/ Conde de Chinchón.»
Por último, el asunto quedó completamente terminado
con el siguiente
Billete que Doña Mencía de la Cerda escribió al P. Sebastián
Hernández (0.
ciV. m. me cobre el retrato que tiene mió el Almirante, que de
los papeles no se me da nada, pues no son sino dos ó tres, y que
se pueden leer en la plaza, y los suyos yo los he quemado, y asy-
guro á V. m. por hesta que por ninguno dellos jamás se le pidirá
cosa ninguna de mi parte, y ansí lo firmo, y de muy buena gana,
hen Madrid á u de hebrero, año de 1593.— Doña Mencía de la.
Cerda.-»
Cuantos comentarios pudiéramos hacer sobre este rui-
doso asunto, en el que entró de mal grado y con cierta
repugnancia nuestro personaje, si bien poco á poco fué
cobrándole afición y concibiendo lisonjeras esperanzas
para su porvenir, serían pálidos y de poca autoridad com-
parados con los que acerca de él hace el mismo interesado
en carta reservada á persona de su familia. Dice así este
curiosísimo documento:
f A tres ó cuatro cartas de V. S. con que me hallo, no he res-
pondido hasta poderlo hacer con resolución en este negocio mió
que me truxo aquí; y aunque V. S. sabe lo más del, todavía refe-
riré algo del principio que tuvo, para que V. S. entienda mejor
que el fin ha sido guiado por Nro. Señor.
.Yo estaba en el Convento de Calatrava tan descuidado de mu-
dar estado, como era justo que lo estuviese quien habia perdido
la compañía que yo tuve y se hallaba tan apretado de necesidades
y pleitos como yo lo estoy. Y esto mismo que á mí me tema con
este dictamen, movió á la Sra. D.» Mencía para desear mi com-
pañía, pareciéndole que con la suya y su hacienda se podía suplir
todo lo que á mí me faltaba; y procuró que el P.' Luis de Men-
doza y otros me hablasen en ello y procurasen que el Prior, mi
(1) Copiada de la autógrafa.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5O9
hermano, lo ayudase. Scribiéronme apretadamente los PP. Luis
de Mendoza y Garcés persuadiéndome que me casase, sin decirme
con quién, y remitiéndose al Prior, mi hermano; y él me scribió
y no llegaron sus cartas á mis manos, sino solas las de los teati-
nos; y aunque sus razones eran buenas y per algunas se pedia
collegir que era el casamiento de la Sra. D.' Mencía, yo no me
quise dar por entendido dello, y respondí resolutamente que no
me hallaba en disposición de casarme respecto de mi salud y deu-
das, y que les pedia que no tratasen dello por ninguna via y ad-
virtiesen al Prior de mi voluntad para que no diese oidos á algo
que no nos estuviese bien no admitirlo, pues yo no lo habla de
hacer. Y sin embargo de mi respuesta, me volvieron á replicar los
mismos y me scribicron de nuevo el Obispo de Coria, D. Juan y
el Prior, fundándose los unos en theología y los otros en estado y
conveniencia que lo debia admitir, y diciendo que V. S. y todo el
linaje lo deseaban y aprobaban y tenian necesidad dello para los
negocios de todos, respecto de la buena dirección de todos que se
podia esperar por este medio; y juzgando yo que quando mis co-
sas no tuvieran tanta necesidad de reparo como verdaderamente
la tenian, sólo por las comodidades de los demás no era justo per-
der esta ocasión de mejorarlas, quanto más juntándose todo; cer-
ré los ojos á lo que me podia poner dificultad, y tomé por medio
representar el verdadero estado de mis cosas para que, si esto no
era estoi bo para casarse la Sra. D.° Mencía conmigo, tratasen de-
llo, dudando mucho de que, en teniendo noticia distincta del,
hablarían más en este negocio; y aunque mis hermanos y los
demás sintieron mucho que yo hablase tan claro, y el Conde de
Chinchón y el Arzobispo se encogieron con ello, la Sra. D.» Men-
cía perseveró en su propósito y ofreció remedio para todo, y se
enojó con sus hermanos porque se habían entibiado, y quiso, no
sólo que' se tratase del negocio, pero que nos prendásemos todos.
Y estando en la posada de su hermano, no quiso volver á Palacio
hasta que se hizo una muy fuerte cédula dello, con cincuenta mili
ducados de pena á la parte que se saliese del negocio; y como mis
hermanos no tenian orden mía ni poderes para obligarme, estu-
vieron muy resistentes en firmarla; y el Condese vino á buscarlos
á su posada, y no salió della hasta que la firmaron. Y aunque se
había tratado que estuviese en poder del P.e Luis de Mendoza, la
Sra. D.' Mencía hizo fuerza en que se la habían de dar á ella, y
se la entregaron; y luego publicaron el negocio por hecho por
asegurarlo más, y enviaron por poderes míos para efectuarle; y
habiéndolos yo enviado con orden que se pidiesen á la Sra. Doña
Mencía y á sus hermanos algunas cosas que ella había ofrecido y
á S. M. otras que me habían asegurado, el Conde me despachó un
cjo A. RODRÍGUEZ VILLA
correo propio dende San Lorenzo pidiéndome con mucho enca-
recimiento que yo no reparase en nada, ni quisiese más que te-
nerle á él por hermano y le dexase hazer, que él lo dispondría y
acomodaria todo de manera que yo aventajase mucho mis cosas.
»Y creyéndole y ñándome de él, scribí luego á mis hermanos que
no le pidiesen nada, sino que capitulasen como el Conde lo qui-
siese. Y con esto me escril)ieron que me fuese á casar; y por no
haberme alzado el Rey el pleito-homenaje, no partí luego; y cuan-
do me le alzaron, salí; y llegado al Viso, me scribió el Presidente
-del Consejo que me detuviese hasta que S. M. llegase á Taracona.
Y en este tiempo sucedió la muerte del Arzobispo de Zaragoza; y
aunque con ella perdí dos mili ducados que me habla ofrecido
cada año y cantidad de dineros por una vez para ayuda á mi des-
empeño, no sólo no me entibié con ellos, mas antes, aunque hasta
-entonces no habla scripto á la Sra. D." Mencía, lo hice con esta
■ocasión; y me respondió, y yo fui continuando el scribirle, y ella
me respondió á algunas cartas; y esto se estrechó más después que
S. M. entró en Castilla; y quando fui á besar á S. M. la mano á
Marchámalo y la besé á la Sra. Infanta, estuve en (i) con la
Sra. D.» Mencía, y de allí adelante tomé más licencia para tratar-
la, como á quien pensaba tener por mujer, y ella holgaba dello.
iVine aquí á los ocho del pasado, y fuíle scribiendo y ella res-
pondiendo á algunos billetes mios y tomando todos quantos le
scribia hasta el dia de San Sebastian (2), que no quiso tomar uno
que le llevaron; y desto y de vera! Conde con alguna tibieza, tuve
algún sentimiento y disimulé cinco dias; y el de la Conversión de
San Pablo scribí al Conde un billete acordándole el término cotí
que yo habla tratado este negocio y las prendas que todos había-
mos metido en él, y que tras esto deseaba saber la voluntad de su
hermana para conformarme con ella. El Conde se detuvo tres dias
en responderme, y á los 28 de Henero lo hizo diciéndomt; quánlo
sentía que su hermana no quisiese conformarse con su voluntad
y haciéndome grandes ofrecimientos; y después vino él mismo á
•mi posada y los estendió mucho más; y con esto quedamos muy
amigos, y yo libre deste negocio.
»Y aunque la persona de la Sra. D.« Mencía vale tanto que ha
sido desgracia mia que me haya aborrescido, acordándome que no
es ésta la mayor que me ha sucedido, me he consolado della y re-
nunciado muy liberalmente el derecho y pena de la cédula, y res-
tituidole todos los papeles que tenia suyos, queriendo más pasar
un poco de vergüenza de verme burlado, que darle disgusto en
(i) Hay un hueco como de una palabra en el original,
(z) 19 de Knero.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5II
nada. Y procurando saber qué puede haber causado tan grande
mudanza en mujer tan discreta y entera, he entendido que la cau-
sa de todo ha sido haberle dicho que soy muy mal acondicionado
y que fui muy mal casado; y aunque yo no puedo abonar mi con-
dición, prometo á V. S. que he sentido lo segundo, porque no
creo que ha habido hombre en Castilla que ansí haya querido su
mujer y estimádola y procurado darle gusto; ni tuve yo mujer
para otra cosa, ni soy tan ciego que dexe de conocer quántas ra-
zones tenia para ello.
jYo pienso decir á S. M. lo que en este negocio ha pasado para
que vea quién ha tenido buen trato, y suplicarle que, si pensaba
hacerme alguna merced, se sirva de no quitármela; y si no lo pen-
saba, me la haga por la necesidad que tengo della, pues lo tienen
tan merecido los servicios que le han hecho tantos hombres desta
casa; y con lo que me respondiere, si no me ocupare en algo, ha-
biendo de retirarme, como será forzoso, me valdré de la merced
que V. S. se sirve de hacerme en mandarme que me vaya á ser-
virla, que será para mí mayor dicha que la que por acá se descu-
bría. Y por el cuidado que V. S. ha tenido desto y de hacerme
merced, beso á V. S. las manos, y espero en Nro. Señor que, aun-
que nos falle el favor del Conde de Chinchón, se servirá de abrir
algún camino por donde yo pueda servir á V. S. y al Marqués mi
señor, como lo deseo y siempre lo he deseado. Hágalo su divina
Magestad como puede, y guarde á V. S. como yo lo deseo y los
de su casa lo habernos menester. — De Madrid á 3 de Hebrero 1593.»
IV
El desaire amoroso sufrido por D. Francisco, y su con-
ducta franca y noble desde el principio de estas negocia-
ciones matrimoniales, le granjearon en toda la Corte las
más vivas simpatías, siendo el mismo Felipe II de los pri-
meros en demostrárselas. Tanto el Monarca como el
Conde de Chinchón y otros personajes importantes rivali-
zaron en deseos de mejorar su situación social, harto des-
prestigiada y comprometida. En 22 de Mayo de i5g3 fir-
mó el Rey una Cédula en la que decía que habiéndole
hecho relación el Almirante de los grandes gastos que se
le habían ofrecido en cosas precisas é inexcusables, por
C12 A. RODRÍGUEZ VILLA
cuyo motivo se le habían multiplicado las deudas, y sus
acreedores le movían muchos pleitos en diferentes tribu-
nales, venía en acceder á lo solicitado por él, nombrando
un Juez, sacado del Consejo de S. M., para que ante él pa-
sasen todos los pleitos pendientes ante cualesquier jueces
y tribunales, y que declarase lo que debía, y á quién, y
cuánto á cada uno, y de qué procedía, ofreciendo al efecto
el Almirante su hacienda y encomienda, sin reserva de ali-
mentos para el pago de sus acreedores. El consejero de-
signado, para desempeñar tan ardua comisión fué el Licen-
ciado D. Francisco de Albornoz.
Y por otra Cédula de 29 de los mismos mes y año, dis-
puso S. M. que siete individuos del Consejo de Castilla y
dos del de Indias viesen y determinasen el artículo concer-
niente á entregar á D. Francisco de Mendoza la carta eje-
cutoria para percibir los frutos del Ducado de Veragua.
Mas como todo esto no era. sin embargo, bastante para
rehabilitarle pronta y dignamente, decidióse el Almirante
á dirigir á Felipe II la siguiente representación:
«Señor- V- M. sabe mejor que nadie el fundamento que yo ten-
go para suplicar á V. M. se sirva de mandar se ponga en execucion
la merced que fué servido de liocerme, y el sentimiento con que
YO puedo vivir de que esto se dilate, y de que acordándose V. M.
de hacer merced á otros en cosas semejantes, esté lo que me toca
tan suspenso que me obligue á ser importuno, acordándolo tantas
veces á V. M. como lo he hecho después que V. M. se sirvió de
darme licencia para ello por mí y por medio del Conde de Chm_-
chon á quien V. M. me remitió, en tiempo y ocasión y con hn, a
lo que yo pude alcanzar, que creo tuviera diferente estado este
negocio si el Conde le hubiera acordado á V. M. las veces que yo
se lo he pedido, y con el calor y cuidado que le obliga el habérse-
le V M. cometido y el término que yo he tenido con el y con su
hermana en el agravio que ella de tantas maneras me hizo, y por-
que el reparo de lo que tanto me toca en el honor y contento pen-
de de sola la merced que espero de V. M.
«Suplico á V. M. humilíssimamente se sirva mandar que yo co-
mience á gozar de la que V. M. me hizo, sin respecto del casa-
miento (como V. M. lo dice en el papel de su Real mano que
mandó se me mostrase), acordándose V. M. que la tienen merecí-
D. FRANCISCO DB MENDOZA 5I3
da los servicios de mi padre y pasados, que fueron muchos, y al-
gunos que yo he hecho á V. M. en el reino de Granada, siendo lu-
garteniente del Marqués mi padre, y en la costa dé!, andando cer-
ca de su persona y después en la guerra, derramando mi sangre por
el servicio de V. M. con mucho deseo de dar la vida por él, sin
perder las ocasiones que se ofrecieron para ello, antes buscándolas
con particular cuidado, y después en los negocios del servicio de
V. M. que pasaron por mis manos, empleándome todo en ellos el
tiempo que el Marqués mi padre sirvió á V. M. en los reinos de
Valencia y Ñápeles, con aprobación de V. M., sirviéndose V. M.
entonces por hacerme mayor merced de fiar de mí muchos y algu-
nos tan grandes como los que V. M. mandó á Francisco de Ibarra
me comunicase, cuando se comenzó lo de Portugal y se trató lo de
la suspensión de las armas con el Turco, para que yo hiciese con
el Marqués mi padre las diligencias que se me ordenaron en ellos,
teniéndose V. M. por servido (como me lo mandó decir por medio
del mismo Francisco de Ibarra) de la puntualidad y cuidado con
que yo puse en execucion lo que V. M. me mandó y del efecto
que resultó dello.
»Y si hay quien embarace este negocio, poniendo á V. M. delan-
te la ocupación de mis pleitos y algunas necesidades mias, suplico
á V. M. se sirva de advertir que el negocio principal que yo tengo
es el de los frutos de Veraguas, que se acabará con un solo autor
que no se puede diferir, y quando se dilaté, qualquiera solicitado,
podrá tratarle, sin ocuparme yo mucho en ello, y sucediendo bien,
quedarla sin cuidado y con hacienda para poder pasar con alivio;
y en lo demás, que cuando mis necesidades sean las que pudieran
ser, respecto de las ocasiones que se me han ofrecido, presupuesta
la grandeza de V. M. y el origen dellas y la qualidad de mi perso-
na y los servicios de mis pasados y los mios, y que yo no puedo
servir á nadie en la tierra sino á V. M., ni tener otro arbitrio para
salir de qualquiera necesidad que se me ofresca, sino suplicar
á V. M. me ocupe en su servicio, que es el oficio de los hombres
de mis prendas, esto no sólo no me impide, pero me ayuda para
queV. M . teniendo noticia dello, movido de su grandeza y largue-
za, supla, sirviéndose de mí, lo que me falta en el caudal, no des-
mereciendo yo por mi persona y acudiendo á ello y á mis obliga-
ciones, como espero en Dios que lo acertaré á hacer, si las fuerzas
naturales alcanzan á mi deseo, que no es menor que el mayor que
puede haber en vasallo y criado de V. M. de acertar á servir á
V. M. en todo.
»Ysi V. M. por alguna causa que yo no sé, no fuere servido de
ocuparme en lo que V, M. me tiene señalado, suplico á V. M. se
sirva de mandarme advertir dello, para que yo no dé pesadumbre
II 33
CI4. A. RODRÍGUEZ VILLA
, V M en suplicárselo, entendiendo que le sirvo; pues será me-
nor inconveniente que yo carezca de lo que tanto deseo, que en-
trar en ello con ningún suplemento (i). Nuestro Señor la cathóli-
ca persona de V. M. guarde, como sus ciados y vasallos lo desea-
mos y la Christiandad lo há menester. En Madrid á S de Jumo de
1594.-E/ Almirante de Aragón. :)
Tan justas eran las súplicas del Almirante de Ai^gón,
que al fin el Rey, cumpliendo la promesa que le tenía he-
cha para después de su casamiento, le nombró su Mayor-
domo, individuo de la Junta nombrada para la enseñanza
de los moriscos (2); y no contento con esto, hallándose
por entonces ocupado en poner casa á su sobrmo el Ar-
chiduque Alberto, á quien habla nombrado Capitán gene-
ral y Gobernador de los Estados de Flandes, le designo
para su Mayordomo mayor.
(n Es copia del original. En la minuta que conservaba el Al-
mn-ante se añade el párrafo siguiente, que sin duda no se atrevió
á incluir en el original. dirigido al Rey:
.Yo he guardado en este negocio el secreto que V. M. mandO,
con la puntualidad que V. M. ha visto estos dos años que se ha
dilatado, y creo que si V. M. se sirviese de darme licencia que tra-
tase con el confesor ó con otra persona de letras ó de Estado, de
quien V. M. tuviese satisfacción, entenderla V. M. que en )usticia
V en consciencia tengo fundamento para suplicar á V. M. se sirva
de no diferirla más. Suplico á V. M. se sirva de considerarlo todo
V de hacerme la merced que haya lugar y meresce el deseo que yo
tengo de emplear mi persona y lo que me queda de la vida en el
servicio de V. M.-Nro. Señor la Cathólica persona de \ . M.
^T^Cédula de S. M. al Licenciado Arenillas, dada en Madrid
á 25 de Febrero de ligi, en la que se dispone que, para acabar la
plática empezada años atrás de la enseñanza y doctrina de los mo-
riscos de Valencia y Aragón, se ¡unten en la pieza del Consejo de
Italia- el Conde de Chinchón; los Regentes de Aragón, Covarru-
biasv Muñoz; D. Pedro Sanz, Fiscal de aquel Consejo; tres Licen-
ciados del de la Inquisición, Arenillas y Franqueza (D. Pedro), que
actuará de Secretario. «También me ha parecido que intervenga
en todo D. Francisco de Mendoza, Almirante de Aragón, que se
asentará y votará en el lugar que el Conde avisará de raí parte..
D. FRANCISCO DE MENDOZA 515
Antes de ponerse en camino para acompañar á S. A.,
■dio (i) poder bastante á sus hermanos para que le represen-
tasen en el pleito que sostenía sobre el Estado de Veragua ,
y dejó en poder de Diego de Alfaro, vecino de Madrid y
su agente, su selecta y numerosa librería y muchos lega-
jos de papeles manuscritos, otorgando, para su entrega,
el debido instrumento público. Y habiendo fallecido Alfa-
ro, y quedando todo esto en poder de su mujer, Catalina
de Escobar, y de sus hijos, mandó, en Mayo de 1600,
•que entregase todo á su hermano D. Juan de Mendoza,
Conde de Saldaña, bajo inventario. En él se enumeran
detalladamente, no sólo el catálogo de sus libros impresos,
principalmente relativos á historia general y de España, á
literatura, religión, genealogía, milicia y albeitería, sino
también el de los papeles manuscritos, referentes casi en
su totalidad á la genealogía de los Colones, derechos y
escrituras tocantes á Veragua, Jamaica y Almirantazgo
de Indias.
V
Salió de España el Archiduque Alberto acompañado de
numeroso y brillante séquito, dirigiéndose á Flandes por
Saboya y Borgoña, llegando felizmente á Luxemburgo el
3o de Enero de 1596, yendo en su compañía, como su Ma-
yordomo mayor, D. Francisco de Mendoza, que desempeñó
con acierto el cuidado de toda aquella larga jornada en es-
tación tan rigurosa. Hallóse en las jornadas de Calés y
Ardres, «y no sé que S. A. diese á ninguno (escribe el
Almirante) más parte que á mí del secreto, cuidado y tra-
bajo dellas, en que se usó de tan gran diligencia y recato
que, habiendo llegado el Archiduque á Bruselas á 9 de
(i) En Madridá 26 de Agosto de 1595.
ci6 *• RODRÍGUEZ VILLA
Hebiero del año de 1596, salió en campaña á 29 del mes
de Marzo siguiente, y hasta que el exéicito estuvo en Be-
tuna no se supo lo que S. A. queda intentar con él; y ea
diez y ocho dias se tomó Calés, y en otros tantos Ardres,
que fueron jornadas de importancia y se hicieron con la
reputación que V. M. sabe (0.»
,,Y de allí vine sirviendo á S. A. hasta que se puso so-
bre Huist; y á los 10 de Julio de aquel año me mandó-
partir para la corte del Emperador (2) con negocios im-
portantes del servicio del Rey nuestro señor, que haya
(O Carta que el Almirante de Aragón escribió á Felipelll enu-
rnerando sus servicios, fechada á 7 de Octubre de T603; en"me'-a-
ción tan verídica y exacta que casi íntegra la inserta la Real Cédu-
la de I ° de Septiembre de 1604. concediéndole 8.000 ducados-
anuales por toda su vida. He comprobado con la mayor escrupu-
losidad los hechos aducidos por el Almirante en éste y otros do-
cumentos SU) os, con oíros oficiales y con el testimonio de los his-
toriadores contemporáneos Herrera, Cabrera de Córdoba, Colo-
ma, Carnero, Villalobos y otros, resultando siempre ser nuestro
personaje hombre de buena fe y digno de crédito.
(2) Rodulfo II. -Véase «Memoria de las cosas de que ha de
tratar el Almirante de Aragón en la jornada que hace á Alemania
demás de las que lleva á su cargo por unas instrucciones que se
le han dado.» (Colee, de documentos incdüos, tomo 41, pág- 433 )
Antes de partir para Alemania, dirigió al Archiduque una Me-
moria titulada Advertencias del Almirante para S.-A. de^ loque
toca á las cosas de su casa. .Lo que se ofrece de advertir a V. A.
cerca del estado en que quedan las cosas de su casa, es lo siguien-
te . Refiere á S. A. las economías que como Mayordomo ma-
voi-'ha hecho en su casa y las que todavía se pueden hacer. Ellas
prueban el celo y piudencia con que la gobernaba a a vez que el
desinterés y rectitud con que la administraba. (Colee. Salazar,
"^tl'Lmbramiento del Almirante para la Embajada de Alemank
partió de Felipe U.-Véase Cabrera, Hist. de Felij^e II. ion.0 IV
pág 275, donde se insería la cana de este Rey á su sobrino A -
Eerio en la que le dice: .De lo que toca al casamiento (de este
con la Infanta Isabel), es justo que vos é yo demos luego cuenta
al Emperador nuestro hermano; y á esto podéis enviar, si os pare-
ciere, de vuestra parte al Almirante de Aragón, y hacer el oficio
de la mia D. Guillen de San Clemente.»
D. FRANCISCO DE ME>4D0ZA. 517
gloria, y propios del Archiduque; y de paso estuve en las
Cortes de los tres Electores eclesiásticos; y después fui á
Stiria á visitar de parte del Rey nuestro señor y del Ar-
chiduque á la serenísima Archiduquesa María y á todos
aquellos serenísimos Príncipes sus hijos, y á disponer las
cosas del casamiento de V. M. conforme á las órdenes é
instrucciones que el Archiduque Alberto me dio para ello.
De donde volví á Viena para ir á Hungría á tratar otros
negocios con el serenísimo Archiduque Maximiliano; y por
■el suceso de la jornada del exército del Emperador de
aquel año, hube de tornar de allí la vuelta de Tirol á tra-
tar otros negocios con el serenísimo Archiduque Matías;
y en 14 de Noviembre del mismo año, seis jornadas de
Viena, me topó un correo del Archiduque Alberto con or-
den de S. M. para ir á Polonia á sacar de pila una hija (O
del Rey Sigismundo III. y á tratar en la Dieta, que se
habia de celebrar en principio del año siguiente, algunos
negocios de mucha importancia tocantes al servicio de
■S. M. y á la guerra de los Estados baxos, con orden de
esperar los despachos del Rey nuestro señor en la parte
de Alemania que más á cuento me viniese respecto del
lugar en que me tomase este aviso de S. M. Y por echar
á un cabo los negocios que tenia con el Archiduque Ma-
tías y otros que también tenia con el Arzobi§po de Sals-
burg, que es gran Príncipe en Alemania, y de los más
aficionados á la Casa de Austria, continué mi camino y
los hice, y me fui á Augusta á esperar los despachos del
Rey nuestro señor, que aya gloria. Y llegados en 12 de
Diciembre de aquel año, partí con ellos, y en Ratisbona
me embarqué en el Danubio y volví á Viena, donde hallé
á los serenísimos Archiduques Matías y Maximiliano. Y
habiendo negociado con Sus Altezas y tratado negocios
no de poca importancia, partí para Polonia á 4 de Enero
(t) La Princesa Catalina.— Véase sobre esta Embajada su co-
rrespondencia con el Archiduque, en la Colee, de documentos,
tomo 41, y la Relación que publicamos en el Apéndice.
51 8 A. RODRfGUEZ VILLA
de 1597, que era el tiempo más riguroso del año; y cami-
nando por aquellas provincias sarmáticas, que son de las
más frías de Europa, en pocos dias llegué á Cracovia, que
es la ciudad más principal de aquel reino y en que los Re-
yes tienen de ordinario su Corte; y no hallándose allí el
Rey por estar veinte leguas más adentro, en Lituania, y
tener convocada la Dieta de aquel año para Varsovia, que
es cincuenta leguas más adentro, en la Polonia mayor,
hube de esperar que viniese, y en teniendo orden suya,.
partí para Varsovia, donde le hallé.
»Y habiendo tratado con aquel Rey y República los ne-
gocios que llevaba á mi cargo, que eran de consideración,
y ofreciéndose allí otro de importancia, tocante al rompi-
miento que habia entre los tártaros y el Turco, de que el
Emperador podia reportar gran servicio, no obstante que
yo habia dado cuenta de él por cartas á D. Guillen de San
Clemente, Embaxador de V. M., juzgando que Dios Nues-
tro Señor y Sus Majestades Cesárea y Católica se servirian
de que el negocio hubiese efecto, volví dende la Corte del
Rey de Polonia á la del Emperador, por darle más par-
ticular cuenta desto y de lo que habia entendido del nego-
cio de la liga que elPapa Clemente VIII deseaba entre
el Emperador y el Imperio y aquel Rey y República, aun-
que yo no intervine en éste de la liga como Embaxador,
sino como persona privada que me hallé allí en aquella
ocasión, porque tenia orden del Rey nuestro señor de no
mezclarme con autoridad suya en esta plática, y con este
prosupuesto supe y advertí algunas cosas importantes, de
que S. M. Cesárea se tuvo por muy servido, y lo mismo
hizo el Rey nuestro señor, que aya gloria, cuando lo en-
tendió.
bY partido de la Corte del Emperador, á pocas jorna-
das me alcanzó otro correo del Archiduque Alberto, con
orden del Rey nuestro señor, que aya gloria, para volver
otra vez, que fué la tercera, á la Corte Cesárea á tratar
otros negocios de gran importancia del servicio del Rey
nuestro señor, que aya gloria, en que el Emperador me
n. FRANCISCO DE MENDOZA 5I9
detuvo algunos dias (O esperando su respuesta, con gran-
de gasto é incomodidad mia; y vuelto á los Estados baxos
desta jornada, que duró once meses, peregrinando por toda
Alemania y Polonia, con gran rigor del tiempo y algunos
peligros de consideración y gastos muy excesivos.
«Llegado á Bruselas á 26 de julio de iSgy, el Archi-
duque me mandó servir el cargo de Capitán general de la
caballería ligera de los Estados baxos; y en 20 de Agosto de
aquel año salió S. A. en campaña para socorrer á Amiens;
y á la retirada, con la caballería resistí al Rey de Francia
y á todo su exército, y escusé que no hiciese ningún daño
en el nuestro, en que hice á V. M. el servicio que remito
á la relación del Archiduque y de muchos que se hallaron
en ella y le tuvieron por relevado para la conservación de
la reputación y del exército (2).
i)Y en esta sazón me mandó el Archiduque salir del
campo con 6.000 infantes y i.ooo caballos y seis piezas
de artillería para tomar el fuerte de Monthulin, que es en
el Bolones, tres leguas de la ciudad de Bolonia, á la fron-
tera de Artoys, de donde aquella provincia recibía gran
daño; y habiéndole plantado la artillería, le tomé en tres
(t) En esta ocasión fué cuando, según refiere Cabrera de Cór-
doba (tomo IV, pág. 276), «pidió el Emperador un soldado de los
ministros de más experiencia y valor en Flandes para que guiase
sus gentes en Hungría, y con parecer del Almirante pasó á servir-
le Jorge Bata, y el Almirante pasó á Bolonia, donde asistían con
el Nuncio los Embajadores de los Príncipes para tratar de hacer
liga contra el Turco; y habiendo acudido á esto el Almirante y
tratado los nei;ocios tocantes á los Países Bajos con gran pruden-
cia y autoridad de su Príncipe, volvió á ellos.»
(2) En la Colección de documentos inéditos, tomos 41 y 42, hay
una serie de cartas de D. Francisco de Mendoza al Archiduque
Alberto relativas á la parte que tomó aquél en las guerras de Flan-
des desde 1596 hasta 1602, cuyos originales y minutas se conser-
van en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia. Colec-
ción Salazar, A-62. Como ya están publicadas y muy poco es lo
que añaden alo que en esta relación de servicios escribió el Al-
mirante, nos limitamos á citarlas.
C20 A. RODRÍGUEZ VILLA
dias y le reparé; y metida la guarnición y vituallas antes
que el Rey de Francia pudiese impedirlo, aunque se ha-
llaba con todo su exército desembarazado, me volví á jun-
tar con el Archiduque sin perder un hombre.
»Y habiendo durado esta jornada hasta que el Rey de
Francia se levantó del sitio de Dourlens, se alojó el exér-
cito de V. M., y poco después se comenzó el Tratado de
la paz de Francia; y concluida por los diputados que in-
tervinieron en ella, el Archiduque me envió con otros por
rehenes á París; y esta jornada fué muy costosa, aunque
breve, y en que hice particular servicio á V. M. (0.
Y vuelto della en fin de Julio de i5g8, en 20 de Agosto
del mismo año, estando el Archiduque de partida para
España á efectuar su casamiento, me mandó S. A. que-
dar en aquellos Estados para gobernar el exército de V. M.
y hacer con él algunos efectos de importancia (2); y co-
menzando la jornada en 5 de Setiembre de aquel año, to-
mé á Orsoy, conforme á la orden que tenia del Archidu-
que para ello, y pasé por allí el Rhin y edifiqué un fuerte
al opósito de la villa para asegurar aquel pasage. Y en 24
de Setiembre tomé á Alpen para hambrear á Rhymberck;
y en 26 tomé el castillo de Bruch (3), por escusar los da-
(i) Para más detalles de esta embajada, puede verse el tomo 41
de la Colee, de documentos y la Relación que incluímos en el
Apéndice.
{2) Asegura Coloma que el Almirante quedó en esta ocasión
al frente «del ejército mas florido que vieron aquellos Estados,»
pasando á él después de haberse despedido deS. A. en Namurcon
grandes deseos de mostrar su natural valor y el de su soldadesca.
La misma añrmación hace Bentivoglio en sus relaciones. Manda-
ba la vanguardia el insigne historiador citado D. Carlos Coloma.
(3) Mandó el Almirante atacar y rendir el castillo del Conde
de Bruch, gran hereje que tenía fama de poseer grandes riquezas
en su castillo, acumuladas á fuerza de rapiñas. Hízose así y dióse
orden, á lo que se entendió, á D. Pedro de Aguayo que le mata-
se; pero de manera que sc diese á su muerte alguna apariencia de
casual, como se hizo y ejecutó, clndigna hazaña (exclama justa-
mente indignado Coloma), porque si sus culpas merecían castigo.
D; FRANCISCO DE MENDOZA 52I
ños que de allí se hacian en el exército; y á 9 de Octubre
me puse sobre el fuerte y la villa de Rhymberque; y á los
12 tomé á Burich y Meurs para asegurarme de las vitua-
llas é impedir el socorro del enemigo. Y á los i3, habien-
do abierto trincheras y plantado la artillería, tomé el fuer-
te de la isla; y á los 14 tomé la misma villa de Rymber-
ge; y á los 17 comencé á pasar la ribera de la Lippa con
todo el exército y artillería por un puente que hice para
ello en tres dias; y á 30 de Octubre ocupé á Rees por tra-
to, que es paso muy importante para hacer la guerra en
Frisa; y en esta plaza, invernando yo después en ella, hice
en treinta dias un puente, el más señalado que en estos
tiempos se ha echado sobre el Rhyn, y edifiqué un fuerte
al opósito para guardarle, y armé cinco navios de guerra
para el mismo efeto, buscando yo los medios para ello con
mi trabajo y cuidado, sin que se me proveyese de un solo
Real para la fábrica de todo.
i>Y en este mismo tiempo, entendiendo el daño que el
Consistorio de los Calvinistas de Wessel hacia para las
cosas de la guerra y de la paz de los Estados baxos, pio-
curé deshacerle, y con negociación salí con ello; y en esta
ocasión aquella villa recibió la Fé católica, restituyó las
iglesias y todos los bienes que tenia usurpados, conforme
á la concordia Venloniense, interviniendo en todo el Nun-
cio apostólico (O, que yo truxe de Colonia, y un Emba-
xador del Emperador y otros del Duque de Cleves, con
que se hizo á Dios nuestro Señor y á V. M. un extraor-
dinario servicio, porque el Consistorio calvinista desta
¿para qué tomarle renJido á buena guerra? Y ya que se determi-
naba de faltarle la fe, ¿por qué no antes hacerle el proceso y con-
denarle por los graves y verdaderos delitos que se le acumulaban?
Pero es al ttn lan ciega 'a codicia como el amor > «Desearse
luego un pronto y ejemplar castigo de un caso tan feo; y al ver
que no se dio ni se trató de dar satisfacción á la viuda y á sus hi-
juelos, abrió imprudentemente las bocas á muchos para murmu-
rarlo.»
(i) R. C. Coriolano Garca de oro, Obispo de Osero.
C22 A. RODRÍGUEZ VILLA
villa tenia pervertidas ciento y tres villas y ciudades en
Alemania.
»Y habiendo desocupado á Orsoy, Alpen, Meurs y á
Burich, conforme á las órdenes que tenia del Archiduque,
por haber tomado otras plaaas con que suplir la necesidad
que antes tenia destas, rompió el enemigo el dique de
Emericque por cinco partes para inundar el país y estor-
bar que no pasase con mi jornada adelante; y viendo de
cuan grande daño podia ser esto, dilatándose el remedio,
acudí el mismo dia, que fué el de Todos Santos de g8, á
remediarlo, y peleando se echó el enemigo del dique y se
cerraron las cortaduras en diez horas; y fué necesario,
para que el enemigo no le volviese á cortar, meter guar-
nición en Emericque, como se hizo, con gran trabajo y
negociación por no venir á las manos y escusar quexas del
Duque de Cleves (t).
» Y á los 5 de Noviembre me puse sobre la villa de Do-
thecun, y abiertas las trincheras y plantada la artillería, la
tomé á los 8 del, y á los lo ocupé la villa de Anholt, con-
forme á otra orden que tenia del Archiduque, y á los 12
tomé el castillo de Schulemburg; y habiéndose hecho todo
esto en menos de setenta dias, y con un solo tercio de
paga, creciendo de manera la necesidad que no se podían
tener los soldados en los cuarteles, y habiéndose gastado
tanto el tiempo que se deshacía toda la caballería y ado-
lescia la gente, fué necesario alojar el exército.
))Y habiendo dado cuenta dello al Elector de Colonia y
(t) Por la breve relación de estos sucesos y por la correspon-
dencia del Almirante durante estos años (Colee, de doc, to-
mos 41 y 42), puede bien apreciarse la extraordinaria actividad
y pericia militar del Almirante, que tenía que luchar incesan-
temente, no sólo contra el enemigo, sino contra las disensiones y
rivalidades de los cabos principales de nuestro ejército; contra los
frecuentes motines de éste, y contra la penuria del Archiduque, ra-
zones todas muy atendibles, que conviene tener presentes para
juzgar la conducta militar de D. Francisco de Mendoza en aque-
llas campañas.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5^3
al Consejo del Duque de Claves, se alojó (O con convenien-
cia suya y con aprobación del Cardenal Andrea de Austria,
en los países de Munster, Rechenchuysen, Essen y la
Marca, donde en otras ocasiones se habia alojado gente del
exército de V. M., y se entretuvo en buena disciplina mi-
litar sin deshacerse, aunque lo procuraron mucho los ene-
migos y neutrales, y los amigos no me asistieron como
fuera necesario para sustentarle, porque en ocho meses no
me dieron más que otros dos tercios de paga para todo el
exército; y con estoy con mi trabajo y con grandes dificul-
tades le sustenté, y con él los Estados baxos, hasta que el
Archiduque volvió de España.
»Y antes desto, cuando el Cardenal Andrea (2), induci-
(i) Las quejas y protestas de los Príncipes del Imperio, así ca-
tólicos como protestantes, por haber alojado el Almirante su ejér-
cito en sus tierras, y por algunos excesos que los soldados come-
tieron en ellas, fueron tan enérgicas que algunos de aquellos Es-
tados llegaron á confederarse y ponerse en armas.
fEsto, escribe Matías de Novoa, desayudó mucho las cosas del
Almirante y dio calor á sus émulos, que los tenia grandes.» Mas
débese advertir que, no habiendo recibido dinero del Archiduque
para pagar las tropas, y sí orden de acuartelarlas y alojarlas de
aquella manera, según consta en las Instrucciones que al mar-
charse le dejó, queda en gran parte disculpado el Almirante.
(2) Acerca de la conducta seguida por el Cardenal Andrea con
el Almirante, véase la correspondencia de éste con el Archiduque,
ya citada; pero importa consignar aquí algunos párrafos de ella,
teniendo en cuenta que el Cardenal había quedado al frente del
gobierno de los Países Bajos durante la ausencia del Archiduque,
encargado de acompañar á España á Doña Margarita de Austria,
que había de casarse con Felipe III.
«Si acaso el Cardenal escribe mis cosas por el término que ha
comenzado á tratarlas, sepa V. A. puntualmente lo que pasa, y
que por mi parte no se le ha dado la menor ocasión del mundo para
tener ningún disgusto, ni alterádome con muchos que me ha dado,
acordándome que soy criado de V. A. y que estos Estados y ne-
gocios son de V. A. y no del Cardenal, y que porque él no los
trate ni los entienda como V. A., no tengo yo de dejar de servir á
V. A. como soy obligado y procurar que todos le sirvan como es
razón,»— (Primeros del año 1599.)
r24. A. RODRÍGUEZ VILLA
do por los que no deseaban servir á V. M. como yo, vino
al campo y estorbó y rompió mis intentos, en que se habia
procedido con tanta prosperidad, el tiempo que él estuvo
allí no hice menor servicio á V. M. que en todo lo demás
se había hecho, adobando algunas cosas que se intentaban
y eran contrarias á las órdenes que yo tenia del Archidu-
que y á lo que convenia para la buena dirección de la
guerra y sustento del exército y de su reputación.
»Y doce dias después de partido el Cardenal, dexándo-
me sin un real y con tan pocas municiones de guerra que
no habia para una salva, y con dos exércitos contra mí,
uno de los holandeses y otro de los protestantes, que el
menor dellos era de más infantería y caballería que el de
V. M., confiando en Dios nuestro Señor y haciendo de mi
parte lo que se podia, con gran trabajo y cuidado me en-
tretuve contra los dos exércitos enemigos y sustenté el de
V. M. sin que recibiésemos ningún daño (0.
«Y cierto se maravillaria V. A. si supiese en particular las perso-
nas y por los medios tan extraños que procuran revolverme con el
Cardenal y con todo el mundo, y apretarme para que alce la mano
del servicio del Rey y de V. A. por acabar ellos más presto con to-
do.»—(6 de Junio de 1599-)
(i) Grandes amarguras y disgustos sufrió el Almirante durante
el gobierno del Cardenal Andrea, por la inmensa responsabilidad
que sobre él pesaba y las contrariedades que sufría. No es extra-
ño, por tanto, que en 3 de Marzo de 1599 escribiera al Archiduque
estas sentidas palabras:
«Yo he servido á V. A. en este ejército desde que V. A. me le
encargó con los trabajos de cuerpo y de espíritu, y con los peligros
y gastos y pesadumbres que V. A. puede considerar, sabiendo me-
jor que nadie el estado de las cosas y lo que con él se ha hecho, y
la poca asistencia que he tenido para todo, y las grandes dificulta-
des que se han ofrecido y ofrecen para conservarle, habiendo pro-
curado con tanto estudio y cuidado los enemigos públicos y secre-
tos de la Casa de Austria deshacerle, y asistídome con tanta remi-
sión los que hablan de procurar lo contrario; y con todo esto, se
halla en el estado que á V. A. he escrito y falto de las cosas que
he pedido, haciendo diligencias para que las provean.» (Que el
Cardenal quiere salir en campaña y que procure impedu-lo.)
D. FRANCISCO DE MENDOZA 525
))Y en 3o de Agosto de iSgg rompió nuestra caballería
1. 000 caballos de los holandeses y se cobró el fuerte de
Rhymberck, que los protestantes hablan tomado por trai-
ción, y habiéndose puesto sobre Rees, socorrida la plaza
dos veces, forcé á los protestantes á levantar el sitio con
pérdida de mucha gente de su parte y de dos piezas de ar-
tillería, habiéndoles enclavado otras ii y tomado algunas
banderas y más de 400 prisioneros, que yo les restituí sin
costas ni razón.
»Y acabada esta jornada, me hallé en la del Condado de
Flandes el año de 1600, en que en presencia del Archidu-
que, á 2 de Julio por la mañana, con la vanguardia que
iba á mi cargo, se degollaron 3.000 infantes del enemigo,
que eran los regimientos de Zelanda y Escocia, y se rom-
pieron 400 caballos que iban con ellos, y se tomaron 18
banderas y dos piezas de artillería; y en el rencuentro de
la tarde, habiéndome puesto S. A. en el más peligroso lu-
gar de la batalla, por mi parte, que era el cuerno derecho
della, rompí el escuadrón de los frisones, que era el mayor
y más fuerte del exército contrario, degollando muchos
dellos y echando del puesto á los demás, donde estuve
hasta cerca de las seis de la tarde, que me desampararon
los amotinados. Y teniendo aviso por dos caballos ligeros
que todo nuestro exército era roto, porque de donde yo
estaba no lo podia ver, y que el Archiduque se hallaba en
tan grande aprieto que no se podia salvar si yo no iba á
socorrerle, fui á buscarle con tres ó cuatro que habían
quedado conmigo, y le hallé y le supliqué se salvase, y le
ofrecí de perseverar yo en el campo hasta que me mata-
sen, porque los hombres de mi calidad y de mi cargo no
debían salvarse en las batallas, sino vencer ó perderse en
ellas. Y con esto fui á recoger alguna gente, y con 20ü
caballos, obedientes y amotinados, de todas naciones que
pude juntar, me puse á la parte de la campaña, en puesto
que la caballería podia pelear para entretener al enemigo
y dar tiempo al Archiduque para que se salvase. Y desta
manera estuve cerca de dos horas, hasta la puesta del sol,
C26 A. RODRÍGUEZ VILLA.
donde pasaron algunas cosas que remito á la relación de
otros, porque seria largo referirlas yo á V. M.; y viendo el
enemigo que no quedaba otra cosa en pié del exército sino
mis tropas, que eran cuatro (compañías) de á 5o caballos
cada una, me cargó con toda su caballería é infantería, y
acometiéndome con una tropa, mandé cerrar ci.n ella la
mejor de las mias, y rehusando de hacerlo, fué necesario
que lo hiciese yo, confiando que me seguirían y socorre-
rían los demás, conforme á la orden que les habia dado y
todos prometido de guardar; y no lo hicieron más que un
capitán italiano y D. Pedro de Mendoza, mi sobrino, que
se perdieron conmigo, habiéndome muerto el caballo en-
tre las piernas y dádome algunos arcabuzazos y cuchilla-
das en las armas, de que fué nuestro Señor servido no sa-
case más que un piquete en el rostro, y cayendo, me co-
nocieron dos soldados españoles que servían al enemi-
go (i), y otro día, degollando la gente del Conde Mauricio
(i) Terrible fué la derrota que en la batalla de las Dunas sufrió
nuestro ejército. De ella se prevalieron los émulos del Almirante
para juzgarle severísimamente; pero más que su testimonio, enco-
nado y parcial, vale el del mismo Archiduque, testigo de mayor ex-
cepción, el cual escribía en 17 de Agosto de i6oo al Duque de Ler-
ma, sobre nombrar sucesor al Almirante, que estaba prisionero de
los holandeses:
«No puedo dejar de decir á V. S. que me parescc que no seria
razón que se proveyese el cargo antes de hacerse merced al Almi-
rante, de manera que no parezca al mundo que no hizo lo que de-
bía en esta ocasión pasada, habiéndolo hecho muy honradamente;
porque aunque es verdad que la caballería no lo hizo, fué sin cul -
pa suya, y dejándole á él solo, como se perdió, habiendo sucedido
lo mismo á capitanes de caballos que han quedado mal heridos,
desamparándoles sus soldados, y piensan que no por eso dejan de
merescer se les haga merced. Así que si S. M. se resuelve de pro-
veer el cargo en otra persona, me paresce que hay obligación de.
que se haga primero merced al Almirante, porque la meresce cierto,
y V. S. me hará mucho placer en encaminarlo así; y pues está en
manos de S. M. el hacérsela y se ofrescen cada dia tantos medios
para ello, presto se podrá cumplir con esta obligación, y S. M.
íratar después de la provisión deste cargo, en que no reparo, de mi
D. FKANCISCO DE MENDOZA 527
á sangre fria los soldados de V. M., me opuse á ello con
tanto calor como si no fuera prisionero, con que cesó la
carnicería, habiéndonos muerto en esta ocasión 200, y con
ellos y con los del rencuentro del dia de antes murieron
de nuestra parte 2,000, y de la del enemigo más de 6.500,
y entre ellos 5o capitanes y muchas personas particulares,
según pareció por una lista que el Conde Mauricio me
mostró de los que se habian enterrado, que pasaban de
8.5oo; y no faltando de nuestro exército sino 2.000, todos
los demás eran del suyo. Y esto se comprobó diciéndome
Mos. de Domorvile, coronel francés, en presencia de mu-
chos y del mismo Conde ¡Mauricio, que me consolase de
la desgracia, porque si nosotros habíamos perdido las ban-
deras, ellos habian perdido la gente.
«Entrado en Ostende, saqué dentro de tres dias sobre
mi palabra todos los criados del Archiduque y de otros se-
ñores y caballeros que no tenían sueldo en el exército, y
algunos capitanes y soldados que se habian concertado
con sus patrones ó estaban heridos, y los envié á Brujas.
«Estuve en la prisión de Holanda veintitrés meses: diez
en el castillo de Woerden, dos en Persin y onze en la
Haya, con grande estrechura, muchos gastos é incomo-
didades (0. Busqué medios para sustentar todos los sol-
dados prisioneros y otros vasallos de V. M., hasta que al
cabo de algún tiempo, el Archiduque lo mandó proveer.
Concerté el rescate de todos en menos de 5.000 Felipes,
y el mió y de D. Fernando de Meneses, gobernador de
Santo Tomé, y del maestro de campo Luis del Villar y
de los demás prisioneros de las Indias y de las islas de Ca-
naria y costas de España, por algunos prisioneros que
parte, ni entiendo lo haria el Almirante no siendo en esta sazón,
porque él estaba ya determinado de irse á España, como S. M. lo
había mandado, y se iba aprestando para ello cuando se ofresció
esta ocasión de esta campaña, en que hallándose aún aquí, podía
mal dejar de seguirme.»
(i) Véanse en el Apéndice los documentos relativos al tiempo
de su prisión.
raS A. RODRÍGUEZ VILLA
V. M. y el Archiduque tenian en sus reinos y Estados,
conforme á la orden que para ello se me dio; y pudiendo
salir el primero, los saqué á todos, que fueron 433 entre
capitanes, oficiales y soldados, sin los que antes hablan
salido por mi negociación, que eran otros 300, y quedé yo
solo en la prisión, donde estuve otros catorce meses des-
pués de hecho el cange general, sólo por tratar de la paz.
»Y fuera de los peligros de la guerra, que destos no hago
mención por ser anexos á mis cargos, estuve algunas ve-
ces con mucho riesgo de la vida por la causa católica y
por adelantar el servicio de V. M., y particularmente
cuando la reformación de Wessel, que se conjuraron los
calvinistas de matarme para vengarla antes de la prisión
de Holanda; y estando ya prisionero, cuando de nuestra
parte ahorcaron en la Exclusa á Clawart, siendo de los
comprendidos en el tratado; y cuando se dijo en Holanda
y se tuvo por cierto que habian muerto al Príncipe de
Orange de nuestra parte, con que me tuvieron muy apre-
tado; y cuando los navios de Dunquerque tomaron los de
la pesquería, que se dixo en Holanda que habian cortado
los pies y las manos á sus marineros y echádolos á la marj
y cuando estando en la prisión de la Haya adolecí de una
grave enfermedad de calentura continua y tabardillo, que
me llegó á lo último de la vida, sin habérseme hecho nin-
guna cura ni otro beneficio, llegando á tan grande extre-
mo, que con mucha dificultad entró un sacerdote extra-
vestido á confesarme, trayendo el Santísimo Sacramento
de la Eucharistía escondido en el pecho y la Extremaun-
ción en la faltriquera, todo lo cual me dio con gran recato
y peligro suyo y mió; y cuando los Estados me tomaron
una carta, que si la leyeran no fuera posible salvar la vida,
ni yo podia quexarme de que me la quitaran, viéndola, y
quiso Dios que, teniéndola en su poder, me la volvieron
entre otras sin leerla; y cuando los mismos Estados me
tomaron dos despachos del Archiduque de 23 de Enero
de 1602, tocantes á la paz, con que me pusieron en gran-
de aprieto, hasta que me oyeron sobre el caso; y también
D. FRANCISCO DE MENDOZA 529
me amenazaron harto los Estados y estuvieron mal con-
tentos cuando temieron que Ostende no se podia ya sus-
tentar por Navidad de 1601, y con todo esto les propuse
la paz y tuve el negocio en estado que, si fuera asistido
con crédito y autoridad, y no estorbado como lo fui, es
sin duda que hubiera hecho algún servicio á V. M. de con-
sideración en esta parte.
»Y veinticinco dias después de haber salido de la pri-
sión, me mandó el Archiduque ir á gobernar el exérci-
to (O, sin dineros y sin municiones, y con tan poca gente,
que no llegaba toda la que habia en el campo á 5.000 in-
fantes; y en diez dias se juntaron 13.500 con ellos; y con
2.000 que el Archiduque envió de Ostende, y con los del
Marqués Spínola, que vinieron de Italia en aquella sazón,
y 2.5oo caballos ligeros y cerca de 2.000 hombres de ar-
mas, con que esperé al enemigo en campaña en un puesto
junto á Tilemont, que venia con más de 26.000 infantes
y 6.400 caballos y mucha artillería, y 5. 000 carros con
grandes preparamentos de guerra y abundancia de muni-
ciones y víveres; y estorvé que no levantase ni saquease
el país, como traia intención de hacerlo, valiéndose de las
inteligencias que tenia en él y en Francia (2).
(i) Sobre esta nueva y última campaña del Almirante, véanse
sus cartas en el tomo 42 de la Colee, de documentos inéditos.
(2) Desgraciado estuvo el Almirante en la dirección de ésta su
última campaña. Entre los cargos calumniosos dirigidos contra
este caudillo, acaso (dice Novod) no hay otro que realmente resul-
te cierto más que éste. Porque estando el ejército católico á una
legua casi del rebelde, éste se retiró sin atreverse á atacar á aquél,
y fué á sitiar á Grave. Unos de los cabos nuestros decían, y decían
bien, que se debía seguir al enemigo y irle picando la retaguardia.
Opinaban otros, entre ellos el Almirante, que no; y en estas dudas
y vacilaciones, se perdió la ocasión oportuna: el enemigo apretó
la plaza y se atrincheró fuertemente, y cuando al fin el Almirante
se decidió á socorrerla, ya fué del todo imposible.
A fines de 1G02 fué llamado el Almirante á España, «no sin sos-
pecha (añade Novoa) que se hablan de residenciar sus acciones:
tanto riesgo corren los progresos de la milicia en capitanes, que,
■' 34
A. ROUKÍGUEZ VILLA.
„Y en ^ de Setiembre del año pasado de 1602 deshice
por mi persona el motin de Hamont con las armas, que
ía sucedido pocas veces en los Estados baxos Y las cosas
de ,a hacienda de V. M. y de SS. AA. y del exerc o y
del país, las he tratado siempre con tanta puntuahdad y
limpieza, que en una ocasión tan grande como esta, y en
"e han buscado con tanto cuidado mis émulos con que
Lcular mi honra, no han podido tropezar conmigo en un
rudo, porque ni yo me he embarazado en esto, n. he
tenido plazas embarazadas con mis criados, como otros
muchos lo han hecho.
Ty siendo estos servicios tantos, tan cahhcados y de
tanta consideración; tan costosos para mi hacienda, tan
,abajosos para mi persona, tan peligrosos para mi vida y
un achacosos para m. reputación; y habiendo sido tan
Si^es para el sLcio de V. M. y de sus hermanos y para
U onseivacion de los Estados baxos y del exercí o e
V M que sirve en ellos, aunque hasta agora yo nohe
hecho ostentación desto, atendiendo solamente al servicio
de V M y de SS. AA. para servirlos como debía y sus-
tentar aquellos Estados contra todos los que procuraron,
dulntel ausencia del Archiduque, rebelar las Provmcia
obedientes y hambrear el exército, llegadas mis cosas al
término en que se hallan, no he podido escusarme por la
ndlnidad de mi reputación, de representar os a V. M.
■ ", el ocasión, asegurando á V. M. que sucedieran gran-
;,..ho el deber es razón de Estado que de lo que
aunque hayan hecho ' d^^er ^^^^^^ ,^^ ^ ^^^_
"^rriV.: pe. . bi'ende'la pérdida de Grave no sé c6n.o
cuido del l'""<='P=" . también Colonia que, al despe-
Í ^Tc^dll^ An - d!ri;chiduque, le habl6 bien de las
dirse el Laraena rtu Almirante no habló con mucho
cabezas del ejército; .mas en el Alniírante no ^ 3^d<„,
D. FRANCISCO DE MliííDOZA 53 1
■des desastres si yo no hubiera servido con la entereza,
cuidado y perseverancia que lo he hecho, echando el pe-
■cho al agua y resolviéndome á posponer (por servicio de
Dios y de V. M. y de sus hermanos y por el bien público)
todas las dificultades en que me hallé embarcado diversas
veces, y particularmente el dia que el Archiduque me en-
cargó el gobierno de las armas y me faltó lo necesario
para el sustento del exército pasado el Rhyn, en la bruma
<iel invierno, con tiempo tan riguroso, que los amigos y
enemigos me tuvieron por perdido, dudando que yo halla-
da expidiente para sustentarme, siendo tan dificultoso esto
y el poder resistir á los enemigos y á los protestantes y á
los neutrales y á los mismos amigos que tenian o.bligacion
de ayudarme y me embarazaron tanto como los otros ó
más con la guerra intestina que me hacian dentro de casa,
«[uitándome las provisiones y desautorizándome cuanto
podian. Todo lo cual se previno á costa de mucho trabajo
y de mucha reputación mia; y de lo que entonces y des-
pués he padecido por ello, lo tengo por bien empleado,
habiendo cumplido con mi obligación de servir á V. M. á
todo riesgo y escusar tan grandes daños de toda la Chris-
tiandad, como sucedieran si yo no lo hubiera reparado con
■excesivos trabajos. Y siendo esto ansí, justo es que V. M.
se sirva de perdonar lo que me he detenido en referirlo,
pues mis émulos me han forzado á ello, quedando yo con
muy segura esperanza de que V. M., pjr su grandeza y
clemencia, me hará la merced que todo el mundo juzga
que puedo pretender por mis servicios y trabajos para res-
taurar las pérdidas y gastos de mi hacienda, y lo que más
•es, la nota que en los ojos de toJo el mundo se ha puesto
■en mi persona, descomponiéndome y apartándome del ser-
vicio de V. iM. y de su Real acatamiento, que ha sido la
mayor jactura de todas en España y fuera della, donde se
saben las obligaciones de mi nacimiento y los cargos que
tenia y los negocios en que estaba introducido, que no se
puede tener otra suelda sino la demostración y remunera-
■cionque espero de la largueza, rectitud y clemencia de
,,2 A- ROORÍGUEZ VILLA
V M de que me aseguran esto y mis propios servicios,
V la irtencion, limpieza y cuidado con que me he em-
pleado en ellos, y la quietud y seguridad de mi conoenaa
en todo lo que me oponen mis émulos y el haber naado
vasallo y criado de V. M., con el deseo que heredé de
mis padres de gastar la hacienda y emplear y acabar la
vida continuando el servicio de V. M. y siguiendo los
exemplos y pisadas de mis pasados. Nuestro Señor la
S C Real persona de V. M. guarde y ensalce como los
vasallos y criados de V. M. lo deseamos y la chnstiandad
lo há menester .-De Guadalajara á 7 de Octubre de 1603. "^
Deió el Almirante en Flandes justa reputación de hon-
rado caballero, de bizarro militar y de hábil diplomático.
Todos nuestros antiguos historiadores de aquellos países
que le conocieron y trataron, le mencionan siempre con
respeto y consideración. Cierto es que como caudillo dista
mucho de los famosísimos que le precedieron, el Duque de
Alba D. luán de Austria, Alejandro Farnesio y el Conde
de Fuentes, y aun del que le sucedió en el mando de aque-
llos ejércitos, el Marqués Ambrosio Spínola; pero aun asi
no pueden menos de elogiarse en él dotes tan estimadas
como el celo, la actividad, el valor y no escasa pericia mi-
• litar Su probidad en el manejo de tantos caudales quedo
intachable. Demostró en todas ocasiones sumo mteres y
solícitos cuidados, asi por los oficiales como por los sol-
dados. Recomendando una vez al capitán Francisco e
Olmedo, que llevaba veintiocho años sirviendo a S. M. en
Fundes proponía se recompensasen -P^^-^;^-- ^;-
servicios «para que otros se animen á servir, y con esta
esperanza pasen mejor el grande rigor de los trabajos de
la guerra y se ofrezcan de mejor gana á los peligros con-
timios con que se anda en ella.»
So o algunos jóvenes nobles de los que iban á hacer sus
primeras armas en aquellos países y alguna parte de .aque-
Ua bizarrísima, pero desordenada milicia española» que all
guerreaba, burlábanse á veces de las prácticas religiosas
del Almirante. Cuando el célebre Duque de Osuna, Don
D. FRANCISCO DE MENDOZA 533
Pedro Girón, fué por vez primera á Flandes, sirvió á las
órdenes de D. Francisco, de cuyo carácter, á la vez rígido
y místico, no quedó muy prendado. Habiendo salido heri-
do en el desgraciado socorro de Grave, decía el Duque, con
su natural desenfado y gracejo, que «prefería más servir á
un Capitán que comiese demonios, que no á un General
que vagnaba santos ('). » Y como entre la soldadesca se de-
cía que el Almirante era más propio para Obispo que para
militar, estas palabras de Osuna tuvieron entre ella gran
eco. Muchos le denominaban el Gran Capitán del Rosario,
por sus continuas devociones, ya rezando dos veces al día
el Rosario, ya oyendo diariamente misa, ya llevando sobre
su cuerpo considerable número de reliquias de santos, y
en el pomo de su espada un pequeño fragmento de la Santa
Cruz.
VI
Más que sus últimos desaciertos militares, contribuye-
ron poderosamente á precipitar la salida de Flandes del
Almirante de Aragón dos causas principales: la una, las
(1) Greg. Leti, Vita di D. Pielro Girón, duca. d' Ossuna.'
Amsterdamo, 1699. — Sabido es que este escritor tiene escaso cré-
dito histórico, gustando más de contar anécdotas y hablillas que
de atenerse á la verdad de los hechos. Refiere también el mismo
Leti que cuando Osuna se vio en la acción en que fué herido, apre-
tado por el enemigo, habiéndole dicho el Almirante: «Tome V. S.
mi espada, con madera de la Santa Cruz,» le respondió el Duque;
«Más quiero mi espada de acero, que la suya de madera.» Mar-
chando otra vez el Duque á las órdenes del Almirante, con inten-
to de atacar á Mauricio de Orange, dijo el Duque de Arischot, qua
iba al lado de Osuna: oPareceme que caminamos muy despacio
para sorprender al enemigo.» Respondió D. Pedro Girón: «¿Cómo
quiere v. md. que el cüballo del .almirante camine, si lleva á cuestas
tanta carga de santos?! Y cuando le animaban para que siguiese
militando bajo el mando del Almirante, decía: tNo sirvo para
franciscano.»
crij, A. RODRÍGUEZ VILLA
difamaciones y calumnias de sus émulos, que, como ya se
ha visto, tenía en gran número y de prepotente influjo.
Sosteníale y defendíale de ellos cuanto podía el Archidu-
que Alberto; pero con la muerte de Felipe II la escena
cortesana había notablemente cambiado. El Archiduque
no tenía ya en su sucesor ni en sus nuevos ¡Ministros la
protección y apoyo con que antes contara. La otra causa
de que era efecto también la tibieza que el Archiduque en^
contraba en la Corte después del advenimiento de Feh-
pe III, consistía en la tenacidad y firmeza con que el ma-
rido de la Infanta Isabel Clara defendía su soberanía y la.
de su esposa sobre aquellos Estados que Felipe II les ce-
diera, con cláusula de reversión ala Corona de España en
caso de no tener sucesión de su matrimonio, como ya ma-
liciosamente se sospechaba que no la tendrían, y con la
esperanza de que teniendo presentes aquellas provincias a
sus Príncipes propietarios, volverían á su obediencia las
que se habían rebelado, y se mantendrían las leales con
mayor orden y sumisión. «Bien arrepentidos están los es-
pañoles, decía el Embajador veneciano Contarini, de haber
dado estos Estados al Archiduque, porque se han quedado
con la costa y sin el señoiío ni mando para gobernar allí
más que las ai mas; y de su gobierno y persona están poca
satisfechos así el Rey como los de su Consejo de Estado,
murmurándose que Felipe III nunca le tuvo mucha volun-
tad y menos aún desde el mal suceso que han tenido sus
cosas después que se casó. El amor de la hermana es
quien le sustenta.» Ya poco antes de la desgraciada bata-
lla de las Dunas recibió el Archiduque una proposición
de Felipe III para que renunciara aquella soberanía á
cambio de otras mercedes y distinciones. Consultó el casa
el Archiduque con D. Francisco de Mendoza, así por ser
de su Consejo, como de su más absoluta confianza é in-
timidad; y la opinión del Almirante fué en un todo con-
forme con los deseos del Príncipe á quien inmediatamente
servía. Negóse, pues, resueltamente Alberto á consentir
en la renuncia; pero no faltó quien avisó á la Corte de Es-
D. FRANCISCO DE MENDOZA 535
paña que el Almirante había tenido no poca parte en aque-
lla resolución de S. A. Esta causa, unida á las antes men-
cionadas, pero más que todas ellas, fué bastante para que
nuestro personaje perdiese todo su valimiento en la Corte,
y origen de nuevos procesos y prisiones á su venida.
En Octubre de'i6o2 ordenó S. M. que viniese á España
el Almirante de Aragón, y á fin del mismo escribía el Ar-
chiduque al Duque de Lerma: «Lo mismo que S. M. man-
da se habia ordenado ya acá, y él entendía en ponerse en
orden para su partida, y así habrá poca dilación en ella.»
La hubo, sin embargo, porque todavía cerca de un mes
(22 de Noviembre) después volvía á escribir el Archiduque:
«El Almirante partirá un dia destos, para lo cual se va
componiendo y todos dándole prisa, y así creo que arran-
cará muy presto de aquí.» Sin duda se temía los malos
tratos que en la Península le esperaban, ó se preparaba á
defender y justificar la conducta del Archiduque en punto
á la soberanía de los Estados de Flandes, como procuró
defenderla cuando gobernaba las armas de ellos, no com-
prometiéndolas en empresas que la hiciesen peligrar.
Púsose al fin en camino para España, pasando por Fran-
cia, en lo más crudo del invierno, y al llegar á Burgos,
por el mes de Febrero de i6o3, notificóle el Corregidor de
aquella ciudad que tenía orden de S. M. de que no en-
trase en la Corte ni á diez leguas de ella, hasta que otra
cosa se le ordenase, y prendió á dos ó tres Capitanes que
con él venían, por haber firmado con D. Juan del Águila
el parecer que tuvo de sacar la gente de Irlanda y entre-
gar los castillos á los ingleses. En su consecuencia, el Al-
mirante se dirigió á Guadalajara para vivir en compañía
de su hermano el Duque del Infantado.
De este injusto proceder con un hombre que como él
había prestado tan señalados servicios políticos y militares
á su patria y á su Rey, se quejó amargamente al Archidu-
que, quien á su vez transmitió sus quejas y elevó sentidas
súplicas por su fiel Mayordomo y Capitán general á Feli-
pe III y al Duque de Lerma. «Así se lo suplico á S. M.
roe A. RODRÍGUEZ VILLA
en la carta que le escribo, y lo he querido pedir á V. S.
asigurándole que si en algo ha errado meresce se le perdo-
ne, y no es tanto como le deben achacar, y que en lo que
más culpa le hallo, que es en lo que se dejó de hacer el año
pasado, no la tiene él solo, y se debe atribuir más á falta
de experiencia que á otra cosa (O.»
Dio cuenta el de Lerma al Archiduque de los cargos
que al Almirante se hacían, y S. A. quedó más tranquilo,
«esperando que oyéndole S. M. dará de sí tan buena razón
en muchas cosas que le deje satisfecho.»
Y en efecto: á 7 de Octubre de i6o3 dirigió al Rey la
interesantísima carta, ó mejor, relación de sus servicios,
que sirvió más adelante (2) de base para que Felipe III le
concediera una pensión de 8.000 ducados anuales por toda
su vida, y á nosotros para consignar sus servicios militares
y diplomáticos. Y porque entonces omitimos el principio de
esta carta (3), á fin de no alterar el orden de los hechos,
insertárnosle aquí por ser su verdadero lugar y de sumo
interés para la vida del Almirante:
cSeñor: He visto las cosas que me han opuesto delante del Real
acatamiento de V. M., á que he respondido lo que verdaderamen-
te pasa en ellas, y con la licencia que V. M. ha sido servido de dar-
me para responder por mí, después de haber dicho lo que se me
ofrece en los descargos para mayor comprobación de ellos, toman-
do exemplo de muchos Generales y de otros de todos estados, que
apretados de las calumnias y trabajos han sido forzados, no sólo
de defenderse, sino de justificarse, diré á V. M. sumariamente al-
gunos servicios que he hecho á V. M., dexando otros que en mi
juventud hize al Rey nuestro Señor (que aya gloria) en la guerra
(i) Carta del Archiduque al Duque de Lerma, Colee, de docu-
mentos inéditos, tomo 42, pág. 449.
(2) Cédula de 1.° de Septiembre de 1604.
(3) «Copia de una carta que el Almirante de Aragón escribió
al Rey nuestro Señor en 7 de Octubre de 1603, después de auer
satisfecho á los quatro cargos que le hablan opuesto, representan-
do sumariamente algunos servicios que ha hecho á S. M. en la paz
y en la guerra.»— Cuatro hojas folio, impresas, sin pie de impren-
ta; pero de carácter del tiempo á que se refieren.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 537
de Granada y en otras partes, sirviendo el Marqués de Mondéjar,
mi padre, á S. M. en aquel reino y en los de Valencia y Ñapóles,
de que el Rey nro. señor fué servido que se hiciese mención en el
privilegio que tengo de Almirante de Aragón, y no teniendo S. M.
olvidados los servicios de mi padre, que fueron grandes y conti-
nuados por espacio de cuarenta y cinco años, ni los del Marqués
de Mondéjar, mi abuelo, que duraron cincuenta y uno, y de otros
muchos de mi casa, que han empleado las vidas y haciendas y
muerto haciendo lo mismo, con la memoria y experiencia de los
unos y de los otros: quando S. M. hizo elección de la persona del
serenísimo Archiduque Alberto para el gobierno de los Estados
baxos, se sirvió de hacerme su Mayordomo y mandarme que fuese
á servir al Archiduque de Mayordomo mayor y de sus Consejos de
Guerra y Estado en los de Flandes, y dexando dos pleitos de gran-
de importancia que tenia en estos reinos, el uno del Marquesado
de Guadalestey las casasymayorazgosde Aragón, de Cardona y de
Liori, que heredé de la Duquesa mi muger (que aya gloria), y otro
de los frutos del Ducado de Veraguas, teniendo sentencias en mi
favor en los dos, y posesión de los bienes del Estado de Valencia,
por mi ausencia se perdió este pleito, y he sido desposeído de todo
lo que tenia en aquel reino, y lo de Veraguas no está acabado y
se ha remitido dos veces, habiendo diez y siete años que se senten-
ció en mi favor. Y aunque en lo uno y en lo otro tenia atravesado
todo mi caudal, no dudé de aventurarle por ir á servir á V. M., ni
me divirtió desto el daño que en todo ha hecho mi ausencia por
haber ocupado mi persona en su servicio.»
Cometió el Rey el asunto á los señores Conde de Mi-
randa, Presidente del Consejo de Castilla, y á D. Juan
Idiáquez, que lo era delde Ordenes, los cuales, habiendo
oído al Almirante, no sólo le dieron por libre de las ca-
lumnias con que le habían infamado, sino que declararon
á S. M. le debía hacer toda merced. En su consecuencia,
púsole en libertad, y así le vemos poco después acompa-
ñar con su hermano el Duque á la Corte durante parte de
la jornada regia á Valencia, volviéndose luego á Guadala-
jara, y aun, según Cabrera de Córdoba en sus Relaciones,
se habló de nombrarle Gobernador general del Estado de
Milán, y más adelante Virrey de Aragón.
Ansiaba el Almirante ver premiados sus servicios. No
le faltaban promesas y buenas palabras, y cansado ya de
■C38 A. RODRÍGUEZ VILLA
ellas, creyendo que D. Cristóbal de Moura, Marqués de
Castel-Rodrigo, no se interesaba tan vivamente cerca del
Rey como de sus palabras se deducía, dirigióle la siguien-
te agresiva y desenfadada carta:
«Mi Sra. la Marquesa me escribe ha hablado á V. S. y al Padre
Confesor, V que le dan á entender que mis negocios quedan remi-
tidos á S. A , V que á S. M. le parece que no hay comodidad ago-
ra para hacer lo que se le pide. Y soy tan fácil que creí, como el
P.e Confesor me lo escribió, que estaban ya despachados. Pero no
es cosa nueva el asegurarlo él á mí y ser los efectos diferentes. Y
respondiendo, digo, Señor, que no sé cómo se puede V^ S. labar
de culpa para con Dios y con las gentes de tratar con S. M. de
tantos negocios escusables y de dejar de acordarle los obligatorios
como es el mió: y tanto más cierto es esto, cuanto lo estoy de la
christiandad de S. M.,pues nos consta, por muchas evidencias, que
siempre trae presente la mayor gloria de Dios.
))En.cuantü á remitir el descargo á S. A., parece caso increíble;
pero debe de ser, pues se dice; y si es, será por no estar S. M. bien
informado de lo que pasa, como lo ha estado de otras cosas que
me tocan, convirtiendo mis grandes servicios en delictos con mu-
cho cargo de su conciencia, que la de S. M. bien salva está, porque
en todo" procede con santo celo. Y pues V. S. lo debe tener y tiene
á su servicio, suplicóle desengañe á S. M. afirmándole que ni tiene
vasallo ni criado que le ame más que yo, ni le haya servido con
más lealtad, y tanto, que hay pocos que en esto me igualen. Y en
prueba de ello, digo que si es necesario para cumplir con obligacio-
nes precisas que S. M. tendrá, que yo perdonaré la merced que
S. M. me tiene prometida por mis servicios, que son muchos y con-
tinuos desde el año que se tomó San Quintín hasta ahora, y los
servicios de mis pasados y lo que S. M. me prometió por mano de
V. S., y dejaré también la encomienda de Valdepeñas y todo lo
demál que tengo de S. M., como V. S. deje asimismo lo que le han
dado después que le sirve, que no le ha costado tantos peligros, ni
le ha servido tantos años, ni le pudieron servir sus pasados, por no
ser naturales destos reinos. Y crea V. S. que para hacer esto no
pidiera su compañía; pero no quiero dar ocasión á que lo que es
amor se atribuya á cuenta de S. M., que estoy tan lejos desto que
la sangre me sacaré por su servicio, y bien probada tengo esta ver-
dad, con la que he derramado por él y en haber puesto tanto nu-
mero de veces la vida al tablero por su servicio, en el cual yo me
he destruido y empeñado y debajo de la palabra que V. S. me dio
en su nombre. Y ansí no aceptando V. S. el pasado que ofrezco,
D. FRANCISCO DE MENDOZA 539
no es justo que se remita la paga á oirás manos, aunque sea á las
de S. A., en tiempo que S. M. las ha alargado con mercedes tan
grandes á quien no las merece mejor que yo, ni tiene obligación en
conciencia de hacerlas como á mí. — Guarde Dios á V. S., etc.»
Cara pudo haberle costado á nuestro personaje la abu-
siva libertad de escribir que se advierte en la anterior car-
ta, si hubiera ido encaminada á otra persona de menos cal-
ma y bondadoso carácter que el gran privado de Felipe II.
Acaso disculpó éste su arrogancia por sus apremiantes ne-
cesidades, y obtuvo que el Rey le concediese, como le con-
cedió poco después en i.° de Septiembre de 1604, la merced
de los 8.000 ducados, antes mencionada, «acatando los
muchos, buenos, grandes y calificados servicios (O» pres-
tados por el Almirante D. Francisco.
No curado todavía de la manía de los pleitos, volvió en
Noviembre del antedicho año á emprender otro con moti-
vo del fallecimiento del Marqués de Mondéjar, y pretender
sucederle en este título y Estados su sobrino D. Iñigo de
Mendoza, alegando el Almirante tales pruebas de su dere-
cho que llegaron á poner en peligro el de su contrincante,
siendo al fin vencido en 1606 D. Francisco en éste como
en todos los otros pleitos.
Y por causa de este mismo fallecimiento tuvo también
serio y grave altercado D. Francisco con el poderoso y
omnipotente primer Ministro Duque de Lerma, por haber
hecho merced S. M. al primogénito de éste. Duque de Cea,
de la tenencia de la Alhambra de Granada y de la compa-
ñía de la costa, cargos que habían estado en la casa de
Mondéjar desde que se ganó aquel reino, y eran muy hon-
rados y calificados.
Para colmo de desdichas, en Abril de 1605 el Consejo
de Indias sentenció el pleito del Ducado de Veragua, que
llevaba treinta años de tramitación, en favor de D. Ñuño
de Portugal, perdiendo con esta sentencia el Almirante la
(i) Véase el Apéndice.
c-o A- RODRÍGUEZ VILLA ■
más bella esperanza de toda su vida. Ni por más que soli-
citaba podía conseguir los elevados cargos que le habían
ofrecido, ni aun volver á Flandes con el que ya había des-
empeñado, á pesar de que el Archiduque no cesaba de re-
cordarlo al Duque de Lerma (0.
No es, pues, de maravillar, dado su natural vehemente
y apasionado, que exasperado su carácter tuviese un nue-
vo choque en la Corte, que le valiese ser encerrado en un
castillo, a Sucedió dias pasados (refiere en sus Relacio-
nes (2) el infatigable cronista Cabrera de Córdoba, tan bien
enterado de todo cuanto ocurría en éste como en el ante-
rior reinado) que el Almirante de Aragón, sobre negarle
la entrada se descompuso con el portero del Conde de Vi-
Ualonga, con decirle que su amo habia dado ya audiencia
y se habia retirado á entender en papeles. Y porfiando el
Almirante por entrar en la pieza donde estaban esperando
algunos hombres de negocios, se lo defendió; y sobre ello
un gentilhombre suyo le dio dos ó tres puñetazos y al ruido
salió una dueña diciendo que no se habia hecho agravio al
portero, sino al Conde que le tenia allí, con que se volvió
á salir el Almirante. La noticia de esto llegó á donde es-
taba S. M., el cual envió mandar al Conde de Miranda que
lo enviase preso á la fortaleza de Torrejon, que es cuatro
leguas de aquí, á donde le llevó un Alcalde de Corte á los
primeros de este mes; y aunque el Conde de Villalonga ha
hecho diligencia con S. M. y el Duque (de Lerma), no ha
aprovechado para que le hayan soltado hasta ahora, de
cuya prisión se han maravillado todos por ser la culpa tan
liviana.»
Y en 23 de Diciembre añade:
«Todavia está preso el Almirante en Torrejon sin ha-
blarse de su libertad, lo cual tiene espantados á todos por
haber sido la culpa tan ligera, al parecer.»
El asunto pasó nada menos que al Consejo de Castilla,
(,) El Archiduque al Duque de Lerma, 26 de Agosto de 1605.
(2) Noviembre de 1Ó06.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 54I
que en 25 de Enero de 1607 dictó el siguiente auto, que
le fué comunicado ai Almirante el 29, saliendo este día de
la prisión:
«Visto por los Señores del Consejo de S. M. el negocio que de
oficio se ha hecho contra D. Francisco de Mendoza, Almirante de
Aragón, y consultado con S. M., mandaron que el dicho Almiran-
te sea suelto de la fortaleza de la villa de Torrejon de Velasco,
donde está preso, para que se pueda ir donde quisiere, con que no
entre en esta Corte hasta que S. M. otra cosa mande.»
Vil
Ardía por este tiempo la Corte de España, á causa de la
debilidad y apatía de carácter de Felipe III, en rivalida-
des, intrigas y conspiraciones. La opulencia del Duque de
Lerma, las rapacidades de D. Rodrigo Calderón, los abu-
sos de D. Pedro Franqueza, la escandalosa nube de asen-
tistas y el completo desorden económico, contrastaban con
la miseria y despoblación general. Consecuencias inmedia-
tas de este deplorable estado social y político eran la co-
rrupción de las costumbres, el abandono de las verdaderas
fuentes de la riqueza pública, la aspiración desmesurada y
constante de conseguir mercedes, hábitos y probanzas de
hidalguía, bastardamente obtenidos para vivir sin traba-
jar y sin contribuir al Estado, y, en fin, el desvío y aun
el desprecio de la opinión hacia los que se dedicaban á tra-
bajos manuales, oficios útiles y provechosas industrias.
En esta sociedad tan profundamente minada por la in-
moralidad, el lujo y la avaricia, no era extraño que se vie-
se envuelto en artificiosas redes el que ó intentase poner
algún remedio á tantos males, ó temerariamente declama-
se contra ellos en particular ó en público. Y esto fué lo
que le sucedió á nuestro personaje.
Como Secretario de D. Rodrigo Calderón, D. Pedro de
c,2 A. RODRÍGUEZ VILLA
Gamboa conocía á fondo sus excesos y rapiñas, y bien
porque no le diese tanta parte en ellas como apetecía, bien
porque creyese que delatándole al Rey obtendría más pin-
güe recompensa, es lo cierto que determinó poner en su
conocimiento la irregular conducta de su amo, por medio
del Confesor de S. M., el P. Fr. Diego de Mardones. que
estaba propuesto para Obispo de Córdoba. Aconsejóle éste,
después de oirle, que todo aquello que le había referido lo
depusiese por escrito, asegurándole de paso que aunque
tuviese alguna complicidad en los delitos de D. Rodrigo,
no se procedería contra él en ningún caso. Era el Confe-
sor gran amigo del Almirante de Aragón, y así por esto,
como por tenerle en concepto de hombre probo y recto, le
comunicó la delación de Gamboa; y como él tuviese que
apresurar su partida para Córdoba para tomar posesión de
aquel Obispado, encargó al Secretario de Calderón entre-
gase á D. Francisco de Mendoza el papel que le había
ofrecido. Aunque partido el Obispo se entibió Gamboa en
su propósito, al fin dio al Almirante ocho pliegos de pa-
pel escritos de su propia mano, de que se sacaron aparte
algunos capítulos que contra I). Rodrigo Calderón se die-
ron á S. M.
Arrepentido poco después, no se sabe por qué, Pedro de
Gamboa de su proceder,, hubo grandes indicios de que
confesó á su antiguo amo lo que había hecho, y hasta se
reconcilió con él; y para más obligarle, inducido acaso por
el mismo Calderón, acusó al Almirante de haber escrito
una carta al Archiduque Alberto para que de modo alguno
admitiera la proposición que nuevamente por aquellos días
se le había hecho, por conducto de D. Rodrigo Laso, de
renunciar su soberanía sobre los Países Bajos, y de que
públicamente censuraba la política, así interior como ex-
terior, del Duque de Lerma, poniendo por testigo á Fran-
cisco Buyl. De algún tiempo atrás hallábase éste enemis-
tado con D. Francisco, y, por consiguiente, nada pudo sa-
ber de él directamente de cuanto le acusaba. Había sido
criado del Almirante, y despedido de su casa por su mala
D. FRANCISCO DE MENDOZA 543
vida, se fué á vivir á la de la mujer con quien estaba aman-
cebado, y por esta razón el Almirante no había querido
acceder á la petición que con insistencia le hacía de que
le nombrara agente del Archiduque en la Corte, por muer-
te de D. Juan Carrillo, canónigo de Toledo, y por con-
templación del mismo D. Rodrigo Calderón había Don
Francisco procurado que S. A. diese 800 ducados de sala-
rio á Gamboa, con nombre de solicitador, para que llevase
y trajese los despachos que Carrillo hacía ó recibía de va-
rios Ministros para S. A.
Lo que había de verdad en la acusación de Buyl contra
el Almirante, era que éste, sabiendo que había sido nom-
brado D. Rodrigo Lasso para cierta embajada cerca del
Archiduque, y entendiendo que se trataba de pedir á S. A.
renunciase los Estados de Flandes en S. M., escribió al
Rey y al Duque de Lerma desde Guadalajara, donde se
hallaba detenido, «que no convenia se volviese á tratar
aquella plática, porque habiéndosela propuesto otra vez al
Archiduque, habia respondido que no los dejaria, y que se
valdria para ello de los medios necesarios; y que supuesta
esta resolución del Archiduque, el volver á renovar esta
plática era causa de nuevas guerras, con las que aventa-
jarían su partido los rebeldes, como lo hablan hecho en la
primera ocasión, cuando se trató de esto, dejando de ne-
gociar las paces por esta razón; y que por entender el Al-
mirante que estas cartas no habían llegado á manos de
S. M. ni del Duque de Lerma, y que por esta causa se
habia tomado resolución contraria, se resolvió á escribir
al Archiduque que no aceptase aquella proposición, por
entender ser en servicio de S. M. y porque se seguirian de
ella los referidos inconvenientes, y porque no se hablan
hecho las prevenciones necesarias para salir con ello. De
manera que lo que le movió á escribir aquella carta á
S. A. fué por servicio de S. M. y buen celo del aumento
y conservación de esta Corona y Monarquía. Y sabido es
que si entre el Rey y el Archiduque hubiera sobre esto
disconformidad, resultarían los inconvenientes dichos; y
-.. A. RODRÍGUEZ VILLA
los mismos y mayores si S. A. dejase los Estados, porque
entonces todos se alzarían, de suerte que era completa-
mente inoportuna aquella proposición (')•»
Alegaba además el Almirante, en descargo de su con-
ducta, «que por escribir á S. A. aquella carta no revelo
secreto alguno de'S. M., porque hacia ya tres años o mas
que se trataba de este negocio, y se habla propuesto otra
y otras veces al Archiduque antes que el Almirante vmie-
se á España, lo cual era tan público en Holanda, que no
habia persona que no tratase de ello, y S. A. mismo lo
dijo al Almirante poco antes que partiese de aquellos Es-
tados para España, y la resolución con que estaba de no
dexarlos; y no habiéndolo sabido el Almirante de b. M.
ni de ningún Consejero suyo, sino de soldados tan par-
ticulares que no le obligaba el secreto. Y si importaba al
servicio de S. M. que le hubiese, pudiera el Duque de
Lerma, cuando le pidió audiencia para hablarle sobre este
negocio, dársela, y decirle de parte de S. M. que no trata-
se de él. y con esto quedara el Almirante obligado al se-
creto y no hablara más en este negocio. Además, cuando
el Almirante escribió al Archiduque, ya D. Rodrigo Las-
so era partido, y llegó á Flandes antes que el Archiduque
recibiese la carta del Almirante.»
Respecto de las censuras lanzadas por D. Francisco
contra el gobierno del Duque de Lerma, manifestó aquél
«que siempre ha tratado y dicho bien de la persona del
Duque de Lerma y de su prudencia y buen gobierno; y
que cuando se proveyó la alcaidía de la Alhambra en el
Duque de Cea, su hijo, el Almirante se sintió de que, ha-
biendo estado en su casa aquel cargo durante ciento ca-
torce años, por muchos y muy grandes servicios y derra-
mamiento de sangre, y siendo deudos de la casa de Men-
doza, hubiesen suplicado á S. M. les hiciese aquella mer-
ced; y que esta queja la dio á boca el dicho Almirante al
referido Duque, el cual, habiéndole oido, se levantó de su
li) Proceso del Almirante de Aragón. -Notas en el Apéndice.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 545
silla, le abrazó y le dijo: «Bravo hombre es V. S., que así
funda su razón;» y el Almirante le advirtió cosas m.uy im-
portantes á S. E., de que quedó muy agradecido.
» Y en la misma ocasión, hablando el Almirante sobre
la provisión de aquella alcaidía con D. Enrique de Guz-
man, gentilhombre de la Cámara de S..M., solamente le
dijo que tenia queja del Duque de Cea y de su padre de
que habia pedido la alcaidía de la Alhambra por la razón
anterior, no habiéndose quejado de S. M. ni dicho que
habia de revolver á España, ni otra palabra alguna más
de lo referido (i).»
No sirvieron á D. Francisco de Mendoza ni sus justifi-
cadas razones, ni sus francas explicaciones, ni sus seña-
lados servicios. Habíase quejado de la intrusión del Du-
que de Cea, hijo del de Lerma, en la alcaidía de la Alham-
bra; había tratado de poner remedio á las escandalosas
dilapidaciones de D. Rodrigo Calderón, entonces en el
apogeo de su privanza; había apaleado á un portero de
otro personaje, viva encarnación del de Lerma, D. Pedro
de Franqueza, y tenía que pagar todas estas enormes cul-
pas. Lo verdaderamente extraño es que, conociendo el
Almirante el estado de la Corte, la prevención con que le
miraban los Ministros y Consejeros por su leal adhesión
al Archiduque, }' los muchos enemigos que tenía por sus
pleitos, rivalidades y otros conceptos, no navegase en
aquel proceloso mar con mejores rumbos y más acertada
cautela, no dejándose llevar de su carácter apasionado,
excesivamente franco, á veces mordaz y provocativo, y no
siempre al hablar y al escribir prudente y reservado.
El miércoles 20 de Mayo de 1609 se presentó en Gua-
dalajara en el palacio de los Duques del Infantado, donde
vivía el Almirante, el Alcalde de Corte Silva de Torres
con orden de prenderle, llevándole al siguiente día á la
fortaleza de San Torcaz, no muy distante de aquella ciu-
dad, donde le dejó por guarda mayor al capitán Isidro de
(i) Proceso del Almirante.
II 35
cj5 *• RODRÍGUEZ VILLA
Arroyo. Trajese el Alcalde á Madrid dos escritorios de Don
Francisco llenos de papeles y otros objetos (O, y preso
también al criado de la mayor confianza de éste, para ca-
rearle con Gabriel de Roy, Secretario que había sido en
Flandes del Almirante, donde fué preso el iS de Diciem-
bre de 1608 y conducido á la Corte.
Y tal era el ansia de los enemigos de nuestro personaje
de encontrarle la más mínima culpa para echarle encima
todo el rigor de la justicia, que en la misma mañana que
en Guadalajara se efectuaba su prisión, el Vicario del Car-
denal, con cuatro alguaciles, se apoderó de los papeles del
estudio de D. Luis de Castilla, gran amigo del Almiran-
te, y se los reconocieron y examinaron todos; y asimismo
entró á deshora en el Monasterio de la Madre de Dios de
Constantinopla, y reconoció los que halló en el aposento
de la Marquesa de Mondéjar viuda, llevándose preso al
agente ó administrador de esta señora, que también acu-
día á los negocios de D. Francisco. Por fortuna, en nin-
guna parte halló el Vicario los papeles que llevaba orden
de buscar.
La causa que públicamente se daba para tanto atrope-
llo «es por haberse dado al Rey cierto memorial el año pa-
sado en San Lorenzo, en nombre del dicho Almirante,
condenando el gobierno que corría; y que después amane-
cieron por las esquinas de este lugar ciertos papeles, en
conformidad del dicho memorial, que se atribuye á él (2).
S M. se hallaba en Aranjuez cuando se entendió la dicha
prisión, y luego partió para allá su hermano el Duque del
Infantado; pero no trajo noticia de la causa de la prisión,
antes le mandó S. M. que volviese luego allá, porque que-
ría le acompañase en la caza, y quizá seria por evitar al-
guna junta de deudos sobre el caso. Y lo que después ha
negociado ha sido que se han nombrado jueces para que
conozcan del negocio, y S. M. trajo en su coche al Duque
(i) Véase Apéndice.
(2) Cabrera, Relaciones.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 547
desde Aranjuez, y el dicho Almirante estaba en Guadala-
jara desde que se fué de aquí, sin poder salir sin orden
de S. M.i>
Las violencias, iniquidades y crueles tormentos que el
juez de esta causa empleó, espoleado por ios enemigos de
D. Francisco, y principalmente por D. Rodrigo Calderón,
para arrancar á viva fuerza determinadas confesiones á los
antiguos servidores y amigos del Almirante, son tantas,
que su relato completo sería prolijo y pesado. Algunas
enumeramos en el Apéndice que prueban la saña y par-
cialidad con que se procedió en este asunto ; y no se llegó
á más con el Almirante por el respeto que imponía, en
medio de tan deshecho vendaval, la gran figura del Duque
del Infantado, su hermano (0.
El Fiscal nombrado para acusar al Almirante por los
supuestos delitos mencionados, procuró agravar cuanto
pudo su situación, cargando su alegación de textos de es-
critores políticos, jurisconsultos y citas de leyes, para pre-
tender demostrar: i.° Que por haber escrito la carta al
Archiduque, había incurrido en ofensa de S. M. — 2.° Que
estaba probado cuanto los testigos habían depuesto contra
el Almirante sobre palabras de censura por él pronuncia-
das acerca de S. M. y mal gobierno de sus Ministros.— Y
3.° Que la pena aplicable por estos delitos puede extenderse
hasta la muerte; pero presupuesto lo que disponen las le-
yes de nuestros reinos, se debe juzgar la causa sin atención
á lo que dijeron los autores que la aplican como castigo.
(O He aquí el juicio que acerca de su persona emitía al Sena-
do de su República en 1605 el Embajador veneciano en esta Corte:
«El Duque del Infantado es persona de mucha ostentación y en-
tendimiento proporcionado á su grandeza; amigo de dominar, y
escucha de buena gana. Es amigo del bien derechamente, y hom-
bre de entereza, ajeno de interés; su casa, de la mayor importan-
cia de aquel reino. La hija y heredera de ella está casada con el
hijo segundo del Duque de Lerma. Es de gran consideración ga-
nar este voto, po>que sabe defenderlo en el Consejo de Estado,
donde tiene autoridad y mano.»
g A. RODRÍGUEZ VILLA
Discurriendo el Fiscal sobre la carta escrita al Archi-
duque, decía:
.Siendo comodAlmi..nt»es, p.vsona d. ■"" "'f! '**
, hac. n,«, grande .s.¡n,a.«„ , "»J'"/;;""~ ""L ,i„,e„,
ñor Archiduque con S. M.. l^^^.a ote ^^ ^^
hecha a su Keal voiu necesario que sea púbUca la re-
ÍcT/ad: ;.rM V s„ C»4 d, E«ío .- a*-™ <«-«-
'Tv'™,t'n: S'b¡6 e, Atañan,. «.• »„. » .n.n,i,o d.„a
C;r™La.«.--c,ndu2,^^^^
'nSVn t^s s.t M~ v« "¿-d-vr.;:;!:::
., Aliniran.. incu™ » o .n, de U „ e.,.^^ V ^^^^_ ^^^^^^^^^^
que S. M. deseaba ...multaba utilidad y conveniencia,
debía entender ^-':¿' ^¡¡^'^'^^^^^^ ^,,, príncipes no bien afec-
Lf.::a""::'nrs:3ra': s'u°acrec'e^ntan..nto . quietud, io de-
sea Dan
'''*'^* „„..p;, el señor Archiduque no sabia la propo-
.;,í;°rr;r dr '¿ ;. .... - -; -rr ret
r;rr L;í:r C.E r-iírs' «. , d. » co„.e¡o
'" .No'es°de menor ponderación .1 cuidado <,»e el Almiranr. >»vo
de tnq^rir iT en,b.Lda de D. Rodrigo Las.o , .al.r e, .ecr.ro
D. FRANCISCO DE MENDOZA 549
•della, para dar aviso al señor Archiduque, no siendo lícito ni per-
mitido inquirir los secretos de los Príncipes, mayormente en ma-
teria de Estado, y menos permitido es divulgarlos, aunque no sea
Ministro, porque á éste le incumbe más particularmente la carga
del secreto, incurriendo, cuando menos, en pena capital haciéndo-
lo con mal ánimo ó resultando daño de la revelación. Y ninguno
podrá negar que ambas cosas no concurran en este caso, porque
el daño fué conocido, pues no se hizo lo que S. M. deseaba; y el
mal ánimo está descubierto por la misma carta y confesión del
Almirante.
>)Y no obsta la excusa que pretende el Almirante diciendo que
•era del Consejo de Estado del Archiduque y que le tenia jurada
fidelidad, y que por esto pudo escribirle aquella carta, porque se
responde que el Almirante es vasallo de S. M. y le tiene jurada
fidelidad, como lo juran los Grandes y Títulos de estos reinos, por
lo cual estuvo obligado á guardarla á S. M. Y la obligación que
el vasallo tiene á su Príncipe es la primera, y vence cualquier otra
■que después sobrevenga.»
Y tocante á las palabras proferidas por el Almirante,
anadia:
«Las palabras son gravísimas y están probadas con seis testigos,
que son: D. Francisco Buyl, Gabriel de Roy, D. Pedro de Mendo-
za, Bernabé Hurtado, Francisco de la Bárzena y Lucas de la Cruz;
y aunque los tres primeros son los que más dicen, en lo que de-
ponen los otros tres concuerdan con ellos, de manera que todos
son contextes.
))E1 Almirante pretende deshacer las deposiciones de Buyl, Roy
y Mendoza, oponiendo enemistad capital contra el primero; y uno
■de los testigos con quien la pretende probar es el Dr. Sabino de
Sapio, el cual no hace fe por haber sido privado en Flandes del
oficio de Auditor y desterrado perpetuamente de aquellos Estados
por malos tratos, embustes y otros gravísimos delitos. Contra Roy
dice el Almirante que se le dio tormento sin haber causa para
dársele, y que aunque suena conminación, fué tormento formado
y que no se escribió. Débese ponderar este testigo, porque siendo
las cartas de su letra, y otras, demás desto, firmadas por él, y que
él habia recibido del Almirante y de D. Pedro de Mendoza, aun-
que se le preguntó si eran suyas y se le mandó que las reconocie-
se, ansí en la letra como en la firma, no quiso decir más de que le
parecían suyas, aunque se hablan hallado en un cofre que él con-
íesó que había dexado en poder de Diego de Vivanco. Y después.
eeo A. RODRÍGUEZ VILLA
Siendo preguntado sobre algunas cosas que escribía en las dichas
citas para que declarase lo que habla querido en ellas, unas de-
cLo cosa suya y que él habla escrito, de 1"--'- --
tradicclon en su dicho, no las habiendo reconocido sino por la
TlZ Parece; y ot.as no las quiso declarar, ^i-ndo que no sa
bia ellntento con que las habla dicho, no siendo ^e cahdad -
podia dexar de tener n.en.orla dellas; y ultinjamente siendo as
'osas que escribía y que significaba por las P^'^^ras de su ca
al Almirante, materias graves de enemigos suyos y de cosas deste
reino que decían que requerían remedio. Y preguntándole que
habia 'atado con ' el Almirante sobre estas ----' ^ '° J^!
declarar sino que dio una salida muy contraria á las mismas pa
fab a di iendo que era sobre las cosas de Flandes. Todo lo cual.
! otras var^^edades y negativas contradicciones que hay en su de-
la^rcLn íLron bLtan'te causa, no sólo para >a con-nac,on q.
se le hizo, sino para darle tormento, y que asentasen la verdad
lo que sabia y habia pasado en el caso.
1. Pedro de Mendoza y Navarra fué ^«^"-^0 en .5 ¿.M^J.
de 60Q después de haber depuesto D. Francisco Buyl y Gabriel de
Roy que afegaban con él y declan que habia oido con ellos las
naTbrs que el Almirante habia dicho; y en primera declarac.orv
^S'z: lo que se le ^^^^--^-:-:^z::^^:^^ .
ciendo que le parecía ser suya. Y al fin desta prime .
Mayo.v-'^° á examinar, fué preguntado sobre lo -¡^-J
con'eJé todo lo que habia negado, y '^^P-" ^^^ ^.^f ;" J^!
habia oido d.clr al Almirante, '^-"''^'^''^l'Z^Ma^o JrZenie.
lamiente con Roy, y diciendo que este se hab a h;";^"^^^,
V a.ade otras cosas .^¡^f^^^f^^ fMa tTe tonld tlera
S. M. y el Gobierno presente. Y en 31 ae m< yo Almirante
declaración y añadió otras palabras que habia oído al Aln 1 «-e
de la misma calidad. Y lodas estas declaraciones fue.on volunta
rías, sin tormento ni conminación del.
«Después en i.° de Junio, se le dio tormento, y persistió en lo
que habia dicho en las declaraciones que siguieron á la primera
^ „ Y la prueba que resulta de los dichos de estos testigos se
comprueba con la carta que escribió el Almirante al Padre Confe
sorX S M que esiá en el proceso, donde dice que notaban a.
S. M. de' desconfiado de sí, por la poca experiencia q- te-a y de
que no guardaba secreto á que como hombre y como Rey estaba
ob igado' y le dice que le enmiende en estas dos cosas y en que no-
juegue tLto tiempo ni tan largamente; de suerte que pone nota
L las costumbres y modo de proceder de S. M., porque de quien
D. FRANCISCO DE MENDOZA 55I
hazia esto, se puede entender que dixo todo lo que los testigos de-
ponen, con que se facilita la prueba que de ellos resulta. Y el ha-
ber enviado esta carta al Padre Confesor y retener en sí y guardar
la copia entre sus papeles fué otro delito semejante al que dicen
los testigos. Y no se puede defender el Almirante diciendo que
hizo aquel papel para advenir al P.e Mardones de algunas cosas
que le preguntó cuando S. M. le hizo su confesor y que le dixo
de palabra lo que contenia, y que no se le dexó, porque esto no le
tocaba al Almirante, ni él lo tenia por oficio ni pudo ser para este
fin, habiendo usado de palabras de tanta injuria como las que es-
tán referidas; y si el intento fuera el que dice, bastara haberlas di-
cho al P.e Confesor sin escribirlas, y por lo menos, cuando las
hubiera escrito, no guardar el papel en su poder, de que resultó
tan grave injuria.
«También sirven de prueba de su ánimo y de que sentia mal de
las acciones de S. M., y ayudan á que se haya de dar crédito á lo
que deponen los tenigos, que decia el dicho Almirante, dos pape-
les que se hallaron en su poder y confiesa que son suyos. El pri-
mero, que le hizo el Dr. Liébana á su instancia, y el segundo, que
es de su letra; y ambos se enderezan á reprobar la Cédula que
S. M. dio en favor de D. Rodrigo Calderón, precediendo para ello
conocimiento de causa. En el primero procuró fundar que era
contra derecho la dicha Cédula, y en el segundo, dice que es con-
tra conciencia y buen gobierno; y por ambos consta que procura-
ba desacreditar las resoluciones de S. M., diciendo mal de ellas y
condenándolas.
«Estos papeles, guardados tanto -tiempo, dan testimonio de la
perseverancia que tuvo en su intento, y en cuanto á ellos no alega
defensa el Almirante, porque no la tiene; y contienen en sí delito
de libelo famoso, porque aunque no se hayan divulgado en públi-
co, basta haberlos compuesto y retenido en sí el Almirante.
oDe las deposiciones de los testigos y de estos papeles y otros
que están en el proceso y se advirtieron á la vista, resulta muy
cierta y exuberante probanza de lo que contiene la acusación con-
tra el Almirante, y que el ánimo fué de ofender á la Majestad.!
Fué por mucho tiempo el proceso del Almirante de Ara-
gón el tema más favorito de las conversaciones en los círcu-
los y mentideros de la Corte, y así Cabrera de Córdoba da
en sus Relaciones continuas noticias de él por las grandes
alternativas y vicisitudes que tuvo.
«La sentencia que se dio (escribe en 4 de Julio de 1609)
en la causa del Almirante de Aragón nunca se ha publica-
rr, A. RODRÍGUEZ VILLA
do. aunque después ha habido dos juntas de los m.snr.os
jueces sobre la réplica que se ha hecho de arriba, y la ul-
tima ha sido el jueves de esta semana. Y se entiende que
la resolución que en ello se ha tomado, se ha enviado
á S M de quien se habrá de esperar la respuesta para
publicai'se, porque no se tiene por cierta la que se ha dicho
por las calles, de que le privaban de todas las gracias, ofi-
cios y mercedes, y la vida á disposición de S. M., y que
entre tanto estuviese preso donde fuese servido, atribuyen-
do á esto haberle estrechado un alcalde de prisión estos
dias pasados; pero no se puede creer sea tan rigurosa la
sentencia. Plegué á Dios sea muy diferente la que se es-
pera, pues los que han visto el proceso no pueden creerle con-
denen en pena alguna. ■> , , ■ j
Hasta el reputado cronista de Felipe II, Antonio de
Herrera, sufrió las consecuencias de ser amigo del Alnií-
vante pues fué reducido á prisión á fines del mes de Julio,
por entenderse con él y con algunos amigos de Milán «de
donde se ha sabido que avisaba algunas particularidades
que pudiera excusar, de que dicen está muy ofendido el
Duque de Lerma.» _
También fué preso en Septiembre del mismo ano Don
Luis de Castilla, con dos guardas, en casa de un alguacil,
alegando que no quería entregar ciertos papeles tocantes
al proceso del Almirante, siendo así que no ios tema. Apu-
raban sus émulos cuantos recursos les ofrecía su odio y
alta posición para poderle condenar; pero sus esfuerzos re-
sultaron vanos, porque en el proceso «no hay cosa ningu-
na probada (.), allende que el P.= Sebastian Hernández,
de la Compañía, ha declarado que hizo el Memorial y que
se le dio á S. M. en San Lorenzo, y muestra el borrador
de él- y otros dos de la Compañía que lo vieron escribir,
que ¡s el que atribuyen al dicho Almirante. Pero de los
papeles que se pusieron por las esquinas no hay ninguna
averiguación de quien los haya hecho, ni al P.= Sebastian
(O Cabrera, i?f/flc/0Hes. Septiembre de 1609.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 553
Hernández le han dicho cosa alguna por lo que ha decla-
rado.»
Seguía preso en San Torcaz D. Francisco sin que le hu-
biesen probado culpa grave alguna, tanto que se habló de
ponerle en libertad, ordenando que no se hablase más del
asunto; pero el Duque, su hermano, no se avino á esta
transacción, sino que pidió se viese por justicia }• recayese
sentencia sobre él para que no quedase con rastro alguno de
culpa, seguro, como estaba, de que no la tenía. Agotáronse
á principios del año 1610 las tuerzas físicas y morales del
Almirante de tal suerte, que cayó en grande melancolía y
enfermó de cuartanas, llegando los médicos á temer por
su salud, dada su avanzada edad y sufrimientos pasados.
Dejóse crecer la barba y el cabello, «de manera que hace
lástima á los que le han visto.» Mas lejos de apiadarse de
su deplorable estado, pretextando que podía comunicarse
con algunas personas, un alcalde, enviado por los jueces,
le cerró las ventanas y abrió unas saeteras y luces, lejos y
pocas, mudándole las guardas, «de manera que le han es-
trechado demasiado, y con la poca salud que tiene, podría
venirse á morir antes con esto.» Así vivió, sin embargo,
todavía el Almirante más de dos años, recluido en una mí-
sera y lóbrega estancia del destartalado castillo de San
Torcaz; buena prueba de su naturaleza vigorosa y robusta,
combatida por tantos y tantos trabajos y prisiones en su
larga y azarosa vida.
No cejaba el noble Duque del Infantado en su lucha des-
esperada contra los visibles verdugos, que no jueces, de
su hermano, y en procurar demostrar su inculpabilidad é
inocencia.
«Hase declarado (escribía Cabrera en Diciembre de
1610) el alcalde Silva de Torres, siendo juez de la causa
del Almirante por tan apasionado contra él, que el Duque
del Infantado, su hermano, ha dado muchas quejas, y por
satisfacerle le han enviado como juez de los bosques de
Aranjuez; y entre tanto le han puesto en visita, y se va
procediendo en ella por uno del Consejo Real, procurando
¿2^ A. RODRÍGUEZ VILLA
el del Infantado salga privado de ella. De cuyo suceso ve-
remos lo que se habrá probado contra él, que muchos juz-
aan que. le favorecen los Ministros principales de S. M., y se
dice que se acabará brevemente la causa del Almirante y
saldrá libre sin sentencia.» Y añadía en Enero de 1611:
«El alcalde Silva de Torres ha tratado como juez el ne-
gocio del Almirante con pasión tan declarada, que el Du-
que del Infantado ha hecho grande instancia para que le
visitasen y enviasen fuera de aquí, para que los testigos
declarasen contra él con libertad, lo cual se ha hecho así;
y estando en Aranjuez conociendo de cierto delito que se
había cometido, se ha ido procediendo en la visita contra
é\, y se le han averiguado tantas culpas, que han mandado
llevarle preso á una fortaleza, el cual ha enfermado grave-
mente, y por esto no le han sacado hasta ahora de Aran-
juez; pero entiéndese que saldrá muy maltratado de la
visita, porque se han declarado muchos émulos contra él.»
Juntáronse á principios de Febrero de 1611 los jueces
de este proceso en casa del Presidente de Castilla para
examinar la causa, en unión de los abogados y solicitado-
res del Almirante; «y estando la puerta de la sala cerrada,
llegó el Duque del Infantado y se entró sin esperar recado
del Presidente, el cual y los demás se maravillaron, di-
ciéndole por qué no los había prevenido, y les respondió
que no tenia necesidad de ello, sabiéndose que era nego-
cio de su hermano, cuyo solicitador había sido, y que iba
en él la honra de su linaje, y que bien se sabia el lugar
que allí tenia; y como no estaban sentados los jueces en
la forma que suelen en Palacio, sino en dos bancos, y en
la cabecera del uno estaba el Presidente y en la del otro
el más antiguo, hubo duda dónde seria su asiento, porque
si estuviera el Presidente en la cabecera de la mesa, to-
cábale el de la mano izquierda, y al juez más antiguo to-
caba el de la derecha; y así le puso el Presidente entre él
y el juez que estaba á su lado. Y el Fiscal dijo que no se
habia de pasar adelante en la vista del pleito estando pre-
sente el Duque, porque él no podía hablar con la libertad
D. FRANCISCO DE MENDOZA 555
que requeria su oficio, y se determinó dar cuenta de ello
á S. M., con que cesó la vista del pleito. El Duque se fué
á quejar á S. M. y al de Lerma, y el Presidente dio cuen-
ta de lo que habia pasado, y mandóse que el Duque se
hallase presente al pleito en el lugar que le habia dado el
Presidente; pero que dejase la espada á la puerta, porque
la otra vez habia entrado con ella, y no se permite á nin-
guna persona, de cualquier calidad que sea. Y otra vez
que se ha visto el negocio, dio á entender el Duque que
le habia tocado la gota en el pié, y entró afirmando la
mano en una cayadilla, por no dejar la espada á la puer-
ta; y así se continuará la vista hasta acabarse de ver el
pleito, de cuyo buen suceso todos se prometen buena es-
peranza, principalmente hallándose excluido el alcalde
Silva de Torres, que por la visita que le hacen está preso
en la fortaleza de Arévalo (0.»
Conviene tener presente, para la mejor inteligencia de
los móviles secretos que atizaron este proceso, que desde
que el Marqués de Mondéjar heredó por muerte de su tío
este Estado y le puso sobre ello pleito, como antes hemos
apuntado, el Almirante de Aragón, siempre aquél estuvo
mal con ti Duque del Infantado; y como D. Rodrigo Cal-
derón favoreció siempre, según manifiesta Cabrera de Cór-
doba, al Marqués por el deudo que la Marquesa tenía con
su mujer, procuró darles disgusto en el asunto del Almi-
rante. Mas después el Duque de Lerma intervino en esta
discordia y los reconcilió, ayudando esto no poco al buen
éxito del proceso de D. Francisco, si bien el Calderón es-
trechaba solapadamente á los jueces para que procedieran
con todo rigor. De tal suerte, que si bien á principios de
Junio de 1611 votaron aquéllos en el pro¿;eso, debatiendo
antes nueve horas consecutivas y pasando la resolución á
consulta de S. M., fué de orden de ellos un alcalde á San
(i) Murió este digno secuaz del luego ignominiosamente de-
capitado D. Rodrigo Calderón, desterrado en Puente del Arzobis-
po en Agosto de iGr2.
--5 A- RODRÍGUEZ VILLA
Torcaz á estrechar más y más la prisión del Almirante,
quitándole los criados, dejándole sólo uno, y poniendo
maderos delante de las rejas de las ventanas para que no se
pudiese escapar.
Y cuando se esperaba la publicación de la sentencia, y
con ella la libertad de D. Francisco, de sus criados y ami-
gos, se dispuso que los criados presos, á los que se había
dado tormento, del que resultaron asaz maltratados, sa-
liesen lejos de U Corte quince leguas por lo menos y no
volviesen 'á ella sin licencia de S. M., jurando no decir la
causa de su prisión; al insigne cronista Antonio de Herre-
ra mandaron salir asimismo lejos de la Corte otras quince
leguas, y no volver á ella sin voluntad expresa de S M_.,
so pena de perdimiento de bienes y ser desterrado del rei-
no- á D. Luis de Castilla dieron su casa por cárcel, con
esperanza de ir á su iglesia un día de éstos; y respecto del
Almirante, ordenaron sus jueces le fuesen quitadas las
guardas, dejándole un caballero que estuviese con el, con
expreso mandato de dejar andar al preso por toda la for-
taleza de San Torcaz y salir si quisiere por la villa Esta
última parte de la sentencia quedó incumphmentada to-
davía por algún tiempo, continuando D. Francisco custo-
diado por el alcaide y seis guardas, á causa de que el ca-
ballero que nombraron para guardarle no quiso aceptar el
Dio orden el Duque de Lerma, dirigida al Presidente
del Consejo, fechada á 29 de Octubre de 1611. de llevar
al Almirante á la fortaleza de Coca, en Castilla la Vieja,
<,por haber sabido S. M. que no está bueno; y por estar
maltratada fué delante, para efectuar en ella las necesa-
rias obras de reijaración, D. García de Cotes, caballero de
Olmedo, nombrado para tener en guarda á D. Francisco
en unión de otros tres guardas menores, permitiéndole an-
dar en su compañía por toda la fortaleza;» medida huma-
nitaria, que se debió sin duda á haber salido por aquel
tiempo de España, con una comisión para Flandes el en-
carnizado enemigo del Almirante, D. Rodrigo Calderón.
n. FRANCISCO DE MENDOZA 557
Un fausto suceso vino por entonces á demostrar palpa-
blemente una vez más las vivas simpatías que D. Fran-
cisco de Mendoza tenía en la Corte entre las almas nobles,
justas y generosas, atemorizadas largo tiempo hacía por
las iras y rencores de algunos de los más influyentes Mi-
nistros. AI firmar la Infanta Doña Ana de Austria las es-
crituras de su capitulación matrimonial con el Rey de
Francia Luis XIII, solicitó tan ahincadamente de su pa-
dre, Felipe III, la gracia de que mejorase la situación del
Almirante de Aragón y le perdonase sus faltas,- que no se
la pudo negar; y en su consecuencia, dispuso el Monarca
que se remitiese la causa de D. Francisco al Consejo de
las Órdenes, llevándole al Convento de Calatrava con sólo
pleito homenaje de no salir de él sin licencia de S. M. Mas
estando para llevarle á aquella residencia, se le agravó
«cierta enfermedad de orinar sangre; y dicen los médicos
que tiene peligro de morirse si le llevan algunas leguas de
San Torcaz, donde ha estado hasta ahora, y así se ha con-
sultado con S. M. mande quede en algún lugar allí cerca, y
se entiende que lo concederá. El cual dicen ha dejado cre-
cer la barba hasta la cintura, y los cabellos le caen sobre
las espaldas. Es de edad de setenta y tres' años, y querían
pagase las costas de guardas que ha tenido antes de salir
de allí, que montan más de 12.000 ducados; y como S. M.
le tiene embargada toda su hacienda, se ha mandado co-
bren de ella, y se tiene por acabado ya este negocio (0.»
Dado este primer paso en beneficio del Almirante, si-
guiéronse pronto otros con el apoyo de tan egregia Prince-
sa en el mismo sentido, mandando S. M. le sacasen con el
mayor cuidado de San Torcaz, para que no empeorase en
su grave dolencia, y le llevasen al Monasterio de San Bar-
tolomé de Lupiana, para vivir allí con toda libertad, dis-
poniendo al mismo tiempo el Rey que por su cuenta se
pagasen los 8.000 ducados que se debían á los guardas y le
restituyesen la hacienda que tenía embargada. Y todavía,
(i) Cabrera, Relaciones, 22 de Septiembre de 1612.
g A. RODRÍGUEZ VILLA.
poco antes de partirse para Francia la Reina Dona Ana
el Rey dio licencia al Almirante para pasar de San Hartó-
me de Lupiana. donde estaba, á San Francisco d
Oradalajara. «donde esté sin pleito homenaje para sahr, s.
^ui ir por la ciudad,» con .ueio^osse UnaUgraio ,ene-
iXency el Marqués de Mondéjar se partió luego con la
nu va para llevársela, y en este negocio nunca se ha cla^o
::::i porgue se remitió al Consejo de Or enes y no
les ha querido dar el proceso para sentenciarlo y se puede
c eer se quedará sin hacerse más diligencia en el (0.
Tsí acabó este célebre proceso, maquinado por el odio
el fencor y la venganza de aquellos venales Ministros W
He Felipe III que tan desastroso fin tuvieron anos des-
que? n qu di él resultara cargo alguno grave contra el
rimirante'de Aragón, y disipado y desvanecido a la pos-
tre por el generoso, espontáneo y magnánimo '"'P"'^^ j^
una Ínfanfa de España y Reina de Franca, de glonosa
memoria.
!:! SrRJrS:c:i:e;ínescHhe Quevedo en sus Gr.n.es
(2) De ^:^°^'f .Escogió por oficio el acusar los virtuosos,
""'"fe^í'Tc o Ubr6 l! afrece„tan,ientos de su codicia; y en-
-r:rcH:r.''Vienp^ocu..is..a.con^^^^^^^
,„, . ^-^^¡xsz:;¡x:::rix^^ y pa^a es.
rvIirdTsütrTrsfalcalde ,ue él hi.o . .edida de sus
^^:;t-™.^í;..^^^^^^
T " ^"fiLTJ e^eÍo n se «dos An.les, que «cuando la ino-
ZSnt^^rZtUo. para respira, (ahogada en.e S. va
cencía ae ^ ,■ s ^^ i^vo otro amparo m supo hallar otro
neroso.
o. FRANCISCO DE MENDOZA
559
VIII
Después de cinco años de horrible é injusta prisión, aba-
tido el cuerpo por gravísimos males, el peso de los años y
las fatigas de la guerra, y afligida el alma por tantas amar-
guras, tantas esperanzas disipadas, tantas prisiones y con-
tratiempos sufridos, no vaciló un momento D. Francisco
de Mendoza en el empleo que había de dar á los cortos
años que, según él, le quedaban de vida. Decidió consa-
grarlos á Dios, y para hacerlo de la manera más perfecta
posible, ordenarse de sacerdote. Para ello, y para dejar
arreglados sus negocios y prevenido y arreglado el pago de
sus deudas, elevó al Rey la siguiente representación el
mismo año que recobró su libertad:
tLo que el Almirante de Aragón desea es ordenarse de Missa
para vivir más retirado, pues su edad y los achaques con que se
halla no le dan lugar para hacer elección de vida más estrecha y
para esto desea licencia grata de S. M., así por e! estado de sus co-
sas como por ser caballero propheso de la Orden de Calatrava
))Y porque ordenándose pierde el Mayorazgo de su padre que
posee, y la acción que tiene al del Baylío de Lora su hermano', que
sunque es caso que placiendo á Dios no sucederá en sus dias, pue-
de suceder.
.Y para lo que toca á la Orden, há menester licencia de S. M.
por el Consejo de las Ordenes para mudar estado.
«Ypara lo temporal há menester facultad de S. M. por el Con-
sejo de la Cámara para gozar por sus dias de los dichos mayo-
razgos. ^
•>Y porque esto y su encomienda há algunos años que está apli-
cado para la paga de sus deudas, y es mucho lo que falta por pa-
gar dellas, porque sólo á los Duques del Infantado, sus hermanos
'^"^^ (') «^ "^ás, sin lo que debe á otros particulares, que e¡
mucho, y lo que le ha detenido para no mudar estado muchos
anos há, y no le queda en este mundo con que poder vivir sino la
(i) En blanco en el original.
^5o A. RODRÍGUEZ VILLA
merced de los 8.000 ducados de renta que S. M. ie hizo por lo que
1, sirvió en los Estados de Flandes, Alemania, Polon.a y Francia,
V atento á que pasa de sese.Uay siete años, conforme a lo cual es
poco lo que puede vivir, desea que para sustentarse mientras vi-
viere V para pairar con los dichos 8.000 ducados sus deudas, S M.
se sirva de prorrogarle la dicha merced por otras dos o tres vidas,
con que su alma pueda ser descargada. Y porque la renta de la co^
chinilla que se saca destos reinos, en que tiene consignado el dicho
Lo es muy incierta, y algunos ai^os no cabe en ella este , uro y
To; hay lincas (1), deLa que S. M. se sirva de darle Cedu a para
que los años que sobrare se le pague lo que no hubiere cabido los
otros años que falta, sin que para esto tenga necesidad de recurrir
al Consejo de la Hacienda.
.Ítem que S. M. se sirva de mandar que se le libre y pagúelo que
se le debe de lo recargado del dicho juro por lo que no ha cavido
los años atrás hasta fin deste año de mili y seiscientos y catorce,
«ítem que S. M. se sirva de mandar que se le pague lo que ha
corrido de los gajes de Mayordomo del Rey nuestro Señor, que
haya gloria, de que conforme á su testamento ha de gozar por sus
dias ó hasta tanto que se le haga otra merced equivalente de los
cuales no ha cobrado ninguna cosa, aunque lo ha suplicado algti-
nas veces después que vino de Flandes á España, ó de hacerle a -
.una merced equivalente en recompensa de los dichos gajes y de
To que dellos hubiere corrido hasta que se le haga la dicha merced
para que cessen, porque los corridos serán más de doce o quinze
mil ducados. , , , 1 ^„^a
.En todo lo cual suplica á S. M. se sirva de hacerle la merced
que espera de su christiandad, grandeza y clemencia para que el
Almirante pueda vivir con alguna quietud en este postrero tercio
de la vida que está ya tan adelante, sin el cuidado de su sustento y
de la paga de sus deudas, que le han tenido y tienen tan trabaja-
do é impedido hasta aquí, y él se pueda entregar a Nuestro Señor
más de veras sin estos impedimentos y servir a S. M de capellán,
va que le han faltado la salud y las fuerzas para poderle servir en
otro ministerio, moviéndose S. M. á hacer lo que se le suplica solo
por el amor y servicio de Nro. Sr. y por dar ahvio y descanso a un
hombre que le ha servido tanto y tan grandes trabajos ha padeci-
do en la guerra por su servicio, y se halla tan necesitado que sin
la merced y favor de S. M. no puede tener alivio ni conseguir el
fin del deseo intenso que tiene de ordenarse para vivir retirado y
disponerse para morir, pues naturalmente no puede dejar de ser
muy presto.»
(i) {Sic.J Acaío por fallas.
n. FRANCISCO DE MENDOZA 5^1
También, olvidando no lejanos agravios, escribió al Du-
que de Lerma en términos tan afectuosos como los si-
guientes:
«La merced que el Rey ntro. Señor se ha servido de ha-
cerme, he estimado en más de lo que sabré decir á V. E.,
pues me ha honrado con su gracia y dado fin á mis traba-
jos con la libertad, que son las cosas que maj'or contento
pudieran darme.. .. Sé que vS. M. se ha servido de hacer-
me esta merced mediante el favor que V. E. me ha hecho
para alcanzarla de quien yo la he esperado siempre
i)La mia (salud) es buena, á Dios gracias, y la mudan-
za del tiempo me ha estorbado el comenzar á gozar de la
libertad, deseando que el principio della sean las estacio-
nes de Ntra. Sra. de Sopetran y de la Sazeda, donde su-
plicaré á Nro. Sr. guarde á V. E.,« etc.
Concedido por el Rey el permiso que D. Francisco so-
licitaba para ordenarse; arreglados mediante escrituras
y contratos sus asuntos económicos para el pago de sus
cuantiosas deudas; satisfechas algunas con una importan-
te suma que por atrasos de sus cargos en Flandes le remi-
tió el Archiduque, y hechos los necesarios preparativos
que exigía el cambio de estado, recibió la Orden sacerdo-
tal á mediados del año 1617, firmando los documentos en
adelante con los títulos de Presbítero-Aliiiiraute, que en
realidad de verdad no hacen el mejor maridaje.
Si en los tiempos de sus prolongadas y rigurosas pri-
siones fué la lectura de libros sagrados y profanos el ma-
yor consuelo de su espíritu y el único alivio y pasatiempo
de su tristísima soledad, afición que conservó siempre des-
de sus juveniles años, ahora, libre de todo otro cuidado,
se entregó por completo al estudio de la historia sagrada
y profana, aprovechando además de su librería la selecta
de su hermano el Duque del Infantado. Y que esta rama
de la ciencia, y en especial la genealogía, era su predilec-
ta y en la que se hallaba sólidamente impuesto, nos lo
revelan sus relaciones y amistades con algunos de los más
eminentes historiógrafos de su tiempo, como Antonio de
II 36
r62 A. RODRÍGUEZ VILLA
Henera, Cabrera de Córdoba, López de Haro, Luis de
Castilla, Baltasar Porreño y muchos otros, que le citan
con encomio y aplauso.
De lamentar es que no se hayan conservado sus traba-
jos históricos y genealógicos, pues á juzgar por uno que,
según él mismo asegura, «compuse en el tiempo de mi
última y larga prisión, por no estar ocioso en ocasión de
tanta soledad,» y que ha llegado felizmente hasta nos-
otros, tenía verdaderas dotes de erudición y crítica his-
tórica.
Titúlase Augustíssima Genealogía de Jesu Christo nues-
tro señor, según su sacratísima humanidad, sacada literal-
mente de los Evangelios de San Matheo y San Lucas y com-
probada con las historias de los libros sagrados del testamento
viejo. Por Don Francisco de Mcndoca, presbítero, Gran Al-
mirante de Aragón, marques de Guadaleste, comendador de
Valdepeñas de la Orden de Calatrava, de los Consejos de Es-
tado y Guerra de los Reyes CatJwlicos Don Phelippe el se-
gundo y el tercero en los Estados de Flandes.
Consérvase esta veneranda reliquia en la sala de Manus-
critos de nuestra Biblioteca Nacional (0. Después de la
portada arriba transcrita, siguen un árbol genealógico de
Nuestro Señor Jesucristo; la comprobación de este árbol
con los libros del Testamento viejo y nuevo; y para su
mejor inteligencia, se citan los Santos Padres y escritores
eclesiásticos antiguos y modernos, con tal orden y méto-
do, que asombra su profunda erudición. A continuación
está el prólogo, y en la pág. 20 empieza la obra, enu-
merando desde la pág. iSg una serie de cincuenta y seis
Dudas teológicas, á las que siguen las Opiniones. En la
pág. 504 comienza la Theorica de la serie y succesion de los
Pontífices de la ley escrita; en la pág. 602, el Origen de los
sacerdotes y levitas de la ley escrita y serte de los Pontífices
(i) Signatura y-325. Un abultado volumen en 4.° primorosa-
mente escrito, de letra del primer tercio del siglo xvii, y que in-
dudablemente es el original.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 563
del Santo Templo de jfenisaleiii, con sus correspondientes
árboles genealógicos, á que acompaña el Cálculo particu-
lar de los tiempos, terminando la obra con una copiosa y
bien dispuesta Tabla de las co^as memorables y más dignas
de advertencia que se contienen en esta obr¿i de la Aiigustíssi-
■ma Genealogía de jfesu Christo nuestro señor.
Cuando en 1622 Felipe IV le propuso para la Sede
episcopal de Sigüenza, pidió D. Francisco al Consejo de
•Castilla que examinasen é informasen sobre este libro ei
Rector y Claustro de la Universidad de Alcalá, escribien-
do á tan docta Corporación con este motivo una intere-
santísima carta autobiográfica, que hemos ya utilizado en
parte para este trabajo, y que respecto de esta obra suya y
de otros actos de su vida dice asi:
«Entendido he que el Duque del Infantado, mi hermano, ha en-
viado á V. S., remitido por el Consejo, un libro que yo compuse en
el tiempo de mi última y larga prisión, por no estar ocioso en oca-
sión de tanta soledad; y aunque salido della le comuniqué con al-
gunas personas doctas para que le censurasen, habiéndome dicho
que no hallaban en él cosa en que poder reparar y aftrmádome
que podría sacarle á luz sin peligro y con algún provecho general,
por ser materia de que han tratado pocos, y los que lo han hecho,
no haber apurado las dificultades que en él se tratan ni satisfecho
al común deseo de los que han reparado en la variedad de las his-
torias evangélicas de San Mateo y de San Lucas, en que parece
que hay tanta diferencia en los nombres y en el niimero de las
generaciones que cada uno dellos refiere tratando de la genealo-
gía de Jesuchristo nuestro Señor, y de la Virgen Santísima, nues-
tra Señora; y aunque yo me he recatado y dudado en hacerlo
después que acabé este libro por algunos respectos, y no habién-
dole compuesto con fin de comunicarle más que á algunos fami-
liares y amigos, vencido de su persuasión, le presenté en el Con-
sejo, suplicándole le mandase remitir á los señores Rector y Claus-
tro de esa insigne Universidad para que le censurase y corrigiese;
y si juzgase que podia ser el sacarle á luz de algún seivicio de
Nuestro Señor, se pudiese publicar y imprimir con más seguridad,
estando muy cierto que esa insigne Universidad, como madre pia-
dosa, me hará la merced que hubiere lugar en aprobarle ó en ad-
vertirme que le suprima, sí juzgareque en pjblicarle puede haber
algún inconveniente, porque en lo uno ó en lo otro obedeceré á
g. A. RODRÍGUEZ VILLA
V. S. con ánir.0 r.uy i.ual y quieto. ''-q"^"Y";,7J;^^';;
sido abonar mi traba,o, sino hacer algún serv.co a Nuestro benor
'trifnÍo yo muy descuidado de que en esto podria haber
podria yo tomar para salir de ' ^J^^^f ^„ ^X a" ere^lsfe
otro me ha puesto, juzgue que ólo V S me po ^^.
conflicto para no resisfr á la voluntad de b. ^- "" "1%¿^^^^ ^^
cosa oue, considerada m. profesión publica, pudiese enlazar
'°:Í;:r;;;vt pí::;a^::Í;M".ar destas, . propondreco.
.odairan^a y puntualidad el hecho verdadero del discurso de m.
vida y de mis ocupaciones.»
Después de referir cómo hizo sus primeros estudios en
la Universidad de Alcalá, pasando luego á la de Salaman-
ca, según ya expusimos; los servicios que con su padre
prestó en la guerra de Granada, en Valencia y en Napo
les, y cómo Felipe II le eligió para acompanai á Flande^
al Archiduque Alberto, prosigue así:
.Sena cosa larga referir á V. S. la variedad de -^^^-^¡^'¿"^
ticas y seculares que allí (en Flandes) se ofrece, on. fue. a de los
ego ios de la güira y de la paz que pasaron por -- "^ "
los Estados bajos, siendo yo de los Consejos de Guena y-Estado-
ie aque las provincias y Capitán general de la Caballería ligera -y
Gob-ador'de, exércúo en ausencia d^' Archiduque, gobernan o
tanta gente y de tan varias naciones y condiciones en que no-
p'den faltar calumnias; y de ,as ,ue á mí me «P-'-- -¿;
año de ,t03, demaneía que no sólo fui dado por Ubre dellas, pero-
me hizo S. M. merced de los S.coo ducados de renta que he refe-
rido Y si esto y tres embajadas que hice con negocios gravísimo.
I a Corte del Emperador y otra á la Corte del Rey de Po on.a y
dosá laCortedelReyEnricolVde ^""- ^f"^" '"' ^ ^^J^'
clusion de la paz, y tan largas prisiones en que he ^'^-^^'^J^¡¡'=1
dad de la compañía de los libros para no congojarme en ellas, ca
D. FRANCISCO L>lí MENDOZA 565
■que los sagrados y los de los santos me alentaron y ocuparon tan-
to, que puedo confesar á V. S., hablando candidamente, que llegó
primero la libertad que el deseo de salir de aquella soledad, y en-
tre los demás prisioneros me fué dulce el trabajo de la de Holan-
da, donde se me ofrecieron varias y grandes ocasiones de servir á
Nuestro Señor y hacer confesiones públicas de la fee, con notable
confusión de los herejes, con que los obligué á que me diesen li-
bertad, aunque echaban de ver que podia estarles mal, como po-
cos dias después de habérmela dado lo experimentaron.
»Y si todo esto puede calificarme para el gobierno de la iglesia
y obispado de Sigüenza, dejo á la prudente consideración de V. S.,
de quien espero recibir toda la merced que hubiere lugar, asegu-
rando que con menor aprobación que la de V. S. no me atreveré
á aceptar ninguna cosa ni seré desagradecido á esa Universidad,
procurando servirla en general, y en particular al insigne claustro
•della y á cada uno de los que en él concurren, con la puntualidad
-que me obliga el respeto de madre piadosa y la obligación precisa
de los hombres de mi profesión y calidad; y aunque recatándome
de la prolixidad, dudaba de decir á V. S. servicios particulares he-
chos por mí á Nuestro Señor y á su Iglesia, rio me ha parecido
que debo callar el que hice en Alemania, pidiéndome el Empera-
dor Ferdinando, que de presente vive, parecer en un negocio gra-
vísimo que le tenia muy congojado, porque cumpliéndose enton-
ces el tiempo de sus tutorías, que no era más que Archiduque de
Stiria,Carinthia y Carniola, y de la parte de Dalmacia y Croacia que
confina con el Turco; y no queriéndole entregar los Estados los que
tenian el gobierno dellos, en que habia muchos herejes, si no les
concedía libertad de conciencia, y representándole muchos de su?
consejeros los peligros grandes de perder los Estados que se les
ofrecían, no concediéndoles la libertad de conciencia, yo le acon-
sejé que no lo hiciese, porque no solamente no habia inconve-
nientes en ello, pero muy grandes comodidades en negárselo,
porque si haciéndolo así le entregaban sus Estados, seria el más
glorioso Príncipe catbólico de Alemania, y podria esperar de Nues-
tro Señor mayores grandezas; y si no se los daban y se entregaban
al Turco y á otros Príncipes herejes circunvecinos, menor incon-
veniente era éste que ofender á Nuestro Señor cooperando con los
herejes, y para ninguna cosa vallan tanto los Estados como para
perderlos ofreciéndolos á Nuestro Señor por no ofenderle; y si
tras desto y por esta causa le quitaban la vida, mayor dignidad
era ser mártir que Archiduque ni Emperador: quanto más que
haciendo S. A. esta ofrenda á Nuestro Señor de sus Estados y de
su persona, tendría poca fee quien no esperase mayores mercedes
■en lo espiritual y temporal que lo que importaban los Estados que
^66 A. RODRÍGUEZ VILLA
entonces le pertenecían. Con que el Archiduque se animó y alentó
tanto, que me dio la palabra de aventurar los Estados y la vida y
darlo todo antes que conceder la libertad de conciencia; y llegada
la Dieta, resistió con tanta christiandad, valor y fortaleza á la pe-
tición de sus vasallos y parecer de algunos de sus malos conseje-
ros y simulados cathólicos, siendo herejes, que todos se le rindie-
ron y le dieron la posesión de sus Estados; de que el Archiduque
Ferdinando me escribió las gracias por el consejo que le había
dado, y >o le respondí que fiase de Dios Nuestro Señor, que en
esta vida y en la eterna le daria el premio, como se le ha dado,^
pues siendo hijo del menor de los Archiduques, le ha dado su,
Divina Majestad los Estados de todos los demás y el Imperio de
que de presente goza con las grandes victorias que Nuestro Señor
le ha dado contra los herejes del reino de Bohemia y los Estados
de Moravia y Silesia, que son adyacentes á él, y todos se le han
sujetado; y dejo otros (ejemplos) por no caer en el inconveniente
que he referido.
iNuestro Señor guarde á V. S. cerno deseo, etc.
Fecha á 21 de Marzo (1).»
(1) Este curioso documento está escrito en borrador, con mu-
chas enmiendas y correcciones. Entre ellas hay un largo párrafo-
ligeramente tachado, que por contener notables variantes y noti-
cias no reproducidas en el correspondiente que después rehizo,
reproduzco aquí íntegro, aun á trueque de algunas repeticiones:
oY habiendo tenido mi padre necesidad de mi persona para su
servicio y descanso, me sacó de aquella Universidad (la de Sala-
manca); y aunque con esto se interrumpieron mis esludios, cor»
la afición que habia cobrado á ellos, siempre los continué, exer-
citándome en la lección de diversos autores y philósofos naturales^
y morales y historiadores eclesiásticos y profanos, y particular-
mente en la Sagrada Escriptura del Testamento viejo y nuevo,
que son las fuentes de la verdadera sabiduría, á que me persuadió
vino de mis maestros, que fué insigne hombre en letras divinas y
humanas, dándome documentos para entenderlas, leyéndolas con.
humildad para sacar provecho dellas; y teniendo esto muy en la
memoria, y topando con algunos autores que trataban de la ge-
nealogía de Jesuchristo Nuestro Señor, según su sagrada humani-
dad, y no satisfaciéndome con su doctrina de las dudas que se me
círecian, y vi disputar á diferentes personas, aunque por la pro-
fesión que habia hecho del hábito militar tuve inclinación á ocu-
par el tiempo que he dicho en esto, viendo la necesidad que la-
disciplina militar tiene de alguna teórica para exercitarse con más.
D, FRANCISCO DE MENDOZA 567
La contestación del Claustro de la Universidad de Al-
calá á la instancia del Presbítero-Almirante sobre su ex-
presado libro, fué que por él merecía el grado de Doc-
tor y de Maestro. El P. Gaspar Sánchez, de la Compa-
ñía de Jesús, eruditísimo escritor, pondera en sus Co-
mentarios sobre las actas de los Apóstoles la dificultad de la
materia que constituye la obra de Mendoza y la extrema
lucidez con que desempeñó su trabajo. El afamado genea-
logista López de Haro, trazando en el tomo I de su Nobi-
liario el plan de su obra tocante á sucesiones, cita con sin-
facilidad y utilidad que comunmente se hace, en que algunos au-
tores y soldados han puesto la mano, y unos por falta de expe-
riencia y otros por falta de método, no han ilustrado tanto esta
arte tan necesaria para procurar la paz, que es el fin para que
Nuestro Señor permitió el uso de la guerra en todas las edades en
el tiempo de la religión y ley evangélica, que es toda paz y verda-
dera caridad y quietud fraternal; y pareciéndome que cuando yo
acertase á escribir bien en esto podría ser de algún daño para la
christiandad, aprovechándose deste trabajo los enemigos de ella,
me resolví á dejar este cuidado y ponerle en disponer lo que toca
á la genealogía de Jesuchristo Nuestro Señor, según su sagrada
humanidad, de manera que se 'conociese con claridad la conso-
nancia de las historias de los Evangelios de San Mateo y de San
Lucas entre sí mismos y con las historias sagradas del Testamento
viejo, que es el intento principal del libro que el Consejo ha re-
mitido á V. S. á instancia mia, que, como he dicho, trabajé en él
con sólo un fin, sin entender que podria tener otro, y ahora ha
permitido Nuestro Señor que sirva para dos, que uno es el que he
referido, y el otro para satisfacerme yo con el parecer de V. S. de
las dificultades que se me ofrecen en aceptar la merced que el Rey
ha dado intención de hacerme de ocupar mi persona en el gobier-
no de la Sama iglesia de Sigüenza, porque si deste trabajo resul-
tare el juzgar V. S* que puedo encargarme desto, yo pueda asegu-
rar mi conciencia y obedecer al Rey en lo que cerca desto me
mandare, ó excusarme con la diferencia de la profesión que hice
dende que salí de esa Universidad y de la de Salamanca hasta que
me alcanzó mi última prisión, que duró dende el principio dellas
doce años y hasta el dia que besé la mano al Rey Don Phelipe
nro. Señor, que santa gloria aya, cuando en esa villa de Alcalá se
hizo la dedicación de la iglesia del Colegio de la Compañía de Je-
sús, de que yo soy patrón. Y aunque es cosa dura haber de tratar
c(38 A. RODRÍaUEZ VILLA
guiar elogio la Atigustíssima Genealogía de Jesucristo, «de
cuya descendencia, dice, tiene hecho el valeroso caballero
y singular varón D. Francisco de Mendoza, Almirante de
Aragón, un árbol, el más famoso que hasta nuestros tiem-
pos se ha visto; obra que manifiesta bien su grande inge-
nio, santidad y letras llenas de devoción que tiene con la
Sacratísima Virgen, de quien ha recibido y recibe particu-
lares favores en sus largos y continuos trabajos.» Y en el
mismo volumen escribe este autor, tratando de los Aíar-
queses de Mondéjar, que D. Francisco fué «uno de los ca-
de cosas mías y dificultoso el hacerlo sin algún peligro de jactan-
cia no pudiéndolo excusar para que V. S. pueda hacer mejor jui-
cio sobre esta causa, con toda sinceridad y verdad me ha parecido
decir á V. S. lo que en esto se me ofrece en pro y en contra desta
materia, no faltando exemplos de santos que en algunas ocasiones
han hablado de sí para mayor servicio de Nuestro Señor que para
jactancia suya.
«Mis estudios tuvieron el principio que he referido, gastando en
dios el tiempo de mi vida dende los siete años della hasta el de
veinte que los interrumpí; y en las prisiones, que han sido largas,
he vuelto á renovar algunos y á trabajar en otros dende el ano de
noventa, que estuve detenido por el negocio del casamiento del
Duque de Alba en la fortaleza de Turuégano y en el Sacro Con-
vento de Calatrava dos años ó algo más; y en Holanda, donde fui
prisionero de los herejes, otros veintitrés meses por la defensa de
la fee y servicio del Rey nro. Señor, para librar la persona del se-
renísimo Archiduque Alberto, que tanto importaba para la con-
servación de la fee en los Estados obedientes y para la reducción
de los rebeldes al gremio y obediencia de la Santa Iglesia Caih.
App Romana y la de su Príncipe y Señor natural, donde se me
ofrecieron diversas ocasiones de hacer pública confesión de la fee,
con gran peligro de la vida y contento, deseando por aquel cami-
no confundir y persuadir los herejes á su conversión y encaminar
la paz particularmente una noche que el Conde Mauricio, delan-
te de mucha gente, comenzó á blasfemar de las personas y gobier-
no de los Papas, y con tanta audacia, que se atrevió á preguntar-
me qué me parecía á mí dello, á que le respondí con mayor h-
bertad y audacia que sí yo me hallara con ella, y él y los demás
fueran prisioneros; de que él y los demás herejes y subditos suyos
que se hallaron presentes se admiraron mucho, y sin interrum-
pirme en gran rato que estuve diciéndoles... .»
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5^9
balleros más generales en todo género de letras que se ha
conocido en estos tiempos, 1) habiendo sido muy estimado
en Flandes, donde fué del Consejo de Estado, y el primer
español que gozó de este honorífico titulo; y al cabo de al-
gunos años de viudez «acordó de pasar á mayores estados
para poder mejor servir á Dios en ellos: se ha hecho clé-
rigo, en cuyo hábito le vemos adornado de raras virtudes,
sirviendo á Dios con grandes exemplos de christiandad y
á su bendita Madre, que siempre en todos sus aconteci-
mientos ha tenido y tiene por abogada.»
Nicolás Antonio le dedica un artículo en su Bihliotheca
Nova, calificándole de «nobilitate vir et dignitate simulque
doctrina commendatissimus,» citando entre sus obras la
De genealogía Virginis Deiparce y la Relación de sus em-
bajadas á Alemania y á Polonia, publicada primeramente
en latín en Bruselas en 1598, y después en castellano en
el mismo año.
El licenciado Baltasar Porreño, en su Discurso de la
vida y martirio de la gloriosa virgen y martyr santa Libra-
da, española y patraña de la Iglesia y Obispado de Si-
guenca (O, trae una breve reseña de la vida del Almirante
como Obispo de aquella Sede, y copia el elogio que de
las victorias suyas en Flandes hizo Lorenzo Beyerlinck,
canónigo de Amberes, en la Historia de las cosas sucedi-
das de 1572 á 1611. Y añade el siguiente curioso dato:
«Yo le dediqué la vida del gran Cardenal de España Don
Pedro González de Mendoza, su tio, Arzobispo de To-
ledo y Obispo de Sigüenza juntamente; y con su muerte
carecí de premio y se perdió mi libro, que lo habia bien
trabajado.»
Consagrado á sus devociones y al estudio, vivía tranqui-
lamente el Presbítero- Almirante, cuando al subir al trono
D. F'elipe IV fué uno de sus primeros actos proponerle
para la Silla episcopal de Sigüenza en premio de sus gran-
des méritos y como recompensa á la inicua persecución y
(i) Cuenca, 1629.
57° A. RODRÍGUEZ VILLA
cuasi martirio que sufrió en el anterior reinado. Entonces
fué cuando dirigió á la Universidad complutense la carta
autobiográfica que dejamos transcrita. Consagróle en la
panoquia de San Andrés de esta villa D. Andrés Pache-
co, Inquisidor general, el año 1622; y estando de par-
tida para su iglesia, «á la cual, dice Porreño, habia cobra-
do grande afición y singular piedad y devoción á la virgen
Santa Librada, cuyo sepulcro tenia ánimo de adornar y
enriquecer con su mucha potencia,» murió en Madrid el
día i.° de Marzo de i523, que fué Miércoles de Ceniza.
Mandó se le diese sepultura en el Colegio de la Com-
pañía de Jesús de Alcalá de Henares, como lo ejecutó el
Doctor Villegas, Gobernador del Arzobispado de Tole-
do por el Infante D. Fernando de Austria; y asimismo
dispuso se entregasen á este Colegio de su peculio 6.000
ducados, encargando al P. Francisco Robledillo, su Rec-
tor, que emplease su renta en beneficio de la casa y
templo.
Al terminar el relato de los sucesos, más infortunados
que prósperos, de nuestro personaje, viénesenos de impro-
viso á las mientes la vida del famoso y quimérico hidalgo
manchego (con quien hasta en lo físico tiene notable pa-
recido), que por el mismo tiempo que aquéllos ocurrían tra-
zaba el inmortal Cervantes. Porque si el uno por meterse
á enderezar entuertos y desfacer agravios sufrió tantas y
tan lastimosas desventuras, el otro, por enredarse con te-
naz porfía en multiplicados y ruidosos pleitos, combatir
con desmedido arrojo á los enemigos de su patria, compla-
cer el fugaz capricho de una dama y acometer otras teme-
rarias empresas, se vio una y otra vez largo tiempo encar-
celado, reducido á la miseria, acosado de graves dolencias
y desairado en el más crítico instante por la señora de sus
pensamientos. Si el uno recobró al fin en sus últimos días
la extraviada razón, y dejándose de aventuras y encanta-
mientos se entregó en cuerpo y en alma en manos de su
ama y del cura, el otro, después de tan azarosa y agitada
vida, se entró en las postrimerías de ella totalmente des-
n. FRANCISCO DE MENDOZA 571
engañado y arrepentido, como el andante caballero, por
las amorosas y sosegadas puertas de la Iglesia, renuncian-
do á sus encumbrados y mundanales propósitos y reci-
biendo la corona de sacerdote á trueque de la ducal de
Veragua y de otros pomposos títulos civiles, militares y
nobiliarios.
e-2 A. RODRÍGUEZ VILLA.
APÉNDICE
DOCUMENTOS
1
El Almirante de Aragón á su hermano D. Juan
de Mendoza (O.
En otra respondo á vra. carta de 1 6 de Abril, y en esta sólo
satisfaré al folio que venia en ella de vuestra mano.— Yo he
considerado con la mayor atención que he podido el negocio
que me escrevís, y demás de pareceres á vos, á Don Enrique,
al Prior y á los demás que desean mi descanso, que me con-
viene y que nos está bien á todos, que es para mí mayor moti-
vo que mi descanso, prosupuesto que yo me hallo en estado
respecto de mis deudas que es justo no dexar de hacer ningu-
na diligencia lícita para salir dellas, aunque sea contraria á lo
que yo tenia por gusto, que era estarme solo y no mudar esta-
do; y que como me lo representáis con hacerlo se podría res-
taurar el daño de mis fiadores y amigos, que es lo que yo sien-
to más que todos los trabajos que ahora padezco, me he resuel-
to en conformarme con vuestro parecer y el de todos y repre-
sentaros el verdadero estado de mis cosas, para que si bien
desmenuzado y entendido os pareciere que casándome se po-
drán saldar mis quiebras, pagar mis deudas y quedarme cón-
gro sustentó para vivir sin cansar á otros de nuevo y sin dar
pesadumbre á los que deseo aliviar ni á los que desean nuestro
deudo, se tráete dello, y si no hay disposición para esto, no
perdamos los amigos.
Yo debo en Castilla, como lo sabéis, ciento y diez mili du-
cados, antes más que menos, porque tengo 63.000 ducados á
(i) Copiada de la original.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 573
censo, y debo de los réditos dellos más de 9.000; y á cambio,
traigo 30.000 ducados, y no sé precisamente lo que se deberá
hasta esta última feria de los intereses dellos, que por lo menos
serán otros 8.000 ducados, después que se hicieron las últimas
cuentas con los ginoveses, que son los 1 10.000 ducados que he
dicho, y mi encomienda há treinta meses que me la tiene uno
dellos, y habiendo cobrado más de 40.000 rs. della, dice que
le debo de presente 10.500 ducados, más que lo que me dio, y
que la deuda principal se está en pié, que fueron 7.500 duca-
dos. Y de mi patrimonio yo no tengo nada, como vos sabéis;
ni de Valencia vi jamás real, quando tenia todo el estado, ni
después que la Duquesa, que haya gloria, faltó, he visto un
solo dinero dél. Y será harto que no tocando en quatro ó cinco
años en aquella hacienda, se desempeñe ella misma de las deu-
das sueltas de la Duquesa (q. h. g.), y de las de su padre y
hermanos, á que estaba obligada, que tanto me han molestado.
Y conforme á esto, mudando estado, yo he menester caudal
para quatro cosas: para pagar lo que debo en Castilla de cen-
sos y cambios y réditos y intereses dellos, y para sustentarme
sin necesidad ni vergüenza siendo casado, y para sustentarse
el que sobreviviere al otro, en caso que se disuelva lo que
ahora se tracta, y para poner de presente casa con que parecer
en la Corte. Y si para todo esto no hay más que la dote, aun-
que es muy gruesa, no se puede conseguir lo que se pretende,
pues no basta para sustentarnos y suplir las deudas y poner
casa, ni se sufre consumirla respecto de lo presente y de lo
que puede suceder; y conforme á esto falta paño para tres co-
sas: la una es para pagar las deudas, que es lo que todos de-
seamos; la otra para vivir casado, ó cualquiera de los dos solo
disolviéndose el matrimonio, y la otra para poner casa; por-
que aunque están en pié esas alhajas que decís que tenéis mias,
faltan otras muy necesarias, y si para cumplir todo esto modes-
tamente y sin ningún exceso se hallare medio. Por lo demás,
yo estimo en lo que es razón la persona y los deudos, y tendré
por muy buena dicha renovar el que tenemos con su casa, y
creo que acertaré á servirles á todos y á darles contento, por-
que lo he deseado toda mi vida, y siento en el alma verme en
el estado en que estoy para no poderme arajar (O sin tratar
(i) fSic.J Por barajar.
574 A. RODRÍGUEZ VILLA
destas materias, como lo hiciera si tuviera un muy grande
estado, y juzgo que no puedo servirles la merced que siempre
me han hecho y la que me hacen ahora en acordarse de mí en
tiempo de tanta fortuna y querer valerme de ella, sino con
tractarles mucha verdad, poniéndoles delante el estado de mis
cosas y en sus manos mi voluntad para que acomoden lo uno
como hubiere lugar y hagan de lo otro lo que fuere la suya,
pues es de creer que lo consideran todo mejor que yo. Mírenlo
por su parte y vean qué medio puede haber para que el nego-
cio se haga y yo pueda servirlos como es razón, y tratarla con
la decencia que conviene á su persona y á la mia, que yo no
repararé en nada echando de mí esta carga y escrúpulo de las
deudas que tanto me han molestado en vida de la Duque-
sa (q. h. g.), y me afligirían ahora si viese padescer á otra por
esta causa. Y aunque yo padezco lo que Nro. Señor sabe con
ellas en mi soledad, en este género de trabajos es algún alivio
no tener para ellos compañía, y sírveme de consuelo el poder
vender la hacienda de Valencia para salir dellos, y este faltarla
si me casase, pues en este caso, no seria justo disponer de
aquella hacienda, sino conservarla y atender al desempeño
della y procurar se restaure la perdida, que se podria hacer
sólo con que no se mirase mi justicia como de hombre extran-
jero y desfavorecido, pues es tan clara que con esto lucirla.
También os suplico lo miréis por mi parte, y asegurando á esos
Señores que no me pasa por la imaginación regatear con ellos,
porque la dote es muy gruesa y mayor que la que yo pudiera
■pretender si tuviera un muy grande estado, y la persona tal
que sin un real me tuviera por muy bien casado con ella si me
hallara con caudal para servirla. Veáis qué medio puede haber
para ponerme en estado que pueda tomar tan buena compañía
sin darle parte de la vida que paso, que no es para comunicar-
la á los enemigos, cuanto más á quien se ha de querer y hay
tanta razón de servir con mucho cuidado, pues esto postrero
no se puede hacer sin hacienda y con tantas deudas como yo
tengo, ni seria justo dejar de procurar el remedio dello: y aun-
que veo que es demasía pedirlo, por ser tan forzoso para con-
seguir el fin que todos deseamos en este negocio, he tomado
po'í medio sólo el representarlo y tras esto resignar mi volun-
tad en la suya y en el parecer de los que tratan este negocio
por mi parte, con ánimo de aceptar cualquier medio suficiente
D. FRANCISCO DE MENDOZA 575
que se ofrezca para que se efectúe, saneándome estos inconve-
nientes que á mí me ocurren, y son tan urgentes que no pue-
den disimularse, ni bastaría ya mi industria para entretenerlos,
ni solas buenas esperanzas, no cesando los intereses y siendo
tan contingente el vivir. Y cuando entre las partes no se ofrez-
can medios para esto, no puedo persuadirme que entendién-
dolo S. M. y siendo tan cierto que gusta de hacer merced á
esos Señores y no desmereciéndolo los servicios de mi padre y
abuelos, dexe de hacernos alguna merced con que se supla
todo y yo quede sin el impedimento, que son las deudas para
servirle, que yo le juzgo por tan grande que con ellas no me
atrevería á hacerlo, porque (si así puede decirse) no pares-
ce que tienen libre alvedrío los necesitados, y sin él mal puede
acertarse en nada — Del Convento de Calatrava á 28 de
Abril de 1592.
Instrucción de lo que los Si-es. Obispo de Coria, del Consejo
de S. M., y D. Juan Hurtado de Mendoza, y D. Pedro
González de Mendoza, Prior de Ibernia, hermanos del Al-
mirante, y P.' D. Luis de Mendoza, de la Compañía de
Jesús, han de hacer en el negocio del casamiento del Almi-
rante de Aragón con la Sra. D." Mencía de la Cerda,
hermana del señor Conde de Chinchón y dama de la Sere-
nísima Sra. Infanta D." Isabel Clara.
Primeramente han de procurar que por parte de la Señora
D.* Mencía se haga grande instancia para que S. M. se re-
suelva en la merced que ha de hacer á la persona que se ha de
casar con la Sra. D.'* Mencía, porque con lo que fuere honra,
se autorizará más el negocio, y con lo que fuere hacienda se
facilitará el asiento del, ayudando S. M. con alguna parte de
lo necesario; y para esto, demás de los servicios de los deudos
de ambas partes que pueden alegarse, se ha de representar á
S. M. la obligación que tiene de poner en estado á la Señora
Doña Mencía, y que está en sola la mano de S. M., haciendo-
cj(, A. RODRÍGUEZ VII LA
le la merced que se le ha suplicado, y que sin ella no se puede
hacer este negocio.
ítem, se ha de representar á S. M. para el mesmo efeto, lo
que hace cada dia con otras damas que no tienen obligado á
S. M. con tantos servicios como concurren en la Sra. D.^ Men-
cía, suyos, de sus hermanos y de su padre y pasados; y lo
que hizo el Emperador n. s. con D. Christóbal Osorio, hijo
segundo del Marqués de Villanueva de Barcarrota, cuando le
dio la encomienda de Estepa para que se casase con la Seño-
ra D.* Juana Manuel, y otras muchas mercedes como ésta que
ha hecho S. M.
ítem, que resolviéndose S. M. en hacer merced al Almiran-
te en consideración deste matrimonio y remuneración de los
servicios de ambas partes de alguna de las encomiendas de
consideración, y sabido el valor della, bastare para pagar los
censos, y sobrare algo que juntado con la dote de la Sra. Doña
Mencía venga á montar 6 ó 7.000 ducados, con que puedan
vivir y sustentarse, no se ha de pedir á la parte de la Señora
D.^ Mencía ninguna cosa para ayuda á la paga de los réditos
de los censos que adelante corrieren, de los que ahora paga el
Almirante.
Ítem, porque demás de los censos (Sigue ta.n interesado en
esta petición como en las anteriores: trata del caso en que si la
encomienda que se le diere tuviere frutos caídos, se apliquen á
pagar sus créditos.)
ítem, cuando S. M. no haga ninguna merced de las referidas
á la Sra. D.* Mencía para este casamiento (que no puede pre-
sumirse) y esos Señores quisieren que todavía se trate del y se
efectúe, presupuesto como están advertidos dello, el Almiran-
te debe 1 10.000 ducados: 63.000 de los censos que están car-
gados y lo demás de los réditos dellos rezagados y de los cam-
bios, se ha de pedir á la parte de la Sra. D." Mencía se dé or-
den para pagar y extinguir estas deudas, ó por lo menos para
pagar los réditos de los censos cada año hasta que se quiten,
y para extinguir los cambios y rezagos de los censos; y que
esto se haga sin consumir su dote, porque ésta se ha de con-
servar para el sustento de las cargas del matrimonio.
ítem, (que pida D.' Mencía á su hermano el Arzobispo de
Zaragoza le preste alguna cantidad en dineros y que la acuda ■
en adelante cada año con lo que montan los réditos de los cen-
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5/7
SOS Ó de parte de ellos, y que sea en tiempo breve; y vea si
le puede sacar, además de lo que la preste, alguna canti-
dad libre).
Fecha en el Sacro Convento de Calatrava á 14 de Mayo
de 1592.
Instrucción particular al Sr. D. Juan (Hurtado de Mendoza)
de lo que el Almirante le suplica que Iiaga cerca del asien-
to de su casamiento (i).
Primeramente, que procure se trate de manera este negocio
que se entienda por la parte de la Sra. D.^ Mencía que se de-
sea mucho su deudo y la grande estimación que el Almirante
tiene de su persona, y que no le recatea por hacer con ventaja
este negocio, sino porque no puede excusarlo y porque desea
ponerse en estado que no les dé más pesadumbre el dia que se
acabe de asentar, sino atender sin otro cuidado á lo que fuere
gusto y regalo de la Sra. D.* Mencía y servicio de sus herma-
nos y deudos.
ítem, que no permita que se ate nada en este negocio sin
consultarlo al Almirante, si fuere posible, ni que se exceda de
la instrucción pública que lleva Rodríguez para los cuatro tra-
tadores deste negocio que se nombran en ella.
ítem, que si el Conde (de Chinchón) ó el Arzobispo pro-
metieren de dar ó prestar algo á su hermana, se ate bien el
negocio, para que sea seguro y no haya en ello ninguna coUu-
sion ni engaño.
ítem, que si el Arzobispo prometiere de dar algo cada año,
se procure que no sea sólo durante el matrimonio, sino por la
vida de cualquiera de los dos contrayentes que quedare vivo
durante la vida del Arzobispo.
ítem, que se procure que el Arzobispo prometa, fuera de
lo que ha de hacer de presente, en el estado que se halla, algo
(i) Es original: firmada y sellada por l-1 Almir;\nit.
:i 37
ryg A. RODRÍGUEZ VILLA
mis para cuando le mejoren de iglesia, porque en esto de por-
venir se alargará con menos recato, y es muy verisímil que
será mejorado, porque tiene mucho que dexar y lo desea
ítem que ante todas cosas el dicho D. Juan ó el P.= Luis
de Mendoza, ó los dos juntos, procuren de sacar al Obispo de
Coria algo que sea de consideración para poner su casa y adre-
rarse para el casamiento, porque aunque el Almirante tiene
algunas cosas de casa, le faltan muchas para sacar una dama
de Palacio y vivir en la Corte, no Uniendo crédito por las quie-
bras pasadas y haberse de hacer todo á fuerza de dinem pre-
sente- y por todo lo dicho conviene apretar mucho al Obispo
para que dé luego lo que pudiere y prometa más para adelan-
te representándole que no se puede efectuar el negocio sin
esto; y lo que fuera del particular del Almirante, le importa a
él qnéd Almirante vuelva al mundo con reputación y á lugar que
pueda ayudarle de veras hasta ponerle en alguna grande igle-
sia porque esto es de consideración y le moverá mucho.
ítem que si S. M. quisiere mejorar al Almirante de enco-
mienda en su Orden y diere á D. Diego de Córdoba la enco-
mienda mayor de Calatrava (que él desea mucho por la seno-
ría), se procure con instancia que dé al Almirante la de Man-
zanares, que agora tiene D. Diego de Córdoba. Y cuando S. M.
no tome resolución agora en esto con el dicho D. Diego de
Córdoba, ni quiera dar al Almirante la encomienda mayor de
Calatrava, se puede pedir la de las casas de Sevilla, que vale
6.000 ducados, entre tanto que S. M. se sirve de hacerles ma-
vor merced. , ,
ítem, que se inste mucho con la Sra. D.^ Mencia y con el
Conde de Chinchón que procuren que S. M. ocupe al Almi-
rante en oficio de su casa, y que sea antes en la Cámara que
en Mayordomía. porque el Almirante se inclina más a ello; y
si S M. se sirviese del en la Presidencia de las Ordenes, es
lo que el Almirante acertarla mejor á hacer. Y en resolución,
se suplica al Sr. D. Juan procure que este negocio se efectué
de manera que el Almirante tenga hacienda con que vivir y
con que pagar las deudas; y que pues estos señores tienen tan-
ta gana de que se haga, no se pierda ocasión de sacar a S M.
lo que han ofrescido de interese y de honra, porque mtroduci-
do el Almirante en el servicio del Rey, valdrán algcJ las espe-
ranzas que se le dieren de lo que agora no se hiciere, y sin
D. FRANCISCO DE MENDOZA 579
esto no serán de ninguna consideración, porque se mudan y
entibian mucho las cosas, pasadas las ocasiones, y las cargas
del matrimonio se quedan á cuestas.
Fecha en el Sacro Convento de Calatrava á 14 de Mayo
de 1592 años. — M. El Almirante de Aragón. — (Hay un sello
de lacre.)
El Almirante de Aragón al Conde de Chinchón.
'ü
Aunque veo que fuera atrevimiento hallándome coa mayor
y más caudaloso estado intentar lo que en ésta quiero suplicar
á V. S., confiado de la merced que siempre he rescibido de su
mano y del favor que me hicieron el Conde y mi señora la
Condesa (que están en el cielo), y pareciéndome que todo esto
y el deseo con que he vivido de servir á V. S. y el que tengo
de ver en estado á la Sra. D.* Mencía me da licencia para in-
tentarlo, me atrevo á suplicar á V. S. que pida á su hermana
acepte el mió, porque aunque es pequeño para lo que merece
y yo quisiera darle, el cuidado que procuraré de poner en ser-
virla y el ser señora del, le harán grande, pues sólo su persona
basta para esto y para hacer dichoso y rico á cualquiera que
cupiere tan buena suerte; y á quien conoce esto, justo es que
se perdone el atrevimiento que es tratar dello, pues el bien no
es culpa desearlo, ni puede hacer más de su parte el que ofre-
ce su persona y todo su caudal para alcanzarlo, y tras esto fía
más de la merced que V. S. le hace para mercharlo. Suplico á
V. S. se sirva de hacerme en ello la merced que mi voluntad
merece, pues fuera de lo que es tanto interese mió, lo deseo
por prendarme más en el servicio de V. S. y de su casa, sa-
cando tal prenda della para señora de la mia, y remitiéndome
á mis hermanos, que darán ésta á V. S. y le suplicarán lo mes-
mo; no digo más de que Nro. Señor guarde á V. S. como de-
seo.— ^Del Convento de Calatrava á 14 de Mayo 1592. — -El
Almirante de Aragón.
58o
A. RODRÍGUEZ VILLA
Nota autógrafa de Felipe II al Conde de^ Chinchón.
Porque creo que os dixe que en dos ó tres dias miraría en,
lo que toca á Doña Mencía. diré aquí lo que se me ofrece so-
bre ello Y es que por vía de casamiento yo no daré ningún
oficio de nuestra casa; pero concluyéndose el de Doña Mencía
con la persona qne me habéis dicho, porque creo que tiene
partes para ello, dos ó tres meses después de velados, porque
no parezca que es cosa de casamiento, yo le tomaré por mi
mayordomo ó del Príncipe, lo que desto me pareciere mejor
entonces. Y por la misma causa de que no se piense que es
por vía de casamiento (como no lo es), y porque no se pueda
pensar otra cosa, ha de estar esto tan secreto, que no lo ha de
saber persona viva, sino vos y la parte, ni tampoco el que esta
aquí á tratarlo, pues lo podréis vos escrivir á la parte. Y la
pena para si no se guardare el secreto que aquí digo, sera no
quedar yo obligado á cumplir lo que aquí he dicho, como no
lo cumpliré si se descubre; mas si se hubiere guardado el se-
creto, como he dicho, y pasados los tres meses de la velación,
y volvié-idome entonces este papel, yo cumpliré entonces lo
que aquí he dicho.
[Al dorso: 25 de Mayo.-De S. M.-Sobre la mayordomia
para mi cuñado.)
6
El Conde de Chinchón al Almirante de Aragón.
Ya comienzo á fiarme de V. S. cómo de hermano y amigo,
que no es menos. Buena prueba es desto el enviar á sus manos
de V. S. el papel que aquí va (i), que suplico á V. S. vuelva
á las mias por el niesmo medio y con la brevedad posible. No
(,) Se refiere á la nota autógrafa de Felipe II, prometiéndole
hacer merced.
D. FRANCISCO DE MENDOZA. 5^1
he querido enviarle con persona de casa, porque éstas hacen
más ruido, quieren saberlo todo, y para guardarse secreto lo
mejor es no fialle de nadie. Lo que tengo que añadir al papel
es haberle yo replicado á S. M. para que afirmase lo de su
casa, porque á su servicio y á mi descanso convenia. Ofreció-
melo así, de manera que V. S. será amigo y hermano y com-
pañero. A persona del mundo no he dicho palabra de lo que
contiene el papel, sino á sola la parte que sabe bien guardar
secreto. Resta ahora cómo nos hemos de gobernar con los deu-
dos y amigos; y á mí me parece que V. S escriba á mi Seño-
ra la Marquesa de Montesclaros y al P.' D. Luis de Mendoza
y á sus hermanos de V. S. que desea tanto la conclusión des-
te negocio que no querría tratar de cosa que lo pueda di-
ferir, y mucho menos de asientos en las Casas Reales, por-
que su inclinación de V. S. es muy diferente desto, y que a^í
no se trate dello ni de nada smo de tomarme á mí por cuñado
suyo. Perdótieme V. S. que todo se debe á mi hermana. Y
también digo que si no es necesaria dispensación, que se po-
drá hacer el casamiento en Segovia, como V. S. se halla-
se allí á los seis ú ocho de Junio, y sepa V. S. que no habrá
menester traer más que cuatro ó seis criados que le sirvan,
que los mios lo harán y la Condesa y mi hermana. Y VV. SS.
comerán juntos con mis hijos, que por uno dellos y padre
de todos he de tener á V. S., y podrán caminar en compa-
ñía y pasar este noviciado de los tres mases en silencio.
Todo lo que hay he referido á V. S., y pues tiene prudencia
y conoce lo que nos importa acertarse en cosa que tanto va,
guíelo como fuere servido y vuélvame esta misma carta para
que la pueda mostrar á mi hermana, que no he tenido tiempo
para ello. Queda buena y partiremos de aquí á los 30 deste.—
Dios guarde, etc. De San Lorenzo á 27 de Mayo de 1592.—
El Conde de Chinchón.
582 A. RODRÍGUEZ VILLA
Acta levantada por las partes citadas para concertar d
matrimonio.
Decimos el Conde de Chinchón, mayordomo de S. M., the-
sorero general del reino de Aragón y de su Consejo, en nom-
bre de la Sra. D.* Mencía de la Cerda, mi hermana, de la una
parte; y de la otra, D. Juan Hurtado de Mendoza, del hábito de
Alcántara; y D. Pedro González de Mendoza, de la Gran Cruz.
y Prior de Ibernia, en nombre del Almirante de Aragón, Mar-
qués de Guadaleste, nuestro hermano, por los cuales cada una
de las partes prestamos caución de rato: que por cuanto con
intervención del P.^ Luis de Mendoza, de la Compañía de Je-
sús, está entre nosotros tratado y concertado que la dicha Se-
ñora D.* Mencía de la Cerda se haya de casar y, contraer ma-
trimonio por palabras de presente con el dicho Almirante de
Aragón, y para ello y para poderlo concluir y efectuar habernos
enviado por poder especial del dicho Almirante de Aragón, el
cual se está aguardando. Por tanto, por esta firmada de nues-
tros nombres, nos obligamos y damos nuestras palabras como
caballeros, yo, el dicho Conde de Chinchón, en virtud del or-
den que para ello confieso tener de la dicha Sra. D.^ Mencía,
mi hermana, que su Señoría se casará y velará según orden de
la Santa Madre Iglesia de Roma y disposición del Santo Con-
cilio de Trente, con el dicho Almirante de Aragón; y nos, los
dichos D. Juan Hurtado de Mendoza y D. Pedro González de
Mendoza, en virtud de las cartas que tenemos del dicho Almi-
rante de Aragón, nuestro hermano, y conforme á ellas y á la
que tiene el dicho F.^ Luis de Mendoza, su fecha en el Con-
vento de Calatrava á 28 dias del mes de Abril próximo pasado
deste presente año, que por todas las partes se ha visto y
leido, á que nos remitimos, nos obligamos ansimismo que el
dicho Almirante, Marqués, nuestro hermano, se casará y vela-
rá con la dicha Sra. D.' Mencía de la Cerda, según el orden de
la Santa Iglesia y Concilio tridentino, lo cual nos obligamos
ambas partes que se hará y cumplirá para el tiempo que por
nosotros fuere señalado, y que sobre ello, precediendo la licen-
cia de S. M. el Rey n. s. y de la Orden, haremos y otorgare-
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5^3
mos las capitulaciones Y asimismo nos obligamos que la
parte que faltare )/ no cumpliere lo susodicho y cada una cosa
y parte dello, dará y pagará á la otra que fuere obediente cin-
cuenta mil ducados de pena y en nombre de pena, quedando
siempre esta scriptura en su fuerza y vigor, la cual, de confor-
midad de ambas partes, queremos y tenemos por bien que
quede originalmente en poder del dicho P.<= Luis de Mendoza,
por cuyo medio se ha tratado todo.
8
El Almirante á D. Juan de Mendoza, su hermano (').
Me escribió el Conde (de Cinchón) con tanto regalo y
amistad que se echa bien de ver lo que desean y gustan de
nuestro deudo; y por esto, y porque efectuándose este negocio
entiendo que nos ha de hacer á todos mucha amistad y que
tiene mucha mano para ello, deseo verle acabado, aunque el
Rey no se resuelva en servirse de mí en su casa, de que estoy
algo desengañado y no descontento dello, porque mi inclina-
ción, como vos sabéis, no ha sido á tanto bullicio como es el
de Palacio, y adelante se pueden ofrecer cosas que sean más
á propósito para mí y para todos. Suplicóos me aviséis lo que
hay en este nsgocio y procuréis se acabe de manera que se pa-
gue lo muy forzoso y nos quede algo con que vivir, porque al
cabo bien veo que no se puede hacer todo de manera que se
extingan todos mis trabajos, ya que Nro. Señor fué servido de
criarme debajo deste clima, que quizá es el que más me con-
viene para mi salvación, aunque para el gusto y fines del mun-
do sea desabrido Mucho deseo saber qué habéis sacado al
Obispo de Coria para este negocio mió, de presente y de fu-
turo, porque sin su ayuda me parece imposible efectuarle; y
también qué se ha entendido que hará el Arzobispo de Zarago-
za, que es la otra columna deste edificio, sin que tampoco pare-
ce que se puede hacer nada, y es de creer que antes de su par-
tida dejarla dada orden en ello
Del Convento de Calatrava á 7 de Junio de 1592.
(1) Original.
584
A. RODRÍGUEZ VILLA
9
El Almirante de Aragón á su hermano D. Juan de
Mendoza (0.
(Del Convento de Calatrava.)
El cuidado de los negocios que nuevamente se han ofrecido
no puede dexar de causar(me) alguna inquietud hasta ver el
suceso dellos. Encamínelos Nro. Señor como más ha de ser
para su servicio, que cierto estoy tan indiferente en ellos, que
si hacen como se desea quedaré muy contento, y si otra cosa
sucede, quedaréme de la misma manera que me estaba antes
que se moviese esta plática, de que yo me hallaba tan descui-
dado que nunca pensé que por este camino, que tantos traba-
jos me hablan sucedido, pudiera alcanzarse remedio para lo
pasado y esperanza de descanso para lo porvenir, como os pa-
rece que le he de tener. Y ya que el negocio está en el estado
que me escribís, quanto más presto se acabare mejor nos esta-
rá á todos, siquiera por quitar el cuidado y trabajo á los que
buscan medios para estorbarle, pensando que podrán decir
más de mi edad, salud y estado de mi hacienda de lo que yo
he dicho dende el principio deste negocio, porque me han
avisado de Valencia que hay quien ponga cuidado en esto, y
tampoco debe faltar ahí quien le tenga lo mismo. Y pues S. M.
se ha de detener tan poco en Segovia, no se hará mal el nego-
cio en Valladolid, donde se ha de detener más. Y como os
tengo escrito, como haya con qué pagar y vivir por lo que toca
á las ocupaciones de S. M. no querría que este negocio se di-
firiese más, porque no apetezco las demasiadas ocupaciones, y
tras desto temo que no me tengo de poder excusar dellas, y
holgara harto de escaparme desta de las Cortes (2), porque no
es de codicia en el estado que se hallan las cosas de la Corona
de Aragón, specialmente teniendo yo hacienda y pleitos en
Valencia, y tantos deudos allí y en Aragón y Cataluña, porque
(i) O'-iginal.
(2) Iba el Rey á celebrar Cortes en Aragón.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 5^5
con todos los titulados de aquella Corona, sino es el Duque de
Villahermosa, tenemos deudo dentro del cuarto grado por con-
sanguinidad ó afinidad, y esto es cosa de mucha consideración
para desear no meterme en ello. Dios lo guie como más ha de
ser para su servicio, que yo más me holgaré con lo que decís
de las Ordenes (i) ó de salir de España, que es lo que me han
apuntado, que de cosas de la Corona de Aragón, y tras desto
haré lo que el Rey fuere servido, que no estoy en estado de
regatear con él, sino de servir para vivir.
(Dice que espera le alcen pronto el pleito homenaje de estar
en el Convento de Calatrava; que huelga que su hermano el
Duque del Infantado tome á bien el negocio de su casamiento;
habla con elogio de D. Luis de Castilla, y que le ha instado
mucho para que ratifique el compromiso con Agustín Alvarez,
y aunque lo repugnaba mucho, lo ha hecho.)
10
Don Felipe, por la gra. de Dios Rey de Castilla, etc.
Por cuanto D. Francisco de Mendoza, Almirante de Ara-
gón y Comendador de Valdepeñas, por mi mandado «¿á encar-
celndo en el Convento de la dicha Orden (de Calatrava) y tiene
fecho pleito-homenaje de no le quebrantar; y porque mi vo-
luntad es que pueda ir á la villa de Medina del Campo, con
acuerdo de los del mi Consejo de las Ordenes, por la presente
le doy licencia y facultad para que pueda salir del dicho Con-
vento é ir á la dicha villa de Medina del Campo, para lo cual
le alzo el dicho pleito-homenaje que tiene fecho
Madrid q Julio 1592.
Cumplióse esta orden el 19 (ü Agosto de 1592.
11
El Ahiiirantc de Aragón d su prometida Doña Mencia
de la Cerda.
Señora mia: Pareciéndome que se tarda más la licencia para
scribir de lo que sufre mi deseo de comenzar el trato en que
(t) Las Ordenes militares.
jSÓ A. RODRÍGUEZ VILLA
N. Señor me ha librado el contento y descanso de toda mi
vida, que no puede dexar de ser muy dichosa, pues se ha de
emplear en procurar el de quien tan bien le merece; y no pu-
diendo refrenar más el libre albedrío, que sólo es tan poderoso,
y junto con la razón no tiene resistencia, uso de la que esto
me da para no sentir tanto lo que se difiere mi deseo. Y por-
que si en esto hay exceso, que á mi parecer no puede haberle
nasciendo de buena raiz, y la intención me asegura el perdón,
no le pido sino licencia grata para proseguir lo comenzado
mientras se acaba este destierro, y yo puedo ser de algún ali-
vio y consuelo para la pérdida de nuestro hermano (O, que yo
he sentido tan tiernamente, que hubiera bien menester ayuda
para valerme en ella, y ésta no como quiera, sino sola la que
ha sido poderosa para hacerme olvidar todo lo que podía ser-
me penoso; y aunque yo no valgo para tanto, confío en N. Se-
ñor que he de hacer lo mismo, no por lo que hay en mí, sino
por lo que N. Señor ha puesto en quien ha querido juntar su
caudal con el mió para hacerme dichoso; y porque me conozco
por tan tierno que si paso de aquí podria parecer atrevido,
dexando esta materia para cuando sepa que ésta ha llegado á
manos de V. S. y no ha rehusado de rescibirla, no digo más
de que N. Señor guarde á V. S. como deseo.— Del Viso á 7
de Setiembre de 1592.
12
El Conde de Chinchón al Almiraiite.
(Desde Frómista.)
Que le agradece su sentimiento por la muerte del Arzobispo
de Zaragoza.
Que ha hecho bien en convalecer en ese lugar (?). La estan-
cia en Burgos será de pocos dias. Avíseme V. S. dónde le pa-
rece que será bien salir, porque no pararemos en Tarazona.
Que estos dias se pueden hacer las escrituras. Démonos
priesa en todo, y á ver pasados los tres meses del noviciado.
(i) Alude á la muerte del Arzobispo de Zaragoza.
D. FRANCISCO DE MEND02A 587
De Madrid me escribieron que el pleito de Veraguas se ha-
bla visto, y que algunos de los jueces no quedaron bien en la
justicia de V. S. para que yo les escribiese que oyesen prime-
ro que le votasen á la parte de V. S.: lúcelo así, y también su-
pliqué á S. M. que, pues V. S. no podia entrar en Madrid,
mandase escribir al Presidente se entretuviese la determina-
ción hasta que V. S. pudiese informar personalmente, Túvolo
por bien S. M., y yo lo escribo por su mandado al Secretario
Rodrigo Vázquez.
13
Cédula de Felipe II dirigida al Almirante de Aragón.
El Rey.— Por quanto por parte de vos, D. Francisco de
Mendoza, Almirante de Aragón, Marqués de Guadaleste, Co-
mendador de la Encomienda de Valdepeñas de la Orden de
Calatrava me fué fecha relación que tenéis tratado de os
casar con D." Mencía de la Cerda y porque no lo podiades
efectuar sin mi licencia me supiicábades os la concediese ó
como la mi merced fuese, y yo túvelo por bien os doy li-
cencia y facultad para que podáis efectuar y efectuéis el dicho
casamiento. sin caer ni incurrir por ello en pena ni desobedien-
cia alguna.
Fecha en Viana de Navarra á 15 de Noviembre de 1592
años. — Yo el Rey (i).
(i) Asimismo dio licencia á D. Francisco para efectuar su ma-
trimonio con Doña Mencía, el Vicario general de Madrid, Doctor
Neroni, en nombre del Cardenal Quiroga, Arzobispo de Toledo.
Las amonestaciones se hicieron tn las parroquias de San Gil y
San Andrés de esta villa.
588
A. RODRÍGUEZ VILLA
14
Provisión Real para qm siete del Consejo, de Castilla y dos
del de Indias vean y determinen el artículo sohve el entregar
la carta executoria que libró el Audiencia de Santo Domin-
go al Almirante de Aragón, que se le comete y hagan en él
"justicia; y si por muerte ó otro impedimento faltare algu-
no dellos, lo vean y sentencien los que quedaren, con que no
sean menos de siete (0.
El Rey—Licenciados Bohorques, Tejada, Juan Gómez,
Laguna, Dr. Amezqueta, licenciados D. Luis de Mercado,
Diego Gasea de Salazar, de ,ni Consejo Real, y licenciados
Tudanca y Valtodano, del de Indias, bien sahe.s el pleito que
por especial comisión mia ante vos se ha tratado éntrela Mar-
lesa de Guadaleste, ya difunta, y Niculas Muñoz, que como
señor de la instancia ha continuado el dicho pleito y causa, y
D F ^o de Mendoza, Alm. de A-., marido de la dicha Mar-
quesa como su heredero universal, salió á la dicha causa pidien-
do lo mismo, de la una parte; y el Conde de Gelves y Dona
Francisca Colon y D.» Juana Colon. D. Chnstóbal Colon y
D Baltasar Colon y el Monesterio de San Quirce de Vallado-
lid por la persona de D.» María Colon, monja profesa en el
dicho Monesterio, y sus prores. en sus nombres, de la otra,
sobre el dar ó negar la carta executoria, pedida por parte de la
Marquesa y su marido el Almirante, de la sentencia difinitiva
dada por algunos de los del mi Consejo Real de las Indias en
favor de D. Christóbal de Cardona, Almirante que fue de
Aragón, y la dicha Marquesa de Gusdaleste sa hermana
sobre el Estado de Veragua y Almirantazgo de las Indias
y como el dho. negocio es dependiente del que vosotros ha-
béis visto y determinado, conviene veáis y determinéis ansí
mismo lo tocante á este artículo
Madrid 29 de Mayo 1594.-70 el Rey.
(O
Así dice al pie de la provisión original.
D. FRANCISCO DE MENDOZA 589
15
Relación de la jornad.i del Almirante de Aragón desde que
entró en el reino de Polonia y partió d Cracovia para Var-
sovia, donde estaba el Rey con toda su Corte, hasta que sa-
lió de allí (0.
A los 10 de Enero de 1597 años llegó el Almirante á Cra-
covia, ciudad más principal de todo el reino de Polonia, diez
leguas de la raya de Alemania lugar en que los Reyes re-
siden de ordinario; y habiendo estado allá doce dias esperan-
do la orden del Rey para pasar adelante, que se hallaba en
caza de montería en Lituania, siendo, mientras allí estuvo (el
Almirante), muy regalado del Cardenal Radzvilla, Obispo de
la dicha ciudad, y del Cardenal Caetano, Legado a latere de
Su Santidad, que habia venido al negocio de la Liga entre el
Emperador y el Rey de Polonia. Partió de allí el postrer dia
de Enero para la ciudad de Varsovia yendo con él un ca-
ballero de la casa del Cardenal Radzvila y un comeniiqne del
Rey, que lo iban sirviiudo, alojando y regalando por el ca-
mino.
A los 10 de Hebrero á Varsovia, donde estaba el Rey y la
Reina con toda su Corte y muchos Obispos palatinos y Prín-
(i) En la Biblioteca Nacional, Cc-42, pág. Sy, hay también
otra relación de la jornada del Almirante de Aragón, escrita por
Manuel de Céspedes. En ella refiere un trágico suceso que omiten
otras relaciones, y es el siguiente:
tY el propio dia que salimos de Cracovia un tiniente del caba-
llerizo del Almirante, con una pistola, mató á un mozo de caba-
llos. El Almirante le prendió, porque esto pasó delante del coche
del Almirante, á sus propios ojos. Aquella noche le confesaron, y
otro dia, mediodía, le cortaron la cabeza. Fué una cosa de mucha
fama para aquel reino de Polonia, porque en Polonia, quien mala
á un hombre, por 8 escudos queda libre, que fué un grande ejem-
plo para los polacos, porque aquella mañana todos los caballeros
de aquel lugar y clérigos y frailes le fueron á rogar al' Almirante
que le perdonase, y nunca quiso hacer justicia, y dentro de ocho
dias se supo en todo el reino de Polonia.»
,Q0 A. RODRÍGUEZ VILLA.
cipes del reino, que habian venido á la Dieta; y habiendo sido
el Rey avisado del comernique que venia con el Almirante,
desde el dia y hora que habia de entrar en la Corte envió á
receville al Obispo de Polosco y al palatino de Pomerania y
mucha gente de su casa y 200 soldados de su guarda, y á un
caballerizo y lacayos con un caballo turco muy bien adereza-
do á la española, con guarniciones y gualdrapa de terciopelo
negro bordado de abalorios, con su telliz para el Almirante, y
otros caballos para los que venían con él. Venia el Almirante
solo en un coche de seis caballos, y los caballeros y a gunos
de sus criados en otros coches, así mismo de seis caballos, y
otros criados á caballo, y cuatro jacas que traian á la mano
para la persona del Almirante.
Topándole un cuarto de legua de la ciudad, se apearon el
■Obispo y el palatino y los caballeros que iban con ellos. Salió
el \lmirante á encontrarlos: diéronle la bienvenida de parte
del Rey en latin, á la que el Almirante contestó en español,
porque el Obispo lo entendía. Preguntóle el Obispo si quena
coche ó caballo, y diciendo el Almirante que tomaría lo que
su señoría le mandase, el Obispo le manifestó que S. M. le
enviaba caballos para entrar, y el Almirante dijo que los to-
maría por gozar de la merced que S. M. le hacia; y luego el
caballerizo, quitando el telliz del caballo, subió el Almirante
en él y el Obispo y el palatino le tomaron en medio y le fue-
ron entreteniendo hablando en latin y respondiéndoles el Al-
mirante de la misma manera. Llegados á la ciudad, le llevaron
á una posada muy buena que el Rey le tenia preparada y ador-
nada con tapices de oro y una cama de brocado verde; y ha-
biéndole entretenido un rato, se despidieron, dejando á sus
órdenes un caballero de la casa del Rey, llamado Felipe Cua-
doski, que sabia la lengua española, y una escuadra de ayullu-
cos que montaban la guardia. Cuando supo el Rey que el Al-
mirante habia llegado, le envió á visitar con dos caballeros de
su cámara, y la Reina con su Canciller, que había estado mu-
chos años en España.
Al dia siguiente vinieron también á visitarle de parte del
ReV algunos palatinos y el gran Canciller; y habiendo pedido
audiencia á S. M. por medio del Mariscal del reino de Polo-
nia, que es el Mayordomo mayor, gobierna la Corte y admi-
nistra la justicia civil y criminal á todos los que vienen á la
D. FRAN'CISCO DK MENDOZA 59I
Dieta, le señalaron el jueves siguiente, 13 de Febrero, á las
ocho de la mañana. Este dia, acompañado de algunas personas
que desempeñaban los más altos caigos en la Corte, fué el Al-
mirante á Palacio, saliendo á recibirle al pié de la escalera otros
elevados funcionarios. Pasó por varias piezas primorosamente
adornadas y llenas de gente con elegancia vestidas, porque los
polacos gastan mucho en vestir, y llegó á la cámara donde se
hallaba el Rey rodeado de su Corte. Al entrar el Almirante le
hizo grande acatamiento dos veces, á que correspondió el Rey
quitándose la gorra. A la tercera reverencia el Almirante pidió
al Rey la mano, tocándosela á la alemana. Explicó entonces
el Almirante su embajada, y Felipe Cuadoski la refirió en len-
gua polaca. Respondió S. M. en ella, y el Vicecanciller, que
estaba á su lado, la vertió al latin. Pasadas dos ó tres réplicas
de cada parte, el Canciller se apartó, y el Rey comenzó á ha-
blar en latin con el Almirante, que le respondió de la misma
manera, informándose de las cosas de España y de los Países
Bajos; y queriéndose despedir el Almirante, le mandó el Rey
que llamase á los caballeros y criados que venían en su com-
pañía para tocarles la mano. Vinieron todos; besaron la mano
al Rey; se despidió el Almirante con la misma etiqueta que á
la entrada; y acompañado como antes, volvió á su posada. Se-
ñaló la Reina la audiencia para el dia siguiente á las nueve de
la mañana, que se verificó en análoga forma á la anterior. Es-
perábale la Reina de pié; hízole reverencia, y el Almirante
hincó ante ella la rodilla en tierra para pedirle la mano; ella
le levantó y le tocó la suya, y se la dejó besar. Luego vino un
repostero con una silla como la que tenia la Reina, y ponién-
dosela al Almirante, éste no la quiso tomar; pero S. M. no
permitió oirle'hasta que no se hubo sentado en ella y cubierto;
quiso después descubrirse, y la Reina le interrumpió para que
se cubriera. Alegróse mucho la Reina de la venida de aquella
embajada, disculpándose de haber bautizado ya al Príncipe
por haber estado muy indispuesto y con temor de que muriese
sin bautizarse; y habiéndole entretenido la Reina más de me-
dia hora, la pidió permiso para entregarla un obsequio, con-
sistente en unas cajas envueltas en tafetanes de oro, con dos
salvas doradas muy lindas y otras joyas, mostrándose la Reina
muy agradecida. Saludó y tocó la mano de las damas que
acompañaban á la Reina, expresando su sentimiento por no
-,2 A. RODRÍGUEZ VILLA
conocer las lenguas polaca y alemana para poderlas entretener
mejor En esto llegaron los caballeros y criados del Almiran-
te Que presentados por él besaron la mano á S. M., quien le
diio que en otra audiencia más familiar le hablarla de otras
cosas que tenia que tratar. Comió á la noche con altos digna-
tarios de la Corte, y cada dia le enviaban SS. MM.. á más de
la comida ordinaria, diversos platos de volatería. Por la tarde
Y mañana era sin cesar visitado de magnates y Obispos.
El domingo de Carnestolendas madrugó el Almirante para
acompañar al Rey á oir Misa, que fué muy solemne, porque
aquel Monarca tiene muy buena capilla, y al empezar el ser-
moa bajó el Rey de su asiento para ocupar otro «" ^1 centro
de la iglesia con objeto de oírlo mejor, llevando a S. M. del
brazo el Cardenal y el Almirante, por ser así costumbre de
Polonia; y por ser en polaco, se salió el Nuncio á dec'r M.sa
acompañándole el Almirante, y volviendo luego al ado del
Rey Acabada la Misa solemne, el Cardenal y el Almirarite
volvieron á tomar al Rey del brazo hasta la puerta de la igle-
sia donde le despidieron, quedándose ellos en la posada del
Nuncio á esperar que los llamasen á comer. Efectuáronlo los
e.andes dignatarios de Palacio; y aunque el Rey estaba coa
dolor de muelas, por favorecer al Almirante asistió á la comi-
da con la Reina y otros personajes.
Laváronse SS. MM. las manos en una fuente de cristal
guarnecida de oro, y el Nuncio y el Almirante en otra de ná-
car y oro. Bendijo la mesa el Nuncio, asistido de los Cápela-
n^s reales y SS. MM. se sentaron. Había puestas dos sillas
en los testeros de la mesa, y habiéndose rogado mutuamente
el Nuncio y el Almirante, tuvo éste que aceptar el mejor pues-
to al lado de S M. Sirvieron los Sumilleres los platos, trayen-
dolos envueltos en toallas blancas, y encima de ellas unos ta-
fetanes negros, por estar el Rey de luto; y hechas las salvas,
daban de ellos al Rey, á la Reina, al Almirante y al Nuncio.
Estaban aderezados los platos con muchas especias de que se
usa extraordinariamente en Polonia por la gran frialdad de
aquellas regiones. , ^^ 1
Duró la comida tres horas, y hecha señal por el Rey, levan-
taron los manteles y sirvieron las fuentes para lavarse. Abrie-
ron las tablas y volvieron á colocarlas, cubriéndolas de man-
teles rayados de anchas labores de oro y plata, colocando en-
D. FRANCISCO DE MENDOZA 593
cima confituras y conservas de España, aceitunas de Sevilla,
frutas secas y verdes de la tierra; y en este estado mandó la
Reina que viniesen sus hijos, colocándose cerca del Almirante
la Princesa Ana María y el Príncipe Stanislao, dándoles S. M.
confites para que se divirtieran. Quitados los manteles, el
Nuncio dio las gracias, y el Rey indicó al Almirante que diese
el brazo á la Reina para llevarla á su aposento, y que habién-
dola dejado en él, se volviese al suyo. Dio entonces cuenta á
S. M. de los negocios que traia; y después de platicarlos muy
despacio, quedaron en que el Rey nombrarla una Junta de
Senadores que, reunidos en la posada del Almirante, trataran
de todo lo concerniente á su embajada. Dieron éstos cuenta á
S. M. de sus conferencias; y habiendo pedido permiso el Al-
mirante para despedirse, S. M. se le dio, efectuándose la ce-
remonia con gran pompa, así con el Rey como con la Reina,
la que le retuvo cerca de dos horas. Y después de haber reci-
bido varios banquetes de los principales Ministros, le envia-
ron los Reyes de regalo hermosas cervellinas y cuatro piezas
de plata dorada lindísimas, y otras joyas á los caballeros. Co-
rrespondió el Almirante entregando á los caballeros que le
acompañaron y asistieron cadenas de oro, preciosas sortijas y
copas de plata, con que todos quedaron muy contentos. El
Canciller y Mariscal de Polonia enviaron al Almirante cuatro
magníficos caballos polacos.
Partió de Varsovia el Almirante el i.° de Mayo, llegando
en seis jornadas á la raya de Polonia, galantemente escoltado,
y volviendo allí á repartir entre los que le acompañaban ca-
denas de oro y copas de plata. Llegó á Praga el 17 de Marzo,
y á los 20 tuvo audiencia de S. M. Cesárea, refiriéndole el es-
tado de los negocios con Polonia. Salió de Praga el 24 de
Marzo. El 26 encontró en el camino un mensajero de S. A.,
que le traia despachos suyos obligándole á volver á Praga.
38
cgí A. RODRÍGUEZ VILLA
16
Felicísima relación del solemne recibimiento que el christianí-
simo Rey de Francia hizo al Duque de Arascot (sic) y al
Almirante de Aragón y al Conde de Arambnrch y á Don
Luis de Velasco y al Presidente Ricardote, personajes que
envió el Serenísimo Alberto, Archiduque de Austria, Gober-
nador y Capitán general de los Estados de Flandes, por
diputados de la paz entre el Rey D. Felipe nro. sr. y el di-
cho Rey de Francia.— {Dos hojas impresas en folio: Se-
villa, Septiembre de 98 años.)
En Bruselas, á 7 dias del mes de Junio, se publicaron las pa-
ces por orden del Sermo. Archiduque Alberto, con grande so-
lemnidad (á donde S. A. estaba), y hizo un gran banquete á
todos los Grandes y á todos los demás con muy gran regocijo.
Y envió S. A. á París por diputados de las paces (á los antes
citados). Partieron para París á los 20 de Junio. Entraron en
París martes á 30 de Junio, donde fueron recibidos de toda la
nobleza de Francia, y salió el Mariscal de Biron dos leguas á
recibirlos con toda la caballería, y todas las ventanas estaban
muy ricamente aderezadas, hasta los alojamientos, que también
los tuvieron muy bien aderezados.
Otro dia, miércoles i.° de Julio, á las cuatro de la tarde,
fueron los dichos diputados á besar las manos al Rey de Fran-
cia, el cual los esperó en la sala grande de su Palacio con to-
dos los Grandes de su Corte, que no faltaron sino el Duque de
Guisa y el Duque de Umena, y éstos porque estaban indis-
puestos en sus posadas. Entrados que fueron los diputados en
comedio y mitad de la sala, se levantó el Rey de su silla y sa-
lió cuatro pasos con la gorra en la mano, y ansí se estuvo hasta
que le fueron besando la mano. Y habiendo acabado, se llega-
ron todos juntos, y el Presidente Ricardote le dio su embaxa-
da, no consintiendo el Rey que estuviesen descubiertos. Y
siempre que ellos hacían continencia al Rey, de la misma ma-
nera les respondia. Y después de dada su embaxada, estuvo
hablando con todos en general y en particular con cada uno,
D. FRANCISCO DE MENDOZA 595
en lo cual mostraba el grande contento y alegría que tenia. —
Domingo, 5 de Julio, á las ocho de la mañana, fueron los di-
putados con todos los caballeros y diputados de todas las na-
ciones á Palacio á acompañar al Rey hasta la iglesia, y le lle-
varon en medio el Duque de Arascot y el Almirante de Aragón,
y no entró otra persona en la iglesia hasta que estuvieron aco-
modados todos los extranjeros. Llegados á la iglesia, tenían en
el altar mayor al lado de la Epístola el ceptro y dosel del Rey,
y al lado del Evangelio el del Cardenal y Legado de Su Santi-
dad, que dixo la misa á los diputados, y ellos tenian sus asien-
tos frontero del altar mayor con su dosel; donde acabada la
misa, el Cardenal, vestido de pontifical, en un tablado que
para ello se hizo, tomó juramento al Rey sobre el misal, y
liecho el juramento el Rey los abrazó á todos y se fueron á
casa del Arzobispo, donde habia puestas mesas largas y es-
pléndidas, y se asentaron á comer así el Rey como todos los
diputados y Cardenales y todos los de la Corte, y todos comie-
Ton cubiertos, y el Rey hizo un brindis á la salud del Rey de
España. Después acompañaron al Rey á su Palacio, donde es-
tuvo más de tres horas ensenando colgaduras y riquezas que
en él habia. — A la noche hubo gran sarao y fiesta de todas las
damas y señoras, donde hubo muchas galas y bizarría, y envió
el Rey un recaudo al Almirante de Aragón que se llegase á las
danzas. — Lunes, á 6 de Julio, y el martes siguiente fueron á
caza, y en esto y otros juegos que se hicieron, siempre mostró
el Rey grandísimo contento y alegría por las paces
17
Cartas del Almirante de Aragón desde sil prisión en Holanda .
I
El Almirante á los Estados generales de las Provincias
unidas, sobre su libertad.
Que «teniendo consideración á mi mucha edad y larga
prisión y á que están por libres todos los prisioneros de Bra-
bante, y á que para facilitar lo de España importará mi pre-
cq6 a. rodríguez villa
sencia, que VV. SS. tengan por bien que en mi ^^^f^J^^ ^1
Marqués de Mame, Conde de Pondenau, ó el Conde de Mon-
trenel, su primo, que ambos son hombres de tanta quahdad y
hazienda que os podéis satisfacer con ellos, y de edad que es-
tarán VV SS. más seguros con ellos que conmigo, pasando de
cincuenta y cinco años.- Fecha en la prisión de La Haya a 4
de Enero de 1602.»
II
El Almiranieá los Estados generales de Holanda.
Diversas veces he suplicado á VV. SS. me hiciesen buena
obra de acabar este negocio de mi libertad; y aunque creo que
tienen muchas ocupaciones y que es importunidad embarazar-
los con él. no puedo excusarme de hacerlo, siendo de tanta
importancia para mí. (Insiste en que acepten en su lugar una
de las dos personas antes citadas en otra carta, que se han
brindado á ponerse por él en rehenes.) - En la pris.on de La
Hava á 16 de Enero de 1602. , . , • ..
Se mandó á España un emisario por cuenta del Almirante
para facilitar la libertad de éste y otros prisioneros, a fin de
canjearlos por los holandeses que estaban en España.
III
El Almirante al Archiduque, desde su prisión de La Haya dan-
dolé cuenta del estado de las negociaciones con Holanda jpara
obtener su libertad.
Serenísimo Señor: En el mes de Enero escribí á V. A. lo
aue se me ofrecía en el negocio de la paz, y cuando partió el
aliente Olivera no escribí á V. A. con él sobre esta materia,
porque pedí licencia á los Estados para hacerlo y no me res-
pondieron con que me han cerrado la puerta para no hablar
niás en él y cuando no hubiera esta causa yo me hallo asido
de una tan grande enfermedad dende el primer dia desté mes,
que dudo sanarme della según su rigor y mi flaqueza y las inco-
Ldidades con que aquí me hallo; y aunque hago y haré de m.
parte todo lo que pudiere para sanar, cuando nuestro Señor
D. FRANCISCO DE MENDOZA 597
no se sirva de darme salud, con morir por su fée confesándola
con el corazón y con la boca, y habiendo caido en este peligro
por esto, y haciendo lo que debía al servicio de S. M. y de
V. A., antes me tendré por dichoso que por desdichado; por-
que las calamidades y trabajos, por grandes y apretados que
sean, no mudan la suerte de los hombres que acaban cumplien-
do con sus obligaciones; y ansí en esta parte estoy tan conso-
lada como si tuviera entera libertad; y en lo que toca al alma,
espero que los Estados no me querrán quitar á mí la libertad,
que no implica á ser su prisionero y ellos quieren para sí, y en
esto hago ahora instancia para que de acá ó de allá me den al-
guna satisfacción.
Suplico á V. A. que si los despachos que se esperan de Es-
paña han venido, se sirva de mandármelos enviar, porque sien-
do conformes á lo que S. M. ha escrito á V. A., los Estados no
pueden dejar de contentarse con ellos, y yo tendría por alivio
irme á morir donde tenga algún coasuelo más que aquí. Mi
enfermedad es calentura continua con frió y crecimiantos cada
dia y grande falta de sueño y un gran corrimiento en las pier-
nas, como el que tuve agora dos años en Bravante, que estoy
casi paralítico dellas, porque sin ayuda de mis criados no
puedo pasarme de una cama á otra; y demás desto, tengo algu.
ñas pintas por el cuerpo, y por la flaqueza no se atreven á
sangrarme, aunque yo lo he deseado. Otras particularidades
no digo á V. A., porque son mejores para padecerlas por nuestro
Señor que para hacer plaza dellas. Mi testamento há dias que ten-
go hecho y le he enviado á Bravante, y está en poder del Padre
Tomás Sarlio.y todo lo dejo remitido á la voluntad de VV. AA.,
á quien suplico humilmente no miren lo poco que les he ser-
vido, sino al deseo grande que he tenido de servirles mucho,
pues acabo en esta demanda con tanto gusto y contento que si
hoy y otras cien veces se me ofreciera la ocasión con que me
perdí, hiciera lo mismo (Recomienda á S. A. todos sus
criados, y especialmente á Gaspar Rodríguez de Figueroa, que
estaba á su servicio treinta y ocho años.) — Déla prisión de La
Haya á 8 de Marzo de 1602.
5g8 A. RODRÍGUEZ VILLA
IV
El Almirante al Archiduque.
Mi enfermedad ha pasado tan adelante que me tiene en bien
trabajoso estado, aunque muy consolado y contento de haber
recibido los Sacramentos y el de la Extremaunción; y después
acá me hallo con alguna mejoría, porque no obstante que no
se me quita la calentura continua y que la flaqueza y falta de
sueño es grande, estoy con más esperanza de que nuestro Se-
ñor se ha de servir de darme vida — De la prisión de La
Haya á i6 de Marzo de 1602.
El Almirante al Archiduque.
A los 16 de Marzo escribí la última carta á V. A. y después,
acá me hallo con mucha mejoría, porque la calentura es poca
y algunos diasme limpio de ella, aunque todavía me da cuida-
do lo que dura y la flaqueza, y no es por mal regimiento, por-
que en esto guardo muy puntualmente lo que se me ordena.
Los diputados de los Estados estuvieron conmigo á los 21
deste con autoridad de resolver el negocio de mi libertad; y por
lo que toca á la caucicn no pudo»acabarse, porque piden 75.00a
florines de fianza por última resolución, y por no tener ningún
aviso de Olivera no me atreví á prometerlos, por no saber lo
que trae; y sólo puedo decir á V. A. que sin e^to ni con menos
no me soltarán, y que á lo que yo entiendo no hay ningún pe-
ligro en darla siendo sobre los artículos determinados en que
no puede haber duda si se han cumplido ó no — De la pri-
sión de La Haya á 27 de Marzo de 1602.— (En 12 de Abril del
mismo año se estipularon los capítulos para la libertad del Al-
mirante.)
D. FRANCISCO DE MENDOZA 599
VI
El Almirante al Archiduque.
Le da gracias por el cuidado que en sus cartas muestra por
su salud, que ya es buena, aunque sigue flaco y con achaques.
Insiste en que para su caución exigen 75.000 florines, y además
los gastos ocasionados por él y por los demás prisioneros.
(En su prisión de la Haya.)— Otra carta de idem á ídem, des-
de La Haya, insistiendo en el envío de los 75.000 florines
(6 de Mayo de 1602).
VII
El Almirante á los Estados generales, dándoles gracias por su
libertad.
Señores: Entendido he del Sr. Conde Mauricio la merced
que VV. SS. me han hecho en acabar el negocio de mi libertad,
de que les doy las gracias que se deben por semejante benefi-
cio, y deseo darlas en particular á cada uno de VV. SS., y si
esto no hubiere lugar, á todos juntos. Y para esto les suplico
me manden dar licencia que baje á hacerlo, si esta tarde se ha-
llaren desocupados, para que yo pueda reputarles mi agradeci-
miento y el deseo que tengo de servirles y darles gusto en todo
lo que hubiere lugar dentro de los límites de la querella; y en
lo que toca á la execucion de lo que he prometido, procuraré
que tenga tan entero cumplimiento que VV. SS. queden tan
satisfechos dello como de lo que hasta ahora se ha hecho.—
Nuestro Señor, etc. — 22 de Mayo de 1602.
En 25 de Junio de este año ya estaba en Gante el Almirante.
5oo A. rodríguez villa.
18
Cédula Real concediendo al Almirante de Aragón 8.000 duca-
dos (que son tres cnentos de mrs. de juro) en cada un año,
durante los días de su vida ó hasta que se le haga otra mer-
ced equivalente ó mayor, desde 14 de Julio pasado de este
año de 1604 en adelante.
(Seis hojas en folio impresas, que empiezan:)
Este es traslado bien y fielmente sacado de un privilegio
del Rey D. Felipe III, n. s., escrito en pergamino y sellado
con su Real sello de cera roja, pendiente en filos de seda car-
mesí, dado en la ciudad de Valladolid á 4 de Septe., año de
1604 de tres quentos de juro de por vida, de que S. M.
hizo merced á D. Francisco de Mendoza, Almirante de Ara-
gón y Marqués de Guadaleste, por sus servicios hechos en paz
y en guerra al Rey D. Felipe el segundo, n. s., de gloriosa
memoria, y á S. M., que Dios guarde por largos y felicísimos
años.
(La Cédula es de i.° de Septiembre, y el privilegio es de í,de
Septiembre de 1604.)
El Rey.— Presidente y los del mi Consejo de Hacienda y
Contaduría mayor della: sabed que acatando los muchos,
buenos, grandes y calificados servicios que en la guerra de
los mis Estados de Flandes y en otras partes y ocasiones de
paz me ha hecho D. Francisco de Mendoza, Marqués de Gua-
daleste, Mayordomo que fué del Rey mi señor (q. h. g.) y de
sus Consejos de Guerra y Estado en la dicha Fkndes, mi
gran Almirante de la mar de los Reinos de la Corona de Ara-
gón, con grandes cuidados, trabajos, riesgos y peligros de su
persona y gastos de su hacienda, y particularmente desde que
el serenísimo Archiduque Alberto, mi tio y hermano, pasó á
los Estados Baxos y el dicho Almirante de Aragón con él, sir-
viéndole de Mayordomo mayor, y en los dichos Consejos de
Estado y Guerra por mandado del Rey mi señor, y continuán-
dolo se halló con S. A. en las jornadas y empresas de Cales y
Ardres que se hicieron en los meses de Abril y Mayo del año
D. FRANCISCO DE MENDOZA. 6oi
pasado de 1596, sirviendo en ellas con mucha puntualidad y
cuidado (O-
(Y termina así:)
Y todo el tiempo que estuvo en los dichos mis Estados de
Flandes, trató las cosas de mi Real Hacienda y la del sere-
nísimo Archiduque y del exército y del país con tal puntuali-
dad y limpieza, que, conociendo en todo lo demás que ha pues-
to las manos y en esto, ha cumplido con las obligaciones de
su nacimiento y con la confianza que el Rey mi señor (q. h. g.)
hizo de su persona cuando le envió á aquellos Estados, y la
que yo y el serenísimo Archiduque hemos hecho siempre del
dicho Almirante, y en alguna enmienda y remuneración de
todos los dichos servicios, peligros, trabajos y gastos, he te-
nido por bien de hacerle merced, como por la presente se la
hago, de 8.000 ducados, que valen tres cuentos de mrs. de
juro, en cada un ano durante los dias de su vida
19
Memoria de las joyas que había en los escritorios del señor
Almirante y llevó Silva de Torres la primera y segunda
vez que fué d Guadalajara.
— 1.650 escudos de oro.
— La pluma de diamantes que el Rey de Francia dio al Almi-
rante.
—Una caja de sortijas en que habia una esmeralda, una sor-
tija de diamantes, el maridaje del Maestre D. Juan Pa-
checo, un sello de las armas de Mendoza con colores,
otras cuatro sortijas, dos de diamantes pequeños y otras
dos de unas florecillas de esmeraldas y granates.
—Un Jesús (IHS) de diamantes al tope con tres perlas pinjan-
tes redondas.
— Una esmeralda grande con cerco de oro.
— Tres hábitos de Calatrava: uno en cruz de rubíes suelta,
(i) Sigue en un todo la Real Cédula á la Representación hecha
por el Almirante á S. M. en 7 de Octubre de 1603.
602 A. RODRÍGUEZ VILLA
por ambas partes con Lignitm crucis; otro esmaltado de
negro con viril de cristal; otro hábito redondo con una
cruz esmaltada en chapa de oro y azul, y por el reverso
una redecilla de oro con pasta.
— 50 ó 60 botones gruesos de oro esmaltados, y otros 80 ó 90
más pequeños y llanos esmaltados de negro.
— Dos piedras bezahares orientales, que eran de la Infanta
Doña Isabel.
— Un bolillo que tiene dentro un Rol de santos para dar el
nombre en la guerra.
— Otras piedras bezahares occidentales.
— Dos cueros de ámbar enteros.
— Dos piezas de Cambray muy fino.
20
Por estas preguntas se examinen los testigos que por parte de
D. Francisco de Mendoza, Almirante de Aragón, serán
presentados en el pleito que con él trata, y acusación que le
ha puesto el fiscal de S. M.
Si conocen á D. Francisco Buil, Gabriel de Roy, Pedro de
Mendoza y Bernabé Hurtado, personas que han hecho decla-
raciones en esta causa y están presos en casa del licenciado
Silva de Torres, alcalde de casa y corte de S. M.
Si saben la calidad del dicho Almirante, que es tan notoria
en estos reinos, y su término de proceder, que ha sido siempre
muy compuesto y reportado y muy enderezado al servicio de
S. M. y conservación de su autoridad y reputación y buen
nombre, conforme á las obligaciones que sus antepasados le
dejaron y él tiene.
■ Si saben que el dicho Almirante, así estando en los Estados
de Flandes como en estos reinos, siempre en público y secreto,
ha hablado con gran respeto y reverencia de la persona de S. M.,
como de su señor y Rey natural, loando y aprobando sus ac-
ciones cristianas y entendimiento y deseo de acertar en todas las
cosas, y nunca le han oido decir cosa ninguna contraria á esto
ni consentídola decir en su presencia, y los testigos lo saben
D. FRANCISCO DE MENDOZA 603
por haber tratado muy familiarmente al dicho Almirante de
más de doce años á esta parte y más tiempo en todas las oca-
siones y pláticas que se han ofrecido en su presencia en su
casa y fuera della, y nunca los testigos en ninguna ocasión,
parte ni lugar le oyeron decir palabras descompuestas contra
S. M.; y si las hubiera dicho, los testigos lo supieran y hubie-
ran oido decir, y no pudiera ser menos, por asistir muy conti-
nua y familiarmente en casa del dicho Almirante á conversar
y hablar con él.
Si saben que el dicho Almirante de Aragón, continuando el-
buen celo, lealtad y amor entrañable que siempre ha tenido y
tiene á la Real persona de S. M., en todas las cartas que ha
escrito á estos reinos desde los Estados de Flandes y desde
estos reinos á los dichos Estados, así escribiendo á Príncipes
como á particulares, siempre ha manifestado el ánimo y ob-
servancia que debe á S. M., y lo mismo hizo en el Memorial.
que dio á su confesor, de advertencias para el bien universal
de estos reinos, en que dice que S. M. tiene grande entendi-
miento y deseo de acertar á agradar á nuestro Señor en todas
sus acciones, y otras cosas en esta conformidad.
Si saben que el dicho Almirante, Semas de ser persona de
las más calificadas de estos reinos, es gran cristiano, temerosa
de Dios y de su conciencia, y confiesa y comulga muy á me-
nudo y tiene sus horas continuas de oración, en las cuales ha
encomendado y encomienda á Dios á S. M. y á los Reyes an-
tecesores, y desto reza una oración cada dia, que se halló en-
tre sus papeles; y muy recatado en decir mal de nadie, antes
es un caballero magnánimo, amigo de honrar á todo el mundo
y no decir mal de nadie ni que se diga delante de él.
Si saben que por conocer el Rey Católico D. Felipe II las
partes y calidades del dicho Almirante, habiendo de dar y
proveer persona que gobernase la casa del Archiduque Alber-
to y le asistiese en paz y en guerra en los Estados de Flandes,.
nombró al dicho Almirante y le hizo Mayordomo mayor def
Archiduque y uno de los cuatro de su casa Real, y con estos
oficios le fué á servir, nombrándole éste después de su Con-
sejo de Estado y General de la caballería de Flandes con títu-
lo en forma, oficios que desempeñó el Almirante durante ocho
anos.
bi saben que en todo este tiempo hizo grandes hazañas ea
5o4 A. RODRÍGUEZ VILLA
servicio de S. M. y de los Príncipes Alberto é Isabel, ganando
señaladas victorias contra los rebeldes, oponiéndose siempre á
los mayores peligros y trabajos de la guerra, gastando su ha-
cienda y gajes, que eran 20.000 ducados cada un año en hon-
rar y premiar á los soldados que servían bien y que se señala-
ban en ocasiones y casos de la guerra, por lo cual fué uno de
los Generales más amados y estimados de aquéllos y de los
más temidos de los enemigos.
Si saben que conociendo los Reyes D. Felipe II y su hijo
Felipe III el gran talento del Almirante y su discurso en todas
las materias, le encomendaron la embajada de Francia y la de
la Archiduquesa, madre de la Reina Doña Margarita, acerca
de su casamiento, y que informó á S. M. la conveniencia de
este enlace; y asimismo le encomendó una embajada en Fran-
cia, donde sirvió con grande ostentación y fidelidad, proce-
diendo en ella con notoria prudencia y discreción; y también
le encomendó embajada cerca del Emperador Rodolfo sobre
el casamiento de la Infanta Isabel con el Archiduque Alberto,
en que procedió de igual suerte; y después Felipe III le nom-
bró Embajador suyo cerca del Rey de Polonia, para que en su
Real nombre se hallase'en el bautizo del Príncipe de aquel
reino en calidad de padrino.
Si saben que el Almirante, siendo General de la caballería,
á 2 de Julio de 1600, habiendo este mismo dia por la mañana
obtenido una insigne victoria contra los rebeldes de Flandes,
luego por la tarde se dio otra batalla, en que no se tuvo buen
suceso, con asistencia del Archiduque, y pudiéndose salvar el
Almirante, suplicó con grandes veras á S. A., al ver que se
perdia la empresa y que estaba su persona en grave riesgo,
que se salvase él, y le hizo salir del combate, quedándose el
Almirante peleando hasta que fué hecho prisionero, permane-
ciendo en este estado veintitrés meses, con gran peligro de su
vida; y pudiendo ser rescatado de los primeros, lo fué el últi-
mo, quedando voluntariamente por rehenes de los demás pri-
sioneros. Durante su prisión le quisieron muchas veces quitar
la vida porque escribía al Archiduque, teniéndolo terminante-
mente prohibido, lo más conveniente para la expedición de la
guerra y pacificación de aquellos Estados.
Si saben que habiéndose remitido al Duque del Infantado
por S. M. el hacer las capitulaciones entre la Archiduquesa
D. FRANCISCO DE MENDOZA 605
Magdalena, hermana de la Reina Doña Margarita, con el Gran
Duque de Toscana 3' de Florencia, el referido Duque las co-
municó con el Almirante, y ambos con D. Luis de Castilla,
por ser persona muy experimentada en estas materias y tener
en su poder muchas capitulaciones de casamientos de Reyes y
Príncipes, el cual vio las dichas capitulaciones; y como por
este tiempo se le ordenó al Almirante se fuese á Guadalajara,
no tuvo lugar el dicho D. Luis de comunicar lo tocante á las
capitulaciones con el Almirante; y habiéndose éste salido en su
coche camino de Alcalá, fué tras él con mucha prisa D. Luis
y le alcanzó en los Caños de Alcalá, donde sacó las dichas ca-
pitulaciones y los advertimientos que él habia hecho, y se las
mostró y leyó al Almirante, al cual le parecieron muy bien, sin
que otra cosa pasase.
Si saben que D. Francisco Boil es hombre de baja suerte,
enemigo capital del Almirante, porque estando amancebado
con una mujer casada le reprendió, y porque habiendo llevado
otra á su casa, se la hizo echar; y porque habiendo pretendido
entrar en servicio del Duque de Lerma y pedido al Almirante
que dijese que era hijo del señor de Betera, no lo quiso hacer
por no ser así; y es hombre de mal vivir, acostumbrado á hur-
tar y cometer otros delitos, que cuando dijo su dicho le habia
despedido el Almirante, no consintiendo que el Duque del In-
fantado le recibiese en su casa y servicio, como pretendía. Y
por las dichas causas tomó tanto odio y enemistad al Almi-
rante, que dijo juraba á Dios que se lo habia de pagar y que
le habia de urdir una que no saliese en su vida de ella, y le-
vantarle un testimonio, aunque supiese meterse en el infierno.
Si saben que Gabriel de Roy está mal con el Almirante
porque no se fiaba de él en las cosas tocantes á Flandes, y
porque éste informaba á S. M. que convenia quitar los entre-
tenimientos á los flamencos, muchos de los cuales eran parien-
tes de Roy, el cual asimismo es hombre fácil que se toma del
vino.
Si saben que Bernabé Hurtado es enemigo del Almirante
porque le despidió de su casa á causa de que en el pleito de
Mondéjar no le guardaba secreto, avisando las diligencias que
practicaba á la parte contraria, en especial á D. Jusepe Garri-
do, su cuñado, y agente de D. Iñigo de Mendoza, y porque en
Flandes no le consintió tuviese entretenimiento de S. M. ni
5o6 A. RODRÍGUEZ VILLA
<,btener las ganancias que otros oficiales hacían por ilícitos ca-
"" Si°sáben que Gabriel de Roy fué traído preso desde los Es-
tados de Flandes á España, y llegado aquí le metieron en casa
del licenciado Silva de Torres, Alcalde de Corte, donde ha
estado y está en prisión, sin oir misa ni tener -------
con nadie; y en la misma forma está también preso D Pedro
de Mendoza, y en casa de un alguacil Bernabé Hurtado, los
cuales cuanto han dicho contra el Almirante ha sido por temor
de los tormentos y por diversas sugestiones que les han hecho,
trayéndoles delante á Francisco Buil, diciendo lo que no sa-
bian ni es verdad.
Si saben que D. Pedro de Mendoza y Cañizares, que tam-
bién depuso contra el Almirante, es persona muy imprudente,
fácil, mentiroso, de mala lengua, entrometido, y que por estas
cualidades y su desenvoltura en hablar y mentir, ha sido mu-
chas veces reprendido por el Almirante.
21
Auto recibiendo aprueba el proceso del Almirante.
En la villa de Madrid, á 30 dias del mes de Septiembre de
1600 años, los Sres. Licenciado D. Diego López de Ayala.
D Francisco de Contreras, Pedro de Tapia y D. Diego de Al-
drete, del Consejo de S. M.; los Licenciados Silva de Torres
V Gregorio López Madera, Alcaldes de su casa y Corte, jueces
por particular comisión de S. M. del negocio de D. Francisco
de Mendoza, Almirante de Aragón: dixeron que hacían y hi-
cieron cargo al dicho Almirante de la culpa que contra el re-
sulta de las averiguaciones sobre esta causa hechas, y le reci-
bieron á prueba con término de quince dias, y que la forma de
darle traslado sea darle comunicación de la acusación contra
él puesta por el fiscal de S. M-, y del proceso en esta forma:
que el dicho Almirante ó el Duque del Infantado, que tiene su
poder, nombren dos ó tres abogados para su defensa, á satis-
facción de los dichos señores, los cuales, y su procurador, ha-
D. FRANCISCO DE MENDOZA 6O7
hiendo jurado de guardar secreto, vean la dicha acusación y
proceso de la causa en casa de Juan Gallo de Andrada, escri-
bano de Cámara de S. M., y desta causa y en su presencia, y
si quisiere el Duque del Infantado hallarse presente con los
abogados y procurador, el dicho Juan Gallo de Andrada lleve
el dicho proceso á casa del Duque, y en su presencia, sin de-
jarle de la mano, lo vean, y si quisiere verlo el dicho Almiran-
te lo lleve á San Torcaz el dicho Juan Gallo, 3' por su impe-
dimento la persona que los dichos señores nombraren para que
lo vea en la forma ya dicha. Y así lo proveyeron y mandaron.
22
Notas del procedimiento criminal seguido en el proceso.
D. Francisco Buyl dixo á N. que la causa porque el Alcalde
Silva de Torres apretaba tanto en lo de los carteles, era por-
que se hallaba atajado que habia asegurado al Duque (de Ler-
ma) que el mismo dia y á la misma hora habia partido N. á
Guadalajara, teniendo por cierto que él los habia puesto.
Que cuando se dio tormento estaba presente, ó á lo menos
oyéndolo N.
A 27 de Abril llegó á esta Corte Gabriel (de Roy) después
de media noche: estuvo en la huerta de Silva de Torres hasta
los 3 de Mayo siguiente. En 10 del mismo le llevó á una sala
donde él estaba en la cama con dos pares de grillos, que dicen
de la vieja, que le mandó echar el dia que llegó, y hízole cier-
tas preguntas acerca de unas cartas que habia escrito al Almi-
rante cuando estuvo preso en Torrejon.
Respondió (Roy) lo que le ocurria diciendo verdad; pero el
Alcalde mandaba escribir lo que le parecia y lo hizo firmar, di-
ciendo que no decia verdad, porque abonaba el partido del Al-
mirante, y esto con tales demostraciones, que obligó á decirle
que parecia más parte que juez
El preámbulo que el Alcalde hacia antes de tomar la confe-
sión era que no tocaba en el pelo de la ropa y que hombres
muy honrados hablan dicho sus dichos y no estaban arrepentí-
6q8 a. rodríguez villa
dos dello, y otras cosas halagando y amenazando, y que lo que
quería saber era las machinaciones y trazas del Almirante y
otras palabras preñadas á este tono, preguntando qué corres-
pondencia tenia el Almirante con los holandeses y con el Ar-
chiduque y que no habia para qué callarlas
A las nueve de la noche empezó el tormento el mismo día, y
le ataron en el potro, diciendo que no se le acordaba más de lo
que habia dicho y que mirase que era caballero. Respondió el
Alcalde que ya se habia entendido lo que él queria saber y que
le habia de decir los pensamientos del Almirante; y con esto
mandó apretar al verdugo de manera que del muslo derecho
reventó la sangre, y entonces preguntó quién habia puesto los
carteles; respondió que no lo sabia, y entonces empezó el tor-
mento á más furia, porque le dieron más vueltas.en aquel mus-
lo y pasó al izquierdo y á las piernas, que le causó tanto do-
lor, que viéndose expuesto á la pasión de un tal hombre que
con mandarle enterrar después de muerto estaba acabado, no
habiendo quien le pidiese su muerte, pidió que le dejasen, que
diria lo que se acordase; y habiéndole tenido un rato así, le
mandó quitar, previniendo que, si no decia cuanto sabia, ha-
blan de comenzar de nuevo el tormento.
23
Sentencia sobre el orden de pago de las deudas del Almirante
de Aragón.
En Madrid, á i6 Juho 1615, el Sr. D. Francisco Mena de
Barrionuevo, del Consejo de S. M. y del de Guerra, caballe-
ro de Santiago y juez de los negocios del Almirante de Aragón
con sus acreedores, habiendo visto el pleito que es entre Don
Juan Hurtado de Mendoza, Duque del Infantado, y D. Cosme
Centurión, Marco Antonio Obada, Jácome Salvago, Felipe de
Villadiego, Alonso de Alfaro y Baltasar Gómez de Mesa, acree-
dores á los bienes y hacienda de D. Francisco de Mendoza,
Almirante de Aragón, de la una parte; y el dicho Almirante de
la otra, sobre que cada uno de los dichos acreedores pretende
D. FRANCISCO DE MENDOZA 609
ser pagado de los mrs. y deudas que el dicho Almirante les
debe mando que de lo procedido y que procediese en la
hacienda del dicho Almirante que tiene señalada y consignada
para pagar sus acreedores, se paguen en la forma y por la or-
den siguientes.
(Siguen los nombres de los citados acreedores, las cantida-
des que les debía y el orden por el que ha de pagárseles, sien-
do el primero el Duque su hermano, y así sucesivamente.)
24
Poder dado por el presbítero Almirante de Aragón D. Fran-
cisco de Mendoza, estando en Guadalajara, á Miguel Pérez
Collado, contador de S. M. y vecino de Madrid, para que re-
ciba y cobre de los Sres. Marcos, Fúcar y Compañía, residen-
tes en Madrid, «los dos cuentos y ii.ooo mrs. que por S. A.
del Príncipe Alberto se me han librado en los dichos Fúcares
por la razón y causa que en la libranza se refiere. » — 23 de Julio
de 1 617.
35
Retratos del Almirante de Aragón.
El retrato de D. Francisco de Mendoza que va colocado al
frente de este estudio, es el que ha parecido, entre los varios
que de él se conocen, el más propio y adecuado para dar idea
de su figura cuando se hallaba en Flandes, año de 1600, en el
ocaso de su vida. Se conserva en la Sala de Estampas de la
Biblioteca Nacional: está tomado del retrato al óleo que pintó
en aquel país Pedro Isac, y grabado por el renombrado Ma-
tham.
En el Atrium heroicim, editado por e ilustre calcógrafo Do-
minico Custode (i), hay otro retrato del Almirante que parece
(1) Augustíe Vindelicorum, 1602.
II 39
5io A- RODRÍGUEZ VILLA
copiado del anterior. Está en 4.° ovalado, con su nonabre en
forma de orla, y al pie se leen grabados estos versos latinos:
Clarus eras, Mendoza, domo nec inutilis armis;
Si modo Mars sciret, sorsque tenere modum.
Y en caracteres impresos más versos igualmente latinos.
En otros grabados copiados de cuadros de anterior fecha, se
le representa más joven, con larga cabellera y vestido de ar-
madura.
FERMÍN CA.NELLA Y SECADES
D. CARLOS GONZÁLEZ DE POSADA
(notas bio- bibliográficas)
Contados escritores asturianos podrán compararse en
diligente estudio, variada erudición y trabajo constante al
ilustre prebendado D. Carlos Benito González de Posada
y Menéndez, que nació, á 8 de Agosto de 1745, en la vi-
lla y puerto de Candas (Oviedo), y murió en Tarragona
á 13 de Marzo de 183 1.
Su prolongada ausencia de la tierra natal y las vicisi-
tudes de su vida dieron suerte varia á sus escritos, que,
por circunstancias especiales, se perdieron ó están en pa-
rajes desconocidos en su mayor parte. Por esto muy prin-
cipalmente, y aprovechando la ocasión grata de la publi-
cación de este libro, ordeno los siguientes apuntes relati-
vos á tan docto publicista para anuncio de sus obras y
deseada recuperación de las extraviadas.
El Sr. González de Posada fué estudiante en la Univer-
sidad de Oviedo, donde recibió los grados de Bachiller en
Artes (1753) y en Teología (1767), continuando sus estu-
dios en el Convento ovetense de Santo Domingo con siete
años de Teología escolástica de Santo Tomás, siendo
miembro de la Academia del angélico Maestro. Allí fué
Fiscal y Consiliario; también en la Universidad, y sustitu-
to además de las cátedras de Prima y de Sagrada Escri-
tura y Regencia.
Extinguida la Compañía de Jesús, Carlos III reorga-
nizó y amplió los Estudios de San Isidro de Madrid en
1770, y entonces el Sr. González de Posada se presentó
aspirante á cátedras de «Humanidades,» firmándolas opo-
siciones de las de «Rudimentos de Latinidad,» «Preceptos
gj, F. CANELLA Y SECADES
de Sintaxis» yde «Buena versión y propiedad latinas,» co-
nloa sus tres respectivas «Pasantías. » alcanzando la segun-
r e diehas cátedras (X77X) con el sueldo de 3oo ducado.
Durante su permanencia en la corte comenzó Posada
á sí^aTarseporsu pasmosa laboriosidad, y comenzó á reu-
Í,h lo mater.ales de su interesante BrUioieca Asiunana^^
.e cuando se publicó fué sin el nombre de su au or c mo
después se vem (■). En 1773 rem.t.o a Jo-^^--^ P^¡^
cjuirn tuvo siempre cordial am.stad y f^'l^f^^^
Clon que resplandece en su correspondencia, un Poema
ZeírLo Jpoeias asiunanos (MS de 500 vei.os end -
casílabos), imitación del «L-iel de Apo o„ d L pe e
Vega y de los cantos d»,l Tuna y de Caliope, trabajo hoy
desconocido y que, poniendo aparte exageraciones d amo
local debió ser obra de datos curiosos, digna de os elo
git'd insigne D. Gaspar. Este le animó al cu t.vo
I poesía dándole conseps é instrucciones q" - es-
ios [V. ^on nnn7ález de Posada una obra
escribió asimismo el Si. üonzaiez
dramática, que no se sabe dónde para.
De su expediente en San Isidro resulta que en 1772
asista á las cátedras de Hebreo, y que en X774 Y -guíe-
nte corrector y anotador de las e^.-^s de « A^^^^^^^^^
Latinos « publicadas por la Compama de Impiesores y
LÍliers. Apareció á la sazón un Ensayo .U buena ver.on
, ^ Fl sabio Canónigo de Oviedo y Murcia, D. Pedro A. de To-
González Posada . Posada de 22 de Oc-
sias del Sr. González Posada? _
D. CARLOS GONZÁLEZ DE POSADA. 613
en prosa y verso de latín á castellano (Madrid, en la im-
prenta de Antonio Fernández, año de lyyS), figurando es-
crita por D. Alejandro Gómez; «pero el verdadero autor,
se dice en la Biblioteca Asturiana, es D. Carlos González de
Posada, asturiano, que se entreteníaen honrar á D. Alejan-
dro... Resulta igualmente que el Sr. Posada tradujo al cas-
tellano una notable Gramática latina, de autor desconoci-
do, y el tomo de la Lógica de las «Recreaciones filosóficas»
del P. Almeida (O, probablemente cuando vivía en estrecha
amistad con el paisano D. Juan Antonio González Valdés,
de Tineo, preceptor después del famoso Conde de Toreno
y Director de la Real Academia de Latinidad de Madrid;
«uno de los mejores latinos que conozco,» dice con íntima
complacencia en varios artículos de la mencionada Biblio-
teca Asturiana. En funerario acuerdo capitular de Tarra-
gona se consigna que el Sr. González de Posada publi-
có las Elegías de Ovidio con comentarios; pero debe ser la
edición anotada del poeta sulmonense en la colección de la
referida Compañía de Impresores. También de su profe-
sorado en San Isidro debió ser la disertación, El dipton-
go M se usó entre los romanos, lo mismo en los mejores si-
glos de su Imperio qne en los de la República (MS.), de que
no se tiene más noticia; y no se sabe cuándo escribió el
pasatiempo Disertación en que se pretende probar que es su-
perstición decir «Dominus tec:tm« al que estornuda, que hoy
estimarían los cultivadores del llamado «saber popular.»
Para fijar su destino y vocación, D. Carlos González de
Posada obtuvo los grados mayores de Teología en Alcalá
y Avila, y en esta diócesis recibió las Sagradas Ordenes,
consagrándose al divino ministerio. Con tal carácter aspi-
ró á la obtención de un beneficio eclesiástico en Asturias,
que le permitiera vivir en su provincia amada para mejor
cultivar el estudio de su pasado, que fué su preferente
afición. Con él lo deseaba Jovellanos, que no logró valerle
(i) Véase Biblioteca Asturiana (impresa ea 1865), columnas
3Q7 y 416, tomo 1.
6] 4 F- CANELLA Y SECADES
después con relaciones ni con propia disposición cuanda
su breve paso por el Ministerio de Gracia y Justicia; mas
Campomanes, que no fué protector muy decidido, fué
probablemente quien alcanzó para el Sr. Posada el nom-
bramiento de Magistral de Ibiza en 1788, á poco de eri-
gida la pequeña diócesis, con prebenda de Real orden en
aquella ocasión, aunque sujeto á un examen posterior el
agraciado.
Tomó en seguida posesión, y se distinguió, como era de
esperar, en aquel Cabildo. Fué Vicario capitular y Go-
bernador diocesano; publicó deseados edictos disciplina-
rios; estudió el Archivo de la Iglesia; reorganizó la ago-
nizante Academia de Moral; fué severo y enérgico mante-
nedor de su autoridad en competencia con la civil, á ¡a que
hizo reconocer los derechos de la suya eclesiástica, y pro-
nunció el Elogio fúnebre de Carlos III. De su breve per-
manencia en la tierra balear dejó como memoria la Des-
cripción de la isla de Ibiza (MS.), completando la «Breve
noticia del Estado natural, civil, militar y político que
hoy tiene la isla de Ibiza y de Formentera con sus adya-
centes,» redactada por su primer Obispo el Sr. Abad, para
lo que el Magistral asturiano escribió además unas Adi-
ciones á la Relación {^\^.) del Prelado, trabajos que se
hallan en la Academia de la Historia.
Gestionaba Jovellanos con el ovetense Pastor Sr. Llano-
Ponte una colocación en su Cabildo para el estimado Don
Carlos González de Posada, que en 1792 solamente logró
ser piomovido á una Canongía de la Iglesia metropolita-
na de Tarragona, de cuyo Senado capitular fué Secreta-
rio en 1797, cuando todavía suspiraba por un «simple»
que le permitiera vivir modestamente en su humilde pa-
tria de Candas; mas continuó en la capital tarraconense,
donde brilló por su ilustración y por su iniciativa. Su lar-
ga estancia en aquel país y su decidida afición al estudio,
le hicieron acabado conocedor de la historia del Prmcipa-
do, como se manifiesta en las cartas, en su cooperación al
Sr. Corminas para el «Suplemento al Diccionario de Es-
D. CARLOS GONZÁLEZ DE POSADA 615
critores catalanes» del Sr. Torres Amat, y en su interés por
aquellas antigüedades, que acreditó en estimables obras,
hoy en desconocido paradero, como Noticia histórica de la
Santa Iglesia de Tarragona (MS., 1802, por encargo del
Infante D. Antonio y que entregó al arzobispo Sr. Mon);
Diseños del Templo de Augusto en Tarragona (MS., 1826);
Historia documentada de la traslación de la reliquia de Santa
Tecla desde el Convento de Capuchinos de Sarria (MS., 1814).
Referencias autorizadas de la ciudad arzobispal mencio-
nan una inscripción sepulcral hebrea de la calle de las Es-
cribanías Viejas, descifrada por el Sr. González de Posada,
acreditándole de anticuario estudioso, como sus otros tra-
bajos Colección de barros con marcas de sus artífices (MS.,
i8o3), con 234 marcas, que amplió en «Disertación» de
más empeño sobre Marcas y sellos de barros egipcios, grie-
gos y romanos y Alfarerías (MS., 1807), con láminas dibu-
jadas por F. Miralles, que remitió á la Academia de la
Historia. Esta producción está escrita con mucha erudi-
ción y manifiesta ser muy numerosa la colección de barros
que poseía el escritor asturiano, interesado en tales estu-
dios por otra obra anterior, «Diálogo sobre los barros an-
tiguos de Tarragona, » del Canónigo Sr. Foguet, en com-
petencia, dice Posada, al del Conde de Lumiares para dis-
tinguir los barros tarraconenses y de Murviedro por el
corriente error de llamar saguntinos á todos los barros ro-
manos.
Como acontece con los principales estudios del erudito
capitular, á éstos de antigua cerámica se refiere Jovella-
nos en varias de sus cartas (0; pero con más detenimien-
to y más conocimiento de causa á los de numismática, en
que también mostró su pericia el Sr. González de Posada:
Catálogo de españoles dados á la numismática y que poseye-
ron monetarios desde D. Alfonso V de Aragón hasta el día
(i) De 6 de Marzo de 1806 y 3 de Septiembre de 1807. (Obras
de Jovellancs coleccionadas por el Sr. Nocedal en la edición de
Rivadeneyra, tomo II.)
5i6 F. CANELLA V SECADES
de hoy (MS., 1804). Sobre esta materia disertó también
D. Gaspar con su entrañable amigo (O, no contento con el
«Catálogo,» y deseando más bien una «Memoria histó-
rica» ó una «Biblioteca numismático -española» para
la que anima á su paisano con un plan completo, fuentes
y observaciones, recibidas por el canónigo con acatamien-
to, disponiéndose, al parecer, á tal empresa. Se ignora si
lo'realizó, ampliando el Ensayo, que debe estar en la Aca-
demia de la Historia, á donde fué remitido por el autor;
mas no le menciona el Sr. Rada.
Posada promovió en 1801, en unión del Capitán de na-
vio Sr. Smith y el General-Gobernador Ibáñez, una Escue-
la pública y gratuita de Dibujo en Tarragona, y en la pri-
mera y solemne distribución de premios leyó un discurso
en ALÚanza del Dibujo, resistiendo modestamente su im-
presión acordada por todos los más notables de la ciu-
dad; y otro tanto aconteció en la Junta pública de 1807,
par¡ la que escribió otro discurso sobre la Necesidad del es-
tudio de la Arquitectura. Por méritos de antigüedad fué
promovido en 1814 á la dignidad de Enfermero y Admi-
nistrador'del Hospital de San Pablo de la Iglesia Metro-
politana, falleciendo en su desempeño bajo testamento
otorgado en 1826 con piadosas y humildes disposiciones
y recuerdos de libros, pinturas, esculturas y alhajas á va-
rios amigos; pero el resto de tan importante herencia que-
dó para muy reservada inversión por el Dr. Vázquez.
Con ser tantos los merecimientos apuntados, la signi--
ficación principal de D. Carlos González de Posada es para
los amantes de la historia del Principado, por el afán con
que aquel hijo ausente— que en ocasiones contadas volvió á
visitar la tierra de sus afecciones— se dedicó preferente-
(O Cartas de 31 de Enero (hermosa epístola latina), 3 y 21 de
Junio, 10 de Julio. 2 y 18 de Agosto y .5 de Septiembre de 1805;
10 de Abril y 3 de Mayo de 1806. (Obras de Jovellanos colecciona-
das por el Sr. Nocedal.) En ésta y otras cartas se deduce que el
Sr. González de Posada tenía ricas colecciones de monedas, de
barros antiguos y de moluscos.
D. CARLOS GONZÁLEZ DE POSA.DA 617
mente á ilustrar el pasado de Asturias con repetidos es-
critos, casi todos desconocidos, cual acontece con los enu-
merados.
El Municipio y pueblo nativos le merecieron, con amor
nunca amortiguado, especial interés, demostrado en las
siguientes Memorias: Historia de la villa de Candas en As-
turias y de su Concejo de Carreña, que son doce parroquias
(MS. del que dice el autor «que en él no fué tan desgra-
ciado como en otras cosas suyas, pues se sacaron muchas
copias de esta obra»); Noticia de los autores de todo lo artís-
tico de ¡aparroquia de Candas (MS.); Disertación probando ser
fabulosa la aparición del Santo Cristo de Candas, que se supo-
ne hallado en una sepidtura déla misma iglesia (MS.), y No-
ticia de la vida y muerte d^ D. Domingo García Linares,
sacerdote ejemplar de la villa de Candas, en 1782 (MS.) En
la correspondencia tantas veces mencionada se puede ver
cómo Jovellanos contenía ios desbordamientos patrióticos
del Sr. Posada en noticias varias de aquella región, del
santuario famoso — cuya estampa del Santísimo Cristo
hizo grabar D. Carlos, — y en no pocas referencias de Pé-
rez Valdés, el originalísimo Botánico (0.
El vecino Concejo de Gozón, en día lejano confundido
probablemente con el de Carreño, le debió dos Memorias:
Disertación histérico-crítica sobre la verdadera situación del
castillo de Gozón, en el territorio llamado Raíces, inmediato
á la villa de Aviles, contra todos los historiadores que en vano
■ se empeñan en colocarle en el cabo de Peñas, muy distante de .
la mencionada villa (MS.); y la Inscripción descubierta en el
pórtico de la iglesia del lugar de Eres, Concejo de Gijón,
Obispado de Oviedo (MS.)
Y de carácter más general son las monografías: Del lino
en Asturias en tiempo de los romanos (MS.), y el Discurso
(1) D. Benito Pérez Valdés, de Candas, naturalista, humanis-
ta, poeta patriótico, hombre de singulares y estrafalarias costum-
bres; de él se refieren curiosísimas anécdotas con las que pudiera
formarse interesante biogralía.
6l8 F. CANELLA Y SECADES
histórico sobre la parte que tuvieron los asturianos en las glo'
Has de V. Palafox siendo Obispo de la Puebla de los Angeles
(MS. dedicado al Rmo. Sr. D. Francisco Fabián y Tue-
ro, Arzobispo de Valencia).
No es inoportuno intercalar aquí la referencia repetida
que Jovellanos y Posada, unidos por el amor á la patria
y al estudio, hacen de dos autores con frecuencia mencio-
nados en la historia de la Edad Media, Custodio y el Abad
D. Diego, cuyas personalidades y no depurados escritos
merecían disquisición especial para fijar su significación y
veracidad en ios astúricos anales (0.
¿Dejó también el Sr. Posada papeles y apuntes de «Geo-
grafía asturiana,» á que le inclinó su celebérrimo amigo
por él tan respetado? Todo parece probable— aunque no
se conocen — en quien pasó más de medio siglo acopiando
materiales asturianos, si bien fueron por él preferidos los
de biografía, bibliografía y filología provinciales, que son
sus trabajos más interesantes. Las obras de las dos prime-
ras materias fueron impresas; y rastreando el paradero de
la tercera, nada pude alcanzar hasta ahora, dudando si ha
sido destruida en todo ó en parte, ó si está simplemente
extraviada.
Aparecieron primeramente las Memorias históricas del
Principado de Asturias y Obispado de Oviedo (tomo I, con
licencia: Tarragona. Por Pedro Cañáis, 1794: 4.°, 421
páginas y 10 de índice), y es el comienzo de un Dic-
cionario biográfico de asturianos que solamente compren-
dió la letra A. Jovellanos llamó pegarada (O á la empre-
sa, que criticó con acritud en él desusada, diciendo que
no correspondía el título de la obra al contenido; que en
la dedicatoria del Santísimo Cristo de Candas era cues-
(i) Véanse cartas de Jovellanos á Posada de 6 de Julio y 7 de
Agosto de 1783, y Biblioteca Asturiana de Posada, pág. 408.
(2) Pegarada (de pega; en dialecto asturiano, urraca picaza).
Y dice el Sr, Posada: < Como yo recogía noticias para mi obra (Me-
morias históricas), á imitación de \a pega 6 urraca avarienta, Pon
Gaspar Wama pegarada á mi colección.»
D. CARLOS GONZÁLEZ DE POSADA 619
tionable el milagro que refería; que la carta-prólogo de
Campomanes resultaba insignificante é insulsa; pero alaba
el estilo puro, perspicuo y conveniente á la materia, tra-
tada con imparcialidad, aunque no exenta de candor histó-
rico. Ensalza, además, la diligencia, mucha lectura y celo
por nuestra gloria, si bien, añade, «hay cosas que, á mi
juicio, debieran omitirse: muchos nombres no dignos de
memoria y que los amigos de usted le aconsejaron en
vano que escardase de tan copiosa sementera; golillas
obscuros, frailes gotosos, monjes, alcaldes mayores y ca-
balleros sin mérito ni fama.» Ciertamente, pecó de pro-
lijo el buen González de Posada con numerosos artículos
de gente de poco bulto, y á continuar por igual camino,
no es fácil indicar cuántos volúmenes llevaría á las pren-
sas tarraconenses, aunque, á veces, abrillantaran sus pá-
ginas artículos tan excelentes como los de Alfonso de Proa-
za, Alonso de Quintanilla, Alonso de Navia Osorio y Vigil,
famoso Marqués de Santa Cruz de Marcenado, el Carde-
nal Alvaro de Cienfuegos y Antonio González Reguera ó
«Antón de Marirreguera.» No tuvo la obra la aceptación
esperada por su autor, doliéndose que Jovellanos no la
hubiera corregido en los originales; y tal vez por esto le
faltaron alientos para proseguirla y abandonó la labor ini-
ciada en 1772, desde cuando reunía datos con que forma-
ba numerosas papeletas (0. Por presente, que estimo en
lo mucho que vale, conservo intonso entre mis libros el
ejemplar de las Memorias históricas, de uso del Sr. Po-
sada, de grandes márgenes, y avalorado con autógrafas
apostillas de D. Carlos en que corregía y adicionaba su
obra con 98 aclaraciones y 38 artículos inéditos ó nue-
vos, por donde resulta tenía preparado para la prensa el
(i) a las Memorias históricas se refieren lascarías de Jovella-
nos á Posada de 10 de Enero, 5 de Febrero y Septiembre de 1791;
7 de Julio y 3 de Septiembre de 1792; Septiembre de 1793, y 17 de
Enero y 10 de Marzo (ésta de muy notable crítica) de 1795. (Obras,
de Jovellanos coleccionadas por el Sr. Nocedal, tomo II.)
(520 F- CANELLA Y SECADES
tomo II, cjue comprendía, cuando menos, hasta la le-
tra D.
Díjose que en 1811, cuando la heroica defensa de Ta-
rragona, sitiada y casi destruida por los franceses manda-
dos por Suchet, huyó el asturiano canónigo de la ciudad—
á semejanza del erudito prebendado de Gerona, Sr. Ferra-
gut, en el «Episodio Nacional» del Sr. Pérez Galdós,— y
que en aquellos luctuosos días fueron pasto de las llamas
ó desparramados y destruidos muchos objetos arqueológi-
cos del Sr. Posada, entre éstos las papeletas bio-bibliográ-
ficas asturianas, si bien en poder de diligentes bibliófilos
de la provincia hay copia de algunas que no son de im-
portancia.
Más subida la tiene un libro (MS., 1782), donde el doc-
to escritor fijaba en extracto, cuando no con bastante ex-
tensión, noticias biográficas con citas de fuentes impresas
y diplomáticas. Titúlase Catálogo Astur y es todo autó-
grafo del mismo Sr. Posada, en ejemplar con que también
fui favorecido por fineza muy agradecida. Forma un tomo
en 4.° de 274 páginas de letra muy metida, con ocho catá-
logos de asturianos: Obispos; insignes Abades y Consagra-
dos; Inquisidores y Auditores de la Rota; Togados; Go-
bernadores, Corregidores, Intendentes del Ejército Real
y Real Hacienda y otros del Consejo Real que no fueron
Togados; Prelados generales y provinciales de las Orde-
nes militares y regulares; y de los Ricos-homes, Palacie-
gos, Embajadores, Grandes, etc., que constituyen 55; ar-
tículos inéditos con más 99 ya comprendidos en el tomo I,
impreso. Este manuscrito es de su^o interés para la his-
toria provincial.
Parte primera del Catálogo Astur debió ser un Catalogo
de Escritores ó la Biblioteca Asturiana, trabajo al que se
refiere varias veces en aquél cuando los artículos de astu-
rianos distinguidos que, además de los méritos ó preemi-
nencias indicadas, merecen noticias bibliográficas. Esta
Biblioteca Asturiana, comprensiva de 229 artículos de ta-
les asturianos autores de toda clase de hbros, fué pubh-
D. CARLOS GONZÁLEZ DE FOSADA 62I
cada, como es sabido (i). El Sr. Fuertes Acevedo duda
sin motivo alguno de fundamento de la paternidad de la
Biblioteca, «que algunos, escribe, atribuyen al canónigo
Posada, considerándola como continuación de las Memo-
rias históricas; pero nosotros creemos que es obra del mis-
mo Conde de Campomanes.» Nada menos cierto. Ni la
manera de referirse aquél á Asturias en el artículo de Al-
fonso de Proaza de las Memorias, ni el modo de mencio-
nar á Alejandro Gómez, á Jovellanos, á Inguanzo y á
otros contemporáneos en la Biblioteca, lo indican; y s\ «nada
dice de Campomanes,» ninguno de estos reparos de Fuer-
tes es de peso. Antes bien, la Biblioteca {2) contiene en mu-
chas partes numerosas noticias personales del mismo señor
González de Posada. Aparece tomada en la edición del Ga-
llardo de un «MS. en 4.° escrito por los años de 1782 con
señas de original» (igual que mi Catálogo Asttir), de la bi-
blioteca de Campomanes; y nada extraño es que el autor,
cuando andaba por Madrid y mucho esperaba del Fiscal del
Consejo de Castilla, en poder de éste lo dejara, y el Conde
pudo suprimir después su artículo bibliográfico, al que Po-
sada se refiere al folio 62 del repetido Catálogo Astitr, di-
ciendo: «Del Conde de Campomanes hemos tratado en la
Biblioteca Asturiana.» Y extraña el Sr. Fuertes que el ma-
nuscrito de ésta fuese á parar á la librería del Gobernador
del Consejo después del saco de Tarragona en 1811, cuan-
do aquél había fallecido en i8o3; cosa fácil de explicar,
porque lo tuvo en vida, quizás desde cuando el Catedráti-
(i) En el «Ensayo de una Biblioteca española) de libros raros
y curiosos, formado con los apuntamientos de D. Bartolomé José
Gallardo, coordinados y aumentados por D. M. R. Zarco del Valle
y D. J. Sancho Rayón. Obra premiada por la Biblioteca Nacional:
Madrid, ¡863, tomo I, páginas-columnas 395 y siguientes.
(2) Véase en el citado Ensaco, etc., la Biblioteca Asturiana,
páginas-columnas 400, 402, 405, 413, 425, 427, 433, 434, 435, 438
y 444 en los artículos Bernaldo Quirós, Marirreguera, Omaña,
Benavides, González Villar, Pérez Villamil, Torano, Candamo,
Inguanzo, Oviedo y Portal, Peñerúes, etc.
522 F- CANELLA Y SECADES
co de San Isidro, Magistral de Ibiza y Canónigo de Ta-
rragona, andaba por Madrid deseando un acomodamiento
en Asturias, que principalmente esperaba de su sabio pai-
sano el Director de la Academia de la Historia, por quien
González de Posada fué propuesto para Académico corres-
pondiente en 1789. Como el Caidlogo Astur. es, pues, sin
duda alguna, la Biblioteca Astariand obra del ilustre hijo
de Candas. Otros manuscritos de éste tal vez pudieran en-
contrarse en la oculta librería y colección de papeles de
Campomanes.
Mas no allí ni en los de Jovellanos, aunque sufrieron
tantos extravíos y pérdidas, debe estar el más preciado tra-
bajo del Capitular de Tarragona. Me refiero á su Diccio-
nario de Etimologías del idioma de Astiwias (MS. en folio . 425
páginas con 800 artículos y I25 autores que se citan),
obra que seriamente principió á trabajar el Sr. Posada en
1801 cuando con el insigne gijonés trataba de fundar la
Academia Asturiana, uno de cuyos principales cometidos
había de ser un «Diccionario del bable,» dialecto del que
se encuentran curiosas noticias é instrucciones en la men-
cionada correspondencia de los dos paisanos (1). D. Gaspar
animaba uno y otro día á D. Carlos para el estudio de las
(i) Cartas de Septiembre y 26 de Octubre de 1793; 14 de Ene-
ro de 1801, con la notable instrucción para el Diccionario asturia-
no; 26 de Abril de 1804; 25 de Mayo, 21 de Julio, 26 de Agosto,
26 de Octubre, 5 y^o de Diciembre de 1805: 5 de Mayo, 5 de Fe-
brero, 31 de Marzo y 9 de Mayo de 1806. ÍObras de Jovellanos co-
leccio'nadas por Nocedal, tomo II.) Esta correspondencia es abun-
dantísima en toda clase de datos asturianos y de otros de amena
literatura. Fué también bálsamo consolador para Jovellanos cuan-
do su prisión en Palma de Mallorca, donde, burlando los carcele-
ros, escribía y recibía alguna carta con toda clase de precauciones
en letras y firmas. Para éstas acudía el infeliz desterrado á sus fie-
les servidores ó á nombres supuestos, tomados de los queridos lu-
gares de Asturias. Posada firmaba Pedro Cadaalso, anagrama de
Carlos de Posada, ó ya Laureano, Patricio de Garreiio, Juan de
Antrellusa. Pedro de Condres, de Perán, de Coyanca, Abono, An-
tromero, etc.
D. CARLOS GONZÁLEZ DE POSADA 623
«etimologías» de vocablos provinciales, dando más impor-
tancia á estos trabajos que á los referidos de cerámica y
numismática. Cuando falleció el erudito Enfermero ta-
rraconense, dejó la obra filológica como terminada ó poco
menos, y es posible que fuese el complemento de su Dis-
curso sobre los orígenes del dialecto de Asturias (MS., ijgS).
Dice en su testamento: «A mi sobrino el Coronel D. Car-
los González Llanos lego todas mis obras manuscritas, ex-
cepto las Etimologías del idioma de Asturias;» y más ade-
lante dispone: «Al Dr. Vázquez la estatua del Crucifica-
do de mi oratorio y el libro que yo hice de las Etimologías
de voces de Asturias. i>
Fué D. Manuel Vázquez Estrada, asturiano, paje del
Sr. Posada en Tarragona; con su protección graduado en
Palma de Mallorca en i8o5 por su favor Prebendero de
la parroquial iglesia de la villa de Reus en 1806, y quien
cuando, con el último suspiro de su señor, recibió en car-
ta reservada comisión de cumplir la voluntad postrera de
aquél «con el sigilo que le tenía encomendado para obrar
libre é independiente de los demás albaceas, » dignidades
de la Catedral. El Prebendado de Reus tuvo así el pre-
ciado manuscrito con estudios análogos á los de Jovella-
nos, que conservaba D. Alejandrino Menéndez de Luar-
ca, y á los que D. José Caveda dio á conocer en la Real
Academia Española. Cuando, pasada la primera guerra
civil de España, el General González Llanos pasó á Ta-
rragona para enterarse de lo que pudiera convenirle en
la herencia de su tío, sólo pudo recoger manuscritos sin
importancia, algunos volúmenes y el notable ejemplar
adicionado de las Memorias históricas. ¡Cuánto conven-
dría que apareciese el libro de las Etimologías, de tan
preciado valor, á juzgar por las vagas noticias que de él
se tienen! En su busca hice no pocas gestiones, infruc-
tuosas por desgracia, como otras dirigidas á conocer los
mencionados y más trabajos del Sr. González Posada, tal
vez unos destruidos, ó tal vez solamente extraviados. En
la Academia de la Historia deben estar algunos; re-
g2. F. CANELLA Y SECADES
cientemente tan sólo aparecieron los de ibiza, según car-
ta del Sr. Rodríguez Villa; pero esperamos en que otros
andarán revueltos por mudanzas y vicisitudes de la Cor-
poración, quizás confundidos con papeles extraños, y por
eso aún quedan esperanzas de que algún día aparezcan
tales papeles y otros interesantes para la completa bio-
grafía del ilustre asturiano, como Relación de nn cauti-
verio por los piratas en Mayo de 1810 navegando de Tarra-
gona d Ibiza; Diarios de mis viajes; y principalmente .la
Noticia de los entretenimientos literarios de D. Carlos Gonzá-
lez de Posada, natural de la villa y puerto de Candas, en el
Obispado de Oviedo, Principado de Asturias, escrita de su puno^
á los 82 años de su nacimiento, á instancia de un amigo a
quien deseaba complacer.
Al objeto de descubrir tales manuscritos, y en primer
término los filológicos y autobiográficos, escribimos estos
apuntes, avivando el interés y el apoyo de los amantes de
las letras asturianas.
Aunque se diga-y es la verdad-que el Sr. Posada fue
principalmente un escritor de detalles, un compilador y de
no abundante crítica propia, son de gran utilidad sus tra-
baios, arsenal riquísimo de datos y noticias, que recogió
afanoso durante toda su vida, fijando con escrupulosidad
fuentesy orígenes. «No me acuerdo, dice, tratando de Mar-
tín González, dónde he hallado esta especie, poique se me
olvidó apuntaren ella la cita, como acostumbro; pero estoy
cierto de haberla leído en autor fidedigno.» Fué diligentí-
simo bibliófilo, según lo demuestra en varios parajes: «Don
Felipe Bernaldo de Quirós. escribe, dejó gran librería al
Convento de San Francisco de Oviedo, cuyos religiosos,
por libros de sermonarios, índices y polianteas, fueron tro-
cando los escogidos de Humanidades y más preciosos con
ciertos libreros de Madrid, que me lo contaron en la cor-
te » «Estudiando yo Filosofía, añade en el artículo del
poeta D. Francisco Bernaldo de Quirós, he copiado de
obras impresas y manuscritas del D. Francisco por fa-
vor que me hizo mi Catedrático D. Ignacio Suarez No-
D. CARLOS GONZÁLEZ DE POSADA 625
riega, cura párroco de Santa Eulalia de Turiellos, fino
apreciador de las buenas obras y raras poesías: todas son
romances, y, entre ellas, hay algunas que se publicaron
por de Gerardo Lobo, como el de «Oyes, tú: ¿cómo te lla-
mas?» «El soliloquio amoroso » Y en otra ocasión, evi-
tando un plagio, avisa: «He conocido en Madrid un sacer-
dote distinguido que trataba de comprarle (al gijonés Fr. Si-
món José Ruiz de Castañeda) este manuscrito («Oraciones
retóricas de heroínas»), con ánimo de publicarle bajo su
nombre; lo que advierto por si algún día saliese así.»
Por esto y por más escribía Jovellanos: «¿Quién le ha
ganado en el arte de oler y de «escazar» las noticias, y en
la constancia de recogerlas y ordenarlas?»
Al sapientísimo autor del «Informe de la ley agraria»
dedicó el Sr. Posada devoción y entusiasmo que le acom-
pañaron al sepulcro. Escribió también una Vida del Ex-
celentísimo Sr. D. Gíispar Melchor de Jovellanos, que dili-
gentemente, pero sin resultado, buscó el jovellanista se-
ñor Somoza.
Cuando la inicua y rigorosa prisión en Mallorca del exi-
mio asturiano, burló D. Carlos á los carceleros de Bellver,
y allí se presentó inopinadamente disfrazado de monje para
consolar á su entrañable Jovino, que, agradecido, dirigió en
1802 á Posidonio aquella preciosa oda sobre la «vida reti-
rada,» donde le dice:
«Y cuando todos al terror doblados,
medrosos se escondían, tú, tú' solo,
¿no te mostraste firme, y á la furia
no presentaste intrépido la frente?....»
En el camarín del Santísimo Cristo de Candas se con-
serva un excelente retrato de D. Carlos González de Po-
sada.
40
MARQUÉS DE JEREZ
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS
Huésped yo, casi anualmente, aunque breves tempora-
das, que se me pasan como soplos, de D. Marcelino Me-
néndez y Pelayo, mi librería viene siendo tan suya, que no
sé encarecerlo. Si mis regocijos de bibliófilo no se funda-
sen más que en el gusto de agradar con mis libros al sabio
catedrático, ya con eso daría yo por excelentemente em-
pleada mi afición á coleccionar obras de nuestros antiguos
poetas y prosistas; porque contemplar á Menéndez y Pe-
layo olvidándose de las mil galas con que Sevilla convida,
sorprende y encanta á sus visitadores en sus magníficas
fiestas de Abril, y consagrado febrilmente á examinar li-
bros 5' á tomar apuntes, que luego utiliza en sus escritos
prodigiosos, es harto premio para un insignificante aficio-
nado á las buenas letras.
Como recuerdo de sus visitas á Sevilla y á esta casa, en
que siempre le espero con los brazos abiertos — ^él lo sabe
yo quiero ofrecerle hoy unas cuantas cédulas bibliográficas;
nada, en verdad, si no se tratase de libros rarísimos, de
una parte de los cuales sólo se conoce el ejemplar que
poseo.
Villar (El M. D. Francisco del).
Relación | De la Fiesta | que celebro el muy ( obser-
vante Convento de San Francisco de | Andujar, al glo-
rioso San Pedro Baptista y | sus compañeros, primeros
Mar ] tyres del Japón. | Dispuesta por el M. D. Francis-
co^el Villar. | Y dedicada á la muy noble y leal ciudad
dcAndujar. (Escudo de afinas de Andájay,gyab. en in.rdeya.)
Con licencia en Granada, por Martin Fernadez, 1629.
628 MARQUÉS DE JEREZ
. o_5, hojas: lo de principios y 42 foliadas.-Signs. (sin
las dos hojas primeras) VTl, A-L, de cuatro hojas, n.er,os la
"-Vrtaltn^r-la. - V. en blanco. -Soneto de D. Manuel
de Vago y Peralta á la ciudad de Andújar:
Levante el sol, con bárbaros deseos...
Décima del mismo al autor:
De tu patria vencedora...
Décimas (dos) de Juan Martínez de Moya al autor:
Cisne del Betis sonoro...
Dedicatoria suscrita por el autor. Contiene noticias históricas
de AnSar.-Texto.-Lrcencia del Ldo. D. Antonto Gonza-
^i:^:;t"etSst:S^aenelMio.4.yelresto
deWoíumen lo llenan las poesías premiadas en el certamen poe-
tico cuyos jueces fueron:
Fr Juan de Soto, Guardián del Convento.
Dr. D. Juan de Carranza y Cárdenas.
D. Gómez de Valdivia y Cárdenas.
Ldo. Melchor Navarro.
Secretario.
Ldo. Francisco Zarzo.
Poetas,
El Ldo. Francisco Zarzo, Presbítero, Maestro de Gramáti-
ca. Dísticos latinos.
D Manuel Salcedo del Villar. ídem.
El Ldo. Diego de Navarrete, natural de Córdoba. ídem.
El Maestro D. Francisco del Villar. Soneto: ^
Dulcísimo Jesús, si norte y guía...
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 629
Décimas (cuatro):
Para soldados valientes...
Otras (cuatro):
Razón es que os remontéis...
Romance:
Robustos brazos de un olmo...
Alonso de Bonilla, vecino de Baeza. Soneto:
Hoy, Cristo, Rey de las impíreas zonas...
Décimas (cuatro):
Hoy, justos, habéis volado...
El Ldo. Antonio Verdejo de Agreda. Soneto:
Nuevos Colones en nosotros miro...
Cristóbal Pérez Palomino. Soneto:
Padezca el cuerpo en la prisión obscura...
Romance:
Francisco, Alférez de Dios...
D. Alonso de Salcedo. Soneto:
La de pino, la de apio, la de grana...
Décimas (cuatro):
Diestramente habéis jugado...
Romance:
En la cítara de amor...
Fr. Francisco de Guadarrama. Soneto:
Al certamen olímpico os inclina...
630 MARQUÉS DE JEREZ
Décimas (cuatro):
De la semilla caída...
Romance:
Ciudad noble, Alcides fuerte...
Frey D. Gonzalo de Salcedo. Soneto:
No la oval de arrahian, que cetro alcanza...
Décimas (cuatro):
El águila soberana...
El Ldo. Andrés Verdejo. Décimas (cuatro):
Dando la mano de esposo...
Manuel de Lara. Décimas (cuatro):
El Serafín encarnado...
Otras (cuatro):
Tanto el vuelo es más dichoso...
El Ldo. Francisco Criado. Décimas (cuatro):
Plantó Francisco un jardín...
Alonso de Morales. Décimas (cuatro):
Hoy quiere Cristo jugar...
D. Alonso de Cañate, Romance:
Ciudad rica y venturosa...
Chirino Bermúdez (D. Alonso).
Carnestolendas | de la | Civdad de \ Cádiz | Prvevasde
Ingenio de | Don Alonso Cherino Bermúdez. | Por el Ca-
pitán Don I Juan Ygnacio de Soto y Auiles, Caua \ llera
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 63I
del Orden de Calatraua, y Alfe | lez mayor de la Ciudad
de Cádiz, | en cuya casa se | hicieron. | A Don Nvño de
Villavicencio, Cauallero del Orden de Santia- | go, Re-
gidor perpetuo de la Ciudad \ de Cádiz. | Con licencia, {
Impresso en Cádiz, por Fernando Rey, | Año lóSg.
8." — 64 hojas: 8 de principios y 56 foliadas (la última, por
errata, dice 46).— Signs. (sin las 8 hojas prels.) A-G, todas
de ocho hojas.
Portada. — V.* en blanco.
Aprobación del Ldo. D. Antonio Alvarez de Bohorques:
Cádiz 15 de Abril de 1639.
Licencia al autor del Ldo. Agustín Luis Delgado, Canóni-
go, Provisor y Vicario general de Cádiz: Cádiz 18 (de Abril)
de 1639. — Al lector. — Décimas (dos) del Almirante D. Este-
ban Oliste á D. Juan de Soto:
Urna divina en que amor...
Décima de D. Bartolomé de Villavicencio al mismo:
Flores que ardiente- produce...
Soneto de D. Jacinto de Aguilar y Prado, capitán de infan-
tería, al mismo:
Don Juan ilustre, en quien feliz admiro...
Soneto del Ldo. D. Antonio Zarco al mismo:
No de Aganipe ya como solía...
Décima de D. Pedro Quemo Garracín al mismo:
Asiste Apolo á tus obras...
Soneto del Ldo. D. Antonio Zarco al mismo:
Cuanto tu admiración ha ponderado...
632 MARQUÉS DE JEREZ
Décima de D. Rafael Enríquez al mismo:
Bien puede la admiración...
Décima de D. Vicente Francés al mismo:
Un imposible saben...
Aprobación del P. M. Fr. Blas del Día: Cádiz 13 de Abril
de 1639.
Dedicatoria suscrita por D. Juan Ignacio de Soto y Aviles.
—Texto (prosa y verso).— Fág. en blanco.
Castro (Francisco de).
Metamorfosis \ a lo Moderno | En varios Epigram-
mas, I Cada vno con su argumento, y declaración, | Con
vna Canción dpi Chaos, y délas | quatro edades del mun-
do 1 Obra de gra9Íoso entretenimiento. (Grabado en cobre:
El caballo Pegaso dentro de orla, y alrededor la leyenda «Ge-
nio Non Ingenio.*) En Florencia, por Amador Maffi, y
Lorenzo | Landi. 1641. | Con todas las Licencias, y apro-
baciones necessarias.
8.°— 52 hojas: 10 1 páginas, inclusas 10 de principios y una
hoja en blanco al fia.— Signs. A-G de ocho hojas, menos la
G, que es de cuatro.
Portada.— V.« en blanco.— Dedicatoria al H.° y Excelentí-
simo Sr. D. Pedro Médicis, suscrita por el autor.— Al que le-
yere.— Proemio:
«Acordémonos con estos poetas del siglo dorado, que pien-
san que los otros son niños de escuela, y para sí reservan el
mero y mixto imperio, no mirando que tañer por los viejos es
ser zapatero de viejo: potajes y trajes y lenguajes, todo lo mu-
da el tiempo. Vengo á mi propósito. Los griegos inventaron
las fábulas; Ovidio las tejió á su modo; de Ovidio acá han pa-
sado más de mil y sietecientos años, y quieren que nos este-
mos como hombres de paños de raz: siempre en un mismo
puesto. Venga el mal año á quien tal hiciere. Dicen que aque-
llo ha dado gusto; no disputemos de gustos ni de disgustos.
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 633
También Plauto hizo comedias que fueron recibidas á son de
palmas (así se hacia á lo que agradaba, como silbos á lo que
desplacia); después vino Horacio y burlóse de aquellas burlas,
llamando simplicidad á la de aquel tiempo en que se hallaba
sal en la comida Plautina. De Horacio acá ved qué vueltas y
revueltas han dado los cómicos. Estaos allá, en la severidad
del arte poética, y aguardad á la comedia quien pague; no se
ganará una blanca, sino muchas negras; digo pascuas á tales
comedias. Con estas consideraciones me he ido riberas de un
rio que es siempre el mismo y sufre varios inviernos y veranos.
Y digo con el nombre de Dios: sean las fábulas las mismas, y
padezcan estilos diferentes. Pero adviertan que quien las lla-
ma fábulas, las llama mentiras; no las cuenten con la gravedad
con que se cuentan las verdades, sino como aquéllas que cosa
y cosa, que en el invierno al fuego entretienen viejas y niños.
Dicen otros más entonados: las fábulas son cortezas, y el meo-
llo de dentro gran filosofía; ¿y no se pudiera ello filosofar sin
estos testimonios? Yo por fábulas las vendo; cómanse el meo-
llo los que tienen más seso. Otros alaban en Ovidio que lo
hizo todo en una pieza, y aquí consiste el artificio. No falta
quien responda que aquella continuación es enojosa, y que es
mejor plantar, como se dice, entre col y col lechuga. A mí así
me lo parece, porque se bebe mejor el vino que place á tra-
guitos, y es bueno resollar de cuando y hacer la cuenta con la
huéspeda. Por esta senda voy caminando: quien me acompa-
ñare, si encontrare duelos, dirá que con pan son buenos; y si
quisiere siempre tener el arco recio sin aflojar la cuerda, rom-
perála sin que llegue á matar pájaro. Los que fueren de mi
opinión denme las gracias, y los que no, ténganse sus desgra-
cias. Vale.»
Texto: los versos de letra cursiva. — El impresor á los lectores:
«El autor desta obra, compuesta más para hurtar (como se
suele decir) el ánimo á sus trabajos que para que se imprimie-
se, no es castello; pero si hallaren en ella algunas faltas de
ortografía, sean corregidas con blandura, y no críticamente.
Vale.»
Pág. y hoja en blanco.
Contiene 70 epigramas, con los argumentos en prosa.
Epigr. 7.° — De la generación de Hércules.
634 MARQUÉS DE JEREZ
Argumento.
Enamorado Júpiter de Alcinena, tomó esta fortaleza por
traición, con máscara de Anfitrión su marido, y por gozarla á
su placer, hizo de tres noches una.
Soñó Júpiter que hacía
Un hijo, hombre sobrehumano,
E hízolo de sobremano;
No soñó que no dormía.
En tres días no hubo un día;
De noche al molino van;
El moHnero es galán,
La molinera no es fea;
De tres noches la tarea,
¡Qué buena harina que harán!
Pág. 8i.— El autor á su pluma (décima):
Quédate, pluma, colgada
En este viejo alcornoque...
Pág. 82. — Canción del caos y cuatro edades del mundo:
Cuando hubo de venir á abrir su casa
En este bajo mundo el primer hombre...
Pág. 94.— Varios motes (76, en castellano y portugués):
I ." Llamaros puedo mi vida,
aunque la muerte me dais,
porque cuando me miráis,
va el remedio tras la herida.
Pág. 98. — Sonetos (tres):
—No largo mar de confusOes navego...
— Ya no quiero, Lisarda, el dulce juego...
—Miraba Leandro en alta torre un fuego..
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 63S
Cabrera y Espinosa (D. Silvestre de).
Jvego 1 de Flores | Francessas, ] ,y Españolas. | Por
D. Sylvestre de Cabrera | y Espinossa. (Adorno: un ca-
tiastillo de flores grab. enmadera.) En Fatís. \ M,DC.LXI.|
Con Licencia.
4.° mayor.— 22 hojas: dos hojas de principios y 40 págs.—
Signs. (sin las dos hojas prels.) A-E, todas de cuatro hojas.
Portada.— V."* en blanco.— Dedicatoria al Excmo. Sr. Con-
de de Fuensaldaña, etc., Gobernador de Flandes y Embaja-
dor extraordinario en Francia, etc., firmada por el autor. (De-
bajo, de letra de mano de la época: «Aunque están dedicados
estos versos al Conde, no tuvo efecto ni los vio, porque murió
en la ocasión. Y así están sin dueño, para dársele en España
agregados á otras obras. »)— A la Curiosidad.— Texto.
Contiene:
Soneto al Rey Cristianísimo Luis XIV.— Habla con un re-
trato armado de S. M.:
Cuánto valor de Majestad vestido,..
Décimas á la Cristianísima señora Reina madre:
Hermoso asombro del aire...
Soneto á la Cristianísima Reina de Francia, en ocasión que
la estaba mirando sangrar S. M. el Rey:
Que incendio de alta nieve soberano...
Romance lírico á la misma:
Qué tierna, qué sola y triste...
Romance:
Escuchad, ¡oh gran Señor!...
Soneto á S. A. el Duque de Orleans:
Si del Sol (gran Señor) el lucimiento...
Soneto á la Serma. Duquesa de Orleans:
Agora sí que Amor de sus arpones...
636 MARQUÉS DE JEREZ
Soneto al Excmo. Sr. Conde de Fuensaldaña:
Eso sí (gran Señor), en vuestro aliento...
Soneto á la Sra. Doña María de Molina, Azafata de la Reina:
El noble celo y la fatiga honrosa...
Soneto académico á Doña María de Espinosa, dama de la
Reina:
Niegue, Amarilis, niegue el sentimiento...
Romance lírico á la misma:
Qué bien festeja los rayos...
Romance lírico á la misma, en ocasión que estaba enferma
en Fontainebleau:
Después que enfermó Amarilis...
Romance lírico á Doña Ana de Rivera, dama de la Reina:
De estar fuera de su aldea...
Soneto á Doña Catalina Rizo, dama de la Reina:
Basta, Clori, del riesgo lo asustado...
Romance lírico á la misma:
Esperando están los campos...
Soneto á Doña Felipa Teresa, en ocasión que la retrataba
un pintor:
Poco importa, ¡oh pintor! que de advertido...
Romance lírico á la misma:
Burlándose está del Sol. ..
Soneto al Dr. D. Mateo Fuelles, primer médico de cámara
de la Reina:
Si tu virtud y letras tal concierto...
Soneto fúnebre al mismo. Apenas acabó la pluma el soneto
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 637
antecedente al Dr. Fuelles vivo, cuando le embargó el dolor
para su muerte:
Este, que ya en cenizas desatado...
Carta á D. Diego de Rivera:
Agora, amigo, que de mi ñneza...
Soneto á Luis Muñoz Acero, primer cirujano y sangrador
de la Reina:
¿Que te atreviste al Sol? ¿que venturoso...
Redondillas á Diego Martínez Guerrero, primer boticario de
la Reina:
Nuevo Esculapio español...
Soneto académico á un malogrado pensamiento:
Intenté con razón mi desengaño,..
■ — Breve Elogio | Fvneral Memoria | a las gloriossas
zenizas del [ Illvstrissimo y Eminentissimo | Señor Car-
denal 1 Mazarino. | Habla con Francia, | Don Sylvestre
de Cabrera | y Espinossa, Español. (Grab. en madera: un
canastillo de flores.) En París, | A Costa del Author |
M.DC.LXl. I Con privilegio del Rey.
4." mayor. — ii págs., inclusas las dos de la portada. — Sig-
naturas A-B, de cuatro hojas la primera y de dos la segunda.
Portada. —V.* en blanco.— Texto. —Epitafio al limo, y
Emmo. Sr. Cardenal Mazarino. Acróstico y Sepulcral. Sone-
to: «Aguarda, pasajero, no arrojado...» — Extrait dn Privilegt
du Roy: 4 de Junio de 1661.
Mansilla (Fr. Cristóbal).
Inuectiua contra el | heresiarcha Luthero. Copuesta por
el muy 1 reueredo padre fray Christoual Masi-s- | lia, de la
orden de los predicadores. Di | rigida al muy lUustre se-
5,8 MARQUÉS DE JEREZ
ñor do 1 Pedro Fernadez de Cor* 1 doua, code d' Feria.
TC. 1 M.D.L.II.
(Al fin-) <L Imprimió se la presente obra en la | muy
noble y mas leal ciudad d' Burgos, en casa de Jua | de
Juta. Acabo se a veynte dias del mes^de Agosto, | ano de
mil y quinientos y cinquenta y dos años.
4.0-Letra gótica.-i8 hojas sin foliar. -Signs. A-C, de ocho
hojas, menos la C, que tiene dos. ^r„„u^.
Portada, dentro de un frontis grab. en madera. -Vuelta.
«Prologo del mismo author al | lUustrissimo señor don Pedro
Fernandez de Cor^ | doua. Conde de Feria. tc.»-Dos com-
posiciones latinas de Andrés Bonilla, cordobés, al Conde de
Feria -Texto á dos columnas, con el encabezamiento siguien-
te: «Comienían las maldición 1 nes contra el heresiarcha | Fray
Martin Luthero.»— Nota final.
Empieza:
Suena la voz de mi pecho
en las sangrientas entrañas
con gemido,
maldiciendo al que se ha hecho
con blasfemias tan extrañas
conocido;
el llagado corazón
da despuelas al dsseo
porque diga
que tengo mucha razón
que con verso licambeo
te maldiga.
Acaba:
Leída públicamente
la sentencia, muy esquiva,
como viste,
te tomé súbitamente
aquella gente captiva
que seguiste:
y todos se emplearán
en darte cuantas fatigas
ellos caben.
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 639
y nunca se acabarán
aunque contino los digas
que te acaben.
Montemayor (Jorge de).
Las I Obras de Amo | res de George de | Monte ma |
yor, I M.D.L.IIII.
8.° — 112 hojas: ocho de principios y 112 foUadas. Son 104,
porque hay un salto del folio 16 al 25, y dura la equivocación
hasta el fin.— Signs. A-0, todas de ocho hojas.
Portada: va dentro de una orla en forma de capilla, grabada
en madera; en la-parte inferior hay un escudito formado por
una G y una S enlazadas en una cruz. — V." en blanco. — De-
dicatoria del autor á los Príncipes de Portugal D. Juan y Doña
Juana. — Epístola al lector. — Epístola de D. Rodrigo de Men-
doza al autor. — Soneto de D. Alonso de Zúñiga á la villa de
Montemayor el viejo, donde se crió el autor. — Soneto de Fran-
cisco de Soto, músico de Cámara de S. M., al lector. — Otro,
anónimo, al lector. — Soneto ajeno. — Escudo de las armas im-
periales, grab. en madera. — Texto de las Obras de Amores (fo-
lios 1-108). — Portada de las Obras de Devoción: «^Sigven se ¡
algunas obras de de | uocion, del mi |smo. | Año. | MDLIIII.i»
(Este título circuido de orla grab. en madera.) — Vuelta: Texto
(ocupa las cuatro últimas hojas del libro). — Pág. en blanco
(primera edición).
Contiene:
I. — A una dama, mostrándosele muy contento de su pena:
Si amor pudo saltearme... (7 coplas.)
II. — Canción:
Aunque, señora, me muero...
III.— Otras:
Señora, pues que padezco... (6.)
IV. — Glosa de «Justa fué mi perdición...»:
Ser ganado el que perdió... (14.)
640 MARQUÉS DE JEREZ
V.— Glosa de la canción ajena «No hallo á mis males cul-
pa...»:
No meresce pena aquél... (2-)
VI. — A una dama:
De tan alta perfición... (5.)
VIL— Glosa de la canción ajena «Tengo puesto el pensa-
miento...»:
Salió mi mal de razón... (5.)
VIII.— Otras:
Fin del bien que antes tenía... (i5.)
IX.— Glosa del verso «Todo es poco lo posible...»:
Yo lo imposible pretendo...
X.— Villancico pastoril:
Di, Juan, de qué murió Bras...
XI.— Glosa de la canción ajena «Zagala, di: ¿qué harás...»:
Después que de aquí partiere...
XII.— ídem de la idem id. «La bella mal maridada...»:
Bien acertara Natura...
XIII.— De Juan Vázquez de Ayora, llegado á la Corte, y
siéndole forzado partirse luego:
Siempre fué mejor el ser...
Respuesta de Montemayor:
Quien esto puede entender...
XIV.— Al Príncipe de Portugal:
Príncipe muy poderoso...
XV.— Otras:
Después que señora os vi...
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 64I
XVI. — Glosa del villancico ajeno «Véante mis ojos...»:
A trueque de verte...
XVII. — Blasón de las armas del Sermo. Rey de Portugal:
Cruz y en campo plateado...
XVIII. — Glosa del villancico ajeno «A Pelayo que desma-
yo...»:
A Pelayo donde estás...
XIX. — ídem de idem id. «No soy quien veis vivir...»:
Vive en mí solo un contento...
XX. — De D. Rodrigo Dávalos «En el bien soy extranje-
ro...» Dice Montemayor:
Quiso amor do mi tristeza...
XXI. — Glosa del villancico ajeno «Cómo te va con amo-
res...»:
Cómo te va con aquel...
22, — ídem de idem id. «Dame acogida en tu hato...»:
Acógeme que me quedo...
23. — De D. Rodrigo Dávalos « Ay de mí triste que he vis-
to...» Montemayor:
Hablo como apasionado...
24. — Un caballero alto de cuerpo y seco emprestó á un hom-
bre pequeño un sayo, para poner un cartel de un torneo que él
había de mantener. El cual hombre lo cortó y hizo á su medi-
da. Venido el sayo ante su amo, y viéndole tan otro délo que
solía, pasaron entre ios dos este razonamiento:
D. Juan. — ¿Dónde venís, señor sayo?...
25. — A dos damas que cayeron ambas de una muía:
Dos águilas que hasta elcielo...
n 41
5-2 MARQUÉS DE JEREZ
26 -Un clérigo trovador, confiado y corcovado, se alabó
que pasando por delante su dama, le había tosido y dicho: «Ce
gentil hombre.» Al cual se enviaron estas coplas:
Señor de vuestra alegría...
27 -Dos mozas de Cámara de la Serma. Reina de Bohemia,
hicieron dos ropones de dos sayas frisadas que tenían. Y topán-
dose los dos ropones en la calle, pasó entre ellos este diálogo:
Ropón i.°-iScñor ropón, dónde vais?...
28. — Sonetos:
—Los que de amor estáis tan lastimados...
-Quien no sabe de amor en mis conceptos...
—Nunca se vio en amor ningún contento...
—Leandro en amoroso fuego ardía...
29,
31
32. — Canción:
Fundóse el crudo amor en señalarme.
33. — Sonetos:
-Marñda sus ovejas repastaba...
—Estaba Lucitano repastando...
-Estábase Marfida contemplando...
34-
36. Z¡Oh llgTim.'as cansadas, que en llegando..
37
—Los ojos no pecaron en miraros
i' -De hoy más ninguno diga que la ausencia
39-
-¡Oh esperanza mía, oh mi consuelo.
40. — Canción:
Hablar será forzado...
4i._Soneto á las señoras Marquesa de Alcañices y Conde-
sa de Lerma:
Formó naturaleza una figura...
42.— Sonetos:
—Los ojos de Marfida hechos fuentes...
., -Desnudo está el amor y no compuesto...
/' —No fué la linda Elena celebrada...
44.
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 643
.45. — Canción:
La vida poco á poco voy perdiendo...
46. — Sonetos:
— No hubo extremo, no, de hermosura...
47. — Pudieras, hermosísima María. .
48- — Acusóme que amor acá en la mente...
49- —Venís, lágrimas mías, á tentarme...
5°- —Queréis ver, amadores, en qué grado...
5'- — ¿Qué puede ser, señora, antes que os viese...
52. — Epístola:
Salud, Marfida mía, te enviara...
53. — Sonetos:
—Sospecha tengo ya de mi esperanza...
54. —Amor sale al contento y le baraja...
55- — Ingrato amor, quien no te conociese...
56. — Amor que de razón contrario ha sido ...
57. — Canción:
Fuerza de sentimiento es la que ahora...
58. — Sonetos:
—Si arnor es puro amor, ¿por qué me ofende?...
59. —Contento estaba yo de haber domado...
60. — Soneto de Gutierre de Cetina, siendo enamorado en la
Corte, para donde partía Montemayor:
Si como vas, Lucitano, yo fuese....
61.— Soneto. Responde Montemayor, siendo enamorado en
Sevilla, á donde Gutierre de Cetina quedaba:
Vandalio, si de estar muy descontento...
62. — ídem. A D. Juan de Castro;
¿Quién es el que derriba al fiero Marte?...
g. . MARQUÉS DE JEREZ
63 .-ídem. A la sepultura de la Princesa de Castilla:
Aquí se hace tierra una figura...
64.— Epístola:
¡Cuan cierto es, mi señora, disculparse...
65. — Canción:
No espero ya de amor mayor contento...
66.— Epístol^:
¡Ay Vandalina mía, quión pudiese...
5y. — Sonetos:
-No hay mal que fin no tenga, ni hay contento...
68 -Olvídese de mí quien me ha robado...
69'. -¿Quién se que)a de amor si no lo siente..
70.-Egloga primera. Personas: Luc.tano, Ptolomeo:
En medio de la Hesperia, al Mediodía...
7,._Egloga segunda. Personas: Lucitano, Belisa. Olinea
y Solisa:
Filemón, un pastor muy caudaloso...
72.— Obras de devoción. Soliloquio:
¿Qué es esto? ¿Yo en qué me fundo...
Fuentes (Diego de).
g C Las 1 Obras de Diego 1 de Fuetes. Adonde
.e M liaran la mayor parte de 1 las ^ el ha hecho. Assi
ca I dones, como sonetos y 1 otros géneros de verso 1 De-
f A \ Tllnstre se 1 ñor do Martin de Tor* relias, se-
r Ma a n a de ' Antü.on, y de ,a vUla de la Almol-
d": 1 C I-pressas en ^arago.a | en casa de Agostm M.
Han. 1 Año i563.
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 645
fAl fin:) G Fue impreso el presente tratado en la
muy I noble y real ciudad de Carago^a, en ca* 1 sa de
Agustin Millan Impressor ] de libros acabarose a onze
di* I as del mes de Henero, | año. i563.
8.°— Letra gótica. — 112 hojas: 112 foliadas(son iii, porque
salta la numeración del folio 40 al 42), inclusas las tres de
principios y una sin numerar para las erratas y el colofón.
— Signs. A-0, todas de ocho hojas.
Portada con orla.— V.': Dedicatoria suscrita por el autor:
Zaragoza 30 de Diciembre de 1562.— Exordio á los lectores,
suscrito por el autor: Zaragoza 13 de Diciembre de 1562.—
Soneto de Juan de Ortega á Diego de Fuentes:
¡Oh sacra fuente y clara de Licona...
Xexto. — Erratas. — Escudo del impresor. — Nota final. — El
membrete de las cabeceras da las páginas dice: Cancionero de
Diego de Fuentes.
La obra está dividida en dos partes. Primera:
«(P Comien9a el primer libro | el qual es todo de canciones
por la rii* | ma que llaman redondillas.:.»
Principian:
—¿Por qué no quieres gozar...
—Sírveme, Carillo, hala..,
— Que me sirvea mis cabellos...
— Pues pretendes ser perdido...
— Porque suspiraste agora...
— Dejad que muera, zagales...
—Si el dolor de mi dolor...
(Aquí una canción que principia en el folio g, que falta á
este ejemplar.)
— Cuando supieren Carillo...
Copla ajena:
— Zagal, no estés confiado...
646
Glosa suya:
Copla ajena:
Glosa suya:
MARQUES DE JEREZ
-Dicen que quien no se fía...
-Quien quisiere oir el llanto.,
-¡Ah zagala de mi vida...
-Nadie esté desconfiado...
-Ten ya pena de mi pena...
—De piedra puedo decir.
— Cuando natura formó...
— Zagal, cómo va de amor...
— Zagal, qué sientes, qué has.
— Por donde puede el amor...
—Dejadme ya, pensamientos..
—¡Ah Carillo, dónde vas...
— jAh Carillo, ques tu mal...
—Duélete de mí, Carilla...
— Ah, Carillo, qué pasión...
— Ea, pasiones llega...
— Dime por qué huyes...
Copla ajena:
Glosa suya:
Copla ajena:
Pues que no se puede haber.,
Que aprovecha desear.
Tristeza, si has de volver...
Glosa suya:
Después que amor y ventura...
Glosa á «la bella mal maridada á una dueña del oficio...»:
La bella mal maridada...
Glosa suya:
Después que naturaleza.
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 647
Glosa en donaire á dos galanes viejos que servían una dama
moza.
Canción ajena:
Las tristes lágrimas mías...
Glosa suya:
— El que quisiere reir...
— Maldita seas, traidora...
— Deja tus amores...
— De qué te quejas. Llórente...
— Dime, Orsino, por tu fe...
— El pastor enamorado...
— Pues quiso amor que mi mal...
Otra suya que cantando la canción que sigue cierto cantor
decía: «dígole yo rico,» respondió una dama y dijo: «dígole
borrico:»
— Aquel pastorcico...
—Ninguno sirva al amor...
Despedida de Orsino á su querida pastora Marsilea:
Puesventura me falló...
Copla ajena:
Tristeza, pues yo soy tuyo...
Glosa suya:
Fortuna, amor y tristeza...
Copla ajena:
Quien por vos el seso pierde...
Glosa suya:
Grandes cosas hallo yo...
Copla ajena:
Quien no espera galardón.
648 MARQUÉS DE JEREZ
Glosa suya:
— Yo hallo ques gran locura...
— Qué es de tu color, Antón...
— Recuerda, triste pastor...
Canción á una señora porque tenía dos servidores:
Mal os parece, pastora...
(T Fenescen las Canciones | y comiengan los Roman-
ces. Y este 1 primero es de quien será aquel | cauallero
por otro nue | uo modo princii^ | pió y fin.:. {Fol. 40 v°)
Por los campos de Xerez...
Romance contrahecho al de «Cuál será aquel caballero...»:
Cuál será aquel caballero...
Romance del nacimiento de Rómulo y Remo:
Después de muerto procas...
Segunda parte del mismo:
Contento estaba el pastor...
Romance del cerco que Porcina puso sobre Roma y de dos
grandes hazañas que acontecieron á dos mancebos romanos, á
cuya causa fué Roma libre en el tiempo de mayor necesidad:
Grande ruido hay en Roma...
Segunda parte:
Gran tristeza hay en Roma...
Romance del nacimiento y muerte de Aquiles:
En la ciudad de Tesalia...
C Segunda parte délas | obras de Diego de Fuentes, la
qual 1 trata de sonetos, y otauas ri | mas, tercetos, can-
ciones I sestinas, co otros ge | ñeros de verso. {Fol. 55.)
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 649
Canto primo (12 octavas):
Vosotros que escucháis mi triste canto...
Soneto de un caballero á una señora con quien no podía pa-
sar su fin adelante:
Hay tantas lo questas tan acabado...
Soneto al nombre de cierta dama:
Sentado en la ribera de Hibero un día...
Soneto:
De tí, ninfa, cosa no pretendo.,.
Soneto:
La vida huye: no queda un momento. ..
Soneto al nombre de cierta señora:
Por el amor á muerte condenado...
Soneto al nombre de una dama:
Amor me desafía, oh triste hado...
Soneto contra la opinión de Boscán:
Quien dijo ausencia no causar olvido ...
Sonetos:
— Oh solitario valle, oh roca inhiesta...
—Qué cosa puede haber más invencible...
—El día que partiere desta vida... ^
—Seguí vuestro camino, pías fuentes...
— Durmiendo bajo un lauro mi tesoro...
Canción madrigal:
De pensamientos tristes muy cercado.. .
Soneto:
Llegado aún no es el día deseado...
5jo MARQUÉS DE JEREZ
Otro:
Oh quién, amor, pudiese preguntarte...
Soneto del Petrarca:
Dejadme en paz, oh duros pensamientos...
Soneto del autor á un caballero su amigo, porque casó con
quien mucho lo había deseado, donde pone el nombre de la
dama:
De mirtos y laureles coronado...
Soneto:
Oid, leales, el acontecimiento...
Otro:
Qués de tu fuerza, Amor, y poder tanto...
Comienza un soneto, el cual todo acaba en una sílaba: do:
Antes, con el cuento del caya...
Canción:
Principíese mi mal de nuevo y llanto...
La guerra de Campaña de dos amantes después de casados
(9 octavas):
La guerra de Campaña Cesárea...
Canción sextina:
Quien no teme el ausencia es inorante...
Sextina segunda:
Cuan mal seguramente va la vida...
Sátira del autor burlando á un su amigo, gran poeta:
Si de mi baja lira...
Soneto en metáfora:
Un alto y más que fijo pensamiento...
Soneto:
Ay, sin ventura yo, y quién no naciera...
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 65 1
Otro:
Bastárale al Amor que allí cesara...
Otro:
Sin alas va volando el pensamiento...
Soneto al nombre de una dama:
Mostróse Apolo laso y muy turbado...
Soneto al alma:
Qué haces, di, que estás atrás mirando...
Elegía:
Aves que los vientos vais rompiendo...
Elegía á la muerte de la lima. Sra. Doña Isabel de Aragón,
Condesa de Aranda:
Del sueño eterno el triste triunfo canto...
Soneto ó epitafio á la misma:
Detente tú que llegas atrevido...
Soneto de Francisco Segura á Diego de Fuentes:
Olvidad ya, poetas, á Elicona...
C El autor á las muy Illu | stres damas de 9arago9a.
(Carta en prosa, suscrita por el autor en Zaragoza á 25 de
Enero.)
(£ Demanda criminal, con la | ble dada sentencia por
el divino ayütamie^i | to contra las Illustres Damas | de
la gran Cessarea.
De damas sin piedad mi musa canta
la grande ?inrazón que amor recibe,
el cual, de ver su ser tan apostrado,
las llama ante el divino consistorio
552 MARQUÉS DE ]EREZ
á do suelen los Dioses ayuntarse,
y allí pide el Amor justicia desto;
la Fama es la que va por mensajera,
y á todas una á una las emplaza,
diciendo en alta voz desta manera.
(Y Llamamiento de Damas.
A vos, hermosa Doña Catalina
de Luna, más quel Sol resplandeciente,
tenida acá en la tierra por divina,
á toda cosa pronta y suficiente.
Amor á os perseguir se determina
por veros tan sin él públicamente.
Por donde ante los Dioses os emplaza,
y á os condenar á muerte os amenaza.
(Son 21 octavas, y en cada una llama á una dania de Zara-
goza; se reúnen los Dioses y dan la sentencia contra cada una
de ellas en verso suelto; sigue la Oración de Diana, en verso
suelto, y la Condenación en sextinas, con lo que acaba el
poema.)
<I Égloga donde se tratan los | desastrados amores de
los sin ventura | y mal gozados pastores, OrsU 1 no y
Marsilea interior | autores.
([ Autor, Orsino, Marsilea, Briceño, Rabadán.
(£ Autor.
En el espeso monte Besuleo,
en una parte espesa y deleitosa,
guardaba su ganado una zagala.
Meló (Antonio de).
Libro I de Varios Sonetos, ] Romances, ] Cartas, | y
Decimas j de Antonio de Meló | Lvsitano. | Con los Pro-
uerbios de Barros. (Grab. en madera: un niño desnudo, con
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 653
un ramo de flores en la mano, montado sobre una tortuga.)
Impreso en Modona (ííÍcJ por Francisco Gabaldino |
M.DC.III. I Con licencia de los Superiores.
8." 72 hojas: 143 páginas, inclusas las cinco de principios,
y una sin numerar.— Signs. A-I.
Portada. — V.^ en blanco.— Dedicatoria en verso y prosa al
limo. Sr. Fabio Scoto, Camarero mayor del Sermo. Duque de
Módena, suscrita por el autor.- Texto, de letra cursiva. — Pro-
mesa de firmeza (una octava):
El vago viento en red podrá cogerse...
Erratas.
Contiene:
Soneto al Sermo. Duque de Módena:
Vuestra grandeza á voz en grito clama...
Otro al limo. Sr. Cardenal de Este:
Si al Eridano raudo á caer vengo...
Otro al muy ilustre señor Ascanio Scoto en su muerte:
Gentil Ascanio en cuanto Dios quería...
Otro á la muerte del mismo señor Ascanio Scoto:
En la furia del mundo y sus engaños...
Otro al limo. Sr. Fabio Scoto:
Con clarín de oro, en medio de oro envuelta...
Soneto á una dama que se aficionó de un galán por oir decir
bien de él, y después le aborreció por oir decir mal:
Amor por los oídos, bella ingrata...
Otro á una dama, recelando de su amor:
Con mucha voluntad muriera agora...
Otro á una dama que echó una banda á un galán por la
ventana:
Dulce y dichoso premio concedido...
QcA MARQUÉS DE JEUEZ
Otro á los cabellos de una dama:
Ondados hilos de oro, do enlazado...
Soneto:
Fénix soy en amor, mas no en la suerte...
Soneto al Rey de España D. Felipe IJI:
Rey de una y de otra Hesperia y del Oriente...
Mote (cinco redondillas):
No hay aviso sin prudencia...
Proverbios de Barros:
Cuanto más lo considero...
Romances:
I.— Cuando el claro Dios de Délos...
2.— Después que Sileno, pastor...
3.— Con un retrato en la mano...
4. — Mil géneros de venganza ..
5, —Advierte, gran Almanzor...
6.— La bellísima Lúcela...
7.— Entre miserables riscos...
8.— Ya, Pisuerga, no me nombres...
9. — Mientras se apresta Jimena...
10.— Aquel pastor fugitivo...
,,. —Ingrato y ligero tiempo...
12.— Después que la injusta muerte...
13. — Está el bravo Sebastián...
i,|.._A los fidalgos leoneses...
15.— Desterrado de Castilla... ■
16.— Aquel moro conoscido...
,7, —Corazón leal y noble...
18.— Advierte, bella Amarilis...
19.— Alma inmortal de mi gusto...
20. — Tiempo ingrato y desleal...
21.— Agora tengo entendido...
22.— ¿Qué es esto, mi pensamiento?...
Carta á una dama que aborreció un galán porque le dijeron
que decía mal della (45 redondillas):
Ingrata, á quien adoré...
UNAS PAPELETAS BIBLlOGRÁnCAS 655
Otra carta (23 redondillas):
Tanto siento tu tormento...
Memorial en décimas (12):
Memoria de la merced...
Otras décimas (cinco):
Bien pensará quien me oyere...
Canción triste (cinco):
Conviértanse las fiesta--
en tristes alaridos...
Otra triste:
Tristeza, pues yo soy tuyo^
tú no dejes de ser mía...
Mote:
Mila, tus ojos graciosos...
Glosa:
A tu extremada hermosura...
Mote:
El fuego, hielo, vida y muerte dura...
Glosa en dos octavas:
Quien quiere ver el sol luciente y claro...
Soneto:
Cuando, señora, las penas son de aquéllas...
Otro:
Cuando entendí que en una faeiite fría...
Romance:
Lágrimas tristes, salid...
Timoneda (Juan de).
Villete de Amor. (Grab. en mad., que representa una daitia
asomada d la ventana, y dos hombres, uno tocando la pande-
gc5 MARQUÉS DE JEREZ
reta y otro la guitarra.) C Cancionero llamado Ville \ te
de Amor: copuesto por Baptista Mon 1 tidea. En el qual
se contienen Canciones, 1 Villancicos, y otras obras di-
uersas. | C Dirigido al muy experto, y anisado lo* | co
Luys Quirosillo Truhán | examinado en Corte. | C Ven-
de se en casa de Joan Timoneda, 1 Mercader de libros.
(Al fin:) Fin del primer | Quaderno.
Ocho hojas sin foliar con la sign. «.—Letra gótica.
A la vuelta de la portada empieza el texto con el encabeza-
miento siguiente:
C Comien9a el Villete | de Amor: y esta primera
can* 1 cionsehizoconsejandoavn \ Zagal que no amasse.
Canciones:
^ Cata que puede ser loco...
^ Lástima es de ver á Bras...
^ No hay aviso sin prudencia...
' ^ Ay ojuelos engañosos...
^ Tienes damas en perficcion...
^ Quán hermosa eres, Pascuala...
^ Quiere se morir Antón...
f Dime, Bras, Juana q á havido...
% Vana salió mi esperanca...
Contienda de colores:
% En gran porfía han entrado...
f Villancico por desecha: ^
*a No despreciéis, morenica...
Villete de Amor. (Grab. en madera: el busto de un paje.)
C Enfados de muy grandes ] auisos, y prouechosas sen-
tencias, nun I ca impresos, ni vistos hasta agora 1 Puestos
a gesto por Mon* 1 tidea, grande amigo de | Diamonte. |
C Dirigidos al muy experto, y auisado lo | co Luys Qui-
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 657
rosillo Truhán [ examinado en Corte. | (£ Véndese en
casa de Joan Timoneda. j Mercader de libros. fA la vuelta-
de esta, portada:)
1f Comien9an los enfados:
^ Enfado me de ver ya los estados...
1f Tercetos de Montemayor:
^ Pasaua Amor, su arco desarmado...
(C Coplas en que se tra | ta como Diego Moreno el q. |
otro tiempo tuuo tanto des-* | cuydo de su muger: agora |
la mata de celos. (Dos fi.giiras grabs. en madera: Diego Mo'
reno y su mujer. A continuación va el texto.)
^ Oyd me, señoras,
va cuento donoso.
f£ Otras de Diego Moreao, | quexandose su muger.
^ Doy al diablo
mi Diego Moreno.
Canción:
^ Goza de tu hermosura,
Zagala, y da te a plazer.
Estos dos últimos tratados constan de ocho hojas sin foliar,
con la sign. b. — Letra gótica.
Los tres tratados en un volumen en 8." Todos llevan en los
titulillos de las páginas Villete de Amor.
Hierro (Baltasar del).
{!] Libro y primea- | ra parte, délos victoriosos he^i |
chos del muy valeroso ca | uallero don Aluaro de | Ba?!:
señor délas villas d'l Viso, y saeta | Cruz. Capita ] gene-
ral del 1 marOce^s. | ano. | Dirigido al muy illustre señor]
don Luys (yapata. Se^:- | ñor délas Villas de Al | buñol, y
II 43
658 MARQUÉS DE JEÍÍEZ
Torbiscon, | con sus partidas, j Copuesto por Balthasar
d'l I Hierro. | Año de M.D.LXI.
(Al fin:) d Aqui haze fin el presente tractado. El | qual
fué impreso co licecia, en la muy ] noble ciudad de Gra-
nada: en ca | sa de Rene Rabut junto a | los hospitales
del cor<i 1 pus Christi.
g o_Let„ gótica.— 72 hojas sin foliar, inclusas cuatro de
principios.— Signs. A-I, todas de ocho hojas.
Portada con orla grab. en madera.— Vuelta:
Soneto al muy ¡lustre Sr. D. Luis Zapata (del autor):
Heroico, ilustre, magno y generoso...
Soneto del mismo al mismo:
Quedó Naturaleza tan cansada...
Soneto de Gregorio Silvestre al mismo:
Si el peso y la justicia de Trajano...
Dedicatoria.
Soneto del autor al muy valeroso caballero D. Alvaro de
Bazán:
Perdona, excelentísimo guerrero...
Soneto de Gregorio Silvestre al autor:
Repóngase en olvido y en destierro...
Texto: es un poema en seis cantos en octavas reales, con sus
argumentos al principio en prosa.
Empieza:
Invictos hechos, casos rigurosos,
Superbas aventuras muy extrañas.
Junto acontecimientos valerosos,
Ardides y vivezas, fuerzas, mañas,
Qtie pueden ilustrar los más lustrosos
Subsesos que dan gloria á las Españas,
Quiero cantar, si fuere tal mi pluma
Que nunca por olvido se consuma.
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 659
Acaba:
Por el tiempo que quiera el ñero Marte,
Que á su mandar son ellas de contino,
Esperan moverán ánimo y arte
En avisando al fuerte paladino.
Que al hora st- ha de ver segunda parte
Cuando tornen los cuatro á su camino;
También yo esperaré, si mi ventura
Primero ha de llegar que sepoltura.
Soneto de Gregorio Silvestre:
Refrénate, alborozo, ten sosiego...
Soneto del autor al Sr. Juan Muñoz de Salazar:
Si escribieron de Paris el Troyano...
Canción del Duque de Sesa:
Si os pesa de ser querida,
yo no puedo no os querer:
pesar habéis de tener
mientras yo tuviera vida.
Glosa de Silvestre sobre la canción del Duque:
Señora, podéis creer... (3 coplas.)
Glosa del mismo sobre la misma canción:
Señora, no sé qué ha sido... (4 décimas.)
Glosa de D. Juan de Borja á la misma canción:
Sabe Dios que he procurado... (4 décimas.)
Canción:
Quien por vos pierde la vida,
ya no queda qué perder,
sino que pierda el placer
de verla tan bien perdida.
Glosa del autor á esta canción:
Clara ha sido tu victoria... (2 coplas.)
66o MARQUÉS DE JEREZ
Canción:
—Di, pastor: ¿quiéresme bien?
—Zagala, sábelo Dios.
—Di como á quién.
— Como á vos.
Glosa del autor á esta canción:
Ven acá no me dirás... (3 coplas.)
Nota final.— Página en blanco.
Ejemplar único.
Anónimo.
d Cancionero | llamado Vergel de a* 1 mores recopi-
lado délos mas | excelentes poetas Castellaa 1 nos assi
antiguos como \ modernos: y con ] diligecia cor \ regido.
(Escudo del impresor.) En q.Rvagoqa por Steuan. G. | de
Nagera. Año. M.D.L.I.
I2.°— Letra gótica menuda.— 36 hojas foliadas, inclusa la
de portada.-Signs. a-c, todas de doce hojas.
Portada con orla de negro y rojo.— Vuelta: Al lector.—
Texto.— Grabado en madera.
Contiene:
Coplas de Juan de Mena:
¡Ay, dolor del dolorido
que non olvidó cuidado!...
Otras suyas á una dama:
Presumir de vos loar
según es vuestro valer...
Otras suyas:
¡Guay de aquel hombre que mira
vuestro rostro triste ó ledo!...
Otras suyas á su amiga:
A ti sola tribulación,
cuitas, dolor y deseo...
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 66l
Carta que envió un caballero á una señora:
Carta, pues que vais á ver
á mi Dios de hermosura...
Del mismo, al descontentamiento que llevaba porque partía
de donde su amiga quedaba:
De vos me parto quejando,
y de mí muv descontento...
Otras suyas, á una señora que le tenía dada la fe de no ser-
virse de otro sino dé!, 3' él á ella de no servir á otra sino á
ella, y ella la quebró, y él envíale estas coplas y su fe con ellas:
Oh, que no hallo razón
con que declare la mengua...
Otras suyas á una partida:
Después que os vi entristecida
y con mi partir penosa...
Otras suyas, despidiéndose de su amiga:
Pues no me vale ventura,
ni dicha mala ni buena...
Testamento de amores hecho por el mismo D. Diego López:
Oh muy alto Dios de amor
por quien yo vivo penando...
Del mismo, á una dama que llevaba una toca de camino en
la cabeza;
Sabéis por qué da pasión
el tormento de la toca...
Otras suyas á unas damas, porque un galán que iba con él
cantó mal delante dellas:
Señora, si mal cantó
el galán que os ha loado...
Coplas de un galán á su amiga:
Si no os hubiera mirado,
pluguiera á Dios que no os viera...
562 MARQUÉS DE JEREZ
Otras suyas á su amiga:
Conozco de conoceros,
ser mi mal muy más crecido...
Esparsa á una partida:
Oh rabioso despedir,
dolor que vida recela...
Otra obra suya llamada Guerra de Amor, en memoria de la
muerte de su amiga:
Quiero contar mis dolores,
aquéllos que siempre arden...
Otras suyas, porque un amigo suyo iba donde su amiga
estaba:
Toda se vuelve en mancilla
la envidia que de vos...
Conjuro de amores:
Canciones:
La grandeza de mis males
á amor cresce cada día...
—Ved que tal es mi ventura,
que deseando perdella...
—Yo me parto sin partirme
de vos, y de vos vencido...
— Ay que no hay amor sin ay
ay que su ay tanto me duele...
—Dos enemigos hallaron
las hadas, y á mí las dieron...
— Bien fué bien de mi ventura,
con tales penas penarme...
No vivo sin esperanza,
ni muero desesperado...
—No quejo de mi pasión,
aunque muero en padescella...
—Ved si puede ser mayor
el mal de mi pensamiento...
Vivo porque vuestro vivo,
y sin vos no quiero vida...
—Si penase por medida
como peno sin concierto...
UNAS PAPELETAS BIBLIOGRÁFICAS 663
Villancicos:
—Si cuando triste os miré...
— Amores tristes crueles...
— Sospiros, no me dejéis...
—Pues la triste vida dice...
—Mira qué mal es el mío...
— No me duele aunqués mortal...
— La causa de mi dolor...
— Pues la libertad es ida...
Sevilla 10 de Enero de 1899.
JUAN CATALINA GARCÍA
EL SEGUNDO MATRIMONIO
DEL PRIMER MARQUES DEL CÉNETE
D. Pedro González de Mendoza, Gran Cardenal de Es-
paña, varón eminente sobre toda alabanza, pagó tributo
á la común flaqueza con amores impropios de su dignidad
y estado. Uno de sus hijos, que tuvo en Doña Mencía de
Lemos, dama portuguesa de claro linaje, fué D. Rodrigo
de Mendoza, á quien llamaron también de Vivar, porque
el padre, docto en materias genealógicas (i), tuvo siem-
pre la opinión de que su casa procedía del Cid.
Como no era posible ocultar amores cuyos frutos anda-
ban á la vista de todos, descubrióse luego que el Cardenal
había tenido hasta tres hijos. Pasó por ello la austera Rei-
na Isabel,, porque los servicios del Prelado, sus buenas
obras de todo linaje, y el miedo á hacer más ruidoso el de-
safuero, la obligaron á consentirlo. Con lo que D. Rodri-
go y sus hermanos anduvieron en corte, fueron á la gue-
rra, y concertaron matrimonios muy ventajosos. Siguióse
de esto la tolerancia general para faltas que D. Pedro borró
con la grandeza de sus acciones, y los mismos Reyes en-
salzaron á los hijos sacrilegos, sobre todo á D. Rodrigo,
que era el mayor; bien que lo había ganado distinguién-
dose valientemente en las guerras contra los moros gra-
nadinos. Entre las mercedes que por esto recibió, fué la
más principal la comarca del Cénete, que se erigió en
marquesado (2). Su padre instituyó á su favor un rico ma-
yorazgo con tierras y lugares de la Alcarria, en aquella
comarca que desde el siglo xiv fué solar definitivo de la
casa de Mendoza; restauró y ennobleció la fortaleza de
566 ]• CATALINA GARCÍA
Jadraque (3), que aún mira atónito el viajero que pasa si-
guiendo la vía férrea al pie del empinado cerro donde la
pusieron, y llamóla del Cid, para que fuera pretexto y
gala histórica del condado del mismo nombre, que el Car-
denal logró que se instituyera, juntamente con aquel
mayorazgo, en cabeza de D. Rodrigo, su hijo predi-
lecto (4).
Este, á la sombra de tan gran protección, logró matri-
monio ventajosísimo con su prima Doña Leonor de la
Cerda, hija única del Duque de Medinaceli, y nieta, por
la madre, del Príncipe D. Carlos de Navarra (5). Pero la
muerte de Doña Leonor, á quien parece que los celos cau-
sados por la bizarría y falta de escrúpulos de su marido
hicieron poco feliz, acabó pronto este enlace, y D. Rodri-
go quedó libre y harto mozo para contener su condición
apasionada. Pasaron los años, pero no los ímpetus de esta
condición.
El Arzobispo de Sevilla, D. Alonso de Fonseca, por
virtud de autorización Real de 12 de Abril de 1453, en
Alaejos, á 6 de Julio de 1462. instituyó un mayorazgo en
cabeza de su hermano D. Fernando de Fonseca, incluyen-
do como parte principal en la institución la villa y forta-
leza de Alaejos, la de Coca, y los lugares de Castrejón y
Valdepuentes. Pero muerto D. Fernando antes que el Ar-
zobispo (6), pasaron los derechos instituidos á su hijo ma-
yor, D. Alonso. Murió al fin el Arzobispo, y la codicia de
sus parientes, según después se dijo en pleito judicial,
llegó hasta el punto de que se introdujeron importantes
cambios en su anterior voluntad, relativa á mayorazgo y
testamento; cambios que no debieron ocurrir, porque
cuando se supuso que habían sucedido estaba el Prela-
do luchando con los últimos amagos de la muerte, y no
podía hablar, ni tampoco pensar con cordura. Y dijeron
luego algunos testigos que, para suponer la voluntad del
Arzobispo, el físico que le asistía le preguntaba según su
propia intención, y un criado, á quien llamaban Rosales,
EL PRIMER MARQUÉS DEL CÉNETE 66/
moviendo la cabeza del moribundo con una mano que te-
nía puesta bajo la almohada, daba á significar con movi-
mientos fingidos, y en aquella ocasión infames, el sí 6 el
no que á los concurrentes interesaban, para que el nota-
rio, cómplice de la sacrilega farsa, anotase en el papel
aquellas respuestas.
D. Alonso de Fonseca no tuvo más que dos hijas en
su mujer Doña María de Toledo, y se llamaban Doña Ma-
ría y Doña Mayor de Fonseca. En cambio, tenía, entre
otros hermanos, á D. Antonio, hombre de dura condición
y voluntarioso, el que, muerto el Arzobispo, y con ayuda
de los remiendos hechos á la voluntad de éste en el trance
de la muerte, alegó mejores derechos al mayorazgo para
sus hijos varones, puesto que consideraba excluidas á las
hembras, hijas de su hermano. El recuerdo de que D. An-
tonio fué el general del Emperador que en los principios
de las Comunidades quemó á Medina del Campo, adverti-
rá al lector de quién era, cómo era y lo que llegó á ser el
famoso personaje.
No aventajaba en empuje á su hermano D. Alonso; pero
cediendo ambos á los impulsos de la sangre, ó al temor
de gastar su caudal en pleitos interminables, pensaron en
venir á avenencia, no sin que antes mantuviesen un plei-
to, en el que la soberana resolución, dada en Alcalá de
Henares á 15 de Mayo de i5o3, declaró excluidas á las
hembras de la sucesión del mayorazgo, dando asi favor á
las pretensiones formuladas por D. Antonio de Fonseca,
en nombre de su primogénito D. Pedro Ruiz contra las
mencionadas hijas de D. Alonso.
Yo presumo que la Reina, muy pagada de los servicios
de esta gente, enemiga de que renacieran disensiones en-
tre los miembros de la nobleza, y temerosa quizá de que
dicha sentencia fuese alguna vez impugnada, resultando,
por consiguiente, muy comprometida la unión entre aque-
lla familia de leales servidores suyos, favoreció la idea de
que se uniesen en casamiento Doña María, hija de Don
Alonso, y su primo carnal D. Pedro Ruiz de Fonseca, hijo
668 J. CATALINA GARCÍA
de D. Antonio, por ser ambos primos causahabientes prin-
cipales, y aun únicos, en el asunto del mayorazgo. A este
parecer que se le ocurrió á la Reina, ó que, al menos, se-
cundó, se prestaron los dos hermanos Fonseca y el desti-
nado á ser marido de Doña María.
■ El amor, como vamos á ver, dio en tierra con estos pro-
pósitos.
Al empezar la noche del día último de Junio de i5o2,
salió de Santa María de Nieva un apuesto caballero, que
por las galas de su traje daba á entender que el fin de su
jornada era alguna ceremonia importante. Seguíanle tres
escuderos, uno de ellos persona calificada, y un lacayo.
Cabalgaron todos con priesa, y, pasada la media noche,
se apearon en una ermita que había á la entrada de la
villa de Coca (7). Era el apuesto galán D. Rodrigo de
Mendoza, y uno de sus acompañantes el vecino de Me-
dina del Campo, García de Montalvo, que, andando el
tiempo, y quizá por odio recrecido contra los Fonsecas,
aunque originado de estos sucesos que narro, tuvo parte
en los sucesos de las Comunidades (S). Dejaron los caba-
llos junto á la ermita y al cuidado del doméstico, entraron
en la villa, en el pórtico de una iglesia quedaron en sigi-
losa espera dos escuderos, y el Marqués del Cénete y Gar-
cía de Montalvo siguieron hasta llegar á la puerta de un
huerto de la casa que en Coca tenía D. Alonso de Fonse-
ca. Abrióles la puerta una mano de antes avisada, entra-
ron en el huerto, y unido á ellos uno de los escuderos que
quedó en la iglesia, subieron á un corredor (9), donde eran
aguardados en aquella hora, insólita para honestas entre-
vistas de dos ilustres damas. Doña María de Toledo y Do-
ña María de Fonseca, mujer é hija, respectivamente, del
dueño de la casa. El otro jinete, cansado de esperárselo,
ó cuidando de ser testigo de lo que iba á ocurrir, se pre-
sentó también en escena.
Lo que ocurrió entonces no era desacostumbrado antes
de que el Santo Concilio de Trento pusiese coto y fin á
EL PRIMER MARQUÉS DEL CÉNETE 669
ciertas demasías. Entrados en una cámara contigua al co-
rredor, y en presencia de aquellos testigos, el Marqués co-
gió de la mano á Doña María, joven entonces de quince
años, aunque de resolución más aventajada que su edad,
y la dijo:
— Señora Doña María, ¿os otorgáis por mi esposa y mu-
jer, según manda la Santa Iglesia de Roma?
Ella respondió:
— Sí otorgo.
Y el Marqués añadió:'
— Yo así os recibo, y me otorgo por vuestro esposo y
marido, según lo manda la Santa Iglesia de Roma.
De esta manera se celebraron aquellos esponsales, sin
previos requisitos canónicos, sin noticia anticipada del pa-
dre de la novia, sin otras formalidades que las expues-
tas. Pero los novios trocaron dos cédulas declaratorias de
estos esponsales, como eterno testimonio de su unión ma-
trimonial, y en ellas firmaron los testigos.
Era la hora del suceso la una de la madrugada. Salié-
ronse al corredor los testigos, y quedaron en la cámara los
desposados y la madre de la novia. Lo que allí ocurrió no
es sabido, aunque más adelante, como veremos, dio á en-
tender la novia que no fué todo honesta delectación de ena-
morados. Acercándose la luz del día, y para que toda la
aventura quedase amparada de las sombras discretas de la
noche, el Marqués salió de la estancia, se unió á sus ser-
vidores, y montando á caballo tomó el camino de Santa
María de Nieva, con el gozo natural de feliz amante.
Claro es que para venir á tal extremo hubo antes con-
ciertos y tratos. Mas parece que no fueron muchos ni du-
raderos. No creo sospechoso el testimonio que alguien adu-
jo más tarde de que el Marqués del Cénete, por medio de
García de Montalvo, tentó la voluntad del padre de la no-
via; pero hallóle tan dispuesto en contra, que quiso y logró
atraerse el buen querer de la madre Doña María de Tole-
do. Consta que desde Mayo de i5o2 comenzaron los arre-
glos; que el Marqués pasó en Olmedo la víspera de San
6^0 ]■ CATALINA GARCÍA
Pedro, y que en esta fiesta asistió á la iglesia de Coca,
donde vio á madre é hija, pero tan brevemente, que aque-
lla misma noche se volvía á cenar á Santa María de Nieva.
Allí recibió mensaje de la madre anunciándole que con él
se entenderían para lo del casamiento dos frailes francis-
canos y García de Montalvo, como sucedió, celebrándose
la conferencia en el monasterio de Santo Domingo. Allí,
supongo, resolverían todos que se hiciese la boda en la for-
ma narrada. Atrevimiento singular el de Doña Máiía de
Toledo, que á espaldas de su marido casó á su hija y dis-
puse el enlace en pocas horas.
Aun cuando los que formaron la trama y entraron en
ella como coadyuvantes y testigos, convinieron en no dar .
publicidad á lo hecho hasta que el Marqués obtuviese la
Real licencia, y aun cuando para mejor guardar el secreto
hizo un viaje á tierra de Valencia, transcendió el suceso
primero á la servidumbre de D. Alfonso de Fonseca y
luego á otras gentes. Pero no se sabe á punto fijo cuán-
do comenzó á correr la voz, porque algunos testigos afir-
maron que no fué sino poco antes de que falleciese la
Reina Catóhca (1504). Ya se murmuraba entre los servi-
dores'y allegados de Fonseca que el Marqués del Cénete
solía agasajar á su esposa por tercera mano con joyas y
piedras de que ella hacía muestra con mal oculta satisfac-
ción. De que el mismo padre y D. Juan de Fonseca, su
hermano, que gozó de varias mitras como prueba del fa-
vor que él y los suyos merecían á los Reyes Católicos, te-
nían alguna sospecha del casamiento, también hay presun-
ciones muy racionales.
Pero á luz pública no salió el asunto hasta que, para
cortar pleitos, convenir en fraternales y mutuas concesio-
nes y quizá para obedecer á la Reina, se concertó el ma-
trimonio de Doña María con su primo hermano D. Pedro
Ruiz de Fonseca, hijo de D. Antonio y heredero ya de-
clarado del mayorazgo del Arzobispo. Aun teniendo algu-
nas noticias de lo sucedido entre Doña María y el del Ce-
EL PRIMER MARQUÉS DEL CEN'ETE 67 1
nete, no creyeron que esto podía tener validez sacramen-
tal ni ser obstáculo para el nuevo matrimonio. Creyeron
más, y es que éste anularía del todo lo hecho en Coca y
acabaría con las pretensiones del Marqués, y con esta in-
tención comenzaron los preparativos de la boda entre Doña
María y su primo Ruiz de Fonseca. Acudieron á la pro-
tección de la Reina, la que, estando en Medina del Campo
por la Navidad de i5o3, llamó á su Palacio á Doña María
y á su madre para persuadirlas de cuánto importaba á toda
la familia el casamiento; pero como ambas señoras se ex-
cusasen de admitir la demanda, tan en alto punto puso la
cuestión la Reina, que las amenazó con que el del Cénete
perdería hacienda y vida si prosiguiese en su empeño, á lo
que ayudaban los agravios que la Reina tenía del Marqués
por ciertas travesuras que había cometido en la casa de la
Reina de Ñapóles, en Valencia.
Grandes congojas puso la resolución de Isabel la Cató-
lica en Doña María y su madre; pero la conciencia de ésta
y el amor entrañable de aquélla arrostraron toda clase de
peligros, y no cedieron á las instancias que de tan alto ve-
nían, ni aun á las de la familia toda de Fonseca. Por con-
ducto de García de Montalvo avisaron al Marqués del Cé-
nete, quien presuroso vino desde Valencia, se presentó en
Medina del Campo y, echando por la calle de en medio,
publicó su casamiento, mostrándose dispuesto á hacerlo
valer, sin miedo á la misma Reina, á la que no se atrevie-
ron á declarar lo ocurrido en Coca ni Doña María de To-
ledo ni su hija, aunque á ésta le pareciese mejor confesar la
verdad.
Apenas llegó el Marqués á Medina, se presentó al Arzo-
bispo de Toledo, que era entonces Cisneros, y se quiso
amparar de su protección, y le mostró la cédula matrimo-
nial que en la cámara de Coca le había dado Doña María
de Fonseca, en testimonio escrito de que era su esposa.
Además, comenzó á hacer información canónica ante el
Provisor de Medina del Campo, y la misma Doña María,
secundando estas disposiciones, dirigió al Arzobispo una
5-2 J- CATALINA GARCÍA
carta en que declaraba que no sólo era esposa del Marqués,
sino también su mujer (.o). Parece que los Reyes recib.e-
ron con mucho enojo las solicitudes del Arzobispo para
que se hiciese justicia en el asunto.
Inde ira Toda la familia de Fonseca se alborotó al te-
ner noticia cierta de lo que estaba ocurriendo, y D. Alfonso,
^obre todo, rompió los diques de su natural violentísimo.
La misma Reina envió preso al Marqués á la fortaleza de
Cabezón, y luego á la de Simancas, donde estuvo hasta
después de morir la excelsa señora, atribuyendo los cor e-
sanos la prisión á las diabluras que aquél hizo en el Pala-
cio de Valencia, y creyendo otros que procedía la desgracia
del mal querer de los Fonsecas.
Éstos aceleraron los preparativos del matrimonio que
proyectaban, y pidieron á Roma la dispensación consi-
guiente puesto que los mal convenidos novios eran primos
carnales, como se ha dicho. D. Alfonso cogió á su mujer
é hijas y las llevó á la fortaleza de Alaejos, no solo para
averiguar con certeza lo que habían hecho en Coca en la
madrugada de i.° de Julio de i5o2, sino para imponer as
con insólita violencia sus planes y propósitos d 0. En to-
rres separadas del castillo las encerró, tocando a la hija la
llamada cubo de la sala rica. Bien confortadas con las la-
grimas que una y otra derramaron, y con los consuelos y
advertencias que mutuamente se dieron, se mostraron re-
sueltas á no ceder á los bárbaros atropellos que del enoja-
do y feroz Fonseca esperaban.
En efecto: con suaves halagos, con amenazas de muer-
te y con castigos violentos, las asedió un día y otro, aun-
<,ue parece que había recibido mensajero de la Reina para
que no las apremiase con fuerza antes de que hablasen con
dicha señora. Quería D. Alonso conseguir que aquellas se-
ñoras negasen el casamiento secreto de Coca, a lo que
ellas se resistieron con valor de madre la una, de esposa
enamorada la otra. Con un látigo de regir caballos azoto
á la hija cruelísimamente, sin que las lágrimas de aquella
EL PRIMER MARQUÉS DEL CENETü 673
tierna niña, ni su dolor profundo, ni la fuerza de la sangre,
contuviesen su brutalidad. Tan grande debió ser el supli-
cio, que cuando salió de la sala el enojado padre y entró
en ella el alcaide de la fortaleza, estaba Doña María echa-
da en la cama, descubiertos rostro, pecho )' brazos, señal
cierta de que en aquella mujer ni aun el pudor tenía fuer-
zas en aquellos instantes.
Pasó con la madre lo mismo, y golpes y heridas y terri-
bles amenazas de muerte fueron castigo de la ligereza con.
que procedió en Coca, consintiendo el matrimonio secreto
de su hija á espaldas y aun contra la voluntad del marido
vengador. Los tormentos de la madre fueron más conti-
nuados que los de la hija, y doblaron su voluntad, no tan
firme como su primera resolución exigía. A los consejos y
amenazas del padre, acompañaron también los del her-
mano de éste, el Obispo D. Juan, quien mostró siempre
gran deseo del casamiento de Doña ¡María de Fonseca con
su primo Pedro Ruiz.
Aún fueron más bárbaros los tormentos que dio Fonseca
á dos criadas de su mujer, testigos del acto de Coca, por-
que al fin en ellas no hería en su propia carne. A Teresa del
Castillo, una de las criadas, la hizo atar no muy honesta
ni piadosamente á una escalera, y puesta de este modo la
hizo dar azotes cruelisimamente con látigos y cordeles, y
aun la amenazó con el tormento del agua y con promesa
de matarla al cabo.
Estos martirios, voces y amenazas descompuestas, los
consejos del Obispo, el temor á los Reyes, el trato á pan'
y agua, el encierro en calabozos y cámaras apartadas, hi-
cieron que aquellas cuatro mujeres, desvalidas de toda pro-
tección, concluyesen por quitar apariencias de casamiento
legal á la ceremonia de Coca, si no por negarlo en absolu-
to. Los tiranos triunfaban, y el amor quedaba maltrecho y
reblandecido. No contribuyó poco á ello el que un fraile,
llamado Fr. Gabriel, visitó á las prisioneras; las aconsejó
que cediesen, haciéndolas saber, como medio principal, que
el Marqués del Cénete había sido degollado. Fr. Gabriel
II 43
5-,, J. CATALINA GARCÍA
se dijo enviado de la Reina, y aun se cree que arrancó una
confesión escrita á Doña María de Toledo, manifestando
que entre su hija y el Marqués no había pasado otra cosa
que el trueque de las cédulas matrimoniales y algún re-
galo de joyuelas.
En la noche del 20 al 21 de Junio de i5o4, entre las
dos y las tres de la madrugada, cuando el ánimo más fir-
me lucha con la debilidad y el sueño, en presencia de los
Fonsecas, D. Alonso y D. Juan, éste entonces Obispo de
Córdoba, y de otras personas, llevaron á Doña María de
Fonseca'á una cámara del castillo de Alaejos, donde es-
peraba D. Pedro Ruiz, joven de unos quince años de
edad, aunque «por su disposición, dijeron más tarde algu-
nos 'testigos, parecía más hombre que otros de diez y
ocho ó veinte años.» Leído el breve de dispensación de
parentesco, casó á ambos primos, triste él y tristísima y
abatida ella, el capellán de aquel Prelado. Ya de mañana
corrida, á eso de las diez, fueron velados durante la misa,
y de todas estas ceremonias obtenían los verdugos testi-
monios notariales sucesivos, como lo pidieron de que aque-
lla noche los novios «se acostaron juntos en una cama,
donde estuvieron toda la noche hasta lamañanasiguiente,»
en que con poco recato y con mucho menosprecio del pu-
dor y de la honda pena de la desposada, su propio padre
hizo entrar en la cámara nupcial á un notario y testigos
para que dieran fe de la cohabitación, así como de que Don
Pedro y Doña María estaban «juntos en una cama, desnu-
dos en camisa, alegres y contentos y muy cerca uno de
otro.»
Claro es que á estos testimonios, alegados en los pleitos
subsiguientes, se agregaron declaraciones que tendían á
comprobar la realidad del referido matrimonio, aunque las
declaraciones procedían comunmente de gentecilla de es-
calera abajo, y no en gran número ni con mucha claridad
en su modo de decir las cosas, aunque sólo se trataba de
probar principalmente que Doña María, gustosa y con áni-
EL PRIMER MARQUÉS DEL CENBTE 675
mo libre de temor, vino en casarse con el buen primo, y
que cohabitó con él varias veces, y que hasta la propia
Doña María de Toledo asistió al desposorio. Pero en el
modo de contar las cosas estos testigos y en sus contra-
dicciones radicales, hay motivo para sospechar que muchos
de ellos ó estaban ganados ó eran de memoria muy endeble.
De ciertos pormenores no puedo dar cuenta porque es
dificultoso mentarlos, en particular aquéllos que se refieren
á pruebas de que depende la honra del marido, aun antes
de celebrar su matrimonio (n).
A D. Rodrigo de Mendoza, Marqués del Cénete, llegó
la noticia de todo, y debió poner su alma en amarga tor-
tura, aunque bien le dirían que su mujer rogó á su primo
al acostarse que no se acercase á ella, «porque le retorce-
ría la cabeza como á un pollo.» D. Rodrigo clamó enton-
ces con voces más altas que nunca, reclamó su mujer y
apeló de nuevo á la Reina. Esta encomendó el asunto á
dos de sus Consejeros, quienes opinaron que aquella mu-
jer de dos maridos no fuese entregada á ninguno de ellos,
mientras no se resolvía el pleito, y que se encargase de ella
su propio padre, con caución juratoria de conservarla mien-
tras no decían otra cosa los tribunales. Unos doce días es-
tuvieron juntos D. Pedro y Doña María, haciendo vida en
apariencia de casados; pero el ruido en la corte fué tal, que
la Reina se llevó á palacio á dicha señora.
Presumo que al fin se la entregaron á su padre D. Al-
fonso de Fonseca, quien la puso en el castillo de Zamo-
ra, rodeándola de criados y servidores, que la asediaban
para que se rindiese á la autoridad paterna, lo que no lo-
graron; antes Doña María se quejó contra estos odiosos
consejeros. Murió, entre tanto, la Reina (26 de Noviembre
de i5o4), y antes por disposición suya, ó, muerta ella, por
orden del Rey, se hizo el traslado de Doña María á Zamo-
ra, y se dio libertad al Marqués del Cénete. Luego la tras-
ladaron á la fortaleza de Arévalo, y, por último, á las Huel-
gas de Valladolid.
Durant'; estas prisiones proseguía lentamente el pioce-
g_5 ]• CATALINA GARCÍA
SO iDatvimoniaU á que daba calor la misma Doña María.
puesto que en 20 de Diciembre de 1504 y luego en 24 de.
Marzo de i5o5, estando en uno y otro día presa en Zamo-
ra dirieió á los jueces enérgicas protestas contra la vali-
dez de su segundo matrimonio, y ratificó el hecho con el
del Cénete.
Aun antes de morir la Reina había dispuesto su Conse-
10 que el negocio, por ser sacramental, era de la compe-
tencia del Ordinario de Segovia. En 4 de Noviembre el
Marqués solicitó de éste que le entregase su mujer, y has-
ta 21 de Enero siguiente no se recibió la confesión de la
misma. A los cuatro días, D. Pedro Ruiz de Fonseca pre-
sentó demanda en contrario, alegando ser el verdadero-
esüoso; el Obispo de Segovia abrió térmmo de prueba, ai.
que dio nada menos que ciento veinte días de plazo, con
gran sentimiento de los Marqueses, que formularon es-
crito de agravios en fin de Julio, principalmente por no.
haber sido puesta en libertad la Marquesa, lo mismo que
su madre, todavía asegurada tras de los muros de Alae-
ios. La Cámara apostólica, en 6 de Diciembre, hizo que
el Obispo de Segovia se inhibiese en el negocio a favor de
^'^ Murió en el mismo año el duro padre, y su hermano
D. Antonio se apoderó, sin forma de derecho de los bie-
nes del mayorazgo del Arzobispo, cautelándose contra
el derecho de sus sobrinas, y no dando mucha fe á la va-
Hdez del matrimonio de su hijo D. Pedro con la mayor
de aquéllas. Doña María de Fonseca. El mismo padre de
ésta no debió estar muy seguro de aquella validez, puesto
que al hacer testamento desheredaba á su hija Dona Ma-
da, á no ser que se casase con D. Pedro, y s. no lo hacia,
ordenaba á la otra hija Doña Mayor ^^ -;--^.^°" ^^;
En los numerosos pleitos que durante todo el siglo xvi
mantuvieron varios Grandes sobre el mejor derecho al ma-
yorazgo del Arzobispo Fonseca, no se olvido esta tacita
confesión, que favorecía la realidad del matrimonio del
Marqués con Doña María.
EL PRIMER MARQUÉS DHL CÉNETE 677
Cuando D. Felipe el Hermoso vino á España (13), va-
rió el rumbo de este negocio para bien de los Marqueses
del Cénete. Porque además de estar éste libre de prisio-
nes, con lo que podía intervenir con toda la fuerza de su
•cariño y el valor de su alta posición en el pleito matrimo-
nial, su mujer fué trasladada desde Arévalo á las Huelgas
de Valladolid, consintiéndosele verla, y entenderse con
ella, durante algunos meses que allí estuvo.
De tal modo se concertaron, que el Marqués, fuese por
arranque de su corazón encendido y valeroso, fuese con
tácito ó expreso consentimiento del Monarca, mediando
el clérigo Diego Ruiz de la Mota y otras personas, en
cierto día, no señalado en autos, sacó á su mujer de las
Huelgas (14), y cabalgando sin cesar, no paró hasta su villa
de Jadraque, y en el castillo del Cid que la domina, don-
de tenía buen aposentamiento, se casó y veló con todas
las formalidades eclesiásticas por mano de dicho cléri-
go (15), y allí celebraron sus bodas con alegrías y festejos
que la historia de sus amores hizo bien ganados, aunque
en el mismo monasterio de las Huelgas se les consintió
gozar en repetidas ocasiones de aquellos amores, sin duda
por aposentarse Doña María fuera de la clausura.
Ocurrió esto hacia i5o6. Moraron algún tiempo en Ja-
draque los felices esposos, pues allí nació su primogénita
Doña Mencía, luego Duquesa de Calabria. No se separa-
ron jamás, porque el pleito matrimonial aún pendiente
acabó por virtud de la muerte prematura de Pedro Ruiz
de Fonseca. En Valencia estaba el Marqués cuando acae-
cieron las turbulencias de las Germanías, y en Valencia
murieron ambos esposos, siendo enterrados en el Monas-
terio de Santo Domingo en un mismo sepulcro, que unie-
se sus cuerpos como habían estado, unidos juntamente con
sus almas, desde que huyeron de las Huelgas de Valla-
dolid (16).
6^8 J" CATALINA GAKCÍA
NOTAS
(i) Se le atribuye con bastante fundamento un Mevioríal-
del Imaxe de Haro, y con su nombre hsy un códice de este es-
crito en la Biblioteca Nacional, Sala de MSS., K-185. El es-
critor de Guadalajara, P. Hernando Pecha, que conocía bien
las cosas de la familia de Mendoza, dice del Cardenal que «es-
cribió Arboles de su mano muchos, en especial se haze men-
ción de el de los de Haro Señores de Vizcaya.» El biógrafo
de aquel gran Prelado dice que tenía este escrito en su poder.
(2) Comprendía ocho lugares: la Calahorra, (que era el prin-
cipal), Alquife, Jerez, Lanteida, Dulcar, Gueneja, Aldeire y
Ferreira.
(3) Licencia de Enrique IV para trocar la villa de Alcorlo,
que era de Alfonso Carrillo, por la de Maqueda, de D. Pedro
González de Mendoza, Obispo de Sigüenza. (Biblioteca Na-
cional, Sección de MSS., S-39, pág. 425.)
Capítulos de este trueque, que comprendía, no sólo Alcorlo
(el Corlo se decía entonces), sino las fortalezas del Cid y la
villa de Jadraque, con los lugares de su sexmo. {Colección de
Solazar, C-13, en la Academia de la Historia.) Dichos lugares
habían ¡ido heredados por Alfonso Carrillo de su padre Gómez
Carrillo, á quien, juntamente con su mujer, los habían dado,
con la tierra de Mandayona (todo en aquella región de la pro-
vincia de Guadalajara), Juan II y la Reina su mujer. El Obis-
po comisionó á D. Yahia de Medina para intervenir en el cum-
plimiento de los capítulos del trueque, que firmó el Prelado-
en Guadalajara á 22 de Noviembre de 1469.
En 1471 no se había cumplido el convenio, pues en 30 de
Septiembre del mismo año, D. Lope de Torres, alcaide del
castillo del Cid, dio escritura en que hizo homenaje de guar-
dar cierto capítulo del contrato, mientras tuviese el castillo
del Cid por Alfonso Carrillo. (Colección de Salazar, M-25,^
copia.)
(4) Escritura de donación del mayorazgo, hecha con licencia-
pontificia y real por el Cardenal D. Pedro González de Men-
doza, á favor de D. Rodrigo, D. Diego y D. Juan de Mendo-
EL PRIMER MARQUÉS DEL CÉNETE 679
za, «carísimos nuestros,» á quienes la Reina había legitimado.
Considerando las calidades de D. Rodrigo, hijo de Doña Men-
cía de Lemos, y «el debdo que nos tenéis e caridad que vos
debemos e que somos tenido e obligado,» le hace donación de
la villa de Jadraque y su fortaleza del Cid, su tierra y jurisdic-
ción, lugares de la misma, sexmos de Bornoba y Henares,
Jirueque, Bujalaro, Robredarcas, Malillas y lugares que posee
en el sexmo de Diirón, la villa del Olivar, las casas principa-
les que tiene en Guadalajara, frente á Santa María, y otros
bienes y rentas en otras comarcas del reino. Ubeda 3 de No-
viembre de 1489. (biblioteca Nacional, Sección de MSS., 5-39,.
y copia auténtica en poder de D. José M. Sauz y Albornoz,
vecino de Madrid.)
Se ha dudado mucho de si D. Pedro consiguió legitimar ca-
nónicamente á sus hijos; pero yo creo que la legitimación fué
sólo civil y para los efectos de heredar. En las informaciones
de nobleza de D. Diego de Mendoza y Fernández Manrique,
natural de Pastrana, biznieto del Cardenal por el hijo de este
D. Diego, hechas en 1580, y que están en el Archivo Históri-
co, infoi maciones de la Orden de Santiago, consta que se tra-
tó de averiguar esto, aunque se alegaba por el interesado que
su abuelo fué habido antes de que el insigne Prelado recibiera
las Ordenes.
Los comisarios de la de Santiago pidieron declaración a!
Arzobispo D. Gaspar de Quiroga, quien delicadamente se ex-
cusó de darla. Pidiéronla luego al cronista Esteban de Gati-
bay, quien, como fruto de sus estudios, dijo que el Cardenal
tuvo á D. Diego siendo Obispo de Sigüenza; y que en cuanta
á legitimación de éste y de los otros hijos, había visto docu-
mentos «por los quales consta que el dicho Cardenal (Men-
doza) obtuvo la dicha legitimación para los dichos sus hijos
para honras y herencias, la qiial fue de los Reyes y no se acuerda
ser de su sanctidad. »
(5) Según Salazar de Mendoza [Crónica del Gran Cardenal),
se hizo el matrimonio en Medinaceli, en presencia de los Re-
yes Católicos, en 1492, y entonces dieron á D. Rodrigo los tí-
tulos de Marqués del Cénete y Conde del Cid.
(6) En 8 de Febrero de 1463. Era del Consejo del Rey y
su Maestresala.
(7) Fuentes principales para el relato que sigue, y cuya
GSo ]. CATALINA GARCÍA
mención nos ahorrará muchas notas: «Memorial del pleito en-
tre D. Iñigo López de Mendoza y Fonseca, Marqués del Cé-
nete, Duque del Infantado, y D. Rodrigo Mesía y Fonseca,
Marqués de la Guardia, y D. Antonio de Toledo y Fonseca.»
En folio, impreso sin lugar ni ano á fines del siglo xvi. (Aca-
demia de la Historia, Colección de Salncar, F-60.)— «Memorial
del pleito entre los mismos.» En folio, impreso sin lugar ni
año, pero en la misma época. Es mas circunstanciado que el
anterior. (Biblioteca Nacional. Paquetes en folio á clasificar,
núm. i8g, en la Sección de Varios.)
(8) En los pleitos á que se refieren dichos memoriales cons-
ta esta circunstancia, y que en la quema de Medina por Fonse-
ca padecieron unas casas de Montalvo ó de sus parientes. Gar-
cía de Montalvo siguió muy unido á los Marqueses del Cénete.
(9) Dijo uno de los testigos, cuya declaración aparece en
los Memoriales, que subieron al corredor por un agujero abier-
to debajo de éste. Este testigo era el propio hortelano que
abrió la puerta de la huerta. Por esta causa, y cuando D. Alon-
so de Fonseca se enteró al cabo de lo ocurrido, se resguardó
en Jadraque, y en su castillo del Cid; y cuando Fonseca, con
promesas de perdón, le llamó para que le enterase de lo ocu-
rrido, no pudo acudir á este llamamiento, por impedírselo las
gentes del Marqués, de quienes estuvo preso en aquella forta-
leza. Sus declaraciones, luego que estuvo libre, fueron confor-
mes á la intención de D. Alonso.
(10) La carta es ésta:
«Reverendisimo y magnifico señor: Ya se que el Marques, mi
■ señor, ha hablado a V. I., y que le ha dicho que el es despo-
sado conmigo, y porque no se si aura alargado a dezir todo lo
que en esto ha passado, acorde auisar a V. I., como no sola-
mente el Marques, mi señor, es mi esposo, mas es mi marido:
por eso suplico a V. I. lo hable a la Reyna, nuestra señora, por-
que su Alteza me escuse del enojo que Fonseca, mi señor, ha
de auer conmigo sobre esto; pues no ha de ser páranlas de re-
cebir yo daño en ello, sin poder aprovechar otra cosa. Por la
passion de Dios, que como cosa que toca a la conciencia de
V. I. mire en esto, y assi trabaje de remediallo: porque si yo
dexé de decir esto ala Reyna, nuestra señora, fue porque no
tenia licencia del Marques para tilo. Nuestro Señor guarde,
etc.— Doña María de Fonseca.»
EL PRIMER MARQUÉS DEL CÉNETE 68l
(ii) D. Alonso se llevó á su mujer é hija el segundo día
de Pascua de Resurrección de 1504.
(12) Al día siguiente del casamiento se incendió la forta-
leza donde se celebró, por lo que el vulgo, siempre romántico,
atribuyó el siniestro á la fuerza de que fué víctima la despo-
sada.
(13) En 28 de Abril de 1506 llegó á la Coruña Felipe el
Hermoso.
(14) Declaró un testigo que la Marquesa salió del monas-
terio de las Huelgas por unas paredes muy altas, y de noche,
y que se había acogido á una casa donde la esperaba el Mar-
qués, quien se la llevó en las ancas de su propio caballo hasta
pasar cierto río, y desde allí en las ancas de una muía que el
Marqués montaba.
(15) Dicen unos testigos que se casaron en J adraque; otros
en el castillo de dicha villa, y otros en el próximo santuario
de Nuestra Señora de Castrejón, donde parece que luego fué
bautizada Doña Mencía.
(16) En la capilla de los Reyes de la iglesia de Santo Do-
mingo, de Valencia, está el artístico sepulcro, que más parece
lecho nupcial de los Marqueses, con sus marmóreas estatuas
yacentes en la cubierta; sepulcro que se ha publicado en el
tomo que trata de Valencia en la obra titulada España y sus
monnmentos. La inscripción dice que el Marqués murió en 8 de
las Kalendas de Marzo de 1523, y la Marquesa en 17 de las
Kalendas de Septiembre de 152 1. En 1850 se colocaron junto
á este sepulcro los restos del ilustre pintor Juan de Juanes.
Conocida es la parte que como caudillo del Rey tuvo el
Marqués en la represión de las Germanías de Valencia. (Dan-
vila, La Germanía di Valencia, 1884.)
ALFONSO MIÓLA
UN CANCIONERO MANOSCRITTO BRANCACCIANO
Fra i manoscritti della Biblioteca Biancacciana di Na-
poli, di cui vado da piú tempe occupandomi, ed ho quasi
manato a compimento un índice descrittivo, esiste un buon
numero di poesie spagnuole, sparse in diverse raccolte
miscellanee; e spero di poterne daré a suo tempo un pre-
ciso ragguaglio. Frattanto mi piace indicare agli studiosi
un piccolo Cancionero ivi esistente, e il cui contenuto me-
nta, come a me pare, di essere attentamente esaminato e
messo a confronto con le altre simili raccolte si manoscrit-
te che a stampa. Per parte mia daró di esso quelle indica-
zioni che ho potuto mettere insieme, in modo da serviré
come punto di partenza a chi vorrá farne oggetto di uno
studio piú ampio, ora in ispecie che, mercé i lavori del-
r illustre Menéndez y Pelayo, e di altri valentuomini la
lirica spagnuola antica é tanto meritamente apprezzata e
studiata non solo nel paese ove fiori, ma anche altrove.
II canzoniere in parola é un codicetto. cartaceo di i^o
millimetri di altezza e loo di larghezza, ed ha carte 124. E
scritto nel secólo xvii, e fa parte dell' antico fondo Bran-
cacciano, a giudicarne dal bollo impresso nella prima pa-
gina, né reca indizii di piú antiche provenienze. Porta
attualmente la segnatura V-A-16, ed é notato nel vecchio
Índice sotto il nome di Lope de Vega e col titolo Romanze,
nome e titolo che spettano al primo dei componimenti che
il libro racchiude, e che é appunto intitolato: Romanze de
Lope de Vega. Gli altri, tranne un solo che é puré del Ve-
ga, sonó di diversi; ma nessuno porta il nome dell' auto-
re, ed a stento ho potuto identifícame 28 sopra 78, quan-
ti il códice ne contiene. Ma anche fra quelli identiñcati ce
684 ALFONSO MIÓLA
ne ha 17, i cui autori nelle raccolte a stampa sonó notati
come anonimi.
La mancanza de¡ nomi degli autori, il trovarsi talune
poesie dimezzate, le scorrezioni, le parole e le sillabe
distaccate e avvicinate a capriccio, e I' uso delle maju-
scole anche piú strano di quello che puré s' incontra ¡n
certi antichi MSS. spagnuoli (O potrebbero far supporre
che il trascrittore avesse trascritto a memoria, e fosse stato,
oltreché ignorante, anche non spagnuolo. II quale ultimo
particolare sembrerebbe puré avvalorato dalla forma della
scrittura, quasi piú italiana che spagnuola. Ma é un indi-
cio poco certo quest' ultimo; perché i caratteri se non
sonó di quelli usati a preferenza in Ispagna, non possono
nemmeno dirsi sicuramente italiani.
Ne le altre circostanze dette di sopra escludono la pro-
babilitá che il códice sia di mano spagnuola e provenga
dalla Spagna. A me pare anzi che sia proprio cosí; men-
tre per áffermare che fu scritto in Italia bisognerebbe ara-
mettere che la poesia spagnuola sia stata presso di noi
non solo bene accetta, come fu soltanto, alie alte classi
sociali; ma altresi agí' illetterati ed al volgo.
Dopo ció passo a dar contó delle cose contenute nel
códice, avvertendo che nel riportare i capoversi delle poe-
sie ne ho emendati gli errori piú evidenti, conservandone
intatta la grafía.
Primo, come si é detto, é il Romance di Lope de Vega,
che comincia:
I. Aora bueluo a templaros...'
Esso é pubblicato nel to. III, p. 45i AeWa. Colleccion de
las obras sueltas de don f rey Lope Félix de Vega Carpió (Ma-
drid, Sancha, 1776-79), e a p. 262 del to. 38.° della Bi-
blioteca de Autores Españoles (Madrid, Rivadeneyra).
Nel MS. é diviso in 3o strofe di 4 vv.
(i) Es: Sieudoli Breniña, El Quemas ama Vamadre, A Rioa.
Grita uan todos. (N. 49, 76, 40.)
UN CANCIONERO MANOSCRITTO BRANCACCIANO 685
Segué un altro Romance anepígrafo in 26 str. di 4 vv.,
che comincia:
2. Señora doña Maria...
Seguono:
Otro (14 str. di 4 vv).
Comincia:
3. Madre vna serrana...
Romanza (14 str. di 4 vv.):
4. Hazme, niña, vn rramillete...
Romanze (i3 str. di 4 vv.):
5. Seruia en Oran al rey...
E di Louis de Góngora, ed é ripubblicato nella Bi^l. de
Aut. Esp. (to. 32.°, p. 506, e to. io.° Romancero General
I. o, p. 122).
Letrilla (vv. 26):
6. En justas de amor...
Romanze (11 str. di 4 vv.):
7. De la arrugada corteca...
Di autora anónimo. (V. Bibl. de Aut. Esp., to. 16.°,
2.° del Romancero General, p. 474.)
Otro (4 str., la i.* di 4 e le altre di 8 vv.):
8. Ningún remedio ay tam bueno...
Glosa de muchos rromanzes (10 str. di 5 vv.):
9. No quiero mas amor uano...
Letrilla (4 str., la i." di 2 e le altre di 7 vv.):
10. Ten, amor, el harco quedo...
Nel cod. XIII, D-i3 dalla Naz. di Napoli é una poesia
686 ALFONSO MIÓLA
di 12 vv. che comincia alio stesso modo: (V. Mióla, No-
tisie di ManoscriUi Neolatini: Nap., iSgS, p. 52.)
Otra (vv. 38):
[ ,. En su balcón vna dama...
Letrilla (vv. 26):
,2. ' La del auariillo...
Romanze (vv. 94):
jj. Haziendo fiestas la corte...
Letra (16 str. di 4 vv.):
¡ ,^ Riñó con Juanilla...
Di anónimo, ripubblicato nel to. 16. ° (Romane. General
2.0) della Bibl. de. Aitt. Esp., p. 621.
Otra letrilla:
,r Heres niña, y as amor...
Ptibblicata ivi, col titolo di Villancico, in continuazione
dalla precedente.
Otra (24 str. di 4 vv.):
i5. Aquel rayo de la guerra...
Di Louis de Góngora. (V. Bibl. de Aut. Esp., to. 32.°,
p. 5o8; e to. xo.°, p. 46.)
Letra (33 vv.):
jy Si de amor te dizen...
Romanze (6 str. di 4 vv,):
,8. Doña Blanc.\ está en Sidonia...
Di anónimo, in Bibl. de Aut. Esp., to. i6.°, p. 37. E
di vv. 52.
Letra (4 str., ia i.* di 4, e le altre di 8 vv.):
in. Carillo a rrisa prouoca...
UN CANCIONERO MANOSCRITTO BRANCACCIANO 687
<^arauanda (3o vv.):
20. Tiniendo de uos tal prenda...
Otra (7 str. di 5 vv.):
21. Alegre porque moria...
Otra letrilla (36 vv.):
22. No sigas a Sikiia eras...
Romanze contrahecho (38 vv.):
23. La más bella niña...
Di L. de Góngorá, in Bibl. de Aut. Esp., to. 32.°, p. 5og,
dove é piú lunga di molto.
Otro (5 str., la i." di 3 e le aitre di 7 vv,):
24. Que con quatro mili rreparta...
Otro (27 str. di 4 vv.):
25. Noble desengaño...
Di L. de Góngora, in Bibl. de Aut. Esp., to, i6.°, p, 628.
Ensaladilla (10 str., la i,° di 2, le altre di 4 vv.):
26. Vien aya quel que no cura...
Letrilla (11 vv.):
27. Por vm pagecillo...
Torna (3 str. di 4 vv.):
28. Llamóla en esto su ama...
Otra (18 str, di 4 vv., tranne 1' ultima, che é di 5.):
29. Tanta gracia illustre Reina...
Cuento de un pintor (Sg str. di 3 vv., tranne 1' ultima
che é di 4):
30. A ti Benus ymboco solamente...
588 ALFONSO MIÓLA
Romance (i6 str. di 4 vv.):
„,_ Galanes y caualleros...
Letra (11 str. di 4 vv.):
32. Quien quiere vn moco galán y dispuesto-
Letrilla (4 Str. di 7 vv.):
,^_ Si las damas de la Corte...
Di L. de Góngora, in Bibl. de Aut. Esp., to. 32.°, p. 492.
dove é piú lunga.
Otra (3 str., la i."^ di 4 e le altre di 8 vv.):
,, Vella pastorcica...
Roman9e (Sg vv.):
-c. Al camino de Toledo...
Di anónimo, in Bibl. de Aut. Esp., to. io.°, p. 72, dove
ha 6 vv. di piú.
Otro (29 vv.):
36. Agora, Tirsi, quel tiempo...
Dezenas (6 str. di 10 vv.):
„_ Biem pensara quien me oyere...
Di D. Francisco de Quevedo. (V. Bibl. de Aut. Esp.,
to 69.°, p. 257. Cfr.: Mióla, Noii~ie di MSS. neolatini,
p '42, d'ove é notato il detto capoverso fra gli altri del MS.
I. E. 49 della Nazionale di Napoli. Ivi sonó attnbuite
queste Decimas a Luper9Ío Leonardo.
Letrilla (20 vv.):
38_. Niña, acuérdate de mi...
Otra (3 str. di 11 vv.):
3g_ Regalando el tierno bello...
Di anónimo, in Bibl. de Aut. Esp., to. 10.", p. 270.
UN CANCIONERO MANOSCRIXTO BRAN'CACCIANO 689
Otra (41 vv.):
40. Aniua, gritauan lodos...
Di anónimo: ivi, p. 127.
Letrilla (12 str. di 4 vv.):
41. Vuestro dolor desigual...
Otra (20 vv.):
42. Dulce Filis, si rae esperas...
Di Lope de Vega (Ed. Sancha, to. XVII, p. 450. —
Bibl. de Aut. Esp. ,to. 38.°, p. 253.)
Romance de Doña Catalina Carnudio (i5 str. di 4 vv.):
43. Muerte, si te das tal prisa...
Di anónimo, in Bibl. de Aut. Esp., to. 10.", p. 267.
Roman9e y letra junto (4 str. di 4 vv. e i di 3):
44. Junto a esta laguna...
Di anónimo. Ivi, to. 16. °, p. 619, in 28 vv.
Segué:
Letrilla (17 vv.):
45. Por el montecico sola...
Neir ed. citata é di 3i vv.
Letra (29 vv.):
40. Aquella bella aldeana...
Letra que se hÍ90 a vn cauallero cortesano por una da-
ma (61 vv.):
4-. Mal hayan mis ojos...
Di anónimo, in Bibl. de Aut. Esp., to. 16. °, p. 621
(80 vv.)
Romance (17 str. di 4 vv.):
. 48. Su remedio en el ausencia...
11 44
Qqq ALFONSO MIÓLA
Di anónimo, ivi, lo. io.°, p. 5 (8o vv.)
Letrilla (28 vv.):
Siendo libre, niña...
A9-
Letrilla (38 vv.):
No me aprouecharon...
Di D. Francisco de Trillo y Figueroa, pubblicata nel
to 42 °, p. 73, della Bibl. de Aut. Bsp.
Romance hecho a vna dama cortesana (44 w.):
En el mas soberbio monte...
Di anónimo, ivi, to. 10.% p. 5- i" ^4 vv.
Romange nuebo (76 vv.):
Sobre los tres hijos muertos...
52.
Roman9e del garago9Íno (23 str. di 4 w.):
Por las montañas de Xaca...
Roman9e pastoril (12 str. di 4 vv.):
A la sombra de vn alisso.
El testamento de Celestina (12 str. di 5 vv.):
Celestina cuya fama...
Segué:
Letrilla (93 vv.):
g Como me dexais, señora...
Esta glosa se higo a vna dama (10 str. di 5 w.):
Señor, ayome despido..,
Romange (52 vv.):
o Por arrimo su albornon...
5».
Di anónimo, in BM. de Aut. Esp., to. io.°, p. 5.
Letrilla (28 vv.):
Pusoseme el sol...
59'
UN CANCIONERO MANOSCRITTO BKANCACCUNO 69!
Roman9e de vn cauallero cortesano (3o vv.):
■6o. De la harmada de su rrey...
Di anónimo. Ivi, p. 91 (64 vv.)
Letra (47 vv.):
<3i. Gir guerillo mió...
Romanza (44 vv.):
6i. De la arrugada corteca...
Di anónimo. Ivi, to. 16.", p. 474 (48 vv.)
Letrilla (40 vv.):
új- No me aprouecharon...
E una variante del n.° 5o.
Otra (18 vv.):
*~'4' Alarga, morenica, el paso...
Otra letrilla (24 vv.):
üs. Dura, pensamiento...
Roman9e (52 vv.):
60. Quando las bbeloces yeguas...
Otro (5 str., I di 4 vv. e 3 di 10):
67. Madre la mi madre...
Di anónimo, in Bibl. de Aiü Esp., to. 16.", p. 614.
Otra (28 vv.):
6S. Aquel paxarillo...
Otra (42 vv.):
69. A la uista de Tarifa...
Di anónimo. Ivi, to. 10.'', p. 143.
Letrilla (49 vv.):
70. Rogaselo madre...
5^2 ALFONSO MIÓLA
Eslr. dal Rom. «Madre la mj madre...» (V. Bibl. de
Aiit. Esp., to. i6.°, p. 614.)
Otra (II str. di 4 vv.):
Ay memoria amarga...
Romanze muy nuebo (44 vv.):
Domingo por la mañana...
Di anónimo. Ivi, to. 10.", p. 487 (52 vv.)
Letrilla (40 vv.):
Que se le da a mi madre...
Ot.a letra sobre «Madre la mi madre,» que son estre-
madas (56 vv.):
. Madre la mi madre...
Variante del n.° 67. . j- \
Roman9e a vna muger de vn scriuan (18 str. di 4 vv.):
La de l'escriuano...
Di Juan de Salinas. In Bibl. de Atd. Esp., to. 42.°,
p. 253, e to. i6.°, p. 630 (96 vv.)
Letrilla nueba (33 vv.):
^ El que mas amaua, madre...
Tergetos (4 str. di 3 vv.):
77. El aspereca qu'el rrigor del cielo...
Contra Jvan de Mena delante su magestad y de ríe-
pente (2 str. di 4 vv.):
,u Vuesa magestad me ahorque...
M. R. DE BERLANGA
ILIBERIS
EXAMEN DE LOS DOCUMENTOS HISTÓRICOS
GENUÍNOS ILIBERITANOS
Viaut veritatis eUgi.
(Paalm. CXVIll, 30.)
Los orígenes de las poblaciones ibéricas encuéntranse
en extremo obscurecidos entre las nieblas de un pasado
remotísimo. Los últimos inmigrantes del período neolíti-
co trocaron las cavernas de las agrestes sierras, moradas
de sus predecesores, por los campos atrincherados en la
meseta de las erguidas montañas, defendidos por la natu-
raleza, y que el arte, aún rudo, hacía más inexpugna-
bles (1). Al resguardo de estas primitivas fortalezas asen-
tóse la tribu, constituyendo los gérmenes de los pequeños
pueblos guerreros, siempre dispuestos á sostener la pose-
sión del territorio que ocupaban, con las pulimentadas
hachas de diorita y con los aguzados dardos de pedernal,
que les servían de armas de combate. Desde que comien-
za el siglo XIII. °, anterior á nuestra Era, hasta que va á ter-
minar el iii.°, que precedió á Jesucristo, aprenden los Ibe-
ros de los Cananeos primero, de los Sidonios después, de
(l) Nadie puede ignorar que escribiendo Tácito en 93 de Jesu-
cristo, después de liaber visitado la Alemania, hacía notar que los
Germanos, como era muy sabido, no vivían en ciudadeSf ni po-
dían sufrir el tener contiguas sus moradas, con otros curiosísi-
mos pormenores que son muy de recordar en el caso presente. —
Tácit. Germán., XVI.
6q« m. r. de berlanga
los Tirios y de los Cartagineses más tarde, á dar á sus
foscas plazas muradas un aspecto más en armonía con las
exigencias de la cultura, que los Tirios iban especialmen-
te infiltrando entre aquéllos, que eran ribereños del mar
interno, con su no interrumpido comercio en las ricas fac-
torías de las costas meridionales del Mediterráneo ibérico.
Durante la dominación púnica fueron numerosos en los
montes más ásperos esos centros fortificados como pobla-
ciones indígenas, citanias (i), ó como castillos roqueros (2),
castella, algunos de los cuales destruyó la guerra, mientras
otros se transformaron en ciudades poderosas, que se con-
servaron siempre en su primitiva altura, dominada por la
cindadela, arx, que descollaba en lo más elevado del re-
cinto murado que sus moradores ocupaban (3).
En los mil años que pasaron desde que llegan á la His-
pania los que venían expatriados por Josué de la tierra
prometida, hasta que son expulsados de aquélla los bata-
lladores africanos, muchos de los campos atrincheiados de
la época neolítica se habían transformado en ciudades, que
se habían hecho célebres, oppida celebérrima, durante los
primeros siglos de la dominación romana. Los anales, sin
embargo, de estas poblaciones no podían comenzar á ser
conocidos con exactitud hasta que los primeros historiado-
res y geógrafos, contemporáneos de la segunda guerra
púnica, comienzan á escribir en griego ó en latín sus-
obras, entregándolas á la publicidad. Sólo entonces hubie-
ron de encontrarse, por acaso, en tan añejas Crónicas al-
gunas breves noticias de esos pueblos íberos, que aparecen
en ocasiones á través de la leyenda, para hundirse más.
tarde en la inmensidad del pasado con la más sangrienta
de las realidades. A veces han tenido esas viejas poblacio-
nes hispanas, después de una vida política de las más bri-
(1) DebelIohisp.,8,4,y?:,2.
(2) Liv., XXll, 19, 6; Plin., XXXV, 169.
(3) Varr.. L. L. V., i5i. Arx ab arcendo, quod is locus muni-
tissimus urbis a quo facillime possit hoslis prohiberi. Isidor. Orig..
XV, 2, 32. — Arces sunt partes urbis excelsae atque munitae.
U.IBERIS 695
liantes, y cuando eran ya desaparecidas, la desgracia de
caer en manos de falsarios extravagantes, que han afeado
las páginas de su historia más íntima con un tejido de in-
venciones ridiculas, que, por lo mismo de serlo, han en-
contrado eco en el vulgo, de continuo ciego admirador de
la maravillosidad más absurda. Para restablecer la exac-
titud de los acontecimientos con toda imparcialidad, sin
caer en el ampuloso optimismo del panegirista, que todo
lo encuentra admirable, ni en la sistemática exageración
del censor atrabiliario, que donde quiera, y en lo más in-
ofensivo, halla siempre que criticar supuestas deficiencias,
que estima imperdonables, se hace necesario revestirse de
singular templanza, usando de una gran parsimonia, sin
dejarse arrastrar de inquinia ni apasionamiento alguno, que
pueda sacar de su cauce ni por un momento siquiera, la
verdad de los hechos, desfigurándolos con inmerecidos
dicterios ó con pomposas alabanzas, ajenos los unos y las
otras de la más pura realidad histórica.
Uno de los pueblos antiguos de la Turdetania más ata-
cado, después de haber sido destruido, de la plaga de los
apócrifos, ha sido la renombrada Iliberis, y por eso se ha
hecho necesario desenmascarar tanta tramoya antes de
entrar á restablecer los fastos de su historia local. Para
ello sólo he prestado atención, siguiendo el curso sucesivo
de los siglos, á los documentos conocidamente verdade-
ros, comenzando por las monedas, como de fecha más ar-
caica, y terminando con la relación anónima de un desco-
nocido musulmán del siglo xv.°, á quien tocó en suerte
transmitir á la posteridad los últimos momentos de aquel
pueblo, cuna que fué del cristianismo en la Bética y tum-
ba del Santo varón apostólico, fundador de tan célebre
Obispado, cuyo episcopologio termina en el siglo X." con
Regimundo, el poco escrupuloso mozárabe cordobés (0.
(i) En otra obra dhúnta, Hispatüa a>itero>nana,hehechoyeT
cómo estimo que se verificó el movimiento prehistórico de la raza
íbera, desde que abordó á estas regiones con sus instrumentos de
5q6 m. r. ue berlanga
Pero, ante todo, será necesario fijar el verdadero nom-
bre ibero de dicha ciudad y las alternativas que en la pro-
nunciación fué sufriendo al pasar, primero al latín vulgar,
rusticus, del que lo tomó después el erudito, urbanus. El
documento oficial más antiguo, á la vez que el más au-
téntico de todos los que se conocen de dicho pueblo, está
representado por sus monedas iberas, que conservan dicho
nombre bajo la forma tan sabida ^ bA9r9, que equivale
exactamente á las siguientes letras del alfabeto romano
ILVRIR, étnico que pudo romanizarse fácilmente con sólo
sustituir, como se hacía en lo antiguo, la R final por una
S, escribiendo Ilurisii). Transformada la palabra de modo
tan sencillo, hubiera sido su pronunciación facilísima en
latín (2), sin presentar dificultad alguna fonética, como tur-
tur, turturis, tanto más cuanto que se conocían varias deno-
minaciones geográficas que habían pasado al mismo idioma
con idéntico radical ibero, como por ejemplo: ÍLVR-CO,
ILVR-0, Ilur-cis, y, por último, Ilur-ceiisis.
Fué Ihírco un pueblo antiguo, del que habla el natura-
lista (3), cuyas ruinas se encuentran no lejos de las de la
antigua Iliberis, que batió monedas con dicho nombre (4);
piedra pulimentada, hasta que los colonizadores asiáticos le ense-
ñan el secreto del laboreo de los metales; y recordando mis apre-
ciaciones de entonces, es como podrá estimarse en definitiva de
qué manera comprendo la marcha que nuestros aborígenes han
seguido desde que comienzan á vislumbrarse en los albores del
mundo antiguo, hasta que terminan los tiempos prerromanos para
nuestra Península.
(i) Isid., Orig.,l, 20, 23. R littera communionem habet cum
S littera. Itaque apud aniiquissimos liónos, ¡abas et arbos diceba-
tur nunc honor, labor et arbor. Paul. diac. R pro S litera saepe'
antiqui posuerunt. Madrig., Gram., trad. franc, pág. 6; Roby,
Gram., 1, pág. 55, § 183; Guardia et Wierzeyski, Gmm., pág. 14,
han repetido el dicho de los citadlos lexicógrafos latinos, escribien-
do que los romanos antiguamenle sustituían la R por una S.
(2) Plin., 111, 7. Latiali sermone dicta facilia.
(3) Plin., 111, 10.
(4) Delg., N. M., II, XL, n.° i y 2.
ILIBERIS 697
habiendo sido municipio, conmemorado en una de sus pie-
dras con el étnico ILVRCONENSIS(t), encontrada en Pi-
nos Puentes.
Con la denominación de Iliivo se conocieron dos ciuda-
des hispanas: una de ellas situada en la Bética, de la que
hablan Mela (2) y Plinio (3), habiéndose descubierto un
epígrafe en el Cortijo del Almendral, á corta distancia de
Málaga y á la vista de la villa de Alhaurín el Grande,
conteniendo el étnico ILVRENSIS (4).
También en Mataró, al norte de Barcelona, ha apareci-
do otro epígrafe del siglo 11. °, conteniendo el mismo nom-
bre geográfico de ILVRO (5), de cuyo pueblo habla Pli-
nio (6), designándolo como oppiduiii civiiun roinanoyuui.
Según asegura Paulo el Diácono, extractando al lexicó-
grafo Festo, parece haber sido Ilurcis una ciudad de la
Iberia, que más tarde se denominó Gracchurris (7).
Plinio (S; cita el étnico Ilurcensis como el de un pueblo
estipendiario del convento jurídico cesaraugustano.
Otro documento, también oficial, que sigue en fecha al
que trae la leyenda numaria, f^h A.9r*'í% '^s la moneda
hispano-romana, con el nombre ILIBER, la genuínay no
retocada. Aceptada la legitimidad de estas piezas amone-
dadas, su acuñación tiene que ser, lo más tarde, del 40 de
Jesucristo.
El tercer género de documentos análogos lo constitu-
yen las inscripciones imperiales del primero, segundo y
tercer siglo de la Era cristiana, en las que se ha conserva-
do el étnico ILIBERRITANI (9).
(i) CIL-II, 2.064.
(2) Mcla, II, 90.
(3) Plin,, 1II,'22.
(4I CIL-II, 1.946.
(5) CU.-II, 4.616.
(6) Plin., III, 22.
(7) Paul. Diac. V. Gracchurris.
(8) Plin., III, 24.
(9) CIL-II, 2.070, 2.074, 2.077, 2.079. Supp,, 5.505, 5.506.
6q8 m. r. de berlanga
La última serie de esta clase de documentos la forman
las diferentes monedas, batidas por varios Monarcas visi-
godos desde fines del quinto siglo hasta antes de mediar el
sexto, pocos años anteriores á la entrada de los musulma-
nes en la Península. En la más antigua de Recaredo, y
en la más moderna de Suintila, se lee ILIBERI; en las
demás, de Viterico, Gundemaro y Sisebuto, aparece la
forma ILIBERRI.
Pasando ahora al examen de los textos de historiadores
y geógrafos más antiguos, deberá comenzarse por Tito
Livio, quien hablando del paso de Hannibal por las Ga-
llas, cuando se proponía bajar á la Italia, que invadió ál
fin, 'cita una ciudad inmediata á Ruscino (>), que nombra
Iliberrim unas veces, como otras Ilibcrri, aunque no en to-
dos los manuscritos, pues en el parisiense del siglo v.° ó
del vi.° se lee Inliberrim, como en ti bambergense del si-
glo XI." Illibcri.
Mela, refiriéndose á esta misma opulenta y gran ciudad
en lo antiguo, reducida ya en su tiempo á una aldea, la
designa con el nombre de Eliberme, según un manuscrito
del Vaticano del siglo x.° y otro florentino del xiv.°, mien-
tras el Vaticano del siglo xiv." y el berlinés del xv." la de-
nominan Elibere, que el Vratisloviense del siglo xv.° modi-
fica en Eliberie (2).
Plinio es entre los romanos el primero y el único que se
ocupa de la ciudad de la Bética del dicho nombre, que en
el manuscrito de Leyden del giglo x." aparece bajo la forma
de Ilibcrri (3), mientras, en cambio, Ptolemeo. conmemo-
rando entre los griegos esta población Túrdula (4), la llama
En los códices Urgelense y Gerundense del Concilio
iliberitano celebrado hacia el 3oi, se lee el étnico Elibeni-
(i) Liv., XXI, 24.
(2) Mela, II, 84.
(3) Plin., III, 10.
(4) Ptol., II, 4. 9-
ILIBERIS 699
ianiK (i), mientras en el Ovetense, hoy Escuiialense, del
siglo VIH.", en la parte que contiene las Sedes episcopales
Hispaniae se encuentra la palabra Ilibevri (2), y en el Emi-
lianense del siglo x.° aparece el apelativo Eliberitana (3\ sin
observarse en tanto documento fehaciente una ortografía
segura y fija, sino que fluctúa entre las formas desemejan-
tes latinas: Iliberi, líiberri, Eliberi, Elibei-ri, tan distintas
de la originaria ibera de Ilnyir. ¿Cómo pudo suceder que
Ilur-co, y lo mismo Ilnr-o, conservasen sus nombres ínte-
gros, existiendo uno de ellos al lado de Iliberis, mientras
Ilur-ir se transformópor completo, variando en absoluto su
contextura originaria? Nada justifica la intercalación, cpcii-
thesis, de la i ni de la e en medio de este grupo de seis signos
íberos, como tampoco el cambio, antithesis, de la b por la
w, tanto más cuanto que aquella letra b era completamen-
te ajena al alfabeto ibérico y se sustituía con la p por los
indígenas, que decían PILPILIS por BILBILIS. Pero,
sobre todo, lo que no justifica la fonética, ni puede ense-
ñar la morfología, es que la terminación en RIR se trans-
formase en RRI, sonido durísimo, aunque se encuentre en
tiirris, y que no podía servir para suavizar el de este final
en rir, lo que se hubiera conseguido trocando simplemente
en S la última R, como ya he dejado indicado antes.
Pero es el caso que, según el testimonio de Festo, los
antiguos romanos no duplicaban las mudas, las semivo-
cales ni las líquidas, no admitiendo, de consiguiente, la R
doble, hasta el extremo de. escribir porigam en vez de
porrigam (l), habiendo sido Ennio el que introdujo este
(i) E. S., XII, págs. i88 y 1S9, § 224, y pág. 185, §218.
(2) Ewald et Loewe, Exemp. Scrip. Visig., Index et Tab. VI.
(3) E. S., Xll, pág. 103. § 40-
(4) P'estus: Porigam dixisse antiquo videntur, pro po.-rigam,
propter morem non ingeminandarum litterarum. — Festus: Parret
quod est in formulis debuit et producía priore syllaba pronuntiari,
et non gemino r scribi, ut fieret, paret, quod est inveniatur ut
comparet, apparet. — Festus: Solitaurilia quod si a sollo et tau-
ris earum hostiarum ductum et nomen antiqure consuetudinis per
«00 M. R. DE BEKLANGA
grecisismo en el latín de su tiempo, y por ello ha sentado
Ritschl que en la época de Plauto era desconocida seme-
jante duplicación de las consonantes (0; de modo que, á
partir del 206 antes de Jesucristo, fecha de la expulsión de
los Cartagineses de la Hispania, hasta el 184 antes de Je-
sucristo, en que murió el célebre autor cómico de la Um-
bría, no pudo escribirse Iliberri, sino Ilibctis, y sólo poco
antes del 169 antes de Jesucristo, en que deja de existir el
ya nombrado profesor de griego, fué dable que se intro-
dujera esta pronunciación viciada de Ilibevvi en el latín
ordinario, riisticiis, aunque no en griego, puesto que los
manuscritos más autorizados de Ptolemeo traen la forma
llXi¡3£oi?, sin otra consonante duplicada sino la 1. Es cierto
que ningún sustantivo romano termina en RIR; pero en
cambio hay algunos en ir de la segunda y tercera declina-
ción: si la nueva forma ibera había de adaptarse á los im-
parisílabos de esta última, se hacía necesaria la elición de
la terminación IR para dejar el radical ILVR ó ILiVeR en
disposición de que se le adaptasen las terminaciones casua-
les is, i, im, conservando la vocal i de la primitiva desinen-
cia elidida ir, sin que nunca al mencionado tema pudieran
agregarse los inusitados finales ris, li, ;-;;», para componer
la forma bárbara ILiVeRris, que sólo pudo oírse en boca
de gente rústica que, pretendiendo imitar la extraña pro-
nunciación, para el latín, de dos consonantes líquidas
iguales, R, teniendo en medio de ellas una vocal simple I,
forzaron de tal modo la emisión de este sonido, apoyán-
unum / c-nuntinri non est mirum, quia nullatenu geminabatur
liuera in scribendo, quam consuttudincm Ennius mutavisse fertur
utpote gR-ecus ^rxco more usus quod iUi aeque scribentes et le-
ventes duplicabant mutas, semi[vocaM et liquidas]. -Festus: To-
rum atsigniíicattonidum, aridum per unum quidem r antiqua
consuetudine scribatur sed quasi per duas r scribatur pronunnan
oportet, nam antiqui nec mutas nec semivocales litteras genima-
bant ut fit in Ennio, Arrio, Annio.-Festus: Polet, pollet: quia
nondum genimabant antiqui consonantes.
(i) Ritschel, Frise, latín, momim., epig. col. 16, ipsa Piautma
aetate nec geminatum nec aspiratum esse meminens.
ILIBERIS 701
dose extremadamente en ambas consonantes, especialmen-
te en la última, hasta el punto de llegar á percibir por una
falsa onomatopeya cierta engañosa similitud entre la pro-
nunciación amanerada del final RIR y la terminación in-
ventada erradamente RRI. Pero estos arreglos convencio-
nales de los sonidos al pasar las palabras de un idioma á
otro, no justifican la deducción que ha sacado el Sr. Zobel
deque el signo ibero ^ lo tenia fuerte y no suave (i), por-
que bastará traer á la memoria la conocida inscripción nu-
maria ^^(^p'^'t*.. qi'e se lee correctamente por DuRIA-
SV, más tarde latinizada en TVRIASO, en donde no se
observa esa regla, porque no lo es. Como tampoco en
P^^Atl^A, por ERKaVlKa, ni en A9rA, por KaRa-
PaKa. -
Este hábil numismática, dejándose llevar, sin embargo,
de lo que vulgarmente se- llama el sonsonete, hizo d el
signo X, que es conocidamente i, no queriendo recordar á
Quintiliano (2^ que señala la similitud déla pronunciación
de estas dos dentales. Por idéntica razón, se empeñó en
sostener que la letra ibérica A, que es una d del más puro
origen fenicio, era la sílaba dii, estableciendo la rara é in-
sostenible teoría de las consonantes vocalizadas, sin habér-
sele ocurrido traer á la memoria que en los viejos dialectos
itálicos acostumbrábase también á suprimir algunas voca-
les, que el lector debía suplir, escribiéndose ATRNO por
ATeRNO entre los Sabinos (3); HIIRCLO por HERCuLi,
entre los Vestinios (4); HERCLIT porHERaCLITus,
entre los Pelignos (i); PTRVNA por PeTRVNA, y POP-
DIS por POPiDluS, entre los mismos (6); APRVFCLA-
(il Zohtl, Est. ¡list. sobre la mon.ant.esp.,l,\^á^. 179. — «Equi-
vale á nuestra r fuerte inicial en rey, ó á nuestra rr en carro.»
(2) Iiist. Oral., 1, 4, i6.— Quid T litera cum D qusedam cog-
natio?
Í3) Zvetaieff, Insc. itál. med, dial., pág, 13.
(4) Ibidem, pág. i5.
(5) Ibidem, pág. 22.
(6) Ibidem, págs. 26 y 29.
^Qi M. R. DE BERLANGA
NO por APRVFiCuLANus, entre los Marcios (0; ALBSI
por ALBenSI, entre los Equiculos (2), cuyas citas pudie-
ran multiplicarse al infinito, sin que á nadie se haya ocu-
rrido hasta ahora la peregrina conjetura de la vocaliza-
ción de los consonantes. En cambio, dice, con sobrada ra-
zón, Riemann (3) que la «tendencia particular del latín an-
tiguo de pronunciar débilmente las sílabas no acen-
tuadas, sobre todo las finales, hubiera concluido por su-
primir las vocales intermedias para hacer desaparecer las
terminaciones, y desde entonces el latín hubiera venido á
ser lo que fué algunos siglos más tarde, una lengua romá-
nica (4).i> -j j 1
Ha confundido el Sr.Zobel el caso bien conocido de las
consonantes ligadas, como < por <|j en «/y^U con el de
las vocales sincopadas, y á este propósito ha revuelto las
diferentes formas del van, '^'^AA; Por ejemplo, con el
dakth, A. equivalente á nuestra D, cuando aparece éste
ligado' con aquél bajo la forma A, equivalente á AA ^5).
En resumen: la transcripción exacta de r*'bA9r*'9 es
ILVRIR; su correcta romanización sería ILVR-ILVRIS,
ó cuando más, desfigurando el radical, ILiVeRILiVeRIS,
como se dice sulfur-snlfuris, ó bien Iber-Ibens, sin que a
nadie se haya antojado duplicar la R de la sílaba final
para expresar un sonido fuerte, extraño á la originaria len-
gua ibérica. De cualquier manera que ello sea, las dosfor-
mas Iliberis é Iliberris fueron recogidas por los antiguos
escritores, del latín que hablaba el vulgo iletrado, lengua
(i) Ibidetn, pág. 37.
(2) Ibidem, pág. 39.
(3) Gra.mm. de TiteLive, III, pág. 7.
(4) Esta )usta observación, unida á la de Festo, respecto de la
duplicación de las consonantes y á que la Z era una letra grie-
ga sustituida en los libros antiguos por dos SS, hace comprender
el error en que están los castellanos creyendo ser los que verdade-
ramente conservan la mejor pronunciación histórica del idioma
español.-Véase Edon., Pronunciatione du lalin, págs. 61 y 62.
(5) Zobel, ibidem, pág. iSo.
ILIBERIS 703
rústica, especialmente la segunda, que es la más bárbara,
abriéndose camino en libros y documentos públicos, y se
vinieron, sin embargo, sucediendo alternativamente por
todo el período romano, el gótico y el musulmán hasta los
días de la conquista de Granada.
No terminaré, sin embargo, estas indicaciones sobre la
onomástica iliberitana sin recordar que no faltan críticos
que hayan sospechado que la más vieja memoria escrita de
Iliberis data del siglo vi.° antes de Jesucristo, consistiendo
en un pasaje de Hecateo de Milesio, en sus TrspioSos yiri?,
conservado por Stephano de Bizancio, gramático del si-
glo v.° de nuestra Era, en su icepi tioIewv, pasaje en que se
lee: 'EXt.Súpyo tioAi; Taprfi66ou ('). Opina el erudito helenista
Müller, acaso con bastante razón, que en el lugar citado el
nombre de la población está equivocado, debiendo ser co-
rregido fácilmente trocando la 6 en 9, con cuya sencilla
modificación resultaría que 'EXt.9úpy-r, pudiera ser concor-
dada con la Iliturgi de Livio (2) y con la ^<'^^'^A J<
ILiTVRKe, de la moneda dada á conocer por el Sr. Zobel
y de que no he visto ejemplar alguno (3), siendo semejante
corrección más natural y menos violenta que la transfor-
mación del 'EXi&jpyyi de Hecateo en EXiSupi?, como otros
proponen (4).
(i) Müller, Frag. hist. graec.,l, págs. ix y 40.
(2) Liv., XXVIII, 19.
{3) Zobel, Hist. de la ¡non. ant. hisp., 11, págs. 1 12, 1 14, 119
y 3<;6.
(4) Como Hecateo, citado por Stephano. dice que EHburge
era una ciudad de Tartesus, debe examinarse, para hacerse cargo
de los límites antiguos de dicha región, á Avieno, Orbis terrae, III,
V. 480, 613; Ora, maritima. IV, v. 54, 85, 223, 225, 254, 265, 269,
284, 308, 332 y 428, y á Sirab., III, 2, 11. Este geógrafo dejó escrito:
«Parece que los antiguos llamaron Tarteso al Betis, y á Gades,
como á las inmediatas islas Ery thea y como el Betis desagua en
el mar por dos bocas, dicen que en otro tiempo en el terreno com-
prendido entre ambas bocas hubo una ciudad habitada denomina-
da Tarteso, como el río, llamándose aquella región Tartisida,
ahora habitada por los Túrdulos,» pasaje que parece concordar
, M. R. DE BERLANGA.
Expuestos tales precedentes, que me ha parecido indis-
pensable dejar oportunamente consignados, es mi propó-
sito comenzar, por orden cronológico, el examen detenido
de los documentos, indisputablemente genuínos, paganos,
cristianos y muslímicos que se conocen, referentes á la
historia local de la vieja Iliberis, á partir de los últimos
años del siglo in." anterior á Jesucristo, hasta que termma
gloriosamente el periodo de la reconquista.
Siglo lil.° al 1° antes de Jesucristo, del 2o5 al 46 anks
de nuestra Em (i).
MONEDAS
I ." Cabeza bárbara, á la derecha cubierta con una ga-
lea, delante palma.
^ Cara de frente unida á tres piernas encorvadas.
La leyenda lll^/^9yi9. grabada alrededor de la parte
superior de dicha cara. Tipo del As uncial romano.
2." Igual á la anterior, con la sola diferencia que la le-
yenda corre por debajo de la barba de la cara de frente del
anverso.
3." Cabeza bárbara, á la derecha cubierta con una ga-
lea; delante la misma leyenda.
^ Genio alado á la derecha; en la mano izquierda un
escudo; en la otra algo que no se distingue bien; delante
una punta, al parecer de lanza. Tipo del cuadrans del As
uncial.
4.» Cabeza bárbara, á la izquierda cubierta con una
galea; delante las tres primeras letras, y detrás las tres úl-
timas de la misma leyenda ibérica.
con todos los de Avieno, excepto con el último, donde hablanda
de la isla que erradamente coloca el traductor romano delante de
¡Malaca, asegura que perteneció á los Tartesios.
( ,) Zobel, Hist. de la mon. hisj>., I, pág. 130; H. págs. O, ' 37
y 301.
ILIBBUIS 705
^ Igual al anterior.
5." Astro de siete rayos en el centro; encima media
luna invertida; alrededor del dicho astro la misma leyen-
da ibérica.
¡it Como el anterior.
6/ Cabeza, no tan bárbara como las de las emisiones
precedentes, á la izquierda, con galea.
IV Cabeza del Heracles griego, á la derecha, cubierta
con la piel de león, delante clava, encima la misma le-
yenda ibérica alrededor del campo de la moneda.
Estas seis primeras emisiones iliberitanas son las que
tienen carácter arcaico más indígena á través del pronun-
ciado punismo que revelan. Del número primero poseo un
ejemplar á flor de cuño, pesando 19,52 gramos, que repre-
senta el As uncial, que se batió en Roma del 217 al 89 antes
de Jesucristo, con peso legal, que nunca tuvo, de 27,26 gra-
mos, pues los últimos de la República llegaron á i5 gra-
mos (0. Conservo otros ejemplares del mismo número, en
buen estado de conservación, que bajan de 16, 3o á 15,40
gramos. Advierte el profesor Mommsen que el As uncial
de cobre fué adoptado en España; pero sin que las piezas
con leyendas ibéricas reproduzcan los tipos romanos en
ambas caras de los respectivos flanes (2), añadiendo, en
punto á su peso, que era muy vario, porque, á su juicio,
la ley Pabia del 217 antes de Jesucristo, más que variar
el de las monedas, tendió á fijar el mínimo hasta el que se
podía acuñar para evitar el abuso y la falta de uniformidad
ponderal (3) del cobre.
La cabeza del anverso de los dos primeros números no
es griega, como las de las piezas púnicas de Gadir, ni ro-
mana, como las de Acci, sino manifiestamente indígena por
bárbara. La triqueta de los reversos se ve en las monedas
de la Zeugitana con la leyenda L-C-MACRI-CARTHA-
(i) Mommsen, Hist. de ¡a mon. rom., III, pág. 158.
(2) Ibidcm, III, pág. 24Ó.
(3) Ibidem, II, págs. 155 á iSy.
II 45
„g5 M. R. DE BERLANGA
GO-SC y en el reverso SICILIA (O, siendo, como ha
demostrado de Luynes y ha repetido Müller, «un símbolo
rdigioso de origen asiático, que desígnalas tres diosas que
reinan alternativamente sobre la luna: Diana, Proserpina y
Minerva; triada divina, de donde se desenvuelve la triple
Recate. La cabeza de Gorgona es el signo de la luna llena
y de Hecate; las tres piernas en actitud de correr una tras
otra, representan la rotación del globo celeste. Estas tres
diosas fueron muy veneradas en Sicilia (2).»
Del número tercero poseo también un ejemplar, bien
conservado, con peso de 6,10 gramos, equivalente á un
quadrans del As uncial (3). La figura con alas del reverso
se ve en otra moneda de la Cirenáica U); pero, sobre todo,
en las conocidas de Cartago con el caballo corriendo y en-
cima el genio alado con la corona, sosteniéndola con am-
bas manos (5), y en otra de la Mauritania (6).
El número cuarto es una variante del anterior, del que
sólo conozco el ejemplar del Gabinete numismático de
Madrid, siendo mucho más raro el quinto, del que no sé
exista otro, excepto el del mismo Monetario nacional. El
anverso de astro y media luna se encuentra en monedas
de Tuba II.° en la Mauritania (7) y de Ptolemeo (8), á cuyo
propósito dice Müller que el sol y la luna, colocados uno
sobye otro, en algunas monedas de la Mauritania, son los
símbolos de Baal y de Astarte (91. que conjuntamente con
Melkart ocupaban el pnmer rango entre las divinidades fem-
(,) Müller, Nmnism.delanc. A/rique, II, pág. 171. núm. 381.
(2) Ibidem, II, pá^- 173-
(3) Gnechi. A/o«e/aí!0«e roma»a, pág. 10. „,^hi4n
4 Müller, ib>aen,, I. págs. 1. y ,8, nna.. -5.-Veasetmb.ea
II, pág. 17., nüm. 3Q^; lU, P^gs- M, 44 Y -3, «1 busto alado de
algunas piezas de laNumidia y de la Mauritania.
(5) Ibidem, II, pá^s. 77 y 78, núms. 28 y 33-
(6) Ibidem, 111, núms. 65, 67 y bg, pág. io5. ^
(7) Ibidem, lU, pág. 105, núm. 43; P^g- ^°9, "um. gi.
(8) Ibidem, lU, pág. 130, núm. 200.
(9) Ibidem, III, pág. 120, núms. 43 y 9^-
ILIBERIS yo7
■cias, cuyas imágenes ó emblemas figuran en un gran número
Ae monedas púnicas de la Niimidiay de l.i Mauritania, por-
que, como ha demostrado muy bien Lenormant, B lal te-
nía un carácter solar, y su esposa Astarte una naturaleza lu-
nar (i). Existe en el citado Gabinete numismático Nacio-
nal cierta moneda púnica con el sol en un lado, la luna
con un glóbulo en otro, y una leyenda neopúnica que se
lee perfectamente MaLaKA, que parece síncrona á la de
Iliberis, aunque no es, como la de la Victoria alada, otro
quadrans del As uncial.
El número sexto es igualmente rarísimo, sin que tam-
poco haya visto de esta moneda más que el ejemplar del
citado Museo Arqueológico. La cabeza del Heracles grie-
go, cubierta con la piel de león y teniendo delante la cla-
va, es símbolo que se repite con frecuencia en las acuña-
ciones antiguas á partir del hermoso tetradrama de Ale-
xandro (2), como en las de Camerina de plata de Sicilia (3),
y en algunas de Cartago (4), unas y otras con clava ó sin
clava; sin piel de león, en dos ejemplares de la Numi-
dia (5), y con ambos atributos en las púnicas de Gadir y
de Sex, de las que hubo de copiarse la de Iliberis, atendi-
da su gran similitud con aquéllas, por los artífices griegos
que abrieron las matrices de las púnicas y de la ibera. Di-
cha cabeza, tocada con la dicha piel de león y apen iizada
con la clava, representaba el Heracles gries^o, que nada
tenía de semejante ni de análogo con el Melkart tirio (6);
aquél fué la imagen tradicional del hombre prehistórico,
luchador incansable, vencedor de las fieras y de los tira-
nos; vestido, cuando lo estaba, con los despojos de los aní-
males que domeñaba; éste, por contra, era el emblema de
(i) Lenormant, Hist. ancienne de VOrient., VI, pág. 573.
(2) Mommsen, ibidem, I, pág. 122, not. 2; págs. 287, 2S9, 298,
299 y 327.
(3) S.iiinas, Le monete de Sicilia, tab. XVII.
(4) iMülIcr, ibidem, II, pág. 71',, núm. 18.
-(5) Ibidem, III, pág. 17, núms. 16, 17 y 18.
(6! Ibidem, 11, págs. 12, 13 y 33; lU, págs. 24 y 56
cu
g M. R. DE BERLANGA.
la ra^. á cuya sonibra se desarrollaba el comercio; civili-
zador y navegante, fué la representación mas opuesta al
helénico (0. por más que se pretenda que del oriental na-
ció el griego, pero completamente desfigurado. Fue éste
representado como un semidiós, bajo los rasgos de un
hombre de talla elevada, musculatura atlética y formas
amplísimas, mientras los tirios no trazaron con hneas los
contornos de su divinidad, que permaneció encerrada en
los limites de la más abstracta Utholatría, hasta que los es-
cultores, en una fecha relativamente tardía, grabaron en
la piedra sagrada, beith-el, el perfil de una divm^ad, an es
sin formas ni figu.a, tomando del héroe de la Helada las
'íneas más acentuadas de semejante personaje bravio (2).
' Las seis emisiones distintas de monedas iberas que aca-
ban de examinarse, por sus caracteres gráficos y por sus
diversos símbolos, ponen de manifiesto que fueron acuna-
das por artífices griegos para un pueblo hispano de raza
ibérica mezclada con africanos, -de los que tomaron los
indígenas la representación de sus divinidades, en su ma-
yor parte siderales, habiéndose grabado los troqueles en
los momentos en que los ejércitos púnicos evacuaban el
territorio de la vieja Híspanla fenicia.
Los seis signos del alfabeto ibero, que constituyen la
leyenda numaria de estas piezas de cobre amonedadas,
(O Compárense los caracteres consntutivos del Heracles grie-
go omár^dolos de cualquier litógrafo annguo, con los del Mel-
S; t tenfcio. resunudos po. Lene, mant en su H.to:re ancenne de
^'^rí-^o tr^fc^^é . visuar el celebre santuario d^
M^art Tirio, sólo vio en el ten.plo dos brillantes columnas de
nro r una y de esmeralda la oUa, probablemente esmaltadas-
?« 1 H L queencer.aban todo el símbolo de aquella divi-
'fd Columnas que más tarde, figuradas de bronce, la represen-
"f tan bien una d ellas en Gades (Strab., 111, 5, 5i ^omo límite
" i"e o de las naveg c.ones len.cas hacia el ocaso, vniendo de las
cTsTas de S ri , hast'a el Estrecho llamado de las Co.un.nas, en la
época de la preponderancia de los Tirios en Tartesos (Strab., 111, .,
7), y mucho más tarde de Hercules.
ILIBERIS 7*^9
aparecen perfectamente conservados bajo la conocida for-
ma ya antes transcrita JU^A9F9» que ha sido diversa-
mente interpretada, hasta que D. Antonio Delgado la leyó
primero EL-ABER, atribuyéndola á lUbens (0. Diez y
seis años más tarde repite la misma clasificación, aunque
leyendo el epígrafe numario ILVBIR é interpretándolo
por ELVBeR.ó ILVBeR <C-]. Esta lectura ha sido modi-
ficada después, sin que alcance á comprender por qué la
primera letra pi ha de ser I y la quinta E, siendo de for-
ma idéntica, ni en qué razón se funda que la cuarta equi-
valga á B y la sexta á R, cuando ambas están representadas
por el mismo signo 9. Como ya he dicho anteriormente, los
caracteres del alfabeto latino que corresponden exactamen-
te á estos signos ibéricos forman el grupo ILVRIR, que
los romanos y los griegos pronunciaron, no sé por qué,
ILiVeRIS, y la gente tosca Iliberris, según que de todo
•ello se acaba de tratar por extenso al fijar la onomástica,
iliberilana.
7/ Cabeza varonil desnuda, á la derecha.
íü Esfinge á la izquierda; en la gráfila la leyenda
PbA9P9.
8." Cabeza varonil desnuda, á la derecha; detrás, X.
^ Esfinge á la derecha; en la gráfila la leyenda an-
terior.
g." La misma cabeza, á la derecha.
va Esfinge, también á la derecha; debajo, pi(^A9F9.
delante, <M'+'h.
10. La cabeza, á la derecha.
B? La misma esfinge, también ala derecha; detrás,
FbA9F?; en la gráfila, (NT.
De los números séptimo y octavo poseo, muy gastados,
un As uncial con 18, i5 gramos, y un semis pesando 8,80
gramos, siendo ambos de trabajo más tosco que los apte-
(i) Delgado, Catalogue de monnaies de Mr. Lorichs: Madrid,
aSSy. pái;. 15, nota i."
(2) Deli-ado, Nuevo mJlodo: Sevilla, 1S73, II, pág?. f)6 y 97.
niO M. R. DE BERLANGA
rieres }• muy bárbara la esfinge de los reversos. En cam-
bio, las cabezas de los anversos han perdido el carácter in-
• dígena de las que figuran en los ejemplares de la triqueta.
Las dos formas variadas de la r«'F y de la O^ en las
monedas iliberitanas, son debidas á las habitudes gráficas,
de la localidad.
Respecto del noveno y décimo, sólo he visto el ejemplar
del Gabinete de Madrid, en el que apenas se distinguen
con claridad las últimas letras, especialmente la postrera
de todas. El Sr. Delgado leyó las cuatro de la gráfila
^jv|i|jfv^ y el Sr. Pugol, con mayor acierto, en un ejem-
plar más claro CKlH-'h, que el Sr. Zobel ha interpreta-
do (ij CSTL por CaSTule, cerno los signos de esta moneda
oretana, en cuya gráfila figuran bajo la forma A^^C^, h- Ei
cambio de la Jhet (|) por el Tzade f no parece violento,
atendida la similitud fonética de ambos, obedeciendo la
diferencia de formas del San |v ^ á las alteraciones gráfi-
cas de algunos signes en los diversos alfabetos regionales
ibOiccs, siendo, por otra parte, la figura ^í^ únicamente
conocida por la aludida moneda antigua de Cástulo. La
lectuia piopuesta por el Sr. Zobel (2) está además justifi-
cada por la similitud de la cara de los anversos y de las
esfinges de los reversos entre las antiguas piezas castulo-
nenses y las iliberitanas de este segundo período de emi-
sión numaiia, lo cual hace comprender, por otra parte,
que Iliberis abandonó sus cabezas galeadas y sus símbolos
púnicos por las cabezas desnudas y las esfinges de Cástu-
lo, desde el momento en que celebró con esta ciudad su
concierto monetario, por cuya omonoia escribió juntos en
sus más recientes emisiones ibéricas los nombres de am-
bas poblaciones.
Las acuñaciones castulonenses fueion mucho más nu-
merosas que las iliberitanas, tanto que los ejemplares de
losiiúmeíos i y 2 de estas últimas son raros, aun en el-
(i) Zobel, ibidem, II, pág. 115, nota 5.
(a) Ibidem, II, pág. 115, nota 5.
n iBERis 711
mismo centro donde estaban en curso; rarísimos los nú-
meros 3 y 4, y únicos los números 5 y 6 del Gabinete de
Madrid, mientras las de Cástulo, de esfinge, abundan ex-
traordinariamente en Andalucía. Poseo varios dupondios
de 37, 33 y 29 gramos, según su estado de conservación, y
diversos Ases unciales de 17, 16 y i5 gramos, más gasta-
dos, sin embargo, que sus duplos; pero todos ellos de un
trabajo más esmerado que el de las piezas de Iliberis y con
la leyenda bien clara en la generalidad de sus letras.
Ptoiemeo coloca á D^Xt^spic entre los Túrdulos (i , y á
Ka6T0u).wv en la Oretania (2); las ruinas de aquella ciudad
se veían en la época de la Reconquista á dos leguas al NO.
de Granada, pasado Atarfe, á la falda de Sierra Elvira, y
las de ésta en Cazlona, sobre el Guadalimar, á una legua
de Linares, á donde se han llevado muchas inscripciones
geográficas de aquel despoblado, sin que se haya ocurrido
á nadie todavía el concordar á Linares con Castillo.
Pudo Iliberis, pues, concertar la omonoia con Cástulo
en 72 antes de Jesucristo, trocando los símbolos africa-
nos monetales por la esfinge Castulonense, hasta que en
45 ó poco después recibiese la civiias ó la latinitas, y en-
tonces comenzara con la municipalidad la escasa acuña-
ción romano-hispana, con la misma esfinge por signo de
su nueva emisión de cobre. Por entonces, pues, debió pro-
bablemente ser transformado en municipio, tomando el
apelativo de florentino, sin dejar el suyo primitivo. Per-
díanlo á veces aquellos pueblos rebeldes que eran conquis-
tados á fuerza de armas, sus moradores sujetos á esclavi-
tud, y sus tierras repartidas á colonos enviados de Roma
mismo, ó incorporadas las excedentes al ager romanus,
cuya diferencia se hace perceptible entre el Iliberri quod
florentinum y el Ucubi quod Claritas lidia de Plinio (3).
Por más que este criterio no sea tan absoluto que no
(i) Piol.,11,4, 6, 10.
(2) Ibidem, II, 4, § 59.
(3) Plinio, III, lo y 12. Regla, sin embargo, que no es cons-
tante.
-■[2 M. R- DK BERLANGA
esté sujeto á excepciones, puede, sin embargo, afirmarse
que, al ser creado un municipio y tomar cualquier apela-
tivo' que lo distinguiera, lo hacía uniendo un adjetivo á su
nombre de origen, y no un sustantivo que siguiera á otro,
por lo que hubiera sido ridículo decir Iliberri-Floyenim, y
muy usual y corriente denominarlo como aparece en sus
inscripciones romanas de piedra.
De dónde pudo tomar esta denominación de Floveniino,
no es posible conjeturarlo con probabilidad de acierto. En
las Hispanias se impuso generalmente á las colonias que
se crearon los nombres de los Emperadores que las eri-
gieron, habiéndose llamado á Ursao, en su ley constituti-
va, Geneliva lidia; á veces á dicho nombre se añadió otro
que recordaba alguna particularidad de su constitución
íntima, como Acci se dijo Inlia Gemella. En los munici-
pios no fué tan general este procedimiento, si bien se de-
nominó Sexie municipium firvutm lulium en sus monedas, y
Gades municipium Aiígustnm Gaditanim en sus piedras (0.
Pero es que, además, conociéronse otros municipios, en los
que no es dable determinar con certidumbre el origen de
su nomenclatura imperial, como htnrgi, en cuyas piedras
se lee- MVNICIPIVM • TRIVMPHALE [^), y Obulco,
conocido en sus epígrafes por MVNICIPIVM • PONTI-
FICIENSE (3). Pudo haberse dado á liiberis el calificati-
vo át florentino, de floreo, por la esplendidez de la Vega que
formaba su ager piMicns mnnicipalis, sin que pueda pen-
sarse en san3 crítica, ni en el cognombre de un personaje
particular, ni en el étnico de ningún otro pueblo extranje-
ro, lo cual sería absurdo (4).
(1) CIL-U, 1.313-
(2) CIL-II, 3.I21-2.I24-
(3) CIL-II, 2.126.
(4) En las Hispanias hubo pocos sujetos llamados FlorenU-
«¡íííClL-II, 1,6. 2.274, 3.196, 4.122, 4-320, 4.564)- Se conoce tam-
bién un Sexto Florentmo que fué Legado de la Legión nona his-
pana posteriormente á la época de Vespasiano (CIL-III, 87, repe-
tida en la pág. 968), en el que tampoco hay que pensar.
ILIBERIS 713
Siglo I anies de Jesucristo á siglo i de nuestra Era .
11. Cabeza varonil desnuda, á la derecha.
^ Esfinge tosca, á la derecha; en la gráfila ILIBE .
12. Cabeza varonil desnuda, á la derecha; detrás X.
^ Esfinge como la anterior.
Conozco poquísimos ejemplares de estos dos números:
los que hay en el Gabinete de París, los del Monetario
Nacional de Madrid y los que poseía el Sr. Navarro, de
Málaga,- que divido en dos series: la una con letras gran-
ea
des, en la forma indicada ILIBE^ , y la otra con la le-
yenda en caracteres más finos y pequeños, sin salir de un
renglón. En la primera clase de estas monedas los espa-
cios entre las letras del epígrafe resultan muy enfundados
en el flan, dando á la leyenda el aspecto de haber sido
avivadas sus letras sobre un ejemplar genuino, pero algo
gastado.
La otra iliberitana es (i) análoga á la Castulonense, con
leyenda romana, -que contiene el nombre latino CASTV-
LO de la población donde fué batida, como aquélla el de
ILIBERI en el ejemplar del Museo numismático de Ma-
drid, de que conservo calco que tiene la especialidad de
no presentar la R duplicada, como el étnico de las piedras
geográficas.
Réstame hablar de una moneda de la primera emisión
de Iliberis con la inscripción falsificada, cuya descripción
es de esta manera (2):
(i) Zobel, ibidem, II, pág. 1 15, nota 4.
(2) Para no aparecer en este particular en contradicción con lo
expuesto por mí en distinta ocasión, se hace indispensable corregir
en la presente algunas erratas que inadvertidamente se han desli-
zado en otro estudio sobre el idioma de los Vascones, publicado
en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos de Noviembre
•de 1897 y Febrero de iSq8:
Pág. 494, lín. 38, dice tque difiero»; debe decir «que no difiero».
Pág. til, lín. 26, dice «y en otras emisiones de la zeca FLOREN-
yl± M. R. DE BERLANGA
Cabeza bárbara, á la derecha con galea; delante palma.
íir Triqueta de frente; alrededor FLORENTII .
De esta pieza amonedada he visto dos ejemplares, de
que conservo calcos: uno el del monetario de D. Segundo
Pineda, de Granada, en el que hormigueaban las apócri-
fas, y otro el del excelente, por lo escogido, del Sr. Ca-
merino, de jerez de la Frontera, no titubeando en decía- •
rar que en uno y en otro me parecieron falsificadas las
leyendas latinas y hechas á mano sobre un antiguo ejem-
plar ibérico legítimo, no sé si en los tiempos y por los ar-
tífices de que se valía Flores Oddoux en 1774, los mismos
que fingieron la inscripción S ■ P ■ Q • Florentinas (i).
Las razones que inducen á creer en esta mixtificación
de los alcazabistas granadinos, aun prescindiendo de las
huellas que de sus manipulaciones parecían presentar am-
bos flanes, son muy obvias. Las acuñaciones más arcaicas
de Iliberis fueron, á no dudarlo, por la misma esbeltez de
los vaciados, los Ases de la triqueta, y las más modernas,
que acusan cierta tosquedad en los troqueles, no abiertos
ya por artífices helénicos, como los de aquélla, sino por in-
dígenas, son indudablemente los sanises de la esfinge, que
comienzan á circular cuando se concierta la omonoia con
Cástulo, terminando con los ejemplares legítimos de la
leyenda latina ILIBERI. ¿Cómo es que para acuñar la
moneda con la inscripción ..ORENTL. en el ejemplar de
Pineda, y ...RENTIÍ ... en el de Camerino, ambos gra-
bados en hueco, y no con letras en realce, se volvió al
símbolo, ya suprimido hacía más de un siglo, de la pri-
mitiva triqueta con el crecido peso del As uncial, abando-
nándose de pronto el tipo á la sazón corriente del qnadvans
con leyenda latina y tipo de esfinge? ¿Cómo pudieron en-
tonces los mismos artífices iberos igualar en finura á los
tía»; debe decir oy en piedras escritas de la misma zeca FLOR •
C • I • L ■ 11 • ?,07o».
Pág. 68, lín. 33, dice «la centuria que precedió á J. C»; debe
decir «la tercera centuria que precedió á J. C.»
(i) Ra^ón del Juicio, pág. 222.
ILIBERIS 715
griegos al abrir las nuevas matrices, cuando tan torpes ha-
bían estado al grabar las indicadas esfinges iliberitanas?
Ya el Sr. Delgado, al publicar el Catálogo del moneta-
rio del Sr. Lorichs en iSSy, indica que la moneda del
Gabinete del ilustrado danés, en la que se había leído Pol-
lentia, era iliberitana (O, y tenía para ello sobradísima ra-
zón (2). Los ejemplares de los Sres. Pineda y Camerino
eran dos Ases arcaicos de Iliberis, en los que se habían
borrado las seis letras iberas de relieve que corrían alre-
dedor de la triqueta, sustituyéndolas con otros caracteres
romanos grabados en hueco y no vaciados, en los que se
leía: ..ORENTI.., ó bien ..RENri>.., que, aunque la
leyenda no fuera apócrifa, no hubiera nunca dicho Floren-
iia, sino, cuando más, Florcntinum, que era uno de los
étnicos del Municipio, como lo enseñan sus inscripciones
de piedra.
No es ésta por cierto la única moneda retocada que con-
tenía el Monetario del diplomático danés, siendo la que
más éxito ha tenido (3), por haberla admitido sin verla nu-
mismáticos tan hábiles como Delgado (4) y Zobel (5), du-
dando sólo Pugol (6). Me refiero al ejemplar de Cástulo con
leyenda ibérica, cuyo primer signo f\, por su mala con-
servación ó por haber sido retocado, ha sido dibujado bajo
la extraiía figura de una B romana, letra completamente
desconocida de los iberos, cuyo sonido suplieron con la P.
Fija el Sr. Zobel la serie de las diversas acuñaciones
iliberitanas del 204 al 72 antes de Jesucristo; pero no he
encontrado en su libro las sólidas razones históricas en
que se apoya, tanto cuanto que las emisiones con lejen-
das latinas no pudieron haberse hecho hasta después que
(i) Delgado, Catalogue des monnaies de feu de Lorichs, pá-
gina 15, nota I al núm. 272.
(2) Lorichs, Recherches inim., págs. 147- 14S, pl. lxxvi, 12.
(3) Lorichs, Recherches, pág. 149, pl. lxxi, núm. 8.
(4) Delgado, Nuev. Met., III, pág. 31, pl. xct.
(5) Zobel, ibidem, 11, pág. 302, núm. 607.
(6) Pugol, Epig. nttm. iber., pág. 338, núm. 71.
,,j5 m. r. de berlanga
la ciudad ibera trocase su autonomía por la municipalidad
con la civitas ó con la latinitas, y el derecho de municipio
no pudo otorgársele hasta después del 46 antes de Jesu-
cristo, fecha de los conocidos Bronces de Tarento (0. El
Sr. Zobel resume en esta forma los períodos de las emi-
siones de las monedas antiguas de la Citerior y de la Ul-
terior:
Citerior. -Primer período: 528 á 536 V. C; 226 á 218
antes de Jesucristo (?).
. ídem.— Segundo período: 540 á 55o V. C; 214 á 204
antes de Jesucristo (3).
Ulterior.— Tercer periodo: 55o á 600 V. C; 204 á 154
antes de Jesucristo (4).
ídem.— Cuarto periodo: 600 á 621 V. C; 154 á i33
antes de Jesucristo (5).
ídem. -Quinto período: 674 á 682 V. C; 80 á 72 an-
tes de Jesucristo (t').
El mismo autor (?) fija en el 204 antes de Jesucristo el
comienzo de la acuñación ibérica, y en dicha fecha tam-
bién (8) el principio de la iliberitana.
El profesor Mommsen ha colegido, como ya he indica-
do antes, que «el sistema romano fué adoptado en España
para las divisiones de las monedas de cobre, al mismo
tiempo que fué introducido el denario de plata, como lo
prueban los bronces españoles, batidos todos por el mo-
delo del As, excepto el pequeño número de los que per-
tenecen á Rhodes y á Gades (Q), conjeturando que el de-
(i) CIL-I, 20b.
(2) Zübcl, 1, pág. 128; n, pág. 4-
(3) Zobcl, 1, pág. 129; 11, pág. 5.^
(4j Zübel, 1, pág. 130; II, pág. 6.
{5) Zobel, II, pág. 8.
(6) Zobel, II, pág. 10.
(7) Zobel, II, pág. 137-
^8) Zobel, II, pág. 301.
(9) Mommsen, Hist. des monnaies romaines, 111, cap. iv,
S 111. r- ^-^6.
ILIBERIS • 7^7
naiio romano fué introducido en España en 206 antes de
Jesucristo, al tiempo mismo en que el país era transfor-
mado en provincia romana (0.»
Partiendo de esta afirmación mommseniana, hago nacer'
la acuñación ibérica de Iliberis el 206 antes de Jesucristo,
fecha de la expulsión de los cartagineses de la Península,
llegando por lo menos al 46 antes de Jesucristo, en que
fué promulgada la segunda ley Julia municipal, en cuya
época, si fue en la que recibió la ciudadanía ó la latinidad,
debió comenzar la acuñación con leyenda romana de di-
cho pueblo, que pudo alcanzar hasta el 41 de Jesucristo,
en que cesó en absoluto de acuñar la Citerior, pudiendo
haber tenido lugar el concierto monetal con Cástulo poco
antes que Iliberis fuese hecho municipio (2). En dicho
año 41 fué asesinado Calígula, y de Claudio en adelante
no se conoce moneda alguna romano-hispana que repro-
duzca el tipo del Soberano, como ha sido el primero en
notarlo el P. Flórez, no Eckel„como pretende Mommsen.
El mismo profesor, en otra obra aún más conocida, ha
dejado dicho que «Gades, ciudad comercial, antigua y opu-
• lenta, recibió de Julio César la plenitud del derecho mu-
nicipal itálico en 49 antes de Jesucristo (3),» fecha en que
el mismo daba la civitas á la Cisalpina, poco antes que la
ley Rubria reglamentara los procedimientos civiles por
débitos pecuniarios en la mencionada región de la Galia,
añadiendo muy luego que fué «Gades la primera población,
fuera de Italia, que, no habiendo debido su formación á
Roma, concedióle ésta la dicha ciudadanía (4),» y agre-
gando, por último, que «algunos años más tarde,» en 46
antes de Jesucristo, fecha de la citada ley Julia municipal,
«fué dada la plenitud de la civitaa á algunas ciudades espa-
ñolas, y probablemente también se extendió el derecho la-
(i) Ibidem, III, cap. IV, pág. 243, trad. Blacas.
(2) Flórez, Medallas de las col. y tnun., I, págs. 72 á 74.
(3) Mommsen, Hist. romaiiie, lib. V, cap. XI.
(4) Ibidem.
yl8 M. R. DE BERLANGA
tino á mayor número de otras poblaciones iberas (0.»
Siglo I de Jesiwrhto. — A partir del período imperial, ó
mejor dicho, del pavoroso drama del Gólgota, no faltan de
tiempo en tiempo recuerdos manifiestos de Iliberis. Des-
pués de los horrores de Tiberio, Calígula y Nerón, como
de las vergüenzas de Vitelio y Othón, ocupó el trono im-
perial el primer soberano de la familia flavia en 69 de.
nuestra Era; al año siguiente, su hijo Tito se apodera de
Jerusalén, siendo nombrado Censor, en 74, con su padre,
quien por entonces concede á la Hispania el derecho lati-
no (2), noticia que da Cayo Plinio Secundo (3), prefecto que
era de la flota de Misena cuando ocurrió, en 79, la erup-
ción del Vesubio, que le costó la vida (4). Este célebre geó-
grafo, hablando de las ciudades más notables, oppida cele-
bérrima, del distrito juiídico de Córdoba, que existían en la
Bastetania, hacia la banda del mar, nombra como una de
ellas á Iliberri qiiod {lorentini (5), lo cual demuestra que
cuando la Censura de Vespasiano y Tito era ya Iliberis mu-
'nicipio, mientras Malaca aún era federada (6). En el mis-
mo año de 79 muere también Vespasiano (7), sucediéndole
su primogénito, que apenas ocupó el trono dos años (8),
en el que le sucedió, en 81, su hermano Domiciano, quien
fué asesinado en 95 (9). A poco de haber subido al solio
imperial este último príncipe de la gente flavia, en 84 de
Jesucristo recibe el título de Germánico, y entonces tal
vez, si no más tarde, le dedica Iliberis una memoria en
■cierto pedestal de mármol, encontrado en Agosto de 1875
(i) Ibidem.
(2) CIL-II, 185,2.322.
13) Plin., H. N., lU, 30.
[.\\ Plin., Epíst.. VI, 16.
(5) Plin , H. N., 111, 10. No pudo llamarla urbs por las razones
que he expuesto en otra monogratía.
(6) Ibidcm, H. N., III, 8. Malaca cum fluvio foederatorum.
{7) Suct., in Vesp., 24.
(8) Ibidem, in Til., 11.
(9) Ibidem, iJ! Domit., 17.
ILIBERIS
719
genio
IMP-DOMIT
CAES • AVG-
GERMANICI
flor, iliber
d. d
en la falda de Sierra Elvira, á dos leguas de Granada, del
que sólo se conservan algunas palabras, conteniendo el
nombre del Soberano en el frente de la piedra, y en el
respaldo las letras IS-CP-, que completa el profesor
Hübner, leyendo finlS Callis Publici (0. El epígrafe pu-
diera estar dedicado al genio del emperador algunos años
antes que los dos de que hablaré en seguida, y restituirse
en esta forma (2):
Si se dijese que la piedra no pre-
senta espacio donde estuviera colocada
la palabra que se ha suplido al princi-
pio, y que después de la tercera línea
i aparece un extenso sitio en blanco
donde debió encontrarse grabado el
final que ahora se propone añadir, in-
dicaré, por toda respuesta, que en cual-
quier inscripción de esta clase debe
necesariamente aparecer primeramente el sujeto á quien se
hace la dedicación en dativo, y por lo menos la entidad
que dedica en nominativo. Como el nombre del Empera-
dor figura en genitivo, hay que suponer que estuviera pre-
cedido, bien déla palabra o'í/w'o, bien de las de pro sálate 6
de cualquiera otra análoga; y si el pedestal no presenta
actualmente el lugar donde se colija que estuviese dicha
palabra, ello es que no pudo faltar, como tampoco la in-
dicación al pie de quien fuera el dedicante, como en estas
otras de la misma Iliberis (3):
1,1) CIL-II. Supp., 5.5io.
(2) C-I-[,-ll, 3 524, 5.123.— Véase '^ fórmula del juramento de
los Bronces de Malaca y Salpensa.
(3) C-I-L-II, 2.074, 2.077.
720
M. R. DE BERLANGA
CORNELIAE
P • F • SEVERINAE
FLAMiNICAE
AVG ■ MATRI
VALERII-VEGETI
CONSVLIS
floRENTlNl • ILlBERRIt
D. D
ETRIliae
AFRAE
VALERII • VEGETl
CONSVLIS
FLORENTINl • ILIBERRIT • D • D
(O
Hacia el año 91 fué Cónsul Lucio Valerio Vegeto (2), y
en dicho año la municipalidad iliberitana hizo levantar,
• como acaba de verse, una estatua á Cornelia Severina, que
era ñamínica, y otra á Eirilia Afra, madre aquélla y mu-
jer ésta del indicado magistrado eponimo (3). El final de
estas dos inscripciones honorarias ha servido de modelo
para restituir la de Domiciñno, que pudo ser contemporá-
nea de los Bronces de Malaca y Salpensa, aunque más me
inclino á conjeturar que fuese grabada á la vez con las de
(i) La leyenda al genio municipii florentinorum, C-l-L-Il,
2.069, para mí es muy sospechosa: primero, porque se dice encon-
trada en la Alcazaba; luego, poi que se guardaba en el Sacro Mon-
te; después, porque se afirma que en 1860 se destinó á formar par-
te'de unos cimientos que en dicho edificio se abrieron, lo cual no
c-s de creer, porque acusaría la más supina ignorancia de pane de
quien hubiese autorizado semejante cosa, y, por último, porque
el y?oreH/í)!or!ím, apareciendo solo sin ir acompañado át\ Ilibe-
rrilanorum, no figura en ningún otro documento de piedra, tra-
yendo á la memoria la moneda con la leyenda hUa, florentia, gra-
bada á la mano, qui¿n sabe si en el siglo pasado, por los fabricantes
de los apócrifos de Ui Alcazaba, que fuguaron también la inscrip-
ción falsa S • P • Q-FLORENTINVS {Ra^ón del juicio, pág. 122),
conio ya he indicado.
(2) Henzen, Acta Arval., pág. cxxxi. Nov. 5.
(3) C-l-LlI, 2.074, 2.077. La que se conjetura dedicada al mis-
mo Cónsul no se apoya en otro testimonio más que en cierta car-
ta y en un plano, muy defectuoso, de un Francisco Aranda, mé-
dico'de Lucena, que he leído, de la que tengo copia, y no me me-
rece crédito alguno. CIL-II, 2.076.
ILIBERIS 721
Cornelia Severina y Etrilia Afra después del 5 de Noviem-
bre del gi, cuando }'a desempeñaba el consulado Quinto
Valerio Vegeto, que entró á ejercerlo en dicha fecha (O,
teniendo entre sí tanta conexión estos tres monumentos
que sin violencia alguna hay que aceptar que fueron erigi-
dos por la misma localidad.
Si se admite la lectura propuesta por el profesor Hübner
de las letras aisladas del respaldo de esta piedra imperial,
finis callis pnhlici, deberá tenerse en cuenta que las puer-
tas de las murallas de las plazas fuertes municipales ro-
manas daban salida á los caminos, que se decían viae pii-
blícae, y eran las más importantes de las servidumbres
prediales (-), debiendo tener de ancho, según Gayo, ocho
pies en los sitios en que el trazado fuese en línea recta, y
diez y seis en las curvas (3). A estos caminos desemboca-
ban la semita, con una anchura, según Servio, de cuatro
y ocho pies respectivamente (4), y la callis, que, al decir
del mismo escoliaste Vergiliano, era más estrecha que la
semitais), hablándose de ella en los fragmentos de los Bron-
ces de la Ley Agraria, que se conservan en el Museo de
Ñapóles (6), como de una servidumbre rústica, destinada
al paso de ganados, exenta de todo vectigal (7). No creo
que deba añadir que tanto esta inscripción nueva de Do-
micíano, como la de Antonino Pío y la de Cipriano, de que
hablaré después, y cuantas aún existen de Iliberis, las he
leído y estudiado con reiteración sobre los originales, sin
(i) Henzen, Actajrat. Arv., CXXXl. Q. Valerio Vegeto
noníS Novembribus.
(2) lust., Iiisl., II, 3, I.
(3) Dig..Vm,3,8.
(4) Serv., in Aeiu, IV, v. 4o5. Semita est semis vía.
(5) Ibidem. Callis est semita tcnnior callo pecudum prae-
durata.
(6) CIL-I, 200, lín. 26. Quod quisque pecudes in calléis viasve
publicas itineris causa máüxerit.
(7) CIL-1, 200, lín. 26. Neiquid populo [n]cive publicano
d[are debelo].
u 46
722
M. R. DE BERLANGA
valtvme para mis observaciones de otras copias que las
hechas por mí sobre las piedras mismas. ^
Siglo 11." de Jesucristo. -Después de mediado el siglo ii.
escribía en griego Claudio Ptolemeo su tan conocida Geo-
grafía en cuyo libro señala entre los Túrdulos una ciudad
con el nombre de iW^isp'.; (O, de la que nada más dice
después de apuntar su denominación, porque sabido es
que los números con que la apendiza no conducen á con-
clusión alguna práctica.
En este mismo siglo, del i38 al i6i, el mencionado
municipio ihberilano erige un monumento al Emperador
Antonino Pío, del que se ha conservado parte de la leyen-
da cuyos fragmentos fueron encontrados en iSyS en la
falda de Sierra Elvira, y pudieran restablecerse en esta
forma (2): ^. . . ,,
Para restituir esta la-
pida, he tenido presen-
tes diversos traslados de
varios epígrafes roma-
no-hispanos del mismo
Emperador, unos de la
Ulterior y otros de la
Citerior, comprendien-
do los años del i38 al
147 ^^ Jesucristo (3),
con presencia de los
' ' cuales ha sido fácil com-
pletar las seis primeras líneas. Es indudable que las siglas
D- D equivalentes á decreto decurÍMHum, demuestran, no
sólo que en el sitio donde se ha encontrado esta piedra
hubo un municipio que erigió cierta estatua á Antonmo
Pío en la segunda centuria, cuya leyenda repuso por dete-
imp - caes • divi • hadriani ■ fil
dlM- t.aiani- paRTHlCl ■ Ncrp
divi ■ nervae - PRONEpoti
f aelio ■ hadriano -ANTONINO
aug. pió. pont.MAX • TRIB
pot... imp... eos... P.PD • D
flor. ilib. rcposituM ■ ANNO
c. vibü. piinsaE.ET
1. iulii. MACRl.
iiviror.
E SSi:tÍ:d:?^Í;4..94, deW..; 4.603, del .,.; ..336,
del 143; 3.236, del 14^; l-^S^, del I47-
ILIBERIS 723
riorada en la tercera, á la que corresponde la paleografía
del monumento (O, sino también que después de las dos
indicadas letras debía encontrarse en la piedra el nombre
de la ciu lad que de:1icaba la estatua al Emperador reinan-
te, en la misma firma que aparece en el fragmento de la
leyenda del primer siglo, dedicada por Iliberis también á
Quinto Conielio Valeriano [^), en la que se lee en su penúl-
tima línea D • D • FLORENTINORVM • ILIB..., de cuyo
pasaje he tomado la restitución d • d • flor. ilib. para la
undécima de esta nueva leyenda del mismo puelilo. La fór-
mula suplida reposiliiM • ANNO se apoya en la palabra RE-
POSITA de una inscripción cordobesa (i), y en las que trae
otra de Itálica, UICATA • ANNO, del tiempo de Antonino
el filósofo (4); pero debiendo advertir que los nombres de
c. vibii pansaE y de 1. iulii se han puesto por vía de ejem-
plo y no como restitución cierta. También habré de obser-
var que en una lumesla iiiisaio de Hadriano, cuya tessera de
bronce se conserva en Turín, se lee A • D'XVII 'K'OCT'
P-LIC1N[0PaNSA-L-ATTI0-MACR0NE-C0S(5),
equivalente á día i5 de Septiembre del i34, en que fueron
Cónsules Pansa y Macro, con cuya fecha no puede con-
cordarse la lc)enda de Sierra Elvira por el cogñombre de
ANTÓNIMO de! cuarto renglón.
Si la piedla fragmentada de Iliberis, según la opinión
del profesor Hübner i6), debe atribuirse á un soberano del
siglo 11.°, sien lo su paleografía del iii.°, es lo natural de-
ducir que se trata de una reparación, en cuyo caso la M
aislada que precede á ANNO debió corresponder á la ter-
minación de la palabra que expresara la restitución, como
(i) CIL-11. Snpp,, 5.511.
(2) CIL-Il. 2.o-'g.— Véase Supp., pág. S8i, donJe se ratifica el
profesor H:imit.T en csdmur esta inscripción, por su paleografía,
-de fines Ocl pi inici siglo de nuestra Era»
(3) ClLll, 1 2:0.
{4) CIL 11, 1. 12 ..
(5) Gil-, 111, p.if4. 878, núm. XXXV.
(6) CIL-U. Suir-, 5.5H.
/
2A M. R. DE BEKLANGA
ya se ha dicho, pudiendo ser repositiM, según se ha deja-
do anotado. En cuanto á la manera como está indicada en
los últimos renglones la fecha en que fué reparado ó rehe-
cho el monumento, corresponde por su estructura especial
á las fórmulas similares que se ven en algunos otros epí-
grafes análogos refiriéndose á los fastos locales de alguna
colonia ó municipio, fastos, por otra parte, que son al pre-
sente desconocidos.
También corresponde á este siglo ii.' la inscripción ho-
oraria iliberitana, grabada en obsequio de Gneo Papirios
Eliano, cuyos caracteres paleográficos concuerdan con los
usados en el indicado período (O, en el que debió ser gra-
bada la mencionada leyenda, como ya lo coligió el profe-
sor Hübner, en memoria del Cónsul del 184, que tenía los
nombres referidos {2).
Algunos años más tarde, en 199, asciende al Consulado
Publio Cornelio Anulino, natural de Iliberis(3Í, Prefecto de
la ciudad de Roma, Procónsul de la provincia de África,
Pretor, tribuno de la plebe. Cuestor, Legado de la provin-
cia de Xarbona, Procónsul de la Bética, Legado de la le-
gión séptima gemina Curador de las riberas y del ál-
veo del Tíber. A personaje tan conspicuo de la época de
Septimio Severo levantaron una estatua sus paisanos,
acaso no sin razón para ello. Pudiera tal vez conjeturarse
que el municipio ilibeiitano gozara de la civitas cuando
u no de sus munícipes había alcanzado el Consulado; sin
embargo, éste no es fundamento para convalidar seme.
jante inducción, porque aun siendo latino e! aludido mu-
n icipio, por el ejercicio del duumvirato pudo el padre de
C ornelio Anulino haber alcanzado y transmitido á su hijo
la ciudadanía U), poniéndolo en actitud de aspirar á la
(i) CIL-II. 207=;. Supp.. 2.075.
(2) CIL-Vl. 723; 1-N, 651, 1.222; Henzen, Act. jr. Arv.,
ann. i 83. Según Moirmícn. CIL-lll, i.44<3, el tal sujeto fue tam-
bién Lepado de la Dacia en 132.
(3) ClL-11, 2.473; Surr- 5.-^06. ILIBERitoio.
t4) Aes. Salp., R.,XXly XXII.
lOBESlS 725
primera magistratura en la capital imperial, despT?ís fe
haber seguido tan brillante airsm homsrmm.
Siglo m.* de jesíictiski. — Hasta d año de 1869 se veía,
apojado en el moro de la farh^ida de la Camila Real de
Granada, frente á la qoe fbé Mmárazsi árabe {mmero. Casa
del Ayontamiento despoés y almacói de teji Jos desde i83i,
un cipo de piedra parda de Siara Elvira, en éí que se kia
moy claramente ^i):
F%TJAE ■ SA3LXL\E - TBAXQViLLl
NAE - AVG
COXIVGI - l\\P - CAES - M - AXTOXH
GORDLA^a - PH FEL - AVG - ORDO - M - FLOR - lUBER
RJTAM • DE\'OT\fS - í?íVMIj?«1 - 3LA1ESTAT1QVE
sv^MPTV - p\"BUCo - posvrr
D ■ D
Bn el fondo de nna calleja sin salida, frente al Aljibe
del Rey, «1 la Placeta d^ Cristo de las Azacei^s en la
Alcazaba Cádima, existía, aon de^més de la :&cba últi—
mameate indicada, otra cipo (>) análogo al anterior, c^a
parte superior resaltaba destmida, apareoendb al princi-
pio del trozo qae aán qaedaba cinco renglones !»> comple-
tos, con la haella moy visible de l^iber ádo e^resamente
rayados con nn jponzón, como para borrarlos, cayo teito
£gé sobre el original con reiteración en iSjx, habiéndolo
ratificado después en 1SS6 sobre la misma piedra también,
qne en dicha ^oca halúa ádo ya trasladada al Carrasn de
Vahaín, por encima del Carril de la Lona. Mi lectoia fiaé
ésta:
(i) CIL-IL a-ojo.
(a) ClC-U^sjui^
725
M. R. DE BERLANGA
]MA ...
AP-VI • eos • U ■ P • P
ORDO • M\N!C1P1 • FI Or^FNT
II IBERPITANl • DEXOIVS
NVMINI ■ MAIE.^TATIQVE ■ EIVS
SVMPTV • PVBLICO • POSMT
Los restos de las letras de la primera línea y la palabra
ORDO con que comienza la teicera, fueron vistas por
Fernando de Mendoza en 1594, y publicadas en su cono-
cido libro sobre el Concilio Iliberritano. Como los cuatro
renglones últimos de este epígrafe mutilado son comple-
tamente iguales á los que terminan el dedicado á Furia
Sabinia Tranquilina, mujer que fué de Gordiano, cuyo
Emperador ejercía su segundo Consulado en el año 241,
en que casó con ella, siendo á la vez idéntica la forma y
la paleografía de ambos monumentos, trayendo á la me-
moria que en Badalona, la ^uügu& Baetulo, se habían eri-
gido dos monumentos análogos, uno á cada cual de estos
cónyuges imperiales (O, recordando á la vez la manera
como en una inscripción de la repúbUca Seguitaua de la
Numidia, dedicada precisamente á la misma Emperatriz,
se designaba al dicho monarca cuando era IMP • VI-
COS • II •, y confrontando, por último, lo que yo había
leído con reiteración en la piedra con las transcripciones
de Mendoza, Bayer y Hübner, pude restablecer la inscrip-
ción iliberritana de esta manera:
imp • caes • m • antonio
gordiano • pió • felici • in
vicio- aug • ponT ■ MAx • tnb
potest -vlMP-VI-COS-II -P-P
%BDO • MVNICIPI • FLORENT
ILIBERRITANI • DEVOIVS
NVMlNl • MAIESTATIQVE • E1\S
SVMPTV • PVBLICO POSVIT
d d
(1) CIL-II, 4-6o6, 4.607. GIL- VIH, 5.701
ILIBERIS 727
Así restituido este epígrafe, correspondería al año 241,
como ya he indicado, época á la que habrá de reducirse
también el de Furia Sabinia Tranquilina, erigidos ambos
por decreto de los decuriones del municipio florentino ili-
beritano el año mismo en que contrajeron matrimonio (O
estos dos jóvenes Soberanos.
Si en la leyenda de la Emperatriz falta la palabra EIVS
al final de la quinta línea, y en el de su cónyuge no se ve
espacio al terminar el renglón, donde estuviesen las siglas
D • D, tales deficiencias serán meras erratas del grabador,
porque es inadmisible de todo punto suponer dichas fór-
mulas sin semejantes miembros tan esenciales para com-
pletarlas.
Más de un cuarto de siglo después de la última fecha
citada, el mismo municipio hace levantar, del 276 al 282,
otra estatua á Marco Aurelio Probo, Emperador que á la
sazón gobernaba el Estado (2), con el que terminan las
memorias paganas de Iliberis.
Poco más tarde, en 284, asciende Diocleciano al trono
imperial, quien en 3o3, erigiéndose en sangriento perse-
guidor de la nueva religión del Crucificado, llega á ser
cruelísimo azote de la cristiandad, apenas conservándose
alguna que otra inscripción en la Península de tan des-
pótico Príncipe.
Siglo IV ° de Jesucristo. — Al comenzar esta centuria, aca-
so en el 3oi, verifícase en Iliberis un acontecimiento de
grandísima resonancia para la religión cristiana.
Cecilio, uno de los varones apostólicos venidos en el
siglo I á evangelizar las Hispanias desde Roma, al que
más tarde santificó la Iglesia, había fundado la Sede ili-
beritana en la misma ciudad donde murió, dejando aquel
siervo de Dios al cuidado de sus sucesores la grey cristia-
(i) Capitolin, in vil. Gord. tert., 23, 5. Gordiano iam iteriim
el Pcmpeiano conss Gordianus priusquam ad bellum profi-
cisceretur, et duxit ii.rorem fiüam Misithei, doctissimi viri,
(2) ClL-ll, 2.071.
-28 M. R. DE BERLANGA
na, de que había sido primer pastor celosísimo (0. Antes
que fueran corridos tres siglos de haber pasado de esta
vida á la eterna tan venturoso Prelado, acuden á la capi-
tal de su diócesis Obispos y sacerdotes cristianos de di-
versos puntos de la Península, y celebran en Iliberis el
primer Concilio hispano, que preside el insigne Osío, Pre-
lado de Córdoba, que en 325 habría de presidir también
el de Nicea, segundo de los ecuménicos, en el que se es-
tableció el conocido símbolo de los Apóstoles; se fijó el día
en que cada año habría de celebrarse la Pascua de Resu-
rrección, y se condenó la herejía de Anus, que negaba la
consubstanciabilidad del Verbo con el Padre Eterno.
En el de Iliberis, que no tenía el carácter de general,
nada pudo definirse respecto del dogma; pero sí fijarse
muchos puntos de disciplina, encerrando además sus cá-
nones una gran enseñanza histórica. El municipio aparece
dividido en tres fracciones muy marcadas, siendo la pri-
mera la sociedad originaria pagana, formada de los idóla-
tras, que tenían su templo gentílico y sus sacerdotes de
los falsos dioses (2); sus magistrados supremos, que eran
los duumviros (3); sus esclavos y sus libertos (4), y una
fortaleza que dominaba la ciudad, á la que se daba el tí-
tulo de Capitolio, estando situada en el sitio más alto de
la población (3). La segunda sección de los moradores de
Iliberis se componía de la familia cristiana, que debía ser
numerosísima, contándose entre ella desde luego los ca-
tecúmenos y los bautizados, que era la grey católica, con
el clero, formado por los clérigos, las vírgenes consagra-
das al Señor, los sacerdotes cristianos, que ejercían minis-
terio (6) en la Iglesia católica. Por razón de las órdenes
recibidas, dividíase el clero en subdiáconos, diáconos y
(i) S. Adóii, Martirol., 15 Mal.
(2) Conc. Ilib. canon., 1, II, III, XVII y LX.
(3) Ibidem, LVI.
(4) Ibidem, XLI, LXXX. '
(5^ Ibidtm, LIX.
(6) Ibidem, XIII, XVIII, XIX, XX, XXIV, LXXV.
ILIBERIS 729
presbíteros, á cuya cabeza se encontraba un Obispo (O,
estando prohibido á todo clérigo vivir con mujer extraña,
que no fuese su hermana ó su hija, virgen dedicada á
Dios (2); y si bien podían ser casados (3), prescribieron los
Padres conciliares que todo sacerdote que ejerciera ministe-
rio. Obispo, presbítero ó diácono, se abstuviese del uso del
matrimonio (4), bajo pena de degradación. A esta socie-
dad cristiana municipal se imponía la obligación del ayu-
no los sábados (5); de la celebración de la Pascua de
Pentecostés (6), prohibiéndosele encender luces de día, y
que las mujeres velasen durante la noche en el cemente-
rio (7), ordenándose, por último, que no se viesen pintu-
ras en la Iglesia, porque lo que se adora y reverencia no debe
pintarse en las paredes (8). La tercera porción, y por cier-
to la más exigua y menos considerada de la población de
Iliberis, se componía de algunos judíos, sobre los cuales
fueron severísimas las prescripciones conciliares y en ex-
tremo terminantes. Desde luego se prohibieron los enla-
ces de las doncellas cristianas con judíos, quedando por
cinco años fuera de la comunión católica los padres que
tales uniones consintiesen {9), imponiéndose la misma pe-
na al casado católico que adulterase con judía (10); la de
expulsión de la Iglesia al que permitiese que un judío ben-
dijese los frutos de su campo ("), debiendo abstenerse de
la comunión cristiana todo clérigo ó seglar que se sentase
á la mesa con un judío, en tanto que no se enmendase (12).
(i) Co77C. Ilib. canon., XXXII, XXXIII, LXXVI.
(2) Ibidem, XXVII.
(3) Ibidem, LXV.
(4) Ihidcm, XXXIII.
(5) Ibidem, XXIIl, XXX.
(6) Ibidem, XLIII.
(7) Ibidem. XXXIV, XXXV.
(8) Ibidem, XXXVI.
(o) Ibidem, XVI.
(10) Ibidem, LXX VIII.
(u) Ibidem, XLÍX.
(12) Ibidem, L.
yjO M. R. DE BERLANGA
Celebróse este Sínodo in Ecclcsia EUberitana cuando
era Flaviano su Prelado, habiendo concurrido á sus deli-
beraciones los Obispos de las Diócesis, aun hoy existen-
tes, de Guadix, Málaga, Córdoba, Sevilla, Toledo, Zarago-
za y León, y de las Sedes, ya extinguidas al presente, Ega-
brense, Mentesana, Emeritana, Urcitana, Ossonobense,
Eliocrocense, Tuccitana, Castulonense, Salaríense, Ebo-
rense, Bastitana, y la misma Eliberitana, hasta el núme-
ro de diez y nueve; habiendo tenido lugar después del 50
de Jesucristo, en que se verificó el de Jerusalén, y antes
del de Nicea, que se reunió en 325 de Jesucristo.
Documento tan importante de la época de un Empera-
dor como Diocleciano, que fué muy dado á las innovacio-
nes administrativas y judiciales, enseña desde luego que
las formas municipales no se habían modificado y conti-
nuaban sin esenciales alteraciones, á pesar de haberse di-
vidido las provincias entrelosdos Augustos y los dos Césa-
res. El Ordo, entonces Caria, seguía gobernando la ciu-
dad, eligiéndose de entre ella los magistrados, si bien para
el Munícipe Curial había la diferencia que estos cargos,
que en el primer siglo del Imperio eran en alto grado ho-
noríficos, dando en las ciudades latinas entrada á la civilas;
entonces, sin estas ventajas, se había trocado en gravoso
por todo extremo, en razón de los ruinosos dispendios k
que provocaba el ejercicio de las magistraturas locales.
También enseña el texto de este Concilio que Iliberis con-
tinuaba siendo una plaza fuerte de importancia, oppidum,
con una fortaleza en su parte más elevada, arx, como Ili-
turgi (i), morando en el recinto de la ciudad murada &\ga-
nos judíos y judías también, en medio de los cristianos y
paganos, que los toleraban.
Al final de este mismo siglo, en 892, escribía San Je-
rónimo su libro De viribus illnsiribus (2), en el que habla
(i) Liv., xxvm, 19.
(2) Tal es el ütulo que le da el autor en la E^ist. XLVII
nd Desiderium, y en el capítulo con que termina su citada obra
ILIBERIS 731
con elogio de alguna de las obras de Gvegorius Badicus
Eliberi Epíscopus (O, dando á Iliberis tan santo y sabio po-
lígrafo la misma denominación que las actas conciliares
del Sínodo celebrado en aquella Iglesia noventa años antes.
Siglo v.° de Jesucristo.— Después del interesante docu-
mento que se acaba de extractar y que esclarece de tal
manera la historia de Iliberis por aquellos remotos días,
viene la centuria inmediata, en que sería en vano querer
bnscar rastro alguno de tan célebre ciudad episcopal. Ida-
cio, el insigne Prelado galaico, pinta, como testigo pre-
sencial de los sucesos de entonces, con los colores más
vivos, el cuadro de desolación y ruina que ofrecían las
Hispanias desde que en 409 comenzaron á entrarla á san-
gre y fuego los Suevos, los Vándalos y los Alanos, de cu-
yas violencias fué también víctima, queriendo la Provi-
dencia que lograse escapar con vida para transmitir á la
posteridad la Crónica de acontecimientos tan luctuosos (2).
Ataúlfo y Valia primero, como Teodorico después, del 416
al 456, logran reprimir la ferocidad de aquellos bárbaros (3),
entrando en las Hispanias comandando los visigodos,
que establecen al fin su reino en la Península, como los
ostrogodos en la Italia.
Siglo VI." de Jesucristo. — A los desastres de las continuas
y sangrientas guerras que destrozaron las Hispanias por
tan largo espacio de tiempo, uníanse los enconos y perse-
cuciones de que eran objeto los cristianos españoles por
parte de los nuevos invasores, ciegos partidarios del cisma
de Arrius, que trajo hondamente perturbada la Iglesia ca-
tólica en la Península, hasta que Recaredo, iluminado por
la gracia divina, abjuró de semejante secta en 587, con-
fija su fecha en el décimo cuarto año de Teodosio el Grande.
(i) Hieron. de vir. illust., cap. CV. Composuii de Fide ele-
gantem librum.
(2) E. S., IV, pág- 29', S 5.°; Pág. 353- § 15; '4/««', Wandali
et Suevi Hispanias ingressi. Era CCCCXLVII, § 16, pág. 354;
§ 17, pág. 380; anno 460.
(3) E. S., IV, págs. 356 á 373 y siguientes.
y3 2 M. R. UE BERLANGA
vocando de contado el tercer Concilio de Toledo, que no
se congregó hasta el 689, en el que dio cuenta á ¡os Pre-
lados allí reunidos de su conversión y de la de su pueblo,
excitando á los Padres conciliares á que restableciesen la
disciplina de la Iglesia cristiana en toda su pureza, por
encontrarse tan en extremo relajada. Firmó las actas de
este Sínodo Stephaiais EUberUaune Ecdesiae Episcopus. te-
niendo el gusto de ver reproducidos en aquella ocasión, á
través de más de doscientos ochenta años de distancia, al-
gunos Cánones del de Iliberis en el de Toledo (0. Desde
entonces, apenas falta la memoria de dicha Sede episcopal
de la Bélica en las demás reuniones conciliares toledanas,
habiendo autoi izado con su presencia la de Sgy Baddo,
Prelado elibevitano (2).
Siglo \i\.° de Jesucristo. — En el Sínodo, también toleda-
no, del 610, como el anterior, fuera de número, aparece
entre los concurrentes Bisino, eliberitano, según consta
en el decreto de confirmación de Gundemaro (3) y en el
cuarto del mismo Toledo, Etherio episcopus EUberitanus (4).
Ya en el quinto no aparece Obispo alguno de la Bética,
faltando también muchos en el sexto, compareciendo en
el s,éptimo, tenido en 640, el presbítero Reparato en re-
presentación del mismo Etherio de Eliberis (5). En el oc-
tavo, del 653, se lee el nombre de Aga, como Obispo tam-
bién eliberitano (6). El Sínodo noveno fué provincial; al
décimo no concurrió Prelado alguno de la Bética, y el un-
décimo también fué provincial, por lo que hasta el duo-
décimo, del 681, no vuelve á figurar en tales actas Prela-
do alguno de Iliberis. Ya en este año suscribe el Sínodo
Argibado, Obispo eliberitano (7). Fué provincial el décimo-
(1) E. S., VI, págs. 137 a 148.
(2) E. S., VI, pág. 158; E. S., XII, pág. 151.
(3) E. S.. VI, págs. 158 y 159; E. S., XII, pág. 153.
(4j K. S., VI, págs. 160 y siguientes; E. S., XII, pág. 156.
(3) E. S., VI, pág. 184; E. S., XII, pág. 156.
(6) E. S., VI, pág. i83; E. S., XII, pág. i58.
(7) E. S., VI, pág. 209; E. S., XII, pág. i58.
ILIBERIS 733
cuarto, y el decimoquinto, del 688, aparece autorizado por
Juan, deEliberi (0. Al decimosexto, del 6g3, concurre Ce-
ierio que desenapeñaba la misma prelacia Eliberitana (2).
En este mismo siglo vii.", en el que vivieron Recaredo,
Viterico, Gundemaro, Suintila. Chindasvinto, Ervigio,
Egica )' WitÍ2a, que murió en 709, el precitado Munici-
pio acuñó mone'das con !os toscos bustos de estos Sobera-
nos visigóticos, estampando en ellas el nombre de ELI-
BERRIS.
Siglo vni.° de Jesucristo. — Degenerada y sin bastante vi-
rilidad la sociedad romano- visigótica de la octava centu-
ria, vio llegar sin mayor alarma el pequeño ejército de
Tarik en 710, que empezó á ocupar el país, más por la
traición de los magnates que por el esfuerzo de los musul-
manes invasores. Ante aquella nueva calamidad, el pavor
iiH-puso silencio á los antiguos Concilios, que enmudecen,
como enmudecieron también la mayor parte de los testi-
monios históricos contemporáneos. Sin embargo, aún se
conserva en el Escorial un MS. de este siglo, que es el
ovetense, conteniendo el catálogo de las Sedes episcopales
hispanas de aquella época, en la segunda columna de cuyo
preciado códice se nombra á Malaca, Iliberri y Astigi
como capitales de tres Diócesis de las once que se conta-
ban en la Bélica (3) por aquella misma época (4).
Siglo ix.° de Jesucristo. — Murió en Córdoba, ya anciano,
en 890 (5), el presbítero Samson (f)), elegido Abad del Mo-
nasterio Pinamelariense, inmediato á aquella ciudad, en
(1) E. S., VI, pág. 22i; E. S., XII, pág. iSg.
(2) E. S., VI, pág. 223; E. S., XII, págs. 159 y 160.
(3) P. Ewald et G. Loewel, Exempla. Script. visigoiicce, ta-
bla VI. Vide etiam Indicem.
(4) Adviériase la forma Iliberri de las inscripciones, usada en
este documento, por el Eliberi de los Concilios.
(5) E. S., XI, pág. 526, Epií. Cypriani in sepulcro Domini
Samsonis.
(6) Samson, Apologeticus, II, 6. Patriam et párenles cotitem-
nens, exHium elegí subiré.
,, M. K. DE BERLANGA.
858{>). Un Obispo muzárabe de Malaca, el indignísimo
Hostegesis, profesando á las claras doctrinas anticatólicas,
obligó\l virtuoso Abad á salir á desenmascarar aquellas
herejías, lo que le valió persecuciones y destierros, obli-
gándole á escribir un Apulogeticus en defensa propia y de
los santos dogmas de nuestra religión. En este opúsculo,
que no ha llegado íntegro hasta nosotros, habla el venera-
ble Samson de un tío de la madre de Hostegesis llamado
Samuel, pésimo Obispo que había sido de IHb.ris hacia el
86o, en cuya época Abderramáu II gobernaba el Califa-
to (2). Apóstata y prevaricador, fué depuesto de aquella
alta dignidad (3), sin que por ello pusiese enmienda á sus
desenfrenados desmanes (4).
Por entonces también florecía San Adón, Obispo de
Viena, en Francia, muerto en SjS, quien dejó escrito un
martirologio apreciadísimo, en el cual, al ocuparse de los
Santos que correspondí-rn al i5 de Mayo, habla de los
siete primeros Obispos que, ordenados en Roma, vinieron
á evangelizar las Hispauias, y después de haber obtenido
con sus predicaciones numerosas conversiones á la fe de
Cristo, descansaron: Torcuato, en Acci ; Ctesiphon, en
Vergi;' Secundo, en Abula; Indalecio, en Urci; Cecilio, en
Eliberri; Esicio, en Cartesa, y Eufrasio, en Iliturgi (5).
En el mismo siglo, y poco después que el citado Adón,
escribía otro martirologio üsuardo, monje, también fran-
cés, de San Germán, muerto antes del 877, en el que, y
(i) E. S-, XI, páí. 303.
(2) Ayohg., II, praef.. ^^ 4 y 5.
(3) E.S.,^XII, pág. 168, S '78- . ,
4) E S., XII, pá.4. 169.-EI sabio Padre .^ii^tino. que dió el
prim.ro semciance noticia en su España Safrrada, ^n.Uc^ oportu-
namente que en Sf,4- -^^ q^« «^""^^"'^ '^^^'"''''^ '" ApnlogJuco, ha-
blaba va de los acontecimientos provocados por S imn.-l como de
cosa pasada, debiendo haber sido, según el mismo historiador
eclesiástico, el mencionado Samuel el que ocupa el num. 52 en el
episcopologio del Códice Emiliancnse.
(5) Adón, Mart. ed. Migne, I, págs. 266 y 2G7.
ILIBEIilS 735
en el citado día, copia las palabras de su predecesor, se-
ñalando igualmente á Cecilio como primer Prelado ilibe-
ritano (i). Ambos martiriólogos hacen morir tranquila-
mente, quieverunt, á Cecilo. en Ilibevis; á Tesiphon, en
Vergi, y á Hiscio, en ¿Cartesa?
Es muy sabido que üsuardo, monje de San Germán du
Pré, en París, vino á España comisionado por su Abad á
ver de sacar de Valencia, que habían ocupado los moros,
el cuerpo de San Vicente, para trasladarlo á dicho Monas-
terio de Francia; y no siéndole posible (2) llenar tan ardua
misión, llegó á Córdoba en 858, donde trabó amistad es-
trecha con Samson en el momento de ser elegido Abad
Pinamelariense, sacerdote ilustradísimo en ciencias ecle-
siásticas, como lo demuestra su Apologético (3). Por eso
es tan significativo que el monje fiancés suprima, en el
relato de San Adón, dos hechos sobrenaturales que el Vie-
nes refiere á propósito de tales varones apostólicos, y deje
subsistente, después de haber estado en Córdoba y confe-
renciado con el Abad Samson, el quieverunt sin hablar de
persecución alguna. Por aquella época, hacia el 883, se
anotaban en el Cronicón Albeldense las Sedes episcopales
de la Bélica, nombrándose entre ellas las de Malaca, lU-
berri et Acci (4).
En el mismo siglo ix.° escribe el más antiguo historia-
dor árabe de los sucesos de la conquista del país por los
musulmanes, llamado ^46í;/í Alcuthia, citado más tarde por
Aben Aljalhib, y dice que después de la rota del lago
de la Janda, «Tarik, desde Ecija, dividió su ejército, en -
(1) Usuardo ed. Migne, II, pág. 55: tdiversis urbibus evangeli-
zantes ct innúmeras muhitudines Christi rtdci subiiis-antcs Tor-
cuatus Acci, (jcsiphon Ver^ii. Sc-cundus Abulte, Indalccius Urci,
Caeciiius Eliberri, Esitius Cartesae, Euphrasius Eliiurgi quie-
veruni.o
(2) Usuard. edit. Migne, I, pág. 5S4. — Prolegom Edilionis J .
Brotiillartii, 1718.
(3) E. S., XI, págs. 304. y 305.
(4) E. S., IV, págs. 253 y 254; E. S., XIII^ pág. 434.
.705 M. R- UE BERLANGA
viando una división á Córdoba, al mando de Moguitz el
nnní, liberto del Califa Walid; otra á Málaga; un tercer
cuerpo de ejército á la ciudad de Elvira y á Granada, mar-
chando con la parte principal de sus tropas al territorio
de Jaén, con dirección á Toledo,» añadiendo después que
la «división que envió á Málaga se incorporó con la de
Elvira, cercaron á la capital y la entraron por fuerza de
las armas; y habiendo encontrado allí judíos, los juntaron
en la Alcazaba, dejándoles para su guarda una taifa de
musulmanes (i).»
Este es el primer documento de los moros invasores en
el que se habla de Granada, nombre hasta entonces com-
pletamente desconocido, como población inmediata á la
ciudad de Elvira, la cual Elvira, en 710, fecha de la in-
vasión muslímica á la que se refiere Aben-Alcutliia, tenía
su Alcazaba, y algunos moradores hebreos, como cuatro si-
glos antes, en 303, se dice en el Concilio Eliberitano que
en la tal Iliberis había judíos avecindados entre los muní-
cipes, y una fortaleza á la que se denominaba Capitolio.
Siglo X.° de Jesucristo. —En el códice gótico del Escorial,
llamado Emilianeuse, que contiene algunos Concilios co-
piados en la décima centuria, se encuentra un episcopo-
logio eliberitano desde Cecilio, al que aún no se designa co-
mo Santo, sino como primer Prelado de aquella Diócesis,
hasta Caspio, que la ocupaba cuando se escribía semejante
Nomenclátor (2). Después de este Obispo, el último que
anota el indicado MS. escurialense, señala el Padre Maes-
tro Flores, como el postrero, á un sucesor antes descono-
cido, de nombre Recemundo, Secretario de Abderra-
mán III, en cuyo palacio residía, quien obligó al Califa á
(i) Oliver, Granada y sus monumentos árabes, pág. 8.— Todos
los textos árabes que habré de citar en adelante han sido discuti-
dos y depurados por los Sres. Oliver, por lo que, al reproducirlos,
sólo me permitiré suavizar sus asperezas, indicando el lugar de la
obra de dichos eruditos historiadores, donde podrán verse en toda
la crudeza de su versión ad pedem litterce.
(2) E. S., XII, págs. 102 y 103.
ILIBERIS 737
que impusiera su elección á los iliberitanos. Este mozá-
rabe cordobés, despreocupado y simoniaco, travo en Franc-
fort amistad con Luitprando, Diácono de Pavía, quien le
dedicó la obra, que escribió más tarde á su ruego, sobre la
Historia de las cosas de Europa (i).
Desde este momento cesan las fuentes históricas de Ili-
beris, escritas por los cristianos en latín, sin que vuelva á
hablarse de semejante ciudad antigua, si no es por acaso
en los libros arábigos, que de estas regiones de la Andalu-
cía se ocupan.
En el extracto anónimo del Diccionario geográfico de
Yacut, conocido con el título de Maracid al Alaa, se dice
ya en la misma centuria décima que «Elvira era el nom-
bre de una región de Andalucía y también de una ciu-
dad territorio abundante en ríos y árboles, en el que
había minas de plata y oro conteniendo grandes ciuda-
des, como eran Castella, Garnatha y otras {2)», siendo éste
el primer texto en que suena el nombre de Gástela.
En la época de Abderramán III. °, por los años de gSó,
residía en Córdoba, de donde era natural, Ahmed ben
Moham.mad ben Musa Ar-Razi, quien había escrito una
Descripción de la España árabe y una Historia de sus Reyes,
que, según conjetura oportunísima de un ilustre orienta-
lista regnícola (j), probablemente adicionaría su hijo Isa
ben Ahmed. El texto árabe de este libro aún es hasta el
presente desconocido, conservándose, en cambio, la memo-
(i) E. S., XH, págs. 171 á 174.— Esta noticia está confirmada,
según el erudito at;ustino, por el autor de la Biografía de San
Juan Gorciense, escrita hacia el 906, en la que se dan curiosos
detalles de cómo Recemundo pasó de un salto del ciugo de Secre-
tario del Califa cordoliés á regir una Diócesis cristiana, á cuyo
puesto debió ascender, según las mismas autoridades, á fines del
9570a principios del 958, época de su salida para Alemania como
Embajador del citado Abderramán 111.
(2) Oliver, i!)idem, pág. 14.
(3) Gayangos. Crónica del moro Rasis, pág. iS. — Memoriat
de la Real Academia de la Historia, tomo VIH.
II 47
_,8 M. R. DE BERLANGA.
i-ia de haber sido traducido en portugués por un tal Maho-
mad, que iba dictando lo que interpretaba á un clérigo, que
trasl'adaba al papel lo que ola decir al moro. Sobre esta
versión portuguesa, que tampoco se conserva, se dice ha-
berse hecho las dos castellanas qué han llegado hasta nos-
otros: la del MS. del Colegio de Santa Catalina de Tole-
do, hoy en la Biblioteca de aquella Catedral primada, y
la del que poseyó Ambrosio de Morales, actualmente en
el Escorial. En el primero de dichos códices, que se con-
sidera del siglo xiv.°, se leen estas palabras: «Et llibera
yace contra meridien et levante de Córdoba et en sus
términos ha villas que la obedecen, cual es una Cazalla,
que en el mundo no hay quien le asemeje, sinon Damasco,
que es tan buena como ella et el otro es el Castillo de
Granada, al que llaman Villa de los judíos, et ésta es la
más antigua villa que en término de Elvira ha, et poblá-
ronla los judíos.»
De este pasaje, de una de las versiones castellanas de
Ar-Razi 'O resulta comprobado lo que ya se sabía por el
Maracid, que en el territorio de la ciudad de Iliberis exis-
tían entre otras, dos poblaciones: Cazalla (2) y Gmnada,
á la que se denomina CasUllo, cuyo título se ve dado tam-
bién en el MS. de Morales, á Lora, Priego, Baena, Al-
mería, Málaga y otras varias poblaciones que no lo eran,
indicando simplemente un pueblo y no una fortaleza, tanto
más cuanto que se sabe por Edrisí que hasta dos siglos
ti) Como ha demostrado erudita y oroitunamente el ilustre
orientalista citado, desde hace cerca de medio siglo son dos las
versiones castellanas que se conocen de la Cromca del moro Ra.-
sis- la toledana y la cordobesa, cuyos MSS. se de)an citados, ha-
biendo sido hechas, no sobre el original árabe, sino sobre la tra-
ducción portuguesa, que debió ser bastante libre, a juzgar por
quienes y como la hicieron, así como comparándolas con los po-
eos pasajes originales de Ar-Razi que se conservan citados por es-
critores muslimes de fecha más reciente. ^ „ ^„
(.) Gayangos ibidem, pág. 37- nota ^ reduce esta Cajalla de
Ar-Razi á la CasteUa del Maracid, fundado en razones foneucas
y morfológicas del idioma árabe.
ILIBERIS 739
más tarde no fué fortificada Granada por Habbus el Sanha-
chi. Lo que sí enseña el texto castellano de A.r-Razi es
que los julios fundaron y pobLiron á Gnina.iii, qim era, la
más antigua villa ju.l.íica del territorio de Elvira (0.
Siglo xi." de Jesucristo. — Ojho años antes que com3n3a-
se la emigración de los iliberitanos á Granada con ocasión
del levantamiento de los Bereberes contra la dinastía de los
Omeyas, muere el i5 de Enero de 1002 en la aún popu-
losa Iliberis un personaje cristiano, de nombre Cipriano,
de treinta y ocho años de edad, á quien sus afligidos deu-
dos dedican un epitafio en versos acrósticos, redactado en
latín, lleno de las mayores hipérboles, cuyos giros, ajenos
á la índole de la lengua en que aparece escrito, son muy
característicos del lirismo de la prosa árabe, que llega á
la más exagerada y monótona ampulosidad en la redacción
de las lápidas sepulcralss. Encontróse la de Cipriano en
la falda de Sierra Elvira el 25 de Noviembre de 1870, par-
tida en dos pedazos, con ocho renglones de abigarradas
letras góticas, rodeados de un marco, de dibujo más ele-
gante que el texto que encierra, diciendo de esta manera,
resueltos sus nexos y repetidos sus errores ortográficos:
[-|-Conlocatu]s Ciprianus in celestibus almis,
Is nobiüs, mundusque purus et natus Eliatiis,
Paciticus, dulcís, g¿aicus parcntibus ahis,
Rore celi tiactus, Chnsti leticibus amnls,
lovis enimque die hic sivit corpora arvis,
A ter quinqué lanuari ditíbus quoque mjase die.
Nam quadrageni in milleni tenpore
Is mundo vixit terJenis bis quator annis.
Colocado está Cipriano entre los espíritus celestiales;
Fué noble, puro en el mundo y nacido de los Enanos,
Pacifico, dulce, engendrado de padres esclarecidos.
Bañado por el rociodel cielo, arroyode los manantiales deCristo.
(i) Véase más adelante notado el error de la versión castellana
•de Ar-Razi.
_.Q M. R. BE BERLANGA
Entregó aquí en jueves su cueryo á ¡a tierra
A ¡os quince días del mes de Enero
En el año mil cuarenta
Vivió en el mundo tremía y ocho aíios.
La Era hispana de 1040 á que se refiere esta piedra, co-
rresponde al 1002 de Jesuciistü, en cuyo año el 1 5 de Ene-
ro fué, en efeclo, jueves.
Las tres inscripciones encontradas á dos leguas al No-
roeste de Granada, la una en 1875, á los ochenta metros de
los baños de Sierra Elvira; la otra, tambiín en 1875, en un
haza delante del cortijo de las Monjas, entre los caminos que
de la punta de la indicada Sierra se dirigen á Granada y
Atarfe, y la de que acabo de hablar, cinco años antes en la
falda de la misma Siena (O, demuestran cumplidamente,
como no puede menos de confesar el ilustrado arqueólogo
granadino, mi muy apreciado amigo D. Manuel Gómez
Moreno, que en la falda de Sierra Elvira existía una pobla-
ción romana (2). En efecto, el pueblo que en el siglo i.° le-
vanta una estatua á Domiciano, en el 11." otra á Antoni-
no Pío, y en el X!.° poste una necrój olis cristiana, en la
que se ve un epitafio tan pomposo y de tantas preten-
siones literarias ce mo el de Cipriano, no puede ser un lu-
garejo fundado por los muslimes hacia el siglo vm.", como
tan irrtfltxivamerte ptitndió Pedraza y con tanta can-
didez admitió, poco antes de morir, el insignísimo orienta-
lista Dozy, que constantemente y por muchos años había
venido defendiendo lo contrario, que es lo indudablemente
cierto.
Aben Hayyan, que, como indica el Sr. Gayangos, co-
nocía el texto áiaLe de Ai-Kazi (3), repite sus mismas pa-
labras—cZ castillo de Gicmada en las inmediaciones de Sierra
Elvira (4),— volviti.do á dar á la población abierta de los^
(t) Gómez Moreno, Medirá Elvira, Apéndice II, pg- i7-
(2) U)ideni, pág. 11. , tr-
(3) Gayan(;or,, Memorias de la Real Academia de la Histo-
ria, tomo IX, pág. >5
Í4) Oliver, ibidem, pig. 397.
ILIBERIS 741
hebreos la denominación de un fuerte murado, aunque, en
verdad, tal vez Aben Hayyan tuviese más razón que Ar-
Razi para nombrarla castillo, por haber alcanzado los días
•de Habbus, y conocido ya ceñida de recias murallas la
mencionada villa de judíos.
Colígese sin violencia, pues, de textos tan claros que
habiendo entrado Tito en Jerusalén el 70 de nuestra Era,
algo más tarde, tal vez al subir al Trono su hermano, co-
menzara á iniciarse la emigración de los hebreos de Pales-
tina á las Híspanlas en busca de nuevos filones de riqueza
que explotar por la insaciable codicia de aquella gente. Por
entonces acaso gran golpe de judíos pudo llegar (O á las
puertas de Iliberis, donde algunos encontrarían acogida,
yendo á refugiarse los más de aquellos inmigrantes á un
pago enclavado en el territorio de la misma ciudad, que
hien pronto transformaron en aldea, merced á sus grandes
condiciones de astucia, actividad y persistencia. Pudo lla-
marse el predio á que se acogieron los primeros judíos que
•llegaron al distrito iliberitano/;ío';í? ¡rrcin.itensis, como hubo
cerca de Curiga, también en la Bética, un pagm traiiün-
canus y otro siiburbanus {■¡■), diciéndose así por los romanos,
porque durante la dominación púnica hubiese sido poseí-
do por alguna familia de libij-fenkes que cultivase en su
posesión el granado — mcilwn punicuin (3) — que hubiera im-
portado del África, de cuya fruta tomara la denominación,
ya en la época romana, por una razón análoga á la que
hizo que Almadén de la Plata se dijese en lo antiguo p.igus
íiiarmomriensis (4)-
Al transformarse el mencionado predio rústico en aldea,
(i) El primer documento genuino que se conoce que acusa el
establecimiento de los tiles hebreds en la Bética, es una mscripcióa
íuraular del siglo 11. °, descubierta en A.Jra, la antigua Abiera, ea
la que se habla de una niña judía de un año, llamada Salomonula.,
■CIL-II, 1.982.
(2) ClL-lI, t.04i.
(3) Colum,, R-R., V., págs. 10 y 16.
(4) ClL-lI, 1.043.
742 M. R. DE BERLANGA
lo natural era que conservase su nombre de origen, deno-
minándose victis granafensis gentis hebreorum, como existió
cerca de Coimbra el VICVS BAEDORVS GENTIS PIN-
TONVM (O, y aquella denominación oficial fué vertida li-
teralmente al árabe por Ar-Razzi cuando decía Granada,
villa de judíos. Los traductores portugueses, los castella-
nos ó los copistas de los manuscritos más viejos, al escribir
que era la más antigua villa que en termino de Elvira luí et
poblaron los judíos, no estuvieron en lo seguro, porque el
moro no debió decir tal cosa, sino que era la más antigua
villa que en término de Elvira luí, que poblaron los judíos, lo
cual hubo de ser, á no dudarlo, cierto.
Es muy posible también que después de establecidos los
dichos judíos en el ager publicus iliberitanus en el espacio
de tiempo que medió de la toma de Jerusalén por Tito en
70 de la Era cristiana, hasta la muerte de Domiciano en el
96, tuviesen lugar algunos acontecimientos, provocados por
determinadas disposiciones imperiales hoy desconocidas,
que excitaran el reconocimiento de los judíos, por serles de
interés semejantes medidas. Desde luego, cuando en el año
83 dio este último Soberano de la dinastía flavia las leyes
municipales de Malaca y Salpensa, llevaba ya el título de
Germánico, lo tual puede hacer dichos bronces síncronos
de la inscripción iliberitana dedicada al indicado Em-
perador y descubierta en sierra Elvira en 1875, aunque
más me inclino á creer que lo fuese ésta de la del Consu-
lado de Vegeto en gi; después promulgó su célebre edicto
mandando arrancar las vides, en todos los ámbitos del.
Imperio (2), comenzando más tarde á perseguir á los cris-
tianos (3).
Es más de suponer, sin embargo, que dadas las mani-
festaciones de adhesión de Iliberis al Soberano, no sólo
erigiéndole una estatua, sino también á la madre y á la
(1) CIL-II, 3.65o.
(2) Suet. in Domit., 7 y 14.
(3Í Euseb., Hist. ecles., tomo 111, 17 y 20.
■e
ILIBERIS 743
mujer de Quinto Valerio Vegeto, Cónsul en 91, querien-
do el nuevo vicus gentis híbreoriim corresponder á las ex-
pansiones del entusiasmo popular iliberitano, no pudiesen
por menos sus moradores que dar á la aldea naciente el
nombre de Granata, para perpetuar la memoria del célebre
Granado— )«íi/m;;í punicim—que existia cerca de la casa
de Domiciano en Roma, edificio que al' ocupar el Solio
transformó en templo de la gente flavia (0. Pero de cual-
quier modo que ello sea, las dos indicaciones que acaban
de hacerse sobre el fundamento probable del nombre lati-
no de una fruta de procedencia asiática, aplicado á un
pueblo semita de la Hispania romana en los primeros
tiempos de su fundación en el siglo i.° de nuestra Era, por
más que no pasen de ser conjeturales, no están exentas
de algunas probabilidades de acierto. Al hablar Candolk
sobre el origen de las plantas cultivadas (2), hace notar
que el granado se encuentra en eúado silvestre en los lagares
pedregosos de la Persia, del Kiirdistán, del Afganistán
y al Mediodía del Caucase pareciendo más bien naturaliza-
do que espontáneo en la Grecia y en el África septentrional
mencionándose varias veces en el Antiguo Testamento con el
nombre de Rimnion, y existiendo muchas localidades de la
Palestina que habían recibido su nombre del de este arbusto,
siendo un error suponerlo púnico por un pasaje de Phnio
el Viejo, en el que se habla del granado que se criaba en
las cercanías de Cartago, al que unos llaman mnUim puní-
cum y otros granatum (3).
Los hammuditas fueron-para el Califato de Córdoba lo
que habían sido los fatimistas para el de Damasco: di-
(i) Pub. Vict., De regionibus urbis Romee; Regio VI, Alta se-
mita: «Malum punicum, ad quod Domitianus dicavit templum
gentis flaviae et eral domus eius.i
(2) Candolle, L'origine des plantes cultivées, págs. 189 á 191.
(3) Pliii., H-N., 13 y 112: «Circa Carthaginem punicum malum
cognomine sibi vindicat, aliqui granatum apellant.»
Por lo que hace á Coluniela, R-R., V,.X y 16, nada enseña á este
propósito, cuando dice: Mala púnica ne inarbore rumpantur.
JAA M. R. DE BERLANGA
ciéndose aquéllos y éstos descendientes del Profeta, no
tuvieron otro móvil que los impulsara sino el de derrocar
á los Omeyas, ocupando los unos el Trono de Occidente,
como los otros el de Oriente. Desventuradamente para la
Península hispana, los que se levantaron contra los des-
cendientes de Abderramán no eran personajes de talla
bastante para decirse enfáticamente Emir Amuminin, y
sus sangrientas usurpaciones tuvieron de continuo tan fu-
nesto como desastroso desenlace, sin gloria para nadie, y
con sobrado desprestigio para todos. Los últimos preten-
dientes hammuditas ni aun supieron sostenerse en Cór-
doba, y se contentaron con pasear su pomposo título de
Califa por el exiguo reino malacitano, donde vinieron á
ampararse hasta que, muerio Edris II en io55, se apo-
dera de Malaca Badis, anexionándola al pequeño reino gra-
nadino, fundado en I0i3 por su tío Zavi ben Ziri, y que
Almorabides y Almohades borran de la historia por es-
pacio de más de un siglo, para aparecer de nuevo en el
decimotercio con los Príncipes Nazaritas.
Siglo XII. ° — Nueve lustros eran pasados desde que fué
extinguido el postrero de los Monarcas idrisitas en la Pe-
nínsula, cuando nació en Ceuta por los años de iioo de
nuestra Era Abu- Abdallah Mahommed, conocido como des -
candiente del Profeta por el Xerif AlEdrisí.
Educado en Córdoba, viajó por las Hispanias, el África
y el Asia Menor, dedicando su actividad y su atención al
estudio de la geografía contemporánea; ajeno de todo
punto á los encontrados vaivenes de la política activa, á
las desastrosas escenas de las revoluciones intestinas, y á
los falaces halagos palaciegos de la realeza, á que pudo as-
pirar como descendiente directo de Edrisí II. °, su bisabue-
lo. A las agitaciones y zozobras de las conspiraciones y de
■ los motines populares, prefirió el apacible reposo con que
le brindó Roger II. ° en su Corte de Sicilia, donde, entrega-
do por completo á sus estudios favoritos, escribió, com-
placiendo al Príncipe, su protector, un libro de geografía,
al que puso término en ii54 de Jesucristo, y por el que ha
ILIBERIS 745
merecido que alguien lo designe como el Strabon de la
Edad Media (0. En dicha obra ha dejado dicho e! hábil
ediisita que «Granada fué fundada en la época en que los
grandes señores de la España se declararon independientes.»
añadiendo en seguida: «La capital de la provincia era an-
tes Elvira, cuyos habitantes emigraron y se transportaron
á Granada; el que hizo de ésta una ciudad y la fortificó,
rodeándola de murallas y construyendo un castillo, fué
Habbus el Sinachi, al que sucedió su hijo Badis {2), que
acabó las construcciones comenzadas y el establecimiento
de la población que aun hoy día subsiste. Esta ciudad está
atravesada por un río que lleva el nombre de Darro.» El
autor, en sus viajes por España, debió visitar á Elvira y á
Gránala, poco después de pasado un siglo de la primera emi-
gración iliberitana, de la que, como de muchos pormeno-
res íntimos de aquellas campañas contra el Califato, ó me-
jor dicho, contra los Omeyas, debía conservar relaciones
puntualísimas por los archivos privados de sus ascendien-
tes, que tanta parte tuvieron en aquellos trastornos. El
texto aducido, ni puede ser más claro ni más terminante:
Iliberis, hasta el loio, fué la capital de aquel distrito y
partidaria de la dinastía de los Abderramanes. Cuando
Zavi ben Ziri, al frente de los bereberes de la tribu de Sa-
nacha, se alzó en armas contra los Omeyas, fijó en la po-
blación de Granada el Cuartel general de la división que
mandaba, á donde se acogieron los partidarios que tenía
en la vecina Elvira. Después de la batalla trabada en
aquellos campos iliberitanos contra la dinastía cordobesa,
(i) Edris!, Description de l'Afrique et de VEspagne, par Dozy
et Goege: Leidc, iS6d, págs. i á v. — Estos sabios orientalistas ho-
landeses indican á la vez que por muclios años sólo se ha conoci-
do un pequeño compendio de esta obra, impreso en Roma en 1592, '
y más tarde en 1691, traducido en latín por dos maronitas, que
por error del texto abreviado creyeron á Edrisí nacido en el Nu-
bia, y de ahí el equivocado título de Nubiense, con que ha sido
designado. — Ibidem, pág. vi, núm. i.
(2) Ibidem, pág. 242.
746 M. R. DE BERLANGA
sucede Habbus á su tío ben Ziri: fortifica á Granada, cons-
truye su castillo, y deja á su hijo Badis la misión de termi-
nar su obra, quedando así del todo establecida la nueva
ciudad murada atravesada por el Darro.
Siglo XIV. ° de JesucrUto. — Del decimotercero no conozco
memoria alguna que aducir: las luchas entre árabes)' mo-
ros arrecian fuertemente con la venida de los Almorabides
primero y de los Almohades más tarde, surgiendo de ba-
tallar tan continuo el nuevo reino granadino de los Ala-
mares.
Aben Aljathib, Secretario primero, y Ministro más tarde
de Mohammed V.°, que subió al Trono granadino en i354,
dejó dicho en su Introducción á la Ihatha, á propósito de
Granada y de Elvira:
«Dícenla Granata y Agarnata, que son ambos á dos vo-
cablos agemíes, y ésta es del territorio de Elvira, y entre
las dos hay la distancia de dos parazangas y un tercio de
otra (0.
«Emigraron los habitantes — de Elvira — en los días de
la alfetena berberisca el año 400 de la Egira y siguientes
y se refugiaron en Medina Garnatha (2).»
Cazvini y Almakari afirman igualmente que «Garnatha
significa el fruto conocido por granada, en la lengua que
usaban los cristianos viejos (3).»
Discípulo de Aben Aljathib, y favorecido también de
Mohammed V.°, hubo otro historiador ilustre nombrado
Aben jaldum, en cuyo libro se lee:
«Zavi ben Ziri fué el primero que se dirigió á Elvira y
puso sus reales en Granada, tomándola por silla de su im-
perio {4).
«Badis fué el primero que erigió á Granada en capital
de sus Estados, el que sacó los cimientos de su Alcazaba,
(i) Oliver, Granada, etc., pág. 2.
(2) Oliver, ihidem, pág. 6.
(3) Oliver, ibidem, págs. 2i y 22.
(5) Oliver, ibidem, pág. 29.
ILIBERIS 747
quien construyó en ella palacios y la rodeó de fuertes mu-
rallas (i).»
El citado Mohammed V.° dio en feudo al indicado his-
toriador Aben Jaldum la villa y castillo de Elvira en
i364 (2).
Refiere el mencionado Aben Aljathib que Abu Ishac
Ibrahim, devotísimo poeta, natural de Elvira, expulsado
de Granada por Badis á instigación de su Vazir, el judío
ben Nagdela, se retiró á su pueblo, donde se dedicó á es-
cribir sátiras piadosas contra los hebreos, que provocaron
una sedición, en la que murieron el Vazir y hasta 4.0OO
de sus correligionarios en 1066, en el recinto de Grana-
da (3), espirando en el mismo año Ibrahim, y siendo sepul-
tado en Iliberis.
. Cuenta, por su parte, Aben Jaldum que Habbus ben Ma-
lcasen, sucesor de su tío Zavi ben Ziri, habitaba cierto cas-
tillo en las cercanías de Granada cuando fué llamado al
Trono (4).
De todos estos textos del siglo xiv.o se desprende que en
el año de loio, con ocasión de la guerra de taifa contra
los Omeyas y la desmembración del Califato de Córdoba,
decayó la importancia de Iliberis, porque, enemiga de los
bereberes, buena parte de sus habitantes, afecta á ellos 6
temerosa, se fué sucesivamente acogiendo á Granada, don-
de se había asentado Aben Ziri, engrandeciéndose ésta á
medida que aquélla iba quedándose desierta.
A la villa de los judíos, acrecentada con los emigrados
iliberitanos, se agregó el Castellum romanum, donde moró
Habbus antes de ascender al Trono, por lo que este Prín-
cipe rodeó de murallas á Granada, alzó en su parte más
elevada las Torres Bermejas, unió esta porción de la po-
blación á la izquierda del Darro con el viejo fuerte, donde
(i) Oliver, Granada, etc., págs. 28 y 29.
{2j Oliver, ibidem, pág. 125.
(3) Oliver, ibidem, págs. 31 y 32.
{4) Oliver, ibidem, pág. 27.
jaS m. r. de berlinga
levantó la Alcazaba, labrando allí su Palacio. Desde este
momento no se vuelve, por lo tanto, á hablar del Caste-
llum, y sí sólo de Elvira como de una pequeña fortaleza.
Por lo que hace á Badis, siguió el proyecto y las obras
emprendidas por su padre para engrandecimiento de la fa-
vorecida Granada.
En el siglo xiv.° se repetía, pues, en Granada por los dos
más grandes historiadores de la época, y acaso de todo el
período musulmán, lo mismo que se venía afirmando des-
de el décimo por Ar-Razi.
Por los años de i36o (O cierto moro tangerino, después
de haber estado viajando por espacio de veinticuatro años
por el África y el Asia, visitando el Egipto y la Arabia, la
Siria, la Persia, la Mesopolamia, la India y la China, de
regreso á su país natal entró en deseos de conocer la Es-
paña, y vino á la Corte del Príncipe Nazarita, Mohám-
mad V.o, que aún reinaba en ella. Después de referir Aben
Batutah, que así se llamaba, que no pudo ver al Monarca
porque estaba enfermo, pero su caritativa madre le envió
algunas doblas de oro, que le fueron de viucha utilidad, y
de hacer relación de los personajes más salientes en saber,
posición y fortuna que había conocido y tratado en aque-
lla población, añade, por último: «Fuera de Granada, á
distancia de cerca de ocho millas, hay una montaña eleva-
da, con el nombre de Okab— «/ á,^nila negra, — muy cerca
de la cual está la ciudad de libera, al presente desierta
y arruinada (■s).»
(i) Oliver, Granada, etc., pág. 124.
(2) Aben Batutah, Voj-ages, trjd. Defremery et Sanguineti,
vol. IV, págs. -¿72 á 273 y 404. Véase también la pág. 353. donde
cuenta el viajero que, después de haber regresado á Tánger y vi-
sitado la tumba de su madre, se había dirigido á España, arriban-
do á Andalucía cuando ya había muerto, en i35o, Alfonso XI, de
peste, en el cerco de Gibraltar. Téngase presente á la vez lo que
dicen los Sres. Olivcr sobre la traducción francesa, citada en el lu-
gar transcrito, y el mismo pasaje en el Códice parisino, núm. 910;
Oliver, Granada, y en sus Monum. árabes, pág. 401.
ILIBERIS 749
Siglo xy." de J^csz/cmío.— Pertenece á esta época (O el
manuscrito anónimo del Escorial, publicado en árabe por
Marco José Müller con el título de Los últimos tiempos de
Granada (2), en el que se lee lo siguiente: «El dia 18 de
Junio de 1486 salió el rey de los cristianos con su ejército,
dirigiéndose al Castillo de Ilbira, y acampó cerca de él,
asentando sus bombardas y máquinas de batir; y cuando
vieron los de libira que les era imposible la resistencia por
lo recio de la embestida y lo apretado del cerco, pidieron
seguridad para sus personas y caballos, acémilas, armas,
y cuanto pudieron llevar consigo de sus ajuares, y se les
respondió otorgándoseles la capitulación que pedian, y que
les fué cumplida por el rey, á quien hicieron entrega del
Castillo, que evacuaron, saliendo todos en marcha para
Granada (3). » Esta noticia es repetida por Almakari, quien
añade que fueron demolidas y aterradas las murallas de
la mencionada plaza fuerte (4) por los referidos Monarcas
castellanos, que entraron á su vez en Granada el 2 de Ene-
ro de 1492.
Siglo xvi.° de Jesncrido.— hrAré?. Navagero, Embajador
veneciano cerca de Carlos I, que estuvo en Granada des-
de el 27 de Mayo al 7 de Diciembre de i526, escribía de
esta ciudad á Juan Bautista Rannusio, su amigo (5': «Ha
una strada principale assai larga e moho lunga, detta la
strada Elvira; il quiíl nome anche ha la porta alia quale
te) mina detta stiada; ed é detta Elvira; corroto il vocabo-
lo da Iliberis, perche andava ad Iliberis citlá antica, della
quale si veggono i vestigi ad una lega discosto da Gran-
nata [6].« Palabras que repite en la relación de su via-
(i) Eguílaz, Del lugar donde fué Iberis.
(2) Müller, Die ¡eljien Zeiíen ion Granada: Münctien, 1S63.
(3) Olivcr, ibidcm, pójís. 401 y 401,
(4) ülivcr, ibiJcm, püj;, -iu2.
(5) Andreas Naugcrii, Oyera cmnia: Venetiis, 1734. Letteta
quiíit.i a Giovanibatista Rannusio. AU' ukimo di Maggio, di Grá-
nala M.DXXVI.
(O) Naug., Oper., pág. 283,
7^0 M- R- DE BERLANGA
je (O, donde añade que en la fecha ya indicada antes, salió
de Granada camino de Valladolid, andando aquel día tres
leguas hasta Pinos Puente, «nel camino prima che si arri-
vi a Puente de Pinos in una costa di monte á man dritta,
si vedono molte ruine, e vesli^i di una citta, la quale si
crede, che anticamente era Iliberis, ora si chiama Grana-
da la vieja: molti pero credono, que dove é ora Gránala
fosse anticamente Iliberis, perqué si truovano alcnni sassi,
ne i quali si nominano, Iliberitani; ma ponno esservi stati
portati, e massime di loco si vicino (2).»
Lucio Marineo Siculo, que debía encontrarse en Espa-
ña cuando la rendición de Granada (3), dice hablando de
la Puerta de Elvira estas palabras, que son de notar: «El-
veria porta dicta fuit ab Elvera civitate, quae fuit olim ab
urbe Granata passum milia ferme septem (4).»
Luis de Mármol Carvajal, en la Primer.z parte de la des-
cripción general de África, impresa en Granada en iSyS (5),
dejó escrito que «pasaron — lo^ árabes — á Eliberia, ciudad
antiquísima, cuyas ruinas están en la Sierra Elvira, dos
leguas de la ciudad de Granada (6j.i)
Fernando de Mendoza, en 1594, escribiendo De Conci-
lio Ilibiritano confirmando, afirmaba también, apoyado en
el testimonio del agrimensor público, que Granada dista-
ba siete millas de Iliberis: «Ab hac— Gmmi/iX— -Iliberrim
([) Ibidem, Viaggio. págs. 333 y 334.
{2) ibidem, Vtaggio, pág. 3+5.
(3) Marin. Sicul., De rebus Hispanice memorabilihiis; Prolo-
gus, « Annos. nanque prope quinqujginta, quibus in Hispania sum
commoratus.» Esta frase se imprimía en 1530.
(4) Marineo, Ibidem, lib. XX: cDe nominibus urbis GranatiE.—
Compluii Apud Michelem de Eguía. Mense lulio An. MDXXX.
(5) Mármol Carvajal, Descr. gen. de África, lib. 11, cap. X.
(6) El misino autor, en su Historia del rebelión y castigo de
los moriscos, lib. I, cap. 111, impresa en Málaga en 1600, amplía la
noticia, diciendo: «La antigua ciudad de lliberia, cerca de la ribe-
ra del rio Cubila, que pasa al pie de la sierra que los modernos lla-
man Sierra Elvira, á la parte del cierzo, donde hemos visto mu-
chos vestigios y señales de edificios antiquísimos,»
ILIBERIS 751
antiquam séptimo lapide distare publica mihi fide constat
regis in eadem civitate mensoris (O.»
Indudablemente, y sin temor de pecar por exagerado,
puede afirmarse que, de todos los pueblos de la antigua His-
pania, es lUberis uno de los que cuentan con mayor núme-
ro quizá de documentos históricos, casi síncronos y siem-
pre fidedignos, de los acontecimientos á que se contraen,
en un período apenas interrumpido de más de diez y seis
siglos, á contar desde que hace la primera manifestación
en el mundo civilizado con sus emisiones numarias del
206 antes de Jesucristo, hasta bastante después, que Fer-
nando V.° demuele sus viejas murallas en 14S6 de nuestra
Era, dejándola arrasada. Tan inapreciables textos se divi-
den, como ha podido observarse, en tres series distintas,
comprendiéndose en la primera los puramente paganos,
á contar de los Ases unciales de cobre, hasta la inscripción
que se mandó grabar á Probo, abrazando muy cerca de sie-
te siglos de duración. Comienza la segunda con el Concilio
Iliberitano del Sor, y alcanza hasta el episcopologio de la
décima centuria, conservado en el códice Emilianense del
Escorial, que debe apendizarse con la prelacia de Rece-
mundo, hacia el 957, comprendiendo en todo seis siglos
muy sobrados. Forman la última serie los textos árabes,
que á su vez se subdividen en dos períodos, á partir el uno
de la invasión de los musulmanes en 710, para terminar
en loib con la rebelión de los Bereberes, que no fué más
que la explosión del odio constante que dividía á los mo-
ros de los árabes; iniciándose el otro en esta misma fecha,
en que queda anulada la preponderancia de Iliberis, como
desafecta por cristiana al partido de los afíicanos, conclu-
j'endo en 1486 con la completa destrucción de las antiquí-
simas fortificaciones iliberitanas, para no volver á levan-
tarse jamás, que constituyen entre ambos los siete largos
siglos de la dominación muslímica.
Examinadas con toda imparcialidad las diferentes fuen-
(i) Mendoza, De Cotic. ilib. cotifinn., lib. I, cap. I.
7^2 M. R. DE BERLANGA
tes históricas de que se lleva hecha mención, pudieran fijarse
los siguientes puntos concretos que parecen fuera de duda.
Los iberos vinieron los últimos á nuestra Península en
el período neolítico, y comenzaron á levantar, andando el
tiempo, en las cumbres de las montañas los primeros
campos atrincherados, dando á cada uno de ellos la deno-
minación que estimaron más oportuna, tomándola de la
lengua de que se valían (O. Uno de ellos fué Ilurir^ pobla-
ción indígena que comienza á desenvolverse transformán-
dose en Citania a! calor de la cultura fenicia, que trae los
gérmenes de su civilización á las costas meridionales de
la Híspanla, de Abdera á Malaca y de Malaca á Gades ha-
cia el siglo xn.° antes de nuestra Era.
Cuando los ejércitos babilonios entran en Tiro, quedan
abandonadas las ricas factorías mercantiles de la Hispania
y de la Sicilia, y amenazadas por sus codiciosos vecinos,
tartesios y heleros; tntcnces acuden en auxilio de aqué-
llos á la península los cartagineses, con quienes llegan los
libio-fenices, que tnseñan á los de Ilurir los elementos de
su teogonia purí.mtnte sideral, mientras otros soldados
púnicos levantan á distancia de dicho pueblo, en la mese-
ta de Hiziian Román, un castillo roquero, para que desde
sitio tan elevado sirviese de atalaya y defensa á la feraz
vega que á sus pies se extendía.
Luego que Us ¿¡fi ¡canos se ven forzados á abandonar la
Hispariia- Ilurir, que había permanecido neutral'durante
les laigos años de la segunda guerra púnica, declarándose
autóncma, acuña moredas de cobre con peso romano, le-
yenda ibeía y símbíilos siderales de la religión que había
aceptado, sin que sea posible conjeturar con precisión y
exactitud en qué ocasión celebra convenio monetal con
Cástulo, trocando e! primitivo emblema propio de la tri-
queta por el castulonense de la esfinge.
(i) Los primeros novcpantts fenicios enseñaron á los iberos la
manera de u abajar los metales y los signos gráticos dcju alfabe-
to fonéiico.
ILIBEKIS 753
En las postrimerías de la República Cayo Julio César,
después de publicar la conocida ley municipal que lleva su
nombre, tal vez concediera á liiínr, hacia el 45 antes de
Jesucristo, la ciudadanía y el titulo que ostenta, habiendo
cambiado su nombre de origen en el de Iliberri para las
inscripciones, y en el de Iliber para las monedas, abando-
nando por completo la triqíieta por la esfinge.
También por entonces el Castillo, que databa de la épo-
ca púnica, hubo de entrar á formar parte del sistema ad-
ministrativo romano, como adscrito al Municipio iliberita-
no, no siendo dudoso que ambas cosas pasaran, como se
ha dicho, por más que no pueda asignarse una fecha fijaá
tales acontecimientos, si bien es innegable que debieron
ocurrir antes que imperase la dinastía flavia.
En el primer siglo de nuestra Era diversos varones
apostólicos, según tradición piadosa, vinieron á evange-
lizar la Bética, y uno de ellos, Cuecilius, á quien la Iglesia
ha santificado después, fundó la Sede episcopal iliberita-
na, en cuya ciudad reposaron sus restos, terminados que
fueron sus días.
Más tarde, acaso cuando imperaba Domiciano, arriban
los hebreos á las Hispanias, gran número de los cuales se
establece á dos leguas del Municipio iliberitano, en un
pago extramurano, enclavado en el territorio de la ciudad,
ager publicus, que al cabo de algunos centenares de años
transformaron en villa, vicus, á la que dieron, al fijarse en
aquel distrito, el nombre latino de Gránala, á cuyo fruto
y al árbol que lo produce profesaban particular estima,
estando muy unido su recuerdo al de la casa solariega de
los Flavios, convertida en templo pagano por el mencio-
nado Domiciano durante su mando.
En los tres primeros siglos del Imperio, Iliberis levanta
diversas estatuas á distintos Emperadores, desde Domi-
ciano hasta Probo, y en los días de Diocleciano, hacia
el 3oi de Jesucristo, se congrega en aquella iglesia el pri-
mer Concilio hispano, al que concurren 19 Prelados es-
pañoles.
II
_., M. R. UE BERLANGA
Dtspués de los grandes desastres que en el siglo v." tra-
jeron á la Península las primeras hordas bárbaras que la
invadieron, y una vez constituido el nuevo reino visigóti-
co, los Obispos iliberitanos no dejan de concurrir á mu-
chos de los Concilios toledanos del vi." y vil.° siglo, du-
rante cuyos años diferentes Monarcas visigodos, de Reca-
redo á Witiza, se hacen acuñar monedas en la Zeca de
Iliberis.
Algunos autores de crónicas, martirologios, episcopolo-
gios y biografías que escribieron en latín del ix.° al x." si-
glo, designan constantemente esta Sede y sus Prelados con
la denominación de ilibeiitanos, y jamás con otro étnico
distinto.
Tan sólo á partir del siglo ix.» comienza á sonar el nom-
bre de Gyanata entre los escritores árabes como población
dependiente de Iliberis desde los principios de la conquista
muslímica de la Península, apareciendo en el x.° como
la más antigua población judía del distrito iliberitano, en
el que también se encontraba enclavada, según los referi-
dos historiadores semitas, Cazalla ó Castella, que no era
otra cosa que el antiguo Castrum ó Castellum vomanmn,
transformado por los vencedores asiáticos y afíicanos en
el Hiznan Román del peí iodo de los Nazaritas, entre cuyos
desmantelados muros, lo mismo que en el removido suelo
del perímetro que ocupaba, convertido en Alcazaba Cadi-
nia se encuentran de continuo restos de construcciones
romanas, datando de los cuatro larguísimos siglos que es-
tuvo este pequeño centro de población municipal bajo la
dominación de Roma y sujeto á la administración territo-
rial de Iliberis.
Durante el gobierno de los Emires, como en el largo
período del Califato, Ilibeyis y Granata siguieron las alter-
uativas de los sucesos que se desarrollaban en nuestro
suelo á impulso del marcado antagonismo que dísde un
principio vino acentuándose entre los asiáticos y los afri-
canos invasores.
Los cristianos de Iliberis del siglo vni.° fueron los pro-
ILIBERIS 755
genitores de los muzárabes y muladíes del xi.°, sostene-
dores de los Omeyas, mientras los judíos de Granxla, fu-
sionados con los moradores de origen pagano, del viejo
Castillo romano, se adhirieron desde luego al partido de la
tribu de los Sanacha, cuyo jefe, el Príncipe moro Zavi ben
Ziri, al estallar la rei)elión de los bereberes, se apodera
de la mencionada ciudad granadina, haciéndola el centro
■estratégico de las operaciones militares que realizó en se-
guida.
Con este motivo comienza la emigración de los iliberi-
tanos, afectos á los bereberes, ó temerosos de sus bárba-
ras venganzas, del viejo Municipio al Castillo romano y á
la moderna villa judaica, que había prosperado grande-
mente después de más de seiscientos años por la industria
y el tesón de sus fundadores.
Los primeros Reyes de taifa de aquella nueva Monar-
■quía, Habbus y su hijo Badis, sucesores de Zavi bsn Ziri,
rodean á Graiata de fuertes muros; levantan, en la parte
más elevada de la población, otra A.lcazaba, á la banda iz-
-quierda del Darro, uniendo dicha ciudad, capitalidad que
iba á ser del efímero reino de los Sanacha, por medio de
recias murallas, con el viejo Castillo roiii-ino á la orilla de-
recha del mismo río, cuyo nombre traducen literalmente
á su lengua, llamándole Hizii-in Román.
Los Almorabides dieron pronto buena cuenta de! suce-
sor de estos régulos, como de los Almorabides los Almo-
hades, y de estos últimos los inquietos magnates árabes
españoles, mal avenidos con el pesado yugo de los tales
africanos del Magreb, en medio de cuyas sangrientas lu-
chas vuelve á aparecer con nuevo brío el reino granadino,
levantado en hombros de Mohammad Alalimar, descen-
diente que se decia ser de Ocail ben Nais, el Rojo.
La población de [tiberio, que después de más de mil dos-
cientos años de gloriosa historia, comienza en el siglo xi.*>
á abandonar la vieja ciudad ibera, trasladándose á Gr.via-
ta, acaba por dejarla desierta en el xv.° al asomar por las
rriscosas cretas de la Sierra Elvira las bombardas de Fer-
yr5 M. R. DE BERLANGA
rando V.", refugiándose en las alturas del Albaicín, donde
estuvo el Castillo romano, que á la vez con el hora desha-
bitado Municipio, había llegado á la plenitud de su desarro-
llo administrativo al espirar la República italiota, y á im-
pulso de las mismas leyes fundamentales emanadas de la
capital imperial.
Seis años más tarde los Príncipes cristianos, Reyes de
Aragón y Castilla, ven tiemolar sus estandartes victorio-
sos sobre las fortalezas de la espléndida Corte de los Na-
zaritas, que abandona su último Monarca moro para ir á
morir olvidado en las comarcas africanas.
Tales fueron las vicisitudes de estas dos ciudades de
orígenes tan diversos. Nacida la una con más de catorce
siglos de antelación á la otra, se acogen sus moradores,
en los últimos tiempos de la dominación musulmana, á la
moderna capital de aquel postrimer reino islamita de Es-
paña, compartiendo en ella, con los infortunados defenso-
res, las desdichas del vencimiento.
Iliberis, una de las primeías ciudades cristianas de las
Hispanias, desaparece por completo de la Historia al ser
arrasada en 1486 por el Monarca que lleva con tan justo
título el renombre glorioso de Católico que le ha dado la
posteridad.
Gránala, fundada por los judíos y engrandecida primero
por los Príncipes Ziritas, como después por los Alhama-
res al escogerla por su residencia, contempla atónita, en
1492, la Mezquita que Mohammad III. "levantó en i3o6,
donde hoy existe Sarta María de la Alhambra, transfor-
mada en Catedral católica, y á Fr. Hernando de Tala-
vera, confesor de Isabel 1.^ de Castilla, restablecer en ella
la Sede episcopal ilibeiitana, fundada por San Cecilio en
los albores del Ciistianismo, que había quedado por más
de quinientos años sin Prelados que la rigieran.
jSic transit gloria viwidi!
Alhaurín el Grande 18 de Octubre de 1898.
FRANCISCO RODRÍGUEZ MARÍN
CERVANTES
Y LA UNIVERSIDAD DE OSUNA
Todos los escritores que colaboran en este libro, sin pre-
cedentes en !a bibliografía española, hermoso por el lauda-
ble pensamiento que á su preparación preside, por la justa
y universal fama del sabio maestro á quien se dedica y por
el mucho valor de las piezas que lo componen (entre las
cuales ha de figurar este humilde trabajo mío como lunar
en rostro de mujer linda, que es mancha y no afea), todos,
el decirlo holgaba, me aventajan en merecimientos litera-
rios y científicos; pero ninguno, seguramente, en gratitud
hacia D. Marcelino Menéndez y Pelayo. Débole, no la en-
señanza oficial, pues no asistí en su cátedra, atareado
como anduve y ando, y creo que andaré de por vida, lejos
de la corte, en las ocupaciones del foro; débole, no ya el
prólogo, harto benévolo, de uno de mis libros, sino mucho
más que todo eso: el amor á la arqueología de las Letras
castellanas; el apego al estudio; el entusiasmo con que á él
dedico todos los retazos de mi tiempo, que, como dinero
de pobre, siempre viene corto. Sin las sugestivas cartas y
la comunicación verbal, nunca tan frecuentes como yo qui-
siera, del insigne polígrafo español, yo no habría hecho
de la Literatura una devoción constante, tan extremada,
que rayaría en virtud á no picar en vicio. ¿Cómo pagaré
sino con muy cordial agradecimiento este deleite intelec-
tual, á ninguno parecido, inagotable sobre continuo y sa-
broso, que es fulgor y no deslumhra, que es fiebre y no
consume, puerto amigo contra los temporales de la vida?
jBien haya el maestro cariñoso á quien debo la curación
758 F. RODRÍGUEZ MARÍN
de una de las más graves enfermedades del alma: el des-
aliento! Y bien ha}an los muy amables libros, que son,
como dije antaño, «los mejores amigos que puede tener
hombie: silenciosos cuando no se les inquiere; elocuen-
tes cuando se les pregunta; sabios, como que jamás sin
fruto se les pide consejo; fieles, que nunca vendieron un
secreto de quien los ti ata; regocijados con el alegre, pia-
dosos con el dolorido, y tan humildes, que nada solicitan
ni ambicionan, pues de puro modestos, y por ocupar poco
sitio, se dejan estar de canto en los estantes (i).'>
Kinguna tarea, pues, habiía de serme tan agradable
cual la que me encomiendan ios muy doctos colegas y
amigos míos á quienes se ha ocurrido el feliz peiisamiento
de agasajar en su vigésimo aniversario de catedrático, con
la publicación de un libro preparado aposta, al Sr. Me-
néndez y Pelayo, que es como pagar tributo á nuestra cul-
tura en cabeza de quien, con títulos inmejorables, la repre-
senta y resume. Y porque, dado el objeto de esta obra, me
parece oportuno escoger para mi trabajo un tema referen-
te á nuestras antiguas universidades, piobaré á vindicará
la de Osuna de las alusiones con que la satirizó el manco
sano y famoso todo Miguel de Ceivantes Saavedra. Así, á
la par que rindo fervoroso culto á mi venerado maestro,
patentizaré mi cariño al pueblo en que vi la primera luz.
Atentos niestros mayores á la reconquista del territorio
peninsular, de minado en gran paite por los sairacenos, y
cuando las taieas de la guerra no fueron tales que absor-
biesen todas las actividades y todas las iniciativas, se em-
pezó á conceder al cultivo de los entendimientos la aten-
ción que hasta entcnces, de por fuerza, se le había nega-
do. Germinaron las semillas del saber, hasta allí escondi-
(i) Discurso leído ante )a Real Academia Sevillana de Buenas
Letras, contesiardo al de recepción del señor Marqués de Jerez de
los Caballeros.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 759
das y como olvidadas en los monasterios; cundieron, ya
sazonados, los opimos frutos de la escuela fundada sn el
de Sahagún; creáronse en el siglo xiii las universidades
de Falencia, Salamanca y Lérida, y en el xiv las de Va-
lladolid, Barcelona, Perpiñán y Huesca, y al siguiente las
de Valencia, Sigüenza, Ávila y Toledo; y en estas famo-
sas escuelas, y en los colegios y casas de estudios que na-
cieron por su poderoso influjo y por el del ambiente social
que se respiraba, el esplendor de las ciencias y de las artes,
debido no en poco á la asimilación del saber de aquellos
países adonde habíamos llevado nuestras victoriosas ar-
mas, desvaneció muy luego las tinieblas de la Edad Media.
Todo fué claridad, todo nueva y exuberante vida, á cuya
lozanía contribuyó muy poderosamente, á vueltas de otras
felices circunstancias, la admirable invención de la Im-
prenta, difundidora, como por arte mágica, de todos los
conocimientos humanos. En el siglo xvi creció aún más el
amor á los estudios y generalizóse el loable gusto de crear
y dotar establecimientos en que se practicaran. No eran
ya principalmente los reyes los que fundaban planteles de
enseñanza: verificábanlo en más cuantía los obispos y los
magnates. Así vemos que mientras que el emperador Car-
los V fundaba en Granada, por lósanos de iSaó, el Cole-
gio Mayor de Santa Cruz de la Fe (O y el Imperial de San
Miguel ¡2) y, poco más tarde, en i53i, la Universidad, y
seis años después el Colegio Mayor de Santa Catalina (3),
y en 1542 la Universidad de Zaragoza (4), y en t55i la de
(i) Fundóse para instruir en la Santa Fe Católica á los recién
convertidos á ella, como lo indica el mote de sus armas: Ad fu-
candas infidelium tenebras hcec domus literaria fúndala est.
1%) Vxié fundado para H2 colegiales y dotado con 400.000 ma-
ravedís sobre novenos en las Alpujarras,
(3) Lo creó y dotó á expensas del real erario, según el plan
formado por el V. P. M. Juan de Avila. Había 13 clérigos profe-
sores de Artes y Teología, presididos por un rector.
(4) Esta escuela era estudio general de Artes desde 1474 por bu-
la de Sixto IV. D. Juan II de Aragón y de Navarra confirmó la
y6o F. RODRÍGUEZ MARÍN
México (i), y mientras que en este último año fundaba Feli-
pe II la de Gerona, los prelados y los señores, sobrepujando
á la iniciativa de la autoridad real, y obteniendo la auto-
rización de los Pontíñces, crearon la Universidad de San-
tiago en i5o4 (í); el Colegio de Santa María de Jesús, de
Sevilla, en i5o5 (3); el Mayor de San Ildefonso, de Alca-
lá, en i5o8 (-|); el Mayor de Santo Tomás, de la misma
ciudad, en i5i5 (5); las Universidades de Baeza (^), Oña-
te (7), Gandía (8), Osma (9) y Orihuela (10), en los catorce
años que mediaron desde i538 á i552; el Colegio de Santa
Catalina, de Alcalá, en i586 (n); el Seminario de San Ful-
gencio, de Murcia, en iSga (12), y otras innumerables casas
erección en 1477, y Carlos V, en 1542, elevó este estudio á Uni-
versidad, obteniendo igual gracia del pontífice Paulo IV.
(1) Por cédula de 21 de septiembre.
(2) Ampliando el Estudio viejo, dotado por D. Lope Gómez
de Marzoa, el deán de aquella iglesia, D. Diego de Muros, obtuvo
bula de Julio II y fundó nuevas cátedras, hizo estatutos, etc. Lue-
go, en 1525, D. Alonso de Fonseca y Figueroa, arzobispo de San-
tiago y de Toledo, efectuó mejoras importantes, por virtud de otra
bula de Clemente VIL
(3) Fundado por maese Rodrigo Fernández de Santaella, ar-
cediano de Reina y canónigo de la Iglesia hispalense. Los Reyes
Católicos dieron cédula para la fundación en 12 de febrero de
1502; pero la bula de Julio II á favor de Santaella tiene fecha de 12
de julio de 1505.
(¿1) Fué fundado y dotado por el Cardenal Cisneros. Púsose la
primera piedra el 14 de marzo de 1499.
(5) Por facultad apostólica que confirió á Fr. Diego Deza el
pontífice León X, en la bula Altitudo Divina Provideiilice.
(6) Por el Dr. D. Rodrigo López de Molina, á virtud de bulas
de Paulo III, fechas de 14 de marzo de iSjS y 2 de agosto de 1539.
(7) Por D. Rodrigo de Mercado, arzobispo de Santiago.
(8) _ Por el Duque, luego San Francisco de Borja.
(9) Por D. Pedro Alvarez de Acosta, obispo de Osma, en i55o.
(10) Por P. Fernando de Loaces, arzobispo de Valencia, á virtud
de bula de Julio III {2 de octubre de i552). No tuvo, sin embargo,
las exenciones y prerrogativas de Universidad hasta el año de 1569.
(11) Por doña Catalina Suárez de Mendoza, sobrina de Cisneros.
(12) Por D, Sancho Dávila y Toledo, obispo de Cartagena.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 761
de estudios, cada una de las cuales contribuyó, en toda la
medida de su posibilidad, á hacer del siglo xvi el renombra-
do siglo de oro de nuestras ciencias y de nuestra literatura.
Una de esas escuelas fué el Colegio Mayor de la Santa
Concepción y Universidad de Osuna. La fundó en 1648
D. Juan Téllez Girón, cuarto conde de Ureña, obtenien-
do para ello del pontífice Paulo III la bula Insupcr emi-
nenti ApostoliccF Sedk(i), por la cual se otorgaron al nue-
vo plantel de enseñanza cuantas gracias, exenciones y
privilegios gozaban las universidades de Bolonia, Sala-
manca y Alcalá de Henares, concediéndose el patronato
al fundador y á sus sucesores. En 8 de diciembre del
mismo año firmó el Conde, ante su secretario Alonso de
la Cámara, la escritura de fundación, dotando con lar-
gueza el Colegio y Universidad, en donde habían de leer-
se catorce cátedras principales de Prima y Vísperas, á sa-
ber: dos de Teología, con 50.000 y 40.000 maravedís res-
pectivamente; una de Sagrada Escritura, con 8o.ooü; dos
de Derecho Canónico, con 50.000 y 40.000; dos de Dere-
cho Civil y dos de Medicina, con iguales salarios; tres de
Artes (Súmulas y Términos, Lógica Magna y Filosofía
Natural), cada una con 20.000; una de Lengua Griega,
con 37.500; otra de Gramática y Latinidad, con So.ooo;
otra de Retórica y Oratoria, con igual salario, y, en fin,
«otras ocho cátredas menores, con que continuamente se
menee el exercicio de las letras en el dicho Colegio, que
tenga de institución cada una dellas diez mili marauedís,
las quales ocho cátredas han de ser dos de cánones y dos
de leyes y dos de matemática y dos de latinidad y poesía;
y para que esté el dicho Colegio poblado de número de
colegiales, como conviene á su decencia e ornato, mando
que haya veinte colegiales continuos reunidos en el dicho
colegio, que hayan oido ó cursado ó empezado á cursar en
(i) Daiuní Roma;, apud Sanctiim Petrum, annn [ncarnatio-
itis Dominiccs millesimo quingeulessimn qua-dragessimo octavo,
sexto Idus Octobris.
y62 F. RODRÍGUEZ MARÍN
otras uniuersidades primero que en el dicho colegio sean
rebebidos, porque se tiene experien9Ía de las personas poco
exercitadas, que raras vezes salen tan letrados como con-
venia que lo fuesen para obtener el grado y honor que en
remuneraron de los trabajos y vigihas del estudio se sue-
len dar á las personas beneméritas, á los quales veinte
dichos colegiales la dicha casa y colegio de Santa Con-
gepcion dé á cada uno dellos de comer dos tablas cada
dia, á mañana y noche, en refetorio, cuya pitan9a y ra-
9Íon sea tres platos de viandas, sin el pan e sin el vino,
muy con9ertadamente dado y con muncha limpie9a las
mesas »
Temía el Conde que, siendo ya tantos los colegios,
universidades y casas de estudios, fuesen pocos los alum-
nos que optaran por la nueva escuela; y resuelto de todo
en todo á fomentarla, dispuso en el mismo documento:
«Y por quanto por ser nueua uniuersidad, conviene or-
denar que haya en ella desde luego copia de estudiantes
demás de los que vinieren de fuera parte á oir, digo que
el colegio será bien que dé ra9Íon á treynta e seis estu-
diantes que sean pobres, mancebos de abilidad, los doze
gramáticos, y los doze artistas, y los doze theólogos, so-
corriendo á cada estudiante destos para su mantenimiento
ton 9Ínco marauedís y dos libras de pan co9Ído á cada uno
cada un dia, y un par de 9apatos de quero negro cada un
mes, que valgan dos rreales; y estos estudiantes mando
que sean todos hijos de vasallos mios, naturales de mis
tierras y estado que yo tengo en el andaluzia (>).»
(i) Indudablemente, el texto de esta escritura se debió á la
propia minerva del Conde, que fué vaión muy docto. Era el me-
nor de sus hermanos, y sus padres, que no imaginaban que había
de heredar el mayorazgo de los Girones, le encaminaron al estado
eclesiástico, thaziendole deprender letras en su niñez, y assi se
dio a la gramática y música: en las qualcs dos disciplinas fue tan
auetajado, q qualquier libro escripio en legua Latina de quales-
quiera facultades tan claro entedia, que los trasladaua en Caste-
llano con mucha facilidad Oyó algún tiempo la lecion de los
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 763
Sobre que era hombre amantísimo de la cultura, el
cuarto Conde de Ureña, al fundar el Colegio y Universi-
dad de Osuna, cumplía una sagrada recomendación: la
de su difunta madre doña Leonor de la Vega y Velasco.
Propósito suyo había sido «que las personas dedicadas al
culto divino fuesen personas enseñadas y de letras, que
pudiesen con su erudÍ9Íon y dotrina encaminar almas al
cielo (i);» y el logro de tan generosa aspiración fué el
principal objeto que se propuso. Conseguido, y obtenida la
nueva bula Circa qiiorumcmnque studiontm {^) , se aprobaron
sagrados cañones » (Gudiel, Compendio de algunas historias
de España Alcalá, 1577.) Él pintó los frescos de la sala lla-
mada Girona, donde se conferían los grados mayores; él redactó
en buen latín, las sesenta y nueve constituciones de que constan los
primeros estatutos de la Universidad, y él, según es tamo, compuso
los elegantes dísticos latinos que todavía, aunque repintados^, se
conservan sobre las puertas de las aulas. Nada de esto extrañará
á quien conozca las dos admirables cartas ascéticas que por los
años de i55i y 1552 dirigió á su sobrina doña Ana Ponce de León,
condesa de Feria, monja en el convento de Santa Clara de Mon-
tilla, pues esas cartas, enviada la una á Mi Cru^ de Oro, y la
otra'á Mi Cru^ del Cielo, pueden ponerse en docena con las me-
jores que se han. escrito en castellano. D. Juan Téllez Girón ha-
bía nacido en Osuna en 1494: no se atrevió á afirmarlo mi que-
rido paisano y amigo D. Antonio María Ariza en su Bosquejo bio-
gráfco del cuarto Conde de Ureña (Osuna, 1S90); pero yo sí, por-
que resulta evidenciado en el expediente de las pruebas de no-
bleza practicadas para que D. Antonio Girón de la Cueva, nieto
del Conde é hijo del primer Duque de Osuna y de su segunda mu-
jer, ingresase en la Orden de Alcántara; pruebas de las cuales me
facilitó bondadosamente un extracto el Sr. D. Francisco R. de Uha-
gón, á quien tanto deben nuestros estudios históricos y literarios.
(i) Testamento cerrado que otorgó el Conde en su palacio y
fortaleza de Osuna, á 12 de octubre de 1556, ante su secretario
Alonso de la Cámara.
(2) Datum Romes, apud Sanctiim Tetrutn. atino Incaniationis
Dominica millesimo quingentessimo quadragessimo nono, pri-
die Nonas Maij. En esta bula el dicho Pontífice, accediendo á
lo solicitado por el patrono, mandó que las causas, así civiles co-
mo criminales, que existiesen entre los doctores, licenciados,
maestros, bachilleres, colegiales y demás personas del Colegio y
■j6^ F. RODRÍGUEZ MAKÍN
los estatutos á 8 de diciembre de 1549. Para leer las cá-
tedras solicitó á maestros notoriamente doctos y de ejem-
plar virtud, algunos de los cuales enseñaban en otras uni-
versidades, haciéndoles ventaja en sus salarios á fin de
sacarlos de ellas, y pronto acudió á la de Osuna muche-
dumbre de estudiantes que la afamaron en todo el reino.
El Conde de Ureña se ufanaba de esta fundación más
que de las otras suyas, con ser tantas y tan importantes:
fué la nueva Casa de Estudios la joya más preciada de los
Girones: que este amor hacia ella se transmitió, con los
aumentos consiguientes á la veneranda memoria del fun-
dador, á su hijo D. Pedro, primer duque de Osuna, y á su
nieto D. Juan, primer marqués de Peñafiel y segundo Du-
que, y á su biznieto D. Pedro, el gran Virrey de Sicilia
y Ñapóles, todos nacidos en Osuna y todos ganosos del
auge de su Universidad.
Empero porque á los gremios y claustros de las viejas
universidades creadas por autoridad real desplacía gran-
demente la existencia de las pontificias, que les solían
granjear algunos de sus mejores catedráticos y les mer-
maban el número de sus estudiantes, lo cual era lo propio
que menoscabarles su fama á la par que sus provechos,
fueron grandes enemigas de éstas, hasta el punto de no
reconocer en mucho tiempo, ni sin perdurables porfías y
litigios, la validez de sus grados académicos. Echando en
olvido que quod natura non dat Salmantica non pmüat, y
que en todas partes hay de todo, las universidades mayo-
res entendieron que sólo ellas debían ser famosas, y que
de las menores no podía salir ingenio que no fuese medio-
cre y adocenado. La salmantina, sobre todas, se atribuía,
en cuanto á catedráticos y estudiantes, la quinta esencia
del saber; sus hijos aun á la complutense motejaban: ¡eran
Universidad, ó que se formasen contra ellos, se juzgaran, deci-
dieran y terminaran, en la primera instancia, por los rectores; en
la segunda, por los chancilleres, abades de la Iglesia Colegial, y
¿n la postrera, por la Silla Apostólica.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 765
pobres los que acudían á estudiar allí! Prevaleció, pues,
la voz que acusaba de poco sabias á las universidades
pontificias y cursar en ellas fué como caso de menos va-
ler. Bien claro lo decía, ya bien entrado el siglo xvii, el
dañino pedante D. Francisco Morovelii de Puebla, hispa-
lense, pero oriundo de Italia, cuando á cada paso recor-
daba á sus lectores, en sus impresos de autor foliculario,
haber estudiado en Salamanca, «que allí es donde se a de
aprender para hablar sin bergüenza (i),» y se comía, no
obstante, las haches, y dejaba pasar en los moldes esa be,
que ya en i53i no podía tener buena disculpa.
Los escritores, principalmente los que habían cursado
en universidades reales, fomentaron, burlando, el menos-
precio con que se miraba á las menores, y todas éstas,
cuál más, cuál menos, fueron objeto de mofa; pero nin-
guna tanto como la ursaonense, pues con ella extremó
sus rigores el inmortal Cervantes en su Ingcnicso Hidalgo,
haciendo graduados por Osuna á aquel loco de Sevilla que
imaginaba ser Neptuno (2) y al Dr. Pedro Recio de Agüe-
ro, sombra de Niño para la gula de Sancho (3). ¿Por qué
el Príncipe de los Ingenios Españoles se acordó para estos
donaires de la Universidad fundada por Téllez Girón, y
no de otras de las de su clase, sino de la de Sigüenza, pero
de ésta para suponer graduado allí á hombre tan docto
como el cura del lugar de D. Quijote? (■4). Cosa es no ave-
riguada. Hoc opus. En otro pasaje de su regocijadísima
novela mentó á la villa ducal: cuando Dorotea, la asen-
dereada Princesa Micomicona, dice que se había desem-
(i) Opúsculo impreso sin lugar ni año (pero en Sevilla, 1631)
é intitulado; Que no se deben desestimar las cosas excelentes por
ser ordinarias. Breve discurso dedicado al Excmo. Sr. D. Ma-
nuel Alonso Pére^ de Guarnan el Bueno, octavo Duque de Medi-
na-Sidonia. En 4.°, 10 hojas. Es una embozada invectiva contra
el poeta Pedro Espinosa.
(2) Segunda parte, cap. I.
[■¡) Ibid., cap. XLVli.
(4) Primera parte, cap. 1.
«55 F. RODRÍGUEZ MARÍN
barcado en Osuna (0; pero tal alusión es, vamos al decir,
harina de otro costal, y, Dios mediante, yo la daré pron-
to bien cernida, como pasada por el tamiz de una escru-
pulosa investigación, prolijamente documentada (^j.
Á desvanecer ese antiguo y común error, tan ofensivo
para la fama de las universidades pontificias, atendió,
siempre que hubo ocasión oportuna, el Sr. Menéndez y
Pelayo, á cuyo pasmoso entendimiento, tan conocedor de
nuestra historia nacional hasta en sus más menudos por-
menores, no podía ocultarse lo injusto de tal menosprecio,
que parecía tener á su favor la autoridad de cosa juzgada.
Así, en la hermosa carta que sobre la vida y escritos de Ro-
drigo Caro dirigió en iS83 á mi docto amigo D. José Ma-
ría^Asensio y Toledo b), estampó estas frases: «En el me-
morial ya citado, que Caro imprimió para sus pretensio-
nes consta que se matriculó en la Universidad de Osu-
na el año 1590, y que allí mismo se graduó de licenciado
seis años después, desmintiendo una ve", más la anticua
preocupación que atribuía poca ciencia á los graduados en
universidades menores. Del licenciado Rodrigo Caro pudo
decirse, sin segunda intención, que era hombre docto gradua-
do en Osuna.» Cosa análoga dijo del mismo autor de los
Días geniales y lúdicros en la Historia de las ideas estéticas
en España.
Glosa de estas palabras del Maestro es el presente estu-
dio, en donde con datos fehacientes demostraré que la
Universidad de Osuna, desde su creación hasta el año de
i6i5, en que salió á luz la segunda parte de El Ingenioso
Hidalgo, no tuvo que envidiar á las más famosas univer-
sidades de España en punto al aprovechamiento de sus es-
colares. Para lograrlo, enumeraré los escritores que en-
([) Primera parte, cap. XXX.
(2) En libro que preparo é intitularé Explicación documen-
tada de un episodio del Quijote.
(3) Va al frente del Memorial de la villa, de Utrera, reimpre-
so en el dicho año por la Sociedad de Bibliófilos Andaluces.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 767
señaron y aprendieron durante ese período en las aulas ur-
saonenses, ya que nada puede dar tan cabal idea de los
méritos de un establecimiento de enseñanza como el ha-
ber criado muchos hijos de los que no mueren; de los que
dejan huella indeleble sobie el polvo de las generaciones
que pasan; de los que sirvieron á su época y á las futuras,
por medio de los libros en que perpetuaron la luz de sus
entendimientos.
Y cuenta, lo uno, que nunca fué muy crecido el núme-
ro de los estudiantes que cursaron en Osuna (O, y lo otro,
que ni se conservan todos los registros de matrículas,
pruebas de cursos y grados de la extinguida Escuela, ni yo
soy lo bastante conocedor de nuestra bibliografía para que
á mi diligencia no se hayan escapado muchos nombres de
escritores, al hojear, nada despacio, los documentos de su
(i) Las matrículas más antiguas que he hallado datan de fines
del siglo XVI. En 1599 se matricularon para 1600: en Teología, 25
alumnos; en Cánones, 127; en Leyes, 9; en Medicina, 19; en Sú-
mulas, I y, en Lógica, 7; en Filosofía, 6, y entre los de Gramática,
mayores, medianos y menores, 126, Toüil, 332. Claro es que vein-
te y treinta años antes era mucho más exiguo el número de esco-
lares que concurrían á aquella Universidad recién fundada.
A los que, leído este trabajo, digan que otras universidades pro-
dujeron, en igual período de tiempo, mucho mayornúmero de es-
critores, respondo por anticipado que es verdad; pero que ha de te-
nerse en cuenta, para establecer la proporción, el número de es-
tudiantes que lí.s frecuentaban, In Alcalá— d\ce Confalonieri, refi-
riéndose al año de 1592, en su Memoria di alcune cose notabili
occorse nel viaggio fallo da me da Roma in Portogallo, publica-
da por Piilmieri en el tomo I del Spici¡ef;io Valicauo di documen-
to inedili e rari Rom.i, 1891)— irovíT/' piit di cinque mita scolari,
el in^ una scola dore si leggera leologia scotastica de adoratione,
w viddi inlorno a ouocenlo scolari, che lulti scrivevano su le ghi-
nocchia, lapiü parte. Y en cuanto á Salamanca, baste recordar
que, según Ruiz de Vergara (Historia del Colegio Viejo de San
Bartolomé , coriegida y aumentada por D. Joseph de Rojas
y Contreras, Madrid, 17^)6, tomo I, pág. 360), en los años de i55i
y siguientes <e decía por común adagio: Todo el mundo está lleno
de Bartolomicos.
y58 P- RODRÍGUEZ MARÍN
archivo (O. He aquí el catálogo que he formado, de lectura
pesada é indigesta, como toda larga enumeración, cierto;
pero no escaso, á mi ver, de noticias útiles, aun fuera del
tema que me propongo:
Alderete (Bernardo), natural de Málaga.
En 6 de abril de 1576 probó que desde el 7 de octubre
del año anterior había oído un curso de Decretales, y en
26 de noviembre de 1577 justificó haber estudiado otro.
(i) Además, hago caso omiso de varios escritores cuya identi-
ficación con estudiantesygraduandos de iguales nombres y apelli-
dos me ofrece dudas, que no puedo desatar, escaso como estoy de
libros en estas soledades. Citaré algunos de esos autores:
Fernández (Alonso), de Córdoba. Bachiller en Artes en i553.-
Quizás el primero de los que cita D. Nicolás Antonio.
Marlinez (Eugenio), del Toboso, paisano de Dulcinea. Bachiller
en Cánones en i :,78.-¿Es el toledano cisterciense de D. Nicolás
Antonio? ¿El autor de la Genealogía de la Toledana discreta?
Lo de la patria, consignado en los libros, no es poderoso argu-
mento en contra. Hispalensis se llamó de por vida Anas Mon-
tano y había nacido en Fregenal de la Sierra.
Martínez de Castro (Diego), de Espejo. Bachiller en Cánones
en i55S--¿El jesuíta de D. N. Antonio?
Martinez Hermoso (Juan), de Aguilar. Probó un curso de Cá-
nones-en 1581. -¿Es el cordubensis, jesuíta, del bibliógrafo se-
Navarrete (Francisco), de Córdoba. Bachiller en Artes en 1553,
y en Teología en i55q.-¿El dominico de D. N. Antonio?
Soto (Cristóbal de), de Osuna. Bachiller en Cánones en 1553.-
¿El mercenario de D. N. Antonio?
Tirado (Francisco), de Ecija. Probó haber cursado Cánones en
,585 y 86.-¿Es el franciscano de la Bibl. Nova? Wadingo no
le llama sino Hispanus.
Vázquez (Fr. Tomás), franciscano. Estudiaba en Osuna en 1580.
— Quizás el que cita D. N. Antonio.
Velázquez (Alonso). Estudiaba Teología por los años de 1583 á
i.SSy.-Probablemente es el Alfonso, ó Diego Alfonso Veláz-
quez de Velasco que en 1593 publicaba sus Odas á imitación
de los Salmos Penitenciales y en 1602 la comedia intitulada El
Celoso. Parece que vivía en Valladolid.
LA .UNIVERSIDAD DE OSUNA 769
Su segundo apellido era Pasadas (0. No murió en 1645,
como indica, visiblemente por errata, el Ensayo de Ga-
llardo al copiar cierta inscripción: lo de anuo Salutis
MDCXLiiiii. kiilend. üclob., debe leerse mdcxli. mi kaleiul.
octob., pues sobre que nunca se repite cuatro veces ningún
número romano, en 1641, y no en 1645. falleció el ilus-
tre canónigo de ¡a Iglesia de Córdoba, á juzgar por lo que
el licenciado Hurtado de la Puente escribía desde Madrid,
en 22 de octubre de aquel año, á su amigo Rodrigo Caro:
«Mucho me pesa de la muerte de Alderete, porque era
hombre doto, aunque inútil, y terrilile enemigo de hacer
bien á nadie. Dicen que tenía mandados sus Libros á los
Padres de la Compañía, que son los herederos comunes de
todos los Libros y Estudios de España. También tenía
monedas: no sé lo que habrá hecho Dios dellas. La gente
de aquella ciudad [¿de Córdoba?] no !^e lleva por los rum-
bos que los demás hombres; en todo son extraordina-
rios (2).»
Alderete (José), natural de Málaga y hermano del an-
terior.
En 26 de noviembre de 1677 probó haber estudiado des-
de el i5 de septiembre de 1576 un curso de Decretales. No
hallo su grado de bachiller en Cánones; pero sí el de li-
cenciado, 8-12 de agosto de i583, y el de doctor, que se
le confirió el 17 '3).
Almirón y Zayas (Fernando de); natural de Ante-
quera.
Se bachilleró en la facultad de Artes y Filosofía en el
Colegio de Santa María de Jesús y Universidad de Sevilla
(1) Registro de las pruebas de cursos y lecciones, fols. 22 v.° del
cuaderno de 1576 y 44 del de 1577.
(2) Cartas y papeles pertenecientes á Rodrigo Caro. MS., Bi-
blioteca Capitular y Colombina, H-44, 2S, fol. 108.
(3) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 44 de 1577. — Grados, re-
gistro i.°, fols. 19 y 20 de 1583.
II 49
"770 F- RODRÍGUEZ MARÍN
á 7 de marzo de iSgi (0. Á g de marzo de 1594 probó
en la de Osuna haber oído el cuarto curso de Medicina, y
en 26 de noviembre y 10 de diciembre del mismo año los
dos primeros de Cánones. Ya se le llamaba médico en mar-
zo de 1595, al citarlo como testigo en una prueba de curso
del bachiller Juan Gómez, cirujano. No sé cuándo se
graduó de bachiller en Medicina; pero si que se licenció
en 25 de enero de iSgS y se doctoró en 2 del mes si-
guiente (2).
Amaya (Francisco de), natural de Antequera.
Hijo de Gonzalo Gómez Amaya y de doña Isabel Páez
de Moya. Estudió en Osuna el primer curso de Cánones,
que probó á 2 de abril de 1604, y oyó los siguientes en
Salamanca, donde se bachilleró en la dicha facultad en
1608, licenciándose en Osuna á 9 de diciembre de 1610,
y doctorándose cuando ya era colegial mayor, por provi-
sión del licenciado Gil Remírez de Arellano, de 10 de no-
viembre de 1611, en 4 de mayo de 1612. Era catedrático y
rector por los años de 1617 (3).
Ángulo (Andrés de), natural de Córdoba.
Se licenció en Leyes en la Universidad de Osuna á 22
de noviembre de i584 (4).
Avellaneda (Diego de), jesuíta, natural de Granada.
Siendo colegial mayor y rector de la Universidad de
Osuna, se graduó de licenciado en Teología á 26 de mayo
de 1 555, pidiendo el grado al Sr. D. Diego Amado, can-
ciller (poeta de quien hay alguna composición en el Can-
(i) Archivo universitario de Sevilla, libro i.° de grados en to-
das Facultades, fol. 129.
(2) Pruebas de cursos y lecciones, fols. 7, 38 y 39 de 1594-—
Grados, reg. 2.°, fols. i v.° y 4 v.° de 1 598.
(3) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 5 v.° de 1G04. — Grados,
reg. 3.°, fols. 30 de i6io y 7 v." de 1612.
(4) Grados, reg. 2.°, fol. 55 v.° del dicho año.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 77I
lionero General de Hernando del Castillo) (0. Había naci-
do en 1523; ingresó en la Compañía de Jesús á 12 de fe-
•brero de i556; profesó de cuatro votos á 14 de abril de
1560, y murió en la casa profesa de Toledo á 2 de mayo
•de 1598 (2).
Ayllón (Alonso), natural de Toledo.
En 4 de marzo de i557, siendo licenciado en Artes por
la universidad de Toledo y catedrático de Latinidad en la
de Osuna, incorporó en ésta aquel título. En el mismo día
se presentó para maestro en la dicha facultad, gi ado que
se le confirió el domingo 7 del propio mes, después de ha-
■berle paseado en la tarde del 6 «por las calles desta dicha
villa, I) y previo el vejamen de costumbre. Matriculado en
Medicina, á 23 de junio de i55g probó haber oído dos cur-
sos de esta facultad, y en 14 de junio de i56o justificó ha-
ber estudiado el tercero (3). El doctor D. José María Gon-
zález Robles, rector que fué de la Universidad ursaonen-
se por los años de 1787, aseguró, en nota puesta al margen
del acta de incorporación referida, que Ayllón «escrivió
varios comentos sobre Horacio y sobre Juvenal.»
Barahona de Soto (Luís), natural de Lucena.
Se graduó de bachiller en artes (4) en la universidad de
Granada á 2 de febrero de i568 y en ella estudió los dos
primeros cursos de Medicina. Los dos restantes, en Osu-
na, desde el 14 de octubre de 1569 hasta el 18 de abril de
1571. En 20 de este mes y año probó haber leído públi-
camente las seis lecciones necesarias para bachillerarse en
(i) Grados, rcg. i.°. fols. 10 y i5 v.° de 1555.
{2) Debo estas noticias al P. Uiiarte, jesuíta doctísimo.
(3) Grados, reg. i.", fols. 6 y 6 v.° de 1557. — Pruebas de cursos
y lecciones, fols. i5 v.° de 1359 y 18 de 1560.
(4) Para diferenciar el grado de bachiller en artes, necesario
para comenzar los estudios de faculiad, del otro grado de bachi-
ller en la facultad de ese nombre, escribo artes con letra minús-
■cula en el primer caso, y con mayúscula en el segundo.
„_- F. RODRÍGUEZ MARÍN
la dicha facultad, lo cual efectuó en la universidad de Se-
villa á 28 del propio m«. Regresó á Osuna para practicar
con médicos aprobados, y cursó Cánones, al propio tiem-
po en 1572. En 26 de marzo y 3 de mayo de i573 pro-
bó'que desde fin de abril de iSyi había cursado la prác-
tica (I
Ignoro dónde y cuándo se licenció, pero presumo que ea
Alcalá.
Barrera Farfán (Fr. Juan de la), agustino.
Á 3o de noviembre de i553, siendo ya fraile y «cate-
drático del maestro de las sentencias en esta uniuersidad,.»
recibió el grado de doctor en Teología (^-). Era natural de
Sevilla é hijo de Alonso de la Barrera y Catalina Per-
nández.
Betanzos (Juan de), natural de Lanzarote.
Se bachilleró en Cánones á 4 de junio de iSgg (3).
Bohórquez (Fr. Alonso de), carmelita, natural de
Utrera.
Siendo ya fraile, probó, á 26 de octubre de i588, haber
oído un curso de Teología Escolástica y Positiva, y otro,
residiendo en el convento de Osuna, en 3 de octubre de
1589 (4).
Bravo (Francisco), natural de Osuna.
No he hallado los antecedentes académicos de este ilus-
tre médico y escritor; pero consta que estudió en la Uní-
(,) Archivo universilnrio de Granada, fol. 74 del libro 1.° de
Grados -Ídem de Sevilla, hbio 1° de colaciones de grados me-
nores (.570-74).-ldem de Osuna, Pruebas de cursos y lecciones,
fols. 2 v.° y .5 v.° de 157', 'O >' •« ^•° ^^ «573 y 6 v." de .576.
(2) Grados, reg. 1.°, luí. 23 de 1553.
{■,] Grados, reg. 2°, íol. 14 J'-' dicho año.
(4) Pruebas de cursos y lecciones, fols. 24 v.° de . 588 y 23 de
1 5S9.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 773
tersidad de la villa de los Girones. Esto hubo de suceder
muy á raíz de la fundación de aquella Escuela, pues por
lo que el mismo Bravo dice en el capítulo IV de su libro
acerca de la fiebre punticular ó tabardete, ya en 1553
-ejercía su profesión en Sevilla.
Caro (Rodrigo), natural de Utrera.
Faltan del archivo universitario de Osuna los cuader-
nos de pruebas de cursos en que indudablemente consta-
ban los estudios del célebre poeta y arqueólogo; pero por
tales documentos suple á maravilla el Memorial que el
mismo ínclito escritor presentó al deán y cabildo de la
■Santa Iglesia Metropolitana de Sevilla, y que extractó Ga-
llardo (0: «Matriculóse en la facultad de cánones en la
iiniversidad de Osuna, año 1590; cumplió sus cursos, y se
graduó en la Universidad desta ciudad [¿Sevilla, y no Osu-
na? Por lo de ciudad, no parece referirse á Osuna, que
nunca lo fué], año de 1596..) En el archivo universitario de
Sevilla, libro 4.° de Matrículas, fol. i3o v.°, hay un asien-
to referente á la facultad de Cánones que dice:
«i.° Rodrigo caro nal de Vtra dice* de seu" juro en diez
y siete del dho [noviembre de 1590], y truxo c'' de exa-
men.» Este asiento no merece fe: lo uno, porque pnme-
i-amente se escribió Alonso, y sobre este nombre y de tm-
ta más negra, y aun, al parecer, de letra distinta, se en-
mendó Rodrigo, sin que esté salvada la enmienda; y lo
otro, porque mal se comprende que Rodrigo Caro se ma-
triculase en Sevilla y en Osuna simultáneamente, y esta
matrícula de Osuna consta por su propia afirmación. Trá-
tase, pues, en cuanto á la enmienda de la nota copiada, de
una superchería que intentó alguno que amaba más de lo
justo las glorias de la universidad hispalense.
Porque creo que pocos conocen la partida de casamiento
de los padres de Rodrigo Caro y las de nacimiento y de-
función de éste, las transcribiré:
(i) Ensayo , tomo II, col. 2ig.
•JJ^ F. RODkÍGUEZ MARÍN
«E domingo cinco de fr° de mili y quinientos y setenta
años vele y despose yo benito de Talayera cura de la villa
de Vtrera en la yglesia del ^°' Santiago en faz de la San-
cta me yglesia a bernabe de Salamanca y a fran" cara [sic]
fueron padrinos anto matheos e ana cara su muger en fe
de lo qual lo firme de mi nombre.— Z3t';//to de Talavera (O.»
«R° En domingo quatro dias del mes de otubre de mili
y quinientos y setenta y tres años bautize yo b° de talabe-
ra Cura de la yglesia del s°' Santiago de la v" de vtrera a
R° hijo de benabel [sic, enmendado sobre Benito] de Sa-
lamanca y de su muger fran" cara [sk] fue su padrino el
señor geronimo fran'=° vezino de la villa de Vtrera en fe
de lo qual lo firme de mi n^— Benito de talavera (2).»
«En 10 de agosto de 1647 se trajo á enterrar del Sa-
grario de la S*^ Iglesia á esta de San Miguel de Sevilla al
Licio. Rodrigo Caro, Presbitero: testó ante Alonso de
Alarcon, escribano público de Sevilla, y dejó por sus alba-
ceas al S"-- Canónigo Gaspar de Espinosa y á Gerónimo
Caro su hermano (3).»
Fenecido corno por ejecutoria está el pleito en que fue-
ron partes los que sostenían que la célebre canción A las
ruinas de Itálica era de Rioja, y los que afirmaban no ser
sino de Rodrigo Caro; á no estar fallado tal litigio, basta-
rían como pruebas concluyentes estas dos noticias: En el
códice 33-180 de la Biblioteca del Palacio arzobispal de Se-
villa (letra de la primera mitad del siglo xvii) se insertó
esa canción bajo este epígrafe; Canción. A las ruinas de Itá-
lica o Sevilla la vieja. Por el Licen^" Rodrigo Caro, y al fin.
tiene esta nota: «Esta canción que el autor hizo mo90, la
emendo y reconoció después y esta en el • i • tomo de varias
poesías folio • 242 • con annotaciones del mismo.» Y en el
(i) Libro I de Matrimonios (1563-91), fol. 36.
{2) Libro V de Bautismos (1570-74), fol. 180 v.°
{3) Copio esta partida del MS. que cité en la nota 2 de la pági-
na 711. Tal copia se remite al fol. 83 de un libro que empezó en.
1622 y acabó el de 17 10.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 775
fol. 70, tomo II de las Cartas y papeles que pertenecieyon á
Rodrigo Caro (Biblioteca Colombina, MS., ^-44, 27-28)
hay una carta de D. Juan Melio de Sande, dirigida á Ro-
drigo Caro desde Sevilla, á 23 de junio de i6og, en cuya
postdata decíale: «El discurso de Vm. sobre la definición
de la Poesia tiene el 8.°^ Conde de Lemos con noticia de
su dueño; y ha parecido muy bien; como a Espinel la can-
ción a las ruinas de Itálica, que 3'0 se la mostré en la ca-
lle Mayor de Madrid, y leyéndola dijo antes que le dijéra-
mos cuya era: Este es ingenio andaluz; dijele que sí, y el
nombre. Bien puede Vm. creer es buena, pues ha sido gra-
duada por tan gran censurante.»
Carpió (Francisco del), natural de Osuna.
En 12 de marzo de 1594 probó haber oído el segundo
curso de Cánones, en la cual facultad se graduó de ba-
chiller á 3 de abril de iSgG, licenciándose y doctorándose,
respectivamente, en 3o de abril y 5 de mayo de i5o8 (O.
Poseo un buen ejemplar de su libro intitulado De executo-
ribvs et commisariis testamentariis, impreso en i638, libro
en que todo es de Osuna: el autor (Avthore Doctore Fran-
cisco Carpió, Vrsaonensi); su cargo (iii eadem celebérrima
Academia ordinario Codicis qiiondam professore); la dedica-
toria (Gloriosissiinis Arcadio, Leoni dicati), y los mol-
des y aun el editor fVrsaone, Excndebat Liidovicus Estiipi-
ñan. Avthoris impensisj. Más todavía: abundan en tal libro
las alusiones al famoso ursaonense Luís de Molina y á sus
celebradas obras. Osuna puede repetir hoy aquello del ro-
mance viejo:
Ayer, señor de ciudades,
Muchos vasallos tenía,
¡Y hoy no tengo ni una almena
Que pueda decir que es mía!
(i) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 9 de 1594. — Grados, re-
gistro 2.°, fols. lo, 1 1 y 12.
7y6 F. rodríguez marim
Cepeda (Baltasar de).
Estudió Cánones en Osuna (de donde era natural, y no
de Sevilla, como se ha venido creyendo), y probó haber
oído las materias en 3o de abril de iSyS, 14 de abril de
1576 y 24 de abril de 1577; en este último día justificó que
había leído las seis lecciones reglamentarias, graduándose
de bachiller en la dicha facultad á 20 de mayo del mismo
año de 1577 ('). Otro Baltasar de Cepeda, sevillano, estu-
diaba en la universidad hispalense años después, matricu-
lándose para primer curso de Artes en 20 de Septiembre
de 1578; para tercero, en 7 de enero de i58i, y para pri-
mero y segundo de Medicina, respectivamente, en 11 de
enero del mismo año 81 y 14 de mayo del 82 (2). Sin duda
no es éste, sino el osunés, el notario del arzobispado de
Sevilla y el inspirado cantor de la Regina sine labe concep-
ta: lo uno, porque con el ejercicio de la notaría eclesiástica
más se avienen los estudios canónicos que los de Artes y
Medicina, y lo otro, porque he cotejado la firma que el Ce-
peda ursaonense puso como testigo de una prueba de curso
de Martín Trujillo (14 de abril de 1576) con otras que el
notario y poeta tiene en cierto expediente formado sobre
la asistencia de las Cruces al Cabildo de la Iglesia Metro-
politana (24 de noviembre de 1614) y, á pesar de los trein-
ta y ocho años transcurridos, es tal el parecido de las dos
firmas, que no vacilo en afirmar que están hechas de una
sola mano.
Colmenero (Antonio), natural de Écija.
En 23 de junio de 1612 se graduó de bachiller en Me-
dicina, previa presentación de su título de examen de ciru-
jano latino, dado por los protomédicos, con el cual justi-
(1) Pruebas de cursos y lecciones, fols. 27 de 1575, 27 de 1576
y 22 v.° de 1577. — Grados, reg. 1.°. fol. 22 v.° de 1577.
(2) Arch. univ. de Sevilla, libro 4.° de Matrículas, fols. 240 v.°,
241 v.°, 266 y 272.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 777
ficó haber oído tres cursos de Medicina, 3' de la cédula con
que acreditó haber cursado en Osuna el cuarto (0.
Coria (Fk. Diego de), carmelita, natural de Utrera.
Siendo ya fraile, probó, á 22 de abril de 1567, haber
oído desde i.° de octubre de 1564 olas súmulas de soto y
lógica magna del philosopho y qaatro libros de phisicos, »
y se graduó de bachiller en la facultad de Artes á 10 de
abril del mismo año. Trasladóse á Alcalá de Henares, en
cuya universidad cursó Teologia, y vuelto á Osuna se ba-
chilleró en esta facultad. Llamábase de segundo apellido
Quebrado, y no Maldonado, como le llama D. Nicolás An-
tonio (2).
Coveña (Fr. Juan de), dominico.
Ya era fraile cuando, á 29 de octubre de 1560, probó
haber oído en Osuna tres cursos de Teología durante los
tres años anteriores (3). Paréceme— no lo he visto despa-
cio— que éste es el Coveña escritor á quien creyó francis-
cano D. Nicolás Antonio.
Chaves (Fk. Pedro de), carmelita, natural de Sevilla.
Se graduó de bachiller en Teología el 11 de diciembre
<ie 1610, licenciándose el 3o y doctorándose á i.o de ene-
ro del año siguiente (4).
Chirino (Pedro), jesuíta, natural de Osuna.
Probó sus estudios en la facultad de Cánones en 2 de
junio de 1574, 12 de abril y 22 de junio de i575 y 3o de
marzo de 1576, habiendo acreditado á 16 de este mes la
lectura pública de las seis lecciones necesarias para gra-
(i) Grados, reg. 3.°, fol. 16 v.° de 1612.
(2) Pruebas de cursos y lecciones, fol. i5v.°de 1567.— Grados,
reg. i.°, fols. 14 v.° de 1567 y 28 v.°de 1572.
(3) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 21 v.° de 1560.
(4) Grados, reg. 3.°, fols. 31 v.°, 35 y 36 de lóio.
•778 F. RODRÍGUEZ MARÍN
duarse de bachiller, lo cual verificó en 8 de abril siguien-
te. Llámasele en el acta natural de Osuna y oriundo de
Málaga (0. Alguna vez firmaba Pedro Chirinode Sagafrci-
ga; pero este último apellido no era el de su madre. Hé
aquí la partida bautismal del célebre jesuíta:
«En lunes xv del mes de agosto año de m d 1 viij Bapti-
ce a P° hijo de al" chirinosy su muger mari nuñez. Padri-
nos Don Xpoval y su muger doña maria y el contador león
y doña barbóla [Bárbava] su muger. — El bllr. Sierra, t^).»
Chirino llegó á Filipinas á fin de mayo de iSgo; pero
no hizo la profesión de cuatro votos hasta el de i5g5. Mu-
rió en Manila á 16 de septiembre de i635. Fué el primero
que en su universidad leyó Cánones y Sagrada Escri-
tura (3).
Chirinos (Fr. Juan), trinitario.
Previa presentación de la probanza de cuatro cursos de
Escolástico y uno de Positivo, acabados de cursar á 26
de mayo de iSyy, y la exposición de su prelado, fecha en
Sevilla á 12 de octubre de iSyS, y el título de bachiller en
artes, recibió el grado de bachiller en Teología el 3i de
agosto de 1580 (4).
Díaz Franco (Luis).
Un Luis Díaz Franco, natural de Antequera, discípulo
que había sido en Granada del maestro Peralta, se graduó
de bachiller en la facultad de Artes en Osuna, á 16 de di-
ciembre de 1574 C»). Creo que es éste el Luís Díaz Fran-
co que cita D. Nicolás Antonio como natural de Lisboa.
(i) Pruebas de cursos y lecciones, fols. 23 de 1574, 23 y 36 de
• 575 y 10 v.'^'y 18 v.° de 1576.— Grados, reg. i.°, fol. 16 de 1576.
(2) Archivo parroquial de Osuna, libro 4.° de Bautismos, fo-
lio 137.
(3} Debo estas noticias al R. P. Uriarte, doctísimo bibliógrafo
de la Compañía.
(4) Grados, reg. 1.°, fol. 38 v.° de i58o.
(5) Grados, reg. i.°, fol. 34 de 1574.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 779
Díaz Guiral (Bartolomé).
D. Nicolás Antonio le llamó equivocadamente Díaz
Giial, y no supo en qué pueblo vio la primera luz. Fué
natural de Utrera. Probó el primer curso de Cánones á 17
de abril de 1573, y otro en 19 de marzo de iSys, y en i3
de septiembre de i577 pidió y obtuvo el grado de bachiller
en la dicha facultad (0.
Escobar (Baltasar de), natural de Sevilla.
El famoso poeta de este nombre es el mismo Baltasar
de Escobar que, estudiando Leyes en Osuna por los años
de 1570, argüyó en 7 de mayo á Gaspar \'anegas en su
grado de bachiller en Cánones: «Le argüyeron antonio de
peralta y baltasar de escobar estudiantes juristas {2).» Otro
Baltasar de Escobar, también de Sevilla, se matriculó en
la universidad hispalense para primer curso de Leyes en
29 de octubre de i58o (3); pero aquél, y no éste, ha de ser
el crítico que escribió con pluma de oro acerca de El Mon-
serraie de Virués, y cuyo retrato (y no su biografía, pues
no llegó á redactarla) debemos á Francisco Pacheco. Para
afirmarlo así, me fundo en que en 1583, cuando Cervantes
dio la postrera mano de lima á su Calatea, dijo en el Canto
de Calíope, octava 55:
Baltasar de Escobar, que agora adorna
Del Tíber las riberas tan famosas,
Y con su larga ausencia desadorna
Las del sagrado Betis espaciosas
Claro es, lo uno, que el que estudiaba en Sevilla, á fines
de i58o, primer curso de Leyes, no debió de irse á Italia
sin terminar su carrera; y, lo otro, que, aun efectuándolo
así, su ausencia no podía llamarse larga en i583. La ex-
presión de Cervantes más conviene al Baltasar de Esco-
(i) Pruebas de cursos y lecciones, íols. 14 de 15/3 y '^ ^•° ^"^
1575.— Grados, reg. i.°, fol. 37 v.° de 1577.
(2) Grados, reg. 1°, fol. 25 de 1570.
(3) Archivo universitario de Sevilla, lib. 4.° de Matrículas.
y8o F. RODRÍGUEZ MARÍN
bar que, estudiando en Osuna en iSyo, y quizás matricu-
lado para el primer curso en i568, pudo bacliillerarse y
licenciarse en otra Universidad, quizás en aquel mismo
año ó en el de iSji (i), yéndose después á Italia. Sólo asi
tiene buena explicación el dicho de Cervantes.
Un Gaspar de Escobar, sevillano, se graduó en Osuna
de bachiller en artes á ig de junio de 1572, como discí-
pulo del P. Juan Jerónimo, de la casa de los jesuítas de
Sevilla (2), y en 11 de septiembre siguiente se matriculó
en la universidad hispalense para primer curso de Cáno-
nes (3). Por las fechas, si, como parece, es hermano del
poeta este Gaspar, confirma en la idea de que aquél fué
quien estudió en Osuna.
Espinosa (Fr. Francisco de), carmelita.
Siendo ya fraile, probó, en 7 de noviembre de i586,
haber oído dos meses de Teología (4).
Paría (Fr. Alberto de), carmelita.
Es el' Parias que menciona D. Nicolás Antonio. Ya
fraile, en 5 de mayo de 1564, probó que en los años de
1560, 61 y 62 había oído tres cursos de Teología; justifi-
có otro curso en 6 de septiembre siguiente, y en i.° de
igual mes de 1565 probó haber estudiado tres cursos de
Artes en i557, 58 y Sg (5).
Paría (Francisco de), natural de Granada.
No lo hallo en los registros de cursos y grados de la
(i) Ya he indicado que faltan hace más de un siglo (desde an-
tes que se encuadernaran los legajos) las pruebas de cursos y lec-
ciones de 1568-70.
(2) Grados, reg. i.% fol. 23 de 1572.
(3) Universidad de Sevilla, libro de Matrículas de 1569-77, fo-
ho 48 v.°
(4) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 30 del dicho año.
(5) Pruebas de cursos y lecciones, fols. 11 v.° y 20 v." de i5u4
y 22 de 1565.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 781
universidad de Osuna; pero me consta que en ella se gra-
duó de bachiller en Cánones, pues con este título se pre-
sentó en 1594 para la licenciatura en la universidad de
Granada, en donde se le asignaron puntos el jo de enero,
dándosele el grado al día siguiente. Para el de doctor se
presentó en 21 de febrero de 159.7 '''•
Figueroa (D. Luís Manuel de).
Este notable poeta, á quien tengo por antequerano, y
de cu3'a inspiración hay algunas muestras esparcidas en
varios libros (2), estudió Cánones en Osuna, pues aunque
no he hallado las probanzas de sus cursos, fué testigo,
como estudiante canonista, en las de sus condiscípulos
Juan de Castilla, natural de Jerez, Baltasar de Perea, se-
villano, y el célebre poeta de Antequera, Luís Martín de la
Plaza, en 3o de abril y 2 de mayo de 1697 (3). En tales
diligencias suele llamársele á secas D. Luís Emanuel;
pero éi firmaba constantemente con el apellido Figueroa.
No debe confundirse á este escritor con un D. Luis de Fi-
gueroa, clérigo, probadamente natural de Antequera, muer-
to en esta ciudad á 3 de enero de 1607, y que estudió
Cánones en la misma universidad ursaonense al propio
tiempo que D. Luís Manuel, pues las dos firmas son de-
semejantes. Un sujeto llamado D. Luís Manuel era ca-
nónigo de la Catedral de Sevilla en 8 de diciembre de
1617, día en que el cabildo y el arzobispo D. Pedro de
(i) Archivo universit.irio de Granada.
{2) Recuerdo estas dos coLiiposiciones suyas:
Por montes canos en el yerto invierno
(Espinosa, Flores de poetiis ilustres, 1605.)
El sacro cisne que entrs Mincio y Pado
(Mesa, La Restauración de España, 1607.)
(3) Pruebas de cursos y lecciones, fols, 29 y 34 de 1597.
y82 F- RODRÍGUEZ MARÍN
Castro juraron defender el misterio de la Pura y Limpia
Concepción (0. ¿Sería este D. Luis el poeta?
Florindo (Francisco), natural de Ecija.
Se matriculó en 1600 para tercer curso de Cánones (i).
García de YegrOS (Alonso;, natural de Antequera.
A I." de diciembre de i582, 7 de noviembre de i583,
22 de abril de 1584 y 27 de febrero y 20 de abril de i586,
probó haber estudiado los cuatro cursos de Cánones y
haber leído públicamente en el general las seis lecciones
para bachiller, grado que se le dio el último de los días
citados (i). Antes de 1608, siendo tesorero y canónigo
de la iglesia de Baza, escribió un muy curioso Ti-atado de
la antigüedad y nobleza de la ciudad de Antequera, de que
hay copia en la Biblioteca Capitular y Colombina de Se-
villa. En i588-90 era cura de la parroquia de San Isidro,
de su ciudad natal. Murió en Baza á 5 de octubre de 1642.
Gómez de Arellauo (D. Miguel), natural de Ciria.
Se matriculó para segundo curso de Cánones en i5 de
octubre de 1612, y para tercero en 3o de octubre de
i5l3 (4). graduándose de bachiller en esta facultad á 2 de
abril de i5i5 (5). Fué colegial mayor, catedrático y rector
de la Escuela ursaonense. D. Nicolás Antonio le llama
Gómez de Luna y Arellano.
Gudiel (Fi?. Alonso de), agustino.
Era natural de Sevilla. Graduóse de maestro en Teolo-
(i) Relación de! solemne juramento Sevilla, Lira, 1617,
fol. 15.
(2) Cuaderaos de matrículas.
(3) jPruebas de cursos y lecciones, fols, 3S v." de 1582, 29 de
i583, iov.°de i584 y 5 v.° y t2 v." de i.S8(i. -Grados, reg. 2.°,
fol. u de i586.
(4) Cuadernos de matrículas,
(5) Grados, reg. 3.°, fol. 4 v.°de UÍ15.
LA UNIVERSIDAD PE OSUNA 783
gía á 17 de diciembre de i557 en la universidad de Gan-
día; y siendo en la de Osuna catedrático de Sagrada Es-
critura incorporó el dicho grado á lO de noviembre de
i565 (0.
Gudiel (Jerónimo), natural de Sevilla.
Se graduó de licenciado en Medicina en la universi-
dad de Osuna á i.° de septiembre de i553, doctorándose
dos días después. Era catedrático de Prima de Medicina.
Más tarde, en 8 de febrero de 1558, incorporó en la di-
cha universidad su grado de licenciado en Artes, obtenido
en la complutense, graduándose de maestro en el mismo
día. Por el acta de este grado consta que Gudiel había
nacido en Sevilla (2).
Guerrero de Espinel (Juan), natural de Olvera.
Es el mismo á quien D. Nicolás Antonio llama Gue-
rrero de Empinar. Se bachilleró en Cánones en Osuna á 29
de mayo de iSgS (3).
Hernández (Fr. Vicente), dominico.
Siendo ya fraile y catedrático de Prima de Teología,
se presentó para bachiller en la facultad de Artes, mos-
trando por signeto un título firmado del Rmo. P. Seraphi-
no Caballi, general de la Orden, su data en Roma á 16
de junio de 1571, y por el cual pareció que el solicitante
había leído Artes durante seis años. Confiriósele tal gra-
do en II de diciembre de 1578, y cuatro días después el
de licenciado en la dicha facultad. En 16 del propio mes,
justificando llevar seis años de lectura en Teología, que se
le admitieron por cursos y por tiempo de pasante para los
grados de bachiller, licenciado y doctor, fué admitido al
(i) Grados, veg. 1°, fol. 35 de i565.
(i) Grados, reg. i.°, fols. 5 v.° y 6 de 1553 Y • v." de lí-S».
(3) Grados, reg. 2.°, fol. 16 del dicho año.
jS^ F. RODRÍGUEZ MARÍN
primero de ellos, otorgándosele al día siguiente, y los dos
restantes en 2 de enero de i57g (i).
Hojeda (D. Fernando de).
Era natural de Teba, diócesis de Málaga; firmaba Ho
jeda y no Ojeda, como escribe D. Nicolás Antonio, y lla-
mábase de segundo apellido Triviñu. En 10 de abril de
1604 y 23 de junio de i6o5 probó haber oído los dos pri-
meros cursos de Cánones; y siendo ya colegial mayor, se
bachilleró en esta facultad á 3 de octubre de 1608, li-
cenciándose y doctorándose á 22 de junio de 1612 (2).
Humada y Mudarra (D. Bartolomé de), natural de
Ronda.
Estudió Cánones por los años de 1561-64 y, después
de haber leído públicamente las seis lecciones para gra-
duarse de bachiller, se le asignaron puntos en las Decre-
tales, para la lección pública, á 23 de junio de 1564, eli-
giendo el capítulo Si qnis contra clericitm Leyó el día
25 y fué aprobado; pero aún no se graduó hasta el 19 de
junio del año siguiente (3). No llamo Ahumada, sino Hu-
mada, al ilustre canonista de Ronda, grande amigo de
D. Macario Fariñas y de Rodrigo Caro, porque Humada
se llamó él, así firmando como en su libro.
López de Nuceda (Gaspar).
A 8 de diciembre de i556, y estando en el claustro de
la universidad con los doctores y maestros «el conde mi
señor y el muy illustre señor don pedro girón, su hijo
maior y mi señor,» Gaspar López de Nuceda, doctor en
(i) Grados, reg. i.°, fols. 47 v.°, 48 v.° y 51 de 1578 y i v." y 2
de 1 579.
(2) Pruebas de cursos y lecciones, fols. iS de 1604 y 14 v." de
l6o5. — Grados, reg. 2.°-ldem, reg. 3.°, fols. 13 y 14 de 1Ó12.
(3) Pruebas de cursos y lecciones, fols. i y 18 de 1562, 9 de
1563 y bis 18 de 1564. -Grados, reg. 1°, fols. 12 de i564 y 29 de
1565.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 7S5
Medicina por la universidad de Valencia, é incorporado
en la de Sevilla, pidió que, como catedrático de Vísperas
en la de Osuna, le incorporasen de doctor en ella. Así se
efectuó; y como pidiese al rector que le señalara asiento
en el claustro y él le mandase sentar en lugar preferente
al de los doctores médicos no catedráticos, tomáronlo por
agravio los doctores Diego Sánchez y Castillejo, y ape-
laron de tal mandamiento para ante el chanciller, abad
de la Iglesia Colegial. Presumo que la resolución del con-
flicto hubo de ser favorable á los apelantes, porque dos
meses después, á i.° de febrero de iSSy, se verificó de
nuevo la incorporación, sin asistencia del patrono ni de los
doctores agraviados, y sin que se señalara sitio alguno al
doctor López de Nuceda. En esta acta se le llama «natu-
ral de Canaria.» Más tarde, en 7 de febrero de i558, pi-
dió su incorporación como licenciado en Artes, grado que
tenía por la universidad de Toledo, y tres días después se
le confirió el de maestro en esta facultad (i).
López Serrano (Gaspar), natural de Córdoba.
Cursó Teología en el colegio de Jesuítas de su ciudad
natal, y se graduó de bachiller en esta facultad en Osu-
na, á 2 de enero de 1608 (2).
Llana (Juan de la), natural de Antequera.
Poeta de quien hay alguna composición en las Flores
colegidas por Pedro Espinosa. En 2 de abril de 1594
probó haber oído el cuarto curso de Teología (3).
Maldonado (Fr. Phdro), agustino, natural de Sevilla.
Se graduó de bachiller en Teología á 26 de mayo de
1610, siendo ya fraile; presentado para la licenciatura dos
(i) Grados, reg. i.°, fols. 12 de 1556, 2 de liSi y 2 de 1558.
(2) Grados, reg. 2.°, fol. i del cuaderno de este año.
(3) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 27 de 1594.
II 5o
^86 F. RODRÍGUEZ MARÍN
días después, y hecha la publicación, en 19 de junio «tu-
vo el acto público de todo el dia para el grado de licen-
ciado en Theulugia, al qual llaman Jirona, sobre un pas-
so de la sagrada Escriptura, en memoria del fundador;»
y, aprobado, en los dos días siguientes le confirieron los
grados de licenciado y doctoi- (i).
Maqueda (Fr. Gabriel de), franciscano.
Perteneciendo ya á la Oiden Tercera, se bachilleró en
la facultad de Artes á 10 de septiembre de 1600. Presen-
tado en 20 de julio de 1612 para la licenciatura en esta
facultad, otorgósele este grado dos días después, y el 26
el de doctor (2).
Marañón y Mendoza (D. Feliciano), natural de Gra-
nada.
Se graduó de bachiller en Teología á 4 de diciembre
de 1615 (3).
Martín de la Plaza (Luís), natural de Antequera.
En las Flores de poelas ilustres, de Espinosa, se le llamó
por equivocación Martínez de la Plaza; y aunque en la fe
de erratas se salvó ésta, Martínez de la Plaza se ha segui-
do llamando comúnmente al celebrado autor del lindo
madrigal que empieza:
Iba cogiendo flores
Y guardando en !a falda
Mi ninfa, para hacer una guirnalda.
También cayó en ese error D. Nicolás Antonio, añadien-
do, equivocadamente, que falleció de cincuenta años en el
de i535.
(i) Grados, reg. 3.°. fols. 15 y 15 v.° á 16 v.° de 1610.
(2) Grados, reg. 2.°, fol. 32 de i6oo.-ldem, rtg. 3.°, fols. 21
v.°, 22 y 24 de if)i2.
(3) Reg. 3.» de Grados, fol. 5 del cuaderno de i6i5-i6.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 7S7
Luís Martín de la Plaza., hijo de García Martín, ropero,
y de Inés Gutiérrez, su mujer, fué bautizado en la iglesia
de San Salvador, de Antequera, el día 5 de febrero de
1577. Teniendo diez y seis años se trasladó á Osuna, en
cuya universidad oyó Cánones, probando sus estudios en
16 de marzo de 1594 y 29 de marzo y 2 de mayo de
1597, y graduándose de bachiller en esta facultad el día
últimamente citado (0. Ordenóse de misa en Málaga por
marzo de iSgS; y vuelto á Antequera, fué párroco de la
iglesia de Santa María, por lo menos, desde 1605 hasta
1622. Murió en su ciudad natal en iGzS.
Matamoros Vázquez Gallego (Benito).
Na'.-ió en la Oliva, diócesis de Badajoz; se graduó de
bachiller en artes en la universidad de Sevilla á 15 de
febrero de 1607 (2); y después de oír Medicina en Sala-
manca y en Osuna, aquí recibió el grado de bachiller en
dicha facultad á 12 de enero de i6i3. Llamábase entofi-
ces Benito Vázquez, como le llama D. Nicolás Antonio.
En 10 de enero de 1614 se licenció en Artes, y graduóse
de maestro á 10 de noviembre del mismo año y de licen-
ciado en Medicina á fines de i5i6 (3). El doctísimo autor
de la Bibliotheca hispana novu no debió de ver su libro,
pues afirma que se intitula Defebribii% sdectx dispiilatione'i,
siendo así que está rotulado, según copio, no del Ensa-
yo..., de Gallardo, sino del ejemplar que poseo: Selecta-
riiin I Medicina; Dísputatioiiiim | Toinwi I (Osuna, Juan
Serrano de Vargas y Ureña, 1622.) Matamoros leyó prime-
ro Filosofía en la universidad ursaonense, y después tuvo
á su cargo la cátedra de Prima de Medicina.
(i) Pruebas de cursos y lecciones, fols. 30 v.° de 1594 y 29 y
31 v.° de 1597.— Grados, reg. 2.°, fol. 14 de 1597.
(2'! Archivo uaiversitario de Sevilla, fol. 160 del lib. 5.° de gra-
dos de Bachilleres en Filosofía.
(3) Grados, reg. 3.°, fols. i v.° de 161 3, 23 v.° y 38 de 1614 v
4 de 1616.
gg F. RODRÍGUEZ MARÍN
Medina (Francisco de), natural de Sevilla.
Se graduó de bachiller en artes en la universidad his-
palense á .8 de junio de i56i, y nueve años después fu.
de Catedrático de Latinidad á la de Osuna donde se h-
cenció en la dicha facultad á i8 de agosto de iSyo gra-
duándose de n.aestro en el propio día (O- Ya estaba en
Osuna en 12 de junio de este año, pues en esta fecha dio
el tradicional vejamen á García de Robles Agu.lar. El
eximio humanista, poeta y crítico sevillano hgu.a entre
los examinadores de bachilleres en artes en los anos iSyi
y 1572.
Melgar (Francisco de), natural de la Puente de Don
Gonzalo. ,11
En 17 de octubre de i583 probó haber estudiado el
primer curso de Instituta y Decretales, justificando los
demás en 25 de octubre de i586 y 21 del propio mes del
año siguiente (2).
Miedla (Luís Antonio de), natural de Osuna.
En 10 de abril de 1604 probó haber oído el tercer cur-
so de Cánones, y el cuarto en 23 de junio de i6o5 En 14
de septiembre de i6i3 se graduó de Bachiller en dicha fa-
cultad (3). Escribió un libio intitulado Osttm Ilustrada,
que se ha perdido, pero que examinó y citó con frecuen-
cia Fr Fernando de Valdivia en su Historia, vida y mar-
Unos del glorioso español San Arcadw Ursaonense {Covac-
ha I7II). Fué MigoUa canónigo de la Colegial de Osuna
y jue^ de alzadas del estado de sus duques en Andalucía.
Murió en 11 de diciembre de 164&.
^0 Gradcs,reg.,.°,fols. ?5^-"y37v.°dei570.
(2) Pruebas de c^arsos y lecciones, íols. 24 v.» de i583, 34 v.
(3) P.ucbas de cursos y lecciones, íols. .D de ,604 y .5 v. de
1605.— Grados, reg. 3°, íol. 26 de 161 3.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 7"9
Miranda y Serna (Rodrigo de), natural de Archidona.
Este poeta, de quien hay un soneto laudatorio en las
Flores recogidas por Pedro Espinosa, se graduó de bachi-
ller en Cánones en la Universidad de Osuna á 28 de abril
de 1593 (■). Había nacido en marzo de iSyi. Siendo ca-
nónigo de la Iglesia de Málaga, concurrió á la justa poé-
tica verificada allí en mayo de 1640 (2).
Mogollón (Baltasar de), natural de Cáceres.
A o de mayo de i56i presentó la probanza de los cur-
sos y'lecciones para bachiller en Cánones, grado que se
le confirió al día siguiente (3). Fué catedrático de Códigos
en la universidad de Sevilla, según se expresa en la porta-
da de su libro intitulado Tractatus de his qua vi, mettisve
causa fiunt (Hispali, 1600).
Molina (Luís de), natural de Osuna.
Se licenció en Cánones en la universidad de Sevilla por
abril de 1547 (4); mas por el doctor Francisco del Carpió,
también osunés, hay noticia de que Molina recibió el gra-
do de doctor en Osuna: insígnis nostev D. Mulina (di-
ce), qiiia natiis Vrsaone nostra ex parentibm nobilihtis, et
Doctoratus lanream ín ea siiscepit (5). En el acta de la
licenciatura en Cánones de Sebastián de Villagómez, na-
tural de Villalón (6), figura formando parte del Tribunal
«el doctor luis de molina, del consejo real de las indias de
su magt deán de la facultad de cañones.» Este Molina no
•es otro que el célebre jurisconsulto mi paisano.
(i) Grados, reg. 2.°, fol. 39 v.° del mencionado año.
(2) Catálogo de la. Biblioteca de Salva, núm. 2 5o.
(3) Grados, reg. i.°, fol. 7 de i56i.
(4) Archivo universitario de Sevilla, lib. i.° de Matrículas, fo-
3io6iv.'» .
(5) De execuloribus el commisariis testamentariis, fol. 3.
(6) GraJos, resj. i.°, fol. 17 de i568.
jgO F. RODRÍGUEZ MARÍN
Molina Medrano (Francisco), natural de Vélez-Má-
laga.
Después de estudiar en las uíiiversidades de Huesca,
Granada y Osuna, se bachilleró en Cánones en esta últi-
ma á 28 de octubre de i588 (0.
Montoya (Fr. Diego de), agustino.
Ya fraile y catedrático de Vísperas de Teología en la
universidad de Osuna, se presentó para bachiller en esta
facultad á 21 de mayo de 1578, grado que se le dio al
día siguiente, así como el de licenciado en 3 de diciembre
y el de doctor en 15 del mismo mes (2). El doctor Gon-
zález Robles afirmaba que Fr. Diego de Montoya había
escrito una obra de Teología, que se conservaba manus-
crita en la librería del convento de San Agustín, de Osu-
na, en donde la vio 5' examinó por octubre de 17S4.
Morga (Antonio de), natural de Sevilla.
Graduado de bachiller en Cánones por Salamanca á 26
de abril de 1574, en 27 de noviembre de 1578 fué recibi-
do como colegial en el mayor de Osuna (3). Se licenció en
la dicha facultad á 22 de diciembre del mismo año y se
doctoró dos días después. D. Nicolás Antonio no supo ó
no dijo que Morga había nacido en Sevilla. He aquí su
partida de bautismo, según copia expedida por el licencia-
do Morales, cura del Sagrario, á 2 de septiembre de 1578:
«En miércoles a veinte y nueue de noviembre de mili
y qui°s y cinq*^' y nueve a°s baptize yo el bller x°bal nuñez
a Antonio hijo de p° de morga y de su muger agustina
Sánchez /fueron padrinos el señor ar"° de nyebla, y de riba
de gil, y el s""" canónigo vrbina y thomas milez y ju° de
Rey vz"s de seu^/En fee de lo qual lo firme de mi n<^ (4).»-
( 1 ) Grados, reg. 2.°, fol. 13 v.° del dicho año.
(2) Grados, reg. i.°, fols, 17 v.°, 24 v.° y 48 de 1578.
(3) Grados, reg. i.°, fols. 51 v.° y 52 v.° de 1578.
(4) Pruebas para recibir á Morga como colegial, fol. 15.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 7gl
Mosquera de Barrionuevo (D. Framcisco).
Natural de Granada, y no de Soria, como equivocada-
mente creyó D. Nicolás Antonio. Estudió Cánones en
Osuna por los años de i583-85 (i), bachillerándose á 5 de
mayo de este año (2).
Mosquera de Figueroa (Cristóbal), natural de Se-
villa.
Graduado de bachiller en Cánones por Salamanca á
24 de abril de 1567, se presentó en la universidad de
Osuna para licenciado á i.° de marzo de 1575; en 2 de
abril se le dieron puntos, y el 4, aprobado el día antes
previo el examen secreto, le fué conferido el grado que
pretendía. En el acta llamósele primero Xtial mosquera de
figueroa; pero el secretario entrerrenglonó luego tras del
apellido Figueroa el de vioscoso (3).
Navarrete (Juan Bautista), natural de Córdoba.
Probó en Osuna, á 12 de junio de i567, haber oído tres
cursos, uno de Súmulas, otro de Lógica y otro de Filoso-
fía, en el colegio de la Compañía de Jesús de su patria;
graduóse de bachiller en la facultad de Artes en el pro-
pio día, y en 12 de febrero dé 1572 de bachiller en Teo-
logía, cuyos cuatro cursos había estudiado en la dicha
ciudad (4). Mucho más tarde, en 18 de marzo de 1600, se
licenció en Artes (5).
Núfiez Delgadillo (Fk. Agustín), carmelita, natural
de Calila.
En i5gi se bachilleró en la facultad de Artes, licen-
fi) Pruebas de cursos y leccioaes, fols. 14, 29 v.° y 30 v.° de
1584 y 14 v.° de 1585.
(2) Grados, reg. 3.°, fol. 22 del cuaderno correspondiente.
(3) Grados, reg. i.°, fol. 3 v.° de 1557.
(4) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 24 de i Soy.— Grados, re-
gistro I °, fols. 19 v.° de 1567 y 4 v.° de 1572.
(5j Grados, reg. 2.°, fol. 15 del cuaderno de este año.
•7g2 F. RODRÍGUEZ MARÍN
ciándose á i6 de enero de iSgS, y graduándose de maes-
tro al día siguiente (0. Pacheco asegura que Núñez Del-
gadillo estudió en Osuna los dos últimos años de Teolo-
gía {2); pero no hallo las pruebas de estos cursos. Fué en
la dicha universidad catedrático de Artes.
Peralta (Fr. Hernando de), agustino.
Siendo ya fraile y bachiller en Teología por la univer-
sidad de Sevilla, se licenció en la de Osuna en 21-23 de
abril de i58y, doctorándose el mismo día 23 (3).
Peramato (Pedro de).
Se licenció en Medicina el día i5 de febrero de i55y,
siendo ya colegial y catedrático de Aforismos, y graduó-
se de doctor á 14 del mes siguiente. Se licenció en Artes ^
en 8 de Febrero de i558 (4). Llamábase de segundo ape-
llido Sendín. Por las actas de sus grados consta asimismo
que no era portugués, como creyó D. Nicolás Antonio, ni
cordobés, como quieren otros, sino natural de Ledesma,
diócesis de Salamanca. Por los años de 1568-83 fué mé-
dico de cámara de D. Alonso Pérez de Guzmán, séptimo
duque de Medinasidonia, que le había librado de la pena
de muerte, impuesta á consecuencia de un trágico suceso
ocurrido en Córdoba.
Pérez Gironda (García), natural de Ronda.
ü. Nicolás Antonio le llama García de Gironda. Estudió
Cánones en i56g-74 y se graduó de bachillej- en esta fa-
cultad á i5 de marzo de este último año (5).
(i) Grados, reg. 2.°, fol. 18 v.° del dicho año.
(2) Libro de descripción de verdaderos retratos...:.
(3) Grados, reg. 2.°, fols. 16 y 19 del dicho año.
(4) Grados, reg. i .°, fols. 3 v.° y 7 v.° de 1537 y 2 v.° de 1558,
(5) Pruebas de cursos y lecciones, fols. 26 v.° de 1571, 6 v.° de
1572, 4 de 1 573 y 2 v.° y 5 v." de 1574.— Grados, reg. 1.°, fol. 4 v.°
de 1574.
LA UNIVERSIUAD DE OSUNA 793
Pineda (Fr. Cipriano de), agustino.
Para que pudiese leer, conforme á los estatutos, la cáte-
dra de Vísperas de Teología, se le admitió el grado de
bachiller en esta facultad, al presentar la provisión del
Duque de Osuna y la licencia del provincial de la Orden,
otorgándosele el dicho grado en 27 de octubre de 1612. Se
licenció en 20 de abril del año siguiente, graduándose de
doctor dos días después (O. •
Pizaño de Palacios (Alvaro).
La buena fortuna, que en punto á investigaciones histó-
ricas logra más que la muy exquisita diligencia, ha traído
á mis manos porción considerable de noticias de este vir-
tuoso eclesiástico y elocuente orador. Extractaré las poco
ó nada conocidas.
Fueron sus padres Andrés Jiménez, á quien también lla-
maban Andrés Castillo, clérigo, natural de Utrera y resi-
dente en Alcalá de Guadaira (hijo de Antón Jiménez y
Bernardina de Palacios), y Juana de Pineda, nacida en
Sevilla (hija de Alonso de Aldana. pintor de sargas, y de
Ana de Pineda, vecinos de la collación de San Juan de la
Palma). Pizaño de Palacios nació en Alcalá de Guadaira,
y no en Sevilla, aunque siempre se llamó hispalense; pero
á esta ciudad fué traído muy niño, y en ella le criaron Al-
varo Pizaño, barbero, de quien tomó el nombre y el pri -
mar apellido, y Juana Ortiz, su mujer. El apellido Palacios
es el de su abuela paterna.
En el archivo universitario de Sevilla he hallado mu-
chas noticias acerca de sus estudios: se matriculó para
segundo curso de Teología en 3i de octubre de 1572; para
el tercero, en 4 de enero de 1574, y para el cuarto, en 27
de octubre siguiente (2). Entre tanto, había estudiado Artes
(i) Grados, reg 3.°, fols. 35 de 1612 y 10 v.° y 1 1 v.° de 1Ó13.
(2) Archivo universitLirio de Sevilla, libro de Matrículas en que
se comprenden las de este año, fols. 57, 80 v.° y 92 v.°
yg4 F. RODRÍGUEZ MARÍN
y Filosofía, facultad en la cual se graduó de bachiller á
7 de abril de iSyi y se licenció el viernes 5 de marzo de
1574, graduándose de maestro en 19 de diciembre del
propio año (0. Como regente de la cátedra de Filosofía,
intervino en muchos grados por los años de i582 (2). Li-
cenciado en Teología á principios de t583, en 17 de marzo
se opuso á la canongía magistral de Antequera. Fueron
sus coopositores el doctor Briceño, graduado por Granada
en i56i, y el doctor Peralta y el licenciado Hidalgo, pro-
cedentes de las universidades de Valencia y Osuna. Brice-
ño se retiró de la oposición, y antes lo habían efectuado el
doctor Lorenzo Pérez de Oro, colegial de Osuna, y el licen-
ciado Gutiérrez. El 25 de abril se dieron puntos á Pizaño
para que leyera, y el 28 para que predicara (escogió el ca-
pítulo V de San Mateo); y en 5 de mayo fué nombrado en
primer lugar por todos los diez votos del cabildo; para el
segundo lugar obtuvo seis votos Hidalgo, y cuatro Peral-
ta (3I. Presentado Pizaño, por provisión de Felipe II,. dada
en San Lorenzo á 2 de junio del propio año de i583, para
la dicha canongía, antes de hacerse la colación, se recibió,
conforme á los estatutos de la Iglesia de Antequera, la
oportuna información sobre el linaje del aspirante, para la
cual el obispo de Málaga comisionó al canónigo Fernan-
do Mohedano. Practicáronse las diligencias en Sevilla y
en Utrera, y de ellas resultó lo que dije al principio en
cuanto á la patria y los padres de Pizaño, y asimismo que
éste era hombre de buena vida, fama y costumbres, y sólo
pariente por afinidad y en grado lejano de los célebres .-1/-
calaes con quienes tuvo cuentas el Santo Oficio (4). La in-
(i) Ibid., libro i.° de Diligencias y Colaciones de grados meno-
res (1570-74), y libro de Grados mayores y menores en todas Fa-
cultades (1574-76), fols. 10 y 67.
(2) Ibid., libro de Grados de Bachiller en todas Facultades
(1582-87).
{3) Actas del CabUdo Colegial de Antequera.
(4) Poseo copia de esta información, y vino á mi poder entre
otros papeles de mi difunto amigo el notable humanista D. Juan
LA UNlVlíKblDAD UE OSUNA 795
formación no pareció satisfactoria al cabildo colegial; el
licenciado Hidalgo, segundo nombrado, alegaba, por su
parte, que Pizaño no era limpio ni legítimo y que había
sido llamado por los inquisidores, y acerca de todo esto se
consultó al Rey, quien por otra provisión dada en Madrid
á i.° de febrero de i584 y refrendada por el secretario
Mateo Vázquez, y mediante que Pizaño acreditaba con un
breve pontificio, en cuanto á la ilegitimidad de su filia-
ción, estar dispensado para obtener cualquiera canongía ó
dignidad eclesiástica, y con testimonio de la Inquisición
que, si bien le habían llamado los inquisidores, no fué por
cosa tocante á la Fe ni al sacramento de la penitencia,
mandó que se le admitiese á la posesión sin obstáculos ni
detenimientos. Conferido el canonicato por el obispo de
Málaga, D. Francisco Pacheco, á I2 del mismo mes, el 14
tomó Pizaño la tan debatida posesión, prestando el jura-
mento de rúbrica, señalándosele en el coro la sexta silla
á mano izquierda, y derramando algunas monedas, des-
pués de leer en un breviario, en señal de dicha posesión,
estas palabras: Ntinc consideieiiius qui fiierint illi, qni
errare (■).
Fué Pizaño, como Rodrigo Caro y cien otros varones
eminentes, de algunos de los cuales voy tratando, hombre
docto graduado por Osuna. Aspiraba á una canongía de la
catedral de Córdoba; quería ó necesitaba el grado de doc-
tor teólogo, y fué á Osuna para recibirlo. ¿Hubiéranselo-
negado en Sevilla, á él, al primer bonete de España en pun-
to á habilidad para el pulpito, según la expresión del pin-
tor Pacheco? Admirado por su fama, respetado y venera-
do por sus virtudes, poco trabajo hubo de costarle obtener
de D. Pedro Téllez Girón, tercer duque de Osuna (que an-
dando el tiempo había de ser asombro del mundo), una
provisión, su data á 21 de septiembre de 1599, por la cual,
Quirós de los Ríos. Todas las noticias de Pizaño referentes á An-
tequera son de idóntica procedencia.
(i) Actas capiíulai es, lib. 2.°, l'ols. 531-35.
yn6 F. RODRÍGUEZ MARÍN
en virtud «de las muchas letras con9Íen9Ía y partes del
dicho maestro ajuaro pigaño,» mandó al rector y claustro
de su Universidad que le incorporasen en ella su titulo de
licenciado en Teología y le admitiesen para el grado de
doctor en esta facultad (0. Así se efectuó: en el propio día
incorporó su título de licenciado, doctorándose al día si-
guiente (-).
Poco después fué promovido al canonicato de Sagrada
Escritura de la Iglesia de Córdoba, pues ya á 4 de marzo
de 1600 escribía desde allí como tal canónigo al cabildo
de Antequera, en solicitud de que se le pagaran ciertas
costas.
No sé á punto fijo cuándo murió; pero sí que pasó á me-
jor vida después del 26 de abril de 1621, fecha en que
otorgó su testamento, y antes del 5 de junio siguiente, día
en que tal documento fué leído ante el cabildo antequerano.
En esta postrera disposición, otorgada en la ciudad de los
califas ante el escribano Gonzalo Fernández de Córdoba,
Pizaño declaró haber leído y predicado más de cuarenta y
cuatro años, y haber sido más de diez y ocho calificador
del Santo Oficio de la dicha ciudad; mandó que se le sepul-
tara en la capilla y entierro del canónigo Fernando Mohe-
dano; declaró poseer como bienes propios 1.700 ducados
de principal de un censo sobre bienes del concejo de An-
tequera; los destinó para fundar una capellanía y varias
fiestas en esta ciudad; y, por cuanto había solicitado el es-
tudio del convento de la Rizafa, de Córdoba, le mandó los
libros y estantes de su librería, dejando, en fin, á su áni-
ma por heredera.
Fué Pizaño, al par que eximio orador, excelente poeta
latino. Citaré alguna composición suya: para la famosa
puerta llamada el Arco de los Gigantes, construida en An-
tequera en 1585, siendo Corregidor D. Juan Porcel de Pe-
ralta, y en la cual se colocaron muchas inscripciones y al-
(i) Archivo universitario de Osuna, legajo de provisiones.
(2) Grados, rep. 2.°, fols. [8 y 19 del citado año.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 797
gunas estatuas peitenecientes á las antiguas ciudades de
Antikaiia, Nescania y Singilia, el maestro Pizaño escribió
los versos siguientes:
Moribus aiitiquis f^enemsam dum regit urbem,
Diim nobis lapstim porlis el mxnibus ornat,
Qui genere el rita prxstcit PorcelHus heros
Celsior ut cunclis posilu Aiitiqíiaria. siirgit
Urbibus, officio sic gemís et urbe retíala
Allior insurgens, jam cceliim vértice tangit.
Ramírez (Fr. Pedro), agustino, natural de Zafra.
Siendo bachiller en Teología por la universidad hispa-
lense, se licenció en la de Osuna á 5 de febrero de 1600,
y se doctoró dos días después (0.
Ramírez de Prado (Alonso), natural de Zafra.
Graduado de bachiller en Cánones por Salamanca en
26 de abril de i556, se licenció en Osuna á 10 de diciem-
bre de 1568 (2).
Roa (Martín de), jesuíta, natural de Córdoba.
En 23 de mayo de 1576 el P. Santiago de Valverde,
maestro de Artes y Filosofía en el colegio de Córdoba,
le entregó para los examinadores de bachilleres de Sevilla,
la cédula que copio á la letra:
PERMAGNIFICI ET REVHRENDI ADMODUM EXAMINATORES
Mitio ad nos discipnlum incnin^ Martinuní a roa Non de li-
teria sed de uiriníe et benciueritum quiqíte ouines libros sum-
midarnm logicce, pliilusophiceqiie ad bachalaureatus gradum
requisitos In colegio societatin Jesti cordiibensi siib mea dis-
ciplina studiosse aiuUnit in ciijus rei iestimoniíim presentes
literas Meo nomine subscriptas dedi cordubce 23 die mensis
maij anno domini iSyó. — r\r jacobus A valverde.''
(1) Grados, reg. 2.°, fols. 3 v." y 4 v.° del dicho año.
(2) Grados, reg, 1.°, fol. 3C de 15G8.
yqg F. RODRÍGUEZ MARÍN
Con este recaudo fué admitido el P. Roa para el dicho
grado, que se le confirió el día 26 del propio mes. Lláma-
sele en el acta perniagnificus doiniíius. Fueron sus exami -
nadores el doctor Diego de Fuentes, el doctor Sebastián
de Perea y Alvaro Pi/año (0.
En 4 de agosto del siguiente año de 1577 se presentó
en la universidad de Osuna para licenciado en Artes; y
después de oída, según costumbre, la misa del Espíritu
Santo para asignar puntos al graduando, el rector «abrió
el texto de philosophia por estas tres partes libro primero
de metheoros c.° i. | libro 2° de generatione. c." 5.6. |
libro 3 de anima, c." 1-2 y el dlio baller eligió de gene-
ratione y señalosele el cap. 5. y assi mismo se abrió el
testo de lógica por estas tres partes libro 2° de posterio-
res. c.° i5i6. I de predicamentos c.° 1.2.3.4. de los mes-
mos predicamentos cap." de qualitate y el dho baller min
de Roa eligió el cap.° de sequivocis et univocis » Aproba-
do ucmine discrepante al siguiente día, previo el txamen
secreto, el día 5 se dio á Martín de Roa Francés (que éste
era su segundo apellido) el dicho grado, autorizándole
para que, cuando quisiera, pudiese recibir el de maestro (i).
Roelas (Fr. Juan de las), carmelita.
En 10 de mayo de i585, ya fraile, probó que desde oc-
tubre de 15S4 iiasta junio de i585 había oído dos cursos
de Teología escolástica y positiva (3). Mucho más tarde,
en 6 de agosto de 1594, se licenció y se doctoró en la di-
cha facultad, siendo prior. del convento del Carmen de
Osuna (4).
Rosal (Francisco del), natural de Córdoba.
Se graduó de bachiller en artes con diez y siete com-
(i) Una buena copia de estos documentos (de ella me he servi-
do) existe en la riquísima librería del seiior Duque de T'Serclaes.
(2) Grados, reg. i.°, fol. 32 de 1577.
(3) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 26 de 1586.
(4) Grados, reg. 2.°, fols. 9 v.° y 10 de 1594.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 799
pañeros, todos cordobeses, excepto uno, á 14 de junio de
1553, siendo testigos de estos actos el Conde de Ureña,
fundador y patrono de la Universidad, y el rector, Don
Juan Caro de Sotomayor. Presentó á los graduandos el
licenciado Francisco Gómez {').
Sal^zar de Mendoza (Pedro), natural de Toledo.
Hijo de Hernando de Salazar y de Catalina de Quinta-
nilla. Graduóse de bachiller en Cánones en Salamanca
á 8 de junio de 1572 y, siendo ya colegial del mayor de
Osuna por provisión del Duque (ig de agosto de 1573),
se licenció en esta Universidad á 12 de noviembre de
1674, doctorándose tres días después. El 14 Mas co-
piaré, por lo curioso, este particular:
«Passeo. — E después de lo suso dho a catorze dias del
dho mes y año el dho lie''" salazar de mendo9a fue traydo
en passeo con toda la vniuersidad por el pueblo y honrran.
dolé el 111.™° y muy excell.^ señor don Jorge de Alencas-
tre duque de auero y el 111.™° s"'' don Ju° tellez girón mi
íi°^ marques de peña fiel y el muy Ill« señor don p° girón
su herm° con toda la caualleria destos dos señores.»
También el propio dia, al recibir el grado Salazar de
Mendoza, fueron testigos «los dhos ss. duque y marques
y el dicho s""" don p.° giion (2).» Más tarde, en g de marzo
de 1578, siendo aún colegial y ya catedrático sustituto
de Instituta, se bachilleró en Leyes, para leer en propie-
(i) Grados, reg. i.°, fol. 5 de 1553.
(2) Grados, rcg. i.°, fols. 29 v.°á 30 v.— D. Jorge de Alencas-
tre, siendo Marqués de Torres Novas, cono primogénito del Du-
que de Aveiro, había casado en 1569 con doña Magdalena Girón,
hija de D. Juan Tellez Girón, cuarto Conde de Ureña, hermana de
D. Pedro, primer Duque de Osuna, y dama que había sido de la
reina doña Isabel de Valois. D. Jorge, ya heredero del ducado de
su padre, pereció con el rey D. Sebastián, por los años de 1578,
en la tremenda catástrofe de Alcazarquivir. D. Juan Tóllez Girón,
nieto del fundador de la Universidad ursaonense, fué en i5jo se-
gundo Duque de Osuna, y falleció en 1594. Su hermano D. Pedro
murió soltero en Ñapóles en 1584.
8oo F- RODRÍGUEZ MARÍN
dad dicha cátedra, probando previamente, en 4 del mismo
mes, haber leído las seis lecciones necesarias (0.
Sánchez Zarzosa (Alonso), natural de Ronda.
Estudió en el colegio de Santo Tomás de Sevilla; pero
se graduó de bachiller en la facultad de Artes en la Uni-
versidad de Osuna á 10 de junio de 1587, y en la de Teo-
logía á 28 de abril de 1594(2). Fué canónigo de la Iglesia
Colegial de Antequera, y murió en esta ciudad á 11 de
abril de 1641 (3).
Santa Cruz (Fk. Francisco de), dominico.
En 5 de mayo de iSSj, siendo ya fraile y catedrático
de Vísperas de Teología en la Universidad de Osuna, se
graduó de licenciado en Artes, y de maestro al día si-
guiente. En 22 de noviembre de i558 diósele el grado de
bachiller formado en Teología, á presencia de D. Pedro
Fajardo, mayorazgo del Marqués de los Vélez y yerno del
Conde patrono (4).
Santiago (Fr. Miguel de), carmelita, natural de Car-
mona.
Siendo ya fraile, se graduó de bachiller en la facultad
de Artes á 26 de septiembre de 1606, y se licenció y gra-
duó de maestro en 3i de agosto de 1607 (5). Más tarde se
bachilleró en Teología, á 20 de septiembre de 1610, li-
cenciándose el 25 y doctorándose el 26, «después de ser
traydo en paseo a caballo por los doctores y maestros des-
ta vniuersidad por algunas calles desta uilla con música
y atabales (t>).»
(i) Grados, reg. 1.°, fol. 4 de iS/S.-Pruebas de cursos y lec-
ciones, fol. 6 del mismo año.
(2) Grados, reg. 2°, fols. 9 de iSS; y 2 de 1594-
(3) Archivo parroquial de Sarna María, lib. 1.° de Testamentos.
(4) Grados, reg. i.», fols. 13 v.°y 14 de i537 Y '7 de 1558-
(5) Grados, reg. 2.°, fols. 22 de 1606 y 30 de 1607.
(6) Grados, reg. 3.°, fols. 24 v.° á 26 de 1610.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 8oi
Segura de Ávalos (Juan de), natural de Úbeda.
Oyó Cánones en Osuna, probando en 19 de abril de
i56i haber estudiado un curso (i). Otro Juan de Segura,
fraile mínimo, cursaba Teología en 1563-64: no debía
de ser el ubetense.
Sepúlveda (Fr. Alonso dií), dominico.
A 20 de febrero de i556, siendo prior del monaste-
rio de Santo Domingo de Osuna, se presentó para bachi-
ller formado en Teología, con testimonio del vicario ge-
neral de la provincia, en donde constaba haber sido ex-
puesto el graduando para presentado, por el Capítulo ce-
lebrado en Ecija, y con provisión del Conde, patrono de
la Universidad, para que se le confiriese tal grado con
sólo un acto que tuviera, lo cual se verificó el propio día (2).
Serna (Alonso de la), natural de Sevilla.
Estudió en la casa de la Compañía de Jesús de su ciu-
dad natal y se bachilleró en Teología en la Universidad
de Osuna á 10 de septiembre de 1601 (3).
Sobrino (Fk. Alonso), carmelita, natural de Sevilla.
Se graduó de bachiller en Teología á 18 de septiembre
de 160S (4).
Soria Galvarro (Lucas de), natural de Sevilla.
Se matriculó para primer curso de Cánones en la uni-
versidad de Sevilla á 19 de febrero de i588 [i] y en la
misma se graduó de bachiller en Ai tes y Filosofía á 2 de
(i) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 7 de isGi,
(2) Grados, reg. 1.°, fol. 2 de 1556.
(3) Grados, reg. 2°, fol. 16 de este año.
(4) Grados, reg. 2.°, fol. iq del citado año.
(i) Archivo universitario de Sevilla, lib. 4," de Matrículas, fo-
lio loS.
II 5.1
8o2 F. RODKÍGUEZ MAKIN
julio de iSgo (0. Á lO de septiembre de iSga se bachille-
ró en Teología en la de Osuna (2), licenciándose en 14 de
julio de 1594 y doctorándose tres días después (3). Es el
Lucas de Soria que menciona D. Nicolás Antonio, y her-
mano del poeta Fernando de Soria Galvarro. Sus padres
se llamaban Pedro Fernández de Soria y doña Isabel Gal-
varro u). ■
Soto (Juan de), natural de Granada.
Siendo bachiller en la facultad de Artes por la univer-
sidad de su patria (13 de mayo de iSg;), se licenció en la
de Osuna á 10 de febrero de 1600 (5).
Sotomayor (Fernando de).
En i5 de noviembre de 1567 probó haber oído un cur-
so de Cánones, graduándose de bachiller en esta facultad
á 17 de abril de 1570. Era natural de Antequera, cosa que
no supo ó, á lo menos, no dijo D. Nicolás Antonio (o).
Suárez (Fr. Agustín), carmelita.
Ya era fraile y estudiaba Teología en Osuna por los años
de i562, pues en 10 de junio figura como testigo de una
prueba de curso del bachiller Frutos Pérez. Además, en 9
de junio de 1564 justiticó que desde el 9 de septiembre de
1561 había estudiado tres cursos de dicha facultad, y en
16 de mayo de i565 que habla oído en los años de iSSq,
(1) Archivo universitario de Sevilla, libro dé Grados de Bachi-
ller en todas Facultades, ful. 122.
(2) Universidad de Osuna, Grados, ret;. 2.°, fol. 61 de 1553.
(3) Universidad de Osuna, Grados, reg. 2°, fols. 7 v." y 8 de
1 584.
(4) Así se averigua por cierta escritura de donación de 300 du-
cados de oro, otorgada por ellos á favor de Lucas (Archivo nota-
rial de Sevilla, registro de Juan de Velasco, 28 de abril de 1599).
(5) Grados, reg. 2.°, fol. 5 v.° de 1600.
(b) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 31 de 1567.— Grados,
reg. !.", fol. 19 de 1570.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 803
60 y 61 tres cursos de A.rtes, y en el de 65 dos de Teolo-
gía, el uno de Escolástico y el otro de Positivo. Á 3o de
junio del mismo año i565 se graduó de bachiller en Teo-
logía; á 3 de febrero de iSjo de licenciado, y de doctor en
26 de abril siguiente (O,
'&■-
Tejada Páez (Agustín de), natural de Antequera.
Este ilustre poeta, uño de los mejores de la llamada es-
cuela poética granadina, y con más razón antequera na,
cursó Cánones en la Universidad de Osuna, probando sus
estudios en 3o de abril de iSSj, 28 de marzo y 20 de
abril de I5(SS y 19 de abril de iSSg (2).
Tovar (Gaspar de).
En 4 de abril de i582 probó haber estudiado un curso
de Instituía y Decretales; en 29 de enero del mismo año
se había graduado de bachilleren artes (3j. Era natural de
Málaga. La primera edición del libro suyo que cita don
Nicolás Antonio se publicó en Antequera (Claudio Bolán,
i6o3).
Velázquez (Andrés), natural de Arcos de la Frontera.
Se graduó de bachiller en artes á 24 de febrero de i553,
examinándole Diego de Avellaneda, el Dr. Miguel Ferrer
(después virtuoso jesuíta) y el maestro Fr. Diego de la
Magdalena, En 7 de octubre de 1555 probó haber oído un
curso de Medicina (4).
(i) Pruebas de cursos y lecciones, fols. 16 de 1562, 17 de 15Ó4
y 17 v.° de 15Ó5.— Grados, reg. i.°, fols. 3 de 1363 y 4 v.° y 22 v.*
de i Sjo.
(2) Pruebas de cu-sos y lecLÍones, fols. 21, 7 v.°, 12 y 11 v."',
Tespectivainente, de los dichos años.
(3) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 2 v.° de ¡582. — Gra-
dos, reg. I ", fol. 3 del propio año.
(4) Grados, reg. 1°, fol. 10 de 1553. — Pruebas de cursos y lec-
ciones, fol. 23 v.° de 1535.
Sq. F. rodríguez MARÍN
Vélez de Guevara (Luís), natural de Écija.
En 3i de julio de iSgó se graduó de bachiller en artes,
gratis, por ser pobre, con otros diez y ocho estudiantes,
todos ecijanos (0.
Vélez de Guevara (Pedro).
D Nicolás Antonio no dijo cuál. fuese su patria. Era na-
tural de Peñafiel, diócesis de Falencia. Graduado de bachi-
ller en Leyes por la universidad de Salamanca en 1548,
se presentó en la de Osuna para- licenciarse á 3 de abril
de i555; pero como alegase tener hecha en la salmantina
la repetición, y no tuviese documentos con que acreditar-
lo ofreció y se le admitió prueba de testigos. Presento
uno Diego de Zamora, su paisano, el cual, previo jura-
mento, dijo: «que vio al dho bller guevara sacarle de su
casa que vivia junto al colegio del argobispo en la dha
cibdad de salamanca e que vio que le acompañaban estu-
diantes y doctores y vn dotor llebaua vna borla colorada
encima del bonete y su capirote sobre los ombros y que de
alli se fueron todos a las escuelas y entraron en vn|ene-
ral V que el doctor se subió en vn pulpito ^^el bller se
sentó en vn banco alto y alli hablo el dicho bller en latm
y otros le preguntaban y el respondía y que estaba en el
dho pulpito vn paño de brocado y en las paredes panos y
en los bancos alfombras y de alli lo sacaron y lo vo vieron
a su casa con el mismo acompañam- y ti-ompetas | e que
oía dezir que aquello que avia hecho el dho bller era le-
peti^ion y que esto sabe » Vélez de Guevara pidio que
L d fiviera á su propio juramento, pues sólo había presen-
tado un testigo; y, otorgado, declaró que había repetido
a ley uüer cltera, de Ubcns et posUums, que había presidí-
do el doctor Peralta, y que le argüyeron el licenciado Ber-
mVdez bachiller D. Juan Carrillo y un estudiante que se
(1) Grados, reg. 2.'
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 805
decía Jerónimo Loiencio. En fin, confiriósele el grado en
g del propio mes (0.
Villalobos (Fk. Luís de), agustino.
Siendo prior del convento de Nuestra Señora de la Es-
peranza de Osuna, probó, á 29 de octubre de i56o, haber
leído diez lecciones de Teología en aquella Universidad (2).
Villalpando (Juan Bautista), jesuíta, natural de Cór-
doba.
Se graduó de bachiller en artes con Pedro Alonso de
Roa, también cordobés, en 16 de junio de 1568 {3).
Zarate (Fr. Hernando de), agustino, natural de Madrid.
Siendo ya fraile, se graduó de presentado en Teología á
i3 de marzo de i563. En 3i de agosto de 1568, ya prior
del convento de Nuestra Señora de la Esperanza, presentó
provisión del Duque patrono para que le confiriesen los
grados de bachiller, licenciado y maestro en artes, sin
examen de bachiller ni las responsiones para licenciado,
sino con sólo el examen secreto; y bachillerado en el pro-
pio día, se licenció á 3 de septiembre siguiente, graduán-
dose de maestro el 4. Poco después, en 11 y i3 de di-
ciembre, se licenció y doctoró en Teología. Era catedrá-
tico de Vísperas de esta facultad, y luego fué deán de la
.misma. Al pie del acta del último de sus grados hay una
nota extendida por el secretario que en él intervino, por la
cual se acredita que Zarate mostró en claustro una infor-
mación practicada en Madrid, de la cual resultaba, por de-
claración de cuatro testigos, que el graduando era hijo legi-
timo del licenciado Francisco Díaz de Zarate y de su mu-
jer doña María de Villena (4).
(i) Grados, reg. i.°, fols. 5-8 de 1555.
(2) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 21 v.° de i56o.
(3) Grados, reg. i.°, fol. 19 de i568.
(4) Grados, reg. 1.°, fols. 4 de 1563 y 30 v.°, 31, 32, 38 v." y 39
<le 1568.
8o6 F. RODRÍGUEZ MARÍN
ZÚñiga (Fk. Diego de), agustino, natural de Salamanca.
Siendo ya fraile y catedrático de Sagrada Escritura en
la Universidad ursaonense, probó en ella, á 4 de febrero
de iSyS, haber oído y leído más de cuatro cursos de Teo-
logía, graduándose incontinenti de bachiller en esta fa-
cultad, licenciándose en 17 de abril del mismo año y doc-
torándose dos días después (0.
Estos ochenta y nueve escritores, sin contar, como ya
indiqué, los omitidos por ignorancia mía y por no conser-
varse todos los registros viejos, pasaron, enseñando algu-
nos, aprendiendo los más, por la maltrecha Universidad
de Osuna, hasta el año de i6i5. Escuela que teniendo,
cuando muchos, trescientos treinta estudiantes (y van con-
tados entre ellos más de una tercera parte de alumnos gra-
máticos, muchachos todos, los más de los cual^ ahor-
caban los estudios), había dado en poco más de medio si-
glo tantos escritores, algunos excelentes y famosos, no-
merecía, á buen seguro, el menosprecio de ningún otro
escritor, aunque Cervantes se llamase y el mismo Cervan-
tes fuese. Y no se diga de los cien sujetos que, apenas
graduados en la Universidad del Conde de Ureña, salían
á ocupar altos puestos, así en lo eclesiástico como en lo
civil, pues lista numerosa habría de ser la que contuviese
tantos nombres. ¿No estudiaron en Osuna, acaso, D. An-
tonio de Morales, religioso de la orden de Santiago de la
Espada y obispo de Mechoacán (2); D. Gómez Manuel
Barros de San Millán, presidente de la audiencia de
Quito (3); D. Sebastián de Villagómez, alcalde de corte
(i) Pruebas de cursos y lecciones, fol. 3 v." de 1 575. — Grados.
reg, i.°, fols. 2 v.", 17 v.° y 18 v.° del propio año.
(2) Se bachilleró en Cánones á 25 de abril de 1557,
(3) Natural de Segovia. Siendo rector se licenció en Leyes á 5
de diciembre de i558 y se doctoró al siguiente día. Fundó y dotó
la cátedra de Instituía in voce.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 807
de Navarra y consejero de Hacienda (O, y D. Alejandro
Centurión, decano de la Cámara Apostólica, gobernador
de Ferrara y arzobispo de Genova? (2). ¿No fueron gradua-
do'; por Osuna D. ¡Martín de Aristi, magistral de Burgos y
obispo electo de Falencia (3); D. Juan García de Zurne-
ros, arcediano de la Iglesia de México (4'; Juan Hernán-
dez Galeote, fiscal de la Inquisición en Valladolid (5);
Pedro de Salcedo Nieto, corregidor de la Puebla de los
Angeles y oidor de Panamá (6); Diego Becerra Nieto, juez
de escuelas en Salamanca y corregidor de Burgos (7), y
D. Melchor Calderón, alcalde y oidor de Navarra? (S). De
haberse expresado con verdad la fingida Princesa Micomi-
cona. ¿no hubieran podido oir referencias de su desembar-
co, 6, cuando menos, disfrutar de la brisa del puerto, pues
en Osuna estudiaban, D. Luis de Azoca, después canóni-
go de Canarias, teniente general de la provincia de Chile
y alcalde de corte en Méjico (9), y D. Perafán de Ribera,
(i) Natural de Villalón. Fué colegial y catedrático de Víspe-
ras de Cánones, facLikad en la cual se bachilleró A 8 de junio de
1 568, licenciándose el día 14 y doctorándose en 12 de aposto si-
guiente.
(2) Natural de Genova. Bachiller en Leyes á 31 de febrero
de 1576.
(3) Natural de Durango. Siendo colegial se graduó de maestro
en Artes á 9 de diciembre de 1558.
(4) Natural de Castellanos, diócesis de Avila. Era ya arcedia-
no y bachiller en Cánones por Salamanca cuando se licenció y se
doctoró en Osuna á 15 y 17 de marzo de i56(.
(5) Natural de Cebreros. Siendo bachiller en Cánones por Sa-
lamanca y colegial de Osuna, se licenció en 28 de marzo de 156C,
doctorándose en 29 de septiembre siguiente.
(6) Natural de Mérida. Siendo rector se bachilleró en Cáno-
nes á 15 de julio de 1569, y se doctoró en Leyes á 28 de octubre.
(7) Natural de Madrid v colegial y catedrático de Prima de
Cánones, facultad en la cual se licenció á 7 de enero de 1571,
doctorándose un mes después. Fué recior en 1572.
(8) Natural de Cigales, diócesis de Falencia. Fué colegial. Se
licenció en Cánones á 24 de octubre de 1573, doctorándose el 27.
(9) Natural de Tenerife. Bachiller en Cánones por Salamanca,
So8 F. EODKÍÚLEZ MAkÍN
maestrescuela de la Iglesia de Guadix (O, ó el sevillano
Juan Bautista de Alñán, que luego fué oidor de las gale-
ras de España? (2).
Y no cabe imaginar que el eximio novelista complu-
tense conociese de lejos á la Universidad de Osuna, pues
por los años de 1588 á 1593, siendo comisario de los
proveedores de la Armada, anduvo negociando en pueblos
muy cercanos á la ya entonces villa ducal, y quizás en
esta misma, y en 1594 evacuó otras comisiones en el reino
de Granada, y sabido es que Osuna está en el antiguo ca-
mino de Sevilla á la ciudad del Darro. Esto, por un sí;
que por otro, amigo era Cervantes del maestro Francisco
de Medina, de Luis Barahona de Soto, de Luis Vélez de
Guevara y de Agustín de Tejada Páez, celebrados por él,
quién en el Canto de Calíope, quién en el Viaje del Parna-
so; todos ellos habían frecuentado las aulas ursaonenses:
;cómo, pues, el soldado de Lepanto pudo no persuadirse
á que, en realidad de verdad, ellas no merecían la burla
con que, al fin, las zahirió, antes, á lo que creo, que nin-
gún otro escritor las hubiese mentado en son de mofa?
Pasiones de que el Príncipe de nuestros ingenios, hom-
bre al fin, no estuvo libre, hubieron de andar en ello: á
los Girones achacaba, á no dudarlo, parte de sus desdi-
chas. Trataré de descorrer un poco el velo que todavía
encubre esta inquina de Cervantes contra los Girones, y
contra Osuna, por consiguiente, capital de sus tierras y
estado de Andalucía, protestando primero de mi profunda
veneración á la buena memoria del famoso regocijo de las
musas, pues para admirarle por sus libros todos somos es-
tudiantes pardales, como el del prólogo del Persiles.
En 1808 D. Agustín Ceán Bermúdez, examinando y
se licenció en Osuna á 27 de octubre de 1573 y se doctoró el 3 de
noviembre.
(i) Natural de Guadix. Era bachiller en Cánones por Granada,
y ya canónigo, se licenció en Osuna á i.° de diciembre de 1578.
(2I Se licenció en Cánones á 19 de octubre de ^'.q^.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA Sog
arreglando los papeles del Archivo de Indias, establecido
en Sevilla, encontró dos curiosísimas informaciones de
testigos, propuestas por Cervantes: en una de ellas, prac-
ticada en Argel por octubre de 1580, declaró, entre otros,
el alférez Luís de Pedresa, natural de Osuna, y dijo que
aquél era nieto de Juan de Cervantes, corregidor que ha-
bía sido de la mencionada villa, por nombramiento del
Conde de Ureña. No era esto cierto de todo punto. Los
Girones, luego duques de Osuna, tenían en esta pobla-
ción una audiencia, compuesta de tres magistrados, para
conocer en segunda instancia de las causas y pleitos en-
comendados en la primera á los corregidores de los cinco
pueblos (Osuna, el Arahal, Morón, Olvera y Archidona)
de que constaba su estado en Andalucía (0. Llamábanse
tales funcionarios «jueces del audiencia del Conde y go-
bernadores de sus tierras y estado.» El licenciado Juan
de Cervantes, natural de Talavera de la Reina, corregi-
dor de Alcalá de Henares y presidente luego, hasta el
año de r53i, del consejo de los estados de D. Diego Hur-
tado de Mendoza, duque del Infantazgo (Guadalajara),
residía, por mayo de i533, en la dicha villa de Alcalá (2).
No sé qué sería de él desde este año hasta el de 1545; pero
sí, por las noticias que ¡al fin! he hallado en las actas ca-
pitulares de Osuna (3), que, siendo gobernadores del es-
tado andaluz del cuarto Conde de Ureña (del fundador de
la Universidad), en la última mitad del año 1545, el ba-
chiller Alonso de Villanueva y los licenciados Bustaman-
te y Tebar, poco después fué nombrado gobernador y
juez de la audiencia el abuelo de Cervantes, cuya firma,
puesta cinco veces en las actas, se asemeja de todo en
(i) El castillo de Cazalla no se contó por entonces como pue-
blo. Aún hoy se llama Puebla de Cazalla.
(2) Pérez Pastor, Documentos cervantinos hasta ahora inédi-
tos, págs. I y 22 1.
{3) Las busqué sin fruto en 1593, bien que desde 1531 hasta
1538. Están en el tomo 111, fols. 295, 295 v.°, 309 v.", 310 y 311 .
8lO F. RODRÍGUEZ MARÍN
todo á la calcada por D. Cristóbal Pérez Pastor. Como tal
gobernador y juez, y con el tratamiento de magnífico señor .
concurrió á los cabildos que celebraban el concejo, justicia
y regimiento de la villa en i.° y 9 de diciembre de i545,
en el último de los cuales se recibió por corregidor de ella
al licenciado Alonso de Tebar, gobernador hasta enton-
ces, bien claro indicio de que el licenciado Cervantes estaba
recién nombrado. Asiste, además, en los cabildos de i."
y i3 de marzo de 1546, en el último de los cuales pareció
el licenciado Hernando de Ángulo, vecino de Granada,
presentando una provisión del Conde, por la cual ¡o hacía
«juez de residencias desta villa e de las otras del estado
de su señoría de las andaluzias;» presta el ritual jura-
mento; firman el acta los tres gobernadores y el nuevo
juez, y á los cabildos siguientes no concurre ninguno de
■ aquéllos, pero á todos Ángulo, hasta el de 10 de abril,
en que asiste Bustamante, y hasta el de 3o del propio
mes, á que también concurre Villanueva. El licenciado
Ángulo firma, por última vez, el acta de 10 de mayo, y
ya en la siguiente, del 14, aparece firmando de nuevo el
corregidor Tebar. Todavía de vez en cuando suelen con-
currir á los cabildos Villanueva y Bustamante; quien no
vuelve á parecer en las actas es el abuelo del autor del
Quijote (0. ¿Qué sucedió? ¿Salió malparado de la residen-
cia especial y amplísima encomendada á Hernando de
Ángulo? ¿Murió por este tiempo, como afirmaba D. Ju-
lio de Sigüenza? (2). ¿Le promovió el Conde á algún otro
empleo, ya en el estado de Osuna, ya en el de Peñafiel?....
Tras de esta averiguación ando, ¿y quién sabe si no he de
lograrla con un tantico de diligencia y de buena suerte?
Fuese lo que fuese en Osuna del licenciado Cervantes,
(t) Villanueva era aún gobernador en 20 de mayo de 1555, y
Bustamante en 11 de agosto de 1547. Tebar conservaba todavía el
corregimiento en 28 de enero de i.''49.
(2) La Ilustración Española y Americana, 1887. — No hay
libros especiales de defunciones de esa época; en los de fábrica
nada se halla acerca del fallecimiento del licenciado Cervantes.
LA UNIVERSIDAD DE OSUNA 8ll
SU nieto pudo recibir por herencia la mala voluntad hacia
los Girones, ya el Conde de Ureña despidiera de su ser-
vicio al dicho licenciado, ya muriera éste en Osuna sin
que aquél hiciese nada por su familia, ó ya saliera á des-
empeñar otro cargo sin la ayuda de costa y la buena re-
comendación necesarias ó útiles para sus aumentos.
También á motivos personalísimos debió de obedecer
la animadversión de Cervantes hacia Osuna y sus du-
ques, á cuya familia aludió en el Quijote varias veces, no
tan veladamente que se haya hecho del todo imposible,
aun habiendo pasado cerca de tres siglos, desentrañar y
esclarecer sus alusiones. Recuérdese cuan ajetreada y
triste fué la vida de Cervantes en los trece años últimos
del siglo XVI, en que, obligado con imperio irresistible por
la dura ley de la necesidad, aceptó comisiones para odio-,
sas cobranzas, á cuyas incidencias debió, amén de otros
mil sinsabores, el estar preso en Castro del Rio y en Se-
villa; recuérdese que, especialmente por los años de i588
á iSgs, recorrió casi todas las villas principales de Anda-
lucía, sacando bastimentos para las galeras reales, en con-
cepto de comisario de los proveedores Guevara é Isunza,
y que, entre otros pueblos, visitó á Carmona, Ecija,
Arahal, Marchena, Estepa y Pedrera, todos cercanos á
Osuna (O, y se caerá en la cuenta de que asimismo debió
de estar algunas veces en esta villa, en donde quizás su-
frió alguno de los contratiempos á que tan ocasionado era
empleo tan comprometido. Pero no son estas disquisicio-
nes el objeto del presente trabajo, ya mucho más extenso
de lo que me propuse y á todos conviene.
Sea acepto á las venerandas cenizas del cuarto Conde de
(i) El ilustrado arqueólogo D. Jorge Bonsor encontró en 1888,
en el archivo municipal de Carmona, una carta de Cervantes re-
lativa á su comisión, y fechada allí á 12 de febrero de 1590. Por
el mismo tiempo mi buen amigo D. Antonio Aguilar y Cano,
docto historiógrafo, halló entre las actas capitulares de Estepa la
de un cabildo (15 de octubre de 1591) á que concurrió Cervantes
con otro comisario llamado Diego de Rui Sanz.
8l2
F. RODRÍGUEZ MARÍN
Ureña este conato de vindicación de su Universidad y el hu-
milde tributo que, haciéndome intérprete de las generosas
voluntades de algunos de los ilustres hijos de aquella Es-
cuela, ofrezco, copiando sus firmas, á la buena memoria
de aquel varón piadoso (0.
Viñas del Robledillo (Osuna), 21 de agosto de 1898.
(i) ¡Todavía no hay en Osuna, pueblo que tanto debe á don
Juan Téllez Girón, plaza ni calle que tenga su nombre! ¡Y ya las
hay que ostentan los de Cánovas y Sagasta. muerto há poco el
uno y vivo aún el otro! ¡Qué aprisa y qué despacio!
A LA BUENA MEMORIA
DE
ü. JUAN TÉLLEZ aiKÓN^
IV CONDE DE UREÑA
y fundador de la insigne Universidad de Osuna,
ALGUKOS ESCRITORES HIJOS DE ESTA GLORIOSA ESCUELA
EN TESTIMONIO DE CARINO Y AGRADECIMIENTO
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MIGUEL MIR
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO
Entre los literatos de la generación presente, pocos
habrá que conozcan, siquiera de oídas, el nombre del
Sr. D. José María Sáenz del Prado; y con todo esto, de
cuantos en los últimos tiempos han cultivado las letras
españolas y promovido los adelantos de la filología caste-
llana y trabajado por conocer los primores de nuestra len-
gua, tal vez no haya ninguno que tenga más títulos á la
celebridad y á la admiración universal, que este varón
insigne, tan modesto como laborioso, y tan benemérito de
las letras españolas, como ignorado y obscurecido en sus
merecimientos.
Fué el Sr. Sáenz del Prado ejemplo elocuente de lo que
puede una voluntad perseverante y bien encaminada, y
trasunto de lo que puede dar de sí el entusiasmo más vivo
por nuestra lengua y el estudio más asiduo de los monu-
mentos de nuestra gloriosa cultura. Pasó su vida en una
de las ciudades más retiradas de nuestra Península, y aun
en esta población vivió tan oculto y apartado del trato de
las gentes, que en ella apenas era conocido. Jamás tuvo es-
tímulo especial que le obligase al trabajo. Débil, enfermi-
zo, pasó su vida entre libros, y en su lectura y estudio
cifró la actividad de su inteligencia y los placeres y deli-
cias de su alma. Aun estos libros no fueron muy copio-
sos. No pudo el Sr. Prado disfrutar de las ventajas que
ofrecen á los estudiosos las Bibliotecas de las grandes po-
blaciones. La escasez de sus medios, harto precarios á ve-
ces, tampoco le consintió la adquisición de muy abundan-
te librería, y menos la compra de aquellos tesoros pere-
grinos que son la envidia y el regalo de los bibliófilos.
Se puede decir que el campo principal y casi único de
la labor intelectual de D. José Sáenz del Prado, fueron los
822 MIGUEL MIR
setenta tomos de la Biblioteca de Autores españoles, de
D. Manuel de Rivadeneyía, que anda casi en manos de
todos; pero ¡con qué energía de voluntad trabajó en este
campo! ¡Con qué afán y entusiasmo lo exploró y revolvió
y ben efició en todas sus direcciones! ¡Qué enorme cúmulo
de riqueiías sacó de sus más recónditas entrañas! Fueron
tales, que ti que las contempla atentamente, no puede me-
nos de quedar espantado de cómo pudo un hombre solo
llevar al cabo obra tan vasta, tan prolija, tan infinitamente
minuciosa.
El Sr. Sáenz tomó por lema de sus tareas literarias
aquellas palabras de Lope de Vega: «Pocos libros y esOs
selectos, y que les saquéis las sentencias sin dejar pasar
cosa que leáis notable, sin línea y margen (0.» Y esta má-
xima la aplicó de tal manera á sus estudios sobre la co-
lección de Rivadeneyra, que realmente es difícil que, des-
pués de lo que él trabajó en esta mina, pueda ya nadie
hallar en ella cosa que se le pasase por alto á su curiosidad.
De estos trabajos y del resultado de sus indagaciones,
es nuestro intento dar breve idea; pero antes de entrar de
lleno en este estudio, será bien trasladar aquí los pocos
datos biográficos que han llegado á nuestra noticia sobre
este hombre admirable, singularmente benemérito de las
letras españolas.
«Nació D. José María Sáenz del Prado hace setenta y
siete años en Santo Domingo de la Calzada: hizo su ca-
rrera en el Seminario Conciliar de Logroño; obtuvo, en
virtud de oposiciones, el curato de Sinobas, próximo á la
Villa de Aranda de Duero, en donde abrió un colegio de
latín y Humanidades. Desde dicho punto fué promovido,
en calidad de cura propio, al pueblo de Valdearados, am-
bos de la Diócesis de Osma, mereciendo, transcurridos
treinta y seis años de servicios, ser promovido en 1869,
por especial gracia del Ilustrísimo y Reverendísimo Pre-
lado, á la Canongía de la insigne Iglesia Colegial de esta
(i) Lope de Vega, Com. El verdadero amanie, prólogo.
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 823
capital. Es, por último, desde Abrii de 1879, Académico
correspondiente de la Española de la Lengua. »
En estas breves líneas, publicadas algunos años antes
de fallecer el Sr. Prado en el Recuerdo de Soria, papel que
una vez cada año se publicaba en dicha capital para so-
lemnizar la fiesta de su patrón San Saturio, están conte-
nidos los únicos datos biográficos que el público ha podido
conocer sobre este varón ilustre, pobres y mezquinos en
verdad, y que por haberse publicado en periódico de esca-
sísima circulación, es casi lo mismo que si no se hubieran
publicado. Triste condición de las cosas humanas y ca-
pricho singular de la suerte, que levanta álos que debieran
estar en la obscuridad, y oculta y pone bajo el celemín á
los que debieran brillar á vista de los demás para honor y
ejemplo de todos.
La afición al estudio de la lengua castellana hubo de
despertarse en D. José María Prado en edad muy tempra-
na. Habiendo recibido una educación clásica muy perfecta,
é impuéstose bien en los preceptos de la lengua latina y
manejando con acierto sus autores, tenía la base más só-
lida para el conocimiento de la castellana. El ejercicio del
magisterio de latinidad le puso más adelante en la nece-
sidad de enseñar de viva voz y en la práctica de los demás
lo que antes había aprendido para sí en los bancos de la
escuela. Con lo cual estaba á maravilla preparado para
ahondar en el estudio de nuestra lengua y acometer los tra-
bajos que sobre ella emprendió y llevó al cabo con inteli-.
gencia y tesón incomparables hasta el último día de su
vida. El año 1832 publicaba la Real Academia Española
la séptima edición de su Diccionario, y de esta edición se
adquiría el siguiente de iS33, en Madrid, un ejemplar, al
frente del cual está de mano de D. José la nota siguiente:
«Se compró en Madrid en 3 de Mayo de 1833, para uso
de José María Sáenz del Prado, cuyo coste fué de 84 reales
vellón. I) Este ejemplar del Diccionario de la Academia fué
el principio y el fundamento de los trabajos filológicos del
Sr. Sáenz del Prado.
824 MIGUEL MIK
El primero de ellos versó sobre ios sinónimos cas-
tellanos. Revolviendo el Diccionario de la Academia, no
pudo menos de caer en la cuenta de la gran muche-
dumbre de palabras que posee nuestro idioma para ex-
presar una misma idea; palabras que, si bien presentan
esta idea en diversos matices 3' aspectos, coinciden en una
significación principal. Esta identidad de significación
fundamental, le dio margen para reunir, en sendos gru-
pos, innumerable cantidad de vocablos, en la cual se hace
como el recuento de nuestra lengua y alarde de la varie-
dad inmensa de riquezas que en ella se atesoran. Este
trabajo está en un tomo en folio de 400 páginas, á dos
columnas, en letra menudísima, y aun pudiéramos lla-
mar microscópica, como todo lo que escribió el Sr. Sáenz
del Prado (y éste es uno de los defectos materiales de
todos sus manuscristos), tan microscópica, que con lo que
hay en este volumen pudieran llenarse seisú ocho del mis-
mo tamaño y en letra regular.
Al propio tiempo que hacia esta colección de palabras
sinónimas, llevaba adelante otra más vasta y de mayores
alcances, y que viene á ser otro inventario de nuestra len-
gua, tomando por base, no ya las palabras sueltas, sino
los varios ramos del humano saber en sus divisiones y
subdivisiones correspondientes, á las cuales va registran-
do y reduciendo los vocablos de nuestra lengua. Este es-
tudio, aunque muy notable, hubo de quedar muy imper-
fecto, pues parece que el Sr. del Prado, si bien trabajó
en él con grande ahinco los primeros años de su labor
filológica, hubo de darle de mano más adelante, y aun
abandonarlo del todo. No así el de los sinónimos, pues
fué uno de los que más le preocuparon en toda su vida,
volviendo á él repetidas veces, apuntando y anotando sobre
lo ya escrito, y dándole al fin ocasión para emprender
otra obra importantísima, y de la cual hablaremos más
adelante.
Mientras trabajaba en estas dos obras, ya debía de ha-
ber concebido el Sr. Prado las primicias de aquel entu-
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 825
siasmo que tuvo hacia la obra más genial de la literatura
española, la Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de
la Mancha, pues en ellas fué acumulando sentencias y más
sentencias que reunió después en grupos, á fin de autori-
zar sus dichos ú opiniones sobre las palabras que estudia-
ba. El número de estas autoridades esparcidas en las dos
obras mencionadas es tal, que en ellas se puede decir está
el germen y aun la primera realización de un proyecto
atrevidísimo, que sólo podía caber en un hombre de una
voluntad y constancia imponderable, es á saber, el pro-
yecto de las Concordancias del Quijote.
No hay literato que no sepa lo que se entiende por esta
palabra, y que no entienda también la dificultad, ni más
ni menos que la utilidad inmediata que se había de seguir
de la realización del pro3'ecto del Sr. Prado. Son las Con-
cordancias de la Biblia, por ejemplo, del Alcorán, de Hora-
cio, \' irgilio ú otro escritor cualquiera, un diccionario en el
cual están registradas, por orden alfabético, todas las pa-
labras contenidas en dichas obras, con las sentencias en
que están usadas y con la indicación del capítulo ó parte
de la obra y la línea ó líneas en que se contienen. La eje-
cución de este trabajo no requiere mucho talento ni gran
esfuerzo intelectual; pero supone una labor material y una
constancia y tenacidad sobre toda ponderación. Cuéntase
que para el primer proyecto de Concordancias de la Biblia,
se juntaron unos 5oo religiosos, que trabajaron en él mu-
chos años bajo la dirección del Cardenal Hugo. A pesar
de la muchedumbre de los colaboradores, la obra hubo de
quedar muy imperfecta, y ha sido menester el espacio de
seis siglos y la cooperación de innumerables colaborado-
res para dar á las Concordancias de la Biblia la perfección
á que han llegado. Pues una obra análoga á ésta sobre la
Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha,
intentó el Sr. D. José Sáenz del Prado, y no sólo la inten-
tó, sino que la llevó hasta el cabo, y no una sola vez, sino
dos, con dos planes completamente distintos, y sacando de
su puño y letra dos copias de cada una de estas Con-
826 MIGUEL MIR
cordancias, de suerte que vino á hacer este trabajo hasta
cuatro veces, labor que espanta la imaginación y aturde el
entendimiento.
La copia primera, que no es más que ensayo de lo que
había de ser la obra, pero que le resolvió el problema de
la posibilidad de su ejecución, está embebida, como se ha
indicado, en el trabajo sobre los sinónimos de que hemos
hablado. La segunda, j'a más perfecta, forma tres tomos,
uno en S.°, que comprende la parte fundamental de la
obra, y dos suplementos más pequeños. Estas dos copias
de concordancias se hicieron por una edición del Quijote
hecha en Madrid por el impresor Ramos el año de 1829,
y á ella, por consiguiente, se refieren las citas y referen-
cias. La tercera y la cuarta, iguales entre sí, están hechas
teniendo presente la edición llamada pequeña de Argaina-
■iilLi, hecha por D. Manuel Rivadeneyra, y bajo la inspec-
ción de D. Juan Eugenio Hartzenbusch, y á ella se redu-
cen las referencias. La primera de estas dos copias está
en dos tomos gruesos y ti es pequeños. La segunda en tres
tomos en 8." mayor y cinco en menor. Una y otra llevan
por encabezamiento el siguiente título, cuya prolijidad y
altisonancia bien se pueden perdonar á su respetable y
por tantos títulos maravilloso autor:
Concordancias de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
MancJia, ó sea vocabulario fraseológico, ó, lo que es lo mismo,
compilación alfabética de todas las voces y frases de esta in-
mortal obra, coleccionada por un apasionado de su celebérri-
mo y sabio autor, el sin par, el grande y minea bien alabado
Miguel de Cervantes Saavedra, único en el ingenio, gloria y
honra, honor y espejo de la nación espaíiola, con sus corres-
pondientes citas ajustadas d la edición de Ar gamasilla^que con
las líneas de cada página numeradas se acompaña por cabeza,
cuyo medio facilita rápida y maravillosamente su evacuación,
no menos que el estudio del mejor parto de las letras españolas
y aun del mejor libro del mundo, pudiéramos decir con nues-
tro imiy ilustre manco de Lepanto (i863).
Puesta esta portada, sigue inmediatamente el índice de
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 827
palabras que constan en el Quijote, empezando por la A,
y acabando por la última palabra de la Z, dedicando un
artículo á cada una de las palabras, acompañándola de to-
dos los lugares ó sentencias en que se halla, y puntuali-
zando la parte del capítulo, página y aun la línea en que
cada vez la usa Cervantes, de suerte que es facilísima la
compulsación y verificación de la cita.
Tal es la obra y tal el método usado por las Concordan-
cias del Quijote. El trabajo en ella empleado, la investi-
gación que supone, y aun la labor material contenida en
estos volúmenes, no hay quien pueda dignamente apre-
ciarlos. Dice el Sr. Prado en una nota hallada casualmen-
te entre sus papeles que la obra de las Concordancias le
costó «dos docenas de años;» y aun este tiempo, con ser
no escaso, no lo parece, en efecto, á quien quiera que exa-
mine atentamente esta obra, el número de citas que con-
tiene y la forma en que están presentadas estas citas.
¿Cuántas serán éstas? Es difícil y aun casi imposible
averiguarlo. Hase calculado que algunas de las ediciones
de las Concordancias de la Biblia contienen al pie de qui-
nientas mil. El Quijote no es obra tan extensa como la Bi-
blia, pero, con todo, se puede asegurar que el número de
citas reunidas por el Sr. Sáenz del Prado, ya que no igua-
le, no anda muy lejos del de las Concordancias bíblicas.
Siendo la Historia del Ingenioso Hidalgo una de las obras
más extensas de Ja literatura española, es también una de
las en que se trata y trae á cuento mayor número de ma-
terias, y, por consiguiente, de vocablos, tanto, que bien se
puede decir que en ella está la mayor parte de los que com-
ponen nuestro Diccionario. Pues bien: el Sr. Prado nos da
el índice de toda esta variedad inmensa de palabras, y de
tal manera, que si de cada cual de ellas usa Cervantes una,
diez, veinte, cuarenta ó más veces, otras tantas las cita
y puntualiza el Sr. Prado, con la indicación de la parte,
capítulo, página y línea en que están usadas en el Quijote.
Además, en algunas de las copias se añaden citas de las
otras obras de Cervantes, en que éste hubo de emplear
828 MIGUEL MIR
aquellas palabras. Calcúlese por estos datos los miles de
citas de que se compone esta obra; y teniendo en cuenta
que están hechas, como queda dicho, hasta cuatro veces
y en dos sistemas del todo distintos, dígase hasta qué pun-
to hubo de rayar la laboriosidad de su autor y su entusias-
mo por la obra del escritor inmortal. Sin duda, de cuantos
han empleado sus vigilias en la obra de Cervantes, nin-
^no le ha dedicado una voluntad tan enérgica y una labor
tan perseverante como el admirable Canónigo de la Cole-
giata de Soria.
Habiendo llevado á efecto obra tan estupenda, se halló
el Sr. Prado en la situación en que suelen hallarse en Es-
paña no pocos hombres laboriosos y bien intencionados,
los cuales, después de gastar en el trabajo intelectual su
tiempo, su ingenio y no pocas veces su dinero, no saben
qué hacer del fruto de sus vigilias, ni qué salida dar á lo
que les ha costado tanto tiempo, molestias y dinero. Ideaba
el Sr. Prado hacer una edición del Quijote, limpia, elegante
y manual, que fuese compañera de las Concordancias. Esta
edición había de ser en 4.° ó en 8.° mayor. El texto del
Quijote, puesto en tipos regulares, comprendería, según el
Sr. Prado, unas 340 páginas, y las Concordancias unas 5oo,
en tipos diamantinos. Formando el texto del Quijote y las
Concordancias un solo volumen, era fácil el uso y manejo
de ambos libros, y, por consiguiente, segura é inmediata
la utilidad que podía resultar de este manejo. Calculaba
el Sr. Prado que el coste de la edición sería unos i.ooo
duros, y el precio de la venta de cada ejemplar 100 reales.
Movido por el entusiasmo de su idea, trató de realizarla,
y escaso de bienes de fortuna, buscó quien le ayudase á
darle cumplimiento. ¿Pero dónde hallar un editor que en-
trase en este orden de ideas? En España se han hecho
ediciones innumerables del Quijote, tantas, que apenas ha
habido editor ó empresa editorial que no haya hecho su
Quijote, como ellos dicen, gastándose á veces un dineral
en cromos, grabados y dibujos, generalmente muy malos,
pero cuidando poco de la corrección del texto, y menos de
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 829
ilustrarlo con noU.s ó investigaciones que hubiesen de
costar algún dinero. Siendo tal la corriente y el gusto y la
manera de ser de nuestros editores, era excusado buscar
entre éstos quien fuese capaz de entender y llevar adelante
el proyecto de edición de las Concordancias.
Por fortuna para el Sr. Prado, desde los días en que con
mayor actividad estaba ejecutando su labor, se había pues-
to en comunicación con la Real Academia Española, y en
esta Corporación halló, sí no el logro de sus deseos, á lo
menos el premio de sus vigilias y afanes, y la seguridad de
que el trabajo empleado en las Concordancias no había de
ser perdido, sino, antes bien, provechoso y fecundo en bue-
nos resultados.
Las relaciones del Sr. Prado con la Academia parece
hubieron de principiar, al parecer, por D. Juan Eugenio
Hartzenbusch, y probablemente con ocasión de la edición
de Argamasilla, hecha por aquel literato, y tomada por
base de las Concordancias. Es notorio además, y así lo pu-
blicaron los periódicos de aquel tiempo, que la Real Aca-
demia Española, por los años de 1864, anunció su propó-
sito de hacer una edición del Quijote adornada con todos
los requisitos de la crítica y de la erudición. Para contri-
buir al buen éxito de una obra, que debía ser, no ya par-
ticular de la Academia, sino de toda la nación y de cuan-
tos sienten amor y entusiasmo por la obra de Cervantes,
era natural que el Sr. Prado creyese que importarían mu-
cho las Concordancias; y persuadido por esta idea, escribía
con fecha de 27 de Febrero de i865 al señor Secretario de
la Academia una carta en que le manifestaba cómo hacía
ya largo tiempo que estaba ocupado en formar un Diccio-
nario de voces y frases del Quijote; indicábale que ya había
dado cuenta de esta obra al Sr. Hartzenbusch, y le expo-
nía varias consideraciones sobre la conveniencia de dar
más amplitud á dicho Diccionario, incluyendo en él, no
sólo las voces y frases del Quijote, sino las usadas por
Cervantes en todas sus obras, empresa que juzgaba fácil
para la Academia, y para la cual ofrecía su colaboración.
830 MIGUEL MIK
Como muestra de sus trabajos, remitía adjunta una lista
de algunos verbos notables sacados de dos tomos y medio
del Quijote. A la carta del Sr. Prado contestó el que era
entonces Secretario de la Academia, D. Manuel Bretón de
los Herreros, elogiando como se merecía la importancia
de sus trabajos; ponderándole el gusto que tendría la
Academia en que los llevase adelante, é indicándole que,
para el logro de su intento, seria tal vez mejor que se pu-
siese en relación con el Sr. Hartzenbusch, persona muy
competente en esta clase de investigaciones, y á quien el
mismo Sr. Bretón ya había hablado sobre este asunto. Al
propio tiempo le indicaba, como opinión suya particular,
que tal vez su proyecto de Concordancias sería más hace-
dero y realizable, y tendría más probabilidades de buen
éxito si en vez de incluir todas las palabras y frases del
Quijote, se limitase el Sr. Prado á las locuciones raras y
características de Cervantes ó las ya anticuadas, y cuyo
uso ha degenerado y sufrido algún cambio 6 modificación.
En este caso, así como la obra sería menos costosa para
él, sería más fácil de adquirirla para el público ó para la
Academia.
Agradecido el Sr. Prado al voto del Sr. Bretón, prosiguió
en sus trabajos, y con fecha de 5 de Enero de 1866 escribía
á la Real Academia anunciando que acababa de adicionar,
con las voces y frases de todas las obras de Cervantes, la
cuarta edición ó copia del Quijote, trabajos que ponía á
disposición de la Corporación, si los creyere útiles para su
proyectada edición del Quijote; y á fin de que la Academia
pudiese formar juicio de sus trabajos, le remitía adjuntos
su título 6 portada, siete muestras de varios de sus artí-
culos, dos de citas de las Concordancias de la Biblia, una
colección de las voces anticuadas y extrañas del Quijote,
un prospecto del periódico titulado Don Quijote, con un
análisis de él, señalando los pasajes, de donde se pudieron
tomar las frases que usa.
Varias fueron las comunicaciones análogas á la que se
acaba de extractar escritas por el Sr. Prado á la Academia.
UN GKAN TRABAJADOR IGNORADO 83 1
Sería largo y enojoso dar cuenta de todas ellas. Lo impor-
tante es dar á conocer la última resolución de esta Corpo-
ración sobre los trabajos del Sr. Sáenz, y la forma por ella
adoptada para premiarle y conceder á su autor la recom-
pensa que tan justamente tenía merecía.
Estando el Sr. Sáenz del Prado persuadido de la impo-
sibilidad de hallar editor que emprendiese la publicación
de las Concordancias, é imposibilitado además de hacerla
por su cuenta, resolvió á principios del año 1876 entregar
su trabajo á la Academia, poniéndolo al efecto en manos
de los Sres. D. José María Gil, su sobrino y Doctoral de
Santo Domingo de la Calzada, y de D. Pablo Lazcano,
Magistrado de la Audiencia de Valladolid, para que en su
nombre lo presentasen á la Corporación, como lo hicieron
en efecto, según que se da cuenta de ello en la sesión del
9 de Marzo de 1876. Al hacer este don no pedía el señor
Prado ninguna recompensa: sólo, sí, suplicaba á la Acade-
mia que recabase del Gobierno que á él y á su citado so-
brino, el Sr. Gil, le fuesen reintegradas las pagas que am-
bos á dos habían dejado de cobrar en sus respectivas asig-
naciones en años pasados, en los períodos más aciagos de
nuestra Revolución; que si esto se recabase del Gobierno,
se daría por suficientemente recompensado de su trabajo.
Admitió la Academia la proposición del Sr. Prado, y nom-
bró una Comisión, compuesta del Sr. Cánovas del Castillo,
Fernández-Guerra y Campoamor, para que gestionase este
asunto con el Gobierno. A pesar del valimiento de los in-
tercesores, déjase entender que no se llegaría á ningún re-
sultado práctico en lo que pretendía el Sr. Prado, no ya
por falta de voluntad, sino por el inacabable expedienteo
de nuestra Administración y por la estrafalaria rutina de
nuestros procedimientos burocráticos.
Al par que se gestionaba con el Gobierno la pretensión
del Sr. Sáenz del Prado, presentábase á la Academia una
proposición firmada por los Sres. Escosura, Fernández-
Guerra y Hartzenbusch, y en la cual se proponía al se-
ñor Sáenz del Prado como Socio correspondiente de la
832 MIGUEL IIIK
Academia. La tal propuesta fué votada favorablemente
en 20 de Abril de 1876, y el 11 de Mayo se leía en la
Academia la contestación del Sr. Prado agradeciendo la
honra que se le hacía, y mostrándose deseoso de trabajar
en bien de la Academia y fomento de las letras españolas.
Hablando de estos trabajos del Sr. Sáenz de Prado, el
Secretario de la Academia, Sr. D. Manuel Tamayo y Baus,
decía lo siguiente en el Resumen de las tareas y actos de la
misma Academia durante el año académico de 1875 á 1876:
«El Sr. Sáenz del Prado, Canónigo de la insigne Igle-
sia Colegial de Soria, ha invertido gran parte de su ya
larga vida en componer con perseverancia de benedictino
un libro que se intitula Concordancias del Quijote, y que es
índice completo de las voces y frases empleadas en esta
obra, la mejor de aquel pobre lisiado en quien nos hizo ver
el cielo hasta dónde puede llegar el entendimiento del
hombre.
Importaría esto muy poco si en la patria de Cervantes
hubiese hoy editores capaces de adquirir y dar á la estam-
pa un trabajo como el del benemérito Canónigo de Soria;
mas no se publican por especulación obras de cierta clase
donde no hay quien las compre, y nada tendría de parti-
cular que, andando el tiempo, siivieran las hojas de un
manuscrito, que representan vigilias increíbles y en que
está inventariado el mayor tesoro de la literatura nacional,
para envolver especias en alguna tienda de ultramarinos.
Quedaiíale á esta Corporación el consuelo de haber hecho
algo por las Concordancias del Quijote y por su infatigable
autor. ))
No teniendo, sin duda, el Sr. Prado grande esperanza
deque llegasen á buen éxito las gestiones de la Academia,
pensando además en su edad, ya muy adelantada, y en lo
incierto de nuestra vida, y queriendo á todo trance que el
trabajo invertido por él no se malograse del todo, escribió
á la Academia manifestando su intención de legárselo por
disposición testamentaria, según carta suya leída en la
sesión del 19 de Julio de 1879 y otra leída en la del 29 de
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 833
Diciembre del propio año, y en la cual acompaña nota de
los manuscritos que piensa legar en su testamento á la
Academia. No hay que decir que ésta aceptó con gratitud
el legado de su correspondiente, agradeciéndole su buena
voluntad y el respeto y cariño que mostraba á la Corpo-
ración.
Aun después de hacer este testamento, y á pesar del
mal cariz que presentaba el asunto y de las pocas espe-
ranzas que tenía de salir airoso de él, no se apartaba un
instante de la mente del Sr. Sáenz del Prado la idea de la
impresión de sus Concordancias y el deseo de ver en ma-
nos de todos un libro que tantas vigilias le había costado.
Así, en carta leída en la Junta del jueves i8 de Marzo
de 1880 manifestaba una vez más su deseo de ver impresas
las Concordancias del Quijote y su intención de cedérselas
gratuitamente á la Academia, ofreciéndose á remitir una
muestra de dos páginas en folio á fin de que se pudiese
apreciar la facilidad de la impresión y la utilidad del tra-
bajo. Enterada la Academia del nuevo testimonio de con-
sideración y aprecio con que quería favorecerla el señor
Sáenz del Prado, acordó rogarle que fuese servido de re-
mitir dicha muestra y de dar cuantas explicaciones estima-
se necesarias para el logro de sus deseos y para que éstos
pudieran ser exactamente apreciados. Contestando á esta
carta, escribía el Sr. del Prado dando algunos pormenores
sobre la impresión de las Concordancias: según él, habían
de ser parte y complemento de una nueva edición del
Quijote, la cual habría de ser reproducción exacta de la
pequeña de Argamasilla, bien que en distinto tamaño y
con los renglones numerados, según la muestra que remi-
tía adjunta. Planteado así el problema, y dada cuenta de
sus términos á la Academia, hablóse de ello largamente,
opinando todos que la Academia no podía hacer nueva
edición del Quijote por texto que no preparase ella misma,
que si se dedicaba á tan larga tarea no lograría verosímil-
mente complacer al Sr. Prado, ya muy anciano, y cuyo
deseo era ver terminada esta edición; que, por otra parte,
II 53
834 MIGUEL MIK
no debía comprometerse á sufragar los crecidos gastos
que habría de ocasionar la impresión del Quijote y de sus
Concordancias. Deseosa, sin embargo, la Academia de re-
compensar la fructuosa laboriosidad de su celoso corres-
pondiente, y de poder utilizar un trabajo tan importante,
dio á su actual Secretario, D. Manuel Tamayo y Baus, el
encargo de averiguar si estaría en lo posible imprimir las
Concordancias con llamadas á las páginas y renglones de
una edición del Quijote, ya fuese la de Argamasilla, ya la
académica de 1819, ya otra cualquiera. Es de suponer que
el Sr. Tamayo, á quien ciertamente no faltaban deseos de
complacer al Sr. Prado, no encontraría fácil la salida á
las dificultades que ofrecía semejante impresión, puesto
que al fin y al cabo no pudieron ser orilladas.
En el ínterin que todo esto se ventilaba, no amainaba el
Sr. Prado en sus trabajos, enviando de cuando en cuando
pruebas de su laboriosidad á la Academia, y ésta, ya que
no pudiese cumplir sus deseos, no dejaba de arbitrar me-
dios para premiar á su correspondiente y honrar con un
testimonio público y solemne el aprecio que le merecían
las lucubraciones de hombre tan benemérito de las letras
españolas. Entre los Estatuios de la Real Academia Es-
pañola es uno de los principales la celebración de certá-
menes, en los cuales, propuesto tema determmado, se ex-
cita á los ingenios á que concurran á su desempeño y
á la consecución del premio que de antemano se les se-
ñala. Grandes han sido los bienes conseguidos en estas
luchas del ingenio, y evidentes los provechos que de ellas
han resultado para el fomento de las letras españolas. En
el año 1882 se pensó en abrir uno de estos certámenes, y
habiendo confiado á una Comisión la propuesta de los
asuntos que en él podían desempeñarse, el señor Marqués
de Val mar, como Ponente de esta Comisión, proponía en
la Junta del 16 de Marzo de 1882 varios de estos temas, y
entre ellos el de «Un índice por orden alfabético de voces
usadas en obras de autores clásicos españoles, pudiendo
ser este índice de vocablos tan sólo ó contener las frases
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 835
de que éstos formen parte, y en uno y otro caso deberán
indicarse la obra, edición, página y línea en que cada uno
de ellos se encuentre. Comprenderá, á lo menos, las vo-
ces usadas en las obras de dos de nuestros más célebres y
fecundos autores. Consistirá el premio en una medalla de
oro y en 2.5oo pesetas. El autor del índice premiado será
propietario de su obra; pero la Academia, con sólo conce-
der este premio, adquirará el derecho de darla á ¡a estam-
pa por su cuenta, como y cuando lo considere oportuno.»
Tal era uno de los temas propuestos por la Comisión como
asunto del certamen. Este tema, juntamente con otros que
se señalaban, fué aprobado por la Academia, y después de
haber sido anunciado en la Gaceta y transcurrido el tiempo
ordinario, se recibían el 17 de Marzo de i883, bajo unos
mismos temas y acompañados de un pliego cerrado, los
manuscritos siguientes, destinados á concurrir al cer-
tamen:
I ° Concordancias de Don Quijote de la Mancha (dos to-
mos, con tres de suplementos).
2.° Copia penúltima de las Conzordanciaí de Don Qui-
jote de la Mancha (tres tomos, con cinco de suplementos),
3.° Flor y nata de la literatura española. índice por or-
den alfabético de voces usadas en obras de autores espa-
ñoles (dos tomos, con 26 de suplementos).
4.° Copia de la Flor y nata de la lita-atura española
(dos tomos).
5.° Sesenta y nueve cuadernos titulados Extractos, y
uno llamado Lista de los artículos del índice.
Presentados estos manuscritos á la Academia, fueron
examinados según los trámites reglamentarios; y siendo
juzgados por merecedores del premio ofrecido, fué éste
otorgado á su autor en la sesión pública y solemne del 29
de Abril de i883, celebrada por la Academia para dar po-
sesión de su silla al Excmo. Sr. D. Alejandro Pidal y
Mon. No pudo D. José María Sáenz del Prado asistir per-
sonalmente á esta junta ni, por consiguiente, recibir de
mano del señor Director de la Academia la medalla de oro
336 MIGUEL MIR
tan legítimamente ganada, sino que fué ésta entregada á
D. Pablo Lazcano, deudo de D. José y su representante
para dicho acto; pero sin duda fué muy grande la satisfac-
ción de D. José María Sáenz del Prado al considerar el apre-
cio que había hecho la Academia de sus trabajos, el testi-
monio de honor público con que los condecoraba, y la es-
peranza de que, estando ya en poder de esta Corporación
unos manuscritos que tantas vigilias habían costado, ha-
bían de ser convenienterr.ente aprovechados, y lograrse con
ellos las utilidades que en ellos creía estar vinculados.
Entre los manuscritos presentados por el Sr. Prado al
certamen académico, se habrá advertido el que, con el nú-
mero tercero, se intitula Flor y nata de la literatura españo-
la, ó sea, índice por orden alfabético de voces usadas en obras
de autores españoles. De esta obra conviene ya dar particu-
lar noticia, supuesto que no sólo no cede en importancia
á las Concordancias, antes considerada en las tres series de
que se compone, les hace muy notable ventaja, á nuestro
juicio, como las excede también, lo cual parece imposible,
en la atención, laboriosidad y suma de tiempo en ella em-
pleado.
Base y fundamento de esta obra es la Biblioteca de Auto-
res españoles de D. Manuel de Rivadeneyra, en la cual hizo
el Sr. Prado un trabajo, sino idéntico, muy análogo al que
había hecho en el Quijote. Tal como fué presentada á la
Academia, formaba dos tomos gruesos y veintiséis pe-
queños de suplementos. Mas después de ser premiado por
ella, continuó el Sr. Prado sus trabajos y en 11 de Marzo
de 1887 entregaba á la Academia segunda serie de cédulas
contenidas en cuarenta tomos; y.enviada esta segunda se-
rie, todavía continuaba trabajando y formando nuevas cé-
dulas, de suerte que, al sorprenderle la muerte, tenía pre-
parada una tercera serie de doce tomos en la misma forma
que las dos anteriores. La serie primera, conforme se de-
cía en el artículo del Recuerdo de Soria, publicado á vista
del Sr. Prado, y con datos suministrados por él, contenía
4.290 artículos y 146.132 citas ó autoridades. La serie se-
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 837
gunda, de cuarenta tomos, comprende seguramente mu-
chos más artículos y más autoridades que la primera: de
suerte que no es temerario afirmar que las autoridades lle-
gan en ella á 200.000. La tercera serie es más escasa;
pero de seguro comprende más de 5o. 000. Así, según este
cálculo, el Sr. Sáenz del Prado hubo de reunir en este
índice de voces castellanas al pie de 400.000 autoridades
sacadas de escritores clásicos para autorizar el uso de las
palabras que fué estudiando.
La riqueza filológica atesorada en estas cédulas, como
se entenderá fácilmente, es de un valor imponderable. Ape-
nas hay en la lengua castellana palabra ó frase digna de
atención y estudio que no lo tenga acabadísimo en estas
cédulas. Considerando á las palabras en su esencia más
íntima y en las relaciones que tienen con las demás, y en
la diversidad de aspectos ó matices que ofrecen, va el se-
ñor Prado anotando el uso que han hecho de ella los auto-
res; indica la varia aplicación de sus significados y las di-
versas combinaciones á que han dado lugar, apoyado todo
con autoridades clásicas tales y tan copiosas, que en ellas
está contenida la historia y el desarrollo interno de cada
palabra, y á la vez la guía, el ejemplo y el modelo para
usarla bien y acertadamente. El estudio de la palabra por
sí lleva el Sr. Prado al de sus aplicaciones y á mil curio-
sidades, ya filológicas, ya históricas; estudio de refranes,
frases de aprobación, de negación, de cumplimiento, de
risa y gracejo, y otras por el estilo. Hasta tiene una buena
colección de frases para el tresillo, á que á la cuenta era
aficionado el buen D. José.
Cuando toma éste una palabra por su cuenta y la hace
objeto particular de su estudio, ya se puede el lector armar-
se de paciencia si quiere repasar todas las autoridades que
aduce el Sr. Prado. Hay palabras que las tienen á cente-
nares, y una de ellas, el qué casual, tiene hasta 2.576, si
no hemos contado mal. Para el mejor estudio de algunas,
forma cuadros sinópticos que son de particular interés. En
uno de ellos, por ejemplo, se ponen las palabras d lo me-
838 MIGUEL MIR
)¡os, al menos, d menos de, á menos que, lo menos y cuando
menos; citándose al margen más de cien autores y apuntán-
dose el número de veces que ha usado cada cual de ellos
de estas partículas. Y no se contentó el Sr. Prado con leer
cada uno de estos autores una vez para el fin de sorpren-
der en ellos lo que buscaba, sino que los volvió á leer se-
gunda vez, y algunos hasta tres veces, y contar al propio
tiempo y apuntar el resultado de sus segundas y terceras
lecturas. Otro cuadro hay para quizá y quizás, y otros para
otras palabras.
Del estudio de estas palabras saca el Sr. Sáenz del Pra-
do observaciones y consecuencias muy curiosas para el
estudio de la lengua castellana. Como muestra, copiare-
mos las que apuntó el Recuerdo de Soria en el extracto ya
mencionado: «Dice, por ejemplo, que la expresión aparte
de no la usaron los antiguos, y, en cambio, se valieron de
fuera de ó sin. Asi como, con pretéritos en la segunda, es de
mucha mayor elegancia que el así que y el tan luego ó tan
presto como, de que no se valieron. Usaron siempre los clá-
sicos del modo adverbial de cuando en cuando, en lugar del
de vez en cuando, que tan frecuentemente se emplea hoy, y
que no se encuentra en ellos. En efecto fué de ellos de más
uso que con efecto. Emplearon siempre la palabra tuertos,
no entuertos, que no se ve usada hasta los primeros años
del presente siglo. Se valían muchos de los á lo menos, y de
por lo menos; no tanto al menos, que rara vez usaron, y en
su lugar emplearon si ya no es que, sino es que. Del cuando
menos se encuentra algún que otro ejemplo. Era entre
ellos asimismo de grande uso á la par, d par, en lugar de
á la vez, que nunca usaron. Son muy frecuentes en los clá-
sicos las siguientes especies de pleonasmos ó redundan-
cias: paréceme á mi, me amqrga d mí, pleguete d Dios, me
recuerda d mí, [decidme d mí, sígneme á mí, se parece á tí,
etc. El modo adverbial por lo tanto, tan frecuente hoy, no
se encuentra en los clásicos, y en su lugar escriben por
tanto. Es más castizo combinar el presente y futuros sub-
juntivos en esta forma: valga lo que valiere, cueste lo que
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 839
costare, que no en la forma que se hace hoy: valga lo que
valga, cueste lo que cueste, que son más pobres, y, por ende,
menos elegantes. Qui~.á, de uso más frecuente que quizás.»
Hasta aquí las observaciones del Recuerdo de Soria, suge-
ridas sin duda por el Sr. Prado.
Por esta muestra, y por lo dicho hasta aquí, se enten-
derá que la riqueza filológica atesorada en las cédulas del
índice del Sr. Sáenz del Prado es de una importancia im-
ponderable para el estudio de nuestra lengua. Es tal, en
verdad, esta importancia, que en ellas, en las de las Concor-
dancias del Quijote y en las de otra obra de que vamos á dar
cuenta inmediatamente, están, á nuestro juicio, tres cuar-
tas partes quizás de las autoridades que se necesitan para
autenticar con autoridades de autores clásicos el uso de to-
das las palabras de nuestro Diccionario; y todo ello admi-
rablemente ordenado y arreglado, en letra microscópica,
en verdad, pero clara, limpia, y que no ofrece dificultad al
lector.
Mientras el Sr. Prado llevaba adelante estas dos obras
de las Concordancias y del índice, desempeñaba otra que,
aunque de menos alcance, no es de menos trabajo y utili-
dad. La intituló Voces análogas ó equivalentes que tienen
por objeto cortar la monotonía á que no se escapan de pagar su
tributo las plumas más autori::adas. Consta de una serie de
doce tomos pequeños, cada uno de los cuales tiene de ico
á 120 cédulas, con uno ó dos ó más artículos en cada cédu-
la, con sendas citas y autoridades para cada artículo. Esta
obra es de especialísima importancia para conocer la rique-
za de nuestra lengua: comprende palabras de todas clases,
nombres, verbos, adverbios, en fin, todas las que ofrecen
ó pueden ofrecer alguna apariencia de semejanza ó sino-
nimia en su significación. Y no se limita el Sr. Sáenz
del Prado á agrupar las palabras análogas, ya que no ad-
mite en rigor la existencia de sinónimos, sino que señala
el autor que las ha usado en determinado sentido, anotan-
do á la par el tomo, página, columna y renglón en que
están usadas en los setenta tomos de la Colección de Auto-
840 MIGUEL MIR
res españoles, de Rivadeneyra, base y fundamento de sus
trabajos. Toma, por ejemplo, la idea ó palabra grande, y
luego, á continuación, apunta las diferentes maneras que
han tenido los clásicos de expresar esta idea, y en qué ca-
sos usaron de las palabras atroz, bravo, desafvrac'o, desco-
munal, desliedlo, desmesurado, disforme, etc., que repre-
sentan ó pueden representar aquella idea según los subs-
tantivos á que se antepongan ó pospongan.
La utilidad que puede sacarse de estos estudios del
Sr. Sáenz del Prado, es evidente. En comprobación de ello
vamos á copiar una apuntación que hallamos en una de sus
cédulas, y que era, al parecer, parte de la minuta de una
carta escrita al Secretario de la Academia Española, señor
D. Manuel Tamajo y Baus. Habla del adverbio de 7¡in-
gún modo, y después de indicar las investigaciones que ha
hecho sobre él y el cuadro sinóptico que presenta, aña-
de: «Es decir, amigo Sr. Tamayo, que para que la escri-
tura sea amena y evitar las muletillas, enojosas en la lec-
tura, tenemos en el modo adverbial de ningún modo la
friolera de veintinueve variaciones.» Después de escrita
esta carta, continuó el Sr. Prado sus estudios sobre el mis-
mo adverbio de ningún modo, y halló treinta y tres varie-
dades de él, en vez de las veintinueve ya halladas; y luego,
investigando más, llegó hasta el número de cincuenta y
una. Con razón exclamaba el Sr. Prado: «¡Asombrosa ri-
queza del idioma castellano! ¡Oh, y cuan útiles son para la
juventud estos cuadros sinónimos, añadía, en que se puede
elegir á placer, como entre peras, á fin de dar variedad y
hermosura al estilo!» Y haciendo luego ingenua confesión,
terminaba: «Por tanto, yo continuaré en mis rastreros tra-
bajos hasta que el autor de la vida me quite de ella, val-
gan lo que valieren. Por de pronto, á mí me sirven de lle-
var una vida no poco placentera. »
Con haber escrito las obras que se han referido, y que
eran capaces de llenar, no una, sino muchas vidas, pare-
cía natural que estuviese agotada la laboriosidad intelec-
tual del Sr. Prado. Pues no fué así, sino que aún tuvo
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 84I
tiempo para componer otras dos, una sobre la lengua cas-
tellana y otra sobre la latina. La castellana versa sobre
los calificativos usados por los autores para expresar cier-
tos conceptos; forma dos tomos de cédulas y parece parte
de las Voces análogas. Es obra que sin duda está en sus
principios ó primer esbozo; tiene analogía con la de Si-
nónimos, y, aunque imperfecta, es muy útil.
La otra lleva el título siguiente: Diapasón latino, ó sea,
Colección de siete mil textos latinos del mejoy gusto y elegan-
cia, con su correspondencia castellana, para la instrucción de
la juventud escolar, formada con especial esmero y detención,
con presencia de los autores clásicos del siglo de oro y libros
santos que vienen en corroboración de aquéllos, ilustrada o
enriquecida con un índice alfabético de duplicadas citas, que
demuestran, los unos, el folio de este libro en que hállanse con-
tenidos los textos, y los otros las de las obras de que se han to-
mado, trabajo que facilita sobremanera, no sólo la pronta eva-
cuación, sino también el desembarazado uso de ellos. Por el
más indigno de los párrocos de la diócesis de Osuna, dedicado
que estuvo largo tiempo á la enseñanza de la Gramática lati-
na (i858).
Fué esta obra formada en los primeros años de su mi-
nisterio parroquial, cuando se dedicaba á la enseñanza de
la lengua latina, y en ella quería el Sr. Prado presentar
una serie de textos latinos que, aprendidos por los alumnos
con sus correspondencias castellanas, les sirviesen para
que les quedasen bien impresos en la memoria los precep-
tos de la latinidad, y fuese además fundamento de su edu-
cación moral. Aunque se dice en el título que contiene
7.000 textos, sin duda contiene más, pues hay muchos
añadidos y entremetidos en las líneas evidentemente des-
pués de haber escrito el Sr. Sáenz el título copiado. Está
dedicada al limo. Sr. Obispo de la Diócesis, y si se hubiese
impreso, como quería el Sr. Prado, hubiese sido sin duda
de grandísima utilidad, así á los profesores como á los
alumnos.
Ocupado en estas tareas, tan penosas como obscuras.
842 MIGUEL MIR
vio el Sr. D. José María Sáenz del Prado deslizarse su
vida tranquila y bien ocupada y disfrutando de los goces
más puros que puede disfrutar el entendimiento de tejas
abajo. En los postreros años de su vida había estado en
relación epistolar con el Secretario de la Academia, Don
Manuel Tamayo, quien, como hombre discreto, y que con
saber mucho creía que todavía podía aumentar su ciencia
con la sabiduría de los demás, acudía con frecuencia á
D. José María Sáenz del Prado para que le ilustrase en al-
gunos puntos controvertidos de nuestra lengua, ó para que
le resolviese ciertas dificultades filológicas, ó para pedirle
citas ó autoridades, con el fin de autentizar ciertas formas
6 maneras de decir. A estas cartas del Sr. Tamayo res-
pondía el Sr. Prado dando solución á las dificultades, re-
mitiendo listas de citas y autoridades, y aclarando con la
luz de su mucho saber los puntos controvertidos. Varias
veces fueron comunicadas las cartas y observaciones del
Sr. Prado á la Real Academia, que se aprovechó no poco
de ellas para su Diccionario, conforme se lo aseguró varias
veces al Sr. Prado D. Manuel Tamayo y Baus.
Pero los años iban ya pesando sobre el Sr. Prado, de suer-
te que sentía desfallecer sus fuerzas, aunque no el entusias-
mo por nuestra lengua. Así escribía al Sr. Tamayo: «Viéne-
se sobre nosotros á más andar el sañudo invierno, cuyas
injurias, rigores ó siniestras impresiones en mi caduca exis-
tencia traen tan funestos resultados, que me temo darán en
el presente año conmiga en la huesa sin poderlo remediar;
por si tal sucediese, pláceme dar á usted cuenta, del modo
que lo permite mi vacilante pulso, del estado en que se en-
cuentra mi rastrero trabajo de topo, ya que no de abeja,
añadiendo algunas frivolas observaciones al presente que
la ilustre Real Academia va á reanudar sus tareas, siquie-
ra no tenga tal acto otro resultado que manifestar mi pro-
funda gratitud por las no pocas finezas de que le soy deu-
dor, señaladamente por la honorífica mención que en el
último Diccionario se dignó hacer de mi humilde persona.»
Esta carta hubo de escribirse en el otoño de 1886.
UN GRAN TRABAJADOR IGNORADO 843
En la disposición de ánimo que supone, y en medio de
estas ocupaciones y trabajos, le sorprendió al Sr. Sáenz del
Prado la muerte, acaecida el día 6 de Octubre de 1887, á
las dos de la madrugada, tranquilo en su conciencia, y
animado con la dulce esperanza que infunde el honesto
empleo de la vida y la seguridad de que ésta no ha sido
baldía ni desaprovechada.
Mucho antes de fallecer había previsto el Sr. Prado el
fatal suceso, disponiendo en su testamento, otorgado el 12
de Julio de 1879, que todos los papeles y manuscritos de
asunto literario que se hallasen á su muerte fuesen envia-
dos á la Real Academia Española, Corporación con quien
le habían unido por espacio de más de veinticuatro años
las más cordiales relaciones, y que había sido la única que
había sabido apreciar y honrar y premiar sus trabajos filo-
lógicos. Recibió la Real Academia con muestras de vivo
dolor la nueva del fallecimiento de su ilustre correspon-
diente; y admitiendo con íntima satisfacción el don de los
manuscritos, postrera muestra del respeto y cariño que
tenía el Sr. Prado á la Academia, resolvió comprar á los
testamentarios varios de los libros del difunto, en espe-
cial el ejemplar de la Biblioteca de Autores españoles de Ri-
vadeneyra, de que se había servido el Sr. Prado, y que por
referirse á él y á la enumeración de sus columnas las auto-
ridades citadas por el Sr. Prado en sus cédulas, era de todo
punto necesario para el manejo de éstas y para verificar
sus citas y aquilatar el valor y autenticidad de sus auto-
ridades.
Con la adquisición de estos libros y manuscritos se
completaba el tesoro filológico acumulado por la laborio-
sidad del Sr. Sáenz del Prado, y al entrar la Academia en
posesión de este tesoro, adquiría la colección más rica,
más variada y tal vez la más útil que desde los años de su
fundación ha entrado su archivo, aun teniendo en cuenta
la copiosísima de refranes, de García de la Huerta; la de
etimologías, de Villanueva; la del Diccionario etimológico-
histórico, de Baralt; la paremiológica, de Górguez, y la
844 MIGUEL MIR
universal, abundantísima y por cien títulos maravillosa, de
Coll y Vehí; y de esta colección copiosísima, incompara-
ble, y que, sumando todas las series de que se compone,
llegue tal vez á la enorme suma de un millón de citas y
autoridades, era deudora la Real Academia Española, no
á un literato famoso en la República de las letras, sino á
un humilde sacerdote, pobre de bienes de fortuna, pero
muy rico de voluntad, y que á una tenacidad y constancia
en el trabajo de todo punto extraordinaria, juntó un entu-
siasmo todavía más extraordinario por todo lo que se re-
fería á nuestra lengua y á los gloriosos monumentos de la
literatura castellana.
PEDRO ROCA
orígenes
DE LA
REAL ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES.
(Historia científica del primer GobierEO de Femando VI.)
Decadencia de las Academias literarias y necesidad de las
científicas hacia la mitad del siglo xviii; Academias Reales:
Fernando VI, Ensenada, Carvajal y el P. Rávago; esplen-
dor literario y científico de España en esta época: fiebre de
proyectos literarios, y superioridad de las Academias sobre
las Universidades, según el P. Sarmiento; prudentes avisos
de Iriarte.
Proyecto de una Sociedad Real de Ciencias. — La edad de los pro-
yectistas, según Campomanes; Ensenada; uno de sus puntos
de gobierno es la fundación de Academias: surge la idea de
erigir una de Ciencias; Piquer; Ortega comisionado: examen
de las cinco fuentes primitivas impresas referentes á pro-
yectos de Academias científicas en el primer gobierno de
Fernando VI; testimonios de VdS^Meinorias de la Real Acade-
mia Médica de Madrid y deD. Juan Ignacio de Luzán, ínte-
gramente fehacientes é indiscutibles: juicio del de Velázquez:
testimonios contradictorios de Sempere; crítica interna y
externa de sus textos: el de Lanz de Casafonda; su crítica:
hallazgos de manuscritos que comprueban la veracidad de
los dos primeros testimonios; Jorge Juan, Godín y Carbonel
componen las Ordenanzas de la Sociedad Real de Ciencias de
Madrid; cuándo, dónde y cómo: rectificación de errores.
Proyecto de una Academia Real de Ciencias, Bellas Letras y Artes,
— Dualismo de Ensenada y Carvajal: éste y sus parciales en
las Reales Academias Española y de las Tres Bellas Artes
de San Fernando: Carvajal y Luzán: Xas Memorias literarias
del último; proyecto de una Academia Real de Ciencias, Be-
846 PEDRO ROCA
lias Letras }' Artes redactado por Luzán; fecha ea que lo re-
dactó.
¿Por qué se frustró el plan de Luzán? ¿Por qué el de |orf;e Juan
y sus compañeros?: ¿por intervención de los jesuitasP: nota-
ble carta de Jorge Juan; ella explica suficientemente la cau-
sa de haberse malogrado su plan.
Significación y espíritu general de estos dos antagónicos pro-
yectos.
La Asamblea Amistosa Literaria de Cádiz no fué ensayo ni pre-
paración de ningún proyecto de Academia de Ciencias; rec-
tificación de errores.
Apéndices I y IL
Mientras la afición á las Academias literarias, que tan
en auge habían estado en los siglos xvi y xvii, iba deca-
yendo con el decurso de la primera mitad del xviii (O, ad-
viértese por todas partes la necesidad de las científicas en
el más amplio sentido de la palabra. Necesitábase, como
(i) Gozan vida efímera Academias literarias como la de
Poetas de Madrid, que reunió en su casa el aristócrata poeta
D. Francisco Benegasi y Lujan, y la titulada Academia Poéti-
ca Matritense, y la granadina llamada del Trípode, establecida
en casa del ilustre poeta D. Alfonso Verdugo y Castilla, Con-
de de Torrepalma. «Menester era que hubiese estímulos extra-
ordinarios, para que en una época en que la organización oficial
iba sustituyendo en muchas cosas á la acción espontánea de
los particulares, subsistiese por cierto tiempo una Academia de
esta especie. Estos estímulos extraordinarios, á saber, riqueza,
prestigio cortesano, conjunto de eminencias intelectuales, imi-
tación de las costumbres elegantes de la Corte francesa, se
reunieron en la Academia poética que con el nombre de Buen
Gusto se instituyó en Madrid en casa de la insigne señora
Doña Josefa de Zúñiga y Castro, Condesa viuda de Lemos,
después Marquesa de Sarria, que habitaba un hermoso palacio
en la calle del Turco. « (Historia crítica de la poesía castellana en
el siglo xviii, por D. Leopoldo Augusto de Cueto, Marqués
de Valmar, tercera edición, tomo I: Madrid, 1893, págs. 54 y
55 y 254 á 274. — Aprobación de D. Ignacio de Loyola, Mar-
qués de la Olmeda, de las Obras líricas Joco-serias de D. Fran-
■cisco Benegasi y Lujan, 20 de Agosto de 1745.)
ORÍGENES DE LA ACADEMIA. DE CIENCIAS 847
en todos tonos propalaban los hombres de ciencia refor-
madores, que las Academias se dirigiesen á fines útiles,
si habían de tener alguna vida: tal aconteció con la Aca-
demia Valenciana. No era, sin embargo, propicia esta épo-
ca para particulares iniciativas científicas, aun con la con-
dición de dirigirse á cosas útiles y de andar en ello un va-
rón de las excepcionales cualidades del soberbio Mayans:
sólo vivía lo que resvestía carácter oficial ó Real, que ésta
es la palabra propia, y así, Reales eran todas las Acade-
mias fundadas; y aunque no habían producido muy feli-
ces resultados, hasta el punto de dar motivo para que al-
éanos, con Luzán á la cabeza, reavivasen, según veremos,
la idea de una Academia general de Ciencias, Artes y Be-
llas Letras, en que se refundiesen las existentes, todas es-
peciales, es lo cierto que la corriente hacia éstas predomi-
naba en tales términos, que el hecho mismo de su exis-
tencia, y el de faltar en ese cuadro de Reales Academias
la representación de las ciencias, con lo que quedaba in-
completo el ciclo de los conocimientos humanos, junta-
mente con el espíritu de imitación extranjera de las insti-
tuciones académicas (O, y más que nada la reforma de los
(i) Eran conocidas de nuestros hombres de ciencia, y mu-
chas veces citadas en sus escritos, las siguientes Academias ex-
tranjeras: las Reales Francesa, de Inscripciones y Bellas Le-
tras, de Ciencias, de Pintura y Escultura y de Arquitectura, de
París, y las de Ciencias y Bellas Letras de Villafranche, Arles,
Soissons, Nimes, Angers.Lyon.Caen, Montpellier, Pau, Blois,
Beziers, Marsella, Montauban, La Rochela, Arras, Dijon,
Rouen y Clermont-Ferrand; la poética de los Arcades y la de
los Lincei, de Roma; las de la Crusca y del Cimento, de Flo-
rencia; de los Fisiocratici, de Sena; de los Vigilanti, de Man-
tua; de Ciencias Físicas y Matemáticas, de Brescia y del Ins-
tituto de Bolonia; las Reales Sociedad de Ciencias de Londres
y Sociedad de Arles y Ciencias de Edimburgo; las Reales de
Ciencias y Bellas Letras y Económico-Matemática, de Berlín;
la Real de Matemáticas y Mecánica, de Halle; la Academia de
Ciencias ó Sociedad Real, de Gotinga, y las de los Curiosos de
848 PEDRO ROCA
estudios, pedida insistente y tenazmente, y en gran parte
conseguida por los mejor orientados, hicieron pensar en el
establecimiento de una Academia especial de Ciencias con
más ó menos extensión.
Las circunstancias no podían ser, de otra parte, más
favorables. ¿Qué faltaba á esta idea para hacerla oficial?
Que la acogiesen los Ministros para que el Rey. la aproba-
se, y que hombres de autoridad científica se encargasen,
por ministerio de aquéllos, de redactar el plan correspon-
diente y de llevarla á la práctica. Desde luego, todas las
peticiones que iban dirigidas al Rey, á sus Ministros ó á
sus allegados por sabios y eruditos que eran por ellos con-
sultados en éste y otros asuntos, ó de ellos protegidos,
encontraban forzosamente eco en las esferas gubernamen-
tales, mucho más cuando, terminado el reinado de Felipe
V, de lucha casi constante en el campo de batalla y de re-
la Naturaleza ó Cesáreo-Leopoldina y de Artes y Ciencias, de
Viena; la Real de Historia, de Lisboa; la Imperial de Ciencias,
de San Petersburgo, y las Reales de Ciencias, de Eslocolmo
y Copenhague. Enterábanse del movimiento científico y aca-
démico europeo por la lectura del Jouynaldes Savants, las Me-
morias de Trevonx, el Diario de Verdmi, el Mercurio de Francia,
las Memorias que publicaban anualmente las Academias fran-
cesas, la Historia de la Real Academia de Ciencias de París, las
Curiosidades de la Naturaleza y del Arte, la Historia de la Regia
Sociedad de Ciencias de Londres, las Transacciones filosóficas de
esta Sociedad, que se extractaron algún tiempo en francés; las
Memorias de la Real Academia de Ciencias y Bellas Letras de
Berlín, las Actas de Leipzig, que comenzaron á imprimirse en
castellano; las Memorias de la Real Academia de la Historia
de Lisboa, etc., sin olvidar que les servían de arsenales de no-
ticias el Diccionario de Moreri, las Bibliotecas Itálica, Germá-
nica, Británica, etc. Para pulsar el conocimiento que los espa-
ñoles de esta época tenían de las publicaciones periódicas ex-
tranjeras de entonces, debe consultarse la Introducción (10 ho-
jas) del tomo I (Madrid, año 1737) del Diario de los literatos de
España,
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 849
organización interior de nuestras fuerzas, empuñó el cetro
su hijo Fernando VI, y quedó afirmada definitivamente la
paz por el Tratado de Aix-la-Chapélle de i8 de Octubre de
1748, con lo que llegaron para España, conforme al siste-
ma pacífico y neutral que se había propuesto el mismo Fer-
nando VI, el menos afrancesado de todos los Borbones, los
felices momentos de reposo y tranquilidad de que tan ne-
cesitada se hallaba, entregando el Rey á sus Ministros las-
pesadas atenciones de la Administración y abandonándo-
les por completo la dirección y manejo de los asuntos del
Estado. Y no se quedaban á la zaga en proponer proyec-
tos los Ministros y el Padre Confesor de Fernando VI, pues
que D. Cenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada,
Secretario de Estado y del Despacho de Guerra, Marina,
Indias y Hacienda, y D. José de Carvajal y Lancáster,
Ministro de Estado, üecano del Consejo Real y Goberna-
dor del Supremo de Indias, opuestos en carácter y aficio-
nes, y el F. Francisco Rávago, Confesor del Rey, todo
bondad y templanza, fiel al equilibrio que entre las encon-
tradas tendencias de ambos Ministros era necesario guar-
dar, se sentían guiados del más ardiente' patriotismo, acon-
sejando al Rey con leal y sano juicio; y decididos á prose-
guir la reforma iniciada en el reinado anterior en los
estudios, en las letras y en la Armada, fijaron sus mira-
das allí donde les llamaban los deberes de sus cargos y
sus particulares aficiones. Gustaba con predilección Car-
vajal de proteger á los literatos y eruditos y de fomentar
las letras y las artes; complacíase Ensenada en rodearse
preferentemente de hombres de ciencia y en fundar estable-
cimientos útiles; el P, Rávago aparece asociado á veces á
las empresas del primero, á veces á las del segundo, obran-
do otras por propia cuenta (0.
(i) Vid. El P. Rávago, confesor de Femando VI. Estudio
biográfico, por D. Enrique de Leguina: Madrid, 1876, vol. II
de los Hijos ilustres de Santander, especialmente las pági-
nas 17-39- — Historia de la Casa de Borbón Escrita en in-
II 54
850 PEDRO ROCA
De la compenetración entre los hombres de ciencia re-
foimadores \' los Consejeros del Rey y la Corte, y del espí-
ritu que informaba la fiebre de proyectos literarios de tan
gran número de sabios como llegó á contar España enton-
ces dentro de su seno (O, traza el P. Sarmiento un vivísi-
cr\és, por Guillermo Coxe, y traducida al español con notas,
observaciones y un apéndice, por D. Jacinto de Salas y Qui-
roga [Andrés Muriel], tomo III: Madrid, 1846, pág. 336.
(i) Propagandistas como Feijóo, Sarmiento, Isla y Torres
Villarroel; eruditos y literatos como los PP. Enrique Flórez y
Andrés Marcos Burriel, D. Francisco Pérez Bayer, el Mar-
qués de Valdeflores D. Luis José Velázquez de Velasco, Don
Juan de Iriarte, D. Miguel Casiri, D. Ignacio de Luzán, Don
Agustín de Montiano y Luyando y D. Gregorio Mayans y
Sisear; médicos y cirujanos como D. Andrés Piqíier y D. Pe-
dro Virgiü; astrónomos y matemáticos como D. Antonio de
UUoa, D. Jorge Juan y D. Luis Godín; mineralogistas, físicos
y botánicos como D. Guillermo Bowles, D. José de Ortega y
D. José Quer; ingenieros como el Brigadier D. Carlos Le-Maur,
el Teniente Coronel D. Francisco Nangley D. Juan Cermeño;
constructores de navios como Briant, Tournell y Sothuell; eco-
nomistas como Mr. Bernardo Ward, etc., son los protegidos y
auxiliares del confesor y de los Ministros, quienes llenos de
emulación continúan en promover por muy distintos medios la
más sólida instrucción, patrocinada con acertadas providencias
del Monarca, el cual, no contento con atraer al servicio de Es-
paña á tantos sabios extranjeros, pensiona <iá muchos jóvenes
españoles de buen talento, para que fueran á instruirse en las
Nobles Artes en Roma y en París, y para que adquirieran allí
otros conocimientos útiles que no podían aprenderse sin gran
dificultad dentro de España; » á París fueron pensionados Don
Manuel Salvador Carmena, para el grabado en dulce, retratos
é Historia; D. Juan de la Cruz y D. Tomás López, para arqui-
tectura, cartas geográficas y adorno, y D. Alonso Cruzado para
grabar en piedras finas. Contribuyeron también mucho á dicha
instrucción las traducciones de algunas obras francesas, así de
Historia como de Física y de Humanidades. fDon Cenónde So~
modevilla. Marqués de la Ensenada. Ensayo biográfico , por
ORÍGENES DE L\ ACADEMIA DE CIENCIAS 85I
mo cuadro en 1752, al exhortar á los regulares á que in-
troduzcan en los claustros las matemáticas y otros estudios
sólidos, si no quieren ver su extinción y la aplicación de
sus rentas á las Academias de seculares, que se iban á toda
prisa estableciendo para el cultivo de dichas ciencias.
«Preocupados, escribe (O, los seglares del poco adelan-
tamiento en las Letras, que creen ver en los Regulares, y
imaginando que no las podrán enseñar, van tomando efi-
caces providencias, útiles en sí, y procedidas de buena in-
tención en los que las protegen y á toda costa; pero con
mucha solapa y torcido fin en los que las han solicitado.
«Hierve la Corte de proyectos literarios. Por docenas se
entablan academias para todo género de ciencias y artes.
En Barcelona, Cádiz, Sevilla, Madrid, etc., ya se estable-
cieron academias de matemáticas para ¡a educación de la
Antonio Rodríguez Villa: Madrid 1878, págs. 47, 78, 105, 112,
142, 144, 145, 146, 147, 148, 149, 162, 175, 192, 193, 204,
270, 274, 277, 300, 302, 357, 359. 361, 365, 367, 372, 394
y 399- — Empresas literarias del Reynado de Fernando VI, pági-
nas I á 37 de la Noticia del viage de España, hecho de orden del
Rey, y de tina nueva historia general de la nación desde el tiempo
más remoto hasta el año de 1516 , por D. Luis Josef Veláz-
quez de Velasco, Marqués y Señor de Valdeflores En Ma-
drid, año de 1765. — Ensayo de una biblioteca española de los me-
jores escritores del reynado de Carlos III , por D. Juan Sempere }•
Guarinos, págs. 22 á 29 dsl Discurso preliminar sobre los progre-
sos de la literatura de los españoles en este siglo, que precede al
tomo 1: Madrid, MDCCLXXXV.)
(i) Folios 68, 69 y 70 de una copia en folio, letra del si-
glo xviii, encuadernada en pergamino y marcada con la signa-
tura Ff- i3i del Depto. de MSS. de nuestra Bibl. Nac, que dice
al principio: «Notas de Fr. Martin Sarmiento, Beaedictiao, al
privilegio Gothico, original, del Rey D." Ordoño 2.°, concedi-
do al Monasterio de S." Julián de Saraos á i." de Agosto, Era
960. El qual Privilegio vi, leí y copié por mí mismo en S."
Martin de Madrid á 20 de Agosto de 1752. Y reflexiones pre-
vias sobre Archiveros;» y al fin: «Asta aquí llegó el autor; y en
el penúltimo pliego dize escrivia en Octubre de 1752.»
{?r2 PEDFO ROCA
juventud militar terrestre y marina. Este verano se insti-
tuyó en Madrid una Academia Real de Pintura, Escultu-
ra. Arquitectura, Dibujo, etc., para el adelantamiento de
las Artes. Hay academias de Física Moderna, Medicina,
etc. Habíala de la Lengua Castellana, y ya hay otra de la
Historia. Acaba de establecerse en Valladolid una de Be-
llas Letras y Matemáticas. A este modo se van fundando
otras muchas. Los Padres Jesuítas, acaso previendo los
futuros, han restablecido en el Colegio Imperial el estudio
de las Matemáticas. Prosiguen en el Real Seminario, y en
otros que fuera de la Corte se van fundando, en educar á
la noble juventud en las Bellas Letras, Física experimen-
tal. Matemáticas, Geografía, Historia, etc.
»E1 Ministerio gasta grandes sumas en enviar varios su-
jetos hábiles á Roma, París, Londres, Venecia, etc., para
que cada uno se instruya mejor en su facultativa profesión,
y que, de vuelta, la pueda enseñar en España. Cirujanos,
médicos, boticarios, arquitectos, botánicos, pintores, etc.,
todos hallan protección en el Rey. Dentro de España, unos
salieron á registrar minas, otros plantas, otros canteras; y
acaba de llegar de Córdoba un amigo mió (O, que por or-
den del Rey pasó á Sierra-Morena á observar y recoger el
Maná que allí se halla. Trajo 12 arrobas de Maná para
muestra, y me aseguró que cada año se podrán recoger
400 quintales.
»Dos ó tres jesuítas españoles los costea el Rey en París
para que allí aprendan el método de estudiar y de enseñar,
para venir á entablarlo en sus Colegios. A este modo se ve
(i) El farmacéutico Cristóbal Vélez. «Estuvo Vélez encar-
gado de algunas comisiones importantes, entre otras, la de
averiguar lo que hubiese sobre el nuevo maná de España, cuyas
virtudes, aunque ponderadas, no dieron el resultado apeteci-
do.» (Fág. 369 de la Historia crítico- literaria déla Farmacia, por
los Doctores D. Quintín Chiarlore y D. Carlos Mallaína. Com-
pendiada y reformada, por D. Caries Mallaína Tercera
edición: Madrid, Oficina tipográfica del Hospicio, 1875.)
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 853
promover otras providencias literarias que, entabladas,
harán sonrojar á los que están mano sobre mano, muy sa-
tisfechos con el vago método de sus estudios, sin querer salir
de 4 silogismos y de 4 sermones vacios. Salgan ahora y
vengan aquí aquellos zelotipos murmuradores, que mira-
rán con escarnio este escrito, y que creen opuesto á la re-
ligión el estudio de las matemáticas.
«Hace años que he oido despreciar las Universidades y
sus estudios como inútiles. Supe que se tentaba aplicar
sus rentas á academias cuyos ejercicios y estudios fuesen
más útiles á la sociedad humana. Este pensamiento está
hoy en su mayor fuerza, por saber que esa es la moda de
las naciones extrañas. Dirán, ó digo yo, que cuando no
habia más que Universidades en Europa, las Universida-
des de España hacian frente, y aun excedían, á las extran-
jeras. Pero introducido el estudio en academias, desemba-
razado de los métodos góticos de estudiar, sólo España
podrá hacer frente con otras academias, no con Universi-
dades, según lo que sólo se estudia en ellas (0.»
(i) No todos participaban de este fuego irreflexivo de imi-
tar á las Academias extranjeras, y persona de tanta autoridad
como el Bibliotecario D. Juan de Iriarte, educado en Francia,
Académico de la Española, que había observado que «las Aca-
demias entonces, lo mismo aqui que en el extranjero, nacían
por generación espontánea, se multiplicaban como los hongos,
y no venían á ser algunas otra cosa que Sociedades de elogios
mutuos, fábricas de inconsistentes reputaciones y literario en-
tretenimiento de ingenios ociosos y eugreídosi {El Gran Galle-
go por D. Antolín López Peláez: La Coruña, 1895, pági-
na 136), y que los Discursos académicos se reduelan «á una
pompa de palabras, á una artificiosa ostentación de agude-
zas », D. Juan de Iriarte, digo, hablando de la necesidad de
que los trabajos de la Real Academia Española se dirigiesen,
sin salir de su esfera, á materias útiles, fustigó como se mere-
cían las Academias extranjeras nada menos que en un discurso
que al principio de año leyó en dicha Academia.
«Dexemos, decía, á la Italia, vicioso plantel de Academias
854 PEDKO ROCA
Este era precisamente el pensamiento hasta de los mis-
mos Ministros. El Marqués de la Ensenada, ávido de pro-
yectos y reformas (O, que en sucesivas representaciones
tan extravagantes en sus escritos como en sus nombres, el con-
tinuo y porfiado tesón de pulir, de hablar, ó por decirlo más
claro, de castrar su idioma, para que suenen más dulcemente
sus voces, el prolijo inútil afán de apurar consonancias, de ex-
primir y agotar conceptos y caprichos poéticos, y, en fin, la
vana é infructuosa gloria de estar hablando en verso por es-
pacio de dos siglos.
>iNo incurramos en el exceso de la Academia Francesa, cuya
multitud de cortesanas arengas, de panegíricas oraciones, ha
dado motivo á un célebre autor moderno de aquella nación (*),
para decir que había empleado ella todo su estudio en sacar
cincuenta tomos de cumplimientos.
»No deslumbre, finalmente, nuestra vista; no arrebate nuestra
admiración la ostentosa perspectiva de los trabajos de la Aca-
demia Lusitana, que, si bien en diverso instituto, no está exen-
ta de los vicios que debemos evitar en el nuestro. No nos
asombren los crecidos numerosos volúmenes de sus Memorias,
pues sólo contienen una dilatada y pomposa selva de pláticas,
oraciones panegíricas y fúnebres, de conferencias, declaracio-
nes, introducciones, catálogos de académicos y otros opúscu-
los poco ó nada conducentes á su principal asunto. Apenas por
entre la espesura de su frondosidad asoma alguna especie cu-
riosa, alguna apreciable noticia; apenas se descubre, se divisa
tal cual sazonada fruta, que merezca el trabajo de alcanzarla.
«Elíjase lo útil y substancial de tan abultados libros; redúz-
canse sus agigantados caracteres á estatura regular; angóstense
sus anchurosas márgenes ó playas, y se verá cómo todo aquel
balón de papel se reduce á una mano.» {Discurso X. Sobre la
elección de asuntos qtie para exercitar fersonalmente sit ingenio con-
vendría prefiriesen les individuos de la Acadeviia, inserto desde la
pág. 327 á la 335 del tomo II, 1774, de las Obras sueltas de Don
Juan de Iriarte, publicadas en obsequio de la literatura á ex-
pensas de varios caballeros amantes del ingenio y del mérito.)
(i) A este propósito dice Campomanes: «Subió al Trono
(*) Voltaire.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 855
al Rey había expuesto las necesidades sentidas en el or-
den cientifico, incluía entre los puntos de gobierno el si-
guiente íi):
nAcademias. — Se habrán de erigir para el aprovecha-
miento de las buenas letras y ciencias en Madrid y en las
capitales de provincias. Las han establecido todos los
Príncipes de Europa, y sólo faltan en España, con descré-
dito de la Nación.»
Quien esto proponía al Rey, ¿cómo no había de acoger
con júbilo el proyecto de una Real Academia de Ciencias?
Así fué, en efecto. «Con motivo de los achaques que co-
menzaban á quebrantar visiblemente la salud de la Keyna
Doña Bárbara de Portugal, fué llamado á la Corte, como
un excelente Médico, el Doctor Don Andrés Piquer en
fuerza de la reputación de ingenio y doctrina que le habían
grangeado sus discípulos y varios sugetos acreditados, no
menos que las producciones literarias que había impreso.
Otro objeto, también de importancia, habia movido á nues-
tro Ministerio para determinar la traslación de aquel sabio
Médico á Madrid. Habían logrado varios Académicos, á
Fernando el VI, cuyo piadoso corazón, movido de los conti-
nuos clamores de los pueblos, declaró estar de parte de todo
lo que les pudiera felicitar, y he aquí la edad de los proyectis-
tas. No hay pensamiento delicado ni disparate grosero que no
se propusiese durante el Ministerio del Marqués de la Ensena-
da. Cuál quería á la España, marina; cuál, agricultora; cuál,
pastora; cuál, fabricante; y en el año de 48 se pensó en variar
casi todo el gobierno civil, económico y aun eclesiástico del
Reino.» (Págs. 10 y 11 de las Cartas político-económicas escri-
tas por el Conde de Campomnnes, primero de este título, al Conde
de Lerena. Publícalas ahora por primera vez, precedidas de una
introducción y de la biografía del autor, Antonio Rodríguez
Villa: Madrid, 1878.) La lectura de la preciosa obra Don Cenón
de Somodevilla, del Sr. Rodríguez Villa, antes citada, reduce á
sus justas proporciones esta exageración del Conde de Cam-
pomanes, ó de quien sea el autor de estas Cartas.
(i) Pág. 161 de la obra Don Cenón de Somodevilla, citada.
856 PKDRO ROCA
quienes en calidad de tales concedia fácil acceso y su pro-
tección el Marqués de la Ensenada, persuadir á este céle-
bre Ministro, y por su medio al Rey, quán decorosa y útil
seria á la Nación Española la erección de una Academia de
Ciencias, para la qual, sin perjuicio de la subsistencia y
desempeño del Instituto de la de Medicina, podia ofrecer
ésta desde luego muchos sugetos dignos de ocupar sus pla-
zas. Inflamado el Rey Fernando del amor de sus vasallos
y de las glorias de España, por una parte, y considerando,
por otra, que quizás seria indispensable para la más pronta
y completa formación del proyectado Establecimiento,
echar mano, á imitación del fundador de la Academia de
Ciencias de París, su glorioso Progenitor Luis el Grande,
de algunos Sabios Extrangeros para ocupar con dignidad
las sillas propias de varios ramos cultivados con menos
esmero por entonces por nuestra Nación, confió S. M.
al Secretario perpetuo de la Academia Médica, D. Jo-
seph Ortega, la honrosa y delicada comisión de recoger
por sí mismo en cada uno de los países más cultos de Eu-
ropa, informes y noticias exactas del mérito de los Litera-
tos que florecían en ellos, y sin fiarse enteramente de la
fama pública, que suele ser muy equívoca, consultarlas
con personas imparciales y comprobarlas en la forma po-
sible con el trato y comunicación personal, viajando á este
fin con el aparente motivo del restablecimiento de su sa
lud, y el especial y reservado encargo de asegurarse de las
virtudes sociales y prendas morales que el piadoso Rey
exigía en todos los que hubiesen de componer tan ilus-
tre Congreso, cuyo establecimiento no tuvo entonces
efecto (i).»
Quien daba tal comisión á un amigo suyo, muy dado al
estudio de la Física experimental y de la Química, que
(i) Págs. vin y ix de la Noticia históyica del origen, progre-
sos V estndo actual de la Academia Medica de Madrid, que enca-
beza el tomo I (Madrid, año de 1797) de las Memorias de dicha
Academia.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA. DE CIENCIAS 857
trajo hasta una preciosa colección de instrumentos y má-
quinas para el establecimiento de dicha Academia (O, ¿no
(i) Lo que dejamos consignado resulta del atento examen
de las cinco fueates primitivas impresas, que dan noticias de
proyectos de Academias de Ciencias ideados ea tiempo de Fer-
nando VI durante los Ministerios de Ensenada y Carvajal, á
saber:
I. La citada Noticia histórica del origen, progresos y estado
actual de la Academia Médica de Madrid.
II. Las Memorias de la vida de D. Ignacio de Lmán, escri-
tas por su hijo D. Juan Ignacio de Luzán, Canónigo de la San-
ta Iglesia de Segovia, quien las publicó al frente de la obra de
su padre, intitulada La Poética, ó reglas de la Poesía en general
y de sus principales especies, tomo I: Madrid, MDCCLXXXIX,
págs. V á Liv, y en las cuales se lee que, después de haber
presentado D. Ignacio de Luzán á los ojos de los españoles el
estado de todo género de estudios en París, para que resucita-
sen la antigua gloria literaria de España, «deseoso de contri-
buir por su parte en cuanto le fuese posible á tan digno objeto,
y de aprovechar la ocasión que le ofrecían el celo y la amistad
del señor Don joseph de Carbajal, para promover pensamientos
útiles al bien público, formó el plan de una Academia general
de ciencias, artes y bellas letras, que deseaba se fundase en
Madrid, en el qual comprehendió quanto habia que prevenir
en el asunto, como eran: los estatutos; número de Académicos
honorarios, numerarios, asociados y de otras clases; la renta
que debia tener y su distribución; forma de la casa en que ha-
blan de ser las juntas; división de clases y número de indivi-
duos que habia de tener cada una, y finalmente, lista de los su-
getos que le parecían más apropósito para Académicos, con
expresión de la clase que convendría poner á cada uno de ellos.
No tuvo efecto esta idea; pero se puede asegurar dio motivo á
otra muy plausible, aunque no tan vasta, que fué la de erigir
solemnemente en Academia Real, con el título de San Fer-
nando, para el cultivo de las tres Nobles Artes, la Junta pre-
paratoria que existia mandada formar por el Señor Don Feli-
pe V, pues aunque Don Ignacio no fué el único á sugerir este
pensamiento, se distinguió en promoverle con el señor Carba-
jal. Siendo uno de los Académicos de honor, recitó el dia de
858 PEDRO ROCA
encomendaría al mismo tiempo á otros amigos y protegidos
su3'os el encargo de redactar un plan de estatutos? Así debió
la apertura unas octavas alusivas al objeto; y el año siguiente,
con motivo de la distribución de los primeros Premios, recitó
también una canción, un soneto italiano y un epigrama latino.»
(PágS. XLVlliy XLIX.)
III. El testimonio de D. Luis José Velázquez de Velasco,
IVIarqués y Señor de Valdeñores, que en la pág. 7 de su men-
cionada Noticia del viage de España, cita entre las Empresas
literarias del Rcynado de Fernando VI, la siguiente: «a exemplo
de la de París se proyectó y aun se empezó á poner en execu-
cion el establecimiento de una Academia de Ciencias;» y aña-
de en nota: «Las primeras Juntas se tubieron en Cádiz; y de
los Académicos que concurrieron á ellas con sus trabajos, fue-
ron D. Jorge Jnan, D. Antonio de Ulloa y Mr. Godin en las
Matemáticas; el D.'' Porzell en la Medicina; D. Pedro Virgilio
en la Cirugía; D. Josef Carbonel en las Lenguas Orientales y
Buenas Letras, y el Autor de este Viaje en la Historia y las
Antigüedades. ¡^
IV. Las noticias dadas por Sempere, que escribe en tres
partes distintas de su citado Ensayo: 1°, refiriéndose á que no
se había llegado á establecer una Academia general de Cien-
cias y Artes: «El Marqués de Villena parece que tuvo este
pensamiento, según he insinuado en la introducción. Pero á la
falta de los auxilios necesarios para aquella empresa literaria,
se añadía otra mayor, que era la de hombres. En tiempo de
Fernando Vi se pensó ya en ello, y para este fin se comisionó
á Don Joseph Ortega, para que, viajando por los países extran-
geros, recogiera todas las noticias conducentes para el mejor
logro de aquel establecimiento. Y aun se llegaron á tener al-
gunas juntas en Cádiz, concurriendo á ellas, por la clase de
Matemáticas, Don Jorge Juan, Don Antonio Ulloa y Mr. Go-
din; por la de Medicina, el Doctor Porcell; por la de Cirugía,
Don Pedro Virgilio; para las Lenguas Orientales y Buenas Le-
tras, Don Joseph Carbonel; y Don Luis Joseph de Velázquez
para la Historia y las Antigüedades» (págs. 54 y 55 del tomo I
de su Ensayo, art. Academias); 2.°, Jorge Juan «formó en su
casa [de Cádiz] una Academia de Ciencias intitulada Asamblea
amistosa literaria, en la que cada jueves se juntaban Don Luis
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 859
de ser; pero no tengo un dato concreto que lo declare,
aunque sí unas «Ordenanzas de S. M.,» que se compusie-
Godin, Don Joseph Infante, Don Gerardo Henay, Don Joseph
Aranda, Don Diego Porcel, Don Pedro Virgili, Don Francisco
Iglesias, Don Francisco Canibel, Don Joseph de Náxera, Don
Lorenzo Roland, Don Luis de Velazquez, Marqués de Valdeflo-
res, y Don Joseph Carbonel, que hacia de Secretario. En ella se
leian las Memorias que los individuos componían sobre qual-
quiera ciencia ó arte, precedida la debida aprobación de los Co-
misarios que se nombraban para su censura. Don Jorge Juan
escribió y leyó en ella diez sobre varios puntos de Artillería,
Astronomia, Navegación, Construcción y demás ramos de las
Matemáticas. Una de ellas le dio motivo para la grande obra
que inmortalizó su nombre, el Examen Marítimo» (pág. 155 del
tomo III, MDCCLXXXVi); 3.°, «D. Joseph Ortega, Boticario
mayor de los Reales Exércitos, Vice- Director del Real Jardm
Botánico de Madrid, Académico fundador y Secretario perpe-
tuo de la Real Academia Médica-Matritense, sujeto de un mé-
rito muy distinguido, habia tenido el encargo por el Ministerio
de viajar por las Cortes y Reynos extrangeros, con el objeto de
recoger las noticias necesarias para el adelantamiento de las
ciencias naturales en este Reyno, y particularmente para el
establecimiento de una Academia de ellas, sin laqual se creía,
y con razón, que no podian hacer muchos progresos. Para esto
traxo la preciosa colección de instrumentos y máquinas que se
conserva actualmente en el Seminario de Nobles de esta Corte;
trató y dio á conocer á el Ministerio á varios sabios extrange-
ros, con el fin de que nuestra nación los admitiera en su seno,
para aprovecharse de sus luces, y promovió el establecimiento
de un Real Jardin de Plantas, cuyos principios confió Fernan-
do VI á su dirección. También tradujo y publicó el tratado de
la electricidad del Abate NoUet, y compuso un Elogio históri-
co del Señor Dr. D. Joseph Cerví, leido á la Real Academia Mé-
dica-Matritense en 30 de Marzo de 1748, impreso en Madrid en
el mismo año.» (Pág. 157. 'omo IV, MDCCLXXXVII.)
V. Las noticias que nos proporciona el anónimo autor
Del estado presente de la Literatura en España, del de las tres
Universidades mayores de Castilla y de sus Colegios mayores, entre
dos Abates Napolitanos. Diálogo escrito en castellano por un Espa-
86o PEDRO ROCA
ron en aquella época y se redactaron por amigos y prote-
gidos de Ensenada, y que ponen á la Sociedad Real de
iiol apasionado de la verdad (*). (Inserto en las págs. iig á 172
del tomo XXVIII, Madrid, MDCCXC, del Semanario erudito,
de Valladares.) Hablando de la enseñanza de Física que da-
ban los jesuítas en el Real Seminarlo de Nobles de Madrid,
Casafonda pone en boca de los Abates las siguientes preguntas
y respuestas (págs. i5S y 169):
oSab. — ^Los experimentos de Física no los harán por falta
de instrumentos.
•nBart. — Los tienen muy exquisitos, }' lo mejor es que no
son suyos, sino del Rey, y se traxeron de Londres en tiempo
de Fernando VI, quando se pensó en establecer en Madrid una
Academia general de Ciencias, á cuyo fin salieroa para Roma,
Paris, Olanda, Londres, Bolonia y otras partes de la Europa,
Boticarios, Cirujanos, Antiquarios y otros literatos á informar-
se é instruirse del método con que se enseñaban las ciencias
en las Universidades y Academias de otros países. Como no
llegó á tener efecto este pensamiento, no se descuidaron los
Padres de recoger los instrumentos que se traxeron de Lon-
dres, 3' tuvieron maña para sacárselos al Ministro de Hacienda,
el Conde de Valparaíso, diciendo que los tendrían como de-
pósito en su Seminario.
■aSab. — Cuenta con que se quedaron con ellos.
aBari. — No lo creas, porque la Academia Médica Matritense,
que por falta de protección se halla bien atrasada, tenia la pre-
tensión de que el Rey se los entregase y se restableciese en for-
ma dicha Academia »
Tenemos, pues, según los testimonios I y II, dos hechos cla-
ros y patentes: un proyecto de creación de Academia de Ciencias
sugerido á Ensenada por varios académicos de la Real Médica
(*) Según dice Sempere en la pág. 149 del tomo II (Madrid,
MDCCLXXXV) de su Ensayo, la presente obra es producción de
D. Manuel Lanz de Casafonda, del Consejo de S. M. y de la Cá-
mara de Indias. El Abate Bartoli pasó á España por el mes de
Mayo de 1755, y se volvió á Ñapóles por Septiembre de 1761. Re-
fiere á su amigo el Abate Sabelli lo que vio y observó en punto de
literatura. Lanz de Casafonda escribía en el reinado de Carlos III.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 86l
Ciencias de Madrid, como ellos la llaman, bajo la inmedia-
ta dependencia del Ministro de Marina é Indias, es decir,
Matritense, y patrocinado por este Ministro, y para cu3'a pron-
ta realización salió comisionado D. José Ortega, Secretario
perpetuo de ésta, á los países extranjeros con el objeto de re-
coger informes y noticias exactas referentes á los literatos que
florecían en ellos, y otro proyecto de Academia general de Cien-
cias, Artes y Bellas Letras, conforme á un plan que formó D. Ig-
nacio de Luzán con el patrocinio del Ministro D. José de Car-
vajal: ni uno ni otro tuvieron efecto. Estos dos testimonios son
íntegramente fehacientes. Del último no hay que decir sino que
lo da el mismo hijo de Luzán en presencia de los papeles de
su padre; y hay que suponer, no sólo que dijo la verdad, sino
toda la verdad en aquello que redundase en honra de éste y
suya; y por tanto, que, si se limitó á escribir, «no tuvo efecto
esta ¡dea,» y no dice que á consecuencia del plan de su padre
se mandaron comisionados á países y Universidades y Acade-
mias extranjeras, y que se compraron instrumentos y máquinas
para el uso de la Academia que se proyectaba, es porque no
hubo tales comisionados, instrumentos ni máquinas; en una
palabra, escribió todo lo que había sucedido, sin omitir nada.
Además, téngase en cuenta que su testimonio es la primera
única fuente impresa por donde nos constan tales noticias, y
que éstas son las únicas que tenemos, sin que hayan sido am-
pliadas por otros testimonios. Con decir que el testimonio /
se da al frente del tomo I de las Memorias de la Real Academia
Médica de Madrid en el ario 1797, precisamente por la misma
Corporación de que D. José Ortega fué Secretario perpetuo, y
que también es la primera única fuente impresa donde consta
un proyecto de Academia de Ciencias sencillamente, referido á
varios académicos de aquélla y á Ensenada, basta para persua-
dirse de que dicho testimonio no puede ser contradicho y de que
lo que en él se afirma es la verdad; pero ¿toda la verdad? ¿no
habrá sido ampliada por otros en todo aquello en que éstos no lo
contradigan? La comisión de Ortega, ¿no se extendería á más
de lo que en él se expresa? Vamos á verlo.
Para resolver esta cuestión nos ayudan los testimonios ///,
IV y V.
El ///, es decir, el de Velázquez, que conforma con el del
862 PEDRO ROCA
del mismo Ensenada, todo lo cual lo considero suficiente
para afirmar que dichas Ordenanzas han de referirse á
tomo I de las Memorias de la Real Academia Médica de Madrid
en lo del proj'ecto de una Academia de Ciencias, añade que se
proyectó ésta á ejemplo de la de París, dato que aclara el muy
velado que pudiera entreverse en el texto del tomo I de dichas
Memorias, y que las primeras juntas para poner en ejecución
el proyecto se tuvieron en Cádiz. Es chocante que el marqués
de Valdeflores, uno de los que, según su propio testimonio,
concurrieron á ellas con sus trabajos de historia y antigüeda-
des, se permita afirmar que eran éstas las primeras juntas que
se tuvieron para la ejecución de un proj'ecto de Academia de
Ciencias á ejemplo de la de París, pues que de seguro no ig-
noraba en su ilustración que el objeto principal de la Real
Academia de Ciencias de París se reducía á las ciencias mate-
máticas y físicas, esto es, al cultivo de la geometría, astrono-
mía, mecánica, anatomía, química y botánica, y que no se
extendía al de la cirugía, para la que existía una Real Aca-
demia de Cirugía, ni al de las lenguas orientales, buenas letras,
historia y aníigñedades, disciplinas que, excepto las lenguas
orientales enseñadas en el Colegio Real, constituían el ob-
jeto especial de las Reales Academia Francesa y de Inscrip-
ciones 3' Bellas Letras. En esto fué más lógico Sempere, que
relacionó esas juntas con el proyecto de una Academia gene-
ral de Ciencias y Artes, pues tal era el carácter de genera-
lidad que aquéllas tenían, si bien adulteró al copiarlo el testi-
monio del marqués, sustituyendo la frase de que tales acadé-
micos «concurrieron á ellas con sus trabajos» con !a de que
concurrieron á ellas-tales académicos, lo cual no es lo mismo,
porque lo último supone que éstos estaban en el mismo Cádiz,
}• lo primero no, que muy bien podían concurrir con sus tra-
bajos á las juntas de Cádiz sin estar en Cádiz. Sempere hace
más: expone en otra parte, como cosa distinta y sin conexión
con estas juntas, lo relativo á las que se celebraban en casa de
Jorge Juan, también en Cádiz, bajo el nombre de Asamblea
Amistosa Literaria, sin caer en la cuenta de que unas y otras
son las mismas y úaicas juntas de esta Asamblea.
Además, el testimonio de Sempere, que amplía el de Veláz-
quez, es un tanto contradictorio en sus partes, pero no las
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 863
aquel proyecto de Academia de Ciencias que insinuaron al
Marqués varios académicos de la Médica Matritense. Aun
creo inconciliables. En una se habla del establecimiento de
una Academia general de Ciencias y Artes, y en otra del de una
Academia de Ciencias Naturales: en mi concepto, aquí se trata
de una sola Academia, por la sencilla razón de que D. José
Ortega aparece comisionado para viajar por el extranjero en
ambos casos; además, en el primer caso se dice vagamente
para que «recogiera todas las noticias conducentes para el me-
jor logro de aquel establecimiento,» de Academia general de
Ciencias y Artes, y en el segundo con el objeto de «recoger las
noticias necesarias para el adelantamiento de las ciencias na-
turales en este Reyno, y particularmente para el estableci-
miento de una Academia de ellas, sin la qual se creia, y con ra-
zón, que no podian hacer muchos progresos.» Entre estos dos
fines no hay contradicción: el último cabe perfectamente entre
«las noticias conducentes para el mejor logro» del estableci-
miento; la contradicción resulta solamente de referir el i.°á
una Academia general de Ciencias y Artes, y el 2.° á una de
Ciencias Naturales; y lo natural es, sean ó no distintos los fines,
y se refieran á una ó á dos Academias, que sólo una vez fuese
comisionado D. José Ortega. En Sempere esto no se aclara, y
hay indicios para suponer las dos cosas: que fueron dos, por-
que en una parte refiere la comisión al proyecto de una Acade-
mia general de Ciencias y Artes, y la relaciona con las juntas que
se tuvieron en Cádiz en casa de Jorge Juan con el nombre de
Asamblea Amistosa Literaria; y en otra, al trazar la biografía
de Ortega, la refiere al adelantamiento de las ciencias natura-
les en España, }' particularmente al establecimiento de una
Academia de ellas; y que fué una, porque, si hubieran sido dos,
no se explicaría el silencio que guarda Sempere, precisamente
al trazar de propósito la biografía de Ortega, en lo tocante á la
intervención de éste en el proj'ccto de la Academia general,
extendiéndose, en cambio, á detallar la que tuvo en el de Cien-
cias Naturales, tanto más cuanto que Sempere hace mención
expresa del primero en el art. Academias mencionado, como si
á sus ojos fuese un hecho culminante, ¿cómo, pues, al hacer
la biografía de Ortega ni siquiera se le ocurre emplear una
frase de referencia á lo que ya había dicho en aquel artículo?
864 PEDRO ROCA
puede añadirse que lo esencial de estas Ordenanzas está
calcado en el Reglamento de la Real Academia de las
Para mí la explicación está sencillamente en que la interven-
ción que detalla en la biografía es la misma que la que indi-
ca de im modo vago y general en dicho artículo. Hay más: al
hacer la biografía y afirmar que el objeto de su encargo era
recoger «las noticias necesarias para el adelantamiento de
las ciencias naturales en este Reyno, y particularmente para
el establecimiento de una Academia de ellas, sin la qual se
creia, y con razón, que no podian hacer muchos progresos,»
el mismo Sempere añade inmediatamente: «Para esto traxo
la preciosa colección de instrumentos y máquinas que se con-
serva actualmente en el Seminario de Nobles de esta Corte;
traió y di6 A conocer A el Ministerio á varios sabios extrangeros
con el fin de qi¡e nuestra nación los admitiera en su seno, para
aprovecharse de sus luces, y promovió el establecimiento de un
Real Jardín de Plantas, cuyos principios confió Fernando VI
á su dirección.» En las palabras que subrayo, creo que Sem-
pere levanta una punta del velo que nos permite descubrir la
verdad; y si antes, por la crítica interna de sus mismos textos,
llegué á conjeturar que todo lo que dicen tocante á la inter-
vención de Ortega en proyectos de Academias científicas cons-
tituye una sola comisión y se relaciona con la creación de una
sola Academia, sin que llegase á decidir si sería una general
de ciencias y artes ó una de ciencias naturales, ahora, con ese
texto subrayado, cotejado con el que arriba he transcrito de
las Memorias de la Real Academia Médica Matritense, y por el
que consta, en términos muy parecidos, que á Ortega se le con-
fió igual comisión para la más pronta realización del proyecto
de una Academia de Ciencias que al Marqués de Ensenada su-
girieron varios académicos de la Médica Matritense, me pa-
rece que puedo afirmar que la comisión única que recibió Or-
tega se refería al proyecto de una sola Academia, y que ésta
era una Academia de Ciencias sencillamente, y no una Acade-
mia general de Ciencias y Artes ni de Ciencias Naturales.
Posteriormente, en tiempo de Carlos III, debió de pen-
sarse en ésta, porque Sempere {Ensctyo, tomo IV: Madrid,
MDCCLXXXVII, pág. 175), al hablar de la explicación que
D. Antonio Palau y Verdera hizo en 1778 de la Philoso-
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 865
Ciencias de París, á semejanza de la cual se proyectó la
madrileña.
pliia botánica de Liniieo, escribe: «En el Diccionario enciclopé-
dico se lee que Liiineofué llamado por el ¡Ministerio de España
para hacerle Presidente de una nueva Academia, destinada á
culiivar el estudio de la Historia Natural.» (Este Diccionario
enciclopédico no es otro que el Siippléinent a l'Encyclopéííie....:
Tome premier. A Amsterdam, cliez M. M. Key, libraire,
MDCCLXXVI. La cita de Sempere corresponde á la página
222, col. I.', palabra Agricuitnre.) La conclusión que acabo
de sacar es tanto más cierta, cuanto que de no ser admitida
iríamos á parar al absurdo de que, además de los dos pro-
yectos de Academia general de Ciencias y Artes y de Cien-
cias Naturales, hubo un tercer proyecto de simple Academia
de Ciencias, para el que también fué comisionado Ortega, con
la sencilla comisión de asegurarse de las virtudes sociales,
prendas morales y competencia científica de los sabios extran-
jeros que hubiesen de componer tan ilustre Congreso. Además,
consideremos que el testimonio de las Memorias, claro, preci-
so, autorizado, es del año 1797, y el de Sempere, vago y con-
tradictorio, es del 1787, y no cabe suponer que los ilustrados
académicos de la Médica Matritense ignorasen lo que había
escrito éste, y se separasen ó prescindieben de ello, y nos die-
sen datos nuevos que, sin mencionarlo, lo invalidaba, sino por-
que les constaba ciertamente que eran verdaderos. Sin embar-
go, el interés de la Academia al darlos no era directo: los daba
incidentalmente, y acaso omitiese algún detalle que no consi-
deraba esencial para su objeto; y como la piedra de toque es el
texto transcrito de las Memorias de la Real Academia Médica
Matritense, de modo que, al contrastar con él otros, admitamos
de éstos lo que se conforme con él, desechemos lo que lo con-
tradiga y no rechacemos lo que lo explique, amplíe ó adicio-
ne, resulta que, admitido ya en parte, y en parle 3 a rechazado
el testimonio de Sempere en virtud de los dos primeros miem-
bros de dicha regla, no hay motivo para rechazar, en virtud del
miembro tercero, lo que este esciitor añade al carácter antes se-
ñalado á la comisión de Ortega, á saber, que llevaba también el
encargo de recoger «las noticias necesarias para el adelanta-
miento de las ciencias naturales de este Reyno,» y que «traxo la
u 55
865 PEDRO ROCA
El hecho de relacionar la venida á Madrid del Dr. Pi-
quer, probablemente en concepto de eminente anató-
preciosa colección de instrumentos y máquinas que se conser-
va actualmente [1787] en el Seminario de Nobles deestaCorte.»
Así, tendríamos que varios académicos de la Médica Matritense
persuadieron á Ensenada, y por su medio al Rey, de cuan de-
corosa y útil sería á la nación española la erección de una sim-
ple Academia de Ciencias, á semejanza de la de París, que para
la más pronta y completa formación del proyectado estableci-
miento, confió S. M. á Ortega la comisión de recoger por sí mis-
mo, en cada uno de los países más cultos de Europa, las noti-
cias necesarias para el adelantamiento de las ciencias naturales,
y particularmente informes y noticias exactas del mérito de
los sabios que florecían en ellos, para ocupar con dignidad las
sillas propias de varios ramos cultivados entonces con menos
esmero por nuestra nación, y que trajo una preciosa colección
de instrumentos y máquinas para el uso de la nueva Corpora-
ción. Para esta simple Academia de Ciencias, no general de cien-
cias y artes, ni de ciencias naturales, «sin perjuicio de la sub-
sistencia y desempeño del Instituto de la de Medicina, podia
ofrecer ésta desde luego muchos sujetos dignos de ocupar sus
plazas,» dicen las Memorias de la Médica Matritense. Esto es
algo: por exclusión sabemos que la Academia de Ciencias no
incluiría el Instituto de la de Medicina, es decir, que quedarían
excluidas de la de Ciencias la Medicina, la Cirugía y la Farma-
cia. Esto requiere una explicación. En un principio, la Acade-
mia Médica Matritense tenía por objeto la instrucción general
en estas tres profesiones, extendida al cultivo de la Historia
Natural y Médica de España. Luego no sólo se trataba en la
Academia de los descubrimientos y adelantos que se hacían en
todas partes tocantes «á la Medicina, Cirugía y Farmacia, sino
también á la química, á la física, á la botánica y demás ciencias
naturales.» Últimamente, por Real Cédula expedida en 14 de
Septiembre de 1742 quedó establecido que «además de los pro-
fesores de Medicina, Cirugía y Farmacia, se compusiese tam-
bién la Academia en adelante de profesores de Física, que tanto
podian concurrir al desempeño de los varios objetos de su ins-
tituto.» ¡Como que los académicos de la Academia Médica
de Madrid se distinguían con los nombres de médicos anató-
okígenes de L4 academia de ciencias 867
mico, físico y matemático, con el proyecto de academia
de Ciencias propuesto por estos académicos, y acogido por
micos, cirujanos anatómicos disectores, físicos, químicos 3-
botánicos! (Vid. el Mercurio literario , por el Doctor Don
Antonio María Herrero y el Licenciado Don Joseph Lorenzo
de Arenas, tomo II: Madrid [1739], págs. 51 á 55, y las Me-
morias de la Real Academia Médica de Madrid, tomo I, 1797,
págs. I á VIII y XV á xvii de la Noticia histórica del origen,
progresos y estado actual de la Real Academia Médica de Ma-
drid que va al principio.) Luego, «sin perjuicio de la sub-
sistencia y desempeño del Instituto de la de Medicina, podia
ofrecer ésta desde luego muchos sugetos dignos de ocupar sus
plazas,» químicos, físicos, botánicos; esto nos daría la discul
pa de por qué Sempere habló inexactamente de una Academia
de Ciencias Naturales, aunque no hay motivo para dudar, y
debe ser cierto, que Ortega llevaba el encargo, no principal,
de recoger «las noticias necesarias para el adelantamiento de
las ciencias naturales en este Re3mo,» pues sin duda alguna las
ciencias naturales, no médicas, quirúrgicas ni farmacéuticas,
habían de constituir uno de los objetos de la nueva Academia
de Ciencias.
Y de hecho, en el testimonio V, ó de Lanz de Casafonda,
tenemos una prueba de que las ciencias físicas serían objeto
de esta Academia. Por él consta que para hacer los experimen
tos de Física en el Seminario de Nobles de Madrid se valían
los jesuítas de los muy exquisitos que «se traxeroa de Londres
en tiempo de Fernando VI, quando se pensó en establecer en
Madrid una Academia general de Ciencias,» y que, «como no
llegó á tener efecto este pensamiento, no se descuidaron los
Padres de recoger los instrumentos que se traxeron de Lon-
dres, y tuvieron maña para sacárselos al Ministro de Hacienda,
el Conde de Valparaíso, diciendo que los tendrían como depó-
sito en su Seminario.» Este testimonio está contexte con el de
Sempere, aunque en él nada se dice de Ortega, y añade que los
instrumentos eran físicos y que se trajeron de Londres, y ex-
plica por qué fueron á parar al Sáminario, donde estaban en
depósito, pero solicitados por la Academia Médica -Matritense.
Las noticias de Casafonda y Sempere, escritores coetáneos,
confirmándose y completándose, son de mucha fuerza. Ortega
868 PEDRO ROCA
Ensenada, pone de manifiesto que la idea surgió con an-
terioridad al 28 de Agosto de 176 1, puesto que ésta es la
trajo, pues, de Londres, para el uso de la proyectada Academia
de Cúnrif's, instrumentos físicos que fueron á parar al Semina-
rio de Nobles de Madrid. Casafonda incurre en el error de
atribuir la compra de los instrumentos al proyecto de una Aca-
demia general de Ciencias, y carga la mano y dice nada menos
que con el fin de establecerla «salieron para Roma, Paris,
Olanda, Londret Bolonia y otras parles de la Europa, Boti-
carios, Cirujanos, Antiquarios y oíros literatos á informarse del
método con que se enseñaban las ciencias en las Universidades
y Acsdímias de otros Paises.» Esto no necesita sino ser enun-
ciado para ser desmentido: desde luego se echa de ver lo supér-
fluo de tal lujo de comisionados para ese solo proyecto, que se
mezclan sin venir á cuento las informaciones del método de
enseñanza de las ciencias en Universidades y Academias, y que
todos esos comisionados es cierto que salieron; mas no para
recoger noticias que sirvieran de base á la fundación de esa
Academia, sino para estudiar diferentes Facultades con objeto
de perfeccionar las que teníamos en relativo atraso; esto es tan
conocido (y algo congruente á nuestro objeto expuse anterior-
mente, sobre todo el testimonio de Sarmiento), que no he de
insistir en ello. Casafonda engloba en esos pocos renglones la
histoiia científica de España durante el Ministerio Ensenada
en tiempo de Fernando VI; quedamos, pues, en que el úm-
co comisionado que de los testimonios aparece es el referido
Ortega.
Ko he contrastado los de Semperey Casafonda con el de las
J[],„:crias déla vida de D. Ignacio Luzán, porque desde luego
puede darse por seguro que los datos de uno y otro nada tienen
que ^er con el plan que formó aquel ilustre preceptista de una
Academia general de Ciencias, Artes y Belias Letras, que fe-
neció sin dar lugar á comisiones de ningún género.
Ptio al llegar á este punto, alguien puede salirme al encuen-
tro objetándome: «Estoy persuadido de todo lo expuesto, y
creo en efecto, que contrastados con el de las Memorias de la
rual Academia Mídica de Madnd los testimonios de Velázquez,
Sanperey Casafonda, y descontado por evidente que en manera
al-una los datos que ellos exponen se relacionan con el proyec-
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 869
fecha de la carta-orden del Marqués, como Secretario
de Estado que era de S. M., para que aquél viniese á la
to de Liizán, no hay más remedio que concluir por referirlos al
proyecto de uaa. Academia de Ciencias patrocinado por Ensenada;
pero entonces, ¿cómo se explica que Sempere nos hable de es-
tablecer una Academia general de Ciencias y Artes, y Casafoa-
da de una Academia general de Ciencias, qus para el caso es
lo mismo? Ya sé que la cuestión queda reducida á una cuestión
de puro nombre; pero ¿cómo aceptaron esta denominación y
no la de Academia de Ciencias, simplemente, que debiera ser
la verdadera?» Respecto de Sempere he de hacer la observa-
ción de que ese proyecto lo relaciona con las Juntas que se tu-
vieron en Cádiz, en casa de Jorge Juan, con el título di Asam-
blea amistosa literaria, la cual, en efecto, vanía á ser una Aca-
demia general de Ciencias y Artes; de otra parte, por la vaga é
indeterminada manera de expresarse Sempere y Casafonda en
este asunto, limitándose el primero á escribir que «en tiempo de
Fernando VI se pensó en ello» (lo poco que añade después,
también vago, relativo á la comisión de O.tega, hemos visto
que no puede referirse sino al proyecto de Academia de Ciencias,
patrocinado por Ensenada), y el segundo á consignar lo mismo
con casi idénticas palabras (lo poco que añade no conviene sino
á ese mismo proyecto de Academia de Ciencias), y por el enma-
rañado modo con que presenta los datos Sempere, puede sos-
pecharse que la relación entre los dalos y las denominaciones
á que se refieren no están fundadas en documentos fehacientes
ni en noticias comprobadas y fidedignas, y es probable quí lle-
gasen á ellos como noticia acreditada que corría en su tiempo
entre los hombres doctos, transmitida de boca en boca, ó re-
ferencia verbal de alguno que se creyese enterado de tales pro-
yectos científicos; pero en uno y otro caso, todo barajado y
desfigurado, mezclando la denominación de Academia general
de Ciencias, Artes y Bailas Letras que Luzán dio á su pro-
yecto con los datos que se referían al otro proyecto patrocina-
do por Ensenada. Sempere tuvo así una denominación, vio que
le cuadraba (á pasar de que Velázquez, á quien copiaba, la
había llamado simplemente Academia de Ciencias) á la Acade-
mia Amistosa Literaria de Cádiz, que conocía, y se dijo: «He
aquí el ensayo de esa frustrada Academia general de Ciencias
870 PEDEO ROCA
Corte á servir el empleo de Médico de Cámara super-
numerario (-). Proyectada en 1752, fueron redactadas
y Artes.» Esto de] ensayo, como veremos más adelante, es
falso de toda falsedad; pero no conociendo ningún dato en
contra, y siguiendo á Velázquez, era lógico que lo diese por
cierto. Que este razonamiento no es caprichoso, se prueba fá-
cilmente por la cronología de las cinco fuentes primitivas que
vengo examinando; el tiempo de su composición ha sido se-
gún el orden en que las cito: Velázquez, Casafonda, Sempe-
re, Luzán y Real Academia Médica Matritense. Las últimas
noticias relativas á los proyectos de Academias, se contienen
en el temo IV del Ensayo de Sempere, publicado el año 1787,
y los testimonios suyos y los de Velázquez y Casafonda, aún
anteriores á los de Sempere, son, por tanto, anteriores á los dos
fehacientes, claros, terminantes, autorizados, de las Memorias
de ¡a vida de D. Ignacio de Luzán, que aparecieron en 1789, y
de las Memorias de dicha Real Academia, que se publicaron
en 1797; testimonios que dan las denominaciones precisas de
dos pro5'ectos distintos referidos á los dos Ministros de Fernan-
do VI, y que aclaran, rectifican ó invalidan las' anteriores no-
ticias vagas, confusas y enmarañadas de Velázquez, Casafonda
y Sempere; vemos, pues, que éstos no pudieron gozar de las
dos fuentes impresas, únicas más antiguas, que yo sepa, de
donde derivan las primeras noticias autorizadas de los dos pro-
yectos de Academia que hubo durante la primera mitad del
reinado de Fernando VI. Pero, si ni Velázquez, ni Casafonda,
ni Sempere gozaron de estas autorizadas noticias impresas^
tampoco las gozaron manuscritas, pues entonces no hubieran
escrito los relatos que aparecen en sus obras. A esto pudiera
objetarse que Velázquez no necesita, para ser creído, testi-
monio ajeno, ni impreso ni manuscrito, puesto que él mismo
nos dice que concurrió con sus trabajos á las juntas celebradas
en Cádiz. Distingo: no hay motivo para dudar de la certeza de
su testimonio en cuanto afirma que, á ejemplo de la de París,
se proyectó una Academia de Ciencias; pero es seguramente
falso en cuanto á que esas juntas fueran las primeras tenidas
j>ara poner en ejecución el tal proyecto, y es falso porque,
aparte de los sospechosos indicios que en la crítica interna
del texto he hecho notar más arriba, existe el dato concreto
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 87I
SUS Ordenanzas en Cádiz y en lySS, y por D. Jorge
Juan y Santacilia y D. Luis Godín, circunstancias que
de que, el concurso á que Velázqiiez se refiere, no es otro que
la participación que tuvo en la Asamblea Amistosa Literaria, y
ya veremos que la existencia de ésta, según acusan sus mis-
mas memorias originales, fué posterior al proyecto de Acade-
mia de Ciencias.
Hoy tenemos la prueba de los testimonios contenidos en las
Memorias de la vida de D. Ignacio de Luzán, y en el tomo I de
las Memorias de la Real Academia Médica de Madrid. Por for-
tuna, he dado con el p'an de Luzán, y creo que también con
el patrocinado por Ensenada. Quise comprobar las certidum-
bres que me daban aquellas dos fuentes y desvanecer las dudas
que me despertaban las de Velázquez, Casafonda y Sempere,
ansiando robustecer al mismo tiempo con nuevos datos las in-
ducciones probables que sacaba de las cinco. Dirigí mis tiros,
como era natural, al Archivo General Central de Alcalá de He-
nares; escribí á mi querido amigo D. Julio Melgares Marín,
ilustrado jefe de aquel establecimiento, preguntándole por el
contenido del legajo 3.022, que se refiere á Academias, é inme-
diatamente me contestó, después de revolver los relativos á Ins-
trucción pública: «Tres legajos he examinado con papeles de
los años 1722 en adelante, y en ninguno aparecen los documen-
tos que usted cita. Esto, unido á la circunstancia de que el nú-
mero 3.022 del legajo que usted indica no está ni ha estado
nunca entre estos papeles de Instrucción pr'iblica, me hace sos-
pechar, y aun creer, que todas las citas que usted hace en su
carta se refieren á los papeles de Estado, y entre ellos se encuen-
tra el legajo núm. 3.022. No le extrañe á usted esto, pues los
papeles de Estado, que actualmente se custodian en ese Archivo
Histórico Nacional, en donde muy fácilmente puede usted cer-
ciorarse de ello, contienen muy preciosos datos, no solamente
sobre todo lo que dicho nombre expresa, sino también sobre
Instrucción pública y otra multitud de asuntos ajenos hoy,
pero no entonces, á la esfera de acción de dicho Ministerio.»
Así es la verdad: presentes estas indicaciones, me dirigí al Ar-
chivo Histórico Nacional, y allí me topé con el legajo 3.022,
expediente perteneciente á los Papeles de Estado, los cuales han
pasado há poco del Archivo general Central de Alcalá de
872 PEDKO ROCA
se explican fácilmente porque allí estaban en esa fecha.
En efecto, estos dos ilustres matemáticos y astrónomos
Henares al Histórico Nacional, por plausible designio del
jefe de éste, D. Vicente Vignau y Ballester. Visto y revisto
por mí dicho legajo, he hallado que contiene los Estatutos y
Reglamentos de varias Academias de Ciencias de Europa, de
París, Berlín, Lisboa, Ñapóles y San Petersburgo, y los de la
Sociedad Real de Londres, juntamente con les de otras de Es-
paña, como son: los Estatutos provisionales para la Acade-
mia de Ciencias de Madrid, que se hicieron en 16 de Junio de
1791; las Constituciones para la nueva Academia y Sociedad
de Literatos Españoles de San Carlos; los Estatutos para la
Real Academia Nacional de la buena educación; documentos
relativos á una Real Acadenjia de Traductores, y siete proyec-
tos sobre Academias de Ciencias, todos posteriores al año
1780, menos el de Ljizáii, que es anterior, señalado con el nú-
mero 3; pero ni por asomo hay nada en el legajo que re refie-
ra á las comisiones antes mencionadas, y eso que, como digo,
en él está el proyecto de D. Ignacio de Luzán. Bien confirma-
do queda, pues, el testimonio de sudiijo. Por cierto que había
pasado cerca de medio siglo de haberse escrito el tal pro3recto,
y no se le había perdido la pista, pues en una comunicación,
sin firma y sin fecha, que hay entre los papeles de este legajo,
que por el carácter de la letra es autógrafa de D. Eugenio de
Llaguno y Amírola, y que parece referirse alano 1796, cuando
en tiempo de Godoy trató de resucitar D. Bernardo de Iriarte,
aunque modificado por él, el Pial} de una Academia de Ciencias
y Bellas Letras, redactado por su hermano D. Tomás de Iriar-
te, en 1780, de orden del Conde de Floridablanca (Vid. Iriarte
y su época, por D. Emilio Cotarelo y Morí. Obra premiada
por la Real Academia Española: Madrid, 1S97, págs. 230
á 235), se lee: «Dije á V. E. tiempo hace que tenia una copia
del proyecto de una Academia de las Ciencias, que hizo Luzán
por encargo del Sr. Carvajal, refundiendo en ella las que ha-
bia y hay actualmente. Ahora en Madrid la he buscado y ha-
llado, y la remito á V. E. por si puede servir de algo.» Y en
efecto: se la remite, y es la que publico como Apéndice. Entre
todos los papeles de este legajo, los cuales llegan hasta la épo-
ca indicada, no hay una palabra que se relacione con este
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 873
se conocían y trataban de antiguo. Encargados en 1734
Jorge Juan y Antonio de Ulloa, los más aventajados dis-
proyecto: hay, sí, una carta autógrafa y firmada de D. Luis
García de la Huerta, capitán de artillería, hijo del célebre Don
Vicente, dirigida á D. José Castelló, oficial de la Secretaría del
Despacho universal de Estado, y fechada en [Madrid] á 5 de
Abril de [I7J9I, en la que, á propósito del plan de Academia
de Ciencias de Floridablanca que acabamos de citar, se lee,
confirmando el testimonio de Casafonda y Sempere: «Quedo
recogiendo algunos libros para tomar en ellos algunas noticias
que me hacen al caso; y con el mismo objeto pasaré á dar un
vistón á las diferentes máquinas que ya conozco y creo encon-
traré en el Seminario de Nobles y en casa de los amigos.» Ex-
puestos estos datos, se concibe psrfectamente, dada la atmós-
fera que de una Academia de Ciencias y Bellas Letras reinaba
en tiempo de Casafonda y Sampere, que éstos tuviesen noticia
vaga de un proyecto de Academia general de Ciencias, como
dice el primero, ó de Academia general de Ciencias y Artes,
como escribe el segundo, y que no era otro que el de una Aca-
demia general de Ciencias, Artes y Bellas Letras, que había
escrito Luzán, y cuyo contenido indudablemente no conocie-
ron: sólo se quedaron con el nombre, y bastóle á Sempere para
sustituir con el de Academia general de Ciencias y Artes el de
Academia de Ciencias que había leído en Velázquez relacio-
nado con las juntas de Cádiz, las cuales tenían, en efecto, ese
carácter de generalidad.
De este modo prescindieron, sin que pudieran evitarlo por
carecer de datos precisos para ello, de una denominación que
implicaba el proyecto patrocinado por Ensenada, y, en cam-
bio, tuvieron noticias ciertas de hechos que se relacionaban con
é!; pero mal interpretados y referidos precisamente al nombre
que llevaba el proyecto de Luzán, único nombre que debía
flotar tn el aire que se respiraba. Creo haber encontrado el plan
de este proyecto de Ensenada en el formado por Jorge Juan,
Luis Godín y José Carbonel, para una Sociedad Real de Cien-
cias; y por las razones que expongo arriba en el cuerpo del
texto, no es aventurado identificarlo con el de creación de una
Academia de Ciencias de que hablan las Memorias de la Real Aca-
demia Médica de Madrid. Formando un legajo {Kk-8;¡, Varios,
874 PEDRO ROCA
cípulos de la Academia de Guardias marinas de Cádiz, de
ir, por orden de Felipe V, á la América Meridional en
Dtpto. de MSS. de la Bibl. Nac, procedentes de la de Osuna,
y envueltas en una carpeta de papel, cuyo es el tejuelo que
reza Memorias varias), deparóme la casualidad veintiuna Me-
morias leídas en la Academia Amistosa Literaria de Cádiz. Pre-
cédelas un índice autógrafo y firmado, por D. Antonio Carbo-
nel, hijo de D. José Carbonel, que comienza: «año 1773» [sin
duda por error, en vez de 1753], y acaba: « Podré presentar
á V. Ex." otros muchos manuscritos curiosos. Madrid y Abril
3 de 1804. Son 21 originales.» La primera de esas Memorias
lleva en la cubierta exterior, de mano de D. José Carbonel,
este título: «Plan de 50 [este número escrito con otra tinta]
Ordenanzas para la Sociedad Real de Ciencias de Madrid,
por los S.res D.n Jorge Juan, D." Luis Godin y D." Joseph
Carbonel 1 y Fogasa. En Cádiz, año de 1753.» En cabeza del
primer folio del texto, de la misma letra que todo el articula-
do: «Ordenanzas de S. M. para la Sociedad Real de Ciencias;»
y en un recuadro, hacia el ángulo superior de la derecha, de
mano del mismo D. José, «proyectada en 1752, por D.° Jorge
Juan y D." Luis Godín, y en cuyo plan trabaxó también
D." Joseph Carbonel y Fogassa, á quien se destinaba la Secre-
taria:» 6 hojas útiles en folio, letra de aquella época. Es de ad-
vertir que los números que indican el orden correlativo de las
Ordenanzas, están escritos con tinta igual y de la misma mano
que el número 50 antes dicho, y que parecen ser de fecha un
poco posterior á las letras de Carbonel y de las Ordenanzas: el
carácter de estos números, ¿no acusa la mano de D. Juan An-
tonio Enríquez? He dicho hace un momento que se prescindió
del título Academia de Ciencias, que constaba en Velázquez,
y ahora añado que de tal modo se olvidó su preciso nombre,
Sociedad Real de Ciencias, que le dieron Jorge Juan, Luis Go-
dín y José Carbonel, que en ninguna parte he hallado memoria
de él, no obstante haber quedado como hemos visto, memoria
de su hechos. Esto obedeció á una razón muy sencilla: la pre-
tensión de los académicos de. la Médica-Matritense cerca de
Ensenada para la erección de una Academia de Ciencias; la
comisión que se dio á Ortega y los resultados de ella, con la
compra de instrumentos y máquinas que después vinieron á
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 875
compañía de una famosa Comisión de académicos france-
ses, para medir algunos grados de meridiano terrestre y
parar al Real Seminario de Nobles, fueron hechos de relieve y
que ocurrieron en la Corte, y de ellos quedó memoria; en cam-
bio, el plan de Ordenanzas redactado allá en Cádiz, de donde
ni siquiera saldría, dehió de ser poco conocido y permanecer
casi ignorado. Lo cual parece tener su confirmación en los he-
chos: entre todos los documentos que antes he citado, conte-
nidos en el legajo 3.022, donde hay tantos estatutos y he ha-
llado los redactados por Luzán, solamente he encontrado que
el Padre capuchino Fr. Francisco de Villalpando, encargado
hacia 1782, por el Conde de Floridablanca, de formar el Cuer-
po de leyes que debían servir para el establecimiento y gobier-
no de la Real Academia de Ciencias que se había de fundar en
Madrid, escribía de su puño y letra al Duque de Alcudia des-
de Madrid y Agosto 8 de 1795: «El Conde de Floridablanca
prometió repetidas veces encargarme la formación de los esta-
tutos y reglamentos de la Academia de Ciencias, y también
entregarme á este efecto los de las principales de Europa. Yo
le pedí asimismo los que me constaba haber trabajado D. Jor-
ge Juan, diciéndole en poder de quién estaban. Pero éstas y
otras muchas ofertas no pasaron de palabras. Tanto por cartas
como de palabra, me aseguraba tenerlo todo preparado para
remitirlo; pero al ejecutarle por despedida, respondía haberlo
remitido con los otros papeles á Madrid ó desde aquí el Sitio.
Por tanto, no tengo pieza alguna de esta naturaleza en mi po-
der, ni la he tenido jamás.» La persona en poder de quien es-
taban los Estatutos de D. Jorge Juan, ¿sería el mismo D. José
Carbonel? Apunto esta sospecha, porque fueron á parar á su
hijo D. Antonio Carbonel, Catedrático del Real Seminario de
Nobles, según hemos visto por el propio testimonio de este de
1804. Como á este proyecto se refiere indudablemente la co-
misión de Ortega, de que tanto he hablado, visto que ni en el
Archivo general Central de Alcalá de Henares, ni en el Histó-
rico Nacional, ni en el Departamento de Manuscritos de la
Biblioteca Nacional, hallaba antecedente alguno tocante á ella,
rogué á mi excelente amigo D. Antonio Aguilar, inteligente
Oficial primero de la Secretaría de la Real Academia de Cien-
cias Exactas, Físicas y Naturales, que me enterase de si en el
876 PEDKO KOCA
averiguar la verdadera figura y magnitud de la tierra, tu-
vieron ocasión de conocer y tratar á los sabios más renom-
Archivo de su cargo había algún dato pertinente al asunto. La
contestación fué: «Registrado el Archivo de la extinguida Aca-
demia de Ciencias Naturales, predecesora de la actual, no
encuentro ningún papel de fecha anterior á la creación de
aquélla, ó sea el año 1834.»
Aun sin estos datos que doy sacados de manuscritos, no se
comprende bien cómo los escritores posteriores que han estu-
diado este asunto exclusivamente en las fuentes impresas, han
podido incurrir en grandes dislates. Tres escritores hay cuer-
dos y cautos, excepción de esta regla general, que al tocarlo de
soslayo se han atenido al relato del tomo I de las Memorias de
la Real Aca.iemia Médica de Madrid, D. Miguel Colmeiro, en su
obra Lir Botánica y los Botánicos de la Península Jnspano-lnsita-
na (Madrid, 1838, pág. 163), y los Sres. D. Eugenio Maffei y
D. Ratnón Rúa Figueroa, en su Bibliografía mineral hispano-
americana (tomo I: Madrid, 1871, pág. 523, núm. 1.799). ^^
cambio, el benemérito D. Antonio Fernández Morejón, en su
Historia bibliográfica de la Medicina española (obra postuma,
tomo VII: Madrid, 1852, pág. 77), y los Sres. Chiarlone y Ma-
llaína en su 3'a citada Historia (pág. 374) refieren á la misma
Real Academia Médica Matritense las noticias que ésta en sus
Memorias nos ha dejado relativas al proyecto de erigir una
Academia de Ciencias, cosa que no se explica sino por una
alucinación, pues los tres, pero sobre todo los dos coautores,
casi literalmente copian lo que se escribe en aquéllas, y hasta
se refieren á ellas como fuente con la cita de las páginas. Pero
quien amalgama sin discernimiento y baraja sin medida las no-
ticias de Velázquez, Casafonda, Senipsre y Luzán (dejóse en
el tintero las del tomo I de las Memorias de la Real Academia
Médica de Madrid), y hasta pone algo de su propia cosecha, la
trama y la maraña, es el traductor ó adicionador de la ya ci-
tada Historia de la Casa de Barbón, de Guillermo Coxe, en el
tomo IV, páginas 33, 34 y 37. Por esto, no me extraña que el
ilustre y avisado Marqués deMolíns, D. Mariano Roca de To-
gores, condensase en pocas líneas todos estos errores en el
preámbulo ó exposición del Real decreto de 25 de Febrero de
1847, PO"^ ^' 1'^'s ^'^^° ^^ Real Academia de Ciencias Exactas,
ORÍGENES DE LA. ACADEMIA. DE CIENCIAS 877
brados entonces en Europa, entre ellos á Luis Godín, de
la mencionada Comisión; prisionero Antonio de Ulioa de
los ingleses cuando regresaba á España, contrajo relacio-
nes con varios hombres de ciencia de Londres, y se acre-
ditó de tal, en términos que le nombraron Miembro de la
Real Sociedad de Ciencias de Londres; retenido unos me-
ses Jorge Juan en París antes de pisar el suelo español
por la necesidad de conferenciar sobre muchos puntos con
los académicos franceses, confirmanleen la opinión de sa-
bio que ya se había ganado, y nómbranle Socio correspon-
diente de la Real Academia de Ciencias de París; vueltos
los dos á España en 1746, encontraron renovado todo el
Gobierno y á Fernando VI en el Trono, y, por ende, menos
facilidades para conseguir lo que se proponían: el Teniente
General de Marina, D. José Pizarro, ofreció interesar á En-
senada á su favor, y con el influjo de este Ministro logra-
ron patrocinio sus intentos, y se imprimió en 1748, á costa
del Real Erario, la Relación histórica del viaje con varias
observaciones astronómicas y físicas, que era todo lo que pre-
tendían, y por la cual honraron con imponderables elogios
á los dos autores, entonces Capitanes de fragata de la Real
Armada, todos los sabios y Cuerpos literarios de Europa
De este modo el Ministro, que ya en 1744, cuando aún per
manecían en la América Meiidional, los había comisiona
do para examinar é inspeccionar el estado de nuestras po
sesiones ultramarinas, del que le dieron en 1749 un infor
forme franco, sincero y reservado, tuvo la fortuna de co-
nocerles y tratarles, y los asoció á su obra de regeneración.
Ellos fueron, no los únicos, pero si los que principalmente
ayudaron á Ensenada, de quien eran habituales consulto-
res, y á quienes el Marqués confió la suprema inspección
y dirección de sus proyectos. Por lo que toca á Jorge Juan
Físicas y Naturales, (pág. 35 y 36 del Anuario de esta Aca-
demia de 1884.)
(2) Fernández Morejón, Historia citada, tomo Vil, pági-
na 139.
878 PEDRO KOCA
(hablar de Ulloa no hace ahora al caso), diré que en el mis-
mo año 1748 le envió á Londres comisionado para la me-
cánica, especialmente para que se instruyera más á fondo
en la construcción de navios, y en los diez y ocho meses
que duró su comisión, trajo á J-!riant, Tournell y Sothuell
para la construcción naval, y maestros hábiles para la fa-
bricación de jarcias y lonas, pues ni constructores ni maes-
tros había en España; y seguidamente secundó los planes
del Marqués para aumentar nuestra Marina Real en la pro-
secución de la fábrica del Arsenal de la Carraca, mejoran-
do en un todo el pensamiento de Patino, é inventando una
nueva construcción naval mucho mejor que las que hasta
entonces se conocían, la cual se mandó observar por Real
orden en los tres departamentos de Marina, Cádiz, Ferrol
y Cartagena, que acababan de ser establecidos por Ense-
nada, de quien también fué Jorge Juan el más eficaz au-
xihar para mejorar la enseñanza náutica. El Jefe de es-
cuadra, D. Andrés de Pes, que gozaba del favor de Don
José Patino, Intendente general de la Marina de España,
y después Secretario de Estado, Hacienda, Marina é In-
dias, consiguió que éste influyese con Alberoni para esta-
blecer en Cádiz, el año 1717, la compañía de Guardias-
marinas, todos jóvenes y sacados del Cuerpo de la noble-
za, formada de un capitán, un teniente, un alférez, dos
ayudantes, cuatro brigadieres, ocho sub brigadieres, i38
cadetes, un capellán, cuatro músicos y dos tambores. Para
instrucción de esta compañía, fundóse, al mismo tiempo,
un Colegio ó Academia, con maestros escogidos para en-
señar la ciencias exactas, la Astronomía, la Náutica, la
Geografía y otras ciencias propias del marino. Precisa-
mente los dos individuos más ilustres que salieron de esta
compañía y Academia fueron Jorge Juan y Antonio de
Ulloa, y precisamente el primero fué nombrado por En-
senada Capitán de dicha compañía en 1751, desde cuyo
supremo cargo mejoró la enseñanza, no sólo con maes-
tros que supo dotar y apreciar dignamente, sino con las
explicaciones propias, ya de viva voz, ya por medio de su
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 879
Compendio de navegación; y con el amparo del Marqués, y
para complemento de estas enseñanzas, fundó también en
Cádiz, en el año ijSo, el célebre Observatorio Astronó-
mico de Marina, en el castillo de Guardias-marinas, lla-
mado de la Villa en otro tiempo, hoy desaparecido, así
como hubo de entender antes en la creación del Colegio
de Artillería de Cádiz que Ensenada estableció, al mismo
tiempo que el de Barcelona, en 1751.
El Ministro quiso completar su obra con la cooperación
de Luis Godín, sabio de méritos extraordinarios al servicio
de Francia primero, compañero de expedición al Ecuador,
de Jorge Juan y Antonio de UUoa, sus amigos, que después
se quedó en Perú y fué catedrático de la Universidad de
Lima, hasta que, terminado allí su compromiso, se res-
tituyó á París en Noviembre de lySi. «No pudo recobrar
su plaza en la Academia (de Ciencias de París, que en 29
de Agosto de 1725 le había nombrado su Adjunto), y nues-
tro Marqués de la Ensenada, aprovechando esta coyuntu-
ra, logró ganarle para utilizar acá sus talentos,» nombrán-
dole Director de la Academia de Guardias-marinas: de
este empleo se le formó asiento en 11 de Noviembre de
1753, concediéndole poco después, en i.» de Mayo de 1754,
50 pesos mensuales sobre su sueldo para ayuda de pagar
la casa, y se le entregó, de parte del Ministro, la patente
de Coronel de infantería, y el nombramiento de Teniente
ingeniero de Marina para su hijo. Como Director, asoció
su inteligencia y celo á los de Jorge Juan para la mejora
de la enseñanza, á la que contribuyó también comenzan-
do la publicación de su Compendio de Matemáticas. Ense-
nada, además, le comisionó para que con varios oficiales
y Guardias-marinas pasase á Trujillo á observar el eclip-
se de sol que había de suceder el día 26 de Octubre del
año 1753, con el fin de fijar la longitud de aquella ciu-
dad, comparando esta observación con las que se hicie-
sen en París y en Lisboa, con lo que se iban acumulando
elementos seguros para levantar la carta geográfica de
España, como lo había propuesto el Marqués algunos años
88o PEDRO ROCA
antes, ordenando á Jorge Juan y á Antonio de Ulloa tra-
bajasen el plan que debía seguirse en su ejecución, ha-
ciendo traer de Londres y París los inslruiTienlos nece-
sarios (0.
Con estos antecedentes, bien aclarado queda por qué se
redactaron las Ordenanzas en Cádiz y en iy53, y por Jor-
ge Juan y Luis Godín, Pero ¿cómo se explica la interven-
ir) Todas estas noticias están tomadas de las obras si-
guientes: Escritores del Rtyno de Valencia por Vicente Xi-
meno, tomo II: Valencia, MDCCXLIX, págs. 343 y 382;
Sempere, Ensayo citado, tomo III, págs. 148 á iCo, y tomo VI:
Madrid, MDCCLXXXIX, págs, 158 á 176; Breve noticia de la
vida del Excino. Sr. D. Jorge Juan, por D. Miguel Sanz, al
frente de las Observaciones astronómicas y físicas, edición de
1773; Fragmentos históricos de la vida del Excvw. Señor Don Josef
Patino, Secretario que fué de Estado, Hacienda, Marina é ludias
en el Rejnado del Señor Don Felile V, sin nombre de autor, pu-
blicados en el Semanario erudito, de Valladares, tomo XXVIII,
pág. 116; Biblioteca Valenciana , por D. Justo Pastor Fúster,
tomo K: Valencia, año 1S30, pág. 67; Historia déla Casa de
Barbón, por Guillermo Coxe, traducción ya mencionada, pági-
nas 269 á 274 del tomo III; Fernández de Navarrete (D. Mar-
tín), Disertación solre la Historia de la Náutica y de las Ciencias
Matemáticas que han contribuido á sus progresos entre los españo-
les, obra postuma: Madrid, 1846, págs. 413 y 414; Coliccióii
de opúsculos, tomo II: Madrid, 1848, pág. 235, y Biblioteca
marítima española , tomo II: IMadrid, 1851, páginas 24 á
38 5' 364 á 366; Memoria histórica de las Academias y Escuelas
militares de España , por el Conde de Clonard: Madrid,
1847, págs. 24 y 161; Historia de Cádiz y sil provincia desde
los remotos tiempos hasta 1814, escrita por D. Adolfo de Castro:
Cádiz, 1858, págs. 481, 500, 502, 503 y 504; Don Cenan So-
modcvilla , citada, págs. 78, 112, 144, 145, 147, 148, 149,
162, 204, 207, 274, 277, 357, 359, 365, 367, 372, 394 y 399,
y Pc.iiño y Campillo: Madrid, 1882, obra del mismo Sr. Ro-
dríguez Villa, pág. 24, nota, y pág. no; Hijos de Sevilla ,
por D. Agustín Matute y Gaviria, tomo I: Madrid, 1886, pá-
ginas 85 á 89.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS S8l
ción de D. José Carbonel Fogasa y Bonfigli? ¿Por qué se
le destinaba la Secretaría de la Sociedad Real de Ciencias
de Madrid? (O. ¿Por qué se encontraba en esa fecha en Cá-
diz? Preguntas son éstas á que no puedo dar por comple-
to satisfactoria contestación; algo, sin embargo, llego á
vislumbrar. Es indudable que residió en Madrid, por lo me-
nos desde 1747, en que fué nombrado Académico honorario
de la Real Academia de la Historia; que aquí, en 1748,
estudió el árabe con Casiri, siendo condiscípulo de Cam-
pomanes, á quien enseñó griego, y que se daba á sí mis-
mo el título de Profesor de Lenguas y Matemáticas; que
gozaba reputación de hombre de ciencia y erudito; que su
padre le llevaba á los centros cultos de la capital, y que
en ella continuaba, siendo Maestro de los Pajes del Rey,
hacia el verano de 1751 (2). ¿Cuándo pasó de Madrid á
Cádiz? Lo ignoro. ¿Fué en compañía de su padre, el Comi-
sario Ordenador D. Juan Agustín Carbonel, si es que éste
pasó á Cádiz, ó como maestro de alguna de las enseaan-
zas que se daban en la Academia de Guardias- marinas?
(i) Que se le destinase la Secretaría, consta por declara-
ción del propio D, José Carbonel, como acabamos de ver en la
nota II hacia el fin. Su hijo D. Antonio escribía á este propósi-
to: «Cuarenta años há. Señor Excmo., que intentó el Ministerio
establecer la Academia de Ciencias, nombrando por su Secre-
tario á mi padre, D. José Carbonel; pero no habla llegado en-
tonces el tiempo prefijado por la Divina Providencia » (So-
licitud de D. Antonio Carbonel y Borja, sin fecha, pero que
debió escribirse á primeros de Noviembre de 1795, adjuntando
una inscripción latina para el edificio en construcción de la
Real Academia de Ciencias; una hoja útil en folio, autógrafo y
firmado, Leg. 3.014, expediente de D. Antonio, Papeles de Es-
tado del Archivo Histórico Nacional, procedentes del General
Central de Alcalá de Henares.)
(2) Como veremos, Luzán colocaba á D. José Carbonel
entre los académicos asociados, los cuales debían residir en Ma-
drid, llamándole «Maestro de pages del Rey y entendido en
varias lenguas, el Griego, el Árabe y otras.»
n 5ó
882 PEDRO KOCA
Acaso lo último, pues en época posterior figura en ella con
el cargo de Bibliotecario, y se lamenta del mucho tiempo
que le ocupa la Academia. ¿En qué concepto intervino en
la formación del plan de las Ordenanzas? No es fácil pre-
cisarlo: parece que como amanuense y Secretario (O- Por
todos estos títulos, y acaso también por su edad, que de
seguro frisaba en la mediada, ¿se le destinaría la Secreta-
ría? (2).
Así Ensenada, escuchando las solicitaciones de algunos
académicos de la Real Médica Matritense, llamando á
Piquer, comisionando á Ortega y encomendando á Jorge
( i) Así se induce de la siguiente minuta, de puño y letra
de Carbonel, escrita en una hojita suelta en forma de volante,
y encontrada entre las hojas del Plan de Ordenanzas:
«Proyecto del preámbulo del Reglamento que seria dado por
el Rey á su Academia Real de Ciencias. Por D.° Jph. Carbonel
y con aprobac." de los S.f" D.° J. Juan y D." Luis Godin.
uPor quanto mi ánimo en la erección de la Sociedad (ó
Acad.'') Real de Ciencias es promover el estudio y facilitar los
progressos de las Mathem.s }' Physica en mis Re5raos; para
assegurarel logro de tan importante objeto, he tenido por con-
veniente disponer la pres."= Ordenanza, que mando guardar
con la mayor puntualidad y vigilancia.
))i.° Estará la A. R. de C. baxo mi protección, y recibirá
mis órdenes por mano de mi Secret.°, &.
»2.° Classes.
«3.° Circunst.»^ de los Ac.
«Ultimo. Se leerá el pres.'= Reglam.»" en la i.^ Junta que
se celebrare, y se insertará en los Registros para serexactam.*»
observado en toda su forma y tenor, y en caso de contrav.™,
determinaré las correspond.'es providencias. Buen Retiro,
(2) Noticias detalladas de este primer período de la vida
de Carbonel y de las fuentes de que me he servido, daré en dos
trabajitos que pronto verán la luz pública: uno sobre la Acade-
mia Amistosa Literaria de Cádiz y su Secretario D. José Carbo-
nel, y otro acerca de los Carboneles; ahora sólo expongo las no-
ticias precisas.
ORÍGENES DE L.\ ACADEMIA DE CIENCIAS 883
Juan, Güdín y Carbonel la formación de los correspon-
dientes estatutos, intentaba echar las bases de la Sociedad
Real de Ciencias de Madrid para promover el estudio de las
físicas y matemáticas y aumentar sus progresos.
Oído atento y ojo avizor tenía sin duda Carvajal á todo
lo que proyectaba y hacía el Marqués, su rival, y con
aquella sagacidad y prudencia con que lo combatió en po-
lítica, presentóle también la batalla en el campo de las
letras. De cómo triunfó el primero del segundo en la Real
Academia Española, nos traza una animada pintura, que
no he de repetir yo aquí, el ilustre Marqués de Molíns(i).
La vida patriarcal que disfrutó aquélla durante la pre-
sidencia sucesiva de los Villenas, abuelo, padre y nietos
primero y segundo, terminó con la muerte del postrer va-
rón de aquel claro linaje, D. Juan López Pacheco, Conde
de Santisteban de Gormaz, luego Marqués de Villena,
cuarto Director, acaecida el 27 de Abril de 176 1, pero no
sin que bajo su dirección, que principió en 19 de Julio de
1746, comenzara ya la Academia á seguir determinado
rumbo, emancipándose, digámoslo así, da la patria po-
testad y resistiendo algunos nombramientos por S. E.
propuestos; estos indicios de voluntad propia estallaron
con la muerte, en lySi, del último Pacheco, y la Acade-
mia conmovióse al viento de la política que soplaba en altas
regiones. Habían ingresado en ella muchos parciales de
Carvajal, tales como los Capellanes de honor D. Tiburcio
Aguirre y D. José de la Rada y Aguirre; el P. José Velsa-
00, jesuíta; el Bibliotecario D. Juan de Liarte, Oficial tra-
ductor de la primera Secretaría de Estado; D. Agustín
de Montiano }• Luyando, que de Oficial de esta Secretaría
pasó á ser del Consejo de S. M., su Secretario de la Cá-
mara de Gracia y Justicia y Estado de Castilla y Director
(i) Reseña histórica de la Academia Española, leída por el
Excmo. Sr. Marqués de Molíns en U Junta de 21 de Febrero
de i86i, iasirta en las págs. 7 á 12S del t jmo I (Madrid, 1870)
de las Memorias de la Academia Española.
884 PEDRO ROCA
perpetuo de la Real Academia de la Historia; y especial-
mente D. Martín de Ulloa, también Académico de ésta,
Oidor de la Real Audiencia de Sevilla y Caballero de la
orden de Santiago, despechado por creer que Ensenada no
favorecía bastante á su hermano el célebre marino D. An-
tonio de Ulloa, y, sobretodo, D. Ignacio de Luzán, igual-
mente Académico de la de la Historia, favorecido y amigo
de Carvajal, que le había hecho Ministro de la Real Junta
de Comercio y Superintendente de la Real Casa de Moneda
de Madrid, y adictísimo y amigo de D. Fernando de Silva,
Duque de Huesear, luego de Alba, uno de los caudillos del
bando contrario á Ensenada, todos los cuales procuraron,
y llegado el caso, en i3 de Mayo de I75i, decidieron, la
elección á favor de Carvajal, que no era académico, por lo
cual hasta tuvieron que pedir al Rey dispensa del Estatuto,
y éste lo aprobó todo en 21 del mismo Mayo. «Carvajal fué
excelente Director, no perdonó asistencia alguna, pedía
siempre la venia para salir á los Sitios,» y no contento con
haber inaugurado en la Academia este período político, más
bien gubernamental, propuso, apoyado por sus amigos,
singularmente por Luzán, el ingreso en ella del dicho Du-
que de Huesear, muy parcial suyo, á quien Luzán había
ya propuesto años atrás cuando aún era Embajador nues-
tro en París; y como éste había sido su Secretario de em-
bajada y era su amigo, secundó ahora con todas sus fuer-
zas la propuesta de Carvajal, siendo admitido el Duque
supernumerario en 8 de Enero de 1754, y al poco tiempo
ascendido á numerario, en la plaza de su predecesor Car-
vajal, que murió el 8 de Abril del dicho año; en 17 del
mismo quedó nombrado, en reemplazo suyo. Director, por
influencia de aquéllos sus amigos, al frente de los cuales
estaba Luzán (0.
(1) Sabido es que el miniaturista D. Francisco Antonio
Menéndez, que había impreso en 1726 una Exposición al Rey
proyectando el establecimiento de una Academia Práctica de
las Tres Nobles Artes, logró presidir en i.° de Septiembre de
ORÍGENES DE LA ACADEMIA. DE CIENCIAS 885
Quienes de este modo triunfaban en la Academia Espa-
ñola, y además consolidaban el establecimiento de la Real
Academia de las tres Bellas Artes de San Fernando, y la
convertían en atalaya de su propia exhibición, ¿cómo no
habían de mostrarse celosos de la fama científica de En-
senada y sus amigos, ensalzados en y fuera de España
cual astros de primera magnitud, y oponer á su proyecto
1744. una Junta preparatoria, pública y solemne, y que el ita-
liano Juan Domingo OUvieri, ayudado por el Marqués de Vi-
ilarias. Ministro de Estado, hizo el Reglamento definitivo de
la Academia y estableció las primeras enseñanzas; pero que el
proyecto no se consolidó hasta que Carvajal tomó decidida-
mente bajo su protección á la naciente Academia, dándole el
nombre que hoy lleva, y celebrando el solemne acto de inau-
guración en 13 de Junio de 1752. La Academia de Bellas Ar-
tes de San Fernando fué un centro carvajalista: Carvajal lle-
vaba el título de Protector y presidía á veces, y sus amigos
eran los que realzaban los solemnes actos inaugurales y de dis-
tribución de premios; allí se oyeron los graves acentos de
Luzán, Académico de honor; églogas y ficciones poéticas de
Montiano, Consiliario; poemas latinos de Iriarte, Académico
de honor, y oraciones de los dos últimos y del Académico de
honor D. Tiburcio de Aguirre, Capellán de honor y de las Des-
calzas Reales. Abertura solemne de la Real Academia de las Tres
Bellas Artes, Pintura, Escultura y Architectnra, con el nombre de
San Fernando, fundada por el Rey Nuestro Señor. Celebróse el dio.
13 del mes de Junio de 1752, siendo su protector el Excmo. Sr. Don
Joseph de Carvajal y LancAster, Ministro de Estado, etc. Quien
dedica esta relacionas. M., que Dios guarde. En Madrid, en
casa de Antonio Marin, año de 1752, en 4.°; Relación de la dis-
tribución de los premios concedidos por el Rey N. S. y repartidos por
la Real Academia de San Fernando á los discípulos de las Tres Nu-
iles Artes en la Junta general celebrada en 23 de Diciembre de
1753 En Madrid, en la oficina de D. Gabriel Ramírez, en
4.° Hay cuadernos de premios de 1754, 1755 y 1756, que, salvo
la diferencia de los años, llevan análogas portadas; Dicciomrio
-histórico de los ilustres profesores de las Bellas Artes en España,
compuesto por D. Agustín Ceán Bermúdez y publicado por la
SS6 PEDRO ROCA
de crear una Academia ó Sociedad Real de Ciencias otro
proyecto que, por lo antagónico, no parece sino hecho de
intento para desvirtuar aquél? ¿Y cómo aquí no había de
figurar también Lu2án á la vanguardia? Así como Ense-
nada eligió, para formar su pro3ecto, auxiliares meritísi-
mos y capaces de concebir un plan y desenvolverlo é im-
ponerlo con la fuerza de su autoridad, conquistada por tí-
Real Academia de San Fernando: Madrid, año de 1800; Apén-
dice al artículo Olivieri (Real Academia de San Fernando), pá-
ginas 251 á 270; MíMorias fnra ¡a Historia de la Real A endemia
de San Fermudo y de Ins Bellas Artes en Espafia desde el adveni-
miento al Trono de Felipe V hasta nuestros días, obra de D. José
Caveda: Madrid, 1867; Historia de las ideas estéticas en España,
por D. Marcelino Menéndez y Pelayo, tomo III (volumen se-
gundo): Madrid, 1886, págs. 389 á 396. — A pesar de que Mon-
tiano, Luzán y Ulloa eran Académicos de la Real de la Histo-
ria, parece que en ésta no influyó ostensiblemente el espíritu de
partido, al menos mientras vivieron Carvajal y Ensenada; algo
debió de contribuir á esto el temperamento conciliador y el pres-
tigio de Montiano, su Director perpetuo; acaso también el ha-
ber tomado Carvajal y el P. Rávago, con aprobación de S. M.,
el cuidado de registrar los Archivos, con el fin de recoger to-
dos los documentos y memorias conducentes á la historia ecle-
siástica, para lo cual comisionaron al P. Andrés Marcos Burriel,
á D. Francisco Pérez Bayer y sus ayudantes, que comenzaron
su comisión en 1750, y no se interrumpió sino hasta el año
1755 con el cambio de Gobierno; esto, que indudablemente
debió bastar para que Carvajal permaneciese alejado de la
Academia de la Historia, sirvió de acicate y emulación á tan
docto cuerpo, y valiéndose de Ensenada, consiguió que éste
encargase á su protegido, el académico D. Luis José Veláz-
quez, Marqués de Valdefíores (á quien á principios de 1752
se puso el hábito de Santiago, á influjos suyos), en el mismo
año un viaje literario, fendant de la comisión de Burriel, para
que recogiese todo género de monumentos relativos á la histo-
ria civil, viaje que comenzó en i .° de Dicií mhre de dicho año,
y terminó á principios de 1755, cuando la ayuda de costa que
tenia señalada se la suprimió el nuevo (jobierno.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 887
tulos científicos, y por experiencia adquirida en naciones
extranjeras, pues, á la verdad, la idea que se trataba de
llevar á la práctica tenía más de imitada que de ongmal,
y por eso Ensenada se procuró, como mejor prenda de
acierto, amigos que no sólo tuvieran presentes las fundacio-
nes. Estatutos y métodos de las Academias de otros paí-
ses, sino que hubiesen asistido á ellas, tomado parte en sus
deliberaciones y palpado las ventajas y defectos de su or-
ganización y régimen, del mismo modo el astuto Carvajal,
émulo y rival del Marqués, fijóse en un amigo suyo, que
se destacaba con singularidad en esta época, adornado de
tales condiciones, y por su idiosincrasia académica: en el
tantas veces citado D. Ignacio de Luzán Claramunt de
Suelves y Gurrea.
Educado en Italia, donde vivió unos diez y. siete años
en Genova, en Milán, en Palermo y en Ñapóles, en esta
última ciudad con su hermano el Conde de Luzán, Gober-
nador del castillo de San Telmo; residente en París duran-
te tres años, al principio como Secretario de Embajada
cerca de nuestro Embajador el Duque de Huesear, después
de Alba, y luego sólo en calidad de Encargado de Nego-
cios de 'la misma Embajada; en comunicación constante
con muchos literatos y sabios de Francia y, Alemania, y
particularmente de Italia, entre los que tuvo ocasión de
sobresalir en las Academias, primero, en dos de Palermo
que se juntaban, la una en casa del Sr. Filingeri, Príncipe
de Santa Flavia, y la otra denominada Dd Buen Gusto,
en casa de un erudito Canónigo de aquella iglesia, llama-
do D. Agustín Panto, y luego con el nombre de Egidio Me-
nalipo, en la de los Ereinos, de la misma ciudad; Acadé-
mico después de las Reales Academias Española y de la
Historia de Madrid; Académico más tarde, con el nombre
de el Peregrino, aludiendo á sus viajes, de la Del Buen
Gusto, de la Condesa viuda de Lemos, después Marquesa de
Sarria; promovedor del establecimiento de la de las tres
Nobles Artes de San Fernando; Académico honorario, por
último, de la Real Academia de Buenas Letras de Barce-
SSS PUDRO ROCA
lona; amigo del mencionado Duque de Alba y de Benja-
mín Keene, Embajador de la Gran Bretaña, y de otros
personajes influyentes en la Corte; amigo íntimo y deudo
del Ministro Carvajal, por oficios del cual, en recompen-
sa de haber desempeñado á satisfacción su cargo en la Em-
bajada, nombróle S. M., que le estimaba mucho, Ministro
de la Real Junta de Comercio y Superintendente de la Real
Casa de Moneda de Madrid; amigo y deudo también del
P. Rávago, que le propuso para Tesorero de la Real Bi-
blioteca, destino que el Rey le confirió; hombre cultísimo,
que hablaba y escribía correctamente las lenguas italiana,
francesa y alemana, y era muy docto en las griega y lati-
na; que había educado y nutrido su entendimiento con muy
vasta y sazonada lectura; que había recibido una sólida
instrucción en Literatura y Bellas Letras, y espigado en el
campo de las Matemáticas, de la Física experimental y de
la Filosofía, significándose como defensor de Descartes;
que había publicado buen número de obras, conquistán-
dole fama y autoridad, especialmente La Poética^ recibida
al principio con frialdad, y Código luego del buen gusto;
que profesaba ancha y flexible doctrina literaria Don
Ignacio de Luzán era el hombre que su amigo, el Minis-
tro Carvajal, necesitaba (i).
(i) Memorias de la vida de D. Ignacio de L.mán, escritas
por su hijo D. Juan Ignacio de Luzán, ya citadas; Historia.
de Coxe, trad. ya. mencionada, tomo III, págs. 277 á 279;
Obras completas del Excino. Sr. D. Manuel José Quintana, co-
leccionadas por D. Antonio Ferrar del Río: Madrid, 1852
(Bibl. de Autores Españoles, de Rivadeneyra, tomo XIX, pági-
nas 14.5 á 147); D. Ignacio de Luzán, biografía, porD. Luis M.
Ramírez y las Casas Deza, en el Semanario Pintoresco Español:
Madrid, 1848, págs. 401 y 402; Historia de la crítica literaria
en España desde Luzán hasta nuestros días por D. Francisco
Fernández y González. Memoria premiada por la Real
Academia Española: Madrid, 1867, págs. 11 á 26; Ensayos
críticos de Filosofía, Literatura é Instrucción pública españolas,
por D. Gumersindo Laverde Ruiz: Lugo, 186S, págs. 432 á
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 889
Mas no es esto sólo, que en el mes de Abril de lySi, el
insigne preceptista publicaba sus Memorias literarias (i),
en que exponía «el estado actual de las ciencias y artes en
París, el méthodo de sus estudios, las varias maneras de
enseñar, los estatutos y reglamentos de sus Academias, los
exercicios de sus Escuelas públicas y privadas, las nuevas
obras de sus literatos, alguna crisis imparcial de éstas, con
las reflexiones y noticias que puedan contribuir más eficaz-
mente al logro del fin que me he propuesto,» dice Luzán,
y que no es otro que el de «servir de modelo á los que
quieran emular noblemente sus passos, aspirar á sus glo-
rias y coger iguales frutos, en bien y utilidad del público.»
Esta obra, reformadora de antiguos y preconizadora de
nuevos métodos, por la que van desfilando sucesivamente
Escuelas públicas y privadas de primeras letras; estudios
de Gramática, Retórica y Poética; la Poesía francesa y los
444; Historia crítica del Marqués de Valmar, edición ci-
tada, tomo I, págs. 168 á 187, y tomo II, págs. 335 á 371 y 385
á 388; Historia de las ideas estéticas , del Sr. Menéndez y Pe-
layo, tomo III (i.^ parte), págs. 372 y siguientes; Biblioteca
nueva de escritores aragoneses su autor, el Dr. D. Félix de
Latassa y Ortín, tomo V: Pamplona, año de MDCCCI, pági-
nas 12 á 24: con el núm. 50 de las obras de Luzán, en la pá-
.gina22, señala el Plan de una Academia general de Ciencias, Ar-
tes y Bellas Letras para establecerse en Madrid, según los designios
del Sr. D. Josef de Carvajal. «Es un escrito de gran sabiduría,
instrucción y delicadeza, » dice; pero, á pesar de estas califica-
ciones, no lo vio indudablemente, pues el título que transcri-
be no es el que le da Luzán; con seguridad, lo tomó y arregló
de las Memorias de la vida de D. Ignacio de Luzán, por su hi-
jo, y por el extracto que éste hizo lo calificó.
(i) Memorias literarias de París: actual estado y méthodo
de sus estudios. Al R.'"° P. Francisco de Rávago, de la Com-
pañía de Jesús, Confessor del Rey nuestro Señor, etc. Por Don
Ignacio de Luzán, Superintendente de la Casa de Moneda,
Ministro de la Real Junta de Comercio, etc. Con ucencia. En
Madrid, en la imprenta de D. Gabriel Ramírez, año de 1751.
En 8."
SgO PEDRO ROCA
teatros; Filosofía, Física (i), Matemáticas, Medicina, Ci-
rugía, Anatomía, Botánica y Química; Teología y Oratoria
Sagrada; las leyes, la Soborna, la Universidad y sus Cole-
gios; las Academias Francesa, de Inscripciones y Bellas
Letras, de Ciencias, de Pintura, Escultura y Arquitectura;
la Escuela Militar, las publicaciones periódicas, las biblio-
tecas, etc., está dedicada en 29 de l^iciembre de 1750
nada menos que al P. Rávago, como testimonio de gra-
titud justamente debido á lo mucho que le favorecía el
confesor, de cuyo influjo y celo esperaban deber las bue-
nas letras, y los literatos de España sus progresos y sus
ocios, y lleva un extensísimo dictamen del P. D. Juan de
Aravaca, presbítero de la Congregación del Salvador, y
una aprobación de D. Agustín de Montiaiio y Luyando,
sumamente laudatorios uno y otra para Luzán y su obra.
Así, presentando á los ojos de los españoles el estado de
todo género de estudios en París, para que resucitasen la
antigua gloria literaria de España, «deseoso de contribuir
por su parte en cuanto le fuese posible á tan digno objeto,
y de aprovechar la ocasión que le ofrecían el celo y la
amistad del señor Don José de Carvajal, para promoverpen-
samientos útiles al bien público, formó el plan de una Aca-
demia general de Ciencias, Artes y Bellas letras, que desea-
ba se fundase en Madrid, en el cual comprendió cuanto ha-
bía que prevenir en el asunto No tuvo efecto esta idea;
pero se puede asegurar dio motivo á otra muy plausible,
aunque no tan vasta, que fué la de erigir solemnemente
en Academia Real con el título de San Fernando, para el
(i) Entre las escuelas «privadas, dice Luzán (págs. 130
y 131), la más célebre es la del Abate NoUet Su curso de
Physica experimental dura cinco ó seis semanas, á tres dias
cada semana de lección; con esto puede dar muchos cursos en
un año y satisfacer á todos los Curiosos que desean assistir á
sus lecciones. En un tiempo concurrimos diez y ocho, la ma-
yor parte ingleses, quatro ó cinco franceses, algunos alemanes
y dos españoles.»
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 89I
cultivo de las tres Nobles Artes, la Junta preparatoria que
existía mandada formar por el señor Don Felipe V, pues,
aunque D. Ignacio no fué el único en sugerir este pensa-
miento, se distinguió en promoverle con el señor Carva-
jal (').»
Esto nos da la clave para fijar el tiempo en que Luzán
escribió su Plan, que no lleva fecba: hubo de ser antes de
la apertura de la Real Academia de Nobles Artes de San
Fernando, es decir, antes del día 13 de Junio de lySz; aún
más: el mismo Luzán incluye entre los Académicos agre-
gados en Valencia al «D/ D." Andrés Piquer, buen Médi-
co, Physico y Mathemático,» y, como sabemos que la car-
ta-orden que á éste se le dirigió para que se trasladase á
Madrid, tiene la fecba de 28 de Agosto de lySi, y que
Piquer efectivamente llegó á la Corte á primeros de Sep-
tiembre, resulta evidente que el PLiii de Luzán quedó re-
dactado antes de esta fecha. De otra parte, consta, como
acabamos de ver, que Luzán publicó sus Memorias litera-
rias en Abril de 1751, antes, según parece, de redactar su
Plan; luego entre esas dos fechas debió de ser escrito, aun-
que acaso fuese algún tiempo antes concebido, pues Luzán
cesó en su Embajada de París, y se restituyó á España por
Mayo de 1760, y en 29 de Diciembre del mismo año de-
dicó sus dichas Memorias al P. Rávago.
¿Por qué se frustró la idea de Luzán? Lo ignoro: no he
encontrado documentos fehacientes que me lo expliquen;
pero, si hemos de inducir con criterio humano, sospecho que
en virtud de las razones siguientes: i." Por ser en el orden
científico un proyecto vastísimo y general de ciencias, be-
llas letras y artes que abarcaba demasiadas cosas. 2." Por
ser carísimo en el orden económico, pues elevaba las ren-
tas de la Academia a 230.000 reales (aparte de lo que cos-
tase la construcción del edificio apropiado que proponía),
cuando entre las de la Española y de la Historia gozaban
sólo de 104.000. 3." Por la viva oposición que debió de
(i) El pasaje completo está transcrito en la nota 11, IL
S93 PEDRO ROCA
encontrar en estas dos Academias, que se habían de re-
fundir, según Luzán, en la que él proyectaba, tanto más
cuanto que éste, aunque Académico de las dos, las critica
abiertamente porque «nada han producido estas Acade-
mias que pueda contentar las esperanzas que de ellas se
hablan concebido,» y «en lugar de verse algunos buenos
efectos, se ha visto, ai contrario, consumir inútilmente el
tiempo en disputas y en trabajos casi pueriles, hechos con
una lentitud intolerable; y esto, añade para cohonestar la
dureza de su crítica, no por falta de sujetos laboriosos y
hábiles, porque en ambas Academias los hay, sino por fal-
ta de método, por abusos, por pereza y por descuido y por
una mala distribución de las rentas,» llegando á proponer
consiguientemente una clase de académicos veteranos, for-
mada de aquéllos de la Española y de la Historia que «por
su edad ú otras circunstancias ó motivos, después de ha-
ber trabajado, merecerán descansar,» y dejando ipso fado
como tales á aquéllos que «no sean nombrados en esta
nueva Real Academia;» y claro es que esta especie de ju-
bilación anticipada, con sus ribetes de sorna burlesca, no
sentaría muy bien en el ánimo de los señores académicos,
personas, por otra parte, de influencia en la maquinaria del
Estado. 4." Porque no fué muy diplomática, á pesar de su
acreditada experiencia en esta carrera, la nota final que
dio Luzán en la lista de sujetos que conocía y que le pa-
recieron á propósito para académicos, pues por de pronto
todos los excluidos de esa lista que se creyesen con dere-
cho á figurar en ella, habían de ver con cierta ojeriza el
proyecto; y mucho más que puso la nueva Academia bajo
la dependencia del Ministro de Estado, léase D. José de
Carvajal y Lancáster, su favorecedor y amigo, y me pare-
ce, acaso me engañe, que hubo de soslayo cierta interés en
que no figurasen los más significados amigos de Ensena-
da; y ya que á este Ministro, que tenía á su cargo el Mi-
nisterio de Hacienda, no se le podía negar una plaza de
Académico honorífico, no deja de chocar que, al lado de
los nombres de los amigos y protegidos de Carvajal y del
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 893
P. Rávago que figuran en la lista, no haya los de los más
'protegidos de Ensenada, como Jorge Juan, Antonio de
Ulloa, Pedro Virgili, etc., del mayor renombre ya entre
los matemáticos, astiónomos y cirujanos, y que tanto lus-
tre hubieran dado á la clase ciiarla de la nueva Academia:
con decir que en Cádiz, centro entonces de la cultura cien-
tífica española, y el ojo derecho del Marqués de la Ense-
nada, no nombra académico alguno agregado, está dicho
todo. Y esta conjetura, no sé si aventurada, adquiere más
verosimilitud cuando considero que precisamente Jorge
Juan es el que tuvo principalísima intervención en el pro-
yecto de Ensenada.
¿Por qué se malogró el plan de Jorge Juan y sus com-
pañeros? Alguien ha dicho (0: «Antes que el Sr. Carvajal
pensó Ensenada en Academia de las Ciencias, y hizo va-
rios preparativos; pero abandonó la idea porque vio que
los Jesuítas, por medio del P. Rávago, se iban á apoderar
de tal Academia, situándola en el Seminario de Nobles.»
Desde luego pongo en tela de juicio esta afirmación, ó á
lo menos creo que si fué ésta una causa, no fué única, y
aun pudiera ponérsele el pero de que Ensenada tuvo siem-
pre una significación nada hostil á los jesuítas {2); y dudo,
(i) D. Eugenio de Llaguno y Amírola.
(2) Vid. Rodríguez Villa, D. Cenón de Somodevilla, cita-
do, pág. 171. Sabido es que en los últimos años de su Minis-
terio, el P. Rávago era amigo, de toda intimidad, de Ensena-
da, al que dirigió en la parte eclesiástica en la negociación del
Concordato celebrado en 20 de Febrero de 1753. No menos
amistad tenía con el P. López. Nadie ignora que en el célebre
motín de Esquiladle se le .atribuyó significación jesuítica. El
atribuir á los jesuítas el deseo de apoderarse de la Academia,
situándola en su Semanario de Nobles, acaso haya nacido de
tergiversar el testimonio de Casafonda, escritor, por cierto, an-
tijesuita (véase la nota 11, V); pero Casafouda escribe lo con-
trario, no que se abandonó la idea porque los jesuítas se qui-
sieran apoderar de la Academia, sino que por no haber llegado
á tener efecto este pensamiento, los jesuítas no se descuidaron
894 PEDRO ROC\
porque persona tan enterada como Jorge Juan, autor del
proyecto, de lo que en esto hubiera, escribía á Granada, al
Secretario de Ensenada, la siguiente curiosísima carta,
toda autógrafa (0:
«Muy señor mió y amigo: mucho celebro que continué
S. M. (*) bueno, bueno, que es lo que deseamos sus apasio-
nados y agradecidos. Dios quiera conservarlo tantos días
como yo lo pido. También quedo mu\- contento de tener
su aprobación en cuanto á nuestra recien nacida Asam-
blea, que tira adelante bonitamente, y esto aun con todos
los trabajos á que tienen que atender sus individuos; y el
pobre M. Godin, que aún no ha podido libertarse de sus
cataratas. Yo soy el más ocioso; pero, sin embargo, me
hallo escribiendo para imprimir, y que se pueda enseñar á
los Guardias, que están destituidos de un todo, y no es ra-
zón que en mi tiempo se diga esto. Con todas estas dificul-
tades, no nos falta que leer todos los jueves cosa nueva,
sea de unos, sea de otros; y espero que en todo el año
podremos dar á la imprenta un tomo de 3o ó 40 diserta-
ciones, si hallamos modo de hacer el coste. Esto espero,
y también que V. E.. ha de ser el primero que lo ha de
ver. No obstante, ya que quiere ver una de ellas, de an-
temano la haré copiar y se la enviaré. En cuanto á que
era bueno que hubiera en Madrid una Asamblea igual, es
cierto, y no hay duda en que la hubiera habido; pero se han
en recoger los instrumentos físicos. Además, la circunstancia de
ijue hubieran de sacárselos al Conde de Valparaíso, Ministro
de Hacienda, es decir, precisamente al sucesor de Ensenada
en este Ministerio, ¿no pudiera ser indicio de que el proyecto
de éste y de sus amigos de una Academia ó Sociedad Real de
Ciencias se malograse por su caída?
(i) La ha publicado el Sr. Rodríguez Villa, señalada con
el mañero 43 en las págs. 372 y 373 de su Uon Cenón de Somo-
devilla ,
(•) Refiérese á Ensenada.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 895
trocado los bolos, y hallo que no hay cosa como estarse en
su rincón Cuide Vm. de S. E., y mande con las veras
que desea servirle su amigo, que pide á N. S. le guarde mu-
chos años. Cádiz y Marzo, ii de lySS. — B. 1. m. de Vm.
su seguro amigo y servidor, Jorge Juan. — Sr. D. Antonio
Roselló.i)
En el último párrafo de esta carta, la cual se refiere á la
Academia Amistosa Literaria de Cádiz, y no, como creyó el
competentísimo Académico y compañero nuestro D.. An-
tonio Rodríguez Villa, á la Asamblea ó Academia de Guar-
dias-marinas, que nunca se denominó Asamblea, bien cla-
ramente se da á entender: i.°, el empeño que habían pues-
to Ensenada y sus auxiliares en la fundación de la Socie-
dad Real de Ciencias que habían proyectado; 2.", que ésta
no se llevó á cabo por la caída del Marqués, depuesto por
decreto de 20 de Julio de 1754; y 3.°, que se desistió del
proyecto á consecuencia de esta caída. Con ella viéronse
de pronto los antiguos ayudantes del Marqués privados del
apoyo y protección del elemento oficial que hasta enton-
•ces disfrutaron, y no habían de pedir este apoyo y protec-
ción á los nuevos Ministros, D. Ricardo Wall y el Duque
de Huesear, enemigos mortales de Ensenada y sus parti-
darios, derrocados á influjos del Embajador inglés Benja-
mín Keene, ni los nuevos Ministros habrían de concedér-
sela, tanto más cuanto que, desterrado el Marqués á Gra-
nada, fuéronle fieles sus protegidos (i).
(i) Por la misma carta preinserta se ve el afecto que le
conservaban los sabios que formaban la Asamblea Amistosa
Literaria de Cádiz, especialmente Jorge Juan, de quien consta,
además, qua un día de la primera quincena de Septiembre de
1754, de paso de Cartagena á Cádiz, estuvo en Granada á ver
al Marqués y comió con él (Rodríguez Villa, Don Cenón, pá-
gina 204); Antonio de UUoa se agregó á su. conversación y
mesa otro día de Mayo de 1755 (pág. 204); el Médico-Ciruja-
no D. José de Nájera, discípulo de D. Pedro Virgili, y de di-
cha Asamblea, fué también á Granada, é informó en Septiembre
896 PEDRO ROCA
Ni les quedaba el recurso de volver sus ojos al Ministro
Carvajal (que, fí rival de Ensenada, era ante todo espa-
ñol, jamás se pasó al partido inglés, aunque lo miraba con
simpatía, y tenía igual celo que aquél por el bien público),
pues que había muerto inopinadamente el 8 de Abril de
de 1754, con lo que cambió el aspecto de la cosa pública;
ni al P. Rávago, amigo, muy amigo de Ensenada en la
última etapa de la vida política de éste, cuando se enten-
dieron para el arreglo del Concordato, no obstante que la
elección de confesor debíala aquél á su amistad con Car-
vajal, con la muerte del cual se debilitaron la situación é
influencia del P. Rávago, y acabaron por ser insostenibles,
desde el destierro del Marqués, siendo separado de su car-
go de confesor, á influjo también de las intrigas del Em-
bajador inglés, en 3o de Septiembre de 1755.
Ni Luzán, que murió el 19 de Mayo de 1754, ni Jorge
Juan y sus compañeros vieron llevados á la práctica sus
proyectos; el uno, de una Academia general, el otro, de
una Sociedad especial, como respondiendo á las dos ideas
que venían trabajando á las instituciones científicas de la
primera mitad del siglo xviii, si bien ganando terreno y
adquiriendo vigor la segunda á expensas de la prim.era.
El fin que Luzán se propuso fué fundar una Real Aca-
demia de Ciencias, Bellas Letras y Artes, en que se re-
fundiesen las Reales Española y de la Historia de Madrid,
los objetos de las cuales fueron incluidos en las clases pri-
mera y segunda, un tanto modificados y ampliados, abar-
cando respectivamente la lengua española, poesía y ora-
toria y la historia de España y de Indias eclesiástica y
profana. Las tres clases restantes son: la tercera, de Filo-
sofía, es decir, de física experimental y ciencias fundadas
en la experiencia, y de Lógica, Metafísica y Moral; la
cuarta, de Matemáticas, esto es, de Geometría, Algebra,
de 1757 que el Marqués necesitaba cambiar de aires (pági-
na 205); Ensenada practicaba en x\gosto del mismo año los re-
medios que le maridaba Piquer, Médico de Cámara (pág. 205).
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 897
Astronomía, Cosmografía, Náutica, Mecánica, Estática é
Hidráulica; y la quinta, de erudición y lenguas, ó sea de
antigüedades, medallas é inscripciones, y de griego, he-
breo, árabe y otras lenguas sabias. La división de estas
tres últimas clases está fundada en la que Mr. de Maupar-
tuis hizo bajo los auspicios del gran Federico de Prusia
en el Reglamento de la Real Academia de Ciencias y Be-
llas Letras de Berlín, fechado en Potzdam á lO de Mayo
de 1746: sólo que en este reglamento son cuatro, no tres,
los miembros de la división, á saber: Filosofía experimen-
tal. Matemáticas, Filosofía especulativa y Bellas Letras,
pues Luzán, con muy buen acuerdo, reunió en uno de
Filosofía los de Filosofía experimental y especulativa, si
bien entre las disciplinas de la experimental no cita ex-
presamente la Química, la Anatomía y la Botánica, que de
Maupartuis menciona. Luzán, no contento con la exten-
sión inmensa que ya tenía su plan, lo extiende á las artes
liberales pintura, escultura, diseño, grabado y arquitec-
tura (algo de lo que era la célebre Junta preparatoria que
dejó nombrada Felipe V y de lo que había de ser en 1752
la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Fer-
nando), y aun ingerta en él de soslayo la Academia de
Historia eclesiástica recién fundada por los españoles en
Roma. Así sólo dejaba subsistente en Madrid la Real
Academia Médica. Pero si en lo que toca á las ciencias
y á parte de las Bellas Letras siguió las huellas del re-
glamento de la Academia de Berlín, armonizándolo y
completándolo en los objetos de bellas letras y artes con
nuestras instituciones académicas existentes, en cambio
tuvo en cuenta casi siempre, en cuanto á las obligaciones
de los académicos, sus estudios y méritos, su elección y
juntas y al régimen interior de la Academia, muchos es-
tatutos del Reglamento de la Real Academia de Ciencias
de París modificado por Luis XV en 1716. Las denomi-
naciones de honoríficos, pensionarios, asociados y agregados
y hasta ás veteranos bien lo indican: los cuatro consiliarios
recuerdan, sin embargo, á los cuatro ciiraleurs de la Aca-
57
SgS PEDRO ROCA
demia de Berlín. En la institución de premios anuales
claramente se ve que imita á las Academias parisienses;
en ios de la comedia y la tragedia, á la Real Academia
Francesa, que adjudicaba cada año dos fundados, uno por
Mr. de Balzac para la elocuencia, y otro por el Obispo de
Noyon para la poesía; en el de Historia de España, á la
Real Academia de Inscripciones y Bellas Letras, que re-
partía anualmente el establecido por Mr. Durey de Noin-
ville para que se propusiese cada tres años un punto de-
terminado de la Historia de Francia; y en el matemático,
á la Real Academia de Ciencias, que daba cada dos años
los dos premios que uno para física y otro para navega-
ción había fundado Mr. Rovillé de Meslai (i).
La parte esencial del plan de la Sociedad proyectada
por Jorge Juan y Godín es casi un calco de! citado Regla-
mento de la Academia de Ciencias de París. Objeto de
aquella Sociedad y de esta Academia son igualmente las
ciencias matemáticas y físicas geometría, astronomía, me-
cánica, anatomía, química y botánica, á que Jorge Juan
y Godín añadieron la física experimental. En lo referente
á las denominaciones de los socios, sepáranse éstos en par-
te de la nomenclatura de los académicos franceses, adop-
tando las de honorarios y de niimero, que-tenían j?a carta
de naturaleza en nuestras Academias y Sociedades, dando
la nueva de fijos á la francesa de adjuntos y ampliando el
significado de la de libres que había en Francia y que hi-
cieron equivalente á las francesas de asociados ordinarios,
libres y veteranos: Por eso señalaron tres socios del nú-
mero y dos fijos por cada ciencia, como en la Academia
de Ciencias de París había tres pensionarios y dos adjun-
tos. Las atribuciones de los socios y el régimen de la So-
ciedad son análogos á las de los académicos y al de la
Academia parisienses; no deja de notarse, sin embargo,
(i) Memorias literarias de París, por Luzán, ya citadas, pá-
ginas 122 á 140, 152 y 153, y 207 á 202. — Vid. el Apéndice II
para apreciar algunas analogías.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 8gg
en alguna ordenanza la huella del indicado reglannento de
■la Academia de Berlín, ni se iría muy descaminado ai
afirmar que Jorge Juan y Godín se acordaron de la Li-
brería, el Museo y los gabinetes de la Real Sociedad de
Ciencias de Londres y del Real Observatorio, el Jardín
Real de Plantas, el laboratorio químico y el anfiteatro ana-
tómico de que disponía la Real Academia de Ciencias de
París, puesto que dedican un buen número de ordenanzas
al efecto de establecer una biblioteca de física y matemá-
ticas, un gabinete de instrumentos y máquinas, otro de
Historia natural, un observatorio y un jardín botánico, todo
lo cual había de ser creado en España (i).
Fácil es con estas indicaciones, y con la lectura de los
dos planes que publico, señalar los elementos circunstan-
ciales genuinamente españoles que contribuyeron á adap-
tar á nosotros en la forma referida la médula de las ins-
tituciones académicas extranjeras; parece que los carvaja-
listas y ensenadistas habíanse propuesto oponer plan á
plan; mas no es dudoso que el proyecto de éstos es superior
al de aquéllos; vastísimo, carísimo, inoportuno, en pugna
con casi todos los intereses académicos creados y en des-
acuerdo con la tendencia predominante hacia la especiali-
dad académica, era menos practicable el de Luzán que el
de Jorge Juan y Godín, poco pretencioso, limitado á las
ciencias físicas y matemáticas y con tendencia docente.
(i) En todo lo dicho se ve una prueba indirecta de que los
instrumentos y máquinas á que tantas veces me he referido
eran para el proyecto de Jorge Juan, Godín y Ortega, y de
ningún modo para el de Luzán. — En la Regia Sociedad de
Medicina y demás Ciencias de Sevilla había socios numera-
rios, supernumerarios y de toda erudición; en la Real Acade-
mia Española, académicos de número, supernumerarios y ho-
norarios; en la Real Academia de la Historia, numerarios, su-
pernumerarios y honorarios; en la Real Academia Médica de
Madrid, de número, de ejercicio y de honor. — Vid. el Apéndi-
ce I para apreciar algunas analogías.
gOO PEDRO ROCA
pues es de advertir que, mientras aquél hace de su Acade-
mia un simple almacén ó depósito de conocimientos, éstos
añaden á tal carácter primordial y esencialísimo el de la
enseñanza de aquellas disciplinas y de sus inmediatas apli-
caciones, estableciendo para ello una Academia con su
profesorado, bajo la dirección de la Sociedad, según se es-
tatuye en las Ordenanzas 48 y 49, lo cual llenaba evi-
dentemente una necesidad por todos sentida. Luzán pre-
fiere la denominación de Academia, Jorge Juan y Godin
la de Sociedad; aquél hace un amasijo casi monstruoso
con los reglamentos de las Academias de París y de Ber-
lín, los objetos de la Española y de la Historia, el cultivo
de las artes liberales y los nuevos elementos de su propia
experiencia, adquirida en las Academias; éstos siguen en
lo esencial la sencilla organización de la de Ciencias de
París, y la completan y adaptan á las exigencias docentes
de nuestro estado de cultura; aquél, con el predominio
que da á la parte literaria y de erudición sobre la cientí-
fica, con el olvido en que deja la formación de biblioteca,
gabinetes, observatorio y jardín botánico, sin los cuales
no es posible efectuar ningún serio adelanto en el orden
científico, con el aparato de la solemnidad cuando deta-
lla cómo ha de precederse en las Juntas, con la misma
escrupulosidad que pone en todos los detalles y hasta con
su propósito enciclopedista responde á sus hábitos aca-
démicos inveterados y á su predilecta educación clásica y
literaria; éstos, prescindiendo de tanta baiaúnda y fiján-
dose preferentemente en lo que Luzán olvidó y en las
aplicaciones de las ciencias, responden á sus anteceden-
tes, á su magisterio y á su educación científica y útil. No
tengo para qué descender á más detalles del cotejo entre
dichos planes y los estatutos de las Academias extranjeras,
ni al de los dos planes entre sí para fijar sus semejanzas
y diferencias, porque en la mano de cualquiera está hacer
uno y otro (0.
(1) Al final de este trabajo publico íntegros los planes de
OKÍGKNES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 90I
Réstame, para concluir, desvanecer un error. Primero,
Velázquez (0; después, Sempere (2), tergiversando un
poco el testimonio de Velázquez; luego, D. Juan Antonio
Enríquez (3); más tarde, el traductor ó adicionador de
Coxe (4), adulterando algo lo que escribió Sempere, y Don
Martín Fernández de Navarrete (5), tomándolo de dicho
Enríquez, y finalmente, D. Antonio Rodríguez Villa (6),
no obstante la publicación de la carta antes mencionada de
Jorge Juan á D. Antonio Reselló, todos han escrito afir-
mándolo en redondo, menos el último, que emplea el adver-
Jorge Juan y de Luzán, y fácilmente advertirá cualquiera sus
semejanzas y diferencias. Acaso, si no cae Ensenada, dado el
empeño suyo y de sus auxiliares y lo práctico del proyecto de
Jorge Juan, hubiéramos tenido desde entonces una Real Aca-
demia, que no ha sido fundada, ¡vergüenza da decirlo! sino
cerca de un siglo después. Me refiero á la Real Academia de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que fué creada nada
meaos que por decreto de 25 de Febrero de 1747, como trans-
formación de la Real Academia de Ciencias Naturales de Ma-
drid, que lo había sido por decreto de 7 de Febrero de 1834.
Puesto que la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales publicó en su Anuario de 1884 (págs. 4 á 33), como
antecedente ó documento histórico, los Estatutos de su prede-
cesora la Real Academia Matritense de Ciencias Naturales,
bien merece la pena que publique yo también estos dos planes,
que, de seguro, son más curiosos y mucho más dignos de es-
tudio que dichos Estatutos, y que constituyen los dos prime-
ros proyectos de Real Academia ó Sociedad de Ciencias, á la
■usanza moderna, que se han conservado.
(i) Lugar citado, nota 11, III.
(2) Lugares citados en la nota 11, IV.
(3) Efemérides de España, periódico matritense, núm. 139,
viernes 18 de Mayo de 1804, pág. 571.
(4) Historia de la Casa de Borbon, citada, tomo IV: Ma-
■drid, 1847, pág. 35.
(5) Biblioteca marttima Española: tomo II, Madrid, 1851,
artículo Juan y Santacilia, págs. 26 á 28.
(6) Don Cenóii de Somodevilla, pág. 149.
902 PEDRO ROCA
bio acaso, que la Asamblea Amistosa Literaria de Cádiz fué
el ensayo del plan de una Academia de Ciencias, ó general
de Ciencias y Artes, ó universal, ó de Ciencias y Buenas
Letras, que entonces, ó en tiempo de Fernando VI, ó por
el Marqués 3e la Ensenada, se intentaba formar en Madrid,
Así, de este modo indeterminado, refiriéndose á proyectos
de Academias de Ciencias por aquella época, sin mención
ni distinción expresa de los de Luzán y de Jorge Juan, vie-
nen á suponer que estos planes de Academias, patrocinados
por Carvajal y la Ensenada, fueron posteriores á la exis-
tencia de la Academia Amistosa Literaria, que les sirvió de
preparación. Esto no es veidad: en la carta de Jorge Juan,
antes referida, de ii de Marzo de 1755, se habla de la
«recien nacida Asamblea,» y de que «no hay duda en que
la hubiera habido» igual en Madrid; «pero se han trocado
los bolos, y hallo que no hay cosa como estarse en su rin-
cón,» con lo que á las claras se ve que el proyecto de So-
ciedad Real de Ciencias fué anterior á la existencia de la
Asamblea Amistosa Literaria, y mal pudo servir ésta de
ensayo á aquélla; además, consta, por Memorias origina-
les de la Asamblea (O, que ésta comenzó en Enero de lySS,
es decir, cuando hacía medio año que había caído el Mar-
qués de la Ensenada y se hallaba desterrado en Granada,
y cuando se disponía la caída del P. Rávago; y es claro
que no he de hablar del plan de Luzán, porque éste y Car-
vajal pertenecían ya anteriormente al mundo de los muer-
tos. Pero si la Asamblea Amistosa Literaria de Cádiz no
fué ensayo ni preparación de ningún proyecto de Academia
ó Sociedad Real de Ciencias patrocinado por Ensenada 6-
Carvajal, ¿qué fué? La contestación á esta pregunta cons-
tituye parte del trabajo que en breve publicaré con el títu-
lo de La Academia Amistosa Literaria de Cádiz y su Secre-
tario D. José Carbonel.
(i) Kk-Í2i' Valias, Depto. MSS. Bibl. Nac, ya citado.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 9O3
APÉNDICES
I
Ordenanzas de S. M. para la Sociedad Real de
Ciencias de Madrid (O-
Don Fernando, por la gracia de Dios Rey de Castilla, etc.,
etc. Considerando lo importante que es á mi servicio y al bien
de mis vassallos se promueva en mis Reynos el estudio de las
Ciencias Phísicas y Mathemáticas y se aumenten sus progres-
sos, he tenido por conveniente erigir á este fin, como desde
luego erijo, una Sociedad, Real de Ciencias y expedirle las pre-
sentes Ordenanzas, que mando se guarden en ella inviolable-
mente:
1. Estará la Sociedad bajo mi immediata protección, y re-
cibirá mis órdenes por mi Secretario de Marina é Indias.
2. Compondráse la Sociedad de quinze Socios honorarios,
veinte y ocho Socios del número, diez y seis Socios fixos y de un
número indeterminado de Socios libres.
3. Los Honorarios serán naturales de my Reyno y distin-
tinguidos, assí por su afición á las Ciencias Phísicas ó Mathe-
máticas, como por su nacimiento ó empleos {2).
4. Los Socios del número serán todos avecindados en Ma-
drid: tres geómetras, tres astronómicos, tres mechánicos, tres
phísicos experimentales, tres anatómicos médicos, tres anató-
micos cirujanos, tres chímicos, tres botánicos, tres Secretarios
y un Thesorero (3).
(i) Depto. de Mss. de la Bibl. Nac, Kk-S^, Varios, proce-
dentes de la biblioteca de Osuna. — Vid. la nota (i) hacia el
fin, pág. 857. En las notas que pongo al pie señalo algunas
analo^íías entre estas Ordenanzas y los Reglamentos de las
Reales Academia de Ciencias de París y de Ciencias y Bellas
Letras de Berlín, las cuales, para abreviar, indico con sus ini-
ciales respectivas R. A. C. P. y R. A. C. B.-L. B.
(2) III, R. A. C. P.
(3) IV, R. A. C. P.
904 PEDRO ROCA
5. Los Socios fixos estarán todos avecindados en Madrid
y con fama de intelligentes, dos en cada una de las ciencias re-
feridas (i).
6. Los Socios libres serán ó del Reyno ó estrangeros, pero
siempre con fama de inteligentes en qualquiera de las referidas
ciencias.
7. Después de formada y establecida la Sociedad en el todo,
ó sólo en parte, según la lista que mandaré se promulgue, se
proveerán las distintas plazas en la forma siguiente:
8. Para la de Socio honorario ó de Socio libre, eligirá la
Sociedad á pluralidad de votos un sugeto, y me le propondrá
para tener mi aprobación (2).
9. Para la de Socio del número eligirá la Sociedad tressu-
getos, á pluralidad de votos, de los quales, dos por lo menos
serán Socios fixos, y me los propondrá para que escoxa el que-
fuere de mi agrado (3).
10. Para la de Socio fixo, eligirá la Sociedad, á pluralidad
de votos, tres sugetos capazes 3' me los propondrá para que es-
coja el que conviniere.
11. Antes de proponer un sugeto de fuera de la Sociedad
para qualquiera plaga de ella, se procurará assegurar su con-
sentimiento, y se escribirán su nombre y títulos, quequedarán
manifiestos por el tiempo de quinze días, para que cada Socio
pueda informarse y votar con conocimiento; y ninguno podrá
ser propuesto, si no fuere de mérito conocido en alguno de los
assumptos de la Sociedad, de buenas costumbres y de edad de
veinte y cinco años por lo menos; y elegido que sea y apro-
vado por mí, se despachará un título en la forma que mandaré
prevenir (4).
12. Tendrá la Sociedad un Presidente de la clase de los
honorarios (5), un Vicepresidente y un Censor de la clase de
los Socios del número, los que yo nombraré, y exercerán su
empleo cada uno de éstos el tiempo de tres años seguidos; pero,
á fin que siempre haya en la Sociedad sugetos impuestos en el
(i) VI, R. A. C. P.
(2) VII, R. A. C. P.
(3) VIH, R. A. C. P.
(4) XI, XIII, XIV, R. A. C. P.
(5) III, R. A. C.P.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 905
gobierno de ella (■), el primer Censor, que yo nombraré, sólo
exercerá su empleo un año y el Vicepresidente sólo dos: de
esta suerte, cada año proveerá uno de estos tres empleos, y
cada Presidente tendí á dos distintos Vicepresidentes y dos dis-
tintos Censores durante su trienio, y recíprocamente sucederá
lo propio á los otros dos.
13. El Vicepresidente hará las veces del Presidente en su
ausencia, y llegando á faltar uno y otro por enfermedad ó por
otro motivo, tomará las veces del Presidente el más antiguo de
los Socios del número, y se dará luego quenta á mi Secretaría
de Marma é Indias, para que yo determine lo que huviere por
conveniente. • j j
14. El Censor atenderá á quanto se hiciere en la Sociedad,
sea en las Juntas ó fuera de ellas (2), en orden á lo científico, y
procurará notar todo lo que se opusiere á las Ordenanzas ó pi-
diesse algún artículo nuevo en ellas; zelará prevenir lo que [puj
diere originar algún inconveniente, sea entre los Socios exis-
tentes en la Sociedad, sea entre un Socio y otro sabio regníco-
la ó estrangero; cuidará que aquello que se imprima, escriba y
remita á países estrangeros, salga conforme á lo que en la So-
ciedad se huviesse leído ó por su orden examinado; protegerá
los que vinieren á presentar algo á la Sociedad, etc., y de todo
dará parte al Presidente para que éste execute lo que convenga.
15. El Presidente se sentará ocupando el medio de una
mesa que tendrá delante; á su derecha, el Vicepresidente, y á
su izquierda el Censor, y á ambos lados de éstos, y en la mis-
ma línea, los honorarios. En las dos alas se pondrán, prime-
ro, á la derecha los dos Secretarios é historiadores; á la izquier-
da el Secretario Plumit y el Thesorero. En las mismas líneas
los Socios del número. Enfrente de los honorarios se coloca-
rán los Socios fixos y libres, y en cada classe no havrá más dis-
tinción deassientos.
16. Será incumbencia del Presidente ó del Socio que le
represente, el hacer deliberar sobre los assumptos que occu-
rriessen, sean de las Juntas generales ó de las secretas; el pro-
poner lo que conviniesse determinar, y señalar lo que se hu-
viesse de leer. Firmará las cartas escritas en nombre de la So-
(i) Ello en el ms.
(2) Ellos en el ms.
9°^ PEDRO ROCA
ciedad, y todo lo que conviniesse participará á mi Secretario
de Marina é Indias.
17. La Sociedad tendrá sus Juntas todos los miércoles y
sábados del año desde las cinco de la tarde asta las siete en
todas las estaciones, exceptuando desde Navidad hasta Reyes,
desde el domingo de Ramos hasta el de Quasimodo y desde
mediados de Julio hasta mediados de Septiembre; pero, si
occurriesse en estos días fiesta de precepto ó función particu-
lar, se tendrá la Junta un día antes ó después, á elección del
Presidente; y ninguno que no fuere Socio podrá assistir á las
Juntas que sean públicas sin licencia del Presidente ó de quien
le represente, á menos que sea un sugeto muy distinguido por su
nacimiento ó fama en ciencias, ó por alguna invención ó descu-
brimiento que venga á proponer y que convenga admitirle (i).
18. Tendrá la Sociedad dos Juntas públicas cada año, una
al primer miércoles después de Quasimodo, y otra la primera
después de 15 de Septiembre (2).
ig. Assistirán punctualmente los Socios á todas las Juntas,
escribiendo cada uno su nombre al entrar en un papel puesto
al propósito con distinción de classes, el que con fecha se in-
cluirá en la relación de la Junta que se escribiere en el Regis-
tro; y ninguno del número podrá ausentarse por más de quinze
días sin licencia por escrito del Presidente, ni por más de un
mes sin expressa licencia mía (3).
20. Para premiar la punctualidad de los Socios del número
y fixos en assistir á las Juntas, se les dará en todas ellas una
medallada plata, deviéiidose verificar para estohaver assistido
á toda la Junta, pues, si entrase alguno después de empezada
ó saliesse antes de acabada, se notará y no tendrá parte en la
distribución de las medallas [4).
21. Cada Socio del número gozará una renta anual de.... (5)
ducados, y se concederán otras menores á los Socios fixos que
se señalaren más en la aplicación y la necessitassen para el
adelantamiento de los estudios.
(i) XVI, XVII, XVIII, XXXIV, R. A. C. P.
(2) XXXV, R. A. C. P.
(3) XIX, R. A. C. P.
(4) XLIX, R, A. C. P.
(5) En blanco en el ms.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 9O7
22. Al principio del año, cada Socio del número y fixo de-
cía [ra]rá por escrito á la Sociedad el principal trabaxo en que
hiciere ánimo ocuparse; y cada tres meses informará el Pre-
sidente de sus progressos, para que me pueda dar quenta déla
aplicación de todos quando se la pida (i).
23. Aunque la obligación principal de cada Socio sea apli-
carse á la ciencia á que está dedicado, sin embargo, se exhor-
tarán á que extiendan sus investigaciones á quanto puede ser
útil ó curioso en los demás assumptos de la Sociedad (2).
24. Todo Socio del número leerá precisamente en las Jun-
tas, á lo menos, dos escritos propios al ano (3), y éstos y los de-
más todo aquello que se les ofreciere digno de commuaicar á la
Sociedad en los días que el Presidente les señalare, procuran-
do en todas no falten assumptos de Mathemática y Phísica, ade-
más de los que los Secretarios y Socios manifestaren tocante á
las novedades científicas y comercio literariode estrangeros (4).
25. No se interrumpirá al que leyere hasta ha ver acabado^
sólo, sí, irá cada uno apuntando los reparos que le ocurran, y,
acabada la lectura, se propondrán políticamente, volviéndose
á leer el papel en parte ó en el todo, si fuere necessario, y se
oirán las respuestas y réplicas; y si no se aclarassen suficiente-
mente las dificultades y importasse hacerlo más, se mandará a
todos los contrarios examinen aparte el assumpto y vuelvan á
conferenciar en otra Junta, y luego que esté la obra á gusto de
ésta, se dexará original en manos del Secretario, quien le pon-
drá la fecha y su firma, y la archivará para que quede en poder
de la Sociedad (5).
26. Vigilarán exactamente los Presidentes que en las Jun-
tas no use ningún Socio de expressiones ofensivas ó ásperas
azia otro, y aunque quando se impugnen las opiniones de
qualquier sabio estrangero, se hable de él con los términos más
medidos (6).
27. Las decisiones de qualquiera naturaleza serán siempre
(i) XXI, R. A. C. P.
(2) XXII, R. A. C. P.
(3) XII, R. A C. B.-L. B.
(4) XXII, R. A. C. P.
5) XXIV, R. A. C. P.
(6 XXVI, R. A. C. P.
9o8 PEDRO ROCA.
á pluralidad de votos. Todos los Socios lo tendrán en materias
científicas; pero sólo los honorarios y del número lo tendrán
en las elecciones y materias económicas ó governacíones (i).
Los votos para elecciones y qualquier otro assumpto que pida
la prudencia sean secretos, se tomarán por vía de escrutinio,
empezando desde el Presidente hasta el último de los Socios
del número; pero siendo los votos públicos, se empezará por los
Socios fixos y libres, y por classes se proseguirá {2) hasta el
Presidente.
28. Se juzgará á pluralidad de votos sobre la impressión de
quanto se le3rere (3) en la Sociedad, y assimismo de todo lo que
de su orden se huviesse examinado aparte por sugetos inteligen-
tes; biea entendido que primero havrán hecho éstos relación ó
dado su parecer á la Junta, notándose en el Registro sobre quál
de estos antecedentes la Sociedad determinó la impressión.
29. Procurará la Sociedad en general, y cada Socio en par-
ticular, establecer }' mantener correspondencia con los sabios
del Reyno y estrangeros, á fin de tener promto.aviso de quanto
occurriere nuevo, útil ó curioso en Mathemáticas y Phísica; y
en atención á esta correspondencia para proveer las plazas va-
cantes de Socios, sedara la preferencia á los sabios que hubie-
ren concurrido en ella (4).
30. Qualquier experimento del cual se Uegasse á dar quen-
ta, ya sea formalmente ó sólo por noticia, y que pareciesse á la
Sociedad merezca verificación por su importancia, por alguna
duda ó por otro qualquier motivo útil, se procurará verificaren
la Junta, ó si no fuere possible, fuera de ella; pero siempre en
presencia de algunos Socios, quienes darán por escrito quenta
individual de las circunstancias á la Junta (5).
31. Procurará la Sociedad estar informada de todos los li-
bros que salieren á luz dentro ó fuera del Reyno como de sus
assumptos, y se hará dar razón, extracto y juicio de ellos por
alguno de los Socios á quien se lo encargare, y lo que éste cor
munique á la Sociedad se leerá en la Junta, y se practicará (6)
(i) XXXII, XXXIII, R. A. C. P.
(2) Prosegnirvá en el ms.
(3) Leyer en el ms.
(4) XXVII, R. A. C. P.
(5) XXV. XXIX, R. A. C. P.
(6) Proatticará en el ms.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 9O9
con ellos lo que con los demás papeles de que se ha hecho
mención (i).
32. Procurará la Sociedad dar al público el fruto de su
aplicación en los distintos ramos de las ciencias phísicas y ma-
themáticas, dando á luz cada año un tomo de sus observacio-
nes y reflexiones además de lo que cada Socio podrá impvimir
aparte, ya sea aclarando, y además (2) lo ya conocido, ya sea
produciendo nuevas ideas, invenciones, etc.
33. Gozará la Sociedad en Cuerpo, y cada Socio en par-
ticular, el privilegio de imprimir y sacar á luz las obras que á
pluralidad de votos se hubiessen juzgado dignas de impressión,
sin más Hcencia, examen ni censura que ésta, y sólo expressan-
do en el libro la deliberación de la Sociedad, con firma y fecha
del Secretario; pero ninguno de los Socios podrá gozar de este
privilegio sin aprobación de la Sociedad y deliberación en
conformidad, ni tampoco poner su título de Socio sin igual
aprobación (3).
34. Los tres Secretarios serán perpetuos: dos historiado-
res, es á saber, uno de Mathemática y phísico-mathemático, y
otro para la Anatomía, Chymica y Botánica; el tercero será Se-
cretario ordinario (4).
35. Los Secretarios historiadores tendrán respective el car-
go de escribir lo que cada año se hubiere presentado á la So-
ciedad digno de la luz pública; las mutaciones en los Socios
por muerte.de unos y admisión de otros; los elogios de los pri-
meros; sus obras; la historia de las dissertaciones que juzgasse
la Sociedad dignas de impressión cada año; el extracto de lo
útil que se hallasse en otras no destinadas para la imprenta,
sean de los Socios ó de otros qualesquiera que las hayan co-
municado á la Sociedad, y generalmente todas las observacio-
nes y experiencias nuevas y útiles que se hubieren recibido de
fuera aquel año.
36. Toda la Historia se escribirá en idioma castellano, assi
como las dissertaciones que la acompañaren en castellano ó en
latín, y antes de darse á la imprenta se leerá en las Juntas de
(i) XXVIII, R. A. C. P.
(2) y ndemás parece que sobra.
3) XXX, XLVI, R. A. C. P.
(4) XLII, R. A. C. P.
giO PEDRO ROCA
la Sociedad ó se examinará por el Censor y Comissarios, que
para cada ocasión de éstas debe eligirse, los que darán quenta
á la Sociedad, y ésta determinará sobre la impressión. Cada
tomo de Historia y Disserlaciones tendrá al principio un imprí-
masse firmado del Presidente, á diferencia de las demás obras
de los Socios aprobadas por la Sociedad, que tendrán la certi-
ficación del Secretario ordinario de haverse aprovado.
37. El Secretario ordinario llevará un Registro en que
apuntará con cuidado todo lo que se hiciere, leyesse, examinas-
se y decidiesse en las Juntas, cada cosa con su fecha, y después
de la lysta de los Socios que hubiessen assistido á ella. Recibirá
los papeles y dissertaciones después de comunicadas; les pondrá
la fecha y firma, y los archivará. Dará certificación y traslados
á quien la Sociedad mandasse. Mantendrá la correspondencia
litteraria por orden y en nombre de ella, y tendrá á expensas
de la Sociedad dos sugetos que sepan las lenguas estrangeras, á
lo menos la francesa, inglessa, alemana é italiana, para que
puedan traducir en castellano los papeles escritos en estos idio-
mas que importassen ó que mandare la Sociedad se traduzgan.
Recogerá los votos quando se diessen por escrutinio, y los en-
tregará al Presidente.
38. Del Registro del Secretario ordinario se sacarán dos
traslados, que firmados de su mano se distribuirán por trimes-
tre á los dos Secretarios historiadores, para el adelantamiento
de sus respectivas tareas; pero el Registro original, firmado assi,
mismo del Secretario ordinario, se archivará en la Bibliotheca
de Manuescritos á fin del año. Assimismo las dissertaciones,
papeles y cartas que en las Juntas de Sociedad se leyeren, des-
pués de haverles puesto firma y fecha el mismo Secretario, se
archivarán originales con las decissiones de la Junta y las res-
puestas á las cartas, si las hubiesse; y después que de cada dis-
sertación, papel, carta y respuesta se haya sacado una copia-
se entregará al Secretario historiador á quien tocasse, según la
naturaleza de la dissertación, etc. Lo que se hará también por
trimestre.
39. Si se ausentasse el Secretario ordinario por algún mo-
tivo regular, nombrará el Presidente á uno de los Socios fixos
para que lleve interinamente el Registro, y informará de ello á
mi Secretario de Marina é Indias. Lo mismo se ha [de] enten-
der respective del Thesoro.
orígenes de la academia, de ciencias 911
40. El Thesorero se hará cargo de todo lo perteneciente á
la Sociedad, además de la Librería y Jardín de Botánica, según
los inventarios que con prolixidad se formarán. Un tanto que-
dará en el Archivo de la Sociedad, y otro en poder del Theso-
rero, los 2 con las firmas necessarias de la Junta económica; y
de qualquiera cosa que se comunique á alguno de los Socios
en virtud de la decisión de la Junta, tomará el Thesorero recibo
en forma, advirtiendo haver sido con licencia de la Junta, y és-
tos se manifestarán en las visitas que se hicieren *de Theso-
rería.
41. Tendrá assimismo ua libro aparte en que apuntará por
sus fechas todas las resultas de las Juntas económicas y distri-
bución de las rentas, según se manda en los artículos siguientes.
42. Los inventarios de las cosas pertenecientes á la Socie-
dad, sean libros, máquinas, piezas de Historia Natural, curio-
sidades, etc., se recogerán y cotejarán con las cosas mismas por
cada Presidente, del Censor y de los Secretarios (i), y se
expressará en los inventarios la resulta de este cotejo (2) con las
firmas de los que lo hubieren hecho; y, si llegasse á faltar algo,
se precissará á el que lo huviere tenido en su cargo á que lo
reponga en el modo possible.
43. Tendrá la Sociedad, además de las salas necessarias
para sus Juntas, para la Bibliotheca, para la Mechánica, para
la Anatomía, para la Chímica, para la Historial, un Observa-
torio, un Jardín para las plantas, etc., y alojamientos corres-
pondientes para los que precisamente han de estar immediatos
á estas oficinas.
44. Se concederá á la Sociedad un fondo suficiente para
establecer y formar una Biblioteca de Phísica y Mathemática,
un Gabinete de instrumentos y máquinas, y otro de Historia
Natural, y se assignará una renta para el aumento de ellos.
45. Le concedo á la Sociedad una renta annual }' perpetua
de 250.000 (3) escudos, para el aumento de su Bibliotheca, Ga-
binetes de instrumentos y de Historia Natural, para los precis-
sos gastos de sus Juntas, }' para las experiencias que se hicies-
sen por la Sociedad, de su orden aparte por algún Socio ó he-
(i) Así en el ms.
(2) Cortejo en el ms.
(3) Tachada esta cifra en el ms.
912 PEDRO ROCA
chas se mandaren abonar (r). Los adjuntos de los Secretarios,
los traductores, los guardas ó mogos de la Biblioteca, las bu-
gías, muebles, pagas, etc., se pagarán de esta misma asignación,
46. La distribución de la reala asignada en el artículo an-
terior se hará por una Junta particular económica, que indefec-
tiblemente se tendrá al fin de cada mes, compuesta del Presi-
dente, Vicepresidente, Censor y seis Socios del número, es á
saber: tres mathemáticos (2) y tres phísicos, que cada año se
eligirán pof votos, y además el Secretario ordinario y el The-
sorero. Las resultas de essas Juntas se escribirán por el Se-
cretario en el libro del Thesorero, se firmarán por todos los que
hubiessen assistido, y se archivará dicho libro, sin poder nun-
ca ser extrahido del Archivo. Se escribirán también las mismas
resultas por el Thesorero en un libro, que tendrá en su poder
para su gobierno, é igualmente la execución de lo determina-
do por la Junta (3).
47. Havrá (4) un üibliothecario de la classe de los Socios
del número, y un Sub-bibliothecario de la de los Socios fixos:
el uno ha de ser mathemático, y el otro phísico. Assimismo
havrá un botánico de la classe de los Socios del número, que
se hará cargo del Jardín de Botánica, y un Socio fixo, que se
hará el mismo cargo debaxo de éste (5); el Thesorero, quatro
Socios fixos, que cuidarán los Gabinetes de mechánica, ma-
chinas de Anatomía, de Historia Natural y de Chímica, y cada
libro, máquina ó pieza de qualquiera de estos gabinetes tendrá
su número encima, relativo al inventario respectivo de cada
gabinete.
48. Se erigirá una Academia, baxo la única dirección de la
Sociedad, en que se enseñarán las Cüncias Phísicas y Mathemá-
ticas, en castellano ó en latín. Formaráse de 3 Professores de
Mathemálicas, uno de Phísica general, otro de Artes y Manu-
facturas, otro de Phísica experimental, otro de Anatomía, otro
de Operaciones chirúrgicas, otro de Chímica, otro de Pharma-
cia, otro de Metallurgia, otro de Botánica, todos de la Socie-
(i) XLVIII, R. A. C. P.
(2) ñliitlieiiinticas en el ms.
(3) Xm, XIV, R. A. C. B.-L, B.
(4) H II ora por havrá en el ms.
(5) Esio en el ms.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 9I3
dad, y uno de ellos hará las veces de Lector por el espacio de
tres años, nombrados quando se elija el Presidente de la Socie-
dad, á quien se dará quenta de lo que se ofreciesse tocante á la
Academia.
49. Los Professores serán perpetuos, y los nombrará la So-
ciedad entera por vía de escrutinio.
50. La Sociedad como Cuerpo, y cada Socio de los avecin-
dados en Madrid, dependerán del Ministro de Marina é Indias,
y en los negocios ordinarios se cometerán sus causas al Tri-
bunal (i), en Wladrid, quedando obligados los que les de-
mandassen qualquiera cosa ó derecho que sea, de occurrir á di-
cho Tribunal de primera instancia.
II
Proyecto y plan de una Academia Real
de Ciencias, Bellas Letras y Artes en Madrid í^).
Como no debo ni quiero ser prolixo, supondré como notoria
la utilidad que trae á un Estado la ciencia, la erudición y la
instrucción.
Supongo también igualmente notoria la necesidad que hay
(i) En blanco en el ms.
(2) Archivo Histórico Nacional, Papeles de Estado, proce-
dentes del Archivo general Central de Alcalá de Henares, le-
<rajo 3.022, núm. 3.— Vid. la nota (i) hacia el fin, pág. S57-—
Repito la advertencia respecto de las iniciales R. A. C. P.
y R. A. C. B.-L. B. . .
La letra de la siguiente carta de remisión de esta copia que
publico, es de D. Eugenio de Llaguno y Amírola:
«Excmo. Sr.: Dixe á V. E. tiempos hace que tema una copia
del proyecto de una Academia de las Ciencias que hizo Luzán
por encargo del Sr. Carbajal, refundiendo en ella las que había
y hay actualmente. Ahora en Madrid la he buscado y hallado,
y la remito á V. E. por si puede servir de algo.
«Antes que el Sr. Carbajal, pensó Er.senada en Academia
de las Ciencias, y hizo varios preparativos; pero abandono la
idea, porque vió que los Jesuitas, por medio de Rabago, se
ivan á apoderar de la tal Academia, situándola en el Semina-
rio de Nobles.»
n 58 .
914 PEDRO ROCA
en España de que se restablezcan las ciencias, las artes libe-
rales, el buen estilo, el buen gusto.
Sobre estos supuestos de la necesidad y utilidad de lo que
propongo, pasaré á formar un plan de Academia apropriado á
la necesidad, y á la mayor conveniencia de España y al estado
actual de las cosas, que es circunstancia muy precisa para que
el proyecto sea practicable en el día.
Hay ya en Madrid varias Academias Reales: la Española,
la de la Historia, de Medicina, de Cirugía, etc. Algunas de és-
tas tienen rentas y estatutos; pero, ó sea por su inobservancia,
ó (lo que es más probable) porque no se formaron con todo
aquel conocimiento, cuidado y penetración que requería el
asunto, parece que, apagado aquel primer fervor, nada han
producido estas Academias que pueda contentar las esperanzas
que de ellas se habían concebido.
Por manera que claramente se ve que, para que den el fruto
deseado, conviene refundirlas de nuevo y darlas nueva forma y
otros estatutos apropriados á la necesidad de España, bien como
se transplantan y se ingieren los árboles para que fructifiquen.
La experiencia ha manifestado que los estatutos de una y
otra Academia no debían de ser los más proporcionados, pues-
to que en lugar de verse algunos buenos efectos, se ha visto, al
contrario, consumir inútilmente el tiempo en disputas y en tra-
bajos casi pueril3s, hechos con una lentitud intolerable; y esto
no por falta de sujetos laboriosos y hábiles, porque en ambas
Academias los hay, sino por falta da méthodo, por abusos, por
pereza y descuido, y por una mala distribución de las rentas.
Para remediar á todos estos defectos y hacer que los acadé-
micos hábiles y aplicados de una y otra Academia produzcan
obras útiles que den honor á España, y sirvan de instrucción
á toda la nación, me ha parecido que no hay otro medio me-
jor que dar una nueva forma y nuevos estatutos á una Acade-
mia de Ciencias y Bellas Letras que abrace las dos, y aun se
extienda á mucho más: en cuio assunto y formación de este
nuevo plan me guiaré por la experiencia que tengo de muchos
años, no sólo de estas dos Academias (de quienes tengo la
honra de ser Académico), sino de las de Italia, de Francia y
Alemania, en las quales, ó he sido yo también Académico, ó he
assistido y visto cómo se manejan, ó tengo presentes sus fun-
daciones, estatutos y méthodos.
ORÍGRNES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 9I5
Para quanto iré asentando y estableciendo en este plan, ten-
go razones sólidas y claras, que expondré largamente siempre
que se me mande, se me pregunte ó se dude; pero las omito
aquí y las suprimo por no cansar con prolixos discursos: de
modo que aquí sólo se verá la planta acabada con sus estatu-
ios y reglas, y con todo lo demás que se requiere para poderla
poner luego en práctica.
-FORMACIÓN Y ESTATUTOS DE LA NUEVA REAL ACADEMIA
DE CIENCIAS Y BELLAS LETRAS
I. Se compondrá esta Academia de cinco clases y de dife-
rentes Académicos.
Primera clase. — De la Lengua Española, Poesía y Orato-
ria, habrá quatro Académicos honoríficos, quatro Académicos
pensionarios, quatro Académicos associados del número y qual
tro Agregarlos, esto es, que podráu ser de las provincias de
España, sia precisión de estar en Madrid. Da modo que esta
-classe constará de quatro Académicos honoríficos, quatro Pen-
sionarios, quatro Associados y quatro Agregidos.
II. Segunda classe.— Dí laHisto/ia ds España y di Indias,
■.eclesiástica y prophann'.
Seis Académicos honoríficos.
Seis Pensionarios.
Seis Associados.
Seis Agregados.
III. Tekcera classe. — De Philosophía (i):
Dos Numerarios Honoríficos.
Dos Pensionarios.
-Dos Associados.
Dos Agregados.
IV. QuARTA classe. — De M athemáticas (2):
Quatro Numerarios Honoríficos.
Quatro Pensionarios.
Quatro Associados.
Quatro Agregados.
(i) I, I, 3, R. A. C. B.-L. B.
(2) I, 2, R. A. C. B.-L. B.
gl6 PEDRO ROCA
V. Quinta classe.— Dí In Erudición y Lenguas (i):
Quatro Numerarios Honoríficos.
Quatro Pensionarios.
Quatro Associados. *
Qiialro Agregados.
VI. Habrá un Secretario perpetuo de la Academia, que se
tomará de la clase de los Pensionarios, y tendrá un sobresuel-
do ó gratificación por el trabajo de Secretario y para un ama-
nuense (2).
VIL Cada classe tendrá un Secretario particular, que será
al mismo tiempo como Archivero y guarda de los papeles, li-
bros, instrumentos y otras cosas pertenecientes á su classe; éste
se tomará de los Associados, y tendrá una gratificación ó suel-
do proporcionado: este Secretario particular ha de ser per-
petuo.
VIII. Habrá un Thesorero perpetuo de la Academia, que
será uno de los Pensionarios ó Associados, con una gratifica-
ción de quatro mil reales (3) y un Contador, también perpetuo,
de los Associados con dos mil reales.
IX. Habrá un Presidente de toda la Academia, que le
nombrará el Rey cada dos años, de la classe de los Honoríficos
numerarios (4).
X. Un Director, que nombrará también el Rey cada dos
años, de la classe de los Pensionarios (5).
XI. Un Vicepresidente, cada dos años, de la classe délos
Honoríficos (6).
XII. Quatro Consiliarios: dos de la classe de Honoríficos,
uno de los Pensionarios y otro de los Associados (7).
XIII. Rbntas de la Academia y su distribución.— Cada
classe de Pensionarios (que deberán siempre ser elegidos por su
Mag.d á proposición de la Academia) gozará de pensión annua
treinta mil reales, á excepción de la classe de la Historia, que
tendrá quarenta y dos mil; y se pagará esta renta por semes-
(i) I, 4, R. A. C. B.-L. B.
(2) IV, XLII, R. A. C. P.
(3) IV, XLV, R. A. C. P.
(4) III, XXXIX, R. A. C. P.
(5) XXXLY, R. A. C. P.
(b) XXXIX, R. A. C. P.
(7) XIII, R. A. C. B.-L. B.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA. DE CIENCIAS gi?
tres, y se distribuirá ea esta forma: A ua Académico pensio-
nario, doce mil reales; á otro, ocho mü; á otro, seis mil; á otro,
quatro, y en las vacantes irán optando estos sueldos respecti-
vamente, de modo que el que entre de nuevo obtendrá los ga-
ges de quatro mil reales; en la classe de la Historia habrá dos
plazas más, una de ocho mil y otra de quatro mil reales, y es-
tas dos plazas y su renta habrá de menos en la tercera classe,
XIV. El Secretario perpetuo tendrá quatro mil reales más
de gratificación.
XV. El Thesorero tendrá quatro mil raales de gratifi-
cación.
XVI. El Contador, dos mil reales.
XVII. Cada uno de los cinco Archiveros particulares de las
cinco classes, tendrá mil y quinientos reales de gratificacióa.
XVIII. En la classe de la Historia habrá dos Académicos
pensionarios de la Academia de la Historia fundada en Roma:
tendrán de gages quatro mil reales cada uno; se les pagara de
los caudales de la Academia; los nombrará el Rey á propossi-
ción del Cardenal Prolector, ó Ministro que allí hubiere, y se
corresponderán con la Academia, y especialmente con la classe
de la Historia en todas las cosas y noticias pertenecientes á la
Historia de España, y se comunicarán recíprocamente sus
obras y trabajos literarios.
XIX. Habrá fundados quatro premios cada año: dos de
treinta doblones cada uno, los que se distribuirán á los que hu-
bieren compuesto una tragedia ó una comedia ajustada á las
reglas, y con todos los requisitos para ser perfecta y poderse
representar con utilidad del público. Este premio 6 premios se
distribuirá el día de Santa Bárbara, en solemne Junta, en la
forma que se dirá más adelante.
XX. Un premio de quarenta doblones al que mejor tratare
uno de los puntos útiles de la Historia de España, el día de
Santiago.
XXI. Otro premio de cincuenta doblones al que resolviera
mejor alguno de los problemas útiles á la navegación, á la as-
tronomía, á la Agricultura ó á la fortificación, ó produxese al -
gún nuevo invento útil, el día de San Fernando.
XXII. Tendrá, además, la Academia veinte mil reales cada
año para pagar dos porteros, á dos mil reales cada uno, y los
restantes para la impresión de un tomo de Memorias en 4.° que
glS PEDRO ROCA
deberá imprimir cada año, con la historia de la Academia y con
las disertaciones mejores que se hubieren trabajado en aque^
año por sus Académicos, dando el extracto 3' poniendo en to-
das el nombre del autor, que será responsable de lo que dixere.
XXIII. Para quatro Académicos artífices, ocho milreales^
XXIV. Para la impresión del Diario deLUeratcs, once mil
reales.
XXV. Para libros, cinco mil reales.
XXVI. Para bugías, etc., dos mil reales.
XXVII. Por manera que la renta de la Academia y su dis-
tribución, será la siguiente:
A los veinte Académicos pensionarios, ciento cin-
cuenta mil reales distribuidos en la forma que ya se
ha dicho 150.000
Al Secretario perpetuo, por gratificación, quatro mil
reales 4.000
Al Thesorero perpetuo, por gratificación, quatro mil
■^s^'ss 4.000
Al Contador, dos mil reales 2.000
A cinco Archiveros particulares, á mil y quinientos
reales cada uno, siete mil y quinientos 7-5oo
A dos Académicos agregados pensionarios en Roma,
á quatro mil reales cada uno ,, , 8.000
Para quatro premios anuales, en todo ciento y cin-
cuenta doblones o. 000
Para dos porteros, á dos mil reales cada uno 4.00a
Para la impresión del tomo de Memorias annuales,
diez y seis mil reales 16.000
Para quatro Académicos artífices, á dos mil reales
cada uno gogo
Para la impresión del Diario de los Literatos de Es-
paña, once mil reales 11.000
Para libros é instrumentos, á mil reales cada classe. 5.000
Para bugías, etc., dos mil reales 2.000
230.500
Nótese que ya la Academia Española tiene sesenta mil rea-
les, y la Academia de la Historia qüarenta y quatro mil; por
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS Qig
manera que sólo se habrán de añadir ciento y veinte y seis mil
y quinientos reales, suma pequeña para un Rey de España que
quiera hacer un gran bien A toda la Nación y eUrniznr su nombre.
XXVIII. Obligaciones DE los académicos, sus estudios
Y MÉRITOS Y su ELECCIÓN.— P^wí^í/í^í.— El Presidente Será de
la clase de Numerarios honoríficos (i): le elegirá S. M. cada
dos años por Navidades, para que empiece á exercer sus fun-
ciones con el nuevo año.
XXIX. Deberá assistir y presidir á todas las Juntas infal-
tablemente, pudiéndose sólo executar por falta de salud ó por
gravíssima ocupación; y en tal caso, deberá avisar por la ma-
ñana al Secretario de la Academia, á ñn de que éste lo diga á
la Academia y presida en ella sin detención el que se sigue por
su orden.
XXX. Destinará los sugetos que hayan de hacer elogios ú
oraciones: señalará, consultando con el Vicepresidente, Direc-
tor, Secretario y Consiliarios, los Académicos que deberán leer
dissertaciones ú otras obras en los días de Junta; teniendo para
esto un índice de los días de Junta y de los Académicos que
han de leer sus obras, y los assuntos de que los Académicos
habrán ofrecido tratar. Y tendrá también acción, con el pare-
cer de los sobredichos, de mudar los assuntos y substituir otros
que parezcan más útiles, como sean proporcionados á los que
los han de tratar; pero todo con prudencia, madurez y blandu-
ra, y de acuerdo con los demás Oficiales y Consiliarios, y no
de otra suerte.
XXXI. Nombrará por sí solo los porteros de la Academia,
siempre que haya vacante, sin necesitar de otra confirmación
más que un nombramiento firmado de su mano.
XXXII. Ocupará siempre que assista el primer lugar, que
será el del medio, eu la cabezera de la mesa; pero si hubiesse
avisado por la mañana que no assistiría á la Junta, y no obs-
tante esso, fuesse á ella quando ya está empezada, entrará
como convidado y se sentará en el lugar de los convidados,
prosiguiendo á presidir en aquella Junta, sin mudar de puesto,
el que había empezado á presidirla.
XXXIII. Destinará los que hubieren de executar alguna
comissión en nombre de la Academia, ya sea para revisiones
(i) III, XXXIX, R. A. C. P:
920 PEDRO ROCA
de alguna obra, ó para embaxadas ó visitas, ó para convites ú
otras diligencias.
XXXIV. Dará por su mano el premio al que lo ganare, por
sentencia de los Jueces comisionados.
XXXV. Representará al Rey, por mano de su Ministro de
Estado, los méritos particulares de los Académicos y las obras
útiles que hubieren trabajado, para que S. M. los atienda en
sus pretensiones, los dé gratificaciones ó ayudas de costa por
su trabajo y para imprimir sus obras, ó los honre con algunas
distinciones.
XXXVI. En las funciones de Besamanos ú Oraciones de la
Academia á los Reyes ó Personas Reales, irá presidiendo á la
Academia; menos que por algún impedimento no quiera dexar
este encargo de harengar á otro Académico.
XXXV'II. Todas las patentes de los Académicos deberán
ir firmadas del Presidente, y por su ausencia ó enfermedad,
del Vicepresidente ó de los demás que por su orden se si-
guieren.
XXXVIII. Del Vicepresidente. — Le nombrará el Rey cada
dos años, al mismo tiempo que el Presidente, de la classe de
Honoríficos del número (i).
XXXIX. Ocupará el lugar de la derecha del Presidente en
la cabezera.
XL. En ausencia del Presidente, hará todas sus veces en
todo, á excepción del nombramiento de porteros en caso de va-
cante.
XLI. Del Director. — El Director se elegirá por la Acade-
mia cada dos años, al mismo tiempo que el Presidente y Vice-
presidente.
XLII. Deberá ser de la classe de los Pensionarios (2). Ten-
drán voto para su elección los Numerarios Honoríficos y Asso-
ciados que se hallarán presentes.
XLIII. Después de hecha la elección, que será á plurali-
dad de votos, dará cuenta la Academia al Ministro de Estado.
XLIV. El Director ocupará la izquierda del Presidente.
XLV. Tendrá especial cuidado de todo lo literario de la
Academia en todas sus classes.
(i) XXXIX, R. A. C. P.
(2) XXXIX, R. A. C. P.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 921
XLVI. Propondrá á la Academia los assuntos para las
dissertaciones de todos los Académicos y para los premios
annuales.
XLVII. Presidirá en la Comissión particular que se nom-
brará cada dos años para la revisión, censura y corrección de
las dissertaciones y demás trabajos que se imprimirán en el
tomo de Memorias que deberá publicarse cada año.
XLVIII. Del Secretado.— K\ Secretario de la Academia
será perpetuo: le nombrará el Rey de la classe de los Pensio-
narios (i). ,
XLIX. Ocupará el lugar después del Vicepresidente, a la
derecha del Presidente.
L. Tendrá á su cargo el libro de los acuerdos de la Aca-
demia, y notará en él los de todas las Juntas, los nombres da
todos los que hubieren assistido, los papeles y obras que se hu-
bieren leído, y todo lo que se hubiere tratado en aquella Junta,
y leerá su acuerdo en las Juntas inmediatas.
LI. Será de su cargo la correspondencia y cartas latinas ó
españolas que por la Academia se hubieren de escribir ó res-
ponder, assí dentro como fuera de los Reynos de España.
LTI. Tendrá obligación de recoger en cada Junta todos los
papeles que se leyeren, sin permitir que se lea cosa alguna de
que no quede original ó copia, y todos estos papeles los ten-
drá en orden y buena custodia, y los llevará á la Academia, ó
los hará copiar siempre que la Academia lo mande, para la
impresión ó para otros fines. Dará cuenta y leerá todos los me-
moriales, cartas, avisos, etc., muertes ó ausencias de Acadé-
micos, etc., y leerá dos vezes cada año á la Junta los Estatutos
de la Academia.
Lili. Del Thesorei'o.— El Thesorero será perpetuo (2): le
nombrará el Rey de cualquiera de las classes de la Academia.
LIV. Tendrá assiento en la Academia donde le correspon-
da por su classe.
LV. Tendrá obligación de cobrar las rentas señaladas á la
Academia en los tiempos que se determinare por tercios ó se-
mestres.
LVI. Desde la Caxa donde cobrare, deberá llevar el di-
(i) IV, XLII, R. A. C. P.
(2) XLV, R. A. C. P.
9^2 PEDRO ROCA
nero á ]a Academia al qüarto señalado para la Thesoren'a y
Caxa.
LVII. Habrá un arca de hierro con tres cerraduras 3' tres
llaves, con la mayor seguridad que sea possible; estará esta arca
en el quarto de la Thesorería de la Academia, del qual tendrá
la llave el Thesorero, y tendrá su mesa y recado de escribir,
y mesa para contar el dinero y su estante para los papeles de
Thesorería y cuentas.
LVIII. De las tres llaves del arca, una tendrá el Theso-
rero, otra el Vicepresidente y otra el Secretario.
LIX. Quando el Thesorero haya de llevar dinero al arca ó
sacar de ella, avisará al Vicepresidente y al Secretario para
que acudan con sus llaves á la Thesorería á hora determinada, y
los dichos deberán acudir, ó en caso de legítimo impedimento
confiar cada uno su llave á algún Académico; de modo que
siempre sean tres distintas personas las que asistan al sacar el
dinero del arca ó depositarlo en ella.
LX. El Thesorero llevará cuenta formal de todo lo que en-
tra y sale, y cobrará recivos de todo lo que paga ó gasta por
orden de la Academia.
LXI. Tendrá obligación de recoger y guardar aparte con
cuenta separada todo lo que produxese la venta de las Memo-
rias y demás obras que publicare la Academia, y este produc-
to separado se distribuirá por el Consejo de la Academia en
proporcionadas gratificaciones á los Académicos más benemé-
ritos y que más trabajasen, y en premiar los nuevos inventos
útiles, ó para costear las experiencias phísicas ú otros usos se-
mejantes que sean conducentes al progreso de las Ciencias y
Artes. Del mismo modo guardará el Thesorero con cuenta se-
parada el producto de las aprovaciones de libros, para repar-
tirse entre los Censores comisionados á este fin, conforme á lo
que se dirá más abaxo.
LXII. Cada año al fin de él dará el Thesorero cuenta for-
mal firmada de su mano con declaración de lo que ha cobrado,
de lo que ha gastado y de lo que queda en Caxa, presentando
las órdenes y recivos de todo, excepto de algunas partidas tan
pequeñas de que no haya sido corriente traer recivos, y que ya
conste á la Academia haberse gastado.
LXIII. Vista la cuenta por el Contador, con su aprobación
se le dará por la Academia su finiquito, firmado por el Presi-
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 923
dente ó Vicepresidente, Secretario y Contador, y todos los
años se le passará la cuenta en la misma forma.
LXIV. Del Contador.— Rshik un Contador perpetuo con
dos mil reales de sueldo: le nombrará el Rey de la clase de los
Associados.
LXV. Tendrá obligación de tomar la razón á lodos los pa-
gamentos que hiciere el Thesorero, y llevará cuenta formal de
todos los caudales de la Academia y de su distribución.
LXVI. De los Consiliarios.— ÜAh^k quatro Consihanos, dos
de los numerarios honoríficos, uno de los pensionarios, y uno
de los associados. Se elegirán cada dos años el día en que se
hicieren las demás elecciones.
LXVII. Para la elección de Consiliarios propondrá el que
presidiere quatro Académicos de los del número, dos de los
pensionarios y dos de los associados, y de estos propuestos se
elegirán á pluralidad de votos los quatro que deberán ser Con-
siliarios por los dos años siguientes.
LXVIII. Los Consiliarios ocuparán el lugar que les tocare
por su classe ó por el empleo que ya tubieren.
LXIX. Los Consiliarios tendrán obligación de sugerir al
Presidente todo lo que convenga para la exacta observancia de
los Estatutos, para el adelantamiento de las letras, para la
mejor elección de asuntos, para la corrección de las obras de
la Academia, y para todo lo demás que juzgaren convenir al
decoro de la Academia.
LXX. De los cinco Archiveros.— l^os cinco Archiveros, uno
en cada classe de Ciencia, serán perpetuos y de los associados:
tendrá cada uno mil y quinientos reales de gratificación al ano,
y el asiento que les tocare por associados.
LXXI. Tendrán obligación cada uno de cuidar con par-
ticular atención de los libros, papeles é instrumentos de su clas-
se y de ponerlos en debido orden.
LXXÜ. Será también obligación el avisar á la Acade-
mia de los nuevos libros que saliessen y se considerassen úti-
les ó necesarios para su classe, y lo mismo de los manuscri-
tos que se encontrassen de venta, y con su aviso la Academia
dará la orden para que se compren de los caudales destinados
para cada classe á este efecto, que son mil reales á cada una
al año.
LXXin. De los Porteros.— n^hré. dos Porteros perpetuos
924 PEDRO ROCA
nombrados por el Presidente con dos mil reales de gratifica-
ción cada uno.
Tendrán obligación de assistir puntuales todos los días de
Junta á la Academia con anticipación; cuidarán del asseo y
limpieza de ella, y de todas sus alhajas y muebles.
LXXIV, Irán todas las mañanas á casa del Presidente, ó
en su ausencia á la del Vicepresidente, á preguntar si les man-
da algo en servicio de la Academia.
LXXV. Llevarán todos los papeles, avisos, cartas y otras
cosas que el Secretario les mandare, y en fin, executarán todas
las órdenes que la Academia les diere por qualquiera de sus
individuos,
LXXVI. De los Académicos del número honoríficos. — Los
Académicos del número honoríficos serán veinte, esto es, qua-
tro por cada una de las cinco classes, comprehendidos en este
número Presidente y Vicepresidente.
LXXVII. Serán todos de la ma3'ür distinción en nobleza,
dignidad, literatura y zelo del aumento de las letras y protec-
ción de los literatos, siendo estos veinte escogidos de todos
los demás para que con especial empeño y generosidad pro-
tejan á los literatos, promuevan los estudios útiles y el buen
gusto (i).
LXXVIII. Ningún Académico honorífico podrá pasar á
ser pensionario (2).
LXXIX. Entre los Honoríficos podrá haber dos estrange-
ros de nación.
LXXX. Ocuparán los Honoríficos del número el lugar
preeminente, esto es, el de la testera ó mesa traviesa, por su
orden: en medio, el Presidente, como se ha dicho, y los demás
empleados, y luego indistintamente los demás numerarios, assí
como fueren llegando á la Junta; y si el banco ó sillas de la
testera no fuere bastante, se pondrá otra orden de sillas detrás
de la primera de la testera, en las que se sentarán los demás
Honoríficos del número.
LXXXÍ. Luego que por muerte ó por promoción á empleo
que impida la asistencia personal á la Academia, hubiere va-
cante de Académico honorífico del número (y lo mismo se en-
(i) III, R. A. C. P.
(2) m, R. A. C. P.
ORÍGENES DE LA. ACADEMIA DE CIENCIAS 925
tenderá en la vacante de pensionarios y otras), la Academia lo
hará presente al Rey por el Ministro de Estado, proponiendo
dos sujetos proporcionados para que S. M. se digne nombrar
uno de los presupuestos para la plaza vacante, ^ _
LXXXII. No se entenderá vacante la plaza de Académico
honorífico del número que fuere por Embaxador ó Ministro
de S. M. á alguna Corte estrangera.
LXXXIII. De los Académicos pensionarios. ^'Loa Académi-
cos pensionarios serán veinte, quatro en cada classe: serán per-
petuos, uno con doce mil reales, otro con ocho mil, otro con
seis mil, otro con quatro mil al año de gratificación.
LXXXIV. Deberán ser sugetos de mucha literatura y eru-
dición, conocidos ya por alguna obra, ó á lo menos por su ta-
lento y aplicación, y sobre todo, deberán entregarse entera-
mente al estudio proprio de su classe (O-
LXXXV. Estarán obligados á trabajar y leer dos disserta-
cion'es ó discursos cada año, que se leerán en la Academia por
su turno, según la disposición del Director y demás oficiales de
la Academia (2).
LXXXVI. Tendrán también obligación de trabajaren to-
dos los assuñtos y encargos que la Academia resolviere y les
encomendare, y especialmente en aquéllos que de orden de
S. M. tubiere encargados la Academia.
LXXXVII. Todos los pensionarios y associados deberán
residir en esta Corte (3). ....
LXXXVIII. Aunque cada uno deberá trabajar principal-
mente en los assuñtos pertenecientes á su classe, con todo esso
no se priva que trabajen en otros assuñtos de su inclinación, y
que con aprobación del Director y demás oficiales se lean sus
trabajos en las Juntas quando pareciere (4)-
LXXXIX. Assimismo como la división de classes no es se-
paración de Cuerpos, y antes bien, todos los Académicos deben
conspirar á un mismo fin, que es la ilustración de las Ciencias
y Artes, la erudición y el buen gusto, y que estos beneficios se
extiendan á toda la Nación, por esso todos los Académicos se
(O XIII, R. A. C. P.
(2) XII, R. A. C. B.-L. B.
(,) IV, V, R. A.C. P.
(4 XXII, R. A.C. P.
926 PEDRO ROCA
-deberán comunicar unos á otros las noticias, los inventos y
todo lo que sea digno y proprio de las otras classes, á fin de
que, ayudándose recíprocamente unos á otros, salgan sus obras
más perfectas.
XC. — Para las vacantes de pensionarios, la Academia pro-
pondrá al Rey tres sujetos, dos de los associados y uno de
fuera de la Academia (i).
XCI. La Academia no propondrá sujeto alguno que no se a
de buenas costumbres y de literatura (2).
XCII. Habiéndose experimentado notoria utilidad en los
Diarios de los literatos, en todas las Naciones cultas de Euro-
pa 3' aun en España, donde se empezó y prosiguió por algunos
años el Diario de los literatos, quiere S. M. que se trabaje,
proponga y publique el Diario de las obras que salieren á luz
en todos los Reynos de España, se dé noticia de sus títulos,
lugar de la impresión y demás circunstancias, y un extracto
más ó menos difuso (á proporción de la importancia de su
assunto) de lo que contienen las más principales de estas obras,
añadiendo una crisis y censura imparcial; pero no rígida, im-
prudente, ni mucho menos desatenta y agria, elogiando, como
■es justo, las obras que lo merezcan, y animando á todos los es-
critores á aspirar á la perfección, sin desmayar en la carrera
por algún tropiezo ó caída.
XCIII. De esta obra cuidará con especialidad la Academia
toda, encargándose por el Consejo de la Academia las obras
para extractarlas y censurarlas á las classes á que pertenezcan
los assuntos, y á los Académicos más instruidos en la facultad
de que tratare la obra.
XCIV. Se hará y publicará un tomito de Diario cada dos
meses: en él se señalarán las noticias literarias de fuera de Es-
paña'. Para la impresión de estos tomitos y remuneración de
los que trabajaren en ellos, se señalarán mil ducados.
XCV. Nmgún Académico pensionario podrá ausentarse
por más tiempo que el de dos meses, y antes lo hará presente
á la Academia con las razones que justifiquen su ausencia; el
que voluntariamente estuviere ausente más de tres meses.
(i) VIII, R. A. C. P.
(2) XI, R. A. C. P,
ORÍGENES DE LA. ACADEMIA DE CIENCIAS 927
perderá su plaza, que se dexa por vacante, y se proverá en otro
en la forma prevenida (i).
XCVI. También se dará por vacante la plaza de qiial-
quiera Académico pensionario ó associado que obtuviere otro
empleo por el qual hubiesse de residir fuera de la Corte, y del
parage donde resida la Academia (2).
XCVII. De los Associíidos. — Por cada Académico pensio-
nario habrá un associado, que deberá ser escogido de entre los
ingenios sobresalientes aplicados, y que muestren más instruc-
ción é inclinación á aquella classe para que se les destina.
XCVIII. Quando haya vacante de algún Associado por as-
censo, muerte ó ausencia, los cinco Académicos de la classe
propondrán á la Academia dos sugetos para que elija uno, á la
vacante, y al elegido se le dará certificación firmada por el
Presidente y Secretario, y se notará su elección con los acuer-
dos y en el catálogo de los Académicos.
XCIVII. Los empleos que pertenecen á los Associados los
dará el Rey á proposición de la Academia por medio de su Mi-
nistro de Estado.
C. El número de los Associados se podrá aumentar en
qualquiera de las cinco classes, quando la Academia, atendien-
do al mérito particular y literatura de algún sujeto, lo propon-
ga á S. M.
CI. Los Associados podrán concurrir á los premios.
CII. Los Académicos agregados se elegirán de todas las
provincias y dominación de España, comprehendidas las In-
dias. Los pretendientes darán memorial al Presidente, y la Aca-
demia, á pluralidad de votos, los elegirá de los más benemé-
ritos por su literatura, y les expedirá sus patentes; prefirien-
do en la concurrencia al que hubiesse publicado alguna obra
erudita, y sea ya conocido en la república literaria.
CIII. De las Juntas. — Se tendrán dos Juntas cada sema-
na, el martes y el jueves por la tarde, debiendo durar dos horas
útiles; empezarán en ivierno á las quatro en punto, en verano
á las cinco (3).
CIV. Si por alguna fiesta muy solemne ó por algún motivo
(i) XIX, R. A. C. P.
(2) IV, R. A. C. P.
(3) XVI, XVII, R. A. C. P.
928 PEDRO ROCA
de mucha consideración no se pudiere celebrar la Junta acos-
tumbrada, se anticipará ó pospondrá un dÍ3, avisándolo á los
Académicos (i).
CV. No habrá más vacaciones que desde Navidad á la
Epiphanía, desde domingo de Ramos hasta el de Quassimodo.
CVI. En las dos horas de Junta se leerán dos discursos, ó
más si fuessen breves y hubiesse tiempo, y nunca menos de uno.
CVII. Se empezará la Junta con la Oración Actioms nos-
tras, etc., y se dissolverá con la de Agimns Ubi gmíins, etc.,
que dirá un sacerdote Académico ó eclesiástico, ó en su de-
fecto el Secretario.
CVIII. En siendo la hora señahida, se empezará la Junta
con los que hubiere, y los que fueren llegando después se sen-
tarán sin guardar antigüedad y sin que nadie de los ya senta-
dos se mueva del puesto que ocupa.
CIX. Zelarán mucho el Presidente y todos los demás Ofi-
ciales y Académicos que no se gaste el tiempo en conversacio-
nes agenas de la Academia, que no haya disputas y que se ob-
serve un gran silencio por todos, sin excepción.
ex. Si no bastasse el zelo y autoridad del que presida y
el cuidado de otros Académicos á impedir semejante abuso y á
desterrar de la Junta las conversaciones improprias, las dispu-
tas agrias y la falta de atención y de silencio, dará cuenta el
Presidente al Ministro de Estado de este desorden, indicando
los que le causan, para que por orden superior se tome provi-
dencia, amonestando, ó borrando (si fuere menester) del catá-
logo de Académicos, y privándolos de pensiones ygages que
tuvieren á los que causen tales desórdenes. Y si el Presidente
no diesse cuenta de ello, qualquier Académico zeloso tendrá
acción de darla al Ministro de Estado. Y el que fuesse borrado ó
privado de sus gages por este motivo, sólo tendrá el recurso de
presentar un sumiso memorial á la Academia y obedecer la
resolución que sobre este recurso tomare; prohibiéndose ente-
ramente á los Académicos en semejantes cassos todo otro re-
curso; de modo, que el pedir se les oiga en justicia sobre su
privación, sea un nuevo delito irremisible.
CXI. Se celebrarán las Juntas en el parage que se destinará
á este fin por S. M. entre tanto que se edifica lugar proprio
(1) XVI, R. A. C. P.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA. DE CIENCIAS 029
para la Academia, con las divisiones y demás circunstancias
que se juzgarán convenientes.
CXII. Habrá una mesa ó mesas (de la medida que se seña-
lará) que formarán un gran quadrángulo, dexando en medio
una gran plaza con dos entradas á ella.
CXIII. Los Académicos numerarios, Presidente, Vicepre-
sidente, Director y Secretario, ocuparán la testera ó mesa tra-
viesa, y detrás de ella, en otro orden de sillas, los demás Aca-
démicos numerarios honoríficos.
CXIV. En los lados de la mesa se sentarán, los Pensiona-
rios á la derecha, y los Associados á la izquierda, assí como va-
yan llegando á la Junta, sin que haya en esto preferencia algu-
na de lugar.
CXV. Todos los taburetes serán iguales de respaldo, sin
brazos, de la forma (que se señalará), y detrás del primer orden
de taburetes habrá otro orden , assí para los Académicos y Asso-
ciados que no cupieren en el prmiero, como para otras perso-
nas que acaso assistiessen á la Junta.
CXVI. Los convidados á las Juntas solemnes (que se ce-
lebrarán quatrovezes al año), si fueren Embaxadores, Gran-
des de España, no Académicos, Ministros togados ó caballe-
ros extrangeros, entrarán en la plaza que forma la mesa en ta-
buretes iguales á los demás que se pondrán alrededor de la
plaza, en uno ó dos órdenes, según el concurso; y los que no
cupieren, se sentarán en los taburetes de los Pensionarios y
Associados, á excepión de aquéllos que hubieren de leer aquel
día alguna obra suya, si ya no es que la Academia juzgare me-
jor que la lea el Secretario.
CXVn. Siempre que se haya de tener Junta extraordina-
ria, ó proponer en las ordinarias algún assunto de mucha im-
portancia, se avisará un día antes por escrito diciendo el assun-
to, para que el Académico vaya con prevención de lo que ha
de tratar.
CXVIll. Habrá una Junta extraordinaria de gobierno cada
mes, que se tendrá por la mañana ó por la tarde, como mejor
pareciere; en ella concurrirán sólo el Presidente, Vicepresi-
dente, Director, Secretario, Thesorero, Contador y los quatro
Consiliarios, y servirá para tratar en ella del gobierno de la
Academia, tanto económico como literario, de la mejor obser-
vancia de los estatutos, del justo destino de sus caudales; y si
u 39
930 PEDRO ROCA
pareciere que lo pide el assunto, se citarán otros Académicos
para que concurran también y contribuyan al mejoramiento
de las deliberaciones (i).
CXVIIII. Las quatro Juntas solemnes se celebrarán: una el
día de San Fernando, otra el día de Santa Bárbara, otra en la
segunda semana de Pasqua de Resurrección y otra antes de
Navidad.
CXX. En cada una de estas Juntas se dará un premio en
la forma ya dicha. El día de San Fernando, el premio destina-
do al que mejor resolviera el problema Mathemático para la
Navegación ó Phísica. El día de Santiago, el destinado para
el punto de Historia de España. El día de Santa Bárbara, el
destinado para la Comedia, y por Navidad el destinado para
la Tragedia.
CXXI. En los mismos días se señalará y publicará assun-
to para el premio del año siguiente, haciendo que se ponga en
los avisos públicos y fixen carteles impressos en Madrid y ciu-
dades capitales de los Reynos, expressando el modo con que
deberán los que escriban sobre el assunto dirigir sus escritos
al Secretario de la Academia, francos de portes, y con un plie-
go cerrado que contenga una divisa ó mote, y el nombre del
autor, sus circunstancias y calidades y el lugar de su resi-
dencia.
CXXII. En las Juntas ordinarias, después que el Secreta-
rio haya leído el acuerdo antecedente y dado cuenta de lo que
ocurre en el día, y quando ya el Presidente hubiere prevenido
á la Academia le que tnbiere por conveniente, el Archivero
de cada classe dará cuenta de loá trabajos y novedades litera-
rias de la suya desde la úlcuna Junta; leeráse después el dis-
curso ó discursos que hubiere para aquella Junta, y si sobrare
tiempo considerable se podrán retirar los Académicos de cada
classe á su Archivo separado, si tubieren algún assunto lite-
rario sobre qué conferir; y en siendo la hora señalada y avisan-
do el Presidente con la campanilla, volverán á la Sala de la
Academia, para hallarse á su dissolueión y á la Oración Agi-
vMs tibí griiíias.
CXXIÜ. Circunstancias y ocupaciones de cada classe. —
Classe primera. — Los quatro Pensionarios y quatro Associados
(i) XIII, XIV, XV. R. A. C. B.-L. B.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 93I
■de esta classe deberán ser eruditos y hábiles en la Poética, ea
ia Rhetórica, y especialmente en la Gramática y en el estilo y
buen uso de la Lengua Castellana, debiendo, sobre todo, estar
bien instruidos en la Latina y en los Autores de buen gusto y
celebrados en una y otra lengua.
CXXíV. La primera ocupación ha de ser publicar luego
el suplemento (ya trabajado) del Diccionario de la Lengua, y
perficionar lo que hay trabajado de la Gramática, para que á la
edición del suplemento se siga luego la de la Gramática.
CXXV. A este fiu, constando por experiencia la suma lea-
titud y la gran dilación que trabe consigo el trabajar semejan-
tes obras en cuerpo de Academia, se repartirán el trabajo en-
tre los Pensionarios y Associados (y Honoríficos que quieraa
concurrir), y sólo consultarán las dudas con la Academia.
CXX VL Los Honoríficos de esta classe, que estubieren en
estado de trabajar, concurrirán también con sus luces y traba-
jos á la perfección y publicación de estas obras, y de las demás
en que trabajaren, la misma ó las otras classes.
CXX Vi I. Será proprio de los de esta classe, sin que se ex-
cluyan los de las otras el componer en verso y en prossa cas-
tellana ó la lina, oraciones, poesías ly ricas y de otras especies
en elogio de los Reyes, de los Varones ilustres de la Monar-
chía y de las acciones grandes, que el Príncipe ó los vassallos
hicieren, y estas oraciones ó poesías se leerán á su tiempo en
las Juntas según lo dispusiere el Director.
CXXVIIL Seguid i classe. — Tendrá seis Pensionarios y seis
Associados. Loá Pensionarios y Associados de la segunda classe
deberán ser muy instruí los en la Historia y specialmente en
la de líspana é ludias, en la Chronolcgía, Geographía y Crítica.
CXXVmi. Un Pensionaiio y un Associado se aplicarán
^on especialidad á la Historia general de España y su Cliro-
nologín.
CXXX. Otro Pensionario y un Associado, á la Historia
Eclesástica y civil de España.
CXXXL Otro Pensionario y un Associado, á la Historia
general y particular de Indias.
CXXXÜ. Otro Pensionario y un Associado, á la Historia
Genealói^ica y a los Blasones de España.
CXXXUI. Oíros dos Pensionarios y dos Associados se
,aplicarán á la Historia literaria de España, y trabajarán prin-
933 PEDKO ROCA
cipalmente en el nuevo Diario de ¡os literatos, para cuio fin, 6
seián Bibliolhecarios en propiedad, ó tendrán honores deBi-
blictliecarios de la Real Biblioteca, para la mayor comodidad
de ver los libros que salieren á luz.
CXXXIV. Esta classe cuidará de publicar luego las Disser-
taciones que tuviere trabajadas la Academia de la Historia, y
que se juzgaren más dignas de la luz pública, con los nombres
de sus autores, y succesivamente se irán publicando las Disser-
taciones y obras que se le3reren en la Academia cada año, assí
de ésta, como de las demás classes, en las Memorias animales de
la Academia, según pareciere á la misma en la forma que se ha
dicho .
CXXXV. Tercera classe, — De Physica y Metaphysica, — Un
Pensionario y un Associado de esta classe tendrán por principal
objeto la Physica experimental, y todos los nuevos systemas y
nuevos descubrimientos que en esta ciencia se han hecho has-
ta ahora, y en una palabra, todas las ciencias fundadas sobre la
experiencia (O-
CXXXVI. Un Pensionario y dos Associados trabajarán
con aplicación en la buena Lógica, Metaphísica y Moral, exa-
minando, aclarando y desenvolviendo quantohan enseñado los
antiguos y modernos de los primeros principios de las cosas, y
de la primera Philosophía racional (2),
CXXXVII. Quarta classe (3). — Un Pensionario y un Asso-
ciado se aplicarán y trabajarán siempre en la Geometría, en la
Algebra, y en general en todas las ciencias que tienen por ob-
jeto la extensión abstracta ó los números.
CXXXVIII. Un Pensionario y un Associado tendrán por
principal objeto la Astronomía y la Cosmographía.
CXXXVllII. Un Pensionario y un Associado trabajarán
principalmente en la Náutica y en todas sus partes.
CXXXX. Un Pensionario y un Associado tendrán á su car-
go la Mecánica, la Estática y la Hydraúlica.
'JXXXXl. Quinta classe (4). — De Lenguas y Erudición. — Un
Pensionario y un Associado para la lengua arábiga.
(i) i, i, R. a. C. B.-L. B.
(2) I, 3, R. A. C. B.-L. B.
(3) I, 2, R. A. C. B.-L. B.
(4) 1, 4, R. A. C. B.-L. B.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 933
CXLII. Un Pensionario y un Associado para la lengua y
erudición griega.
CXLIII. Un Pensionario y un Associado para la ciencia de
medallas é inscripciones.
CXLIV. Un Pensionario y un Associado para el Hebreo y
otras lenguas sabias.
CXLV. A esta classe pertenecerá con particularidad (sin
que se excluyan por esso de este trabajo y estudio los de las
demás classes) el estudio de las antigüedades, medallas é ins-
cripciones; e! discurrir empressas, divisas y motes para las me-
dallas, que de orden del Rey se acuñarán para dexar más esta-
ble á la posteridad la memoria de los grandes sucessos de la
Monarchía, como victorias, conquistas, paces, casamientos rea-
les, proclamaciones, fundaciones y establecimientos nuevos en
bien del Estado y de la Nación.
CXLVI. Para este efecto, en las ocasiones que ocurriere se
trabajarán é idearán por los de esta classe, y por qualquier otro
Académico, las medallas, sus reversos, exergas y leyendas, las
que se leerán en la Academia, y habiéndolas ésta aprobado las
propondrá á S. M., indicando el nombre del Académico que
las hubiere ideado, y añadiendo la Academia su parecer sobre
las que le parezcan mejores para el assunto.
CXLVÍI. Como la fundación de esta Real Academia será
un sucesso memorable y glorioso al Rey, que será su fundador
y protector, y utilísslmo á toda la Nación, será con justa razón
el primero que deberá eternizarse por la misma Academia en
una nueva medalla, y á esta se podrá añadir al mismo tiempo la
nueva empresa y sello de que deberá usar en adelante.
CXLVÍII. Para Académicos agregados, tanto españoles
como de otras Naciones, se admitirán los eruditos de qualquie-
ra provincia de España y fuera de ella, como tengan conocido
mérito. Y tendrán sólo obligación de enviar á la Academia en
Discurso cada año en lengua latina ó española sobre los assun-
tos propios de la Academia (O-
CXLVIIII. Habrá una classe llamada de Académicos vete-
ranos, que serán aquellos Académicos que por su edad, ú otras
circunstancias ó motivos, después de haber trabajado, mere-
cerán descansar. No habrá número fixo de éstos, y estarán
(i) XII, R. A. C. B.-L. B.
934 PEDRO ROCA
essentcs de tocios los trabajos académicos, y se les conservarán
sólo aquellos gages que pareciere al Rey, á proposición de la
Academia.
CL. Todos los individuos de la Academia Española y de
la Historia que no sean nombrados en esta nueva Real Acade-
mia, quedarán por Académicos veteranos de ella.
CLI. Tendrá especial cuidado la Academia de mantener
correspondencia en los payses extrangeros y de adquirir noti-
cias literarias y tener comunicación con los literatos de otras
Naciones, encargando á los Académicos más del caso estas co-
rrespondencias, y la lección de las nuevas obras que saliessen
en Europa, para que á su tiempo informen á la Academia de
estas noticias y de los nuevos inventos. Y ¡a Academia dará la
preferencia en sus proposiciones á los Académicos que se ocu-
paren en este encargo y le desempeñaran con acierto, acepta-
ción y aprovechamiento de la Academia (i).
CLII. Siendo también como accesorias de las Ciencias al-
gunas Artes liberales y dándose mutuamente la mano unas á
otras, de cuya unión pende la perfección de las obras y el ma-
yor bien del Estado, abrá en la Academia quatro plazas de
Académicos agregados: uno para la Pintura; otro para la Es-
cultura, el Diseño; otro para la Grabadura y otro parala Ar-
chitectura; debiendo ser éstos escogidos de entre los más há-
biles y eruditos en su profesión y residentes en Madrid. Ten-
drán assiento entre los Associados, y leerán á su tiempo los
discursos que hubieren trabajado pertenecientes á la mayor
perfección y mejor gusto de sus respectivas professiones. Y para
mayormente animar á ellos y á los demás al adelantamiento de
estas Artes, tendrán de gratificación al año dos mil reales cada
uno, con la obligación de trabajar lo que la Academia les en-
cargare, cada uno respecto á su professión, y podrán poner en
sus títulos el de Académico pintor de la Real Academia de
Ciencias y Artes, Académico disseñador, escultor, etc.; Aca-
démico gravador, etc.; Académico architecto, etc.
CLIII. Quando la Academia tubiere por conveniente, des-
pués de alguna experiencia, el añadir algún estatuto á los ya
expressados, lo podrá representar á S. M., como no sea en or-
den á perpetuar los empleos, que son biennales.
(i) XXVIÍ, R. a. C. P.
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 935
Utilidades que pueden resultar al servicio del Rey
Y ai bien del Estado del establecimiento de esta Real
Academia -La primera utilidad será la instrucción general
de la Nación, que se .pucará sin duda alguna á todo género de
estudios, viendo que es honrada y premiada la aplicación la
erudición y la habilidad; yésta es una de las mayores utilidades,
el Rey y el púbhco estarán mejor servidos, siendo toda la na-
ción bien instruida; el rey tendrá buenos y útiles vassallos,
buenos Ministros, buenos comerciantes, y en fin, el púbhco
tendrá buenos patricios, que mirarán por su bien y felicidad;
porque los desórdenes nacen ó de la passión ó de la ignoran-
cia" los que nacen de la passión son momentáneos como ella,
y no son universales, porque no todos tienen desordenadas las
passiones; pero los que nacen de ignorancia son perpetuos,
universales y de infinitas conseqüencias, porque influyen en to-
das las acciones de los hombres y en todos tiempos, y porque
el hombre ignorante á todas horas colérico ó lascivo, etc.
Además de esta utilidad general, resultarán otras que passo
á especificar.
Se hará en España mayor comercio activo de libros, p(?rque
saldrán á luz obras buenas que serán buscadas de los estrange-
ros, y á lo menos compensaremos en parte el dinero que los
estrangeros nos llevan con las suyas. Acudirá mayor número
de estrangeros á España, como ha sucedido siempre en todas
las partes donde han florecido las ciencias; que ellas han atrahí-
do el concurso de otras naciones como se vio antiguamente en
Egipto, en Athenas, en Roma, y después en París, en Lon-
dres y en otras partes.
Del estudio de las Mathemáticas, y especialmente de la Ma-
chinarla, de la Hydráulica y de la Náutica, resultarán mil co-
modidades para la vida civil.
El Rey tendrá en la Academia y en cada classe de ella una
especie de Consejo literario, donde hallará S. M. y hallarían
sus Mmistros todas las noticias que necesiten, ya de España,
ya de Indias, ó históricas ó eclesiásticas ó genealógicas ó
geográphicas, y todos los Académicos, y con especialidad los
de la classe á quien toque, responderán con fundamento, pron-
titud y claridad á quanto de orden del Rey se le pregunte.
Las nuevas machinas, los nuevos proyectos y otras cosas de
este género, que se presenten al Rey, podrán ser examinadas
93^ PEDRO ROCA
y aprobadas ó reprobadas por la classe de los mathemáticos, en
lo qual lograrán los interesses de S. M. no pequeño beneficio
por los gastos que se executarán en admitir machinas y proyec-
tos mal fundados, y que no corresponden en la práctica. Y en
este particular diré haberme asegurado un Académico de las
Ciencias de París, que el Xpmo. habrá ahorrado mucho más de
lo que daba á aquella Academia, atendida esta circunstancia
del examen de machinas }' proyectos.
Qualquiera punto de Historia de Indias ó de España ó de
los derechos y regalías de S. M. podrá ser aclarado, siempre que
importe al Rey ó á sus Ministros, por la classe de la Historia.
Importando tanto que se destierre la ignorancia, que se de-
pongan las ideas falsas y las preocupaciones, y, sobre todo,
que se emienden las costumbres, se podrá lograr todo por me-
dio de esta Academia y sus obras, y las de sus individuos he-
chas con sólidos principios y con buen gusto, ahuyentarán poco
á poco las tinieblas de la ignorancia vulgar, y e.^tenderán las
ideas justas á toda la Nación, á cuio efecto contribuirá mucho
el Diario de los literatos, que publícala la Academia, cuya jus-
ta y moderada censura contendrá á los ignorantes y semidoc-
tos, que hasta ahora nos han llenado de libros necios, inútiles
y perniciosos.
A este mismo fin convendrá infinito que S. M. mande á su
Consejo Real de Castilla que remita todos los libros que se
quieran imprimir á la censura de la Academia, y no permita
que se imprima alguno sin la aprobación de la misma, á quien
se encargará que no la dé á libro alguno pernicioso, inútil,
pueril, indigno de la luz pública ó contra las buenas costum-
bres, contra las buenas ideas ó contra las reglas de las Cien-
cias y Artes.
Si esto se resuelve por Su Magestad, se podrá mandar y aun
poner por estatuto ú reglamento de la Academia: Que el autor,
obtenida la remissión del Consejo á la Academia, entregue al
portero su original manuscrito, cobrando recivo; el portero le
passará al Secretario, el que dará cuenta, y le passará al comis-
sionado ó comissionados para su revisión, y aprobado que le
hayan con certificación de estarlo, se entregará al portero, 3^
por éste al autor, que al recibirle restituirá al portero su reci-
vo, y pagará los derechos de revisión, que parece que podrán
ser por cada tomo en folio tres pesos, por ios en 4.° dos, y por
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 937
los demás tamaños un peso, entendiéndose el tamaño que ten-
drá impresso, y no el que tenga manuscrito. Este producto
se entregará por el portero al Secretario, y se guardará en arca
separada para repartirse al fin del año (á juicio y arbitrio de la
Academia) entre los comissionados para las revissiones y li-
cencias de libros, y este trabajo extraordinario que tendrán los
Académicos merecerá ser recompensado con algunos gages,
como sería que el autor pague al Académico revisor ó á la Aca-
demia, por cada tomo en folio, á quien se dé licencia, tres pe-
sos; por los en quarto dos pesos; por los demás un peso.
Finalmente, las buenas costumbres ganarán mucho en Espa-
ña si por la Academia y por los premios establecidos se co-
rrige el Theatro español, y de estragado y desrreglado se con-
vierte en honesto, arreglado y provechoso.
Nada hay más que conduzca á las buenas costumbres como
las buenas tragedias y comedias donde se inspiren pensamien-
tos altos y honrosos, donde se vea la virtud tan amable como
ella es, y el vicio feo, abominable y ridículo, y todo esto se
logrará en las tragedias y comedias hechas según reglas y con
todo el primor del Arte, quando al contrario, las que hoy día se
ven comunmente en nuestros Theatros, son una escuela de
dissolución y de ignorancia.
Estas y otras muchas utilidades no son ideas platónicas,
sino realidades fundadas, sólidas y ciertas, y comprobadas con
la experiencia en todos los Estados, Repúblicas bien ordena-
das: de manera que aun quando para hacer tanto bien al Estado
y á los vassallos fuesse necesario imponerles algún tributo,
sería justo, llevadero y aun plausible.
No quiero omitir una advertencia precisa, y es que no con-
viene, ni es decente, que una Real Academia se celebre en la
casa de un particular, por lo que sería preciso que S. M.la se-
ñalasse lugar proporcionado en alguna parte independiente; y
si se quisiesse (como sería muy justo y muy proprio de la gran-
deza de un Rey de España) poner este establecimiento en toda
forma y con la debida decencia, sería menester fabricar en el
Real Palacio ó en otra parte una habitación, y como Lyceo,
que (según yo le he ideado por mayor) tubiesse patio ó plaza
capaz para el concurso de coches; una buena escalera, y si pu-
diese ser, magnífica; dos ó tres antesalas para los criados y
porteros; un gran salón para celebrar las Juntas, capaz de un
93° PEDRO ROCA
gran concurso, adornado con los retratos de los Reyes fun-
dadores y protectores de la Academia, con los de los Ministros
que la favorezcan y con los de los varones, sabios y literatos de
España; con espejos, mesas, taburetes, proporcionados al nú-
mero de los concurrentes, y uniformes; una n:esa (como ya diré)
que formasse un quadrilongo con varias aberturas para entrar
en el circo.
En este salón habrá de haver cinco puertas, además de la
principal; cada una de éstas correspondería á una ó despie-
zas destinadas para cada una de las classes en particular, á fin
de que en esta separación guardasse el Archivero de cada
classe los papeles, libros, instrumentos y demás cosas perte-
necientes á su classe, y también para que en esta pieza ó. pie-
zas se juntassen los de aquella classe en particular, siempre
que ocurriesse algún justo motivo, y de esta pieza tendrá la lla-
ve el Archivero.
Debieran assimismo formarse en este salón algunas tribunas
á un lado y á otro, que podrían servir, ya para quando sus Ma-
gestades quisiessen honrar incógnitos la Academia 6 sus Jun-
tas, ya para algunas damas ó cavalleros principales que gustas-
sen de oir las dissertaciones y discursos que se leyessen en las
Juntas.
Habría de haber también habitación decente para el Secre-
tario perpetuo de la Academia, para los dos porteros y demás
que se juzgasse ser conveniente que viviessen en la casa de la
Academia.
LISTA DE SUGETOS QUE CONOZCO Y ME PARECE PUEDEN SEK
Á PROPÓSITO PARA ACADÉMICOS
Para Honoríficos.— Rl Ministro de Estado.— El Ministro de
Hacienda.— El Secretario de Gracia y Justicia.-El Goberna-
dor del Consejo.— El Inquisidor general.— El Marqués de Vi-
llena.— El Duque de Huesear.— El Duque de Medinasidonia.
—El Duque de Béjar — D.n Alphonso Clemente de Aróstegui.
— D.n Tiburcio de Agnirie.— El Conde de Torrepalma.— Don
Joseph de Rada.— El P. Sarmiento, Benedictino.— El P. láu-
rriel, de la Compañía.— D.° Agustín deMontiano.— El P. Van-
delingen, de la Compañía.— El P. Flórez, Agustino.— El
ORÍGENES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS 939
P. Ponce, Mínimo.- El P. Panel, de la Compañía.-D." Fran-
cisco de la Mata y Linares, Alcalde de Corte, de la Academia
Española.
Para Pensionarios.-!).'' Blas Antonio Nassarre; y seria con-
veniente establecer que el Btbliothecano mayor de S. M tu-
biesse siempre una plaza de Académico pensionario, y el que
le sucediesse en la B.bliotheca, le sucediesse también en la
plaza de Académ.co.-D.n Juan Iriarte.-D.n Martín de U loa:
es de ambas Academias y uno de los más aplicados y hábiles
en la crítica, Historia de España y Chronología.-D.n Francis-
co (. ) actualmente Secretario de la Academia Española.-Don
Miguel de Medina, abogado, muyhábil en la Historia Y Geogra-
phía de España, y muy aplicado-D." Sebastián del Castillo
actualmente Secretario de la Academia de la Historia: es hab.l
en la Historia, Genealogía, y es Rey de Armas de S. M y Ar-
chivero de la Cámara.-D." Antonio Pinedo, Regidor de Ma-
drid, inteligente en libros españoles, aplicado y bueno para la
primera classe.-D." Luis de Velázquez, cavallero de Malaga.
ioven muy erudito, muy instruídoyháb.l en medallas antiguas
é inscripciones, y muy á propósito parala quinta dasse -
D n Antonio Hilarión Domínguez, Académico de la Historia.
muy hábil en la de España.-D." Joseph CastiUón muy mteli-
eente en medallas.-D." Francisco de Ribera, Académico de la
Historia, buen Mathemático y Chronólogo.-D.n Lorenzo Die-
guez, Re<^idor de Murcia, Académico de la Historia, erudito y
críti o e;ia Historia eclesiástica.-D." Leopoldo P-g> «^f í'
to y crítico: fué uno de los Diaristas. -D." Miguel Cassiri
para la lengua arábiga.-El D.^ Pére. l^^y-' ^athedratico de
Salamanca, para la lengua hebrea, etc-D." Fernando Maga-
Uón, erudito: entiende las lenguas latina, griega, inglesa, y aho-
ra estudia la alemana.-D." Antonio Pisón, abogado, muy eru-
dito y laborioso.— D.n Pedro Burriel.
Para A ssociados.-B.'^ joseph Domínguez, Thesorero déla
Hacademia de la Historia.-D." Manuel Martínez Pingaron,
Bibliotbecario inteligente en la ciencia de medallas --D." Juan
de Amaya, Académico de laHistoria—D.^ Joseph Flores, Aca-
démico de la Historia, buen crítico.-D." Juan Joseph de No-
vela, Académico de la Historia.-D.» Joseph Benegassi y Lu-
(i) D. Francisco Antonio de Ángulo.
94° PEDRO ROCA
xán — El P. D." Juan de Arabaca, de los Padres del Salvador.
—El P. D.n Nicolás Gallo, del Salvador.— D.° García de Moa-
t03'a, cura de San Nicolás, Académico de la Española.— Don
Antonio Barrio: entiende el griego y la historia.— D." Francis-
co de Salanova, que ha sido Dignidad de Coria: es buen cano-
nista, erudito y aplicado á la Physica experimental. —D." Ma-
nuel de Roda, abogado de los Reales Consejos, muy erudito.—
D.n Francisco Perena, médico de Cámara, muy erudito en su
Facultad.— D.° Joseph Marcos.— D." Joseph Ortega, para la
Chymica y Physica experimental.— D (t) Lorga, valencia-
no, Cathedrático de Rhetórica en Valencia: reside en Madrid.
—D.n Joseph Carbonel, maestro de los Pages del Rey: entiende
varias lenguas, el griego, el arábigo y otras.— D.n Joseph Cas-
tillón.
Para Agregados. ~Ss hallarán muchos en las provincias de
España.— En Córdova, D." Pedro de Villa Cevallos, buen an-
tiquaric— En León, D.n Joseph de Villafaña, Coronel de Mili-
cias.—En Salamanca, D.n Manuel de Villafaña, colegial de
Oviedo.— En Pamplona, D.n Joseph Ignacio de Colmenares,
Oydor de Comptos.— En Cataluña, el D.^ Finestres (2).— El
limo. Sr. Bastero (3), Obispo que fué de Girona: Prelado muy
docto, especialmente en la Historia eclesiástica. —D. N (4)
Bastero, Canónigo de Girona, sobrino del mencionado Obis-
po.—En Valencia, el Dj D.n Andrés Piquer, buen médico,
physico y mathemático. — D." Gregorio Mayans, ya conocido
entre los literatos, y otros muchos. —En Aragón, el Marqués de
Lazan.— El Conde de Fuentes. — El Canónigo Verboon.— El
P. M. Raulín, ex-General de los Agustinos. — D. Juan Mar-
tínez de Salafranca, que fué uno de los Diaristas: se halla
arrinconado en un lugar cerca de Teruel.
(i) José Joaquín de Lorga.
(2) Dr. D. José Finestres y Monsalvo.
(3) D. Baltasar Bastero y Lledó.
{4) José- Bastero.
J. M. DE PEREDA
De cómo se celebran todavía
las bodas en cierta comarca montañesa,
enclavada en un repliegite
de lo más enriscado de la cordillera
cantábrica.
Querido Marcelino: Si no estorba en el libro que se está
imprimiendo en honor tuyo; si no te parece que resultará
nota discordante en su concertada seriedad, a3Údame á
conseguir que se publique el contenido de las adjuntas
cuartillas en la última de sus páginas, fuera, si quieres, de
los dominios del índice, y aun á espaldas del mismo colo-
fón; en lo más recóndito, en suma, donde nadie más que
tú ¡e entere de ello. Lo que importa, por el lado de mis
ardientes deseos, es que no falte un pobre ramajo de los
laureles de mi huerto en la corona que hoy se teje para tí;
porque no puedo resignarme á que, cuando tus admirado-
res tratan de elevar un monumento á tu gloria, deje de
contribuir á él con su modesta pedrezuela precisamente
el que más te admira y más te quiere, por mucho que te
admiren y te quieran los demás. Al fin y al cabo, y bien
apuradas las razones, dentro cae del programa de ese libro
el humilde tributo que te ofrezco para él, pues es fruto,
aunque trivial y sin substancia, de mi ^xo^\2.invesiigaci6n,
y de asunto, no solamente español, sino de ésta nuestra
tierra nativa de la Montaña En fin, «con verlo basta,»
y allá va, sin adobos ni arrequives, y tal como consta, seis
años hace, en mi cartera de apuntes.
*
* »
9+2 J. M. DE PEREDA
«Lo que puede llamarse cortejo nupcial, compuesto de
lo más espigado y rozagante de la juventud del pueblo,
ellas con panderetas muy adornadas decintajos y cascabe-
les, y muchos de ellos con escopetas al hombro, y todas y
todos con lo mejor de sus equipos á cuestas, se ha ido for-
mando, desde la salida del sol, junto á la casa de la novia;
y en cuanto estay el novio, acompañados de los padrinos,
aparecen en el umbral de la puerta, las mozas la saludan
con un cantar alusivo al caso, y los mozos con una explo-
sión de relinchos y una descarga cenada.
«Puestos en marcha todos, en debida y ordenada forma-
ción camino de la iglesia, al andar lento y balanceado que
marca y determina el incesante y monótono golpearen los
parches de las panderetas, las mozas van cantando á los
novios, y al señor cura, y á los padres de los novios, y á
los padrinos del casamiento, y á cuantas personas de algún
viso en el lugar formen en la comitiva ó recuerden las can-
tadoras. Los mozos responden algunas veces á los canta-
res de las mozas con otros bien relinchados al remate, y
los que llevan escopetas hacen salvas á menudo. Así hasta
la iglesia por el camino más largo, con notorio regocijo de
las gentes, que abren puertas y ventanas para ver pasar la
boda, y acrecentándose el cortejo á cada instante con los
muchachos desocupados y laschicuelas tentadas de la cu-
riosidad; camino siempre de flores y sin tropiezos me-
nos cuando es forastero el novio; porque, en este caso,
tiene esta primera jornada de la fiesta una variante no poco
original y muy curiosa. Sucede entonces que á lo mejor de
andar la boda este camino, aparecen en él, saliendo de
ésta y de la otra encrucijada, hasta media docena de mo-
cetones, dando brincos y haciendo corcovos, aullando, re-
linchando y disparando las escopetas, con el estruendo y la
traza temerosa de una horda de salvajes. Echan el alto á
la procesión, y se apoderan de la novia, que desde aquel
instante queda secuestrada, ó, como ellos dicen, empeñada,
sabiendo muy bien todos los presentes, y el pueblo y la co-
marca entera, que aquella boda no se celebrará «en jamás
DE CÓMO SE CELEBRAN L\S BODAS... 943
de los jamases,» si el novio, ó en su defecto el padrino,
no dc^ewpeña á la novia con la cantidad de tres duros, que
han de gastarse después en honra de los recién casados y
provecho de la gente moza, la cual da, á este precio y de
ese modo, carta de ciudadanía en el lugar al novio foras-
tero.
..Cuando la novia, rescatada ó no, ha llegado á la puerta
de la iglesia, la echan las zagalas de la comitiva este cantar:
Al tomar agua bendita
Despídete, compañera:
El primero de casada
Y el último de soltera.
»J
«Donde se ve que no anduvo la musa cerril muy atenta
á enlazar el sentido de los dos últimos versos del cantar
con el de los anteriores.
«Después de las ceremonias de ritual y de la misa, en
que comulgan los novios, ya «amarrados al yugo pa sin-
finito,» vuelta á la calle la procesión, con nuevos cánticos
de las mozas, al mismo andar del son cadencioso de las
panderetas, y con los propios relinchos de los mocetones y
las propias salvas de las escopetas de antes.
«Esta vez se dirige la pintoresca y alegre comparsa al
domicilio del novio, es decir, al de sus padres; y en cuanto
llega á él entre la vibrante curiosidad del vecindario de la
barriada, detiénese enfrente de la puerta, y cantan las in-
fatigables mozas de este modo:
Señora doña.... Fulana,
Salga á recibir su nuera,
Y trátela con cariño
Y tenga cuidado de ella.
.) Y la invocada suegra, vestida con los trapos domingue-
ros, y descolorida por la emoción que es de suponerse, sale,
en efecto, y toma de la mano á su nuera, bésala en una
mejilla, y la conduce á su casa, adonde la siguen primera-
94+ J- M. DE PEREDA
mente el novio y los padrinos, y después todo el cortejo,
si cabe adentro, y aunque no quepa muy holgado. Enton-
ces, puesta en orden la muchedumbre en la pieza más
grande y de mayor respeto, y cada cual en el sitio que le
corresponde según el papel que desempeñe en aquella ver-
dadera solemnidad, los recién casados se arrodillan de-
lante de la conmovida mujer, que permanece á pie firme,
y la dicen:
'> — La pedimos el su perdón, si la hemos ofendido en
algo.
»A lo que responde ella:
II — Perdonados estáis.
»Y les tiende las manos para que se levanten.
»En seguida se encara con ella el padrino, y la pre-
gunta:
•) — ¿Qué señala usté por arras á su nuera?
»Y responde la suegra:
» — Tal ó cual finca, tal ó cual res, ó vestido, ó mueble,
etc., etc.
«El padrino entonces, vuelto hacia lo que pudiera lla-
marse público congregado allí, dice:
)) —Vosotros sois testigos de esta manda.
»En seguida cantan las mozas al son de sus pande-
retas:
A la novia en este día
Dios la dé salud y hacienda,
Y trigo para su año,
Y después la gloria eterna.
»Con esto salen de la casa las gentes que la habían in-
vadido, novios inclusive, y, ya en la calle, echan las canta-
doras esta despedida:
La casa queda de luto;
Las tejas quieren llorar;
Adentro quedan los padres
Que las pueden consolar.
DE CÓMO SE CELEBRAN LAS BODAS... 945
,,Es muy de notarse que aunque viva el suegro y esté
presente al acto, siempre se dirigen los novios á la stcegm
para que se les perdone, y el padrino cuando pide las arras
para la novia.
„A casa de los padres de ésta vuelve ahora la comitiva,
con los cánticos, los relinchos y las salvas de rigor; y en
cuanto llegan á ella, cantan las mozas de esta suerte:
Ábranse las puertas de oro
Y los candados de plata,
Que aquí viene don Fulano
Con la su paloma blanca.
„Y se abren las puertas, que no suelen ser de oro ni te-
ner candados de plata, y entran en la casa los novios, .
parientes y padrinos, y las mozas del acompañamiento.
Allí les espera la mesa puesta y preparada la comida de
bodas, que ha de presidir el señor cura, y de la que no par-
ticiparán entonces las cantadoras, las cuales se limitaran
á presenciar el acto y á cantarle.
«Cuando esta primera parte de él se da por terminada,
se levanta el padre de la novia, y encarándose con ella y
con su marido, los bendice por despedida en el nombre del
Padre del Hijo y del Espíritu Santo; responden todos los
presentes: «Amén;» y con esto y una breve exhortación del
señor cura al despedirse también, queda la mesa abando-
nada por la gente grave. Entonces es cuando se arriman
• á ella las zagalonas de las panderetas; se llama á los mo-
zos que aún relinchan en la corralada, y comienza el ver-
dadero jolgorio, que no termina hasta las altas horas de la
noche, si antes no se rinden los comensales al peso de la
hartura y al quebranto de los bailotees, como suele acon-
tecer.»
6o
94^ J. M. DE PEREDA
Tal es mi ofrenda. Ya ves que, aunque mezquina, cae
dentro de las exigencias del programa, y, además, ¡caso
inaudito! te enseña algo que tú no sabías, con saber tanto
como sabes. De todas suertes, y aun suponiendo que en
mi mano estuviera ofrecerte cosa mejor, todo había de pa-
recerme poco y malo al pensar en la magnitud y alteza
de su destino.
FIN DE r.A OBRA
Índice
Apráiz, JULIÁN. — Curiosidades cervantinas.
Asín, miguel.— Mohidín
Ber),anga, m. r. de.— Iliberis. Examen de los
documentos históricos genuínos iliben-
tanos
Blanco garcía, fr. francisco.— Fr. Luis de
León. Rectificaciones biográficas
Bofarull y sans, f. de.— Alfonso V de Ara-
gón en Ñapóles
BóHMER, EDUARDOS.— Alfonsi Valdesil litterre
XL ineditíe '• * ' ' j' 'i
Cambronero, CARLOS. — La Torrecilla del
Prado • •
Campillo, toribio del. — El Cancionero de
Pedro Marcuello
Canella y secades, FERMÍN.— D. Carlos Gon
zález de Posada (Notas bio-bibliográfi-
cas) /•■*■,■■
Cañal, y migolla, garlos.— Apuntes bio-bi-
bliográficos acerca del P. Martín de Roa.
Carmena y millán, luis.— El periodismo tau-
rino •. •
Catalina garcía, juan.— El segundo matri-
monio del primer Marqués del Cénete. . .
Chabas, dr. RoguE.— Arnaldo de Vilanova y
sus yerros teológicos.
CoTARELO Y MORÍ, EMILIO
tellanos de Moliere • • • •
Croce, benedetto.— Due illustrazioni al Vta
je al Parnaso del Cervantes
Cuervo, fr. justo ""
la Inquisición
De haan, f.— Picaros y ganapanes
Eguilaz y yanguas, Leopoldo. — Notas eti-
mológicas á El Ingenioso hidalgo Don Qm
jote de la Mancha
-Traductores cas-
-Fr. Luis de Granada y
I
II
Página,
223
217
Tí '
693
153
615
385
41
745
611
525
309
11
665
II
367
69
161
II
1 733
149
II
121
948
ÍNDICE
Espinosa y quesada. — Pedro Perret, 1555-
1639
EsTELRiCH, j. L. — Poesías líricas de Schiller,
traducidas
Farinelli, ARTURO. — Cuatro palabras sobre
Do7t Juan y la literatura donjuanesca del
porvenir
Fernández llera. — Una etimología. Fatila-
do, fetillado
Franquesa y gomis, JOSÉ. — La venganza en el
sepulcro, comedia inédita de D. Alonso de
Córdoba Maldonado
FiTZMAURicE-KELLV, JAIME. — Un lilspanófilo
inglés del siglo xvii ,
García, juan. — Antigüedades montañesas. . .,
Gestoso y PÉREZ, JOSÉ. — Las industrias artís-
ticas antiguas en Sevilla
Gómez imaz, manuel. — El Príncipe de la Paz
la Santa Caridad de Sevilla y los cuadros
de Murillo
Hazañas, Joaquín. — El analista Zúñiga, nove-
lista y poeta
Hinojosa, EDUARDO DE. — El Derccho en el Poe-
ma del Cid
Hinojosa, ricardo de. — La jurisdicción apos-
tólica en España y el proceso de D. An-
tonio de Covarrubias
Hübner, EMILIO. — Los más antiguos poetas de
la Península
Jerez, marqués de. — Unas papeletas biblio-
gráficas
Lomba y pedraja, josé r. — El Rey D. Pedro
en el teatro
Luanco, JOSÉ ramón de. — Clavis sapientia Al-
phonsi, regís Castella:
Menéndez pidal, ramón. — Notas para el Ro-
mancero del Conde Fernán González. ..
Merimée, ERNESTO. — El Ramillete de flores poé-
ticas de Alejandro de Luna
Michaelis de Vasconcellos, Carolina. — Urna
obra inédita do Condestavel D. Pedro de
Portugal
Mióla, alfonso. — Un Cancionero manoscritto
brancacciano
MiR, — Un gran trabajador ignorado
Tomo.
Página.
205
829
253
47
841
363
807
801
541
397
341
627
257
63
429
143
637
683
S21
índice
9W
Página.
MoREL-FATio, ALFREDO. -Cartas eruditas del
Marqués de Mondéjar y de Etienne balu-
ze, 1679-1690 • •• ••• •
Paz Y MELiA, ANTONio.-La Bibha puesta en
romance por Rabí Mesé Arrage , de Gua-
dalajara, 1423- 1433 (Biblia de la Casa de
Alba) .•••'%;.•'•:
Pedrkll, FEUCE.-Palestrina y Victoria.... .
PEREDA.-De como se celebran todavía las
bodas en cierta comarca montañesa, en-
clavada en un repliegue de lo mas enris-
cado de la cordillera cantábrica •_ •
PÉREZ PASTOR, CRisTÓBAL.-Datos desconocí-,
dos para la vida de Lope de Vega. .. ....
PoNS, FRANCisco.-Dos obras importantísimas
de Aben-Hazam
RaJNa, pío.-A Roncisvalle; alcune osserva-
zioni topografiche in servizio della Clían-
son de Roland •
Restori, ANTONIO. -Poesie spagnole appar-
tenute a Donna Ginevra BentivogUo. ...
Ribera, juLiÁN.-Orígenes de la filosofía de
Raimundo Lulio •••■,'.■*■ j * '" '
Roca, PEORO.-Ocígeaes de la Real Academia
de Ciencias exactas, físicas y naturales..,
Rodríguez marÍn, FRANCisco.-Cervantes y 1
Universidad de Osuna .......••••
Rodríguez villa, antonio.-D. francisco de
Mendoza, Almirante de Aragón. . . . . . • • •
Rouanet, LÉo.-Un auto médit de Valdi-
RuBroVLLüCHVAN-romó.-La lengua y la cul-
tura catalanas en Grecia en el siglo xiv. .
ScH.FF, MARio.-La premiére traductioa espa-
ñole de la Divine Comedie .• • • •
MANUEL. -Dos canciones
Serrano y sanz.
inéditas de Cervantes.... ••••.•••.••'';■,
Vinaza, conde de la.-Dos libros medites del
Maestro Gonzalo Correas ;"^" ' j,
WuLFF, FEDEKICO.— iJí '"s nmas de fuan ae
la Cueva, primera parte
II
I
II
I
I
IL
II
II
II
II
II
I
II
I
I
[
II
5
149
941
589
509
383
455
191
845
757
487
57
95
269
4^3
601
143
ERRATAS
(El número mayor indica la página, y el menor la línea; si
ésta se cuenta desde abajo, va precedida de un — .)
TOMO I
2 4 les hábiles 22, - lo sane 205, - i mul-
tiplicanse 206, 6 bórrese el de 219, ii ermordeten
I, el paréntesis al fin de la nota. - 5 Eindruck des
menschlich 220. - 17 Wülkür ver- 223 L« su-
hresión anunciada en la Advertencia se ha subsanado después.
025* - 14 hermana menor 307, 5 négligence
386,'- 2 sequentium 417, 24 D. Ramón Fernán-
dez ó sea el P. Estala 422 sobra la nota 3. 541^ii
im Recht 543, - 12 nota 2 de la p. 544= ^-J^'
_-6mulctetm- 561, i5 concilio -4abbaüs 06-,
_ i3 vemos que al 573, - 4 1202: o78, - i3
Vestregotie,
TOMO II
32. i5 sedet sola, de Jeremías, Cantar de los cantares
etc 106, — 4 loTopí Toü sU-íivixoü 108, 3 Chai-
coc'ondylas ix Vülehardum 112 2X Orden Tito
Livio, las 116,12 español. Asi en el curioso hbro de
caballerías catalán, titulado Cuñal, el héroe, después de
haber salido vencedor en muchos combates y pasado por
innumerables peripecias, arde en deseos de visitar Atenas
..aquella ciutat antiga, noble e molt famosa qui dona
leys á Roma, e aquell studi famos en lo qual la sciencia
de conexer deu se aprenia;» y en nota: «Libro III, capí-
952 ERRATAS
tulo 28, Curial y Guelfa novela catalana del s. xv, cuyo
único códice original conocido se conserva en la Bibliote-
ca Nacional de Madrid. La Real Academia de Buenas Le-
tras de Barcelona está á punto de terminar su publica-
ción, encomendada al autor del presente trabajo.» 119,
— 6 penes se titum livium plutarcum 120, 1 quate-
nus libros pretensos sicuti in promptu vobis est daré promp-
tius nobili et dilecto nostro Jaiifrido Boyl 222, 2 que
sigue aparece 883, 19 dovremmo 384, — 7 rap-
presentati 696, — 7 Madvig 712, 17 Sexi 715,
18 siendo otra la que 724, 10 noraria... Papirio 736,
17 en 3oi 752, 18 aque-llas.
ADVERTENCIA DEL EDITOR
Por varias dificultades se ha ido dilatando, más
de lo que al principio pensábamos, la impresión
de estos dos volúmenes. Como era nuestro propo-
sito dar á luz esta obra dentro del mas breve pla-
zo posible, para que coincidiera con el aniversario
que en ella se conmemora, se abstuvo la Comí
sión encargada de coleccionar los artículos, de so-
licitar la colaboración de los eruditos hispano-
americanos, amigos del Sr. Menéndez y Peayo
por el natural recelo de que no pudiesen legar
oportunamente los trabajos. Deploramos es a la-
guna, pero ya no es tiempo de llenarla. Y al mis-
mo tiempo nos complacemos en hacer constar que
á pesar de ser tan numerosos, vanados e impor
tantes los estudios que en esta Miscelánea se con-
tienen, todavía hubiera podido acrecentarse con
las investigaciones de otros escritores españoles y
extranjeros á quienes por olvido dejo de invitar-
se y con las de algunos cuyos trabajos llegaron
á nuestras manos cuando ya estaba terminada en-
teramente la edición.
c?
l^iU V ti '»'
PLEASE DO NOT REMOVE
CARDS OR SLIPS FROM THIS POCKET
UNIVERSITY OF TORONJO LIBRARY
PQ Homenaje a Menendez y Pelayo
600^ en el sino vigésimo de su
M^5 profesorado
V.2
MS
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