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Full text of "Colección de documentos literarios del Perú"

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DE 


DOCUMENTOS  LITERARIOS 


oit  tmt. 


COLECTADOS  Y  ARREGLADOS 


POR  EL  CORONEL  DE  CABALLERÍA  DE  EJERCITO ,  FUNDADOR  DE  LA  INDEPENDENCIA 


TOMO     SEGUNDO. 


Establecimiento  de  tipografía  y  encuademación  de  Aurelio 

CALLE  DE  LA  UNION  [  ANTES   BAQUÍJANo]   NÚM.    31' 


JU 


ártK<lh 


DE   LOS 


TáROH  LA  MAR  DEL  SUR 


EN  LA  ÉPOCA  DEL    COLONIAJE. 


AÑO  DE    1567. 

Francisco  Drak  natural  del  Condado  de  Dúo,  en  Inglaterra,  ó 
como  otros  quieren,  nacido  á  bordo  de  un  navio,  fué  el  primer  Pi- 
rata que  infestó  las  costas  del  Sur.  Este,  mandando  el  navio  el  Dra- 
gón, que  era  uno  de  los  de  la  escuadra  de  Juan  Hawhins,  saqueó  la 
ciudad  de  Nombre  de  Dios,  y  robó  muclios  lugares  de  la  Castilla 
del  Oro,  y  habiendo  hecho   presas   considerables   de   embarcaciones 


cargadas  de  oro, 


se  retiró  á 


Inglaterra. 


AÑO  DE  1777. 

El  mismo  Dralc  armó  una  escuadra  de  cinco  navios,  que  se  equi- 
paron en  Plimouth,  de  donde  salieron  el  15  de  Noviembre,  fingiendo 
su  destino  á  Alejandría,  y  volvió  al  Mar  del  Sur,  entrando  á  él  por 
el  Estrecho  de  Magallanes.  Eegistró  las  costas  de  Chile,  y  apresó 
en  la  altura  de  Valdivia  un  navio  con  25,000  pesos  en  oro.  Sin  ser 
sentido,  llegó  al  Callao,  y  de  doce  navios,  que  habia  surtos  en  el 
puerto,  se  llevó  uno  cargado  de  plata,  y  cortó  las  amarras  de  los  de- 
más. De  aquí  continuando  sus  hostilidades,  sobre  el  Cabo  de  San 
Francisco,  apresó  una  embarcación  con  10  cajones  de  plata  y  80  li- 


bras  de  oro.  Con  estas  riquezas  subió  bástala  altura  de  40  grados  al 
Norte,  de  donde  descendiendo  á  las  Molucas,  hizo  escala  en  las  Is- 
las de  Java.  Después  doblando  el  Cabo  de  Bueña-Esperanza,  re- 
gresó á  Inglaterra,  y  presentó  a  la  Reina  Isabel  mas  de  800,000  ps., 
habiéndose  burlado  de  once  navios  de  guerra,  que,  para  contener  sus 
insultos,  habia  mandado  equipar  por  los  años  de  1580  D.  Francisco 
de  Toledo,  Virey  de  Lima,  con  intención  de  que  le  esperasen  á  la 
boca  del  Estrecho. 


ANO  DE  1581. 

Juan  Ojenkan,  inglés,  armó  en  la  Jamaica  una  embarcación 
con  85  hombres.  Desembarcó  su  gente  en  uno  de  los  puertos  de  la 
Ensenada  del  Darien.  Construyó  allí  á  la  orilla  de  un  rio,  que  de- 
sagua en  el  mar,  un  bergantín.  Con  él  salió  á  piratear  por  los  puer- 
tos de  la  costa.  La  primera  presa  que  hizo,  fué  un  navio  en  la  Isla 
de  las  Perlas  con  60,000  doblones  en  oro  y  otros  con  100,000  pesos. 
Cargado  de  este  tesoro,  volvió  al  mismo  río.  Era  su  designio  tras- 
portarlo al  Mar  del  Norte,  y  asegurarlo  en  su  primera  embarcación. 
Pero  no  queriendo  su  gente  conducirlo,  por  no  haberse  hecho  la  re- 
partición, lo  ocultó  en  una  choza,  cubierta  de  hojas.  Su  intención 
era  buscar  en  los  bosques  de  Panamá  algunos  negros  fugitivos  y 
levantados,  para  que  lo  llevasen  al  destino  que  pensaba.  Los  prisio- 
neros españoles  avisaron  del  hecho  al  Gobernador  de  Tierra-Firme. 
Destacó  éste  sin  dilación  á  Juan  Ortega,  con  100  hombres.  Dudando 
este  oficial,  por  cual  de  las  tres  bocas  del  rio  habia  entrado  el  pira- 
ta, reconoció  el  rastro,  que  le  demostraron  las  plumas  de  las  aves, 
que  cazaban  sus  compañeros  para  mantenerse.  Guiado  de  estas  se- 
ñales, llegó  á  la  playa  donde  estaba  anclado  el  bergantín  y  dos 
ingleses  en  tierra;  los  que  aprisionados,  descubrieron  el  tesoro  que 
recogió  Ortega  con  su  gente.  Se  restituía  esta  riqueza  á  Panamá. 
cuando  Ojenkan  teniendo  noticia  del  suceso,  salió  al  camino  con  to- 
dos los  suyos,  y  cortando  el  paso  á  los  nuestros,  los  derrotó  y  quitó 
el  tesoro.  A  este  tiempo  el  Gobernador  de  Tierra-Firme  habia  des- 
pachado otro  Cabo  del  Mar  del  Norte  á  la  entrada  del  Darien.  Es- 
te con  su  tropa  tomó  la  embarcación  y  su  artillería.  Los  piratas,  per- 
dido el  recurso  de  la  retirada,  se  esparcieron  por  los  bosques  y  espe- 
sura de  la  montaña.  Así  estaban  divididos,  cuando  200  hombres  li- 
meños, que  envió  el  Virey  D.  Francisco  de  Toledo  y  muchos  de  la 
Tierra-Firme  que  se  le  agregaron,  lo  destruyeron  del  todo,  pagando 
en  Panamá  los  principales  caudillos  de  esta  facción  en  una  horca  el 
atrevimiento  y  osadía  de  su  atentado. 


—5— 

AÑO  DE  1587. 

Thomas  Candisch  ó  Cavendisch,  inglés,  que  por  los  años  de 
1585  habia  infestado  las  costas  de  la  Virginia  y  de  la  Florida,  entró 
al  estrecho  con  tres  bajeles  de  á  120  hombres  do  tripulación,  que 
armó  en  Plimouth,  de  donde  salió  el  22  de  Julio  de  1586.  El  pri- 
mer empeño  de  este  pirata  (que  ya  en  Sierra  Leona  de  la  Costa  de 
Guinea  habia  ejecutado  considerables  robos)  fué  registrar  los  pa- 
rajes. Con  este  designio  recorrió  la  ciudad  de  San  Felipe.  Hallóla 
abandonada,  y  su  artillería  sepultada  en  tierra.  Era  un  solo  hombre 
que  habia  quedado  vivo  de  los  40  de  su  guarnición.  Llamábase  este 
Fernando  Gómez.  Contóle  al  pirata,  que  en  tres  años  no  habian  fruc- 
tificado las  semillas  que  sembraban  los  nuevos  pobladores;  y  que 
habían  tenido  que  pelear  con  las  fieras  carnívoras  que  por  instantes 
les  embestían;  y  que  consumidos  los  víveres  que  les  habia  dejado  el 
Almirante  Sarmiento,  y  no  habiendo  recibido  socorro  alguno  de 
España  ni  del  Perú,  habían  perecido  sus  compañeros  de  hambre,  ne- 
cesidad y  miserias.  De  los  que  21  hombres  y  2  mugeres  tomaron  la 
resolución  de  salir  de  estos  parajes,  y  buscar  su  remedio  en  la  pri- 
mera tierra  que  encontrasen,  quedándose  él  con  otro  compañero,  que 
pocos  dias  antes  habia  muerto.  Añadió  también,  que  cortando  leña 
en  el  monte  habia  hallado  un  árbol,  colgada  una  botella  con  una 
carta,  que  referia,  que  los  tres  navios  del  comando  de  Pedro  Scixas 
de  Alhema,  habian  perecido  por  los  años  de  1535.  Movido  el  pirata 
de  este  infeliz  suceso,  tomó  á  su  bordo  al  desdichado  poblador,  y 
costeando  las  riberas  del  Perú  y  Chile,  que  demarcó,  navegó  á  los 
mares  del  Oriente.  En  ellos  apresó  el  navio  de  China,  que  ricamen- 
te cargado  venia  de  Manila  á  Acapulco.  Después  volviendo  su  rum- 
bo al  cabo  de  Buena  Esperanza,  le  dobló,  saliendo  á  las  costas  de 
África,  y  entrando  en  Plimouth  el  8  de  Setiembre  de  1588.  Alenta- 
do este  pirata  con  la  felicidad  de  sus  progresos,  armó  en  Inglaterra 
cinco  embarcaciones.  Con  ellas  navegó  segunda  vez  al  Estrecho,  pa- 
ra hostilizar  nuestros  mares  y  robar  ios  puertos  abiertos,  y  tierras 
desnudas  de  guarnición  y  defensa,  Pero  habiéndole  sobrevenido  una 
cruel  tempestad  en  la  cosca  del  Brasil,  pereció  con  toda  su  gente,  y 
se  acabó  la  iniquidad  de  su  proyecto. 


AÑO  DE  1593. 

Ricardo  Achines,  pirata  inglés,  pasó  el  Estrecho.  Empezaba  á 
cruzar  las  costas  del  Sur.  Entonces  el  Virey  de  Lima,  Marqués  de 
Cañete,  armó  una  escuadra  de  cinco  navios,  que  entregó  al  mando 
de  1).  Beltran  de  la  Cueva,  su  cuñado.  Este  jefe,  habiendo  encon- 
trado al  pirata  en  la   altura   de  Valparaíso,  le  atacó  y  rindió,  ha- 


— c>— 

ciéndole  prisionero,  bajo  la  real  palabra  ele  concederlo  la  vida.  Con- 
ducido á  Lima,  declaró  la  Audiencia,  que,  según  la  ley,  que  conde- 
na al  enemigo,  que  viola  la  inmunidad  de  nuestros  mares,  era  com- 
prehendido  en  la  pena  ordinaria.  Apeló  al  Supremo  Consejo  de  In- 
dias, donde  valiendo  sus  excepciones,  quedó  libre  del  castigo. 


AÑO  DE  1595. 

Francisco  Dkak,  que  como  hemos  dicho,  en  los  años  de  1567  y 
1577  fué  el  primer  pirata,  que  infestó  el  Mar  del  Sur,  armó  en  In- 
glaterra, por  disposición  de  la  Eeyna  Doña  Isabel,  28  navios.  Con 
ellos  volvió  á  las  costas  Occidentales.  Ejecutó  en  todos  los  puertos 
indefensos,  crueldades  que  exceden  la  humanidad.  Invadió  la  ciu- 
dad del  Eio  de  la  Hacha,  que  está  ala  parte  del  Norte  á  los  12  gra- 
dos y'  30  minutos.  Con  esta  invasión  y  la  que  hicieron  después  los 
piratas  Bartolomé  Portugués,  Boc.Bra  Ulano,  Francisco  Loienois  y 
Juan  Morgan,  se  destruyó  la  famosa  pesquería  de  las  mas  finas  per- 
las de  nuestra  América.  De  aquí  pasó  el  Drah  á  Portóveío,  con  el 
mismo  designio,  que  habia  estado  antes.  Pero,  sin  hacer  desembar- 
que, murió  súbitamente,  estando  fondeado  á  la  vista  de  la  plaza. 

En  este  mismo  año  Walter  Baleigli,  natural  de  Budley  en  De- 
vonshire,  salió  el  6  de  Febrero  de  Plimouth,  mandando  cierto  nú- 
mero de  vajeles  que  le  habia  entregado  la  Beyna  Isabel,  con  de- 
signio de  que  rentase  su  fortuna  en  nuestras  costas  Meridionales. 
Llegó  el  22  de  Marzo  á  Curiapan,  y  quemó  en  la  Isla  de  la  Trini- 
dad la  ciudad  de  San  José,  habiendo  hecho  prisionero  á  D.  Antonio 
Berreo,  su  gobernador.  Continuó  su  viage  hasta  el  Orinoco,  de  don- 
de salió  á  la  G-uayana.  Quemó  la  ciudad  de  Santo  Tomas,  y  las  ca- 
sas de  los  gobernadores  de  Cuinaná  y  del  rio  de  la  Hacha.  Pasó  á  cu- 
chillo á  muchos  habitantes  de  estas  costas,  que  no  pudieron  contri- 
buirle las  sumas,  que  su  ambición  pretendía  sacarles.  Volvió  á  In- 
glaterra por  los  años  de  1597.  ISTo  llevó  otro  fruto  de  su  viage,  que 
sus  crueldades,  sus  tiranías  y  sus  robos  con  un  corto  número  de  esta- 
tuas ó  figurillas  de  oro,  que  presentó  á  la  Reina,  ponderándole  las 
riquezas  de  los  paises  que  habia  visto. 

Este  aventurero  habia  estado  ya  en  nuestros  mares  por  los  años 
de  1588,  y  habia  introducido  la  primera  colonia  inglesa  en  Mocosa, 
poniendo  á  la  tierra  el  nombre  de  Virginia,  por  la  doncellez  de  su 
Reina.  Habia  también  mandado  una  escuadra  de  15  navios  de  guer- 
ra, trayendo  á  su  bordo  á  los  Mrs.  BorrougJij  Forbislier,  bien  cono- 
cidos por  su  ardor  militar  y  pericia  náutica.  Intentó  con  esta  escua- 
dra apoderarse  de  nuestros  Galeones,  que  retornaban  de  la  feria  de 
Cartagena  y  Portovelo.  Atacólos  con  gran  fuerza.  Entre  otros  navios, 
perdieron  los  nuestros  uno  muy  grande  de  construcción  portuguesa, 
cargado  (como  dicen  los  ingleses  en  sus  relaciones)  de  dos  millones 


_7— 
de  libras  esterlinas.  Muerta  la  Reina  Isabel,  le  sucedió  Jacóbo  7 por 
lósanos  de  1603.  A  este  tiempo  fué  acusado  Ráléigh,  de  haber  pre- 
tendido colocar  en  el  trono  de  Inglaterra  á  ArbcUa  Stuart,  que  se 
decia  inmediata  sucesora  á  la  corona.  Por  este  delito,  que  se  le.  pro- 
bó, fué  condenado  a  muerte.  Mas  la  piedad  del  Soberano,  le  conmu- 
tó el  suplicio  en  una  prisión  de  13  años,  que  guardó  en  la  torre  de 
Londres.  Para  librarse  de  la  perpetuidad  de  la  cárcel,  prometió  al 
Rey  Jacóbo  montañas  de  oro  y  tesoros  imaginarios,  si  le  concediese 
una  expedición  para  nuestra  América.  Vino  el  Bey  en  ello,  y  le 
mandó  entregar  doce  bajeles,  para  que  invadiese  la  Castilla  del  oro 
y  costas  de  Guayaría.  Los  nuestros  teniendo  aviso  ele  este  armamen- 
to, que  empezó  á  navegar  á  15  de  Agosto  de  1617,  se  pusieron  en 
buena  defensa.  Así  luego  que  llegó  el  Corsario,  le  resistieron  ele  mo- 
do, que  lo  primero  que  perdió,  cuando  se  desembarcó  en  las  playas 
•del  Orinoco,  fué  á  su  hijo  y  á  Mr.  Kernish,  uno  de  sus  mas  famosos 
capitanes  y  pilotos,  que  él  mismo  se  degolló.  Y  burlado  Raleigh  de 
sus  proyectos  y  esperanzas,  se  restituyó  á  Inglaterra.  El  Parlamen- 
to renovó  la  sentencia  de  muerte,  que  se  le  habia  dado  el  año  de 
1603.  No  le  valieron  los  efugios  con  que  pretendía  salvarse.  Asi  le 
cortaron  la  cabeza  en  la  plaza  de  Uvenstuinstet  el  26  de  Octubre  de 
1618,  siendo  de  edad  de  66  ó  67  años. 

Se  dice  que  nuestro  Embajador  de  España  ó  Nuestra  Corte,  tu- 
vieron gran  parte  en  este  castigo.  Si  ello  fué  así,  dieron  motivo  á  tan 
justa  venganza  sus  atrocidades  con  los  nuestros,  que  viven  pacífica- 
mente en  aquellas  tierras. 


AÑO  DE  1598.     ' 

El  almirante  Maliu  salió  de  uno  de  los  puertos  de  Holanda  con 
cinco  bajeles  el  27  de  Junio:  su  designio  era  infestar  con  piraterías 
las  costas  del  Sur.  Navegó  al  estrecho  de  Magallanes.  En  este  com- 
batió con  los  salvages,  qué  habitan  sus  costas,  así  al  Norte  como  al 
Sur.  Mató  muchos  de  estos  habitantes;  pero  ellos  no  se  quedaron 
sin  venganza.  Queriendo  este  almirante  eternizar  la  memoria  de  sus 
aventuras  en  el  Estrecho,  fundó  un  orden  de  caballería,  eon  el  título 
de  León  Desatado  ó  León  Furioso.  Para  celebrar  esta  ceremonia, 
se  desembarcó  á  una  playa  que  está  á  la  costa  oriental  del  Estrecho, 
y  en  las  cartas  se  conoce,  desda  entonces,  por  el  nombre  de  la  bahia 
de  los  Caballeros.  En  ella  juraron  todos  lss  oficiales  sobre  las  manos 
del  almirante,  no  hacer  cosa  que  fuese  contra  las  leyes  de  la  patria. 
Como  así  mismo  hacer  triunfantes  las  armas  de  Holanda  en  las  Amé- 
rícas,  que  contribuyen  á  España  tesoros.  Lo  que  acabado,  se  escri- 
bieron los  nombres  de  estos  nuevos  caballeros  en  una  tabla,  que  se 
colocó  en  un  alto  pilar  que  hasta  hoy  ven  los  bajeles,  que  por  allí 
pasan.  En  fin,  habiendo  perdido  mucha  de  su  gente,  sin  haber  sali- 
do al  mar  del  Sur,  se  volvieron  á  Europa,  sin  otro  fruto,  que  el  des- 


—8— 
cubrimiento  de  algunas  islas  y  puertos  que  notan  en  las  cartas  ho- 
landesas, con  el  nombre  de  las  islas  de  Sebald  de  Uvert,  que  fué  uno 
de  los  capitanes  de  la  expedición,  y  la   bahia  de    Soucis,  la  bahia 
Cerrrada,  y  la  bahia  de  los  Caballeros,  como  se  ha  dicho. 


AÑO  DE  1599. 

Oliver  de  Nort,  natural  de  Utrech,  equipó  en  Plimouth  cuatro 
embarcaciones.  Navegó  con  ellas  al  Estrecho.  Pasólo  felizmente,  y 
entró  al  mar  del  Sur  por  el  año  de  1600.  Este  pirata  en  la  isla  de 
Santa  Maria  aprisionó  una  fragata  de  nuestra  armada  del  Sur.  Era 
su  capitán  D.  Francisco  Ibarra,  quien  luego  que  reconoció  la  supe- 
rioridad del  enemigo,  arrojó  al  mar  52  cajoncitos  de  oro  en  polvo, 
con  4  arrobas  cada  uno,  y  500  barretones  del  mismo  metal.  Compo- 
nían ellos  la  suma  de  1200  libras.  El  pirata  por  las  confesiones  de 
los  prisioneros  supo  que  el  Virey  de  Lima,  Marqués  de  Salinas,  ha- 
bia  despachado  un  armamento,  con  órdenes  secretas  de  esperarle  en 
el  cabo  de  San  Francisco,  donde  se  decia,  que  habia  de  pasar  en 
busca  de  los  navios  mercantes  del  comercio  del  Perú,  al  tiempo  que 
retornasen  al  Callao  de  la  feria  de  Porto  velo.  Instruido  en  esto,  mu- 
dó de  ánimo.  Entonces  desde  las  mismas  costas  de  Chile,  hizo  der- 
rota á  las  islas  de  los  Ladrones,  y  de  aquí  á  Filipinas.  Pero  D.  Fran- 
cisco 3Ieneses,  su  gobernador,  envió  prontamente  dos  navios  de  guer- 
ra. Los  que  encontrándole,  tuvieron  tan  fuerte  ataque,  que  echaron 
á  pique  uno  y  apresaron  otro,  habiéndose  escapado  los  otros  dos, 
por  la  oscuridad  de  la  noche,  que  no  permitió  el  vijiarlos.  La  Capi- 
tana de  la  escuadra  que  envió  el  Virey,  pereció  con  su  General  D. 
Juan  de  Velazco  en  una  de  las  puntas  ó  cabos  de  California,  restitu- 
yéndose al  Callao  los  demás  bajeles  por  los  años  de  1602. 


AÑO  DE  1615. 

Jorge  Spilberg,  inglés,  entró  con  seis  navios  por  el  Estrecho  de 
Magallanes  al  Mar  del  Sur.  Hizo  en  las  costas  de  Chile  muchos  da- 
ños. El  Virey  de  Lima  con  la  noticia  que  le  comunicó  el  Presiden- 
te de  Chile,  envió  tres  navios  de  guerra.  Encontraron  estos  al  pirata 
sobre  las  costas  de  Cañete,  50  leguas  al  Sur  del  Callao.  Allí  tuvie- 
ron un  fuerte  combate.  El  enemigo,  no  pudiendo  resistir  mas  tiem- 
po á  nuestras  fuerzas,  que  eran  superiores,  hizo  derrota  á  las  islas 
Filipinas.  En  su  altura  dio  con  una  escuadra  que  mandaba  D.  An- 
tonio Ronquillo.  Este  gefe  lo  derrotó  y  echó  á  pique. 


AÑO  DE  1616. 

Jacobo  Maire,  mercader  rico  de  Amsterdam,  y  Guillermo  Schou- 
ten,  famoso  piloto  holandés,  salieron  con  dos  navios  del  Téjelo  á 
buscaren  nuestras  tierras  nuevos  descubrimientos.  Costeando  estos 
las  riberas  del  Brasil,  ¡casaron  la  boca  del  Estrecho.  En  la  altura  de 
54  grados,  64  minutos  de  L.  A.  descubrieron  el  Nuevo  Estrecho  de 
12  leguas  de  largo,  y  8  de  ancho,  que  está  entre  las  Tierras  del  Fue- 
go y  la  isla  que  ellos  llamaron  Siateland.  Pusiéronle  el  nombre  de 
Maire,  en  atención  á  su  descubridor.  Registraron  diferentes  islas, 
que  están  á  la  enírada  y  á  la  salida  de  este  Estrecho:  y  tomando  po- 
sesión de  ellas  de  parte  de  los  Estados  Generales,  navegaron  á  las 
Molucas  y  Filipinas,  de  donde  doblando  el  cabo  de  Buena-Esperan- 
za,  se  restituyeron  á  Holanda.  Nuestra  Corte  instruida  de  este  he- 
cho dio  orden  á  Juan  Morel,  para  que  con  dos  carabelas  pasase  á  re- 
conocer el  Nuevo-Estrecho  y  elegir  sitios  que  fuesen  mas  cómodos 
á  una  fortificación  marítima.  Desembarcó  este  piloto  por  los  años  de 
1617  en  una  de  las  tierras  que  median  entre  los  dos  estrechos.  En- 
contró hombres  de  desmedida  estatura,  pero  no  gigantes.  Uno  de 
ellos  le  dio  una  barra  de  oro  con  media  vara  de  largo.  Y  habiendo 
él  demarcado  la  tierra  y  situación  de  aquel  tránsito,  regresó  á  Es- 
paña por  los  años  de  1618.  Con  las  instrucciones  de  Morel  volvió  la 
Corte  á  despachar-  en  este  mismo  año  á  Bartolomé  García  Nodal. 
Este  hizo  mas  exactas  diligencias  de  sus  demarcaciones,  y  puso  al 
Estrecho  el  nombre  de  San  Vicente.  A  este  mismo  tiempo  entró  por 
él  con  una  embarcación  Guillermo  Ezeten,  inglés.  No  hizo  este  náu- 
tico otra  cosa,  que  habiendo  demarcado  las  costas  y  puertos  de  Chi- 
le y  el  Perú,  restituirse  á  Londres,  á  dar  cuenta  de  sus  observacio- 
nes y  viages. 


AÑO  DE  1624. 

Jacobo  Heremite  Cleuk,  holandés,  armó  en  Amsterdam  una 
escuadra  de  once  navios,  con  294  cañones  y  1637  hombres  de  tropa 
disciplinada.  Entró  al  Mar  del  Sur  por  el  cabo  ele  Hornos.  Llegó  á 
las  islas  de  Juan  Fernandez  y  refrescó  en  ellas  su  gente.  Aquí  tuvo 
consejo  de  guerra.  Su  votó  fué  navegar  al  Callao  con  el  alto  desig- 
nio de  tomarlo  por  sorpresa  y  saquear  la  ciudad  de  Lima.  Siguié- 
ronle todos,  y  se  continuó  el  viage.  Tocó  en  el  destinado  puerto  y 
se  fondeó  dos  leguas  afuera,  en  la  Isla  de  San  Lorenzo.  El  virey  de 
Lima  Marqués  de  Guadalcazar,  con  la  noticia  que  le  comunicaron 
las  vigias  de  las  muchas  velas  que  se  habian  dejado  ver  en  nuestras 
costas,  guarneció  las  playas  con  las  milicias  del  pais  construyendo  en 
los  puertos  muchas  baterías.  Levantó  varios  regimientos  de  caballe- 
ría para  que  impidiesen  el  desembarco.  Coronó  el  j>residio  del  Ca- 


—  10— 
llao  con  las  (ropas  regladas  de  infantería  española.  Pasaban  ya  nues- 
tras fuerzas  de  mas  de  20,000  hombres  de  armas  entre  oficiales  de 
honor  y  nobles,  paisanage  y  milicias.  Puso  el  pirata  sitio  al  puerto. 
S  ■  mantuvo  cinco  meses  en  esta  empresa.  No  le  fué  posible  en  todo 
este  tiempo  desembarcar  un  solo  hombre.  Desesperado  mudó  de  in- 
tento. Destacó  entonces  de  su  escuadra  algunos  navios  para  que  ro- 
basen los  puertos  abiertos  de  Pisco  y  Guayaquil.  Pero  sus  naturales 
y  vecinos  les  dieron  tan  buen  despacho,  que  perdieron  en  el  saco 
gran  parte  do  su  gente.  Antes  de  enviar  esta  expedición,  arrojó  so- 
bre nuestro  puerto  un  navio  de  fuego:  máquina,  que  en  el  sitio  de 
Ambcres  inventó  el  flamenco  Federico  Támbelo.  El  viento  y  las 
corrientes  llevaron  á  Sotavento  este  burlóte  á  las  playas  de  Boca- 
Negra,  casi  media  legua  del  Callao,  y  dos  dé  Lima.  Reventó  en 
ellas,  sin  mas  efecto,  que  un  ruidoso  estremecimiento,  é  iluminación 
de  la  tierra.  Conociendo  el  Herernice  la  vanidad  de  sus  proyectos  se 
encendió  tanto  en  cólera  que  murió  repentinamente  en  2  de  Junio  ele 
162,3.  Fué  sepultado  en  la  isla  de  San  Lorenzo,  donde  yace  para  es- 
carmiento de  piratas.  Después  tomó  el  mando  de  la  escuadra  Gben 
Muigen,  otro  holandés,  que  era  su  subalterno.  A  pocos  clias  se  desa- 
pareció de  nuestro  puerto  y  siguió  el  rumbo  del  cabo  de  Hornos, 
que  repasó  con  felicidad. .  Regístramelo  este  las  costas  del  Brasil,  in- 
vadió y  ganóla  ciudad  de  la  Bahía  de  todos  Santos,  que  es  la  capi- 
tal de  este  Reino.  Pero  al  año  siguiente  la  recuperó  D.  Fadrique  de 
Toledo.  Así  dejando  él.  libre  los  mares  de  nuestra  América  se  resti- 
tuyó á  Amsterdam,  sin  otro  logro  que  la  pérdida  de  su  General  y 
mucha  de  su  gente. 


ANO  DE  1633. 

Hexrique  Breant,  holandés,  con  una  escuadra  considerable  sa- 
lió de  Fevnambuco  y  entró  al  Mar  del  Sur  por  el  Estrecho  de  Maire. 
Era  su  ánimo  tomar  el  presidio  de  Valdivia  y  fundar  allí  una  colo- 
nia. Habiendo,  pues,  desembarcado  su  gente  y  empezado  á  fortifi- 
carse en  aquel  sitio,  el  gobernador  de  la  plaza  y  su  guarnición,  ayu- 
dados de  los  indios  chilenos,  lo  desalojaron  á  cuchilladas,  obligán- 
doles á  abandonar  el  puesto.  Noticiado  de  este  suceso  el  Virey  de 
Lima,  Marqués  de  Mancera,  despachó  una  escuadra  de  seis  navios 
al  cargo  de  1).  Antonio  Martin  de  Toledo,  su  hijo,  que  fué  después 
Presidente  de  Italia.  Este  Jefe  reconoció  los  sitios,  mejoró  las  de- 
fensas del  presidio  y  levantó  una  fortaleza  de  su  nombre. 

Encierran  la  bahía  de  Valdivia,  como  en  un  semi-círculo,  cuatro 
castillos.  Son  ellos  Amargos,  Corred,  Niebla  j  Mancera.  Este  últi- 
mo, que  es  el  principal,  se  lia  situado  en  una  isla,  que  forman  los 
rios  Aganchilla,  Ensenada  che  San  Juan  y  el  de  Valdivia.  Está  co- 
ronado de  16  piezas  de  cañón  de  á  24  y  18.  Su  guarnición  es  de 
100  hombres,  con  un  capitán  de  piquete  que  se  muda  cada  mes.  A 


—Il- 
la banda  del  Sur  le  hace  frente  una  pequeña  fortificación,  que  llaman 
el  CastilUto.  Los  demás  castillos  no  son  tan  considerables.  Niebla 
tiene  12  cañones.  Los  mas  de  18/  con  3  que  miran  á  la  costa  de 
Chanhuin,  que  habitan  los  indios  bárbaros.  Su  guarnición  es  de  100 
hombres.  Corral  tiene  4  cañones,  con  20  soldados.  Amargos  3  de  á 
94,  con  igual  guarnición.  Se  comunican  estos  castillos  á  la  plaza 
por  el  rio  de  Valdivia,  que  dista  siete  leguas.  En  igual  distancia, 
rio  arriba,  se  ha  construido  un  castillo  de  madera,  que  llaman  de 
Cruces.  Este  con  su  guarnición,  de  30  hombres,  que  cada  mes  se 
mudan,  contiene  las  invasiones  de  los  indios  de  Tolien,  alto  y  bajo, 
y  de  la  Maraquina.  La  entrada  del  puerto  es  una  garganta  tan  es- 
trecha que  apenas  puede  pasar  un  navio,  sin  que  sus  vergas  dejen 
de  tocar  en  la  tierra.  El  muro  del  presidio  es  de  piedra  de  sillería, 
con  su  rebellín  de  madera  y  cinco  baluartes,  que  son  Santiago,  el 
Muelle  grande,  San  Pedro,  el  Terrraplen  y  el  Muelle  chico.  Le  co- 
ronan 13  cañones  de  á  24  y  4  pedreros.  La  dotación  de  esta  plaza 
debe  ser  de  500  hombres,  sin  entrar  en  este  número  los  oficiales  y 
gastadores,  que  son  muchos.'  Ha  padecido,  en  el  tiempo  casi  de  siglo 
y  medio,  varios  incendios.  El  mayor  fué  á  17  de  Enero  de  1748. 
No  quedó  en  él  templo  ni  fábrica  alguna  que  no  se  redujese  á  ceni- 
zas. Solo  salvaron  los  libros  de  registros  parroquiales  y  contaduría, 
con  las  custodias  de  la  Compañía,  y  Hospital  Real.  La  plata  y  oro 
que  guardaba  el  Gobernador,  se  fundieron  de  modo,  que  corrían  por 
las  calles  derretidas.  La  materia  de  las  casas  es  de  madera  con  sus 
cubiertos  de  junquillo,  que  osuna  especie  de  Enea.  Ahora  120  años 
eran  todas  de  adobe,  ladrillos  y  piedra,  con  sus  techos  de  tejas.  En 
fin,  este  presidio  es  uno  de  de  los  que  merecen  mayor  atención  en  el 
Ministerio  de  Indias,  y  que  sus  gobernadores  sean,  no  como  quiera 
celosos  del  Real  servicio,  sino  muy  justificados. 


ANO  DE  1G39  ó  40. 

Pie  de  palo,  corsario  holandés,  mandando  una  escuadra  de  ca- 
torce navios,  encontró  la  nuestra  que  volvía  de  Cartagena  á  Cádiz. 
Fiado  él  en  las  ventajas  de  la  suya,  mantuvo  con  la  nuestra  un  re- 
cio combate  de  cinco  horas.  Al  fin  de  ellas  pereció  con  siete  de  sus 
navios,  que  fueron  echados  á  pique,  y  los  otros  muy  maltratados. 
Este  triunfo  se  celebró  en  Cádiz  y  en  las  Indias  con  luminarias  y  re- 
piques. Debióse  él  á  la  valerosa  conducta  de  D.  Carlos  de  Ibarra, 
que  mandó  la  función. 


—12— 
AÑO  DE  1656. 

Mu.  Penn,  almirante  inglés,  con  una  escuadra  de  doce  navios  sor- 
prendió y  tomó  la  Jamaica.  Es  esta  nna  isla  al  Sur  de  Cuba  y  al 
Oeste  de  la  Española.  Descubrióla  Colon  por  los  años  de  1494,  y  la 
pobló  por  los  de  1509.  Ha  sido  ella  desde  este  tiempo  el  abrigo  de 
nuestros  enemigos  y  la  mas  fatal  polilla  de  nuestro  comercio.  Mu- 
cho pudiera  decir  sobre  esto.  Pero  mejor  que  -yo  lo  lia  dicho  (en  su 
Aviso  Histórico,  pág.  168  y  1G9)  D.  Dionisio  Alcedo  y  Herrera,  Pre- 
sidente que  fué  de  Quito  y  Panamá.  Son  sus  palabras  :  La  Jamai- 
ca en  el  dominio  de  la  nación  inglesa  y  en  una  inmediación  tan 
próxima  de  los  puertos  de  ambos  reinos,  que  el  mas  distante  está  200 
leguns  de  aquella  fatal  colonia;  ha  sido  por  espacio  de  84  años,  se- 
gura escala  de  sus  escuadras  en  el  tiendo  de  las  guerras ;  asilo  y  re- 
fugio de  las  naciones  y  -piratas  enemigos  de  la  España,  sin  distinción 
de  tiempos.  Almacén  abastecido  de  toda  especie  de  mercaderias,  pa- 
ra fomentar  el  trato  ilícito  en  las  costas,- por  los  puertos  estraviados 
del  comercio  público.  Estrago  de  todas  las  provincias  de  ambos  rei- 
nos y  ruina,  universal  délos  comercios  de  Europa,  en  el  desbarato  de 
flotas  y  galeones. 

En  esto  último  el  mas  perjudicado  lia  sido  el  comercio  de  Sevilla. 
Todos  los  años  le  entraban  de  su  negociación  doce  millones.  En  los 
galeones  de  1723,  1728  y  1731,  apenas  le  tocaron  100,000  pesos. 
Desde  el  año  de  1574  hasta  el  de  1702,  se  habían  despachado  45  ar- 
madas de  galeones.  Ninguna  bajó  de  treinta  millones.  Tres  de  ellas 
que  fueron  de  los  años  de  1645,  1659  y  1691,  excedieron  aquella  su- 
ma: y  la  del  año  de  1708  (con  haberse  permitido  el  comercio  fran- 
ecs^al  mar  del  Sur)  llegó  casi  á  cuarenta  millones.  Consta  esto  de 
los  registros  é  instrumentos  auténticos  que  se  guardan  en  las  ofici- 
nas del  Perú  y  Cádiz.  Los  menoscabos  tan  grandes  que  ahora  senti- 
mos en  esta  parto,  quizá  se  remediarán,  volviendo  los  galeones  á  su 
antiguo  pié,  y  castigando  con  perdimiento  de  bienes  y  condenación 
perpetua  á  las  minas  de  Huancavelica  ó  presidios  de  África  al  que 
se  mezclase  con  los  ingleses  en  el  comercio  ilícito  de  la  Jamaica, 
ú  otras  colonias  desnaturalizando  asi  mismo  á  sus  hijos  y  descen- 
dientes de  los  reinos  de  España  y  de  las  Indias.  Mas  hará  esto  que 
la  horca  y  el  cuchillo,  junto  con  un  Tribunal  que  solo  entiende  en 
causas  de  esta  naturaleza,  y  que  no  permita  en  nuestros  puertos  va- 
gabundos, extranjeros  ni  ociosos,  que  son  los  que  por  lo  común  vi- 
ven del  contrabando. 


ANO  DE  1669. 

Enrique  Morgan,  que  otros  llaman  Juan,  natural  del  principa- 
do de  Gales,  siendo  mozo,  se  embarcó  para  las  islas  Barbadas,  don- 


—13— 

de  fué  vendido  y  sirvió  de  esclavo.  Luego  que  consiguió  su  libertad 
se  condujo  á  la  Jamaica.  En  esta  isla  se  juntó  con  los  muchos  pira- 
tas que  se  habían  acojido  á  ella.  Hizo  cuatro  viages  en  su  compañía. 
No  sufriendo  su  espíritu  él  ser  mandado,  compró  un  bajel  para  apro- 
vecharse él  solo  de  las  presas  que  tomase.  Con  esta  embarcación, 
equipada  de  numerosa  chusma  de  ladrones,  habiendo  saqueado  las 
costas  de  Campeche  y  Maracaibo  se  restituyó  á  la  Jamaica.  Aquí 
se  amistó  con  un  viejo  pirata,  nombrado  Mansuelt.  Este  le  ayudó 
para  armar  una  flota  de  quince  embarcaciones  y  500  hombres.  La 
que  formada,  navegó  á  las  islas  ele  Santa  Catarina,  siendo  Masuelt 
el  Almirante  y  Morgan  su  subalterno.  Tomaron  la  isla.  Mas  no  les 
fué  posible  mantenerse  en  ella  por  falta  de  socorro.  Se  retiraron  en- 
tonces a  la  isla  de  la  Tortuga.  Murió  en  ella  el  Almirante,  y 
Morgan  le  sucedió  en  el  cargo.  Hizo  él  equipar  nueva  flota,  con  do- 
blada tripulación  y  navios  de  mayor  resistencia.  Señaló  el  puerto  de 
Cuba  para  que  allí  se  juntasen.  Salió  de  él  y  navegó  al  puerto  del 
Príncipe,  que  saqueó.  Como  los  despojos  no  cubriesen  las  deudas 
que  habian  contraído  en  la  Jamaica  sus  compañeros  los  flibustiers, 
se  desbarató  el  armamento. 

Con  todo,  Morgan  á  poca  costa,  armó  una  flotilla  y  con  ella  tomó 
á  Portobelo.  Le  importó  la  presa  mas  de  medio  millón  entre  finas 
mercaderías  y  250,000  pesos  en  plata  que  repartió  á  sus  compañeros. 
Alentado  de  este  suceso,  aspiró  al  sacó  de  mayores  plazas.  Volvió  á 
la  Jamaica  y  recojió  en  ella  15  bajeles  y  900  hombres.  Con  este  ar- 
mamento saqueó  segunda  vez  á  Maracaibo,  y  robó  á  Gribraltar,  ha- 
biendo desbaratado  á  unos  navios  españoles  que  se  le  opusieron. 
Partió  de  aquí  á  Panamá,  teniendo  ya  aumentada  su  flota  de  37  ve- 
las con  2,000  hombres  de  desembarco.  En  la  toma  de  la  isla  de  San- 
ta Catarina,  perdió  cuatro  embarcaciones  y  empezó  su  gente  á  to- 
carse de  escorbuto  y  disentería,  mas  él  no  desmayó  de  la  empresa. 
Forzó  á  Chagre,  y  por  el  rio  de  este  nombre  subió  á  Panamá,  que 
rindió  en  el  tiempo  de  cuatro  días  de  sitio,  y  quemó,  después  ele  ha- 
berla saqueado  y  cometido  crueldades,  que  exceden  la  tiranía  de  los 
mas  bárbaros.  Sobre  la  división  de  la  presa,  que  fué  de  muchas  ri- 
quezas en  oro,  plata  y  perlas,  hubo_  entre  los  oficiales  gravísimas  di- 
senciones.  Morgan,  reconociendo  que  estas  eran  interminables,  se  re- 
tiró á  la  Jamaica  con  cuatro  bajeles,  donde  nunca  mas  se  mezcló 
en  expediciones  tan  infames  y  de  resultas  tan  peligrosas. 

El  Virey  de  Lima,  Conde  de  L'emus,  informado  de  los  atroces  he- 
chos de  Morgan,  envió  en  su  persecución  la  armada  del  Sur.  A  es- 
ta acompañaron  las  tropas  de  infantería,  que  por  Guayaquil  hizo 
conducir  el  Presidente  de  Quito.  Llegaron  fuera  de  tiempo  estos  so- 
corros. Ya  Panamá  era  cenizas  y  el  enemigo  (como  se  lia  dicho)  se 
habia  retirado'  con  la  presa  al  antiguo  albergue  de  sus  robos.  I)es- 
}3iies  de  orden  de  S.  M.  se  mudó  la  ciudad  al  sitio  que  hoy  ocupa, 
que  es  á  los  8  grados  45  minutos  de  L.  B„ 


—14- 

AÑO  DE  1670. 

Carlos  Henríque  Clerk,  con  una  fragata  do  40  cañones,  en- 
tró en  el  Estrecho  de  Magallanes  al  Mar  del  Sur.  Traíalas  órdenes 
del  Ministerio  de  Inglaterra  para  observar  y  demarcar  los  puertos  y 
lugares  de  la  costa  de  Chile  y  el  Perú.  Lo  que  ya  antes  por  los  años 
de  1616'  habia  practicado  Guillermo  Ezeten,  como  se  lia  diclio.  Pe- 
ro uno  y  otro  con  igual  efecto.  Esto  es  la  poca  seguridad  que  se  de- 
be tener  de  estas  operaciones,  cuando  se  hacen  desde  el  Mar.  De^ 
terminó  este  demarcador  tomar  tierra,  y  se  desembarcó  en  Valdivia. 
El  Gobernador  de  esta  plaza  le  aprisionó,  matándole  la  mayor  par- 
te ele  su  gente.  Remitido  á  Lima,  se  le  dio  garrote  en  la  plaza  ma- 
yor por  los  años  de  1682,  siendo  Virey  el  Duque  de  la  Falata,  no 
habiéndole  valido  los  efugios  y  contestaciones  de  ser  católico  y  estar 
ordenado  de  presbítero. 


AÑO  DE  1679. 

Cokson  Harris,  Bournako,  Saükins,  Sharp,  Cook,  Allessox, 
Iíowe,  Watliít  y  Macket,  piratas  ingleses  y  compañeros  de  Mor- 
gan, salieron  de  la  Jamaica  el  23  de  Marzo  con  nueve  bajeles,  sien- 
do gefe  de  la  escuadra  el  primero  que  hemos  nombrado.  Navegaron 
á  la  costa  del  Darien:  y  el  19  de  Abril  se  apoderaron  de  la  ciudad 
de  Santa  María.  !No  habiendo  hallado  en  ella  los  tesoros  que  ima- 
ginaban, costearon  á  Panamá  y  echaron  á  pique  varios  navios  de 
Lima,  que  habían  anclados  en  su  puerto  y  bloquearon  diez  días  la 
ciudad,  que  no  pudieron  rendir. 

El  gefe  hizo  dimisión  del  empleo  de  almirante.  Sucedióle  eí 
capitán  Sawlcins.  Pero  habiendo  sido  este  muerto  (no  sé  si  por  los 
suyos  ó  por  los  nuestros)  entró  en  su  lugar  Sharp,  que  por  sus  he- 
chos se  ha  distinguido  entre  todos  los  Flibustiers.  Hizo  velas  para 
Arica,  con  ánimo  de  sorprenderla  de  noche.  Pero  repelido  de  sus  na- 
turales y  vecinos  se  dirigió  al  puerto  de  lio,  donde  recogió  nuevas 
provisiones.  Después  se  retiró  á  las  islas  de  Juan  Fernandez,  ha- 
biendo robado  y  destruido  todos  los  navios  mercantes  que  encontró 
en  el  camino.  Aquí  fué  depuesto  del  empleo,  tomando  el  mando  el 
capitán  Watlin.  Resolvió  este  segunda  vez  invadir  á  Arica.  Mas  es^ 
ta  empresa  le  costó  mas  que  la  primera,-  porque  casi  perdió  la  mitad 
de  su  gente  en  el  asalto.  Embistió  también  á  Paita,  que  no  fué  me- 
nos vigorosa  en  su  defensa.  Como  no  hubiesen  correspondido  los 
efectos  á  sus  vanas  esperanzas,  navegó  a  buscar  el  Estrecho  de  Ma- 
gallanes, que  en  mas  de  un  mes,  no  pudo  hallar;  por  lo  que,  sepa- 
rándose los  demás  con-piratas,  se  retiró  (como  dicen)  á  su  país. 


— 15— 


AÑO  DE  1679. 


Bartolomé  Charps,  Juan  Guaelen  y  Eduardo  Bolmenj  in- 
gleses, acompañados  de  150  bandidos  y  piratas,  fueron  introducidos 
por  los  bárbaros  del  Dañen  al  Mar  del  Sur.  Estos  en  piraguas  y  ca- 
noas, los  condujeron  al  puerto  de  Perico.  En  él  había  ancladas  dos 
embarcaciones.  Sorprendiéronlas  repentinamente.  Hallaron  en  la 
una  50,000  pesos  y  mucha  provisión  de  harina,  pólvora  y  otros  per- 
trechos de  guerra,  que  para  el  socorro  de  Panamá  se  habían  remiti- 
do de  Lima.  Con  estas  presas  y  crecido  número  de  gentes,  así  de  su 
misma  nación,  como  de  otras,  que  se  les  habían  juntado,  saquearon 
los  puertos  y  lugares  abiertos  de  las  costas  del  Perú  y  Chile.  En  es- 
tas piraterías,  Eduardo  Bolmen,  necesitado  de  víveres,  desembarcó 
en  Tmnaco,  puerto  de  la  jurisdicción  de  Quito.  Bobo  las  casas  de 
campo,  situadas  en  aquellas  playas;  j  pareciéndole  que  no  eran 
bastantes  aquellas  provisiones  para  la  multitud  de  bandidos  que  le 
seguían,  volvió  por  lo  demás.  A  este  tiempo  I),  Juan  de  Godoy,  te- 
niente de  aquel  partido,  llegaba  al  puerto.  Así  que  lo  descubrió  pu- 
so toda  su  gente  en  emboscada,  Luego  que  cuarenta  de  los  piratas 
tomaron  tierra,  fueron  sorprendidos  repentinamente  y  muertos  todos. 
Quedó  solo  Bolmen.  Le  embistió  Godoy  con  espada  y  daga.  Tenién- 
dole casi  rendido  le  concedía  la  vida,  con  designio  de  enviarlo  vivo 
al  Virey  de  Lima.  Pero  lo  acabó  de  matar  á  cuchilladas,  porque  él 
prefiirió  morir  piimero  que  rendirse.  Este  y  sus  compañeros  habían 
residido  mucho  tiempo  en  Lima,  con  el  nombre  de  Irlandeses,  Viz- 
caínos ó  Navarros,  como  hay  muchos  en  la  América.  Habían  he- 
cho allí  observaciones  que  intentaban  jjoner  en  práctica. 

Guarlen  y  Cha-r/ps  con  las  instrucciones  que  les  dejó  Bolmen,  y 
naves  que  habían  armado,  pasaron  á  las  costas  de  Chile.  En  ellas 
robaron  el  puerto  de  Coquimbo  y  ciudad  de  la  Serena,  y  se  abriga- 
ron de  la  isla  de  Juan  Fernandez.  Descubiertos  de  uno  de  los  navios 
de  guerra,  que  el  Virey,  Arzobispo  de  Lima,  I).  Melchor  de  Liñan 
y  Cisneros  había  despachado,  se  desaparecieron.  Mientras  los  nues- 
tros les  daban  caza,  usaban  ellos  la  estratagema  de  navegar  de<lia 
hacia  la  costa  de  Valdivia.  Pero  de  noche  mudaban  el  rumbo  hacia 
Arica.  Aquí  se  desembarcaron  y  aprisionaron  algunos  de  los  nues- 
tros, rompieron  la  trinchera,  que  les  opuso  Gaspar  de  Oviedo,  Maes- 
tre de  Campo  de  las  milicias  de  aquel  partido.  Insolentados  los  pira-; 
tas,  emprendieron  osadamente  tomar  y  saquear  la  ciudad.  Pero  Ovie- 
do oponiéndoseles  segunda  vez,  al  primer  choque  matóá  Juan  Guar- 
len y  á  su  alférez,  que  llevaba  la  bandera  inglesa,  y  á  23  soldados, 
haciendo  prisioneros  19,  que  después  fueron  ahorcados.  No  le  fué 
posible  alcanzar  álos  que  huian,  por  haber  durado  el  combate  siete 
horas,  desde  las  ocho  de  la  mañana  hasta  las  tres  de  la  tarde.  Los 
otros  piratas  escarmentados  de  los  sucesos  referidos  con   dos  navios, 


—16— 
y  otros  que  apresaron  á  la  salida  de  Guayaquil,  entrando  por  el  es- 
trecho de  Maire,  llegaron  a  Londres  el  año  de  1681. 


AÑO  DE  1682. 

Cook  y  Cowley,  piratas  ingleses  y  cabezas  principales  de  los 
Bucaniers  y  Flibustiers,  salieron  de  la  Virginia  el  23  de  Agosto. 
Navegaron  á  las  costas  de  Cabo  Verde,  y  desembarcaron  en  el  puer- 
to de  Santiago.  En  él  apresaron  una  fragata  de  40  cañones,  carga- 
da de  víveres  y  provisiones,  y  saquearon  la  población,  robando  cuan- 
to se  les  vino  á  las  manos.  De  aqni  hicieron  vela  hacia  las  costas  del 
Brasil:  y  habiendo  descubierto  á  los  47  grados  de  L.  una  isla,  que 
Cowley  llamó  Pépys,  recorrieron  en  la  Havra  (capaz  de  mil  bajeles) 
sus  embarcaciones.  Después  dirigiéndose  al  estrecho  de  Magallanes, 
descubrieron  á  los  53  grados  las  tierras  del  Fuego.  Pero  no  atrevién- 
dose á  pasar  el  Estrecho  de  Maire,  determinaron  doblar  el  Cabo. 
En  esta  vuelta  encontraron  á  los  47  grados  de  L.  un  navio  ingles, 
qne  mandaba  Juan  Eaton.  Obligaron  á  este  á  seguirles,  después  de 
haberlos  arrojado  una  tempestad  hasta  los  63  grados  y  30  min.  Al- 
tura, que  hasta  entonces  ningún  bajel  habia  tocado.  Aquí  siendo 
los  fríos  insufribles,  reviraron  al  Nordeste.  Continuando  estos  aven- 
tureros su  viage  llegaron  á  la  isla  de  los  Lobos,  donde  refrescaron  y 
carenaron  sus  embarcaciones,  Informados  de  uno  de  los  prisioneros 
que  el  Realejo  en  nuestra  costa  septentrional  era  plaza  desproveída 
de  víveres  y  desnuda  de  guarnición,  encaminaron  á  él  su  derrota. 
Pero  se  engañaron.  Sus  naturales  y  vecinos  defendieron  el  puertojvi- 
gorosamente,  y  les  obligaron  á  retirasse.  Entonces  ellos  salieron  al 
golfo  de  S.  Miguel  y  se  hicieron  dueños  de  las  islas  de  la  Manguera 
y  Amapalla.  Aquí,  con  la  muerte  de  Cook,  se  rompió  la  liga  de  los 
piratas,  habiéndose  movido  grandes  disenciones  entre  los  capitanes 
Eaton  y  Da/vis. 

Cowley,  seguido  de  Eaton,  dejó  estas  islas  y  navegó  á  las  cos- 
tas del  Perú,  donde  tomó  dos  navios  que  estaban  anclados  en  Pay- 
ta,  y  se  retiró  á  la  Gorgona,  para  hacerse  de  agua  y  leña.  Siguien- 
do siempre  al  Oeste  Nordeste,  puso  su  rumbo  á  las  Indias  Orien- 
tales: v  en  la  altura  de  13  arados  2  min.  de  L.  descubrió  la  isla  de 
Guan,  una  de  las  marinas.  Fingiéndose  embiado  de  la  Corte  de 
Francia,  engañó  al  Gobernador  español,  que  le  permitió  desem- 
barcar, y  dio  todo  lo  necesario  para  su  viage.  Continuó  de  aquí  su 
derrota  y  descubrió  en  la  altura  de  13  grados,  30  minutos  de  L.  sep- 
tentrional, una  cadena  de  islas  al  Norte  de  las  de  Luzon.  Costeando 
estas,  llegó  á  Cantón,  y  saqueó  esta  ciudad,  En  fin,  después  de  otras 
muchas  aventuras  que  no  hacen  á  nuestro  asunto,  se  apartó  Cowley 
de  sus  compañeros,  y  embarcándose  en  un  navio  holandés,  dobló  el 


—17— 

calbo  de  Bucna-Esporanza,  y  se  restituyó  á  Londres,  habiendo-  dado 
la  vuelta  al  mundo. 


AÑO  DE  1683, 

Eduardo  David,  pirata  flamenco,  entró  por  el  Estrecho  de  Ma- 
gallanes, con  una  fragata  de  36  cañones  y  otra  de  16,  ambas  con 
tripulación  inglesa.  Salió  él  al  Mar  del  Sur,  y  se  le  juntaron  entre 
la  isla  de  Santa  Clara  y  punta  de  Santa  Helena  264  flibustiers,  in- 
gleses, que  penetrando  el  tránsito  del  Darien,  se  trasportaron  en  ca- 
noas, que  allí  labraron,  al  rio  de  Boca-Chica.  Con  estas  gentes  y 
sus  embarcaciones,  que  eran  seis  pequeñas,  un  burlot  de  fuego  y  un 
navio  marchante  sin  artillería,  empezó  á  infestar  las  costas  del  Pe- 
rú. Avisado  el  Virey  de  Lima,  Duque  de  la  Palaia,  de  los  insultos 
que  este  pirata  cometia  en  nuestros  puertos  y  lugares  abiertos  envió 
contra  él  una  escuadra  de  siete  bajeles  que  mandaron  en  calidad  de 
General  D.  Pedro  Pontejos,  y  de  Almirante  D.  Antonio  Peas,  con- 
duciéndose también  a  bordo  de  la  Capitana  P).  Tomas  Palavicino^ 
cuñado  del  Virey  y  General  del  Callao.  Se  avistó  nuestra  armada 
con  la  del  enemigo  en  la  ensenada  de  Panamá,  cerca  de  las  islas  del 
Bey.  Combatió  con  ella  el  11  de  Junio  de  1685,  y  la  tuvo  casi  ren- 
dida, á  no  haberse  levantado  entre  los  nuestros  varias  contiendas  so- 
bro el  mando.  Mientras  estas  no  se  decidian  se  perdió  el  tiempo 
que,  escapándose,  logró  el  enemigo. 

Nuestra  escuadra  se  retiró  á  Paita.  Aquí  por  un  gravísimo  descui- 
do se  quemó  la  Capitana  con  los  jefes  principales  y  400  hombres  de 
su  tripulación,  habiendo  solo  librado  en  una  tabla  D.  Pedro  Ponte- 
jos,  hijo  del  General.  La  de  los  enemigos,  que  ya  se  habia  separado 
de  los  filibusteros,  registrando  nuestras  costas,  saqueó  los  puertos  de 
Zana,  Santa  y  Casma.  En  este  último,  Eduardo  David  hizo  pasar 
por  las  armas  á  D.  Andrés  de  Estrada,  su  cura.  Esto,  por  sospechar 
de  que  habia  ocultado  el  dinero,  que  en  realidad  no  tenia.  No  falta 
autor  que  diga  que  la  pérdida  de  su  caudal  le  ocasionó  la  muerte, 
consumiéndose  á  rigores  de  la  pena.  Enteramente  es  esto  falso  y 
contra  el  crédito  ele  un  eclesiástico  de  virtud  y  mérito.  Después  el  pi- 
rata, invadiendo  á  Huaura,  aprisionó  á  D.  Blas  de  la  Carrera,  Al- 
calde Provincial.  Puso  su  rescate  en  una  crecida  cantidad.  Como 
esta  no  se  le  hubiese  remitido  al  tiempo  señalado,  lo  mandó  de- 
gollar y  colgar  su  cabeza  en  un  peñol.  Lo  que  efectuado  pasó  á  Pis- 
co y  desembarcó  en  Paraca  el  21  de  Junio  de  1686.  Los  nuestros  sa- 
lieron del  fuerte  y  le  mataron  alguna  de  su  gente.  Pero  reconocien- 
do mayor  fuerza  en  la  del  enemigo,  se  retiraron  á  la  fortaleza.  Des- 
de ella  resistieron,  hasta  que  no  pudiendo  mantener  el  puesto,  por 
ser  mayor  el  número  de  los  contrarios,  se  rindieron  y  quedaron  pri- 
sioneros. Concedióles  la  libertad  por  veinticuatro  mil  pesos,  que  pa- 

LlTER ATURA — 2 


—18— 
garon  de  contado,  reduciéndose  á  esta  suma,  la  de  ochenta  mil  que 
pretendía  sacarles. 


ANO  DE  1685. 

Marceeti  y  veintidós  de  los  filibusteros  que  hablan  jugado  la 
parte  que  les  tocó  de  presas  y  robos,  salieron  de  la  isla  de  Juan  Fer-> 
nández,  en  una  pequeña  embarcación.  Su  ánimo  era  perecer,  ó  arro- 
jarse á  mayores  empresas,  que  las  que  sus  compañeros,  habían  he- 
cho. En  las  costas  del  Peni  y  Chile  tomaron  uno  por  uno,  hasta 
cuatro  navios  mercantes.  De  estos  escogieron  el  mejor.  Pusieron  en 
él  todas  sus  presas  y  gentes  y  navegaron  al  Estrecho.  En  el  medio 
de  él  fué  destrozado  el  navio,  por  una  fuerte  tempestad.  Ellos  escapa 
ron,  y  con  los  fragmentos  que  arrojó  el  mar,  construyeron  un  barco 
que  les  costó  diez  meses  de  trabajo.  Los  mas  de  ellos  perecieron  do 
hambre  y  miserias.  Los  pocos  que  quedaron  se  acojieron  á  la  Cayen- 
ne,  isla  de  la  costa  de  la  G-uayana,  que  está  á  los  4  g.  45  m.  de  lat. 
y  352  de  long.  al  Norte,  con  18  leguas  de  circuito.  Aquí  cuatro  de 
ellos  proyectaron  pasar  á  Francia  con  buenas  memorias,  y  volver  á 
infestar  el  mar  del  Sur.  Lo  consiguieron.  Entre  estos  era  el  princi- 
pal Marcerti.  Habló  él  á  Mr.  de  Genes  que  se  agradó  de  las  propo- 
siciones. Este,  contemplándolas  interesantes  á  su  Corte,  obtuvo  del 
Rey  el  mando  de  una  escuadra  de  seis  bajeles.  Salió  con  ella  de  la 
Rochela  el  3  de  Junio  de  1695.  No  trajo  otra  cosa  de  los  mares  de 
América,  que  las  demarcaciones  y  observaciones  que  trabajó  Mr-. 
JÉroger-,  restituyéndose  el  21  de  Abril  de  1697  al  mismo  puerto  do 
donde  habia  salido. 


ANO  de  1687. 

Los  Filibusteros  ingleses  que  acompañaron  á  David  en  el  primer 
combate,  que  tuvo  con  los  nuestros  en  la  ensenada  de  Panamá,  se 
separaron  á  hostilizar  las  costas  de  nueva  España.  En  ellas  torna- 
ron la  ciudad  de  Granada.  Este  pillage  fué  ninguno  ó  poco  conside- 
rable. Asi  determinaron  lograr  otro  de  mayor  ínteres,  apoderándose 
de  Guayaquil.  La  que  tomada  por  indefensa,  les  contribuyó  cua- 
renta y  dos  mil  pesos,  á  cuya  cantidad  se  redujo  el  millón  en  que  ha- 
bían puesto  su  tasa.  Fuera  de  esto,  hallaron  en  las  Cajas  del  Eey  y 
particulares  92,000  pesos  y  muchas  mercaderías  finas,  perlas,  dia- 
mantes, esmeraldas  y  plata  en  pasta  y  labrada,  que  su  importe  pa- 
só de  mas  de  200,000  pesos.  Pero  se  manejaron  tan  villanamente, 
que,  aun  habiendo  recibido  la  contribución,  degollaron  cuatro  de  los 
vecinos  que  tenían  en  rehenes,  y  remitieron  sus  cabezas  á  la  ciudad,, 
para  que  siendo  lastimoso  espectáculo  del  pueblo,  fuesen  hasta  hoy 
afrentoso  padrón  de  su  barbarie,  crueldad,  tiranía  y  torpeza. 


—19— 
Como  la  noticia  de  estos  infames  heclios  llegase  á  Lima,  varios  ca-. 
talleros,  hijos  y  vecinos  de  esta  capital,  armaron  á  su  costa  dos  na- 
vios de  guerra,  que  entregaron,  el  uno  á  Nicolás  de  Igarza,  y  el  otro 
á  Dionisio  de  Artunduaga,  comerciantes  vizcaínos,  é  inteligentes  en 
la  Náutica.  El  principal  armador  (como  lo  afirman  los  autores  dé 
aquel  tiempo,  y  yo  guardo  una  Memoria  impresa)  fué  D.  Cristoval 
de  Llano  Jaravai  caballero  profeso  en  el  orden  de  Santiago,  Gober- 
nador y  Capitán  General  de  Santa  Cruz  de  la  Sierra  en  el  Perú, 
Capitán  de  Gentiles-Hoinbres';Lansas  y  Tesorero  de  las  Eeales  Ca- 
jas de  Lima.  Este  limeño  sirvió  entonces  al  Eey  y  á  su  patria,  fran- 
queando mas  de  cien  mil  pesos  de  su  caudal,  asi  por  lo  que  le  toca- 
ba de  parte,  como  por  lo  que  suplió  en  los  gastos  de  los  otros  com- 
pañeros, que  no  fueron  menos  celosos  en  la  equipackm  de  los  baje- 
les. Salieron  pues  estos  del'Caiiao,  y  entre  la  isla  del  Amortajado  y 
punta  ele  Santa  Elena,  que  están  en  tres  grados  de  L.  A.  encontra- 
ron con  la  nota  de  los  piratas.  Combatieron  con  ella;,  y  en  repetidos 
encuentros  duró  el  combate  desde  27  de  Maja")  hasta  2  de  Junio. 
Los  nuestros  les  desarbolaron  dos  embarcaciones,  que  abandonaron 
luego  los  enemigos.  Y  temiendo  ellos  que  las  demás  padeciesen  igual 
fortuna,  favorecidos  de  la  oscuridad  de  la  noche,  huyeron  bien  mal- 
tratados. Los  dos  bajeles  de  Lima  continuaron  su  corso,  hasta  lim- 
piar el  mar,  como  lo  consiguieron,  de  estos  tiranos  y  ladrones  que 
desde  entonces  no  se  dejaron  ver  en  cosía  alguna. 


ANO  DE  1696, 

Los  Mrs.  Poiistty  y  Cassé  con  once  navios  y  muchas  embarca- 
ciones pequeñas,  salieron  de  Petis-Goave,  conduciendo  en  ellas,  fue- 
ra de  las  marinerías,  1,800  infantes  para  invadir  á  Cartajena.  To- 
maron el  castillo  de  Boca-Chica  y  desembarcaron  en  la  playa  que 
está  éntrela  Ciénega  y  el  castillo  de  San  Lázaro.  Ganaron  esta  for- 
tificación y  atacaron  después  la  Medialuna,  ocupando  el  arrabal  de 
Gigimani,  que  les  abrió  el  paso  para  tomar  la  plaza  y  saquear  sus 
tesoros  y  riquezas.  Importaron  estos  diez  millones  de  pesos,  siendo 
la  mayor  cantidad  de  los  interesados  del  comercio  de  España.  En 
el  pillaje  se  halló  una  urna  del  Sanio  Sepidcro,  que  era  de  plata 
maciza.  Esta  conducida  á  Francia,  la  mandó  restituir  la  Magestad 
del  Señor  Luis  XIV,  advirtiendo  á  sus  vasallos,  que  no  los  enviaba  á 
profanar  los  templos,  ni  mezclar  entre  las  presas  los  vasos  sagrados 
ni  cosa  que  tocase  á  los  usos  de  la  Iglesia. 


—20— 
AÑO  DE  1699. 

Mr.  Beauche   Govin,  navegante  francés,  entró  al  Estrecho  de 

Magallanes  y  dio  fondo  en  el  calió  do  las  Vírgenes  el  24  de  Junio. 
Continuó  su  navegación  y  ancló  en  el  puerto  de  Famine,  que  en 
otro  tiempo  fué  población  de  españoles.  Aquí  observó  que  (aun. 
siendo  la  estación  mas  rigorosa  del  Invierno  en  nuestro  clima)  el 
tiempo  era  tan  templado  como  en  Francia,  Registró  también  un 
terreno  llano,  capaz  de  cultivo,  que  se  estendia  mas  cié  20  leguas  en 
lá  isla  de  Santa  Isabel.  Visitó  la  Tierra  del  Fuego  y  comunicó  con 
los  indios  bárbaros  que  la  habitaban,  habiendo  recibido  algunos  á 
"bordo  de  su  navio,  que  estaba  anclado  cinco  leguas  de  la  playa.  Es- 
te manejo  le  hizo  conocer  que  eran  tratables  y  dóciles  á  la  comunica- 
ción. Cuando  él  iba  á  tierra  le  venian  tropas  de  20  en  20  y  de  50  en 
50,  rindiéndosele  en  ademan  de  quien  pide  limosna.  Ellos  traían 
por  todo  vestido  una  túnica  de  pieles  hasta  la  rodilla,  y  vivian  en 
unas  chozas  cubiertas  de  lo  mismo. 

Después  siguió  su  rumbo  al  puerto  Galante,  donde  tocó  y  descu- 
brió una  isla  con  dos  abras.  Llamó  á  la  mas  principal  Puerto  Delfín 
y  á  la  otra  Puerto  de  Philipeaux.  Tomó  posesión  de  ella  y  le  dio  el 
nombre  de  Luis  el  Grande.  De  aquí,  doblando  el  cabo  de  la  Victo- 
ria, entró  al  Mar  del  Sur:  y  el  5  de  Febrero  se  fondeó  en  la  isla  de 
Santa  Maria  Magdalena,  que  está  en  la  costa  de  Arauco,  donde  di- 
cen, que  hay  un  buen  puerto,  y  que  los  navios  se  pueden  amarrar  en 
gruesos  árboles,  que  pueblan  sus  orillas.  En  fin,  costeando  los  puer- 
tos de  Chile,  hizo  con  sus  habitantes  un  comercio  útil  y  se  restituyó 
á  Francia,  por  el  cabo  de  Hornos,  habiendo  entregado  al  Almiran- 
tazgo las  memorias  y  planes  que  escribió  y  levantó  eu  el  estrecho  de 
Magallanes,  donde  estuvo  siete  meses  el  ingeniero  Mr.  Labat,  que 
navegó  en  su  compañía.  La  carta  reducida  de  este  estrecho,  que  pol- 
los años  de  1753  publicó  Mr.  Pellín,  que  en  su  género  no  hay  otra, 
es  sacada  de  estas  memorias. 


AÑO  DE  1707. 

Wodes  Kogees-,  pirata  inglés,  salió  con  dos  embarcaciones  de  un 
]3uerto  cerca  de  Bristol  el  2  de  Agosto,  trayendo  en  calidad  de  su  pri- 
mer piloto  á  Guillermo  Dampier,  bien  conocido  por  la  relación  de 
sus  viages.  Montó  el  cabo  de  Hornos  y  se  acogió  á  las  islas  de  Juan 
Fernandez.  En  ellas  halló  á  Alejandro  SelMrJc,  escoces,  á  quien  el 
capitán  Pradlin  (habia  4  años  y  4  meses)  que  allí  había  abandona- 
do. Después  de  haber  refrescado  su  gente  dejó  las  islas  el  14  de  Fe- 
brero de  1709  y  fué  á  invadir  a  Guayaquil,  que  tomó  repentinamen- 
te. Esta  ciudad  le  pagó  por  su  libertad  una  gruesa  contribución. 
Be  aquí,  cruzando  nuestras  costas,  apresó  varias  embarcaciones  pe- 


—21— 
quenas.  Entre  estas,  en  mi  puerto  de  California,  rindió  el  Graleoa 
de  Manila,  que  le  costó  Lien  cara  su  presa,  porque  perdió  en  el  com- 
bate mucha  de  su  gente.  Lo  que  junto  con  las  enfermedades  y  otras 
miserias,  lo  iban  constituyendo  en  infeliz  estado.  Así  determinó  dar 
la  vuelta  al  mundo  y  restituirse  á  la  Europa,  donde  condujo  de  sus 
piraterías  una  carta  española,  con  la  descripción  de  todas  las  costas, 
radas,  abras,  rocas  y  bancos,  desde  Acapulco  basta  Chiloé,  que  pu- 
blicó al  fin  del  tomo  II  de  su  Diario,  y  dio  fondo  en  Dones  el  11 
de  Abril  de  1711. 


ANO  DE  1708. 

Tomas  Colé,  pirata  inglés,  con  una  piragua  y  70  hombres,  salió 
de  los  Manglares  del  Darien,  donde  estaba  encubierto.  Este,  habien- 
do acometido  á  un  bergantín  que  por  el  rio  de  Chagres  convoyaba 
14  balandras,  ricamente  cargadas,  las  rindió  y  mató  al  capitán  que 
las  mandaba.  Después  en  el  mismo  sitio  apresó  otras  seis.  La  carga 
de  unas  y  otras  le  reguló  por  mas  de  medio  millón  de  pesos,  que  con- 
dujeron estos  ladrones  á  la  Jamaica,  asilo  de  sus  robos. 

En  esto  mismo  año,  Carlos  Wager,  Y  ice-almirante  inglés,  salió 
de  la  Jamaica  con  una  numerosa  escuadra:  y  el  8  de  Junio  á  las  5 
de  la  tarde,  á  vista  de  Cartagena,  se  presentó  á  nuestros  galeones, 
que  volvían  á  España  con  todos  los  tesoros,  que  en  aquella  ciudad 
se  hablan  recogido  de  la  feria  que  se  acababa  de  celebrar  por  los  me- 
ses de  Abril  y  Mayo.  Combatieron  unos  y  otros  con  grande  fuerza 
desde  el  mismo  instante  que  se  encontraron  hasta  las  cuatro  de  la 
mañana.  Naufragó  nuestra  Capitana  nombrada  San  José.  Salvaron 
en  ella  solo  cinco  hombres,  que  recogió  á  su  bordo  el  enemigo,  ha- 
biéndose ahogado  578.  Varó  una  ele  nuestras  urcas,  que  venia  arma- 
da con  la  tripulación  del  navio  de  guerra  la  Almuclena,  que  se  ha- 
bía echado  al  través.  Se  rindió  el  navio  ele  guerra  nombrado  el  Go- 
bierno, que  mandaba  el  Conde  de  Vega  Florida.  Este  navio  resistió 
solo  á  tres  de  los  ingleses,  inos  de  diez  horas  en  continuo  fuego.  Pe- 
ro desarbolado  y  .yéndose  á  pique  se  entregó  con  cinco  millones  de 
pesos  que  cargaba.  En  este  combate  solo  escapó  libre  la  Almiranta. 
Estuvo  ya  para  ser  apresada  de  los  enemigos  que  le  siguieron.  De- 
bió su  seguridad  á  la  inteligencia  de  su  piloto,  que  gobernándola  en 
el  banco  de  Salmedina  con  una  diestra  y  repentina  evolución  la  me- 
tió en  el  puerto. 


AÑO  DE  1709. 

Cruzando  una  escuadra  inglesa  de  la  travesía  de  Cartagena  á  la 
Habana,  atacó  á  la  Almiranta  de  España,  que  mandaba  D.  Miguel 


22 

AugusUn  de  Villcmueva.  Acompañaban  á  esta  dos  navios  franceses 
caí-gados  de  un  grande  tesoro  nuestro.  Persuadidos  los  ingleses,  que 
este  se  conducía  en  la  Almiranta,  dejaron  los  franceses  y  aplicaron 
todas  sus  fuerzas  al  español,  tomándole  en  medio  de  todas  sus  em- 
barcaciones. .  Duró  el  combate  cuatro  ñoras.  Pereció  en  él  nuestro 
Almirante,  sin  dejar  las  armas  ni  el  mando  hasta  que  derramó  la  úl- 
tima gota  de  sangre,  y  perdió  la  mayor  parte  de  su  gente.  En  fin, 
rendida  nuestra  Almiranta,  se  hallaron  burlados  los  enemigos  con 
un  vaso  inútil  y  destrozado,  á  los  golpes  de  su  furia  y  ambición,  y 
nuestro  gefe  (aunque  muerto)  con  la  inmortal  gloria  de  haber  él  so- 
lo resistido   á   toda   la   escuadra  inglesa. 

En  este  mismo  año,  Davipierre  y  Pioggiers,  piratas  ingleses,  el 
uno  con  una  fragata  de  32  cañones  y  el  otro  con  una  embarcación 
de  24  y  450  hombres  de  tripulación,  apresaron  varios  navios  mercan- 
tes que  uavegaban  de  Lima  á  Panamá.  Saquearon  la  ciudad  de 
Guayaquil  que  intentaban  quemar,  á  no  haberla  redimido  sus  ha- 
bitantes del  incendio  que  le  amenazaba,  pagando  por  su  rescate  una 
crecida  contribución.  Sabiendo  el  Virey  de  Lima,  Marqués  de  Cas- 
iel-Dos-Piios,  las  hostilidades  y  robos  que  hacían  los  ingleses  en 
nuestras  costas,  despachó  contra  ellos  una  escuadra  de  cinco  navios 
de  guerra,  tres  españoles  y  dos  franceses.  Uno  y  otros  al  mando  de 
D.  Pedro  Ahamora  Ursino,  Almirante  de  la  armada  del  Sur.  Esta 
escuadra  recorrió  las  costas  del  Perú,  Chile,  Tierra  firme  y  Nueva 
España:  y  no  habiendo  encontrado  rastro  ni  noticia  de  los  piratas 
se  restituyó  al  Callao  por  los  años  de  1710. 


AMO    DE   1715. 

Dos  piratas  ingleses,  infestando  nuestros  mares,  apresaron  en  la 
altura  de  Payta  dos  embarcaciones  de  Lima,  cargadas  de  mas  de 
400,000  pesos  en  plata  acuñada.  Para  atajar  los  daños  que  empe- 
zaban á  ejecutar  estos  ladrones,  el  Virey  de  Lima,  Obispo  de  Quito, 
D.  Diego  Ladrón  de  Guevara,  cabo  principal  ele  las  armas  del  Perú, 
Virey  que  fué  después  de  Santa  Fé,  fletó,  por  cinco  mil  pesos  men- 
suales, una  fragata  francesa  ele  50  cañones.  Despachóla  con  tripula- 
ción nuestra,  al  mando  ele  Mr.  de  S.  Juan,  su  capitán.  Ayudado  es- 
te de  otra  embarcación,  que  habla  armado  el  Presidente  de  Panamá, 
apresó  en  el  puerto  de  Pinas  una  de  los  piratas  y  su  barca  que  huía,, 
llena  de  tesoros  y  gente.  Condujo  áLinia  los  prisioneros,  que  á  po- 
cos dias  fueron  ahorcaelos  los  mas  en  la  plaza  mayor.  Salió  segunda 
vez  Mr.  de  S.  Juan,  á  su  costa,  á  cruzar  á  nuestros  mares.  En  esta 
campaña  ahuyentó  el  otro  navio,  nombrado  el  Príncipe  Eugenio, 
que  pasando  á  las  costas  de  Méjico,  fué  tomado   por  un  bajel,  que 


23 — 

li jibia  firmado  el  Presidente  ele  Guadal  ajara,   donde  experimentaron 
fñ.  mismo  castigo  que  sus  compañeros  habían  sufrido  en  Lima. 


ANO  DE  1720. 

Juan  Cliperton,  pirata  inglés,  pasó  el  cabo  de  Hornos  con  una 
fragata  de  40  cañones.  Empezó  á  hostilizar  las  costas  del  Sur. 
Apresó  en  la  altura  de  G-uayaquil  un  navio  que  navegaba  de  Pana- 
má á  Lima,  conduciendo  al  Marqués  de  Villa  Rocha  que  acababa 
•de  servir  aquella  Presidencia.  Acompañaba  á  este  Ministro  su  mu- 
ger.  Movido  e]  pirata  de  las  persuasiones  de  ella,  mandó  desembar- 
carla en  el  puerto  de  Nicoya,  con  todas  las  alhajas  y  vestidos  de  su 
uso,  quedándose  á  su  bordo  con  el  Marqués.  Costeó  después  los 
puertos  de  Chile,  de  donde  dirigiendo  su  rumbo  á  Panamá,  tomó  en 
las  costas  de  Payta  otro  navio.  En  este  se  trasportaba  á  G-uayaquil 
la  Condesa  de  las  Lagunas,  muger  de  I).  .Francisco  Ontañon,  G-o- 
bernador  de  Popayan.  Era  la  señora  hermosa  y  discreta.  Tratóla  el 
pirata  con  singular  respeto;  y  no  permitió  que  le  quitasen  cosa  al- 
guna de  sus  muebles  y  equipage.  Así  la  volvió  á  uno  de  nuestros 
puertos  para  que  continuase  su  viage,  sin  haber  padecido  otro  que- 
branto, que  el  susto. 

D.  Fr.  Diego  Morcillo,  Arzobispo  de  los  Charcas,  que  era  enton- 
ces Virey  de  Lima,  despachó  tres  navios  ele  guerra,  al  cargo  de  D. 
Bartolomé  de  Ordinzu.  Siguieron  á  pocos  días  otros  dos,  que  se  jun- 
taron á  los  primeros.  Pero  ya  el  pirata  se  habia  pasado  á  las  costas 
septentrionales,  habiéndosele  escapado  en  las  islas  Marianas  el  Mar- 
qués de  Villa  Rocha,  que  era  el  prisionero  de  su  mayor  considera- 
ción, por  el  rescate  que  esperaba.  La  escuadra  nuestra  cruzó  algún 
tiempo  las  costas  de  Panamá,  Chile  y  Lima,  y  se  restituyó  al  Ca- 
llao, dejando  limpio  el  Mar  de  piratas  y  ladrones. 


AÑO  DE  1726. 

Una  escuadra  de  cuatro  navios  zelandeses  de  trato  y  guerra,  sa- 
lió de  Amsterdam  para  introducir  su  comercio  en  los  puertos  del 
Perú.  Al  montar  el  cabo  de  Hornos  pereció  uno  de  ellos.  Los  tres, 
que  fueron  S.  Francisco,  S.  Luis  y  el  Flissingués,  pasaroix,  no  sin 
dificultad,  por  el  mal  tiempo  en  que  emprendieron  el  viage  y  se  aco- 
gieron á  las  islas  de  Juan  Fernandez.  De  aquí  partieron,  habiendo 
refrescado  su  gente,  á  dar  vista  á  las  costas  de  Chile  y  el  Perú.  Ha- 
llábase á  este  tiempo  exhausto  el  Peal  erario  y  casi  imposibilitado 
para  equipar  navios  que  embarazasen  la  introducción  de  aquel  co- 
mercio. Entonces  dos  ilustres   montañeses,    vecinos  de   Lima,   que 


—24— 
fueron  D.  José  Tagle-Braclw,  primer  marqués  de  Casa-Tagle  y  D. 
Ángel  Calderón,  tio  del  primer  Marqués  de  Casa-Calderon,  armaron 
con  licencia  del  Virey,  Marqués  de  Castel— Fuerte ,  un  navio  de  guer- 
ra. Entregáronlo  á  1).  Santiago  Salavafria,  vizcaíno  hábil  en  la 
Náutica,  á  quien  conocieron  muchos  de  los  presentes  por  los  años 
de  1746,  muy  maltratado  de  la  fortuna. 

Este  se  encontró  con  el  S.  Luis  en  la  altura  de  Coquimbo.  Pu- 
so bandera  francesa,  y  habló  á  sugente  en  este  idioma.  Los  oficiales 
de  él,  juzgando  que  eran  franceses,  se  vinieron  á  bordo.  Al  instan- 
te los  nuestros,  que  tenían  las  velas  arriadas  en  falso,  las  izaron  y 
navegaron  al  zelandés,  rindiéndole,  mas  por  el  ardid  que  por  la  fuer- 
za. Importó  la  presa  casi  600,000  pesos,  que  se  dividieron  entre  el 
Bey  y  los  armadores.  El  Flissingués,  haciendo  agua  y  no  pudiendo 
mantenerse  por  falta  de  gente  y  víveres,  se  entregó  en  el  puerto  de 
la  Nasca,  al  corregidor!).  Manuel  Negron.  Este  lo  hizo  conducir  á 
Lima  con  toda  su  carga,  que  excedió  la  suma  de  380,0000  pesos.  El 
8.  Francisco,  oprimido  de  los  contratiempos,  dejó  el  Mar  del  Sur  y 
pasó,  doblando  el  cabo,  á  Curazao  á  hacerse  de  víveres.  Después, 
cruzando  las  costas  de  Tierra  firme,  lo  atacó  el  Conde  de  Clavijo  é 
hizo  prisionero,  con  casi  un  millón  de  pesos,  que  montaba  su  carga. 


ANO  DE  1727. 

Hosier,  almirante  inglés,  con  una  escuadra  de  11  navios,  salió 
déla  Jamaica,  y  se  dejó  ver  delante  de  Portovelo.  Las  órdenes  que 
llevaba  de  la  Corte  de  Londres  eran  embarazar  el  curso  de  la  feria, 
bloquear  los  galeones,  pedir  el  navio  de  permiso,  y  no  dejar  cruzar 
á  nuestros  guarda-costas.  Se  mantuvo  esta  escuadra  á  vista  de  Por- 
tovelo,, fué  imponderable  el  comercio  ilícito  que  se  introdujo  en  to- 
das aquellas  costas.  Ajustadas  las  diferencias  entre  nuestra  Corte  y 
la  de  Londres,  se  retiró  la  escuadra  por  los  años  de  1728  habiéndose 
ejecutado  á  su  sombra  notables  menoscabos  álos  intereses  del  Sobe- 
rano, y  utilidades  de  sus  vasallos  europeos  y  americanos. 


AÑO  DE  1735. 

Cornelio  Andrés,  tratante  holandés,  salió  de  Amsterdam  pol- 
los años  de  1734  cen  una  embarcación  grande,  llena  de  un  millón  de- 
pesos  en  mercaderías  y  armada  en  guerra.  Montó  el  Cabo  de  Hor- 
nos, y  se  presentó  á  los  puertos  abiertos  del  Sur.  El  Yirey  de  Lima, 
Marqués  de  Castel-fuerte,  envió  en  su  seguimiento  un  navio  de  60 
cañones,  bien  proveído  de  gente  y  municiones.  El  tratante,  temien- 
do ser  apresado,  recorrió  los  puertos  de  Guayaquil,    Tumaco  y  Pal- 


—25— 

nía  Keal.  De  aquella  costa  se  habían  retirado  los  víveres  y  ganados; 
así  mismo  se  habían  remitido  á  Guayaquil  dos  mil  libras  de  pólvo- 
ra. Estas  últimas  providencias  se  debieron  al  Presidente  de  Quito, 
que  lo  era  entonces  D.  Dionisio  Alcedo  y  Herrera  que  ya  he  citado 
en  esta  carta.  Burlado,  pues,  el  holandés  y  desesperanzado  de  sus 
proyectos,  hizo  derrota  á  los  Molucas,  sin  haber  logrado  de  esta  em- 
presa sino  miserias  y  trabajos. 


ANO  DE  1740. 

Eduardo  Wernón,  almirante  inglés,  salió  á  fines  de  Febrero  de 
la  Jamayca,  con  la  mas  formidable  escuadra  que  hasta  entonces  ha- 
bían visto  las  mares  de  nuestra  América.  Componíase  ella  de  ocho 
navios  de  tres  puentes,  28  de  línea,  10  fragatas  y  paquebotes,  de  20 
hasta  50  cañones,  2  bombardas,  6  brulotes  y  130  embarcaciones  de 
trasporte.  Conducíanse  en  ellas  nueve  mil  hombres  de  desembarco, 
que  hacían  los  regimientos  de  Artesón  Wenth,  Wolses,  liobinson, 
Loiothers,  Winyares,  Grccnts,  Gooch,  Lans,  y  dos  mil  negros  de 
machete.  Todos  en  tierra'  al  mando  del  brigadier  Wentivorth.  Diri- 
gió el  almirante  su  rumbo  á  Cartajena.  El  13  de  Marzo  á  las  nueve 
de  la  mañana,  se  dejaron  ver  por  Punta  de  Canoa  las  primeras  ve- 
las. Fueron  ellas  tres  embarcaciones,  que  se  ocuparon  en  sondear  el 
puerto.  Á  los  dos  días,  por  la  tarde,  apareció  toda  la  armada,  y  se 
fondeó  entre  los  tres  navios.  Después  los  enemigos  se  desembarca- 
ron en  la  playa  de  Chamba,  habiendo  antes  arruinado  las  baterías 
de  San  Felipe,  Santiago  y  San  José.  Esta  última  resistió  cuatro 
dias  la  multitud  de  bombas,  que  á  cuatro  morteros  incesantemente 
le  arrojaban  dos  bombardas.  En  el  sitio  donde  estaban  nuestras  dos 
primerae  baterías,  pusieron  ellos  una  de  12  morteros  para  granadas 
reales,  atrincherando  su  gente  á  lo  largo  de  la  espresada  playa.  De 
aquí  sin  cesar  noche  y  dia  el  bombardeo,  destacaron  varios  piquetes 
que  redujeron  á  cenizas  las  baterías  del  barredero  y  punta  de  Aba- 
nicos. 

Con  estos  pequeños  triunfos  alentados  los  ingleses,  pasaron  á  ba- 
tir el  castillo  de  Boca-Ohica.  Los  nuestros  lo  desempararon  á  los 
17  dias.  No  les  fué  posible  resistir  mas  tiempo  el  continuo  fuego  de 
la  escuadra,  baterías  y  morteros,  avanzándoseles  en  tres  columnas 
las  tropas  de  tierra,  y  acercándose  á  la  playa  50  lanchas  cargadas 
de  gente,  para  reemplazar  los  1,500  que  habían  muerto  en  los  pri- 
meros ataques.  No  teniendo  ya  la  escuadra  fortaleza  que  le  impi- 
diese el  paso,  entró  en  la  bahía,  y  se  fondeó  en  Punta  de  Perico. 
Desembarcó  las  tropas  por  tres  partes,  que  fueron  el  Manzanillo, 
el  Tejar  de  Grecia  y  el  de  Alcidia.  Marcharon  ellos  hasta  el  Tejar 
de  G-abala:  aquí  se  fortificaron  ocupando  el  convento  de  Nuestra  Se- 
ñora de  la  Popa.  Después  ganaron  el  importante  puesto  de  la  Cruz 


—26— 
grande,  que  está  en  el  camino  de  la  Boquilla.  Resolvieron  entonces 
tomar  el  castillo  de  San  Lázaro,  que  se  sitúa  al  E.  de  la  plaza,  sobre 
un  monte  que  la  domina.  Para  esto  dividieron  en  tres  columnas  cua- 
tro mil  hombres  que  mandaba  el  brigadier  Granst.  Estos  al  abrigo 
del  fuego  do  la  escuadra  y  granadas  reales  que  despedían  los  morte- 
ros, se  arrojaron  intrépidamente  al  avance. 

Los  nuestros,  no  queriendo  sufrir  mas  pasiva  defensa  que  hasta 
entonces  habian  hecho,  les  salieron  al  encuentro.  Trabóse  el  comba- 
te á  bayoneta  calada.  Cedió  el  ímpetu  inglés  á  la  constancia  espa- 
ñola: desordenóse  el  ejército  contrario  quedando  en  el  campo  cerca 
de  mil  muertos  y  doscientos  heridos,  con  todas  las  escalas,  mantele- 
tes y  preparativos  de  asaltar.  Acobardados  los  ingleses  con  este  mal 
éxito  de  sus  primeras  tentativas,  se  embaí  carón  atropelladamente.  Y 
desde  el  8  hasta  el  20  de  Mayo  empezaron  á  navegar  á,  la  Jamayca, 
habiendo  antes  en  5  dias  demolido  los  castillos  que  impedian  la  en- 
trada del  puerto.  Por  los  prisioneros  se  supo  después  que  habian 
perdido  en  esta  expedición  mas  de  nueve  mil  hombres,  entre  epide- 
miados y  heridos,  y  17  embarcaciones,  infiriéndose  probablemente 
que  ellos  mismos  habian  quemado  6,  según  la  observación  de  nues- 
tros vigías. 


ANO  DE  1740. 

A  tiempo  que  tan  fuerte  expedición  empezaba  contra  Cartagena  á 
poner  en  practica  sus  operaciones,  se  hallaban  la  plaza,  sus  castillos 
y  fuertes  con  1100  hombres  de  tropa  reglada,  300  milicianos,  600  in- 
dios gastadores  y  dos  compañías,  una  de  pardos  y  otra  de  negros  li- 
bres. La  escuadra  que  debia  impedir  la  entrada  del  puerto,  se  compo- 
nia  de  6  navios  de  guerra  con  400  soldados  y  600  marineros.  Se  tuvo 
por  conveniente  barrenarlos,  y  con  su  gente  completar  la  de  los  cas- 
tillos. Pero  no  se  logró  en  el  todo.  La  Galicia  con  su  capitán,  y  30 
hombres  de  su  tripulación  fué  apresada  de  los  enemigos.  El  San 
Felipe  y  la  África  se  j>egaron  fuego.  El  San  Garlos  se  fué  á  fondo 
en  medio  de  la  canal.  Con  los  otros  dos  navios  de  guerra  El  Dra- 
gón, y  las  embarcaciones  del  Comercio,  se  cerraron  las  bocas  del 
puerto,  echándolos  á  pique.  Así  no  se  aprovecharon  los  ingleses  de 
las  pocas  fuerzas  navales  que  teníamos  en  aquel  puerto,  ni  menos 
lograron  la  artillería  de  los  castillos  y  fuertes,  porque  toda  se  habia 
clavado  antes  de  desamparar  los  puestos. 

Debióse  el  feliz  éxito  de  defensa  tan  constante  á  la  conducta,  ex- 
periencia y  valor  de  los  Tenientes  Generales  D.  Sebastian  de  Esla- 
ba,  Virey  de  Santa  Fé,  que  en  la  plaza  mandaba  las  tropas  de  tier- 
ra, y  D.  Blas  de  Lezo,  que  con  las  de  marina  defendía  el  castillo  de 
San  Lázaro,  asistiendo  él  mismo  en  la  batería  de  la  Media  Luna. 
Estos  jefes  supieron  á  tiempo  ordenar  unas  honorosas  retiradas,  ha- 
biendo hecho  antes  desalojar  los  sitios  que  no  eran   aparentes  á  re- 


—27— 
sistir  las  fuerzas  enemigas,  y  juntar  todas  las  suyas  en  un  cuerpo. 
El  autor  de  la  relación  de  este  suceso  (que  nuestro  invicto  Monar- 
ca el  Sr.  Don  Felipe  V  hizo  publicar  en  Madrid  por  los  años  de 
1741)  alabando  su  acierto,  en  la  página  22  dice  así:  "Sin  exajerar 
"el  poder,  ni  el  número  de  los  ingleses,  son  dignos  de  eterna  ala- 
banza el  valor,  la  constancia  y  la  felicidad  de  los  generales  y  de 
"las  tropas  del  Rey.  Si  alguna  ele  estas  circunstancias  les  hubiera 
"faltado,  sin  duda  hubieran  cedido  al  inmenso  cúmulo  de  trabajos, 
"al  estrago  continuo  del  fuego  y  á  los  reiterados  esfuerzos  de  un 
"ejército  arrogante  y  orgulloso." 

No  solo  las  tropas  de  España  cumplieron  con  su  obligación.  Tam- 
bién las  milicias  del  país  no  degeneraron  del  espíritu  y  constancia 
de  ánimo  que  hasta  aquí  han  manifestado  los  Meridionales  y  Pe- 
rv.ntinos  en  defensa  de  su  Religión,  ele  su  Rey  y  ele  su  Patria.  El 
citado  autor,  ala  página  1.*  acreditan  el  o  el  valórele  estos,  espresa  lo 
siguiente:  "el  dia-22,  (habla  del  mes  de  Abril)  intentaron  los  in- 
"gieses  forzar  el  puesto  de  la  Cruz  grande,  y  fueron  rechazados;  y 
"el  24  quisieron  hacer  lo  mismo  con  el  del  Manzanillo  con  una  ba- 
landra, una  lancha  y  dos  botes  sostenielos  de  un  navio  ele  línea. 
"Pero  después  de  dos  horas  de  fuego  se  retiraron  sin  pérdida  nues- 
tra por  el  valor  con  que  resistió  D.  Baltazar  de  Ortega  con  24  mili- 
cianos." En  fin,  la  resistencia  de  mas  ele  dos  meses  costó  á  esta  ciu- 
dad solo  200  hombres,  habienelo  sufrido  de  dia  y  ele  noche  sus  mu- 
rallas, baluartes  y  castillos  el  continuo  fuego  ele  la  escuadra,  mas  de 
nueve  mil  bombas,  y  una  multitud  indecible  ele  balas  rojas,  ollas  y 
flechas  incendiarias. 

Llamóse  ella  en  otro  tiempo  Oelemori,  y  está  situada  á  los  25 
grad.  48  min.  de  L.  B.  Rodrigo  Bastidas  descubrió  su  bahia  por  los 
años  de  1502.  Funelóla  por  los  de  1533  D.  Pedro  de  Hereclia,  que 
fué  su  primer  gobernador.  Ha  sido  saqueaela  tres  veces  como  se  ha 
visto  en  esta  carta, 


AÑO  DE  1741. 

Joej  !"  Anso^,  Vice-Almirante  inglés,  salió  del  puerto  ele  Santa 
Elena  á  mediados  el  el  año  de  740  con  una  escuaelra  de  cinco  baje- 
les de  guerra,  una  chalupa  armada  y  elos  navios  ele  trasporte.  Eran 
estos  el  Centurión,  que  él  mismo  coman  daba  con  60  piezas  ele  ca- 
ñón y  400  hombres  de  equipaje,  el  Glocestér  con  50  cañones  y  300 
hombres  almantlo  de  Ricardo  Norris;  el  Severn  de  igual  fuerza  ba- 
jo las  órdenes  de  Ecluarelo  Legg,  la  Perla  de  400  piezas  de  cañón  y 
250  hombres,  comandada  por  Mateo  Mitchél  el  Vvrager  ele  28  caño- 
nes y  60  hombres  al  mando  de  Dancly-Kield;  la  chalupa  nombrada 
el  Teyal  montaba  ocho  piezas  y  100  hombres,  con  su  capitán  Juan 
Murray.  Los  elos  navios  de  trasporte  eran  el  uno   de  400  toneladas, 


—28— 

y  el  otro  de  200.  Ademas  de  la  tripulación  de  esta  escuadra,  se  con- 
ducían 470  inválidos  y  soldados  do  marina,  con  un  teniente  coronel 
que  los  mandaba.  El  Tice- Almirante  con  toda  su  escuadra  hizo  es- 
cala enla  Isla  de  la  Madera.  Aquí,  al  tiempo  de  su  partida,  señaló 
la  isla  de  Santa  Catalina,  en  la  costa  del  Brasil,  para  que  se  junta- 
sen en  ella  todos  los    navios,  que  en  el  viaje  se    hubiesen  separado. 

Esperó  Anson  en  esta  isla  la  estación  mas  oportuna  para  montar 
el  Cabo  de  Hornos,  la  que  venida  se  encaminó  á  la  bahía  de  San 
Julián.  En  ella  se  fondeó  con  toda  su  escuadra  el  19  de  Febrero  de 
1741.  Dejó  este  puerto  el  27  del  mismo,  y  navegó  á  buscar  el  estre- 
cho de  Maire.  Entró  á  ól  con  un  tiempo  feliz;  pero  á  pocos  dias  se 
mudó  en  una  tormenta  tan  tenaz,  que  duró  mes  y  medio  su  conti- 
nuación. Se  separaron  los  navios  de  la  escuadra:  el  Severny  la  Per- 
la se  refujiaron  alJaneiro,  perdida  la  mayor  parte  de  su  gente,  ver- 
gas y  masteleros.  El  Wac/er  dio  en  la  costa  de  los  Patagones  y  se 
hizo  pedazos  casi  á  la  orilla  de  tierra,  donde  salvó  su  tripulación 
como  diremos  en  su  lugar. 

Con  todo  Anson  venció  el  estrecho,  y  pasando  el  Cabo  entró  al 
mar  del  Sur,  y  se  ancló  en  las  islas  de  Juan  Fernandez  el  9  de  Ju- 
nio, habiendo  este  mismo  dia  descubierto  el  Tryal  que  le  seguía,  é 
igualmente  se  amarró  enla  bahia  de  Cumberland,  que  es  la  mejor  á 
la  parte  septentrional  de  esta  isla.  En  ella  se  le  juntaron,  según  las 
instrucciones,  que  (al  montar  el  Cabo)  él  habia  dado  á  sus  oficiales, 
el  Clocester  que  llegó  el  26  de  Junio,  y  el  pingue  Anua  el  16  de 
Agosto.  Este  habia  estado  en  la  isla  do  Yuchin  y  en  una  de  las  ba- 
hías desiertas  de  la  costa  de  Chiloé  donde  refrescó  su  gente.  Pero 
reconociéndolo  Anson  muy  maltratado,  é  inservible  lo  mandó  echar 
altravés  y  pasar  su  gente  al  Glocesier,  que  le  habían  quedado  de  300 
hombres  solo  82:  también  el  Centurión  y  el  Tryal  habían  perdido 
gran  parte  de  su  tripulación:  el  uno  292  hombres,  y  el  otro  92;  de 
manera,  que  estos  tres  navios  que  eran  montados  á  la  salida  de  In- 
glaterra de  961  hombres  se  hallaron  reducidos  á  335,  entrando  en 
este  número   los   pajes  y   sirvientes. 

Cuando  pensaba  Anson  dejar  esta  isla,  después  de  mas  de  50  dias 
que  la  habia  habitado,  y  seguir  el  rumbo  de  su  destino,  descubriej 
ron  sus  vijias  al  £ford-Este  el  navio  mercante  nombrado  el  Carmelo., 
que  por  Setiembre  había  partido  del  Callao  para  Valparaíso:  salió- 
le al  encuentro,  y  le  apresó  sin  dificultad  ni  resistencia.  Su  carga 
era  23  mil  pesos,  mucha  plata  labrada,  azúcar  y  tejidos  de  lana,  ó 
paños  de  Quito  y  53  hombres  entre  marineros  y  pasajeros.  Lo  mas 
importante  fueron  las  cartas.  Por  medio  de  ellas  se  instruyó  en  el 
número  de  navios  que  debían  navegar  del  Callao  a  varios  puertos  del 
Sur,  y  en  otras  noticias  bien  interesantes  á  su  expedición.  Estas  le 
animaron  á  armar  el  Monte  Carmelo  con  la  artillería  del  Pingue  An- 
ua, y  reforzar  el  Glocestér  con  23  marineros  españoles.  Dio  enton- 
ces orden  que  bajase  este  hasta  Paita  y  subiese  el  Tryal  hasta  Val- 
paraíso; cruzando  él  con  él  Centurión  y  el  Carmelo  al  E.    de  Chile. 


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No  habían  pasado  cinco  días  de  su  salida  cuando  en  la  altura  de 
Valparaíso  se  juntó  con  el  Tryal,  que  había  apresado  el  Aranzazu, 
otro  navio  mercante  que  venia  del  Callao  buscando  aquel  puerto. 
La  carga  de  esto  era  de  ios  mismos  efectos  que  la  antecedente,  con 
mas  de  25,000  mil  pesos  en  plata,  Este  bajel  que  era  de  600  tonela- 
das, y  había  sido  mu  chas  veces  armado  en  guerra,  reemplazó  al 
Tryal,  que  Anson  mandó  echar  á  pique  porque  hacia  mucha  agua 
por  todas  partes.  Fué  montado  de  20  cañones,  y  se  nombró  desde 
entonces  la  presa  del  Trycd,  entregándose  su  mando  al  capitán 
Saunders. 

Mientras  que  Anson  estuvo  ocupado  en  armar  la  nueva  presa  y 
mudar  á  ella  la  gente,  pertrechos  y  municiones  del  Tryal,  todos  los 
navios  destinados  á  Valparaíso,  se  aseguraron  en  el  puerto.  Conge- 
turando  él,  que  en  esta  altura  no  lograría  otras  presas,  porque  ya  se 
tendría  noticia  de  su  llegada,  así  por  la  tardanza  de  los  dos  navios 
que  esperaban,  como  los  demás  que  se  les  habían  escapado,  navegó 
hacia  la  isia  de  San  Gallan,  que  está  á  los  14  grados  de  L.  M.  y  5 
millas  al  Norte  de  Morro-Viejo.  Cruzando  el  espacio  de  Mar  que 
hay  entre  esta  altura  y  aquella  isla,  descubrió  un  navio  nombrado 
Santa  Teresa,  que  hacia  viaje  de  Gruayaquil  al  Callao.  En  menos  do 
Una  hora  le  dio  caza,  y  rindió  á  los  14  golpes  de  cañón.  La  carga  de 
este  navio,  que  era  de  300  toneladas,  le  fué  de  ningún  interés.  Se 
componía  ella  de  efectos  del  país  y  muy  poca  plata.  Su  tripulación 
eran  45  hombres  y  tres  señoras  que  se  trasportaban  á  Lima.  Después 
cerca  de  la  isla  de  los  Lobos,  se  apoderó,  sin  mas  que  llamarle  de 
otro  navio  nombrado  Nuestra  Senara  del  Carinen,  que  apenas  habían 
corrido  24  horas  de  su  salida  de  Payta.  Era  él  de  162  toneladas,  y 
traía  á  su  bordo  43  marineros  y  algunos  comerciantes,  que  traspor- 
taban al  Callao  gran  porción  de  mercaderías  de  Europa. 

Se  conducía  en  esta  embarcación  un  estrangero,  nombrado  Wu- 
liams,  de  los  muchos  que,  bajo  de  título  piadoso,  abrigan  nuestras 
tierras  y  son  sus  mayores  enemigos  y  continuas  espías,  como  se  hará 
demostrable  con  hechos  históricos,  siempre  que  convenga.  Este,  pues, 
informó  á  Anson,  que  Paita  era  un  puerto  desnudo  de  guarnición  y 
defensa:  que  en  él  había  muy  grandes  caudales,  que  pertenecían  al 
comercio  del  Perú:  que  el  corregidor  pensaba  despacharlos  á  Lima 
en  un  navio  que  ya  estaba  de  partida  al  Callao  y  que  los  tesoros  del 
Rey  y  los  suyos,  trataba  de  introducirlos  tierra  adentro,  para  asegu- 
rarlos de  alguna  sorpresa  que  él  intentase. 

Con  estas  noticias  le  ocurrió  á  Anson  sorprender  á  Payta.  al  otro 
dia  se  puso  á  la  capa  12  leguas  para  no  ser  visto.  Asi  que  vino  la- 
tarde,  en  varías  chalupas,  al  mando  del  teniente  Brest,  que  se  en- 
cargó de  la  empresa,  envió  50  hombres,  los  mas  escojidos  de  su  tri- 
pulación y  dos  de  nuestros  pilotos  prisioneros  que  les  sirviesen  de 
guia.  Ellos  llegaron  alas  nueve  de  la  noche  al  puerto  y  entraron  á  él 
sin  ser  descubiertos.  Apenas  empezaban  á  desembarcarse,  cuando 
gritaron  de  un  navio:  Ingleses,  Ingleses.  Las  voces  se  oyeron    en  el 


fuerte  que  disparó  alguüos  pedreros  que  pusieron  el  lugar  en  mayor 
confusión.  Los  enemigos,  luego  que  ganaron  la  tierra  se  formaron  en 
una  calle  estrecha.  De  esta  salieron  marchando  á  la  plaza  de  armas, 
haciendo  grandes  ruidos  con  los  pífanos  y  cajas.  Apoderados  de  ella 
y  de  la  Tesorería  no  tuvieron  que  sufrir  mas  de  una  descarga  de  los 
nuestros  que  mataron  uno  é  hirieron  dos. 

Plasta  el  día  siguiente  en  que  llegó  Anson  con  toda  su  fuerza,  es- 
tuvo la  ciudad  á  discreción  de  la  pequeña  tropa:  se  examinó  el  pi- 
llagc.  Los  ingleses  lo  hicieron  subir  á  mas  de  treinta  mil  libras  ester- 
linas. Los  nuestros  lo  estimaron  en  millón  y  medio  de  pesos,  sin 
contarse  las  alhajas  de  oro,  perlas,  diamantes,  rubíes  y  esmeraldas. 
Después  el  Vico- Almirante  mandó  quemar  la  ciudad.  Para  que  el  fuego 
hieiese  mas  breve  el  estrago,  sacaron  délos  almacenes  todos  los  teji- 
dos y  sacos  de  algodón,  que  untados  de  alquitrán  colgaron  é  intro- 
dujeron en  las  casas.  Así  al  instante  que  prendió  el  incendio  fué 
tan  activa  su  voracidad,  que  apenas  se  levantaron  las  llamas  cuando 
se  vieron  las  cenizas.  Mandó  asimismo  clavar  ios  cañones  del  fuerte 
y  echar  á  fondo  cinco  navios  que  estaban  anclados  en  el  puerto.  So- 
lo salvaron  de  este  estrago  dos  iglesias  que  sirvieron  de  cárcel  á  80 
prisioneros  que  guardaba  con  cuidado. 

Ejecutado  esto,  dejó  á  Payta  y  navegó  á  la  isla  de  Quibo,  que  es- 
tá cerca  de  la  entrada  de  Panamá.  Guando  se  encaminaba  á  ella, 
encontró  al  Glocester.  Este  traia  dos  presas.  Eran  ellas,  la  una  un 
navio  cargado  de  caldos,  aceitunas  y  mas  de  seis  mil  pesos  en  plata 
acuñada;  y  la  otra  un  barco  grande  que  trasportaba  mucho  algo- 
don  y  otras  drogas.  Registrados  los  sacos  de  esta  carga  hallaron  en 
cada  uno  grande  cantidad  de  plata  sellada,  que  subió  á  la  suma  de 
72,000  pesos.  En  esta  derrota  echó  sus  prisioneros  en  la  punta  de 
Manta.  A  este  tiempo  ya  sabia  Anson  por  las  cartas  del  Carmelo 
el  desbarato  de  la  escuadra  de  Vuernon  en  el  ataque  de  Cartajena. 
Sin  embargo,  siguiendo  su  destinado  rumbo,  se  aprovechó  de  las 
calmas  para  quemar  tres  navios  y  quedarse  con  cinco  de  que  compu- 
so una  flotilla  que  tenia  todas  las  apariencias  de  escuadra.  Llegó  á 
la  isla  que  buscaba:  aquí  habiendo  hecho  aguada  y  demarcado  las 
otras  islas  circunvecinas,  navegó  á  las  costas  de  Acapulco  y  apresó 
á  la  salida  una  pequeña  barca  que  de  Panamá  pasaba  á  Cheripe. 

Emprendió  esta  navegación  con  el  proyecto  de  tomar  el  galeón  de 
Manila  que  ya  habia  llegado  á  Acapulco  el  9  de  Junio  de  1742,  se- 
gún le  informaron  tres  negros  pescadores  que  aprisionó  de  noche  su 
chalupa,  cuando  él  tocó  en  las  cercanías  de  este  puerto.  Esta  noti- 
cia dobló  sus  esperanzas.  Así  se  mantuvo  cruzando  aquella  costa, 
hasta  el  15  de  Marzo,  habiendo  dejado  á  Quibo  el  9  de  Diciembre 
de  1742.  En  esta  larga  navegación  faltándole  el  agua  y  tocada  casi 
toda  su  gente  de  escorbuto  se  favoreció  del  puerto  de  Chequetan  ó 
Seguatanes  que  está  á  los  17  grados  y  36  min.  de  L.  S.  y  30  leguas 
á  la  parte  del  Oeste  de  Acapulco.  Perdidas  aquí  todos  sus  ideas  de 
esperar  mas  el  galeón  de  Manila,  que  se  habia  mandado  detener  en 


— ol — - 

ÁcapiilcQj  por  saberse  que  ya  él  hostil  izaba  aquellos  mares,  quemó 
las  presas  haciendo  poner  su  carga  en  el  Centurión  y  Glocester,  y 
dejar  en  tierra  los  prisioneros,  á  escepcion  de  algunos  marineros,  ne- 
gros y  mulatos,  que  llevó  consigo.  Entonces  el  6  de  Mayo  hizo  velas 
hacia  las  costas  de  Asia  gobernando  al  Sudoeste.  Como  hubiesen 
corrido  mas  de  50  dias  sin  que  soplasen  los  vientos  que  él  esperaba, 
que  eran  los  de  Nordeste  y  se  encendiesen  otra  vez  en  su  tripulación 
el  escorbuto  y  disentería,  navegó  á  las  islas  Marianas,  habiendo  que-» 
mado  en  el  paso  el  Glocester,  último  resto  de  su  escuadra,  que  por 
instantes  se  iba  á  pique.  Descubrió  estas  islas  y  escojió  la  de  Tinian 
para  refrescar  y  curar  su  gente. 

Para  entrar  á  ella,  hizo  enarbolar  el  estandarte  español.  A  esta 
señal  vino  á  bordo  una  barquilla  con  cuatro  indios  y  un  español.  Es- 
te se  informó  que  la  isla  no  tenia  habitantes,  á  causa  de  una  epide- 
mia que  se  encendió  en  ella  y  obligó  á  pasar  á  Guau  los  pocos  que 
libraron  del  estrago:  y  que  él  había  aportado  allí  con  20  indios  para 
hacer  carnes  y  cueros  de  las  muchas  vacas  que  se  apacentaban  en  sus 
prados.  Estas  noticias  fueron  muy  favorables  á  las  ideas  del  vice-Al- 
mirante.  Detuvo  á  los  indios  y  al  español  que  era  un  sargento  de 
Gruan,  recelándose  que  si  los  dejase  ir,  avisarían  de  su  llegada  á  las 
otras  islas.  Con  estas  precauciones  se  fondeó  en  22  brazas  de  agua  al 
Sud-oeste,  casi  a  media  legua  de  la  orilla,  y  desembarcó  su  gente  que 
ya  no  eran  mas  de  70  hombres  capaces  de  servir  y  el  demás  resto  ca- 
si muerto  y  herido  de  muchos  males. 

Empezaban  los  enfermos  á  restablecerse,  cuando  el  22  de  Octubre 
levantándose  una  furiosa  tempestad  de  viento  por  el  Este,  arrancó 
las  amarras  del  Centurión  y  lo  arrojó  afuera?  A  este  tiempo  él,  la 
mayor  parte  de  sus  oficiales  y  113  hombres  de  su  tripulación,  pro- 
yectaban varias  ideas  para  escaj^arse  del  trágico  fin  que  les  amena- 
zaba. Entre  estas  fué  una  á  cargar  la  barca  española,  que  habia 
apresado  á  la  salida  de  Quibo  y  de  quince  toneladas  que  era,  esten- 
derla  hasta  40  para  trasportarse  con  su  gente  á  Macao.  Habia' dado 
principio  á  esta  construcción^  estaba  en  el  mayor  fervor  de  ella,  cuan- 
do una  de  sus  vigías  descubrió  al  Centurión  que  volvía  después  de 
19  dias,  en  los  que  habia  experimentado  toda  la  furia  de  un  deshecho 
y  continuado  huracán,  habiendo  solo  perdido  su  grande  chalupa  que 
desdo  la  primera  noche  se  hizo  pedazos  contra  el  bordo  de  un  navio. 

A  los  cinco  dias  de  haberse  restituido  el  Centurión,  partió  el  vice- 
Almirante  de  esta  isla  para  la  de  Macao.  Navegó  á  ella  y  entró  con 
felicidad  á  su  rada  guiándole  un  piloto  chino  que  por  treinta  pesos 
le  ofreció  sus  servicios.  Después,  sabiendo  que  en  Cantón  habia  cua- 
tro embarcaciones  inglesas,  pasó  allí  á  hacerse  de  víveres  y  comunicar 
sus  aventuras  con  los  de  su  nación.  Aquí  habiendo  tenido  con  el  Vi- 
rey  chino  varias  cuestiones  sobre  el  anclage  y  otras  etiquetas,  consi- 
guió al  fin  lo  que  deseaba.  Pero  deteniéndose  en  aquel  puerto  mas 
tiempo  que  el  que  sus  magistrados  permiten  por  la  ley,  le  obligaron 
á  salir,  con  prohibición  que  en  adelante  no  se  le  aprontasen  víveres, 


En  este  sistema  de  cosas,  se  dio  á  la  vela  el  19  de  Abril  do  1743, 
fingiendo  irá  la  Batavia  para  después  regresar  á  Londres.  Mas  es- 
tando en  alta  mar,  reveló  á  sus  oficiales  y  tripulación  el  proyecto  que 
maquinaba.  Era  este  esperar  en  el  Cabo  del  Espíritu  Santo  el  Na- 
vio de  Manila,  por  ser  la  primera  tierra  que  reconocen  los  nuestros, 
cuando  vuelven  de  Acapulco  á  Filipinas. 

Con  esta  idea  dirigió  su  rumbo  á  aquella  altura.  Al  mes  que  lia- 
bia  tocado  en  ella,  descubrió  muy  de  mañana  al  Sud-este  el  Galeón, 
nombrado  Nuestra  Señora  de  Cavadonga  que  mandaba  D.  Geróni- 
mo Montero,  portugués  de  nación.  Este  oficial,  que  también  le  ha- 
bia  reconocido,  hizo  fuerza  de  vela  para  darle  caza.  Asi  que  estuvie- 
ron á  tiro  de  fusil  y  en  preparación  de  abordaje,  aseguráronlas  ban- 
deras y.  se  principió  el  combate.  A  este  tiempo,  en  nuestro  Galeón, 
prendieron  fuego  los  parapetos  de  las  redes  ele  combate.  Subió  tan 
alta  la  llama,  que  casi  llegaba  al  medio  del  palo  de  mesana.  Mien- 
tras que  los  nuestros  se  ocuparon  en  apagarlo  y  cortar  las  redes  que 
lo  sostenian,  se  aprovechó  el  enemigo  de  aquel  accidente,  logrando 
la  ocasión.  En  esta  sus  fusileros,  haciendo  continuo  fuego,  mandó  el 
Yice-Almirante  disparar  varios  cañonazos  cargados  de  metralla, 
que  hicieron  estrago  bien  considerable  en  la  minería  del  Galeón. 
Después  con  'cinco  golpes  que  no  erraron  en  el  tiro,  acabó  de 
rendirlo,  matándole  70  hombres,  y  hiriéndole  84,  siendo  de  los  su- 
yos solos  muertos  dos  y  heridos  24.  La  presa  montó  un  millón  tres- 
cientos trece  mil  ochocientos  noventa  y  tres  pesos:  y  treinta  y  cinco 
mil  seiscientos  ochenta  y  dos  onzas  de  plata  en  barras,  y  una  grande 
porción  de  esta  labrada,  cochinilla  y  otras  drogas  do  menos  cuenta. 

Habiendo  el  vioe- Almirante  entregado  el  mando  de  nuestro  Galeón 
á  Saumarez,  su  primer  teniente,  trasportado  el  tesoro  á  su  navio  y 
asegurado  los  prisioneros  en  la  bodega,  volvió  á  Cantón  y  se  fondeó 
en  su  rio  entrando  por  el  estrecho  de  Boca-Tigris.  Aquí,  en  respues- 
ta de  una  carta  que  envió  al  Yirey,  avisándole  de  los  motivos  de  la 
entrada  por  este  estrecho,  le  llegaron  tres  mandarines  y  dos  pilotos 
que  despachó  aquel  Ministro.  Su  comisión  era  conducirle  á  la  segun- 
da Barra  y  proveerle  cada  dia  de  cierto  número  de  víveres.  Esto  se 
ejecutó  con  la  mayor  puntualidad.  Pero  estuvo  sin  audiencia  del 
Yirey,  desde  16  de  Junio  de  43  hasta  fines  de  Setiembre  en  que  se 
la  concedió,  permitiéndole  cuanto  le  pedia.  Lo  que  efectuado  á  su 
satisfacción,  salió  de  esta  Barra  el  10  de  Diciembre,  habiendo  antes 
á  instancias  de  los  magistrados  chinos,  dado  libertad  á  los  prisione- 
ros españoles  que  quedaron  en  Cantón.  En  realidad  deseaba  él 
este  descarte.  Asi,  obsequió  á  los  mandarines  (dejándose  rogar  con 
lo  mismo  que  quería.  A  los  dos  clias  tocó  en  Macao  y  vendió  el  Ga- 
león por  6,000  pesos  que  le  contaron  los  mercaderes  orientales.  De 
aquí  el  15  hizo  velas  al  Estrecho  de  la  Sonda,  y  se  ancló  el 
3  de  Enero  en  la  isla  del  Príncipe  para  hacerse  de  agua  y  leña.  Par- 
tió de  esta  el  8  á  buscar  el  Cabo  de  Buena  Esperanza,  de  donde,  ha- 
biendo llegado  á  principios  de  Marzo  y  descansado  tres  semanas  en 


—33— 
la  colonia  holandesa,  navegó  á  Inglaterra  y  se  fondeó  el  15  de  Junio 
del  expresado  año  en  la  rada  de  Spithead,  después  de  un  viage  de  3 
años  y  9  meses  al  rededor  del  mundo. 

Los  ingleses  de  Wager,  que  (como  liemos  dicho)  salvaron  en  una 
de  las  islas  de  los  Patagones,  recogieron  los  fragmentos  y  víveres, 
que  de  su  destrozada  embarcación  arrojó  el  Mar.  Con  ellos  se  prove- 
yeron de  casa  y  sustento.  Pero,  como  este  último  empezase  á  esca- 
sear, fomentaron  contiendas  que  desconcertando  la  armonía  de  la 
unión,  pararon  en  una  continuada  discordia,  hasta  dividirse  en  han- 
dos  y  matarse  unos  á  otros.  Para  evitar  estas  cuestiones  sangrientas^ 
que  cada  instante  movia  aquella  infeliz  grey,  los  oficiales  subalter- 
nos despojaron  del  mando  á  David  Cheap,  que  habia  sido  capitán 
del  bajel,  y  lo  dieron  áBecms,  su  teniente.  Este  con  una  grande  bar- 
ca, nombrada  el  Speedwel  (que  sus  compañeros  habian  construido 
de  las  ruinas  del  Wager  durante  su  naufragio)  la  lancha  y  la  chalu- 
pa, salió  de  esta  isla  el  13  de  Octubre  de  1741,  conduciendo  en  ellas 
81  hombres.  Dejó  en  tierra  al  capitán  Cheap  con  algunos  oficiales  y 
seis  desertores.  Entre  estos  deben  también  contarse  otros,  que  en  las 
canoas  de  los  Indios  Patagones  habian  ya  pasado  á  la  Tierra-Fir- 
me de  nuestro  continente.  Apenas  él  habia  dado  principio  á  su  na- 
vegación, cuando  soplando  un  viento  muy  recio,  hizo  pedazos  en  el 
Spedivel,  la  vela  del  palo  de  mesana. 

Para  remediar  este  daño,  despachó  la  lancha  á  la  isla  con  9  mari- 
neros. Como  estos  tardasen  en  volver,  siguió  su  rumbo.  En  él,  te- 
niendo á  cada  momento  un  nuevo  peligro  que  evitar,  perdió  la  cha- 
lupa que  arrebató  la  violencia  del  mar,  aun  trayéndola  amarrada  á 
la  popa  de  su  embarcación.  Asi  mismo  desertaron  once  de  su  tripu- 
lación, que  valiéndose  de  la  fuerza,  se  hicieron  poner  en  tierra.  Con 
todo,  venciendo  él  innumerables  dificultades  y  riesgos,  salió  por  el 
estrecho  de  Magallanes,  llevándole  las  corrientes  hasta  la  emboca- 
dura del  Rio-Grande,  donde  entrando,  se  ancló  en  frente  de  la  ciu- 
dad. Aquí  el,  con  toda  su  gente,  recibió  de  los  portugueses  aquel 
buen  trato,  que  en  tales  casos  saben  comunicarse  las  naciones  ami- 
gas. Después  Beaus  y  los  suyos,  por  varias  vias,  se  restituyeron  á 
Londres  desembarcándose  en  Spithead,  unos  el  20  de  Diciembre  de 
1742,  y  otros  á  4  ele  Enero  de  1743.  Pero  todos  fueron  ásperamente 
reprendidos  y  privados  del  servicio  y  sueldos  devengados,  por  haber 
desamparado  y  desobedecido  al  capitán,  á  quien  (aun  en  aquella  mi- 
serable situación)  debían  seguir  y  obedecer,  según  sus  ordenanzas  y 
reglamentos  de  marina. 

David  Cheap,  habiéndose  proveído  de  yerbas  marinas  y  algunos 
zurrones  de  cebo,  que  de  la  carga  del  desbaratado  Wager  baraban 
en  la  orilla  de  su  estéril  isla,  se  entregó  al  mar  con  la  lancha  que  ha- 
bia vuelto  de  buscar  las  velas,  y  con  el  esquife  que  él  reservaba,  Su 
tripulación  eran  12  remeros  y  4  oficiales.  Ocho  de  estos  remaban 
en  la  lancha  y  cuatro  en  el  esquife,  compartidos  los  subalternos.  Vo- 

LlTEKATUKA — 3 


—34— 
gabán  de  dia,  dejándose  llevar  á  discreción  de  los  vientos.  De  noche 
amarraban  sus  embarcaciones  y  dormían  en  las  pequeñas  islas  que 
encontraban.  Al  cabo  de  mes  y  medio  de  tan  penosa  navegación,  ha- 
ber perdido  su  esquife  y  estar  los  suyos  (no  menos  que  él)  consumi- 
dos de  hambre,  frió  y  desnudez,  determinó  volver  á  su  antigua  isla, 
que  miraba  como  una  segunda  patria.  Restituido  á  ella,  á  pocos  dias 
le  llegaron  en  dos  canoas  varios  indios.  Entre  estos  había  uno  natu- 
ral de  Chiloe,  que  hablaba  algo  el  idioma  español.  Propúsole,  que 
lo  conduciría  á  aquella  isla,  con  tal  que  le  diese  la  lancha  y  cuanto 
traia  á  su  bordo,  luego  que  tocase  en  el  destinado  puerto,  Cheap 
convino  en  ello,  y  navegó  con  su  guía.  A  los  tres  dias  llegó  á  una 
grande  bahía,  donde  halló  en  una  choza  la  muger  del  indio  y  dos  de 
¡sus  hijos,  ya  grandes,  que  tomó  á  su  bordo,  y  volvió  al  mar  después 
de  dos  dias.  En  esta  navegación  entró  por  la  embocadura  de  un  rio,, 
que  le  fué  preciso  saltar,  venciendo  asi  la  violencia  de  sus  corrientes. 
Casi  muertos  él  y  los  suyos  délas  fatigas  que  les  causó  este  tránsito, 
junto  con  la  inacción  y  falta  ele  fuerzas,  solo  hallaron. en  la  tierra  un 
poco  de  berdolagas  y  algunos  pequeños  mariscos,  con  que  pudieron 
engañar  el  desesperado  hambre  que  los  acababa. 

El  indio,  con  su  muger  y  sus  hijos,  se  apartó  á  buscarles  víveres, 
habiéndoles  antes  señalado  un  sitio  abundante  de  mariscos.  Seis  de 
sus  compañeros  tomaron  la  lancha  para  hacer  esta  pesca,  y  no  se 
vieron  mas.  Quedó  Cheap  con  sus  4  oficiales  sin  armas,  sin  ropa  y 
sin  auxilio  humano  en  aquel  desierto,  que  no  era  mas  que  bosques  y 
peñas.  Así  pasó  muchos  dias,  hasta  que  volvió  el  indio  con  su  mu- 
ger, trayéndoles  algunos  víveres.  A  poco  tiempo  vinieron  otros,  y 
tomando  cada  uno  á  su  inglés,  arribaron  á  Chiloe.  De  aquí  avisaron 
los  indios  al  corregidor  dé  la  ciudad  de  Castro.  Este  envió  por  ellos 
y  los  trató  muy  humanamente,  haciéndolos  poner  en  los  colegios  de 
los  padres  jesuítas.  Después  fueron  conducidos  en  una  embarcación 
k  Valparaíso  y  entregados  al  gobernador  de  esta  plaza.  Este  oficial 
los  remitió  al  Presidente  de  Santiago,  que  era  entonces  D.  José 
Manso  de  Velazeo,  primer  Conde  de  Super-Unda,  que  después  fué 
Vire  y  de  Lima.  Compadecido  este  Ministro  de  sus  infortunios  les 
dio  por  cárcel  la  casa  de  un  inglés  rico,  vecino  de  aquella  ciudad, 
que  se  portó  con  ellos  con  benignidad  y  esplendidez.  Vivieron  en  su 
compañía  un  año.  A  este  tiempo,  ajustadas  bis  paces  entre  nuestra 
Corte  y  la  de  Londres,  les  concedió  el  Conde  de  Super-  Unda  la  liber- 
tad para  que  se  restituyesen  á  su  patria,  cuando  mas  les  conviniese. 
Entonces,  Cheap,  Hamilton  y  Beyon,  se  condujeron  á  Europa  en  un 
navio  francés,  que  salió  ele  Valparaíso  por  los  años  de  1744  y  Cham- 
flieel,  en  el  navio  nombrado  el  Asia,  de  que  trataremos  después,  ha- 
biendo muerto  Elliot  en  estas  aventuras. 

De  los  ocho  ingleses  que  habían  desertado  á  la  costa  de  los  Pata- 
gones, quedaron  cuatro,  porque  dos  se  bailaron  degollados,  y  otros 
dos  no  parecieron  mas.  Estos  fueron  tomados  una  noche  por  los  in- 
dios que  los  llevaron  al  interior  de  la  tierra,  donde  varias  veces  fue- 


—35— 
ron  vendidos  por  espuelas,  plumas  y  otras  bagatelas.  En  estas  ven- 
tas ó  cambios,  como  iban  pasando  siempre  á  nuevos  señores,  viaja- 
ron cuatro  meses  por  estas  tierras.  Al  fin  de  ellos  tocaron  en  los  tér- 
minos donde  reside  el  Rey  ó  cacique  de  estos  bárbaros.  Sabiendo  es- 
te que  habia  cuatro  prisioneros  blancos,  dio  orden  que  los  conduje- 
sen á  su  presencia.  Sin  dilación  fueron  presentados  delante  de  este 
pobre  Soberano,  que  los  tuvo  ocho  meses  en  calidad  de  esclavos, 
bien  que  los  trató  con  humanidad.  Después,  vendidos  tres  á  los  es- 
tancieros de  Buenos-Ayres,  los  rescató  el  Gobernador  de  esta  plaza 
y  envió  á  Montevideo  á  servir  en  el  navio  el  Asía.  El  otro  de  ellos 
que  era  de  color  oscuro  fué  vendido  á  un  bárbaro  que  le  trasportó  en 
su  compañía  mas  adelante  de  este  pais.  En  fin,  estos  tres  ingleses 
con  los  otros  de  su  misma  nación,  que  fueron  los  que  desertaron  del 
Speewel,  y  ya  habían  sido  aprisionados,  se  restituyeron  á  la  Europa 
por  los  años  de  1746,  arribando  á  las  costas  de  España,  después  de 
casi  cinco  de  trabajos  y  aventuras. 

Antes  que  Jorge  Anson  hubiese  partido  de  la  isla  de  Santa  Cata- 
lina á  buscar  el  estrecho  de  Mayre,  el  Yirey  de  Lima,  Marqués  de 
Villa  Garda,  por  noticias  que  se  le  comunicaron  de  Buenos-Ayres, 
sobre  el  destino  de  la  escuadra  inglesa,  armó  cuatro  navios  de  guer- 
ra. Fueron  ellos  la  Concepción  con  50  cañones,  San  Fermín  y  el  Sa- 
cramento con  40,  y  el  Socorro  con  24.  Estos  se  equiparon  con  tripu- 
lación escojida  y  oficiales  europeos,  inteligentes  en  la  Náutica.  Salie- 
ron ellos  del  Callao  (si  bien  me  acuerdo)  á  mediados  de  Abril  de 
1741.  Mandábalos  en  calidad  de  gefe  el  General  del  Mar  del  Sur. 
Este  trazó  la  altura  de  la  Concepción  y  la  de  Juan  Fernandez,  don- 
de estuvo  anclado  algunos  días.  Pero  considerando  como  imposible 
que  pudiese  Anson  haber  montado  el  cabo  en  aquella  estación,  re- 
gresó al  Callao,  dejando  la  isla  el  6  de  Junio,  donde  el  9  como  ya  se 
lia  visto,  llegó  el  inglés  sin  gente,  sin  víveres  y  su  embarcación  in- 
capaz de  resistir,  no  digo  á  una  escuadra  de  cuatro  navios,  pero  ni 
aun  á  una  fragata  bien  armada.  No  falta  autor  español  que  afirmo 
que  el  General  del  Sur  no  observó  en  esta  expedición  las  órdenes  del 
Yirey.  Esto  no  sé,  porque  no  he  visto  los  originales  de  la  instrucción. 
Lo  que  sé  es,  que  este  oficial  murió  repentinamente,  habiendo  reci- 
bido del  Yirey  cierta  reprehensión,  después  que  el  Yice- Almirante 
empezó  á  infestar  nuestros  mares,  apresando  varias  embarcaciones 
mercantes,  que  navegaban  con  el  seguro  de  que  no  habia  pasado  el 
cabo. 

Así  mismo  completó  el  Yirey  las  compañías  del  Callao,  y  levantó 
en  Lima  tres  regimientos.  De-  estos  eran  dos  de  caballería  y  uno  de 
infantería.  Los  coroneles  de  los  primeros  fueron  D.  Diego  de  C'havez 
Gobernador  de  Castro-Yireyna,  y  D.  Diego  de  la  Presa  Carrillo  de 
Albornoz,  que  después  heredó  el  Condado  de  Monte-Mar  y  del  úl- 
timo el  Marqués  de  Monte-Rico.  Igualmente  mandó  acuartelar  las 
milicias  del  pais  que  pasaron  de  doce  mil  hombres,  y  en  caso  de  ne- 
cesidad subirán  á  veinte  mil,  siendo  el  mayor  número  de  caballería. 


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Éstas  tropas  debían  militar  bajo  el  mando  del  Mariscal  de  Campa, 
Marqués  de  Mena-Hermosa,  que  entonces  era  cabo  principal  de  las 
armas  del  Perú  y  después  Gobernador  de  Tarragona.  Con  estas  pro- 
videncias se  aseguró  Lima  de  cualquiera  invasión  enemiga,  guar- 
dando la  caballería  las  costas  de  sus  contornos  y  estando  las  vigías 
en  continua  observación  y  centinela.  Después  expidió  el  Virey  otra 
escuadra  igual  á  la  primera,  que  navegó  con  víveres,  municiones  de 
guerra  y  tropas  á  Panamá.  Salió  ella  del  Callao  al  cargo  del  almi- 
rante del  Sur,  D.  Pedro  Medrando,,  á  fines  de  Abril  de  1742,  y  se 
fondeó  en  el  puerto  de  Perico  el  22  de  Mayo,  cuando  ya  el  enemigo 
habia  dejado  en  aquella  costa  la  isla  de  Qnibo  (como  hemos  dicho)  á 
9  ele  Diciembre  del  año  antecedente. 

También  nuestra  corte,  al  mismo  tiempo  que  la  de  Londres,  des- 
pachó otra  escuadra  para  que  embarazase  los  proyectos  que  la  in- 
glesa intentase  en  nuestra  América  poner  en  práctica..  Se  compo- 
nía ella  de  cinco  navios  de  guerra  y  un  Patache.  Fueron  estos  la 
Asia,  montada  de  60  cañones  y  700  hombres;  la  Guipuscoa,  de  74 
é  igual  número  de  gente  á  la  primera,  la  Eermiona  ele  54  y  500 
hombres,  la  Esperanza,  de  50  cañones  y  350  hombres;  el  San  Estevan 
de  40,  con  igual  tripulación  á  la  antecedente,  el  Patache  con  20 
cañones  y  100  hombres.  Ademas  de  esto  se  conducía  un  regimiento 
de  infantería  para  guarnecer  los  presidios  en  las  costas  del  Sur.  Par- 
tió esta  escuadra  de  Cádiz  á  las  órdenes  de  D.  José  Pizarro,  que 
montaba  la  Asia,  á  mediados  de  Octubre  de  1740.  Cruzó  algunos 
dias  entre  la  isla  de  la  Madera  y  las  otras  de  las  Canarias.  A  prin- 
cipio de  Noviembre  dirijió  su  rumbo  al  Rio  de  la  Plata  y  se  fondeó 
á  5  de  Enero  de  1741  en  la  bahia  de  Maldonado  que  está  en  la  em- 
bocadura de  este  rio.  Aquí  tuvo  noticias  nuestro  gefe,  que  Anson 
que  estaba  anclado  con  su  escuadra  en  la  isla  de  Santa  i  Catalina 
desde  21  de  Diciembre,  se  preparaba  á  montar  el  cabo.  No  esperó 
los  víveres  que  habia  aguardado  17  dias,  y  navegó  al  cabo  con  su 
escuadra  el  22  ele  Enero.  En  este  tránsito  se  hallaron  las  elos  escua- 
dras tan  cerca  una  de  otra,  que  la  Perla,  bajel  inglés,  casi  fué  apre- 
sada por  la  Asia,  que  teniéndole  por  el  Centurión,  se  acercó  á  ella  á 
tiro  ele  cañón. 

Navegando  Pizarro  con  su  escuaelra  en  busca  del  Cabo  se  halló  á 
poco' mas  de  un  mes  en  estado  ele  doblarlo.  Pero  el  7  de  Marzo,  que 
fué  el  dia  después  que  los  ingleses  pasaron  el  estrecho  ele  Mayre,  se 
levantó  por  el  Noroeste  una  fuerte  tempestad,  que  arrojándole  al  Es- 
te, volvió  á  tomar  el  Rio  de  la  Plata,  íxabiéndosele  antes  separado 
la  Guipuscoa,  la  Eermiona  y  la  Esperanza,  De  estas  embarcaciones 
pereció  la  Eermiona  con  tóela  su  gente,  y  la  Guipuscoa  se  fué  á 
fondo  en  la  costa  del  Brasil  diez  leguas  al  Sur  ele  la  isla  de  Santa 
Catalina,  con  pérdida  de  300  hombres,  que  acabaron  á  rigores  de 
todo  género  ele  plagas. 

Salvaron  muy  maltratadas  las  otras  embarcaciones.  Con  los  palos 
de  la  esperanza  y  algunas  maderas,  cjue  ella  conducía  á  su  bordo^ 


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se  compusieron  el  San  Este-van,  y  la  Asia.  Volvió  segunda  vez  el 
gefe  á  tentar  el  Cabo.  Empezaba  á  salir  del  Kio  de  la  Plata,  cuando 
el  San  Estevan,  dando  en  un  bajo  perdió  el  timón  y  quedó  incapaz 
de  seguir  el  viaje.  Mas  él  no  desistió  continuándolo  con  solo  la  Asia. 
Esta  embarcación,  estando  ya  en  la  altura  del  Cabo  que  habian  toca- 
do felizmente  por  descuido  del  oficial  de  guardia  y  por  su  mala  ma- 
niobra, perdió  los  palos  y  ganó  otra  vez  muy  maltratada  y  coxi  bas- 
tante dificultad,  el  Eio  de  la  Plata. 

A  este  tiempo  se  armó  la  Esperanza,  que  estaba  en  Montevideo: 
partió  con  ella  D.  Pedro  de  Mendinueta  que  Labia  mandado  la  Oui- 
pioscoa.  Venció  este  el  Cabo  y  salió  al  Mar  del  Sur  sin  haber  expe- 
rimentado perjuicio  alguno,  ni  en  la  embarcación  ni  en  su  gente.  Se 
ancló  en  Valparaíso,  donde  por  tierra,  transitando  las  pampas  de 
Buenos  Ayres  y  superando  la  cordillera  de  Chile,  llegó  D.  José  Pi- 
zarra con  otros  oficiales  de  la  destrozada  escuadra.  Entre  éste  y  Men- 
dinueta, se  movieron  algunas  disenciones  sobre  el  mando  del  navio. 
El  uno  alegaba  que  á  su  conducta  se  debia  el  feliz  arribo.  El  otro, 
que  él  era  gefe  y  que  siempre  él  debia  montar  la  última  embarca- 
ción que  quedase.  El  Presidente  de  Santiago,  que  era  el  expresado 
D.  José  Manso  de  Velazco,  sosegó  estas  alteraciones,  declarando  que 
el  mando  tocaba  al  gefe.  Así  tomó  este  la  embarcación  y  navegó  al 
Callao.  Después,  ajustadas  las  paces  entre  las  dos  coronas,  dejó  la 
Esjieranza  en  aquel  puerto  con  los  oficiales  correspondientes,  para 
que  sirviese  de  guarda  costa  de  aquellos  mares.  Como  ya  el  tiempo 
le  instase  para  restituirse  á  España,  se  condujo  á  Chile,  y  de  aquí 
por  tierra  á  Buenos  Ayres,  por  el  mismo  camino  que  habia  hecho 
antes. 

Estaba  entonces  en  Montevideo,  en  disposición  de  navegar,  el  na- 
vio la  Asia,  último  resto  ele  la  escuadra.  Solo  faltaba  tripulación, 
por  ha,ber  muerto  casi  toda  la  gente  de  la  armada  y  desertado  los 
mas.  Para  suplir  este  defecto  se  pusieron  á  su  bordo  todos  los  pri- 
sioneros ingleses,  los  contrabandistas  portugueses,  muchos  indios  pa- 
raguayos y  once  de  los  bárbaros,  que  llaman  Pampas,  que  habia  tres 
meses  que  en  una  salida  habian  aprisionado  los  milicianos  de  Bue- 
nos Aires.  Con  estas  gentes  y  la  marinería  de  España,  que  no  era  el 
mayor  número,  salió  de  Montevideo  D.  José  Pizarro,  á  principios 
■de  Noviembre  de  1748,  seguía  su  destino  sin  contratiempo  alguno. 
Pero  una  noche  como  á  las  nueve,  estando  todos  los  oficiales  sobre 
el  alcázar,  envistieron  los  indios  Pampas  armados  de  cuchillos  fla- 
mencos y  mataron  veinte  españoles,  hiriendo  mas  de  cuarenta.  Los 
oficiales  que  ignoraban  los  cabezas  de  este  motin,  se  refugiaron  á  la 
cámara.  La  demás  gente  en  tal  confusión,  unos  se  precipitaron  de 
los  corredores  al  combés  y  otros  volaban  á  las  cofas.  Dueños  ya  los 
indios  del  xxlcazar,  no  hallaron  en  una  caja  los  sables  que  presumían 
encontrar,  para  con  armas  mas  ventajosas  forzar  la  cámara  de  los 
oficiales.  A  este  tiempo  D.  Pedro  Mendinueta  de  un  golpe  de  pisto- 
la mató   al  indio    Ovellana,  que  era  el   capitán  de  los  amotinados,, 


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Los  otros,  viendo  muerto  á  su  caudillo,  se  arrojaron  al  mar,  ahogán- 
dose á  un  tiempo  todos.  Así  acabó  aquella  sangrienta  conspiración, 
y  repentino  tumulto  de  los  indios,  llegando  D.  José  Pimrro  á  Es- 
paña, á  principios  de  Enero  de  1746,  después  de  casi  cinco  años  de 
trabajos  y  tormentos  en  el  mar  y  en  la  tierra,  que  se  le  recompensa- 
ron con  el  grado  de  Teniente  General  y  el  Vireynato  de  Santa  Fé 
que  sirvió. 


ANO  DE  1744. 

Juan  Pink,  inglés,  con  un  navio  bien  proveído  de  artillería  y 
gente,  se  fondeó  en  el  Rio  de  la  Plata,  Desde  allí,  burlándose  de  las 
prohibiciones  que  le  embarazan  esta  libertad,  hacia  comercio  con  los 
contrabandistas  de  aquellas  costas.  Entre  estos  había  un  Andaluz 
que  llamaban  Girado.  Este  por  sus  delitos  había  sido  pregonado  en 
las  calles  públicas  de  Buenos  Ayres.  Determinadamente  una  noche 
se  presentó  al  Gobernador  de  aquella  plaza,  que  lo  era  el  Teniente 
General  D.  Domingo  Ortiz  de  Sosas,  primero  Conde  de  Poblaciones, 
y  le  dijo:  que  corno  se  perdonasen  sus  delitos  entregaría  el  navio  in- 
glés, que  tenia  por  nombre  el  Elias.  Convino  en  esto  el  Gobernador 
y  le  dio  para  ello  una  lancha  grande  y  algunos  pesos. 

Girado  buscó  once  Andaluces  de  iguales  aventuras,  y  care'ó  la  lan- 
cha  de  ganado  mayor  y  menor,  algunos  zurrones  de  cuero  vacíos  en 
que  sus  compañeros  iban  escondidos  y  armados  de  pistolas  y  sables. 
Con  estas  prevenciones  partió  de  noche  al  navio,  que  estaba  algo 
distante  del  surgidero.  Llegó  á  él  y  se  atracó  á  su  costado,  previnien- 
do que  luego  que  oyesen  su  voz,  matasen  todos  los  que  encontrasen. 
Subió  él  solo  al  navio.  Como  el  capitán  lo  conocía,  creyó  que  eran 
verdaderos  víveres  los  que  traia,  y  mandó  echar  los  aparejos  para  re- 
cibirlos. Estaban  en  esta  faena  cuando  Girado. en  la  puerta  de  la  Cá- 
mara alta  mató  de  dos  puñaladas  al  capitán,  é  hizo  la  señal  á  los 
suyos  que  intrépidamente  se  arrojaron  y  mataron  diez  ingleses,  hi- 
riendo mas  de  veinte  que  se  oponían.  Entonces  se  apoderaron  de  la 
embarcación  que  vendió  al  Rey,  y  volvieron  á  tomar  otros  ingleses, 
navegando  para  España.  Su  presa  fué  de  mas  de  100,000  pesos,  que 
en  la  mayor  parte  se  dieron  á  los  Andaluces  que  emjDrendieron  la 
aventura,  quedando  Girado  absuelto  déla  pena  ordinaria  á  que  esta- 
ba condenado  por  sus  culpas. 


AÑO  DE  1763. 

Macnamara,  comandante  ingles,  y  Hugo  Stachkouse,  su  teniente, 
salieron  del  Rio  Janeyro  á  mediados  de  Diciembre  de  1762  con  una 
escuadra  de  11  bajeles,  que  componían  dos  ingleses  y  nueve  portu- 
gueses. Los  primeros  eran  el  Lord-Olive,  navio  de   64  cañones,  y  la 


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Ambuscada,  fragata  de  50.  Los  demás,  un  navio  de  60  y  seis  ber- 
gantines de  18  á  20,  armados  en  guerra,  y  dos  embarcaciones  de 
trasporte.  Su  tripulación  era  numerosa,  con  casi  mil  hombres  de 
desembarco,  entre  los  que  ochocientos  eran  portugueses.  Dirijieron 
pues  su  rumbo  hacia  el  Rio  de  la  Plata.  Su  designio  era  sorprender 
la  ciudad  de  Buenos  Ayres,  según  proyecto  del  inglés  José  Reez, 
que  siete  años  liabia  vivido  en  ella;  y  á  que  algunos  comerciantes  de 
Londres  habían  concurrido  con  cien  mil  libras  esterlinas, 

Navegando  con  buen  viento,  descubrieron  en  la  altara  de  la  Bar- 
ra de  Santa  Lucía,  una  goleta  nuestra  que  montaba  ocho  cañones  y 
dos  pedreros.  Atacóla  con  tres  lanchas  Hugo  Stackhouse  y  la  rindió 
á  las  dos  horas  do  combate.  Su  oficial,  conducido  al  comandante, 
le  informó  que  el  Brigadier  D.  Vicente  de  Silva  Fonseca,  Goberna- 
dor de  la  Colonia  del  Sacramento  la  había  capitulado  el  30  de  Oc- 
tubre, esto  es,  después  de  haber  resistido  24  días  de  sitio  y  continuo 
fuego  de  tres  baterías,  con  bien  reglados  atrincheramientos,  que  la 
tuvieron  expuesta  al  asalto  por  dos  brechas,  la  una  en  el  baluarte  del 
Carmen  y  la  otra  en  la  cortina  inmediata.  Con  todo  siguió  el  co- 
mandante su  rumbo  y  ancló  la  escuadra  á  vista  de  Buenos  Ayres, 
habiendo  antes  sacado  al  Lord- Olive  la  primera  andanada  de  su  ar- 
tillería, y  "alijándole  la  aguada  y  lastre  á  causa  del  poco  fondo  que 
halló  en  el  rio. 

Después  de  algunas  tentativas  inútiles  sobre  nuestras  embarcacio- 
nes, tomó  la  derrota  hacia  la  costa,  del  Rosario.  Envió  á  tierra  dos 
botes  con  50  hombres.  Sentidos  estos  del  piquete  de  caballería  que 
guardaba  la  playa,  huyeron  precipitadamente  á  la  espesura  del  mon- 
te, quedando  muertos  tres,  y  prisioneros  cuatro.  A  los  ciernas  no  se 
les  pudo  cortar  la  retirada,  porque  les  valió  para  salvarse  la  oscuri- 
dad de  la  noche.  Entonces  se  hizo  á  la  vela  y  dio  fondo  no  lejos  de 
Montevideo.  Aquí  en  un  bergantín  portugués  le  llevaron  varios  plie- 
gos de  D.  Gomes  Freyre  de  Andrade,  General  del  Janeyro.  En  ellos 
le  prevenía  este  gefe,  que  sin  embargo  de  haberse  desvanecido  (con 
la  pérdida  de  la  colonia)  el  proyecto  de  sus  respectivas  Cortes,  se 
mantuviese  hasta  nueva  orden,  cruzando  la  altura  del  Rio  de  la 
Plata;  y  que  pusiese  su  principal  objeto  en  la  restauración  de  aquella 
plaza  que  facilitaba  el  práctico  inglés  que  le  remitía. 

Macnamaru,  después  de  haber  hecho  consejo  de  guerra  pasó  aba- 
tir el  baluarte  de  San  Pedro  Alcántara.  Después  se  puso  al  frente 
de  Santa  Pita,  en  donde  pereció  incendiado  juntamente  con  el  pro- 
yectista José  Eeez.  Se  salvaron  solo  85  que  naufragando  hizo  reco- 
jer  el  General.  Las  demás  naves,  á  vista  del  estrago  de  su  capitán, 
se  retiraron  muy  maltratadas.  Defendía  la  colonia  el  Teniente  Ge- 
neral D.  Pedro  Zevallos,  Gobernador  de  Buenos  Ayres  y  Capitán 
General  del  Rio  de  la  Plata.  Era  el  mismo  gefe  que  la  habia  rendi- 
do y  se  portó  no  menos  activo  en  esto  que  vigoroso  en  lo  otro.  Ganó 
en  una  dos  victorias  que  dobló  el  laurel  en  un  triunfo.  Aun  enfermo 
no  se  rindió  á  la  gravedad  del  mal.  Se  hizo  poner  sobre  un  caballo, 


—40— 
y  con  solo  su  presencia  alentó  oficiales  y  soldados,  mandando  las  ba-? 
terías  con  el  mismo  ardor  que  cuando  sano  las  hacia  jugar.  De  este 
modo  á  la  gloria  de  vencer  añadió  el  honor  de  conservar. 


Estas  son  las  noticias  que  he  podido  recoger  consultando  los  autor- 
res  originales  de  ellas,  y  cotejándolas  con  los  mas  auténticos  manus- 
eritos  que  conserva  la  curiosidad  de  críticos  y  juiciosos.  Van  ellas 
colocadas  según  la  serie  de  los  años  en  que  han  existido  los  sucesos, 
De  este  modo  forman  una  breve  cronología  que  ha  sido  bien  difícil 
reducir  á  un  cuerpo  y  ceñirle  á  los  estrechos  límites  de  un  papel. 
Quizá  faltaran  algunas:  no  serán  ellas  muy  principales;  ni  menos  so 
harán  notables  donde  es  grande  el  concurso  de  hechos  de  mayor 
monta.  He  omitido  las  de  la  América  Septentrional  y  sus  islas.  Es- 
te cuidado  toca  á  los  de  Méjico;  ellos  desempeñarán  el  asunto,  bas- 
tante campo  dá  á  sus  plumas  el  presente  sistema  de  cosas. 

En  este  no  es  poco  lo  que  hay  que  desenredar  para  la  exactitud 
de  la  historia  y  sencillez  de  la  verdad.  A  mi  solo  me  resta  ahora 
concluir  un  papel,  lo  acabaré  con  unas  ligeras  reflexiones;  no  serán 
ellas  fuera  del  caso,  si  se  contemplan  sin  pasión  las  vigorosas  defen- 
sas que  han  emprendido  en  todos  tiempos  los  Españoles  y  Meridio- 
nales, guardando  los  puertos,  costas  y  plazas  del  Perú,  Tierra- firme, 
Buenos  Ayres  y  Chile. 

Es  pues  un  engaño  de  nuestros  enemigos,  cuando  sueñan  que  fá- 
cilmente invadirán  las  posesiones  españolas  en  la  América  Meridio- 
nal. Este  es  un  delirio  bien  manifiesto:  no  pocas  veces  (como  se  ha 
visto  en  esta  cronología)  han  experimentado  su  locura  á  costa  de  su 
misma  ruina.  Son  espaüoles  los  que  defienden  guardan  y  conservan 
estas  tierras.  Han  heredado  los  que  acá  nacen  la  nobleza  de  espíritu 
y  valentía  de  ánimo  de  los  que  allá  viven.  En  el  siglo  que  corre  die- 
ron prueba  de  esto  los  ilustres  limeños  que  ahora  me  ocurren  á  la 
pluma  y  que  á  esfuerzos  de  su  espada  sufrieron  muy  dignamente 
ceñirse  el  laurel  de  Marte,  son  ellos: 

El  Marqués  de  Valde-Cañas. 

El  Marqués  de  Casa-Fuerte. 

El  Marqués  del  Surco. 

El  Conde  de  San  Donas. 

D.  José  Vallejo. 

D.  Juan  de  Cobarrubias.   (*) 

D.  Pedro  Corbete. 

Este  último  fué  Capitán  General  de  la  Real  Armada  de  España; 
Los  dos  primeros  Capitanes  Generales  de  los  Reales  Ejércitos,  Vi- 

(*)    Fué  natural  de  Santiago  ele  Chile. 


—41— 

reyes  y  Gobernadores  de  las  mas  importantes  plazas  y  reinos  de  una 
y  otra  monarquía.  Los  otros  Tenientes  Generales,  y  no  menos  carac* 
terizados  en  honores  dignidades  y  empleos. 

Entre  estos  deben  contarso  otros  ilustres,  que  aunque  no  son  lujos 
de  Lima  han  nacido  en  el  suelo  meridional  de  que  es  cabeza  este 
emporio  del  nuevo  mundo,  Son  estos: 

D.  Antonio  de  Irrazabal, 
D.  Lope  de  Armcndariz. 
D.  Rodrigo  ele  Orozco. 

El  uno  nació  en  la  ciudad  do  Santiago,  capital  del  Reino  de  Chi? 
le,  fué  Marqués  de  Valparaíso  y  Vizconde  de  Santa  Clara.  Gobernó 
en  calidad  de  Yirey  y  Capitán  General,  los  Reynos  de  Treme- 
zen  y  Navarra,  habiendo  sido  muchos  años  Consejero  de  Estado  y 
Guerra.  El  otro  fué  el  primer  Marqués  de  Cadreyta;  debió  su  cuna 
á  la  ciudad  de  San  Francisco  de  Quito.  Mandó  los  galeones  de  Es- 
paña con  el  carácter  de  General,  y  gobernó  á  Méjico  con  el  alto  de 
Virey,  siendo  sus  servicios  bien  señalados  en  haber  desj>oseído  á  los 
holandeses  de  la  isla  de  San  Martin  que  empezaban  á  guarnecer  con 
casi  dos  mil  hombres  entre  marineros  y  soldados.  El  último  tuvo 
por  patria  á  la  ciudad  de  la  Plata  en  la  provincia  de  Chuquisaca 
del  Perú.  Fué  Marqués  de  Montara,  y  ascendió  por  todos  los  gra- 
dos al  Supremo  de  la  guerra,  habiendo  sido  Generalísimo  de  las  tro- 
pas de  España  en  tiempo  del  Señor  D.  Felipe  IV.  Las  hizo  inven- 
cibles en  Flándes,  Italia,  Fuente-Rabia  y  otros  países  de  la  Euro- 
pa. Se  ven  sus  hazañas  esculpidas  en  mármoles,  grabadas  en  bronces 
y  estampadas  en  libros.  Estos  en  diferentes  idiomas,  levantando  su 
mérito  á  la  mas  sublime  esfera  del  heroísmo,  le  colocan  en  el  templo 
de  la  fama.  Justo  merecimiento  a  quien  supo  ganarse  las  glorias  por 
su  brazo.  Mas  merece  el  Perú  por  solo  este  hijo,  que  por  los  fecun- 
dos partos  de  sus  minas.  El  solo  basta  á  engrandecerle,  y  no  la  opu- 
lencia material  de  sus  tesoros. 

Hay  otros  limeños  que  sin  haber  tocado  tanta  altura,  se  han  acer- 
cado á  rejistrarla.  Son  estos: 

D.  Fernando  Dávila. 
D.  Eugenio  Alvarado. 
D.  Alvaro  de  I  barra. 
D.  Miguel  Nuñez. 

El  primero  sirvió  con  el  grado  de  Mariscal  de  Campo  en  la  guer- 
ra pasada,  y  fué  Presidente,  Gobernador  y  Capitán  General  en  el 
Reyno  de  Tierra-Firme.  El  segundo,  gozando  de  igual  grado  en  es- 
ta, que  acaba  de  terminar  la  paz,  ha  acreditado  su  conducta  y  valor, 
como  lo  publican  los  Mercurios  y  Gacetas  de  Holanda.  Desempeñó 
la  confianza  de  nuestrro  Soberano,  gobernando  con  acierto  la  impor- 


—42— 
tanto  plaza  de  Chavez,  que  las  armas  castellanas  tomaron  á  los  Por- 
tugueses, en  la  provincia  Tras  los  Montes.  Los  dos  últimos  fueron 
Capitanes  Generales  del  Perú,  en  vacante  de  Vireyes,  por  haberse 
hallarlo  en  aquella  sazón  presidiendo  como  Decanos  la  Real  Audien- 
cia de  Lima,  Estos  Ministros  no  solo  autorizaron  el  Senadocon.su 
respeto,  y  concertaron  el  gabinete  con  su  política,  sino  ilustraron  la 
escuela  con  su  ciencia. 

Los  Monarcas  Españoles  tienen  en  sus  vasallos  del  Perú  mas  que 
su  valor  y  sus  riquezas,  su  lealtad  y  su  obediencia.  Ellas  defenderán 
estos  reinos  manteniéndoselos  como  hasta  aquí  en  pacífica  posesión: 
no  es  vasallaje  el  de  estas  gentes,  es  adoración  á  nuestros  Soberanos. 
En  parte  lo  hacen  el  clima  y  la  antiquísima  sangre  castellana  que 
circula  en  las  venas,  si  no  de  todos  de  los  mas  ó  ele  algunos,  que  con 
su  ejemplo  mueven  á  los  otros.  A  propósito  de  esto,  ha  dicho  en 
nuestros  dias  el  docto  limeño  Fray  Alejo  de  Al  vites  del  Sagrado  Or- 
den Seráfico:  El  sol  monarca  de  los  astros,  influye  con  mas  activi- 
dad en  la  mayor  distancia,  cuando  liedla  especied  disposición  como 
se  vé  en  el  cristal  donde  la  luz  es  fuego,  y  el  amor  á  sus  reyes,  siendo 
en.  otros  vasallos  sujeción  en  los  genios  del  Perú,  distantes  un  mundo 
de  su  sol,  esféque  casi  declina  en  idolatría,. 

En  fin,  el  Padre  José  de  Acosta,  en  su  historia  natural  y  moral  de 
las  Indias,  lib.  7.  cap.  28.  pag.  532,  que  experimentó  esto  igualmen- 
te que  yo  lo  he  visto,  adviértelo  siguiente:  No  piense  nadie,  que 
diciendo  Indios,  ha  de  entender  hombres  de  troncos;  y  si  no  lleguey 
pruebe.  Y  mas  arriba  á  la  pag.  531,  habia  dicho:  Quien  estima  en 
poco  á  los  indios,  mucho  se  engaña. 


COLECCIÓN 


m  i?süñ  ¥  wiiis 


SERIAS,  JOCOSAS  Y  SATÍRICAS, 


DEL     ILUSTRE    LITERATO 


i*  cstvy*  c@ 


TRAJEDIA  FAMOSA 


U.K3'^&ZZ<%&T&Uíi¿£±££)<£X 


&á  aaas^aa^  so  a<¡>E>aá 


<& 

#  CAPIÍULARIS    COETüsfoV 
|f  LIMANÜS 

|     PERUVICO    TIFOTETAR 
|  ET  TIPoEABRO 

PRIMO 
TADEO  LÓPEZ  [O, 

ANtfO  1813. 


V5> 

fe 
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fe 
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¿ft'v 


fe 


Verdadero  Retrato  de   la  medalla  lupina. 
sin  mas  diferencia  que  tener  un  toro  en  lugar  de  la  águila,  Vetó 
á  bien  que  todos  son  animales  de  Dios. 


MttMMAft  til  UJUtál* 


LÓPEZ  I.  galán  y  amante  de 

TINA  MOZITA  pórtalera,  cuyo  nombre  se  ignora,  y  que  hace  ve- 
ces de  primera  dama,  aunque  es  criada  en  su  casa. 

ANTUCO,  liberal  1.  c 

PERICO,   liberal  2.  G 

CUCHO,     liberal  3.  ° 

CUATRO  IMPRESORES,  que  no  se  nombran  porque  interesan 
tan  poco  en  la  tragedia,,  que  aunque  se  quitaran,  nadÁe  los  echa- 
ría menos. 


ACTO  PKIMERO, 

Se  levanta  el  telón  y  aparece  LÓPEZ  en  bu  casa  con  su  vestido  oscu- 
ro bordado  de  seda  del  mismo  color,  con  su  medalla  puesta  y 
mirándose  al  espejo.  Entra 

Á-NTTfco  y  dice: 

Pues  amigo:  mas  ¡qué  veo! 
j  Sales  al  iin  con  medalla? 

López  con  voz  7)tagestuosa, 

Hoy  ha  de  ver  la  canalla 
El  sitgeto  que  es  Tadeo. 

ANTUCO, 

Lo  estoy  viendo  y  no  lo  creo. 
¡Hay  locura  semejante! 

lopez  mirando  la  medalla 
¡Qué  bien  brilla  este  diamante! 

ANXTJCO. 

Hombre:  tú  el  juicio  has  perdido, 

'       LÓPEZ. 

Cae  muy  bien  sobre  el  vestido 
La  medalla,  ¡voto  alante! 

ANTLTCO. 

¡  Qué  bien  se  ha  de  reir  de  tí 


Afí. 

— uo — 

El  viejo,  el  mozo,  el  muchacho! 
í)esde  hoy  todo  el  populacho 
Te  tendrá  porbaladí. 

López  encogiéndose  de  hombros, 

Y  ¡  qué  se  me  dará  á  mí ! 

ANTUCO. 

Con  que  ¿con  medalla  vas? 

lopez  saliendo  de  su  casa, 
Acompáñame,  y  verás. 

ANTUCO, 

Que  te  acompañe  el  demonio, 

LÓPEZ. 

Pues  á  Dios  amigo  Antonio. 

ANTUCO, 

Me  voy,  y  no  vuelvo  mas. 

ANTUCO  tira  para  la  Concepción;  LÓPEZ  se  dirije  para  Sanio 
Domingo,  llevándose  tras  de  la  medalla  todos  los  muchachos 
que  encuentra,  en  el  camino,  y  cae  el  telón. 


ACTO  II. 

8 e  presenta  LÓPEZ  en  la  esquina  del  jamón,  rodeado  de  innúmera* 
bles  muchachos,  en  el  momento  de  encontrarse  con 

perico  que  dice  asombrado', 

¿Qué  significa,  hombre,  aqueso 
Que  al  pecho  llevas  colgado? 

LÓPEZ. 

La  medalla  que  me  ha  dado 
De  la  ciudad  el  Congreso. 


—49— 

perico  riéndose: 

No  te  la  dio  para  eso. 
Te  la  dio  para  gitardalla. 

López  enojado: 

Es:  no  seas  tonto;  calla. 

¿Te  cabe  eso  en  la  mollera? 

¡Si  para  guardalla  fuera, 

Me  mearía  en  la  medalla. 

Pero  hombre:  ¡cuanto  me  asienta     (mas  tranquilo) 

Y  cual  me  pone  de  bello ! 

PERICO. 

Y  dime  ¿no  fué  Cabello 
El  que  fabricó  la  imprenta? 

lopez  vuelto  á  enfadarse  y  con  razón: 

Aqueso  no  es  de  tu  cuenta, 
Ni  de  otro  ningún  canalla. 

perico  también  enfadado: 

Es  que  entonces  la  medalla 
De  él  debia  ser  blasón. 

lópez  muy  serio :  pero  queriendo  ocultar  su  incomodidad? 

Ya  saldrá  la  procesión: 
A  Dios. 

perico  en  tono  sambático. 

A  Dios  Barandalla. 

PERICO  tuerce  por  la  calle  de  Bodegones.  LÓPEZ  sigue  por  el 
portal  de  botoneros,  acompañado  de  innumerables  muchachos 
que  le  hacen  por  detras  algunas  morisquetas ;  y  cae  el  telón,  pe-* 
ro  no  encima  de  LOPEZ: porque  entonces  se  Volvería  á  su  casa: 
y  no  seria  fácil  encontrar  quien  representase  su  papel  en  los  tres 
actos  que  restan.  Es  de  advertir  que  el  número  de  muchachos  que 
le  siguen  se  aumenta  un  50  por  100  en  cada  media  cuadra. 


Literatura — 4 


—50— 


ACTO  III. 

;S'e  levanta  el  telón  muy  despacio  para  dar  tiempo  á  LÓPEZ  que  sé 
ha  metido  en  un  callejón  del  portal  de  escribanos  á  hacer  una  di- 
ligencia que  por  puerca  no  se  dice.  Debe  medirse  el  tiempo  de 
manera  que  se  descubra  el  portal  al  tiempo  que  LÓPEZ,  segui- 
do siempre  de  los  muchachos,  pasando  por  la  puerta  de  la  cárcel, 
se  encuentra  con  la  mocita  portalera,  de  quien  dijimos  que  se  ig- 
noraba el  nombre. 


lopez  tirándole  la  saya  y  haciéndose  un  caramelo. 

Mas  que  nunca. 

mozita  hecha  una  vívorá. 

¡Qué  lisura! 
Poco  tirarme  la  saya. 

lopez  medio  formal  y  enseñándole  la  medalla: 

Tú  no  has  visto  esta  medalla, 
Cuando  te  muestras  tan  dura. 

mozita  después  ole  dar  una  carcajada. 

Ay!   ¡qué  pieza! 

lopez  oonservando  la  misma  media  formalidad  y  sin  soltarle  la  saya. 

Mi  ventura 
En  ella  tengo  cifrada. 

mozita  haciendo  fuerza  para  safarse,  dándole  de  manotones  y  en  voz 
muy  alta. 

No  me  tenga  usted  parada. 

lopez  sonriéndose,  haciendo  unos  movimientos  con  la  cabeza  como  si~ 
su  pescuezo  fuera  de  melcocha,  con  los  ojos  dormidos  y  con  una 
voz  melosa  y  muy  pausada: 

Pues  díme  siquiera  un  si. 
Que  la  medalla  sin  tí, 
No  me  sirve  para  nada. 


—51— 

mozita  con  una  risita  picaresca  y  contono  remolón'. 

¡Hay  casito! 

lopez  después  de  dar  dos  suspiros  y  dehaber  lieclio  esfuerzos  para  to- 
marle una  mano  que  ella  huye,  y  medio  lloroso : 

Ya  valor 
Falta  para  el  sufrimiento. 
Yo  pedí  al  Ayuntamiento 
La  medalla  por  tu  amor. 
Creí  templases  el  rigor, 
Al  verme  con  este  arreo. 

mozita  con  resolución  y  tono  varonil: 

Se  engañó  usted  Don  Tadeo. 
Hoy  que  está  con  ese  herrage, 
Me  parece  mas  salvage^ 
Mas  ridículo  y  mas  feo; 

Hace  la  MOZITA  Un  esfuerzo  extraordinario,  safa  de  las  manos  de 
LOPEZ  y  se  vá  riendo  á  caquinos  para  la  calle  de  Mercaderes. 
LÓPEZ  la  sigue  algunos  pasos,  vé  que  se  le  cae  un  papel )  lo  to- 
ma, lo  besa,  se  lo  arrima  al  pecho,  y  encontrándose  con  el  origi- 
nal del  poema  intitulado  REVERSO  DE  LÁ  MEDALLA  es- 
crito de  letra  y  puño  de  su  rival,  á  quien  habia  encontrado  con 
ella  la  noche  antecedente:  dá  algunas  patadas,  rompe  el  papel, 
se  tira  los  <  abellos,  y  haciendo  entre  dientes  mil  juramentos  de 
no  volver  á  hablar  á  la  tal  MOZITA,  camina  p>ara  Santo  Do- 
mingo hecho  un  tigre.  Es  de  advertir  que  los  muchachos  no  de- 
ben desampararle  un  punto.  Guando  él  vaya  por  el  café  de  San- 
to Domingo,  debe  caer  el  telón  con  el  mismo  cuidado  que  ántes^ 
porque  faltan  dos  actos. 


ACTO  IV. 

Este  acto  es  el  día  siguiente  á  las  siete  de  la  mañana,  cuando  se  le 
acababa  de  despojar  á  nuestro  LOPEZ  de  su  adorada  meda- 
lla. Guando  se  alza  el  telón,  vá  LOPEZ  saliendo  del  palacio 
muy  desconsolado,  cabizbajo,  con  el  calzón  caído,  parándose  de 
trecho  en  trecho  y  echando  algunos  votos.  Vá  tan  ciego,  que  no 
repara  en  el  pilón  de  la  plaza,  dá  un  porrazo  contra  él,  se  cae 
y  se  rompe  la  cabeza.  Pero  es  tal  su  sufrimiento,  que  no  hace 
mención  de  esta,  cosa  en  toda  la  tragedia.  En  las  mistureras  en- 


—52— 
cuentra  á  la  MOZITA  portalera  ;  entonces  se  entona  un  poco,  ol- 
vida algo  la  medalla  y  los  juramentos  que  Jiizo,  la  quiere  con^ 
viciar,  ella  no  le  admite;  le  habla;  no  le  contesta,  se  vuelve  á  in- 
comodar, y  sigue  su  camino.  En  la  esquina  de  Bodegones  en- 
cuentra con 

cucho  que  le  dice: 

Y  ¿la  medalla  qué  se  lia  hecho? 

LÓPEZ  echando  algunos  lagrimones,  no  se  sabe  si  de  cólera  ó  de  pena. 

El  diablo  se  la  llevó. 

Tan  solo  un  dia  duró 

Ennobleciendo  mi  pecho. 

Estoy  en  ira  deshecho.     (Aquí  rompe  el  bastón} 

CUCHO. 

López:  tu  espíritu  aquieta. 

lopez  mas  enfurecido. 

¿Quien  contiene  la  rabieta, 

El  corage  y  el  furor, 

"Viendo  el  signo  de  su  honor        (Aquí  le  falta  poco 

Debajo  de  una  silleta?  para  tirar  piedras.} 

CUCHO. 

¡  Quien  tal  hubiera  creido 
De  una  medalla  tan  bella! 

lopez  enjugándose  las  lágrimas. 

j Cielos!   ¡qué  fatal  estrella 
Es  la  que  á  mi  me  ha  cabido ! 

CUCHO. 

Ya  con  medalla  has  salido: 

Y  aunque  te  cueste  una  muela ..., 


lopez  mas  bravo  que  nunca.- 
Basta:  juro  por  mi  abuela, 


—53— 

Que  otra  vez  el  "bien  que  adoro,  (Hace  relación  á  la, 
Me  ha  de  ver  con  plancha  de  oro,  mozita portalera.) 
Sobre  el  muerto  y  quien  lo  vela. 

CUCHO  se  despide  en  la  esquina  de  Bodegones:  y  LÓPEZ  sordo  con 
la  furia,  no  le  oye  y  sigue  por  los  Judíos  sin  contestarle.  En  la 
puerta  de  la  botica  vuelve  la  cara  atrás  y  entre  los  infinitos  mu- 
chachos que  le  siguen,  ve  a  uno  que  le  estaba  amarrando  en  un  bo- 
tón del  fraque,  con  un  hilo  acarreto,  un  papel  donde  estaba  la  ins- 
cripción de  la  medidla  escrita  con  carbón,  y  un  gallinazo  en  'lugar 
de  la  águila.  Corre  tras  él  para  darle  un  cocacho,  y  cuando  ya  le 
iba  dando  caza,  se  unde  LÓPEZ  por  un  escotillón.  Pero  no:  me- 
jor será  que  el  muchacho  se  desaparezca  por  un  vuelo  rápido: por 
que  LÓPEZ  pudiera  maltratarse,  y  seria  una  lástima  que  la  tra- 
gedia quedase  sin  concluirse.  Después  del  acto  quinto,  mas  que  se 
lo  lleven  los  demonios.  Aquí  es  preciso  que  el  telón  caiga  muy  bre- 
ve: porque  LÓPEZ  se  ha  puesto  á  orinar  en  la  puerta  de  su  tien» 
da  y  pasa  mucha  gente. 


ACTO  Y. 

Se  levanta  el  telón:  y  aparece  la  imprenta  de  la  calle  de  los  Judíos,  y 
en  ella  cuatro  impresores  jugando  alas  tejas.  Entra  LÓPEZ 
en  mangas  de  camisa,  muy  sofocado,  y  dice: 

LÓPEZ. 

¡Como  traigo  la  cabeza! 

Y  ¡qué!  ¿Ustedes,  no  hacen  nada?     (repara  en  los 
¿Por  qué  esa  prensa  parada?  impresores') 

¿El  Peruano  no  se  empieza? 

impresor  I.° 
¿Qué  ruido  es  ese?  ¿Es  calesa?  (viene  un  temblor) 

impresor  2.° 
No:  temblor. 

impresor  3.° 

Temblor  es,  sí. 

IMPRESOR   4.° 

Corran  todos  por  aquí.       (saliendo por  el  callejón.) 

Los  cuatro  impresores  salen  á  la  calle.  LÓPEZ  tropieza  con  una 
forma  del  Peruano  liberal,  la  desbarata,  se  cae,  y  queda  tan 
adolorido  de  la  rodilla,  que  no  puede  correr.  El  temblor  apura, 
y  dice 


—54— 

LÓPEZ, 

A  Dios  diablos!  Esto  es  hecho. 

Ahajo  se  viene  el  techo. 

Ya  cae:  me  pilló:   ¡ay  de  mi! 

Cae  él  techo  sobre  la  pierna  izquierda  de  LÓPEZ,  y  se  la  quiebra, 
Este,  reducido  cd  último  abatimiento,  tumbado  en  el  suelo,  lleno 
de  tierra,  y  con  la  pierna  metida  debajo  del  tedio,  dice: 

LÓPEZ. 

¡Infeliz  LÓPEZ!  tu  suerte 
Ha  decidido  el  temblor; 

Y  te  habría  hecho  favor, 
Sí  te  hubiera  dado  muerte. 
Venga  otro  temblor  mas  fuerte, 

Y  acábete  de  una  vez; 
Pues  morir,  menos  mal  es 
Que  tener  una  medalla, 

Y  no  poder  pasealla 

Por  faltarle  á  un  hombre  pies. 

Aquí  por  cuatro  escotilllones,  salen  cuatro  diablos,  todos  con  meda- 
lla, y  se  ponen  á  bailar  el  sorongo,  encima  del  teelw.  Como  LÓ- 
PEZ tieno  su  pierna  metida  debajo,  siente  con  el  peso  de  los  dia- 
blos unos  dolores  muy  fuertes:  dá  unos  gritos  descomunales:  y 
cae  el  telón  por  la  última  vez. 


PEKSONAS  QUE  HABLAN. 


López. 

El  cojo  Prieto. 


Un  escribano. 

El  platero  que  hizo  la  medalla. 


Se  alza  el  telón  y  aparece  López  sentado  tras  su  mostrador  y  recostado 
sobre  su  brazo;  y  el  cojo  Prieto  parado  delante  de  él,  y  tomando 
un  vaso  de  aguardiente.  Entra  el  Escribano,  y  poniendo  sobre  el 
mostrador  el  lazo  de  la  medalla  envuelto  en  un  papel,  dice: 

el  esceibano  muy  serio 

Esta  orden  traigo. 


—55— 

LÓPEZ. 

¿Qué  espeso? 

ESCRIBANO. 

Es  el  lazo. 

LÓPEZ. 

¿Y  la  medalla? 

ESCRIBANO. 

Se  destinó  á  la  gen  talla 
De  la  cárcel. 

LÓPEZ. 

Y  ¿de  aqueso 
Que  hago  yo  ahora? 

COJO. 

Si  al  pescuezo 
Lo  pones,  soga  ahorrarlas 
Para  ahorcarte. 

Entra  el  PLATERO  con  cara  de  herrero  mal  pagado,  y  dice: 

Yeinte  dias 
He  venido. 

lopez  dando  un  porrazo  en  el  mostrador. 
No  hay  dinero. 

PLATERO  levantando  el  bastón. 
Pues  habrá  palos. 

LOPEZ  quitando  una  muleta  al  cojo  y  dando  al  platero  con  ella. 

Primero 
Ten. 

cojo  cayéndose  por  la  falta  de  la  muleta. 

¡Pobres  costillas  mias ! 

Siguen  dándose  de  palos  el  PLATERO  y  IjOPEZ',  y  hasta  que  LO- 
PEZ no  tenga  cuando  menos  dos  costillas  rotas  no  cae  el  telón. 


—56— 

NOTAS. 

1.  *  La  música  ele  la  tonadilla  debe  componerse  de  cuatro  ó  seis 
marimbas,  dos  tambores  destemplados  y  nueve  flautas  de  cañas. 
Hemos  creído  ti  til  al  público  poner  aquí  la  letra,  que  es  la  siguiente: 

jAy  López!  la  medalla 
Cuanto  te  cuesta! 
¡O  maldito  Peruano, 
Maldita  imprenta! 

Tal  paradero 
Tiene  el  pieza  que  quiere 
Ser  caballero. 

2.  *  No  faltaran  críticos  adocenados  que  digan  que  López  debía 
morir  para  que  estuviese  este  drama  según  las  reglas  del  arte.  Y  por 
eso  me  parece  conveniente  advertirles  que  la  medalla  muere:  y  que 
basta  su  muerte  para  una  verdadera  y  completa  tragedia. 

A  mi  nada  me  costaba  hacer  morir  á  López.  Con  la  misma  fa- 
cilidad que  le  hago  caer  el  techo  sobre  la  pierna,  podia  hacer  que  le 
cayese  encima  de  la  cabeza,  Pero  López  es  un  hombre  muy  intere- 
sante: y  si  lo  matamos,  privamos  al  público  de  los  diversiones  que 
puede  proporcionarle  en  lo  futuro.  Porque  ¿qué  no  se  debe  esperar 
de  un  hombre  que  se  ha  presentado  en  la  plaza  con  MEDALLA? 

3.  tó  La  forma  del  Peruano  liberal  en  que  tropezó  López,  fué  la 
que  estaba  armada  para  el  Domingo  último.  Como  el  impresor  la 
compuso  apurado  para  que  se  tirase  en  ese  día,  salió  el  tal  Peruano 
como  el  público  ha  visto. 


EXORDIO. 


Canto  del  grande  López  la  medalla 
al  son  de  mi  Incido  monacordio : 
canto  la  envidia  de  la  vil  canalla; 
y  catate  acabado  ya  el  exordio, 

INVOCACIÓN. 

¡O  vosotras,  carachas,  que  nadando 
Estáis  en  el  gran  Eimac  noche  y  diaS 
pues  ya  la  invocación  se  vá  acabando^ 
prestarme  breve  vuestra  melodía. 

CANTO  1.° 

López  que  en  las  pasadas  elecciones, 
fuistes  de  los  bulleros  el  encanto, 
dieron  fin  tus  siniestras  intenciones, 
y  aquí  dio  fin  también  el  primer  canto. 

CANTO  2.° 

Cantaré  la  tu  ciencia  prodigiosa 
que  en  los  albaceazgos  se  eterniza: 
traslado  á  tu  cuñada  siempre  hermosa; 
y  aquí  el  segundo  canto  finaliza. 

CANTO  3.° 

Canto  la  herida  que  en  el  brazo  hiciste 


—58— 
al  fuerte  Diaz  con  tu  diestra  brava: 
canto  la  "bofetada  que  sufriste; 
y  mi  tercero  canto  aquí  se  acaba. 

CANTO  4.° 

Canto  tu  imprenta,  canto  el  Peruanote 
que  á  todo  Lima  tiene  ya  tan  harto: 
canto  tu  tan  bordado  vestidote; 
y  tenemos  concluido  el  canto  cuarto. 

CANTO  5.°  Y  ULTIMO. 

Canto  el  fatal  y  digno  paradero 
que  tuvo  tu  medalla  el  otro  dia 
de  habértela  plantado;  y  aquí  quiero 
que  el  poema  concluya,  musa  mia. 


DT 


Tiene  el  cabildo  grandes  ocurrencias 

para  premiar  servicios  importantes; 

él  sabe  bien  pesar  las  excelencias 

de  los  sucesos  mas  interesantes: 

¡O  López!  pues  á  Lima  hoy  evidencias 

que  hay  cabeza  en  cabildo  que  no  hubo  antes, 

disfruta,   ¡o  sucesor  de  Barandilla,  (*) 

de  su  ayuntamental  grande  medalla, 


(*)    Negro  palangana,  á  quíea  el  Virey  Aniat,  por  divertirse,  le  dio  una  medalá- 


SEG-XJNDA    PAETE. 


EXOKDIO. 

Para  cantar  las  glorias  ele  Tadeo, 
tomo  segunda  vez  mi  ronca  lira, 
que  ronca  debe  ser  para  este  empleo, 
que  aquí  el  exordio  sin  remedio  espira, 

INVOCACIÓN. 

Venga  toda  caracha  y  bagresito, 
pero  no :  deteneos :  poco  á  poco : 
seguid  nadando;  ya  no  os  necesito; 
á  tí  mismo  Tadeo,  á  tí  te  invoco. 

CANTO  1.° 

Canten  otros  con  suave  melodía 
de  verdaderos  héroes  las  proezas, 
en  tanto  que  tú  cantas,  musa  mia 
al  mas  solemne  y  grande  de  los  piezas : 

CANTO  2.° 

Canta  el  que  sucitó  grave  tumulto, 
allá  en  la  Santa  el  liberal  Tadeo: 
canta  que  le  guardaron  bien  el  bulto, 
por  ser  ele  liberales  corifeo. 


— GO— 

CANTO  3.° 

■Canta  su  cara  torya  y  tan  vinagre, 
sus  cortos  brazos  y  su  cuerpo  tieso: 
canta  su  boca,  que  es  boca  de  bagre, 
sus  ojos  tuertos  y  nariz  sin  hueso. 

CANTO  4.° 

Cántalo  por  tu  vicia  vcsticlito, 

con  uniforme  azul  de  cabildante 

que  llegó  á  pretender  este  maldito, 

por  la  imprenta  de  que  otro  es  fabricante, 

CANTO  5.° 

Canta  que  tales  señas  y  colores 
prestaba  este  solemne  mentecato, 
cuando  pensaba  que  los  regidores    • 
colgasen  en  cabildo  su  retrato. 

CANTO  6.° 

Canta  la  multitud  de  bofetones 
que  proj^ectaba  dar  con  su  medalla, 
en  estas  inmediatas  elecciones 
á  todos  los  que  él  llama  vil  canalla. 

CANTO  7.° 

Canta  mas,  musa:  pero  no,  detente, 
y  prepara  despacio  muchos  coros, 
para  adornar  con  ellos  dignamente 
las  listas  y  listines  de  los  toros. 


O  historia  de  D.  Gaspar  Rico,  Ángulo,  Tríelo,  Querejazu,  lulz  de 
Lovera,  Aragón,  Torres  y  Villasana,  Ministro  honorario  de  la 
hacienda  pública,  Director  Genera!  de  la  Lotería  Nacional  de  la 
America  Meridional,  escritor  del  Depositario. 

ABODEFGHlJKLMNOPQErSTVXZ, 


DEDICATORIA  A    TITO  LIVIO  EMPERADOR     ROMANO  Y    CONQUISTADOS 

DE  JERUSALEN.- 


ílube  pensado  apenas 
escribir  esta  historia, 
cuando  ¡o  Señor  veniste  á  mi  memoria 
alegando  derechos  de  Mecenas. 
Y  ¿quién  podrá  negarte 
el  que  tienes  justicia  en  esta  parte? 
Pues  si  el  héroe  que  canto  en  mi  Angulada,, 
no  viene  á  ser  por  nada 
mas  célebre  y  famoso 
que  por  sus  grandes  bolas  de  Lotero; 
confesar  es  forzoso, 
que  debe  su  grandeza 


— G2— 
;i  la  feliz  cabeza 

de  aquel  mortal  que  combinó,  el  primero, 
tan  armonioso  juego  y  tan  bonito. 

Y  ¿ese  no  fuiste  tú  ¡o  ilustre  Tito! 
hijo  digno  del  grande  Vespasiano, 
que  del  pueblo  Romano 

queriendo  hacerlas  fiestas  mas  lujosas, 

según  nos  dice  Dion  entre  otras  cosas, 

arrojaste  tú  mismo  con  tu  mano 

del  mas  alto  lugar  del  anfiteatro, 

no  dos,  ni  tres,  ni  cuatro, 

sino  diez  mil  bolitas  de  madera, 

en  cada  una  de  las  cuales  era 

señalado  un  presente  que  se  daba 

á  cualquier  aragan  que  la  pillaba? 

Presta,  pues,  acojida  favorable 

jo  sucesor  de  Rómulo  y  de  ISTuma! 

á  un  rasgo  de  mi  pluma 

á  que  tienes  derecho  indisputable; 

y  yo  en  pago  Señor  te  pronostico, 

que  serás  tan  eterno  como  Rico. 

Y  que  si  antes  te  lia  dado  gloria  tanta 
la  gran  conquista  de  la  tierra  Santa, 
ha  de  darte  desde  hoy  mas  nombradla 
la  invención  de  la  nueva  lotería; 
pues  hablando,  Señor,  sin  disimulo, 
te  honran  mas  esas  bolas  de  madera 
con  que  elevaste  á  superior  esfera 

al  inmortal  Ángulo, 
honor  y  gloria  de  los  países  godos, 
que  esa  espada  de  acero  y  esos  bríos 
con  que  en  el  sitio  que  sabemos  todos 
hiciste  pedir  pita  á  los  Judíos. 
Nadie  dudo  jamas  que  es  mas  portento 
hacer  un  héroe  que  destruir  un  cuento; 


Del  célebre  varón  canto  las  glorias 
á  quien  buscarle  par  en  las  historias 
perder  el  tiempo  es,  cansarse  en  vano; 
pues  de  non  anda  en  el  linaje  humano: 


—63— 
De  aquel  que  con  el  ruido 
de  su  nombre  que  vá  de  zona  en  zona, 
tiene  atónito  al  orbe,  y  aturdido, 
y  á  quien  la  fama  sin  cesar  pregona 
con  tal  fuerza  y  tesón  que  cada  dia 
rompe  un  clarín,  trompeta  ó  chirimía. 

Al  fenómeno  canto  mas  estraño 
que  natura  abortó  desde  que  baymundo; 
al  béroe  sin  segundo, 
aquel  béroe  tamaño 

de  quien  pava  encerrar  los  grandes  becbos 
los  límites  del  orbe  son  estrecbos. 
Canto  al  bombron  famoso,  cuya  vida 
á  la  de  otro  ninguno  parecida 
tiene  tanta  aventura  rara  y  bella 
que  para  bacer  de  ella 
un  compendio  ó  estracto  muy  conciso 
tantos  siglos  viviera,  era  preciso 
cuantas  estrellas  bay  en  la  alta  esfera^ 
incluso  Capricornio,  el  León,  la  Osa 
con  las  siete  cabrillas 
y  los  astros  de  cola  y  de  barbillas. 

Era  también  indispensable  cosa, 
que  tuviese  las  plumas  y  cañones, 
de  todas  las  putiUas  y  gorriones, 
lecbuzas,  gallinazos,  papagayos, 
alcatraces,  cernícalos  y  gallos^ 
y  de  cuanto  volátil  ba  existido, 
en  el  aire,  en  la  jaula  y  en  el  nido, 
de  toda  edad,  y  clase,  y  nombre,  y  pinta; 
tanto  bembras  como  macbos, 
desde  que  el  Dios  que  babita  el  fírniamentoj 
pobló  con  ellos  la  región  del  viento; 
inclusos  los  que  encerró  en  el  arca 
el  célebre  Patriarca 
á  quien  tanto  veneran  los  borradlos, 
porque  el  árbol  plantó  del  aguardiente; 
y  en  fin,  que  se  volviesen  derrepente, 
papel  los  cielos,  y  los  mares  tinta. 

A  aquel  canto  que  en  todas  las  edades 
tendrá  á  la  jente  absorta: 
para  cuya  memoria  y  nombradía 
toda  una  eternidad  es  cosa  corta, 
pues  que  durar  debia  cuando  menos 
catorce  eternidades. 

Canto  al  pasmo,  al  asombro 
de  todo  bombre,  así  grande  como  cbico  5 


—64— 

Canto  por  fin ¿Le  nombro? 

Canto  á  Gaspar  Ángulo,  canto  á  Rico. 

¡Válgame  Dios!   ¡qué  empresa 

tan  ardua  y  peliaguda! 

¡  Adonde  ocurriré  por  una  ayuda 

que  saque  de  este  aprieto  á  mi  cabeza! 

Vamos  á  ver. — Ensíllenme  el  Pegaso 

que  me  voy  hasta  arriba  del  Parnaso, 

y  pónganme  en  la  alforja  un  gran  porongo, 

ó  bien  unas  alcuzas, 

para  beber  de  paso  un  gordo  trago 

de  la  agua  cristalina 

de  la  sagrada  fuente  caballina. 

Estoy  montado Pero  ¿qué  es  lo  que  hago? 

¡Vaya,  vaya,  que  soy  un  majadero! 

Voy  á  darme  un  penoso  y  largo  trote, 

y  lo  que  es  peor  muy  mucho,  que  me  expongo 

á  que  este  animalito, 

que  antes  era  tan  manso  y  tan  galano 

manejado  por  ruin  y  torpe  mano, 

de  tanto  poeta  bárbaro  y  maldito, 

se  haya  vuelto  mañoso  y  pajarero; 

y  brinque  derrepente,  y  zas,  me  bote, 

y  me  tire  tal  vez  una  patada. 

Y  ¿para  qué  todo  esto?  para  nada. 

Por  mas  que  templen  las  humanas  musas' 

sus  cítaras  de  plata, 

solo  pueden  subirlas  hasta  el  punto 

en  que  se  cantan  siempre  las  hazañas 

y  glorias  y  trofeos, 

de  los  héroes  enanos  y  pigmeos : 

pero  cuando  se  trata, 

de  un  tan  sublime,  delicado  asunto, 

como  es  cantar  las  glorias  tan  tamañas 

de  aquel  héroe  gigante, 

que  si  las  piernas  abre  lo  bastante, 

un  pié  puede  poner  en  cada  polo  y 

me  parece  un  trompeta  el  mismo  Apolos 

Solo  tú  mismo,  insigne  Villasana, 

solo  tú  puedes,  si  te  dá  la  gana, 

sacar  con  bien  al  hombre 

que,  osado  intenta  celebrar  tu  nombre ;: 

haciendo  que  se  eleve  hasta  las  nubes, 

á  donde  solo  tú,  tú  solo  subes. 

Ven,  pues,  Ángulo  mió,  sé  mi  númen^ 

inflama  mi  cacumen: 

haré  versos:  mil  versos  mas  felices 


—65— 
que  aquellos  que  hizo  el  Venusino  Poeta; 
y  serán  para  mi  niños  de  teta 
los  cantores  de  Eneas  y  de  Ulises. 

Ven  por  vida  tuyita Mas  ¿qué  es  esto 

que  estoy  sintiendo  y  á  explicar  no  atino? 

¿Qué  cosa  viene  á  ser  la  que  me  ha  puesto 

en  una  especie  de  deliquio  grato, 

cual  suele  Una  botella  de  moscato, 

ó  mas  bien,  del  sabroso  Marrasquino? 

¿Qué  fuego  es  este  cuya  activa  llama 

penetra  de  mi  cuerpo  los  rincones; 

que  las  tripas  me  inflama; 

me  abraza  los  ríñones  j 

que  se  me  entra  en  la  misma  calavera, 

y  mis  sesos  calienta  de  manera, 

que  será  maravilla 

no  los  haga  torrejas  ó  tortilla? 

¡O!   ¡cuantos  pensamientos  diferentes^ 

á  mi  alma  cercan,  y  eii  tropel  la  asaltan! 

¡  Qué  de  imágenes  bellas  y  excelentes 

van  viniendo  á  ocupar  la  fantasía! 

jQué  es  esto  en  que  me  veo! 

Mi  cerebro  se  ha  vuelto  un  jubileo; 

y  todo  es  confusión  y  algaravía. 

Me  brincan  las  ideas  y  me  saltan; 

cosas  muy  grandes  sin  cesar  me  fluyen  ¡ 

y  los  versos  así  de  ciento  en  ciento 

entre  mi  cráneo  bullen, 

cual  bullen  los  frijoles, 

cuando  hierven  las  pailas  ó  peroles 

en  la  cocina  de  cualquier  convento: 

ó  bien,  cual  los  gusanos  en  la  fruta, 

ó  en  un  queso  podrido  de  Calcuta. 

El  poético  furor  debe  ser  este, 

si  acaso  no  me  engaño. 

Este  es  el  don  celeste 

concedido  á  muy  pocos 

á  quienes  pone  así  como  Unos  locos, 

y  los  conceptos  métricos  les  sopla 

y  sin  el  cual  ninguno  hará  una  copla, 

aunque  esté  trabajando  todo  un  año: 

este  es  el  entusiasmo 

que  vuelve  al  hombre  tonto, 

un  Cisne  tan  cantor  como  el  del  Ponto. 

Tú  me  le  has  inspirado  insigne  Tricio; 

y  permite  te  diga,  que  me  pasmo 

Literatura— 5 


—66— 
de  que  guardes  un  fuego 
con  que  abrasas,  y  qUemas,  y  devoras,- 
en  las  nevadas  Sierras  donde  moras. 
Yo  las  gracias  te  doy 
porqué  á  mi  invocación  veniste  luego. 
Y  supuesto  que  estoy, 
asegurado  ya  de  tu  alto  auspicio, 
con  el  cual  hacer  puedo  tanto  verso 
que  deje  sonso  á  todo  el  Uní  verso  j 
sin  perder  un  momento, 
Voy  á  empezar  tu  historia. — Vá  de  cuento. 


Cuando  el  finado  Dr.  Larn'va  dio  á  luz  el  primer  canto  que  antecede, 
se  nos  informó  que  todo  el  Poema  lo  tenia  concluido;  ignorarnos  las 
razones  que  le  impidieron  publicarlo,  contentándose  tan  solo  con  impri- 
mir la  parte  que  ahora  insertamos. 

Editores. 


I 


jSir 


NUMERO    1. 
Bel  Sábado  18  de  Agosto  de  1821. 


PROSPECTO  EN  FORMA  DE  DIALOGO 

ENTRE  EL  EDITOR  Y  UN  AMIGO  SUYO. 

Tum;  tüm,  tum,  Deo  gracias — ¿Quién? — Yo — Adelante — ¡Qué 
milagro  en  casa  tan  temprano! — Acabo  de  llegar:  y  me  vuelvo  á  ir 
al  momento — Adonde  vas  tan  apurado — A  casa  de  la  joven  mas 
interesante  que  en  mi  vida  he  visto.  Si  tú  la  vieras.... —  Yo  no  quie- 
ro ver  á  esa  ni  á.  ninguna.  ¡Qué  no  has  de  pensar  en  otra  cosa! — 
Pues  si  señor:  Hoy  la  he  conocido  en  casa  de  una  amiga  suya  y  mia; 
y  en  él  discurso  de  la  conversación,  que  me  fué  bastante  deliciosa, 
me  dijo  que  era  muy  aficionada  á  jugar  la  lotería.  Yo  la  ofrecí  un 
juego  que  aquí  tengo.  He  venido  por  él;  y  voy  á  llevársele  volando. 
Seguramente  le  apreciará  ella  muchísimo,  porque  es  todo  de  marfil: 
y  yo  tengo  ya  un  pretesto  para  entrar  en  su  casa  diariamente. — 
Siempre  que  oigo  mentar  lotería,  se  me  viene  Rico  á  la  memoria. 
¿En  qué  región  se  bailará? — ¡Quién  diablos  sabe! — ¿Si  habrá  es- 
crito algún  Depositario? — Habrá  escrito  cincuenta. —  Y  ¿sabes  que 
estoy  tentado  de  escribir  un  nuevo  Depositario? — ¡Tentación  ver- 
daderamente diabólica!  ¿Con  qué  piensas  en  tirar  tajos  y  reveces 
contra  todo  el  género  humano,  para  hacerte,  como  Rico,  desprecia- 
ble y  odioso? — ¡Qué!  ¿Estoy  yo  loco?  Lo  que  pienso  es  escribir  un 
periódico  que  parezca  escrito  con  la  pluma  de  Rico;  no  porque  con- 
tenga insultos  y  dicterios;  sino  porque  imite  en  un  todo  su  lenguaje 
— Ni  los  demonios  del  infierno  son  capaces  de  imitar  el  lenguaje  de 
Rico.  Se  me  figura  esa  cabeza  al  caos  de  los  poetas,  ó  á  la  torre  de 


_e¡s— 

Babilonia  cuando  se  confundieron  las  lenguas. — Apostemos  á  que 
yo  le  imito? — ¿Apostemos  á  que  no? — Ahora  misino  voy  á  mi  casa 
á  escribir. — No  te  vayas.  Escribe  aquí  no  mas,  mientras  yo  voy  á 
llevar  mi  lotería.  ¡Muchacho!  Toma  ese  cajonsiío;  y  ven  conmigo, 
Eh:  Abur.  En  aquella  mesa  tienes  papel  y  tintero. — Muy  bien. 
¿Con  qué  comenzaré?....  ¿Con  una  Sobre  nota  embetunada?  No..., 
¿Con  un  Intercalante?  Tampoco....  Vaya  un 

VARIANDO  SIN  VARIAR  LA  VARIACIÓN. 

Sí  vale  una  noticia,  se  dice  y  se  cree  que  D.  G-aspar  Rico  y  Ángu- 
lo que,  no  -por  miedo,  sino  por  vergüenza,  salió  de  Lima  escoltado 
por  las  tropas  españolas;  perdió  todo  su  equipage  en  el  rio  de  Cañe- 
te. Si  valen  dos  noticias,  se  dice  y  se  cree  que,  poco  antes  de  Coillo, 
se  cayó  del  caballo;  y  díó  un  costalazo  mas  que  regular.  Si  valen 
tres  noticias,  se  dice  y  se  cree  que  eí  caballo  no  pudo  resistir  el  for- 
midable peso  de  la  alforja  en  la  cual  iba  la  imprenta  y  los  globos  de 
la  L otería;  y  se  cayó  muerto  al  llegar  á  P acaran.  Si  valen  cuatro 
noticias,  se  dice  y  se  cree  que  prosiguió  su  viage  en  un  borrico  viejo 
que  caminaba  muy  despació  y  de  muy  mala  gana.  Y  si  valen  cinco 
noticias,  se  dice  y  se  cree  que  ha  gastado  hasta  hoy  como  trescientas 
resmas  de  papel,  y  algo  mas  de  una  arroba  de  tinta. 


NO  DECIMA  EN  LOA  DE  D.  GASPAR  RICO  Y  ÁNGULO, 

¡O  genio  el  mas  peregrino, 
Que  ha  producido  la  España, 

Y  que  estás  hoy  en  campaña 
Montado  sobre  un  pollino  ; 
Quiera  Júpiter  divino 

(  Ya  que  te  vas  y  nos  dejas,*) 
Que  te  maldigan  las  viejas 
Desde  el  lunes  cd  domingo. 

Y  que  el  burro  dé  un  respingo, 

Y  te  eche  por  las  orejas! 


NO  OCTAVA  EN  QUE  SE  DA  AL  BURRO   UN  CONSEJO 

SALUDABLE. 

¡O  burro  venerable  por  lo  anciano! 
¡O  burro,  burro,  burro  sin  segundo, 
Destinado  por  Jove  soberano, 
A  cargar  á  otro  burro  en  este  mundo! 


—69— 
Métete  por  tu  vida  en  un  pantano 
De  fango  bien  espeso  y  bien  inmundo; 
Para  que  allí  trabaje,  noche  y  dia, 
Ángulo  con  su  imprenta  y  Lotería, 


DIALOGO  INTERMEDIARIO  ENTRE  EL  BORRICO 

Y  RICO,  Ó    ENTRE  RICO    Y    EL  BORRICO  QUE    TODO    VIENE     Á  SER    LA 

MESMA  COSA. 

Rico  Amigo  D.  Jumento;  camine  un  poco  mas  vivo,  que  ya  las 
tropas  van  muy  lejos;  y  si  los  montoneros,  que  nos  vienen  pi- 
sando los  talones,  nos  llegan  á  pillar  por  la  nuestra  desgra- 
cia, no  nos  dejan  ni  para  zapatero  de  viejo. 

Borr.  Si  no  se  me  aligera  la  carga  que  llevo  á  cuestas,  no  hay  san- 
to que  me  saque  de  este  paso  en  que  voy.  ¡  Que  demonio  de 
carga  tan  pesada!  Yo  he  cargado  muchas  veces  unos  capa- 
chos tamaños  llenos  de  arena,  ele  cal,  de  ladrillos,  de  piedras 
y ¡Qué  cosa  no  habré  yo  cargado  en  esta  vida!  He  carga- 
do hasta  diablos.  Pero  nunca  he  sentido  tanto  peso  como 
hoy.  Diráme  U.,  por  su  vida,  lo  que  llevo  en  las  alforjas? 

Rico  Así  que  te  lo  digamos,  te  tendrás  por  el  mas  venturoso  de  to- 
dos los  borricos  de  la  tierra,  tanro  presentes  como  pretéritos 
y  futuros,  exceptuando  solo  á  aquel  que  tuvo  la  dicha  incom- 
parable de  recibir  sobre  sí  al  Redentor  del  mundo;  y  condu- 
cirle á  Jerusalem  en  el  dia  que  entró  triunfante  en  aquella 
ciudad:  pues  puedes  lísongearte  de  que,  después  de  ese  bur- 
ro que  nos  habla  el  evangelio,  ningún  otro,  ni  antes  ni  des- 
pués del  diluvio  universal,  ha  llevado  una  carga  tan  impor- 
tante y  tan  preciosa  como  la  que  tú  tienes  hoy  la  dicha  de 
llevar. 

Borr.  Mas  valía  que  fuera  menos  importante  y  menos  preciosa;  y 
que  pesara  menos. 

Rico  Tú;  como  burro  al  fin,  no  sabes  lo  que  te  hablas.  Oye,  y  ca- 
lla.- En  uno  de  los  lados  de  la  alforja,  que  creo  es  el  izquier- 
do, van  los  admirables  globos  de  la  LOTERÍA  NACIONAL 
DE  LA  AMÉRICA  MERIDIONAL,  de  cuyo  seno  mágico 
ó  fecundo  ha  salido  ó  emanado  la  felicidad  y  la  abundancia 
de  mil  y  mil  familias  honradas  ó  no  honradas  "que  han  hecho 
un  principal  mas  ó  menos  estenso,  mas  ó  menos  ingente  con 
los  productos  líquidos,  es  decir,  con  los  premios  máximos  ó 
medíanos  de  metálico  efectivo  proporcíonalmente  conformes 
á  las  mas  ó  menos  opciones  que  tenían  de  los  sorteos  ante- 
riores, ó  á  las  cantidades  mínimas  de  un  cuartillo,  dos  cuar- 
tillos, tres  cuartillos,  ó  cuatro  cuartillos.  En  el  otro  lado,  eg 
decir,  en  el  derecho,  va  una  famosa   imprenta   destinada  á 


—70— 
servir  para  la  confirmación  del  célebre  periódico  llamado  De- 
positario, de  quien  puede  decirse,  sin  mentira,  que   ha  sido 
la  lumbrera  ó  antorcha  del  Perú. 

Borr.  Depositario  y  Lotería Muy  bien....  Según  eso  U.  debe  de 

ser  el  señor  D.  0-aspar  Rico  y  Ángulo. 

Rico  El  mismo  que  viste  y  calza.  Nos  somos  aquel  escritor  meli- 
fluo que  tanto  trabajó  en  enseñar  ó  instruir  á  los  limeños  ó  no 
limeños  con  escritos  estensos  ó  profundos.  Con  los  cincuenta 
Depositarios  que  escribimos,  dimos  á  Lima  una  cuarta  parte 
de  -ilustración.  Si  hubiéramos  llegado  á  escribir  cincuenta 
mas,  le  habríamos  dado  media  ilustración.  Si  ciento  mas, 
tres  cuartos  de  ilustración.  Y  si  ciento  y  cincuenta  mas,  una 
ilustración  íntegra  ó  completa;  es  decir,  no  mediana  ni  pe- 
queña. Y  ¿cual  ha  sido  la  recompensa  que  liemos  recibido 
por  tantas  y  tantas  veladuras,  y  por  tantos  y  tantos  calenta- 
mientos de  cabeza?  El  odio,  la  aversión  y  el  desprecio  de  to- 
dos y  de  todas.  Y  ¡quién  sabe  cuanto  mas  habríamos  recibi- 
do, si  no  andamos  de  patitas,  y  tomamos  con  tiempo,  el  tro- 
te del  cochino.  Nos  conocemos,  tú  conoces,  y  todos  conoce- 
rán la  falta  que  nos  hacemos  en  la  ciudad  de  Lima.  Pero  la 
conocerán  tarde,  tarde  y  tarde.  Tenemos,  sin  embargo  el 
consuelo  hondo  y  extenso  de  que  llevamos  con  nos  la  Lotería 
nacional  que  nos  dá  dinero  sin  trabajo  ó  fatiga,  y  también 
nuestra  imprenta  con  la  cual  podemos  acabar  con  los  tontos 
de  capirote;  y  desquitarnos  de  todos  los  que  nos.  han  insulta- 
do, nos  insultan  ó  nos  insultarán.  Tenemos  en  la  cabeza  un 
variando  excelente;  y  estamos  ya  rabiando  por  escribir  el 
número  cincuenta  y  uno  del  Depositario. 

Borr.  Basta,  basta  y  basta  Señor  Don  Gaspar  Rico  y  Ángulo,  di- 
rector general  de  la  Lotería  nacional  de  la  América  meridio- 
nal, ministro  honorario  de  la  hacienda  pública,  y  escritor  me- 
lifluo del  gran  Depositario :  hágame  U.  el  gusto  de  apearse 
en  el  momento,  y  de  quitarme  de  encima  sus  preciosos  é  im- 
portantes trebejos;  que  yo,  desde  pollino,  he  vivido  siempre 
con  la  mayor  conducta  y  borriquía  de  bien:  y  no  es  razón  que 
deshonre  éstas  canas  que  peino,  cargando  al  cabo  -de  la  vejez 
instrumentos  de  maldades  sobre  estos  lomos  cubiertos  de  ma- 
taduras á  fuerza  de  cargar  tanta  alfalfa  para  mantener  á  mis 
hermanos:  tanto  trigo  y  tanto  arroz  para  el  sustento  de  los 
hombres:  y  otras  mil  y  mil  cosas  honestas  y  benéficas.  Los 
globos  de  la  Lotería  nacional  de  la  América  meridional,  no 
tienen  otro  objeto  que  estafar  á  los  pueblos;  y  los  caracteres 
de  esta  imprenta  solo  son  para  insultar  á  los  hombres  de 
bien.  Si  yo  prosigo  llevándolos,  concurro  á  las  ladroneras  y 
y  á  los  libelos  de  U;  y  me  echo  encima  un  rea  o  que  me  ten- 
drá por  siempre  atormentada  la  conciencia.  No  faltará  en  el 
ejército  algún  borrico   tunante  que  se  los  lleve  á  U.  Cata 


—71— 

aquí  por  qué  pesaba  tanto  el  diablo  de  la  alforja.  No  hay  co- 
sa mas  pesada  que  un  pecado  mortal.  Y  ¡cuantos  y  cuantos 
se  habrán  cometido  por  U.  con  estos  globos  y  con  esta  im- 
prenta! Esos  globos  que  parecen  vacíos,  están  llenos  de  las 
maldiciones  de  tantos  miserables  cuya  ruina  han  causado:  y 
esas  letras  de  imprenta  que  parecen  ele  plomo,  son  de  abomi- 
nación, de  execración,  de  iniquidad  y....  ¡qué  sé  yo  que  iba  á 
decir!  Apéese  usted  yolando,  y  silencio,  silencio  y  silencio. 

Rico  No  sea  insultante  el  jumento,  ni  se  meta  en  honduras.  Calle, 
calle,  calle;  y  prosiga  su  camino;  porque  sino,  trancasg 
con  él. 

Borr.  Dejémonos  de  historias,  Sr.  Eico.  Si  usted  no  se  apea  pron- 
tito,  meto  la  cabeza  entre  las  piernas;  comienzo  ádar  respin- 
gos; y  trum,  trum,  trum,  salvaje  en  tierra. 

Rico  Éste  animal,  aunque  cu  drupedante,  parece  de  carácter;  y  co- 
mo lo  dice,  lo  hará.  Nos  no  estamos  para  sufrir  un  porraso 
en  las  costillas.  Perdámosla  sencilla,  y  no  doble.  Hagámo- 
nos desentendidos  de  los  insultos  del  borrico;  porque  lo  que 
no  ha  de  ser  bien  castigado,  sea  bien  callado.  ¡  O  Gaspar  Ri- 
co y  Ángulo!  ¡O  ministro  honorario  de  la  hacienda  pública! 
¡O  director  general  de  la  Lotería  nacional  de  la  América 
meridional!  ¡O  escritor  melifluo  del  gran  Depositario \  A 
qué  estado  tan  triste  te  miras  reducido!  Si  te  vinieran  ahora 
las  ansias  de  la  muerte,  pudieras  exclamar  con  el  León  de 
la  fábula. 

Este  es  doble  morir:  no  hay  sufrimiento; 
Porque  muero  insultado  de  un  jumento. 

No  hay  remedio.  Vamonos  apeando.  Vengan  mis  alforjas. 
Caminemos  á  pata;  y  para  divertir  el  camino,  entonemos  la 
cantinela  que  entonamos  cuando  fuimos  á  pata  hasta  el  Ca- 
llao, por  no  haber  encontrado  un  demonio  en  forma  de  agui- 
lucho que  nos  llevase  por  los  aírese— Tara  rara No  era 

así.  Tara   rera Tampoco.  Tara   rira.    Tampoco.  Tara 

rora Tampoco.  Tara  rura.  Menos 

Tran  laran.  Este  es  el  compás  de  dos  por  cuatro  que  yo 

buscaba 

Tran,  laran,  laran,  lan;  tran  laran  lamín;  tran,  laran,  la-r 
ran,  laran,  lan;  tran  larun,  larun. 


NOTA  EMBETUNADA. 

Distaba  Rico  del  ejército  una  legua,  dos  leguas,  cuatro   leguas, 
las  que  se  vio  precisado  á  caminar  un  poquito  á  pié,  y  otro  andan-? 


—72— 
do.  Se  dice  que  el   borrico  (que  no  debia  ser  de  los  mas  tontos)  al 
verle  ir  con  su  alforja  al  hombro,  le  compuso,   de  cálamo  cúrrente, 
la  siguiente 

DÉCIMA  ASNAL. 

Ahoi*a  si  que  vas  Angú-  Que  te  exceden  en  talen-' 

A  tu,  destino  copfór*  Mas,  con  su  suerte  conten- 
Puesto  que  vas  con  alfor-  Cargan  alfalfa  y  adó- 

Y  no  con  papel  y  plú-  Y  nunca  han  sido  cscritó- 

Yo  conozco  muchos  bú-  Ni  han  pisado  las  impren- 


ADICIÓN  RONCADORA. 

Al  salir  Rico  de  Lima  con  las  tropas  españolas,  se  despidió  del 
público  en  un  Depositario,  (porque  no  era  regular  que  un  personage 
como  él  escurriese  el  bulto  sin  decirnos— a¿¿¿  quedan  las  llaves;  y 
nos  ofreció  que  volvería  entro  de  quince  dias,  entro  de  dos  meses, 
entro  de  tres  meses.  Nos  opinamos  acá,  acá  en  nuestra  opinión  hon- 
da ó  íntima  que  volverá  entro  de  cincuenta  años,  entro  de  cien  añoa, 
entro  de  doscientos  años:  y  bien  podríamos  puntualizar  mas  y  mas 
la  fecha  próxima  ó  remota  en  que  nos  hemos  de  volver  á  juntar  con 
él,  si  algún  almanaque  nos  dijese  si  el  dia  del  juicio  cae  en  lunes,  en. 
martes,  en  miércoles,  en  jueves,  en  viernes,  en  sábado  ó  en  domingo. 


ADICIÓN  TRANSEÚNTE. 

Nos  creemos,  y  todos  creen,  con  toda  la  credibilidad  creible,  que, 
en  todos  los  puntos  en  que  hacen  alto  las  tropas  españolas,  hace  D. 
Gaspar  Rico  y  Ángulo  que  la  prensa  se  arme,  y  que  se  eche  en  ca- 
jas la  letra  de  la  imprenta  volante.  De  manera  que  tiene  á  los  po- 
bres impresores  en  un  continuo  tragin;  de  cuyas  resultas  han  enfer- 
mado los  mas,  y  van  dando  al  diablo  la  tal  expedición. 


TRANSITO  VINDICATIVO. 

Dizque  un  soldado  de  las  tropas  españolas,  al  ver  á  mi  B.  Gas- 
par que  llegaba  al  campamento  a  pié,  fatigado,  todo  lleno  de  lodo, 
y  con  su  alforja  al  hombro,  le  preguntó  á  un  sargento  que  tenia  á  su 
Jado,  ¿qué  hombre  es  ese?   Y  el  sargento  le  dijo. 

Aquel  ministro  honorario 

Que  con  bolitas  y  globos 


—73— 

Engañó  en  Lima  á  los  bobos, 

Y  les  sopló  el  numerario. 
Este  es  el  DEPOSITARIO 

De  tu  plata  y  ele  la  mía. 
Este  es  aquel  que  escribía 
Contra  el  universo  entero ; 

Y  á  quien,  aun  siendo  LOTERO, 
Le  cayó  la  LOTERÍA. 


CONTRA-ADVERTENCIA. 

Después  de  haber  trabajado  el  dialogíto  de  arriba,  estábamos  du- 
dosos ó  indecisos  sobre  si  le  imprimiríamos,  ó  no  lo  imprimiríamos; 
porque  eso  de  hacer  hablar  á  los  borricos,  no  nos  parecía  á  la  ver= 
dad  muy  en  el  orden:  cuando  en  esto,  zas,  cae  en  las  nuestras  ma- 
nos un  impreso  en  folio  que  comienza  diciendo,  con  letrones  muy 
gordos— EL  TEATRO  AL  ILUSTRE  PUBLICO  DE  LIMA;  y 
al  punto  dijimos,  imprimamr:  pues  si  los  teatros  hablan,  ¿por  qué 
los  borricos  no  han  de  hablar  también?  Los  burros  tienen  tamaña 
lengua  y  tamaña  boca  con  que  hablar;  y  los  teatros  necesitarían  ha= 
blar  por  la  casuela,  ó  por  alguno  de  los  palcos.  Tenemos  ademas  el 
ejemplar  de  la  burra  de  Balaan  que  nos  sabemos,  y  todos  saben  que 
habló;  y  ni  sabemos  nos,  ni  sabe  nadie  que  haya  hablado  teatro  al- 
guno desde  que  el  mundo  es  mundo.  ¿Pali- versamos?  Pali-verse- 
mos. 

Con  su  alforja  ó  su  maleta 

Iba  Gaspar,  pico  a  pico, 

Hablando  con  su  borrico, 

Cual  otro  Balaan  profeta: 

Cuando  suena  una  corneta 

Por  aquellas  pampas  solas; 

Y,  diciendo  ¡carambolas! 

Pegó  tan  fuerte  carrera, 

Que  rodó  en  una  ladera 

Con  su  burro  y  con  sus  bolas. 


— 74— 

CQRRESPQNDENCIA  OFICIAL  ENTRE  DON  GASPAR 
Rico  y  D.  José  Bohorques,  aquel  cajonero  que  está  frente  á  la  ci- 
garria  de  E.  Mariano  Tramarria}  y  que  vendía  B scp ostiarios  y 
asentaba  Botería. 

OFICIO  DE  EICO  Á  BOHORQUES. 

Habiendo  naufragado,  en  el  rio  de  Cañete,  el  nuestro  equipaje 
donde  iba  toda  la  moneda  contante  y  sonante  que  habíamos  reunido 
ó  colectado  de  las  últimas  loterías;  hemos  quedado  tan  pobres,  que 
no  conocemos  una  blanca.  En  esta  virtud,  se  servirá  U.  remitirnos, 
en  primera  oportunidad,  todo  el  dinero  que  tenga  en  su  poder  re- 
sístante ó  procedente  de  los  nuestros  Depositarios.  Dios  guarde  á 
U.  muchos  años. — Cuartel  general  en  fuga  19  de  Julio  de  821. — 
Gaspar  Rico  y  Ángulo. — Sr.  D.  José  Bohorques. 


OFICIO  DE  BOHORQUES  A  RICO. 

Desde  la  fuga  de- TI.  110  se  lia  vendido  uii  solo  Depositario.  Pero 
prevengo  á  JJ.  que  no  espere  le  remita  un  cuartillo;  pues  por  mu- 
chos que  se  vendan  para  empanadas  y  pasteles,  hoy  que  tenemos 
abundancia  de  trigo;  nunca  alcanzará  su  producto  para  devolver  sus 
reales  á  los.  que  me  echaron  lotería  en  la  última  semana.  Dios  guar- 
de á  U.  muchos  años. — Cajoncito  16  de  Agosto  ele  821. — -José  Bo- 
horques.—:Sr.  D.  Gaspar  Rico  y  Ángulo. 


o 


%  HUEVO  DEPOSITARIO, 

NUMEEO  2. 
Bel  Jueves  30  de  Agosto  de  1821. 


INTERMEDIO  MAÑOSILLG. 


Tran,  lavan,  lavan,  lan,  tvan,  lavan,  lavum. ;  tran  lavan,  l^y-nn, 
lavan,  lan;  tvan,lavuni,  lavum.  Divertido  muy  mucho  iba  nuestro  Án- 
gulo con  la  suso-inserta  cantinela  que  es  la  misma,  mismísima  que  en- 
tonó ahora  meses  en  el  camino  del  Callao,  cuando  por  falta  de  Dia- 
blo y  balancín,  hizo  su  viaje  á  pata,  corno  no  los  dice  él  mismo  en 
el  número  43  del  su  difunto  depositario.  Marchaba  á  veces  de  fren- 
te, y  á  veces  con  paso  oblicuo,  semejante  ó  igual  á  aquel  con  que  se 
metió  en  el  café  de  Bodegones,  aquella  célebre  mañana  en  la  que 
solo  con  hacer  uf,  uf,  uf,  se  encajó  en  el  ventrículo  tres  panecillos 
regulares  ó  irregulares,  con  mas  ó  menos  mantequilla,  y  una  tasa 
no  grande  de  café  con  leche,  por  lo  cual  tuvo  que  sacar  de  su  bolsi- 
llo, según  las  cuentas  buenas  ó  malas  que  el  mozo  le  ajustó,  siete 
reales  de  moneda  corriente  completos  ó  cabales,  es  decir,  catorce 
medios;  es  decir,  veintiocho  cuartillos.  Habría  caminado  una  legua 
ó  legua  y  media;  es  decir,  tres  millas  castellanas,  ó  cuatro  millas  y 
media,  cuando  derrepente  el  cielo  se  encapota,  bomita  agua  por 
castigo,  lanza  pedazos  de  granizo  como  huevos  de  avestruz;  y  co- 
mienza á  tronar  y  retronar,  allá  allá  en  sus  altas  bóvedas  cóncovas 
6  profundas.  Oreyó  al  principio  nuestro  Rico  que  era   el   traquido 


ii) 

estrellante  del  carbónico  sulfuroso  que  despedían  ó  bostezaban  6 
erutaban  las  bocas  circulares;  hondas  ó  íntimas  los  cañones  ó  pe- 
dreros del  ejército  real,  á  quien  por  ser  di-a  miércoles,  se  juzgaba 
próximo,  ó  mis  próximo.  Pero  después  conoció  que  eran  guerrillas 
aereas;  es  decir  que  las  nubes  mas  ó  menos  inmediatas,  mas  ó  me- 
nos preñadas  se  batían  unas  con  otras,  y  se  tiroteaban  entre  sí  mas 
abajo  ó  mas  arriba  déla  atmósfera  terrestre,  es  decir,  en  la  región 
del  fuego  ó  ignífero  sulfurante..  Como  las  sustancias  metálicas  na- 
turalmente atraen  á  la  materia  eléctrica,  llovían  los  rayos  sobre  la 
alforja  de  Kico  que,  aunque  no  llevaba  metálico  con  tante  llevaba 
el  plomo  de  los  caracteres  de  la  imprenta.  Sin  embargo  de  que  el 
terror  pánico,  excesivo  ó  extenso  crecía  en  su  alma  un  grado,  dos 
grados,  tres  grados,  cuatro  grados,  y...  él  proseguía  su  camino;  has-  sy 
ta  que  al  fin  rendido  del  cansancio,  echó  á  tierra  las  alforjas;  y  se 
sentó  sobre  los  globos.  Ya  entonces  olvido  el  compás  de  dos  por 
cuatro;  y  mudando  de  tono  hizo  el  siguiente — 

SOLOLOQUIO  SIMBÓLICO. 

Después  que  la  comparsa  refundente 
Nos  ha  tundido  desde  el  pié  al  cogote 
Después  que  en  muladar  puerco,  indecente 
Nos  ha  enterrado  el  picaro  chingóte: 
Después  que  tanto  y  tanta  malqueriente 
Nos  ha  forzado  á  huir  á  todo  trote 
Sufriendo  soles,  lluvias  y  serenos: 
También  ¿Trurn,  trum,  relámpagos  y  truenos? 


CONTRA  NOTA  INTERMEDIA. 

Largo  rato  prosiguió  nuestro  Rico  parli- versando  y  parli-prosan- 
do  sobre  su  triste  situación,  tanto  mas  dura  para  él,  cuanto  que  la 
comparaba  con  los  tiempos  de  sus  prosperidades  pasadas;  con  la 
época  sobre  todo,  en  que  siendo  el  arbitro  absoluto  de  la  casa  de 
los  Gremios,  disponía  á  su  antojo  del  metálico  sonante  que  había 
en  abundancia.  Iba  ya.  á  ponerse  el  sol,  y  el  cielo  se  habia  serena- 
do cuando  vio  que  un  hombre  á  caballo  se  dirijia  al  lugar  en  que 
él  estaba.  Al  principio  tembló;  porque  juzgando  fuese  algún  mon- 
tonero de  la  patria,  creyó  que  era  llegada  la  fin  de  sus  dias;  y  que 
iba  á  pagar  allí  las  hechas  y  por  hacer.  Pero  conoció  después  ser 
un  lancero  délas  tropas  españoles;  y  comenzó  á  llamarle  con  la  ma- 
no. Cuando  el  soldado  estuvo  cerca,  entabló  con  él  el  siguiente 


—77— 
DIALOGO  HIPERBÓLICO. 

Sold.  ¡Aquí  el  Sr.  Rico!   ¿Qué  novedad  es  esta? 

Rico     ¡Ola!   ¡Conque  me  conocía  el  buen  soldado! 

Sold.  Toma  si  le  conozco  á  U.  Le  conozco  mas  que  á  mis  maños. 
Pues  si  yo  Le  sido  asentador  de  lotería  mas  de  dos  años. 

Rico  En  medio  de  las  nuestras  desventuras,  no  deja  de  ser  consue- 
lo encontrar  un  conocido  y  de  buen  natural  como  tú  nos  lo 
parece  ó  nos  lo  representas. 

Sold.  ¿Pero  qué  hace  U.  aquí? 

Rico  Eso  es  para  mas  despacio.  En  el  camino  té  impondremos  de 
todo;  por  ahora  lo  que  conviene  es  que  tratemos  un  negocio 
que  á  ambos  interesa. 

Sold.   ¿Y  cuáles? 

Rico  El  que  te  apees  del  caballo  para  poner  sobre  61  la  nuestra  al- 
forja y  el  nuestro  individuo,  y  que  nos  acompañes  á  pata, 
dándonos  conversación,  que  nos  te  prometemos,  aseguramos 
y  juramos  hacerte  Director  déla  Lotería  Nacional  de  la  Amé- 
rica Meridional.  Y  cuenta  que  tú  serás  el  primer  asentador 
que  haya  subido  al  rango  de  Director  desde  que  se  inventó 
este  juego  noble  y  sublime. 

Sold.  Convengo  en  ello....  Ya  estoy  abajo....  Monte  U....  Cuidado 
con  la  alforja. 

Rico     Ay!  ay!  ay!  ay! 

Sold.  ¿Qué  es  eso?  ¿Se  ha  lastimado  XJ.?  Pues  la  silla  está  buena. 

Rico  ¡  Qué  importa  que  la  silla  esté  buena,  si  las  nuestras  asenta- 
deras están  malas.  Un  maldito  jumento  mas  trotón  que  to- 
dos los  demonios  nos  hizo  un  par  de  llagúelas,  que  por  mas 
sebo  que  les  untamos,  no  quieren  cicatrizarse  ¡Qué  hemos 
de  hacer!  Paciencia,  paciencia,  y  paciencia. 

Sold.  ¿Están  buenos  los  estribos? 

Rico     Todo  está  corriente  y  moliente. 

Sold.  Pues  andando  se  hacen  chancacas. 

Rico  En  el  primer  paraje  en  que  encontremos  papel  y  tintero,  te 
daremos  tu  título  en  forma. 

Sold.  ¿Con  que  ya  yo  soy  director  general  como  TL? 

Rico  General  nó.  Eres  Director  particular  ó  singular,  ó  indivi- 
dual, ó  parcial,  ó  como  quieras  llamarte. 

Sold.  ¿Y  en  que  se  distingue  el  general  del  particular? 

Rico  Oye  y  sabrás.  Los  Directores  particulares,  son  varios  ó  mu- 
chos, y  cada  uno  de  ellos  solo  dirije  la  lotería  de  un  pueblo, 
lugar  ó  provincia;  cuando  el  Director  general,  que  es  solo  ó 
único,  dirije  las  loterías  de  todos  los  pueblos  ó  provincias  de 
la  América  meridional.  Yo,  yo,  yo,  y  no  otro  ninguno  soy  el 
•  tal  Director  general  que  también  pudiera  llamarse  uni- 
versal. 


—78—  _ 

Sold.  ¿Y, yo  podré  usar  ahora  ese  mismo  uniforme  que  U.  usaba 
eii  Lima. 

Kico  2$o  puedes:  ni  podrias  aunque  fueras  director  general;  por 
que  has  de  saberte  que  por  descuido  ó  desidia  ó  abandono, 
no  tienen  hasta  hoy  los  directores  uniforme  señalado.  Nos 
usábamos  en  Lima  y  usaremos  eri  todas  partes  ese  q'ué  nos 
viste,  por  ministro  honorario,  que  somos,  de  la  hacienda 
pública. 

Sold.  Pues  hágame  U.  también  ministro  honorario. 

Rico     No  alcanzan  á  tanto  las  nuestras  facultades.    , 

Sold.  ¿Con  que  mayor  cosa  es  ser  ministro  honorario  que  Director 
ele  lotería? 

Rico  Lo  primero  es  ma8  alto  ú  honorífico:  lo  segundo  mag  lucra- 
tivo ó  mas  útil.  Nos,  hemos  mezclado  lo  uno  con  lo  otro,  lle- 
vándonos de  Horacio  que  dice — Omne  tullit  puncturrí  qui 
■miscuit  titile  dulcí...  Mas  adonde  estamos,  que  estoy  viendo 
ranchos  ó  casuchas? 

Sold.  En  el  pueblo  de  Pacaran.- 

Rico  Gracias'  á  Dios.  Apeémonos  aquí  rio  nías...  ¡Aaaaaay!  ¡Que 
cansado  vengo,  y  que  adolorido!  Trae  la  alforja  para  aden- 
tro. Muchacho,  buenas  noches  te  dé  Dios; 

Muc.     Téngalas  U.  muy  buenas. 

Rico     ¿Si  habrá  aquí  papel  y  tintero? 

Muc.     Sí,  Señor.  Hay  Uno  y  Otro. 

Rico     Venga,  pues,  pronto,  pronto  y  pronto. 

Sold'.-  VeámoS  primero  lo  que  hay  que  cenar; 

Rico  No¿  mi  amigo.  Queremos  que  sepas  que  hemos  quedado  tan 
reconocidos  á  la  fineza  que  nos  hicisteis  dándonos  el  tu  ca- 
ballo, que  aunque  el  estómago  nos  está  llamando  histérica  ó 
nátülentaffieiite,  nos  hacemos  sordos  á  sus  voces  ó  insinua- 
ciones íntimas;  y  queremos  que  la  primera  diligencia  sea 
despacharte  el  título  de  Director. 

Muc.    Aquí  está,  Señor  mío. 

Rico     Tomia  pues  la  pluma  y  escribé; 

Sold.  Diga  IL 

Rico     Nos  D.  Gaspar  Rico  y  Ángulo ; 

Sold.  Ángulo. 

Rico  Director  general  de  la  lotería  nacioned  de  la  América  Me- 
ridional.... 

Sold;  Meridional. 

Rico     Ministro  honorario  de  la  hacienda  pública,  &c.  &c. 

Sold.  &a. 

Rico  Hallándose  vacante  la  directuría  parcial  de  la  provincia  ó 
pueblo  de.. i. 

Sold.  De — 

Rico  Deja  allí  un  blanco  como  de  medio  renglón  para  poner  des- 
pués el  nombre  de  la  provincia:   porque  no  nos  podernos 


—79— 
fijar  en  ninguna,  Hasta  que   las  cosas   se   asienten  ó  se  en- 
tablen. 

Sold.  Muv  bien:  siga  U. 

Rico  Hemos  venido  y  venimos  y  vendremos  siempre  en  nombrar ; 
como  en  efecto,  hemos  nombrado  y  nombramos  para  llenar- 
la.... 

Sold.  Para  llenarla; 

Rico     ¿Cómo  te  llamas  ote  nombras? 

Sold.  Gaspar  de  Castro. 

Rico  Muy  bien.  Eres  mi  tocayo.  Pon  pues.  A  I).  Gaspar  de 
Castro: 

Sold.  Castró. 

Rico  Y  le  transferimos  ó  trasladamos  ó  conferimos  todafy  cada 
una  de  las  nuestras  facultades,  para  que  pueda  vender  bille- 
tes de  á  cuartillo,  de  á  medio,  de  á  real,  de  á  dos  reales  y  de 
á  peso; 

Sold.  De  á  peso.- 

Rico     Para  que  pueda  fijar  carteles  impresos  ó  manuscritos... 

Sold.  Manuscritos. 

Rico  Imprimir  manifiestos  y  números  y  todo  lo  que  conduzca,  pró- 
xima ó  no  próximamente,  al  mejoramiento  progresivo  ó  rá- 
pido del  ramo.... 

Sold.  Del  ramo. 

Rico     Dado  en  Pacarán  á  Í9  de  Jidio  de  1821. 

Sold.  1821. 

Rico  Á  ver  para  firmar — Gaspar  Rico  y  Ángulo.  Ahora  falta 
una  cosa  esencial  ó  precisa)  y  es  que  el  escribario  del  ramo 
aiítorize  el  nombramiento.  Y  ¿cómo  lo  haremos  si  está  en 
Lima? 

Sold.  U.  que  puede  hacer  Director  á  cualquiera,  también  podrá 
habilitar  á  cualquiera  de  escribano. 

Rico     Dices  bien  ¡Muchacho!  ¿Cómo  te  llamas? 

Muc.    Basilio  Yeguas,  Señor. 

Rico  Pues  bieií.  Yo. te  habilito,  ó  Basilio  Yeguas,  para  que  pro- 
visional ó  provisoriamente,  autorizes  ó  puedas  autorizar  to- 
do lo  que  nos  firmemos  ó  rubriquemos.  Firma  aquí....  Está 
bueno.  Toma  tu  nombramiento;  y  guárdale  mas  que  si  fue- 
ra reliquia;  porque  con  las  reliquias  no  se  come,  y  con  él, 
morirte  no  has  de  hambre.  Empero  para  que  tu  puedas  cum- 
plir con  tú  obligación,  eg  necesario  que  estés  impuesto  en  la 
pauta  variable  ó  no  variable  de  la  acumulación  de  los  fondos. 
Has  de  saberte,  pues,  que  hay  sorteos  generales;  frecuentes; 
medianos  é  intermediarios:  que  el  mayor  no  debe  exceder  de 
cuarenta  mil  cuartillos;  y  que  el  menor  no  debe  bajar  de  cua- 
tro mil.  Es  preciso  advertir  que  las  cantidades  intermedias 
de  cuatro  á  ocho,  y  de  veinte  á  treinta  son  divisibles  ó  dis- 
tributibles.  Por  lo  que  hace  á  la  teoría  de   las  opciones,  de 


—SO- 
los  premios  máximos  6  mínimos,  de  los  cupos,  de  los  bille- 
tes y  valores  es  algo  enredadilla.  Pero  te  daremos  Una  car- 
tilla ó  Catón  No  Cristiano;  y  allí  te  impondrás  de ¿Qué; 

polvadera  es  aquella? 

Sold.  Parece  gente  de  armas...  Y  se  vietíe  arrimando  para  acá...  Yo 
me  largo.    Abur. 

Bico  ¡Hombre!  ¿Es  posible  que  me  dejes  en  las  bastas  del  taro?... 
Ya  se  fué  con  título  y  caballo.  Muy  bien.  Ha  hecho  conmi- 
go el  soldadillo  lo  que  el  diablo  con  las  brujas.  Paciencia  y 
barajar,   - 


COMPENDIO  Ó  EXTRACTO  Ó  QUINTA  ESENCIA 

DE  LA  VIDA  DE  D.  GASPAR  RICO     Y    ÁNGULO    ESCRITO    POR  EL  MISMO 

EN    LA  SIGUIENTE 

DECIMA  Ó  NO  DÉCIMA. 

Yo  nací  pobre  y  desnú- 

Como  nacen  los  borri- 

De  un  hombre  llamado  Bi— 

Y  de  una  mujer  Angú- 

Desde  joven  la  fortú- 

Me  sopló  muy  favorá- 

De  Gremios  mandé  la  Cá^ 

Fui  Director  de  la  suér- 

¿  Y  hoy  que  soy?  Hoy  soy  un  cuér- 

Seré  alcahuete  mañá- 


EPISTOLA  CHIMBADOBA  DEL  DIFUNTO  COJO 

PRIETO,  DÍRIJIDA  Á  SU  ALBACEA. 

Sr.  D.  N.  de  N„ 

Purgatorio  2  de  Julio  de  1821. 
Muy  Sr.  mío: 

Jamás  le  creí  á  U.  capaz  de  abusar  de  la  confianza  de  un  amigo 
que  tanto  le  distinguió  mientras  estuvo  desterrado  en  ese  valle  de 
lágrimas.  Esos  preciosos  manuscritos  que  puse  en  manos  de  U.  en 
los  últimos  momentos  de  mí  vida,  dije  á  U.  que  eran  la  cosa  única 
que  amaba  sobre  la  tierra:  y  cuando  yo  pensaba  y  esperaba  la  no- 
ticia de  que  andaban  corriendo  en  esos  mundos  impresos  á  mi  nom- 
bre, me  encuentro  derrapen  te  con  un  periódico  llamado  Deposita- 


Si- 
rio, en  el  que  veo  copiadas  á  la  letra  mis  frases  y  mis  cláusulas,  y 
si  no  me  equivoco,  mis  pajinas  enteras.  Es  imposible  que  U.  haya 
dejado  de  franquearlos  á  alguno.  U.  me  lo  negará  seguramente;  pe- 
ro yp  tengo  esperanza  de .  saberlo  por  la  misma  boca  del  editor  del 
periódico:  porque  es  regular  que  pase  por  estas  inmediaciones  cuan- 
de  vaya  á  ocuparía  habitación  que  se  le  está  preparando  mas  abajo, 
por  si  acaso  perece  eñ  la  contienda  á  que  está  desafiado,  en  toda  for- 
ma, por  el  Ministro  de  Marina  de  aquel  apostadero.  Entre  tanto 
mande  U.  á  su  difunto  amigo 

Antonio  Prieto  Lazo  de  la  Vega. 


YABIANDG; 

vexta. — -Quieii  quisiese  comprar  una  calesa  nías  ó  menos  nueva, 
nías  ó  menos  barata,  ocurra  ala  imprenta  del  Nuevo  Depositario. 


Literatura — 6 


EL  NUEVO  DEPOSITARIO 

NUMERO    3, 
DelJueves  20  de  Setiembre  de  1821. 


ÍNTEBCALANTE. 


Turru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru,  rú,  rii,  ni,  ru,  YUj 
ru. — -Muchacho: — Sino. — Tuerce  por  aquí— -Iti  calle  no  poré  pa- 
sa— ¿¿Por  qué? — ¿No  vé  esa  burico  mueta?  Muía  poré  pantá— 
Tuerce,  demonio,  mas  que  te  lleve  la  trampa  á  tí  y  á  la  calesa. — - 
Turru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru,  ru. — Calesero,  para.  Adiós  ami- 
go.- ¿Adonde  en  calesa  por  aquí?— Voy  á  la  imprenta  del  difunto 
Buiz,  á  ver  si  ya  me  han  armado  el  número  tercero  del  Nuevo  Depo* 
sitario,-—ííombre)  déjese  U.  por  Dios,  de  escribir  Depositarios,-— Y 
¿por  qué?  Le  han  disgustado  á  Ü.  los  dos  números  que  tengo  pu- 
blicados? Están  malos?  HáblemeÜ.  con  confianza. — *]Sfc  están  ma- 
los, A  mi  me  han  divertido  infinito:  y  sí  XJ.  no  fuera  tan  mi  amigo., 
desearía  muy  mucho  que  jamas  se  acabase  el  tal  periódico.  Pero  me 
es  muy  mucho  que  jamás  se  acabase  el  tal  periódico.  Pero  me  es 
muy  sensible  que  dé  Ü.  margen,  con  papeles,  á  que  le  tiren  y  le 
muerdan.  Amigo  mió :'  permítame  U.  que  le  diga  que  no  todos  han 
recibido  bien  el  tal  Depositario.— 1$ o  tenga  Ü.  cuidado  pof  eso,  Yo 
tampoco  le  escribí  para  todos:  y  si  U.  me  apura,  no  le  escribí  para 
nadie.  Yo  escribo  para  mi  solo:  imprimo  mis  escritos,  porque  me 
agrada  verlos  de  letra  de  molde;  pero  á  nadie  he  forzado  jamás  á 
que  los  lea.  Harto  conocen  todos  lo  que  mí  pluma  sabe  hacer. 
Aquellos  que  no  gustan  de  sits rasgos  ¿para  qué  los  compran?  ¿Pa- 


—83— 
ra  qué  los  leen?  Nadie  les  pone,  mi  amigo,  ningún  puñal  en  los  pe- 
chos. Y  en  suma  ¿qué  es  lo  que  dicen? — Dicen  que  es  una  lástima 
que  gaste  U.  el  tiempo  en  escribir  bufonadas:  y  en  esto  tienen,  mi 
amigo,  muchísima  razón. — Cada  vez  que  oigo  esta  COsaj  me  quiero 
desbautizar.  ¡Hay  empeño  de  la  laya!  ¿Qué  cuenta  tiene  ninguno 
con  ^ue  yo  gaste  mi  tiempo  en  lo  que  mé  diese  la  gana?  ¿Yo  gasto 
el  tiempo  de  nadie?  ¿No  es  mió  el  que  gasto?  Si  yo,  para  escribir, 
pidiese  á  Fulano  prestada  uña  noche,  á  Sütano  un  dia,  y  á  Menga- 
no una  semana,  entonces  si  que  tendrian  fundamento  para  hablar. 
Pero,  gracias  á  Dios  que  puedo  dar  una  vuelta  eri  redondo,  sin  que 
nadie  pueda  señalarme  con  el  dedo  y  decir  que  le  debo  ni  un  minu- 
to.—Está  U.  muy  equivocado  en  ese  punto.  Ningún  ^lombre  consti- 
tuido en  sociedad  es  arbitro  absoluto  de  su  tiempo.  Él  debe  respon- 
der á  los  demás  de  una  hora  que  gaste  malgastada.  Asi  como  cada 
uno  disfruta  ó  participa  de  las  ventajas  que  proporcionan  al  público 
los  otros  con  el  buen  uso  que  hacen  de  su  tiempo;  así,  también,  en 
recompensa,  está  obligado  cada  uno  á  hacer  buen  uso  del  suyo,  para 
proporcionar  al  público  ventajas  de  que  participen  los  demás.  Por 
manera  que  esto  viene  á  ser  una  especie  de  comercio  en  que  cada  in- 
dividuo compra,  Con  su  tiempo,  el  tiempo  de  los  otros.  Asi,  aquel 
que  se  aprovecha  del  tiempo  de  los  demás,  y  no  paga  con  el  suyo, 
es  un  deudor  público  que  debia  ser  severamente  castigado  por  las 
leyes.  —Y  yo,  en  resumidas  cuentas  ¿á  quien  debo  pagar  el  tiempo 
que  consumo  en  hacer  Depositarios? V- ^A  mi,  y  á  todos  los  individuos 
de  la  sociedad  á  que  U.  pertenece. — -La  restitución  es  algo  griega: 
i  Lástima  que  ño  haya  bulas  de  composición  de  tiempo! — Ya  sale 
Tj.  con  sus  chanzas.  Si  U.  quiere  restituir,  ó  á  lo  menos  no  aumen- 
tar la  dependencia,  yo  le  daré  urt  arbitrio. — ¿Cual  es? — Tener  par- 
te en  un  periódico  qUe  vamos  á  trabajar  entre  varios  amigos. — Es- 
toy pronto— Con  que  ¿ya  no  habrá  mas  Depositarios?  Le  empeño 
á  U.  mi  palabra  de  que  este  número  tercero  será  el  último — Mejor 
fuera  que  no  se  publicase— Eso  no.  U.  me  ha  convertido  con  su  plá- 
tica. Yo  estoy  resuelto  á  pagar  todo  el  tiempo  que  debo.  Pero  ya 
tengo  trabajado  este  Depositario,  y  no  me  quedo  con  él  entre  el  cuer- 
po— Me  convengo. — Pues,  Señor,  adiós,  que  es  tarde.  Mañana  nos 
veremos. — Adiós — Muchacho,  tira — Turrururu,  rururu,  rururu, — 
Para.  ¡Don  Juan!  ¡Zapata! — Señor — ¿Estamos  listos? — Si  señor. 
Cata  aquí  está  la  proba. — Muy  bien.  La  cabeza  estará  buena.  Va- 
mos adelante. 


DIALOGO   ATRASADILLO. 

Cuarenta  y  cinco  miiiiiiil,  ochocieeeeeeeentos,  noventa  y  sieeeeeee- 
te., — Para,  muchacho.  Dígame  U.  mi  amigo,  ¿qué  significan  estos 
gritos  musicales  ó  armónicos? — La  rifa  ó  el  sorteo  de  los  números  ó 
billetes  de  la  lotería  nacional. — ¡Hola!  Con  qué  aquí  se  hacia. — Pues 


—84— 
si  esta  es  la  casa  del  director  general. — ¿Cual  es  el  director? — Aquel 
de  levita  yerdc  y  gorro  negro  que  está  bajo  del  docel — ¿Y  porque 
usa  docel? — Espere  U.  un  poquito  que  van  á  pregonar  otro  núme- 
ro.— Veintiocho  miiiiiiil,  quinieeeeeeeentos  sesenta  y  uuimuuuno. — 
Yo  eché  ayor  cuatro  números.  Tal  vez  habré  sacado  alguno  de  estos 
dos  premios. — No  lo  crea  U.  Ambos  han  sido  de  la  casa, — Y  díga- 
me U.  ¿como  está  la  casa  con  las  obras  pías?  ¿Paga  corrientemen- 
te?— Oigamos — Treinta  y  cuatro  miiiiiiil,  tfescieeeeeeeentos,  cua- 
renta y  dooooooos. — Si  este  será  mió — No  señor:  de  la  casa — ¡Qué! 
¿Todo  lo  saca  hoy  la  casa? — Si,  Señor — Y  ¿U.  eomo  lo  sabe? — 
Por  que  lo  mismo  sucede  en  todos  los  sorteos  asi  intermediarios  co-- 
mo  semanales  y  frecuentes — Entonces,  ¿para  qué  son  esos  globos, 
esas  bolitas  y  todo  ese  aparato? — Para  alucinar  al  vulgo  que  no  sa- 
be el  tejemadeje  de  la  casa.  Sin  embargo,  hagamos  justicia  al  direc- 
tor. El  no  se  queda  con  todo,  hablando  rigurosamente;  porque  salen 
siempre  de  casa  algunas  cantitades,  aunque  pequeñas  6  mínimas.  Si 
se  sortean,  por  ejemplo,  ochenta  mil  cuartillos,  quedan  en  la  direc- 
ción setenta  y  cinco,  y  los  cinco  restantes  circulan  por  el  pueblo;  pa- 
ra evitar  hablillas  de  malsines,  y  taparles  la  boca. — ¡Cuanto  me  ale- 
gro de  saber  esta  cosa,  para  no  botar  mas  reales  á  la  calle !  ¡Qué  di- 
rector tan  lindo !  No  puedo  irme  de  aquí,  sin  arrimarle  una 

NO  OCTAVA,  SINO  DÉCIMA  Y  MUY  DÉCIMA. 

¡  O  director  general 
de  nacional  lotería 
que  yo  mejor  llamaría 
ladronera  nacional ! 
¿Como,  di  de  tanto  real 
harás  la  restitución, 
Cuando  te  dé  un  torozón, 
ó  se  te  pudra  una  entraña; 
si  ya  no  vienen  de  España 
Bulas  de  composición? 

A  Dios  mi  amigo. — Adiós,  Señor  mió. 


VARIANDO, 

Lo  que  es  del  agua,  el  agua  se  lo  lleva.  Así  dizque  dijo  un  leche- 
ro á  quienv  al  pasar  un  rio,  se  le  fué  al  agua  el  sombrero  que  cabal- 
mente había  comprado  con  los  derechos  que  cobraba  por  ios  bautis- 
mos de  la  leche.  jA  qué  vendrá  este  cuento!— ¿A  qué  vendrá?  A 
que  D.  G-aspár  Bico  y  Ángulo,  después  de  haberse  puesto  á jugar 
en  Coyllo  con  un  par  de  tunantes  que  asi  nianipuleaban  los  dados, 


—85— 
corno  él  las  bolas  de  su  difunta  lotería,  y  vomitando  basta  el  último 
de  los  innumerables  cuartillos  que  entraron  en  su  poder  para  el  sor- 
teo ordinario  de  la  última  semana  que  no  se  verificó;  debió  decir 
también:  Lo  que  es  de  la  trampa,  se  lo  lleva  la  trampa.  Y  nos  aña- 
dimos que  estuvo  bien  llevado;  porque  no  debió  meterse  con  los  cu- 
bos quien  toda  su  vida  ha  comido  á  beneficio  de  las  esferas  ó  las 
bolas:  como  se  lo  diremos,  muy  bien  dicho  en  la  siguiente 

OCTAVA. 

Conservo  en  la  memoria,  ó  Graspari- 
que  cuando  andabas  con  la  capa  ro- 
te ganabas  el  pan  de  cada  dí- 
en  el  juego  que  llaman  de  peló- 
manejaste  después  la  loterí- 
y  pillaste  muchísimos  dobló- 
Si,  por  las  bolas,  te  sopló  la  suer- 
¿For  qué  dejas  las  bolas?  Yete  á  un  cuer- 


NO  CUARTETA, 

Asi  que  noticias  tu- 
te ganaron  á  la  má— 
O  Gaspar  Rico  y  Angú- 
Dije,  para  mi,  ya  el  Día- 
se llevó  lo  que  era  sú- 


VARIANDO  SIN  VARIAR. 

¿Adonde  diablos  dejamos  al  nuestro  D.  Gaspar  en  el  número  an- 
terior, para  continuar  su  historia  graciosa  y  verdadera?  ¿Adonde? 
En  Pacaran.  ¿Que  haciendo?  Echando  por  esa  boca  zapos  y  cule- 
bras contra  el  bribón  del  soldado  que  le  jugó  la  puerca  de  alzar  con 
título  y  caballo.  Y  ¿qué  le  sucedió  allí?  ¿Qué  le  sucedió?  ¡No  es 
nada!  Que,  cuando  él  mas  descuidado  estaba,  siente  entrar  caballe- 
ría en  el  pueblo.  Eran  cuatro  desertores  de  las  tropas  españolas 
que  iban  á  buscar  que  comer  para  seguir  su  contra-marcha.  Pero 
como  él  no  sabia  si  eran  ó  no  sus  amigos,  metióse  hasta  el  corral 
del  rancho  en  que  se  hallaba;  y  se  tumbó  sobre  el  pesebre.  Dos  ham- 
brientos borricos  que  allí  había,  se  alegraron  muy  mucho  con  el  co- 
lor verde  de  su  levita;  y  se  tiraron  á  ella  como  gato  á  bofes.  En  un 
dos  por  tres,  le  dejaron  desnudo:  y  algo  mas  le  debieron  de  hacer; 
porque  se  vio  precisado  á  dar  un  grito  que  alborotó  el  rancho.  Enr 


—86— 
toaron  los  soldados,  y  no  podían  contener  la  risa,  al  ver  á  nuestro 
Eico  en  mangas  de  camisa,  con  su  gorro  negro  y  con  su  barba  de 
dos  dedos,  forcejeando  con  los  burros  que  se  lo  querían  comer.  Pe- 
ro en  fin,  á  sablazos,  los  separaron  del  pesebre.  Preguntaron  enton- 
ces á  Rico  ¿qué  significaba  aquello?  Y  él  les  contestó  así: — Habéis 
de  saberos  ó  soldados,  mas  ó  menos  valientes,  que  Nos  venimos  ó 
hemos  venido  á  este  pueblo  mas  ó  menos  miserable  por  un  tejido  ó 
complejo  de  accidentes  raros  ó  casuales  que  yo  sé,  que  otros  saben, 
y  que  á  vosotros  nada  interesa  saber.  Estábamos,  pues,  viendo  for- 
ma ó  manera  de  largarnos  de  aquí,  cuando,  placatan,  placatan,  pla- 
catan, oímos  el  ruido  de  las  patas  de  los  vuestros  caballos;  y  para 
asegurar  el  nuestro  individuo,  dimos  una  carrera  no  despaciosa,  sino 
rápida  y  mas  rápida;  y  echamos  sobre  este  pesebre  la  nuestra  huma- 
nidad no  perpendicular,  sino  horizontalmente.  EJ  resto  de  la  histo- 
ria vais  á  oírle  en  la  siguiente  décima.  Pero  es  preciso  que  sepáis 
que  Nos,  nos  hemos  visto  muchas  veces  comidos  de  gusanos:  pero 
jamás,  hasta  hoy,  comidos  de  borricos. 


NO  OCTAVA. 

Como  era  verde-esmeral- 
la  nuestra  leva  ó  ievi-. 
creyeron  estos  borrí-. 
que  eramos  tercio  de  alfál- 
cual  nos  desguasa  una  fál- 
cual  nos  rompe  los  botó-r 
y  después  de  que  en  peló- 
nos dejaron  insolén- 
quisieron  con  los  sus  dién-^ 
morder  la  nuestra  persó- 

Mucha  risa  causó  á  los  soldados  el  razonamiento  de  Ángulo;  y  á 
nosotros  nos  la  causa  también,  y  nos  da  gana  de  hacerle  el  elogio 
que  sigue: 

OCTAVA. 

Don  Quijote  el  manchego  ;vaya  vaya! 
llamóse  d    Caballero  de  los  Leones, 
porque  intentó  con  dos  una  batalla 
que  se  quedó  tan  solo  en  intenciones. 
Y  tú  que  entraste,  con  burral  canalla, 
en  efectiva  lid  de  mordiscones, 
¿Derecho  no  tendrás,  aunque  hecho  añicos, 
El  Caballero,  á  ser  de  los  borricos? 


Pasaron  los  soldados  con  nuestro  Eico  como  una  media  hora;  co- 
mieron con  él;  y  después  le  llevaron  consigo  para  divertirse  en  el 
camino.  Luego  que  estuvo  montado  en  un  burro  que  ellos  le  propor- 
cionaron, en  mangas  de  camisa,  con  sombrero  de  picos  y  con  la  bar- 
ba muy  larga;  porque  es  de  advertir  que,  á  su  salida  de  Lima,  pro- 
metió no  afeitarse  hasta  la  vuelta;  uno  de  los  soldados,  que  habia  si- 
do capi-gorron,  y  preciaba  de  poeta  le 

DIJO. 

Es  cierto  que  vas,  Eiquí- 
de  retrato  ó  de  pintú- 
jamás  he  visto  figú- 
que  mas  me  provoque  á  rí- 
¿  Quién  por  las  calles  de  Lí- 
pudiera  pasearte  ahó- 
para  que  tuvieran  bo- 
los viejos  y  los  muchá- 
y  fueran,  tras  tí,  en  coplá- 
cantando  Juan  de  la  Có-f 


VAEIANDITO. 

Ya  esto  queda  corriente:  que  lo  tiren  pronto. — Señor:  una  nove- 
dad me  han  contado  hoy  de  D.  Gaspar  Eico. —  ¿Cual  es?— Que  se 
le  perdió  la  A  y  la  B  de  la  imprenta  que  llevó:  y  que  no  ha  podido 
publicar  ningún  papel. — Ya  me  pone  U.  en  precisión  de  escribir  otro 
Depositario,  para  enseñarle  á  Eico  á  escribir  sin  A  y  sin  B — ¿En 
todo  el  Depositario  no  se  pone  ninguna  A  ni  B. — Ninguna. — Y  ¿co- 
mo es  eso?— U.  lo  verá.  Adiós. — Turru  rurururururururururum. 


EL  NUEVO  DEPOSITARIO. 


NUMERO  4r. 


Lima  30  de  Octubre  de  1821. 


Verdadero  retrato  de  la  persona  de  D.  Gaspar  Rico  y  Angu- 
lo,  Director  general  de  la  lotería  nacional  de  la  Améri- 
ca meridional,  ministro  honorario  de  la  hacienda  pú- 
blica y  escritor  melifluo  del  Depositario.  Los  que  le  co- 
nocieron aquí  tan  lozano  y  tan  robusto,  estrañarán  el 
verle  tan  seco  y  macilento.  Admira,  con  efecto,  el  des- 
figuro tan  grande  que  han  causado  en  su  semblante  las 
intemperies  y  malos  alimentos  de  la  sierra-  También 
le  pone  avejentado  lo  muy  crecido  de  la  barba  que  ha 
jurado  no  cortarse  hasta  volver  á  Lima. 


RICO  INMORTAL. 


¡Loor  eterno  alamor,  al  embeleso 

de  las  almas  sensibles; 

á  ti  niño  travieso 

que  hacer  nos  haces  cosas  imposibles! 

¡Loor  eterno  otra  vez!  porque  tú  fuiste 

quien,  viendo  á  un  joven  aburrido  y  triste, 

por  que  á  su  prenda  amada  no  sabia 

como  enviarle  la  forma  de  su  cara; 

le  aconsejaste  un  dia 

que  en  la  pared  su  sombra  delineara; 

inventando  asi  el  arte  del  dibujo, 

por  cuyo  grande  y  poderoso  influjo, 

se  nos  hacen  presentes 

los  personajes  muertos,  los  ausentes, 

Por  él,  hoy  conocemos  á  Tibulo, 

á  Cicerón,  á  Horacio  y  á  Catulo, 

á  Virjilio  el  mantuano, 

y  á  todos  los  demás  del  siglo  de  oro, 

Por  él,  vemos  la  imagen  de  Diodoro, 

y  también  la  de  Homero 

que  disfrutó  el  primero 

el  favor  de  las  musas  soberano. 

Por  él,  la  edad  futura 

conocerá  de  Rico  la  figura: 

y  cuando  alguno  de  los  rasgos  sabios 

de  las  sus  obras  lea, 

contemplado  estará  su  cara  fea, 


—92— 
lo  tosco  de  sus  labios, 
sus  ningunas  patillas, 
y  sus  cortas,  membrudas  pantorrillas. 
¿Qué  desgraciados  fueron 
los  héroes  que  existieron 
antes  que  la  pintura  se  inventara! 
Por  mas  que  se  empeñaron 
en  pintarnos  su  cuerpo  y  aun  su  cara 
diestros  historiadores, 
en  lugar  de  colores, 
de  su  elocuencia  con  los  rasgos  bellos; 
sus  imágenes  y  ellos 
£n  los  mismos  sepulcros  se  enterraron. 
Es  muy  débil  y  efímera  la  gloria 
que  puede,  sin  dibujo,  dar  la  historia. 

Y  tú  ¡escritor  jamás  bien  alabado, 
que,  si  el  papel  se  suma 

que  ha  consumido  tu  meliflua  pluma, 

en  tercio  y  quinto  excedes  al  Tostado ; 

y  que  á  la  prensa  hiciste 

así  gemir  con  obras  esquisitas? 

como  al  bolsillo  triste 

con  los  números,  globos  v  bolitas 

de  la  tu  lotería; 

mil  veces  te  gloría 

de  que  tu  madre  hubiera 

acertado  á  parirte  en  una  era 

en  que,  á  la  par  de  la  literatura, 

á  su  ápice  ha  llegado  la  pintura! 

Tú  no  necesitabas,  es  muy  cierto, 

de  la  ayuda  de  este  arte, 

para  inmortalizarte, 

y  triunfar  del  sepulcro  y  sus  horrores. 

Aunque  hábiles  pintores 

en  el  mundo  no  hubiera  ni  pinceles, 

bulla  habias  de  meter  después  de  muerto. 

Bastaban  tus  papeles 

para  hacerte  vivir  eternamente. 

Pasar  de  gente  en  gente, 

hasta  la  fin  de  las  generaciones, 

tu  nombre  ufano  y  ducho  se  veria: 

mas  nada  se  sabria 

del  tu  gracioso  talle  y  tus  facciones. 

Y  ¿quien  seria  aquel  que  no  deseara 
conocer  por  la  cara 

al  que  supo  escribir  Depositarios, 
al  célebre  Gaspar  Rico  y  Ángulo, 


—93— 
asi  como,  de  Yulo, 
nosotros,  al  presento, 
deseamos  conocer  al  descendiente, 
al  leer  sus  comentarios; 
y  saber  si  fué  manco  ó  si  fué  cojo, 
orejón  ó  visojo, 

si  tuvo  color  blanco  6  de  mulato,- 
y  si  fué  narigón  ó  si  fué  ñato? 
Marcha,  pues,  escritor  el  mas  famoso 
de  cuantos  hasta  el  dia, 
con  prosa  y  coii  poesía, 
sudar  hicieron  tas  peruanas  prensas. 
Las  distancias  inmensas 
de  los  siglos  futuros 
impávido  atraviesa  y  orgulloso,- 
en  el  jumento  obérd 
que  tu  pintor  te  dio  por  compañero: 
que,  si  á  pié  te  retrata,  en  mil  apuros 
te  ves  para  llevar  sobre  él  tu  hombro, 
en  carrera  tan  larga, 
de  imprenta  y  globos  la  pesada  carga. 
Marcha  tú  de  peruanos,  pasmo,  asombros- 
de  castellanos  viejos  flor  y  nata, 
marcha  y  ninguno  intrépido  te  ataje: 
En  tu  glorioso  viage 
muchos  encontrarás  claros  varones 
á  la  inmortalidad  marchando  á  pata. 
Mas  tú  los  tus  talones 
arrima  á  los  hijares  del  pollino  ) 
y  á  toditos  los  deja  en  el  camino, 
y  llegado  que  seas 

de  la  fama  eternal  al  templo  augusto, 
¡  cuanto  será  tu  gusto  ! 
cuando  á  la  entrada  leas, 
en  caracteres  de  oro  muy  bien  puestos" 
sobre  cuatro  magníficos  armarios — 
Estos,  de  Kico  son  depositarios. 
Estos,  de  Eico  son  los  manifiestos. 
Después,  del  comandante 
Escandon  las  lindísimas  poesías 
verás  en  un  estante  : 
cierto  papel  que  corre  en  estos  dias  : 
décimas  infinitas  y  un  soneto 
de  tu  digno  rival,  el  Cojo  Prieto  : 
las  obras  todas  que  escribió  Terraya  ; 
y  muchas  otras  de  la  misma  laya. 
Luego  te  subirás  por  una  escala, 


—94— 
á  una  larga  y  anchurosa  sala  : 
en  cuyos  altos  muros,  embutidos 
muchos  héroes  verás  esclarecidos; 
Toditos,  casi,  son  de  infantería  : 
aunque  de  haber  no  dejan  Unos  que  otros 
qUe  montados  están  sobre  sus  potros-. 
Mas  como  no  se  encuentre  otro  jumento 
que  el  del  gran  Sancho  Panza  y  este  tuyo  ) 
pues  que  tan  solo  [por  personas  tales, 
allí  se  admiten  estos  animales  j 
el  tu  glorioso  y  eternál  asiento 
será,  G-aspar  Ángulo,  desde  lUegOj 
en  un  nicho  que  esté  frontero  al  suyo  I 
para  que  así  hagas  juego, 
y  guardes  proporción  y  cimetríá 
con  el  mas  benemérito  escudero 
que  jamas  tuvo  andante  cabaíleroi 
Allí  genios  alados,  por  el  aire, 
aunque  la  tu  persona  mucho  pesa 
te  subirán  Gaspar  :  verás  cual  vuelas^ 
sin  aplicar  al  burro  las  espuelas^ 
Entre  tanto,  las  ninfas  Con  donaire3 
quitárante  el  de  picos  derrepente  : 
y  ceñirán  la  frente 
de  la  tu  rara  singular  cabeza 
cotí  UUá  gran  corona 
tejida  de  verbena  y  de  congona. 
Después,  en  dulce  y  armonioso  coi'ój 
entonaráse  un  himno  en  tu  alabanza  • 
y  una  gran  contradanza 
Cerrará  la  función  con  llave  de  oro. 
\  Oh  felice  Gaspar  !  cosa  de  zumba 
Viene  á  ser  para  tí  la  horrible  tumba,; 
Tú  te  puedes  reir  del  garrotilloj 
del  dolor  de  costado  y  tabardillo  í 
y  también  de  la  angina, 
mas  que  nunca  en  el  mundo  hubiera  quina. 
Que  se  mueran  ios  bobos 
cuyas  almas  escasas, 
contentas  con  vivir  en  el  reposo, 
nada  hicieron  estraño  ni  ruidoso. 
Mas  tú,  que  con  tu  imprenta  y  con  tus  globos, 
unas  cosas  hiciste  tamañazas, 
imposible  es  Ángulo  que  te  mueras, 
aunque  tú  mismo,  tú  morirte  quieras. 
Aunque  todos  los  males 
que  á  los  tristes  mortales 


—95— 
en  cadáveres  tornan  ó  en  difuntos, 
hoy  se  conspiren  juntos, 
aun  inclusive  el  vicho 
y  la  disentería, 
para  acahar  contigo; 
tú  con  el  burro  tu  mejor  amigó, 
tu  imprenta,  lotería 
y  tus  escritos  bellos, 
te  burlarás  de  ellos; 
y  orondo  y  hueco  llegarás  al  nicho 
dó,  á  pesar  de  malsines  y  vestiglos, 
vivirás  por  los  siglos  de  los  siglos. 


VARIANDO, 

En  el  número  cincuenta  y  dos  del  Depositario  de   Rico,  impi'esó  eií 
Jauja  el  diez  y  ocho  del  corriente,  se  lee  lo  que  sigue; 

sobuenota  embetunada. 

Después  de  ordenado  y  dispuesto  todo  lo  concerniente  á  la  im- 
presión del  nuestro  periódico,  llegaron  á  las  nuestras  manos  los  tres' 
números  del  Nuevo  Depositario  publicados  en  Lima  por. .-..Cono^ 
cemos  á  su  autor;  muchos  le  conocen;  y  todos  le  conocerán,  cuando 
le  demos  a  conocer.  Apenas  les  dimos  una  ojeada  rápida  6  violen- 
ta  *  Contestaremos  ó  no  contestaremos  __.,*  en  el  número  que  si- 
gue ó  en  los  subsiguientes *.  ¡  Eeeeeeeeeeh !  ¡Sucios!  Nada  puede 

haber  de  común  entre  Gaspar  Rico  y  Ángulo  y  los  cofrades  existen- 
tes y  por  existir  de  la  tripilitrapala. 


VACIANDO  SIN  VARIAR  LA  VAÍfclAClOH, 

Se  dice  y  sé  repite  que  el  General  Serna,  atendiendo  ó  no  aten- 
diendo á  los  méritos  y  servicios  mas  ó  menos  grandes,  mas  ó  menos 
importantes  del  ministro  honorario  de  la  hacienda  pública  y  no  sé* 
creta,  D.  Gaspar  Rico  (no  de  plata)  y  Ángulo;  vino  en  concederle, 
como  en  efecto  le  concedió,  la  Intendencia  de  Huancaveliéaí  y  que 
el  susodicho  Hico  pensaba  reconcentrar  allí  la  dirección  general  de  la 
lotería  nacional  déla  América  meridional ;  con  cuyo  objeto,  Cfttisa  ó 
motivo,  había  consumido,  en  la  impresión  de  manifiestos  y  billetes, 
todo  ó  casi  todo  el  papel  que  llevó  para  los  Depositarios*  Siempre 
que  hablamos  ú  oimos  hablar  de  la  tal  intendencia,  se  nos  viene  á  la 


— 9G— 
memoria  sin  poderlo  remediar,  la  ínsula  de  Sancho;  y  nos  dá  gana 
tte  gritar: 


Viva  el  nuevo  Sancho; 
y  obras  mil  'imprima-: 
viva  el  Intendente 
de  Huancavelica. 

Viva  el  nuevo  Sancho, 
para  que  haga  rifas : 
viva  el  Intendente 
de  Himncavelica. 

Viva  el  nuevo  Sancho 
que  nació  en  Castilla: 
viva  el  Intendente 
de  Huancavelica. 


Viva  el  nuevo  Sancho; 
viva  su  levita: 
viva  el  Intendente 
de  Huancavelica: 

Viva  el  nuevo  Sancho; 
mil  leguas  de  Lima: 
viva  el  Intendente 
de  Huancavelica, 

Viva  el  huevo  Sancho  ; 
su  borrico  viva: 
viva  el  Intendente 
ele  Huancavelica. 


NOTICIA  CONTRARIA  Ó  NO  CONFORME  A  LA 

ANTERIOR. 

Por  muchos  de  los  pasados  del  ejército  real  en  su  segunda  retira- 
da, sabemos  y  otros  saben  que  el  General  Cántente  quiso  obligar  á 
Rico  á  que  asentase  plaza  de  soldado  en  el  escuadrón  de  granaderos 
montados;  y  que  habiéndose  Rico  lamentado,  no  dulce,  sino  amarga- 
mente, :dé  que  se  quisiese  abatir  tanto  ía  sil  benemérita  j>ersona;  y 
alegando  eii  su  pro,  para  eximirse  del  tal  alistamiento,  los  incompa- 
rables servicios  practicados  en  las  dos  direcciones  de  gremios  y  lote- 
ría; y  principal  ornas  principalmente  en  la  jornada  de  la  sierra  que 
él  no  emprendió  por  miedo  que  tuviese. de  quedarse  en  Lima;  sino 
con  el  fiíi  dé  calentar,  con  el  fuego  de  sus  Depositarios,  el  entusias- 
mo real  que  era  natural  se  enfriase  en  las  nevadas  cordilleras ;  hubo 
la  de  San  Quintin  entre  los  dos;  y  estuvo  en  un  tris  él  que  la  cosa 
hediera: 


CONTRA-NOTA  PERPENDICULAR, 

Estamos  esperando  noticias  circunstanciadas  de  la  llegada  de  Ri- 
co á  su  ínsula  ó  Intendencia;  para  dar  al  público  una  relación  exac- 
ta de  las  funciones  que  se  hagan  corí  el  motivo  de  su  recibimiento. 


t  m:   ^ 


iSTUMERO  5. 

Sábado  1.°  c?e  Diciembre  ele  1821. 


¿Escribiré  ó  no  escribiré -„_- ¡ Válgame  Dios! _No  sé  qué  ha- 
cerme  Yo  prometí  al  público  no  escribir  mas  Depositarios.  Pe- 
ro ¡  como  be  de  perder  los  preciosos  materiales  que  acaban  de  venír- 
seme á  las  manos ! -  Yo  escribo No  hay   remedio aunque 

quede  en  el  concepto  de  poco  escrupuloso  en  cumplir  mi  palabra. 
Estoy  seguro  de  que  el  público  me  perdonará  fácilmente  esta  badu- 
lacada plumaria  que  le  proporciona  leer  la  siguiente 

ANÉCDOTA   PERPENDICULAR. 

Estando  anoche  en  casa  de  unas  mozas  á  donde  concurren  diaria- 
mente varias  personas  de  humor  que  solo  se  ocupan  en  buscar  mate- 
rias de  que  reirse;  entró  derrepenteun  mocito  de  aquellos  que  el  vul- 
go llama  Volantusos,  armando  tanta  bulla,  y  con  una  cara  tan  de 
pascua,  que  parecía  estar  mas  contento  con  un  papel  que  llevaba  en 
la  mano,  que  el  rey  con  sus  alcabalas.  Aquí  traigo  (dijo,  parado  en 
medio  de  la  sala  y  levantando  en  alto  su  papel)  aquí  traigo  la  cosa 
mas  preciosa  que  se  ha  estampado  hasta  el  dia  desde  que  Lima  es 
Lima.  ¿A  qué  nadie  adivina  lo  que  es? — Será  el  retrato  de  esta  se- 
ñorita (dije  yo  entonces,  señalando  á  una  joven  que  estaba  junto  á 
mí.) — No  es  negocio  de  retratos,  me  contestó  el  mocito.  Es  un  ma- 
nuscrito  incomparable  que  acabo  de  desenterrar   de  cierto  archivo. 

Literatura— 7 


—98— 
Ya  yo  sé  lo  que  es,  dijo  entonces  un  lego  de  esos  que  llaman  confi- 
tados. Es  seguramente  alguna  glosa  del  ciego  de  la  Merced. — No  es 
sino  algún  soneto  del  célebre  Cabiedes,  replicó  un  monigote. — Nada 
de  eso  es,  respondió  el  mocito. — Pues  diga  U.  lo  que  es,  con  mil  de- 
monios (dijo  la  muchacha  que  estaba  á  mi  lado)  porque  si  no,  me 
levanto  y  le  rompo  el  papel.  ¡Es  buena  que  nos  tenga  U.  devanán- 
donos los  sesos,  para  salir  después  con  alguna  bobería! — Entonces 
el  mocito  se  acercó  á  la  luz,  desdobló  su  papel,  y  después  de  haber 
dicho  á  la  muchacha, 

Oiga  U.  señora  mia: 

Y  verá  si  es  bobería  : 

leyó: — D.  Gaspar  Rico  de  Ángulo,  Tricio  y  Querejazu,  Peynares, 
Huiz  de  hovera,  Aragón,  Gonzales,  Torres  y  Villasana:  Ministro- 
honorario  de  real  hacienda  y  capitán  de  granaderos  de  la  3.  e  com- 
partía del  regimiento  de  voluntarios  distinguidos  de  la  Concordia  es- 
pañola del  Perú.  Por  cuanto  con  arreglo  á  la  planta,  del  cuerpo,  de- 
bo nombrar  quien  desempeñe  los  cargos  subalternos  de  la  compañia  / 
nombro  para  sub-brigadier  2.  °  de  ella,  á  D.  José  Suarez  Inclan, 
de  este  comercio;  por  concurrir  en  su  persona  notoriamente,  cuan- 
tas circunstancias  se  requieren  al  intento. — Lima  y  Marzo  18  de 
1811. — Gtaspak  Rico. 

Aqui  nos  reimos  todos  á  caquino  tendido,  y  una  de  las  mucha- 
chas saltó  y  dijo,  repasándosa  los  decios:  Rico,  uno.  Ángulo,  dos. 
Tricio,  tres.  Querejazu,  cuatro.  Peynares,  cinco.  Puiz,  seis.  Lovera, 
siete.  Aragón,  oclio.  Gonzales,  nueve.  Torres,  diez  y  Villasana  on- 
ce cabales  son. — Aquí  interrumpió  la  madre  délas  muchachas,  y  di- 
jo: Todavia  conservo  en  la  memoria  un  versecito  que  aprendí  bien 
muchacha,  y  que  aquí  viene  de  perilla.  Óiganle  ustedes. 

Una  declena,. 

de  tena,  cadena, 

de  rabo  de  Cuco, 

de  San  Seruco, 

de  vida,  vidon: 

cuéntalas  bien,  que  las  once  son. 

¡Caramba  (continuó  la  mocita)  en  la  cáfila  de  apellidos  que  tenía 
el  Señor  del  gorro  negro  l  Bien  necesita  poner  á  su  borrico  un  par 
de  alforjas  mas,  si  los  quiere  llevar  todos  consigo. — Si  ensarta  algu- 
nos mas  (añadió  otra)  á  pique  que  se  hubiera  remontado  hasta  en- 
troncarse con   Adán. — ¡Ay  niña!   la   dijo   su  madre.    ¡Pues  qué! 

¿Adán  tuvo  apellido? Dice  muy  bien  la  señora  Doña  Juliana,. 

añadió  un  Reverendo  que,  entretenido  con  su  malilla,  no  habia  chis- 
tado hasta  entonces.  Ni  Adán,  prosiguió)  ni  sus  hijos,  ni  sus  nietos 
tuvieron  apellido.  Y  yo  soy  de  opinión  que  hasta  después  del  dilu- 
vio universal,  no   hubo  apellidos  en  el  mundo.  *De  modo  que  si  el 


—99— 
apellido  Torres,  que  es  uno  de  los  once  del  señor  D.  G-aspar,  trae  su 
origen  (como  es  mas  que  probable)  de  la  torre  de  Babilonia,  se  pue- 
de apostar  una  oreja  á  que  es  el  mas  antiguo  de  todos  los  apellidos 

de  la  tierra La  ocurrencia  fué  celebrada  por  toda  la  tertulia.  Y 

el  Reverendo  que  (según  me  impuse  después)  habia  sido,  aquí  en 
Lima,  de  uña  y  carne  con  Rico;  y  habia  estado  siempre  con  él  á  par- 
tir de  un  confite;  quedó  muy  horondo  de  haber  llevado  tan  lejos  la 
cuna  de  su  amigo,  que  estuvo  en  un  tris  la  hiciese  nadar  (como  la 
arca  de  Noé)  sobre  las  aguas  del  diluvio.  Las  muchachas  me  supli- 
ron  entonces  que  dijese  alguna  cosilla  en  verso  sóbrelos  once  apelli- 
dos. Y  yo,  que  no  hallo  en  mi  conciencia,  haberme  resistido  jamás 
á  ruegos  mujeriles,  les  hice  en  el  tiro  la  siguiente 

OCTAVA  Ó  NO  DÉCIMA. 

¡  Qué  lástima  Gaspar,  que  sean  once 
los  tus  nobles,  antiguos  apellidos 
que  han  de  durar,  en  láminas  de  bronce, 
per  sceculorum  scecula,  esculpidos! 
Agrega  por  tu  vida  León  ó  Ponce 
que  son  también  bastante  distinguidos. 
O  si  no,  yo  te  agrego  Berengena; 
y  tienes  ya  completa  la  docena. 

Infinito  fué  lo  que  dio  que  reír  mi  octava  á  tocios  los  concurren- 
tes, exceptuando  solo  al  religioso  que,  aunque  por  razón  natural,  ha 
de  ser 

Aficionado  mucho  á  berengenas, 
Y  mas  si  son  allomadas  y  rellenas. 

tuvo  muy  á  mal  el  que  yo  hubiese  mezclado  una  con  los  apellidos  de 
Rico.  Así  es  que,  dejando  la  malilla  y  acercándose  á  nosotros,  dijo: 
cosa  es  bastante  estraña  que  unas  personas  sensatas  estén  haciendo 
chacota  de  la  nobleza  de  un  hombre,  mas  estimable  müVeces  que 
el  oro  y  que  la  plata.  Pero  es  preciso  confesar  que  esto  proviene  de 
ignorancia.  Y  estoy  íntimamente  persuadido  de  que  si  ustedes  tu- 
vieran en  la  punta  de  la  uña,  como  yo,  la  ilustre  genealogía  del  se- 
ñor D.  G-aspar;  y  supieran  el  origen  claro  de  sus  once  apellidos;  bien 
lejos  de  reírse  de  ellos,  los  pronunciarían  con  respeto.  Los  apellidos 
de  Rico  ño  son  apellidos  como  todos.  Son  apellidos  de  un  orden  y 
gerarquía  superior.  Y  yo  no  encuentro  razón  para  que  los  haga  ridi- 
culos el  número  de  once,  como  dan  á  entender  los  versos  que  se  aca- 
ban de  repetir. 

El  once  nada  tiene  de  indecente, 

por  mas  que  llamen  once  al  aguardiente. 


—100— 
Antes  por  el  contrario,  es  un  número  privilegiado  y  singular  al 
cual  parecen  circunscribirse  las  cosas  mas  altas  y  sublimes.  Once  son 
los  millares  de  las  vírgenes  que  acompañan  á  Santa  Úrsula  en  el  co- 
ro celestial.  Once  son  los  domingos  consagrados  al  culto  religioso  del 
gloriosísimo  patriarca  Santo  Domingo  de  Guzman.  Y  hasta  los  man- 
damientos de  la  ley  de  Dios.,  aunque  parecen  diez,  no  son  sino  once, 
según  el  poeta  que  dijo: 

Cuatro  son  las  tres  Marías, 
cinco  los  cuatro  elementos, 
ocho. las  siete  cabrillas, 
y  once  los  cliez  mandamientos. 

Si  otros  son  caballeros  por  los  cuatro  eostados;  el  señor  D.  Gaspar 
lo  seria  por  los  once,  si  acaso  los  tuviese.  Y  para  explicarme  en  tér- 
minos matemáticos,  viene  á  ser  como  el  centro  de  un  círculo  á  don- 
de se  juntan  once  rayos  que  tocan  á  la  gran  circunferencia  en  que 
anclan  revoleteando  poetas,  oradores,  filósofos,  juristas  y  hasta  prín- 
cipes y  reyes. — ¿Príncipes  y  reyes?  dijo  admirada  una  de  las  ni- 
ñas.— Si  señora,  le  contestó.  Príncipes  y  reyes,  ¿De  donde  piensa 
usted  que  le  vienen  á  D.  Gaspar  los  apellidos  de  Aragón  j  de  An- 
gido?  El  primero  le  viene  de  la  célebre  Juana  de  Aragón,  esposa 
del  grande  Ascanio  príncipe  de  Taglicozzi,  que  existió  en  el  siglo 
sexto  de  la  era  cristiana.  Y  el  segundo,  del  famoso  Angalo,  rey  de 
una  comarca  de  Gemianía,  el  cual  conquistó  la  isla  de  la  Gran  Bre- 
taña; y  dio  nombre  á  los  Anglos. — 'Alto  ahí,  dije  yo  entonces.  El 
conquistador  de  la  Gran  Bretaña  no  se  llamó  Angula,  sino  Angul, 
según  me  acuerdo  haber  visto  en  el  diccionario  de  Moreri. — Es  cier- 
to, me  respondió.  Pero  me  coje  muy  de  nuevo  el  que  un  hombre 
que  sabe  hacer  octavas,  se  ande  parando  en  una  letra,  y  principal- 
mente en  una  O,  que  en  su  propia  figura  está  diciendo  que  es  lo  mis- 
mo que  un  cero. — Cálleme  yo  la  boca;  y  él  continuó  diciendo:  el 
apellido  hovera,  aunque  no  viene  de  reyes,  no  deja  de  ser  por  eso, 
de  los  mas  distinguidos:  pues  el  sabio  Simón  Lovera,  que  estuvo 
preso  en  Madrid  por  razones  de  estado,  fué  uno  de  los  primeros  per- 
sonajes del  siglo  diez  y  siete.— Aquí  saltó  el  mocito  conductor  del 
papel  y  dijo: 

¡Quien  le  Jiabia  de  decir  al  tal  Simón 

que,  al  cabo  de  dos  siglos,  un  Gaspar 

Jicibia,  juntamente,  de  heredar 

su  apellido,  su  sangre  y  su  p>rision! 

Ninguna  necesidad  habia  (dijo  el  relijioso)  de  que  se  sacase  aquí 
la  prisión  de  Eico.  Pero  ya  que  U.  la  trajo  á  colación,  es  preciso 
que  sepa  que  no  es  la  prisión  sino  el  delito  el  que  degrada  al  hom- 
bre: y  que  aquel  que  tiene  limpia  su  conciencia,  como  la  tenia  D. 
Gaspar  cuando  le  prendieron  en  Madrid,  queda  siempre  en  su  misma 


—101— 
fama  y  opinión,  aunque  se  le  vaya  sucesivamente  encerrando  en  to- 
das las  cárceles  del  mundo. — El  mocito  alegó  las  razones  que  tuvo 
la  justicia  para  meter  á  Rico  en  la  cárcel  de  Madrid.  El  padre  las 
rebatió.  Y  yo,  por  cortar  una  conversación  que  se  iba  ensangrentan- 
do, le  pregunté  cual  babia  sido  el  héroe  de  quien  heredó  nuestro 
Gaspar  el  apellido  de  Rico. — Es  el  único  (me  dijo)  de  que  no  tengo 
noticia.  Aunque  no  dejo  de  pensar  que  sea  un  flamenco  llamado 
Justo  Bieldo  que  nació  á  fines  del  siglo  diez  y  seis::  y  que,  con  el 
trascurso  de  los  tiempos,  se  haya  corrompido  el  apellido., — Si  es  ne- 
gocio de  corruptela  (dijo  un  venerable  anciano  que  estaba  sentado 
en  un  rincón)  es  mas  creíble  que  sea  el  alemán  Pablo  Ricio;  ya  por 
que  el  apellido  se  diferencia  menos  del  de  Rico,  y  ya,  principalmen- 
te, porque  fué  judío;  aunque  hay  graves  autores  que  aseguran  que 
se  convirtió  después,  y  que  murió  en  el  seno  de  la  religión  cristia- 
na.— El  padre  hizo  un  gesto  muy  estraño  cuando  oyó  el  cuento  de 
Judio:  y  yo  creo  que  se  hubiera  largado  sobre  la  marcha,  si  otro  no 
le  pregunta  que  si  el  apellido  G-onzales  había  sido  heredado  de  Ma- 
nuel G-onzales  Telles,  célebre  profesor  ele  .Derecho  en  la  Universidad 
de  Salamanca.  A  lo  que  el  contestó:  no  señor  mió.  Ese  apellido, 
tal  vez  el  mas  ilustre  de  los  once,  viene  de  un  español  llamado  Thir- 
so  (ronzales  que  fué  en  el  siglo  diez  y  seis  Greneral  de  los  Jesuítas. — 
j  A  ve  Marial  gritó  una  muchacha.  ¡Qué!  ¿También  los  generales 
de  los  Jesuítas  tenían  descendencia? — -Y  bien  larga  añadí  yo,, — Rié- 
ronse todos  de  la  especie: 

Y  tanto  incomodóle  lu  risilla 
al  padre,  que  al  momento, 
calóse  su  capilla; 
y  mandóse  mudar  á  su  convento. 

Cuando  iba  por  la  puerta  de  la  sala,  dije  en  voz  alta,  para  que  él 
oyese. — ¡O  nobilísimo  Gaspar  que,  con  las  infinitas  ramas  de  tu  fron- 
doso árbol  genealógico,  te  hallas  enredado  con  todos  los  siglos,  pues 
tienes  encada  uno,  un  pariente  cuando  menos!  oye  esta  décima  que 
me  ocurre  en  tu  loa, 

DÉCIMA, 

Si  en  los  siglos  delanteros 
has  de  vivir  por  tu  ciencia; 
por  la  tu  noble  ascendencia, 
ya  has  vivido  en  los  traseros. 
Rompe  ya  los  tus  tinteros, 
y  tu  pluma  de  alcatras: 
pues  aunque  no  escribas  mas, 
y  te  metas  en  un  cuerno; 
serás,  Villasana,  eterno 
por  delante  y  por  detras. 


—102— 
Cayóle  muy  en  gracia  la  décima  al  monigote  ele  quien  hablamos 
antes;  y  después  de  haberla  celebrado,  dijo  que  supuesto  eramos  on- 
ce los  individuos  de  la  tertulia,  podia  tomar  cada  uno  un  apellido  y 
hacer  un  acróstico  con  él.  Todos  adaptamos  la  idea.  Y  era  cosa  de 
ver  á  las  muchachas  pelear  á  la  rebatiña  por  el  apellido  mas  bonito. 
Esta  decia:  Yo  quiero  el  Trido.  Aquella:  el  Villasana  que  es  me- 
jor. Esotra:  yo  me  agarro  el  JReynares.  Y  la  de  mas  allá:  pues  ven- 
ga para  mi  el  Ruiz  de  Lovera.  Yo  tomé  el  Ángulo:  hice  un  acrós- 
tico de  que  no  me  acuerdo:  y  mándeme  mudar  para  mi  casa,  á  don- 
de me  puse  inmediatamente  á  escribir  la  siguiente: 

NOTA  ACHAROLADA. 

Aunque  no  nos  hacemos  mucho  favor  en  imajinar  que  haya  quien 
dude  de  la  autenticidad  del  nombramiento  de  Inclan  hecho  por  Ri- 
co; sin  embargo,  si  hubiere  alguno,  ocurra  al  cajón  de  D.  Camilo 
Liceras,  le  verá  original, 


VARIANDO. 

i  Zapata! — Señor. — ¿Como  estamos? — Faltan  siete  renglones  pa- 
ra llenar  el  pliego.  —¿Siete?  Pues  vaya  una 

SEGUIDILLA  ABOLERADA. 

Once  las  letras  son 
del  aguardiente: 
y  once  los  apellidos 
del  Intendente. 

¡Once  felice! 
Mas  que  el  doce  y  el  trece, 
catorce  y  quince. 


L  NUEVO  DEPOSITAR 

NUMERO    6. 
Sábado  15  de  Diciembre  de  1821. 


loa  Gaspar  de  Vülasana  en  marcha  para  su  Intendencia. 


ADVERTENCIA. 


Hasta  aquí  liemos  estado  circunscriptos  á  dos  apellidos  solamen- 
te, para  nombrar  á  nuestro  héroe.  Pero  en  lo  sucesivo,  usaremos  in- 
distintamente de  cualquiera  de  los  ©¿¿««^consabidos.  Así,  para  evitar 
las  confusiones  y  las  dudas  que  pudieran  nacer  de  tanta  variación 
sin  variar  (porque,  sin  variar  en  la  sustancia,  hay  once  variaciones 
de  voces  ó  palabras)  es  indispensable  que  todos  los  aficionados  á 
leerlos  nuestros  Depositarios,  se  aprendan  de  memoria  el  encabeza- 
miento del  despacho  de  Inclan;  y  sepan  que 


Ángulo,  Torres,  Querejazu,  y  Ricio, 
Reynares,  de  Lo  vera,  Ruiz,  y  Tricio, 
Vülasana,  Gonzalos  y  Aragón, 
Once  cosas  parecen  y  una  son. 


—104— 

SOBKB  ADVERTENCIA. 

Hasta  aquí  nuestro  D.  Gaspar  solo  lia  sido  Caballero  de  los  bor- 
7'icos.  Pero  desde  hoy  será  también  conocido  por  el  nombre  de  Ca- 
ballero de  los  once  apellidos: 

Imitando  al  manchego  Don  Quijo- 
Que,  según  Benengeli,  fué  primé- 
De  la  triste  figura  Caballé— 
Y  después  Caballero  de  los  Leo- 


CONTRA   ADVERTENCIA. 

¡  Con  qué  rasgos  tan  bellos  y  graciosos, 

en  los  tiempos  antiguos  se  escribieron 

las  vidas  de  los  héroes  fabulosos 

que  dizque  se  dijeron 

Don  Quijote  y  Gil  Blas  de  Santillana! 

Y  ¿teniendo  yo  un  Tritio  ó  Villasana, 

héroe  real  y  efectivo, 

y  tanto,  que  los  dos,  mas  afamado, 

cuanto  vá  de  lo  vivo  á  lo  pintado; 

por  qué  causa  no  escribo 

con  mas  sal  que  Cervantes  y  Le-Sage? 

¡  Vaya,  vaya,  que  soy  un  gran  salvage ! 


VARIANDO  SIN  VARIAR  LA  VARIACIÓN. 


Chiiitum,  chitum,  chitum,  chiiiiiitum,  tum,  tum,  tum,  chiiiiiiiií- 
tum,  tum,  tum,  tum,  tum,  tumtumtum,  chiii,  chiii,  tum,  tum,  tum, 
tumtumtum,  tum,  tum,  tum,  tum,  chitum,  chitum,  chiiiiiiiiii, 
tum,  tum,  tum,  tum,  tum,  tumtum. 

Magníficos  fueron  los  fuegos  con  que  recibió  Huancavelica  á  su 
Intendente;  el  cual  quiso  presenciarlos  montado  en  el  caballo  en  que 
acababa  de  llegar.  Pero,  por  desgracia,  un  maldito  cohete  acertó  á 
reventarle  entre  las  patas: 

Y  el  diablo  del  obero 
que  fué,  desde  potrillo,  pajarero, 
un  respingo  pegó  con  tanta  gana, 
que  voló  por  los  aires  Villasana, 
Mas  quiso  su  ventura 


—105— 
sobre  un  montón  cayese  de  basura. 
Que  si  así  no  sucede  ¡Ave  María! 
No  la  cuenta,  tal  vez  su  Señoría. 

El  porrazo  sin  embargo,  debió  de  pillarle  algo  de  la  cabeza  ó  del 
cerebro;  porque  se  mantuvo  privado  basta  el  siguiente  dia  en  que 
amaneció  sin  novedad,  á  favor  de  una  jeringa  y  dos  ventosas  sajadas 
que  le  bizo  aplicar,  en  el  tiro,  el  proto-médico  de  allí.  A  las  diez  de 
la  mañana,  el  cabildo  pleno  se  presentó  en  su  casa;  y  su  Señoría,  el 
señor  Intendente  tuvo  la  bondad  de  recibirle  en  la  cama.  Uno  por 
uno  le  fueron  saludando  con  la  cabeza,  y  el  alcalde  de  primer  voto, 
abrióla  boca  y  dijo:  Señor:  No  hay  voces  con  que  explicar  lo  sensi- 
ble que  ha  sido  á  este  ayuntamiento  el  porrazo  de  anoche:  y  querría 
mas  bien  que  hubiese  recaído  en  uno  cualquiera  de  los  individuos  de 
su  seno,  que  en  la  persona  de  Useñoría.— Aquí  interrumpió  el  In- 
tendente, diciendo:  Por  muy  sensible  que  baya  sido  á  este  ayunta- 
miento el  nuestro  porrazo  de  anoche,  mas  sensible  nos  fué  á  Nos; 
porque  cosa  vieja  es,  que  nadie  siente  el  mal  como  aquel  que  le  pa- 
dece. Nos,  sin  embargo,  agradecemos  mas  ó  menos  sus  lisonjeras 
expresiones.  Y  en  prueba  de  la  consideración  que  nos  merece,  le 
protestamos,  con  aquella  ingenuidad  que  nos  es  característica  ó  mas 
característica,  que  damos  por  bien  empleado  el  susodicho  porrazo;  y 
que  sufriríamos,  gustoso,  otro  igual  ó  desigual,  por  tener  el  honor 
estenso  ó  incomparable  de  mandar  á  un  pueblo  tan  heroico  ó  genero- 
so.— El  Intendente  hizo  una  pausa;  y  el  segundo  alcalde  tomó  la 
palabra  y  habló  así:  Señor,  todo  está  dispuesto,  en  la  iglesia  mayor 
para  la  solemne  misa  de  acción  de  gracias  que  debe  celebrarse  por  la 
feliz  llegada  de  Useñoría  á  esta  su  intendencia,  y  venimos  á  saber  si 
acaso  se  halla  Useñoría  en  estado  de  asistir.  La  nuestra  llegada  á  la 
Intendencia,  contestó  Aragón,  nada  ha  tenido  de  feliz.  Antes,  por 
el  contrario,  ha  sido  desgraciada  ó  mas  desgraciada.  Y  si  conforme 
caímos  en  blando,  hubiéramos  caido  en  duro,  nos  hubiera  costado  la 
torta  un  pan.  Sin  embargo,  el  golpe  no  fué  de  los  mas  tenues  ó  li- 
vianos. Y  si  hemos  amanecido  tan  alentados,  es  por  el  influjo  mas  ó 
menos  benéfico  de  la  jeringa  y  las  ventosas.  Pero  principal  ó  mas 
principalmente,  por  un  milagro  de  la  Virgen  de  los  Remedios,  en  cu- 
yas manos  nos  pusimos  anoche.  Por  lo  cual  j)egaba,  mucho  mejor, 
una  misa  de  salud,  que  no  de  acción  de  gracias.  Porque  esto  de  dar 
gracias  por  haberse  pegado  un  porrazo  en  las  costillas,  no  nos  pare- 
ce nada  natural;  á  menos  que  entendamos,  rigurosa  ó  mas  riguro- 
samente, aquello  de  gracias  á  Dios  por  todo.  En  cuyo'  caso,  debere- 
mos hacer  misa  de  gracias  por  cada  robo  que  nos  hagan  y  por  cada 
pedrada  que  nos  den.  Sea  de  esto  lo  que  fuere,  tengan  Usías  la  bon- 
dad de  esperarnos  afuera,  que  vamos  á  ponernos  el  nuestro  vestido 
para  asistir  á  la  función. — Se  retiraron  á  la  sala  todos  los  individuos 
del  Cabildo,  y  al  poco  rato  salió  ya  vestido  Querejazu  y  se  dirijió  con 
ellos  á  la  Iglesia,  donde  se  hizo  una  fiesta  cual  su  persona  requería. 


—106— 

Después  del  evangelio,  subió  al  pulpito  un  tapado   á  quien  llaman 
allí  Pico  de  oro;  y  dijo  el  siguiente 

SERMÓN. 


Señor: 


Obiuierunt  ci  muñera,  avrum,  thus,  et  mhjrram. 
Le  ofrecieron  oro,  incienso  y  mirra. 

San  Maleo  cap.  segundo. 


Allá  en  los  tiempos  de  atrás  en  que  Herócles  mandaba  la  Judea, 
se  aparecieron  derrepente,  en  la  ciudad  de  Jerusalen,  tres  reyes  ma- 
gos, llamados  Melchor,  Gaspar  y  Baltazar,  que  guiados  por  uua  es- 
trella de  un  resplandor  extraordinario,  venian  desde  el  Oriente,  bus- 
cando como  locos  al  Redentor  del  mundo,  cuyo  nacimiento  sabian 
por  celestial  inspiración.  Informados  allí,  ele  que  según  el  oráculo 
del  profeta  Micliéas,  debia  nacer  en  una  aldea  de  la  tribu  de  Judá, 
qne  llamaban  Belén,  tiraron  para  allá,  y  en  un  pesebre  humilde,  en 
que  liabia  á  la  sazón  una  muía  y  un  buey,  hallaron  al  Mesías  recien 
nacido,  á  quien  adoraron  prosternados,  y  le  ofrecieron  oro,  incienso 
y  mirra:  Obtulerunt  ei muñera,  aurum,  thus,  et  mhyrram.  Y  ¿quie- 
nes fueron,  por  ventura,  los  que  ofrecieron  la  mirra  y  el  incienso? 
Melchor  y  Baltazar.  Y  ¿por  qué  le  ofrecieron  cosas  tan  pequeñas? 
Porque  eran  pobres  sin  duda:  y  así  cumplieron  con  dar  lo  que  te- 
nían. Y  ¿el  oro  quien  le  ofreció?  Ofrecióle  Gaspar.  ¿Por  qué  Gas- 
par ofreció  una  cosa  mas  preciosa 'que  sus  dos  compañeros?  Porque 
era  Rico  el  tal  Gaspas.  ¡Hola!  ¡Gaspar  y  Rico!  Muy  bien.  Y 
¿ Useñoría  cómo  se  llama?  ¡Qué  semejanza  entre  uno  y  otro!  Pues, 
hay  mas  todavía.  Aquel  Gaspar  venia  del  Oriente.  Y  ¿de  donde 
vino  Useñoría?  ¿No  vino  de  Castilla  la  vieja  que  está  al  oriente  de 
nosotros?  Aquel  Gaspar  venia  trayendo  oro:  Aurum.  Y  ¿Useño- 
ría no  trae  esa  famosa  Lotería  que  produce  mas  oro  que  el  Tipuá- 
nis  y  el  Chocó?  Aquel  Gaspar  era  Mago.  Y  ¿no  es  una  majia  ver- 
dadera la  que  ejerce  Useñoría,  haciendo  que  unas  bolitas  de  madera 
paran  onzas  y  pesos  corno  tierra?  Aquel  Gaspar  era  rey  del  Oriente. 
Y  ¿qué  viene  á  ser  Useñoría  cuando,  sentado  magestuosamente  de- 
bajo de  su  docel,  dicta  leyes  á  la  fortuna  y  á  los  hados  que  ha  con- 
seguido encerrar  en  tres  pequeñas  esferas  que  hace  jirar  á  su  arbi- 
trio, y  que  gobierna  y  manda,  como  señor  absoluto,  no  solo  en  el 
Oriente,  sino  también  en  el  Poniente,  en  el  Septentrión  y  el  Medio- 
día? ¿Quiere  Useñoría  parecerse  mas  á  su  tocayo?  Es  muy  difícil 
mayor  parecimiento.  Cualquiera  confunde  á  un  Gaspar  con  el  otro 
Gaspar,  y  cree  que  el  Intendente  de  Huancavelica  fué  uno  de  los 
Magos,  ó  que  uno  de  los  Magos  es  hoy  dia  Intendente  de  Huanca- 
velica. Nadie  dirá  que  Useñoría  se  parece  al  rey  del  Oriente,  como 
un  huevo  á  una  castaña.  Antes  por  el  contrario,  todo  el  mundo  gri- 
tará qne  se  parecen  los  dos,  así  como  un  huevo  se  parece  á  otro  hue- 
vo. Yo  encuentro,  sin  embargo,  una  pequeña  diferencia  ventajosa  á 


—107— 
Useñoría.  La  diré:  El  otro  Gaspar  era  Rico  de  oro  solamente:  Au- 
rum-.  Pero  Useñoría  es  Rico  de  talentos,  Rico  de  luces,  Rico  de  in- 
genio, Rico  de  arbitrios,  Rico  de  proyectos,  y  es  en  fin,  Rico  de  tan- 
tas y  tantas  cosas,  que  si  conforme  le  pusieron  en  la  pila  el  nombre 
de  Gaspar,  le  ponen  el  de  Pedro,  por  fortuna,  pudiera  decirse  á  sí 
mismo,  como  aquellos  verdosos  paj  arillos  que  se  crian  en  las  monta- 
ñas vecinas  á  Guayaquil,  Periquititito,  Rico,  Rico,  Rico,  de  Puer- 
to-Rico. ¡O  Huancavelica!  ¡Qué  ventura  la  tuya!  ¡Cuanto  te  en- 
vidiarán todas  las  provincias  de  la  Sierra!  Ahora  si  que  mereces  el 
nombre  de  Villa-Rica;  mas  bien  que  el  año  de  quinientos  setenta  y 
dos  en  que  te  le  dio  tu  fundador  Francisco  de  Toledo.  Y  Useñoría, 
también,  merece  ya  mejor  que  antes  el  primero  y  mas  precioso  de 
sus  once  apellidos:  quiero  decir,  que  aunque  Useñoría  fué  Rico  des- 
de que  su  madre  le  parió,  nunca  fué  tan  Rico  como  añora.  Ya  ha- 
béis visto,  oyentes  mios,  el  plan  de  mi  discurso.  En  la  primera  par- 
te os  haré  ver  que  Villa-Rica,  es  mas  Rica  desde  que  es  mandada 
por  Rico.  Y  en  la  segunda,  que  Rico  es  mas  Rico,  desde  que  manda 
á  Villa-Rica.  Ave  María. 


CONTRA  NOTA. 

No  copiamos  el  sermón  entero,  por  no  fastidiar  á  los  lectores.  El 
exordio  basta  para  conocer  el  mérito  de  la  pieza,  según  aquel  adajio 
que  dice:  Por  el  hilo  se  saca  el  ovillo.  Concluida  pues  la  función, 
el  señor  Intendente  se  dirijió  para  su  casa,  acompañado  del  Cabildo. 
Y  una  nube  que  en  el  camino  habia,  se  abrió  cuando  pasaba  y  arro- 
jó sobre  la  cabeza  de  su  Señoría,  entre  mistura  y  otras  cosas,  una 
porción  de  papeletas  en  que  estaban  escritos,  con  letras  de  molde, 
los  versos  siguientes: 

1.° 

Todo  esquilón  y  campana 

y  cuanto  tenga  badajo, 

hasta  que  se  venga  abajo, 

repique  hoy  por  Villasana. 

2.° 
Por  fin,  con  ojo  propicio, 
nos  miró  el  Omnipotente, 
dándonos  por  intendente, 
al  incomparable  Trido, 


Tus  talentos  singulares 
y  la  tu  pluma  elocuente, 
de  esta  provincia  intendente 
Te  hicieron  grande  Rey  nares. 


—108— 

4.° 
Envidie  la  tierra  entera 
la  suerte  de  Villa-Rica, 
que,  á  pesar  de  ser  tan  chica, 
encierra  á  un  Ruiz  de  hovera. 

5.° 
Ya  se  acabaron  los  males 
de  esta  generosa  villa: 
pues  se  ha  sentado  en  su  silla 
el  intendente  Gomales. 

6.° 
¿  Di,  pueblo,  cómo  no  corres 
y  das  brincos  de  alegría, 
al  ver  que  ha  llegado  el  día 
en  que  te  gobierne  Torres? 


DIALOGO. 

•¡Zapata! — Señor. — ¿Hoy  también  faltan  siete  renglones  para  lle- 
nar el  pliego? — Hoy  faltan  ocho. — Bien.  Fon  pues  esta  octava 
que  mandó  Villasana  á  una  joven  de  Huancayo,  al  partir  para 
Huancavelica. 

OCTAVA. 

Listo  tenemos  ya  nuestro  caballo 
para  partir:   ¡O  Rosa!   ¡O  cruel  destino! 
Partimos:  mas  dejamos,  en  Huancayo, 
el  nuestro  corazón  fino  ó  mas  fino. 
No  sea  que  fiero,  tremebundo  rayo 
penetre  el  nuestro  cuerpo  en  el  camino, 
y  quémela  tu  imájen  ¡Oh  tirana, 
homicida  de  Tricio  y  Villasana! 


NUMERO   1.° 


Escrita  con  el  objeto  de  mandársela  á  1),  Gaspar  Rico,  residente  m 
el  castillo  del  Callao,  por  un  correo  estraordinarísimo,  aereo-meíá- 
lico— sulfúrico— tronante. 


Lima  I.  °   de  Mayo  de  1825. 


ENTRADA  DE  PAVANA, 


¡  Quién  como  tú,  Depositaría  mía, 
Feliz  Depositaría! 
Que,  conducida  por  lijera  "bomba. 
Que  vá,  con  su  espoleta, 
Hendiendo  el  aire  en  luminosa  comba, 
Cual  un  tiempo  le  hendía 
El  pequeño  farol  ó  luminaria 
Que  llevaba  en  el  rabo  mi  cometa, 
Con  mas  celeridad  que  la  del  viento, 
Vas  á  trepar  al  alto  firmamento: 
Y,  después  de  correr  rej iones  bellas 
Pobladas  de  planetas  y  de  estrellas, 
Ver  de  cerca  á  Saturno  con  su  calva 
Y  al  lucero  del  Alba, 


—110— 

A  Febo  conocer  que  da  los  días, 

Y  á  las  Cabrillas  siete  y  tres  Marías, 

Y  pasar  junto  á  Virgo  y  el  Cangrejo 

Y  el  dios  terrible  de  la  cruda  guerra, 
Descender  otra  vez  sobre  una  tierra 
Do  la  gloria  tendrás  inapreciable 

De  saludar  al  CASTELLANO  VIEJO: 

A  aquel  varón  ensine,  incomparable. 

Sin  par  entre  la  jente 

Que  habita  del  un  polo  al  otro  polo: 

A  aquel  héroe  famoso  y  prepotente 

Que,  del  Callao  en  pié  mantiene,  solo, 

Los  altos  torreones 

Que,  á  no  ser  por  su  pluma  tan  de  fuego, 

Hubieran  sucumbido,  desde  luego, 

A  pesar  de  sus  muros  y  cañones, 

¡O  Villasana!   ¡O  Rico! 

¡O  Aragón!    ¡O   González! 

¡O  Querejazu!   ¡O  Tricio! 

¡O  Torres!   ¡O   Bey  nares! 

¡O  Gaspar  ele  Lo  vera!   ¡O  Ruiz!   ¡O  Ángulo! 

¡O  sí!   Me  congratulo 

De  poder  dirijirte  este  mensaje. 

Y  al  cielo  plegué  que  el  volante  paje 
Que  le  va  á  conducir  con  tanta  bulla, 
Tan  junto  caiga  á  la  persona  tuya, 

Que  á  entregártele,  llegue  en  propia  mano, 
Envuelto  cual  cartucho  ó  cual  barquillo, 
A  tí  que  eres  dos  veces  castellano 

Y  honor  déla  Castilla  y  del  Castillo. 


DIALOGO  INTERCALANTE. 
Don  Gaspar  Rico. — El  impresor  Don  José  Masías. 

Impr.  ¿Qué  milagro  señor  Rico  tan  temprano  en  la  imprenta? 
Aun  no  son  las  seis  de  la  mañana. 

Rico  Falta  un  cuarto,  tres  minutos,  diez  y  siete  segundos  y  mas  ó 
menos  terceros. 

Impr.    ¿Qué  papeles  son  esos? 

Bico  Es  el  número  160  del  nuestro  Depositario  que  hemos  concluí- 
do  ahora  cosa  de  cinco,  seis,  siete,  ocho,  nueve  ó  diez  minutos 
y  medio.  Óigale  U.  y  verá  que,  Jurando  ó  no  jurando,  congra- 
cia ó  sin  chiste,  alas  claras  ú  oscuras,  anunciamos,  con  el  idioma 
de  la  claridad  divertida,  verdades  que  aprovechan  mucho  á  mu- 


—llI- 
cLos,  y  quo  hitar  avinta.niicidan.... tanto.... á  tantos.  Dice  pues: 
El  Depositario.  Número  160.  Callao  1°  de  Mayo  de  1825.  In- 
vitatorio  antifonado.  Molestados,  toda  la  noche,   próxima  ó 
mas  próxima,  por  un  cierto    calórenlo  insinuante    ó  intenso 
que  nos  hizo  arrojar  por  los  minutísimos  poros  de  la  nuestra 
epidermis  ó  cutícula,  hasta  el  humor  linfático  convertido  en 
sudorífico,  y  por  una  comparsa  de  zancudos  mas  ó  menos  can- 
tores, mas  ó  monos  punzantes,    que  se  empeñaron  en  llenar 
la  nuestra  cara   de  esos  tumorsillos  pruriginosos   que  piden 
pronto  ó  mas  pronto  el  auxilio  de  las  uñas,   y  en  amolar  los 
tímpanos  delicados  de  las  nuestras  orejas  con  el  infernal  dia- 
pasón de  su  música  ingrata  ó  descompasada,  no  nos  ha  sido 
posible  ó  fácil  saludar  siquiera  al  poltrón  de  Morféo.  Dieron 
las  tres  en  el  nuestro  cronómetro:  y  los  nuestros   miembros, 
no  secos  ni  descansados,  aunque  tendidos  á  la  bartola,  no  en- 
contraban mayor  ó  menor  refrigerio  en  las  vueltas  y  revuel- 
tas que  daban  en  la  cama,  Entre  tanto,  la  nuestra  imagina- 
ción  vagaba  por  esos  mundos  de  Dios,   no  ocupándose   en 
asuntos  peculiares  ó  privativos  al  nuestro  individuo  particu- 
lar ó  particularizado,  ni  tampoco  en  especies  lividinosas  ó  su- 
cias, sino  en  verdades  de  mayor  cuantía   que  penetran   muy 
pocos,  que  buscan  muchísimos  y  que  interesan  á  todos.  Des- 
pués de  catorce   minutos  y  medio  de   una  meditación    mas 
profunda  ó  menos  superficial,  en  que  consultamos  al  consejo 
de  la  nuestra  sesera  peculiar  ó  privativa   sobre   futuros  con- 
tingentes ó  no  contingentes,  condicionales  ó  no    condiciona- 
les, relativos  ó  no  relativos  á  la  suerte  próspera  ó  adversa  de 
quince  millones   de  individuos  personalisados  ó  de    personas 
individualizadas,  iguales  en  idioma,  en  religión  y  en  costum- 
bres: pero  mas  ó  menos  desiguales  en  sexo,  en  inclinaciones, 
en  opiniones,  en  designios,  en  vicios  y  virtudes,  me  rasqué  la 
cabecilla  por  lo    peliagudo  del  negocio.  Y  resuelto  á  trasla- 
dar al  papel,  á  proporción  de  mi  incapacidad  relativa,    mis 
ideas  zumbáticas  salpicadas  con  un  trocito  de  risa  sardónica, 
para  darlas  al  público  de  un  mundo  ó  de  dos  mundos  con  to- 
d  's  sus  inducciones,  conecciones,   aducciones  y  deducciones, 
me  calé  el   gorro  y  los  botines:  y  así  en  mangas  de  camisa, 
como  suelen  estar  los  mozos  de  pulpería  para  vender  los  plá- 
tanos y  el  queso,  puse  los  huesos  de  punta  y  me  arrimé   al 
bufete.  La  primera  dilijencia  fué  subir  al  Parnaso  á  conver- 
sar un  rato,  por  vía  de  desahogo  reírijerante,  con  mi  amigo 
Apolo  y  con  sus  hijas,  y  decirles  algunas  quisicosas  envueltas 
en  chufletas.  Y  apenas    descendimos  para  olvidarnos  de  nos 

y  pensar  en  otros  y  en  otras cuando Buurrrruum 

el  sonido  ronco  ó  grave  del  bronce  mas  ó  menos  hueco  me 
anuncia  la  venida  próxima  ó  mas  próxima  de  una  bomba 
enemiga.  Pero  nos  que  lanzamos   con  semejantes  plumas,  y 


—  112— 
que  sabemos  que  el  tal  sonido  no  es  mas  que  el  traquido-es* 
tattantc-carbónico-mlfuroso,  contestamos,  histérica  ó  flatu- 
lentamente  con  otro  sonido  semejante  ó  idéntico;  expeliendo 
con  mas  6  menos  tuerza,  por  el  intestino  recto,  la  fracción  at- 
mosférica apretada  ó  comprimida  en  su  mayor  ó  menor  elas- 
ticidad, entre  las-sinuosidades  intercalantes  de  las  tripas  del 
nuestro  mondongo.  Bien  tajada  la  pluma  y  despabilada  la 
vela  para  parir  á  todas  luces,  opiniones  ignífero^sulfurantes 
y  conceptos  corroentes,  que,  aunque  concebidos  á  oscuras  y 
entre  sábanas,  no  eran  espurios  ni  sacrilegos,  sino  lejítimos  ó 
mas  lejítimos,  comenzamos  á  escribir  por  la  siguiente  nota  pa- 
bólica. 

Impr.  Cierto  que  pone  U.  á  los  artículos  de  su  Depositario  unos  ró- 
tulos ó  epígrafes  que  el  diablo  que  los  entienda.  ¿Qué  cosa 
significa  Nota  parabólica? 

Rico  La  palabra  nota  es  demasiado  vulgar  ó  vulgarizada  para  que 
nos  detengamos  nos  en  pronunciar  sobre  ella  nuestras  defec- 
ciones tácitas  ó  implícitas,  derechas  ójibadas.  Por  lo  que  to- 
ca ó  tañe  ala  palabra  'parabólica,  es  hija  lejítima,  lejitimada 
y  lejitimable  de  la  voz  matemática  parábola,  que  es  una  de 
las  tres,  cuatro  ó  cinco  secciones  mas  ó  menos  cónicas.  Ya 
que  tiene  U.  la  belígera  incomprehensibilidad  de  averiguarlo 
todo,  luego  que  oiga  los  tiros,  no  de  la  hermandad  del  tripñli 
trápala,  sino  de  las  trincheras  enemigas  ó  mas  enemigas,  ob- 
serve el  rumbo  corvo  ó  torcido  que  las  bombas  traen,  y  ya  ha 
visto  parábolas  hechas  y  tuertas  con  todas  sus  insidencias^ 
pertenencias,  anexidades  y  conexidades. 

Impr.  A  buen  seguro  que  las  vea.  Harto  hago,  cuando  oigo  tiroSj 
en  buscar  agujero  en  que  meterme. 

Rico  Esa  es  puerilidad  encampanada  en  cobardía.  Buscar  aguje- 
ros es  bueno  para  los  débiles  ratoncillos  cuando  los  persiguen 
los  gatos  juguetones, 

Impr.  Y  ¿habrá  quién  tenga  serenidad  para  hacer  una  observación 
tan  diabólica? 

Rico     Yo,  yo,  yo,  yo,  yo. 

Impr.    ¿Usted? 

Rico  Siiiiiiiiiiü.  Lo  mismo  miramos  nos  esos  globulillos  ferrugino- 
sos que  escupen  las  bocas  metálicas  con  que  nos  saluda  de 
cuando  en  cuando  la  cortesía  Colombiana,  que  aquellos  de 
agua  y  jabón  que  los  muchachos  fabrican  soplando  como  se 
hacen  las  limetas.  Cuando  la  cuatrvpedante  curbatilidad  de 

la  linea ¡Barajo  mi  plata,  padre!  Este  bombazo  me  ha 

llegado  hasta  la  médula  oblongada.  Parece  que  los  enemi- 
gos, como  quien  no  quiere  la  cosa,  se  nos  van  arrimando  mas 
ó  menos. 

Impr.    ¡Virgen  santísima!   ¿Si  estaré  seguro  debajo  de  esta  mesa? 

Rico     Alcánzame,  muchacho,  ese  perol  para  resguardar  siquiera  la 


— 113— 

parte  príncipe  clel  nuestro  cuerpo,  encasquetándonosles  á  ma- 
nera de  morreon  ó  de  birrete. 

Impr.    Ese  perol  tiene  tinta. 

Kico  Aunque  tenga  diablos  coronados.  Mas  vale  ensuciarnos  con 
tinta  ó  con  otra  cosa  peor  ó  mas  peor,  que  el  que  un  maldito 
casco,  bien  ó  mal  dirijido,  nos  desbarate  las  narices,  ó  nos  lle- 
ve algún  pedazo  de  la  glándula  pineal.  Muchacho  del  demo- 
nio; dácale  mas  ó  menos  pronto,  mas  ó  menos  lijero. 

Impr.  Ya  escapamos.  A  Dios  gracias.  Allá  caiga  el  rayo.  Ya  pue- 
do salir  de  debajo  de  la  mesa. 

Bico  Y  nos  podemos  quitarnos  este  perol  que  nos  ha  echado  una 
polaina,  bañándonos,  desde  la  coronilla  de  la  nuestra  cabeza 
hasta  las  plantas  da  los  nuestros  pies,  con  esc  líquido  gluti- 
noso ó  fétido  que,  si  bien  es  precioso  en  el  papel,  es  inaguan- 
table en  la  ropa  y  en  el  pellejo. 

Impr.    ¿No  decía  U.  que  no  temia  las  bombas? 

Rico  Lo  dijimos,  lo  repetimos  y  lo  repetiremos.  Pero  eso  es  por  lo 
tocante  al  nuestro  individuo  singularizado:  que  por  lo  corre- 
lativo al  mismo  individuo  jeneralizado,  es  otra  cosa  diferente 
ó  estraña.  Si  á  U.,  por  ejemplo,  le  cayera  un  casco  errante 
en  el  occipucio,  poco  ó  nada  se  perdia:  porque  impresores 
hay  muchos  ó  varios,  y  una  hormiga  no  hace  verano.  Ade- 
mas, el  arte  tipográfico  es  el  huevo  de  Juanelo  que  le  entien- 
de cualquiera.  Pero  si  la  nuestra  persona  fracasara,  haria 
falta  á  millares  y  millones  de  vivientes  actuales  y  futuros, 
existentes  aquí  y  allá  y  acullá;  como  se  verá  en  las  cinco  no- 
tas perpendiculares  que  deben  salir  hoy  á  luz. 

Impr.  SsñorRico:  ahorrémonos  de  voces.  Yo  me  he  comprometido 
mucho  con  imprimir  los  malditos  Depositarios.  Ya  basta. 
Yo  le  veo  á  esto  cara  de  borrico,  y  mañana  ú  otro  dia  se  rin- 
de el  castillo  y 

Rico  ¿Qué  es  eso  de  rendirse  el  castillo?  Escupa  esa  herejía.  El 
castillo  se  rendirá  cuando  anos,  nos  falte  ]a  esencia  ó  existen- 
cia. ¿U.  piensa  que  es  la  espada  de  Rodil  la  que  conserva  el 
Castillo?  Pues  no  es  sino  la  pluma  de  Rico.  Esta  es  la  que 
mantiene  firmes  á  los  muchos  y  buenos  esperanzantes  que  es- 
peran con  esperanzas  fundadas  en  las  previsiones  conniven- 
tes del  nuestro  anteojo  político.  Si  no  hay  un  Ángulo  en  el 
castiilo,  ya  la  opinión  pública  estaría  enterrada  en  el  pan- 
teón de  las  bursatilidades. 

Impr.    ¡Temblor  señor  D.  Gaspar!   ¡Qué  hacemos  ahora! 

Rico  Si  como  hay  edificios  á  prueba  de  bomba,  los  hubiera  á 
prueba  de  temblor,  allí  deberíamos  meter  las  nuestras  perso- 
nas. Pero  supuesto  que  no  los  hay,  corramos  á  la  plaza. 

Impr.    Corramos. 


Litebatura— 8 


—114— 

GRAN  DESCUBRIMIENTO. 

Ya  podemos  ir  á  Europa  sin  necesidad  de  embarcarnos.  ¡Loa 
perdurable  al  inmortal  Ángulo  que  nos  ha  procurado  esta  ventaja, 
juntando,  con  la  su  cabeza  singular,  estos  dos  grandes  continentes 
que  la  naturaleza  había  separado  con  tanto  perjuicio  de  la  especie 
humana!  En  comprobación  de  esta  verdad  tan  importante,  damos 
al  público  la  siguiente  representación  que  hemos  copiado  del  núme- 
ro 10  del  Sol  del  Cuzco.  , 

EXCMO.  SEÑOR. 

Necesito  pasaporte  para  transferirme  á  Europa,  y  V.  E,  se  ha  de 
servir  expedírmelo  "para  que  pueda  hacer  el  tránsito  por  mar  en 
"cualquier  buque  nacional  ó  estranjero  que  se  me  proporcione,  ó 
"por  tierra,  desde  cualquier  pueblo  ó  lugar  donde  le  emprendiere." 
Hoy  no  puedo  designarlos  por  el  estado  y  situación  en  que  me  ha 
puesto  f  la  necia  debilidad  de  haber  defendido  la  causa  española  en 
estas  rejiones,  de  la  manera  mas  singular  que  V,  E.  sabe  y  es  noto- 
rio, aun  habiendo  previsto  que  en  el  Congreso  habría  diputados  que 
adoptasen  medidas  opuestas  á  nuestra  conservación  y  sosiego,  mas 
nunca  imajiné  que  fuesen  tan  parciales,  inconsecuentes,  injustos  é 
inhumanos.   Me  acompañan  dos  domésticos. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años. — Cuzco  11  de  Abril  de  1822. — 
Excmo  Señor. — Gaspar  Rico. — Excmo.  Señor  Virey,  Gobernador 
y  Capitán  Jeneral  del  Perú. 


VARIANDITO. 

O  bomba  sulfurosa  y  retronante, 
Que  vas  á  conducir  este  rasguillo, 
Memorias  dale  á  Júpiter  tonante, 
A  quien  verás  metido  entre  su  anillo. 
Diviértete  con  Venus  un  instante: 

Y  cayendo  después  sobre  el  Castillo, 
Busca  por  su  detras  á  Villasana, 

Y  clávatele  en  forma  de  almorrana. 


OCTAVA 


Los  Virgilios  y  Horneros  son  muchachos. 
Poetas  miserables  que  sin  fuego 
Y  sin  gracia  cantaron  por  borrachos 
En  malos  versos  el  enojo  griego. 
Yo  valgo  mas,  aunque  jamás  mi  lira 
Osé  templar;  mas  mi  entusiasmo  es  tanto 
Que  un  Dios  sin  duda  con  su  rayo  inspira 
El  grande  asunto  que  atrevido  canto. 


EPITAFIO 


Que  se  puso  en  el  castillo  del  Callao,  sobre  la  losa  que  cubre  el 
sepulcro  de  D,  Gaspar  Rico. 


Deten  esa  tu  planta  presurosa 
caminante:  y  sacando  tu  denario 
híncate  de  rodillas  en  la  losa, 
y  resa  devotísimo  un  rosario; 
pues  el  alma  de  cántaro  aquí  posa 
del  que  el  mundo  llamó  Depositario. 
Toda  su  vida  la  pasó  de  pillo: 
en  Castilla  nació,  murió  en  Castillo. 


■116— 


Aquí  un  tremendo  enjambre  de  gusá- 
hinca  feroce  su  agusado  dien- 
en  el  cuerpo  de  aquel  que  el  suyo  infá- 
en  las  almas  hincó  de  tantas  gen- 
Aquí  yace  podrido  Villá- 
saltad,  ó  pasajeros,  de  conten- 
ya  de  la  activa  se  volvió  en  pasi- 
¿Le  visteis  mordedor? — Yedle  mordí- 


?  7         Ci 


i     A  ¡  :  11  Üj  . 


El  Alto  Perú,   que  era   antes 
El  centro  de  las  riquezas, 
Se  ha  quedado  entre  las  manos, 
¡Pobre!   Tocando  tabletas. 
•  Porque  Ayacucho, 

Diestro  muy  mucho 

En  estos  juegos, 

Manda  talegos 

A  Guayaquil, 

De  mil  en  mil, 

Para  que  Roca 

Los  guarde  allá. 

¡Muy  bueno  vá] 

ESTRIVILLO. 

Sucre  el  año  de  veintiocho 
Irse  ásu  tierra,  promete. 
¡Como  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete. 

II. 

Parece  á  cada  moneda 

Que  le  han  puesto  un  par  de  alas, 

Porque  todas  han  volado 

A  las  orillas  del  Guayas.. 


—118— 
No  se  halla  medio 
Para  un  remedio, 
Ni  hay  un  ochavo 
Ni  hay  un  centavo 
Estando'allí 
El  Potosí 
Que,  como  tierra, 
La  plata  dá. 
¡Muy  bueno  vá! 

Sucre,  en  el  año  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 
¡Gomo  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete! 

III. 

Todo  el  lujo  alto-peruano 
Se  lo  ha  llevado  el  demonio. 
No  ha  sido  el  demonio,  miento, 
Que  ha  sido  Don  José  Antonio. 

No  vé  manillas 

Ni  gargantillas 

Ni  prendedores 

Ni  apretadores 

Que  no  despache 

Para  Macuache 

JL  quien  toditos 

Sabemos  ya. 

¡Muy  bueno  vá! 

Sucre,  el  año  veintiocho 
Irse  ásu  tierra  promete. 
¡Gomo permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete. 

IV. 

En  Chuquisaca  las  leyes 
Bajo  de  los  sarracenos 
Se  respetaban  muy  poco : 
Pero  hoy  se  respetan  menos. 

Va  un  comerciante 

Para  adelante. 

¿Muías?  Embarga: 
•    Y  que  la  carga 

Se  quede  á  pié 

Y  esto  ¿por  qué? 

Porque  á  los  baños 


—119— 

Vaya  la  tal 

jMuy  bueno  vá! 

Sucre,  en  el  año  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 
¡Como  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete! 

V. 
Nuevo  nombre  se  le  dio 
A  la  tierra  alto-peruana: 
Se  le  dio  constitución: 
Pero  y  ¿libertad?  ¡Caramba! 

Hay  extorciones, 

Contribuciones 

Todos  los  dias. 

No  hay  garantías, 

Seguridades 

Ni  propiedades. 

Cual  mal  esclavo 

Todo  hombre  está. 

¡Muy  bueno  vá! 

Sucre,  en  el  año  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 
¡Como  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete! 

VI. 

La  ciudad  que  de  la  Plata 
Con  razón  llamóse  un  dia, 
La  ciudad  del  fierro  hoy 
Llamarse  muy  bien  podría. 

¿Quien  tiene  ahí  fondos? 

Limpios,  morondos 

Están  yá  todos; 

Que  nuevos  godos 

Los  han  saqueado. 

Y  ¿qué  han  dejado? 
Grillos,  cadenas 

Y  esposas  \  Ah ! ! ! 
i  Muy  bueno  vá! 

Sucre  en  el  año  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 
¡Como  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete! 


—120— 

VII. 

Los  pobres  alto-peruanos, 
Después  do  fatigas  tantas. 
Solo  lian  logrado  hasta  hoy 
El  cambiar  mocos  por  babas. 

Los  chapetones 

Eran  bribones, 

Mucho  ruines, 

Mucho  malsines. 

;Qué  despotismo! 

Pero  ¿hoy  lo  mismo 

O  peor  el  dengue 

!No  corre  allá? 

Muy  bueno  vá ! 

Sucre  en  el  año  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 
¡Como  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete! 

VIII. 

Hubo  en  el  réjio  gobierno 
Sus  pillos  de  siete  suelas: 
Pero  hay  también  en  la  patria 
Sus  pollos  de  mucha  cuenta. 

Hay  un  Infante 

¡  Bravo  danzante ! 

Y  un  Alar  con 
¡Lindo  pichón! 

Y  un  Calvimonte 
Que  en  Amatonte 
¡Lengua  maldita! 
Ño  digas  mas. 
¿Muy  bueno  vá? 

Sucre  en  el  año  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 
¡Como  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete! 

IX. 

Ya  no  ere?,  no,  ni  tu  sombra 
¡Opulenta  Chuquisaca! 
Perdido  has  sin  duda  el  Chuqui, 
Pora ue  eres  ya  toda  saca. 
"El  Vitalicio 
Te  saca  el  juicio, 


— 121— 

Saca  escuadrones 

Y  batallones, 
Saca  vestuario 

Y  numerario, 

Y  hasta  las  piedras 
Te  sacará: 

l  Muy  "bueno  va  ! 
Sucre,  en  el  año  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 
¡Cómo  permitiera  Dios 
Que  se  fuera,  el  veintisiete! 


Los  mandones  ele  Boiivia 
Todito  lo  lian  trastornado : 
Y  han  puesto  la  religión 
Por  los  pies  de  los  caballos. 

Les  causa  risa 

El  que  oye  misa, 

Odian  al  clero 

Mas  que  al  ibero. 

El  sacramento, 

Cosa  de  cuento 

Es,  y  Dios  mismo 

No  existe  ya. 

¡  Muy  bueno  va ! 
Sucre,  en  el  año  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 
¡Cómo permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete! 

XI. 
¿  Perú  alto  por  qué  te  quejas 
De  que  Sucre  te  ha  quitado? 
Dime  ¿no  te  ha  dado  nombre? 
¡No  es  nada  lo  que  te  lia  dado! 

Tus  campos  razos 

Están  sin  brazos 

Que  los  cultiven: 

Los  que  en  tí  hoy  viven 

JSto  ven  un  peso; 

Mas  j qué  importa  eso 

Cuando  Boiivia 

Te  llamas  ya! 

¡Muy  bueno  va! 
Sucre,  en  el  año  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 


—122— 

¡Cómo  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete! 

XII. 

¡Buena  laya  de  comercio 
Se  lia  descubierto  en  Bolivia! 
¡Cierto  que  se  están  viendo  hoy 
Cosas  que  no  están  escritas! 
Los  Alar  cernes 
Como  melones 
Muy  baratitos 
Los  billetitos 
Compran  y  (cuerno) 
Luego  el  gobierno 
Los  amortiza, 
Que  t-a-1-tal: 
¡Muy  bueno  va! 
Sucre,  en  el  año  veintiocho 
Irse  ásu  tierra  promete. 
¡Gomo  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete/ 

XIII. 

Permita  el  cielo  piadoso 
Que  el  barco  en  que  Sucre  vaya 
Camine  al  puerto  derecho 
Y  no  tropiece  con  nada. 
Zéfiro  suave 
Te  lleve  ¡o  nave! 
Huya  remoto 
El  crudo  noto: 
Feliz  navegues 
Y  al  puerto  llegues. 
Pero  á  mi  Sucre 
No  traigas  mas. 
Ja,  ja,  ja,  ja. 
Sucre,  en  el  ano  veintiocho 
Irse  á  su  tierra  promete. 
¡Cómo  permitiera  Dios 
Que  se  fuera  el  veintisiete! 


¿  Con  que  llegó  el  correo  de  Valles  ? —  Nada  sé. —  Sí  señor:  lia 
llegado  cosa  há  de  dos  horas. — ¿  Y  qué  se  ruge  por  ahí  ?  — Solo  he 
oido  decir  que  Bogotá  se  ha  arruinado.  —  ¿  Cómo  Bogotá  ?  Será 
Popayan. — No  señor.  Es  Bogotá.  Ya  lo  de  Popayan  está  hasta  ol- 
vidado. Y  dizque  el  estrago  ha  sido  tal,  que  es  preciso  echar  abajo, 
por  lo  ruinosas  que  han  quedado,  las  pocas  casas  que  pudieron  resis- 
tir á  la  furia  del  terremoto. —  ¿  Si  desgraciad  amenté  estaría  allí  el 
Libertador  ?  —  No  señor  :  se  hallaba  en  el  campo. — Muy  bien.  Me 
alegro,  ¿  y  qué  dia  fué  la  tragedia  ?  —  No  he  oido  hablar  de  eso,  pe- 
ro puede  que  nos  lo  diga  este  periódico  de  Guaqaquil  que  acaban  de 
prestarme.  —  ¿  Qué  periódico  es  ?  —  El  número  tercero  del  Colom- 
biano del  Guayas.  Aquí  hay  una  proclama  del  General  Flores  á  su 
ejército. —  Léamela  U. —  Soldados:  Yo  saludo  con  vosotros  á  este 
dia  de  gloria  y  de  respeto.  Hoy  el  santo  de  la  fama  celebra  la  pági- 
na primera  de  la  historia,  y  el  regcijo  colombiano  quiere  subir  al 
cielo,  llevando  el  hechizo  de  las  gratitudes.  Soldados:  entre  los  mu- 
chos períodos  ilustres  que  embellecen  la  vida  del  Libertador,  ningu- 
no parece  comparable  á  la  época  presente,  por -que  la  gloria  de  los 
grandes  triunfos  y  de  los  grandes  hechos,  no  puede  ser  superior  á  la 
gloria  de  haber  servido  á  la  humanidad  en  sus  dolencias.  El  Liber- 
tador es  la  antorcha  que  ha  brillado  en  el  espacio  de  las  disenciones: 
él  ha  avergonzado  á  la  esperanza,  haciendo  renacer  á  la  patria  de 
las  cenizas  de  la  conflagración.  Victoriemps,  pues,  las  delicias  de  la 
concordia  en  este  dia  memorable:  no  manchemos  el  pensamiento  con 
la  memoria  del  daño.  Soldados:  cuando  los  recuerdos  son  grandes , 


es  permetido  vivir  de  ellos.    Una  serie  de  victorias,  los  rasgos  del  he- 
roísmo, la  libertad  de  un  mundo,  no  puede  mencionarse  sin  tributar 
alabanzas  á  su  autor.  Levantemos  en  nuestros  corazones  monumen- 
tos de  sublime  admiración  hasta  que  la 'posteridad  cubra  con  sus  ca- 
lías los  prodigios  del  genio  colombiano,  si  es  que  la  posteridad  pue- 
de resistir  el  tropel  de  tantas  glorias  y  virtudes.   Guayaquil,  Octubre 
28  de  827—  ¿Qué  tal  le  parece  á  U? —  Vuelva  U.  á  leer  que  me  he 
quedado  cu  ayunas  ;  y  todo  me  parece  un  despropósito  de  la  cruz  á 
la  fecha—  Soldados:  yo  sedudo  con  vosotros  este  dia  de  gloria  y  de 
rcsp>cto.—  Sepamos,  ante  omnia,  qué  dia  es  el  saludado. —  Aquí  no 
lo  dice.— Lo  dirá  mas  atrás.  Vuelva  U.  la  hoja — Será  este. —  ¿  Có- 
mo dice  ?—  Dia  de  San  Simón  ó  aurora  colombiana.  Ese  es  segu- 
ramente. Pero  observemos  de  paso,  que  es  bonito  modo  de  honrar  al 
Libertador,  el  reducir  á  aurora  ó  crepúsculo  matutino,  que  es  lo  mis- 
mo, su  dia  de  natalicio.   Si  se  le  hiciera  siglo,  lustro,  olimpiada,  año, 
aunque  fuera  bisiesto,  mes,  aunque  fuera  sinódico,  ó  siquiera  sema- 
na, se  le  engrandecería  :  pero  hacerle  aurora,  es  menguarle,  y  no  asi 
como  quiera  :  porque  de  veinticuatro  horas  que  tenia  se  le  ha  redu- 
cido á  una  y  doce  minutos,  que  es  lo  mas  que  dura  la  aurora  en  las 
regiones  ecuatoriales,  como  Gruaj^aquil.  Que  si  fuera  en  el  polo,  ya 
duraría  dos  meses  :  pero  siempre  es  mengua  para  el  dia  convertirse 
en  crepúsculo,  por  largo  que  este  sea  ;  porque  su  luz,  aunque  muy 
brillante  respecto  de  la  noche,  siempre  es  escasa  y  mezquina,  compa- 
rada con  la  del  dia.  Asi  es  que  luego  que  esta  comienza  á  brillar, 
huye  aquella  avergonzada  á  las  playas  occidentales.  Vamos  ahora  á 
la  proclama.  Eso  ele  saludar  al  dia,  me  parece  una  cosa  absoluta- 
mente inútil,  porque  saludar  no  es  otra  cosa  que  desear  á  alguno  la 
■salud  ;  y  como  los  días  nunca  enferman,  por  la  misericordia  de  Dios, 
desearles  la  salud,  es  desearles  una  cosa  deque  no  han  menester.  LT. 
saluda  á  un  hombre  diciéndole  :  Tenga  U.  buenos  dias.   ¿  Y  á  un  dia 
cómo  saludará  U  ?  —  Le  diría  ,  ten^a  U.  buenas  horas  ó  buenos  mi- 
ñutos. —  También  se  llama  saludar,  el  hacer  salvas  con  tiros  de  ca- 
ñón: pero  esas  salvas  no  se  hacen  á  los  dias,  sino  á  las  personas,  cuyas 
grandes  acciones  se  recuerdan  en  ellos.—  -  Aplicar  por  los  impostores 
remedios  vanos  para  la  curación  de  la  rabia  ú  otros  males,  también 
se  llama  saludar. —  Cierto.  —  Pero  ni  los  dias  padecen  de  rabia,  ni 
al  Greneral  Flores  se  le  puede  llamar  saludador,  por  mas  que  el  ex- 
ceso de  su  cortesía  le  obligue  á  saludar  al  dia  de  S.  Simón.  Pasando 
mas  adelante,  eso  de  dia  de  gloria  está  corriente:  pero  en  lo  de  dia  de 
respeto  no  me  convengo.  No  puedo  concebir  como  se  acate  y  se  re- 
verencie y  se  rinda  obsequio  á  una  fracción  pequeñísima  del  tiempo, 
que  no  es  mas  que  la  duración  sucesiva  de  las  cosas.  —  Diga  U.  lo 
que  quiera,  para  mí  el  dia  de  San  Simón  será  siempre  de  muchísimo 
respeto. —  ¿  Cómo  así  ? —  ¿  No  ha  oido  U.  decir:  una  arma  de  fue- 
go infunde  respeto,  que  quiere  decir,  infunde  miedo  ?  Pues  asi  es  el 
respeto  que  yo  le  tengo  al  dia  de  San  Simón.  Le  temo  mas  que  á  un 
toro  bravo  :  le  ayuno  las  vigilias  ;   y  siempre  que  me  acuerdo  de  él 


—125— 

me  sucede  lo  mismo  que  le  sucedía  á  San  Gerónimo  cuando  se  acor- 
daba del  dia  del  juicio  :  todos  mis  miembros  se  estremecen.— Quo- 
tiescumqm  illius  dice  recordor,  omnia  mea  membra  contremiscunt— 
Respeto,  en  lengua  germánica,  significa  espada.  —  Pues  entonces, 
dijo  muy  bien  el  General  que  el  dia  de  San  Simón  era  dia  de  respe- 
to ;  porque  es  dia  de  espada.  El  Señor  la  desenvainó  en  él  :  y  nos  hi- 
zo una  herida  muy  profunda  :  Dixi  irae  dies  illa. — ¿Y  de  donde  le 
viene  á  U.  tanto  temor  para  ese  dia  ?  —  ¿  De  donde  ?  de  la  ruina 
que  nos  trajo  el  año  46,  en  que  se  vino  abajo  mucha  parte  de  Lima: 
y  á  no  ser  joor  el  Señor  de  los  Milagros,  quien  sabe  sino  queda  pie- 
dra sobre  piedra.—  Ese  es  un  fenómeno  físico  que  puede  suceder  en 
cualquier  dia. —  Bien  :  pero  no  me  negará  U.  que  hay  dias  aciagos. 

Pero  aun  fuera  de  esto, 
El  tal  San  Simón 
Nunca  lia  sido  Santo 
De  mi  devoción.— 

¿  Y  por  qué  ?  ¿  No  es  un  Santo  como  los  demás  ? — El  bien  pue- 
de ser  muy  Santo  :  pero  eso  de  anclar  siempre  con  Judas,  y  caer  siem- 
pre juntos  me  dá  muy  mala  espina,  por  aquello  de  Dime  con  quien  an- 
das, te  diré  quien  eres)  cada  cual  con  su  cual,  y  cada  oveja  con  sup>ct- 
reja. —  El  Judas  que  anda  con  S.  Simón,  es  también  Santo  como  él. 
No  es  aquel  Judas  Iscariote  que  vendió  al  Redentor.—  Antes  dije  á 
U.  que  habia  dias  aciagos  :  y  ahora  le  digo  que  hay  también  nom- 
bres aciagos,  "Ahí  tiene  U.  El  Libertador  no  es  San  Simón,  el  que 
nos  trajo  la  ruina  á  nosotros.  Pero,  por  llamarse  Simón,  apenas  pi- 
só, esta  última  vez,  el  territorio  de  Colombia,  cuando,  zas  ;  dos  rui- 
nas consecutivas:  la  de  Popayan  y  la  de  Bogotá.  —  Esos  son  acci- 
dentes. Siga  XJ.  leyendo.—  Hoy  el  Sanio  de  la  fama  celebra  la  pri- 
mera página  de  la  historia. —  Alto  ahí  ¿  cuál  es  el  Santo  de  la  fa- 
ma ?  San  Famo  no  hay  en  el  repertorio.—  A  mí  me  ocurre  que  pue- 
de ser  San  Vicente  Ferrer  ;  porque  es  el  único  Santo  que  tiene  trom- 
peta como  ella.  Ademas  que  lo  de  Ferrer,  puede  derivarse  de  /ero 
fers,  que  significa  llevar  :  y  todos  sabemos  que  la  fama  solo  se  ocu- 
pa en  llevar  y  traer.—  ¡  Está  buena  la  etimología  !  Adelante —  Y 
el  regocijo  colombiano  quiere  subir  al  cielo,  llevando  el  hechizo  de  las 
gratitudes.—  ¡  Es  cuanto  puede  dar  el  naipe  en  despropósitos  ! 

¡  Oh  proclamista  insigne  y  elegante  ! 
Tu  eres  el  que  hasta  el  cielo  te  levantas 
Y  con  solo  una  pluma  (  ¡  Ay  qué  brillante  !  ) 
Vuelas  mas  que  los  pájaros  con  tantas. 
Tu  hablar  es  fresco,  tu  pensar  flamante, 
Tus  frases,  novedades  con  que  encantas 
Mas  ¿  cómo  no  dirás  diez  mil  primores, 
Si  es  natural  que  Flores  paran  Flores  ? 


_12G— 

Mastuerzo  pare  mastuerzo, 
Alhelí  pare  alhelí, 
Floripondio  floripondio 
Y  suche  suche,  y  así. 

Cierto  que  seria  un  espectáculo  "bastante  peregrino  ver  al  regocijo 
colombiano,  á  quien  es  preciso  figurarse  como  un  pajarraco,  subien- 
do por  esos  aires  de  Dios,  y  llevándose  en  el  pico  ó  en  las  garras  el 
hechizo  de  las  gratitudes,  que  debe  ser  una  carga  mas  pesada  que  la 
plata  y  el  oro. —  A  mí  me  parece  mas  natural  que  el  hechizo  lleve 
al  regocijo,  que  no  que  el  regocijo  lleve  al  hechizo. — ¿Y  por  qué?-- • 
Porque  el  regocijo  no  tiene  alas  para  poder  volar  ;  y  el  hechizo  sí  las 
tiene,  como  que  es  cosa  allá  de  las  brujas.—-  Yo  no  sé  qué  es  lo  que 
me  hace  mas  gracia,  si  las  originalidades  de  la  proclama  ó  las  obser- 
vaciones de  U.  —  ¿  Y  dígame  U.,  eso  de  querer  llevar  hechizos  al 
cielo,  no  es  un  atentado  que  castigaría  con  la  mayor  severidad  la  an- 
tigua inquisición  ?  Si  digo  yo  que  la  religión  anda  hoy  por  los  pies 
de  los  caballos —  ¡  Hombre  de  Dios  !  Aquí  no  se  entiende  por  he- 
chizo esas  yerbas  ó  untos  de  que  usan  los  hechiceros  ;  sino  la  perso- 
na ó  cosa  que  arrebata  las  potencias  y  sentidos. —  ¿  Y  las  gratitudes 
arrebatan  las  potencias  y  sentidos  ?  —  Al  autor  de  la  proclama  con 
esa  pregunta.  ¿  Qué  sigue  ?  —  Entre  los  muchos  períodos  ilustres 
que  embellecen  la  vida  del  Libertador,  ninguno  parece  comparable  á 
la  época  presente.  Veamos  qué  pero  le  pone  TJ.  á  esta  cláusula. — 
Primeramente,  aquí  se  confunden  época  y  período,  siendo  así  que  el 
período  es  un  espacio  de  tiempo  que  puede  ser  de  muchos  siglos,  co- 
mo el  período  Juliano  ;  y  la  época  es  un  punto  solo  donde  comienza 
el  período.  En  segundo  lugar,  los  períodos  no  embellecen  las  vidas 
de  los  grandes  hombres  ;  antes  por  el  contrario,  las  vidas  de  los  gran- 
des hombres  embellecen  á  los  períodos.  Nadie  dirá  que  los  principios 
del  siglo  diez  y  nueve  embellecieron  la  vida  de  Napoleón  ,  y  sí  dirá 
todo  el  mundo  que  la  vida  de  Napoleón  embelleció  los  principios  del 
siglo  diez  y  nueve.  ¿  Y  dá  la  razón  de  eso  ?  —  Sí  señor.  —  ¿  Cuál 
es  ?  —  Porque  la  gloria  de  los  grandes  triunfos  y  de  los  grandes  lie- 
chos,  no  puede  ser  superior  á  la  gloria  de  haber  servido  á  la  huma-' 
nidad  en  sus  dolencias. —  Según  eso, 

Cualquiera  partera, 
Cualquier  barchilón 
Tiene  mayor  gloria 
Que  el  gran  Napoleón. 

Adelante. —  El  Libertador  es  la  antorcha  que  ha  brillado  en  el  es-< 
pació  de  las  disenciones.  ¿  En  donde  está  ese  espacio  ?  —  En  la  es- 
fera de  las  curvatilidades  de  que  habla  Kico  en  sus  Depositarios.--* 
Y  será  muy  oscuro,  una  vez  que  necesite  antorcha  que  lo  alumbre. 


—127— 
ü  mí  me  parece  que  debe  ser  muy  claro  ;  porque  siempre  oigo  decir 
la  llama  de  la  discordia,  que  es  lo  mismo  que  disencion — ¿Sigo? — 
Sí. —  Él  ha  avergonzado  á  la  esperanza,  haciendo  nacer  á  la  patria 
de  las  cenizas  de  la  conflagración. — Muchos  lian  hecho  al  Libertador 
Simón  Macabeo  ;  pero  el  General  Flores  le  hace  Simón  Mago  :  por- 
que eso  de  avergonzar  á  la  esperanza  ó,  lo  que  es  lo  mismo,  hacer 
que,  de  verde  que  ella  es,  se  ponga  colorada,  es  solo. obra  de  la  ma- 
gia. ¿  Qué  mas  ?  —  Victorianos  pues  las  delicias  de  la  concordia 
en  este  dia  memorable —  Victoriemos  mejor  al  autor  de  la  proclama. 

Hoy  de  los  conventos 
Salgan  las  mulatas, 
Oon  cajas,  clarines 

Y  sendas  matracas  : 

Y  todos  á  una, 
Con  grita,  algazara, 
Entonen  mil  veces 
Aquesta  tonada. 

Catay  del  que  se  decia 
Que  nada  escribir  sabía. 
Pues  catay  como  escribió, 
Y  una  proclama  forjó. 
Vitar  que  á  Colombia  ha  dado 
Un  nuevo  César  fortuna, 
Que  ansí  como  la  su  espada, 
Ansí  maneja  la  pluma. 

Catay  el  que  se  decia 
Que  nada  escribir  sabia. 
Pues  catay  como  escribió 

Y  una  proclama  forjó, 

¿  Se  acabó  ?  —  No,  señor,  sigue.  No  manchemos  el  pensamiento 
con  la  memoria  del  daño. —  Cuidado  que  tina  mancha  de  memoria, 
sobre  una  tela  de  pensamiento,  será  peor  que  una  de  aceite  sobre  te- 
las de  lana.  Acabe  U.  ele  una  vez. — Voy  allá. — Soldados:  cuando 
los  recuerdos  son  grandes  es  permitido  vivir  de  ellos. — Eo  lo  entien- 
do. Adelante. —  tina  serie  de  victorias,  los  rasgos  del  heroísmo,  la 
libertad  de  un  mundo,  no  puede  mencionarse  sin  tributar  alabanxas 
á  su  autor, — Eso  está  corriente.—  Levantemos  en  nuestros  corazones 
monumentos  de  sublime  admiración.—  Esta  es  una  especie  de  estu- 
co espiritual.  Siga  U.—  Hastu  que  la  posteridad  cubra  con  sus  ca- 
nas los  prodigios  del  genio  colombiano.  —  Esta  cláusula  hace  muy 
poco  aire  á  Colombia  ;  porque  para  que  la  posteridad  pueda  cubrir 
con  sus  canas,  los  esfuerzos  del  genio  de  sus  hijos,  preciso  es  que  es- 
tos esfuerzos  sean  tan  pequeños,  como  piojos.,  que  es  lo  único  qu© 


—128— 
cubren  las  canas.— También  cubren  el  cerebro.  Sed  cicest  que  en  el 
cerebro  está  la  glándula  pineal  donde  reside  el  alma  con  el  genio  y 
sus  esfuerzos:  ergo.  Muy  bien.  Acabe  U.  por  Dios.  —  Vamos  á  la 
última  cláusula.—  Si  es  que  la  posteridad  puede  resistir  el  tropel  de 
tantas  glorias  y  tantas  virtudes. 

Cerraste  con  llave  de  oro  : 
Echastes  el  resto. al  fin  ; 
Por  eso  en  lugar  de  Flores, 
Llamarte  quiero  Jardin. 

Cómo  no  ba  de  poder  posteridad 
Las  glorias  colombianas  resistir, 
Cuando  he  sido  capaz  yo  de  sufrir' 
Tu  tanto  disparate  y  necedad. 

Adiós,  señor. —  Adiós  amigo. 


REMITIDO  DE  BOLIYIA, 

Ya  el  destino  se  extinguió. 
De  sacristán  en  Solivia  ; 
Porque  ya  no  hay  que  guardar 
En  iglesias  ni  en  capillas. 

No  hay  un  hachero 

Ni  un  candelero 

Ni  una  naveta 

Ni  casoleta. 

ISÍi  un  relicario 

Ni  un  incensario 

Ni  custodia  una 

Ni  un  viril ; 

Que  a  Guayaquil 

¡  Ay  qué  fortuna  ! 
Voló  todo  con  mayas  y  blandones 
Cálices  y  patenas  y  copones. 

Las  iglesias  de  Bolivia 
No  hay  para  qué  las  cerrar, 
Y  así  es  que  están,  noche  y  día, 
Abiertas  de  par  en  par. 


EL  FUSILICO 


Estando  la  otra  noche  en  casa  de  ciertas  jóvenes  en  que  se  reúnen 
varias  gentes  de  humor  á  pasar  el  rato  con  una  partida  de  rocambor 
y  otra  de  fusilico,  amenizadas  con  intervalos  de  música  y  de  baile, 
entró  derrepente  un  mocito  muy  envuelto  en  su  capote  de  barragan; 
y  dijo  en  voz  alta—Aquí  traigo  una  cosa  muy  bonita,  muy  elegan- 
te, muy  mona,  muy  graciosa,  en  una  palabra,  un  fililí.  ¿A  qué  na- 
die adivina  lo  que  es? — Una  de  las  muchachas,  medio  vizca,  se  puso 
mas  contenta  que  una  pascua;  y  dijo:  Yo  adivino.  Es  la  barajita 
que  U.  me  ofreció  para  el  fusilico. — Otra  de  ellas,  muy  chata  pero 
graciosa,  repuso — No  es  eso,  sino  mi  peineta  que  quedaron  de  aca- 
barla para  hoy — Tampoco  es  eso,  replicó  una  tercera  mas  fea  que  la 
necesidad.  Seguramente  es  mi  retrato. — En  fin  la  madre,  mas  impa- 
ciente que  las  hijas  como  buena  vieja,  desembozó  al  mocito;  y  ha- 
biéndole visto  un  impreso  en  la  mano,  gritó — ¡Malhaya  sea  Judas! 
Una  oreja  pongo  á  que  es  la  Cotorrita  (*) — Cerca  le  andas,  contes- 
tó el  mocito:  Y  desdoblando  su  papel  dijo — Esta  es  la  célebre  pro- 
clama del  General  Flores.  ¿Quieren  ustedes  oiría? — Todos  le  res- 
pondimos que  sí;  y  él  leyó. — Compatriotas:  los  crímenes  de  la  fac- 
ción peruana  llaman  al  Libertador  hacia  nosotros.  Su  venida  se 
anuncia  tan  respetable  como  el  trueno;  y  hasta  la  tierra  se  conmueve 
con  su  nombre.  Dispongámonos  á  recibirle  con  lágrimas  de  gozo,  en 
los  transpones  de  la  gratitud. — Aquí  exclamó   un  señor   abogado, 

(*)    Periódico  que  se  publicaba  en  aquella  época.   (1828) 

LlTEBATURA 9 


—130— 
poniendo  sus  cartas  en  la  mesa—  ¡  Lindo  el  ojio  del  Libertador,  poi" 
cierto!  Si  alguno  se  pusiera  de  intento  á  pintar  horrible  á  S,  E.  pa- 
ra hacerle  aborrecible  á  los  pueblos,  no  diría  mas  seguramente.  Si  yo> 
me  hallara  en  el  pellejo  del  Libertador,  le  jugara  una  buena  al  di- 
choso Flores,  para  que  supiera  como  debe  escribir. — Pero  ¿Qué  es. 
lo  que  dice,  le  preguntó  la  vízca,  para  tanta  ponderación? — Que  es: 
lo  que  dice,  señorita,  respondió  el  abogado?  ¡;No  es;  nada  lo  del  ojo 
y  le  llevaba  en  la  mano!  Primeramente  dice  que  los  crímenes  llaman 
al  Libertador:  que  es  lo  mismo  que  si  dijera  que  S.  E.  tiene  voca- 
ción á  ser  malvado;  así  como  la  tiene  á  ser  virtuoso-  aquel  á  quien 
llaman  las  virtudes.  Yo  no  tengo  al  Libertador  en  tal  concepto. — 
Y  aunque  así  fuera,  añadió  un  quídam  desconocido  para  mí,  no  le 
tocaba  á  Plores  el  decirlo;  porque  al  fin  es  su  jefe;  le  sacó  déla  na- 
da; le  hizo  gente:  y  le  dio  el  grado  de  General  sin  merecerlo.  Amen. 
—Dice  después-,  prosiguió  el  señor  abogado,  que  la  venida  de  8.  E. 
se  anuncia  tan  respetable  como  la  del  trueno.  Como  U.,  señorita, 
no  ha  salido  de  este  pais  privilegiado,  no  sabe,  felizmente,  como  se 
anuncia  la  venida  del  trueno.  Pues  sepa  U.  que.  por  lo  regular,  la 
anuncian  un  cielo  muy  encapotado  con  nubes  negras  y  parduzcas; 
una  fuerte  nevada  ó  granizada,  un  huracán  violento  y  un  horizonte 
oscuro,  iluminado,  á  ratos,  por  la  luz  de  los  relámpagos  mas  melan- 
cólica y  horrible  que  la  misma  oscuridad.  Decir,  pues,  que  así  como 
la  de  este  meteoro  espantoso,  así  se  anuncia  la  venida  del  Liberta- 
dor, es  decir  que  la  melancolía,  la  tristeza,  la  angustia,  la  aflicción, 
el  miedo  y  el  espanto  preceden  siempre  á  S.  E.  en  sus  marchas;  y 
forman  como  un  cuerpo  de  vanguardia  que  vá  anunciando  su  próxi- 
ma llegada  á,  pueblos  horrorizados  y  atónitos  que  aborrecen  tanto 
sus  excelentísimas  visitas,  como  aborrecen  las  del  trueno. — Y  ¿quien 
ha  de  apetecerlas  ?  exclamó  cierto  doctor  que  jugaba  fusilico 
con  las  jóvenes.  ¡Cáspita  en  el  par  de  huéspedes!  Sin  embargo,  esto 
rne  parece  nada  comparado  con  lo  que  sigue,  á  saber,  con  aquello  de 
que  hasta  la  tierra  se  conmueve  con  su  nombre;  porque  el  terremoto, 
á  lo  menos  para  mí,  es  el  mas  tremendo  de  todos  los  fenómenos  de 
la  naturaleza.— Y  p-ara  todo  el  mundo  añadí  yo:  principalmente  pa- 
ra aquellos  que  han  presenciado  uno  tan  fuerte  como  el  del  30  de 
Marzo.— ¡Caramba  en  el  temblorazo!  dijo  la  coja.  Y  tomando  la 
guitarra,  cantó  la  siguiente  coplilla: 

Si,  á  mas  de  la  cruda  guerra,, 
Nos  trae  truenos  y  temblor, 
De  nuestro  Libertador 
Huyamos  cielos  y  tierra. 

De  manera  que  Plores,  continuó  el  abogado,  tomando  un  polvo  de 
rapé,  temió  quedarse  muy  corto  con  dar  al  Libertador  la  terribilidad 
deí  trueno  solamente;  y  le  arrimó  también  la  del  temblor,  para  hacer 
á  S.  E.  la  mas  terrible  ele  las  cosas  terribles,  así  como  Aristóteles  hi- 


■ — 131— 

zo  á  la  muerte:  Terribilium  terribilísima.^—  Aquí  se  puso  en  pié  un 
religioso  anciano,  mirón  perpetuo  delfusilico,  diciendo:  Señores,  yo 
no  hallo  nada  de  estraño  en  la  pintura  que  hace  el  General  Flores 
de  la  venida  del  Libertador;  pues  veo  que  es  la  misma  mismisima 
que  hace  el  profeta  Isaias  de  la  venida  del  Señor,  cuando  vaticina  la 
ruina  de  Jerusalem.  Eq  el  cap.  29  ver.  6,  dice  así  A  domino  exerci- 
tuum  visitabitur  in  toniiruo  et  conmoiiore  terre.  El  señor  de  los  ejér- 
citos la  visitará  con  el  trueno  y  el  temblor.-^-;  Vaya!  dije  yo:  Cual- 
quiera cosa  apostaría  á  que  Flores  topó  por  ahí  con  alguna  de  las 
muchas  biblias  castellanas  de  que  nos  han  atisbado  los  ingleses;  y  se 
le  vino  á  los"  ojos  este  texto  que  le  pareció  de  perlas  para  dar  á  su 
proclama  una  entrada  imponente  y  magestuosa.— Pero  ustedes  no 
han  estado  en  lo  mejor,  dijo  el  doctor.  Después  de  pintar  Flores  a 
S.  E.  con  los  colores  mas  negros,  quiere  que  se  dispongan  á  recibirle 
con  lágrimas  de  gozo.  Habrá  quien  lloré  de  gozo,  cuando  oye  tronar 
el  firmamento,  y  cuando  siente  extremecerse  los  fundamentos  de  la 
tierra?  Si  al  señor  Flores  le  alegran  estos  dos  hórridos  fenómenos, 
tiene  su  señoría  un  gusto  muy  particular. — También  quiere,  dije  yo, 
que  le  reciban  en  los  transjiortes  de  la  gratitud.  ¿El  trueno  y  el  tem- 
blor nos  hacen  algunos  beneficios,  por  ventura,  para  que  les  estemos 
reconocidos?  Si  señor,  me  contestó  el  doctor.  Hacen  beneficios  y 
grandes,  principalmente  el  segundo.  Porque  oiga  U.;  hay  un  tem- 
blor; la  gente  se  atolondra,  y  corre  sin  saber  á  donde  vá,  abandonan- 
do sus  casas  y  sus  cosas:  y  entonces  los  valientes,  que  no  le  temen, 
se  meten  en  las  casas  de  los  cobardes  que  huyen,  y  se  arman  de  sus 
cosas.  Algunos  se  habilitaron  el  30  de  Marzo;  pero  mas  se  han  habi- 
litado en  otras  épocas. 

Y  es  muy  regular  que  Flores 
Uno  de  estos  haya  sido, 
Puesto  que  está  agradecido 
A  los  truenos  y  temblores. 

Ganancia  de  pescadores 
A  rio  vuelto  siempre  hay. 

Y  por  eso  en  el  Azuay 
Agotada  ya  la  pesca, 
Armar  con  nosotros  gresca 
Ñor  Flores  quiere,  catay. 

Y  ¿no  es  cosa  muy  graciosa,  añadí  yo,  que  Flores  llame  facción 
á  nuestro  lejítimo  gobierno,  solo  porque  no  está  como  antes,  subordi- 
nado al  de  Bolívar?  De  modo  que  cuando  nosotros  pensamos  que 
en  Ayacucho  se  firmaba  la  carta  de  nuestra  libertad,  no  se  firmaba 
sino  la  escritura  de  nuestra  venta.  Así  es  que  los  peruanos  ó  hemos 
de  ser  esclavos  de  Bolívar  ó  facciosos.  ¡Miserable  alternativa! — To- 
dos suplicamos  á  la  coja  que  dijera  alguna  cosa  sobre  esto,  porque 
tiene  la  gracia  de  improvisar;  y  tomando  ella  la  guitarra,  cantó  así: 


—132— 
Cuando  do  España  las  trabas 
En  Ayacucho  rompimos, 
Otra  cosa  mas  no  hicimos, 
Que  cambiar  mocos  ])or  babas. 
Nuestras  provincias  esclavas 
Quedaran  de  otra  nación. 
Mudamos  de  condición; 
¡solo  fué  pasando 

;;do 

Ipbd'  -  d  ■  aon. 

Triunfaron  los  peruanos 

Del  rey  ibero. 

Mas  ¿para  qué  triunfaron? 

Paralo  mesmo: 

Que  á  su  hado  plugo 

Quedaran  de  Bolívar 

Bajo  del  yugo. 

Este  yugo  rompióse 
Ya  felizmente. 
Ahora  si  somos  libres 
E  independientes. 
Y  antes  juramos 
Morir  que  el  que  nos  mande 
Ningún  tirano. 

Todos  celebramos  la  prontitud  de  la  muchacha..  Y  el  mocito, 
después  de  haber  pedido  permiso  al  auditorio,  continuó  leyendo: 
¡Compatriotas!  Parece  que  se  acerca  la  vindicta  del  amor  patrio. 
Los  pérfidos  que  han  mancillado  nuestra  gloria,  responderán  de  su 
sacrilega  maldad  en  al  terrible  tribunal  que  la  justicia  del  cielo  les 
vrepara.  Nos  lian  sublevado  los  ejércitos:  han  tentado  los  medios  de 
usurpar  nuestro  territorio:  han  mandado  á  nuestras  costas  la  cala- 
midad que  deploráis:  quieren  estender  sus  límites  funestos  con  la  vio- 
lenta refusion  de  una  república  virgen,  que  nació  en  los  campos  de 
Ajacucho  á  la  sombra  cielos  laureles  colombianos:  y  aun  se  han  atre- 
vido á  flamear  su  bandera  de  rebelión  en  un  pueblo  del  Azuay.  ¿Qué 
debemos  esperar  de  los  atroces  que  hollan  el  derecho  de  las  naciones, 
de  los  ingratos  que  dañan  á  sus  generosos  bienhechores?  Nada.  Los 
traidores  no  tienen  que  ofrecer.  ¿Vengaremos  el  baldón?  Soldados: 
Colombia  ha  recibido  un  nuevo  ultrage.  ¿  Vosotros  os  brindáis  d  re- 
pararlo? ¿  Volvereis  á  surcar  la  tierra  movediza  del  Perú? — Alto 
ahí,  dije  yo.  Aquí  á  sus  soldados  los  vuelve  gañanes;  porque  solo 
estos  surcan  la  tierra.  Pero  ¿por  qué  llamará  movediza  á  la  tierra 
del  Perú? — ¿Por  qué?  me  contestó  la  vieja.  ¿No  ha  sentido  U.  sus 
movimientos  en  los  días  pasados?  ¡Caramba!  A  moverse  mas,  no 
habría  quedado  una  casa  parada. — El  mocito  se  rió  y  continuó:  La 


—133— 

planta  de  la  justicia  seguirá  por  las  huellas  del  honor  que  marcaron 
vuestros  pasos?  El  tiempo  lo  dirá. — Y  si  no,  lo  diré  yo,  dijo  un  mo- 
nigote que  entraba  á  ese  tiempo.— Los  pueblos,  prosiguió  el  mocito, 
son  amigos? — ¿De  qué?  preguntó  la  tuerta.  ¿Délas  cadenas  dicta- 
toriales? Conocí  mucho. — Tres  treses  dijo  la  vieja. — ¿Cual  menos? 
le  preguntaron. — El  dé  oros,  contestó.— A  ese  palo,  añadí  yo,  esta- 
mos todos  fallos  el  dia  de  hoy.  Ta  se  vé:  lia  marchado  tanto  para 
Colombia,  que  con  razón  se  queja  el  General  Flores  de  que  hemos 
mandado  á  las  Gostas  de  Colombia  la  calamidad  que  deploran  sus 
pueblos.  Aunque  el  está  muy  equívoco:  porque  nosotros  no  hemos 
mandado  nuestro  oro;  sino  que  nos  lo  han  llevado. — Si  señor,  agre- 
gó el  abogado.  El  oro  es  una  verdadera  calamidad.  Díganlo,  si  nó, 
los  españoles  que  continuamente  se  estaban  quejando  de  que  la  con- 
quista de  la  América  los  había  perdido.  Y  se  quejaban  con  justicia. 
Mientras  ellos  se  manejaron  con  sus  ochavos  y  sus  cuartos  de  cobre, 
fueron  sobrios,  activos  y  valientes  en  la  guerra:  pero  lo  mismo  fué 
verse  con  onzas  de  oro,  que  el  lujo  se  extendió;  se  corrompieron  las 
costumbres;  y  el  diablo  se  llevó  la  sobriedad,  la  actividad  y  el  valor. 
Asi  vemos  que  los  españoles  de  hoy  dia  no  son  aquellos  de  Sagunto 
y  de  Numancia. — Lo  mismo  sucedió  á  los  romanos  con  la  conquista 
del  Asia,  dijo  el  mocito;  y  siguió  leyendo  la  proclama. — La  fuerza 
de  un  partido  los  oprime.  Ellos  están  taciturnos.  Compadezcamos 
su  dolor. — i  Qué  señor  tan  compasivo!  exclamó  la  coja.  ¡Qué  lásti- 
ma nos  tiene!  Dios  se  lo  pague  por  su  buen  corazón.  En  el  cielo  ha- 
lle la  caridad.  ¿Ya  se  acaba  la  proclama  que  me  tiene  fastidiada?— 
Si  señora,  le  contestó  el  mocito:  y  leyó — y  victoriemos  desde  ahora 
su  infalible  redención  que  ofrecen  vuestras  armas. — Juan  José  Flo- 
res.— Cuartel  general  en  Guayaquil  á  18  de  Abril  de  1828. — El 
mocito  se  despidió  y  se  mandó  mudar;  y  la  vieja  saltó  y  dijo:  ¡como 
me  gusta  este  señor  Flores  por  amigo  ele  victoriar!  Todas  sus  pro- 
clamáis las  acaba  con  vítores!  ¡Que  bueno  había  sido  para  mulata  de 
monjas!  ¡Como  hiciera  hablar  á  la  matraca  por  esas  calles,  cuando 
hubiera  abadesazgo  en  su  convento!— Y  hay  algo  de  cierto,  me  pre- 
guntó el  monigote  sobre  esos  cargos  que  hace  á  los  peruanos  de  que 
han  sublevado  los  ejércitos  de  Colombia;  tentado  los  medios  de  usur- 
par su  territorio;  mandado  la  calamidad  á  sus  costas;  tratado  de  ex- 
tender sus  límites  con  la  violenta  refusion  de  la  república  boliviana; 
y  flameado  en  un  pueblo  del  Azuay  su  bandera  de  rebelión?— Nada, 
nada,  le  contesté.  Todo  esto  es  una  reverenda  mentira.  Primeramen- 
te: Los  peruanos  no  tuvimos  arte  ni  parte,  como  es  público  y  noto- 
rio, en  el  suceso  del  26  de  Enero  en  que  la  división  3.  =?  por  si  sola, 
se  pronunció  en  favor  de  la  Constitución  de  su  pais  que  Bolívar  que- 
ría derribar;  y  estos  son  todos  los  ejércitos  que  se  le  han  sublevado 
en  el  Perú.  En  segundo  lugar,  ¿quien  podrá  persuadirse  que  noso- 
tros, que  tenemos  uno  de  los  suelos  mas  feraces,  y  el  mas  rico,  sin 
disputa,  en  oro  y  plata  de  todo  el  mundo  conocido  y  muy  extendi- 
do, por  otra  parte,  para  el  número   de  sus   pobladores,  vayamos  á 


—134— 
usurpar  un  territorio  ingrato  y  miserable?  En  tercer  lugar:  nosotros 
no  hemos  mandado  otra  cosa  á  sus  costas  que  sus  mismos  soldados, 
con  la  única  diferencia  de  que  fueron  vestidos;  habiendo  venido  los 
mas  como  Adán  estuvo  en  el  paraíso.  Pudiera  suceder  mny  bien  que 
el  señor  Flores  llamara  calamidad  al  vestido  que  debe  ser  bien  mo- 
lesto en  un  pais  tan  caliente;  y  principalmente,  á  unos  hombres  que 
no  estaban  acostumbrados  á  llevarle.  Por  lo  que  respecta  á  la  repú- 
blica Boliviana,  no  hemos  hecho  mas  que  aparejarnos  para  no  ser 
sorprendidos;  porque  nunca  nos  ha  inspirado  la  menor  confianza  la 
conducta  sospechosa  de  su  presidente  Sucre.  Finalmente  aquello  de 
haber  tremolado  (y  no  flameado  como  él  dice)  nuestra  bandera  de 
rebelión  en  un  pueblo  del  Azuay,  seguramente  debe  entenderse  por 
Jaén  sobre  que  tienen  antiguas  aspiraciones,  sin  presentarnos  el  me- 
nor derecho.  Aquí  no  hay  mas  sino  que  Flores  no  puede  llevar  en 
paciencia  el  que  no  dependamos  de  Bolívar;  y  nos  gobernemos  por 
nosotros  mismos.  Se  le  van  los  ojos  por  las  minas  de  Pasco,  por  las 
chirimollas  y  por  otras  cosillas  que  no  hay  por  allá.  Y  como  no  es 
regular  que,  sin  mas  ni  mas,  se  meta  de  mano  armada  en  nuestras 
tierras,  diciendo  esto  es  mío,  como  quien  arrancha  un  sombrero  ó  una 
capa  en  medio  de  la  calle,  porque  eso  sería  un  escándalo  á  los  ojos 
del  mundo  cuya  opinión  aun  respeta  un  poco,  se  esta  agarrando  de 
pelillos,  ó  buscando,  mas  bien,  pretestos  falsos  para  cohonestar  el 
robo  con  la  apariencia  de  conquista;  dando  á  la  injusta  agresión,  que 
intenta  hacernos,  todo  el  carácter  de  una  guerra  lejítima  y  en  forma. 
De  manera  que  esto  viene  á  ser  lo  mismo,  ni  mas  ni  menos,  que  lo 
que  hizo  el  lobo  de  la  fábula  para  mamarse  al  inocente  corderlllo; 
buscarnos,  como  dicen,  cambalache.— Aquí  ha  de  estar  ese  libro,  di- 
jo entonces  el  dueño  de  la  casa;  y  tomándolo  del  estante,  le  abrió  y 
leyó: 

Ad  rívum  eundem  Lupus  et  Agnus  vénéranf, 
Siti  compute  i:  superior  etabat  Lupus, 
Longeque  inferior  Agnus:  tune f atice  improba 
Latro  incitatus  jurgii  causam  iniulit. 
Qur,  inquit,  turbulcntam  fecisti  mihi 
Istam  bibenti?  Laniger  contra  Umens . 
Quipossum,  queeso,  faceré  quod  queereris  Lupe? 
A  te  decurrit  ad  meos  haustus  liquor 
Repulsus  Ule  veritatis  viribus, 
Ante  Jios  sex  menses  mole,  ait;  dixisti  mihi, 
Respondit  Agnus:  equidem  natus  non  ero/m. 
Pater  liercule  tuus,  inquit,  maledixii  mihi. 
Atque  ita  correptum,  lacerat  injusta  nece. 

Ucee  propter  illos  scripta  est  hominds  fábula 
Quifictis  causis  inocentes  oprimunt. 

¡Malhaya  los  latines  de  ustedes  y  quién  los   inventó!  exclamó  la 


—135— 

fe&er'ta.  ¿No  hay  quien  nos  diga  esto  en  castellano,  para  entenderlo? 
• — $i  señora,  le  contestó  el  doctor.;  y  tomando  el  libro,  dijo.: 

Se  refiere  que  antaño, 
Un  iobaso  tamaño 

Y  un  cordero  tan  tierno., 

^Que  aun  no  pensaba  en  apuntarle  el  cuerno», 
Cierta  mañana  fuerte  del  estío, 
Llegaron  á  apagar  su  sed  ardiente 
En  los  frescores  de  la  misma  fuente: 
Aunque  algunos  opinan  que  fué  rio, 

Y  no  falta  quien  diga  que  cliarcasp; 
Pero  todo  es  lo  mismo  para  el  caso. 
Pues,  señor,  como  digo  de  mi  cuento, 
El  lobo  que  de  sangre  mas  sediento 
Mil  veces  mas  estaba  que  no  de  agua, 

Y  que  apagar  resuelve  la  gran  fragua 
De  su  vientre  con  ese  corderito, 

C!on  la  cabeza  gacha, 
Le  mira  'de  hito  en  hito, 
-Jurándole  de  echarle  á  la  capacha: 

Y  los  pies  al  tunante 

Le  comen  por  correr  á  echarle  el  guante. 
Pero  como  el  mas  ruin,  el  mas  malvado, 
Avergonzándose  de  parecerlo, 
Para  que,  tal  cual  es,  no  puedan  verlo, 
Se  presenta  por  siempre  disfrazado; 

Y  á  su  acción  mas  infame  y  la  mas  fea 
De  la  justicia  con  el  trage  arrea, 
¿Qué- hace  nuestro  hábil  lobo, 

En  astucias  tan  diestro 
Cual  la  mas  vieja  zorra, 

Y  ya  por  experiencia  padre  maestro 
En  el  carnericidio  y  en  el  robo? 

Su  lid  empieza  por  buscar  camorra, 
Para  dar  colorido  al  atentado 
Que  ejecutar  pretende: 

Y  poder  sin  escándalo,  en  el  prado, 
Del  sencillo  rebaño 

Y  de  tanto  animal  que  >no  le  entiende 
La  maña  y  el  engaño, 

Proceder  hostilmente 

Cíontra  un  inerme,  mísero  inocente 

'Que  no  habia  cometido  mas  delito, 

Ño  habia  delinquido  en  otra  cosa 

Mas  que  en  nacer  con  carne  muy  sabrosa, 

Capaz  de  provocar  el  apetito 


— 13G— 
Del  animal  hambriento 
Que,  de  llenar  la  panza  en  siendo  cuento, 
Ño  se  para  en  pelillos: 
Se  abalanza  á  los  tiernos  corderinos, 
Los  persigue,  los  pilla  y  les  dá  muerte, 
Sin  tener  mas  razón  que  ser  mas  fuerte. 
¡Dicho  y  hecho!   Se  finge  muy  zañudo: 

Y  la  voz  dirigiendo  á  mi  lanudo, 
¿Por  qué,  le  dice,  en  tono  altisonante, 

Me  enturbias  la  agua  de  que  estoy  bebiendo?  (1) 
¡Enturbiarte  yo  la  agua!  No  lo  entiendo, 
Responde  el  corderillo  cabisbajo; 
Pues,  estando  yo  abajo 

Y  tú  arriba  del  rio, 

El  agua  corre  de  tu  labio  al  mió. 
La  razón  era  fuerte; 
Pero  ¿valióle?  Nada; 
Porque  estaba  su  muerte 
Irrevocablemente  decretada. 
Convencióse  el  rapaz:  pero  el  instante, 
Otro  pretesto  busca  al  muy  tunante, 
Para  hacer  criminal  al  corderillo; 
Porque  el  asunto  era 
Que  por  fas  ó  por  nefas  él  muriera. 
Porque  su  gorda  carne  ¡hay  picardia! 
Cebara  su  voraz  glotonería. 
Sí,  que  agora  seis  meses,  dijo  el  pillo, 
Tú,  contra  mí,  insolente, 
Echaste  pestes  por  aquesa  boca  (2) 
Mi  edad  aun  es  muy  poca, 
Responde,  muy  cuitado,  el  inocente. 
Yo  ahora  seis  meses  nacido  no  habia. 
Tu  padre,  entonces,  fué  por  vida  mia,  (3) 
Dijo  el  lobo  por  fin  en  tono  horrendo: 

Y  diciendo  y  haciendo, 

Sobre  el  cordero  mísero  se  lanza, 
Sin  que  le  pueda  hacer  ninguna  mella 
La  justicia  y  razón  con  que  le  arguye. 
Corre  tras  él;  le  atrapa,  le  desuella, 
Le  muerde,  le  golpea,  le  despanza, 
Le  mata,  le  destroza  y  se  le  enguye. 

Hablan  los  versos  estos 
Con  la  perversa  gente 


(1)  Nos  han  sublevado  los  ojércitos. 

(2)  Han  tentado  los  medios  de  usurpar  nuestio  territorio. 

(3)  Se  han  atrevido  á  flamear  su  bandera  de  rebelión  en  un  pueblo  del  Azuay. 


—137— 
Que  mentidos  pretestos 
Buscan  para  oprimir  al  inocente. 

Después  de  haber  aplaudido  todos,  como  era  muy  regular,  la 
oportunidad  de  la  fábula  y  la  gracia  de  la  traducción  improvisada, 
saltóla  tuerta  y  dijo — ¿Con  que  Flores  piensa  de  veras  en  venir? 
¡No  le  cueste  al  pobre  la  torta  un  pan!  ¡No  venga  su  señoría  por 
lana  y  salga  trasquilado! — Así  lo  creo,  añadió  el  doctor. 

Porque  Flores  es  lobo,  no  lo  niego; 
Pero  el  Perú,  señora,  no  es  borrego. 

Estoy  firmemente  persuadido  de  que  él  va  á  llevarse  un  clavo  de 
ala  de  mosca. — Como  el  que  yo  me  acabo  de  llevar,  dijo  el  abogado. 
Eché  un  solo  nada  menos  que  con  cuatro  matadores;  hallé  reunidas 
todas  las  espadas;  y  me  han  dado  codillo. — Como  Flores,  le  dije  yo,, 
encuentre  reunidos  á  los  peruanos,  saldrá  tan  bien  parado  de  su 
campaña,  corno  U.  de  su  solo.  En  la  reunión  está  todo  el  negocio.— 
El  monigote  suplicó  á  la  coja  que  dijera  algo  sobre  esto,  para  cerrar 
la  noche  con  llave  de  oro;  y  ella,  tomando  su  guitarra,  cantó: 

Si  olvidamos  los  rencores, 

Y  nos  unimos  en  masa, 

No  ha  de  hacernos  una  basa 
Con  sus  espadas  ñor  Flores. 
Entre  con  mil  matadores: 
Pues  tiene  tanto  malulo ; 
Que  yo  le  aseguro  al  pillo 
Le  hemos  de  hacer  la  mamola; 

Y  pensando  darnos  bola, 

Se  ha  de  hallar  con  un  codillo. 

Aquí  dieron  las  diez;  y  la  tertulia  se  acabó. 


T 

L 


A  ARAÑA. 


3^S    ®LT  ILi  ^SBL  «. 


i  Que  ligera  memoria  es  la  mía, 
que  ni  pesa  tan  solo  un  adarme! 
de  mil  cosas  quisiera  acordarme, 
mas  con  ella  no  puedo  contar. 

No  se  donde,  ni  cuando  lie  leído, 
que  en  los  tiempos  de  antaño  vivia 
una  astuta  muger,  que  tenia 
gran  destreza  en  el  arte  de  hilar. 

Que,  tejiendo  á  las  mil  maravillas, 
por  instinto,  el  que  siempre  conserva, 
se  atrevió  á  desafiar  á  Minerva, 
apocando  su  inmenso  saber. 

Que  en  castigo  la  diosa  mudóla 
en  araña  asquerosa  insolente; 
lo  que  prueba  en  el  caso  siguiente 
que  el  maligno  infeliz  ha  de  ser. 

¡Qué  tupida,  que  fuerte  y  pareja 
es  mi  tela,  esta  araña  decia, 
apostarle  á  cualquiera  podría, 
que  mejor  no  hay  quien  sepa  tramar! 

¡Cuantas  moscas,  mosquitos,  moscones,, 
he  de  ver  en  el  aire  colgando! 
avechucho  que  pase  volando, 
no  podrá  de  mi  tela  escapar. 

Eeconoce,  repara,  refuerza 
los  extremos  de  todo  su  estambre; 
trasijado,  impelido  del  hambre 
sube  y  baja  el  inmundo  animal. 


— 139 — 

Al  fin  para,  se  pone  al  asedio 
en  su  tela  agachado,  encojido; 
calla,  ronca,  se  finge  dormido, 
aguardando  una  presa  cabal. 

Ya  de  golpe  y  zumbido  cayeron 
una  abispa,  una  mosca,  un  zancudo, 
tres  moscones  de  vientre  peludo, 
y  otros  cuantos  ele  igual  calidad. 

Densas  nubes  al  fin  de  esos  mosquitos, 
que,  vagando  en  las  tardes  de  estío, 
buscan  siempre,  del  abarco  del  rio 
la  insalubre  continua  humedad; 

Dan  mil  vueltas,  la  tela  se  cubre 
de  esa  turba  importuna  y  molesta 
y  la  araña  sus  zancos  apresta, 
se  prepara  á  pelear  ó  morir. 

Ahí  se  traba  un  reñido  combate; 
á  infinitos  la  tela  enmaraña, 
y  lar  astuta  insidiosa  alimaña 
ya  no  sabe  á  que  parte  acudir. 

Mas  y  mas  vá  creciendo  el  barullo 
mas  y  mas  se  encarniza  la  lucha, 
quien  sacude,  quien  pica,  quien  lucha 
con  las  alas,  la  trompa,  los  pies. 

Se  desquicia,  se  rompe  el  urdimbre, 
La  contienda  ya  vá  de  vencida, 
ya  la  araña  estropeada,  rendida, 
en  su  tela  vá  dando  traspiés. 

Y  con  tela,  mosquitos  y  moscas, 
dando  en  tierra  un  horrible  porrazo, 
sofocada  se  encuentra  en  el  lazo, 
que  ella  misma  esforzóse  en  armar. 

Sin  aliento  en  su  dura  agonía, 
ya  sintiendo  su  muerte  vecina, 
tarde  llora  la  propia  ruina, 
tarde  siente  su  acerbo  penar. 

Mete  grima  el  ver  ciertos  pedantes 
escritores  é  insulsos  poetas 
que  consiguen  con  maña  y  con  tretas 
de  los  necios  hacerse  aplaudir; 

Que  deslumbran  con  dichos  falaces 
al  incauto  que  de  ellos  se  fia,  - 
sin  preveer  la  infundada  osadía, 
con  que  intentan  lo  falso  encubrir. 


Aquel  que  clá  coscorrones 
de  fraile,  de  misa  y  olla; 
aquel  que  todo  lo  embrolla 
con  ridiculas  razones, 
piensa  imitar  espresiones, 
que  son  en  Isla  y  Cervantes 
muy  chistosas  y  picantes; 
pero  insulsas  en  su  boca, 
en  que  la  sal  es  tan  poca 
que  son  los  vomi-purganies. 


Estos  no  se  crea,  no, 
que  son  cualquier  cosa:  vaya- 
que  apostólico  Matraya 
por  Le  Roy  les  preparó: 
con  ellos  vomi-purgó 
á  todo  el  género  humano, 
como  hace  el  viejo  cristiano 
de  nuestro  criticador, 
ó  mas  bien  rebuznador, 
en  método  car  montano . 


—141— 

PREGUNTA  SUELTA 

Del  autor  del  Diccionario  analítico,  al  medico  incré- 
dulo de  quien  se  quejó  el  Dr.  D.  Abel  Brandin,  por 
haberle  negado  abiertamente  la  posibilidad  de  que 
las  mugeres  paran  por  el  ombligo,  siendo  así  que 
el  Dr.  D.  Abel  asesura  en  el  numero  8.  °  de  sus 

o 

"Anales  Medicales,"  haber  asistido  á  una  de  esta 
naturaleza. 


DÉCIMA. 

Ad  medicum  incredulum. 

Tú  que,  de  Abel  enemigo, 
otro  Caín  vienes  á  ser; 
¿No  crees  lo  de  la  muger 
que  parió  por  el  ombligo ; 
á  pesar  que  hay  un  testigo, 
y  de  circunstancias  tales? 
Pues  si  en  partos  de  animales 
entiendes  tanto,  me  di : 
¿por  donde  pare  Brandi 
los  Anales  Medicales? 


OCTAVA. 

Aquí  falta  una  letra  consonante 
dirás,  Brandi  cuando  leas  mañana. 
Llámase  esta  figura,  que  es  brillante, 
apócope  en  la  lengua  castellana. 
La  fuerza  me  apuró  del  consonante; 
y  la  ene  entera  me  comí  sin  gana. 
Mas  ¿qué  importa  una  letra  yo  le  coma, 
á  quien  le  come  tantas  á  mi  idioma? 


—142— 

DICCIONARIO  ANALÍTICO  O  BRANDO-HiSPANO. 

Dispuesto  para  la  inteligencia  de  los  "Anales  Medica- 
les que  está  publicando  en  Lima,  periódicamente, 
D.  Abel  Victorino  Brandin,  doctor  en  medicina  en 
la  Universidad  de  París,  Caballero  de  la  orden  real 
de  la  Legión  de  honor  en  Francia,  de  las  academias 
de  Europa  y  América,  y  autor  de  muchas  obras. 
Dale  a  luz  F.  1).  y  le  consagra  al  licenciado  Carmo- 
na,  de  la  familia  real  de  obras  y  bosques,  bachiller 
por  el  rey,  y  autor  del  "Método  racional  de  curar 
los  sabañones." 


OCTAVA  DEDICATORIA. 

i  O  predilecto  de  tu  padre  Apolo 
que,  con  sabios  quirúrjicos  renglones, 
hiciste  resonar  de  polo  á  polo 
tu  nombre,  honor  de  Hespéridas  regiones. 
Solo  á  tí  insigne  médico,  á  tí  solo, 
que  enseñaste  á  curar  los  sabañones, 
Se  debe  consagrar  un  diccionario 
Anali-mcdicaí  y  boticario! 


Ad  Abelis  Brandim  excellentissirai  medid  opas  íam  materia  quan  forma 
jastis  laadibas  concelebrandum. 

EPIGRAMMA. 

Quis  neget  aúnales  medicales  qiiemqae  legentem 

mirari,  quanti  ponderis  hoc  sit  opus? 
Quis  lepor  in  titulo  ¿Q1103  quanta  facundia  dictis! 

Qualis  apollineo  fiamine  venafiuit! 
Id  porro  utilius  quan  grcecam  discere  linguam, 

Quam  legere  Hippocratem  moconiunique  mélos. 


—143— 

TRADUCCIÓN  LIBRE. 

Los  anales  medicales 
son  dulces  como  la  mié], 
viva  el  doctor  don  Abel 
para  que  nos  dé  panales. 


OTRA. 


Abel  y  Abeja,  en  línea  diferente. 
Trabajan  cosas  dulces  igualmente, 
Las  de  esta  denomínanse  Panales, 
Y  las  de  aq  uel  Asnales  Medicales. 


A     HERACLITO. 

OCTAVA. 

¡  O !   Si  vivieras  en  el  siglo  mió, 
eterno  llorador  del  mal  ageno, 
cuanto  te  rieras,  como  yo  me  rio 
al  ver  al  mundo  de  escritores  lleno! 
Leyeras  á  Brandin,  y  del  sombrio 
humor,  quedaras  al  instante  bueno. 
Y  entonces  don  Abel  á  sus  anales, 
con  razón  les  llamara  Medicales. 


DE  OTRO  MODO. 

¡O  si  vivieras  en  eí  siglo  mió, 
eterno  llorador  de  ágenos  males, 
cuanto  te  rieras  como  yo  me  rio, 
leyendo  los  anales  medicales! 
De  aquel  humor  tan  tétrico  y  sombrío 
sanaras  sin  geringas  ni  cordiales. 
Y  tan  bueno  quedaras,  conceptúo, 
que  á  Demócrito  hacer  pudieras  dúo. 


—144— 

DÉCIMA. 

En  la  importante  cuestión 
que  la  Crónica  examina 
se  halla  de  ciencia  una  mina, 
un  corral  de  erudiccion, 
Bentham,  Salas,  Ancillon, 
Martens,  Constant,  Reyneval, 
hacen  el  gasto  total 
de  este  escamen  eminent, 
que  muestra  self  evident, 
que  hay  derecho  natural. 


EPIG-RAMMAS  APOLOGETICO-MEDICAL. 

Si  fueron  los  animales 
los  maestros  de  don  Abel, 
pueden  escribir  como  él 
sus  anales  medicales. 

Dices  cura,  por  la  plata, 
sin  licencia  don  Ventura, 
¡hombre  de  Dios!   ¿A  quien  cura, 
si  á  cuantos  le  llaman  mata? 


MAGMS  ALEXANDER 
CORPORE   PARVÜS  ERAT. 


Yo  soy  aquel  Moreno,  aquel  Mariano 
que  fué  al  remoto  pais  del  Europeo, 
á  rellenarse  del  saber  humano, 
y  volver  á  su  patria  hecho  un  Liceo. 
El  ornato  del  suelo  ayacuchano, 
el  Filósofo,  en  fin,  Epicúreo; 
que  compuso,  durmiendo  como  un  muerto, 
mejores  leyes  que  Solón  despierto 


apología  del  filosofo  epicúreo, 


Sin  dar  yo  en  mi  cama  ni  una  vuelta, 
dormia  á  pierna  suelta, 
tal  que  tan  aina  no  me  recordaran, 
aunque  carretas  sobre  mi  pasaran; 
no  sé  cual  noche  del  corriente  Mayo, 
en  que  llegué  cansado  de  Huancayo. 

Literatura — 10 


__14(j_ 
Cuando  á  eso  de  las  dos  de  la  mañana, 
¡  lo  pieza  que  es  Morfeo ! 
¡  Guay !  ¡  Cómo  disparata  y  desatina  í 
¡Y  cómo  con  nosotros  se  divierte! 
Belojero  me  creo ; 

y  de  hacer  un  reloj  me  dio  la  gana. 
¡  Sus ! — ¡  Al  negocio.  Está  la  Catalina 
y  la  cuerda  y  el  pelo  y  el  volante. 
Está  la  esfera.  En  menos  de  un  instante, 
sin  menearme  del  lecho, 
tengo  ya  mi  reloj  hecho  y  derecho. 
Tin,  tin,  tin,  suena  ya.  ¿Qué  hora?  Las  trece. 
Todititito  el  cuerpo  me  estremece 
la  postrer  campanada. 
Eecuerdo,  y  me  hallo  sin  reloj  y  sin  nada. 
¡Las trece!  dije  entonce.  ¡Hay  tal  portento! 
Quedado  he  con  mi  máquina  lucido. 
Pero  ¿quién  es  aquel  que  monstruos  no  hace, 
por  mas  genio  que  tenga 
y  mas  conocimiento, 
siempre  que  á  la  cabeza  se  le  venga 
el  trabajar  dormido 
en  unas  obras  de  cualquiera  clase? 
Asi  le  aconteció  ni  mas  ni  meno, 
al  célebre  Moreno 
con  su  código  grande,  que  á  fe  mia, 
es  obra  tan  maestra 
como  lo  fué  mi  muestra 
que  dio  unas  horas  que  no  tiene  el  dia, 
No  faltará  por  ahí  quien  me  critique, 
y  no  quiera  creer  me  despertara 
sonido  de  reloj  imaginario. 
Mas  yo  á  ese  tal  le  preguntara: 
El  ruidoso  repique 

de  dó  campanas  no  hay  ni  campanario, 
del  Monasterio  de  Jesús  Maria, 
¿ísTó  despertó  á  Moreno  el  otro  dia? 


DIALOGO. 
DON  JOSE-DON  ANTONIO. 


D.  José — ¡Eso  es,  amigo  inio!  Date  a  deseo,  olerás  á poleo. 
Un  siglo  hace  que  no  se  le  vé  á  U.  entrar  por  estas  puertas — 
¡  Qué  se  me  había  de  ver,  si  lie  estado  metido  en  cama,  y  casi, 
casi,  me  lleva  Jesucristo!  ¿ISTó  lo  ha  sabido  U! — Ahora  me 
acuerdo  que  oí  decir  se  habla  U.  caido  con  caballo  y  todo,  en 
ese  caño  de  la  esquina  de  Santo  Tomas — Eso  no  fué  lo  princi- 
pal. Solo  me  tuvo  de  costo  dos  sangrías.— Y  ¿  cómo  fué  esa 
caida? — Cómo  habla  de  ser  i  pasaba  por  allí  en  mía  noche  muy 
oscura,  no  vi  el  precipicio  y  el  caballo  se  me  fué  de  bruces. — '■ 
Si  U.  se  hubiera  caido  en  un  caño  recien  abierto,  no  me  causa- 
ra estrañeza;  pero  en  ese  que  está  asi  hace  años  y  siglos  ¡vaya, 
vaya!  ¿quién  hay  en  Lima  que  no  sepa  de  semejante  agujero, 
y  que  tan  demarcado  en  la  imaginación  no  lo  tenga,  para  no 
hundirse  en  él  en  medio  de  sus  tinieblas,  cual  el  piloto  tiene 
en  sus  cartas  hidrográficas,  al  peligroso  banco  ingles  en  el 
Atlántico,  para  libertar  á  su  nave  de  que  encalle  en  sus  arenas! 
— ¿  Quién  ?  yo  que  ha  un  puñado  de  tiempo  que  no  ando  por 
ahí.  El  cruel  porrazo  que  me  pegué  en  las  costillas  me  dio  la 
primera  noticia  de  la  existencia  de  ese  abismo.  Y  dígame  U. 
una  cosa,  ¿ese  banco  ingles  que  acaba  U.  de  nombrar  hacia 
qué  parte  viene  á  estar  situado? — ¿Por  qué  preguntaba  U? — 
Porque  como  U.  ha  dicho  que  estaba  en  el  Atlántico,  se  me 
vino  al  pensamiento  el  que  pudiera  fracasar  allí  el  buque  que 
conduce  á  mi  querido  Bernardo;  y  quedarse  Lima  sin  las  lu- 
ces con  que  debia  venir  á  iluminarla;  y  yo  sin  el  gran  placer 
de  darle  un  abrazo  á  su  regreso,  diciéndole: 


—148— 
Amigo,  mi  amigo, 
Ya  te  vuelvo  á  ver; 
Pero  ¡  olí  cuáii  famoso, 
Civil  y  cortés. 
— Cierto  que  esa  seria  una  pérdida  deplorable  en  extremo. — 
Todos  debemos  interesarnos  en  la  felicidad  del  viaje  de  Ber- 
nardo, que  es  para  nosotros  mucho  mas  interesante  que  lo  fué 
el  de  Jason  para  los  habitantes  de  Atenas ;  pues  si  Jason  fué  á 
la  Cólquida  á  conquistarles  y  llevarles  el  vellosino  de  oro,  Ber- 
nardo va  á  la  Europa  á  conquistarnos  y  traernos  otra  cosa  mas 
preciosa  incomparablemente— la  sabiduría.  U.  en  especial,  que 
es  tan  su  amigo,  debe  dirigir  continuamente  á  la  nave  que  le 
lleva,  aquellas  palabras  que  Horacio  dirigió  á  la  que  condujo  á 
Atenas  á  su  amigo  Virgilio  que  iba  á  buscar,  como  Bernardo, 
las  fuentes  de  las  luces. — Dice  así: 

Sic  te  Diva  potens  Cipry, 
Sic  fratres  Helence  lúcida  sidexee 
Ventoriimque  regatpater  ; 
Obstrictis  alus,  prceter  yapiga, 
Navis,  qitce  tibi  creditiim 
Debes  Virgüium  flnibiis  Atticis 
Redas  incohtmen  precor, 
Et  serves  anima  dimidium  meoe. 
■ — Dígame  U.  eso  en  castellano,  porque  me  he  quedado  en 
ayunas: — Óigalo  U.  pero  no  traducido  literalmente,  sino  apli- 
cado á  Bernardo — 

¡  Oh  nave  venturosa, 
oh  venturosa  nave, 

que  cuando  á  olía  un  zurrón,  un  tercio,  un  fardo, 
á  tí  se  te  ha  confiado  de  Bernardo 
la  carga  tan  preciosa ! 
Yo  te  ruego  que  vueles  como  una  ave, 
y  le  lleves  robusto  y  bueno  y  sano 
á  las  costas  de  Iberia 
en  la  opuesta  ribera 
del  Atlántico  océano; 
y  que  le  hagas  surgir  en  claro  dia, 
á  ese  que  es  la  mitad  del  alma  mia. 
En  cualquier  de  los  puertos  andaluces, 
de  dó  pronto  vendrá  lleno  de  luces. 
Eíjate  asi  la  madre  de  Cupido, 
la  diosa  de  las  bellas, 
tan  poderosa  en  Chipre  como  en  Guido 
y  los  hermanos  de  la  hermosa  Elena, 
mientras  Eolo  encadena, 
y  encierra  en  sus  profundos  calabozos 


—149— 

los  notos  y  aquilones  impetuosos, 

sin  que  á  otro  viento  alguno  libre  deje 

que  al  zéflro  apacible 

que  en  medio  de  una  mar  muy  bonancible, 

de  nosotros  te  aleje 

soplándote  muy  suave  por  la  popa, 

y  no  te  desampare  basta  la  Europa. 
— Pero  volviendo  al  banco  ingles,  por  lo  que  hace  a  él  nada 
hay  que  temer  de  Bernardito:  el  Atlántico  es  muy  grande,  co- 
mo se  extiende  de  Occidente  á  Oriente,  desde  las  costas  de  las 
dos  Américas  hasta  las  de  África  y  Europa;  y  de  Norte  á  Sud, 
según  algunos,  hasta  los  mismos  polos ;  asi,  aunque  Bernardo 
lo  atraviesa,  pasa  distante  del  banco  ingles  muchos  centenares 
de  leguas.  El  banco  está  situado  en  frente  de  la  boca  del  Rio 
de  la  Plata,  entre  los  34  y  35  grados  de  latitud  austral.  Y  Ber- 
nardo debe  haberse  embarcado  en  Porto-Belo  que  está  en  los 
10  grados  de  latitud  Boreal,  dirigiéndose  al  Norte ;  porque  aun- 
que trató  de  pasar  por  el  estrecho  de  Bering,  no  le  fué  posible 
por  estar  el  mar  enteramente  helado:  y  se  dice  que  un  buque 
extranjero  le  encontró  de  regreso  para  el  Sud,  en  frente  de  la 
punta  Borrica. — ¿Con  qué  estaba  el  borrico  en  frente  de  la 
borrica  ? — Mófese  U.  de  Bernardo ;  U.  le  verá  volver,  y  si  le 
conoce,  entonces  que  me  asjien. — ¿Y  esa  punta  Borrica  en  qué 
parte  está? — Cierra  por  el  Occidente  la  boca  del  Golfo  Dulce, 
al  Sud  del  Istmo  del  Darien,  en  cuyas  aguas  termina  la  linea 
divisoria  de  las  dos  ¡Repúblicas  Centro  América  y  Colombia. 
Por  eso  creo  que  debe  haberse  desembarcado  en  Panamá  y 
reembarcado  en  Porto-Belo :  pero  después  de  todo,  U.  no  ha 
llegado  á  decirme  cual  ha  sido  la  enfermedad  que  le  ha  emba- 
razado venirme  á  ver,  supuesto  que  no  fué  el  resultado  de  la 
caída  en  el  caño. — Ha  sido  mía  disenteria  que  me  puso  á  pique 
de  liarlas. — Y  ¿de  qué  le  vino  á  1T.  esa  cosa,  estando  en  una 
dieta  tan  estricta! — |De  qué!  de  lo  que  lia  venido  á  casi  todo 
Lima;  del  pan  podrido....  ¡  Válgame  Dios !  cuando  comere- 
mos pan  de  buen  trigo — eso  va  muy  largo.  El  trigo  de  Chile 
se  lo  van  llevando  para  el  Janeiro,  para  Montevideo  y  hasta 
para  la  Nueva  Holanda. — ¿Hasta  allá?  Eso  no  es  una  isla  con 
honores  de  Continente,  pues  que  es  casi  tan  grande  como  la 
Europa ;  y  á  quienes  algunos  geógrafos  llaman  la  quinta  parte 
del  mundo! — Eso  es. — Pues  no  creo  que  está  muy  cerca  de 
Chile. — ¡  No  es  nada  la  distancia !  Es  casi  la  mitad  del  globo  ; 
porque  la  Nueva  Holanda  no  está  muy  distante  del  Quersone- 
so  de  Oro  ó  Península  Extracangen,  en  donde  se  halla  situado 
el  reino  de  Siain  antípoda  del  Perú. — Pues  ¿por  qué  no  traen 
mejor  los  trigos  al  Callao? — Yo  no  lo  sé.  Pero  el  hecho  es  que 
no  los  traen,  y  si  los  traen  los  dejan  picarse,  como  ha  sucedido 


—  150— 
con  esas  doce  mil  y  mas  fanegas  que  están  en  Bellavista,  man- 
dadas botar  al  mar  por  él  Gobierno  Superior,  aunque  13.  Do- 
mingo Derteano  pretende  comprarlas  para  cebar  cochinos;  y 
creo  se  las  vendan  porque  son  ventajosas  las  propuestas 
que  él  hace,  y  porque  asi  estamos  muy  seguros  de  que  se  venda 
alguna  parte  para  pan  y  para  bizcocho,  como  sucedería  muy 
probablemente  si  se  llegara  á  botar. — Eso  es  seguro.  No  hacen 
muchos  dias  que  se  mandaron  botar  al  rió  trescientos  costales 
de  harina  podrida*que  había  en  una  panadería  de  abajo  del 
puente;  y  en  esa  corta  distancia  se  desaparecieron  siete,  pues 
¿  cuántas  fanegas  se  desaparecerían  desde  Bellavista  hasta  el 
Callao?  aj ústeme  U.  la  cuenta.  Pero,  pregunta  ahora  mi  cu- 
riosidad: si  ya  no  vienen  trigos  ¿qué  se  va  á  moler  en  ese  gran 
molino  que  se  está  haciendo  cerca  del  puente? — Se  molerá 
viento,  y  entonces  se  realizará  lo  que  se  cantaba  hace  algunos 
años,  á  saber: 

Agua  raspada, 

Viento  molido, 

Que  el  molino  este 

íío  muele  trigo. 
— ¿Y  ya  está  esa  obra  muy  adelantada? — ISTo  lo  sé.  Muchos 
dias  hacen  que  no  paso  por  allí. — Pues  ya  las  aguas  están  cer- 
ca y  ese  rio  trae  á  veces  su  regular  corriente. — Ahora  me 
acuerdo  de  que  U.  no  llegó  á  explicarme  lo  que  era  la  corrien- 
te trópica  sino  las  polares. — ¿  Quiere  U.  que  se  lo  explique  aho- 
ra?— ísTo  seria  malo. — Pues  oiga  U.  Dije  á  IL,  en  dias  pasados, 
que  de  cada  polo  iba  sin  cesar  una  corriente  hacia  el  Ecuador ; 
pero  que  en  llegando  á  los  30  grados  variaba  de  dirección,  y  se 
dirigía  al  Occidente;  con  lo  que  se  formaba  una  tercer  corrien- 
te llamada  trópica  ó  también  ecuatorial :  esta  viene  á  ser  como 
un  gran  rio  cuya  madre  es  ancha  de  60  grados,  cuyas  márge- 
nes son  los  paralelos  que  pasan  por  las  latitudes  de  30  grados 
tanto  !N"orte  como  Sud,  que  está  dividido  por  el  Ecuador  en 
dos  partes  iguales,  y  que  continuamente  corre  en  una  direc- 
ción contraria  á  la  de  la  rotación  del  globo. — Eso  está  bueno. 
¿Pero  cual  es  la  causa  de  que  las  corrientes  polares  muden  de 
dirección  en  los  treinta  grados  y  formen  la  trópica? — Allá  voy. 
Ya  sabemos  que  en  la  zona  tórrida  hay  mucha  mas  evapora- 
ción que  en  las  demás,  ya  por  su  mayor  calor  provenido  de  la 
perpendicularidad  de  los  rayos  del  sol,  que  jamas  traspasa  los 
trópicos,  y  ya  también  por  la  inmensa  extensión  de  la  superfi- 
cie de  las  aguas,  pues  que  hay  en  ellas  5t7  de  mar  contra  2^7  de 
tierra.  Ahora  pues :  las  aguas  de  las  zonas  templadas  y  glacia- 
les que  corren  á  reemplazarlas,  para  conservar  siempre  el 
equilibrio  del  globo,  pesan  mas  que  ellas  incomparablemente, 
asi  porque  el  frió  las  tiene  mas  compactas,  como  porque  están 


—151— 
mas  cerca  del  centro  de  la  tierra.  Ellas  están  también  anima- 
das de  un  movimiento  de  rotación  muclio  mas  lento  que  el  de 
aquellas  porque  se  hallan  describiendo  círculos  menores.  Y, 
como  en  virtud  de  la  fuerza  de  inercia  no  pueden  despojarse 
en  un  instante  de  aquel  grado  de  movimiento  que  una  vez  ad- 
quirieron, no  es  posible  .que  sigan  la  rotación  del  globo.  Pesa- 
das y  casi  inmóviles,  ellas  caen  de  repente  en  la  esfera  de  la 
mayor  movilidad,  y  conservan  por  algunos  instantes  su  carác- 
ter primitivo.  Pero  la  parte  sólida  del  globo  se  mueve  sin  cesar 
al  Oriente  con  la  misma  rapidez  con  que  huye  de  estas  aguas, 
que  quedándose  siempre  un  poco  atrás,  parecen  moverse  hacia 
el  Occidente  y  retirarse  de  las  costas  occidentales  de  los  conti- 
nentes, mientras  que  en  las  orientales  la  tierra  se  avanza  ha- 
cia las  aguas,  que  no  pudiendo  seguirlo  por  la  celeridad  de  su 
rotación  parecen  avanzarse  hacia  ella. — ¿  Y  no  hay  en  el  mar 
otras  corrientes  que  estas  tres? — Si  no  se  encontrara  tierra  al- 
guna en  la  superficie  del  globo,  si  fuera  toda  ella  ocupada  por 
los  mares,  no  habria  mas  corrientes  que  las  tres  generales;  las 
dos  polares  y  la  trópica. — Pero  los  continentes  y  las  islas,  opo- 
niendo al  curso  de  las  aguas  unos  muros  invencibles  en  sus 
riberas  orientales,  las  obligan  á  refluir  en  aquella  dirección 
que  las  localidades  determinan.  De  aqui  nace  una  multitud  de 
corrientes  particulares  que  no  son  mas  que  modificaciones  di- 
versas del  movimiento  general. — Dejemos  para  otro  dia  las 
comentes  particulares.  —  Dígame   U.  ahora:  ¿esa  corriente 
ecuatorial  no  será  un  obstáculo  á  la  pronta  venida  de  nuestro 
amado  Bernardo  1 — Todo  lo  contrario.  Le  es  sumamente  favo- 
rable. Cuantos  navegan  de  la  Europa  paralas  Amérícas,  bajan 
hasta  la  latitud  de  las  Canarias,  es  decir,  hasta  los  30  grados 
donde  ya  encuentran  la  corriente  trópica  que  los  trae  al  Occi- 
dente.— ¡  Muchas  ganas  tengo  de  ver  á  Bernardo !  ¡  Cómo  no 
vaya  á  venir  como  aquel  que  después  de  haber  gastado  yo  no 
sé  cuanto  tiempo  en  educarse  fuera  de  su  pais,  volvió  por  fin 
tan  ilustrado,  que  estando  comiendo  ^con  sus  padres  el  dia  de 
su  llegada,  tomó  una  gran  corbina  que  se  puso   en  la  mesa: 
sirvió  á  su  padre  la  cabeza,  á  su  madre  la  cola,  á  sí  mismo  to- 
do  el   cuerpo,    diciendo:    Caput  Pater,   Cola  Mater — Corpus 
meum :  ó  como  el  otro  que  diz  que  entró  en  su  casa  diciendo  á 
un  perico  que  estaba  á  la  puerta:  ¿  Periquitis  nostris  non  cono- 
ces mihi  f  Ego  sum  de  casa.    ISTo   señor.    Bernardo  vendrá   de 
otra  laya.  Esos  no  pasarían  el  Atlántico  como  nuestro  Bernar- 
do. En  las  guias  de  este  mar  está  toda  la  virtud.  O,  sino,  vea 
U. :  vino  aquí  Moreno,  el  autor  del  sueño   Epicúreo,  sin  haber 
estado  en  Eunma  mas  que  cuatro  dias  que  gastaría  en  diver- 
tirse; y  al  instante  dictó  leyes  al  Perú,  y  habrían  sido  perfec- 
tas, si  en  vez  de  prohibir  en  ellas  el  comercio  del  té,  que  á  na- 


—152— 
die  perjudica,  hubiera  prohibido  el  de  la  harina  podrida  que 
mata  tantas  gentes,  cuando  Solón  y  Licurgo  se  estuvieron 
tanto  tiempo  en  paises  extranjeros,  para  poder  dictarlas  á  su 
vuelta  á  Atenas  y  Esparta.  ¿Y,  por  qué  esta  diferencia! — Por- 
que Moreno  pasó  el  Atlántico,  cuando  Licurgo  no  atravesó 
sino  el  Mirtao  y  el  Orotico,  y  el  Eojo  y  el  Indiano;  y  Solón  el 
Egio  y  el  Escarpado  y  Egipciaco. — El  dia  que  llegue  Bernar- 
do le  he  de  dar  un  buen  convite.  Ya  me  parece  que  estamos 
comiendo  con  él.  ¡  Yaya !  tome  U.  esa  copa  y  eche  un  brindis. 
— Yo  no  hago  versos  de  cálamo  ocurrente,  qué  versos  ni  qué 
versos;  ya  los  versos  se  retiraron  de  las  mesas  junto  con  las 
empanadas  y  los  chupes;  pues  asi  como  me  gustan  las  empa- 
nadas y  los  chupes,  mas  que  otros  muchos  platos  que  se  sirven 
en  las  mesas  del  dia,  asi  también  me  gustan  mas  los  brindis  en 
verso  que  en  prosa. — Brinde  U.  como  quiera,  haciendo  de 
cuenta  que  yo  soy  Bernardo. — Allá  vá;  salga  pato  ó  gallareta: 
Yen  Bernardito  á  regar 

El  patrio  suelo  querido 

Con  las  luces  que  has  bebido 

En  el  Atlántico  mar. 

Yen  Bernardito  á  abismar 

Al  que  estudió  en  el  Perú 

Con  lo  que  estudiaste  tú 

En  el  Atlántico  mar. 

Yen  Bernardo  á  dictar 

Esas  que  aprendiste  leyes 

Allá  con  los  peje-reyes 

En  el  Atlántico  mar. 

Yen  Bernardito  á  entonar 

Esas  canciones  tan  buenas 

Que  robaste  á  las  sirenas 

En  el  Atlántico  mar. 

Yen  Bernardito  á  enseñar 

Nuevas  costumbres  y  usos 

Con  tus  talentos  infusos 

En  el  Atlántico  mar. 

Yen  Bernardo  á  desterrar 

Añejas  preocupaciones, 

Con  las  que  oiste  lecciones 

En  el  Atlántico  mar. 

. Bravo,  bravísimo. — Me  parece  que  oigo  cañonazos;  estará 

entrando  algún  buque  de  guerra. — ¿Si  vendrá  en  él  Bernardo! 
—Pudiera  suceder  muy  bien. — Pues  voy  ahora  mismo  á  ave- 
riguar.— Y  venga  U.  á  avisarme  si  acaso  ha  llegado. — Como 
no, — Al  instante. 


SEGUNDO  DIALOGO. 
DON  JOSE-DON  ANTONIO- 


Don  José — ¡Por  donde  ha  salido  hoy  el  sol! — He  venido 
tan  temprano  por  salir  de  mía  curiosidad  que  no  me  ha  deja- 
do dormir  en  toda  la  noche — ¿Cuál  es  esa? — -¡Con  que  habia 
ya  trece  planetas,  y  U.  nada  me  ha  dicho,  sabiendo  mejor  que 
nadie  mi  afición  tan  grande  á  la  ciencia  astronómica! — Yo  no 
sé  una  palabra  de  eso:  ahora  lo  oigo.    ¡Trece  planetas! — <Sí, 
señor,  trece  planetas — Después  de  los  cuatro  que  descubrieron 
Olbers  y  Piazi  en   1801  y  1802,  á  saber ;  Testa,  Juno,  Cores  y 
Palas,  no  ha  llegado  á  mi  noticia  el  que  se  haya  descubierto 
otro  ninguno — ¡Cómo  no!— ¡Sí,  señor !— Hay  dos  mas  que  no 
tiene  la  menor  duda — ¿Cuáles  son  los  trece  planetas?— Va- 
mos á  ver — Son :  Mercurio,  uno ;  Venus,  dos ;  la  Tierra,  tres ; 
Marte,  cuatro;  Vesta,  cinco;  Juno,  seis;  peres,  siete;  Palas, 
ocho;  Júpiter,  nueve;  Saturno,  diez;   Urano,  once;  Libertad, 
doce;  y  Orden,  trece — ¡Libertad  y  Orden  planetas!  —  ¿Quién 
los  descubrió? — »'| Cuándo? — ¿Cómo? — ¿En  qué  lugar? — ¿Con 
qué  nuevo  instrumento! — ¿Qué  tiempo  gastan  en  sus  revolu- 
ciones periódicas  en  derredor  del  sol?    ¿Giran  sabré  su  eje? 
¿Tienen  satélites?   Cuánto  distan  del  sol ?  ¿Qué  tiempo  gasta 
en  llegar  hasta  ellos  la  benéfica  luz  de  este  monarca  de  los  as- 
tros?   ¿Salen  por  fortuna  fuera  del  Zodiaco  ó  solo  se  mueven 
dentro  de  él?  ¿Están  sus  órbitas  muy  inclinadas  sobre  el  pla- 
no de  la  elíptica?  Pertenecen  á  la  ciase  de  los  planetas  Telús- 
tricos,  á  la  de  los  planetas  Asteroydes,  ó  á  la  de  los  grandes 
panetas?— Yo  no  senada  de  eso:  lo  único  que  sé  es,  que  son 
planetas.— ¿Y  cómo  sabe  U.  qué  son  planetas? — Porque  lo  he 


—154— 
leido  anoche  en  el  Conciliador. — ¿En  el  Conciliador? — Sí,  Sr.j 
en  el  Conciliador  del  miércoles  de  la  semana  pasado.  ¡Ya!  ¡Si 
el  Conciliador  lo  dice,  así  será!  ¿  Cómo  dice  el  Conciliador?  — 
Dice  así:  "En  los  pueblos  robustecidos  bajo  la  atmósfera,  de 
la  Libertad  del  y  Orden.... Y  ya  ve  U.  que  teniendo  atmósfera, 
lian  de  ser  planetas  precisamente — ¡  Vaya,  vaya,  vaya,  que  el 
paso  es  para  llorar!  pero  á  mime  causa  risa;  ¡nombre  de  Dios! 
Eso  no  quiere  decir  otra  cosa,  sino  que  el  Editor  del  periódico 
no  sabe  lo  que  es  atmósfera,  que  á  haberlo  sabido,  no  se  la  hu- 
biera plantado  tan  desatinadamente  á  la  Libertad  y  al  Orden. 
Pero  aunque  realmente  tuviesen  atmósfera,  no  por  eso  serian 
precisamente  planetas:  tienen  atmósfera  los  cometas,  las  es- 
trellas fijas,  y  aun  muchos  cuerpos  terrestres  como  todos  los 
odoríferos.  Tienen  atmósfera  el  blanco  jazmin,  tiénela  el  ama- 
rillo tulipán,  y  tiénela  también  la  matizada  rosa. — Pero  la  Li- 
bertad y  el  Orden,  ni  son  cometas,  ni  estrellas  fijas,  ni  cuer- 
pos terrestres. — Entonces,  qué  atmósfera  es  esta? — Esa  atmós- 
fera solo  existe  en  la  cabeza  del  Editor.  Y  esto  no  es  nuevo  en 
él.  Desde  el  número  primero  nos  encajó  el  orden  con  atmós- 
fera.   Al  fin'  del  prospecto  dice:  (hablando  de  los  peruanos) 
"Es  preciso  que  respiren  constantemente  bajo  la  atmósfera 
del  orden."  Pero  lo  mas  lindo  es  que  poco  mas  arriba  ha  di- 
cho, hablando  de  las  facciones:  "Han  minado  sordamente  los 
cimientos  del  orden."  De  modo  que  el  orden  es  un  comodin. 
Ya  se  le  da  atmosfera,  ya  se  le  dá  cimientos,  ya  se  le  hace  pla- 
neta ;  ya  se  le  hace  edificio.    Seguramente  en  esa  atmósfera 
del  orden  se  formará  el  hielo. — De  la  razón  de  que  habla  el 
Conciliador  en  el  número  sexto.   También  se  engendrarán  allí 
otros  muchos  meteoros  racionales,  como  relámpago  de  la  ra- 
zón, rayo  de  la  razón,  trueno  de  la  razón,  granizo  de  la  razón 
y  nieve  de  la  razón —  ¡  Qué  buenos  serian  unos  helados  hechos 
con  esa  nieve!  ¡El  hielo  de  la  razón!  ¡Apenas  puede  decirse  un 
igual  despropósito !  Yolo  creería  el  mayor  de  cuantos  se  han 
dicho  hasta  ahora,  si  no  acabara  de  ver  por  mis  ojos  eso  de  la 
atmósfera  de  la  libertad  y  del  orden.    Dejando  lo  uno  por  lo 
otro,  ¿ha  visto ■  U.  las  Miscelánea  del  Sábado? — Yo  no  veo 
ninguna. — Allí  se  le  dice  á  U.  una  cáfila  de  insultos. — Eso  es 
natural. — Natural? — Sí  señor. — Natural  y  muy  natural.    ¡Qué 
quiere  U.  que  hagan  unos  hombres  que  no  caben  en  el  pelle- 
jo de  tanto  orgullo  que  tienen,  al  ver  criticadas  sus  obras  que 
ellos  creían  tan  maestras;  y  criticadas  de  un  modo  que  les  es 
imposible  componer  los  desatinos  garrafales  que  se  les  echan  en 
cara.  ¡  A  cualquiera  se  la  doy !    ¡  Perder  su  crédito  literario ! 
¡No  es  nada  lo  del  ojo¡    Si  pudieran  contestar,  ya  se  desaho- 
garían: ¿pero  quiere  U.  que  revienten  de  cólera?   Meta  U.  la 
mano  en  su  pecho,  póngase  en  el  lugar  de  ellos  y  les  dará  la 


—155— 
razón.  Todos  hacen  lo  mismo.  El  insulto  es  el  arma  de  la  ig- 
norancia. El  que  se  ve  atacado  y  no  puede  contestar  con  ra 
zones,  contesta  con  desvergüenzas.  Esto  dio  ocasión  á  Iriarte 
para  componer  aquella  fábula,  en  que  el  orgulloso  pavo,  vién 
dose  vencido  por  el  cuervo,  en  el  desafio  que  tuvieron  á  volar, 
le  dijo,  lleno  de  furia  que  era  negro,  que  era  muy  feo,  que  era 
puerco  y  que  tenia  por  costumbre  comer  cuerpos  muertos.  El 
cuervo  triunfó  pero  fué  á  costa  de  oir  de  boca  del  pavo  unas 
cosas  tamañas.  Cada  uno  se  defiende  como  puede,  el  perro  á 
mordizcones  y  el  borrico  á  patadas.  ¿Y  nada  mas  trae  la  Mi- 
selánea  que  desvergüenzas"? — También  se  mofa  de  la  Geogra- 
fía. ¡  Estupenda  ignorancia !  Sin  la  Geografía  no  se  puede  ab- 
solutamente escribir  ni  leer  cosa  alguna.  O  si  no,  tome  TJ. 
de  la  mesa  el  papel  que  le  dé  la  gana.  ¡Vaya  este!  ¿Qué  co- 
sa es? — Es  el  número  71  del  Conciliador — Lea  U.  el  artículo 
editorial  en  la  parte  qué  guste — Dice:  "Dos  son  los  grandes 
ejes  sobre  que  giran  la  ciencia  de  la  administración  de  hacien- 
da. El  primero  la  contabilidad  y  el  segundo  la  libertad.'' — Ya 
U.  lo  vé !  Al  primer  taj)on  zurrapa.  Si  el  editor  hubiera  apren- 
dido la  geografía  matemática,  sabria  lo  que  es  eje,  y  verla  que 
es  una  cosa  imposible  el  que  algo  pueda  girar  sobre  dos  de 
ellos.  Si  á  la  bola  de  las  suertes,  verbi  gracia,  cuando  está  gi- 
rando al  rededor  de  su  eje,  se  le  atraviesa  otro  eje  en  una  di- 
rección cualquiera,  y  se  tija  en  sus  polos  ¿qué  sucedería!  Que 
la  bola  no  podrá  girar  ni  para  una  parte  ni  para  otra;  y  se 
quedará  parada — Precisamente  sucederia  así.  ¡  Girando  sobre 
dos  ejes!  ¡No  lo  ha  dicho  ni  el  diablo!  Según  eso  la  ciencia  de 
la  administración  tendrá  cuatro  polos,  dos  en  cada  eje. — Asi 
debería  ser.  ¿Pero  U.  no  ha  reparado  una  cosa! — ¿Cuál  es? — 
Que  acabamos  de  ver  á  la  libertad  con  atmósfera,  como  plane- 
ta en  el  número  ochenta  y  uno :  y  ahora  lo  vemos  en  el  sesen- 
ta y  uno  y  convertida  en  eje — ¿  Qué  tal! — ¡Como  una  perla! 
— Cuánto  deseo  que  llegue  Bernardo  para  que  ilustre  el  pais, 
y  no  escriban  tantos  despropósitos  que  hacen  formar  á  las  na- 
ciones extranjeras  una  idea  tan  poco  favorable  de  la  nuestra ! 
— ¿Y  qué  es  de  Bernardo?- — Llegó  á  Valparaíso  y  yo  lo  espero 
en  Lima  por  momentos.  Aquí  le  he  compuesto  esta  cancionci- 
ta  que  haré  poner  en  solfa,  para  que  cante  el  día  que  llegue. 
Léala  U. — Dice: 

Llega,  llega  ¡  Bernardo  del  alma! 

Llega,  llega  á  tu  suelo  natal, 

Dó  te  espera  los  brazos  abiertos 

Todo  el  pueblo  que  te  ansia  estrechar. 

Si  es  tan  grata  la  aurora  en  el  polo, 

Porque  solo  se  mira  rayar 

En  después  que  seis  meses  enteros 

De  tinieblas  cubierto  se  está. 


—150— 
Que  no  mira  en  todo  ese  tiempo 
Un  momento  siquier  disipar, 
A  no  ser  por  auroras  boreales 
O  benéfica  luz  zodical, 
¡  Cuanto  á  Lima  seraslo  ¡  oh  Bernardo  f 
Que  hoy  la  vienes  bondoso  á  alumbrar^ 
No  de  meses  después  ni  de  años, 
Ni  de  siglos  de  noche  fatal. 
Los  primeros  peruanos  vivieron 
Vida  errante  y  feroz  y  animal. 
Eeligion  no  tuvieron,  ni  leyes, 
M  tuvieron  tampoco  moral, 
En  los  cárnicos  y  bosques  vivian, 
Sin  que  nadie  mandara  en  la  paz : 

Y  jefes  que  las  tribus  rigieran 
En  la  guerra  nombraban  no  mas. 
Sus  costumbres,  sus  usos,  sus  juegos; 
Era  todo  en  extremo  brutal: 

Y,  en  lugar  de  cazar  animales 
Unos  á  otros  se  vian  cazar: 

Y  en  sus  grandes  banquetes  ponian,. 
Como  el  mas  exquisito  manjar, 
Cual  nosotros  la  grande  empanada 
Grande  posta  de  carne  humanal. 

A  vivir  en  poblado  aprendieron 

Y  otras  cosas,  de  Manco-Capac: 

Y  el  carácter  feroce  también 
Con  sus  leyes  llegóse  á  domar. 
Mas  de  ciencia  ninguna  pudieron 
Los  profundos  arcanos  sondear; 
Aunque  algunas  pequeñas  nociones 
Garcilaso  en  su  historia  les  dá; 
Como  son  conocer  los  solsticios 
Que  sus  fiestas  debieran  reglar, 

La  carrera  mensual  de  la  Quilla  (1) 

Y  del  Intip  (2)  el  circulo  anual. 
Los  iberos  después  conquistaron, 
W  imperio  de  Huayna-Capac 

Que  el  Quita  (3)  alcanzaba  hasta  el  Maulli  (4) 

Y  del  mar  (5)  alcanzaba  hasta  el  mar.  (6) 
Por  tres  siglos  sobre  él  ha  pasado 


[1]  La  Luna, 

[2]  El  Sol 
[3]  Quito.* 
[41  Maule. 

(5)  El  Pacífico. 

(6)  El  Atlántico. 


—157— 
De  los  reyes  el  yugo  fatal; 

Y  en  tres  siglos  de  su  infamia  débil 
No  salieron  las  ciencias  jamás. 
Los  tiranos  fundaron  escuelas 

Do  su  idioma  enseñaron  á  hablar; 

Y  colegios  fundaron  también; 

Y  les  dieron  de  estudios  el  plan. 
Sus  cadenas,  empero,  no  vieron 
Los  peruanos  fué  todo  su  afán; 
Porque  así,  sin  saber  las  train, 

Las  llegaron  por  siempre  á  arrastrar. 
Los  derechos  del  hombre,  por  eso, 
ISTo  dejaron  jamás  estudiar: 

Y  prohibieron  el  leer  cuanto  libro 
Enseñaba  lo  que  es  libertad: 

Se  prohibieron  con  penas  tremendas 
Por  un  monstruo,  por  un  triqunal. 
Que  al  talento  paraba  on  su  vuelo, 

Y  hasta  el  genio  llegó  á  encadenar; 
Que  á  las  luces  feroz  perseguia; 

Y  que  al  fin  las  llegaba  á  encerrar 
En  hondos  calabozos,  do  nadie 
Nunca,  nunca  las  viera  brillar, 
Que  el  saber  castigaba  de  muerte, 
Mas  que  el  crimen  de  lesa  deidad. 

Y  que  vivos  quemaba  á  los  hombres 
Que  estudiaban  su  gran  dignidad. 
De  este  modo  logró  mantenernos 
Tantos  tiempos  el  déspota  real 

En  grosera  ignorancia  sumidos 
Ya  que  no  fué  en  total  ceguedad. 
El  coloso  cayó  por  el  suelo, 
Para  no  levantarse  jamás : 

Y  sus  fierros  odiosos,  pesados 
Hechos  trozos  ha  un  lustro  que  están. 
Eaudo  vuelo  emprendieron  las  ciencias 
Con  alas  que  les  dio  Libertad : 

Y,  apesar  de  lo  corto  del  tiempo , 
Sus  progresos  miramos  ya ; 
Los  progresos  que  espera  la  patria 
Del  talento  y  de  aquel  singular 
Ingenio,  que  á  sus  hijos  natura 
Siempre  quiso  tan  pródiga  dar, 
Si  la  guerra,  por  mas  que  hános  dado 
Tanta  gloria  y  honor  nacional, 
No  dejara  estampada  su  huella 


—158— 

Que  primero  pensóse  en  borrar. 
Mas  j  qué  importa,  Bernardo,  si  tú 
Ya  de  luces  hidrópico  estás: 

Y  vienes  á  quitamos  las  sombras 
Cual  las  quita  brillante  fanal ! 

Mas  ¡  que  importa,  Bernardo,  si  vienes 
T)e  la  opuesta  ribera  del  mar: 
Y,  á  manera  del  astro  del  dia, 
Nos  conduces  la  luz  oriental ! 
;  Tu  llegada  en  la  América  toda 

Una  época  muy  grande  abrirá : 

Y  tu  siglo,  será  siglo  de  oro, 

Y  bien  siglo  será  de  Bernard. 
Llega,  llega  ¡Bernardo  del  alma! 
Llega,  llega  á  tu  suelo  natal 

Dó  te  espera,  los  brazos  abiertos 
Todo  el  pueblo  que  te  ansia  estrechar. 

— Qué  tal? — Magnifica.  Yo  me  la  llevo  á  casa  de  unas  seño- 
ras muy  apasionadas  de  Bernardo,  y  que  tendrán  en  leerla  la 
mayor  complacencia. — Llévela  U.  pues.  Adiós. — Adiós. 


DESCRIPCIÓN 

De  un  Museo  de  la  lengua  Latina  que  se  ha 
establecido  en  esta  capital,  bajo  los  auspi- 
cios del  Gobierno  j  á  dirección  de  D.  José 
Pérez  de  Vargas,  inspector  general  de  es- 
cuelas de  primeras  letras  y  de  latinidad. 
Hízola  el  Dr.  D.  José  Joaquín  de  Larriva. 


El  año  veintiséis  se  ha  visto  señalar,  en  los  primeros  clias  de 
su  círculo,  con  uno  de  aquellos  acontecimientos  grandiosos 
que  sirven  de  época,  después,  á  los  fastos  de  la  historia.  Es  la 
apertura  de  un  museo  de  la  lengua  latina  que  puede  competir 
con  los  primeros  de  Europa,  ora  por  el  aseo  y  el  gusto  que  rei- 
nan en  su  edificio,  donde  ha  sabido  concillarse  la  sencillez  con 
la  elegancia,  y  ora,  principalmente,  por  los  talentos  y  las  luces 
de  su  digno  director,  D.  José  Pérez  de  Vargas  que,  aunque 
hijo  de  padres  americanos,  nacido  y  educado  en  la  patria  de 
los  Médicis,  hizo  un  estudio  el  mas  profundo  de  la  bella  lite- 
ratura, y  aprendió  á  hablar  el  idioma  de  Horacio  con  la  mis- 
ma propiedad  que  el  del  Ariosto.  Es  el  museo  un  largo  y  an- 
churoso salón,  capaz  de  contener  doscientos  jóvenes,  y  en  cu- 
yos altos  muros  ha  imitado  el  pincel,  con  la  mayor  perfección, 
una  arquería  magnífica  que  por  todos  lados  le  cerca,  y  le  em- 
bellece. Sobre  hermosas  columnas  de  orden  dórico,  descansan 
estos  arcos:  y  en  cada  intercolumnio  se  deja  ver,  copiada  de 
los  mejores  modelos,  la  imagen  venerable  de  uno  de  los  prin- 
cipales oradores  ó  historiadores  ó  poetas  de  cuyas  plumas  di- 
vinas se  formaron  las  alas  con  que  han  volado  hasta  nosotros, 
y  seguirán  volando  hasta  las  últimas  edades,  los  nombres  muy 
gloriosos  de  aquellas  dos  repúblicas  antiguas,  las  mas  guerre- 
ras, sin  duda,  y  las  mas  poderosas,  y  las  mas  ilustradas  de  la 
tierra.  No  se  puede  entrar  en  el  museo,  sin  sentirse  penetrado 
de  un  religioso  respeto,  al  mirarse  circundado  por  los  prime- 


—100- 
ros  maestros  del  género  humano.  So  creería  estar  en  el  santua- 
rio del  templo  de  la  inmortalidad,  donde  viven  á  un  tiempo  los 
varones  preclaros  de  los  climas  y  de  todos  los  siglos.  Apesar 
de  las  grandes  distancias  de  tiempo  y  de  lugar  que  separan 
entre  sí  á  los  talentos  rivales  de  griegos  y  romanos,  están  jun- 
tos allí  Homero  con  Virgilio,  Tucídides  con  Tácito,  Jenofonte 
con  Oésar,  y  Deinóstenes  con  Tulio. 

Después  de  haber  visto  y  admirado  á  estos  jjortentosos  fe- 
nómenos del  mundo  intelectual  que  la  naturaleza  ha  produci- 
do por  medio  de  los  grandes  y  extraordinarios  esfuerzos  que  se 
complace  en  hacer  de  cuando  en  cuando,  para  excederse  á  sí 
misma  se  tiene  la  satisfacción  de  oirlos  hablar,  y  conversar 
con  ellos,  acercándose  á  un  estante  que  se  halla  en  el  fondo 
del  salón,  y  que,  entre  otros  muchísimos  volúmenes,  guarda 
sus  escritos,  aquellos  célebres  escritos  que  podemos  llamar  las 
lámparas  eternales  del  mundo;  aquellos  jefes  de  obra  del  en- 
tendimiento humano  en  que  se  agotaron  de  una  vez,  con  las 
gracias  todas  del  arte  de  escribir  todos  los  primores  del  gusto, 
Y  todas  las  riquezas  del  iu genio.  No  es  muy  fácil  decidir  si 
este  presente  de  luces,  que  sus  autores  nos  mandaron,  haya  si- 
do ventajoso  ó  funesto  á  su  posteridad,  y  si  son  acreedores  por 
él  á  nuestra  gratitud  ó  indignación.  Nos  dieron  en  ellos,  es 
verdad  excelentes  modelos;  pero  nos  los  cobraron  con  usuras; 
quitándonos  con  ellos,  para  siempre,  el  mérito  de  la  originali- 
dad. Nada  nos  ha  quedado  que  crear,  nada  que  inventar:  y  la 
de  imitar  sus  rasgos  con  alguna  perfección,  es  toda  la  esfera  á 
que  han  circunscrito  los  últimos  esfuerzos  del  genio,  y  toda  la 
gloria  literaria  á  que  nos  han  dejado  derecho  de  aspirar. 

Por  «radas  de  mármol  blanco  se  sube  á  la  alta  cátedra  donde 
se  dictan  las  reglas  que  enseñan  á  descubrir  los  tesoros  escondi- 
dos en  la  Eneyda  y  la  Farsalia,  y  sobre  la  cual  se  advierten  dos 
"randes  ventanas  de  cristal  que  parecen  destinadas  á  alumbrar 
el  sa  orado  monte  de  Apolo  que  por  en  medio  de  ellas  se  levanta, 
y  á  cuya  falda  se  ven,  presididas  de  ese  Dios,  aquellas  nueve 
hermanas  que  con  su  mágico  poder  trasmitieron  al  Taso  el  estro 
de  Virgilio;  y  hacen  vivir  entre  nosotros,  después  de  tantos  si- 
o-los  á  Aquiles  y  Alejandro.  Al  ver  allí  á  la  fama  armada  de  sus 
alas' y  acompañada  de  un  héroe  á  quien  va  conduciendo  de  la 
mano  hacia  el  templo  de  la  gloria  que  se  descubre  á  lo  lejos  en- 
tre la  abra  (pie  separa  al  Helicón  del  Parnaso,  es  imposible  cosa 
dejar  de  acordarse  de  BOLÍVAR  á  quien  solo  falta  un  paso  para 
entrar  en  el  santuario,  y  de  rendirle  el  homenaje  de  admiración  y 
gratitud  á  que  tantos  derechos  Mirle  dado  sus  triunfos  inmorta- 
les; esos  triunfos  tan  ventajosos  á  nosotros  que,  alejando  por  siem- 
pre del  Perú  al  despotismo  hispano,  hacen  ya  aparecer  sobre  su 
suel  o  los  gloriosos  rastros  de  las  letras  que,  acompañadas  de  las  ar- 


— 161 — 

tes  y  seguidas  siempre  de  las  ciencias,  solo  marchan  tras  del  carro 
que  conduce  á  la  libertad. 

Aquí  la  imaginación  que  habia  reculado  tantos  siglos  para  admi- 
rar los  grandes  hombres  de  las  épocas  pasadas,  vuelve  otra  vez  hasta 
el  dia  para  admirar  al  grande  hombre  de  la  época  presente:  y  volan- 
do en  un  momento  desde  el  Pindó  hasta  los  Ancles,  descubre,  desde 
la  cima  de  sus  eternas  nieves,  los  venturosos  campos  que  presencia- 
ron los  combates  en  que  la  tiranía,  derrotada,  huyó  para  siempre  ja- 
mas, de  la  victoriosa  independencia:  mira,  con  un  placer  inexplicable, 
la  nueva  faz  política  que  hoy  presentan  los  pueblos  del  Perú,  y  se 
pasma  al  contemplar  que  se  hiciera  tamaño  cambiamiento  mientras 
la  luna  discurrió  cuatro  veces  solas  por  su  órbita  de  plata. 

El  Museo  es  el  primer  santuario  que  Lima  independiente  ha  fa- 
bricado á  Minerva.  La  tiranía  prohibió  el  culto  de  esta  diosa  á  las 
generaciones  pasadas,  y  nuestros  padres  se  ocultaban  para  quemarle 
inciensos,  como  los  primeros  cristianos  para  quemarlos  á  la  Divini- 
dad. Los  gabinetes  de  América  eran  las  catacumbas  de  Eoma.  La 
generación  actual  va  á  ocuparse  enteramente  en  levantarle  templos, 
y  consagrarle  sacerdotes.  Y,  en  la  generación  que  nos  siga,  será  la 
hija  de  Júpiter  mas  adorada  en  Lima,  que  la  hija  del  Mar  lo  fué  en 
ditera.  Bolívar  es  sabio  y  es  guerrero,  y  no  puede  dejar  de  protejer 
el  culto  de  la  que  es,  al  mismo  tiempo,  diosa  de  la  sabiduría  y  dio- 
sa de  la  guerra. 

Antes  de  dar  principio  á  las  tareas  del  Museo,  trató  su  director  de 
hacer  con  solemnidad  la  ceremonia  de  su  estreno:  y  el  Consejo  de  Go- 
bierno, de  cuya  orden  se  emprendió,  y  bajo  cuyos  auspicios  se  fundó 
esa  importante  escuela  en  que  deben  comenzarse  á  formar  los  legis- 
ladores de  la  república  y  sus  primeros  magistrados,  con  asistir  aquel 
dia,  quiso  darle  la  honra  que  recibió  en  promoverle.  Luego  que  llegó 
S.  E.  y  ocupó  la  cátedra,  el  señor  Dr.  D.  Miguel  Tafur,  rector  de  la 
Universidad  de  ¡San  Marcos,  dejando  el  asiento  que  ocupaba  entre 
un  lucido  y  numeroso  concurso,  dijo: 

"Excmo.  Sr.— Se  abre  el  museo  de  latinidad  y  humanidades,  en  el 
sexto  año  de  nuestra  independencia,  cuando  ya  respira  el  Perú  de  las 
fatigas  de  la  guerra,  después  del  sangriento  choque  para  arrancar  de 
sus  tiranos  la  palma  de  su  libertad.  ¡Qué  época!  ¡  Qué  sucesos!  ¡ Qué 
gloria  estaba  reservada  por  el  Supremo  Arbitro  de  los  destinos  de  los 
pueblos,  al  héroe  que  nació  en  Colombia,  y  pertenece  á  toda  la  Amé- 
rica, porque  su  triunfante  espada  ha  roto  los  grillos  de  todo  el  conti- 
nente! Después  de  la  derrota  de  nuestros  enemigos,  nada  se  habría 
hecho  por  la  causa  de  la  libertad,  sin  el  fomento  de  las  luces.  V.  E.  pe- 
netrado de  esta  verdad,  cerrado  el  templo  de  Marte,  abre  el  santuario 
de  Minerva  con  la  llave  de  la  lengua  de  los  Césares,  en  la  que  se  de- 
positaron los  tesoros  de  la  sabiduría  de  Grrecia  y  de  la  misma  Eoma 
heredada  del  legado  precioso  de  Atenas  y  de  las  demás  repúblicas 
que  sobreviven  en  los  grandes  hombres  que  en  sus  escritos  continúan 

Literatura — 11 


-rI62— 

siendo  los  mentores  del  género  humano.  ¡Oh!  ¡Quiera  el  cielo  que1 
las  nuevas  repúblicas  del  orbe  reciente,  oscurezcan  el  esplendor  do 
las  del  antiguo  globo!  Que  instruidos  por  las  desgracias  que  les  hi- 
cieron perder  su  libertad,  conservemos  la  nuestra  en  medio  de  las  vir- 
tudes. ¡Que  los  Fabricios,  Camilos  y  Catones,  la  ilustren  á  la  par  de 
los  Tulios,  .Virgilios  y  Libios !  Que  compitan  la  providad  y  las  luces, 
y  que  cimentadas  en  el  bien  y  las  letras,  se  consuele  la  humanidad 
de  los  desastres  que  ha  sufrido,  y  que  manchan  con  sangre  el  triste 
libro'  efe  la  historia.  Tocio,  Excmo.  Sr.,  puede  hacerse  por  un  gobier- 
no ilustrado,  contando  con  la  voluntad  general,  con  los  esfuerzos  del 
genio  de  la  América,  y  con  el  patrocinio  del  cielo  de  donde  descien- 
de el  bien  y  las  luces.  Que  esta  consoladora  esperanza  aliente  á  la 
juventud  que  va  á  sucedemos,  y  á  la  que  esperan  tiempos  mas  tran- 
quilos y  gloriosos  para  que  recuerde  siempre  que  á  la  generación  pre- 
sente es  deudora  de  los  bienes  que  disfruta,  y  que  en  sus  himnos  de 
júbilo  repita  siempre  el  nombre  dé  Bolívar,  y  que  los  oradores  y  poe- 
tas que  engendren  la  libertad  y  las  luces,  ensalcen'  sus  hazañas  con 
solo  enumerarlas.  '• 

Cuando  el  señor  rector  hubo  acabado  de  hablar,  D.  Manuel  María 
Freyre,  joven  alumno  del  museo,  subió  á  una  pequeña  cátedra  qué 
se  habia  colocado  con  este  objeto  á  la  derecha  de  la  grande,  y  pro- 
nunció la  siguiente  elegía,  que  puso  fin  á  la  función,  y  que  sería 
bastante  para  dar  á  conocer  al  director  del  museo,  si  él  no  fuera  co- 
nocido tan  de  antemano  por  sus  muchas  composiciones  de  este  gé- 
nero. 


18  MUSiEl  LATINI  AüSPICATISSIMA  DEDICATIONE. 


ELEGÍA. 

Siquis  ab  incoeptis  educitur  exitus  ipsis 

Principium  quoties  nobile  rebus  inest ; 
Hcec  erít  illa  dies,  qua  non  felicior  ulla 

Addiderit  pulchris  Artibus  omne  decusjj; 
Mitibus  et  studiis  teñeras  advertere  mentes 

ínvitans,  Musís  áurea  soscla  parat; 
Perqué  novas  gentes  romana  facundia  robur 

Humene  Palladio  proferet  aucta  suum,- 


—163— 
Ignibüs  et  nimbis  Thaumantias  ®  orbe  ñigatis, 

Adducit  Phoebum,  firmaque  ab  axe  micatt 
Iam.  iam  desist'unt  insignia  pectora  bello, 

Quíb  dedit  in  pugnis  pülcnra  America  suis: 
En  foribus  clausis,  pacate  Marte,  Bifrontis 

Iani  Libertas  erigit  almacaput; 
Imperioque  iacens  legun  furialis  Erinnys 

Proiicit  invisas  exululata  faces. 
Arma  togce  cedant;  Cyllenius,  orbe  redempto 

IjfFundat  gazas,  Periedesque  vocet. 
Pindarus  et  Xenopnon,  Deniosthenis  oraque  Tulli 

Ne  desint;  superant  inclyta  gesta  Ducum- 
Quíe  iam  sint  quamvis  latum  vulgata  per  orbem, 

Tempus  credibili  forte  minorat  feret. 
Sextilis  sic  sexta  dies,  sic  terna  Decembris 

Ter  geminata,  sito  nomine  quemqne  notet; 
Et  memoret  qüantos  hosti  rapuere  triumphos 

Marte  sub  ancipiti  ne  quoque  bella  forenti 
Crédito  posteritas;  nobis  Victoria  tantis 

Se  dedit  auspiciis,  ne  sit  habenda  fides; 
Mars  ipse  obstupuit.  G-eminatis  viribus  hostis 

Imminetj  at  fractus  cedit,  et  ense  caditw 
Castra,  duces,  acies,  tormén  taque,  signaque^  et  Urbes; 

E  pugna,  nostrse  iam  ditiones  erant. 
Ni  Patrias  viguisset  amor  sua  colla  catenis 

Heu!  Populi  imbelles  turpius  icta  darent. 
Heu!  Pede  calcasset  miseranda  cadáveres  victor, 

Unde  lúes  nobis  perstet,  honorque  sibi. 
Ni  Patrias  tetigisset  amor  pia  pictora,  clausa 

Finibus  et  Latti  Roma  fuisset  adhuc. 
At  quas  nunc  Ithaci,  quee  nunc  Pelidis  in  armis 

Gloria,  Mseonidis  ni  intonuisset  epos? 
Quidve  per  inmensas  Romana  potentia  térras, 

Quas  inmmisit  fasces,  signa,  aqúilasque  suas, 

*        Septem  Iridis  colores  socia  vexilla  discrlminant 
De  Peruviano  proesens  liceat  subjicere. 

EPIGRAMMA. 

Ex  albo  et  rubro  deprendes  signa  Peruvi; 

Hoc  hostis  metuas,  illud  ainicus  ames. 

SEXTILLA. 
De!  Perú,  mira,  la  bandera  és  esta 
Que  de  blanco  y  de  rojo  se  compone, 
Este,  sangrienta  guerra  manifiesta; 
Aquel,  pureza  en  la  amistad  supone ; 
Asi  inviolable  fé  guarda  al  amigo, 
Y  terriole  escarmienta  al  enemigo, 


—164— 
Ni  Crispns,  Tacitusve  suis  annalibus  ipsam 

Ornassent?  Certe  nomen  inane  fluat. 
Artium  amatorcs,  si  non  Augustus  amasset 

Quam  tennis  clarís  Artibus  esset  honos! 
Áurea  non  actas  cumulum  tetigisset  bonoris, 

Scriptaque  Komuliduin  condita  nocte  forent. 
Si  non  Mcecenas  coluisset  nobile  carmen, 

Quid  Maro,  quid  Flaccus,  quid  modo  Naso  fores? 
Omnia  tempus  edax  tenebrosis  inmolat  umbris, 

Moenia  cuín  que  suis  urdíbus  alta  ruunt; 
Ingenii  dotes,  vera  et  sapientia  nusquam. 

Temporis  insidiis,  invidiasque  iacent. 
Id  bene  tu  sentís  hominum,  Vir  máxime  Simón, 

Quem  Mars  ipse  aluit,  Pallas  et  edocuit 
Terribilis  bello  quantum,  sic  pace  benignus, 

Extequas  studiis  ingeniisque  vias; 
Quaque  manu  gladium  stringis,  que  iura  tneris 

Divibus,  ostendís  nobile  lionoris  iter. 
Gande  America,  Viro  per  quem   iam  libera  perstasT 

Inscribe  etfastis  nomina  digna  tuis; 
Limaque  plaude  Viro  per  quem  tua  lecta  inventus 

Se  totam  studiis  tradere  gestit  ovans. 
Hic  tibi  recludit  Musís  ad  pertile  templum. 

Que  Patrife  natos  Gloria,  Honorque  vecant. 
Quantum  Martis  bonos  valeat,  Sapientia  quantum,. 

Virtutem  a  tanto  doctaque  dísce  Duce; 
Vive  igitur  fellx  Poebi  lumeusque  decusque, 

Hisque  diu  intersis  gentibas,  atque  inves. 
Vive  diu  felix,  felix  tua  gloria  crescat 

Máxima,  si  quidquam  quod  mage  crescat  babet. 
Vive  Pater  Patries,  mérito  qui  inri  vocaris, 

Suscipe  et  obsequio  carmina  vota  tito. 
Clare  Vir  et  populos  íequo  moderamine  ducens 

Hippolyte-,  Antístes  Consiilique  iubar, 
Esse  sub  auspiicis  ne  dedignere  peractum, 

Ut  per  te  incceptum,  quod  tibi  surgit  opus; 
Proque  tet  ac  tantis,  sapiens  qufe  pectus  bonorani 

Gloria  perpetua  posteritate  manet. 


-165- 


VERSION  DE  LA  ANTECEDENTE  ELEGÍA 

POR  EL  AUTOL  DE  ELLA. 


Si  el  principio  feliz  de  toda  empresa 
Un  éxito  glorioso  nos  promete, 
Este  es  el  grande  y  venturoso  dia 
Que  á  las  letras  propicio  y  á  las  ciencias 
Con  nuevo  brillo  su  esplendor  reanima; 
Este  á  la  tierna  juventud  convida 
Al  estudio  mas  dulce  y  mas  ameno 
Que  nos  hace  esperar  siglos  de  oro. 

Por  el  favor  de  la  divina  Palas 
La  romana  elocuencia  engrandecida;, 
Toda  su  fuerza,  toda  su  belleza 
Por  entre  nuevos  pueblos  y  regiones 
Desplegará.  Después  de  las  furiosas 
Tempestades  que  al  orbe  han  conmovido, 
Vuelve  el  iris  de  paz  su  faz  benigna 
Hacia  este  continente,  é  inamovible, 
Desde  el  empíreo  al  claro  sol  precede. 
Ya  deponen  las  armas  los  valientes 
Esforzados  guerreros,  que  sus  pechos 
Por  salvar  á  la  América,  expucieron 
Al  furor  español.   Ved,  ya  cerrado 
De  Jano  el  templo,  cual  la  augusta  frente 
Levanta  al  cielo  libertad  sagrada; 
Cual  de  las  leyes  el  benigno  imperio 
Ya  sucumbiendo  la  infernal  Erynnis, 
Con  milahullidos  lúgubres  y  fieros 
Al  suelo  arroja  la  ominosa  tea. 

Sucedan  ya  las  letras  á  las  armas ; 
El  comercio  florezca;  el  nuevo  mundo 
Centro  sea  de  las  artes  y  las  ciencias; 
La  América  no  envidie  al  orbe  antiguo 
Los  Píndaros,  Polibios,  Jenofontes, 
Demóstenes  y  Tulios;  pues  si  en  ellos 
Nos  excedió,  á  los  suyos  se  aventajan 


— 1GG— 
Los  talentos,  é  ingenios  peregrinos 
Que  produce  este  suelo,  y  las  proezas 
De  nuestros  invencibles  generales 
Que  á  todo  el  orbe  admiran,  y  que  el  tiempo, 
En  la  serie  tal  vez  de  largos  siglos, 
Referirá,  por  de  menor  cuantía. 
Esculpidos  en  oro  y  en  diamante, 
El  seis  de  Agosto,  el  nueve  de  Diciembre 
Recuerdan  á  los  pósteros  los  grandes 
Nombres  de  tantos  héroes  cuya  diestra 
En  Junin  y  Ayacucho,  para  siempre, 
Fijó  la  independencia  americana. 
Créelo,  posteridad.  Tantas  han  sido 
Las  palmas  y  trofeos  con  que  obsequiosa 
La  victoria  premió  nuestros  esfuerzos, 
Que  contarse  podían  por  fabulosos. 
El  mismo  Marte,  al  horroroso  choque. 
Absorto  queda.  Con  dobladas  fuerzas 
Nos  provoca  orgulloso  el  enemigo ; 
Mas,  de  su  aciaga  suerte  y  nuestras  armas 
Agoviado,  se  rinde,  ó  muere  al  filo 
Del  centellante,  irresistible  acero. 
Todo  el  campo,  el  ejército,  los  jefes, 
Pertrechos  y  banderas  y  provincias 
Desde  el  principio  de  la  acción  cayeron 
En  poder  nuestro.   ¡Ah!   Si  el  amor  sagrado 
De  patria  nuestros  pechos  no  inflamara, 
El  inocente  pueblo  americano 
Aun  arrastrara  la  servil  cadena 
Que  atara  al  carro  triunfador  su  cuello. 
Ah!  El  vencedor  con  pié  postrero  y  duro 
Nuestros  yertos  cadáveres  hollando, 
Con  nuestra  infamia  sellará  su  gloria. 

Del  mismo  modo  la  soberbia  Roma 
Aun  se  vería  á  los  límites  angostos 
Del  Lacio  reducida,  si  en  los  pechos 
De  tantos  héroes,  el  amor  de  patria 
Ardiendo  con  un  fuego  inestinguible, 
No  los  hubiera  á  la  virtud  guiado. 
Mas  ¿cuál  seria  de  Ulises  y  de  Aquiles 
La  gloria,  si  sus  ínclitas  hazañas 
No  las  hubiera  al  mundo  pregonado 
La  épica  trompa  del  divino  Homero? 
Y  del  poder  romano  quién  sabría 
Que  en  regiones  plantó  las  más  remotas 
Sus  águilas,  sus  hazes  y  banderas, 


— 167— 

Si  en  sus  anales  Tácito  6  Sal us tío 
No  hubieran  ensalzado  sus  victorias? 
Confundido  en  un  caos  investigable, 
Hasta  su  nombre  el  tiempo  babria  borrado. 
¿  Y  qué  estima  tuvieran  boy  las  letras 
Si  ledo  su  amistad  y  patrocinio 
A  los  amantes  de  las  bellas  artes 
No  les  hubiera  dispensado  Augusto? 
Al  colmo  del  honor  no  habría  llegado 
Al  siglo  -que  del  oro  el  nombre  trajo, 

Y  sepultadas  <en  eterno  olvido 
Estuvieran  las  obras  ingeniosas 
De  los  ilustres  hijos  de  Quirino. 

¿  Quién  recordará  al  fin  de  tantos  siglos 
Del  Mantuano,  de  Nason,  de  Flaco 
La  cadencia  armoniosa,  si  un  Mecenas 
No  hubiera  sus  favores  prodigado 
Al  estro  encantador  de  la  poesía? 

Todo  en  el  mundo  la  fatal  guadaña    - 
Del  tiempo  lo  derriba  y  sacrifica 
A  las  oscuras  sombras  del  averno. 
Las  soberbias  ciudades,  las  murallas 
Las  mas  fuertes,  al  fin  la  tierra  ocupan 
Con  sus  grandes  ruinas.  Del  ingenio 
Las  dotes  y  el  fulgor  que  presta  al  hombre 
De  la  sabiduría  la  luz  divina 
Jamas  destruye  el  tiempo  ni  la  envidia. 
¡Oh  el  mayor  de  los  hombres!  Oh!  Bolívar 
Hijo  de  Marte,  alumno  de  Minerva 
Cuan  penetrado  estás  de  estas  verdades! 
Tan  terrible  en  la  guerra,  cual  benigno 
En  la  paz,  en  las  ciencias  el  inmenso 
Campo  nos  abres  por  do  libre  pueda 
La  virtud  desplayarse  y  el  ingenio. 
Tú  con  la  mano  misma  con  que  empuñas 
El  acero  en  defensa  de  los  pueblos 

Y  de  las  sabias  leyes  que  nos  rijen, 

La  senda  heroica  del  honor  nos  muestras. 

Regocíjate,  América,  de  un  hijo 
Que  ser  y  libertad  y  honor  te  ha  dado. 
Y,  grata  á  tanto  don,  grava  en  tus  fastos 
Ese  nombre  inmortal.  Y  tú  envidiable 
Lima  prorumpe  en  mil  tiernos  aplausos 
Al  héroe  por  quien  hoy  tranquila  existes, 

Y  por  quien  á  ilustrarse  con  las  ciencias 


—168— 
Tu  noble  juventud  corre  á  porfía. 
Este  es  quien  el  templo  de  Minerva 
Abre  á  los  hijos  de  la  patria,  en  donde 
Honor,  gloria  y  virtud  juntas  residen. 
Aprende  de  él  las  bélicas  virtudes, 
La  integridad  y  la  sabiduría. 
Salve  de  la  victoria  predilecta, 
Salve,  gloria  de  Marte,  honor  de  Febo. 
Largo  tiempo  el  Perú,  de  tu  presencia 
Disfrute,  y  mira  por  su  bien  cual  padre. 
Vive  feliz,  feliz  tu  gloria  crezca, 
Si  es  que  puede  crecer  siendo  tan  grande; 
Vive  feliz,  ¡oh  padre  de  la  patria! 
Pues  que  tan  justo  nombre  has  merecido, 

Y  admite  estos  mis  débiles  acentos 
Que  consagra  mi  plectro  á  tus  virtudes, 

Y  que  amor  y  respeto  le  han  dictado. 

Y  tú,  Unánue,  varón  esclarecido 
En  ciencias  y  en  talentos  y  en  virtudes, 
Presidente  y  antorcha  del  Consejo, 
Que  incorruptible  y  justo  en  tu  gobierno, 
Guias  del  Estado  la  difícil  nave, 
Dígnate  recibir  bajo  tu  auspicio 
Este  nuevo  Liceo  que  por  tu  influjo 

Y  que  por  orden  tuya  se  ha  erijido; 
Que  ya  por  tantas  y  tan  raras  dotes, 
Que  mas  y  mas  te  constituyen  grande, 
En  la  posteridad  perpetuo  nombre 
El  mérito  y  la  gloria  te  consagran. 


Obra  postuma  del  celebre  héroe  de  este  nombre,  bien 

conocido  en  esta  capital  por  su  ingenioso  y  raro 

talento.  Sácalas  á  luz 

.UN  DEVOTO  DE  LAS  ANIMAS. 


PKOEECIA  PRIMERA. 

En  el  silencio  de  la  noche  cuando 
tosiendo  y  rebuznando 
los  hombres  y  borricos 
tienen  en  movimiento  los  hocicos : 
cuando  la  luna  con  su  caperuza 
y  orejas  de  lechuza 
se  pone  en  atalaya 

tapada  de  ojo  con  su  manto  y  saya. 
Cuando  los  chinganeros  y  pulperos 
borrachos  come  cueros 
con  su  poder  frontino 
bautizan  todos  aguardiente  y  vino. 
Cuando  las  chuchumecas  del  escote 
no  han  topado  camote 
y  sin  temer  la  muerte 
cenan  su  cacho  de  guarapo  fuerte, 
Cuando  los  pinganillos  de  la  sota 
limpios  como  pelota 


—170— 
de  conciencia  y  bolsillo 
á  las  gradas  les  dan  un  tabardillo. 
Cuando  los  sacristanes  de  la  uña 
afilan  la  pesuña 
jjor  pescar  los  pobretes 
y  cambiarles  la  plata  por  puñetes: 
en  fin  cuando  la  gente  ya  cansada 
de  la  carga  pesada 
con  grandísimo  empeño 
á  bofetadas  anda  con  el  sueño; 
en  un  cuarto  encerrado 
con  sigilo  y  cuidado 
se  bailaba  en  grande  aprieto 
el  liéroe  insigne  I).  Antonio  Prieto 
estaba  haciendo  cuenta 
y  contaba  la  plata, 
que  habia  en  la  cajeta; 
mas  para  lo  que  intenta 
todo  era  patarata 

pues  siempre  le  faltaba  una  peseta; 
confuso  y  aburrido 
estaba,  cuando  siente 
que  en  la  puerta  bacen  ruido 
y  que  suena  una  voz  como  de  gente. 
Asústase  al  momento 
y  agarra  la  muleta 
y  como  pronto  el  levantarse  trata 
se  le  enreda  la  cabeza  entre  la  -pata; 
cayó  el   salvaje  en  tierra 
y  el   golpe  le  destierra 
el  susto  que  tenia 
y  entonando  su  voz  de  chirimía 
en  acentos  iguales 
como  hojas  de  tamales 
dijo:  ya  las  conozco  queriditas 
ya  que  son  las  ánimas  benditas; 
yo  me  acordaré  de  ollas 
no  tengan  mas  querellas 
y  mañana  sin  falta  verbum  verbo 
Se  les  dirá  misa  allá  en  Viterbo. 
No  señor  D.  Antonio 
ese  es  un   testimonio 
que  usted  me  ha  levantado 
que  yo  Dios  sea  loado 
no  soy  alma  bendita,  ni  me  he  muerto 
y  aquesto  es  lo  mas  cierto, 
ábrame  pues  la  puerta 


—171— 

que  mi  miedo  no  acierta 
á  estar  aquí  tan  tarde 
no  me  conoce,  yo  soy  ña  Velarde 
la  beata  de   saco 
que  le  regala  aquel  rico  tabaco. 
Suspenso  estaba  el  cojo 
y  poniendo  en  remojo 
su  lengua  troglodita 
que  para  hablar  jamas  tuvo  pepita, 
abre  la  puerta  y  viendo  la  fantasma 
que  por  venir  de  Casma 
envuelta  en  una   chigua 
era  orejón  traído  de  la  ligua 
dijo:  pase  adelante 
la  señora  beata  altisonante 
y  diga  lo  que  quiere, 
que  si  en  lo  que  dijere 
le  pudiese  servir  de  cualquier  modo 
Antonio  Prieto  le  servirá  en  todo. 
Pues  tome  U.  asiento, 
que  en  breve  le  expondré  todo  mi  cuento, 
Yo  quisiera  que  usted  me  aconsejara 
en  un  pleito  que  tengo  con  un  niño 
que  le  tengo  cariño 
y  yo  no  deseara 

que  por  mi  causa  le  viniera  daño, 
Al  oir  esta  voz  hizo  un  estraño 
el  valeroso  Prieto, 
y  montando  en  corage 
le  contesta  en  su  rápido  lenguage. 
O  beata  frontina 
alma  de  carabina 
envoltorio  estupendo 
botija  sin  remiendo, 
canasta  de  berrugas 
y  pastel  de  estorninos  sin  pechugas; 
dime  demonio  envuelto  en  papagayo 
con  ese  largo  sayo, 
retrato  del  gigante 
que  lleva  el  pujavante 
para  cortar  los  callos  á  Longino 
autor  del  cale-pico 
que  trata  de  los  pujos  de  Mahoma, 
di  naciente  Sodoma, 
es  esta  hora  de  venir  á  hablarme 
ó  mas  bien  de  insultarme, 
con  el  pleito  del  niño  de  la  bola 
que  te  hace  la  mamola 


—172— 

y  que  te  dé  consejo, 
como  si  acaso  yo  fuera  algún  viejo 
de  los  de  barba  cana 
que  chupan  á  las  seis  de  la  mañana 
para  cortar  la  bilis 
y  echar  plantas  delante  de  Amarilis: 
Anda  vete  espantajo 
tinaja  boca  abajo, 
beata  francolina, 
nariz  hecha  cecina, 
cara  de  mamarracho 
y  barriga  postiza  de  un  gavacho. 
Huye  de  mi  corneta 
nieta  de  Juan  de  Aprieta, 
'  almorrana  inflamada 
y  moco  de  candil  de  una  posada. 
La  beata  que  oj^ó  tal  tarabilla, 
armando  la  golilla 
en  tono  protestante, 
le  responde  con  tono  altisonante: 
siga  usted  ño  cógete, 
cojo  y  recojo,  cojo  con  bonete, 
cojo  con  muletilla, 
cojo  y  cojin  con  sudadero  y  silla, 
cojo  réquiem  eterna 
cojan,  cojin,  cojon  sin  pié  ni  pierna, 
palitroque  cojito, 
muleta  de  costilla  de  mosquito, 
mísero  monigote, 

cojo  desde  los  pies  hasta  el  cogote. 
¿Quién  le  ha  dicho  al  cojillo 
ramo  de  peral villo, 
que  así  debe  tratar  á  una  señora 
como  doña  Isidora 
Velarde  y  Cornicabra, 
que  solo  encajes  labra, 
para  los  vuelos  de  las  sobre-camas 
que  hoy  estilan  las  damas? 
Por  vida  de  la  luna,  mi  comadre, 
que  yo  le  haré  que  ladre 
al  cojete  sarnoso, 
«on  puntas  de  potroso, 
si  á  mi  honor  ofendido 
no  me  lo  indemnizara  el  atrevido. 
Prieto  que  atento  estaba 
á  lo  que  la  estantigua  articulaba, 
levanta  la  muleta 


— 173— 

y  le  dice:  tambora  de  retreta, 

betún  de  zapatero, 

y  sartén  de  mondongo  de  un  pulpero, 

beata  manfiorita, 

zapallo  sin  pepita, 

renacuajo  de  estero, 

no  conoces  que  soy  un  caballero 

de  la  primera  guisa, 

sin  embargo  de  no  tener  camisa; 

yo  te  aseguro,  rama  con  moquillo, 

mampara  sin  pestillo, 

juicio  final  con  patas, 

nido  de  garrapatas, 

perol  de  boticario 

y  facistol  portátil  de  arbolario; 

que  si  yo  no  mirara 

que  aquella  linda  cara 

que  tuvistes  en  tiempo  de  Pilato, 

te  lia  conducido  á  darme  este  mal  rato, 

salieras  en  las  suertes; 

mas  veo  que  no  adviertes 

el  respeto  debido  á  mi  persona, 

porque  estarás  con  sueño,  ó  tendrás  mona. 

En  fin,  hagamos  paces, 

y  sin  gastar  disfraces, 

dime  lo  que  te  pasa. 

Ay.  cojito,  mi  bien,  vamos  á  casa, 

y  allí  te  contaré  mis  aflicciones; 

yo  á  tu  casa,  ab  renuncio,  nones,  nones, 

en  este  cuarto  se  abrirá  la  audiencia 

y  á  todos  tomaré  la  residencia. 

A  todo  estoy  corriente ; 

mas  primero  será  mejor  que  el  diente 

lo  afilemos  con  este  platanito, 

y  bebamos  después  este  traguito. 

Pues  sea  en  hora  buena, 

á  obedecerte  voy,  dulce  sirena. 

Ya  que  echaron  su  trago 

se  hablaron  con  alhago, 

y  la  beata  que  es  mas  bachillera 

empezó  su  oración  de  esta  manera: 

Yo,  señor  dé  mi  vida, 

nacida  entre  señores, 

siempre  he  sido  servida 

y  obsequiada  de  todos  con  primores; 

mi  abuela  fué  marquesa 

y  me  crió  con  toda  la  grandeza 


—174— 
Aguarde  usted  un  rato, 
le  responde  el  gran  Prieto, 
ó  soy  un  mentecato, 
ó  Usted  me  está  faltando  ya  al  respeto, 
porque  se  descomponen  mis  folias 
cuando  se  trata  de  caballerías; 
ninguno  se  me  iguala 
y  debían  pagarme  la  alcabala 
los  duques,  condes  y  hasta  los  vireyes, 
si  Antonio  Prieto  llega  á  dictar  leyes  j 
mi  alcurnia  es  tan  antigua 
que  vino  en  una  chigua, 
embarcada  en  un  buque  francolino, 
solo  con  el  destino 
de  sembrar  en  los  pueblos  y  lugares 
de  nobles  Prietos  hasta  los  solares  ; 
y  asi  logro  yo  ser  por  línea  recta, 
la  rama  nías  directa 
del  mas  noble  abolorio 
que  jamas  se  han  sentado  en  refectorio, 
todos  envidian  mi  fortuna  rara, 
hasta  el  mismo,  virey,  es  cosa  clara, 
si  tuviera  una  hija, 
me  casara  con  ella,  es  cosa  fija; 
pero  yo  los  detesto  á  estos  bribones 
que  vienen  sin  calzones 
y  se  llevan  millones  á  su  tierra, 
haciéndonos  en  paz  muy  dura  guerra; 
Pero  tiempo  vendrá,  si  no  me  engaño, 
que  todo  aqueste  da  fio 
lo  paguen  con  usura 
porque  como  basura 
los  veremos  á  todos  estos  guapos, 
que  envueltos  en  jarapos 
los  harán  desfilar  hacia  su  España 
volviéndoles  la  jilata  telaraña. 
Entonces  se  verán  los  fanfarrones, 
ambiciosos  ladrones 
y  oprosores  tiranos, 
pedir  perdón  á  los  americanos, 
verán,  verán,  verán  tantas  de  cosas 
verán  que  de  las  siorras  mas  fragosas.... 
Calle  usted,  clon  Antonio, 
no  sea  usted  el  demonio, 
mire  que  viene  gente, 
mire  que  lo  tendrán  por  insurgente. 
Dices  bien,  beatita, 


pila  de  agua  bendita, 

íosquete  de  chancaca,* 

lamedor  y  triaca 

hecho  de  verengenas, 

ya  callo,  y  me  doy  enhorabuenas 

de  lo  mucho  que  habrá  que  ver  en  Lima 

y  el  ladrón  que  cayere  llore  y  gima. 

Dejemos  por  ahora 

esta  conversación,  sí,  mi  señora, 

que  yo  me  comprometo 

á  contarle  en  secreto 

lo  que  las  almas  ya  me  lian  revelado,-, 

y  cuando  vea  que  yo  estoy  encerrado 

en  mi  cuarto  sólito, 

véngase  despacito 

y  seguiremos  nuestra  narrativa, 

ínueran  los  ganzos  y  que  Lima  viva.- 


ELOGIO 


Que  en  un  acto  consagrado  al  Excmo.  Sr.  Virey  Don 
José  Fernando  Abascal,  pronunció  en  la  Real  Uni- 
versidad de  San  Marcos,  en  1807,  el  Dr.  D.  José 
Joaquín  de  Larriva,  Sácala  a  luz  el  señor  Marqués 
de  Valle-Umbroso. 


Excmo.  Sr. 

Sin  que  las  lenguas  se  cultiven  no  pueden  perfeccionarse  las  artes 
y  las  letras.  Ni  puede  percibirse  sino  detras  del  carro  que  conduce 
á  las  artes  y  á  las  letras,  la  Marcha  lenta  y  magestuosa  de  las  cien- 
cias. Nada  falta  á  las  naciones  modernas  sino  lenguas  mas  felices, 
para  igualar  á  las  antiguas  en  los  trabajos  del  espíritu.  Los  roma- 
nos que  asi  como  los  griegos,  conocian  la  influencia  del  dialecto  sobre 
las  costumbres  de  los  pueblos,  trabajan  en  propagar  el  suyo  con  las 
armas,  y  logran  extenderle  hasta  tocar  los  límites  que  encierran  su 
gran  dominación.  A  excepción  de  algunos  hombres  oscuros  que  se 
habían  refugiado  en  las  montañas }  la  Europa  entera  hablaba  en  la- 
tín; pero  la  invasión  de  los  bárbaros  no  tarda  en  corromperle.  A  los 
sonidos  dulces  y  armoniosos  de  un  idioma  pulido  por  el  genio  y  por 
la  delicadeza  de  los  órganos,  mezclaron  estos  pueblos  guerreros  las 
expresiones  groseras  y  los  acentos  rudos  que  trajeron  de  sus  bosques 
sombríos.  La  pura  latinidad  desaparece  de  la  Europa,  y  se  multi- 
plican los  lenguages  á  proporción  de  los  gobiernos. 


—177— 

Italia  es  la  primera  que  sacude  un  yugo  tan  humillante.  Stl 
lengua  con  sonido,  número  y  acento,  ha  tomado  todos  los  carac- 
teres de  la  poesía  y  todos  los  encantos  de  la  música.  Las  musas 
eligiéndola  por  su  órgano,  la  lian  consagrado  á  las  delicias  de  la 
humanidad.  JEl  francés  ha  conseguido  reinar  en  la  prosa :  las 
gracias  hablan  por  su  'boca,  y  su  lenguaje  se  ha  hecho  tan  domi- 
nante en  nuestros  dias1  como  el  poder  de  su  nación.  La  inglesa 
también  ha  producido  sus  poetas  y  prosistas  que  le  han  dado  un 
carácter  de  energía  muy  propio  para  hacerla  inmortal. 

Nosotros  hahlamos  con  majestad,  dulzura  y  armonía:  y  el  len- 
guaje castellano  parece  organizado  para  aventajarse  á  todos  en  la 
poesía  y  en  la  prosa.  Pero  nacido .  de  tres  dialectos  tan  distintos, 
el  godo,  el  latino  y  el  arábigo,  era  preciso  que  tuviese  en  su  orí- 
gen  grandes  irregularidades  que  solo  podían  vencerse  con  el  arte, 
el  tesón  y  la  destreza.  La  jilosojia.de  la  elocución  y  del. gusto  no 
ha  merecido  la  atención  del  español ;"  y  la  habla  castellana  que 
cuenta  tantos  siglos  de  antigüedad,  apenas  parece  haber  salido  de 
su  cuna. 

El  colegio  de  San  Carlos  no  puede  ver  con  indiferencia  que  la 
nación  española,  que  ha  llegado  ya  á  la  edad  de  la  filosofa,  con- 
serve en  su  lenguaje  todos  los  defectos  de  la  infancia  ;  y  hoy  nos 
propone  un  proyecto  para  enriquecerle  y  mejorarle.  Proyecto  á 
primera  vista  felicísimo  y  que  parece  pondría  á  nuestra  lengua 
al  colmo  de  su  gloria;  pero  que  sujeto  á  un  examen  serio  y  proli- 
jo, aparece  tan  funesto  á  la  república  de  las  letras,  como  el  fuego 
destructor  de  los  conquistadores  bárbaros  de  Moma. 

Sí:  hacer  que  hablen  solo  en  castellano  nuestras  universidades 
y  colegios,  es  arruina/r  el  comercio  literario,  es  demoler  el  edificio 
de  las  ciencias,  es  detener  la  instrucción  nacional  y  los  progresos 
de  las  luces. 

Si  la  lengua  latina  se  ha  mirado  hasta  ahora  con  aprecio  por 
ser  el  idioma  de  los  sabios :  si  se  ha  cultivado  tanto  por  s&r  la  lla- 
ve del  depósito  de  la  sabiduría  ;  privada  de  esta  antigua  posesión 
en  que  ha  estado  mus  de  dos  mib  años,  ya  no  seria  en  adelante 
parte  de  la  educación  :  la  infancia  no  seria  precisada  á  su  estu- 
dio laborioso,  y  ya  reputado  por  inútil ,  queda/Han  desiertas  sus 
escuelas  :  se  estingui/ria  muy  breve  la  raza  de  sus  maestros  :  poco 
á  poco  se  iria  perdiendo  entre  nosotros  ;  y  los  españoles  del  siglo 
venidero  mirarían  los  tesoros  que  enriquecen  su  suelo,  con  la  mis- 
ma indiferencia  con  que  los  bárbaros  habitantes  de  la  Grecia  mi- 
ran en  el  dia  los  restos  inapreciables  de  su  esplendor  anonadado. 
Lo  monumentos  preciosos  de  las  ciencias  se  verían  por  todas  par- 
tes, ó  mas  bien,  no  se  verían  cubiertos  con  el  polvo  de  los  tiempos. 
Los  jefes  de  obra  de  la  imaginación  y  del  genio  estarían  vil- 
mente confundidos  con  las  mediocridades  del  estudio  y  del  arte. 

Literatura — 12 


—178— 
Y  tantos  grandes  hombres  que  después  de  mil  anos  salieron  de  las 
cenizas  de  la  antigua  Italia  para  ser  los  maestros  del  género  hu- 
mano, yacerian  sepultados  otra  vez  en  sus  tumbas  antiguas.  Ya 
no  se  pensaria  ni  en  los  talentos  de  Cicerón,  ni  en  la  gracia  de 
Terencio,  ni  en  el  ingenio  de  Horacio  y  de  Virgilio,  ni  en  las  lu- 
ces de  Tácito  y  de  Lirio.  ¡  Qué  mudanza  tan  fatal  en  la  fortuna 
de  las  letras !  La  ignorancia  colocarla  su  solio  sobre  las  ruinas 
brillantes  de  la  sabiduria.  Sucederían  las  tinieblas  á  la  claridad 
de  nuestros  dias,  y  el  siglo  de  la  barbarie  al  siglo  de  la  filosofía. 
De  los  griegos,  decian  Cicerón  y  Quintiliano,  hemos  recibido 
las  honestas  disciplinas :  así,  sin  saber  su  lengua  no  podemos  ha- 
cer progresos  grandes  en  ellas.  Todo  lo  hemos  recibido  de  los  lati- 
nos, debemos  decir  los  espafioles :  así,  en  nada  podemos  progresar 
sin  aprender  la  lengua  en  que  escribieron.  El  teólogo,  sin  ella  no 
entenderá  los  padres,  los  concilios,  ni  la  auténtica  versión  de  la 
escritura.  El  legista  no  podrá  leer  las  respuestas  originales  de 
los  jurisconsultos.  El  filósofo  no  será  ilustrado  por  la  antorcha 
del  último  siglo  de  la  república  romana.  El  poeta  no  recogerá  las 
flores  de  la  edad  de  Augusto,  para  sembrarlas  en  la  suya.  Y  en 
fin,  el  orador  en  medio  de  tantos  admirables  modelos  que  posee  sin 
conocerlos,  quedará  abandonado  á  los  esfuerzos  solos  de  su  genio; 
y  no  llegará  en  sus  obras  á  un  grado  de  perfección  que  las  haga 
dignas  de  conducir  gloriosos  á  la  inmortalidad  á  los  héroes  de  su 
tiempo. 


No  crea  Y.  E.  ser  coinprehendido  en  este  número.  Para 
alabar  a  un  príncipe  que  ha  recibido  tanto  de  la  naturaleza 
como  ha  recibido  Y.  E.  no  se  necesita  del  auxilio  del  arte. 
La  coordinación  de  las  palabras,  los  tropos,  las  figuras  y  los 
demás  retóricos  adornos  que  nos  han  dejado  los  panegiristas 
latinos  en  sus  bellísimos  escritos,  solo  sirven  para  suplir  la 
pobreza  de  los  asuntos,  para  elevar  las  cosas  humildes  y  en- 
grandecer las  pequeñas.  Pero  una  materia  tan  hermosa  como 
la  vida  de  Y.  E.  es  ella  misma  su  ornamento.  Un  mérito  tan 
realzado  como  el  mérito  de  Y.  E.  se  eleva  por  sí  propio.  Unas 
acciones  tan  grandes  como  las  acciones  de  Y.  E.,  hablan  ellas 
solas  y  publican  su  gloria. 

Para  tomar  el  panegírico  de  Evágoras,  era  necesario  un 
Isócrates.  Yo  soy  bastante  para  formar  el  panegírico  del 
Excmo.  Abascal.  En  efecto,  señor,  el  elogio  de  Y.  E.  es  su 
historia  pronunciada  por  el  sentimiento  y  la  verdad.  Nada 
hay  que  exajerar,  nada  que  finjir. 

Que  trabajen  en  buscar  genealogías  los  pobres  oradores  de 
los  hombres  comunes.  Yo  trato  de  un  hombre  extraordinario, 
y  no  necesito  hablar  de  la  gloria  de  sus  padres.    Por  mucho 


—179— 
que  su  familia  haya  honrado  á  V.  E.  yo  oso  decir  que  V.  E. 
ha  honrado  mas  á  su  familia.  La  naturaleza  que  le  habia  dis- 
tinguido con  un  talento  singular  y  un  ánimo  esforzado  y  ge- 
neroso, le  inspira  desde  la  infancia  una  pasión  decidida  por  el 
egercicio  de  las  armas.  Con  estas  disposiciones  V.  E.  no  tarda 
en  echar  los  fundamentos  de  su  reputación.  En  la  edad  de 
diez  y  siete  años  empieza  á  señalarse.  Para  que  el  cielo  que 
le  tenia  destinado  para  sostener  algún  dia  con  la  espada  el 
honor  de  la  nación,  quiere  que  entre  cuanto  antes  en  la  senda 
dilatada  que  conduce  á  este  fin  tan  arduo  como  glorioso,  y  le 
hace  florecer  en  medio  de  la  gran  fermentación  de  las  discor- 
dias de  la  Europa.  Cinco  años  habia  que  la  Francia  y  la  In- 
glaterra estaban  empeñadas  en  una  guerra  sangrienta,  cuan- 
do el  conde  de  Aran  da  va  á  forzar  en  Portugal  las  murallas 
de  Almeida.  Este  hombre  célebre,  que  puede  oponer  la  Espa- 
ña al  Turena  de  la  Francia,  es  el  primero  que  guia  á  V.  E.  á 
la  campaña.  El  le  enseña  el  camino  que  lleva  á  la  victoria. 
El  le  pone  á  la  vista  los  primeros  sitios  y  batallas;  y  le  da 
las  primeras  lecciones  del  arte  de  rendir  plazas  y  de  ganar 
ciudades.  Y.  E.  era  un  discípulo  digno  del  conde  de  Aranda 
y  el  conde  de  Aranda  un  maestro  digno  de  V.  E. 

Una  paz  profunda  sucede  bien  presto  á  las  turbaciones  de 
la  guerra.  Ya  no  puede  Y.  E.  ejercitar  su  valor  en  los  comba- 
tes ;  pero  no  pierde  de  vista  el  arte  militar.  Y.  E.  sabe  que  el 
campo  de  batalla  no  es  la  sola  escuela  donde  se  forman  los 
guerreros:  que  Cohorn  y  Yawan  no  adquirieron  entre  el  fierro 
y  el  fuego  esa  ciencia  de  defender  y  de  atacar  plazas  con  que 
abrieron  los  ojos  á  la  Europa:  y  que  el  rey  de  Prusia  no  crió 
entre  cadáveres  y  sangre  esa  táctica  nueva  con  que  hizo  ver 
al  mundo,  que  los  grandes  ejércitos  no  estaban  sujetos  en  sus 
movimientos,  á  cálculos  menos  ciertos  que  los  cuerpos  mas 
débiles;  y  que  los  mismos  resortes  que  ponían  en  acción  un 
batallón,  manejados  y  combinados  bien,  movían  cien  mil  hom- 
bres. Y.  E.  sabe  que  la  guerra  no  es  en  nuestros  dias  ilustra- 
dos, como  en  los  siglos  de  barbarie,  un  furor  que  junta  mu- 
chos hombres  armados  al  rededor  de  dos  jefes,  y  los  precipita 
sin  orden,  los  unos  sobre  los  otros;  sino  una  ciencia  vasta  y 
complicada  que  enseña  á  combatir,  y  a  defenderse  con  regla  y 
con  medida.  Y.  E.  sabe  en  fin  que  no  puede  vencer  en  el  tu- 
multo del  campo  con  el  manejo  de  las  armas,  quien  no  apren- 
de á  pelear  en  la  tranquilidad  de  su  retiro  con  el  manejo  de 
•  pQg..  y  e\igQ  para  instruirse  la  academia  real  de  Barcelona. 
ítos  de  todos  los  países:  vosotros,  que  os  habéis  con- 
sagrado á  la  defensa  de  la  patria,  imitad  la  conducta  de  Abas- 
cal,  si  queréis  sostener  con  dignidad  el  nombre  ilustre  que 
lleváis.  Disfrutad  en  el  seno  de  vuestras  familias  de  las  dul- 


zuras  do  la  paz;  poro  no  penséis  en  dormir  á  la  sombra  de  los 
laureles  que  recogéis  en  el  campo* 

V.  E.  no  habla  descansado  de  sus  fatigas  honrosas;  .mío 
se  entrega  al  estudio  de  esas  ciencias  profundas  que  se'  han 
hecho  las  compañeras  y  los  instrumentos  de  la  guerra.  Allí 
calcula  la  velocidad  y  el  movimiento:  allí  conoce  y  mide  el 
tiempo  y  la  extensión:  allí  aprende  á  formar  cálculos  compli- 
cados y  difíciles:  allí  adquiere  ese  espíritu  de  combinación 
que  ha  hecho  en  todo  tiempo  los  grandes  generales.  Y  su  ge- 
nio militar  le  enseña  á  hacer  felices  aplicaciones  de  estas  no- 
ciones abstractas  á  las  fortificaciones,  al  ataque  y  á  la  defensa 
de  las  plazas. 

Puerto-Eico,  la  isla  de  Santa  Catalina,  la  colonia  del  Sa- 
cramento, Argel  y  Eosellon  ven  aparecer  los  frutos  de  este 
glorioso  trabajo.  Allí  pone  V.  E.  en  práctica  la  teoría  sublime 
de  ese  arte  terrible  y  profundo:  allí  desplega  todas  las  fuerzas 
de  su  alma,  y  toda  la  energía  de  su  intrepidez  y  su  valor. 
¡  Qué  no  pueda  yo  describir  aquí  por  menor  todas  las  hazañas 
de  V.  E.!  Pero  ¿quién  será  capaz  de  describirlas?  Solo  Y.  E. 
sabe  las  grandes  cosas  que  hizo  en  esos  teatros  famosos  de  su 
honor  y  de  su  gloria,  nosotros,  señor  Excnio.,  todo  lo  ignora- 
mos. En  la  isla  de  Santa  Catalina  y  en.  la  colonia  del  Sacra- 
mento, solo  admiramos  á  Cevallos:  en  las  costas  de  Argel,  á 
nadie  vemos  sino  á  O-Eeylly:  y  cuando  oimos  hablar  del  Eo- 
sellon, recordamos  solamente  los  nombres  respetables  de  la 
Union,  de  Urratia.  y  de  Eicardos.  ¡  Cuántos  grandes  hombres 
combatieron  á  los  Persas  bajo  el  mando  dePericles!  y  Perícles 
solo  se  llama  el  vencedor  de  Sainos,  Trescientos  Lacedemo- 
nios  perdieron  generosamente  la  vida  en  las  Termópylas,  por 
impedir  el  paso  al  formidable  ejército  de  Jeijes;  y  solo  ha  pa- 
sado á  la  posteridad  el  nombre  de  Leónidas.  Los  soldados 
Atenienses  al  entrar  en  la  batalla  de  Platea,  no  combatimos,  se 
decían,  por  una  sola  región;  combatimos  por  los  trofeos  de  Ma- 
rathón y  Calamina.  Probemos  que  no  se  debieron  á  Temístocles 
ni  á  Milciades,  sino  á  nuestro  valor  é  intrepidez.  Es  desgracia, 
señor  Excnio.,  común  á  los  soldados  y  á  los  jefes  subalternos, 
el  que  queden  sus  proezas  sepultadas  en  los  campos,  y  casi 
nunca  lleguen  á  aparecer  en  las  ciudades.  Ellos  pelean,  ellos 
vencen,  y  solo  el  general  se  lleva  los  frutos  de  la  victoria. 
Y.  E.  no  mandaba  en  jefe;  pero  sn  espíritu  guerrero  era  digno 
de  mandar.  Ko  ha  llegado  á  la  América  la  fama  de  sus  hechos; 
pero  la  profundidad  de  los  talentos  y  la  extensión  prodigiosa 
de  los  conocimientos  militares  que  admiramos  cada  dia  mas 
en  Y.  E.,  nos  obligan  á  pensar  que  se  hizo  acreedor  en  todas 
sus  campañas  á  llenar  el  mundo  del  ruido  de  su  nombre.  Abas- 
cal  peleó:  y  Abascal  no  pudo  dejar  de  distinguirse. 


— -1  .Si- 
Pero  yo  confundo  las  épocas,  señor  Excmo.,  de  la  vida  de 
V.  E.  ¿Quién  j)odrá  seguir  unos  pasos  tan  rápidos?  ¿Quién 
podrá  juntar  con  orden  tantos  rayos  esparcidos  de  su  gloria-  ? 
y.  E.  acababa  de  regresar  á  España  de  capitán  de  granaderos 
del  regimiento  de  León  que  fué  á  reforzar  en  el  Guarico  el 
ejército  español  que  estaba  destinado  á  la  conquista  de  Ja- 
mayca,  cuando  ascendido  á  comandante  del  tercer  batallón 
del  regimiento  de  Toledo,  es  encargado  de  instruir  al  regi- 
miento entero  en  la  táctica  nueva,  y  de  nacer  maniobrar  á  los 
tres  batallones  combinados  con  los  cañones  y  caballos. 

Yo  me  figuro  á  y.  E.  en  esa  ocupación  tan  digna  de  sus  lu- 
ces: y  me  pa.rece  ver  á  Federico  despreciando  la  autoridad  y 
el  ejemplo  de  los  guerreros  anteriores,  y  haciendo  nacer  un  or- 
den desconocido  de  cosas;  manifestando  que  las  tropas,  cual- 
quiera que  sea  su  número,  pueden  ser  bien  diseminadas;  for- 
mando combinaciones  que  ninguno  lia  formado;  dando  en  cier- 
to modo  ventajas  á  las  piernas  sobre  los  brazos;  é  introducien- 
do en  las  evoluciones  y  en  las  marchas  esa  celeridad  tan  nece- 
saria en  las  batallas,  desde  que  Luis  Xiy,  multiplicando  los 
ejércitos,  les  hizo  ocupar  un  frente  tan  sumamente  extendido. 
El  regimiento  aprende  á  ejecutar  con  destreza  todas  sus  ma- 
niobras. Y  el  rey  pasa  á  Toledo,  á  que  le  presente  Y.  E.  en  el 
seno  de  la  paz,  el  espectáculo  de  la  guerra. 

Yo  veo  á  Y.  E.  mas  grande,  mandando  tres  batallones  en 
presencia  de  Carlos,  que  al  conde  de  Saxe  mandando  cien 
mil  hombres  en  presencia  de  -Luis.  Y  la  plaza  de  Toledo  me 
parece  un  teatro  de  honor  mas  bello  que  los  campos  de  Eonte- 
noy.  Si  aquí  admira  la  fuerza  que  mueve  los  fundamen- 
tos de  tres  imperios  rivales ;  allí  se  aclmiran  las  columnas  mag- 
níficas que  sostienen  el  trono.  Y  si  aquí  se  ve  á  la  gloria  agi- 
tada coronando  unos  sucesos  en  que  tienen  gran  parte  el 
acaso  y  la  fortuna;  allí  se  ve  á  la  gloria  tranquila  coronando 
los  triunfos  del  arte  y  del  genio.  Por  esto  recibe  Y.  E.  el  grado 
de  teniente  coronel  del  regimiento  de  África,  y  las  señales  mas 
lisonjeras  de  la  satisfacción  de  Carlos  IY :  preció  mas  grande 
para  su  alma  sublime,  que  las  nuevas  distinciones  que  creia 
Luis  XV  para  premiar  á  Mauricio. 

La  misma  escena  repite  Y.  E.  en  Axanjuez,  con  el  regimien- 
to nuevo  de  las  órdenes  militares,  al  tiempo  de  partir  de  coro- 
nel á  su  última  campaña  en  la  que  hace  sin  duda  cosas  memo- 
rables, pues  que  ajustada  la  paz,  asciende  á  brigadier. 

Entretanto  la  gran  Bretaña  vuelve  á  sepultar  á  la  Europa, 
en  los  horrores  de  que  apenas  acaba  de  salir.  De  los  canales 
de  Albion  parten  escuadras  numerosas  á  turbar  la  tranquili- 
dad de  que  el  océano  empieza  a  disfrutar.  Gérvis  se  dirije  con- 
tra Cádiz,  y  Pulgney  parece  amenazar  las  costas  de  rá  Haba- 


—182— 
na.  Nuestra  isla  está  nmy  débil  para  resistir  el  ataque  de  un 
enemigo  poderoso,  y  sus  fuertes  temen  las  baterías  inglesas. 
¿Cuál  será  el  apoyo  de  la  Habana?  Es  Abaseal.  V.  E.  recibe, 
con  el  título  de  teniente  de  rey,  la  comisión  de  defenderla  y 
corre  á  justificar  la  elección  con  el  suceso.  Llega,  observa, 
combina,  enseña,  manda,  ejecuta,  y  reúne  en  la  plaza  cuanto  ha 
inventado  de  grande  el  genio  de  la  guerra.  La  Habana  ha 
convalecido.  Ya  se  halla  en  estado  de  desafiar  á  la  arrogancia. 
Abaseal  solo  le  ha  servido  mas  que  un  refuerzo  de  muchos  ba- 
tallones. 

¡Qué  nueva  inesperada !  Pulgney  ha  desembarcado  en  el 
Ferrol.  V.  E.  ha  perdido  un  triunfo ;  y  yo  he  perdido  un  bello 
rasgo.  Pero  si  su  plan  de  defensa,  ese  jefe  de  obra  del  arte  mi- 
litar no  le  proporciona  la  gloria  de  vencer,  consagra  á  lo  me- 
nos en  la  Habana  el  nombre  de  Y.  E.  y  lo  hace  presidente  de 
Guadal  axara. 

I  Qué !  i  en  una  ciudad  que  cuenta  ya  una  serie  tan  larga  de 
presidentes,  los  habitantes  no  disfrutan  aun  de  las  ventajas  de 
una  exacta  policía!  Estaba  reservada  á  Y.  E.  la  gloria  de 
criarla;  y  estaba  reservada  á  Guadalaxara  el  honor  de  ser  la 
primera  en  admirar  politíco,  al  que  antes  solo  se  habla  admi- 
rado militar.  Allí  es  donde  descubre  Y.  E.  que  no  solo  entien- 
de el  arte  de  fortificar  ciudades  y  hacer  de  ellas  asilos  de  pro- 
tección y  de  seguridad;  sino  también  el  de  arreglarlas, y  hacer 
de  ellas  teatros  de  comodidad  y  diversión:  que  es  capaz  de  for- 
mar Atenienses,  así  como  fué  capaz  de  formar  Lacedemonios; 
y  que  sabe  mandar  una  provincia,  con  el  mismo  acierto  con 
que  mandaba  nn  regimiento. 

La  fama  del  presidente  vuela  de  Guadalaxara  á  la  corte;  y 
las  gracias  vuelan  de  la  corte  á  Guadalaxara.  Y.  E.  se  ha  he- 
cho víctima  de  la  seguridad  pública,  padre  de  los  pueblos, 
amigo  de  los  hombres ;  y  el  rey  le  hace  mariscal  de  campo, 
virey  de  Buenos- Ayres,  virey  del  Perú. 

¡  Qué  triste  es  la  condición  de  las  cosas  humanas !  Los  ma- 
yores bienes  casi  siempre  están  mezclados  con  los  males. 
Siempre  anda  la  esperanza  acompañada  del  temor.  Abaseal, 
el  grande  Abaseal  viene  á  hacer,  con  su  gobierno,  feliz  nuestra 
región.  Pero  el  poderoso  isleño  acaba  de  turbar  de  nuevo  el 
reposo  que  dieron  á  la  Europa  las  victorias  de  la  Francia;  y 
Abaseal  camina  en  un  leño  débil  por  el  elemento  de  su  impe- 
rio. ¡ Genios  tutelares  de  mi  patria!  protejed  esa  nave.  Ella 
conduce  la  suerte  del  Perú.  La  fortuna  acompaña  á  nuestros 
enemigos.  Esto  es  hecho.  La  nave  es  apresada.  Y  nosotros 
vemos  en  ella  vacilar  nuestro  destino.  Todos  estamos  conster- 
nados: en  tanto  que  Y.  E.  siempre  á  los  reveces  de  la 
suerte,  permanece  tranquilo,    Y  sí  acaso  ésjpermienta  alguno s 


—183— 
momentos  de  dolor,  es  por  no  poder  sufrir  sus  males  solo,  y 
verse  precisado  á  dividirlos  con  esa  tierna  y  graciosa  hija,  tan 
digna  de  su  padre,  y  que  hace  con  justicia  tocias  sus  delicias. 

Pero  el  cielo  que  estaba  tan  irritado  con  nosotros,  ha  empe- 
zado á  sernos  favorable.  Ciudadanos :  aseguraos  otra  vez.  Los 
ingleses  tan  sedientos  del  oro,  nos  han  restituido  el  defensor 
de  las  minas  del  Perú;  Ellos  han  pensado  que  nos  volvían  un 
hombre.  Ko  han  conocido  que  nos  volvian  un  héroe.  Ellos  lo 
conocerán  cuando  vean  brillar  en  nuestras  manos  las  armas 
españolas.  Limeños :  ya  no  es  tiempo  de  que  temáis  sus  insul- 
tos. Cuando  veáis  que  sus  flotas  osan  arribar  á  nuestros  puer- 
tos, no  hagáis  caso  de  sus  fuerzas,  ni  contéis  tampoco  vuestras 
tropas.  Marchad  con  confianza:  Abascal  marchará  con  voso- 
tros, y  vosotros  venceréis. 

Sí,  señor  Excmo.,  el  empeño  que  tiene  la  arrogancia  ingle- 
sa en  extender  su  iniperio  á  los  mares  del  sur,  el  terrible  ejem- 
plo de  Buenos- Ayres,  y  la  expedición  que  se  cree  estarse  pre- 
parando en  la  isla  de  Santa  Elena;  todo  esto  debia  espantar- 
nos bajo  otro  gobierno.  Pero  bajo  el  gobierno  de  Y.  E.  nues- 
tros enemigos  solos,  deben  temer.  JSTo  conseguirán  con  acercar- 
se á  nuestras  costas,  sino  aumentar  la  gloria  de  V.  E.  y  hacer- 
le ejercitar  su  valor,  asi  como  le  han  hecho  desde  lejos  ejerci- 
tar su  prudencia. 

No  es  esta,  señor,  una  temeraria  presunción.  Es  una  confian- 
za justa  y  razonable.  Y.  E.  nos  ha  acostumbrado  á  grandes 
cosas.  Nos  ha  hecho  ver  que  se  eleva  para  obrar,  sobre  los 
ejemplos  y  las  reglas.  Y.  E.  que  pone  orden  en  todo,  ha  tras- 
tornado sin  embargo  todo  el  orden  del  gobierno.  Ha  hecho  en 
Lima  en  cuatro  meses,  lo  que  al  parecer  debia  hacerse  en  cua- 
tro años.  Ha  descubierto  el  arte  de  abreviar  la  policía.  ¡  Quie- 
ran tomarlo  por  modelo  los  vireyes  futuros ! 

¿Hablaré  yo  de  la  vasta  extensión  del  espíritu  de  Y.  E.  que 
todo  lo  abraza  al  mismo  tiempo,  sin  que  se  embarazen  los 
proyectos  militares  con  las  miras  políticas,  ni  las  utilidades 
del  público  con  los  negocios  del  estado?  ¿Hablaré  de  esa  acti- 
vidad sin  precipitación  con  que  da  providencia  á  todo,  y  á  to- 
do con  acierto  i  Hablaré  de  ese  carácter  de  dulzura  con  que  ha 
adquirido  derechos  sobre  todos  los  corazones,  y  de  ese  género 
nuevo  de  heroísmo  con  que  ha  comunicado  á  las  almas  todas, 
el  ardor  guerrero  de  la  suyas  Hablaré  en  fin,  de  ese  exceso  de 
honor  que  no  dejándole  aquietarse  con  haber  hecho  inaccesi- 
ble á  los  enemigos  déla  patria,  los  límites  que  fijan  su  gobier- 
no, le  obliga  á  que  desee  volar  á  arrojarlos  de  las  riberas  del 
rio  de  la  Plata?  No,  mi  voz  es  demasiado  lánguida  para  que 
yo  pretenda  levantarla  sobre  la  enérgica  voz  de  todo  el  pue- 
blo.   Cada  acción  de  Y.  E.  es  seguida  de  los  elogios  públicos. 


—184— 
Todos  hablan  sobre  ella:  todos  lo  aplauden:  todos  bendicen  ai 
Dios  de  los  ejércitos  que  se  digna  formar  tan  buenos  príncipes, 
para  hacer  felices  á  los  pueblos;  y  acaban  de  ofrecerlo  este  tri- 
buto de  gloria,  clamando  con  entusiasmo  :  lié  aquí  los  vireyes 
que  debían  perpetuarse. 

Si :  V.  E.  vivirá  siempre  en  el  Perú.  ISTo  vivirá  en  inscrip- 
ciones ni  estatuas.  Estos  monumentos  arrogantes  perecen  del 
mismo  modo  que  la  mano  frágil  que  los  forma.  El  tiempo  des- 
truye los  metales,  y  borra  los  caracteres  grabados  en  los  már- 
moles. La  memoria  de  Y.  E.  será  mas  respetada.  Los  habitan- 
tes de  Lima  instruirán  á  sus  hijos  de  la  felicidad  de  que  ahora 
están  gozando.  Estos  hijos  instruirán  á  los  nietos;  y  este  re- 
cuerdo delicioso  conservado  de  edad  en  edad,  se  perpetuará 
en  cada  casa  y  en  todos  los  siglos. 


ARENGA 

Que  en  presencia  del  Exmo.  señor  virey  Don 
José  Fernando  Abascal,  pronunció  por  la 
real  Universidad  de  San  Marcos  en  el  be* 
sámanos  del  27  de  diciembre  de  1812,  el 
Dr.  D.  José  Joaquín  de  Larriva* 


Excmo.  señor: 

Yo  no  sé  á  que  atribuir  el  embarazo  que  sieuto  el  clia  de  hoy 
al  hablar  á  Y.  E.  en  nombre  de  la  Universidad  de  San  Mar- 
cos. ¿Será  acaso  lo  respetable  del  lugar?  No  señor.  Este  lu- 
gar no  es  nuevo  para  mí.  A  cuatro  vireyes  he  hablado  en  él 
de  parte  del  convictorio  de  San  Carlos.  ¿  Será  la  desconfianza 
de  hacer  un  discurso  digno  de  la  atención  de  Y.  E  f  Mucho 
menos.  Jamás  orador  se  vio  en  circunstancias  mas  favorables, 
para  desempeñar  su  cargo  con  dignidad  y  con  decoro.  El  sitio 
de  Cádiz  levantado,  Astorga  y  Santander  rendidas,  Málaga 
sorprendida,  Galicia,  Austria  y  la  Mancha  libres  enteramente, 
cincuenta  mil  franceses  completamente  derrotados,  ocho  gene- 
rales muertos  en  el  campo  de  batalla,  muchos  oficiales,  con 
uúmero  crecido  de  soldados  hechos  prisioneros,  una  porción 
considerable  de  pertrechos  de  guerra  quitada  al  enemigo,  al- 

LlTERATUEA — 13 


—180— 
gimas  águilas  arrancadas  de  sus  manos,  innumerables  trofeos- 
levantados  contra  el  tirano  de  la  Europa:  nuestros  bravos 
guerreros  persiguiendo  rior  todas  partes  las  miserables  reli- 
quias de  los  grandes  ejércitos  que  inundaron  la  Península,  el 
rey  José  huyendo  precipitadamente  para  Francia,  y  la  nueva 
constitución  de  la  monarquía  jurada  en  la  metrópoli;  ¿qué 
materiales  mas  hermosos  para  formar  mía  arenga  en  que  se 
trata  de  felicitar  á  un  jefe  tan  interesado  como  Y.  E.  en  las 
glorias  de  la  España,  y  en  la  prosperidad  de  sus  armas  f  Sin 
duda  que  lo  que  me  acobarda,  señor  Excmo.,  es  la  presencia 
de  V.  E.  Yo  tuve  el  honor,  es  verdad,  de  que  me  eligiese  mi 
colegio  para  cumplimentar  á  Y.  E.  pocos  días  después  de  su 
llegada.  Pero  eso  ha  seis  años:  y  Y.  E.  no  era  entonces  tan 
grande  como  ahora.  Entonces  solo  era  un  virey  del  Perú;  hoy 
es  el  hombre  de  la  América.  Entonces  hablé  a  un  jefe  en  quien 
no  habiamos  tenido  tiempo  de  observar  lo  que  la  fama  nos  de- 
cia:  hoy  hablo  á  un  príncipe  que  ha  desplegado  ya  toda  la 
energía  de  su  alma:  que  hadescubierto  á  la  faz  del  mundo  ente- 
ro la  profundidad  de  tus  talentos,  y  la  extensión  prodigiosa  de 
sus  conocimientos  políticos  y  militares,  conservando  la  tran- 
quilidad en  las  provincias  de  su  mando,  y  conteniendo  en  su 
deber  á  los  pueblos  vecinos.  Ko  estrañe  Y.  E.  que  la  academia 
conociendo  todo  esto,  se  sirva  de  mi  débil  voz  para  expresar 
sus  sentimientos.  Ella  no  ha  querido  exponerme  mandándome 
que  forme  una  oración.  Me  ha  mandado  solo  que  diga  á  Y.  E. 
que  así  como  crecen  cada  año  su  mérito  y  gloria,  así  crecen 
en  ella  la  veneración  y  el  respeto :  y  que  no  contento  con  tener 
hoy  parte  en  el  regocijo  público,  viene  ella  misma  á  manifes- 
tar el  gozo  particular  que  le  ha  cabido.  Estos  son,  Sr.  Excmo., 
los  votos  de  la  escuela.  Solo  resta  que  los  acepte  Y.  E.  que  yo 
he  desempeñado  ya  mi  honrosa  comisión. 


ARENGA 

Que  pronunció  el  Dr.  D.  José   Joaquín   de 

Larriva  en  el  besamanos  del  19  de  Abril 
de  1813. 


"Ano  estar  tan  obligado  á  la  Universidad  de  San  Marcos, 
"  renunciaría  la  distinción  con  que  hoy  nie  honra  encomendán- 
u  dome  que  hable  á  S.  E.  en  nombre  suyo.  Si  el  motivo  que 
"  ha  de  llevarla  el  dia  de  pascua  con  los  demás  cuerpos  de  la 
"  ciudad  á  la  presencia  de  S.  E.  no  fuera  otro  que  elogiarle, 
"  yo  entonces  muy  gustoso  admitiría  el  empleo  de  intérprete 
"  de  sus  sentimientos.  Pues  ¿qué  cosa  mas  honrosa  que  ir  á 
"  hacer  el  panegírico  de  un  virey  mas  grande  que  todos  los 
"  que  le  han  precedido,  y  que  apenas  encontrará  en  lo  futuro 
"  vireyes  que  se  le  parezcan?  M  ¿qué  cosa  al  mismo  tiempo 
"  mas  fácil,  principalmente  para  mi,  que  tengo  tan  egercitada 
"  la  pluma  en  escribir  sus  glorias?  Pero  no  debe  ser  este  el 
"  objeto  de  mi  arenga.  ~Ho  se  me  ha  mandado  que  elogie  sino 
"  que  felicite  á  S.  E.  Y  ¿cómo  felicitarle  ahora?  Ha  tres  me- 
"  ses  y  medio  que  desempeñé  la  misma  comisión.  Pero  ¡qué 
"  circunstancias  tan  diversas  de  las  circunstancias  actuales ! 
"  Acabábamos  de  recibir  entonces  las  nuevas  mas  halagüeñas 
"  que  han  venido  de  la  península  desde  que  el  pérfido  ISTapo- 
"  león  introdujo  en  ella  sus  huestes  sanguinarias.  La  toma  de 
"  muchos  puntos  importantes,  y  la  completa  derrota  del  mas 
"  respetable  de  los  ejércitos  franceses,  bastaron  por  si  solas  pa- 


— 188— 
"  ra  costearme  un  discurso  que  aunque  no  fué  un  jefe  de  obra 
"  de  elocuencia;  fue,  sin  embargo,  digno  i>or  su  asunto,  de  el 
"  solemne  y  fausto  di  a  en  que  le  pronuncié.  Ahora  voy  á  ha- 
"  blar  en  un  dia  mas  fausto  y  mas  solemne;  y  los  sucesos  úl- 
"  finiamente  ocurridos  no  prestan  á  mi  voz  sino  materias  in- 
"  faustas.  Voy  á  hablar  en  un  dia  en  que  hacemos  memoria 
"  del  mayor  trofeo  que  el  poder  divino  obtuvo  sobre  las  po- 
nencias rivales:  y  no  diviso  el  menor  trofeo  que  hayamos 
"  obtenido  nosotros  sobre  los  enemigos  de  la  patria,  para  ha- 
"  cer  de  él  al  virey  una  memoria  agradable.  Las  noticias  que 
"  se  nos  han  comunicado  acerca  de  los  ejércitos  de  Soult  y  de 
"  Suchet,  no  merecen  todavia  todo  nuestro  crédito:  al  paso 
"  que  no  podemos  dudar  de  las  que  hemos  recibido  acerca  del 
"  de  Belgrano.  ¿Ojalá  tuviéramos  tanta  evidencia  del  triunfo 
"  de  Welington,  como  de  la  desgracia  de  Tristan!  ¡Situación 
"  triste  para  un  hombre  encargado  de  cumplimentar  á  un 
"  príncipe  tan  interesado  como  el  nuestro  en  la  guerra  de  las 
"armas  españolas!  ;No  saber  si  la  suerte  las  acompaña  en 
"  Europa;  y  saber  que  les  ha  vuelto  una  vez  las  espaldas  en 
"América!" 

Asi  decia  yo,  señor  Excmo.,  cuando  me  eligió  la  academia 
para  que  viniese  hoy  á  arengar  á  V.  E.  Pero  después  hemos 
sabido  que  el  Gobierno  de  Chiloé  ha  empezado  á  confundir  el 
orgullo  y  los  proyectos  de  los  rebeldes,  llevando  sus  armas 
victoriosas  á  la  Concepción  de  Chile.  Este  triunfo,  tanto  mas 
feliz  cuanto  no  se  ha  comprado  con  |las  preciosas  vidas  de  los 
valientes  isleños,  al  mismo  tiernjm  que  nos  da  motivo  de 
creer  que  el  ejército  real  seguirá  sus  conquistas,  que  entrará  en 
la  capital,  y  que  logrará  pacificar  todas  las  provincias  del  rei- 
no; presagia  que  V.  E.  terminará  con  gloria  una  guerra  que, 
aunque  aflige  pasajeramente  á  la  presente  generación,  ahorra 
á  la  posteridad  arroyos  de  lágrimas  y  sangre. 

Ya  he  cumplido;  señor  Excmo.,  con  el  encargo  de  la  escue- 
la: y  aquí  debia  terminar  mi  discurso.  Pero  V.  E.  me  ha  de 
permitir  que  después  de  haberle  felicitado  por  un  aconteci- 
miento tan  plausible,  me  felicite  á  mi  mismo  y  á  todos  mis 
conciudadanos.  Y  ¿de  dónde  piensa  Y.  E.  que  sacaré  materia 
para  esta  felicitación1?  De  esa  acción  que  acaba  de  perderse  en 
las  inmediaciones  de  Salta.  Si  señor:  esa  ligera  desgracia  tan 
sensible  á  Y.  E.  ha  sido  en  cierto  modo  ventajosa  para  todos 
los  que  tenemos  la  dicha  de  vivir  á  la  sombra  de  su  gobierno. 
Ella  nos  ha  proporcionado  ocasión  de  conocer  enteramente  á 
Y.  E.  Sabiamos  tiempo  ha  que  era  Y.  E.  un  jefe  verdadera- 
mente grande  en  la  prosperidad.  Pero  era  preciso  un  acciden- 
te de  esta  clase,  para  saber  si  era  el  mismo  en  medio  de  las 
adversidades.  Ahora  hemos  conocido  que  recibe  con  igual  se- 


—189— 
renidad  los  bienes  y  los  niales:  y  que  es  tan  diestro  en  eludir 
los  desaires  de  la  fortuna,  como  activo  en  aprovecharse  de  sus 
favores. 

Nada  tenemos  ya  que  temer,  señor  Excmo.  Sabemos  que 
son  inciertos  los  sucesos  de  las  armas :  que  el  éxito  de  una  ba- 
talla suele  depender  de  la  mas  pequeña  circunstancia:  y  que 
el  mas  fuerte  se  ve  precisado  muchas  veces  á  ceder  al  mas  dé- 
bil. Pero  también  sabemos  que  aunque  no  se  debe  esperar  fe- 
licidad en  todos  los  incidentes  de  una  guerra  dilatada,  se  pue- 
de á  veces  contar  con  seguridad  sobre  los  últimos  resultados: 
que  las  fuerzas  de  un  estado  se  hacen  casi  invencibles  fuera 
de  él,  cuando  un  sabio  consejo  las  gobierna  en  lo  interior:  y 
que  el  pueblo  romano  no  esperaba  las  victorias  del  valor  de 
sus  tropas,  sino  de  la  prudencia  del  senado  que  dirigia  por  si 
mismo  las  operaciones  de  sus  guerreros.  Sabemos  que  nues- 
tros generales  pueden  ser  otra  vez  sorprendidos.  Pero  tam- 
bién sabemos  que  V.  E.  nunca  se  sorprehende.  Sabemos  que 
el  ejército  peruano  puede  sufrir  en  adelante  pérdidas  mayores. 
Pero  también  sabemos  que  tenemos  un  virey  que  ha  de  repa- 
rarlas al  momento. 

¡  O  Perú,  que  después  de  tres  siglos  vuelves  á  ver  tus  férti- 
les campiñas  regadas  con  la  sangre  de  tus  hijos!  consuélate 
pensando  que  esta  desgracia,  por  terrible  que  sea,  te  ha  veni- 
do en  tiempo  de  Abascal.  Bajo  otro  gobierno  seria  tu  suerte 
muy  dudosa.  Bajo  el  suyo,  padecerás  un  poco,  pero  tu  suerte 
está  segura.  1 

Ya  me  parece,-  señor  Excmo.,  que  nuestros  bravos  soldados 
se  vuelven  á  poner  al  frente  del  enemigo:  que  están  al  prin- 
cipio intimidados  con  la  memoria  de  la  catástrofe  del  20  de 
Febrero:  pero  que  derrepente  se  acuerdan  que  son  peruanos, 
y  de  que  Abascal  es  su  virey:  que  marchan  entonces  presuro- 
sos en  pos  de  la  victoria:  que  la  alcanzan  en  fin:  y  que  abren 
un  campo  hermoso  donde  yo  escojo  mil  bellezas  para  presen- 
tarlas aqui  otro  dia  que  tenga  el  honor  de  hablar  á  Y.  E. 


COMERCIO. 


El  Comercio  sostiene  las  operaciones  políti- 
cas y  la  guerra,  y  es  igualmente  útil  al  la- 
brador, al  marinero,  al  soldado,  al  noble  y 
al  príncipe. 

Ward  Proy,  Ecónom.  pág.  119. 


Yo  iba  á  prestar  mis  encomios  al  comercio,  ó  á  ese  agente 
benéfico  que  velando  sin  cesar  sobre  las  necesidades  de  los 
pueblos,  corre  de  un  polo  á  otro,  para  ir  á  socorrerlas:  que 
rodando  continuamente  al  rededor  del  globo  para  apropiárse- 
lo al  hombre,  sacrifica  al  bien  público  sus  luces,  sus  intereses 
y  fatigas:  que  mas  fecundo  aun  que  la  naturaleza,  todo  lo 
produce  en  todos  los  lugares,  y  liace  que  los  habitantes  de  las 
heladas  regiones  disfruten  del  mismo  modo  que  nosotros,  de 
las  ricas  producciones  del  suelo  americano:  que  agitando  en 
fin  con  su  soplo  vivificante  todas  las  semillas  productivas  de 
la  prosperidad,  dando  vida  á  las  artes,  y  aliento  á  la  cultura, 
es  en  cierto  modo  el  motor  del  mundo,  el  alma  de  la  natura- 
leza. Pero  de  repente  yo  me  veo  detenido,  y  me  pregunto  á 
mi  mismo:  ¿adonde  está  el  comercio!  ¿existe  él  aun  sobre  ia 
tierra,  ó  ya  las  naciones  lo  hicieron  perecer  sin  advertir  que 
aproximaban  la  época  funesta  de  su  ruina?  g  a  16    le    ;stáü  los 


—191— 
lazos  que  estrechaban  las  cuatro  partes  clel  mundo?  ¿Qué  pe^ 
so  enorme  se  ha  cargado  sobre  la  elasticidad  de  ese  resorte 
poderoso  que  desde  el  antiguo  continente  ponia  en  movimien- 
to los  intereses  del  nuevo?  Ya  aqui  no  se  sienten  los  efectos 
de  su  vigorosa  actividad.  El  centro  de  mi  ciudad  me  parece 
el  centro  de  la  inercia.  Acaso  sus  habitantes  habrán  en  sus 
sacrificios,  como  los  rodios,  olvidado  el  fuego,  y  la  deidad  que 
dirigia  las  operaciones  de  la  mas  necesaria  profesión,  abando- 
nando á  Lima,  se  habrán  retirado  á  un  clima  mas  afortunado. 
Yo  paso  en  busca  suya  los  límites  del  espacio  que  llamo  mi 
patria,  y  voy  viendo  que  los  pueblos,  olvidada  la  ciencia  de 
prosperar  y  enriquecerse,  se  ejercitan  solamente  en  el  arte  fa- 
tal de  los  combates.  Los  labradores  han  dejado  de  la  mano 
los  instrumentos  de  vida,  para  empuñar  con  ella  los  instru- 
mentos de  muerte:  los  hombres  industriosos  han  abandonado 
los  talleres,  para  ocupar  los  campos  de  batalla:  los  comercian- 
tes se  han  trasf orinado  en  guerreros;  y  los  navios  mercantes 
se  han  convertido  en  corsarios.  La  pausa  perniciosa  que  han 
hecho  las  negociaciones  del  Perú,  es  la  pausa  general  que  han 
hecho  todas  las  negociaciones  del  mundo;  y  el  reposo  que  rei- 
na en  nuestros  países,  extiende  su  imperio  melancólico  sobre 
todo  el  planeta.  La  espada  de  la  guerra  ha  cortado  las  venas 
de  la  sangre  política  que  todo  lo  animaba:  y  la  ambición  ha 
cerrado  la  comunicación  de  los  pueblos,  trayendo  el  terror  del 
norte  al  mediodía.  Yo  me  veo  precisado  á  venerar  á  Osíris  en 
el  templo  de  Marte.  Yoy  á  ofrecer  mis  votos  á  la  benéfica  Ci- 
beles, cuando  en  honor  de  la  pálida  Discordia  arde  tanto  in- 
cienso en  el  globo  ensangrentado.  Tengo  que  hablar  del  co- 
mercio, cuando  el  estruendo  formidable  del  trueno  que  ha 
arrojado  á  la  Europa  en  un  letargo  profundo,  haciendo  repe- 
tir á  nuestras  costas  sus  ecos  horrorosos,  tiene  embargada  la 
voz  del  comerciante. 

No  se  debe  extrañar  que  á  la  historia  de  los  bienes  del  gé- 
nero humano,  haya  dado  principio  por  la  historia  de  sus  ma- 
les. Tratando  de  las  ventajas  del  comercio,  pensé  que  debia 
ocupar  el  j>rimer  lugar  en  mi  discurso  su  actual  influjo  en  la 
fortuna  de  mi  patria.  Tampoco  se  imagine  que  trato  de  pre- 
venir en  mi  favor  á  los  lectores  con  un  exordio  artificioso. 
Estoy  tan  lejos  de  empeñarme  en  pesuadirque  las  circunstan- 
cias en  que  hablo  tan  funestas  al  comercio,  lo  son  también  á 
mi  discurso;  que  no  tengo  embarazo  en  confesar  que  no  me 
juzgo  acreedor  á  la  menor  indulgencia,  sino  lo  desempeño  con 
decoro.  No  es  un  concepto  ventajoso  de  mi  mismo;  es  la  be- 
lleza de  mi  asunto,  quien  me  alienta  de  este  modo,  y  me  hace 
producir  con  arrogancia.  Yo  siento  la  debilidad  de  mis  fuer- 
zas: pero  las  veo  sostenidas  por  la  columna  del  estado.    Co- 


loo 

Hqzcq  las  dificultades  del  empleo  de  escritor  que  estoy  des- 
empeñando:  pero  estoy  hablando  del  comercio;  y  el  comercio 
hace  correr  la  pluma  de  todos  los  escritores.  Xada  tengo  que 
poner  de  mi  parte  en  esta  obra:  mi  solo  trabajo  es  escoger  los 
mas  bellos  entre  tantos  socorros  extranjeros.  Todos  los  pue- 
blos que  han  llegado  á  mi  grado  considerable  de  opulencia, 
me  presentan  para  ella  un  fondo  inagotable  de  ricos  materia- 
les :  y  tantos  célebres  artistas  que  la  naturaleza  ha  concedido 
á  climas  privilegiados,  para  que  trasmitan  á  los  siglos  futuros 
el  mérito  de  los  suyos,  me  ofrecen  su  destreza  para  pulirlos  y 
hermosearlos.  La  voz  lánguida  del  poder  anonadado  sale  to- 
davía déla  tumba  del  imperio  romano;  y  el  genio  se  siente 
respirar  entre  las  ruinas  de  la  Grecia.  Jamas  he  trabajado  con 
mas  satisfacción:  y  no  me  admirarla  que  el  cuadro  que  estoy 
formado,  saliese  un  jefe  de  obra.  Yo  puedo  disponer  de  los 
colores  del  Asia,  y  tengo  á  la  mano  los  pinceles  de  Rodas  y 
de  Atenas. 

Si:  todas  las  sociedades  deben  al  comercio  cuanto  tienen  de 
delicado  y  de  grande.  La  hermosura  y  la  riqueza  esparcidas 
en  la  vasta  extensión  que  limitan  el  oriente  y  el  ocaso,  el  sep- 
tentrión y  el  medio  día,  son  los  caracteres  que  componen  su 
historia.  Para  leerla,  es  preciso  recorrer  el  globo  entero.  Esos 
obeliscos  magníficos  que  se  descubren  al  través  del  tiempo, 
dominando  en  las  costas  del  mar  Mediterráneo  (1)  á  todo  el 
resto  de  la  tierra,  nos  enseñan  el  sitio  de  su  origen:  y  esas 
inscripciones  que  se  advierten  en  ellos,  y  que  ha  llegado  á 
borrar  el  polvo  de  los  siglos,  son  odas  consagradas  á  su  pre- 
cioso  nacimiento.  Alli  me  parece  que  leo :  la  felicidad  y  la  ale- 
gría van  á  derramarse  sobre  la  faz  del  mundo  por  mil  canales 
diferentes :  la  abundancia  y  la  cultura  irán  disipando  hasta  las 
sombras  de  la  miseria  y  la  barbarie :  y  ya  no  serán  irreparables 
los  estragos  de  la  guerra.  JEl  comercio  ha  aparecido,  ha  empezado 
á  embellecer  la  tierra,  y  se  ha  encargado  de  poblar  los  lugares 
desiertos. 

¡  Que  horroroso  es  ver  á  ISTabucodonosor  demoliendo  los  mu- 
ros de  la  capital  de  la  Fenicia,  y  al  hermano  de  Menelao  re- 
duciendo á  cenizas  la  ciudad  magnífica  de  Dárdano !  Pero  ¡  qué 
bello  ver  á  los  habitantes  de  la  antigua  Tiro  refugiándose  á 
una  isla,  obscurecer  en  poco  tieinpjo  la  gloria  de  Sidon;  y  á  los 
humildes  restos  de  la  soberbia  Troya  ir  subiendo  por  grados 
á  ese  poder  formidable  que  los  hizo  después  capaces  de  ven- 
gar la  ofensa  de  su  patria,  abatiendo  el  orgullo  de  esa  arro- 
gante nación,  que  no  contenta  con  dominar  aquí  abajo,  esta- 
blecía dioses  en  los  cielos,  y  dividía  entre  ellos  la  administración 


(1)  El  Egipto. 


— Í93— 
del  universo !  Entonces  es  cuando  espira  el  periodo  grosero  de 
la  humana  sociedad,  y  esta  empieza  á  conocer  sus  verdaderos 
intereses.  Entonces  es  cuando  el  mundo  sale  de  su  infancia;  y  el 
semblante  risueño  de  su  graciosa  juventud  hace  desaparecer 
los  fingidos  encantos  de  la  edad  de  oro.  Seria  magnifico  sin 
duda  ver  á  la  tierra  ofreciendo  voluntariamente  sus  frutos  sin 
ser  atormentada  por  el  arado  del  labrador.  Pero  es  mas  mag- 
nífico aun  verla  poblada  de  hombres  laboriosos  que  emplean 
sin  cesar,  para  removerla  y  levantarla,  todas  las  máquinas  del 
genio :  ver  a  todos  los  pueblos  empeñados  en  fomentar  su  re- 
cíproca industria:  todos  trabajando  en  protejer  la  gloria  de  los 
otros.  Los  chinos  domando  el  Golfo  Pérsico,  que  jamas  había 
sentido  el  peso  de  los  bajeles:  los  Persas  haciendo  navegables 
el  Tigris  y  el  Eufrates:  los  Egipcios  plantando  colonias  en  la 
India:  y  los  Griegos  edificando  ciudades  en  los  sitios  mas  pro- 
porcionados para  el  tráfico. 

Entretanto  Oartago  que  debia  su  origen  al  comercio  de  los 
Tirios,  crece  prodigiosamente  á  la  sombra  de  esta  divinidad  tu- 
telar: disputa  á  las  águilas  romanas  el  imperio  del  mundo:  y 
levantara  un  trofeo  contra  la  potencia  colosal  de  la  república, 
sino  se  embriagara  Aníbal  con  las  delicias  de  Capua. 

Los  romanos  que  habían  sepultado  al  comercio  en  el  sepul- 
cro de  sus  reyes,  y  que  después  pensaban  solo  en  extender  su 
dominación,  sienten  irse  apagando  el  antiguo  expíendor  de  la 
república  a  proporción  de  los  progresos  que  hacia  su  rival. 
Pero  una  nación  tan  sabia,  no  tardó  mucho  tiempo  en  conocer 
que  el  tráfico  se  habia  hecho  esencial  á  la  organización  de  los 
cuerpos  políticos:  y  lo  hace  renacer  con  un  suceso  tan  feliz¡,  que 
recoge  en  su  seno  las  riquezas  todas  del  África  y  del  Asia,  y 
se  hace  la  señora  del  mar  y  de  la  tierra. 

Ya  habia  desplegado  el  comercio  toda  su  energía.  Ya  habiá 
llegado  á  un  punto  de  elevación  de  donde  era  preciso  que  ba- 
jase. El  último  paso  de  su  gloria  debia  ser  el  primero  de  su 
ruina.  Boma  excita  los  zelos  de  las  naciones  escitas  y  germa- 
nas, asi  como  Tito  en  otro  tiempo  armó  contra  sí  la  envidia 
de  los  Asirios  y  Caldeos.  Los  bárbaros  del  norte  inundan  las 
provincias  occidentales  de  la  famosa  Italia,  y  causan  en  el  sis- 
tema mercantil  una  revolución  mas  funesta  que  la  que  le  hi- 
cieron sufrir  las  conquistas  de  Alexandro.  El  robo  y  las  violen- 
cias cortan  la  comunicación  de  las  ciudades  y  los  campos:  van 
desapareciendo  poco  á  poco  la  población  y  el  cultivo:  y  la  in- 
dustria perece  en  el  desorden.  En  este  estado  de  confusión  y 
de  tumulto,  el  imperio  se  divide.  Mientras  que  la  guerra  sen- 
tada sobre  su  trono  de  hierro,  sumergía  al  occidente  en  un 
abismo  de  miseria  y  de  barbarie,  el  comercio  retrocede  á  su 

LlTLEATURA' — 14 


—194— 
origen  primitivo,  y  vuelve  á  fijar  en  el  oriente  su  trono  de  oro. 
Derrama  sobre  Venecia  las  riquezas  de  la  India,  y  la  pone  en 
un  estado  de  opulencia  que  jamas  habian  osado  esperar  sus 
)S.  Venecia  se  llega  á  apoderar  del  tridente  de  ISTep- 
>.  y  se  hace  respetable  á  todo  el  continente.  Yo  contem- 
plo con  placer  esa  época  feliz  de  la  república;  y  las  pequeñas 
islas  que  la  forman,  me  parecen  columnas  elevadas  por  la  na-* 
turaleza  en  medio  de  los  mares  para  sostener  á  la  grandeza 
arrojada  de  la  tierra. 

Ya  los  Italianos  [iban  desenterrando  su  antigua  gloria  de 
entre  los  escombros  del  imperio,  cuando  los  felices  descubri- 
mientos del  siglo  15  sofocan  en  su  suelo  la  industria  que  fo- 
mentan en  todo  el  resto  del  mundo.  A  todos  los  pueblos  for- 
tifican y  enriquecen:  á  todos  les  aumentan  la  masa  de  las  co- 
modidades y  placeres :  pero  destruyen  la  riqueza,  y  enervan  el 
poder  de  la  repííblica,  las  dos  grandes  puertas  que  abrieron  al 
comercio  Vasco  de  Gama  y  Cristóbal  Colon.  Dobla  el  Portu- 
gués el  cabo  meridional  de  la  África:  varian  de  rumbo  los  te- 
soros del  Levante;  y  se  eleva  Portugal  sobre  las  ruinas  de 
Venecia. 

Ya  no  es  el  Malabar  el  depósito  de  las  producciones  bellísi- 
mas del  Asia.  La  Europa  toda,  Amberes  misma  tiene  que  ir  á 
buscarlas  á  Lisboa,  tal  fue  el  teatro  de  la  grandeza  Portugue- 
sa, que  después  de  haber  sido  conducida  á  un  grado  descono- 
cido en  los  siglos  anteriores,  perece  en  el  naufrajio  que  hizo 
descubrir  á  Alvaro  de  Cabra  (1)  las  costas  de  la  América, 
Portugal  no  piensa  desde  entonces  sino  en  hacerse  rico,  sin 
pensar  en  el  trabajo  que  solo  atrae  las  riquezas:  y  ha  llegado  á 
conocer  muy  tarde  que  la  canela  de  Zeilan  valia  mas  que  los 
diamantes  del  Brasil. 

Mientras  que  el  comercio  proporcionaba  á  esta  nación  las  ri- 
cas mercaderías,  proporcionaba  á  España  el  precioso  metal  con 
que  se  compran.  Pues  si  debió  Carlos  V.  al  ánimo  esforzado  de 
los  ilustres  reyes  que  le  habian  precedido,  el  cetro  de  oro  del 
antiguo  mundo,  el  comercio  lo  hizo  empuñar  el  cetro  nuevo 
del  mundo  de  ero,  Y  en  el  tiempo  feliz  de  Felipe  II.,  en  que 
fué  nuestra  España  el  centro  de  ese  círculo  donde  giraban  los 
grandes  intereses  de  las  naciones  negociantes,  era  la  casa  de 
Austria  la  mas  poderosa  de  la  Europa.  Sus  tesoros  eran  in- 
mensos, sus  ejércitos  invencibles,  y  sus  armadas  formidables. 
Pero  apenas  Uegan  las  riendas  del  gobierno  á  las  débiles  ma- 
nos de  Felipe  III.,  desaparece  el  comercio,  y  se  lleva  consigo 
las  riquezas,  los  ejércitos  y  armadas.  Debilitado  el  español  por 


( 1 )  Alvaro  de  Cabra  llegó  á  las  costas  del  Brasil  por  salvarse  del  naufragio  que 
sufrió  en  1052. 


— 195- - 
la  taita  üei  comercio  que,  según  la  expresión  de  Bocalíni,  es 
uno  de  los  dos  pechos  que  alimentan  el  estado,  no  puede  apro- 
vecharse del  precioso  descubrimiento  del  intrépido  López  ( 1 ) ; 
mientras  que  el  Glandes  engrosando  sus  fuerzas  en  la  India, 
le  conquista  cuanto  poseia  al  otro  lado  del  Ganges.  ¡  Qué  es- 
pectáculo tan  triste  el  que  ofrecía  nuestra  España  en  todo  el 
discurso  del  siglo  XVII !  Parece  que  iba  retrocediendo  preci- 
pitadamente á  sepultarse  otra  vez  en  el  horrible  caos  del  siglo 
IV.  Pero  en  fin  Felipe  V,  ese  rey  grande  y  virtuoso  que  nos 
mandó  la  pérfida  nación  que  acaba  de  quitarnos  ahora  un  des- 
cendiente suyo  mas  grande  y  mas  virtuoso,  se  empeña  en  pro- 
teger la  agricultura  y  el  comercio ;  y  comunicando  á  sus  vasa- 
llos la  pasión  que  lo  devora,  empieza  á  disipar  la  melancólica 
oscuridad  en  que  yacia  la  península.  Sigue  Fernando  VI  las 
máximas  sabias  de  su  padre.  Y  cuando  el  gran  Carlos  III  en- 
tabla el  tráfico  ventajoso  de  las  islas  Filipinas,  no  se  atreven 
á  impedírselo  las  dos  naciones  comerciantes  que  sentían  dis- 
minuirse considerablemente  los  tesoros  que  sacaban  del  Asia. 
Pues  ya  las  fuerzas  de  la  Holanda  no  eran  bastantes  para  opo- 
nerse á  las  ideas  de  la  España;  y  la  orgullosa  Inglaterra  temía 
el  poder  de  la  casa  de  Borbon. 

Esta  alternativa  de  debilidad  y  fortaleza  ha  sido  en  todos 
tiempos  obra  del  comercio.  El  ha  variado  mil  veces  la  faz  del 
universo,  trasformando  á  cada  paso  las  áridas  montañas  en  ri- 
cos minerales,  las  aldeas  en  ciudades,  y  las  cabanas  en  pala- 
cios. La  Polonia,  que  al  presente  apenas  tiene  lugar  en  nues- 
tros mapas,  era  una  potencia  respetable  cuando  los  otros  pue- 
blos eran  labradores  y  soldados.  Y  la  Holando,  que  era  enton- 
ces un  rincón  pequeño  de  la  tierra  casi  siempre  sumergido  en 
las  aguas  del  Bhin,  y  que  solo  subsistía  de  la  pesca,  es  ahora 
una  república  tan  poderosa  y  formidable,  y  ocupa  un  lugar  tan 
distinguido  en  el  sistema  político  de  Europa. 

Antes  del  siglo  XVI,  cuando  Genova  y  Venecia  producían 
esos  hombres  que  hicieron  recular  los  límites  del  mundo,  %  cuá- 
les eran  las  fuerzas  navales  de  esas  dos  naciones  que  se  dispu- 
tan en  el  día  el  imperio  de  los  mares  con  esfuerzos  mas  glorio- 
sos que  los  atenienses  y  esparciatas  %  La  reina  Isabel  no  en- 
contró mas  navios  que  los  destinados  á  la  pesca:  y  ocho  que 
ocuparían  uno  de  los  rangos  inferiores  en  las  escuadras  moder- 
nas, comj)onian  la  marina  que  recibió  Luis  XIV  con  el  trono 
de  la  Francia,  pero  que  rápidos  han  sido  sus  progresos  desde 
que  Oolbert  y  Oromwel  despertaron  en  ellas  el  zelo  del  co- 
mercio !  Inglaterra  y  Francia  han  llegado  á  adquirir  una  su- 
perioridad que  atemoriza  y  su  rivalidad  mantiene  el  equilibrio 


( 1 )  Las  Islas  Filipinas. 


—196— 

del  inundo.  Sus  continuas  disenciones  las  perjudican  mu 
tuaniente,  y  retardan  sus  i>asos :  pero  cayendo  una  de  ellas, 
acaso  envolvería  entre  sus  ruinas  la  gloria  de  la  otra,  Der- 
ribada una  de  las  mayores  columnas  que  sostienen  el  edi- 
ficio grande  de  la  opulencia  general,  deben  resentirse  todas  las 
demás.  Por  eso  Esparta  rehusa  esclavizar  á  Atenas ;  y  Boma 
se  arrepiente  de  haber  destruido  á  Oartago. 

Siempre  fijaron  las  armas,  las  épocas  funestas  del  comercio 
y  siempre  fijó  el  comercio  las  épocas  felices  de  las  armas. 
Esta  mezcla  monstruosa  de  intereses  tan  opuestos,  es  el  origen 
de  las  famosas  revoluciones  que  han  experimentado  los  .impe- 
rios en  los  siglos  anteriores;  y  que  irán  experimentando  en  los 
futuros,  hasta  que  luciendo  un  dia  claro  sobre  toda  la  tierra, 
conozcan  las  naciones  que  el  comercio  es  la  balanza  de  oro 
donde  se  pesan  sus  fortunas;  y  destronada  la  ambición,  vuel- 
va á  tomar  la  naturaleza  las  riendas  del  mundo. 

Arbitros  soberanos  de  los  derechos  de  los  pueblos,  ¿queréis 
contar  el  número  de  vuestros  vasallos  por  el  número  de  los 
hombres !  Demoled  los  muros  que  rodean  vuestras  plazas :  tra- 
bajad en  que  la  mano  del  labrador  emplee  en  conservar  la  hu- 
manidad esa  porción  de  hierro  que  está  empleando  en  destruir- 
la la  mano  dei  soldado:  empeñaos  en  que  haga  gemir  los  talle- 
res y  las  fábricas,  esa  multitud  de  hombres  que  está  gimiendo 
en  el  dia  bajo  del  peso  de  las  armas:  haced  que  conduzcan  á 
los  paises  extrangeros  el  fomento  y  la  vida,  esas  escuadras  nu- 
merosas que  ahora  solo  conducen  la  desolación  y  la  muerte : 
no  os  alejéis  de  vuestras  casas  tantos  millares  de  leguas,  para 
ir  á  aumentar  la  suma  de  las  miserias  del  género  humano :  res- 
petad á  los  hombres :  sabed  que  la  felicidad  ó  la  desgracia  que 
lleváis  á  las  regiones  mas  remotas,  por  una  especie  de  reac- 
ción han  de  volver  á  vuestro  imperio:  tributad  á  la  deidad  en- 
cantadora del  comercio,  la  adoración  que  tributáis  al  mons- 
truo de  la  guerra,  y  seréis  señores  de  todo  el  Universo.  Un 
pueblo  guerrero  necesita  derramar  una  porción  considerable 
de  la  sangre  de  sus  hijos,  para  hacer  tributario  á otro  pueblo; 
un  pueblo  comerciante  sin  derramar  una  gota,  hace  tributarios 
suyos  á  todos  los  demás.  El  célebre  Luis  XIV  pensaba  fundar 
una  monarquía  universal,  entablando  una  amistad  inviolable 
con  todo  el  género  humano ;  y  obligando  al  poderoso  agente 
del  comercio  á  llevar  hasta  los  pies  de  su  trono  los  homenages 
y  tributo  de  todas  las  naciones.  Al  mismo  fin  habia  aspirado 
antes  el  hijo  de  Filipo,  pero  por  el  camino  opuesto  de  hacerse 
el  enemigo  de  los  hombres,  destruir  sus  ciudades,  y  arruinar 
sus  reinos.  ¡  Cuanto  mas  sensato  el  príncipe  francés  que  el  ma- 
cedón !  Eli  primero,  si  lograra  que  la  paz  derramase  en  todas 
las  sociedades  sus  benéficos  influjos  y  que  circulasen  con  liber- 


—197— 
tad  por  toda  la  superficie  de  la  tierra  la  felicidad  y  la  abun- 
dancia, hubiera  empuñado  el  cetro  de  un  mundo  floreciente. 
El  segundo,  haciendo  resonar  en  todo  el  globo  la  fatal  trom- 
peta de  la  guerra,  ó  hubiera  sido  la  víctima  de  su  proyec- 
to sanguinario,  ó  hubiera  conseguido  reinar  sobre  desiertos. 

La  sangre  apaga  el  esplendor  del  trono  que  el  tráfico  fomen- 
ta. La  negociación  sola  es  la  sólida  base  capaz  de  resistir  el 
peso  de  la  magestad  y  de  la  gloria.  Yo  veo  á  Boina  mas  pode- 
rosa cuando  manda  cien  navios  á  la  India,  que  cuando  quema 
quinientos  á  la  vista  de  la  capital  del  África  ( 1 ) :  y  Alexandro 
me  parece  mas  grande  edificando  á  Alexandria,  que  destru- 
yendo á  Tiro.  Pedro  el  Czar  y  el  gran  Gustavo,  esos  dos  prín- 
cipes ambiciosos  que  se  dejaron  dominar  enteramente  del  bár- 
baro placer  de  exterminar  á  sus  semejantes,  conocían  sin  em- 
bargo el  poderoso  influjo  del  comercio  en  la  prosperidad  de  los 
imperios.  Trabajaba  el  Moscovita  en  enseñarlo  á  sus  vasayos, 
mientras  el  Sueco  confesaba,  que  él  sostenía  las  coronas  sobre 
las  cabezas  de  los  reyes.  Sin  el  favor  de  los  comerciantes  ja- 
mas se  pusiera  en  práctica  el  valor  de  los  soldados.  M  pueden 
recompensarse  á  la  humanidad  los  estragos  que  hace  en  ella 
el  que  lleva  en  la  mano  el  terrible  azote  de  Belona,  si  otra  no 
lleva  en  la  suya  la  cornucopia  de  Amaltea.  ¿  Qué  adelantara 
la  república  Eomana  con  tener  tantos  cónsules  ilustres  que 
llevasen  sus  armas  victoriosas  hasta  las  extremidades  de  la 
tierra,  si  no  tuviera  comerciantes  que  condujesen  á  Italia  los 
despojos  del  mundo  conquistado?  ¿M  cuál  seria  el  servicio 
que  hicieron  á  su  patria  los  Corteses,  Almagros  y  Pizarros 
viniendo  á  ofrecer  al  ídolo  de  oro  de  la  América  la  sangre  de 
la  Europa,  si  la  máquina  admirable  del  comercio  no  trasporta- 
se á  la  Europa  los  montes  de  plata  de  la  América? 

Mnguna  profesión  exige  los  homenajes  de  los  hombres  con 
mas  justicia  que  el  comercio.  Que  se  le  presten,  pues,  los  pri- 
meros resj>etos  en  los  magníficos  palacios  de  los  administra- 
dores de  los  grandes  imperios,  porque  él  produce  y  sostiene  la 
riqueza  y  el  poder:  que  se  le  rindan  obsequios  en  los  augustos 
gabinetes  de  la  humanidad,  porque  proporciona  alivio  á  sus 
dolencias:  que  se  oigan  resonar  sus  elogios  en  los  brillantes 
retretes  adornados  de  muebles  extranjeros,  mientras  en  ellos 
se  hermosea  el  bello  sexo  con  los  diamantes,  las  perlas,  y  las 
demás  preciosidades  que  le  conducen  de  la  América,  de  la  Eu- 
ropa, del  África  y  del  Asia,  para  contentar  en  él  la  pasión  que 
lo  domina:  y  entónensele  himnos  también  en  el  alcázar  de  las 
ciencias. 


( 1 )  Escipion  después  de  haber  derrotado  á  Annibal  mandó  quemar  la  armada 
de  los  Cartagineses  compuesta  de  quinientas  naves. 


—198— 

Si  no  se  profanan  los  altares -<le  Minerva,  ofreciendo  en  ellos 
inciensos  á  Mercurio.  Estas  dos  divinidades  del  Egipto  eran  es- 
culpidas jautas  por  el  cincel  de  la  Grecia:  sus  templos  eran 
los  mismos,  y  sus  fiestas  comunes.  Las  orillas  del  Mío  que 
fueron  la  cuna  del  comercio,  también  lo  fueron  de  las  ciencias. 
Desde  entonces  han  sido  inseparables,  y  han  participado  igual- 
mente de  las  revoluciones  de  la  tierra.  Cuando  las  ciencias  sa- 
len de  su  patria  conducidas  por  Pitágoras  temen  acercarse  á 
los  muros  de  la  guerrera  Esparta,  y  van  á  fijar  su  sello  en 
la  industriosa  Atenas.  Ellas  fueron  desterradas  de  la  Grecia  en  el 
mismo  tiempo  que  el  comercio :  y  estuvieron  mil  años  sepulta- 
das con  él  en  las  cenizas  de  la  antigua  Italia,  jamás  Bo- 
ma fué  tan  comerciante  como  en  el  siglo  de  oro  de  sus  letras, 
ni  Francia  vio  brotar  en  su  suelo  las  semillas  de  luz  y  de  cul- 
tura que  le  llevó  de  España  Francisco  I  hasta  que  Luis  XIV, 
comunicó  al  comercio  todo  el  vigor  de  su  alma  grande.  La 
moderna  Tartaria  y  la  Siberia  a  quienes  una  cruel  naturaleza 
ha  negado  las  delicias  de  la  comunicación  y  del  tráfico,  sepa- 
rándolas del  resto  de  la  tierra  con  el  muro  impenetrable  del 
occéano  glasial,  estaban  sumergidas  en  la  ignorancia  mas  pro- 
funda, mientras  que  el  químico  Bertoldo  preparando  en  Ale- 
mania el  descubrimiento  de  la  pólvora  que  debia  someter  la 
América  á  la  Europa,  enriquecía  la  física  y  la  historia  natural: 
Galileo  inventando  el  telescopio  en  la  capital  de  la  Toscana, 
erigió  en  sistema  la  conjetura  de  Oopérnico:  Bayle  desde  In- 
glaterra contestaba  las  experiencias  que  Pascal  y  Torricelli  ha- 
cían en  Auverña  y  en  Florencia :  y  Des-cartes  desde  Francia 
prestaba  á  toda  la  Europa  el  hilo  que  la  sacó  del  intrincado  la 
berinto  en  que  la  tuvo  Aristóteles  encerrada  diez  siglos. 

Solo  florece  la  sabiduría  á  la  sombra  fecunda  del  comercio. 
Parece  que  acostumbrada  á  la  tranquilidad  y  la  abundancia 
de  su  origen,  no  llega  á  acomodarse  á  la  miseria  ni  al  tumul- 
to. No  pueden  llevarse  en  una  mano  el  libro  y  el  arado.  M  el 
numen  benéfico  que  preside  á  las  ciencias  permite  que  se  mez- 
cle á  ese  humo  aromático  que  se  eleva  en  sus  templos  apaci- 
bles con  tanto  reposo  y  magestad,  el  humo  pestilente  que  se 
eleva  con  tanta  precipitación  y  desorden  en  los  templos  ter- 
ribles del  numen  de  la  guerra. 

José  Joaquín  de  Lareiya. 


FÁBULA. 


EL  MONO  Y  LOS  GATOS. 


De  escribir  mi  fabulita 
hoy  me  ha  venido  el  humor; 
y  un  mono  el  héroe  será 
digno  de  toda  atención. 

¡  Salimos  ahora  con  monos ! 
dirá  acaso  algún  lector; 
tenga  paciencia  hasta  ver 
en  lo  que  el  caso  paró. 

Hallábase  cierto  gato 
sobre  un  caliente  fogón, 
durmiendo  y  gozando  en  paz 
de  aquel  plácido  calor. 

Hecho  un  apretado  ovillo 
estaba  y  muy  si  señor, 
dejando  rodarla  bola, 
y  roncando  a  su  sabor. 

¡  Qué  cerca  está  el  mal  del  bien! 
nuestro  gato  lo  probó 
á  quien  por  muy  poco  tiempo 
su  vita  oona  duró 

En  esa  misma  cocina 
sentadito  en  un  rincón 


—200— 
estaba  el  perverso  mono 
que  el  bien  del  gato  acabó. 

Era  el  monillo  mas  feo, 
mas  flaeuchento  y  pelón, 
mas  vil  y  mas  insufrible, 
mas  indigno  y  salteador, 
mas  dañino  y  mas  ruin, 
mas  travieso  y  mas  ladrón, 
el  mono  mas  malo,  en  suma, 
de  cuanto  mono  hizo  Dios. 

Debió  de  darle  sin  duda 
en  la  nariz  el  olor 
de  un  buen  chorizo  que  puesto 
sobre  las  brazas  dejó 
una  criada  de  la  casa 
junto  al  gato  dormilón, 
muy  segura,  ya  se  vé, 
de  su  conciencia  y  honor. 

Agua  se  le  hacia  la  boca 
al  tal  mono,  el  corazón 
le  latía,  y  en  verdad, 
latíale  con  razón ; 

que  un  buen  bocado  hasta  entonces 
jamás  por  su  boca  entró. 

Hétele  aquí  que  se  viene 
derecho  para  el  fogón: 
llega  ya,  y  sobre  el  chorizo 
la  atrevida  mano  echó. 

¡  Ola !  al  punto  la  retira, 
y  con  precipitación: 
¿Qué  hubo?  ¡qué  ha  de  haber! 
que  el  fuego,  á  la  presa  defendió. 

Por  el  chasco  no  desmaya, 
y  con  un  nuevo  valor 
tres,  cuatro,  cinco  y  seis  veces 
la  intentona  repitió ; 
pero  en  todas  bien  quemado, 
lo  mismo  que  antes  salió. 

Parado  y  tanto  ojo  abierto, 
por  largo  rato  quedó, 
contemplando  muy  despacio 
el  objeto  encantador, 
y  meditando  la  traza 
para  saciar  su  ambición. 

La  encuentra,  y  con  aire  fiero 
hubo  de  exclamar:  pues  no, 


—201  — 
"  Sin  que  mis  manos  lo  paguen, 
"  el  chorizo  vendrá  á  nos, 
"  lo  juraré y  lo  juró, 

Acércase  á  nuestro  gato, 
y  un  cuarto  de  hora  le  habió, 
sobre  su  antigua  amistad, 
y  más  que  amistad,  amor. 

La  mano  llena  de  ampollas 
por  el  lomo  le  pasó, 
y  no  falta  quien  afirme 
que  su  mejilla  besó. 

Hizo  á  lo  último,  de  amigo 
la  común  'demostración; 
la  mano  del  triste  gato 
con  sus  dos  manos  tomó; 
el  cual  adormido  y  lleno 
estaba  de  admiración. 

Al  ver  aquellas  finezas 
de  la  mona  dignación, 
y  nada,  nada  recela, 
qué  no  conoce  el  traidor. 

Eíi  fin  la  mano  agarrada 
dentro  del  fuego  metió; 
con  ella  cual  con  un  palo, 
los  carbones  desvió, 
y  haciéndola  con  mas  fuerza 
dio  con  ella  un  embion, 
que  el  oloroso  chorizo 
al  campo  raso  sacó. 

De  los  dolores  del  gato, 
un  pito  no  se  le  dio; 
púsose  á  comer  muy  fresco 
el  paciente  maulló; 
y  quemado  y  aburrido, 
sale  atestando  veloz. 

Esta  industria  original 
linda  al  mono  pareció, 
repitióla,  y  muchas  manos 
de  muchos  gatos  quemó. 

Mas  al  cabo  de  algún  tieinqí,. 
corrió  por  cierta  la  voz 
de  que  el  mono  habia  intentad* 
otra  empresa  muy  mayor 
con  un  gatazo  disforme 
que  los  machos  le  paró. 

Literatura — 15 


—202— 

Y  cuando  con  pico  y  patas 
metido  en  ella  se  vio, 
luego  luego  de  los  gatos 
un  consejo  se  formó, 
ruina  y  muerte  resolvieron 
de  este  monuelo  bribón, 
y  corriendo  hecho  un  demonio 
vino  el  gatesco  escuadrón. 

Brincan  sobre  el  alevoso 
ciegos  de  rabia  y  furor; 
y  un  millar  demordiscones, 
y  de  araños  un  millón, 
y  un  sangriento  monicidio 
á  todo  gato  vengó. 

Príncipes,  pueblos  de  Europa, 
¿]No  podré  deciros  yo 
que  vosotros  sois  los  gatos, 
y  el  mono  Napoleón? 
Los  principios  son  iguales: 
será  igual  la  conclusión. 

(Del  Dr.  Larriva.— Abril  de  1813.) 


ELOGIO 

Del  Excmo.  é  Illmo.  señor  Dr.  D.  Bartolomé 
María  ds  las  Heras,  caballero  Gran-Cruz 
de  la  real  y  distinguida  orden  española  de 
Carlos  III,  y  de  la  de  Isabel  la  Católica, 
del  Consejo  de  S.  M.  dignísimo  Arzobispo 
de  Lima  etc.  etc.  Pronunciado  en  la  Uni- 
versidad de  San  Marcos,  el  27  de  Octubre 
de  1815,  en  el  acto  ele  Teología  que  le  con- 
sagró D.  José  Izaguirre,  alumno  del  Real 
Seminario,  por  D,  José  Joaquín  de  Larri- 
va,  maestro  en  artes,  Dr.  en  sagrada  Teo- 
logía, y  catedrático  de  prima  de  Psicolo- 
gía en  dicha  universidad. 


Señor: 

Desde  que  la  Francia  emprendió  la  obra  de  su  regeneración, 
rompiendo  los  diques  que  le  hablan  fabricado  siglos  enteros  de 
esclavidud  y  tiranía;  su  energía  y  su  entusiasmo  llevados  al 
exceso,  habían  contagiado  á  ambos  mundos.  El  horrendo  cla- 
mor de  la  trompeta,  que  desde  el  centro  del  Austria  hizo  des- 
pertar los  zelos  de  todas  las  potencias  del  oriente,  habia  lan- 
zado sus  ecos  espantosos  á  las  últimas  regiones  del  ocaso;  y 


—204— 
el  genio  de  la  guerra,,  después  de  haber  sacrificado  millones 
de  victimas  en  el  continente  europeo,  había  volado  á  sacudir 
sobre  el  nuestro  su  hacha  ensangrentada.  Los  vientos  impe- 
tuosos de  la  devastación  y  de  la  muerte  soplaron  al  misino  tiem- 
po por  el  septentrión  y  mediodía j  y  la  pasión  marcial  se  habla, 
difundido,  con  la  celeridad  del  fuego  eléctrico,  del  un  cabo  al 
otro  de  la  América.  Entre  las  playas  que  vieron  arder  las  na- 
ves del  vencedor  de  Montezuma,  y  el  país  que  sirvió  de  cuna 
al  fuerte  Caupolican,  no  hay  un  punto  solo  que  se  haya  liber- 
tado de  esta  especie  de  epidemia  política.  Hasta  en  las  orillas 
del  manso  Rimac  se  han  advertido  sus  síntomas  fatales.  Ja- 
más hemos  oido,  es  verdad,  el  estallido  del  cañón.  Pero  ¡  cuan- 
tas veces  hemos  oido,  en  esta  aula  resonar  los  elogios  de  los 
que  hacían  mas  estragos,  con  sus  tiros,  en  la  miserable  huma- 
nidad! Nunca  hemos  visto  humear  nuestras  murallas.  Pero 
estamos  fatigados  de  ver  aquí  humear  los  incensarios  en  obse- 
quio de  aquellos  que  sabían  derribarlas  y  reducirlas  á  polvo. 
Los  oradores  de  la  Patria  no  han  hablado  en  veinte  años  sino 
de  ruinas,  de  sangre  y  de  destrozos.  Y  la  juventud  estudiosa  no 
ha  creído  continuar  con  gloria  su  carrera ;  si  no  consagraba  las 
primicias  á  los  feroces  maestros  del  arte  horrible  que  estaba 
despoblando  al  universo.  Parece  que  los  hijos  de  Apolo  ha- 
bían degenerado  en  esta  era  de  ser  primitivo  y  que  las  letras 
desdeñando  la  gracia  de  Minerva,  se  habían  acogido  al  patro- 
cinio de  Belona. 

Pero  ¡que  feliz  mutación  en  la  academia!  Hoy  no  se  oyen 
en  sus  aulas,  ruidosas  relaciones  de  sitios  y  combates.  A  la  as- 
pereza de  los  clarines,  ha  sucedido  esta  tarde  la  dulzura  de  las 
flautas:  á  los  fusiles  y  morteros,  las  plumas  y  los  libros:  á  las 
tiendas  de  campaña,  los  apacibles  gabinetes :  á  los  campos 
de  batalla,  las  cátedras  y  pulpitos;  y  alas  hazañas  horrorosas 
del  conquistador  y  el  guerrero,  las  fatigas  tranquilas  del  sabio, 
y  las  virtudes  pacíficas  del  gefe  del  cristianismo.  ¡  Día  dicho- 
so !  en  que  dejando  al  estrepitoso  estruendo  de  las  armas,  sus 
estatuas  y  trofeos;  se  reservan  los  cultos  académicos  para  esa 
profesión  que  hace  al  hombre  superior  á  sí  mismo,  que  es  el 
honor  y  el  blasón  de  la  sociedad  que  la  cultiva,  y  la  delicia  de 
de  todo  el  universo.  ¡  Día  memorable !  ¡  Dia  que  debe  escri- 
birse con  caracteres  indelebles  en  los  fastos  de  Lima!  Este  día 
va  á  fijar  una  de  las  épocas  mas  felices  de  la  literatura  pe- 
ruana. 

Pero  ¿es  posible  que  en  día  tan  solemne  en  que  son  desa- 
graviadas la  virtud  y  las  ciencias,  sea  yo  uno  de  los  ministros 
destinados  á  ofrecer  perfumes  al  benéfico  numen  que  á  su 
nombre  viene  á  tomar  posesión  en  el  Liceo,  de  ios  augustos 


__2()5— 
derechos  que  tanto  tiempo  Íes  tenían  usurpados  el  furor  y  la 
ambición?  $  Es  posible  que  tratándose  de  entonarle  cánticos  de 
gloria,  y  habiendo  en  este  coro  tan  harmoniosas  voces,  haya 
elegido  la  academia  la  disonancia  de  la  mia!  ¡Ah!  ¡Qué  no 
tenga  yo  la  expresión  enérgica  de  un  Heras,  para  salir  con 
decoro  de  mi  honorífico  empeño!  Disertísimo  prelado:  présta- 
me tu  elocuencia  encantadora,  para  concurrir  de  un  modo  dig- 
no á  la  grandeza  y  .pompa  de  este  dia.  Comunícame  ese  nie- 
go.. .  .Pero,  señores:  yo  creía  sobre  mis  hombros  un  peso  que 
no  hay ;  y  desconfiando  de  mis  fuerzas,  estaba  mendigando  un 
socorro  de  que  no  necesito.  Los  hombres  extraordinarios  no 
han  menester  oradores  sublimes.  Todo  en  ellos  es  grande:  na- 
da es  preciso  finjir.  Todo  en  ellos  es  raro,  nada  es  preciso  en- 
carecer: todo  en  ellos  es  brillante:  nada  es  preciso  dorar.  Los 
adornos  del  arte  solo  sirven  para  debilitar  sus  acciones.  Una 
narración  sencilla  de  su  vida  es  únicamente  la  que  ofrece 
una  idea  completa  de  su  mérito.  Para  elogiar  á  un  hom- 
bre común,  es  necesario  todo  el  genio  de  un  heras.  Para  elo- 
giar á  todo  un  Heras,  es  suficiente  el  genio  mió.  Sí:  yo  em- 
prendí hablar  de  este  ilustre  pastor  de  nuestra  iglesia,  resuel- 
to á  sacrificar  en  su  obsequio  la  reputación  de  orador.  Pero 
felizmente  me  he  engañado.  Sin  tirar  una  línea,  me  hallo  tra- 
zado el  panegírico  con  que  voy  a  poner  los  últimos  remates  al 
bello  monumento  literario  que  hoy  le  erigen  las  musas  en  su 
templo.  El  mismo  ha  trabajado  esta  obra  preciosísima.  Sus 
virtudes  hacen  el  fondo ;  y  su  ciencia  le  da  todo  el  lleno  de  luz 
correspondiente.  Yo  no  tengo  mas  que  hacer,  que  desenrollar 
el  cuadro,  y  presentarle  á  la  academia. 

¡  Qué  prospectiva  tan  magnífica !  ¡  Qué  variedad  de  colores ! 
¡  Qué  belleza  de  imágenes !  ¡  Qué  abundancia !  ¡  Qué  riqueza ! 
La  imaginación  discurre  abismada  por  un  campo  inmenso 
sembrado  todo  de  luces,  de  virtudes,  de  triunfos,  de  laureles. 
Cuanto  mas  examina,  mas  descubre:  y  cuanto  mas  descubre 
mas  admira.  En  todas  partes  ve  grande  á  nuestro  héroe :  pero 
siempre  le  ve  mas  grande  en  el  último  punto  en  que  se  fija.  En 
Toledo,  el  doctor  le  parece  mayor  que  el  deán;  y  enGuamanga 
le  parece  mayor  el  deán  que  el  arzobispo,  Las  dignidades  ad- 
quieren en  su  persona  un  explendor  extraordinario :  y  los  tea- 
tros de  sus  glorias  disputan  con  razón  la  preferencia.  ¡  O  He- 
ras  !  ¡  O  prelado  inmortal !  ¡  Qué  portentosas  son  tus  obras,  y 
qué  elevado  tu  merecimiento !  Tu  memoria  se  conservará,  no 
por  los  mármoles  y  bronces  que  á  pesar  de  su  firmeza,  llegan  á 
ceder  al  fin  á  la  fuerza  irresistible  de  los  tiempos;  sino  por  el 
respeto  y  el  asombro  que  atraviezan  ilesos  las  generaciones  y 
los  siglos.  Y  tú,  Carmona,  dichosa  porción  de  Andalucía:  glo- 


—200— 
ríate  de  tener  nn  hijo  que  hará  célebre  tu  nombre  éntrelas  gen- 
tes, no  con  esa  celebridad  funesta  quedan  los  famosos  desas- 
tres, sino  <on  aquella  plácida  celebridad  que  solo  puedan  dar  la 
piedad  y  los  talentos.  La  posteridad  hablará  de  Marengo  y  de 
Jena;  pero  hablará  con  horror,  mientras  que  no  podrá  hablar 
de  tí  sin  penetrarse  de  esa,  veneración  profunda  de  que  hoy  nos 
penetramos  nosotros  cuando  hablamos  de  los  pueblos  ventu- 
rosos que  vieron  nacer  á  Fenelom  á  Fleuri  y  á  Bosuet. 

Una  alma  noble  y  generosa,  un  corazón  magnánimo  y  sen- 
sible, un  entendimiento  universal  y  profundo,  una  memoria 
pronta  y  firme,  un  espíritu  vivo  y  perspicaz,  una  imaginación 
vasta  y  fecunda,  un  genio  delicado  y  sublime:  tales  son  las 
prendas  inestimables  con  que  el  señor  Heras  se  presenta  en  el 
mundo;  y  tales  las  armas  poderosas  con  que,  anxiliado  por  los 
jesuítas  de  Sevilla,  emprende  la  conquista  de  la  república  lite- 
raria. Entra,  combate,  triunfa,  la  toma,  y  se  apodera  en  fin  de 
todos  sus  tesoros.  Gramática,  retórica,  filosofía,  teología,  dere- 
cho eclesiástico  y  civil,  historia  profana  y  sagrada,  moral  hu- 
manidades, escritura,  padres,  concilios,  todo ,  todo  es  la  presa 
de  su  inmensa  capacidad.  No  hay  conocimiento  que  no  persi- 
ga su  sed  insaciable  de  saber  :  y  no  hay  conocimiento  que  re- 
sista á  la  fuerza  de  su  penetración.  Aunque  algunos  ingenios 
privilegiados  suelen  enriquecerse  con  todas  las  facultades,  re- 
gularmente en  una  sola  logran  hace  progresos  extraordinarios. 
Pero  él  habla  nacido  para  aprenderlas  todas,  y  progresar  en  to- 
das. El  filósofo,  el  teólogo,  el  jurisconsulto,  el  canonista,  el  fi- 
lólogo, todos  son  igualmente  grandes,  igualmente  célebres, 
igualmente  admirables. 

Cualquiera  de  las  ciencias  que  posee  era  bastante  para  ha- 
cerle capaz  de  ilustrar  los  paises  á  que  debia  la  educación  y  el 
nacimiento.  Pero  era  precisa  la  reunión  de  todas,  para  que  pu- 
diese lucir  en  la  antigua  corte  de  los  reyes  de  Castilla;  y  ser- 
vir de  punto  de  apoyo  á  esa  sólida  fama  que  comenzó  á  afian- 
zarle su  predilecto  hijo  Alfonso  el  sabio.  ¡La  fortuna  de  la  uni- 
versidad de  Toledo !  ¡  Contar  al  señor  Heras  por  miembro  su- 
yo !  Ella  le  hace  honor,  es  verdad,  en  recibirle  en  su  seno;  pero 
no  le  hace  gracia.  Le  presta  reputación;  pero  la  cobra  con  ven- 
tajas. Le  condecora;  pero  mas  se  condecora  á  sí  misma.  Le 
proporciona  un  lugar  distinguido  entre  los  sabios  de  España ; 
pero  ella  le  toma  entonces  entre  las  universidades  de  Europa.  Le 
confiere  facultad  para  que  hable  en  sus  aulas;  pero  logra  escu- 
char la  voz  de  la  sabiduría.  Le  da  un  laurel;  pero  recibe,  en 
pago,  ilustración  y  nombre  eterno.  Si  alguna  vez  han  sido  hon- 
radas las  borlas  de  doctor,  fué  cuando  ciñeron  las  sienes  de  es- 
te insigne  varón,  cuyos  talentos  descollando  sobre  los  mas  ele 


—207— 
vados  de  su  tiempo,  hacían  el  encanto  y  asombro  general:  y 
cuya  vasta  doctrina  tan  copiosa  y  benéfica  como  las  corrientes 
del  Tajo,  después  de  haber  fecundado  la  Castilla,  salia  como 
ellas  á  llevar  a  otras  provincias  la  fertilidad  y  la  vida. 

¡  Para  qué  me  habré  yo  precipitado  en  tratar  de  este  triunfo 
solemne  tan  digno  de  perpetuarse  sobre  los  obeliscos  mas  al- 
tos de  la  literatura  y  del  buen  gusto !  j  Qué  necesidad  habia  de 
seguir  servilmente  el  hilo  de  la  historia,  si  se  hablaba  de  un  hé- 
roe! Yo  debí  invertir  el  orden  de  las  épocas.  Debí  quitar  su 
grado  del  lugar  que  ocupaba  en  la  serie  de  los  acontecimien- 
tos de  su  vida,  y  colocarle  en  el  último.  Asi  hubiera  conseguido 
dar  á  mi  discurso  una  forma  mas  regular  y  mas  bella,  y  con- 
servar, y  hasta  el  fin  el  interés  de  mis  oyentes;  pero  no  he 
sabido  conciliar  mi  lucimiento  con  el  suyo.  En  la  mitad  de 
la  obra,  me  quedé  sin  materiales.  Me  veo  precisado  á  con- 
tinuar; y  no  hallo  cosa  capaz  de  entretener  vuestra  aten- 
ción. Os  hablaré  de  Toledo.  Ya  nada  esperéis  de  mí  de  gran- 
de ni  magnífico.  Porque  ¿  qué  podrá  añadirse  á  la  gloria  de 
un  hombre  de  quien  antes  se  ha  dicho  que  mereció  los  aplau- 
sos de  un  pueblo  que  habia  visto  y  conocido  al  criador  del 
idioma  en  que  han  hablado  los  G-arcilasos,  los  Cervantes, 
los  Jovellános  y  Olavides;  al  legislador  incomparable  que 
mejoró  en  sus  partidas  los  brillantes  trabajos  de  los  Solones 
y  Licurgos;  al  Tácito  de  España;  al  amigo  mas  favorecido 
de  las  musas  castellanas;  al  émulo  de  Euclídes  y  Arquimódes, 
que  osó  reformar  el  primero  las  tablas  astronómicas  del  famo- 
so Toloméo ;  al  monarca  inmortal  que  después  de  seis  siglos, 
reina  aun  en  todo  el  mundo  científico?  El  señor  Heras  se  hizo 
admirar  en  la  patria  misma  de  Alfonso  X.  ¡  Qué  panegírico ! 
Todo  cuanto  se  diga  después,  ha  de  ser  precisamente  débil,  lán- 
guido y  frió. 

¡.Qué  he  dicho  yo!  ¿Me  olvidé  de  que  hablaba  del  Excmo.  é 
Illino.  señor  D.  Bartolomé  María  de  las  Heras?  Los  hom- 
bres verdaderamente  grandes  como  él,  ofrecen  muchos  puntos 
de  vista  diferentes.  Si  el  orador  por  dejarse  llevar  de  su  carác- 
ter franco,  ó  por  hacer  ostentación  de  su  riqueza  suma,  derra- 
ma las  gracias,  disipa  los  primores,  y  prodiga  las  bellezas; 
puede  consumir,  no  hay  duda,  todo  el  caudal  que  le  tranquean 
mirados  por  un  lado.  Pero  los  mira  por  otro :  y  adquiere  nue- 
vos fondos  y  recursos  nuevos  para  continuar  sorprendiendo  y 
embelesando  al  auditorio.  Tai  es  mi  situación  en  este  instante. 
Yo  tuve  la  imprudencia  de  presentar  de  un  golpe  al  Heras  li- 
terato. Pero  ¿deberé  por  eso  desmayar?  ¿No  me  queda,  por 
ventura,  el  Heras  virtuoso  ?  Sí,  virtuoso  Heras.  Yo  seguiré 
elogiándote:  y  tu  elogio  no  me  será  desde  ahora  mas  dificulto- 


—'JOS- 
SO  que  al  principio,  Antes  espero  ensalzarte  mas  en  lo  que  res- 
ta, y  ser  mas  elocuente.  Agoté  una  materia;  pero  tengo  otra 
á  la  mano  mas  abundante  y  mas  amena.  ¡Qué  importa  que  la 
sabiduría  me  niegue  sus  imágenes,  si  me  presta  las  suyas  la 
virtud ! 

¡  O  virtud !  ¡  hermosa  y  envidiable  virtud !  ¡  quién  te  poseyera, 
para  pintar  al  vivo  tus  encantos  !  Tú  eres  el  precioso  fruto 
que  adornando  el  espíritu  del  sabio,  le  hace  digno  del  amor  y 
la  veneración  de  los  demás.  Los  talentos  profundos  que  por 
una  especie  de  fatalidad  son  la  plaga  mas  terrible  del  lina  ge 
humano,  se  tornan  por  tu  influjo  en  instrumentos  benéficos  de 
su  felicidad  y  sus  delicias.  Sin  tí,  los  conocimientos  mas  vas- 
tos no  son  otra  cosa  que  miseria,  orgullo  y  vanidad.  No  hay 
heroísmo  sin  tí.  Y  las  letras  jamás  han  sido  loadas  con  razón, 
sino  cuando  tú,  con  tu  soplo  divino,  las  has  animado,  y  pues- 
to en  movimiento. 

Yo  no  sé,  señores,  como  pudo  progresar  tanto  en  la  carrera 
literaria  un  hombre  tan  ocupado  en  el  estudio  de  salvarse.  Lo 
cierto  es  que  la  bondad  de  su  corazón  no  crecía  menos  que  la 
ilustración  de  su  espíritu:  que  ambas  concurrieron  á  hacerle  el 
oráculo  de  Toledo :  y  que  la  fama  de  su  ciencia,  por  donde 
quiera  que  volaba,  siempre  volaba  acompañada  del  olor  de  su 
virtud.  Cuando  hablo  de  su  virtud,  no  quiero  pasar  en  silencio 
que  él  jamás  le  dio  en  sus  loables  obras  esa  espantosa  austeri- 
dad ni  ese  carácter  melancólico  con  que  degradan  á  esta  hija 
primogénita  del  cielo  los  mas  de  sus  sectarios,  robándola  el  de- 
leite, el  agrado  y  la  hermosura.  Siempre  la  presentó  con  aquel 
semblante  apacible  y  risueño  que  la  hace  al  mismo  tiempo  tan 
bella  y  tan  amable. 

Mi  ahna  se  recrea  al  contemplarle  abandonando  las  altas 
distinciones  que  el  mundo  seductor  le  convidaba,  por  entrar  en 
el  camino  de  las  humillaciones  y  la  cruz:  creyéndose  mas  hon- 
rado con  ofrecer  sus  inciensos  en  el  templo  del  Dios  vivo,  que 
con  recibirlos  él  mismo  en  el  santuario  de  la  sabiduría;  y  de- 
jando las  comodidades  y  ventajas  de  una  casa  ilustre  y  pode- 
rosa, para  ir  á  buscar  trabajo  en  la  viña  del  Señor. 

Ahora  es  cuando  me  acuerdo  de  su  linaje  que  olvidé  al 
principio.  Y  ya  no  es  tiempo  de  tratar  de  una  materia  que  an- 
tes habría  dado  un  rasgo  brillante  á  mi  discurso.  Las  riquezas 
y  los  títulos  hubieran  recomendado  al  estudiante  de  Sevilla  y 
al  doctor  de  Toledo :  pero  no  recomiendan  al  presbítero.  Mien- 
tras le  tuvimos  en  el  siglo,  se  pudo  haber  hablado  de  la  anti- 
güedad, de  los  bienes  de  fortuna,  de  las  acciones  señaladas,  y 
de  los  cargos  honoríficos  que  hacen  hasta  hoy  á  su  familia  una 


—209— 
de  las  primeras  y  nías  respetables  de  Carmena.  Pero  ya  le 
tenemos  en  la  iglesia.  Y  la  iglesia  no  conoce  otra  herencia, 
que  la  herencia  del  Señor  ;*btro  rango,  que  el  rango  de  la  vir- 
tud; otra  nobleza,  que  la  nobleza  del  espíritu;  ni  otra  sangre, 
que  la  sangre  de  Jesucristo. 

¡  De  qué  expresiones  me  valdré  para  encarecer  su  humildad, 
esa  profunda  humildad  que  le  mostraba  tan  pequeño  á  sus 
propios  ojos,  siendo  tan  grande  á  los  ojos  de  todos  los  demás; 
y  que  le  hacia  creerse  indigno  de  ocupar  en  la  gerarquía  de  la 
iglesia  esos  puestos  elevados  á  que  era  tan  acreedor!  Acaso  se 
sepultaran  sus  talentos,  y  sus  luces  quedaran  eclipsadas  para 
siempre,  si  no  mandara  entonces  las  Españas  un  monarca  ilus- 
trado y  justiciero  que  sabia  conocer  el  mérito  del  vasallo,  dis- 
tinguirle y  premiarle.  Carlos  III,  le  hace  capellán  suyo  y  con- 
fesor de  la  reina:  todo  con  el  objeto  de  tenerle  en  su  corte. 
¡  Qué  no  me  sea  permitido  extender  los  límites  de  este  discur- 
so, para  ponderar  bastantemente  los  que  él  pronunciaba  en 
Madrid!  ¡Qué  copia  de  doctrina!  ¡qué  amenidad  !  ¡que  dulzu- 
ra !  ¡  qué  vehemencia !  ¡  qué  unción !  Se  diría  que  el  capellán 
del  rey  había  gastado  toda^su  vida  en  cultivar  la  elocuencia 
del  pulpito.  Como  los  largos  estudios  y  las  profundas  medita- 
ciones le  habían  enseñado  á  manejar  con  destreza  los  resortes 
del  corazón  humano,  excitaba  los  afectos  con  la  mayor  facili- 
dad. El  amor,  el  odio,  la  alegría,  el  dolor,  la  esperanza,  el  de- 
seo, todos  nacían  al  solo  eco  de  su  voz  imperiosa.  Como  cono- 
cía demasiado  á  la  virtud  y  la  veia  tan  de  cerca,  la  pintaba  con 
tanta  propiedad,  que  todos  se  enamoraban  de  sus  gracias,  y 
todos  querían  ser  virtuosos  como  él. 

¡  Cuando  imaginó  la  América  servir  de  esfera  algún  dia  á  un 
astro  de  tanta  magnitud !  Pero  el  Padre  de  las  luces  no  le  ha- 
bía criado  j>ara  que  iluminase  un  hemisferio  solo :  y  hace  que 
dejando  la  Península,  íyenga  á  difundir  sus  rayos  en  estas 
regiones  fortunadas.  Yo  no  pienso  demorarme  en  los  deanatos 
que  desempeñó  tan  altamente  en  Guamanga  y  en  la  Paz.  Es- 
tas dignidades,  por  grandes  que  sean  en  sí  mismas,  son  peque- 
ñas en  la  historia  de  varón  tan  eminente:  y  ocuparían  un  lu- 
gar que  debe  reservarse  á  sucesos  de  mas  excelencia  y  de  mas 
gloria.  Hablo  de  los  que  el  Cuzco  presenció  en  aquellos  días 
memorables  en  que  le  vio  sentado  sobre  su  silla  episcopal. 
Aquí  era  donde  él  esperaba  llegar,  para  mostrarse  en  todo  su 
esplendor.  El  episcopado,  al  mismo  tiempo  que  pone  el  colmo 
á  su  elevación  y  su  grandeza,  pone  en  acción  sus  talentos,  sus 
luces,  sus  virtudes,  todas  sus  facultades,  todas  sus  potencias. 
Era  de  verle  amparando  al  huérfano  con  la  una  mano,  y  enju- 
gando con  la  otra  las  lágrimas  de  la  viuda:  alentando  al  débil, 

LlTEEAT  ÜBA — 16 


—210— 
y  consolando  al  afligido :  llevando  él  solo  el  peso  de  la  mitra,  y 
repartiendo  las  rentas  entre  todos :  sufriendo  con  resignación 
edificante,  las  penalidades  y  los  riesgos  de  la  santa  visita  de  su 
diócesis:  predicando  en  una  aldea  con  la  misma  satisfacción 
con  que  predicaba  en  Toledo  y  en  Madrid:  hablando  el  lengua- 
je de  los  pequeños  é  ignorantes,  con  la  misma  facilidad  con 
que  hablaba  el  de  los  grandes  y  los  sabios:  entrando  en  la  hu- 
milde choza  de  un  labrador  miserable,  con  el  mismo  regocijo 
con  que  entraba  en  el  palacio  de  los  reyes:  prodigando  sus 
consejos,  sus  desvelos  y  cuidados:  manifestando  á  cada  paso 
su  ternura  paternal:  trabajando  en  descubrirlas  miserias  déla 
humanidad,  para  volar  á  socorrerlas:  enseñando,  con  San  Am- 
brocio,  que  después  de  tocar  sobre  el  altar  el  adorable  cuerpo 
de  Jesucristo,  no  hay  honor  para  un  ministro  suyo,  como  el 
de  aliviarle  en  sus  miembros  enfermos;  obligando  á  practicar 
las  virtudes,  practicándolas  él  mismo:  corrigiendo  los  abusos: 
haciendo  brillar  la  disciplina:  reformando  el  clero:  instruyen- 
do al  pueblo:  embelleciendo  el  santuario:  fomentando  el  culto: 
dando  en  los  beateríos  de  San  Blas  y  Nazarenas,  dos  asilos 
seguros  a  las  almas  que  huian  de  las  tormentas  del  mundo, 
sin  saber  que  daba  al  mundo  dos  testimonios  auténticos  de  su 
caridad  fervorosa;  y  levantando  veintiocho  templos  que  sirvie- 
sen á  la  gloria  del  Señor,  sin  pensar  que  levantaba  veintiocho 
monumentos  que  eternizasen  la  suya. 

¡  Qué  tierno  y  qué  magnífico  espectáculo !  ¡  La  naturaleza  se 
asombra  al  contemplarle,  y  la  religión  se  complace !  ¿Tiene 
un  obispo  mas  deberes?  ¿Hacían  mas  los  fundadores  de  la 
iglesia  ?  ¡  O  Cuzco !  con  razón  te  gloriabas  de  tu  Hbeas  ;  y 
con  razón  quedaste  en  desolación  y  duelo  cuando  le  trajo  aquí 
la  Providencia  á  ocupar  la  excelsa  silla  de  los  Mogrovejos  y 
los  Loaysas  que  acababa  de  perder. un  pontífice  digno  délos 
primeros  siglos,  el  señor  La  Reguera.  ¡  Qué  nombre!  ¡  Qué  no 
pueda  yo  pronunciarle  jamás,  sin  derramar  algunas  lágrimas ! 
Permitidme,  señores,  que  desohogue  un  poco  mi  corazón  re- 
conocido. 

¡ O  La  Reguera!  ¡O  sacerdote  grande!  ¡O  mi  protector!  ¡  O 
padre  mió !  tú  abandonaste  estas  regiones,  pero  no  abandonas- 
te á  este  hijo  tuyo.  Te  ausentaste  de  la  tierra,  pero  quedaste 
en  mi  alma  donde  hablas  grabado  tu  cara  imagen  á  fuerza  d® 
beneficios.  Mi  suerte,  mis  progresos,  mi  saber,  cuanto  soy, 
todo  es  tuyo:  y  tuyo  será  también  cuanto  sea  en  adelante. 
¡  Cómo  te  estarás  complaciendo  desde  la  mansión  de  paz  en 
donde  habitas,  al  verme  ya  en  estado  de  elogiar  en  la  acade- 
mia al  pastor  ilustre  que  tú  mismo  sin  duda  nos  impretaste 
del  Señor  para  consolarnos  de  tu  pérdida,  y  para  llenar  com- 
pletamente el  inmenso  vacío  que  dejaste. 


—211— 
Sí,  Heras  inmortal:  tú  has  llenado  este  inmenso  vacío:  tú 
nos  has  consolado.  ¡Qué  heroísmo!  Cuando  vivas  en  la  poste- 
ridad con  aquella  vida  de  gloria  que  hoy  comienzan  á  darte  los 
genios  de  ese  seminario,  que  ya  venios  florecer  bajo  tu  augusta 
sombra,  no  te  harán  tanto  honor  las  grandes  cruces  de  Car- 
los é  Isabel,  como  el  haber  reparado  la  falta  d^  rm  en- 
guera. . 


EPITAFIO. 


PUESTO    EN    EL    SEPULCRO    DE    LA'  INQUISICIÓN    CUANDO    SE 
DECEETÓ  SU  EXTINCIÓN  POR  LAS  CORTES  DE  ESPAÑA. 

Mequiescan  in  pace.  Amen. 
SONETO. 

En  aqueste  sarcófago  se  encierra 
un  fantasma  que  al  mundo  tuvo  en  poco; 
fué  el  espantajo,  el  malandrín,  el  coco; 
á  nadie  dio  la  paz,  y  á  todos  guerra. 

Ya  cayó  en  fin  este  coloso  en  tierra, 
que  tanto  dio  que  hacer  al  cuerdo,  al  loco: 
detente  pasajero:  limpia  el  moco, 
y  tus  cuitas,  y  lágrimas  destierra. 

Ha  muerto  impenitente  (  según  dicen) 
por  lo  que  es  justo  que  la  hoguera" enciendan, 
y  con  sus  huesos  la  candela  aticen. 

¡Mas  oh  dolor!  mis  voces  no  la  ofendan: 
en  su  aplauso  otras  plumas  se  eternicen, 
y  su  causa  las  cortes  la  defiendan. 


Del  Dr.  Larriva — Lima,  1813.) 


-213— 


En  la  muekte  de  doña  María  Moreno  primera  dama  del 
Teatro  de  Lima  asesinada  por  don  Eafael  Oevada 
el  2  de  Agosto  de  1813. 

SONETO. 

Lloren  las  musas  con  acerbo  llanto 
el  desgraciado  fin  de  la  que  un  dia, 
á  Melpomene  grata  y  á  Talía, 
de  nuestra  escena  fué  lustre  y  encanto. 

Su  primor  y  despejo  pudo  tanto 
para  darle  opinión  y  nombradia, 
que  el  culto  espectador  ya  se  creia 
pasar  desde  el  placer  hasta  el  espanto. 

En  la  flor  de  su  edad  encantadora 
osó  envano  apagarle  su  luz  pura, 
y  el  sepulcro  le  abrió  mano  traidora; 

Pues  por  vengarla,  de  esta  losa  dura 
labró  el  genio  un  altar  en  donde  mora 
el  talento,  la  gracia  y  la  hermosura. 


(Agosto  5  de  1813 — Dr.  Larriva.) 


EL  CONCISO, 


EPÍGRAFE  O  ENCABEZAMIENTO. 

UN  CLAVO  SACA  OTEO  CLAVO. 

Y  ESTO  HA  HECKO  CAPAZ  EL  BRAVO.  ' 

INTBO1DTJ0CION. 

MAOTFESTACI05T  DE'UET  HECHO? 

"  Que  fué  mal  comunicado 
Al  público  por  ITnanue* 
Por  desengañarlo" 
Se  sacó  él  clavo  Capaz3 
y  con  otro  clavo. 

Varios  lugares  comunes. 
Vaya  á  ellos  el  Diputado 
Con  sus  cálculos  Loteros 
De  dos  días  estirados : 
Y  ha  pulverizado  el  testo 
Que  lo  lia  Tieclw  pedazos. 
Se  sacó  el  clavo  Capaz,  y  con  otro  clavo. 


—215— 

§2? 

El  enérgico  papel 

"Dice  que  fué  improvisado" 

Hé  aqui  el  hecho  :  y  al  que  lo  hizo 

Se  le  paró  el  macho. 

"Pero  es:  que  omitió  Larriva 

Que  los  Diputados, 

Y  el  Secretario  firmaran 

En  el  gazetaso. " 

Dizque  viendo  mi  papel 

Enérgico,  lloró  un  zambo.  (1) 

Y"  otros  hechos  hay  Compadre. — 

Para  que  es  menearlos 

Se  sacó  él  clavo  Capaz,  y  con  otro  clavo, 

§  3? 

Vuelta  al  cálculo  Lotero  : 
Válgante  los  diablos. — 
¿  Pero  quien  ha  de  alabarme, 
Si  yo  no  me  alabo  f 
"  Ainda  mas  Séor  Compadre 
Que  los  dos  enviados 
Con  eso  de  las  cenizas, 
Que  están  injuriando 
En  revolución  sangrienta. ...  * 
Luego  titubearon, 
Respondiendo  ;  como  digo 
En  este  parágrafo. " 
Y  ¡qué pobres  hombrezuelos 
Serán  esos  diablos, 
A  quien  el  improvisante 
Autor  Carmoniano 
De  sus  estables  principios 
Ha  desencajado  ! 
Se  sacó  el  clavo  Capaz,  y  con  otro  clavo, 

P.  D. 

Un  tumor  visible  y  bello 

¿  Y  se  habia  escapado  f 

¡  Qué  rico  tumor  Compadre, 


(  1  )  Dr.  D.  J.  M.  V.  ¿Si  seria  él? 


—216— 
Rico  tumoraso ! 
Se  sacó  el  clavo  Capas,  y  con  otro  clavo. 

APÉNDICE. 


SONETO  EN  PKOCLAMA. 

Hundióse  al  fin:  pulverizóse  al  cabo 

La  elocuencia  Gerundia,  y  aun  Supina 
De  pluma  Carmoniana  6  Capazina, 
Para  galvanizar  de  cabo  á  rabo. 

JSa:  que  se  electrice  todo  nabo 

Con  una  tan  enérgica  paulina, 
Que  á  San  Martin  asusta  y  amohina, 

Y  á  cada  tonto  fincha  como  Pavo. 
Cuéntese  ya  por  jija  la  victoria: 

Pues  según  veo  á  Lima  entusiasmada 
Hará  de  los  Chilenos  Pepitoria. 
La  expedición  será  Pulverizada, 

Y  hundiráse  el  prestigio  de  su  gloria, 

¡  Qué  energía,  qué  triunfo,  qué  ensalada  ! 
i 

(Del  Dr.  Larriva — Lima,  1821.) 


--•  -v, 


ELOGIO 

Del  Excmo.  señor  Simón  Bolívar,  Libertador 
Presidente  de  la  República  de  Colombia,  y 
encargado  del  supremo  mando  de  la  ddL 
Perú.  Pronuncióle  en  la  Universidad  de 
San  Marcos  de  Lima,  delante  de  S.  E.  el 
Consejo  de  Gobierno,  el  presbítero  D.  José 
Joaquín  de  Larriva,  maestro  de  artes  y  Dr. 
en  sagrada  teología  y  en  los  derechos  civil 
y  canónico. 


Al  Excmo.  señor  Siraon  Bolívar,  Libertador  Presidente  de 
la  Eepública  de  Colombia,  y  encargado  del  supremo  man- 
do de  la  del  Perú. 

Excmo.  señor: 

Cuando  tuve  la  honra  de  ser  encargado  del  elogio  que  se  me  oyó 
en  la  academia,  en  la  tarde  del  3,  resolví  publicarle  bajo  los  aus- 
picios poderosos  del  Mecenas  mismo  de  la  actuación  literaria  en 
que  fué  pronunciado  ;  porque  al  punto  me  ocurrió  que,  como  el 
brazo  de  V.  E.  había  libertado  á  mi  patria  del  yugo  del  despotis- 

LITERATURA — 1 7 


—218— 
mo,  asi  también  su  nombre  libertaria  á  mi  obra  del  furor  de  la 
censura :  y  que  le  serviría  como  de  égida,  contra  los  tiros  de  la 
mordacidad  que  la  lia/ria  circular,  con  seguridad  y  con  gloria, 
por  todas  las  regiones  del  orbe  literario.  Pero  después  me  he  visto 
precisado  á  mudar  de  dictamen  ;  por  haberme  llegado  d persuadir 
de  que  ni  mi  obra  ha  menester  llevar  al  frente  el  nombre  de  Y.  E., 
ni  yo  tampoco  puedo  consagrársela  sin  cometer  una  injusticia. 

Si,  señor  Excmo.  No  hace  falta  un  Bolívar  en  la  portada  de 
un  discurso  en  que  se  lee  mil  veces  esta  voz  prodigiosa  que  no  pue- 
de jamas  ni  pronunciarse  ni  oirse,  sin  que  la  imaginación  se  pier- 
da entre  lo  maravilloso  y  lo  sublime  ;  sin  que  á  la  alma  se  pre- 
sente la  idea  de  la  gloria  ;  y  sin  que  se  sienta  el  corazón  agoviado 
con  el  peso  de  un  beneficio  inmensurable  que,  aunque  apure  toda 
la  efusión  de  los  sentimientos  que  le  animan,  no  es  capas  de  agra- 
decer bastantemente.  Y  siendo  mi  panegírico  formado  por  Y.  E., 
pues  no  son  mas  sus  períodos  que  las  hazañas  inmortales  que  die- 
ron la  libertad  d  Colombia  y  al  Perú,  disponer  de  él  ¿  nó  seria 
usurpar  á  Y.  E.  el  derecho  que  tiene  á  las  obras  que  trabaja  f 
Y.  E.  levanta  sus  ejércitos :  los  disciplina  y  entusiasma :  los  hace 
atravesar  montañas  inaccesibles  :  los  lleva  sobre  las  aguas  de  los 
mayores  ríos  sobre  la  tierra :  sufre,  con  ellos,  las  molestias  de  las 
estaciones  rigurosas  :  con  ellos  arrostra  toda  clase  de  obstáculos  y 
peligros :  se  presenta,  con  ellos,  en  los  campos  de  batalla  ;  y  hace 
cosas  que  pasman  á  la  misma  victoria  que,  sostenida  de  sus  alas, 
observaba,  de  lo  alto  de  los  aires,  cuales  eran  las  armas  que  mane- 
jaba él  valor,  para  bajar  á  coronarlas  ;  á  la  misma  victoria  que 
acaba  de  ver  pelear  á  Federico  y  Napoleón  ;  y  que  estuvo  en  Ar- 
bélas  y  en  Platea  y  en  Accio  y  en  Farsalia.  Triunfa  Y.  E.,  por 
fin,  señor  Excmo.  Y  ¿  los  triufos  serán  mios  para  que  yo  los  con- 
sagre, aunque  el  numen  sea  Y.  E.  mismo  f 

Sin  embargo,  señor  Excmo.  Aunque  el  discurso  no  es  mió,  mió 
es  el  sacrificio  que  hice  en  ir  á  la  academia  á  pronunciarle,  cuan- 
do me  hallaba  asaltado  de  una  terrible  convulsión  ;  exponiéndome 
asi  á  no  poderle  concluir,  como  en  efecto  sucedió ;  á  deteriorar  mi 
salud :  y  también  á  perder,  cualquiera  que  ella  sea,  mi  reputación 
de  orador.  Ese  sacrificio  ofrezco  á  Y.  E.,  pues  no  me  parece  in- 
digno de  sus  aras.  Dígnese  Y.  E.  de  aceptarle :  y  crea,  al  mismo 
tiempo,  que  solo  accidentes,  como  este,  son  capaces  de  detener  mi 
lengua  en  la  publicación  de  sus  glorias. 

Dios  guarde  á  Y.  E.  muchos  años. 
Lima  13  de  Junio  de  1826. 
Excmo.  señor. 

José  Joaquín  de  Laerxva. 


EXCMO.   SEÑOR. 


¡  Qué  habia  de  llegar  un  dia  en.  que  se  oyera  en  este  sitio,  la 
voz  de  la  verdad !  ¡  Qué  derribados  los  ídolos  de  la  ambición  y 
el  despotismo  á  quien  la  dependencia  y  el  temor  rindieron, 
por  tres  centurias,  su  abominable  culto  en  el  santuario  de  las 
musas,  liabian  de  colocarse,  en  su  lugar,  el  genio  y  el  valor! 
¡  Qué  la  divina  elocuencia,  tanto  tiempo  forzada  a  prostituir  la 
belleza  y  el  encanto  de  sus  imágenes  para  dorar  con  ellas  los 
crímenes  famosos,  habia  de  reasumir  sus  primitivos  derechos; 
y  ponerse  en  estado  de  loar  á  la  virtud  y  al  mérito !  ¡  Qué  la 
lengua,  señor,  habia  de  ser,  entre  nosotros,  intérprete  del  cora- 
zón !  ¡  Oh !  ¡  Cuan  honroso  es  para  mí  hablar  en  el  liceo  en  dia 
tan  solemne :  concurrir,  con  mi  discurso,  á  la  alta  ceremonia 
con  que  se  abre,  para  siempre,  una  época  tan  grande:  y  que- 
mar, en  los  altares  de  Minerva,  el  primer  grano  de  incienso 
que  agradecidas  las  ciencias  ofrecen  al  héroe  digno  que  con- 
quistó su  libertad;  esa  libertad  sagrada  á  cuya  sombra  benéfi- 
ca acaban  de  emprender  el  enciunbrado  vuelo  con  que  deben 
llegar,  en  poco  tiempo,  al  punto  de  perfección  á  que  son  capa- 
ces de  llevarlas,  después  de  quebradas  sus  cadenas,  los  inge- 
nios profundos  de  que  abunda  nuestro  suelo !  ¡  Cuan  honroso 
es  para  mí,  lo  vuelvo  á  repetir,  el  que  sirva  de  órgano  mi  voz 
al  primer  elogio  de  Bolívar  que  se  pronuncia  en  la  academia ! 
¡  Elogio  de  Bolívar  !  ¡  Y  le  pronuncio  yo !  ¡  Seré  capaz  de  ha- 
cerle dignamente !  ¡  Todo  ocupado  en  la  honra  que  venia  a  re- 
cibir, no  pensé  en  la  arduidad  del  empeño  en  que  entraba ! 


—220— 
Asi  como  era  indispensable  tener  la  espada  de  Bolívar,  para 
hacer  sus  proezas;  éralo  también  tener  su  pluma,  parabién 
describirlas:  y  la  posteridad  se  quedará  sin  conocer  al  héroe 
del  siglo  XIX,  si  él  mismo,  después  de  haber  obrado  en  los 
campos  de  batalla  tantos  prodigios  como  César,  no  escribe  co- 
mo él,  los  comentarios  de  sus  guerras. 

Hay,  por  otra  parte,  tantos  y  tan  hermosos  materiales,  que 
yo  no  desespero  de  salir  airoso  de  mi  empresa.  Tengo  á  la  ma- 
no un  conjunto  de  luces,  de  virtudes,  de  talentos,  de  trofeos, 
de  triunfos  y  laureles  que,  si  no  empaño  su  brillo  con  mi  tosco 
lenguaje,  basta  para  ensalzar  al  héroe  Colombiano  hasta  el 
grado  de  gloria  que  él  merece.  Yo  le  presentaré  sencillamente ; 
cuidando  de  no  emplear  las  bellezas  de  un  arte  que  no  tengo 
la  fortuna  de  poseer  con  perfección :  y  de  no  entrar  en  porme- 
nores para  que  me  faltan  datos  y  talento  para  arreglarlos.  Mi 
discurso  vendrá  á  ser  como  un  extracto  en  que  solo  se  apuntan, 
por  mayor,  los  hechos  principales ;  como  una  xjerspectiva  en 
que  solo  se  pinta  lo  preciso  para  que  se  distingan  los  objetos; 
ó  como  una  carta  geográfica  en  que  se  ven  señaladas,  con  pe- 
queños puntos,  las  capitales  mas  grandes.  Un  período  solo 
bastará,  en  mi  panegírico,  para  dar  razón  de  la  batalla  de 
Aráure,  de  esa  batalla  tan  famosa  por  la  heroica  intrepidez  con 
que  un  esforzado  batallón,  que  entró  en  la  acción  desarmado 
por  orden  de  su  jefe,  se  proveyó  de  armas  arrancadas  de  las  ma- 
nos de  sus  mismos  contrarios;  asi  como  basta  un  punto  solo 
para  designar,  en  el  mapa,  á  la  ciudad  de  Caracas,  á  esa  ciu- 
dad menos  célebre  por  haber  oido,  la  primera  el  grito  santo  de 
libertad  é  independencia  que  resonó  después  en  los  cuatro  án- 
gulos del  mundo  de  Colon,  que  por  haber  sido  la  cuna  de  un 
Bqlíbar,  á  quien  solo  ha  faltado  brillar  en  otro  teatro,  para 
eclipsar  las  glorias  de  Pirro  y  de  Alexandro. 

Parece  que  la  naturaleza  y  la  fortuna  se  hubieran  compro- 
metido para  hacerle  grande.  Si  le  prepara  esta,  de  antemano, 
una  porción  inmensa  de  riquezas,  y  le  hace  nacer  de  una  fami- 
lia de  las  mas  ilustres  y  antiguas  de  Venezuela,  le  presta  aque- 
lla una  vasta  capacidad,  una  penetración  profunda,  un  juicio 
sólido,  un  genio  previsor,  una  actividad  extraordinaria,  un 
aliento  superior  á  todos  los  peligros,  y  una  robusta  complexión 
capaz  de  resistir  á  todas  las  fatigas  de  la  guerra.  ¡  Qué  mas 
podían  darle  ellas !  M  ¡  qué  mas  necesitaba  él  para  hacerse 
uno  de  los  mejores  capitanes  que  existieron  jamás! 

Una  sabia  educación  era  cuanto  faltaba  para  que  no  se  ma- 
lograsen disrjosiciones  tan  felices.  Y,  después  de  recibir  la  me- 
jor que  podia  dársele  en  su  pais,  las  comodidades  de  su  casa  le 
llevaron  á  Europa  donde  visitó  á  España,  Francia,  Italia  y 
Alemania,  después  de  haber  -visto,  en  el  camino,  á  Méjico  y 


—221— 
Habana.  Este  viage  le  llenó  de  luz  y  de  experiencia;  presen- 
tándole á  la  vista  grandes  intereses,  grandes  relaciones,  gran- 
des negocios,  grandes  controversias,  grandes  acontecimientos, 
y  grandes  hombres.  Era  entonces  la  Europa  entera  el  teatro  de 
la  guerra.  El  clarín  marcial,  que  se  liabia  tocado  en  las  orillas 
del  Mediterráneo,  sonaba  ya  hasta  en  las  orillas  del  Glacial  y 
el  Atlántico  y  el  Negro :  las  armas  que  brillaban  sobre  las  már- 
genes del  Sena,  hacian  temblar  hasta  á  los  pueblos  que  baña 
el  caudaloso  Ganges;  y  Napoleón  marchaba,  con  pasos  de 
gigante,  en  la  célebre  empresa  de  incorporar  todo  el  globo 
al  imperio  francés,  y  que  habría  logrado  consumar,  si  las 
tempestades  del  cielo,  reveladas  contra  él,  no  bajaran  á  auxi- 
liar á  las  tropas  de  la  tierra.  Las  águilas  imperiales  volaban, 
triunfantes  ya,  de  la  Prusia  á  la  Polonia,  y  de  las  Dos  Sicilias 
á  la  Austria  y  á  la  Iberia:  el  trono  de  Pedro  el  Grande  estaba 
vacilando;  y  á  París  se  le  creia  destinada  á  ser  la  capital  del 
universo.  Combates,  sitios,  asaltos,  convulsiones  y  batallas  se 
sucedían  sin  cesar:  y  no  se  pasaba  un  dia  sin  que  se  batiesen 
dos  ejércitos,  ó  se  rindiese  una  plaza.  Se  podia  decir,  muy 
bien,  que  la  mitad  del  mundo  antiguo  era,  por  ese  tiempo,  un 
campo  de  batalla:  y  que  la  otra  mitad  se  prejjaraba  á  serlo. 
¡  Qué  época !  ¡  Qué  teatro !  ¡  Qué  escuela  para  un  hombre  que, 
empeñado,  desde  joven,  en  quebrantar  los  fierros  de  su  patria, 
ansiaba  examinar  el  curso  de  las  revoluciones,  y  estudiar  el 
arte  de  libertar  los  pueblos ! 

La  exaltación  de  Bonaparte  al  mas  alto  de  los  tronos  del 
mundo  fué  el  último  de  los  grandes  sucesos  que  presenció  Bo- 
lívar en  Europa,  de  donde  pasó,  después,  á  la  América  del 
Norte  en  que  á  la  sazón  se  hallaba  el  general  Miranda,  arman- 
do una  expedición  para  llevar  la  independencia  á  las  vastas  re- 
giones de  la  Tierra  Firme.  Malograda  que  fué  la  expedición, 
se  retiró  Bolívar  á  su  pais :  y  se  puso  á  cuidar  de  los  intere- 
ses de  su  casa,  mientras  que  las  raras  ocurrencias  del  continen- 
te antiguo,  llegaban  á  mudar  la  faz  del  nuevo. 

Sonó,  por  fin,  la  hora  señalada,  en  los  labios  eternos  del  des- 
tino para  la  emancipación  de  las  Américas:  Y  Caracas,  que 
estaba  escrita  la  primera  en  la  gran  lista  de  los  pueblos  libres, 
aparejó  sus  hijos  al  combate:  abrió  las  puertas  deJano;y 
mandó  hasta  las  plagas  en  que  nace  el  sol,  el  ruido  de  sus  par- 
ches. Yo  no  hablo  una  palabra  de  la  honrosa  comisión  que  las 
nuevas  autoridades  confiaron  á  Bolívar,  cerca  del  gobierno  de 
la  Gran-Bretaña ;  porque  al  poco  tiempo  se  volvió  á  embarcar, 
impaciente  por  prestar  á  su  caro  pais  servicios  mas  activos. 

Y  ¿hablaré  del  motin  de  los  prisioneros  españoles  que  le  hizo 
abandonar  Puerto-Cabello  cuya  defensa  se  le  habia  encargado? 

Y  ¿por  qué  no  he  de  hablar?    Por  importante  que  fuese  la  po- 


22'2 

sesión  de  aquel  punto,  por  tristes  que  hubieran  sido  las  conse- 
cuencias de  su  pérdida,  gqúé  capitán,  el  mas  versado  en  los  ne- 
gocios de  la  guerra,  podía  prever  desgracia  semejante?  Ni 
¿quién  era  capaz  de  repararla  como  él  que,  poniéndose  des- 
pués á  la  cabeza  de  seis  mil  valientes,  atraviesa  las  montañas 
de  Tunja  y  de  Pamplona:  se  aposta  sobre  el  Táchira;  y,  reci- 
biendo allí  refuerzos  nuevos,  &  lanza,  como  el  rayo,  en  pos  del 
enemigo  á  quien  encuentra  en  Gúcuta  donde  la  fortuna  comba- 
tió á  su  lado :  y  tanto  favoreció  los  esfuerzos  que  él  hizo  para 
hacer  bajar  á  la  victoria  sobre  los  estandartes  de  la  patria,  que 
mereció  le  perdonase  la  injusticia  con  que  protegió,  en  el  fuer- 
te, la  empresa  de  los  prisioneros  (1). 

Algún  tiempo  le  guardó  fidelidad.  Pero  mudóse  después:  y 
abandonó,  de  nuevo,  al  grande  hombre  a  quien  nunca  aban- 
donaron la  constancia  y  el  valor.  Imperturbable  en  los  contras- 
tes, conservaba  siempre,  en  medio  de  ellos,  bastante  serenidad 
para  salir  de  los  peligros:  marchaba  derrotado  con  aire  de  ven- 
cedor: y  se  le  vio  el  mismo  en  Cura  y  Araguita  en  que  le  fué 
tan  adversa  la  suerte  de  las  armas,  que  en  Cuenta,  Grita,  Ba- 
rínas,  Aguas  Calientes,  Aráure  y  Boca-Chica  en  que  logró 
perpetuar  su  nombre  y  sus  talentos.  Si  yo  supiera  describir  es- 
tas ocho  batallas,  que  ocupan  la  parte  principal  en  el  gran 
cuadro  de  su  primer  jornada,  haria  como  un  compendio  de  to- 
da la  gloria  militar  en  que  se  creyera  haber  copiado,  de  la  his- 
toria general  de  las  campañas  célebres,  las  acciones  mas  gran- 
des de  los  primeros  generales  de  todos  los  siglos  y  de  todos  los 
pueblos.  Allí  manifestó  al  mundo  entero  que  su  genio  vasto 
se  extendía  á  todas  las  j)artes  de  la  guerra:  que  sabia  defender 
una  plaza,  lo  mismo  que  sitiarla:  que  vencía  á  los  enemigos 
sobre  las  cumbres  de  los  montes,  lo  mismo  que  en  las  llanuras: 
que  las  cordilleras  y  los  ríos  no  eran  capaces  de  detener  un 
punto  la  rapidez  de  sus  marchas:  que  ejecutaba  con  actividad 
cuanto  pensaba  con  madurez :  que  sabia  suplir  el  número  de 
soldados  con  el  ardimiento  y  disciplina:  que  tomaba  siempre 
partidos  ventajosos  en  las  circunstancias  difíciles;  y  que  poseía, 
por  fin,  el  gran  secreto  de  saberse  aprovechar  de  sus  mismas 
desgracias:  de  reparar  sus  pérdidas  al  punto:  y  dar  admiración 
al  enemigo,  cuando  no  podia  darle  miedo. 

Sin  embargo,  habían  dado  los  últimos  desastres  tan  mal  as- 
pecto á  la  causa  americana,  que  Bolívab  se  vio  en  la  triste 


(1)  Aquí  me  agrabé  considerablemente  una  fuerte  convulsión  que  me  habia  asal- 
tado en  la  mañana  de  aquel  dia  :  y,  fatigado  en  estremo,  no  me  fué  posible  conti- 
nuar. Pero  ¿quién  es  capaz,  por  sano  que  se  baile,  de  seguir,  sin  fatigarse,  los  pa- 
sos de  Bolívar  ?  Me  será  siempre  sensible  haberme  visto  precisado  á  cortar  el  hi- 
lo de  un  discurso  en  que  me  habia  arrebatado  hasta  los  campos  venturosos  que 
vieron  firmar  con  sangre  la  gran  carta  de  la  libertad  de  esta  América  ;  y  me  pare- 
cía estar  acompañando  á  Bolivk,  y  participando  de  sus  glorias. 


—223— 
precisión  de  ir  á  Santo  Domingo  á  negociar  jente  y  armas  para 
continuar  la  guerra,  cuando  las  cosas  mejorasen.  ¡  Qué  aciagos 
fueron  los  dias  de  su  ausencia!  Se  agolparon  las  desgracias 
sobre  las  armas  libertadoras.  Parecía  que  la  victoria  protecto- 
ra de  la  América  se  hahia  marchado  con  Bolívar.  Triunfa- 
ban los  tiranos  en  todos  sus  encuentros.  Y  se  vio  la  indepen- 
dencia á  pique  de  fracasar.  Pero  Bolívar  vuelve,  y  trae  con- 
sigo la  salvación  de  la  República.  Las  derrotas  continuaron 
mientras  que  él  no  se  puso  al  frente  de  los  ejércitos.  Pero 
acercábase  el  tiempo  en  que  debían  sucederles  triunfos  inmor- 
tales que  atasen  á  la  gloria,  para  siempre,  al  suelo  Colombiano. 

Penetrado  Morillo,  con  justicia,  de  que  la  libertad  del  pais, 
que  teuia  oprimido  el  peso  de  sus  tropas,  debia  salir,  muy  en 
breve,  de  Santo  Tomás  de  la  Angostura  donde  Bolívar  se  ha- 
llaba ejercitando  á  sus  bravos  eu  el  manejo  de  las  armas,  que 
habian  de  llevar  triunfantes  de  las  bocas  del  Orinoco  al  golfo 
del  Darien,  y  del  mar  de  las  Antillas  al  pais  de  las  Amazonas, 
reúne  sus  fuerzas  en  Caracas,  y  marcha  con  todas  ellas  sobre  la 
capital  de  la  Guayana.  Bolívar  creyó  imprudencia  aventurar 
un  combate,  de  cuyo  éxito  pendia  la  suerte  de  la  república,  con 
un  enemigo  podersso  á  quien  no  podía  arrancarse  la  palma  de 
la  victoria,  sin  uno  de  aquellos  extraordinarios  accidentes  que 
jamás  deben  entrar  en  los  cálculos  de  un  jefe,  y  de  que  ofrecen 
pocos  ejemplares  los  fastos  de  las  guerras,  y  retiróse  en  orden 
con  su  jente;  alejando  los  ganados  que  hallaba  en  los  caminos, 
poniendo  á  veces  fuego  á  las  campiñas,  y  forzando  siempre  al 
enemigo  á  que  marchase  en  cuadro.  La  fatiga  y  la  hambre  hi- 
cieron allí  las  veces  de  la  bayoneta  y  el  cañón :  y  la  retirada  tu- 
vo el  ayre  de  un  triunfo.  Bolívar,  sin  presentar  una  batalla, 
destrozó  la  mitad  del  ejército  del  rey ;  y  el  jeneral  español,  ven- 
cido sin  pelear,  tuvo  que  huir  de  un  pais  en  que  entró  tan  or- 
gulloso con  la  preponderancia  de  sus  fuerzas;  y  que  dejará 
Bolívar  continuase,  tranquilo,  preparando  los  elementos  de  la 
independencia  de  su  patria. 

Esta  fué  la  vez  postrera  que  Bolívar  se  vio  necesitado  á 
hacer  la  guerra  de  recursos,  en  que  era  capitán  tan  insigne  co- 
mo en  la  guerra  viva.  De  la  punta  de  su  espada  comenzó  á 
brotar,  desde  entonces,  un  torrente  rápido  de  triunfos  que,  des- 
pués de  haber  inundado  á  la  antigua  Santa-Fé,  habia  de  en- 
trar en  el  Pacífico,  para  saín  otra  vez  á  inundar  nuestras  tier- 
ras; semejante  al  Jordán  que,  después  de  haber  bañado  las 
fértiles  regiones  del  setentrion  de  Palestina,  entra  en  el  mar 
de  Tiberiades,  y  vuelve  á  salir  de  él  para  bañar  las  del  austro. 
No  hace  mas  en  adelante  que  derrotar  y  perseguir:  y  la  victo- 
ria misma,  á  pesar  de  sus  alas,  se  fatiga  en  seguir,  de  campo 
en  campo,  el  vuelo  de  sus  marchas,  para  presenciar  sus  hechos, 


—224— 
y  coronar  sus  armas  que,  vencedoras  en  mil  puntos,  logran  por 
fin  encerrar  en  una  pequeña  fortaleza  á  las  últimas  reliquias 
de  los  ejércitos  de  España;  y  franquearse  las  puertas  de  toda 
la  República. 

A  la  resolución,  tan  sabia  como  enérjica  que  Bolívar  tomó, 
de  ir  á  buscar  en  una  isla  los  medios  y  recursos  de  que  habia 
menester  para  salvar  el  continente,  se  debió  la  libertad  de  la 
Nueva  Granada  y  Venezuela;  fruto  precioso  de  las  victorias  de 
Vargas,  y  Boyacá,  y  Oarabobo,  que  si  no  fueron  tan  ruidosas  co- 
mo las  de  Jena,  y  Marengo,  y  Austerlitz  porque  no  se  alcanza- 
ron, como  ellas,  sobre  los  grandes  ejércitos  de  Europa,  han  sido 
mas  gloriosas,  sin  embargo,  por  haberse  ganado  á  un  enemigo 
que  presentaba  siempre  doble  fuerza  en  los  campos  de  ba- 
talla. 

Tantos  hechos  gloriosos,  tantas  inmortales  proezas,  tanta 
heroicidad  y  tanta  fama,  parecian  ser  la  dulce  recompensa  de 
tanto  valor,  de  tanto  patriotismo,  de  tantas  fatigas  y  de  tantos 
trabajos.  Se  creeria  talvez  que,  en  obsequio  de  Bolívar,  ha- 
bia agotado  la  fortuna  todos  sus  favores,  y  la  gloria  todas  sus 
coronas.  Pero  no  era  ese  el  fin  de  su  carrera.  Era  solo  el  cami- 
no por  donde  debia  subir  á  una  esfera  mas  alta,  y  ponerse  su- 
perior á  los  héroes  mas  grandes.  Le  faltaban  aun  laureles  que 
segar.  Aun  tenia  la  fortuna  favores  que  dispensarle.  Aun  tenia 
la  gloria  coronas  que  ceñirle. 

I  Qué  el  desgraciado  Perú  no  tuviese  un  Bolívar  que  su- 
piera guiar  los  pasos  de  su  revolución !  Todos  los  pueblos  de 
la  América  habían  ya  enarbolado  los  pabellones  patrios :  y  solo 
flameaban,  sobre  él,  los  estandartes  castellanos.  Todos  sus 
ejércitos  se  habían  disipado:  todos  sus  fondos  se  habían,  consu- 
mido: todos  sus  recursos  se  habian  agotado;  y  todos  sus  hijos, 
cansados  de  sufrir,  miraban  ya  con  fría  indiferencia  el  éxito  de 
los  combates:  y  anhelaban  solamente  el  que  la  guerra  se  aca- 
bara, cualquiera  que  fuese  el  partido  que  tomase  la  victoria. 
El  despotismo  y  la  anarquía  se  habian  dividido  su  miserable 
imperio :  y  se  disputaban,  entre  sí,  sobre  cual  nos  devoraba.  ¡  To- 
do amagaba  horror  y  desolación  y  sangre  y  muerte:  y  parecía- 
mos nosotros  estar  condenados,  irrevocablemente,  á  una  ser- 
vidumbre perdurable !  Y  ¿  qué  arbitrios  quedaban  que  tomar 
en  tan  terrible  crisis?  ¿Habia  acaso  entre  nosotros  una  mano 
bastante  poderosa  para  alzamos  del  abismo  en  que  nos  Íbamos 
hundiendo?  ¡La  fortuna  del  Perú!  ¡No  caber  en  Colombia  la 
gloria  de  Bolívar  ;  y  venir  á  ensancharse  sobre  su  vasto  ter- 
ritorio !  ¡Qué  acontecimiento  tan  plausible,  tan  digno  de  ocu- 
par los  primeros  renglones  en  los  anales  de  la  regeneración  del 
Perú !  La  llegada  de  Bolívar  al  puerto  del  Callao  es  la  bri- 
llante fecha  en  que  huyeron  para  siempre  los  anarquistas  y 


—225— 
facciosos,  y  en  que  los  tiranos  comenzaron  á  estremecerse  de 
terror. 

Aquí  se  espera  de  mí,  y  justamente,  una  descripción  circuns- 
tanciada de  la  batalla  de  Junin;  milagro  del  valor,  gefe  de  obra 
del  arte  militar,  último  esfuerzo  del  genio  de  la  guerra.  Yo 
me/lispensé  de  hacerla  de  las  acciones  anteriores,  por  la  poca 
luz  que  me  presentaban  desde  la  gran  distancia  á  que  se  dieron 
de  nosotros.  Mas  ¿  qué  me  dispensará  de  hablar  de  esta  con  al- 
guna detención,  cuando  fué  tan  grande :  cuando  trajo  la  salud 
á  la  patria  moribunda  :  y  cuando  yo  debo  estar  perfectamente 
ilustrado  de  sus  menores  circunstancias  por  haberse  dado  casi  á 
nuestra  vista!  Pero  ¿qué  hay  que  decir  de  una  acción  en  que 
Bolívar  nada  trabajó!  Nada  mas  hizo  en  Junin  el  vencedor 
de  Pompeyo;  llegar,  ver,  y  vencer.  Esa  batalla  inmortal  en  que 
el  valor,  triunfando  de  la  fuerza,  preparó,  de  un  modo  el  mas 
maravilloso,  la  libertad  del  Perú,  y  cambió  de  repente  su  me- 
lancólica faz  en  plácida  y  risueña,  no  fué  sino  la  obra  de  mo- 
mentos. Y  i  gastaré  yo  mas  tiempo  en  describirla,  que  el  que 
gastó  Bolívar  en  ganarla?  M  ¡cómo  demorarme,  tampoco,  si 
tengo  que  seguir  los  pasos  del  triunfador  que  va  corriendo  ya, 
con  la  celeridad  del  relámpago,  para  hacer  brillar  sus  triunfan- 
tes bayonetas  en  todas  las  provincias  del  vasto  inferió  de  los 
antiguos  Incas,  hasta  cerrar  su  campaña  en  la  misma  capital! 
Pero  los  restos  miserables  del  ejército  español,  que  lograron  es- 
capar del  filo  del  cuchillo,  le  han  cortado,  desgraciadamente, 
el  puente  del  Apuriniac.  ¡  Ah !  ¡  Ahora  se  repitiera  allí  la  mag- 
nifica escena  que  presentó  al  mundo  el  rayo  de  Macedonia  so- 
bre las  aguas  del  Gránico,  si  la  estación  horrenda  de  las  tor- 
mentas y  los  yelos  no  osara  detener  la  victoriosa  planta;  y  for- 
zara al  valor  á  que  hiciera  una  pausa! 

La  suspensión  de  la  guerra  no  fué  suspensión,  para  Bolí- 
var, ni  de  trabajos  ni  de  gloria.  El  marcha  para  la  costa  á  re- 
cibir los  auxilios  que  Colombia  le  mandaba.  Y  obligando  á  los 
tiranos  á  encerrarse  en  los  castillos,  entra  triunfante  en  la  capi- 
tal de  la  república  donde,  al  x>oeo  tiempo,  recibe  una  nueva  co- 
rona que  la  victoria  le  trae  desde  los  campos  de  Ayacucho  en 
que  ciñe,  con  otra,  la  venturosa  frente  del  digno  general  que, 
peleando  con  toda  la  destreza  y  con  todo  aliento  de  un  Bolí- 
var, hizo  eterno  su  nombre;  y  acabó  de  ñjar,  para  siempre  ja- 
másr  la  suerte  afortunada  de  los  pueblos  peruanos.  ¡  O  varón 
preclarísimo!  ¡  O  campeón  insigne!  ¡  O  vencedor  de  Ayacucho! 
¡O  Sucre!  Hasta  el  mismo  Bolívar  ha  admñado  la  obra  de 
tu  brazo  invencible;  Bolívar  que,  acostumbrado  á  ejecutar 
diariamente  extraordinarias  cosas,  parece  que  no  debiera  en- 
contrar en  la  guerra  nada  nada  que  le  diese  admiración.    Eeci- 

LlTBR  A.TURA — 18 


—226— 
be  los  homenages  de  veneración  y  de  respeto  que  hoy  te  rindo  á 
nombre  de  las  letras :  y  continúa  marchando  con  pasos  tan  ve- 
loces hacia  la  inmortalidad,  para  que  llegues  cuanto  antes;  y 
seas  colocado,  en  su  templo  augusto,  al  lado  de  Bovívar. 

No  hay  plaga  mas  terrible  que  el  valor  cuando  no  le  acom- 
pañan las  virtudes :  y  los  bravos  guerreros  á  quienes  lleva  a 
los  combates  ó  la  ferocidad,  ó  la  ambición,  ó  la  avaricia,  son 
los  azotes  del  linage  humano;  asi  como  los  guerreros  virtuosos 
que  solo  corren  á  las  armas  para  defender  los  derechos  de  la 
razón  y  la  justicia,  son  los  presentes  mas  bellos  que  pueden 
hacer  los  cielos  á  las  naciones  oprimidas.    Será  siempre  vene- 
rada en  el  mundo  la  memoria  de  Scipion:  en  tanto  que  la  de 
Atila  pasará  á  la  posteridad  cargada  con  la  ignominia  y  con 
la  excecracion  de  los  siglos.  Si  no  hiciera  mas  Bolívar  que 
vencer  enemigos  en  el  campo  de  batalla,  y  dejara  que  las  pa- 
siones le  vencieran  á  él  en  el  fondo  de  su  corazón,   ni  él  fuera 
entonces  grande,  ni  yo  me  encargara  de  su  elogio.  Pero  ¿quién 
observó  sus  tratados  con  mas  religiosidad?   ¿Quién  guardó, 
después  de  sus  victorias,  mas  moderación?    ¿Quién  usó,  con 
los  vencidos,  de  mas  humanidad?    Y  ¿quién  prestó  jamas  tes- 
timonios mas  ilustres  de  que  no  peleaba  por  el  interés  ni  por 
la  gloria,  sino  por  tener  únicamente  la  satisfacción  incompa- 
rable de  fabricar  con  sus  manos  la  prosperidad  general?  ¿Quién 
fué  mas  justo  que  él?  ¿Quién  mas  piadoso?  M  ¿quién,  tampo- 
co, mas  magnánimo?  Devolver  á  García  la  espada  qué  rinde 
en  Pasto,  poco  tiempo  después  de  la  acción  de  Bombona,  es 
un  exceso  de  generosidad  que  honra  mucho  á  la  causa  ame- 
ricana: y  yo  no  sé  si  tiene  ejemplos  en  la  historia.    Y  ¿qué 
nombre  le  daremos  al  desprendimiento,  mas   que  heroico,  con 
que  varias  veces  renunció  el  mando  de  su  patria,  y  con  que 
dejó  en  libertad  á  las  cinco  provincias  que  salvó  con  su  espa- 
da, y  que  se  honran  con   su  nombre,  para  que  ellas  mismas 
decidiesen  sobre  el  rango  que  habían  de   ocupar  en  adelante, 
entre  los  pueblos  libres?  Admitió,  es  verdad,  la  dictadura  de 
la  Eepública  Peruana.    Mas  ¿cómo  dejaría  de  admitirla,  sin 
echar  un  borrón  sobre  sus  armas  y  su  nombre,  cuando  sabia 
muy  bien  que  otro  recurso  no  habia  para  libertarnos  de  un 
naufragio  en  el  temporal  deshecho  que  estábamos  corriendo. 

Cuando  se  habla  de  las  virtudes  de  Bolívar,  es  imposible 
dejarse  de  acordar  de  las  capitulaciones  del  Callao  en  que  se 
hallan  escritas,  con  los  rasgos  mas  bellos,  su  magnanimidad  y 
su  clemencia.  Así  como,  cuando  se  habla  de  las  capitulaciones 
del  Callao,  es  imposible  dejarse  de  acordar  de  las  virtudes  de 
Salón  cuya  sabiduría  las  dictó ;  y  á  quien  su  denuedo  y  su  fir- 
meza le  han  dado  tanto  derecho  á  nuestra  eterna  gratitud. 

¡  Que  yo  me  acuerde  ahora  de  una  época  de  la  vida  de  Bolí" 


—227— 
var  que,  si  no  es  la  mas  grande  para  el  mundo,  debe  ser,  por 
lo  menos,  la  mas  satisfactoria  para  él !  Hablo  del  fausto  día  en 
que,  desoloj  ando  áMonteverde,  logró  pisar,  victorioso,  el  sue- 
lo patrio  entre  las  bendiciones  y  los  vivas  de  tantos  deudos  su- 
yos y  de  tantos  amigos,  y  de  tantas  gentes  que  le  vieron  nacer, 
y  que  en  tropel  concurrían  á  besar  la  mano  bienhechora  que 
acababa  de  romper  sus  pesadas  cadenas,  y  de  labrar  su  felici- 
dad !  ¡  Qué,  antes  de  traerle  al  Perú,  no  me  acordara  de  un  su- 
ceso que  habría  dado  tanta  gracia  y  tanto  interés  á  mi  discur- 
so !  Para  hablar  ahora  de  él,  era  cosa  indispensable  llevar  á 
Bolívar  otra  vez  hasta  la  capital  de  Venezuela :  y  yo  no 
quiero  verle  distante  de  nosotros,  ni  aun  con  los  ojos  de  la  ima- 
ginación, porque  tiemblo  por  la  suerte  de  mi  amada  república, 
á  quien  veo  amenazada  de  un  un  contraste  de  que  es  capaz 
de  salvar  la  diestra  sola  del  Marte  colombiano. 

¡  Sí  vengador  ilustre  de  la  sangre  de  Atahualpa !  Sí  predi- 
lecto hijo  de  la  alma  victoria!  Sí  Bolívar!  Parece  que  el  des- 
tino, no  contento  con  verte  ocupando  un  lugar  tan  preferente 
entre  los  héroes  de  la  América,  quiere  verte  ocupar  el  primero 
entre  los  héroes  del  mundo.  La  santa  alianza  está  empeñada  en 
llevarte  hasta  mas  arriba  de  la  cumbre  del  honor,  donde  jamás  se 
imprimió  la  huella  humana.  La  continuación  de  la  guerra  va  á 
ser  la  continuación  de  tu  grandeza  y  tu  heroísmo ;  y  mientras 
mas  formidables  sean  los  ejércitos  que  armen  contra  nosotros 
las  potencias  de  Europa,  tanto  mayores  son  los  triunfos  que  se 
preparan  á  tu  espada.  Tú  vas  á  escarmentar,  con  ella,  al  ale- 
mán y  al  portugués,  y  á  todo  el  que  ose,  sacrilego,  profanar 
con  sus  plantas  impuras  el  templo  que  has  levantado  á  la  san- 
ta Libertad.  Y  cuando  hayas  terminado  la  última  y  la  mas  glo- 
riosa de  tus  grandes  conquistas,  la  de  una  sólida  paz,  tendrá 
que  buscar  la  fama  un  clarín  mas  sonoro  para  publicar  accio- 
nes de  un  tamaño  que  nunca  publicó :  se  extenderá  hasta  don- 
de es  capaz  de  extenderse  la  gloria:  y  tu  augusto  nombre,  que 
hace  la  admiración  del  orbe  entero,  será  pronunciado  en  Sud- 
América,  hasta  la  postrer  generación,  con  un  mayor  entusias- 
mo que  el  que  sentían  los  romanos  cuando,  en  el  tiempo  feliz 
de  la  república,  se  pronunciaba  el  de  Flavio  su  primer  dictador. 


CURSO 


DE 


GEOGRAFÍA  universal 


DE  LAS 


CINCO  PARTES  DEL  MUNDO, 


ESCBITO  POB  EL  PBESBITEEO 


&  mm  momo  m  Mwm^ 


Maestro  en  artes;  I3r.  en  Teología  y  en  ambos  derechos  de  la  Uni- 
versidad de  San  Miárcos ;  Catedrático  en  la  misma,  de  prima  de 
Psicología,  y  de  Geografía,  Cronología,  Historia  y  dramática 
Castellana  en  el  Con-rictorio  de  San  Carlos. 


geografía  física. 


Sitüasion,  extensión  y  límites. — La  Eepública  Peruana 
está  comprendida  entre  los  3.°  25'  y  los  21.°  30'  de  latitud  Sur, 
y  entre  los  69  y  los  84  de  lonjitud  occidental  del  Meridiano  de 
Paris.  Tiene  de  largo  de  N.  á  S.,  365  leguas ;  y  de  anchor  E.  á 
O.  126.  Confina  por  el  ]ST.  con  la  Eepública  de  Colombia, 
de  quien  la  separa  el  rio  Tumbes  por  la  parte  de  acá  de  la  Cor- 
dillera de  los  Andes;  que  por  la  parte  de  allá  aun  están  por 
descubrirse  los  límites  territoriales  de  estas  dos  Eepúblicas: 
por  el  S.  con  el  rio  Loa  y  con  el  desierto  de  Atacama,  arenal 
estéril  que  se  extiende  hasta  Copiapó,  en  la  Eepública  de  Chi- 
le, por  espacio  de  mas  de  80  leguas:  por  el  S.  É.  con  un  ramo 
ó  brazo  de  la  Cordillera  de  los  Andes  llamada  Vilcanota,  que  se 
extiende  de  S.  O.  al  1S".  O.,  con  el  gran  lago  Titicaca  ó  Chu- 
cuito,  y  con  el  rio  Desaguadero  que  le  separa  de  la  Eepública 
de  Bolivia :  por  el  B.  con  la  cordillera  de  los  Andes  que  la  se- 
para de  esta  misma  Eepública,  y  con  tierras  no  conocidas  que 
se  extienden  hasta  mas  de  500  leguas,  y  la  sej^ara  del  Brasil  y 
por  el  O.  con  ei  gran  Océano. 

Nombre — Nada  se  sabe  con  seguridad  sobre  la  etimolojía 
del  nombre   Perú.    Unos  le  hacen  venir  de  la  voz  corrompí- 


—232— 
da  Viré,  uno  de  los  valles  de  Trujillo;  otros  de  Berú,  rio  que 
desagua  en  el  Pacífico ;  y  otros,  en  fin  de  Pelú,  promontorio  de 
la  costa  del  mismo  Océano. 

Divisiones  antiguas — Algunos  dividían  al  antiguo  Perú, 
en  montarcos  y  marítimos,  separado  uno  de  otro,  por  la  gran 
cadena  de  los  Andes.  El  primero  comprendia  todas  las  provin- 
cias situadas  al  Oriente  de  esta  Cordillera,  y  se  llamaba  monta- 
raz por  los  muchos  montes  que  las  cortan.  El  segundo  com- 
prendia todas  las  provincias  situadas  al  Poniente  de  la  misma 
cordillera,  y  se  llamaba  marítimo  porque  el  mar  Pacífico  baña 
sus  costas. 

Otros  en  Alto  y  Bajo  Perú,  separados  por  el  rio  Desaguade- 
ro, el  lago' Titicaca  y  la  cordillera  Yilcanota,  uno  de  los  ramos 
ó  brazos  de  los  Andes  que  se  extiende  muchas  leguas  del  S.  O. 
al  N.  E.  El  primero  comprendia  todas  las  provincias  situadas 
al  S.  E.  de  estas  montañas,  y  se  llamaba  Perú  Alto  ó  por  su 
mayor  altura  de  Polo,  ó  por  su  mayor  elevación  sobre  el  nivel 
del  mar  con  relación  al  bajo. 

El  segundo  comprendia  todo  el  resto  del  vireinato;  y  se  lla- 
maba Bajo  Perú,  por  contra  posición  al  Perú  Alto.  Trujillo  es 
la  parte  mas  baja  del  Bajo  Perú ;  y  por  eso  se  le  dio  el  nombre  de 
Países  Bajos  ó  Pais  de  los  Valles.  Asi  es  que  se  llama  Valles 
todo  el  territorio  comprendido  entre  Tumbes  al  jST.,  Lima  al 
Sur,  los  Andes  al  E.  y  el  mar  Pacífico  al  O. 

Pero  las  divisiones  que  se  hicieron  de  orden  del  rey  fueron 
las  siguientes:  á  los  principios  de  la  conquista  se  dividió  en 
dos  gobiernos,  el  de  la  Nueva  Castilla  al  ísí.  con  70  leguas  de 
largo,  y  todo  lo  que  se  descubriese  al  E.  y  al  O.  para  D.  Fran- 
cisco Pizarro;  y  el  de  Nueva  Toledo  al  S.  con  200  leguas  de 
largo  y  todo  lo  que  se  descubriese  al  E.  y  al  O.  para  D.  Diego 
de  Almagro.  Cuando  se  erigió  el  vireinato  para  Basco  Nuñez 
Bela,  se  dividió  en  tres  tribunales  jurídicos,  llamados  Audien- 
cias, que  estaban  divididos  en  90  corregimientos:  la  audiencia 
de  Quito  al  N.,  la  de  Charcas  al  S.,  y  la  de  Lima  6  los  Beyes 
al  centro.  Entonces  abrazaba  el  Perú  desde  la  linea  Equinoc- 
cial hasta  el  Trópico  de  Capricornio  por  ambos  lados  de  la 
cordillera  de  los  Andes;  y  desde  las  costas  del  Pacífico  hasta 
las  fronteras  del  Brasil,  del  Paraguay  y  de  Buenos  Aires.  Y 
aun  se  puede  decir  que  se  extendia  por  el  S.  hasta  el  estrecho 
de  Magallanes,  y  que  tocaba  por  el  E.Ja  embocadura  del  Pla- 
ta, las  riberas  del  Atlántico  y  las  montañas  Occidentales  de 
la  América  Portuguesa,  llamada  Linea  Alejandrina  del  Papa 
Alejandro  VI  que  demarcó  con  ella  los  linderos  entre  las  po- 
sesiones americanas  de  España  y  Portugal;  pues  que  estaban 
sujetos  á  sus  virreyes  los  gobiernss  de  Chile,  el  Paraguay  y 
Buenos  Aires. 


—233— 
En  1784,  desmembrado  ei  Perú  de  las  dos  Audiencias  de 
Quito  y  la  de  los  Charcas,  de  las  cuales  la  primera  se  habia 
agregado  á  la  presidencia  de  Santa  Fé,  y  la  segunda  al  go- 
bierno de  Buenos  Aires,  para  erijir  los  virreinatos  de  la  Nueva 
Granada  y  de  la  Plata,  la  audiencia  de  los  Beyes  ó  de  Lima,  á 
que  solamente  quedó  reducido,  se  dividió  en  54  partidos  ó  sub- 
delegaciones  que  comprendian  los  77  correjimientos  que  le  ha- 
bian  quedado,  y  que  estaban  ellos  mismos  comprendidos  en 
las  ocho  intendencias  que  siguen. 


Al  Centro.. 


Al  Norte . {  Trujillo. 

'Tarma , 

Lima 

Huancavelica.. 

Huamanga. . . 

Cuzco 

Puno... ....... 

Al  Sur {  Arequipa 


< 


Trujillo. 


Tarma. 
Lima. 

Huancavelica 
Huamanga 
Cuzco 
Puno 

Arequipa. 


La  intendencia  de  Puno  era  anexa  al  virreinato  de  Buenos 
Ayres  basta  1796  en  que  se  agregó  al  Perú  por  cédula  de  1?  de 
Febrero. 

Divisiones  modernas. — En  1821  el  general  San  Martin, 
que  solo  podia  disponer  de  tres  intendencias,  la  de  TrujÜlo,  la 
de  Lima,  y  la  de  Tarma;  porque  las  otras  cinco  estaban  ocupa- 
das por  las  tropas  españolas,  dividió  la  de  Lima  y  Tarma  en 
dos  partes  cada  una;  y  así  formó  de  las  tres  cinco  Departa- 
mentos en  la  forma  que  sigue: 


SITUACIÓN. 

INTENDENCIAS. 

DEPARTAMENTOS 

CAPITALES. 

Al  Norte.. 
Al  Centro.. 

Al  Sur.... 

Trujillo .  . .  ¿ . . .  < 
Tarma . 

Lima  ... .  _  < 

'  Trujillo 

<¡  Huamalies 

1  Tarma 

f  La  Costa 

Lima 

Trujillo 
Huarás 
Tarma 
Huaura 

Lima 

En  1823  el  Congreso  volvió  á  reunir  las  provincias  que  el 
general  San  Martin  liabia  separado;  dejando  á  la  intendencia. 

Literatura — 19 


—234— 
de  Liina  el  nombre  de  Departamento  de  Lima,  llamando  á  la 
de  Tarnia  Depa/rtamento  de  Huanaco ;  y  dando  rjor  capital  á 
esta  última  la  ciudad  de  León  de  Huánuco. 

División  actual. — De  las  ocho  intendencias  en  que  estaba 
últimamente  dividido  el  antiguo  vireinato  del  Perú,  se  lian 
reunido  dos,  Huancavelica  y  Huamanga;  se  ha  dado  á  esta 
reunión  el  nombre  de  Ay acuello;  á  Trijillo  el  de  Libertad;  á 
Tarma,  que  después  se  llamó  Huánuco,  el  de  Junin;  y  a  todas 
las  intendencias  en  general  el  de  Departamento.  De  modo  que 
la  Eepública  está  dividida  en  siete  departamentos  de  la  ma- 
nera que  sigue. 


SITUACIÓN 


INTENDENCIAS 


DEPARTAMENTOS 


CAPITALES 


Alicorte. 


Al  Centro 


Al  Sur 


<(  Trujillo 

(Tarma 
Lima 
Huancavelica 
Huamanga. . . 
Cuzco 

(^Puno. 

<(  Arequipa 


Libertad 
Junin . . . 
Lima 


>  Ayacucho. 

Cuzco. . . . 
Puno .... 
Arequipa. . 


Trujillo 

Huánuco 

Lima 

Huamanga 

Cuzco 

Puno 

Arequipa 


Estos  siete  departamentos  están  subdivididos  en  60  provin- 
cias. (Pero  en  la  actualidad  está  dividida  la  Eepública  en 
11  departamentos  y  estos  subdivididos  en  62  provincias  del 
modo  siguiente.) 


Situación    Departamentos. 


Provincias. 


Capitales. 


O 

3 


'Amazonas , 


/Libertad . 


{ 


>  Trujillo 


Ancachs 


Chachapoyas . . . .  )  nharliar,ova~ 
Maynas 5  Onacñapoyas* 

Trujillo 

Jaén 

Patáz 

Huamachuco 

Lambayeque  .... 

Chiclayo 

Chota 

Cajamarca 

Huaylas ^ 

Conchucos 1  xr 

Huari ^Huaraz 

Santa  .„...,,  . . . .  J 


f  Pasco  . . . 
Huánuco 
Junin <  Jauja. 


] 

y  Huánuco 


|Lima 


o 

<V 


Huamalies  . 

(Cajatambo.. 

Cercado 

Chancay . . . 

Canta 

Huarochirí , 
Yauyos  . . . 

Cañete 

lea 

f  Cercado  . . . 


J 


i 


>Lima 


Huancavelica 


Ayacuclio 


1  Angaraes 1 

1  Castro  Vireina 


^Tayaeaja  .  . 
r  Huamanaa . 


Huancavelica 


< 


Andahuaylas 
Cangallo  .  . . 


>  Huamanga 


- 


Huanta 

Lucanas 

Parinacochas  . 

f  Cercado 

j  Abancay 

Anta 

Ayinaraes 

Calca. 

Canas  

Cuzco <^  Canchis \  Cuzco 

Cliunvibilcas. .... 

Cotabanibas  .... 

Paruro 

QuispicancM  .... 

Paucartambo ..... 

^  Urubaniba 

f  Azángaro " 

Chucuito 

jPuno  .  .\  Carabaya  . ...  J^Puno 

j  Huancané 

(^  Lampa _, 

Calilo  nía \ 

Cercado | 

Arequipa . .  \  Carnaná \  Arequipa 

|  Condesuyos | 

(^ Union. ... J 

C  Moquegua  . . ) 

Moquegua.. . . .  <  Arica >  Tacna 

l  Tarapacá ) 


—230— 

Gobiernos  litorales. — Callao — riura. 

Clima. — La  diversa  situación  de  los  varios  puntos  del  Perú, 
producen  en  ellos  grandes  diferencias  de  climas  y  estaciones. 
Los  lugares  mas  elevados  de  los  Andes  están  siempre  cubier- 
tos de  nieve,  y  experimentan,  á  pesar  de  hallarse  entre  los  tró- 
picos, un  invierno  perpetuo.  Los  montes  menos  elevados  solo 
se  cubren  de  nieve  en  la  estación  fria ;  y  las  colinas  gozan  de 
una  eterna  primavera.  La  elevada  llanura  que  se  halla  entre 
las  dos  cordilleras  apenas  tiene  variación  de  temperatura  en  el 
transcurso  del  año.  El  termómetro  de  Ferenheit  no  varia  mas 
que  los  65°  á  66°,  es  decir  uno  solo.  Esta  región  está  constan- 
temente verde ;  y  los  granos,  legumbres  y  frutas  de  la  Europa, 
encuentran  en  ella  un  clima  general,  sin  embargo  de  hallarse 
toda  situada  en  la  Tórrida.  El  temperamento  es  sano,  suave  y 
agradable ;  y  no  se  advierte  otra  distinción  entre  las  estacio- 
nes del  año  que  las  lluvias  que  caen  desde  Noviembre  hasta 
Mayo.  En  el  Pais  de  los  Valles-,  es  decir,  en  la  vasta  llanura 
que  hay  desde  Lima,  Tarma  y  Tumbes,  entre  las  cordilleras 
occidentales  y  las  riberas  del  pacífico,  no  se  conoce  el  relám- 
pago ni  el  rayo,  ni  el  trueno,  ni  la  lluvia,  ni  la  tempestad,,  pe- 
ro el  invierno  y  el  verano  se  hacen  notar  bastantemente.  Es- 
tas son  las  estaciones  principales.  El  invierno  dura  desde 
principios  de  Julio,  hasta  fines  de  Noviembre,  y  el  verano  co- 
mienza en  Enero  y  acaba  con  Mayo.  El  mes  de  Diciembre  se 
llama  comunmente  Primavera,  y  el  de  Junio  Otoño:  pero  esto 
solo  señala  el  corto  espacio  en  que  se  hallan  mezcladas,  la  una 
con  la  otra  las  dos  estaciones  principales,  sin  que  ninguna  ten- 
ga enteramente  su  carácter  propio.  Mientras  dura  el  invierno 
está  el  Cielo  entoldado  por  una  densa  niebla  que  apenas  per- 
mite penetrarse  por  los  rayos  solares.  Esta  ausencia  continúa 
del  Sol  junto  con  los  vientos  que  nos  vienen  de  las  regiones 
fríjidas  del  austro,  que  aunque  siempre  son  los  dominantes 
aquí,  soplan  entonces  con  mayor  violencia,  causan  un  frió  que 
molesta  algún  tanto,  y  obliga  á  vestirse  de  paño  ú  otros  tejidos 
de  esta  especie.  Al  caer  el  dia  esta  densa  niebla  se  desata,  ge- 
neralmente en  una  lluvia  muy  menuda  llamada  gurua.  Duran- 
te el  verano  los  rayos  del  Sol  producen  un  calor  bastante  mo- 
lesto principalmenle  en  los  suelos  arenosos  que  los  hacen  re- 
verberar mas  fuertemente.  En  el  año  pasado  de  1827  el  mer- 
curio llegó  á  subir  en  el  termómetro  de  Eeaumur  hasta  los  23 
grados  y  medio,  baja  hasta  los  12  en  la  ciudad  de  Lima.  Sin 
embargo  hay  distritos  en  que  el  clima  es  mas  suave  que  en  la 
capital.  En  las  llanuras  elevadas  no  hay  invierno:  todo  el 
tiempo  es  una  mezcla  de  primavera  y  otoño.  El  Pais  de  los 
Valles  no  es  tan  malsano  como  antes  se  pensaba. 

Montañas. — La  cordillera  de  los  Andes  atraviesa  de  ÍT.  O. 
al  S.  E.,  en  una  dirección  paralela  á  las  costas  del  pacífico,  to- 


—237— 
da  la  extensión  de  la  Bepública  Peruana.  Desde  el  desierto  de 
Atacama  va  corriendo  al  O.  de  Arequipa  y  separándolo  de  la 
Bepública  Boliviana,  entra  en  el  Cuzco;  allí  se  divide  en  dos 
ramales,  que  vuelven  á  unirse  en  las  inmediaciones  de  Huánu- 
co;  luego  se  divide  en  tres,  que  se  reúnen  también  en  los  6o  de 
latitud  austral;  y  corre  desde  allí  una  sola  cadena  hasta  la 
Nueva  Granada,  en  la  cual  entra  ya  dividida  en  dos  brazos. 
La  cadena  occidental  separa  los  valles  de  la  Sierra,  dejando  los 
primeros  al  poniente,  y  la  segunda  al  levante:  y  entre  sus  altos 
y  numerosos  picos  coronados  de  nieve,  tan  antiguos  como  el 
mundo,  se  ofrecen  pocos  y  difíciles  pasos  á  los  que  viajan  del 
uno  al  otro  de  estos  dos  paises.  En  la  porción  que  se  extiende 
por  toda  la  longitud  del  Departamento  de  Lima,  y  que  abraza 
algo  mas  de  100  leguas,  solo  se  encuentran  tres ;  el  de  la  Viu- 
da, para  ir  á  Pasco,  el  de  Yauli,  para  ir  á  Huancavelica  y  el  de 
Turpo  y  Cotay,  para  ir  á  Huamanga.  El  último  que  es  el  mas 
meridional,  es  también  el  mas  molesto,  porque  el  rio  es  mayor, 
y  mas  frecuentes  las  tempestades  y  nevadas.  Hay  picos  muy 
altos  en  la  cordillera  del  Perú,  pero  no  están  exactamente  me- 
didos. 

Volcanes. — En  la  parte  de  los  Andes  que  atraviesa  al  Pe- 
rú hay  volcanes.  El  mas  notable  es  el  Omáte,  en  cuya  falda  es- 
tá situada  la  ciudad  de  Arequipa,  cuyos  edificios  se  fabrican 
sin  viviendas  altas  por  los  frecuentes  terremotos  que  le  causa. 
Todo  el  año  está  cubierto  de  nieve.  A  veces  sin  embargo  se  le 
vé  humear;  y  los  habitadores  aseguran  que  vomitó  fuego  en 
tiempo  de  la  conquista.  El  año  de  1600  volvió  á  reventar: 
inundó  de  ceniza  casi  toda  la  provincia:  hizo  en  la  Capital  mu- 
chos estragos  y  arruinó  enteramente  á  muchos  de  sus  pueblos. 
Su  cráter  ó  boca  tiene  80  toesas  de  circunferencia,  y  su  altu- 
ra sobre  el  nivel  del  mar  es  de  3,180. 

Bios. — No  hay  rio  alguno  de  importancia  en  el  Perú  á  la 
banda  occidental  de  la  cordillera  de  los  Andes,  excepto  el  Bi- 
mac,  pues  que  todos  los  arroyos  que  bajan  de  estos  montes,  tie- 
nen un  curso  de  muy  poca  extensión,  desde  su  nacimiento  en 
ellos  hasta  su  boca  en  el  Pacífico.  A  la  banda  oriental  de  la 
misma  cordillera  corren  entre  otros  el  Marañon,  los  dos  tribu- 
tarios de  este,  el  Huallaga  y  Ucayali,  y  los  tres  que  forman  es- 
te último,  el  Apurimac,  el  Paucartarnbo  y  el  Beni. 

El  Riinac.  Nace  en  las  montañas  de  Huarochlrí  al  E.  de  Li- 
ma ;  cerca  al  O  y  desemboca  en  el  Pacífico.  Este  rio  aunque 
nada  caudaloso,  merece  que  se  le  nombre  el  primero  entre  los 
que  bañan  al  Perú,  porque  tiene  el  honor  de  dar  su  nombre 
ahora  corrompido  en  el  de  Lima  á  la  Capital  de  la  Bepública 
que  atraviesa  por  en  medio,  del  E.  al  O.  y  al  hermoso  valle  en 
que  ella  está  situada  y  que  alegra,  riega  y  fertiliza. 


—238— 
El  Marañon.  Nace  eu  el  lago  de  Yauricocha  cerca  de  Huá- 
nuco  en  el  departamento  de  Junin,  corre  primero  al  N.  O.  atra- 
vezando  este  deparmento  y  el  de  la  Libertad;  y  después  se  di- 
dirije  al  E.  atravezando  este  último,  separando  el  Ecuador  de 
las  tierras  desconocidas  del  Perú,  y  también  la  Guayana  del 
Gran-Pará  en  el  Brasil.  Eecibe  en  su  curso  muchos  rios  cauda- 
losos, el  Huallaga,  el  Ucayali  y  el  Madera.  En  su  confluencia 
con  este  último  termina  el  nombre  de  Marañon  que  le  dio  el 
español  asi  llamado  que  le  vio  el  primero ;  y  toma  el  de  Ama- 
zonas hasta  que  desemboca  en  el  Atlántico.  En  la  Geografía 
del  pais  de  las  Amazonas,  describrimos  circunstancialmente  es- 
te famoso  rio,  delante  del  cual  no  son  sino  arroyuelos  los  tres 
jigantes  líquidos  del  antiguo  Continente;  el  Wolga,  el  Danubio 
y  el  Duper. 

El  Huallaga.  Nace  del  lago  Ohiquiaboco,  en  las  pampas  de 
Bombón  ó  de  Reyes  en  el  departamento  de  Junin.  Corre  pri- 
mero al  N.  con  el  nombre  de  rio  de  Hudnuco.  Después  sigue 
diversas  direcciones,  y  recibe  en  su  curso  muchos  rios.  Cerca 
de  Maynas  en  el  departamento  de  Libertad  (Trujillo)  toma  el 
nombre  de  Huallaga  y  desagua  con  el  en  el  Marañon  por  dos 
brazos. 

El  Ucayali,  Se  forma  en  tierras  desconocidas  al  N.  del  Cuz- 
co, cerca  de  los  11°  de  latitud  S.  por  la  confluencia  del  Beni 
con  el  Apurimac;  después  de  enriquecido  este  último  con  las 
aguas  del  Pucartambo.  Corre  primero  al  N.  O.,  después  al  N. 
y  desemboca  en  el  Marañon;  habiendo  recibido  en  su  curso 
muchos  rios  y  formado  muchas  islas  y  lagunas,  en  que  se  en- 
cuentra porción  de  caimanes  y  tortugas.  En  los  bosques  inme- 
diatos a  este  rio,  habitan  diferentes  naciones  de  indíjenas  sal- 
vajes. 

El  Apurimac.  Nace  de  una  laguna  al  O.  del  Cuzco,  cerca  de 
la  cordillera  que  separa  en  los  16°  de  latitud  austral.  Corre  ya 
al  N.  E.  y  ya  al  N.  O.  hasta  que  confluye  en  el  Beni,  habiendo 
recibido,  pocas  leguas  antes,  las  aguas  del  Paucartambo.  El 
Apurimac  atraviesa  el  camino  real  que  vá  de  Lima  al  Cuzco :  y 
se  pasa  por  un  puente  de  sogas  que  tiene  80  varas  de  largo  y  3 
de  ancho.  El  general  Oantenac,  le  cortó  cuando  se  retiró  para 
el  Cuzco,  después  de  haber  sido  derrotado  en  Junin;  pero  ya 
se  ha  hecho  de  nuevo. 

El  Paucartambo.  Nace  cerca  de  la  capital  de  la  provincia  de 
su  nombre  en  el  departamento  del  Cuzco:  corre  al  N.  O.  y  des- 
pués de  juntarse  con  otros  varios  rios,  desagua  en  el  Apurimac 
pocas  leguas  antes  de  que  este  confluya  con  el  Beni. 

El  Beni.  Nace  en  Sicasica,  provincia  de  la  Paz :  corre  prime- 
ro al  N.  y  después  al  N.  O.;  baña  á  la  Paz  y  al  Cuzco;  entra  en 
las  tierras  desconocidas  del  Perú  y  se   va  á  juntar  al  Apuri- 


—239— 
inac,  y  á  formar  con  él  el  Ucayali  después  que  este  último  se 
lia  enriquecido  con  las  corrientes  del  Paucartambo.  Recibe  en 
su  curso  a  otros  muchos  rios,  y  en  sus  orillas  se  encuentran 
muchos  pueblos  de  las  misiones  antiguas. 

Lagos. — Ademas  del  lago  Titi-caca,  son  muy  notables  en 
el  Perú  las  lagunas  de  Yauricocha,  de  Urcos,  y  de  Ohinchai- 
cocha  ó  Junin. 

El  lago  Titi-caca  también  llamado  laguna  de  Chucuito,  por- 
que la  provincia  de  este  nombre,  en  el  departamento  de  Puno, 
toca  á  su  borde  occidental,  está  situado  entre  las  provincias 
comprendidas  bajo  la  denominación  de  Cóllao  que  les  dieron 
los  Collas,  sus  primitivos  habitantes  al  E.  de  Arequipa  y  al 
!N".  O.  de  la  Paz.  Es  el  mayor  que  se  conoce  en  la  América 
Meridional.  Tiene  de  circuito  80  lenguas,  y  hasta  80  brazas 
de  profundidad;  su  figura  es  un  poco  ovalada  del  ~N.  O.  al 
S.  O.  Diez  ó  doce  grandes  rios,  sin  contar  muchos  pequeños 
le  llevan  continuamente  el  tributo  de  sus  aguas.  Las  del  lago 
no  son  amargas  ni  saladas  pero  tan  espesas  y  tan  desagrada- 
bles que  no  se  pueden  beber.  Abundan  dos  clases  de  pezes : 
una  de  grandes  y  buenos,  llamados  Suchis  por  los  indios;  y 
otras  de  pequeños  y  malos  á  que  los  españoles  dieron  el  nom- 
bre de  Bogas.  Las  aves  acuáticas  le  frecuentan  mucho  y  sus 
márgenes  están  cubiertas  de  ellas. 

El  lago  Titi-caca  encierra  muchas  islas,  entre  las  cuales  hay 
una  notable  por  su  grandeza,  que  formaba  antiguamente  una 
colina,  y  que  los  incas  hicieron  allanar  para  construir  un  tem- 
plo. Esta  colina  llamada  Titi-caca,  que  quiere  decir  en  lengua 
peruana  colina  de  plomo,  dio  al  lago  el  nombre  que  aun  conser- 
va. Allí  fué  Manco-capac  fundador  del  imperio  de  los  incas ; 
finjió  haberle  enviado  el  Sol,  su  padre,  con  mama  Oello  Huca 
su  hermana  y  su  mujer,  para  que  dictaran  leyes  á  los  salvajes 
del  Perú. 

Los  bordes  del  Titi-caca  se  van  estrechando  acia  el  S.,  y  for- 
man una  especie  de  golfo,  al  fin  del  cual  sale  un  rio  llamado 
Desaguadero  que,  corriendo  al  S.  E.,  va  á  formar  en  Chuquisa- 
ca,  al  N".  de  Potosí,  la  laguna  de  Paria.  Ami  se  vé  sobre  el  De- 
saguadero un  puente  de  juncos,  inventado  por  Capac  Yupan- 
qui,  el  quinto  de  los  Incas,  para  que  su  ejército  pasara  á  con- 
quistar las  provincias  de  Collasuya.  Este  rio  que  hoy  limita 
por  el  S.  E.  á  la  República  Peruana  separándola  de  Bolivia, 
tiene  de  80  á  100  varas  de  ancho :  y  aunque  el  agua  se  vé  tran- 
quila en  su  superficie  ella  corre  por  debajo  con  mucha  rapidez. 

La  isla  Titi-caca,  tan  sagrada  en  los  tiempos  antiguos  en 
que  el  Sol  era  adorado  en  uno  de  los  templos  suntuosos  del  im- 
perio, y  en  que  se  habia  reunido,  de  las  ofrendas  de  oro  y  plata 
que  todas ¡las^naciones  presentaban,  una  suma  inmensa  de  ri- 


—'240— 
quezas  que  los  indios  echaron  en  el  lago,  cuando  vieron  acer- 
carse á  los  primeros  españoles,  se  convirtió  en  estos  últimos 
tiempos  en  un  horrible  presidio  á  donde  los  realistas  desterra- 
ban á  los  defensores  de  la  Independencia. 

La  laguna  Yawicocha,  á  quien  dos  célebres  geógrafos  mo- 
dernos, Pinkerton  y  Marte-Brawn ,  dan  el  nombre  de  lago 
de  Lauricocha,  está  situada  en  las  pampas  de  Bombón  entre 
los  10°  y  los  11°  latitud  S.  Apenas  tiene  una  legua  de  largo  y 
media  de  ancho:  pero  merece,  sin  embargo,  un  lugar  muy  dis- 
tinguido entre  los  lagos  mas  grandes,  porque  dá  nacimiento  al 
marañon ;  es  decir,  al  mas  caudaloso  de  cuantos  rios  bañan  la 
tierra. 

La  laguna  de  TJrcos  está  situada  en  un  llano  ó  valle  de  su 
nombre,  comprendido  en  el  territorio  de  Quispieanchi,  pro- 
vincia del  Cuzco.  ISTo  tiene  mas  que  500  varas  de  largo  y  300 
de  anchor;  pero  es  muy  digna  de  atención,  ya  porque  en  sus 
márgenes  se  ven  las  ruinas  del  gran  palacio  que  el  Inca  Yu- 
guar-Huacac  labró  para  retirarse,  cuando  su  hijo  Viracocha 
le  despojó  del  trono,  y  ya  porque  en  ella,  según  la  tradición, 
arrojaron  los  indios  por  librarla  de  la  codicia  de  los  españoles, 
aquella  gran  cadena  de  oro  que  apenas  poclian  levantar  del 
suelo  entre  200  indios  y  que  habia  sido  mandada  trabajar  por 
el  Inca  Huayna-Oapac  en  el  nacimiento  de  su  hijo  primogé- 
nito á  quien  ella  dio  el  nombre  de  Huáscar,  que  Huasca,  en 
aquella  lengua  significa  soga,  y  si  los  indios  la  añadieron  una 
R  fué  porque  quisieron  desfigurar  la  voz,  y  que  el  nombre  del 
príncipe  diese  valor  y  calidad  á  la  joya,  sin  llevar  su  signifi- 
cación, que  les  pareció  ordinaria  é  indecorosa  á  su  persona. 

La  laguna  de  Ghinchaicocha  ó  de  Junin  está  situada  5  leguas 
al  S.  de  la  ciudad  del  Cerro  de  Pasco.  Su  figura  aunque  irre- 
gular se  aproxima  á  la  de  un  elipse,  cuyo  eje  mayor  consta 
poco  mas  ó  menos  de  6  leguas,  y  el  menor  de  2  á  3.  La  direc- 
ción del  primero  es  de  íf,  H-.  O.  á  S.  S.  E.,  atravesando  la  la- 
guna por  la  parte  del  E.  en  toda  su  latitud  una  hermosa  cal- 
zada que  se  ha  refaccionado  el  año  de  1847  por  orden  del  Sr. 
Prefecto  D.  Mariano  E.  Eivero. 

Esta  laguna  aunque  de  tan  poca  extensión  es  digna  de  con- 
siderarse aquí,  porque  en  sus  orillas  recibió  el  golpe  de  muerte 
el  poder  Español  en  la  América  meridional,  para  cuyo  recuer- 
do se  ha  levantado  una  pirámide  cuadrangular  de  19  varas  de 
altura  en  medio  de  la  llanura  donde  tuvo  lugar  tan  grande 
acontecimiento. 

Mares. — El  Mar  Pacífico  en  cuyas  costas  orientales  están 
situados  los  cinco  departamentos  de  la  Libertad,  Ancachs,  Li- 
ma, Arequipa  y  Moquegua  baña  á  la  República  Peruana  en 
toda  su  latitud  desde  Tumbes  hasta  el  Loa. 


—241— 

(tOLFOS. — OBI  pequeño  golfo  de  Púa,  formado  por  las  agnias 
del  Pacífico  entre  el  departamento  de  Moquegua  y  el  desierto 
de  Atacama,  es  el  único  que  hay  en  toda  la  costa  del  Perú.  To- 
ma su  nombre  del  rio  Púa  que  corre  del  E.  al  O.  y  desemboca 
en  él. 

Puertos. — Hasta  21  puertos  se  cuentan  en  el  Perúí  tres  en 
la  provincia  litoral  de  Piura,  Tumbes,  Paita  y  Sechura:  tres  en 
el  departamento  de  la  Libertad,  San  José,  Pacasmayo  y  Huan- 
chaco:  tres  en  el  de  Ancachs,  Oasma,  Santa  y  Huarmey:  seis 
en  el  de  Lima,  Callao,  Chancay,  Huacho,  Nasca,  San  Meólas  y 
Pisco:  tres  en  el  de  Arequipa,  Quilca,  Islay  y  Moyendo;  y  tres 
en  el  de  Moquegua,  lio,  Arica,  é  Iquique.  Estos  últimos  nue- 
ve se  llaman  puertos  intermedios,  porque  están  situados  entre  el 
Callao  y  Valparaíso.  El  mar  boreal  de  los  puertos  de  la  provin- 
cia litoral  de  Piura,  en  Tumbes,  desembarcó  Francisco  Pizarro 
cuando  vino  á  hacer  la  conquista  del  Perú.  Todos  los  puertos 
de  la  Bepública  Peruana,  exceptuados  Paita  y  el  Callao  son  pe- 
queños ;  y  algunos  de  ellos  incómodos  y  desabrigados  de  los 
vientos.  El  de  Huanchaco,  además  de  todo  esto,  es  sumamente 
peligroso  por  una  barra  que  tiene  á  la  entrada,  y  por  la  repeti- 
ción continua  de  tres  grandes  olas  consecutivas  que  los  natu- 
rales de  allí  llaman  Cruz. 

El  puerto  de  Paita  después  de  el  del  Callao  es  el  mas  có^ 
modo  y  el  mas  seguro  para  anclar  que  hay  en  toda  la  costa 
de  la  República  Peruana.  Por  eso  era  tan  frecuentado  antes 
por  las  embarcaciones  de  la  Tierra-Firme  y  del  reino  de  Méji- 
co. Allí  se  desembarcaban  los  viajantes  que  querían  pasar  por 
tierra  á  Lima  y  demás  provincias  del  Perú.  También  tocaban 
allí  los  buques  que  venían  de  aquellas  tierras  en  derechura 
para  Lima,  porque  lo  dilatado  que  solia  ser  este  viaje  por  los 
vientos  contrarios,  en  un  tiempo  en  que  la  ciencia  de  navegar, 
la  náutica,  no  habia  llegado  al  grado  de  perfección  en  que  hoy 
se  halla,  hacían  indispensable  esta  escala  para  refrescar  la 
jente  y  hacer  aguada  y  nuevo  víveres. 

El  Callao  es  el  mejor  de  cuantos  puertos  forma  el  mar  del 
Sud.  Es  muy  espacioso,  cómodo,  seguro  y  tiene  un  muelle 
excelente.  Las  tormentas  le  son  desconocidas.  Siempre  le  so-^ 
pía  un  viento  suave  que  apenas  mueve  las  tranquilas  aguas; 
y  los  buques  que  anclan  en  él  pueden  zarpar  todo  el  año,  á 
cualquiera  hora  del  dia  ó  de  la  noche.  A  orilla  de  este  puerto 
habia  antiguamente  una  ciudad  populosa  de  su  nombre,  que 
el  mar  inundó  y  destruyó  enteramente  con  casi  todos  sus  ha- 
bitantes en  el  tremendo  terremoto  de  1746,  que  tantos  estra- 
gos hizo  en  la  ciudad  de  Lima.  En  ese  mismo  año  se  edificó 
Un  cuarto  de  legua  distante  la  villa  de  Belkv-vista  á  donde  se 
trasladaron  los  habitantes  que  habían  quedado.  El  Callao  está 

Literatura — 20 


—242— 
defendido  por  tres  fortalezas  que  le  hacen  casi  inexpugnable; 
el  castillo  de  la  Independencia,  (Real  Felipe)  el  del  Sol,  (San 
Miguel)  y  el  de  Santa  Eosa  (San  Eafael)  (1).  El  pirata  inglés, 
Jacobo  Heremiti  Olerk  le  tuvo  bloqueado  cinco  meses  en  1624, 
y  habiendo  muerto  de  pesadumbre  por  no  poderle  tomar,  fué  en- 
terrado en  la  isla  de  San  Lorenzo,  que  está  situada  dos  leguas 
al  O.  de  la  población  del  Callao,  que  también  dista  dos  leguas 
al  O.  de  Lima. 

Cabos. — El  Cabo  blanco  en  Piura,  provincia  litoral  en  el  de- 
partamento de  la  Libertad,  que  cierra  por  el  S.  la  boca  del  gol- 
fo de  Guayaquil,  la  que  está  cerrada  por  el  K".  por  la  punta  de 
Santa  Helena,  en  el  departamento  de  Guayaquil,  y  el  promon- 
torio de  la  Nazca  en  el  Departamento  de  Lima,  situado  entre  el 
puerto  de  su  nombre  al  N".  y  el  de  San  Meólas  al  O.  son  los 
únicos  que  hay  de  alguna  consideración  en  la  costa  del  Perú. 

Producciones  vegetales. — Además  de  los  vegetales  indí- 
genas de  que  hablamos  en  la  corografía  del  imperio  de  los  in- 
cas, produce  otros  muchos  el  Perú,  cuyas  semillas  se  trajeron 
de  Europa.  Estas  pueden  dividirse  en  tres  clases:  legumbres, 
hortalizas  y  frutas.  A  la  pernera  pertenece  el  trigo,  la  cebada, 
el  arroz,  el  garvanzo,  la  lenteja,  la  haba  y  otras.  A  la  segunda 
la  col,  la  lechuga,  el  rábano  espinaco,  el  espárrago,  el  nabo,  la 
verengena  y  otras,  y  á  la  tercera  la  uva,  el  higo,  la  granada,  la 
cidra,  la  manzana,  el  pero,  la  lima,  el  melocotón,  el  albarico- 
que  y  otras. 

Peoduccioítes  minerales. — El  Perú  produce  fierro,  cobre, 
plomo,  zinch,  mercurio,  oro  y  plata.  El  principal  de  los  minera- 
les de  azogue  es  el  de  Huancavelica,  en  el  departamento  de  su 
nombre,  que  produce  bastante  cantidad  para  beneficiar  todos  los 
de  plata.  El  principal  de  los  de  oro  el  de  Chuquibamba  en 
el  departamento  de  la  Libertad;  y  el  principal  de  plata  el  del 
Cerro  de  Pasco  ó  de  Yauricocha  en  el  departamento  de  Ju- 
nin ;  aunque  también  son  muy  ricos  el  de  Huarochirí  en  el  de- 
partamento de  Lima,  el  de  Huantajaya  en  el  de  Arequipa,  y 
el  Gualgayoc  en  el  de  la  Libertad. 

Las  minas  de  oro  del  Perú  produjeron  desde  el  1?  de  Enero 
de  1780  hasta  el  último  de  Diciembre  de  1789;  es  decir,  en  el 
espacio  de  diez  años  35,359  marcos  de  á  veintidós  quilates,  y 
las  de  plata  3.739,763  marcos.  Solo  el  Cerro  de  Pasco  ó  Yau- 
ricocha produjo  en  1820  cuatrocientos  mil  marcos  de  plata, 
calculando  prudentemente  los  que  se  sacarían  por  alto,  pues 
llegaron  á  312,931  los  que  se  fundieron  en  aquella  callana.  Y 
el  año  28  hubo  una  pequeña  rebaja  a  pesar  de  estar  aguadas 
casi  todas  sus  minas  y  enteramente  arruinadas  las  cuatro  má- 


( 1 )  Este  se  halla  á  la  fecha  en  escombros. 


—243— 
quinas  de  vapor  con  que  se  desaguaban  en  los  años  pasados, 
y  que  plantearon  allí  D.  Pedro  Abadía  y  D.  José  Arizniendi 
en  1816,  por  contrata  que  hicieron  con  el  gremio  de  mineros. 
Es  de  esperar  que  muy  pronto  producirá  muclio  mas,  pues  se 
trata  de  remitir  allá  dos  máquinas  de  vapor  que  existen  en 
Lima;  y  ademas,  está  al  concluirse  el  célebre  é  importante  so- 
cabon  de  Quiulacocha,  asi  llamado  por  la  laguna  de  este  nom- 
bre en  que  tiene  su  oríjen,  cuya  obra,  comenzada  en  1806  por 
dos  diputados  del  ramo,  Leaño  y  Maiz,  y  después  interrumpi- 
da por  las  disputas  de  los  mineros,  lia  recibido  un  grande  im- 
pulso de  la  actividad  del  director  actual  de  Minería  D.  Maria- 
no Bivero.  Este  hábil  naturalista  en  el  número  primero  de  su 
periódico  titulado  "  Memoria  de  ciencias  naturales  "  hace  una 
descripción  circunstanciada  de  este  Cerro  tan  famoso  en  todo 
el  orbe,  no  por  su  elevación  quesolo  es  de  5,618  pies  sobre  el 
nivel  del  mar,  sino  por  los  grandes  tesoros  que  produce  des- 
pués de  estarse  trabajando  hacen  dos  siglos. 

En  el  año  pasado  de  835  se  amonedaron  en  la  casa  de  Mone- 
da de  Lima  306,300  marcos ;  y  en  el  de  847  entre  amonedados 
y  registrados  para  el  exterior  303,187  marcos  4  onzas,  todos  con 
muy  poca  exepcion  extraídos  del  cerro  de  Pasco. 

El  estado  actual  del  mineral  es  bastante  atrasado,  pero  se 
trata  de  proporcionarle  un  establecimiento  de  máquinas  de  va- 
por por  cuenta  del  gremio  de  mineros ;  proyecto  iniciado  por  el 
señor  general  Prefecto  D.  Pedro  Bermudez  y  aprobado  según 
se  asegura  por  el  Supremo  Gobierno. 

El  nuevo  sistema  de  beneficiar  metales  por  medio  de  solu- 
ción basada  en  principios  químicos  avanza  en  virtud  de  la 
competencia  de  varios  pretendientes,  y  sea  cual  fuere  la  perso- 
na ó  compañía  que  alcancen  su  perfección,  la  ventaja  del  plan 
estará  patente  dentro  de  un  corto  tiempo.  La  facilidad  de  be- 
neficiar por  este  medio  unida  á  la  proporción  de  obtener  el  es- 
tablecimiento de  máquinas  para  desaguar  las  minas,  volverán 
al  rico  mineral  de  Pasco  los  capitalistas  que  separádose  habían 
de  él  á  mérito  de  lo  lamentable  de  su  situación. 


geografía  política. 


Habitantes. — El  Perú  está  habitado  por  indíjenas  puros, 
por  blancos  venidos  de  Europa  y  sus  descendientes  puros,  por 
negros  venidos  de  África  y  sus  descendientes  puros,  y  por  zam- 
bos, mulatos,  mestizos  y  demás  castas  que  nacen  de  las  diver- 
sas mezclas  de  las  tres  razas  primitivas.  Los  indíjenas  se  divi- 
den en  dos  clases,  una  de  salvajes  que  viven  en  las  montañas  r 


_244— 
en  las  orillas  de  los  ríos  caudalosos;  y  otras  de  indios  civiliza- 
dos que  viven  en  los  pueblos  y  ciudades.    Muchos  ingleses, 
franceses  é  italianos  se  han  avecindado  en  el  Perú  desde  que 
se  proclamó  su  independencia. 

Carácter,  usos  y  costumbres. — Los  hijos  puros  de  los  es- 
pañoles son  valerosos,  dóciles,  de  jénio  suave,  de  excelente 
penetración,  de  gran  memoria,  de  admirable  injenio,y  de  mu- 
cha vivacidad  de  espíritu.  Comen  y  beben  puramente  y  visten 
serio  al  modo  de  los  ingleses.  Los  indígenas  civilizados  son 
bondadosos,  hospitalarios  y  hábiles,  para  imitar  cuanto  ven  ; 
pero  perezosos,  amigos  de  la  bebida,  tímidos  y  desconfiados. 
Su  vestido  es  un  calzón  corto,  una  chaqueta,  una  camisa  y  un 
poncho.  Los  indíjenas  salvajes  que  viven  en  las  selvas  con- 
servan el  carácter,  los  usos  y  las  costumbres  de  sus  padres. 
Los  zambos,  los  mulatos  y  los  mestizos  son  injeniosos,  valien- 
tes, activos  y  en  todo  imitan  á  los  hijos  de  los  españoles.  Las 
diversiones  favoritas  de  los  peruanos  son  la  música,  el  baile  y 
los  espectáculos  públicos,  principalmente  la  corrida  de  toros. 
Población. — Según  el  censo  de  1790  tenia  todo  el  Perú 
1.249,723  almas;  y  por  los  catastros  últimamente  formados  y 
otros  datos  mas,  se  pueden  calcular  muy  aproximadamente  en 
la  actualidad  1.500,000  habitantes. 

Relijioít. — La  Eepública  del  Perú  profesa  la  católica.  Los 
indios  salvajes  profesan  la  pagana. 

Lengua. — Además  de  la  lengua  española,  se  habla  en  el 
Perú  la  quechua  ó  lengua  jeneral. 

Instrucción  primaria. — Los  hijos  del  Perú  nacen  por  lo 
jeneral  con  todas  las  disposiciones  necesarias  para  ser  gran- 
des hombres  en  las  artes  y  ciencias.  Y  si  no  han  hecho  hasta 
ahora  progresos  admirables  en  las  unas  y  en  las  otras,  ha  sido 
por  haberles  faltado  los  libros,  los  maestros,  las  máquinas,  los 
instrumentos  y  los  estímulos,  y  sobre  todo,  porque  les  tenia  en 
prisiones  el  espíritu,  la  imajinacion  y  el  jénio,  el  bárbaro  tribu- 
nal llamado  con  tanta  imperiosidad  el  "Santo  Oficio,"  que  des- 
honraba la  relijlon  de  Jesu-Cristo  con  el  pretesto  especioso  de 
conservarla  en  su  pureza.  No  han  podido  ser  insuperables  pa- 
ra otros  estos  obstáculos;  pero  habrían  dado  mayor  gloria  con 
sus  luces  á  cualquiera  de  los  lugares  de  Europa  en  que  hubie- 
ran nacido  y  recibido  educación.  Tales  fueron  entre  otros,  en 
los  tiempos  pasados  un  Peralta,  yunMenacho;  tales  han  sido 
en  los  modernos  un  Baquijano  y  un  Arriz.  Todas  las  provincias 
de  la  Eepública  tienen  escuelas  de  primeras  letras  :  todos  los 
departamentos  tienen  colejios  de  ciencias  y  artes  ;  y  todas  sus 
capitales,  á  excepción  de  Puno,  tienen  universidades.  La  guer- 
ra continua  en  que  hemos  estado  empeñados,  sin  haber  aun 
convalecido  de  los  males  que  nos  causó  la  pasada  de  la  inde- 


—245— 
pendencia,  no  lia  dejado  florecer  como  debieran  estos  estableci- 
mientos literarios;  pero  la  paz  que  tres  años  lia  disfrutamos, 
liará  brotar  en  ellos  esos  almacigos  preciosos  de  que  deben  sa- 
lir los  legisladores,  los  jefes  y  los  majistrados  de  la  República. 
Gobierno. — La  forma  de  gobierno  de  la  República  Perua- 
na conforme  á  su  Oontitucion  política,  es  popular,  representa- 
tiva, consolidada  en  la  unidad.  El  Poder* Legislativo  debe  ser 
ejercido  por  dos  Cámaras,  la  de  los  Diputados  y  la  de  los  Se- 
nadores ;  el  Judicial  por  una  Corte  Suprema  de  Justicia  esta- 
blecida en  la  capital  de  la  República,  cinco  Cortes  Superiores 
establecidas  en  la  capital  y  en  las  de  los  departamentos  de  la 
Libertad,  Ayacucho,  Cuzco  y  Arequipa  y  por  sesenta  y  cuatro 
juzgados  de  1?  instancia,  llamados  de  derecho,  establecidos 
en  todas  las  provincias;  y  el  Ejecutivo  por  un  solo  ciudadano 
que  debe  elegirse  cada  secsenio  con  el  título  de  Presiden- 
te de  la  República,  eligiéndose  al  mismo  tiempo  un  cuer- 
po consultivo  y  encargado  de  velar  sobre  la  fiel  observan- 
cia de  la  Constitución,  denominado  Consejo  de  Estado,  cuyo 
Presidente  se  renueva  cada  bienio,  y  que  lo  es  hoy  el  Sr.  ge- 
neral D.  José  Rufino  Echenique,  hará  las  veces  de  Presidente 
de  la  República  en  los  casos  de  enfermedad,  ausencia  ú  otro 
cualquiera  impedimento  físico  ó  moral.  Los  departamentos 
son  regidos  inmediatamente  por  Prefectos  que  reciben  sus  ór- 
denes del  Presidente  de  la  República,  y  las  provincias  por 
Subprefectos  subordinados  á  los  Prefectos.  El  Excmo.  Sr. 
Gran  Mariscal  D.  Ramón  Castilla  manda  en  la  actualidad. 

Manufacturas. — Hay  en  el  Perú  fábricas  de  bayetones, 
cordellates,  tocuyos  y  otros  tejidos  ordinarios  de  algodón  y  la- 
na de  carnero  de  Castilla.  También  las  hay  de  telas  muy  finas 
de  lana  de  vicuña  de  que  solo  podían  vestirse,  en  tiempos  an- 
tiguos, los  Incas  ó  emperadores.  Las  sobrecamas  de  lana  de 
alpaca  que  se  hacen  en  el  Cuzco,  y  las  de  algodón  que  se  ha- 
cen en  la  Libertad  son  muy  apreciables  en  Europa.  Se  fabri- 
can además  en  el  Perú  cristales  y  losa  de  calidad  ordinaria, 
sombreros  muy  finos,  azúcar,  pólvora  y  cañones. 

Ademas  de  estas  antiguas  fábricas,  está  concluyéndose  una 
magnífica  en  la  Capitai  de  la  República  para  tejer  tocuyos 
finos,  y  otra  acabada  ya  para  hacer  papel,  cuyos  empresarios 
los  señores  Cajigao,  Herce,  Villate  &.  de  la  primera,  y  los  se- 
ñores Amunátegui  y  Villota  de  la  segunda,  han  alcanzado  de 
la  Representación  Nacional  la  protección  de  la  alza  de  dere- 
chos sobre  los  dichos  efectos  que  se  importen  del  extranjero. 

Comercio. — Tenia  antes  el  Perú  un  comercio  muy  vasto. 
Los  principales  renglones  de  importación  eran  el  trigo  y  cobre 
de  Chile:  las  muías  de  Buenos- Ayres:  las  maderas  y  el  cacao 
de  Guayaquil :  el  añil  de  Guatemala :  el  té  de  las  Islas  Filipi- 


—240— 
ñas  y  las  sederías,  los  paños:  superfinos,  los  encajes,  los  batis- 
tas, la  quincallería  y  otras  producciones  industriales  de  Euro- 
pa; y  los  de  exportación  eran  vinos,  aguardientes,  cascarilla, 
azúcar,  aceite,  lana  de  Vicuña,  estofas  groseras,  oro  y  plata. 
Estos  dos  últimos  renglones  las  lanas,  algodones  y  el  Imano  de 
nuestras  islas,  son  en  el  dia  los  objetos  de  exportación. 

Fuerzas  terrestres  y  marítimas. — El  ejército  de  la  Re- 
piíblica  Peruana,  consta  de  3,300  hombres  de  todas  armas,  y 
su  escuadra  de  un  vapor  de  guerra  el  "Rimac:"  dos  berganti- 
nes "General  Gamarra"  y  "Almirante  Guisse:"  una  goleta 
" Libertad ;"  un  paylebot  "  Vigilante ; "  v  una  balandra  "Ca- 
llao." 

GEOGRAFÍA  histórica. 


Acababa  de  descubrir  Juan  Ponce  de  León  la  Península  de 
la  Florida  en  el  año  de  1512,  cuando  Vasco  IsTuñez  de  Balboa, 
nombrado  por  sus  compañeros  Gobernador  de  la  colonia  de 
Santa  Maria,  pequeña  ciudad  de  la  provincia  del  Darien, 
mandó  á  España  un  oficial,  para  que  solicitase  del  rey  la  con- 
firmación de  su  empleo.  Pero  como  no  podia  fundar  las  espe- 
ranzas de  un  éxito  favorable,  ni  en  la  protección  de  los  minis- 
tros de  Fernando  VI,  con  los  cuales  no  tenia  la  menor  relación, 
ni  en  negociaciones  con  una  Corte,  de  que  no  conocía  las  in- 
trigas, trató  de  hacerse  digno  de  la  gracia  que  solicitaba  por 
algún  servicio  señalado,  que  le  diera  la  preferencia  sobre  to- 
dos sus  competidores.  Penetrado  de  esta  idea,  hizo  frecuentes 
incursiones  en  los  paises  adyacentes ;  sujetó  á  muchos  caciques, 
y  recogió  una  cantidad  muy  considerable  de  oro,  que  en  esa 
parte  del  continente  era  mas  abundante  que  en  las  islas.  Co- 
mo en  una  de  estas  incursiones  disputaran  agriamente  los  es- 
pañoles sobre  la  división  de  un  poco  de  oro  que  habian  encon- 
trado; un  joven  cacique  que  los  vio,  sorprendido  de  que  se 
diera  tanto  valor  á  una  cosa,  cuya  utilidad  no  alcanzaba  á  adi- 
vinar, arrojó  á  tierra  el  oro  que  él  llevaba,  y  dijo,  dirigiéndose 
á  ellos:  "Si  el  amor  del  oro  es  el  que  os  ha  hecho  abandonar 
vuestros  paises,  y  venir  á  turbar  la  tranquilidad  de  pueblos  tan 
remotos,  yo  os  conduciré  á  un  lugar,  en  donde  se  hacen  los 
utensilios  mas  viles  de  este  metal,  que  parece  ser  el  objeto  de 
vuestra  admiración  y  de  vuestros  deseos. "  Balboa  y  sus  com- 
pañeros, arrebatados  sobre  manera  de  lo  que  acababan  de  oir, 
preguntaron  con  el  mayor  interés,  en  donde  estaba  ese  lugar 
afortunado  y  como  se  podría  llegar  á  él.  El  cacique  les  con- 
testó que  dirigiéndose  al  Sur,  á  la  distancia  de  seis  soles;  es 
decir,  de  seis  dias  de  camino,  ellos  descubrirían  otro  Occéano 


—247— 
cerca  del  cual  estaba  situado,  pero  que  era  un  reino  muy  ex- 
tendido y  poderoso;  y  que  si  pensaban  atacarle,  era  preciso 
que  llevaran  fuerzas  muy  superiores  á  las  que  entonces  tenían. 
Tal  fué  la  primera  noticia  que  los  españoles  tuvieron  del  gran- 
de Occéano  Pacífico,  y  del  opulento  pais  que  se  conoció  con  el 
nombre  de  Perú. 

Balboa  conjeturó  inmediatamente  que  aquel  Occéano  debia 
ser  el  mismo  que  Cristóbal  Colon  habia  buscado  en  esa  mis- 
ma parte  de  la  América,  con  el  objeto  de  abrir  una  comunica- 
ción mas  directa  con  las  indias  orientales,  y  lisonjeado  con  la  idea 
de  llevar  al  cabo  una  empresa,  que  en  vano  habia  tentado  un 
hombre  como  Colon,  se  puso  en  marcha  sin  pérdida  de  tiempo 
con  490  españoles,  1,000  indios  que  llevaban  las  provisiones  y 
muchos  perros  feroces  que  debian  ser  terribles  para  enemigos 
que  estaban  enteramente  desnudos.  Innumerables  fueron  los 
obstáculos,  que  en  el  camino  les  opusieron  la  naturaleza  del 
terreno,  y  la  disposición  de  sus  habitantes  que  se  empeñaban 
en  estorvarles  el  paso  por  los  desfiladeros.  Pero  él  logró  atra- 
vesar el  Istmo,  y  cuando  descubrió  el  mar  Pacífico  desde  la 
cima  de  un  monte,  y  con  las  manos  levantadas  al  Cielo,  se 
avanzó  hacia  las  aguas  con  su  escudo  y  con  su  espada;  tomó 
posesión  á  nombre  del  rey  de  España,  y  juró  defenderle  con- 
tra todos  sus  enemigos.  A  la  parte  que  descubrió  primero, 
llamó  "  Golfo  de  San  Miguel, "  y  este  nombre  conserva  hasta 
el  dia. 

Asegurado  Balboa  por  todos  los  indios  que  habitaban  la 
costa  del  Pacífico,  de  la  existencia  de  un  rico  y  opulento  im- 
perio que  estaba  al  Este  de  este  mar,  y  viendo  que  la  tropa 
que  tenia,  no  era  bastante  para  tentar  una  empresa  tan  ardua, 
regresó  con  ella  al  establecimiento  de  Santa  Maria,  para  vol- 
ver en  la  estación  siguiente  con  mayor  número  de  hombres. 
Entre  los  oficiales  que  le  acompañaron,  ninguno  se  distinguió 
como  Francisco  Pizarro,  ninguno  desplegó  mas  aliento  para 
ayudar  á  Balboa  á  abrirse  comunicación  con  estos  países,  de 
lo  que  él  vino  después  á  ser  el  conquistador.  El  primer  cui- 
dado de  Balboa  luego  que  llegó  á  Santa  Maria,  después  de 
cuatro  meses  de  ausencia,  fué  mandar  á  España  un  detalle 
del  importante  descubrimiento  que  acababa  de  hacer,  y  pedir 
al  rey  mil  hombres  para  emprender  una  conquista,  que  debia 
ser  tan  ventajosa  á  la  corona  de  Castilla.  Pero  Fernando,  des- 
atendiendo á  sus  servicios,  dio  á  Pedro  Arias  de  Dávila  el 
mando  de  15  buques  con  1,200  hombres  de  guerra,  nombrán- 
dole al  mismo  tiempo  gobernador  del  Darien.  Las  disenciones 
y  disturbios  se  introdujeron  luego  entre  el  antiguo  y  nuevo 
gobernador.  Sin  embargo,  Balboa  á  quien  Fernando  deseoso  de 
reparar  la  falta  cometida  con  un  oficial  tan  benemérito,  habia 


—248— 
nombrado  adelantado  ó  gobernador  de  los  países  situados  en  la 
costa  del  mar  del  Sur,  después  de  vencer  obstáculos  sin  núme- 
ro, iba  á  dar  la  vela  para  el  Perú  con  «300  hombres  de  linea. 
Pero  Dávila  poseido  del  odio,  de  la  envidia  y  del  temor,  no 
dudó  un  punto  en  sofocar  una  empresa  de  tamaña  importan* 
cia,  y  cou  pretestos  falsos,  obligó  á  Balboa  á  diferir  su  viaje  y 
á  marchar  á  la  ciudad  de  Acia,  para  tener  con  él  una  entrevis- 
ta. Balboa  Con  aquella  confianza  tranquila,  que  inspira  al 
hombre  de  bien  la  rectitud  de  su  conciencia,  fué  al  lugar  que 
se  habia  señalado,  y  hubo  llegado  apenas  cuando  fué  arresta- 
do por  orden  de  Pedro  Arias,  que  impaciente  por  consumar,  la 
obra  de  su  venganza,  no  le  dejó  descanzar  mucho  tiempo  en  la 
prisión.  Se  nombran  al  punto  jueces  que  instruyan  el  proceso; 
se  le  acusa  de  ser  infiel  á  su  rey,  de  haber  querido  sublevarse 
contra  el  gobernador;  se  pronuncia  contra  él  la  sentencia  de 
muerte,  y  los  españoles  vieron  con  tanto  dolor  como  escánda- 
lo, perecer  en  un  cadalso  al  hombre  extraordinario,  "que  de  to- 
dos aquellos  que  habían  mandado  á  la  América,  era  general- 
mente mirado  como  el  mas  capaz  de  concebir  proyectos  gran- 
des, y  también  de  ejecutarlos. 

Después  de  la  muerte  de  Balboa,  todos  los  aventureros  es- 
pañoles, que  por  él  tuvieron  noticia  de  las  riquezas  de  estos 
vastos  y  desconocidos  países,  tenían  sus  ojos  fijos  sobre  ellos; 
asi  es  que  se  hicieron  diversas  expediciones  para  tomar  pose- 
sión de  los  lugares  situados  al  Este  de  Panamá,  que  confiados 
á  jefes  cuyos  talentos  eran  inferiores  á  las  dificultades,  no  pu- 
dieron tener  un  éxito  favorable.  Y  como,  por  otra  parte  estas 
excursiones  no  pasaban  de  los  límites  de  aquella  provincia 
que  los  españoles  llamaron  Tierra  Firme  pais  montuoso,  poco 
poblado  y  muy  mal  sano ;  los  aventureros  á  su  vuelta,  hicieron 
relaciones  muy  tristes  de  los  males  que  habían  sufrido  y  de  la 
poca  esperanza  que  ofrecían  los  lugares  que  habían  visitado . 
Estas  relaciones  calmaron  un  poco  el  furor  de  los  descubrido- 
res por  esa  dirección,  y  se  estableció  la  opinión  general  de  que 
Balboa  se  habia  dejado  seducir  por  algún  indio  que  quiso  en- 
gañarle ó  que  fué  mal  entendido. 

Pero  habia  en  Panamá  tres  hombres,  sobre  los  cuales  hacían 
tan  poca  impresión  las  circunstancias  que  á  los  demás  desa- 
lentaban, que  en  el  momento  mismo  en  que  todos  miraban  co- 
mo quimérica  la  esperanza  de  descubrir  al  Oriente  el  rico  pais 
que  habia  anunciado  á  Balboa,  se  deterndnaron  á  emprender  la 
la  ejecución  de  su  proyecto.  Estos  tres  hombres  eran  Francis- 
co Pizarro,  Diego  de  Almagro  y  Fernando  de  Luque.  El  pri- 
mero, hijo  natural  de  un  gentil-hombre  y  de  una  mujer  de  ba- 
ja esfera,  habia  nacido  con  un.  cuerpo  tan  robusto  como  carác- 
ter emprendedor;  y  aunque  ignorante  hasta  el  extremo  de  no 


—249— 
saber  leer,  habia  desplegado  grandes  talentos  militares  en  el 
estado  de  aventurero  en  que  liabia  venido  con  Oortez  á  la  con- 
quista de  Méjico.  El  segundo,  acostumbrado  desde  joven  al 
manejo  de  las  armas,  tenia  un  valor  intrépido,  una  actividad 
infatigable,  y  una  constancia  á  prueba  de  todas  las  fatigas  de 
la  guerra.  Y  el  tercero  maestro  de  escuela  en  Panamá,  era  un 
sacerdote,  que  por  unos  medios  que  los  historiadores  no  han  sa- 
bido decirnos,  habia  acopiado  considerables  riquezas  que  le  hi- 
cieron concebir  la  esperanza  de  alcanzar  los  empleos  mas  altos. 

Tales  eran  los  hombres  destinados  á  trastornar  uno  de  los 
imperios  mas  grandes  de  la  tierra.  Su  asociación  fué  autoriza- 
da por  Pedro  Arias  Dávila,  gobernador  de  Panamá.  Almagro 
y  Luque,  pusieron  toda  su  fortuna  para  formar  el  capital  de  la 
empresa;  y  Pizarro,  el  menos  rico  de  los  tres,  no  pudiendo 
suscribirse  en  un  fondo  igual  al  de  los  otros,  tomó  sobre  sí  la 
mayor  parte  de  la  fatiga  y  del  peligro,  encargándose  de  man- 
dar en  persona  el  armamento  destinado  al  primer  viaje  y  al 
primer  descubrimiento.  Convinieron  en  que  Almagro  condu- 
jese los  refuerzos  de  que  Pizarro  podría  necesitar;  y  que  Lu- 
que quedara  en  Panamá  para  tratar  con  el  gobernador  y  velar 
sobre  los  intereses  comunes. 

Dio  Pizarro  la  vela,  y  después  de  70  dias  de  navegación,  to- 
có en  muchos  lugares  deja  Tierra  Firme;  encontró  por  todas 
partes  ó  terrenos  bajos  inundados  por  los  rios,  ó  altos  y  cu- 
biertos de  bosques  impenetrables.  La  fatiga,  el  hambre  y  los 
continuos  combates  con  los  habitantes  del  pais,  debilitaron 
mucho  su  pequeño  ejército,  y  se  vio  precisado  á  abandonar  esa 
costa  salvaje  y  á  retirarse  á  Cahuama,  isla  inmediata  al  ar- 
chipiélago de  los  Persas  para  esperar  allí  el  refuerzo  de  Pa- 
namá* 

Almagro  que  habia  zarpado  de  este  puerto  con  70  soldados, 
llegó  con  ellos  á  la  costa;  y  habiendo  saltado  en  tierra,  tuvo 
los  mismos  trabajos  y  los  mismos  riesgos  que  Pizarro.  Las 
continuas  acometidas  de  los  bárbaros,  le  hicieron  reembarcar- 
se, y  la  casualidad  le  condujo  á  donde  estaba  su  compañero. 
Después  de  haberse  consolado,  contándose  sus  aventuras  y 
comparando  sus  padecimientos,  volvió  Almagro  á  Panamá  con 
el  fin  de  reclutar  alguna  gente;  pera  ya  tenian  sus  compatrio- 
tas una  opinión  tan  mala  de  su  empresa,  por  lo  que  él  y  Pizar- 
ro habian  sufrido,  que  apenas  pudo  reunir  80  hombres.  Con 
este  débil  refuerzo  volvieron  á  la  costa  y  desembarcaron  al 
Sud  del  rio  Esmeraldas ;  pero  no  se  atrevieron  á  invadir  un 
pais  tan  poblado  con  un  puñado  de  hombres  muy  debilitados 
por  las  enfermedades  y  fatigas,  y  se  retiraron  á  la  isla  de  Gallo 
sobre  la  costa  de  Barbacoas,  donde  quedó  Pizarro  con  parte  de 

Litep  atura — 2 1 


■■BtBMSTiKaa  *m¡m  9FÍ0 

las  tropas,  mientras  que  Almagro  tornó  á  Panamá  con  la  es- 
peranza de  juntar  un  refuerzo  bastante  considerable.  Pero  co- 
mo muchos  aventureros,  menos  valientes  y  menos  emprende- 
dores que  sujetes,  escribieran  á  sus  amigos  lamentándose  de 
sus  padecimientos  y  sus  pérdidas,  Pedro  de  los  Eios,  que  ha- 
bia  sucedido  en  el  gobierno  á  Pedro  Arias  Davila,  persuadido 
de  que  una  expedición  en  que  se  perdían  tantos  hombres,  po- 
día ser  muy  funesta  á  una  colonia  débil  y  naciente,  prohibió 
el  que  se  hicieran  nuevas  levas;  y  mandó  á  la  isla  de  Gallo  un 
buque  que  condujera  á  Pizarro  y  sus  soldados. 

Pizarro  no  quiso  obedecer  al  gobernador  de  Panamá;  y  em- 
pleó toda  su  elocuencia  y  toda  su  sagacidad  en  obligar  á  sus 
compañeros  á  que  no  le  abandonasen.    Pero  la  muchedumbre 
de  los  males  que  habian  sufrido,  estaba  tan  presente  en  su  me- 
moria, y  el  pensamiento  de  volver  al  seno  de  su  familia  se  pre- 
sentaba á  su  espíritu  de  una  manera  tan  seductora,  que  ha- 
biendo tirado  Pizarro  una  línea  con  su  espada  y  mandado  que 
pasasen  mas   allá  los  que  quisiesen  volverse  á  Panamá,  solo 
hubieron  trece  hombres  que  tuviesen  bastante  valor  para  que- 
darse con  él.  Estos  hombres  tan  pocos  como  resueltos,  fueron 
á  establecerse  en  la  Gorgona,  isla  pequeña  y  despoblada  un 
poco  mas  afuera  de  la  isla  de  Gallo.    Las  importunidades  de 
Almagro  y  de  Luque,y  las  quejas  de  la  colonia  entera  que  gri- 
taba ser  vergonzoso  hacer  perecer  como  unos  criminales,  á 
esos  hombres  esforzados  que  estaban  trabajando  en  una  obra 
tan  gloriosa  á  la  Nación,  y  á  quienes  solo  podia  acusarse  del 
exeso  de  su  valor  y  su  zelo,  vencieron  al  gobernador  de  Pana- 
má que  consintió  por  fin  en  mandar  un  bajel  á  la  Gorgona,  pe- 
ro únicamente,  con  hombres  de  mar,  para  que  no  j>areciese  que 
alentaba  á  Pizarro  a  seguir  en  su  empresa. 

Este  jefe,  y  sus  valientes  compañeros,  á  la  llegada  del  buque 
sintieron  tales  transportes  de  alegría,  que  enteramente  olvi- 
daron cuanto  habian  sufrido  en  tres  meses  enteros,  que  habita- 
ron el  lugar  mas  enfermizo  de  la  America  del  Sud.  Sus  espe- 
ranzas se  reanimaron;  y  pasando  rápidamente  del  exceso  del 
abatimiento  al  exceso  de  la  confianza,  en  lugar  de  dirigirse  á 
Panamá,  tomaron  el  rumbo  del  S.  E.;  y  desembarcaron  en 
Tumbes,  ciudad  grande,  tres  grados  al  S.  del  Ecuador  donde 
habia  un  palacio  de  los  Incas  y  un  templo  del  Sol.  Allí  comen- 
zaron á  conocer  los  españoles  la  opulencia  del  imperio  Perua- 
no; pues  vieron  que  no  solamente  los  adornos  de  las  casas,  si- 
no también  los  vasos  y  hasta  utensilios  mas  movibles  eran 
fabricados  de  oro  y  plata.  Pero  como  Pizarro  no  podia  recono- 
cer el  pais  con  la  poca  jente  que  tenia  se  volvió  á  Panamá  al 
cabo  de  tres  años;  y  no  pudiendo  conseguir  el  menor  auxilio 
del  gobernador,  resolvió  ir  á  pedirlo  al  mismo  Soberano  y  se 


—251— 
puso  en  camino  para  España,  después  de  haber  convenido  con 
sus  dos  compañeros,  pedir  para  sí  el  título  de  gobernador,  pa- 
ra Almagro  el  de  teniente  gobernador  y  para'Luque  el  de  obis- 
po del  territorio  que  se  conquistase.  Recibióle  Carlos  V  con 
todas  aquellas  consideraciones  á  que  era  acreedor  un  vasallo 
que  tantas  ventajas  pronietia  á  la  corona;  y  le  nombró  gober- 
nador, capitán  general  y  adelantado  mayor  del  lugar  que  ha- 
bía descubierto  y  de  todos  los  que  descubriese  al  S.  hasta  la 
distancia  de  200  leguas  contadas  desde  Quito  sobre  la  linea 
meridiana  y  también  de  todos  los  que  descubriese  al  E.  y  al 
O.  de  esta  linea.  Pizarro  solo  pudo  embarcarse  con  jjoco  mas 
de  cien  soldados,  á  pesar  de  los  auxilios  pecuniarios  que  reci- 
bió de  Hernán  Cortez,  quien  vuelto  ya  á  España,  después  de 
su  conquista,  quiso  tener  parte  en  la  fortuna  de  un  compañe- 
ro antiguo  que  acababa  de  entrar  en  una  carrera  de  gloria  se- 
mejante á  aquella  que  acababa  él  de  terminar. 

A  su  vuelta  á  Panamá  encontró  Pizarro  fuertemente  irrita- 
do a  D.  Diego  de  Almagro  por  el  modo  con  que  se  había  con- 
ducido en  su  negocio  en  Madrid.  Pero  ofreciéndole  renunciar 
en  él  el  título  de  Adelantado  y  conseguirle  de  S.  M.  C.  otro  go- 
bierno independiente  del  suyo,  le  calmó  enteramente  y  dio  la 
vela  para  la  costa  del  Perú  con  480  soldados  que  fué  cuanta 
gente  pudieron  reunir  los  talentos  y  esfuerzos  de  los  tres  com- 
pañeros. Con  este  puñado  de  hombres  osó  emprender  la  con- 
quista de  uno  de  los  países  mas  poblados  del  globo;  empresa 
temeraria  que  el  no  lograra  jamás  llevar  al  cabo  si  no  fuera 
auxiliado  por  la  fuerza  poderosa  de  unas  circunstancias  favo- 
rables que  no  podia  prometerse.  Los  dos  hermanos  Atahualpa 
y  Huscar,  entre  quienes  habia  dividido  el  imperio  su  padre 
Huaina-Capac,  acababan  de  batirse  en  las  inmediaciones  del 
Cuzco ;  y  aunque  este  último  habia  sido  completamente  derro- 
tado y  hecho  prisionero,  sus  partidarios  y  amigos  trabajaban 
por  vengarle :  ios  bandos  y  las  facciones  tenían  divididos  á  los 
pueblos;  las  rivalidades  y  los  odios  se  aumentaban  diariamen- 
te, todo  el  imperio  estaba  en  combustión  y  amenazaba  disol- 
verse. Informado  Francisco  Pizarro  de  estas  disenciones  intes- 
tinas, deja  una  pequeña  guarnición  en  la  ciudad  de  San  Mi- 
guel, primera  colonia  española  en  el  Perú,  fundada  por  él  mis- 
mo cerca  de  la  boca  de  Piura,y  aprovechando  la  bella  oportu- 
nidad que  le  deparaba  la  suerte,  se  interna  en  el  pais,  seguro 
de  no  encontrar  obstáculos  á  su  marcha,  porque  ambos  Incas 
habían  implorado  sus  auxilios;  el  uno  para  recuperar  su  trono, 
y  él  otro  para  conservarse  sobre  él.  Llega  á  Cajamarea  donde 
Atahualpa  estaba  con  mucha  parte  de  sus  tropas;  y  aunque 
fué  recibido  por  este  con  presentes  muy  ricos,  y  otras  señales 
de  amistad,  valiéndose  de  un  pretesto  el  mas  frivolo  sorpren- 


—252— 
de  á  su  ejército  y  lo  bate,  se  apodera  de  su  persona  cou  la 
mayor  ¡perfidia  y  le  pone  en  prisión.  Atahualpa  le  ofrece  por 
su  libertad  una  porción  asombrosa  de  oro ;  y  sabiendo  que  su 
hermano  habia  ofrecido  mas  por  la  suya,  le  mandó  matar  se- 
cretamente. Pizarro  erigiéndose  juez  de  un  Soberano,  le  siguió 
sumario  por  este  asesinato,  por  la  usurpación  del  trono,  y  por 
otras  causas  que  fingió;  y  después  de  liaberle  condenado  y 
echado  en  un  cadalso,  tomó  el  camino  del  Cuzco.  En  esta  jor- 
nada fugó  el  hijo  de  Atahualpa  á  quien  Pizarro  dio  la  borla 
de  su  padre  y  fué  generalmente  reconocido  del  mismo  Pizar- 
ro, Manco  Inca  hermano  de  Huáscar  a  quien  los  indios  habian 
elegido.  Viendo  este  que  solo  tenia  las  insignias  y  el  título  de 
sus  predecesores,  pero  no  la  autoridad,  sitió  la  ciudad  del  Cuz- 
co con  un  ejército  de  300,000  hombres;  pero  Gonzalo  Pizarro 
que  era  á  la  sazón  gobernante  de  ella,  le  obligó  á  levantar  el 
sitio  y  á  retirarse  á  las  montañas  donde  acabó  sus  dias. 

Entre  tanto  Fernando  Pizarro,  que  habia  sido  enviado  á  la 
Península  para  que  informara  á  Carlos  V.  sobre  los  aconteci- 
mientos del  Perú,  volvió  con  reales  patentes  en  que  se  anadian 
70  leguas  mas  por  la  parte  del  S.  al  gobierno  de  su  hermano, 
llamándole  Nueva  Castilla ;  y  se  concedia  á  Almagro  un  go- 
bierno Independiente  con  el  nombre  de  Nueva  Toledo,  que  se 
extendía  200  leguas  acia  el  extrecho  de  Magallanes  desde  los 
límites  meridionales  de  la  gobernación  de  Pizarro.  Cada  uno 
de  estos  jefes  decían  que  estaban  comprendidas  en  su  territorio 
las  dos  ciudades  del  Cuzco  y  de  los  Eeyes;  y  era  el  caso  que 
Pizarro  quería  que  sus  leguas  se  midiesen  desde  el  arco  del 
meridiano  terrestre,  y  Almagro  pretendía  que  no  se  hiciera  es- 
ta mensura  sino  sobre  la  línea  de  la  costa  siguiéndola  siempre 
en  todas  las  puntas  y  ensenadas  que  forman.  Después  de  mu- 
chos debates,  se  remitió  á  las  armas  la  decisión  del  negocio;  y 
los  indios  vieron  con  asombro  batirse  unos  con  otros,  los  mis- 
mos conquistadores.  En  esta  sangrienta  batalla  de  las  Salinas, 
por  haberse  dado  en  un  llano  próximo  al  Cuzco,  donde  habia 
una  fuente  salobre  que  producía  sal,  fué  derrotado  Almagro, 
hecho  prisionero,  y  ejecutado  después. 

Inmediatamente  Fernando  Pizarro  gobernador  del  Cuzco, 
mandó  á  los  jefes  del  ejército  á  que  hicieran  sus  conquistas  en 
diferentes  puntos  del  imperio.  A  Pedro  de  Valdivia  le  cupo  el 
reino  de  Chile,  á  Gómez  de  Alvarado  la  provincia  de  Huánu- 
co,  á  Francisco  de  Chavez  los  Conchucos;  a  Pedro  de  Vergara 
los  Bracamoros,  á  Juan  Vergara  los  Chachapoyas,  á  Alonso 
Mercadillo  Moyobamba  y  á  Pedro  Candía  el  Collao.  Ya  por 
este  tiempo  Sebastian  Benalcazar  habia  conquistado  el  reino 
de  Quito. 

Muy  sentida  fué  la  muerte  de  D.  Diego  de  Almagro  por  su 


— 253— 
hijo  y  su  amigos  que,  no  pudiendo  vengarla  en  la  persona  de 
Fernando  Pizarro,  por  haberse  este  ido  á  la  Península  donde 
estuvo  preso  23  años  por  acusaciones  que  le  hizo  D.  Diego  de 
Alvarado,  se  vinieron  á  la  ciudad  de  los  Reyes  y  asesinaron 
allí  á  su  hermano  D.  Francisco  de  los  Atabillos.  D.  Diego  de 
Almagro,  el  mozo,  se  hizo  proclamar  entonces  gobernador  del 
Perú;  pero  los  del  Cuzco  no  le  reconocieron  por  tal;  y  nombra- 
ron capitán  general  y  justicia  mayor  del  Perú  á  Pedro  Alva- 
rez  Golquin,  hasta  que  S.  M.  O.  mandara  otra  cosa. 

Estos  dos  gobernadores  estaban  preparándose  para  batirse 
el  uno  al  otro,  cuando  llegó  de  España  el  Licenciado  Yaca  de 
Castro  que  venia  de  comisionado  regio  para  tomar  informacio- 
nes sobre  la  muerte  de  Almagro,  y  también  de  gobernador  del 
Perú  á  falta  de  Pizarro.  ~No  quiso  Almagro  el  mozo  admitir  el 
perdón  y  otras  mercedes  que  le  propaso  á  nombre  de  su  Sobe- 
rano, sino  antes  siguió  haciendo  sus  aprestos  militares,  y  el 
Licenciado  que  ya  habia  juntado  alguna  j ente,  marchó  en  bus- 
ca suya;  le  encontró  en  Chupas  cerca  de  jjuamanga;  le  batió, 
le  tomó  prisionero  y  le  mandó  degollar  en  la  plaza  del  Cuzco. 

Con  la  muerte  del  segundo  Almagro,  de  algunos  de  los  su- 
yos y  el  destierro  de  muchos,  cesaron  por  algún  tiempo  los 
movimientos  del  imperio ;  y  el  Licenciado  Yaca  de  Castro  se 
ocupaba  tranquilo  en  hacer  ordenanzas  y  repartimiento  de 
indios,  cuando  llegó  Blasco  ÍTuñez  Yela,  el  primero  que  vino 
con  título  de  Yirey,  acompañado  de  cuatro  oidores  para  for- 
mar la  audiencia  de  los  Eeyes,  y  encargado  de  hacer  obedecer 
las  leyes  de  Indias  que  se  acababan  de  dictar  en  España  para 
Méjico  y  el  Perú.  El  carácter  duro  de  este  jefe  que  no  quiso 
que  los  pueblos  hicieran  presente  al  Rey,  las  dificultades  que 
habia  para  que  algunas  de  las  leyes  se  pudieran  establecer, 
dio  margen  á  un  descontento  general,  y  á  que  la  Real  Audien- 
cia le  prendiera  y  le  mandará  á  la  Península;  pero  habiéndole 
dejado  desembarcar  en  Tumbes  el  oidor  que  le  conducía,  jun- 
tó gente  y  marchó  contra  Gonzalo  Pizarro  á  quien  encontró 
en  Arequipa  donde  se  dio  la  batalla  de  este  nombre  en  que  fué 
vencido  el  Yirey. 

Informado  de  todo  el  gobierno  español  mandó  al  Licencia- 
do Pedro  de  la  Gasea,  con  el  título  de  Presidente,  para  que  con 
su  prudencia  y  sus  luces  reconciliara  los  ánimos  y  calmara  los 
alborotos.  Gonzalo  Pizarro  que  habia  sido  nombrado  goberna- 
dor, después  de  la  prisión  del  Yirey  por  la  Audiencia  Real,  no 
quiso  dimitir  su  autoridad  ni  reconocer  al  Presidente;  pero  es- 
te le  derrotó  en  Sacsahuaman,  le  tomó  prisionero  y  le  mandó 
decapitar  en  la  plaza  del  Cuzco.  ISTo  cesaron,  sin  embargo  los 
alborotos  y  motines.  A  cada  instante  los  habia;  pero  eran  de 
poca  gente  y  se  calmaban  con  facilidad. 


—254— 

Al  licenciado  Pedro  de  la  Gasea  sucedió  D.  Antonio  de 
Mendoza  que  fundó  la  Universidad  de  San  Marcos  y  á  este 
D.  Andrés  Hurtado  de  Mendoza,  Marques  de  Cañete,  en  cuyo 
tiempo  salió  de  la  montaña  de  Viaca-pampa,  y  vino  á  la  ciu- 
dad de  los  Beyes  Sairi-Tupac  hijo  de  Mancó  Inca  que  habia 
sido  hermano  de  Huáscar;  abrazó  la  religión  católica,  recibió 
el  bautismo  y  reconoció  á  Felipe  II  todos  sus  derechos  al  tro- 
no; reservándose  únicamente  el  gobierno  de  Yucay  (Urabaiu- 
ba)  con  todos  los  honores  y  las  insignias  reales.  Después  de 
D.  Andrés  Hurtado  de  Mendoza  siguió  D.  Diego  López  de 
Zúñiga  á  quien  hallaron  muerto  en  su  palacio  con  todas  las 
señales  de  haber  tenido  un  fin  violento ;  siguió  á  este  el  Licen- 
ciado Lor>e  García  de  Castro,  el  que  fué  nombrado  goberna- 
dor y  capitán  general  del  Peni  y  presidente  de  la  Audiencia 
de  los 'Beyes,  para  que  averiguara  la  muerte  de  su  antecesor, 
y  en  cuyo  tiempo  se  estableció  la  Audiencia  de  Quito ;  y  des- 
pués de  este  D.  Francisco  de  Toledo,  que  hizo  degollar  én  la 
plaga  del  Cuzco  á  Tupac- Amara  hijo  de  Sairi-Tupac,  y  único 
descendiente  legítimo  de  la  raza  de  los  Incas,  que  salió  de  la 
montaña  voluntariamente  y  se  entregó  á  la  tropa  que  fué  en 
su  solicitud. 

Desde  esa  época  hasta  la  invasión  de  España  por  Napoleón; 
es  decir,  en  dos  siglos  y  medio,  no  ofrece  la  historia  del  Perú 
otra  cosa  notable  que  la  insmTeccion  del  año  1780  formada 
por  José  Gabriel  Condorcanqui  que  dijo  ser  descendiente  de 
Tupac-amaru  cuyo  nombre  tomó.  El  habia  solicitado  de  la 
Corte  de  España  la  restitución  del  marquesado  de  Oropesa 
concedido  á  Sairi-Tupac;  pero  viendo  despreciada  su  solicitud, 
se  retiró  á  la  montaña  donde  se  hizo  proclamar  Inca,  y  los  in- 
dios, reuniéndose  bajo  sus  estandartes,  reconocieron  sus  dere- 
chos. Juntó  bien  pronto  un  ejército  muy  numeroso,  é  hizo  re- 
sonar el  grito  de  venganza  contra  los  españoles  europeos,  ofre- 
ciendo indulgencias  á  los  americanos ,  pero  los  indios  no  per- 
donaban á  nadie.  La  insurrección  duró  dos  años.  La  fortuna 
favoreció  al  principio  las  operaciones  de  los  insurgentes  que  se 
hicieron  dueños  de  muchas  provincias;  pero  al  fin,  Tupac- 
Amaru  con  su  ejército  deshecho,  y  tomado  él  con  toda  su  fami- 
lia, fué  decapitado  con  ella  en  la  ciudad  del  Cuzco. 

Habian  gobernado  en  el  Perú  cuarenta  y  tres  jefes,  uno  con 
.  el  título  de  "Adelantado"  otro  con  el  de  "Gobernador"  dos  con 
el  de  "Presidente"  y  treinta  y  nueve  con  el  de  "Virrey,"  cuando 
Napoleón  puso  preso  en  Valencia  al  rey  Fernando,  y  sus  tro- 
pas ocuparon  casi  la  Península  entera.  De  todas  las  posesio- 
nes españolas  en  América  ninguna  sufrió  durante  aquella 
guerra,  menos  convulsiones  políticas  que  el  vireinato  del  Pe- 
rú; no  por  que  sus  hijos  dejaran  de  hacer  esfuerzos  para  rom- 


—255— 
per  sus  cademas,  sino  porque  estaba  el  gobierno  en  las  manos 
de  un  liombre  activo,  laborioso  y  amaestrado  en  las  guerras, 
que  sabia  prevenir  los  lances,  y  hacer  que  abortasen  en  su  jer- 
men  los  proyectos  formados  contra  él.  Este  fué  D.  José  Fer- 
nando de  Abascal,  quien  no  solo  embarazaba  el  que  la  revolu- 
ción estallara  en  su  tiempo  dentro  del  territorio  del  Peni,  sino 
que  también  socorrió  á  los  realistas  de  las  provincias  inmedia- 
tas. Cuando  en  1809,  Quito  y  la  Paz  crearon  sus  juntas  á  imi- 
tación de  España,  mandó  contra  ellas  gente  armada  con  lo  que 
logró  paralizar,  aunque  momentáneamente,  las  operaciones  de 
los  patriotas.  Cuando  en  1810  se  x^roclamaron  independientes 
los  pueblos  de  Buenos  Aires,  envió  contra  ellos  un  ejército  que, 
mandado  primero  por  D.  José  Manuel  Goyeneehe,  después 
por  D.  Joaquín  de  la  Pezuela,  y  luego  por  D.  José  La-Serna, 
aunque  tuvo  alternativamente  ventajas  y  contrastes,  mantuvo 
el  Alto  Perú  bajo  la  dominación  española  hasta  la  batalla  de 
Ayacucho;  cuando  en  1811  se  erijió  Chile  en  República,  co- 
menzó á  organizar  otro  ejército  que  despachó  en  1813  á  las  ór- 
denes del  general  D.  Manuel  de  Osorio,  quien  triunfo  en  Ran- 
cagua  de  las  tropas  de  la  jmtria  y  restableció  la  autoridad  real. 

ífo  fué  tan  feliz  como  Abascal  su  sucesor  en  el  mando,  D. 
Joaquin  de  la  Pezuela;  pues  la  expedición  que  dirigió  en  1817 
contra  la  República  de  Chile,  que  acababa  de  volver  á  libertar 
el  general  San  Martin  con  la  victoria  de  Chacabuco,  después 
de  haber  obtenido  en  Cancha-Rayada  un  trinfo  pasajero,  fue 
completamente  deshecha  en  el  Maypii  por  el  mismo  general: 
y  Osorio,  que  la  mandaba,  se  vio  precisado  á  evacuar  con  unos 
restos  miserables  aquel  territorio. 

La  República  Chilena  se  hizo  entonces  bastante  poderosa 
para  enviar  contra  el  Perú  fuerzas  terrestres  y  marítimas.  D. 
José  de  San  Martin,  nombrado  general  en  jefe  de  este  ejército 
auxiliar,  zarpó  de  A^alparaiso  con  3,700  hombres  el  20  de  Agos- 
to de  1820.  El  8  de  Setiembre  desembarco  en  Pisco  y  destacó 
1,000  hombres  mandados  por  Arenales,  para  que  insurreccio- 
naran  contra  los  españoles  los  paises  interiores,  mientras  él  se 
reembarcaba;  hizo  presentar  en  el  Callao  la  escuadra  manda- 
da por  Cokrane  para  llamar  por  allí  la  atención  del  enemigo  y 
estorbarle  que  dirigiera  fuerzas  contra  Arenales;  y  volvió  otra 
vez  á  desembarcar  en  el  puerto  de  Huacho,  23  leguas  al  se- 
tentrion  de  Lima.  Al  ruido  de  su  desembarco  casi  todos  los 
distritos  populosos  se  sublevaron  contra  los  españoles,  y  el 
batallón  entero  de  ISTumancia  abandonó  las  banderas  del  rey, 
y  se  pasó  al  partido  de  los  independientes.  Alarmados  los  jefes 
del  ejército  realista  con  esta  especie  de  marcha  triunfal,  j 
descontentos  con  la  administración  del  virey  Pezuela,  depu- 
sieron á  este  del  mando,  y  nombraron  en  su  lugar  á  clon  José 


— 25G— 
de  Lar-Sema,  cuya  elección  se  confirmó  después  por  el  gobier- 
no de  Madrid.  Las  operaciones  militares  se  activaron  mucho 
con  el  nuevo  virey;  pero  viendo  los  españoles  que  tenian  en 
contra  la  opinión,  y  que  iban  á  ser  sitiafdos  por  mar  y  por  tier- 
ra, abandonaron  á  Lima,  y  se  retiraron  á  Jauja.  San  Martin 
entró  en  la  capital  el  13  de  Julio  de  1821 :  el  28  se  juró  solem- 
nemente la  independencia  política  de  la  Nación,  y  el  19  de 
Setiembre  se  rindió  por  capitulación  la  plaza  del  Callao. 

Después  de  haber  tomado  San  Martin  en  sus  manos  la  direc- 
ción absoluta  de  los  negocios  públicos  bajo  el  nombre  de  Pro- 
tector del  Perú;  nombrando  á  D.  Juan  García  del  Eio  Minis- 
tro de  Gobierno  y  Relaciones  Exteriores,  á  D.  Bernardo  Mon- 
teagudo  de  Guerra,  y  a  D.  Hipólito  Unanue  de  Hacienda,  pro- 
mulgado un  estatuto  provisorio  que  debía  regir  hasta  la  cons- 
titución que  formase  el  Congreso  que  prometió  reunir;  aboli- 
do los  servicios  personales  de  los  naturales  del  país;  constitui- 
do cámaras  de  justicia;  y  establecido  una  escuela  lancasteria- 
na,  y  una  biblioteca  pública,  delegó  el  mando  en  el  marqués  de 
Torre-Tagle  con  el  título  de  Supremo  Delegado,  para  ir  a  verse 
en  Guayaquil  con  el  general  Bolívar.  Fué  en  efecto,  y  después 
de  una  conferencia  en  que  logró  que  el  Libertador  de  Colom- 
bia le  diera  9,000  pesos  en  pago  de  los  socorros  que  él  había 
recibido  del  Perú  en  la  campaña  de  Quito,  volvió  á  Lima,  con- 
vocó, y  reunió  el  Congreso;  dimitió  en  sus  manos  el  poder  su- 
premo y  se  embarcó  para  Chile.  El  Congreso  creó  una  junta 
gubernativa  compuesta  de  un  presidente,  el  Gran  Mariscal  La- 
mar,  D.  Manuel  Salazar  y  Baquíjano  y  D.  Felipe  Antonio  Al- 
varado.  Pero  á  los  pocos  meses,  la  suprimió  y  nombró  Presi- 
dente de  la  Eepública  á  D.  José  de  la  Eiva- Agüero,  invistién- 
dole en  seguida  de  Gran  Mariscal. 

Entonces  el  general  Oanterac  que  mandaba  las  tropas  espa- 
ñolas bajo  el  Virey  La-Serna,  sabiendo  que  á  petición  del  Su- 
premo Delegado  Marqués  de  Torre-Tagle,  el  Congreso  colom- 
biano habia  mandado  socorros  al  Perú  a  las  órdenes  de  Sucre 
y  de  Bolívar,  resolvió  dar  sus  golpes  decisivos;  y  se  puso  por 
un  hábil  movimiento  á  la  inmediación  de  las  murallas  de  Li- 
ma. El  Gobierno  y  el  ejército  abandonaron  la  ciudad  y  se  fue- 
ron á  encerrar  en  las  fortalezas  del  Callao.  Allí  se  decretó  que 
la  silla  del  gobierno  se  trasladara  á  Trujilio  con  la  brevedad 
posible;  y  que  se  invistiera  al  general  Sucre  con  facultades 
militares  extraordinarias.  Un  segundo  decreto  puso  bajo  sus 
órdenes  todas  las  fuerzas,  tanto  de  mar  como  de  tierra;  y  en  fin 
un  tercer  decreto  ordenó  que  el  Presidente  de  la  Eepública 
D.  José  de  la  Eiva- Agüero  no  tuviese  intervención  en  ningu- 
no de  los  puntos  ocupados  por  el  ejército  auxiliar.  Eiva- Agüe- 
ro reusó  obedecer  este  último  decreto;  y  fué  por  esa  razón 


—257— 
suspendido  de  todas  sus  funciones  y  mandado  salir  del  territo- 
rio peruano;  pero  él  pronunció  en  Trujillo  la  disolución  del 
Congreso,  y  le  reemplazó  con  un  Senado  compuesto  de  doce  in- 
dividuos del  que  se  hizo  Presidente.  Los  mas  de  los  Diputa- 
dos protestaron,  abandonando  á  Trujillo;  y  se  volvieron  al  Ca- 
llao donde  se  constituyeron  en  Congreso  Soberano,  y  nombra- 
ron por  Presidente  de  la  República  al  Marqués  de  Torre-Tagle 
que  habia  sido  ya  jefe  político  del  Estado  con  el  título  de  "De- 
legado Supremo"  bajo  el  protectorado  de  San  Martin. 

Mientras  que  estas  disenciones  intestinas  debilitaban  las 
fuerzas  de  la  patria,  y  ponían  la  independencia  peruana  al  bor- 
de del  precipicio,  el  general  español  D.  José  de  Canterac  tomó 
á  Lima,  pero  a  los  pocos  dias  la  evacuó  y  marclió  para  el  Cuz- 
co á  reunirse  con  La-Serna  por  haber  sabido  a  su  llegada  que  el 
general  Santa  Cruz  habla  ido  á  desembarcar  en  Arica  con  una 
brillante  expedición.  El  Congreso  vino  entonces  á  establecerse 
en  Lima  con  el  nuevo  Presidente  Torre-Tagle,  mientras  que  el 
antiguo  Presidente,  Siva- Agüero,  á  la  cabeza  de  3,000  hombres 
de  sil  partido,  ocupaba  una  parte  del  departamento  de  Trujillo. 

Llega  entonces  el  general  Bolívar,  y  después  de  investido 
del  Poder  Supremo  político  y  militar  con  el  título  de  Dictador, 
sabiendo  que  Ri  va- Agüero  trataba  de  reunirse  con  los  españo- 
les, marchó  á  Trujillo  contra  él,  pero  lo  halló  en  una  prisión 
en  que  ya  le  habia  puesto  el  coronel  de  Huzares  D.  Antonio 
Gutiérrez  de  La-Fuente  y  le  desterró  á  Guayaquil.  Mientras 
que  Bolívar  se  ocupaba  en  contener  a  los  españoles,  y  poner 
fin  á  las  disenciones  civiles,  el  Congreso  peruano  formaba  la 
redacción  de  una  acta  constitucional  que,  después  de  medita- 
da y  discutida  largo  tiempo,  fué  generalmente  adaptada  y  ju- 
rada por  el  Ejecutivo  y  por  todas  las  corporaciones. 

A  principios  del  año  de  1824  se  sublevó  la  guarnición  del 
Callao  y  esta  plaza  volvió  á  entrar  en  manos  de  los  españoles. 
Informado  Bolívar  de  traición  semejante,  hizo  sus  preparativos 
para  perseguir  por  todas  partes  el  ejército  del  rey;  y  después 
de  muy  largas  y  muy  penosas  marchas,  se  encontró  con  él,  el  6 
de  Agosto  en  la  llanura  de  Junin  donde  se  trabó  un  combate 
sangriento  entre  1,200  caballos  de  los  españoles,  y  600  de  la 
patria.  De  ambas  partes  se  peleó  con  denuedo;  pero  fué  al  fin 
vencido  Canterac;  y  los  restos  de  la  caballería,  reunidos  á  Ios- 
infantes  que  no  entraron  en  acción,  huyeron  hasta  el  Cuzco, 
sin  que  las  tropas  vencedoras  peruano-colombianas  pudieran 
perseguirlos  con  su  actividad  ordinaria,  por  hallarse  fatigados 
de  la  marcha  tan  larga  que  acababan  de  hacer  desde  Trujillo. 
Reforzados  en  el  Cuzco  el  ejército  realista,  repasó  el  Apuri- 
mac  al  mando  del  Virrey  y  llego  hasta  Ayacucho,  tres  leguas 

Literatura — 22 


—258— 
distantes  de  Guamanga,  donde  los  independientes  mandados 
por  Sucre  que  solo  eran  5,800,  se  vieron  precisados  á  aceptar  el 
combate  contra  mas  de  9,000.  A  pesar  de  una  tan  grande  de- 
sigualdad de  fuerzas,  la  victoria  coronó  las  armas  de  la  patria. 
El  virey  La-Serna  recibió  una  herida;  y  el  general  Oanterac 
tuvo  que  capitular  en  el  campo  de  batalla.  Todo  su  ejército 
coa  jefes  y  oficiales  quedó  prisionero;  y  Sucre  se  obligó  á  tras- 
portar á  la  Península  á  todos  los  que  quisiesen  salir  de  Ajnérica. 

Después  de  esta  memorable  batalla  en  que  se  afianzó  para 
siempre  la  independencia  peruana,  una  corta  división  manda- 
da por  el  general  D.  Pedro  Antonio  de  Olañeta,  (quien  se  ha- 
bia  rebelado  contra  los  españoles,  no  para  unirse  á  los  patrio- 
tas sino  para  formar  su  partido  separado,  como  tan  enemigo 
de  unos  como  de  otros)  y  la  guarnición  del  Callao  que  no  qui- 
so entregarla  su  gobernador  D.  JoséEamon  Rodil,  aunque  fué 
uno  de  los  artículos  de  la  capitulación  firmada  por  Oanterac, 
eran  todas  las  fuerzas  enemigas  que  quedaban  en  el  Perú. 
Olañeta  fué  batido  á  los  pocos  dias  y  muerto  en  la  acción;  y 
Rodil  después  de  haber  sufrido  un  sitio  de  catorce  meses,  se 
rindió  por  capitulación  y  se  embarcó  para  España  el  22  de  Ene- 
ro de  1826. 

Evacuado  enteramente  el  Perú  por  los  enemigos  de  su 
libertad,  el  general  Bolívar  depositó  el  mando  provisoria- 
mente en  un  consejo  de  gobierno  compuesto  de  los  tres 
ministros  de  estado  y  un  Presidente  que  primero  lo  fué  el 
general  D.  José  de  La-Mar  y  después  el  de  igual  clase  D.  An- 
drés Santa-Cruz :  y  habiéndole  dado  otra  constitución,  se  em- 
barcó para  Colombia  adonde  las  circunstancias  lo  llamaban, 
dejando  cuatro  de  sus  batallones  de  guarnición  en  Lima.  Po- 
co tiempo  después  de  su  partida  se  mandó  que  á  falta  de  Con- 
greso, los  colegios  Electorales  que  habían  nombrado  el  ante- 
rior; examinaran  esta  constitución;  aprobada  que  fué,  se  juró 
solemnemente  el  9  de  Diciembre  de  1826;  y  se  elijió  á  Bolívar, 
conforme  a  ella,  Presidente  vitalicio:  pero  el  26  de  Enero  del 
siguiente  año  de  1827  el  comandante  colombiano,  general  hoy, 
del  PenVD.  José  de  Bustamante,  que  ya  tenia  noticia  de  que 
el  general  Bolívar  trataba  de  abolir  la  constitución  de  su  país, 
para  darle  la  misma  que  habia  dado  á  Bolivia  y  al  Perú,  se  pu- 
so á  la  cabeza  de  sus  tropas  y  se  pronunció  con  ellas  contra 
tales  pretensiones.  Esta  heroica  determinación  de  un  jefe  co- 
lombiano libró  al  Perú  del  poder  de  Bolívar,  y  dejó  á  su  gobier- 
no en  aptitud  de  poder- dictar  la  convocatoria  á  congreso  cons- 
tituyente publicada  el  28  del  mismo  mes,  para  que  diera  la 
constitución  mas  conveniente  a  la  nación. 

La  división  colombiana  marchó  para  su  patria  al  mando  de 
Bustamante,  con  el  objeto  de  proteger  alli  también  la  instala- 


—259— 
eion  de  un  congreso  que  deliberase  sobre  la  suerte  futura  de 
aquel  estado :  y  la  Municipalidad  de  Guayaquil,  en  consonan- 
cia con  estos  principios,  eligió  al  Gran  Mariscal  D.  José  de  La- 
Mar  jefe  político  y  militar  de  ese  departamento,  separándose 
del  gobierno  del  jeneral  Bolívar  el  18  de  Abril.  Pero  el  29  de 
Mayo,  las  tropas  que  guarnecían  dicha  ciudad  que,  eran  las 
mismas  que  en  parte  componían  la  división  Bustamante,  se 
sublevaron  á  favor  del  Libertador  y  se  colocó  a  su  frente  el 
general  Obando ;  sin  embargo,  el  Gran  Mariscal  La-Mar  con- 
tinuaba en  el  mando  político,  mientras  que  la  Municipalidad 
tentaba  en  vano  un  arreglo  con  el  gobierno  de  Bogotá,  hasta 
que  por  último  se  rompieron  las  hostilidades  entre  ambos  go- 
biernos, y  el  general  Flores  se  aproximó  á  Guayaquil  al  man- 
do de  una  división.  El  pueblo  fuertemente  irritado,  se  jwepa- 
raba  con  entusiasmo  á  la  defensa,  de  tal  modo,  que  el  general 
Obando  oñció  á  Mores  anunciándole  el  mal  resultado  que 
tendría  un  ataque  sobre  Guayaquil;  y  le  aconsejaba  por  lo 
tanto,  se  retirara  con  sus  tropas.  Para  mas  satisfacción  se  ha- 
cia responsable  de  la  seguridad  y  orden  de  aquella  plaza,  so- 
metida al  rejimen  constitucional ;  pero  que  no  se  hacia  cargo 
de  la  comandancia  general,  temeroso  de  que  á  la  vista  de  sus 
procedimientos  le  negasen  la  obediencia  el  pueblo  y  las  tropas. 
Convencido  Flores  por  estas  razones,  inició  una  transacción, 
la  que  en  efecto  se  ajustó  en  la  hacienda  de  la  Candelaria;  y 
entonces  el  general  Obando  proclamó  al  pueblo  y  guarnición 
de  Guayaquil,  asegurándole  que  las  tropas  al  mando  del  gene- 
ral Flores  se  retiraban,  y  anunciando  al  mismo  tiempo  que  el 
general  Torres  venia  á  hacerse  cargo  del  mando  político  y  mi- 
litar del  dex)artameuto. 

Mientras  estos  acontecimientos  tenían  lugar  en  el  departa- 
mento de  Guayaquil,  se  instaló  él  congreso  constituyente  del 
Perú  el  4  de  Junio,  el  10  del  mismo  fué  electo  Presidente  de  la 
República  el  Gran  Mariscal  La-Mar,  y  Vice-presidente  D.  Ma- 
nuel Salazar  y  Baquíjano,  que  se  hizo  cargo  del  mando  duran- 
te la  ausencia  del  Presidente.  Toda  la  Eepública  gozaba  de 
tranquilidad,  excepto  algunas  provincias  del  departamento  del 
Cuzco,  en  las  que  se  extendieron  actas  de  insubordinación  con- 
tra las  deliberaciones  del  congreso;  y  la  provincia  de  Huanta  á 
donde  existían  aun  caudillos  realistas  posesionados  de  las  mon- 
tañas de  Iquicha,  y  que  amenazaban  de  continuo  hasta  la  ciu- 
dad de  Huamanga;  pero  los  autores  de  las  actas  fueron  traídos 
al  orden  ó  indultados;  y  los  refujiados  en  Iquicha  que  no  quisie- 
ron acojerse  á  los  ofrecimientos  fraternales  del  gobierno,  desa- 
parecieron por  sí  mismos  poco  tiempo  después. 

Tan  luego  como  recibió  el  Gran  Mariscal  Presidente  el  aviso 
de  su  elección,  se  puso  en  marcha  para  Lima,  y  se  hizo  cargo 


— 2«0 — 

del  Gobierno  el  25  de  Agosto.  El  Congreso  mientras  tanto  se 
había  ocupado  de  formar  la  Constitución  de  la  República;  asi 
es  que  se  promulgó  y  juró  el  20  de  Abril,  la  que  cfió  la  forma 
de  gobierno  que  ha  subsistido  hasta  ahora. 

Todo  anunciaba  entonces  una  era  de  tranquilidad  y  felici- 
dad interior;  pero  desgraciadamente  los  diferentes  disturbios 
acaecidos  en  la  República,  habian  desmoralizado  de  tal  modo 
á  algunos  militares  que,  en  medio  de  este  cuadro  imponente 
de  legalidad  que  presentaba  el  pais,  se  sublevó  el  batallón  nú- 
mero 9  en  la  noche  del  23  del  mismo  mes,  lo  que  sabido  por 
su  comandante  D.  Felipe  Santiago  Salaverry,  se  dirigió  al 
cuartel  y  dio  muerte  al  coronel  Huavique  que  se  habia  esca- 
pado de  la  prisión  en  que  estaba  y  colocado  al  frente  de  la  in- 
surrección, por  cuyo  medio  fué  restablecido  el  orden  en  dicho 
cuerpo.  Esta  fué  la  primera  víctima  que  inmoló  la  anarquía 
en  el  Perú,  sacrificio  tan  sin  suceso  i^ara  lo  futuro,  que  su 
ejemplar  no  ha  producido  sino  la  repetición  de  iguales  críme- 
nes con  iguales  resultados.  El  sosiego  sin  embargo  se  resta- 
bleció por  entonces,  pero  amenazaba  una  mas  fuerte  tem- 
pestad. 

El  general  Bolívar  hizo  presentar  al  ministro  Peruano  en 
Bogotá  condiciones  inadmisibles  para  arribar  á  una  paz  honro- 
sa, y  el  general  Flores  en  seguida,  proclamó  amenazando  al 
Perú  con  motivo  de  inculparle  el  pronunciamiento  de  la  divi- 
sión Bustamante,  y  haber  flameado  su  pabellón  en  el  pueblo 
de  Azuay;  en  cuya  virtud,  el  general  Plaza  que  mandaba  una 
división  peruana  en  Piura,  reclamó  del  contenido  de  dicha  pro- 
clama en  22  de  Mayo,  y  su  gobierno  entre  tanto  convencido  de 
lo  inevitable  que  se  hacia  una  campaña,  se  preparaba  con  efi- 
cacia á  repeler  la  fuerza  con  la  fuerza.  ISTo  solo  tenia  que  te- 
mer el  Perú  en  esta  vez  por  la  parte  del  Norte,  sino  también 
por  la  del  Sud,  porque  el  ejército  de  Solivia  adonde  mandaba 
el  general  Sucre  se  preparaba  a  atacarle,  á  fin  de  volver  á  con- 
quistar el  pais  que  se  habia  escapado  á  la  dominación  de  Bolí- 
var; pero  en  estas  circunstancias  tuvo  lugar  un  movimiento 
popular  en  la  ciudad  de  Chuquisaca  contra  la  constitución  da- 
da por  Bolívar,  en  el  que  fué  preso  el  Presidente:  y  D.  Agustín 
Ganiarra,  general  en  jefe  del  ejército  peruano  en  el  Sud,  se  di- 
rijió  á  Bolivia  con  sus  tropas.  A  este  paso  fué  impelido  el  go- 
bierno del  Perú,  no  solo  con  el  objeto  de  protejer  los  esfuerzos 
de  una  nación  vecina  cuyas  autoridades  pedían  se  les  ayuda- 
se á  quebrantar  el  yugo  que  se  les  habia  puesto,  sino  porque 
se  les  ofrecía  también  un  medio  seguro  para  lograr  tranquili- 
dad por  esa  parte,  libertando  á  aquella  República  de  la  domi- 
nación colombiana. 

Los  resultados  correspondieron,  como  la  justicia  demandaba; 


— 2tíl— 

y  logrado  el  objeto,  se  ajustó  un  tratado  de  paz  en  Piquiza  el 
8  de  Julio  entre  I).  J.  M.  Urdininea  general  en  jefe  del  ejér- 
cito boliviano  y  encargado  del  mando  supremo,  y  el  general 
D.  Agustín  Gamarra;  en  cuyo  tratado  se  estipuló  quedara  li- 
bre la  Eepública  Boliviana  de  toda  fuerza  militar  extranjera: 
se  convocara  un  congreso  constituyente  para  que  elijiera  el 
Jeje  del  Estado  y  diera  la  forma  de  gobierno  que  le  conviniera 
adoptar  como  pais  independiente,  renunciando  por  consiguien- 
te el  Gran  Mariscal  de  Ayacucho  Antonio  José  de  Sucre  la 
presidencia  de  la  Eepública  con  que  liabia  sido  ii; vestido,' se- 
gún él  mismo  lo  tenia  |)rotestado. 

Concluida  la  campaña  de  Bolivia  restaba  aun  al  gobierno 
del  Perú  transigir  con  la  República  de  Colombia,  en  donde  se 
notaba  entera  decisión  por  la  guerra,  como  se  comprobó  des- 
pués desairando  altamente  á  su  ministro  plenipotenciario,  que 
se  retiró  per  último  el  8  de  Junio.  En  seguida  la  Convención 
colombiana  fué  disuelta  y  la  guerra  formalmente  declarada  al 
Perú.  El  Libertador  proclamó  á  los  pueblos  del  Sud;  y  el  Vice- 
presidente de  la  Nación  Peruana,  hecho  cargo  del  mando  por 
enfermedad  del  Presidente,  contestó  al  grito  de  guerra  anun- 
ciándola á  los  pueblos  en  25  de  Agosto. 

El  Presidente  entonces,  restablecida  su  salud,  zarpó  del 
puerto  del  Callao  el  18  de  Setiembre:  desembarcó  en  Payta  y 
se  puso  al  frente  del  ejército  situado  en  Tambo  Grande. 

El  general  Bolívar  al  emprender  una  guerra  tan  desnuda  de 
causas  que  la  legalizasen ,  buscó  los  protestos  mas  especiosos 
para  disfrazar  ante  el  mundo  el  verdadero  origen  de  ella,  pero 
los  cargos  que  hacia  al  gobierno  peruano  fueron  victoriosa- 
mente contestados  por  el  Presidente  del  Congreso  nacional, 
de  este  modo  —  "M  la  recaudación  de  unos  subsidios  aun  ili- 
quidos:  ni  el  reemplazo  de  bajas  sufridas  en  una  guerra  de 
interés  común;  jamas  acordado  entre  naciones  aliadas:  ni  la 
entrega  de  provincias  pendientes  de  la  decisión  de  límites :  ni 
la  despedida  de  un  ministro  artero  y  enemigo  declarado  de 
nuestra  libertad :  ni  el  auxilio  prestado  a  nuestros  hermanos 
del  Alto-Perú,  (Bolivia:)  ni  el  sacudimiento  de  un  yugo  ex- 
tranjero y  tiránico:  ni  la  abolición  del  código  de  1826,  ese  pa- 
drón de  ignominia,  podian  ser  motivos  justos  para  alterar  la 
paz  de  unos  pueblos  estrechamente  unidos,  por  su  oríjen,  por 
su  relijion,  por  su  interés  recíproco  y  por  los  pactos  mas  sagra- 
dos. Todo,  todo  ha  sido  un  pretesto  del  general  Bolívar  para 
encubrir  su  ambición  frenética;  y  restaurándola  constitución 
Boliviana  erijirse  Presidente  Vitalicio,  y  seguir  después  las  hue- 
llas del  tirano  de  la  Eepública  Francesa ;  que  sin  duda  ha  to- 
mado por  modelo." 

Botas  pues  las  hostilidades  entre  Colombia  y  el  Perú,  las 


fuerzas  navales  peruanas  fueron  á  tomar  la  ciudad  de  Guaya- 
quil, y  el  25  de  Noviembre  sé  trabó  un  fuerte  combate  entre 
estas  y  las  baterías  que  guarnecían  esa  ciudad.  El  Vice-Almi- 
rante  Guixse  fue  7 ¡raerlo  en  el  rigor  del  fuego:  las  baterías  to- 
madas y  la  ciudad  capituló. 

Mientras  por  esa  parte  triunfaba  el  pabellón  peruano,  el 
ejército  también  pisaba  el  territorio  colombiano ;  y  llegado  á 
Loja  se  le  reunióla  división  Gaznaría  después  de  haber  con- 
cluido su  misión  en  Bolivia,  y  cumplido  lo  pactado  en  el  trata- 
do de  Piquiza.  Las  autoridades  politícas  de  esa  Eepública  fue- 
ron conservadas  en  el  ejercicio  de  sus  deberes  con  arreglo  á  su 
constitución,  y  se  tentaron  los  medios  de  un  avenimiento  que 
se  creyeron  animados  por  el  general  Sucre  como  hipócritamen- 
te lo  había  prometido  al  separarse  de  Bolivia,  y  á  su  paso  á  la 
vela  en  la  bahia  del  Callao. 

Los  dos  ejércitos  se  avistaron  al  fin  sin  poder  arribar  á  nin- 
guna clase  de  tratado,  y  el  12  de  Febrero  de  1829  fué  sorpren-  - 
dida  una  parte  del  ejército  peruano,  causando  la  dispersión  de 
dos  de  sus  batallones  en  el  pueblo  de  Saraguro;  pero  entre 
tanto  el  coronel  Eaulet  tomó  la  ciudad  de  Cuenca  batiendo  á 
400  soldados  y  tomando  prisionero  á  un  general  y  treinta  ofi- 
ciales. 

Vuelto  á  reunirse  el  ejército  peruano  el  27  del  mismo  mes,  pre- 
sentó la  acción  del  Pórtete,  en  la  que  ambos  ejércitos  canta- 
ron la  victoria,  sin  que  esta  se  decidiera  por  ninguno  de  ios 
dos;  y  el  28  se  inició  por  el  general  Sucre,  que  mandaba  en  je- 
fe el  ejército  colombiano,  el  convenio  que  ajustó  el  mismo  día 
en  el  campo  de  Jirón. 

Sancionadas  sus  bases,  el  ejército  peruano  vino  replegándo- 
se sobre  Macará,  y  el  30  de  Marzo  se  hallaba  acantonado  en- 
tre Piura  y  haciendas  inmediatas.  El  Gran  Mariscal  La-Mar, 
director  de  la  guerra,  esperaba  que  según  las  sanas  intencio- 
nes que  se  habían  aparentado  por  parte  del  general  Sucre  en 
las  negociaciones;  cumpliera  exactamente  con  lo  estipulado  en 
el  convenio  citado;  pero  habiéndose  informado  de  lo  contenido 
en  el  parte  de  la  batalla,  que  este  general  dio  al  Ministro  de  la 
Guerra  de  la  Eepública  de  Colombia,  altamente  denigrante  al 
ejército  peruano:  y,  teniendo  además  noticias,  de  los  crímenes 
perpetrados  en  los  coroneles  Eaulet  y  González,  y  con  varios 
otros  jefes  y  oficiales  prisioneros  después  de  heridos,  protestó 
solemnemente  contra  el  cumplimiento  de  dicho  tratado,  y  man- 
dó retener  la  plaza  de  Guayaquil,  que  por  el  artículo  11  debió  ser 
entregada  al  general  colombiano.  Para  sostenerla,  dispuso  que 
el  general  ISTecochea  marchase  al  mando  de  una  división  que, 
alistada  con  prontitud,  zarpó  del  puerto  de  Payta  y  llegó  á 
Guayaquil  el  2  de  Abril. 


—263— 
Ambos  ejércitos  se  preparaban  á  nuevos  ataques.  El  Gran 
Mariscal  La-Mar  esperaba  refuerzos  del  Sud  de  la  República 
con  el  objeto  de  destinarlos  también  á  la  defensa  de  Guaya- 
quil, en  circunstancias  de  que  el  general  Bolivar  se  aproxima- 
ba á  esa  plaza  con  un  ejército  de  mas  de  4,000  hombres. 

Tales  noticias  dieron  mérito  á  que  los  jefes  de  la  tercera  di- 
visión que,  de  tránsito  se  bailaba  acantonada  en  el  pueblo  de 
Magdalena,  una  legua  distante  de  la  capital,  representasen  á 
su  comandante  general  D.  Antonio  Gutiérrez  de  La-Fuente  en 
5  de  Junio,  á. efecto  de  que  reasumiera  el  mando  político  y  mi- 
litar de  la  República.  Esto  sabido  por  el  Vice-presidente  Sala- 
zar  y  Baquíj  ano  reconoció  la  autoridad;  y  la  municipalidad  de 
Lima  en  su  consecuencia,  representó  al  mismo  general  La- 
Fuente  el  día  6  de  acuerdo  con  lo  lieciio  el  dia  anterior.  Estos 
movimientos  tenían  lugar  en  la  capital,  mientras  que  el  gran 
mariscal  Presidente  renunció  en  Piura  el  dia  7  del  mismo  mes, 
la  investidura  de  tal,  y  el  9  en  la  noche  dejó  las  costas  del  Pe- 
rú con  dirección  á  la  ciudad  de  Gartago,  en  la  República  cen- 
tral, adonde  falleció  el  11  de  Octubre  de  1830. 

El  general  Gamarra  quedó  hecho  cargo  del  *  mando  del  ejér- 
cito; y  en  10  de  Julio  se  celebró  un  armisticio  entre  ambos 
ejércitos  por  el  término  de  sesenta  días,  ó  inmediatamente  des- 
pués de  ratificado  por  el  Libertador,  Presidente  de  Colombia, 
desocuparon  las  tropas  peruanas  la  ciudad  de  Guayaquil. 

Paralizadas  ya  las  operaciones  militares  por  la  parte  del  N-., 
volvió  á  llamar  la  atención  del  gobierno  peruano  los  manejos 
encubiertos  del  Presidente  de  Bolivia.  El  general  Santa  Cruz 
que  habia  logrado  ser  llamado  á  ocupar  el  primer  destino  de 
su  patria,  mediante  la  libertad  en  que  la  puso  la  intervención 
peruana,  trató  de  proteger  la  sision  del  Perú.  Los  departa- 
mentos de  Arequipa,  Cuzco  y  Puno  estaban  próximos  á  fede- 
rarse apoyados  por  el  gobierno  boliviano;  pero  los  jefes  que 
leales  á  los  deberes  que  impone  la  constitución,  existían  en  la 
ciudad  de  Arequipa,  entre  los  que  se  enumeraba  el  teniente 
coronel  D.  Ramón  Castilla,  Presidente  hoy  del  Perú,  descu- 
brieron el  plan,  y  remitieron  al  Callao,  en  calidad  de  presos,  al 
Prefecto  de  Arequipa  y  otros  individuos  mas,  comprendidos 
en  él.  Con  esta  medida  y  otras  que  á  precaución  tomó  el  go- 
bierno del  Perú,  se  logró  tranquilizar  aquellos  pueblos,  y  los 
ánimos  ya  se  ocupaban  de  la  elección  de  Presidente  y  Vice- 
presidente del  Perú.  El  general  Lafuente  con  la  investidura 
de  Jefe  Supremo  desde  5  de  Junio,  dio  las  mas  activas  órde- 
nes para  la  pronta  instalación  del  Congreso ;  y  en  su  conse- 
cuencia se  instaló  el  31  de  Agosto  y  eligió  Presidente  proviso- 
rio al  general  D;  Agustín  Gamarra,  y  Vice-Presidente  al  de 
igual  clase  D.  Antonio  G.  de  Lafuente,  quedando  este  último 


— 2G4— 
hecho  cargo  del  mando  durante  la  ausencia  del  Presidente,  que 
después  de  muy  pocos  dias  de  residencia  en  Lima  regresó  á 
ponerse  al  frente  del  ejército.  A  su  llegada  apuró  la  conclu- 
sión de  un  tratado  de  paz  con  la  República  de  Colombia,  el 
que  se  verificó  y  firmó  en  la  ciudad  de  Guayaquil,  el  22  de  Se- 
tiembre, ratificándolo  ambos  gobiernos  en  16  y  21  de  Octubre. 
A  consecuencia  de  él  volvió  el  general  Gamarra  á  Lima,  y  fué 
proclamado  Presidente  constitucional,  y  Vice-Presidente  de 
igual  modo  el  general  Lafuente  en  19  de  Diciembre  de  1829. 
El  General  Gamarra  concluyó  de  mandar  su  periodo  consti- 
tucional que  constaba  de  cuatro  años,  sofocando  varios  moti- 
nes militares,  descubriendo  revoluciones  que  no  se  realizaron, 
y  ajustando  un  tratado  de  alianza  y  amistad  sincera  é  inalte- 
rable con  la  República  de  Bolivia;  por  consiguiente  entregó  el 
mando  de  la  nación  á  la  Convención  Nacional  en  19  de  Di- 
ciembre de  833,  la  que  elijió  provisoriamente  al  general  D. 
Luis  José  Orbegoso  para  que  rijiera  los  destinos  de  la  patria 
en  20  del  mismo  mes. 

Este  general  trató  de  efectuar  algunos  arreglos  en  el  ejército, 
que  por  adhesión  pertenecía  al  antiguo  Presidente;  pero  como 
estaba  á  su  frente  el  general  Bermudez  por  quien  el  general 
Gamarra  habia  trabajado  en  la  Convención,  presentándolo  co- 
mo candidato  á  la  presidencia,  sus  determinaciones  no  tenian 
ningún  vigor;  y  tuvo  por  último  que  separarse  de  la  capital  en 
la  noche  del  3  de  Enero  de  834  y  asilarse  en  las  fortalezas  del 
Callao,  á  consecuencia  de  avisos  que  le  dieron  anunciándole  una 
próxima  revolución  en  el  ejército,  con  el  objeto  de  quitarle  la 
autoridad.  Sabido  esto  en  la  mañana  del  4,  se  pronunciaron  to- 
das las  tropas  que  existian  en  la  capital,  proclamando  al  gene- 
ral Bermudez  gefe  Supremo  Provisorio  de  la  República;  asal- 
tando en  seguida  la  casa  de  la  Convención  dos  compañias  de 
infantería,  que  hiriendo  al  centinela  que  defendió  su  puesto  con 
heroicidad,  se  introdujeron  hasta  la  sala  de  sus  sesiones.  Este 
atentado  apoyado  solo  en  la  fuerza,  motivó  la  gran  protesta  de 
la  Convención,  fecha  del  mismo  dia,  contra  la  violación  que  se 
cometió  con  la  fuerza  armada,  haciendo  responsables  ante  la 
nación  y  el  mundo  á  sus  jefes,  y  declarando  que  no  volvería  á 
reunirse  Ínterin  no  se  restableciera  el  orden  legal  en  la  Rexm- 
blica.  Pero  habiéndose  marchado  la  mayor  parte  de  sus  miem- 
bros á  las  fortalezas  del  Callao,  se  dio  allí  un  decreto,  fecha  3 
de  Febrero,  firmado  por  el  Presidente  y  Secretario  de  la  Con- 
vención, previniendo  la  continuación  de  las  sesiones  en  dichas 
fortalezas,  mientras  durasen  aquellas  circunstancias.  En  efecto 
el  6  abrieron  sus  sesiones,  y  el  Presidente  Orbegoso  leyó  un 
mensaje. 
Mientras  tanto  los  pueblos  iban  declarándose  por  el  partido 


— 2G5— 
liberal,  y  las  tropas  que  obedecían  al  general  Bermudez,  se  pu- 
sieron en  marcha  para  el  interior  el  28  de  Enero,  lo  que  obser- 
vado por  el  pueblo  de  Lima  principió  á  acometer  á  la  fuerza 
que  conducía  un  pequeño  contingente  de  dinero,  al  extremo 
que  tuvo  esta  que  defenderse,  haciendo  uso  de  sus  armas ;  y  se 
trabó  un  vivo  choque  animado  por  una  compañía  que  parape- 
tada en  los  balcones  y  techos  del  Palacio  infería  grandes  da- 
ños á  los  paisanos.  A  las  siete  de  ia  noche  entró  á  la  capital 
todo  el  ejército  que  estaba  sitiando  las  fortalezas,  y  defendién- 
dose del  pueblo  en  su  transito  por  las  calles,  hizo  cesar  todo 
movimiento  popular;  y  al  amanecer  del  29,  cuando  ya  el  ejér- 
cito habia  abandonado  del  todo  la  capital,  se  recojieron  las  víc- 
timas de  esta  escena  sangrienta,  tanto  paisanos  como  militares 

El  general  Orbegoso  vuelto  á  Lima,  creyó  necesaria  su  pre- 
sencia al  frente  del  ejército  que  le  obedecía,  delegó  el  mando 
en  la  persona  del  señor  Salazar  y  Baquíjano,  y  se  ausentó  de  la 
capital.  La  campaña  duró  hasta  principios  de  Junio,  época  en 
que  se  vio  el  país  enteramente  libre  de  la  guerra,  á  mérito  de 
que  el  ejército  de  los  generales  Gamarra  y  Bermudez  se  decla- 
ró sucesivamente  por  el  orden,  y  muchos  de  sus  jefes  tuvieron 
que  fugar  á  la  Eepública  de  Solivia. 

"Vuelto  Orbegoso  á  Lima,  renunció  la  presidencia  ante  la  Con- 
vención Nacional;  pero  no  habiéndosele  admitido  prestó  el  ju- 
ramento á  la  nueva  Constitución,  que  se  promulgó  en  la  capi- 
tal en  los  días  19  y  20  de  Junio,  y  en  seguida  en  toda  la  Ee- 
pública. 

Quedó  el  país  por  entonces  tranquilo  del  bullicio  de  las  ar- 
mas, pero  un  poder  quizá  mas  temible,  comenzó  á  abatir  la  ad- 
ministración del  general  Orbegoso,  este  era  el  poder  de  la 
prensa,  movido  por  la  pluma  del  malogrado  joven  D.  Bonifa- 
cio Lasarte  (1). 

En  Lima  se  escribía  con  entera  libertad,  y  en  el  Sud  de  la 
Eepública  se  dejaban  notar  síntomas  funestos  á  la  tranquilidad 
pública,  de  tal  modo,  que  el  Presidente  volvió  á  ausentarse  de 
la  capital  y  se  dirijió  á  Arequipa,  quedando  en  el  mando  su- 
premo el  mismo  señor  Salazar;  pero  ya  como  Presidente  que 
era  del  Consejo  de  Estado. 

En  estas  circunstancias  apareció  en  la  bahía  del  Callao  el 
general  La-Fuente  jírocedente  de  Valparaíso,  á  donde  habia 
permanecido  desde  el  año  831  que  fugó  de  la  capital,  cuando 
hecho  cargo  del  mando  supremo  como  Vice-Presidente  se  le 
acusó  de  planes  subversivos  y  se  le  intentó  prender.  A  su 
aparición  tuvo  lugar  un  motin  militar  en  las  fortalezas,  en  1? 


(1)  Falleció  en  la  campana  de  la  Restauración  en  1839. 

LlTLKATUKA — 23 


— 2CG— 
de  Enero  de  835,  capitaneado  por  unos  sargentos ;  pero  habien- 
do sido  inmediatamente  sofocado,  y  ejecutados  los  principales 
autores,  el  general  La-Fuente  tuvo  que  volverse  á  Valparaíso 
por  no  haberle  permitido  el  gobierno  desembarcar. 

Pocos  dias  después,  el  23  de  Febrero,  estalló  otra  revolución 
en  las  mismas  fortalezas;  pero  esta  fué  de  un  carácter  mucho 
mas  serio.  Por  ella  reasumió  el  general  Salaverry  en  su  j)erso- 
na  el  mando  político  y  militar  de  la  República.  Tal  circuns 
tancia  obligó  al  gobierno  de  Lima  á  ponerse  en  marcha  para 
Jauja,  y  el  generrl  Salaverry  fué  reconocido  por  todas  las  au- 
toridades de  la  capital,  el  dia  4  de  Marzo,  como  Jefe  Supremo 
de  la  Nación. 

En  este  estado  aparece  el  general  Valle-Riestra,  al  frente  de 
una  división  remitida  de  Arequipa  por  Orbegoso,  y  proclama 
desde  Pisco  contra  el  titulado  Jefe  Supremo ;  pero  la  división 
se  pronunció  el  28  del  mismo  mes  entregando  preso  á  su  jefe, 
que  fué  conducido  á  las  fortalezas  del  Callao  y  ejecutado  el  1? 
de  Abril.  En  este  mismo  dia  se  efectuó  un  movimiento  mili- 
tar en  la  división  estacionada  en  Jauja,  y  el  Presidente  del 
Consejo  de  Estado,  desnudo  ya  de  toda  protección,  reconoce 
al  gobierno  de  Lima  y  le  pide  garantías  que  le  fueron  otor- 
gadas. 

Mientras  tanto  el  general  D.  Domingo  Meto,  estaba  en  el 
Departamento  de  la  Libertad  al  mando  de  una  división,  con  el 
objeto  también  de  destruir  el  gobierno  de  Salaverry;  pero  este 
salió  inmediatamente  á  su  encuentro,  y  antes  de  avistarse  am- 
bas divisiones  se  pronunció  la  que  obedecia  al  general  Meto,  y 
lo  entregó  preso.  Entonces  Salaverry  ordenó  la  instalación  de 
una  asamblea  legislativa,  que  no  llegó  á  verificarse,  por  que  los 
acontecimientos  de  la  guerra  se  sucedieron  con  mucha  rapidez. 
El  general  Gamarra  apareció  en  el  Cusco,  protejido  por  el  Pre- 
sidente de  Bolivia,  que  no  cesaba  de  aspirar  al  mando,  si  nó 
de  todo  el  Perú,  al  menos  de  los  departamentos  del  Sud,  y  una 
división  que  al  mando  del  coronel  Larenas  ordenó  Salaverry 
fuese  á  batir  á  las  tropas  que  obedecian  á  Orbegoso,  se  le  unió 
y  formó  en  breve  un  pequeño  ejército.  Pero  los  consejeros  de 
Orbegoso  le  hicieron  determinar  á  pedir  auxilio  al  general  San- 
ta-Cruz el  que,  sin  esperar  la  ratificación  del  convenio  que  se 
ajustó,  no  de  acuerdo  con  las  instrucciones  que  dio  Orbegoso 
á  sus  comisionados,  pasó  el  Desaguadero  al  frente  de  su  ejér- 
cito :  bate  al  general  Gamarra  que  no  se  conducia  como  él  es- 
peraba, y  lo  vence  en  Yanacocha  el  13  de  Agosto.  Sale  enton- 
ces de  Lima  el  jefe  Supremo  al  frente  de  un  brillante  aunque 
reducido  ejército,  después  de  haber  hecho  conducir  á  Gamarra 
y  comitiva  para  el  Ecuador;  y  también  es  vencido  en  Socaba- 
ya  el  7  de  Febrero  de  836,  después  de  nueve  dias  de  constante 


—267— 
choque  donde  la  victoria  quiso  premiar  varias  veces  los  esfuer- 
zos de  unos  guerreros  tan  pocos  como  esforzados:  pero  cedió  el 
valor  ai  número,  y  fueron  tomados  prisioneros  y  ejecutados  en 
seguida  en  la  plaza  de  Arequipa,  en  medio  del  regocijo  públi- 
co, Salaverry,  el  general  Fernandini,  y  siete  mas  de  sus  mejo- 
res jefes. 

Entre  tanto  las  tropas  de  Orbegoso  al  mando  del  general 
Yidal  tomaron  la  capital  el  31  de  Diciembre  de  1835  y  el  7  de 
Enero  siguiente  de  1836,  Solar  que  defendía  las  fortalezas  del 
Callao,  se  aproximó  á  la  capital  con  la  poca  tropa  que  le  obe- 
decía; mas  fué  rechazado  por  el  pueblo  y  tropa  de  Vidal,  y 
capituló  el  18  de  Febrero. 

Orbegoso  entró  á  Lima  el  9  de  Enero,  y  después  de  haber 
sabido  la  victoria  de  Secabaya,  convocó  una  asamblea  de  Di- 
putados de  los  departamentos  de  Arequipa,  Puno,  Cuzco  y 
Ayacucho,  para  el  26  de  Octubre  en  el  pueblo  de  Sicuani;  y 
otra  de  los  departamentos  de  Junin,  Lima,  Libertad  y  Amazo- 
nas en  la  villa  de  Huaura,  para  el  15  de  Julio,  con  el  objeto  de 
que  fijasen  las  bases  de  una  nueva  organización  política.  La 
primera  se  instaló  por  el  general  Santa  Cruz,  el  16  de  Marzo, 
y  el  17  declaró  la  Asamblea  á  los  departamentos  del  Sud  en 
un  estado  libre  é  independiente  bajo 'la  denominación  de  Es- 
tado Sud-Peruano,  adoptando  para  su  gobierno  la  forma  po- 
pular representotiva,  comprometiéndose  á  celebrar,  con  el  es- 
tado que  se  formase  de  los  departamentos  del  ISTorte,  y  con 
Bolivia,  vínculos  de  federación,  cuyas  bases  se  acordarían  por 
un  Congreso  de  plenipotenciarios  nombrados  por  cada  uno  de 
los  tres  estados,  que  habían  de  concurrir  á  la  gran  confedera- 
ción ;  y  confiando  la  suma  del  poder  jráMico  del  estado,  al 
Presidente  de  Bolivia,  bajo  el  título  de  Supremo  Protector  del 
Estado  Sud-Peruano.  Pero  como  todos  estos  actos  adolecían 
de  gran  nulidad  por  no  haber  sido  aprobado  aun  el  tratado 
que  dio  mérito  á  la  internación  del  ejército  Boliviano  en  el 
Perú,  se  declaró  aprobado  el  22  de  Marzo  por  el  general  Or- 
begoso. 

En  seguida  se  instaló  igualmente  la  asamblea  de  Huaura 
que  procedió  en  todo  de  acuerdo  con  la  de  Sicuani.  El  gene- 
ral Santa  Cruz  estaba  investido  por  ellas,  de  la  plenitud  del  po- 
der público  con  la  restricción  de  que  en  su  ausencia,  delegan- 
do el  mando  en  alguna  persona  ó  personas  de  su  confianza,  la 
asamblea  que  debería  ser  convocada  dentro  de  24  horas  en  el 
mismo  lugar,  detallaría  las  atribuciones  que  debería  ejercer  el 
delegado,  sin  conferirle  la  suma  del  poder  público  que  en  él  so- 
lo habían  depositado. 

En  estas  circunstancias  el  gobierno  de  Chile  pidió  satisfac- 
ciones al  de  la  confederación,  por  la  protección  que  decia  había 


—268— 
prestado  este  á  la  expedición  que  zarpó  del  Callao  al  mando 
del  general  Freyre,  antiguo  Director  Supremo  de  esa  Repúbli- 
ca, en  buques  del  estado,  y  después  de  liaber  asaltado,  el  ber- 
gantín Chileno  "Aquiies"  y  conducido  á  Valparaíso  los  buques 
peruanos  fondeados  en  el  puerto  del  Callao,  apareció  toda  la 
escuadra  chilena,  teniendo  á  su  bordo  al  señor  Egaña  comisio- 
nado diplomático  para  arreglar  las  diferencias  pendientes  en- 
tre ambos  gobiernos.  Después  de  algunas  comunicaciones  de 
una  y  otra  parte  el  señor  Egaña,  declaró  en  su  última  nota  ro- 
tas las  hostilidades  en  12  de  Noviembre  de  1836. 

El  general  Santa  Cruz  se  dirigió  entonces  á  Bolivia  después 
de  haber  fundado  una  Legión  de  Honor:  dado  códigos  á  los 
estados  confederados;  y  delegado  el  mando  provisoriamente 
en  un  Consejo  de  gobierno  compuesto  de  ios  ministros  de  es- 
tado y  luego  en  un  Presidente  que  lo  fué  el  general  Orbegoso. 

En  el  Estado  Sud-Peruano  también  fué  encargado  el  man- 
do á  un  Consejo,  y  al  Presidente  general  D.  Eamon  Herrera; 
y  en  medio  de  estos  grandes  preparativos  de  guerra,  una  com- 
pañiade  artilleros  de  Islay  dio  el  primer  grito  de  libertad;  pe- 
ro fueron  tomados  y  ejecutados  el  30  de  Julio  de  1837,  diez  de 
ellos. 

Ya  para  entonces  en  Chile  se  habia  preparado  una  expedi- 
ción en  la  que  venían  todos  los  emigrados  peruanos;  la  que 
desembarcó  por  último  en  Quilca,  al  mando  del  general  Blan- 
co, y  se  posesionó  de  la  ciudad  de  Arequipa:  pero  á  la  aproxi- 
mación del  ejercito  confederado,  se  celebró  un  tratado  de  paz 
en  el  pueblo  de  Paucarpata  el  17  de  Noviembre,  y  regresó  la 
expedición,  dejando  á  los  amigos  de  la  libertad  en  el  descon- 
suelo de  ver  frustradas,  por  entonces,  todas  sus  esperanzas. 

El  gobierno  de  Chile  no  aprobó  el  tratado,  é  hizo  causar  al 
general  Blanco  amenazando  nuevamente  con  otra  expedición. 

Las  hostilidades  comenzaron,  tomando  la  escuadra  chilena  á 
corbeta  "Confederación",  que  conducia  del  Callao  con  dirección 
al  Sucl  al  general  Ballivian,  y  lo  llevó  á  Valparaíso  en  calidad 
de  prisionero. 

El  general  Santa  Cruz  que  veía  armarse  sobre  sí,  otra  mas 
fuerte  tempestad,  y  convencido  al  fin,  de  la  poca  simpatía  que 
merecía  su  sistema  de  gobierno,  convocó  un  Congreso  de  ple- 
nipotenciarios en  la  ciudad  de  Arequipa,  nombrados  por  los  Es- 
dos  confederados,  con  el  objeto  de  que  determinasen  los  lími- 
tes del  poder  Supremo,  deslindaran  las  atribuciones  de  los  de- 
más cuerpos  sociales,  y  fijasen  el  destino  de  los  pueblos  que 
componían  la  gran  Confederación. 

Tarde  era  ya  esta  medida.  Los  departamentos  del  Norte  de 
la  Eepública  apoyados  en  la  división  que  mandaba  el  general 
Nieto,  celebraron  actas  proclamando  su  separación  del  gobier- 


—269— 
no  establecido,  bajo  la  denominación  del  general  Santa  Cruz, 
elijiendo  por  Presidente  provisorio,  en  30  de  Jnlio  de  1838,  al 
general  Orbegoso,  con  la  condición  expresa  de  sostener  la  in- 
dependencia, restituir  el  gobierno  popular  representativo,  la 
Constitución  del  año  34  y  todas  las  leyes,  corporaciones  y  re- 
pinen establecido  por  ella;  hacer  la  paz  con  la  República  de 
Chile,  reunir  un  Congreso,  é  invitar  á  los  Departamentos  del 
Sud  á  la  unión  antigua,  bajo  el  título  de  República  Peruana. 
Con  efecto ;  el  general  Orbegoso  de  acuerdo  con  estos  princi- 
pios, convocó  un  Congreso  deliberante  para  el  24  de  Setiem- 
bre, de  Diputados  electos  por  los  Departamentos  libres. 

En  estas  circunstancias,  apareció  frente  al  puerto  del  Callao 
la  escuadra  que  conducia  la  segunda  expedición,  al  mando  del 
general  chileno  D.  Manuel  Bulnes:  de  los  generales  peruanos 
Gamarra,  La-Puente,  y  demás  jefes  que  habían  permanecido 
emigrados  en  Chile.  El  Presidente  Orbegoso  anunció  entonces 
al  general  Bulnes,  la  independencia  de  los  departamentos  del 
Norte;  y  que  por  consiguiente,  el  ejército  que  le  obedecia  no 
lo  debia  reputar  como  enemigo.  El  general  chileno  contestó 
en  este  mismo  sentido  enviando  un  comisionado  cerca  del  go- 
bierno y  anunciando  que  se  dirijia  á  desembarcar  su  ejército 
en  el  puerto  de  Ancón.  El  gobierno  manifestó  inmediatamen- 
te que  era  indispensable  precediese  una  estipulación  al  desem- 
barco, lo  que  se  hizo  mas  urjente,  desde  el  momento  en  que  no 
pudo  practicarse  el  convenio  por  haber  venido  el  comisionado 
sin  los  poderes  necesarios  en  tales  casos:  pero  cuando  llegó  la 
prevención  del  gobierno  al  general  Bulnes,  ya  habia  desem- 
barcado una  gran  parte  del  ejercito,  y  lejos  de  hacer  suspen- 
der el  acto,  lo  continuó  del  todo;  tomó  luego  posesión  y  aun 
ocupó  parte  del  valle  vecino.  En  esta  actitud,  y  puesto  el  gene- 
ral Orbegoso  al  frente  de  sus  tropas,  situó  su  cuartel  general 
en  Chacra  de  Cerro,  tres  leguas  de  la  capital.  Después  de  inú- 
tiles medios  empleados  á  efecto  de  evitar  la  efusión  de  sangre, 
el  ejército  chileno  avanzó  hacia  la  capital,  batió  al  ejercito 
peruano  mandado  por  Orbegoso  y  Nieto,  y  entró  en  ella  el  21 
de  Agosto,  salvando  los  generales  vencidos  en  las  fortalezas  del 
Callao  donde  se  asilaron. 

Dueños  ya  de  la  capital  los  jefes  peruanos,  á  la  sombra  del 
ejército  restaurador,  la  extinguida  Municipalidad,  se  reunió  el 
día  23  en  unión  del  Gobernador  Eclesiástico  y  Venerable  Ca- 
bildo, los  que  de  acuerdo  con  el  pueblo  proclamaron  el  réjimen 
constitucional  en  toda  su  extensión;  y  por  el  estado  de  acefalía 
en  que  se  encontraba  la  capital,  llamaron  al  último  Presiden- 
te del  Consejo  de  Estado  D.  Manuel  Salazar  y  Baquíjano  á  que 
rijiera  la  República.  En  su  virtud,  se  dirijió  á  su  casa  una  co- 
misión para  hacerle  saber  que  con  arreglo  á  la  Constitución 


—270— 
debía  presentarse  á  admitir  el  Poder  Ejecutivo,  por  ausencia 
del  Presidente ;  pero  el  señor  Salazar  se  excusó,  dando  para  ello 
razones  que  se  creyeron  fundadas. 

Vueltas  á  reunir  las  mismas  autoridades  el  dia  siguiente,  en 
el  local  de  la  Universidad ;  y  atendiendo  á  que  el  Presidente 
Orbegoso  se  habia  ausentado  dejando  la  capital  en  acefalía  y 
haberse  excusado  el  Presidente  del  Consejo  de  Estado,  único 
llamado  por  la  Constitución  reformada  en  834,  acordaron  que 
el  Gran  Mariscal  D.  Agustín  Garuarra  se  encargase  en  el  dia 
provisionalmente  del  mando  de  la  Eepública:  efectuado  esto, 
convocó  ;cal  mismo  Consejo  de  Estado  establecido  por  la  Con- 
vención Nacional;  y  nombró  general  en  jefe  del  ejército  del  Pe- 
rú al  general  D,  Antonio  Gutiérrez  de  La-Euente,  que  marchó 
inmediatamente  con  dirección  a  los  Departamentos  del  Norte 
que  sucesivamente  fueron  declarándose  por  el  nuevo  gobierno. 

Mientras  tanto  el  general  D.  Manuel  de  la  Guarda,  goberna- 
dor del  Callao,  había  abierto  comunicación  con  los  jefes  del 
ejército  de  la  Confederación,  que  por  divisiones  venia  acercán- 
dose á  la  capital,  y  el  general  Orbegoro  delegó  el  mando  en  el 
general  Meto,  que  desembarcó  por  el  Norte  sin  ningún  suceso 
en  sus  operaciones. 

El  ejército  restaurador  abandonó  entonces  la  cajñtal  el  8  de 
Noviembre,  y  el  10  entró  el  general  Santa  Cruz  al  frente  de 
sus  tropas.  La  plaza  del  Callao  le  fué  entregada  por  su  gober- 
nador, y  Orbegoso  se  embarcó  para  Guayaquil.  Se  declaró  nu- 
lo lo  hecho  desde  el  30  de  Julio :  se  restableció  el  Estado  Nor- 
Peruano,  nombrándole  de  Presidente  al  Gran  Mariscal  Eiva- 
Agüero  y  se  suspendió  el  ejercicio  de  los  Códigos. 

Entre  tanto  el  ejército  restaurador  se  retiraba  por  el  Norte,  y 
el  de  la  Confederación  le  perseguía:  encuentros  de  muy  poca 
consideración  precedieron  á  la  victoria  adquirida  por  el  prime- 
ro el  dia  20  de  Enero  de  1839  en  el  campo  de  Yungay,  Depar- 
tamento de  Ancachs.  El  general  Santa  Cruz  dio  la  primera  no- 
ticia de  su  derrota  entrando  á  Lima  el  24  en  la  noche,  y  se  di- 
rijió  al  Sud  á  preparar  el  ejército  de  reserva ;  pero  el  general 
Velasco  habia  sido  ya  proclamado  Presidente  de  Solivia,  y  Vi- 
ce-presidente  el  general  Baílivian  que  residía  en  el  Perú,;:por 
haberse  esca})ado  de  Chile.  Llegó  por  último  el  Protector  á 
Arequipa,  é  informado  de  los  sucesos  de  Bolivia  y  los  pronun- 
ciamientos que  también  se  hicieron  en  el  Cuzco,  y  en  Puno  con- 
tra la  titulada  Confederación ,  renunció  el  Protectorado  y  la 
Presidencia  de  Bolivia  el  20  de  Febrero,  y  el  mismo  dia  se  ar- 
mó contra  su  persona  el  pueblo  de  Arequipa,  de  tal  modo,  que 
tuvo  necesidad  de  fugar  precipitadamente  al  puerto  de  Islay; 
ocultarse  en  la  casa  del  Vice-Consul  Ingles,  y  embarcarse  des- 
pués con  dirección  á  Guayaquil. 


—271— 

El  general  Gamarra  llegó  á  Lima  el  24  de  Febrero,  y  la  pla- 
za del  Callao  al  mando  de  su  gobernador  general  D.  Trinidad 
Moran,  capituló  el  7  de  Marzo.  En  seguida  se  decretó  la  convo- 
catoria a  Congreso  constituyente  para  el  28  de  Julio,  en  la  ciu- 
dad de  Huancayo,  provincia  de  Jauja,  y  el  Presidente  se  diri- 
jió  al  Sud  de  la  República,  dejando  al  general  La-Fuente  en 
clase  de  jefe  político  y  militar  de  los  Departamentos  del  ISForte. 

Durante  esto,  el  general  Ballivian  depuso  al  general  Velas- 
co  de  la  Presidencia,  y  se  liabia  él  investido  de  la  autoridad 
suprema  ;  mas  fué  vencido  por  el  antiguo  Presidente,  y  se  re- 
fujió  otra  vez  en  el  Perú,  En  esa  época  se  estipuló  un  tratado 
preliminar  de  paz  entre  los^plenipotenciarios\de  Bolivia  y  el 
Perú  en  la  ciudad  del  Cuzco,  el  que  no  fué  aprobado  por  aquel 
gobierno,  y  quedaron  aun/por  arreglarse  las^diferien cías  pen- 
dientes entre  ambas  Repúblicas. 

Aproximándose  entonces  la  reunión  del  Congreso,  regresó  el 
general  Gamarra  y  entró  á  Huancayo  el  19  de  Julio.  El  Con- 
greso se  instaló  el  29  de  Agosto,  y  declaró  inmediatamente  in- 
subsistente la  Constitución  del  año  de  1834.  En  este  estado 
marchaba  el  Perú  bajo  un  orden  regular.  El  ejército  chileno  se 
alistó  para  marchar  á  su  patria:  la  primera  división  habla  mar- 
chado ya  cuando  el  general  Bulnes  se  despidió  del  Perú  el  18 
Octubre,  y  se  embarcó  en  seguida  con  el  resto  de  sus  tropas. 

Entre  tanto  el  Congreso  formó  la  nueva  Constitución  á  la 
que  prestó  juramento  el  Presidente  el  dia  II  de  IsToviembre,  y 
en  seguida  le  fué  dada  por  la  Representación  Nacional  una 
medalla,  igualmente  que  el  título  de  Restaurador  del  Perú  y 
generalísimo  de  mar  y  tierra,  con  los  honores  y  sueldo  de  Pre- 
sidente de  la  República  durante  su  vida.  Hecho  esto  volvió  el 
general  Gamarra  á  la  capital,  y  entró  en  ella  el  6  de  Diciembre 
en  la  que  se  promulgó  la  Constitución  el  9  del  mismo  mes. 

En  seguida  fueron  elejidos  los  miembros  que  debian  compo- 
ner el  Consejo  de  Estado,  que  se  instaló  en  Febrero  de  1840, 
siendo  Presidente  D.  Manuel  Menendez,  primer  vice-presiden- 
te  Dr.  D.  Justo  Figuerola,  y  segundo  vice-Presidente  general 
D.  Francisco  Vidal. 

El  gobierno  de  Bolivia  remitió  entonces  un  Plenipotenciario 
con  el  objeto  de  procurar  mi  arreglo  de  las  diferencias  pendien- 
tes. En  efecto  se  volvió  á  formar  en  Lima  una  convención  de 
paz  en  15  de  Abril,  que  fué  ratificada  en  Bolivia  el  8  de  Mayo, 
y  en  el  Perú  el  26  de  Julio. 

El  11  de  este  mismo  mes,  fué  elejido  y  proclamado  por  el  Con- 
greso el  Gran  Mariscal  D.  Agustín  Gamarra,  Presidente  de  la 
República  por  el  periodo  constitucional  de  seis  años. 

Ya  los  amigos  de  la  paz,  volvieron  á  ver  aparecer  otra  era  de 
tranquilidad  y  felicidad  pública;  pero  el  23  de  Diciembre  del 


272 

mismo  año  estalló  un  motín  militar  en  la  ciudad  de  Ayacucho, 
en  la  que  se  proclamó  sucesivamente  al  general  D.  Juan  Cri- 
sostomo  Torrico,  y  ai  coronel  D.  Manuel  Ignacio  de  Vivan co; 
sin  embargo  huyeron  de  ese  lugar  los  amotinados,  y  se  retira- 
ron hacia  el  Cuzco,  á  donde  el  coronel  D.  Valentin  Boza,  co- 
mandante general  de  la  primera  división  del  Sud,  proclamó  el 
31  del  mismo  mes,  al  coronel  Vivan  co  jefe  Supremo  de  la  Re- 
pública. El  pueblo  de  Arequipa  en  seguida  se  declaro  también 
de  acuerdo  con  el  del  Cuzco,  y  el  Prefecto  de  ese  Departamen- 
to, que  lo  era  el  mismo  coronel  Vivanco,  aceptó  el  mando  su- 
premo. 

Sabido  que  fué  en  la  capital  este  suceso,  sobrecojió  al  mismo 
gobierno,  pero  el  general  San  Eomau  que  aparentemente  ha- 
bia  cooperado  á  la  revolución,  aprovechó  la  oportunidad  de 
efectuar  una  reacción  en  el  Cuzco  el  17  de  Enero  de  1841;  de 
modo  que  volvió  al  orden  la  mayor  parte  de  las  tropas  insur- 
reccionadas. 

El  gobierno  dirijió  al  Sud  todo  su  ejército  al  mando  del  ge- 
neral Castilla;  y  aun  el  mismo  Presidente  se  ausentó  de  la  ca- 
pital el  16  de  Marzo  y  se  dirijió  hacia  él. 

El  27  del  mismo  mes  alcanzó  el  ejército  rejenerador  (que  así 
se  titulaba  el  de  Vivauco)  un  pequeño  triiifo  en  la  altura  de 
Cachamarca;  pero  fué  enteramte  deshecho  en  Cuevillas  el  30 
del  mismo  por  el  general  Castilla;  el  coronel  Vivanco  se  refu- 
jió  en  Bolivia,  y  el  coronel  Boza  fué  juzgado  y  ejecutado  en 
Arequipa. 

El  Presidente  regresó  áLima  el  18  de  Junio:  pero  con  moti- 
vo de  haber  ocurrido  un  cambio  de  gobierno  en  Bolivia;  el  Con- 
sejo de  Estado,  en  atención  á  que  en  esa  República  se  podria 
proclamar  al  general^Santa  Cruz,  enemigo  capital  del  Perú  de- 
clarado por  el  Congreso,  invistió  al  Ejecutivo  de  facultades  ex- 
traordinarias, declarando  la  patria  en  peligro  el  6  de  Julio,  y  el 
general  Camarra  volvió  á  ausentarse  de  la  capital  el  13  del 
mismo,  encargándose  del  mando  supremo  el  Presidente  del 
Consejo,  como  anteriormente  lo  habia  estado  conforme  á  la, 
Constitución. 

Llegado  el  Presidente  á  Puno,  comenzaron  las  operaciones 
militares  sobre  Bolivia,  entonces  el  20  de  Setiembre,  fué  pro- 
clamado en  esa  República  jefe  supremo  el  general  D.  José  Ba- 
llivian  que  á  la  sazón  se  hallaba  en  Tacna. 

íío  era  esta  proclamación  hecha  por  el  club  confederal,  sufi- 
ciente garantía  para  la  tranquilidad  del  Perú;  y  negándose  el 
general  Ballivian  á  entrar  en  tratados  mientras  el  ejército  pe- 
ruano pisara  el  territorio  de  Bolivia,  se  declaró  enemigo  tie  él, 
y  principió  la  guerra. 

Sabido  esto  por  el  general  Velasco,  antiguo  presidente,  que 


conservaba  restos  de  su  ejército  para  disputar  el  mando,  se  lo 
remitió  a  Ballivian  con  el  objeto  de  que  concluyera  con  mejor 
suceso  la  guerra  en  que  estaba  empeñado. 

Al  fin  se  nombraron  plenipotenciarios  por  ambas  partes,  los 
que  tuvieron  algunas  conferencias,  sin  ningún  resultado ;  y  por 
último  el  ejército  peruano  fué  derrotado  el  18  de  Noviembre  en 
el  campo  de  Ingavi :  muerto  en  la  acción  el  Gran  Mariscal  D. 
Agustín  Gamarra,  y  prisionero  el  general  en  jefe  D.  Ramón 
Castilla. 

El  ejército  Boliviano  pisó  entonces  el  territorio  del  Perú,  y 
el  general  La-Fuente  fué  nombrado  por  el  gobierno  de  Lima 
general  en  jefe  del  ejército  del  Sud,  que  marclió  en  seguida  en 
busca  del  enemigo  que  ocupaba  ya  el  Departamento  de  Puno, 
y  se  dirijia  al  Ouzco  y  á  Arequipa. 

En  estas  circunstancias,  el  general  Santa-Oruz|que  creia 
oportuna  la  posición  del  Perú  para  volver  á  mandar  en  él, 
aunque  habia  fracasado  la  primera  cruzada  que  dirijió  á  Piura 
al  mando  de  Ángulo,  que  fué  tomado  y  ejecutado,  decidió  al 
Presidente  del  Ecuador  á  que  cooperase  en  su  proyecto ;  y  por 
consiguiente,  el  Perú  se  vio  amenazado  de  una  guerra  con  esa 
República.  Supuestos  agravios,  y  la  demarcación  de  límites, 
eran  los  pretestos  de  que  se  valia  el  general  Flores  para  pre- 
sentar una  guerra,  que  prometía  según  su  concepto,  los  mejo- 
res resultados,  en  mérito  de  la  situación  del  Perú :  guerra  que 
tenia  por  objeto  engrandecer  su  patria  con  las  provincias  de 
Jaén  y  de  Mainas.  El  gobierno  Peruano  remitió  entonces  al 
Dr.  D.  Matias  León  con  el  carácter  de  Ministro  Plenipotencia- 
rio; pero  tuvo  que  volverse  sin  haber  arribado  á  ningún  con- 
venio, y  antes  por  el  contrario,  se  armó  durante  su  permanen- 
cia en  el  Ecuador,  otra  cruzada  contra  el  Perú  al  mando  de  D. 
Justo  Hercelles,  que  también  fué  batido  y  derrotado. 

Esta  situación  demandaba  del  gobierno  del  Peni  serias  me- 
didas de  defensa;  y  por  tanto,  se  formó  otro  ejército  titulado 
del  Norte  al  mando  del  general  D.  Juan  Orisostomo  Torrico, 
que  habia  regresado  de  Ohile  después  de  una  voluntaria  au- 
sencia causada  por  el  pronunciamiento  militar  de  Ayacucho. 

Entonces  el  gobierno  de  Ohile  ofreció  su  mediación  entre  el 
Perú  y  Bolivia;  y  admitida,  salió  de  Lima  el  señor  D.  Ventura 
Lavalle ,  Encargado  de  Negocios  de  aquella  República,  en 
unión  del  Ministro  Plenipotenciario  del  Perú  Dr.  D.  Francisco 
Javier  Mariátegui. 

Entre  tanto  el  gobierno  del  Ecuador  esperando  el  resultado 
de  los  sucesos  del  Sud,  remitió  al  general  Daste  de  Ministro 
cerca  del  Gobierno  Peruano,  y  después  de  cortas  conferencias 

Literatura — 24 


—274— 
con  el  señor  Ministro  de  Relaciones  Exteriores  Dr.  D.  Agustín 
Oharun,  se  despidió  sin  haber  convenido  en  nada. 

El  tratado  preliminar  de  paz  con  Bolivia,  fue  celebrado  en 
Puno  el  7  de  Junio  de  1842,  y  ratificado  por  ambos  gobiernos 
en  16  y  17  del  mismo  mes.  Las  tropas  Bolivianas,  por  consi- 
guiente, desocuparon  el  territorio  del  Perú,  y  el  Presidente  del 
Consejo  de  Estado  encargado  del  Poder  Ejecutivo  convocó  á 
los  colejios  de  provincia  para  la  elección  de  Presidente  de  la 
República,  y  de  Diputados  y  Senadores  para  la  próxima  legis- 
lación, en  10  del  mismo. 

Concluida  la  guerra  en  Bolivia,  ocurrió  una  desavenencia 
entre  D.  Antonio  Gutiérrez  de  La-Fuente,  general  en  jefe  del 
ejército  del  Sud,  y  el  general  D.  Miguel  San  Eoman  que  man- 
daba la  primera  división  del  mismo  ejército.  Ambos  se  acusa- 
ron ante  el  gobierno  de  abrigar  planes  revolucionarios :  el  ge- 
neral San  Román  se  dirijia  hacia  el  Norte  con  su  división;  y 
cuando  el  gobierno  habia  ordenado  á  ambos  se  presentasen  en 
la  Capital,  suspendiendo  toda  hostilidad,  á  efecto  de  compro- 
bar su  conducta,  y  descubrir  cual  de  los  dos  proclamaba  con  fal- 
sedad y  engaño,  sumisión  al  gobierno  y  sus  instituciones,  las 
tropas  de  La-Fuente  alcanzaron  á  una  pequeña  partida  de  las 
de  San  Román,  y  la  batieron. 

El  general  Tónico  testigo  de  estos  sucesos,  y  en  atención  al 
estado  crítico  del  pais,  se  encargó  del  mando  Supremo  de  la 
Nación  en  16  de  Agosto  bajo  el  título  de  Jefe  de  la  Nación, 
mientras  terminase  la  guerra  civil,  sucitada  por  el  general  La- 
Fuente,  y  se  convocara  la  Representación  Nacional.  El  Presi- 
dente del  Consejo  de  Estado  fué  depuesto,  por  consiguiente,  y 
se  marchó  á  la  República  de  Chile. 

Mientras  tanto  el  general  Vidal  se  habia  encargado  también 
del  mando  Supremo,  como  segundo  Vice-Presidente  del  Con- 
sejo de  Estado,  el  28  de  Julio  en  el  Cuzco :  las  tropas  del  gene- 
ral San  Román  engrosaron  el  ejército  del  Norte,  y  el  del  Sud 
se  acercaban  a  la  capital,  hasta  que  avistados  en  el  campo  de 
la  Yesera  de  Caucato,  provincia  de  Cañete,  fué  derrotado  el 
general  Torrico  el  17  de  Octubre. 

El  Consejo  de  Estado  se  reunió  el  19  y  confirmó  el  nombra- 
miento de  Prefecto  y  Comandante  general  del  Departamento, 
que  habia  hecho  el  pueblo,  horas  antes  en  la  persona  del  señor 
general  D.  José  Jaramillo,  y  acordó  se  restituyeran  las  cosas  á 
como  estaban  el  15  de  Agosto. 

El  general  La-Fuente  entró  en  Lima  el  22  de  Octubre,  y  en 
seguida  el  general  Vidal  con  el  resto  de  su  ejército,  quien  expidió 
en  4  de  Noviembre  la  segunda  convocatoria  para  la  elección  de 
Presidente  de  la  República,  y  de  Diputados  y  Senadores  en  los 
departamentos  que  no  lo  hubieran  hecho. 


—275— 

El  coronel  Vivanco  que,  después  de  la  derrota  de  Ouevillas 
se  dirijió  á  Bolivia,  regresó  al  Perú  cuando  sucedió  la  pérdida 
de  Ingavi  y  se  agregó  al  ejército  que  marchó  al  mando  del  ge- 
neral La-Fuente.  En  él  se  le  liizo  general,  y  se  le  nombró  des- 
pués de  la  batalla  de  la  Yesera  Comandante  general  de  la  di- 
visión del  Sud. 

En  estas  circunstancias  el  coronel  D.  Justo  Hercelles  que 
primero  vino  á  Piura  al  mando  de  una  cruzada  armada  en  Gua- 
yaquil; que  tuvo  mal  suceso,  y  después  regresó  al  mismo  lugar 
en  virtud  de  habérsele  descubierto  una  conspiración  que  tra- 
maba en  la  capital,  apareció  de  nuevo  en  Huaráz  titulándose 
general,  y  reasumiendo  el  mando  político  y  militar  del  Depar- 
tamento de  Ancachs,  el  18  de  Diciembre;  pero  el  gobierno  de 
Lima  mandó  inmediatamente  fuerzas  militares  y  lo  batieron, 
hicieron  prisionero,  y  ejecutado  en  la  plaza  de  Huaráz,  en  unión 
de  D.  Pedro  Castañeda  su  secretario,  el  22  de  Enero  de  1843. 

Tranquilo  el  gobierno  por  esta  parte,  vuelve  su  vista  hacia 
el  Sud  de  la  Eepública,  é  inspiradole  recelos  la  persona  del  ge- 
neral Vivanco,  j>ara  traerlo  cerca  de  sí,  le  nombra  Ministro  de 
Guerra,  y  ordena  la  disolución  de  los  cuerpos  del  ejército  que 
existían  cerca  de  él.  El  general  Vivanco  admite  el  ministerio, 
y  los  cuerpos  fueron  licenciados;  pero  la  división  que  á  las  ór- 
denes de  los  generales  Meto  y  Deustua  zarpó  del  Callao  y  lle- 
gó á  Arequipa,  sorprendió  á  sus  jefes,  y  proclamó  al  general 
Vivanco  gefe  Supremo  de  la  dación  el  28  de  Enero.  El  2  de 
Febrero  siguiente  fué  también  proclamado  en  el  Cuzco  y  suce- 
sivamente en  todos  los  departamentos  del  Sud;  de  modo  que, 
fué  reconocido  en  ellos  como  Supremo  Director  de  la  Eepú- 
blica. 

El  general  D.  Juan  Antonio  Pezét,  que  mandaba  la  división 
acantonada  en  Ayacucho  á  órdenes  del  gobierno,  regreso  has- 
ta Jauja,  y  las  tropas  de  Vivanco  avanzaban  también  hacia  el 
Norte. 

El  Consejo  de  Estado  en  18  de  Febrero,  autorizó  al  gobierno 
extraordinariamente  para  hacerla  guerra:  éste  apuró  la  reu- 
nión del  Congreso,  y  los  Diputados  existentes  en  Lima  protes- 
taron contra  cualquiera  autoridad  que  impidiese  su  instalación. 

Pero  el  general  Vivanco  avanzaba,  y  el  gobierno  se  vio  en  la 
necesidad  de  convocar  á  una  reunión  en  el  Palacio,  de  las  au- 
toridades civiles  y  militares,  á  efecto  de  que  le  alumbrasen  el 
partido  que  seria  mas  acertado  tomar.  De  ella  resultó  el  acuer- 
do de  mandar  al  Dr.  Mariátegui,  conduciendo  una  comunica- 
ción del  gobierno,  al  general  Vivanco,  con  el  fin  de  evitar  la 
guerra;  fué  en  efecto  el  10  de  Marzo,  pero  ya  los  sucesos  esta- 
ban muy  avanzados,  y  no  tuvo  por  consiguiente  ningún  resul- 
tado. 


—276— 
Entre  tanto  el  general  Nieto  que  había  regresado  de  Are- 
quipa, se  hizo  cargo  de  la  división  que  existia  en  Lima,  y  al 
frente  de  ella  salió  con  dirección  á  Jauja,  para  reunirse  allí  con 
la  que  obedecía  al  general  Pezet;  pero  esta  se  decidió  por  el 
gobierno  Dictatorial  el  12  del  mismo  mes,  y  el  general  Vidal 
entonces  dimitió  el  mando  en  el  primer  Vice-Presidente  del 
Consejo  de  Estado  Dr.  D.  Justo  Figuerola,  en  15  del  mismo. 
Todo  el  Perú  casi  recouocia  la  autoridad  Dictatorial;  y  por 
tanto,  los  jefes  y  oficiales  que  estaban  al  frente  .de  la  división 
que  guarnecía  la  capital,  siguieron  la  misma  opinión  decidién- 
dose por  el  general  Vivanco  el  dia  20.  En  seguida  las  corpora- 
ciones, los  funcionarios  públicos,  y  algunas  notabilidades  de  la 
capital,  reunidos  en  el  Palacio  del  gobierno  el  mismo  dia,  á  las 
tres  de  la  tarde,  con  el  objeto  de  elegir  la  autoridad  civil  supe- 
rior del  departamento  que,  á  consecuencia  de  la  adhesión  pro- 
clamada por  las  tropas  de  la  guarnición,  á  la  causa  del  general 
Vivanco  había  resultado  vacante,  nombraron  al  Sr.  D.  José 
Rufino  Echenique. 

La  vanguardia  de  la  división  Pezet,  llegó  á  Lima  el  21  al 
mando  del  coronel  Alvarado  Ortiz,  y  el  resto  de  ella  con  su 
general,  entró  también  el  27;  habiendo  ya  sido,  dicho  general, 
nombrado  por  el  Director  comandante  general  de  los  departa- 
mentos del  Norte. 

A  los  pocos  dias,  el  8  de  Abril,  hizo  el  general  Vivanco  su 
entrada  en  Lima,  y  decretó  al  dia  siguiente  prestasen  todas  las 
autoridades  y  funcionarios  civiles,  eclesiásticos,  y  militares,  el 
juramento  de  reconocer  y  obedecer  al  gobierno  Dictatorial: 
licenció  la  mayor  parte  del  ejército,  y  creó  un  Consejo  de  Es- 
tado compuesto  de  Consejeros  nombrados  por  él,  que  se  insta- 
ló el  14  de  Junio,  presidido  por  el  Iltmo.  Sr.  Luna  Pizarro,  y 
decretó  la  reforma  militar. 

En  seguida  convocó  una  asamblea  legislativa  para  el  1?  de 
Abril  de  1844:  restableció  el  Tribunal  de  Seguridad  pública, 
cuyos  procedimientos  llevaron  los  trámites  que  establece  la 
ordenanza  para  los  juicios  militares. 

Entre  tanto  desembarcaron  por  Arica  el  general  Nieto  y 
compañeros  de  infortunio  el  16  de  Mayo,  y  el  17  proclamaron 
la  Constitución  de  Huancayo.  Una  columna  de  tropa  fué  re- 
mitida inmediatamente  para  subyugarlos;  pero  se  declaró  por 
los  mismos  principios  el  1?  de  Junio,  y  en  seguida  la  provincia 
de  Tarapacá  á  donde  existia  el  general  Castilla,  que  fué  nom- 
brado comandante  militar,  hizo  la  misma  proclamación.  Tacna 
y  Moquegua  dieron  el  mismo  grito,  en  los  dias  9  y  15  del  mis- 
m  o  mes,  de  tal  modo,  que  ya  todo  ese  departamento  profesaba 
los  principios  constitucionales. 

Para  dar  dirección  á  esta  obra  tan  grande  como  arriesgada, 


—277— 
encargaron  al  general  Tónico  el  mando  militar,  con  el  título 
de  general  en  jefe,  y  el  14  de  Junio  salió  de  Tacna  sobre  Puno 
para  reunirse  con  el  general  San  Román  que  por  la  parte  del 
Desaguadero  se  dirigía  á  ese  departamento;  pero  fueron  des- 
truidos por  las  tropas  Directoriales  que  mandaba  el  general 
D.  Fermín  Castillo,  y  abandonaron  el  territorio  peruano. 

Sin  embargo  de  esta  primera  desgracia,  sufrida  por  las  tro- 
pas constitucionales,  el  departamento  de  Moquegua,  entusiasta 
por  los  principios  que  había  jurado  sostener,  se  preparaba  á 
batir  al  bizarro  coronel  D.  Juan  Francisco  Balta,  que  al  man- 
do de  un  cuerpo  de  caballería  se  acercaba  á  subyugarlos.  Lle- 
gó en  efecto,  y  fué  vencido  en  el  campo  de  P achia  el  29  de 
Agosto  por  los  generales  Castilla  y  Meto  al  frente  del  paisa- 
naje. 

Entonces  consideraron  ya  necesario  el  crear  un  gobierno 
provisional  mientras  la  capital  de  la  República  fuera  libertada, 
y  el  llamado  por  la  Constitución  estuviera  en  actitud  de  poder 
desempeñar  el  supremo  mando.  En  efecto,  el  3  de  Setiembre 
siguiente  se  instaló  la  Suprema  Junta  de  Gobierno  provisorio, 
compuesta  de  tres  diputados  elegidos  por  las  tres  provincias 
libres,  el  general  Meto  como  Presidente  de  ella,  y  los  de  igual 
clase  Castilla  y  San  Román  como  Vocales. 

Comunicada  á  Lima  la  noticia  de  todos  estos  acontecimien- 
tos, el  Supremo  Director  mandó  inmediatamente  al  general 
D.  Manuel  de  la  Guarda,  con  una  división  para  que  reuniéndo- 
se con  el  de  igual  clase  D.  Fermín  Castillo,  destruyeran  el  na- 
ciente gobierno  constitucional;  pero  estas  fuerzas  también  fue- 
ron destrozadas  y  rendidas  el  28  de  Octubre  en  el  campo  de 
San  Antonio,  quedando  prisioneros  los  dos  generales,  y  el  va- 
liente coronel  Balta  gravemente  herido  en  el  brazo  derecho. 

En  esas  circunstancias  el  general  Santa  Cruz  separándose 
del  Ecuador,  desembarcó  por  la  caleta  de  Camarones,  con  el 
objeto  de  dirigirse  á  las  fronteras  de  Bolivia;  pero  fue  apre- 
hendido por  fuerzas  constitucionales  en  Ohapiquiña,  distrito 
de  Arica,  y  permanecía  á  disposición  de  la  Suprema  Junta. 
Sabido  esto  por  los  gobiernos  de  Chile  y  de  Bolivia,  lo  recla- 
maron inmediatamente  como  perturbador  de  la  tranquilidad 
de  sus  Estados,  y  el  Gobierno  Constitucional  considerándolo 
también  como  enemigo  capital  del  Perú,  declarado  por  el  Con- 
greso, lo  entregó  al  de  Chile,  en  cuya  República  permaneció 
algún  tiempo  hasta  que  al  fin  se  dirigió  á  Europa  donde  reside 
en  la  actualidad. 

Destruido  el  ejército  de  Guarda,  se  puso  en  campaña  el  mis- 
mo general  Vivanco,  que  salió  de  la  capital  el  1?  de  Diciembre, 
dejando  al  coronel  Echenique  de  comandante  general  del  de- 
partamento y  de  Prefecto  á   D.  Domingo  Elias.    Las  fuerzas 


—278— 
directoriales  se  reunieron  en  el  departamento  de  Junin,  y  mar- 
charon al  de  Ayacucho,  Lacia  donde  se  dirigía  también  el  ge- 
neral Castilla,  al  mando  del  ejército  constitucional. 

La  campaña  duró  cerca  de  siete  meses,  durante  los  cuales, 
el  Director  hizo  ejecutar  á  sus  tropas  una  retirada  hacia  la 
costa,  para  reunirse  con  la  división  que  le  venia  del  Sud  al 
mando  del  general  Vigil,  y  de  allí  tomando  la  retaguardia  de 
sus  contrarios  se  dirigió  á  la  ciudad  de  Arequipa,  á  donde  lle- 
gó el  2  de  Junio  de  1844. 

Entre  tanto  el  general  Nieto  habia  fallecido  en  el  Cuzco,  el 
17  de  Febrero,  y  el  general  Castilla,  en  su  virtud,  asumió  la 
presidencia  de  la  Suprema  Junta  por  decreto  expedido  en 
Ayacucho  el  21  del  mismo  mes.  De  allí  emprendió  su  marcha, 
luego  que  supo  la  dirección  que  habia  tomado  el  ejército  ene- 
migo, dejando  una  pequeña  fuerza  en  el  departamento  de 
Junin. 

El  coronel  Echenique  recibió  entonces  órdenes  del  Director 
para  salir  de  la  capital,  y  marchar  también  con  dirección  al 
Sud,  al  frente  de  la  división  que  habia  formado ;  pero  lo  difí- 
cil que  se  hacia  ya  esta  marcha  y  la  inoportunidad  con  que 
llegarían  sus  tropas,  fueron  consideraciones  que  lo  decidieron 
á  acantonarse  en  el  departamento  de  Junin. 

Aqui  principia  una  nueva  serie  de  acontecimientos  tan  ex- 
traordinarios que,  pueden  considerarse  como  los  mas  notables 
en  la  historia  del  Perú,  y  sus  circunstancias,  las  mas  difíciles 
para  una  nación. 

El  Prefecto  del  departamento  de  Lima  D.  Domingo  Elias, 
considerando  la  penosa  situación  de  los  pueblos,  abrumados 
con  la  guerra  civil,  y  la  desaparición  de  todo  principio  legal, 
se  invistió  del  mando  supremo  de  la  República  el  17  de  Junio, 
mientras  se  instalase  el  Congreso,  que  se  encargaba  de  convo- 
car cuando  cesacen  las  hostilidades:  con  tal  objeto  remitió  dos 
comisionados  cerca  de  los  generales  Yivanco  y  Castilla,  y  uno 
cerca  del  coronel  Echenique;  pero  todos  ellos  regresaron  sin 
haber  conseguido  la  cesación  de  sus  respectivas  operaciones 
militares.  Lejos  de  eso  el  coronel  Echenique  se  aproximó  á  la 
capital  con  todas  sus  fuerzas;  mas  luego  que  se  le  informó  del 
espíritu  hostil  con  que  el  pueblo  de  Lima  se  preparaba  á  reci- 
birlo, se  retiró  al  mismo  departamento  que  antes  ocupaba. 

Mientras  tanto  el  general  Yivanco  habia  sido  derrotado  el 
22  de  Julio  en  el  campo  de  Yanaguara,  á  las  inmediaciones  de 
Arequipa:  y  se  dirigió  con  gran  número  de  sus  jefes  al  puerto 
de  Islay,  con  ánimo  de  asilarse  en  los  buques  de  su  escuadra; 
pero  los  jefes  particulares  de  ella,  aprovechando  la  oportunidad 
de  hallarse  en  tierra  el  comodoro  Panizo,  se  negaron  á  admi- 
tirlo revelándose  contra  su  autoridad.    Entonces  esperaron  la 


—279— 
pasada  del  vapor  y  en  él  se  embarcaron  y  llegaron  á  Pisco,  en 
cuyo  puerto  se  embarcó  también  una  pequeña  fuerza  pertene- 
ciente al  gobierno  de  Lima,  que  venia  para  el  Callao,  la  que 
antes  de  desembarcar  en  éste,  arrestaron  en  el  mismo  buque,  al 
general  Vivanco  y  comitiva.  Poco  después  se  permitió  el  des- 
embarque de  algunos  jefes ;'  pero  el  general  Vivanco  y  sus  mas 
adictos  fueron  trasbordados  á  otro  buque,  y  conducidos  á  Rea- 
lejo. 

El  Consejo  de  Estado  se  reunió  dias  posteriores,  y  el  Sr. 
Menendez,  Presidente  de  él,  que  habla  vuelto  de  Chile  en  estas 
últimas  circunstancias,  fué  llamado  á  ejercer  el  supremo  man- 
do, pero  atendiendo  al  mal  estado  de  su  salud,  lo  delegó  al 
Vice-Presidente  Dr.  D.  Justo  Figuerola  el  10  de  Agosto,  y  el 
13  se  publicó  la  convocatoria  á  Congreso  para  el  9  de  Diciem- 
bre. 

La  Junta  Suprema  por  su  parte  habia  también  dictado  con- 
vocatoria á  Congreso  extraordinaaio,  compuesto  solo  de  una 
Cámara ;  de  tal  modo  que,  dos  gobiernos  que  profesaban  unos 
mismos  principios,  mandaban  á  la  vez  en  la  República.  Esta 
consideración  determinó  al  Consejo  de  Estado  a  remitir  nue- 
vos comisionados  cerca  del  general  Castilla,  los  que  regresa- 
ron poco  tiempo  después  trayendo  un  convenio  ajustado  en 
Arequipa  el  28  de  Agosto.  Este  tratado  fijó  extraordinaria- 
mente la  atención  del  Consejo:  pues  por  él  se  establecía  la  in- 
concebible coexistencia  de  dos  ejecutivos  en  la  República,  y  la 
contradicción  recíproca  de  dos  convocatorias  á  Congreso  dic- 
tadas en  6  y  13  de  Agosto.  Tampoco  se  reconocia  por  la  Su- 
prema Junta  de  un  modo  explícito,  llano  y  absoluto,  el  supre- 
mo mandó  provisorio  que  ejercía  el  Dr.  Figuerola;  por  consi- 
guiente, el  Consejo  opinó  se  solicitase  por  una  nueva  negocia- 
ción el  debido  reconocimiento  del  Yice-Presidente  del  Consejo 
de  Estado,  y  el  arreglo  sobre  la  legal  convocatoria  de  un  Con- 
greso constitucional,  para  cuyo  efecto  marchó  el  general  D. 
Pedro  Bermudez. 

Pero  ya  el  general  Castilla  se  habia  puesto  en  marcha  para 
la  capital :  la  división  Echenique  reconoció  la  autoridad  de  la 
Junta  de  gobierno ;  y  el  señor  Figuerola  resignó  el  mando  en 
la  persona  del  Sr.  Menendez  el  7  de  Octubre. 

El  10  de  Diciembre  siguiente,  decretó  el  Presidente  de  la 
Suprema  Junta,  en  la  chacra  de  San  Borja,  una  legua  de  la 
capital,  la  disolucian  de  ella,  y  resignó  también  el  mando  en 
el  Presidente  del  Consejo  de  Estado.  Entró  á  Lima  el  11  del 
mismo,  y  el  Consejo  acordó  que  el  Congreso  Constitucional 
convocado  en  la  capital  el  13  de  Agosto  se  reuniese  extraor- 
dinariamente para  proclamar  al  Presidente  de  la  República, 
elegido  durante  estos  últimos  meses  por  los  colegios  de  provin- 


— 2S0— 
vm,  y  la  renovación  del  Consejo  de  Estado;  dictando  por  con-* 
siguiente,  el  14  de  Marzo  de  1845,  el  decreto  de  convocatoria 
para  la  elección  de  Senadores  en  los  departamentos  del  Sud. 

PjI  10  de  Abril  se  instaló  por  último  el  Congreso,  y  el  19  fué 
proclamado  Presidente  de  la  República  el  general  D.  Ramón 
Castilla.  En  seguida  el  0  de  Mayo  fueron  electos  para  el  Con- 
sejo de  Estado  el  general  San  Román  de  Presidente:  el  general 
Eclienique  primer  Tice-Presidente,  y  segundo  D.  Manuel 
Ferreyros.  Después  de  esto,  el  21  de  Junio,  habiendo  conclui- 
do el  Congreso  los  primeros  objetos  para  que  fué  convocado 
extraordinariamente,  se  declaró  en  legislatura  ordinaria,  hasta 
el  22  de  Octubre  dia  en  que  cerró  sus  sesiones. 

Asi  marchaba  la  nación  peruana  á  la  sombra  de  sus  institu- 
ciones, cuando  el  general  D.  Juan  José  Flores,  que  habia  sido 
lanzado  de  la  presidencia  de  la  República  del  Ecuador,  traba- 
jaba en  España  contra  la  independencia  política  de  Sud- Amé- 
rica. Sabido  esto  acertivamente  por  el  Gobierno  peruano,  cre- 
yó necesario  dictar  una  circular  que  dirigió  en  10  de  Noviem- 
bre de  1846  á  los  gobiernos  americanos,  adjuntándoles  un  pe 
riódico  oficial  que  contenia  los  datos  convincentes  de  la  reali- 
dad de  los  preparativos  que  dicho  general  Flores  hacia  en 
Europa  para  turbar  el  reposo  de  estos  Estados.  Todos  ellos 
por  consiguiente  se  pusieron  en  justa  alarma,  hasta  que  el  Go- 
bierno Británico  en  cuyos  dominios  se  estaban  reuniendo  los 
aprestos  para  la  expedición  proyectada,  contraviniendo  al  te- 
nor de  sus  leyes,  que  prohiben  ei  enganche  de  tropas  para  el 
extranjero,  recibió  la  denuncia  respectiva,  y  confiscó  inmedia- 
tamente los  buques  que  debian  conducir  la  cruzada :  hizo  dar 
libertad  á  los  individuos  que  existían  en  ellos  como  engancha- 
dos, y  subastó  aquellos  con  todos  los  útiles  que  contenían,  en 
Diciembre  de  1846. 

Terminó,  pues,  de  esta  manera  aquella  empresa  fomentada 
por  la  España;  y  el  Gobierno  del  Perú  volvió  á  ocuparse  de  la 
tranquilidad  interior  de  la  República;  pero  el  Presidente  de 
Bolivia  que  había  levantado  un  regular  ejército  con  doble  ob- 
jeto, como  lo  confirmaron  hechos  posteriores,  se  creyó  bastan- 
te fuerte  para  reclamar  de  la  alza  de  derechos  impuestos  en  el 
Perú  á  los  frutos  de  su  nación.  Mas  como  el  decreto  que  lo 
ordenaba  fué  dictado  á  consecuencia  de  otro  de  igual  natura- 
leza, que  se  habia  expedido  en  Bolivia,  respecto  á  los  frutos  pe- 
ruanos, dio  mérito  esta  cuestión,  al  cambio  de  algunas  comu- 
nicaciones, y  al  fin  el  cónsul  peruano  residente  en  aquella 
República,  fué  bruscamente  despedido,  y  su  nación  agraviada 
é  invadida  con  fuerza  armada,  disparando  artillería  sobre  uno 
de  sus  pueblos. 


—281— 

En  estás  circunstancias  se  reunió  la  segunda  legislatura,  el 
*>  de  Agosto  de  1847,  y  el  Ejecutivo  nombró  un  Ministro  Ple- 
nipotenciario que  marchó  á  la  ciudad  de  Arequipa,  á  donde 
de  común  acuerdo  deberían  arreglarse  las  diferencias  pendien- 
tes por  los  comisionados  de  ambos  Gobiernos. 

En  seguida  sometió  el  Ejecutivo  al  examen  del  Congreso, 
el  presupuesto  general  de  los  gastos  nacionales,  obra  que  si 
nó  del  todo  perfecta,  manifiesta,  bastantemente  los  esfuerzos 
qne  se  hicieron  para  su  formación. 

Los  noventa  dias  que  por  la  Constitución  debe  durar  el 
Congreso  ordinario,  se  concluyeron  sin  haberse  ajustado  los 
tratados  de  Arequipa,  ni  dictado  la  ley  del  presupuesto ;  por 
consiguiente  se  prolongaron  las  sesiones  los  treinta  dias  mas 
que  previene  la  ley;  pero  aun  no  fueron  suficientes,  y  el  Go- 
bierno convocó  á  Congreso  extraordinario,  en  cuya  época  lle- 
garon y  se  aprobaron  los  tratados  de  Arequipa  con  algunas 
modificaciones  por  el  Ministerio,  y  por  último  se  dio  la  ley  de 
presupuesto  el  10  de  Marzo  de  1848,  y  las  Cámaras  cerraron 
sus  sesiones.  (1) 


TOPOGRAFÍA. 


LIMA,  capital  de  la  Bepública  Peruana  y  emporio  de  la 
América  del  Sud,  situada  á  los  12°  2'  51"  de  latitud  S;  y  á  los 
70°  50'  51"  de  longitud  O.  del  meridiano  de  Cádiz,  fué  fundada 
el  18  de  Enero  de  1535  por  D.  Francisco  Pizarro*  Sus  edificios 
ocupan  en  el  dia  una  área,  cuya  circunferencia  es  de  diez  millas^ 
que  divide  el  Eimac,  atravesándola  en  toda  su  longitud  de  E. 
á  O :  la  parte  principal  situada  al  S.  y  la  conocida  por  arrabal 
de  San  Lázaro  al  ~N.  unidas  ambas  por  un  magnífico  puente 
de  530  pies  castellanos  de  largo,  y  30  de  ancho  sobre  seis  ar- 
cos de  36  pies  de  elevación. 


(1)  Las  faltas  y  errores,  que  note  el  lector  en  la  parte  histórica  de  esta  geogra- 
fía, serán  rectificadas  y  corregidos,  con  los  documentos  oficiales  y  auténticos,  que 
el  editor  de  esta  obra  publicará  en  el  lugar  correspondiente  y  en  su  oportunidad, 
pues  siendo  como  desde  luego  es,  el  primer  peruano  que  se  enroló  en  Pisco  en 
Setiembre  de  1820  en  el  Ejército  Libertador,  que  en  ese  mes  desembarcó  en  ese 
puerto,  mandado  por  el  ilustre  general  San  Martin,  y  haber  presenciado  y  tenido 
parte  en  los  triunfos  y  contrastes,  experimentados  en  la  guerra  de  nuestra,  eman- 
cipación, ha  cuidado  desde  esa  época,  de  compilar  los  materiales  circunstanciados 
que  sirvan  al  que  se  proponga  escribir  con  pureza  é  imparcialidad,  la  historia  de 
nuestra  independencia  hasta  el  dia. — M.  de  O. 

LlTEP  ATURA — 25 


—282— 
Toda  la  ciudad  consta  de  5  cuarteles  divididos  en  10  distri- 
tos, que  comprenden  46  barrios,  211  manzanas,  y  419  calles; 
la  mayor  parte  de  ellas  rectas  y  cortadas  unas  por  otras.  Su 
población  á  falta  de  censo  que  la  determine,  puede  calcularse 
en  75,000  habitantes.  (1) 


(1)  En  este  estado  se  encontraban  los  trabajos  del  Dr.  Larriva  de  esta  óbrita, 
cuando  le  acometió  la  muerte,  por  cuya  desgracia  la  dejó  sin  concluirla  ni  cor- 
regirla.— M.  db  O. 


ORACIÓN  FÚNEBRE 


DE 


111 


BQB60N 


PRINCESA  DE  ASMAS. 


PRONUNCIADO  EN  LA  CATEDRAL  DE  LIMA 


EN  JUNIO  DE  1807. 


$m  mi  i&. 1,  mm  sa  ¡de  Maanm  i  ara. 


COLEGIAL,  MAESTRO   DE   SAN  OARLO! 


GrUSTANS  CUSTAVI:::  PAULULUM  MELLIS,  ET  ECCE  EGO  MORIR- 


Yo  he  tomado  un  poco  de  miel,  apenas  la  he  probado,  y  ya 
muero.  Lib.  I.  de  los  Reyes.  Cap.  14. 


EXORDIO. 


Así  hablaba  en  otro  tiempo,  señor  Excmo,  el  piadoso  y  va- 
liente Jonatás.  Este  Príncipe,  que  siguió  dichosamente  los  de- 
signios del  Señor;  que  tanto  señaló  con  sus  victorias  sus  talen- 
tos militares;  y  que  hizo  su  nombre  tan  terrible  en  Geth  y  en 
Ascalón.  Este  Príncipe,  cuyo  valor  llevó  tan  lejos  la  gloria  de 
de  su  nación ;  cuyo  escudo  la  libró  de  los  tiros  de  su  enemigo 
el  Filisteo;  y  cuya  flecha,  según  la  expresión  de  David  (1),  ja- 
más se  volvió  hacia  atrás,  y  siempre  fué  ¡bañada  de  la  sangre  de  los 
maestros.  Este  Príncipe  joven  heredero  del  trono  de  Israel, 
en  quien  estaban  fundadas  las  esperanzas  de  su  pueblo,  oye 
como  Ezequias  (2)  en  la  mitad  de  su  vida  la  sentencia  terrible 
de  su  muerte. 


[1]  A  sanguine  interfectorum,  ab  adipe  fortuita,  sagitta  Jonathae  imn- 
quam  rediit  retiorsnni,  II.  Reg.  Cap.  I.  v.  22. 

[2]  Haec  dicit  Doniinus  Deus:::  morieris  enim  tu,  et  non  vives.  IV.  Reg. 
Cap.  20.  v.  1. 


— 286— 

¡  O  gloria  de  la  tierra !  ¡  Gloria  tan  frivola  como  el  humo, 
que  se  esparce  por  los  aires,  y  tan  pasajera  como  él!  Los  be- 
neficios de  la  naturaleza,  los  dones  de  la  fortuna,  el  triunfo 
mismo  que  acaba  de  alcanzar,  y  cuyas  fatigas  le  obligaron  á 
comer  de  ese  panal,  que  encontró  en  el  camino  por  donde  iba 
persiguiendo  á  sus  enemigos  fugitivos,  todo  ha  pasado  lo  mis- 
mo que  una  sombra.  Todo  lo  lia  disipado  el  golpe  funesto  que 
amenaza  su  cabeza.  ¡  Qué  cortos  son  ahora  para  él  los  años  de 
su  vida !  Solo  le  presenta  grande  el  momento  de  perderla.  Yo 
he  tomado,  exclama,  un  poco  de  miel,  apenas  la  he  probado,  y 
ya  muero:  gustans  gustavi:::  xuiuliilummellis,  et  ecce  ego  morior. 

Al  oir  estas  palabras  ¿no  os  parece,  señores,  que  está  ha- 
blando esa  Princesa,  á  quien  venimos  á  pagar  los  últimos  de- 
beres? i~Nó  os  parece  que  dice  con  una  voz  moribunda:  mis 
dias  no  han  sido  sino  una  aurora:  yo  no  he  hecho  sino  probar 
la  vida:  apenas  supe  ayer  que  debia  subir  algún  día  alexplen- 
dor  del  trono,  y  ya  sé  hoy  que  debo  descender  bien  presto  á 
las  sombras  del  sepulcro:  gustans  gustavi:::  paululiim  mellis, 
et  ecce  ego  morior  f 

No  esperéis,  señores,  que  yo  entretenga  vuestra  imaginación 
con  brillantes  pinturas  de  las  tristes  revoluciones,  que  sin  ce- 
sar agitan  nuestro  globo:  no  esperéis  que  os  ponga  á  la  vista 
reynos  trastornados,  imperios  divididos,  reyes  destronados,  ni 
vasayos  elevados  al  trono:  no  esperéis  que  os  hable  de  las 
grandes  variaciones,  que  ha  sufrido  desgraciadamente  en  nues- 
tros dias  la  máquina  del  mundo  político,  ni  los  héroes  que  mue- 
ven sus  resortes.  Yo  no  vengo  á  llorar  la  muerte  de  una  Prin- 
cesa, que  mezclada  en  los  intereses  y  en  las  intrigas  de  las 
cortes,  ha  causado  ó  terminado  las  diferencias  de  los  pueblos. 
Nuestra  Princesa  no  se  ha  ocupado  en  los  negocios  del  siglo; 
ella  no  ha  tenido  parte  alguna  en  la  guerra,  ni  en  la  paz ;  sus 
acciones  no  tienen  otra  excelencia  que  la  excelencia  de  la  vir- 
tud que  las  dirige;  su  mérito  sin  ese  brillo  exterior  que  des- 
lumhra y  que  seduce,  no  ha  podido  adquirir  una  reputación 
igual  á  su  grandeza:  toda  su  gloria  está  encerrada  en  su  inte- 
rior: omnis  gloria  filiae  regis  ab  intus.  (1) 

Así  encontrareis  en  mi  discurso,  en  lugar  de  la  sabiduría 
del  mundo,  la  sabiduría  de  los  Cielos :  en  lugar  de  máximas 
políticas,  máximas  evangélicas:  en  lugar  de  los  triunfos  de  las 
naciones,  los  triunfos  de  la  gracia:  en  lugar  de  la  pompa  de 
las  grandezas  humanas,  las  humillaciones  de  la  cruz  de  Jesu- 
cristo :  en  lugar  de  glorias,  sufrimientos :  y  en  lugar  de  pla- 
ceres terrenos,  consuelos  celestiales.  En  una  palabra:  una  vi- 
da corta  por  el  número  de  los  años  que  dura,  pero  larga  por  el 


(1)  Psalm.  44.  v.  14. 


—287— 
número  de  los  frutos  de  justicia  que  produce:  una  muerte  lar- 
ga por  la  extensión  de  los  padecimientos  que  la  preceden,  pe- 
ro corta  por  la  grandeza  de  la  santa  resignación  con  que  se  su- 
fren: ved  aquí,  señores,  los  dos  puntos  que  van  á  servir  á  la 
edificación  de  vuestras  almas,  y  á  formar  el  elogio  de  la  seke- 

NÍSÍMA  SEÑOKA  DOÑA  MARÍA  ANTONIA  DE  BORBON,  PRINCESA 
DE  ASTURIAS. 


DISCURSO. 


PARTE  PRIMERA- 


Yo  no  tengo  necesidad  de  deciros  lo  rara  que  es  la  justicia^ 
en  medio  de  el  esplendor  lleno  de  tentación  de  las  grandezas 
humanas.  El  Apóstol  San  Juan  os  dice,  que  ella  se  encuentra 
entre  las  miserias  y  trabajos:  hi  sunt,  qui  venerunt  de  tríbulatio- 
ne  magna,  et  lavérunt  stolas  suas,  et  dealbaverunt  eas  in  sanguine 
agni  (1).  Separad  las  historias  de  todas  las  naciones;  todas 
ellas  os  instruirán  de  esta  verdad.  ¿  Cuántos  hombres  encon- 
trareis, que  puedan  confesar  como  David  desde  el  seno  de  las 
prosperidades,  que  han  caminado  siempre  en  la  inocencia  de 
su  corazón  (2)  ?  ¿  Cuántos  que  puedan  desde  el  trono  asegurar 
como  Ezequias,  que  se  han  conducido  siempre  por  los  sende- 
ros de  la  verdad,  y  que  siempre  han  hecho  lo  agradable  á  los 
ojos  del  Señor  (3)?  ¿Cuántas  mugeres  hallareis,  que  llenas 
como  Judit  de  posesiones  y  riquezas,  se  hayan  hecho  en  sus 
casas  aposentos  secretos  para  vivir  entregadas  á  los  exercicios 
de  la  penitencia  (4)  ?    ¿  Cuántas,  que  elevadas  hasta  ser  espo- 

(1)  Apoe.  Cap.  7.  v.  14. 

(2)  Perambulabam  in  innocentia  coráis  mei.  Psal.  100.  v.  2. 

(3)  Obsecro,  Domine,  memento  qxiaeso  quomodo  ambulaverin  coram  te 
in  veritate,  et  in  corde  perfecto,  et  quod  placitum  est  coram  te  fecerim.  IV. 
Eeg.  Ca.  20.  v.  3. 

(4)  In  superioribus  domus  suae  fecit  sibi  secretum  cubicultmi,  in  qno 
cum  pnellis  suis  clansa  morabatur,  et  babens  snper  lnmbos  suos  cilicium, 
jejunabat  ómnibus  diebus  vitae  suae.  Juditb.  Cap.  8.  v.  5,  et.  6. 


—289—  . 
sas  de  irnos  Príncipes  tan  grandes  como  Asnero,  puedan  decir 
como  Ester,  desde  el  dia  en  qne  fui  traída  aquí  hasta  el  pre- 
sente, solo  en  voz,  Dios  mío,  se  ha  regocijado  vuestra  sierva: 
imnquam  laetata  sit  ancilla  tua  ex  quo  Ivuc  transíala  sum,  usqiie 
ingraesentem  diem,  nisi  in  te,  Domine  Deus  (1)1  ¿Es  la  Iíeyna 
de  Persia  la  que  habla,  ó  es  la  Princesa  de  Asturias?  ¿La  co- 
nocéis, señores!  Es  Ester:  pero  María  Antonia,  tiene  los 
mismos  sentimientos. 

Nacida  de  esa  casa  augusta,  que  ha  llenado  ai  mismo  tiem- 
po los  tronos  de  España,  de  Francia  y  de  las  dos  Sicilias,  es 
hija  de  esos  Beyes,  que  se  han  heredado  con  el  cetro  la  gloria  y 
la  piedad;  que  han  sabido  conservar  las  provincias  adquiridas 
por  el  derecho  de  suecesion,  y  adquirir  otras  nuevas  por  el  de- 
recho de  las  armas;  y  que  han  tenido  bastante  autoridad  para 
hacerse  obedecer  en  ambos  mundos.  Pero  lo  que  ensalza  mas 
su  nacimiento^  es  que  ella  lo  debe  a  Maria  Carlota  de  Lorena, 
y  la  sangre  de  Borbon  se  mezcla  con  la  de  Austria. 

No  podia  la  Princesa  mirar  con  indiferencia  tanta  gloría. 
No  penséis  por  esto  que  la  deslumhra  el  esplendor  de  su  bri- 
llante cuna,  ni  que  la  envanecen  los  títulos  pomposos  de  una 
familia  tan  ilustre.  Ella  sabe  que  Dios  es  quien  da  los  grandes 
nacimientos;  que  escoge  ciertos  hombres  del  mismo  modo  que 
á  Abrahan  (2),  y  hacer  salir  de  ellos  los  reyes  y  los  príncipes; 
pero  que  todo  el  género  humano  formado  de  solo  Adán  trae 
su  origen  del  lodo  de  la  tierra.  Así  la  misma  elevación  es  un 
motivo  de  humillarse  para  esta  Princesa  religiosa,  que  adora 
en  su  fortuna  los  designios  secretos  de  la  divina  providencia. 
Ella  no  funda  su  grandeza  en  los  blazones  de  su  casa,  sino  en 
los  exemplos  de  virtud,  que  le  dejaron  sus  mayores.  Mira  con 
un  desprecio  santo  los  leones  y  las  lises;  pero  se  llena  de  sa- 
tisfacción, al  pensar  que  por  sus  venas  circula  la  sangre  de 
San  Fernando  y  de  San  Luis.  No  ve  en  su  abuelo  Carlos  al 
monarca  guerrero,  que  con  la  espada  extiende  sus  dominios, 
sino  al  monarca  piadoso,  que  con  la  pluma  extiende  la  devo- 
ción a  la  pureza  de  Maria.  Y  su  bisabuelo  Felipe  le  parece 
mas  grande  cuando  entra  en  la  granja  de  San  Ildefonso  vic- 
torioso del  mundo,  que  cuando  entra  en  Zaragoza  triunfante 
del  Austríaco. 

No  temáis,  católicos,  que  yo  arrastrado  por  los  respetos  hu- 
manos profane  la  santidad  de  este  lugar  con  la  vil  y  abomina- 
ble adulación.  Yo  hablo  en  el  tendió  de  ese  Dios  terrible,  en 
cuya  presencia  desaparecen  las  grandezas  del  mundo,  y  se  con- 

[1]  Esthér.  Cap.  13.  v.  18. 

[2]  Faciamqne  te  crescere  velienientissimó,  et  ponara  te  in  gentibns,  Re* 
gesque  ex  te  egreclíentur.  Gen.  Cap.  17.  v.  6. 

Litera  tur  a — 2(> 


—290— 
funden  con  el  polvo  los  Beyes  y  sus  tronos.  Sí,  Dios  niio:  yo 
sé,  que  estás  pesando  la  menor  de  mis  palabras  en  la  balanza 
del  santuario :  pero  yo  no  abuso  de  mi  sagrado  ministerio.  Yo 
no  pretendo  canonizar  brillantes  vicios :  yo  no  rindo  homena- 
ge  á  los  ídolos  de  la  ambición  y  del  poder:  yo  alabo  á  una 
Princesa  virtuosa:  y  tú  te  complaces  en  ver  elevarse  de  la  tier- 
ra el  liumo  del  incienso  quemado  á  la  virtud. 

Va  creciendo  en  Ñapóles  esta  planta  preciosa;  y  el  esmero 
de  Fernando  y  de  Carlota  en  cuidar  de  su  cultivo  la  va  llenan- 
do de  flores  y  de  frutos.  Ya  empiezan  á  aparecer  en  ella  ras- 
gos mezclados  de  magestad  y  de  dulzura,  que  manifiestan  á  un 
tiempo  la  grandeza  ele  su  origen,  y  el  fondo  de  su  liumildad. 
Ya  empiezan  á  brillar  las  cualidades  mas  bellas  de  el  corazón 
y  de  el  espíritu.  Dotada  de  una  noble  propensión  á  nacer  feli- 
ces á  todos  sus  semejantes,  cuenta  el  bien  de  la  humanidad 
por  suyo  propio.  Socorrer  las  miserias,  y  aliviar  los  dolores, 
son  los  placeres,  que  interesan  mas  á  su  alma  generosa.  Pro- 
funda en  sus  reflexiones,  y  sólida  en  sus  juicios,  tiene  bastan- 
te sabiduría  para  pesar  sus  pensamientos :  y  hace  que  en  su 
tierna  edad  se  admire  la  prudencia  de  una  edad  avanzada.  To- 
do se  ha  juntado  para  enriquecer  á  la  Princesa;  nobleza,  gra- 
cias, talentos  y  virtudes.  ¡  Qué  mas  tiene  que  apetecer  la  Es- 
paña en  la  muger,  que  parece  destinada  por  el  Cielo  á  dar  su- 
cesor al  sucesor  de  Carlos!  María  Antonia  es  digna  del 
Príncipe  Fernando,  y  Fernando  es  digno  de  la  Princesa  Ma- 
ría Antonia. 

Habitantes,  felices  habitantes  de  Barcelona,  vosotros  sois 
testigos  de  su  llegada  a  nuestro  reyno ;  vosotros  descubrís  en 
el  ayre  gracioso  de  su  rostro  la  dignidad  de  su  alma:  admiráis 
su  compostura  mayor  que  su  belleza:  presenciáis  las  miradas 
alagüeñas,  que  Carlos  y  María  Luisa  arrojan  sobre  ella,  y  la 
modesta  sonrisa  con  que  ella  las  recibe:  disfrutáis  de  la  afabi- 
lidad y  de  la  dulzura  de  su  trato:  y  tenéis  la  dicha  de  llevar 
vuestras  aclamaciones  y  homenajes  hasta  el  pie  de  los  altares, 
donde  arden  los  fuegos  de  tan  casto  matrimonio.  Pero  ah!  que 
breve  exclamareis  con  el  Profeta  Jeremías:  ha  faltado  el  gozo 
de  nuestro  corazón,  se  ha  convertido  en  llanto  nuestra  música: 
defecit  gmidnim  coráis  nostri:  versus  est  in  luctum  chbrus  noster 
(1).  Y  vosotros,  esposos  dignos  de  una  unión  eterna,  ¡cómo 
mudaríais  en  lúgubres  ceremonias  las  alegres  solemnidades  de 
este  día,  si  supierais  cuan  eíímeros  son  esos  lazos  sagrados, 
con  que  el  ministro  del  Señor  os  acaba  de  estrechar !  Ya  la 
muerte  está  preparando  para  cortarlos  su  guadaña  horrible. 
Entretanto  España  va  descubriendo  poco  a  poco  las  pren- 


1]  Thren.  Cap.  5.  v.  15. 


—291— 
das  recomendables  de  la  joven  Princesa,  y  cada  dia  se  com- 
place mas  en  tan  preciosa  adquisición.  Su  nobleza  en  los  j)en- 
samientos,  su  pureza  en  las  palabras,  y  su  decoro  en  las  accio- 
nes; su  fidelidad  en  imitar  la  prudencia  de  Abigail  (1),  y  su 
empeño  en  igualar  la  sumisión  de  Sara  (2),  y  su  atención  in- 
fatigable á  seguir  en  todo  la  conducta  de  esa  muger  sabia,  que 
Salomón  describe  en  sus  proverbios  (3),  le  concillan  muy  breve 
toda  la  confianza  y  el  amor  del  Príncipe  su  esposo.  Ella  gana 
después  los  corazones  de  Oárlos  y  de  Luisa;  no  por  una  simu- 
lación artificiosa,  de  que  la  hacen  incapaz  su  veracidad  y  sen- 
cillez, sino  por  el  atractivo  poderoso  de  sus  dotes  singulares. 
Todos  son  atraídos  por  su  suavidad  y  por  sus  luces,  y  todos 
miran  en  ella  la  mujer  mas  proporcionada  para  aliviar  algún 
dia  el  peso  de  la  corona  sobre  la  cabeza  de  Fernando.  Jamas 
hubo  una  Princesa  mas  amada.  ¿  Quién  puede  resistirse  á  la 
belleza  encantadora  de  una  verdadera  y  sólida  virtud? 

Activa  sin  precipitación,  justa  sin  rigidez,  firme  sin  capri- 
cho, prudente  sinbaxeza:::  ¡  ah  Españoles,  como  la  hubierais 
admirado  sobre  el  solio !  ¡  Cuánto  hubiera  llegado  á  esclare- 
cer vuestro  horizonte  este  astro  resplandeciente,  si  no  se  hu- 
biera eclipsado  antes  de  llegar  al  medio  día !  ¡  Que  no  pueda 
yo  dar  un  paso  en  la  gloria  de  esta  Princesa,  sin  encontrarme 
con  su  muerte  í  ¡  O  muerte !  no  vengas  á  importunar  mi  pensa- 
miento. Déjame  engañar  el  justo  sentimiento  de  su  irrepara- 
ble memoria  de  su  dulce  posesión.  Pero  no:  yo  no  puedo  ol- 
vidarte; yo  estoy  hablando  de  su  vida,  y  toda  su  vida  no  fué 
sino  una  preparación  para  arrostrarte  con  firmeza. 

¡Qué  exactitud  en  observar  los  consejos  de  San  Pablo  (4) 
para  llenar  los  deberes  de  su  estado !  ¡  Qué  recogimiento,  que 
fervor  en  los  lugares  santos  donde  asiste  con  frecuencia  á  la 
celebración  de  los  misterios !  ¡  Qué  fé,  que  devoción  cuando 
ofrece  al  Cordero  sin  mancha  el  grato  sacrificio  de  sus  pasio- 
nes humilladas !  ¡Qué  veneración,  que  respeto  para  con  los 
ministros  del  santuario,  en  quienes  vé  los  depositarios  de  la 
ley  de  Jesuristo,  y  los  dispensadores  de  sti  sangre!  ¡Qué 
moderación  en  usar  de  los  favores  de  la  fortuna !    ¡  Qué  cons- 


[1]  Et  uomen  uxoris  ejus  Abigail,  eratque  niulier  illaprudentissírna.  I. 
reg.  Cap.  25.  v.  3. 

[2]  Sicut  Sara  obediebat  Abrahae,  dorninum  eum  voeans:  cujus  estis  filiae 
benefacientes,  et  non  pertimentes  ullam  perturbationem.  I.  Pet.  Cap.  3. 
v.  6. 

[3]  Sapiens  mulier  aedificat  doniun  suain:::  Ainbulans  recto  itinere,  et 
timens  Deuni.  Prov.  Cap.  19.  v.  1.  2. 

[4]  Ut  viros  suos  ament:::prudentes,  castas,  sobrias,  domus  curara  kaben- 
tes,  benignas,  subditas  viris  suis,  ut  non  blasphemetur  verbum  Dei.  Ad  Tit. 
Cap.  2.  v.  9.  5. 


—292— 
tancia  en  presentar  á  sus  reveses  un  semblante  sereno !  Aquí 
recuerdo  sin  pensarlo  la  desgraciada  suerte  de  su  casa.  ¿Quién 
no  se  hubiera  abatido  al  ver  á  sus  padres  arrojados  de  el  solio, 
salir  con  su  familia  fugitivos  á  refugiarse  fuera  de  su  corte? 
Pero  ella  entra  con  David  en  las  potencias  del  Señor  (1):  en 
nada  de  esto  advierte  las  disposiciones  de  los  hombres:  solo 
conoce  el  dedo  de  ese  Dios  que  ha  dicho  i)or  boca  del  Profeta 
Jeremias :  yo  he  formado  la  tierra  con  los  hombres  y  los  ani- 
males que  la  habitan,  y  yo  la  pongo  en  las  manos  que  quiero: 
ego  feci  terram,  et  homine:;,  et  jumenta,  quae  sunt  super  faciem 
terrae  :::  et  dedi  eam  ei,  qui  plaeuitin  oculis  meis  (2). 

¿Me  olvido  yo  de  hablar  de  su  sensibilidad  y  compasión? 
La  caridad,  ese  fuego  celestial  que  enciende  el  corazón,  y  hace 
que  su  luz  disipe  las  sombras  de  la  miseria;  ese  x>recioso  don,  su- 
perior, como  dice  el  Apóstol  (3),  á  todos  los'  dones  del  Señor; 
y  que  según  se  explica  el  ISTacianzeno  (4),  es  lo  mas  divino  que 
tienen  los  notables,  y  los  constituye  en  cierto  modo  dioses  so- 
bre le  tierra;  parece  haber  nacido  con  esta  Princesa  tan  liberal 
y  tan  piadosa.  Jamás  llegaron  inútilmente  á  sus  puertas  el 
huérfano  y  la  viuda:  jamás  dejó  de  hacer  todo  el  bien  que  po- 
día, ni  de  sentir  el  mal  que  no  podía  remediar.  ¡  Qué  la  distan- 
cia no  me  permita  distinguir  toda  la  abundancia  de  limosnas 
que  derramaba  en  el  seno  de  la  necesidad  y  la  indigencia ! 

Pobres  de  Jesucristo,  imágenes  vivas  de  un  Dios  hombre 
humillado  y  abatido,  vosotros  que  encontrasteis  su  mano 
pronta  siempre  á  aliviar  el  peso  de  la  tribulación  que  os  abru- 
maba, hablad  y  descubridnos  toda  la  extensión  de  su  ternura. 
Pero  no :  callad  vosotros,  que  ella  misma  habla  al  mayordomo 
que  le  acaba  de  avisar,  que  ha  aumentado  á  su  renta  treinta 
mil  reales  cada  mes,  la  generosidad  del  Soberano.  Yo  me  ale- 
gro, le  dice,  ya  tienen  eso  mas  los  pobres  de  Madrid,  ¡  O  liberali- 
dad extraordinaria !  ¡  O  riqueza  de  misericordias !  ¡  O  Prince- 
sa !  siempre  alabarán  tu  nombre  los  desvalidos  y  los  pobres. 
Paujjer,  etinops  lamlabunt  nomen  tuum  (5).  Ellos  no  cesarán 
de  publicar  tus  beneficios,  y  jamas  podrán  consolarse  de  ha- 
berte perdido  tan  breve,  cuando  tu  edad  les  prometía  que  les 
serias  muy  durable. 

Veinte  y  un  años  tenia  cuando  la  muerte  la  arrebata.  ¿  Y 
os  parece  acaso  que  ha  vivido  poco  1  ~No,  señores :  los  días  del 


[1]  Introibo  in  poteutias  Doroini.  Psal.  70.  v:  15. 

[2]  Jerem.  Cap.  27.  v.  5. 

[3]  Nimc  antera  manent,  fldes,  spes,  chantas  :  tria  haec :  raajor  antera 
horurn  est  chantas.  I.  Cor.  Cap.  13.  v.  13. 

[4]  Fac  calamitoso  sis  Deiis,  Dei  misericordiara  imitando.  Nacian.  Orat. 
de  panper.  araoie. 

[5]  Psal.  73.  v.  21. 


—293— 
impío,  dice  el  Profeta,  se  desvanecen  lo  mismo  que  la  som- 
bra, y  sus  años  corren  con  mucha  prontitud:  defecerunt  in  va- 
nitate  (lies  eorwm  :  et  anni  eorum  cum  festinatione  (1).  Pero  el 
justo,  aunque  muera  temprano,  lia  vivido  muchos  tiempos,  di- 
ce el  sabio:  coiisummatus  in  brevi,  expleuit  témpora  multa  (2). 
Los  dias  de  la  Princesa  han  sido  pocos ;  pero  todos  ocupados, 
como  os  acabo  de  mostrar,  no  han  podido  caminar  con  la  mis- 
ma rapidez  con  que  caminan  los  ociosos.  Todos  llenos  de  la 
solidez  y  la  grandeza  de  las  cosas  del  Cielo,  do  han  podido 
disiparse  como  se  disipan  los  vacíos,  que  encierran  solamente 
la  ligereza  y  la  nada  de  las  cosas  de  la  tierra.  El  mundo  ha 
visto  á  la  Princesa  morir  en  su  juventud;  y  Dios  la  ha  visto 
morir  en  su  vejez:  aetas  senectutis  vita  immaculata  (3). 

$ Y  cuál  es  el  fin  de  una  vida  tan  x>reciosa,  que  aunque  cor- 
ta j)or  el  número  de  los  años  que  dura,  se  hace  larga  por  el 
número  de  los  frutos  de  justicia  que  produce?  Es  una  muerte, 
señores,  tan  preciosa  como  ella:  una  muerte  larga  por  la  ex- 
tensión de  los  padecimientos  que  la  preceden,  pero  corta  pol- 
la grandeza  de  la  santa  resignación  con  que  se  sufren. 


[1]  PsaL  77.  y.  33. 
[2]   Sap.  Cap.  4.  v.  13. 
[3]   Sap.  Cap.  4.  v.  9. 


PARTE  SEGUNDA. 


Es  claro,  decia  San  Bernardo,  que  mientras  permanecemos 
en  este  cuerpo  frágil  estamos  alejados  del  Señor,  y  fuera  de 
nuestra  patria  (1).  Todos  hemos  nacido  para  vivir  con  Jesu- 
Clrristo  eternamente  en  la  celestial  Jerusalen  después  de  ha- 
ber sido  sacrificados  con  él  en  esta  tierra  miserable.  Es  preciso 
que  seamos  ofrecidos  y  sacrificados  en  el  bautismo,  como  él 
en  su  Encarnación;  que  sufriendo  con  una  resignación  como 
la  suya  las  penalidades  y  trabajos,  continuemos  el  sacrificio 
en  toda  nuestra  vida;  y  que  la  muerte  venga  á  consumarlo. 
Entonces  la  amia  inmortal  rompiendo  los  lazos  que  la  unian  á 
lo  mortal  y  á  lo  caduco,  y  descargándose  del  peso  insoportable, 
que  abrumándola  siempre  no  cesaba  jamas  de  inclinarla  hacia 
abajo,  acaba  su  inmolación;  dirige  sus  fuerzas  con  libertad 
hacia  arriba;  vuela  hasta  los  Cielos,  y  es  recibida  en  el  seno  de 
su  Dios.  Así  la  muerte  del  justo  es  el  principio  de  su  vida,  es 
el  fin  de  sus  trabajos,  y  la  consumación  de  su  victoria. 

Tales  eran  las  ideas  que  tenia  la  Princesa  profundamente 
gravadas  en  su  espíritu ;  y  tal  la  disposición  en  que  se  ha- 
llaba, cuando  ve  acercarse  el  dia  del  Señor.  Almas  débiles 
que  tembláis  al  nombre  solo  de  la  muerte,  venid  á  perderle  el 
miedo  en  el  lecho  de  la  Princesa.  Allí  no  encontrareis  esa  fan- 
tasma enorme  que  vuestra  imaginación  os  representa  rodeada 


[1]  Liquet,  dilectissirai,  quod  dum  corpore  retinemur,  peregrinamur  á 
Domino,  et  sic  lnctum  magis,  quam  gálidium  miseraiidum  notos  inducit 
exilium.  Bern.  in  sena.  S.  Malaca. 


—295— 
del  melancólico  aparato  de  horrores  y  de  sombras.  Allí  veréis 
sin  nada  de  terrible  el  tranquilo  sueño  que  da  el  Señor  á  sus 
amados,  para  que  entren  a  gozar  de  la  herencia  de  su  hijo  (1). 
Pero  no  os  engañéis :  las  obras  de  la  vida  son  los  rasgos  con 
que  aparece  trazado  el  semblante  de  la  muerte.  Las  virtudes 
lo  forman  apacible ;  pero  los  crímenes  horrendo  y  espantoso. 
Para  morir  como  la  Princesa,  es  preciso,  cristianos,  haber  vi- 
vido como  ella. 

Acaso  un  feliz  pensamiento  de  la  proximidad  de  su  fin,  ó  mas 
bien  un  rayo  desprendido  del  seno  del  padre  de  la  luz  corre  á 
sus  ojos  el  velo  que  impide  á  los  mortales  mirar  como  son  en  sí 
las  corrupciones  de  la  tierra.  Va  perdiendo  el  gusto  á  tocios 
los  placeres,  y  solo  se  regocija  como  Ester  en  su  Señor  y  en  su 
Dios  (2).  Encerrada  como  Judít  (3)  en  una  secreta  habitación, 
vive  retirada  en  medio  de  su  palacio,  y  goza  de  una  tranquili- 
dad profunda  entre  la  bulliciosa  agitación  de  una  corte  tumul- 
tuosa. Renuncia  al  mundo  con  sus  vanidades  y  sus  pompas; 
se  renuncia  a  si  misma;  ya  no  vive  para  sí;  vive,  como  ordena 
San  Pablo,  para  aquel  que  por  todos  minió  y  resusitó:  ut  et  qui 
vivimtjamnon  sibi,  vivan,  sed  ei  qui  pro  ipsismortuusest,  etresur- 
rexit  (4).  Paseos,  juegos,  espectáculos  que  ocupáis  á  tantas  al- 
mas frivolas,  que  viviendo  según  la  carne,  gustan  délas  cosas  de 
la  carne,  vosotros  no  sois  capaces  de  interesar  a  la  Princesa;  ella 
vive  según  el  espíritu,  y  solo  gusta  de  las  cosas  del  espíritu  (5). 

Así,  Dios  mió,  vas  preparando  la  víctima  para  recibir  el  sa- 
crificio en  olor  de  suavidad.  Ya  la  has  adornado  con  los  dones 
de  tu  misericordia:  descarga  ahora  sobre  ella  el  rigor  de  tu  jus- 
ticia. Ella  está,  como  el  Profeta,  dispuesta  á  que  la  pruebes; 
proba  me  Domine,  et  tenta  me  (6) ;  ella  tiene  presentes  los  bene- 
ficios que  le  has  hecho:  ella  ha  caminado  siempre  en  la  obser- 
vancia de  tu  ley:  no  volverá  las  espaldas  como  los  hijos  de 
Efraín,  el  dia  del  combate  (7). 

¿Y  dónde  os  parece,  cristianos,  que  hace  sus  pruebas  el 
Señor?  El  horno  prueba  las  vasijas  del  ollero,  dice  el  Eclesiás- 
tico, y  á  los  hombres  justos,  la  tentación  de  tribulación :  vasa 

[1]  Cunidederit  dilectis  suissomnurn:  ecce  hacreditas  Domini  fllii.  Psal. 
v.  2.  3. 

[2]  Esther.  Cap.  14.  v,  18. 

[3]  Juditb.  Cap.  8.  v,  5. 

[4]  Cor.  Cap.  5.  v.  15. 

[5]  Qui  enirn  securndum  camera  srmt:  quae  carnis  sunt,  sapiunt.  Qui 
vero  secucdum  spiritum  srmt:  quae  sunt  spiíitüs,  eentiunt.  Paul.  Eom. 
Cap.  8.  y.  5. 

[6]  Psal.  25.  v.  2. 

[7]  Filii  Ephrem  intendentes  et  mittentes  arcum:  conversi  sunt  in  die 
belli.  Non  custodierun  testamentum  Dei:  et  in  lege  ejus  soluerunt  rmilmla- 
re.  Et  obliti  sunt  benefactorum  ejus.  Psal.  77.  v.  9.  10.  11. 


— 2í)6— 
jUjuli  prohat  fornax,  et  Tiornin  es  justos  tentatio  tribiilationis  (i). 
Allí  fueron  probados  Abrahan,   Isaac  y  Jacob:   allí  fueron 
probados  Moyses  (2)  David  (3)  y  Tobías  (4) :  allí  fué  probado 
el  Santo  Job  (5):  y  allí  es  probada  también  nuestra  Princesa. 

Calamidades  de  España  que  os  habéis  aumentado  con  la 
desgracia  de  su  muerte ,  vosotros  aumentáis  la  desgracia 
de  su  vida.  A  manera  de  las  melancólicas  horas  de  la  no- 
che agravasteis  el  peso  de  sus  males.  ¿Sus  males!  ¡ah! 
¡cuántos  objetos  ^tristes  se  ofrecen  de  tropel  al  pensamiento! 
Una  incóninoda  debilidad  padecida  desde  Ñapóles;  una  opre- 
sión de  pecho,  que  se  deja  quejar  menos,  cuanto  se  deja  sentir 
mas;  unas  palpitaciones  de  corazón  acom panadas  casi  siempre 
de  fiebres  violentísimas ;  dos  abortos  desgraciados ;  una  tos 
continua f  fatigante;  una  expulsión  frecuente  de  copiosa  san- 
gre mezclada  muchas  veces  de  otras  materias  que  acreditan  un 
vicio  incorregible  en  el  pulmón;  las  fuerzas  de  la  naturaleza 
agotándose  por  grados;  las  congoxas  del  espíritu  unidas  á  las 
del  cuerpo;  todos  los  recursos  del  arte  hallados  impotentes;  to- 
dos los  medicamentos  inútiles;  todas  las  esperanzas  perdidas; 
y  todo  el  resultado  de  las  largas  y  repetidas  conferencias  de 
los  siete  profesores  de  cámara,  reducido  á  pronosticar  la  muer- 
te de  la  Princesa. 

¿  Por  qué  me  conmuevo  yo  al  hacer  la  relación  de  unas  pe 
ñas  que  ella  sufre  con  tanta  fortaleza?  Feliz  el  hombre,  Cató- 
licos, que  extiende  su  mano  sobre  el  indigente  y  el  pobre: 
Dios  extenderá  la  suya  sobre  su  lecho  de  dolor:  Beatus,  qui 
intelligit  super  egenum  et  pauperem:::  Dominus  opem  ferat  illi 
super  lectwm  doloris  (6).  Feliz  nuestra  Princesa  que  ha  hecho 
sentir  tanto  la  grandeza  de  su  misericordia.  Ella  siente  la 
grandeza  de  la  misericordia  del  Señor;  vé  en  medio  de 
sus  tribulaciones,  al  Dios  de  consolación ;  y  no  cesa  de  oir  des- 
de su  lecho  de  muerte  estas  palabras  de  vida:  no  desprecies, 
hija  mia,  la  corrección  del  señor,  ni  desmayes  cuando  él  te  re- 
prende ;  porque  el  señor  castiga  al  que  ama,  y  azota  á  todo 
el  que  recibe  por  hijo:  quem  enim  diligit  Dominus  castigat:  flq- 
gellat  autem  oinnemfilium,  quem  recipit  (7). 

(1)  Eccii.  Cap.  27.  v.  6. 

(2)  Memores  esse  debent,  quomodo  pater  noster  Abraham  tentatus  est, 
et  per  multas  tribulationes  probatus,  Dei  amicus  efíectus  est.  Sic  Isaac,  sic 
Jacob,  sic  Moyses:::  per  multas  tribulationes  transierunt  fideles.  Judith 
Cap.  8.  v.  22.  23. 

(3)  Probasti  cor  meum,  et  visitasti  uocte:  igne  me  examiuasti.  Psal  16. 
r.  3. 

(4)  Et  quia  acceptus  eras  Deo,  uecesse  fuit  ut  tentado  probarette.  To- 
biae  cap.  12.  v.  13. 

(5)  Probavit  me  quasi  aurum,  quod  per  igucm  transít.  Job.  cap.  23.  v.  10. 
(ti)  Psal.  40.  v.  1.  4. 

(7)  Pan.  Heb.  Cap.  12.  v.  6. 


—297— 
Preparada  de  esre  modo,  y  bañada  muchas  veces  en  la  san- 
gre del  Cordero,  llama  á  Jesucristo  á  padecer  con  ella,  para 
que  continúe  esa  pasión  sagrada  que  ha  de  consumar  con  los 
sufrimientos  del  último  de  sus  miembros:  de  los  males  que 
Dios  le  ha  enviado,  hace  un  obsequio  al  mismo  Dios:  hace  de 
la  muerte  la  penitencia  de  la  vida:  y  de  un  suplicio  necesario, 
un  voluntario  sacrificio.  Cuantas  veces  pregunta  con  un  Eey 
humillado:  ¿hasta  cuándo  duran,  Señor,  los  padecimientos  de 
tu  sierva?  ¿  Quot  sunt  dies  servi  tui  (l)f  Pero  cuantas  veces 
también  adorando  la  mano  que  la  hiere,  repite  llena  de  sumi- 
cion  estas  palabras  de  Judít:  nosotros  no  debemos  impacien- 
tarnos por  los  trabajos  que  sufrimos,  considerando  que  son 
menores  que  nuestras  culpas  los  castigos  del  Señor :  non  ulcis- 
eamur  non  pro  his,  quae  patimur,  reputantes  peccatis  nostris 
haec  ipsa  suplida  minora  esse  (2).  Así  se  hace  superior  á  si  mis- 
ma; así  se  eleva  sobre  las  fuerzas  de  la  naturaleza,  sobre  las 
aflicciones  y  la  muerte. 

Lejos  de  quejarse  de  que  estando  aun  á  medio  texer,  se  le 
corte  el  hilo  de  una  vida  á  que  tiene  destinadas  tantas  prospe- 
ridades la  fortuna,  ella  dice  con  frecuencia  al  Señor :  un  dia 
pasado  en  vuestros  tabernáculos  vale  mas  que  mil  pasados  en 
la  tierra :  melior  est  dies  una  in  atriis  suis  super  millia  (3).  Le- 
jos de  lisongearse  con  la  esperanza  vana  de  sanar  de  sus  do- 
lencias, ella  siente  que  el  esposo  se  aproxima,  y  solo  piensa 
en  prevenirse  del  aceyte  necesario  para  salirle  al  camino  con 
su  lámpara  encendida  (4). 

Profesores,  que  habéis  trabajado  tanto  en  la  salud  de  su 
cuerpo,  nada  tenéis  que  trabajar  en  la  salud  de  su  alma.  No 
os  fatiguéis  en  estudiar  ese  lenguaje  de  consideración  y  mira- 
miento con  que  se  habla  á  la  Princesa  en  semejantes  ocasiones. 
La  de  Asturias  no  necesita  que  se  le  anuncie  que  debe  á  la  re- 
ligión el  homenage  público  de  su  fé.  Ella  misma  pide  con 
instancia  esos  socorros  divinos  que  elevan  el  espíritu,  y  lo 
aproximan  á  su  origen.  Dos  veces  recibe  á  su  Criador.  Desde 
entonces  mil  torrentes  de  alegría  inundan  su  corazón:  ella  se 
hace  inaccesible  á  la  crueldad  de  sus  dolores ;  y  aunque  el 
hombre  exterior  está  muy  débil,  según  la  expresión  del  Após- 
tol ( 5 ),  el  interior  se  fortalece  y  renueva.    ¡  Con  qué  tranquili- 


(1)  Psal.  118.  v.  84. 

(2)  Judith.  Cap.  8.  v.  26.  2?. 

(3)  Psal.  83.  v.  11. 

(4)  Prudentes  vero   ecceperunt  cleum  in  vasis  suis   cum  lampadibus::: 
Ecce  sponsus  venit,  exite  obviara  ei.  Matth.  Cap.  25.  v.  4.  6. 

(5)  Licét  is,  qui  foris  est,  noster  homo  comirupatur ;  tamen  is,  qui  intus 
est,  renovaturde  die  in  diere..  2.  Cor,  Cap.  4,  v.  16. 

Literatura — 27 


—298— 

dad  inalterable  se  siente  balancear  en  las  orillas  de  la  tumba  í 
¡Cómo  posee  toda  su  majestad  y  su  grandeza  en  el  momento 
que  va  á  confundir  para  ella  el  tiempo  con  la  eternidad !  Vé 
acercarse  á  la  muerte,  y  no  la  teme.  Es  que  ella  sabe  que  sus 
tiros  no  alcanzan  al  tesoro  precioso  de  su  espíritu,  sino  al  va- 
so de  barro  que  los  encierra  (1).  Está  próxima*  á  comparecer 
en  el  tribunal  terrible  donde  se  juzgan  las  justicias  (2):  ella 
lo  conoce,  y  no  se  espanta.  Es  que  ella  sabe  que  Jesucist'o 
juzga  según  su  evangelio  (3),  y  sienii>re  ha  seguido  el  evange- 
lio de  Jesucristo.  Opulento  reyno  de  España,  tú  no  eres  ca- 
paz de  exitar  en  su  alma  el  mas  ligero  sentimiento.  La  heren- 
cia del  reyno  de  los  Cielos  (4)  es  la  que  la  inflama,  y  la  arre- 
bata. Todo  ha  desaparecido  á  sus  ojos ;  ella  no  vé  sino  á  Dios; 
y  su  último  suspiro  es  un  suspiro  de  amor. 

¿  Muerte  cruel  é  inexorable,  por  qué  hieres  con  tanta  indis- 
creción? ¿Por  que  te  apresuras  á  teñir  con  sangre  pura  tu 
bárbara  guadaña,  y  dejas  al  vicio  crecer,  y  envejecerse?  ¿Por 
qué  no  sigues  á  lo  menos  el  curso  de  la  naturaleza,  y  aguar- 
das que  todo  sea  consumido  del  tiempo?  ¿Pero  quién  eres  tú, 
para  que  puedas  responderme?  ¿Dónde  está  tu  poder,  des- 
pués que  Jesucristo  levantándose  triunfante  del  sepulcro,  rom- 
pe al  salir,  tu  cetro  contra  la  losa  que  lo  cubre  ? 

Arbitro  soberano  de  los  destinos  de  los  hombres,  es  á  vos  á 
quien  debo  preguntar.  Sabiduría  infinita,  que  dictáis  desde  el 
santuario  los  adorables  decretos  que  reglan  el  universo,  dig- 
naos instruirme  de  un  ministerio  tan  impenetrable  para  mi. 
Vos  sois  justo,  Señor;  pero  yo  os  pregunto  cosas  justas  (5). 
¿Porqué  el  impío  permanece  un  siglo  sobre  la  tierra  quebran-1 
tan  do  vuestras  leyes ;  y  esta  princesa  incomparable  que  ha  ca- 
minado siempre  en  la  santidad  y  en  la  justicia,  y  que  hacien- 
do, con  el  tiempo,  la  felicidad  de  nuestro  reyno,  os  hubiera 
formado  un  pueblo  de  adoradores  con  su  exemplo,  ha  sido  ar- 
rebatada en  la  mitad  de  su  carrera?  Permitid,  gran  Dios,  que 
yo  os  pregunte  aun.  Si  vuestras  palabras  permane  cen  siempre 
aunque  falten  los  Cielos  y  la  tierra  (6),  y  si  jamás  os  arrepen- 


(1)  Corpus  quiclem  mortuum  est  propter  peccatum;  spiritus  vero   vi  vi  t 
propter  justificatiouem.  Pau.  Kom.  Cap.  8.  v.  10. 

(2)  Ego  justitias  judicabo.  Psal  74.  v.  3. 

(3)  Cum  judicabit  Deus  occulta  hoiuinura  secmidum  Evangeliuin     meuiii 
per  Jesimi  Christum.  Pau.  Kom.  Cap.  2.  v.  Ib', 

.  (4)  Haeredes  regid,  quod  repromissit  Deus  diligentibus  se.    Jacob  i  cap. 
2.  v.  5. 

(5)  Justus  quiden  tu  es  Doniiue,  si  disputen  tecum  ;   Veruuitauíen  justa 
loquar  ad  te.  Jereui.  Cap.  12  v.  1. 

(6)  Coeluia  et  térra  transibunt,  verba  autexn  me  non'  transibunt.    Marc. 
Cap-"  13.  v.  31. 


—299— 
tis  de  las  promesas  que  hacéis  (1),  ¿cómo  habéis  arrancado  á 
María  Antonia  de  los  brazos  de  Fernando?  ¿Vos  mismo  no 
habéis  dicho,  que  una  mnger  buena  es  una  porción,  que 
pertenece  por  herencia  á  los  hombres  que  os  temen  ( 2 )  ? 
¿Vos  no  habéis  prometido  que  ella  hará  las  delicias  de  su 
esposo,  y  coronará  en  paz  los  años  de  su  vida  (3)?  ¡O 
abismo  de  vuestra  sabiduría!  ¡O  profundidad  de  vuestros 
juicios!  ¡ O  Dios  incomprensible!  ¿Quién  sabe  si  os  habéis 
apresurado  en  llevar  ú  la  Princesa  en  estos  dias  calamitosos  á 
que  reyne  con  vos,  para  que  pueda  como  Ester  libertar  á  su 
pueblo  (4)  ?  ¿  Quién  sabe  si  la  habéis  separado  de  un  Príncipe 
tan  digno,  para  que  pueda  proporcionarle  desde  lejos  mayores 
prosperidades,  que  las  que  podia  proporcionarle  estando  cer- 
ca? ¿Quien  sabe ¿Pero  por  qué  no  ha  de  saberse,  si  todos 

vuestros  caminos  son  la  misericordia  y  la  verdad  (5)?  ¿Yo  oso 
pensar,  Dios  mió,  que  habéis  abreviado  sus  dias,  para  alargar 
por  ella  los  dias  de  Fernando ;  que  la  habéis  acercado  al  trono 
de  los  Cielos,  para  afirmar  por  su  influjo  el  trono  de  la  España; 
que  habéis  confundido  á  su  nación  por  el  dolor  de  su  pérdida, 
para  confundir  por  sus  ruegos  á  las  naciones  enemigas ;  y  que 
habéis  hecho  suba  de  la  tierra  á  habitar  tan  temprano  en  la 
mansión  eterna  de  la  paz,  para  que  por  medio  de  ella  baxe  la 
paz  á  habitar  en  la  tierra.  Amen. 


(1)  Juravit  Dominus,  et  non  poenitebit  eum.  Psal.  109.  v.  4. 

(2)  Para  bona,  miüier  bona,  in  parte  timentium  Deum.  Eccli.  Ca.  26  v.  3. 

(3)  Mulier  fortis  oblectat  virum  suum,  et  annos  vitae  illius  in  pace  im- 
plevit.  Eccli.  Cap.  26.  v.  2. 

(4)  i  Quis  novit  utrum  idcircó  ad  regnum  veneris,  ut  in  tali  tempore  pa- 
rareris  *?  Estb.  Cap.  4.  v.  14. 

(5)  Universae  viae  Domini,  misericordia  et  ventas,  Psal.  24  v.  10, 


ORATORIA  SAGRADA, 


RELACIÓN  DE  LAS  EXEQUIAS 

Que  de  orden  del  Excmo.  señor  Di  Joaquín 
de  la  Pezuela  y  Sánchez,  virey  del  Perú, 
se  celebraron  en  esta  Santa  Iglesia  Cate- 
dral de  los  Reyes;  el  dia  30  de  Abril  de 
1819,  por  los  jefes  y  subalternos,  que  por 
sostener  la  causa  de  S.  M.  perecieron  en  la 
Punta  de  San  Luis  el  8  de  Febrero  del 
mismo  año. 


Opus  aggredior  opimum  casibus,  atroz  preeliis,  discors  ssditio- 
nibus,  ipso  etiam  pace  scevum.  Tac.  Hist.  Lib.  I  Gap  I. 


Hay  sucesos  tan  tristes,  y  desgracias  de  tal  naturaleza,  que 
no  ocurren  voces  propias  para  pasarlas  á  la  posteridad  con  la 
energía  que  demandan;  pues  enlutados  el  corazón  y  el  espíri- 
tu, y  oprimidos  del  peso  de  los  males  públicos,  la  pluma  tro- 
pieza á  cada  línea,  y  los  gemidos  son  las  únicas  significantes 
razones.  Mas  como  el  idioma  de  las  lágrimas  solo  es  entendi- 
do por  los  que  saben  sentir,  y  hacer  suyas  las  desgracias  age- 


— 304— 
rías,  para  ellos  principalmente  es  la  breve  noticia  de  las  exe- 
quias, que  el  30  de  Abril  del  presente  año  se  hicieron  en  esta 
capital  por  las  ilustres  víctimas  sacrificadas  en  la  Punta  de 
San  Luis  el  8  de  Febrero:  dia  aciago!  y  que  debería  arrancar- 
se de  la  cadena  del  tiempo.  Los  hombres  que  infelizmente  no 
han  calculado  los  resultados  funestos  de  la  guerra  civil,  y  los 
desastres  que  necesariamente  trae  consigo  la  subversión  del 
orden,  contemplen  en  bosquejo  este  fatal  dia,  y  á  vista  de  la 
apreciable  sangre  que  en  él  se  ha  vertido,  detesten  los  siste- 
mas, que  prometiendo  una  felicidad  quimérica,  se  abren  paso 
hacia  ella  á  costa  de  sangre,  sacrificando  al  ídolo  de  su  iluso- 
ria independencia  los  primeros  sentimientos  de  la  humanidad, 
y  despojándose  aun  de  aquellas  virtudes,  que  mas  parecen  de 
instinto  que  de  estudio  y  de  ilustración.  No,  no  hay  lágrimas 
bastantes  para  llorar  la  desgracia,  objeto  del  dolor  público  de 
esta  capital.  Or  dones,  Primo,  Guicolea,  Mor  gado,  La  Madrid,  y 
todos  los  preclaros  varones  que  en  ese  dia  nefando  pagaron  á 
la  muerte  un  anticipado  tributo:  ¿por  qué  fatalidad  no  termi- 
naron su  preciosa  existencia  en  los  campos  de  batalla,  para 
que  en  algún  modo  se  hubiese  consolado  nuestro  dolor  en  tal 
pérdida!  Acogidos  después  del  infeliz  éxito  de  la  campaña  de 
Maypú,  baxo  la  salvaguardia  del  derecho  de  gentes:  ¿cuál  fué 
su  culpa,  para  que  del  modo  mas  cruento  se  inmolasen  _vidas 
tan  preciosas?  ¿Acaso  su  fidelidad  al  Soberano,  y  adherencia 
á  los  principios  civiles  y  políticos  que  heredaron  de  sus  padres, 
y  que  les  recomendaron  como  origen  de  las  virtudes  que  en 
todo  tiempo  han  ilustrado  la  monarquía?  No  fué  otro  su  cri- 
men, al  que  siempre  acompañará  la  gloria,  que  solo  es  auxi- 
liar de  la  virtud.  Pero  aunque  salieron  de  la  vida,  no  murieron 
porque  jamas  mueren  los  grandes  exemplos,  ni  menos  los  que 
con  ellos  edifican  al  resto  de  los  hombres.  Si,  como  se  asienta 
en  los  papeles  públicos  de  Chile,  emprendieron  quebrar  las  ca- 
denas que  arrastraban,  no  seria  para  alcanzar  su  libertad,  sino 
como  único  medio  de  salvar  el  estado  y  la  religión  de  las  cala- 
midades, en  que  veian  sumergirse  el  trono  y  el  altar,  por  apa- 
gar con  su  sangre  de  un  modo  propio  de  los  héroes  ese  fuego 
consumidor  del  orden  y  de  las  virtudes.  O  salvemos,  dirían  en 
tal  caso,  la  monarquía  de  tempestad  tan  destructora;  ó  si  no 
ceñimos  nuestras  sienes  de  este  laurel  de  gloria,  gozemos  la 
dulce  satisfacción  de  haberla  procurado:  y  ya  que  nuestra  san- 
gre no  restablezca  la  tranquilidad,  y  el  imperio  de  las  leyes, 
salgamos  del  mundo,  acreditándole  que  empleados  para  soste- 
ner la  monarquía  y  el  orden,  no  pudimos  ser  espectadores  pa- 
cíficos de  los  males  x^úblicos,  y  calculadores  quietos  de  las  con- 
secuencias de  principios  tan  ominosos.  No  hay  medio:  seamos 
ó  los  libertadores,  ó  las  víctimas  del  estado.  Ah !  Trasíbulo, 


—30o— 
y  Arístónienes  lio  fueron  animados  de  mas  nobles  y  altos  sen- 
timientos, aunque  mas  felices.  Pero  vuestra  sangre  derramada 
en  ese  pavimento  indigno  de  ella,  arde  y  circula  en  nuestros 
corazones,  y  no  dejará  de  animar  los  de  nuestros  hijos.  Moris- 
teis Campeones  ilustres,  pero  no  para  nosotros,  pues  á  la  in- 
fausta nueva  de  vuestra  desgracia,  no  hubo  quien  no  se  ski  rie- 
se en  esta  ciudad  herido  casi  con  el  mismo  golpe,  llorando,  ya 
que  no  sobre  vuestros  cadáveres,  sobre  vuestras  imágenes,  que 
permanecen  y  permanecerán  perpetuamente  grabadas  eu  nues- 
tros corazones.  Y  desques  de  los  primeros  desahogos  del  do- 
lor, se  trató  de  honrar  vuestra  memoria  con  el  publico  testi- 
monio del  duelo  militar,  implorando  del  Dios  de  los  exércitos, 
por  quien  reynan  los  Soberanos,  la  misericordia  y  el  descanso 
de  vuestras  almas,  porque  nada  hay  puro  ante  sus  ojos,  si  no 
se  lava  con  la  sangre  de  Jesucristo.    Guando  pues  las  genera- 
ciones sucesivas  se  instruyan  del  cruento  modo  de  tales  muer- 
tes, detestando  á  los  que  las  perpetraron  en  el  delirio  de  la  ra- 
zón, y  en  el  trastorno  de  los  mas  sanos  principios,  se  instrui- 
rán también  de  que  se  honró   esa  sangre  apreciable  con  las 
lágrimas  de  los  justos,  supliendo  los  mas  sinceros  sentimientos 
desde  esta  distancia  los  funerales,  que  les  negó  el  rencor  de 
unos  hombres,  que  reputaron  por  delito  no  seguir  las  ideas, 
que  han  devastado  y  continúan  devastando  el  nuevo  mundo. 
¡  O  si  la  elocuencia  del  corazón  pudiese  transmitirse  á  los  la- 
bios !  Mas  quede  ^  los  Lucanos  y  Eurípides  del  Perú  pintar 
con  el  pincel  del  sentimiento  los  destrozos  y  sacrificios  de  la 
guerra  civil,  y  el  furor  y  embriaguez  del  odio  fraterno.  ¡  Que 
campo  tan  de  sangre,  y  que  escenas  tan  de  horror  ofrece  ya  el 
lienzo  de  la  historia  á  sus  sublimes  genios !  Las  armas  que  por 
cerca  de  tres  siglos  han  x)ermanecido  en  reposo,  baXo  la  bené- 
fica sombra  del  árbol  de  la  obediencia,  se  han  afilado  para  he- 
rir á  los  conciudadanos,  amigos  y  deudos,  y   confundidas  las 
primeras  ideas,  la  discordia  solo  anima  el  brazo  de  los  hijos  de 
un  padre  común.  ¡  O  y  quiera  el  cielo  entren  los  hombres  en 
sí  mismos,  y  reconciliados  con  la  sociedad,  nos  restituyan  esos 
tiempos  bien  hadados,  en  que  unidos  los  pueblos  al  trono  res- 
piraba la  América  tranquila  y  sin  zozobra  la  paz  y  la  abun- 
dancia! Vuelvan,  vuelvan  esos  perdidos  dias  y  Un  velo  denso 
cubra  los  errores  de  los  actuales  tiempos,  y  solo  hagamos  re- 
cuerdo de  ellos,  para  instruir  á  nuestros  hijos  de  los  males  que 
se  cometen  bajo  el  nombre  de  la  libertad,  tan  ansiada  y  tan 
desconocida,  y  de  la  que  no  puede  gozar  el  hombre  sin  sumi- 
sión á  las  leyes.  ¡  Pueblos !  presas  incautas  de  la  seducción  de 
los  que  prometen  felicidades  teóricas  con  males  positivos,  ins- 
truios  en  que  no  hay  desgracia  comparable  á  la  guerra  civil, 

Literatura — 28 


—306— 

en  que  la  clorada  manzana  de  la  libertad  que  se  os  brinda,  es 
parecida  al  fruto  vedado  del  árbol  del  paraíso,  que  sin  embar- 
go de  la  hermosura  de  sus  colores,  y  del  placer  que  se  siente 
al  gustarlo,  produce  la  muerte  al  digerirse.  Detestad  una  guer- 
ra sacrilega,  que  pone  las  leyes  á  los  pies  del  crimen,  cu  la  que 
se  ve  infelizmente  á  los  hijos  de  unos  mismos  padres  dirigir 
sus  manos  para  despedazar  las  entrañas  de  su  patria.  Si  en  los 
campos  de  Farsalia  se  vio  al  Águila  contra  el  Águila  destro- 
zar á  la  Señora  del  mundo,  en  los  nuestros  se  mira  al  León 
contra  León,  y  á  dos  campos  unidos  por  los  vínculos  de  la 
sangre  derramar  la  que  debia  conservarse,  pues  toda  es  nues- 
tra. ¡Qué  furor,  qué  exceso  de  demencia  y  de  rabia  anima 
vuestras  diestras!  Buscáis  combates  sin  tener  jamás  triunfos. 
Porque  ¿  cómo  puede  darse  tal  nombre  á  los  que  se  consigan 
siempre  al  precio  de  nuestra  sangre?  Contemplad,  contemplad 
ias  llagas  que  habéis  hecho  en  el  cuerpo  político.  Vuestras 
ciudades  se  han  convertido  en  desiertos,  y  sus  soberbios  techos 
yacen  de  escombros  por  los  suelos.  Errantes  en  la  soledad  las 
semivíctimas  de  la  subversión  aumentan  sus  desgracias,  con- 
templando marchítala  pompa  de  Jos  campos,  y  los  abrojos  en 
el  lugar  de  las  flores,  porque  el  labrador  ha  cambiado  el  aza- 
dón por  la  espada.  Los  enemigos  extraños  no  nos  han  herido 
con  tales  plagas,  y  las  presentes  nos  vienen  de  unas  manos  do- 
mésticas. Oh !  sea  esta  última  sangre  que  se  vierta,  y  aplaqúe- 
se el  cielo  irritado,  mandándonos  después  de  este  diluvio  civil 
el  iris  de  paz,  que  encierre  en  su  arco  celestial  la  España  y  las 
Américas,  de  modo  que  solo  formen  un  corazón  y  un  espíritu, 
y  caigan  los  anatemas  de  la  humanidad  sobre  los  que  ofrecen 
una  felicidad  ideal  comprada  con  lágrimas  y  sangre. 

Si  en  todas  circunstancias  ha  aborrecido  esta  ciudad  fidelísi- 
ma la  insurrección  j  el  trastorno,  dando  pruebas  constantes  de 
su  indeleble  lealtad,  nunca  mas  que  al  ceciorarse  de  la  triste 
nueva  de  la  decapitación  de  oficiales  tan  beneméritos.  Todos 
los  cuerpos  militares  juraron  ante  sus  respectivos  jefes,  aban- 
donarían antes  la  vida,  que  tan  justa  venganza;  y  el  Excmo. 
Sr.  Vircy,  asi  por  sus  generosos  y  nobles  sentimientos,  como 
por  los  de  la  tropa,  y  de  toda  la  ciudad,  resolvió  se  hiciesen  á 
la  brevedad  posible  las  exequias  merecidas  á  los  mártires,  que 
sostuvieron  hasta  el  último  aliento  los  derechos  de  la  corona, 
destinando  para  ellas  el  30  de  Abril.  En  la  víspera  á  las  cua- 
tro de  la  tarde  el  doble  general  en  la  Iglesia  Catedral,  á  que 
correspondieron  todas  las  demás,  parecía  renovar  con  aumen- 
to el  dolor  causado  por  la  primera  noticia,  anunciando  el  lú- 
gubre sonido  de  la  campanas  la  importancia  del  motivo,  y  el 
mayor  duelo  de  los  corazones.  Amaneció  el  dia  30  con  una 
luz  sombría,  porque  el  cielo  quiso  en  cierto  modo  acompañar 


— 307 — 

el  luto  de  la  tierra.  El  triste  sonido  de  las  campanas,  que  no 
se  interrumpía;  el  de  los  cañones  que  con  las  descargas  corres- 
pondía al  de  aquellas :  mil  doscientos  hombres  de  los  cuerpos 
militares  sacados  de  las  compañias  de  Granaderos  y  Cazadores 
del  Infante  D.  Carlos,  Burgos,  Cantabria,  Concordia,  Arequi- 
pa, Milicias  Españolas,  Artillería,  Escuadrón  de  la  guardia  de 
honor  de  S.  E.  con  las  insignias  de  duelo :  las  caxas  y  banderas 
enlutadas:  los  oficiales  manifestando  en  sus  rostros  pintados 
el  dolor  y  la  justa  venganza  por  sus  compañeros  de  armas, 
dignos  de  otra  suerte:  el  silencio  de  la  ira  y  de  la  congoja, 
mas  elocuente  que  los  fogosos  discursos  de  los  oradores,  da- 
ban á  la  lúgubre  ceremonia  un  aire  de  magestad,  que  aunque 
pudo  sentirse  y  palparse,  no  es  dado  á  la  pluma  el  expli- 
carlo. 

Por  enmedio  de  la  tropa  formada  en  la  plaza  mayor  pasó  S. 
E.  con  la  comitiva  de  los  Tribunales  de  la  Real  Audiencia,  del 
de  Cuentas,  Excmo.  Ayuntamiento,  Consulado,  Minería,  y  ofi- 
cialidad de  los  cuerpos  ya  nombrados,  dirigiéndose  á  la  iglesia 
catedral,  en  donde  el  Excmo.  é  Illmo.  señor  Arzobispo,  y  el 
venerable  Dean  y  Cabildo  ocupaban  en  el  coro  con  duelo,  se- 
gún rito,  los  lugares  correspondientes.  El  luto -de  la  iglesia,  y 
de  las  armas  precedidos  por  los  gefes  de  la  religión  y  el  esta- 
do, el  silencioso  bullicio  del  concurso,  la  patética,  música  mili- 
tar y  religiosa;  todo  anunciaba  ser  mas  el  sentimiento,  que  las 
muestras  externas  de  tan  justo  dolor 

En  el  presbiterio  sobre  un  cuadrilongo  de  ocho  varas  de  fren- 
te se  elevó  un  zócalo  de  dos  de  alto,  y  en  sus  extremos  se  co- 
locaron dos  estatuas  representantes  de  la  religión  y  fortaleza 
de  los  finados:  en  su  medio  sobresalía  la  mesa  del  altar  con  el 
mayor  decoro,  sencillez  y  gracia.  Tres  gradas  ó  estancias  sobre 
el  zócalo  formaban  la  elevación  y  retiro  en  busca  del  centro 
del  cuadro,  y  sobre  la  última  se  elevaba  la  urna  ó  depósito 
figurado  de  las  cenizas  de  las  víctimas,  cuyo  frente  cubría  un 
paño  de  terciopelo  con  fleco  de  oro,  con  el  escudo  Real  borda- 
do en  la  parte  superior,  y  cayendo  sus  lados,  eran  sostenidos 
por  dos  Genios,  que  llorando  guardaban  en  la  falda  del  man- 
to las  insignias  de  los  gefes  y  oficiales  sacrificados;  con  esta 
inscripción : 

Murieron  por  la  gloria,  y  mas  vivieron 
Cuando  el  golpe  de  muerte  recibieron. 

Cerraba  la  urna  una  pirámide  cortada  la  cúspide,  terminan- 
do con  una  gran  copa  dorada,  en  que  ardia  el  fuego  de  la  leal- 
tad de  las  víctimas,  elevando  hacia  el  cielo  su  clamor.  El  fon- 
do de  este  aparato,  bajo  del  mismo  frente  de  ocho  varas,  era 


—SOS- 
cerrado  por  cuatro  columnas  dóricas  de  jaspe  negro,  dos  en  ca- 
da lado  sobre  la  primera  grada,  y  ligadas  por  un  sólido,  que  las 
unian  sobre  el  capitel,  cargaban  en  su  medio  un  vaso  etrusco 
lleno  del  mismo  fuego :  por  la  espalda  de  las  columnas  salian 
enlutadas  las  puntas  de  las  banderas  de  los  Begiinientos.  En 
la  mayor  elevación  del  arco  toral  se  miraba  volando  el  Águila 
del  tutelar  de  la  Iglesia  con  su  escudo,  y  de  sus  garras 
pendía  lánguidamente  un  catafalco  de  tafetán  morado  con 
flecos  blancos,  cuyas  dos  caidas  baxaban  sobre  el  sólido 
de  las  columnas,  y  cerraban  el  fondo  con  dignidad  y  ar- 
monía. Otras  dos  estatuas  colocadas  en  la  primera  grada 
del  fondo,  representaban  la  fidelidad  y  constancia  de  nuestros 
campeones :  y  multitud  de  acheros  y  candeleros  de  plata  simé- 
tricamente situados,  formaban  un  todo  digno  del  objeto.  El 
claro  de  las  gradas  del  Prebisterio  daba  tránsito,  y  dejaba  ais- 
lado el  túmulo,  para  que  en  sus  cuatro  ángulos  hiciesen  la 
guardia  eup.tr o  alabarderos:  y  los  gruesos  del  arco  toral  ocupa- 
dos en  su  pié  por  los  ambones,  se  cubrieron  formando  un  pe- 
destal enlutado,  sobre  el  cual  en  figura  de  pavellon  de  armas 
con  cajas  de  guerra  se  colocaron  las  banderas  de  los  regimien- 
tos concurren  tes  á  la  función. 

Después  de  la  solemne  vigilia  se  cantó  la  misa  por  Sr.  Ar- 
cediano Dr.  D.  Ignacio  Mier:  en  el  tiempo  de  los  oficios  se  hi- 
cieron tres  descargas  por  la  tropa  formada  en  la  plaza,  man- 
dada por  el  teniente  coronel  D.  Agustin  de  Otermin,  jefe  de 
dia.  Y  acabado  el  santo  sacrificio,  pronunció  la  oración  fúne- 
bre el  Dr.  D.  José  Joaquín  de  Larriva,  cuyos  talentos  y  luces 
están  notoriamente  acreditados,  y  es  por  demás  detenernos  en 
ponderar  el  mérito  de  este  recomendable  literato,  y  de  la  obra, 
cuando  impresa  á  continuación,  hará  en  todo  tiempo  el  pane- 
gírico de  sí  misma,  y  de  su  autor. 

Acabados  los  religiosos  oficios  se  dirigió  al  Palacio  el  Exce 
lentísimo  Sr.  Virey  con  el  mismo  acompañamiento,  y  todos 
los  jefes  militares  arengaron  á  S.  E.,  con  aquella  elocuencia 
propia  del  dolor,  reiterando  los  votos  de  sacrificarse  en  las 
aras  de  la  corona,  y  de  vengar  la  sangre  de  víctimas  tan  ilus- 
tres hasta  el  último  aliento;  y  habiendo  contestado  S.  E.  con 
la  dignidad  de  su  empleo  y  carácter,  se  despidió  la  comitiva  y 
la  tropa  en  un  silencio  profundo,  el  rostro  fixo  en  la  tierra,  los 
oidos  cerrados  á  todo  consuelo,  y  desdeñando  la  vista  de  la 
luz,  denotando  la  ira  terrible  que  despedazaba  sus  corazones, 
y  el  huracán  que  se  formaba.  O  yo  no  conozco  á  los  Eomanos, 
dixo  Ofilio  Oalavio,  después  del  suceso  infeliz  del  tratado  de 
Candium,  ó  su  silencio  va  á  causar  grandes  gritos  y  sollozos  á 
los  Samnitas.  Silentium  illud  obstinatum,  fixosque  in  terram 
qquIos,  et  surdas  ad  omnia  solatia  aures,  et  pudorem  intuendee  lu- 


—Sim- 
éis, ingentem  molem  irarum  ex  alto  animo  cientis  indicia  esse : 
aat  se  Romana  ignorare  ingenia;  aut  silentium  illud  Samnitibus 
flébiles  brevi  clamores  (1)  gemitusque  excitaturnm.  Mas  la  sacro- 
santa víctima  ofrecida  en  el  altar  por  el  descanso  de  los  héroes 
inmolados,  reconcilie  á  los  hermanos  enemigos,  y  nos  conceda 
la  paz,  por  la  que  ansian  la  religión  y  la  naturaleza  (2). 


[1]  Tit.  Liv.  Lib.  9.  Cap.  6. 

[2]  La  anterior  relación  la  escribió  don  Justo  Figuerolaf. 


CENOTAPHIVM 


D-  O-  M- 


Ne.  tam.   cito,  pergas  mobstvs.  adsta  viator.  in  TE. 

SIQVID  HVMANITATIS.  ADHYC  MOEROR.  LONGE.  IVSTISSIMVS 
XLI  INSIGNES.  DVCES.  ARMIS  ET.  PELLICA.  VIRTVTE  TOT. 
LAVÉIS  IN.  IBEEIA.  RANCAGVA.  TALCABVANO  ET.  CANCHA- 
RALLADA  PARTÍS  HOSCE.  IN  MALPV.  DESERVIT.  FORTVNA.  NON 
VIRTVS  LAMQYE.  HOSTE  SVPERATO  VICTORIAM.  INCLAMANTES 
INFENSO.  ET.  FREQVENTISSIMO.  CLRCVMVENTI.  EQVITATV  TÁN- 
DEM. CAPTI.  DVCVNTVR  PER.  ANDTVM.  NTVES  ET.  PRAERVPTA 
IVGA  QYASI.  GREGARII  PEDIBVS.  IRÉ.  IVSSI LN.  SANCTI.  ALOTSSI 
OPPIDO  RECLVSI  OMNIA.  QVAEQVE.  DVRISSIMA  PATIVNTVR  DÉ- 
CIMO. TÁNDEM.  MENSE  PERHORRESCE  CAVSIS.  NEQVITIA.  FIC- 
TIS  IMMANITATE.  ESCCLERE  CAEDVNTVR  HEV.  CONTRA.  IVS. 
OMNE.  PERRO.  CADVNT.  VEL  ÍGNITA.  GLANDE.  HIS.  FRATRES 
PIENTISSIMI  PARENTANT  TV.  PACEM.  APPRECANDO.  NI  FERREP7S 
DEPLE.  ET.  ABI.  á 


—311. 


CiSJJOTAFIO     v 
A  HONRA  Y  GLORÍA  DE  DIOS  TODOPODEROSO, 


No  apresures  el  paso,  caminante:  abre  tu  pecho  a  la  triste- 
za, si  es  que  en  él  conservas  algunos  restos  de  humanidad. 
Jamas  ha.  habido  causa  que  excite  con  mas  justicia  nuestro 
sentimiento.  Cuarenta  y  un  jefes  de  alta  graduación,  ilustres 
por  sus  hazañas  y  pericia  militar,  después  que  tantas  veces  los 
coronó  la  victoria  en  España,  Eancagua,  Talcahuano  y  Can- 
cha-Bayada,  los  abandonó  en  el  Maypú  la  fortuna,  mas  no  el 
valor.  Ya  sus  filas  vencedoras  aclamaban  la  victoria,  cuando 
cercados  por  todas  partes  de  la  numerosa  enemiga  caballería, 
se  ven  precisados  á  entregarse  prisioneros.  A  la  par  del  mas 
infeliz  soldado  se  les  obliga  á  marchar  á  pié  sobre  la  nieve  y 
mas  escabrosos  pasos  de  los  Andes,  y  a  permanecer  al  fin  re- 
clusos en  el  pueblo  de  San  Luis.  Allí  se  les  hace  padecer  las 
mayores  privaciones  y  angustias,  Por  último  á  los  diez  meses, 
(¡ha!  ¡me  lleno  de  horror  al  repetirlo!)  con  maquinaciones  in- 
ventadas por  la  malicia,  y  crueldad  mas  perversa  son  bárbara- 
mente asesinados.  Sí :  contra  todo  derecho  divino  y  humano 
acaban  miserablemente  sus  dias  á  los  reiterados  golpes  del 
acero  ó  del  plomo.  Sus  sompañeros  de  armas  penetrados  de 
un  exceso  de  sentimiento  y  amor,  celebran  en  su  memoria  es- 
tas exequias.  ¡  O  caminante !  si  no  tienes  un  alma  insensible, 
acompaña  con  dolor  nuestras  lágrimas ;  implórales  del  cielo  un 
eterno  descanso,  y  sigue  tu  camino. 


POESÍAS. 


elegía. 


Luctibus  omne  solum  reboet,  testentur  amorem 

Luctus  ;  ahí  mimii  causa  doloris  inest; 
Fors  erit  ut  laclirymae  lacrymis  tollantur  ab  ipsisr 

Fors  erit  ut  loclirymas  mulceat  ipse  dolor; 
Non  haec  sunt  dubiis  non  liaec  sunt  abdita  signis, 

Sunt  imo  e  certis  cognita  vera  malis. 
Illustres  clarique  (luces  virtute  vel  armis 

Becitibus  invidiae  iam  cecidere  solo  ; 
Vt  quibus  in  Maypu  Bollona  pepercerit,  armis 

Postea  depositis  auferat  otra  dies; 
a  crúor,  liostilis  tellus  madefacta  crúor e  est, 

Tisiphoneque  suas  vibrat  iniqua  faces ; 
JEffuguiique  locus,  locus  idem  caedis,  ibique 

Vulneribus  quisquís  truncus  inaniserat: 
Pars  agitur  misere  manibus  post  torga  revinctis, 

Ictaque  flammanti  grande  vel  ense  cadii. 
Proh  Deus  id  pateris,  ñeque  tantis  térra  dehiscit 

Criminibus,  dirum  quae  tegat  acta  scelusf 
Non  poenus  leo  dente  perit,  non  ungae  leonis, 

Vrsus  non  ursi  viscera  dilacerat; 
Invehit  in  victos  victrix  fera  nulla,  subinde 

Pugna,  suumfinem  quumiacct  hostis  habet; 
Vrsum  solus  homo  excellit,  feritate  leonem, 

Isque  siium  gaudet  sternere  caede  genus. 


—313— 

fSustinet  innocui  fratris  divillere  frater 

Mentira  sui  quoties  impulit  ira  ma/rius. 
Bella  ciens  bellum  civile  excandet  utrinque, 

Alterum  ut  alterius  tota  ruina,  premat. 
Vltio  solas  amor¡  Ianus  sua  templa  reclusit, 

Et  fraeni  impatiens  porrigiat  arma  furor  ; 
¡Sed  tándem  sese  nobis  victoria  prodet, 

Palmasque  incipiet  continuare  suas  ; 
Pax  et  al)  occiduis  Americae  Solis  ad  oras 

Bestituet  terris  quae  periere  bona; 
Haec  Pater  liaec  Princeps  rede  qui  flectit  habenas 

Imperii  nobis  áurea  dona  parat. 
Perpetui  interea  vobis  statuantur  honores, 

VobiSj  caesa  modo  pars  memoranda  ducum, 
Quos  nec  tempus  edax  pot&ritve  dbolere  vetustas, 

Idque  opus,  id  studium  posteritatis  erit. 


VERSIÓN. 


Voces  de  llanto  y  de  tristeza 

Sed  los  testigos  que  al  mundo  prueben 

El  dolor  nuestro,  nuestra  terneza; 
Mas  ha !  que  á  veces  un  excesivo 

Dolor  intenso  llorar  prohibe, 

Pues  son  los  llantos  un  lenitivo. 
Funesta  causa,  cierta,  evidente 

Todos  excita  los  movimientos 

Que  en  nuestros  pechos  el  alma  siente, 
Oh !  cuantos  xefes,  los  mas  nombrados 

Cuyas  proezas  el  orbe  admira, 

Son  por  la  envidia  sacrificados' ! 
Un  solo  día  siega  y  termina 

Tantas  preciosas  vidas  que  Marte 

Salvó  en  el  Maypu  de  la  ruina, 
¿La  tierra  inundan  roxos  torrentes?. . . . 

¿La  infernal  tea  Megera  enciende?. . . . 

¡  Ah !  son  su  presa  los  inocentes. 
I  Ah !  donde  esperan  hallar  su  amparo 

La  muerte  encuentran,  que  el  enemigo 

Literatura — 21  * 


— 314— 

Les  da  con  negro  fiero  descaro; 
Vedlos  que  espiran  baxo  el  horrible 

Puñal;  ali!  vedlos  puestos  por  blanco 

Del  encendido  plomo  terrible, 
¡Dios  de  justicia!  como  toleras 

El  grande  colmo  de  tantos  males, 

Atrocidades  tan  lastimeras ! 
No  asi  á  la  tigre  la  tigre  hircana, 

No  asi  al  munida  león  devora 

La  mas  sangrienta  fiera  africana; 
Su  fatal  rabia,  y  sus  rugidos 

Luego  terminan  con  la  victoria, 

Ni  se  encrulece  con  los  vencidos. 
¿Y  el  hombre?  ¿El  hombre  mas  cruel  que  fiera 

Osa  en  su  especie  tan  atrozmente 

Cebar  su  saña  vil  y  altanera? 
¿No  se  horroriza  al  ver  sus  manos 

Teñirse  ímpias  con  la  inocente 

Sangre  de  padres,  hijos,  hermanos? 
¡A!  que  la  guerra  civil  sangrienta 

De  muerte,  estragos,  asesinatos 

El  mas  horrible  cuadro  presenta ! 
De  paz  remota  toda  esperanza, 

Por  todas  partes  suenan  los  tristes 

Gritos  de  encono,  odio,  venganza. 
Mas  Oh !  ya  cerca  veo  la  victoria 

Tejer  guirnaldas  de  sus  laureles, 

Y  darnos  nuevos  timbres  de  gloria. 
La  paz  desde  estas  bellas  regiones 

Al  Perú  todo  triste  asolado 

Brindar  con  ricos  preciosos  dones. 
Sí,  el  Xefe  ilustre  que  nos  gobierna, 

Cual  tierno  padre,  siempre  invencible 

Nos  la  prepara  firme  y  eterna. 
El  os  consagra,  bravos  guerreros, 

ínclitos  xefes,  estos  solemnes 

Justos  honores  y  postrimeros, 
Viva  su  nombre,  viva  su  gloria 

Grabada  en  bronces  indestructibles 

Y  en  nuestros  pechos  vuestra  memoria. 


-^-315- 


Lóbrega  tumba,  que  á  la.  espesa  sombra 
Del  fúnebre  ciprés  en  pavoroso 
Cóncavo  seno  encierras  las  cenizas 
De  tantos  héroes,  sus  preciosos  restos 
Sacrificados  af*furor  conserva. 
Consagrada  mansión  al  sueño  eterno 
Recuerda  en  San  Luis  al  caminante 
Unos  nombres,  y  hazañas  tan  famosas 
Que  el  tiempo  mismo  á  respetar  se  obliga. 
JSTo  el  furioso  Aquilón;  no  el  Austro,  ó  Noto 
M  el  estruendo  del  trueno,  ó  la  centella 
Perturben  la  pacífica  morada 
De  manes  tan  gloriosos  y  tan  caros. 
Huid  de  ese  lugar,  aves  nocturnas, 
No  altere  vuestro  canto  aquel  silencio 
Qué  en  el  sepulcro  encuentran  los  mortales. 
¿Mas  donde  está  la  tumba,  el  monumento 
Deposito  final  de  tantas  glorias  1 
Solo  diviso  escombros  y  cabanas, 
Torbellinos  de  polvo  que  los  vientos 
Levantan  al  marcharla  soldadesca; 
Oygo  voces  confusas  y  gemidos 
Del  angustiado  y  triste  ciudadano 
Que  llora  desnudez,  hambre  y  miseria. 
Mas  allá  se  percibe  el  sonoroso 
Retumbar  de  las  trompas  y  tambores 

Y  el  relinchar  de  indómitos  caballos. 
Acá  los  tiros  de  fusil  de  aquellos 

Que  en  el  arte  se  ensayan  de  la  guerra. 
¿Entre  estos  aparatos  ominosos, 

Y  escenas  de  terror,  vagáis  errantes 
Sombras  de  tantos  héroes  de  la  Iberia 
Que  en  el  aciago  y  mas  sangriento  dia 

En  que  el  Maipú  tembló  de  horror  y  espanto 

Caisteis  en  poder  del  enemigo? 

¿Dónde  estáis?  ¿No  os  encuentro  ?  ¿Os  busco envano? 

¿Después  de  un  atentado  el  mas  horrible, 

Después  del  inhumano  sacrificio 

Vuestros  miembros  tal  vez  despedazados 

Fueron  pasto  de  fieras,  ó  de  buitres, 

O  insepultos  aun  sirven  de  mofa 

Al  habitante,  al  bárbaro  asesino  ? 


—316— 
¿Qué  leyes  qué  costumbres  autorizan 
La  muerte  del  rendido,  que  se  acoge 
Al  fuero  mas  sagrado,  é  imprescindible 
Derecho  que  la  vida  le  asegura? 
¿Qué  principios,  qué  origen  es- el  vuestro, 
Terroristas  del  Plata?  ¿Descendéis 
De  la  sangre  española,  ó  de  la  infame 
Eaza  de  los  caribes,  que  de  estragos, 
Muertes,  y  asesinatos,  se  alimentan? 
¿El  siglo  de  las  luces,  siglo  culto 
Podrá  llamarse  el  nuestro,  si  en  las  gentes 
Que  pueblan  vuestros  campos  y  ciudades 
Sentimientos  tan  bárbaros  se  anidan? 
Ah !  Detestad  al  fin  tantos  delitos, 
Implorad  el  perdón  ¿ISTó  veis  cubierto 
El  océano  de  naves,  que  surcando 
El  undoso  elemento,  ya  se  acercan 
A  inundar  de  guerreros  vuestras  playas? 
Miradlos  y  temblad,  ya  se  apresuran 
A  vengar  sus  ofensas  y  la  sangre 
Que  con  tanta  ignominia  habéis  vertido 
Para  oprobio  del  hombre  é  infamia  vuestra. 
Ha !  vuelva  la,  razón  á  vuestras  mentes 
Ilusas  y  engañadas;  al  fin  sea 
Vuestro  bien  el  que  os  venza,  y  no  el  castigo, 

J,  P.  Y% 


ORACIÓN  FÚNEBRE 

Que  en  las  solemnes  exequias  celebradas,  de 
orden  del  Excmo.  Sr.  D.  Joaquín  de  la 
Pezuela,  Virey  del  Perú,  en  esta  Santa 
Iglesia  Catedral,  el  dia  30  de  Abril  de 
1819,  por  los  ilustres  jefes  y  oficiales  del 
ejército  real  asesinados  por  los  enemigos 
en  la  Punta  de  San  Luis,  pronunció  el  I)r. 
D.  José  Joaquín  de  Larriva  y  Ruiz,  Maes- 
tro en  artes,  Dr.  en  Sagrada  Teología  y 
en  ambos  derechos,  etc.,  etc. 


a  la  excelentísima  señora  vlreyna  del  perú,  doña 
María  Angela  Oeballos  y  Olarria. 

Excma.  Señora. 

La  benigna  acogida  que  mereció  á  V.  E.  el  sermón  panegírico 
que  tuve  la  honra  de  decir  en  el  recibimiiento  que  hizo  á  su  Excmo. 
esposo  la  Universidad  de  San  Marcos,  me  alienta  á  consagrarle 
él  elogio  fúnebre  de  los\ilustres  militares  sacrificados  en  San  Luis. 
Conozco  la  diferencia  Excma.  señora.    Entonces  proporcioné  á 


—318— 
V.  JE.  placer  y  rogocijo,  pintándole  proezas,  hazañas  y  virtudes  : 
y  hoy  le  proporciono  solamente  angustia  y  sentimiento,  pintándole 
homicidios,  horrores  y  delitos.  Mas  no  desisto  por  eso  de  mi  glo- 
rioso empeño.  Aflíjase  en  buenhora  V.  JE.  con  la  obra  que  le  pre- 
sento, y  derrame  sobre  ella  algunas  lágrimas  ;  que  yo  le  empeño 
mi  palabra  de  enjugárselas  muy  breve,  poniendo  en  sus  manos  la 
oración  que  pienso  pronunciar  en  el  gran  día  que  se  tributen  gra- 
cias al  Dios  de  las  victorias,  por  haber  protegido  nuestras  wrmas 
en  la  campaña  inmortal  que  humille  de  una  vez  á  los  enemigos 
del  rey,  y  pacifique  las  Américas. 

Dios  guarde  á  V.  JE.  muchos  años. — Lima  y  Mayo  10  de  1819. 

Excma.  Señora. 

José  Joaquín  pe  Larriva, 


AL  LECTOR. 


La  oración  fúnebre  que  tienes  en  las  manos,  y  que  se  ha 
dado  á  la  prensa  sin  reformarla  en  lo  menor,  fué  trabajada  en 
ocho  dias  por  un  hombre  que  ademas  de  la  escasez  de  susflu- 
ces  y  de  la  cortedad  de  sus  talentos,  estaba  enfermo  y  lleno  de 
atenciones.  No  tiene  por  objeto  esta  advertencia  encarecer  la 
obra;  sino  hacerte  presente  los  motivos lque  deben  obligarte  á 
perdonar  los  defectos  que  le  encuentres,  mirándola  con  un 
ojo,  no  crítico  y  severo,  sino  indulgente  y. benigno.    Vale. 


José  Joaquín  de  Lakriva. 


ECCE  IRATUS  DOMINÜS  DEUS  PATRUM  VESTRORUM  CONTRA.  JÜ- 
DA,    TRADIDIT  EOS  IN  MANIÉUS  VESTRIS,  ET    OCCIDISTIS  EOS 

atrociter;  ITA  ut  ad  ccelum  pertingeret  vestra  cru- 
delitas.  Sed  audite  consilium  meum,  et  reducite  cap- 
tivos QUOS  ADDUXISTIS  DE  FRATRIBUS  VESTRIS,  QUIA  MAG- 

nus  furor  domini  imminet  vobis. 

Vosotros  habéis  visto  que  irritado  el  señor,  el  dios  de 
vuestros  padres  contra  los  hijos  de  juda,  los  entre- 
gó en  vuestras  manos,  y  los  matasteis  vosotros  con 
tanta  atrocidad;  de  manera  que  vuestra  credulidad 
ha  llegado  hasta  el  cielo.  mas  oíd  mi  consejo  v  vol- 
ved á  enviar  los  prisioneros  que  habéis  tomado  de 
vuestros  mismos  hermanos,  porque  el  gran  dlos  está 
pronto  á  descargar  sobre  vosotros  todo  el  peso  de 
su  santa  indignación. 

Libro  segundo  de  los  Paralipómenos,  capítulo  veintiocho,  ver- 
sos nono  y  undécimo. 


Excmo.  Señor. 

¡  Qué  grandes  son  las  clemencias  y  las  misericordias  del  Se- 
ñor, y  qué  terribles  sus  juicios  y  justicias!  Si  derrama  sin  me 
dida  sus  bendiciones  y  sus  gracias  sobre  los  pueblos  fieles  que 
siguen  sus  caminos,  también  castiga  sin  medida  á  los  perver- 
sos que  insultan  su  nombre  sacrosanto.  El  saca  milagrosamen- 
te del  Egypto  á  los  hijos  de  Israel:  hace  que  atraviesen  el  de^ 
sierto,  a  fuerza  de  prodigios:  los  pone  en  posesión,  con  el  in- 
fluxo  de  su  brazo,  de  la  tierra  de  Canaan  tan  prometida  a  sus 
padres :  les  da  príncipes  justos  que  los  gobiernen  en  su  nom- 
bre: marcha  él  mismo  en  persona  á  la  cabeza  de  sus  tropas: 

Literatura — 30 


—322— 
combate  por  su  causa:  y  extermina  de  una  vez,  con  su  espada, 
vengadora,  á  tantas  gentes  belicosas  que  se  levantan  contra 
ellos.  Mil  veces  le  vuelve  las  espaldas  ese  pueblo  desconocido 
y  revelde;  y  él  les  manda  mil  veces  ministros  llenos  de  celo  y 
unción  y  caritlad,  que  le  echen  en  cara  su  ingratitud  y  su  per- 
fidia; le  manifiesten  sus  desvíos;  y  le  enseñen  á  teinplar  la 
cólera  terrible  del  Dios  de  las  venganzas.  Pero  viendo  que 
desprecia  los  oráculos  sagrados  que  él  se  digna  pronunciar 
por  boca  de  sus  profetas ;  y  cansado,  por  decirlo  así,  de  tanto 
sufrimiento;  resuelve  dividirle,  y  hacer  dos  pueblos  enemigos, 
de  una  grande  familia  que  reconociendo  en  Jacob  un  origen 
común,  habia  vivido  mas  de  cinco  siglos  bajo  las  mismas  le- 
yes, las  mismas  costumbres,  el  mismo  soberano.  JScce  ego  scin- 
dam  regnum  de  manu  Salomonis  (1). 

Esta  sentencia  formidable  que  habia  sido  pronunciada  rei- 
nando Salomón,  tuvo  su  cumplimiento  en  los  dias  de  su  hijo 
Eoboam.  Apenas  asciende  este  rey  desgraciado  al  trono  de  su 
padre,  cuando  el  fuego  abrazador  de  la  sedición  y  la  discordia, 
encendida  y  atizado  por  el  perverso  Jeroboam,  se  extiende  en 
un  momento,  envuelve  a  once  de  las  tribus  en  su  llama  voraz 
y  destructora.  Todo  el  pueblo  se  pone  en  convulsión.  Se  re- 
bela Israel  contra  Judá ;  y  se  separa  enteramente  de  la  casa 
de  David:  Mecessitque  Israel  á  domo  David  usque  in  prcesentem 
d-iem  (2). 

Desde  entonces  las  desgracias  y  calamidades  y  desastres  co- 
mienzan á  caer  sobre  ambos  reynos.  Trata  cada  uno  de  aco- 
meter al  otro,  y  conquistarle.  Y 'solo  consiguen  destrozarse  y 
debilitarse  mutuamente,  hasta  ponerse  en  estado  de  ser  á  ca- 
cada paso  la  presa  miserable  de  las  naciones  extrangeras :  de 
esas  mismas  naciones  á  quienes  ellos,  en  los  tiempos  felices  de 
su  unión  y  su  concordia,  habían  vencido  tantas  veces.  Allí  se 
miran  pelear  amigos  contra  amigos,  hermanos  contra  herma- 
nos, hijos  contra  padres,  y  padres  contra  hijos.  Eios  de  sangre 
inundan  la  Judea :  y  no  se  ven  por  todas  partes,  sino  escom- 
bros y  ruinas  y  cadáveres.  El  Dios  délos  ejércitos,  por  uno  de 
aquellos  insondables  misterios  de  su  infinita  sabiduría,  se  vale 
alternativamente  de  cada  uno  de  los  reynos,  para  castigar  los 
crímenes  del  otro.  Crecen  de  dia  en  dia  la  confusión  y  el  de- 
sorden. Y  en  la  época  funesta  del  reinado  de  Achaz,  parecen 
llegar  hasta  su  colmo  la  ambición  y  la  maldad.  Se  renuevan 
los  sangrientos  ritos  de  las  naciones  idólatras:  se  ofrecen  sa-, 
crificios  ó  inciensos  sobre  los  altos  y  collados,  y  bajo  los  árbo- 


[1]  Libro  tercero  de  los  reyes,  capítulo  undécimo,  verso  trigésimo  pri- 
mero. 

[2]  Libro  tercero  de  los  reyes,  capítulo  duodécimo,  verso  décimo  nono. 


—323— 
les  frondosos;  y  las  infames  estatuas  de  los  ídolos  ocupan  los 
altares  levantados  en  honor  de  ]$,  Divinidad  (1).  Profanacio- 
nes, sacrilegios,  robos,  homicidios. ..  .todos  los  crímenes,  to- 
dos los  exesos  se  hacen  familiares  á  unos  hombres  que  entera- 
mente olvidados  del  Dios  de  sus  mayores,  y  sordos  á  los  gri- 
tos de  la  religión  y  humanidad,  solo  escuchan  la  voz  de  sus 
pasiones. 

Pero  nada  irrita  mas  al  Todopoderoso  que  la  atrocidad  que 
cometen  los  hijos  de  Israel  con  sus  hermanos  de  Judá  que  lo- 
gran aprisionar  en  un  combate  en  que,  por  altos  designios  de 
la  divina  providencia,  salen  vencedores.  Hacen  perecer  los 
mas  valientes  al  filo  del  cuchillo;  y  reservan  los  demás  para 
hacerlos  sus  esclavos.  Entonces  es,  cuando  el  Profeta  del  Se- 
ñor, (2)  lleno  de  su  furor  y  de  su  espíritu,  se  presenta  delante 
del  exército  que  marchaba  victorioso  a  la  ciudad  de  Sainaría; 
y  le  reprende  y  le  amenaza  de  parte  del  Altísimo.  Vosotros 
habéis  visto,  les  dice  él,  que  irritado  el  Señor,  el  Dios  de  vuestros 
padres  contra  los  hijos  de  Judá,  los  entregó  en  vuestras  manos,  y 
¿os  matasteis  'vosotros  con  tanta  atrocidad;  de  manera  que  vues- 
tra crueldad  ha  llegado  hasta  el  Cielo.  Mas  oid  mi  consejo,  y  vol- 
ved á  enviar  los  prisioneros  que  habéis  tomado  de  vuestros  mismos 
hermanos,  porque  el  Gran  Dios  está  pronto  á  descargar  sobre  vo- 
sotros todo  el  peso  de  su  santa  indignación :  JEcce  iratus  dominus 
deus  patrum  vestrorum  contra  Juda,  tradid.it  eos  in  maníbus  ves- 
tris,  et  occidistis  eos  atrociier;  itautad  cozlum pertingeret  vestra 
crudelitas.  Sed.  audite  consiUum  meum,  et  reducite  captivos  quos 
adduxistis  de  fr a-tribus  vestris,  quia  magnus  furor  domini  immi- 
nei  vobis. 

Señores.  ¿  Este  santo  profeta  hablaba  con  Israel,  ó  hablaba 
con  Buenos-Ayres?  ¿Es  esta  la  historia  de  los  Judíos,  ó  es  por 
ventura  nuestra  historial  La  nación  española,  esa  nación  tan 
grande  y  tan  virtuosa  hasta  el  tiempo  de  Carlos  III,  se  vio 
enervada  y  prostituida,  en  el  reinado  de  su  hijo,  por  un  in- 
fame privado  que,  después  de  haber  logrado  cargarla  de  cade- 
nas, desmoralizó  con  su  ejemplo  el  espíritu  público,  y  corrom- 
pió las  costumbres.  Los  destrozos  que  hicieron  en  sus  provin- 
cias los  ejércitos  franceses,  son  otros  tantos  testimonios  de 
que  ella  habia  provocado,  con  sus  enormes  crímenes,  la  cóle- 
ra del  cielo.  Y  ¡  quién  sabe  si  el  Dios  de  los  cristianos  resol- 
vió desde  entonces  la  división  del  reino!  JEcce  ego  scidam  reg- 
num  de  manu  Salomonis,  Lo  cierto  es  que  Fernando  ve  con- 
moverse sus  dominios  casi  al  momento  que  empuña  el  cetro  de 


(1)  Libro  cuarto   de  los  Reyes,  capí  tillo    décimo  sexto,  Tersos  tercero  y 
cuarto. 

(2)  El  profeta  Oded. 


—324— 
sus  mayores.  La  insolencia  con  que  de  mano  armada  se  entra 
en  la  Península,  y  pretende  subir  al  trono  de  San  Fernando, 
el  vil  usurpador  del  San  Luis  (1),  excita  en  un  principio  la  in- 
dignación de  la  América ;  y  la  empeña  en  hacer,  como  en  efec- 
to hace,  grandiosos  sacrificios  para  frustrar  el  logro  de  sus  per- 
fidias é  infames  maquinaciones.  Sacrificios  que  confiesa  y  que 
piensa  en  recompensar  la  misma  España  (2).  Pero  yo  no  sé  por 
que  fatal  influencia,  esta  hija  desnaturalizada  y  cruel  se  torna 
derepente  contra  una  madre  angustiada  y  oprimida;  y  trata  de 
aprovecharse  de  esa  misma  angustia  y  opresión,  para  separarse 
de  ella  y  hacerse  independiente.  Millares  de  templos  se  levantan 
en  estas  pacíficas  regiones  al  ídolo  encantador  que  llaman  li- 
bertad :  y  doblan  la  rodilla,  en  su  presencia,  los  pueblos  em- 
briagados por  aquel  impetuoso  y  ciego  amor  que  habia  infla- 
mado sus  espíritus,  y  exaltado  su  orgullo.  Por  todas  partes 
fermentan  las  disensiones  y  partidos :  y  arde  en  discordias  el 
continente  entero.  La  familia  americana,  después  de  trescien- 
tos años  de  unión  y  de  hermandad,  se  divide  por  fin;  y  una 
mitad  se  arma  contra  la  otra  mitad.  Enarbola  Buenos- Aires 
su  sangriento  estandarte,  y  se  separa  enteramente  de  la  casa 
de  Borbon :  Ilccessitque  Israel  á  domo  David  usque  inpreesentem 
diem. 

¡  Cuántos  males  han  seguido  á  esta  funesta  división !  ¡  Ma- 
les que  sufrimos  aun;  y  que  siglos  enteros  no  bastarán  tal  vez 
á  reparar!  Cada  dia  se  hace  mas  triste  la  situación  de  la  Amé- 
rica. Sus  injustos  opresores  han  pasado  ya  del  fanatismo  y  el 
furor  á  la  ferocidad  y  la  barbarie.  Han  perdido  enteramente  el 
horror  á  los  delitos,  á  fuerza  de  cometerlos.  A  fuerza  de  hacer 
asesinatos,  se  han  familiarizado  con  la  sangre  y  con  la  muerte. 
Ya  no  se  contentan  con  matarnos  armados  en  los  campos  de 
batalla.  Ya  nos  matan  indefensos  en  los  oscuros  calabozos. 
Cuarenta  y  un  valientes  de  los  que  tuvieron  la  desgracia  de 
caer  en  su  poder  en  la  batalla  del  Maypú. . . .  ¡  Ah!  Al  hablar 
de  las  víctimas  ilustres  que  honra  hoy  la  iglesia  santa,  sacrifi- 
cadas tan  inhumanamente  en  la  Punta  de  San  Luis;  yo  me 
revisto,  señor  excelentísimo,  de  la  ira  del  Señor,  como  el  pro- 
feta Jeremías  (3) :  y  quisiera  volar  hasta  las  márgenes  del  Pla- 


(1)  NapoleoD. 

(2)  El  sr.  D.  Francisco  Savedra,  individuo  del  consejo  de  regencia,  en 
sn  representación  hecha  en  Sevilla  á  la  junta  central,  á  veintisiete  de  No- 
viembre de  ochocientos  nueve,  sobre  la  pretensión  de  cpie  se  restableciese 
el  ministerio  universal  de  Indias,  hablando  de  los  americanos,  dice  así : 
JEs  necesario  condescender  con  sus  deseos,  y  darles  este  auténtico  testimonio  del 
interés  que  toma  V.  M.  en  su  felicidad,  ya  que  hasta  ahora  no  se  les  ha  dado 
nmgtmo,  después  de  los  sacrificios  que  han  hecho  en  apoyo  de  nuestra  causa 
sagrada. 

(3)  Jeremías  capítulo  sexto,  verso  undécimo. 


ta;  presentarme  á  los  autores  de  tan  horrendo  atentado;  y 
decirles,  como  Oded  (1),  con  todo  el  fuego  que  me  inspira  mi 
santo  ministerio :  Vosotros  habéis  visto  que  irritado  el  Señor,  d 
Dios  de  vuestros  padres  contra  los  hijos  del  Perú,  entregó  en  vues- 
tras manos  á  sus  bravos  defensores,  y  los  matasteis  vosotros  con 
tanta  atrocidad;  de  manera  que  vuestra  crueldad  ha  llegado  hasta 
el  Cielo.  Mas  escuchad  mi  consejo,  y  volved  á  enviar  los  prisione- 
ros que  habéis  tomado  de  vuestros  mismos  hermanos,  porque  el 
Gran  Dios  está  pronto  á  descargar  sobre  vosotros  todo  el  peso  de 
su  santa  indignación  :  Ecce  iratus  dominas  deas  patrum  vesfro- 
rum  contra  Judeí,  tradidit  eos  in  manibus  vesiris  et  occidistis  eos 
atrociter ;  ita  iii  ad  cedum  pertingeret  vestra  crudelitas.  Sed  au- 
dite  consilium  meum,  et  reducite  captivos  quos  adduxislis  de  fra- 
tr'ibus  vestris,  quia  mugnus  furor  domini  inminet  vobis. 

¿Quién  dará  agua  á  mi  cabeza,  y  á  mis  ojos  una  fuente  de 
lágrimas,  para  llorar  noche  y  dia  á  los  muertos  de  la  hija  de  mi 
pueblo (2)?  ¡Ordoñes!  ¡Primo!  ¡Morgado!  ¡La-Madrid!  Sier- 
ra!... .¡Áh!  ¡Qué  me  vea  precisado  á  interrumpir  aquí  la  re- 
lación de  unos  nombres  que  tengo  tan  grabados  en  el  fondo  de 
mi  corazón!  Pero  yo  me  siento,  al  pronunciarlos,  demasiado 
enternecido;  y  temo  que  ios  sollozos  ahoguen  mi  lánguida,  voz, 
y  me  embarazen  continuar  (3).  O  Lima,'  amada  patria  mía: 
¡Jamás  lamentarás  bastantemente  el  trágico  suceso  del  ocho 
de  Febrero !  El  lúgubre  clamor  de  las  campanas,  los  patéticos 
cantos  que  hacen  resonar  hoy  dia  las  bóvedas  del  templo,  el 
fúnebre  aparato  que  le  oscurecen  y  enluta,  la  compostura  me- 
lancólica de  los  ministros  del  santuario,  el  profundo  silencio  de 
un  concurso  tan  respetable  y  numeroso Todo,  todo  anun- 
cia tristeza  y  duelo  y  sentimiento.  Pero  me  parece  poco  toda- 
vía, para  explicar  un  dolor  que  debe  ser  tan  agudo  y  tan 
acerbo. 

Basta  repasarla  historia  de  las  últimas  guerras  que  ha  sos- 
tenido la  España  tan  gloriosamente  en  ambos  mundos,  para 
conocer  lo  irreparable  y  grande  de  nuestra  pérdida.  Acaso  no 
hay  en  toda  ella  una  sola  campaña,  en  que  no  se  vean  distin- 
guirse algunos  de  los  guerreros  á  quienes  venimos  á  rendir  los 
últimos  obsequios.  Y  ¡  cuantas  de  las  victorias  que  han  alcan- 
zado nuestras  armas,  se  habrán  debido  á  los  esfuerzos  de  su 


(1)  Este  fué  el  profeta  que  reprendió  á  los  Israelitas  con  las  palabras  de 
mi  testo. 

(2)  Jeremías  capítulo  nono,  verso  primero. 

(3)  Los  nombres  de  los  demás  son  los  que  siguen :  Berganza,  Moría,  Aras, 
Carretero,  Coba,  Butrón,  Salvador,  Fontealba,  González,  Arrióla,  Burgui- 
llos,  Peynado,  Belbecé,  Elgueta,  Romero,  Zea,  Barcárcel,  Bendrelí,  Kiosco, 
Vidaurrazaga,  Caballo,  Berroeta,  Mesa,  Blasco,  Moya,  Pérez,  G-oycolea, 
Roca,  Arana,  Celle,  Aregui,  Llorens,  Morel,  Furriol,  Utreras. 


— 32íj— 
heroico  ardimiento !  Zeuía,  Zaragoza,  Baylen,  Tarragona, 
Ohiclaiia,  Talavera,  Esparragueda,  Vil  la- franca,  Manresa,  Oam- 
püloSj  Nabda  Aróla,  Raneagua,  Talcahuano,  Cancha-Raya- 
da, Maypú. . .  .¡Son  innumerables  los  puntos  que  lian  servido 
de  teatros  á  sus  glorias !  Son  incalculables  las  gentes  que  los 
vieron  pelear  con  corage  y  con  denuedo.  Y  V.  E.  mismo,  se- 
ñor excelentísimo,  vio  á  alguno  de  ellos  ayudarle  á  cortar,  en 
los  campos  de  Vilcapugio,  de  Ayouma  y  de  Wiluma,  esos  pre- 
ciosos laureles  que  forman  hoy  la  corona  que  ciñe  tan  justa- 
tamente  sus  sienes  vencedoras  (1). 

Yo  no  pienso,  señores,  en  describir  por  separado  las  inmor- 
tales acciones  de  los  héroes  que  lloramos.  ISTo  creáis  por  esto, 
que  temo  profanar  las  eternas  palabras  del  Señor.  Yo  bien  sé 
que  la  iglesia  permite  alabar  á  los  difuntos  en  la  cátedra  evan- 
gélica: que  esta  alabanza  toma  un  carácter  augusto  y  mages- 
tuoso,  cuando  se  dirije  á  hombres  que  dejan  en  sus  vidas  mo- 
delos de  virtud:  y  á  Gedeon,  á  Sansón,  á  Jephté  y  á  muchos 
otros  generales  que  mandaron  los  ejércitos  del  pueblo  de  Is- 
rael, y  combatieron  por  su  causa  (2).  Pero  en  la  precisión  de 
hablar,  en  un  solo  discurso,  de  tantos  claros  varones  de  los 
cuales  cada  uno  pide  para  su  elogio  volúmenes  enteros ;  yo 
prefiero  lamentarme  á  imitación  de  Jeremías :  y  mas  bien  que 
arrojar  unas  flores  escasas  sobre  las  tumbas  frías  que  cubren 
sus  cenizas,  quiero  regarlas  con  lágrimas  copiosas  que  hagan 
visible  el  luto  de  mi  alma. 

¿  Hasta  -suándo  no  te  apiadas  de  Lima,  Señor  de  los  Exérci- 
tos?  ¿Hasta  cuándo  estarás  irritado  contraías  ciudades  del 
Perú?  La  general  desolación  que  sufren  nuestros  pueblos  ¿no 
basta  á  apagar,  gran  Dios,  el  fuego  de  tu  ira  ?  La  soledad  y 
desamparo  en  que  se  hallan  los  caminos,  la  consternación  y  las 
plegarias  de  las  vírgenes  sagradas,  las  oraciones  y  el  llanto  de 
los  ministros  del  altar,  los  gritos  de  ios  niños,  el  temblor  de 
k>¿  p.-::  anos,  y  la  cruel  amargura  que  nos  oprime  á  todos  ¿no 
conmi f  rren,  Señor,  esas  entrañas  llenas  de  misericordia  y  de 
piedad?  ¿No  es  bastante  por  ventura  ese  montón  de  escom- 
bros y  de  ruinas  que  estamos  mirando  con  horror,  y  que  se  au- 
menta cada  día  en  el  magnífico  edificio  que  fabricó  tu  diestra 
omnipotente;  sino  que  hemos  de  estar  temblando  siempre,  re- 
celosos de  que  todo  se  desplome  derepente,  y  caiga  sobre  nues- 
tras cabezas  consternadas  y  atónitas  ?  ¡  Los  pastores  se  hallan 
perseguidos,  disijersos  los  rebaños,  encarnizados  los  lobos,  y 


(1)  Don  Manuel  Sierra,  capitán  de  la  primera  compañía  del  batallón  de 
Arequipa.. 

(2)  El  apóstol  San  Pablo  en  el  capítulo  undécimo,  verso  trigésimo  segun- 
do de  su  carta  á  los  hebreos. 


por  todas  partes  se  ven  despojos  ensangrentados  de  su  voraz. 
rapacidad,  y  horrorosos  anuncios  de  una  total  desolación !  Y 
¡ cuándo  pondrás.  Dios  mió,  un  término  á  tantas  desventuras! 

La  ira  del  cielo  se  ha  extendido,  católicos,  sobre  toda  la  Amé- 
rica: y  el  Dios  omnipotente  la  ha  herido  con  su  tremenda  mal- 
dición. El  habia  dicho  por  boca  de  Isaías :  Yo  quité  de  Jerusa- 
len  al  varón  fuerte  y  al  valiente;  toda  la  fuerza  del  pan  y  toda 
la  fuerza  del  agua.  JSTo  dejaré  en  medio  de  ella,  ni  guerreros,  ni 
jueces,  ni  profetas,  ni  hombre  alguno  prudente  ni  de  experiencia, 
que  sea  capaz  de  aconsejar  y  persuadir.  Yo  le  daré  por  jefes  hom- 
bres viciosos  sin  juicio  y  sin  cabeza.  Yo  pondré  á  todo  el  pueblo  en 
en  confusión  y  en  tumulto.  Haré  que  cada  hombre  se  arroje  con 
violencia  sobre  otro  hombre  ;  que  cada  vecino  oprima á  su  vecino; 
que  se  levante  el  joven  contra  el  viejo,  y  el  plebello  contra  el  noble. 
Sus  mas  gallardos  varones  caerán  también  á  cuchillo,  y  sus  va- 
lientes en  batalla.  Y  se  entristecerán  y  enlutarán  las  puertas  de 
ella:  y  desolada,  se  asentará  en  tierra  (1).  \  Con  qué  precisión  y 
exactitud  estamos  viendo  cumplirse  estos  anuncios  espanto- 
sos !  No  permita  el  Señor  que  lleguemos  á  ver  el  cumplimien- 
to de  todos ;  y  que  tengamos  que  apurar  hasta  las  heces,  como 
en  otro  tiempo  la  infeliz  Jerusaleh,  el  cáliz  amargo  de  su  fu- 
ror divino. 

Para  llamar  vuestra  atención  al  hecho  memorable  de  mi 
asunto;  yo  paso  en  silencio,  oyentes  mios,  todos  los  aconteci- 
mientos anteriores  á  la  batalla  del  Maypú.  ¡  Batalla  desgracia- 
da, en  que  fué  deshecha  enteramente  aquella  famosa  exx^edi- 
cion  que  vimos  salir  de  nuestro  puerto  con  tanta  brillantez ;  y 
que  todos  presagiamos  iba  á  ser  la  conquistadora  de  la  Améri- 
ca! Mas  ¿Cómo  fueron  vencidos  los  fuertes  de  Israel?  ¿Cómo 
pudieron  caer  en  manos  del  enemigo"?  Católicos:  ¿Nó  lo  en- 
tendéis por  ventura?  Nuestras  culpas,  sí,  nuestras  culpas  han 
sido  las  que  destrozaron  nuestro  exército :  y  las  legiones  rebel- 
des no  fueron  mas  que  instrumentos  de  que  el  gran  Dios  se 
valió  para  castigarnos  á  nosotros ;  asi  como  antes  se  valia  de 
los  asirios  y  caldeos  para  castigar  á  los  judios.  Toda  la  gloria 
y  fortaleza  déla  guerra  viene  de  los  cielos  (2).  No  pongáis  vo- 
sotros toda  la  confianza  vuestra  en  las  bayonetas  y  cañones. 
Invocad  primero  el  nombre  santo  y  terrible  del  Dios  de  las 
batallas;  y  entonces  triunfareis.  El  suele  abandonar  á  veces  á 
los  pueblos  que  escoge:  pero  nunca  jamas  los  abandona  para 
siempre  (3).  Las  once  tribus  de  Israel  acometen  dos  veces  á 
su  hermano  Benjamin  por  orden  del    Señor;  y  son  en  las  dos 


(1)  Isaías  en  el  capítulo  tercero   de  sus  profecías,  versos  primero,  segun- 
do, cuarto,  quinto,  vigésimo  quinto  y  vigésimo  sexto. 

(2)  Libro  primero  de  los  Macabeos,  capítulo  tercero,  verso  décimo  uono. 

(3)  Libro  tercero  de  los  Reyes,  capítulo  undécimo,  verso  trigésimo  nono.- 


—328— 
veres  rechazadas  y  destruidas.  Claman  al  Señor  en  la  tercera; 
y  alcanzan  la  victoria  (1). 

Bien  me  acuerdo,  señor  excelentísimo,  de  haber  visto  a  V.  E. 
postrado  humildemente  al  pié  de  los  altares,  pidiendo  al  Dios 
de  las  victorias  dexase  caer-  su  bendición  sobre  las  armas  del 
monarca,  y  prosperase  una  jornada  que  se  iba  á  emprender 
por  una  causa  tan  justa  y  tan  sagrada  (2).  Pero  no  bastaban 
los  votos  de  V.  E.  por  fervorosos  que  fuesen.  Era  preciso  que 
subiesen  al  cielo  acompañados  de  los  nuestros:  y  que  asistié- 
semos todos,  con  la  misma  religión  y  el  mismo  espíritu,  á  un 
acto  tan  devoto,  tan  grande  y  tan  augusto.  "No  he" dudado  un 
momento  que  los  pecados  del  pueblo  frustraron  el  efecto  de  la 
piedad  de  V.  E.  Y  talvez  la  misma  ceremonia  que  se  hizo  con 
el  objeto  de  aplacar  al  Todopoderoso,  atraxo  sobre  nosotros 
su  indignación  y  su  cólera  (3).  Eo  fueron  suficientes  las  ora- 
ciones de  Josué,  para  que  triunfasen  en  Hai  ios  hijos  de  Jacob 
(4) :  y  son  completamente  derrotados  en  las  inmediaciones  del 
Azoto,  á  pesar  de  las  plegarias  de  Judas  Macabeo  (5). 

Entre  tanto  los  vencedores  del  Maipú,  engreídos  con  un 
triunfo  que  mas  bien  que  sus  armas,  les  dieron  nuestros  críme- 
nes; se  valen  de  frivolos  pretestos  para  negarse  á  efectuar  el 
cange  de  prisioneros  que  acababan  de  proponernos  ellos  mis- 
mos (6).  Sin  duda  meditaban  desde  entonces  ei  plan  de  iniqui- 
dad que  realizaran  después.    Trasladan. esos  bárbaros  á  nues- 
tros jefes  y  oficiales  al  otro  lado  de  los  Andes  en  el  rigor  de  la 
estación,  y  los  hacen  gemir  diez  meses   en  la  Punta  de  San 
Luis,  entre  la  hambre  y  desnudez  y  todas^  las  miserias;  mien- 
tras que  ellos,  que  se  lian  erigido  á  sí  mismos  en  jueces  y  ver- 
dugos de  sus  propios  hermanos,  deliberan  de  su  suerte.    Des- 
pués de  un  proceso  oscuro,  lleno  de  inconsecuencias  y  de  ab- 
surdos, y  en  que  se  ve  a  todas  luces  la  falcedad,   la  intriga 
y  la  calumnia  (7),  se  congrega  por  fin  ese  inicuo  y  tumultuoso 


(1)  Léase  todo  el  capítulo  vigésimo  del  libro  de  los  jueces. 

(2)  Pocos  dias  antes  de  salir  la  expedición  imploró  S.  E.  la  protección 
del  cielo  por  medio  de  una  solemne  rogativa  que  mandó  celebrar  en  la 
iglesia  de  Santo  Domingo,  y  á  que  asistió  él  mismo  con  todos  los  tribuuales 
y  cuerpos  de  la  ciudad. 

(3)  Alude  á  la  poca  devoción  con  qae  de  ordinario  se  asiste  á  estas  fun- 
ciones religiosas,  y  á  los  escándalos  que  se  advierten  en  ellas. 

[4]  Capítulo  séptimo,  versos  cuarto  y  quinto  del  libro  de  Josué. 

[5]  Libro  primero  de  los  Macabeos,  capítiúo  nono,  versos  décimo  sépti- 
mo y  décimo  octavo. 

[6]  Véase  el  número  cuadragésimo  cuarto  de  la  Gaceta  ministerial  de 
Chile,  y  el  número  cuadragésimo  octavo  de  la  nuestra  en  que  se  inserta  y 
se  contesta. 

[7]  Véase  la  Gaceta  ministerial  extraordinaria  del  Gobierno  de  Chile, 
del  Viernes  cinco  de  Marzo  de  ochocientos  diez  y  nueve,  inserta  en  la  nues- 
tra del  Sábado  diez  y  siete  de  Abril.    ' 


—329— 
tribunal,  y  se  oyen  repentinamente  resonar  en  él  estas  pa- 
labras horrorosas:  la  muerte,  la  muerte.  Esta  sentencia 
abominable  que,  mas  bien  que  por  los  hombres,  parece  dic- 
tada por  las  potestades  del  infierno,  vuela  en  un  momento 
por  toda  la  ciudad.  Y  el  insolente  populacho. . . .  Mas.  . .  -. 
corramos  un  velo  sobre  esa  escena  tan  horrible  y  tan  atroz* 
Sin  duda  que  vosotros  no  gustaríais  de  Verla.  Y  yo  no  quiero 
presentarla  en  la  casa  del  Señor. 

Ya  iba  á  concluir  mi  discurso,  oyentes  mios.  Pero  los  lilti 
mos  ecos  de  nuestros  generosos  defensores  han  penetrado  mi 
alma  en  este  instante.  Yo  me  creo  trasladado  á  la  Punta  de 
San  Luis;  y  me  parece  que  se  renueva  delante  de  mis  ojos  el 
patético  espectáculo  de  los  siete  hermanos  sacrificados  por 
Antioco.  Yo  veo  á  unos  varones  esforzados  llenos  de  valor  y 
fortaleza  que  van  á  rendir  sus  vidas  al  filo  del  cuchillo,  sin  ha- 
ber cometido  mas  delito  que  defender  su  religión,  sus  leyes  y 
su  patria.  Veo  que  cada  uno  alienta  á  los  demás  con  sus  pala- 
bras y  su  exemplo:  y  que  todos  desprecian  á  su  tirano  y  sus 
verdugos.  Yeo  que  miran  á  la  muerte  con  la  mayor  indiferen- 
cia; y  que  aun  parecen  desafiarla.  Y  veo  en  fin  que  de  en  me- 
dio de  ellos  se  levanta  derepente  una  voz  magestuosa  que  ha- 
bla así  al  autor  de  su  martirio.  Nosotros  padecemos  estopor  nues- 
tras culpas  y  pecados.  El  Señor  nuestro  Dios  se  ha  airado  un 
poco  con  nosotros  para  corregirnos  y  enmendarnos;  mas  él  volve- 
rá de  nuevo  d  reconciliarse  con  sus  siervos.  Pero  tú,  ó  malvado 
y  el  mas  perverso  de  todos  los  hombres :  no  te  ensoberbezcas  inú- 
tilmente con  vanas  esperanzas  ;  porque  aun  no  has  escapado  del 
juicio  del  Todopoderoso  que  todo  lo  ve,  y  todo  lo  conoce.  Mis  her- 
manos, habiendo  tolerado  ahora  un  dolor  pasagero,  están  ya  bazo 
la  alianza  de  la  vida  eterna.  Mas  tú  por  el  juicio  de  Dios,  paga- 
rás las  penas  debidas  á  tu  soberbia.  Por  lo  que  á  mi  toca,  asi  co- 
mo mis  hermanos,  entrego  mi  alma  y  mi  cuerpo  por  las  leyes  de 
mi  padres :  rogando  al  Todopoderoso  que  se  muestre  cuanto  antes 
propicio  á  mi  nación.  Mas  en  mí  y  en  mis  hermanos  cesará  la  ira 
del  Dios  de  los  exércitos  que  se  derramó  imi  justamente  por  toda 
nuestra  patria  (1 ). 

Aqui  cesan  de  hablar  nuestros  valientes.  Un  profundo  si- 
lencio reina  ya,  Y  yo  veo  cerrarse  sus  sepulcros,  para  no  vol- 
verse á  abrir  hasta  que  el  séptimo  ángel  toque  su  trompeta;  y 


[1]  Capítulo»  séptimo  <lel  libro  segundo  de  los  Macaneo»,  desde  el  verso 
trigésimo  segundo  basta  el» trigésimo  Octavo.  Debe  leerse  el  capítulo  en- 
tero. 

LiTsr  Atura — 31 


— 33(>— 
baxando  el  Dios  vivo  entre  relámpagos  y  truenos,  haga  que  se 
levanten  del  polvo  los  vivos  y  los  muertos  (1). 

¡  Sangre  preciosa,  que  circulaste  por  las  venas  de  tantos  es- 
'  s  españoles,  y  que  fuiste  derramada  para  saciar  la  sed 
.  aníbales  de  la  América;  tú  clamas  tan  elocuentemente 
como  la  sangre  de  Abel,  y  tus  clamores  suben  á  los  cielos,  y 
van  á  pedir  venganza  hasta  el  excelso  trono  del  Dios  de  las 
justicias!  X  ¿te  haces  sordo,  Señor?  ¿Note  dignas  de  escu- 
charlos? ¿Para  cuándo  son  los  rayos  de  tu  ira?  ¡Qué!  ¿Se  han 
acabado  las  saetas  que  antiguamente  disparabas  contra  los 
enemigos  de  tu  pueblo?  ¿No  hay  abismos  en  la  tierra  para 
undir  á  esos  malvados?  ¿Por  qué  no  haces  que  se  despeñe  so- 
bre esa  tierra  bárbara  todo  el  torrente  de  tu  cólera  infinita? 

Y  vosotros,  compañeros  de  armas  de  los  ilustres  muertos, 
valientes  jefes  y  oficiales  del  exército  del  rey:  ¿  Cómo  os  estáis 
tan  quietos,  y  no  corréis  á  vengarlos  con  la  punta  de  la  espa- 
da; de  esa  espada  que  tantas  veces  derramó. . . . 

Pero  ¡  Señor !  j  Yo  me  habia  olvidado  del  lugar  en  que  habla- 
ba, y  del  ministerio  que  exercia !  Perdonadme,  Dios  mió,  si  he 
profanado  el  santuario  de  vuestra  eterna  magestad.  Olvidad 
los  imprudentes  votos  que  os  acabo  de  hacer;  y  escuchad  otros 
nuevos.  Haced  caer,  Dios  bondadoso,  sobre  los  enemigos  del 
Perú  el  torrente  de  vuestras  gracias:  heridlos  con  los  rayos  de 
vuestras  luces  divinas :  reconciliadlos  con  nosotros;  para  que 
cesen  ya  tantos  horrores,  y  tantas  desventuras.  Y  mientras 
tanto,  Señor,  vos  que  descubrís  manchas  en  los  astros  y  hasta 
en  los  ángeles  mismos,  mirad  con  un  ojo  compasivo  á  los  guer- 
reros difuntos  en  cuyo  favor  venimos  á  implorar  vuestras  pie- 
dades. Si  no  se  han  purificado  bastantemente  sus  almas  toda- 
via;  si  tienen  aun  defectos  que  expiar;  oid  los  ruegos  y  las 
oraciones  de  este  pueblo ;  sed  sensible  á  su  llanto  y  á  sus  lá- 
grimas: pensad  en  la  víctima  sagrada  que,  por  su  eterna  salud, 
acaba  de  inmolarse  en  esas  aras :  acordaos  en  fin  de  la  exten- 
sión inmensurable  de  vuestras  misericordias  infinitas:  y  dad 
cuanto  antes  el  reposo  de  vuestra  paz  en  el  cielo,  á  los  nuevos 
Macabeos  que  acaban  de  perecer  por  darnos  á  nosotros  la  paz 
sobre  la  tierra.  Amen". 


[1]  El  apóstol  San  Juan   en  su  Apocalipsis,   capítulo  undécimo,  versos 
décimo  quinto  y  siguientes. 


PANEGÍRICO 

De  la  Concepción  de  María,  pronunciado  en 
esta  Santa  Iglesia  Catedral,  a  nombre  del 
Excmo.  Señor  Marqués  de  la  Concordia, 
Virey  del  Perú,  el  segundo  dia  de  la  octa- 
va, en  1815,  por  el  Dr.  D.  José  Joaquín 
de  La-Riva,  Catedrático  de  Prima  de  Psi- 
cología en  la  real  Universidad  de  San  Mar- 
cos, dase  á  luz  de  orden  y  á  expensas  deS.E, 


AL  EXCELENTÍSIMO  SEÑOR  DON  JOSÉ  FERNANDO  DE  ABASCAL 
Y  SOUSA,  MARQUÉS  DE  LA  CONCORDIA  ESPAÑOLA  DEL  PERÚ, 
CABALLERO  GRAN-CRUZ  DE  LA  REAL  Y  DISTINGUIDA  ORDEN 
ESPAÑOLA  DE  CARLOS  III.  Y  DE  LA  MILITAR  DE  SANTIAGO, 
TENIENTE  GENERAL  DE  LOS  REALES  EJÉRCITOS,  VIREY  GO- 
BERNADOR Y  CAPITÁN  GENERAL  DEL  PERÚ,  SUPERINTEN- 
DENTE SUBDELEGADO  DE  LA  REAL  HACIENDA,  PRESIDENTE 
DE  LA  REAL  AUDIENCIA  DE  LIMA  &. 


Excmo.  señor: 


Llegó  por  fin  el  dia  en  que  pudiese  desahogar  los  sentimientos  de 
gratitud  que  tienen  mi  corazón  oprimido  tiempa  hace.  Bien  sabia 
yo  que  la  consagración  de  las  obras  literarias  es  el  recurso  de  los 
esüritores  para  desquitarse  en  parte  de  la  inmensa  deuda  que  con- 
traen con  los  príncipes  benéficos  que  los  distingueny protegen.  Pero 


—332— 

también  sabia  que  si  los  bellos  rasgos  de  plumas  delicadas  honran 
á  los  claros  varones  bajo  cuyos  auspicios  se  publican;  los  toscos  y 
groseros  ultrajan  en  cierto  modo  é  insultan  su  grandeza.  Este  es 
el  temor  que  me  ha  contenido  hasta  ahora,  para  ofrecer  á  Y.  E. 
las  producciones  de  mi  ingenio :  producciones  que  he  juzgado  dema- 
siado mediocres,  y  que  si  han  visto  la  luz  pública,  ha  sido  las  mas 
veces  con  disgusto  mió,  y  siempre  con  desconfianza.  Pero  Y.  E.  me 
llena  hoy  de  orgullo,  y  hace  que  me  crea  digno  de  quemar  mis  in- 
ciensos en  sus  aras.  Publicando  d  expensas  suyas  este  panegíri- 
co de  la  Concepción  de  María,  le  presta  su  aprobación  del  modo 
mas  solemne,  y  como  que  me  fuerza  á  consagrársele.  Sí,  Señor 
excelentísimo :  yo  no  creo  mayor  la  dignidad  de  Y.  E,  que  su  alto 
disernimiento.  Y  así  una  obra  que  ha  llegado  á  merecer  su  apro- 
bación, debe  llevar  á  su  frente  su  respetable  nombre.  Recíbala  pues 
Y.  E.  no  como  un  tributo  de  temor  ó  de  interés  pagado  á  su  gran- 
deza, sino  como  un  homenage  de  gloria  ofrecido  á  sus  talentos.  Y 
mientras  que  sale  al  público,  mas  honrada  mil  veces  con  el  escla- 
recido voto  de  Y.  E.  que  con  su  excelso  patrocinio,  yo  seguiré  es- 
cribiendo, seguro  ya  de  que  mis  obras  correrán  con  aprecio  entre 
los  hombres  cultos. 

Dios  guarde  d  Y.  E.  muchos  años. 

Lima  y  Enero  29  de  1816. 

Excmo.  señor. 

José  Joaquín  de  Labriva. 


Evangelizo  vobis  caudium  maonum,  quod  erit  omni  po- 
pulo, s.  luo.  cap.  2.  v.  10. 


EXORDIO. 


Ya  habia  nacido  el  Eedentor  del  mundo,  y  el  mundo  lo  igno- 
raba, hasta  que  un  mensagero  celestial  se  aparece  á  los  pasto- 
res que  apacentaban  sus  rebaños  en  los  contornos  de  Belén, 
los  que  rodeados  de  la  luz  de  su  presencia,  se  llenan  de  terror. 
No  temáis,  les  dice*  Yo  vengo  á  anunciaros  una  nueva  feliz 
que  lia  de  ser  para  todo  el  pueblo  un  grande  motivo  de  alegría: 
Evangelizo  vobis  gatidium,  quod  erit  omni  populo. 

;  Ángel  del  Señor!  ¿porqué  no  te  apresuras  á  traernos  la 
mas  importante  embajada  que  han  enviado  los  cielos  á  la  tier- 
ra? Si  estás  encargado  de  avisarnos  el  tiempo  en  que  comien- 
za á  brillar  esa  luz  divina  que  debe  disipar  las  tinieblas  que 
han  envuelto  los  siglos  desgraciados  que  corrieron  desde  la 
creación  del  universo  ¿por  qué  guardas  el  nacimiento  del  sol, 
y  no  vienes  á  decirnos  hoy  que  la  aurora  de  la  gracia  va  ele- 
vándose ya  sobre  el  negro  horizonte  de  la  culpa?  Pero  yo  me 
engaño,  señores.  Este  divino  embajador  no  hace  sino  cumplir 
las  órdenes  que  le  comunica  la  corte  celestial;  y  si  retarda  su 
venida,  es  por  los  fines  adorables  de  la  política  sagrada. 

Perdonadme,  Dios  mió,  si  he  intentado  penetrar  en  el  san- 
tuario de  vuestros  secretos:  y  permitidme  que  dirigiendo  á  mis 
oyentes  las  dulces  palabras  de  vuestro  ángel,  prevenga  su  ve- 
nida. 


— 334— 

Evangelizo  robis  gaudi/wni  magnum,  quod  erit  omni populo : 
Yo  vengo  á  anunciaros  una  nueva  feliz  que  lia  de  ser  para  to- 
do el  mundo  un  grande  motivo  de  alegría.  Ya  llegó  el  dichoso 
fin  de  la  antigua  noche  que  ha  tenido  sepultado  al  universo 
mas  de  cuarenta  siglos  en  su  lóbrego  seno.  Ya  se  aproxima  el 
dia  sereno  de  vuestra  suspirada  libertad.  Ese  pequeño  feto  que 
acaba  de  concebir  la  esposa  de  Joaquin,  es  la  aurora  feliz  que 
los  separa.  Sus  primeros  resplandores  débiles  todavía,  se  mez- 
clan y  confunden  con  la  espesura  de  las  sombras.  Pero  voso- 
tros la  veréis  exceder  bien  presto  á  la  hermosura  de  esas  no- 
ches en  que  la  luna  y  las  estrellas  parecen  empeñarse  en  des- 
pojarse de  su  luz  por  enviársela  á  la  tierra.  ¡  Hombres !  ¿os  es- 
pantáis de  ver  á  una  criatura  salir  tan  resplandeciente  de  en- 
tre las  obscuridades  de  un  linage  de  crimen  y  de  muerte  ?  Yo 
voy  á  hacer  que  vuestro  espanto  se  convierta  en  júbilo,  publi- 
cando los  motivos  que  ha  tenido  el  Todopoderoso  para  obrar 
en  su  favor  este  prodigio  tan  grande  .•  Evangelizo  vobis  gau- 
dium  magnum,  quod  erit  omni  populo. 

Pero,  señora:  ¡como  yo  tan  ignorante  y  tan  impuro,  oso 
hablar  de  vuestra  inefable  pureza !  Haced  que  vuestro  esposo 
lanze  hasta  mi  alma  un  rayo  de  luz:  y  que  ese  serafín  que  pu- 
rificó los  labios  del  profeta  Isaias  con  el  carbón  del  altar,  ven- 
ga otra  vez  del  cielo  á  purificar  los  mios.  Ave  María. 


DISOUSSO. 


Cuando  el  Todopoderoso  repasando  los  siglos  desde  el  sene 
de  la  eternidad,  vio  tantas  generaciones  envueltas  todas  en  su 
indignación  y  su  desgracia,  movido  á  compasión  determinó 
que  el  Verbo,  haciéndose  hombre,  las  sacase  de  las  sombras 
de  muerte  en  que  estaban  sumidas.  El  primer  criminal  en  la 
misma  sentencia  que  condenó  su  descendencia  entera,  recibió 
la  promesa  de  un  libertador.  Le  esperaban  los  justos,  y  le  pe- 
dian  los  patriarcas.  Pero  las  sombras  y  figuras  en  que  habla- 
ban los  profetas,  no  dejaban  descubrir  el  modo  con  que  él  de- 
bia  aparecer  sobre  la  tierra,  hasta  que  Isaías  anuncia  sin  enig- 
mas que  nacería  de  una  virgen :  JEcoe  virgo  concipiet,  et  pariet 
filium.  ¡Santo  Dios!  ¿por  qué  consientes  que  descienda  tu  hijo 
de  nuestra  raza  corrompida?  ¿Por  qué  no  formas  su  cuerpo  de 
un  polvo  puro,  como  formaste  á  Adán  en  el  paraíso?  O  ¿por 
qué  no  crias  mas  bien  allá  en  los  cielos  una  materia  nueva, 
repitiendo  esa  voz  omnipotente  con  que  sacaste  al  mundo  de  la 
nada?  Pero  yo  me  olvidaba,  señores,  que  viniendo  Jesucris- 
to á  rescatar  á  los  hijos  de  Adán  del  cautiverio  del  demonio, 
era  jxreciso  que  se  vistiese  de  su  carne :  que  viniendo  á  unir  al 
hombre  con  su  Dios,  era  preciso  que  juntase  en  sí  mismo  la 
persona  divina,  y  la  naturaleza  humana. 

Entre  tanto  van  cumpliéndose  los  oráculos  divinos,  y  las  se- 
manas de  Daniel  están  para  espirar.  Hoy  es  el  dia  cuya  glo. 
ría  se  han  disputado  con  razón  los  siglos  anteriores.  Acaba  de 
concebirse  en  el  vientre  estéril  de  Santa  Ana  esa  Virgen  qu® 


—330— 
no  ha  de  dejar  de  serlo  haciéndose  madre  del  Mesías.  Ya  el 
dragón  infernal  que  ha  esperado  con  ansia  su  creación,  para 
aumentar  el  número  de  las  víctimas  tristes  de  su  rabia,  se 
avanza  presuroso,  arrojando  acia  ella  ese  torrente  de  iniqui- 
dad que  arrastra  al  precipicio  al  resto  de  la  tierra.  ¡  Gran  Dios! 
¿dejarás  que  tu  enemigo  entre  á  profanar  el  templo  que  aca- 
bas de  construir  para  tu  hijo?  ¿Donde  está  el  querubín  que 
guardó  con  su  espada  de  fuego  la  puerta  del  paraíso?  ¿  Dónde 
el  ángel  que  poniéndose  entre  los  dos  ejércitos  rivales  en  las 
riberas  del  mar  rojo,  defendió  tu  pueblo  del  furor  de  Faraón? 

Pero  ¡  qué  portento,  católicos !  El  dragón  se  ha  detenido,  y 
ha  empezado  á  sentir  la  próxima  ruina  de  su  imperio,  viendo 
armada  en  favor  de  esta  nueva  criatura  la  diestra  poderosa 
del  Dios  de  los  ejércitos.  Y  ese  torrente  impetuoso  que  iba  á 
continuar  sus  funestos  estragos,  va  precipitándose  al  abismo, 
impelido  del  soplo  de  su  boca.  Aquí  es  donde  Jeremías  arre- 
batado á  lo  futuro  por  la  virtud  prodigiosa  de  un  entusiasmo 
divino,  exclama,  herido  de  tan  magnífico  espectáculo :  El  Se- 
ñor ha  criado  una  maravilla  sobre  la  tierra!  Creavit  dominus 
novum  siqyer  terram.  Pero  yo  me  engaño,  i>rofeta.  ISTo  es  la 
Concepción  de  María,  es  su  destinó  quien  lia  causado  tu  asom- 
bro: Femina  circumdaMt  virum.  ¡M  cómo  habías  de  asombrar- 
te de  que  la  providencia  suspenda  en  obsequio  suyo  el  curso 
de  la  naturaleza,  sabiendo  los  designios  que  tiene  sobre  ella! 
Si  vieras  seguir  en  su  creación  las  leyes  ordinarias,  entonces 
te  espantaras  con  justicia,  y  tu  espanto  fuera  común  al  cielo  y 
á  la  tierra.  Un  prodigio  como  este  debia  preceder  al  nacimien^ 
to  de  un  Dios.  Admírase  Moyses  cuando  ve  la  zarza  ardiendo 
sin  quemarse.  Pero  apenas  se  acerca,  solo  piensa  en  la  voz 
que  sale  de  la  llama,  olvidando  el  motivo  de  su  primera  admi- 
ración. Pues  ;  qué  cosa  podia  parecerle  grande  en  la  presencia 
del  Señor! 

¡  Hombres  incrédulos  que  solo  distinguís  el  brazo  del  Todo- 
poderoso á  la  luz  de  sus  milagros!  ¿Juzgáis  difícil  que  Maria 
haya  tenido  un  principio  de  tanta  elevación?  Acercaos  á  ella, 
y  ved  el  fin  de  su  creación.  ¿Por  ser  tan  grande  el  prodigio  de 
su  Concepción  inmaculada,  os  parece  imposible?  Pensad  en 
los  prodigios  mayores  á  que  está  destinada.  Y  ¿  cómo  dexar  de 
creer  que  salga  desde  su  origen  de  los  límites  comunes,  una 
Virgen  criada  con  el  objeto  solo  de  que  dé  la  vida  á  su  cria- 
dor; ponga  en  el  mundo  al  mismo  que  sacó  al  mundo  de  la  na- 
da, y  haga  nacer  al  Eterno  en  la  plenitud  de  los  tiempos? 

Tratábase,  católicos  de  restituir  la  naturaleza  á  su  esjden- 
dor  primitivo.  Satanás  que  tenia  usurpado  el  imperio  del  mun- 
do, le  habia  abierto  sus  puertas  á  la  muerte.  El  pecado  era  en 
sus  manos,  como  dice  el  Apóstol,  esa  hoz  aguda  con  que  sega- 


ba  nuestras  vidas.  Todo  el  género  humano  estaba  muerto.  To- 
do el  globo  cubierto  de  cadáveres,  no  era  mas  que  un  triste  y 
vasto  cementerio.  María  es  el  nuevo  paraíso  donde  habia  de 
plautarse  el  árbol  saludable  que  debia  vivificarnos  con  sus 
preciosos  frutos,  La  tierra  árida  y  seca,  llena  de  abrojos  y  de 
espinas,  fatal  cosecha  de  terrible  maldición  que  atraxo  sobre 
ella  la  orguilosa  presunción  de  los  dos  primeros  tranagresores, 
necesitaba  copiosos  raudales  de  aguas  vi  fas  que  llegando  la 
fecundidad  por  todas  partes,  hiciesen  florecer  en  ella  la  recti- 
tud y  la  justicia.  Maria  es  el  canal  sagrado  que  habia  de  con- 
ducirlas desde  la  fuente  de  la  vida  abierta  por  el  Cordero  al 
pié  del  trono  del  Eterno.  Cediendo  la  débil  Eva  á  la  astucia 
fatal  de  la  serpiente,  la  habia  engrandecido;  sujetando  á  su 
cruel  dominación  toda  su  raza  desgraciada.  Maria  es  la  segun- 
da Eva  que  la  debia  destruir. 

No  podíais  llenar,  Virgen  pinísima,  naos  destinos  tan  san- 
tos, sin  haber  sido  siempre  santa.  M  tuvierais  en  el  pié  una 
fuerza  bastante  para  hollar  la  |3érfida  cabeza  de  ese  monstruo 
horrible,  si  os  le  infestara  primero  con  su  ponzoñosa  mordedu- 
ra. Para  esta  victoria  tan  ilustre  cuya  gloria  os  estaba  reservada, 
recibisteis,  Señora,  desde  el  primer  instante  de  vuestra  privile- 
giada Concepción,  esa  fortaleza  extraordinaria  que  el  sabio  no 
creia  poder  encontrar  en  vuestro  sexo :  Mulierem  fortem  quis 
invenietf  Por  eso  se  sorprende  cuando  la  encuentra  en  Maria, 
y  pregunta  ¿  quién  es  esta  que  aparece  desde  el  oriente  de  su 
vida,  terrible  como  un  exército  colocado  en  orden  de  batalla? 
Qiue  est  ista,  quce  progredüur  terribüis  utcastrorwm  acies  ordi 
nata?  Y  ¿le  parecería  terrible  una  mujer  cargada  de  cade- 
nas, sujeta  á  la  urania  del  pecado,  é  incapaz  de  resistir  á  los 
asaltos  del  demonio?  No:  él  la  vio  cercada  por  todas  partes 
con  la  sombra  del  Espíritu  Santo,  apoyada  sobre  el  brazo  del 
Dios  fuerte,  cubierta  con  el  escudo  de  la  gracia,  y  armada  de 
todas  las  virtudes.  No  es  el  sabio  solo  á  quien  excita  la  curio- 
sidad esta  grande  visión.  Los  habitantes  del  empíreo  desean 
saber  quien  es  esta  á  quien  Dios  distingue  de  un  modo  tan 
glorioso.  Quce  et  tstaí  Es  la  verdadera  Ester  que  viene  á  sus- 
pender la  execucion  de  la  sentencia  de  muerte  que  se  fulminó 
contra  su  pueblo:  es  la  reyna  del  cielo  y  de  la  tierra:  es  Maria. 
¡  Inteligencias  inmortales,  tronos  vivos  de  la  augusta  magos- 
tad!  venid  todos  á  rendirle  vuestros  respetuosos  homenajes. 
La  serpiente  infernal  entra  en  éxtasis  también,  y  pregunta: 
¿quién  es  esta  que  llevando  el  terror  hasta  el  abismo,  ha  pues- 
to en  desorden  el  infierno?  Quce  etistaf  Es  la  mujer  fuerte  de 
quien  está  escrito  que  la  acecharás  para  morderla,  pero  que  no 
la  morderás:  El  tu  insidkiberiti  calcáneo  ejus. 

'    LlTERATUBA — 32 


—338— 

¡Qué  privilegio!  Qué  diferencia  entre  esta  Virgen,  y  todo  eí 
resto  de  los  hijos  de  Adán.  La  concepción  de  todos  los  demás, 
tan  favorable  á  los  progresos  de  la  culpa,  llena  al  demonio  de 
satisfacción  y  de  orgullo.  La  de  María  tan  funesta  á  su  impe- 
rio, le  llena  de  rabia  y  de  vergüenza.  Pues  en  aquella  no  ve 
sino  señales  de  debilidad,  cuando  en  esta  solo  se  ve  señales  de 
poder.  _Eh  todos  los  demás  el  cuerpo  y  el  espíritu  parecen 
mancliarse  mutuamente:  pues  ambos  están  puros  mientras 
permanecen  separados,  y  cada  uno  se  corrompe  porque  se  une 
con  el  otro.  En  María  el  cuerpo  y  el  espíritu  se  santifican  mu- 
tuamente. Su  cuerpo  no  siente  el  mas  pequeño  efecto  del  con- 
tagio, porque  le  anima  un  espíritu  tan  protegido  de  los  cielos. 
Y  su  espíritu  no  es  tan  protegido  de  los  cielos,  sino  porque  ani- 
ma un  cuerpo  que  debe  servir  de  templo  á  la  Trinidad  augus- 
ta. Todos  empiezan  á  recibir  las  impresiones  de  la  luz  del  dia, 
cuando  sus  almas  están  todavía  sepultadas  en  las  tinieblas  del 
pecado.  María  estaba  todavía  sepultada  en  las  tinieblas  de  las 
entrañas  de  su  madre,  y  ya  su  alma  recibía  las  impresiones  de 
la  luz  de  la  gracia.  ¡  Qué  digo  yo !  Estando  en  las  manos  del 
Criador,  él  se  apresura  á  embellecerla.  Y  el  soplo  de  vida  que 
la  anima,  lleva  envueltos  consigo  todos  los  beneficios  de  la  na- 
turaleza, todos  los  dones  del  Espíritu-Santo,  todos  los  favores 
encerrados  basta  entonces  en  los  tesoros  de  la  misericordia. 

No  es  este  un  elogio  que  la  piedad  acia  María  me  nacen  exa- 
gerar. Yo  veo  á  la  gloria  de  mi  Dios  interesada  en  la  suya. 
Desde  que  concibo  á  esta  Virgen  un  momento  en  pecado,  ya  se 
apaga  á  mis  ojos  todo  el  esplendor  de  la  obra  mas  grande  del 
Altísimo.  Sí,  yo  oso  decirlo:  yo  encuentro  algo  de  monstruo- 
so en  la  economía  de  la  encarnación.  Y  ¡qué!  ¿El  Todopode- 
roso que  desde  la  eternidad  ha  tenido  fija  la  atención  en  este 
grande  suceso  de  los  siglos;  que  desde  la  creación  del  univer- 
so se  ocupa  en  dirigir  las  cosas  de  manera  que  todos  los  acon- 
tecimientos de  la  tierra  vayan  sirviendo  de  medios  para  este 
fin  asombroso ;  que  empieza  á  llenar  de  bendiciones,  cuarenta 
generaciones  antes,  la  familia  dichosa  que  ha  escogido  para 
sacar  la  oficina  donde  debe  obrarse  este  misterio;  hace  tantos 
prodigios  en  obsequio  suyo  por  medio  de  Moyses ;  y  á  pesar  de 
tantas  revoluciones,  conserva  siempre  el  cetro  en  la  tribu  de 
Judá;  que  sucita  de  tiempo  en  tiempo  profetas  que  hablen  de 
él  tan  magestuosamente;  y  que  emplea  por  fin  en  este  objeto 
sublime  las  sagradas  pitucas  de  tantos  escritores;  dexaria  en- 
trar el  defecto  mas  leve  en  este  plan  tan  meditado?  ¿Después 
de  unos  preparativos  tan  magníficos  que  todos  respiraban  sa- 
biduría, poder  y  santidad  ¿vendría  á  desmentir  el  concepto 
que  hizo  formar  el  mundo  de  su  obra,  dexando  salir  al  Verbo 
increado  de  su  purísimo   seno,  y  precipitarse,  ( ¡  qué  horror  !) 


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en  él  seno  corrompido  de  una  mujer  abominable?  ÍTo,  Dios 
mió:  Vos  mismo  habías  dicho  que  vuestra  sabiduría  no  habia 
de  entrar  en  una  alma  malvada,  ni  habitar  en  un  cuerpo  suje- 
to á  los  pecados:  In  malevolam  animan  non  introíbit  sapientia, 
ñeque  hcMtavit  in  corpore  subdito  peccatis.  Vuestro  santísimo 
hijo,  aunque  se  empeña  en  abatirse  x>or  elevarnos  á  nosotros, 
nunca  .pudo  aceptar  un  abatimiento  contrario  á  la  pureza  de 
su  ser.  El  no  dexó  de  ser  Dios,  por  humillarse.  Y  Vos  debis- 
teis sostener,  en  medio  de  la  humillación,  el  decoro  de  la  Divi- 
nidad. 

No  creáis,  mis  hermanos,  que  le  hubiera  sostenido,  dejando 
que  Maria  se  sujetase  un  momento  ala  ley  vergonzosa  del  pe- 
cado; aunque  después  derramase  sobre  ella  todos  los  tesoros 
de  sus  gracias.  El  privilegio  del  Bautista  es  en  verdad  un 
grande  privilegio,  capaz  de  hacer  á  un  hombre  digno  de  pre- 
parar los  caminos  del  Mesías ;  pero  no  de  hacer  á  una  muger 
digna  de  darle  nacimiento.  Bastante  para  que  el  hijo  del  Altí- 
simo habite  el  alma  de  aquel,  y  enseñe  por  sus  labios  la  cien- 
cia saludable  de  la  remisión  de  los  pecados;  no  para  que  en  el 
seno  de  esta  se  ofrezca  en  holocausto.  El  santuario  destinado 
para  que  el  Dios  de  Israel  habitase  en  medio  de  su  pueblo,  se 
trabajaba  con  esos  instrumentos  que  ea  la  misma  hermosura  y 
magestad  le  dejaban  señales  de  impureza ;  y  era  suficiente  que 
él  le  santificase  después  con  su  presencia,  para  que  alli  desde 
entonces  pronunciase  sus  oráculos.  Pero  el  altar  consagrado 
para  ofrecerle  sacrificios,  se  edificaba  de  piedras  sin  labrar : 
porque  una  vez  profanado  por  el  contacto  del  hierro,  jamás 
podia  servir  para  este  fin  tan  augusto.  Y  ¿haremos  á  la  Di- 
vinidad la  injuria  de  persuadirnos  que  no  concedió  á  María  fa- 
vores proporcionados  á  la  elevación  de  su  destino  ?  Yo  no  pue- 
do pensar  en  el  pecado  de  esta  Virgen,  sin  pensar  al  mismo 
tiempo  en  la  deshonra  de  su  hijo.  No  puedo  ver  en  ella  un  de- 
fecto tan  grande,  sin  acusar  involuntariamente  a  la  infinita  sa- 
biduría. La  mancha  de  su  alma  hubiera  empañado  el  espejo 
de  la  Divina  Magestad :  su  triste  situación  podia  haber  turba- 
do el  placer  tranquilo  de  las  mansiones  celestiales :  y  sus  espe- 
sas tinieblas  podian  haber  disminuido,  á  los  ojos  del  hombre, 
el  magestuoso  brillo  del  trono  del  Eterno. 

¡Qué!  i  Os  sorprendéis,  señores?  ¿Os  parece  acaso  que  son 
mis  expresiones  partos  atrevidos  de  la  imaginación  y  el  entu- 
siasmo? El  lenguaje  que  yo  hablo  es  el  lenguaje  de  la  razón  y 
de  la  fé.  Si  María  no  fué  concebida  en  gracia  original,  ella  es- 
tuvo algún  tiempo  en  la  desgracia  del  Señor.  Y  si  un  fatal  ac- 
cidente hubiera  cortado  entonces  los  débiles  lazos  que  la  unian 
á  la  vida,  se  hubiera  perdido  sin  remedio:  y  este  triunfo  del 
infierno  hubiera  cubierto  al  cielo  de  ignominia.    ¡  Qué  especia-* 


—:>Ai )_ 
culo  se  presenta  á  la  imaginación!  ¡Satanás  levantando  un 
trofeo  en  medio  del  abismo  contra  la  celestial  Jerusa- 
len!  ¡  Los  ángeles  fieles  contemplando  1  i enos  de  tristeza  á  su 
rey  na  y  soberana  en  poder  de  los  ángeles  'apóstatas!  ¡Y  el 
Todopoderoso  viendo  por  toda  la  eternidad  á  su  rival  sacian- 
do su  venganza  en  la  muger  que  él  destinó  para  su  madre!  Yo 
no  puedo  sostener  mas  tiempo  tan  horroroso  pensamiento. 
Santísima  Virgen:  ó  vos  habéis  sido  concebida  sin  pecado,  ó 
no  sois  la  muger  que  ha  parido  al  Eedentor. 

Un  Eedentor  perfectísimo  como  fué  Jesucristo  tiene  poder 
para  redimir  de  un  modo  perfectísimo.  De  este  debió  usar  res- 
pecto de  su  madre,  haciendo  brillar  en  ella  toda  la  eficacia  de 
sus  méritos.  No  debió  contentarse  con  dispensarle  el  mismo 
beneficio  que  al  resto  de  los  hombres.  No  debió  levantarla  co- 
mo lo  hace  con  nosotros:  sino  impedir  su  caida,  como  lo  hizo 
con  los  ángeles.  No  debió  redimirla  de  la  muerte,  sacándola  co- 
mo á  Lázaro  délas  sombras  del  sepulcro:  sino  impidiendo  que 
muriese  como  lo  hizo  con  David:  Qui  redim.it  de  interitu  vitara 
tvam.  Y  i  cómo  dudar  que  así  lo  ejecutó,  cuando  nos  dice  San 
Bernardo  que  mas  vino  al  mundo  por  salvar  á  María  que  por 
salvar  á  todos  los  demás?  Plus  venit  Christits  pro  María  redi- 
mendaj  guara  pro  ómnibus  allüs. 

Si  un  exceso  de  amor  para  los  hombres  es  quien  le  obliga  á 
combatir  con  el  mundo,  la  muerte  y  el  pecado:  si  por  él  se  aba- 
te tanto,  sufre  y  muere:  desciende  hasta  el  abismo:  y  después 
de  haber  atado  al  dragón  nuestro  enemigo  con  esa  grande  ca- 
dena que  traxo  de  los  cielos,  cierra  las  puertas  del  infierno,  y 
sube  en  triunfo  á  sentarse  á  la  diestra  de  su  padre;  Maria  tie- 
ne en  su  victoria  mas  parte  que  nosotros.  Ella  debe  gozar  de 
las  primicias  de  sus  preciosos  frutos.  Su  libertad  es  la  primera 
que  yo  veo  en  ese  trofeo  divino  elevado  en  el  Calvario.  Pues 
por  mucho  que  ame  el  Señor  las  tiendas  de  Jacob,  mas  ama 
las  puertas  de  Sion :  Diligit  Dominus  portas  Sion,  super  omnia 
tábemacirfa  Jaeób.  Maria  es  rescatada  con  el  mismo  precio  que 
nosotros.  Pero  por  ella  se  pagó  antes  que  cmnpiido  el  plazo 
de  la  deuda,  pudiese  perder  su  libertad:  cuando  se  paga  por 
nosotros  después  que  pasado  el  término,  hemos  gemido  baxo 
el  yugo  de  la  mas  infame  esclavitud.  Y  era  preciso  que  aque- 
lla por  quien  habia  de  darse  la  salud  a  todos  los  demás,  la  re- 
cibiese la  primera.  Por  eso  dice  San  Ambrosio  que  el  Eedentor 
empezó  por  su  madre  la  obra  que  iba  á  practicar  por  todo  el 
género  humano:  Dominus  redempturus  miindum,  operationem 
suam  incoliavit  a  matre,  ut per  quam  salas  ómnibus  parabatur, 
eadem  prima  fnictum  salutis  hauriret  ex  pignore. 

Este  verdadero  Moyses  derrama  primero  sobre  la  ara  la  sam 
M're  de  la  alianza,  y  después  la  derrama   sobre  el  pueblo.    Y 


—341— 

¡qué!  ¿Se  contentaría  acaso,  como  Judas  Macabeo,  con  purifi- 
car solamente  un  santuario  manchado  ?  No :  el  nuevo  taber- 
náculo no  es  un  vaso  de  corrupción,  ni  un  depósito  de  cólera. 
Es  un  edificio  fundado  sobre  la  santidad  y  la  justicia:  es  un 
sagrario  impenetrable  á  la  iniquidad  y  maldición.  San  Patrio 
hacia  ver  á  los  hebreos  la  necesidad  del  nxievo  testamento  en 
las  imperfecciones  del  antiguo.  En  aquel,  les  decía,  el  sacerdo- 
te que  ofrecía  las  hostias  por  el  pueblo,  necesitaba  ofrecerlas 
por  sí  mismo:  la  sangre  de  los  toros  y  cabríos,  no  tenia  virtud 
para  lavar  los  pecados;  y  el  tabernáculo  destinado  x>ara  inmo- 
lar las  víctimas,  era  construido  por  los  hombres.  Si  estos  fue- 
ron los  motivos,  grande  apóstol,  de  mudar  el  testamento,  todo 
es  mas  santo  en  el  nuevo:  sacerdote,  hostia  y  tabernáculo. 

Es  insultar  á  un  pueblo  cristiano  pensar  que  necesita  le  ha- 
bien  de  la  santidad  de  Jesucristo.  Pero  es  insultar  al  mismo 
Dios  pensar  que  él  haya  admitido  la  horrible  profanación  en 
ese  tabernáculo  que  él  mismo  construyó  para  su  hijo.  Prohibe 
á  los  judíos  la  entrada  en  el  Santo  de  los  santos,  porque  allí 
habia  de  ir  el  sumo  sacerdote  el  dia  de  la  expiación  á  ofrecer 
la  sangre  del  cordero  por  los  pecados  de  Israel :  ¿y  dejaría  que 
el  demonio  se  apoderase  de  ese  templo  vivo  dónde  habia  de 
entrar  el  día  déla  Encarnación  el  eterno  pontífice  del  nuevo 
sacerdocio,  que  venia  al  mundo  á  ofrecer,  no  sangre  de  anima- 
les, sino  de  la  suya  propia,  por  los  pecados  de  todas  las  nacio- 
nes! Lejos  de  nosotros  tan  execrable  pensamiento.  Al  nuevo 
paraíso  jamás  ha  entrado  la  serpiente.  La  ciudad  santa  fué,  des- 
de su  fundación,  cercada  con  fuertes  y  elevados  muros.  Siem- 
pre guardaron  doce  ángeles  cada  una  de  sus  puertas.  María 
es  la  zarza  misteriosa  que  se  conserva  siempre  inalterable  en 
medio  de  las  llamas  abrazadoras  del  crimen  que  devoran  al 
resto  de  la  tierra.  No  puede  acercarse  á  ella  el  ángel  de  tinie- 
blas que  extermina  toda  la  naturaleza:  porque  el  Cordero  in- 
molado desde  el  origen  del  mundo  la  señaló  desde  entonces 
con  su  sangre  sacrosanta.  Por  eso  la  iglesia,  aplicándole  el 
elogio  que  hace  el  Espíritu-Santo  de  la  sabiduría  increada,  ia 
llama  la  primogénita  de  todas  las  criaturas:  Primogénita  ante 
omnem  creaturam. 

Colocaos  conmigo,  señores,  mas  allá  del  origen  del  tiempo : 
trasportaos  á  esa  época  anterior  á  la  naturaleza  y  á  los  siglos : 
y  figuraos,  como  yo,  á  la  Trinidad  augusta  acabando  de  tratar 
en  su  consejo  eterno  el  grande  asunto  de  la  creación  de  María. 
¿No  os  parece  á  todos,  como  á  mí,  que  le  estáis  oyendo  decir: 
Hagamos  pues  una  obra  perfectísima!  La  conducta  adorable 
de  las  tres  personas  sacrosantas  hace  creer  que  la  menor  imper- 
fección hiciera  indigna  á  María  de  las  sagradas  relaciones 
iba  a  contraer. 


—342— 

Cuando  el  Todopoderoso  por  boca  de  Moyses  habla  al  pue- 
blo  de  las  víctimas  que  le  habla  de  inmolar,  le  manda  prime- 
ramente que  sean  inmaculadas:  Immaculatum  offerent.  Y 
mientras  le  va  designando  con  la  mayor  proligidad  sus  diver- 
sas especies,  á  cada  paso  le  repite  el  mismo  encargo.  La  que 
tuviere  mancha,  le  dice,  no  la  ofreceréis  vosotros,  ni  yo  la 
aceptaré:  Si  macnlam  lidbuerit,  non  offeretis,  naque  erit  aóceptOr 
lile.  Y  ¿ereeremos  que  este  Dios  tan  celoso  de  la  pureza  de  su 
culto,  se  descuidase  con  María,  y  la  dexase  salir  corrompida  de 
sus  m  anos  ?  ISTo,  católicos.  Si  esos  animales  en  cuya  limpieza  po- 
nía tanto  empeño,  servían  de  materia  á  los  sacrificios  figurados 
del  tabernáculo,  María  suministra  la  materia  del  verdadero  sacri- 
ficio del  Calvario.  Sí:  de  su  cuerpo  saca  el  suyo  el  Salvador  del 
mundo :  de  allí  toma  esa  sangre  preciosa  que  derramó  por 
nosotros  en  el  árbol  de  la  cruz.  ¡Qué  gloria  para  Maria  con- 
currir tan  de  cerca  ala  admirable,  á  la  portentosa  Eedencion! 
Pero  ¡qué  gloria  mas  grande  todavía,  ser  preservada,  en  favor 
de  este  concurso,  de  la  culpa  original!  Pues  ni  el  hijo  de  Dios 
habia  de  pretender  lavarnos  con- una  sangre  manchada;  ni  hu- 
biera sido  á  su  Padre  acepto  su  holocausto:  Si  maculam  Jiábue- 
■rit,  non  offeretis,  ñeque  erit  aeeeptaMli. 

Y  Yos,  Espíritu-Santo,  que  cuidasteis  tanto  de  la  integri- 
dad del  cuerpo  de  esta  virgen  ¿hubierais  podido  sufrir  la 
corrupción  de  su  alma?  Cesad  espíritus  orgullosos,  cesad 
de  blasfemar,  diciendo  que  el  Señor  no  os  ha  hablado  con 
bastante  claridad  para  creer  inmaculada  la  Concepción  de 
María.  lío  esperéis  que  venga  á  disipar  vuestras  dudas  el  án- 
gel que  disipó  las  dudas  dé  José.  Las  suyas  fueron  justas,  y 
las  vuestras  son  sacrilegas.  José  solo  conocía  á  María  por  su 
esposa,  y  vosotros  la  conocéis  por  la  esposa  del  Espíritu-Santo. 
¡  Ah  mis  hermanos  !  Este  esposo  divino  es  sumamente  delica- 
do :  él  no  podia  sufrir  un  solo  sartal  mal  puesto  en  el  cuello  de 
su  esposa. 

En  fin  Jesu-Cristo  que  tenia  tantos  títulos  magníficos  como 
primogénito  del  Padre  celestial,  se  gloria  sin  embargo  de  que 
el  mundo  le  conozca  por  hijo  de  María:  Filius  hominis.  Asi  se 
llama  él  mismo  á  cada  paso  en  todo  el  discurso  de  su  vida:  y 
aun  hace  alarde  de  este  nombre  en  la  acción  mas  gloriosa  de 
su  divino  misterio.  Sí:  él  quiere  que  se  sepa  que  ese  juez  ter- 
rible que  ha  de  aparecer  el  último  dia  de  los  siglos  con  toda 
la  pompa  de  su  gloria  á  juzgar  á  los  vivos  y  á  los  muertos,  es 
hijo  de  María:  Cum  venerit filius  hominis,  sedebit  super  sedem 
majestatis  suce,  et  congregcíbuntur  ante  eum  omnes  gentes.  Y  ¿se 
hubiera  gloriado  Jesucristo  de  tener  por  madre  á  una  muger 
que  habia  sido  en  un  tiempo  esclava  del  demonio  1  ¿  Quién  de 
vosotros,  señores,  teniendo  un  padre  distinguido  por  el  lustre 


— 343— 
de  su  cuna  y  el  esplendor  de  su  virtud,  desearía  ser  conocido 
por  el  nombre  de  su  madre,  si  este  trajese  consigo  alguna'nota 
vergonzosa?  ¡Quién  no  procura  ocultar  su  origen  infame! 
Yo  bien  sé  que  Jesucristo  se  abate  hasta  el  exceso :  que  saca 
su  gloria  de  las  afrentas  e  ignominias;  pero  jamás  quiso  apa- 
recer culpable  á  los  ojos  de  los  hombres.  Cuando  en  la  casa 
del  Pontífice  Caifas  le  cubren  el  rostro  los  sacrilegos  ministros, 
y  burlándose  del  nombre  de  profeta,  le  dicen  que  adivine  quien 
le  hiere,  él  no  contesta  una  palabra.  Cuando  los  príncipes  de 
los  sacerdotes  le  dicen  que  descienda  de  la  cruz,  si  quiere  que 
ellos  crean  que  es  el  rey  de  Israel,  parece  que  no  oye  sus  bla- 
femias.  Pero  apenas  se  trata  de  sospechar  pecado  en  su  perso- 
na, él  no  puede  sufrirlo .  Se  despoja  un  momento  de  la  ordi- 
naria mansedumbre  del  hombre  de  dolor:  y  revistiéndose  de 
la  magestad  propia  del  hijo  del  Altísimo,  pregunta  indignado 
á  los  judíos:  ¿Quién  de  vosotros  podrá  convencerme  de  peca- 
do ?  Quis  ex  voMs  arguet  me  de  peccato  f 

Que  guarden  los  evangelistas  un  profundo  silencio  sobre  la 
pureza  de  María;  que  yo  la  leo,  católicos,  en  esta  pregunta  de 
Jesús:  ¿Quién  de  vosotros  podrá  convencerme  de  pecado.  Para 
que  él  desafiase  á  los  judíos  cgii  tanta  satisfacción,  era  preciso 
que  su  madre  pudiese  desafiar  a  los  demonios,  y  preguntarles 
también:  Quis  ex  voMs  arguet  me  dé  peccatol  De  lo  contrario 
Jesucristo  hubiera  temido  con  justicia  que  los  judíos  le  argu- 
yesen con  el  pecado  de  María:  que  aunque  con  él  no  po- 
dían probarle  que  estaba  manchado  en  su  persona  podían 
probarle  que  lo  estaba  en  la  persona  de  su  madre.  !No  le  hu- 
bieran convencido  de  que  era  un  criminal:  pero  le  hubieran 
convencido  de  que  estaba  deshonrado  por  un  crimen.  Pues  así 
como  los  hijos  participan  de  la  gloria  de  sus  padres,  un  padre 
sin  honor  (nos  dice  el  Sabio)  es  la  deshonra  de  su  hijo:  Dedecus 
filii  pater  sine  honore.  Cuando  trata  de  pecados,  decia  San 
Agustín,  yo  no  puedo  sufrir  que  se  hable  de  la  Virgen:  Excep- 
ta Yirgene  matre,  de  qua  cum  de  peccatis  agitur  nullam  prorsus 
liábere  voló  qucestíóném.  Y  ¿por  qué.  Por  el  honor  del  Señor: 
Propter  lionorem  Domini. 

Sí,  Santísima  Virgen:  el  honor  de  vuestro  hijo  es  quien  em- 
peña al  Todopoderoso  en  desplegar  en  obsequio  vuestro  toda 
la  energía  de  su  brazo.  La  divina  maternidad  es  el  augusto 
fundamento  de  la  grandeza  vuestra.  Por  ella  nacisteis  y  vivis- 
teis siempre  en  la  inocencia  mas  perfecta:  por  ella  moristeis 
sin  pecado  á  los  ojos  mismos  de  aquel  que  juzga  las  justicias: 
por  ella  dividís  hoy  la  gloria  del  Altísimo,  y  sois  la  soberana 
de  su  reyno.  Pero  permitidme  que  os  diga  que  todos  somos 
hermanos  de  Jesucristo :  que  si  sois  madre  suya,  sois  niadre  de 
todos  los  hombres:  y  que  esa  diestra  omnipotente  que  en  con- 


—344— 
sideración  á  vuestro  hijo  primogénito,  obró  en  Vos  tamaña 
maravilla,  puede  en  consideración  á  Vos,  obrar  otras  muchas 
en  el  resto  de  vuestros  hijos. 

Y  ¿se  podrá  creer  sin  crimen  que  la  cualidad  magnífica  de 
madre  de  Dios  le  haga  mirar  con  desprecio  la  de  nuestra  ma- 
dre común  ?  ¿Verá  ella  con  indiferencia  perecer  á  sus  hijos  los 
hombres,  por  quienes  ofreció  tan  generosamente  en  el  Calva- 
rio el  sacrificio  de  su  hijo  Dios!  ¿Acaso  se  habrá  olvidado  de 
que  somos  sus  hijos,  después  de  la  advertencia  que  Jesús  le 
hizo  al  tiempo  de  morir,  en  la  persona  del  discípulo  amado? 
Ecce  films  tuus. 

¡  Retiraos  de  mi  pensamiento,  blasfemias  tan  injuriosas  á 
Maria!  Desde  el  seno  de  la  felicidad  donde  habita,  siempre 
está  arrojando  sobre  la  tierra  miradas  de  ternura.  Después  del 
dia  de  su  gloriosa  asunción,  siempre  está  ocupada  en  recibir 
nuestras  súplicas,  y  presentarlas  al  pié  del  trono  celestial.  Las 
entrañas  que  llevaron  nueve  meses  la  salud  del  mundo,  no  han 
cesado  de  pedirla  en  diez  y  ocho  siglos.  Manifestad,  mis  her- 
manos, vuestras  aflicciones  y  miserias:  abrid  vuestro  corazón 
á  esta  mediadora  tan  generosa  y  compasiva.  No  os  acobarde 
en  su  presencia  la  enormidad  de  vuestros  crímenes.  Habladle 
sin  temor.  Cuanto  es  mas  deplorable  el  estado  de  los  infelices 
que  la  imploran,  tanto  mas  los  compadece.  Ser  grande  peca- 
dor es  un  motivo  poderoso  para  invocarla  con  mejor  suceso. 
Pero  no  penséis  salvar  á  la  sombra  de  sus  altares  vuestras  pa- 
siones favoritas:  no  oséis  interesarla  en  vuestros  proyectos 
criminales.  Maria  solo  escucha  las  oraciones  dictadas  por  la 
compunción  y  la  humildad:  y  cierra  sus  oidos,  con  horror,  á  los 
sacrilegos  votos  del  hombre  impenitente.  No  seáis  impruden- 
tes como  Adonías  que  creyendo  que  Salomón  nada  podia  ne- 
gar á  su  madre  Betsabé,  ñeque  inim  tibi  negare  quidquam  po- 
testj  la  empeña  en  proteger  sus  miras  ambiciosas:  no  sea  que 
experimentéis,  como  él,  el  justo  castigo  de  una  temeraria  peti- 
ción. Pedidle,  como  iridió  Mardoqueo,  vuestra  salud  y  la  del 
pueblo,  y  la  alcanzareis  como  él.  Sí :  la  alcanzareis  sin  duda. 
El  título  dereyna  de  los  cielos,  no  es  un  título  vano  y  sin  po- 
der. La  que  obtuvo  en  las  bodas  de  Cana  el  primer  milagro  de 
Jesucristo,  puede  todos  los  dias  obtener  otros  nuevos.  Ella 
puede  arrancaros  de  los  brazos  de  la  muerte,  y  retirar  vuestras 
almas  de  las  puertas  del  abismo.  Su  intercesión  debe  inspirar 
mas  confianza  álos  cristianos,  que  la  que  inspnó  á  Judas  Ma- 
cabeo  la  oración  de  Jeremías. 

Yo  creo  oir  al  Salvador  del  mundo,  dirijir  á  María  estas 
tiernas  palabras  que  dirigió  á  Esther  en  otro  tiempo  el  rey 
Asuero.  ¿Qué  pedis,  para  que  se  os  conceda  en  el  momento? 
Quid  petris,  ut  detur  tiMf  Ya  pasó  este  tiempo  en  que  después 


—345— 
de  tres  días  de  ausencia,  respondía  con  dureza  á  vuestras  amo- 
rosas reconvenciones:  ¿No  sabéis  que  debo  ocuparme  en  el 
servicio  de  mi  padre?  Ya  pasó  ese  tiempo  en  que  pareciendo 
desconoceros  cuando  me  esperabais  en  las  puertas  de  la  Sina- 
goga, gritaba:  ¿Quién  es  mi  madre,  y  quienes  son  mis  herma- 
nos! Esas  humillaciones  pasageras  preparaban  entonces  vues- 
tra gloria  presente:  y  ese  ligero  abatimiento  fué  el  fundamen- 
to que  yo  puse  al  gran  poder  que  hoy  tenéis  en  el  cielo  y  en  la 
tierra.  ISTo  temáis  mas  en  vuestro  hijo  una  conducta  semejan- 
te. Ha  llegado  el  tiempo  de  glorificaros,  madre  mia,  á  los  ojos 
del  universo.  Si  antes  cuando  me  pedias  un  prodigio,  os  pre- 
guntaba: muger  ¿qué  hay  de  común  entre  vos  y  yo!  Quid  mi- 
M  et  Ubi  est  mulierf  ahora  os  pregunto:  ¿qué  pedis  para  satis- 
facer vuestros  deseos?  Quid  petis,  uídetur  Ubi?  A  vuestra  voz, 
mi  cólera  apagada  se  mudará  en  clemencia;  los  dardos  de  mi 
justicia  caerán  sm  fuerza  de  mi  mano;  yo  contendré  mis  rayos 
antes  que  lleguen  á  la  tierra;  y  mis  ángeles  volarán  á  socorrer 
á  vuestros  siervos.  ¿Queréis  que  ahora  se  obre  algún  j)odigio 
nuevo.  Toda  la  naturaleza  está  pronta  á  obedecer  á  vuestra 
voluntad  primero  que  á  sus  leyes  ¿  Queréis  inundar  el  mundo 
con  los  torrentes  de  mis  gracias  ?  Los  tesoros  de  mi  misericor- 
dia están  abiertos:  vos  podéis  disponer  de  todo  cuanto  encier- 
ran. ¿Qué  pedís,  madre  mia,  que  desea  complaceros  un  hijo 
omnipotente!    Quid  petis,  ut  detur  Ubi? 

Pedidle,  Virgen  purísima,  pedidle  por  nosotros  :  Loqiiere  pro 
nobís.   Pedidle  que  el  digno  príncipe  que  hoy  os   consagra  su 
culto,  no  cese  de  recibir  en  estos  días  calamitosos  esas  inspira-' 
ciones  de  la  sabiduría  celestial  con  que  supo  burlarse  de  tan- 
tos enemigos  el  gefe  del  pueblo  de  Israel.    Pedidle  que  separe 
de  nosotros  ese  terrible  azote  que  después  de  seis  años  tiene 
levantado  todavía.  Pedidle  que  cesen  ya  tantos  dias  de  deso- 
lación y  de  sangre.    Pedidle  que  los  horrores  de  la  guerra  que 
están  añijíendo  nuestro  suelo,  vayan  todos  á  aflijir  á  la  región 
fatal  en  que  nacieron.  Pedidle  que  borre  de  sobre  la  haz  de  la 
tierra  á  ese  pueblo  rebelde  donde  prendió  primero  la.  llama  de 
la  discordia  que  ha  abrazado  á  todas  las  Américas.    Pedidle 
que  el  ángel  exterminador  que  disipó  en  una  noche  el  ejercito 
de  Sennaquerib,  baje  pronto,  y  con  su  espada  vengadora  corte, 
destruya,  aniquile,  y  acabe  de  una  vez  con  esas  bandadas  de 
v  facciosos  que  talan  nuestros  campos,  roban  nuestras  casas,  cor- 
rompen nuestras  vírgenes,  profanan  nuestros  templos,  despre- 
cian nuestros  ministros,  ultrajan  nuestra  religión,  é  insultan  á 
nuestro  Dios.  Pedidle  que  vibre  sus  tremendos  rayos. . .  .Pero 
no  le  pidáis  nada  de  esto,  dulcísima  María.    ¡  Yo  me  olvidaba 
de  que  esos  miserables  que  nos   están  causando  tantos  males, 

Litera  tit  r  a  —33 


—346— 
son  nuestros  hermanos,  é  hijos  vuestros!  Pedidle  mas  bien 
que  derrame  sobre  ellos  las  luces  de  su  gracia :  que  descorra  el 
velo  espeso  que  Jes  impide  ver  la  verdad  y  la  justicia;  y  que 
poniéndoles  delante  de  los  ojos  el  profundo  abismo  en  que  van 
á  hundirse  con  la  patria,  si  no  abandonan  los  caminos  del  fa- 
natismo y  el  error,  los  torne  en  ciudadanos  fieles  y  virtuosos. 
Pedidle  en  fin,  Señora,  que  nos  dé  á  todos  ese  ánimo  generoso 
en  los  combates  con  que  se  alcanza  después  de  la  carrera,  la 
corona  inmortal  de  la  justicia.  Es  la  gloria  eterna  que  os  deseo 
á  todos  en  el  nombre  del  Padre,  del  Hijo  y  del  Espiritu-Santo 
Amen. 


Que  en  la  solemne  misa  de  acción  de  gracias 
celebrada  en  la  real  Universidad  de  San 
Marcos  de  Lima,  en  el  recibimiento  del 
Excelentísimo  señor  D.  Joaquín  déla  Pe- 
zuela  y  Sánchez  Virey  del  Perú  etc.  etc. 
Dijo,  el  dia  21  de  Noviembre  de  1816,  D. 
José  Joaquín  de  Larriva  y  Ruiz,  maestro 
en  artes,  Dr.  en  Sagrada  Teología,  y  cate- 
drático de  Prima  de  Psicología  en  dicha 
Universidad. 


a  la  excelentísima  señora  vlreyíta  del  pebtj,  doña 
María  Angela  Oeballos  y  Olarria. 


Excma.  Señora. 


M  yo  he  pensado  jamas  en  hacer  comercio  con  mis  obras 
vendiéndolas  por  un  poco  de  protección  ó  de  favor,  ni  esta  ha 
menester  acogerse  á  sombra  alguna  para  salir  al  público ;  por- 
que su  interesante  materia,  aunque  esté  desnuda  enteramente 
de  los  arreos  de  la  elocuencia  y  de  las  gracias  del  estilo,  la  hace 
digna  de  presentarse  á  todas  las  luces,  y  la  asegura  del  apre- 


—348— 
ció  y  estimación  universal.  Pero  yo  he  pintado  el  carácter  mo- 
ral de  nuestros  Príncipes :  y  creería  faltar  á  mi  deber,  si  no  pu- 
siese en  las  manos  de  su  Excelentísima  esposa  el  retrato  de  un 
corazón  sobre  que  le  dan  tantos  derechos  sus  virtudes. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años. 

Lima  y  Mayo  22  de  1817. 

Excma,  señora. 

José  Joaquín  de  Larriva. 


DlXERUNTQUE  OMNES  VIRI  ISRAEL  AD  GEDEON:  DOMINARE 
NOSTRI  TU  QUIA  LIBERASTI  NOS  DE  MANU  MADIAN.  QUIBUS 
ILLE  AIT :  NON  DOMINABOR  VESTRI ,  SED  DOMINABITUR  VO- 
BIS    DOMINUS. 

Y  DIJERON  Á  GEDEON  TODOS  LOS  VARONES  DE  ISRAEL:  SE  TÚ 
NUESTRO   PRÍNCIPE,  PORQUE   NOS   HAS  LIBRADO  DEL   PODER 

DE  MAMAN   Á  LOS  QUE    ÉL   RESPONDIÓ:    NO   SERÉ  VUESTRO 
PRÍNCIPE,  SINO  QUE  SERA  EL  SEÑOR  EL  QUE  MANDARÁ.  SOBRE 

vosotros.   Cap.  8.  de  los  jueces,  y.  22  y  23. 


Excmo.  señor: 


El  Dios  de  Abrahain,  de  Isaac  y  de  Jacob,  ese  Dios  grande 
y  terrible,  que  derrama  su  cólera,  á  manera  de  un  torrente,  so- 
bre las  naciones  ingratas  que  olvidando  sus  beneficios,  le  des- 
conocen y  desechan ;  llena  de  bendiciones  y  de  prosperidad  á 
estas  mismas  naciones,  cuando  se  tornan,  á  él,  é  imploran  sus 
clemencias.  Y  con  la  misma  facilidad  con  que  pone  los  reinos 
en  manos  de  sus  enemigos,  rompe  sus  cadenas,  y  los  vuelve  á 
levantar  á  su  antiguo  lustre,  grandeza  y  poderío.  Al  pueblo  de 
Israel,  á  ese  pueblo  escogido,  á  quien  sacó  tan  milagrosamen- 
te del  Egipto:  por  quien  estuvo  en  el  desierto  cuarenta  años 
consecutivos  multiplicando  maravillas:  y  á  quien  puso  luego 
en  posesión  de  la  tierra  feliz  por  donde  corrian  arroyos  de  le- 
che y  de  miel,  empleando  para  desalojar  a  las  gentes  belicosas 
que  por  todas  partes  la  ocupaban,  la  fuerzairresistibledesu  bra- 
zo omnipotente;  le  tuvo  oprimido  siete  años  bajo  el  pesado  yugo 
de  los  hijos  de  Madian,  porque  hizo  el  mal  en  su  presencia  de- 


— 350 — 

jando  al  Dios  de  sus  mayores,  y  consagrando  a  los  dioses  age- 
nos  sus  adoraciones  y  sus  cultos :  fcecerunt  autemflUi  Israel  ma- 
lum  in  conspectu    Domini,  qui   tradidit  illos  in  manu   Madian 
septem  annis,  et  opressi  sunt  valde  ab  is  (1).  Pero  apenas  oye  sus 
clamores,  cuando  arroja  sobre  Gedeon  una  mirada  de  virtud: 
y  levantándose  este  valiente  hijo  de  Joas  lleno  de  gracia  y  for- 
taleza, convoca  sus  guerreros  al  sonde  la  trompeta;  se  lanza  al 
valle  de  Jesrael  armado  de  la  ira  del  Señor;  embiste  á  manera 
de  un  león  al  campo  enemigo;  hace  perecer  sobre  el  campo 
ciento  veinte  mil  combatientes;  humilla  á  los  madianitas;  y 
restablece  la  paz  de  Israel :  Humiliatus  est  autem  Madian  co- 
ramfiliis  Israel,  neo  portuerunt  ultra  cervices  elevare.  Sed  quie- 
vit  térra  (2).  Penetrado  de  gozo  todo  el  pueblo  al  ver  que  ya 
puede  respirar  libre  de  la  penosa  y  larga  servidumbre  que  ha- 
bía padecido:  y  reconociendo  que  Gedeon  portan  señalada  vic- 
toria merecia  ser  el  primero  en  la  casa  de  Jacob:  sé  tú  nuestro 
príncipe,  le  dice,  porque  nos  has  librado  del  poder  de  Madian: 
Dominare  nostri  tu,  quia  liberatis  nos  de  manu  Madian.    Pero 
este  generoso  caudillo,  tan  piadoso  como  esforzado,  y  tan  sa- 
bio en  la  religión  como  en  la  guerra:  no  seré  vuestro  príncipe, 
contesta,  sino  que  será  el  Señor  el  que  mandará  sobre  vosotros: 
Non  dominador  vestri,  sed'  dominabitur  vobis   Dominus.    ¡  Qué 
gloria  para  Gedeon,  y  qué  satisfacción  para  Israel !  Gedeon  se 
mira  aclamado  por  defensor  de  la  fé  y  de  las  leyes  de  Israel; 
é  Israel  oye  de  boca  de  Gedeon  que  es  el  mismo  Dios  el  que  se 
ha  de  encargar  de  su  defensa.  Israel  se  regocija  de  que  sea  re- 
vestido Gedeon  de  la  suprema  autoridad,  porque  ha  sabido  li- 
bertarle de  la  opresión  y  tiranía;  y  Gedeon  le  muestra  que  el 
cielo  es  quien  debe  gobernarle,  porque  fueron  sus  estrellas  (3) 
las  que  pelearon  por  él  contra  sus  tiranos  y  ox>resores.  Gedeon 
sabe  que  manda  en  los  corazones  de  Israel :    Dominare  nostri 
tu,  quia  liberatis  nos  de  manu  Madian  ;  é  Israel  sabe  que  va  a 
ser  mandado  por  un  príncipe  que  siemj>re  caminará  por  los  ca- 
minos del  señor :    Non  dominabor  vestri  sed  dominaMtur  vobis 
Dominus. 

¿IÑTo  parece  esta  historia,  Señor  Excelentísimo,  una  profecía 
sellada  en  el  eterno  testamento,  para  que  tuviese  su  pleno 
cumplimiento  en  Y.  E.  y  en  nosotros?  El  reino  del  Perú,  este 
reino  tan  protejido  de  los  cielos,  á  qir.en  trajo  el  Señor  la  luz 
del  evangelio  desde  las  remotas  regiones  del  oriente ;  donde  no 
permitió  que  se  tocase  la  bocina  guerrera  por  tres  siglos  ente- 
ros; y  donde  habia  derramado,  con  mano  liberal,  todos  los  bie- 
nes de  la  concordia  y  de  la  paz;  llegó  al  fin,  sin  duda  por  sus 
crímenes,  á  anegarse  en  la  sangre  de  sus  hijos;  sufrió  cerca  de 
siete  años  de  vejaciones  y  de  insultos;  y  vio  gemir  á  muchos  de 
sus  pueblos  bajo  el   peso  formidable  de  las  armas  enemigas: 


—351— 
fecerunt  autemfilii  Israel  malum  in  conspeeM  Dominí,  quí  iftí-> 
didit  illos  in  manu  Median  setem  annis,  et  opressi  sunt  valde  ab 
eis.  Pero  el  Dios  de  nuestros  padres  se  acuerda  de  sus  miseri- 
cordias, y  le  sucita  uu  salvador  en  la  persona  de  Y.  E.  Siente 
V.  E.  su  espíritu  confortado  de  lo  alto,  y  corre  á  ejecutar  las 
órdenes  divinas.  Hace  resonar  los  instrumentos  bélicos  en  los 
confines  del  reino;  levanta  sus  estandartes;  reúne  á  sus  valien- 
tes ;  empuña  con  su  diestra  la  espada  del  Señor ;  acomete  á  los 
rebeldes  que  habitan  las  riberas  del  Rio  de  la  Plata;  les  arranca 
de  las  manos  tres  victorias;  disipa  como  humo  sus  numerosas 
huestes,  y  aleja  de  nuestra  tierra  la  ruina  y  el  oprobio:  Rumi- 
liatus  est  autem  Madian  coramfilíis  Israel,  neo  potuerunt  ultra 
cervices  elevare.    Sed  quievit  térra. 

I O  dias  de  libertad  y  de  consuelo  !  ¡  O  fuertes  de  mi  patria ! 
I O  Pezuela  !  Los  cielos  son  testigos,  Señor  Excelentísimo,  de 
los  ardientes  votos  que  hicimos  subir  entonces  hasta  el  excelso 
trono  del  Dios  omnipotente,  á  fin  de  que  descendiesen  sobre 
V.  E.  y  su  familia  sus  bendiciones  y  sus  gracias.  Por  eso  he- 
mos mirado  como  obra  de  esa  mano  soberanamente  poderosa, 
la  elevación  de  Y.  E.  al  vireinato  del  Perú.  Por  eso  nos  regoci- 
jamos tanto  aquel  felice  dia  en  que  se  presentó  Y.  E.  por  la 
primera  vez  en  la  capital  de  su  gobierno.  Y  al  verle  cubierto 
de  laureles,  y  con  la  espada  aun  teñida  con  la  sangre  de  nues- 
tros enemigos,  adoramos  al  Señor;  y  con  virtiéndonos  después 
á  nuestro  ilustre  libertador:  proteja  Y.  E.  le  decíamos,  nuestra 
religión  y  nuestras  leyes,  porque  acaba  de  proteger  nuestra 
hacienda  y  nuestras  vidas ;  pronuncie  nuestros  juicios,  porque 
ha  sabido  dirigir  nuestros  combates ;  sea  nuestra  cabeza  y  nues- 
tro príncipe,  porque  ha  sido  nuestra  defensa  y  nuestro  escudo: 
Dominare  nostri  tu,  quia  liberasti  nos  de  manu  Madiam.  Esto 
significaban,  Señor  Excelentísimo,  las  voces  de  aclamación  y 
los  gritos  de  alegría  con  que  llenábamos  los  aires.  Y  recor- 
dando entonces  la  sabiduría,  el  celo  y  la  virtud  de  Y.  E.  creía- 
mos, en  los  trasportes  de  nuestro  júbilo,  oírle  contestar :  el 
brazo  del  Dios  fuerte  es  el  que  ha  disipado  las  ominosas  nu- 
bes que  se  habían  agolpado  sobre  vuestras  cabezas,  y  que 
amenazaban  desatarse  en  una  copiosa  lluvia  de  horrores  y  de- 
sastres. El  se  dignó  de  acaudillar  vuestros  valientes  escuadro- 
nes, ha  combatido  por  mí,  y  ha  puesto  en  mis  manos  la  victo- 
ria. Así,  no  soy  yo,  sino  él,  quien  debe  mandar  sobre  vosotros: 
Non  dominabor  vestri  sed  dominabitur  vobis  Dominus. 

Ya  ha  visto  Y.  E.  todo  el  plan  y  la  división  de  mi  discurso. 
Digo  en  primer  lugar,  que  Y.  E.  tiene  derecho  á  gobernar  un 
pueblo  á  quien  acaba  de  librar  de  las  cadenas  que  las  gentes 
enemigas  le  tenían  preparadas:  Dominare  nostri  tu,  quia  libe-- 
rasti  nos  de  manu  Madian  Digo  después,  que  las  santas  dispo- 


—352— 
sicíones  del  alma  de  V.  E.  deben  hacernos  esperar  que  gober- 
nará este  pueblo  en  la  equidad  y  la  justicia:    Non  dominaoor 
vestri,  sed  domineibitwr  rolm  Dominus. 

Espíritu  divino,  fuente  inagotable  de  toda  felicidad  y  todo 
bien:  Vos  que  habéis  enriquecido  nuestro  suelo  con  el  tesoro 
inestimable  de  un  gobernador  sabio  y  virtuoso,  enriqueced  mi 
alma  con  la  claridad  de  vuestras  luces,  para  que  tratando  de 
él  con  dignidad,  sea  yo  un  intérprete  fiel  de  los  piadosos  senti- 
mientos del  cuerpo  por  quien  hablo,  y  todo  este  acto  ceda  en 
honor  y  gloria  vuestra.  Así  os  lo  suplico  por  la  intercesión  de 
vuestra  sacratísima  esposa,  á  quien  saludo  con  el  ángel:  Ave 
Maeta. 


PRIMERA  PARTE. 


La  diestra  formidable  del  Dios  omnipotente,  en  cuya  pre- 
sencia se  derriten  los  montes  ( 4 ),  las  nubes  se  inflaman, 
tiemblan  los  fundamentos  de  la  tierra,  y  se  estremecen  los  cie- 
los de  los  cielos,  no  ha  menester  auxilio  alguno  para  defen- 
der sus  intereses.  Una  sola  mirada  del  Fuerte  de  Israel  basta 
para  confundir  a  los  enemigos  de  su  gloria.  Una  palabra  suya 
basta  para  exterminar  á  todos  los  soberanos,  derribar  todos 
los  tronos,  y  destruir  todos  los  imperios  del  universo.  JSTo  hay 
escudo  ni  lanza  que  pueda  libertar  de  sus  furores:  no  hay  fuer- 
za que  valga  contra  él;  y  aquellos  ejércitos  que  ponen  espanto 
á  las  naciones  por  la  pericia  de  sus  jefes,  por  la  disciplina  de 
sus  escuadrones  aguerridos,  y  por  la  muchedumbre  de  sus  car- 
ros y  caballos,  á  un  soplo  de  su  indignación  se  agitan,  se  dis- 
persan, y  al  fin  desaparecen,  á  manera  de  las  pequeñas  pajas 
que  nadan  en  los  aires,  ó  como  el  débil  polvo  que  se  levanta  de 
la  tierra.  Trescientos  hombres  de  su  antiguo  pueblo,  sin  otras 
armas  que  teas  encendidas  y  trompetas,  disipan  en  un  instan- 
te á  los  amalecitas,  y  á  todas  las  gentes  del  oriente  que  coli- 
gadas contra  ellos,  habían  penetrado  en  sus  tierras  como  una 
multitud  de  langostas,  y  que  parecian  por  su  número  las  are- 
nas que  se  hallan  en  las  playas  del  mar  (5);  y  un  solo  ángel  de 
las  innumerables  legiones  que  rodean  el  trono  de  su  inmensa 
magestad,  mata  en  una  noche  ciento  ochenta  y  cinco  mil  guer- 
reros al  rey  de  los  asirios  (6)  que,  después  de  habar  tomado  to- 
das las  ciudades  de  Judá  (7),  oso  insultar  delante  de  los  muros 
de  Jerusalem  su  nombre  sacrosanto  (8). 

LlTKR AT  tTliA — 34 


—354— 

Sin  embargo,  á  veces  confia  su  causa  á  los  brazos  de  los 
hombres:  y  ora  sea  para  encontrar  en  ellos  méritos  bastantes 
que  premiar;  ora  para  concillarles,  con  la  admiración  y  grati- 
tud, la  obediencia  y  el  respeto  de  los  pueblos,  suele  ejercitar 
en  las  empresas  de  su  gloria  á  los  que  tiene  destinados  para 
regir  á  los  demás.  Así  lo  practicó  con  Josué,  por  cuya  espada 
(puso  se  obrase  en  Baphidim  la  destrucción  de  Amalee  (9),  pa- 
ra que  entrase  dignamente,  después  de  la  muerte  de  Moyses,  á 
ser  el  legislador  y  el  príncipe  de  su  pueblo.  Así  lo  practicó 
con  David,  á  quien  hizo  triunfar  del  Filisteo  (10),  para  que  me- 
reciese ascender  al  trono  de  Saúl.  Así  lo  jjracticó  con  Siinonr 
en  cuyas  manos  puso  las  numerosas  tropas  de  Demetrio 
(11),  para  que  sucediese  con  justicia  á  su  hermano  Jonatas 
en  el  mando  de  Israel.  Así  lo  ha  practicado  también  con  V.  E. 
á  quien  no  solo  ha  dado  diferentes  victorias  sobre  ios  enemigos 
del  Perú,  sino  que  le  ha  conducido  siempre  como  de  la  mano, 
para  que  tuviese  derecho  á  la  alta  dignidad  en  que  ha  llegado 
al  fin  á  colocarle.  El  primer  favor  que  le  dispensa  es  un  ilus- 
tre nacimiento  que  haciéndole  subir  por  los  Pezuelas,  Sánchez, 
Muñozes,  Vélaseos,  y  otros  mil  nombres  célebres,  hasta  la  mas 
remota  antigüedad,  le  presenta  una  genealogía  tejida  de  trofeos 
y  blasones;  y  que  enlazando  ai  reino  de  Aragón  con  los  de 
Murcia  y  de  Cárdena,  los  llena  á  todos  de  esj>lendor,  grandeza 
y  Hombradía, 

¡  No  permita  el  Señor  que  el  espíritu  de  adulación  me  haga 
prostituir  sus  eternas  palabras  ¡  Caigan  sobre  mí  los  tremen- 
dos castigos  destinados  á  los  que  osan  profanar  lo  santidad  de 
sus  templos,  si  á  los  inciensos  puros  que  arden  sobre  esas  aras 
en  honor  de  la  Divinidad,  mezclo  un  grano  de  aquel  que 
tributa  el  mundo  á  los  ídolos  infames  de  la  ambición  y  del  or- 
gullo !  To  no  pienso  abusar  de  mi  sagrado  ministerio :  y  si  re- 
cuerdo a  Y.  E.  los  grandes  acontecimientos  de  su  vida,  es  para 
que  adore  la  benéfica  mano  que  ios  ha  dirigido;  y  para  que  pos- 
trándose ante  el  Dios  que  fabricó  los  cielos  y  la  tierra,  y  que 
sentado  sobre  los  querubines  (12),  dicta  leyes  al  universo  en- 
tero, y  fija  los  destinos  de  los  pueblos  y  ios  príncipes,  se  humi- 
lle en  su  presencia,  bendiga  sus  designios,  confiese  la  grande- 
za de  su  nombre,  y  le  entone  con  nosotros  cánticos  nuevos  de 
gracias  y  de  gloria. 

Dotado  V.  E.  de  ese  herico  valor  que  sabe  despreciar  los  pe- 
ligros y  la  muerte,  y  de  ese  temperamento  robusto  que  puede 
soportar  todas  las  fatigas  de  la  guerra,  comienza  á  llevar  las 
armas  á  los  catorce  años,  después  de  haber  cultivado  en  el  co- 
legio de  Segovia  los  talentos  militares  con  que  habia  nacido. 
Sirve  en  varios  departamentos  del  reino,  mostrándose  siempre 
el  mismo  en  la  actividad  y  el  pundonor;  pero  creciendo  sin  ce- 


—355— 
sar  en  la  opinión  y  en  el  aprecio  de  sus  jefes.  Pasa  sucesiva- 
mente por  todos  los  grados  de  la  milicia ;  pero  con  una  rapidez 
tan  grande  como  su  mériro.  La  fortuna  de  acuerdo  con  la  na- 
turaleza parecen  empeñarse  en  protegerle,  en  exaltarle  y  distin- 
guirle. Si  esta  le  liabia  enriquecido,  en  la  profusión  de  sus  fa 
vores,  con  todas  aquellas  disposiciones  eminentes  que  empie- 
zan á  formar  los  grandes  capitanes;  aquella  le  prepara,  en  el 
brillante  teatro  de  las  revoluciones  de  la  Europa,  los  ejemplos 
y  lecciones  que  deben  consumarlos.  Tenia  V.  E.  genio,  pene- 
tración, vivacidad,  ardimiento,  espíritu  y  firmeza:  y  los  repe- 
tidos combates,  sitios  y  batallas  que  le  presentan  á  la  vista  los 
inmortales  marqueses  de  San  Simón  y  Castelar,  le  dan  luces, 
disciplina  y  experiencia,  y  le  hacen  maestro  en  el  arte  de  arro- 
llar batallones,  de  rendir  fortalezas,  y  de  ganar  ciudades  y  13ro- 
vincias.  Su  profesíom  le  lleva  á  diferentes  lugares.  La 
victoria  no  le  acompaña  en  todos ;  pero  la  gloria  jamás 
le  desampara.  No  ha  triunfado  siempre,  pero  siempre  ha 
merecido  triunfar;  porque  en  todas  ocasiones  se  ha  portado 
con  igual  bizarría,  con  igual  denuedo,  con  igual  fortaleza.  Y 
demasiado  superir  á  los  acontecimientos  de  la  suerte,  para  aba- 
tirse en  los  adversos,  ó  envanecerse  en  los  prósperos,  manifies- 
ta vencedor,  toda  la  moderación  y  compostura  de  vencido ;  y 
manifiesta  vencido,  todo  el  aliento  y  dignidad  de  vencedor. 
La  diversidad  de  situaciones  no  tiene  el  menor  imperio  en  V. 
E.  La  situación  de  su  alma  siempre  es  una ;  y  sin  necesidad  de 
violentar  los  movimientos  naturales  de  su  corazón  magnánimo, 
aparece  el  mismo  en  Portugal ,  en  el  campo  de  San  Boque,  en 
Guipúzcoa,  en  Navarra,  en  Tolosa  y  en  Iruu. 

¡  Qué  cuadro  tan  brillante  se  podría  aquí  formar  de  las  ac- 
ciones extraordinarias  con  que  V.  E.  supo  señalarse  en  el  sitio 
de  íxibraltar,  en  la  batería  de  San  Carlos,  en  el  monte  Dia- 
mante, en  la  loma  de  Luis  XIV  en  la  cabeza  del  puente  Bue- 
naventura, y  en  las  orillas  de]  rio  Bidasoa!  ¡  Qué  interés  y  qué 
gracia,  podrían  darle  estos  puntos  tan  grandes  y  célebres  aho- 
ra, cuantos  pequeños  é  ignorados  antes  de  que  hubiese  V.  E. 
consagrado  su  memoria,  marcándolos  á  todos  con  el  indeleble 
sello  de  los  esfuerzos  mas  heroicos,  y  logrando  contener  en  al- 
gunos el  impetuoso  torrente  con  que  amenazaban  inundar  á  la 
Península  entera,  las  huestes  de  la  República !  ¡  Oon  qué  ras- 
gos tan  bellos  se  podría  presentar  á  V.  E.  ora  dirigiendo  la 
construcción  de  baterías;  ora  ordenando  el  apostadero  de  ca- 
ñones violentos,  ora  defendiendo  su  puesto,  ora  desalojando  al 
enemigo  de  una  posición  ventajosa;  ora  tomándole  toda  su  ar- 
tillería; ora  salvando  la  suya,  y  sosteniendo  con  ella  una  glo- 
riosa retirada;  ora  alentando  á  sus  soldados  ;  ora  reparando  las 
pérdidas  pasadas;  ora  abriéndose  camino  por  entre  el  fierro  y 


— 356— 
el  fuego;  ora  sorprendiendo  ii  la  victoria  en  medio  de  su  vuelo; 
y  ora  forzándola  á  poner  sobre  la  cabeza  del  león  de  las  Espa- 
ñas  el  laurel  con  que  iba  ya  á  coronar  á  las  águilas  francesas! 
¡  Cuanto  se  podia  decir  de  la  generosidad  con  que  expuso  mil 
veces  su  importante  vida  por  su  rey  y  por  su  patria !  ¡  Cuanto 
de  la  intrepidez  con  que  llenó  de  terror  á  sus  feroces  rivales ! 
¡Cuánto  de  la  sagacidad  y  entereza  con  que  se  ganó  el  respeto 
y  la  confianza  de  sus  subditos !  ¡  Cuanto  de  la  prudencia  y 
energía  con  que  hizo  que  sus  superiores  le  admirasen,  y  que  le 
creyesen  digno  de  los  elogios  mas  magníficos!  Y  ¡cuanto  en  fin 
de  ese  complejo  tan  raro  de  virtudes  militares  que  desplegó  con 
frecuencia,  y  con  que  dio  á  conocer  que  no  estaba  vinculada  álos 
años  la  ciencia  de  la  guerra,  y  que  era  desde  entonces  V.  E.  un 
consumado  general !  Pero  á  la  manera  que  el  sol,  aunque  nos 
alumbra  en  toda  su  carrera,  cuando  llega  á  subir  á  la  mi- 
tad del  cielo,  lanza  una  luz  tan  viva  y  penetrante  que  hace  olvi- 
dar la  claridad  de  los;primeros  rayos  que  despedían  en  el  orien- 
te; así  Y.  E.  con  los  prodigios  que  después  ha  obrado,  prodi- 
gios superiores  á  cuantos  idearon  los  poetas  para  realzar  la 
gloria  de  sus  héroes  fabulosos,  hace  desaparecer  de  nuestra 
vista  sus  primeras  campañas  y  victorias. 

¡ Campañas  y  victorias !  ¡Qué!  ¿Pienso  acaso  que  estoy  en 
una  de  las  tribunas  de  Atenas  ó  de  Roma,  y  me  olvido  de  que 
hablo  en  la  cátedra  evangélica  consagrada  á  pronunciar  orá- 
culos divinos  ?  i  A  la  casa  del  Dios  de  mansedumbre  y  de  paz, 
vengo  á  celebrar  las  conquistas  y  las  guerras  que  siemx>re  lle- 
van consigo  la  idea  de  desolación,  de  muertes  y  desastres! 
Cuando  debia  pedir  al  Señor  que  el  serafín  que  purificó  los  la- 
bios del  profeta  Isaías  con  el  carbón  del  altar  (13),  viniese  á 
purificar  los  mios  para  poder  alabarle  dignamente:  ¿ios  hago 
yo  mismo  mas  impuros  manchándolos  con  sangre?  ¡Ah!  Yo 

temo  que  venga  sobre  mí. Pero  ¡Señor!  ¿Yos   mismo  no 

dictasteis  á  vuestro  siervo  Moyses  las  leyes  que  debían  reglar 
las  batallas  y  los  sitios  (15)?  ¿]No  mandasteis  á  Josué  que  con- 
quistase la  tierra  de  Canaan  (15),  y  que  hiciese  perecer  al  filo 
del  cuchillo  desde  el  hombre  hasta  la  muger,  desde  el  infante 
hasta  el  anciano  (16)?  ¿Nó  marchasteis  mil  veces  en  persona 
á  la  frente  de  los  escuadrones  de  Israel,  y  peleasteis  por  ellos 
(17)?  Cuando  queréis  ostentar  toda  la  magnificencia  y  pompa 
de  vuestra  divinidad  pió  aparecéis  armado  de  rayos  y  relámpa- 
gos y  truenos  (18)?  ¿üíó  os  presentan  las  santas  escrituras,  ya 
¡disparando  saetas  (18),  ya  llevando  en  la  mano  la  espada  en- 
sangrentada (20),  ya  disponiendo  tropas  al  combate  (21),  ya 
derrotando  enemigos  y  poniéndolos  en  fuga  (22)?  ¿Nó  nos  ha- 
béis dicho  por  boca  de  Isaías,  que  os  llamáis  el  Dios  de  los 
ejércitos  (23)?  Y  en  fin  ¿no  os  complacéis  en  que  los   coros  de 


— ->;>  /  — 
vuestros  ángeles  hagan  resonar  continuamente  con  este  nom- 
bre terrible  las  bóvedas  del  cielo  (24)? 

Sí,  Señor  Exornó.  Esa  profesión  brillante  que  defiende  los 
intereses  de  la  religión,  la  autoridad  de  los  monarcas,  y  la 
tranquilidad  de  las  naciones,  merece  ser  recomendada  por  los 
ministros  sagrados  en  el  augusto  templo  de  la  eterna  verdad. 
Y  cuando  yo  ensalzo  los  triunfos  de  V.  E.  no  hago  sino  imitar 
al  apóstol  San  Pablo,  que  hablando  de  los  ilustres  personajes 
que  honraron  con  su  fe  la  descendencia  de  Abraham,  celebra 
particularmente  á  Barac,  á  Sansón,  á  Jephté,  y  á  otros  vale- 
rosos caudillos  que  pelearon  con  esfuerzo  las  guerras  del  Se- 
ñor, y  que  corriendo  victoriosos  desde  el  Eufrates  hasta  el  Lí- 
bano, con  humillación  y  oprobio  de  los  enemigos  de  su  pueblo, 
supieron  sostener  la  reputación  de  su  nombre,  y  el  crédito  de 
sus  armas  (25).  La  gloria  que  se  ha  ganado  V.  E.  con  sus  em- 
presas militares,  es  una  gloria  cristiana :  y  la  iglesia  misma 
debe  erigirle  trofeos,  y  solemnizar  la  pompa  de  sus  triunfos. 

Ya  habia  dado  V.  B.  grandes  pasos  acia  el  heroísmo :  y  se 
hallaba  en  estado  de  servir  de  baluarte  á  su  nación  contra  las 
ambiciosas  miras  de  las  otras,  cuando  se  ve  precisado  é  inter- 
rumpir la  gloriosa  serie  de  sus  acciones  inmortales,  para  venir 
á  arreglar,  en  clase  de  subinspector  y  comandante,  el  cuerpo 
de  artillería  del  departamento  de  Lima.  ¡  Qué !  Cuando  se  veia 
aun  humear  la  sangre  generosa  que  acababa  de  correr  por  los 
campos  de  Navarra  y  Cataluña:  cuando  los  ecos  del  estruendo 
pavoroso  con  que  las  trompas  marciales  hicieron  retemblar  el 
Pirineo,  se  repetian  aun  por  el  Oróspeda,  el  Guadarrama  y  el 
Moncayo,  y  se  dejaban  percibir  sobre  las  costas  del  Mediterrá- 
neo y  el  Atlántico  :  cuando  roto  el  equilibrio  de  las  potencias 
europeas,  debían  esperarse  convulsiones  políticas  que  las  agi- 
tasen de  nuevo:  cuando  se  creia  indispensable  volver  á  tomar 
las  armas  para  deshacer  con  ellas  los  vergonzosos  tratados  de 
la  paz  de  Basilea:  cuando  mal  afirmados  los  pendones  castella- 
nos, parecían  vacilar  sobre  las  altas  torres  de  Rosas  y  Figue- 
ras:  y  cuando  el  coloso  de  la  Francia,  creciendo  sin  cesar  a 
fuerza  de  atrocidades  y  perfidias,  amenazaba  oprimir  á  todo 
el  continente,  y  sepultar  su  religión  y  sus  leyes  bajo  las  ruinas 
de  sus  tronos :  ¡  se  desprende  la  España  de  un  hombre  extraor- 
dinario, en  cuyo  brazo  poderoso  debía  cifrar  su  honor  y  su 
salud.  Y  ¿adonde  le  destina?  Ala  región  mas  quieta  y  pacífi- 
ca del  globo,  donde  la  dulce  calma  que  reinaba  en  los  espíritus 
jamás  era  interrumpida  por  el  estallido  del  cañón:  donde  no 
osaba  ijresentar  su  semblante  horrible  la  pálida  discordia:  don- 
de no  apenas  se  conocían  los  terribles  nombres  de  guerra  y  de 
combates:  y  donde  permaneciendo  en  todo  su  vigor  los  víncu- 
los sociales  y  la  justicia  pública,  no  habia  necesidad  de  forta- 


—358— 
lezas  para  man  tenerse  en  repeso,  ni  de  jércitos  para  hacerse  res- 
petar. ¿No  era  esto,  señor  Excnio.,  pri  yarse  la  monarquía  de  los 
inmensos  recursos  que  podia  encontiaren  V.  E.  en  medio  de  la 
crisis  espantosa  que  sentía  aproximarse;  y  obligarle  á  quedar  os- 
curecido para  siempre  en  unos  lugares  apacibles  en  quenunca  se 
ofrecian  aquellas  brillantes  ocasiones  que  inmortalizan  el  va- 
lor y  los  talentos  militares?  Pero. . . .  ¡  Ay  !  ¡Qué  diversos  son 
nuestros  juicios  de  los  juicios  del  Señor!  Estas  ocasiones  no 
tardaban  mucho  en  ofrecerse  a  V.  E.  y  en  elevarle  al  colmo  de 
la  prosperidad  y  la  grandeza.  Las  trágicas  escenas  que  acaba- 
ban de  representarse  en  el  antiguo  mundo,  iban  muy  en  breve 
á  repetirse  en  el  nuevo,  la  desolación,  el  quebrantamiento  y  el 
estrago  iban  á  desplomarse  sobre  los  dos  imperios"  con  que 
tanto  acrecieron  el  poder  y  la  opulencia  de  Castilla  los  traba- 
jos inmortales  de  Cortes  y  de  Pizarro  :  rios  de  sangre  iban  a 
correr  por  toda  la  extensión  del  hemisferio,  y  á  llevar  del  uno 
al  otro  extremo  el  horror  y  la  aflicción.  Ño  fué  la  España, 
señor  Excelentísimo,  fué  el  mismo  Dios  quien  hizo  venir  á  V. 
E.  desde  los  remotos  climas  en  que  nace  el  sol,  hasta  las  pla- 
gas en  que  muere,  para  que  retirase  al  Perú,  con  la  fuerza  irre- 
sistible de  su  brazo,  del  borde  de  ese  abismo  que  estaba 
abriendo  su  justicia  para  hundir  en  él  á  una  tierra  que  habia 
resuelto  visitar.  Por  grandes  que  hubiesen  sido  los  triunfos  de 
V.  E.  fueron  pequeños  ensayos  de  los  milagros,  por  decirlo  así, 
que  habia  de  obrar  entre  nosotros :  y  sus  famosas  campañas  no 
fueron  sino  lecciones  con  que  el  Todo-poderoso  quiso  formar 
en  Europa  al  defensor  de  las  Américas. 

Permita  V.  E.  que  yo  interrumpa  aquí  la  relación  de  sus 
proezas:  y  que  en  el  transporte  de  mi  dolor,  me  olvide  un  mo 
mentó  de  su  gloria,  para  llorar  los  males  de  mi  patria.  ¡  O 
América!  ¡Desdichada  América,  asilo  en  otro  tiempo  de 
la  envidiable  paz,  y  hoy  centro  del  desorden,  de  la  rebelión 
y  la  anarquía!  ¡qué  fatal  influencia  te  condujo  hasta  el  ex- 
ceso de  empeñarte  en  destrozar  tu  propio  seno,  haciéndote 
enemiga  de  tí  misma!  O  mas  bien  ¡qué  crimen  tan  enorme  te 
ha  podido  atraer  la  maldición  del  cielo!  Y  haré,  dijo  el  Dios  de 
los  ejércitos  en  los  dias  de  su  furor,  que  se  vengan  á  las  manos 
egipcios  contra  egipcios;  y  peleará  cada  uno  contra  su  herma- 
no, y  cada  uno  contra  su  amigo,  ciudad  contra  ciudad,  provin- 
cia contra  provincia;  y  reventará  el  espíritu  de  Egypto  en  sus 
entrañas,  y  trastornaré  su  consejo:  Et  concurrere  faciam  JEgip- 
tios  adversus  JEgytios;  et pugnaMt  vir  contra  fratrem  suum,  et 
vir  contra  amicum  simm,  emitas  adversus  civitatem,  regnum  ad- 
versus regnum;  et  dirumpetur  spiritus  JEgypii  invisceríbus  ejus, 
et  consilium  ejus  prcecipitabo  (26).  Estas  terribles  amenazas 
fulminadas  contra  el  reyno  delimpio  Faraón  ¿no  parecen  mas 


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bien  fulminadas  contra  tí?  ¿Echas  menos  por  ventura,  en  tu 
lamentable  situación,  alguna  de  las  circunstancias  que  descri- 
be el  profeta?  ¿No  has  visto  al  fuego  de  la  discordia  elevar 
en  medio  de  tí  su  llama  abrasadora,  y  á  tu  suelo  malhadado 
brotar  por  todas  partes  los  disturbios  ominosos  y  las  crueles 
disensiones?  Et  concurrere  faciam  JEgyptios  adversus  JEgyp- 
tios. ¿No  has  visto  á  tus  hijos  pelear  contra  tus  hijos,  y  a  tus 
fuertes  contra  tus  fuertes?  Et  pugnaba  vir  contra  frairem 
suum,  etvir  contra  amicum  suum.  ¿No  has  visto  a  Méjico  ar- 
marse contra  Méjico,  á  Quito  contra  Quito,  a  Santa-Fé  contra 
Santa-Fé,  á  Chile  contra  Chile,  á  Bnenos-Ayres  contra  el  Pe- 
rú, y  al  Perú  contra  JBuenos-Ayres?  Civitas  adversus  civitatem, 
ragnum  adversus  regnum.  ¿No  has  visto  al  monstruo  de  la  re- 
volución nacer  de  tus  entrañas,  destruir  tus  instituciones  polí- 
ticas, hollar  tus  máximas  morales,  desterrar-  las  ideas  de  la 
justicia  y  del  orden,  esparcir  en  tus  términos  facciones  y  par- 
tidos, y  romper  de  un  golpe  los  lazos  respetables  que  urdan  á 
tus  pueblos  y  á  tus  provincias  y  á  tus  reynos  ?  Et  dirumpetur 
spiritus  JEgypti  in  visceribus  ejus.  ¿Nó  has  visto  desconcerta- 
dos tus  perversos  designios,  tu  prudencia  confundida,  trastor- 
nados tus  planes,  disipada  tu  fuerza,  y  tus  cálculos  burlados? 
Et  consüium  ejus praecipitdbo.  ¿Te  resta  mas  que  ver?  ¡  Oh!  ¡  Si 
vieras  también  cumplirse  en  tí  el  fin  glorioso  de  esta  profecia, 
así  como  has  visto  cumplirse  su  tremendo  principio !  ¡  Si  des- 
pués de  haberte  herido  el  Señor  con  su  espada  dura  y  fuerte, 
usara  de  misericordia  contigo,  y  te  sanara  las  heridas  (27) ! 
¡  Si  después  de  haberte  oprimido  como  á  Egypto,  te  ensalzara 
como  á  él,  diciendo :  Bendito  mi  pueblo  de  América,  como  habia 
dicho:  Bendito  mi  pueblo  de  Egypto  !  Benedictus  populus  meus 
JEgypti  (2¡&);  Pero  aun  tiene  extendida  su  formidable  mano: 
aun  sigue  derramando  sobre  tí  el  cáliz  de  su  ira.  La  guerra 
asoladora  no  cesa  de  afligirte :  tus  calamidades  y  desastres  se 
multiplican  diariamente :  y  á  cada  instante  tus  víctimas  se  in- 
molan á  millares  en  las  aras  detestables  del  fanatismo  y  del 
furor.  Llena  estás  de  tribulación  y  de  tinieblas:  el  desfalleci- 
miento y  la  angustia  en  medio  de  tu  tierra :  tus  casas  van  que- 
dando sin  hombre,  tus  ciudades  sin  habitador,  y  yermas  tus 
campiñas.  Tus  pueblos  se  han  hecho  como  cebo  fuego  de  (29): 
tu  esplendor  y  tu  riqueza  se  han  convertido  en  oscuridad  y  en 
miseria:  necios  se  han  vuelto  tus  sabios:  y  tus  valientes  sir- 
viendo están  de  pasto  á  las  aves  del  cielo,  y  á  las  fieras  de  los 
montes.  La  abominación  y  el  escándalo....  ¡Ah!  ¡Qué  me 
vea  precisado  á  hablar  de  unos  sucesos  que  quisiera  arrancar 
de  la  serie  de  los  años,  ocultar  á  la  posteridad,  y  aun  borrar 
de  ini  memoria!  Pero  yo  correré  un  velo  sobre  esa  lóbrega 
noche  que  formada  en  el  caos  á  que  se  habian  reducido  los  ne- 


—360— 
gocios  públicos  por  la  funesta  variedad  de  opiniones  é  intere- 
ses, obligó  á  nuestros  vecinos  infelices  á  cometer  tantos  críme- 
nes, y  á  derramar  (anta  sangre.  Solo  mostraré  este  desgracia- 
do tiempo  [>or  aquel  lado  que  mira  V.  E.  y  que  aparece  tan 
claro,  tan  bollo,  tan  magnífico. 

La  insurrección  de  las  Américas  no  ha  sido  para  V.  E.  sino 
un  motivo  de  aumentar  sus  timbres  y  su  gloria:  y  las  batallas 
de  Vilcapuquio,  de  Ayouma  y  de  Wiluma  que  asegurando  su 
libertad  al  Perú,  pusieron  en  las  manos  de  V.  E.  las  riendas  de 
su  gobierno,  son  tres  monumentos  inmortales  de  su  actividad 
y  de  su  esfuerzo.  No  espere  V.  E.  que  yo  me  empeñe  en  hacer 
una  descripción  particular  de  estas  maravillosas  campañas  tan 
dignas  de  la  envidia  de  los  Marcelos  y  Scipiones.  Para  pintar  ta- 
les cosas  es  necesario  saber  ejecutarlas,  ó  teñera  lo  menos  una 
pluma  tan  valiente  como  la  espada  que  las  hizo.  Jamas  el  sitio 
de  Troya  hubiera  sido,  sin  Homero,  tan  famoso  en  el  mundo ;  y 
su  memoria  habría  perecido  sin  él  en  la  oscuridad  de  los  siglos. 
]STo  sabriamos  estimar  nosotros  el  verdadero  precio  de  la  derrota 
de  Darío,  si  no  hubiera  existido  un  Quinto  Ourcio.  Y  nuestros 
pósteros  no  conocerán  todo  el  aliento,  bizarría,  capacidad  y  pru- 
dencia que  ha  manifestado  Y.  E.  en  los  reencuentros  que  ha  teni- 
do con  los  ejércitos  facciosos  de  Belgrano  y  de  Rondeau,  si  no 
aparece  en  nuestros  dias  un  genio  semejante  al  de  los  célebres 
panegiristas  de  Aquiles  y  Alejandro:  ó  si  V.  E.  mismo  no  es- 
cribe, cual  otro  César,  la  historia  de  su  vida.  Por  lo  que  hace  á 
mi,  que  no  poseo  los  menores  conocimientos  de  estas  profun- 
das materias,  ni  el  lenguaje  sublime  con  que  deben  tratarse;  y 
que  no  lograría  con  mis  palabras  sino  degradar  su  mérito,  y 
empañar  su  brillantez:  yo  tiemblo,  señor  Excelentísimo,  por  la 
suerte  de  mi  pais,  cuando  veo  al  enemigo  envanecerse  con  sus 
victorias  del  Tucuman  y  de  Salta  ;  jurar  nuestro  exterminio; 
prepararse  á  borrar  nuestro  nombre  de  la  tierra;  y  decir  por 
nuestras  tropas,  como  el  orgulloso  egipcio  por  los  escuadrones 
deMoyses:  Los  perseguiré  y  alcanzaré,  dividiré  sus  despojos, 
y  mi  alma  irritada  será  plenamente  satisfecha:  Perseqicar  et 
comprehenclam,  dividam  spolia,  implébitur  anima  mea.  Desenvai- 
naré mi  espada,  los  heriré  con  ella,  y  mi  mano  los  hará  caer 
muertos  á  mis  pies:  Évaginabo  gladium  liieum,  interficiet  eos 
maiius  mea  (30).  Pero  cuando  oigo  á  V.  E.  prometernos  deno- 
dado arrancarle  los  laureles  con  que  acababa  de  coronar  sns 
sienes  vencedoras,  obligarle  á  abandonar  las  provincias  de  que 
se  habia  enseñoreado,  y  forzarle  á  regresar  á  sus  antiguos  pa- 
bellones, me  lleno  dé  confianza:  creo  llegado  el  tiempo  de  nues- 
tra salvación  y  libertad:  y  me  parece  ver  en  Y.  E.  no  solo  un 
guerrero  tan  fuerte  y  animoso  como  Gedeon,  sino  también  un 
hombre  inspirado  como  él. 


—361— 
Todos  aquellos  que  os  combaten  serán  confundidos,  y  se  lle- 
narán de  vergüenza:  Ecce  eonfundentur,  et  erubescent  omnes, 
qui  pugnant  adversum  te.  Todos  aquellos  que  seos  ponen  por 
sus  contradicciones,  serán  reducidos  á  la  nada,  y  perecerán: 
Erunt  quasi  non  sint,  et  peribunt  viri,  qui  eontradicunt  t'ibi 
Buscareis  á  esos  hombres  que  se  rebelaron  contra  vosotros  y 
los  encontrareis:  Quceres  eos,  et  non  inventes,  viros  rebelles  tuos. 
Y  aquellos  que  os  hacian  la  gueria,  serán  como  si  jamás  hubie- 
sen sido,  y  desaparecerán:  Erunt  quasi  non  siut,  et  veluti  con- 
sumptio  homines  Mellantes  adversum  te  (31).  Así  hablaba  á  los  hi- 
jos de  Israel,  cuando  les  anunciaba  las  conquistas  del  rey  justo, 
ese  Dominador  supremo  ante  quien  se  disipan  todo  el  poder  y 
las  fuerzas  de  la  tierra,  como  el  polvo  de  los  montes  delante 
del  viento:  y  así  habla  V.  E.  á  los  hijos  del  Perú,  cuando  desti- 
nado por  la  providencia  bienhechora  á  proteger  nuestra  causa, 
acaudillando  las  huestes  del  ínclito  Fernando,  parte  animado 
de  los  mas  heroycos  sentimientos,  á  comunicar  su  espíritu  á 
nuestros  soldados  abatidos,  á  volver  por  el  honor  de  nuestras  ar- 
mas ultrajadas,  y  á  restituir  á  nuestra  gloria  marchitada  su  lustre 
y  su  belleza.  ~Éo  importa,  nos  dice,  que  hayáis  sido  dos  veces 
derrotados:  yo  voy  á  hacerme  cargo  de  organizar  vuestro  ejérci- 
to, y  de  dirigir  vuestras  peleas.  Ensoberbézcanse  en  buenhora 
vuestros  feroces  rivales  con  sus  triunfos  pasajeros,  y  extiendan 
hasta  Lima  sus  ambiciosos  proyectos;  que  yo  me  presentaré  de- 
lante de  sus  líneas,  y  ellos  serán  bien  pronto  confundidos  y  humi- 
llados. Eeunan  todas  las  fuerzas  de  los  pueblos  sublevados;  que 
yo  los  atacaré,  y  ellos  desaparecerán.  Empleen  todos  los  re- 
cursos del  arte  para  fortificar  sus  posiciones ;  que  yo  demolerá 
sus  fortalezas,  entraré  en  las  ciudades  que  han  tomado,  venga- 
ré vuestra  sangre  con  la  suya,  y  me  servirán  de  trofeos  los  in- 
fames estandartes  que  han  tremolado  en  vuestras  plazas.  Y.  E, 
nos  lo  ofrece,  y  Y.  E.  nos  lo  cumple  con  aquella  fidelidad  in- 
violable que  siempre  acostumbró  guardar  en  sus  palabras. 
Hace  una  marcha  de  seiscientas  leguas,  venciendo  á  cada  paso 
unos  obstáculos  que  para  otro  general  hubieran  sido  insupera- 
bles :  arrostra  con  intrepidez  los  inmensos  peligros  que  parecen 
nacer  y  multiplicarse  debajo  de  sus  pies:  introduce  en  sus  tro- 
pas el  coraje,  la  disciplina  y  el  orden:  conduce  su  ejército,  su 
artillería,  sus  trenes  y  bagajes  por  rios  caudalosos  y  por  cimas 
casi  inaccesibles  de  escarpadas  montañas :  sufre  con  mayor  se- 
renidad las  tempestades,  las  fatigas,  los  frios  y  las  nieves:  vue- 
la rápidamente  de  precipicio  en  precipicio :  toma  medidas  sa- 
bias y  oportunas  para  acercarse  á  sus  contrarios  sin  que  ellos 
le  esperasen :  logra  sorprenderlos  en  varias  ocasiones :  ios  aco- 
mete siempre  con  fuerzas  inferiores:  pero  'el  Dios  de  Sabaot, 

LlTERAT  fJILA — 35 


— 3G2— 
empeñando  por  nosotros  el  brazo  de  su  magostad,  renueva  en 
V.  E.  las  milagrosas  victorias  de  los  ilustres  Macabeos;  y  para 
valerme  de  los  términos  de  la  escritura  santa,  apenas  manda 
V.  E.  que  sus  soldados  se  formen  en  batalla,  y  que  bagan  re- 
sonar en  sus  campos  los  clarines  guerreros,  cuando  se  introdu- 
cen en  el  campo  enemigo  la  confusión  y  el  desorden:  y  las 
rebeldes  legiones  que  desde  las  márgenes  del  Rio  de  la  Plata 
vinieron  á  insultarnos  y  á  desolar  nuestra  tierra,  pávidas  y 
deshechas  se  entregan  á  la  fuga:  Et  exierunt  de  castris  in  pras- 
lium;  et  tuba  cecinerunt.  ...  et  congressisunt,  et  contrita  sunt 
gentes,  et  fagerunt  in  campum  (32). 

¡  Oochabamba,  Ohuquisaca,  Potosí,  Arequipa,  Cuzco,  Hua- 
manga,  Puno  La-Paz,  Huancavelica,  que  habéis  gemido  tanto 
tiempo  en  la  opresión  y  esclavitud:  y  vosotras  todas  fértiles  y 
ricas  provincias  del  Perú,  á  quienes  ha  tenido  abatidas  el  te- 
mor de  la  horrenda  tempestad  que  habia  oscurecido  el  hori- 
zonte por  la  parte  del  Medio-dia:  alzaos  y  respirad  a  la  sombra 
de  los  laureles  del  invencible  Pezuela  !  ¡  Cantad  al  son  de 
vuestras  arpas  vuestra  libertad  y  su  valor:  y  levantad  por  to- 
das partes  estatuas  y  obeliscos  que  inmortal izen  al  mismo 
tiempo  sus  glorias  y  las  vuestras !  ¡  Esculpid  en  mármoles  y 
bronces  las  grandiosas  hazañas Pero  antes  ¡  tributad  hon- 
ra, virtud  y  bendición  al  que  sentado  sobre  el  globo  de  los  cie- 
los y  con  el  iris  en  la  mano,  vive  y  reina  en  los  siglos  de  los 
siglos ! 

¡  Benditas  sean,  Señor,  para  siempre  vuestras  misericordias ! 
¡Enzalsada  sea  vuestra  grandeza,  y  loado  vuestro  nombre  í 
Vuestras  son  las  guerras,  y  vuestras  las  victorias,  y  vuestro  to- 
do cuanto  hay  en  los  cielos  y  en  la  tierra !  Vuestra  espada,  ¡  ó 
gran  Dios!  es  la  que  ha  peleado  y  vencido  por  nosotros :  y  la 
que  ha  puesto  tantas  veces  en  la  cabeza  de  nuestro  valeroso 
caudillo  la  corona  del  triunfo.  Pero  de  nada  serviría  que  hubie- 
seis confortado  sus  manos  para  que  rompiendo  las  cadenas  que 
las  gentes  enemigas  nos  tienen  preparadas,  adquiriese  un  de- 
recho á  gobernarnos:  Dominare  nostri  tu,  quia  líber asti  nos  de 
manu  Madian  ;  si  no  hubieseis  también  confortado  su  espíritu 
á  fin  que  nos  gobernase  en  la  equidad  y  la  justicia:  Non  do~ 
minabor  vestri,  sed  dominabitur  vobios  Domínus. 


SEGUNDA  PARTE. 


Hay  un  falso  valor  que  obliga  á  precipitarse  en  peligros  inú- 
tiles por  la  gloria  del  mundo.  Hay  por  el  contrario  un  valor 
verdadero  que  solo  permite  exponer  la  vida  por  la  gloria  del 
Señor.  E]  primero,  siempre  acompañado  de  temeridad  y  de  in- 
justicia, hace  al  hombre  cometer  toda  especie  de  atrocidades  y 
de  crímenes.  El  segundo,  dirigido  siempre  por  la  sabiduría  y 
la  prudencia,  le  hace  obrar  acciones  grandes,  magníficas,  su- 
blimes, El  falso  valor  es  un  vicio  que  degrada  la  naturaleza. 
El  verdadero  es  una  virtud  que  la  ensalza  y  ennoblece.  Aquel 
puso  á  Alejandro  las  armas  en  la  mano  para  que  desolara  al 
universo,  y  unió  á  su  nombre  el  desprecio  y  la  abominación  de 
los  siglos.  Este  sostuvo  el  brazo  de  David  para  que  libertara 
del  poder  del  filisteo  á  los  hijos  de  Israel,  y  le  mereció  los  elo- 
gios del  Espíritu-Santo  (33).  Sin  aquel,  seria  mas  feliz  el  gene- 
ro humano.  Sin  este,  no  podrían  mantenerse  los  estados  ni  ha- 
cerse respetables.  Este  es  el  firme  apollo  de  los  imperios  y  los 
tronos:  este  es  el  fecundo  origen  de  la  grandeza  y  heroísmo: 
este  es  la  admirable  cualidad  que  infundió  el  espíritu  de  Dios 
á  todos  aquellos  jefes  que  en  los  días  de  su  misericordia  se 
dignó  conceder  á  la  casa  de  Jacob,  y  que  infunde  aun  á  los 
ilustres  personages  que  hace  nacer  con  el  destino  de  presidir  y 
de  juzgar  sus  pueblos.  No  se  puede  ser  un  grande  hombre  de 
guerra,  sin  ser  al  mismo  tiempo  un  príncipe  benéfico,  Las  dis- 
posiciones que  forman  á  ambos  son  las  mismas.  Y  el  que  sabe 
portarse  como  héroe  á  la  frente  de  un  ejército,  colocado  á  la 
frente  de  un  reino,  sabe  gobernar  con  equidad,  y  pronunciar 
su  juicio  con  rectitud  de  corazón. 


—364— 
Así,  señor  Excelentísimo,  si  yo  no  viera  en  V.  E.  mas  que 
uno  de  esos  generales  intrépidos  que  llevan  en  pos  de  sí  el  es- 
trago y  el  terror;  que  corren  sin  cesar  de  peligro  en  peligro; 
que  se  precipitan  en  él  tanto  mas  impetuosamente,  cuanto  les 
parece  mas  terrible;  que  atacan  á  sus  enemigos  sin  contarlos; 
que  ven  sin  inquietud  correr  su  sangre ;  que  se  complacen  en 
hacer  gemir  a  los  pueblos  desolados;  que  esperan  los  últimos 
golpes  con  un  aire  de  audacia  y  de  desprecio;  que  aumentan 
su  fiereza  cuando  llega  la  victoria  á  declararse  contra  ellos ;  y 
que  después  de  haber  sido  vencidos  y  deshechos,  dejan  perci- 
bir en  sus  semblantes  la  amenaza  y  el  furor,  mientras  que  sus 
cuerpos  estendidos  sobre  el  polvo,  están  ya  casi  helados  por  la 
muerte;  ni  yo  creia  á  V.  E.  conducido  al  mundo  del  Peni  por 
la  diestra  omnipotente,  ni  pudiera  dar  á  mi  discurso  una  for- 
ma sagrada  y  religiosa.  Pero,  gracias  á  Dios,  yo  puedo  imitar 
al  Eclesiástico  que  después  de  haber  alabado  la  fortaleza  de 

Josué,  alaba  su  religión:    Fortis  in   bello  Josué JEt  secutus 

est  a  tergo potentis  (3á).  Después  de  haber  hablado  del  brillan- 
te y  magnífico  exterior  de  los  combates  y  triunfos  de  V.  E. 
puedo  hablar  de  su  interior  mas  brillante  y  mas  magnífico: 
después  de  haber  presentado  sus  acciones  por  aquel  lado  que 
las  hace  aparecer  grandes  á  los  ojos  de  los  hombres,  puedo 
presentarlas  por  el  otro  que  las  hace  aparecer  grandes  á  los 
ojos  del  Señor.  El  valor  de  V.  E.  es  un  valor  cristiano  y  salu- 
dable: el  esfuerzo  de  su  espíritu  tiene  por  fundamento  aquella 
íe  que,  según  el  apóstol  San  Pablo,  hizo,  que  los  Macabeos 
conquistasen  reynos,  y  que  pusiesen  en  fuga  ejércitos  formida- 
bles (35).  La  justicia  y  la  humanidad  solamente  le  han  puesto 
las  armas  en  la  mano ;  Y.  E.  ha  sido  siempre  el  protector  de 
los  débiles,  el  asilo  de  los  inocentes,  el  recurso  de  los  desgra- 
ciados, la  esperanza  y  el  amor  de  los  hombres  de  bien;  lejos 
de  prodigar  la  sangre  humana,  no  la  derrama  sino  con  el  fin 
de  conservarla;  si  Y.  E.  ataca,  es  á  los  enemigos  que  amena- 
zan su  patria,  y  que  se  harían  muy  poderosos  sino  se  les  pre- 
viniese, ó  á  unos  vecinos  rebeldes  y  furiosos  que  es  preciso 
contener;  si  lleva  á  otro  país  los  horrores  de  la  guerra,  no  es 
sino  con  el  objeto  de  alejarlos  del  suyo,  ó  para  obligar  á  unas 
gentes  feroces  á  desear  la  paz  y  dejar  á  las  otras  gozar  de  sus 
dulzuras;  si  conquista,  es  á  unos  pueblos  inquietos  que  miden 
sus  derechos  por  su  audacia  y  por  sus  fuerzas,  que  tratan  de 
turbar  el  reposo  de  los  otros,  y  que  tienen  necesidad  de  leyes 
y  de  freno  para  su  propia  felicidad.  Terrible  en  las  batallas, 
Y.  E.  ha  sido  siempre  modesto  en  las  victorias;  tan  esforzado 
general  como  buen  ciudadano,  si  ha  mandado  á  las  tropas  con 
autoridad,  ha  obedecido  á  las  leyes  con  respeto;  y  tan  supe- 
rior á  sus  pasiones  por  su  sabiduría  como  á  sus  enemigos  por 


,  —365— 
su  aliento,  lia  sabido  vencerse  á  sí  mismo  en  medio  de  los 
triunfos  con  la  misma  destreza  con  que  lia  vencido  los  ejérci- 
tos en  medio  délos  combates.  En  fin,  como  solo  ha  hecho  la 
guerra  por  cumplir  con  sus  deberes,  jamas  ha  pensado  en  su 
fortuna  particular:  y  si  acaso  le  lisonjea  el  vireynato  del  Perú 
con  que  acaba  de  recompensar  el  soberano  sus  inmortales  tra- 
bajos, es  porque  le  pone  en  situación  de  continuar  al  estado 
sus  importantes  servicios,  haciendo  florecer  con  sus  oráculos 
un  reyno  que  ha  salvado  con  sus  armas. 

¡  Qué  grande  y  qué  magnífico  sois  en  vuestros  dones,  ó  Dios 
de  clemencia  y  de  verdad!  Vos  habéis  adornado  el  corazón  de 
nuestro  Príncipe  con  una  mezcla  de  virtudes  que  parecen  in- 
compatibles. Le  hicisteis  esforzado  para  que  pudiera  defen- 
dernos de  nuestros  poderosos  enemigos ;  y  al  mismo  tiempo  le 
hicisteis  moderado  y  prudente  para  que  sr  piera  contener  la 
impetuosidad  de  su  valor.  El  ha  manifestado  sobre"  el  campo 
que  era  digno  de  gobernar  nuestras  ciudades :  peleando  vues- 
tras batallas,  ha  hecho  ver  que  era  capaz  de  administrar  vues- 
tra justicia,  y  de  velar  sobre  la  observancia  de  vuestras  leyes 
sacrosantas.  ¡  Qué  grande  y  qué  magnífico  sois  en  vuestros  do- 
nes, ó  Dios  de  clemencia  y  de  verdad !  Jamas  cesaremos  nos- 
otros de  anunciar  vuestras  bondades,  y  os  diremos  alabanza 
un  dia  y  todos  los  dias  (36). 

Perfecciona,  Señor,  mis  pasos  en  tus  senderos,  para  que  no 
sean  movidas  mis  pisadas :  Perfice  gressus  meos  in  semitis  tuis  ; 
ut  non  moveantur  vestigia  mea  (ol).  De  esta  manera  confesaba 
el  profeta  que  no  podia  caminar  en  la  integridad  y  la  inocen- 
cia sin  el  socorro  del  Señor;  que  todas  las  buenas  obras  de  los 
hombres  son  hijas  de  ]a  gracia ;  y  que  la  misericordia  y  el  jui-^ 
ció  que  deben  distingir  á  los  que  juzgan  á  los  pueblos,  no  son 
mas  que  emanaciones  del  juicio  y  misericordia  de  aquel  Dios 
que  juzga  las  justicias.  Asi,  señor  Excmo.,  solo  al  que  habita 
eñ  los  cielos  debemos  dar  la  gloria;  solo  en  su  magnificencia 
debemos  regocijarnos,  cuando  contemplárnoslos  ilustres  ejem- 
plos de  beneficencia  y  de  bondad  que  tanto  resplandecen  en 
la  vida  de  Y.  E.  Y  ¿quién,  en  efecto,  sino  el  Dios  omnipotente 
que  muda  cuando  quiere  los  corazones  de  los  hombres,  y  re- 
nueva sus  espíritus,  podia  haber  dado  á  Y.  E.  ese  fondo  de 
justicia  que  se  deja  descubrir  en  todas  sus  acciones?  ¿Quién 
podia  haberle  enriquecido  con  ese  conjunto  admirable  de  vir- 
tudes militares  y  cristianas  que  antes  nos  hizo  ver  en  Y.  E.  un 
invencible  caudillo,  y  que  hoy  nos  hace  esperar  un  juez  equi- 
tativo, sino  aquel  quena  dicho  por  boca  de  Salomón:  Mío  es 
el  consejo  y  la  equidad,  mia  es  la  prudencia,  niia  es  la  fortale- 
za. Por  mí  reynan  los  reyes,  y  los  legisladores  decretan  lo  jus 
to:  por  mí  los  príncipes  mandan,  y  los  pederosos  decretan  Ya 


—360— 
justicia?  Meúm  est  consilium,  etéqmtas,  mea  est prudentia,  mea 
estfortitudo.  Per  me  reges  regnant,  etlegum  conditores  justa  de- 
cernunt.  Per  me  principes  imperant,  \ei  potentes  decernunt  justi- 
tiam  (88 ).  ¿  Quién  podía  haber  grabado  en  el  alma  de  V.  F. 
los  principios  eternos  de  la  verdadera  rectitud,  sino  el  mismo 
que  ñutes  los  grabó  en  el  alma  de  su  siervo  David  1 

Caminaba  yo  en  la  inocencia  de  mi  corazón  en  medio  de  mi  ca- 
sa. No  proponía  delante  de  mis  ojos  cosa  injusta:  aborrecía  á  los 
que  hacían  prevaricaciones.  Corazón  torcido  no  se  allegó  á  mí : 
al  malicioso  que  se  apartaba  de  mí,  no  le  conocia.  Perseguia  al 
que  en  oculto  decía  mal  de  su  prógimo.  Con  hombre  de  ojos  alti- 
vos y  de  corazón  insaciable,  con  este  no  comía.  Mis  ojos  sobre  los 
fieles  del  país  para  que  se  sienten  conmigo:  el  que  andaba  en  ca- 
mino sin  mancilla,  ese  me  servia.  No  morará  en  medio  de  mi  casa 
el  que  obra  con  soberbia  :  el  que  habla  cosas  inicuas  no  entró  de- 
recho en  la  vista  de  mis  ojos.  De  madrugada  mataba  á  todos  los 
pecadores  del  país,  a  fin  de  exterminen  de  la  ciudad  del  Señor  á 
todcs  los  que  obraban  maldad  (39).  Tal  es  el  modelo  de  justicia 
que  este  rey  santo  propone  en  su  persona  á  todos  los  príncipes 
del  nmndo.  Y  tal  es  la  conducta  que  debemos  esperar  guarda- 
rá Y.  E.  gobernando  nuestros  pueblos,  porque  esta  misma 
guardó  g-obernando  nuestras  tropas.  Sí,  señor  Excmo.  V.  E. 
puede  decir,  con  el  Salmista,  que  en  medio  de  su  familia,  en  lo 
interior  de  su  casa,  en  aquellos  momentos  en  que  el  hombre 
oculto  á  lo  demás,  se  ve  libre  de  la  sujeción  que  dan  los  ojos 
del  público,  siempre  su  corazón  se  inclinaba  á  lo  justo:  Pa- 
rambulabam  in  innocentia  cordis  mei  in  medio  domus  mece  (40). 
Que  jamas  trató  de  practicar  la  injusticia,  ni  consintió  que  la 
practicasen  los  otros;  y  que  siempre  le  fueron  odiosos  los  tor- 
cidos procedimientos  de  los  hombres  perversos :  Non  propone- 
bam  ante  oculos  meos  rem  injustam :  facientes  prevaricationes 
odivi  (41).  Que  arrojó  de  su  lado  y  de  su  casa  á  los  que  cami- 
naban con  depravado  corazón,  y  que  no  comunicó  con  los 
malignos  que  se  apartaban  de  su  recto  proceder :  Non  adheesit 
mihi  cor  pravum:  declinantem  a,  me  malignum  non  cognoscebam 
(42).  Que  tuvo  cerrados  sus  oidos  á  la  abominable  detracción, 
y  que  no  permitió  que  en  su  presencia  se  hiriese  con  murmura- 
ciones la  fama  de  los  prógimos:  Detrahentem  secretó  próximo 
suo,  hunc  persequebar  (43).  Que  jamas  depositó  su  confianza 
en  esos  hombres  altivos  que  desprecian  á  todos,  y  que  poseí- 
dos de  la  ambición  ó  de  la  avaricia,  nunca  se  sacian  de  rique- 
zas ó  de  honores  mundanos:  Superbo  oculo,  et  insatiabili  cor  de, 
curtí,  hoc  non  edebam  (44).  Que  solamente  dio  lugar  en  su  esti- 
mación y  en  su  aprecio  á  los  sinceros  y  fieles  de  su  ejército,  y 
que  no  admitió  á  su  servicio  ni  consultó  jamas  sino  á  los  que 
habían  dado  pruebas  de  sabiduría  y  de  conducta  irreprehensi- 


—367— 
ble:  Ocnli  jnei  adfideles  terree  ut  sedeant  mecum.  Anibularis  in 
via  immaeulata,  Me  mihi  ministraba!;  (45).  Que  jamas  habito 
en  el  hombre  soberbio  y  engañoso :  y  que  el  malicioso  y  el 
inicuo,  ó  no  fueron  admitidos,  ó  duraron  muy  poco  en  medio 
de  su  casa:  Non  habitabit  in  medio  domus  mex  qui  facit  super- 
biam:  qui  loquitur  iniqua,  non  direxit  in  conapeetu  ovulorum 
meorum  (46).  Y  en  fin,  que  ha  perseguido  con  calor  á  los  mal- 
vados, y  trabajado  con  celo  en  extinguirlos,  para  que  no  con- 
tagiándose los  otros  con  el  perverso  ejemplo  de  sus  excesos  y 
delitos,  floreciese  la  virtud  en  un  ejército  que  adoraba  al  Dios 
verdadero,  y  combatía  por  su  causa:  In  matutino  interficiebam 
omnes  peccatores  térra :  ut  disperderem  de  civitate  Domini  omnes 
operantes  iniquitatem  (47), 

A  vosotros  os  llamo  por  testigos  de  la  verdad  de  mis  pala- 
bras, valerosos  guerreros,  que  guiados  á  la  campaña  por  este 
insigne  caudillo,  os  habéis  coronado  de  una  gloria  que  jamas 
se  acabará.  Hablad,  oficiales  y  soldados  del  ejército  real  del 
Alto-Perú,  vosotros  que  le  observasteis  tan  de  cerca,  cuando 
trabajabais  con  él  en  la  grande  obra  de  la  libertad  de  nuestra 
patria.  Arrimad  un  momento  las  armas  vencedoras  en  obsequio 
de  aquel  que  os  enseñó  á  llevarlas :  levantad  por  vuestro  jefe 
esa  voz  magestuosa  con  que  él  hizo  que  dieseis  tantas  veces  el 
grito  de  victoria.  Decid  si  no  admirasteis  su  celo  en  sostener 
vuestros  derechos ;  y  si  no  hizo  que  siempre  venciese  la  razón 
en  vuestras  diferencias  y  disputas.  Decid  si  no  examinaba  con 
la  diligencia  mas  solícita  las  calidades  de  sus  subditos,  cuando 
trataba  de  la  distribución  de  los  empleos.  Decid  si  los  respe- 
tos humanos  fueron  capaces  de  doblar  su  escrupulosa  justicia ; 
y  si  dejó  alguna  vez  á  la  virtud  sin  recompensa,  ó  al  crimen 
sin  castigo.  Decid  si  á  pesar  de  su  afabilidad  y  su  dulzura,  le 
visteis  desviarse  un  punto  á  la  diestra  ó  la  siniestra  de  aquella 
senda  que  trazó  la  mano  del  Eterno  para  que  caminasen  por 
ella  los  magistrados  y  los  jueces;  y  si  no  pudiera  asegurar,  co- 
mo Ezequías,  que  siempre  anduvo  delante  del  Señor  en  la  per- 
fección y  la  verdad  (48).  Decid. . . .  pero  no  es  preciso  que  di- 
gáis mas.  Proseguid,  generosos  campeones,  vuestras  honrosas 
fatigas;  que  á  mí,  para  hacer  sensible  la  justicia  de  mi  héroe, 
me  es  bastante  hablar  de  su  religión  y  su  jiiedad. 

¿Por  qué  manda  Dios  á  los  hebreos,  señor  Excmo.,  que  sus 
reyes  escriban  para  sí,  luego  que  se  hubieren  sentado  sobre  el 
solio  de  sus  rey  nos,  un  Deuteronomio  de  su  íey,  le  tengan 
siempre  consigo,  y  le  lean  todos  los  dias  de  su  vida  (49)  %  ¿Por 
que  David,  viéndose  próximo  á  entrar  en  el  camino  de  toda  la 
tierra,  y  tratando  de  instruir  á  su  hijo  kSalomou  que  iba  á  suco* 
derle  en  el  trono  de  Israel,  de  los  senderos  que  debia  seguir 
para  gobernar  su  pueblo  con  rectitud  de  justicia,  le  dice  sola- 


—308— 
menté  qtie  guarde  los  preceptos  del  Señor,  cumpliendo  sus  ce- 
remonias y  sus  mandamientos  y  sus  testimonios  y  sus  juicios 
(50)?  Y  ¿porqué  este,  empeñado  en  juzgar  con  equidad,  pide 
un  corazón  dócil  al  Dios  omnipotente  (51)  %  Porque  el  princi- 
pio de  la  sabiduría  es  el  temor  del  Señor  (52) :  porque  iui  buen 
principe  que  pone  toda  su  gloria  en  la  felicidad  de  los  hom- 
bres (pie  gobierna,  ha  de  tener  la  ley  de  Dios  por  regla  de  to- 
das sus  acciones :  porque  el  amor  á  la  religión  le  es  indispen- 
sable para  no  traspasar  los  límites  legítimos  de  su  autoridad  y 
su  poder:  y  porque,  como  dice  muy  bien  el  padre  San  Agus- 
tín, no  se  puede  ser  justo,  sin  ser  piadoso  al  mismo  tiempo: 
Quce  egitur  jiistitia  est  liominis,  qnce  ipsum  hominem  Deo  vero 
tollit  (53)?  Y  ¿quién  ha  dado  jamas  pruebas  mas  brillantes  de 
religión  que  V.  E.?  ¿ífó  le  viinos  nosotros  poner  el  mayor  es- 
mero en  levantar  un  templo  al  Dios  de  los  ejércitos  en  el  par- 
que de  artillería  que  formó  para  que  nos  sirviese  de  seguridad 
y  de  defensa,  y  que  es  acaso  el  baluarte  que  ha  salvado  á  nues- 
tro Lima;  mostrando  que  tenia  mas  confianza  en  el  brazo  del 
Señor  que  en  los  cañones  y  murallas,  y  que  estaba  íntimamen- 
te penetrado  de  que  toda  la  gloria  y  fortaleza  de  la  guerra 
viene  de  los  cielos  (54)  f  ¿  ~Nó  le  vieron  los  pueblos  que  habían 
empezado  a  conmoverse  por  las  disensiones  de  sus  jefes,  res- 
tablecer la  paz  en  el  momento  cuando  marchaba  a  la  campa- 
ña, sin  necesitar  valerse  del  funesto  recurso  de  las  armas,  solo 
con  las  luces  de  aquella  sabiduría  preferible  á  las  fuerzas  (55)> 
que  sale  de  la  boca  del  Señor  (56),  y  que  no  llegan  á  alcanzar 
sino  los  que  la  aman  de  veras,  y  de  corazón  la  buscan  pidién- 
dola al  Altísimo  (57)  i  Y  ¡  cuántos  habrá  en  mi  auditorio  que 
le  hayan  visto  prepararse  á  los  combates  con  fervorosas  ora- 
ciones; llorar  la  necesidad  en  que  se  hallaba  de  destruir  las 
obras  del  Criadora  quien  amaba  tiernamente;  enviar  sus  vo- 
tos hasta  el  cielo  para  que  descendiese  la  victoria  á  coronar 
sus  estandartes,  desde  el  excelso  trono  del  Dios  de  las  batallas; 
y  presentarse  después  delante  del  enemigo  con  desiguales 
fuerzas,  pero  con  ese  aire  de  superioridad  y  fortaleza  que  las 
bayonetas  no  pueden  infundir,  y  que  solo  respiran  los  que  te- 
men al  Dominador  del  universo  que  cria  la  paz  y  la  guerra 
(58),  que  reparte  á  su  arbitrio  las  derrotas  y  los  triunfos  (59), 
y  que  cuando  le  place  salvar  á  los  que  adoran  su  grandeza,  le 
es  indiferente  ejecutarlo  con  muchos  ó  con  pocos  (60)!  Jamas 
podremos  admirar  bastantemente  la  confianza  en  el  Señor  que 
acreditó  Y.  E.  en  esa  retirada  inmortal  que  llenó  de  aliento  á 
sus  soldados,  y  á  sus  enemigos  de  terror;  y  que  hará  eterno 
s\i  nombre  en  los  fastos  del  Perú.  Yo  contemplo  á  Y.  E.  en 
Suipacha,  después  de  la  batalla  de  Ayouma,  sabiendo  los  des- 
trozos que  las  gentes  rebeldes  habían  hecho  en  el  Cuzco  y  en 


—369— 
Puno  y  en  La-Páz,  el  estado  de  insurrección  en  que  se  halla- 
ban estos  pueblos,  y  las  expediciones  que  marchaban  contra 
Huainanga  y  Arequipa ;  y  me  parece  ver  al  Macabeo,  cuando 
vuelto  á  la  Judea  después  de  haber  derrotado  á  los  hijos  de 
Amnion,  sabe  que  todos  sus  hermanos  que  estaban  en  Tubiu, 
habian  sido  pasados  á  cuchillo,  y  llevados  en  triunfo  sus  des- 
pojos y  sus  mujeres  y  sus  hijos:  que  las  naciones  de  Galaad 
se  preparaban  á  tomar  la  fortaleza  de  Datheman  en  que  los 
Israelitas  se  habian  refug'ado:  y  que  les  príncipes  de  Ptole- 
mayd  i,  de  Tiro  y  de  Sidon  se  habian  coligado  para  entrar  y 
destruir  la  Galilea.  Este  valiente  caudillo  deja  la  Judea  al 
cuidado  de  Azarías  y  Joseph :  manda  tres  mil  hombres  con  su 
hermano  Simón  á  socorrer  á  Galilea:  y  parte  él  mismo  á  la 
frente  de  ocho  mil  á  la  tierra  de  Galaad  (61).   ÍTo  podia  V.  E. 
tornar  este  partido.  La  tribulación  era  la  misma,  pero  las  cir- 
cunstancias muy  diversas.    Judas  Macabeo  recibe  estas  noti- 
cias en  un  lugar  pacífico  en  que  nada  habia  que  temer;  y  V.  E. 
las  recibe  en  el  centro  de  la  guerra,  y  á  la  rjresencia  de  un 
ejército  que  era  preciso  contener.  Y  ¿qué  es  lo  que  hace  V.  E? 
Manda  al  Cuzco  mil  y  trescientos  hombres  á  las  órdenes  del 
fuerte  é  intrépido  Eamirez  que  se  colma  de  gloria  en  las  ori- 
llas del  Cupi ;  y  marcha  después  á  Condocondo  con  unos  po- 
cos batallones,  atravesando  ciento  veinticinco  leguas  por  en- 
tre las  huestes  enemigas,  y  con  la  misma  serenidad  con  que 
marcharía  á  la  frente  de  los  ejércitos  victoriosos  que  acaban 
de  dar  la  paz  á  las  potencias  de  la  Europa.  ¿Hubo  jamas  una 
resolución  mas  heroica?   Parece  que  dictaba  la  prudencia  re- 
tirarse en  masa  hasta  llegar  á  colocarse  en  una  rjosicion  ven- 
tajosa que  con  poca  fuerza  pudiera  sostenerse,  y  mandar  socor- 
ros desde  allí  á  los  pueblos  interiores.    Otro  general  asi  lo  ha- 
bría practicado:  y  acaso  hubiera  marchado   con  todas  sus 
guarniciones,   evacuando   enteramente  unas  provincias   que 
acababan  de  ser  reconquistadas  a  costa  de  tanta  sangre  y  tan* 
tos  sacrificios.  Pero  V.  E.  se  desprende  generosamente  de  la 
mitad  de  sus  tropas,  antes  de  emprender  su  retirada,  á  pesar 
de  eucontrarse  cercado  de  enemigos  por  los  costados,  por  la 
retaguardia  y  por  el  frente;  porque  creyó  que  marcharía  acom- 
pañado de  esa  nube  misteriosa  que  sirvió  de  mur  lia  en  el  de- 
sierto á  los  hijos  de  Israel  (62):  y  que  en  el  caso  de  ser  acome- 
tido, podría  contar  con  el  refuerzo   de  las  milicias  celestiales, 
acaudilladas  por  aquel  que  a  un  ligero  movimiento  de  la  mano 
de  Moyses,  hundió  al  egipcio  cou  sus  carros  y  caballos  en  los 
abismos  del  mar,  y  que  hizo  caer  los  muros  de  Jericó  al  solo 
Buido  de  las  trompetas  de  Josué  (63). 

rasta,  seúor    Eterno.,  ser  «r  guerrero  cristiano  para  creer  la 

Litek^tüiía — 36 


—370— 
suerte  ele  las  batallas  en  las  manos  del  Altísimo;  para  invocar 
su  nombre  santo  en  medio  de  los  peligros;  y  para  pedirle  for- 
taleza, cuando  los  enemigo    se  aproximan.  Pero,  para  buscar 
al  Dios  vivo  después  de  las  victorias,  para  postrarse  ante  el 
trono  de  su  terrible  magestad,  y  abatir  basta  el  polvo  una 
freii te  ceñida  de  laureles;  para  ofrecerle  humildes  sacrificios 
con  unas  manos  vencedoras,  y  para  rendirle  unas  armas  que 
acaban  de  rendir  millares  de  hombres  ;  es  preciso  estar  anima- 
do de  los  mismos  sentimientos  que  aquellos  ilustres  jefes  de 
los  escuadrones  del  Señor  que  debieron  mas  triunfos  á  su  reli- 
gión que  á  sus  espadas.  Jamas  está  el  hombre  mas  en  riesgo 
de  olvidarse  de  Dios,  que  en  esos  momentos  brillantes  en  que 
su  sabiduría  y  su  valor  le  elevan  hasta  el  colmo  de  la  grandeza 
y  de  la  gloria.  Pero  Y.  E,  jamas  se  acuerda  mas  de  Dios  que 
cuando  acaba  de  /encer.  El  sonido  encantador  de  los  instru- 
mentos marciales,  los  vivas  y  aclamaciones  de  las  tropas,  el 
apasible  ruido  de  las  armas,  y  los  diferentes  gritos  de  los  ven- 
cedores y  vencidos,  que  seducen  el  alma  de  un  general  victo- 
rioso, le  llenan  de  altivez,  y  le  obligan  á  creerse  un  pequeño 
Dios  sobre  la  tierra;  inspiran  áV.E.  sentimientos  piadosos,  le 
hacen  confesar  su  pequenez  y  dependencia,  humillarse  al  pié 
de  los  altares,  alabar  y  bendecir  al  Dios  del  cielo.  Entonces  es 
cuando  reconoce  mas  que  nunca  las  clemencias  y  las  justicias 
del  Señor:  cuando  mas  adora  su  poder  infinito :  y  cuando  ad- 
mira mas  las  maravillas  de  su  diestra.  jSo  se  contenta  con  de- 
cir á  sus  soldados  la  obligación  en  que  están  de  tributar  sus 
homenajes  y  sus  votos  á  ese  caudillo  invisible  que  ha  comba- 
tido por  ellos  y  disipado  á  sus  contrarios.  Y.  E,  quiere  instruir- 
los con  su  ejemplo:  y  después  de  darle  gracias  haciendo,  como 
Barac,  que  se  le  entone  un  cántico  solemne  en  el  mismo  lugar 
de  la  pelea  (64);  manda  á  ejemplo  de  David,  que  los  despojos 
enemigos  se  lleven  á  su  templo,  para  que  sirvan  de  trofeos  al 
que  ha  dirigido  los  sucesos  y  dado  la  victoria  (65).  ¡  Oh!  ¡  Cuán- 
to diria  yo  aun  de  los  religiosos  sentimientos  del  corazón  de 
V.  E,.  si  no  recordase  ahora  que  V.  E.  mismo  nos  los  ha  dado 
escritos  con  su  mano  en  su  glorioso  parte  de  la  batalla  de  Wi- 
luma !  Este  pequeño  rasgo  pinta  con  mas  energía  la  situación 
dichosa  de  su  alma,  en  aquellos  momentos  que  seguían  á  los 
triunfos,  que  los  discursos  mas  pomposos  del  orador  mas  elo- 
cuente. Las  tres  banderas  que  remito,  dice  Y.  E.  al  Excmo.  Sr. 
Marques  déla  Concordia, pido  d  Y.  É.  sean  colocadas  en  la  capi- 
lla de  Santa  Bárbara  del  jictrque  de  artillería,  cuya  obra  dirigida 
por  mí  con  aprobación  de  Y.  E.  merece  mi  memoria  como  hijo  de 
este  cuerpo  á  quien  debo  mi  educación  militar  ;  esperando  que  Y.  JE. 
se  sirva  autorizar  con  su  persona  el  acto  de  su  colocación,  y  dedi- 
cación á  la  Yírgen  del  Carmen  generala  de  este  ejército  del  rey, 


—371— 
que  es  á  quien  debemos  hoy  la  satisfacción  que  por  su  protección 
hemos  conseguido  los  que  le  componemos. 

¡O  Lima,  ainada  patria  niia!  Levántate,  regocíjate,  esclaró 
cete,  porque  va  á  revirar  en  tí  el  que  te  crió:  el -Señor  de  los 
ejércitos  es  el  nombre  de  él.  Porque  el  Señor  te  llamó  como  á 
muger  desamparada  y  angustiada  de  espíritu,  y  te  dijo  tu 
Dios:  Por  un  momento,  por  un  poco  te  desamparé,  mas  yo  te 
recogeré  con  grandes  piedades.  En  el  momento  de  mi  indig- 
nación escondí  por  un  poco  de  tí  mi  cara,  mas  con  eterna  mi- 
sericordia me  he  compadecido  de  tí.  ¡Pobrecilla!  combatida 
de  la  tempestad  sin  ningún  consuelo.  Mira  que  yo  colocaré 
por  orden  tus  piedras,  y  te  cimentaré  sobre  zafiros,  y  pondré 
en  tu  gobierno  la  paz,  y  en  tus  presidentes  la  justicia  (66). 

¡Gran  Dios!  Con  el  príncipe  que  Vos  nos  acabáis  de  dar, 
liemos  visto  caer  sobre  nosotros  la  última  de  estas  bendiciones 
magníficas  que  Isaiais  anunció  sobre  los  hijos  de  Jacob.  Ha- 
ced que  caigan  todas  las  demás  según  la  muchedumbre  de 
vuestras  clemencias  inefables.  Escuchad  nuestros  votos,  Dios 
inmenso,  que  estendisteis  los  cielos  para  fijar  vuestra  morada, 
que  hacéis  humear  los  montes  con  tocarlos,  y  en  cuya  presen- 
cia todo  el  mundo  es  como  una  gota  del  rocío  de  la  mañana 
que  desciende  á  la  tierra.  ¿Por  qué  nos  dej aseéis,  Señor,  des- 
viar de  vuestras  sendas?  Volveos  á  nosotros,  y  haced  que  nos 
regocijemos  en  vuestras  entrañas  compasivas.  Haced  que  no 
levanten  ya  banderas  unos  pueblos  contra  otros,  que  no  se 
ensayen  mas  para  la  guerra,  y  que  de  sus  espadas  forjen  ara- 
dos y  de  sus  lanzas  hoces  (67).  Haced  que  reyne  la  paz  entre 
nosotros  en  el  siglo  del  siglo,  que  la  salud  ocupe  nuestros  mu- 
ros, y  que  se  tornen  en  gozo  y  alegría  el  lloro  y  el  lamento. 
Haced  en  fin,  que  sean  largos  los  dias  de  este  príncipe  que  ha 
adquirido  un  derecho  á  gobernarnos,  salvándonos  con  su  bra- 
zo de  nuestros  crueles  enemigos:  para  que  juzgándonos  en  la 
equidad  y  la  justicia,  como  nosotros  esperamos  de  las  disposi 
ciones  santas  de  su  alma,  nos  haga  dignos  á  todos  de  ser  go- 
bernados algún  dia  inmediateinente  por  Vos  en  el  reyeo  in 
destructible  de  vuestra  gloria  perdurable.  Ambu". 


Lugares  de  la  Sagrada  Escritura  de  que  se  ha  hecho  uso 

en  el  Sermón. 


1)  Judie,  cap.  6.  v.  1. 

2)  Judie,  cap.  8.  v.  28. 

3)  Judie,  cap.  5.  v.  20. 

4)  Isai.  cap.  64.  v.  1. 

5)  Judie,  cap.  7.  v.  7.  et  seq. 

6)  IV.  Eeg.  cap.  19.  v.  35. 

7)  IV.  Beg.  cap.  18.  v.  13. 

8)  IV.  Eeg.  cap.  18.  v.  35. 

9)  Exod.  cap.  17.  v.  13. 

10)  I.  Eeg.  cap.  17.  v.  48.  49, 
v  I.  Mach.  cap.  10.  v.  82. 

Isai.  cap.  37.  v.  16. 

Isai.  cap.  6.  v.  6.  7. 

Deut.  cap.  20.  v.  1.  et  seq. 

Jos.  cap.  1.  v.  2. 

Jos.  cap.  8.  v.  2. 

Deut.  cap.  1.  v.  30.  cap.  20.  v.  4.  Judie,  cap.  5.  v.  8.  I. 

Mach.  cap.  4.  v.  30. 

Exod.  cap.  19.  v.  18. 

Deut.  cap.  32.  v.  23. 

Isai.  cap.  34.  v.  6. 
,  Isai.  cap.  13.  v.  4. 
22)  Psal.  88.  v.  11. 
^23)  Isai.  cap.  51.  v.  15. 
(24)  Isai.  cap.  6.  v.  3. 
{25)  Ad  Hebr.  cap.  11.  v.  32. 33.  34, 


11 
12 
13 
14 
15 
16 
17 

18 
19 
20 
21 


—374— 

(26)  Lsai.  cap.  19.  v.  2.3. 

(27)  lsai.  cap.  19.  v.  22. 

(28)  lsai.  cap.  19.  v.  25. 

(29)  lsai.  cap.  9.  v.  19. 

(30)  Exod.  cap.  15.  v.  9. 

(31)  lsai.  cap.  41.  v.  11.  12. 

(32)  I.  Mach.  cap.  4.  v.  13.  14. 

(33)  Eccli.  cap.  47.  v.  6.  7.  8. 

(34)  Eccli.  cap.  46.  v.  1.  8. 

(35)  Ad  Hebr.  cap.  11.  v.  33.  34. 

(36)  Psal.  67.  v.  20. 

(37)  Psal.  16.  v.  5. 

(38)  Prov.  cap.  8.  v.  14.  15. 16. 

(39)  Psal.  100. 

(40)  Psal.  100.  v.  2. 

(41)  Psal.  100.  v.  3. 

(42)  Psal.  100.  v.  4. 

(43)  Psal.  100.  v.  5. 

(44)  Psal.  100.  v.  5. 

(45)  Psal.  100.  v.  6. 

(46)  Psal.  100.  v.  7. 

(47)  Psal.  100.  v.  8. 

(48)  IV.  Eeg.  cap.  20.  v.  2.  3. 

(49)  Dent.  cap.  17.  v.  18.  19. 

(50)  III.  Eeg.  cap.  2.  v.  2.  3. 

(51)  III.  Eeg.  cap.  3.  v.  9. 

(52)  Prov.  cap.  1.  v.  7. 

(53)  De  civ.  Dei.  lib.  19.  cap.  21. 

(54)  I.  Mach.  cap.  3.  v.  19. 

(55)  Sap.  cap.  6.  v.  1. 

(56)  Prov.  cap.  2.  v.  6. 

(57)  Sap.  cap.  6.  v.  12. 

(58)  lsai.  cap.  45.  v.  7. 

(59)  lsai.  cap.  41.  v.  2. 

(60)  I.  Mach.  cap.  3.  v.  18. 

(61)  I.  Mach.  cap.  5. 

(62)  Exord.  cap.  13.  v.  21.  22. 
í-63)  Jos.  cap.  6.  v.  20. 

(64)  Judie,  cap.  5.  v.  11. 

(65)  I.  Eeg.  cap.  21.  v.  9. 

(66)  lsai.  cap.  54.  v.  5.  6.  7.  8.  11.  cap.  60.  v.  17. 

(67)  lsai.  cap.  2.  v.  4. 


ORACIOM  FÚNEBRE 

^ue  dijo  el  Dr.  D.  José  Joaquín  de  Larri  va 
en  las  solemnes  exequias  celebradas,  en  la 
Santa  Iglesia  Catedral  de  Huamano-a  el  9 
de  Octubre  de  1824,  por  los  valientes  de 
la  patria  que  murieron  en  la  batalla  de 
Junin. 


ÁL  EXCELENTÍSIMO  SEÑOR  SlMON  BOLÍVAR,  PRESIDENTE  LI- 
BERTADOR DE  LA  BePÚBLICA  DE  COLOMBIA,  ENCARGADO 
DEL  PODER  DICTATORIAL  DEL  PERÚ  &.    &.    &. 


EXCMO.    SEÑOR. 


La  oración  fúnebre  que  tnve  el  honor  de  pronunciar  en  la 
catedral  cíe  Huáinanga  el  nueve  del  corriente,  es  una  obra  que, 
apesar  de  estar  desnuda  de  toda  la  hermosura  del  lenguaje,  de 
todas  las  gracias  del  estilo,  y  de  todos  los  arreos  de  la  elocuen- 
cia y  oratoria  de  que  no  la  pudo  vestir  mi  pobre  pluma,  tiene 
un  derecho  indisputable  á  la  protección  de  V.  B.  Y  saldría  al 
público  oscura  y  desairada,  si  no  llevara  escrito,  por  delante, 
el  nombre  esclarecido  del  Dictador  del  Perú.  Los  valientes- 
guerreros,  cuyas  muertes  lamenta,  acompañaron  á  V.  E.  en  to- 


—376— 
«lá»  sus  campañas:  y  espusieron  sus  vidas  eu  todos  sus  comba- 
tes. Concurrieron  á  sus  triunfos:  y  dividieron  sus  peligros  y  sus 
trabajos  y  fatigas.  V.  E.  los  guió  hasta  los  campos  de  Marte,  y 
allí  les  enseñó  á  que  cortasen  laureles:  pero  ellos  los  cortaron, 
y  ayudaron  á  tejer  esa  preciosa  corona  que  vemos  hoy  ceñir 
sus  sienes  venturosas.  Los  dirijió  acia  la  gloria :  pero  ellos  re- 
movieron los  obstáculos,  y  le  allanaron  el  camino. 

Sin  embargo,  señor  excelentísimo:  si  V.  E.  no  fuera  mas  que 
un  esforzado  capitán,  si  todo  su  saber  se  limitara  á  derrotar 
ejércitos,  á  rendir  fortalezas,  y  á  conquistar  ciudades  y  pro- 
vincias, yo  no  me  atreviera  á  presentársela  con  la  propia  mano 
con  que  he  presentado  tantas  á  los  enemigos  de  su  nombre. 
Pero  es  también,  por  fortuna,  un  hombre  lleno  de  sabiduría  y 
de  prudencia.    Entiende  los  resortes  del  corazón  humano,  co- 
mo las  leyes  de  la  guerra:  posee  tanto  el  arte  de  conocer  á  los 
hombres,  como  la  ciencia  de  vencerlos:  y  sabe  que  el  imperio 
de  las  circunstancias,  asi  como  las  fuerzas  de  las  armas,  los 
obligan,  á  veces,  á  que  obren  contra  su  opinión  y  sentimien- 
tos.   Yo  me  glorío,  por  tanto,  señor  excelentísimo,  de  que  Y. 
E.  me  habrá  hecho  justicia  en  el  tribunal  de  su  corazón:  y  me 
habrá  declarado  en  su  juicio,  por  un  amigo  verdadero  de  los 
pueblos  de  la  América;  mirando  con  desprecio  unos  escritos 
que,  ó  fueron  trabajados  con  vna  pluma  forzada,  ó  dictados  por 
el  interés  de  atajar  los  progresos  de  una  revolución  espantosa 
cuyos  ambiciosos  corifeos  no  trataban  de  quitarnos  el  yugo  de 
la  España,  sino  para  imponernos  otro  mas  pesado ;  y  entroni- 
zar en  nuestro  suelo  al  despotismo  y  tiranía  que,  disfrazados 
con  los  nombres  de  Libertad  y  de  Patria,  hicieron  jemir  á  los 
peruanos  hasta  que  vino  Y.  E.  á  desterrarlos  de  aquí,  y  esta- 
blecer entre  nosotros  la  Patria  verdadera  y  la  verdadera  Li^ 
bertad. 

Admita  pues,  Y.  E.  la  ofrenda  que  le  consagran  no  mi  adu- 
lación y  mi  temor  á  su  poder  y  á  su  grandeza,  sino  mi  admira- 
ción y  gratitud  á  sus  talentos  y  á  su  mérito.  Y,  mientras  que 
su  fama  reposa  en  ese  templo  magestuosa  que  le  han  levanta- 
do unas  proezas  en  que  tuvieron  tanta  parte  las  víctimas  ilus- 
tres de  JUisTrN",  permita  que  yo  ofrezca  en  sus  altares  este 
grano  de  incienso,  pequeño  sí,  pero  puro,  y  muy  menos  grato 
|>or  su  olor,  que  por  la  intención  con  que  le  quemo. 

Dios  guarde  á  Y.  E.  muchos  años. 

Huamanga  11  de  Octubre  de  1824. 
Excmo.  Señor. 

José  Joaquín  de  Larri  va. 


QUOMODO  CAECIDBRUNT  FORTES  IN  PROELIO  ? 

¿CÓMO   MURIERON    UNOS    HOMBRES   TAN    ESFORZADOS    EN    LA 

guerra?    Libro  segundo  de  los  reyes,  capítulo  primero, 
verso  veinticinco. 


Señor  (1). 


¡  Qué  investigables  son  los  caminos  del  Señor,  y  qué  altos 
los  misterios  de  su  profunda  sabiduría!  ¡  Quién  podrá  sondear 
los  abismos  inmensos  de  su  gloria,  y  penetrar  los  arcanos  de 
su  misericordia  y  su  justicia!  El  hiere,  con  formidables  plagas 
el  corazón  de  Egipto,  para  libertar  á  los  hebreos  de  la  penosa 
esclavitud  que,  bajo  los  impíos  Faraones,  habían  sufrido  cua- 
tro siglos:  cuarenta  años  los  acompaña  en  el  desierto;  obrando 
en  su  favor  tan  repetidas  maravillas,  que  parecía  hacer  osten- 
tación de  su  virtud  omnipotente:  entrega  en  su  poder  los  trein- 
ta y  un  reyes  que  habitaban  desde  el  ISTilo  hasta  el  Eufrates:  les 
abre  las  puertas  de  las  ciudades  enemigas:  disipa,  como  humo, 
sus  numerosas  j entes ;  y  los  pone  en  posesión,  con  la  fuerza 
irresistible  de  su  brazo,  de  aquella  grande  y  deliciosa  tierra 
que  prometió  á  Abraham,  en  premio  de  su  fé,  para  que  fuese 
la  heredad  de  su  venturosa  descendencia  que  debia  multipli- 
carse como  las  arenas  del  mar  ó  las  estrellas  del  cielo. 

Después  de  tantos  y  tan  señalados  beneficios,  los  abandona 
de  repente  á  manos  de  los  Sirios:  los  hace  esclavos,  después  de 
los  hijos  de  Madian:  al  poco  tiempo  los  sugeta  á  la  domina- 
ción del  filisteo:  y  los  obliga  á  ir  llevando,  sucesivamente,  el 


(1)  El  Sr.  D.  D.  José  Sánchez  Carrion,  Ministro  General  de  los  Negocios 
del  Perú,  que  presidió  la  función. 

Literatura — 37 


—378— 
pesado  yugo  de  todas  las  naciones  idólatras  que  consintió  per- 
donase la  espada  de  Josué,  para  que  sirviesen,  algún  dia,  de 
instrumento  á  sus  venganzas.  Es  verdad  que  los  hebreos,  con 
sus  prevaricaciones  y  maldades,  á  cada  paso  provocaban  la  có- 
lera del  cielo,  y  atraian  sobre  sí  los  anatemas  del  Señor ;  y 
que  apenas  olvidaban  el  culto  de  los  ídolos,  y  le  clamaban  á 
su  Dios,  cuando  su  Dios  los  oia:  y  sucitaba  un  varón  de  forta- 
leza y  de  virtud,  para  que  rompiese  las  cadenas  que  les  habían 
forjado  su  ingratitud  y  su  perfidia.  Othoniel,  Barac,  Gedeon, 
Sansón,  Jecté,  David,  Judas,  Simón,  Jonatas, Innume- 
rables son  los  salvadores  de  Israel  que,  armados  de  la  espada 
del  Señor,  triunfaron  siempre  de  los  enemigos  de  su  nombre. 
Pero  ¡ah,  qué  estos  triunfos  les  fueron  muy  costosos!  El  mismo 
Dios  les  ponia  las  armas  en  la  mano:  los  animaba  á  la  pelea: 
enviaba  un  ánjel  del  cielo,  para  que  los  guiase  á  la  campaña:  y 
marchaba  en  persona  muchas  veces,  al  frente  de  los  ejércitos, 
y  dirigía  los  combates.  Sin  embargo  la  muerte  no  los  perdo- 
naba. Y  aunque  siempre  llevaba  Israel  la  palma  de  la  victoria 
la  llevaba  siempre  salpicada  con  sangre  de  sus  hijos.    ¡  Quién 
será  capaz  de  numerar  las  víctimas  ilustres  que  fueron  sacrifi- 
cadas en  la  larga  serie  de  las  sangrientas  guerras  que  sostu- 
viéronlos judíos,  con  tanta  reputación,  por  la  libertad  de  su  pue- 
blo y  por  la  gloria  de  su  Dios.  En  Baalthamar  solamente,  adon- 
de fueron  á  vengar,  por  orden  del  Señorr  el  exceso  cometido, 
por  los  benj amistas  de  Gabaa,  con  la  mujer  de  un  levita,  de- 
jaron sobre  el  campo  de  batalla  cuarenta  mil  de  sus  guerreros. 
¡Ah!  ¡Quién  no  se  siente  aquí  penetrado  de  asombro,  y  escla- 
ma con  David:    ¿Como  murieron  unos  hombres  que  jamás  to- 
maron la  saeta,  sin  consultar  primero,,  postrados  en  el  templo, 
los  oráculos  divinos?  ¿Cómo  murieron  unos  hombres  á  quie- 
nes nunca  llebaron  al  combate  ni  la  ambición  de  estender  con 
temerarias  conquistas  los  términos  de  sus  tierras,  ni  la  codi- 
cia de  encontrar,  en  países  extrangeros,  tesoros  y  riquezas? 
¿Cómo  murieron  unos  hombres  que  pelearon  siempre  las  guer- 
ras del  Señor:  y  cuyo  brazo  confortó  el  Dios  omnipotente,  para 
que  defendiesen  su  patria,  su  relijion  y  sus  leyes?    Quomodo 
ceeiderunt  f&rtes  m  praeliof 

Cristianos:  á  quienes  el  clamor  de  las  campanas,  esos  alta- 
res vestidos  de  luto,  esos  cantos  melancólicos,  ese  sacrificio  de 
expiación,  esta  oración  que  pronuncio,  y  todo  este  fúnebre 
aparato  de  sagrados  misterios,  recuerdan  la  memoria  de  los 
cuarenta  y  nueve  fuertes  de  la  Patria  que,  perecieron  á  manos 
de  los  opresores  del  Perú,  en  los  campos  de  JUNTO  ¿no  sen- 
tís, allá  en  el  fondo  de  vuestro  acongojado  corazón,  un  impul- 
so secreto  que  os  fuerza  á  llorar  con  el  Profeta,  y  á  preguntar 
como  él.    |  Cómo  han  muerto  los  generosos  campeones  que, 


—379— 
después  de  haber  libertado  su  pais  del  yugo  de  la  España;  ven- 
ciendo dificultades  casi  insuperables  y  arrostrando  peligros 
inminentes,  vinieron  hasta  nosotros,  desde  unas  regiones  tan 
lejanas,  tan  solo  por  ayudarnos  en  la  gloriosa  empresa  de  li- 
bertar el  nuestro?  ¿  Cómo  han  muerto  los  bravos  que  defen- 
dieron tan  heroicamente  las  sagradas  causas  de  nuestra  inde- 
pendencia y  libertad:  y  que,  en  catorce  años  de  combates,  solo 
han  sabido  blandir  sus  formidables  lanzas  contra  los  enemigos 
de  la  América.  Quomodo  ceviderunt  fortes  in  praelio? 

¡  Ah!  Quiera  el  Espíritu  Santo  lanzar  hasta  mi  alma  un  ra- 
yo de  su  luz,  para  que  yo  acierte  á  contestar  á  esta  pregunta 
del  Profeta:  y  que,  cuando  hablo  de  los  ilustres  muertos  que 
honran  hoy  la  iglesia  santa,  no  pronuncien  mis  labios  una  so- 
la palabra  que  no  sirva  de  gloria  al  Todo-Poderoso,  y  de  edifi- 
cación á  mis  oyentes. 

El  Dios  que  habita  en  los  cielos,  es  el  solo  señor  de  las  bata- 
llas. En  sus  manos  están  los  triunfos  y  victorias:  y  él  los  re- 
parte con  arreglo  á  los  invariables  planes  que  trazó  su  diestra 
omnipotente,  desde  antes  de  los  siglos,  en  el  gran  libro  que 
encierra  los  diferentes  destinos  de  todos  los  imperios  y  nacio- 
nes. Los  cálculos  mas  fundados  y  los  mejores  consejos  de  la 
prudencia  humana  salen  errados  al  fin,  cuando  no  van  de  con- 
cierto con  sus  designios  sacrosantos.  El  valor  y  la  destreza  de 
nada  sirven  sin  su  ayuda:  y  la  bayoneta  y  el  cañón  solo  son 
instrumentos  de  su  adorable  justicia.  El  conforta  el  brazo  de 
los  débiles:  y  hace  caer  las  espadas  de  mano  de  los  fuertes.  ÍJo 
necesita  de  armas  ni  soldados,  para  rendir  las  fortalezas  que 
los  hombres  creen  inespugnables:  y  aquellos  ejércitos  que  pare- 
cen invencibles  por  la  sabiduría  de  sus  jefes,  por  la  disciplina 
de  sus  tropas,  y  por  la  multitud  de  sus  caballos,  á  un  soplo  de 
su  indignación,  se  ajitan,  se  esparcen,  y  al  fin  desaparecen:  á 
manera  de  las  pequeñas  pajas  que  nadan  en  los  aires,  ó  como 
el  débil  polvo  que  se  levanta  en  la  tierra.  Trescientos  hombres 
mandados  por  Gedeon,  con  cántaros  de  barro  y  teas  encendi- 
das, en  lugar  de  lanzas  y  de  espadas,  derrotan  en  Ammoréh  al 
ejercito  unido  de  todos  los  pueblos  del  oriente:  y  caen  por  tier- 
ra: los  muros  de  la  sobervia  Jericó  al  solo  ruido  de  las  trompe- 
tas de  Josué.  ¡Qué  grande  eres  Señor  de  los  ejércitos,  y  qué 
admirable  en  tu  poder!  Tú  formaste  el  globo  de  la  tierra:  y  to- 
das las  revoluciones  que  padece^  son  los  efectos  variados  de  tu 
justicia  y  tu  clemencia  que  se  alternan  para  obrar  sobre  los  hi- 
jos de  los  hombres.  Sepultas  á  los  pueblos  que  te  olvidan  en 
la  humillación  y  la  miseria:  y  los  levantas  otra  vez,  cuando  se 
tornan  á  tí,  á  su  antiguo  lustre,  grandeza  y  poderío.  Adoré- 
mosle, católicos:  y  entonemos  en  su  loa  cánticos  de  gloria;  por 


— 380— 
«¿ue  ya  se  ha  dignado  de  levantar  al  nuestro,  tres  siglos  ago- 
viado  bajo  el  enorme  peso  del  yugo  de  la  España. 

No  esperéis  de  mi  que  os  lleve  ahora  hasta  los  tiempos  an- 
teriores á  la  conquista  de  la  América  para  haceros  ver,  en  las 
tinieblas  de  la  idolatría  y  el  error,  el  principio  de  su  esclavi- 
tud; ni  que  os  descubra,  en  la  fó  y  relijion  de  nuestros  días,  el 
motivo  de  su  redención.  Tampoco  esperéis  que  os  hable  de  las 
vejaciones  y  ultrajes  que  nuestro  pueblo  ha  sufrido  de  la  na- 
ción conquistadora;  vejaciones  y  nltrajes  semejantes  a  los  que 
sufrió,  de  Asíria  y  de  Caldea,  el  pueblo  del  Señor.  Yo  he  su- 
bido á  este  lugar  á  consolaros  en  la  pérdida  d.e  los  valientes 
guerreros  que  compraron,  con  su  sangre,  el  triunfo  de  JUNIN. 
Todo  lo  demás,  por  justo  y  santo  que  sea,  es  ajeno,  el  dia  de 
hoy,  de  mi  sagrado  ministerio.  Y,  si  hablo  de  la  historia  de 
nuestra  feliz  revolución,  no  es  otro  mi  designio  que  esclarecer 
á  vuestra  vista  el  derecho  que  tienen,  en  su  muerte,  á  nues- 
tras oraciones  y  plegarias  los  que  hicieron,  en  su  vida,  tantos 
sacrificios  por  nuestra  salud  y  nuestra  gloria.  Así  es  que  solo 
me  oyréis  aquellos  razgos  que  contienen  las  brillantes  campa- 
ñas de  los  soldados  de  Colombia. 

¿Las  brillantes  campañas  de  los  soldados  de  Colombia?  Aquí 
confieso,  señores,  que  me  siento  abrumado:  y  que  las  fuerzas 
mías  no  son  bastantes  poderosas  á  sostener  un  asunto  de  tanta 
gravedad.  La  multitud  de  acciones  me  embaraza.  Yo  no  qui- 
siera omitir  ninguna  de  ellas:  y  es  imposible  describirlas  to- 
das. Caracas,  Araure,  Bocachica,  Santafé  de  Bogotá,  Tunja, 
Boyacá,  Carabobo,  Pastos,  Quito. . . .  ¡Jamás  acabaría,  si  in- 
tentase repetir  los  memorables  nombres  de  todos  los  lugares 
fortunados  que  han  servido  de  teatros  á  sus  glorias  inmortales! 
No  hay  monte,  no  hay  valle,  no  hay  rio,  no  hay  puente,  no  hay 
prado,  no  hay  bosque,  no  hay  lago,  no  hay  punto  en  todo  el 
círculo  que  encierra  á  la  Nueva-Granada  y  Venezuela  en  que 
no  hayan  erigido  un  altar  á  su  heroico  patriotismo,  ó  levan-; 
tando  un  trofeo  contra  los  enemigos  de  su  causa.  ¡Qué  no  ten- 
ga yo  la  habilidad  de  grabar  en  vuestras  almas  un  mapa  to-r 
pográfico  de  ese  ameno  y  vasto  territorio  cuyo  nombre  es.  ya 
famoso  en  todas  las  regiones  de  ia  tierra,  para  esplicaros  allí, 
con  distinción  y  claridad,  esos  prodigios  de  valor  que  hacen 
hoy  el  asombro  de  ambos  mundos,  y  que  pasarán  por  fabulosos 
en  las  edades  venideras!  Entonces  os  diría — En  este  sitio  burla- 
ron la  vigilancia  española,  y  socorrieron  una  fortaleza  que,  por 
falta  de  bastimentos,  iba  á  entregarse  ya  en  manos  de  sus  con- 
trarios. Aquí  los  sorprendieron  en  sus  mismos  campamentos. 
Y  allá  les  ganaron  un  combate  que  les  valió  cien  pueblos.  De 
este  monte  desalojaron  á  las  tropas  enemigas  que  se  habían 
fortificado  en  las  ■alturas,  y  les  tomaron  los   cañones:  en  este 


—381— 
valle  las  batieron,  por  este  desfiladero  pasaron  persiguiendo  á 
las  reliquias  que  habian  escapado  del  filo  del  cuchillo:  y  en 
aquella  cañada  las  alcanzaron,  é  hicieron  prisioneras.  Mas  de 
una  vez  tiñeron  las  aguas  de  este  rio  con  la  sangre  española. 
A  este  otro  le  pasaron  á  nado.  En  menos  de  dos  dias  constru- 
yeron este  puente.  Y  en  aquel,  con  pocas  compañías,  embara- 
zaron el  paso  á  muchos  batallones.  En  este  puerto  se  embarca- 
ron para  ir  á  tomar  aquella  isla.  De  este  castillo  hicieron  una 
salida  repentina,  y  dejaron  sitiados  á  sus  mismos  sitiadores. 
A  corta  distancia  de  esta  loma  sufrieron  una  rota.  En  esta 
quebrada  se  vieron  obligados  á  abrirse  camino  con  los  sables,  y 
á  pasar  por  encima  de  una  batería  que  habia  construido  el  ene- 
migo en  aquella  garganta.  En  este  pueblo  se  rehicieron:  con- 
tramarcharon  cien  leguas  en  pos  del  enemigo:  y  le  encontra- 
ron y  batieron  á  la  otra  banda  de  esta  cordillera.  Cerca  de  es- 
ta laguna  ganaron  dos  batallas.  En  la  orilla  de  este  arroyo  en- 
tonaron un  himno  al  Dios  de  la  libertad  por  un  triunfo  que  aca- 
baban de  alcanzar.  En  la  falda  de  aquel  cerro,  de  cuya  cum- 
bre se  despeña  ese  torrente  de  agua  cristalina,  sorprendieron 
á  una  división  que  les  iba  á  tomar  la  retaguardia.  En  este  lla- 
no coronado  de  flores,  y  cercado  por  todas  partes  de  árboles 
frondosos,  se  batieron  un  dia  entero,  contra  una  fuerza  supe- 
rior a  la  suya,  y  forzaron  á  los  españoles  á  replegarse  á  sus 
trincheras.  Al  pie  de  este  collado  se  vieron  precisados,  una 
vez,  á  abandonar  el  campo,  á  la  vista  de  un  ejército  que  conta- 
ba doble  número  de  infantes  y  caballos.  Y  en  este  bosque  des- 
cansaron después  de  una  honrosa  retirada.  A  esta  plaza  la  to-: 
marón  por  asalto.  A  esta  otra  la  obligaron  á  rendirse.  Y  á 
aquella  la  defendieron  hasta  forzar  al  enemigo  á  levantar  el 
sitio.  Todos  estos  campos  solitarios,  en  que  no  se  mira  un  pue- 
blo, un  pago  ni  una  choza,  están  llenos  de  trofeos  levantados 
por  sus  manos.  Y  todas  estas  ciudades,  en  que  veis  enarbola- 
das  las  banderas  de  la  libertad,  ó  fueron  defendidos  por  su 
constancia,  ó  conquistadas  por  su  valor.  Entonces  podria  des- 
cribiros su  rapidez  en  las  marchas,  su  vijilancia  en  los  sitios, 
su  ardimiento  en  los  combates,  y  su  coraje  en  las  batallas.  Y 
no  me  olvidaría  de  enseñaros  allí  el  venturoso  lugar  qua  vio 
nacer  al  inmortal  BOLIYAE,  al  genio  de  la  guerra  que  diri-> 
jió,  con  su  prudencia  y  conocimientos  militares  todas  estas 
marchas,  todos  estos  sitios,  todos  estos  combates,  y  todas  es- 
tas batallas;  y  á  quienes  deben  los  colombianos  sus  triunfos  y 
victorias,  y  Colombia  su  libertad. 

Mientras  que  esta  república  naciente  marchaba,  con  pasos 
tan  jigantes,  al  término  dichoso  de  su  suspirada  independen- 
cia, el  Dios  de  los  ejércitos,  cuyos  juicios  son  profundos  abis- 
mos, según  la  frase  del  Profeta,  dejaba  caer  desde  lo  alto  de  los 


eielon,  un  torrente  de  males  sobre  el  suelo  del  Perú :  y  parecía 
haber  decretado,  irrevocablemente,  su  eterna  esclavitud.  Le 
libertaba  del  poder  de  los  reyes  de  España,  y  ponia  su  destino 
en  manos  de  sus  hijos.  Pero  era  para  que  fuese  el  despotismo 
mayor,  mayor  la  tiranía.  Le  quitaba  unas  cadenas,  para  car- 
garle (le  otras  mas  pesadas.  Entregaba  en  las  manos  de  las 
tropas  españolas  tres  ejércitos  enteros  que  eran  toda  su  fuerza 
y  toda  su  esperanza.  Y,  para  hacerle  apurar  hasta  la  hezes  el 
cáliz  de  su  ira,  le  abandonaba  á  la  anarquía  y  á  todos  los  hor- 
rores de  la  guerra  civil.  Acordaos  de  ese  tiempo  de  turbación 
y  de  desorden  en  que,  dividida  la  república  entre  Biva-Agüe- 
ro  y  Torre-Tagle,  era  el  Perú  enemigo  del  Perú,  y  la  Patria 
de  la  Patria.  Entonces  se  confundía  la  causa  mala  con  la  bue- 
na, la  pasión  con  la  justicia,  y  el  interés  con  el  derecho.  Los 
anarquistas  y  facciosos  atizaban  el  fuego  de  la  fatal  discordia. 
Y  los  hombres  de  bien  se  veian  precisados  á  seguir  el  torrente 
délos  partidos:  como  aquellos  pilotos  que,  sorprendidos  de 
repente  por  una  tempestad,  abandonan  el  rumbo  que  llevaban, 
y  se  dejan  correr  á  discreción  del  viento  y  de  las  olas.  ¡Hasta 
ahora  tiemblo,  señores,  cuando  pienso  en  esos  dias  de  escánda- 
lo y  de  duelo !  ¡  Dias  amargos !  ¡  Dias  terribles,  en  que  se  tuvo 
á  pique  de  fracazar  la  nave  del  estado!  Y  en  que  seguramente 
habría  fracazado,  si  SIMÓN  BOLIVAE,  cual  otro  Simón  el 
Macabéo  que,  después  de  haber  dado  la  paz  á  Jerusalem,  fué 
á  batir  en  Galilea  á  los  enemigos  de  sus  hermanos,  no  hubiera 
volado  á  socorrerlo  con  sus  valientes  tropas;  dejando  asegura- 
do para  siempre  la  independencia  de  Colombia.  Atraviesa  los 
mares.  Y  apenas  se  presenta  en  nuestras  costas,  cuando  disi- 
pa los  disturbios  de  la  ambición  y  la  codicia :  como  disipa  el 
sol  las  sombras  de  la  noche,  cuando  se  asoma  al  horizonte. 

Entretanto  los  españoles  que,  ufanos  con  sus  triunfos,  pen- 
saban llevar  sus  armas  hasta  mas  allá  del  ecuador,  para  batir 
al  héroe  que  destruyó  en  esas  plagas  su  imperio  y  su  poder,  se 
dan  mutuamente  parabienes  de  haber  ahorrado  una  marcha 
tan  larga  y  tan  dificil:  reúnen  sus  lejiones:  se  aprestan  para  el 
combate;  y  avanzan  sobre  Pasco,  creídos  de  que  van  á  repre- 
sentar una  escena  semejante  ala  de  lea  ó  de  Torata  ó  de  Mo- 
quegua.  Ya  BOLIVAE  había  marchado,  en  busca  suya,  tres- 
cientas y  mas  leguas  ;  sin  que  las  nieves  de  los  Andes  ni  los 
yelos  de  las  punas  hubiesen  disminuido,  en  los  pechos  de  los 
valientes  que  mandaba,  ese  fuego  sagrado  que  les  hacia  decir 
continuamente:  Muramos  por  nuestros  hermanos  valerosa- 
mente, y  no  pongamos  tacha  á  nuestra  gloria:  Moriamir  in 
virtute  pro  fratibus  nostris,  etnon  inferamus  crimen  gloria  nos- 
tres.  Impaciente  el  LIBEETADOE  por  encontrar  al  enemigo, 
dejando  atrás  sus  infantes,  se  habia  adelantado  con  solos  sus 


—383— 
caballos.  Y  lo  misino  había  hecho  el  general  Canterac  que 
mandaba  las  tropas  españolas.  En  los  campos  de  JUNIN  se 
encuentran  estos  jefes:  y  ambos  se  empeñan  en  dar  una  bata- 
lla decisiva,  No  parecía  prudencia  aventurar  la  suerte  del  Pe- 
rú en  una  acción  que  iba  á  darse  con  fuerzas  tan  desio-ua_ 
les.  Pero  el  general  B OLIVAS  no  contaba^|solamente  con  el 
número  de  sus  tropas.  También  contaba  con  su  disciplina  y  su 
valor.  Y  contaba,  ademas,  con  la  presencia  suya  que  valia  mas 
que  muchos  escuadrones.  Pero  contaba,  sobre  todo,  con  el 
poderoso  brazo  del  Dios  de  las  batallas  que,  cuando  quiere 
premiar  con  la  corona  del  triunfo  á  los  que  pelean  por  su  cau- 
sa, le  es  indiferente  hacerlo  con  muchos  ó  con  pocos-  Ordena 
sus  caballos:  dá  la  señal  de  combatir:  y  seiscientos,  solamente 
aguardan  a  pié  firme  á  mil  doscientos  que  los  cargan  al  galope. 
La  tierra  se  estremece  al  repetido  golpe  de  sus  robustos  pies: 
los  huesos,  que  se  rompen  al  ímpetu  de  las  lanzas  hacen  un' 
ruido  mas  horrible  que  los  gritos  de  los  heridos:  la  sangre  bro- 
ta por  mil  distintas  bocas:  caen  en  tierra  soldados  y  caballos: 
la  muerte  corre  precipitadamente  por  las  filas:  y  la  victoria" 
indecisa,  vuela  de  campo  en  campo,  sin  saber  donde  fijarse! 
¿Adonde  se  fijará?  ¡Pobre  patria  mía!  Parece  que  tus  fierros' 
van  á  remacharse  para  siempre.  Nuestros  escuadrones  errolla- 
dos Mas  ¡Qué  agradable  sorpresa!  Los  húzares  y  granade- 
ros de  Colombia  y  el  primer  Eejimiento  del  Perú  hacen  un  mi- 
lagro de  valor:  y  fuerzan  á  la  victoria  á  coronar  sus  armas 
Los  españoles  huyen:  y  los  nuestros  levantan  un  trofeo, 

Pero  ¡ay,  que  le  levantan  sobre  los  cuerpos  de  sus'bravos 
que  quedaron  exánimes  sobre  el  camqo  de  batalla!  i  No  los 
veis  allí  tendidos,  pálidos  y  desfigurados?  No  veis  todavía  la 
ira  y  el  furor  pintados  en  sus  rostros?  ¿No  veis  atravezados 
esos  corazones  que  aun  palpitan,  y  que  fueron  las  aras  en  que 
ofrecieron  á  la  patria  tantos  sacrificios?  ¿No  los  veis  en  apti- 
tud de  empuñar  otra  vez  la  lanza  ensangrentada;  y  como  que 
quieren  levantarse  para  vengar  sus  muertes?  ¿No  los  veis  lie 
nos  de  polvo'  cubiertos  de  heridas,  y  envueltos  al  mismo  tiem- 
po en  su  sangre  y  sus  laureles?  No  los  veis ¡Separemos  la 

vista  de  un  espectáculo  tan  fiero  y  tan  terrible!  ¡No  nos  afina- 
mos mas  con  los  tristes  despojos  de  la  muerte!  ¡O  muerte  cruel 
ó  inexorable!  ¿Por  qué  hieres  con  tanta  indiscreción?  ¿No  te- 
nias bastantes  víctimas  entre  los  injustos  opresores  del  pueblo 
americano?  Pues  ¿por  qué  has  teñido  tu  bárbara  guadaña  con 
la  sangre  preciosa  de  sus  ilustres  defensores?  Pero  ¿quién  eres 
tú  para  que  puedas  responderme?  ¿Dónde  está  tu  poder  des- 
pués que  Jesucristo,  levantándose  triunfante  del  sepulcro 
rompe,  al  salir  tu  cetro  contra  la  losa  que  le  cubre?  Arbitro 
soberano  de  los  destinos  de  los  hombres:  á  tí  es  á  quien  debo 


—384— 
preguntar.  Tú  eres  justo,  Señor.  Pero  yo  te  pregunto  cosas 
justas.  ¿Para  qué  imprimiste  en  el  fondo  de  nuestros  corazo- 
nes esa  pasión  tan  fuerte  por  la  prosperidad  y  por  esa  razón 
que  nos  hace  conocer  nuestro  alvedrio,  nuestra  dignidad,  nues- 
tros derechos,  si  nos  ha  de  castigar,  cuando  queremos  defen- 
derlos? Si  es  injusta  la  causa  de  la  América  ¿por  qué  no  man- 
das un  ánjel  que  estermine  de  una  vez  á  todos  los  criminales 
que  combaten  por  ella?  Y,  si  es  justa,  Señor  ¿por  que  nos  ven- 
des tan  caras  las  victorias?  ¿  Por  qué  has  hecho  morir  á  nues- 
tros fuertes  en  la  jornada  de  JUNTN"  ?  Quomodo  cecidenmt  for- 
tes in  praeliof 

No  importunemos,  católicos,  al  Todo-Poderoso.  Cuando  Ju- 
das Macabeo,  después  de  haber  derrotado  al  gobernador  de  la 
Iduméa,  fué  á  recojer  los  muertos  de  su  ejército,  para  llevar- 
los á  enterrar  en  los  sepulcros  de  sus  padres,  halló  escondidas, 
debajo  de  sus  túnicas,  las  ofrendas  de  los  ídolos  de  Jámnia 
que  estaban  prohibidas  por  la  ley  á  los  hijos  de  Israel.  Enton- 
ces conoció  que  aquella  habia  sido  la  causa  de  su  muerte:  oró, 
por  ellos,  al  Señor:  y  mandó  que  se  ofreciesen,  por  sus  almas, 
sacrificios  de  expiación.  Conozcamos,  como  Judas  Macabeo, 
que  nuestros  fuertes  murieron  por  algunos  pecados  que  habian 
cometido:  procuremos,  como  él,  borrarlos  con  sacrificios:  y  ele- 
vemos nuestros  ardientes  votos  y  fervorosas  oraciones  hasta 
el  excelso  trono  del  Dios  de  las  clemencias,  á  fin  de  que  se  dig- 
ne de  dar  la  paz  en  el  Cielo  á  los  que  tanto  trabajaron  por 
darnos  á  nosotros  la  paz  sobre  la  tierra— Amen  (1). 


(1)  Nota  del  orador — Los  lectores  dichosos  que  han  tenido  la  suerte  de 
conocer  de  cerca  al  LIBERTADOR  de  Colombia,  y  de  observar  sus  pasos 
en  todos  los  pueblos  que  ha  pisado,  habrán  encontrado  un  héroe  en  lugar 
del  hombre  detestable  que  nos  habia  configurado  la  política  infernal  de  los 
mandatarios  españoles:  y  no  estrañarán  ver  su  elojio  en  una  pluma  que  an- 
tes se  empleó  en  desloor  y  en  vituperio  suyo.  Y  aquellos  miserables  que 
junen  en  los  fierros  todavía,  aunque  me  noten  ahora  de  voluble  y  sin  ca- 
rácter, conocerán,  á  su  vez,  la  justicia  que  he  tenido  para  mudar  de  len- 
guaje. 


-^u-s^J^C^/g^s 


MEMORIA 

Sobre  los  rios  navegables  que  fluyen  al  Marafion, 
procedentes  de  las  cordilleras  del  Perú  y  Boli- 
via9  Por  el  señor  don  Tadeo  Haenke,  Miembro 
de  las  Academias  de  ciencias  de  Yiena  y  de 
Praga,  y  Botánico  pensionado  por  S.  M.  0.  en 
la  expedición  que  da  la  vuelta  al  mundo,  y  otras 
en  el  Perú.  (1) 


Las  provincias  del  Perú,  conquistadas  y  ocupadas  hasta  el 
dia  por  la  corona  de  España,  son  una  parte  bien  pequeña  de 
todo  el  trozo  del  continente  de  la  América  meridional.  Ellas 
forman,  en  rigor  una  faja  larga,  que  sigue  la  dirección  de  la 
costa  del  mar  Pacífico,  pero  muy  angosta  en  consideración  del 
anchor  del  continente,  cuyos  límites  en  general  son  los  de  la 
cordillera  interior,  ó  con  otro  nombre,  de  la  de  los  Andes.  La 
precipitada  declividad  de  sus  nevadas  cumbres  hacia  el  lado 
del  Oriente,  la  aspereza  y  fragosidad  sin  ejemplo  de  sus  cami- 
nos, y  lo  impenetrable  de  sus  bosques,  que  desde  este  punto 
se  extienden  como  un  laberinto  á  millares  de  leguas  y  á  unos 


[1]  Concluida  la  publicación  de  las  obras  del  Dr.  Larriva,  he  creído  con- 
veniente colocar  por  término  del  Tomo  II  este  interesante  documento  que 
será  del  agrado  de  los  lectores  por  el  mérito  que  abraza  todo  su  contenido. 
— El  Editor. 

Literatura — 38 


—380— 
términos  hasta,  el  dia  poco  conocidos,  son  las  principales  cau- 
sas y  obstáculos  que  hasta  ahora  han  impedido  así  á  sus  pri- 
mitivos habitantes,  como  á  sus  advenedizos  colonos  de  inter- 
nar y  reconocer  mas  lo  interior  de  estas  dilatadas  provincias. 
Si  á  esto  se  agrega  el  peligro  de  tantas  naciones  bárbaras  y 
propiamente  feroces  que  habitan  estos  terrenos  trópicos,  lo  in- 
sufrible de  sus  calores,  la  molestia  de  innumerables  insectos,  y 
otros  animales  ponzoñosos,  y  la  multitud  de  rios  caudalosos  é 
intransitables;  no  se  debe  esfcrañar  que  en  la  mayor  parte  del 
Perú,  sns  conquistadores  pusieron  fin  con  el  término  de  la  cor- 
dillera á  mayores  progresos. — Se  puede  asegurar  que  por  las 
referidas  causas  gravísimas,  y  el  espíritu  en  otros  tiempos  tan 
dominante  para  conquistas,  ahora  sumamente  abatido  y  casi 
extinguido,  hayan  quedado  reinos  enteros  incógnitos  no  sola- 
mente entre  las  posesiones  portuguesas  y  españolas,  sino  aun 
entre  las  mismas  españolas.  El  Gran  Chaco,  los  terrenos  entre 
el  Paraguay  y  Chiquitos,  los  que  desde  Mojos  y  Apolobamba 
se  extienden  hasta  las  orillas  del  rio  de  las  Amazonas  y  TJca- 
yale,  son  de  esta  clase:  y  por  no  ser  difuso,  paso  con  silencio 
infinitos  otros  situados  entre  los  rios  Puras  y  Huallaga :  sin 
mencionar  otros  tantos  situados  á  la  orilla  septentrional  del 
rio  de  las  Amazonas,  entre  el  rio  Orinoco  y  las  cordilleras  de 
Quito  y  Santafó  de  Bogotá. 

Los  rios  que  infinitos  y  todos  sumamente  caudalosos  des- 
cienden de  la  cordillera  en  toda  su  vasta  extensión  han  sido  en 
aquellas  partes,  donde  mas  se  haya  internado,  el  único  recur- 
so, y  un  camino  que  la  naturaleza  misma  abrió  en  un  océano 
ds  bosques  y  montes  intransitables.    Seguramente  estarían  to- 
davía en  el   olvido  sepultados  los  nombres  de  Chiquitos,  Mo- 
jos y  Apolobamba,  sino  el  rio  Paraguay,  el  rio  Grande,  el  Be- 
ni,  hubieran  enseñado  á  sus  primeros  conquistadores  esta  sen- 
da, y  los  hubieran  llevado  en  sus  olas  á  tan  remotas  tierras, 
rodeadas  y  aisladas  propiamente  por  todos  lados  de  invenci- 
bles dificultades  para  otra  entrada.    Sin  duda  alguna,   entre 
todos  los  terrenos  del  Perú,  son  los  de  Chiquitos,  de  Mojos  y 
Santacruz  de  la  clase  donde  mas  hayan  avanzado  los  dominios 
españoles  hacia  el  oriente ;  pero  estas  conquistas  no  se  siguie- 
ron por  el  rumbo  de  la  cordillera  del  poniente  al  oriente,  sino 
del  sur  al  norte,  mediante  la  larga  y  penosa  subida  de  sus 
conquistadores  por  el  rio  del  Paraguay,  y  muchos  años  des- 
pués de  sus  primeros  establecimientos  se  buscó  primero  la  co- 
municación con  los  pueblos  del  Alto  Perú  mediante  los  rios 
Beni,  Mamoré  é  innumerables  otros  que  por  una  dilatada  ra- 
mificación comunican  con  ellos. 

Aquí  es  donde  la  astucia  y  el  celo  de  la  nación  portuguesa, 
favorecida  de  la  navegación  de  diferentes  rios  y  cíe  los  torre- 


—387- 
nos  intermedios  menos  fragosos  que  la  cordillera,  avanzó  por 
diferentes  caminos  sns  puestos:  no  como  si  tuviera  poblados  y 
cultivados  los  terrenos  que 'median  desde  las  costas  del  Brasil 
á  estos,  sino  únicamente  con  el  fin  para  poner  límites  á  los  do- 
minios españoles  por  esta  parte,  y  para  atajar  de  una  vez  sus 
progresos  y  conquistas  liácia  el  interior  y  al  centro  del  conti- 
nente. 

Las  nombradas  provincias,  como  infinitas  otras  situadas  al 
oriente  de  la  cordillera  de  los  Andes,  tienen  en  las  actuales 
circunstancias  una  desgracia  común,  tan  felices  que  por  otra 
parte  sean  sus  terrenos  y  preciosas  sus  producciones.  Esta 
desgracia — este  atraso  tan  grande  de  la  felicidad  de  numero- 
sas naciones  que  habitan  estos  terrenos,  es  la  célebre  cordille- 
ra de  los  Andes,  serranía  única  en  su  clase  tanto  por  la  eleva- 
ción de  sus  cumbres  como  por  lo  difuso  y  extendido  de  su 
cuerpo,  y  por  lo  encadenado  de  sus  ramos  derramados  á  todas 
direcciones  y  a  insignes  distancias:  parece  que  la  naturaleza 
levantó  esta  barrera  para  apartar  las  naciones  de  las  llanuras 
orientales  de  las  otras  que  en  sus  alturas  y  en  su  falda  occiden- 
tal habian  establecido  su  domicilio,  y  para  dar  á  cada  una  di- 
ferente giro  de  sus  producciones  y  frutos.  Se  puede  decir  de 
este  inmenso  trozo  amontonado  de  tierra  lo  que  dice  Horacio 
del  océano: 

jSTequidquam  Deus  abscidit 

Prudens  océano  dissociabili 

Térras. 

Ella  es  que  con  los  infinitos  peligros  que  acompañan  su 
tránsito,  ó  imposibilita  enteramente  la  extracción  de  los  frutos 
de  estas  naciones  orientales,  ó  si  se  vencen  aumenta  de  tal 
modo  su  costo,  que  los  gastos  de  la  conducción  solamente  á 
los  pueblos  del  Alto  Perú  igualan  su  valor  intrínseco.  Si  esto 
se  verifica  en  la  distancia  de  estos  pueblos  mas  inmediatos, 
será  absolutamente  imposible  de  poder  destinarlos  para  la  ex- 
tracción á  España  por  la  excesiva  distancia  que  media  entre 
estos  paises  y  los  puertos  del  mar  señalados  para  el  efecto,  y 
su  mayor  costo:  y  en  el  caso  propuesto  de  Mojos  ó  Chiquitos 
tendrán,  si  es  para  Lima,  que  pasar  una  doble  cordillera  y  mas 
de  200  leguas  por  tierra  y  el  resto  de  600  leguas  por  mar:  si  es 
para  Buenos  Aires  ademas  de  la  cordillera  tan  dilatada  hasta 
Jujui,  un  camino  por  tierra  de  mas  de  600  leguas  donde  me- 
nos. A  excepción  de  metales  nobles  y  de  piedras  preciosas  no 
habrá  fruto  alguno  que  pueda  soportar  unos  gastos  tan  creci- 
dos de  conducción  en  lomos  de  bestias  por  tan  excesiva  dis- 
tancia. 

Estos  inconvenientes  irremediables  en  el  actual  sistema  del 


—388— 
jiro  y  extracción  de  los  frutos  de  los  referidos  países  y.  de  infi- 
nitos otros  situados  al  oriente  de  la  cordillera,  deben  causar 
precisamente  nn  desmayo  jen  eral  en  estas  naciones:  con  indo- 
lencia y  languidez  miran  el  cultivo  de  los  frutos  mas  preciosos: 
y  en  vista  de  las  dificultades  que  presenta  su  salida,  se  conten- 
tan con  aquella  corta  cantidad  que  provea  su  consumo  domés- 
tico, pudiendo  abastecer  con  el  estímulo  de  nn  seguro  interés 
dilatados  reinos  y  provincias.  Pero  en  verdad  no  son  mas  que 
aparentes  estas  dificultades  y  obstáculos  que  presenta  la  ex- 
tracción de  los  frutos  de  estas  provincias  orientales:  son  rela- 
tivas y  dependientes  únicamente  del  sistema  del  actual  jiro  de 
comercio :  variando  este,  y  logrando  dar  á  esta  extracción  otra 
dirección  y  otro  rumbo,  desvanecerán  por  sí  mismo  todas  las 
dificultades:  las  naciones  desmayadas  cobrarán  nuevo  aliento 
para  el  cultivo  de  sus  fértiles  terrenos :  el  estado  y  la  religión 
conseguirán  nuevas  conquistas,  afianzarán  las  antiguas,  y  el 
comercio  tomará  nuevo  vigor  con  el  ahorro  de  inmensas  dis- 
tancias. 

La  naturaleza  parece  ha  formado  todos  los  objetos  del  con- 
tinente de  esta  América  en  un  punto  mayor:  aquí  solamente 
amontonó  esta  inmensa  serranía  de  la  cordillera  de  los  Andes : 
aqní  derramó  un  rio  de  las  Amazonas  y  de  la  Plata:  aquí  pro- 
dujo bosques  y  llanuras  sin  límites  y  sin  ejemplo  en  otros  paí- 
ses :  ella  misma  también  es  que  en  el  aparente  caos  de  las  co- 
sas que  produjo,  nos  parece  indicar  y  enseñar  las  sendas  mas 
cómodas  y  mas  cortas  para  la  mutua  comunicación  de  las  vas- 
tas provincias  reunidas  en  este  trozo  tan  grande  de  tierra,  y 
para  la  extracción  de  sus  frutos  tan  varios  y  abundantes.  Los 
rios  innumerables,  todos  ellos  caudalosos  y  navegables,  que 
descienden  de  la  cordillera,  son  estas  sendas  que  la  naturaleza 
misma  abrió,  demoliendo  y  destrozando  cerranías,  y  arrazando 
bosques  impenetrables  para  allanar  j>or  el  medio  de  la  maleza 
un  camino  cómodo  para  el  tránsito  de  los  hombres. 

El  rio  de  Amazonas,  ó  el  Marañon,  el  príncipe  de  los  rios  de 
este  orbe,  es  el  canal  principal,  y  sin  exajeracion  una  mar  de 
agua  dulce,  que  desde  el  mar  del  norte  casi  alcanza  el  otro  ex- 
tremo del  continente,  atra vezándolo  con  su  derrame  por  el  es- 
pacio de  cerca  de  mil  leguas,  y  comunicando  con  todas  las  pro- 
vincias del  Perú,  que  desde  el  otro  lado  de  la  línea  equinoccial 
se  extiende  á  mas  de  18°  de  latitud  austral  por  medio  de  una 
multitud  de  rios  navegables  y  entretejidos  entre  sí,  que  al  fin 
todos  tributan  á  él  el  caudal  de  sus  aguas. 

La  naturaleza  del  asunto  de  que  trato,  exije  dar  aquí  una 
sucinta  relación  de  los  principales  rios  navegables,  que  de  los 
altos  del  Perú  del  lado  del  sur  descienden  á  estas  llanuras 
orientales,  y  se  incorporan  con  el  rio  de  las  Amazonas. 


—389— 

Siguiendo  la  dirección  del  poniente  al  este  desde  la  célebre 
angostura  del  Pongo  de  Manserriche,  es  el  primero  el  rio  Hua- 
Uaga:  sus  vertientes  mas  distantes  son  en  las  inmediaciones 
de  Lima  en  muy  corta  distancia  de  las  del  mismo  Marañon  en 
la  altura  austral  de  11°:  uno  de  sus  principales  ramos  descien- 
de de  los  minerales  de  Pasco  al  este  de  Lima,  por  una  larga  y 
fragosa  quebrada,  á  la  ciudad  de  Huánuco :  entra  después  á  las 
montañas  de  los  Andes  de  Chinchao  y  Cochero,  donde  yo  mis- 
mo en  el  año  de  1700  por  el  mes  de  Junio,  cuando  hice  la  pri- 
mera entrada  á  estas  mentañas,  reconocí  su  embocadura  en  el 
sitio  donde  se  junta  con  el  rio  de  Olimchao:  lleva  su  curso  al 
norte  entre  las  diferentes  ramificaciones  de  los  Andes  por  el 
pais  de  los  Lamas,  engrosando  con  las  aguas  que  descienden 
de  las  montañas  de  Huamalies,  Moyobaniba  y  Chachapoyas, 
todas  abundantísimas  de  las  mas  excelentes  especies  de  quina 
ó  cascarilla:  en  la  latitud  austral  de  cerca  de  7o  pasa  rjor  una 
angostura  ó  pongo  semejante  al  de  Manserriche,  pero  mucho 
mas  corta:  y  desde  allí  sigue  entre  montañas  en  terrenos  lla- 
nos hasta  su  unión  con  el  Marañon,  junto  á  las  misiones  de  la 
Laguna  en  la  latitud  de  5o,  y  poco  mas  ó  menos  en  el  meridia- 
no de  77°  de  lonjitud  occidental  de  París.  Este  es  el  rio  en  que 
bajó  Pedro  de  Ürsoa  el  año  de  1560  enviado  por  el  virey  del 
Perú  D.  Antonio  Hurtado  de  Mendoza,  Marques  de  Cañete, 
para  buscar  la  célebre  laguna  de  oro  de  Parrima,  y  la  villa 
Manao  del  Dorado:  su  expedición  tuvo  un  trájico  fin,  porque 
murió  á  manos  de  la  traición  de  un  soldado  rebelde.  Por  él 
subió  en  varias  ocasiones  el  famoso  misionero  el  P.  Samuel 
Fritz  en  su  viaje  pasa  Lima. 

El  segundo  de  este  orden  es  el  rio  Ucayale:  su  grandeza  y 
su  caudal  de  aguas  disputa  en  el  sitio  donde  se  incorpora  con 
el  Marañon  á  este  último  la  primacía;  y  por  este  motivo  le 
declararon  varios  escritores  por  el  verdadero  Marañon.  Su  orí- 
jen  mas  distante  es  de  la  laguna.-de  Chinchaicocha  en  las  pam- 
pas ele  Pombon  30  leguas  al  este  de  Lima  en  la  altura  de  11° 
30'.  Es  sumamente  dilatado  el  terreno  que  vierte  las  aguas  pa- 
ra formar  el  crecido  cuerpo  de  este  rio  respetable,  uno  de  los 
mayores  de  todo  el  continente.  He  seguido  y  atravezado  sus 
manantiales,  y  he  reconocido  varios  de  sus  embarcaderos  en 
el  viaje  desde  Lima  á  la  ciudad  del  Cuzco  y  mas  adelante  en 
el  año  de  1794  desde  los  rios  de  Yauli,  flauja,  Mayoc,  Manta- 
ro,  Canaire,  Tambo,  Pachachaca,  Apurimac,  Paucartambo? 
Vilcanota,  hasta  el  partido  de  Oailloma  perteneciente  á  la  in- 
tendencia de  Arequipa,  y  al  lado  del  oriente  hasta  los  confines 
del  partido  de  Carabaya.  Saliendo  de  los  términos  estrechos  d© 
la  cordillera  engrandece  con  el  rio  Perrene,  y  en  la  latitud  8o 
con  el  rio  -Pachitea :  siguiendo  su  curso  por  la  dilatada  pampa 


■—390— 
del  Sacramento  entre  un  laberinto  de  bosques  y  rios  que  sin 
número  desaguan  en  él:  sus  orillas  están  pobladas  de  infini- 
tas naciones,  cuyos  nombres  solamente  componen  un  vocabu- 
lario, y  que  claman  por  misioneros  para  recibir  ía  ley  clel  evan- 
jelio.  Después  de  haber  corrido  un  trecho  inmenso  desagua  en 
el  Marañon  junto  á  las  misiones  de  San  Joaquin  de  Omaguas 
en  la  latitud  austral  de  4o  30',  y  en  el  meridiano'  de  73°  de  lon- 
jitud  occidental  de  París. 

Bajando  á  la  misión  de  San  Joaquin  de  Omaguas,  desembo- 
can en  la  misma  orilla  en  distantes  intervalos  los  rios  Yavari, 
Yutay,  Yuruta,  Fefe  y  Ooari:  son  del  segundo. orden;  sin  em- 
bargo, suben  en  ellos  cóinodainente  embarcaciones  menores  á 
grandes  distancias  en  unas  navegaciones  de  varios  meses  has- 
ta los  confines  del  Alto  Perú. 

En  el  meridiano  de  63°  y  la  latitud  de  4o  sur  desagua  el  rio 
Purus,  ó  con  otro  nombre,  Ouchivara:  es  rio  del  primer  orden, 
y  según  las  relaciones  de  los  indios,  igual  al  Marañon.  Nadie 
hasta  el  dia  ha  podido  fijar  su  oríjen  :  pero  tengo  suficientes 
datos  para  señalar  casi  con  seguridad  el  ámbito  de  sus  ver- 
tientes desde  la  cordillera  de  Yilcanota  hasta  algo  mas  al  este 
de  las  montañas  de  Oarabaya,  de  las  cuales  bajan  muchos  y 
muy  considerables  rios  muy  ricos  en  oro.  Los  indios  bárbaros 
Ohuntachitos,  Machuvis  y  Pacaguaras,  que  viven  al  poniente 
de  las  misiones  de  Apolobamba,  me  dieron  noticia  el  año  de 
1794  por  el  mes  de  Octubre,  que  al  poniente  en  distancia  de 
unas  diez  jornadas  de  las  orillas  del  rio  Beni,  bajaba  un  rio 
muy  grande  y  caudaloso  por  aquellas  llanuras  pobladas  de 
empinada  arboleda.  Se  explicaban  de  un  niodo  muy  inteligi- 
ble, que  en  sus  mismas  orillas  vivían  sus  familias  y  un  gran 
número  de  j entiles:  que  en  su  lengua  le  llamaban  Mano,  y 
que  era  mayor  y  mas  ancho  que  el  rio  Beni  en  cuya  orilla  era 
la  concurrencia.  Como  en  el  intervalo  desde  el  rio  Ucayale 
hasta  el  rio  de  la  Madera  desemboca  rio  ninguno  de  este  porte, 
tengo  muchos  motivos  á  creer  que  el  rio  Purus  y  Mano  es  uno 
mismo,  y  que  la  variedad  del  nombre  depende  dé  las  diferen- 
tes naciones  que  en  esta  gran  distancia  hasta  su  desagüe  en  el 
Marañon  viven  en  sus  orillas,  de  las  cuales  cada  una  les  da 
otro  nombre. 

En  distancia  de  50  leguas  del  anterior,  siguiendo  al  este, 
desemboca  el  famoso  rio  de  la  Madera  en  el  meridiano  60°  30' 
y  la  latitud  de  cerca  de  3o  30'  sur:  lleva  el  nombre  de  la  Ma- 
dera de  los  muchos  troncos  y  árboles  que  arrastra  consigo  en 
tiempo  de  sus  inundaciones  desde  Noviembre  hasta  Abril :  sus 
manantiales  descienden  del  dilatado  seno  que  forma  la  cordi- 
llera de  los  Andes  desde  los  altos  de  Pelechuco,  Sorata,  la  Paz, 
hasta  lo  mas  interior  de  los  dominios  españoles,  que  son  Mo- 


—391— 
jos,  Chiquitos  y  la  cordillera  de  los  indios  Oliiriguanaes.  Por 
el  motivo  de  la  gran  extensión  que  ocupan  sus  vertientes,  por 
la  seguridad  de  la  navegación  en  sus  ramos  principales,  por 
su  mayor  inmediación  al  mar  del  norte,  y  por  la  comunicación 
que  ofrece  mucho  mas  cómoda  que  los  otros  con  el  rio  de  las 
Amazonas  y  con  los  establecimientos  portugueses,  así  de  aquel 
rio  hasta  su  desembocadura  á  la  mar  como  de  los  mas  avanza- 
dos y  inmediatos  á  las  colonias  españolas,  me  detendré  algo 
mas  en  su  descripción. 

La  cordillera  interior  ó  la  de  los  Andes  que  desde  Quito,  con 
corta  diferencia,  siguió  el  rumbo  de  ÍT.  O.  á  S.  E.  antes  de  lle- 
gar á  los  confines  de  la  provincia  de  la  Paz  en  los  16°  de  latí* 
tud  austral,  forma  primero  una  incurvacion  ó  un  seno  consi- 
derable: y  de  él  variando  su  rumbo  antiguo,  tuerce  ahora  mas 
al  este,  apartándose  de  este  modo  de  la  costa,  y  penetrando 
desde  este  punto  mas  á  lo  interior  ó  al  centro  del  continente* 
Esta  variación  causa  el  efecto  de  producir  en  corta  distancia 
el  punto  ó  la  linea  notable  que  determina  la  dirección  y  el 
curso  de  las  aguas  á  ambos  lados,  quiero  decir  al  N.  y  al  S«  á 
los  dos  comunes  desaguaderos  de  todo  el  continente,  el  rio  de 
las  Amazonas  y  el  de  la  Plata.  —  Esta  linea  importante  cae 
algo  mas  adelante  de  los  18°  de  latitud  austral,  y  aparta  las 
aguas  de  uno  y  otro  lado  según  la  declividad  y  la  caida  que 
presentan  las  serranias  al  1ST.  ó  al  S.,  y  el  rio  de  las  Amazonas 
recibe  ahora  por  la  internación  mayor  de  la  cordillera  hacia 
el  este,  no  solamente  sus  aguas  del  i>oniente,  sino  también  del 
sur,  y  aun  una  gran  parte  de  ellas  del  mismo  este.  Los  ramos 
principales  que  forman  el  rio  de  la  Madera  son  el  rio  Beni,  el 
Mainoré  y  el  Iténes:  los  tres  navegables  desde  muy  poca  dis- 
tancia de  su  oríjen. 

De  los  tres  es  el  rio  Beni  el  brazo  mas  oeste,  y  se  forma  de 
un  sin  número  de  rios  muy  considerables,  los  cuales  como  se 
juntan  en  muy  poca  distancia  uno  del  otro,  forman  en  breve 
un  cuerpo  muy  crecido  y  respetable:  todos  bajan  de  los  altos 
de  la  cordillera  y  su  ámbito  se  extiende  desde  Pelechuco,  Su- 
ches, Sorata,  Ohallana,  Songo,  la  Paz,  Suri,  hasta  la  misma 
provincia  de  Oochabamba.  El  mas  distante  al  oeste  es  el  rio 
Tuche :  á  este  siguen  el  de  Aten,  de  Mapiri  ó  Sorata,  el  del 
célebre  mineral  de  oro  de  Tipuani,  de  Ohallana,  de  Oorico,  los 
cuales  van  en  un  cuerpo :  en  otro  con  el  nombre  del  de  Ohulu- 
mani  se  reúne  el  de  Tamampaya,  de  Solacama,  el  de  la  Paz,de 
Suri,  Oañamiña,  y  el  mas  al  este  de  todos  los  rios  Cotacajes. 
He  tenido  la  fortuna  de  reconocer  el  oríjen  de  todos  ellos  en 
mis  continuados  viajes,  y  el  año  de  1794  el  dia  22  de  Setiem- 
bre, me  embarqué  en  el  rio  de  Tipuani  bajando  de  él  al  Beni, 


—392— 
conducido  de  indios,  hasta  las  misiones  de  Apolobamba  y|Mo- 
jos  al  pueblo  de  Beyes  carca  de  Mamas,  y  Tumupasa.  Esta 
navegación  no  duró  arriba  de  cuatro  dias  por  la  rapidez  de  su 
corriente,  mientras  que  lleva  su  curso  dentro  de  las  mismas 
q  ebradas  de  la  cordillera,  que  aquí  baja  á  considerable  dis- 
tancia. Tiene  varios  pasos  malos,  pero  la  destreza  de  los  in- 
dios en  el  manejo  de  las  bal  zas  aparta  todo  peligro  para  el  na- 
vegante. Mas  abajo  del  pueblo  de  Beyes  recibe  todavía  del  la- 
do del  poniente  varios  otros  rios  como  el  Tequeje,  el  Masis,  ó 
de  Gavinas,  y  otros:  desde  su  unión  con  el  Manioró  en  cerca  de 
10°  latitud  austral,  pierden  ambos  su  nombre,  y  de  esta  unión 
resulta  el  rio  de  la  Madera.  Su  curso  en  las  llanuras  es  suave, 
igual  y  majestuoso,  y  sin  peligro  ya  alguno  :  forma  islas  de 
considerable  tamaño,  y  su  anchor  en  varias  partes  exceden  un 
cuarto  de  legua:  abunda  con  asombro  de  toda  especie  de  pes- 
cados, y  varios  anfibios,  pero  particularmente  cocodrilos  ó 
caimanes:  ambos  bordos  están  poblados  ele  arboleda  espesa  y 
sumamente  elevada:  una  multitud  de  naciones  bárbaras  viven 
en  ellos,  las  cuales  empiezan  á  ser  visitadas  de  los  misioneros 
de  Apolobamba,  y  son  los  Gavinas,  Pacaguaras,  Bubues,  Tor- 
romanas,  Nabas  y  Tobatinaguas  del  lado  occidental,  y  del 
oriental  los  Bulepas  y  muchas  otras.  Seria  sumamente  fácil  de 
comunicar  el  Beni  con  el  Mamoré  mediante  el  rio  Yacuma, 
cuyo  nacimiento  es  en  los  contornos  de  Beyes,  y  que  atraviesa 
de  este  pueblo  del  poniente  al  oriente  tas  llanuras  dilatadas 
entre  ambos,  y  que  junto  al  pueblo  de  Santa  Ana  desagua  en 
el  Mamoré.  La  declividad  del  terreno  es  tan  insensible  y  casi 
anivelada  al  horizonte  de  la  mar,  que  en  distancia  de  mas  de 
60  leguas  no  llegará  á  veinte  pies. 

El  segundo,  ó  ramo  intermedio,  es  el  Mamoré:  no  es  infe- 
rior en  nada  al  Beni:  divide  el  terreno  dilatado  de  las  misiones 
de  Mojos  en  dos  considerables  trozos,  bajando  del  sur  al  norte 
casi  en  medio  de  ellas.  El  rio  Chaparé  que  en  un  cuerpo  reú- 
ne los  rios  Paracti,  San  Mateo,  Coni,  Oliimoré,  Saeta  y  Mata- 
ni:  desciende  de  la  cordillera  y  montañas  habitadas  de  la  na- 
ción i  uracarés,  inmediatas  ala  ciudad  de  Oochabamba.  El 
rio  Grande  que  divide  la  provincia  de  Oochabamba  de  la  de 
los  Charcas  es  otro  brazo  en  que  desaguan  los  rios  de  la  ser- 
ranía inmediata  á  la  ciudad  de  Santa  Cruz,  y  desde  la  unión  de 
ambos  en  la  latitud  austral  de  16°,  recibe  propiamente  el  nom- 
bre de  Mamoré.  Los  Mojos  navegan  en  él  contra  la  corriente 
con  los  frutos  y  otras  producciones  industriales  de  su  pais. 
mas  de  cien  leguas  desde  el  pueblo  de  la  Exaltación  hasta  las 
inmediaciones  de  Santa  Cruz.  El  mismo  año  de  1794  por  Oc- 
tubre y  Noviembre,  he  continuado  mis  investigaciones  desdf 
el  rio  Beni  al  de  Yacuma,  siguiendo  después  mi  navegado* 


en  el  Mamoré  y  rio  Grande  hasta  el  puerto  de  ítorés,  cercano 
á  Santa  Cruz. 

El  ramo  tercero,  ó  el  mas  oriental,  es  el  rio  Iténes:  su  m&i? 
miento  es  de  las  serranías  bajas  de  lo  mas  interior  del  Br¿  Sil, 
del  cual  hasta  el  dia  han  trascurrido  muy  pocas  noticias  por 
los  portugueses  sus  dueños:  corre  del  este  al  poniente:  sus 
aguas  son  mas  transparentes  y  claras  que  las  del  Beni  y  Ma- 
moré, y  aun  subiendo  alguna  distancia  mayor  en  él;  se  hallan 
piedras,  que  en  los  terrenos  bajos  del  Beni  y  Mamoré,  son  tan 
I>reeiosas  como  los  diamantes:  el  caudal  de  sus  aguas  es  me- 
nor que  en  los  dos  antecedentes:  pasa  inmediato  al  fuerte  del 
príncipe  de  Beyra,  uno  de  los  puestos  mas  avanzados  de  la  na- 
ción portuguesa,  situado  en  la  latitud  de  poco  mas  ó  menos  de 
12°  austral  y  en  el  meridiano  de  66°  30'  al  occidente  de  París; 
se  une  con  el  Mamoré  casi  en  la  misma  latitud,  pero  un  medio 
grado  mas  al  poniente  de  dicho  fuerte. 

Estos  son  los  tres  ramos  principales  del  célebre  rio  de  la 
Madera,  el  mas  propio  de  todos  los  referidos  para  una  comu- 
nicación con  la  España  por  el  lado  del  mar  Atlántico  y  para 
la  salida  de  los  frutos  de  todos  los  países  situados  al  lado 
oriental  de  la  cordillera  de  los  Andes. — Causa  dolor  al  ver 
que  los  habitantes  de  las  mas  pingües  y  fértiles  posesiones  es- 
pañolas de  este  continente,  situadas  en  esta  parte,  tengan  que 
valerse  con  inmensos  trabajos  de  un  camino  retrógrado  hacia 
los  establecimientos  de  la  costa,  para  la  extracción  de  sus  fru- 
tos, bregando  con  todos  los  elementos  en  la  subida  tan  peno- 
sa contra  la  corriente  de  los  rios  que  al  acercarse  á  la  cordille- 
ra á  cada  paso  adquieren  mas  furia  y  rapidez,  y  en  el  paso  de 
la  misma  cordillera,  tan  funesta  para  los  infelices  indios,  que 
acostumbrados  al  temple  deleitoso  de  sus  países  y  sin  otro 
abrigo  que  una  lijera  camiseta,  sufren  en  esta  helada  rejion  de 
la  atmósfera  todas  las  calamidades  y  la  intemperie  de  una  Si- 
beria  y  Camschatka :  cuando  por  otra  parte,  siguiendo  el  rum- 
bo al  este,  y  entregando  sus  bajeles  á  la  corriente  favorable  de 
los  rios,  sin  otro  trabajo  que  una  sencilla  dirección  de  ellos,  se 
acercarían  millares  de  leguas  á  la  metrópoli.  Condamine  dice 
en  su  viaje,  que  se  debe  mirar  la  cordillera  como  un  estorbo 
que  iguala  á  mil  leguas  de  un  viaje  por  mar. 

A  excepción  de  los  terrenos  de  Guayaquil,  situado  al  lado 
del  poniente  de  la  cordillera,  son  las  montañas  de  los  Andes  y 
las  llanuras  orientales  los  únicos  países  que  producen  los  fru- 
tos mas  nobles  de  esta  América.  Todo  el  oro  y  el  mas  superior 
£jue  se  conoce  es  un  producto  exclusivo  de  ellas,  y  me  atrevo  á 

Literatue.a—30 


—394— 
asegurar,    que  uo  hay  rio  ni  quebrada  alguna  en  la  inmensa' 
extensión  de  olías,  que  no  esté  provisto  de  este  metal,  bien  que 
la  suerte   recompensa  en  una  parte  mas  que  en   la   otra  los 
trabajos  de  su  extensión,  de  mayor  ó  menor  profundidad. 

El  cacao  de  Apolobamba,  de  Mojos  de  Yuracarés  y  de  todos 
los  bosques  que  de  ellos  continúan  hasta  las  orillas  del  Mara- 
ñon,  exceden  en  bondad  muclias  veces  al  de  Guayaquil.  Las 
mas  excelentes  especies  de  quina  ó  cascarilla  se  crían  ex- 
clusivamente en  este  lado  de  la  cordillera  de  los  Andes. 
¿Qué  diré  del  algodón,  de  bosques  enteros  de  añil,  del  bálsa- 
mo de  Oopaybe,  de  la  zarzaparrilla,  raíz  de  la  China,  de  la  re- 
sina elástica,  de  la  bainilla  mas  fragante  que  con  prodigalidad 
produce  la  naturaleza  en  estos  temperamentos?  Los  espesos  y 
empinados  bosques  de  las  orillas  de  todos  estos  rios  encierran 
maderas  de  singular  fortaleza,  hermosura  y  de  todos  los  coló-' 
res,  no  solamente  útiles  para  la  construcción  de  casas,  sino  pa- 
ra navios  de  alto  bordo.  Varias  de  ellas  destilan  resinas  muy 
fragantes  y  gomas  medicinales:  cójese  también  en  ellas  una 
especie  particular  de  corteza  llamada  así  de  clavo,  en  su  ex- 
terior parecida  á  la  canela,  aunque  mucho  mas  gruesa  y  mas 
obscura  por  la  edad  de  los  árboles,  que  aquella  de  la  India 
Oriental,  pero  del  gusto  y  del  olor  del  clavo. 

La  comunicación  del  Perú  por  este  lado  del  rio  de  las  Ama- 
zonas y  del  mar  Atlántico  seria  el  arbitrio  mas  poderoso  para 
adelautar  la  civilización  de  los  indios  de  estos  países,  median- 
te el  tráfico  con  sus  frutos  y  el  trato  con  otras  jentes,  de  que 
hasta  ahora  carecen :  las  misiones  tomarían  nuevo  vigor,  y  se 
irían  conquistando  nuevas  naciones,  y  con  ellas  dilatadas  pro- 
vincias incógnitas  hasta  el  dia.  Si  por  este  camino  bajasen  las 
producciones  del  Perú,  y  si  la  España  tuviera  arbitrios  para 
formar  algún  establecimiento  ó  puerto  en  una  de  las  bocas 
del  rio  de  las  Amazonas,  ¡cuántas  ventajas  no  lograría  la  na- 
vegación con  el  ahorro  de  inmensas  distancias !  —  ¡  Que"  diferen- 
cia de  un  viaje  de  España  á  la  boca  de  este  rio,  que  se  hace  en 
poco  mas  ó  menos* de  un  mes,  á  otro  por  el  Cabo  de  Hornos  á 
Lima,  ó  aun  hasta  Guayaquil !  Lo"  menos  se  ahorrarían  cerca 
de  tres  mil  leguas  ida  y  vuelta.  Los  indios  son  excelentes  ma- 
rineros en  la  navegación  para  los  rios:  manejan  con  destreza, 
ajiiidad  y  pocos  hombres  unas  lanchas  y  unas  canoas  de  50  á 
60  pies  de  largo,  y  de  mucha  capacidad  y  buque :  son  incansa- 
bles en  este  ejercicio,  aunque  dure  muchos  meses:  no  necesi- 
tan que  llevar  provisiones  de  víveres,  porque  en  toda  parte  la 
abundancia  de  pescado,  de  antas,  venados,  monos  y  otros  ani- 
males, que  con  la  flecha  matan,  los  provee  de  todo  lo  necesa- 
rio para  su  mantención :  ademas  hay  un  sin  número  de  frutos 


.silvestres  y  raices,  de  que  de  tiempo  en  tiempo  hacen  sus  aco- 
pios. 

Toda  la  dificultad  para  realizar  este  proyecto  cousiste  eu  la 
oposición  tenaz  de  la  nación  portuguesa  tan  celosa  de  sus  in- 
tereses; pero  en  las  actuales  circunstancias  del  inmediato  ajus- 
te definitivo  de  paces,  se  pudieran  allanar  estas  dificultades,  y 
mas  con  el  poderoso  influjo  de  la  Francia,  para  que  entre  am- 
bas naciones  estuviera  común  la  navegación  del  rio  de  las 
Amazonas  y  del  de  la  Madera,  teniendo  ambas  naciones  mu- 
tuos intereses  en  los  países  situados  á  sus  bordos,  y  estando 
repartido  entre  ambas  todo  el  trozo  inmenso  del  continente. 
No  llevo  otros  designios  en  la  propuesta  de  este  proyecto,  si- 
no el  deseo  y  el  celo  con  que  aspiro  á  contribuir  cuanto  per- 
mitan mis  fuerzas  al  bien  y  á  la  felicidad  de  la  nación  espa- 
ñola, cuya  jenerosidad  me  lia  procurado  los  medios  de  visitar 
estos  remotos  países  y  á  invertir  en  su  utilidad  los  mismos  co- 
nocimientos que  he  adquirido  en  unos  largos  y  penosos  viajes 
de  ellos. — Nadie  se  persuada  que  sea  una  quimera,  un  sueño 
de  un  delirante,  ó  una  idea  imposible  de  ejecutar:  sí  confieso 
dificultosa  por  la  sola  opocision  de  los  portugueses:  pero  mi- 
rando la  corte  el  asunto  con  el  empeño  que  merece,  no  dudo 
se  bailarían  medios  para  que  la  nación  portuguesa  cediese  al- 
go del  rigor  de  sus  pretensiones  de  ser  absolutos  dueños  del 
rio  de  las  Amazonas  y  de  infinitos  otros,  que  todos  adquieren 
su  ser  y  su  existencia  en  los  dominios  españoles. 

La  Francia,  cuyo  entusiasmo  de  protejer  los  derechos  de  la 
humanidad  y  de  las  i  entes — esta  poderosa  potencia,  aliada  y 
amiga  de  España,  insiste  en  el  día  de  hacer  del  cabo  de  Bue- 
na Esperanza  un  puerto  y  una  recalada  libre  para  todas  las  na- 
ciones navegantes  á  la  India:  ellas  con  su  respeto  podrá  tam- 
bién suavizar  la  tenacidad  de  la  nación  portuguesa  en  sus  pre- 
tensiones, y  efectuar  que  en  el  rio  de  las  Amazonas  y  de  la 
Madera  por  derecho  de  j  entes  se  en  arbole  la  bandera  españo- 
la. Me  ofrezco  yo  el  primero  á  tentar  esta  nueva  senda,  para 
pasar  á  España  por  los  citados  rios,  si  la  corte  tuviera  por  bien 
de  proveerme  con  los  necesarios  pasaportes,  recomendaciones 
y  los  instrumentos  astronómicos  contenidos  en  la  adjunta  no- 
ta, para  poder  pasar  sin  demora  y  sin  vejación  alguna  por  los 
puertos  fortificados  que  posee  la  nación  portuguesa  en  ambos 
rios.  Serviría  este  viaje  preliminar  para  reconocer  y  exami- 
nar metódicamente  todo  el  curso  del  rio  de  la  Madera,  su  son- 
da, malos  pasos,  rios  colaterales  y  las  precauciones  necesarias 
en  la  navegación ;  y  en  jeneral,  para  adquirir  una  idea  délos 
terrenos  que  bañan  sus  aguas,  de  la  índole  de  sus  habitantes, 
y  de  sus  producciones.    Los  vientos  lestes,  que,  según  refiere 


— 39fi— 
Condainine  en  su  viaje,  reinan  desde  Octubre  hasta  Mayo,  fa- 
vorecen á  esta  navegación  para  subir  á  la  vela  contra  la  cor- 
riente en  áinbos  rios,  bien  que  en  lo  interior  del  continente  son 
ios  sures  y  nortes  los  vientos  dominantes,  que  en  la  estación 
de  las  aguas  alternan  siempre  uno  con  el  otro. 

Los  adjuntos  dos  planes  ilustrarán  los  puntos  mas  interesan- 
tes de  jeografía,  y  en  particular  el  del  JST9  1?  de  la  nueva  in- 
tendencia de  Santa  Cruz,  proyectada  por  V.  S.,  servirá  para 
conocer  los  rios  que  forman  el  de  la  Madera :  y  el  N?  2?  la  con- 
tinuación de  su  curso  basta  el  punto  de  su  unión  con  el  de  las 
Amazonas,  como  también  la  parte  mas  oriental  de  este  último 
hasta  su  salida  á  la  mar. 

Por  la  íntima  relación  que  tienen  las  misiones  con  el  asunto 
de  que  acabo  de  tratar,  me  será  permitido  de  hacer  alguna 
mención  del  actual  estado  de  ellas.  Desde  la  conquista  de  am- 
bas Américas  ha  mirado  siempre  la  piedad  de  los  reyes  de  Es- 
paña la  conversión  de  tantas  naciones  de  j entiles  como  un 
asunto  de  suma  importancia.  Se  han  gastado  con  jenerosidad 
y  sin  reparo  inmensas  smnas  en  estas  conquistas  espirituales, 
pero  con  varios  sucesos  y  progresos  mas  ó  menos  felices  en 
diferentes  épocas.  En  el  dia,  extinguido  ya  el  entusiasmo  que 
en  otros  tiempos  inflamaba  á  todo  el  mundo  á  conquistas,  no 
se  deben  mirar  los  misioneros  como  meros  conquistadores  es- 
pirituales, sino  también  como  temporales,  siendo  ellos  actual- 
mente los  únicos  por  cuya  mano  siguen  ó  se  pierden  las  con- 
quistas de  las  naciones  bárbaras,  y  con  ellas  los  paises  y  pro- 
vincias que  habitan.  De  una  misión  bien  establecida  y  dirigida 
con  el  incremento  de  neófitos  se  forma  un  pueblo,  y  de  muchos 
pueblos  una  provincia.  Es  un  principio  muy  errado  y  que  ha 
causado  infinitos  daños,  en  creer  que  cualesquiera  fraile  sea 
idóneo  para  la  reducción  de  los  infieles  y  la  predicación  del 
evanjelio :  cuando  el  exacto  y  feliz  desempeño  de  este  ministe- 
rio exije  sin  disputa  unos  hombres  de  un  talento  é  instrucción 
superior,  de  mucha  resolución  y  de  singular  prudencia.  La 
providencia  debe  haberlos  llamado  con  señas  infalibles  para 
este  destino:  debe  haberles  dado  una  robustez  inalterable  pa- 
ra sufrir  los  ardores  de  la  zona  tórrida,  las  plagas  de  los  insec- 
tos y  la  intemperie  de  la  estación  de  las  aguas:  una  memoria 
feliz  para  aprender  con  facilidad  tanto  idioma  de  indios:  su  filo- 
sofía principal  debe  ser  la  experiencia  y  el  estudio  del  hombre, 
de  este  ente  que  en  mas  formas  diferentes  se  presenta  que  el 
mismo  chameleon,  y  aquí  sobre  todo,  del  hombre  en  el  estado 
de  su  ferocidad,  así  como  salió  de  la  mano  de  la  naturaleza, 
sin  sujeción,  sin  otra  ley  que  de  la  superior  fuerza,  ajitado  de 
violentas  pasiones  los  únicos  resortes  de  sus  acciones,  con  una 


—397— 
palabra  una  bestia  furiosa  con  la  sola  forma  exterior  del 
nombre. 

Ninguno  de  los  referidos  dones  relumbra  en  los  mas  de  los 
religiosos  de  San  Francisco  que  actualmente  acuden  á  este 
destino  con  extraordinarios  gastos  del  Estado :  se  persuaden 
de  haber  cumplido  con  todas  sus  obligaciones  en  hacer  rezar 
tumultuariamente  todos  los  dias  las  oraciones  acostumbradas : 
el  amor  á  las  riquezas  los  hace  olvidar  todas  las  plausibles  re- 
glas de  pobreza  que  prescribe  mi  instituto  Ellos  sacan  increí- 
bles ventajas  de  la  rusticidad  é  inmenso  trabajo  de  los  neófi- 
tos, á  quienes  reatan  con  tareas  que  no  podrían  llenarlas,  aun 
cuando  fueran  bestias  de  carga.  En  el  gobierno  temporal  se 
manejan  con  despotismo,  ignorantes  en  todo  lo  que  son  cono- 
cimientos económicos  é  industriales;  y  gracias  si  paramos  solo 
en  esto,  y  se  cometiesen  deslices  que  la  moderación  debe  ca- 
llar por  respeto  á  su  estado,  y  porque  no  hay  duda  que  un 
cuerpo  religioso  es  digno  de  las  primeras  atenciones,  cuando 
observa  las  reglas  de  su  instituto,  y  cuando  no  abusan  sus 
miembros  de  sus  facultades.  Por  otra  parte,  el  indio  dirigido 
por  estos  maestros,  aun  por  treinta  y  mas  años,  no  ha  apren- 
dido otra  cosa  sino  el  rezar  como  un  loro  unas  oraciones  que 
no  entiende ;  no  ha  adquirido  la  mas  leve  idea  sólida  del  Ente 
Supremo  que  debe  ser  el  principio  y  fin  de  sus  acciones:  sus 
conocimientos  industriales  han  quedado  lo  mismos  como  an- 
tes de  la  llegada  de  su  conversor  y  después  de  tantos  años 
queda  el  indio  tan  gentil  como  antes,  y  arrojando  al  fin  las 
cadenas  de  una  sujeción  imprudente,  se  va  otra  vez  al  monte. 
Este  es  el  estado  deplorable  de  las  misiones  á  cargo  de  estos 
religiosos:  esta  conducta  contraria  en  la  principal  causa  que 
desde  la  expulsión  de  los  jesuítas  no  solamente  nada  se  haya 
adelantado,  sino  que  un  número  considerable  de  ellas  se  haya 
perdiólo  enteramente:  en  lugar  de  avanzar,  se  ha  ido  atrás;  y 
los  portugueses  siguen  paso  por  paso  ocupando  mas  y  mas 
terreno;  y  acercándose  cada  dia  mas  á  los  dominios  espa- 
ñoles. 

La  época  mas  feliz  para  las  misiones  españolas  situadas  en 
ambas  orillas  del  rio  de  las  Amazonas,  era  á  fines  del  siglo  pa- 
sado. El  célebre  misionero  el  P.  Samuel  Fritz,  jesuíta  alemán, 
dotado  de  la  providencia  de  todos  aquellos  dones  que  adornan 
este  ministerio,  entró  el  año  de  1686  a  los  pueblos  de  las  nacio- 
nes bárbaras  de  este  rio:  redujo  en  poco  tiempo  la  numerosa 
nación  délos  Omaguas  y  Cocamas:  á  su  ejemplo  acudieron  las 
naciones  comarcanas  de  su  propio  muto,  los  Yurimaguas,  Ai- 
suares,  Banomas  y  otras,  atraídas  únicamente  del  buen  trato 
con  que  les  enseñaba  á  vivir  con  leyes  justas  y  policia  no  co- 


—308— 
nocida  de  ellos  hasta  entonces.  Con  esto  método  conquistó  en 
pocos  años  todos  los  países  que  corren  desde  el  rio  Ñapo  hasta 
cerca  de  la  desembocadura  del  rio  de  la  Madera;  sin  emplear 
para  ello  otras  armas  sino  las  de  la  dulzura  de  su  trato  y  de 
su  singular  prudencia.  Con  las  conquistas  tan  dilatadas  de  tan- 
tas naciones  se  aseguró  un  largo  trecho  de  terreno  del  domi- 
nio lejítimo  de  la  soberanía  de  España  en  ambas  orillas  del  rio 
de  las  Amazonas.  Pero  causa  dolor  el  ver  el  estado  actual  de 
ellas:  d3sde  la  desembocadura  del  rio  de  la  Madera,  situada 
poco  mas  ó  menos  en  el  meridiano  de  61°  al  occidente  de  Pa- 
rís se  han  ido  retirando  y  abandonando  estas  misiones  hasta 
la  de  Pebas,  que  actualmente  es  la  última  de  las  posesiones 
españolas,  situada  en  el  meridiano  de  71°  con  la  pérdida  de 
10°  de  lonjitud  de  terrenos,  que  considerándolos  aun  como  li- 
nea recta,  importan  200  leguas,  y  los  portugueses  han  avanza- 
do las  suyas  hasta  la  de  San  Pablo  inmediata  á  Pebas,  con  la 
conquista  de  todo  aquel  territorio  y  de  los  rios  que  comunican 
con  el  Perú.  Me  persuado  que  los  portugueses  tuvieron  mejor 
suerte  en  la  elección  de  los  religiosos  que  destinaron  para  es- 
tas conquistas;  son  carmelitas,  hombres  de  otra  instrucción  y 
conducta  que  los  actuales  del  Perú,  y  que  con  patriotismo  mi- 
ran los  intereses  de  su  patria. 

El  sabio  jesuíta  Samuel  Fritz  no  solamente  tuvo  talento, 
prudencia  y  fortuna  para  tantas  conquistas,  sino  al  mismo 
tiempo  excelentes  luces  en  las  ciencias  matemáticas  y  la  astro- 
nomía: el  era  el  primero  que  levantó  un  mapa  de  todo  el  dila- 
tado curso  del  rio  de  las  Amazonas,  y  el  académico  parisiense 
Condamine  no  reparó  de  insertarlo  por  modo  de  comparación 
en  la  misma  mapa  que  acompaña  su  obra.  Algunos  conoci- 
mientos superficiales  de  jeografia  y  deluso  de  la  aguja  debían 
ser  inseparables  del  oficio  de  un  conversor,  para  poder  dar 
cuenta  al  gobierno  del  distrito  con  alguna  relación  de  sus  ex- 
cursiones, de  las  serranías,  rios,  lagunas,  y  otras  circunstancias 
propias  de  aquellos  terrenos  en  que  ejerce  sus  funciones  apos- 
tólicas: pero  estos  conocimientos  tan  útiles  se  hallan  casi  del 
todo  desterrados  de  nuestros  misioneros,  y  apenas  se  halla 
uno  ú  otro  que  tenga  instrucción  suficiente  para  llevar  un  con- 
fuso diario  de  sus  viajes.  El  fomento  y  el  arreglo  de  las  misio^ 
nes  en  las  orillas  del  rio  de  las  Amazonas,  Ñapo,  Ucayale,  Pu- 
nís, de  la  Madera,  Beni  y  en  !a  parte  mas  septentrional  del 
Mamoréj  es  un  asunto  que  por  todos  modos  merece  la  aten- 
ción del  gobierno,  por  la  inmediación  de  la  nación  portuguesa 
que  se  aprovecha  del  mas  leve  descuido  ;  apoderándose  de 
nuevos  terrenos,  y  acercándose  á  paso  precipitado  á  los  domi- 
nios españoles:  las  providencias  que  el  gobierno  juzgare  opor- 
tunas, tocan  particularmente  á  los  colejios  de  propaganda  de 


— 39í>— 
Quito,  de  Ocopa  y  del  que  nuevamente  se  está  ítmdando  en  eÉ 
pueblo  de  Tarata,  en  la  provincia  de  Cochabainha.  Es  cuanto 
se  me  ofrece  informar  á  V.  E.  en  e:te  grave  é  importante 
asunto,  consecuente  al  oficio  que  se  lia  servido  pasarme  con  fe- 
cha 1?  de  Marzo  último. 

Dios  guarde  á  Y.  S.  muchos  años. — Góchabaniba  y  Abril  20 
de  1799. 

ÍADEO   HaENKE. 

Señor  Gobernador  Intendente  de  esta  provincia,  D.  Francisco" 
de  Viedma. 


FIN  DEL  TOMO  SSGtJNÍ>®í' 


ÜSTDICE 
DEL   SEGUNDO   TOMO 


PAGINAS?. 


Relación  de  las  excursiones  de  los  piratas  que  infestaron 
el  mar  del  Sur  en  la  época  del  coloniaje.— Año  de 

1567.-— Francisco  Drak,  ingles 3 

Año  de  1577. — El  mismo  Drak 3 

Año  de  1581. — Juan  Ojenkan,  ingles 4 

Año  de  1587.— Tomas  Candiscli  ó  Cavendiscíi,  ingles. .  5 

Año  de  1593.— Eicardo  Achines,  ingles 5 

Año  de  1595.— El  mismo  Francisco  Drak 6 

Año  de  1598.— Mau,  Almirante  holandés 7 

Año  de  1599.— Oliver  de  Nort,  natural  de  Utrech 8 

Año  de  1615. — Jorge  Spilberg,  ingles 8 

Año  de  1616.— Jacobo  Maire  de  Ainsterdain,  y  Guiller- 

mo*Schouten,  holandés 9 

Año  de  1624.— Jacobo  Heremita  Clerk,  holandés. 9 

Año  de}1633.— Enrique  Breant,  holandés 10 

Año  de  1639  ó  40.— Pié  de  Palo,  holandés 11 

Año  de*1656.— Mr.  Pewn,  Almirante  ingles : 12 

Año  de  1669.— Enrique  Morgan,  natural  de  Gales 12 

Ado  de  1670.— Carlos  Enrique  Clerk,  ingles 14 

Literatura — 40 


—402— 

PAGINAS. 


Año  de  1679. — Cokson  Hárris,  Bournano,  Saukins, 
Sharp,  Oook,  Allesson,  Eowe,  Watlin  y  Macket, 
ingleses 14 


*&j 


Año  de  1G79. —  Bartolomé    Charps,    Juan    Guarí  en    y 

Eduardo  Bolmen,  ingleses 15 

Año  de  1682. — Oook  y  Oowley,  ingleses 1(5 

Año  de  1683. — Eduardo  David,  flamenco 17 

Año  de  1685. — Marcerti  y  veintidós  filibusteros 18 

Año  de  1687. — Los  filibusteros  ingleses  que  acompaña- 
ron á  David  en  el  primer  combate  que  tuvo  en  Pa- 
namá    18 

Año  de  1699.— Los  Mrs.  Pointy  y  Oassé 19 

Año  de  1699. — Mr.  Beauche  Govin,  navegante  francés.  20 

Año  de  1707. — Wodes  Eogers,  pirata  ingles 20 

Año  de  1708. — Tomas  Oolb,  pirata  ingles 21 

Año  de  1709. — Dampierre  y  Eoggiers,  ingleses 22 

Año  de  1715. — Dos  piratas  ingleses  infestaron  los  mares 

del  Sur 22 

Año  de  1720. — Juan  Oliperton,   ingles .'. 23 

Año  de  1726. — Una  escuadra  de  cuatro  navios  zelande- 
ses  de  trato  y  guerra  salió  de  Amsterdam  con  el 
fin  de  introducir  su  comercio  en  los  puertos  del 

Perú 23 

Año  de  1727. — Hosier,  Almirante  ingles 24 

Año  de  1735. — Oornelio  Andrés,  liolandes 24 

Año  de  1740. — Eduardo  Wernón,  Almirante  ingles. ...  25 

Año  de  1741. — Jorge  Anson,  ingles 27 

Año  de  1744. — Juan  Pink,  ingles 38 

Año  de  1763, — Macnaniara,  comandante  ingles  y  Hugo 

Stackhouse  su  teniente 38 

Colección  de  las  producciones  en  prosa  y  verso  serias, 
jocosas  y  satíricas  del  ilustre  literato  Dr.  D.  José 
Joaquín  de  Larriva. 
Trajedia  famosa  intitulada  La  ridiculez  andando  ó  la 

medalla  de  López: 45 

La  Angulada  ó  historia  de  don  Gaspar  Eico  & 61 

El  Nuevo  Depositario í 67 

Nueva  Depositaría 109 

El  Sacre 117 

Diálogo i „ 123 

El  Fusilico  del  General  Flores. 129 

La  Araña — Fábula 138 

Al  Crítico  coscorronero 140 

Pregunta  suelta  al  autor  del  Diccionario  analítico  &. .  141 


—403— 

PAGINAS. 

Apología  del  filósofo  Epicúreo 145 

Diálogo  Don  José — Don  Antonio 147 

Diálogo  segundo  Don  José — Don  Antonio. 153 

Descripción  del  Museo  latino 159 

Las  Profecías  del  cojo  Prieto 169 

Elogio  al  Virey  D.  José  Fernando  Abascal 109 

Arenga  que  pronunció  en  la  Universidad  el  27  de  Di- 
ciembre de  1812 185 

Otra  Arenga  que  pronunció  en  el  besamanos  de  19  de 

Abril  de  1813 ' 187 

Comercio. — El  comercio  sostiene  las  operaciones  políti- 
cas y  la  guerra  & .    190 

Fábula— El  Mono  y  los  Gatos 199 

Elogio  del  Excmo.  é  Iltmo.  Sr.  Arzobispo  Las  Heras 
pronunciado  en  la  Universidad  el  27  de  Octubre  de 

1815 203 

Epitafio  puesto  en  el  sepulcro  de  la  Inquisición. — So- 
neto        212 

En  la  muerte  de  doña  Mari  a  ¡Moreno  asesinada  por  don 

E.  Cevada  el  2  de  Agosto  de  1813. — Soneto 213 

El  Conciso : 214 

Elogio  del  Libertador  Bolivar  pronunciado  en  la  Uni- 
versidad el  dia  3  de  Junio  de  1826 217 

Curso  de  Jeograíia  Universal  de  las  cinco  partes  del 

Mundo 229 

Oración  fúnebre  de  Maria  Antonia  de  Borbon  princesa 
de  Asturias  pronunciado  en  la  Catedral  de  Lima 

en  Junio  de  1807 283 

Eelacion  de  las  exequias  que  se  celebraron  en  la  Cate- 
dral de  Lima  el  30  de  Abril  de  1819  por  los  jefes  y 
subalternos  del  ejército  real  que  perecieron  en  la 
Punta  de  San  Luis  el  8  de  Febrero  del  mismo  año .       303 

Oración  fúnebre  pronunciada  en  dicho  dia 317 

Panegírico  de  la  Concepción  de  Maria  pronunciado  en 
la  Catedral  á  nombre  del  Virey  Abascal  el  segun- 
do dia  de  la  octava  en  1815 331 

Sermón  pronunciado  en  la  misa  de  acción  de  gracias 
celebrada  en  la  Universidad  en  el  recibimiento  del 

Virey  Pezuela  el  21  de  Noviembre  de  1816 347 

Oración  fúnebre  pronunciada  en  las  exequias  celebra- 
das en  la  iglesia  Catedral  de  Huamanga  (boy  Aya- 
cucho  )  el  9  de  Octubre  de  1824  por  los  valientes 
de  la  Patria  que  murieron  en  la  batalla  de  Junin. .       375 
Memoria  sobre  los  rios  navegables  que  fluyen  en  el  Ma- 


—404— 

PAGINAS. 

rañon,  procedentes  de  la  cordillera  del  Peni  y  Bo- 
livia:  por  el  señor  don  Tadeo  Haenke,  Miembro  de 
las  academias  de  ciencias  de  Viena  y  de  Praga,  y 
Botánico  pensionado  por  S.  M.  C.  en  la  expedición 
que  da  la  vuelta  al  mundo,  y  otras  en  el  Perú 385 


FIN  DEL  ÍNDICE.